Jueves, 05 Mayo 2022 10:46

humildad en santa Teresa

Escrito por
Valora este artículo
(0 votos)

Humildad en santa Teresa: pedagogía de la oración

 

Justamente por este desasimiento interior, que es olvido de nosotros mismos, conecta Teresa con la humildad. El olvido de sí se vive en el abandono voluntario, gozoso en las manos de Dios. Orientación o actitud que está exigida por la esencia de la oración-amistad: afirmación del Amigo como aquel para quien vivimos y en cuyas manos nos ponemos.

Reiteradamente vuelve Teresa sobre la importancia de la humildad en la vida y en la práctica de la oración. Basten algunos textos: «Como este edificio va todo fundado en humildad, mientras más llegados a Dios, más adelante ha de ir esta virtud, y si no, va todo perdido». «Lo que yo he entendido es que todo este cimiento de la oración va fundado en humildad, y que mientras más se abaja un alma en la oración, más la sube Dios». «Todo el bien de la oración fundada sobre la humildad» 51 «Todo este edificio —como he dicho— es su cimiento humildad» 52

Pero la Maestra de oración no se contenta con ponderar la
importante relación que media entre oración y humildad. Le interesa mucho más definir bien la humildad. «Siempre humildad delante..., mas es menester entendamos cómo ha de ser esta humildad, porque creo el demonio hace mucho daño para no ir adelante gente que tiene oración, con hacerles entender mal la humildad»

49V 12,4. 50V 22,11. 51V 10,5. 52 7M 4,9. 53V 13,14. «Porque en otra parte dije mucho del daño que nos hace, hijas, no entender bien esto de la humildad y propio conocimiento, no os digo más aquí, aunque es lo que más importa» (IM 2,13). «Cumple mucho tratéis de entender cómo ejercitaros en la humildad. Y éste es un punto de ella y muy necesario para todas las personas que se ejercitan en la oración» (C 17,1).

        Si los capítulos sobre el «desasimiento de todo lo criado» son una confesión de la opción por Dios, las páginas consagradas a la humildad tienden más explícitamente a manifestar el dinamismo y operatividad de esa opción. Humilde es el hombre que daja a Dios protagonizar vida. Es el que le da la iniciativa y la elección del camino para la realización concreta de la amistad. «El verdadero humilde ha de ir contento por el camino que le llevare Dios». No imponer ni exigir. Ni siquiera «aconsejar» a Dios por dónde nos tiene que llevar. «Su Majestad sabe mejor lo que nos conviene; no hay para qué le aconsejar lo que ha de dar».

El Dios de nuestra oración cristiana no es un Dios pasivo, meramente receptivo y oyente de las palabras y deseos del hombre. Es el protagonista por excelencia. El guía y El escoge. El hombre debe reconocerlo y aceptarlo. «Guíe su Majestad por donde quisiere». «No está esto en vuestro escoger». Importa solamente atenerse a las exigencias del amor, dejando en manos de Dios la propia suerte, «descuidarse de sí y de todo».

Humilde es, pues, quien acepta el protagonismo de Dios. Protagonismo que se niega cuando el orante «se preocupa» o «hace mucho caso de sí» auscultándose en su oración y «exigiendo» a Dios el cambio de situación cuando ésta le resulta dolorosa. «Oh humildad, humildad! No sé qué tentación me tengo en este caso que no puedo acabar de creer a quien tanto caso hace de estas sequedades, sino que es un poco de falta de ella» . Profundizando en esta línea, aproximará la humildad a la pobreza de espíritu. Y define ésta como «no buscar consuelo ni gusto en la oración —, sino consolación en los trabajos por amor de El, que siempre vivió en ellos» 60 Sobre la humildad hace recaer todo el peso de su razonamiento desaprobando la conducta de quienes desean alcanzar la contemplación infusa: «Humildad, humildad; por ésta se deja vencer el Señor a cuanto de El queremos» Humildad es amar

54 C 17, tít.; cf. ib., 6
55 2M 1,8
56 V 11,13.
57 C 17,7.
58 Ib., 5
9 3M. 1,6 Más adelante vuelve a decirnos que tenemos que sacar «de las sequedades humildad, y no inquietud» (ib., 9).
60 V 22,11.
61 4M 2,10.


servir al Amigo sin interés y no pensar que «por nuestros servicios miserables se ha de alcanzar cosa tan grande» 62.

La aceptación del protagonismo de Dios no sólo, ni principalmente, se refiere al acto de la oración o al camino oracional que puede llevar el hombre, contemplación infusa o difícil oración ascética. Se trata de aceptar este protagonismo en la vida, en su desarrollo concreto, tanto a nivel personal como a escala de humanidad. No hay que desmoronarse cuando la vida golpea y desbarata los propios planes, cuando no llega el fruto que se espera y por donde y como se espera. Dios tiene sus caminos, sus ritmos. Y no se le ha ido el mundo de las manos. Ni el propio, ni el del entorno, la historia. No hay que traerle a nuestro «concierto», sino que «el concierto de nuestra vida sea lo que su Majestad ordenare de ella» 63. El abandono de la empresa es siempre en este caso claudicación. El hombre humilde no abandona la lucha porque le parezca masticar el fracaso y gustar la inutilidad y sin sentido de continuar en la brecha. Insobornable al desaliento por lo mismo que cimentado en el Dios agente de salvación y gracia.

Pero esta aceptación es activa y dinámica, no resignación fatalista y cobarde ante lo que nos desborda. La aceptación del protagonismo de Dios no justifica ningún absentismo; compromete vivamente al hombre en la acción.

Para Teresa, reconocer el protagonismo de Dios es poner fundamento último y motivación inextinguible al coprotagonismo humano. La humildad genera osadía, intrepidez y animosidad en la empresa de transformar todo según los designios de Dios.

Gustaba fundamentar Teresa su tesis en Dios mismo. «Su Majestad es amigo de ánimas animosas». El «animarse a grandes cosas» es propio de quien se apoya y se ampara en la fuerza de Dios. La fe en el Dios que conduce salvíficamente la historia de los hombres se hace desde la acción perseverante y esperanzada. Más de una vez la Santa se refirió a «las almas cobardes —con amparo de humildad—», que quedan atrapadas por la mediocridad. Basta recordar el fabuloso capítulo segundo de las primeras Moradas, donde nos habla del propio conocimiento «ratero y cobarde» que agarrota al hombre, «le arrincona y aprieta», y le impide, por eso, volar. Simplemente vivir. Y dice que «todo esto les parece humildad».

62 Ib.
63 3M 2,6. El texto es más revelador enmarcado en estas «moradas» de las «almas concertadas».
6 V 13,2.
65 Ib.
1M 2,11.

 

Del lado contrario, nos certifica que «no ha visto [ninguna] de estas [ánimas animosas] que quede baja en este camino» 67. Por ello exhorta encarecidamente: «No entendamos cosa en que se sirve más el Señor, que no presumamos salir con ella... Esta presunción querría yo en esta casa, que hace siempre crecer la humildad: tener una santa osadía, que Dios ayuda a los fuertes... ».

La fortaleza en el empeño es patrimonio del humilde, porque sólo el humilde reconoce y disfruta la acción salvífica de Dios en su hoy y en el hoy de la historia.

Y esto le lleva inevitablemente, como actitud permanente, a un discernimiento serio de lo que es la voluntad de Dios y de su respuesta. «Entender bien la humildad» es saber la verdad. Es cuestión previa o, si se quiere, intrínseca a la aceptación del protagonismo de Dios. De este modo se evita ideologizar el dato primero de nuestra fe: que él conduce y guía a su pueblo por caminos de salvación. Y, a la vez, se evita deformar en su raíz la actitud del hombre con abdicaciones evasionistas y absentismos paralizantes. Sólo a los comprometidos, a quienes no se quedan en el camino, se les asegura el triunfo. «Tengo por cierto que todos los que no se quedaren en el camino, no les faltará esta agua viva» 69 La amistad con Dios es de los es forzados. De los que realizan la verdad.

 

 

<<DETERMINADA DETERMINACIÓN>>


Estamos ante una de las expresiones más típicamente teresianas  y ma íntimamente vinculadas a su pedagogía de la oración. El lector menos atento advierte con facilidad que la palabra salta con frecuencia a las páginas de las obras de la Doctora Mística.

Empiezo por hacer una obligada aclaración: la «determina. da determinación» no es otro presupuesto junto a esas «cosas necesarias» sobre las que Teresa hace recaer lo más importante de su pedagogía oracional. Se trata más bien de una actitud que define al orante en su totalidad y que engloba, penetrándolas, esas mismas <cosas necesarias>. Es como si dijera que no basta darse, sino que hay que hacerlo con valentía, decididamente, con firmeza, comprometiendo a fondo toda la persona en la opción hecha de «seguir por el camino de la oración» «al que tanto nos amé». Sin esta decisión firme y convencida toda pedagogía teresiana pierde fuerza y unidad. Se le priva de la raíz que la alimenta y que fructifica en orantes. Por eso está más que justificado el que se la destaque y atraiga la atención del lector sobre ella.

67 V 13,2.
C 16,8.
C 19,15.

 

Absolutamente necesaria la «determinada determinación», porque nadie se encuentra hecha, entre las manos, la oración. Antes, por el contrario, el hombre experimenta enormes y persistentes resistencias en su camino. Resistencias que llegan desde fuera, del ambiente que respiramos, de la «teología» que se nos sirve El ambiente no se lo puede crear el hombre según sus gustos e ideas. Ni siempre se oyen las palabras que se quiere. Por eso, nadie puede esperar a tener una situación externa, que juzga propicia y adecuada, para vivir. Ni puede entregar su vida al sueño y a la utopía de orar cuando todo le convida a ello.

70 En el tiempo de la Santa se trataba de la oposición de ciertos teólogos. Con ellos polemiza Teresa con viveza y cierta ironía en Camino (cf. particularmente los capítulos 20-21). No se entienden y confunden a todos «Ni sabdis cuál es oración mental, ni cómo se ha de rezar la vocal, ni qué es contemplación; porque si lo supieseis, no condenaríais por un cabo lo que alabáis por otro» (C 22,2). Exhorta: «Ningún caso hagáis de los miedos que os pusieren, ni de los peligros que os pintaren» (C 21,5), «dejaos de estos miedos» (ib., 10) porque «son falsos profetas» (CE 73,1), «opinión del vulgo» (C 21,10).
71 V 11,1.
72 V 11,4.

 

Pero junto a estas dificultades externas, señala la Maestra otras más serias y persistentes en el interior del hombre mismo. «Somos tan caros y tan tardíos del darnos del todo» 71 Las resistencias más fuertes para llegar a ser orante vienen al hombre de su propio corazón; resistencias que Teresa tipifica como fuerzas egoístas que retienen al hombre encerrado en sí mismo, prisionero del «yo», sin salir de sí hacia el Amigo, en donación pronta y plena. Desinteresada y gratuita. De ahí le vienen los cansancios, las indolencias, los caracoleos engañosos que disimulan una postura que hace estrictamente imposible la amistad, el encuentro con Dios en la oración.

La determinación con que Teresa insiste que hay que iniciar el camino de la oración y mantenerse en él va dirigida contra estos dos frentes: contra los miedos y recelos que nos levantan desde fuera, y contra  las resistencias al amor que emergen desde dentro.

Y es su primera palabra en Vida alertando al discípulo sobre la disposición de fondo con que debe afrontar la empresa: «determinarse a procurar con todas sus fuerzas este bien».

En Camino vuelve también insistentemente sobre lo mismo acuñando unas frases vigorosas, vibrantes y marciales: «Ahora... cómo han de empezar, digo que importa mucho y el todo una grande y muy determinada determinación de no parar hasta llegar a ella [«beber el agua de la vida» = contemplación].

Determinación definida con precisión como radical, irreversible perseverante y totalitaria 76. Cabría sintetizar con palabras de la santa: «Cuando no nos damos a u Majestad con la determinación que él se da a nosotros...». Nuestra determinación, por ser respuesta a la donación de Dios a nosotros, debe estar definida por los mismos rasgos. Si no se «encuentran las condiciones», no se da la oración-amistad por mucho que se conserven las formas.

Pero si importante es recoger esta llamada teresiana a la (firmeza y decisión con que hay que iniciar el camino de la oración, lo es mucho más tratar de captar el significado y contenido. ¿Qué quiere decir con la «determinada determinación»?

Significa fundamentalmente la decisión de atenerse a las reglas de la amistad; querer vivir teologalmente. Es decir, atento profunda y perseverantemente al Amigo, sin hacerse a sí mismo las más mínimas concesiones de autocomplacencia o de desconsuelo según el cariz que tome la praxis de la oración. Determinarse a vivir el amor desinteresadamente, con limpieza, gratuitamente. Amor que, por lo mismo que es total presencia al Amigo, prohibe toda auscultación egoísta. Tajante Teresa al gritar
al principiante: «No se acuerde que hay regalos en esto que comienza, porque es muy baja manera de comenzar» «Su intento no ha de ser contentarse a sí, sino a El» No duda en afirmar la importancia, de cara al posterior desarrollo de la amistad, de unos comienzos así definidos: «Es gran negocio comenzar las almas oración, comenzándose a desasir de todo género de contentos». 

73 21.2. Poco antes había dicho ya: «Tratemos un poco de cómo se ha de principiar esta jornada, porque es lo que más importa; digo que importa el todo para el todo. No digo que quien no tuviere la determinación que aquí diré, lo deje de comenzar, porque el Señor le irá perfeccionando. (C 20,3; cf. 23, tít. y. 1; V 13,3). «Con ir siempre con esta determinación de antes morir que dejar de llegar al fin del camino...» (C 20,2).
74 C 20,2; 21,1-2; V 11,2.
7 2M 1,6.
76 5M 1,4; C 32,1.
77 C 16,5.
78 2M 1,7.
79 V 11,11.
80 V 15,11.


         Positivamente se trata de poner «los ojos en el Esposo» 81. Nos debe interesar El y no cuanto creamos poder bautizar, en el mejor de los casos, como dones suyos: el gusto, la ternura, la devoción en el ejercicio de la oración. Aunque se refiera directamente a personas más avanzadas en la vida espiritual, ilumina bien esto cuando escribe que «hay almas muy enamoradas que querrían viese el Señor que no le sirven por sueldo; y así.., jamás se les acuerda que han de recibir gloria por cosa, para esforzarse más por eso a servir, sino de contentar al amor» 82.

Gratuidad absoluta. No es menos explícita al exhortar a los principiantes a esta limpieza de la donación de sí sin la cual la empresa de la oración está llamada al fracaso. ¿Cuál debe ser el comportamiento del orante en el ejercicio de la oración cuando <(hay sequedad y disgusto y desabor?» Respuesta limpia: «Alegrarse y consolarse...; pues sabe le contenta [a Dios] en aquello [en querer orar] alábele mucho, que hace de El confianza, pues ve [Dios] que sin pagarle nada tiene tan gran cuidado de lo que le encomendó» 84. Escribe a una religiosa: «Préciese de ayudar a llevar a Dios la cruz y no haga presa en los regalos, que es de soldados civiles querer luego el jornal. Sirva de balde como hacen los soldados al Rey» 85.

La resistencia íntima que padece el hombre para abrirse a
un amor gratuito es real y es fuerte. Por eso, toda vigilancia será poca y toda decisión correrá el riesgo de quedarse corta. Por ello la constante y reiterativa afirmación de la Maestra: quien se determina a vivir la oración con este amor gratuito «tiene andado gran parte del camino» 86. Y, del lado opuesto, la situación de tantos que «nunca acaban de acabar» 87 porque están atenazados por el egoísmo, porque no «se abrazan a la cruz desde el principio» 88.

«Determinarse es convertirse no a unas virtudes, sino a la Persona de El» Un sí a Dios. Justamente en el comentario a las palabras del Padre nuestro, «hágase tu voluntad», Teresa titula el capítulo sintetizando: «Lo mucho que

 

81 C 2,1.
6M 9,22. Habla de personas que ella conoce, que van por el camino del amor como han de ir, por sólo seri’ir a su Cristo crucificado»- (4M 2,9).
83 y 11,11.
84 lb.
85 Cta a Leonor de la Misericordia, me.5.82; 422,7. El orante, había escrito ya en Vida, tiene que ser como los «buenos caballeros que sin sueldo quieren servir a su Rey» (15,11).
y 11,14.
87 Ib., 15. -
88 Ib.
89 P. Tomás ALVAREZ, Teresa de Jesús, enséñanos a orar, o. c., p. 76.

 

hace quien dice estas palabras con toda determinación» Y en el texto nos
encontramos con esta afirmación: «Sin dar nuestra voluntad del todo al Señor para que haga en todo lo que nos toca conforme a ella... » Todo está en que «nos demos por suyos», en que realmente él nos posea, con absoluta libertad de iniciativa: «Todo el punto está en que se le demos [el corazón], por suyo con toda determinación y le desembaracemos para que pueda poner y quitar como en cosa propia».

Línea tenaz y marcadamente perseguida por Teresa. «Toda la pretensión» del que comienza debe concentrarse en esto. No debilitarse en la dispersión. Hacerse fuerte en lo «único». «Toda la pretensión de quien comienza oración... ha de ser trabajar y determinarse y disponerse con cuantas diligencias pueda hacer su voluntad conformar con la de Dios93. Consigna que vuelve a recordar en las 3M denunciando la postura de las «almas concertadas» que buscan los «gustos y regalos» de la oración, que Dios se pliegue a sus deseos. «Y creedme que no está el negocio... sino en procurar ejercitar las virtudes y rendir nuestra voluntad a la de Dios en todo y que el concierto de nuestra vida sea lo que su Majestad ordenare de ella, y no queramos nosotras que se haga nuestra voluntad, sino la suya».

Esta «determinada determinación» de vivir polarizados en la Persona del Amigo, rendidos a su voluntad y deseo, en aceptación viva y existencial del modo concreto que revista el desarrollo de la oración, la define más y la matiza con la evocación de Cristo, «el capitán que se puso en lo primero en el padecer» 9°, «desierto.., de toda consolación» 9°, a quien se ha de «ayudar a llevar la cruz», expresión máxima de presencia a El y de olvido de sí. Confesión de amor auténtico. Amor compasivo, de comunión dolorosa. «Juntos andemos, Señor, por donde fuereis tengo de ir, por donde pasáreis, tengo de pasar» 97.

El Dios con quien tratamos es un Dios crucificado. «Defenderle», identificándose con El, es exigencia primera de amistad. De este modo la «determinada determinación» teresiana significa la voluntad decidida de «ayudar a Cristo a llevar la cruz», «abrazarse con la cruz que el Esposo llevó sobre sí». «Esta es nuestra empresa» en el camino de la oración-amistad.

 

9° C 32. tít.
91 Ib., 9.
9° C 28,12.
2M 1,8.
9° 3M 2,6.
93 V 22,6.
96 Ib., 10.
C 26,6.

 

Hay que saborear desde esta perspectiva tantos textos que llaman la atención del orante sobre Cristo crucificado. Ya vimos algunos. Recordarlos nuevamente no es ocioso. «Ayúdele a llevar la cruz.., y no quiera acá su reino...; y así se determine —aunque para toda la vida le dure esta sequedad— no dejar a Cristo caer con la cruz» . «Tomad, hijas, de aquella cruz.., porque El no vaya con tanto trabajo». Determinaos «a sólo ayudar a llevar la cruz de Cristo» 100. Con enérgica insistencia de Madre dice a sus hijas: «Abrazaos con la cruz que vuestro Esposo llevó sobre sí y entended que ésta ha de ser vuestra empresa» 101.

Explícitamente define este «abrazarse con la cruz» como liberación de todo gusto y consolación. «No nos mostrar a procurar consolaciones de espíritu; venga lo que viniere, abrazado con la cruz, es gran cosa. Desierto quedó este Señor de toda consolación» 102 Acompañarle en solidaridad amorosa es la determinación que quiere Teresa inculcar al orante: «La que más pudiere padecer que padezca más por El y será la mejor librada. Lo demás como cosa accesoria» 103 Y esto, porque la mejor oración, como la mejor amistad, es «lo que más agradare a Dios», y no «unos gustos para nuestro gusto no más» 104.

El cerco teresiano sobre su discípulo para que se convenza de que esta determinación es lo que cuenta y, por tanto, la reiterada llamada a que concentre en ella todas sus energías, alcanza su climax cuando le dice con pasmosa seguridad que Dios «esta determinación es lo que quiere» 105 Dios no atiende a otra cosa. Es lo que el hombre debe aportar a la oración para que fragüe en amistad verdadera. Lo demás, aunque se presente como quejas y deseos de amor, no será sino egoismo solapado que condena al fracaso la relación amistosa. «Estotro afligimiento que nos damos, no será de más de inquietar el alma; y si había de estar inhábil para aprovechar una hora, que lo estará cuatro» 106.

98V 11,11.
99 C 26,7.
100 y 15,11.
101 2M 1,7.
102 V 22,10.
103 2M 1,7.
104 Cta. al P. Gracián, 23-V’76; 133,8.
105V 11,16.
106 Ib.

 

La determinación no es sólo un arranque decidido por el que el hombre inicia el camino de la oración. La determinación, se alarga en perseverancia, en actitud permanente. Sólo son constructivas las decisiones sostenidas, perseverantes. Conocía muy bien por experiencia cómo las mejores determinaciones n& resistían el paso del tiempo y el acoso de la pereza e inconstancia nativas acrecidas por la presión de las «ocasiones». Pudo, por eso decir: «Somos francos de presto y después tan escasos» 107.

A esta debilidad hay que hacer frente también con determinación: no volver atrás, no dejar lo que se ha comenzado, perseverar. Así aconseja: «una gran determinación de que antes perderá la vida.., que tornar a la pieza primera 108; «a los que han comenzado, que no baste [nada) para hacerlos tornar atrás» 109 que «no deje lo comenzado» 110, «Por males que haga quien la ha comenzado, no la deje» Fidelidad inquebrantable al ejercicio de oración por dolorosa y difícil que resulte. «Este poquito de tiempo que nos determinamos a darle.., con toda determinación de nunca jamás se le tornar a tomar por trabajos que por ello nos vengan, ni por contradicciones ni por sequedades» 112.

Aquí también subyace un hondo convencimiento y una definida actitud teologal: sabe el hombre que contenta a Dios con esa fidelidad seca y dura que deja un sabor de inutilidad, pero que fragua en fuerte amistad, Y con esta actitud teologal se vencen todas las rebeliones naturales y se superan todos los cansancios. Vivir para el Otro sin prestar oídos a las voces de la naturaleza que quieren hacerle desistir de una. empresa que le cuesta y en la que, en largos períodos, no experimenta «beneficio» alguno.

 

107 C 32,8.
108 2M 1,6.
109 Ib., 9.
110 Ib., 6.
111 V 8,5.
112 C 23,2.

 

 

Visto 233 veces

Deja un comentario

Asegúrate de llenar la información requerida marcada con (*). No está permitido el Código HTML. Tu dirección de correo NO será publicada.