LA ORACIÓN EUCARÍSTICA EN LA VIDA SACERDOTAL REFLEXIONES SACERDOTALES MIRANDO AL SÍNODO Parroquia de San Pedro. Plasencia. 1966-2018

GONZALO APARICIO SÁNCHEZ

  (TERCERA EDICIÓN)

LA ORACIÓN EUCARÍSTICA

EN LA VIDA SACERDOTAL

REFLEXIONES SACERDOTALES MIRANDO AL SÍNODO

Parroquia de San Pedro. Plasencia. 1966-2018

Sagrario de mi Seminario Menor de Plasencia tan visitado y querido por los seminarists en mis años de formación (1948-1952)

GONZALO APARICIO SÁNCHEZ

LA ORACIÓN EUCARÍSTICA

EN LA VIDA SACERDOTAL

REFLEXIONES SACERDOTALES MIRANDO AL SÍNODO

Parroquia de san Pedro. Plasencia. 1966-2018

 

A Jesucristo Eucaristía, Sumo y Eterno Sacerdote, Pan de vida eterna y Presencia de amistad permanentemente ofrecida a todos los hombres en todos los Sagrarios de la tierra con amor extremo  hasta el final de los tiempos.

Y a todos mis hermanos sacerdotes, presencias sacramentales de Cristo, en su ser y existir sacerdotal, con amor total,  gratuito y celibatario a Dios y a los hombres, nuestros hermanos.

 

 

 

 

 

Portada: Sagrario de mi Seminario Mayor de Plasencia, tan visitado y querido por los seminaristas en mis años de formación (1952-60)

 

 

 

 

 

 

PRÓLOGO de un lector amigo

 

Tienes en tus manos, querido lector, un libro poco habitual entre nosotros. Lo comprobarás tú mismo en cuanto te adentres en su contenido.

Aparentemente es un libro más sobre la eucaristía. Y, ciertamente, es un tema común en la literatura religiosa de todos los tiempos. Pero, en esta ocasión, se nos ofrece una interesante novedad: la ciencia teológica -bien digerida por el autor- se complementa con la sapientia teologal del sacerdote que nos describe su propio trasfondo espiritual.

La fluidez y locuacidad con las que están escritas estas páginas retratan a la perfección el carácter vehemente, impetuoso y apasionado de este hermano sacerdote, cuando se trata «de las cosas de Dios». Y es que, hay ocasiones en las que las palabras se enraciman a borbotones para definir con una nitidez magistral los aspectos más secretos del misterio divino de nuestra fe y del misterio humano de nuestro corazón.

Esto sólo puede salir de una persona creyente, de un alma espiritual, de un orante. Por eso, se convierte, sin pretenderlo, en un maestro de oración, en un conocedor de la vida espiritual, tan descuidada en nuestros ambientes eclesiales de nuestros días.

Y ya que estamos en este clima de íntima confesión fraterna, quiero descubrir al lector tres latidos que obsesionan constantemente al autor en su vida y que contagia inevitablemente en cada una de las páginas de la obra que presentamos.

- En primer lugar, su pasión por Cristo, comprendido en el misterio insondable de la Santa Trinidad y revelado en esta etapa final de los tiempos como Vivo y Resucitado.

- En segundo lugar, su pasión por la Eucaristía, a la que dedica muchas horas del día, del año... de la vida; no sólo en la celebración litúrgica, sino también en la adoración silente. Ahí, en este contexto, es donde ha madurado la ciencia teológica y la experiencia pastoral.

- En tercer lugar, su pasión por el sacerdocio. Porque... -no lo olvidemos-, Gonzalo es un párroco y pastor enamorado de su ministerio presbiteral. Por eso valora la vida y el ministerio de los sacerdotes, se preocupa por el seminario y los seminaristas... y extiende su preocupación por todas las vocaciones en la vida de la Iglesia, como un servicio insustituible al Señor y a su Iglesia en sacrificio generoso y entrega gratuita.

En fin, querido lector, son breves retazos que quieren animarte a disfrutar de estas páginas que son “vida”; vida sintetizada en palabras y grafías incapaces de recoger y expresar la riqueza vivida “a los ojos de Dios”.

Aún así, merece la pena contar hoy con escritos «sapienciales» como estos. Por eso, felicito al autor por regalarnos su intimidad espiritual y alentarnos a recorrer el camino hacia la intimidad con Dios. Él, tan buen alumno de san Juan de la Cruz, nos guía con su experiencia para llegar a ser perfecto discípulo de Cristo. Gracias, de nuevo, Gonzalo.

Y ¡buena lectura, querido lector!

 

Aurelio García Macías

Delegado Diocesano de Liturgia y Rector del Seminario

Valladolid

 

(Actualmente Obispo Secretario de la Sagrada Congregación de Liturgia,  Roma)

 

 

 

 

 

 

INTRODUCCIÓN ( Prólogo del autor del libro)

 

Queridos hermanos, especialmente mis hermanos sacerdotes a los que me dirijo más principalmente en este libro, todo lo que digo de Jesucristo en el Sagrario, vale y con más razón de Jesucristo Eucaristía en la Misa y Comunión. Pero como a estas realidades maravillosas de Cristo ya me he referido en otros libros, aquí en este me voy a referir a los sentimientos de Cristo Jesús presente en todos los Sagrarios de la tierra y voy a hablar ampliamente del encuentro con Él  y lo que aprendemos de Él en rato de oración ante el Sagrario.

¿Creemos o no creemos? ¿Cómo decir que creemos en la presencia de Cristo, Hijo de Dios y Salvador de los hombres, presente en nuestros Sagrarios, en el Sagrario de tu parroquia, y no vas todos los días un rato a visitarlo, a estar con Él y hablarle y pedirle y amarlo? ¿Pero que tú crees que ahí está Dios y dices que le amas y eres obispo diocesano o sacerdote o cristiano fervoroso? Pero ¿qué fe y amor es el tuyo?

Y si dices que crees en Él, en su presencia en el Sagrario, cómo luego tu vida y el comportamiento que tienes con Él demuestran que no lo crees de verdad, que es pura palabra o tema de predicación o teología o catecismo teórico, pero no amor y vida, es una fe muerta o teología que no se vive, y si está muerta, entonces no tienes relación de vida y amor  con Jesús en el Sagrario o con Cristo Eucaristía en la misa… y entonces, qué apostolado puede ser el tuyo, ya que Jesús desde el Sagrario o en la santa misa o en tu oración ante Él te repite: “Sin mí, no podéis hacer nada”?

Querido hermano, perdona que te lo diga: tu fe es una fe teórica, aprendida en el catecismo, si eres cristiano o si eres cura estudiada en teologia, pero no está vivida y sentida, porque no es vida de tu vida.

El Señor Jesús, sin embargo, aún sabiendo y conociendo todo esto, se quedó con nosotros por amor loco en todos los Sagrarios de la  tierra; ahí está, vivo y con amor extremo, en el Sagrario de tu parroquia y en todos los Sagrarios del mundo, con el mismo amor que le trajo a la tierra y a dar su vida por nosotros y a estar con nosotros para siempre ahí, en el Sagrario, con los brazos abiertos, esperándote siempre, desde siglos, y él es Dios… pero ¿creemos o no creemos…? ¿Dios y hombre, esperándome ahí en el Sagrario? Pues sí y lo es y lo tiene todo, menos tu amor, si tú no se lo das, creyendo y acercándote a Él, haciendo actos de fe, esperanza y amor en su presencia, ya que  para eso se quedó en un trozo de pan, siendo Dios ¡pero qué locura de amor incomprensible de Jesús para con sus hermanos, los hombres!  Incomprensible también sabiendo el mal comportamiento y respuesta que muchos de los creyentes, incluso de los preferidos y elegidos por Él para sacerdotes o religiosos iban a tener con Él en  los Sagrarios de la tierra.

 Él todo lo hizo -toda su vida y su muerte y resurrección- y lo sigue haciendo por amor extremo a nosotros, los hombres…–¿pero  qué le puedo dar yo al Señor Jesucristo que Él  no tenga?—no lo entiendo, Señor--, y todo, desde su Encarnación hasta  subir al cielo, todo lo hizo y lo sigue haciendo desde la Eucaristía  como misa, comunión y presencia por ayudarte y hacerte feliz eternamente.

Querido creyente, Cristo, con su vida, muerte y resurrección y con su presencia de amor y salvaación desde el Sagrario, te está diciendo a voces que  te ama, que te espera apasionadamente y que tu vida es más que esta vida y que  Él, pan de vida eterna, es el alimento y camino para esa eternidad de gozo eterno con el Padre y el Espíritu de Amor con Él y todos los nuestros y todos los hombres salvados y redimidos que creyeron en Él y le siguieron como camino, verdad y vida de eternidad. Querido hermano sacerdote u Obispo: ¿y cómo predicarlo, inculcarlo si no lo vives?

Pues esta es nuestra tarea esencial y principal y el gozo y la razón de la fe cristiana y del sacerdocio de Cristo: la salvación eterna, a la cual hay que ordenar y orientar y surbordinar todas las demás actividades y apostolados y todo lo temporal, todo debe estar subordinado y orientado hacia Dios, hacia la eternidad con Él, por la cual vino el Hijo y se encarnó y murió y resucitó y subió al cielo y está en todos los Sagrarios de la tierra para llevarnos con El al Padre y vivir eternamente en su mismo Amor de Espíritu Santo unidos a la Trinidad, al gozo eterno del Padre al Hijo y del Hijo al Padre por el Espíritu Santo.  Pues esto es para lo que existimos y vivimos y hemos sido salvados por Jesucristo y para esto permanece en todos los Sagrarios del mundo.

Porque Jesús, en el Sagrario de tu parroquia y del mundo, es siempre Dios amigo y salvador que  quiere ser y empieza a ser tu cielo en la tierra en ratos de oración  con su presencia sacramental: un Dios amigo de los hombres esperando nuestra compañía y amor ¿qué más ha podido hacer por nosotros que no lo haya hecho? ¿Lo crees o no lo crees? Y tú, cristiano o sacerdote u obispo, cómo respondes a tanto amor ¿Por qué no hablas con más frecuencia a tus sacerdotes o feligreses de mi presencia eucarística? Es que…para eso, hermanos, se necesita una fe viva purificada que haya llegado en ratos de oración eucarística a una viviencia de amor más limpia y viva y gozosa.

Querido hermano, cristiano o sacerdote, no seas ingrato: cree, ama y vísita y abraza todos los días a tu Dios y Amigo Jesucristo, porque Él tiene siempre los brazos abiertos para amarte y ayudarte; ya verás qué pronto sentirás su amor y presencia; comúlgalo con más hambre, no te conformes con comerlo solo, porque Él por ti primero se hizo hombre como tú y luego un poco de pan para entrar dentro de ti y alimentarte de su amor y presencia y virtudes sobrenaturales de vida eterna y para eso tienes que purificarte  e irte vaciando de tus falta y pecado por la oración y las pruebas de la vida para que Él pueda irte lllenando en visitas y oración y comuniones auténticas y fervorosas. Qué locura del Amor divino, del mismo Amor de Espíritu Santo Trinitario que consagra el pan en el Cuerpo de Cristo para que podamos comerlo con fe y amor y hambre de Dios, de lo eterno?

 

¡Cristo del Sagrario! te pregunto ¿Y tú eres Dios, y lo tienes todo y viniste en mi busca y te quedaste ahí por amor a nosotros, a todos los hombres? ¿pero tú eres Dios amando así a los hombres…en la soledad de muchos Sagrarios arrinconados y olvidados, esperándome para abrazarme y decirme desde el Sagrario: te quiero y vengo a buscarte y te estoy esperando siempre desde toda la eternidad en que soñé contigo, esperándote para hablar y encontrarme contigo y ayudarte en tu camino hacia la eternidad y luego en la misa doy mi vida por ti y en la comunión quiero entrar dentro ti para alimentarte de mi amor y salvacion, para llenarte de mi misma vida y sentimientos porque soy pan de vida eterna?  ¿Y luego permanezo en el Sagrario, en el pan consagrado, esperándote siempre para seguir amándote y ayudándote? Jesús mío, Dios loco de amor por mí y todos los hombres, creo, creo, creo, adoro, adoro, adoro, espero, espero y te amor y te pido perdón por todos los que no creen, adoran, esperan y te aman.

Jesús Eucaristía, todos los católicos auténticos sabemos y creemos que Tú eres Jesús de Nazaret, hombre y Dios verdadero, que viniste por amor loco y apasionado a salvarnos y a decirnos que nos amas eternamente y quisiste morir entre dolores de pasión y crucifixión por nosotros, por todos los hombres, para resucitar y resucitarnos y  hacernos partícipes de tu mismo gozo eterno y trinitario en el cielo con el Padre y el Espíritu Santo que ya empieza en la tierra con ratos de oración un poco purificada, porque el Padre nos ha soñado para una eternidad de gozo con Él y Tú, viendo que el hombre había pecado y perdido el camino del cielo por el pecado de Adán le dijiste: “Padre, no quieres ofrendas y sacrificios, aquí estoy yo para hacer tu voluntad” y viniste a salvarnos a todos los hombres y traernos al gozo trinitario del cielo contigo ya en la tierra y alimentarlo especialmente por el pan eucarístico que eres Tú mismo, pan de vida eterna como lo instituiste en el Jueves Santo.

 

Y el Padre se entusiasmó tanto contigo, su Palabra y Proyecto de Salvación con su mismo Amor del Espíritu Santo,  que luego, cuando te vió realizando este proyecto en tu pasión y muerte, no tuvo compasión de Ti, Cristo, y lo siento, porque te quejaste: ¿“Dios mio, Dios mío, por qué me has abandonado”?  Pero es que el Padre, que llevaba siglos y siglos esperando para el cielo a todos sus hijos, los hombres, porque soñó y los creó para eso, para vivir eternamente en su mismo amor Trinitariio, estaba tan entusiasmado con este proyecto, que Tú, al verlo destrozado, por esto viniste y te encarnaste y predicaste y lo realizaste y te quedaste para siempre entre nosotros en el Sagrario para realizarlo… el Padre estaba tan entusiasmado con los hijos nuevos que iba a adquirir con tu muerte y resurrección… tanto, tanto…que te abandonó en Getsemaní:“ Padre si es posible que pase de mí este cáliz, pero que no se haga mi voluntad sino la tuya…”, y luego también en la Cruz: “ Dios mío, Diós mío, por qué me has abandonado”, porque deseaba tanto, tanto el Padre nuestra salvación que te dejó solo en la Cruz para que así pudieras morir de verdad como hombre  para salvarnos y hacernos hijos divinos del Padre por la gracia y herederos del cielo y porque solo miraba a sus hijos, a todos los hombres, toda la humanidad,  y  estaba tan entusiasmado el Padre… con los brazos abiertos para abrazarnos a todos los hombres, sus hijos nuevos herederos del cielo, por los que el hijo Jesús moría…que te dejó solo y abandonado… ¡qué misterios, qué misterios de amor del Padre y del Hijo-hijo y qué locuras de amor nos espera al contemplarlo un poco en la tierra por la oración meditación-contemplativa, quiero decir un poco elevada y que no somos nosotros los que la fabricamos sino que la recibimos en nosotros si aceptamos las purificaciones de amor y de entendimientos que nos exige especialmente en ratos de oración ante el Sagrario o luego en el Purgatorio, si no lo hicimos plena y completamente en la tierra para estar ya luego eternamente con los Tres en el cielo, en vuestro mismo Amor y Felicidad!

 

El cielo es ver y sentir y comprobar que Dios existe, y nos ama y nos espera y nos añora para explicarnos eternamente, siempre y para siempre, que nos ha amado en su Hijo hasta dar la vida que nos ha conseguido que vivamos su misma vida Trinitaria y Eterna e Infinta ya para siempre, para siempre en el cielo.

¡Qué gozo ser católico, ser cristiano, sobre todo sacerdote cultivador de eternidades y haberte conocido y amado así, Jesús del alma y de mi vida! En el cielo yo no haré nada, yo solo recibiré contemplando por encuentro de oración-contemplación tu Amor Trinitario Infinito que empieza ya en la tierra por la oración un poco más elevada, no solo y pura meditación, sino conocimiento y amor infundido desde la vida de gracia-oracion-vida de Dios y conocimiento de Dios  en mi alma, que no la hago yo sino más bien la recibo en ratos de presencia-oración-contemplando a Cristo eucaristía.

Pero repetiré hasta en el cielo, esto solo es posible, aunque uno sea Papa, obispo, cura, religioso, cristiano… solo será posible si me vacío de mi mismo, de mis soberbias, egoismos, pecados e imperfecciones para que Tú puedas llenarmos como a los Apóstoles en Pentecostés de tu misma vida y amor por el Espíritu Santo. Y la verdad es que en algunos Obispos, -de Cardenales no sé porque no he conocido a muchos- no he tenido la suerte de haber conocido a muchos. Buenas personas, todos, pero avanzados en oración,  conversión permanente, entendidos en vida espiritual y santidad…, pocos, incluso hablamos poco de estos temas

            Yo solo quiero ser sacerdote para esto, para sembrar y cultivar la eternidad de gozo de todos los hombres, especialmente mis feligreses, que empieza ya aquí abajo en ratos de Sagrario, aunque reconozco que antes  y durante mi vida tengo que purificarme de tanto yo y pecado que son una barrera para ver y contemplar todas estas realidades como los santos ya en el cielo y como todos los místicos en la tierra,  los que limpiaron su corazón de tanto yo y llegaron a estas alturas.

Y ahora me pregunto: ¿Y yo, que soy sacerdote, obispo, cardenal, religoso/a  o cristiano… y creo y medito todo esto,  correspondo, estoy correspondiendo a tanto amor en ratos de oración y visita ante tu presencia permanente de amor y salvación ante el Sagrario?

Me pregunto, ante todo este misterio y vida de amor tuyo, me pregunto si yo no te miro admirado y con amor apasionado a Tí, que me estás esperando siempre con los brazos abiertos en el Sagrario, cuando entro en la iglesia, y yo, cristiano, sobre todo, sacerdote y obispo o religioso o…ni te saludo ni te hablo y paso de largo ante tu presencia, y no me quedo un rato contigo porque siempre tengo prisa, porque… y yo, a lo mejor, ese día u otro, tengo que hablar de ti a mi gente, a mis sacerdotes, hablar de tu amor y presencia, entusiasmar a mis feligreses  contigo y yo no busco tu presencia para hablarte y que me ayudes, ni te miro ni te saludo… ¿y yo creo en tu presencia…y te amo de verdad o todo esto que sé de Ti  es porque lo estudié en Teología? Si mi fe fuera viva y estuviera un poco purificada de mi yo, lo dice S. Juan de la Cruz y todos los misticos, te sentiría y amaría y gozaría.

            Termino citando un texto del Vaticanos II, aunque luego en el libro lo encontraréis explicado más ampliamente todo: “Ninguna comunidad cristiana se construye si no tiene como raíz y quicio la celebración de la Santísima Eucaristía… la Eucaristía es centro y culmen de toda la vida cristiana… los otros sacramentos, así como todos los ministerios eclesiásticos y obras de apostolado, están íntimamente trabados con la sagrada Eucaristía y a ella se ordenan (PO. 5b).

Y la Eucaristía es Cristo como misa, comunión y sagrario, dando su vida por nosotros y aliméntándonos de su mismo amor y entrega a Dios y a los hermanos y permaneciendo lleno de amor y de vida por nosotros en  todos los Sagrarios de la tierra.

 

1.- LA ORACIÓN EUCARÍSTICA “NO ES OTRA COSA QUE TRATAR DE AMISTAD ESTANDO MUCHAS VECES TRATANDO A SOLAS CON AQUEL QUE SABEMOS QUE NOS AMA»: JESÚS EUCARISTÍA 

 

            La he modificado un poco pero todos sabéis que esta es la definición que Santa Teresa de Jesús da de la oración. Y este trato de amistad con Jesús Eucaristía lo hacemos por la oración personal, llamada «mental» durante siglos, para diferenciarla de la oración vocal o externa, pero que siempre hay que hacerlas con la mente y el corazón, para que haya encuentro de amor.

            Todos sabemos, por clásica, la definición de Santa Teresa sobre oración: «Que no es otra cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos (que) nos ama» (V 8, 5). Parece como si la Santa hubiera hecho esta descripción mirando al Sagrario, porque allí está presente el que nos ama: Jesucristo vivo, vivo y resucitado, confidente y amigo de todos los hombres. De esta forma, Jesucristo, presente en el Sagrario, se convierte en el mejor maestro de oración, y el Sagrario, en la mejor escuela.

            Tratando muchas veces a solas con Jesucristo Eucaristía, casi sin darnos cuenta nosotros, «el que nos ama» nos invita a seguirle y vivir su misma vida eucarística, silenciosa, humilde, entregada a todos, con amor extremo, dándose,  pero sin imponerse. Y es así cómo la presencia eucarística se convierte en la mejor escuela de fe y amistad con Cristo, de aprendizaje y práctica del evangelio, de unión y experiencia de Dios, de perdón y ayuda permanente, de vivencia de los sentimientos y actitudes de Cristo.

Esto me parece que es la santidad cristiana. Y de esta forma, esta escuela de amistad pasa a ser escuela de santidad. Finalmente y  como consecuencia lógica, esta vivencia de Cristo Eucaristía, trasplantada a nosotros por la unión de amor  y la experiencia, se convierte para nosotros y nos transforma en llamas de amor viva y apostólica. La presencia eucarística se convierte en la mejor escuela de apostolado para nuestras parroquias, para nuestros hogares, catequesis, trabajo, matrimonio y vida ordinaria.

            Pues bien, de esto trato en este libro, que quiere ser una ayuda para recorrer este camino de encuentro con Jesucristo Eucaristía en  trato de amistad, pero de forma directa y vivencial, de tú a tú, a pecho descubierto, sin trampas ni literaturas. No quiere ser un libro teórico sobre Eucaristía, oración, santidad, vida cristiana, liturgia, apostolado...etc. Quiere ser una reflexión sencilla de vida eucarística, de vida de amistad con Jesús Eucaristía, de descubrimiento de su presencia amiga en cada Sagrario de la tierra, desde donde continuamente nos está diciendo:“Me quedaré con vosotros hasta el final de los tiempos”, “Vosotros sois mis amigos”, “Nadie ama más que aquel que da la vida por los amigos”, “Ya no os llamo siervos, porque todo lo que he oído a mi Padre, os lo he dado a conocer”, “Yo doy la vida por mis amigos”.

            Esta amistad, como todas, tiene un itinerario, unas etapas, unas exigencias, una correspondencia, un abrazo y una fusión de amor y de unión total. Con toda  humildad y verdad  esto es lo que he querido describir  en la medida de mis conocimientos y experiencia sacerdotal de almas en grupos parroquiales de oración y revisión de vida en hombres y mujeres, matrimonios, grupos específicos de oración... etc. Llegué a tener catorce grupos a la semana…casi todos por la tarde y los de hombres por la noche.

            Repito: este camino tiene sus particularidades y singularidades. La mayor, tal vez, es que se trata de un amigo, que está invisible para los ojos de la carne, lo cual, para un primerizo, es una gran dificultad, pero si se deja guiar por otros que ya hayan hecho este recorrido de fe-oración, resulta más fácil caminar en esta no visibilidad externa de la persona amada, en la oscuridad de la fe, único camino para encontrarnos con Él, que poco a poco nos irá descubriendo su rostro en nuestra inteligencia, sobre todo en nuestro corazón, donde por el amor le iremos sintiendo más cerca, y nos irá uniendo con Él tocándole hasta llegar a fundirnos con Él en una sola realidad en llamas y desde ahí “ex abundantia cordis os loquitur...” podremos hablar de Él, pero con experienci de fe y amor,  por haberlo tocado y sentido con fuego de amor  en nuestro corazón.

            La fe  es la luz de Dios, el conocimiento que Dios tiene de sí mismo. Si Dios nos lo comunica, esto nos supera totalmente en el modo y en el contenido. Y san Juan de la Cruz nos dirá que por eso precisamente, porque nos excede y es la misma luz de Dios, nos deslumbra, nos ciega y nos parece no ver. Y todo esto es por exceso de luz, que supera a nuestros sentidos y razón.

            Por eso, al principio, en estas visitas a Cristo en el Sagrario, en estos diálogos con Jesús Eucaristía, hay que tener paciencia, mientras nuestros sentidos y razón se van adecuando y disponiendo en silencio de sentidos, sin ver ni sentir gran cosa, para dialogar, conocer, y llegar a la unión de amor con el Señor Jesucristo, presente y vivo en el Sagrario,  por ciencia de amor, por noticia amorosa, por la fe que se va llenando de ese amor que es Jesucristo Eucaristía, donde está por amor extremo: “Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo”, hasta el extremo de sus fuerzas, hasta el extremo de su amor, hasta el extremo de los tiempos.

Esta es en sus primeros pasos la fe del que quiere unirse a la persona amada, sin ver mucho todavía y hay que pedirla y cultivarla todos los días, especialmente al principio en que hay que empezar ordinariamente desde la fe heredada de nuestros padres, que antes, hasta hace cincuenta años más o menos, todos los hijos recibíamos en nuestros hogares y en las escuelas, pero que hoy ha cambiado totalmente porque muchos padres ni creen ni practican la fe ni rezan.

Pues bien, desde la fe recibida, sea como sea, hay que pasar a una fe personal y experimentada, que nos lleve a la experiencia personal, que nos meta en el diálogo y amistad personal con Jesucristo Eucaristía. Por eso juntamente con esta fe, desde el primer kilómetro de este camino o trato de amistad, como repetiré siempre, hay que poner la conversión de nuestras vidas a esa fe, conversión que debe durar ya toda la vida, como repetiré siempre, si queremos llegar a la amistad y a la experiencia verdadera no puramente imaginativa del amor de Cristo, especialmente en el Sagrario. Para mí, que esta es la causa principal en general de que se deje la oración verdadera sobre todo eucarística y haya pocos orantes profundos del Sagrario en la misma Iglesia, entre los mismos sacerdotes, religiosos y almas consagradas, porque han reducido la oración a lectura y meditación, pero sin conversión de vida, no llegando así a la unión y experiencia de Cristo Eucaristía, porque a esta experienci de la fe no se llega por la teología estudiada o liturgia meramente recitada sino por la fe purificada por la oración un poco elevada y esto aunque seas cura u obispo.

Este libro quiere ser una ayuda para amar más a Jesucristo Eucaristía en plenitud de vida y amor. Lo he escrito pensando en todos los  católicos que tienen este privilegio de poder visitar al Señor sacramentado todos los días o con mucha frecuencia, donde Jesús siempre nos está esperando como confidente y amigo para ayudarnos en todo, especialmente en la oración y amistad y experiencia de su amor, siempre ofrecida, pero nunca impuesta, en todos los Sagrarios de la tierra.

            Me gustaría que todos los creyentes  pasaran todos los días un rato a los pies del Maestro y Amigo, Jesucristo Eucaristía. Y esto es muy fácil: vas andando por la calle, te encuentras una iglesia abierta, y te dices: ahí dentro está Jesús en el Sagrario; voy a entrar un rato a contarle mis cosas, mis penas y alegrías, a rezar por los problemas de mis hijos y familia… Y entras, y ya está. No te digo nada si expresamente sales de casa con este propósito: qué gozada o a ti, sacerdote, los feligreses te ven pasar un rato largo de oración ante el Sagrario antes de empezar la santa misa. Querido hermano sacerdote, vaya una homilía o predicación más viva y eficaz que das a tus fieles aún antes de celebrarla.

Lo puse muy claro en la primera página de uno de mis libros; decía así: la mejor escuela de oración: la Eucaristía; el mejor maestro: Jesucristo Eucaristía; el mejor libro de oración y vida cristiana, toda una biblioteca: Jesucristo Eucaristía como misa, comunión y presencia de amistad siempre ofrecida. ¡Qué poco se visita esta biblioteca! ¡Qué poco se abre este libro! ¡Qué poco se dialoga con este maestro y amigo! ¡Si lo visitásemos y escuchásemos con más frecuencia...! Aquí tienes una ayuda.     Porque el Sagrario es la mejor escuela, el mejor libro, el mejor maestro y el mejor amigo, el mejor gimnasio y el mejor entrenamiento y ejercicio para ser cristiano o sacerdote santo, para aprender a amar a Dios y a los hombres, para aprender a sufrir, para tener ayuda y consuelo permanente, para tener el cielo en la tierra.

Porque todo lo que nos dice Jesús en el evangelio y la fe  es verdad: es verdad que Jesucristo está vivo y resucitado y vive por amor a nosotros en el Sagrario, esperándonos a todos con los brazos abiertos; es verdad que allí le encuentran las almas despiertas y llenas de fe; es verdad que Él, y está ahí tan cerca, en el Sagrario, el mismo Cristo de Palestina y del cielo, el que acariciaba a los niños, perdonaba a los pecadores, hablaba con las prostitutas, tocaba a los leprosos, arrastraba a las masas emocionadas…

            El libro que tienes en tus manos es fruto de estos ratos de oración junto al Sagrario, y lo escribo como prueba y testimonio de amistad y agradecimiento al Señor, sacramentado por nuestro amor  y también para ayuda de los que quieran dialogar y tratar de amistad con Él. De Cristo Eucaristía lo he aprendido todo y quiero seguir escuchándole y aprendiendo y amándole toda mi vida y rezando por la salvación del mundo, de todos los hombres, mis hermanos, especialmente por las vocaciones sacerdotales que tanto necesita este mundo, por la santidad de los elegidos..etc.

            Para conocer y amar más a Jesús Eucaristía sólo se necesita un poco de fe y de amor o si queréis, querer amar al Señor. Porque el que quiere amar a una persona, pensad en los novios, va a visitarla, se ven y hablan todos los días. El que quiera conocer y amar a Jesús tiene que ir  a visitarle todos los días en el Sagrario, porque ciertamente está en más sitios, como dice el Vaticano II, pero ahí es donde está más real y verdadero, todo entero, con todo su evangelio y salvación, vivo, vivo y resucitado, el Viviente, Alfa y Omega de todo para todos, la Hermosura y la Palabra del Padre para nosotros en la que el Padre Dios, lleno de Amor Personal y esencial a Él, nos dice en «música callada», en «silencio sonoro» su canción de Amor Personal a los hombres porque nos amó locamente, y nos da todo su Ser por participación de Amor y nos dice la canción de amor más hermosa que ha existido en el mundo, cantada desde el Padre por el Hijo encarnado por la potencia de Amor Personal del Espíritu Santo, esencia y abrazo infinito de felicidad y de gozo eterno trinitario, que quiere ya empezar a compartirlo en la tierra con nosotros. El Sagrario es el cielo en la tierra para todos los que se purifican un poco de la ceguera de los pecados y con los ojos de la fe limpios pueden ver y contemplar a Cristo Eucaristía, el mismo de Palestina, nacido de María y en el cielo. Qué ayuda más buena la de María para encontrar a Jesús en el Sagrario. Lo digo por experiencia personal.

Si el cielo es Dios Trinidad, en el Sagrario está el cielo en la Tierra aunque no con su total plenitud de Ser y Amor, porque allí en el Sagrario con el hijo-Hijo está el Padre amándose con Amor del Espíritu Santo, están los Tres, la Trinidad Santísima, ciertamente de forma distinta a su presencia del cielo, porque aquí es participada por la gracia y no en plenitud de gloria, pero es la misma y Única Santísima Trinidad, no hay otra, y todo por la vida de fe y la vida de gracia participación de la misma e infinita y esplendente Luz y Vida Divina y Tinitaria.         

El creyente que va a visitar al Amigo que siempre está en casa ya le está amando por el hecho de visitarle por fe, con esta expresión de fe personal, simplemente con su presencia en el banco de la iglesia; su presencia ante el Sagrario indica que con su mirada, con su oración, cree, ama y espera en Él, y más tarde o temprano, irá pasando de una fe heredada, más o menos vivida o simplemente creída, a una fe personal y sentida por la purificación de sus faltas y pecados, que terminará en experiencia viva del Amado. Todo dependerá de que se vaya vaciando de sí mismo para que Cristo pueda habitarle y llenarle por gracia de su misma vida y amor a Él y a la Stma. Trinidad. Precisamente ésta es la orientación que he querido dar a este libro: invitar a todos los católicos, no digamos a los sacerdotes, a visitarlo e indicar un poco este camino de oración eucarística, de diálogo y amistad con Jesús en el Sagrario hasta llegar por Él a Dios Trinidad, especialmente en los primeros kilómetros, que hay que andarlos un poco en fe seca, a oscuras de luz y sentimientos, sin sentir gran cosa y oír poco o casi nada, sólo barruntándolo todo por la fe.

Quisiera añadir que muchas de las páginas del presente libro fueron escritas mirando al Sagrario de mi primer destino apostólico que fue en Aldeanueva de la Vera y al año y medio en Robledillo de la Vera. Me gustaría que, si fuera posible, así fueran también leídas, meditadas y oradas: a los pies del Maestro, como María en Betania, presente hoy y el mismo en todos los Sagrario de la tierra.

            Esto para mí es importantísimo, casi determinante. Es que tengo la impresión de que ahí radica toda su fuerza y vitalidad: la de los párrocos y la de los cristianos. Pensad que muchas  de estas reflexiones fueron escritas hace más de sesenta años en un cuaderno de pastas grises y folios a cuadritos. Me lo llevaba siempre a la iglesia, en los primeros años de mi sacerdocio, porque así me lo habían enseñado, ­«contemplata aliis tradere» (predicar a los demás lo que se ha contemplado en la oración; hablar con Dios antes de hablar a los hombres de Dios). Me lo llevaba para anotar lo que el Señor me inspiraba: ideas, sentimientos y llamaradas de corazón, que yo traducía luego en ideas para predicar mis homilías.

            Este método lo he seguido hasta el día de hoy. Yo hago siempre la oración, todas las mañanas, muy temprano, a solas en la iglesia, mientras la mayor parte de mis feligreses duermen: 7 de la mañana, invierno-verano. Hago la oración personal mirando a Jesús en el Sagrario, porque me resulta más cómodo y lógico bajar a donde está Él para hablar y dialogar con Él que hacerlo en la habitación y porque en el Sagrario y desde el Sagrario me enseña muchas cosas y porque estando tan cerca le escucho mejor y me instruye, sobre todo, me corrige y me llena de sus sentimientos y aptitudes eucarísticas.

Ante el  Señor en el Sagrario me sale más fácil y espontáneo el diálogo con Él porque estamos los dos solos en la iglesia, y teniéndolo tan a mano y entregado y esperándome siempre, no me gusta hacer la oración en ningún otro sitio, jamás la hice o la haré por amor y cercanía, porque Él es el Amigo, que siempre está en casa,  esperándome. Para eso se quedó. Y no quiero defraudarle.

Termino esta introducción y te repito: Este libro quiere ser una sencilla ayuda para el encuentro con Jesucristo Eucaristía, para el trato de amistad con Él en el Sagrario. Si os sirve para esto ¡ADORADO SEA EL SANTÍSIMO SACRAMENTO DEL ALTAR!

 

2.- LA PRIMERA ORACIÓN EUCARÍSTICA QUE ESCRIBÍ ANTE EL SAGRARIO DE MI PRIMERA PARROQUIA

 

Recuerdo como si fuera hoy mismo la primera «Eucarística» --vivencia eucarística--, que escribí junto al Sagrario de mi primer destino apostólico, Aldeanueva de la Vera, allá por el mes de diciembre del 1960, hace ya  más de sesenta años, porque me ordené en el 11 de junio del 1960.

La escribí en la primera página de un cuaderno de pastas grises y folios a cuadritos que junto al Breviario me lo llevaba siempre a la iglesia en los primeros años de mi sacerdocio para escribir lo que el Señor me decía en la oración, porque así me lo habían enseñado --contemplata aliis tradere--. Y ahora  paso a exponerla tal y como la tengo escrita:        

«Jesucristo Eucaristía, Tú sabías que serían muchos los que no creerían  en Ti, Tú sabías que muchos no te seguirían ni te amarían en este sacramento, Tú sabías que muchos no tendrían hambre  de tu pan ni de tu amor ni de tu presencia eucarística, Tú sabías que el Sagrario sería un trasto más de la iglesia, al que se le ponen flores y se le adorna algunos días de fiesta... Tú lo sabías todo... y, sin embargo, te quedaste;  te quedaste para siempre en el pan consagrado, como amor inmolado por todos, como comida de amor para todos,  como presencia de  amistad ofrecida  a tus sacerdotes, a tus seguidores, a todos los hombres...

Gracias, Señor, qué bueno eres, cuánto nos amas... verdaderamente nos amaste hasta el extremo, hasta el extremo de tus fuerzas y amor, hasta el extremo del tiempo, del olvido y de todo. Muchas veces te digo: Señor, si Tú sabías de nuestras rutinas y faltas de amor, de  nuestros abandonos y faltas de correspondencia y a pesar de todo te quedaste, entonces, Señor, no mereces compasión, porque Tú lo sabías, Tú lo sabías todo, y, sin embargo,  te quedaste; ¡cuánto nos quieres, cuánto nos amas y nos buscas y esperas!

¡Qué emoción siento, Señor, al contemplarte en cada Sagrario de la tierra, siempre con el mismo amor, la misma entrega...eso sí que es amar hasta el extremo de todo y del todo! Qué bueno eres, Jesucristo amado, cuánto nos quieres, Tú sí que nos amas de verdad, nosotros no sabemos amar así, por eso no entendemos de las locuras de tu amor, nosotros somos más calculadores,  nosotros somos más limitados en todo.

Señor, por qué me amas tanto, por qué me buscas tanto, por qué te humillas tanto, por qué te rebajas tanto,  hasta hacerte no solo hombre sino una cosa, un poco de pan por mí; Señor, pero qué puedo darte yo que Tú no tengas, qué puede darte el hombre, si Tú eres Dios, si Tú lo tienes todo; no me entra en la cabeza, no encuentro respuesta, no lo comprendo, Señor, sólo hay una explicación: “Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo”.

Nos amaste hasta el extremo, cuando en el seno de la Santísima Trinidad te ofreciste al Padre por nosotros: “Padre, no quieres ofrendas y sacrificios, aquí estoy yo para hacer tu voluntad” y la cumpliste   en la Última Cena, anticipando tu pasión y muerte por nosotros, cuando temblando de emoción, con el pan en las manos, te entregaste en sacrificio y comida y presencia permanente por todos:“Tomad y comed, esto es mi cuerpo que se entrega por vosotros... Tomad y bebed, esta es mi sangre, que se derrama por muchos...”.

En tu corazón eucarístico está vivo ahora y presente todo este amor ¡lo he sentido tantas veces! toda esta entrega, toda esta emoción la ofrenda de tu vida al Padre y a los hombres, que te llevó a la Encarnación, a la pasión, muerte y resurrección, para que todos tuviéramos la vida nueva del Resucitado y entrar así con Él  en el círculo del amor trinitario del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo;  y también te entregaste y te quedasta en el Sagrario para que nunca dudásemos de la verdad de tu amor y de tu entrega.

Jesucristo, Eucaristía divina, Canción de Amor del Padre, revelada en su Palabra hecha carne y pan de Esucaristía con Amor de Espíritu Santo.

Jesucristo, Eucaristía divina, Templo, Sagrario y Morada de Dios Trino y Uno en la tierra ¡Cuánto te amo y te deso, cómo te busco, con qué hambre de Tí camino por esta vida!

¡Jesucristo Eucaristía, quiero verte, para tener la luz del camino, de la Verdad y de la Vida!

¡Jesucristo Eucaristía, quiero adorarte, para cumplir la voluntad del Padre como Tú, con amor extremo, hasta dar la vida!

¡Jesucristo Eucaristía, quiero comulgarte, para tener tu misma vida, tus mismos sentimientos, tu mismo amor!

Y en tu entrega eucarística, quiero hacerme contigo, sacerdote y víctima agradable al Padre, cumpliendo su voluntad, con amor extremo, hasta dar la vida. Quiero entrar así en el misterio de mi Dios Trino y Uno, por la potencia de amor del Espíritu Santo.

 

*****************************

            Jesucristo, Hijo de Dios encarnado, sacerdote único del Altísimo y Eucaristía perfecta de obediencia, adoración y alabanza al Padre. Tú lo has dado todo por mí, con amor extremo hasta dar la vida y quedarte para siempre en el Sagrario, en intercesion y oblación perenne al Padre, por la salvación de los hombres, tus hermanos.

¡También yo quiero darlo todo por Ti y permanecer contigo implorando la misericordia divina sobre mi parroquia, sobre la  iglesia y sobre el mundo entero! ¡Yo quiero ser y existir sacerdotal y victimalmente en Ti; yo quiero ser totalmente tuyo, porque para mí Tu lo eres todo, yo quiero que lo seas todo!

¡Jesucristo, Eucaristía perfecta de obediencia y adoración del Padre¡ yo creo en Ti!

¡Jesucristo, sacerdote y salvador único de los hombres, yo confío en Ti!

            Tú eres el Hijo de Dios ¡qué gozo haberte conocido, ser tu sacerdote y amigo, vivir en tu misma casa, bajo tu mismo techo!

 

 

3.- ORACIÓN DEL JUEVES SANTO ANTE JESUCRISTO EN LA SANTA CUSTODIA DEL MONUMENTO

« JESÚS, TE AMO»

 

Jesús, te amo, ahora como siempre, como en mis años primeros, como en mi primera comunión, donde tan cerca te sentí como sacerdote y amigo, invitándome a seguirte, desde el corazón sacerdotal de mi madre Graciana que estaba en el banco a mi lado en la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, 29 de junio 1946; me siento feliz contigo, sin los fulgores de aquella juventud primera, pero con la entrega incondicional de una vida cargada de caricias y misterios, de ciencia teologal en mis últimos años de seminario, pero sobre todo, de sabor, de <sapientia>, de sabiduría teologal de aquellos <scholium> de los textos de Lercher y meditaciones de D. Eutimio que aún conservo, y de vivencias eucarísticas ante el Sagrario de mi seminario, acompañado por aquellos superiores santos y amigos verdaderos del seminario, escuela de perfección y santidad sacerdotal ¡qué buen curso, qué hombres de oración y Eucaristía, sellada finalmente por la gracia y el carácter del sacramento sacerdotal!

Te amo, Jesús, con todo mi corazón y con todas mis fuerzas; sabes que has llegado a ser ya el centro de toda mi vida, de todo mi ser y existir sacerdotal, la respiración de mi corazón, operado y rejuvenecido, caminando hacia los 78 años y 54 de ministerio sacerdotal, enamorado y felicísimo.

Te amo, Jesús, porque eres el Todo que apetezco y la única razón de mi ser y existir. Ya no sé vivir sin Ti, sin sentir los latidos de tu corazón sacerdotal, como Juan en la Última Cena, sobre todo, cuando haces presente tu vida, muerte y resurrección por medio de mi humanidad prestada, o en ratos de Sagrario apoyado en tu pecho; ya no sé vivir sin la vibración de tu Amor, Amor de Espíritu Santo, Beso y Abrazo de Amor del Padre al Hijo y del Hijo al Padre en el que me siento besado y abrazado, centrado sólo y siempre por este Amor tuyo en la búsqueda de la gloria de mi Dios Trinidad -- "in laudem gloriae ejus": “para alabanza de tu Gloria”,-- lema de la estampa de mi ordenación sacerdotal y para la salvación de mis hermanos, los hombres, a los que tanto amo y quiero con tu mismo amor de Espíritu Santo desde mi ordenación -sábado de Pentecostés-, y también el que me das en ratos de Sagrario y Eucaristía, que a veces tanto siento, sobre todo, por los que Tú me has dado, y por los que viven alejados de Ti y de tu Iglesia, por los que tanto rezo y ofrezco tu vida y muerte...la eucaristía.

Deseo y te pido entregarme a tu Iglesia santa con tu Amor sacerdotal y apostólico de Pentecostés que me entregaste el día de mi ordenación sacerdotal-sábado de Pentecostés-, en nostalgia infinita de encuentro eucarístico pleno y total contigo, porque ya vivir mi vida es querer vivir tu misma vida "del Cordero degollado ante el trono de Dios... que quita los pecados del mundo" intercediendo siempre contigo ante el Padre por la salvación del mundo, de mis hermanos, todos los hombres, expecialmente de mis feligreses.

Señor Jesucristo, Hijo de Dios y Único Salvador de los hombres, la verdad es que es un privilegio haberte "conocido" en " Eucaristía ­Última Cena y en ratos de oración-Sagrario, estando y viviendo junto a Ti; tenerte tan cerca en el Sagrario-Cielo, tener mi tienda junto a la tuya, ser tu vecino y poder encontrarte siempre que quiera y te necesite en tu morada santa, Sagrario de mi parroquia.

Jesucristo Eucaristía y Sacerdote único del Altísimo, yo necesito tu cercanía penetrante, tu sonrisa insinuante, tu mirada amorosa, que me muestra los caminos, a veces duros y sufrientes,  <en soledad y llanto>, de mi marcha hasta el encuentro definitivo contigo, cumpliendo tu voluntad, con amor extremo, hasta dar la vida, para vivir eternamente en la gloria del Padre.

Jesús, amigo del alma, Tú eres el centro de mi vivir, Tú eres la alegría de mi corazón enamorado, la plenitud del amor de mi pecho, de mi abrazo siempre anhelante de reposar abrazado a Ti mediante la contemplación de tu alma sacerdotal ¡qué nostalgia de mi Dios todo el día, qué hambre de Ti, de tu rostro penetrado de infinitos resplandores, otras veces crucificado y coronado de las espinas de nuestros pecados y faltas de amor y correspondencia, por las ausencias de amor del amigo, que no tiene ratos de amistad y oración personal y diálogo afectivo contigo, sino meramente ritual y oficialista, lo obligado, a veces en vida distante, paralela, seca, árida y sin cariño!

Jesucristo Eucaristía, quiero verte para tener la luz del camino, de la verdad y de la vida. Quiero adorarte para cumplir la voluntad del Padre, como Tú, hasta dar la vida; quiero comulgarte para que vivas en mí tu misma vida, tu mismo amor, tu misma entrega de amor total al Padre por amor a los hombres.

Tú sabes, Jesús de mi Sagrario, cómo y cuánto te necesito, y cómo y cuánto te busco, y cómo y cuánto te echo de menos, y cómo y cuánto te llamo ¡Y cómo y cuánto te reclamo en las noches de terrible soledad y desolación cuando no te encuentro, cuando te llamo y me siento solo y abandonado, sin Tí...en noches de Getsemaní! Por eso, quiero amarte en amores de entrega, de renuncias, de deseos y sufrimientos y en lágrimas también de amor por los que no te aman, no te buscan, por los que se han alejado del Padre, Origen y Proyecto de Amor, y al alejarse del Dios-Amor, se han alejado de la felicidad y del sentido de la vida que tú nos diste y se han quedado tristes: familias tristes, matrimonios tristes, hijos tristes, feligreses tristes, ya no hay vecinos y amigos ... como en mis primeros años sacerdotales.

Tú eres mi todo y en Ti y por Ti todas las cosas, para mí, tienen su fuerza, su sentido y su razón de ser. Buscar en Ti y en todos cuantos me encomendaste el hacer tu voluntad, que es la gloria del Padre y la salvación de los hombres; esta es la única exigencia de mi corazón sacerdotal, enamorado y consagrado, en entrega total e incondicional de amor, desde mi juventud sacerdotal a los 23 años, hasta el momento presente, 77, con 54 años de sacerdocio, todo en historia de amor, con pecados y fallos, pero siempre superados por tu amor, levantándome siempre con tu ayuda y esforzándome por hacer todo lo que Tú me pedías y me pides, cayendo, levantándome, siempre levantándome con tu gracia y por tu amor; gracias por todo, Señor Eucaristía.

Mi existir, mi vivir, mi callar, mi sufrir, mi luchar, mi esperar y aun mi morir, es sólo amor sacerdotal al Jesús que viene lleno de amor y salvación en la consagración de mis misas, presencia permanente de tu eterna y única misa, única eucaristía, de mi entrega sacrificial y victimal permanente y renovada en Ti y por Ti y contigo, único sacerdote y víctima agradable al Padre.

Y porque te amo y quiero amarte, estoy dispuesto con tu ayuda a seguirte siempre y a esperarte en ratos de cielo en el Sagrario o en soledades y sufrimientos de Getsemaní, si así me lo pidieras  en las  noches oscuras de fe y amor en mi alma para una mayor purificación de mis defectos y pecados y por la salvación del mundo y especialmente de todos los que me has confiado, mayores y pequeños, en mi parroquia.

Yo quiero ser totalmente tuyo y permanecer unido a Ti, único Sacerdote de Altísimo, en la tierra y en el cielo, implorando contigo la misericordia divina para este mundo nuestro que se ha alejado tanto del Padre, para mi amada Diócesis de Plasencia, su obispo, sus sacerdotes, especialmente los más abandonados o desconsolados, y por mi amadísima parroquia de san Pedro y Cristo de las Batallas.

Desde el seminario comprendí claramente lo que me pedías:que mi vida sólo tenía sentido prestándote mi humanidad para que Tú siguieras cumpliendo el mandato del Padre, encarnándote en la humanidad de otros hombres, los sacerdotes, para salvar a todos tus hermanos, los hombres, y llenarnos con la plenitud de tu vida trinitaria.

Me gusta y quiero terminar la vocación de mi peregrinar sacerdotal, agotado por una vida cargada de trabajos y entregada a la salvación del mundo para la gloria de la Santísima Trinidad, entre días claros y noches obscuras de fe, esperanza y amor, junto a Ti, vividos en etapas prolongadas de Tabor, de resplandores de Gloria, y también de noches y días desoladores de Getsemaní, y también, como la tuya, en momentos y años juveniles, a veces sufrientes y cargados de envidias, incomprensiones y desprecios.

            Por eso, desde lo más profundo de mi ser, en lo más hondo de mi alma, a veces en largas noches de obscuridades de sentido y espíritu, a veces en nostalgias irresistibles de encuentro definitivo contigo, <que muero porque no muero...>, solo ansío y necesito para ser feliz estar contigo, donde Tú quieras, como Tú quieras, pero siempre contigo; Jesús Eucaristía, siempre contigo; vivir junto a Ti, teniendo mi tienda junto a la tuya, siendo tu vecino.

Te amo, Jesús Eucaristía, siempre ofreciendo tu vida y tu muerte y resurrección al Padre en oración y oblación perenne y en Eucaristía perfecta de petición y acción de gracias por tus hermanos, los hombres. Me gusta escucharte, recibirte, entrar dentro de tu pecho dolorido con Juan y saber que estás herido de amor a todos tus hermanos, los hombres, de tanto amarme…

He visto que nos buscas a todos, jadeante como en Palestina, por todos los caminos de la vida, especialmente a tus sacerdotes ¡cómo nos amas! y que nos quieres confidentes y amigos caminantes de la vida como a los Apóstoles, descansando en tu alma siempre amante, y penetrando agudamente en nosotros en  <música callada>, sin sonidos externos, diciéndonos cosas infinitas sin palabras, con solo tu presencia eucarística, en silencio penetrante, con solo mirarte y estando en tu presencia.

Y así es como explicas a las almas en ratos de sagrario tus divinos secretos. Y así has conseguido en tu parroquia de san Pedro descubrir tu rostro y hermosura, tu Tesoro eucarístico a muchas almas, que han corrido a vender todas sus posesiones de defectos y pecados para comprarte a Ti solo, divino Tesoro: «quedéme y olvídeme, el rostro recliné sobre el Amado, cesó todo, y dejéme dejando mi cuidado, entre las azucenas olvidado ... >,  <qué bien se yo la fuente que mana y corre, aunque es de noche. Aquesta eterna fonte está escondida, en este vivo pan por darnos vida, aunque es de noche... Aquí se está llamando a las criaturas, y de este pan se hartan aunque a oscuras, porque es de noche >.

Almas verdaderamente santas que no serán canonizadas, pero que Tú las tienes rendidas a tus plantas. Es uno de mis mayores gozos sacerdotales haber conducido hasta Ti almas místicas que se sienten y están enamoradas de Tí; almas que han aprendido y aceptado venderlo todo para poseerte a Ti en amor total, purificarse de todo, vaciarse de todo, para llenarse solo de Ti y del Todo, que eres Tú en Trinidad, nuestro Dios y Señor, sacrificando o viviendo tu misa, tu sacrificio, en ofertorio y consagración verdadera, convertidas en tu Cuerpo como el pan y el vino consagrados, y todo, a veces, en fe oscura de Calvario, en largas noches de sufrimientos, humillaciones, obscuridades, en la nada de afecto y reconocimiento, olvidado y abandonado por los suyos como Tú en la cruz, sintiendo solo la compañía del respirar doloroso y angustiado de nuestra Madre, María, siempre junto a sus hijos, sin abandonarlos nunca, en pasión prolongada y muerte total del yo, en entrega total a los hermanos, sin reconocimiento y amor, sin testigos, entre incomprensiones, olvidos, envidias... lanzándose al abismo del vacío de todo lo humano, de puestos y colocaciones, en inmolación total, para llegar a la resurrección contigo en Eucaristías de muerte y resurrección unidos a Tí, a la vida nueva de amor verdadero, purificado y total a Dios, y por Dios a los hermanos en Ti y por Ti y como Tú. Y luego ya pasadas las noches del dolor y purificación necesarias pero siempre dolorosas, en las que muchos se echan para atrás, pasadas las pruebas necesarias de purificación y transformación en tu ser y exisitir, entrar en el esplendor y gozo del Tabor, en tu Luz de gracia y Tabor, que se prolongan ya sin fin, toda la vida y eternamente en el cielo.

He tenido el gozo de conocer almas verdaderamente santas que no serán canonizadas en la tierra, pero que ya lo están por la Santísima Trinidad en el templo de su Gloria. Y todo esto conseguido principalmente por el camino de la oración-conversión- contemplación silenciosa, de eucaristías con la cabeza reclinada en tu pecho. Todo se lo deben a la oración, a la oración personal o encuentro personal contigo, especialmente en la Eucaristía, en la misa y en ratos de Sagrario. Porque sin esta mirada o diálogo de amor personal contigo, Sacerdote Único, todo creyente, incluso yo, sacerdote, ya lo expliqué largamente en uno de mis libros, sin diálogo personal contigo mientras celebro o participo en la misa, soy un profesional de lo sagrado; la misa es puro rito, sin encontrarte a Ti, ni sentir tu amor extremo sacerdotal y victimal; sin diálogo contigo, sin oración personal, sin deseos de victimarse contigo y sacrificar la carne de pecado contigo, no hay encuentro personal con Cristo ni en la misa santa, ni en el Sagrario ni en la liturgia ni en los hermanos ni en apostolado ni en nada ni en la misma communion eucarística que será mero comer el pan consagrado pero no comerte a Tí, comulgar con tu vida y sentimientos ...

Yo, Señor, soy un torpe e inculto, porque no te encuentro en el apostolado si no te llevo conmigo, si antes no te he encontrado en la oración, sobre todo ante el Sagrario. Es que no sé darte a los demás si primero no te he encontrado. Y eres Tú, encontrado por fe viva en amor, el que me empujas, me llevas con tu mismo amor a los demás. Porque eso lo digo claro y alto para que todos me entiendan; el Sagrario no es un trasto más de la Iglesia, aunque se le pongan muchas flores y adornos; el Sagrario es una persona, eres Tú, Cristo en persona, esperándonos en diálogo de amor y amistad ¡Todo se lo debo al Sagrario en oración personal y conversión permanentes!

Tú, Cristo del Sagrario, Jesús del alma, quiero que seas el único Dios de mi vida, iAbajo todos los ídolos! En primer lugar mi yo a quien tanto quiero y doy culto todos los días idolátricamente ¡qué cariño y amores me tengo! hasta tres horas después de mi muerte no estaré convencido de que haya muerto mi yo, qué cariño nos tenemos, qué cuidados y ternura nos damos, cómo nos buscamos de la mañana a la noche, en todo, hasta en la cosas sagradas, y muchos, aunque sean cardenales, obispos, sacerdotes y estén consagrados a Ti, no se dan cuenta, o si se dan cuenta, qué poco luchamos para matar el yo para que sea Cristo el que habite en nosotros y a quien prestemos nuestra humanidad, corazón y sentidos; es que matar este yo ni sé ni puedo, solo el fuego de Amor del Espíritu Santo puede descubrirlo y quemarlo... solo el Espíritu Santo, la llama encendida del Amor divino puede quemarlo todo y quemarme de amor a Ti: <¡oh llama de amor viva, qué tiernamente hieres de mi alma en su más profundo centro ... rompe la tela de este dulce encuentro>.

Quiero que Tú seas el único Dios y Señor de mi vida, dulce Dueño mío, que me inundas, me habitas y me posees totalmente ya, vaciándome de todo lo mío: "Si alguno me ama, mi Padre le amará y vendremos a él y haremos morada en él"; matado mi yo por las purificaciones del alma llevadas a cabo por tu Amor al Padre y a nosotros, Espíritu Santo, en luz y fulgores que, a la vez que iluminan, queman y limpian y purifican, cual volcán en llamaradas eternas de resplandores de misterios y de saberes y sabores infinitos que no pueden expresarse en palabras, sólo en sueños de amor: < quedéme y olvidéme, el rostro recliné sobre el amado, cesó todo, y dejéme mi cuidado, entre las azucenas olvidado ... > iGemidos de eternidad, de amores encendidos,  < Descubre tu presencia, y máteme tu rostro y hermosura, mira que la dolencia de amor no se cura, sino con la presencia y la figura... Oh llama de amor viva... rompe la tela de este dulce encuentro...>, encuentro eterno de cielo empezado ya en la tierra, que <barrunto> y escucho sin palabras, en silencio de oración, en «música callada... »

Y estando en tu presencia eucarística, <estáte, Señor, conmigo, siempre sin jamás partirte>, ¡cuánto he aprendido en nada de tiempo y de estudio y de teología, sin libros y reuniones "pastorales", cuánto he comprendido y penetrado, más que en todos mis estudios y títulos universitarios! ¡Cuánta belleza y hermosura de esencia de Amor de mi Dios Trino y Uno he descubierto y gozado en el pan Eucarístico, en Jesucristo Eucaristía en ratos de Sagrario en silencio de todo!

Qué claro y gozoso he visto que Tú, Padre, Abba-Papá bueno de cielo y tierra, Principio de todo, qué claro he visto y gozado que Tú has soñado conmigo: si existo, es que me has amado y soñado desde toda la eternidad y con un beso de amor de Padre me has dado la existencia en al amor de mis padres. "Abba", Papá bueno del cielo y tierra, te doy gracias porque me creaste. Me has revelado, he comprendido que si existo, es que me has preferido a millones y millones de seres que no existirán y me has señalado con tu dedo, creador de vida y felicidad eterna. Yo soy más guapo para ti y tienes deseos de abrazarme eternamente como hijo en el Hijo, con tu mismo Amor de Espíritu Santo.

Si existo, soy un cheque firmado y avalado por la sangre del Hijo muerto y resucitado por la potencia de Amor del Santo Espíritü; y he sido elegido por-creación y redencion para-vivir eternamente en la misma felicidad de Dios Trino y Uno. Si existo es que me has besado con un beso de vida y amor en el seno de mi madre Graciana y me besarás eternamente en el mismo beso infinito de amor a tu Hijo, sacerdote único del Altísimo, con el cual me identificaste y consagraste por Amor de Espíritu Santo. Soy sacerdote eternamente en tu Hijo Jesucristo, Unico y Eterno Sacerdote.

Padre bueno de cielo y tierra, te pido que venga a nosotros tu reino de Santidad, Verdad y Amor; que se haga tu voluntad de salvación universal de todos los hombres; que cumplamos tu deseo revelado en tu Palabra hecha carne: "sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto"; danos muchos y santos sacerdotes predicadores de tu reino que prolonguen la misión que confiaste a tu Hijo Encarnado, Sacerdote Único del Altísimo y Eucaristía perfecta.

Jesucristo Eucaristía, muchas veces no correspondido en amor y amistad por nosotros, incluso sacerdotes; Tú eres amor apasionado y extremo, en presencia humilde y callada de Sagrario, pidiendo el amor de tus criaturas. Si de esta forma tan extrema y humillante nos pides amor, Cristo amado, en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, te pregunto: ¿Por qué nos buscas así, humillándote tanto? ¿Es que no puedes ser feliz sin el amor de tus criaturas? ¿Es que necesitas mi amor? ¿Por qué te has humillado y rebajado y sufrido tanto? Me estás demostrando claramente que sí... y Tú eres Dios y no quieres ser feliz sin tus criaturas y por eso te has rebajado y humillado tanto, hasta dar la vida, hasta clavarte en la cruz, hasta quedarte hasta el final de los tiempos en todos los sagrarios de la tierra sabiendo que muchos no te buscarían ni te agradecerían tu amor eucarístico hasta el extremo de tu amor y de los tiempos  y todo y tanto por mi, por nosotros ... Dios infinito, no te comprendo. No comprendo que no quieras ser feliz sin mí, que no quieras un cielo eterno sin mí, sin tus criaturas creadas para un amor y amistad y abrazo de felicidad eterna en abrazo trinitario del Padre, por el Hijo con amor de Espíritu Santo y que por eso hayas venido, muerto, resucitado y quedarte ahí en el Sagrario hasta el final de los tiempos... No lo entiendo. No entiendo que siendo Dios y teniéndolo todo, necesites de tus criaturas para cumplir tus deseos de felicidad eterna y por ellas hayas venido en su busca y hayas sufrido y muerto por todos los hombres, y resucitado para que todos tengamos felicidad eterna contigo. No entiendo que un Dios muera por sus criaturas…hombres finites y limitados en todo.

¡Cristo Eucaristía, eres presencia de Dios permanente incompresible e incomprendida por tu exceso de amor, por tu amor extremo hasta dar la vida por mí, por todos, siendo Dios y haciéndote hombre para poder sufrir y morir... iCristo bendito, que no te comprendo! ¿O es que nos amas como si fuéramos seres divinos, porque nos has soñado el Padre para ser divinos en Ti y por Ti, verdaderos hijos del mismo Padre con su mismo amor de Espíritu Santo? Pues así es: el Padre nos ha soñado como hijos eternos y divinizados en el Hijo que vino a decírnoslo y realizarlo mediante su Encarnación, Muerte y Resurreción-Transformación en eternidades de Luz Divina, siempre con Amor de los Tres, Amor de Espíritu Santo.

Señor Jesucristo, Sacerdote y Único Salvador de los hombres, Tú viniste y moriste y te quedaste en todos los Sagrarios de la tierra para que todos los hombres se salven y lleguen por tu vida de gracia a la gloria y alabanza eterna de la Trinidad, participación en la tierra de la vida divina, a la plenitud divina para la que nos has soñado; yo, como sacerdote, a este proyecto quiero dedicar mi vida y todo mi ser y existir; yo solo creo, espero y amo y adoro a mi Dios Trino y Uno: "Oh Dios mío, Trinidad a quien adoro, ayudadme a olvidarme enteramente de mí, para establecerme en Vos, tranquilo y sereno como si mi lama ya estuviese en la Eternidad". Y a veces la deseo tanto, tanto, que quiero olvidarme de mi y todo lo creado "para establecerme en Vos, tranquilo y sereno, como si mi alma ya estuviese en la eternidad”; Cristo Jesús, yo como san Pablo, pero de verdad, Tú lo sabes y me oyes decirlo muchas veces: añoro, deseo el encuentro total y eterno contigo, tu abrazo de Dios y hombre sacerdote y amigo, te lo dije cuando me operaron de corazón, que perdiste una ocasión estupenda. Señor, haz que almenosnosotros, tus sacerdotes, que tenemos que predicar, convencer y llevar hasta Ti a nuestros hermanos, los hombres, haz que reparemos con nuestra presencia de amor y de oración diaria y prolongada ante el Sagrario de nuestras parroquias los olvidos de aquellos que no te miran, que no creen en ti y no te han conocido en la tierra, que no pasan ratos de amor junto a ti, incluso religiosos y sacerdotes que predican de ti sin haber hablado contigo en el Sagrario, sólo con el conocimiento frío de la ciencia teológica. Todos los días, a las 8 de la mañana, en nuestra parroquia del Cristo de las Batallas, ante la Custodia Santa, antes de rezar Laudes, rezamos --por la santidad de los cardenales, obispos, sacerdotes, religiosos, seminaristas, por nuestro seminario y sus vocaciones--, así al pié de la letra y todos los días. Es importantísimo y esencial el sacerdocio de Cristo en la Iglesia hecho presente en la humanidad de los sacerdotes.

Jesucristo, Eucaristía divina, Templo, Sagrario, Morada y Misterio de mi Dios Trino y Uno, Tú me amas... yo te amo...! Quisiera en ratos de amor apagar los gemidos de tu corazón herido y de tu alma lacerada. Me hiciste confidente de tus misterios de amor, especialmente para tus escogidos, tus sacerdotes, contándome cuanto encierras en peticiones de gracias y cariño para todos los tuyos! Ya lo he proclamado en todos mis libros y predicaciones.Y he tenido que sufrir por ello ¡Cuánto supe en un instante junto a Ti, más que en todos los años de Teología y títulos de Roma! ¡Supe también allí, cuánto amas y deseas la compañía y la amistad personal de tus sacerdotesy seminaristas y almas consagradas. Me diste en la parroquia el consuelo de almas enamoradas, de feligresas limpias y entregadas por tus sacerdotes, por tu seminario, por las vocaciones… ¡Sacerdote, seminarista de Cristo, novicia, alma Consagrada, cualquiera que seas, llena tu vocación y tu vida de amor a Cristo Sacerdote y Eucaristía perfecta de sacrificio, alabanza y adoración al Padre! Escucha sus palabras, sus anhelos, sus locuras de amor al mundo y a los hombres en ratos de Sagrario; principalmente en ratos de oración-conversión-amor a Dios sobre todas las cosas; y trata de darle a los demás por los medios que Él mismo te descubra. Querer amar a Dios es buscarle en la oración que te lleva a la conversión de toda tu vida al amor del Padre por Jesús Eucaristía. Estas tres palabras significan lo mismo y siempre están unidas,si son verdaderas: amor a Dios, oración y conversion: orar, amar y convertirse.

Queridos sacerdotes  de Cristo, queridos bautizados y consagrados a Cristo, queridos hermanos todos, amados y soñados por el Padre Dios para una eternidad de gozo en Él, llena tu vocación y tu vida del vivir de Dios, de su gracia y de su amor y dedica tu vida a dar esta vida y amor de Dios a los hombres que son eternidades, eternidades creadas por nuestro Dios Trinidad para fundirlas para siempre, para siempre, para siempre, eternamente, en el Abrazo de Amor de nuestro Dios Trino y Uno, entre fulgores y resplandores eternos del Amor del Padre al Hijo y del Hijo al Padre, Espíritu Santo, Beso de Amor del Padre al Hijo y del Hijo al Padre, con María, presencia maternal de Dios Padre en la tierra para con su Hijo, Único Sacerdote y Salvador de los hombres, y para con sus hijos sacerdotes, otros Cristos, consagrados con el mismo Amor de Espíritu Santo en el día de su Ordenación, como encarnaciones o prolongaciones y humanidades prestadas al Hijo del Eterno Padre, para que el Único Sacerdote continúe  y prolongue en ellos el misterio de salvación soñado por el Padre y confiado al Hijo encarnado sacerdote en el seno de María, madre sacerdotal. Señor Jesús yo contigo “Sacerdos in aeternum”, semper vivens in Trinitate, cum Maria, in vitam aeternam! Eternamente.

iSeñor Jesucristo, Único Sacerdote del Altísimo,danos muchos y santos sacerdotes semejantes a Tí! iHermanos y hermanas todas: "Rogad al dueño de la mies que envíe obreros a su mies!". iMaría, Virgen bella, Madre sacerdotal, danos muchos y santos sacerdotes como tu Hijo,  Único sacerdote del Altísimo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

4.- NECESIDAD DE UNA FE VIVA Y PURIFICADA PARA EL ENCUENTRO  PERSONAL CON JESUCRISTO EUCARÍSTÍA

           

            Queridos hermanos: Me gustaría describiros un poco el camino ordinario que hay que seguir para conocer y amar a Jesucristo Eucaristía: es la oración eucarística o sencillamente la oración en general, de la que santa Teresa nos dice que es «...tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama».  Al «tratar muchas veces a solas con quien sabemos que nos ama», poco a poco nos vamos adentrando y encontrando con Él en la Eucaristía que es donde está más presente  «el que nos ama»,y esto es en concreto la oración eucarística, hablar, encontrarnos,  tratar de amistad con Jesucristo Eucaristía.

Éste es el mejor camino que yo conozco y he seguido para descubrirlo vivo, vivo y resucitado, y no como un tesoro escondido, sino como un tesoro mostrado, manifestado y predicado abiertamente, permanentemente ofrecido y  ofreciéndose como evangelio vivo, como amistad, como pan y alimento de vida cristiana y como confidente y amigo para todos los hombres,  en todos los Sagrarios de la tierra.

El Sagrario es el nuevo templo de la nueva alianza para encontrarnos y alabar a Dios en la tierra, hasta que lleguemos al templo celeste y contemplarlo glorioso. No es que haya dos Cristos, siempre es el mismo, ayer, hoy y siempre, pero manifestado de forma diferente. “Destruid este templo y yo lo reedificaré en tres días. Él hablaba del templo de su cuerpo” (Jn 2,19).

Cristo Eucaristía es el nuevo sacrificio, la nueva pascua, la nueva alianza, el nuevo culto, el nuevo templo, la nueva tienda de la presencia de Dios y del encuentro, en la que deben reunirse los peregrinos del desierto de la vida, hasta llegar a la tierra prometida, hasta la celebración de la pascua celeste.

Por eso,«la Iglesia, apelando a su derecho de esposa», se considera propietaria y depositaria de este tesoro, por el cual merece la pena venderlo todo para adquirirlo, y  lo guarda con esmero y cuidado extremo y le enciende permanentemente la llama de la fe y del amor más ardiente, y se arrodilla y lo adora y se lo come de amor. “No es el marido dueño de su cuerpo sino la esposa” (1Cor 7, 4).

El Sagrario es Jesucristo resucitado en salvación y amistad permanente ofrecida al mundo entero. Quiero decir con esto, que no se trata de un privilegio, de un descubrimiento, que algunos cristianos encuentran por suerte o casualidad, sino que es el encuentro natural de todo creyente, que se tome en serio la fe cristiana, y quiere recorrer de verdad las etapas de este camino, porque Él se ha quedado para eso en los Sagrarios, para ser camino, verdad y vida para todos los hombres.

La presencia de Cristo en la Eucaristía sólo comienza a conocerse, a vivirse y comprenderse a partir de la fe, es decir, desde una actitud de sintonía con las palabras del Señor, que Él  expresó  bien claro: “Yo soy el pan de vida…Tomad y comed, esto es mi cuerpo...”; “el que me coma, vivirá por mí...”; “...el agua, que yo le daré, se hará en él una fuente que salte hasta la vida eterna” ; “Yo soy el camino, la verdad y la vida”.

Y la puerta para entrar en este camino y en esta vida y verdad que nos conducen hasta Dios, es Cristo, por medio de la oración personal hecha liturgia y vida o la oración litúrgica y la vida, hecha oración personal, que para mí todo está unido, pero siempre oración, al menos «a mi parecer». Y  para encontrar en la tierra a Cristo vivo, vivo y resucitado, el Sagrario es «la fonte que mana y corre, aunque es de noche», es decir, sólo por la fe y sin ver por los sentidos del cuerpo, dando un sí a sus palabras, por encima de toda explicación humana, es como podemos  acercarnos a esta fuente del Amor y de la Vida y de la Salvación, que mana del  Espíritu de Cristo, que es Espíritu Santo: Alma y Vida de mi Dios  Trino y Uno:  Padre,  Hijo y  Espíritu Santo. Ahí está la fuente divina y hasta ahí nos lleva esta agua divina: “que salta hasta la vida eterna…El que coma de este pan vivirá eternamente…”.«Qué bien sé yo la fonte que mana y corre, aunque es de noche» (por fe, S. Juan de la Cruz).

 

El primer paso para tocar a Jesucristo, escondido en este pan por darnos vida, llamando a las criaturas, manando hasta la vida eterna, es la fe, llena de amor y de esperanza, virtudes sobrenaturales, que nos unen directamente con Dios. Y la fe es fe, es un don de Dios, no la fabricamos nosotros, no se aprende en los libros ni en la teología, hay que pedirla, pedirla intensamente y muchas veces, durante años, en la sequedad y aparente falta de respuesta, en  noche de luz humana y en la oscuridad de nuestros saberes, con esfuerzo  y conversión permanente. El Señor espera de nosotros un respeto emocionado, que se oriente por el camino del amor y de la fe y adoración más que por el camino de la investigación y curiosidad. La presencia de amor y de totalidad por parte de Cristo reclama presencia de donación por parte del creyente, desde lo más hondo de su corazón.

            La fe es el conocimiento que Dios tiene de sí mismo y de su vida y amor y de su proyecto de salvación, que se convierten en misterios para el hombre, cuando Él, por ese mismo amor que nos tiene, desea comunicárnoslos. Dios y su vida son misterios para nosotros, porque son infinitos y nos desbordan y no podemos abarcarlos, hay que aceptarlos sólo por la confianza puesta en su palabra y en su persona, en  seguridad de amor, a oscuras del entendimiento que no puede comprender. Para subir tan alto, tan alto, hasta el corazón del  Verbo de Dios, hecho pan de eucaristía, hay que subir  «toda ciencia trascendiendo». Podíamos aplicarle los versos de  san Juan de la Cruz: «Tras un amoroso lance, y no de esperanza falto, volé tan alto tan alto, que le di a la caza alcance». Nuestra fe eucarística es un sí, un amén, una respuesta  a la palabra de Cristo, predicada por los Apóstoles, celebrada en la liturgia de la Iglesia, meditada, vivida y experimentada por la oración-contemplación de los creyentes y anunciada a todos los hombres.

La fe y la oración, fruto de la fe, siempre será un misterio, nunca podemos abarcarla perfectamente, sino que será ella la que nos abarca a nosotros y nos domina y nos desborda, porque la oración es encuentro con el Dios vivo e infinito. Será siempre transcendiendo lo creado, en una unión con Dios sentida pero no poseída, pero deseando, siempre deseando más del Amado, en densa oscuridad de fe, llena de amor y de esperanza del encuentro pleno. Y así, envuelta en esta profunda oscuridad de la fe, más cierta y segura que todos los razonamientos humanos,  la criatura, siempre transcendida y «extasiada», salida de sí misma,  llegará  al abrazo y a la unión total con el Amado: «Oh noche que guiaste, oh noche amable más que la alborada, oh noche que juntaste Amado con amada, amada en el Amado transformada».

Sólo por la fe tocamos y nos unimos  a Dios y a sus misterios: “El evangelio es la salvación de Dios para todo el que cree. Porque en él se revela la justicia salvadora de Dios para los que creen, en virtud de su fe, como dice la Escritura: El justo vivirá por su fe” (Rm 1,16-17).

A Jesucristo se llega mejor por el evangelio y cogido de la mano de los verdaderos creyentes: los santos, nuestros padres, nuestros sacerdotes... y todos los amigos de Jesús, que  han vivido el evangelio y  han recorrido este camino de oración, del encuentro eucarístico, y nos indican perfectamente cómo se llega hasta Él, cuáles son las dificultades, cómo se superan.

            Este camino hay que recorrerlo siempre con la certeza confiada de la fe de la Iglesia, de nuestros padres y catequistas. “Dichosa tú que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá” (Lc 1,45). María, modelo y madre de la fe, llegó a conocer a su Hijo y a vivir todos sus misterios más y mejor por la fe, “meditándolos en su corazón”, que por lo que veía con los ojos de la carne. 

            Y esa fe la llevó a descubrir todo el misterio de su Hijo y permaneció fiel hasta la cima del calvario, creyendo, contra toda apariencia humana, que era el Redentor del mundo e Hijo de Dios el que moría solo y abandonado de todos, sin reflejos de gloria ni de cielo, en la cruz. San Agustín llega a decir que María fue más dichosa y más madre de Jesús por la fe, esto es, por haber creído y haberse hecho esclava de su Palabra, que por haberle concebido corporalmente.

Por la fe nosotros sabemos que Jesucristo está en el sacramento, en la Eucaristía, realizando lo que hizo y dijo. Podemos luego tratar de explicarlo según la razón y para eso es la teología, pero hasta ahora no  podemos explicarlo plenamente. Y esto es lo más importante. La fe lo ve, porque la fe es el conocimiento que Dios tiene de las cosas, aunque yo, que tengo esa fe, que participo de ese conocimiento, no lo vea, como he dicho antes, porque no puedo ver con la luz y profundidad de Dios. Solo el conocimiento místico se funde en la realidad amada por amor y la conoce por amor más que por entendimiento. Los místicos son los exploradores que  Moisés mandó a la tierra prometida, y que, al regresar cargados de vivencias y frutos, nos hablan de las  maravillas de la tierra prometida a todos, para animarnos a seguir caminando hasta contemplarla y poseerla.

Por eso, el teólogo no puede habitar en dos mundos separados, cada uno de los cuales exija certezas contrarias, en donde la afirmación de la fe no pueda ser aceptada por la razón. La teología es la luz de la fe que intenta, con la ayuda de la Palabra y el Espíritu, conquistar el mundo de la razón con palabras humanas, para que el teólogo o creyente se haga creyente por entero.

La teología es un apostolado hacia dentro, que trata de evangelizar a la razón,  llevándola a acoger el misterio ya presente en la Iglesia y en su corazón de creyente. "Deshacemos sofismas y toda altanería que se subleva contra el conocimiento de Dios y reducimos a cautiverio todo entendimiento para obediencia de Cristo" (2 Cor 10,4s).

Dios, que resucita a Cristo con el poder y la gloria del Espíritu Santo, es el Señor de la teología católica. El señorío de Cristo no violenta a la inteligencia que razona, forzándola a acoger unas verdades ininteligibles. No la humilla sino que la salva de sus estrecheces, haciéndola, humilde, capaz de Dios, como María, que acoge la Palabra de Dios sin comprenderla. Luego, al vivir desde la fe los misterios de Cristo, lo comprende todo desde el amor extremo de Dios al hombre.

Toda la Noche del espíritu, para san Juan de la Cruz, está originada por este deseo de Dios, de comunicarse con su criatura; el alma queda cegada por el rayo del sol de la luz divina, que para ella se convierte en oscuridad y en ceguedad por excesiva luz y sufre por su limitación en ver y comprender cómo Dios ve su propio Ser y Verdad;  a este conocimiento profundo de Dios se llega mejor amando que razonando, por vía de amor más que por vía de inteligencia, convirtiéndose el alma en «llama de amor viva». Lo dicen los que han llegado.

La teología es esclava de la fe y servidora de los fieles; no tiene que «dominar sobre la fe sino contribuir al gozo de los creyentes» (cfr 2 Cor 1,24). Ante los propios misterios la teología ha de ser modesta y llena de discreción. Sería un sacrilegio y una ingratitud empeñarse en desgarrar el velo bajo el que se revela el Señor, cuando es ya tan grande la condescendencia de aquel que se da a conocer de este modo.

 Para seguir siendo discreta y sumisa, la teología tendrá que imitar el respeto emocionado de los apóstoles ante la aparición del Resucitado en las orillas del lago: "Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: ¿quién eres tú?”. Por lo tanto, no buscará evidencias racionales para eludir la obligación de creer sino que humildemente dirá. “Señor, yo creo, pero aumenta mi fe”.

 La Eucaristía puede estudiarse desde fuera, partiendo de los elementos visibles que la constituyen o desde dentro, partiendo del misterio del que es sacramento memorial. Aquel que es para siempre la Palabra, la biblioteca inagotable de la Iglesia, su archivo inviolable,  condensó toda su vida en los signos y palabras de la Eucaristía: es su suma teológica. Para leer este libro eucarístico que es único, no basta la razón, hace falta la fe y el amor que hagan comunión de sentimientos con el que dijo: “acordaos de mí”, de mi emoción por todos vosotros, de mi  entrega y mi amor hasta el extremo...”[1](Cfr F. X. DURRWELL, La Eucaristía, Sacramento Pascual, Sígueme, Salamanca  1992, pag.13.)

San Juan de la Cruz nos dirá que para conocer a Dios y sus misterios es mejor el amor que la razón, porque  por  el amor me uno al objeto amado y me fundo con él en una sola realidad en llamas. Son los místicos, los que experimentan los misterios de Dios y de la fe, que nosotros creemos desde la Teología o celebramos en la liturgia. Para san Juan de la Cruz, la teología, el conocimiento de Dios, debe ser «noticia amorosa, sabiduría de amor, llama de amor viva, que hiere de mi alma en el más profundo centro...», no conocimiento frío, teórico, sin vida. El que quiere conocer a Dios ha de arrodillarse; el sacerdote, el teólogo debe trabajar en estado de oración, debe hacer teología arrodillada.

Sin esta comunión personal de amor y sentimientos con Cristo, el libro eucarístico llega muy empobrecido al lector. Este libro hay que comerlo para comprenderlo, como Ezequiel: "Hijo de hombre, come lo que se te ofrece; come este rollo y ve luego a hablar a la casa de Israel. Yo abrí mi boca y él me hizo comer el rollo y me dijo: <Hijo de hombre aliméntate y sáciate de este rollo que yo te doy>. Lo comí y fue en mi boca dulce como miel" (Ez 3, 1-3).

 

5.- ORAR EN VERDAD ES TRATAR DE AMAR A DIOS SOBRE TODAS LAS COSAS CUMPLIENDO SU VOLUNTAD

 

Y ahora, una vez que hemos tocado a Jesús con la virtud teologal de la fe y de la caridad, que nos hemos percatado de su presencia en la Eucaristía, que le hemos saludado y le hemos abrazado espiritualmente con todo cariño y amor, ahora ¿qué es lo que hemos de hacer en su presencia? Pues dialogar, dialogar y dialogar con Él, para irle conociendo y amando más, para ir aprendiendo de Él, a ser humildes y sencillos, a que Dios sea lo absoluto de nuestra vida, lo único y lo primero, a adorarle y obedecerle como Él hasta el sacrificio de su vida, a entregarnos por los hermanos. Esto, con otro nombre, se llama oración, oración eucarística, dialogar y escuchar al Cristo de nuestros Sagrarios.

            Te recuerdo. El Señor se le ha aparecido a Saulo en el camino de Damasco. Ha sido un encuentro extraordinario tal vez en el modo, pero  la finalidad es un encuentro de amor de amistad entre Cristo y Pablo: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? ¿Quién eres, Señor? Yo soy Jesús Nazareno, a quien tú persigues. Señor ¿qué quieres que haga? Levántate y vete a Damasco; allí se te dirá lo que tienes que hacer”. La oración siempre es un verdadero encuentro de diálogo con Jesús. Un diálogo que provoca una amistad y la conversión personal a lo que Jesús nos dice y nos pide en esos ratos de orar y meditar lo que Dios quiere de nosotros y nos pide que hagamos al salir de ese encuentro de  amor.

Hay muchos maestros de oración; los libros sobre oración eran innumerables  hasta hace unos años, pero hoy día han bajado muchísimo –librerías religiosas se han cerrado--, debido a los whasssad, móviles, ordenadores…etc; para nosotros, el mejor libro será siempre el libro del Sagrario, de la Eucaristía, y el mejor maestro: Jesucristo Eucaristía; es una enciclopedia, toda una biblioteca teológica sobre el misterio de Dios y del hombre y de la salvación, basta mirarlo y no digo nada si lo abres.... ¡si lo abríéramos con más frecuencia, si le leyéramos y le escuchásemos un poco todos los días, si le visitásemos y hablásemos con Él todos los días un poco, si creyéramos de verdad en Jesucristo en el Sagrario! ¡Si lo que afirmamos con la inteligencia y la teología y rezan muchas veces nuestros labios, lo aceptase el corazón y lo tomase como norma de vida y de  comportamiento oracional y de amor..!

Porque hay que leerlo y releerlo durante horas, ya que al principio no se ve nada, no se entiende mucho, pero en cuanto empiezas a entender y vivir lo que te dice y manifiesta en ratos de tu oración eucarística y comienzas a la vez a obedecerle y vivirlo, esto es, a convertirte, entonces se acabaron todos los libros y todos los maestros.“Pero vosotros no os hagáis llamar maestro, porque uno solo es vuestro Maestro... y no os hagáis llamar doctores, porque uno solo es vuestro doctor, el Cristo” (Mt 23, 8-10).

En el comienzo de este encuentro eucarísitico, de este diálogo de oración, basta con mirar al Señor, hacer un acto, aunque sea rutinario, de fe, de amor, una jaculatoria aprendida. Así algún tiempo, meses… años... Rezar algunas oraciones. Enseguida irás añadiendo algo tuyo, frases hechas en tus ratos de meditación o lectura espiritual, cosas que se te ocurren, es decir, que Él te dice pero que tú no eres consciente de ello, sobre todo, si hay acontecimientos de dolor o alegría en tu vida.

            Puedes ayudarte de libros y decirle lo que otros han orado, escrito o pensado sobre Él,  y así algún tiempo, años, los que tú quieras y el que Él aguante,  pero vamos, por lo que he visto en amigos y amigas suyas en  mi  parroquia, grupos, seminario,  en todo diálogo,  lo sabéis perfectamente, no aguantamos a un amigo que tuviera que leer en  un libro lo que desea dialogar contigo o recitar frases dichas por otros, no es lo ordinario, sobre todo, en cosas de amor, aunque al principio, sea esto lo más conveniente y práctico.

            Lo que quiero decirte es que nadie piense que esto será así  toda la vida o que esta es la oración más perfecta. Un amigo, un novio, cuando tiene que declararse a su novia, no utiliza las rimas de Bécquer, aunque sean más hermosas que las palabras que él pueda inventarse. Igual pasa con Dios. Le gusta que simplemente estemos en su presencia; le agrada que balbuceemos al principio palabras y frases entrecortadas, como el niño pequeño que empieza a balbucear las primeras palabras a sus padres.

Yo creo que esto le gusta más y a nosotros nos hace más bien porque así nos vamos introduciendo en ese «trato de amistad» que debe ser la oración personal. Aunque repito, que para motivar la conversación y el diálogo con Jesucristo, cuando no se te ocurre nada, lo mejor es tomar y decir lo que otros han dicho y meditarlo, reflexionarlo, orarlo, para ir aprendiendo como niño pequeño, sobre todo, si son palabras dichas por Dios, por Cristo en el evangelio, pero sabiendo que todo eso hay que interiorizarlo, hacerlo nuestro por la meditación-oración-diálogo.

             Para aprender a dialogar con Dios hay un solo camino: dialogar y dialogar con Él y pasar ratos de amistad con Él, aunque son muchos los modos de hacer este camino, según la propia psicología y manera de ser. No se trata, como a veces aparece en algún libro sobre oración, de encontrar una técnica o método, secreto, milagroso, hasta ahora no descubierto y que si tú lo encuentras,  llegarás ya a la unión con Dios, mientras que otros se perderán o pasarán  muchos años o toda su vida en el aprendizaje de esta técnica tan misteriosa.

Y desde luego no hay necesidad absoluta de respiraciones especiales, yogas o canto de lo que sea...etc. Vamos, por lo menos hasta ahora, desde san Juan y san Pablo hasta  los últimos canonizados por la Iglesia,  yo no he visto la necesidad de algunas técnicas;  no digo que sea un estorbo, es más, pueden  ayudar como medios hacia un fin: el diálogo personal-afectivo con Cristo Eucaristía.

Cuando Jesús enseñó a sus discípulos a orar, el evangelio no relata técnicas y otros medios, simplemente les dijo: “Cuando tengáis que orar, decid: Padre nuestro...”, es diálogo oracional. Y estamos hablando del mejor maestro de oración.

En el camino de Damasco, ha habido un resplandor de luz inesperada, bien interior, bien exterior, que ha tirado a Pablo del caballo y, tras el fogonazo, el diálogo: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? ¿Quién eres, Señor? Yo soy Jesús Nazareno...”. Después Pablo se retira al desierto de Arabia y allí aprende todo sobre Cristo y el Evangelio, como él luego nos dirá en sus cartas, sin otro maestro que el Espíritu Santo, Espíritu de Luz y Sabiduría y Amor de Cristo;  y así tenemos que hacer todos nosotros si queremos conocer y amar a Cristo como Pablo; es más, luego se presenta a contrastar su doctrina con la de los Apóstoles e insiste y se goza de no haber tenido otro maestro que Jesucristo, su Cristo, convertido ya en Señor y amigo para siempre por la oración personal que empezó en el desierto,  donde llegó a conocerle mejor que algunos de los discipulos que estuvieron con Él y le escucharon en Palestina.

            En esta línea quiero aportar un testimonio tan autorizado como es el de la Madre Teresa de Calcuta: «Cuando los discípulos pidieron a Jesús que les enseñara a orar, les respondió: Cuando oréis, decid: Padre Nuestro... No les enseñó ningún método ni técnica particular, sólo les dijo que tenemos que orar a Dios como nuestro Padre, como un Padre amoroso. He dicho a los obispos que los discípulos vieron cómo el Maestro oraba con frecuencia, incluso durante noches enteras. Las gentes deberían veros orar y reconoceros como personas de oración. Entonces, cuando les habléis sobre la oración, os escucharán.... La necesidad que tenemos de oración es tan grande porque sin ella no somos capaces de ver a Cristo bajo el semblante sufriente de los más pobres de los pobres... Hablad a Dios; dejad que Dios os hable; dejad que Jesús ore en vosotros. Orar significa hablar con Dios. Él es mi Padre. Jesús lo es todo para mí»[1].

            Me gustaría que esto estuviera presente en todas las escuelas y pedagogías de oración, para que desde los principios, todo se orientase hacia el fin, sin quedarnos en las técnicas, en los caminos y en los medios como si fueran el fin y la oración misma. Esto no quiere decir que no tengamos en cuenta las dificultades para la oración en todos nosotros. Unas son de tipo ambiental: ruido, prisas, activismo; otras de tipo cultural: secularismo, materialismo, búsqueda del placer en todo, preocupación del tener, vivir al margen de Dios...También las hay de carácter individual: incapacidad para concentrarse un poco, todo es imagen, miedo a la soledad que nos provoca aburrimiento. Pero insisto, por eso, que lo primero es poner el fin donde hay que ponerlo, en Dios y querer amarle y desde ahí empezar el camino sin poner el fin en los medios y dificultades y cómo vencerlas. Desde el principio, Dios y conversión; conversión de vida y  para siempre, porque este es el mayor obstáculo para avanzar en la oración y en la vida de unión con  Cristo.

El Papa JUAN PABLO II, en la Exhortación  Apostólica Novo millennio ineunte, ha insistido en la conveniencia de escuelas de oración en las parroquias y en la conveniencia de algún aprendizaje para hacer oración. Desde el comienzo de mi vida partoral, hace sesenta años, lo he tenido muy presente. En mi parroquia hay varios grupos de oración formados por cristianos y cristianas que veo con frecuencia en la iglesia en misas o visitas al Santísimo; no les preparo ni les digo nada especial, sólo que vayan a los grupos, que vean y escuchen a los miembros de los grupos y oren con ellos como se les ocurra. Al cabo de dos o tres meses en silencio, empiezan poco a poco a manifestar el fruto de su oración personal y grupal, y empiezan a orar y dialogar como los veteranos, más en línea de diálogo con Dios públicamente manifestado que de reflexión sobre verdades.

 Si tenemos talleres de oración, muchas de estas personas entran en ellos y aprenden diversos caminos y metodologías, y otras  no entran. Estoy verdaderamente agradecido a las escuelas de oración, todas me vienen bien y a ninguna personalmente les debo nada. La mayoría de los orantes de mi tiempo somos autodidactas. Cuando llegué al Seminario Menor, allá por el 1948, la primera mañana, después de levantarnos a las 7, fuimos a la capilla para rezar unas oraciones comunes y «oír» la santa misa, pero antes hubo media hora de silencio para hacer la «meditación». Al terminar la misa, todos los nuevos preguntamos a los veteranos qué era eso y qué había que hacer durante ese tiempo. Esa fue mi escuela de oración. Sin embargo, las creo necesarias y pienso que pueden hacer mucho bien en las parroquias y seminarios.

En mis grupos de oración hay personas que han hecho talleres y otras no y todas forman los grupos de oración y después de un comienzo, no veo diferencias; la única diferencia es la perseverancia y esa va unida absolutamente a la conversión permanente. Repito la necesidad de la oración y de las escuelas de oración  y que verdaderamente hacen mucho bien a la comunidad y son muy necesarias y convenientes. Pero insisto que, desde los inicios, la oración hay que orientarla hacia la vida y conversión, como fundamento y finalidad esencial de la misma, porque si la oración no nos va haciendo cambiar de vida y vivir más y mejor en Cristo y su evangelio, todos los métodos y técnicas terminan por anquilosarse, vaciarse de encuentro con Dios  y morir.

            En mi larga experiencia de cincuenta años con grupos parroquiales de vida y oración, me ha tocado pasar por muchas modas pasajeras; por eso hay que centrarlo bien desde el principio. La oración es un camino de seguimiento del Señor por la oración-meditación-diálogo de fe y amor con Él, para eso oramos y venimos a estar con Él, ayudándonos al principio con libros, oraciones etc… avanzando en compromiso de unión con Él, de conversión y santidad de vida… sin esto no es eficaz nuestro encuentro o meditación diaria… no es cantar muy bien, abrazarnos mucho, hacer muchos gestos, y si no hay compromiso de vida, todo es pasar un rato de pura teoría, que llega luego a contradicciones muy serias entre los componentes del grupo y, a veces, a la misma destrucción del grupo o separaciones entre ellos.

No piensen  que porque hagan un curso de oración ya está todo garantizado, y desde luego, las principales dificultades para hacer oración no se solucionarán con técnicas de ningún tipo sino solo con el querer amar a Dios sobre todas las cosas y con la consiguiente conversión, absolutamente necesaria,  que esto lleva consigo.

Cuando este deseo desaparece, la persona no encuentra el camino de la oración, se cansa y lo deja todo. Por eso insisto, hacer oración o el deseo de oración se fundamenta en el deseo de querer amar a Dios sobre todas las cosas mediante la conversión de toda su vida en el que dijo: “quien quiera ser discípulo mío, níeguese a sí mismo, tome su cruz y me siga” y para eso, “venid vosotros a su sitio aparte…”, y esto, aunque la persona no sea consciente de ello, como puede pasar y pasa, aunque uno sea sacerdote, religioso, seminarista… hasta Obispo, porque como uno no tenga estos ratos de oración todos los días, sobre todo, ante Jesús Eucaristía en el Sagrario, poco llegará a conocer y amar a Cristo vivo, no meramente concepto, aunque sea doctor en Teología y desde luego, al no vivirlo no podrá enseñar y comunicar correctamente lo que no sabe por la práctica; por eso, hay pocos maestros de oración verdadera y auténtica, aunque enseñen técnicas de posturas y demás, que están bien, pero como no haya conversión y cambio de vidas, aunque las haya de posturas en la oración, no lo conseguirán.

 Por eso, insisto, qué gracia más singular para una diócesis, para un seminario, tener un obispo, unos rectores que sean hombres de oracion auténtica y verdadera, cómo se notará en su vida, testimonio y predicación, hablando no desde el conocimiento frio y seco a veces de la teologia sino desde el conocimiento vivo y encendido de la experiencia personal, por la oración verdadera y el encuentro diario y vivo con el Señor.

 

6. PARA LLEGAR A LA UNIÓN PLENA Y PERFECTA CON DIOS HAY TRES VERBOS QUE DEBEN ESTAR SIEMPRE UNIDOS: ORAR, AMAR Y CONVERTIRSE 

 

            Y el orden no altera el producto. Porque  para querer amar con autenticidad a Dios, como a cualquer persona, lo primero será el estar con él y hablar y comunicarse, y esto te pide, exige y necesita el pasar ratos con Él,  hablar y escucharle en ratos de diálogo y conversacion, esto es, de oración con Dios, en un principio mediante la ayuda de la lectura y meditación de libros, especialmente del evangelio, escuchando lo que Él te dice y te pide y exige, y lógicamente una vez que le has escuchado en la oracion-meditación-contemplación, que dura años y años, esa misma oración o meditación te va exigiendo cumplir y hacer lo que Dios de ha dicho y tú has meditado; por eso te repito que orar, amar y convertirse o hacer lo que Dios te dice en la oración se conjugan igual, como luego te explicaré más ampliamente.

Y si orar es querer amar a Dios sobre todas las cosas, automáticamente el orar a Dios te pide y exige convertirte a lo que Dios te dice en la oración y meditación, orar se convierte en  querer convertirse a Dios en todas las cosas. Sin conversión, no puede haber oración.  Sin conversión permanente no puede haber oración continua y permanente y esta es la dificultad máxima para orar en cristiano prescindo de otras religiones y es la causa principal de que se ore-medite tan poco en el pueblo cristiano y la razón fundamental del abandono de la oración por parte de sacerdotes, religiosos y almas consagradas.

Lo diré una y mil veces, ahora y siempre y por todos los siglos: la oración, desde el primer arranque, desde el primer kilómetro hasta el último, nos invita,  nos pide y exige la conversión permanente de pecados y defectos, aunque el alma no sea muy consciente de ello en los comienzos o lo deje precisamente porque le cuesta, porque se trata de empezar a amar o querer amar a Dios sobre todas las cosas, como Él se ama esencialmente y nos ama y permanece en su serse eternamente amado de su misma esencia.

“Dios es amor”,dice san Juan, su esencia es amar y amarse para serse en acto eterno de amar y ser amado, y si dejara de amar y amarse así, dejaría de existir. Podía haber dicho san Juan que Dios es el poder, omnipotente, porque lo puede todo, o que es la Suprema Sabiduría, porque es la Verdad, pero no, cuando san Juan nos quiere definir a Dios en una palabra, nos dice que Dios es Amor, su esencia es amar y si dejara de amar, dejaría de existir. Así que está «condenado» a amarse y amarnos siempre así, aunque seamos pecadores y desagradecidos, no lo puede remediar.

            Y como estamos hechos a su imagen y semejanza, nosotros estamos hechos por amor y para amar, pero el pecado nos ha tarado y  ha puesto el centro de este amor en nosotros mismos y no en Dios; así que tenemos que participar de su amor por la gracia para poder amarnos y amarle así, como Él se ama. Porque por su misma naturaleza, de la que nosotros participamos por la gracia, así es cómo Dios se ama y nos ama y  no puede amar de otra forma, ya que dejaría de ser Dios, dejaría de ser y existir.

Y este amor es a la vez su felicidad y la nuestra, a la que Él gratuitamente, en razón de su amarse tan infinitamente a sí mismo, nos invita, porque estamos hechos a su imagen y semejanza por creación y, sobre todo, por recreación en el Hijo Amado, Imagen perfecta de sí mismo, que nos hace partícipes de su misma vida, de su mismo ser y existir, por el don de la gracia sobrenatural por ser participación gratuita de su mismo ser y naturaleza y amor a sí mismo.“Lo que era desde el principio... porque la vida se ha manifestado..., os anunciamos la vida eterna, que estaba en el Padre y se nos manifestó, a fin de que viváis también en comunión con nosotros. Y esta comunión nuestra es con el Padre y con su Hijo Jesucristo” (1Jn 1, 4).

Este es el gran tesoro que llevamos con nosotros mismos, la lotería que nos ha tocado a todos los hombres por el hecho de existir. Si existimos, hemos sido llamados por Él para ser sus hijos adoptivos, y Dios es nuestro Padre y nos pertenece y es nuestra herencia y tengo derecho a exigírsela: Dios, Tú me has pensado y creado, Tú eres mi Creador y Padre, Tú me perteneces.... Esto es algo inconcebible para nosotros, porque hemos sido convocados de la nada por puro amor infinito de Dios, que no necesita de nada ni de nadie para existir y ser feliz y crea al hombre por pura gratuidad, para hacerle partícipe de su misma vida, amor, felicidad, eternidad...“Ved qué amor nos ha mostrado el Padre, que seamos llamados hijos de Dios y lo seamos... Carísimos, ahora somos hijos de Dios, aunque aún no se ha manifestado lo que hemos de ser. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a Él, porque le veremos tal cual es” (1Jn 3,1-3).

Esta es la gran suerte de esta especie animal humana, tal vez más imperfecta que otras – los ángeles-- en sus genomas o evolución, pero  que cuando Dios quiso la amó         y la creó en su inteligencia infinita y con un beso de amor le dio la suerte y el privilegio de fundirse eternamente en su misma vida, amor y felicidad por participación.

Y esta es la gran evolución sobrenatural, que a todos nos interesa. La otra, la natural del «homo erectus», «habilis», «sapiens», «neanderthalensis», «cromaionensis, «australopithecus», que apareció hace cuatro millones de años, aunque ahora con el recién descubierto homínido del Chad, parece que los expertos opinan que apareció hace seis millones de años... --que  estudien los científicos, a los que les importa poco echar millones y millones de años entre una etapa y otra--. Los estudiosos de estas cosas todavía no están seguros de cómo Dios la ha dirigido, aunque algunos, al irla descubriendo, parece como si la fueran creando, y al no querer aceptar, por principio, al Dios Creador,  muchos de estos sabios dirán que todo, con millones y millones de combinaciones, se hizo por casualidad. Y en definitiva, millones más, millones menos, todo es nada comparado con lo que nos espera y ya ha comenzado: la  eternidad en y con Dios Trinidad.

La casualidad necesita elementos previos, sólo Dios es origen sin origen, tanto en lo natural como en lo sobrenatural.  Ellos que descubran el modo y admiren al Creador Primero, pero que no llamen casualidad a Dios, creador de los elementos y su evolución por naturaleza. Millones y millones de combinaciones... y todo, por casualidad... ¡Qué trabajo les cuesta llamar a las cosas por su nombre y aceptar al Dios grande y providente que, por ser todo amor generoso e infinito para con el hombre, nos desborda en el principio, en el medio y al fin de la Historia de Salvación! ¿Para qué la ciencia, los programas, los laboratorios, si todo es por casualidad o existen sin lógica ni  principio ni leyes fijas? Y todo por no querer aceptar a Dios como principio inteligente y poderoso de todo.

            A mí sólo me interesa saber que he sido elegido para vivir eternamente con Dios y que ha enviado a su mismo Hijo para decírmelo y que este Hijo me merece toda confianza por su vida, doctrina, milagros, muerte y resurrección y que continúa vivo y real y yo lo puedo comprobar en ratos de oración y encuentro con Él como lo han encontrado miles y miles de personas canonizadas o no en sus vidas y oración personal un poco elevada.

Por otra parte, esta es la gran locura del hombre, su gran tragedia, si la pierde, la mayor pérdida que puede sufrir, si no la descubre por la revelación del mismo Dios; y esta es, a la vez y por lo mismo, la gran responsabilidad de la Iglesia, especialmente de los sacerdotes, si se despistan por otros caminos que no llevan a descubrirla, predicarla, comunicarla por la Palabra hecha carne y por los sacramentos, si nos quedamos  en programaciones-acciones pastorales siempre horizontales sin la dirección vertical de trascendencia o los sacramentos que se quedan y se celebran en el signo pero que no llegan a lo significado, que no llevan hasta Dios ni llegan hasta la eternidad sino sólo atienden al tiempo que pasa.

Muchas de nuestras reuniones y programas  y celebraciones no son apostolado, porque se quedan en mirar y celebrar  el rostro transitorio de lo que hacemos o celebramos más que el alma, el espíritu, la parte eterna, trascendente y definitiva de lo que contienen tanto el evangelio como palabra salvadora y mensaje del Señor como de la liturgia como acción sagrada y salvadora de Cristo por los sacramentos... nos preocupamos más del rito y gesto exterior que del contenido interior de gracia porque vamos más a lo transitorio y visible que a lo que tiene invisible y trascendente, que es lo más importante y hasta donde todo debe dirigirse, buscando  la gloria de Dios y la salvación eterna del hombre.

“En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no fuera así, os lo diría, porque me voy a prepararos el lugar. Cuando yo me haya ido y os haya preparado el lugar, de nuevo volveré y os tomaré conmigo, para que donde yo estoy, estéis también vosotros. Pues, para donde yo voy, ya sabéis el camino” (Jn 11, 24).

Porque da la sensación de que a veces se ha perdido la orientación trascendente de la Iglesia y de su acción apostólica, que pasa también por la encarnación y lo humano ciertamente pero para dirigirlo y finalizarlo todo hacia lo divino, hacia Dios. 

Da la sensación de que lo humano, la encarnación, ciertamente necesaria, pero nunca fin  principal de la evangelización,  es lo que más  preocupa en nuestras reuniones pastorales y hasta en la misma administración de los sacramentos, donde trabajamos y nos fatigamos en añadir ritos y ceremonias, incluso a la misma Eucaristía, como si no fuera completísima en sí misma, y de lo esencial hablamos y nos preocupa menos. Y esto produce gran pobreza pastoral, cuando vemos, incluso a nuestra Iglesia y a sus ministros, más preocupados por los medios de apostolado que por el fín, más preocupados y ocupados en agradar a los hombres en la celebración de los mismos sacramentos que de buscar la verdadera eficacia sobrenatural y trascendente de los mismos así como de toda  evangelización y apostolado. La gloria de Dios está en conseguir esta finalidad eterna: «La gloria de Dios es que el hombre viva... y la vida del hombre es la visión de Dios» (San Ireneo)

¡Señor, que este niño que bautizo, que estos niños que se preparan o te reciben por vez primera, que estos adultos que celebran estos sacramentos, lleguen al puerto de tu amor eterno, que estos sacramentos, que esta celebración que estamos haciendo les ayude a su salvación eterna y definitiva, a conocerte y amarte como único fin de su vida, más que les resulte simplemente amena y divertida!... ¡Señor, que te reciban bien, que se salven eternamente, que ninguno se pierda, que tú eres Dios y lo único que importa, por encima de tantas ceremonias que a veces pueden despistar de lo esencial!

Queridos amigos, este es el misterio de la Iglesia, su única razón de existir, su único y esencial sentido, este es el misterio de Cristo, el Hijo Amado del Padre que fue enviado para hacernos partícipes de la misma felicidad del Dios trino y uno y esto es lo único que vale y que existe; lo demás es como si no existiera.

¿Qué tiene que ver el mundo entero, todos los cargos, éxitos, carreras, dineros, todo lo bueno del mundo comparado con lo que nos espera y que ya podemos empezar a gustar en Jesucristo Eucaristía? Él es el pan de la vida eterna, de nuestra felicidad eterna, nuestra eternidad ya comenzada,  nuestra suerte de existir, nuestro cielo en la tierra,  Él es el pan de la vida eterna, “El que coma de este pan vivirá eternamente”.

A la luz de esto hay que leer todo el capítulo sexto de San Juan  sobre el pan de vida eterna, el pan de Dios, el pan de la eternidad: “Les contestó Jesús y les dijo: vosotros me buscáis porque habéis comido los panes y os habéis saciado; procuraros no el alimento que perece sino el que permanece hasta la vida eterna” (Jn 6, 26). Toda la pastoral, todos los sacramentos, especialmente la Eucaristía, deben conducirnos hasta Cristo, “pan del cielo, pan de vida eterna”, hasta el encuentro con Él; de otra forma, el apostolado y los mismos sacramentos no cumplirán su fin: hacernos uno en Cristo-Verbo amado eternamente por el Padre con fuego de Espíritu Santo.

Estamos destinados, ya en la tierra, comiendo este pan de eternidad,  a  sumergirnos en este amor porque Dios no puede amar de otra manera.Y esto es lo que nos ha encargado, y esto es el apostolado, el mismo encargo que el Hijo ha recibido del Padre. “Como el Padre me ha enviado así os envío yo” (Jn 20, 21).“Y ésta es la voluntad del que me ha enviado: que yo no pierda nada de lo que me dio, sino que lo resucite en el último día. Porque ésta es la voluntad de mi Padre, que todo el que ve al Hijo y cree en Él tenga la vida eterna y yo le resucitaré en el último día” (Jn 6, 38-40).  “El que come mi carne y bebe mi sangre está en mí y yo en él. Así como me envió mi Padre vivo, y vivo yo por mi Padre, así también el que me come vivirá por mí” (Jn 6,51).

Nos lo dice el Señor, nos lo dice san Juan, os lo digo yo y perdonad mi atrevimiento, pero es que estoy totalmente convencido  por teología y experiencia, de que Dios nos ama gratuitamente, por puro amor, y nos ha creado para vivir con Él eternamente felices en su infinito  abrazo y beso y amor Trinitario. Pablo lo describe así: “Enseñamos una sabiduría divina, misteriosa, escondida… Ninguno de los príncipes de este siglo le han conocido; pues, si la hubieren conocido, nunca hubieran crucificado al Señor de la gloria. Sino como está escrito: ni el  ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar lo que Dios ha preparado para los que lo aman. Y Dios nos lo ha revelado por el Espíritu”  (1Cor 2, 7-10).

 Es que Dios es así, su corazón trinitario, por ser tri-unidad, unidad de los Tres,  es así... amar y ser amado; no  puede ser y existir de otra manera. El hombre es un «capricho de Dios» y sólo Él puede descubrirnos lo que ha soñado para el hombre. Cuando se descubre, eso es la experiencia de Dios, el éxtasis, la mística, el sueño de amor de los místicos, la transformación en Dios, sentirse amados por el mismo Dios Trinidad en unidad esencial y relacional con ellos por participación de su mismo amor esencial y eterno.

Y en esto consiste la felicidad eterna, la misma de Dios en Tres Personas que se aman infinitamente y que Dios es verdad y que existe y que uno puede empezar a gustar en este mundo y se acabaron entonces las crisis de esperanza y amor y soledad y de todo, bueno, hasta que Dios quiera, porque esto parece que no se acaba del todo nunca, aunque de forma muy distinta; y eso es la vivencia del misterio de Dios Trinidad, la experiencia de la Eucaristía, del hijo-Hijo del Padre por Amor del Espíritu Santo que lo formó en la Virgen María y ahora en el pan consagrado, es la mística cristiana, la mística de San Juan: “En esto consiste el amor, no en que nosotros hayamos amado a Dios sino en que Él nos amó primero y envió a su Hijo como propiciación de nuestros pecados”; la de Pablo: “deseo morir para estar con Cristo..., para mí la vida es Cristo y una ganancia el morir; la de san Juan de la Cruz, santa Teresa, santa Catalina de Siena, san Juan de Ávila, san Ignacio de Loyola, beata Isabel de la Stma. Trinidad, santa Teresa del Niño Jesús, Charles de Foucaud....la de todos los santos. He citado estos porque son algunos de los que he leído y más me gustan. Pero son muchísimos y todos por la experiencia de Dios en la oración personal y litúrgica.

Repito: Todo por la vida de gracia en plenitud de participación de la vida divina trinitaria posible en este mundo, experimentada por la oración un poco elevada, que ha pasado ya de la meditación a la oración contemplativa, que es conocimiento por amor de esta vida de Dios Trinidad en la que el alma vive el misterio trinitario o eucarístico por experiencia de amor, no solo por conocimiento de fe o conocimiento de inteligencia:  «llegar a la consumación de amor de Dios..., que es venir a amar a Dios con la pureza y perfección que ella es amada de él, para pagarse en esto a la vez» (Can B 38, 2); es el “quedéme y olvidéme, el rostro recliné sobre el Amado; cesó todo y dejéme mi cuidado, entre las azucenas olvidado”;  o el “vivo sin vivir en mí y de tal manera espero, que muero porque no muero” .

Estoy seguro de que a estas alturas algún lector estará diciéndose dentro de sí: todo esto está bien, pero qué tiene que ver todo lo del amor y felicidad de Dios con el tema de la oración-conversión que estamos tratando. Y le respondo: Pues muy  sencillo. Como la oración tiene esta finalidad, la de hacernos amigos de Dios, la de llevarnos a este amor de Dios que es nuestra felicidad, el camino para conseguirlo es vaciarnos de todo lo que no es Dios en nuestro corazón, para llenarnos de Él, precisamente por una oración un poco más elevada, al ir vaciéndonos de nosotros mismos,de nuestros defectos y pecados y limitaciones e irnos llenando del Dios infinito y de su Amor Trinitario que por la gracia tenemos.

            «Porque no sería una verdadera y total transformación si no se transformarse el alma en las Tres Personas de la Santísima Trinidad en revelado y manifiesto grado... con aquella su aspiración divina muy subidamente levante el alma y la informa y habilita para que ella aspire en Dios la misma aspiración de amor que el Padre aspira en el Hijo y el Hijo en el Padre, que es el mismo Espíritu Santo que a ella le aspira en el Padre y el Hijo en la dicha transformación, para unirla consigo» (Can B 39, 6).

Oh Dios te amo, te amo, te amo, qué grande, qué infinito, qué inconcebible eres, no podemos comprenderte, sólo desde el amor podemos unirnos a Ti y sentirte un poco y conocerte y saber que existes para amarte y amarnos, que existimos para hacernos felices con tu misma felicidad,  pero no por ideas o conocimientos sino por contagio, por toque personal, por quemaduras de tu amor; qué lejos se queda la inteligencia, la teología de tus misterios, tantas cosas que están bien y son verdad, pero se quedan tan lejos...; en cambio, qué bien se vive a veces el misterio de Cristo por la liturgia en llamas de amor y experiencia sentida con Cristo, sobre todo, en la misa, aunque uno no sea un gran teólogo.

            La oración es diálogo de amistad con Jesucristo, en el cual, el Señor, una vez que le saludamos, empieza a decirnos que nos ama, precisamente, con su misma presencia silenciosa y humilde y permanente sobre todo en el Sagrario, en la santa misa y comunión, como también con su palabra en los evangelios. Nos habla sin palabras, sólo con mirarle, con su presencia silenciosa, sin nimbos de gloria ni luces celestiales o adornos especiales, como están a veces algunas imágenes de los santos, más veneradas y llenas de velitas que el mismo Sagrario, mejor dicho, que Cristo en el Sagrario.

Da pena ver la humildad de la presencia de Jesucristo en los Sagrarios sin flores, sin presencias de amor, sin una mirada y una oración de los presentes en el templo, a veces de sus mismos sacerdotes o celebrantes; presencia silenciosa del que es la Palabra del Padre, toda llena de hermosura y poder, por la cual ha sido hecho todo y todo finaliza en Él; presencia humilde del que ahora“no tiene figura humana”, como en su pasión y muerte por todos nosotros, ahora ya sólo es una cosa, un trozo de pan, se ha hecho pan de Eucaristía para saciar el hambre de eternidad de los hombres;  presencia humilde de un Dios que lo puede todo y no necesita nada del hombre y, sin embargo, está ahí, en el Sagrario,  necesitado de todos y sin quejarse de nada, ni de olvidos ni de desprecios, sin exigir nada, sin imponerse en nada, solo ofreciéndose a todos por si tú lo quieres mirar y así se siente pagado el Hijo predilecto del mismo Padre Dios;  presencia humilde del Hijo de Dios encarnado ahora en un trozo de pan, sin ser reconocido y venerado por muchos cristianos, sin importancia para algunos, que no tienen inconveniente en sustituirla por otras presencias  y preferirlas y todo porque no han gustado ni valorado ni creído ni vivido la Presencia por excelencia, la de Jesucristo en la Eucaristía convirtiendo muchas veces las catedrales e iglesia en mueos o exposiciones de obras artísticas – Las Edades del hombre.

Ahí está el Señor en presencia humilde, sin humillar a los que no le aman ni le miran; no escuchando ni obedeciendo tampoco a los nuevos «Santiagos», que piden fuego del cielo para exterminar a todos los que no creen en Él ni le quieren recibir en su corazón; ahí está Él, ofreciéndose a todos pero sin imponerse, ofreciéndose a todos los que libremente quieran su amistad; presencia olvidada no solo en las parroquias sino hasta en los mismos seminarios o casas de formación o noviciados, que han olvidado con frecuencia, dónde está «la fuente que mana y corre, aunque es de noche»,  que han olvidado donde está la puerta de salvación y la vida, que debe llevar la savia a todos los sarmientos  de la Iglesia, especialmente a los canales más importantes de la misma, para comunicar su fuerza a todo creyente.

            Jesucristo en el Sagrario es el corazón de la Iglesia y de la parroquia y de la gracia y salvación, es  ayuda y  amistad ofrecida permanentemente a todos los hombres;  para eso se quedó en el pan consagrado y ahí está cumpliendo su palabra. Él nos ama de verdad. Así debemos amarle también nosotros.

De su presencia, especialmente los que le representamos y hacemos presente en la tierrra, debemos aprender humildad, silencio, generosidad, entrega sin cansarnos, dando luz y amor a este mundo. La presencia de Cristo, la contemplación de Cristo en el Sagrario siempre nos está hablando de esto, nos está comunicando todo esto, nos está invitando continuamente a encontrarnos con Él, a imitarle, a reducir a lo esencial nuestra vida y apostolado; nos está saliendo al encuentro todos los días, nos está invitando a orar, a hablar con Él, a imitarle; por eso, todos nosotros, todos los días, debemos visitarlo en el Sagrario y atarnos para siempre a la sombra de la tienda de su Presencia sacramental entre los hombres.

 

 

7.- PARA CONOCER, PREDICAR Y COMUNICAR CON PLENITUD A CRISTO EUCARISTÍA HAY QUE VIVIRLO EN ORACIÓN UN POCO ELEVADA Y PURIFICADA

 

Por favor, perdonen mi atrevimiento; pero si el pueblo cristiano, sobre todo, los curas, los párrocos creyésemos de verdad, con autenticidad, con fe no solo teórica y especulativa y teológica para hablar de ella sino con fe viva y completa y vivida en Cristo Jesús Eucaristía, Dios y Hombre verdadero, presente en todos los Sagrarios de la tierra, pregunto ¿no pasaríamos más ratos de oracion y diálogo de amor con Él en su presencia eucaristica? ¿Cómo es posible pensar y creer que allí está Dios, el Dios Único y Verdadero, y luego pasar de largo ante Él, o hablar y comportarse en las iglesias, ante los Sagrarios, como si estuvieran vacíos o fueran un trasto más de la iglesia o el Sagrado Pan Eucarístico no fuera presencia personal de Cristo Jesús y no estuviera habitado y lleno de su Presencia de amor y entrega por todos nosotros? ¿Y si soy simple cristiano, padre de familia, o soy obispo o sacerdote o párroco y no me ven junto al Sagrario ¿podré predicar o hacer que otros crean y le amen?

Y si esto no se vive, ¿cómo podremos comunicarlo y hacerlo vivir en nuestras parroquias, diócesis,  qué entusiasmo y seguimiento podremos hacer por Él, si yo, personalmente, no paso ratos con Él, si a mi me aburre su presencia, su persona en el Sagrario? ¿cómo podré entusiasmar a la gente, a mis hijos, a mis feligreses, con Él, y no digamos seguirle e imitarle y comulgar con sus sentimientos de obediencia total al Padre y de entrega y amor a los hombres, mis hermanos, hasta la muerte?

Y si yo vivo así, entonces en qué consiste mi sacerdocio, cómo hacer iglesia y seguidores verdaderos de Cristo, auténticos cristianos, si a mí, sacerdote, no me ven nunca junto a Él ¿cómo decir o predicar que allí está Dios, el mismo Cristo del cielo y de Palestina, encarnado ahora en un trozo de pan esperándonos a todos por amor, para ayudar  y salvarnos y al párroco no le ven nunca o pocas veces junto al Sagrario orando por él y por su parroquia, siendo así que como dice el Vaticano II “La Eucaristía es centro y cumbre de toda la vida de la Iglesia… o ninguna comunidad se construye si no tiene como raiz y quicio la Eucaristía” o “sin ratos de Sagrario no hay vida cristiana”?

Querido amigo, como te indico ya en  el título de este  libro que tienes en tus manos, quiero hablarte en él de la importancia esencial de la oración eucarística en todo cristiano y apóstol de Cristo, especialmente en el sacerdote, en su comportamiento con Cristo Eucaristía en la santa misa y en la sagrada comunión y sobre todo en este libro, del comportamiento de todo cristiano con Cristo en el Sagrario, donde nos espera todos los días y a todas horas con los brazos abiertos para abrazarnos y ayudarnos a seguirle y vivir su misma vida de amor al Padre y a nuestros hermanos, los hombres, a ejemplo suyo, como Él lo hace por nosotros en la santa misa que continúa en su presencia eucarística, dando su vida por todos, redimiéndonos para que la tengamos eterna con Él en el cielo, o de cómo viene a nosotros con los brazos y el corazón abiertos en la sagrada comunión para abrazarnos y ayudarnos a  vivir su misma vida en nosotros, que eso debe ser la comunión eucaristica verdadera y completa y que así y para todo esto y más se queda perpetuamente en todos los Sagrarios de la tierra para comunicarnos su amor y ayudarnos en nuestras vidas. 

Pensando y viviendo todo esto, me vinieron a la mente diversos títulos posibles que me gustaría poner a este libro y que te los pongo a continuación  ¿Cuál te gusta más, cuál escogerías tú?

 

 

NECESIDAD DE ORACIÓN EUCARÍSTICA EN LA VIDA SACERDOTAL//CRISTO EN EL SAGRARIO, VIDA DEL SACERDOTE//EL SAGRARIO, VOLCAN DE FUEGO SACERDOTAL Y APOSTÓLICO

La oración eucarística auténtica, desde el primer kilómetro o desde el primer día que queramos hacerla de verdad, no son solo ritos y palabras y ceremonias sino que tiene que ser oración-conversión en el Cristo que ofrecemos, comulgamos o visitamos; de este modo, el Señor, por medio del diálogo y de la oración con Él, nos irá llevando poco a poco a ser y vivir como Él;  a ser como el Cristo que visitamos en el Sagrario o comulgamos en la misa con sus mismos sentimientos y actitudes, porque la oración auténtica lleva consigo meditar en Cristo y su evangelio para cambiar nuestros criterios y formas de vivir por los criterios y modos de vivir de ese Cristo que nos habla desde el Sagrario o comulgamos en la comunión, si es que la comunión eucarística no es solo comer sino esforzarse por tener y comulgar con sus mismos sentimientos y su misma vida, ofrecida al Padre por todos nosotros y por los hombres, nuestros hermanos, especialmente en la santa misa pero también en nuestras comuniones y visitas.

Consiguientemente, la oración eucarística auténtica ante el Sagrario, como misa o comunión, nos tiene que  llevar a la conversión permanente en el Cristo que contemplamos y visitamos y ofrecemos y comulgamos y nos habla y nos espera todos los días con amor extremo en el Sagrario hasta dar la vida en la santa misa y que continúa con estas mismas disposiciones de amor y entrega a todos los hombres en la comunión eucaristica que comemos para vivir su vida y amor y luego en todos los Sagrarios de la  tierra que visitamos y ante el que oramos y rezamos y pedimos y ...

Por eso, Cristo, al encontrarnos con Él por la oración-meditación-contemplación verdadera, automáticamente nos habla y nos invita a vivir ese mismo amor y perdón a todos los hermanos… “amaos unos a otros como yo os he amado… dar la vida por las ovejas...”, y esto nos pide y exige conversión permanente a Él, a su amor  y vida de entrega total y sin egoismos al Padre y a los hermanos, como lo hace Él presente en la Eucaristía.

Si le visitamos en el Sagrario, todos los días nos habla y nos anima a seguir su ejemplo y vida santificadora, nos invita a seguirle a Él y su evangelio, a llevar su misma vida y salvación en todos nosotros y para nuestros hermanos los hombres y a construir así su Iglesia auténtica viviendo de verdad su misma vida por la oración y los sacramentos como no ha dicho y explicado el Concilio Vaticano II ( PO. 5b).

Porque ¿creemos o no creemos? ¿O creemos y no comulgamos y correspondemos y amamos la presencia de Cristo, Dios y amigo de los hombres, sacerdote y víctima en el Cristo de la santa misa que continua haciendo presente toda su vida y salvación en todos los Sagrarios de la tierra? Eso es amor permanente y verdadero, el que hizo presente en la santa misa y ahora continúa ofreciendo por todos. ¿O creemos sólo teológica y fríamente pero sin amor y sin trato de amistad personal con Él y sin deseos de imitarle?

Porque ahí, en cada Sagrario de la tierra está el mismo Cristo de Palestina, triunfante ya y glorioso en el cielo, el que nos amó y ama en el Sagrario hasta el extremo del tiempo y en la Eucaristía-misa hasta el extremo de sus fuerzas hasta darlo todo y luego nos está esperando en el Sagrario todos los días con los brazos abiertos para hablarnos y llevarnos a la amistad con Él que empieza ya en esta vida y continuará eternamente en el cielo, porque su presencia en el Sagrario es ya cielo anticipado para los que le aman, le adoran y pasan ratos de oración y diálogo de amor con Él todos los días.

Únicamente para eso se quedó en el pan consagrado, para ser nuestro amigo y salvador… y nosotros… ¿cómo correspondemos a tanto amor? ¿Le visitamos y pasamos ratos de amor y diálogo con Él, o pasamos muchas veces junto a Él sin mirarlo ni saludarlo? ¿De verdad que creemos y amamos a Jesucristo Eucaristía, Hijo de Dios y amigo de los hombres que da su vida y amistad por nosotros en el Sagrario como en la santa misa eucaristía, el mismo que está en el cielo, y con deseos de comunión continua con todos los hombres, sus hermanos? Pero ¿para qué se quedó en el Sagrario, qué es lo que quiera y busca?

¿Creemos esta locura de Amor infinito por los hombres? ¿Qué tiempo le dedicamos al día al “trato de amistad con Él”?  Porque   como nos dice S. Teresa de Jesús “no es otra cosa oración y amistad sino trato de amistad con él estando muchas veces tratando a solas con el que sabemos que nos ama”; parece como si la santa hiciera esta definición de oración mirando al Sagrario ¿Cuánto tiempo,  querido hermano sacerdote, conversas tú todos los días con el Cristo de tu Sagrario? ¿Cuántas veces hablas de Él a tus feligreses y amigos? ¿Y tú viviendo así, sin ratos de Sagrario, puedes entusiasmar a la gente con Él y lograr que le amen y le sigan y le visiten en el Sagrario?

En algunas parroquias y antes de la pandemia Cristo está encerrado todo el día, nadie le visita, ni el cura…; otras, en cambio, todo el día o casi todo el día están abiertas, y el cura la abre a las siete de la mañana y se queda con Él ya hablando, rezando por su parroquía, por los niños, jóvenes, mayores, enfermos, necesitados, divorcios, separaciónes, muertes… y algunos oficinistas y trabajadores madrugadores empiezan a entrar a visitarlo, y luego a las ocho queda expuesto el Señor en la santa Custodia, a las 9 rezamos Laudes todos los dias, y así queda expuestos el Señor hasta la hora de misa de la mañana, a las 12,30, porque en esa parroquia se celebran tres misas todos los días y siete, los domingos y fiestas. Y la parroquia tiene dos mil quinientos feligreses

Me alegró mucho lo que un niño de catequesis me dijo una vez -- te advierto y te comunico que en mi parroquia todos los niños de catequesis, cuando vienen el día que les toca, todos pasan antes por el Sagrario y rezan y saludan y hablan y cantan a Cristo Eucaristía, bueno, como te decía, un niño primerizo mirando al Sagrario, me dijo un día: ¿Qué se guarda ahí en esa caja de metal? Pues ahí está, le dije, Jesús, el Señor, el mejor amigo de los niños, al que te tienes que acercar y rezar todos los días que vengas a la catequesis y todos los domingos en misa: “sin misa de domingo, no hay primera comunión”, así que si quieres recibir a Jesús en tu primera comunion y en todas las demás, tienes que venir a misa todos los domingos y comulgarlo. Y claro, para que se pueda cumplir todo esto, tercera afirmación o frase que hago repetir a los niños: “si tenemos padres cristianos, no necesitamos ni curas…”, porque estoy convencido  de que los padres son –deben ser-- los mejores educadores de la fe de sus hijos.

Yo he observado en mis muchos años de sacerdote, que en algunos templos la presencia real de Cristo Eucaristía pasa desapercibida para los fieles.  Sin embargo esta presencia es fundamental de nuestras iglesias. Llegar a un templo sin Sagrario es desolador.  Que haya quien se arrodilla ante el Sagrario es indicativo de que sabe quién está allí.  Que se mime el Sagrario con una decoración apropiada en la parroquia indica lo que se quiere y se adora y se cuida al Señor allí. Pasar ante el Sagrario como si fuera un adorno más de la Iglesia…no califico a la persona ni a la parroquia…sería muy triste y duro.

            En la Eucaristía, como misa y comunión y Sagrario, presencia permanente de Cristo amigo, lo encontré todo; encontré a Cristo Sacerdote y Víctima, que quiero que sea mi todo, porque allí encontré realizado y realizándose en memorial continuo y  permanente, --que no es mero recuerdo, sino presencia “de una vez para siempre”, -- al Padre que me amó y me dio la vida en el sí de mis padres, revelándome, revelándonos su proyecto de Amor en el Hijo, Canción eterna de Amor en la que nos dice todo lo que ha soñado eternamente y nos ama a cada uno de nosotros: “tanto amó Dios al mundo que entregó a su propio Hijo...”, en el Amor eterno de su mismo Beso Personal y Trinitario de Espíritu Santo. Lo veo más que en los Crucifijos, porque ellos son imagen pero en el Sagrario está vivo el mismo del Cielo y de Palestina. 

            Allí, en esta Canción de Amor cantada eternamente por el Padre en su Hijo-Verbo-Palabra, y luego hecha pentagrama y «música callada» en el seno de la Madre Sacerdotal, Virgen bella y hermosa María, siempre por la misma potencia de Amor del Espíritu Santo, por Él y con ella, quiero decir lo que escribo en este libro, guiado y llevado del Espíritu de Amor divino y de la mano de la Madre Sacerdotal, Hermosa Nazarena, Virgen Bella, Reina y Señora de mi vida y Patrona de nuestro Seminario de Plasencia, Seminario de la Inmaculada Concepción, donde aprendimos y fuimos consagrados sacerdotes en el mismo ser y existir sacerdotal del Sacerdote Cristo, Único Sacerdote, Jesucristo, formado y nacido en su seno maternal y virginal, “in laudem gloriae ejus- para alabanza de su gloria”,  gloria y alabanza de nuestro Dios Tri-Unidad, Trino y Uno, y todo y siempre, por la potencia de Amor del Espíritu Santo, Abrazo y Beso de mi Dios.

“¡Oh Espíritu Santo!¡Dios Amor, Beso y Abrazo de mi Dios, Alma de mi alma, Vida de mi vida, Amor de mi alma y de mi vida, yo te adoro! En Ti y por Ti fui consagrado sacerdote de Cristo, como Tú lo hiciste en el seno de María ¡Cuánto te debo!.

Quémame, abrásame por dentro con tu fuego transformante, y conviérteme, por una nueva encarnación sacramental, en humanidad supletoria de Cristo, para que Él renueve y prolongue en mí todo su misterio de salvación; quisiera hacer presente a Cristo ante la mirada de Dios y de los hombres como Adorador del Padre, como Slvador de los hombres, como Redentor del mundo.

Inúndame, lléname, poséeme, revísteme de sus mismos sentimientos y actitudes sacerdotales; haz de toda mi vida una ofrenda agradable a la Santísima Trinidad, cumpliendo su voluntad, con amor extremo, hasta dar la vida.

¡Oh Espíritu Santo, Alma y Vida de mi Dios! Ilumíname, guíame, fortaléceme, consuélame; fúndeme en Amor Trinitario, para que sea amor creador de vida en el Padre, amor salvador de vida por el Hijo, amor santificador de vida con el Espíritu Santo, para alabanza de gloria de la Trinidad y bien de mis hermanos, los hombres».

            Esta es mi oración personal al Espíritu Santo que rezo todos los días, junto con mi oración personal y primera a la Stma. Trinidad;  luego  sigue otra a Dios Padre, “Abba, Papá bueno de cielo y tierra”, siguiendo con otra oración a Jesucristo Eucaristía y finalmente, la última oración, todos los días, a María, madre de Cristo sacerdote y madre nuestra, hermosa Nazarena, Virgen bella, Madre  sacerdotal, madre de alma.

 

 

8.- EL SAGRARIO EN LA VIDA DEL SACERDOTE

 

            Querido lector, te lo digo abiertamente y desde el principio de este libro, aunque ello me lleve a ser incomprendido, incluso perseguido por algunos: la vida del sacerdote, esto es, su persona, su sacerdocio, su oración, su apostolado, en fín, su identificacion con Cristo Sacerdote y Único Salvador del mundo depende de su relación o amistad con Cristo Eucaristía, con Cristo en el Sagrario, por medio de la oración en progreso continuo de etapas de vocal, meditación, contemplación y transformación con el Cristo que se inmola por todos nosotros en la santa misa para ayudarnos a ofrecernos con Él y como Él al Padre que viene a nosotros con esa misma disposición en la sagrada comunión para alimentarnos de sus mismos sentimientos de amor y entrega al Padre y a todos los hombres y luego ya, terminada la santa misa y recibido en la comunión, permanece luego para siempre, con esas mismas disposiciones, en todos los Sagrarios de la tierra para comunicanos esos mismos sentimientos por medio de la oración eucaristica.

Y este es el Cristo del Sagrario de tu Parroquia y de todos los Sagrarios… y desde ahí, por medio de la oración eucarística diaria y progresiva ante su presencia, nos va diciendo y corrigiendo  para identificarnos con Él y con sus sentimientos de entrega a Dios y a los hombres, nuestros hermanos, nos va enseñando en ratos de diálogo y oración con Él lo que tenemos que hacer y corregir en nosotros o en los demás y desde ahí, desde el Sagrario, irá poco a poco aumentando nuestra fe y amistad con Él, la de tu parroquia, la de tus feligreses porque desde la abundancia del corazón brotará tu palabra y por lo contrario también, porque sin experiencia de lo que hablamos, no podremos dar fe y amor de Cristo y así tú cumplirás perfectamente tu misión de párroco y de pastor y guía de tus feligreses y eternidades que Él te ha confiado hasta el Pastor y Salvador único de las ovejas y para lo cual fuiste ordenado sacerdote, prolongación de su persona y misión, no para otras cosas que a veces hacemos, y así el Señor en el Sagrario será poco a poco visitado y amado en el Sagrario por tus feligreses niños y mayores y por toda la parroquía y dirán qué párroco más santo y eucarístico tenemos; pero si no lo haces, si el Sagrario no es amado y visitado especialmente por el párroco, por los sacerdotes, que son sus representantes en la tierra, entonces se convertirá poco a poco en un trasto más de la iglesia, como está en muchas parroquias, porque la gente y el mismo sacerdote se porta y hablará en la iglesia como si Él no estuviera en el Sagrario, como si la iglesia no estuviera habitada por el Señor. Y así lo vivirá él en principio y luego su parroquia y toda la Iglesia de Cristo. Cosa que está pasando en estos tiempos de alejamiento de Dios y que es muy corriente y ordinario hoy día en la Iglesia de Cristo. Asi está ahora la Iglesia en Europa y en otras partes del mundo.

Confieso públicamente que todo se lo debo a la oración,  mejor dicho, a Cristo encontrado y orado en el Sagrario. Muchas veces digo a mis feligreses para convencerles de la importancia de la oración ante el Sagrario: A mí, que me quiten la teología y todo lo que sé y las virtudes todas, que me quiten cargos y honores, que me quiten el fervor, la piedad religiosa y todo lo que quieran, pero que no me quiten la oración, el encuentro diario e intenso con mi Cristo en el Sagrario, – ya sé que la oración puede hacerse en muchas partes, pero tiniéndolo ahí tan cerca, tan amoroso y entregado y esperándome  al mismo Cristo del cielo y del evangelio, con los brazos abiertos ahí en el Sagrario y esperándome--, no quiero fallarle en su presencia eucarística, porque el amor que recibo, cultivo y me provoca y comunica la relación personal con Él ante el Sagrario es tan intensa, fuerte y luminosa, que me llena de luz, fuerza y gozo de cielo en la tierra y todo, al contemplarlo.

¡Dios hecho pan por el hombre, qué locura de Amor divino y humano! Y este amor y esta locura de amor en el pan consagrado lo hace con la fuerza y amor de su mismo Espíritu Santo todos los días y es tan vivo y encendido a veces, y es fuego y experiencia de mi Dios vivo y ahí y esperándome...es tan vivo y encendido y me recrea y enamora y extasía con tal fuerza y fuego de amor… que poco a poco me hace recuperar  todo lo perdido con mis faltas y pecados y me hace subir hasta el abrazo de amistad con Él.

Porque aunque sea sacerdote y esté en las alturas, si dejo de visitarlo en el Sagrario, si dejo la oración personal eucarística, el encuentro diario con Él en el Sagrario, aunque sea doctor en Teología, bajaré hasta la mediocridad de vida y amistad con Él, hasta el oficialismo sacerdotal y, a veces, a trabajar inútilmente, porque sin el Espíritu de Amor de Cristo no puedo hacer las acciones de Cristo.

¿Qué pasaría en la Iglesia y en el mundo entero, queridos hermanos sacerdotes y obispos, si los sacerdotes se animasen y nos obligásemos a tener todos los días una hora, media hora de oración ante el Sagrario? ¿Qué pasaría en la Iglesia, si todos los sacerdotes tuvieran una promesa, un compromiso, de orar todos los días ante el Sagrario, como una tercera promesa añadida a las de obediencia y celibato?

¿Qué pasaría si en todos los seminarios del mundo tuviéramos superiores que habiendo llegado a la experiencia de Dios por la oración, enseñasen este camino a los que educan y forman, convirtiendo así el seminario y noviciados en escuelas de amor apasionado por Cristo vivo, vivo, y no mero conocimiento  teológico o celebración litúrgica  vacía de amor y desde ahí el seminario se convirtiese en escuela de santidad eucarística, de fraternidad, de teología vivida y apostolado encendido desde la experiencia de amor? Si eso es así, si Cristo existe y vive y está ahí  ¿por qué no se hace? ¿por qué no le visitamos? ¿Por qué no lo hacemos personalmente los sacerdotes y damos ejemplo? ¿Cómo es nuestra fe y amor y experiencia de Cristo Eucaristía en el Sagrario?

Queridos obispos y sacerdotes y formadores, con todo respeto, pero mirando al Sagrario y teniendo presente la teología que sabemos, pero a veces no vivimos y practicamos, aunque digamos misa, pregunto: ¿cuál es nuestra experiencia del Cristo vivo, vivo en el Sagrario o en la misa, no del conocimiento frío y puramente teológico del mismo? Y si no lo tenemos ¿cómo poder darlo y comunicarlo?

Señor, ¡te lo vengo pidiendo tantos años! ¡Concédenos a toda la Iglesia, especialmente a todos los sacerdotes, a todos los seminarios y casas de formación, esa gracia, ese voto de una hora, media hora de oración-conversión permanente ante tu Sagrario todos los días que algunos de mis feligreses han hecho ya por tu Iglesia santa, pero especialmente por mi santidad de párroco y de todos los párrocos y sacerdotes y seminaristas ¡Ven, Señor Jesús, te necesitamos! Te necesita este mundo tan alejado de Ti y al estar alejado de Ti está alejado de Dios, del amor divino y humano, del amor generoso como el tuyo. de matrimonios en entrega total y para toda la vida como el tuyo, de amor hasta dar la vida por los hijos y no de madres que matan a sus hijos que no lo hacen ni los animales, abortos y …..

Sin oración, sin unión con Cristo yo no puedo ser y existir sacerdotalmente en Cristo, que debe ser  el Todo para mí; y con toda humildad, --que eso es «andar en verdad» para santa Teresa--, unido a Cristo por la oración eucaristica, podré decir con san Pablo: “para mí la vida es Cristo... vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí... y mientras vivo en esta carne, vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó por mí”.

 

 

9.-  LA IGLESIA NECESITA SACERDOTES MONTAÑEROS DEL SAGRARIO QUE HAYAN ASCENDIDO  POR  LA ORACIÓN-CONVERSIÓN PERMANENTE EUCARÍSTICA

Necesitamos sacerdotes montañeros de la oración eucarística, que hayan subido al monte Tabor del Sagrario hasta ver a Cristo transfigurado para poder luego comunicarlo, como han hecho y hacen muchos sacerdotes  “ex abundantia cordis” y porque nadie puede dar lo que no tiene.

            Y para todo esto, para tener sacerdotes así, que puedan luego conducir al pueblo cristiano hasta la viviencia de Cristo Eucaristía, necesitamos formadores del seminario, superiores de Congregaciones Religiosas, no digamos obispos, que sean hombres o mujeres maestros de oración-conversión, de oración eucaristica en plenitud de vida con Cristo ante el Sagrario, que sean  testigos de lo que somos y oramos y predicamos y que luego, al salir del encuentro con Cristo, tenemos que vivir, predicar y celebrar, y podamos así luego enseñar y conducir a los seminaristas o novicios/as o simplemente al pueblo cristiano por ese camino eucarístico; necesitamos esos exploradores de la tierra prometida, de la experiencia eucarística de Dios, que Moisés mandó por delante, y que volvieron cargados de frutos de alimentos salvadores, aquí, santificadores, quiero decir de verdadera experiencia de Dios, de Cristo Eucaristía, no mera teología teórica o psicología, y así pudieron mostrárselos a los que todavía no han llegado a este amor a Jesús Eucaristía, no lo habían sentido y disfrutado,  a los fruto de esa tierra prometida de la amistad con Cristo Jesús en la Eucaristía,  tanto como misa, comunión o presencia en el Sagrario.

            Porque allí por voluntad de Moisés, aquí por voluntad de Dios, los sacerdotes son los encargados de conducir al pueblo de Dios hasta el final del proyecto divino que es la eternidad feliz en amistad con Él,   --la  tierra prometida--, y que empieza aquí abajo, con el santo bautismo, administrado por los sacerdotes, y se completa con la Eucaristía: “yo soy el pan de la vida… el que coma de esta pan vivirá eternamente… ”, que hace presente el misterio completo y total de Cristo y es siembra la eternidad de Dios y del cielo en nosotros.

            Ésta es la tierra prometida a la humanidad por Dios. Y ésta es la razón y el sentido de la existencia del hombre. Si existo es porque Dios me ama y me ha elegido y me ha preferido a millones y millones de seres posibles que no existirán y me ha elegido para ser eternamente feliz con Él en la eternidad por medio de su Hijo nuestro Señor Jesucristo, pan de la vida eterna, encarnado primero en carne y viviendo en el primer copón de la historia, María, hermosa y joven nazarena, madre de Dios y de los hombres, y luego encarnado en un trozo de pan para alimentar la vida eterna de todos sus hermanos, los hombres.

            Lo que ocurre es que si esto no se vive, si no hay experiencia de esta amistad y relación que Cristo quiere con todos los hombres por medio de ratos de oración verdadera y purificatoria, el Sagrario no es Cristo vivo en amistad ofrecida a todos los hombres, no es el cielo en la tierra como lo es y ha sido siempre para las almas eucarísticas, no es el pan de la vida eterna que Él quiso ser y que empieza aquí abajo y para eso instituyó su presencia en este sacramento, es como si el Sagrario estuviera vacío o fuera presencia de Cristo pero en imagen de madera o barro y no personal y viva del mismo Cristo de Palestina y del cielo.

            Y todo esto es muy importante y grave porque los cristianos, pero sobre todo los sacerdotes, hemos sido constituidos por el bautismo y especialmente por el Orden Sacerdotal en puentes mediadores de salvación eterna  de nuestros hermanos, los hombres. ¡Qué responsabilidad más tremenda ser responsables de eternidades! ¿Creemos o no creemos? Pues viendo a Cristo encarnarse y correr sudoroso los caminos de Palestina y sufrir y morir lleno de sangre y dolores así por los hombres…para salvarnos, habría que pasar más ratos con Él para que nos lo explicara y nos convenciera del misterio de la salvación eterna y de la necesidad de pan y amor eucarístico para conseguir esa vida eterna, para que en ratos de Sagrario nos convenciéramos de que somos eternos y valemos toda su sangre porque nuestra vida es más que esta vida. De aquí la importancia de nuestro sacerdocio.

            Querido hermano, el sacerdocio católico es ser prolongación de Cristo y de su misión de salvación eterna, es esencialmente ser cultivadores de almas, de eternidades; ser sembradores, cultivadores y recolectores de eternidades que tienen cuerpo ciertamente, mientras caminamos por este mundo, como peregrinos por la fe y la esperanza de la eternidad de amor y caridad con Dios Trinidad en el cielo: “Mis palabras son espíritu y vida”,“Yo soy el pan de vida eterna...Yo soy la resurrección y la vida... el que cree en mí tiene la vida eterna”.

            Si tengo que cuidar de los cuerpos necesitados y enfermos de mis feligreses, si tengo que dar de comer al hambriento o vestir al desnudo, si estoy en lugares donde hay que hacer hospitales y escuelas y no tengo en mi parroquia cristianos que los hagan... lo haré yo directamente a través de mis laicos y diaconisas, que lo hacen mejor mejor que yo, porque hay que salvar al hombre integral, cuerpo y alma, pero bien claro que no es esto para lo que he sido enviado, para lo que el Espíritu de Cristo Sacerdote y Salvador me ha llamado y ungido y consagrado principalmente; no es eso para lo que Cristo vino a buscarnos de parte del Padre, aunque también Él tuvo que curar enfermos y dar de comer  en situaciones determinadas... pero no vino Cristo para ser enfermero, multiplicador de panes y peces o juez de herencias terrenales; Él vino esencialmente para sembrar y salvar nuestras vidas que son eternidades soñadas y creadas por Dios Trinidad, vino en nuestra búsqueda para revelarnos el misterio del Padre, para alimentar nuestras almas de la vida de Dios por medio de la vida de gracia,  alimento que sacia hasta la vida eterna.

Y hay que tener esto muy presente porque el hombre de todos los tiempos, por el pecado original, se buscará primero a sí mismo, incluso cuando va buscando o trabajando por Dios. Los sacerdotes que tengan algunos años pueden comprobar este hecho de la vida de la Iglesia en España. Durante los veinte años primeros de mi sacerdocio, y me ordené en los 60, las iglesias estaban llenas. Pero cuando vino la política atea y se llevaron todo el poder y los cargos y los sueldos y demás, quiero decir, las colocaciones, la Iglesia en España, que en esos años tenía poder temporal y colocaba y enchufaba en organismos poderosos a mucha gente, --yo coloqué a infinidad de personas,-- está sufriendo ahora el vacío que todos constatamos.

¿Por qué? Entre otras causas, venían muchos a la parroquia, a la iglesia porque iban buscando dinero y colocarse y la iglesia podía conseguirlo, pero muchas veces no buscaban en la iglesia a Cristo, ni su Evangelio salvador de almas, sino a la Iglesia salvadora de puestos de trabajo y enchufes en Cajas de Ahorros, oficinas y en empresarios cristianos... etc.

Y ¿qué ha pasado desde que la Iglesia ha perdido este poder temporal? Pues que nuestras iglesia se van quedando vacías desde los años 80, al perder este poder temporal ha perdido también a muchos que sólo buscaban esto en lugar de Cristo y su salvación. Creo que esto no lo habéis vivido muchos cristianos de ahora, sobre todo, de cincuenta años para abajo, pero los que tenemos 70,80...

            Por eso los sacerdotes ahora tenemos que tener mucho cuidado, incluso con los que vienen a pedirnos bautismos, bodas... porque se va perdiendo la fe y muchos no buscan a Cristo, no buscan la gracia del bautismo, casarse en el Señor, pedir la primera comunión para los hijos ha bajado del cien por cien de aquellos tiempos al 50 por ciento y menos de los tiempos actuales... son verdaderas bodas laicas o matrimonios o bautizos civiles en la misma iglesia, porque realmente muchos ni creen ni buscan a Cristo, ni les interesa  la vida de gracia, ni se preocupan de la vida eterna, sino la fiesta familiar y el traje y los regalos y el álbum de fotos de la boda y demás.

            Aquella misma multitud que comió y querían proclamar a Cristo, Rey, en la multiplicación de los panes, muchos de ellos fue la misma multitud que, decepcionada en sus esperanzas puramente terrenas, gritó condenándole y prefirieron a Barrabás y le clavaron en la cruz. Hoy pasa esto mismo en muchos paises del mundo cristiano.

            Nosotros mismos buscamos muchas veces lo inmediato, lo que se ve, lo temporal, que es bueno, pero no es la razón esencial del mensaje evangélico y del sacerdocio. Y en la formación de los seminaristas y novicios hay que tener muy en cuenta todo esto, porque el mundo nos arrastra,  el mundo tira mucho y estamos en el mundo “pero no sois del mundo”,y hoy pueden mucho los móviles y correos y wassads.

            Y es que no acabamos de aprender y mira que el Señor nos dio ejemplo y lo dejó clarísimo en la multiplicación de los panes: “Habiéndole hallado al otro lado del mar, le dijeron: Rabbí, ¿cuándo has venido aquí? Les contestó Jesús y dijo: En verdad, en verdad os digo: Vosotros me buscáis no porque habéis visto los milagros, sino porque habéis comido los panes y os habéis saciado; procuraros no el alimento perecedero, sino el alimento que permanece hasta la vida eterna, el que el Hijo del hombre os da, porque Dios Padre le ha sellado con su sello. Dijéronle, pues: ¿Qué haremos para hacer obras de Dios?  Respondió Jesús y les dijo: La obra de Dios es que creáis en aquel que Él ha enviado.

            Ellos le dijeron: Pues tú, ¿qué señales haces para que veamos y creamos? ¿Qué haces? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, según está escrito: Les dio a comer pan del cielo. Díjoles, pues, Jesús: En verdad, en verdad os digo: Moisés no os dio pan del cielo; es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo; porque el pan de Dios es el que bajó del cielo y da la vida al mundo. Dijéronle, pues, ellos: Señor, danos siempre ese pan. Les contestó Jesús: Yo soy el pan de vida; el que viene a mí, ya no tendrá más hambre, y el que cree en mí, jamás tendrá sed. Pero yo os digo que vosotros me habéis visto y no me creéis; todo lo que el Padre me da viene a mí, y al que viene a mí yo no le echaré fuera,  porque he bajado del cielo no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. Y ésta es la voluntad del que me envió: que yo no pierda nada de lo que me ha dado, sino que lo resucite en el último día. Porque ésta es la voluntad de mi Padre, que todo el que ve al Hijo y cree en Él tenga la vida eterna y yo lo resucitaré en el último día”( Jn 6, 25-42).

Por lo tanto, lo esencial de mi ser y existir sacerdotal en Cristo, porque tengo que ser prolongación suya, para lo que he sido ordenado sacerdote, es para conseguir y hacer de puente y mediador en el paso de lo finito y del tiempo a lo infinito y eterno de Dios, a la salvación eterna de los hombres, mis hermanos.

Soy puente, pontífice mediador por el que pasa Dios con su salvación a los hombres y los hombres pasan a Dios para conseguir sus dones y gracias de salvación. Soy puente-pontífice  unido e identificado con el Único Puente, Mediador y Sacerdote del Altísimo, Jesucristo, Dios y hombre verdadero, por la Unción y Consagración del Espíritu Santo en el Sacramento del Orden,  para pasar y hacer pasar hasta Dios todas las acciones y oraciones y méritos y peticiones y sufrimientos de los hombres para que los santifique y llene de vida divina y eterna ya en el tiempo, especialmente por la liturgia sagrada.

 Desde esta orientación hay que hablar y dirigir y orientar a los seminaristas: “Id por el mundo entero, predicad el Evangelio...los que crean serán bautizados... eligieron a siete diáconos... nosotros tenemos que dedicarnos a la oración y predicación”.Todos los sacerdotes tenemos que ser conscientes de que somos caminos y puentes (pontífices) de salvación eterna, no meramente temporal; que sin puentes no hay salvación; sin sacerdotes, no hay camino ni puentes de salvación eterna; sin sacerdote, sin Eucaristía no hay Iglesia salvadora porque  ni los hombres pueden pasar a Dios, ni Dios puede pasar sus gracias a los hombres, porque así lo ha establecido el proyecto del Padre en el Hijo Único Salvador del mundo por la potencia de amor del Espíritu Santo.

Por eso jamás una Iglesia o una parroquia o salvación o pastoral, sin Cristo. Todo creyente, especialmente todo bautizado y no digamos sacerdote, unidos a Cristo por el sacramento y por la oración, tenemos que ser puentes de salvación por el sacerdocio bautismal o del Orden sagrado para todos nuestros hermanos  los hombres, tenemos que ser conscientes de que somos sacerdotes, somos puentes y mediadores, en la medida que, por la santidad personal, conseguida y alimentada especialmente por la oración personal eucarística –misa, comunión y Sagrario--, estemos unidos a Dios y a los hombres por la misma caridad o Espíritu Santo o Espíritu de Cristo Sacerdote y Apóstol y Salvador, retirado en noches enteras y largos ratos a la oración.

            Y esto hay que vivirlo ya primero en el seminario, en los noviciados, y luego ya podremos hacerlo en nuestras parroquias, conventos y demás, sobre todo en el templo parroquial, en horas de silencio y oración. Porque si no lo conseguimos allí, con el ambiente y silencio y oración favorables, luego las ocupaciones y ambiente lo harán más difícil: “Experientia teste”.

            De ahí la necesidad de permanecer unidos por la oración eucarística en el ser y existir de Cristo Sacerdote desde la Unción de su Espíritu recibida en el día de nuestra Ordenación, porque sin el Espíritu de Cristo no podemos hacer las acciones de Cristo; por eso no todas nuestras acciones son apostolado, sino las que hacemos con el Espíritu de Cristo Sacerdote; y por eso, cada uno da en la medida de su unión con Cristo, de su santidad, de lo que somos y tenemos de dimensiones pontificales- puentes de salvación sacerdotales:“yo soy la vid, vosotros, los sarmientos… sin mí no podéis hacer nada..”.

            Nadie da lo que no tiene. Lo que ocurre es que aquí, aunque no seamos santos, siempre damos algo, porque Cristo Sacerdote siempre actúa, aunque no todo lo que debiera, porque está hipotecado a nosotros por la humanidad que le hemos prestado; o mejor, nosotros le prestamos nuestra humanidad, pero si no está unida y adaptada a su vida y sentimientos, si no le dejamos actuar a través de nuestra humanidad prestada, como lo hizo con la suya que la destrozó y ahora ya no le vale y sólo tiene la nuestra, pues ya no puede hacer lo que quiere y desea; y como Él quiere y desea seguir salvando a este mundo: “me quedaré con vosotros hasta el fin del mundo...”, pues la necesita, nos necesita a los sacerdotes.

Porque Él es quien consagra, bautiza, perdona los pecados, predica...pero si yo no le presto mi humanidad, no lo podrá hacer, y lo hará en la medida que yo le deje actuar, es decir, en la medida de mi santidad y unión con Él, no olvidando nunca y teniendo presente el “opus operantis” y el “opus operatum”.

            Y de esto se trata en el sacerdocio; no de dar todo o nada. No tratamos de que o soy santo y entonces lo consigo todo; o no lo soy, y entonces, no consigo nada; no; aunque no sea sacerdote santo, siempre doy algo, al menos «ex opere operato», pero no en plenitud; y de lo nuestro, poco o casi nada.

            Por eso, aquí estamos tratando de prepararnos y adaptarnos para dar más y en plenitud, en razón de nuestra unión con Cristo, en razón de que Cristo pueda actuar más y mejor con nosotros y por nosotros, o nosotros actuar con Cristo, en unión total de vida, oración, sentimientos y salvación. Para lo cual tiene que haber, por nuestra parte, verdadera santidad de unión-puente entre Dios y los hombres, verdadera humanidad prestada a Cristo, no meramente funcional y oficialista, sino identificada con el ser y actuar y sentimientos de Cristo Sacerdote Único.

Y para esto, lo repetiré mil veces y todas las que sean necesarias, lo estáis viendo en  este libro, para eso, la santidad y la eficacia y la unión con Cristo, especialmente por la vida y la oración o la oración hecha vida, como ya dijo el Señor: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”, y no hay otro camino ni vida sacerdotal y apostólica: leed y meditad los Evangelios, las palabras y la vida de Cristo Sacerdote...

Y así empezó el Señor su vida apostólica, su misión salvadora, con los cuarenta días de oración y silencio en el desierto y luego, en noches enteras, durante su vida apostólica: ¿o no fue así? Lo dicen los Evangelios ¿O esto solo es para estudiarlo en el seminario o predicarlo al principio de nuestro sacerdocio?            Y la verdad, --me cuesta y me duele decirlo--, aquí no todo vale. Necesitamos sacerdotes, párrocos, superiores y obispos como guías de la experiencia de  Dios; pastores que, desde su propio camino de amistad vivencial y personal con Cristo Eucaristía, sepan vivir, elegir y dirigir a los seminaristas, sacerdotes y almas hacia esta misma experiencia, no al mero conocimiento o teología u organigrama pastorales de los misterios de la fe y de vida cristiana y sacerdotal. Y cómo se nota esto en algunas diócesis y seminarios.

            Y estos seminaristas y novicios, así como superiores y obispos del mañana, que elegirán sus formadores en noviciados y seminarios, son los que ahora se están formando en nuestros seminarios y noviciados. Y para que ellos puedan elegir superiores aptos en esta materia, primero hay que formarse y experimentar y vivir en esta dimensión sobrenatural para no convertirme nunca en un profesional del sacerdocio de Cristo. Es que si un obispo, un párroco, un superior de religiosos/as no tiene experiencia de esto… y solo por lo que ve y oye...cómo va a dar y enseñar el verdadero camino de encuentro con Cristo, la vivencia de la fe y amor pleno y total a Cristo, cómo va entusiasmar con Cristo, hablará pero no hará camino ni entusiasmará a jóvenes y mayores.

            Por eso pedimos al Señor superiores en nuestros seminarios y noviciados y párrocos y obispos de nuestras diócesis, que, desde su propia experiencia eucarístico-sacerdotal de Cristo, sepan dirigir por este camino a sus fieles, a sus ovejas, a sus seminaristas y sacerdotes.

Estamos pidiendo sencillamente sacerdotes santos, verdaderamente unidos a Dios, identificados en el ser y existir de Cristo Sacerdote; no pedimos cosas extraordinarias. La llamada a la santidad es universal. Lo ha dicho el Vaticano II. Pero sobre todo la Iglesia la necesita en sus sacerdotes y obispos, que tienen que ser canales y sembradores de la fe plena y amor total a Cristo.

            Y es una gracia que hay que pedir todos los días, sin cansarnos. Necesitamos seminaristas, novicios, almas consagradas, buenos feligreses, que llamados por su nombre por el Señor, se retiren todos los dias a la soledad de la oración un poco elevada por su sincera conversión permanente y purificación interior, que debe durar toda la vida, y lleguen a vivir plenamente en Cristo Eucaristía y pidan todos los días esta gracia para la iglesia de Cristo. Hermanos y hermanas a los que Cristo llame y les diga: “Venid vosotros a un lugar aparte... Jesús llamó a los que quiso para que estuvieran con Él y enviarlos a predicar... yo soy el pan de la vida, el que me coma vivirá por mí”.

            Necesitamos, en estos tiempos difíciles para la santidad y la misma vida cristiana, esta experiencia de Dios, de Cristo en la santa Eucaristía como misa, comunión y presencia sacramental, para poder conducir al pueblo cristiano hasta la tierra prometida, que es la amistad personal y el encuentro gozoso con Cristo en la Eucarstía, en el Sagrario.

Y para esto, el camino elegido por el mismo Cristo son los obispos, sacerdotes, superiores/as que habiendo llegado a Cristo Eucaristía en el Sagrario, por la oración-conversión de su vida en Cristo, en lo que contemplan y meditan por la oración, puedan conducir a otros, a sus seminaristas, sacerdotes, religiosos o feligreses, hasta este encuentro de fe viva y sentida en Cristo.

Es que si la oración-conversión existe y es verdadera llegaremos a esta meta apostólica que nos lleva al encuentro vivo con Cristo por la conversión de nuestra vida en Cristo, conversión que se va elevando y profundizando por la oración y el diálogo diario con Cristo Eucaristía y que dura toda la vida, pudiendo llegar luego a etapas místicas contemplativas de sentir y experimentar a Cristo en cielo anticipado.

 

 

10.- NADIE DA LO QUE NO TIENE: LOS SACERDOTES NECESITAMOS EXPERIENCIA DE LO QUE CREEMOS, PREDICAMOS Y CELEBRAMOS

 

Y eso solo se consigue por la oración diaria y permanente conversión. Todos los sacerdotes tenemos fe en Cristo Eucaristía, pero sin oración diaria y viva, nos puede faltar experiencia de lo que creemos y celebramos. Y para llegar a esa experiencia de Cristo Jesús, el camino único es la oración, la oración eucarística, mejor ante el Sagrario o Custodia. Es que para eso se quedó el Señor con nosotros. Oración-conversión, conversión diaria y permanente a lo que el Señor nos dice y pide en la oración cada día.

Se quedó tan cerca de nosotros “me quedaré con vosotros hasta el final de los tiempos”para que le visitemos, le hablemos, le celebremos y comulguemos con su mismos sentimentos de amor al Padre y entrega y salvación de nuestros hermanos los hombres. Si no lo hacemos así, por la misericordia del Señor ciertamente nos podemos salvar y salvar a otros, pero no con la fuerza y plenitud que Dios quiere.

Querido hermano, por la oración eucarística diaria, un poquito elevada y purificada de pecados e imperfecciones, subiendo durante algun tiempo, algunos años, bueno, toda la vida, por esta montaña de purificación-conversión-elevación de nuestra mente y corazón hasta Dios, como lo describe perfectamente S. Juan de la Cruz en la Subida del Monte Carmelo y en las Noches o Santa Teresa en las Moradas y muchos otros santos que lo han recorrido y experimentado, subiendo por la oración-purificación de faltas y pecados, aunque sean leves, llegamos a la experiencia de Jesús en el Sagrario o en la Comunión o en la santa misa, monte Tabor, y desde allí, desde el Sagrario, en oración un poco elevada y purificada,  llegamos a la morada de la Trinidad, a escuchar al Padre que nos dice desde el Sagrario: “Este es mi hijo, el amado, escuchadle”.

Pero repito que, para esta experiencia de fe por la oración, no hay que quedarse en el llano de la comodidad de nuestros pequeños defectos o en la rutina y falta de conversión permanente de nuestros pecados leves y veniales, sino que hay que subir durante años y años por la oración-conversión permanente para llegar a la unión plena con Dios, a la experiencia de lo que creemos y celebramos en la liturgia, a Dios Trinidad, porque si no nos vaciamos nosotros mismos de nuestros defectos, aunque seas cura y obispo y digas misa, Dios no puede entrar y habitar en nosotros.

Porque en esa altura de la montaña de la oración contemplativa más o menos completada en etapas diversas de oración-conversión,  nos está esperando el Amor del Padre enviándonos siempre al Hijo para transfigurarse ante nosotros por la oración un poco elevada y contemplativa y unitiva; allí está el Hijo encarnado en la Hermosa Nazarena, Virgen Bella, Madre Sacerdotal –el Sagrario tiene perfume y aroma de María, es su carne, su sangre--, que viene en nuestra búsqueda con el mismo Amor de Espíritu Santo en el que ha sido enviado por el Padre:-- “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su propio Hijo”-- para llevarnos por la oración eucarística y la fe viva  un poquito elevada, oración contemplativa, no digamos ya unitiva y transformativa en la tierra, llevarnos hasta el cielo en la tierra, a  sumergirnos en la misma esencia divina de Felicidad y Hermosura y Esplendores de Luz divina.

            Allí, en el Sagrario, está la potencia de Amor del Espíritu Santo, que ha convertido el pan en el Cuerpo y Sangre de Cristo Resucitado “para que tengamos vida eterna... y vivamos por Él... el que me coma, vivirá por mí”,  hasta poder decir con san Pablo: “Vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí”. Así viven la almas eucarísticas-contemplativas.

 La vida eterna con Dios empieza aquí abajo en ratos de oración ante el Sagrario y no digamos de misas y comuniones plenas en el Amor de Espíritu Santo, Espíritu de Amor del Padre y del Hijo, que encarna al Señor Jesucristo con su Amor en el seno de María  y luego, en la santa misa, lo encarna y convierte en el pan consagrado, pan trinitario de Amor divino.

            Y esa misma potencia de Amor del  Espíritu Santo, que ha convertido un poco de pan en el Cuerpo de Cristo, es el  mismo Amor, que convierte a unos hombres en Cristo, en humanidades supletorias de Cristo, por el sacramento del Orden Sagrado. Por eso, el  sacerdote es siempre el mismo Cristo sacerdote bajo el barro de otros hombres. Y siempre, siempre por Amor,  por la potencia de Amo del Espíritu Santo, Espíritu de Amor del Padre al Hijo y del Hijo al Padre; y en el Sagrario está la Palabra-Canción de Amor del hijo-Hijo encarnado en el pan y en la que el Padre  nos canta y nos habla en el mismo diálogo Personal Trinitario con Amor de Espíritu Santo.

            Y como el Hijo le hace Padre, aceptando ser Hijo, nosotros también, hechos hijos en el Hijo, tenemos por el mismo Espíritu Santo que aceptarle y hacerle Padre con Amor de Espíritu Santo que nos comunica el Hijo por la potencia de su Amor-Personal Divino. Nosotros con nuestro amor no podríamos y  tenemos que  aceptar ser totalmente hijos y amarle en el Hijo-hijos por el Espíritu Santo para hacerle verdadero Padre y no sólo de nombre sino realmente como el Hijo lo consiguió con su muerte y resurrección, para que así el Padre pueda gozarse en nosotros y decirnos a cada uno de nosotros en el Hijo-Revelación-Palabra-Canción de Amor: “Este es mi hijo amado en el que tengo todas mis complacencias”.

Y por todo esto, para que el Padre pudiera decirnos todo esto y porque nos ama así a todos los hombres, le dejó abandonado en Getsemaní, aunque el hijo-Hijo le invocaba, porque estaba tan entusiasmado con los nuevos hijos/as que el hijo-Hijo iba conseguir con su muerte y resurrección, (fíjate lo que nos ama el Padre a todos los hombres),  estaba tan pediente y entusiasmado el Padre con lo que iba a conseguir para los nuevos hijos por medio de la pasión y muerte y resurreccion del hijo-Hijo, que lo dejó abandonado, porque sabía, sin embargo, tanto el Padre como el hijo-Hijo, que para esto había venido y estaba sufriendo lo que sufría, que lo aceptó y le dijo: “Padre, si es posible que pase de mí este cáliz, pero que no se haga mi voluntad sino la tuya”, y como esta era la voluntad del Padre por la que Él había venido, predicado y moría para resucitar y resucitarnos a todos, lo hizo todo con amor del Hijo al Padre y del Padre al hijo por el Espíritu Santo para hacernos a todos hijos en el hijo-Hijo por su Encarnación, Muerte y Resurrección. Gracias, Cristo del Sagrario.

            ¡Qué tiene que ver todo lo presente, todo lo creado con lo que Dios nos ha soñado y creado en su amor Trinitario, con todo esto material y limitado y pasajero que existe aquí abajo! ¿No es la gracia de Dios, participación de su misma vida divina que nos hace partícipes de su mismo Ser infinito de vida y felicidad eterna? ¿Por qué no se habla más de ella, de esta vida divina que empieza en nosotros con el bautismo  y de su desarrollo y plenitud por la eucaristía y se encauza en esta dirección principal toda la existencia humana-cristiana, sobre todo, la vida sacerdotal, que debe ser con Cristo sembradora de eternidades por los sacramentos del bautismo, Confirmación y sobre todo por la Eucaristía...?

¿Pues no es esto para lo que existen todos los sacramentos y se nos dan desde el comienzo de nuestra vida hasta el final de la existencia para lograrla? ¿Por qué no hablamos más de lo eterno que ha comenzado ya en nosotros,  y que irrumpe, sobre todo, por la Liturgia, pero vivida en unión de fe y amor con Dios, porque es la irrupción de Dios en el tiempo y en el hombre peregrino, para que podamos ya en este mundo vivir y experimentar «la tierra prometida», del cielo con la Stma. Trinidad hecha presente por el hijo-Hijo del Padre en todos los Sagrarios de la tierra?

¿Por qué se ha perdido, o se habla poco o nada de la vida eterna, del sentido trascendental de la vida cristiana, esencial para comprender y poder vivir todo su misterio, el misterio y la cruz y la pasión y la resurrección de Cristo, incluso en funerales, donde muchos nos dedicamos a hacer apología del difunto, como si no fuera Cristo Resucitado el que ha merecido y celebra ya la resurrección del difunto vivo para siempre?

¿Por qué nos quedamos en la vida y en la formación de los fieles y en nuestras predicaciones en verdades, que son ciertas, pero verdades medias, quiero decir, intermedias, sin llegar a las Personas Divinas, sin hablar y llegar nunca o casi nunca en nuestras catequesis y formación de feligreses y grupos y organigramas y dinámicas hasta el final o término de la Verdad Revelada, que son las personas divinas, Padre, Hijo y Espíritu Santo, y que nos son solo verdades, medios y dinámicas que nunca o pocas veces llevan a nuestros niños, jóvenes o adultos hasta el Dios, porque nos quedamos en verdades teológicas sin llegar a las personas divinas y su relación de amistad con nosotros loshombres.

Hermanos, Jesucristo Eucaristía es Dios personal y Vida Eterna en Dios Trinidad, es “Verdad Completa” quedándonos muchas veces a mitad de camino en lo «más asequible o comprensible» como se escribe en algún documento, sin llegar al final o finalidad y término de todo, a las Personas Divinas amadas en amistad personal, por la oración de intimidad eucarística principalmente, a la razón primera y última, definitiva de nuestra existencia humana según Dios revelado por Cristo.

 

 

11.- ¿POR QUÉ QUISO CRISTO PERMANECER JUNTO A NOSOTROS EN EL SAGRARIO?

 

            Queridos hermanos: Cristo quiso quedarse voluntariamente en todos los Sagrarios de la tierra, --nadie le obligaba, solo su amor loco y apasionado por nosotros,-- para ser nuestro amigo y compañero de viaje hasta la eternidad. Y esto, sabiendo incluso que muchos no creerían en Él ni le visitarían ni se lo agradecerían y algunos… hasta profanarían su presencia eucarística en los Sagrarios.

            Tenemos que tener siempre presente la recomendación del Señor Resucitado a los Apóstoles: “Porque os he dicho estas cosas os habéis puesto tristes,  pero os digo la verdad: os conviene que yo me vaya, porque si yo no me voy, no viene a vosotros el Espíritu Santo, pero si os lo envío, Él os llevará hasta la verdad completa”.

            Vamos a ver, Cristo, cómo  dices esto ¿es que Tú no puedes o no sabes llevar a tus Apóstoles hasta la “verdad completa”? ¿Pues no has venido y te has encarnado precisamente para esto? De hecho los discipulos han tenido fe primero en Ti, y luego te han seguido, y aunque te dejaron en el momento de la cruz,  luego te han visto resucitado y se han alegrado y te han tocado y visto y comido  y celebrado contigo la Eucaristía ¿Qué les faltaba? ¿Por qué dices que tienes que irte visiblemente en tu humanidad para que pueda venir el Espíritu Santo que les lleve  a la “verdad completa”? ¿Qué les falta para llegar a la “verdad completa”? ¿Pues no estáis unidos en Unidad Trinidad de Amor Padre, Hijo y Espíritu Santo?

            Sí, queridos hermanos, pero les faltaba conocerte a Ti y el proyecto del Padre y tu Salvación “en Espíritu y Verdad”. Necesitaban que viniera el Espíritu Santo, tu Espíritu, que eres Tú mismo pero en Espíritu de Amor, esto es, no hecho sólo Verdad encarnada y oída, incluso realizada en milagros, sino hecha llama de Amor viva  en el corazón, te necesitan a Ti, tu Espíritu de Amor, que no se quede en sentidos exteriores o interiores, sino que sea experiencia y fuego de Amor Divino, de Espíritu Santo Trinitario que les queme el corazón y no lo puedan aguantar y les haga perder todos los miedos y abrir todos los cerrojos y puertas del Cenáculo y de su corazón  y predicarta a Ti no solo como Jesús que ha predicado y hecho milagro sino que eres el mismo Hijo de Dios  encarnado y todo esto aún sabiendo que serán perseguidos y podrán morir. Pues hasta entonces te habían seguido, pero te han abandonado cuando te prendieron y condenaron y moriste en la cruz, incluso cuando les perdonaste y te apareciste a ellos, pero a pesar de todo, permanecieron con miedo y las puertas cerradas.

            ¿Qué les faltaba, según Tú, cuando les manifestabas “os conviene que yo me vaya…? Les faltaba llegar a la “verdad completa”. Y la “verdad completa” es la experiencia del amor de Dios por el Espíritu Santo invocado y recibido en oración (externamente las llamas de fuego sobre sus cabezas que internamente incendió su alma y corazón en fuego de Amor divino mientras oraban),  porque el Espíritu de Amor de Dios, el Espíritu Santo es el que nos lleva a todos los bautizado a tener experiencia de lo que creemos y celebramos, de la fe y del amor de Dios, sobre todo en la Eucaristía. Al venir el Espíritu Santo se llenaron y sintieron la “verdad completa… estando reunidos en oración en el cenáculo con María, la madre de Jesús”.

            Les faltaba conocer todo el misterio de Cristo, que habían visto y oído externamente pero sin sentirlo y vivirlo desde dentro, desde el Amor de Espíritu Santo; no era suficiente haberle visto, haberle escuchado externamente, haber visto milagros, incluso haberle visto resucitado  como en las mismas apariciones y sus palabras, no basta esto, era necesario y Él se lo dice abiertamente, que le conocieran por el fuego invisible de Amor de Espíritu Santo en sus corazones, como así fue, y que pudieron recibirlo pero en oración, en oración con María, la Virgen Madre de todos los seguidores de su hijo-Hijo, que estaba con ellos y ya tenía la experiencia del misterio de Dios por el Espíritu Santo de Amor que la inundó y llenó de Cristo, su hijo, en la Encarnación y la hizo madre: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti... te cubrirá con su sombra... proclama mi alma la grandeza del Señor y se alegra mi espíritu en Dios mi salvador...”. ¡Virgen guapa, madre sacerdotal, madre de amor, ayúdanos a conocer y amar a tu hijo-Hijo como ayudaste a los Apóstoles en Pentecostés!

            Cristo nos invita a todos los creyentes, especialmente a sus represenantes y humanidades prestadas, los sacerdotes, no sólo a meditar, sino a subir por el camino de la oración-conversión transformativa hasta la experiencia de lo que creemos y celebramos. Él no ha venido a buscarnos y ha muerto y nos ha amado hasta el extremo y ha instituido la Eucaristía –acordaos de mí...-- para que nosotros no nos quedemos  a distancia, en meditación puramente reflexiva, en ideas; Él se ha quedado con nosotros tan cerca en cada Sagrario de la tierra (“me quedaré con vosotros hasta el final de los tiempos” ) para una relación más íntima de amor, para una relación y amistad personal, no solo para que pensemos en Él, sino para una oración afectiva- contemplativa-unitiva de «quedéme y olvidéme, el rostro recliné sobre el amado, cesó todo y dejéme mi cuidado, entre las azucenas olvidado», como Juan en el Cenáculo reclinado sobre el corazón de Jesús, y como todos los santos y santas que han exisido y existirán en el mundo por la oración-conversión.  

            Hay que subir al Tabor, y para eso, hay que dárselo todo para que Él lo transforme en oración transformativa de todas nuestras imperfecciones y limitaciones y que de amores finitos los transforme y convierta en divinos y trinitarios.

Y eso sólo es posible en este mundo por la oración, primero meditativa, pero hay que convertirse más a Dios y vivir más en Cristo, mortificando todo lo nuestro, primero, pecados graves si alguno hubiera, luego los veniales, imperfecciones,  hasta que por la oración más perfecta de amor purificatorio, pasemos y lleguemos a la oración contemplativa-unitiva-transformativa y empiece a actuar directamente el Espíritu Santo en etapas de oración pasivas por nuestra parte, porque nosotros no actuamos ni llevamos la iniciativa en estos estados, todo lo hace el Espíritu Santo, el Amor de Dios, ya que nosotros no sabemos ni podemos ni entendemos de estas alturas,  porque ahí estamos tocando y experimentando la misma Divinidad, y hay que aguantar, y sufrir purificaciones y la muerte del yo, la muerte total del yo, por medio de purificaciones, humillaciones, segundos y terceros puestos, incomprensiones y críticas injustas de los que te rodean para matar así ese amor que nos tenemos y que le impide a Cristo llenarnos de Espíritu Santo.

            Esto se dice y se escribe muy fácilmente, pero vivirlo… ya es otra cosa; cuesta mucho tiempo y dolor, porque nosotros no entendemos todo lo que hay que quitar y purificar para que Dios pueda habitar en nosotros con plenitud, de tal manera que vaciados de todo lo nuestro, podamos ser habitados por la Santísima Tinidad y sentir su amor, abrazo y presencia, experimentar, pero de verdad, que nos ama, que Dios existe y nos ama y que quiere vivir en nuestra casa, en nuestra vida, en nuestra alma y quiere ser nuestro Padre eternamente -- preguntádselo a los místicos, a los que lo han vivido--, ellos lo saben no por teología sino porque lo han experimentado y luego algunos lo  han escrito, yo no he llegado a estas alturas pero sí lo he barruntado a veces un poco... y el cielo ha comenzado ya en la tierra.

Te digo y te aseguro que esto es verdad porque estas cosas solo se saben de verdad cuando se viven y experimentan. Haz tú la prueba, recorre este camino de amor-oración-conversión y lo verás; y si lo has recorrrido y lógicamente experimentado, enhorabuena, Dios sea bendito y alabado.

Y para esto, para sembrarlo y cultivarlo estamos nosotros, los sacerdotes, pero claro, está todo tan horizontal y materializado y temporal hoy en el mundo, que se puede perder el sentido esencialmente trascendente de la vida cristiana, y lógicamente, del sacerdocio. Porque este mundo se ha quedado ciego de lo divino, y no ve ni entiende ni busca más que lo presente material, nada divino, y en lo presente, lo corporal  más que lo espiritual, el cuerpo más que el espíritu.

 

            Y por eso, para vivir en el mundo sin ser del mundo, para vivir en “Espíritu y Verdad”, para tener experiencia de Dios, necesitamos experimentar y vivir en la Verdad del Verbo de Dios hecho carne por su Espíritu Santo, necesitamos el Espíritu de Cristo. Y el camino es la oración, la oración verdadera, sobre todo, eucarística: misa, comunión y presencia, pero vividos en diálogo de amor con Cristo permanente que nos vaya convirtiendo en lo que celebramos, comulgamos y oramos.

            Y esto es lo que repetiré siempre: para llegar a esta experiencia de Dios el único camino es la oración en sus diversas etapas purificatorias y  transformativas; y para esto debe estar preparado el sacerdote, que debe identificarse totalmente con Cristo por la oración-conversión, y para esto, para llevar las almas al Cristo de Sagrario, el  cielo ya en la tierra, yo, sacerdote tengo que haber recorrido este camino, tener experiencia de esto, porque esto es lo que tengo que sembrar y cultivar con mi apostolado en un mundo «intranscendente», a no ser que yo mismo me haga y trabaje por lo “intranscendente”, sin mirar y caminar hacia lo transcendente, lo infinito, hacia Dios.

            Y yo, fiel cristiano, seminarista y sacerdote, religioso y consagrado, todo esto, sólo y únicamente lo puedo conseguir por la oración afectiva-contemplativa en el Espíritu Santo, único director de las almas en estas alturas. Y por eso los Apóstoles, que estaban viendo y oyendo al mismo Cristo en persona, no como nosotros en el pan consagrado,  no entendían lo que Cristo quería decirles hasta que no lo sintieron y vivieron en Pentecostés: “os conviene que yo me vaya… porque si no, no viene a vosotros el Espíritu Santo… Él os llevará a la verdad completa”, hasta que Jesús no se hizo fuego y llama de Amor significado sobre sus cabezas, hasta que no vino hecho llama de Amor viva de Espíritu Santo; hasta entonces, a pesar de haber estado con Él y hablado todos los días y oído y visto sus milagros, hasta su misma resurrección… hasta que no vino hecho fuego de Espíritu Santo no llegaron a la “verdad completa”.

Por eso ¡VEN, ESPÍRITU SANTO, TE NECESITAMOS, TE NECESITA ESTE MUNDO!  Tú eres el único que puedes darnos por Tu Amor la experiencia de Dios que necesitamos, que necesita la Iglesia y el mundo, sobre todo, tus apóstoles, tus sacerdotes y todos los bautizados, toda la Iglesia.

            El Espíritu Santo, el Espíritu de Amor del Padre al Hijo y del Hijo al Padre, nunca debe ser Tercera Persona de la Trinidad, porque está al principio, “Dios es Amor”; está también en el medio: Amor del Padre al Hijo y del Hijo al Padre; y está al final, porque es el fin de todo el proyecto de Salvación Trinitario, lo ha dicho Jesús: porque todo es para sentirnos amados y amar nosotros a Dios en su mismo Amor porque no podemos amarle como Dios, si Él no nos ama primero y  nos envía su Espíritu de Amor para que podamos amarle con el mismo Amor en Dios TRI-UNIDAD con que Dios se ama y nos une a nosotros en el Amor Tri-unitario: “Si alguno me ama, mi Padre le amará y vendremos a él y haremos morada en él... como el Padre me ha enviado, así os envío yo... vosotros en mí y yo en vosotros como yo estoy en el Padre y el Padre en mí ... el que me come habita en mí y yo en él...”.

Repito y menciono mucho al Espíritu Santo en mis libros y meditaciones, porque estoy convencido de su necesidad e importancia y  amor en la Iglesia, porque le tengo muchísimo cariño y me ha ayudado mucho en mi vida, aún cuando no lo conocía, pero Él me amaba: es el  Amor del “Abba”, de mi Padre Dios, mejor traducido: «Papá» Dios; y de su Hijo, hasta el punto de sentirme totalmente hijo en el Hijo y amar con Él al Padre con Amor Trinitario.

            El Sagrario es la Canción de Amor que el Padre nos está cantando permanentemente en amistad siempre ofrecida  en su mismo Verbo-Palabra-Hijo-hijo, en su misma Palabra infinita y Personal de Amor, en la que nos lo dice todo lo que ha soñado sobre nosotros y lo que espera de nosotros y para nosotros desde toda la eternidad en canción de Amor de su mismo Espíritu Personal de Amor, Espíritu Santo.

            Y nos la canta, nos la revela, nos la dice toda entera a cada uno de nosotros: “Todas las cosas fueron hechas por Él, y sin Él no se hizo nada de cuanto ha sido hecho" en su misma Palabra-Canción de Amor-Hijo en el que, desde cualquier Sagrario de la tierra, “se complace eternamente”, y por el que, por amor incomprensible e infinito, quiere comunicarse con cada uno de nosotros.

            Por eso, todo sacerdote se define desde el primer día de estar en su parroquia por su comportamiento con Cristo vivo y esperándole en el Sagrario; ahí se lo juega todo y demuestra todo lo que vive y tiene en su corazón, por sus ratos, sobre todo de oración eucarística junto a Cristo Sacerdote Eucaristía: «... que no es otra cosa oración... sino trato de amistad estando muchas veces tratando a solas con aquel que sabemos que nos ama». Preguntádselo no sólo a santa Teresa, sino a todos los santos: «¡Oh eterno Padre, cómo aceptaste que tu Hijo quedase en manos tan pecadoras como las nuestras...¡ no permitas, Señor, que sea tan mal tratado  en este sacramento,  Él se quedó entre nosotros de un modo tan admirable»

             Es que si no te paras y le miras y te arrodillas y le adoras y pasas ratos con Él... queridos obispos y hermanos sacerdotes, si no vas a su presencia de amistad en el Sagrario, si Cristo en el Sagrario te aburre ¿cómo podrás en tu apostolado y predicación entusiasmar a la gente con Él? 

Para esto hemos sido llamados y elegidos sacerdotes,  para que una vez que hemos experimentado los misterios de su amor podamos comunicarlos con fuerza y entusiasmo, con convencimiento vivido, no solo con el frío conocimiento de teología estudiada pero no vivida.

Por eso, ya desde el seminario, hay que ponerse en camino, hay que orar y avanzar por la conversión de nuestra vida en Cristo por la oración diaria y la eucaristía, sobre todo, por la oración diaria, transformadora permanente de nuestras vidas y así los seminaristas saldremos preparados y experimentados y seremos ungidos y consagrados para cumplir el proyecto y voluntad del Padre en el Hijo, Sacerdote Único del Altísimo, con el cual nos identificamos por el Fuego del su mismo Espíritu Santo, Amor del Padre al Hijo y del Hijo al Padre:  esta es nuestra identidad sacerdotal trinitaria y cristológica; y esto es imposible sin oración diaria y permanente y transformadora que nos lleve a la santidad, a la unión e identificación plena y total con Cristo Sacerdote.

 

 

12.- PARA PODER ENSEÑAR Y DIRIGIR EL CAMINO EUCARISTICO NO BASTA LA TEOLOGÍA,  EL SACERDOTE NECESITA RECORRERLO Y VIVIRLO PRIMERO,

 

No se puede enseñar un camino si no se ha recorrido primero. Para enseñar este camino  eucarístico, seas cura, obispo o cardenal, hay que recorrerlo primero, porque es camino de practicantes, no de teóricos, solo se conoce con perfección, viviéndolo. Y este camino es el de la  oración-conversión-experiencia de Dios.

Y esto, repito, aunque seas cura, obispo o cardenal y ocupes puestos importantes en la Iglesia de Dios. Preguntádselo a cualquier santo, quiero decir, a todos los santos. Y como hemos hablado de atender a los necesitados, preguntádselo a Madre Teresa de Calcuta, preguntadle de donde sacaba ella y su Congregación la fuerza para atender a los pobres: «He dicho a los obispos (cfr. pp. 40-41) que los discípulos vieron cómo el Maestro oraba con frecuencia, incluso durante noches enteras.

Las gentes deberían veros orar y reconoceros como personas de oración. Entonces, cuando les habléis sobre la oración, os escucharán.... La necesidad que tenemos de oración es tan grande porque sin ella no somos capaces de ver a Cristo bajo el semblante sufriente de los más pobres de los pobres... Hablad a Dios; dejad que Dios os hable; dejad que Jesús ore en vosotros. Orar significa hablar con Dios. Él es mi Padre. Jesús lo es todo para mí» (JEAN MAALOUF, Escritos esenciales,  Madre Teresa de Calcuta, Sal Terrae  2002).

Me gustaría que esta advertencia de la Madre Teresa de Calcuta la tuvieran muy presentes todos los obispos del mundo, tanto en su vida personal como cuando han de elegir superiores y formadores de sus seminarios y que esto estuviera presente en todas las escuelas y noviciados y pedagogías y cursos de formación sacerdotal o apostólica.

            En nombre vuestro, se lo he preguntado a santa Teresa de Jesús, a san Juan de la Cruz, que son maestros en esta materia... y más recientemente a la Beata, ya santa, sor Isabel de la Trinidad, Charles de Foucauld, Juan Pablo II, Benedicto XVI, Trinidad de la Santa Madre Iglesia... etc., porque son infinidad, y todos me han dicho lo mismo, porque la oración personal es el camino esencial y todos lo han recorrido y experimentado.

Todos los santos de la Iglesia afirman que  este camino es la oración, la oración sobre todo eucarística; pero no una oración primera e iniciática u oración en primeros pasos y grados y rezos, que están muy bien, pero que no es perfecta y plena porque  nos permite vivir todavía con defectos e imperfecciones importantes, como puede ser en la llamada meditación u «oración mental».

Para la experiencia de Dios y sus misterios, hay que subir un poquito más arriba, hay que purificarse y dejarse purificar más por la «lejía fuerte» del amor de Dios, por lo menos hasta la oración afectiva; y si el Señor quiere y nosotros colaboramos, hasta que Él nos lleve por su Espiritu hasta la oración contemplativa,  porque es Dios quien la infunde en nosotros, nosotros no podemos fabricarla. 

            Para llegar a esta oración hay que purificarse un poco más; convertirnos más a la voluntad de Dios y cumplir más perfectamente sus mandamientos, vaciarnos de nosotros mismos con más intensidad para que nos habite Dios en plenitud: “Si alguno me ama, mi Padre le amará y vendremos a él y haremos morada en él”; hay que esforzarse por no quedarse en el llano de la mediocridad, como se quedaron el  resto de los Apóstoles menos los tres que subieron con Cristo por la  montaña a la oración donde le vieron al mismo Cristo pero transfigurado; tuvieron que subir ascendiendo con esfuerzo por la pendiente de la conversión hasta verlo luminoso y resplandeciente, como está en todos los Sagrarios de la tierra esperándonos en  ratos de oración y conversión permanente hasta llegar a la sima de la transfiguración para sentir y experimentarlo vivo y glorioso como Dios y como hombre hermano.

 ¡Dios existe y nos ama y es verdad, la verdad fundamental del mundo y del hombre! pero para experimentarlo y vivirlo como Pedro, Santiago y Juan no basta el conocimiento de la llanura, de la teología teórica o liturgia-ceremonia no experimentada por la oracion, de los ritos externos y vacío de la presencia de Cristo, hay que entrar dentro de ellos y verle al Señor que realiza los sacramentos por nosotros con amor, que se ofrece y se inmola y se entrega con amor en cada misa y que nos espera siempre con los brazos abiertos por amor en todos los sagrarios de la tierra.

            La culpa de que no lleguemos a estas experiencias y la oración se haga rutinaria y nos canse y a veces nos aburra y la dejemos, es la falta de conversión permanente, porque no queremos vaciarnos de nosotros mismos y de nuestras idolatrías; y entonces no cabe Dios en nosotros, aunque siempre está deseándolo y para eso nos soñó Dios Padre en su Seno Trinitario desde toda la eternidad y roto este primer proyecto de amor nos envió a su Hijo para que nos salvara, nos comunicará su misma vida, la gracia, que cultivada y desarrollada por la oración y la Eucaristía y los mandamientos, nos llevara al cielo en la tierra, principalmente por la Eucaristía misa y comunión de amor y permanencia de amistad permanente en el Sagrario.  Es que, aunque seamos curas y obispos y lo que sea, si estamos llenos de nosotros mismos, no cabe Dios, su amor, su vida, su gracia, su gozo y experiencia porque lo ocupan otras cosas.

            Ahí, en el Sagrario,  está Cristo Eucaristía, el Verbo de Dios, Jesucristo, en Eucaristía y ofrenda permanente, en obediencia total, adorando al Padre, con amor extremo a Dios y a los hombres, hasta dar la vida. Es una presencia dinámica y permanente del sacrificio, de la misa ofrecida, no meramente estática. Fíjate, hermano sacerdote, la cantidad de belleza y misterios de vida que nos está enseñando el Señor con sola su presencia, sin decir palabra, en «música callada», que diría san Juan de la Cruz, nos está mostrando toda su vida de amor a los hombres, su amor extremo hasta dar la vida y permanecer con los brazos de salvación abiertos para todos los hombres.

            El Sagrario, el pasar ratos largos junto al Sagrario, «estando (o hablando) con el que nos ama», no es una presencia piadosa, una devoción particular más para almas piadositas y devotas, poco «comprometidas» y apostólicas, poco comprometidas con el mundo y la parroquia, poco apostólicas, solo piadosas; no; es una presencia dinámica de Cristo entre nosotros única y totalmente centrada en el corazón apostólico de la Iglesia, dinámica y activa, absolutamente necesaria y esencial para todo sacerdote apóstol, para todos los que quieran vivir y emplear su vida al estilo de Cristo, buen pastor; para todos los sacerdotes verdaderos que quieran amar y vivir y trabajar como Cristo y no puramente profesionales, sacerdotes que quieran ser adoradores de Dios Trino y Uno “ en Espíritu y Verdad”, en Espíritu Santo de Amor  y Verdad revelada por Hijo con su evangelio y vida, en obediencia total al Padre, cumpliendo su voluntad con amor extremo hasta dar la vida por la salvación de nuestros hermanos, los hombres.

Así lo está cumpliendo allí el mismo Cristo en presencia «memorial», el Único Sacerdote  del Altísimo, con el cual tiene que identificarse en su ser y existir todo sacerdote, con amor extremo, hasta el final de los tiempos, si es que quiere ser sacerdote de Cristo, y no de sí mismo; si es que, aunque no lo viva, sabe por lo menos de qué va el sacerdocio católico.

Para saber esto, basta estudiar un poco de teología. El vivirlo, ya es otra cosa; por lo menos a mi me cuesta a veces. Y es lo de siempre: hay verdades, realidades que no se comprenden hasta que no se viven, aunque tenga uno un doctorado en teología. Y si no se viven, terminan por olvidarse en su sentido propio y espíritu, o las vivimos según la carne. La eucaristía es la fuente del sacerdocio y del amor  y apostolado auténtico, no meramente oficial. Toda la vida de un párroco se define desde el primer día de estar en la parroquia, por su comportamiento con el Sagrario, con Cristo Eucaristía en la misa y en la comunión verdadera con Él.

 ¡Es el Señor! El Sagrario no es un trasto más de la Iglesia o un recuerdo o una imagen en la misa. Es él, Cristo Jesús en persona, único Salvador de los hombres, que por ellos vino, predicó, murió y resucitó y se hizo pan de Eucaristia, pan de vida eterna, para permanecer junto a nosotros y ayudarnos en este camino de salvación hasta el cielo; por eso, si no lo valoras y lo amas, si pasas de largo junto a él o te aburre, no sé cómo podrás luego hablar de Él y entusiarmar a la gente con Él, a los hombres y niños y jóvenes de tu parroquia y hacer que le amen y le sigan.

            Mirando al Sagrario se demuestra la profundidad de tu fe; si uno mira y cree que es Dios quien mora en él, Cristo mismo en persona, “por quien todas las cosas han sido hechas”, y único Salvador del mundo, si uno lo cree de verdad y lo vive un poco, no sé cómo no ir a visitarlo y amarlo y orar y adorarlo. Es que mirando al Sagrario se demuestra el concepto que cada sacerdote tiene de apostolado; y el concepto que tiene de apostolado es el concepto que tenga de Iglesia; y el concepto de Iglesia, es el concepto o la vivencia que tenga de Cristo, y el concepto de Cristo no es lo que estudió en teología sino el que cada uno de nosotros tengamos de él por la oración personal, lo que vea y experimente en sus ratos de oración eucarística y Plegaria Eucarística, quiero decir en misa y en comunión, comunión de amor y de fe, no simplemente comerlo materialmente, sino espiritualmente, esto es, comiendo y alimentándose y comulgando para vivir su misma vida de amor total al Padre y sus hermanos, todos los hombres. Y esto es así porque: «…la Eucaristía es centro y culmen de toda la vida de la iglesia... fuente de toda vida apostólica y meta de todo apostolado» (Vaticano II).

            Sin pasar ratos ante el Sagrario, querido hermano sacerdote, no sé cómo podremos entusiasmar a la gente con Él, y convencer a la gente de que Él siempre está esperándonos con los brazos abiertos. El mejor apostolado y predicación es el ejemplo de la propia vida. Por eso, el sacerdote no puede faltar a esta cita diaria de fe y amor con Jesucristo Eucaristía.

            Es que para eso Él se quedó precisamente en el pan eucarístico: “me quedaré con vosotros hasta el final de los tiempos”. No le defraudes. Una simple mirada y Él se entrega por nada ¡Está tan deseoso de nuestra amistad, de nuestra salvación, de la salvación de todos nuestros feligreses ¡ No olvidemos que para eso se encarnó; para venir en nuestra búsqueda, para abrirnos las puertas de la eternidad, de la amistad con la Trinidad que empieza aquí abajo: “Si alguno me ama, mi Padre le amará y vendremos a él y haremos morada en él”. Te ama tanto y ama tanto al Padre y su proyecto de amor a los hombres que  te necesita tanto a ti, querido hermano sacerdote, para seguir predicando y salvando a este mundo que se ha alejado de Él por estos políticos ateos que no les interesa que Dios exista y que Cristo viva por la fe en el pueblo para poder vivir ellos sin que su evangelio pueda echarles en cara sus pecados y robos y sexo y … como vive muchos políticos y políticas; por eso Cristo Trinitario se ha quedado tan cerca de nosotros en el Sagrario para ayudarnos en todo.

Hermanos, que nuestra vida es más que esta vida; que hemos sido creados para una eternidad de felicidad con Dios. Y a Él le duelen tanto los hombres y su salvación eterna, que por eso se quedó tan cerca de nosotros en el Sagrario para ayudarnos en este camino duro y difícil a veces como en estos tiempos; este es el deseo y el amor del Padre: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su propio Hijo para que no perezca ninguno de los que creen en Él sino que tengan la vida eterna”.

Y allí, en la eucaristía como misa, comunión o visita sigue Él entregando su vida para la amistad y salvación de todos nosotros. Si creemos en la eternidad, en lo definitivo, en lo que vale un alma, una persona y nos preocupa más que todo lo que sea del tiempo, de esta vida, entonces tenemos que ser almas de Sagrario. Porque somos en Él y por El sembradores, cultivadores y recolectores de eternidades, las de nuestros feligreses que Él nos ha confiado y que el Padre soñó y los espera,  y las del mundo entero a quien tenemos que salvar por la oración  ante el Sagrario.

            Sin esta experiencia eucarística  no puede haber experiencia de un Dios cercano, ni auténtico  sacerdocio de Cristo en nosotros y por nosotros, ni verdadero apostolado de almas, ni amor de Cristo a los hombres, porque es Él el que nos lo tiene que dar; ni lógicamente, puede haber en nosotros verdadero y sincero amor a Jesucristo vivo, vivo y resucitado en persona, sino mero recuerdo o idea teológica o palabra que predicar.

            Todos los cristianos, por el santo bautismo, hemos sido llamados por Cristo a la santidad, a la unión plena y transformativa con Dios: “Yo te bautizo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” y Dios nos habita, nos convertimos en templos del Dios Vivo. “Tomad y comed, esto es mi cuerpo”, y Cristo se convierte en el pan de la vida eterna que empezó ya en el bautismo: “Me quedaré con vosotros hasta el final de los tiempos”. Y lo cumple con su presencia en el Sagrario.

En Cristo Eucaristía es donde está Dios Padre esperándonos para mostrarnos su rostro lleno de Fuego de su mismo Espíritu Santo, para revelarnos y cantarnos su Canción de Amor Personal a cada uno de nosotros personalmente en su Palabra o Verbo o Revelación del Hijo, en el que nos lo expresa todo y nos está cantando desde toda la eternidad su sinfonía de Amor Personal, escrita en pentagramas de matices y notas personales de vida, belleza y armonía trinitaria, que se escuchan en  «música callada» de oración silenciosa de «quietud», sin palabras, especialmente en oración eucarística, donde nos está diciendo y expresando todo el amor de un Dios infinito que lo tiene todo, esperando una simple mirada de fe por parte nuestra para entregarse totalmente a nosotros.

Está tan deseoso, porque a veces está tan olvidado hasta de los suyos, de los que le predican y dicen que le han entregado toda su vida...  que lo tienen como si fuera un trasto más de la Iglesia. Él, que buscando sus criatura, lo dejó todo y vino a nuestro encuentro sabiendo que tenía que morir en cruz por todos nosotros.

Qué bien lo expresó S. Juan de la Cruz en el Cántico Espíritual:  Buscando mis amores, iré por esos montes y riberas;ni cogeré las flores, ni temeré las fieras y pasaré los fuertes y fronteras.

Muchas veces, en mi oración junto al Sagrario, oigo al Señor que me dice: Pero ¡cómo me tienen tan olvidado algunos sacerdotes! ¡Si estoy aquí para decirles lo que les amo y porque quiero ayudarles en su tarea!  Estoy aquí para amarlos y animarlos y no vienen a verme y pasan de largo y luego deben predicar mi Eucaristía como misa y presencia, tienen que  hablar de mí y llevo años y años… (y aquí puedes poner los que quieras, 10, 20, 30, 40, 50... años) y no se han parado un momento para decirme ante el Sagrario: Te quiero, Cristo. Gracias por todo, confío en Tí. Tú eres el único Sacerdote y el sentido y la razón de mi vida.

            Cuando les veo venir hacia la iglesia, después de tanta soledad humana, porque cerráis en exceso mi presencia en las iglesias, y vienen para celebrar la misa conmigo, me alegro y nada más abrir la puerta de la iglesia, abro mis brazos para abrazar a mi sacerdote, a mi representante y qué decepción, algunos pasan de largo y ni me saludan y yo me quedo con los brazos abiertos sin poder abrazarlos.

            Y celebran la misa y ni una palabra personal de amor ni de comunión con mis sentimientos, y fíjate que, al celebrarla y hacerla presente, digo a través de vosotros: “Y cuantas veces hagáis esto, acordaos de mí”, pero muchos no se acuerdan de mí ni de mis emociones y entrega, de mi amor hasta dar la vida por vosotros, de mi ilusión por abriros las puertas de la eternidad.

            Es más, Gonzalo, algunos entran  y salen sin saludarme y se portan y hablan ante el Sagrario como si yo no estuviera allí, se portan y hablan como si estuvieran en la calle, como si en el Sagrario no estuviera yo vivo y real, esperándoles en amistad permanentemente ofrecida a todos con los brazos abiertos.

            Menos mal que en algunas parroquias encuentro compañía, amor, ternura, entrega... qué gozo tengo de haberme quedado con mis hermanos los hombres para llevarlos al encuentro con el Padre. ¡Que sois eternos, que viviréis siempre! Y como soy el mismo en todos los Sagrarios de la tierra, la soledad de algunos queda suplida y millones de veces superada por las compañías de otros  sacerdotes y amigo que me aman y me siguen y yo les ayudo con amor en su vida personal y tareas porque vivo para eso.

            Y mira que  con poco me conformo. Porque yo no necesito de nada. Yo soy Dios. Pero me da pena no llenaros de mi gozo. Para eso me quedé en el Sagrario. Y por nada, con una simple mirada de fe o de amor, no digamos con algún rato de oración, me entrego del todo y les lleno de fe, amor y salvación a ellos y a sus feligreses. Díselo a mis sacerdotes. Díles que les sigo esperando, que los amo con amor total, con amor eterno de Espíritu Santo que les amo con el mismo Amor participado que el Padre ama al Hijo y el Hijo al Padre, Amor, Beso y Abrazo de Espíritu Santo. 

            Querido hermano sacerdote, Cristo Eucaristía es centro y cumbre de toda la vida de la Iglesia (Vaticano II). Todos los santos fueron eucarísticos, fueron hombres de oración eucarística. Ni uno solo que no pasara largos ratos con Cristo en el Sagrario.

          Preguntádselo a los que viven esta experiencia, a los que con san Juan de la Cruz, adoraron a Cristo y reclinaron todos los días su rotro en Cristo  Eucaristía: «Quedéme y olvidéme, el rostro recliné sobre el amado, cesó todo, y dejéme, dejando mi cuidado, entre las azucenas olvidado». Yo quiero escribir este libro para hablar  claro del sacerdocio y de su relación esencial con Cristo Eucaristía por la oración personal permanente que se mantiene viva y nos lleva a la experiencia permanente de lo que somos, celebramos y predicamos, de nuestro ser y existir en Cristo Único Sacerdote del Altísimo.

Y sé que esto puede molestar a alguno. Pero quiero hablar claro y con amor, aunque nos duela; quiero decirlo todo con humildad, que es decirlo, con toda verdad de mente y corazón. Y lo escribo, sabiendo que me reportará disgustos, pero lo hago por si pudiera ayudar un poco en este sentido, en esta amistad con el «Amor de los amores».

Porque en mi vida cristiana y sacerdotal todo se lo debo a la oración, quiero decir, a Cristo conocido y amado en la oración eucarística, mirando al Sagrario y mirando a Cristo Eucaristía y siempre levantándome por este camino de oración y encuentro diario con Él he llegado a amarle y seguirle con mayor plenitud.

Me gustaría que todos mis hermanos los sacerdotes pudiéramos  llegar al Tabor de la oración eucarística un poquito elevada y purificada, pues para esto hemos sido llamados, ungidos y consagrados por su mismo Espíritu, Espíritu Santo de Amor, para «contemplar» “al Hijo amado en el que me complazco”, para poder decir con san Pablo y san Juan y tantos y tantas creyentes y vivientes: “Para mí la vida es Cristo...vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí...”.

 

 

13.- NECESIDAD ABSOLUTA  DE LA ORACIÓN EUCARÍSTICA EN LA VIDA SACERDOTAL PARA  PODER VIVIRLA Y COMUNICARLA

 

            Lo acabo de decir. Todo en mi vida cristiana y sacerdotal se lo debo a la oración eucarística, a la oración ante Cristo Eucaristía en la santa misa o en la comunión, sobre todo en su prolongación ante el Sagrario, ante la presencia permanente de Cristo esperándome en el Sagrario con los brazos abiertos para hablarme de su amor extremo a todos los hombres hecho presente en la santa misa hasta el fin de los tiempos para llevarnos al encuento eterno y definitivo del cielo o si queréis, para que los liturgos y los teólogos queden tranquilos, todo se lo debo a Cristo Eucaristía como misa, comunión y presencia en el Sagrario pero uniéndome con mi oración personal a la litúrgica, porque si es solo la litúrgica, a veces se queda fuera del corazón y del alma y me santifica poco porque entonces todos los curas y celebrantes teníamos que ser ya santos; hay que unir la oración personal a la liturgica para que sea plenamente santificadora, igual que el que comulga, una vez recibido el Señor en su interior, debe dialogar y hablar con Él. 

Repito alto y claro, precisamente porque soy limitado y pecador y muchas cosas más, yo todo se lo debo a Cristo Eucaristía encontrado y amado y seguido por el camino de la oración personal en la oración litúrgica, en la santa misa que es Oración Litúrgica, que realiza el misterio.

Por eso, aunque diga misa y comulgue todos los días si no hay diálogo y encuentro personal con Él en la oración litúrgica, hay poca santificación, siempre habrá por el “opere operato”, pero será más abundante si el celebrante y el comulgante se une a Cristo en la oración litúrgica por medio de la personal, “opus operantis”; por eso si esta falla, no hay plenitud de ofrenda y santificación con y en Cristo; es más, es que si bastara la oración litúrgica, todos los sacerdotes y comulgantes teníamos que ser ya santos.

Por eso, no basta celebrar misa o comulgar solamente el pan, hay que entrar en diálogo personal con el Cristo que celebra por medio del sacerdote y viene a mí por la comunión y hay que continuar luego la santa misa y la comunión con los sentimientos y la vida y resurrección de Cristo en la oración personal ante el Sagrario y luego en la calle con vivencia y diálogo de la Santísima Trinidad que nos habita por la gracia y al que lleva el Hijo-hijo que he comulgado y está en unión perfecta y total con el Padre con Amor de Espíritu Santo,  porque repito, aunque comulgue y diga misa, como no me encuentre con Cristo en la misa y comunión y le hable y me arrepienta y me renueve … no habrá unión y santificación plena.

A mí la santa misa y la comunión con Cristo me llevan a este encuentro y diálogo que continúo y prolongo espiritualmente en la oración ante Jesús en el Sagrario.  Y lo mismo digo de mi presencia en la iglesia, ante el Sagrario; de nada o poco me vale a mí Cristo presente y esperándome en todos los Sagrarios de la tierra, así como toda la salvación y la gracia y amor de Dios que tiene y quiere darme, si no me encuentro con Él y con su amor y salvación a través de mi saludo consciente y mi diálogo u oración personal con Él en ratos de amistad «estando muchas veces tratando a solas con aquel que sabemos que nos ama», como diría santa Teresa.

            Te lo explico y por partes; todo se lo debo a la oración personal, al trato y encuentro de amistad, a la oración de unión personal con Cristo en el Sagrario; ya sé que la Eucaristía, como misa, es «centro y culmen de toda la vida de la Iglesia... meta a la que debe caminar toda la vida de la Iglesia y fuente de donde brota toda su vitalidad», pero de poco me serviría a mí todo este misterio, si no entro dentro de él y de los ritos y acciones litúrgicas para encontrarme con Dios Trino y Uno, que viene a mí para salvarme y unirme a su vida y felicidad; y esto, como me lo dice el mismo Concilio Vaticano II, tiene que ser por una participación «plena, consciente y activa...exterior e interior... fructífera....», en la Eucaristía, y esto es y tiene que ser y es y se realiza por la oración personal con la cual entro dentro del corazón del misterio que celebro por la oración litúrgica. No bastan los ritos solos sin mi espíritu y oración personal. La Eucaristía siempre será santa y santificadora litúrgicamente por parte de Cristo pero no será plenamente y personalmente santificadora, no me santificará en plenitud sino en la medida que yo me una a Cristo y me ofrezca con Él al Padre personalmente.

Todos sabemos que la liturgia sagrada hace presente el misterio de Cristo «ex opere operato», pero si no entro en contacto con ella por la oración personal no me santifica plenamente y es válida totalmente en sí la misa aunque mi participación no será plena; por eso, aunque el sacerdote celebre distraído y los fieles no tuviesen atención o  devoción alguna Cristo no fallaría en su ofrenda, que sería eficaz para el Padre y la Iglesia, conservando todo su valor teológico y fundamental para Cristo y el Padre, que llevaria consigo la aplicación de los méritos de Cristo por medio de la ofrenda del altar, independiente de la santidad del sacerdote o de los oferentes. Para que esta sea plena necesitamos la unión con Cristo oferente por la oración personal unida a la litúrgica.

            Ahora bien, si no hay encuentro personal con Dios que irrumpe en el tiempo y en el espacio,  el misterio sube al cielo y se celebra y queda sobre el altar «ex opere operato», pero no entra en mi corazón, porque eso tiene que ser «ex opere operantis», por las disposiciones personales y  esto sólo puede ser por mi fe y amor personal que entra en el corazón del rito, por mi relación de amor y de unión personal, que se abre y acoge el misterio que celebro con Cristo que lo hace presente, esto es, por la oración litúrgica-Cristo, y la oración personal del sacerdote que debe y tiene que unirse a Cristo para hacerlo presente.

            Estoy tan convencido de esto, por mi vida y experiencia personal, pastoral y de Iglesia, que  a veces le digo al Señor: quítame la teología, los afectos, los conocimientos de Ti, hasta la misma fe, pero no me quites la oración personal, mi trato de amistad contigo durante la liturgia de la santa misa, porque si soy perseverante en ella, aunque haya bajado hasta el olvido y el abismo del pecado, volveré a subir hasta la cumbre de la santidad, recordando, hablando, escuchando al Sacerdote Cristo que hago presente y respondo con amor personal.

            Por el contrario, aunque esté en la cumbre del monte Tabor en la santa eucaristía, si dejo y abandono la oración personal durante la santa misa, si no estoy unido y le digo cosas y me ofrezco con Cristo, a esto le llamo oración personal-liturgica, no sé hasta donde pueda bajar o perder el fervor y relación personal con Cristo o incluso una fe viva, quedándome así solo en la rutina de los ritos, sin ser plenamente santificadora.

La historia así lo demuestra en negativo y en positivo; por aquí les vinieron todas las gracias a los santos que ha habido y habrá; por eso,  dejar la oración personal, la unión con Cristo en la litúrgica es el comienzo de la rutina de muchos  cristianos y sacerdotes de celebrar y de no santificar o hacerlo con poca eficacia. Ni un solo santo que no fuera hombre de misas y comuniones fervorosas; luego los habrá más o menos activos, caritativos, teólogos y predicadores de una línea u otra, según los carismas, pero todos son hombres de oración, de unión con Cristo por la oración continua diaria: “Venid, vosotros, a un sitio aparte…”.  

Y esta oración personal siempre la he hecho junto al Sagrario, porque empecé así desde monaguillo, continué en el Seminario, y en mi primer destino pastoral en un pueblo de la Vera, como coadjutor primero, y luego, como párroco en Robledillo de la Vera, todas las mañanas bien temprano hacía mi oración personal y luego, la litúrgica, el Breviario y lo que fuera, pero siempre en la iglesia, junto al Sagrario. Después en mi vida en la Parroquia de San Pedro de Plasencia y más tarde en el Cristo de las Batallas durante 50 años, y ahora en mi casa de jubilado, 6,30 levantarme, 7 mañana ya en la capilla hasta las 9 más o menos; esto para empezar la jornada todos los días porque luego, durante el día, paso más ratos en oración junto al Sagrario; es que me gusta Cristo, me lo paso bien con Él. Pero nunca en la habitación o en la naturaleza, o mirando al cielo; lo respeto todo, pero teniendo tan cerca al Señor en amistad permanentemente ofrecida en cada Sagrario de la tierra, me sale espontáneo el diálogo con Él, como ejercicio de fe y amor personal, y sólo con mirarle.

            Y la verdad es que me dice tantas cosas desde esa presencia «silenciosa», «música callada», en armonía llena de amor, en Canción de Amor cantada eternamente por el Padre con Amor de Espíritu Santo a todos los hombres, para que todos los hombres la oigamos en concierto de Amor extremo del Padre al Hijo y del Hijo al Padre en el cual nos introducen a todos los hombres que quieran oír esta Canción llena de la armonía de Amor del mismo Espíritu del Padre al Hijo y del Hijo al Padre.Teniéndolo tan cerca.... pudiendo escuchar esta sinfonía de amor Uno y Trinitario,  la verdad es que no comprendo hacer la oración, tener un diálogo de amor con nuestro Dios Trinidad en otro lugar, o no pasar largos ratos todos los días con Él.

Si Cristo, el Hijo de Dios  está en el Sagrario, es que Dios Padre te ama y está con Él y quiere encontrarse con todos sus hijos hasta el final de los tiempos, es que el Hijo nos ama hasta el extremo de la vida y del tiempo y está cumpliendo su palabra “me quedaré con vosotros hasta el final de los tiempos”, es que el Espíritu Santo nos ama realizando este misterio en el pan consagrado convirtiéndolo en el cuerpo de Cristo que se entrega por nosotros como en la Encarnación “por obra del Espíritu Santo”.

            Ahí está Jesucristo, Dios y hombre verdadero, el Verbo de Dios, la Palabra llena de Amor de Espíritu Santo pronunciada, revelada por el Padre a todos los hombres; ahí está “en música callada”, con brazos abiertos y tendidos de amor...buscándonos a todos…; me parece un desprecio no abrirle los míos, no quedarme escuchando su Canción de amor personal que me canta a mí personalmente, porque soñó conmigo desde toda la eternidad y para toda la eternidad con la Santísima Trinidad.

Desde toda la eternidad vino en mi búsqueda, para encontrarse conmigo y abrirme las puertas del cielo ya en la tierra, por medio de su amistad personal que me permite tener con Él; es el mismo Cristo glorioso que está en el cielo, porque las puertas del Sagrario son las puertas del cielo transparentes mediante la visión contemplativa, llena de amor, a la que llego por la oración un poco purificada, elevada por estar más vacía de mí y más llena de amor y luz de Espíritu Santo porque me habita y me llena más plenamente como a los Apóstoles en Pentecostés de la vivencia de la Trinidad por haberme vaciado más de mi mismo, de mis defectos y fallos de fe y amor.

 En este Sagrario y en estos momentos Cristo,Verbo del Padre ha venido en mi búsqueda para hablarme de amor y vida por su humanidad convertida ahora en el Pan Consagrado por su Amor al Padre de Espíritu Santo y  su presencia en el Sagrario  es el encuentro de amor con los hombres y soñado de cielo anticipado y preparado por el Espíritu Santo, Espíritu de Amor de Pentecostés que viene a mi alma y me transforma y transfigura en “Llama de amor viva” (S.Juan de la Cruz) como a los Apóstoles que precisamente“ estaban reunidos en oración con María”, la Virgen bella que tanto nos ayuda  a todos en este camino.

            Las puertas del Sagrario son las puertas del cielo, de la eternidad ya en la tierrra, porque  el cielo es Dios, y Dios trino y uno está en el Sagrario por el Padre que me está diciendo con su Palabra    revelada y hecha carne de Amor en la Virgen nazarena por obra del Espíritu Santo, el primer Sagrario de Cristo en la tierra, que es el seno de María, Madre Sacerdotal desde la Encarnación, y luego, hecho un poco de pan en la Noche Santa de la institución de la Eucaristía y del Sacerdocio católico, siempre con amor loco, incomprensible y apasionado para todos sus hermanos, los hombres, me está diciendo su “Palabra” llena de Amor de Espíritu Santo.

            Admito con verdad y confieso con humildad que no llegué enseguida y en pocos años a escuchar esta Canción de Amor de Dios en el Sagrario; desde el principio tuve que orar y purificar mucho, que no es llegar y pegar, pero para eso está la fe, la fe verdadera que se tiene que ir fortaleciendo y purificando de egoismos y comodidades sin buscar apoyos sentimentales de ningún tipo al comienzo, sino sólo fe, música callada, que para escucharla  hay que afinar mucho el oído, limpiar bien los ojos mediante una conversión sincera y permanente que dura toda la vida y que ha de empezar desde ese momento primero en que nos paramos ante el Sagrario y empezamos a mirarle, a querer encontrarle, a orar: ¿Pero ahí está Dios? ¿ahí, en el Sagrario,  está Cristo resucitado? ¿no es mejor buscarlo en el evangelio donde escucho más claramente sus palabras y sus gestos? ¿pero si aquí no veo nada? Sí pero ahí está vivo, vivo y resucitado como el prometió y realizó, el mismo Cristo del Evangelio, el Cristo de la Magdalena, del ladrón arrepentido, del centurión, de la samaritana, de la mujer con flujos de sangre que con sólo tocarle quedó curada.

            Ahí está, y yo con toda la Iglesia doy fe de su presencia, y la amo y la busco y me ha seducido y ya no puedo vivir sin ella; pero ya te digo que la principal dificultad para verlo y sentirlo son los defectos y pecados del alma, pero primero y desde luego, el primer obstáculo o impedimento es esencialmente no tener todos los días un rato de conversación y oración perdonal con Él, con Cristo vivo en el Sagrario, para conocerle y amarle cada día más e ir superando todos mis defectos y pecados.

Los pecados son una muralla para verlo. Por eso desde el primer momento, si quieres tener experiencia de su amor, hay que empezar a convertirse de verdad y esta es la mayor y más universal y principal dificultad que encuentro en mi vida y en la vida de la iglesia. Para tener experiencia de Dios, de la vida divina, de la Eucaristía, de la santa misa y comunión, de la unión con Dios, según S. Juan de la Cruz son necesarias las purificaciones de la mente y el corazón, pasar por noches activas y pasivas del sentido y del espíritu para llegar a verle y contemplarle en su corazón y en Sagrario por una fe purificada y limpia que llegará a decirle: “Quedéme y olvidéme, el rostro recliné sobre el Amado, cesó todo y dejéme dejando mi cuidado, entre las azucenas olvidado”.

Y para este encuentro eucaristico con Cristo Eucaristía en la santa misa, en la comunión o en la visita u oración ante el Sagrario: conversión, conversión, conversión, seas cardenal, obispo, sacerdote, religioso/a, simple bautizado y toda la vida porque solo “Los limpios de corazón verán a Dios”. Y todos tenemos el corazón un poco sucio y los ojos, opacos, ciegos, con nuestras faltas y pecados, aunque sean leves, con nuestro yo personal cuando empezamos este camino que es fundamentalmente camino de amor y de conversión. Amo y creo en la medida que me convierto a Cristo y en Cristo. Lee a S. Juan de la Cruz…a todos los santos, que son los que han recorrido este camino, aunque San Juan de la Cruz emplea más el término purificación, purificación de los sentidos, del entendimiento, de la volunad...etc.

            La oración personal es esencialmente cuestión de conversión, de purificación. Si me voy purificando, me voy convirtiendo más en Cristo, en lo que medito o comulgo en el pan eucarístico, hasta dar la vida por Dios y los hermanos, hago oración más profunda cada día porque al vaciarme de mí mismo, va entrando Dios en mi alma.

Porque si no me convierto, aunque comulgue, no  me voy transformando en lo que comulgo, no eucaristizo mi vida, porque no dejo que Cristo viva en mí con plenitud. Es una verdad teológica. Estoy tan lleno de mi mismo que no cabe el amor, los criterios, las actitudes, los sentimientos y la vida de Cristo, auque le coma eucarísticamente, aunque diga misa, pero no hay comunión verdadera de vida y sentimientos, no le dejo que Él viva en mí: “El que me coma, vivirá por mí”, o con S. Pablo:“ya no soy yo, es Cristo quien vive en mí”.Y esta es la mayor dificultad que tiene la Iglesia de todos los tiempos para la santidad, la unión con Dios, para la eficacia de su misión y apostolado.

Y después de largas purificaciones de fe y amor, las noches activas y pasivas de san Juan de la Cruz, Madre Teresa de Calcuta, Charles de Faucould y todos los santos, especialmente todos los místicos, después de estas purificaciones absolutamente necesarias para que Cristo viva en mí y pueda sentirle, haré por fín mi primera comunión verdaderamente eucarística, esto es, comulgaré con los sentimientos de Cristo, dejaré a Cristo que viva en mí su misma vida de amor al Padre y a los hermanos, haré mi comunión auténtica eucarística.

            Y esto y todo en la vida espiritual se hace por el amor personal, por la amistad personal, por el encuentro y diálogo personal, esto es, por la oración personal. Lo digo con fuerza, porque es mi historia, mi vida, mi propia vida cristiana y sacerdotal, y ésa me la sé muy bien, porque para vivirla ha sido necesario muchas veces derramar sangre al tener que matar ese yo que tengo tan metido, al que doy culto, si me descuido, incluso cuando estoy dando culto a Dios. Está tan pegado a mi mismo ser y vivir, que hay que pasar por una verdadera muerte  mística, para matarlo.             

Las puertas del Sagrario son para muchas almas las puertas del cielo y de la eternidad ya en la tierra, las puertas de la esperanza de la contemplación de Dios abiertas; el Sagrario para la parroquia y para todos los creyentes es «la fuente que mana y corre, aunque es de noche», es decir, por la fe obscura primero para el entendimiento y no lo vemos con los ojos de la carne, porque la Eucaristía supera la razón y los sentidos, sino por la fe en la palabra de Cristo, que todo lo ve y nos lo comunica; y luego, con la oración ante Jesús Eucaristía, el Sagrario se convierte en maná y comida de amor de amistad, ofrecido mañana y tarde a todos los hombres en la tienda de la presencia de Dios entre los hombres, el Sagrario.

Siempre está el Señor, bien despierto, esperándonos e intercediendo y continuando la Eucaristía por nosotros ante el altar del Padre en el cielo y de la tierra. Por eso no me gusta que el Sagrario esté muy separado del altar, como ahora desde el Vaticano II. Porque el Sagrario es para la parroquia su corazón, desde donde Cristo extiende y comunica su sangre redentora y salvadora de la vida divina a todos los feligreses y al mundo entero. Lo dice Cristo en el evangelio, la Iglesia, los santos, la experiencia de los siglos y los místicos.

Así lo expresa en esta cancion trinitaria y eucarística San Juan de la Cruz, aunque ordinariamente sólo citamos la parte última de su poesía, que es la eucarística, la presencia eucarística. Por eso, antes de llegar a esta parte última eucarística, voy a citar la primera, la trinitaria y recordando que para el santo místico «de noche» significa, por la fe, sin ver por los sentidos o el entendimiento:

 

«Qué bien sé yo la fonte que mana y corre,

aunque es de noche.

 

 Aquella eterna fonte está ascondida,

qué bien sé yo dó tiene su manida,

aunque es de noche.

 

Su origen no lo sé, pues no le tiene,

mas sé que todo origen della viene,

aunque es de noche.

 

Sé que no puede ser cosa tan bella

y que cielos y tierra beben della,

aunque es de noche.

 

[Bien sé que tres en sola una agua viva

residen, y una de otra se deriva,

 aunque es de noche].

 

Aquesta fonte está escondida,

en esta pan por darnos vida,

aunque es de noche.                      

 

Aquí se está llamando a las criaturas,

y de este agua se hartan aunque a oscuras,

porque es de noche.

 

Aquesta eterna fonte que deseo,

en este pan de vida yo la veo,

aunque es de noche

 

Para san Juan de la Cruz, como para todos los que quieran adentrarse en el misterio de Dios, tiene que ser por la fe, a oscuras de todo conocimiento puramente humano, que es limitado para entender y captar al Dios infinito. Por eso hay que ir hacia Dios «toda ciencia trascendiendo», para meterse en el Ser y el Amor del Ser y del Amor Infinito que todo lo supera. Primero, por la fe seca; luego, purificada en sentido y espíritu, llegamos a la contemplación de Dios Trino y Uno. Para las almas que llegan a estas alturas, sólo hay una realidad superior a estos ratos de oración silenciosa y contemplativa ante el Sagrario: la Eternidad en el Dios Trinitario del cielo, la visión cara a cara de la Santísima Trinidad en su esencia infinita, en el éxtasis trinitario y eterno, hasta donde le sea posible a la pura criatura siempre con la ayuda de Amor del Espíritu Santo.

Para eso hay que purificarse mucho, en el silencio, sin testigos ni excusas ni explicaciones, sin testigos humanos, “en sequedad y llanto”, renunciando a nuestras soberbia, envidia, ira, lujuria, sólo deseando al Señor y cumplir su voluntad. Hay que dejar que el Señor desde el Sagrario nos vaya diciendo y quitando nuestros pecados e imperfecciones, sin echarnos para atrás. “Los limpios de corazón verán a Dios.” Sentirse amado es la felicidad humana. Sentirse amado por Dios es el cielo, la felicidad suprema del cielo, que desborda la capacidad natural del hombre finito en la tierra, pero que empieza en esta oración un poco más elevada en la tierra.

Queridos hermanos y hermanas: Jesús lo había prometido:“Me quedaré con vosotros hasta el final de los tiempos”. Y san Juan nos dice en su evangelio que Jesús: “habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo...” hasta el extremo de su amor y fuerzas, dando su vida por nosotros, y hasta el extremo de los tiempos, permaneciendo con nosotros en el pan consagrado de todos los Sagrarios de la tierra.

Las almas de Eucaristía, las almas de Sagrario, las almas despiertas de fe y amor a Cristo Eucaristía son felices, aún en medio de pruebas y sufrimientos en la tierra, porque su corazón ya no es suyo, ya no es propiedad humana, se lo ha robado Dios y ya no saben vivir sin Él: «¿Por qué, pues has llagado aqueste corazón, no lo sanaste? Y, pues me lo has robado, ¿por qué así lo dejaste y no tomas el robo que robaste? » (C.9). ¡Señor, pues me has robado el corazón, el amor y la vida, pues llévame ya contigo! Sé un ladrón honrado, que se lleva lo robado.

 

            “¡Oh almas criadas para esas grandezas y para ellas llamadas!, ¿qué hacéis?, ¿en qué os entretenéis? Vuestras pretensiones son bajezas y vuestras posesiones miserias. ¡Oh miserable ceguera de los ojos de vuestra alma, pues para tanta luz estáis ciegos y para tan grandes voces sordos, no viendo que, en tanto que buscáis grandezas y glorias, os quedáis miserables y bajos, de tantos bienes hechos ignorantes e indignos!”

 

 

14. EL SAGRARIO ES EL MEJOR CAMINO DE ORACIÓN Y DE ENCUENTRO CON CRISTO EN LA TIERRA

 

Y los pasos, los de siempre: “lectio, meditatio, oratio et contemplatio”; pero siempre convirtiéndose y viviendo el orante en lo que lee, medita o contempla. La oración cristiana tiene un itinerario  más o menos común y recorrido por todos, incluidos los santos que llegaron más alto: Teresa de Jesús, Ignacio de Loyola, Juan de la Cruz… Teresita del Niño Jesús, madre Teresa de Calcuta, Juan Pablo II…etc, pero siempre, uniendo vida y conversión.

Y para eso, el primer paso ordinariamente podrá ser lectura y la meditación, pero siempre para conocer y amar más a Dios. La finalidad de toda oración siempre será el amor, amar más a Dios cumpliendo sus mandamientos, perdonar a los hermanos… en fín, cambiar de vida, convertiéndonos más en lo que leemos, meditamos o contemplamos. Y todo lo demás serán siempre medios, caminos y ayudas.

Así cuando yo leo el evangelio, los dichos y hechos de Jesús, yo me dejo interpelar por ellos, los medito e interiorizo, para terminar siempre hablando, dialogando sobre estos dichos y hechos de Jesús con Él mismo para que me ayude. Y ese amor, como somos pecadores, se manifestará desde el principio en la conversión de nuestros criterios, afectos y acciones en lo que Jesús nos dice por su Espíritu en la oración, que irá avanzando de lectura a meditar lo que leemos y de aquí pasar a orarlo y pedirlo y si durante años lo hacemos asi y nos vamos purificando y viviendo lo que vamos orando, llegará un momento en que para orar y meditar ya no necesitaremos libros ni ayudas, sino que llegaremos a sentir el amor de Dios, como los apóstoles por su Espíritu de Pentecostés, y llegaremos a contemplarlo sin ayudas de libros y lecturas, aunque por etapas de purificación podemos necesitarlos temporalmente.

Y doctores y maestros de todo este camino son S. Juan de la Cruz, santa Teresa, Sor Isabel de la Trinidad, Madre Teresa del Calcuta…y otros santos modernos hoy canonizados pero que no lo estaban en mis tiempos jóvenes de seminarista, pero sin olvidar que desde el primer kilómetro de este camino de oración debemos hacer la conversión de nuestra vida. Aquí me juego mi progreso en la oración y amistad con Cristo, mi unión con Él, la  santidad.

Para orar, unas veces puedo leer el evangelo: los dichos y hechos de Jesús; puedo leer libros de oración, puedo  meditar lo que otros han orado sobre estos dichos y hechos de Jesús... Te voy a poner un ejemplo con esta oración de Santa Brígida, que a mí me ayuda a interiorizar y comprender todo el amor de Cristo en su pasión.

 

ORACIÓN DE SANTA BRÍGIDA

 

«Bendito seas tú, mi Señor Jesucristo, que anunciaste por adelantado tu muerte y, en la Última Cena, consagraste el pan material, convirtiéndolo en tu cuerpo glorioso, y por tu amor lo diste a los apóstoles como memorial de tu dignísima pasión, y les lavaste los pies con tus santas manos preciosas, mostrando así humildemente tu máxima humildad.

Honor a ti, mi Señor Jesucristo, porque el temor de la pasión y la muerte hizo que tu cuerpo inocente sudara sangre, sin que ello fuera obstáculo para llevar a término tu designio de redimirnos, mostrando así de manera bien clara tu caridad para con el género humano.

Bendito seas tú, mi Señor Jesucristo, que fuiste llevado  ante Caifás, y tú, que eres el juez de todos, permitiste humildemente ser entregado a Pilato, para ser juzgado por él.

Gloria a ti, mi Señor Jesucristo, por las burlas que soportaste cuando fuiste revestido de púrpura y coronado con punzantes espinas, y aguantaste con una paciencia inagotable que fuera escupida tu faz gloriosa, que te taparan los ojos y que unas manos brutales golpearan sin piedad tu mejilla y tu cuello.

Alabanza a ti, mi Señor Jesucristo, que te dejaste ligar a la columna para ser cruelmente flagelado, que permitiste que te llevaran ante el tribunal de Pilato, cubierto de sangre, apareciendo a la vista de todos, como el Cordero inocente.

Honor a ti,  mi Señor Jesucristo, que, con todo tu glorioso cuerpo ensangrentado, fuiste condenado a muerte de cruz, cargaste sobre tus sagrados hombros el madero, fuiste llevado inhumanamente al lugar del suplicio, despojado de tus vestiduras, y así quisiste ser clavado en la cruz.

Honor para siempre a ti, mi Señor Jesucristo, que, en medio de tales angustias, te dignaste mirar con amor a tu dignísima madre, que nunca pecó ni consintió jamás la más leve falta; y, para consolarla, la confiaste a tu discípulo para que cuidara de ella con toda fidelidad.

Bendito seas por siempre, mi Señor Jesucristo, que, cuando estabas agonizando, diste a todos los pecadores la esperanza del perdón, al prometer misericordiosamente la gloria del paraíso al ladrón arrepentido.

Alabanza eterna a ti, mi Señor Jesucristo, por todos y cada uno de los momentos que, en la cruz, sufriste entre las mayores amarguras y angustias por nosotros, pecadores; porque los dolores agudísimos procedentes de tus heridas penetraban en tu alma bienaventurada y atravesaban cruelmente tu corazón sagrado, hasta que dejó de latir y exhalaste el espíritu e, inclinando la cabeza, lo encomendaste humildemente a Dios tu Padre, quedando tu cuerpo invadido por la rigidez de la muerte.

Bendito seas Tú, mi Señor Jesucristo, que, por nuestra salvación, permitiste que tu costado y tu corazón fueran atravesados por la lanza y, para redimirnos, hiciste que de él brotara con abundancia tu sangre preciosa mezclada con agua.

Gloria a ti, mi Señor Jesucristo, porque quisiste que tu cuerpo bendito fuera bajado de la cruz por tus amigos y reclinado en los brazos de tu afligidísima madre, y que ella lo envolviera en lienzos y fuera enterrado en el sepulcro, permitiendo que unos soldados montaran allí guardia.

Honor por siempre a ti, mi Señor Jesucristo, que enviaste el Espíritu Santo a los corazones de los discípulos y aumentaste en sus almas el inmenso amor divino.

Bendito seas tú, glorificado y alabado por los siglos, mi Señor Jesús, que estás sentado sobre el trono, en tu reino de los cielos, en la gloria de tu divinidad, viviendo corporalmente con todos tus miembros santísimos, que tomaste de la carne de la Virgen. Y así has de venir el día del juicio a juzgar a las almas de todos los vivos y los muertos: tú que vives y reinas con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén»[2].

 

 

************************

Pues bien, hermanos, este es el Cristo que está y adoramos en todos los Sagrarios de la tierra. Estos son algunos de los hechos de salvación continuamente ofrecidos por Él al Padre para nuestra salvación en la santa misa que luego continúa en el Sagrario viviéndola. Este es el ejemplo que nos da y que debemos imitar. Ahora bien, como Él nos ama tanto y nuestros defectos impiden esta amistad total que Él quiere comunicarnos desde su presencia eucarística, pasado algún tiempo, algunos meses, cuando vamos a visitarlo o hacer oración y dialogar con Él, después del saludo y el acto de fe casi rutinario que solemos hacer, al cabo de algún tiempo empieza a decirnos: oye, qué contento estoy con tu fe y tu amor, con que vengas a visitarme y a contarme tus problemas y tus cosas como amigo; me alegro de que vengas y quieras amarme más y vivir más mi vida pero para eso tengo que decirte que tienes que  ser un poco más humilde, porque a veces no estoy conforme con tu soberbia y críticas y egoísmos con tus hermanos, tienes que esforzarte más en la caridad con la gente, cuidado con el genio, la afectividad, tienes que seguir avanzando, examinándote todos los días y revisando, tenemos que vernos todos los días porque yo quiero seguir ayudándote, darte mi amor y mi fuerza para hacerlo.

Cualquiera que se quede junto al Sagrario todos los días un cuarto de hora, al cabo de unos días,  un mes, un año, empezará a escuchar estas cosas, porque para eso, para hablarnos y para ayudarnos en este camino de santidad y conversión, se ha quedado el Señor en  todos los Sagrarios de la tierra, en el pan consagrado.

Por eso, después de dar su vida por nosotros en cada santa misa, con esa mismas actitudes de ofrenda al Padre y salvación de todos los hombres, se ha quedado el Señor en el Sagrario, para que hagamos de nuestra vida como Él una ofrenda agradable al Padre y de amor a los hermanos, como hizo Él de toda su vida, que hace presente en la misa, siempre en obediencia y adoración hasta el extremo. Y todo esto nos lo quiere enseñar y comunicar desde su presencia permanente en el Sagrario.

Y nosotros, si queremos ser sus amigos y seguidores, tenemos que empezar mirando el Sagrario, donde siempre está el Señor esperándonos con amor y los brazos abiertos para ayudarnos. Por eso es tan importante su presencia eucarística para la Iglesia porque alli , continua ofreciéndonos  todo su amor, toda su vida de amor y entrega, toda su salvación a todos los hombres, especialmente a los que vienen a visitarlo, a estar con Él y hablarle en este misterio. De ahí la importancia del culto y de la oración a Cristo en el Sagrario.

 

 

15.- CRISTO EN EL SAGRARIO ES EL MEJOR MAESTRO DE ORACIÓN

 

            El cristiano, sobre todo, si es sacerdote, debe ser, como el mismo Cristo, hombre de oración. Esta es su verdadera identidad. Lo ha dicho muy claro el Papa Juan Pablo II en la Carta Apostólica Novo millennio ineunte, que luego comentaré.

            Por otra parte, basta abrir el evangelio para ver y convencerse de que Jesús es un hombre de oración: comienza su vida pública con cuarenta días en el desierto; se levanta muy de madrugada cuando todavía no ha salido el sol, para orar en descampado; pasa la noche en oración antes de elegir a los Doce; ora después del milagro de los panes y los peces, retirándose solo, al monte; ora antes de enseñar a sus discípulos a orar; ora antes de la Transfiguración; ora antes de realizar cualquier milagro; ora en la Última Cena para confiar al Padre su futuro y el de su Iglesia; en Getsemaní se entrega por completo a la voluntad del Padre orando y en la cruz, muriendo, sigue orando y hace sus últimas invocaciones al Padre, llenas de angustia y de  confianza.

Por todo lo cual, para ayudarnos en este camino de oración-conversión, ningún maestro mejor, ninguna ayuda mejor que Jesús Eucaristía. Por la oración, que nos hace encontrarnos con Él y con su palabra y evangelio, vamos cambiando nuestra vida, nuestra mente y nuestro espíritu por el suyo:“Pues el hombre natural no comprende las realidades que vienen del Espíritu de Dios; son necedad para él y no puede comprenderlas porque deben juzgarse espiritualmente. Por el contrario, el hombre espiritual lo comprende, sin que él pueda ser comprendido por nadie. Porque ¿quién conoció la mente del Señor de manera que pueda instruirle? (Is 40,3). Sin embargo, nosotros poseemos la mente de Cristo” (1Cor 2,16-18).

Es aquí, en la oración de conversión en Cristo donde tenemos que irnos configurando con Él, donde nos jugamos toda nuestra vida espiritual, sacerdotal, cristiana, el apostolado... “sin mí no podéis hacer nada”, todo nuestro ser y existir sacerdotal, desde el Papa hasta el último creyente, todos los bautizados en Cristo; por eso,  o descubres al Señor en la Eucaristía  y empiezas a amarle, es decir, a convertirte a Él, o rezas pero no quieres convertirte a Él o no lo tienes en cuenta y pronto empezarás a dejar la oración porque te resulta  dura y aburrida y monótona, al estar delante de Él sin querer corregirte de los defectos que te dice y descubre en la oración que tienes con Él porque no te conviertes a Él y sigues lleno de ti mismo; además, no tendría sentido contemplarle, escucharle, para hacer luego lo contrario de lo que Él te enseña desde la oración y su misma presencia eucarística; igualmente la santa misa no tendrá eficacia y sentido personal si no queremos ofrecernos con Él en adoración a la voluntad del Padre, que es nuestra santificación  amar como Cristo Jesús al Padre y a los hermanos cumpliendo su voluntad hasta dar la vida y  menos sentido tendrá la comunión, donde Cristo viene para vivir su vida en nosotros y seguir amando y salvando así actualmente a sus hermanos los hombres, por medio de nuestra humanidad prestada, que son los sacerdotes toda persona que comulga y nosotros no queremos prestársela, es decir, comemos incluso su Cuerpo eucarístico pero no queremos comulgar con ese Cristo que viene a nosotros para amar y perdonar a todos, que es humilde y manso de corazón...

Queridos hermanos, no podemos hacer las obras de Cristo sin el amor y el espíritu de Cristo. Si no nos convertimos, si no estamos unidos a Cristo como el sarmiento a la vid, la savia irá por un sarmiento lleno de obstáculos, por una vena sanguínea tan obstruida por nuestros  defectos y pecados, que apenas puede llevar sangre y salvación de Cristo al cuerpo de tu parroquia, de tu familia, de tu grupo, de tu  apostolado.

Sin unión  con Cristo, poco a poco tu vida apenas recibirá la vida de Cristo e irá debilitándose en perfección y santidad evangélica.  No podemos hacer las obras de Cristo sin el espíritu de Cristo. Y para llenarnos de su Espíritu, Espíritu Santo, antes hay que vaciarse de nuestro espíritu egoista de pecado.No hay otra posibilidad ni nunca ha existido ni existirá, santidad y unión con Dios sin vaciarnos de nosotros mismos, de nuestras envidas y pecados. En esto están de acuerdo todos los santos, que tuvieron que recorrer este camino de amistad con Cristo y de santidad: las noches y purificaciones de los sentidos y dela fe, esperanza y caridad de S. Juan de la cruz.

Ahora bien a nadie le gusta que le señalen con el dedo y le descubran sus pecados: pue bien, esta es la mayor dificultad para hacer la oracón, especialmente la oración eucarística ante el Señor, que nos quiere llenar totalmente de su amor y para eso nos dice los pecados y faltas que tenemos que corregir pero  nosotros preferimos seguir llenos de nuestros defectos, de nuestro amor propio, del total e inmenso amor que nos tenemos; por eso, muchas veces, dejamos la oración verdadera, auténtica y la sustituimos con pensamientos y distracciones ajenos al amor de Cristo y los hermanos, incluso lecturas piadosas pero que no nos santifican ni vacían de nosotros mismos.

La mayoría de los cristianos y consagrados abandonamos la oración-meditación-conversión- de nuestras vidas en la de Cristo por no querer corregirnos. Y así nos va. Y así está  la Iglesia en determinadas épocas de la historia, como la presente. Y así el apostolado y nuestras acciones, que llamamos apostolado, pero que son puras acciones nuestras, porque no están hechas unidas a Cristo, con el espíritu de Cristo:“Si el sarmiento no está unido a la vid, no puede dar fruto”. Este es el problema de la Iglesia actual, falta de santidad, de conversión en Cristo, no basta hablar de Cristo ni decir misa, hay que convertir nuestra vida en lo que creemos, celebramos y comulgamos.

El primer apostolado es cumplir la voluntad del Padre, como Cristo:“Mi comida es hacer la voluntad del que me envió y acabar su obra” (Jn 4,34), o con S. Pablo:    “Porque la  voluntad de Dios es vuestra santificación” (1Tes 4,3). El apostolado primero y más esencial de todos los bautizados es ser santos, es estar y vivir unidos a Dios, cumpliendo sus mandamientos y viviendo el evangelio de Cristo y para ese apostolado, la oración es lo primero y esencial.

Y por esta razón, la oración ha de ser siempre el corazón y el alma de todo apostolado. Hay muchos apostolados sin Cristo, sin amor de Cristo Eucaristía que amó y nos ama en cada misa hasta hacerse pan y dar su vida por todos nosotros, aunque se guarden las formas, pero sin conversión, porque como somos naturalmente pecadores, no podemos llegar al amor personal de Cristo y sin amor personal a Cristo, puede haber acciones, muy bien programadas, muy llamativas, pero no son apostolado, porque no se hacen con Cristo, mirando y llevando las almas a Cristo. Así es como definíamos antes al apostolado: llevar las almas a Dios. Ahora, la verdad es que no sé adónde las llevamos muchas veces, incluso en los mismos sacramentos, por la forma de celebrarlos y administrarlos.

Desde el momento en que renunciamos a la conversión permanente, nos hemos cargado la parte principal de nuestro bautismo y sacerdocio como sacramento de Cristo, prolongación de Cristo, humanidad supletoria de Cristo, no podremos llegar a una amistad sincera y  vivencial con Él y lógicamente se perderá la eficacia principal de nuestro apostolado,  porque Cristo lo dijo muy claro y muy serio en el evangelio: “Yo soy la vid verdadera y mi padre es el viñador. Todo sarmiento que en mí no lleve fruto, lo cortará; y todo el que dé fruto, lo podará, para que dé más fruto... como el sarmiento no puede dar fruto de sí mismo si no permaneciere en la vid, tampoco vosotros si no permanecéis en mí. Yo soy la vid. Vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ese da mucho fruto, porque sin mí no podéis hacer nada” (Jn 15 1-5).

Si no se llega a esta unión con el único Sacerdote y Apóstol y Salvador que existe, tendrás que sustituirlo por otros sacerdocios, apostolados y salvaciones... sencillamente porque no has querido que Dios te limpie del amor idolátrico que te tienes a ti mismo, de amarte a ti mismo más que a Cristo y su vida y su evangelio y así, aunque llegues a obispo, altos cargos y demás... estarás tan lleno de ti mismo que en tu corazón no cabe Dios, Cristo, al menos en la plenitud que Él quiere y para la que te ha llamado y no podrás hacer apostolado lleno de Cristo.

Pero, eso sí, esto no es impedimento para que te digan que eres buena persona, tolerante, muy comprensivo..., pero de hablar y  actuar claro y encendido y eficazmente en Cristo y jugarte el tipo, nada de nada; y  no soy yo, es Cristo quien lo ha dicho: trabajarás más mirando tu gloria que la de Dios como se ve en algunos, sencillamente porque tratar de pescar sin Cristo es trabajo inútil y las redes no se llenan de peces, de eficacia apostólica.

Y así es llanamente la  vida de muchos cristianos, sacerdotes, religiosos, que, al no estar unidos a Él con toda la intensidad y unión que el Señor quiere, lógicamente no podrán producir los frutos para los que fuimos elegidos por Él. ¿De dónde les ha venido a todos los santos, así como a tantos apóstoles,  obispos, sacerdotes, hombres y mujeres cristianas, religiosos/as, padres y madres de familia, misioneros y catequistas, que han existido y existirán, su eficacia apostólica y su entusiasmo por Cristo? De la experiencia de Dios por la oración, de constatar que Cristo existe y es verdad y vive y nos ama y sentirlo y palparlo por la oración-conversión permanente, no meramente estudiarlo, aprenderlo  o predicarlo como una verdad sino como una vida que él vive, la hace feliz y puede vivirse por todos. Para eso vino Cristo: “Yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante”.

¿Por qué los Apóstoles permanecieron en el Cenáculo, llenos de miedo, con las puertas cerradas, antes de ver a Cristo resucitado? ¿Por qué incluso, cuando Cristo se les apareció y les mostró sus manos y sus pies traspasados por los clavos, permanecieron todavía encerrados y con miedo? ¿Es que no habían constatado que había resucitado, que estaba en el Padre, que tenía poder para resucitar y resucitarnos? ¿Por qué el día de Pentecostés abrieron las puertas y predicaron abiertamente y se alegraron de poder sufrir por Cristo? Porque ese día, sin verlo físicamente, lo sintieron dentro de su alma, lo vivieron con fuego en su corazón, y eso vale más que todo lo que vieron sus ojos de carne en los tres años de Palestina e incluso en las mismas apariciones de resucitado.

En el día de Pentecostés vino Cristo todo hecho fuego y llama viva de Espíritu Santo a sus corazones, no con experiencia puramente externa de apariciones corporales, sino con presencia y fuerza de Espíritu Santo quemante del corazón, sin mediaciones exteriores o de carne, sino hecho «llama de amor viva», y esto les quemó y abrasó las entrañas del corazón y del alma, y esto ya no se puede vivir y sufrir sin comunicarlo, aunque le persigan y le maten a uno.  “María guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón”.

Pablo no conoció al Jesús histórico, no le vio, no habló con Él en su etapa terrena. Y ¿qué pasó? Pues que para mí y para muchos  le amó más que otros Apóstoles que lo vieron físicamente. Él lo vio en vivencia de oración y  experiencia mística, espiritual, sintiéndolo dentro, vivo y resucitado sin mediaciones de carne, sino de espíritu a espíritu. De ahí le vino todo su conocimiento y sabiduría de Cristo, todo su amor a Cristo, toda su vida en Cristo hasta decir: “Todo lo considero basura comparado con el conocimiento de mi Señor Jesucristo”;”Para mí la vida es Cristo”.

 Este Cristo, fuego de vivencia y Pentecostés personal lo derribó  y le hizo cambiar de dirección, convertirse del camino que llevaba, de perseguidor en discípulo fiel hasta dar la vida, transformarse por dentro con  amor de Espíritu Santo. Nos lo dice Él mismo: “Yo sé de un cristiano, que hace catorce años fue arrebatado hasta el tercer cielo, con el cuerpo o sin el cuerpo ¿qué se yo? Dios lo sabe…  y oyó palabras arcanas que un hombre no es capaz de repetir…”  (2Cor 12,2-4).

Esta experiencia mística, esta contemplación infusa, vale más que cien apariciones externas del Señor. Tengo amigos, con tal certeza y seguridad y fuego de Cristo, que si se apareciese fuera de la Iglesia, permanecerían ante el Sagrario o en la misa o en el trabajo,  porque esta manifestación, que reciben todos los días del Señor por la oración, no aumentaría ni una milésima su fe y amor vivenciales, más quemantes y convincentes que todas las manifestaciones externas.

Por eso, la mayor pobreza de la Iglesia será siempre la pobreza  de gracia mística, de vida y amor de Espíritu Santo. Y lo peor de todo es que hoy está tan generalizada en la Iglesia esta  pobreza, tanto arriba como abajo, que resulta difícil encontrar personas que  hablen encendidamente de la persona de Cristo, de su presencia y misterio en la Eucaristía como misa, comunión o presencia en el Sagrario y los escritos místicos y exigentes ordinariamente no son éxitos editoriales ni de revistas.

Repito: la mayor pobreza de la Iglesia es la pobreza mística, pobreza de vivencia de Dios y de lo que creemos y tenemos que predicar, pobreza de santidad, de oración, de transformación en Cristo:“Estoy crucificado con Cristo, vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí”, “Todo lo considero basura comparado con el conocimiento de mi Señor Jesucristo”,  pero no conocimientos puramente teológico sino conocimiento vivencial del alma, de espíritu a espíritu, o si quieres, comunicado por el Espíritu Santo, fuego, alma y vida de Dios Trino y Uno.

El Sagrario es Jesucristo en amistad y salvación permanente ofrecidas al mundo y a todos los hombres. Por medio de su presencia eucarística, con solo mirarlo en el Sagrario, el Señor te dice que prolonga esta tarea de evangelización,  de amistad, dando así su vida por nosotros en entrega sacrificial, invitándonos, por medio de la oración y del diálogo eucarístico,  a participar de su pasión de amor por el  Padre y por los hombres. Y nos lo dice de muchas maneras, nos lo dice desde su presencia humilde y silenciosa en el Sagrario y paciente con nuestros silencios y olvidos o también a gritos, desde su entrega total en la celebración eucarística, desde el evangelio proclamado en la misa, desde la palabra profética de nuestros sacerdotes, desde la comunión para que vivamos su misma vida: “El que me come vivirá por mí”, desde su presencia testimonial en todos los Sagrarios de la tierra.

Precisamente, para poder llenarnos de sus gracias y de su amor, necesita vaciarnos del nuestro, que es limitado en todo y egoísta, para llenarnos de Él mismo, Verbo, Palabra, Gracia   y Hermosura del Padre, hasta la  amistad transformante de vivir su misma vida.Nuestro amor es «ego» y empieza y termina en nosotros, aunque muchas veces, por estar totalmente identificados con él,  ni nos enteramos del cariño que nos tenemos y por el que actuamos casi siempre, aún en las cosas de Dios y del apostolado, que nos sirven muchas veces de pantalla para nuestras vanidades.

Sólo Dios puede darnos el amor con que Él se ama y nos ama, un amor que empieza, nos arrastra y finaliza  en Dios Uno y Trino, ese amor que es  la vida de Dios, del que participamos por la gracia; ese amor de Dios, que viene y sale de Dios,pasa  necesariamente por el amor verdadero a los hermanos y vuelve a Dios con los hermanos; y si no nos lleva a los hermanos, entonces es que no viene de Dios, no es verdadero amor venido del Padre Dios que nos ama y nos envio a su Hijo-hijo que se hizo pan y alimento de amor y santidad y salvación por nosotros: “El Padre y yo somos uno... el que me ama, vivirá por mí...” “Carísimos, todo el que ama es nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor. El amor de Dios hacia nosotros se manifestó en que Dios envió al mundo a su Hijo unigénito para que nosotros vivamos por El... (1 Jn  4,7-10).

Todos y cada uno de nosotros, desde que somos engendrados en el seno de nuestra madre, nos queremos infinito a nosotros mismos, más que a nuestra madre, más que a Dios, y por esta inclinación original, si es necesario que la madre muera, para que el niño viva, si es necesario que la gloria de Dios quede pisoteada para que yo viva según mis antojos, para que yo consiga mi placer, mi voluntad, mi comodidad, pues que los demás mueran y que Dios se quede en segundo lugar, porque yo me quiero sobre todas las cosas y personas y sobre el mismo Dios.

Y esto es así, aunque uno seas cardenal, obispo, religioso, consagrado o bautizado, por el mero hecho de ser pura criatura,  porque somos así por el pecado original, desde nuestro nacimiento. Y si no nos convertimos, permanecemos así toda la vida. Y esto es más grave cuanto más alto es el lugar que ocupas en los cargos, incluso de la Iglesia. Los que están a nuestro alrededor por querer subir para arriba y escalar nos llenan ordinariamente de tantas alabanzas, sin crítica alguna, que llegamos a creernos perfectos,  que todo lo hacemos bien y que no necesitamos de conversión permanente, como todo verdadero apóstol, que para serlo con verdad y con eficacia, primero y siempre, aunque sea sacerdote u obispo,  debe seguir siendo discípulo de   Cristo, hasta la perfección y la santidad, hasta la unión total con Él. Tenemos que ser apóstoles y discípulos permanentes, toda la vida. 

Por otra parte, si alguno trata de expresarnos defectos o deficiencias apostólicas que observa, aunque sea con toda la delicadeza y prudencia del mundo, qué difícil escucharle y valorarlo y tenerlo junto a nosotros y darle confianza;  así que para escalar puestos, en las parroquias, en las diócesis y en la misma Iglesia, a cualquier nivel que sea, ya sabemos todos lo que tenemos que hacer: dar la razón, que todo está muy bien y silenciar  fallos. Hay demasiados profetas palaciegos en la misma Iglesia de Cristo, dentro y fuera del templo, más preocupados por agradar a los hombres y escalar y buscar la propia gloria que la de Dios, que la verdadera verdad y eficacia del Evangelio. 

Jeremías se quejó de esto ante Dios, que lo elegía para estas misiones tan exigentes; el temor a sufrir, a ser censurado, rechazado, no escalar puestos, perder popularidad, ser tachado de intransigente, no justificará nunca nuestro silencio o falsa prudencia.“La palabra del Señor se volvió para mí oprobio y desprecio todo el día. Me dije: no me acordaré de él, no hablaré más en su nombre; pero la palabra era en mis entrañas fuego ardiente, encerrado en los huesos; intentaba contenerla, y no podía” (Jr 20,7-9).

El profeta de Dios corregirá, aunque le cueste la vida. Así lo hizo Jesús, aunque sabía que esto le llevaría a la muerte. No se puede hablar tan claro a los poderosos, sean políticos, económicos o religiosos. Él lo sabía y los profetizó, les habló en nombre de Dios. Y ya sabemos lo que le pasó por hablarles así. Hoy y siempre seguirá pasando y repitiéndose su historia en otros hermanos.

Lo natural es rehuir de ser perseguidos y de ocupar últimos  puestos. Así que por estos y otros motivos, porque la santidad es siempre costosa en sí misma por la muerte del yo que exige y porque además resulta  difícil hablar y ser testigos del evangelio en todos los tiempos. Los profetas del Dios vivo y verdadero, en ciertas épocas de la historia, quizás cuando son más necesarios, son cada vez menos o no los colocamos  en alto y en los púlpitos elevados para que se les oiga. Y eso que todos hemos sido enviados desde el santo bautismo  a predicar y ser testigos de la Verdad. Esta es la causa principal de que escaseen los profetas verdaderos del Dios Vivo y de que el reino de Dios se confunda con otros reinos; han enmudecido y son pocos los profetas verdaderos, porque falta vivencia auténtica y experiencia del Dios  vivo.  Hay otras profecías y otros profetismos más aplaudidos por la masa y por el mundo. Todo se hace, en principio, por el evangelio, por Cristo, pero es de forma muy diferente, porque algunos, incluso en la misma Iglesia, se van buscando más a sí mismos que a Cristo y su evangelio.

Los últimos Papas: Pablo VI, Juan Pablo II, Benedicto XVI nos han dado ejemplo a todos, hablaron  claro y de aquellas cosas que nos gustan y que no nos gustan, de verdades que nos cuestan, habla de esas  páginas exigentes del Evangelio, que hoy y siempre serán absolutamente necesarias para entrar en el reino de Dios, en el reino de la amistad con Cristo, pero que se predican poco, y sin oírlas y vivirlas no podemos ser discípulos del Señor: “Quien quiera ser mi discípulo, niéguese a sí mismo, tome su cruz y me siga...quien quiera ganar su vida, la perderá...”.

 

Por eso escasean los profetas a ejemplo de Cristo, del Bautista, de los verdaderos y evangélicos sacerdotes que nos hablen en nombre de Dios y nos digan con claridad no a muchas de nuestras actitudes y criterios; y escasean, primero, porque hay que estar muy limpios, y segundo, porque hay que estar dispuestos a sufrir por el reinado de Dios y quedar en segundos puestos. Y esto se nota y de esto se resiente luego la Iglesia.  Única medicina: la experiencia de Jesucristo vivo mediante la oración y la conversión permanente, que da fuerzas y ánimo para estas empresas y  sufrir con Él hasta dar la vida.

La queja de Jeremías ante Yahvé, tiene su   respuesta en las palabras que Dios dirigió a Ezequiel; es durísima y nos debe hacer temblar a todos los bautizados, pero especialmente a los que hemos sido elegidos para esta misión profética:“A ti, hijo de Adán, te he puesto de atalaya en la casa de Israel; cuando escuches palabras de mi boca, les darás la alarma de mi parte. Si yo digo al  malvado: malvado, eres reo de muerte, y tú no hablas, poniendo en guardia al malvado, para que cambie de conducta; el malvado morirá por su culpa, pero a ti te pediré cuentas de su sangre” (Ez 33,7-8).         

Desde nuestro propio nacimiento estamos tan llenos de  «amor propio», que nos preferimos al mismo Dios; tan llenos de nosotros mismos, de nuestra propia estima y deseos de gloria, que la ponemos como condición para todo, incluso para predicar el evangelio. Por eso, este cambio, esta conversión solo  puede hacerla Dios, porque nosotros estamos totalmente infectados del yo egoísta  y  hasta en las cosas buenas que hacemos, el egoísmo, la vanidad, la soberbia nos acompañan como la sombra al cuerpo. Esta tarea de vaciarnos de nosotros mismos, de este querernos más que a Dios, de amarnos con todo el corazón y con toda el alma y con todas las fuerzas, esto supone la muerte del yo, la conversión total de nuestro ser, existir, amar y programar  de  nuestras vidas:“Amarás al Señor tu Dios... con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser... a Él solo servirá.”.

Y esta misma conversión, en negativo, la exige el Señor, cuando nos dice: “Si alguno quiere ser discípulo mío, niéguese a sí mismo, tome su cruz - la cruz que hemos de llevar hasta el Calvario personal para crucificar nuestro yo, nuestras inclinaciones al amor propio, nuestras seguridades-  y me siga”, pisando sus mismas huellas de dolor, en totalidad de entrega a la voluntad del Padre, como Cristo(Lc16, 24).Pero la conversión no es el fin, sino el medio, es el camino que hemos de recorrer todos los que queramos seguir a Cristo y realizar estas exigencias evangélicas. El fin siempre será Dios amado sobre todas las cosas.

«La paz de la oración consiste en sentirse lleno de Dios, plenificado por Dios en el propio ser y, al mismo tiempo, completamente vacío de sí mismo, a fin de que Él sea Todo en todas las cosas. Todo en mi nada.  En la oración, todos somos como María Virgen: sin vacío interior (sin la pobreza radical) no hay oración, pero tampoco la hay sin la Acción del Espíritu Santo. Porque orar es tomar conciencia de mi nada ante Quien lo es todo. Porque orar es disponerme a que Él me llene, me fecunde, me penetre, hasta que sea una sola cosa con Él. Como María Virgen: alumbradora de Dios en su propia carne, pues para Dios nada hay imposible. Vacío es pobreza. Pero pobreza asumida y ofrecida en la alegría.

Nadie más alegre ante los hombres que el que se siente pobre ante  Dios. Cuanto menos sea yo desde mí  mismo, desde mi voluntad de poder, tanto más seré  yo mismo de Él y para los demás. Donde no hay pobreza no hay oración, porque el humano (hombre o mujer) que quiere hacerse a sí mismo, no deja lugar dentro de sí, de su existencia, de su psiquismo a la acción creadora y recreadora del Espíritu»[3].

Pablo es un libro abierto sobre esta conversión interior de actitudes y sentimientos que hay que hacer hasta configurarse con Cristo. En un primer momento dice: ¿Quién me liberará de este cuerpo de pecado...? He rogado a Dios que me quite esta mordedura de Satanás.... te basta mi gracia..,”  Es consciente de su pecado y quiere librarse de él.

En un segundo momento percibe que para esto debe mortificar y crucificarse con Cristo, pues sólo así puede vivir en Cristo: “Estoy crucificado con Cristo, vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí, y mientras vivo en esta carne vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó por mi...”.

 Finalmente experimenta que sólo así se llega a la unión total de sentimientos y vida y apostolado con su Señor: “libenter gaudebo in infirmitatibus meis...”  Ya no se queja de las pruebas y renuncias sino que “me alegro con grande gozo en mis debilidades para que habite plenamente en mí la fuerza de Cristo”; “No quiero saber más que de mi Cristo y este crucificado”.  “En lo que a mí, Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo  en la cual el mundo está crucificado para mí, y yo para el mundo”.

Y está tan seguro del amor de Cristo, que, aún en medio de las mayores purificaciones y sufrimientos, exclama en voz alta, para que todos le oigamos y no nos acobardemos ni nos echemos para atrás en las pruebas que nos vendrán necesariamente en este camino de identificación con Cristo: “ ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación, la angustia, la persecución, el hambre, la desnudez, el peligro, la espada? Mas en todas estas cosas vencemos por aquel que nos amó. Porque estoy convencido de que ni la muerte, ni la vida, ni lo presente ni lo futuro... ni criatura alguna podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor” (Rm 8,35-39). Pablo también fue profeta verdadero. Por eso fue perseguido fuera y dentro de la misma Iglesia.

El miedo a corregir defectos de las ovejas, el no querer complicaciones y predicar a Cristo entero y completo en su evangelio de renuncias y exigencias hace daño a la Iglesia y a las mismas ovejas, que vivimos con frecuencia en la mediocridad evangélica sin llegar a la unión y amistad total con Cristo; no nos hacer ser testigos verdaderos de Cristo sino profetas oficiales y palaciegos para evitar disgustos y persecuciones por Cristo y su evangelio entre los nuestros, nos hace ser  cobardes en defender la gloria de Dios porque supone persecución o incomprensiones dentro y fuera de la misma Iglesia, de los mismos sacerdotes y hace que los mismos  sacramentos se reciban a veces sin las condiciones debidas y no sirvan muchas veces ni para la gloria de Dios ni para la santificación de los que los reciben: sacramentos de penitencia ycomuniones, bodas, primeras comuniones...

Muchos bautizados y pocos convertidos, mucha fiesta y pocas comuniones verdaderas con Cristo, muchas bodas y pocos matrimonios para siempre en Cristo...y así va la Iglesia de Dios en algunas partes de España y del mundo actualmente.

Pablo no se ahorró sufrimientos porque Cristo era su apoyo y su fuerza y su recompensa. Y para todo esto, la experiencia viva de Cristo por la oración es absolutamente necesaria en nosotros, sacerdotes como luz y como ayuda y como fuerza. De otra forma no hay fuerza ni valentía para sufrir hoy unidos a Cristo,  perseguido, muerto y crucificado entonces y ahora, entre otros motivos, por predicar la verdad completa del evangelio.

 

 

16. LA EUCARISTÍA HACE PRESENTE TODA LA VIDA  DE  CRISTO Y LA ESCATOLOGÍA

 

            Cristo, en la santa misa, en la Eucaristía como sacrificio, hace presente todo el misterio de su vida, pasión, muerte y resurrección. La Eucaristía es la suma teológica y escatológica de Cristo. Cristo oró largamente durante toda su vida, especialmente en la Última Cena, realidad escatológica de su vida, muerte y resurreccion.  Toda su vida y escatología se hace presente en la Eucaristía, que no es mero recuerdo de los acontecido, sino memorial que lo hace presente, porque fue de “una vez para siempre”, como nos dice la carta a los Hebreos.

            La realidad escatológica, lo último ya está presente en la Eucaristía: «Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ¡ven Señor Jesús!». Por la Eucaristía viene el «esjatón», el final, Cristo entero, completo, eterno y glorioso, consumado y eternamente viniendo, encarnándose-muriendo-resucitando... fuera ya del tiempo y del espacio, pero sentido y experimentado en la Eucaristía “de una vez para siempre”. .

             Por la Eucaristía se hace presente la escatología, el Cristo que juzga al hombre y la historia.... La pascua es el día del Señorío de Cristo, el de la revelación última, (Jn.8,28), el de la resurrección de los muertos (Rm.1,4), del juicio final (Fn.12,31), el de la salvación total: es el día del Señor, el último día. Todo esto hemos de tenerlo en cuenta si queremos captar el sentido pleno y total de la Eucaristía, memorial de la pascua de Cristo, que por su muerte y resurrección nos ha “pasado” ya al Padre y desde allí, por la celebración litúrgica, viene al lado de los suyos, y haciéndose presente como realidad y salvación escatológica, comunica a los creyentes los frutos últimos y definitivos ya conseguidos que son Él mismo, ya gloriosos y triunfante de la muerte y es el mismo y único Cristo que nació, predicó, caminó por la tierra, cenó en Betania con las hermanas, que  murió y resucitó, el cordero inmolado y glorioso ante el trono de Dios Trino y Uno: El Cristo glorioso y escatológico, el VIVIENTE del Apocalipsis, que nos dice en cada eucaristía: “No temas nada. Yo soy el primero y el último. El viviente. Estuve entre los muertos, pero ahora vivo para siempre” (Ap1, 18), y nos provoca al diálogo de amor con todos estos dichos y hechos presencializados  en la misa.

            Todo esto, Cristo entero y completo, es lo que se hace presente en la Eucaristía. ¿Cómo? Como memorial, en virtud del mandato: “Haced esto en memoria de mí...” La fe me asegura que Cristo está presente en la Eucaristía, como está en la Cena, está en la cruz y está en el santuario celeste. Está realizando íntegramente todo su misterio de salvación y presencializándolo en el «aquí y ahora» aunque no podemos explicarlo plenamente en términos humanos.

Por la fe sé que está y lo realiza ciertamente. Y esto es lo más importante. La fe lo ve, porque la fe es participación en el conocimiento que Dios tiene de sí y de las cosas y aunque yo participo de ese conocimiento limitadamente como criatura, no lo puedo ver como Él en plenitud. Dios me desborda en todo, en el ver y comprender.

            Es, sin embargo, por la vivencia y el conocimiento místico,  que tiene su fuente de conocimiento en el amor, por el que se llega al conocimiento y experiencia de amor por la unión de abrazo amoroso de la persona divina en mí; es el conocimiento  de Dios por la inhabitación de la Santísima Trinidad en el alma, como lo afirmarán santa Isabel de la Trinidad, Charles de Faucould, santa Teresa de Calcuta modernamente, siguiendo a S. Juan de la Cruz, santa Teresa y todos los místicos. San Juan de la Cruz afirmará muchas veces que es una forma de conocer más plena que por vía del entendimiento, porque en la «noticia amorosa», en la «sabiduría de amor» de la vivencia, tocando y haciéndose una realidad en llamas con el objeto amado, percibe mejor la realidad y sus latidos.

            Los verdaderos místicos son los exploradores que Moisés envió delante a explorar la tierra prometida, para que anticipándose en su contemplación, volvieran luego cargados de frutos para explicarnos su hermosura y animarnos a conseguirla. Es otra forma de conocer el objeto, también humana, lógica, espiritual. «... pues aunque a V.R. le falte el ejercicio de la teología escolástica con que se entienden las verdades divinas, no le falta el de la mística, que se sabe por amor, en que no solamente se saben, más juntamente se gustan» (San Juan de la Cruz, Prólogo del Cántico Espiritual, 3).

            El conocimiento a los místicos les viene por el amor que se pone en contacto directo mediante la vivencia con el objeto amado y no encuentra tantos límites como la razón para captarlo: «Deshacemos sofismas y toda altanería que se subleva contra el conocimiento de Dios y reducimos a cautiverio todo entendimiento para obediencia de Cristo» (2Cor. 10,4s).

            Dios, que resucita a Cristo por el poder y la gloria del Espíritu Santo, es el Señor de la teología católica. El señorío de Cristo no violenta a la inteligencia que razona, forzándola a acoger unas verdades ininteligibles. No la humilla sino que la salva de sus estrecheces, haciéndola humilde, capaz de Dios como María, que acoge la Palabra Dios sin comprenderla. La teología es esclava de la fe y de los fieles, no señora; no tiene que “dominar sobre la fe, sino contribuir al gozo” de los creyentes. (Cf.2Cor. 1,24)

Por eso ante los propios misterios la teología ha de ser modesta y llena de discreción. Sería un sacrilegio y una ingratitud empeñarse en desgarrar el velo bajo el que se revela el Señor, cuando es ya tan grande la condescendencia de aquel que se da a conocer de este modo. Para seguir siendo discreta y sumisa la teología tendrá que imitar el respeto emocionado de los apóstoles ante la aparición del Resucitado en la orillas del lago: "Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: ¿quién eres tú? Ya sabían que era el Señor” (Jn 21,12). Por lo tanto la teología no buscará evidencias racionales para eludir la obligación de creer; no preguntará: ¿Es verdad todo esto que hace y dice el Señor? sino que humildemente dirá: Señor ayúdanos a comprender mejor lo que nos dices y haces.

La eucaristía puede estudiarse desde fuera partiendo de  elementos visibles que la constituyen o desde dentro, partiendo del misterio del que es sacramento memorial. Aquí es donde vale el axioma: «lex orandi, lex credendi» que luego se transforma en «lex vivendi». Que sepamos, Jesús no escribió nunca nada, a no ser aquel día en que escribió en el suelo con un dedo (cf Jn.8,6).

Aquel que es para siempre la Palabra, la biblioteca inagotable de la Iglesia, su archivo inviolable  condensó toda su vida en los signos y palabras de la Eucaristía: es su suma teológica. Para leer este libro eucarístico que es único, no basta la razón, hace falta el amor que haga comunión de sentimientos con el que dijo: "acordaos de mí," de mi emoción por todos vosotros, de mis deseos de entrega, de mis ansias de salvación, de mis manos temblorosas...Sin esta comunión personal de sentimientos con Cristo, el libro eucarístico llega muy empobrecido al lector. Este libro hay que comerlo para comprenderlo, como Ezequiel: " Hijo de hombre, come lo que se te ofrece; come este rollo y ve luego a hablar a la casa de Israel. Yo abrí mi boca y él me hizo comer el rollo y me dijo: "Hijo de hombre aliméntate y sáciate de este rollo que yo te doy." Lo comí y fue en mi boca dulce como miel."(Ez.3, 1-3)

La vivencia mística eucarística conoce por experiencia, viviéndola, lo que nosotros celebramos y explicamos en teología. Pero no con un conocimiento frío, teórico, sin vida, que muchas veces por no vivirse, llega incluso a olvidarse. El que quiera conocer verdaderamente a Dios ha de arrodillarse; el sacerdote, el teólogo, debe trabajar en estado de oración, debe hacer teología arrodillado.

La Eucaristía es ese libro que hay que leer como San Pablo: a partir de Cristo pascual, que es el misterio escatológico. El Cristo de la fe. La teología de la Eucaristía es una teleología, un discurso a partir del fin. Es la plenitud escatológica de la Salvación que hace presente las realidades futuras, nos llena de vida eterna, y perdura en eterno presente del pasado y del futuro; no hay otro ni más sacrificio porque no hay más que un Cristo, que es Señor y la eternidad ya ha comenzado.

El sacerdote no hace presente el sacrificio de Cristo sino que hace presente a Cristo que ofrece su único y definitivo sacrificio que fue toda su vida singularmente  pasión y muerte y resurrección.

 

17.- LA EUCARISTÍA ES  SACRAMENTO DE CRISTO POR EL  SACERDOTE  PRESENCIA SACRAMENTAL DE CRISTO.

 

Queridos hermanos sacerdotes y creyentes en Cristo Eucaristía, desde esta comprensión de la Eucaristía como presencia sacramental-mistérica de Cristo, que condensa toda su vida y la presencializa con las palabras y gestos de la consagración sobre un poco de pan y vino, hay que pasar al sacerdote, presencia sacramental de Cristo, hay que reflexionar también y tratar de comprender al sacerdocio como presencia sacramental de Cristo, como signo visible de Cristo, humanidad supletoria sacramental prestada a Cristo en la que Cristo se encarna por una presencia sacramental que pueda seguir realizando en el tiempo el misterio de su Salvación.

A partir de aquí, toma su relieve justo y maravilloso la persona del sacerdote, el cual ofrece el «Santo Sacrificio» «in persona Christi», esto es, en identificación específica, sacramental con el Sumo y Eterno Sacerdote, Cristo Jesús, que es el Autor y el Sujeto principal de su propio Sacrificio, en el que, en verdad, no puede ser sustituido por nadie: el sacerdote hace presente a Cristo ofreciendo su sacrificio: “in persona Christi”. La Eucaristía y el sacerdocio en Cristo son una misma realidad. Y por eso mismo sacerdocio y eucaristía en nosotros deben estar vitalmente unidos, porque se fundamentan el uno en el otro.

Por el sacramento del Orden se produce como una encarnación de Cristo en cada elegido, al que viene para revivir todo su misterio de adorador del Padre, de salvador de los hombres, de redentor del mundo, como consagrante en cada misa de su propio cuerpo: “Esto es mi cuerpo, esto es mi sangre”;  no el de Pedro, Juan o cualquier sacerdote sino el de Cristo que es el que consagra por medio del sacerdote, es decir, del sacramento visible de su persona que le presta su persona, su palabra.

Por el sacramento del orden el sacerdote queda configurado sacramentalmente a Cristo. El gozo sacerdotal vendrá si por la oración y la fe vivida llega a experimentar lo que es, a sentirse identificado con Cristo, que vive y actúa por él, de sorprender al Padre inclinado sobre esta pobrecita criatura, que es el sacerdote, y aceptando el santo sacrificio porque ha visto en él al Amado, en quien tiene puestas todas sus complacencias.

El sacerdote es un sacramento vivo de Cristo vivo, como el pan consagrado; por fuera pan, por dentro, Cristo. Es Cristo viviendo y actuando en mí: es el “no soy yo, es Cristo quien vive en mí” de San Pablo y el sacerdocio, como vivencia, soy yo viviendo en Cristo, identificado con Cristo: “Para mí la vida es Cristo”, “Estoy crucificado con Cristo...”

 

A) “Haced esto en memoria mía”. En la misa no se repite nada: ni los deseos de Cristo de dar su vida por nosotros, ni su sufrimiento ni su ofrenda, sino que se presencializan el mismo sacerdote y la misma víctima del Cenáculo, de la cruz y del cielo. Por muchas celebraciones que se hagan, nunca se repite el sacrificio, siempre es el mismo, porque no se representa otra vez sino que se presencializa el mismo y único sacrificio ofrecido de una vez para siempre. Puede haber muchas intenciones sacerdotales en la concelebración, tantas como sacerdotes, pero el sacrificio siempre es único y el mismo.

Por lo tanto, la Eucaristía, por ser memorial «in mysterio» de la realidad Cristo, presencializa la misma y eterna pascua, la misma y eterna Alianza, la misma víctima, intenciones, deseos sacerdotales y sacrificiales, el único sacrificio de la cruz ya consumado y aceptado por el Padre porque lo resucitó sentándolo a su derecha y es ya para siempre el cordero degollado y glorioso ante el trono de Dios, pura intercesión por nosotros y con el cual conectamos en cada misa.

Es más, me atrevo a decir: si la vida de Cristo hombre nació en el seno de la Santísima Trinidad como proyecto salvador de los Tres a realizar por el Verbo: “Padre, sacrificios y ofrendas no quieres... aquí estoy para hacer tu voluntad...” (Hbr. 10,5) y se le dotó de un cuerpo humano: ... “pero me has dado un cuerpo” (Ibid.) nacido de María, esa voluntad ha sido ya consumada pascualmente mediante el paso definitivo al Padre, a los bienes escatológicos --esjatón pascual-muerte y resurrección-- y ya no hay más novedad posible en el mismo seno del Dios Trino y Uno -según su proyecto- está todo el proyecto de Salvación entero, completo y realizado por Cristo hecho presente en la santa misa, en cada Eucaristía. El mismo fuego del Espíritu Santo que lo sacó del seno trinitario, lo impulsó a encarnarse, lo manifestó como Hijo y lo llevó sudoroso y polvoriento por lo caminos de Palestina predicando la Buena Nueva de Salvación y Eternidad para todos los hombres hasta el testimonio martirial de su vida por ellos “ardientemente he deseado comer esta pascua con vosotros..”, al ser aceptada y recibida ya esa entrega personal de Jesucristo en el mismo seno del Amor Trinitario, por el mismo Espíritu Santo de donde había nacido,  perdura ya eternamente como sacerdote y víctima ofrecida, aceptada y adorada ante el trono de Dios Trino y Uno, como afirma repetidamente la liturgia del Apocalipsis y presencializa la Eucaristía.

Así pues, todo el misterio de Cristo, desde que nace como proyecto en el seno del Padre y se encarna en el seno de María: “La Palabra estaba junto a Dios.... la Palabra se hizo carne” (Jn.l,l;14 ) con toda su vida encarnada, con sus ansias de amor y de entrega, “Habiendo amado a los suyos, los amó hasta el extremo...”(Lc.22,15) desde la Encarnación hasta la Ascensión, especialmente pasión, muerte y resurrección, es lo que se hace presente, al hacer el sacerdote por el Espíritu Santo la memoria de Cristo “in persona Christi”, como El quiso «recordarse y ser recordado» por “la memoria” de su Iglesia, como “sacerdote eterno” ante Dios en el cielo y por la santa eucaristía en la tierra ante los hombres.

Al decir “haced esto en memoria mía”, el Señor, por medio del sacerdote, nos quiere indicar a cada participante: acordaos de mi vida entregada al Padre por vosotros desde mi encarnación hasta lo último que ahora hago presente, de mi amor loco y apasionado hasta el fin de mis fuerzas y de los tiempos... de mi voz y mis manos emocionadas... “Cuantas veces hagáis esto, acordaos de mí...”.

Y todo esto se hace presente en cada misa y Jesús “se recuerda” para la Stma. Trinidad, para Él y para nosotros, haciéndolo presente. Por eso, la Eucaristía es Cristo entero y completo, el evangelio entero y completo, la fe cristiana entera y completa. Nada del misterio de Cristo queda fuera de la Eucaristía. Ni siquiera el misterio de Dios Trino y Uno manifestado por el Padre enviando al Hijo movido por el Espíritu Santo- unión de la Trinidad.

Queridos amigos, estoy hablando de la Eucaristía, en la medida en que he podido captarla y expresarla yo mismo como teólogo creyente, no sólo desde la teología dogmática, sino desde la Teología Espiritual, desde la teología vivida, es decir, desde la “verdad completa” en “Espíritu y Verdad”, en la “Verdad completa” que es Cristo Verbo de Dios hecho primero carne y luego pan de Eucaristía vivido y sentido siempre  por amor y vida de Espíritu Santo.

Desde la vida y el Espíritu de Cristo, que es vida y conocimiento desde el Amor de Espíritu Santo, sobre todo conocido en la oración personal un poco elevada, oración mística que lo experimenta, podemos unirnos e identificarnos con Él, con sus mismos sentimientos para vivir en nuestra vida y espíritu su misma vida y sentimientos por la Eucaristía celebrada y vivida desde la oración litúrgica hacha oración o unión de amor personal con Cristo.

Y desde este conocimiento vivo del Señor, yo descubro y vivo estos sentimientos de Cristo, desde la viviencia de la Eucarístía  tanto como misa, como comunión y presencia permanente de estos mismos sentimientos en nuestros Sagrarios, conocimientos y sentimientos que son infinitos, pero que solo quiero expresar algunos, de los que tengo desarrollados en otro libro sobre la espiritualidad de la Eucaristía pero siempre desde la vivencia y el conocimiento de la Eucaristía por la oración-conversión personal, por la unión personal de amor con Cristo Eucaristía. Y empiezo:

 

B) La oración personal-litúrgica, el mejor camino para celebrar y vivir la santa misa con Cristo, sacerdote y víctima

“Un día estaba Jesús orando en cierto lugar. Cuando acabó, uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos”(Lc 11,1). La oración es necesaria en la vida de todo cristiano y «se equivoca quien piense que el común de los cristianos se puede conformar con una oración superficial» (NMI 34). Si la oración es necesaria para un cristiano, para un sacerdote es imprescindible y forma parte de su identidad apostólica: «hace falta, pues, que la educación en la oración se convierta de alguna manera en un punto determinante de toda la programación pastoral» (NMI 34).

Para saber de oración, basta leer algún libro sobre esta materia; para saborear y gustar la oración hay que vivirla y experimentarla. No basta la teoría, hay que vivirla y esto supone conversión a lo que Cristo nos dice en la oración, ir convirtiéndonos a lo que meditamos para encontrarnos y sentir a Cristo, vaciándonos de nosotros mismos, de nuestros defectos que le impiden a Cristo vivi en nosotros. Para eso es fundamentalmente la oración, el diálogo con Cristo, con su palabra, no para conocer más a Cristo y su evangelio sino para vivirlo y sentirlo, como repetirá siempre S. Juan de la Cruz, Madre Teresa de Calcuta… todos los santo de ahora y de siempre.

La oración y el encuentro que en ella se realiza con Jesucristo no se comprenden hasta que no se vive; pasa lo mismo que con el Evangelio, que no se comprende perfectamente hasta que no se vive, de otra forma sería patrimonio de los teólogos o biblistas, pero la verdad es que a Cristo y su evangelio sólo lo han comprendido de verdad los santos, cuando lo han vivido. Por eso, para enseñar a orar no basta el saber sobre oración, para mí es siempre necesario el vivirla y conocerla por experiencia. 

La conversión sincera y total es la principal dificultad de toda oración, aunque muchos no sean conscientes de ello, sobre todo,  si el orante no encuentra buenos y experimentados directores espirituales, maestros de oración que hayan recorrido este camino y lo sepan por experiencia. Porque piensan que es cuestión de teorías, métodos y técnicas y que, con estudiarlas y practicarlas, todo está resuelto.

Sin embargo, para que haya oración, lo primero es que haya orantes que se conviertan y practiquen lo que el Señor les dice en la oración. Sin orantes no hay oración. Y esto es trascendental y absolutamente necesario saberlo y practicarlo en las escuelas de oración, que deben ser los seminarios, noviciados, grupos parroquiales de oración o de apostolado. Aquí hay que tener superiores orantes, que desde la propia experiencia puedan iniciar y acompañar en esta vivencia a los principiantes.

Y la razón es clara: si los mismos obispos o superiores no tienen experiencia de lo que hemos dicho, es decir, no dan a la oración eucarística en su vida personal la importancia máxima que tiene y no están totalmente convencidos de ello, porque no lo han experimentado, pero de verdad, no sólo teóricamente, entonces será muy dificil que se cultive en los seminarios y noviciados y luego en la vida, en el apostolado, en la vida de las parroquias y de la Iglesia.

 Y la causa siempre será la misma, la falta de oración conversión personal eucarística auténtica y completa ante el Señor Eucaristía, falta de amor total a Dios y al Reino, consecuencia de no estar atrapados por el amor y el fuego apostólico quemante de Cristo y como consecuencia de no haber recorrido hasta etapas importantes de intimidad y experiencia de Dios por falta de oración conversión verdadera y como consecuencia, todo lo demás.

Por esta razón, si los montañeros que deben conducir los corazones a la cima de la montaña, no saben el camino por propia experiencia, por no haberlo pateado y recorrido, mal podrán conocerlo y amarlo y enseñarlo a los demás o hablar de este camino eucarístico que no conocen, mal podrán luego indicarlo a los demás, mal podrán explicar cuáles son las dificultades para encontrar a Cristo en el Sagrario, ya que no conocen  personalmente ese camino por no haberlo recorrrido; cada uno de nosotros puede guiar hasta donde haya llegado y experimentado en este camino de la Eucaristía tanto como misa como presencia y comunión.

Y como este camino de la oración es absolutamente necesario, de aquí la gravedad del problema, especialmente para  los que por encargo y misión tenemos que enseñarlo a los demás, a nuestros seminaristas o feligreses.

 

18. LA ORACIÓN ANTE EL SAGRARIO ES EL MEJOR CAMINO DE SANTIDAD Y APOSTOLADO SACERDOTAL Y CRISTIANO

 

             ¿Qué pasaría si nos hicieran un examen práctico y teórico sobre este camino a todos los sacerdotes que, por misión pastoral, hemos de  dirigir a nuestras ovejas hasta este encuentro con Cristo vivo y resucitado en la santa misa y comunión y en nuestros Sagrarios? ¿Aprobaríamos?

            La pregunta va dirigida a nuestra vivencia sacerdotal de oración eucarística; y la respuesta indicará claramente la calidad de nuestra vida apostólica, de nuestro apostolado de dar a conocer y amar a Cristo, cimentado en su mismo ser y existir, ya que “sin mí no podéis hacer nada”. Y por lo de siempre. Es que lo que no se vive, no se conoce ni se ama personalmente y no se puede comunicar. Y siendo Cristo al que tengo que anunciar y tratar de que sea conocido y amado, si yo personalmente no lo vivo, no lo siento, no lo conozco...Nadie da lo que no tiene.

            Pienso que muchos sacerdotes, por lo que veo y oigo y por lo poco que hablamos de estos temas, quiero decir, de oración eucarística, tanto a nivel personal como en reuniones pastorales, incluso en predicaciones, sospecho que podría haber más de un suspenso en este tema. Y esto es grave. Así que no nos quejemos luego de la falta de frutos en nuestras vidas sacerdotales o parroquias o diócesis. Y mira que he asistido a cientos y cientos de reuniones, programaciones pastorales, meditaciones, retiros, revisiones...etc.

            Pero hay más. No me voy a referir ahora sólo a la vivencia de Sagrario u oración eucarística o conversión permanente en nosotros, hombres pecadores y necesitados de la ayuda permanente de la oración eucarística, sobre todo, un servidor, pecador en activo siempre necesitado del encuentro salvador de mi Cristo y amigo y Señor.

Ahora me atrevería a proponer un examen teórico sobre la oración llamada «mental», sobre lo que dice sobre la oración personal cualquier manual de Teología Espiritual; que nos preguntemos cada uno sobre lo que ha leído, estudiado o sabe o puede decir sobre inicio y modos y  progresos en la oración-meditación-contemplación, sobre grados y vivencias principales de cada etapa de la oración, qué es oración meditativa, contemplativa, unitiva, transformativa, sobre purificaciones o noches del sentido o del espíritu que Dios va realizando en las almas para preparar al sujeto para el amor y la unción perfecta y total con Él, todo lo que hay que recorrer hasta el encuentro  con Cristo, hasta la experiencia de Dios.

Esto es importantísimo porque ignorar el camino o vivencia de la oración personal, de mi encuentro diario con Cristo por el camino de la oración vocal-meditación-contemplación es ignorar a Cristo vivo y presente en el evangelio y desde ahí en mi mente, vida y corazón; así comprenderíamos a San Jerónimo cuando nos dice que «ignorar las Escrituras, es ignorar a Cristo».

Para este examen personal sobre la oración lo primero sería entrar dentro de nosotros  mismos y preguntarnos: ¿Verdaderamente yo hago oración todos los días? ¿Me levanto pensando en este encuentro de fe teológica y un poco seca al principio para que avanzando por la meditacion-reflexión llega a un encuentro pasivo más gozoso con Cristo en el que no sea yo el que lo hace sino el que lo recibe de Cristo que viene a mí cada vez más pleno en la medida en que yo me voy vaciando de mis  pecados e imperfecciones?  ¿Qué camino llevo recorrido, cuáles son mis experiencias principales desde que empecé en mi seminario, noviciado o parroquia, desde mi infancia hasta ahora? Porque después de veinte, treinta, cuarenta años de oración... tengo que tener vivencias y sentimientos distintos y más vivenciales de Crsito a no ser que esté estancado en este encuentro con Cristo por mi falta  de conversión,...  ¿Cómo es mi oración, mi encuentro diario con mi Dios, mi experiencia de amistad personal con Cristo?, ¿Lo busco, lo trabajo, lo he conseguido? ¿Estoy estancado? ¿La he perdido? ¿No avanzo?  Porque de esto, de la profundidad de mi encuentro con Cristo por la oración dependerá luego, como hemos dicho, todo mi apostolado, el poder ser guías para otros en este camino, de este encuentro personal y oracional  con Cristo Eucarístía. Y es que este es el problema que hoy y siempre existirá en la Iglesia, en todos los cristianos, pero especialmene entre los sacerdotes si no han recorrido este camino exigente y duro, porque lógicamente al no recorrerlo no podrán dirigir a otros en este camino de la oracion conversión para el encuentro con Cristo.

 En alguna ocasión y dado el clima de confianza en que estamos, lo he probado con mis alumnos del último curso de Estudios Eclesiásticos, próximos ya a la confesión y dirección de almas, después de tratar estos temas de la oración y vida espiritual, a un nivel puramente teórico, les he dicho: Descríbanme las etapas principales de oración y de vida cristiana y qué prácticas principales de devociones,  conversión,  sacramentos, se dan en  cada una. Una persona quiere comenzar la vida espiritual, otra sigue pero hace tiempo que no sabe qué le pasa, pero cree que no avanza, ¿qué le aconsejarías? Otra desea ardientemente al Señor, pero por otra parte siente sequedad, desierto, ¿me podríais decir qué es lo que le puede  pasar, dónde se encuentra en su vida espiritual,  podríais hacer un plan de vida para cada uno? ¿Qué es la oración afectiva, la contemplación y experiencia mística? 

Si te encuentras un alma en estado de conversión, qué oración, qué prácticas, qué caminos le indicarías... si dice que no es capaz de orar y antes lo hacía, si te dice que se le caen de las manos los libros para orar, hasta el mismo evangelio, pero que quiere orar,  que tiene deseos ardientes de hacerlo pero que no le sale, tú qué le aconsejarías ¿está muy abajo o muy arriba en el camino de la oración, de la amistad plena con Cristo, del camino de la perfección cristiana...?

Y si te dice que antes sentía al Señor y ahora se cansa y se aburre, incluso tiene crisis de fe, y lleva así meses y hasta años, que quiere dejar la oración  por otras prácticas  de acción piadosa.., porque tiene la sensación de que está perdiendo el tiempo, vosotros, ¿qué  consejos le daríais...?

 San Juan de la Cruz habla de los despistados y del daño que hacían algunos directores de almas en su tiempo y por eso se animó a escribir sus libros: «... por no querer, o no saber o no las encaminar y enseñar a desasirse de aquellos principios... por no haber acomodádose ellas a Dios, dejándose poner libremente en el puro y cierto camino de la unión...»; «...porque algunos confesores y padres espirituales, por no tener luz y experiencia de estos caminos antes suelen impedir y dañar a semejantes almas que ayudarlas al camino» (Prólogo, 3 y 4).  Yo pienso que hoy muchas almas no hacen oración, no recorren este camino o no llegan a la contemplación por falta de directores que las sepan dirigir, sobre todo entre religiosos, sacerdotes, almas consagrada, no digamos simples cristianos... Comulgo en esto con el Doctor Místico.

Estoy totalmente convencido y muchas veces se lo digo al Señor en la oración y me gustaría decírselo a los obispos, (hemos tenido unos papas fenomenales en esta materia, cada uno con sus notas personales, lo cual indica que eran hombres de oración diaria y profunda, Pablo VI, Juan Pablo II, Benedicto XVI), para que lo tuvieran como norma de vida pastoral en todas las diócesis, tener un Vicario de pastoral eucaristica para potenciar la fe y el amor y el culto eucarístico en las diócesis para bien de la iglesia y de las diócesis, para belleza y esplendor del cristianismo, para fuerza apostólica y bien de los sacerdotes y del pueblo de Dios y de la humanidad y del muindo entero. Necesitamos en las Diócesis Vicarios de Pastoral Eucarística para potencia la vida eucarística por ser la Eucaristía el Centro y Culmen de toda la vida de la Iglesia (Vaticano II).

Sin oración, yo no soy ni existo sacerdotalmente en Cristo, que es el Todo para mí; y con toda humildad, --que eso es «andar en verdad» para santa Teresa--, unido a Cristo por la oración, puedo decir con san Pablo: “para mí la vida es Cristo... vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí... y mientras vivo en esta carne, vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó por mí”.

Por cierto y es sintomático y se me olvidaba advertir  que san Juan de la Cruz que quiere hablarnos de este camino de la oración,  tanto en la Subida como en la Noche, sin embargo, en estas dos obras se pasa todo el tiempo hablando  principalmente de purificaciones y purgaciones, esto es de conversión, de vacíos y de las nadas en los sentidos del cuerpo y en las potencias y  facultades del alma, del entendimiento, memoria y voluntad, que ha de realizarse en el alma para que Dios pueda unirse a ella; para san Juan de la Cruz, a mayor unión, mayor purificación-limpieza-vacío del yo --noches de sentidos y de espíritu, activas y pasivas--, para poder llenarse sólo  de Dios.

Está tan convencido san Juan de la Cruz por propia experiencia y por lo que ha visto en otros hermanos y hermanas religiosas durante su vida, tan convencido de que para poder tener oración profunda y contemplativa de Dios y unitiva con Él, lo fundamental es la “noche”, esto es, la conversión, las purificaciones, “las noches del sentido y del espíritu”, tan convencido de tener todo esto en cuenta, que es lo primero que describe y repite en sus libros: la necesidad y los modos de la misma, activa y pasiva, y ahí se pasa todo el libro de modo que de los frutos de la misma apenas habla, porque esta es la mejor forma de prepararse o hacer oración tanto en los comienzos, como a mitad de camino y también al final de este proceso. Para san Juan de la Cruz, por tanto, la oración y el avance en la misma exige la conversión total y permanente del alma hacia Dios, que, al principio, es el alma quien la tiene que hacer –purificación y noches activas--, pero luego ya solo la puede hcer el Espíritu Santo, porque el alma no sabe ni llega a las raices de su yo – purificación- noches pasivas del espíritu.

Y esto es lo que  yo veo que falta hoy en la Iglesia, pero no sólo abajo sino también arriba, en Cardenales, Obispos y sacerdotes, falta  experiencia de Dios y por tanto experiencia de lo que creemos y celebramos en la liturgia. Faltan hombres santos que hayan llegado a una fe vivida y experimentada, a una oración un poco elevada y contemplativa, purificados de imperfeccines y defectos de yo, más llenos de Dios y de Cristo por haberse vaciados de si mismos, del propio yo y estar más llenos de Dios, de su vida y conocimiento, especialmente por la experiencia de Eucaristía, de Cristo vivo, vivo y actual, tanto como misa, comunión y sagrario.

Es pena grande y daño inmenso para la Iglesia, incalculable perjuicio también para el apostolado, que en muchos seminarios, noviciados, casas de formación, parroquias... no se hable con la insistencia y el entusiasmo debidos de esta realidad, que no se vean serios ejemplos de sacerdotes, párrocos y obispos ante el Sagrario, que no tengamos montañeros de este camino, maestros de oración experimentados,  que puedan dirigir y enseñar y animar a otros; cuántos movimientos apostólicos, catequesis de jóvenes o adultos, grupos de adultos, matrimonios, que se vienen abajo, se deshacen o permanecen toda la vida aburridos y anquilosados por no tener  espacios de oración, por no haber descubierto su importancia, y aunque a veces tengan espacios que llaman así, no tienen que ver nada con la oración verdadera y todo esto por carecer de guías de la montaña de la oración, de la perfección y de la santidad.

 En principio, todo sacerdote, religioso/a, todo cristiano o apóstol o catequista responsable de Iglesia  tenía que ser maestro de oración, por su misma vocación y misión; tenía que ser hombre de oración para tener amistad con Jesús y poder dirigir a los demás hasta este encuentro. Y si no practicamos ni vivimos la oración personal,  tú me dirás cómo podremos dirigir a los demás, qué podremos saber y enseñar sobre ella, qué entusiasmo y testimonio y convencimiento podremos infundir en nuestras parroquias, seminarios, noviciados o casas de formación. Así que ni lo intentamos.

Últimamente Juan Pablo II, en la Carta Apostólica Novo millennio ineunte,  ha vuelto a repetir e insistir en la necesidad de la oración y de escuelas de formación en esta materia tanto en parroquias como centros de formación. Esta Carta Apostólica la pondría como tema obligado de estudio en todos los seminarios, noviciados y casas de formación de la Iglesia.

Este es el encargo principal que hemos recibido los  sacerdotes. Todas las parroquias tenían que ser escuelas de  oración, porque la misión esencial para la que hemos sido enviados es para dar a conocer y amar a Jesucristo y la oración es el camino y la puerta. Por eso, todos los grupos tenían que saber orar para amar verdaderamente  a Jesucristo; así lo hago o trato de hacerlo en mi parroquia en los grupos de catequesis, cáritas, pastoral sanitaria, liturgia, empezamos leyendo el evangelio del día y meditando y no digamos en los grupos propiamente de oracíon reunidos úicamente para esto, varios grupos de oración, todas las semanas.

Sin oración, nos quedamos sin identidad cristiana y sin el espíritu y fuego de Cristo en el apostolado y en la Iglesia. Todo queda reducido muchas veces a su aspecto exterior y visible, olvidando lo interior y el alma de todo apostolado, el orar“en espíritu y en verdad”, reducidos muchas veces  los grupos a tareas puramente humanitarias, como si fuéramos una ONG, activistas de una ideología, pero faltos de vivencia de Dios, de Espíritu Santo, de evangelio, de conocimiento vivencial de lo que hacemos o predicamos.

 

Por este motivo muchos de los llamados a ser guías del pueblo de Dios en su marcha hasta la tierra prometida nos hacen perder dirección, fuerzas y tiempo y metas verdaderas, hacen que que nos qudemos para siempre en el llano y no seamos capaces de conducirnos hasta la cima del Tabor, para ver a Cristo transfigurado y bajar luego al llano para trabajar y predicarlo todos los días como la mejor noticia, convencidos e inflamados de que Cristo existe y es verdad, de que todo el evangelio y el encuentro existe y es verdad.

Por no escuchar a Cristo en la oración personal diaria cuando nos sigue invitando, como hizo en Palestina: “Venid vosotros a un sitio aparte”, “llamó a los que quiso para estar con Él y enviarlos a predicar”, “tomando a Pedro, Santiago y Juan subió a un monte a orar” (Lc 9, 28), los sacerdote vamos muchas veces al trabajo apostólico vacíos de El, desprovistos de su fuego y entusiasmo, para contagiar a los que nos escuchan y poder hacer seguidores suyos. “Marta andaba afanada en los muchos cuidados del servicio y acercándose, dijo: Señor ¿no te preocupa que mi hermana me deje a mí sola en el servicio? Díle, pues, que me ayude. Respondió el Señor y le dijo: Marta, Marta, tú te inquietas y te turbas por muchas cosas; pero pocas son necesarias o más bien una sola. María ha escogido la mejor parte, que no le será arrebatada” (Jn 12, 40. 42).

Todo cristiano, todo catequista, apóstol, toda madre cristiana, pero, sobre todo, todo sacerdote debe ser hombre de oración: «A ejemplo de Cristo que estaba continuamente en oración y guiados por el Espíritu Santo, en el cual clamamos “Abba, Padre”, los presbíteros deben entregarse  a la contemplación del Verbo de Dios y aprovecharla cada día como una oración favorable para reflexionar sobre los acontecimientos de la vida a la luz del Evangelio, de manera que, convertidos en oyentes y atentos al  Verbo, logren ser ministros veraces de la Palabra. Sean asiduos en la oración personal, en la recitación de la Liturgia de las Horas, en la recepción frecuente del sacramento de la penitencia y, sobre todo, en la devoción al misterio eucarístico» (Sínodo de los obispos: el sacerdocio ministerial, 1971).

Qué carencias más importantes se siguen luego en la vida personal y apostólica de los responsables de la evangelización, de los bautizados y ordenados sacerdotes en Cristo, si no saben  infundir con fe viva el conocimiento y seguimiento de Cristo, de hacerle presente, creíble y admirado, por no estar ellos personal y  suficientemente  formados en este camino, por lo menos hasta ciertas etapas.

Por eso, al no estar  formados y curtidos en este sendero, al no sentir el atractivo de Cristo, tampoco pueden luego guiar a los demás, aunque sea  su cometido y ministerio principal. Qué madres tan cristianas y santas en nuestra niñez y juventud …1937…  y hasta en nuestros primeros años de sacerdocio1960…1990…con visitas diarias  al Santísimo, rezo del rosario en familia y en grupos… así surgieron tantas vocaciones.

Lo primero es el estar con Él –oración--; luego desde y por la oración diaria con Cristo–convertirnos--, ir viviendo su misma vida y amor, porque si hay que ser buenos sacerdotes hay que bajar al llano todos los días para trabajar y dominar nuestras pasiones; bajaremos durante años hasta que llegue el Tabor definitivo, pero qué diferencia, habiéndolo aprendido así y confirmado con los mismos superiores,  en el mismo seminario o noviciado;  qué difícil aprenderlo luego entre las ocupaciones pastorales, por las prisas y faltas de silencio, a no ser que haya gracia especial del Señor, puesto que el tiempo oportuno fueron el desierto y silencio de estos centros de formación espiritual, teológica, pastoral, humana...aunque también en la vida pastoral podemos y debemos recorrer este camino que debe durar toda la vida con la ayuda siempre del Espíritu Santo que debe ser nuestro director y guía espiritual toda la vida.

Es verdad, sin embargo, que el apostolado y la vida sacerdotal no va a ser totalmente inútil por carecer de esta formación, pero perderá muchísima eficacia y no dará la gloria a Dios que Él se merece y no hará todo  el bien que los hermanos  necesitan, ya que estamos tratando de eternidades. Del discurso que el Papa Juan Pablo II dirigió al Capítulo general de los Servitas, reunidos en la primavera del 2002, entresaco algunos párrafos: «Sentir la exigencia de buscar el reino de Dios ya es un don, que debe ser acogido con espíritu agradecido. En realidad, es siempre Dios el que nos sale al encuentro primero, ya que ha sido el primero en amarnos y llamarnos al sacerdocio (cfr. 1Jn 4,10). Es consolador buscar a Dios, pero al mismo tiempo exigente; supone hacer renuncias y tomar opciones radicales.

¿Cómo repercute esto entre vosotros, en el contexto histórico actual? Supone ciertamente acentuar la dimensión contemplativa, intensificar la oración personal, revalorizar el silencio del corazón, sin llegar nunca a contraponer la contemplación a la acción, la oración en la celda a las celebraciones litúrgicas, la necesaria «fuga» del mundo a la presencia junto al que sufre...La experiencia demuestra que sólo desde la contemplación intensa puede nacer una fervorosa y eficaz acción apostólica.... Vuestra oración comunitaria sea tal que la oración personal prepare y prolongue la celebración litúrgica»[4].

Lo primero es:  “el Señor  llamó a los que quiso para  estar con El y enviarlos a predicar..,” y “  María ha escogido la mejor parte” Y por lo que yo he visto en los santos y en  todos los que han seguido a Cristo a través de los siglos, canonizados o no, este es el único camino: ni un solo santo,  que no haya sido de oración y eucarístico, que no haya hecho largos ratos de oración ante el Señor Eucaristía, pero ni uno solo;  luego habrán sido ricos o pobres, activos o contemplativos, de derechas o de izquierdas, de la enseñanza o de la caridad, laicos o curas, profetas, misioneros o padres de familia,  lo que sea, pero ninguno que no fuera hombre de oración. Nuestras madres y nuestros padres no tuvieron más Biblia ni más grupos de formación que el Sagrario. Qué cristianos tuvimos hasta los años ochenta en España.  En la oración diaria, santo rosario en casa, visita al Santísimo o misa todos los días.Allí lo aprendieron todo y así nos lo enseñaron; me estoy refiriendo a los años 1930-1980.

Por eso es muy importante que nos ocupemos de «estas cosas», porque como he dicho,  lo  que no se vive personalmente termina olvidándose , incluso tratándose de verdades teológicas. La oración eucarística es la fuente que mana y corre siempre llena de estas verdades y vivencias, aunque sea muchas veces a oscuras y sin sentir nada, como camino de purificación para la unión total con Cristo: “Qué bien sé yo la fuente que mana y corre, aunque es de noche”; para S. Juan de la Cruz “la fuente” es la oración y caminando de “noche”, esto es, guiado por la fe.

El  Concilio Vaticano II habla repetidas veces sobre la importancia capital de la Eucaristía en la vida de la Iglesia y en nuestra vida personal: «...los demás sacramentos, al igual que todos los ministerios eclesiásticos y las obras del apostolado, están unidos con la Eucaristía y hacia ella se ordenan. Pues en la sagrada Eucaristía se contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir, Cristo en persona, nuestra Pascua y pan vivo... Por lo cual la Eucaristía aparece como fuente y cima de toda evangelización...  (Los sacerdotes) les enseñan, igualmente, a participar en la celebración de la sagrada liturgia, de forma que exciten también en ellos una oración sincera; los llevan como de la mano a un espíritu de oración cada vez más perfecto, que han de actualizar durante toda la vida en conformidad con las gracias y necesidades de cada uno....La casa de oración en que se celebra y se guarda la sagrada Eucaristía y se reúnen los fieles, y en la que se adora para auxilio y solaz de los fieles la presencia del Hijo de Dios, nuestro Salvador, ofrecido por nosotros en el ara sacrificial, debe estar limpia y dispuesta para la oración» (PO 5).

Pues bien, teniendo presente todo esto y lo que llevamos dicho en este capítulo, ya me diréis qué interés puedo yo tener por Jesucristo y su causa, si Cristo personalmente me aburre; cómo  entusiasmar a las gentes con Él si yo personalmente  no siento entusiasmo por Él, y para esto, la oración es totalmente necesaria, porque es la fuente que mana y corre y el mejor camino para que los cristianos  conozcan y amen al Señor. Y para eso, nosotros debemos darles ejemplo y buscarlo todos los días en la oración y si es ante el Sagrario, tiene una fuerza mayor.

Podremos hacer las acciones de Cristo, predicar las palabras de Cristo, pero no podremos transmitir su espíritu, si no lo tenemos. Somos sarmientos, canales del Amor y Salvación de Dios, del Espíritu Santo de Dios. Para eso necesitamos el espíritu, el alma, el corazón, la adoración que Cristo sentía por su Padre y el amor a sus hermanos los hombres hasta morir por ellos y poder ser así su prolongación, esto es, poder ser verdaderamente presencia sacramental de Cristo, de su persona y apostolado, de sus mismos sentimientos y actitudes.

Y no le demos vueltas, a Cristo, a su vida y evangelio sólo se les comprende, cuando se vive y en la medida en que se vive; y si no, fijaos qué diferencia existe, qué distinta manera de hablar y actuar,  cuando tienes que hablar o defender un tema que vives o te muerde el alma, la vida y la estima tuya o de los tuyos o por el contrario, cuando se trata de un asunto de otros, que te han contado o has leído, pero que, en definitiva, no lo  necesitas para vivir y realizarte. 

La mayor tentación del mundo materialista actual y de siempre, en lo que se unen y se esfuerzan todos los poderosos del «mundo», es demostrar que Dios ya no es necesario, que se puede vivir y ser felices sin Él.

Y por otra parte tenemos todo lo contrario que constituye una prueba de fe y un argumento en favor nuestro y  es que hoy día hemos llenado con el consumismo nuestras vidas y nuestros hogares de todo y ahora resulta que nos falta todo, porque nos falta Dios, que es el TODO de todo y de todos. El mundo está triste, los matrimonios rotos y matándose, madres matando a hijos y padres matando esposas e hijos…y tienen más sexo y placeres que nunca los matrimonios y ya ves.. se separan, se matan, matan a sus hijos que no lo hacen ni los animales y todo porque a este mundo le falta Dios, le falta su amor…

El materialismo y el consumismo reinante destruyen nuestra identidad cristiana, nos destruyen como Iglesia e hijos de Dios. Ahora equipamos a nuestros hijos y juventud de todo: inglés, judo, trabajo, dinero, piso, sexo, masters de todo,  y  ahora resulta que les falta todo, que se sienten vacíos, porque les falta Dios. Cómo convencer a nuestra gente de que Dios es el todo, el único que puede  llenarlo todo de sentido y de amor y de vida y de felicidad verdaderas... cómo ayudar a los hombres de ahora  a salir de ese vacío existencial y proponerles como medio y remedio que se acerquen a Dios, al Dios amigo y cercano que es Cristo Eucaristía, si  nosotros mismos no lo hacemos ni lo hemos experimentado, si nunca o pocas veces nos ven orar en la Iglesia o delante del Sagrario, y esto ya va siendo norma y comportamiento ordinario en nuestra vida sacerdotal o cristiana o de militantes, catequistas.

 Necesitamos sacerdotes, catequistas, madres y padres de oración, que llenen el alma de Dios, del amor de Dios y desde su corazón y vida de gracia y fe viva en Dios puedan llenar a feligreses e hijos. Yo los he conocido en plenitud entre los años 1937-1990… luego han ido bajando… y actualmente, qué pocos padres dan ejemplo de cristianismo fervoroso.

Queridos hermanos, por qué no empezar desde hoy mismo, desde ahora mismo; parémonos ante el Sagrario, mirémosle a Cristo con afecto, hagamos bien la genuflexión ante Él,  si podemos, que no es un trasto más del templo o capilla, que es la el Señor, que es nuestro Salvador, el centro y corazón de la parroquia, de tu familia, de tu grupo, de tu comunidad, de tu vida cristiana... ¿Lo es, o no lo es? ¿O lo es sólo teóricamente? ¿Cómo predicar esto, comuncarlo si no lo vives? Ayúdales a los tuyos con tu vida, con tu ejemplo, con tu comportamiento.... “Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente”.

Hay que ser canales de Cristo y para eso hay que estar unidos a El y ser luz de Cristo y para eso hay que estar  iluminados por Él: “Vosotros sois la luz del mundo... alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestra buenas obras y den gloria al Padre que está en el cielo”. Y así ha sido también en muchos apóstoles y sacerdotes santos. Dice san Juan de la Cruz: «Las cosas y perfecciones divinas no se conocen ni se entienden como ellas son cuando se las va buscando y ejercitando, sino cuando las tienen halladas y ejercitadas»  (N II 17,7). La fe, el cristianismo, el evangelio, a Cristo Eucaristía solo se le comprende en la medida en que se viven.    

 

 

19.- LA PEOR POBREZA DE LA IGLESIA Y DE UNA PARROQUIA ES LA POBREZA EUCARÍSTICA EN MISAS, COMUNIONES Y SAGRARIOS ABANDONADOS 

 

La peor pobreza de la Iglesia es la pobreza eucarística, pobreza de oración ante  los Sagrarios de las parroquias y del mundo; pobreza de misas, comuniones y visitas a Cristo Eucaristía, sobre todo, por parte de párrocos, de sacerdotes y bautizados, de jóvenes y niños, feligreses, no como en mi juventud (años 1940-1980) donde todas las tardes, al salir de paseo, niños, jóvenes, novios, madres hacían la visita al Santísimo, como nuestros padres lo habían hecho y seguían haciendo y nos lo preguntaban y exigían.

Porque si Cristo está en el Sagrario y tú, querido párroco, dices que Él es Dios y el Único Salvador del mundo y de  tus feligreses pero tú no le visitas ni hablas ni te ven tus feligreses con Él todos los días ni hablas de Él ¿cómo puedes decir que le amas y que le necesitas en tu vida personal y apostólica, qué fe y amor es el tuyo? ¿Porque si Cristo es Dios y único Salvador del mundo y tú no le necesitas ni  le visitas todos los días para pedirle ayuda y consejo y contarle tus penas y dificultades apostólicas,  qué fe y certeza y amor a Cristo Eucaristía puedes comunicar a los tuyos?  Yo lo veo así. Faltan almas eucarísticas hoy  en la Iglesia, arriba y abajo, almas profundas, almas de oración eucarística tanto en los seminarios, en los sacerdotes, en las parroquias, en los obispos, en la Iglesia en general.

Cómo se nota cuando un sacerdote, un Obispo o un Cardenal… es una persona de oración. Por eso digo que la mayor pobreza de la Iglesia será siempre  (como ya he repetido) la pobreza de oración eucarística, de pobreza mística, de experiencia de Dios por la oración que nos lleva a la santidad de vida, sobre todo, de oración no meramente vocal sino un poco elevada, meditativa-contemplativa-eucarística, porque no entiendo que uno quiera buscar y encontrarse con Cristo y no lo encuentre donde está más plena y realmente en la tierra, que es en la eucaristía como misa, comunión y Sagrario:

 «Qué bien sé yo la fuente que mana y corre,

 aunque es de noche.

Aquesta fonte está escondida,

en este pan por darnos vida,

aunque es de noche.

Aquí se está llamando a las criaturas

y de este agua se hartan, aunque a oscuras,

porque es de noche». (Por la fe)

 

Es por fe, caminando desde la fe por la oración diaria y ante el Sagrario como un llega a la union y experiencia de amor de Cristo y la iniciativa siempre parte de Dios que viene en mi busca y para eso se quedó tan cerca, pero yo tengo que buscarlo, ir y encontrarlo donde Él quiso quedarse en la tierra para ser amigo de todos los hombres..

Por eso, si los formadores de comunidades parroquiales, de noviciados y seminarios no tienen una profunda experiencia de oración y vida espiritual, insisto una vez más, será muy difícil que puedan guiar a sus feligreses, novicios o seminaristas o… hasta la unión afectiva y existencial con Cristo. Es sumamente necesario y beneficioso para la Iglesia, que los obispos se preocupen de estas cosas durante el tiempo propicio, que es el tiempo de formación de los seminarios, para no estar luego toda la vida sufriendo sus consecuencias negativas tanto para los mismos sacerdotes como para el apostolado y la misma vida diocesana, por una deficiente formación espiritual.

Los seminarios son la piedra angular, la base, el corazón de vida de todas las diócesis y si el corazón está fuerte, todo el organismo también lo estará; pero si, por el contrario, está débil o muerto, también lo estarán las diócesis y las parroquias y los grupos y las catequesis y todos los bautizados, que deben ser evangelizados por estos sacerdotes. No te digo nada si no existen o son pocas las vocaciones sacerdotales y religiosas como en los tiempos actuales. Qué diferencia de aquellos tiempos nuestros con seminario mayor y menor a tope en todas las Diócesis.

Por eso, qué interés, qué cuidado, qué ocupación y preocupación tienen los buenos obispos, que hay muchos y bien despiertos y centrados en sus seminarios, por la pastoral vocacional, por el trato con familias cristianas y con posibles seminaristas, por la selección y cuidado de los formadores...

Este es el apostolado más importante del Obispo y de toda la diócesis; qué bendición del cielo tan especial son estos obispos, que, en su esquema de diócesis, lo primero es el seminario, los sacerdotes, la formación espiritual de los pastores. Aquí se lo juega todo la Iglesia, la Diócesis, porque es la fuente de evangelización. Para todo obispo, su seminario y los sacerdotes deben ser la ocupación y preocupación y la oración más intensa; tiene que ser algo que le salga del alma, por su vivencia y convencimiento, no por guardar apariencias y comportamientos convencionales; tiene que salir de dentro, de las entrañas de su amor loco por Cristo; ahí se ve su amor auténtico a Cristo y a su Iglesia.

Cómo se nota cuando esto sale del alma, cuando se vive y apasiona o cuando es un trabajo más de la diócesis, un compromiso más que debe hacer, pero no ha llegado a esta identificación de seminario y sacerdotes con Cristo. Pidamos que Dios mande a su Iglesia Obispos que vivan su seminario. Es la presencia de Cristo que más hay que cuidar después de la del Sagrario: que su presencia eucarística esté limpia, hermosa, bien cuidada. Pero tiene que salir del alma, de la unión apasionada por Cristo.

Por otra parte la Iglesia, los consagrados, los apóstoles, cuanto más arriba estemos en la Iglesia, más necesitados estamos de santidad, de esta oración continua ante el Sacerdote y Víctima de la santificación, nuestro Señor Jesucristo. ¡Qué diferencias a veces entre diócesis y diócesis, aún tocándose, entre seminarios y seminarios! ¡Qué envidia santa y no sólo por el número sino por la orientación, la espiritualidad, por todo esto que dice el Papa en su Carta Apostólica NMI, qué carta más bella y profunda sobre la espiritualidad del sacerdote, su formación! ¡Qué alegría ver realizados los propios sueños en los seminarios! ¡qué nostalgia de los años 1940-1990!

¿No hemos sido creados para vivir la unión eterna con Dios en la eternidad, en el cielo por la participación en su misma vida de amor y felicidad? ¿No es triste que por no aspirar o no tender o no haber llegado a esta meta nos quedemos muchas veces, a veces toda la vida, en zonas intermedias de apostolado, formación y vida cristianas, sin al menos dirigir la mirada y tender hacia la unión y la vida de plena unión y felicidad en Dios que empieza aquí abajo por la gracia y la vivencia de la amistad con Él? ¿La deseamos? ¿está presente en nuestras vidas y apostolado por la oración especial y eucarística?

Para mí que estas realidades divinas sólo se comprenden y se desean si se viven. El misterio de Dios no se comprende hasta que no se vive. Y el camino para esta unión es la oración, la oración y la oración litúrgica eucarística y personal en conversión permanente a lo que celebramos y comulgamos y oramos, que nos va vaciando de nosotros mismos para llenarnos sólo de Dios en nuestro ser, cuerpo y espíritu, sentidos y alma, especialmente en la liturgia dela Eucaristía hasta llegar a la unión y amor divinos.

Y al hablar de la relación que existe entre experiencia de Dios y apostolado, siempre diré que la mayor pobreza apostólica de la Iglesia será siempre la pobreza de vida mística; quiero decir, que ahora y siempre ésta será la mayor necesidad y la mayor urgencia de la vida personal y apostólica de los bautizados, sobre todo,  ordenados; tener predicadores que hayan experimentado la Palabra que predican, que se hayan hecho palabra viva en la Palabra meditada y orada; celebrantes de la Eucaristía que sean testigos de lo que celebran y se esfuercen por tener los mismos sentimientos de Cristo víctima, sacerdote y altar, que se han hecho eucaristías perfectas en Cristo, fundidos en una sola realidad en llamas en el mismo fuego quemante y gozoso de su Espíritu, el Espíritu Santo, consagrante y transformante del pan y del vivo y del celebrante en Cristo para que esa unión en llamas con Él pueda quemar a los hermanos a los que son enviados con esta misión de amor en el Padre, en el Hijo por la potencia de amor del Espíritu Santo.

 Si no se llega, tendemos o se camina por esta senda de santidad, de la unión total con el Señor por la oración personal, eucarística o celebrative, santa misa, todo trabajo apostólico tenderá a ser más profesional que apostólico; sin esta union de amor por la oración, sí, sí, habrá misas y eucaristía, acciones y más acciones, pero muchas de ellas no serán transformantes, apostólicas porque faltará el Espíritu de Cristo: habrá bautizados, pero no convertidos; casados en la Iglesia, marco bonito para fotos, pero no en Cristo, en el amor y promesa de amar como Cristo, con amor total, único y exclusivo; habrá Confirmados pero no en la fe, porque algunos incluso expresan no tenerla –soy testigo-- y allí no puede entrar el Espíritu Santo, por muchos cantos y adornos que hayamos hecho, eso no es liturgia divina, falta lo principal, la fe y el amor a Cristo.

Y para hacer las acciones de Cristo, para esto, su consejo: “Vosotros venid a un sitio aparte… el Señor llamó a los que quiso para estar con Él y enviarlos a predicar”; el “estar con Él” es condición indispensable para hacer las cosas en el nombre y espíritu de Cristo: la oración-conversión-permanente y diaria- toda la vida… no sé si en el cielo la necesitemos también…

 

20.- LA LICENCIATURA EN ORACIÓN EUCARÍSTICA SE CONSIGUE POR LA ORACIÓN-CONVERSIÓN

 

Lo he repetido muchas veces y lo repetiré siempre, en mis predicaciones y en este libro y en todos, la oración eucarística solo empieza y se realiza y avanza por la conversión de mi vida en Cristo Eucaristía, en irme identificando con Él por la vida eucarística: misa, comunión y presencia, haciendo que Él cada día viva más en mí su misma vida,  amando y viviendo y perdonando como Él lo hizo y lo hace y lo renueva todos los días por la santa misa: santidad de vida. Si no me voy convirtiendo y haciéndome eucaristía perfecta con él y como él – dar la vida por Dios y los hermanos--, no llegaré a identificarme con Él, a hacerme pan de Eucaristía y sacerdote perfecto de Cristo.

Porque se trata de un elemento esencial: la conversión de mi vida; la oración auténtica  me lleva siempre a amar a Cristo por la conversión de mi vida, de mi carácter, de mis ideales en los suyos: quiero amar a Cristo, entonces quiero orar y  convertirme a lo que Cristo me dice en la oración; me canso de orar, me canso automáticamente de amar a Cristo, me he cansado de convertirme, es que me he cansado de orar, es que me he cansado de amar a Cristo sobre todas las cosas y seguirle en mi vida: “Si alguno quiere ser discípulo mío, níeguese a si mismo, tome su cruz y me siga”.

La oración, antes que consideración y meditación y todo lo demás, es querer amar, por eso voy a la oración. Si no voy a orar, si no hago oración diaria, aunque uno no sea consciente al principio es que no quiero amar y convertirme a Cristo y si no quiero convertirme es porque tengo que matar mi yo, sus comodidades y eso es lo que me duele y cuesta y por eso no quiero y no tengo tiempo para orar, aunque no sea consciente de ello. Y si se medita es para sacar agua de amor del pozo y de la fuente, que puede ser el evangelio, un libro, tu corazón, “aunque sea de noche”, esto es, no sintiendo y no viendo gozo y luz al principio.

Dice San Juan de Ávila: «Y sabed que este negocio es más de corazón que de cabeza, pues el amar es el fin del pensar. Y si Dios os hace esta merced de meditación sosegada, será más durable lo que en ella sintiereis y más larga y sin pesadumbre»[5]. «Aunque el entendimiento obre poco o nada, la voluntad obra con gran viveza y ama fortiter»[6].

Y para todo esto, Jesucristo en la Sagrario es el mejor maestro, el mejor libro, toda una biblioteca, todo el evangelio presente, hecho vida. Por eso nos dice el Doctor Místico: «todo ejercicio de la parte espiritual y de la parte sensitiva, ahora sea en hacer, ahora en padecer, de cualquiera manera que sea, siempre le causa más amor y regalo de Dios como habemos dicho; y hasta el mismo ejercicio de oración y trato con Dios, que antes solía tener en consideraciones, ya todo es ejercicio de amor» (Can B 28, 9).

Bien es verdad que el santo aquí se refiere  a un grado más elevado de oración que la meditación,  pero hacia aquí apunta la oración por sí misma, desde el principio, aunque uno no sea consciente de ello, pero conviene que lo sepa el mismo orante y los directores de grupos de oración, que a veces creen que si no se habla o leen reflexiones o se dicen cosas bonitas, no se ha orado; es más, quieren medir la altura de oración según las frases bonitas que se digan; o que si no se aprenden o se realizan técnicas de relajación o métodos de reflexión, no hay oración.

Por eso nos dirá san Juan de la Cruz que la oración no se mide por las revelaciones, ni locuciones ni éxtasis sino por los frutos de  humildad en las personas que la tienen, y este era su criterio para distinguir a los verdaderos y falsos orantes. Y ya sabemos la definición teresiana de oración: «que no es otra cosa oración sino tratar  de amistad, estando muchas veces tratando a solas con aquel que sabemos que nos ama». 

Y para este camino de oración:

A). Yo  aconsejaría empezar saludando al Señor,  o como se dice ordinariamente, poniéndonos en su presencia: en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. En el nombre del Padre que me soñó para una eternidad de gozo con Él, me ha dado la existencia, me da la vida ahora, esta mañana. Del Hijo que me amó hasta entregar su vida por mí y sigue dándose en cada eucaristía, en cada Sagrario como amigo. En nombre del Espíritu Santo que me santifica, me trae el amor y la gracia y la ayuda de mi Dios ahora, en este momento: Señor, ábreme los labios y el corazón y la inteligencia y todo mi ser, para que te alabe y bendiga y reciba la fuerza de mi Dios y toda mi vida sea Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.

            En el nombre del Padre que me da la vida: si existo es que el Padre me ama; en el nombre del Hijo que vino y dio su vida por mí y se quedó para siempre en la Eucaristía para llevarnos a la intimidad de los Tres; del Espíritu Santo, que es la misma Vida y Amor Personal de los Tres con deseo de comunicarse a los hombres. Por eso, proclamarás con total confianza y gozo al empezar este encuentro, aunque todavía muy a oscuras y sin vivencia sentida de amor: Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,  quiero hacer de mi vida una ofrenda agradable y una alabanza de gloria “in laudem gloriae ejus- lema de (Sor) hoy ya santa Isabel de la Santísima Trinidad.

 

            B). Luego orar dos o  tres oraciones fijas, para no dudar nunca en los comienzos, siempre igual, pero que te inspiran ideas y sentimientos diferentes, los que el Señor te inspire; la primera oración fija puede ser a la Stma. Trinidad:  la invocación a la Santísima Trinidad de Sor Isabel de la Trinidad: «Oh Dios mío, Trinidad a quien adoro, ayudadme a olvidarme enteramente de mí...» u otra más breve, dejándote llevar por sus sentimientos y expresiones; una segunda oración fija puede ser una invocación al Espíritu Santo para que nos ayude en la oración y nos lleve de la mano: «Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles...», lo vas diciendo despacio, meditando sus peticiones, porque no se trata de aprenderlo sino de orarlos. Prueba esta oración al Espíritu Santo meditándola:

«Oh Espíritu Santo, Fuego de mi Dios, Alma de mi alma, Vida de mi vida, Amor de mi alma y de mi vida, yo te adoro.

Quémame, ábrasame por dentro con tu Fuego transformante y conviérteme  por una nueva encarnación sacramental en humanidad supletoria de Cristo, para que Él renueve en mí y prolongue  todo su misterio de salvación: quisiera hacer presente a Cristo ante la mirada de Dios y de los hombres,  como Adorador del Padre, como Salvador de los hombres, como Redentor del mundo.

Inúndame, lléname, poséeme, revísteme de sus mismos sentimientos y actitudes sacerdotales; haz de toda mi vida una ofrenda agradable a la Santísima Trinidad, cumpliendo su voluntad, con amor extremo, hasta dar la vida.

Oh Espíritu Divino, Amor, Alma y Vida de mi Dios, ilumíname, guíame, fortaléceme, consuélame, fúndeme en amor trinitario, para que sea amor Creador de vida en el Padre,  amor Salvador de vida por el Hijo y amor Santificador de vida con el Espíritu Santo,  para alabanza de gloria de la Trinidad y salvación de los hombres, mis hermanos»

La tercera oración fija va dirigida a Jesucristo Eucaristía: con la letra de algún canto eucarístico u oración que te guste, o con  el «Adoro te devote, latens Deitas», «Jesu, dulcis memoria, dans vera cordis gaudia, sed super me et omnia, ejus dulcis praesentia», traducidos al español, porque son  preciosos: «Oh Jesús, mi dulce recuerdo, que das los verdaderos gozos del corazón, tu presencia es más dulce que la miel y todas las cosas. No se puede cantar nada más suave, ni oír nada más alegre, ni  pensar nada más dulce que Jesús, Hijo de Dios. Jesús, Tú eres la esperanza para los arrepentidos,  generoso para los que te suplican,  bueno para todos los que te buscan y qué decir para los que te encuentran. La lengua no sabe decir ni la letra puede escribir lo que es amar a Jesús, sólo puede saberlo el que lo experimente. Sé Tú, Jesús, nuestro gozo, nuestro último premio; haz que nuestra gloria esté siempre en Ti por todos los siglos».

 

También puedes rezar: «Sagrado banquete en que  Cristo es nuestra comida, se celebra el memorial de su pasión, el alma se llena de gracia y se nos da la prenda de la gloria futura...», siempre despacio y meditando e interiorizando, contándole tu vida de ayer y lo que piensas hacer hoy, suplicando, pidiendo perdón y ayuda.

¡Eucaristía  Divina, Tú lo has dado todo por mí, también yo quiero darlo todo por Ti, porque para mí Tu lo eres todo, yo quiero que lo seas todo. Jesucristo, yo creo en Tí. Jesucristo, yo confío en Tí. Jesucristo, Tú eres el Hijo de Dios. Qué gozo haberte conocido, ser tu sacerdote y amigo. O también: « ¡Eucaristía divina, cuánto te deseo, cómo te  busco, con qué hambre de Tí camino por la vida, qué nostalgia de mi Dios todo el día! Jesucristo Eucaristía, quiero verte para tener la Luz del Camino, la Verdad y la Vida; Jesucristo Eucaristía, quiero comulgarte para tener tu misma Vida, tu mismo Amor, tus mismos sentimientos; y en tu Entrega Eucarística, quiero hacerme contigo una ofrenda agradable al Padre, cumpliendo tu voluntad, con amor extremo, hasta dar la vida. Quiero entrar así en el Misterio de mi Dios Trino y Uno, por la potencia de Amor del Espíritu Santo».

 

             C). Te repito que, aunque lleve años y años haciendo oración, el tener un esquema propio y fijo de oración facilita mucho el comienzo de la misma... luego tú lo vas rellenando de tus propias ideas, sentimientos, peticiones, sanas distracciones, pero sabes siempre dónde volver y retomar el diálogo con el Señor, para no dudar continuamente en los comienzos o al medio o al final, para saber cómo hay que comenzar siempre, porque al principio, el simple estar en su presencia, el simple mirar o contemplar es difícil por muchos motivos y se necesitan ayudas para estar ocupados y no distraerse.

Puedes valerte de jaculatorias, versículos breves de las Horas, oraciones litúrgicas o hechas por otros que a ti te gusten o te digan algo. Finalmente y siempre, como cuarta invocación, oración o encuentro fijo en tu oración diaria, la invocación a la Virgen, nuestra madre y modelo en la fe y seguimiento del hijo-Hijo cumpliendo su voluntad con dolor y sin comprenderlo. Lo puedes hacer con la oración y antífonas preciosas según los tiempos litúrgicos, sobre todo en latín, que puedes traducir, o cantos o súplicas populares: «Oh Señora mía, oh madre mía, yo me ofrezco enteramente a tí, y en prueba...», o con alguna invocación personal: « ¡Hermosa nazarena! ¡Virgen guapa, Madre del alma, cuánto me quieres, cuánto te quiero! Gracias por haberme dado a tu hijo, gracias por haberme llevado hasta Él; y gracias también por querer ser mi madre, mi madre y mi modelo; gracias», confiando totalmente en ella como madre y poniéndola como intercesora y modelo, suplicándole, contándole tus sufrimientos, tus alegrías, tus dudas.

 

            D). Repito que es conveniente tener y empezar siempre con un esquema oracional elemental, como camino de diálogo y encuentro con Dios, que debes recorrer y orar  todos los días, al cual y en cada una de las partes, puedes y debes ir añadiendo todos los pensamientos y deseos que te  inspire el Señor, parándote en ellos, sin prisas, y si se termina el tiempo de oración y no has cumplido todo el esquema, no pasa nada. Pero es necesario y es una ayuda para toda tu vida tener un esquema oracional para no estar indeciso o perderte en tu oración diaria. Porque ir a la oración todos los días a pecho descubierto, o como dicen algunos,  permanecer en quietud y simple mirada, si es mirada de amor, S. Juan de la Cruz, eso supone mucho camino andado, mucha oración  y mucha purificación de sentido realizada. Y a mi parecer esto no es ordinario en los comienzos y tampoco es fácil. Si lo tienes ya supone estar bastante poseído por el amor de Cristo.

            E). Importantísimo, esencial: a continuación  de todo esto que hemos dicho, tiene que hacerse  revisión de vida ante el Señor, fija y todos los días y para toda la vida, de tres o cuatro materias esenciales de tu vida cristiana y de cumplimiento de los mandamientos de Dios y los consejos evangélicos: soberbia, caridad fraterna, control de la ira, castidad... y todo esto, para tu mejor y perfecta unión, santidad o encuentro con Cristo, para amar a Dios sobre todas las cosas, especialmente sobre el amor que nos tenemos a nosotros mismos, porque nos preferimos a Dios a cada paso. Y siempre que diga revisión de vida, estoy diciendo también petición de gracia, de luz, de fuerza para hacerla y vivirla, descubrir los peligros y las causas  principales de las caídas, el comportamiento con las personas, porque donde hay pecado de caridad, aunque sea venial, no puede estar en plenitud el amor de Dios y el conocimiento de su amor: “En esto sabemos que conocemos a Cristo: en que guardamos sus mandamientos. Quien dice: yo lo conozco, y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso, y la verdad no está en él. Pero quien guarda su palabra, ciertamente el amor de Dios ha llegado en él a su plenitud. En esto conocemos que estamos en Él. Quien dice que permanece en Él debe vivir como vivió Él” (1Jn 2, 3-6).

Todos los días y a todas horas y en toda oración, hay que revisarse de la soberbia, pecado original, causa y principio de todos los pecados, que es este amor que me tengo a mí mismo, me quiero más que a Dios y a todos los hombres, revisar sus manifestaciones diversas en amor propio, vanidad, ira...etc; después de la soberbia, la caridad, el amor fraterno en sus diversas manifestaciones: negativa: no criticar, ni de palabra ni de obra, no despreciar a nadie, tratar de  hacer el bien a todos, de palabra y con obras, reaccionar perdonando ante las ofensas en santidad consumada...etc.

No olvidar jamás que el amor a Dios pasa por el amor a los hermanos, porque así lo ha querido Él:“Y nosotros tenemos de Él este precepto: que quien ama a Dios ame también a su hermano” (1Jn 4, 2). Por favor, no olvides esto y todos los días examínate.

En esto Cristo es muy sensible y exigente. Lo tenemos mandado por el Padre y por Él mismo: “Amarás al Señor... y al prójimo como a tí mismo”, “este es mi mandamiento, que os améis unos a otros como yo os he amado”. Olvidar estos mandamientos del Señor es matar la oración incipiente, no avanzar o dejarla para siempre en pura rutina no santificadora.

San Juan, el apóstol místico, por penetrar y conocer a Dios por el amor, por el conocimiento de amor, nos lo dice muy claro: “Carísimos, amémonos unos a otros porque la caridad procede de Dios, y todo el que ama es nacido de Dios y a Dios conoce. El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor... A Dios nunca le vio nadie; si nosotros nos amamos mutuamente, Dios permanece en nosotros y su amor es en nosotros perfecto” (1Jn 4, 7-8; 12). Repito una vez más y todas las que sean necesarias: para vivir la caridad hay que matar el amor propio, el amor desordenado a uno mismo. Y esto es una cruz que dura toda la vida y que hay que tomar al coger el camino de la oración, que es  camino de amor a Dios y a los hermanos. Luego hay que revisar ese defecto más personal, que todos tenemos y que, por estar tan identificados con él, no es fácil descubrirlo, porque siempre hay excusas fáciles, -es que soy así- pero hacemos daño con él a los hermanos. Es fácil descubrirlo, cuando personas que te quieren, coincidan en decirte y en insistir en alguno concreto, por allí va la cosa.

Esta oración-revisión-conversión tiene que durar ya  toda la vida, porque santidad es igual a conversión permanente. Si uno quiere «amar y servir», hacer de la propia vida una ofrenda agradable a Dios y esto es el cristianismo, si uno quiere mantener  activo ese amor y de puro nombre, hay que orar todos los días para convertirse del amor a uno mismo y a las criaturas al amor de Dios. O amamos a Dios o a nosotros mismos, a las criaturas. Si quiero orar es porque quiero amar a Dios sobre todas las cosas. Si vivo en pecado, ni el amor ni el conocimiento verdadero de Dios puede estar en mí, como lo dice muy claro San Juan: “Y todo el que tiene en Él esta  esperanza, se purifica, como puro es Él. El que comete pecado traspasa la ley, porque el pecado es trasgresión de la ley. ... Todo el que permanece en Él no peca, y todo el que peca no le ha visto ni le ha conocido” (1Jn 3, 3-6).

Cuando uno no quiere convertirse o amar a Dios, o se cansa de hacerlo, entonces ya no necesita ni de la oración ni de la eucaristía ni de la gracia ni de Cristo ni de Dios. El amor a Dios negativamente consiste en no ofenderle, no pecar: “Pues éste es el amor de Dios, que guardemos sus preceptos. Sus preceptos no son pecado” (1Jn 5, 3).Para mí que esta es la causa principal por lo que se deja este camino de la oración y de la santidad. Por eso, muchos no hacen oración o les aburre o les cansa y terminan dejándola.

La oración hay que concebirla como un deber, como trabajo, absolutamente necesario para llegar a amar a Dios, que hay que hacer, te guste o no te guste, haga calor o frío, estés inspirado o aburrido, como tienes que trabajar en tu profesión o comer o estudiar, porque si no lo haces, te mueres o te suspenden. No valen las excusas de ningún tipo para no hacerla. Si no lo haces,  por la causa que sea, mueres espiritualmente, serás un mediocre. Por eso te ayudará  tener un esquema fijo, una hora fija para hacer tu oración diaria, si es posible, siempre a la misma hora, porque, si la dejas para cuando tengas tiempo, no lo tendrás. Es la táctica del demonio sirviéndose de nuestra ignorancia y comodidad espiritual.

 

            F). Después de esta revisión, un capítulo que no puede faltar todos los días es la oración de intercesión, las peticiones, acordarse de las necesidades de los hermanos, de los problemas de la Iglesia, la santidad, la falta de vocaciones, tu parroquia, tu familia, amigos... Todo esto hay que hacerlo despacio, y pensando y meditando todo lo que se te ocurra, hablándole al Señor de tus problemas, de tu vida, pidiendo luz y gracia sobre lo que tienes que hacer, sin desanimarte jamás, y si un día estás inspirado, te paras y te quedas con cualquier oración o revisión todo el tiempo que quieras; eso es oración, eso es trato de amistad con el Señor, por lo menos, una forma, aunque te parezca que no haces nada o que estás perdiendo el tiempo.

            Ya hemos terminado las oraciones introductorias, la revisión de vida, el pedir luz, fuerzas, gracias del Señor para nosotros y los demás, y  ahora, ¿qué?  Pues ahora lo que más te ayude a encontrarte con Cristo, a dialogar más con El Y para esto, como te decía antes, EL EVANGELIO, las palabras y hechos salvadores de Jesús es el mejor camino; también los buenos libros, los salmos...,  libertad absoluta, no se le pueden imponer caminos al amor, a los que quieren amar, a los que aman. Haz lo que te pida el corazón. “María guardaba todas estas cosas meditándolas en su corazón” (Lc 2, 19).

Amando, metiéndolo todo en su corazón fue como nuestra Madre fue comprendiendo lo que acontecía en torno a Jesús y a ella y que racionalmente la desbordaba. Pero amando uno se identifica con el objeto amado. No olvides lo que te he repetido y repetiré más veces en este libro: la oración es querer amar a Dios, no digo amar sino querer amar, que eso es ya amor,  porque, al principio, el alma está muy flaca y no tiene fuerzas ni sabe amar a Dios, solo sabe amarse a sí misma, y si sólo intentamos tocarlo con el entendimiento, no llegamos de verdad hasta Él: «Y porque la pasión receptiva del entendimiento sólo puede recibir la inteligencia desnuda y pasivamente, y esto no puede sin estar purgado, antes que lo esté, siente el alma menos veces el toque de la inteligencia que el de la pasión de amor » (N  II,13,3). Aunque San Juan de la Cruz se refiere a una oración elevada, vale para los grados inferiores también, siempre caminando hacia el amor total.

«De donde es de notar que, en tanto que el alma no llega a este estado de unión de amor, le conviene ejercitar el amor así en la vida activa como en la contemplativa, porque es más precioso delante de él y de el alma un poquito de este puro amor y más provecho hace a la Iglesia, aunque parece que no hace nada, que todas esas otras obras juntas» (C B 28,2).  ¡Ojo! Que no lo digo yo,  lo dice san Juan de la Cruz, para mí el que más sabe o uno de los que más saben de estas cosas de oración y del amor a Dios y a los hermanos y  vida cristiana y  evolución de la gracia.

 

            G). La oración conviene hacerla siempre a la misma hora, hora fija de la mañana o tarde, cuando te venga mejor, pero hora fija, como te he dicho, porque si lo dejas para cuando tengas tiempo, nunca lo tendrás;  hay que hacerla todos los días,  haga frío o calor, esté uno seco o fervoroso, esté en pecado o en gracia, tengas tiempo o no, porque para Dios siempre hay que tenerlo, porque Él siempre lo ha tenido y lo tiene para nosotros. Él debe ser  lo primero y lo absoluto de nuestra vida y esto lo hacemos realidad todos los días dedicándole este tiempo de oración, que es amarle sobre todas las cosas.

Y esto que te he dicho, hay que hacerlo siempre, aunque uno llegue a la suprema unión con Dios, hasta el éxtasis, porque nunca hay que fiarse del propio yo, que se busca siempre a sí mismo, se tiene un cariño inmenso, por lo cual hay que tener mucho cuidado y vigilarlo todos los días. La hora y el tiempo de oración, que sean fijos y determinados: veinte minutos inicialmente, por ejemplo, luego veinticinco, media hora... pero sin volver atrás, aunque te cueste o te aburras, todo es amor, todo es  cuestión de querer amar y si quieres amar, ya estás amando, ya estás haciendo oración, aunque tengas distracciones, aburrimiento; ya pasarán, porque Dios te ama más. Para llegar a las profundidades del amor de Dios… una hora de oración y encuentro con Él diario; luego… el Señor te indicará.

Si eres fiel a este rato de diálogo y oración con el Señor, pronto llegarás a cierto nivel o estar con Él, donde todo te será más fácil, en que te sentirás bien. Y si sigues avanzando, luego incluso no necesitarás de libros ni de ayudas para encontrarte con Él, ya no necesitarás leer el evangelio o libro alguno, porque el diálogo te saldrá espontáneo y largo y afectuoso y ya no se acaba nunca, se ha pasado de la oración discursiva a la afectiva y luego ésta pasará, mejor, el Espíritu de Dios te llevará hasta la oración  contemplativa.

En esta oración, el Verbo de Dios llenará de luz y salvación y ternura tu corazón y tu alma y todas tus facultades, porque ha empezado a comunicarse personalmente por su presencia y vivencia más íntimas y no eres tú el que tienes que pensarlo o descubrirlo sino que Él ya se te da y ofrece sin necesitar la ayuda de tus raciocinios o afectos para andar este camino. Y empiezan las ansias de verle, amarle, poseerle más y más: «Descubre tu presencia, y máteme tu rostro y hermosura, mira que la dolencia de amor ya no se cura, sino con la presencia y la figura» (C.11).

Desde esta vivencia, cada día más profunda, irás descubriendo que tú eres Sagrario, que tú estás habitado, que  los Tres te aman y viven su misma vida trinitaria dentro de ti y te hacen partícipe por gracia de su misma vida de Amor del Padre al Hijo y del Hijo al Padre, que es Volcán de Espíritu Santo eternamente echando fuego y renovándose en un ser eterno de ser en sí y por sí mismo beso y abrazo entre los Tres, sin mengua ni  cansancio alguno, porque tú has empezado a ser, mejor dicho, siempre lo has sido, pero ahora Dios quiere que seas consciente de su Presencia en tu alma, Sagrario de Dios, templo de la misma Trinidad, dándote experiencia de Sí mismo y  metiéndote en el círculo del amor trinitario, en cuanto es posible en esta vida.

Y en este momento, por su presencia de amor, tú eres el templo nuevo de la nueva alianza, la nueva casa de oración habitada por la Santísima. Trinidad, porque el Verbo, por el pan de eucaristía, te habita, y la Presencia Eucarística te ha llevado a la Comunión Trinitaria por una comunión eucarística continuada y permanente de amor en los Tres y por los Tres;  tú ya eres Trinidad por participación, en cuanto es posible y esto te desborda, te extasía, te saca de ti mismo, de tus moldes y capacidades de entender y amar y gozar y esto me parece que se llama éxtasis… Y entonces ya... «Quedéme y olvidéme, el rostro recliné sobre el amado, cesó todo y dejéme, dejando mi cuidado, entre las azucenas olvidado» (C. 8). 

Porque a estas alturas, la contemplación de  Dios te impide meditar, porque es mucho lo que Él quiere decirte y tú tienes que escuchar del Verbo de Dios, aprender de la Palabra eterna llena de Amor, con la que el Padre se dice eternamente a Sí Mismo en canción y silabeo gustoso y eterno de Amor de Espíritu Santo en el Hijo que ahora la canta para tí; ahora que ya estás  preparado, después de largos años de purificación y adecuación de las facultades sensitivas, intelectivas y volitivas, que te han dispuesto para la intimidad divina, sin imperfecciones o impurezas o limitaciones, ahora la oración es presencia permanente de diálogo y presencia de Dios. «Bien sé que tres en sola una agua viva- residen, y una de otra se deriva,- aunque es de noche. Aquesta eterna fonte está escondida- en este vivo pan por darnos vida,- aunque es de noche» (La fonte 10 y 11).

Él te hablará sin palabras  y tú le responderás sin mover los labios: simplemente te sentirás amado y habitado, sentirás que es Verbo y Verdad del Padre, hecha Fuego de Amor de Espiritu Santo en tu corazón, en fe endendida y luminosa, en «noticia amorosa», sentirás que Dios Padre te ama  en su Hijo Palabra de Amor de Espíritu Santo, y tú, al sentirte amado por los Tres, Dios Trino y Uno amado en Trinidad de Personas, repito, no solo creerlo, sino sentirlo, vivirlo, experimentarlo, pero  de verdad, no por pura  imaginación o ilusión,  ya no tengo que decirte nada, porque lo demás ya no existe.

 ¿Qué tiene que ver todo lo creado y presente con lo que nos espera y que ya ha empezado a hacerse presente en tí? Ante este descubrimiento, lleno de luz y de gozo y de plenitud divina, lo presente ya no existe y ha empezado la eternidad,  te habrás descubierto también en Dios eternamente pronunciado en su Palabra y escrito en su corazón por el fuego de su mismo Espíritu de Amor Personal.

            «Entréme donde no supe- y quedéme no sabiendo, - toda ciencia trascendiendo.  Yo no supe donde entraba,- pero, cuando allí me vi,- sin saber dónde me estaba,- grandes cosas entendí;- no diré lo que sentí,- que me quedé no sabiendo,- toda ciencia trascendiendo. Y si lo queréis oír, - consiste esta summa sciencia- en un subido sentir- de la divinal Esencia;- es obra de su clemencia- hacer quedar no entendiendo,- toda ciencia trascendiendo» (Entréme donde no supe).

Anímate a hacer tu oración todos los días, si es posible ante el Sagrario, no es por nada, es que allí Él lleva dos mil años esperándote el que te ama, Jesucristo, tu hermano, confidente y amigo. Y aunque está en más sitios, aquí está más singularmente presente, esperándote. Fíjate si lo haces meditando al principio sus mismas palabras del evangelio. Además, al hacerlo ante el Sagrario, estás demostrando que crees no sólo esa parte del evangelio que estás meditando sino todo el evangelio que tienes presente en Cristo Eucaristía, demuestras simplemente con tu presencia que tienes presente y crees todo el misterio de Dios,  todo lo que Cristo ha dicho y ha hecho, porque está presente Él mismo, todo entero, todo su evangelio, todos sus misterios, en Jesucristo Eucaristía. «Oh llama de amor viva, qué tiernamente hieres de mi alma en el más profundo centro, pues ya no eres esquiva, acaba ya si quieres, rompe la tela de este dulce encuentro» (Ll.1).

Qué bien reflejan estos versos de san Juan de la Cruz el deseo de muchas almas, -- yo las tengo en mi parroquia--, almas que desean el encuentro transformante con Cristo. Al contemplar esta unión que Dios tiene preparada para todos, exclama: « ¡Oh almas criadas para estas grandezas y para ellas llamadas!, ¿qué hacéis?, ¿en qué os entretenéis? Vuestras pretensiones son bajezas y vuestras posesiones miserias. ¡ Oh miserable ceguera de los ojos de vuestra alma, pues para tan gran luz estáis ciegos y para tan grandes voces sordos, no viendo que, en tanto que buscáis grandezas y glorias, os quedáis miserables y bajos, de tantos bienes hechos ignorantes e indignos! (C 39, 7).

¿Podría extenderse esta queja del santo Doctor hasta nosotros, cristianos injertados en Cristo, sacerdotes, religiosos y obispos de la Iglesia de Dios? ¿Tendría sentido esta queja del doctor místico entre los que han sido elegidos para conducir al pueblo santo de Dios? ¿Deben ser  hombres de oración  los guías y montañeros de la escalada de la santidad y de la vida cristiana?

Estas preguntas, por favor, no son una acusación, son unos interrogantes para que tendamos siempre hacia las cumbres maravillosas para las cuales Dios Padre nos ha soñado y creado y reconquistado por su hijo-Hijo amado con Amor de Espíritu Santo.      

¿Vivimos en oración eucarística y conversión permanente los obispos, sacerdotes, religiosos, bautizados y creyentes?

 

21.- EL DOCTORADO EN ORACIÓN EUCARÍSTICA ES  “SER Y VIVIR  EN CRISTO EUCARISTÍA”: QUE CRISTO VIVA EN NOSOTROS POR LA  MISA,  COMUNIÓN Y LA PRESENCIA EUCARÍSTICA

 

La Eucaristía puede ser considerada y vivida como misa, comunión y presencia sacramental de Cristo en el Sagrario. En esta  reflexión queremos descubrir y vivir la espiritualidad de la Eucaristía, del amor y sentimientos de Cristo en la Eucaristía como presencia, comunión y sacrificio; como misa es la presencialización del misterio salvador realizado por el Hijo Jesucristo en obediencia al Padre con su amor de Espíritu Santo, con sus mismos sentimientos y actitudes sacerdotales de obediencia y adoración  al Padre y salvación de los hombres, cumpliendo su voluntad, con amor extremo, hasta dar la vida.

Luego reflexionaremos sobre la Eucaristía como comunión, es decir, la Eucaristía pan eucarístico de Cristo que comemos con fe y amor para alimentarnos de su misma vida y sentimientos, como alimento  y ayuda permanente del Señor que nos fortalece y comunica y nos ayuda a vivir en comunión de amor, de vida y misión con Él: “el que  me come vivirá por mí”.

            Finalmente consideraremos la Eucaristía como como presencia de amistad y ayuda de Cristo en el Sagrario, amistad ofrecida y presencia  permanentes de Cristo que nos reúne“para estar con él y enviarnos a predicar”; “me quedaré con vosotros hasta el final de los tiempos”.

«HACE FALTA, PUES, QUE LA EDUCACIÓN EN LA ORACIÓN SE CONVIERTA DE ALGUNA MANERA EN UN PUNTO DETERMINANTE DE TODA LA PROGRAMACIÓN PASTORAL»   (N M I 34).

La educación en la oración eucaristica nos dice el Papa debe ser determinante, sobre todo, en sacerdotes y consagrados. Pues bien, hoy que se habla tanto de compromiso solidario y del voluntariado con los más pobres… vamos a escuchar a una persona que ha trabajado hasta la muerte con los más pobres, que son los moribundos y  los niños abandonados en las calles y que nos habla de la necesidad absoluta de la oración para ver a Cristo en esos rostros y poder trabajar cristianamente con ellos. Mirad qué claro lo dice la Madre Teresa de Calcuta:

«No es posible comprometerse en el apostolado directo sin ser un alma de oración. Tenemos que ser conscientes de que somos uno con Cristo, como Él era consciente de que era uno con el Padre. Nuestra actividad es verdaderamente apostólica sólo en la medida en que le permitimos que actúe en nosotros a través de nosotros con su poder, con su deseo, con su amor»[7]

“He aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”. Y Jesús es Verdad, es la Verdad y no puede engañarnos y lo está cumpliendo a tope en la Eucaristía. Pero para seguir actuando y salvando en el mundo necesita de nosotros, sacerdotes, de nuestras humanidades prestadas. La dificultad estriba más en nosotros que en el amor y los deseos de Jesús. Porque a Él le sobran entrega y ganas de seguir amando y salvando a los hombres, pero a nosotros no nos entra en la cabeza que el Verbo de Dios, el Hijo amado eterna e infinitamente por el Padre e igualmente amante infinitamente en el mismo Espíritu Santo,“ tenga sus delicias en estar con los hijos de los hombres”, que somos como somos, finitos, limitados y que fallamos a cada paso.

En cada misa Cristo nos dice: te quiero, os quiero y doy la vida por ti y por todos los hombres, y mi mayor alegría es que creas en mí y me sigas, que me metas en tu corazón, para que vivamos unidos una misma vida, la mía que te regalo, para que se la entregues a los hermanos, a todos los hombres; toma este pan y  cómeme, soy yo,  este es mi cuerpo que se entrega por tí... al comer mi carne debes vivir en mí, comes mis actitudes y sentimientos y así por mí debes entregarte a los hombres y así te harás igual a mí y serás hijo en el Hijo y el Padre ya no distinguirá entre los dos, y, estando unidos, verá en tí al Amado, en quien ha puesto  sus complacencias.

Y entonces Cristo, a través de nuestra humanidad supletoria, que se la prestamos, seguirá salvando a los hombres, renovando todo su misterio de Salvación y  Redención  del mundo, cumpliendo la voluntad del Padre con amor extremo hasta dar la vida, pero en nosotros y por nosotros. Esta presencia de Cristo enviado y apóstol es en nosotros sacerdotes una  realidad  ontológica por el sacramento del Orden, ya que el sacerdote: «por la imposición de las manos y de la oración consagratoria del Obispo, se transforma en imagen real, viva y transparente de Cristo Sacerdote: una presentación sacramental de Jesucristo Cabeza y Pastor» (PDV. 15).

Toda la vida de Cristo, toda su salvación y evangelio y misión se  presencializan en cada misa  y  por la comunión nos comunica todos sus misterios de vida y misión y salvación, y así nos convertimos en humanidades supletorias de la suya, que ya no puede actuar, porque quedó destrozada y ahora, resucitada, ya no es histórica y temporal como la nuestra: “El que me come vivirá por mí”.” Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo los amó hasta el extremo...”.  Hasta el extremo de su fuerza, de su amor, de su sangre. Hasta el dintel de lo infinito, de lo divinamente intransferible nos ha amado Cristo Jesús. Así debemos amarle. Quien adora, come o celebra bien la eucaristía termina haciéndose eucaristía perfecta.

Y ahora uno se pregunta lo de siempre: Pero qué le puedo yo dar a Cristo que Él no tenga. No entendemos su amor de entrega total al Padre por nosotros desde el seno de la Trinidad: “Padre, no quieres ofrendas y sacrificios... Aquí estoy para cumplir tu voluntad”.Cristo se queda en el Sagrario para buscar continuadores de su tarea y misión salvadora.

Por eso la eucaristía, como encarnación continuada de Cristo y aceptada por el Padre, también es obra de los Tres; es obra del Padre, que le sigue enviando para la salvación de los hombres en la Consagración; del Hijo que obedece y viene al pan y sigue aceptando y salvando a los hombres muriendo y resucitando por la celebración de la Eucaristía desde la entrega total y primer celebración en la Última Cena; del Espíritu Santo, que formó su cuerpo sacerdotal y victimal en el seno de María y ahora, invocado en la epíclesis de la misa,  lo hace presente en el pan consagrado por su amor y poder.           

En la eucaristía se nos hace presente el proyecto salvador del Amor trinitario del Padre por el Hijo en el Espíritu Santo; en el Hijo, «encarnado»  en el pan, con fuerza y amor de Espíritu Santo, se nos hacen presentes las Tres Divinas Personas y también toda la historia de Salvación y todo su amor eterno y salvador para con nosotros. Todo esto, el entender este exceso de amor, esta entrega tan insospechada, extrema y gratuita de los Tres en el Hijo, nos cuesta mucho a los hombres, que somos limitados y  finitos en amar, que  somos calculadores en nuestras entregas, que en definitiva ante este amor infinito, no somos nada, ni entendemos nada,  si no fuera por la fe, que nos da noticias de este amor.

Y digo oscuramente, no porque la fe, la luz de Dios, la comunicación no sea clara y manifiesta, sino porque nuestras pupilas humanas tienen miopía y cataratas de limitaciones humanas para ver y comprender la luz divina y por su misma naturaleza egoista nuestro entendimiento y nuestro corazón no están capacitados y preparados y adecuados para tanta grandeza de luz y tanto amor y tanta entrega gratuita de un Dios-hombre dando la vida por sus criaturas y hermanos.

Es el exceso de luz divina de amor y generosidad, que excede como rayo a las pupilas humanas de la  razón humana y limitada, lo que impide ver a nuestros ojos, que no están acostumbrados a estas verdades y resplandores y amores sobrenaturales, y por eso hay que purificar, limpiar criterios y afectos, puramente humanos, adecuar las facultades naturales, que diría san  Juan de la Cruz, a las realidades divinas y sobrenaturales.

Por eso, para comprender esta realidad en llamas, que es  la Eucaristía llena del amor divino y humano hasta dar la vida por todos nosotros sus hermanos los hombres, tanto como misa, como comunión y presencia, el Señor tiene que limpiar todo lo sucio y limitado que tenemos dentro, toda la humedad del leño viejo y de pecado que somos, tanta limitación de todo lo humano frente a lo divino, del amor humano y finito frente al amor infinito de Dios infinito, tanta ignorancia de lo divino, de lo que Dios tiene para sí y para nosotros.

Como dice San Juan de la Cruz, Dios tiene que obrar, tiene que iluminarnos e instruirnos primero obscureciéndonos por exceso de luz y fuego de amor divino, porque somos finitos y limitados en todo, en conocer, comprender y amar frente a lo divino, y luego, aclarando y encendiendo poco a poco con esa misma luz y fuego de luz divina que nos excede tanto amor y exceso, aclarando poco a poco tanto amor adecuándose a estas nuevas visiones y vivencias; para eso hay que acercar el leño al fuego de la oración; nosotros tenemos que acercarnos al fuego de Cristo, mediante la oración eucarística, para que nos vaya contagiando su fuego y su amor al Padre y sus ansias apostólicas de hacernos hijos de su mismo Padre con su mismo Amor Trinitario de Espíritu Santo.

Por esta causa, la Eucaristía es también amor extremo del Padre “que tanto amó al mundo que entregó a su propio Hijo...”; luego, el fuego de la oración, que es unión con Dios, lo empieza a calentar y a poner a la misma temperatura que el fuego, para poder quemarlo y  transformarlo, pero para eso y antes de convertirse en llama de amor viva, el fuego pone negro el madero antes de prenderlo: son las noches y las purificaciones.

Lo explica muy bien San Juan de la Cruz: «Lo primero, podemos entender cómo la misma luz y sabiduría amorosa que se ha de unir y transformar en el alma es la misma que al principio la purga y dispone; así como el mismo fuego que transforma en sí al madero, incorporándose en él, es el que primero le estuvo disponiendo para el mismo efecto» (N II 3).

Porque uno va viendo la diferencia entre el Amor de Dios, Amor de Espíritu Santo con que Dios se ama en Trinidad y nos ama a nosotros los hombres hasta hacernos vivir su misma vida de amor y felicidad y la diferencia con el amor humano si no se purifica, y si uno se purifica y llega a la unión con Él por la oración elevada unitiva, entonces tampoco lo aguanta y resiste y cae entonces en el éxtasis, en la contemplación, en el quedeme y olvideme de S. Juan de la Cruz.

Aunque san Juan de la Cruz se refiere a la oración en general, pero contemplativa, vale para todo encuentro con Cristo, especialmente eucarístico: «De donde, para mayor claridad de lo dicho y de lo que se ha de decir, conviene aquí notar que esta purgativa y amorosa noticia o luz divina que aquí decimos, de la misma manera se ha en el alma purgándole y disponiéndola para unirla consigo perfectamente, que se ha el fuego en el madero para transformarle en sí; porque el fuego material, en aplicándose al madero, lo primero que hace es comenzarle a secar, echándole la humedad fuera y haciéndole llorar el agua que en sí tiene; luego le   va poniendo negro, oscuro y feo y aun de mal olor y  yéndole secando poco a poco, le va sacando luz y echando afuera todos los accidentes feos y oscuros que tiene contrarios al fuego, y finalmente, comenzándole a ponerle hermoso con el mismo fuego; en el cual término, ya de parte del madero ninguna pasión hay ni acción propia, salva la gravedad y cantidad más espesa que la del fuego, porque las propiedades de fuego y acciones tiene en sí; porque está seco, y seco está; caliente, y caliente está; claro y esclarece; está ligero mucho más que antes, obrando el fuego en él esta propiedades y efectos»  (II N 13, 3-6).

Por esto mismo la escuela de la oración eucarística se convierte en la escuela más eficaz de apostolado, purificando y quitando los pecados del apóstol, que impiden la unión de los sarmientos a la vid para dar fruto. Y, cuando el fuego prende al madero, al apóstol, entonces se hace una misma llama de amor viva con Él, es ascua viva y encendida en su fuego de  Amor de Espíritu Santo: Dios y el hombre en una sola realidad en llamas, el que envía y el enviado, la misión y la persona, el mensaje y el mensajero: « ¡Oh llama de amor viva, / qué tiernamente hieres/ de mi alma en el más profundo centro/ pues ya no eres esquiva/ rompe la tela de este dulce encuentro!» Son todos los verdaderos santos apóstoles, sacerdotes, religiosos, padres de familia, que han existido y seguirán existiendo.

Juan Pablo II en su Carta Apostólica NMI. ha insistido repetidas veces en la oración como fundamento y prioridad de la acción pastoral: «Trabajar con mayor confianza en una pastoral que dé prioridad a la oración, personal y comunitaria, significa respetar un principio esencial de la visión cristiana de la vida: la primacía de la gracia. Hay una tentación que insidia siempre todo camino espiritual y la acción pastoral misma: pensar que los   resultados dependen de nuestra capacidad de hacer y programar.

Ciertamente, Dios nos pide una colaboración real a su gracia y, por tanto, nos invita a utilizar todos los recursos de nuestra inteligencia y capacidad operativa en nuestros servicios a la causa del Reino. Pero no se ha de olvidar que sin Cristo “no podemos hacer nada” (cf. Juan 15, 5).La oración nos hace vivir en esta verdad. Nos recuerda constantemente la primacía de Cristo y, en relación con Él, la primacía de la vida interior y de la santidad».[8]

Lo dice muy bien el Responsorio breve de II Vísperas del Oficio de Pastores: «V. Éste es el que ama a sus hermanos * El que ora mucho por su pueblo. R.  El que entregó su vida por sus hermanos.* El que ora mucho por su pueblo».

Para saber y comprender la Eucaristía, hay que estar en llamas, como Cristo Jesús, al instituirla; aquella noche del Jueves Santo, el Señor no lo podía disimular,  le temblaba el pan en las manos, qué deseos, qué emoción..., y por eso mismo,  qué vergüenza siento yo de mi rutina y ligereza al celebrarla, al comulgar y comer ese pan ardiente, en visitarlo en el Sagrario siempre con los brazos abiertos al amor y a la amistad.

Si uno logra esta unión de amor con el Señor, entonces uno no tiene que envidiar a los apóstoles ni a los contemporáneos del Cristo de Palestina, porque de hecho, ni siquiera con la  resurrección, los apóstoles llegaron a quemarse de amor a Cristo sino sólo cuando ese  Cristo,  se hizo Espíritu Santo, se hizo llama, se hizo fuego transformante por dentro, se hizo Pentecostés.

Ya se lo había dicho antes y repetidamente Jesús:  “Os conviene que yo me vaya porque si yo no me voy no vendrá a vosotros el Espíritu Santo... Pero si yo me voy, os lo enviaré.. Él os llevará hasta la verdad completa”. Que la eucaristía, fuego divino de Cristo, nos queme y nos transforme en llama de amor viva y apostólica a todos los bautizados, especialmente a los sacerdotes.  

 

22.- LA VIVENCIA DE CRISTO EUCARISTÍA ES LLAMA ARDIENTE DE CARIDAD APOSTÓLICA PERMANENTE

 

Ya lo dijo bien claro el Señor a los Apóstoles que, a pesar de haber estado con Cristo y haberle visto y escuchado, no han llegado a comprender todo su amor a los hombres, y eso que saben que ha dado la vida por nosotros, para salvarnos a todos como se lo había repetido muchas veces sobre todo en la Última Cena.

Hasta que no vino el Espíritu de Amor Trinitario los Apóstoles no sintieron ese fuego y amor infinito en sus corazones que les quitó todos los miedos y temores y abrieron las puerta de la sala donde se habían encerrado con la Virgen Bella que fue la que más les dijo y enseñó en aquellos ratos de oración de su misma experiencia del Espíritu Santo que siendo Virgen la hizo madre, hasta que vino sobre ellos el Espíritu de Amor del Padre y de su hijo-Hijo que les había dicho: “os conviene que yo me vaya…para que venga el Espíritu Santo…Pero si yo me voy, os lo enviaré.. Él os llevará hasta la verdad completa”, hasta que no vino el Espíritu Santo, no llegaron a la verdad completa de Cristo, de su persona y mensaje y salvación.

La verdad completa de Cristo y su evangelio y sus sacramentos y su vida es sentirla, vivirla, experimentarla, no solo saberla y escucharla, es sentir su persona, su amor, su presencia, sentir la Trinidad en nosotros.  Que la eucaristía, fuego divino de Cristo, nos queme y nos transforme en llama de amor trinitario, en llama viva y apostólica para todos los bautizados, llamados a la santidad, especialmente a los sacerdotes.  

La verdad completa es la que baja de la mente al corazón y se hace vivencia. Y así fue en Pentecostés. Entonces se acabó el miedo de  los apóstoles y se abrieron los cerrojos y las puertas y predicaron convencidos de Cristo porque el Espíritu Santo les llevó a la“verdad completa”, a sentirla hecha experiencia, llama de amor viva en su corazón.

Entonces, sin estar viendo a Cristo o escuchando su palabra, conocieron el evangelio y amaron a Cristo más profunda y vitalmente que en todos los milagros y en la misma  predicación  de Cristo; ahora ya estaban dispuestos a morir por Él, estaban convencidos, sentían su presencia y su fuerza porque Cristo les habló con su fuego de amor y los quemó y los abrasó con el fuego de Pentecostés.

No olvidemos nunca que estas realidades sobrenaturales no se comprenden hasta que no se viven. A palo seco o conocimiento puramente teórico, incluso teológico o bíblico, es como si uno creyera, como si fuera verdad, pero no es verdad completa y amada hasta que no se viven. Pablo no vio ni conoció visiblemente a Jesús histórico, pero lo sintió muy dentro por la  experiencia mística, que da más certeza, amor y vivencia que cien apariciones externas del Señor. Y llegó a un amor y entrega, que otros apóstoles no llegaron, aunque le habían visto y escuchado y tocado físicamente.

Cuando Dios baja así y toca las almas, vienen las ansias apostólicas, los deseos de conquistar el mundo para la Salvación, ganas hasta de morir por Cristo y su evangelio, como les pasó a los Apóstoles,  lo cual contrasta con tanto miedo a veces de predicar el evangelio completo, sin mutilaciones, más pendiente el profeta palaciego de agradar a los hombres que a Dios, más pendiente de no sufrir por el evangelio que de predicar la verdad completa, sobre todo a los poderosos, a los que muchas veces nos dirigimos con profetismos oficiales, que no les echa en cara su pecado ni sus errores. Cuántas mutilaciones de la verdad y del mensaje evangélico en los diálogos y en la predicación a gente poderosa en la esfera religiosa, económica o política.

También hoy tenemos profetas verdaderos, obispos, sacerdotes y seglares, que hablan claro de Dios y del evangelio, profetas que nos entusiasman, que viven pendientes y celosos de la gloria de Dios y salvación de los hermanos por la fuerza de la oración y del  sacrificio y comunión eucarísticas, verdaderos pastores de almas, siempre obedientes a la voluntad del Padre, con amor extremo, hasta dar la vida, sin que se les trabe la lengua.

El profeta verdadero de Dios sabe que siempre que predique las exigencias evangélicas, que condenan a los poderosos y molestan a la masa poco exigente, sufrirá la incomprensión y hasta la muerte de su fama, estima y carrera, porque resulta  «poco prudente» para los instalados de arriba y de abajo. Pero tiene que hacerlo porque no puede traicionar al mensaje ni al que le envía; el amor a Dios y a los hermanos ha de estar sobre todas las cosas: “Si a mí me han perseguido, a vosotros también...”, “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres”.

 Y así terminó el Profeta a quien tenemos que imitar. Y  así se salvó y nos salvó. Y así hay que salvar las almas. Así las han salvado siempre los santos, los que pisaron las mismas huellas de Profeta y Sacerdote y Víctima de la misión confiada por el Padre.  Hablando así, siendo profeta verdadero, es posible que no se llegue al poder y a los puestos elevados, porque esto no agrada ni a la misma Iglesia so pretexto de prudencia- prudencia de la carne-, pero Dios es su paga en gozo, juntamente con los salvados por su profetismo verdadero.

            Si los profetas callan, los lobos actuales: muchos políticos sin sentido del hombre y de trascendencia, el materialismo de  los medios de comunicación de correos y wassade, de tantos cantamañanas de la tele y de los tertulianos bufones de las radios irán destruyendo la identidad cristiana, la fe en Dios y en su Hijo, único Salvador del mundo. Al mundo no le salvan los políticos ni los técnicos ni los pseudocientíficos, sólo hay un Salvador, es Jesucristo. Él es el único Salvador del mundo.

 Si los profetas callan, los fieles se quedarán  sin defensa, sin ayuda y orientación,  abandonados en las fauces de estos lobos devoradores de toda bondad y  verdad  cristianas sobre el hombre, la familia, la vida; si los profetas callan, entonces los címbalos sonantes de los medios, huecos y vacíos,  se convertirán en los maestros y sacerdotes de la vida, de la moral y de la familia y no recibirán  la respuesta respetuosa y debida desde la fe y la moral cristianas.

Hay que estar más pendientes y hablar más claro a las multinacionales de la pornografía y del consumismo, a los materialistas del ateísmo práctico, de una vida sin Dios, que son los que quieren gobernar hoy y regular toda la vida de los hombres  con leyes de vida, de educación y de ética  contrarios al evangelio, que fabrican niños, jóvenes y adultos que les puedan votar según sus ideologías y les puedan comprar sus productos inmorales y consumistas fabricados por los poderosos del dinero y,  en definitiva, manipulan todo para que todos  piensen, vivan y se diviertan y se casen y practiquen el aborto y la eutanasia como ellos quieren.

Aquel niño de hace veinte, cuarenta o cincuenta años es el hombre de hoy, el cristiano del divorcio y del adulterio y del aborto, del amor   libre, de las parejas de homosexuales o de hecho, de niños por encargo de laboratorio, el de los bautizos y primeras comuniones y bodas actuales sin fe en Jesucristo.

Hubo muchos silencios y cobardías por parte de la Iglesia, en orientación ética y moral humana, que no era meterse en política, sino orientar sobre las consecuencias previstas de unos votos, que iban a emplearse contra la Iglesia, contra Cristo y su evangelio, contra la moral y la vida. Y así muchos católicos votaron a personas que emplearon esos votos en blasfemar contra Cristo, en perseguir su religión, su evangelio, su salvación, en negar o impedir la enseñanza religiosa, como está pasando ahora.

Ahora ya sabemos a dónde llevaron esos votos y opciones políticas de una mayoría católica. No se puede decir sí y  no a Cristo a la vez, no se puede estar con Cristo y contra Cristo, no podemos ayudar a los que nuevamente lo han crucificado y se mofan de Él, a los que han pisoteado los principios morales reguladores de la familia, del concepto del hombre y de la vida, esenciales para la fe y la vivencia del cristianismo. Todos tenemos que hablar más claro, los seglares, los sacerdotes y  los obispos,  sin tantos documentos puramente oficiales, a veces  tan impersonales, ambiguos e insulsos que no se entienden y aburren, mientras los lobos van destrozando el rebaño de Cristo,  y las ovejas no han tenido a veces quien las defendiera clara y abiertamente. Pero no duele Dios, no duele Cristo, no duelen las eternidades de los hermanos, no duele el proyecto del Padre, la entrega del Hijo, el Amor-gloria de nuestro Dios.

Sin embargo a muchos les duele más  no salir zarandeado en la televisión o en la prensa,  me duele más  mi puesto en la diócesis o parroquia, mi fama que quedaría destrozada por los lobos de turno, que dominan la tele, los medios, la prensa, los pueblos. Qué testimonios tan maravillosos de obispos y sacerdotes tuvimos también en aquellos comienzos de la democracia Pero fueron pocos, muy pocos. Estos sí que hablaron claro y se les entendía perfectamente lo que decían y querían expresar. Pero tristemente la mayoría fueron «prudentes» y esto ha hecho mucho daño y sigue haciendo en la vida religiosa, familiar, simplemente humana en España.

Repito: No nos salva la técnica, ni los medios de comunicación,  ni tanto cantamañanas de la tele, ni el consumismo, ni los políticos, dueños hoy absolutos de la verdad sobre el hombre, la vida, la familia, que tanto daño han hecho con sus leyes y siguen haciendo, sólo hay un Salvador, es Jesucristo. Y esto hay que creerlo muy de verdad, mejor, hay que vivirlo para predicarlo.

Nos hacen falta almas de oración profunda y unión verdadera con el Señor. Y nada de extremismos de ningún tipo ni de gestos llamativos, simplemente hay que predicar el evangelio, a Cristo, el mismo ayer, hoy y siempre. Y por favor, no llamar prudencia a la cobardía de la carne. Y hacerlo siempre con entrañas de misericordia, de perdón, de acogida, la misma que Dios emplea con nosotros, en toda la historia de la Salvación, personal y comunitaria.

Para eso, hoy y siempre hay que estar dispuestos a dar la vida, hay que estar muy convencidos para predicarlo, hay que llegar a ciertos niveles de intimidad y vivencia de oración y vida espiritual,  como lo estuvieron desde Abrahán y Moisés hasta los últimos perseguidos, torturados y mártires de nuestra guerra civil. Todos ellos han vivido y profesado los sentimientos de san Pablo, que llegó a vivir y decir convencido: “Estoy crucificado con Cristo, vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mi, y mientras vivo en esta carne, vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó por mí”, Para mí la vida es Cristo y una ganancia el morir”.

San Juan de la Cruz, recogiendo sus propias vivencias y la de otros muchos, que se confiaron a él,  lo expresó repetidas veces. Para él vale la pena morir al propio yo, lleno de cobardías e imperfecciones y que busca su comodidad y el no sufrir, aunque  lo exijan Cristo y su evangelio, vale la pena pasar por la noche de la purificación y del dolor de todo lo que no es Dios en nosotros, como lo expresa el santo en la misma nota que pone en su libro de la Noche: «(Nota: «Noche oscura: Canciones de el alma que se goza de haber llegado al alto estado de la perfección, que es la unión con Dios, por el camino de la negación espiritual. Del mesmo autor)» (IN 5). 

El apóstol identificado con JESÚS-CRISTO-VERBO-SALVADOR atrae toda la ternura del Padre, que lo pronuncia y lo llama hijo en el Hijo, y lo recrea y se embelesa contemplándolo en su esencia-imagen, que es su Verbo- Palabra de canción eterna  silabeada y cantada con amor esencial y personal de Espíritu Santo, y lo pronuncia y lo envía eternamente presente en su Verbo eterno y  ha entrado así en el seno íntimo del Ser por sí mismo del infinito ser y amor trinitario participado.

Y por la humanidad  prestada e identificada totalmente con el Verbo-Cristo-Jesús es también “o Kyrios”  Señor, sentado a la derecha del Padre, dispuesto con entrañas de ternura y misericordia a juzgar a los que fue enviado... ¿Quién condenará entonces? ¿Será el Padre que nos envió al que más quería? ¿Será el Hijo que murió por amor extremo? ¿Será el Cristo resucitado, eucaristía perfecta hasta la locura, hasta los extremos de la entrega total?  ¡Oh la gloria del apóstol en el Apóstol por su eucaristía divina, Verbo Eternamente enviado y pronunciado y encarnado con amor de Espíritu Santo en un trozo de pan! «Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ven Señor Jesús».

          Cristo, la Iglesia que Él instituyó y quiere,  no necesita tanto ni de organigramas ni de técnicas pastorale, sino de personas que tengan su espíritu y vida, que le amen y se hayan encontrado con Él, como Pablo, Juan, todos los Apóstoles verdaderos que a través de los siglos existieron y seguirán existiendo. Así  lo exigió  y lo predicó en su vida y  evangelio:“sin mí no podéis hacer nada... yo soy la vid, vosotros los sarmientos...el sarmiento no puede dar fruto si no está unido a la vid”.

Necesitamos testigos del Viviente, que  habiendo experimentado en sí mismo la liberación de sus pecados y el gozo de su encuentro por la oración purificada y un poco elevada, puedan luego decirnos que Cristo existe y es verdad, que el evangelio es verdad, que la vida eterna es verdad, porque la han creído y experimentado por fe viva...y así, luego, puedan comunicarlo  por contagio, con una vida silenciosa, callada y sin grandes manifestaciones llamativas. Vidas sencillas de tantos sacerdotes olvidados, dando su vida por Cristo en los pueblos de nuestra diócesis y de toda la Iglesia. 

Porque todo lo que es amor a Cristo y a su Iglesia, se comunica principalmente por contagio, por contagio del párroco a sus feligreses, del Obispo a sus sacerdotes, como el fuego, con palabras y hechos contagiados de amor quemante. Y hay que contagiar mucho y quemar más de Cristo a este mundo y no quedarnos principalmente en estructuras, medios y reformas puramente externas, que si luego no van llenas de amor a Dios, no son capaces de cambiar el corazón de los hombres.

Quiero ahora citar a un autor moderno: «En el campo eclesial hay actualmente un exceso de palabras, como lo hay de actividades que no son siempre el fruto madurado al calor de la contemplación, el desbordar de una experiencia mística. ¿Podrá una Iglesia así ofrecer el marco adecuado para que los hombres de hoy puedan tener la experiencia de Dios? Me temo que no. Y me duele tener que hacer esta constatación, porque el mundo de hoy está enfermo de ruidos y necesita urgentemente una cura de silencio, de sosiego, de retorno a los umbrales del ser. ¿Y quién mejor que la Esposa del Verbo Encarnado para enseñar a la humanidad actual los caminos de la recuperación del yo profundo?

Cualquiera que conozca, siquiera mínimamente, la orientación actual de la Iglesia, podrá  convenir conmigo en que sobra  tecnicismo pastoral, discurso homilético y catequético y falta el fuego de la palabra (lenguas de fuego de Pentecostés) que irradia y abrasa por donde se mueve. Palabra que sólo puede ser la de una experiencia compartida. Palabra que se amasa y cuece en el largo silencio de la contemplación.

El silencio es garantía de eficacia evangelizadora. El siglo venidero pedirá cuentas a unas iglesias que no acertaron a dar la primacía pastoral al cultivo del silencio interior, preámbulo y requisito de todo encuentro vivo con el Señor. Antes y más que los imperativos de un dogma, una moral, un culto, una disciplina, una acción social, debe hoy la iglesia educar en la vida interior, en el camino orante en el seguimiento del carisma contemplativo de Jesús de Nazaret... como la auténtica obediencia (estar a la escucha) de la fe, para llegar así a ser instrumento válido del reino.        Nunca han faltado en la Iglesia, - ni faltan hoy las voces que, proféticamente (es decir, en nombre del Dios vivo) invitan a todos los creyentes a perderse en la aventura del silencio del corazón. Si, según la expresión de D. Bonhoeffer, «la palabra no llega al que alborota, sino al que calla», tenemos que ayudar con todos los medios a nuestro alcance al hombre de hoy (que alborota demasiado) a que aprenda a callar, a escuchar en profundidad, a fin de que pueda ser alcanzado por la Palabra, que quiere engendrar en él vida divina... Juan de Yepes introduciría en sus Dichos de Luz y Amor, 98: «Una palabra pronunció el Padre y fue su Hijo; esa Palabra habla siempre en el eterno silencio y en silencio tiene  que ser escuchada por el alma»[9]

En este punto,  añado unas notas de san Juan de Ávila, escritas con motivo de los Concilios de su tiempo, notas muy interesantes y siempre actuales para la Iglesia Universal y Particular, en las que todo el afán o el principal es a veces reuniones y más reuniones, asambleas, sínodos para  programaciones de apostolado y poco  sobre la espiritualidad de esa misma evangelización, o muy poco  en la reforma y santidad de vida de los seminarios y evangelizadores, que nunca se logrará por decretos, como san Juan de Ávila  afirma en este  memorial primero al Concilio de Trento (1551).

«El camino usado de muchos para reformación de costumbres caídas suele ser hacer buenas leyes y mandar que se guarden so graves penas, lo cual hecho tienen por bien proveído el negocio. Mas  como no hay fundamento de virtud en los súbditos para cumplir estas buenas leyes, y por esto les son cargosas, han por fuerza de buscar malicias para contraminarlas, y disimuladamente huir de ellas o advertidamente quebrantarlas. Y como el castigar sea cosa molesta al que castiga y al castigado, tiene el negocio mal fin, y suele parar en lo que ahora está: que es mucha maldad con muchas y muy buenas leyes». «Saquemos, pues, por estas experiencias en iglesias particulares lo que de estos mandamientos puede resultar en toda la Iglesia, pues que por una gota de agua se conoce el sabor de toda el agua de la mar. Y entenderemos, por lo que vemos, que aprovecha poco mandar bien si no hay virtud para ejecutar lo mandado y que todas las buenas leyes no aprovecharán más que decir el maestro a los niños: sed buenos, y dejarlos. Y esto torno a afirmar que todas las buenas leyes posibles a hacerse no serán bastantes para el remedio del hombre, pues que la de Dios no lo fue. ¡Gracias a Aquel que vino a trabajar para dar fuerza y ayuda para que la Ley se guardase, ganándonos con su muerte el Espíritu de la Vida, con el cual es el hombre hecho amador de la Ley y le es cosa suave cumplirla!

Si quiere, pues, el sacro Concilio que se cumplan sus buenas leyes y las pasadas, tome trabajo, aunque sea grande, para hacer que los eclesiásticos sean tales, que more en ellos la gracia de la virtud de Jesucristo, lo cual alcanzado, fácilmente cumplirán lo mandado, y aún harán más por amor que la Ley manda por fuerza. Mas aquí… los mayores, o no tienen ciencia para guiar esta danza, o caridad para sufrir cosa tan prolija y molesta a sus personas y haciendas..... provéase el Papa y los demás en criar a los clérigos, como a hijos, con aquel cuidado que pide una dignidad tan alta como han de recibir, y entonces tendrán mucha gloria en tener hijos sabios y mucho gozo y descanso en tener buenos hijos, y gozarse ha toda la Iglesia con buenos ministros».alabras, que deben llevarnos a todos los presentes a una participación más profunda, “en espíritu y verdad”, con identificación total con los sentimientos del amor extremo, adoración, actitudes y  entrega de Cristo al Padre.”

 

23. ESPIRITUALIDAD DE LA PRESENCIA EUCARÍSTICA: VIVENCIAS Y ACTITUDES QUE SUSCITA Y ALIMENTA

 

 (Meditaciones del Retiro Espiritual dado en Madrid al Consejo Nacional de la Adoración Nocturna Española junto con los Directores Diocesanos)

 

La meta y el fin de la presencia eucarística del Señor y de la consiguiente adoración es siempre enseñarnos a vivir su misma vida y actitudes de obediencia y adoración al Padre, movidos por su Espíritu de Amor, vivir su mismo amor y entrega total a los hombres hasta el fin de los tiempos; sólo el Amor del Espíritu de Dios puede realizar esta conversión y esta adoración-muerte para la vida nueva de la gracia, del amor total. Por esto, la oración y la adoración y todo culto eucarístico fuera de la Eucaristía hay que vivirlos como prolongación de la santa misa y  de este modo Eucaristía, Comunión, Presencia y Adoración nunca son actos distintos y separados sino siempre en conexión con lo que se ha celebrado.

 

 

1. POR LA ADORACIÓN EUCARÍSTICA APRENDEMOS Y ASIMILAMOS LOS SENTIMIENTOS DE CRISTO OFRECIDOS EN LA MISA

 

            Pues bien, amigos, esta adoración de Cristo al Padre hasta la muerte es la base de la espiritualidad propia de la Adoración Eucaristica, nocturna o diurna, que debe transformarnos a nosotros en una adoración perpetua al Padre, como Cristo, adorándole, en obediencia total, con amor extremo, hasta dar la vida y consumar el sacrificio perfecto de todas nuestras vidas. Esta es la actitud, con la que tenemos que celebrar y  comulgar y adorar la Eucaristía, por aquí tiene que ir la adoración de la presencia del Señor y asimilación de sus actitudes victimales por la salvación de los hombres, sometiéndonos en todo al Padre, que nos hará pasar por la muerte de nuestro yo con sus actitudes pecadoras para llevarnos a la resurrección de la vida nueva en Cristo

            Sin muerte y resurrección de Cristo en la Eucaristía, en la santa misa, no hay pascua, no hay vida nueva, no hay amistad con Cristo presente en el Pan consagrado hasta el final de los tiempos. Esto lo podemos observar y comprobar en la vida de todos los santos, más o menos sabios o ignorantes, activos o pasivos, teólogos o gente sencilla, que han seguido al Señor. Y esto es celebrar y vivir la Eucaristía, participar en la Eucaristía y adorar la Eucaristía, tratar de vivr sus mismos sentimientos y actitudes ofrecidas en la santa misa.

            Todos nosotros tenemos que empezar preguntándonos quién está ahí en el Pan consagrado, en el Sagrario,  para que una vez creída y conocida su presencia inicialmente: “El Señor está ahí y nos llama”, ir luego avanzando en este diálogo, preguntándonos en profundidad: por quién, cómo y para qué está ahí, para tratar de vivir en nosotros esos mismos sentimientos e ir comulgando poco a poco con su misma vida.

            Y todo esto le lleva tiempo al Señor explicárnoslo y realizarlo en nosotros, adoradores nocturnos o diurnos; primero, porque tenemos que hacer silencio de las demás voces, intereses, egoísmos, pasiones y pecados que hay en nosotros y ocultan su presencia y nos impiden verlo y escucharlo –“los limpios de corazón verán a Dios”- y segundo, porque cuesta y se tarda tiempo en aprender este lenguaje de conversión, que es más existencial que de palabras, es decir, de purificación y adecuación y disponibilidad y de entrega total de vida, para que la vida y sentimientos de Cristo Eucaristía vaya entrando por amor y asimilación en nuestro ser y existir, no por puro conocimiento o teología o liturgia ritual o rezos, sino por sentir la irrupción de Dios en nosotros, al tratar de ir viviendo su misma vida o que El viva en nosotros vaciándonos de todo lo que impida su presencia en nuestra alma y nuestras vidas.

            No olvidemos nunca que la Eucaristía no se comprende hasta que no se vive, y se comprende en la medida en que se vive y en la medida en que dejamos que poco a poco Cristo viva en nosotros su vida de amor total al Padre y a los hombres nos vaya transformando por dentro y por fuera--, esto es la conversión-- y esto cuesta tiempo y esfuerzo diario de santificación y transformación en el Cristo comido y comulgado no solo en el pan sino en su misma vida y sentimientos. Quitar el yo personal vaciándonos de los propios ídolos, que nuestro yo ha entronizado en el corazón, es lo que nos exige la adoración eucarística del único y verdadero Dios, destronando nuestros ídolos, el yo personal, imitando a un Cristo que se sometió a la voluntad del Padre, en obediencia y adoración total, sacrificando y entregando su vida.

            Desde su presencia eucarística, Cristo, con su testimonio, nos grita: “Amarás al Señor, tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser...”  y realiza su sacrificio, en el que prefiere la obediencia al Padre sobre su propia vida: “Padre,  si es posible... pero no se haga mi voluntad sino la tuya...”.

             Y éste ha sido más o menos siempre el espíritu de las visitas al Señor, en los años de nuestra infancia y juventud, donde sólo había una Eucaristía por la mañana y esta, en latín, años 1940, antes del Vaticano II, y el resto del día, las iglesias permanecían abiertas todo el día para la oración y la visita.

Siempre había gente a todas horas. ¡Qué maravilla! Niños, jóvenes, mayores, novios, nuestras madres... que no sabían mucho de teología o liturgia, pero lo aprendieron todo de Jesús Eucaristía, aprendieron a ser íntegras, servidoras, humildes, ilusionadas con que un hijo suyo se consagrara al Señor.

Ahora las iglesias están cerradas y no sólo por los robos. Aquel pueblo tenía fe, hoy estamos en la oscuridad y viviendo una noche de la fe, sobre todo, eucaristica. Queridos hermanos, hay que rezar mucho para que pase pronto esta crisis en el mundo actual cristiano. Cristo vencerá e iluminará la historia como en otras épocas de la humanidad porque su presencia eucarística   no es estática sino dinámica en dos sentidos: que Cristo sigue ofreciéndose por nosotros y por el mundo y que Cristo nos pide nuestra identificación con su ofrenda mediante la misa, la comunión y la presencia eucaristica que nosotros adoradores nocturnos y diurnos adoramos con fe, esperanza y amor.

            La adoración eucarística debe convertirse en  mistagogia, en una catequesis y vivencia permanente del misterio pascual y cristiano de la salvación del mundo y de los hombres. Aquí radica lo específico de la Adoración Eucarística, sea Nocturna o Diurna, de la Visita al Santísimo o de cualquier otro tipo de oración eucarística, buscada y querida ante el Santísimo, como expresión de amor y unión total con Jesucristo Eucaristía, dando su vida por nosotros en la santa misa como único Salvador del mundo y de los hombres y permaneciendo después en todos los Sagrarios de la tierra en el Pan consagrado con estas mismas disposiciones de amistad con todos nosotros y de salvación del mundo que nosotros, adoradores, imploramos durante nuestros ratos de oración en su Presencia.

La adoración eucarística nos une a los sentimientos litúrgicos y sacramentales de la Eucaristía celebrada por Cristo para renovar su entrega, su sacrificio y su presencia entre nosotros, ofrecida totalmente a Dios y a los hombres y que, después de la santa misa, continuamos visitando y adorando al Señor para que Él nos ayude a ofrecernos y a adorar al Padre como Él.

Es ésta claramente la finalidad por la que la Iglesia, “apelando a sus derechos de esposa” ha decidido conservar el cuerpo de su Señor junto a ella, incluso fuera de la Eucaristía, para prolongar la comunión de vida y amor con Él. Nosotros le buscamos, como María Magdalena la mañana de Pascua, no para embalsamarle, sino para honrarle y agradecerle toda la pascua realizada por nosotros y para nosotros y el mundo entero en la santa misa que nosotros vivimos y la prolongamos en la Adoración Eucarística.

            Por esta causa, una vez celebrada la santa misa, nosotros le seguimos adorando en su presencia eucarística en el Sagrario o en la santa Custodia, con estas actitudes ofrecidas por Cristo en el santo sacrificio. Brevemente voy a exponer aquí algunas rampas de lanzamiento para la oración personal eucarística en la adoración y visitas al Santísimo en el Sagrario o la Santa Custodia; lo hago, para poner indicadores de este camino de diálogo personal, de oración, de ofrecimiento, de contemplación, de adoración y encuentro personal con Jesucristo presente en la Custodia Santa y en todos los Sagrarios de la tierra; es una especie de mistagogia o iniciación para ser adorador consciente y piadoso de Jesucristo Eucaristía en nuestros tiempos de Adoración Nocturna o Diurna, en las Visitas al Santísimo de nuestras iglesias y parroquias.

 

 

 2.- LA EUCARISTÍA COMO MISA HACE PRESENTE TODA LA VIDA DE CRISTO, especialmente su pasión, muerte y resurrección que Cristo por medio del sacerdote hace presente y la ofrece como salvación de la humanidad. Luego, con esas mismas intenciones y actitudes de la misa, de su pasión, muerte y resurreción, continúa en su presencia eucarística en la Hosti santa que nosotros adoradores adoramos y comulgamos y que con esas mismas disposiciones de Cristo permanece en todos los Sagrarios de la tierra donde seguimos adorándole y nos enseña a recordar y vivir su vida,   haciéndola presente: “y cuantas veces hagáis esto, acordaos de mi”

La presencia eucarística de Jesucristo en la Hostia ofrecida e inmolada en la santa misa, nos recuerda, como prolongación del sacrificio eucarístico, que Cristo se ha hecho presente y obediente hasta la muerte y muerte en cruz, adorando al Padre con toda su humanidad, como dice San Pablo: “Tened los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús: El cual, siendo de condición divina, no consideró como botín codiciado el ser igual a Dios, sino que se anonadó a sí mismo, tomando la condición de siervo, haciéndose semejante a los hombres. Y apareciendo externamente como un hombre normal, se humilló, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por eso Dios lo ensalzó y le dio el nombre, que está sobre todo nombre, a fín de que ante el nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos y en los abismos, y toda lengua proclame que Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre” (Fil 2, 5-11).

3.- UN PRIMER SENTIMIENTO QUE NOS ENSEÑA EL SEÑOR: OBEDECER AL PADRE HASTA LA MUERTE

 

  Este es un sentimiento esencial en nosotros cuando celebremos y participemos en la Eucaristía y cuando le adoremos después en el Pan consagrado: Yo también, como Tú, Cristo, quiero adorar y obedecer al Padre hasta la muerte. 

            Nuestro diálogo podría ir por esta línea: Cristo Eucaristía, también yo quiero obedecer al Padre, como Tú, aunque eso me lleve a la muerte de mi yo, quiero renunciar cada día a mi voluntad, a mis proyectos y preferencias, a mis deseos de poder, de seguridades, dinero, placer... Tengo que morir más a mí mismo, a mi yo, que me lleva al egoísmo, a mi amor propio, a mis planes, quiero tener más presente siempre el proyecto de Dios sobre mi vida y esto lleva consigo morir a mis gustos egoistas y ambiciones, sacrificándolo todo por Él, obedeciendo hasta la muerte como Tú lo hiciste, para que el Padre disponga de mi vida, según su voluntad.

            Señor, esta obediencia te hizo pasar por la pasión y la muerte para llegar a la resurrección. También  yo quiero estar dispuesto a poner la cruz en mi cuerpo, en mis sentidos y hacer actual en mi vida tu pasión y muerte para pasar a la vida nueva contigo de hijo amado de Dios; pero Tú sabes que yo solo no puedo, lo intento cada día y vuelvo a caer; hoy lo intentaré de nuevo contigo; Señor, ayúdame, lo  espero confiadamente de Ti, para eso he venido, yo no sé adorar con todo mi ser, me cuesta poner de rodillas mi vida ante ti, y mira que lo  intento y me esfuerzo, pero vuelvo a adorarme, yo quiero adorarte sólo a ti, porque tú eres Dios, yo soy pura criatura, pero yo no puedo si Tú no me enseñas y me das fuerzas... por eso he vuelto esta noche para estar contigo y que me ayudes. Y aquí, en la presencia del Señor, uno analiza su vida, sus fallos, sus aciertos, cómo va la vivencia de la Eucaristía como misa, comunión, presencia, qué ratos pasa junto al Sagrario...Y pide y llora y reza y le cuenta sus penas y alegrías y las de los suyos y de su parroquia y catequesis.etc… y le pide ayuda en estos ratos de adoración nocturna o diurna.

 

 4.- OTRO SENTIMIENTO EUCARÍSTICO: SEÑOR, QUIERO HACERME CONTIGO OFRENDA AL PADRE.     

                                                                                 

            Lo expresa así el Vaticano II: «Los fieles, participando del sacrificio eucarístico, fuente y cumbre de toda la vida de la Iglesia, ofrecen la Víctima divina y se ofrecen a sí mismos juntamente con ella» ( LG.5). Los que participamos en la Eucaristía debemos ofrecernos al Padre como Cristo lo hizo en la Cena y en el Calvario y lo hace presente en cada misa; en estas actitudes de Cristo debemos participar nosotros cuando celebramos o participamos en la misa y en la comunión y continuarlas luego en la Adoración de Cristo.

            La presencia eucarística del Señor en la santa Custodia o en el Sagrario es una prolongación de esa ofrenda de Cristo que ha hecho presente en la santa misa. El diálogo podía coger esta vereda: Señor, quiero hacer de mi vida una ofrenda agradable al Padre como Tú, quiero vivir sólo para agradarle, darle gloria, quiero ser alabanza de  gloria de la Santísima Trinidad, vivir mi vida “in laudem gloriae Ejus”.

            Quiero hacerme contigo una ofrenda agradable a la Stma. Trinidad: mira, en el ofertorio del pan y del vino me ofreceré, ofreceré mi cuerpo y mi alma como materia del sacrificio contigo al Padre, luego en la consagración quedaré  consagrado, ya no me pertenezco, ya soy una cosa contigo, seré sacerdote y víctima de mi ofrenda contigo, y cuando salga a la calle, como ya no me pertenezco sino que he quedado consagrado en mi ser y existir contigo,  quiero vivir sólo como Tú para los intereses del Padre o mejor que Tú los vivas en mí con tu mismo amor, tu misma vida a través de mi cuerpo y alma, con tu mismo fuego, con tu mismo amor de Espíritu Santo de Amor a Dios y a los hombres, mis hermanos; ayúdame, Señor, para eso estoy aquí y te adoro y quiero comulgar contigo para comulgar en tu misma entrega al Padre que haces presente ahora en la santa misa, en este eucaristía, hasta decir con  san Pablo: “ya no soy yo,  es Cristo quien vive en mí...” .

            Quiero prestarte mi humanidad, mi cuerpo, mi espíritu, mi persona entera, quiero ser como una humanidad supletoria tuya. Tú  destrozaste tu humanidad por cumplir la voluntad del Padre de amor y salvación a los hombres, Señor, aquí tienes ahora la mía...; trátame con cuidado, Señor, mira que soy muy débil, tú sabes que me echo enseguida para atrás, porque me da horror sufrir, ser humillado, ocupar los segundos puestos, soportar la envidia, las críticas injustas... quieros prestarte mi humanidad hasta poder decir: “Estoy crucificado con Cristo, vivo yo pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí”.   Tu humanidad ya no es temporal, es un trozo de pan consagrado; pero conservas totalmente el fuego del amor al Padre y a los hombres y tienes los mismos deseos y sentimientos de siempre, de entonces y de ahora, pero ya no tienes un cuerpo capaz de sufrir, aquí tienes el mío, pero ya sabes que soy débil,  necesito una y otra vez tu presencia, tu amor, tu Eucaristía, que me enseñe, me fortalezca a dar la vida por los hermanos como Tú, por eso estoy aquí, por eso he venido a tu presencia,  para que me ayudes adorar como Tú al Padre, cumpliendo su voluntad, salvando a mis hermanos los hombres con amor extremo, hasta dar la vida.

            Quisiera, Señor, rezarte con el salmista: “Por ti he aguantado afrentas y la vergüenza cubrió mi rostro. He venido a ser extraño para mis hermanos, y extranjero para los hijos de mi madre. Porque me consume el celo de tu casa; los denuestos de los que te vituperan caen sobre mí. Cuando lloro y ayuno, toman pretexto contra mí... Pero mi oración se dirige a ti.... Que me escuche tu gran bondad, que tu fidelidad me ayude... Miradlo los humildes y alegraos; buscad al Señor y vivirá vuestro corazón. Porque el Señor escucha a sus pobres” (Sal 69).

 

 5.- OTRO SENTIMIENTO DE CRISTO EN LA EUCARISTÍA: “ACORDAOS DE MÍ”:

 

      Señor, quiero acordarme... Otro sentimiento, que no puede faltar al adorar al Señor en su presencia eucarística, está motivado por sus palabras: “Cuando hagáis esto, acordaos de mí...”. Señor, de cuántas cosas me tenía que acordar ahora, que estoy ante tu presencia eucarística; me quiero acordar de toda tu vida, desde  tu Encarnación hasta  tu Ascensión, de toda tu Palabra, de todo el evangelio, pero quiero acordarme especialmente de tu amor por mí, de tu cariño a todos, de tu entrega.

Señor, yo no quiero olvidarte nunca, y menos ahora que estoy en tu presencia; quiero acordarme especialmente de que viniste y entregaste toda tu vida por mí y por todos, desde que naciste hasta que moriste... cuánto me amas, cuánto nos deseas, nos regalas...“Éste es mi cuerpo… Esta mi sangre derramada por vosotros.”.

            Con qué fervor quiero celebrar la Eucaristía, comulgar con tus sentimientos, imitarlos y vivirlos ahora por la oración en tu presencia; Señor, por qué me amas tanto, por qué te rebajas tanto, por qué me buscas tanto, por qué el Padre me ama hasta ese extremo de preferirme y traicionar a su propio Hijo, por qué te entregas hasta el extremo de tus fuerzas, de tu vida, por qué una muerte tan dolorosa como la tuya azotado, clavado en la cruz y abandonado por los tuyos, por todos los que morías, menos de tu madre y el apóstol Juan.

            Cómo me amas... cuánto me quieres; es que yo valgo mucho para Ti, Cristo, yo valgo mucho para el Padre, porque me ama y me ha elegido para vivir una vida de gozo eterno e infinito en tu misma vida y gozo trinitario: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su propio Hijo...”. Padre eterno,  mientras otros hombres posibles no existirán, yo y todos los hombres, una vez que existo, que existimos, Tú has querido que Jesús muera para que todos tengamos una vida eterna de felicidad contigo, todos los hombres; la Santísma Trinidad me valora más que todos los hombres hasta querer que el hijo Jesucristo muera para que todos tengamos vida eterna de felicidad con Dios Trinidad; yo, tú, querido hermano vales algo infinito para el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo; para el Padre que te soñó para una eternidad de amor y felicidad y una vez caído entregó a su propio Hijo-hijo para reabrirte las puertas de la Salvación; vales infinito para el Hijo-hijo que obedeció al Padre y lo realizó con Amor del Espíritu Santo.

 Padre Dios, cómo me amas así, pero qué buscas en mí... qué te puede dar el hombre que Tú no tengas…si yo soy pura criatura… te amo, te amo, te amo.     Cristo mío, confidente y amigo, Tú tan emocionado, tan delicado, tan entregado;  yo, tan rutinario, tan limitado, siempre  tan egoísta, soy pura criatura, y Tú eres Dios y lo tienes todo, no comprendo cómo puedes quererme tanto y tener tanto interés por mí, siendo Tú el Todo y  yo la nada. Si es mi  amor, Señor, y mi cariño lo que te falta y me pides, yo quiero dártelo todo, qué honor para mí, para una simple criatura que el Dios infinito busque su amor. Señor, tómalo, quiero ser tuyo, totalmente tuyo.

6.-  EN EL “ACORDAOS DE MÍ...”, ENTRA LA CARIDAD FRATERNA: EL AMOR DE CRISTO A LOS HERMANOS

 

Debe entrar también el amor a los hermanos. No olvidar jamás en la vida que el amor a Dios siempre pasa por el amor a los hermanos, porque así lo dijo, lo quiso y lo hizo Jesús: en cada Eucaristía Cristo me enseña y me invita a amar hasta el extremo a Dios y a los hijos de Dios, que son todos los hombres.

            Sí, Cristo, quiero acordarme  ahora de tus sentimientos, de tu entrega total sin reservas, sin límites al Padre y a los hombres, quiero acordarme de tu emoción en darte en comida y bebida; estoy tan lejos de este amor, cómo necesito que me enseñes, que me ayudes, que me perdones, sí, quiero amarte y para eso, para hacerlo como tú quieres y lo hiciste, necesito amar a los hermanos, sin límites, sin muros ni separaciones de ningún tipo, como pan que se reparte, que se reparte a todos como Tú, que te das para ser comido por todos sin distinciones y excepciones o privilegios.

            “Acordaos de mí…”: Contemplándote ahora en el Pan consagrado me acuerdo de Ti y de lo que hiciste por mí y por todos y puedo decir: he ahí a mi Cristo amando hasta el extremo, redimiendo, perdonando a todos, entregándose por salvar a los hombres, sus  hermanos. Tengo que amar también yo así, arrodillándome, lavando los pies de mis hermanos, dándome en comida de amor como Tú, pisando luego tus mismas huellas hasta la muerte en cruz, si fuese necesario, como Tú lo hiciste y lo renuevas en cada misa y perpetuamente en el Sagrario, quiero aprender y practicar por medio de la Adoración noturna o diurna, por la visitas al Sagrario, estas lecciones de amor y perdón que Tú nos das y nos sigues enseñando en la Adoración Eucarística.

Señor, no puedo sentarme a tu mesa, adorarte, si no hay en mí estos sentimientos de acogida, de amor, de perdón a los hermanos, a todos los hombres. Si no lo practico, no será porque no lo sepa, ya que me acuerdo de Ti y de tu entrega en cada Eucaristía, en cada Sagrario, en cada comunión; desde el seminario, comprendí que el amor a Ti pasa por el amor a los hermanos y cuánto me ha costado a veces en mi  vida.

Señor, cuánto me exiges, qué duro a veces perdonar, olvidar las ofensas, las palabras envidiosas, las mentiras, la malicia de los otros, pero dándome Tú tan buen ejemplo, Señor, quiero acordarme de Ti, ayúdame a perdonar y olvidar, que yo solo no puedo, yo soy pobre de amor e indigente de tu gracia y ayuda, necesitado siempre de tu amor.

            Cristo Eucaristía, cómo me cuesta a veces olvidar las ofensas, reaccionar amando ante las envidias, las críticas injustas, ver que te excluyen y Tú... siempre olvidando y perdonando,  olvidar y amar: “Padre, perdónales porque no saben lo que hacen”, Señor, yo solo no puedo, pero sé muy bien por tu Eucaristía y comunión, que no puede  haber jamás entre los miembros de tu cuerpo, separaciones, olvidos, rencores, pero me cuesta reaccionar así, como Tú, amando, perdonando, olvidando siempre...si no lo hago:“Esto no es comer la cena del Señor...”; por eso  estoy aquí,  adorándote, comulgando contigo, con tus sentimientos, porque Tú lo dijiste bien claro en la Última Cena: “una mandamiento nuevo os doy, que os améis unos a otros como yo os he amado… el que me coma vivirá por mí” y yo quiero vivir como Tú, quiero vivir tu misma vida, tus mismos sentimientos y entrega, aunque me cueste. Ayúdame, Señor, por eso estoy aquí adorándote, comulgando…Tú lo puedes todo.

            “Acordaos de mí...”El Espíritu Santo, invocado en la epíclesis de la santa Eucaristía, es el que realiza la presencia sacramental de Cristo en el pan consagrado, como una continuación de la Encarnación del Verbo en el seno de María. Toda la vida de la Iglesia, todos los sacramentos se realizan por la potencia de Amor del Espíritu Santo.

Y ese mismo Espíritu, Memoria de la Iglesia, cuando estamos en la presencia del Pan que ha consagrado y sabe que el Padre soñó para morada y amistad con los hombres, como tienda de su presencia, de la santa y una Trinidad, ese mismo Espíritu que es la Vida y Amor de mi Dios Trino y Uno, cuando decidieron en consejo trinitario esta presencia tan total y real de la Eucaristía, es el mismo que nos lo recuerda ahora y abre nuestro entendimiento y, sobre todo, nuestro corazón, para que comprendamos las Escrituras y comprendamos a un Dios Padre que nos soñó y nos creó para una eternidad de gozo con Él, a un Hijo que vino en nuestra búsqueda y nos salvó y nos abrió las puertas del cielo, al Espíritu de amor que les une y nos une con Él en su mismo Fuego y Potencia de Amor Personal con que lo ideó y lo llevó y sigue llevando a efecto en un hombre divino, Jesús de Nazaret: “Tanto amó Dios al mundo que entregó (traicionó) a su propio Hijo”.

            ¡Jesús, qué grande eres, qué tesoros encierras dentro de la Hostia santa, cómo te quiero! Ahora comprendo un poco por qué dijiste, después de realizar el misterio eucarístico: “Acordaos de mí...”, me acuerdo sí, me acuerdo de ti y te adoro y te amo aquí presente en el Pan consagrado o en el Sagrario. ¡Cristo bendito! no sé cómo puede uno correr en la celebración de la Eucaristía o aburrirse en la Adoración Eucarística o visitándote en el Sagrario, cuando hay tanto que recordar y pensar y vivir y amar y quemarse y adorar y descubrir y vivir tantas y tantas cosas, tantos y tantos misterios y misterios... galerías y galerías de minas y cavernas de la infinita esencia del Dios Amor, como dice san Juan de la Cruz: “Quedéme y olvidéme, el rostro recliné sobre el Amado, cesó todo y dejéme dejando mi cuidado, entre las azucenas olvidado”.

 

 

7.-  ¡SEÑOR! YO TAMBIÉN, COMO JUAN, QUIERO RECLINAR MI CABEZA SOBRE TU CORAZÓN EUCARÍSTICO…

 

Quiero aprenderlo todo de Ti en la Eucaristía, de la Eucaristía  y por la Eucaristía, reclinando mi cabeza en el corazón del  Amado, de mi Cristo,  sintiendo los latidos de su corazón, escuchando directamente de Él palabras de amor, las mismas de entonces y de ahora y de siempre, que sigue hablándome en mis ratos de Adoración Eucarística, como en la celebración o comunión siempre de Cristo Eucaristía. En definitiva, ¿no es la Eucaristía también oración y Plegaria Eucarística? Así está escrito en el Misal con que la celebramos ¿No es la Plegaria Eucarística  lo más importante de la Eucaristía, la que realiza el misterio y sin ella no hay consagración del pan en el Pan eucarístico, en el Cuerpo de Cristo?

            Para comprender un poco todo lo que encierra el “acordaos de mí” necesitamos una eternidad, y sólo para empezar a comprenderlo, porque el amor de Dios no tiene fín. Por eso, y lo tengo bien estudiado en S. Juan de la Cruz en el estudio que hace de la oración y de sus diversas etapas, cuanto más elevada es la oración del orante, menos se habla y más se ama, y al final, sólo se ama y se siente uno amado por el mismo Dios infinito y trinitario sin meditaciones y palabras.

            Por eso el alma enamorada dirá: “Ya no guardo ganado ni ya tengo otro oficio, que solo en amar es mi ejercicio...”. Se acabaron los signos y los trabajos de ritos y las apariencias del pan porque hemos llegado al corazón de la liturgia que es Cristo, que viene a nosotros, hemos llegado al corazón mismo de lo celebrado y significado, todo lo demás fueron medios para el encuentro de salvación; ¡qué infinita, qué hermosa, qué rica, qué profunda es la liturgia católica, siempre que trascendamos el rito, siempre que se rasgue el velo del templo, el  velo de los signos! ¡Cuántas cavernas, descubrimientos y sorpresas infinitas y continuas nos reservas!

En el fondo, liturgia, vida y  oración  es lo mismo; la liturgia es oración y vida, y la vida y la oración es liturgia.  Parece que las ceremonias son normas, ritos, gestos externos de la Eucaristía, pero la verdad es que todo va preñado de presencia, amor y vida de Cristo y de Trinidad y si no se entra dentro no hay liturgia plena, completa y verdadera. Hasta aquí quiere mi madre la Iglesia que llegue cuando celebro la Eucaristía; por la liturgia sagrada Dios irrumpe en el tiempo para encontrarse con el hombre y llenarlo de su amor y salvación.

            Yo quisiera ayudarme de las mediaciones y amar la liturgia, como Teresa de Jesús, porque en el corazón del rito me encuentro con el cordero degollado delante del trono de Dios, pero no quedar atrapado por los signos y las mediaciones o convertirlas en fin y andar de acá para allá con más movimientos y ceremonías de esta forma o de la otra. Yo sólo las hago para encontrarme al Amado, su vida y salvación, la gloria de mi Dios, sin quedarme en ellas, sino solo como caminos para llegar a la Trinidad que irrumpe en el tiempo para encontrarse con el hombre.

Y cuando por el rito llego al corazón de la liturgia: «Entréme donde no supe y quedéme no sabiendo, toda sciencia trascendiendo.Yo no supe dónde entraba, pero, cuando allí me vi, sin saber dónde me estaba, grandes cosas entendí; no diré lo que sentí, que me quedé no sabiendo, toda ciencia trascendiendo».

            En cada Eucaristía, en cada comunión, en cada Sagrario, Cristo sigue diciéndonos:“Acordaos de mí...”, de las ilusiones que el Padre puso en mí, soy su Hijo amado, el predilecto, no sabéis lo que me ama y las cosas y palabras que me dice con amor, en canción de Amor Personal y Eterno, me lo ha dicho todo y totalmente lo que es y me ama con una Palabra llena de Amor Personal al darme su paternidad y aceptar yo con el mismo Amor Personal ser su Hijo y el Padre te quiere hijo en mí, en el Hijo con esa misma potencia infinita de amor de Espíritu Santo me comunica y engendra; con qué pasión de Padre te la entrega y con qué pasión de amor de Hijo tú la recibes en Mí, no sabéis todo lo  que me dice en canciones y éxtasis de amores eternos, lo que esto significa para mí y para ti que yo quiero comunicároslo y compartirlo con vosotros como hijos en el Hijo del Padre con Amor de Espíritu Santo; acordaos del Fuego de mi Dios, que ha depositado en mi corazón para vosotros, su mismo Fuego y Gozo y Espíritu. La Eucaristía es el cielo en la tierra, la morada de la Trinidad para los que han llegado a estas alturas, a esta unión de oración mística, unitiva, transformativa.

             “Acordaos de mí”, de mi emoción, de mi ternura personal por vosotros, de mi amor vivo, vivo y real y verdadero que ahora siento por vosotros en este pan, por fuera pan, por dentro mi persona amándoos hasta el extremo, en espera silenciosa, humilde, pero quemante por vosotros, deseándoos a todos para el abrazo de amistad, para el beso personal para el que fuisteis creados y soñados po el Padre y que me ha dado para vosotros, tantas y tantas cosas que uno va aprendiendo luego en la Eucaristía y ante el Sagrario, porque si el Espíritu Santo es la memoria del Padre y de la Iglesia, el Sagrario es la memoria de Jesucristo entero y completo, desde el seno del Padre hasta Pentecostés.

            “Acordaos de mí”, digo yo que si esta memoria-presencia del Espíritu Santo, este recuerdo-presencia eucarística, no será la causa de que todos los santos de todos los tiempos y tantas y tantas personas, verdaderamente celebrantes de ahora mismo, hayan celebrado  y sigan haciéndolo despacio, recogidos, contemplando, como si ya estuvieran en la eternidad, “recordando” por el Espíritu de Cristo lo que hay dentro del misterio eucarístico y del pan consagrado y de las acciones litúrgicas tan preñadas como están de recuerdos y realidades  presentes y tan hermosas del Señor, viviendo más de lo que hay dentro que de su exterioridad, cosa que nunca debe preocupar a algunos más que el contenido, que es, en definitiva, el fin y la razón de ser de las mismas.

            “Acordaos de mí”; recordando a Jesucristo, lo que dijo, lo que hace presente, lo que Él deseó ardientemente, lo que soñó de amistad con nosotros y ahora ya gozoso y consumado y resucitado, puede realizarlo con cada uno de los participantes... el abrazo y el pacto de alianza nueva y eterna de amistad que firma en cada Eucaristía, aunque le haya ofendido y olvidado hasta lo indecible, lo que te sientes amado, querido, perdonado por Él en cada Eucaristía, en cada comunión, digo yo... pregunto si esto no necesita otro ritmo o deba tenerse más en cuenta.... como canta san Juan de la Cruz:

«Qué bien sé yo la fuente que mana y corre,

aunque es de noche. (A oscuras de  sentidos, sólo por la fe).

Aquesta eterna fonte está escondida,

en este vivo pan por darnos vida,

aunque es de noche.

Aquí se está llamando a las criaturas

y de esta agua se hartan, aunque oscuras,

porque es de noche.

Aquesta viva fuente que deseo,

en este pan de vida yo la veo,

aunque es de noche».   (Noche de fe: S.Juan de la Cruz)

 

 

APÉNDICE

 

Querido lector de este libro, quiero terminar  esta reflexión y este libro sobre nuestro Cristo Jesús Eucaristía, todo amor loco y apasionado a sus hermanos los hombres, Dios infinito hecho pan de amor por ti y por mí y por todos, como lo empecé; quiero terminarlo repitiéndole con amor lo que te dije al principio de este libro y te digo ahora al final y le digo todas las mañanas en mi rato de oración y le diré en el cielo eternamente contigo.

 

2.- LA PRIMERA ORACIÓN EUCARÍSTICA QUE ESCRIBÍ ANTE EL SAGRARIO DE MI PRIMERA PARROQUIA

 

Recuerdo como si fuera hoy mismo la primera «Eucarística» --vivencia eucarística--, que escribí junto al Sagrario de mi primer destino apostólico, Aldeanueva de la Vera, allá por el mes de diciembre del 1960, hace ya  más de sesenta años, porque me ordené el 11 de junio del 1960.

La escribí en la primera página de un cuaderno de pastas grises y folios a cuadritos que junto al Breviario me lo llevaba siempre a la iglesia en los primeros años de mi sacerdocio para escribir lo que el Señor me decía en la oración, porque así me lo habían enseñado --contemplata aliis tradere--. Y ahora  paso a exponerla tal y como la tengo escrita:        

«Jesucristo Eucaristía, Tú sabías que serían muchos los que

no creerían  en Ti, Tú sabías que muchos no te seguirían ni te amarían en este sacramento, Tú sabías que muchos no tendrían hambre  de tu pan ni de tu amor ni de tu presencia eucarística, Tú sabías que el Sagrario sería un trasto más de la iglesia, al que se le ponen flores y se le adorna algunos días de fiesta... Tú lo sabías todo... y, sin embargo, te quedaste;  te quedaste para siempre en el pan consagrado, como amor inmolado por todos, como comida de amor para todos,  como presencia de  amistad ofrecida  a tus sacerdotes, a tus seguidores, a todos los hombres...

Gracias, Señor, qué bueno eres, cuánto nos amas... verdaderamente nos amaste hasta el extremo, hasta el extremo de tus fuerzas y amor, hasta el extremo del tiempo, del olvido y de todo. Muchas veces te digo: Señor, si Tú sabías de nuestras rutinas y faltas de amor, de  nuestros abandonos y faltas de correspondencia y a pesar de todo te quedaste, entonces, Señor, no mereces compasión, porque Tú lo sabías, Tú lo sabías todo, y, sin embargo,  te quedaste; ¡cuánto nos quieres, cuánto nos amas y nos buscas y esperas!

¡Qué emoción siento, Señor, al contemplarte en cada Sagrario de la tierra, siempre con el mismo amor, la misma entrega...eso sí que es amar hasta el extremo de todo y del todo! Qué bueno eres, Jesucristo amado, cuánto nos quieres, Tú sí que nos amas de verdad, nosotros no sabemos amar así, por eso no entendemos de las locuras de tu amor, nosotros somos más calculadores,  nosotros somos más limitados en todo.

Señor, por qué me amas tanto, por qué me buscas tanto, por qué te humillas tanto, por qué te rebajas tanto,  hasta hacerte no solo hombre sino una cosa, un poco de pan por mí; Señor, pero qué puedo darte yo que Tú no tengas, qué puede darte el hombre, si Tú eres Dios, si Tú lo tienes todo; no me entra en la cabeza, no encuentro respuesta, no lo comprendo, Señor, sólo hay una explicación: “Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo”.

Nos amaste hasta el extremo, cuando en el seno de la Santísima Trinidad te ofreciste al Padre por nosotros: “Padre, no quieres ofrendas y sacrificios, aquí estoy yo para hacer tu voluntad” y la cumpliste   en la Última Cena, anticipando tu pasión y muerte por nosotros, cuando temblando de emoción, con el pan en las manos, te entregaste en sacrificio y comida y presencia permanente por todos:“Tomad y comed, esto es mi cuerpo que se entrega por vosotros... Tomad y bebed, esta es mi sangre, que se derrama por muchos...”.

En tu corazón eucarístico está vivo ahora y presente todo este amor ¡lo he sentido tantas veces! toda esta entrega, toda esta emoción la ofrenda de tu vida al Padre y a los hombres, que te llevó a la Encarnación, a la pasión, muerte y resurrección, para que todos tuviéramos la vida nueva del Resucitado y entrar así con Él  en el círculo del Amor Trinitario del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo;  y también te entregaste y te quedasta en el Sagrario para que nunca dudásemos de la verdad de tu amor y de tu entrega.

 

*************************************

Jesucristo, Eucaristía divina, Canción de Amor del Padre, revelada en su Palabra hecha carne y pan de Esucaristía con Amor de Espíritu Santo.

Jesucristo, Eucaristía divina, Templo, Sagrario y Morada de Dios Trino y Uno en la tierra ¡Cuánto te amo y te deso, cómo te busco, con qué hambre de Tí camino por la vida!

¡Jesucristo Eucaristía, quiero verte, para tener la luz del camino, de la Verdad y de la Vida!

¡Jesucristo Eucaristía, quiero adorarte, para cumplir la voluntad del Padre como Tú, con amor extremo, hasta dar la vida!

¡Jesucristo Eucaristía, quiero comulgarte, para tener tu misma vida, tus mismos sentimientos, tu mismo amor!

Y en tu entrega eucarística, quiero hacerme contigo, sacerdote y víctima agradable al Padre, cumpliendo su voluntad, con amor extremo, hasta dar la vida.

Quiero entrar así en el misterio de mi Dios Trino y Uno, por la potencia de amor del Espíritu Santo.

*****************************

            Jesucristo, Hijo de Dios encarnado, Sacerdote único del Altísimo y Eucaristía perfecta de obediencia, adoración y alabanza al Padre. Tú lo has dado todo por mí, con amor extremo hasta dar la vida y quedarte ahí en el Sagrario para siempre, en intercesion y oblación perenne al Padre, por la salvación de los hombres, tus hermanos.

¡También yo quiero darlo todo por Ti y permanecer contigo implorando la misericordia divina sobre mi parroquia, sobre la  iglesia y sobre el mundo entero! ¡Yo quiero ser y existir sacerdotal y victimalmente en Ti; yo quiero ser totalmente tuyo, porque para mí Tu lo eres todo, yo quiero que lo seas todo!

¡Jesucristo, Eucaristía perfecta de obediencia y adoración del Padre¡ yo creo en Ti!

¡Jesucristo, Sacerdote y Salvador único de los hombres, yo confío en Ti!

            ¡Tú eres el Hijo de Dios, el Único Salvador del mundo ¡qué gozo haberte conocido, ser tu sacerdote y amigo, vivir en tu misma casa, bajo tu mismo techo!     ¡Gracias, Señor!

Altar, Sagrario y Expositor de mi querida parroquia de San Miguel de Jaraíz de la Vera, donde hice mi primera comunión, ayudé como monaguillo, nació y se alimentó mi vocación sacerdotal y celebré mi primera misa.

 

INDICE

 

PRÓLOGO ……………………….…….......................………..…5

INTRODUCCIÓN.........................................................................  7

1. LA ORACIÓN EUCARÍSTICA ES «TRATAR DE AMISTAD» CON JESÚS EUCARISTÍA……………….…………………… .13

2.- LA PRIMERA ORACIÓN EUCARÍSTICA QUE ESCRIBÍ ANTE EL SAGRARIO DE MI PRIMERA PARROQUIA……...20

3.- MI ORACIÓN DEL JUEVES SANTO ANTE JESUCRISTO EN LA SANTA CUSTODIA DEL MONUMENTO…………..23

4.- NECESIDAD DE UNA FE VIVA Y PURIFICADA PARA EL ENCUENTRO  PERSONAL CON CRISTO EUCARÍSTÍA….37

5.- ORAR EN VERDAD ES TRATAR DE AMAR A DIOS SOBRE TODAS LAS COSAS………………………………..43

6. PARA LLEGAR A LA UNIÓN CON DIOS HAY TRES VERBOS QUE DEBEN ESTAR UNIDOS: ORAR, AMAR Y CONVERTIRSE………………………………………….……. 50

7.- VIVIR LA EUCARISTÍA PARA PODER COMUNICARLA58

8.- EL SAGRARIO EN LA VIDA DEL SACERDOTE……….61

9.-  LA IGLESIA NECESITA SACERDOTES MONTAÑEROS DEL SAGRARIO ASCENDIDOS POR  LA ORACIÓN EUCARÍSTICA…………………………………………….…..71

10.- LOS SACERDOTES NECESITAMOS EXPERIENCIA DE LO QUE CREEMOS, PREDICAMOS Y CELEBRAMOS ……81

11.- ¿POR QUÉ QUISO CRISTO PERMANECER JUNTO A NOSOTROS EN EL SAGRARIO? ……………………………..86

12.- PARA ENSEÑAR EL CAMINO EUCARISTICO HAY QUE RECORRERLO Y VIVIRLO PRIMERO……………………….93

13.- NECESIDAD ABSOLUTA  DE LA ORACIÓN EUCARÍSTICA EN LA VIDA SACERDOTAL……………… 103

14. EL SAGRARIO ES EL MEJOR CAMINO DE ORACIÓN Y ENCUENTRO CON CRISTO EN LA TIERRA ………….…..114

15.- CRISTO EN EL SAGRARIO ES EL MEJOR MAESTRO DE ORACIÓN……………………………………………….…….. 119

16. LA EUCARISTÍA HACE YA PRESENTE TODA LA VIDA  DE  CRISTO Y LA ESCATOLOGÍA …………..…..………..132

17.- LA EUCARISTÍA ES  SACRAMENTO DE CRISTO POR EL SACERDOTE  PRESENCIA DE CRISTO………………..137

18. LA ORACIÓN ANTE EL SAGRARIO ES EL MEJOR CAMINO DE SANTIDAD- APOSTOLADO SACERDOTAL.143

19.- LA PEOR POBREZA DE LA IGLESIA Y DE UNA PARROQUIA ES LA POBREZA EUCARÍSTICA: MISAS, COMUNIONES Y SAGRARIOS ABANDONADOS……….  156

20.- LA LICENCIATURA EN ORACIÓN EUCARÍSTICA SE CONSIGUE POR LA ORACIÓN-CONVERSIÓN..………… 161

21.- EL DOCTORADO EN ORACIÓN EUCARÍSTICA ES  “SER Y VIVIR  EN CRISTO EUCARISTÍA”  POR LA MISA, LA COMUNIÓN Y PRESENCIA EUCARÍSTICA…..…….……. 175

22.- LA VIVENCIA DE CRISTO EUCARISTÍA ES LLAMA ARDIENTE DE CARIDAD APOSTÓLICA………………….  182

23. ESPIRITUALIDAD DE LA PRESENCIA EUCARÍSTICA: VIVENCIAS Y ACTITUDES QUE SUSCITA Y ALIMENTA.192

Gonzalo Aparicio Sánchez es párroco de San Pedro en Plasencia, profesor de Teología Espíritual en el Instituto Teológico del Seminario y Canónigo Penitenciario de la S.I. Catedral.  Hizo sus estudios en Plasencia y en Roma: Doctor en Teología Dogmática, Licenciado en Teología Pastoral y Diplomado en Teología Espiritual por Roma y en Teología Moral por Madrid.Su pasión desde siempre es la pastoral parroquial donde cultiva grupos de hombres, mujeres, matrimonios y hasta niños de primera comunión, con el convencimiento de que  la comunidad  cristiana y humana debe ser fermentada por pequeños grupos semanales de Formación y Vida Cristiana, que se componen de tres partes principales: Escucha compartida y meditada del   Evangelio del domingo; revisión de vida personal de la oración diaria, caridad fraterna y conversión de vida; terminando con  la parte doctrinal y teológica del libro pertinente que esté leyendo el grupo. D. Gonzalo, como fruto principal de su vida de oración y de sus estudios así como de sus clases de Teología Espiritual en el Seminario y en sus grupos de oración de la parroquia ha publicado varios libros, preferentemente sobre Teología y Espiritualidad Eucarística y Sacerdotal y sobre la Oración Eucarística para ayuda del pueblo cristiano, sobre todo, de sus hermanos los sacerdotes.



[1]JEAN MAALOUF, Escritos esenciales,  Madre Teresa de Calcuta., Sal Terrae , Santander  2002, p. 91.

[2]Liturgia de las Horas, tomo III, págs. 1391-93, De las oraciones atribuidas a Santa Brígida.

 

[3]ANTONIO LÓPEZ BAEZA: Un Dios locamente enamorado de tí, Sal Terrae, Santander  2002, págs. 93-94).

 

[4]Discurso de Juan Pablo II  dirigido al Capítulo General de los Servitas, reunidos en la primavera del 2002.

[5]Audi, Filia, 75

[6]Plática 30.

[7]JEAN  MAALOUF, Escritos Esenciales. Madre Teresa de Calcuta. Sal Terrae, Santander  2002, p. 79

[8]NMI 38.

[9]ANTONIO LÓPEZ BAEZA: Un Dios locamente enamorado de ti: Sal Terrae, Santander  2002.  págs 101-102.

Visto 151 veces