Jueves, 05 Mayo 2022 09:42

EJER. ESP. Rafael de Andrés A

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Por una libertad liberada

La experiencia de los Ejercicios Espirituales en ocho días

Rafael de Andrés, SJ

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Antes de morir, todos deberían saber a dónde van, de dónde vienen y por qué

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Dios puso un ser humano a tu cargo y eres túmismo.

A ti debes hacerte libre y feliz.

Después podrás compartir la vida verdadera con los demás.

Facundo Cabral

 

Diseño: Carmen Corrales Estudio SM

©2009, Rafael de Andrés, sj.

©2009 PPC Editorial y Distribuidora S.L.

Urbanización Prado del Espino

Impresores, 2

28660 Boadilla del Monte (Madrid)

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www.ppc-editorial.com

Comercializa: PPC Editorial y distribuidora

ISSN: 978-84-288-2171-1

32.366-2009 / Printed in Spain Gráficas, S.A.
Confía en Dios como si todo el éxito de las cosas

dependiera de ti, nada de Dios;

pero realiza toda acción como si túnada,

todo lo hubiera de hacer Dios solo.

Gabor Hevenesí

 

o excepción prevista en la Ley, cualquier forma de reproducción, distri-publica y transformación de esta obra sin contar con la autorización de piedad intelectual. La infiacción de tos derechos de difusión de la obra ) í/p delito contra la propiedad intelectual (arts. 270 y ss. Código Penal), leíechas Reprográficos veía por el respeto de los citados derechos.

 

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PRESENTACIÓN

Una experiencia espiritual en ocho jornadas

Casi toda mi larga actividad pastoral ha girado alrededor del eje de ios medios de co­municación. Y tanto en la radio y en la televisión como en las publicaciones escritas y en mis intervenciones habladas, el argumento sustancial ha sido siempre ei mismo: Je­sucristo y su Evangelio. Pero en la pastoral ignacíana en la que me muevo, hay una forma específica de transmitir la Buena Nueva: me refiero a los Ejercicios Espirituales, acuñados por san Ignacio y difundidos primero por los jesuítas y luego por diversos agentes pastorales. Por sentir una personal inclinación hacia este ministerio tan válido y valioso, siempre ha quedado en aspiración el utilizarlo más frecuente y expresamente.

Es verdad que, recién ordenado sacerdote, antes de licenciarme en teología, ya tuve ocasión de dirigir varias tandas de ejercicios cerrados y abiertos. Pero desde mi primer destino hasta ia actualidad las tareas apostólicas encomendadas me han ocu­pado tanto tiempo por otros derroteros, que no me han permitido una exposición más sistemática de este típico método ignaciano de reforma espiritual. Con todo, siempre he aprovechado cualquier resquicio para asomarme, de palabra y por es­crito, al pequeño gran libro de san Ignacio. Como botones de muestra, ahíestán los tres grupos de cuatro casetes cada uno con meditaciones de Ejercicios, equivalentes a los habituales ocho días de una tanda ordinaria. Bajo los títulos Más y A tope, es­tas grabaciones ayudan con texto y voz a quienes desean seguir las directrices igna-cianas en particular, por carecer de ocasión o tiempo para participar en alguna de las muchas tandas programadas en directo.

Durante el año del V centenario del nacimiento de san Ignacio (1991), redacté unas letras sobre los temas de la experiencia ignaciana, a las que puso música Félix Zabala, sj, y que, editadas también por PPC en otra cásete titulada En todo amar y servir, ayudan a centrar los cantos de las eucaristías de las tandas de Ejercicios, de una forma directamente apropiada a! desarrollo del proceso espiritual. Además, suelo dar una tanda anual en el marco litúrgico de la Semana Santa. Pero, sobre todo, actúa de fondo mi propia experiencia acumulada de haber practicado desde el noviciado los ejercicios ignacianos, en tandas de un mes -al comienzo y al final de mi carrera-y de ocho días durante más de sesenta años. Habría que añadir mi asis­tencia a cursillos asícomo la lectura de libros y revistas sobre ejercicios y sobre es­piritualidad ignaciana.

Con todo este bagaje específico en la técnica de los ejercicios, me he animado a escribir el presente comentario, con eídeseo de orientar fraternalmente a quienes

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quieran practicar su renovación cristiana. Mi finalidad, al publicar esta obra, es ayudar a quienes practican, por obligación o por devoción, sus ejercicios anuales, con un instrumento más. No pretendo «descubrir el Mediterráneo»de la esencia del método ignaciano de santificación cristiana, que ifeva rodando hace ya cinco siglos y que ha sido comentado autorizadamente por numerosos especialistas. Pero síhe intentado añadir un enfoque original, partiendo del texto salido de la pluma de san Ignacio, siendo fiel a su contenido y a su dinámica interna. Y he releído ese pequeño gran libro desde la sensibilidad y ia mentalidad ecieslal y social actuales, trasvasán­dolo en moldes culturales de hoy.

Benedicto XVI se ha sumado a la serie de papas anteriores que han ponderado la importancia de los ejercicios. En su discurso a los representantes de ios jesuítas de todo ef mundo, reunidos en la reciente Congregación General XXXV de la Compañía de Jesús, les ha dicho:

Os invito a prestar especial atención al ministerio de los ejercicios espirituales, ca­racterístico de vuestra Compañía desde sus mismos orígenes. Los ejercicios son la fuente de vuestra espiritualidad y la matriz de vuestras Constituciones, pero son también un don que el Espíritu del Señor ha hecho a la Iglesia entera: por eso tenéis que seguir haciendo de él una herramienta valiosa y eficaz para el crecimiento espi­ritual de (as almas, para su iniciación en ía oración y en la meditación, en este mundo secularizado del que Dios parece ausente...

En un tiempo como el actual, en el que la confusión y multiplicidad de los mensajes y ia rapidez de cambios y situaciones dificultan de manera especial a nuestros contem­poráneos la labor de poner orden en su vida y de responder con determinación y ale­gría a la llamada que el Señor dirige a cada uno de nosotros, los ejercicios espiritua­les constituyen un camino y un método particularmente valioso de buscar y de hallar a Dios en nosotros, en nuestro alrededor y en todas las cosas, con el fin de co­nocer su voluntad y de llevarla a la práctica1.

Este libro es mi modesta contribución al creciente auge de los ejercicios espiritua­les, que, lejos de ir languideciendo con el paso de los años, se han ido incrementando considerablemente, tanto en la publicación de estudios y ayudas pastorales para su conocimiento y praxis como en la variedad de formas de su realización y adaptación. Últimamente, han proliferado ios ejercicios «en la vida corriente», los ejercicios «a plazos», y se han multiplicado los ejercicios personalizados, los de mes y de semana.

La redacción de los «puntos»para las meditaciones y contemplaciones de este li­bro ha estado presidida por la regía recomendada por san Ignacio: la sobriedad y la sugerencia, no el desarrollo minucioso de la materia:


La persona que da a otro modo y orden para meditar y contemplar debe narrar fiel­mente la historia de la tal contemplación o meditación, discurriendo solamente por ios puntos con breve o sumaria declaración [EE 2,1].

Este sistema de dar pistas ayuda al ejercitante para que pueda remontar el vuelo colaborando con su entendimiento, voluntad y corazón; y, sobre todo, dejando margen a la acción y a las inspiraciones de Dios.

Por uno libertad liberada pretenda ser un recurso para quienes, queriendo prac­ticar los ejercicios y no teniendo oportunidad de asistir a ninguna de las numerosas tandas ofrecidas cada año en eícalendario de las diversas casas de espiritualidad, necesitan echar mano de un acompañante invisible que les sugiera por escrito las materias y ei procedimiento para adentrarse en la aventura de su retiro anual. Por experiencia puedo asegurar que, cuando he tenido que hacer mis ejercicios en soli­tario, siempre me he ayudado de algún libro de otro colega, que me ha servido mu­cho como rampa de despegue para entablar mi diálogo personal con Dios.

Concretamente, la presente obra conserva la estructura de las «cuatro semanas» dei librito ignaciano, repartidas en ocho jornadas, con dos ejercicios por cada día. Además de tales apuntes para la meditación y la contemplación, hay ocho pláticas, de revisión cristiana o de comentario a ¡as cuestiones complementarias sugeridas por san Ignacio, más propias para ia lectura y la consideración espiritual.

Si estas páginas escritas ayudan a sus lectores activos como han ayudado a sus oyentes en las tandas orientadas por el autor durante los últimos años, me darépor bien pagado.

Rafael de Andrés, sj Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

 

1Benedicto XVI, A la XXXV Congregación general de la Compañía de jesús. Vaticano, 21 de febrero de 2008.

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1

«EL MAESTRO ESTÁAQUÍY TE LLAMA» (Meditación introductoria)

/

Vas a hacer tus ejercicios espirituales con una disposición personal e intransferible, que solo Dios y túconocéis.

¿Cuál es la tarea de este libro? Ayudarte a realizar io mejor posible esta experiencia espiritual, ya desde la meditación introductoria. ¿Cómo? Con una serie de sugerencias.

Ofreciéndote dos motivos para aprovechar este medio de santificación cristiana:

1.   Motivo objetivo: Se trata de aprovechar la cima de ia espiritualidad ignaciana:

Los Ejercicios son todo lo mejor que yo en esta vida puedo pensar, sentir y en­tender, asípara el hombre poderse aprovechar a símismo, como para poder fructificar, ayudar y aprovechara otros muchos (Ignacio de Loyola).

La experiencia de incontables almas a través de los siglos ha demostrado lumi­nosamente, y hoy mismo demuestra quizámás que nunca, este admirable poder pacificador y santificador que tiene el santo retiro de ios ejercicios espirituales, del cual salen las almas «arraigadas y edificadas»en Cristo, llenas de luz, de vi­gor, de felicidad que excede todo sentido (Pío XI).

Los Ejercicios, en cuanto que radican en el puro espíritu del Evangelio, también hoy deben tenerse por muy útiles y totalmente eficaces (Pablo VI),

Los Ejercicios son una fuerte experiencia de Dios, suscitada por la escucha de su Palabra, comprendida y acogida en la propia vida personal, bajo la acción del Espíritu Santo, que, en un clima de silencio, de oración y con la mediación de un guía espiritual, ofrece capacidad de discernimiento para purificar el cora­zón, convertir la vida, seguir a Cristo y cumplir la propia misión en la iglesia y en ei mundo (Benedicto XVI).

2.   Motivo subjetivo: Se trata de tu cita anual cumbre, ocho días para «lo único
necesario». ¿Cuántos cristianos gozan de este privilegio, al menos una vez en
la vida? Muchos que desearían, no tienen tiempo ni ocasión para retirarse
una semana, como túvas a hacer. Por eso, te digo, como Pablo a los cristianos
de Corinto:

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Os exhortamos a no echar en saco roto la gracia de Dios, porque Él dice: «En tiempo favorable te escuché, en día de salvación vine en tu ayuda». Pues mi­rad, ahora es tiempo favorable, ahora es día de salvación (2 Cor 6,1-3).

¿Quéhacer para aprovechar esta larga semana especial? Entrar desde el princi­pio con buen píe. ¿Cómo? San Ignacio te pide abordar esta experiencia preguntán­dote: «¿Adonde voy y a qué?». Y te sugiere como respuesta ia finalidad de la misma:

Ejercicios espirituales para vencer a símismo y ordenar su vida, sin determi­narse por afección alguna que desordenada sea (EE 21).

¿Cómo conseguirlo? Adoptando las cuatro posturas siguientes, una física y tres espirituales:

1.   Separación. Seguir la consigna de cierta publicidad vacacional de primavera:
«¡Evádete!». Sal de tu ambiente habitual, como hizo Abrán ante su aventura
de fe:

El Señor dijo a Abrán: «Sal de tu tierra nativa y de la casa paterna a ia tierra que yo te mostraré». Abrán marchó, como le había dicho el Señor (Gn 12,1 y 4).

2.  Humildad. Acercarte a ejercicios descalzo, sin pisar fuerte, sino suavemente,
como Moisés ante Dios, en su experiencia del monte sagrado:

Viendo el Señor que Moisés se acercaba a mirar, lo ilamódesde la zarza: «Moi­sés, Moisés». Respondióél: «Aquíestoy». Dijo Dios: «Antes de acercarte, des­cálzate, pues el sitio que pisas es sagrado»(Ex 3,4-5).

En ejercicios estás en lugar sagrado, en presencia de Dios.

Desnúdate del afán de controlar toda situación y descálzate del miedo a explo­rar con ojos maravillados ia novedad de tu relación con Dios. Su deseo de ser

nuevo en ti2.

3.  Apertura. Muy importante. Ponte a disposición de Dios para dejarte seducir
por él:

El Señor le dijo: -Mira, voy a seducirla, llevándomela al desierto y habiándole a\ corazón. Allíme responderácomo en su juventud (Os 2,16).

M. Márquez, Amar no es acertar. Madrid, Espiritualidad, 2005, 228 pp.

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San Ignacio pide al ejercitante como actitud inicial «entrar en ellos con grande ánimo y liberalidad»(EE 5). Ante la travesía del desierto para la seduc­ción de Dios, hazlo abierto a todo lo que quiera Dios de ti.

4. Esperanza, Ante !a tentación de pesimismo («¿quévoy a sacar?, «ya soy ma­yor», «ya he hecho muchas veces ejercicios»...), es necesaria la actitud de confianza. Di con el salmista:

Voy a escuchar lo que dice ei Señor.

Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos

y a los que se convierten de corazón.

La salvación estáya cerca de sus fieles

y la gloria habitaránuestra tierra;

la misericordia y la paz se besan;

la fidelidad brota de la tierra

y la justicia mira desde el cielo;

el Señor nos darála lluvia

y nuestra tierra darásu fruto.

La justicia marcharáante Él,

la salvación seguirásus pasos (Sal 84).

¿En quién inspirarte para conseguir esas actitudes básicas al comenzar los Ejerci­cios? Te pueden ayudar algunos de ios once pasajes de la Escritura que voy a suge­rirte, tres del AT y ocho del NT:

1.  Tres personajes del AT: dos profetas y un rey.

  • Samuel profeta dice a Dios: «Habla, Señor, que tu siervo escucha»(1 Sm 3,8-10). Los ejercicios, más que para hablar, son para escuchar a Dios. En la his­toria del pueblo elegido, Dios repite este imperativo: «Shema, Israel!»(«¡Es­cucha, Israel!») (Dt 4,1; 5,1; 6,4).
  • Salomón rey pide a Dios: «Enséñame a escoger entre el bien y el mal»(1 Re 19,1-18).
  • A Elias profeta en la cueva le dice Dios: «¿Quéhaces aquí, Elias? ¡El Señor va a pasar!»(1 Re 19,1-18). Los ejercicios son el paso especial de Dios en nues­tra vida.

2.  Ocho pasajes y personajes del NT:

  • Siembra. La parábola del sembrador nos motiva a reflexionar sobre el es­tado en que se encuentra tu corazón ante ia Palabra de Dios en ejercicios: ¿como tierra dura, llena de piedras, como un manojo de espinos o como tie­rra buena abierta al 30%, al 60% o al 100%?(cf. Me 4,1-9.13-20).
  • Bartimeo. Es muy sugerente contemplar la curación de! ciego Bartimeo. Te enseña a orar con interés y perseverancia como mendigo: «¡Que vuelva a

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ver!»(Me 10,46-52), como veía en otras etapas más lúcidas y fervorosas de mi vida.

  • Genesaret. Es muy apropiada para la noche de entrada en Ejercicios la invi­tación de jesús a cruzar el lago de Genesaret: «Al caer la tarde, jesús dijo a sus discípulos: "Pasemos a la otra orilla"»(Me 4,35-41). Al comienzo, esta sugerencia de Jesús convida a abrirse a lo nuevo y diferente, jesús no dice «pasad»sino «pasemos, vayamos juntos a otra dimensión». Pasar al otro margen exige cambio de actitud, salir de sí, de la orilla conocida, para ir a otra distinta, mejor. San Ignacio advierte al ejercitante: «Tanto se aprove­charáde todas cosas espirituales cuanto salga de su propio amor, querer e interés»(EE 10,189). Esto supone disponibilidad y coraje, para afrontar el riesgo de lo diferente. Estar dispuestos a lo nuevo.
  • Dos pasajes estimulantes de llamada. El de Marta a María: «El Maestro está aquíy te llama»(Jn 11,28), a cada uno, personalmente. Y el de jesús en el Apocalipsis: «Estoy a la puerta y llamo; si alguien oye mi voz y me abre, en­traréy cenarécon él»(Ap 3,20).
  • Higuera estéril. Este pasaje simboliza la última oportunidad:

Un hombre tenía una higuera plantada en su huerto. Fue a buscar fruto en ella y no lo encontró. Dijo al hortelano: «Llevo tres años viniendo a buscar fruta en esta higuera y no la hallo. Córtala, que encima estáesquilmando el terreno». Él le contestó: «Señor, déjala todavía este año; cavaréalrededor, la abonaré, a ver si da fruto. Si no, el año que viene la cortas»(Le 13,1-9).

¿Son estos Ejercicios tu última oportunidad para dar los frutos que le debes a Dios?

•   Nicodemo. Otra secuencia para abordar la noche de entrada en ejercicios
es la entrevista nocturna entre jesús y Nicodemo (jn 3,1-8), donde se dan
estas actitudes:

Acudir con ganas: «Un fariseo llamado Nicodemo fue a visitarlo»(Jn 3,1) li­bremente, no por obligación, sino con gran deseo. ¿Has venido con ganas a estar con jesús ocho días?

Con admiración: «Rabí, sabemos que vienes de parte de Dios como Maes­tro»(Jn 3,2). ¿Vienes a aprender de Jesús Maestro como aprendiz, o piensas que ya lo sabes todo?

Con interrogante: «¿Cómo puede uno nacer siendo viejo?»(Jn 3,4) (¿o me­diocre?).

Con confianza: «El viento sopla hacia donde quiere... Asísucede con el que nace del Espíritu»(Jn 3,8). Confianza en el Espíritu Santo. Por eso conviene empezar los Ejercicios con la Secuencia de Pentecostés,


Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo, Padre amoroso del pobre, Don en tus dones espléndido, Luz que penetra las almas, Fuente del mayor consuelo. Entra hasta el fondo del alma, divina Luz, y enriquécenos...

•   María: No me resisto a sugerirte el mejor personaje del NT, esta noche de en­
trada. Cinco minutos antes de la Anunciación, la Virgen no sabía lo que iba a
pasar, pero ya le decía en su corazón a Dios: «Aquítienes a tu sierva. Hágase
en mílo que quieras». Ponte en manos de María de Nazaret con esta oración:

María, Maestra de la escucha,

Virgen de la pregunta humilde («¿cómo puede ser esto?»),

de ¡a disponibilidad perfecta («aquíestála sierva del Señor»),

del sítotal y continuo al querer de Dios buscado y discernido

(«hágase en mísegún tu Palabra»}.

Ayúdame a serenarme,

para centrarme como tú

en Aquel que es todo Palabra cuando yo le escucho,

y todo oídos cuando yo le hablo.

Que mi corazón acoja el mensaje de la Escritura

a fin de guardarlo, meditarlo, hacerlo vida y compartirlo con los hermanos.

Mujer del Espíritu, siempre atenta, contemplativa y fie!,

acompáñame en este encuentro con la Palabra,

preséntame a Jesucristo, tu Hijo,

y enséñame a decirle «amén»con la vida.

(A. Sanz G. Fernández3).

•   jesús: Finalmente, te recuerdo que el Padre nos presenta a su Hijo en dos pa­
sajes que pueden ayudarte a entrar de lleno en ejercicios desde el principio. En
el Jordán y en el Tabor, el Padre nos dice sobre Jesús: «Este es mi Hijo supera-
mado. Escuchadle». Los ejercicios son eso: la escucha de las palabras de jesús
y de Jesús-Palabra.

Una última palabra. No quieras abarcar todo lo anterior. Son solo pistas, para que elijas una o varias, las que te ayuden. Recuerda el sabio consejo de san Ignacio:

 

 

 

3A. Sanz G. Fernández, Invocación a María.


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No el mucho saber harta y satisface e! alma, sino el sentir y gustar de las cosas internamente.

Al que recibe los Ejercicios mucho aprovecha entrar en ellos con grande ánimo y liberalidad con su Criador y Señor, ofreciéndole todo su querer y libertad, para que su divina majestad, asíde su persona como de todo lo que tiene, se sirva conforme a su santísima voluntad (EE 5).

TEXTOS DE APOYO

Deja un momento tus ocupaciones habituales;

entra un instante en ti mismo, lejos del tumulto de tus pensamientos.

Arroja fuera de ti las preocupaciones agobiantes;

aparta de ti tus inquietudes trabajosas.

Dedícate algún rato a Dios y descansa siquiera un rato en su presencia.

Entra en el aposento de tu alma; excluye a todo,

excepto a Dios y lo que pueda ayudarte para buscarle;

y así, cerradas todas las puertas, ve en pos de Él.

Di, pues, alma mía, di a Dios: «Busco tu rostro, Señor, anhelo ver tu rostro».

Y ahora, Señor mi Dios, enseña a mi corazón dónde y cómo buscarte,

dónde y cómo encontrarte.

Enséñame a buscarte y muéstrate a quien te busca;

porque no puedo ir en tu busca, a menos que Tú me enseñes,

y no puedo encontrarte, si Tú no te manifiestas.

Deseando te buscaré, buscando te desearé,

amando te hallaré, y hallándote te amaré.

(San Anselmo4)

Si quiero hablar con Dios,

tengo que aventurarme,

tengo que subir a los cielos

sin cuerdas para asegurarme,

tengo que decir adiós,

dejar las cosas, caminar

decidido por el camino que

al final va a dar en nada,

nada, nada, nada, nada, nada, nada, nada,

nada de lo que yo

pensaba encontrar.

(Gilberto Gil)


Nadie fue antes

ni va hoy,

ni irá mañana

a Dios

por este camino

que yo voy.

Para cada hombre guarda

un nuevo rayo de luz el sol...

y un camino virgen

Dios.

(León Felipe)

Señor, Dios mío, concédeme la gracia de estar en tu presencia,

amándote en lo más profundo de mi corazón.

Ayúdame a hacer silencio, fuera y dentro de mí,

para poder escuchar mejor tu voz.

Inspira mis pensamientos, sentimientos, deseos y decisiones,

para que busque únicamente aquello que más te agrada5.

 

 

 

4Anselmo de Canterisury, Proslogion. Madrid, Tecnos, 55 pp.


1En Itaici, marzo 1998.

 

 

 

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MEDITACIONES/CONTEMPLACIONES

Primera Semana: Triángulo Dios-mundo-yo

Segunda Semana: Reforma vital con Jesucristo

Tercera Semana: Cruz de la moneda pascual

Cuarta Semana: Cara de la medalla pascual

 

1 a SEMANA TRIÁNGULO DIOS-MUNDO-YO

1. «A MAYOR GLORIA DE DIOS» Principio y fundamento: 1- parte

En la técnica ignaciana juega un papel crucial la preparación: «Adonde voy y a qué». Desde el primer ejercicio hay que aplicar esta táctica. Y lo primero es centrarse en Dios. San Ignacio va a lo esencial, desde e( comienzo. Y lo esencial es Dios. Por eso coloca, como «principio y fundamento»de la vida humana: «El hombre es creado para alabar, reverenciar y servir a Dios».

Y si esto es lo único necesario para toda persona, ¿quédecir para los creyentes, para los cristianos? ¿Y para los religiosos, que hacen profesión de consagrados a Dios? ¿No son «pasión de Dios», como titula j. B. Metz uno de sus libros? Asílo afirma el Código de Derecho Canónico:

Los consagrados se dedican totalmente a Dios como a su amor supremo, para que, entregados por un nuevo y peculiar título a su gloria [...], consigan la perfección de ¡a caridad en el servicio del Reino de Dios (CDC 573.1).

Pero antes de analizar este axioma ignaciano indiscutible, despejemos un malen­tendido que se da no solo entre ¡os ateos, sino también entre algunos creyentes de hoy. Así, eífilósofo Ludwíg Feuerbach afirmaba en La esencia del cristianismo que para enriquecer a Dios, el hombre debía empobrecerse y que, para que Dios sea todo, el hombre debía ser nada. El teólogo Andrés Torres Queiruga comenta:

La visión tradicional de las religiones tiende a ver a Dios como el Señor que nos crea para que le sirvamos (como en los Ejercicios ignacianos) [...]. La nueva conciencia de la autonomía humana y la aguda crítica filosófica de la ontoteología nos alertan con sus críticas sobre las desviaciones alienantes de este tipo de religión6.

A. Torres QuEtiíUGA, Recuperar lo creación. Ssntanóer, Sal Terrae 1997, p. 178.

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Pero el principio y fundamento no hay que entenderlo como si la intención de Dios al crear fuera un narcisismo egoísta, para alimentar su ego, sino todo lo con­trario. El Vaticano i en Dei Fiiius dijo: «Este Dios único y verdadero, por su bondad y virtud [,..], creóde la nada todas las criaturas no para incrementar su felicidad ni para adquirirla, sino para manifestar su perfección mediante los bienes que comu­nica a las criaturas». Y el mayor teólogo católico escribióque Dios es el único total­mente liberal, porque no obra para conseguir utilidad sino solo para difundir su bon­dad. Y otro teólogo español actual añade: «Dios no ha creado el mundo para su gloria en el sentido vulgar y corriente de un egoísmo o vanidad, propios de quien ne­cesita la alabanza del prójimo. Dios es la plenitud y libertad absolutas... Dios crea para comunicar su gloria»(O. González de Cardenal). Y Benedicto XVI pregunta si acaso puede el hombre dar a Dios algo bueno que Él no posea ya (Cuaresma de 2007). En frase feliz de San Ireneo de Lyon: Gloria Dei, vivens homo («La gloria de Dios es que el hombre viva»), Y añade: Vito homínis, gloria Dei («La vida del hombre es ia gloria de Dios»). Y Facundo Cabral: «Dios puso un ser humano a tu cargo y eres tú mismo. A ti debes hacerte libre y feliz».

■ Dios Creador

Ahora ya podemos meditar el principio y fundamento bien entendido. Porque, si la intención subjetiva de Dios al crear no es su gloria, objetivamente el fin del ser hu­mano síque es glorificar a Dios. Una vez aclarado el fin de nuestra vida, dediquemos este primer ejercicio a reforzarlo. El principio fundamental de toda religión es tener conciencia de ser creados por Dios.

Es preciso afirmar este principio y afianzar este fundamento, porque hoy se lleva todo lo contrario. Aunque ha disminuido el ateísmo teórico, aumenta el práctico: el vivir marginando a Dios, como si Dios no existiera. Eso es el secularismo vigente ac­tual. De ahíque un libro de teología reciente se titule Un extraño en nuestra casa, porque eso es Dios hoy para muchos europeos.

Este es el ambiente social que respiramos, que nos afecta como la contamina­ción. Por eso es necesario reaccionar y dedicar este tiempo a meditar sobre la pri­macía de Dios. El principio y fundamento pretende renovar en nosotros la visión y la experiencia de Dios como «lo único necesario», como el centro de gravedad del ser humano. Pretende realizar en nosotros tos siguientes títulos recientes: Enamorarse de Dios, volvernos Ebrios de Dios, convertirnos en Pasión de Dios, ceder a La seduc­ción de Dios.

El principio y fundamento intenta recordarnos estas verdades: «La perfección del hombre es necesitar a Dios»(S0ren Kierkegaard); «Dios no es un interrogante, sino una exclamación»(Alekos Panaguiís); «Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro co­razón estaráinquieto hasta que descanse en ti»(san Agustín).


Para conseguir este centramiento esencial, renovemos nuestra fe en Dios como Creador del mundo y del género humano: «AI principio creóDios cielo y tierra... Al hombre y ia mujer»(Gn 1). Poco importa la teoría de la creación del mundo: por big bang o de cualquier otro modo. Importa poco la teoría de la creación del ser hu­mano: por evolución, o directamente. Lo que importa es que, detrás de cualquier hi­pótesis, estáDios Creador (120 millones de estrellas solo por telescopio; en realidad, muchísimas más). El Génesis es bien claro: «CreóDios el cielo, la tierra, al hombre y la mujer». Por eso, el Credo afirma: «Creo en Dios, Padre todopoderoso, Creador de cielo y tierra». También la razón ve más «razonable»la causalidad que la casuali­dad, la creación que la generación espontánea del mundo y de la humanidad. Pero, sobre todo, renovemos nuestra fe en que Dios es Creador nuestro, mío.

Evitemos el peligro de pensar en pasado. San Ignacio lo pone en presente: «El hombre es creado». No solo el hombre en general, sino todos y cada uno, túy yo, en particular. Podríamos haber sido uno de esos millones de no nacidos, por aborto o ínfecundación...

Podríamos haber sido una piedra, una planta, un animal... Pero, más que a nues­tros padres, debemos nuestra existencia a Dios: la maravilla de los nueve meses de navegación por ei seno materno. Por eso, repitamos con el salmista:

Túhas creado mis entrañas,

me has tejido en el seno materno.

Te doy gracias

porque me has elegido portentosamente,

porque son admirables tus obras;

conocías hasta el fondo de mi alma,

no desconocías mis huesos.

Cuando en lo oculto me iba formando

y entretejiendo en lo profundo de la tierra,

tus ojos veían mis acciones,

se escribían todas en tu libro;

calculados estaban mis días,

antes que llegase el primero ( Sal 138).

Pensemos: Dios, Creador mío, libremente, por amor: porque quiso, porque me quiso. De ahíla reacción lógica de un corazón bien nacido, de alabar y reverenciar a Dios. Ante Dios, creador del mundo, surge espontánea la alabanza humana. Por eso digamos con el salmista:

El cielo proclama la gloria de Dios

y el firmamento pregona la obra de sus manos.

El día le pasa al día su mensaje,

la noche se lo susurra a la noche.

 

 

 

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23/

 

Sin que hablen, sin que pronuncien,

sin que resuene su voz,

a toda la tierra alcanza su pregón

y hasta los límites del orbe su lenguaje (Sal 19),

Y ante Dios creador del ser humano como rey de la creación surge espontánea ia alabanza. Hemos de hacer propio el deber de alabar a Dios creador general y mío, con el salmista:

Señor, Dueño nuestro,

¡quéadmirable es tu nombre en toda la tierra! (...)

Cuando contemplo e! cielo obra de tus dedos,

la luna y las estrellas que has creado,

¿quées el hombre, para que te acuerdes de él,

el ser humano para darle poder?

Lo hiciste poco inferior a los ángeles,

lo coronaste de gloria y dignidad,

le diste el mando sobre las obras de tus manos,

todo lo sometiste bajo sus pies. (...)

Señor, Dueño nuestro,

¡quéadmirable es tu nombre en toda la tierra! (Sal 8).

■ Dios = conservador = creador continuo

Pero hay algo más para fomentar nuestra adoración de Dios Creador: Dios no es solo el fundamento primordial de la/mi existencia, es también su soporte necesario. De­bemos a Dios la conservación permanente: «Hasta los cabellos de nuestra cabeza» (Le 12,7). La maravilla del organismo humano: sentidos externos, órganos vitales, fa­cultades... Ei prodigio de ia vista en relieve y color, et motor def corazón con sus mi­llones de latidos, la fábrica química del estómago...

Sin la conservación divina, volveríamos a la nada, que somos por naturaleza. Si el que no pensemos en el aire no quita que lo necesitemos para vivir, el que no pen­semos en Dios no quita que nos sea necesario para seguir viviendo. «Dios no deja de existir, porque los hombres dejen de creer en él»(Grahan Green).

Amas a todos ¡os seres y no aborreces nada de lo que has hecho;

si hubieras odiado alguna cosa, no la habrías creado.

¿Y cómo subsistirían las cosas, si Túno las hubieras querido?

¿Cómo conservarían su existencia, síTúno las hubieras llamado? (Sab 11,24-25).


Creado con una dependencia absoluta. Mi existencia es una creación continua. Cada instante, una nueva creación. Sentir esa dependencia divina. Esa operación creativa de cada momento. «¡Señor, dame a sentir esto, como lo diste a san Igna­cio!»(P. Arrupe). Por eso -por nuestra creación/conservación™el hombre íyo) es creado para alabar y reverenciar a Dios.

■ Dios = Re-creador = elevador a categoría divina, como Padre

Pero hay aún más, Al rango de criatura máxima -rey de la creación- Dios añade la categoría de hijos adoptivos. Como cristianos sabemos que Dios es también el dador de la vida divina, la gracia, la filiación adoptiva, como un regato adicional maravi­lloso.

El gran descubrimiento del Evangelio es que Dios es Padre de una vida superior, eterna. Esta re-creación es mucho mejor que la primera, más que elevar el animal a hombre. Esta elevación es superior a todos los títulos de nobleza, a la realeza de la sangre azul. Esta doble paternidad divina (creación/filiación) no es parcial sino total: es paterno-maternal. «Dios es Madre tanto como Padre»(Juan Pablo I). Si el ser hu­mano (hombre y mujer) es creado a imagen/semejanza de Dios, Dios entraña lo mascu­lino y lo femenino. «Aunque una madre pudiera olvidar el fruto de sus entrañas, yo no me olvido de ti»(cf. Is 49,14-15); «en él nos movemos, existimos y somos (como en un seno materno) (Hch 17,28).

Por eso, el ser humano debe cumplir con Dios el cuarto mandamiento de honrar padre y madre, porque Dios es más padre y madre que los nuestros (creador de ellos y providente sobre nuestro nacimiento). Por eso hemos de exclamar admirados: «¡Mirad quéamor nos tiene el Padre que no solo nos llamamos hijos suyos, sino que 3o somos de verdad!»(1 Jn 3,1).

¿Quéhacer ante esta triple verdad maravillosa (creación, conservación, filia­ción)? Ignacio responde: «Alabar, reverenciar y servir a Dios nuestro Señor»y Pa­dre. No porque Dios nos cree para eso (no nos necesita para ser infinitamente feliz), sino porque objetivamente es un deber grato al hombre el agradecimiento de su Bienhechor.

Hoy se habla mucho de ios derechos del hombre pero no de sus deberes; de dere­chos humanos, pero no de derechos divinos. Estamos en época de humanismo auto­nomista. Ai menos los creyentes, y más (os consagrados, tomémonos en serio los tres primeros mandamientos.

Los tres verbos usados por san Ignacio requieren las dos facultades humanas principales, mente y voluntad, y el corazón:

•  La mente para alabar. Asílos salmos, ios ángeles de Belén, san Francisco de Asís en su cántico de las criaturas. Así, el eslogan ignaciano AMDG («A la ma-

 

 

 

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'          yor gloria de Dios»). AsíJesús, como primer objetivo del padrenuestro: «Santi- \

ficado sea tu nombre».

  • Y la voluntad para servir. No como esclavo al amo sino como servidor al Señor. Fue la actitud de Jesús, el Siervo de Yahvé. Y la de María: «He aquíla Sierva del Señor»(Le 1,38). Ante el rechazo del hombre actual a servir, los creyentes y en especial los consagrados hemos de aceptar que servir a Dios es reinar.
  • San Ignacio habla también reverenciar a Dios, que yo atribuyo ai corazón. Ad­virtamos que no dice «temer a Dios», sino respetar, honrar. Asíes como hay que entender ese temor de Dios que aparece en la Biblia. Hay que traducirlo por respeto reverencial.

Pero ¿no le falta al principio y fundamento el verbo principal, amar? San Ignacio lo expíicitaráal final de los ejercicios en la contemplación para alcanzar Amor. Pero ya estáimplícito aquí. El amor es el alma de la alabanza, ía reverencia y el servicio. Hay que amar alabando, reverenciando y sirviendo al Dios-Amor.

San Ignacio sabe que el primer mandamiento es amar a Dios sobre todas las co­sas. Por eso, si incluimos en el principio y fundamento la recreación de la filiación divina, hemos de añadir el cuarto verbo del amar a Dios como Padre, explícita­mente.


El fin de todo humano obrar es llegar a la comunión con tu Ser divino, que lo alienta

todo, para todo trascenderlo.

Cuando mi obrar no me pone en comunión contigo, algo que depende de mi voluntad falla. Y es que no puedo encontrarte a ti en lo que hago, si mi intención busca otra cosa distinta de ti, tal como el éxito temporal, prestigio, riquezas, seguridades... (...) Solo Tú, que nos precedes y acompañas en todo nuestro hacer, puedes enseñarnos el gozo de un trabajo en el tiempo que nos introduce en la eternidad desde ahora. Cuando mis obras tienden a ti, siempre llega algo de ti en ellas a mis hermanos. Aunque el mayor gozo para mi, Señor, es saber que mi obra bien hecha es toda ella una alabanza a tu nombre, una rendida adoración a tu misterio de comunión. Para ser tuyo, para vivir en ti y gozar de tu presencia, solo necesito hacer contemplati­vamente lo que en cada momento me demanda la vida. Hacer contemplativamente, que es todo lo contrario de hacer superficialmente, apresuradamente, interesadamente. No existe ningún tipo de actividad humana que no pueda ser realizado contemplativa­mente. No es lo que hago, sino cómo lo hago. No es su rentabilidad, sino la calidad de

mi donación.

Cuando mi actividad es alabanza, adoración, contemplación, entonces, Señor, entonces

me siento tan dentro de mí que solo tengo que escuchar la canción de mi corazón para

saber que Tú eres su dueño.

(Antonio López Baeza7).

 

 

 

Conclusión

Coloquio. Podemos concluir esta meditación con un coloquio personal

O paladeando los salmos 8, 18, 148, 150.

O repitiendo el cántico de las criaturas de san Francisco de Asís.

TEXTOS DE APOYO

Criaturas todas del Señor, bendecid al Señor,

ensalzadlo con himnos por los siglos (...)

Hijos de los hombres, bendecid al Señor,

Bendiga Israel al Señor.

Almas y espíritus justos, bendecid al Señor,

Santos y humildes de corazón, bendecid al Señor (Dn 3, 57.82-83,86-87).


2. «TODO ES VUESTRO»

Principio y fundamento: 2a parte: Las otras cosas son creadas...

Renovemos la consigna ignaciana para antes de cada ejercicio: «¿A dónde voy y a qué?». Vamos a seguir ahondando en el principio y fundamento de toda vida espiri­tual: aceptar nuestra condición de criaturas como fruto de la acción libre y amorosa de Dios: «El ser humano es creado», yo soy creado, estoy siendo creado.

En la primera parte del principio fundamental hemos visto que debemos amar a Dios, máximo bienhechor (Creador-Conservador-Padre), alabándole, reverencián­dole y sirviéndole. No porque él nos lo mande, sino porque es lógico: «De bien naci­dos es ser agradecidos».

Pero en el mundo no estamos solos Dios y yo, sino rodeados de otras personas y muchas cosas. ¿Quépapel juegan? ¿Para quéestán aquí? ¿Quérelación tienen entre Dios y yo?

 

 

 

Oración

El fin de todo obrar no es la obra en sí misma, sino Tú, Señor: tu persona, tu gloria, tu irradiación (tu diafanía en el universo, que diría Teilhard de Chardin).


7A. López Baeza, Cuadernos de oración 152. Madrid, Narcea.

 

 

 

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■ Todo es creado para mi fin

De este triángulo, Dios-yo-lo otro (personas y cosas), Ignacio afirma que todo es crea­do para cumplir mi fin. Dios lo ha creado todo para nuestra realización temporal y eterna, la felicidad. Y como este fin es nuestra buena relación con Dios, se deduce que todo ha sido creado para conseguir esa sintonía.

Ante el panorama multiforme de la creación, lo primero que debemos recordar es que todas las cosas son buenas. El Génesis, a lo largo de los siete días de la crea­ción, repite el estribillo: «Y vio Dios que todo estaba bien»{«¡Québien me ha sa­lido!»). Desde los cielos y la tierra hasta el hombre y la mujer, reyes de la creación.

Por tanto, lejos de nosotros una visión negativa y pesimista del mundo, de la na­turaleza y de la historia. Los cristianos hemos de ser los más optimistas de la huma­nidad, porque creemos que todo es radicalmente bueno.

■ Todo es para nosotros

Lo segundo es pensar que todo es para nosotros: «Todo es vuestro»(1 Cor 3,22). Y Je­sús: «No estáhecho el hombre para el sábado, sino al revés»(Me 2,27). Y si el sá­bado, que es la síntesis de la religión, es para el ser humano, ¡cuánto más todo lo res­tante!

En cuanto a las personas que nos rodean, también están hechas para nuestro bien. El Señor le dio a Adán una compañera como ayuda. Así, todas las evas y adanes están destinados a ayudarse mutuamente.

Pero nuestro optimismo humano y cristiano no ha de ser ingenuo ni ciego. La rea­lidad creada de todas las cosas y personas implica limitaciones y defectos, al no ser infinita. Si a esto se añade la limitación de la libertad humana, entonces la bondad relativa de la realidad creada puede variar y convertirse en regular y hasta en mala.

Tanto las personas como las cosas son buenas. Pero su uso es ambiguo, hasta el abuso (por ejemplo, la comida, la bebida y el coche sirven para adquirir fuerzas o para la gula y la embriaguez, para viajar o para atrepellar). Y las personas pueden ser utilizadas como instrumentos para el mal o como ayuda mutua para el fin común de todas, que es su felicidad temporal y eterna.

Ante esa ambigüedad real, San Ignacio saca su famosa conclusión: «De donde se sigue el uso de las cosas tanto cuanto ayuden al fin». Es lógico. Asíobramos normal­mente (por ejemplo, un viaje no lo programamos por el paisaje, sino por el lugar al que queremos llegar). Asíhemos de obrar siempre y en todas las cosas: En lo que nos ayuden a realizarnos. Y en las personas, tratándolas como ayuda mutua para su rea­lización y la nuestra.

Recordemos que solo hay un Absoluto, un fin: Dios. Absolutamente todo lo otro, tanto cosas como personas, es relativo, medio.


Pero hay una dificultad: como somos limitados, no vemos con claridad el valor solo relativo de las cosas, que nos pueden atraer desordenadamente, no como me­dios sino como fines. De ahílos fallos, garrafales o leves, en el uso constante de las\ criaturas.

Es verdad que la norma de! tanto cuanto puede sonarnos a regla aritmética, que son las más despóticas de las leyes. Pero en realidad no es así: no es una ley que me ma­neja, es un instrumento que yo poseo, una especie de brújula para descifrar todos los caminos; es una especie de fino instinto, como el olfato con el que el perro busca al amo, que me orienta y me promete orientación en cualquier circunstancia. Esa norma del tanto cuanto me hace verdaderamente rey de la creación: tomo lo que me sirve, dejo de lado lo que me estorba, con total soberanía. Nada me encadena a un derrotero predeterminado. Estoy en condiciones de resituarme, de crear mi histo­ria, libre de condicionamientos psicosociológícos8.

■ La indiferencia

¿Quéhacer para usar bien de las cosas, y para relacionarnos bien con las personas? San Ignacio nos dice que hemos de hacernos indiferentes. Palabra acertada, bien en­tendida, pero que ha sido denigrada por desvirtuar lo que significa. Parémonos a desmenuzarla:

La indiferencia no es:

•   Insensibilidad ni falta de pasión.

•  Desinterés, falta de interés por las cosas, ni mucho menos por las personas.
.  Apatía, ataraxia, desgana, inapetencia, pasotismo ante la realidad creada.

  • Desprecio de las criaturas y menos aún de las personas.
  • Indiferentismo afectivo, frialdad ante las cosas temporales.
  • Desvalorización de ias realidades terrenas.
  • Huida del mundo, ni alergia a las cualidades de la creación.
  • Impasibilidad ni estoicismo ante las cosas que nos rodean.

La indiferencia es:

  • Un instinto moral, un sexto sentido espiritual para elegir con acierto.
  • Un olfato religioso que me orienta, como la brújula al Norte.

. Una varita de zahori, inmóvil hasta que detecta la presencia del agua.

•   Un ojo clínico ético, para diagnosticar certeramente el bien y el mal.

8E, Arredondo, El principio y fundamento, vivencia liberadora,

 

 

 

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  • El fiel de la balanza, que sólo se desequilibra con ef peso de razones objetivas.
  • La tensión del arco, antes de disparar la flecha hacia el blanco.
  • La tensión estática del atleta, antes del pistoletazo de salida hacia la meta.
  • El control de nuestras repugnancias o inclinaciones antes de decidir.
  • La neutralidad, antes de ver por quéhay que optar.
    • La no-opción preferencial por cosa alguna concreta, antes de ver que es pre­ferible,
    • La equidistancia de la voluntad ante lo relativo, hasta ver si conduce al Abso­luto.
  • La distancia crítica ante las cosas, para ver pros y contras,
  • La predisposición para elegir por Dios entre todo lo que no sea Dios.
  • La disponibilidad hacia Dios, ante todo lo que no sea Dios.

Y, además de esta actitud habitual, la indiferencia es una actitud transitoria y metódica de pre-eleceión en casos concretos importantes de la vida, entre la oferta plural, que se transforma en dedicación y entrega plena, cuando se descubre la vo­luntad de Dios en cada caso.

Esta indiferencia puntual es el acto previo al «ver-juzgar-actuar»que puso de moda el fundador de ia ]OC; es el quitarse las gafas del prejuicio, para evitar la ma­nipulación de! «todo es según el color del cristal con que se mira».

Esta indiferencia puntual es el punto muerto del embrague del coche, hasta ver si conviene poner tal velocidad o marcha atrás.

Pero si te parece complicado todo esto, no es preciso saberse todas estas defini­ciones de la indiferencia ígnaciana, sino solo retener io esencial, que es lo siguiente: la indiferencia es el talante de quien estáatraído absolutamente por el amor y el servi­cio de Dios y, por tanto, libre de todas las situaciones y cosas, de modo que, ante la polarización de lo Único Necesario, todo lo demás le resulta relativo, por bello y atractivo que sea.

Pero, más que saberla, la indiferencia hay que practicarla y, para eso, hay que pedirla: «Señor, hazme indiferente a todo menos a ti».

La indiferencia es un sentimiento excepcionaimente vigilante, podríamos decir supe-ragudizado, respecto a todo lo que no es Dios; una querida e intencional apatía frente al valor perecedero, transitorio, sustituible, ambivalente de todas las cosas que no son Dios, aun de las más sagradas9.

Esta actitud no es una apatía o una ataraxia, sino pasión: es estar apasionado por lo único Absoluto. La indiferencia es marcar la diferencia: Él es el Señor y, así, todo lo de­más -lo que no es el Señor- es relativo, por lo que debemos usarlo «tanto cuanto»

. Rahner, Meditaciones sobre los ejercicios de san Ignacio, Barcelona, Herder,


nos ayude para prestarle mejor servicio. Por eso se ha llamado a la indiferencia «amor embridado». Es un amor que estáa la espera de conocer quéquiere el Señor de míy, una vez conocido, se desembrida y elige aquello que es para su mejor servi­cio. Sabe que, eligiendo lo que el Señor quiere, se le sirve10.

Esta actitud hace crecer en nosotros ia voluntad de acometer nuevas empresas y el va­lor de peregrinar únicamente hacia Dios, sin considerar ningún camino como el único que conduzca a Él. Poco a poco se transforma esta actitud en la búsqueda de Dios en todas las cosas, en la fuga del mundo o en medio de él, dejando a su discreción el ma­nifestarse cuando quiera y el mostrar el camino para volver a encontrarlo ".

La indiferencia ignaciana no es el embotamiento ante ios valores de las cosas. Tam­poco es apatía o desgana, inapetencia ante ia oferta de la realidad creada. Ni es el autodominio espartano sobre todos los impulsos, o el escepticismo del que estáde vuelta de todo.

La indiferencia ignaciana es la situación del que estádominado absolutamente por la pasión del horizonte último, por el amor y servicio a Dios nuestro Señor. Solo enton­ces el hombre es perfectamente libre ante todas las cosas y ante todas las situacio­nes. Todo nos resulta indiferente, por belio y atractivo que resulte, ante la fuerza y atracción de lo que se afirma y vive como único necesario (Joaquín Losada).

La palabra indiferencia resulta hoy por hoy ambigua y se presta a malentendidos, ya que con frecuencia se la entiende como sinónimo de falta de interés. Sin embargo, en el texto ignaciano retiene toda su fuerza original, tal como se deriva de la ima­gen mercantil de la balanza, cuyos platillos se mantienen emparejados sin que nin­guno difiera del otro. Disponemos de un segundo término, ligado también a la misma imagen, el cual tiene además la ventaja de no caer en el equívoco; se trata de la palabra «equilibrio», que sugiere la idea de una balanza igualada, en el fiel (F. Ma­rín Heredia).

■ Sobre quéaplicar la indiferencia

¿Sobre quéhay que aplicar )a indiferencia? Absolutamente sobre todos los relativos. San Ignacio ia concreta en la triple dimensión de la persona y su autoafirmación. Así, hemos de hacernos indiferentes: sobre el ser, el instinto de conservación (el yo: vida larga o corta, salud o enfermedad); sobre el tener, instinto de posesión (cosas: riqueza o pobreza, cargos, destinos, medios}; sobre eíparecer, instinto de afirma­ción social (fama ante personas: éxito o fracaso).

50j, Colomír, El Hijo os daráia libertad: ejercicios espirituales de ocho días. Bilbao, Mensajero, 2004, 435 pp.

11A. Marranzini, ¿05 ejercicios de san Ignacio.

 

 

 

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Pero, ¿quétiene que ver todo esto con la revelación? Mucho, porque la intuición ignaciana estáfundamentada en la Biblia, como una enseñanza central. Veámoslo en dos personajes centrales del Antiguo y deíNuevo Testamento:

  • AT: Abrahán estáindiferente, antes de ver lo que tiene que hacer con su amado hijo Isaac, sacrificarlo a Dios o dejarlo vivir.
  • NT: María estáindiferente, antes de dar el sía la maternidad divina, siendo vir­gen. Solo pregunta sobre la forma de armonizarlo: «¿Cómo seráeso?»(Le, 1, 34).

La teoría y la práctica de la indiferencia se dan también en !a vida de otros santos-Dadme muerte o dadme vida, dad salud o enfermedad, honra o deshonra me dad, dadme guerra o paz cumplida, flaqueza o fuerza a mívida, que a todo diréque sí. ¿Quéqueréis hacer de mí? Dadme riqueza o.pobreza, dad consuelo o desconsuelo, dadme alegría o tristeza, dadme infierno o dadme cielo,

vida dulce, sol sin velo,                                                                                        /

pues del todo me rendí.                                                                                       ¡

¿Quéqueréis hacer de mí?                                                                                    j

Si queréis que estéholgando,                                                                              ¡

quiero por amor holgar,                                                                                     j

síme mandáis trabajar,                                                                                      [

morir quiero trabajando12.                                                                                   !

1
Para venir a gustarlo todo,                                                                                 j

no quieras tener gusto de nada.                                                                         j

Para venir a poseerlo todo,                                                                                j

no quieras poseer algo en nada. Para venir a serlo todo, no quieras ser algo en nada. Para venir a saberlo todo, no quieras saber algo en nada".

12Teresa de Jesús, Obras completas. Madrid, BAC, 1967, p. 501. " Juan de la Cruz, Subida, 1 S 13.


Controlar ese apetito de ser, gustar, tener y parecer, eso es \a indiferencia, «Ha­cer lo que Dios quiere, querer lo que Dios hace {san JoséMaría Rubio); «Quiero lo que vos queréis, lo quiero porque lo queréis, lo quiero cuando lo queréis, lo quiero donde lo queréis, lo quiero como lo queréis»(Charles de Foucauld).

■  El «más»ignaciano

En lógica estricta, para cumplir el principio y fundamento, la indiferencia y el «tanto cuanto», bastaría elegir cualquier cosa que conduce al fin. Pero a san Ignacio le falla la lógica y añade: «Hay que elegir lo que más conduce al fin». De ahíque su esiogan no es «A gloria de Dios», sino «A mayor gloria de Dios», es el «más»igna­ciano, el hilo conductor de los ejercicios espirituales.

Entre dos cosas que pueden alabar, reverenciar y servir a Dios, hay que elegir la mejor. A san Ignacio le falla la lógica pero no la psicología, pues sabe que para dar en el blanco hay que apuntar más alto.

En el fondo, san Ignacio quiere que no perdamos tiempo, actitud típica de los santos, que tienen una conciencia aguda de que tenemos una sola vida y de que el tiempo pasado en la tierra es corto. De ahíla radicalidad de su planteamiento y su invitación a elegir solamente lo que más conduce al fin. Ese «más»supone un discernimiento es­piritual continuo y da a entender cuan total debe ser la entrega y cuan completa la dedicación a nuestra triple tarea de alabanza, reverencia y servicio a Dios, nuestro Señor, el que nos crea y nos salva (C. Hallet).

■  Lectura cristiana del «más»

¿Cómo conseguir ese «más»? Con una lectura cristiana de! principio y fundamento, pues jesús fue el hombre del «siempre»y el «más»en cumplir la voluntad de Dios: «Yo hago siempre lo que fe agrada»(jn 8,29). Por eso, ya desde el principio es prefe­rible dejar la abstracción de lo que debe hacer «el hombre»y fijarse en lo que hizo el concreto hombre ideal, Jesús: «Ahítenéis al hombre»(Jn 19,5). Por eso, hay que que­darse con la versión cristiana del principio y fundamento:

El cristiano es creado/recreado para amar y servir a Dios, su Padre, y asíayudar a salvar al mundo.

Jesús estápuesto ante el cristiano para que le ayude con su persona, vida y men­saje a servir al Padre y a servir a los demás.

De donde se sigue que el cristiano ha de seguir a Jesús en todo lo que le ayude a su fin, eligiendo las cosas elegidas por él, por ser las que más le conducen a glorificar a Dios.

 

 

 

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Conclusión

o  Coloquio final: Repasar todo el principio y fundamento para:

  • sentir la alegría de ser creado para lo mejor: colaborar en la gloria de Dios;
  • sentir ia responsabilidad de elegir libremente lo que conduce ai pian divino;
    • pedir gracia para elegir lo que más conduce según jesús, como iremos viendo a lo largo de los ejercicios.

o  Se puede terminar con esta oración para akanzar indiferencia:

Arráncame, Señor, de los falsos centros.

Líbrame, sobre todo, de instalarme en mímismo, en mi propio centro.

¿Cómo no comprender de una vez por todas que,

fuera de Ti, todos somos excéntricos?

(Helder Cámara)

o También puedes darle vueltas a esta formulación sintética deíprincipio y fun­damento:

El hombre es creado para realizarse en el tiempo y en la eternidad, alabando, reverenciando, sirviendo y amando a Dios, su Padre, y ayudando a los demás y a símismo con la elección de io que más conduce a ese fin.

TEXTOS DE APOYO

Oración fundamental:

Señor y Dios mío, tú me has creado

porque me amas inmensamente.

Cada vez que he respondido a tu amor

he experimentado que tu vida

llena mi corazón a rebosar.

Que cada vez sea más consciente

de que tu amor, sin condiciones,

me ha sustentado desde el principio

hasta este preciso momento de mi vida.

Padre, todas las cosas que has creado

me las has ofrecido amorosamente como dones

para que, más fácilmente, te reconozca en ellas siempre.

Enséñame a usar sabiamente estos dones

para que te ame cada vez más.


Que su atractivo no me aleje de ti,

que no haga de ellos el objetivo principal de mi vida.

Quiero que seas tú, Señor, el centro de mi ser.

Mi objetivo, en la vida, es estar contigo para siempre.

Dame tu amor y tu gracia para que mi corazón y mi mente

sean totalmente libres para saber interpretar toda la realidad.

Que no sienta preocupación

por mi salud o enfermedad,

por mi riqueza o pobreza,

por mi vida larga o corta.

Que sienta profundamente

que todas las cosas que has creado

y todo lo que encuentro en mi camino

son una revelación de tu amor.

Que sepa siempre verte presente en todo.

Que siempre elija solamente aquellas cosas

y personas que me llevan hacia ti,

y que rechace todo lo que a ti no me lleva,

para que sienta que tu Espíritu

me invade en toda su plenitud,

conformándome a la imagen de tu Hijo. Amén

(Hedwig Lewis H).

Somos tuyos, Señor:                                               ]

De ti venimos y hacia ti vamos,

por ti vivimos, por ti, Dios y Señor.

Señor Dios nuestro, fuimos creados

para alabarte, para servirte y para amarte,

fuimos creados para salvarnos.

Las otras cosas que nos rodean,

tú las creaste para ayudarnos

en las tareas de buscar siempre

la última meta.

Solo queremos usar las cosas

que nos ayuden en el camino.

Que, ante lo libre, libres optemos,

no como esclavos.

Que no queramos, contra tu gusto,

salud ni honores, ni vida larga, ni muchos bienes.

Solo queremos lo que Tú quieres.

(Rafael de Andrés15).

H. Lewis, En caso con Dios. Bilbao, Mensajero. R. de Andrés, o. c.

 

í3. «QUIEN ESTE DE PIE, MIRE NO CAIGA» Meditación sobre el pecado

Si cumpliéramos el principio y fundamento, la vida espiritual iría sobre ruedas, la con-:  vivencia humana sería una balsa de aceite, un cielo anticipado. Porque ef pian de Dios |  es el bien temporal y eterno de los seres humanos. Pero no siempre cumplimos el pro-j  yecto de Dios, por el mal uso (abuso) de ¡a libertad. Por eso, san Ignacio pone como i  primera meditación de ejercicios, la del pecado, que es el anti-principio y fundamento. Pero hoy tenemos una gran dificultad para hacer esta meditación, pues forma­mos parte de una sociedad desaeralizada, que ha desterrado del diccionario la pala­bra «pecado». Ya a mediados del siglo XX, Pío XII dijo que se estaba perdiendo el sen­tido del pecado. Más tarde, añadióPablo VI que el laxismo moderno tendía a quitar gravedad al drama del pecado. Y Juan Pablo II añadía en Reconciliación y penitencia que asíse acaba por hacer recaer sobre la sociedad todas las culpas, pues se declara inocente al individuo.

Se despeja a córner el pecado. Hoy se rechaza el pecado como contrario a la li­bertad, que coarta. Se quiere acuñar una moral sin pecado. No se habla de! pecado, porque resulta de mal gusto y una antigualla medieval demodée. Hoy se habla mu­cho de ética civil/laica, consensuada, no de moral natural ni religiosa. Hoy se con­funde lo legal con lo lícito. Si estálegislado, es bueno (divorcio, eutanasia, parejas de hecho...). Más aún, se presenta la regresión moral como progresismo, y el liberti­naje como libertad. Se confunde la autonomía humana (buena) con la independen­cia moral (mala). Se reprueba la moral burguesa o personal (marxismo) y la moral ju-deo~cristiana. Se maquilla lo inmoral (adulterio es nuevo amor, aborto es derecho de la mujer al propio cuerpo). Se presentan conductas inmorales, en medios de comuni­cación, hasta convertirlas en naturales (violencia, venganza).

Sin embargo, a pesar de las dificultades, hay que reflexionar sobre el pecado, porque se sigue pecando. ¿Quéson las conculcaciones de los derechos humanos sino pecados, aunque no se llamen así? ¿Quéson las hambrunas, injusticias, drogas, ma­terialismo, racismos, egoísmos, globalización salvaje, armamentismo, explotación femenina, ieva de niños-soldados, prostitución infantil, terrorismo...?

El pecado es un tema antipático, como las enfermedades y las desgracias en la vida del hombre, pero tema inevitable y muy importante, ya que de él depende nuestro ser cristiano y nuestro destino eterno (Pablo VI).

A pesar de su talante abierto, el Vaticano I! hablóreiteradamente del pecado . Estámuy bien el enfoque positivo del cristianismo, pero sin omitir totalmente ial. ¿No somos conscientes de que, a pesar de intentar excluir el pecado, hemos aclamar con Pablo: «Quiero hacer el bien que me agrada, pero hago el mal que de-o»(cf. Rom 7,19)?


Por eso, necesitamos desenmascarar/aborrecer el pecado, para que no nos en­gañe y nos desvíe de nuestro fin fundamental feliz. Tener conciencia de pecado no es deformación anímica, sino una gracia.

Si la sociedad va mal, se debe al pecado. Si no pecáramos, la convivencia inter-personaf y social sería un paraíso. Imaginemos un día cumpliendo todos el decálogo, el principio y fundamento, un día sin mentiras, robos, traiciones, asesinatos, frau­des, egoísmos, sin violencia doméstica.,. Sería una gozada.

Pero, atención al hacer esta meditación «¿A dónde voy y a qué?». El fruto que debemos sacar no es angustia, escrúpulos, remover el pasado ya perdonado. Recor­dad la ironía de Dios, según Tony de Mello:

-Señor, no te acuerdes de mis pecados.

-¿Pecados? ¿Quépecados? Si túno me los recuerdas, yo los he olvidado hace siglos.

Una oración de Cuaresma reza así: «Dios ama la inocencia y la devuelve a quien la ha perdido». Estamos ya perdonados.

Entonces, ¿quépretende este ejercicio? Se trata de blindar el futuro ante ef mal moral. El fin de esta meditación es pedir conocimiento y aborrecimiento de la feal­dad del pecado, para no volver a pecar. Porque no estamos confirmados en gracia. «Quien estéde pie, mire no caiga»(1 Cor 10,12). Por eso, con paz pero con seriedad, para detestar cordial e instintivamente el pecado, meditemos su malicia en su triple dimensión: contra Dios, contra nosotros y contra los demás. Pedir gracia para sentir alergia, repugnancia y repulsión hacia el pecado.

Contra Dios

El pecado es negación del principio fundamental: Es no alabar, ni reverenciar ni ser­vir a Dios, sino todo lo contrario.

Etimológicamente, pecado (en griego hamartíaj significa «errar el blanco». El pe­cado es errar el blanco del principio y fundamento, fin del auténtico humanismo. Su malicia nos la muestra la Biblia:

Según el Antiguo Testamento -palabra de Dios- el pecado es:

  • idolatría, elegir ídolos en lugar de Dios (becerro de oro, egoísmo, soberbia);
  • infidelidad a la Alianza, al pacto de Dios-Pueblo-Alma;
  • apostasía de! Dios de los Padres, de la historia, de la liberación, de las promesas;
    • rechazo de! Señor, rebelión (desierto), soberbia (ángeles caídos): «¡No ser­viré!»;
    • ruptura de relaciones: «Me abandonaron a mí, fuente de aguas vivas, y se ca­varon aljibes que no retienen e! agua»(Jr 2,12-13);

 

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i     •  adulterio, contra el matrimonio de Dios y los suyos en fidelidad perpetua; i     •violación de la ley divina, contra Dios, legislador del decálogo.

j     Pero hay más. Según el Nuevo Testamento -palabra de Dios- el pecado es:

I     •  alejamiento de Dios Padre: «Cogiósus cosas y se fue de casa, a un país lejano» (Le 15,13);

  • ruptura de los lazos filiales: «Ya no soy digno de llamarme hijo tuyo»(Le 15, 19.21);
  • pérdida de la presencia de Dios: «¿No sabéis que sois templos?»(1 Cor 6,19). Y de su imagen (moneda perdida);
  • infidelidad a las promesas del bautismo, confirmación, sacerdocio de los fie­les, votos, consagración religiosa;
  • falta de correspondencia a los dones divinos, beneficios, gracias (los santos eran muy sensibles a este aspecto);
  • pérdida de la gracia, el amor, la amistad, la comunión con Dios;
  • «crucificar de nuevo a Cristo en el corazón»(san Pablo), despreciar su sangre.

El pecado es ofensa de Dios no meramente por ser ofensa del Amo, sino por ser ofensa del Amor. La ofensa al Amo no le sería posible al hombre en este caso. No porque no exista un señorío de Dios sobre el hombre, sino porque ese señorío es tal que no puede ser afectado por el hombre, ni aunque éste lo intente (...) La piedra que se arroja desde la tierra al cielo, no llegaránunca al cielo, sino que volveráa caer sobre la tierra, Mirado solo como ofensa al Amo, habría que de­cir que el pecado tiene, sí, esa intención, pero esa intención es irrealizable y vana, porque, como constata la Biblia, el hombre, para irritar a Dios, no dis­pone más que de «naderías»(Dt 33,21). Este es el contexto real de Ea criatura ante el Creador.

Pero la revelación bíblica sobre el pecado parte del presupuesto de que ese con­texto ha sido cambiado (...) Cuando ha aparecido el Amor de Dios al hombre, la relación de criatura se convierte gratuitamente en relación «conyugal»y en­tonces Dios se torna accesible y vulnerable por la acción del hombre, encar­nando la imagen del esposo celoso y ultrajado16.

Contra el que lo hace

Pero el pecado no es solo contra Dios. Arremete también contra el que lo hace. El mayor teólogo católico, Tomás de Aquino, afirma que a Dios no lo ofendemos con

16). I. González Faus, Proyecto de hermano. Santander, Sal Terrae, 1987. 38


ningún otro motivo que ei de obrar contra nuestro bien. Y un teólogo español actual llama «desgracia»a perder la gracia. Como al mejor padre, a Dios le duele nuestro pecado porque nos daña a nosotros. Por eso, hay que ponderar la malicia del pecado contra el pecador. El pecado contra símismo:

  • esclaviza: «Quien comete pecado, es esclavo del pecado»(jn 8,34). Libertinaje es anti-libertad;
  • empecata: califica negativamente a la persona. No es algo extrínseco (una pe-

gatina);

•   desordena: prevalece la pasión/instinto (inferiores) sobre la razón/voluntad

(superiores);

•   deforma: rebaja al ser humano, impidiendo su realización suma, espiritual y

moral;

  • entenebrece la conciencia: hace confundir el bien y el mal (como ocurre en tertulias de radio y TV, en columnistas de prensa);
  • destruye el plan divino: la santidad. «Esta es la voluntad de Dios: vuestra san­tificación»(1 Tes 4,3);
  • rebaja la categoría humana: impide lograr la plenitud (ser imagen Dios, la fi­liación);
  • arriesga la meta de ia vida: la salvación eterna, el cíelo («sálvate y te salvaré»);
  • merece la «muerte segunda», la condenación eterna (Ap 2,11).

■ Contra los demás

Pero si todo esto aún parece poco, hay que ver también lo que el pecado significa contra tos demás. Hoy somos más sensibles a las relaciones naturales y humanas, ecología y solidaridad. Por eso, para aborrecer el pecado, veamos su malicia contra ios otros. El pecado es:

•   acto contra las cosas. Elegirlas mal, abusar de ellas, destinadas a ayudarnos

AMDG;

•   contaminación social (peor que ecológica), anticomunión de los santos, vasos

comunicantes del mal;

  • escándalo: «¡Ay del que escandalice a un pequeño! Más le valiera que le ata­ran al cuello una piedra de molino y lo echaran al mar»(Mt 18,6-7);
  • inficiona el cuerpo social de Cristo, del cual el pecador es miembro: lo en­ferma y debilita;
  • hace pecadora a la Iglesia santa, por ser el pecador miembro del pueblo y de ia

comunidad.

39

 

Ahora sabemos mejor lo que es el pecado. Sabemos que la ofensa a Dios es la muerte del hombre. Sabemos que ei pecado es verdaderamente mortal, pero no solo por la muerte interna de quien lo comete, sino por la muerte real y objetiva que produce-Pecado es aquello que dio muerte al Hijo de Dios y pecado sigue siendo aquello que da muerte a los hijos de Dios... No se puede ofender a Dios sin ofender al hermano. Y la peor ofensa a Dios, el peor de los secularismos es el «convertir a los hijos de Dios, a los templos del Espíritu Santo, al Cuerpo histórico de Cristo, en víctimas de la opre­sión y de la injusticia, en esclavos de apetencias económicas, en piltrafas de la repre­sión política»(Ignacio Ellacuría)17.

A! oír hablar del pecado, la marquesa del Diario de un cura rural (de Bernanos) le dice al párroco: «Si pensáramos eso, no podríamos vivir». Y ei sacerdote le contesta: «Como Vd. vive, no, señora...».

Es posible que todo esto nos parezca horribie, pero que no va con nosotros. He­mos de reaccionar ante esta postura, pues todos tenemos el techo de crista!, somos vulnerables. Ante «los malos»de la sociedad amoral e inmoral, corremos el riesgo de sentirnos «los buenos»de la película, olvidando que también los buenos tienen su parte mala,

¿No tenemos nada de santones fariseos, soberbios?: «No soy como los demás hombres»(Le 18,11). ¿O como ios letrados, que cargan fardos a los demás, sin mover un dedo para ayudarlos? (Mt 23,4). ¿O como el hermano mayor del hijo pródigo, que reprocha a su padre por no tener un detalle con él (olvidando que le da todo lo suyo), y no acepta ia vuelta de su hermano? (Le 15,25-30). ¿O como los Apóstoles, cobardes en la pasión? (Mt 26,56) ¿Como Pedro presuntuoso e infiel ante la criada? (Mt 26,69-70). ¿Como los Zebedeos, ambiciosos/intolerantes? (Mt 20,20-22). ¿Como judas, traidor de jesús? (Mt 26,48).

Existe el pecado de los buenos: Por ejemplo, el de las monjas de la película Las Hermanas de la Magdalena; existen los curas pederastas de EE.UU. {Corruptio op~ timi, pésima: «La corrupción de lo mejor, es io peor»),

¿Acaso no nos afectan a «los buenos»los pecados de omisión? Hay que releer a san Basilio:

El pan que no consumes es el pan de los hambrientos. La ropa que estácolgada en tu armario es la ropa de los que están desnudos. El calzado que no te pones es el calzado de los que están descalzos. El dinero que guardas bajo llave es ei dinero de los pobres. Los actos de caridad que no realizas son injusticias que cometes,8.

No confundir la autoestima (buena), tan de moda, con \a autocompíaeencía (mala). «El que estésin pecado, tire la primera piedra (jn 8,7). «Si decimos que no he-1


|  mos pecado, somos mentirosos»(cf. 1 jn 1,8-10). Solo Jesús es impecable, y María sin |   pecado por excepción.

En cuanto al llamado «pecado social estructural»¿no tenemos ninguna respon­sabilidad?

Se trata de pecados muy personales de quien engendra, favorece o explota la iniqui­dad; de quien, pudiendo hacer algo por evitar, eliminar o, al menos, limitar determi­nados males sociales, omite hacerlo por pereza, miedo y encubrimiento, por compli­cidad solapada o indiferencia; de quien busca refugio en la presunta imposibilidad de cambiar el mundo; y también de quien pretende eludir la fatiga y el sacrificio, ale­gando supuestas razones de orden superior. Por lo tanto, las verdaderas responsabi­lidades son de las personas19.

! Pero, si no nos sentimos tan malos, aún podemos examinar las faltas (aunque no sean pecados formales): ¿Conservo «mi primer amor»o soy tibio? ¿Soy «pasión de Dios»o cenizas apagadas? ¿Soy buen profesional pero regular o mal religioso? ¿Soy «incondicional»de jesús o le pongo condiciones? Para tomar el pulso a nuestra me­diocridad y reaccionar a la posible insensibilidad, hay que meditar las cartas de jesús a las Iglesias, en el Apocalipsis (Éfeso, Sardes, Laodicea):

Escribe al ángel de la Iglesia de Éfeso: Esto dice el que tiene las siete estrellas en su mano derecha y se pasea entre los siete candelabros de oro: -Conozco tu conducta y tu constante esfuerzo (...) Tienes entereza, has sufrido por mi causa y no has sucum­bido al cansancio. Pero tengo una queja contra ti, y es que has dejado enfriar tu pri­mer amor. Date cuenta de quéaltura has caído. ¿Por quéno te conviertes y vuelves a portarte como al principio? (Ap 2,1-5).

Escribe al ángel de la Iglesia de Sardes: Esto dice el que tiene los siete espíritus de Dios y las siete estrellas: -Conozco tu conducta y, aunque alardeas de estar vivo, séque estás muerto. Despierta, pues, y reaviva lo que aún no ha muerto del todo, porque ante los ojos de mi Dios tu conducta estálejos de ser irreprochable. ¿No recuerdas aquella tu disposición para escuchar y recibir? Pues mantenía y, si es preciso, recu­pérala (Ap 3,1-3).

Escribe al ángel de la Iglesia de Laodicea: Esto dice el Amén, el Testigo fiel y veraz, el que estáen el origen de la obra creadora de Dios: -Conozco tu conducta, no eres ni frío ni caliente, y más te valiera ser una cosa o la otra. ¡Pero solo eres tibio! Sétam­bién que vas pregonando: «Soy rico, estoy forrado de dinero y nada necesito». ¡Po­bre infeliz! ¿No sabes que eres miserable y pordiosero, y ciego y desnudo? Si de veras quieres enriquecerte, harías bien en comprarme oro pasado por el crisol, vestidos

 

 

 

17O. Romero, Conferencia en la Universidad de Lovaina, 2 de febrero de 1980.

18Basilio, Homilía a los ricos,


19Juan Pablo II, Reconciliación y penitencia, 16.

 

 

 

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blancos con que cubrir tu vergonzosa desnudez y colirio con que ungir tus ojos para que puedas ver. Yo reprendo y castigo a los que amo. Esfuérzate, pues, y cambia de conducta, ¿No ves que estoy llamando a la puerta? (Ap 3,14-20)

■ Conclusión

  • Coloquio, San Ignacio nos invita a terminar la meditación del pecado con el coloquio de la triple pregunta a Jesús crucificado: «¿Quéhe hecho por Cristo? Devaluar mi entrega, defraudar su elección...». «¿Quéhago por Cristo? Recordar-sincero- mis fallos, renovar mi conversión». «¿Quédebo hacer por Cristo? Agradecer su perdón, corresponder a esta su nueva oportu­nidad». Este coloquio de misericordia es personal e intransferible, y supone dos cosas:
  • Que si jesús es misericordioso, es porque nosotros somos miserables.
    • Que jesús sigue repitiendo hoy como ayer: «Padre, perdónalos, pues no saben io que hacen»(Le 23,34) con su mediocridad o su malicia. Y: «Tus pecados que­dan perdonados, vete en paz»(Le 7,50); Y: «Se le perdonaron todos sus peca­dos, porque amómucho»(Le 7,47).

TEXTO DE APOYO Desnudos ante tu cruz

¿Qué es lo que hicimos? Jesús, pecamos.

¿Qué es lo que hacemos? Pedir perdón.

¿Qué es lo que haremos? Vivir por ti, vivir por ti.

Como un amigo habla a su amigo,

como un hermano habla a su igual,

te suplicamos, Jesús amable,

perdón y gracia por tu bondad.

Al recordarte, sobrecogidos,

en un madero, Cristo Jesús,

te preguntamos: ¿Por qué quisiste

pasar de vida a muerte en cruz?

Al contemplarte, tu pecho abierto

como una puerta de par en par,

te confesamos: Jesús del alma,

brota en nosotros profunda paz.

Ante este espejo de amor sublime,

nos preguntamos, viéndote así:


¿qué es lo que hicimos?, ¿qué es lo que hacemos? ¿qué es lo que haremos, Jesús, por ti?

(R. de Andrés20).

4. «DONDE ABUNDÓEL PECADO, SOBREABUNDÓLA GRACIA» (Conversión permanente y perdón divino)

■ Conversión! W^^-^^Cí

En la cuestión del pecado, la última palabra no la tiene nuestra miseria, sino la mise­ricordia de Dios, «clemente y rico en piedad». La última fiesta litúrgica se llama: «Domingo de la misericordia divina». «Donde abundóel pecado, sobreabundóla gracia»(Rm 5,20). Nuestros pecados van a la papelera del ordenador de Dios y allí desaparecen.

Pero entre estas dos realidades, hay una tercera necesaria, que las enlaza: la con­versión. «Me levantaréy volveréa mi Padre, y le diré: -He pecado contra el cieío y contra ti»(Le 15,18).

No porque Dios no estésiempre dispuesto a perdonar, sino porque ef sol del perdón necesita que nuestra ventana estéabierta para poder entrar y disipar ía niebla del alma. Por eso, io mismo que necesitamos formación permanente, nece­sitamos conversión permanente, para mantener activa nuestra vida espiritual. ¿Cómo lograr este talante? Con una sana inquietud, como dice Teófilo Cabestrero, el cristiano estáesencialmente insatisfecho de símismo, Esa es la base necesaria para la conversión permanente, que es la actitud permanente def cristiano: la ac­titud del publicano.

La importancia de la conversión se deduce de que la primera palabra de Jesús, al comienzo de la vida pública, fue: «¡Convertios y creed la Buena Noticia!»(Me 1,15). Es el eco de la exhortación de Dios por \saías:

Lavaos, purificaos,

apartad de mi vista vuestras malas acciones. Cesad de obrar mal, aprended a obrar bien; buscad el derecho, enderezad al oprimido; defended al huérfano, proteged a ia viuda. Entonces, venid y litigaremos -dice el Señor, Aunque vuestros pecados sean como púrpura,

R. DE ANDííÍS, O. C.

 

 

 

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blanquearán como nieve; aunque sean rojos como escarlata, quedarán blancos como lana (Is 1,16-18}.

■ Cualidades de la auténtica conversión

Son tres: arrepentimiento, propósito y cambio.

Concienciemos ei comienzo de la Misa: «He pecado mucho de pensamiento, pa­labra, obra y omisión». Que eípropósito de la enmienda, sobre todo del pecado-ac­titud, sea habitual. Aplicar el cambio de sentido, como cuando nos equivocamos en la autopista. Pero un cambio completo, que abarque estos tres elementos:

  • Cambio de mentalidad, de ideas, de valores: No ío que se hace, sílo que se debe hacer.
  • Cambio de conducta, de vida (no bastan las buenas intenciones).
    • Cambio de mal a bien, de bien a mejor. Hasta el «sed perfectos como Padre ce­lestial»(Mt 5,48).

Los medios para conseguir fa conversión son vencer el pesimismo: «¡Tantas veces lo he intentado, y no he podido! ¡Sípuedo!». «No yo, sino la gracia de Dios con­migo». Y no dar largas: Si ofiquando, cur non modo? («Si alguna vez, ¿por quéno ahora?»(san Agustín). Que no se repita lo de Lope de Vega:

¡Cuántas veces el ángel me decía: Alma, asómate ahora a ía ventana. Verás con cuánto amor llamar porfía. ¡Y cuántas, Hermosura soberana, -Mañana le abriremos-, respondía, Para lo mismo responder mañana!

Aprovechar ocasiones especiales, como ejercicios, retiros, tiempos fuertes litúr­gicos: «¡Este es el tiempo oportuno, este es el tiempo de gracia!».

La conversión es una barca que requiere dos remos para avanzar: acción y ora­ción, libertad y gracia. «A Dios rogando y con el mazo dando». Para la conversión hay que seguir el consejo de jesús: «Velad y orad para no caer en tentación»{Mt 26,41). ¡Las dos cosas!

Hay que rezar la última petición del padrenuestro: «No nos dejes caer en la ten­tación y líbranos del mal». Añadir la jaculatoria frecuente: «¡No permitas que me aparte de ti!».


■       Hay que pedir, reconociendo los fallos y la necesidad de ayuda. Para ello se i puede rezar esta Oración para ¡a conversión de ios buenos*.

Por nosotros, que decimos y no hacemos,
que vemos la paja en el ojo ajeno y no la viga en el nuestro,
que apartamos el mosquito y tragamos el camello,
que somos sal insípida y luz que se esconde,
que amamos al amigo y aborrecemos al enemigo,
que no perdonamos las ofensas,
que pretendemos posible servir a Dios y al egoísmo,
que no nos atrevemos a ir por la senda estrecha,
que nos contentamos con clamar «Señor, Señor»,
que no amamos con obras y de verdad,
j               que queremos seguirte, pero sin tomar la cruz

n¡negarnos a nosotros mismos

(Fermín Cebolla21).

Para obtener la conversión, hay que pedir un plus de gracia:

Para los que te buscamos sin dar la cara, como Nicodemo, más valentía, Señor. Para los que nos contentamos con una religión de apariencia, como los fariseos, más sinceridad, Señor.

Para los que nos encontramos con el dolor y volvemos la cara, como los personajes de la parábola (del samaritano), (el sacerdote y el levita), más solidaridad, Señor. Para los que renegamos de lo que creemos, como Pedro, más constancia, Señor. Para los que no hacemos más que lamentarnos, como las mujeres de jerusalén, más acción, Señor.

Para ¡os que golpeamos en nombre de la justicia, como los soldados romanos, más comprensión, Señor.

Para los que cubrimos de tierra los talentos, como el siervo inútil, mayor responsabi­
lidad, Señor
\                                                                                                         (Fermín Cebolla22).

\ i

Señor, túque curaste a un leproso tocándolo, queremos ser limpios.

Señor, túque curaste a un muchacho a distancia, di una sola palabra y quedaremos

curados.

Señor, túque dijiste al paralítico: «Levántate y anda», que caminemos siempre tus

caminos.

Señor, túque resucitaste a una niña, despiértanos para siempre de nuestra modorra.

21F. Cebolla, Plegarias del hombre nuevo. Salamanca, Sigúeme, 1968, p. 92. nIbfdem.

 

 

 

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Somos la sal de la tierra, pero ¿a quién salaremos con este sabor insípido? Solo servi­mos para ser pisoteados por los hombres.

Somos luz del mundo y nos ocultamos en ios bajos fondos de la urbe, escondidos bajo el celemín cobardemente, en lugar de alumbrar en nuestro entorno. Señor, que luzca nuestra luz entre los hombres, para que, viendo nuestras buenas obras, glorifiquen al Padre de ios cieios (...)

Señor, ¿cuándo buscaremos de una vez el Reino y su justicia, dejando en paz la aña­didura?

(Fermín Cebolla23).

Otra forma de procurar la conversión es meditar/renovar con frecuencia las pro­mesas del Bautismo, como hacemos en ia Vigilia pascua!. Son muy prácticas tras la reforma:

¿Renuncias a Satanás, esto es:

-al pecado como negación de Dios,

-ai mal como signo del pecado en el mundo,

-al error como ofuscación de la verdad,

-a la violencia como contraria a la caridad,

-al egoísmo como falta de testimonio del amor?

Sí, renuncio.

¿Renuncias a sus obras, que son:

-tus envidias y tus odios,

-tus perezas e indiferencias,

-tus cobardías y complejos,

-tus tristezas y desconfianzas,

-tus materialismos y sensualidades,

-tus injusticias y favoritismos,

-tus faltas de fe, de esperanza y de caridad?

Sí, renuncio.

¿Renuncias a todas sus seducciones, como pueden ser: ~el creerte el mejor, -el verte superior, -el estar muy seguro de ti mismo,

-el creer que ya estás convertido del todo,                                                                                          /

-ei quedarte en las cosas, medios, instituciones, métodos, reglamentos, y no ir a  I
Dios?                                                                                                                                                        /

Sí, renuncio24.                                                                                                                                         I

\


■ Perdón divino

Con esta actitud de conversión, abrimos las compuertas al perdón del Padre y de je­sús, que están siempre ahí, a! acecho. La respuesta de Dios a la conversión no es ei castigo, sino ei perdón manirroto. Si Dios es ágape -amor absolutamente gratuito-cuyo único interés es nuestro bien, pensar en un castigo por su parte es no entender nada.

En Dios, en quien no hay sombra de egoísmo ni rastro de resentimiento, no cabe más que el dolor del amor por el daño que la persona se inflige a símisma... Pablo: «¿Quién acusaráa ios escogidos de Dios? Dios es el que perdona. ¿Quién los va a con­denar?: ¿Cristo jesús, el que murió, más aún, el que resucitó, el que estáa la diestra de Dios e intercede por nosotros?»(Rm 8,33-34)".

Por eso, más que temer el castigo, paladeemos el perdón divino, ya desde el AT. Digamos como el Salmista:

No nos trata como merecen nuestros pecados,

ni nos paga según nuestras culpas...

Como un padre siente ternura por sus hijos,

siente el Señor ternura por sus fieles:

porque Él conoce nuestra masa,

se acuerda de que somos barro (Sal 103).

Escuchemos a Dios en el profeta Oseas:

Me da un vuelco el corazón,

se me conmueven las entrañas.

Mi pueblo estáenfermo por su infidelidad...

No ejecutaréeíardor de mi cólera,

no volveréa destruir a Efraín,

porque soy Dios, no hombre;

en medio de ti, yo soy el Santo

y no me gusta destruir (Os 11,7-9).

Escuchemos el lamento de Efraín y el eco de Dios en Jeremías:

Me has corregido y he escarmentado, como novillo indómito. Vuélveme y me volveré, que Túeres el Señor mi Dios.

 

 

 

»Ibfdem.

24Liturgia de la Vigilia pascual, renovación de las promesas del bautismo.


A. Torres Queiruga, o, c.

 

 

 

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Si me alejé, después me arrepentí

y, al comprenderlo, me di golpes de pecho.

Me sentía corrido y avergonzado

de soportar el oprobio de mi juventud.

¡Síes mi hijo querido, Efraím,

mi niño, mi encanto!

Cada vez que lo reprendo, me acuerdo de ello,

se me conmueven las entrañas

y cedo a la compasión (jer 3,18-20).

Pero pasemos ya al NT, para saber lo que es ei perdón de Dios, según jesús, sobre todo en las parábolas de la misericordia.

Degustemos la parábola del Padre bondadoso, pródigo en perdón (Le 15,11-32): Caigamos en la cuenta de que no se habla de la madre, no porque el padre fuera viudo, sino porque representa a Dios, que comprende la dobie paternidad de padre y madre. Por eso ahora a Dios se le llama también Ella, Madre. Padre maternal, Ma­dre paternal. Rembrand pinta al padre del hijo pródigo con un brazo masculino y otro femenino, como símbolo de su pater-maternidad. Y Juan Pablo I, el Breve, tuvo tiempo para decir: «Dios es Padre, más aún, es Madre».

Pero es Jesús el que habla de los rasgos femeninos del padre, ai asegurar que «se le conmovieron las entrañas»maternas al ver al pródigo y acudir a él para abrazarle maternalmente.

Abrirme ai Padre-Madre Dios, permitiéndole ser Él mismo, dejándole ser mayor donde le gusta demostrarlo: en la capacidad infinita de perdón, «hasta setenta veces siete»(Mt 18,21-22), siempre.

Poner el énfasis, más que en lo que debemos hacer para ser perdonados, en el ca­riño de Dios, Madre-Padre, que lo único que dice es que su hijo «había muerto y ha resucitado»(Le 15, 32).

Concentrarme en el abrazo del Padre-Madre Dios. Y, al intentar decirle mis mise­rias, experimentar cómo pone el dedo en los labios para que calle, y sentir su cariño y su alegría ilimitada.

Dejar que Él sea feliz perdonándome, recuperándome, regalándome el anillo nup­cial, la túnica bautismal y el banquete eucarístico; participar yo de esa su felicidad.

Y al calor de ese abrazo materno, recordar que ese perdón paternal manirroto de Dios exige nuestro perdón fraterno. Jesús nos enseña a decir: «Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos...»(Mt 6,12). jesús antepone ese perdón frater­nal ai culto divino en el altar:«Si tienes algún problema con tu hermano, vete pri­mero a reconciliarte con él»(Mt 5,24). Y: «Si uno no perdona de corazón a su her­mano, Dios tampoco le perdonaráa éí», ¡no porque no quiera, sino porque no puede depositar su perdón en un corazón endurecido!


■ Regla de oro final

Ver la relación interactiva entre amor y perdón, no solo de parte de Dios y de Jesús, que nos perdonan porque nos aman, sino también de parte nuestra:

En el caso de la mujer pecadora, Jesús dice: «Se le perdonómucho, porque amó mucho».

  • Saborear la relación perdón-amor a la inversa: Ama mucho, porque se le per­dona mucho.Aplicar a míla triple pregunta de jesús a Pedro, no como echán­dole en cara su triple negación, sino como ofreciéndole una segunda oportu­nidad: «¿Me amas?, ¿Me amas más?, ¿Me amas más que estos?»(jn 21,15-17). Escuchar el encargo de atender a ios demás («Apacienta mis ovejas») como una forma de compensar el abandono del jesús Cabeza con el cuidado del Cristo Cuerpo eclesial y social.
  • Sentir esa mirada interrogante de Cristo, como en el poema:

Un día me miraste como miraste a Pedro... iQuélucha de silencios libraron en la noche tu amor y mi deseo! Un día me miraste y todavía siento la huella de ese llanto que me abrasópor dentro. Aún voy por los caminos soñando aquel encuentro... Un día me miraste, como miraste a Pedro...

(Ernestina de Champourcin26).

Conclusión

Coloquio. Terminar con un triple coloquio de misericordia: a María, a Jesús y al Pa­dre.

•  A María, ¿por qué? Porque es la Inmaculada, la sin pecado, llena de gracia, para que nos enseñe a vivir sin desorden.

?6E. de Champourcin, en Dios en la poesía actual. Madrid, BAC, 1970, p. 146.

 

 

 

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,   •   A Jesús, ¿por qué? Porque él afirma «¿Quién me convenceráde pecado?»(jn 8,46), porque es el inocente que quita el pecado del mundo, porque salvóal pueblo de sus pecados. •  Al Padre, ¿por qué? Porque Él nos envióa su Hijo para redimirnos.

Así, ante la Madre, el Hermano mayor y el Padre, «discurrir por lo que se ofre­ciere», como nos sugiere san Ignacio.


3

22 SEMANA REFORMA VITAL CON JESUCRISTO

 

 

 

TEXTO DE APOYO

También Jesús llama a la conversión: «El Reino de Dios está cerca; convertios y creed en la buena noticia» (Me 1,159. Pero él contempla la conversión de otro modo, en una nueva perspectiva: Dios no espera a que el ser humano se ponga en camino hacia Él, sino que va Él mismo en su busca, como el pastor que recorre el monte para encontrar a su oveja descarriada. Antes incluso de que el pecador se vuelva a Dios, este le ha amado con un amor primero y totalmente inmerecido. En esto consiste precisamente la buena noticia: en una soberana gratuidad del amor misericordioso del Padre. Y aquí no hay condición previa alguna: conversión y gracia son una misma y única cosa. Con­vertirse, en el sentido evangélico, consiste, ante todo, en creer en la buena noticia, aco­ger el Reino en su gratuidad y abrirse a la nueva y gratuita cercanía de Dios".


1. «MI REINO NO ES MUNDANO»

(Llamada del Rey Jesús al Reino de Dios)

La primera semana de ejercicios termina con un interrogante: «¿Quédebo hacer por Cristo?». La segunda semana empieza con una respuesta: escuchar ia llamada de Cris­to rey a su reino.

■ Importancia crucial de esta meditación del llamamiento

Es el medio para cumplir ei principio y fundamento, y es ei principio fundamentas del resto de Ejercicios.

San Ignacio, con esta clásica y fundamental meditación, presenta a jesús como la rea­lización práctica del ideal del principio y fundamento. Bastaráal ejercitante seguir al Rey, posesionarse de su idea! y de su vida, identificarse con Él del modo máximo per­mitido a una criatura, para realizar la norma del orden del principio y fundamento y resolver el problema de su vida. Es la meditación más evangélica en su conjunto. Ha extraído san Ignacio del Evangelio la quintaesencia del programa de perfección lan­zado por Jesucristo

. 28

 

Este ejercicio es la clave interpretativa de toda la vida de jesús, cuyos misterios se dispone a contemplar el ejercitante29.

Por eso es necesario saber quién, a quéy a quiénes llama.

 

E. LeciERC, El Reino escondido. Santander, Saf Terrae, 1997, p. 94.


2SI. Iparraguírre, Obras de san Ignacio. Madrid, BAC, s1991, n. 72.

29D. López Teiada, Los ejercicios espirituales de san Ignacio de Loyola. Madrid, Edíbesa, 1998, p. 383.

 

 

 

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■ ¿Quién llama?


■ ¿A quéllama?

 

 

 

Cristo Rey. Ante el gobernador del César, Jesús afirma: «Yo soy rey: para esto nací»j (Jn 18,37). Pero, ¿quétipo de rey? «Mi reino no es mundano»(jn 18,36). Con ia baraja en la mano, podemos decir que Jesús no es un rey de oros, copas, espadas ni bastos, sino que es un rey de corazones.

  • jesús no es un rey de oros, porque toma partido contra riquezas y ricos insoli-darios: «No se puede servir a Dios y al Dinero»(Le 16,13); «¡Ay de vosotros ios   \ ricos!»(malaventuranzas) (Le 6,24). Porque elige libremente pobreza desde su nacimiento en un pesebre hasta su muerte desnudo en una cruz, y vive auste­ramente durante toda su vida.
  • jesús no es un rey de copas, porque no es un hedonista, un sibarita. Aunque acepta invitaciones a una boda y a comidas y cenas, no es «un bebedor», como falsamente le acusan. La única copa que apuróhasta la última gota fue el cáliz de la pasión.
  • jesús no es un rey de bastos. Porque no es rudo ni violento, ni mandarrias de / «ordeno y mando». Porque su carga es ligera y su yugo es llevadero. Es com- ¡ prensivo con las debilidades.        \
  • jesús no es un rey de espadas, porque dice a Pedro: «Envaina ia espada»! (Mt 26,52). Y «El que a hierro mata, a hierro muere». Porque es rey y príncipe \ de la paz. Su frase «No he venido a traer la paz sino la espada»(Mt 10,35) es solo contra el egoísmo. Su saludo habitual es Shalom, «paz».
  • jesús es un rey de corazones. Porque solo quiere atraer con el imán de su co­razón.

San Ignacio lo retrata «un Rey liberal y humano», jesús es así: No obfíga, sino que invita: «Si quieres». En cuanto a su humanidad, comienza por hacerse realmente humano: «Se hizo uno de tantos», «como un hombre cualquiera, (Flp 2,7), en todo semejante a nosotros.

Y las cualidades humanas de jesús aparecen en todas las páginas de los evange­lios: «manso y humilde de corazón»(Mt 11,29), compasivo y misericordioso, amable, comunicativo, amigable, sencillo. No solitario ni distante, no ensimismado ni narci-sista, sino solidario, cercano, altruista.

jesús se muestra transparente y libre, sosegado y consciente, responsable. Nada

político ni publicitario, no engañoso (no dora la pildora, no promete et oro y el

moro), no oculta las dificultades. Comprometido a compartirlo todo con los suyos,

lo bueno como en lo malo. San Ignacio pone en labios de Cristo rey: «Quien

i venir conmigo, ha de contentarse con comer, beber y vestir como yo, y ha de

iar conmigo».


Visto ya quién llama, veamos ahora a quéllama: a construir el Reino de Dios. La im­portancia del Reino se cuantifica en tas 122 veces que aparece en los evangelios (90 en labios de Jesús).

  • Es la primera palabra de la vida pública: «Convertios y creed la buena nueva del Reino»(Me 1,14).
  • Es su testamento final: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio del Reino»(cf. Me 16,15).
  • Es su eslogan: «Buscad lo primero de todo el Reino de Dios. Lo demás son aña­diduras»(cf. Mt6,33).
  • Es la principal petición del padrenuestro: «Venga tu Reino»para que «sea san­tificado tu nombre»«haciendo tu voluntad».
  • Las parábolas giran alrededor del Reino, centro del mensaje de Jesús, según los expertos.

Pero ¿quétipo de Reino predica Jesús y cuáles son sus cualidades? Todo el Evan­gelio constituye ef Reino de Dios traído por Jesús. Negativamente: «Mi Reino no es mundano». Positivamente, hay una síntesis maravillosa del mismo en el prefacio de ta fiesta de Cristo Rey: «Reino de verdad y vida, de santidad y gracia, de justicia, amor y paz».

a) Reino de verdad. «Yo para esto nací: para testimoniar la verdad»(jn 18,37). Frente a un mundo de mentiras, disimulos, falsedades, hipocresías, aparien­cias, fraudes y publicidad, el Reino de Dios defiende la verdad en la esfera na­tural y religiosa.

Defender la verdad natural: exige la fórmula «decir la verdad, toda la ver­dad y nada más que la verdad». Jesús postula: «Decid sísí, no no»(Mt 5,37). Colaborar para conseguir una verdad mayor por el diálogo:

¿Tu verdad? No, la verdad. Y ven conmigo a buscarla. La tuya guárdatela.

(Antonio Machado)

Cumplir el octavo mandamiento: «No levantar falso testimonio ni mentir» (ni decir calumnias, ni falsedades).

Buscar la verdad religiosa: defender y propagar (ofrecer) la verdad cris­tiana, que es el mismo Cristo: «Yo soy la Verdad»(Jn 14,6) y su mensaje: «Mis

 

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palabras no pasarán»(Me 13,31). Escucharal Espíritu Santo: «Él os enseñarála verdad plena»(jn 16,13). Cumplir el profetismo cristiano: «contar la verdad» y «cantar las verdades»(crítica constructiva). Formarse antes. Todos somos iglesia discente y docente.

b)  Reino de vida. «Yo soy la Vida»(jn 14,6). Frente a una cultura de la muerte,
que desprecia la vida humana (aborto, eutanasia, hambre mortal de cien mil
personas diarias), el Reino de Dios defiende la vida en su doble esfera natural
y religiosa.

Natural: Desde la concepción hasta el último suspiro. Aumentar la aten­ción a los ancianos (cada vez más) y enfermos, secundar la tradición hospita­laria de la iglesia, imitar a jesús Médico. Luchar por una vida humana digna: no solo sobrevivir ni malvivir, sino vivir conforme a los derechos humanos (vi­vienda, libertades, trabajo, alimentación). No son soto una Declaración de la ONU en 1946, sino una declaración de Jesús hace dos mil años, de cuyo cum­plimiento nos pedirácuenta en el Juicio (cf. Mt 25: dar de comer y beber, ves­tir, hospedar, visitar). Reino de Dios es luchar contra el paro (vida indigna), el hambre (negación de la vida).

Además, el Reino de Cristo exige procurar la vida religiosa: La que nos trajo de regalo jesús-Vida: «Yo he venido para que tengan una vida abun­dante»(Jn 10,10), otra vida, espiritual, eterna. No solo apreciar la vida natu­ral (no se puede decir: «¡son cuatro días!»), sino más aún la vida espiritual, so­brenatural, divina, eterna.

  1. Reino de santidad. Frente a un mundo que se ríe de los buenos, inocentes, in­genuos; en que triunfan los espabilados, hedonistas, inmorales y aprovecha­dos, el Reino de Dios defiende la santidad como realización y meta de la per­sona humana. «Esta es la voluntad de Dios: vuestra santificación»(1 Tes 4,3). «Sed santos, porque yo, vuestro Dios, soy santo (Lv 19,2). No hay mejor reali­zación humana que la del cumplidor del decálogo. No hay santidad mejor que la del vividor del Evangelio. ¿Quépasaría si, un día, todos cumplieran el decá­logo? ¿Por quéno empezar hoy nosotros?
  2. Reino de gracia. Jesús, «lleno de gracia»según Juan (jn 1,14). Frente a un mundo soberbio, sin conciencia de pecado, indiferente a lo religioso, hostil a lo espiritual, materialista, de tejas abajo, escandaloso, el Reino de Cristo de­fiende la gracia de Dios como un valor super-humano. Gracia es la diviniza­ción de la persona, su elevación a la categoría de hijos de Dios. Gracia es la in­yección en las venas del alma de la sangre divina. Gracia es la conversión de nuestro cuerpo-alma en templos vivos de Dios, en patenas y cálices.

e) Reino de justicia. Jesús es el Justo según Pedro (cf. Hch 3,14). Frente a un mundo de estructuras injustas, desigualdades sociales chirriantes, privilegios de minorías, represiones, discriminaciones (raciales, económicas, de género), explotaciones, marginación, insolidaridad, clasismo, sin reparto equitativo de cargas-beneficios, el Reino de Dios defiende la Justicia como un valor esencial.

El último Magisterio eclesial señala la Justicia como sustancial al Evange­lio. Las últimas Congregaciones generales de los jesuítas ponen como fin de la Compañía el servicio de la fe y la promoción de la justicia (que nace de la fe).

Justicia cristiana es lo que se ajusta a la voluntad de Dios; pero ese querer divino es que haya justicia entre tos seres humanos.

En la Biblia, se califica a «José, varón justo»(Mt 1,19) y a «jesús, el Justo». Y «los justos»son los buenos. Ya en el AT, el rey es el defensor de la justicia, como aparece en el salmo 72:

Dios mío, confía tu juicio al rey, tu justicia al hijo de reyes, para que rija a tu pueblo con justicia y a tus humildes con rectitud.

En el NT, Jesús destaca; «Buscad lo primero la justicia del Reino de Dios» (Mt 6,33). justicia en toda su amplitud: distributiva (a cada uno lo suyo), so­cial (repartir entre todos los bienes esenciales).

¿Quéhacemos para remediar las injusticias contra el Reinado de Dios? (por ejemplo, esos ocho millones de pobres, cuatro de ellos severos, solo en Es­paña).

f) Reino de paz. «Cristo es nuestra paz»(Ef 2,14). Frente a un mundo de guerras, xenofobias, racismos, terrorismos, violencias en tos medios de comunicación y en la vida, juguetería belicista, videojuegos, películas y telefilmes, el Reino de Dios promueve la paz de las almas y de las armas.

El lema del Reino no es «si quieres paz, prepara la guerra», sino «prepara la paz». Hay que desarmar los corazones, donde fraguan enemistades, odios, rencores, gérmenes de guerras. Hay que vivir la bienaventuranza de Jesús: «Felices los pacíficos y los constructores de paz»(Mt 5, 9).

Jesús es el príncipe de la paz. Su saludo es shalom, «ta paz os dejo, mi paz os doy»(Jn 14,27), no como la da mundo {frágil, basada en miedos mutuos), sino cordial, sincera. Según el AT, shalom es el conjunto del bien social, la suma de los bienes materiales y espirituales. En el NT, la propuesta de los án­geles en Belén, por la venida de Cristo: «Y en la tierra, paz a los hombres ama­dos por Dios»(Le 2,10). La paz es don mesiánico.

 

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g) Pero, sobre todo, el Reino de Dios en Jesucristo es Reino de amor. Frente a una sociedad que pone como techo la justicia, pero fomenta la frialdad, la indife­rencia, la competitividad agresiva, los odios, los egoísmos y rencores, el Reino de Dios propugna el amor como valor supremo de la convivencia.

Ya en el AT, el amor es la síntesis del segundo bloque del decálogo: «Ama­rás al prójimo como a ti mismo»(Lv 19,18; Dt 6,5). En esto se cifra la Ley y los profetas, la ley escrita y hablada. Un amor refrendado por Jesús: «El segundo es semejante al primero»(Me 12,31). Amor, negativamente: «No decir ni hacer otro lo que no quieres para ti». Amor, positivamente: «Decir y hacer ai otro lo que quieres para ti».

En el NT, hay más. Para Jesús, el amor es su mandamiento específico, sin el cual no hay cristianismo: «En esto conocerán todos que sois míos: en que os amáis como yo»(Jn 13,35). Y él, «habiendo amado a los suyos, los amóhasta el fin»(Jn13,1) del amor: hasta «dar la vida por los amigos»(Jn 15,13).

El amor es la bandera, la insignia, el carné, el DNI, el estilo de vida, el aire de fa­milia del cristianismo. Las cualidades del amor cristiano constan en la primera carta a los Corintios:

El amor es comprensivo y servicial, el amor nada sabe de envidias, de jactancias ni de orgullo, el amor no es grosero ni egoísta, no pierde los estribos ni es ren­coroso, (el amor) disculpa sin límites, confía sin límites, espera sin límites, so­porta sin límites (1 Cor 13, 4-7).

I'' o si vinieran extraterrestres, ¿verían en nosotros ese amor distintivo? ¿Po-i n   Mear de nosotros, como de las primeras comunidades cristianas, «mirad cómo

<A oi«*-

 

|i es el rey Jesucristo y cuál es su Reino, aún

~ «  c 5

 

Ice: «Llamóa quienes quiso»(Me 3,13). Y llama

l Llama a quienes «se querrán afectar»iibre-

loe fitnde tion do U) yeu Minen hs nuestro (uctpoi

 

«sotros a mí, sino que yo os elegía vosotros»

nosotros fuimos llamados por él a colaborar

fuimos llamados por nuestros méritos. Con írgo El nos daráfuerzas para cumplirlo. joce (Me 3,13-19), a los Setenta (Le 10,1-9). ,, Andrés...), añadir nuestro nombre.

34


Vocación de Andrés

-Fue otro día cuando le vi por primera vez en persona. Venía del desierto, donde ha­bía estado orando más de un mes. Era un mediodía brillante y un grupo de íntimos del Bautista estábamos sentados en el campo, a la orilla del Jordán, conversando. Conmigo se encontraba el joven Juan, hijo de Zebedeo y Salomé(...) De pronto, Juan el Bautista se levantóde un brinco y extendiósu sarmentoso dedo hacia el que venía. Gritócon su bronco vozarrón, que a veces daba miedo: -¡Ése, ése es el cordero de Dios!

Andrés se atragantóal evocar el momento, como si un sollozo le hubiera subido de pronto a la garganta.

-Entonces, fue entonces, nunca lo olvidaré, cuando Juan y yo le vimos por primera vez. ¿Cómo podría describir lo que sentí? ¿Sabéis ia fuerza con que un torrente irrumpe sobre la piedra? ¿O esa sensación de sol recién estrenado algunas mañanas de sabbat que baña las calles y el alma? ¿Conocéis la alegría de la primera cita, el pri­mer encuentro del novio y la novia, o ei fresco de la brisa cuando vas remando al atardecer en el lago y sacas las redes rebosantes de pesca? ¿O el gozo sublime deína­cimiento de un primer hijo? Era una mezcla de paz, fuerza y alegría. Ante nosotros aparecióun hombre más bien alto, joven, delgado, con media sonrisa en los labios y fuego en la mirada. No dijo nada. Sentísus ojos en los míos. Mi amigo Juan me dio un codazo, y ambos, sin dudarlo un momento, nos levantamos de un salto y nos fuimos tras él. Si me preguntáis ahora por qué, os respondería que no lo sé, no tengo expli­cación. Algo dentro de míme decía que no podía hacer otra cosa.(...) -Y caminamos largo rato en silencio. Era una sensación de plenitud y seguridad, como el niño que va de la mano de su padre en medio de las tumultuosas calles de una gran ciudad, pero sintiéndote al mismo tiempo libre, sin trabas para ser tú mismo. Como si de pronto el miedo, la angustia y la inseguridad se hubieran esfu­mado de tu vida. Como si habitaras el instante. De éíemanaba algo muy especial (...) Era hondo y cercano, alegre y triste a la vez. Yo sentía algo muy raro, como si estu­viera con mi padre, mi hermano, mi amigo, mi hijo a la vez, como si flotara. Juan le miraba embelesado, ajeno a todo lo demás. Siempre que evocamos aquel instante me dice: «¿Recuerdas, Andrés? Fue como a la hora décima»'0.

■ ¿Cómo llama?

Finalmente, ¿cómo llama Cristo Rey? Implicándose e implicándonos: «Quien quiera venir conmigo, ha de trabajar como yo». ¿A quénos llama Jesús? (cf. Me 3,14).

•Lo primero «a estar con él». Esto es lo principal, más que la empresa. Importa más que ia acción. Si no se cumple, falta lo esencial. En la vejez, en misiones grises, en enfermedad, es un consuelo: Siempre podemos estar con jesús.

)0P. M. Lamet, Ei retrato. Madrid, La esfera de los libros, 2007, 406 pp.

 

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  • Lo segundo «a predicar y bautizar». Predicar supone la asimilación de su Pa­labra: hacerla carne propia por la oración. Luego, predicarla con valentía. También a bautizar: incorporar a la Iglesia, hacer comunidad, unir en comu­nión.
  • Lo tercero «a echar demonios y curar enfermedades». Dimensión espiri­tual/corporal de la misión. Echar demonios familiares y sociales, nacionales. Sanar enfermedades sociales y personales: odios, resentimientos, venganzas, soledades, abandonos, desalientos, depresiones. Hallar tiempo para escuchar, consolar, animar.

m Mi respuesta

Ante este rey, este reino, esta llamada, ¿quérespuesta debe seguirse de los llama­dos? San Ignacio pondera:

Considerar quédeben responder los buenos subditos a Rey tan liberal y tan humano. Y por consiguiente, si alguno no aceptase la petición de tai Rey, cuánto sería digno de ser vituperado por todo el mundo y ser tenido por perverso caballero (EE 94). Considerar que todos los que tuvieren juicio y razón ofrecerán sus personas al tra­bajo (EE 96).

Aunque no corren tiempos caballerescos, sípodemos destacar lo que vale sentir valentía para decir síy ponderar lo que significa sentir vergüenza al decir no. Pode­mos valorar que quedar mal ante mímismo (- honra) es peor que quedar mal ante los demás (=> honor). Podemos calibrar lo que significa defraudar a otro (por ejemplo, un amigo) que confía en nosotros. Si se trata de jesús, se potencia mucho el fallo, por tratarse del mejor rey, amigo, líder, Señor. La respuesta negativa a la llamada de Je­sús significa sufrir la vivencia amarga de la infidelidad.


¿Acaso hay una persona y una causa que merezcan más nuestra entrega gene­rosa que Jesús y su Reino? Un día feliz, al ser llamados por Cristo rey, le dijimos: «¿Para quévale la vida sino para darla?». Hoy se trata de renovar esa oblación y entrega.

TEXTO DE APOYO

Reino de Cristo

Jesús del monte, haznos felices en lo profundo del corazón: que los criterios de tu reinado presidan siempre nuestra razón. Cristo, Rey nuestro, venga tu Reino a nuestra Iglesia y al mundo entero. Suene en nosotros tu voz divina y obedezcamos a tus consignas. Tú nos invitas a ser amigos y nos confías: ¡proclama el Reino! Tú nos exhortas: ¡sirve a los otros! y nos alientas: ¡estoy contigo! Tú nos prometes: seréis felices si sois sensibles y os hacéis pobres. Tú nos infundes sed de justicia, hacer las paces y ser sinceros. Rey de los hombres, ante tu Madre y ante los santos, te prometemos: Solo anhelamos, por tu servicio, copiar tu vida pobre y humilde

(R. de Andrés31)

 

 

 

■ Conclusión: petición

Después de ver quién y a quénos llama, solo queda preguntar cómo poder seguir a jesús. Para encontrar fuerzas para responder a la llamada de Cristo a su Reino, acu­dir a la oración, ya que «Dios y yo, mayoría absoluta».

Pedir al mismo jesús «no ser sordo a su llamamiento»(«Mañana le abriremos -res­pondía-, para lo mismo responder mañana»), «mas presto y diligente en su servicio». Es verdad que «sin míno podéis hacer nada»(jn 15,5), pero también lo es: «Todo lo puedo en Aquel que me conforta»(Flp 4,13).


2. «AQUÍHAY UNO A QUIEN NO CONOCÉIS» (Conocimiento, amor y seguimiento de Jesús)

Ya hemos meditado el Reino de Cristo, concentrado en sus siete leyes: verdad y vida, santidad y gracia, justicia, paz y amor. Y hemos sugerido que Jesús llama a los suyos

31R. de Andrés, o. c.

 

 

 

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para estar con él y trabajar por su Reino. Pero, cuando jesús envía a los setenta y dos discípulos les dice: «Proclamad que el Reino de Dios estácerca», porque «ios en­vía donde tenía que ir él»(Le 10,1), que es el Reino personificado.

Por eso, san Ignacio, tras la meditación sobre el Reino nos centra en la persona de! Rey, haciéndonos pedir, a lo largo de la segunda, tercera y cuarta semanas de los ejercicios «conocimiento interno de Cristo, para más amarle y seguirle».

Vamos a dedicar esta meditación a glosar esta petición ignaciana, porque es clave para empaparnos de Jesús y vivir el cumplimiento de su Reino. Para ser hom­bres y mujeres del Reino de Cristo, hemos de ser hombres y mujeres del Cristo del Reino, porque «Cristo no es tanto una causa que defender cuanto una pasión amo­rosa que vivir»(Quim Pons). «El cristianismo no es la religión de un libro, sino de una persona»(L. Alonso Schókel). Por eso, ser cristiano empieza por conocer a Cristo.

Conocimiento

Los psicólogos afirman que nada puede quererse sin conocimiento previo. Axioma esencial también en el caso de jesús. No podemos amarlo sin conocerlo. Tanto lo amaremos cuanto lo conozcamos.

Pero corremos el peligro de creer que ya lo conocemos, porque, de tanto oírlo y leerlo, casi nos sabemos el Evangelio de memoria, (una hora de meditación diaria por cincuenta años de vida religiosa o de cristianismo comprometido ¡suman 17.800 ho­ras de conocimiento de Cristo!).

A pesar de esto, se trata de un conocimiento superficial, insignificante, incom­pleto, pues Jesucristo es inabarcable, más que bucear hasta fondo del océano, por­que él tiene una dimensión infinita, «jesús tiene más notas que la garganta de un jil­guero».

Aunque leyéramos todas las cristologías y jesulogías, todas las «vidas de Jesús», todas las homilías evangélicas, ias mil opiniones sobre Cristo del libro jesús siempre y más y los treinta y dos títulos sobre Cristo del Vaticano II, aún podría decirnos el Bautista: «Entre vosotros hay uno a quien no conocéis»(jn 1,26).

■ Conocimiento «interno»de Jesucristo

Además, san Ignacio habla de un conocimiento especial de Jesucristo. No se trata de un conocimiento erudito, cultural, académico, arqueológico, intelectual, especula­tivo; ni tampoco de un conocimiento teológico, exegético, ni solo psicológico, aun­que todo eso sea deseable; sino de un «conocimiento interno».


Se trata de un conocimiento compiejo y rico, como una mina de muchos filones:

  • conocimiento de su manera de pensar: «Nosotros tenemos la mentalidad de Cristo»(1 Cor 2,16);
  • conocimiento de su afectividad: «Tened los mismos sentimientos de Cristo je­sús»(Flp 2,5);
  • conocimiento de su corazón: en la Biblia, pues el corazón es la sede de la vida interior consciente y libre, la sede de pensamientos, afectos, proyectos, y de­seos, según Alonso Schókel.

Partamos de esta base: ei cristiano es una persona obsesionada por, centrada en

Cristo.

Para conseguirlo, lo primero es persuadirse de que el conocimiento de él debe ser cada vez mayor y mejor. Y lo segundo es caer en la cuenta de que Jesucristo es un ser de constante actualidad, ya que él estávivo en un aquíy ahora perma­nente, contemporáneo a cada generación humana histórica. La suya es la «historia de un viviente»: «Yo estarécon vosotros todos los días, hasta el fin del mundo»

(Mt 28,20).

Hay una diferencia esencial entre exhumar un personaje histórico, para estu­diarlo como un fósil, y conocer a Cristo: presente, vivo.

Tampoco se trata de un conocimiento externo, suma de datos, cuantitativo; sino interior, asimilado, experiencial, personalizado. Y de un conocimiento implicado,

comprometido

Nos interesa un conocimiento íntimo del jesús de la historia y de! Cristo de la fe (el del NT y la Tradición), porque el Jesucristo completo es Dios y hombre verdadero, al que no se puede mutilar.

Si conocemos solo al Hijo de Dios o solo al hombre de Nazaret, no sería el Reden­tor-Salvador, porque no resultaría la cabeza de puente entre cielo y tierra, el pontí­fice entre Dios y los seres humanos.

La síntesis de la personalidad de Jesucristo es la proclamada por Pedro, inspirado por el Padre, en Cesárea de Felipe: «Túeres el Mesías, el Hijo de Dios vivo»(Mt 16,16). Pero no un mesías temporal nacionalista, guerrero, político, repudiado por Jesús, sino ei Mesías bienhechor material y espiritual, asumido por Jesús en la sinagoga de Nazaret (cf. Le 4,16-21). Jesucristo es el Hijo de Dios vivo, en su doble vertiente des­cendente y ascendente, encarnado y ascendido. Las palabras del Salmo «Túeres mi hijo, yo te he engendrado hoy»(Sai 2,7) se refieren también al hombre Jesús. El Padre, eneJTabory en el Jordán, afirma: «Este es mi Hijo querido»(cf. Me 1,11; Mt 17, 1-13). Jesús es «imagen visible del Dios invisible»(cf. Coi 1,15), el vídeo del Padre, en color y reiieve, su versión humana, su clon en carne.

Pero se trata de conseguir un conocimiento interno interactivo, en ambas direc­ciones, objetivo-subjetivo. Objetivo, de él; subjetivo, en mípara «sentirlo y gustarlo

 

 

 

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( internamente», con un conocimiento vivencial, experimental. (No es lo mismo saber ; la definición de «amor»que experimentar la realidad del amor, de amar y ser I amado, de sentirse amado y amante).

Este conocimiento experiencial es un conocimiento que supera el esquema sujeto-ob­jeto, que va más alláde la captación de significados y nociones. Se trata de un cono­cimiento en el que el sujeto entra en contacto con la realidad experienciada, gracias a su implicación personal con ella32.

El conocimiento interno es un conocimiento bíblico, semita: íntimo, relacional, vital, cordial, profundo, en el sentido en que jesús afirma: «Yo conozco a mis ovejas, y las mías me conocen a mí»(|n 10,14).

El conocimiento interno no es científico, sino sapiencial, no es fruto del saber, sino del sabor. Es el conocimiento de un Jesús no sabido, sino saboreado, un conocimiento por sintonía, por simpatía, por connaturalidad, por «química»(como se dice ahora).

No es un conocimiento natural, sino espiritual: «Si alguna vez conocimos a Cristo según la carne, ya no lo conocemos así»(2 Cor 5,16). Conocimiento místico, sobrenatural, revelado.

Y, por tanto, no conseguido por mérito y esfuerzo propio, sino pedido, ya que «nadie conoce al Hijo, sino el Padre y aquel a quien el Padre se lo quiera revelar» (Mt 11,27) por gracia. Por eso, para conocer asía Jesús, hay que pedirlo al Padre.

Pero también podemos acceder al conocimiento interno de Jesús según su auto­rretrato en el Evangelio. Según las autodefiniciones evangélicas de jesús, él es:

  • Camino. «Yo soy el camino»para andar humanamente por la historia hasta ir al cielo.
  • Verdad. «Yo soy la verdad», «yo soy la luz»(Jn 8,12), que ilumina el sentido de la existencia.
  • Vida. «Yo soy la vida», «yo he venido para que tengan una vida abundante» (jn 10,10), divina.
  • Viña. «Yo soy la vid verdadera»(jn 15,1), que derramo mi mosto en la cruz y en la eucaristía.
  • Puerta. «Yo soy la puerta: quien entre por míse salvará»(jn 10, 7) que soy «la puerta estrecha»por la humildad y pequenez voluntarias, pero amplia por el   | amor para acoger a todos.   j
  • Pastor. «Yo soy el pastor bueno, que da la vida por sus ovejas», «conozco a las mías»(cf. Jn 10, 1-16), con un conocimiento personalizado, cordial, amoroso; por eso «escuchan mi voz».

" j. Martín Velasco, «La experiencia de Dios hoy», en Manresa,enero-marzo 2003, pp. 5-25.


 

  • Maestro. «Vosotros me llamáis maestro y decís bien pues lo soy. Uno solo es vuestro Maestro: el Cristo»(Mt 23,7); «El cielo y la tierra pasarán, pero mis pa­labras no pasarán».
  • Amigo. «Ya no os llamarésiervos, a vosotros os llamo amigos, porque os he dado a conocer todo lo que me ha dicho mi Padre»(Jn 15,15). Saborear el tí­tulo de amigos absolutos, aun sabiendo la distancia entre Jesús y nosotros.
  • Hermano. «Id y decid a mis hermanos»(dice Jesús a las mujeres, en las apari­ciones). Paladear el título entrañable de hermano mayor de Jesucristo, que no fundóuna familia tipo, sino una fraternidad.
  • Señor. «Vosotros me llamáis Señor y decís bien pues lo soy. Uno solo es vuestro jefe: el Cristo»/Mt 23,8-10). Señor de señores, «se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra»(Mt 28,18).
  • Rey. «Yo soy Rey, yo para esto nací»(Jn 19,37). Pero, «mi reino no es mun­dano». Aunque soy rey por naturaleza, no quiero imponer mi cetro, sino con­quistar corazones libres.
  • Novio/Esposo. «¿Acaso pueden ayunar los compañeros del novio, cuando estácon ellos? »(Me 2,19); «¡Que viene ei Esposo, salid a recibir a Cristo!» (cf. Mt25,6).
  • Hijo. «Subo a mi Padre y vuestro Padre»(Jn 20,17). Su auténtica novedad es Mamar a Dios Abba y enseñarnos a nosotros a hacer lo mismo, en el padre­nuestro.

Todo esto es Jesucristo, según su tarjeta de visita evangélica. Y aún podríamos añadir las heterodefiniciones que se dan de Jesús en los evangelios: todo ío bueno que de él dicen otras personas: Redentor, Salvador, Liberador, Profeta, Señor...

■ Conocimiento interno «para más amarle»

Pero, atención: el conocimiento de este Jesús polifacético ha de ser amoroso: «Para más amarle». El conocimiento interno que nos hace pedir san Ignacio no es final (no l  termina en símismo), sino funcional: para amarle más y mejor.

Para amarle ¿con quéclase de amor? No con un amor platónico, teórico, abs­tracto, sino cordial, práctico, concreto, personal, apasionado, ilusionado, entu­siasta, amistoso, fraterno, enamorado, esponsal. Un amor que realice el eslogan de la medalla de los enamorados: «Hoy te quiero más que ayer, pero menos que ma-^nana».

Recuerdo que, hablando un día con un gitano acerca de su mujer, formulaba su amor de esta manera: «Cómo no voy a querer yo a mi Loles, si nos estamos rozando

 

 

 

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desde que éramos niños». No dijo «sigo enamorado», sino que hablóde «roce», de sensibilidad, pues es esta la que nos da estabilidad, la que nos hace actuar espon­táneamente ante la realidad. Ignacio, en los Ejercicios, nos ha invitado a cambiar no nuestros pensamientos, sino nuestra sensibilidad, a incorporar la sensibilidad de Jesús".

¿Por quémerece Jesucristo un amor total, superior a todos los demás? Por los tí­tulos vistos. Y por todo lo que veremos en ejercicios y a lo largo de toda ía vida: je­sús el Ideal, «el hombre para los demás», el «Todocorazon», «Mi Dios y mi Todo» (P. Arrupe). Eíobjetivo del amor a Jesús debe ser el de Pabío, a quien no se le cae su nombre de la pluma, porque lo tenía en el corazón: «¿Vivo yo? No, es Cristo quien vive en mí»(Gal 2,20). O el amor de san Ignacio de Loyoía, a quien llamaban «el loco por Cristo».

Ese amor personal tiene un carácter de exclusividad o de unicidad muy importante. Al fin y al cabo, lo único que queda es Jesucristo... Lo único que queda siempre y en todo lugar, que me ha de orientar y ayudar siempre, aun en las circunstancias más difíciles, y en las incomprensiones más dolorosas, es siempre el amor del único amigo, que es Jesucristo'4.

■ Conocimiento interno para más amarle «y seguirle»

Pero este conocimiento amoroso de Jesús ha de ser también secuencial: Se trata de un «conocimiento interno para más amarle y seguirle»(«para más le servir y seguir» dice san Ignacio en otro pasaje). Y es que el amor auténtico no es estático, sino di­námico, no es solo contemplativo, sino también activo. Tiende a la imitación (como en el caso de los fans hacia sus ídolos).

Yo no puedo, no puedo concebir el amor sin una necesidad imperiosa de ser igual, de parecerme y, sobre todo, de pasar las mismas penas, los mismos trabajos, toda la du­reza de la vida... No puedo soportar otra vida que la suya ".

El mismo jesús dice: «¡Sigúeme!». Pero, ¿cómo seguirlo? No con un seguimiento por obligación, por compromiso, para cubrir el expediente, sino persuadido, con­vencido, comprometido, permanente (sin fisuras), hasta últimas consecuencias.

" A. Chércoles, «Conocimiento interno del desorden... y del amor», en AA.VV., Maestros de la sos­pecha. Barcelona, Cristianisme ¡justicia, 2007, p. 101. 3* P. Arrupe, Apuntes de sus ejercicios. 1965. 55Ch. de Foucault, Écrits spirituels. París, 1923

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Un seguimiento que nos identifique con él: «No somos cristianos, somos Cristo»(san Agustín). «El cristiano es otro Cristo», un «doble»suyo, hasta poder decir: «Que quien me mire, te vea». Debemos ser clones de Jesús. Pero la clonación de jesús no ha de ser literal, casuística, exterior, sino copia del talante, actitudes, sentimientos, valores. El «revestios de nuestro Señor Jesucristo»(Rom 13,13) signi­fica vestirse de él/con él vitalmente, no como de un traje de quita y pon. Nuestra copia enamorada de Jesús ha de ser, sobre todo, una imitación de sus relaciones fi­liales con el Padre, y fraternales serviciales con los hermanos. Pero, ante todo, he­mos de imitarle en amar: «Cristo solo era necesario para enseñarnos el amor»(san

Agustín).

Pero, ¿se trata de imitar, o de seguir a jesús? Durante siglos, generaciones de cristianos leyeron De la imitación de Cristo, de Tomás de Kempis. Hoy se prefiere el seguimiento a la imitación, porque no se trata de lograr una copia literal, mimética de Jesús, sino espiritual, creativa; imitar no su letra, sino su música.

Hace tiempo que los teólogos descubrieron algo elemental que todos hemos acep­tado: que la vida cristiana (y por ende la vida religiosa} es el seguimiento de jesús. Por eso, la expresión «Ha sonado para la Iglesia la hora del seguimiento»(Juan B. Metz) ha hecho fortuna. Más aún, hay autores que dicen que es en el seguimiento donde se halla la identidad misma de lo cristiano (]on Sobrino). ¿Quién no acepta hoy esto? Es un salto cualitativo respecto a la espiritualidad de la imitación de jesús en la que se forjómucha de nuestra espiritualidad. Seguir a Jesús es re-producir hoy sus criterios, valores y modos de comportamiento36.

■ Conclusión

•Petición: Este conocimiento amoroso y secuencial, más que una adquisición, es un don que hay que pedir al Padre. Añado: Y a la Madre, que «guardaba todo en su corazón»(Le 2, 51). Por eso, pidamos a María: «Madre, ponme con tu hijo y mi hermano jesús»(P. Arrupe).

TEXTOS DE APOYO

Señor Jesús: Tú no viniste al mundo para ser admirado o adorado.

Tú has deseado solamente imitadores.

Por eso, despiértanos, si estamos adormecidos en este engaño

F. AizpufiúA, «Copleros de amoríos», en CONFER 178 (2007).

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de querer admirarte o adorarte,

en vez de imitarte y de parecemos a Ti,

(Soren Kirkegaard37).

Siempre que nos sintamos impulsados a obrar, a pensar y a hablar, debemos procurar que todas nuestras palabras, obras y pensamientos tiendan a conformarse con la norma divina del conocimiento de Cristo, de manera que no pensemos, digamos ni hagamos cosa alguna que se aparte de esta regla suprema

(Gregorio de Nisa38).

Seguir a Jesús no es dejar de ser lo que somos para imitar Jo que Éí fue. imitarlo equi­valdría a abstraemos de la historia, que es una dimensión ineludible de nuestra exis­tencia, y a negar nuestra propia realidad. Seguirlo es establecer una correlación: vivir con nuestra realidad de modo equivalente a como Él vivió con su realidad. Como ni nuestra realidad ni nuestra situación son las mismas que las suyas, eí seguimiento ex­cluye la imitación. Es cada uno quien tiene que inventar esa equivalencia. La fidelidad del seguimiento no puede ser sino creativa.

(Pedro Trigo39).

Dejando aparte las interpretaciones abusivas, el seguimiento de Cristo puede encon­trar un sentido absolutamente pertinente. La vida y la muerte de Jesús despliegan, en efecto, un estilo de vida que, en la literalidad de sus hechos y gestos, remite verdade­ramente a una existencia puesta bajo el signo de la gratuidad, de la sobreabundancia, de la pérdida de nosotros mismos, de la entrega sin reservas. Una vida semejante ates­tigua adecuadamente una lógica rigurosa: la lógica que conduce a afrontar la misma muerte y a no desesperar del Viviente, puesto que Él mismo es esa gratuidad y esa en­trega, por encima de todas las pérdidas. Asi, seguir a Jesús consiste menos en repetir cada uno de sus pasos, en reproducir de manera idéntica un modelo que se supone que él habría ofrecido a su discípulo, en tomarlo como maestro al modo que se hace con cualquier sabio reputado..., y consiste más bien en integrarse en el movimiento de abandonar los miedos y las avaricias (marcas del pecado), un gesto que consiste en poner nuestra vida bajo el signo del don y del perdón a la manera del Padre de las mi­sericordias, que hace que llueva y brille el sol sobre los buenos como sobre los malos. La vida, la muerte y la resurrección de Jesús nos ponen, pues, en una lógica y nos in­vitan a entrar generosamente en una dinámica marcada por la paradoja de «perder para encontrar». Una lógica insensata y, sin embargo, una sabiduría real, porque es la misma sabiduría de Dios, que «pierde» su trascendencia para encontrar al ser humano y encontrarse en él.

(Paúl Valadier40).

S. Kierkegaard, Escritos. Madrid, Trotta, 2007.

Gregorio de Nisa, Sobre eíperfecto modelo del cristiano.

P. Trigo, Dar y ganar la vida. Bilbao, Mensajero, 2005   166 pp

P-Vm^ír, La condición cristiana. Santander, Sal Terrae 2006 p 202


No hemos de ser simples «fotocopias» de Jesús ni imitadores miméticos. En pintura, aquellos pintores de segunda fila que imitan a los maestros se llaman manieristas: in­tentan simplemente copiar. Nosotros no tenemos que ser manieristas en el seguimiento de Jesús. No podemos ser «fotocopias» de Jesús. La misión del Espíritu no es hacer ar­queología, sino que debemos ser, en cierto sentido, si somos fieles al Espíritu, como otros Cristos que deciden ante lo nuevo con el propio Espíritu de Él. (...) Seguir es, por tanto, pro-seguir su causa. Por eso Jon Sobrino ha definido, densa y acertadamente, la vida cristiana como «pro-seguimiento de Jesús con Espíritu». Defini­ción en la que a) seguimiento remite al cauce de la vida real configurado y marcado por la vida de Jesús; b) con Espíritu remite a la fuerza con que nos remite para el ca­minar real; y c) pro- remite a la actualización en el presente y a la apertura a la nove­dad del futuro41.

Nosotros somos los brazos del Señor. Gracias al Espíritu, prometido y enviado por él como resucitado, nosotros prolongamos la obra de Jesús a través de la historia -seguir es proseguir-. Somos sus brazos, que llegan también a nuestro siglo. Nosotros, fieles a su Espíritu, lo hacemos presente, activo, interpelante, lo alargamos. (...) Ésa es nuestra grandeza: la grandeza que nos regala el Espíritu. Tenemos, gracias a él, la posibilidad de ser y comportarnos hoy como hoy sería y se comportaría Jesús.

(Julio Colomer42).

El seguimiento de Jesús no es ni cumplimiento de un código legal ni pura «mimesis» o repetición infantil de cada una de las actuaciones de Jesús. No se trata de imitar desde fuera a un modelo y copiar sus gestos; sino de asumir su Espíritu, dispuestos a repro­ducir hoy su trayectoria y el movimiento fundamental de su existencia, desde nuestra propia originalidad, en nuestro propio contexto y contando con las mediaciones que tenemos hoy a nuestra disposición. Jesús, más que «modelo» es «precursor». Más que Ley, es Espíritu. Y seguirle no significa (...) calcar sus actuaciones concretas, sino repro­ducir en nosotros la orientación de su existencia dirigida por el amor al Padre y a los hombres.

(José A. Pagóla43).

Sí, ser cristiano es la búsqueda de lo imposible, porque se puede decir con Nietzsche: «En el fondo solo ha habido un cristiano y murió en una cruz»... Ser cristiano, ¿bús­queda imposible? Sí, afortunadamente. Porque no se trata de poseer una condición cristiana cuyas condiciones habríamos satisfecho, sino al contrario: ir siempre ade­lante. Ser cristiano no es igualar a Jesús, sino seguirle.

(Gérard Bessiére44).

41Sal Terrae 87 (1998), p. 15.

«J. Colomer, o. c, p. 373.

«|. A. Pagoia, «El seguimiento de Jesús y las nuevas formas de libertad», en Iglesia viva 114(1984).

44G. Bessiére, jesús, manantial inagotable. Salamanca, Sigúeme.

 

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No se trata de inventar un nuevo programa. El programa ya existe. Es el de siempre, re­cogido por el Evangelio y la Tradición viva. Se centra, en definitiva, en Cristo mismo, al que hay que conocer, amar e imitar, para vivir en él la vida trinitaria y transformar con él la historia hasta su perfeccionamiento en la Jerusalén celeste.

(Juan Pablo II45).

Sabor a Cristo

Saber a Cristo vivo, amarle con pasión, seguirle intensamente, concédenos, Señor. Gustar a Jesucristo, quererle más y más, servirle cada día, otórganos, Señor. Señor y Padre eterno, regálanos benigno cordial conocimiento de Cristo salvador-Desvélanos al Cristo maestro de los hombres, salud de los enfermos, haciendo siempre el bien.

(R. de Andrés46).

3. «EMMANUEL: DIOS-CON-NOSOTROS»

Contemplación de la encarnación y nacimiento de Jesús

Después de la panorámica general sobre !a llamada de Cristo rey a trabajar en su Reino, hay que ir aplicando el conocimiento interno de Jesús a cada paso, para ena­morarnos más de él y seguirle mejor. Los ejercicios son un método y un cursillo de formación acelerada, para aprender a practicar a io largo del año y de la vida sobre todos los pasajes del Evangelio del Reino de Cristo rey,

Y el método ignaciano propio es el de la contemplación y la aplicación de senti­dos, más que el de la meditación de las facultades (memoria-entendimiento-volun-


tad). Por eso, recordemos cómo son esos dos modos de acercarse a los misterios de ia revelación

■ ¿Quées la contemplación? (EE 114)

Actuar «como si presente me hallase», inmerso en la escena, no como espectador sino como participante activo: a) mirando las personas y cosas, b) escuchando lo que hablan, c) contemplando lo que hacen (EE 116-118).

Contemplar es incluirme en ia secuencia contemplada, como Velázquez au~ toincluido en el cuadro Las meninas, y preguntarme: «¿Quépinto yo aquí?». Es una presencia virtual, como la que practicamos en Internet, mezclados en la es­cena.

Contemplar es escanear, intervenir en un cuadro, introduciendo elementos ac­tuales. Es como actualizar un disco grabado, escuchado ahora, o un documento re­gistrado en el ordenador, recuperado ahora, o un DVD archivado, revisado, o un ví­deo visíonado.

Pon ante tus ojos los hechos pasados como si fueran presentes, y asílo sentirás todo más sabroso y gozoso".

Tú, si quieres sacar fruto, hazte presente a lo que se cuenta como dicho y hecho por Jesucristo, como si lo oyeras con tus oídos y lo vieras con tus ojos, con todo el afecto de tu espíritu, con diligencia y complacencia y con detenimiento, pospuesto enton­ces todo otro cuidado y solicitud m.

Nosotros hemos de meditar lo que hace Cristo, como si en espíritu estuviéramos pre­sentes; y, en cuando podamos, lo hemos de contemplar (...) Porque no hemos de me­ditar o contemplar los misterios de Cristo como ausentes, cual si sucedieran en otra parte, y alláen otra parte nos ocupáramos de ellos; sino que conviene que, con el es­píritu y el pensamiento, estemos allídonde Jos misterios se realizan, para que saque­mos espíritu y devoción. Vayamos, pues, hermanos, con los apóstoles, mezclándonos con los discípulos y con la multitud; o, ya que somos indignos, sigamos más bien aquella santa compañía49.

En esas contemplaciones, por medio de una eficaz anamnesis histórico-salvífica, nos ponemos en relación real, no solo conceptual, con el episodio de la vida de je­sús escogido como tema; relación que nos da la gracia para imitar a Cristo. Es algo

 

 

 

ií¿p Juan PabloÜ, Novo miltennio ineunte, 29. .   í6R. de Andrés, o. c.


47  El Cartü|ano, Vita Christi (Prólogo),

48Pseudo-Buenaventura, Opera VI, en Monumenta 51, Roma.
"> \. Nadal, jN 217

 

 

 

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que debemos tener presente en nuestras contemplaciones de la vida de Jesús; de lo contrario nos pueden resultar aburridas o banales. Lo que se da, en sentido estricto, sacramental, en el sacrificio de la misa, acontece verdaderamente también en la conmemoración creyente, en la contemplación de los demás misterios de la vida de jesús; la contemplación no se reduce a una mera ocupación especulativa de la his­toria de jesús, sino que en ella se patentiza y ofrece la gracia de un determinado misterio50.

¿Cómo conseguir ese «hallarme presente»en la vida de jesús? Hay dos modos de hacerlo. Trasladándome yo al entonces con la imaginación o trasladándole a él aquí por (a fe.

  • Lo primero es lo que hace el autor de la novela El caballo de Troya: con una máquina que atraviesa el tiempo, se remonta al pasado para mezclarse con la gente donde y cuando ocurrieron las escenas de la vida de jesús.
  • Lo segundo es lo que ocurre en la película La rosa púrpura de El Cairo: la pro­tagonista, una chica enamorada de un actor de cine, va cada tarde a ver su película, hasta que un día, el actor sale de la pantalla, baja al patio de buta­cas, coge a la chica y la sube a la pantalla, para meterla en la acción como una actriz. Asídebemos «meternos»en la vida de Jesús.

Igual que hemos convertido el televisor en el sagrario de la sala de estar, convir­tamos el sagrario en un televisor para contemplar. Allíestáel mismo Jesús de la his­toria. AI poner el vídeo con las distintas secuencias de la vida de jesús, sintamos que estamos asistiendo ahora a lo que pasóentonces. Más todavía: hagamos TV interac­tiva, interviniendo en la escena.

Mejor, más que retrotraerse a «aquel tiempo»con la imaginación, hay que ac­tualizar el pasaje en este tiempo, aquíy ahora, porque el Jesucristo actual, el único existente es el Resucitado, contemporáneo nuestro: «Yo estarécon vosotros todos los días (Mt 28,20).

Y ¿cómo ha de ser el talante de nuestra presencia? Como dice san Ignacio, ha de ser:

  • Humilde («como un pobrecito y esclavito indigno»).
  • Tomando partido ( «sirviéndole en sus necesidades»).
    • «Reflectir para sacar provecho»(= Reflejar sobre mílo visto-oído para aplicár­melo).

Reflectir no es una mera reflexión intelectual, para deducir del ejemplo con­templado actitudes y propósitos concretos, sino dejarnos iluminar por esta luz de Cristo... Es un volver sobre mí, un ir y venir del misterio contemplado a mi disposición personal, y de esta al misterio... reflejando en mi vida toda la luz vi­vificante que de tal acontecimiento salvífico emana para míy para el mundo..., proyectar la luz del misterio sobre mídejarme interpelar por él, para asíimpli­carme en él... En la contemplación este es el «provecho»que humildemente pido y deseo: que esa luz, enamorada y creciente, se vuelva sobre mí(efecto es­piritual semejante al de la reflexión de la luz, descubriendo en mícontrastes do­lorosos, provocando en míreacciones saludables y, quizás en algún momento, sugiriéndome propósitos concretos".

«Reflectir en mímismo»quiere expresar, en los ejercicios, la refracción en mi propia existencia del misterio contemplado, de un modo semejante a como se refleja en nuestro rostro una buena noticia o un infortunio recibidos. Como operación activa equivale a ponerse ante Dios como un espejo para dejarse orientar y «ordenar»por Él («dejarse reflejar») y consiguientemente es ofrecer y devolverle a Dios todo lo que Él nos ha dado y hemos recibido de Él".

¿Quées la aplicación de sentidos? (EE 121, 248)

Se trata de añadir a los dos sentidos de la contemplación (ver y oír) los tres restan­tes: gustar, oler y tocar. San Ignacio nos enseña a aplicar los cinco sentidos externos a las cosas y personas de las escenas evangélicas que estamos contemplando, espe­cialmente a Jesús, siempre con vistas a reflejarlas en nosotros y «sacar algún prove­cho»espiritual.

  • Vista: «El primer punto es ver las personas con la vista imaginativa, medi­tando y contemplando en particular sus circunstancias y sacando algún pro­vecho de la vista»(EE 122). No solo hay que ver, sino mirar, es decir, ver con interés y con atención, mayormente el arco iris de Jesús, el protagonista del Evangelio.
  • Oído: «El segundo: oír con el oído lo que hablan o pueden hablar; y reme­tiendo en símismo (reflejándolo), sacar de ello algún provecho»(EE 123). No solo oír, sino escuchar (oír con atención). No «como quien oye llover», no en plan de «por un oído me entra y por otro me sale», sino en actitud de «habla, Señor, que tu siervo escucha».

 

 

 

K. Rahner, o. c.


D. López Tejada, o. c, p. 447

S. Arzubialde, Ejercicios espirituales de son Ignacio. Bilbao-Santader, Mensajero-Sal Terrea.

 

 

 

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  • Olfato y gusto: «El tercero: oler y gustar con el olfato ye el gusto... según fuere ta persona que se contempla, refletiendo en símismo y sacando algún provecho»(EE 124). Sobre todo, aspirar y saborear «la infinita suavidad y la dulzura de ia divinidad». Rastrear las huellas espirituales de Jesús: su humil­dad, su pureza..., para adquirir olfato evangélico y aprender a ser «buen olor de Cristo».
  • Tacto: «El cuarto: tocar con el tacto, asícomo abrazar y besar los lugares por donde las tales personas pisan y se asientan; siempre procurando de sacar pro­vecho dello»(EE 125). Se trata de aprender a tocara Jesús (como la hemorroísa y la mujer pecadora del frasco de alabastro), asícomo tener ei tacto de Jesús en su trato con ias persona su las cosas.

San Ignacio nos sugiere aplicar, además de los sentidos externos, los sentidos in­ternos, espirituales, para relacionarnos no solo con la humanidad de Jesús sino tam­bién con su divinidad: «cómo aparece/cómo se esconde».

Ahora vamos a dedicarnos a contemplar los primeros treinta años de la vida de Cristo rey, primero la encarnación y nacimiento, y más tarde Nazaret.

■ Encarnación

Presento cuatro fórmulas para elegir la que más le ayude a cada uno, recordando el consejo ignaciano: «No el mucho saber harta y satisface el alma, sino el gustar y sen­tir de las cosas internamente». Detenerme donde halie fruto, sin ansias de seguir hasta ei fina!.

Pero antes, contemplemos ia pre-encarnación, al Dios trinitario en su eternidad, mirando el mundo y la historia futura.

  • Dios no tenía obligación de encarnarse en el tiempo. Fue un acto libre de su voluntad.
  • Las tres Personas divinas contemplan la humanidad, hacen «discernimiento comunitario»y deciden no el castigo ni la inhibición, sino la intervención en su favor de la forma más comprometida. «Tanto amóDios al mundo que le entregóa su Unigénito»(jn 3,17).
  • Petición: «conocimiento interno del Hijo de Dios, que por míse hizo hombre, para más amarle y seguirle», sobre todo en su capacidad de meter las manos en la masa y tomar partido a favor de la humanidad.

Resaltar el «por mí»(aunque sea por todos), no por individualismo, sino para afectarme personalmente. Que por mise hace hombre, porque es ahora cuando repercute en mísu encarnación.


•   Reflectir: Posar nuestra mirada sobre las necesidades de la humanidad actual
(como lo hizo Dios antes de Cristo) y tomar la opción de encarnarnos en su sal­
vación-liberación.

La encarnación significa que Dios ha escogido manifestarse no como causa ni como poder de dominación, de juicio y de condena, sino como don de benevo­lencia, de misericordia y de solidaridad. Pensaríamos, quizá, que la omnipoten­cia es el atributo más importante de Dios... Pero, cuando en la encarnación, Dios se manifiesta como el que realmente es y quiere ser para nosotros, se ma­nifiesta no como poder, sino como amor y solidaridad... Viene a compartir nuestra vida y, dentro de compartir nuestra vida, dinamos, va con lo que es más humilde. Para que nadie pueda jamás decir: «descendió, pero yo todavía estoy más abajo que Él»... La encarnación es la inversión total de nuestras ex­pectativas sobre Dios: es pasar de la imagen del Dios Todopoderoso a la realidad del Dios Todo-amor y Todo-solidaridad. Creer en la Encarnación es aceptar esa inversión de valores".

*   1a fórmu\a de contemplación: lo encarnación según Juan (1,12.14-17):

«Ai principio ya existía el que es la Palabra... y era Dios»(1,1). Degustar la Preexistencia del Hijo, antes de la historia, desde toda la eternidad.

«Y el que es la Palabra, habitóentre nosotros»(v. 14). Gustar ia humildad de la Encarnación, la crístología descendente. Saborear el amor como ciave del salto mortal del Hijo eterno: «Bajódel cielo».

«Y vimos su gloria, la que le corresponde como Hijo único del Padre»(v. 14b) ¿Su gloria divina? ¡Su humillación humana, su anonadamiento social!

«Lleno de gracia y de verdad»(es decir, «lleno de amor y fidelidad») (v. 14c). Jesús no se encarna para juzgar ni condenar, sino .para salvar, para proclamar el año de gracia del Señor, el perdón, para amarnos fielmente hasta el ex­tremo.

«De su plenitud todos hemos recibido bendición tras bendición gracia tras gracia»(v. 16). ¿Hemos pensado alguna vez en una historia de la humanidad sin la encarnación y sin la presencia de jesús? ¡Cuántas gracias nos han ve­nido, nos vienen y vendrán con su Venida! Reflectir:

  1. Gratitud por el rosario de gracias engarzadas por la encarnación.
    1. Gozo de lo humano: «Desde que jesús se encarnó, vate ia pena ser hom­bre»(Bonhóffer).
    2. Compromiso de encarnación humana, no «huida del mundo», dejándolo a su deriva.

" j. Vives, Creer el Credo. Santander, Sal Terrae, 1986, p. 90.

 

 

 

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Coloquio. Admiración amorosa: el Infinito, aquel a quien los cielos no pue­den contener, encerrado en el seno de una mujer, ¡hecho dos décimas de milí­metro de carne!

•   2a fórmula: la encarnación según Mateo (1,1-17): la contemplación de la genea­
logía de jesús no es una lectura árida de la larga lista de sus antepasados, sino
que la selección de esas personas entraña mensajes aleccionadores:

a) Los nombres de las tres antecesoras remotas de jesús proclaman que nace de raíces pecadoras: La primera es Tamar, que provocórelaciones sexuales con su suegro. La segunda es Rut, extranjera inmigrante, que pone un sello de marginalidad en la genealogía de jesús. Y la tercera es la mujer de Urías, adúltera con el rey David, de cuya relación nacióSalo­món.

a) ¿Por quéquiso el Hijo de Dios encarnarse en una genealogía con tales predecesores de sangre pecadora y marginada? Por solidaridad, porque «solo lo asumido es redimido».

•   3- fórmula: la encarnación según Pablo (Flp 2,6-8): actualicemos con la fe este
acontecimiento:

Cristo jesús, siendo de condición divina,

no hizo alarde de (= no se aferróa) su categoría de Dios;

al contrario, se despojóde su rango,

y tomóla condición de siervo (= el Siervo de Yahvé),

pasando por uno de tantos.

Pablo utiliza el nombre pais, que significa «hijo»y «siervo», para hacernos ver que el Hijo de Dios se hace el Siervo, para demostrarnos que la encarna­ción es la kénosis, eírebajamiento, el descenso de categoría: «Siendo rico, se hizo pobre por nosotros»(2 Cor 8,9).

Reflectir: Ante este anonadamiento, pensar en mi ansia humana de subir de categoría.

•   4a fórmula: la encamación según Lucas (1,26-30). La más realista. Pidamos per­
miso a María, para estar con ella en la visita del ángel.

  1. «Serágrande, seráHijo del Altísimo»(v. 32), Al mismo tiempo seráhijo de la Bajísima, una mujer de pueblo, y de cuál: «¿De Nazaret puede salir algo bueno?»(jn 1,46). «Ha mirado la pequenez de su sierva»(Le 1,48).
  2. «Reinaráeternamente... Su reinado no tendráfin»(v. 33). Ai mismo tiempo, «serácomo uno de tantos»(cf. Flp 2,7), como un hombre cual­quiera, en todo semejante a nosotros. ¿Eterno? ¡Muerto a los 33 años!

 

  1. «El poder del Dios altísimo te envolverá. Por eso, el niño que ha de nacer serásanto, seráHijo de Dios»(v. 35), Al mismo tiempo, seráun poder res­petuoso de la libertad, porque es el poder débil del amor que se expone al rechazo. Serásanto, porque será«en todo igual a nosotros, menos en el pecado»(cf. Heb4,15), porque viene a salvar del pecado, como el Ino­cente.
  2. Humildad del Hijo de Dios, al pedir y esperar la anuencia de María para encarnarse. No es un okupa allanador de morada: pide permiso para en­trar: «¿Se puede?», «si quieres...».
  3. «Yo soy la sierva del Señor. Que haga conmigo como dices»(v. 38). Hu­mildad de María, nominada Madre de Dios, llamándose su esclava, obe­diente a la voz de su amo. María, ¡a virgen del sí.

Reflectir: Hablamos de encarnarnos en la historia, la sociedad, el mundo. Pero, ¿con quéestilo? ¿El de Dios, jesús y María? ¿En humildad y pobreza? ¿En disponibilidad?

Coloquio triple: con eíPadre, que nos da a su Único: «¡Gracias, Padre!»; con jesús, encarnado por mí, como si no hubiera nadie más: «¡Gracias, her­mano!»; con María, vehículo de carne para la encarnación del Hijo: «¡Gracias, Madre, por tu sí!».

Síntesis: El denominador común en las cuatro fórmulas de la encarnación es la kénosis:

Jesucristo no es para la fe auténtica un hombre deificado; es, por el contrario, un Dios humanizado. La Iglesia no ha sucumbido nunca a este delirio, patológica­mente explicable, de proyectar sobre un oscuro nazareno sus sueños más locos, hasta alienarse atribuyéndole la apoteosis. Por el contrarío, ha recibido con la más serena adoración esta buena nueva, históricamente imprevisible y que racional­mente llena de estupefacción, del Hijo único Enmanuel hasta el límite de la proxi­midad. Y si hay alguna locura en la lógica del credo, no es la de una humanidad exaltada, que se sobrevalora en beneficio de otro; es la de un Dios que se empo­brece escandalosamente en un descenso que nos confunde, al confesar: «Y se hizo hombre». Este es precisamente nuestro evangelio irreductible, sobre el que no sirve para nada el hacer interpretaciones. ¿Por quésonrojarse en confesar lo que el Verbo no se ha sonrojado en hacer?5Í.

A, Marananche, Preguntas jóvenes a la vieja fe. Madrid, PPC.

 

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Reflectir:

Vivenciar el misterio:

¿De quéte aprovecha que Cristo se encarnara una vez, si no se encarna en tu alma? Oremos para que aquella venida se realice diariamente en nosotros, y podamos de­cir: «Vivo yo, pero ya no yo; es Cristo quien vive en mí»(Orígenes).

Nuevamente encarnado (EE 109):

Ignacio, que cree en eísentido profundo de \a resurrección de Cristo para nosotros «hoy», recordaráal ejercitante, al concluir la contemplación de la encarnación, que el Verbo, la Palabra de Dios, que es eterna, se hace carne a lo largo de la histo­ria y por eso se encarna «nuevamente»(EE 109) en la contemplación vivida por el ejercitante".

Los misterios de Cristo no son tanto acontecimientos pasados cuanto actuales hoy en Cristo glorioso y eficaces hoy para nosotros. Por eso, la contemplación de estos misterios abre el camino para llegar a! contacto persona! con Cristo viviente y ope­rante en la Iglesia e inhabitante en el corazón de sus discípulos56.

¡  ■ Nacimiento de Jesús

i

I   Propongo una sola fórmula: la del tercer evangelista (Le 2,6-20). Olvidémonos de la

|    navidad comercial, consumista, folclórica, y veamos, «como un esclavito indigno»,

j    ei nacimiento de jesús según Lucas.

«Nacióen Belén». Pud'iendo elegir cualquier ciudad importante (¡Bilbao!, Nueva York...);

Jesús nace como desplazado, sujeto a! decreto de un emperador megalómano; nace en una cueva y pesebre de animales, tejos de la asepsia de nuestras clíni­cas, de ios belenes navideños, porque no había sitio para él ni siquiera en la posada común;

jesús ofrece las primicias de su nacimiento de Hijo de Dios no a los ricos y po­derosos de jerusalén, sino a tos pobres pastores de Belén, clase social baja e in­culta;


 

  • jesús es «la Buena Noticia», «el Salvador, el Mesías, el Señor»(cf. v. 11). ¿Deque forma? Así: como «niño envuelto en pañales, reclinado en un establo»(v.12);
  • Jesús es la «gloria de Dios en el cielo y paz de los hombres en la tierra»(v. 14). ¿De quémanera? Así: humilde, pequeño.

Reflectir: Reflejemos sobre nosotros esta realidad histórica: La Palabra de Dios es infans, infante, muda, silencio. Habla con los hechos:

Nacimiento en suma pobreza y humillación. «Quien no nace de nuevo, no puede entrar en el Reino de Dios»(Jn 3,3). ¡Hay que renacer para el Reino ai estilo de Jesús! Asíempieza Cristo rey a construir su Reino sobre la tierra/historia: Pobre y humilde. La opción preferencia! por los pobres no es un invento de la Iglesia actual, sino de Cristo rey. ¿Por qué? Por solidaridad con la mayoría, pobre y anónima, los don-nadies.

Coloquio. Terminar con un cuádruple coloquio con el Padre: «Gracias por darnos a tu Único»; con el Hijo: «Gracias por dártenos como hermano»; con el Espíritu Santo: «Gracias por materializar la encarnación»; y con María: «Gracias por ense­ñarnos a colaborara ía venida de jesús, con tu sí».

TEXTO DE APOYO

Sabor a Cristo

Saber a Cristo vivo, amarle con pasión, seguirle intensamente, concédenos, Señor. Gustar a Jesucristo, quererle más y más, servirle cada día, otórganos, Señor. Señor y Padre nuestro, regálanos benigno cordial conocimiento de Cristo salvador. Revélanos al Hijo nacido en un pesebre, pequeño como un niño al aire de Belén.

(R. de Andrés w)

 

 

 

I. Salvat, «Encarnación y misión», en Ayudas de E/DES 20 ¡octubre 1996), pp. 7-8. D. Mollet-D. Stanley, Los ejercicios de san Ignacio. Conclusión 35.


R. de Andrés, o. c.

 

 

 

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; 4. «EN VERDAD, TU ERES UN DIOS ESCONDIDO»

I      Nazaret: la vida oscura de Jesús

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j ■ La vida en Nazaret

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«¿A dónde voy y a qué?»A Nazaret, a contemplar a un Jesús desconcertante

,:   (Lc2,39ss).

Síjesús eligióel pequeño Belén para nacer, en lugar de Bilbao, Tokio, Bruselas, Nueva York, ¿al menos no podría haber elegido algo mejor para crecer y vivir? Sin duda podía.

Pero no lo hizo: siguiósu estilo de encarnación humilde, en otra aldea de ín­fima categoría: Nazaret. Ante esta elección, Peter-Hans Kotvenbach {ex-General de la Compañía de Jesús) pide: «No ocultéis la vida oculta del Señor». ¿Por qué? Porque nos manifiesta el estilo de vida de Cristo rey. Marcótanto a Jesús esta larga experiencia nazaretana, que no se le llama Jesús de Belén, sino Jesús de Na­zaret.

  • Petición: Conocimiento interno de Jesús en su periodo de ocultamiento volun­tario de treinta años, para más amarle y seguirle. Hacer hincapiéen e! inciso «por mí», para mi ejemplo.
  • Composición de íugar: Con permiso de la Sagrada Familia, entremos en su casa-cueva, para contemplar personas y cosas. Abramos el DNI de jesús, ¿Lu­gar de residencia? jesús viviócasi toda su vida -treinta años- en Nazaret, un rincón oscuro de Palestina, nunca mencionado en el AT. Aldea de unas cin­cuenta familias y doscientos/trescientos habitantes.

Olvidemos nuestra visión cristiana de Nazaret, pensemos que jesús vivió en Matacabras de Abajo, en las Quimbambas. Eso era Nazaret: adosada a una colina, con grutas en las laderas por casas. La casa de la Sagrada Familia no fue la actual basílica de la Anunciación, sino la casa-gruta adjunta.

Religiosamente insignificante, iugar inverosímil y descalificado para alber­gar al Mesías: «¡He hallado al Mesías: jesús de Nazaret!. ¿De Nazaret puede sa­lir algo bueno?»(jn 1,46).

•   ¿Currículo vital? Jesús tuvo un lento crecer y madurar en cuatro etapas: ni­
ñez, adolescencia, pubertad, juventud. «Crecía en desarrollo físico, sabiduría
y gracia ante Dios y los hombres»(Le 2,52).

Su oficio: Artesano, un manitas, un «para todo»(cf. Me 6,3). Jesús arregla­ría objetos asíde madera como de hierro {técnon). Sembraría y recogería co­sechas como peón eventual.

¿Títulos? Frente a las urgencias dei Reino, su vida ocuita fue de obrero ma­nual, como la mayoría silenciosa de su pueblo y del mundo: «El hijo del car­pintero», «el carpintero»(cf. Mt 13,55).


Formación: En lo religioso, no fue a la universidad para titularse en teolo­gía ni en Biblia Se alimentaba acudiendo a la sinagoga, para empaparse de la Ley y los Profetas, en una lectura, escucha y meditación atenta y cordial de ios textos sagrados.

¿Influjos familiares? Joséinicióa Jesús en la tradición religiosa típica del pueblo: «Shema: Escucha, Israel, el Señor nuestro Dios es solo uno»(Dt 6,4), el principio fundamental, el primer mandamiento. Y María le inicióen el Magní­ficat, uno de los textos más radicales del NT sobre la opción divina en favor de los desamparados y en contra de los satisfechos (Le 1,46-55): «Derribóa los po­tentados de sus tronos y exaltóa los humildes. A los hambrientos los colmóde bienes y a los ricos los despidióvacíos».

¿Preparación para el futuro? En este contexto, seguro que la imagen de Me­sías que le daría la Virgen es la del Siervo de Yahvépintada por Isaías (42,1-9):

Mirad a mi siervo a quien sostengo,

mi elegido a quien prefiero.

Sobre él he puesto mi Espíritu,

para que traiga el derecho a las naciones.

No gritará, no clamará, no vocearápor las caWes.

No quebrarála caña cascada,

no apagarála mecha humeante.

Promoveráfielmente el derecho,

no vacilaráni se quebrará

hasta implantar el derecho en la tierra.

¿Experiencias? Treinta años de vida anónima: ¡el 91% de su vida, que se dice pronto!

Penetramos aquíen el mayor de los misterios: he aquílo que anonada. Lo sor­prendente para nosotros, que creemos que jesús era el Cristo, no son los mila­gros de la vida pública, sino la ausencia de milagros durante su vida oculta58.

Solo los evangelios apócrifos se entretienen en que jesús resucita pájaros, no los sinópticos. Treinta años de austeridad, de compartir los trabajos y car­gas de la gente ordinaria, del común de los mortales, como uno de tantos. Cuando diga después «Venid a mítodos los cansados y agobiados con trabajos y cargas»(Mt 11,28), sabe de quéhabla por experiencia.

F. Maüriac, Vida de Jesús. Madrid, Edibesa.

 

 

 

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Reflectir. Al lado de este jesús sudoroso en el taller de Nazaret, aprendamos a encajar el trabajo largo, monótono, gris, escondido, lo sin brillo lo cotidiano, no solo durante la formación sino también como profesionales y en el declive. Saber ir al paso de Dios, distinto del nuestro: «Mis caminos no son vuestros ca­minos»(cf. Is 55,8-9).

Treinta años de enterramiento en esa corta familia judía, y en ese pueblo, ¡y tres breves años para encender este fuego sobre la tierra) «El Hijo del hombre ha venido a prender fuego sobre la tierra, y ¿quédeseo sino que se encienda?». ¡Quépaciencia antes de quéimpaciencia! ¡Quéinmovilidad antes de la carrera )     apresurada desde el bautismo hasta la muerte!59.

Cuando Jesús trabajaba con su padre,

todos los días hacía el mismo trabajo.

No tuvo historia, sino una sola vez.

Sin embargo, la trama y la red de estos días iguales es lo que constituye,

lo que eternamente constituye, la vida admirable de Jesús antes de su predicación:

su vida privada, su vida perfecta, su vida modelo,

la que ofrece como ejemplo,

como ejemplo inimitable,

a imitar por todo el mundo,

sin ninguna excepción60.

Coloquio doble. Pedir a jesús de Nazaret asimilar su ejemplo de vida oculta, de crecimiento constante en sabiduría (no solo en ciencia) y gracia ante Dios y los hombres. Y pedir a María, forjadora'dé! primer jesús, que nos ayude a co­nocerle, que nos ponga con él, y nos haga como él.

■ Contemplación de Jesús en el templo de Jerusalén

Al contemplar estos treinta años de vida oscura de Jesús, podemos decir: «En ver­dad, túeres un Dios escondido»(Is 45,15). Pero tuviste una escapada a la capital, al templo de Jerusalén. Si no tenemos bastante materia en Nazaret, contemplemos también este paréntesis de tres días en la rutina de los tres decenios, porque también nos enseñan el estilo de Cristo rey.

Asistamos al viaje de ¡a Sagrada Familia de Nazaret a jerusalén, mezclados con la gente. «Cuando cumpliódoce años, subieron a la fiesta según costumbre»(Le 2,41). La mayoría de edad legal y civil Jesús la estrena con la emancipación de sus padres


por un triduo, pero no de Dios: «¿No sabíais que yo debo estar en la casa/cosa de mi Padre? (v. 49).

La primera frase de Jesús en el Evangelio es cumplir el principio fundamental del ser humano: «Alabar, reverenciar y servir a Dios», el único Padre. «No llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, pues solo tenéis un Padre, el del cielo»(Mt 23,9), «de quien procede toda paternidad en cielo y tierra»(Ef 3,15).

Cristo rey nos enseña a anteponer el Padre Dios sobre todos los seres queridos, (¡cuánto lo eran para él Joséy María!). Jesús no incumple el cuarto mandamiento, pero cumple más el primero de amar sobre todo y todos al Padre-Madre Dios.

En nuestra vida nos vamos emancipando a medida que crecemos: nos emancipamos de! vientre y de los brazos maternos, de la mano paterna, de nuestros maestros, de la patria potestad... Sin embargo, de nuestra relación con Dios Padre nunca nos eman­cipamos. Él quiere ejercer cada vez más sobre nosotros su amorosa y soberana patria potestad. Sentiría y vivirla es un acto de maduración espiritual61.

Hasta a María le costóencajar esta lección fundamental: «Hijo, ¿por quénos has hecho esto?»ív. 48) y la tuvo que digerir por algún tiempo, «dándole vueltas y vuel­tas en su corazón»(v. 51b). Pero, tras este paréntesis, jesús «bajócon ellos a Naza­ret y siguióbajo su autoridad»(v. 51a). Dieciocho años más, que caben en una línea: «jesús progresaba en desarrollo, en saber y en favor divino y humano»(v. 52).

  • Reflectir. De vuelta con la Sagrada Familia desde Jerusalén a Nazaret, vamos rumiando. A nosotros también nos costóentender la vocación de dejar a los padres queridos para dedicarnos al Padre-Madre del cielo. También debemos seguir anteponiendo a Dios sobre las personas y cosas queridas. Porque él es el único Absoluto, y todo lo demás es relativo. Todos desaparecen, Dios per­manece.
  • Triple coloquio: con Jesús, que se declara Hijo ¡en la primera palabra pronun­ciada en su mayoría de edad!, para que nos enseñe a vivir la filiación divina bautismal como lo más importante; con el Padre, para agradecerle que nos haya hecho hijos en el Hijo y renovarle nuestra obediencia filial, no servil, a todo su querer; con María, para que nos ayude a encajar el misterio de las ac­tuaciones de Dios y de Jesús, dándole vueltas en nuestro corazón.

 

 

 

wIbtdem.

60Ch. Péguy, Palabras cristianas. Salamanca, Sigúeme, 2002.


L. Alomo Schokei, Al aire del Espíritu. Santander, Sal Terrae, 1998, 126 pp.

 

 

 

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■ Presentación de Jesús en el Templo (Le 2,22-38)

Hemos dicho que solo hubo una salida de Jesús desde Nazaret a Jerusalén a los 12 años. Pero ya había habido otra a ios cuarenta días de nacer, también al Templo, para su presentación a Dios. Hagamos un flashback ai comienzo de su vida, para sa­car algún provecho de ese ejemplo.

Es verdad que Jesús Infante/Palabra estámudo, pero hay tres personajes que ha­blan de éí. Escuchémosles.

¿Quédice Lucas del Niño?: «Sus padres lo llevaron para presentarlo ai Señor» (v. 22), para consagrarlo al Señor. Solo oficialmente, porque ya estaba consagrado desde el seno de María. También nosotros fuimos consagrados al Señor, a los pocos días de nacer, por el bautismo y también en la confirmación, {y definitivamente por Sos votos religiosos).

¿Quédice del Niño ei segundo personaje, Simeón?: «Salvador a quien has presen­tado ante todos los pueblos, luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel»(vv. 30.31). Jesús es salvador, porque ha venido a eso: a salvar a su pueblo de sus pecados. Es luz, porque él se autodefine así: «Yo soy la luz del mundo»(]n 8,12). Y el cuarto evangelista predijo del Verbo «que ilumina a todo hombre, con su venida al mundo»(cf. Jn 1, 9). Jesús es gloria de Israel, porque ni Abrahán, ni Moisés, ni Elias, ni David, ni Salomón, ni el Bautista son dignos de llevarle sus sandalias. En su nacimiento se canta «Gloria a Dios», que es él mismo. También dice Simeón de jesús que «seráSigno de contradicción y bandera discutida»(v. 34). ¿Es eso jesús para noso­tros o es signo indiscutible y bandera indiscutida?

¿Quédice del Niño el tercer personaje, Ana? Le llama «la liberación de Israel» (cf. v. 38), título de actualidad: Jesús liberador/libertador. En esto acierta la teología de la liberación. ¿Nos contentamos con llamar a Jesús salvador y redentor, o le aña­dimos el título de liberador? ¿Somos nosotros liberadores de las ataduras físicas y es­pirituales de la gente?

•Reflectir. Reflejemos en nosotros esta escena de jesús presentado y de María purificada. La Iglesia ha consagrado la fecha de la presentación de Jesús como jornada de la Vida Consagrada. ¿Somos los religiosos y religiosas los consagra­dos «todo tiempo»a Dios? ¿O solo parcialmente, como empleados por unas horas?

Recordemos que si María no necesitaba purificarse, porque era la Purí­sima, nosotros sínecesitamos de purificación continua de nuestras faltas de pensamiento, palabra, obra y omisión.

Reflejemos además la figura de Ana y Simeón sobre nosotros. Pensemos que también en la tercera edad, y con mayor motivo, hemos de ser «honrados y piadosos», dedicados al culto y a la oración, como los ancianos Simeón y

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Ana en el templo. En ios «Catálogos de la Compañía de jesús»a los jesuítas re­tirados por enfermedad o ancianidad se les asigna como oficio: «Reza por la Compañía y por la Iglesia». No es mal oficio. ¿Rezamos nosotros por la Iglesia y por la humanidad?

Al finalizar nuestra contemplación de los 30 años de la vida oculta, podemos acercarnos a Jesús, mientras escribe su carta de despedida a María, la noche antes de partir hacia la vida pública, y leerla en silencio. Dice así:

Querida mamá: Cuando te despiertes, yo ya me habréido. He querido ahorrarte des­pedidas. Ya has sufrido bastante, y lo que sufrirás, María, Ahora es de noche, mien­tras te escribo... Quiero decirte por quéme voy, por quéte dejo, por quéno me quedo en el taller haciendo marcos para las puertas y enderezando sillas el resto de mi vida.

Durante treinta años he observado a la gente de nuestro pueblo y he intentado com­prender para quévivían, para quése levantaban cada mañana y con quéesperanza se dormían todas las noches (...) El resultado es que la mayoría de los días son grises, las soledades demasiado grandes para ser soportadas por hombres normales, la amargura habitual de casa, las alegrías cortas y poco alegres. A veces, madre, cuando llegaba el cartero y sonaba la trompetilla en la plaza del pue­blo, cuando la gente acudía corriendo alrededor, yo me fijaba en esas caras que es­peraban ansiosamente, delirantemente, de cualquier parte y con cualquier remite, una buena noticia. ¡Hubieran dado la mitad de sus vidas porque alguien les hubiera abierto, desde fuera, un boquete en el cascarón! Me venían ganas de ponerme en medio y gritarles: «¡La noticia buena ya ha llegado! ¡El Reino de Dios estádentro de vosotros! ¡Las mejores cartas os van a llegar de dentro! ¿Por quéos repetís que estáis cojos, si resulta que Dios os ha dado piernas de gacela?».

Yo me siento prendido por la plenitud de la vida, María. Yo me descubro encendido en un fuego que me lleva y me hace contarles a los hombres noticias simples y her­mosas que ningún periódico dice nunca. Y quisiera quemar el mundo con esta llama; que en todos los rincones hubiera vida, pero vida en abundancia. Ya séque soy un carpintero sin bachillerato y que apenas he cumplido la edad de abrir los labios en público. No me importaría esperar más, pensarlo más, ser más ma­duro, «hacer mi síntesis teológica»... Pero esta tarde me he enterado de que han de­tenido a Juan, que bautizaba en el río. ¿Quién alentaráahora la chispita que aún hu­mea en el corazón de los pobres? ¿Quién gritarálo que Dios quiere, en medio de tantos gritos que no quieren a Dios? ¿Quién curaráa los sencillos y a los cansados, que tienen derecho a vivir porque son los queridos desde el principio del universo? Hay demasiada infelicidad, mamá, como para que yo me contente con fabricar ha­macas para unos pocos... Demasiados ciegos, demasiados pobres, demasiada gente para quien el mundo es la blasfemia de Dios. No se puede creer en un mundo donde los hombres mueren y no son felices... a menos que se estédel lado de los que dan la vida para que esto no siga sucediendo; para que el mundo sea como Dios lo pensó.

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Si te he de decir la verdad, no tengo nada claro lo que voy a hacer. Sépor dónde em­pezar. No sédónde terminaremos. Por lo pronto, me voy a Cafarnaúm, a la orilla dei lago, donde hay más gente y lo que pase tendrámás resonancia. Estáamaneciendo. Te escribiré. Te vendréa verde vez en cuando. Tu Jesús".

TEXTO DE APOYO Sabor a Cristo

Saber a Cristo vivo, amarle con pasión, seguirle intensamente, concédenos, Señor. Gustar a Jesucristo, quererle más y más, servirle cada día, otórganos, Señor. Descúbrenos a] joven crecido entre virutas, ejemplo de trabajo, oculto en Nazaret.

(R. de Andrés63)

5. «DOS AMORES FUNDARON DOS CIUDADES» Meditación de las Dos banderas

Estamos en el ecuador de los ejercicios. Hoy es un día crucial, porque es el de re­forma de nuestra vida. Ayer contemplamos a Cristo rey y quisimos seguirle en su ta­lante de humildad, pobreza y amor.

Pero, ya desde su presentación en el Templo, Jesús es propuesto como una ban­dera discutida, lo cual significa que, aparte de la suya, hay otra bandera, que se le enfrenta.

Aunque jesús sea para nosotros un jefe indiscutible, «de bandera», Ignacio nos presenta la meditación de «Dos banderas»antagónicas, pieza clave para concretar nuestro amor y seguimiento de Cristo. San Agustín habla de dos ciudades. Es lo mismo, con distintas metáforas.


Dos amores fundaron dos ciudades, a saber: el amor propio, hasta el desprecio de Dios, la terrena; y el amor de Dios, hasta ei desprecio de sípropio, la celestial. La pri­mera se gloría en símisma; y la segunda, en Dios, porque aquella busca la gloria de los hombres, y esta tiene por máxima gloria a Dios64.

Hay dos ciudades, dos pueblos y dos reyes. ¿Cuáles son estas dos ciudades? Babilonia y Jerusalén. El Diablo gobierna en una; Cristo, en la otra... Todos los que se gozan en las cosas temporales pertenecen a aquella ciudad que se llama, místicamente, Babilo­nia, y que tiene por rey al Diablo. Por el contrario, todos los que se gozan de las co­sas de arriba, que piensan en las celestes, que se preocupan en el mundo de no ofen­der, que evitan el pecado y que, si han pecado, no se avergüenzan en confesarse, son humildes, mansos, justos, piadosos y buenos: todos ellos pertenecen a la ciudad que tiene por rey a Cristo... Estas dos ciudades que ahora están mezcladas, y que al fin han de ser separadas, luchan entre sí: la una, a favor de la iniquidad; la otra, a favor de la justicia; la una, por la vanidad; la otra, por la verdad65.

Para ayudarnos en nuestra reforma, san Ignacio empieza por los criterios de la mente.

  • Materia: «Meditación de Dos banderas: la una de Cristo, sumo capitán y se­ñor nuestro; la otra de Lucifer, mortal enemigo de nuestra naturaleza hu­mana».
  • Petición: «Pedir conocimiento de los engaños del mal caudillo y gracia para guardarme de ellos, y conocimiento de la vida verdadera que muestra el sumo y verdadero capitán de los buenos y gracia para imitarle». Es una petición de luz para nuestro entendimiento espiritual.

■ Bandera de Satanás

No perdamos tiempo en discutir si se trata de un mal personificado o de un mal co-sificado. Un autor contemporáneo escribe: «El mayor engaño del demonio es hacer­nos creer que no existe», jesús nos hace pedir: «Líbranos del Mal(o)»(Mt 6,13), por­que existe, sea personal o impersonal.

La bandera del mal es tricolor. Los valores que cotiza el que estáen la órbita del mal son: tener, aparecer, sobresalir; o tener, ser tenido y sobretenerse. San Ignacio los llama riqueza, vanidad y soberbia.

 

 

 

62J. L. Cortés, «Despedida»en R. de Andrés, jesús, siempre y más, o. c, p. 112. " R. de Andrés, En todo amar y servir, o. c.


MAgustín de Hipona, La ciudad de Dios. 65Id., Com. ai Salmo 61.

 

 

 

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•   Tener: El capítulo primero del eje del mal es la pasión por tener.¿Tener qué?:
apego a símismo, amor propio (distinto del propio amor, autoestima, que son
buenos), egocentrismo, declinación del pronombre de primera persona del
singular: yo-de-para-a mí, oh yo.

La primera y más importante táctica del enemigo del ser humano es ape­garme a mímismo. Tal apego consiste en tener un bien, por pequeño que sea, que me reservo, me identifico con él, lo vivo intensamente, es mi punto fuerte -¡flaco!-. Si lo pierdo, pierdo la paz.

San Ignacio pone el ejemplo de la riqueza: codicia, desorden en posesión de dinero. Pero ese apego varía de una persona a otra, de bienes materiales a otros más humanos.

Afán de tener bienes materiales: dinero, propiedad, comodidad, seguridad.

Afán de tener bienes sociales: fama, prestigio, poder, reputación, cargos, dominio.

Afán de tener bienes corporales: salud, presencia física, imagen (guardar la línea, no por ascética, sino por estética).

Afán de tener bienes vitales: intelectuales, afectivos, cualidades, medios, influjo.

Afán de tener bienes espirituales: prácticas ascéticas, acción apostólica, dones místicos

He de hacer un examen de conciencia personal, para ver cuáles son mis afanes de Tener.

•   Aparecer: El segundo capítulo del eje de! mal es el afán de búsqueda de la es­
tima ajena, de ser cotizado socialmente: la vanidad, parecer, aparecer. Se
trata de una riqueza mía que quiero sea vista y valorada por los otros.

Cada uno tiene que examinar quéle hace más vulnerable ante los demás: ¿En quéme siento herido más intensa o frecuentemente por los otros? Pierdo !a paz, si no soy apreciado, alabado o premiado en este punto.

San Ignacio pone el ejemplo del honor, en una época en que se cotizaba mucho «ser hombre de honor», «tener buena fama»(para no ser «in-fame», sin fama); ser estimado y reconocido. Hoy existen gabinetes de.imagen entre políticos, artistas, deportistas y famosos. La publicidad y propaganda de per­sonas y cosas son para crear buena imagen.

Ser tenido es depender de la opinión de otros, hacer lo que sea para con­seguirla buena. ¿Quéexpongo en mi escaparate cara a los demás?, ¿cuál es mi aspecto/objeto predilecto de mi publicidad ante los otros?, ¿quéexhibo de mío mío con vanidad o desvergüenza?

•   Sobresalir: El capítulo tercero del eje del mal es el preferirse a los demás, la so­
berbia, el sobretenerse: «¡No sabe Vd. con quién estáhablando!». «¡Mucho más


merezco yo!». Esto no se da solo en la sociedad civil, sino también en la eclesial y en la vida religiosa. ¿No hay demasiados Rvdmos., Excmos., limos., Emmos. Srs., Rvdmos. PP. y MM. Superioras y Superiores? ¡Todo muy evangélico!

San Ignacio pone el ejemplo del orgullo, en sentido de idolatrarme, de eri­girme sobre los otros, de endiosarme. Es el fariseísmo: «Yo no soy como los de­más hombres». Yo cumplo las regias; ellos no. «Yo pago el 10%», «no soy como ese publicano»(Le 18,11). Yo no soy como ios simples fieles, yo pertenezco al estado de perfección, yo soy miembro de tal movimiento cristiano...

Como resumen de la bandera de Satanás, escuchemos e! diálogo recogido en un diario:

-¿Quépides a cambio de tu alma?, preguntóSatanás al hombre. -Exijo riquezas, posesiones, honores, distinciones... Y también exijo poder, ju­ventud, fuerza, salud... Exijo sabiduría, genio, prudencia... Y también renom­bre, fama, buena suerte...Y amores, placeres, sensaciones... ¿Me darás todo esto? -preguntóe! hombre. -No te darénada -respondióSatanás. -Entonces, no tendrás mi alma.

-Tu alma ya es mía -contestóSatanás66. [Porque esos deseos le hacían ya su es­clavo.]

•Coloquio: Pedir luz para ver nuestras cadenas o lianas principales en los tres capítulos del tener, parecer y sobresalir, y pedir gracia para desenredarnos de la riqueza, la vanidad y ía soberbia.

■ La bandera de Cristo

Pero no nos quedemos ahí, pues nadie vive de negaciones. Pasemos a ver la bandera de Cristo rey. Los colores que ondean en los pliegues de la bandera de jesús son po­breza y humildad. Es decir, desprendimiento de símismo y abandono en Dios. Estos son sus dos valores.

Pregunta importante: ¿Por quéelige jesús este camino tan cuesta arriba de la na­turaleza humana? ¿Por masoquismo, por capricho, o porque es el mejor para la hu­manidad caída? No lo hizo por gusto, sino por conveniencia. Recordemos que el amor es la meta de la perfección. Pero ¿cómo llegar al amor real? En la primera carta a los corintios hay un canto al amor con una serie de cualidades:

66A. Dolina, en La Vanguardia, 18 de noviembre de 2004.

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El amor es compasivo y servicial,

el amor nada sabe de envidias,

de jactancias ni de orgullos.

No es grosero ni egoísta,

no pierde \os estribos, no es rencoroso,

Lejos de alegrarse de la injusticia,

encuentra su gozo en Ja verdad.

Disculpa sin límites, confía sin límites,

espera sin límites, soporta sin límites. {1 Cor 13,4-7).

Pero ese amor es costoso al egoísmo. Para alcanzarlo hay que hacerse pobre y hu­milde. La pobreza y la humildad no son fines, son medios para alcanzar el amor altruista.

•   Lo primero que caracteriza la bandera de jesús es la pobreza. Solo estaréen
paz conmigo y dispuesto a servir a Dios y a los demás, cuando sea libre para
poseer o no poseer algo.

Por eso, Pablo aconseja poseer como si no poseyera (cf. 2 Cor 6,10). San Ig­nacio da un paso más, y aconseja desposeerse, iiberarse de los bienes materia­les para hallar la libertad interior en relación con las cosas y la aptitud para entregarme a Dios y a los otros.

Ese desprendimiento varía de una persona a otra en su objeto:

Pobreza material es ser libre sobre dinero, comodidad, posesión, propie­dad, seguridad.

Pobreza social es ser libre en relación con lo que viene de la sociedad: fama, prestigio, poder, reputación, aprecio, alabanza, aplauso, éxitos, cargos, títulos.

Pobreza personal es ser libre en cuanto a salud, presencia, habilidades, cualidades.

Pobreza espiritual es ser libre en cuanto a dones recibidos o por recibir, in­diferencia.

El resumen de todo este criterio de pobreza lo da san Agustín: «Es mejor necesitar menos que tener más». O el Poverelfo de Asís: «San Francisco necesi­taba poco y lo poco que necesitaba lo necesitaba poco»(V. Borragán).

•   Humildad. Lo segundo que caracteriza la bandera de jesús es la humildad: Li­
berarme del ego me hace acogedor, disponible y me da paz. ¿Quién va a tur­
bar al humilde?

Pero, como la naturaleza aborrece el vacío, si me vacío de mi yo, estoy preparado para llenarme de Dios. Y al abandonarme totalmente en Dios, Dios sale garante de mi vida.


Nada te turbe, nada te espante. Quien a Dios tiene nada le falta, solo Dios basta {Teresa de Jesús).

•Humillación: Al hombre y la mujer posmodernos les cuesta mucho aceptar ese binomio pobreza-humildad, ya que toda la mentalidad actual pivota sobre todo lo contrarío: e! tener cada vez más como sea, y el ostentar los signos de importancia propia (gabinetes de imagen). Siempre ha sido así: riqueza y so­berbia han llevado de cabeza a la humanidad de todos los tiempos. Pero hoy estos elementos alcanzan cotas de exacerbación.

Sin embargo, a la dificultad anterior, san Ignacio, contraculturalmente, aún añade un elemento inherente a los que se acogen a la bandera de Cristo rey: la humillación, ei desprecio. Ai ponerme en seguimiento de jesús, me ex­pongo a recibir incomprensiones como él, (sin confundir los desprecios con causa y sin causa). No se trata de buscar humillaciones en plan masoquista-~¡ya vendrán sin buscarlas!-, sino de aceptar con garbo las que vienen sin culpa nuestra, por seguir el ejemplo de jesús.

He de tomar conciencia de que «soy un servidor inútil»que «solo he hecho lo debido»(cf. Le 17,7-10). Nadie me debe nada por cumplir con mi deber, ni tienen por quéreconocérmelo.

■ Dos Banderas y NT

Esta meditación no es un «invento»de Ignacio, sino un calco de pasajes del NT.

•  Bandera de Satanás. En cuanto a la bandera del mal caudillo, podemos repasar los siguientes textos:

Sobre la riqueza:

Los que se afanan por ser ricos se enredan en mil tentaciones y se dejan domi­nar por un sinfín de insensatos y dañosos deseos que hunden a los hombres en la tentación y la ruina. La avaricia es la raíz de todos los males. (lTím 6,9s).

No podéis servir al mismo tiempo a Dios y al dinero. Todas estas cosas las oían los fariseos, que eran amigos de! dinero, y se burlaban de ]esús. Él les dijo: -Voso­tros pretendéis pasar por hombres de bien delante de los hombres, pero Dios sabe lo que hay dentro de vuestro corazón; y aquello que para los hombres es más elevado Dios lo tiene por basura. (Le 16,13-15).

 

 

 

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Orgullo y pasiones:


alabada por jesús por su pobreza y desprendimiento. ¿Damos lo que nos sobra, o nos damos?67.

 

 

 

No os encariñéis con este mundo ni con lo que hay en él, porque no son compatibles el amor al Padre y eíamor ai mundo. Y es que cuanto hay de malo en el mundo -pa­siones carnales, turbios deseos y ostentación orgullosa- procede del mundo y no del Padre (1 jn 2,15-17).

•  Bandera de Cristo. En cuanto a la bandera del sumo capitán de los buenos, po­demos meditar los siguientes textos:

Pobreza:

Ya conocéis la generosidad de nuestro Señor Jesucristo: él era rico, pero se hizo pobre por vosotros, a fin de enriqueceros con su pobreza. (2 Cor 8-9).

Desprendimiento:

Quien vive preocupado solo por su vida, acabaráperdiéndola; en cambio, quien no se apegue a ella en este mundo, la conservarápara la vida eterna (jn 12,25).

Humildad:

Dios se cierra a los orgullosos y concede su favor a los humildes (St 4,6).

Y si estos textos dei NT aún parecen poco concretos, recurramos a tres casos per­sonales del Evangelio, para ver el estilo de la bandera de Cristo rey: Zaqueo, el pu-blicano y la viuda.

Zaqueo, el pequeño en estatura (Le 19,1-10): Es bajito y no puede llegar a ver a Je­sús. Pero, sin vergüenza, sube ai árbol y recibe el premio: «Baja deprisa, que voy a hospedarme en tu casa». La humildad es el principio de su conversión a la pobreza: «Doy la mitad de mi fortuna a los pobres y devuelvo cuatro veces lo defraudado». «Hoy ha entrado la salvación a esta casa». Zaqueo milita tras la bandera de jesús, el Pobre de Nazaret.

EíPublicano, pequeño en méritos (Le 18,9-15): Jesús pinta con mano maestra al fariseo, orgulloso cumplidor pero inmisericorde, despreciador de los demás. Y pinta con cariño al recaudador, que solo sabe pedir misericordia. Y termina eligiendo al publicano: «Os aseguro que este se puso a bien con Dios».

La viuda, pequeña en bienes (Le 12-41-44): Es una de las páginas más tiernas del Evangelio. Mientras los otros dan lo que les sobra, ella da lo que le hacía falta. Y es

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Último recurso

Para encajar la dureza de la bandera de Jesús, démosle un enfoque positivo, pen­sando que la pobreza y la humildad no son un capricho o un fastidio, sino un medio eficaz para liberarnos de la esclavitud del tener-ser tenido, del poder-poseer, y como un medio de liberarnos del egoísmo, para el amor altruista y el servicio a Dios y a los demás. Y, sobre todo, contemplemos la trilogía de la pobreza-humillación-humildad encarnadas en Jesús. Solo asítendrán el atractivo del Hombre ideal, nues­tro modelo.

Lo mismo, para rechazar tos lazos y cadenas del mal -la codicia, la vanidad, la soberbia-, ver cómo las vencióJesús, en el pasaje de las tentaciones y en toda su vida.

•Coloquio: Como en las grandes ocasiones, Ignacio nos manda hacer un triple coloquio:

El primero con María, la humilde esclava del Señor, la pobre aldeana de Nazaret, pidiéndole la «gracia de ser recibido debajo de ia bandera de Cristo rey», en pobreza y humildad. Y pedirle ayuda especial si llegan las humillacio­nes, pues ella fue señalada como la madre del ajusticiado en la cruz, el garrote vil de la época.

El segundo con Jesús, el pobre de Nazaret, el manso y humilde de corazón, el humillado como borracho y comilón, relacionado con la baja estofa social y religiosa, blasfemo, condenado a muerte de esclavos, pidiéndole la gracia de ser admitido en su equipo. Y ayuda extra, cuando lleguen las consecuencias humillantes de su seguimiento sincero.

El tercero con el Padre, para que me conceda la gracia de militar bajo la bandera de su Hijo, el predilecto, que se hizo pobre y uno de tantos, como un hombre cualquiera. Y ayuda especial, cuando lleguen fas humillaciones inhe­rentes a la militancia cristiana.

i       •  Oración final: Cuando no se tienen esos deseos de imitar a Jesús en pobreza,
\           humildad y humillación, san Ignacio nos sugiere el tener «deseos de deseos».

\          Por algo se empieza.

F. Segura, Ocho días de ejercicios. Santander, Sal Terrae, 1992.

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Otra fórmula es la de confesar paladinamente al Señor que no se tienen ni deseos ni deseos-de-deseos, pero pedir gracia para aceptar las humillaciones cuando lleguen. Para ello puede servirnos el leer la «Plegaria humilde», deí cardenal Newman:


ansiar la fama y el aprecio; otórganos copiar de cerca tu humilde y libre corazón.

(R. de Andrés69).

 

 

 

Jesús, Señor mío, yo creo, y por tu gracia quiero creer y reconocer, que es ver­dad hasta el fin dei mundo que nada grande se hace sin sufrimiento ni humilla­ción, y que por estos medios todas las cosas son posibles. Yo creo, Dios mío, que la pobreza es mejor que la riqueza, el dolor mejor que el placer, la oscuridad y el desprecio mejores que los honores. Dios mío, no te pido que me sometas a estas pruebas, que no sési sabría sopor­tar; pero, por lo menos, Señor, tanto en la prosperidad como en la adversidad, yo quiero creer lo que he dicho; no quiero poner mi confianza en la riqueza, la posición, el poder, la fama; no quiero que mi corazón descanse en el éxito de este mundo, ni se apoye en sus ventajas; no quiero desear (o que los hombres llaman recompensas de la vida. Más bien, yo quiero, con tu gracia, preferir lo que el mundo desdeña y olvida: honrar a los pobres, servir a ios que sufren, ad­mirar y venerar a los santos que dan testimonio de ti, y caminar con ellos, sin hacer caso de los criterios del mundo.

Finalmente, mi amado Señor, soy tan débil que no me atrevo a pedirte estos sufrimientos como un don, y no tengo fuerza para hacerlo; pero te pido que, al menos, sepa recibirlos cuando tú, en tu sabiduría y amor, me los quieras mandar68.

TEXTO DE APOYO

Bandera de Cristo Detrás de tu bandeía, Jesús, te seguiremos;

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6. TRES TIPOS Y TRES GRADOS

Meditación sobre tres binarios y tres maneras de humildad

Para ayudar a nuestra reforma de vida, ya hemos meditado sobre las Dos banderas, ios criterios del entendimiento para elegir según Cristo rey: pobreza y humildad con­tra riqueza, vanidad y orgullo, que son los criterios electivos del Maligno. De otra manera: vaciarse o desposeerse, prescindir del «¿quédirán?»y humillarse, contra tener(se), aparentar, sobresalir por soberbia.

Pero san Ignacio sabe que no es suficiente ver las cosas claras, sino que hay que contar con el corazón, con ia afectividad, a la hora de actuar, de reformar la vida. ¿Cómo? Por eso, a continuación de la meditación de Dos banderas, san Ignacio nos propone una meditación sobre Tres binarios, tres tipos de personas que presentan tres actitudes afectivas, tres posturas de disponibilidad, tres talantes de libertad, para elegir la más conveniente, ia mejor.

San Ignacio pone a estos tres tipos ante la suma de 10.000 ducados adquiridos, para saber si han de conservarlos o desprenderse de ellos desde una postura cris­tiana.

Esos 10.000 ducados representan todos los objetos (poseídos o codiciados, temidos o padecidos) de nuestros deseos desordenados: bienes materiales (dinero, inmuebles, lujos, placeres), bienes personales y sociales (cualidades, prestigio, amistades, méto­dos de trabajo, ministerios, tiempo...), bienes espirituales (egoísticamente poseídos o

buscados)70.

También se pueden imaginar otras comparaciones. Como tres enfermos: los tres quieren curarse, pero uno no pone ningún remedio, otro pone algunos excluyendo el principal, y el tercero estádispuesto a poner el necesario. O el caso de tres viaje­ros que desean llegar a un destino, pero el primero no saca billete ni utiliza ningún medio de transporte, el segundo utiliza recursos inadecuados, y el tercero echa mano del medio eficaz para llegar a buen término.

R. de Andrés, En todo amar y servir, o. c. D. López Tejada, o. c.

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■ Tres binarios

El tipo primero es el que no quiere cambiar. Estáapegado a su postura inmovilista, y da largas para más adelante, o hasta los próximos Ejercicios. «Mañana le abriremos, le decía, para lo mismo responder mañana». Como el cartel de la tienda: «Hoy no se fía, mañana sí», es decir, nunca.

El segundo tipo es el que quiere a medías. Estádispuesto a poner algunos medios «para contentar el alma», a pactar un compromiso, a hacer algo, pero no lo que cuesta ni io que debe hacer. Es el que quiere «nadar y guardar la ropa», «repicar e ir en la procesión», «encender una veía a Dios y otra al diablo», el que dice si con la boca pequeña, el que dice «sípero asíno», el del «sípero no».

El tipo tercero es el que quiere sin más, simplemente. El que dice «síy punto». El que estádispuesto a poner el medio necesario, el que le pide Dios, ese que es intoca­ble, el «cualquiera menos ese», el «todo menos eso». Es el que le dice a Dios: «Hágase tu voluntad». Es el incondicional, el sin reservas ni condiciones, ni letra pequeña ni cláusulas. El que «quema las naves». El que lo vende todo para adquirir el tesoro y la perla preciosa de la santidad y la perfección, el que se rinde a Dios y se entrega en sus manos:

Quiero lo que vos queréis, lo quiero porque lo queréis, lo quiero cuando lo queréis, lo quiero como lo queréis, lo quiero donde lo queréis, lo quiero porque io queréis.

•Reflectir. Se trata de auscultarse con sinceridad, para ver de quétipo soy, en general. Y, si llevo algo importante entre manos, para detectaren quéactitud me hallo, y actuar.

■ Tres binarios en el NT

Pero si estas consideraciones te parecen demasiado teóricas, veamos a los tres tipos en casos concretos, personalizados en el NT:

•  El tipo primero, el que no quiere, es el joven rico. Ser perfecto, sí; pero ser po­bre, no:


jesús le dijo:

-Si quieres ser perfecto, vende todo lo que posees y reparte el dinero entre los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo. Luego vuelve acáy sigúeme. Cuando el joven oyóesto, se marchóentristecido, porque era muy rico (Mt 19,16-22).

Otros ejemplos de algunos conversos:

Fueron muchos, incluso entre los jefes de los judíos, los que creyeron en Jesús. Pero no se atrevían a manifestarlo públicamente, porque temían que los fari­seos los expulsaran de la sinagoga. Apreciaban más tener una buena reputación ante ios hombres que tenerla ante Dios (jn 12,42-43).

El primer hijo de la miniparábola de los dos hijos responde a su padre: «Ya voy»y no fue (Mt 21,28-51). La higuera estéril (Le 13,6-9). La viña improductiva (Mt 21,33-64).

Reflectir. Nosotros lo dejamos todo un día, como los Apóstoles. Tal vez fue poco (unas redes y una barca, o solo el porvenir) ¿Lo seguimos dejando? ¿0 de­jamos lo más, para no dejar pequeñas cosas, que nos impiden el seguimiento incondicional de jesús?

El segundo tipo, el que quiere a medias, pueden ser los condicionales:

A otro le dijo Jesús:

-Sigúeme.

Y él respondió:

-Señor, permíteme primero que vaya a enterrar a mi padre [atenderle hasta que

muera. Te seguiré, pero más tarde].

jesús le dijo:

-Deja que los muertos entienen a sus muertos. Túdedícate a anunciar el reino

de Dios. [Y, ahora].

Otro le dijo también:

-Estoy dispuesto a seguirte, Señor, pero primero permíteme que me despida de

los míos. [Es una condición pequeña y razonable, pero condición].

jesús íe contestó:

-Quien pone su mano en el arado y vuelve su vista atrás no es apto para el

reino de Dios. (Le 9,57-62).

También podría entrar aquíNicodemo: Reconoce a jesús como rabíveraz, pero no se atreve a manifestarlo en público y a la luz del día. Solo en la clan-

 

 

 

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destinidad de la noche (Jn 3). O Joséde Arimatea. Haráfalta ia muerte de Jesús en la cruz, para salir del anonimato y ofrecerse a enterrar su cuerpo. Antes serátambién un cristiano clandestino.

Otros ejemplos: Pilato quiere salvar a Jesús, pero sín poner el medio eficaz (jn 18,33; 19,1-17); los invitados a la cena que se excusan (Le 14,16-24).

Refiectir. ¿Cómo respondo yo? ¿Pongo también condiciones retardatarias al actual seguimiento de Jesús?: ¿Hasta el próximo retiro, hasta los siguientes Ejercicios? ¿Confesamos a jesús sin tapujos, sin vergüenza?, ¿o nos avergonza­mos del Evangelio?

El tipo tercero, el que quiere. Es ei incondicional:

Mientras iban de camino, un hombre dijo a Jesús:

-Estoy dispuesto a seguirte a donde quiera que vayas.

jesús le contestó:

-Las zorras tienen cubiles y los pájaros nidos, pero el Hijo del hombre no tiene

ni siquiera donde reclinar la cabeza. (Le 9,57). [Al no decir nada en contra, se

supone que siguióa Jesús].

El tipo tercero, según jesús, es el de la entrega total: «Aquel de vosotros que no estédispuesto a renunciar a todo no puede ser mi discípulo»(Le 14,35). «Todo», es decir, todos los bienes, todas las personas (familiares, amigos) y a sí mismo (el propio yo).

Refiectir: ¿Es esta nuestra disposición en el seguimiento actual de jesús? ¿O le anteponemos algún afecto a cosas (cargo, lugar), personas, o a nuestro nar­cisismo y egocentrismo?

El tipo tercero, según Pablo:

Sigo pensando que nada vale la pena en comparación con ese bien supremo que consiste en conocer a Cristo Jesús, mi Señor. Por él renunciéa todo y todo lo es­timo basura, con tal de ganar a Cristo (Flp 3,8).

Refiectir. ¿es nuestra actitud actual la de Pablo ante el seguimiento de je­sús, el tesoro y la perla preciosa?

■ Tres maneras de humildad, obediencia o amor

Finalmente, para facilitar la actitud de! tipo tercero de persona, san Ignacio nos pro­pone la meditación sobre Tres maneras de humildad, que otros llaman de tres grados de obediencia y otros interpretan como tres grados de amor.


•   Primera manera: Exige abajarme a todo lo que haga falta, en materia de po­
breza y humildad, con tal de no ofender a Dios gravemente. O exige obedecer
a Dios de tal manera que haga todo lo que sea necesario, con tal de no ofen­
derle nunca gravemente. O exige amar a Dios de tal manera que pase por todo
lo que sea, con tal de no ofenderle gravemente jamás,

Refiectir. Nos puede parecer fácil este grado primero, pero ¿estamos dis­puestos a dar la vida como los mártires, en la disyuntiva entre seguir viviendo, o renunciar a la fe? Naturalmente, contando con la gracia de Dios.

•   Segunda manera: Exige el mismo sometimiento de pobreza y humildad, con tal
de no ofender a Dios levemente. O exige el mismo grado de obediencia a las le­
yes de Dios necesario para no ofenderle venialmente. O exige amar a Dios de
tal manera que pase por lo que sea, con tal de no ofenderle ni siquiera ligera­
mente.

Refiectir. Se trata de que cada uno examine con sinceridad su disposición de ánimo respecto al sometimiento, la obediencia y al amor de Dios en todas las cosas leves, al precio que sea. Desde luego, suponiendo siempre la ayuda divina.

•   Tercera manera: En la 3a manera de humildad, obediencia o amor, san Ignacio
rompe la baraja, y nos propone "el más difícil todavía", que al mismo tiempo
es lo que facilita las cosas:

La tercera manera es humildad perfectísima, es a saber, cuando incluyendo la primera y la segunda, siendo igual alabanza y gloria de la su divina majestad, elijo más pobreza con Cristo pobre que riqueza, oprobio con Cristo lleno de ellos que honores, y desear más ser estimado por vano y loco por Cristo -que primero fue tenido por tal- que por sabio y prudente en este mundo (EE 167).

La tercera manera llega a amar a Dios de tal manera que elige la pobreza y humildad por parecerse más a Jesús, que llevóel amor a! Padre hasta la humi­llación de la muerte en cruz. Se trata de un amor de imitación, de segui­miento. De esta actitud de actuar por mimetismo nos dan lecciones los fans jó­venes de hoy, que son capaces de cualquier cosa por parecerse a sus ídolos de moda.

Refiectir. Ver si nos dejamos atraer por Jesús en la obediencia y ei amor al Padre hasta el punto de verificar su profecía «Cuando sea elevado sobre la tie­rra atraeréa todos hacia mí. Decía esto para dar a entender la muerte con la que iban a matarlo»(jn 12,32-33).

Tampoco este grado tercero de humildad-obediencia-amor es un invento ignaciano. Se puede ver en textos del NT:

 

 

 

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En cuanto a mí, jamás presumo de algo que no sea la cruz de nuestro Señor Jesu­cristo, por quien el mundo estácrucificado para míy yo para el mundo (Gal 6,14). Pienso que nada vale la pena, si se compara con el conocimiento de Cristo je­sús, mi Señor. Por él he sacrificado todas las cosas y todo lo tengo por estiércol con tal de ganar a Cristo y vivir unido a él (...) No pretendo decir que ya haya alcanzado la meta o conseguido la perfección, pero me esfuerzo por ver si la conquisto, ya que yo mismo he sido conquistado por Cristo (Flp 3,8-12). [Ahí estáel secreto: me interesa la santidad por ser como él]. Tened los mismos sentimientos que tuvo Cristo )esús. El cual, teniendo natura­leza divina, no juzgótesoro codiciable el aparecer igual a Dios. Al contrario, se despojóde su grandeza, tomóla condición de esclavo y se hizo semejante a los hombres. Y en su condición de hombre se humilíóa símismo haciéndose obe­diente hasta la muerte y muerte de cruz (Flp 2,5-9).

El que entre vosotros quiera ser grande y el primero, que se haga el último de todos y eíservidor de todos. Porque el Hijo del hombre no ha venido a que le sirvan, sino a servir y a dar la vida en rescate por la multitud (Mt 20,26-28).


constituyen la norma de evaluación final de Cristo rey: «Lo que hicisteis con ellos lo hicisteis conmigo»[porque yo soy ellos] (Mt 25,31ss).

Coloquio:

Después de meditar los tres tipos de personas y las tres maneras de humildad, pe­dir luz y gracia para aplicarlos a nuestra Reforma personal, con generosidad.

Hacer un coloquio con María, la humildísima, la obedientísima, la amantísima de Dios, para que nos ayude a entrar en el grupo del binario tercero, de los que quieren poner todos tos medios necesarios y convenientes para obedecer y amar a Dios {Ave­maria).

Hacer un coloquio con Jesús, pobre y humilde, para que nos défuerzas en la apli­cación de los medios que él empleóa fondo para obedecer al Padre en la vida y hasta la muerte {Alma de Cristo).

Hacer un coloquio con el Padre, para que nos enamore de tal manera de su Hijo que queramos ser hermanos suyos no solo de nombre, sino por el parecido en su imi­tación y seguimiento {Padrenuestro).

 

 

 

■ En síntesis

La reforma de nuestra vida, según el «evangelio de san Ignacio», consiste en elegir al Jesús marginado. Por amor a él, elijo al

  • Jesús marginado por nacimiento: «María dio a luz allía su primogénito, lo en­volvióen pañales y lo puso en un pesebre»(Le 2,7). En una cueva, fuera de Be­lén.
  • jesús marginado por los suyos: «Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron» (jn 1,11). Jesús es causa de división y escándalo entre vecinos y familiares de Nazaret, y entre la gente y los discípulos, en la llamada «crisis galilea»: «¿Tam­bién vosotros queréis iros?»(Jn 6,67). Y los Doce le abandonan en Getsemaní (Me 14,50), dejándole «solo ante el peligro».
  • Jesús marginado por las turbas: «¿Quién puede soportar ese lenguaje?»(jn 6,60) (crisis Galilea). «¡Mata a ese y suelta a Barrabás!»(Le 23,18) (juicio ante Pi-lato).
  • Jesús marginado por la muerte: Muerto en cruz, como esclavo, no como ciu­dadano romano, y fuera de la ciudad santa, en la periferia.
  • jesús marginado libremente con los marginados: Se solidariza con los pobres, no por una opción desde fuera, en plan paternalista, sino haciéndose pobre con ellos. Y convirtiéndolos en el santo y seña de su misión: «Responded a Juan lo que habéis visto y oído:... y los pobres son evangelizados. Y dichoso el que no se escandalice de mí" [un Mesías Rey así] (Mt 11,2-6). Y ios marginados

7. «PASÓHACIENDO BIEN»

Síntesis de la vida pública de Jesús

Los ejercicios completos duran un mes. Los de ocho días son una síntesis. En ambos casos son solo una iniciación para seguir la contemplación y meditación del misterio cristiano durante todo el año y toda la vida.

Ya contemplamos la vida oculta de jesús: sus treinta primeros años. Ahora con­templaremos la vida pública, sus tres últimos años.

Para sintetizar ese trienio en una contemplación, ¿quépágina elegir dentro del abanico tan amplio de posibilidades? Voy a sugerir tres pasajes en que aparece es­quemáticamente la actividad plural de Jesús a lo largo de los cuatro evangelios y a lo ancho de Tierra Santa.

■ Preparación

Recordemos que la contemplación es sumergirse en la escena «como si presente me hallase», interviniendo activamente. Miremos las personas. Veamos lo que hacen, Oigamos lo que dicen. Pero, sobre todo, contemplemos y escuchemos a Jesús, refle­jándolo en nosotros, para sacar algún provecho.

 

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Petición. La oración propia de la segunda semana: «Conocimiento interno de "este" Cristo de la vida pública, para más amarle y seguirle mejor».

,m Primera secuencia: Síntesis de la vida pública de Jesús (Mt 4,23-24)

t

'' Analiza la frase de Pedro en los Hechos: «Pasópor la tierra haciendo bien»(Hch 10,38). «Jesús recorría toda Galilea enseñando en las sinagogas»(Mt 4,23). Mezclémonos con los discípulos, para no perdernos detalle. ¿Quéenseñaba jesús? «Anunciaba ia buena noticia del Reino y curaba toda clase de enfermedades y dolencias de la gente»(Mt 4,23). ¿Quécuraba Jesús? «Le traían a todos los que padecían algún mal: a los que sufrían diferentes enfermedades y dolores, y a los endemoniados, lunáti­cos, paralíticos. Y los curaba»(Mt 4,24).

Dos cosas hacía Jesús, que eran una: Su enseñanza era con autoridad, porque no se reducía a meras palabras. Consciente de que una cosa es predicar y otra dar trigo, jesús practicaba ambas: decir y hacer.

Reflectir: Al espejarnos en este ejemplo docente de jesús «con autoridad», debe­mos preguntarnos: ¿no nos sobran palabras y nos faltan obras? ¿No hay inflación de discursos y deflación de acciones? ¿No predicamos demasiado, pero damos poco trigo?

jesús anunciaba la buena nueva del Reino. No era un aguafiestas, un ceñudo pro­feta de negaciones y prohibiciones, sino un mensajero de buenas noticias, de albri­cias, que se sintetizan en el Reinado de Dios. Por eso le seguía la gente entusiasmada.

Hemos de recorrer las parábolas, donde Jesús va desgranando las distintas face­tas del Reino de Dios, para descubrir toda su hondura. Pero su síntesis estárecogida en el prefacio de la fiesta de Cristo rey: «un Reino de verdad y vida, de santidad y gracia, de justicia, amor y paz». ¿Hay algo más positivo?

Más que el reinado de Dios, Jesús nos anuncia al Dios del reino: que no es un dés­pota, sino un Padre que quiere, en lugar de subditos, hijos suyos y hermanos entre sí. Según Jesús, el Reino de Dios es una familia bien avenida.

Reflectir: ¿Es nuestra enseñanza teórieo-práctica como la de jesús: una buena noticia? ¿O somos esos «profetas de calamidades», que censuraba Juan XXIII,«el papa bueno»? ¿Es la Iglesia esa vieja gruñona que riñe y amenaza? ¿O es el eco ama­ble del Jesús del Evangelio?

Y «jesús curaba toda clase de enfermedades y dolencias»(v. 23b). Se podría ha­cer una lista de ambulatorio, hospital o clínica, con todas las enfermedades curadas por Jesús a lo largo de los cuatro evangelios. Los intérpretes bíblicos traducirán con equivalentes actuales las dolencias descritas o diagnosticadas por Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Pero no podrán minimizar el inmenso número de curaciones realizadas por jesús. Suprimir todas las páginas del Jesús sanante sería mutilar gravemente el Evangelio.

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Otro aspecto notable que descubrimos en la labor sanadora de Jesús médico es que atendía tanto a los cuerpos como a las almas (enfermos y endemoniados), do­lencias físicas, psicológicas y morales, porque le interesaba el ser humano completo: alma encarnada, cuerpo animado.

Sobre el sentido de las curaciones de jesús, tradicionalmente se han presentado como una prueba para demostrar su divinidad. Hoy nos convence más el verlas como un argumento para mostrar su humanismo, su corazón, que «sentía compasión de la gente».

Otra dimensión que observamos: jesús curaba a todos, sin discriminación: niños, jóvenes y mayores, mujeres y hombres, judíos y extranjeros.

Reflectir: Mientras contemplamos al Jesús sensible al sufrimiento humano, pulse­mos esta doble reacción: ¿Nos ponemos a tiro, para dejarnos sanar por Jesús de nuestras taras espirituales, o se las ocultamos con autosuficiencia? ¿Imitamos la di­mensión sanitaria de Jesús, intentando sanar cuerpos, almas y corazones: estrés, de­presiones, soledades...?

■ Segunda secuencia: Resumen de una jornada tipo en la vida pública de Jesús (Me 1,32-39)

Contemplemos un día en el calendario de jesús, al comienzo de su vida activa: «De madrugada, antes del amanecer, Jesús se levantóy, saliendo de la ciudad, se dirigió a un lugar apartado a orar»(v. 35). Descubramos a jesús en esta amanecida de Ca-farnaún.

•Contemplemos, en silencio, al jesús orante. Aquí, al comienzo del día, para consagrarlo al Padre, antes de salir el sol. Escuchémosle repetir: Abba, Abba. (En Tierra Santa sentílo que significa esta palabra. Fue al ver a un niño co­rriendo tras su padre, diciéndole abba, abba!, como cuando nosotros, de ni­ños, llamábamos «¡Papá, papá!»).        J/ ^^on*:   ^^w^ ¿\¿v^C

Reflectir: SkfiQl}¿nteitfds-«l56au^^                                                        a' me-

nos no omitamos nunca el ofrecimiento personal de la jornada a Dios. Nos puede servir el que sugiere el Director internacional del Apostolado de la Ora­ción a sus cuarenta millones de socios:

Dios, Padre nuestro,

yo te ofrezco toda mi jornada:

mis oraciones, pensamientos, afectos y deseos,

palabras, obras, alegrías y sufrimientos,

en unión con tu Hijo, Jesucristo

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que sigue ofreciéndose a Ti

por la salvación del mundo.

Que el Espíritu Santo, que guióa Jesús,

sea mi guía y mi fuerza en este día

para que pueda ser testigo de tu amor,..

Nadie más ocupado que jesús, pero nadie más orante. Si no tenía tiem­po, lo robaba del sueño, madrugando. Si tenía que conectar con los herma­nos, tenía que tratar primero con el Padre para saber quédecirles y cómo tratarles.

Reflectir: Nuestra agenda cargada no nos autoriza a dejar la oración a Dios. ¿Seguimos creyendo que la oración es ei alma de todo apostolado? Si no cargamos las pilas, ¿cómo vamos a iluminar a otros? La oración es eí«móvil» de contacto con el Padre, siempre abierto, con cobertura permanente. Orar no es perder el tiempo con Dios, sino ganar tiempo con Dios para bien de los demás.

A lo largo del día, si no podemos tener tiempos de paréntesis oracional, al menos hemos de trufarlos de jaculatorias: «Todo por Ti», «Gracias, Pa­dre»... Teresa de Lisieux decía que no estaba más de tres minutos sin pensar en Dios.

En otras ocasiones, ios evangelios nos presentan a Jesús orando en distin­tas horas del día y de la noche, y en diversos lugares: en el monte, antes de la elección de los Doce. Igualmente, antes de calmar el lago encrespado. También en Getsemaní. Era una práctica habitual nocturna de jesús: conversar con el Padre sobre la marcha del día pasado y planificar el siguiente.

Reflectir: ¿Es nuestro último rato, antes de dormir, para el Padre, para exa­minarnos ante él, darle gracias, pedirle perdón y preparar nuestra agenda de mañana?

Y tras la oración, la acción. Escuchemos a Pedro que le dice a Jesús, al descu­brirlo orando al amanecer: «Todos te buscan»(v. 36). Y la respuesta de jesús: «Vayamos a los pueblos cercanos a anunciar el mensaje también allí. Para eso he venido». Descubramos la triple acción de Jesús, en un día de su agenda: 1a) Acción docente. ¿Cómo? Recorre Galilea entera, sin coche, sin avión ni tren, ni siquiera a caballo. A pie. ¿Dónde habla? En las sinagogas, aprovechando ei centro de reunión del pueblo. Otras veces, en calles y plazas, en caminos y playas, en montes y llanuras. Escuchémosle. ¿Quéanuncia? El mensaje: la buena noticia del Reino de Dios, el plan del Padre para la convivencia hu­mana.

Reflectir: ¿Es el Evangelio nuestro libro de lectura y formación perma­nente, nuestro libro de cabecera? ¿Inspiramos en él nuestros criterios y nues-


tro magisterio? ¿Ante todo predicamos e¡Reino de Dios y su justicia? ¿No te­nemos a veces criterios mundanos?

2-) Acción liberadora, expulsando demonios. «Y expulsómuchos demonios» {v. 34). Dejemos a los exegetas interpretar si los demonios son seres personales o personificaciones del mal moral. Lo indiscutible es que Jesús liberaba del mal o de! malo a la gente. Esa labor de soltar ataduras de esclavitud espiritual se repite dos veces en esta síntesis de un día en la vida de jesús, y en diversas oca­sionas en otros pasajes.

3a) Acción sanante. Con machacona insistencia Marcos nos repite que jesús liberaba no solo del mal espiritual, sino también del físico: «Al anochecer, cuando ya el sol se había puesto, le llevaron todos los enfermos (...) Y jesús curóa muchos que padecían diversas enfermedades»(vv. 32.34).

Es incuestionable ía acción curativa de Jesús. Repitámoslo: suprimir de los cuatro evangelios las referencias a curaciones masivas, grupales y personales supondría descuartizar ia buena nueva de la vida pública. A jesús no le intere­saban solo las almas, le importaba el ser humano completo, que es espíritu en­carnado, cuerpo animado.

Y el motor de sus curaciones era el humanismo de su corazón, su compa­sión, su misericordia, hacía las miserias humanas, también las corporales: «Me da compasión esta gente»(cf. Me 6,34).

Reflectir: Mirando al Jesús histórico real, hemos de cambiar nuestra acti­tud de «salvar almas»por la de «salvar personas», porque Jesús pasóhaciendo bien corporal y espiritual.

3a secuencia: Programa de la vida pública de Jesús (le 4,16-21)

Tras la contemplación de una síntesis de la vida activa de Jesús y de una jornada de su agenda, ofrezco una tercera sugerencia sobre el «manifiesto»de la actividad pú­blica de Jesús, por si aún falta materia.

Sin cansarnos, sigamos a jesús andariego desde Cafarnaún hasta su pueblo:

Llegóa Nazaret (...) y, como tenía por costumbre, entróel día festivo en la sinagoga y se puso en pie para leer lasEscrituras. Le dieron el libro del profeta Isaíasy, a! abrirlo, encontróel pasaje que dice: «El Espíritu del Señor estásobre mí, porque me ha consagrado para llevar a los pobres la buena nueva de la salvación; me ha en­viado a anunciar la libertad a los presos y dar visión a los ciegos, a liberar a los opri­midos y a proclamar un año de gracia»(vv. 16-19).

 

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s         ¿Fue causal el hallar esta página de la Escritura, o fue elegida por Jesús? Sin duda,

encontróeste pasaje porque, tras desenrollar el rollo, lo buscó. ¡Lo habría leído y

/    meditado tantas veces! Era el programa escogido para toda su vida pública, ailí, en

/    el Nazaret de su vida privada. Allí estaba María. Acerquémonos a ella, para ver

f     cómo bebe las palabras de su Hijo.

j           Lo primero que llama la atención es el influjo del Espíritu Santo: «El Espíritu del

| Señor estásobre mí». Si ya el comienzo de la vida histórica de jesús fue por la acción l del Espíritu Santo (Le 1,35), el comienzo de su vida pública también: «Fue llevado al j desierto por el Espíritu»(1,12). Y al volver, el Espíritu Santo se posósobre él en el ; bautismo y el Padre lo proclamósu Hijo querido (Me 1,9-11). Y ahora, al comienzo de j su misión mesiánica, la empieza dejándose llevar por la presencia del Espíritu: «Está |     sobre mí».

i           Reflectir: ¿Es para nosotros el Espíritu Santo el Dios desconocido, o es el Alma de

í     nuestra vida espiritual y apostólica? ¿Es el Viento y ía Líama de nuestro Pentecostés j     pastoral, como el de la primitiva iglesia?

j            Aprendamos a quéconduce el Espíritu a jesús: a llevar la buena noticia salva-

¡      dora a los pobres, a iluminar a los ciegos, a proclamar un año de gracia. Y por dos (      veces aparece en el programa la liberación: a liberar a los oprimidos y a liberar a

los presos.
|             Reflectir: ¿Quéhemos hecho de la Teología de la Liberación? ¿Liberamos de cual-

¡quier opresión, esclavitud, cárcel moral o física? ¿Seguimos la opción posconciliar I por los pobres, o la hemos olvidado ya? ¿Iluminamos con la luz evangélica a los cie­gos voluntarios o ignorantes? ¿Cumplimos la consigna de jesús: «Vosotros sois la luz del mundo»(Mt 5,14) Ante la oscuridad espiritual y moral de una sociedad de espal­das al Evangelio, ¿cedemos a la tentación del pesimismo, o encendemos nuestra vela para iluminar cristianamente alrededor? ¿Proclamamos la gracia perdonadora, o cargamos las conciencias y la vida de la gente?

Coloquio: Terminemos pidiendo a jesús que nos admita en el compromiso de to­mar como programa cristiano su tarea de predicar y dar trigo, de sanar y liberar, de

anunciar la buena nueva del Reino del Padre.

i

\

\

\

\                  TEXTO DE APOYO

\

\                Sabor a Cristo

\

\

\              Saber a Cristo vivo,

\             amarle con pasión,

\            seguirle intensamente,

\           concédenos, Señor.

10.4


Gustar a Jesucristo, quererle más y más, servirle cada día, otórganos, Señor. Desvélanos al Cristo maestro de los hombres, salud de los enfermos, haciendo siempre el bien.

(R. de Andrés71)

R. de Andrés, En todo amar y servir, o. c.

 

4

3a SEMANA

LA CRUZ DE LA MONEDA PASCUAL

1. «EN GRANDÍSIMA SEÑAL DE SU AMOR»

Cenáculo: eucaristía, lavatorio, mandamiento

Si ya hemos hecho nuestra reforma de vida, siguiendo las huellas de Cristo rey, ¿qué nos queda por hacer en los dos días restantes de ejercicios? Muchísimo. San Ignacio dice que nos queda ratificar o rectificar nuestro proyecto, a la luz del Misterio pas­cual de Jesús. Por eso, vamos a dedicar este día a la Tercera Semana, la de la cruz de ¡a moneda pascual -ía pasión y muerte de jesús-, y mañana a la cuarta semana, la cara de la Pascua: la resurrección de Cristo.

■ Cenáculo

San Ignacio coloca como primera contemplación de la tercera semana la eucaristía, puente entre la vida pública y ía pasión mortal de Jesús.

  • Composición de lugar: El cenáculo es la cita para ver cómo Jesús afronta «su hora», quéhace antes de la hora de los adversarios y del poder de las tinie­blas.
  • Petición: Conocimiento interno de Jesús cuyo amor cordial, entrañable, se manifiesta en el invento de la eucaristía, el lavatorio de los pies, y el manda­miento del amor cristiano.

Es una contemplación. Pidamos permiso a las autoridades de Jerusalén para entrar en el cenáculo. Y si no nos lo dan, acerquémonos a un sagrario, como a un televisor, para asistir, aquíy ahora, a lo que hizo Jesús en el primer Jueves Santo, porque el Je­sús actual de la Eucaristía es el mismo del Cenáculo.

107

 

■ Eucaristía

/1 San Ignacio, de sobriedad vasca en ejercicios, aquíusa dos superlativos: «Instituyó el sacratísimo sacrificio de la eucaristía, en grandísima señai de su amor». Y es lo que vamos a ver en su triple vertiente de presencia, alimento y sacrificio. ¿Por quéia Eu­caristía es una prueba de grandísimo amor?

•Eucaristía Presencia. El amor pide cercanía de! ser querido. Y cuando !a proxi­midad física resuita imposible, se recurre a sustitutivos para llenar la ausen­cia: una foto, un ramo de flores, un regalo, un correo electrónico, una lla­mada por e! móvil: algo que nos acerque al ser querido ausente.

Pues bien, la prueba del amor de Jesús es que, cuando tiene que ausentarse físicamente, no quiere dejar a sus seres queridos, y su corazón inventa la eu­caristía. No un recuerdo, ni una foto borrosa, sino su presencia real en cuerpo, alma y divinidad. La eucaristía es una corazonada de Cristo Corazón.

Es señal contundente de amor, porque a nadie se le hubiera ocurrido jamás tal invento. Psicológicamente, es imposible reaccionarían generosamente en «la noche en que iba a ser entregado»(1 Cor 11,23). Una persona norma! se alegra de que, al fin, va a poder alejarse de los que ha tenido que soportar du­rante tres años. Todo io más dirá: «Os perdono, pero ahíos quedáis. Me alegro de librarme de vosotros». Pero jesús es el hombre ideal, y más que hombre, Dios. Por eso jesús se queda, libre y lúcidamente. Y no porque é! necesite nues­tra compañía, que tan mal le fue, sino porque nosotros íbamos a necesitarla en esas horas bajas que todos registramos en nuestro reloj personal, para ese ca­mino de Emaús que recorremos cansados de ser buenos, huyendo de los demás, necesitados de exclamar: «Quédate con nosotros porque anochece»(Le 24,29) y se oscurece la fe. ¿Quésería de nosotros sin el sagrario?

Pero, la presencia de Jesús bajo las especies eucarísticas nos ha de recordar su otra presencia bajo las especies humanas: «Lo que (no) hicisteis a ellos, (no) me lo hicisteis a mí»(cf. Mt 25,45), porque yo estoy en ellos, especialmente en los más necesitados: hambrientos, destechados, enfermos, solitarios, desnudos...

Reflectir: ¿Somos cismáticos, dando culto al Jesús eucarístico y no culti­vando al Cristo en su Cuerpo social?

\      •   Eucaristía Alimento. Pero el amor, que pide presencia, necesita también

\        unión, fusión. La comunión llega a su máximo exponente humano en el «serán

\        los dos una sola carne»(matrimonio). Y en la amistad, donde se había del

\       amigo como de otro yo, Pero aún existe otra fusión más profunda y perma-

|       nente que la amistad y el matrimonio: la del alimento, que se hace carne pro-

I       pia con el que come. Gandhi decía: «Si Dios viniera a la tierra, lo haría en

i      forma de pan».

\ \ 198


Pues bien, otra prueba del amor de Jesús en la eucaristía es que añade a !a presencia estática en el sagrario, el dinamismo del alimento: «Tomad y comed: esto es mi cuerpo». «Tomad y bebed: ésta es mi sangre de la nueva alianza» (Me 14,22.24).

La eucaristía es una fusión como la de ia comida y la bebida en simbiosis con nosotros. Pero hay una diferencia esencial entre la comida eucarística y el alimento natural. Al comer, asimilamos los alimentos hasta convertirlos en carne propia, porque somos superiores a ellos. Pero, en la comunión, como Je­sús es superior a nosotros, nos asimila, hasta autorizarnos a decir: «¿Vivo yo? jNo soy yo: es Cristo quien vive en mí!»(Gal 2,20). El filósofo Feuerbach decía: «El hombre es lo que come». Y como sólo come materia, solo es material. Pero, ¿y si come a Cristo? Entonces se cristifica, se diviniza. Por eso, Jesús afirma: «Quien come mi carne y bebe mi sangre vive en míy yo en él»(Jn 6,54).

Reflectir: ¿Cuántos miles de comuniones hemos recibido? ¿Cómo comulga­mos: con rutina, o como si fuera la primera, o la última o la única comunión de toda ia vida? San Ignacio, ya ordenado sacerdote, espero más de un año antes de celebrar su primera misa, para prepararse mejor. Pero la comunión del jesús eucarístico debe armonizarse con la comunión del Cristo comunidad. No,podemos comulgar a Jesús y «no tragar»a los hermanos. Más aún: quien come la carne de jesús no puede contentarse con esa comunión personal, sino que ha de pasar a la comunión social, dando de comer al Jesús hambriento, que nos dice en la Eucaristía: «Dadles vosotros de comer»(Mt 14,16) a los miem­bros hambrientos de mi Cuerpo. La comunión no es comer, sino comer juntos: «partir el pan»es compartirlo. Por eso, el que comparte el pan eucarístico ha de compartir el otro pan, los otros panes. Asílo entienden los cristianos lúci­dos, como Helder Cámara, que cuenta cómo una religiosa misionera recorrió varios kilómetros para ir a misa y comulgar. El obispo fe dio la comunión y des­pués le dijo: -Hermana, Vd. ya estáen comunión con Jesús, porque la gente a la que sirve es él.

Reflectir: ¿Respondemos a la comunión pasiva (comulgar) con la comunión activa (dar comida)?

Eucaristía Sacrificio. Pero en la eucaristía como expresión del amor de jesús aún hay más: la tercera dimensión. Hemos recordado que el amor pide presen­cia y hambrea fusión. Hay que añadir que el amor exige sacrificio por el ser amado.

Un amor que se contenta con la grata convivencia, el gozo de la intimidad y el placer de la cohabitación, con la luna de mieíen plenilunio, puede ser un amor de pocos quilates. El amor se da también hasta en lo malo: «aguanta sin límites, soporta sin límites»(1 Cor 13,7). Para llegara su plenitud, el amor debe llevar en sus pliegues el sello de! sacrificio en favor del otro. Mientras no se

109

 

llega a la prueba de fuego del sufrimiento por la persona amada, el amor es aún incierto. Pero si es capaz de soportar penas y sinsabores, de compartir en­fermedad y humillación, de encajar traición e infidelidad, entonces el amor puede sacar nota de sobresaliente o matrícula, en la reválida de su examen fi­nal. Por eso, en la fórmula del amor matrimonial se dice: «Asíen lo bueno como en io malo».

Pues bien, la prueba máxima, inequívoca, del amor de jesús a la humani­dad -a cada ser humano, a mí- radica en que llegóa la pasión y la cruz, reali­zando el dicho del Cantar de los cantares: «El amor es fuerte como la muerte» (cf. Cant 8,6). jesús mismo dijo: «No hay amor mayor que el dar la vida por los amigos»(Jn 15,13). Y él, «habiendo amado a los suyos, los amóhasta el fin» (13,1).Y para que esa muerte no quedara como un acto aislado, perdido en la lejanía del siglo I, quiso repetirlo millones de veces. Mandórenovarlo, in­cruenta pero realmente, misteriosa pero verdaderamente en el sacrificio de la eucaristía: «Haced esto en mírecuerdo»(Le 22,19). Es decir, para que recordéis cada día lo que os quiero, hasta dónde he llevado mi amor. Porque yo no he muerto solo por mis contemporáneos del Gólgota, sino por cada uno de los humanos de todos los tiempos y lugares. Por eso quiero que repitáis, hasta que vuelva al fin de la historia, mi único sacrificio redentor, múltiple en mitlona-rias repercusiones.

Como una estrella muerta hace años luz sigue brillando hoy en el cielo, el Cuerpo de jesús, muerto hace dos mil años en el Calvario, sigue muriendo por nosotros en el altar, incruentamente, pero con el mismo amor de su corazón en la cruz. Su única muerte de entonces sigue llegando ahora intacta a cada una de nuestras celebraciones eucarísticas.

La Eucaristía es el memorial de su Pasión. Por eso, cada vez que asistimos a su celebración es como si estuviéramos presentes en el cenáculo la noche de la última cena. Mejor aún, como si asistiéramos a la muerte de Jesús en el Calva­rio, pues la eucaristía es su actualización sacramental. Cada misa es el único y mismo sacrificio del Viernes santo, adelantado el jueves santo en el cenáculo y repetido millones de veces en miles de altares hasta que Jesús vuelva, las veinticuatro horas del día y de la noche en un reloj ininterrumpido, ¿Jesús está actualizando su muerte, aquíy ahora, en cada misa! jesús quiere extenderse cada ¡ornadla en la mesa del altar para darse de nuevo por cada comunidad, como lo hizo aquella tarde en la cruz y aquella noche en el cenáculo. Y como entonces se entregófísicamente, hasta la última gota, ahora en la Eucaristía lo realiza sólo sacramentalmente, pero con la misma entrega de entonces.

Reflectir: Al contemplar lo que Jesús hizo en el cenáculo y padecióen el Calvario y hace en la eucaristía diaria, por todos y cada uno -por mí™, he de preguntarme: ¿Quédebo yo hacer y padecer por Cristo? Por el Cristo com­pleto, personal, eclesial y social. ¿Cómo debo partirme y repartirme?


■ Lavatorio {Jn 13,1-20)

Otro aspecto del amor de Jesús en el cenáculo es el lavatorio de los pies a los suyos, porque el amor auténtico se hace también servicio. Una madre que ama, realiza los más vanados servicios a sus hijos, hasta los mes bajos y los menos agradables. Por eso jesús no solo afirma que él ha venido a servir, sino que lo cumple, hasta con el servicio más bajo y humilde. Si el Bautista dijo de jesús: «No soy digno de desatarle la correa de las sandalias»(Le 3,16), como un esclavo, a jesús no se le caen los anillos por lavar los pies de sus discípulos, oficio de esclavos.

Es tan importante esta manifestación servicial del amor de Jesús, que Juan la na­rra en lugar de la última cena, como equivalente al amor encerrado en la eucaristía.

A Pedro no le cabe en la cabeza este abajamiento del Señor, pero jesús le dice: «Ya lo entenderás más tarde»(v. 7). ¿Entendemos nosotros ya eso de «os he dado ejemplo para que vosotros hagáis lo mismo unos con otros»(v. 15)? María sílo en­tendió, aíponer en su tarjeta de visita: «Aquíestála esclava del Señor»(Le 1,38), ante el ángel en Nazaret, y al servir a los demás en Cana y en AinKarim. Y los papas tienen como lema pontificio: «Siervo de los siervos de Dios», jaeques Gallot titula su libro Una Iglesia que no sirve no sirve para nada. La Madre Teresa de Calcuta y sus monjas sílo entienden, al unir la adoración del jesús eucarístíco con el servicio de los cuerpos más necesitados. Y tantos cristianos solidarios. San Ignacio homologa el amor y el servicio cristiano en el eslogan «En todo amar y servir», amar sirviendo, servir amando. Como el Jesús eucarístico y esclavo en el Cenáculo, que dice: «Yo es­toy en medio de vosotros como el que sirve»(Le 22,27). Y añade: «El que quiera ser el primero entre vosotros sea el último y el servidor de todos»(Mt 10,43)..

•Coloquio: Pedir amor al Jesús que nos ama asíen el cenáculo y a los que él ama, hasta el servicio más humilde, y dejándonos comer, como una madre, que da su sangre en la gestación y su leche en la lactancia, para alimentar a sus hijos. Sintiendo un amor maternal, Jesús, en la sobremesa del cenáculo, llama «Hijitos míos»a sus discípulos (cf. Jn 13,33).

■ Su mandamiento

El punto tercero ignaciano sobre el cenáculo es: «Y les hizo un sermón». Puedes sa­borear el discurso de jesús tras la última cena (Jn 13-17). Yo voy a proponer solo el comienzo de su despedida: la exhortación a querernos a su estilo: «Amaos como yo os he amado»(Jn 13,34).

Agustín afirma: «Cristo solo era necesario para enseñarnos el amor». Realmente, nos lo enseñódesde la encarnación por amor, hasta la institución de la eucaristía (presencia, alimento, sacrificio) por amor, y con el lavatorio de los pies como amor servicial.

 

111

 

•   La segunda petición ignaciana responde al deseo de identificarme con el jesús
doliente, compadeciéndole y aprendiendo a compadecer con él. De ahíla pe­
tición: «Pena interna de tanta pena que Cristo pasópor mí(=por mi amor y
ejemplo) y quédebo yo hacer y padecer por él». Y como es una gracia, pedirla
al Padre y a la Madre dolorosa.

Como se trata de una contemplación: «Mirar las personas, oír lo que dicen y ver lo que hacen», «como si presente me hallase», «para reflectir y sacar algún prove­cho». San Ignacio añade otras dos consideraciones, con otros tantos superlativos de ponderación: «Mirar cómo la divinidad se esconde y deja padecer la sacratísima hu­manidad tan crudelísimamente, y considerar lo que Cristo padece en su humanidad».

Se trata de una contemplación. Por eso, realizaría«como si me hallase pre­sente», yendo yo a aquel tiempo o trayendo la pasión aquí, ya que repercute en este tiempo: jesús me redime hoy. Asistir a la Pasión no como espectador ajeno, sino como actor implicado. Como un «extra»mezclado en esas «Pasiones»populares, en que todo el pueblo representa ía pasión.

Creo que el mejor modo de contemplar la Pasión es el silencio activo. Por eso, le­jos de un comentario grandilocuente, ofrezco pistas diversas, para que cada uno elija la que le ayude más.

■ 1a pista: parcelar la pasión de Jesús en dos bloques: pasión interna y pasión externa

La interior es la pasión del corazón y deíalma. La exterior es la pasión del cuerpo.

•   Pasión íntima:

Tristeza: «Empezóa entristecerse y angustiarse...me muero de tristeza» {Me 14,33-34).

Miedo: «Comenzóa sentirse atemorizad, angustiado»(Me 14,33).

Repugnancia: «Y decía: Aparta de míeste trago»(Me 14,36), este mal trago.

Abandono: «¿No habéis podido velar una hora conmigo?»(v. 37). «Todos lo abandonaron»(v.50) «Dios mío, ¿por quéme has abandonado?»(Me 15,34). Abandonado por los suyos y por su Padre.

La escena encoge el alma. En medio de las sombras de ta noche, Jesús se adentra en el huerto de ios Olivos. Poco a poco «comienza a entristecerse y angus­tiarse». Luego se aparta de sus discípulos buscando, como era su costumbre, un poco de silencio y paz. Pronto «cae al suelo»y se queda postrado, tocando con su rostro la tierra. Los textos tratan de sugerir su abatimiento con diversos tér-

114


minos y expresiones. Marcos habla de «tristeza»: jesús estáprofundamente triste, con una tristeza mortal; nada puede poner alegría en su corazón; una queja se le escapa: «Mi alma estámuy triste, hasta la muerte». Se habla también de «angustia»: Jesús se ve desamparado y abatido; un pensamiento se ha apo­derado de él: va a morir. Juan habla de «turbación»: Jesús estádesconcertado, roto interiormente. Lucas subraya la «ansiedad»; lo que experimenta jesús no es inquietud ni preocupación, es horror ante lo que le espera. La carta a los He­breos dice que jesús lloraba: al orar le saltaban las «lágrimas»".

Traicionado: «Judas, ¿con un beso entregas ai Hijo del hombre?»(Le 22,48). Vendido: Comprado por treinta monedas, precio de un esclavo. Atado: jesús, el Hombre libre, atado con una cuerda, maniatado, espo­sado.

Rechazado: Por el pueblo y por los dirigentes: «¡Quita, quita, crucifícale!»

(Le 23,20).

Pospuesto a un ladrón: «¡No sueltes a ese, sino a Barrabás!»(Le 23,19), al César: «No tenemos más rey que César»(Jn 19,15), «Si lo sueltas, no eres amigo

del César»(Jn 19,12).

Insultado: Jesús, Sabiduría de Dios, insultado como loco, por Herodes y su corte. Jesús, Hijo de Dios, insultado como blasfemo, por el Sanedrín religioso.

Avergonzado: Como un malhechor entre ladrones, en público, durante la

Pascua,

Condenado a muerte vil: jesús, la vida, que ha venido a dar una vida abun­dante. Hay que ponderar esta infamia:

Atar a un ciudadano romano es una ofensa; herirle es un crimen; matarle, casi un parricidio. ¿Quédebo decir si es colgado de una cruz? No hay epíteto que pueda describir cosa tan infamante (Cicerón).

De toda esta pasión interior, ¿quécausómás dolor al corazón de jesús? Un salesiano relata el impacto que le causóescuchar, yendo en coche, este pro­grama de radio:

-¡Bienvenido a casa, Hijo!

-Hola, Padre.

-¡Quéalegría me da verte! Hacía mucho tiempo...

-Sí, Padre, mucho tiempo. Ha sido duro. Duro como los clavos. Duro como el

madero.

-Ya lo sé. ¿Quéfue lo más duro?

,Aj. A. Pagoia, Jesús. Aproximación histórico. Madrid, PPC, 2007, p, 401.

115

 

,               -¡El beso, Padre, el beso...!

i               -Sí. Pasa y deja que te abrace.

i                Me puse a llorar... El relato me golpeócon fuerza. Me quedésobrecogido75.

I                                                                                                     (Megan Mekenna)

[              Dejemos que nos impacte en nuestro corazón. También debiódolerle igual-

/        mente la traición de Pedro, que él mismo recuerda así:

¡                   Me vio de lejos, volvióel rostro y me miró. Solo eso. Pero su mirada silenciosa

i                   colmóla oscuridad de inmensas palabras. Hacía frío y yo ya no me calentaba

con el fuego. La luz lechosa del amanecer empalidecía aún más su rostro lívido de toda una noche sin dormir, entre burlas y vejaciones. Tengo clavados esos ojos en mi alma, romano, con una doble sensación: por un lado, me atraviesan las entrañas como puñales (...) Son ojos de un amigo traicionado y ojos de ena­morado que gritan: «A pesar de todo te sigo queriendo; me has dejado solo, ti­rado, has renegado de mí; pero aquíestán mis manos atadas para abrazarte. Ese canto de) gallo ha herido mi alma. Pero yo sigo queriéndote, confiando en ti. Tú

sigues siendo mi amigo, Pedro, Cetas, piedra, cimiento de mi casa...»76.

f

•   Pasión extema:

En Getsemaní: sufrimiento somatizado hasta sudar sangre. En el pretorio: bofetones y salivazos, coronación de espinas, azotes a la columna (rememorar la sangrienta secuencia de La pasión según Mel Gibson). En la Via crucis: El peso de la cruz, las caídas, crucifixión, sed, asfixia, ago­nía lenta

En Calvario: Muerte violenta a los treinta y tres años, recién estrenada la plenitud somática.

Crucifixión: «La muerte más miserable de todas»(Flavío Josefo), «el suplicio más cruel y terrible»(Cicerón), «crudelísimo y terrorífico suplicio»(A. Verres).

Reflectir: Si no te conmueve esta pasión del jesús doliente, pedir a la Ma­dre dolorosa que cambie tu corazón de piedra por un corazón de carne.

■ 2a pista: contemplar la pasión actual, la del Cuerpo místico, la del Cristo social

Porque, además de la doble pasión de jesús (interna y externa), hay una tercera: «Cristo estaráen agonía hasta el fin de los siglos»(Charles Péguy); «Todos los días es Viernes Santo»(Pascal); «Siempre es Viernes Santo»(Martín Descalzo); «¿Por quéme


persigues»en los miembros de mi cuerpo eclesial? (Jesús a Saulo) (cf. Hch 9,4). Hay «pasos»de carne y huesos, en el viaerucis de la historia, no solo en las tallas proce­sionales:

Vi pasar al Hijo de Dios con una corona de espinas y le dije: «¿Es que no ha acabado ya tu martirio? ¿No ha dado ya su fruto?»Me mirócon sus ojos penetrantes: «¿Es que no has entendido nada? ¡Fíjate bien! Cada alma es un calvario»77.

Lo que (no) hicisteis con cualquiera de ellos (no) lo hicisteis conmigo (cf. Mt 25,' 40.45); «Síél dio la vida por nosotros, nosotros debemos darla por los hermanos» (1 Jn 3,16); «Sufro en mi carne lo que faíta a la pasión de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia»(Col 11,24) y la humanidad.

Reflectir: ¿Somos dréneos y verónicas de! Cristo doliente en la pasión de la his­toria?

■ 3S pista: Contemplar nuestra pasión y pasividades, relacionándolas con las de Jesús

Tras las dos pasiones personales de Jesús (interior y exterior) y la pasión del Cristo místico, es aleccionador contemplar una cuarta pasión, ¡a nuestra.

•Ante mi sufrimiento moral y mis dolores físicos, imitar a jesús paciente espiri­tual/corporal, jesús no nos quita la cruz, pero nos enseña a encajarla cristiana­mente, jesús rehusóel dolor: «Si es posible, pase de míeste trago»(Mt 26,39). No hay que buscar la cruz por sí. Jesús aceptóel dolor: «No se haga mi volun­tad sino la tuya». Llevar la cruz del deber humano y cristiano: «Quien no lleva su cruz cada día no puede ser discípulo mío»(cf. Le 14,27).

Cruz ordinaria es el trabajo, el cansancio, el deterioro por el paso del tiempo: la desmemoria, la disminución de fuerzas.

El trabajo nos urge, nos concentra y astilla, poco a poco, la muerte nos hiere y purifica78.

Cruz extraordinaria es una enfermedad, una traición, una calumnia, un fracaso, una separación, un olvido, un desprecio, una posposición, tergiversa-

 

 

 

75  M. MacKenna, La cuaresma día a día. Santander, Sal Terrae, 1999, 432 pp.

76P, M. Lamet, o. c.


" R. A. Taylor, en H. Lewis, En casa con Dios. Bilbao, Mensajero. 'B Himno de Tercia de la Liturgia de las Horas.

 

 

 

116


117

 

ción, persecución... Puede darse también la pasión por ser buenos: «Como me han perseguido a mí, también os perseguirán a vosotros». La fidelidad a Jesús lleva consigo la oposición como parte de su cruz. No extrañarse. Pedir fuer­zas. «En el mundo tendréis sufrimientos, pero ánimo: Yo he vencido al mundo» (Jn 16,33). Confiar en la victoria final por los méritos de jesús. Después de la cruz, viene la luz.

•Ante la pasividad de jesús en la pasión y muerte, contemplar nuestras pasivi­dades. La mitad de nuestra vida son actividades: estudiar, trabajar, planear, hablar, dar clase, etc. En ejercicios hemos encontrado su sentido: convertirlas en servicio diligente. Pero la otra mitad son pasividades: padecer todo lo que cae fuera de control dentro y fuera de mí. Solo en las pasividades de jesús ha­llaremos sentido a las nuestras.

Pasividades internas: Las que provienen de mímismo (mi psicología y mi cuerpo): La experiencia de nuestra contingencia, vivida como inseguridad exis-tencial; la tensión vital se convierte en contradicción: vivir con angustia el hiato entre lo que soy y io que querría y no puedo ser, entre lo que hago y de­bería hacer. «Hago el mal que no quiero y dejo de hacer el bien que quiero» (Rom 7,19); la impotencia sentida ante realidades propias y ajenas que no puedo cambiar; la vejez y el deterioro físico, los achaques, que erosionan mi cuerpo.

Pasividades externas, las que provienen de los demás, cuando los otros me estorban, me asedian, me condicionan, me obligan a hacer lo que no veo ni quiero; cuando los demás inciden en mi vida con sus críticas, sus competen­cias, problemas que no son los míos, con sus apremios, sus manipulaciones, sus conveniencias; cuando los otros limitan mi tiempo con sus peticiones, sus imposiciones, caprichos, sus necesidades, me engañan, me desengañan y frus­tran mi ilusión y mi capacidad vital; cuando personas o la vida me relegan a un plano secundario, tras ocupar primeros puestos.

Coloquio. Ante esta realidad de mi pasión y mis pasividades, acudir a jesús crucificado:

En esta tarde, Cristo del calvario, vine a rogarte por mi carne enferma; pero al verte, mis ojos van y vienen de tu cuerpo a mi cuerpo con vergüenza. ¿Cómo quejarme de mis pies cansados, cuando veo ios tuyos destrozados? ¿Cómo explicarte a ti mi soledad, cuando en la cruz alzado y solo estás? ¿Cómo explicarte que no tengo amor, cuando tienes rasgado el corazón?

8


Ahora ya no me acuerdo de nada, huyeron de mítodas mis dolencias. El ímpetu del ruego que traía se me ahoga en la boca pedigüeña. Y solo pido no pedirte nada, estar aquíjunto a tu imagen muerta, ir aprendiendo que el dolor es solo la llave santa de tu santa puerta79.

■ 4a pista: contemplar tres posturas distintas ante la cruz, para elegir la cristiana

Primera postura mala: Hedonismo. Es mala por carta de menos. Rechazo de cualquier cruz. Búsqueda del placer y el gusto por símismos, a toda costa. Exprimir la existencia como una naranja que sólo estáahípara sacarle todo el jugo. Narcisismo. Egoísmo. Ser miembros activos del consumismo: tener cada vez más cosas innecesarias o

inútiles.

Declinar el pronombre de primera persona singular: «Yo, de mí, para mí, a mí,

¡oh yo!».

Segunda postura ante la cruz: Victimismo, dolorismo, masoquismo. Mala por carta de más: búsqueda de la cruz por la cruz. Cuanta más cruz mejor. Postura ascé­tica ya superada. Jesús rechaza esta actitud, porque la cruz, el dolor, el sufrimiento en síson malos.

Tercera postura ante la cruz: La cristiana, la buena: la cruz de aceptar las limita­ciones humanas: imperfecciones, enfermedades, envejecimiento, adversidades, in­justicias, incomprensiones, convivencia, achaques, fracasos...

La cruz del cumplimiento del deber y sus consecuencias, cuando es duro, pe­sado, gris.

La cruz de los votos: pobreza de lo necesario y conveniente, sin lujos; castidad sin amor egoísta, de amor altruista; obediencia de poner la voluntad propia a! servi­cio ajeno.

La cruz de neutralizar las pasiones e inclinaciones negativas, para liberar la diás-

tole del corazón para el amor servicial a los otros.

La cruz de ayudar a otros, de ser cirineo: la más cristiana. «No pesa, es mi her­mano».

Reflectir: ¿En quétesitura estoy: narcisismo, masoquismo, o aceptación solidaria?

Himno de Vísperas de la Liturgia de las Horas.

119

 

■ 5a pista: contemplar la pasión de Jesús como entrega (activa y pasiva)

«Entregar»es un verbo recurrente en la vida de Jesús;

Entrega del Padre: «Tanto amóDios al mundo que le entregóa su Unigénito» (]n 3,16). ¿Esto incluye el mandato riguroso de ia entrega a la pasión y muerte? ¿Es Dios un sádico? No podía entregar a! Hijo bueno a la muerte por los hijos malos. Lo entrega a la vida humana con todas sus consecuencias, hasta las provenientes de la maldad humana.

Entrega de los líderes religiosos; lo entregaron a Pilato, para que lo matara, por­que ellos no podían hacerlo bajo la dominación romana.

Entrega de la autoridad civil: Pilato lo entregóa los soldados, para que lo mataran.

Autoentrega de jesús: «Se entregóa ia muerte por mí»(cf. Gal 2,20). «Levan­taos, vamos de aquí»(Me 14,42). «Yo entrego mi vidalibremente, nadie me la quita»(Jn 10,11).

Reflectir: Ante este Jesús de Ja entrega generosa hasta la última gota, pregun­tarme: «¿Para quévale la vida sino para entregarla?». A Jesús y por Jesús.

■ 6a pista: contemplar la pasión concordada de los cuatro evangelistas, selecti­vamente (solo las frases que me impactan más), y reflictiendo en cada paso so­bre mí


TEXTO DE APOYO

Pasión de Cristo

Gracias te damos, porque cargaste sobre tus hombros, allá en el huerto, el gran pecado del mundo entero. Gracias te damos, porque sufriste condena injusta, que nos libera. Siendo inocente, nos rescataste

(R. de Andrés80).

3. «MI AMOR ESTÁCRUCIFICADO»

Mujeres en la pasión y Siete palabras de Jesús

En resumen, hay dos talantes para contemplar la pasión de Jesús: decirle «¡Lo siento! Yo tuve la culpa», o decirle: «¡Gracias! Has muerto por mí: por mi amor y

mi ejemplo».

Por si la contemplación anterior no ha sido suficiente, vamos a entrar por otras puertas, que nos ayuden a penetrar en la pasión de Jesús. Siempre activamente, como un «extra»o comparsa que interviene: escuchando, preguntando, mirando,

dejándose mirar.

Hay un libro de Gabriel Mirótitulado Personajes de la pasión. Y es que se puede mirar la pasión a través de (as personas que intervienen en ella, amigos y adversarios.

 

 

 

■  7a pista: contemplar la pasión separadamente, según cada evangelista

Aplicar la fórmula anterior, siguiendo selectivamente, uno a uno, los cuatro evan­gelios.

  • 8a pista: contemplar la pasión según el Canto del Siervo, en Isaías (52,13-53,1)
  • 9~ pista: contemplar la pasión según la carta a los Hebreos (5,1-10; 7,26-27; 9,11-15; 10,11-14; 13,10-15)

■ Mujeres en la pasión

Si te da devoción, puedes contemplar la pasión femenina de Jesús, es decir, los seis pasajes en que aparecen mujeres durante el Viernes santo. Tres de efios, reseñados por los cuatro evangelistas; uno, solo por Mateo; otro, solo por Lucas; y otro, solo por Juan.

•La criada de Caifas (Mt 26,69-72). Una criada, la portera del palacio del sumo sacerdote, desencadena las negaciones de Pedro. ¿Es culpable? Seguramente es solo curiosa: «Lo mirófijamente»(como suelen hacer las porteras). Tal vez

R. de Andrés, En todo amar y servir, o. c.

 

 

 

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solo quería proteger de extraños la casa de su amo («tienes acento galileo»). Tal vez veía en el intruso (por intercesión de Juan) un enemigo, como partida­rio del Jesús que juzgaba su señor, el sumo sacerdote. Pero toda la culpa es de Pedro, que en lugar de aprovechar la ocasión para dar la vida por el Maestro, como había prometido, o al menos para dar la cara por él, le niega cobarde­mente por partida triple.

Reflectir: Mirando a esta portera, nos preguntamos: ¿somos ocasión, aun­que sea íeve, de caídas ajenas, o más bien ayudamos a los demás a manifestar su seguimiento de jesús?

•   La esposa de Pilato (Mt 27,19). Una mujer pagana intercede por Jesús ante su
marido poderoso. Seguramente, habría oído hablar de jesús a sus criadas he­
breas o en fas tertulias femeninas de Jerusalén. En lugar de inhibirse ante el
procurador (como las mujeres de los poderosos, que no influyen en lo que
ellos hacen), le previene para que no actúe mal. Llama a Jesús «inocente»o
«justo». Simpática mujer.

Reflectir: Contemplar a ia esposa del gobernador romano, nos cuestiona. ¿Tenemos miedo de interceder por jesús y por los inocentes y justos persegui­dos, por miedo al quédirán, a los poderosos, pecando de omisión? Cierto que Pilato no hizo todo ío posible por salvar a jesús, pero su mujer cumpliócon su deber de salir en favor del reo inocente. ¿Nos encogemos de hombros ante las injusticias? ¿Nos inhibimos, con la excusa de que eso no va con nosotros, de que no podemos hacer nada? ¿O damos ia cara?

Prócuia me atendía extasiada.

-Me interesa mucho io que dices. Te confieso que al despertarme aquei día, después de haber soñado con él, me moría de ganas de conocerle. Esto no lo sabe Poncio, pero no estuve todo el tiempo asomada a ía ventana del pretorio. En compañía de una esclava me mezclécon Ea multitud para verle de cerca. Te­nía el rostro completamente desfigurado, pero, al acercarme, me miróy en mi vida olvidaréesa mirada, que no era ciertamente la de un delincuente. Me pa­recía la mirada de un enamorado, como si me agradeciera lo poco que había intentado hacer por él. Como si me conociera de toda la vida. Tampoco era la mirada de un loco; ni de un místico extático, uno de esos muchos fanáticos que abundan aquí. Era la mirada de un hombre diferente, no sé, con un deje nostálgico infinito81.

•   El grupo de mujeres en el viacrucis (Le 23,27). «Lo seguía una multitud del pue­
blo, y de mujeres Morando y lamentándose por él». Por la reacción de jesús,
parece que solo las mujeres lloraban compasivamente su situación. El pueblo

P. M. Lamet, o, c, p. 262.


seguiría curioso, morboso o indiferente, el paso del cortejo hacia el Gólgota. La mujer suele ser más sensible que el varón ante el mal ajeno. Jesús se volvió y les dijo: «Vecinas de jerusalén, no lloréis por mí; llorad por vosotras y por vuestros hijos». Nobleza de jesús, que, en lugar de encerrarse en su dolor pa­sado, presente y próximo, atiende al que les espera a las mujeres y sus hijos en / la destrucción futura de la ciudad.

Reflectir: ¿Tenemos ese corazón tierno de las mujeres de jerusalén, ante los
sufrimientos de los viacrucis actuales del Cristo-Humanidad? ¿Tenemos el co- /
razón de Jesús, que antepone el dolor ajeno al suyo propio? ¿O somos unos/
quejumbrosos?                                                                                                   (

Los evangelistas no hablan de la Verónica, pero síuna larga tradición más\
que verosímil. Una de las plañideras, no contenta con llorar, se destaca y en- \
juga el rostro de Jesús con un pañuelo. Y Jesús se lo paga, imprimiendo en la   \
tela su rostro sudoroso, ensangrentado y escupido. Preciosa reliquia: Veré-    \
nice
(Verónica) significa icono verdadero.                                                                  1

Reflectir: ¿Vemos el rostro doliente del «más hermoso entre los hijos de los     \
hombres»(cf. Sal 45,2), en los millones de rostros sufrientes de sus miembros
maltratados? ¿Limitamos nuestra compasión cristiana a un llanto afectivo, o
hacemos algo efectivo para remediar los múltiples dolores ajenos, según nues­
tras posibilidades personales y comunitarias? ¿Somos paño de lágrimas para
los llantos ajenos? ¿O solo lloramos por nuestras penas, como si fueran las úni­
cas o las principales?                                                                                                     \
•   El grupo de mujeres en el Calvario (Mt 27,55-56; Me 15,40-41). Ante el crucifi­
cado, «estaban allí, mirando a distancia, muchas mujeres que habían subido
con él a Jerusalén». Eran las discípulas, colaboradoras y admiradoras del Je­
sús de la vida pública. A la hora de la pasión, contemplan desde lejos. Segu­
ramente, no se acercaron más solo por impedimentos legales, no por cobar-       ¡
día. Al menos se portaron mejor que los apóstoles y discípulos varones, que
abandonaron a Jesús en Getsemaníy no aparecieron por el Gólgota, excepto

Juan.

Reflectir: Los mártires y perseguidos por la causa de jesús son tanto varo-       I
nes como mujeres. ¿Quéactitud adoptamos ante las horas bajas del cristia­
nismo, como tas actuales? ¿Contemplamos la situación a distancia, o damos la
cara por defender la causa de jesús?                                                                          |

Por su parte, Lucas nos habla de mujeres ante el sepulcro: «Las mujeres
que lo habían acompañado desde Galilea, fueron detrás para observar el se­
pulcro y cómo habían colocado el cadáver. Se volvieron, prepararon aromas y
ungüentos, y el sábado guardaron el descanso de precepto»(Le 23,55-56): Esto
se llama «Operación perfume», por cariño. Como no habían hecho nada por
evitar la muerte de jesús (¿quépodían hacer?), le quieren obsequiar después
de muerto. Algo es algo. Menos hicieron los discípulos varones.                                  j

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Reflectir: ¿Nos contentamos con devociones afectivas, poniendo parches a las muertes injustas que nos rodean? ¿O luchamos por evitar esos asesinatos por condenación de inocentes, abortos millonarios, enfermedad, sida? •Las tres Marías en el Gólgota (Mt 27,56; jn 19,25-27). Juan, entre el grupo de mujeres distantes, destaca a fas tres Marías y las coloca cerca: «junto a la cruz de Jesús estaba su madre, María de Cleofás y María Magdalena».

Pero la que sobresale es María la madre, ia mujer valiente y solidaria con su Hijo. «Estaba»: aunque traspasada su alma y su corazón por la espada del dolor, afrontóla afrenta de ser la madre del ajusticiado por el poder religioso, civi! y militar, como un malhechor. Había llegado la hora profetizada por Si­meón. Y allíestaba, deshecha, pero de pie, junto al Hijo.

Su tía estaría allípor solidaridad con la Madre y con el Hijo en aquel duro trance. Pero, ¿dónde estaban los primos y familiares varones de Jesús? Solo ella, la mujer de Cleofás.

Y María Magdalena estaba allíporque se lo pedía el corazón agradecido y enamorado. No le importaba la humillación, sino estar a su lado para amarle mucho, porque Jesús le había perdonado mucho, y la había liberado de sus de­monios personales. Quienes no entienden otro amor que el carnal inventan novelas y películas casando a María de Magdala con Jesús de Nazaret. Pero hay amores distintos, que no necesitan la sexualidad para expresarse: amis­tad, altruismo, agradecimiento.

Yo he amado y amo con toda mi alma a Jesús. Todo el mundo dice que ha sacado de mísiete demonios. Llámalas enfermedades si quieres. Y él me amaba ardien­temente. Me permitía que le cuidara, que ungiera sus pies y le preparara la co­mida. Se perdía en mis ojos, como yo en los suyos. Nunca he sentido ese estre­mecimiento de zambullirme en lo infinito como mirándole, o cuando ambos olvidábamos la sensación del tiempo al contemplar juntos caer la tarde sobre el lago.

Pero si me preguntas si yo era el único amor de jesús, su amor exclusivo, su es­
posa, te diréque no. Él tenía un corazón tan grande que no podía agotarse en
un único amor; ni tener la propiedad privada de un cuerpo ni de nada; ni atarse
con unos esponsales. Navegaba en un mar de amor donde podía acudir a su en-,
cuentro cualquier barquichuelo por desnortado que fuera83.                             ¡

i

i

Reflectir: No pudimos participar con Jesús de su crucifixión humillante y dolo1 rosa. Pero sípodemos asistir ahora activamente a ese «siempre es Viernes santo»del Cristo social.

S2Ibidem, p. 340,


Coloquio: Contemplando al Jesús del Calvario, degustemos repetidamente la ex­clamación de san Bernardo: «¡Mi Amor estácrucificado!». Y acercándonos a María, repitámosle: «Te acompaño en el sentimiento». Y saboreemos el Stabat mater dolo­roso.

■ Las siete palabras de Jesús en la cruz

Si no tienes suficiente materia con la contemplación femenina de la pasión de Jesús, puedes acercarte a la cruz y escuchar de sus labios las siete palabras más famosas de la historia. Las puedes escuchar como dichas en aquel tiempo, para sintonizar afec­tivamente con nuestro Redentor en el momento cumbre de su entrega por nosotros y por todos. O mejor, puedes escucharlas como dichas ahora. Si con la telefonía mó­vil y los sonares podemos captar voces a distancia local, ¿por quéno captar voces a distancia temporal? ¿Por quéno recuperar un día las siete palabras de Jesús perdidas en la atmósfera? AI menos, escuchémoslas como un eco. Porque Jesús vive aquíy ahora: «Yo estarécon vosotros todos los días (Mt 28,20) y afirma que sus palabras no pasarán.

•  1 - palabra: «Padre, perdónalos, pues no saben lo que hacen»(Le 23,34).

Ahora sigue intercediendo ante el Padre: «Siempre vivo para interceder por nosotros»(Heb 7,25). «Hijos míos, no pequéis. Pero si pecáis, Abogado te­nemos ante el Padre: jesús el justo»(1 Jn 2,1). El argumento de Jesús sigue en pie: «No saben lo que hacen». No lo sabían los soldados, pero los cristianos ¿no sabemos que pecar es «volver a crucificar en el corazón al Hijo de Dios»?

(Pablo).

Ante el ejemplo de perdón de Jesús, ¿quéhacemos como miembros de su Cuerpo? ¿Pedimos que Dios perdone a los pecadores? ¿Odiamos el pecado,

pero no a los que pecan?

¿Quéhacemos con los otros miembros de Cristo? ¿Perdonamos a nuestros deudores, como jesús? Seamos conscientes al atrevernos a rezar: «Perdónanos como nosotros perdonamos».

•  2- palabra: «Hoy estarás conmigo en el paraíso»(Le 23,43).

Fue la respuesta de Jesús al buen ladrón, que le había rezado «Acuérdate de mícuando llegues a tu reino»(v. 42). Fue la proclamación del Cristo rey, al que hemos jurado seguir. Es el reconocimiento de que el Reino de Cristo tiene una dimensión eterna, como había anunciado el ángel: «Su reino no tendrá fin»(Le 1,33).«Cristo vence, Cristo reina, Cristo impera».

Y ¿quénos dice Jesús a nosotros aquíy ahora? Que recemos «Venga a noso­tros tu reino»a la tierra y la historia. Y que colaboremos para que se cumpla:

 

 

 

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125

 

«El Reino de Dios estáentre vosotros»(Le 17,21). Y recordemos que el Reino de Cristo es un reino de verdad y vida, santidad y gracia, justicia y paz y, sobre todo, de Amor.

En cuanto a la dimensión eterna del Reino, pensemos en el «estarás con­migo». El cielo es ese «estar siempre con eíSeñor»(Pablo). Una convivencia con Cristo sin posibilidad de perderlo. La estancia «en el Paraíso»es una reali­dad positiva y alegre, suma de todos los bienes elevados al infinito: amistad, amor, optimismo, juventud, belleza, bondad, bienestar, salud y, sobre todo, vida eterna. «No muero, entro en la vida»(Teresa de Lisieux}. ¿Hacemos de la tierra no un valle de lágrimas, sino una antesala del cielo?

•   3a palabra, doble: «Ahítienes a tu hijo... Ahítienes a tu Madre»(jn 19,25-27).

Escucha ei encargo de Jesús: «Ahítienes a tu Madre», María. ¿QuéMaría? Santa Marta del Evangelio, la primera cristiana, la Virgen del Sí(«He aquíla es­clava del Señor»(Le 1, 38), la del servicio en Ain Karin y en Cana. La del Mag­níficat: «Glorifica mi alma af Señor»(Le 1,47) (principio y fundamento), y «De­rriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes»(Le 1,52) (Iglesia de los pobres). Hay un piropo para madres: decir de sus hijos: «¡Cómo se le pa­rece!»¿Nos parecemos nosotros espiritualmente a María?

jesús nos pone en su mismo lugar en el corazón de su Madre: «Ahítienes a tu hijo»". Nos constituye miembros de su Cuerpo eclesial: «No somos cristia­nos, somos Cristo»(san Agustín). Al rezar a María «muestra que eres Madre», ¿pensamos en su respuesta: «muestra que eres hijo»?

•   4a palabra: «Dios mío, Dios mío, ¿por quéme has abandonado?»(Me 14,34).

Tras dejar a su madre en nuestras manos, Jesús siente también el abandono del Padre: «Dios mío, ¿por quéme has abandonado?». Ahora ya no lo dice, porque estájunto a Él.

Entonces lo dijo porque íe pesaba el silencio de Dios. Pero el Padre no lo abandonódel todo: estaba con él dándole fuerzas para soportar la soledad so­lidaria redentora, que es otra presencia.

Pero jesús sínos dice ahora: «¿por quéme abandonas?». En especial, a los poscristianos indiferentes y secularizados: «¿Por quéme abandonas?». Y al 70% católicos no practicantes jesús les dice: «¿Por quéme abandonáis por otros líderes, modelos, ideologías. ¿Acaso alguien hizo/hace más por vosotros que yo?».

Y también los miembros abandonados del Cristo social nos dicen: «¿Por quéme has abandonado?». ¿Quéhacemos ante los abandonos de los otros: viejos, marginados, inmigrantes, sidosos...?

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Si pensamos que no hubiéramos abandonado a Jesús en cruz, no le aban­donemos ahora en los miembros de su Cuerpo místico. Escuchemos: «Lo que con ellos, conmigo»(cf, Mt 25,40.45).

•   5~ Palabra: «Tengo sed»(jn 19,28).

Jesús ya no tiene sed física como en la cruz, porque en el cielo bebe el ma­nantial del agua de dicha infinita. Tiene el amor saciante del Padre, la Madre, los santos, los ángeles. Pero entonces, sentía sed ardiente en la garganta.

Los soldados le ofrecieron una esponja de vinagre. ¿Quéle ofrecen mu­chos ahora? indiferencia, rechazo: «El Amor no es amado». El todo-Corazón no es correspondido. ¿Cómo saciar la sed de Jesús? Con un amor persona! cre­ciente: «Hoy te quiero más que ayer, pero menos que mañana». ¿Alguien lo merece más? «Me amóy se entregóa la muerte por mí»(Gal 2,20), y se hizo

eucaristía.

Pero jesús sigue teniendo sed por boca de ocho millones de pobres solo en España. Y en el mundo, millones mueren por falta de agua y pan. Parados, con sed de trabajo digno. Marginados, con sed de justicia. Menospreciados, con sed de dignidad. ¿Cómo calmar la múltiple sed de ios miembros del Cuerpo de Cristo? Recordando su identidad con jesús ¿Le hubiéramos negado un vaso agua en el pozo de Sicar o en la cruz? No le neguemos un vaso de amor, ayuda, dinero, compasión solidaridad, en sus miembros sedientos hoy.

»  6^ Palabra: «Todo estácumplido»(Jn 19,30).

Lo dijo Jesús entonces, porque su vida había sido cumplimiento de la vo­luntad de Dios, desde e! principio: «Aquíestoy para hacer tu voluntad»(Sal 39,8, Heb 10,7). Luego: «Mi manjar es hacer su voluntad»(Jn 4,34). «Yo hago siem­pre lo que le agrada». «No se haga mi voluntad, sino la tuya»(Le 22,42). Por eso puede decir al final: «Misión cumplida».

Hoy nos dice: «Por mi parte, todo estácumplido para vuestra salvación: mi vida, mi ejemplo, mi evangelio, mi muerte... Queda por cumplir vuestra co­laboración. ¿Cuál? Igual que la mía: cumplir el querer del Padre, completar lo que falta a la pasión de Cristo: «El que quiera ser mi discípulo, tome su cruz

cada día».

¿Cumplimos nuestras obligaciones religiosas, morales, humanas? ¿Ayuda­mos a los otros a cumplir deberes familiares, profesionales, eclesiales, sociales?

•   7- Palabra: «Padre, en tus manos entrego mi espíritu»(Le 24,46).

Jesús muriórecién estrenada su madurez adulta, eligióesa muerte de la que podía haberse librado optando por una vida menos comprometida y soli­daria, y haber muerto de viejo en su cama.

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Jesús muriócon las manos vacías, agujereadas, por haberlo dado todo. Solo le quedaba el alma y se la dio al Padre.

Jesús murióuna muerte atroz, física y moraimente: en cruz de esclavo y malhechor (entre 2 ladrones), repudiado religiosa y socialmente, en la fiesta solemne de la Pascua.

Pero nada ni nadie le quitaron la confianza y el amor filial hacia el Padre.

Para tener la muerte de Jesús en manos Padre, tengamos su vida de en­trega a Dios y a los demás.

Se dice que hay que morir con las manos llenas de buenas obras. No está mal. Pero estámejor morir con las manos vacías por haberlo entregado todo en vida, como hizo jesús.

Coloquio: Ante este Jesús crudfícaáo, preguntémonos: ¿para quévale la vida, sino para darla? Y recémosle: «En la hora de mi muerte, llámame y mándame ir a ti, para que con tus santos te alabe».


Pasión de Cnsto

Gracias te damos, porque moriste, siendo la Vida, por los culpables. Por ti podemos ser inmortales. Gracias te damos por esa lanza que abrióla puerta de tu costado, para mostrarnos tu ardiente amor.

(R

 

TEXTOS DE APOYO

Simón de Cirene

Entonces me miró. Sentí un escalofrío por todo el cuerpo. Sus ojos, tras el velo de la sangre, penetraron en mí como un bálsamo, como cuando mi madre me abrazaba de pequeño para que no llorara; como cuando, en Cirene, de niño, descubrí por primera vez el azul del mar. Me miró y el griterío, la fiebre de mi frente, las voces de mando de los soldados, la angustia interior, todo, todo se calló. Un silencio inexplicable me inundó por dentro, me aislaba de todo. Solo oía palpitar mi corazón. Me apreté a aquel palo y cerré los ojos. Pensé que aquella madera era la de la cuna de mis hijos, el bote anclado en la playa donde conocí a la que seria mi esposa. Sentí que aquel pedazo de cruz no era tan pesado como me pareció al principio, o bien una fuerza especial me ha­cía llevarlo con garbo. ¿Era la vida así, o la hacía tan dura nuestra manera de mirar? Sentí que su mirada atravesaba el tiempo. Yo, en aquel instante, no sé cómo expresarlo, me sentía fuera del cuerpo, como si flotara; y algo, como un beso de fuego, me calentó el corazón. Luego, días después, comprendí mejor lo que me había ocurrido, cuando Santiago, uno de sus discípulos, me contó que un día, cuando les hablaba de lo que se le venía encima, dijo: «Quien quiera seguirme, niegúese así, cargue con su cruz cada día y venga conmigo. Quien se empeñe en salvar su vida la perderá; en cambio, quien pierda su vida por mí la salvará. Pues ¿qué le aprovecha al hombre ganar el mundo en­tero si se pierde o se malogra él? Que mi yugo es suave y mi carga ligera»83.

 

P. M. LAMET, O, C, pp, 315-316.


MR. de Andrés, En todo amar y servir, o. c.

 

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5

CUARTA SEMANA LA CARA DE LA MEDALLA PASCUAL

1. «RESUCITÓDE VERAS MI AMOR Y MI ESPERANZA» Resurrección y Apariciones femeninas de jesús

¿Puede haber un final mejor de ejercicios que el de la tercera semana: «Mi Amor está crucificado»? Sí, el de la cuarta semana: «Mi Amor estáResucitado». Por eso, para identificarnos con el Cristo completo, hemos de dar la vuelta a la moneda de la Pas­cua, desde la cruz de la Pasión a la cara de la Resurrección.

¿Cuál es la imagen definitiva, actual, de Jesucristo? No es la del crucificado del Viernes santo (un día de túnel), sino la del resucitado del Domingo de Pascua (esta­ción término). Si «siempre es Viernes santo»para el Cristo Cuerpo social, siempre es Domingo de Resurrección para el jesús personal.

Es verdad que el Jesús que preside nuestros altares y pechos es el crucificado. Pero es porque consideramos fa cruz como exponente máximo del amor de su cora­zón. Mas esa imagen no es la contemporánea. El jesús de ia cruz pasó. El que queda es el Jesucristo glorioso.

Por eso, ya se ven imágenes del Cristo resucitado (con la cruz detrás) presidiendo iglesias y capillas. Pero ya antes, en otras épocas, presidía los templos el Cristo Pan-tocrator, sereno y señorial, dominador desde la cruz como desde un trono regio. Es el Jesús del cuarto evangelio.

Y por eso, san Ignacio no termina sus ejercicios ante el jesús crucificado de ter­cera semana, sino con el Cristo glorioso de ía cuarta. Ayer contemplamos a jesús en la cruz de la medalla pascual (pasión y muerte). Hoy vamos a contemplarlo en la cara del misterio cristiano (ía resurrección). San Ignacio orienta nuestra contempla­ción de la cuarta etapa de ejercicios a identificarnos con el Cristo glorioso como algo propio. De ahíla finalidad de la contemplación:

•Petición: «Pedir gracia para alegrarme y gozarme intensamente de tanta glo­ria y gozo de Cristo nuestro Señor». Se trata de un don más difícil que compa­decerse del Jesús paciente, porque la alegría de! bien ajeno es menos propia del corazón humano. Por eso se usa con mayor frecuencia el verbo «com-pa-decer»que el verbo «con-gratularse». Es más fácil decir «¡Cuánto lo siento!»" que decir «¡Cuánto me aiegro!».

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í   * Resurrección de Cristo

¡¡La realidad del jesús definitivo es la del mensaje de (os ángeles: «No busquéis entre ! j ios muertos ai que vive»(cf. Le 24,5); es la del títuio Historia de un Viviente, pues es | el perpetuo contemporáneo de todas las generaciones. «Cristo, una vez resucitado, j ya no muere más. La muerte ya no tiene dominio sobre él»(Rom 6,9). I El núcleo principal de la primitiva predicación cristiana es la resurrección de j Cristo. Así, Pablo: «Si Cristo no ha resucitado, nuestra fe estávacía. ¡Pero Cristo ha ' resucitado!»(1 Cor 15,14). Así, Pedro en su primer discurso en los Hechos: «Dios le    ha resucitado»(cf. Hch 2;24).

j         Ai Jesucristo actual (el del sagrario y el cielo) nada ni nadie íe puede tocar un mi-

j   límetro la orla de su felicidad infinita. Eso debe alegrarnos mucho. Hemos de fomen-|   tar el gozo profundo y sincero por la gloria de Jesús. Un gozo altruista como el de una madre por los éxitos del hijo, y el de buenos hermanos por el triunfo del primo­génito.

Gozo, porque Dios lo ha resucitado y ha dado el visto bueno a su vida y muerte por amor al Padre y a ios hombres. La última palabra del Padre sobre Jesús no es el si­lencio a la pregunta de! Hijo en la cruz «¿Por quéme has abandonado?»(Me 14, 34), sino la del salmo: «Túeres mi Hijo, yo te he engendrado hoy»(Sai 2,7), el día de Pas­cua para una vida eterna y feliz.

Gozo, considerando «cómo la divinidad, que parecía esconderse en la pasión, se muestra ahora tan milagrosamente, en ía santísima resurrección»de jesús, nuestro jefe y señor, maestro y amigo, nuestro todo.

Gozo, porque el mismo Cristo resucitado «trae oficio de consolador». Dice tam­bién san Ignacio: «Como unos amigos suelen consolar a otros», asíconsuela Jesús a sus tristes discípulos.

Gozo por el don de la paz que trae Jesús: «La paz sea con vosotros»es el saludo habitual en las apariciones. «La paz os dejo, mi paz os doy»(Jn 14,27). Hasta tres ve­ces lo repite jesús en una sola aparición. «Él es nuestra paz»(Ef 2,14).

Gozo por la visión consoladora de Cristo: «Los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor»(jn 20,20). Más que esas personas luminosas que nos encontramos a ve­ces, Jesús resucitado irradia auténtico gozo alrededor y entre los suyos.

Gozo por la presencia eclesial de Cristo resucitado: «Donde haya dos o tres reuni­dos en mi nombre, allíestoy yo en medio de ellos»(Mt 18,20). «Yo estarécon vosotros todos los días hasta el fin del mundo»(Mt 28,20). También hoy y cada jornada de nuestro calendario y de toda la historia.

Y gozo por la donación del Espíritu Santo consolador, «el Espíritu de la verdad que os revelarála verdad plena... él os recordarátodo lo que yo os he dicho (jn 16,13-14), según las necesidades de cada época, lugar, situación personal y eclesial.


■ Apariciones femeninas de Jesús

Para empaparnos de este gozo que derrama Cristo resucitado, san Ignacio nos invita a vivirlo y experimentarlo, contemplando las apariciones a los suyos antes de la As­censión.

Seleccionando entre todas, vamos a contemplar solo las tres apariciones femeni­nas, primicias del encuentro con Jesús resucitado: la de María, la Mujer con mayúscu­la; (a de Magdalena, la mujer enamorada, y la del grupo de mujeres discípulas.

  • Recordemos el sentido de ía contemplación: Meterme en la escena de enton­ces con la imaginación o actualizar la escena ahora con la fe, porque el Cristo resucitado es el que estáaquícon nosotros en este momento y cuando haga­mos esta contemplación.
  • El esquema de las apariciones es siempre el mismo: 1) una situación negativa, 2) una irrupción de jesús, 3) un cambio de situación a positivo, 4) una misión.
  • Petición: Renovar la petición ignaciana de la cuarta semana: «Gozo intenso de tanta gloria y gozo de Cristo», mirando su oficio de consolador, y viendo rea­parecer su divinidad.

■ Aparición a la Virgen (EE 299)

¿Podría jesús dejar a María, la primera discípula, su madre, con la imagen de la Do-(orosa del Viernes santo al pie de la cruz, o la de la Soledad de) Sábado santo? San Ig­nacio, gran devoto de María, desde Nuestra Señora de Aránzazu hasta la Virgen de la Strada, dice: «1e aparecióa ia Virgen María. Lo cual, aunque no se diga en la Es­critura, se tiene por dicho en decir que se aparecióa tantos otros. Porque la Escri­tura supone que tenemos sentido común, como estáescrito: "¿También vosotros es­táis sin entendimiento?"». Nadie merecía ¡a aparición de Jesús, porque nadie tenía fe en su resurrección. Pero María sí. San Ignacio dice que fue ia primera porque, como antes del estreno oficial de una película, hay una premiére, asídedicóJesús un pase privado de su gloria a María.

¿Cabe aquíel «como si presente me hallase»? Preguntarlo a María, a ver si nos permite asistir a la visita que le hizo Jesús, al menos desde un rincón.

  • ¿Quépasaría en este encuentro íntimo, sin testigos, en exclusiva, entre madre e hijo? Jesús cumpliría su papel de consolador con ella, más que con nadie. Porque María había participado como nadie en la pasión y muerte de su Hijo, con el alma y el corazón traspasados de compasión y dolor.
  • ¿Quéle diría jesús a su madre? Tal vez solo hubo un silencio más elocuente que cualquier palabra, o un abrazo y un beso interminables. O un «¡Gracias por

 

 

 

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aceptar el encargo de! Padre de ser mi madre; y gracias por cumplir mi en­cargo de ser madre amable de mis hermanos menores!».

  • ¿Y quéle diría María a Jesús? «Deja que te mire. ¡Québien te sienta ese vestido de luz! ¡Cómo brillan tus cinco cicatrices, más que rubíes!»
  • ¿Quémisión le daría Jesús a María? Ahora eres la Madre del Cristo completo, eclesial y social. Ve al cenáculo y, con los discípulos, pide para mi iglesia la ve­nida del Espíritu Santo en pentecostés.

Reflectir: Como buenos hijos de María, alegrémonos del gozo entrañable de ia madre común, y digamos:

Mañana de Pascua, saliópronto el Sol: inunda tu casa, te dice: «Soy yo». Albricias, María, lo malo pasó, lo bueno es eterno: jesús ya triunfó85.

Si ayer recitamos el Stobot mater doloroso, hoy hemos de cantar eíRegina coeli:

¡Reina del cielo, alégrate!,

porque el que mereciste llevar en tu seno,

resucitócomo había dicho.

¡Gózate y alégrate, Virgen María!,

porque resucitóel Señor realmente, aleluya.

■ Aparición a María Magdalena (Jn 20,11-18)

Si tienes bastante con esta contemplación cordial entre jesús y María, quédate ahí, silenciosamente o con palabras, pues nadie como la madre para comunicarnos el au­téntico sentimiento de gozo por el triunfo de nuestro hermano mayor, nuestro jefe, nuestro amigo, nuestro Dios.

Si se seca la fuente de la contemplación y la consolación, puedes contemplar el encuentro de Cristo y Magdalena, otra María tan distinta de la Virgen, pero también con un gran amor a Jesús.

•  Punto 1-: Sintamos la situación existencial de la discípula. Desolación y tris­teza: «María estaba llorando fuera»(v. 10). Escuchemos la misma pregunta de

85R. oe Andrés, En todo amar y servir, o. c. 134


los ángeles y de jesús: «Mujer, ¿porquélloras?»(vv. 13.15). Escuchemos la res­puesta: ¿Motivo del llanto? La ausencia de Cristo: «Porque se han llevado a mi Señor, y no sédónde lo han puesto»(v. 15). Lágrimas nobles, pero equivoca­das: «¿Por québuscas entre los muertos al que vive?». Reflectir: ¿Dónde buscamos a Jesús? ¿A quéjesús buscamos? ¿Solo en la cruz? ¿Solo al crucificado? «¡Ya no estáaquí!»(Mt 28,8). Ahora estáen todas partes. Ahora es el Resucitado sin límites de tiempo ni espacio, con su cuerpo espiri­tual omnipresente.

•   Punto 2-: Sintamos la relación interpersonal. Diálogo íntimo: «¡María!».
«¡Maestro!»(v. 16). Cristo muestra su oficio de consolador. Aunque Magda­
lena se ha quedado en el jesús de tercera semana, como tiene mucho amor, él
la consuela. Y ella reacciona como le llama siempre: «¡Mi Rabboni! ¡Maestro

mío!».

Reflectir: ¿Cómo llamamos a jesús? ¿Cuál es nuestro nombre preferido? De los mil nombres de Cristo, ¿con cuál nos quedamos? ¿Es Jesús nuestro único Maes­tro, nuestro único Señor?

•   Punto 3-: Ahondemos en la relación: Una vez reconocido Jesús como el Vi­
viente, Magdalena ya no quiere separarse de él: se agarra tan fuertemente a
sus pies que Jesús tiene que decirle: «Suéltame»(v. 17). En lugar de quedarte
en una relación meramente personal, contemplativa, parte en misión activa.

•   Punto 4-: Cristo le da a Magdalena el papel de evangelizadora de los evangeli-
zadores: «Ve a mis hermanos y diles: -Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi

Dios y vuestro Dios»(v.17).

No te quedes en una espiritualidad individual, complétala con una eclesial. Da a los Once este mensaje consolador: «A pesar de subir al cielo, sigo siendo vuestro hermano mayor. Y mi Padre sigue siendo Padre vuestro, mucho más que antes, porque eternamente junto a Él, yo estaré"siempre vivo para inter­ceder por vosotros»(cf. v. 17), para pedir esa filiación divina adoptiva y esa fraternidad cristiana entre vosotros, fruto de mi glorificación. Y Magdalena cumpliósu misión. «Fue y dijo a los discípulos: -¡He visto al Señor! Y me ha di­cho esto»para vosotros (v.18).

Reflectir: ¿Cuándo los jerarcas varones de la iglesia aceptarán el papel especial de la mujer en la comunidad y la pastoral eclesiales? ¿Comunicamos a los de­más palabras solo aprendidas, o experimentadas? ¿Transmitimos un Cristo soto leído, o «lo que hemos visto, oído y palpado del Verbo de la Vida»(cf. 1 jn 1,1)? ¿Saboreamos la Secuencia pascual?:

¿Quéhas visto de camino, María en la mañana? A mi Señor glorioso, la tumba abandonada,

135

 

los ángeles testigos, sudarios y mortaja. ¡Resucitóde veras mi amor y míesperanza! Primicia de los muertos, sabemos por tu gracia que estás resucitado: la muerte en ti no manda.

Encuentro con María Magdalena:

Fue la primera en saberlo.

Y no por noticias de segunda mano.

Comenzaba con ella la experiencia pascual

jesús estaba vivo

y la llamaba por su nombre: ¡María!

Ella hizo lo mismo: ¡Maestro!

De nombre a nombre,

de persona a persona,

dediscípula a Maestro,

la historia trágicamente rota

comenzaba de nuevo.

De nuevo,

pero también de otra manera.

Como Maestro, le decía jesús:

No me sujetes, no me detengas.

Lo que no pudo hacer la tumba

no vas a hacerlo tú.

Apréndete esto:

Yo he resucitado para todos.

Y le dijo también:

No te sujetes tampoco a ti misma,

no pierdas un minuto

en abrazarme los píes.

Son pies para el camino.

¡Pues al camino los tuyos!

Anuncíales a los míos que estoy vivo.

Ya tíque te vean viva.

¡Alégrate, María! (...)

Pon tu cara,

tus pies

y tu palabra

al servicio de la Pascua.


Diles lo que túhas visto al otro lado de la cruz.

(JoséLuis Blanco Vega, Sj

■ Aparición al grupo de mujeres, discípulas de Jesús (Mt 28, 5-10)

Si no tienes bastante materia, tras saborear los encuentros de Cristo con la madre y la Magdalena, puedes pasar a la contemplación de una aparición al grupo de mu­jeres.

•   Mensaje del ángel: «No temáis»(v. 5). ¿Por qué? Porque el Jesús a quien bus­
cáis como crucificado, «ya no estáaquí: Ha resucitado.»{v. 5b). «No busquéis
entre los muertos al que estávivo»(Le 24,5).Y como le queréis tanto, no ten­
gáis ningún miedo, sino alegraos por él y con él.

A continuación, el mismo Cristo les repite la consigna del ángel: «No te­máis»(v. w). ¿Por qué? Porque la última palabra de mi Evangelio no es Ja del fracaso en la cruz, sino la del éxito de mi resurrección, que también os afecta a vosotras, que me seguisteis en las tareas apostólicas, en las penas hasta el calvario, y me seguiréis en las alegrías de la gloria.

«Y efias se asieron a sus pies y fe adoraron»(v. 9). (En mis primeros ejerci­cios a colegialas les formuléesta pregunta: «¿Quéharías, si se te apareciera Je­sús?». Una me contestó: «Si se me apareciera Jesús resucitado, me subiría a una silla, le abrazaría, le besaría... y luego me ruborizaría y me moriría de ver­güenza»).

Reflectir: No hemos de abrazarnos solo al crucificado, sino también al re­sucitado; necesitamos consolación para nuestras desoíaciones,

•   Misión: Pero no os quedéis en adoración perpetua, como quería Pedro en el
Tabor, diciendo: «¡Québien se estáaquí!»(Mt 17,4). «Id a sus discípulos (v. 7),
les dice el ángel. «Id a mis hermanos -les dice jesús- y decidles que vayan a
Galilea. Allíme verán»(v. 10). Paíadeemos el sentido teológico de este men­
saje:

Para ver al Cristo de la fe, al resucitado de jerusalén, hay que ir a Galilea, al Jesús de la historia, al de la vida oculta (Nazaret) y al de la pública: de las ex­cursiones galileas.

Reflectir: ¿Relacionamos el Cristo actual, de la cuarta semana, con el jesús de la segunda semana, el mismo y único?

86j. L. Blanco Vega, Y tengo amor a lo visible. Santander, Sal Terrae, 1997, 192 pp.

 

 

 

136


137

 

■ Aparición a los dos discípulos de Emaús (Le 24,13-35)

Si no tuvieras bastante materia, añade la contemplación sobre la pareja de Emaús, ¿Que no se trata de una aparición a mujeres? Algunos piensan que el acompañante de Cieofás era su esposa. En cualquier caso, las mujeres aparecen como importantes en este relato de Lucas: «Algunas mujeres de nuestro grupo nos han desconcertado, pues fueron de madrugada al sepulcro... y volvieron diciendo que se les habían apa­recido unos ángeles y les habían dicho que él estávivo»(24,22-23). Aquíse cumple, claramente, el esquema de las apariciones:

  • Situación vital: «Iban de camino a una aldea llamada Emaús, distante unos once kilómetros de Jerusalén»(v. 13). Iban pesimistas por lo que consideraban el fracaso de jesús: «Nosotros esperábamos que é! fuera el libertador de Israel, pero ya han pasado tres días desde entonces...»(v. 21), y nada.
  • Interpelación de Jesús: «¡Quélentos sois para comprender y cuánto os cuesta creer lo dicho por los profetas! ¿No tenía que sufrir el Mesías todo esto, antes de entrar en su gloria? (v.25-26).
  • Revelación de jesús: «Y empezando por Moisés y siguiendo por toóos \os pro­fetas, les explicócada uno de los pasajes de las Escrituras que se referían a él mismo»(v. 27).

Reftectir: Nunca estudiaremos nímeditaremos bastante la Biblia: es la fuente principal de nuestra fe. Pero no asépticamente, sino con interés y amor vitales, y de rodillas. «Buscad en las Escrituras, porque ellas hablan de mí»(jn 6,40). Solo entonces se realizaráen nosotros lo que en los dos discípulos de Emaús: «¿No nos ardía ya el corazón cuando conversábamos con él por el camino y nos ex­plicaba fas Escrituras?»( v. 32).

•   La revelación de Jesús tiene una segunda parte en la cena de Emaús, cuando
«jesús tomóel pan, dio gracias a Dios, lo partióy se lo dio»(v. 30). Es la fórmu­
la de la Eucaristía. «En aquel momento se les abrieron los ojos y le reconocie­
ron; pero él desaparecióde su vista»(v.31).

Reflectir: ¿Cómo son nuestrasvisitas al sagrario? ¿Cómo son nuestras comu­niones? ¿Es la eucaristía el alimento de nuestra fe y de nuestra vida espiritual, fuente, centro y meta dei cristianismo?

•   Misión: Como en las otras apariciones, también en esta se da la reacción típica
del que ha quedado impactado por el encuentro con Jesús: no se quedaron en
la casa para disfrutar a solas el consuelo del resucitado, sino que salieron a co­
municarlo a los demás. «En el mismo instante emprendieron el camino de re­
greso a jerusaíén, donde hallaron reunidos a los Once y a todos los demás...
Y ellos contaron lo que les había sucedido (vv.33-35). Nada de cansancio, nada
de terminar la cena, nada de dormir. A caminar con ilusión para hacer partíci­
pes a ios otros discípulos de la buena nueva de la resurrección.


Reflectir: Cuando carguemos las baterías de nuestra fe y experiencia cristiana, en la eucaristía y la Escritura, no nos olvidemos de partir para expandir nuestras vi­vencias sobre jesús muerto y resucitado, sobre el Cristo pascual.

TEXTOS DE APOYO La tumba vacía

El relato del sepulcro vacío, tal como está recogido al final de los escritos evangélicos, encierra un mensaje de gran importancia: es un error buscar al crucificado en un se­pulcro; no está ahí, no pertenece al mundo de los muertos. Es una equivocación ren­dirle homenajes de admiración y reconocimiento por su pasado. Ha resucitado. Está más Heno de vida que nunca. Él sigue animando y guiando a sus seguidores. Hay que «volver a Galilea» para seguir sus pasos: hay que vivir curando a los que sufren, aco­giendo a los excluidos, perdonando a los pecadores, defendiendo a las mujeres y ben­diciendo a los niños; hay que hacer comidas abiertas a todos y entrar en las casas anunciando la paz; hay que contar parábolas sobre la bondad de Dios y denunciar toda religión que vaya contra la felicidad de las personas; hay que seguir anunciando que el reino de Dios está cerca. Con Jesús es posible un mundo diferente, más amable, más digno y justo. Hay esperanza para todos: «Volved a Galilea. Él irá delante de vosotros. Allí le veréis»87.

Triunfo de Cristo

¡Aleluya, aleluya: Resucitó, Aleluya, aleluya, Cristo el Señor! Llenos de gozo por tanta gloría, cantamos himnos a tu victoria sobre la muerte, Señor Jesús. Llenos de gozo por tu mensaje de paz alegre, dicha y consuelo, te damos gracias, Cristo Jesús. Llenos de gozo por ofrecernos tu Santo Espíritu que nos perdona, te bendecimos, oh buen Jesús. Llenos de gozo por tu gran triunfo, Jesús, cabeza de nuestra Iglesia, te seguiremos donde estás tú.

J. A. Pagóla, jesús. Aproximación histórica, o. c, p. 434.

 

 

 

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139

 

■Un,,,-

 

Llenos de gozo por el encargo de ser testigos del Evangelio, te prometemos llevar tu luz.

(R. de Andrés88).

2. «EN TODO AMAR Y SERVIR»

Contemplación para alcanzar amor

Los ejercicios rezuman una espiritualidad teocéntrica. Parten del principio funda­mental de alabar, reverenciar y servir a Dios Creador, para vivir a su mayor gloria. ¿Cómo? Por medio de Jesucristo. Él es el intermediario con su vida-muerte-resurrec­ción (2--4a semanas). Y los Ejercicios terminan añadiendo a los tres verbos iniciales el principal: «amar». San Ignacio quiere poner el broche de oro a su estrategia espi­ritual ofreciendo una «contemplación para alcanzar amor».

Pero, ¿no hemos estado toda la semana contemplando a jesús para más amarle? Sí, pero esta última contemplación es para amar más al Dios Amor. ¿De quéclase de amor habla san Ignacio? Porque la palabra «amor»es polivalente: abarca desde el egoísmo más cerrado hasta eíaltruismo más abierto.

San Juan exhorta: «No amemos de palabra y con los labios, sino con obras y de verdad»(1 jn 3,18). San Ignacio hace eco al discípulo amado, diciendo: «El amor hay que ponerlo más en obras que en palabras»y «el amor consiste en comunicación de las dos partes: en dar y comunicar el amante al amado de io que tiene y puede, y vi­ceversa». San Ignacio es un místico práctico. No se contenta con el agradecimiento: quiere también la correspondencia. Nuestras madres nos enseñaron a ser agradecí-dos ante los regalos: «¿Quése dice? -Gracias». San Ignacio nos enseña a decir: «¿Quése hace? Pues haz túio mismo. No es que no debamos ser agradecidos -hay gente desagradecida que dice: «Mucho más merezco yo»-. Pero la gratitud es poco. San Ignacio nos marca el fin de este ejercicio, concretándonos lo que pretendemos, adonde voy y a qué, en la hora fina!, con la siguiente petición.

Petición: «Pedir conocimiento interno de tanto bien recibido, para que yo, ente­ramente reconociendo, pueda en todo amar y servir a su divina Majestad»por todos sus beneficios.

•Para conseguir este amor de Dios, podemos empezar por una visión general: Una panorámica de la acción divina sobre el mundo nos revela: Dios ama siem­pre, porque Dios es amor y todo lo que hace tiene como su única explicación

R. de Andrés, En todo amar y servir, o. c.


y fundamento el amor, ya que no puede dejar de amar, porque esa es su esen­cia. Pero, también podemos desentrañar el amor de Dios, como nos sugiere san Ignacio, en tres vertientes: su amor-acción, su amor-comunicación y su amor-servicio. •El capítulo primero para alcanzar amor al Padre es fijarse en su amor de obras, de dones. «El amor más puro es en esencia un obrar desinteresado»(Ladislaus Boros). Dios me ama porque me da continuamente, sin reclamar recompensa alguna.

•  Paso primero: Dios ama en sus regalos

El paso primero para alcanzar amor de Dios es contemplar sus dones naturales y es­pirituales:

Repasa los beneficios generales naturales, pero particularizados, personalizados, individualizados en ti. Dios no obra por abstracciones -por la humanidad, por el gé­nero humano, por los hombres y mujeres- sino por cada uno de nosotros: nominal-mente, individualmente, por ti, con nombre y apellidos.

Pondera con mucho afecto ios bienes naturales que Dios ha hecho por ti: crea­ción ecológica, belleza, alimentos, aire, agua... pensando en mí(este aire serrano, este vaso... para respirarlo yo, para beberlo yo; este paisaje para verlo yo, esta luna llena para mí).

Lo mismo, repasa los bienes culturales, producto del ingenio y las cualidades in­yectadas por Dios en el hombre, para que se traduzcan en o'bras maestras de la civi­lización: artes y ciencias y técnicas (música, pintura, arquitectura, literatura, TV), para mi disfrute. Avances, inventos (medicina, electrodomésticos) para mi bien.

Sobre todo, rememorar los beneficios espirituales generales, aplicados a mí: re­dención (desde la encarnación del Hijo por mí, hasta su gota de sangre concreta que me salva), los sacramentos (canales de gracia: el bautismo, que me hace hijo adop­tivo de Dios; ia eucaristía, que me alimenta de jesús; la confesión, que me devuelve la gracia divina hasta setenta veces siete). ¿Cuántos miles de comuniones?, ¿cuántos centenares de confesiones me ha regalado Dios hasta ahora?

Y los tres regalos especiales del corazón del Padre para todos y cada uno de noso­tros: María, como madre espiritual hasta poder decir: «La madre de Dios es mi ma­dre»; Jesús como hermano mayor, salvador, liberador, amigo, redentor, al que he­mos conocido algo más estos días: «Tanto amóDios al mundo -a cada uno, a mí-que ie dio -me dio- a su Hijo único»(cf. Jn 3,16). Y el Espíritu Santo vivificante, fuente de nuestra/mi vida espiritual.

En especial, degustar los beneficios específicamente individuales: mi cuerpo, mi alma, mi familia, mi patria, mi formación religiosa, mi nacimiento, mis amigos, mis estudios, mi vocación cristiana, religiosa, sacerdotal, mi apostolado, mis bienhecho­res espirituales, ¿cuántos ejercicios?

 

 

 

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141

 

j         Si Dios tuviera un refrigerador, tendría tu foto pegada en él.

SíÉl tuviera una cartera, tu foto estaría dentro de ella.

Él te manda flores cada primavera.

Él te manda un amanecer cada mañana.

Él puede vivir en cualquier parte del universo, pero Él escogiótu corazón.
|         Enfréntalo, amigo: ¡Él estáloco por ti!

/                                                          (Facundo Cabral89).

j          Por último, es importante valorar ese cúmulo de beneficios anónimos de Dios,

I que desconozco; las millonarías providencias para conservarme vivo, sano, salvo. ! También las incontables intervenciones divinas para evitarme males: accidentes, en-|   fermedades, lesiones, tentaciones.

1         Reflectir: ¿Mi respuesta a esta cadena de beneficios espirituales y materiales?: No

|    solo «¡Gracias!»sino «Amemos a Dios, porque Él nos amóprimero»(cf. 1 jn 4,10). Dar

desinteresadamente a Dios todas mis cosas, devolverle todo lo suyo, no solo et diezmo,

e! 10%. Repetir el ofertorio de la Misa: «to recibimos de tu generosidad y ahora te lo

presentamos». Hacer un ofrecimiento personal y de obras diario consciente.

Aprender de Dios a dar también a los demás sin cansancio, a pesar de ingratitu­des y rechazos. Quien ama a Dios ame también a su hermano, es decir, déademás a los otros.

(     ■ Paso segundo: Dios ama entregándose

|     Pero hay más. El segundo capítulo para alcanzar amor al Padre es ponderar su amor
j     de comunicación, de autoentrega. Dios me ama no solo dándome dones, sino dán­
dose, comunicándose, haciéndose presente en sus dones naturales. Dios no es como
esos jefes que envían un regalo por medio de su secretaria, sino llevándolo personal­
mente, incorporándose a sus dones.
|            Apreciar la presencia permanente de Dios en mí, en el plano natural, conserván-

| dome, animándome, dándome sentidos (vista, oído, olfato, tacto, gusto), entendi­miento, voluntad, libertad, imaginación, memoria, cualidades personales y, sobre todo, haciéndome a su imagen y semejanza: rey de la creación.

Ponderar ¡a acción divina en sus dones espirituales haciéndome templo de su di­vinidad y al darme su gracia de filiación: «¿No sabéis que sois templo de Dios?»(cf. 1 Cor 3,16). «Mirad quéamor nos tiene el Padre que no solo nos llamamos, sino que so­mos en verdad hijos suyos»(1 jn 3, 1-2).

Admirar la doble presencia de Dios en nosotros, activa y pasiva. Nadamos en Dios: «En él nos movemos, existimos y somos»{Hch 17,28) como peces en el agua.

89F. Cabral, Reflexiones (canciones) 142


Y él estáen nosotros: Inhabitación del Padre. «Más íntimo a nosotros que nosotros mismos»(san Agustín).

También estápresente en las cosas que nos rodean, desde los seres inanimados, las plantas, los animales, los hombres, dándoles el ser. Dios, el trascendente, es in­manente al universo.

Además, Dios estáen la historia humana, convirtiéndola en historia de la salva­ción, a pesar de las trabas que le ponen las libertades humanas.

Reflectir: Mi respuesta. ¿Cómo corresponder a esa múltiple presencia de Dios en mí y en lo que me rodea, como un enamorado? «Amor con amor se paga»; pagando con la misma moneda. Haciéndome presente yo a él, en mis dones, conscientemente. Re­novando mi ofrecimiento diario, con jaculatorias frecuentes: «Señor, todo por ti». También, dándome a los demás, como Dios, no impersonalícente, como ausente, sin interés, por obligación, como un robot, sino poniendo corazón y conciencia en el don.

■  Paso tercero: Dios ama sirviendo

Pero hay más. El capítulo tercero para alcanzar amor al Padre es mirar su amor de servicio. La tercera forma de amarme Dios es sirviéndome.

Ponderar que Dios trabaja para míen todas las cosas: en los cielos para que sigan su complejo orden, en los elementos naturales para que conserven su equilibrio eco­lógico. (Es el hombre quien abre el agujero de la capa de ozono, quien contamina la atmósfera).

Dios trabaja para míen las plantas y animales para que me sirvan de alimento, solaz.

También trabaja incansablemente en la historia y en la Iglesia, por su Espíritu, para mí.

Reflectir: Mi respuesta a este trabajo ininterrumpido de Dios en la naturaleza, en la historia y en la Iglesia, para que todo me ayude espiritual y materialmente, debe ser no solo darle gracias, sino trabajar sin descanso, AMDG, sirviéndole en todo. Tra­bajar también por aquellos por quienes Dios trabaja. Procurar ser providencia viva de Dios para los demás, manos y pies, corazón y solicitud de Dios para los otros. Ha­cerme instrumento de Dios, para que Dios trabaje por los otros a través de mí.

¿Y cuando ya no puedo trabajar por mi edad o mis achaques? ¿No tienes un cora­zón que seguirá(atiendo hasta el último suspiro? Pues siempre podrás ofrecer a Dios ese tictac de tu corazón, amándole y amando a los demás, a quienes él ama y sirve.

■  Paso cuarto: Dios ama reflejándose

Todavía hay más. El cuarto capítulo: Ignacio nos ofrece una cuarta forma de con­templar el amor de Dios a mí. Es mirar todas ¡as criaturas como reflejos de Dios en al-

143

 

gunas de sus múltiples facetas: «Mirar -y admirar- cómo todos los bienes descien­den de arriba (de Dios), como del sol los rayos, de la fuente las aguas».

Contemplar el mundo entero y cada una de sus partículas como un negativo fo­tográfico de Dios, una huella dactilar de su belleza, bondad. «Y yéndolos mirando, prendidos los dejóde su hermosura»(san Juan de la Cruz). Prendados nos deben de­jar a nosotros del Dios-Amor.

Reflectir. En respuesta a este derramarse Dios en mí, vivir a su imagen y seme­janza, como hijo que le copia, volcarme en Él y en su Reino, imitando su amor y su servicio.

Y al ver derramarse a Dios en las cosas, volcarme en los demás, hacer llegar a los otros todo lo que Dios hace descender a mí: tiempo, cualidades, compañía, profesio-nalídad...

•Coloquio final. ¿Cómo terminar la contemplación de tal catarata de dones de Dios, de su amor hecho acción, comunicación y servicio? Muchos dirán: con oración agradecida:

Gracias, Señor, por la aurora, gracias por el nuevo día, gracias por la Eucaristía, gracias por nuestra Señora, y gracias por cada hora que nos ha dado tu amor90.

¡Gracias!

Es tanto lo que te debo que no sé por dónde empezar.

Tus favores son numerosos; ¿quién podría contarlos?

Gracias porque me encuentro vivo

y porque soy capaz de darte las gracias.

Gracias por todo lo que tengo y por todo lo que soy.

¿Dices que no esperas que te dé las gracias?

Gracias, entonces, por quererme sin condiciones,

sin esperar siquiera que te dé las gracias.

Que tu amor pueda ser tan inmenso

como para darlo todo y darlo sin pedir nada a cambio;

sobrepasa los límites de todo conocimiento humano.

¿Qué podré decirte para darte las gracias?

Cualquier cosa que diga será buena,

con tal de que me salga del corazón.


Tú no deseas sacrificios, lisonjas, palabras inteiigentes, ni piropos.

Tú, cuyo nombre es Amor, te regocijas con nuestras alegrías.

Tu deleite es hacernos el bien.

Te mantienes atento, ávido de hacernos el bien.

Haces que salga el sol,

tanto para el agradecido como para el desagradecido. (...)

¡Gracias por tan inexpíicabíe amor!

Ni siquiera he empezado a comprender

lo que Tú has hecho por mí, lo que Tú harás por mí,

o lo que tu amor es capaz de hacer.

¡Gracias! ¡Gracias! ¡Gracias!

¡Acepta mis palabras. Mí inútil silencio,

todo mi ser que te está dando las gracias! (...)

¡Gracias, Dios mío, mi Amor, mi Todo!

¡Gracias por este deseo de darte las gracias)

(JoeMannath91).

Agradecer a Dios sus dones es justo y necesario. Pero, ¿basta con el agradeci­miento? Mejor seráque cerremos esta contemplación con la preciosa plegaria obla­tiva que nos ofrece san Ignacio, glosándola y saboreándola, afectuosa y consciente­mente, como si fuera ia primera vez:

  • «Tomad, Señor y recibid». Te entrego el dominio de mi ser. Puedes usar de mí como te plazca. Puedes disponer de mi vida como quieras, cuando quieras y donde quieras.
  • «Toda mi libertad». Lo más íntimo de mi existencia, de mípersonalidad, lo único auténticamente mío. La quiero emplear sólo en tu santo servicio.
  • «Mi memoria». Quiero recordarte solo a ti o recordar para ti. Como los ena­morados, que no dejan de recordarse mutuamente.
  • «Mi entendimiento». Quiero entender las cosas con tu sabiduría, con tu punto de vista.
  • «Mi voluntad». Quiero quererte a ti y querer como túquieres a las personas y las cosas.
  • «Todo mi haber y mi poseer». Mi yo; esencia y existencia, facultades y senti­dos. Y mis cosas; poder, tener, saber, mis cualidades, mi tiempo, todo para tu servicio.
  • «Vos me lo disteis; a Vos, Señor, lo torno; todo es vuestro; disponed a toda vues­tra voluntad». Reconozco la procedencia divina de todo lo que soy y tengo, y os lo ofrezco para que lo aceptéis, de golpe o en el gota a gota, en la página a página de cada día.

 

 

 

De un Himno de Completas en la Liturgia de las Horas.


1. Mannath,/Cdmo me has sorprendido! Madrid, Narcea, 1997, pp. 96-97.

 

 

 

144


145

 

«Dadme vuestro amor y gracia, que esta me basta». Que solo el amarte y ser amado por ti me baste. Que todo lo demás (éxitos-fracasos, bienes-males) ca­rezca de importancia para mí, mi Dios y mi Todo. Porque «solo Dios basta», sólo túme bastas.

0 podemos terminar repitiendo, como un mantra, el eslogan ignaciano: «En todo amar y servir, en todo amar y servir, en todo amar y servir...»

TEXTOS DE APOYO

Te entrego, Señor, mi vida; hazla fecunda.

Te entrego, Señor, mí voluntad; hazla idéntica a la tuya.

Toma mis manos; hazlas acogedoras.

Toma mi corazón; hazlo ardiente.

Toma mis pies; hazlos incansables.

Toma mis ojos; hazlos transparentes.

Toma mis horas grises; hazlas novedad.

Toma mis cansancios; hazlos tuyos.

Toma mis veredas; hazlas tu camino.

Toma mi pobreza; hazla tu riqueza.

Toma mi obediencia; hazla tu gozo.

Toma mi nada; hazla lo que quieras.

Hazme nuevo en la donación, alegría en la entrega,

gozo desbordante al dar la vida, al gastarme en tu servicio.

(Anónimo).

Ofrecimiento:

¡Tomad, Señor!

Aunque, verdaderamente, el dar no es normal en mí, como lo es en ti.

Dame tu gracia, y toma lo que tanto me cuesta dar.

Tómalo; ya era tuyo; tú me lo diste todo.

Tómalo, porque yo quiero dártelo;

quiero que todo lo que me has dado pueda, a mi vez, dártelo a ti,

como un don, una ofrenda, una entrega total

que, desde ahora, la administres tú en mí,

para que dispongas de todo para ti, y solo para ti.

Fuera de tus dones, nada tengo que darte. (...)

Ahora que estoy plenamente consciente,

mientras mis facultades están aún intactas,

te las quiero ofrecer todas a ti.

146


Te las ofrezco mientras siguen en vigor,

mientras aún pueden ser utilizadas,

mientras puedes tú aún servirte de ellas.

Toma todo, Señor, recíbelo.

Te lo doy con todo afecto y voluntad;

acrecienta, Señor, mi amor a ti.

Me basta con tu amor y con tu gracia.

Cuanto tengo y poseo tú me lo diste.

Cuando muera, me reclamarás el préstamo

y volverás a recobrar las facultades

que, en depósito, quisiste confiarme.

Quiero ahora dártelas a ti todas,

para poder decir, con tus discípulos;

«Mira cómo lo hemos dejado todo

y hemos seguido tras de ti» (Mt 19,27).

Toda mi vida me he quedado o he retenido algo,

pero ahora quiero dártelo todo, íntegramente;

darte todo mi haber y poseer.

¡Toma todo, Señor, recíbelo!

(T.F. Doody, SJ92).

Para alcanzar amor

Para en todo servir,

danos gracia, Señor,

danos siempre tu ayuda,

para alcanzar amor.

Tú nos creaste, nos redimiste,

Tú nos conservas y nos prometes

darnos el cielo para gozarte.

Tú estás presente, Motor del mundo,

dando existencia, creando vida,

haciendo templo de nuestros cuerpos.

Todos los bienes de ti proceden,

como los rayos del sol descienden:

tierras y tiempo; también tu Reino.

Tú nos regalas lo que tenemos.

porque nos diste, porque te diste,

debemos darte, debemos darnos.

Tómalo todo, Señor eterno:

T. F. Doodv, en H. Lewis, o. c.

147

 

las libertades y los recuerdos,

las voluntades y entendimientos

Tú nos lo diste; te lo entregamos:

es todo tuyo. Solo queremos

tu amor y gracia, valor supremo.

í

R. de Andrés, En todo amar y servir, o. c.


CONSIDERACIONES / PLÁTICAS

Jesús, maestro de oración Reglas para sentirse Iglesia «Servir a Dios es reinar» Solidaridad («Los hombres no son islas») «La justicia que brota de la fe» «Dichosos vosotros»(Bienaventuranzas) En el tiempo de! Espíritu Cómo santificar la vida ordinaria

 

1

JESÚS, MAESTRO DE ORACIÓN

Dos elementos aparentemente contradictorios se perciben en la sociedad actual res­pecto de la oración. Por un lado, la dificultad para orar, nacida de la pérdida del sentido religioso sobre el mundo en general y sobre la vida humana en particular, fruto de la conciencia autosuficiente del hombre ante las fuerzas de la naturaleza, cada vez más domesticadas por la ciencia y la técnica y por la secularización am­biental, que va dominando los diversos niveles de las relaciones personales y socia­les. En cuanto a los cristianos, también estáa la baja el sentido y ia práctica de la oración, en aras de un compromiso temporal, laudable pero erróneamente reducido a la acción exterior.

Por otro lado, en el mundo occidental, se detecta un auge del interés por las téc­nicas orientales de oración y de relajación, como una respuesta al estrés y a la dis­persión de la ajetreada vida moderna.

■ Jesús, orante ejemplar

íEn nuestro itinerario de los ejercicios, vamos a acercarnos a jesús como maestro de oración, pidiéndole al Padre conocimiento interno del Cristo orante, para más amarle y seguirle en su dimensión oracional.

Siempre y en todo lugar. La oración de Jesús al Padre fue una constante de su vida, que no podemos marginar como algo accidental. El autor de la Carta a los Hebreos pone como acto primero de Cristo, al entrar en el mundo, una oración: «¡Oh Dios!, túno has querido lasofrendas y los sacrificios; en su lu­gar, me has formado un cuerpo. No han sido de tu agrado los holocaustos y las víctimas expiatorias. Entonces yo dije: -Aquívengo yo para hacer tu vo­luntad»(Heb 10,5-7). Las dos cosas deben impactarnos: el hecho de que Jesús inaugure su encarnación orando y el contenido de esa oración programática, jesús abre su andadura humana con una oración de entrega de su existencia terrena al servicio del Padre. La línea directiva de su vida y obra, que Jesús se compromete a seguir, es el cumplimiento de la voluntad de Dios. Siguiendo el ejemplo del Maestro, también nosotros hemos de orientar nuestra oración

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i para indagar el querer de Dios en las circunstancias concretas de nuestra exis­
tencia, y en pedir fuerzas para ser fieles a esa voluntad divina.
Pero esta pionera y trascendental oración no fue un acto aislado en la biogra­
fía de Jesús. Como buen israelita, alimentósu infancia y su juventud, en casa
y en la sinagoga, con las oraciones acumuladas por el Pueblo de Dios a lo largo
de los siglos, especialmente en la colección de los Salmos. Y a las alabanzas del
salterio, recitadas fervorosamente por Jesús en Nazaret, se fueron sumando
sus oraciones personales al Padre, desde sus más tiernos años, bajo la guía de
su madre. En nuestra praxis personal y pastoral con la niñez y la juventud, no
podemos olvidar esta dimensión de la plegaria pública y privada.
Si la entrada de jesús en la historia estuvo precedida por la oración al Padre, I
también al comienzo de su vida pública le descubrimos orando. «Después del
bautismo de jesús, mientras oraba, se abrióel cielo, bajóel Espíritu Santo... y
se oyóuna voz: -Túeres mi Hijo amado, mi predilecto»(Le 3,21-22). Es con la
I oración como se prepara Jesús a su misión mesiánica y donde recibe el espal-
ídarazo del Padre, reconociéndole como su Hijo queridísimo también en
/       cuanto hombre.                                                                                                      ■

/       Y no olvidemos que, después de esta oración bautismal, jesús se retiróal de-
I        sierto a orar largamente, como preparación inmediata para su vida pública,
/        clarificando el sentido de su mesianismo. Aprendamos a empezar nuestras eta­
pas y cursos rezando para pedir luz y la bendición de Dios en los trabajos y ac-
|          tividades que vamos a emprender.

Pero este retiro de la cuarentena, que constituyóla práctica de unos prolonga­
dos ejercicios espirituales, no agotóel cupo oracional de Jesús. Los evangelistas    I
descubren a Jesús orando con frecuencia. Así, nos dicen: «Se levantómuy de   I
madrugada y salió, se marchóal descampado y estuvo allíorando (Me 1,35)»,  /
Y en otra ocasión: «Cuando se despidióde la gente, se retiróal monte a orar»\
(Me 6,46) . Y más en general: jesús solía retirarse a orar en despoblado. Se j
apoya en su experiencia cuando dice: «Conviene orar siempre, sin desfallecer \
nunca»(Le 18,1). No podemos alegar la actividad que nos urge, para reducir o  \
suprimir nuestra oración. ¿Acaso tenemos nosotros más trabajo apostólico   \
que Jesús, llamado a salvar al mundo entero? ¿Acaso nuestra acción serámás    \
fecunda sin la savia de la oración?                                                                         ]

Jesús oróen ocasiones especióles. Naturalmente, además de esta oración ordi­naria, que debe oxigenar nuestra vida diaria, hemos de orar más en tiempos fuertes y en ocasiones solemnes, como hizo Jesús. Así, por ejemplo, antes de la elección de los doce apóstoles, «se fue a la montaña a orar y se pasóla noche

\

 

 orando a Dios»(Le 9,28). Solo después de esta larga vigilia hablando con el Pa­dre, procediójesús a seleccionar a la docena de discípulos que habrían de se­guirle más de cerca. ¿Llevamos nosotros a la oración todo lo que se refiere al

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destino de las personas y los encargos que les confiamos o los problemas que

tenemos con ellas?

Otra ocasión decisiva en la vida pública de Jesús -su presentación a los após­toles como el enviado definitivo de Dios- también se llevóa término en el marco de la oración. «Una vez que estaba orando solo, en presencia de sus dis­cípulos, les preguntó: -¿Quién dice la gente que soy yo?... Y vosotros ¿quién decís que soy yo?»(Le 9,18-20). Jesús, después de ser reconocido como Hijo por el Padre, quiso saber si también a los demás se lo había revelado. Fue Pedro el portavoz de esa revelación: «Túeres el Mesías, el Hijo de Dios vivo»(le 9,20b), Igualmente, tras esta oración solitaria de Jesús nacióla proclamación de Pe­dro como piedra de la iglesia,

¿Alimentamos en nuestra oración el conocimiento de la personalidad y de la misión de Jesús? ¿La pedimos a! Padre, el único que la conoce y la puede co­municar? ¿Meditamos la naturaleza infalible de la Iglesia, fundada por Jesús con carácter orgánico? Lucas nos revela la oración especial de Jesús por Pedro ani&s de la pasión: «Yo he pedido por ti, para que no pierdas la fe»(Le 22,32). A pesar de su caída, el primer papa conservóla fe en Jesús y supo transmitirla a los primeros cristianos. ¿Unimos nuestra oración a la de Jesús por los suceso­res de Pedro, para que sigan transmitiendo fielmente el tesoro de la fe cris­tiana a las nuevas generaciones?

Pero Jesús no rogósolo por Pedro, cabeza visible de la Iglesia, sino por todos los fieles de la primera hora y de todos los tiempos, incluidos nosotros. En la oración sacerdotal del cenáculo, Jesús pide at Padre: «Padre santo, protege túmismo a los que me has confiado, para que sean uno como lo somos noso­tros... No te ruego que los saques del mundo, sino que los protejas del malo... No te pido solo por estos, te pido también por los que van a creer en míme­diante su mensaje: que sean todos uno, como tú, Padre estás conmigo y yo contigo; que también ellos estén con nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste... Padre, quiero que donde yo estoy estén ellos también conmigo y contemplen esta gloria mía que túme has dado»(jn 17). Sintámonos arropados por esta oración eficaz de Jesús y estimulados para pe­dir y ofrecer nuestra colaboración responsable en asuntos tan importantes como los que pidióJesús: la fe de los confiados a nuestro apostolado; la inmu­nidad de lo mundano sin huir del mundo sino trabajando en él y por él; la uni­dad de la Iglesia en lo doctrinal y, sobre todo, en el amor mutuo entre todos los grupos eclesiales, para que nuestra unión de mentes y corazones admire a los increyentes hasta hacerles admitir la divinidad de Cristo. Y, finalmente, que nuestra oración sirva para fomentar el deseo de la compañía de jesús y gozar eternamente de su presencia, participando de su gloría del cielo. Otro pasaje importante de la vida de Jesús envuelto en la oración fue el de su transfiguración en el Tabor. «Subióa una montaña a orar. Mientras oraba,

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eíaspecto de su rostro cambió,... brillaba como el sol». Allíse transfiguró. (Mt 17,1-13 //). Si queremos contemplar la gloria del Señor a través de los ve­los de su carne mortal, subamos a! monte de la oración, para pedir: «¡Mués­trame tu rostro, Señor!»(Ex 34,13). Y si queremos irnos transformando poco a poco en mejores cristianos, acudamos al Tabor de la oración, donde Dios se comunica desde su nube de trascendencia, y donde Jesús nos enseña como maestro, legislador y profeta del amor.

También descubrimos a Jesús en la oración de alabanza ai Padre por las cosas que le ha concedido. Así, antes de ia resurrección de Lázaro, creyendo con­fiadamente que se la iba a conceder, «jesús levantólos ojos a lo alto y dijo: -Gracias, Padre, por haberme escuchado. Yo séque siempre me escuchas» (jn 11,41-42).

Y en otra ocasión Jesús bendice al Padre por haber descubierto a los sencillos la sabiduría del Reino: «Bendito seas, Padre, Señor de cielo y tierra, porque, si has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, bendito seas, por haberte parecido bien así»(Mt 11,15-26). Si­guiendo a Jesús, empleemos la oración no solo para pedir, sino sobre todo para alabar y agradecer a Dios por todos los beneficios espirituales y materia­les que nos ha concedido, especialmente la revelación del Evangelio. Démosle gracias también en nombre de todos los demás.

Jesús oróen la pasión. Pero jesús no solo oróa lo largo de su vida privada y pú­blica, sino también en su pasión. En Getsemaní, Jesús desgranóante el Padre, como un rosario, esta petición: «¡Abba, Padre! Túlo puedes todo. Aparta de míeste trago; pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres Tú». «Se apartóde nuevo y orórepetidamente las mismas palabras»(Me 14,36.39). Aparentemente, la oración de Jesús en el olivar fue un fracaso, porque el mal trago de la pasión lo bebióhasta las heces. Pero fue un éxito, porque recibió fuerzas para soportar la cruz -«se le aparecióun ángel del cielo que lo con­fortaba»(Le 22,43)- y, sobre todo, recibióel premio de la vida eterna a cam­bio de su muerte temporal. Por eso, el autor de la carta a los hebreos afirma: «Cristo, en los días de su vida mortal, presentó, a gritos y con lágrimas, ora­ciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, y fue escuchado en aten­ción a su piedad reverencial»(Heb 5,7).

También nosotros podemos pedir al Señor que, si es posible pase de largo el cá­liz del dolor; pero añadiendo que no se haga nuestra voluntad, sino la suya, aunque sea mediada por voluntades ajenas y negativas. Como dice profunda­mente Soren Kierkegaard, la auténtica característica de la oración del cris­tiano es perseverar en la oración hasta escuchar lo que Dios quiere de él, más que el hecho de que Dios escuche lo que le pedimos.


Esto es lo que hizo Jesús en el huerto y en la cruz.

También podemos rezar a Dios en la tribulación, extrañándonos como Jesús: «Dios mío, ¿por quéme has abandonado?»(Me 15,34); pero confiándonos filialmente a su providencia paternal: «¡Padre, en tus manos entrego mi espíritu»(Le 24,46) y mi cuerpo! Entonces Dios nos escuchará, al menos dándonos fortaleza y con la res­puesta definitiva de la resurrección para la felicidad eterna.

■ Magisterio oracional de Jesús

El múltiple ejemplo de jesús orante debe constituir un estímulo no solo para imitarle,
sino también para que nos enseñe a orar. «Una vez estaba él orando en cierto lugar;
al terminar, uno de sus discípulos le pidió-Señor, enséñanos una oración»(Le 11,1).
j Bendito aquel discípulo que se atrevióa abordar asía jesús, porque recibiócomo
¡respuesta el regalo del padrenuestro, paradigma de la plegaria cristiana. Por eso,
¡«fieles a la recomendación del Salvador, y siguiendo su divina enseñanza, nos atre-
| vemos a decir»la llamada por excelencia «oración dominical».
!          Lo primero que nos enseñóJesús es que a Dios hay que dirigirse con el bello nom-

| bre de «Padre»en los labios y con la confianza de hijos en el corazón. Y también por I él sabemos que, al rezar al Padre Dios, hemos de añadir el adjetivo «nuestro», lo cual |     supone adoptar la postura de hermanos respecto a los otros discípulos y a todos los

i    seres humanos.

En la primera petición de! padrenuestro queda bien patente que el objetivo de la oración cristiana es la gloria de Dios y no nuestras pequeñas intenciones: «Santifi­cado sea tu nombre». Acertósan Ignacio al poner como principio fundamental de la religiosidad que el ser humano es creado para alabar y reverenciar a Dios. El olvido de los ateos y de los indiferentes debería ser un estímulo más para pedir que Dios Pa­dre sea glorificado.

La segunda petición del padrenuestro junta e! verticalismo de mirar a Dios con el horizontalismo de mirar por el hombre. Porque, al pedir «venga a nosotros tu Reino», estamos colaborando en el implantación social de un reinado donde impere la verdad y la vida en lugar de la mentira y la muerte, la santidad y la gracia en vez del pecado individual y social, la justicia, el amor y la paz en lugar de las injusticias,

el odio y las guerras.

Aunque la tercera petición del padrenuestro parece estar ya incluida implícita­mente en las dos anteriores, Jesús nos enseña a pedir expresamente «hágase tu vo­luntad asíen la tierra como se hace en el cielo». Ahora bien, ¿cuál es ese querer de Dios que debemos copiar, en el tiempo, de los ciudadanos de la eternidad? Las rela­ciones de amor entre todos, que son las que rigen en la casa solariega del Padre.

La cuarta petición de! padrenuestro presenta dos variantes. La de Lucas pide a Dios: «danos cada día nuestro pan de! mañana», que equivale a pedir el alimento de!

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!    mañana eterno -el amor- como alimento cotidiano a lo largo de nuestra vida tem­poral. La versión de Mateo pide «el pan nuestro de cada día, dánosle hoy»e incluye ¡ el deseo de que todos los seres humanos podamos cubrir siempre nuestras necesida- 1 des primarias, representadas por el pan.

En ia quinta súpiica de la oración dominical pedimos a Dios «perdona nuestras ofensas, pues también nosotros perdonamos a nuestros ofensores». Petición de ta-1 lante abiertamente espiritual, por la que imploramos del Padre que borre de núes-j tros corazones y de nuestras relaciones humanas el mal moral que nos envilece. Y nos \ comprometemos a colaborar en la eliminación del pecado en el mundo, perdonando !  a nuestros hermanos, como el Padre nos perdona a todos.

La petición final del padrenuestro insiste en la lucha contra lo malo: «No nos de-i   jes caer en la tentación mas líbranos del mal». Si es malo ver maldad en casi todo,  I j   siendo asíque Dios hizo buenas todas las cosas, malo es también pensar que en el \   diccionario de la vida ha desaparecido la malicia. Ante la nueva ética, que confunde   i lo lícito con lo legal y con lo más votado, Jesús nos enseña a pedir a! Padre ayuda   \ para no caer en las trampas tendidas por el Mal(o).

■ Cualidades de la oración cristiana

I

J jesús, después de enseñarnos con el padrenuestro los contenidos y el esquema de la
I oración ideal, nos señala las condiciones para su eficacia. Insiste en la confianza
como actitud básica, y en lo espiritual como objetivo de las peticiones: «Si vosotros,
que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre
del cielo daráel Espíritu Santo a los que se lo pidan!»{Le 11,13). Recordemos que pe- j
dir el Espíritu de Dios es pedir ia santidad, el amor.                                                                 /

La segunda condición que nos pone jesús para alcanzar las cosas que pedimos / al Padre es la insistencia: «Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y os abri- / rán; porque todo el que pide recibe, el que busca encuentra y al que llama leí abren»(Mt 7,7). Otra condición para la eficacia de las peticiones es la fe total: «Cualquier cosa que pidáis en vuestra oración, creed que os la han concedido y la obtendréis»(Me 11,24).

Otro consejo de jesús sobre ia práctica de la oración es ei recogimiento, más nece­sario en nuestra civilización del ruido: «Cuando te pongas a orar, entra en tu cuarto y, cerrada la puerta, ora a tu Padre que estáen lo secreto; y tu Padre, que ve en lo se­creto, te daráia recompensa»(Mt 6,6). Si practicamos la oración privada, Dios noí daráel premio del consuelo, de la luz o de la fuerza para seguir adelante sin desfallecer,

Cuando nuestra oración privada sea mental, recordemos con santa Teresa de je­sús que la meditación consiste «no en pensar mucho, sino en amar mucho», en «tra­tar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con Quien sabemos nos ama». Por eso san Ignacio nos enseña a poner como elemento primordial de las me-

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dilaciones actualizar la presencia de Dios. Es con Él con quien debemos hablar a lo largo de la meditación y al que hemos de dirigirnos, al terminar, en el coloquio.

Pero jesús no reduce las formas de orar a la oración privada. Cuando nos dice que «donde haya dos o tres reunidos en mi nombre, allíestoy yo en medio de ellos» (Mt 18,20), ¿no se refiere también a las reuniones de oración pública o litúrgica? ¿No / concluyen las plegarias oficiales de la Iglesia con la invocación «por nuestro Señor f Jesucristo», es decir, en su nombre? Sobre todo, celebremos conscientemente la \ gran plegaria eclesial de la eucaristía, en la cual «por Cristo, con él y en él, en la uni- ', dad del Espíritu Santo», tributamos a Dios Padre «todo honor y toda gloria».

A lo largo de su magisterio como orante y como maestro de oración, hemos visto | muchos de los contenidos que Jesús nos enseña como objetivo de nuestras plegarias, j Pero, espigando en los evangelios, hallaremos otras intenciones por las que pedir, i Así, por ejemplo, jesús nos invita a rezar por las vocaciones al apostolado: «Rogad al ( dueño que mande braceros a su mies»(Le 10,2). En lugar de lamentar ia carencia de ¡ vocaciones sacerdotales, religiosas y consagradas, recemos con fervor pidiéndole a Dios numerosos apóstoles cristianos.

Finalmente, recordemos que ei papel orante de jesús no se terminócon su vida
terrena. Por la carta a los hebreos, sabemos que también en ei cielo «intercede por
nosotros en presencia de Dios»(Heb 9,24). Lo cual quiere decir que jesús sigue pi­
diendo al Padre por los seres humanos a lo largo de la historia, incluido el presente.
Confiemos a esa oración eficaz del Cristo eterno todas nuestras necesidades, las de
la Iglesia y las del mundo.                                                                                                  \

TEXTO DE APOYO Jesús orante

Jesús sentía una constante atracción hacia su Padre; se le iba su alma hacia Él. Y, aun- i
que a todas horas estaba con Él su afecto, buscaba ratos para pasarlos a solas y gozar
ambos mano a mano. Durante el día apenas le sobraban ratos a Jesús; todo era darse a
los demás, le sorbían los hombres: «Quien tenga sed, venga a mi y beba». En cuanto ce­
saba el oleaje de los prójimos, se tendía en la playa de Dios; rodeado de silencio, se ab­
sorbía en la Fuente, le bebía eí Padre. Todavía a la vera del Mar, soñaba con las olas; a
\            la vera del Padre, intercedía por los hijos, suplicaba por los hombres.

\           También Jesús necesitaba la oración, la esperanza, para que fluyera la luz sobre los

1          hombres, percutiese su dureza y entrase el día en ellos; el Día, que es Dios. Robaba para

la oración las horas del sueño; el Espíritu le fortalecía, pues Jesús no vivía, se desvivía; sin nerviosismo, sin vértigo, con la paz de su esperanza, consciente de que Dios lo hace todo, y nosotros llegamos a poco94.

M. Ruiz Avücar, El cristianismo es amor. Bilbao, Mensajero, 1967.

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2

REGLAS PARA SENTIRSE IGLESIA (Meditación sobre la Iglesia)

Si hay algún apartado de los ejercicios que necesite una relectura actualizada es, sin duda, el de las llamadas «Reglas para sentir con la iglesia». Y lo primero, en su misma titulación, que suena a postura exterior del cristiano respecto de la institución eclesial. Hay que hacer hincapiéen que san Ignacio las titula así: «Para el sentido verdadero que en la Iglesia militante debemos tener, se guarden (as regias siguien­tes»[EE 352]. Para el santo, se trata de una actitud interna del fiel dentro de la or­ganización a la que pertenece. En cuanto al calificativo de Iglesia «militante», hay que quitarle cualquier acepción belicista, para pensar que se trata de la Iglesia peregrina.

Pero los cambios profundos realizados en la eclesiología desde el concilio de Trento hasta el Vaticano II aconsejan una actualización que responda más a «Reglas para sentirse Iglesia». Labor en la que ya han dado pasos los especialistas. Aunque los ajenos a la Iglesia, y parte de los católicos tradicionalistas, siguen equiparando Iglesia con jerarquía, la mayoría de los creyentes actuales se sienten parte inte­grante de la familia eclesial, miembros del pueblo de Dios.

Por mi parte, y robándole el título ai famoso libro de Henri de Lubac, ofrezco aquíuna «meditación sobre la Iglesia», en forma de «Reglas para sentirse Iglesia», actualizando las cuatro notas del Credo {una, santa, católica y apostólica), para re­forzar nuestra pertenencia a! organismo querido por Jesús como continuador de su vida y su Evangelio.

■ 1a regla: Sentirse Iglesia «una»y plural

La primera nota oficial calificatoria de la Iglesia ha sido siempre la unidad. Asílo afirmamos en el credo: «Creo en ia iglesia, que es una». No se trata de un antojo ar­bitrario, sino de la voluntad expresa de su fundador, Jesús, en el atardecer del Jue­ves santo en el cenáculo. Allíle pidióal Padre, acerca de sus discípulos: «Que todos sean uno»(jn 17,21). Siempre se ha interpretado esta unidad en el terreno doctri­nal: «una sola fe». Naturalmente, en una institución con un mensaje revelado, la cohesión intelectual es condición y garantía de permanencia en el tiempo y en el espacio.

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Pero eídeseo-plegaria de jesús va más ailáde la unidad de entendimientos: anhela la unión de voluntades: «Padre, que todos sean uno como nosotros». Y la unidad entre el Padre y el Hijo en el Espíritu es la unión de amor que los entrelaza eternamente. Por eso, no basta con la unidad teórica en la ortodoxia, sino que hace falta la unión práctica en la ortopraxis. Pablo lo expresóbreve y claramente: «Ha­ciendo ía verdad en el amor»(Ef 4,15). Si recitamos el mismo credo pero no nos ama­mos, no formamos \a Iglesia querida por jesús.

Además, la unidad doctrinal no significa uniformidad, sino que admite cierta pluralidad. Ya desde el comienzo de la Iglesia, se da ese pluralismo eclesial, como queda patente en los Hechos apostólicos. Hasta los cuatro evangelios canónicos manifiestan enfoques y acentos variados sobre ía persona, la vida, la obra y el mensaje de jesús, reflejo de cómo se vivía en las diversas comunidades primitivas. Sin embargo, esa pluralidad de visiones sobre la fe no debe llevar a la división de los ánimos, sino a un diálogo enriquecedor. El dogma, por muy bien formulado que esté, nunca podráabarcar toda la verdad del «Dios, siempre mayor»que nuestras palabras.

Pero donde no debe haber pluralismo eclesial, es en la comunión afectiva y efec­tiva. La iglesia actual, supermillonaria en miembros de los cinco continentes, solo formarála unidad querida por Jesús si recupera el sentido de comunión de la pri­mera comunidad: llevando las relaciones cordiales hasta Ía realidad de ia bolsa co­mún de bienes. La admiración de la sociedad civil hacia la Iglesia no la suscitarásu unidad de credo doctrinal, sino su búsqueda del bienestar hasta de sus miembros más desfavorecidos. Solo esa solidaridad económica haráexclamar, hoy como ayer: «¡Mirad cómo se aman!».

Diálogo eclesial

Quisiera salir en defensa del diálogo. No es cierto que sea una idea tendenciosa­mente liberal. Estábien arraigado en la tradición intelectual de occidente (...) Pero si se quiere que el diálogo funcione, hay que ser muy sensible a cómo la gente entiende las palabras, no sea que las cosas descarrilen desde el inicio. Por ello, propongo que usemos otro término: «conversación». Esta palabra etimológicamente significa «vi­vir juntos», pero con el tiempo pasóa significar «hablar con otro», ya que es ha­blando de esta forma como se construye la comunidad. Vivir juntos es compartir pa­labras. Asíla iglesia se mantiene unida gracias a millones de conversaciones que, saltando fronteras teológicas, sanan divisiones. Esta es una de las vías para hallar nuestro puesto en la vida trinitaria. La Trinidad es el Padre pronunciando la Palabra, que es el Hijo. Padre e Hijo engendran al Espíritu. Para el teólogo alemán Christoph Schwobel, «Dios es conversación».

¿Quédecir de la objeción que afirma que no necesitamos hablar sobre las verdades fundamentales de nuestra fe? A fin de cuentas, están definidas. Sin embargo, necesi­tamos seguir hablando hasta de los dogmas más básicos de la fe. Hay que seguir pen­sando en ellos, discutiendo sobre ellos, tratando de encontrar formas mejores de ex-


presarlos. Si no, caeríamos en una concepción muy moderna y fundamentalista de la fe que aspira a tener la verdad bien envuelta en cuatro fórmulas para no tener que pensar más.

Los grandes teólogos saben que hablando y hablando ¡lega uno a vislumbrar ios ras­gos más sutiles del misterio de Dios. Es cierto que la Iglesia ha definido, por ejemplo, que la resurrección de Cristo forma parte de nuestra fe. Un católico no puede supri­mir sin más ese artículo de su credo. Pero nunca dejaremos de esforzarnos por en­tender lo que esto significa. Hasta que veamos a Dios cara a cara, nunca dejaremos de examinar nuevas hipótesis, de evaluar la manera de expresar su fe de otras mane­ras, de dar con nuevas metáforas (...)

Debatir nuestra fe, hacer preguntas, discutir con otros, no es una tarea liberal ano­dina. Desde el principio, la Iglesia ha necesitado este diálogo -o «conversación»-para ayudarnos a entrar en el misterio del Dios, que supera toda palabra. El diálogo no es parte de un programa liberal ni se contrapone a la adhesión a la verdad. Perte­nece a la vía que nos lleva a ia verdad plena. Es hablando juntos, sobre todo con quienes no estamos de acuerdo, como levantamos un templo al Dios que, envuelto en silencio, es la eterna conversación trinitaria. (...)

No se puede tolerar más la polarización. Hiere la vida y la misión de la Iglesia. Sanar la división exige, antes que nada, comprender la angustia de los católicos que no piensan como nosotros. Hay que sentir su sensación de no sentirse como en casa dentro de la Iglesia. Debemos abrir nuestro entendimiento y nuestra imaginación para captar lo que sufren. Y cuando la conversación parece que no lleva a ningún si­tio, hay que cavar más hondo, hasta llegar a un nivel en el que nuestras visiones e in­tuiciones básicas lleguen a ser reconciliables95.

■ 2a regla. Sentirse Iglesia «santa»y pecadora

Ante la realidad histórica de la Iglesia, hay que huir de dos extremos. El primero es el de una apologética a ultranza, que confunde la llamada a ser esposa inmaculada de Cristo con la carencia en ella de ningún fallo, mancha ni arruga, de hecho. No hemos de ser tan ciegos que no veamos las páginas negras y rojas escritas a lo largo de dos milenios de historia de la Iglesia: guerras de religión, tribunales de la Inquisición, persecuciones de adversarios, divisiones y cismas internos, traiciones al ideal evangélico.

No es bueno un idealismo descarnado, que confunde lo que debería ser la Igle­sia por su vocación con su encarnación humana en hombres y mujeres de barro. ¿Acaso no fue asíya desde el principio, con unos primeros discípulos imperfectos?

95T. Radcliffe, «Cómo superar la discordia en la Iglesia», en Selecciones de Teología 184 (2007), PP- 307-312.

 

 

 

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Los católicos que no soportan fas críticas, ni siquiera las internas surgidas dei amor más profundo, nacidas del deseo de su reforma, deberían recordar el calificativo agustiniano de Iglesia semper reformanda. Si alguien se quejaba «Me duefe Es­paña», mucho más se puede exclamar «Me duele la Iglesia», porque quiero su ma­yor bien, comenzando por mi reforma personai, ya que yo soy parte imperfecta de la institución eclesial.

Pero tampoco hay que caer en el segundo extremo del pesimismo, que solo ve en la Iglesia taras y fallos decepcionantes. Dejemos ese talante omnieensor para los enemigos que la han perseguido desde sus albores hasta nuestros días. Pero, al co­nocer esa letanía de noticias, comentarios, caricaturas y chistes que con frecuencia se dirigen contra ia Iglesia, lejos de encontrar eco favorable en nosotros, ha de au­mentar nuestro deseo de conversión personal y grupa!, para evitar dar pie a que los Voltaire de turno sigan diciendo: «¡Aplastad a la infame!».

A nosotros nos toca adoptar ia tercera postura: la de ios que aceptan la mezcla de trigo y cizaña en la realidad histórica de la Iglesia, santa y pecadora, «casta me­retriz». Pero no solo hemos de aceptarla como carga pesada, sino amarla como a madre. Effa nos ha engendrado en Cristo. A la Igiesia le debemos el conocimiento de la vida, la obra y el evangelio de Jesús, la divufgación de su Reino, ia distribución de su gracia por los sacramentos.

Amar a la Iglesia con madurez

Tal vez hemos idealizado a la Iglesia, forzada como estáa peregrinar lejos del Se­ñor, a recorrer los caminos de la historia de este mundo; y asíhemos olvidado a Aquel que la hace verdadera esposa de Cristo, sin arruga y sin mancha. Entonces nos sentimos decepcionados. Una desilusión que tiene que procurar ía madurez de nuestro amor. Hemos de cobrar un amor que cree, espera y es fiel, que soporta y ora, que persevera y no se busca a símismo, sino de verdad a la Iglesia y en ella a Dios, el siempre más grande, que le ha infundido su Espíritu como su misterio de vida.

Preguntémonos si amamos a la Iglesia, incluido su cuerpo, sus normas e institucio­nes, sus representantes, los obispos y los papas, también su derecho canónico, sus usos y tradiciones, lo que en elía hay de cansado, de mate, de premioso. ¿La ama­mos como se ama a alguien cuando, sin encubrir sus defectos ni idealizarlo falsa­mente, se vive sencillamente para él, sin hacer como si solo hubiera que sopor­tarlo? Sólo cuando aceptemos a la Igiesia como es, llegaráel auténtico amor a su madurez96.


■ 3a regla: Sentirse Iglesia «católica»y cristiana

Fue un mártir primitivo el que supo sintetizar en dos palabras su pertenencia ecie-sial: «Mi nombre es Cristiano; mi apellido, Católico». Ei credo nos enseña a confesar el segundo calificativo, suponiendo ei primero. Actualmente, los católicos nos iden­tificamos más como cristianos, sin duda para insistir en lo esencial de la Iglesia, que es su vincuiación con Cristo, denominación de origen de todo bautizado. Se trata de grabar en nuestro disco duro una adhesión personal y eclesial a la persona de Jesu­cristo. Se trata de revestirse de Cristo, como dice Pablo, pero no exteriormente, como de un traje externo de quita y pon, sino internamente, según la consigna del mismo apóstol: «Tened los mismos sentimientos de Cristo Jesús (Flp 2,5) y su mentali­dad. El ideal es que los cristianos seamos «dobles»de jesús en la pantalla de nuestro tiempo y lugar.

Pero esta identificación cristiana, personal y eclesial, no ha de hacernos olvi­dar nuestra dimensión católica, que significa misionera, para que sea universal. ¿Pensamos que, a ios dos mil años después de Cristo, solo el 18 % de ia humanidad estábautizado? Cierto que la Iglesia actual habla más de «misión»que de «las mi­siones»; pero esa misión confiada por Jesús resucitado es ía extensión de su Evan­gelio en toda la geografía: «Id ai mundo entero y evangelizad a toda la humani­dad»(cf. Mt 28,20),

Pero esta labor vanguardista de la Iglesia no puede descuidar la reevangelización de los bautizados descristianizados, reconociendo a las viejas cristiandades y a la «católica España»como países de misión. Otro horizonte de la catolicidad de la Igle­sia es el ecumenismo intereciesial. Es verdad que, en los últimos años, se han dado pasos para ei reencuentro de las distintas denominaciones cristianas -protestantes, ortodoxos y católicos-, pero aún falta mucho para lograr esa gran Iglesia de todos ios bautizados. Dejando a la jerarquía y a los teólogos su papel de acercar posturas doctrinales, a los cristianos de base nos toca el ecumenismo cordial y ía oración al Padre por la reunión de toda la familia eclesial. Roger Schutz, prior de Taizé, se pre­guntaba cómo ser católico, vivir la catolicidad, después de cuatro sigíos de separa­ción en la Iglesia. Existe, según éí, el peligro real de que unos cristianos excluyan a los otros, tanto más grave cuanto el hecho de ser cristiano supone la vocación espe­cífica de ser fermento de unidad y comunión. Por eso, se preguntaba si u idea llega­ría a ser el lugar de comunión para todos los cristianos e, inciuso todos los seres hu­manos.

 

 

 

K. Rahneií, en R. de Andrés, Diccionario existencia! cristiano. Estella, Verbo Divino, 2005, p. 221.


■ 4- regla: Sentirse Iglesia «apostólica»y comunitaria

Según el credo, el significado de la apostolicidad de la Iglesia es el de su fidelidad al legado de los apóstoles. Aquellos primeros discípulos, que bebieron y vivieron la cer-

 

 

 

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cania física y espiritual de Jesús, formaron el núcleo de la Iglesia en el primer Pente­costés del cenáculo. Por eso deben ser el referente obligado de los millones de discí­pulos que se les han ido juntando después.

Otra acepción de la apostolicidad de la Iglesia es su jerarquía: son los obispos, sucesores de los apóstoles, los garantes de la pureza de la fe eciesial. De ahíque «apostólica»sea equivalente de «jerárquica». Este magisterio doctrinal del episco­pado, encabezado por el papa, es digno de fidelidad por parte de los bautizados. Por su parte, la jerarquía ha de sentirse respaldada por el Espíritu de la Verdad en sus pronunciamientos docentes; pero sin olvidar que el Espíritu Santo no solo se manifiesta en la Escritura y en la Tradición, sino también en los signos de los tiem­pos actuales.

De ordinario, se restringe a los apóstoles y a la jerarquía el alcance de la afirma­ción de Jesús, «Quien a vosotros oye, a míme oye»(Le 13,16). Pero, ¿son solo ellos ios destinatarios-transmisores únicos de ia verdad revelada? En el seno de la comu­nidad creyente hay otras instancias doctrinales como los biblístas, los teólogos y los pastoralistas, que también interpretan la Palabra de Dios y la enculturan en las coor­denadas de tiempos y lugares. ¿No son ellos, en cierto grado, portavoces de jesús en la proclamación de su Evangelio?

La teología estáal servicio de la Iglesia y también al servicio de! magisterio... La teo­logía puede ser considerada también «sierva del magisterio», pero solo en el sentido suavemente irónico que Kant dio a esta metáfora, es decir, como «la sirvienta que va delante de su señora llevándole la antorcha»y no como «la sirvienta que va detrás de su señora llevándole la cola»97.

Más aún, el «sentido de la fe»del que gozan los fieles cristianos del Pueblo de Dios, ¿no es también garantía de ortodoxia? Por eso,

el magisterio normativo no puede reducir precipitadamente el laborioso proceso eciesial de investigación de la verdad, sino que ha de tomar cada decisión después de haber calibrado \o mejor posible ¡a profundidad y alcance de la verdad, en diálogo con la teología y habida cuenta de la conciencia de la fe de la comunidad o sensus fi-

delíum98.

Tanto jerarquía como asamblea son Iglesia docente y discente.

Para entrar en una concertación fructuosa con las otras confesiones cristianas, es necesario que la Iglesia romana haya instaurado antes en el interior de símisma es-


pacios de diálogo, modificando sus estructuras de manera que se creen verdaderos ug r s de intercambio con sus propios fieles. Dicho de otra manera la Igles.a hade aceptar y establecer primero una pluralidad católica, para que pueda luego promo­ver una unidad cristiana".

 

 

 

F.-j. Niemann, en R. de Andrés, Diccionario existencia! cristiano, o. c, p. 287. H. Pree, enlbídem, p. 288.


99I. Delumeau, Guetter ¡'aurore. París, 2003.

 

 

 

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SOLIDARIDAD («Los hombres no son islas»)

Aunque en los libros del Nuevo Testamento no aparece la palabra «solidaridad», sí resplandece su realidad más profunda. Desde que el Dios Trinidad mancomunada-mente decide intervenir en la historia humana, se hace solidario de la humanidad. En cuanto al Padre, «tanto amóDios al mundo que le entregóa su Único»(Jn 3,16) para que se hiciera «uno de tantos»(Flp 2,7). En cuanto al Hijo, «se hizo hombre y acampóentre nosotros»(Jn 1,14). Y el Espíritu Santo fecundóel seno de María para que naciera el Emmanuel. Desde el nacimiento de jesús en Belén hasta su muerte, su corta vida seráresumida por Pedro con la frase «pasóhaciendo bien y liberando del mal»(Hch 10,38), solidarizado con todos.

■ La aldea global y la giobalización

Jesús fue el auténtico solidario de la humanidad, desde su encarnación hasta que dio su vida en rescate por todos en el calvario. Por eso, uno de los títulos acuñados por la cristofogía actual es el que llama a Cristo «el hombre para los demás». Y por eso, los cristianos estamos llamados a continuar esta dimensión solidaria de Jesús aquíy ahora, en primer lugar, para identificarnos con él, y en segundo lugar, para neutralizar el ambiente insolidario de la sociedad actual. Es verdad que los medios de comunicación social e internet han convertido la tierra en una «aldea global» (Mae Luhan): cualquier acontecimiento ocurrido en cualquier lugar del mundo llega al resto del planeta con la rapidez de un rayo en alas de la radio, la televisión, las agencias y las páginas de la red electrónica. Pero, al mismo tiempo, en el plano humano, un individualismo egocéntrico estáen las antípodas de la solidaridad in­ternacional.

En cuanto al fenómeno de la giobalización económica, es real en la facilidad de difundir los productos de la sociedad industrial a nivel mundial y obtener beneficios en su compra-venta, pero no en el hecho de repartirlos mejor. La proporción entre el 20% de los que se lucran del 80% de los bienes de consumo y el 80% de los que han de contentarse con el 20% restante no hace sino acentuarse con la giobalización. Mientras en el primer mundo hay sobra de coiestero! y problemas crecientes de obe-

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sidad, en el tercer mundo siguen muriendo treinta o cuarenta millones de personas por desnutrición al año.

La gran coartada para quedarse paralizados ante la magnitud del abismo entre ios afortunados y los desheredados es pensar que se trata de un problema tan gigan­tesco que solo pueden -y deben- resolver los Estados, en sus conferencias interna­cionales, en sus decisiones de alto nivel. Cierto que, ante esta situación inhumana de la humanidad, deben jugar un papel importante los gobernantes. Pero también la so­ciedad de base, la gente de a pie, tiene sus responsabilidades.

Ante las frías estadísticas y los datos informáticos objetivos no podemos enco­gernos de hombros, sino cuestionarnos las implicaciones que tenemos en esta reali­dad y en su deseable cambio. No es humano refugiarse en la lejanía del problema de la insoiidaridad, ni ampararse en el «ojos que no ven, corazón que no quiebra». En la «aldea global»nada es tan distante como para pensar «¡alláellos con sus proble­mas.'», porque ellos son nosotros. La solución debe empezar por la acción de cada uno, hasta formar una cadena tan larga y numerosa que abarque toda la humani­dad. Hemos de sentirnos ciudadanos del mundo y personalizar el siguiente «Mani­fiesto del mundialismo»;

A falta de instrucciones mundiales capaces de asegurar la satisfacción de las necesida­des fundamentales de la persona humana, estásiendo escarnecida. Mientras se despil­farran inmensas riquezas, las dos terceras partes de la humanidad pasa hambre. Sin embargo, el progreso de las ciencias y de la técnica hace posible la organización de una comunidad mundial en la que reine la paz y la abundancia, y en la que estén garanti­zadas las libertades fundamentales a los individuos, a los pueblos y a las naciones. ¿Por qué, entonces, no sucede así? Porque los gobernantes, hipnotizados por el de­ber de defender en primer lugar los intereses nacionales de sus propios países, se nie­gan a aceptar las transformaciones necesarias e impiden la acción de las institucio­nes internacionales creadas para defender la paz universal y servir al hombre. La salvación, entonces, no puede venir más que del pueblo del mundo, de los individuos que lo forman, de cada uno de nosotros 10°.

■ De la mentalidad tribal a la ciudadanía mundial

Sin perder el amor ai terruño, a la patria chica, y a la grande, hemos de superar nuestra mentalidad tribal, para abrirnos a horizontes universales.

¿Dónde, por amor de Dios, podemos descubrir una limitación del plan divino, y decir que la gran riqueza de la tierra estádestinada principalmente al 20 por ciento de sus


habitantes? ¿Dónde hallamos la palabra de Cristo que nos manda dar de comer a los hambrientos, con tal de que vivan en Inglaterra, y vestir al desnudo, con tal de que sean alemanes, y conceder refugio a los que carecen de hogar, con tal de que se trate de holandeses?...

En medio de nuestro mundo gigantesco, estamos anclados aún en el nivel de una «mentalidad de tribu». El niño que padece hambre en el lejano Bihar no es nuestro niño. Los millones sin tierra ni pan de Latinoamérica están más alláde las fronteras de nuestra imaginación. Los esfuerzos dignos de compasión de los analfabetos afri­canos no nos afectan. A nosotros nos alcanza la humanidad por la que nos sentimos responsables solo hasta las fronteras de nuestra región,01.

Sin embargo, el primer astronauta americano, cuando desde su nave espacia! se asomóal exterior y vio la tierra en lontananza como una diminuta bola surcando la atmósfera, tuvo la sensación de que son ridiculas las divisiones entre los humanos, puesto que todos estamos embarcados en el mismo y único planeta azul. Toda la hu­manidad, a pesar de sus distintas razas, clases sociales, géneros, forma la tripulación de la tierra.

Y junto a la mentalidad universal, hemos de recuperar el sentido social de la per­sona humana. En esta civilización que simultanea globalización aldeana con indivi­dualismo aislante, hemos de vivir ia verdad de aquel título certero «Los hombres no son islas». Hemos de empezar por la frase «Yo vivo para que túvivas; yo vivo porque túvives»(Cannon); pero sin restricciones, sin fronteras, extrapolándola a toda la comunidad humana. Hemos de confesar con Mahatma Gandhi: «Soy parte y parcela de un todo, y no puedo hallar a Dios fuera del resto de la humanidad».

Y, si ningún hombre debe sentirse un islote en medio del océano del mundo, mu­cho menos el cristiano, que tiene como modelo a Jesús, del cual Orígenes nos ha con­servado este logion: «Por los débiles fui débil, y padecíhambre por los hambrientos y sed por los sedientos». E! cristiano estállamado a la fraternidad universal y a sentirse miembro del Cuerpo místico de Cristo, corresponsable de todos los demás.

Los discípulos de jesús están implicados en dos fenómenos contemporáneos de carácter solidario, que son los voluntariados y las organizaciones sociales no guber­namentales. Muchos de los movimientos que reclutan voluntarios temporales para sus servicios a favor de los más necesitados, tienen denominación cristiana de ori­gen, lo mismo que numerosas ONGs. Pero cada uno de los bautizados ha de pregun­tarse cómo colabora en estos organismos dedicados a repartir mejor los bienes de la tierra.

Al hacer el examen de conciencia, el cristiano ha de incluir preguntas como es­tas: ¿quéporcentaje de mis ganancias dedico a alguna de las organizaciones asisten-ciales y sociales?, ¿quétanto por ciento de mi profesión o de mi tiempo libre consa-

 

 

 

«Manifiesto del mundialismo», en R. de Andrés, Diccionario existencial cristiano, o. c, p. 441.


B. Ward, en Ibidem, p. 442.

 

 

 

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gro a uno de los organismos de voluntariado de sello cristiano, que se empeñan en ayudar a los más necesitados de atención? El discípulo de jesús ha de preguntarse, también desde esta perspectiva, para quévale la vida sino para entregarla.

Si nuestra situación personal es tan escasa de recursos económicos y sociales que no puede destinar ni tiempo ni dinero a paliar los problemas de los más deshereda­dos, aún nos queda una voz, hablada o escrita, para ponerla al servicio de la solida­ridad. El P. Pire nos recuerda el débil no puede hacer valer é! solo sus derechos ante una injusticia, por lo que otros seres humanos deberán prestarles su voz para ha­cerse oír.

■ Miembros activos del Cuerpo de Cristo

Otra dimensión esencial de la práctica solidaria es la coordinación de los distintos grupos eclesiales. Si tuviéramos el mismo empeño en conservar y defender la identi­dad propia de cada uno de los movimientos y asociaciones de la iglesia que en bus­car el bien común dei conjunto, todo sería mucho más eficaz. El pluralismo es enri-quecedor, con tal de que no se convierta en una serie de reinos de taifas aislados y menos aún enfrentados, sino en una suma de vectores que se dirigen todos solida­riamente al bien colectivo.

En cuanto a ia extensión del contenido de la solidaridad, ha de abarcar tanto la historia como la eternidad. La solidaridad cristiana abarca toda ia existencia, hasta la salvación inclusive. La parábola de juicio final (Mt 25) nos alerta de que nos juga­mos la otra vida a la carta única de ayudarnos mutuamente como «dobles»de Cristo, y ha de nortar nuestra existencia temporal rumbo a la eternidad.

Es verdad que nadie en el mundo puede salvarnos ni perdernos a pesar nuestro. Pero también es verdad que nuestra salvación no se hace ni se consuma más que solida­riamente, con la justificación de toda la «masa elegida». En sentido verdadero, sólo habráun hombre salvado: Cristo, cabeza y resumen viviente de la humanidad ,02.

Pero Cristo cabeza quiere que todos los miembros de su cuerpo místico partici­pen de esa salvación ya conseguida por él, no como autómatas ni marionetas sino como seres libres, participando en la propia salvación y en la de los demás. Como se dice en los Cursillos de cristiandad, «no nos salvamos solos, sino en racimos». Y como argumenta Bertold Brecht,

O todos, o ninguno. O todo, o nada. Uno solo no puede salvarse.


Y como reflexiona Charles Péguy:

Hay que salvarse juntos. Hay que llegar juntos a la casa de Dios. No vayamos a encontrarnos con Dios estando los unos separados de ios otros. Hay que pensar un poco en los otros, hay que trabajar un poco por los otros. ¿Quédiría Dios, si llegáramos hasta Él los unos sin los otros?103.

Hace algunos años se hizo famoso el sindicato polaco Solidarnosc («Solidari­dad»), del que ya no se habla de un tiempo a esta parte. La solidaridad cristiana no puede ser un guadiana que aparece y desaparece en la tierra de la historia, sino una corriente siempre activa en todos los terrenos de ¡a actividad civil y eclesial. Solo trenzando juntos los mimbres de la solidaridad en el tiempo llegaremos al hogar co­mún de la eternidad.

Una parte de las implicaciones constructivas de la palabra latina solidus se conserva en la palabra castellana «solidaridad». Es verdad que, en determinados círculos, se ha abusado de este término y que en otros resulta sospechoso, porque se le asocia con los sindicatos y las organizaciones políticas de izquierda; no obstante, posee connotaciones que se han perdido en relación a la palabra «consuelo», especial­mente en lo que atañe al aspecto comunitario y al compromiso activo. Mostramos solidaridad cuando nos apoyamos mutuamente, nos ponemos recíproca­mente en el buen camino, salimos en defensa del otro, lo protegemos, lo cuidamos y, si es necesario, lo criticamos. La solidaridad implica la asociación comunitaria cons­tructiva, que es fundamental en el Nuevo Testamento, pero que ha desaparecido en la noción burguesa de consuelo

. 10-í

El cristiano, si sabe que debe «operar su salvación», sabe que no se salva ni se con­dena aislado, sino en el Cuerpo de Cristo. Debe sentirse responsable de los fallos y pe­cados colectivos. Y partícipe de la inquietud por una auténtica realización colectiva del amor. En algún sentido, todo el Cuerpo de Cristo y su edificación gravitan sobre cada uno de sus miembros y le exigen una entrega infinita, un amor que tienda a ser «como el de Dios». Ese amor es el «espíritu»común, que debe ser igual en todos. Lo externo de su prestación social serábien limitado, pero en su pequenez serávehículo de un amor sin límites.

San Pablo lleva su comparación a una consecuencia imprescindible: «Los miembros más débiles son los más necesarios, y a los que parecen más viles los rodeamos de ma-

 

 

 

P. Teilhard de Chardin, en Ibídem, p. 444.


10íCh. Péguy, en Ibídem, p. 445.

104G. Müller, El Espíritu de Dios. Santander, Sal Terrae, 1966, 232 pp.

 

 

 

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yor honor... De esta suerte, si padece un miembro, todos los miembros padecen con él». Sería un bello engaño, una «teoría», toda la concepción y con ella todo el cris­tianismo, si la lógica del espíritu solidario no llegara hasta ahí. Es una dolorosa ver­güenza que las revoluciones modernas -hijas ignoradas de las ideas cristianas- ha­yan encontrado en la sociedad de los cristianos absurdas injusticias en que cebar una reconvención al cristianismo. Todo cristiano responsable lo siente hoy. Por eso urge inmensamente el insistir en esta «esencia del cristianismo», olvidada por los cristianos. Hay que verlo claro y decidirse a luchar contra nuestro egoísmo105.


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«SERVIR A DIOS ES REINAR»

 

¡Ya desde la primera página de los ejercicios, sabemos que el ser humano es creado \ para servir a Dios. Pero esta dimensión del servicio queda reforzada para el cristiano ) como un elemento esencial del Evangelio. Sin embargo, es necesario afianzar esta ícondición humana y cristiana en una sociedad que no estápor la labor. Es muy i bueno que la cultura actual no soporte el término «siervo»como sinónimo de es­clavo, pues la esclavitud y la servidumbre parecen etapas felizmente superadas de la historia (aunque siga habiendo diversas servidumbres y esclavitudes modernas).

Pero una cosa es el servilismo y la servidumbre y otra la servicialidad y el servi­cio, Si la primera pareja es negativa, la segunda es positiva. En las modernas socie­dades del bienestar proliferan los llamados «servicios sociales»como instrumentos adecuados para el bien común. Y hasta los principales miembros de los gobiernos se llaman «ministros», cuya traducción del latín es «servidores», pues deben ser los pri­meros en servir a los ciudadanos.

 

]. Gómez Caffarena, en R. de Andrés, Diccionario existencial cristiano, o. c, p. 445.


■ «Para servir a Dios y a Vd.»

Es verdad que ya no se estila la vieja fórmula de presentación, cuando uno se daba a conocer por su nombre y añadía, a manera de profesión: «para servir a Dios y a us­ted». Pero, aunque no se formule de palabra, la disposición del cristiano actual debe seguir siendo la misma. En cuanto al servicio de Dios, aunque jesús haya cambiado nuestra condición de siervos por la de hijos, eso solo quiere decir que nuestro servi­cio a Dios no ha de ser servil sino filia!, no coaccionado sino libre.

Jesús es el primero en asumir la personalidad del Siervo de Yahvé, profetizado por Isaías. Desde hace dos mi! años de interpretación bíblica, la Iglesia ha identifi­cado a Cristo como el servidor de Dios anunciado por el profeta. Cierto que jesús quiso presentarse como el Hijo del Padre, pero sin perder ia condición de Siervo de Yahvé. ¿Acaso el término griego pais no significa tanto «siervo»como «hijo»? Natu­ralmente, jesús serviráal Padre filialmente, no servilmente.

En cuanto a «servir a Vd.»y a los demás, es también una dimensión inherente a la condición cristiana, ya que Jesús ha sido definido no solo como el Servidor de Yahvésino también como «el Hombre para ios demás». Porque él mismo definiósu misión mesiánica como servicio: «No he venido a que me sirvan, sino a servir hasta

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j dar la vida por todos»(Mt 20,28). Bastaría que jesús asumióese papel de servidor j para que sus discípulos le hicieran eco. Pero es que, además, él dice expresamente I que le sigan por ese camino de servicio los demás: «El que quiera ser grande entre    ,■ | vosotros sea vuestro servidor»(Mt 20,26).

I Nadie más grande que jesús, el Hijo de Dios humanado, y sin embargo nadie llevó ; más lejos su servicio, pues llegóhasta practicar el oficio de esclavo, lavando los pies I a los discípulos, la tarde-noche del jueves santo en el cenáculo de jerusalén. Pero no era un ejemplo extremo de humildad, sino un paradigma de acción cristiana. «Voso­tros me llamáis maestro y señor, y decís bien. Pues si yo, que soy maestro y señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros mutuamente los pies. Os he dado ejemplo para que hagáis lo que yo he hecho»(Jn 13,13-15).

No se trata de que unos se rebajen ante otros, sino de un ejercicio de servicios mutuos: todos deben ser servidores y servidos de todos. De ahínació, sin duda, el lema pontificio de los papas: «Siervo de los siervos de Dios». Y ahíse inspira la pala­bra «ministerios»(«servicios») para denominar las acciones eclesiales. Y ahíse basa el título de un libro famoso de un polémico obispo francés: «Una iglesia que no sirve l no sirve para nada»506.

Sin embargo, la mentalidad actual estálejos de moverse cómodamente entre coor­
denadas de servicio. Hasta los que desempeñan el servicio doméstico prefieren lla­
marse «empleados/as de hogar», porque todo lo que huela a servir suena a servil,
aunque sea erróneamente, y no entra en el esquema de las profesiones actuales.               ,

jesús, tras el lavatorio de los pies, dijo a los suyos: «Si lo sabéis y cumplís, seréis    I
dichosos»(Jn 13,17). Pero nuestra sociedad, más que alegría por servir, siente aler-  /
gia. Si la renuencia hacia el servicio fuera solo una cuestión lingüística, se podría re- I
currir al consejo del biblista Juan Mateos:                                                                         /

Para conservar actual el lenguaje evangélico es, por tanto, preferible usar la perífra- / sis «prestar servicio»en vez del verbo «servir», culturalmente superado por marcar/ una desigualdad social. «Prestar servicio», en cambio, designa la ayuda voluntaria entre iguales y no designa imágenes de bajeza o potencia107.

Pero, si el problema radica en nuestro talante soberbio, lo que procede es cam­biarlo por el de humildad, que es también incuestionable evangélicamente. En este caso, nos ayudaráel releer ese diálogo que se encuentra en El canto del pájaro:      i

El discípulo: -Vengo a ofrecerte mis servicios.

El maestro: -Si renuncias a tu «yo», el servicio brotaráautomáticamente105.

j. Gaillot, Una Iglesia que no sirve, no sirve para nada. Santander, Sai Terrae, 1989, 158 pp. j. Mateos, en R. de Andrés, Diccionario existencia! cristiano, o, c, p. 429. T. de Mello, El canto del pájaro. Santander, Sa! Terrae, 1998, 215 pp.


■ Hasta mandar es servir

El alcance del servicio desde la óptica cristiana es la universalidad. Jesús no se con­tenta con afirmar que servir es una acción digna, sino que extiende esta actividad hasta a los dirigentes. Mandar es también una forma de servir. Más que «el cargo es una carga», los investidos de algún mando han de decir: «el cargo es un servicio». Desde los padres de familia hasta los padres de la patria, pasando por los responsa­bles de cualquier parcela del entramado social, ¿quién no ostenta algún grado de poder?

jesús enseña a los cristianos a ejercer cualquier mando con un talante no de do­minio, sino de servicio: «Sabéis que los que dominan las naciones las oprimen, aun­que se hacen llamar bienhechores. Entre vosotros no ha de ser así. El que sea grande entre vosotros, hágase el menor y el servidor de todos. Como el Hijo del hombre, que no vino a ser servido sino a servir»(Mt 20,25-28). Y esto tiene su aplicación no solo en los jerarcas de ía Iglesia sino en los dirigentes cristianos de la sociedad civil.

La doctrina de Jesús sobre el mando, expuesta en aquel clima de esclavos y señores, tuvo que ser terriblemente subversiva y, casi seguro, no fue entendida. Tan seguro que hoy, después de dos mil años, sigue sin ser entendida, ni siquiera por los propios hombres de Iglesia. Teóricamente, sí, por supuesto. «No he venido a ser servido, sino a servir»es frase sacramental, que se repite como axioma por todos los poderosos que quieren teñir de evangelio su poder. Pero solo repetida mecánicamente, no creí­da en serio, no cumplida.

«No todos somos iguales, no podemos ser iguales»se dice siempre con razones en la mano: razones biológicas, intelectuales... jesús no dice que todos seamos iguales. Es más, reconoce que no lo somos. Solo que asegura tajantemente que «los superiores» deben estar en constante actitud de servicio con relación a los inferiores. Los supe­riores mandan, pero mandar no es «manejar», ni esclavizar, ni tiranizar. Mandar es servir. Resumiendo: Jesús viene a decir exactamente lo contrario de lo que estásóli­damente establecido en el mundo. Aquíes donde se ve el alcance «revolucionario», profundamente revolucionario, de la doctrina evangélica. Y donde, una vez más, se da uno cuenta de lo ¡nestrenado que sigue estando el Evangelio109.

«Servir a Dios es reinar»

El cristiano estállamado a ejercer su múltiple servicio, civil y eclesial, familiar y pro­fesional, económico y social y hasta político, en mando o en obediencia, buscando siempre servir a Dios y a los demás. Y esto no con una sensación negativa, sino posi-

m8. M. Hernando, en R. de Andrés, Diccionario existencial cristiano, o. c, p. 428.

 

 

 

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tiva, sabiendo que no solo «servir a Dios es remar»sino también servir a los seres hu­manos es reinar al estilo de jesús.

Cristo es hecho Señor sin dejar de ser servidor, y entonces las relaciones humanas pueden superar la dialéctica amo-esclavo, pues el señorío de Cristo rompe la vieja noción de señor que implicaba siervos sobre los que mandar, significando solamente señorío, soberanía sobre todo lo que antes amenazaba y esclavizaba al hombre. La noción de señor o de rey, aplicada a Jesús por sus reminiscencias teocráticas, pro­cede de la teología real del Antiguo Testamento, en especial del Salmo 2,7. Sin em­bargo, a partir de la resurrección, este título y este texto es utilizado por la predica­ción cristiana con significación mesiánica. La comunidad pensóque la resurrección de Jesús, que ella aceptaba, era el momento en que se realizaba el anuncio del salmo. Parece contradictorio creer que ei que ha muerto crucificado es el individuo de quien habla este salmo. Pero tal interpretación afirma que la esperanza en el futuro Mesías se realiza en aquel ajusticiado, que es a la vez el resucitado a los ojos de la fe. Expresa la convicción de que un indefenso, el que murióen la cruz, el que renunció al poder del mundo, el que prohibióla espada y no envióa otros a la muerte, sino que muriópor ellos, eíque vio el sentido último de la existencia humana no en do­minar a otros y en la autoafirmación, sino en el radica! ser-para-los-demás, es el mismo que hace temblar los poderes de la tierra, aquel de quien Dios dijo: «Hijo mío eres tú, hoy te he engendrado»(...) No hay, pues, sucesión sino simultaneidad entre servicio y gloria, entre la humillación voluntaria y la exaltación recibida110.

Servir es dar y darse. En el parámetro cristiano, el servicio equivale a la dona­ción, hasta ei don de la propia vida. Cuando jesús afirma su misión mesiánica como servidor, dice: «Yo he venido para servir hasta dar la vida». Por eso, como deduce Ben F. Meyer, la respuesta del hombre de hoy a la pregunta de Jesús «¿quién decís que soy yo?», solo puede ser que es el que no viviópara símismo, sino para los de­más.

Esta expresión de que jesús es el Hombre-para-los-otros estáacuñada en nuestros días, pero hunde sus raíces en el Evangelio. Desde que Juan nos revela en su prólogo que el Hijo plantósu tienda entre nosotros, todo fue una cascada de entregas a los seres humanos, como expresión de su servicio. Tras pasar treinta años sirviendo mo­destamente en ía casa-taiíer de Nazaret como carpintero, el trienio de su vida pú­blica fue un servir a los demás como bienhechor. Por eso, Pedro pudo resumir la exis­tencia de Jesús con la síntesis: «Pasóhaciendo bien y liberando del mal»(Hch 10,38).

jesús también prestósu servicio a los carentes de salud como taumaturgo y mé­dico. Ante los enfermos e impedidos, su actitud fue la que adoptócon uno de los cie­gos a los que iluminó: «¿Quépuedo hacer por ti?»(Mt 20,32). jesús se ponía al servi­cio del necesitado. Con ese talante servicial se dio a ios leprosos, ciegos, cojos,

A. Andrés, Apuntes de cristologfa popular. Valencia, s/f.


paralíticos, para devolverles ia piel, la luz, el salto, la libertad de movimientos. Se dio también a los extranjeros y a los gentiles, atendiendo a un centurión romano y a una mujer sirofenicia.

Pero eíservicio de jesús armonizóla curación de los cuerpos maltrechos con la salvación de los espíritus maleados, dando el perdón y la cercanía a los publícanos y a los pecadores. Y llevósu servicio hasta las mujeres, que no pintaban nada social-mente, haciéndolas discípulas, amigas y confidentes. Y hasta a los más marginados, los niños, ios pequeños, pidiendo a los apóstoles que les permitieran acercarse a él para darles su tiempo y atención.

El servicio de jesús a los demás se tradujo, además, en su entrega como evangeli-zador del Reino de Dios, donde no hay subditos, sino hijos y hermanos. Pero, sobre todo, llevósu servir hasta dar la vida por la multitud, sin reservarse ni una gota de su sangre. El que no se reservaba tiempo ni energías cuando lo necesitaban los de­más, no podía reservar su existencia cuando llególa hora de ofrecerla en rescate por todos.

Tal vez no se nos pediránunca el servicio de la propia vida de golpe, como a je­sús, pero síla podemos dar poco a poco en la agenda diaria, sirviendo a tos demás, siguiendo el eslogan cristiano: «¿Para quévale la vida, sino para darla?». No hay me­jor realización propia que realizarse en la entrega generosa, sirviendo a los otros en los distintos círculos concéntricos de la familia, la profesión, (as relaciones sociales.

■ Los «inútiles»también pueden servir

Para neutralizar cualquier atisbo de suficiencia por prestar cualquier clase de servi­cio en la iglesia o en la sociedad, Jesús nos previene en el Evangelio: «Cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid: -Somos siervos inútiles; solo hemos hecho lo que te­níamos obligación de hacer»(Le 17,10). No quiere decir Jesús que no somos útiles, sino solo que no hacemos nada de más, fuera de lo estrictamente debido.

Al margen de esto, una dificultad cada vez más numerosa se presenta actual­mente en la prestación de servicios. Nuestra sociedad, que ha conseguido cotas cada vez más altas en expectativas de vida para los mayores, no sabe quéhacer con esos millones de hombres y mujeres de la tercera edad, que ya no tienen puesto alguno en el mundo laboral. Más aún, cada vez se adelanta la jubilación con prejubilaciones prematuras.

Sin embargo, cristianamente, nadie es inútil. San Ignacio, al final de los ejerci­cios, sintetiza todo el programa del ejercitante en la máxima «En todo amar y ser­vir». Pero, cuando el servicio activo se hace imposible por la edad, los achaques y las pasividades, siempre queda la posibilidad del amor. A nadie se le puede prohibir el seguir amando, por ei hecho de cumplir ochenta años, estar en una silla de ruedas o ser pensionista.

 

 

 

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Por eso, la última palabra de los ejercicios, al término de la Contemplación para alcanzar amor, es una súplica en la que se pide a Dios: «Dadme vuestro amor y gra­cia, que esto me basta». El aceptar ser amado gratuitamente por Dios y el amarle a él y a ios demás es un ejercicio pasivo y activo que siempre estáal alcance de todas las fortunas. Aportar un poco de amor en las venas de una sociedad indiferente y hasta egoísta es el mejor servicio que se puede prestar.


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«DICHOSOS VOSOTROS» (Las Bienaventuranzas de Jesús y en Jesús)

11  Otra forma de ahondar en el Reino y en la bandera de Cristo es contemplando las bien-

I     aventuranzas, síntesis del Evangelio y de la espiritualidad cristiana. Escuchar las

I      bienaventuranzas, en alguna de sus variantes, como dichas por jesús a míaquíy

ahora.

/          Importante: Las bienaventuranzas o «felicidades»indican ¡o positivo del dis-

/    curso programático de Jesús, que es una Buena Noticia, una vida abundante. Jesús

no es un aguafiestas, que viene a aguar el vino de la vida humana, sino a darnos un

¡     vino mejor. La paradoja radica en el medio para conseguir la felicidad humana.

Mientras la sociedad de consumo lo pone en poseer cada vez más cosas, Jesús lo

pone en actitudes. En síntesis, Jesús propone las bienaventuranzas, ocho posturas de

vacío y desprendimiento, como vehículo para llegar a la felicidad.

Antes de saborear cada una de las bienaventuranzas, recordemos la frase de Pe­dro a jesús: «Tútienes palabras de vida eterna»(jn 6,68). jesús es la verdad infalible, que no engaña. Dejémonos empapar de la felicidad según Jesús, para neutralizar el bombardeo psicológico y sociológico de la sociedad de la abundancia.

■ Las Bienaventuranzas en la versión de Mateo (5,1-12)

«Dichosos los pobres de espíritu»(v. 3) afirma Jesús. Felices los que tienen espíritu de po­
bres, los desprendidos de los bienes materiales, los vacíos de sí, los humildes. Por el con-
'. i     trario, infelices ios ambiciosos de poder y fama y dinero, los envidiosos por no tenerlo,
] \    los egocéntricos, los soberbios y orgullosos que piensan «Mucho más merezco yo».
: í           «Felices los sufridos»(v 4) asegura Jesús. Dichosos los que tienen aguante para el

: \   sufrimiento moral, los que encajan los golpes de la vida, los que perdonan las ofen-|   !   sas. Por el contrario, infelices los violentos, los coléricos, los vengativos. :   \        «Dichosos los que lloran»(v. 5) afirma Jesús. Los sensibles a los males espirituales l y materiales del prójimo cercano o lejano: el hambre, la guerra, la incultura, el pe-|  cado. Por el contrario, infelices los de corazón insensible, ios ciegos a los males aje­nos, los sordos a los gritos y lamentos de los demás.

«Felices los hambrientos y sedientos de justicia»(v. 6} anuncia Jesús. Los que an­helan el Reino de Dios y su justicia, los que se ajustan a la voluntad de Dios, los que

 

 

 

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f practican lo que es justo. Y, por tanto, infelices los injustos, los indiferentes a las in­justicias, los que se encogen de hombros ante sus deberes de justicia distributiva y social, de dar a cada uno lo suyo,

«Felices los misericordiosos»(v. 7) sentencia Jesús. Los compasivos, los que se de-¡\ jan afectar por las miserias de los demás y acogen a los miserables, a los marginados M de todo tipo. Y, por tanto, infelices los fríos, ios duros de corazón, los calculadores, ||   los inmiserícordes.

¡i          «Felices los limpios de corazón»{v. 8) afirma Jesús. Los que tienen la conciencia

limpia, los que viven en gracia de Dios, ios sinceros con Dios, consigo y con los de-j i más. Y, por tanto, infelices los inquietos por los remordimientos, los acorazados en 1;   su mala conciencia, los insensibles a la voz del bien moral.

¡;          «Felices los constructores de paz»(v. 9) asegura Jesús. Los pacíficos consigo mis-

il mos y con los demás, los pacificadores de los otros, los que buscan la concordia, los í¡que rezan: «Señor, hazme instrumento de tu paz». Y, por tanto, infelices los sembra-\    dores de cizaña, los chismosas, los calumniadores.

j          «Felices ios perseguidos por ser justos»(v. 10) asevera jesús. Las víctimas inocen-

j tes de la mala voluntad, ios maltratados por ser buenos. Infelices, por tanto, los per-|    seguidores de los justos.

■ Las Bienaventuranzas en la versión de Lucas (6,20-26)

Mientras el primer evangelista habla de ias bienaventuranzas como actitudes espiri­tuales ante los bienes y males propios y ajenos, Lucas se refiere a realidades socioJó-1 gicas malas y buenas. Al escuchar la versión del tercer evangelista, hemos de evitar cualquier interpretación que suponga alabanza divina de la miseria y el dolor físico, que sería un sarcasmo en labios de Jesús.

«Dichosos los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios»(v. 20), Esta sentencia i de Jesús no quiere decir que la miseria, la carencia de los bienes esenciales para vivir sea buena y cause felicidad. La pobreza solo es buena cuando se acepta o busca li­bremente. O cuando se logra como resultado de ayudar a los demás con los propios bienes o de compartir la vida con los pobres.

En contraposición «¡Ay de vosotros los ricosí»(v. 24) afirma Jesús. Infelices ios ri­cos a costa de los pobres, los que no reparten con justicia, los que no respetan la di­mensión social de la riqueza, los codiciosos, los avaros, los que tienen por lema tener cada vez más como sea.

«Dichosos los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados»(v. 21). Jesús no canoniza el sufrir la necesidad de la comida y la bebida necesarias para subsistir. Al llamar dichosos a ios hambrientos y sedientos, Jesús quiere decir que Dios toma partido por ellos, precisamente para que salgan de esa mala situación. Cierto que Dios no los libra directamente, pero propone un Reino, un proyecto de sociedad


í. donde reine una solidaridad que reparta equitativamente los bienes y los males. Je-{ sus solo llama felices a los que ayunan voluntariamente para ayudar a los hambrien-1   tos forzosos o para compartir solidariamente su circunstancia inhumana.

Por el contrario, contrasta Jesús: «¡Ay de vosotros los saciados, porque tendréis hambre! (v. 25). Jesús no condena a los que tienen io suficiente para satisfacer sus necesidades vitales, jesús solo llama infelices a los que nadan en la abundancia mien-tras otros padecen inanición; a los que desperdician la comida que podría alimentar a otros, a los que se rodean de cosas superfluas destinadas a saciar el hambre y la sed de los necesitados.

«Dichosos los que ahora lloráis, porque reiréis»(v. 21b). jesús no es un maso-quista que bendice el llanto causado por la presencia del mal físico o afectivo en carne y corazón. Jesús bendice el llanto de la compasión por los que lloran, el de quienes lamentan los males que hacen florar a los demás, el de los solidarios que en­jugan las lágrimas ajenas. Por el contrario, recaica jesús: «¡Ay de los que ahora reís, porque itoraréis!»{v. v. 25b). Jesús no amarga la risa por tener buena conciencia ni es un aguafiestas de tos felices en su vida. Jesús llama infelices a los que se ríen de las lágrimas ajenas, a los que se alegran de las desgracias de los demás, a quienes se en­cogen de hombros ante el llanto de otros.

«Dichosos vosotros cuando os odien y excluyan, os insulten e infamen, por mi causa»(v.22). Jesús no afirma que sea grato sufrir represalias por haber dado motivo para ello. Jesús solo dice que causa dicha el sufrir represalias por fidelidad a su causa. Como los apóstoles, que «salieron contentos del Sanedrín, tras ser castigados por el nombre de jesús»(Hch 5,41).

Al contrario, sentencia Jesús: «Ay si todo el mundo habla bien de vosotros»(v. 26). Jesús no critica a quienes merecen la aprobación de ios demás por su entrega, gene­rosidad, bondad, altruismo, servicio, solidaridad, justicia, misericordia y buenas ac­ciones. Jesús desautoriza a los adulados por dinero o por servilismo, a los que ven­den su imagen como positiva siendo maías sus obras o intenciones, a los que cuidan la fachada para ser alabados, sin cuidarse de tener buen contenido interior.

■ Otra forma de abordar las bienaventuranzas de Jesús es convertirlas en oración

Más que saberias, hay que vivirlas, y para eso necesitamos pedir gracia a Dios.

Pobreza, «Danos, Señor, un talante espiritual de pobres, es decir, de humildes. Y una existencia desprendida de todo lo superfiuo y solidaria con los pobres forzosos. Concédenos vivir la opción preferencia! por los pobres reales, solidarizándonos con eíios, luchando por su mejora y ayudándoles a cambiar sus condiciones inhumanas».

Compasión. «Danos, Señor, un corazón compasivo, semejante al tuyo, que se conmovía ante el sufrimiento ajeno, para intentar alejar el mal físico, afectivo y mo­ral, y llevar a los que sufren en el cuerpo, el corazón o el alma el consuelo prometido

 

 

 

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por ti. Señor, a los que lloran por causas nobles dales el consuelo de saberse en onda contigo y la alegría de secar lágrimas ajenas, y el gozo de haberte consolado a ti en los tristes».

justicia. «Danos, Señor, hambre y sed de justicia bíblica, que es la santidad, y también de la distributiva y social, y de luchar contra las injusticias con acción fe­cunda y eficaz. Haz que comencemos contra ias injusticias a nuestro alcance, en ía propia zona de influencia, para abrirnos en círculos concéntricos hasta las injusti­cias del tercer mundo».

Misericordia. «Señor, concédenos que la sed de justicia no nos vuelva duros de corazón Que sepamos conjugarla con la misericordia hacia las miserias materiales espirituales. Que imitemos tu corazón, rico en compasión hacia los menesterosos. Que aprendamos a perdonar como Túnos perdonas, y alcancemos misericordia para nuestras miserias».

Limpieza. «Concédenos, Señor, limpieza de corazón, para que de su abundancia broten de nuestros labios palabras limpias de egoísmo, envidia, rencor, malicia y su­ciedad. Limpieza para poder verte en esta vida con mirada limpia, a través de la os­curidad del mal que nos envuelve; y en ía otra vida verte limpio de toda sospecha con que te manchan los hombres de mirada sucia y maliciosa».

Paz. «Ayúdanos, Señor, a trabajar por la paz en todos ios estratos: interpersonal, familiar, laboral, social. Y para ello, haznos pacíficos con nosotros, contigo y los de­más. Que nuestra persona y presencia difundan la paz de que gozamos. Para ello, danos tu paz, la que nace del equilibrio interior, que se traduzca en arreglar los des­equilibrios de la sociedad y la iglesia. Que donde haya desacuerdo y lucha ponga yo paz y concordia».

Persecución. «Regálanos, Señor, la alegría si somos perseguidos por ser justos y santos. Que la amargura de los insultos e incomprensiones quede neutralizada y supe­rada por el gozo de compartirlos contigo y con tus seguidores de ayer y de hoy. Que nos ayude también a superar las contradicciones por tu causa la promesa de la gran recompensa del cielo, donde, desaparecida la cizaña del mal, todo serátrigo limpio».

■ Contemplar a Jesús viviendo las Bienaventuraznas

Finalmente, hay otra forma de afrontar la paradoja de las bienaventuranzas de Je­sús: contemplarías no solo salidas de su corazón, sino también realizadas en su vida. Jesús, el Bienaventurado, ef Dichoso, el Feliz. Viéndole a él encarnándolas durante su paso por la tierra, nos animaremos más a vivirías.

jesús pobre. «Siendo rico, se hizo pobre por nosotros, para enriquecernos con su pobreza»(2 Cor 8,9). Nacióen un pesebre. Trabajómanualmente treinta años. Vivió tres años a la intemperie, sin cama donde reclinar la cabeza. Y muriódesnudo, sin túnica en la cruz.

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jesús sufrido. No se rebeló, sino que encajóbien las adversidades. Experimentóla emigración de niño. Llevóuna vida rural llena de incomodidades. Padeciólas incle­mencias del tiempo en su vida pública, cansancio, hambre y sed. Soportóla incom­prensión de sus seguidores. Sufrióinsultos de comilón y borracho, de blasfemo y en­demoniado.

jesús lloró. Su autocontrol no le privóde llorar por su amigo Lázaro. Y por su querida Jerusalén, que sería destruida por no acoger la gracia de Dios ni su amor de madre como gallina hacia sus poliuelos. Y llorólágrimas de sangre en la noche triste

del olivar,

jesús sediento de justicia. Exhorta: «Buscad primero la justicia del Reino de Dios» (cf. Me 6,33). Realizóla justicia de los profetas. Y la superócon su apuesta por el amor. Pedro le llamó«el Justo».

jesús misericordioso. Hizo suya la frase de Dios: «Quiero misericordia, no sacrifi­cios»(Mt 12,7; cf. Os 6.6). Su corazón se partía ante las multitudes hambrientas, ante la viuda de Naím, ante la hija de Jairo. Jesús inventóla parábola dei padre pro­digioso del hijo pródigo, porque él sentía lo mismo ante los descarriados, jesús fue rico en misericordia ante las miserias humanas.

jesús limpio de corazón. Sin ser ñoño, fue delicado, Calco humano de su madre, María inmaculada. Igual en todo a nosotros, menos en el pecado. Sincero con Dios y con los demás. Alérgico a la hipocresía y el fariseísmo. Contaba la verdad y cantaba las verdades. Su mirada a Magdalena, la samaritana, la pecadora, la adúltera fue limpia como agua pura.

jesús pacífico y pacificador. No fue violento, sino adalid de la antiviotencia. Príncipe de la paz. Su nacimiento fue saludado con el himno «Paz en la tierra a los hombres amados por Dios»(Le 2,14). Su saludo y despedida era siempre: «Paz a voso­tros»(Le 24,36), «La paz os dejo, mi paz os doy»(Jn 14,27).

jesús perseguido. De niño, por Herodes. De mayor, por sus adversarios religiosos y políticos, verbal y físicamente. Vendido como un esclavo. Muerto como un malhe­chor.

Aunque las bienaventuranzas sean «felicidades», como no lo entendemos así, solo mirando ai Jesús Bienaventurado y Dichoso nos serán más llevaderas y hasta fuente de alegría espiritual.

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«LA JUSTICIA QUE BROTA DE LA FE»

En una renovación cristiana profunda, como ia que significan los ejercicios anuales, no puede faltar el repaso de la justicia, componente indispensable de la fe cristiana. Se trata de una dimensión clave, además, de la sociedad actual y palabra indispensable entre las que barajan los políticos en su repertorio habitual. La sociedad actual re­clama sus derechos, el mundo laboral clama por un salario justo, los estudiosos distin­guen entre la justicia distributiva y la social. Y la Iglesia posconciliar del Vaticano II ha redescubierto «ía justicia que brota de ía fe»(Rom 9,30) como un elemento esencial. El problema no radica en que se hable poco de justicia sino en que no se practi­que con la misma contundencia. Por eso, el cristiano consciente de sus deberes ha­cia la justicia ha de comenzar luchando, con todos los medios lícitos a su alcance, contra las injusticias que se ceban en las relaciones sociales de las que forma parte. Nadie puede escudarse en la dificultad de la empresa, en la impotencia de sus me­dios personales o grupales, para inhibirse ante la ingente tarea.

■ Reaccionar ante las injusticias

Aún conserva toda su fuerza la argumentación del político cristiano Martín Luther King, asesinado por defender estas ideas:

Aceptar pasivamente un sistema injusto es colaborar con él; por tanto, el oprimido comparte la maldad del opresor. Hay tanta obligación mora! en la no-cooperación con el mal cuanto en la cooperación con el bien. El oprimido no puede dar punto de reposo al opresor. La religión recuerda que cada hombre es el guardián de su her­mano. El aceptar pasivamente la injusticia equivale a dar justificación moral a las ac­ciones del opresor; es una manera de dejar dormir su conciencia. Y, en ese momento, el oprimido deja de ser el guardián de su hermano'".

El ya desaparecido obispo brasileño Hélder Cámara también abogaba por la opo­sición, pacífica pero fuerte, ante las injusticias sociales que campan por sus respetos tanto en las sociedades deprimidas como en las opulentas.

I!1M. Luther King, en R. de Andrés, Diccionario existencia! cristiano, o. c, p. 269.

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En los países subdesarrollados, las injusticias alcanzan a millones de criaturas huma­nas, hijos de Dios, reduciéndolos a una situación infrahumana. Pero tengamos cui­dado: las injusticias no son monopolio de los países subdesarrollados; se dan también en los países desarrollados, tanto en el bloque capitalista como en el socialista... Si estoy dispuesto a consumir con alegría el resto de mi vida, de mis fuerzas, de mi ener­gía, para exigir justicia, pero sin odio, sin violencia armada, a través de la presión moral liberadora, es porque estoy convencido de que solo el amor es constructivo y fuerte112.

Pero no basta que, cada uno desde su circunstancia, ponga su granito de arena para disminuir la injusticia ambiental. Ha de hacer aígo positivo para implantar la justicia a su alrededor, tanto en el entorno personal como en ei social. Es poco neu­tralizar las injusticias; hay que superarlas trabajando por una justicia cada vez ma­yor. Su defensa es una exigencia de ia fe judeo-cristiana. Eívocablo «justicia»está presente en toda la Biblia, ya desde el Antiguo Testamento, y corresponde a diversos equivalentes de nuestro lenguaje actual, incluye lo que entre nosotros se denomina justicia distributiva, retributiva, vindicativa, asícomo ia justicia social y los dere­chos humanos.

■ Justicia imbricada en la fe

En la antigua Alianza, según comenta F. Lage, un rey justo es el que establece un sis­tema legal que nivele la desigualdad contra los menos favorecidos, que son los po­bres, los más débiies, los huérfanos y las viudas. En onda con esta tradición, la justi­cia debe empujarnos a buscar ei bienestar de las víctimas del malestar social: ios marginados, los desfavorecidos, los inmigrantes, las minorías.

Toda la religiosidad veterotestamentaria y toda la experiencia de fe de la comunidad judía se apoyaba en una captación profundísima de la identidad entre Dios y la justi­cia. No hay en todo el antiguo Testamento otro concepto más vinculado a Yahvéque el de la justicia. Precisamente por eso, al hombre más cercano a Dios no puede al­canzarle la injusticia (cf. Sal 2). Hasta tal punto se da esa identidad entre Dios y la justicia que la palabra «justo»sufre un desplazamiento, desde designar ai hombre que practica esa virtud interhumana a significar al hombre en paz con Dios1".

En la teología de la antigua Alianza, son numerosos ios pasajes en que se pondera eívalor de la justicia. Espiguemos algunos, de diversos libros. «Ei Señor aborrece la


conducta del malvado y ama al que busca la justicia»(Prov 15,9). «Hasta la muerte lucha por la justicia y ei Señor pelearáa tu favor»(Eclo 4,9). «Asídice eíSeñor: -Guardad el derecho, practicad la justicia»(Is 56,1). «Dichosos los que respetan el derecho y practican siempre la justicia»(Sal 106,3).

La fe cristiana no hace sino reforzar y mejorar esta herencia del Antiguo Testa­mento. El mismo jesús proclama dichoso al que «tiene hambre y sed de la justicia» (Mt 5,6). Pero:

La justicia, en la revelación, no se plantea en términos de posesión o propiedad, ni se limita a dar a cada uno lo suyo (concepto romano occidental de justicia), sino que se caracteriza por su empeño en la defensa eficaz del débil y del oprimido. La Iglesia tiene que recoger esta revelación y hacerla presente en el mundo con su vida y su mensaje. Si no hiciera esto, dejaría de ser Ea Iglesia de Cristo. En eícorazón de su mi­sión debemos situar no solamente el anuncio de la justicia, sino la puesta en práctica deesa misma justicia114.

Según el ex General de la Compañía de Jesús, Pedro Arrupe, es la praxis de la jus­ticia ia que nos harácristianos creíbles, dignos de fe:

Para vivir la justicia y actuar a favor de la justicia, debemos comprometernos en un proceso de discernimiento. Discernimiento significa lectura e interpretación de los signos de los tiempos. Significa que debemos plantearnos a nosotros mismos cuestio­nes como: en la situación existencia! concreta en que nos hallamos, ¿cuáles son los hechos que tienen que ver con el mensaje evangélico de la justicia: la liberación de ios oprimidos, la defensa de los pobres, la salvaguarda de los derechos de la persona humana, la promoción del desarrollo humano? ¿Cuáles son los medios eficaces para hacer efectiva, a la luz de Ea fe, en esta situación concreta, ¡a justicia del Evangelio? ¿Quéplan de acción: cuándo actuaremos, quéharácada cual, quérecursos y qué apoyo debe recibir quien haya de realizar lo que de él se espera?11S.

Los cristianos que han estudiado y llegado a orientaciones y conclusiones con­cretas en diversos campos de la moral, deberían ahondar más en lo referente a los deberes de la justicia.

Creemos que requiere un mayor interés por parte de los cristianos el reflexionar so­bre los bienes, la austeridad, el lujo, las necesidades humanas, y pensamos que no puede demorarse más ¡a tarea de sensibilización y concienciación hacia estos temas. Es necesario reflexionar sobre cuáles son las necesidades humanas de hoy (vivienda, trabajo, sanidad, educación, alimentación, socialización, etc.), cuya cobertura per­mita a las personas vivir con la dignidad de hijos de Diosm.

 

 

 

mH. Cámara, en Ibfdem, p. 270. "3 ). í. González Faus, en Ibfdem.


mR. Echariien, en Ibídem.

115  P. Arrupe, en Ibfdem, p. 271.

116   J. BioscAel. Mora, Posees lo ajeno cuando posees lo superfluo. 2001, p. 197.

 

 

 

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Pero esta importancia de la justicia en el cristianismo no es un invento actual. Los Padres de la Iglesia ya abundaban en su magisterio social sobre la práctica de ia justicia. Recordemos algunos textos que puedan excitar nuestra conciencia, tal vez adormecida:

No sería justo considerar la propiedad privada solo desde el ángulo del derecho posi­tivo y jurídico, si este no estáintegrado en todo el bien común humano. De ahíque muchos Padres consideren la misericordia y la liberalidad como deberes de justicia, siendo esta la virtud que mira umversalmente por el bien común, porque la ley natu­ral nos obliga a mirar por todos y a apoyarnos y sostenernos mutuamente, signo de lo cual es que el dar a los demás no es propio de las fieras, sino que distingue al hom­bre como una clara manifestación de su sentido humano (San Ambrosio). Quienes, actuando contra el natural sentimiento de humanidad y contra la justicia, abusan de los bienes de modo que «despojan, atormentan, matan o exterminan a los demás, no son hombres, sino bestias feroces»(Lactancio). Asícomo peca gravemente contra la justicia quien, estando en su mano remediar un mal, culpablemente difiere el remedio: «con razón puede ser condenado como homicida»(San Basilio). Pero tampoco podemos reducir la justiciaai goce común de los bienes económicos, sino que esta virtud nos obliga a luchar por que el ser humano goce de todos los bienes necesarios, como salud, ciencia, etc. y de todos aquellos de los cuales somos «comunes indigentes»(San Gregorio Niseno). Los bienes son, pues, para remediar toda indigencia humana (San Gregorio Magno).

La justicia no es, pues, un don que se recibe pasivamente; es más bien una virtud ac­tiva: hay que construirla. Ni la igualdad entre los hombres, fruto de la justicia, puede reducirse al ámbito de los bienes materiales ni puede ser lograda mediante un rasero impuesto por la fuerza, sino que ha de ser una tendencia constante fruto del espíritu (Lactancio). (...) Para los Santos Padres estáclaro que la justicia es un don que activa la creatividad y la sensibilidad humana. El descubrimiento del Dios de la fraternidad y del Dios de los pobres puede llevar a opciones serias y radicales en este campo"7.

■ Hacer justicia y encajar injurias

Esta acción por ia justicia ¿puede compaginarse con la pasión de injurias? Para los creyentes del Antiguo Testamento la presencia del fracaso y de injurias en la vida de los justos presentaba un grave problema, pues relacionaban la práctica de la justicia con el premio de Dios en forma de éxitos y brillo social. El libro de Job es un testimo­nio elocuente sobre lo incomprensible de que el justo sea tratado injustamente, ante el silencio de Dios.


Pero los creyentes de la Nueva Alianza tenemos el ejemplo del máximo Justo, je­sús, paciente de la máxima injusticia religiosa y legal de la historia, como agarradero para encajar las injurias personales que podamos sufrir. Un Jesús que, al mismo tiempo que nos exhorta a poner la otra mejilla, nos alienta a «buscar ante todo el Reino de Dios y su justicia»(Me 6,33), catalogando todo lo demás como secundario.

Emmanuel Mounier io vio claramente:

El cristiano puede aceptar, para su perfeccionamiento, el sufrir la injusticia que le golpea. Es una cuestión de ascética privada. Pero el cristiano no estásolo en ei mundo y puede conciliar sin contradicción el deseo de no combatir la injuria perso­nal con el deber de luchar contra el establecimiento de la injusticia. Un régimen como el capitalismo moderno es una especie de pecado social. Ya no es contra la pro­pia desgracia contra lo que debe luchar el cristiano, sino contra el malm.

Paúl Germain, miembro de la Academia de Ciencias de Francia, insiste en la obe­diencia de los cristianos y de la Iglesia al mandato de jesús sobre buscar la justicia del reinado de Dios:

Lo difícil, lo que hay que buscar con constancia e imaginación es procurar que entre en la humanidad el sueño de la justicia. El resto, el cálculo integral, la ciencia, la tec­nología, el crecimiento de poder y de autonomía, la regulación del mundo, todo eso es relativamente fácil y llegarábastante naturalmente con la obra de la evolución biológica. La justicia es obra de los hombres. Nada de extraño si ellos tantean, si ellos «bricoiean», si los avances van seguidos a veces de retrocesos. Los cristianos son, hoy como ayer, portadores de dinamismo, que ellos sacan de su fe m.

Es verdad que la justicia divina es más amplia que la justicia humana, pues signi­fica todo aquello que «se ajusta»a la voluntad de Dios, Pero también es cierto que ese querer divino entraña, como uno de sus elementos, la justicia humana. Todo lo demás, la ciencia, la técnica, las artes, las letras, son neutras. Depende de la aplica­ción que hagamos de ellas el que se conviertan en buenas o malas. Es la justicia inter-persona! y social la que orientaráhacia el bien común cualquier progreso humano

■ Contra el dilema justicia o caridad

Con frecuencia, se ha acusado a los cristianos de practicar una caridad contra­puesta a la justicia, pues se la hacía sinónimo de limosna. Aunque últimamente ya es

 

 

 

117Ibídem, pp. 30-32.


1,8E. Mounier, en R. de Andrés, Diccionario existencia! cristiano, o. c, p. 270. mP. Germain, en R. de Andrés, Jesús, siempre y más, o. c, p. 152.

 

 

 

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difícil reducir el amor evangélico a esta equivalencia de ia mera ayuda social, con­viene insistir en las otras acepciones más ricas y amplias del amor cristiano, que in­cluye la justicia y nunca la ignora, pero la supera con creces hasta la generosidad más solidaria.

Hélder Cámara matiza otra relación esencial en el tándem justicia-amor:

Muchas veces contraponemos justicia y caridad, y hacemos de ellas dos hermanas enemigas la una de ía otra. Es cierto que hay un modo de concebir la caridad opuesto a la justicia. ¿Se ayuda de verdad a alguien a humanizarse y prepararse el porvenir, impidiéndole hacerse cargo del timón de su propia vida? Hacerlo todo en lugar de ios interesados y sin su intervención es convertirlos en unos perpetuos socorridos... El amor al hombre es algo completamente distinto de esto. Pues se trata de amarle por símismo y de actuar de tal manera que se ponga en pie para asumir, poco a poco, sus propias responsabilidades. El amor exige la justicia, y la justiciano puede prescindir del amor120.

Como razona Michel Schmaus:

Como el cumplimiento de la justicia siempre ocurre en e! terreno de las relaciones in­terhumanas, el amor toma parte en la justicia. El amor crea la atmósfera y ambiente en que puede prosperar la justicia. Da visión y conciencia de lo que es justo, y capa­cita para decidirse a conceder a los demás lo que se les debe. Podemos decir que, sin caridad o amor, no puede vivir la justicia. Quien no quiera más que la justicia, no la logrará. Para cumplirla, hace falta algo más que la mera justicia, es decir, es necesa­rio el amor121.

Uno de los promotores más notables de la justicia en la Iglesia posconcilíar, el P. Pedro Arrupe, insiste en la imbricación entre justicia y amor. Asílo recuerda su su­cesor en el generalato de la Compañía de Jesús, Peter-Hans Kolvenbach:

Arrancar la justicia del amor, del mandamiento del amor, sería dar una respuesta in­completa y desequilibrada de la promoción de ía justicia, puesto que «no se puede hacer justicia sin amor. Ni siquiera se puede prescindir de! amor cuando se resiste a la injusticia, puesto que la universalidad del amor es, por deseo de Cristo, un manda­miento sin excepciones»(P. Arrupe)m.

120

H. Cámara, en R. de Andrés, Diccionario existencia! cristiano, o. c, p. 272.

M. Schmaus, en Ibídem, p. 271.

P.-H. Kolvenbach, Selección de escritos. Madrid, Provincia de España, 1992, 727 pp.

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7 EN EL TIEMPO DEL ESPÍRITU

El contacto más íntimo y frecuente con Jesús en los ejercicios puede haber produ-cido en nosotros cierta nostalgia de aquel tiempo en que los primeros discípulos se \ codeaban físicamente con el Maestro por los caminos de Galilea, Pero nuestra reía- i ción con el Cristo actual resucitado solo es posible en el Espíritu. Vivimos en ei régi­men que comenzóen Pentecostés y duraráhasta que jesús vuelva glorioso a! final de la historia. Sin embargo, esta situación no nos hace menos afortunados que los cris­tianos de primera hora. En la sobremesa de las confidencias, tras la última cena, en el cenáculo de jerusalén, Jesús formulóuna de sus afirmaciones más extrañas: «Es más conveniente para vosotros que yo me vaya. Os digo ia verdad»(jn 16,7). Pero, precisamente por eso, hay que tomársela más en serio. La razón por la cual jesús pondera la conveniencia de su partida es la siguiente: «Porque, si no me voy, no ven­dráa vosotros el Abogado»(Jn 16,7b). ¿Por quévalora Jesús la venida del Espíritu Santo sobre su propia permanencia en la historia?

La encarnación del Hijo de Dios en el hombre Jesús de Belén-Nazaret supuso la cercanía sensible del Emmanuel, el Dios-eon-nosotros. Pero, también, la limitación espacio-temporai de esa presencia humana, reducida, además, a solo tres decenios, por la enemiga de sus adversarios. Es verdad que Cristo resucitado es un Viviente in­mortal, contemporáneo de todas las generaciones, presente en la eucaristía y en la iglesia hasta el fin de los tiempos. Pero, además de esa presencia sacramental y ecle-sial, Jesús deja al Espíritu Santo la tarea de actualizar su Buena Noticia, proclamada en aquel tiempo y lugar -la Palestina del siglo I- y destinada a toda la humanidad, a lo largo de la historia y a lo ancho del mundo: «Mis palabras no pasarán».

t

 

u El Espíritu, Memoria de Jesús Fue el mismo Jesús quien, en aquella memorable ocasión del Jueves santo, afirmó: «El Abogado, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviaráen mi nombre, haráque recor­déis cuanto yo os he enseñado y os io explicarátodo »(Jn 14,26). ¿Acaso le faltaba algo a la revelación histórica de jesús? No, en el sentido de que, objetivamente, e! Evangelio estuviera incompleto, siendo jesús mismo la Verdad personificada, la Pala­bra definitiva del Padre: «Antiguamente, Dios hablópor medio de los profetas; por último hablópor medio de su Hijo»(cf Heb 1,1). Pero, subjetivamente, las diferentes

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generaciones humanas necesitan la explicación adecuada a cada etapa histórica, y la explicitación de ío que estaba implícito en el Evangelio de Jesús.

La Pontificia Comisión Bíblica (1993) recuerda que ya los primeros discípulos, después de la resurrección de jesús, experimentaron una constante profundización y un conocimiento progresivo de la revelación divina. El Espíritu Santo fue el artífice de esa iluminación ya desde el principio: «Él os lo enseñarátodo y os recordarátodo lo que yo os he dicho»(Jn 14,26). Pero esta enseñanza y recordatorio ¿se redujo solo a los doce primeros discípulos? Hay dos textos más que sugieren que se extienden a los fieles de todos los tiempos: «Yo rogaréal Padre y os daráotro Abogado, para que habite con vosotros perpetuamente: el Espirito de la verdad»(Jn 14,15); «Tendría que deciros muchas cosas más, pero no podríais entenderlas ahora. Cuando venga el Espíritu de la verdad, os guiarápara que podáis entender la verdad completa (...) y os anunciarálas cosas que han de suceder»(Jn 16,12-13). Si la presencia del Espíritu Santo es permanente y anunciaráel porvenir es porque su magisterio se prolonga a lo largo de la historia; él sigue siendo el encargado de aplicar, desarrollar, iluminar y destacar los diversos aspectos de la Buena Noticia, en contacto con las necesidades y la sensibilidad-mentalidad de las realidades sociales cambiantes.

A pesar de la luminosidad de la revelación de jesús, una serie variable de facto­res culturales de todo tipo entre su tiempo y el nuestro deja un margen de oscuridad y de interrogantes en nosotros, que nos interesa aclarar, si queremos que el Evange­lio Influya en nuestra vida.

Es verdad que la difusión creciente del Nuevo Testamento, en traducciones a las lenguas vivas, y el conocimiento de los géneros literarios que vehiculan la Buena Nueva son logros de los últimos decenios, que nos acercan mejor a la revelación de Jesús. Pero el concilio Vaticano II, que concede un permanente lugar en la exégesis al método histórico-crítico, exige al mismo tiempo una lectura espiritual de la Biblia, es decir, llena del Espíritu o «inspirada». Y la Comisión Bíblica remacha que

el objetivo solo se alcanza cuando el sentido del texto bíblico se ha comprendido como Palabra de Dios relacionada con el presente125.

Y añade que fa exégesis puede dirigir ía mirada sobre aspectos importantes de la revelación divina y de la realidad humana que hasta ahora eran olvidados o dejados de lado en la dogmática. Y esa acción de desentrañar el contenido de la Buena Noti­cia y relacionarlo con los signos de los tiempos presentes es también obra del Espí­ritu Santo. Por eso se le llama no solo la «memoria»sino también la «imaginación» de Jesús.


■ El Espíritu, Imaginación de Jesús

Pienso que la forma más eficaz de actualizar aquíy ahora lo dicho y hecho por el Je­sús histórico en aquel tiempo y lugar es el recurso constante a la acción del Espíritu Santo, el encargado oficial de mantener en vivo y en vilo la Buena Noticia. Como dijo el Patriarca Ignacio IV de Antioquía:

Sin Espíritu Santo, Jesucristo queda en el pasado, el Evangelio es como letra muerta... Pero en el Espíritu, Cristo resucitado estápresente, el Evangelio es una fuerza de vida m.

Preguntar por el Espíritu Santo, en esta civilización volcada al exterior, podría parecer superfluo, si no fuera porque es todo lo contrario. Cuanto más materialistas nos empuja a ser el ambiente social, más necesidad tenemos de fomentar los valores espirituales. Pero a los cristianos nos interesa una espiritualidad que proceda de la presencia del Espíritu de Jesús en nosotros. ¿Cuál es su papel? Lo dejóbien claro Je­sús en la sobremesa de la última cena, hablando a los suyos para prepararles a su próximo éxodo pascual: «Yo rogaréal Padre para que os envíe otro Abogado que os ayude y estésiempre con vosotros: el Espíritu de la verdad»(jn 14,15-16). Si acudi­mos a la palabra griega Paráclito, usada por Juan evangelista, vemos que su riqueza rebasa el significado de Abogado, hasta Asistente, Defensor, Intercesor, Consolador; pero ni siquiera todas esas acepciones juntas abarcan todo el papel del Espíritu

Santo hacia nosotros.

En cuanto a llamarle «el Espíritu de la verdad», es porque no solo procede del Padre, sino también del Hijo, que se autodefinió«Yo soy la Verdad»(cf. Jn 14,6). Y es que otra dimensión encomendada por el Padre y el Hijo es ¡a de Memoria e Intér­prete del Jesús histórico: «El Paráclito, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, haráque recordéis cuanto yo os he enseñado y os lo explicará

todo»(jn 14,25-26).

A pesar de la «formación permanente»a que sometiójesús a los suyos, se queda­ron sin comprender muchas cosas; por eso le encargóal Espíritu Santo que se las fuera haciendo digerir después de Pentecostés. Y ese encargo fue sin fecha de cadu­cidad, extensible a todos los cristianos de todos los tiempos y lugares, hasta el re­torno final de Jesús.

No contento con estas dos vertientes de la misión eclesial del Espíritu Santo, Je­sús, en otro pasaje de su despedida, insistiósobre su papel: «Cuando venga el Espí­ritu de la verdad, os guiarápara que podáis entender la verdad completa»(Juan 16,13). Además de esa tarea de Apuntador, de Recordatorio, de Memorizador de! Evangelio de Jesús, la misión del Espíritu Santo es la de Explicitador de todo lo que

 

 

 

125Pontificia Comisión Bíblica, La interpretación de la Biblia en la Iglesia, III D 4,


Ignacio IV de Antioquía. Upsala, 1968.

 

 

 

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estáallíimplícito y que él nos irádescubriendo, a medida que lo necesitemos en las diversas circunstancias de nuestra vida personal y colectiva: eclesial y civil.

No es que el Espíritu Santo dicte otras enseñanzas distintas deíEvangelio único de jesús: «No hablarápor su propia cuenta, sino que diráúnicamente lo que ha oído»(Jn 16,13b). «Él me honraráa mí, porque todo lo que os déa conocer lo reci­biráde mí»(Jn 16,14). Pero síque nos va enseñando cómo releerlo y aplicarlo en las sucesivas etapas de la historia.

Finalmente, el Espíritu Santo tiene todavía un encargo confiado por el Padre y el Hijo en atención a nosotros: «Os anunciarálas cosas que han de suceder»(jn 16,13b). Él es la imaginación creadora de Jesús, él va haciendo germinar en los diversos tiem­pos las semillas sembradas por jesús en aquel tiempo; él va desarroilando aquíy ahora lo que sólo estaba embrionariamente en la buena nueva de Jesús.

■ EíEspíritu y la filiación divina

Pero esta tarea del Espíritu Santo en la historia de la iglesia y de la humanidad tiene un horizonte mucho más extenso. Hasta doscientos textos se registran en el Nuevo Testa­mento sobre la acción del Espíritu divino. Señalemos solo, por su vital importancia, la dimensión que confesamos en el credo: «Creo en el Espíritu Santo, Señor y Dador de vida». Nuestra existencia cristiana se nutre del Espíritu vivificante. En el discurso so­bre el Pan de vida, jesús afirma claramente: «El Espíritu es el que da vida»(Jn 6,23).

También el epistolario de Pablo estáempedrado de referencias al Espíritu vivifi­cante: «Porque la ley del Espíritu que da la vida en Cristo jesús te liberóde la ley del pecado y de la muerte»(Rom 7,6). Especialmente en el capítulo 8 de la Carta a los Ro­manos, el apóstol amplía sus reflexiones sobre el papel del Espíritu Santo como da­dor de vida. «La ley del Espíritu vivificante, por medio del Mesías Jesús, me ha eman­cipado de la fey del pecado y de ía muerte»(8,2).

El primer efecto vital que nos proporciona el Espíritu de Jesús es librarnos de la muerte del pecado, fruto negativo de la vida instintiva. «En efecto, los que viven se­gún eíinstinto se inspiran en eíinstinto; los que viven según el Espíritu se inspiran en el Espíritu. El instinto tiende a la muerte, eíEspíritu tiende a la vida y a ía paz»(8,8). Seguir la voz de la pasión instintiva es dejarse llevar por el egoísmo en todas sus for­mas: violencia, avaricia, injusticia, dominio. Es el cortocircuito de las relaciones di­vinas y humanas. Por eso, Pablo continúa: «Porque la tendencia del instinto es hos­til a Dios; pues no se somete a la ley de Dios ni puede hacerlo; y los que siguen eí instinto no pueden agradar a Dios. Pero vosotros no seguís el instinto, sino al Espí­ritu (8,9). Frente al instinto egocéntrico, eíEspíritu de jesús nos vivifica con el al­truismo, que nos abre a los derechos y las necesidades de los demás.

Esta vida espiritual tiene su eclosión en la eternidad, como esa vida abundante prometida por jesús. Por eso afirma Pablo: «Si el Espíritu del que resucitóa Jesús ha-

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bita en vosotros, el que resucitóa jesús de la muerte darávida a vuestros cuerpos mortales, por el Espíritu suyo que habita en vosotros (8,11). Tanto para la vida tem-j; poral como para la eterna es válida la conclusión de Pablo sobre la acción del Espt-| ritu Santo vivificante: «Si con eíEspíritu dais muerte a las acciones del cuerpo, vivi-I     réis»{8,13).

¿En quéconsiste, concretamente, esa vida espiritual que nos regala el Espíritu de Jesús a los cristianos, que comienza en el tiempo y se prolonga en la eternidad? El mismo Pablo nos lo dice: «Cuantos se dejan llevar del Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y no habéis recibido un espíritu de esclavos para recaer en el temor, sino un es­píritu de hijos que nos permite clamar Abba, Padre. El Espíritu atestigua a nuestro espíritu que somos hijos de Dios»(8,18).

El Espíritu vivificante atestigua nuestra filiación divina porque él mismo es el ar­tífice de esa vida filial. Es el Espíritu de Jesús, nuestro Primogénito, el que convence a nuestro espíritu para que cambie el chip de siervo por el de hijo, hasta atreverse a invocar al Dios infinito con el Abba familiar. Es el Espíritu Santo el que nos hace pa­sar el rubicón del temor servil, para instalarnos en la confianza filial, y nos hace reaccionar ante Dios no como esclavos ante el amo, sino como hijos ante el Padre.

■ El Espíritu y la iglesia

i

/ Esta doble acción det Espíritu Santo -iluminador y vivificante- no se da solo a nivel \ individual, sino también colectivo, eclesial. Fue el Espíritu Santo, en Pentecostés, '' quien iluminóy vivificóa los primeros discípulos reunidos en el cenáculo de jerusa-lén, hasta transformarlos de pusilánimes en valientes testigos y difusores del cristia-nismo. El libro de los Hechos apostólicos narra la aventura, humanamente imposi-l ble, de la expansión de la Iglesia en su primera etapa, bajo el impulso del Espíritu de I Jesús. Y al mismo Espíritu Santo se debe también su difusión posterior, hasta su cato-j   licidad actual en los cinco contenientes.

Por todo esto, los cristianos de hoy hemos de fomentar el contacto constante \ con el Espíritu consolador y vivificante, para recibir su luz, su fuerza y su vida, en ; nuestra tarea de actualizar, en nosotros, en la Iglesia y en la sociedad la presencia y I el mensaje de Jesucristo, hasta que vueíva.

/        La Biblia habla constantemente del Espíritu Santo, o sea del Espíritu de Dios. El
j   Espíritu de Dios «reposaba sobre las aguas»(Gn 1,1), cuando fue creado el mundo.
\   El Espíritu da la palabra al profeta, cuando el pueblo necesita del consejo práctico.
Cristo se hace hombre por el Espíritu Santo (cf. Le 1,35). Cuando se hace bautizar, es
decir, se hace solidario con el hombre que sufre, que estácargado de culpa, conde­
nado a morir, se abre el cielo, y el Espíritu de Dios confirma su camino {Me 1,10).
i           Cuando tiene que brotar sobre la tierra una Iglesia concreta, terrena, brota por

el soplo y el fuego del Espíritu. Allídonde actúa el Espíritu, brota algo palpable, visí-

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ble, audible. Brota una realidad histórica, de aquíabajo, iluminada y llena de sen­tido por la presencia de Dios. Por eso, el Espíritu se llama también «Consolador». Donde está, estáDios cerca en las tareas prácticas. Se llama también el «Abogado», puesto que, como Cristo era hombre como nosotros, nos apoya y nos ayuda en me­dio de la vida problemática que nosotros intentamos compenetrar con nuestra fe. Lo raro es que la Biblia no habla del Espíritu cuando piensa «hacia arriba», dis­tanciándose de las cosas masivas de este mundo, sino precisamente cuando se re­fiere a un suceso sobre esta tierra. El movimiento fundamental del Espíritu va de arriba abajo. Esto es lo que diferencia la fe cristiana de toda filosofía.

Orar en el Espíritu Santo significa, por tanto, no precisamente alejarse a una altura espiritual y despreciar el cuerpo, sino realizar en la tierra y en los hombres la encar­nación de Cristo y la acción creadora de Dios. Significa percibir, afirmar, habitar y sufrir íntegramente el mundo humano. Significa transformarlo, asimilarlo y, de esta manera, incorporarlo ante Diosi25.


8

¿CÓMO SANTIFICAR LA VIDA ORDINARIA? «¿Quéqueréis hacer de mí?»(Teresa de Jesús)

Al salir de ejercicios, se sueie sentir la impresión de cierto desconcierto. Durante un tiempo (ocho o treinta días) nos hemos sumergido en un intenso taller de vida espi­ritual; pero, al llegar la «quinta semana», se encuentra uno como en tierra extraña. Por eso, resulta importante hallar una fórmula para santificar la vida ordinaria, en la línea de lo hallado en la experiencia del retiro ignaciano.

Conviene despejar un doble interrogante circunstancial sobre la amplitud de la santificación de la vida ordinaria: el dónde y el cuándo. ¿Se trata de acotar ciertas parcelas de la agenda, de reservar ciertas horas del reloj a la espiritualidad? ¿Es cues­tión de restringir la vida espiritual a ciertos lugares sagrados? No; la espiritualidad cristiana ha de abarcar todos los tiempos y lugares, sin fronteras ni restricciones. Debe abarcar todo el día, del comienzo a! fin, desde que nos despertamos hasta que

nos acostamos.

Tampoco podemos excluir de la espiritualización situación alguna de la andadura vital, cuando gocemos de plena salud o llame a nuestras puertas el huésped incó­modo de la enfermedad; cuando disfrutemos de las alegrías de la existencia o degus­temos la hiél amarga de la tristeza; cuando saboreemos la miel del éxito o nos sor­prenda el fracaso; cuando nos sonría la prosperidad o nos golpee la adversidad; cuando estemos en plenitud de fuerzas o nos derroten las pasividades y los achaques.

Pero lo más importante es vivir espirituaimente la hora presente, la única que te­nemos entre manos. Rabindranath Tagore nos dice:

Has escrito ya muchas páginas en tu libro; unas con tristeza, otras alegres, unas lim­pias y claras, otras borrosas y oscuras. Pero aún queda una página en blanco, la que has de escribir en este día. Te falta por llenar la página de hoy. Piensa y quiere que esta sea la página más bella, la más sincera, la más sentida. Cada mañana, al despertar, re­cuerda que aún has de llenar la mejor de tus páginas, la que dirálo mejor que túpue­des dejar en el libro que estás escribiendo con tu propia vida. Piensa que siempre te falta por escribir la página más bella,26.

 

 

 

196


j. Zink, en R. de Andrés, o. c, p. 162.


R. Tagore, en R. de Andrés, o. c, p. 484.

197

 

Hemos de hacer hincapiéen que la baza mayoritaria que tenemos en las manos es la vida ordinaria y que toda ella es susceptible de santificación. Como gráfica­mente nos recuerda santa Teresa: «Hasta entre los pucheros anda el Señor».

¿Cómo vivir espiritualmente nuestra vida ordinaria?

Hoy se habla mucho de mejorar la calidad de vida, pero siempre en referencia a la existencia material. Sin embargo, la calidad de vida solo seráauténticamente hu­mana si desarrolla la cualidad moral y religiosa: la santidad. Ahora bien, ¿existe al­guna fórmula de santificación cristiana? Ciertamente, y se llama «cumplir la volun­tad de Dios». Fijémonos bien en esta equivalencia: «La voluntad de Dios es vuestra santificación»(1 Tes 4,3) y «nuestra santificación es hacer la voluntad de Dios». ¿Y cómo conseguirlo? Imitando a jesús, el perfecto realizador del querer divino, en su vida y en su mensaje.

El primer texto referente a la entrada del Hijo de Dios en la historia estáen la Carta a los Hebreos, cuyo autor pone en labios del Unigénito que va a encarnarse es­tas palabras: «Aquíestoy, oh Dios, para hacer tu voluntad. Lo quiero y llevo tu ley en mis entrañas (Heb 10,7).

Yla primera frase que registra el Evangelio en boca de Jesús, al estrenar su ma­
yoría de edad a los doce años, es esta: «¿No sabíais que debo ocuparme en las cosas
de mi Padre?»(Le 2,49), es decir, cumplir su voluntad.

Pero, no solo al comienzo de su existencia humanada y al principio de su vida reli­giosa y civil se consagra Jesús al querer de Dios. También va jalonando toda su vida pú­blica con esa disposición inicial. Su eslogan es: «Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió»(Jn 4,34). Como no se puede vivir sin alimentarse, para vivir mi vida es­piritual necesito alimentarme del querer del Padre. En otra ocasión, Jesús formulósu fidelidad a la voluntad de Dios con esta expresión: «Yo hago siempre lo que le agrada» (jn 8,29). Por eso, ya desde el bautismo de Jesús, el Padre correspondióa ese agrado de Jesús proclamando: «Este es mi Hijo predilecto, en quien me complazco»(Mt 3,17).

Yque esta fidelidad de jesús a la voluntad divina no fueron actos aislados, sino la
constante de toda su existencia, lo demuestra la afirmación con que clausura su
vida antes de morir en la cruz: «¡Todo estácumplido!»(jn 19,30) o, como a míme
gusta traducir, «¡Misión cumplida!». Por eso Pablo llama a jesús el «Amén», el «Sí»
de Dios a lo largo de su currículo vital.

Una prueba incuestionable de que jesús fue el cumplidor fiel del querer del Pa­dre, asíen lo bueno como en lo malo, la tenemos en la pasión. El jueves santo, en la noche del olivar, Jesús repitiódurante su larga vigilia esta sola frase: «Padre, si es posible, pase de míeste mal trago; pero no se haga lo que yo quiero sino lo que Tú quieres»(Le 22,42). (Conviene recordar que la voluntad del Padre no era la muerte cruel de su Predilecto, sino una vida de fidelidad a su misión como evangelizador del


reino de Dios; fue esta fidelidad la que le llevóa la oposición frontal de sus adversa­rios hasta acabar con él.)

Pero jesús no solo cumpliópersonalmente la voluntad del Padre, sino que enseñó a los suyos a cumplirla. En los evangelios hay diversos textos notables sobre esta en­señanza. La tercera petición del padrenuestro, la oración paradigmática de Jesús,

afirma: «Hágase

tu voluntad, asíen la tierra como en el cielo»(Mt 6,10). Si las incontables galaxias de astros que surcan los espacios siderales respetan las órbitas trazadas por el Creador, si los ángeles de la corte celestial obedecen las órdenes divinas, de igual forma los hom­bres y mujeres han de cumplir en la historia el querer del único Señor del universo. Pero hay otra sentencia de jesús todavía más significativa: «No todos los que di­cen "Señor, Señor" entrarán en el reino de Dios, sino los que hacen la voluntad del Padre»(Mt 7,21). No basta llevar una vida de oración para santificarse; es necesaria la práctica del querer de Dios en el entramado de la vida entera. Y todavía más im-| portante es la otra frase de Jesús: «Mi familia, mis hermanos y hermanas y hasta mi \ madre, son los que cumplen la voluntad de mi Padre celestial»(Mt 20,50). Más allá ! del parentesco biológico con María y sus familiares, hay una familia espiritual de je­sús que la forman los que se asemejan a él en el cumplimiento del querer del Padre I Dios. Ellos son los que santifican sus vidas. /

■ El ejemplo de María y los santos

| Esta respuesta de Jesús a quien le anuncia la visita de su madre y parientes, mientras ! él evangeliza a sus discípulos, lejos de invalidar la santidad de María, la confirma, pues el eslogan de la Virgen fue siempre el cumplimiento de la voluntad del Señor: «Hágase en mísegún su palabra»(Le 1,38). No solo en el acto solemne de la encarna­ción del Hijo de Dios en su seno, sino también en el calendario de su vida de ama de casa. Por eso, otra forma de santificarse es imitar a María, la más cercana seguidora de Jesús en cumplir el querer del Padre.

Además de Jesús y María, los santos nos enseñan con su vida y doctrina a santifi­carnos cumpliendo el plan de Dios. San Ignacio, con toda su estrategia de ejercicios, solo busca orientar a los ejercitantes en la búsqueda y aceptación personalizada de

la voluntad divina.

También santa Teresa de jesús sintetiza esta fórmula de santificación en sus fa­mosos versos Quéqueréis hacer de mí:

Dadme muerte o dadme vida, dad salud o enfermedad, honra o deshonra me dad, dadme guerra o paz cumplida,

 

 

 

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199

 

flaqueza o fuerza a mi vida, que a todo diréque sí. ¿Quéqueréis hacer de mí? Dadme riqueza o pobreza, dad consuelo o desconsuelo, dadme alegría o tristeza, dadme infierno o dadme cielo, vida dulce, sol sin velo, pues del todo me rendí, ¿quéqueréis hacer de mí? Si queréis que estéholgando, quiero por amor holgar, si me mandáis trabajar, morir quiero trabajando127.

También «el apóstol de Madrid», el jesuíta san JoséMaría Rubio tenía como má­xima de santificación la siguiente: «Hacer lo que Dios quiere, querer lo que Dios hace». Y Carlos de Foucauld, el inspirador de los Hermanitos de Jesús, cifraba su san­tificación en este principio: «Quiero lo que vos queréis, lo quiero porque lo queréis, lo quiero donde lo queréis, lo quiero cuando lo queréis, lo quiero como lo queréis». Solo se trata de unos ejemplos espigados del santoral cristiano. Pero todos los san­tos, de una o de otra manera, han construido su vida sobre la base del querer de Dios.

Un paso posterior es el saber cuál es esa voluntad divina sobre nosotros. Aquí solo podemos dar una respuesta general, que es la siguiente: hacer la voluntad de Dios es hacer lo que Dios hace; santificarse es imitarle. Por eso, Jesús nos pide: «Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto»(Mt 5,48). Y ¿cómo muestra Dios su perfección, su santidad? Siendo bueno con todos: «Que hace salir su sol y llover sobre buenos y malos»(Mt 5,44-45) sin distinción. Esa es también la síntesis de la vida de jesús, según Pedro: «Pasóhaciendo bien y liberando del mal»(Hch 10,38). Precioso epitafio para la vida de cualquier persona. La Liturgia de las Horas expresa esa voluntad de Dios en favor de los otros, en este poema:

Nos señalaste un trozo de la viña y nos dijiste: -Venid y trabajad. Nos mostraste una mesa vacía y nos dijiste: -Llenadla de pan. Nos llevaste hasta el campo de batalla y nos dijiste: -Construid la paz. Nos sacaste al desierto con el alba


y nos dijiste: -Levantad la ciudad.
/          Pusiste una herramienta en nuestras manos

I          y nos dijiste: -Es tiempo de crear.

Como se ve, siempre se trata de verbos activos para ayudar al bien de ios demás.

I

i

i    ■ Conclusión

/ Pero, ¿quéhacer cuando la edad, la insignificancia o los achaques aparecen ante nuestros ojos como un obstáculo que nos impide alcanzar la meta de una vida dedi­cada a cumplir la voluntad del Padre en servicio de los hermanos?

'           Si nuestro problema es el de la tercera edad de pensionistas o jubilados, o el de

nuestra condición de personas insignificantes en la escala social, o el de nuestra en­fermedad o limitaciones humanas, la solución es recordar que, para Dios, nadie es pequeño o, mejor aún, que los pequeños son sus predilectos. Jesús, al ver cómo los ricachones metían billetes de mil euros en la hucha del templo, se fijóen una viuda mayor pobre, que solo ofrecióunos céntimos, y dijo a sus discípulos: «Esta mujer ha echado más que todos esos ricos, porque ha dado todo lo que tenía y necesitaba para vivir, mientras ellos han dado solo las sobras {Me 12,43-44).

Dios no contabiliza nuestras obras por la cantidad, sino por su calidad. Es la re­lación entre lo que somos/tenemos y lo que entregamos lo que cuenta para él, sea mucho o poco. Ahora bien, nadie hay tan pobre que no tenga un corazón con el que amar, aunque estélatiendo hace ya ochenta años... Y al final de la vida seremos exa-

\    minados del amor.

\       En esta comedia dramática que es el gran teatro del mundo, no solo son impor-

\ tantes los protagonistas, sino también los secundarios y hasta los extras. A todos y a

'cada uno nos dice Charles Péguy: «Hay un papel que harás túo quedaráeternamente

sin hacer». Por lo tanto, todos somos necesarios. Lo que importa es que ese papel, por

jmínimo que sea, responda al guión escrito por Dios para cada uno de nosotros.

 

127Teresa de Jesús, o, c, p. 501.

 

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201

 

ÍNDICE

Presentación: Una experiencia espiritual en ocho jornadas ........................................... 7

1.   El Maestro estáaquíy te llama: «Meditación introductoria».............................. 11

MEDITACIONES/CONTEMPLACIONES

2.   Primera semana: Triángulo Dios-mundo-yo..................................................... 21

«A mayor gloria de Dios»............................................................................        21

«Todo es vuestro»........................................................................................... 27

«Quien estéen pie mire no caiga»...............................................................       36

«Donde abundóel pecado, sobreabundóla gracia».....................................       43

3.   Segunda semana: Reforma vital con Jesucristo ......................................        51

«Mi reino no es mundano»................................................................................ 51

«Aquíhay uno a quien no conocéis»............................................................       59

«Emmanuel: Dios-con-nosotros»...................................................................... 68

«En verdad, Túeres un Dios escondido»....................................................       78

«Dos amores fundaron dos ciudades»............................................................... 84

Tres tipos y tres grados ..............................................................................       93

«Pasóhaciendo bien»....................................................................................... 99

4.  Tercera semana: La cruz de la moneda pascual ........................................      107

«Grandísima señal de su amor»....................................................................... 107

«Se entregóa la muerte por mí».................................................................      112

«Míamor estácrucificado»............................................................................. 121

5.  Cuarta semana: La cara de la medalla pascual .............................................. 131

«Resucitóde veras mi amor y míesperanza»..............................................      131

«En todo amar y servir».................................................................................. 140

CONSIDERACIONES/PLÁTICAS

  1. Jesús, maestro de oración.............................................................................. 151
  2. Reglas para sentirse Iglesia ........................................................................... 159

 

  1. Solidaridad («Los hombres no son islas») ................................................   167
  2. «ServiráDios es reinar»...........................................................................   173
  3. «Dichosos vosotros»(Bienaventuranzas) ................................................   179
  4. «La justicia que brota de ía fe»..................................................................   185
  5. Estamos en el tiempo del Espíritu..............................................................   191
  6. Cómo santificar la vida ordinaria ..............................................................   197

índice general ....................................................................................................... 203

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POR UNA LIBERTAD LIBERADA

 

Este nuevo libro sobre los ejercicios espirituales tiene un enfoque original. Partiendo del texto salido de! genio Ignacio de Loyola y siendo fiel a su contenido y a su dinámica interna, tiene en cuenta la sensibilidad-mentalidad eclesial y social actuales. Pretende aportar una ayuda al creciente auge de la práctica de !a experiencia ignaciana, en sus más variadas formas de realización, para todos aquellos que intentan prepararse para recibir la inspiración del Espíritu Santo, bajo la guía del fundador de la Compañía de jesús, avalada por cinco siglos de historia. En las modalidades actuales de ejercicios de "ocho días", "en la vida ordinaria" o "a plazos", Por una libertad liberada ofrece a sus lectores la estructura de las cuatro semanas de los ejercicios ignacianos, con una serie de pistas para que el ejercitante pueda remontar el vuelo de la meditación/contemplación, con su entendimiento, voluntad y corazón, dando vía ubre a las inspiraciones de Dios. Además de los "puntos" para los dieciseis ejercicios, hay ocho pláticas de revisión cristiana relacionadas con ia renovación espiritual, complemento para la lectura o reflexión, asícomo numerosos textos de apoyo de autores selectos

Rafael de Andrés, jesuíta, es actualmente Presidente de la Comisión de Espiritualidad del Arzobispado de su Valencia natal, después de cuarenta años de actividad pastoral en Madrid: programador religioso en TVE, RIME y COPE; Director de MCS de la CEE y en la CONFER y Director nacional del Apostolado de la Oración. Como escritor, es autor de más de cuarenta libros de temática espiritual. Entre sus premios cuenta con el Nacional de TV, el Bravo de Radio y el Monte de Espiritualidad.

ISBN 978-84-288-2171-1

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Rafael de Andrés

 

Por una libertad liberada

 

 

 

 

       
   
 

Este nuevo libro sobre los ejercicios        ;.<;:: espirituales tiene un enfoque origina!. Partiendo de! texto salido del genio Ignacio de Loyola y siendo fiel a su contenido y a su dinámica interna, tiene en cuenta la sensibilidad-mentalidad eclesiai y social actuales. Pretende aportar una ayuda al creciente auge de la práctica de la experiencia ignaciana, en sus más variadas formas de realización, para todos aquellos que intentan prepararse para recibir la inspiración del   f Espíritu Santo, bajo la guía del fundador de ¡a Compañía de Jesús, avalada por cinco siglos de historia. En las modalidades actuales de ejercicios de "ocho días", "en la vida ordinaria" o "a plazos", Por una libertad liberada ofrece a sus lectores la estructura de las cuatro semanas de los ejercicios ignacianos, con una serie de pistas para que el ejercitante pueda remontar el vuelo de la meditación/contemplación, con su entendimiento, voluntad y corazón, dando vía libre a las inspiraciones de Dios. Además de los "puntos" para los dieciseis ejercicios, hay ocho pláticas de revisión cristiana relacionadas con la renovación espiritual, complemento para la lectura o reflexión, asícomo numerosos textos de apoyo de autores selectos

Rafael de Andrés, jesuíta, es actualmente Presidente de la Comisión de Espiritualidad de! Arzobispado de su Valencia natal, después de cuarenta años de actividad pastoral en Madrid: programador religioso en TVE, RNE y COPE; Director de MCS de la CEE y en la CONFER y Director nacional del Apostolado de la Oración. Como escritor, es autor de más de cuarenta libros de temática espiritual. Entre sus premios cuenta con el Nacional de TV, el Bravo de Radio y el Monte de Espiritualidad.

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Rafael de Andrés

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Por una libertad liberada

 

Por una libertad liberada

La experiencia de los Ejercicios Espirituales en ocho días

Rafael de Andrés, Sj

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Antes de morir, todos deberían saber a dónde van, de dónde vienen y por qué

James Thurber

Dios puso un ser humano a tu cargo y eres túmismo.

A ti debes hacerte libre y feliz.

Después podrás compartir la vida verdadera con los demás.

Facundo Cabral

 

Diseño: Carmen Corrales Estudio SM

©2009, Rafael de Andrés, sj.

©2009 PPC Editorial y Distribuidora S.L.

Urbanización Prado del Espino

Impresores, 2

28660 Boadilla del Monte (Madrid)

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www.ppc-editorial.com

Comercializa: PPC Editorial y distribuidora

ISBN: 978-84-288-2171-1 Depósito legal; M-32.366-2009 Impreso en España / Printed in Spain Huertas Industrias Gráficas, S.A.


Confía en Dios como si todo el éxito de las cosas

dependiera de ti, nada de Dios;

pero realiza toda acción como si túnada,

todo lo hubiera de hacer Dios solo.

Gabor Hevenesi

 

Queda prohibida, salvo excepción prevista en lo ley, cualquier forma de reproducción, distri­bución, comunicación pública y transformación de esta obro ¡in contar con la autorización de los titulares de su propiedad intelectual. La infracción de los derechos de difusión de la obra puede ser constitutivo de delito contra la propiedad intelectual (arts. 270 y ss. Código Penal). El Centro Español de Derechos Reprográficos vela por el respeto de los citados derechos.

 

PRESENTACIÓN

Una experiencia espiritual en ocho jornadas

Casi toda mi larga actividad pastoral ha girado alrededor del eje de los medios de co­municación. Y tanto en la radio y en la televisión como en ias publicaciones escritas y en mis intervenciones habladas, el argumento sustancial ha sido siempre el mismo: Je­sucristo y su Evangelio, Pero en la pastoral ignaciana en la que me muevo, hay una forma específica de transmitir la Buena Nueva: me refiero a ios Ejercicios Espirituales, acuñados por san Ignacio y difundidos primero por los jesuítas y luego por diversos agentes pastorales. Por sentir una personal inclinación hacia este ministerio tan válido y valioso, siempre ha quedado en aspiración e! utilizarlo más frecuente y expresamente.

Es verdad que, recién ordenado sacerdote, antes de licenciarme en teología, ya tuve ocasión de dirigir varias tandas de ejercicios cerrados y abiertos. Pero desde mi primer destino hasta la actualidad las tareas apostólicas encomendadas me han ocu­pado tanto tiempo por otros derroteros, que no me han permitido una exposición más sistemática de este típico método ignaciano de reforma espiritual, Con todo, siempre he aprovechado cuaiquier resquicio para asomarme, de palabra y por es­crito, al pequeño gran libro de san Ignacio. Como botones de muestra, ahíestán los tres grupos de cuatro casetes cada uno con meditaciones de Ejercicios, equivalentes a los habituales ocho días de una tanda ordinaria. Bajo los títulos Más y A tope, es­tas grabaciones ayudan con texto y voz a quienes desean seguir las directrices igna-cianas en particular, por carecer de ocasión o tiempo para participar en alguna de las muchas tandas programadas en directo.

Durante el año dei V centenario del nacimiento de san Ignacio (1991), redacté unas letras sobre ios temas de la experiencia ignaciana, a ias que puso música Félix Zabala, sj, y que, editadas también por PPC en otra cásete titulada En todo amar y servir, ayudan a centrar ios cantos de ias eucaristías de las tandas de Ejercicios, de una forma directamente apropiada al desarrollo del proceso espiritual.Además, suelo dar una tanda anual en el marco litúrgico de la Semana Santa. Pero, sobre todo, actúa de fondo mi propia experiencia acumulada de haber practicado desde el noviciado los ejercicios ígnacianos, en tandas de un mes -al comienzo y al fina! de mi carrera- y de ocho días durante más de sesenta años. Habría que añadir mi asis­tencia a cursillosasícomo la lectura de libros y revistas sobre ejercicios y sobre es­piritualidad ignaciana.

Con todo este bagaje específico en la técnica de los ejercicios, me he animado a escribir el presente comentario, con el deseo de orientar fraternalmente a quienes

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quieran practicar su renovación cristiana. Mi finalidad, al publicar esta obra, es ayudar a quienes practican, por obligación o por devoción, sus ejercicios anuales, con un instrumento más. No pretendo «descubrir el Mediterráneo»de la esencia del método ignaciano de santificación cristiana, que lleva rodando hace ya cinco siglos y que ha sido comentado autorizadamente por numerosos especialistas. Pero síhe intentado añadir un enfoque original, partiendo de! texto salido de la pluma de san Ignacio, siendo fiel a su contenido y a su dinámica interna. Y he releído ese pequeño gran libro desde la sensibilidad y la mentalidad eclesial y social actuales, trasvasán­dolo en moldes culturales de hoy.

Benedicto XVI se ha sumado a la serie de papas anteriores que han ponderado la importancia de los ejercicios. En su discurso a los representantes de los jesuítas de todo el mundo, reunidos en la reciente Congregación General XXXV de la Compañía de Jesús, les ha dicho:

Os invito a prestar especia! atención al ministerio de los ejercicios espirituales, ca­racterístico de vuestra Compañía desde sus mismos orígenes. Los ejercicios son la fuente de vuestra espiritualidad y la matriz de vuestras Constituciones, pero son también un don que el Espíritu del Señor ha hecho a la Iglesia entera: por eso tenéis que seguir haciendo de él una herramienta valiosa y eficaz para el crecimiento espi­ritual de las almas, para su iniciación en !a oración y en la meditación, en este mundo secularizado del que Dios parece ausente...

En un tiempo como el actual, en el que la confusión y multiplicidad de los mensajes y la rapidez de cambios y situaciones dificultan de manera especia! a nuestros contem­poráneos la labor de poner orden en su vida y de responder con determinación y ale­gría a la llamada que el Señor dirige a cada uno de nosotros, los ejercicios espiritua­les constituyen un camino y un método particularmente valioso de buscar y de hallar a Dios en nosotros, en nuestro alrededor y en todas las cosas, con el fin de co­nocer su voluntad y de llevarla a la práctica1.

Este libro es mi modesta contribución al creciente auge de ios ejercicios espiritua­les, que, lejos de ir languideciendo con el paso de los años, se han ido Incrementando considerablemente, tanto en la publicación de estudios y ayudas pastorales para su conocimiento y praxis como en la variedad de formas de su realización y adaptación, Últimamente, han proliferado los ejercicios «en la vida corriente», los ejercicios «a plazos», y se han multiplicado los ejercicios personalizados, los de mes y de semana.

La redacción de los «puntos»para las meditaciones y contemplaciones de este li­bro ha estado presidida por la regla recomendada por san Ignacio: la sobriedad y la sugerencia, no el desarrollo minucioso de la materia:


La persona que da a otro modo y orden para meditar y contemplar debe narrar fiel­mente !a historia de la tal contemplación o meditación, discurriendo solamente por los puntos con breve o sumaria declaración [EE 2,1],

Este sistema de dar pistas ayuda al ejercitante para que pueda remontar el vuelo colaborando con su entendimiento, voluntad y corazón; y, sobre todo, dejando margen a la acción y a las inspiraciones de Dios.

Por una libertad liberada pretende ser un recurso para quienes, queriendo prac­ticar los ejercicios y no teniendo oportunidad de asistir a ninguna de las numerosas tandas ofrecidas cada año en el calendario de las diversas casas de espiritualidad, necesitan echar mano de un acompañante invisible que les sugiera por escrito las materias y el procedimiento para adentrarse en la aventura de su retiro anual. Por experiencia puedo asegurar que, cuando he tenido que hacer mis ejercicios en soli­tario, siempre me he ayudado de algún libro de otro colega, que me ha servido mu­cho como rampa de despegue para entablar mi diálogo persona! con Dios.

Concretamente, !a presente obra conserva la estructura de las «cuatro semanas» del iibrito ignaciano, repartidas en ocho jornadas, con dos ejercicios por cada día, Además de tales apuntes para la meditación y la contemplación, hay ocho pláticas, de revisión cristiana o de comentario a las cuestiones complementarias sugeridas por san Ignacio, más propias para la lectura y la consideración espiritual.

Si estas páginas escritas ayudan a sus lectores activos como han ayudado a sus oyentes en las tandas orientadas por el autor durante los últimos años, me darépor bien pagado.

Rafael de Andrés, sj Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

 

Beneoscto XVI, A la XXXV Congregación general de la Compañía de jesús. Vaticano, 21 de febrero

 

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1

«EL MAESTRO ESTA AQUÍY TE LLAMA» (Meditación introductoria)

Vas a hacer tus ejercicios espirituales con una disposición personal e intransferible, I      que soio Dios y túconocéis.

j            ¿Cuál es la tarea de este libro? Ayudarte a realizar lo mejor posible esta experiencia

i      espiritual, ya desde la meditación introductoria. ¿Cómo? Con una serie de sugerencias.

Ofreciéndote dos motivos para aprovechar este medio de santificación cristiana:

1. Motivo objetivo: Se trata de aprovechar la cima de la espiritualidad ignaciana:'

Los Ejercicios son todo (o mejor que yo en esta vida puedo pensar, sentir y en­tender, asípara el hombre poderse aprovechar a símismo, como para poder fructificar, ayudar y aprovechar a otros muchos {Ignacio de Loyola).

La experiencia de incontables almas a través de los siglos ha demostrado lumi­nosamente, y hoy mismo demuestra quizámás que nunca, este admirable poder pacificador y santiflcador que tiene el santo retiro de los ejercicios espirituales, del cual salen las almas «arraigadas y edificadas»en Cristo, llenas de luz, de vi­gor, de felicidad que excede todo sentido (Pío XI).

Los Ejercicios, en cuanto que radican en el puro espíritu del Evangelio, también hoy deben tenerse por muy útiles y totalmente eficaces (Pablo VI),

Los Ejercicios son una fuerte experiencia de Dios, suscitada por la escucha de su Palabra, comprendida y acogida en la propia vida personal, bajo la acción del Espíritu Santo, que, en un clima de silencio, de oración y con la mediación de un guía espiritual, ofrece capacidad de discernimiento para purificar e! cora­zón, convertir la vida, seguir a Cristo y cumplir la propia misión en la iglesia y en el mundo (Benedicto XVI).

2. Motivo subjetivo: Se trata de tu cita anuai cumbre, ocho días para «lo único necesario». ¿Cuántos cristianos gozan de este privilegio, al menos una vez en la vida? Muchos que desearían, no tienen tiempo ni ocasión para retirarse una semana, como túvas a hacer. Por eso, te digo, como Pablo a los cristianos de Corinto:

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Os exhortamos a no echar en saco roto !a gracia de Dios, porque Él dice: «En tiempo favorable te escuché, en día de salvación vine en tu ayuda». Pues mi­rad, ahora es tiempo favorable, ahora es día de salvación (2 Cor 6,1-3).

¿Quéhacer para aprovechar esta larga semana especial? Entrar desde el princi­pio con buen pie. ¿Cómo? San Ignacio te pide abordar esta experiencia preguntán­dote: «¿Adonde voy y a qué?». Y te sugiere como respuesta la finaiidad de la misma:

Ejercicios espirituales para vencer a símismo y ordenar su vida, sin determi­narse por afección alguna que desordenada sea (EE 21).

¿Cómo conseguirlo? Adoptando las cuatro posturas siguientes, una física y tres espirituales:

i. Separación. Seguir la consigna de cierta publicidad vacacionai de primavera: «¡Evádete!». Sal de tu ambiente habitual, como hizo Abrán ante su aventura de fe:

El Señor dijo a Abrán; «Sal de tu tierra nativa y de la casa paterna a la tierra que yo te mostraré». Abrán marchó, como le había dicho ei Señor (Gn 12,1 y 4).

2.   Humildad. Acercarte a ejercicios descalzo, sin pisar fuerte, sino suavemente,
como Moisés ante Dios, en su experiencia del monte sagrado:

Viendo el Señor que Moisés se acercaba a mirar, lo llamódesde la zarza: «Moi­sés, Moisés». Respondióél: «Aquíestoy». Dijo Dios: «Antes de acercarte, des­cálzate, pues el sitio que pisas es sagrado»(Ex 3,4-5).

En ejercicios estás en lugar sagrado, en presencia de Dios.

Desnúdate del afán de controlar toda situación y descálzate del miedo a explo­rar con ojos maravillados la novedad de tu relación con Dios. Su deseo de ser

nuevo en ti2.

3.   Apertura, Muy importante. Ponte a disposición de Dios para dejarte seducir
por él:

El Señor le dijo: -Mira, voy a seducirla, llevándomela al desierto y habiéndole al corazón. Allíme responderácomo en su juventud (Os 2,16).

2M. Márquez, Amar no es acertar. Madrid, Espiritualidad, 2005, 228 pp.


San Ignacio pide al ejercitante como actitud inicial «entrar en ellos con grande ánimo y liberalidad»(EE 5). Ante la travesía del desierto para la seduc­ción de Dios, hazlo abierto a todo lo que quiera Dios de ti.

4. Esperanza. Ante la tentación de pesimismo («¿quévoy a sacar?, «ya soy ma­yor», «ya he hecho muchas veces ejercicios»...), es necesaria la actitud de confianza. Di con eísalmista:

Voy a escuchar lo que dice el Señor.

Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos

y a los que se convierten de corazón.

La salvación estáya cerca de sus fieles

y la gloria habitaránuestra tierra;

la misericordia y la paz se besan;

la fidelidad brota de la tierra

y la justicia mira desde el cielo;

el Señor nos darála lluvia

y nuestra tierra darásu fruto.

La justicia marcharáante Él,

la salvación seguirásus pasos (Sal 84).

¿En quién inspirarte para conseguir esas actitudes básicas al comenzar ios Ejerci­cios? Te pueden ayudar algunos de los once pasajes de la Escritura que voy a suge­rirte, tres del AT y ocho de! NT:

1.   Tres personajes de! AT: dos profetas y un rey.

  • Samuel profeta dice a Dios: «Habla, Señor, que tu siervo escucha»{1 Sm 3,8-10). Los ejercicios, más que para hablar, son para escuchar a Dios. En la his­toria del pueblo elegido, Dios repite este imperativo: «Shema, Israel!»(«¡Es­cucha, Israel!») (Dt 4,1; 5,1; 6,4).
  • Salomón rey pide a Dios: «Enséñame a escoger entre el bien y el mal»(1 Re 19,1-18).
  • A Elias profeta en !a cueva le dice Dios: «¿Quéhaces aquí, Elias? ¡El Señor va a pasar!»(1 Re 19,1-18). Los ejercicios son el paso especia! de Dios en nues­tra vida.

2.  Ocho pasajes y personajes del NT:

  • Siembra. La parábola del sembrador nos motiva a reflexionar sobre el es­tado en que se encuentra tu corazón ante la Palabra de Dios en ejercicios: ¿como tierra dura, llena de piedras, como un manojo de espinos o como tie­rra buena abierta al 30%, al 60% o al 100%? (cf. Me 4,1-9.13-20).
  • Bartimeo. Es muy sugerente contemplar la curación del ciego Bartimeo. Te enseña a orar con interés y perseverancia como mendigo: «¡Que vueiva a

 

 

 

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ver!»(Me 10,46-52), como veía en otras etapas más lúcidas y fervorosas de mi vida.

  • Genesaret. Es muy apropiada para la noche de entrada en Ejercicios fa invi­tación de Jesús a cruzar el lago de Genesaret: «Al caer la tarde, Jesús dijo a sus discípulos: "Pasemos a la otra orilla"»(Me 4,35-41). Al comienzo, esta sugerencia de Jesús convida a abrirse a lo nuevo y diferente. Jesús no dice «pasad»sino «pasemos, vayamos juntos a otra dimensión». Pasar al otro margen exige cambio de actitud, salir de sí, de la orilla conocida, para ir a otra distinta, mejor. San Ignacio advierte al ejercitante: «Tanto se aprove­charáde todas cosas espirituales cuanto salga de su propio amor, querer e interés»(EE 10,189). Esto supone disponibilidad y coraje, para afrontar el riesgo de lo diferente. Estar dispuestos a lo nuevo.
  • Dos pasajes estimulantes de llamada. El de Marta a María: «EíMaestro está aquíy te llama»(Jn 11,28), a cada uno, personalmente. Y el de Jesús en el Apocalipsis: «Estoy a la puerta y ¡lamo; si alguien oye mi voz y me abre, en­traréy cenarécon él»(Ap 3,20).
  • Higuera estéril. Este pasaje simboliza la última oportunidad:

Un hombre tenía una higuera plantada en su huerto. Fue a buscar fruto en ella y no lo encontró. Dijo al hortelano: «Llevo tres años viniendo a buscar fruta en esta higuera y no la hallo. Córtala, que encima estáesquilmando eíterreno». Él le contestó: «Señor, déjala todavía este año; cavaréalrededor, la abonaré, a ver si da fruto. Si no, el año que viene la cortas»(Le 13,1-9).

¿Son estos Ejercicios tu última oportunidad para dar los frutos que ie debes a Dios?

•   Nicodemo. Otra secuencia para abordar la noche de entrada en ejercicios
es la entrevista nocturna entre Jesús y Nicodemo (jn 3,1-8), donde se dan
estas actitudes:

Acudir con ganas: «Un fariseo llamado Nicodemo fue a visitarlo»(Jn 3,1) li­bremente, no por obligación, sino con gran deseo. ¿Has venido con ganas a estar con Jesús ocho días?

Con admiración: «Rabí, sabemos que vienes de parte de Dios como Maes­tro»(Jn 3,2). ¿Vienes a aprender de jesús Maestro como aprendiz, o piensas que ya lo sabes todo?

Con interrogante: «¿Cómo puede uno nacer siendo viejo?»(jn 3,4) (¿o me­diocre?).

Con confianza: «El viento sopla hacia donde quiere... Asísucede con el que nace del Espíritu»(Jn 3,8). Confianza en el Espíritu Santo, Por eso conviene empezar los Ejercicios con la Secuencia de Pentecostés.


Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo, Padre amoroso de! pobre, Don en tus dones espléndido, Luz que penetra las almas, Fuente del mayor consuelo. Entra hasta el fondo del alma, divina Luz, y enriquécenos...

•   María: No me resisto a sugerirte el mejor personaje del NT', esta noche de en­
trada. Cinco minutos antes de la Anunciación, la Virgen no sabía !o que iba a
pasar, pero ya le decía en su corazón a Dios: «Aquítienes a tu sierva. Hágase
en mí!o que quieras». Ponte en manos de María de Nazaret con esta oración:

María, Maestra de la escucha,

Virgen de la pregunta humilde («¿cómo puede ser esto?»),

de la disponibilidad perfecta («aquíestála sierva del Señor»),

dei sítotal y continuo al querer de Dios buscado y discernido

(«hágase en mísegún tu Palabra»),

Ayúdame a serenarme,

para centrarme como tú

en Aquel que es todo Palabra cuando yo le escucho,

y todo oídos cuando yo le hablo.

Que mi corazón acoja e! mensaje de la Escritura

a fin de guardarlo, meditarlo, hacerlo vida y compartirlo con los hermanos.

Mujer del Espíritu, siempre atenta, contemplativa y fiel,

acompáñame en este encuentro con la Palabra,

preséntame a Jesucristo, tu Hijo,

y enséñame a decirle «amén»con la vida.

(A. Sanz G. Fernández').

•   Jesús: Finalmente, te recuerdo que el Padre nos presenta a su Hijo en dos pa­
sajes que pueden ayudarte a entrar de Heno en ejercicios desde el principio. En
el Jordán y en el Tabor, el Padre nos dice sobre Jesús: «Este es mi Hijo supera-
mado. Escuchadle». Los ejercicios son eso: la escucha de las palabras de jesús
y de Jesús-Palabra,

Una última palabra. No quieras abarcar todo lo anterior, Son solo pistas, para que elijas una o varias, las que te ayuden. Recuerda ei sabio consejo de san Ignacio:

5A. Sanz G. Fernández, Invocación a María.

15

 

No el mucho saber harta y satisface el alma, sino el sentir y gustar de las cosas internamente.

Al que recibe los Ejercicios mucho aprovecha entrar en ellos con grande ánimo y liberalidad con su Criador y Señor, ofreciéndole todo su querer y libertad, para que su divina majestad, asíde su persona como de todo lo que tiene, se sirva conforme a su santísima voluntad (EE 5).

TEXTOS DE APOYO

Deja un momento tus ocupaciones habituales;

entra un instante en ti mismo, lejos del tumulto de tus pensamientos.

Arroja fuera de ti las preocupaciones agobiantes;

aparta de ti tus inquietudes trabajosas.

Dedícate algún rato a Dios y descansa siquiera un rato en su presencia.

Entra en el aposento de tu alma; excluye a todo,

excepto a Dios y lo que pueda ayudarte para buscarle;

y así, cerradas todas las puertas, ve en pos de Él.

Di, pues, alma mía, di a Dios: «Busco tu rostro, Señor, anhelo vertu rostro».

Y ahora, Señor mi Dios, enseña a mi corazón dónde y cómo buscarte,

dónde y cómo encontrarte.

Enséñame a buscarte y muéstrate a quien te busca;

porque no puedo ir en tu busca, a menos que Tú me enseñes,

y no puedo encontrarte, si Tú no te manifiestas.

Deseando te buscaré, buscando te desearé,

amando te hallaré, y hallándote te amaré.

(San Anselmo")

Si quiero hablar con Dios,

tengo que aventurarme,

tengo que subir a los cielos

sin cuerdas para asegurarme,

tengo que decir adiós,

dejar las cosas, caminar

decidido por el camino que

al final va a dar en nada,

nada, nada, nada, nada, nada, nada, nada,

nada de lo que yo

pensaba encontrar.

(Gilberto Gil)


Nadie fue antes

ni va hoy,

ni irá mañana

a Dios

por este camino

que yo voy.

Para cada hombre guarda

un nuevo rayo de luz el sol...

y un camino virgen

Dios,

(León Felipe)

Señor, Dios mío, concédeme la gracia de estar en tu presencia,

amándote en lo más profundo de mi corazón.

Ayúdame a hacer silencio, fuera y dentro de mí,

para poder escuchar mejor tu voz.

Inspira mis pensamientos, sentimientos, deseos y decisiones,

para que busque únicamente aquello que más te agrada5.

 

 

 

Anselmo de Canterbury, Proslogion. Madrid, Tecnos, 55 pp.


En Itaici, marzo 1998.

 

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MEDITACIONES/CONTEMPLACIONES

Primera Semana: Triángulo Dios-mundo-yo

Segunda Semana: Reforma vital con Jesucristo

Tercera Semana: Cruz de la moneda pascual

Cuarta Semana: Cara de la medalla pascual

 

2

1 ^ SEMANA TRIÁNGULO DIOS-MUNDO-YO

1. «A MAYOR GLORIA DE DIOS» Principio y fundamento: 1a parte

En la técnica ignaciana juega un papel crucial la preparación: «Adonde voy y a qué». Desde el primer ejercicio hay que aplicar esta táctica. Y lo primero es centrarse en Dios. San Ignacio va a lo esencial, desde el comienzo. Y lo esencia! es Dios. Por eso coloca.como «principio y fundamento»de la vida humana: «El hombre es creado para alabar, reverenciar y servir a Dios».

Y si esto es lo único necesario para toda persona, ¿quédecir para los creyentes, para los cristianos? ¿Y para ios religiosos, que hacen profesión de consagrados a Dios? ¿No son «pasión de Dios», como tituia j. B. Metz uno de sus libros? Asíío afirma el Código de Derecho Canónico:

Los consagrados se dedican totalmente a Dios como a su amor supremo, para que, entregados por un nuevo y peculiar título a su gloria [...], consigan la perfección de la caridad en eíservicio del Reino de Dios (CDC 573.1).

Pero antes de analizar este axioma ignaciano indiscutible, despejemos un malen­tendido que se da no solo entre los ateos, sino también entre algunos creyentes de hoy. Así, el filósofo Ludwig Feuerbach afirmaba en La esencia del cristianismo que para enriquecer a Dios, el hombre debía empobrecerse y que, para que Dios sea todo, el hombre debía ser nada. El teólogo Andrés Torres Queiruga comenta:

La visión tradicional de las religiones tiende a ver a Dios como el Señor que nos crea para que le sirvamos (como en los Ejercicios ignacianos) [...]. La nueva conciencia de ia autonomía humana y la aguda crítica filosófica de la ontoteología nos alertan con sus críticas sobre las desviaciones alienantes de este tipo de religión*.

A. Torres Queiruga, Recuperar la creación. Santander, Sal Terrae 1997, p, 178.

21

 

Pero el principio y fundamento no hay que entenderlo como si la intención de Dios al crear fuera un narcisismo egoísta, para alimentar su ego, sino todo lo con­trario. El Vaticano I en Dei Filius dijo: «Este Dios único y verdadero, por su bondad y virtud [...], creóde la nada todas las criaturas no para incrementar su felicidad ni para adquirirla, sino para manifestar su perfección mediante los bienes que comu­nica a las criaturas». Y el mayor teólogo católico escribióque Dios es el único total­mente liberal, porque no obra para conseguir utilidad sino solo para difundir su bon­dad. Y otro teólogo español actual añade: «Dios no ha creado el mundo para su gloria en e! sentido vulgar y corriente de un egoísmo o vanidad, propios de quien ne­cesita la alabanza del prójimo. Dios es la plenitud y libertad absolutas... Dios crea para comunicar su gloria»(O. González de Cardenal). Y Benedicto XV! pregunta si acaso puede el hombre dar a Dios algo bueno que Él no posea ya (Cuaresma de 2007), En frase feliz de San Ireneo de Lyon: Gloria Dei, vivens homo («La gloria de Dios es que el hombre viva»). Y añade: Vita hominis, gloria Dei («La vida del hombre es la gloria de Dios»). Y Facundo Cabral: «Dios puso un ser humano a tu cargo y eres tú mismo. A ti debes hacerte libre y feliz».

■ Dios Creador

Ahora ya podemos meditar el principio y fundamento bien entendido. Porque, si la intención subjetiva de Dios al crear no es su gloria, objetivamente el fin del ser hu­mano síque es glorificar a Dios, Una vez aclarado el fin de nuestra vida, dediquemos este primer ejercicio a reforzarlo. El principio fundamental de toda religión es tener conciencia de ser creados por Dios.

Es preciso afirmar este principio y afianzar este fundamento, porque hoy se Heva todo lo contrarío. Aunque ha disminuido el ateísmo teórico, aumenta el práctico: el vivir marginando a Dios, como si Dios no existiera. Eso es el secularismo vigente ac­tual. De ahíque un libro de teología reciente se titule Un extraño en nuestra casa, porque eso es Dios hoy para muchos europeos.

Este es el ambiente social que respiramos, que nos afecta como la contamina­ción. Por eso es necesario reaccionar y dedicar este tiempo a meditar sobre la pri­macía de Dios. El principio y fundamento pretende renovaren nosotros la visión y la experiencia de Dios como «lo único necesario», como el centro de gravedad del ser humano. Pretende realizar en nosotros los siguientes títulos recientes: Enamorarse de Dios, volvernos Ebrios de Dios, convertirnos en Pasión de Dios, ceder a La seduc­ción de Dios.

El principio y fundamento intenta recordarnos estas verdades: «La perfección del hombre es necesitar a Dios»(Stfren Kierkegaard); «Dios no es un interrogante, sino una exclamación»(Alekos Panagulis); «Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro co­razón estaráinquieto hasta que descanse en ti»(san Agustín).


Para conseguir este centramiento esencial, renovemos nuestra fe en Dios como Creador del mundo y del género humano: «Al principio creóDios cielo y tierra,.. Al hombre y la mujer»(Gn 1). Poco importa la teoría de !a creación del mundo: por big bang o de cualquier otro modo. Importa poco la teoría de la creación del ser hu­mano: por evolución, o directamente. Lo que importa es que, detrás de cualquier hi­pótesis, estáDios Creador (120 millones de estrellas solo por telescopio; en realidad, muchísimas más). El Génesis es bien claro: «CreóDios el cielo, la tierra, al hombre y la mujer». Por eso, el Credo afirma: «Creo en Dios, Padre todopoderoso, Creador de cielo y tierra». También la razón ve más «razonable»la causalidad que la casuali­dad, la creación que la generación espontánea del mundo y de la humanidad. Pero, sobre todo, renovemos nuestra fe en que Dios es Creador nuestro, mío.

Evitemos el peligro de pensar en pasado. San Ignacio lo pone en presente: «El hombre es creado». No solo el hombre en general, sino todos y cada uno, túy yo, en particular, Podríamos haber sido uno de esos millones de no nacidos, por aborto o infecundación...

Podríamos haber sido una piedra, una planta, un animal... Pero, más que a nues­tros padres, debemos nuestra existencia a Dios: la maravilla de ios nueve meses de navegación por el seno materno, Por eso, repitamos con el salmista:

Túhas creado mis entrañas,

me has tejido en el seno materno.

Te doy gracias

porque me has elegido portentosamente,

porque son admirables tus obras;

conocías hasta el fondo de mi alma,

no desconocías mis huesos.

Cuando en lo oculto me iba formando

y entretejiendo en lo profundo de la tierra,

tus ojos veían mis acciones,

se escribían todas en tu libro;

calculados estaban mis días,

antes que Negase el primero ( Sal 138),

Pensemos: Dios, Creador mío, libremente, por amor: porque quiso, porque me quiso. De ahíla reacción lógica de un corazón bien nacido, de alabar y reverenciar a Dios. Ante Dios, creador del mundo, surge espontánea la alabanza humana. Por eso digamos con el salmista:

El cielo proclama la gloria de Dios

y el firmamento pregona la obra de sus manos.

El día !e pasa al día su mensaje,

la noche se lo susurra a la noche.

 

 

 

22


23

 

Sin que hablen, sin que pronuncien,

sin que resuene su voz,

a toda la tierra alcanza su pregón

y hasta los límites del orbe su lenguaje (Sal 19).

Y ante Dios creador del ser humano como rey de la creación surge espontánea !a alabanza. Hemos de hacer propio ei deber de alabar a Dios creador genera! y mío, con el salmista:

Señor, Dueño nuestro,

¡quéadmirable es tu nombre en toda la tierra! (...)

Cuando contemplo e! cielo obra de tus dedos,

la luna y las estrellas que has creado,

¿quées el hombre, para que te acuerdes de él,

el ser humano para darle poder?

Lo hiciste poco inferior a ios ángeles,

lo coronaste de gloria y dignidad,

le diste el mando sobre las obras de tus manos,

todo lo sometiste bajo sus pies. (...)

Señor, Dueño nuestro,

¡quéadmirable es tu nombre en toda la tierra! (Sal 8).

■ Dios = conservador = creador continuo

Pero hay algo más para fomentar nuestra adoración de Dios Creador: Dios no es solo el fundamento primordial de la/mi existencia, es también su soporte necesario. De­bemos a Dios la conservación permanente: «Hasta ios cabellos de nuestra cabeza» (Le 12,7). La maravilla dei organismo humano: sentidos externos, órganos vitales, fa­cultades... El prodigio de !a vista en relieve y color, el motor del corazón con sus mi­llones de latidos, la fábrica química del estómago...

Sin la conservación divina, volveríamos a la nada, que somos por naturaleza. Si el que no pensemos en el aire no quita que lo necesitemos para vivir, el que no pen­semos en Dios no quita que nos sea necesario para seguir viviendo. «Dios no deja de existir, porque los hombres dejen de creer en él»(Grahan Green).

Amas a todos los seres y no aborreces nada de ío que has hecho;

si hubieras odiado alguna cosa, no ía habrías creado.

¿Y cómo subsistirían ¡as cosas, si Túno las hubieras querido?

¿Cómo conservarían su existencia, si Túno las hubieras llamado? (Sab 11,24-25).

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Creado con una dependencia absoluta. Mi existencia es una creación continua. Cada instante, una nueva creación. Sentir esa dependencia divina. Esa operación creativa de cada momento. «¡Señor, dame a sentir esto, como ío diste a san Igna­cio!»(P. Arrupe). Por eso -por nuestra creación/conservación- el hombre (yo) es creado para alabar y reverenciar a Dios.

■ Dios = Re-creador = elevador a categoría divina, como Padre

Pero hay aún más. Ai rango de criatura máxima -rey de la creación- Dios añade la categoría de hijos adoptivos. Como cristianos sabemos que Dios es también el dador de la vida divina, la gracia, la filiación adoptiva, como un regalo adicional maravi­lloso.

El gran descubrimiento del Evangelio es que Dios es Padre de una vida superior, eterna. Esta re-creación es mucho mejor que la primera, más que elevar el animal a hombre. Esta elevación es superior a todos los títulos de nobleza, a la realeza de la sangre azul. Esta doble paternidad divina (creación/filiación) no es parcial sino total: es paterno-maternal. «Dios es Madre tanto como Padre»(Juan Pablo l). Si el ser hu­mano (hombre y mujer) es creado a imagen/semejanza de Dios, Dios entraña lo mascu­lino y lo femenino. «Aunque una madre pudiera olvidar el fruto de sus entrañas, yo no me olvido de ti»(cf. Is 49,14-15); «en él nos movemos, existimos y somos (como en un seno materno) (Hch 17,28).

Por eso, el ser humano debe cumplir con Dios el cuarto mandamiento de honrar padre y madre, porque Dios es más padre y madre que los nuestros (creador de ellos y providente sobre nuestro nacimiento). Por eso hemos de exclamar admirados: «¡Mirad quéamor nos tiene el Padre que no solo nos llamamos hijos suyos, sino que lo somos de verdad!»(1 Jn 3,1).

¿Quéhacer ante esta triple verdad maravillosa (creación, conservación, filia­ción)? Ignacio responde: «Alabar, reverenciar y servir a Dios nuestro Señor»y Pa­dre. No porque Dios nos cree para eso (no nos necesita para ser infinitamente feliz), sino porque objetivamente es un deber grato al hombre el agradecimiento de su Bienhechor.

Hoy se habla mucho de los derechos del hombre pero no de sus deberes; de dere­chos humanos, pero no de derechos divinos. Estamos en época de humanismo auto­nomista. Al menos los creyentes, y más los consagrados, tomémonos en serio los tres primeros mandamientos.

Los tres verbos usados por san Ignacio requieren las dos facultades humanas principales, mente y voluntad, y el corazón:

♦  La mente para alabar. Asílos salmos, los ángeles de Belén, san Francisco de Asís en su cántico de las criaturas. Así, el eslogan ignaciano AMDG («A la ma-

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yor gloria de Dios»). Asíjesús, como primer objetivo del padrenuestro: «Santi­ficado sea tu nombre»,

Y la voluntad para servir. No como esclavo al amo sino como servidor al Señor. Fue la actitud de Jesús, el Siervo de Yahvé. Y la de María: «He aquíla Sierva del Señor»(Le 1,38). Ante el rechazo del hombre actual a servir, ios creyentes y en especial los consagrados hemos de aceptar que servir a Dios es reinar. San Ignacio habla también reverenciar a Dios, que yo atribuyo al corazón. Ad­virtamos que no dice «temer a Dios», sino respetar, honrar. Asíes como hay que entender ese temor de Dios que aparece en la Biblia, Hay que traducirlo por respeto reverencial.

Pero ¿no le falta al principio y fundamento el verbo principal, amar? San Ignacio lo expiicitaráai final de ios ejercicios en la contemplación para alcanzar Amor. Pero ya estáimplícito aquí. El amor es el alma de la alabanza, la reverencia y el servicio. Hay que amar alabando, reverenciando y sirviendo al Dios-Amor.

San Ignacio sabe que el primer mandamiento es amar a Dios sobre todas las co­sas. Por eso, si incluimos en ef principio y fundamento la recreación de la filiación divina, hemos de añadir el cuarto verbo del amar a Dios como Padre, explícita­mente.


El fin de todo humano obrar es llegar a la comunión con tu Ser divino, que lo alienta todo, para todo trascenderlo.

Cuando mi obrar no me pone en comunión contigo, algo que depende de mi voluntad Falla. Y es que no puedo encontrarte a ti en lo que hago, si mi intención busca otra cosa distinta de ti, tal como el éxito temporal, prestigio, riquezas, seguridades... (...) Solo Tú, que nos precedes y acompañas en todo nuestro hacer, puedes enseñarnos el gozo de un trabajo en el tiempo que nos introduce en la eternidad desde ahora. Cuando mis obras tienden a ti, siempre llega algo de ti en ellas a mis hermanos. Aunque el mayor gozo para mí, Señor, es saber que mi obra bien hecha es toda ella una alabanza a tu nombre, una rendida adoración a tu misterio de comunión. Para ser tuyo, para vivir en ti y gozar de tu presencia, solo necesito hacer contemplati­vamente lo que en cada momento me demanda la vida. Hacer contemplativamente, que es todo lo contrario de hacer superficialmente, apresuradamente, interesadamente. No existe ningún tipo de actividad humana que no pueda ser realizado contemplativa­mente. No es lo que hago, sino cómo lo hago. No es su rentabilidad, sino la calidad de mi donación.

Cuando mi actividad es alabanza, adoración, contemplación, entonces, Señor, entonces me siento tan dentro de mí que solo tengo que escuchar la canción de mi corazón para saber que Tú eres su dueño.

(Antonio López Baeza7).

 

 

 

Conclusión

  • Coloquio. Podemos concluir esta meditación con un coloquio personal.
  • O paladeando los salmos 8, 18, 148, 150.
  • O repitiendo el cántico de las criaturas de san Francisco de Asís,

TEXTOS DE APOYO

Criaturas todas del Señor, bendecid al Señor,

ensalzadlo con himnos por los siglos (...)

Hijos de los hombres, bendecid al Señor,

Bendiga Israel al Señor.

Almas y espíritus justos, bendecid al Señor,

Santos y humildes de corazón, bendecid al Señor (Dn 3, 57.82-83,86-87).

Oración


2. «TODO ES VUESTRO»

Principio y fundamento: 2^ parte: Las otras cosas son creadas...

Renovemos la consigna ignaciana para antes de cada ejercicio: «¿A dónde voy y a qué?». Vamos a seguir ahondando en el principio y fundamento de toda vida espiri­tual: aceptar nuestra condición de criaturas como fruto de la acción libre y amorosa de Dios: «El ser humano es creado», yo soy creado, estoy siendo creado.

En la primera parte del principio fundamental hemos visto que debemos amar a Dios, máximo bienhechor (Creador-Conservador-Padre), alabándole, reverencián­dole y sirviéndole. No porque él nos lo mande, sino porque es lógico: «De bien naci­dos es ser agradecidos».

Pero en el mundo no estamos solos Dios y yo, sino rodeados de otras personas y muchas cosas. ¿Quépapel juegan? ¿Para quéestán aquí? ¿Quérelación tienen entre Dios y yo?

 

 

 

El fin de todo obrar no es fa obra en sí misma, sino Tú, Señor: tu persona, tu gloria, tu irradiación (tu diafanía en el universo, que diría Teilhard de Chardin).


7A. López Baeza, Cuadernos de oración 152. Madrid, Narcea.

 

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■ Todo es creado para mi fin

De este triángulo, Dios-yo-lo otro (personas y cosas), Ignacio afirma que todo es crea­do para cumplir mi fin. Dios lo ha creado todo para nuestra realización temporal y eterna, la felicidad. Y como este fin es nuestra buena relación con Dios, se deduce que todo ha sido creado para conseguir esa sintonía.

Ante el panorama multiforme de la creación, lo primero que debemos recordar es que todas las cosas son buenas. El Génesis, a lo largo de los siete días de la crea­ción, repite el estribillo: «Y vio Dios que todo estaba bien»(«¡Québien me ha sa­lido!»). Desde ¡os cielos y la tierra hasta el hombre y la mujer, reyes de la creación.

Por tanto, lejos de nosotros una visión negativa y pesimista del mundo, de la na­turaleza y de la historia. Los cristianos hemos de ser los más optimistas de la huma­nidad, porque creemos que todo es radicalmente bueno.


Pero hay una dificultad: como somos limitados, no vemos con claridad el valor solo relativo de las cosas, que nos pueden atraer desordenadamente, no como me­dios sino como fines. De ahílos fallos, garrafales o leves, en el uso constante de las \ criaturas.

Es verdad que la norma del tanto cuanto puede sonarnos a regía aritmética, que son las más despóticas de las leyes. Pero en realidad no es así: no es una ley que me ma­neja, es un instrumento que yo poseo, una especie de brújula para descifrar todos los caminos; es una especie de fino instinto, como el olfato con el que el perro busca ai amo, que me orienta y me promete orientación en cualquier circunstancia. Esa norma del tanto cuanto me hace verdaderamente rey de la creación: tomo lo que me sirve, dejo de lado lo que me estorba, con total soberanía. Nada me encadena a un derrotero predeterminado. Estoy en condiciones de resituarme, de crear mi histo­ria, libre de condicionamientos psicosociológicos8.

 

 

 

■ Todo es para nosotros

Lo segundo es pensar que todo es para nosotros: «Todo es vuestro»(1 Cor 3,22). Y Je­sús: «No estáhecho e! hombre para el sábado, sino al revés»(Me 2,27). Y síel sá­bado, que es la síntesis de la religión, es para el ser humano, ¡cuánto más todo lo res­tante!

En cuanto a las personas que nos rodean, también están hechas para nuestro bien. El Señor le dio a Adán una compañera como ayuda. Así, todas las evas y adanes están destinados a ayudarse mutuamente.

Pero nuestro optimismo humano y cristiano no ha de ser ingenuo ni ciego. La rea­lidad creada de todas las cosas y personas implica limitaciones y defectos, al no ser infinita. Si a esto se añade la limitación de la libertad humana, entonces la bondad relativa de la realidad creada puede variar y convertirse en regular y hasta en mala.

Tanto las personas como las cosas son buenas. Pero su uso es ambiguo, hasta el abuso (por ejemplo, la comida, la bebida y el coche sirven para adquirir fuerzas o para la gula y la embriaguez, para viajar o para atropellar). Y las personas pueden ser utilizadas como instrumentos para el mal o como ayuda mutua para el fin común de todas, que es su felicidad temporal y eterna.

Ante esa ambigüedad real, San Ignacio saca su famosa conclusión: «De donde se sigue el uso de las cosas tanto cuanto ayuden al fin». Es lógico. Asíobramos normal­mente (por ejemplo, un viaje no lo programamos por el paisaje, sino por el lugar al que queremos llegar). Asíhemos de obrar siempre y en todas las cosas: En lo que nos ayuden a realizarnos. Y en las personas, tratándolas como ayuda mutua para su rea­lización y la nuestra.

Recordemos que solo hay un Absoluto, un fin: Dios. Absolutamente todo lo otro, tanto cosas como personas, es relativo, medio.


■ La indiferencia

¿Quéhacer para usar bien de las cosas, y para relacionarnos bien con las personas? San Ignacio nos dice que hemos de hacernos indiferentes. Palabra acertada, bien en­tendida, pero que ha sido denigrada por desvirtuar lo que significa. Parémonos a desmenuzarla:

a indiferencia no es: Insensibilidad ni falta de pasión.

Desinterés, falta de interés por las cosas, ni mucho menos por las personas. Apatía, ataraxia, desgana, inapetencia, pasotismo ante la realidad creada. Desprecio de las criaturas y menos aún de las personas. Indiferentismo afectivo, frialdad ante las cosas temporales. Desvaiorización de las realidades terrenas. Huida de! mundo, ni alergia a las cualidades de la creación. Impasibilidad ni estoicismo ante ias cosas que nos rodean.

a indiferencia es: Un instinto moral, un sexto sentido espiritual para elegir con acierto. Un olfato religioso que me orienta, como la brújula al Norte. Una varita de zahori, inmóvil hasta que detecta la presencia de! agua, Un ojo clínico ético, para diagnosticar certeramente el bien y el mal.

E. Arredondo, El principio y fundamento, vivencia liberadora.

 

 

 

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  • El fiel de la balanza, que sólo se desequilibra con el peso de razones objetivas.
  • La tensión del arco, antes de disparar la flecha hacia el blanco.
  • La tensión estática del atleta, antes de! pistoletazo de salida hacia la meta.
  • El control de nuestras repugnancias o inclinaciones antes de decidir.
  • La neutralidad, antes de ver por quéhay que optar.
    • La no-opción preferencial por cosa alguna concreta, antes de ver que es pre­ferible.
    • La equidistancia de la voluntad ante lo relativo, hasta ver si conduce al Abso­luto.
  • La distancia crítica ante fas cosas, para ver pros y contras.
  • La predisposición para elegir por Dios entre todo lo que no sea Dios.
  • La disponibilidad hacia Dios, ante todo lo que no sea Dios.

Y, además de esta actitud habitual, la indiferencia es una actitud transitoria y metódica de pre-elección en casos concretos importantes de ¡a vida, entre la oferta plural, que se transforma en dedicación y entrega plena, cuando se descubre la vo­luntad de Dios en cada caso.

Esta indiferencia puntual es el acto previo al «ver-juzgar-actuar»que puso de moda el fundador de la JOC; es el quitarse fas gafas del prejuicio, para evitar !a ma­nipulación del «todo es según el color de! cristal con que se mira».

Esta indiferencia puntual es el punto muerto del embrague del coche, hasta ver si conviene poner tal velocidad o marcha atrás.

Pero si te parece complicado todo esto, no es preciso saberse todas estas defini­ciones de la indiferencia ignaciana, sino solo retener lo esencial, que es lo siguiente: la indiferencia es el tafante de quien estáatraído absolutamente por el amor y el servi­cio de Dios y, por tanto, fibre de todas las situaciones y cosas, de modo que, ante la polarización de io Único Necesario, todo lo demás le resulta relativo, por bello y atractivo que sea.

Pero, más que saberla, la indiferencia hay que practicaría y, para eso, hay que pedirla: «Señor, hazme indiferente a todo menos a ti».

La indiferencia es un sentimiento excepcionalmente vigilante, podríamos decir supe-ragudizado, respecto a todo lo que no es Dios; una querida e intencional apatía frente al valor perecedero, transitorio, sustituible, ambivalente de todas las cosas que no son Dios, aun de las más sagradas9.

Esta actitud no es una apatía o una ataraxia, sino pasión: es estar apasionado por lo único Absoluto. La indiferencia es marcarla diferencia: Éi es el Señor y, así, todo lo de­más ~lo que no es el Señor- es relativo, por lo que debemos usarlo «tanto cuanto»

9K. Rahner, Meditaciones sobre ios ejercicios de san Ignacio. Barcelona, Herder.


nos ayude para prestarle mejor servicio. Por eso se ha llamado a la indiferencia «amor embridado». Es un amor que estáa la espera de conocer quéquiere el Señor de míy, una vez conocido, se desembrida y elige aquello que es para su mejor servi­cio. Sabe que, eligiendo lo que el Señor quiere, se le sirve10.

Esta actitud hace crecer en nosotros la voluntad de acometer nuevas empresas y el va­lor de peregrinar únicamente hacia Dios, sin considerar ningún camino como el único que conduzca a É!. Poco a poco se transforma esta actitud en la búsqueda de Dios en todas las cosas, en la fuga del mundo o en medio de él, dejando a su discreción el ma­nifestarse cuando quiera y el mostrar el camino para volver a encontrarlo ".

La indiferencia ignaciana no es el embotamiento ante los valores de las cosas. Tam­poco es apatía o desgana, Inapetencia ante ¡a oferta de la realidad creada. Ni es el autodominio espartano sobre todos tos impulsos, o el escepticismo del que estáde vuelta de todo.

La indiferencia ignaciana es la situación del que estádominado absolutamente por la pasión del horizonte último, por el amor y servicio a Dios nuestro Señor. Solo enton­ces el hombre es perfectamente libre ante todas las cosas y ante todas las situacio­nes. Todo nos resulta indiferente, por beflo y atractivo que resulte, ante la fuerza y atracción de lo que se afirma y vive como único necesario (Joaquín Losada).

La palabra indiferencia resulta hoy por hoy ambigua y se presta a malentendidos, ya que con frecuencia se la entiende como sinónimo de falta de Interés. Sin embargo, en el texto ignaciano retiene toda su fuerza original, tai como se deriva de la Ima­gen mercantil de la balanza, cuyos platillos se mantienen emparejados sin que nin­guno difiera del otro. Disponemos de un segundo término, ligado también a la misma imagen, el cual tiene además (a ventaja de no caer en el equívoco; se trata de la palabra «equilibrio», que sugiere la idea de una balanza igualada, en el fiel (F. Ma­rín Heredia}.

■ Sobre quéaplicar la indiferencia

¿Sobre quéhay que aplicar ja indiferencia? Absolutamente sobre todos los relativos. San Ignacio la concreta en fa triple dimensión de fa persona y su autoafirmación. Así, hemos de hacernos indiferentes: sobre el ser, ei instinto de conservación (el yo: vida larga o corta, salud o enfermedad); sobre ef tener, instinto de posesión (cosas: riqueza o pobreza, cargos, destinos, medios); sobre el parecer, instinto de afirma­ción social (fama ante personas: éxito o fracaso).

10J. Colomcr, El Hijo os darála libertad: ejercicios espirituales de ocho días. Bilbao, Mensajero, 2004, 435 pp.

"A. Marranzini, Los ejercicios de san Ignacio.

 

 

 

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Pero, ¿quétiene que ver todo esto con la revelación? Mucho, porque la intuición ignaciana estáfundamentada en la Biblia, como una enseñanza central. Veámoslo en dos personajes centrales del Antiguo y del Nuevo Testamento:

  • AT: Abrahán estáindiferente, antes de ver lo que tiene que hacer con su amado hijo Isaac, sacrificarlo a Dios o dejarlo vivir.
  • NT: María estáindiferente, antes de dar el sía la maternidad divina, siendo vir­gen. Solo pregunta sobre la forma de armonizarlo: «¿Cómo seráeso?»(Le, 1, 34).

La teoría y la práctica de la indiferencia se dan también en la vida de otros santos.

Dadme muerte o dadme vida,

dad salud o enfermedad,

honra o deshonra me dad,

dadme guerra o paz cumplida,

flaqueza o fuerza a mi vida,

que a todo diréque sí.

¿Quéqueréis hacer de mí?

Dadme riqueza o.pobreza,

dad consuelo o desconsuelo,

dadme alegría o tristeza,                                                                                       f

dadme infierno o dadme cielo,                                                                              ¡

vida dulce, sol sin velo,

pues del todo me rendí.

¿Quéqueréis hacer de mí?

Si queréis que estéholgando,

quiero por amor holgar,

si me mandáis trabajar,

morir quiero trabajando12.

Para venir a gustarlo todo, no quieras tener gusto de nada. Para venir a poseerlo todo, no quieras poseer algo en nada. Para venir a serio todo, no quieras ser algo en nada. Para venir a saberlo todo, no quieras saber algo en nada1}.

D

 

Teresa de jesús, Obras completas. Madrid, BAC, 1967, p. 501. Juan de la Cruz, Subida, 1 S 13.


Controlar ese apetito de ser, gustar, tener y parecer, eso es la indiferencia. «Ha­cer ío que Dios quiere, querer lo que Dios hace (san JoséMaría Rubio); «Quiero lo que vos queréis, io quiero porque io queréis, lo quiero cuando ¡o queréis, !o quiero donde lo queréis, io quiero como lo queréis»(Charles de Foucauld).

■  El «más»ignaciano

En lógica estricta, para cumplir el principio y fundamento, la indiferencia y el «tanto cuanto», bastaría elegir cualquier cosa que conduce ai fin. Pero a san Ignacio le falla la lógica y añade: «Hay que elegir lo que más conduce al fin». De ahíque su eslogan no es «A gloria de Dios», sino «A mayor gloria de Dios», es el «más»igna­ciano, el hilo conductor de los ejercicios espirituales.

Entre dos cosas que pueden alabar, reverenciar y servir a Dios, hay que elegir la mejor. A san Ignacio le falla la lógica pero no la psicología, pues sabe que para dar en el blanco hay que apuntar más alto.

En el fondo, san Ignacio quiere que no perdamos tiempo, actitud típica de los santos, que tienen una conciencia aguda de que tenemos una sola vida y de que el tiempo pasado en la tierra es corto. De ahíla radicalidad de su planteamiento y su invitación a elegir solamente lo que más conduce al fin. Ese «más»supone un discernimiento es­piritual continuo y da a entender cuan total debe ser la entrega y cuan completa la dedicación a nuestra triple tarea de alabanza, reverencia y servicio a Dios, nuestro Señor, el que nos crea y nos salva (C. Hallet).

■  Lectura cristiana de! «más»

¿Cómo conseguir ese «más»? Con una lectura cristiana del principio y fundamento, pues jesús fue el hombre del «siempre»y e! «más»en cumplir la voluntad de Dios: «Yo hago siempre lo que le agrada»(Jn 8,29). Por eso, ya desde el principio es prefe­rible dejar !a abstracción de lo que debe hacer «el hombre»y fijarse en lo que hizo el concreto hombre ideal, Jesús: «Ahítenéis al hombre»(Jn 19,5). Por eso, hay que que­darse con la versión cristiana del principio y fundamento:

El cristiano es creado/recreado para amar y servir a Dios, su Padre, y asíayudar a salvar al mundo.

Jesús estápuesto ante el cristiano para que le ayude con su persona, vida y men­saje a servir al Padre y a servir a los demás.

De donde se sigue que el cristiano ha de seguir a Jesús en todo lo que le ayude a su fin, eligiendo las cosas elegidas por él, por ser las que más le conducen a glorificar a Dios.

 

 

 

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m Conclusión

o  Coloquio final: Repasar todo el principio y fundamento para:

  • sentir la alegría de ser creado para lo mejor: colaborar en la gloria de Dios;
  • sentir la responsabilidad de elegir libremente lo que conduce al plan divino;
    • pedir gracia para elegir lo que más conduce según Jesús, como iremos viendo a lo largo de los ejercicios.

o  Se puede terminar con esta oración para alcanzar indiferencia:

Arráncame, Señor, de los falsos centros.

Líbrame, sobre todo, de Instalarme en mímismo, en mi propio centro.

¿Cómo no comprender de una vez por todas que,

fuera de Ti, todos somos excéntricos?

(Helder Cámara)

o También puedes darle vueltas a esta formulación sintética del principio y fun­damento:

El hombre es creado para realizarse en el tiempo y en ¡a eternidad, alabando, reverenciando, sirviendo y amando a Dios, su Padre, y ayudando a los demás y a símismo con la elección de lo que más conduce a ese fin.

f      TEXTOS DE APOYO

Oración fundamental: i        Señor y Dios mío, tú me has creado i        porque me amas inmensamente. |        Cada vez que he respondido a tu amor

he experimentado que tu vida I        llena mi corazón a rebosar. \        Que cada vez sea más consciente \        de que tu amor, sin condiciones,

me ha sustentado desde el principio

hasta este preciso momento de mi vida.

Padre, todas las cosas que has creado

me las has ofrecido amorosamente como dones

para que, más fácilmente, te reconozca en ellas siempre.

Enséñame a usar sabiamente estos dones

para que te ame cada vez más.

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Que su atractivo no me aleje de ti,

que no haga de ellos el objetivo principal de mi vida.

Quiero que seas tú, Señor, el centro de mi ser.

Mi objetivo, en la vida, es estar contigo para siempre.

Dame tu amor y tu gracia para que mi corazón y mi mente

sean totalmente libres para saber interpretar toda la realidad.

Que no sienta preocupación

por mi salud o enfermedad,

por mi riqueza o pobreza,

por mi vida larga o corta.

Que sienta profundamente

que todas las cosas que has creado

y todo lo que encuentro en mi camino

son una revelación de tu amor.

Que sepa siempre verte presente en todo.

Que siempre elija solamente aquellas cosas

y personas que me llevan hacia ti,

y que rechace todo lo que a ti no me lleva,

para que sienta que tu Espíritu

me invade en toda su plenitud,

conformándome a la imagen de tu Hijo. Amén

(Hedwig Lewis14).

Somos tuyos, Señor:

De ti venimos y hacia ti vamos,

por ti vivimos, por ti, Dios y Señor.

Señor Dios nuestro, fuimos creados

para alabarte, para servirte y para amarte,

fuimos creados para salvarnos.

Las otras cosas que nos rodean,

tú las creaste para ayudarnos

en las tareas de buscar siempre

la última meta.

Solo queremos usar las cosas

que nos ayuden en el camino.

Que, ante lo libre, libres optemos,

no como esclavos.

Que no queramos, contra tu gusto,

salud ni honores, ni vida larga, ni muchos bienes.

Solo queremos lo que Tú quieres.

(Rafael de Andrés'5).

H. Lewis, En casa con Dios. Bilbao, Mensajero. R. de Andrés, o, c.

 

3. «QUIEN ESTE DE PÍE, MIRE NO CAiGA» Meditación sobre el pecado

Si cumpliéramos el principio y fundamento, la vida espiritual iría sobre ruedas, la con­vivencia humana serta una balsa de aceite, un cielo anticipado. Porque el plan de Dios es el bien temporal y eterno de los seres humanos. Pero no siempre cumplimos el pro­yecto de Dios, por el mal uso (abuso) de la libertad. Por eso, san Ignacio pone como primera meditación de ejercicios, la del pecado, que es el anti-princlpio y fundamento.

Pero hoy tenemos una gran dificultad para hacer esta meditación, pues forma­mos parte de una sociedad desacralizada, que ha desterrado del diccionario la pala­bra «pecado». Ya a mediados de! siglo XX, Pío XII dijo que se estaba perdiendo el sen­tido del pecado. Más tarde, añadióPablo VI que el laxismo moderno tendía a quitar gravedad al drama del pecado. Y Juan Pablo fl añadía en Reconciliación y penitencia que asíse acaba por hacer recaer sobre la sociedad todas las culpas, pues se declara inocente al individuo.

Se despeja a córner el pecado. Hoy se rechaza el pecado como contrario a la li­bertad, que coarta. Se quiere acuñar una moral sin pecado. No se habla del pecado, porque resulta de mal gusto y una antigualla medieval demodée. Hoy se habla mu­cho de ética civil/laica, consensuada, no de moral natural ni religiosa. Hoy se con­funde lo legal con lo lícito, Si estálegislado, es bueno (divorcio, eutanasia, parejas de hecho...). Más aún, se presenta la regresión moral como progresismo, y el liberti­naje como libertad. Se confunde la autonomía humana (buena) con la independen­cia moral (mala). Se reprueba la moral burguesa o personal (marxismo) y la moral ju-deo-cristiana. Se maquilla lo inmoral (adulterio es nuevo amor, aborto es derecho de la mujer al propio cuerpo). Se presentan conductas inmorales, en medios de comuni­cación, hasta convertirlas en naturales {violencia, venganza).

Sin embargo, a pesar de lasdificultades, hay que reflexionar sobre el pecado, porque se sigue pecando. ¿Quéson las conculcaciones de los derechos humanos sino pecados, aunque no se llamen así? ¿Quéson las hambrunas, injusticias, drogas, ma­terialismo, racismos, egoísmos, globalización salvaje, armamentismo, explotación femenina, leva de niños-soldados, prostitución infantil, terrorismo...?

El pecado es un tema antipático, como las enfermedades y las desgracias en la vida del hombre, pero tema inevitable y muy importante, ya que de él depende nuestro ser cristiano y nuestro destino eterno (Pablo VI).

A pesar de su talante abierto, el Vaticano II hablóreiteradamente del pecado hoy. Estámuy bien el enfoque positivo del cristianismo, pero sin omitir totalmente el mal. ¿No somos conscientes de que, a pesar de intentar excluir el pecado, hemos de exclamar con Pablo: «Quiero hacer el bien que me agrada, pero hago el mal que de­testo»(cf. Rom 7,19)?

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Por eso, necesitamos desenmascarar/aborrecer el pecado, para que no nos en­gañe y nos desvíe de nuestro fin fundamenta! feliz. Tener conciencia de pecado no es deformación anímica, sino una gracia.

Si la sociedad va mal, se debe al pecado. Si no pecáramos, la convivencia inter­personal y social sería un paraíso. Imaginemos un día cumpliendo todos el decálogo, el principio y fundamento, un día sin mentiras, robos, traiciones, asesinatos, frau­des, egoísmos, sin violencia doméstica... Sería una gozada.

Pero, atención a! hacer esta meditación «¿A dónde voy y a qué?», El fruto que debemos sacar no es angustia, escrúpulos, remover el pasado ya perdonado, Recor­dad la ironía de Dios, según Tony de Mello:

-Señor, no te acuerdes de mis pecados.

-¿Pecados? ¿Quépecados? Si túno me ios recuerdas, yo los he olvidado hace siglos.

Una oración de Cuaresma reza así: «Dios ama la inocencia y la devuelve a quien !a ha perdido». Estamos ya perdonados.

Entonces, ¿quépretende este ejercicio? Se trata de blindar el futuro ante el mal moral. El fin de esta meditación es pedir conocimiento y aborrecimiento de la feal­dad de! pecado, para no volver a pecar. Porque no estamos confirmados en gracia. «Quien estéde pie, mire no caiga»(1 Cor 10,12). Por eso, con paz pero con seriedad, para detestar cordial e instintivamente el pecado, meditemos su malicia en su triple dimensión: contra Dios, contra nosotros y contra los demás. Pedir gracia para sentir alergia, repugnancia y repulsión hacia el pecado.

■ Contra Dios

El pecado es negación del principio fundamental: Es no alabar, ni reverenciar ni ser­vir a Dios, sino todo lo contrario,

Etimológicamente, pecado (en griego hamartía) significa «errar el blanco». El pe­cado es errar el blanco del principio y fundamento, fin del auténtico humanismo. Su malicia nos la muestra la Biblia:

Según ei Antiguo Testamento -palabra de Dios- el pecado es:

  • idolatría, elegir ídolos en lugar de Dios (becerro de oro, egoísmo, soberbia);
  • infidelidad a la Alianza, al pacto de Dios-Pueblo-Alma;
  • apostasía del Dios de los Padres, de la historia, de la liberación, de las promesas;
    • rechazo del Señor, rebelión (desierto), soberbia (ángeles caídos): «¡No ser­viré!»;
    • ruptura de relaciones: «Me abandonaron a mí, fuente de aguas vivas, y se ca­varon aljibes que no retienen el agua»(jr 2,12-13);

37

 

i     •  adulterio, contra el matrimonio de Dios y los suyos en fidelidad perpetua;      I
i    •violación de la ley divina, contra Dios, legislador del decálogo.                                 1

]     Pero hay más. Según el Nuevo Testamento -palabra de Dios- el pecado es:                i

i     •  alejamiento de Dios Padre: «Cogiósus cosas y se fue de casa, a un país lejano» (Le 15,13);

  • ruptura de los lazos filiales: «Ya no soy digno de llamarme hijo tuyo»(Le 15, 19.21);
  • pérdida de la presencia de Dios: «¿No sabéis que sois templos?»(1 Cor 6,19). Y de su imagen (moneda perdida);
  • infidelidad a las promesas del bautismo, confirmación, sacerdocio de los fie­les, votos, consagración religiosa;
  • falta de correspondencia a los dones divinos, beneficios, gracias (los santos , eran muy sensibles a este aspecto);
  • pérdida de la gracia, el amor, la amistad, la comunión con Dios;
  • «crucificar de nuevo a Cristo en el corazón»(san Pablo), despreciar su sangre. ,

El pecado es ofensa de Dios no meramente por ser ofensa del Amo, sino por ser
ofensa de! Amor, La ofensa a! Amo no le sería posible ai hombre en este caso. No
porque no exista un señorío de Dios sobre el hombre, sino porque ese señorío es
tal que no puede ser afectado por e! hombre, ni aunque éste lo intente (...) La
piedra que se arroja desde la tierra al cielo, no llegaránunca al cielo, sino que
volveráa caer sobre !a tierra. Mirado solo como ofensa al Amo, habría que de­
cir que el pecado tiene, sí, esa intención, pero esa intención es irrealizable y
vana, porque, como constata la Biblia, el hombre, para irritar a Dios, no dis­
pone más que de «naderías»(Dt 33,21). Este es el contexto rea! de la criatura
ante el Creador,                                                                                           /

Pero la revelación bíblica sobre el pecado parte del presupuesto de que ese con­texto ha sido cambiado (...) Cuando ha aparecido el Amor de Dios al hombre, la relación de criatura se convierte gratuitamente en relación «conyugal»y en- \ tonces Dios se torna accesible y vulnerable por la acción del hombre, encar­nando la imagen del esposo celoso y ultrajado16.

■ Contra el que lo hace

Pero el pecado no es solo contra Dios. Arremete también contra el que lo hace. El j mayor teólogo católico, Tomás de Aquino, afirma que a Dios no lo ofendemos con

161.1. Gonzáiez Faus, Proyecto de hermano. Santander, Sal Terrae, 1987. 38


ningún otro motivo que el de obrar contra nuestro bien. Y un teólogo español actual llama «desgracia»a perder la gracia. Como al mejor padre, a Dios le duele nuestro pecado porque nos daña a nosotros. Por eso, hay que ponderar la malicia del pecado contra el pecador. El pecado contra símismo:

  • esclaviza: «Quien comete pecado, es esclavo del pecado»(jn 8,34). Libertinaje es anti-libertad;
  • empecata: califica negativamente a la persona. No es algo extrínseco (una pe-gatina);
  • desordena: prevalece la pasión/instinto (inferiores) sobre la razón/voluntad (superiores);
  • deforma: rebaja al ser humano, impidiendo su realización suma, espiritual y moral;
  • entenebrece la conciencia: hace confundir el bien y el mal (como ocurre en tertulias de radio y TV, en columnistas de prensa);
  • destruye el plan divino: la santidad. «Esta es la voluntad de Dios: vuestra san­tificación»(1 Tes 4,3);
  • rebaja la categoría humana: impide lograr la plenitud (ser imagen Dios, la fi­liación);
  • arriesga la meta de la vida: la salvación eterna, el cielo («sálvate y te salvaré»};
  • merece la «muerte segunda», la condenación eterna (Ap 2,11).

■ Contra los demás

Pero si todo esto aún parece poco, hay que ver también lo que el pecado significa contra los demás. Hoy somos más sensibles a las relaciones naturales y humanas, ecología y solidaridad. Por eso, para aborrecer el pecado, veamos su malicia contra los otros, El pecado es:

  • acto contra las cosas. Elegirlas mal, abusar de ellas, destinadas a ayudarnos AMDG;
  • contaminación social (peor que ecológica), anticomunión de los santos, vasos comunicantes del mal;
  • escándalo: «¡Ay del que escandalice a un pequeño! Más le valiera que le ata­ran al cuello una piedra de molino y lo echaran al mar»(Mt 18,6-7);
  • inficiona el cuerpo social de Cristo, de! cual el pecador es miembro: lo en­ferma y debilita;
  • hace pecadora a la Iglesia santa, por ser el pecador miembro del pueblo y de la comunidad.

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Ahora sabemos mejor lo que es el pecado. Sabemos que la ofensa a Dios es la muerte del hombre. Sabemos que el pecado es verdaderamente mortal, pero no solo por ¡a muerte interna de quien lo comete, sino por la muerte real y objetiva que produce-Pecado es aquello que dio muerte al Hijo de Dios y pecado sigue siendo aquello que da muerte a los hijosde Dios... No se puede ofender a Dios sin ofender al hermano. Y la peor ofensa a Dios, el peor de los secuíarismos es el «convertir a los hijos de Dios, a los templos del Espíritu Santo, al Cuerpo histórico de Cristo, en víctimas de la opre­sión y de ia injusticia, en esclavos de apetencias económicas, en piltrafas de la repre­sión política»(Ignacio Ellacuría)17.

Al oír hablar del pecado, la marquesa del Diario de un cura rural (de Bernanos) le dice al párroco: «Si pensáramos eso, no podríamos vivir». Y el sacerdote le contesta: «Como Vd. vive, no, señora...».

Es posible que todo esto nos parezca horrible, pero que no va con nosotros. He­mos de reaccionar ante esta postura, pues todos tenemos el techo de cristal, somos vulnerables. Ante «los malos»de la sociedad amoral e inmoral, corremos el riesgo de sentirnos «los buenos»de la película, olvidando que también los buenos tienen su parte mala.

¿No tenemos nada de santones fariseos, soberbios?: «No soy como los demás hombres»(Le 18,11). ¿O como los letrados, que cargan fardos a los demás, sin mover un dedo para ayudarlos? (Mt 23,4). ¿O como el hermano mayor del hijo pródigo, que reprocha a su padre por no tener un detalle con él (olvidando que le da todo lo suyo), y no acepta la vuelta de su hermano? (Le 15,25-30). ¿O como los Apóstoles, cobardes en la pasión? (Mt 26,56) ¿Como Pedro presuntuoso e infiel ante la criada? (Mt 26,69-70). ¿Como los Zebedeos, ambiciosos/intolerantes? (Mt 20,20-22). ¿Como judas, traidor de jesús? (Mt 26,48).

Existe el pecado de los buenos: Por ejemplo, el de las monjas de la película Las Hermanas de la Magdalena; existen los curas pederastas de EE.UU. (Corruptio op-timi, pésima: «La corrupción de lo mejor, es ¡o peor»),

¿Acaso no nos afectan a «los buenos»los pecados de omisión? Hay que releer a san Basilio:

El pan que no consumes es el pan de los hambrientos. La ropa que estácolgada en tu armario es ia ropa de ios que están desnudos. El calzado que no te pones es el calzado de los que están descalzos. El dinero que guardas bajo llave es el dinero de los pobres, Los actos de caridad que no realizas son injusticias que cometes!8.

No confundir la autoestima (buena), tan de moda, con la autocomplacencía (mala). «El que estésin pecado, tire la primera piedra {Jn 8,7). «Si decimos que no he-


|  mos pecado, somos mentirosos»(cf. 1 jn 1,8-10). Solo Jesús es impecable, y María sin |   pecado por excepción.

En cuanto al llamado «pecado social estructural»¿no tenemos ninguna respon­sabilidad?

Se trata de pecados muy personales de quien engendra, favorece o explota la iniqui­dad; de quien, pudiendo hacer algo por evitar, eliminar o, al menos, limitar determi­nados males sociales, omite hacerlo por pereza, miedo y encubrimiento, por compli­cidad solapada o indiferencia; de quien busca refugio en la presunta imposibilidad de cambiar el mundo; y también de quien pretende eludir la fatiga y el sacrificio, ale­gando supuestas razones de orden superior. Por lo tanto, las verdaderas responsabi­lidades son de las personas".

! Pero, si no nos sentimos tan malos, aún podemos examinar las faltas (aunque no j sean pecados formales): ¿Conservo «mi primer amor»o soy tibio? ¿Soy «pasión de / Dios»o cenizas apagadas? ¿Soy buen profesional pero regular o mal religioso? ¿Soy j «incondicional»de jesús o le pongo condiciones? Para tomar el pulso a nuestra me-ídiocridad y reaccionar a la posibie insensibilidad, hay que meditar las cartas de Jesús j a las Iglesias, en el Apocalipsis {Éfeso, Sardes, Laodicea): ¡

i              Escribe al ángel de la Iglesia de Éfeso: Esto dice el que tiene las siete estrellas en su

mano derecha y se pasea entre los siete candelabros de oro: -Conozco tu conducta y tu constante esfuerzo (...) Tienes entereza, has sufrido por mícausa y no has sucum­bido al cansancio. Pero tengo una queja contra ti, y es que has dejado enfriar tu pri­mer amor. Date cuenta de quéaltura has caído. ¿Por quéno te conviertes y vuelves a portarte como al principio? (Ap 2,1-5).

Escribe al ángel de la Iglesia de Sardes: Esto dice el que tiene los siete espíritus de Dios y las siete estrellas: -Conozco tu conducta y, aunque alardeas de estar vivo, séque estás muerto. Despierta, pues, y reaviva lo que aún no ha muerto del todo, porque ante los ojos de mi Dios tu conducta estálejos de ser irreprochable. ¿No recuerdas aquella tu disposición para escuchar y recibir? Pues mantenía y, si es preciso, recu­pérala (Ap 3,1-3).

Escribe al ángel de la Iglesia de Laodicea: Esto dice el Amén¡el Testigo fiel y veraz, el que estáen el origen de la obra creadora de Dios: -Conozco tu conducta, no eres ni frío ni caliente, y más te vallera ser una cosa o la otra. ¡Pero solo eres tibio! Sétam­bién que vas pregonando: «Soy rico, estoy forrado de dinero y nada necesito». ¡Po­bre infeliz! ¿No sabes que eres miserable y pordiosero, y ciego y desnudo? Si de veras quieres enriquecerte, harías bien en comprarme oro pasado por el crisol, vestidos

 

 

 

" O. Romero, Conferencia en la Universidad de Lovaina, 2 de febrero de 1980. 18Basslio, Homilía a los ricos.


15Juan Pablo II, Reconciliación y penitencia, 16.

 

 

 

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blancos con que cubrir tu vergonzosa desnudez y colirio con que ungir tus ojos para que puedas ver. Yo reprendo y castigo a ¡os que amo. Esfuérzate, pues, y cambia de conducta. ¿No ves que estoy llamando a la puerta? (Ap 3,14-20)


¿qué es lo que hicimos?, ¿qué es lo que hacemos? ¿qué es lo que haremos, Jesús, por ti?

(R. de Andrés20).

 

 

 

■ Conclusión

  • Coloquio. San Ignacio nos invita a terminar la meditación del pecado con el coloquio de la triple pregunta a Jesús crucificado: «¿Quéhe hecho por Cristo? Devaluar mi entrega, defraudar su elección...». «¿Quéhago por Cristo? Recordar -sincero- mis fallos, renovar mi conversión». «¿Quédebo hacer por Cristo? Agradecer su perdón, corresponder a esta su nueva oportu­nidad». Este coloquio de misericordia es personal e intransferible, y supone dos cosas:
  • Que si jesús es misericordioso, es porque nosotros somos miserables.
    • Que Jesús sigue repitiendo hoy como ayer: «Padre, perdónalos, pues no saben lo que hacen»(Le 23,34) con su mediocridad o su malicia. Y: «Tus pecados que­dan perdonados, vete en paz»{Le 7,50); Y: «Se le perdonaron todos sus peca­dos, porque amómucho»(Le 7,47).

TEXTO DE APOYO

Desnudos ante tu cruz

¿Qué es lo que hicimos? Jesús, pecamos.

¿Qué es lo que hacemos? Pedir perdón,

¿Qué es lo que haremos? Vivir por ti, vivir por ti.

Como un amigo habla a su amigo,

como un hermano habla a su igual,

te suplicamos, Jesús amable,

perdón y gracia por tu bondad.

Al recordarte, sobrecogidos,

en un madero, Cristo Jesús,

te preguntamos: ¿Por qué quisiste

pasar de vida a muerte en cruz?

Al contemplarte, tu pecho abierto

como una puerta de par en par,

te confesamos: Jesús del alma,

brota en nosotros profunda paz.

Ante este espejo de amor sublime,

nos preguntamos, viéndote así:


4. «DONDE ABUNDÓEL PECADO, SOBREABUNDÓLA GRACIA» {Conversión permanente y perdón divino)

■ Conversión: ,¿a< k-^^^L

En la cuestión del pecado, la última palabra no la tiene nuestra miseria, sino la mise­ricordia de Dios, «clemente y rico en piedad». La última fiesta litúrgica se llama: «Domingo de la misericordia divina». «Donde abundóel pecado, sobreabundóla gracia»(Rm 5,20). Nuestros pecados van a la papelera del ordenador de Dios y alif desaparecen.

Pero entre estas dos realidades, hay una tercera necesaria, que las enlaza: la con­versión. «Me levantaréy volveréa mi Padre, y le diré: -He pecado contra el cielo y contra ti»(Le 15,18),

No porque Dios no estésiempre dispuesto a perdonar, sino porque el sol del perdón necesita que nuestra ventana estéabierta para poder entrar y disipar la niebla del alma. Por eso, lo mismo que necesitamos formación permanente, nece­sitamos conversión permanente, para mantener activa nuestra vida espiritual. ¿Cómo lograr este talante? Con una sana inquietud, como dice Teófilo Cabestrero, el cristiano estáesencialmente insatisfecho de sf mismo. Esa es ia base necesaria para ia conversión permanente, que es la actitud permanente del cristiano: la ac­titud del publicano.

La importancia de la conversión se deduce de que la primera palabra de jesús, al comienzo de ia vida pública, fue: «¡Convertios y creed la Buena Noticia!»(Me 1,15). Es el eco de la exhortación de Dios por Isaías:

Lavaos, purifícaos,

apartad de mi vista vuestras malas acciones. Cesad de obrar mal, aprended a obrar bien; buscad el derecho, enderezad al oprimido; defended al huérfano, proteged a la viuda. Entonces, venid y litigaremos -dice el Señor. Aunque vuestros pecados sean como púrpura,

R. de Andrés, o. c.

 

 

 

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blanquearán como nieve; aunque sean rojos como escarlata, quedarán blancos como lana (!s 1,16-18).

■ Cualidades de la auténtica conversión

Son tres: arrepentimiento, propósito y cambio.

Concienciemos el comienzo de la Misa: «He pecado mucho de pensamiento, pa­labra, obra y omisión». Que el propósito de la enmienda, sobre todo del pecado-ac­titud, sea habitual. Aplicar el cambio de sentido, como cuando nos equivocamos en la autopista. Pero un cambio completo, que abarque estos tres elementos:

  • Cambio de mentalidad, de ideas, de valores: No lo que se hace, sílo que se debe hacer,
  • Cambio de conducta, de vida (no bastan las buenas intenciones).
    • Cambio de mal a bien, de bien a mejor. Hasta el «sed perfectos como Padre ce­lestial»(Mt 5,48).

Los medios para conseguir la conversión son vencer el pesimismo: «¡Tantas veces lo he intentado, y no he podido! ¡Sípuedo!». «No yo, sino la gracia de Dios con­migo». Y no dar largas: Si atiquando, cur non modo? («Si alguna vez, ¿por quéno ahora?»(san Agustín). Que no se repita lo de Lope de Vega:

¡Cuántas veces el ángel me decía: Alma, asómate ahora a la ventana. Verás con cuánto amor llamar porfía. ¡Y cuántas, Hermosura soberana, -Mañana le abriremos-, respondía, Para lo mismo responder mañana!

Aprovechar ocasiones especiales, como ejercicios, retiros, tiempos fuertes litúr­gicos: «¡Este es el tiempo oportuno, este es el tiempo de gracia!».

La conversión es una barca que requiere dos remos para avanzar: acción y ora­ción, iibertad y gracia. «A Dios rogando y con el mazo dando». Para la conversión hay que seguir el consejo de Jesús: «Velad y orad para no caer en tentación»(Mt 26,41). ¡Las dos cosas!

Hay que rezar la última petición del padrenuestro: «No nos dejes caer en la ten­tación y líbranos del mal». Añadir la jaculatoria frecuente: «¡No permitas que me aparte de ti!».


Hay que pedir, reconociendo ios fallos y la necesidad de ayuda. Para ello se puede rezar esta Oración para la conversión de los buenos:

Por nosotros, que decimos y no hacemos,

que vemos la paja en el ojo ajeno y no la viga en el nuestro,

que apartamos el mosquito y tragamos el camello,

que somos sal insípida y luz que se esconde,

que amamos al amigo y aborrecemos al enemigo,

que no perdonamos las ofensas,

que pretendemos posible servir a Dios y al egoísmo,

que no nos atrevemos a ir por la senda estrecha,

que nos contentamos con clamar «Señor, Señor»,

que no amamos con obras y de verdad,

que queremos seguirte, pero sin tomar la cruz

ni negarnos a nosotros mismos

(Fermín Cebolla").

Para obtener la conversión, hay que pedir un plus de gracia:

Para los que te buscamos sin dar la cara, como Nicodemo, más valentía, Señor. Para los que nos contentamos con una religión de apariencia, como los fariseos, más sinceridad, Señor.

Para los que nos encontramos con el dolor y volvemos la cara, como los personajes de la parábola (del samantano), (el sacerdote y el levita), más solidaridad, Señor. Para los que renegamos de lo que creemos, como Pedro, más constancia, Señor. Para los que no hacemos más que lamentarnos, como las mujeres de Jerusalén, más acción, Señor.

Para los que golpeamos en nombre de la justicia, como ios soldados romanos, más comprensión, Señor,

Para los que cubrimos de tierra los talentos, como el siervo inútil, mayor responsabi­lidad, Señor

(Fermín Cebolla").

Señor, túque curaste a un leproso tocándolo, queremos ser limpios.

Señor, túque curaste a un muchacho a distancia, di una sola palabra y quedaremos

curados.

Señor, túque dijiste al paralítico: «Levántate y anda», que caminemos siempre tus

caminos.

Señor, túque resucitaste a una niña, despiértanos para siempre de nuestra modorra.

21F, Cebolla, Plegarias del hombre nuevo. Salamanca, Sigúeme, 1968, p. 92. " ibídem.

 

 

 

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#

 

Somos la sal de la tierra, pero ¿a quién salaremos con este sabor insfpido? Solo servi­mos para ser pisoteados por los hombres.

Somos luz del mundo y nos ocultamos en ios bajos fondos de la urbe, escondidos bajo el celemín cobardemente, en lugar de alumbrar en nuestro entorno. Señor, que luzca nuestra luz entre los hombres, para que, viendo nuestras buenas obras, glorifiquen al Padre de los cielos (...)

I

 

Señor, ¿cuándo buscaremos de una vez el Reino y su justicia, dejando en paz la aña­
didura?                                                                                                                |        %

(Fermín Cebolla").

Otra forma de procurar la conversión es meditar/renovar con frecuencia las pro­mesas del Bautismo, como hacemos en la Vigilia pascua!. Son muy prácticas tras la reforma:

¿Renuncias a Satanás, esto es:

-a! pecado como negación de Dios,

-al mal como signo del pecado en el mundo,

-ai error como ofuscación de la verdad,

-a la violencia como contraria a la caridad,

-al egoísmo como falta de testimonio del amor?

Sí, renuncio.

¿Renuncias a sus obras, que son:

-tus envidias y tus odios,

-tus perezas e indiferencias,

I 4

 

-tus cobardías y complejos,

-tus tristezas y desconfianzas,

-tus materialismos y sensualidades,

-tus injusticias y favoritismos,

-tus faltas de fe, de esperanza y de candad?

Sí, renuncio.

¿Renuncias a todas sus seducciones, como pueden ser:

-el creerte el mejor,

~el verte superior,

-el estar muy seguro de ti mismo,

-el creer que ya estás convertido del todo,

-el quedarte en las cosas, medios, instituciones, métodos, reglamentos, y no ir a

Dios?

 

Sí, renuncio24.

" Ibídem.

" Liturgia de la Vigilia pascual, renovación de las promesas del bautismo.

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■ Perdón divino

Con esta actitud de conversión, abrimos las compuertas a¡perdón del Padre y de Je­sús, que están siempre ahí, al acecho. La respuesta de Dios a ia conversión no es el castigo, sino el perdón manirroto. Si Dios es ágape -amor absolutamente gratuito-cuyo único interés es nuestro bien, pensar en un castigo por su parte es no entender nada.

En Dios, en quien no hay sombra de egoísmo ni rastro de resentimiento, no cabe más que e! dolor del amor por el daño que la persona se inflige a símisma... Pablo: «¿Quién acusaráa los escogidos de Dios? Dios es el que perdona. ¿Quién los va a con­denar?: ¿Cristo jesús, el que murió, más aún, el que resucitó, el que estáa la diestra de Dios e intercede por nosotros?»(Rm 8,33-34)".

Por eso, más que temer el castigo, paladeemos el perdón divino, ya desde el AL Digamos como el Salmista:

No nos trata como merecen nuestros pecados, ni nos paga según nuestras culpas... Como un padre siente ternura por sus hijos, siente el Señor ternura por sus fieles: porque Él conoce nuestra masa, se acuerda de que somos barro (Sal 103).

Escuchemos a Dios en el profeta Oseas:

Me da un vuelco el corazón,

se me conmueven las entrañas.

Mi pueblo estáenfermo por su infidelidad...

No ejecutaréel ardor de mi cólera,

no volveréa destruir a Efraín,

porque soy Dios, no hombre;

en medio de ti, yo soy el Santo

y no me gusta destruir (Os 11,7-9).

Escuchemos el lamento de Efraín y el eco de Dios en jeremías:

Me has corregido y he escarmentado, como novillo indómito. Vuélveme y me volveré, que Túeres el Señor mi Dios.

" A. Torres Queiruga, o. c.

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Si me alejé, después me arrepentí

y, al comprenderlo, me di golpes de pecho.

Me sentía corrido y avergonzado

de soportar el oprobio de mi juventud.

¡Si es mi hijo querido, Efraím,

mi niño, mi encanto!

Cada vez que lo reprendo, me acuerdo de ello,

se me conmueven las entrañas

y cedo a la compasión (Jer 3,18-20).

Pero pasemos ya a! NT, para saber lo que es el perdón de Dios, según Jesús, sobre todo en las parábolas de ia misericordia.

Degustemos la parábola del Padre bondadoso, pródigo en perdón (Le 15,11-32): Caigamos en la cuenta de que no se habla de la madre, no porque el padre fuera viudo, sino porque representa a Dios, que comprende la doble paternidad de padre y madre. Por eso ahora a Dios se le llama también Ella, Madre. Padre maternal, Ma­dre paternal. Rembrand pinta al padre del hijo pródigo con un brazo masculino y otro femenino, como símbolo de su pater-maternidad, Y Juan Pablo l, el Breve, tuvo tiempo para decir: «Dios es Padre, más aún, es Madre».

Pero es jesús el que habla de los rasgos femeninos del padre, al asegurar que «se !e conmovieron las entrañas»maternas al ver al pródigo y acudir a él para abrazarle maternalmente.

Abrirme al Padre-Madre Dios, permitiéndole ser Él mismo, dejándole ser mayor donde le gusta demostrarlo: en la capacidad infinita de perdón, «hasta setenta veces siete»(Mt 18,21-22), siempre.

Poner el énfasis, más que en lo que debemos hacer para ser perdonados, en el ca­riño de Dios, Madre-Padre, que lo único que dice es que su hijo «había muerto y ha resucitado»(Le 15, 32).

Concentrarme en el abrazo del Padre-Madre Dios. Y, al intentar decirle mis mise­rias, experimentar cómo pone el dedo en los labios para que calle, y sentir su cariño y su alegría ilimitada.

Dejar que Él sea feliz perdonándome, recuperándome, regalándome el anillo nup­cial, la túnica bautismal y el banquete eucarístico; participar yo de esa su felicidad.

Y al calor de ese abrazo materno, recordar que ese perdón paternal manirroto de Dios exige nuestro perdón fraterno, Jesús nos enseña a decir: «Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos...»(Mt 6,12). jesús antepone ese perdón frater­nal al culto divino en el altar:«Si tienes algún problema con tu hermano, vete pri­mero a reconciliarte con é!»(Mt 5,24). Y: «Si uno no perdona de corazón a su her­mano, Dios tampoco le perdonaráa él», ¡no porque no quiera, sino porque no puede depositar su perdón en un corazón endurecido!


■ Regla de oro final

Ver la relación interactiva entre amor y perdón, no solo de parte de Dios y de Jesús, que nos perdonan porque nos aman, sino también de parte nuestra:

En el caso de la mujer pecadora, jesús dice: «Se le perdonómucho, porque amó mucho».

  • Saborear la relación perdón-amor a la inversa: Ama mucho, porque se le per­dona mucho.Aplicar a míla triple pregunta de Jesús a Pedro, no como echán­dole en cara su triple negación, sino como ofreciéndole una segunda oportu­nidad: «¿Me amas?, ¿Me amas más?, ¿Me amas más que estos?»(jn 21,15-17). Escuchar e! encargo de atender a los demás («Apacienta mis ovejas») como una forma de compensar el abandono del Jesús Cabeza con el cuidado del Cristo Cuerpo eciesial y social.
  • Sentir esa mirada interrogante de Cristo, como en el poema:

Un día me miraste como miraste a Pedro... ¡Quélucha de silencios libraron en la noche tu amor y mi deseo! Un día me miraste y todavía siento ia huella de ese llanto que me abrasópor dentro. Aún voy por los caminos soñando aquel encuentro... Un día me miraste, como miraste a Pedro...

(Ernestina de Champourcin36).

■ Conclusión

Coloquio, Terminar con un triple coloquio de misericordia: a María, a jesús y al Pa­dre.

•  A María, ¿por qué? Porque es la Inmaculada, la sin pecado, llena de gracia, para que nos enseñe a vivir sin desorden.

26E. de Champourcsn, en Diosen ia poesía actual. Madrid, BAC, 1970, p. 146.

 

 

 

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,   •  A jesús, ¿por qué? Porque él afirma «¿Quién me convenceráde pecado?»(Jn 8,46}, porque es el Inocente que quita el pecado del mundo, porque salvóal pueblo de sus pecados. •  Al Padre, ¿por qué? Porque Él nos envióa su Hijo para redimirnos.

Así, ante la Madre, el Hermano mayor y el Padre, «discurrir por lo que se ofre­ciere», como nos sugiere san Ignacio.


3

22 SEMANA REFORMA VITAL CON JESUCRISTO

 

 

 

TEXTO DE APOYO

También Jesús llama a la conversión: «El Reino de Dios está cerca; convertios y creed en ia buena noticia» (Me 1,159. Pero él contempla la conversión de otro modo, en una nueva perspectiva: Dios no espera a que el ser humano se ponga en camino hacia Él, sino que va Él mismo en su busca, como el pastor que recorre el monte para encontrar a su oveja descarnada. Antes incluso de que el pecador se vuelva a Dios, este le ha amado con un amor primero y totalmente inmerecido. En esto consiste precisamente la buena noticia: en una soberana gratuidad del amor misericordioso del Padre. Y aquí no hay condición previa alguna: conversión y gracia son una misma y única cosa. Con­vertirse, en el sentido evangélico, consiste, ante todo, en creer en la buena noticia, aco­ger el Reino en su gratuidad y abrirse a la nueva y gratuita cercanía de Dios ".


1. «MI REINO NO ES MUNDANO»

(Llamada del Rey Jesús al Reino de Dios)

La primera semana de ejercicios termina con un interrogante: «¿Quédebo hacer por Cristo?». La segunda semana empieza con una respuesta: escuchar la llamada de Cris­to rey a su reino.

■ Importancia crucial de esta meditación del llamamiento

Es el medio para cumplir el principio y fundamento, y es el principio fundamental del resto de Ejercicios.

San Ignacio, con esta clásica y fundamental meditación, presenta a Jesús como la rea­lización práctica del ideal del principio y fundamento. Bastaráal ejercitante seguir al Rey, posesionarse de su ideal y de su vida, identificarse con Él de! modo máximo per­mitido a una criatura, para realizar la norma del orden del principio y fundamento y resolver el problema de su vida. Es la meditación más evangélica en su conjunto. Ha extraído san Ignacio del Evangelio la quintaesencia del programa de perfección lan­zado por Jesucristo28.

Este ejercicio es la clave interpretativa de toda la vida de Jesús, cuyos misterios se dispone a contemplar el ejercitante29.

Por eso es necesario saber quién, a quéy a quiénes llama.

 

 

 

E. Leclerc, El Reino escondido. Santander, Sal Terrae, 1997, p. 94.


23I. Iparraguirre, Obras de san Ignacio. Madrid, BAC, '1991, n. 72.

25D. López Teiada, Los ejercicios espirituales de san Ignacio de Loyola. Madrid, Edibesa, 1998, p. 383.

 

 

 

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¿Quién llama?

Cristo Rey. Ante el gobernador del César, jesús afirma: «Yo soy rey: para esto nací» {Jn 18,37), Pero, ¿quétipo de rey? «Mi reino no es mundano»(Jn 18,36). Con la baraja en la mano, podemos decir que Jesús no es un rey de oros, copas, espadas ni bastos, sino que es un rey de corazones.

  • jesús no es un rey de oros, porque toma partido contra riquezas y ricos insoli-darios: «No se puede servir a Dios y al Dinero»(Le 16,13); «¡Ay de vosotros ios ricos!»(malaventuranzas) (Le 6,24). Porque elige libremente pobreza desde su nacimiento en un pesebre hasta su muerte desnudo en una cruz, y vive auste­ramente durante toda su vida.
  • jesús no es un rey de copas, porque no es un hedonista, un sibarita. Aunque acepta Invitaciones a una boda y a comidas y cenas, no es «un bebedor», como falsamente le acusan. La única copa que apuróhasta la última gota fue el cáliz de la pasión.
  • jesús no es un rey de bastos. Porque no es rudo ni violento, ni mandamás de «ordeno y mando». Porque su carga es ligera y su yugo es llevadero. Es com­prensivo con las debilidades.
  • Jesús no es un rey de espadas, porque dice a Pedro: «Envaina la espada» (Mt 26,52). Y «El que a hierro mata, a hierro muere». Porque es rey y príncipe de la paz. Su frase «No he venido a traer la paz sino ía espada»(Mt 10,35) es solo contra el egoísmo. Su saludo habitual es Shalom, «paz».
  • Jesús es un rey de corazones. Porque solo quiere atraer con el imán de su co­razón.

San Ignacio lo retrata «un Rey liberal y humano», jesús es así: No obliga, sino que invita: «Si quieres». En cuanto a su humanidad, comienza por hacerse realmente humano: «Se hizo uno de tantos», «como un hombre cualquiera, (Flp 2,7), en todo semejante a nosotros.

Y las cualidades humanas de Jesús aparecen en todas las páginas de los evange­lios: «manso y humilde de corazón»(Mt 11,29), compasivo y misericordioso, amable, comunicativo, amigable, sencillo. No solitario ni distante, no ensimismado ni narci-sista, sino solidario, cercano, altruista.

Jesús se muestra transparente y libre, sosegado y consciente, responsable. Nada político nípublicitario, no engañoso (no dora la pildora, no promete e! oro y el moro), no oculta las dificultades. Comprometido a compartirlo todo con los suyos, asíen lo bueno como en ¡o malo. San Ignacio pone en labios de Cristo rey: «Quien quiera venir conmigo, ha de contentarse con comer, beber y vestir como yo, y ha de trabajar conmigo».

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■ ¿A quéllama?

Visto ya quién llama, veamos ahora a quéllama: a construir el Reino de Dios. La im­portancia del Reino se cuantifica en las 122 veces que aparece en los evangelios (90 en labios de Jesús).

  • Es la primera palabra de la vida pública: «Convertios y creed la buena nueva del Reino»(Me 1,14).
  • Es su testamento final: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio del Reino»(cf. Me 16,15).
  • Es su eslogan: «Buscad lo primero de todo el Reino de Dios. Lo demás son aña­diduras»(cf. Mt6,33).
  • Es la principal petición del padrenuestro: «Venga tu Reino»para que «sea san­tificado tu nombre»«haciendo tu voluntad».
  • Las parábolas giran alrededor del Reino, centro del mensaje de Jesús, según los expertos.

Pero ¿quétipo de Reino predica Jesús y cuáles son sus cualidades? Todo el Evan­gelio constituye el Reino de Dios traído por jesús. Negativamente: «Mi Reino no es mundano». Positivamente, hay una síntesis maravillosa del mismo en el prefacio de la fiesta de Cristo Rey: «Reino de verdad y vida, de santidad y gracia, de justicia, amor y paz».

a) Reino de verdad. «Yo para esto nací: para testimoniar la verdad»(Jn 18,37). Frente a un mundo de mentiras, disimulos, falsedades, hipocresías, aparien­cias, fraudes y publicidad, el Reino de Dios defiende la verdad en la esfera na­tural y religiosa.

Defender la verdad natural: exige la fórmula «decir la verdad, toda la ver­dad y nada más que la verdad», jesús postula: «Decid sísí, no no»(Mt 5,37). Colaborar para conseguir una verdad mayor por el diálogo:

¿Tu verdad? No, la verdad. Y ven conmigo a buscarla, La tuya guárdatela.

(Antonio Machado)

Cumplir el octavo mandamiento: «No levantar falso testimonio ni mentir» (ni decir calumnias, ni falsedades).

Buscar la verdad religiosa: defender y propagar (ofrecer) la verdad cris­tiana, que es el mismo Cristo: «Yo soy la Verdad»(Jn 14,6) y su mensaje: «Mis

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palabras no pasarán»(Me 13,31). Escuchara! Espíritu Santo: «Él os enseñaráía verdad plena»(Jn 16,13). Cumplir e! profetismo cristiano: «contar la verdad» y «cantar las verdades»(crítica constructiva). Formarse antes. Todos somos iglesia discente y docente.

b)  Reino de vida. «Yo soy la Vida»(Jn 14,6). Frente a una cultura de la muerte,
que desprecia la vida humana {aborto, eutanasia, hambre mortal de cien mil
personas diarias), el Reino de Dios defiende la vida en su doble esfera natural
y religiosa.

Natural: Desde la concepción hasta ef último suspiro. Aumentar la aten­ción a los ancianos {cada vez más) y enfermos, secundar la tradición hospita­laria de la iglesia, imitar a Jesús Médico. Luchar por una vida humana digna: no solo sobrevivir ni malvivir, sino vivir conforme a los derechos humanos (vi­vienda, libertades, trabajo, alimentación). No son solo una Declaración de la ONU en 1946, sino una declaración de Jesús hace dos mil años, de cuyo cum­plimiento nos pedirácuenta en el Juicio (cf. Mt 25: dar de comer y beber, ves­tir, hospedar, visitar). Reino de Dios es luchar contra el paro (vida indigna), el hambre (negación de la vida).

Además, el Reino de Cristo exige procurar la vida religiosa: La que nos trajo de regalo jesús-Vida: «Yo he venido para que tengan una vida abun­dante»{Jn 10,10), otra vida, espiritual, eterna. No solo apreciar la vida natu­ral (no se puede decir: «¡son cuatro días!»), sino más aún la vida espiritual, so­brenatural, divina, eterna.

  1. Reino de santidad. Frente a un mundo que se ríe de los buenos, inocentes, in­genuos; en que triunfan los espabilados, hedonistas, inmorales y aprovecha­dos, el Reino de Dios defiende la santidad como realización y meta de la per­sona humana. «Esta es la voluntad de Dios: vuestra santificación»(1 Tes 4,3). «Sed santos, porque yo, vuestro Dios, soy santo (Lv 19,2). No hay mejor reali­zación humana que la del cumplidor del decálogo. No hay santidad mejor que la del vividor del Evangelio. ¿Quépasaría si, un día, todos cumplieran el decá­logo? ¿Por quéno empezar hoy nosotros?
  2. Reino de gracia. Jesús,«lleno de gracia»según Juan(Jn1,14). Frente a un mundo soberbio, sin conciencia de pecado, indiferente a ¡o religioso, hostil a lo espiritual, materialista, de tejas abajo, escandaloso, el Reino de Cristo de­fiende la gracia de Dios como un valor super-humano. Gracia es la diviniza­ción de la persona, su elevación a la categoría de hijos de Dios. Gracia es la in­yección en las venas del alma de la sangre divina. Gracia es la conversión de nuestro cuerpo-alma en templos vivos de Dios, en patenas y cálices.

e)  Reino de justicia,jesús es el Justo según Pedro (cf. Hch 3,14). Frente a un
mundo de estructuras injustas, desigualdades sociales chirriantes, privilegios
de minorías, represiones, discriminaciones (raciales, económicas, de género),
explotaciones, marginación, insoíidaridad, clasismo, sin reparto equitativo de
cargas-beneficios, el Reino de Dios defiende la justicia como un valor esencia!.

Eíúltimo Magisterio eclesiaíseñala la justicia como sustancial al Evange­lio. Las últimas Congregaciones generales de los jesuítas ponen como fin de la Compañía el servicio de la fe y ía promoción de la justicia(que nace de la fe).

Justicia cristiana es lo que se ajusta a la voluntad de Dios; pero ese querer divino es que haya justicia entre los seres humanos.

En la Biblia, se califica a «José, varón justo»(Mt 1,19} y a «jesús, el justo». Y «los justos»son los buenos. Ya en el AT, el rey es el defensor de la justicia, como aparece en el salmo 72:

Dios mío, confía tu juicio ai rey, tu justicia al hijo de reyes, para que rija a tu pueblo con justicia y a tus humildes con rectitud,

En el NT, Jesús destaca: «Buscad lo primero la justiciadel Reino de Dios» (Mt 6,33). Justicia en toda su amplitud: distributiva (a cada uno lo suyo), so­cial (repartir entre todos los bienes esenciales).

¿Quéhacemos para remediar las injusticiascontra el Reinado de Dios? (por ejemplo, esos ocho millones de pobres, cuatro de ellos severos, solo en Es­paña).

f)   Reino de paz. «Cristo es nuestra paz»(Ef 2,14). Frente a un mundo de guerras,
xenofobias, racismos, terrorismos, violencias en los medios de comunicación
y en la vida, juguetería belicista, videojuegos, películas y telefümes, el Reino
de Dios promueve la paz de las almas y de las armas.

El lema del Reino no es «si quieres paz, prepara la guerra», sino «prepara la paz». Hay que desarmar los corazones, donde fraguan enemistades, odios, rencores, gérmenes de guerras. Hay que vivirla bienaventuranza de Jesús: «Felices los pacíficos y los constructores de paz»{Mt 5, 9).

Jesús es eípríncipe de la paz. Su saludo es shalom, «la paz os dejo, mi paz os doy»(jn 14,27), no como la da mundo {frágil, basada en miedos mutuos), sino cordial, sincera. Según el AT, shalom es eíconjunto de! bien social, la suma de los bienes materiales y espirituales. En el NT, la propuesta de los án­geles en Belén, por la venida de Cristo: «Y en la tierra, paz a los hombres ama­dos por Dios»{Le 2,10). La paz es don mesiánico.

 

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[ g) Pero, sobre todo, el Reino de Dios en Jesucristo es Reino de amor. Frente a una sociedad que pone como techo la justicia, pero fomenta la frialdad, la indife­rencia, la competitividad agresiva, los odios, los egoísmos y rencores, el Reino de Dios propugna e! amor como valor supremo de la convivencia.

Ya en el AT, el amor es la síntesis del segundo bloque del decálogo: «Ama­rás al prójimo como a ti mismo»(Lv 19,18; Dt 6,5). En esto se cifra la Ley y los profetas, la ley escrita y hablada. Un amor refrendado por jesús: «El segundo es semejante al primero»(Me 12,31). Amor, negativamente: «No decir ni hacer otro lo que no quieres para ti». Amor, positivamente: «Decir y hacer al otro lo que quieres para ti».

En el NT, hay más. Para jesús, el amor es su mandamiento específico, sin el cual no hay cristianismo: «En esto conocerán todos que sois míos: en que os amáis como yo»(jn 13,35). Y él, «habiendo amado a los suyos, los amóhasta el fin»(Jn 13,1) del amor: hasta «dar la vida por los amigos»(Jn 15,13).

El amor es la bandera, la insignia, el carné, el DNi, el estilo de vida, el aire de fa­milia del cristianismo. Las cualidades de! amor cristiano constan en la primera carta a ios Corintios:

El amor es comprensivo y servicial, el amor nada sabe de envidias, de jactancias ni de orgullo, el amor no es grosero ni egoísta, no pierde los estribos ni es ren­coroso, (el amor) disculpa sin límites, confía sin límites, espera sin límites, so­porta sin límites (1 Cor 13, 4-7).

Pero si vinieran extraterrestres, ¿verían en nosotros ese amor distintivo? ¿Po­drían decir de nosotros, como de las primeras comunidades cristianas, «mirad cómo se aman»?

■ ¿A quiénes llama?

Visto quién llama y a quéllama, quién es el rey Jesucristo y cuál es su Reino, aún falta vera quiénes llama. El evangelio dice: «Llamóa quienes quiso»{Me 3,13). Y llama a quienes quiere, Y san Ignacio añade: Llama a quienes «se querrán afectar»libre­mente. Jesús afirma: «No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegía vosotros» (jn 15,16). También, un día, cada uno de nosotros fuimos llamados por él a colaborar en el Reino.

Recordémoslo con humildad, porque no fuimos llamados por nuestros méritos. Con confianza, pues se trata de su misión y encargo. Él nos daráfuerzas para cumplirlo. ,      Repasemos las llamadas de jesús a los Doce (Me 3,13-19), a los Setenta (Le 10,1-9). *Y-al repasar los nombres de los Mamados (Pedro, Andrés...), añadir nuestro nombre.


Vocación de Andrés

»

-Fue otro día cuando le vi por primera vez en persona. Venía del desierto, donde ha­bía estado orando más de un mes. Era un mediodía brillante y un grupo de íntimos de! Bautista estábamos sentados en el campo, a la orilla del Jordán, conversando. Conmigo se encontraba el joven Juan, hijo de Zebedeo y Salomé(...) De pronto, Juan el Bautista se levantóde un brinco y extendiósu sarmentoso dedo hacia el que venía. Gritócon su bronco vozarrón, que a veces daba miedo: -¡Ése, ése es el cordero de Dios!

Andrés se atragantóal evocar el momento, como si un sollozo le hubiera subido de pronto a ia garganta.

-Entonces, fue entonces, nunca lo oívidaré, cuando Juan y yo le vimos por primera vez. ¿Cómo podría describir lo que sentí? ¿Sabéis la fuerza con que un torrente irrumpe sobre ia piedra? ¿O esa sensación de sol recién estrenado algunas mañanas de sabbat que baña las calles y el alma? ¿Conocéis la alegría de la primera cita, el pri­mer encuentro del novio y la novia, o el fresco de la brisa cuando vas remando al atardecer en el lago y sacas las redes rebosantes de pesca? ¿O el gozo sublime del na­cimiento de un primer hijo? Era una mezcla de paz, fuerza y alegría. Ante nosotros aparecióun hombre más bien alto, joven, delgado, con medía sonrisa en los labios y fuego en la mirada, No dijonada. Sentísus ojos en los míos. Mi amigo Juan me dio un codazo, y ambos, sin dudarlo un momento, nos levantamos de un salto y nos fuimos tras él. Si me preguntáis ahora por qué, os respondería que no lo sé, no tengo expli­cación. Algo dentro de míme decía que no podía hacer otra cosa,(...) -Y caminamos largo rato en silencio. Era una sensación de plenitud y segundad, como el niño que va de la mano de su padre en medio de las tumultuosas calles de una gran ciudad, pero sintiéndote al mismo tiempo libre, sin trabas para ser tú mismo. Como si de pronto el miedo, la angustia y la inseguridad se hubieran esfu­mado de tu vida. Como si habitaras el instante. De él emanaba algo muy especial (...) Era hondo y cercano, alegre y triste a la vez. Yo sentía algo muy raro, como si estu­viera con mi padre, mi hermano, mi amigo, mi hijo a la vez, como si flotara. Juan le miraba embelesado, ajeno a todo lo demás. Siempre que evocamos aquel instante me dice: «¿Recuerdas, Andrés? Fue como a la hora décima»50.

■ ¿Cómo llama?

Finalmente, ¿cómo llama Cristo Rey? Implicándose e implicándonos: «Quien quiera venir conmigo, ha de trabajar como yo». ¿A quénos llama jesús? {cf. Me 3,14).

•Lo primero «a estar con él». Esto es lo principal, más que la empresa. Importa más que la acción. Síno se cumple, falta lo esencial. En la vejez, en misiones grises, en enfermedad, es un consuelo: Siempre podemos estar con jesús.

P. M. Lamet, El retrato. Madrid, La esfera de los libros, 2007, 406 pp.

 

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  • Lo segundo «a predicar y bautizar». Predicar supone ía asimilación de su Pa­labra: hacerla carne propia por la oración. Luego, predicarla con valentía. También a bautizar: incorporar a la Iglesia, hacer comunidad, unir en comu­nión.
  • Lo tercero «a echar demonios y curar enfermedades». Dimensión espiri­tual/corporal de la misión. Echar demonios familiares y sociales, nacionales. Sanar enfermedades sociales y personales: odios, resentimientos, venganzas, soledades, abandonos, desalientos, depresiones. Hallar tiempo para escuchar, consolar, animar.

■ Mi respuesta

Ante este rey, este reino, esta llamada, ¿quérespuesta debe seguirse de los llama­dos? San Ignacio pondera:

Considerar quédeben responder los buenos subditos a Rey tan liberal y tan humano. Y por consiguiente, si alguno no aceptase la petición de tal Rey, cuánto sería digno de ser vituperado por todo el mundo y ser tenido por perverso caballero (EE 94). Considerar que todos los que tuvieren juicio y razón ofrecerán sus personas ai tra­bajo (EE 96).

Aunque no corren tiempos caballerescos, sípodemos destacar lo que vale sentir valentía para decir síy ponderar lo que significa sentir vergüenza al decir no. Pode­mos valorar que quedar mal ante mímismo (= honra) es peor que quedar mal ante los demás (= honor). Podemos calibrar lo que significa defraudar a otro (por ejemplo, un amigo) que confía en nosotros. Si se trata de Jesús, se potencia mucho el fallo, por tratarse del mejor rey, amigo, líder, Señor. La respuesta negativa a la llamada de Je­sús significa sufrir la vivencia amarga de la infidelidad.


¿Acaso hay una persona y una causa que merezcan más nuestra entrega gene­rosa que Jesús y su Reino? Un día feliz, al ser llamados por Cristo rey, le dijimos: «¿Para quévale la vida sino para darla?». Hoy se trata de renovar esa oblación y entrega,

TEXTO DE APOYO

Reino de Cristo

Jesús del monte, haznos felices en lo profundo del corazón: que los criterios de tu reinado presidan siempre nuestra razón. Cristo, Rey nuestro, venga tu Reino a nuestra Iglesia y al mundo entero. Suene en nosotros tu voz divina y obedezcamos a tus consignas. Tú nos invitas a ser amigos y nos confías: ¡proclama el Reino! Tú nos exhortas: ¡sirve a los otros! y nos alientas: ¡estoy contigo! Tú nos prometes: seréis felices si sois sensibles y os hacéis pobres. Tú nos infundes sed de justicia, hacer las paces y ser sinceros. Rey de los hombres, ante tu Madre y ante los santos, te prometemos: Solo anhelamos, por tu servicio, copiar tu vida pobre y humilde

(R. de Andrés3')

 

 

 

■ Conclusión: petición

Después de ver quién y a quénos Mama, solo queda preguntar cómo poder seguir a jesús. Para encontrar fuerzas para responder a la llamada de Cristo a su Reino, acu­dir a la oración, ya que «Dios y yo, mayoría absoluta».

Pedir al mismo jesús «no ser sordo a su llamamiento»(«Mañana le abriremos -res­pondía-, para lo mismo responder mañana»), «mas presto y diligente en su servicio». Es verdad que «sin míno podéis hacer nada»(jn 15,5), pero también lo es: «Todo lo puedo en Aquel que me conforta»(Flp 4,13).

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2. «AQUÍHAY UNO A QUIEN NO CONOCÉIS» (Conocimiento, amor y seguimiento de Jesús)

Ya hemos meditado el Reino de Cristo, concentrado en sus siete leyes: verdad y vida, santidad y gracia, justicia, paz y amor. Y hemos sugerido que jesús llama a los suyos

51R. de Andrés, o. c.

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para estar con él y trabajar por su Reino. Pero, cuando jesús envía a los setenta y dos discípulos les dice: «Proclamad que el Reino de Dios estácerca», porque «los en­vía donde tenía que ir é¡»(Le 10,1), que es el Reino personificado.

Por eso, san Ignacio, tras la meditación sobre el Reino nos centra en la persona del Rey, haciéndonos pedir, a lo largo de la segunda, tercera y cuarta semanas de los ejercicios «conocimiento interno de Cristo, para más amarle y seguirle».

Vamos a dedicar esta meditación a glosar esta petición ignaciana, porque es clave para empaparnos de jesús y vivir el cumplimiento de su Reino. Para ser hom­bres y mujeres del Reino de Cristo, hemos de ser hombres y mujeres del Cristo deí Reino, porque «Cristo no es tanto una causa que defender cuanto una pasión amo­rosa que vivir»(Quim Pons). «El cristianismo no es la reiigión de un libro, sino de una persona»(L. Alonso Schókel). Por eso, ser cristiano empieza por conocer a Cristo.

■ Conocimiento

Los psicólogos afirman que nada puede quererse sin conocimiento previo, Axioma esencial también en el caso de Jesús. No podemos amarlo sin conocerlo. Tanto lo amaremos cuanto lo conozcamos.

Pero corremos el peligro de creer que ya lo conocemos, porque, de tanto oírlo y leerlo, casi nos sabemos ei Evangelio de memoria, (una hora de meditación diaria por cincuenta años de vida religiosa o de cristianismo comprometido ¡suman 17.800 ho­ras de conocimiento de Cristo!).

A pesar de esto, se trata de un conocimiento superficial, insignificante, incom­pleto, pues Jesucristo es inabarcable, más que bucear hasta fondo del océano, por­que él tiene una dimensión infinita, «jesús tiene más notas que ia garganta de un jil­guero».

Aunque leyéramos todas las cristologías y jesulogías, todas las «vidas de jesús», todas las homilías evangélicas, las mil opiniones sobre Cristo del libro ¡esús siempre y más y los treinta y dos títulos sobre Cristo del Vaticano II, aún podría decirnos el Bautista: «Entre vosotros hay uno a quien no conocéis»(Jn 1,26).

■ Conocimiento «interno»de Jesucristo

Además, san Ignacio habla de un conocimiento especial de Jesucristo. No se trata de un conocimiento erudito, cultural, académico, arqueológico, intelectual, especula­tivo; ni tampoco de un conocimiento teológico, exegético, ni solo psicológico, aun­que todo eso sea deseable; sino de un «conocimiento interno».

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Se trata de un conocimiento complejo y rico, como una mina de muchos filones:

  • conocimiento de su manera de pensar: «Nosotros tenemos la mentalidad de Cristo»(1 Cor 2,16);
  • conocimiento de su afectividad: «Tened los mismos sentimientos de Cristo Je­sús»(Flp2,5);
  • conocimiento de su corazón: en la Biblia, pues el corazón es la sede de la vida interior consciente y libre, la sede de pensamientos, afectos, proyectos, y de­seos, según Alonso Schókel.

¡            Partamos de esta base: el cristiano es una persona obsesionada por, centrada en

j   Cristo.

Para conseguirlo, lo primero es persuadirse de que el conocimiento de é! debe ser cada vez mayor y mejor, Y lo segundo es caer en la cuenta de que Jesucristo es un ser de constante actualidad, ya que él estávivo en un aquíy ahora perma­nente, contemporáneo a cada generación humana histórica. La suya es ía «historia de un viviente»: «Yo estarécon vosotros todos los días, hasta el fin del mundo» (Mt 28,20).

Hay una diferencia esencial entre exhumar un personaje histórico, para estu-!       diarlo como un fósil, y conocer a Cristo: presente, vivo.

:|            Tampoco se trata de un conocimiento externo, suma de datos, cuantitativo; sino

interior, asimilado, experiencial, personalizado. Y de un conocimiento implicado, comprometido

Nos interesa un conocimiento íntimo del Jesús de la historia y del Cristo de la fe (el del NT y la Tradición), porque el Jesucristo completo es Dios y hombre verdadero, al que no se puede mutilar.

Si conocemos solo al Hijo de Dios o solo al hombre de Nazaret, no sería el Reden­tor-Salvador, porque no resultaría la cabeza de puente entre cielo y tierra, el pontí­fice entre Dios y los seres humanos.

La síntesis de la personalidad de Jesucristo es la proclamada por Pedro, inspirado
porei Padre, en Cesárea de Felipe: «Túeres el Mesías, el Hijo de Dios vivo»(Mt 16,16).
Pero no un mesías témpora! nacionalista, guerrero, político, repudiado por jesús,
sino el Mesías bienhechor material y espiritual, asumido por Jesús en la sinagoga de
Nazaret (cf. Le 4,16-21). Jesucristo es ei Hijo de Dios vivo, en su doble vertiente des­
cendente y ascendente, encarnado y ascendido. Las palabras del Salmo «Túeres mi
hijo, yo te he engendrado hoy»(Sal 2,7) se refieren también ai hombre jesús. El Padre,
ene! Tabory en el Jordán, afirma: «Este es mi Hijo querido»(cf. Me 1,11; Mt 17, 1-13).
jesús es «imagen visible del Dios invisible»(cf. Col 1,15), el vídeo de! Padre, en color
\ y relieve, su versión humana, su clon en carne.
^ i          Pero se trata de conseguir un conocimiento interno interactivo, en ambas direc-

ciones, objetivo-subjetivo. Objetivo, de ét; subjetivo, en mípara «sentirlo y gustarlo

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internamente», con un conocimiento vivencia!, experimental. (No es lo mismo saber la definición de «amor»que experimentar fa realidad del amor, de amar y ser amado, de sentirse amado y amante).

Este conocimiento experiencia! es un conocimiento que supera e! esquema sujeto-ob­jeto, que va más alláde la captación de significados y nociones. Se trata de un cono­cimiento en el que el sujeto entra en contacto con la realidad experienciada, gracias a su implicación personal con ella".

El conocimiento interno es un conocimiento bíblico, semita: íntimo, relacional, vital, cordial, profundo, en el sentido en que jesús afirma: «Yo conozco a mis ovejas, y las mías me conocen a mí»(jn 10,14).

El conocimiento interno no es científico, sino sapiencial, no es fruto del saber, sino del sabor. Es el conocimiento de un jesús no sabido, sino saboreado, un conocimiento por sintonía, por simpatía, por connaturalidad, por «química»(como se dice ahora).

No es un conocimiento natural, sino espiritual: «Si alguna vez conocimos a Cristo según la carne, ya no lo conocemos así»(2 Cor 5,16). Conocimiento místico, sobrenatural, revelado.

Y, por tanto, no conseguido por mérito y esfuerzo propio, sino pedido, ya que «nadie conoce al Hijo, sino el Padre y aquel a quien el Padre se lo quiera revelar» (Mt 11,27) por gracia. Por eso, para conocerás! a Jesús, hay que pedirlo a! Padre.

Pero también podemos acceder al conocimiento interno de jesús según su auto­rretrato en el Evangelio. Según las autodefiniciones evangélicas de Jesús, él es:

Camino. «Yo soy el camino»para andar humanamente por la historia hasta ir

al cielo.

Verdad. «Yo soy la verdad», «yo soy la luz»(Jn 8,12), que ilumina el sentido de

la existencia,

Vida. «Yo soy la vida», «yo he venido para que tengan una vida abundante»

(Jn 10,10), divina.

Viña. «Yo soy la vid verdadera»(jn 15,1), que derramo mi mosto en la cruz y

en la eucaristía,

Puerta. «Yo soy la puerta: quien entre por míse salvará»(Jn 10, 7) que soy «la

puerta estrecha»por la humildad y pequenez voluntarias, pero amplia por el

amor para acoger a todos.

Pastor. «Yo soy el pastor bueno, que da la vida por sus ovejas», «conozco a las

mías»(cf. Jn 10, 1-16), con un conocimiento personalizado, cordial, amoroso;

por eso «escuchan mi voz».

MaktIn Velasco, «La experiencia de Dios hoy», en /W<wes£7,enero-marzo 2003, pp. 5-25.


 

  • Maestro. «Vosotros me llamáis maestro y decís bien pues lo soy. Uno solo es vuestro Maestro: el Cristo»(Mt 23,7); «El cielo y la tierra pasarán, pero mis pa­labras no pasarán».
  • Amigo. «Ya no os llamarésiervos, a vosotros os llamo amigos, porque os he dado a conocer todo lo que me ha dicho mi Padre»(Jn 15,15). Saborear e! tí­tulo de amigos absolutos, aun sabiendo la distancia entre jesús y nosotros.
  • Hermano. «Id y decid a mis hermanos»(dice jesús a las mujeres, en las apari­ciones). Paladear el título entrañable de hermano mayor de Jesucristo, que no fundóuna familia tipo, sino una fraternidad.
  • Señor. «Vosotros me llamáis Señor y decís bien pues lo soy. Uno solo es vuestro Jefe: ei Cristo»/Mt 23,8-10). Señor de señores, «se me ha dado pleno poder en el cie!o y en la tierra»(Mt 28,18).
  • Rey. «Yo soy Rey, yo para esto nací»(Jn 19,37). Pero, «mi reino no es mun­dano». Aunque soy rey por naturaleza, no quiero imponer mi cetro, sino con­quistar corazones libres.
  • Novio/Esposo. «¿Acaso pueden ayunar los compañeros del novio, cuando estácon ellos? »(Me 2,19); «¡Que viene el Esposo, salid a recibir a Cristo!» (cf. Mt25,6).
  • Hijo. «Subo a mi Padre y vuestro Padre»(Jn 20,17). Su auténtica novedad es llamar a Dios Abba y enseñarnos a nosotros a hacer lo mismo, en el padre­nuestro.

Todo esto es Jesucristo, según su tarjeta de visita evangélica. Y aún podríamos añadir las heterodefiniciones que se dan de Jesús en los evangelios: todo lo bueno que de él dicen otras personas: Redentor, Salvador, Liberador, Profeta, Señor.,.

■ Conocimiento interno «para más amarle»

Pero, atención: el conocimiento de este Jesús polifacético ha de ser amoroso: «Para más amarle». El conocimiento interno que nos hace pedir san Ignacio no es final (no termina en símismo), sino funcional: para amarle más y mejor.

Para amarle ¿con quéclase de amor? No con un amor platónico, teórico, abs­tracto, sino cordial, práctico, concreto, personal, apasionado, ilusionado, entu­siasta, amistoso, fraterno, enamorado, esponsal. Un amor que realice el eslogan de !a medalla de los enamorados: «Hoy te quiero más que ayer, pero menos que ma-V ñaña».

Recuerdo que, hablando un día con un gitano acerca de su mujer, formulaba su amor de esta manera: «Cómo no voy a querer yo a mi Loles, si nos estamos rozando

 

 

 

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desde que éramos niños». No dijo «sigo enamorado», sino que hablóde «roce», de sensibilidad, pues es esta la que nos da estabilidad, la que nos hace actuar espon­táneamente ante la realidad. Ignacio, en los Ejercicios, nos ha invitado a cambiar no nuestros pensamientos, sino nuestra sensibilidad, a incorporar la sensibilidad de Jesús".

¿Por quémerece Jesucristo un amor total, superior a todos los demás? Por los tí­tulos vistos. Y por todo lo que veremos en ejercicios y a lo largo de toda ¡a vida: je­sús el Ideal, «el hombre para los demás», el «Todocorazón», «Mi Dios y mi Todo» (P. Arrupe). El objetivo dei amor a jesús debe ser ei de Pablo, a quien no se le cae su nombre de la pluma, porque lo tenía en el corazón: «¿Vivo yo? No, es Cristo quien vive en mí»(Gal 2,20). O el amor de san Ignacio de Loyola, a quien llamaban «el loco por Cristo».

Ese amor personal tiene un carácter de exclusividad o de unicidad muy importante. Al fin y al cabo, lo único que queda es Jesucristo... Lo único que queda siempre y en todo lugar, que me ha de orientar y ayudar siempre, aun en las circunstancias más difíciles, y en las incomprensiones más dolorosas, es siempre el amor dei único amigo, que es Jesucristo".

■ Conocimiento interno para más amarle «y seguirle»

Pero este conocimiento amoroso de jesús ha de ser también secuencial: Se trata de un «conocimiento interno para más amarle y seguirle»(«para más le servir y seguir» dice san Ignacio en otro pasaje). Y es que el amor auténtico no es estático, sino di­námico, no es solo contemplativo, sino también activo. Tiende a la imitación (como en el caso de los fans hacia sus ídolos).

Yo no puedo, no puedo concebir el amor sin una necesidad imperiosa de ser igual, de parecerme y, sobre todo, de pasar las mismas penas, los mismos trabajos, toda la du­reza de la vida... No puedo soportar otra vida que la suya55.

El mismo Jesús dice: «¡Sigúeme!». Pero, ¿cómo seguirlo? No con un seguimiento por obligación, por compromiso, para cubrir el expediente, sino persuadido, con­vencido, comprometido, permanente (sin fisuras), hasta últimas consecuencias.

" A. Chércoles, «Conocimiento interno de! desorden... y del amor», en AA.VV., Maestros de la sos­pecha. Barcelona, Cristianóme i Justicia, 2007, p. 101. 54 P. Arrufe, Apuntes de sus ejercicios. 1965. " Ch. de Foucaült, Écrítsspirituels. Paris, 1923


Un seguimiento que nos identifique con él: «No somos cristianos, somos Cristo»(san Agustín). «El cristiano es otro Cristo», un «doble»suyo, hasta poder decir: «Que quien me mire, te vea». Debemos ser clones de Jesús. Pero la clonación de Jesús no ha de ser literal, casuística, exterior, sino copia del talante, actitudes, sentimientos, valores. El «revestios de nuestro Señor Jesucristo»(Rom 13,13) signi­fica vestirse de él/con éi vitalmente, no como de un traje de quita y pon. Nuestra copia enamorada de jesús ha de ser, sobre todo, una imitación de sus relaciones fi­liales con ei Padre, y fraternales serviciales con los hermanos. Pero, ante todo, he­mos de imitarle en amar: «Cristo solo era necesario para enseñarnos el amor»(san Agustín).

Pero, ¿se trata de imitar, o de seguir a Jesús? Durante siglos, generaciones de cristianos leyeron De la imitación de Cristo, de Tomás de Kempis. Hoy se prefiere el seguimiento a la imitación, porque no se trata de lograr una copia literal, mimética de Jesús, sino espiritual, creativa; imitar no su letra, sino su música.

Hace tiempo que los teólogos descubrieron algo elementa! que todos hemos acep­tado: que la vida cristiana (y por ende la vida religiosa) es el seguimiento de Jesús. Por eso, la expresión «Ha sonado para la Iglesia la hora del seguimiento»(Juan B. Metz) ha hecho fortuna. Más aún, hay autores que dicen que es en el seguimiento donde se halla la identidad misma de lo cristiano (Jon Sobrino). ¿Quién no acepta hoy esto? Es un salto cualitativo respecto a la espiritualidad de la imitación de jesús en la que se forjómucha de nuestra espiritualidad. Seguir a Jesús es re-producir hoy sus criterios, valores y modos de comportamiento56.

■ Conclusión

•Petición: Este conocimiento amoroso y secuencial, más que una adquisición, es un don que hay que pedir al Padre. Añado: Y a la Madre, que «guardaba todo en su corazón»(Le 2, 51). Por eso, pidamos a María: «Madre, ponme con tu hijo y mi hermano Jesús»(P. Arrupe).

TEXTOS DE APOYO

Señor Jesús: Tú no viniste al mundo para ser admirado o adorado.

Tú has deseado solamente imitadores.

Por eso, despiértanos, si estamos adormecidos en este engaño

36F. Aizpurúa, «Copleros de amoríos», en CONFER 178 (2007).

 

 

 

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de querer admirarte o adorarte,

en vez de imitarte y de parecemos a Ti.

(Soren Kírkegaard37).

Siempre que nos sintamos impulsados a obrar, a pensar y a hablar, debemos procurar que todas nuestras palabras, obras y pensamientos tiendan a conformarse con la norma divina del conocimiento de Cristo, de manera que no pensemos, digamos ni hagamos cosa alguna que se aparte de esta regla suprema

(Gregorio de Nisa3S).

Seguir a Jesús no es dejar de ser !o que somos para imitar lo que Él fue. Imitarlo equi­valdría a abstraemos de la historia, que es una dimensión ineludible de nuestra exis­tencia, y a negar nuestra propia realidad. Seguirlo es establecer una correlación: vivir con nuestra realidad de modo equivalente a como Él vivió con su realidad. Como ni nuestra realidad ni nuestra situación son las mismas que las suyas, el seguimiento ex­cluye la imitación. Es cada uno quien tiene que inventar esa equivalencia. La fidelidad del seguimiento no puede ser sino creativa.

(Pedro Trigo39).

Dejando aparte las interpretaciones abusivas, el seguimiento de Cristo puede encon­trar un sentido absolutamente pertinente. La vida y la muerte de Jesús despliegan, en efecto, un estilo de vida que, en la literalidad de sus hechos y gestos, remite verdade­ramente a una existencia puesta bajo el signo de la gratuidad, de la sobreabundancia, de la pérdida de nosotros mismos, de la entrega sin reservas. Una vida semejante ates­tigua adecuadamente una lógica rigurosa: la lógica que conduce a afrontar la misma muerte y a no desesperar del Viviente, puesto que Él mismo es esa gratuidad y esa en­trega, por encima de todas las pérdidas. Así, seguir a Jesús consiste menos en repetir cada uno de sus pasos, en reproducir de manera idéntica un modelo que se supone que él habría ofrecido a su discípulo, en tomarlo como maestro al modo que se hace con cualquier sabio reputado,.., y consiste más bien en integrarse en el movimiento de abandonar los miedos y las avaricias (marcas del pecado), un gesto que consiste en poner nuestra vida bajo el signo del don y del perdón a la manera del Padre de las mi­sericordias, que hace que llueva y brille el sol sobre los buenos como sobre los malos. La vida, la muerte y la resurrección de Jesús nos ponen, pues, en una lógica y nos in­vitan a entrar generosamente en una dinámica marcada por la paradoja de «perder para encontrar». Una lógica insensata y, sin embargo, una sabiduría real, porque es la misma sabiduría de Dios, que «pierde» su trascendencia para encontrar al ser humano y encontrarse en él.

(Pau! Valadier40).


No hemos de ser simples «fotocopias» de Jesús ni imitadores miméticos. En pintura, aquellos pintores de segunda fila que imitan a los maestros se llaman manieristas: in­tentan simplemente copiar. Nosotros no tenemos que ser manieristas en el seguimiento de Jesús. No podemos ser «fotocopias» de Jesús. La misión del Espíritu no es hacer ar­queología, sino que debemos ser, en cierto sentido, si somos fíeles al Espíritu, como otros Cristos que deciden ante lo nuevo con e! propio Espíritu de Él. (...) Seguir es, por tanto, pro-seguir su causa. Por eso Jon Sobrino ha definido, densa y acertadamente, la vida cristiana como «pro-seguimiento de Jesús con Espíritu». Defini­ción en la que a) seguimiento remite al cauce de la vida real configurado y marcado por la vida de Jesús; b) con Espíritu remite a la fuerza con que nos remite para el ca­minar real; y c) pro- remite a la actualización en el presente y a la apertura a la nove­dad del futuro"1.

Nosotros somos los brazos del Señor. Gracias al Espíritu, prometido y enviado por él como resucitado, nosotros prolongamos la obra de Jesús a través de la historia -seguir es proseguir-. Somos sus brazos, que llegan también a nuestro siglo. Nosotros, fíeles a su Espíritu, lo hacemos presente, activo, interpelante, lo alargamos. (...) Ésa es nuestra grandeza: la grandeza que nos regala el Espíritu. Tenemos, gracias a él, la posibilidad de ser y comportarnos hoy como hoy sería y se comportaría Jesús.

(Julio Colomer42).

El seguimiento de Jesús no es ni cumplimiento de un código legal ni pura «mimesis» o repetición infantil de cada una de las actuaciones de Jesús. No se trata de imitar desde fuera a un modelo y copiar sus gestos; sino de asumir su Espíritu, dispuestos a repro­ducir hoy su trayectoria y el movimiento fundamental de su existencia, desde nuestra propia originalidad, en nuestro propio contexto y contando con las mediaciones que tenemos hoy a nuestra disposición. Jesús, más que «modelo» es «precursor. Más que Ley, es Espíritu. Y seguirle no significa (...) calcar sus actuaciones concretas, sino repro­ducir en nosotros la orientación de su existencia dirigida por el amor al Padre y a los hombres.

(José A. Pagóla*3).

Si, ser cristiano es la búsqueda de lo imposible, porque se puede decir con Nietzsche: «En el fondo solo ha habido un cristiano y murió en una cruz»... Ser cristiano, ¿bús­queda imposible? Sí, afortunadamente. Porque no se trata de poseer una condición cristiana cuyas condiciones habríamos satisfecho, sino al contrario: ir siempre ade­lante. Ser cristiano no es igualar a Jesús, sino seguirle.

(Gérard Bessiére44).

 

 

 

" S. Kierkegaard, Escritos. Madrid, Trotta, 2007.

38Gregorio de N¡sa, Sobre el perfecto modelo del cristiano.

39P. Trigo, Dar y ganar la vida. Bilbao, Mensajero, 2005, 166 pp.

A0P. Valadier, La condición cristiana. Santander, Sal Terrae, 2006, p. 202.


Sal Terrae 87 (1998), p. 15.

). Colomer, o. c„p. 373.

J. A. Pagóla, «El seguimiento de jesús y las nuevas formas de libertad», en Iglesia viva 114(1984).

G. Bessiére, /estís, manantial inagotable. Salamanca, Sigúeme.

 

 

 

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No se trata de inventar un nuevo programa. El programa ya existe. Es el de siempre, re­cogido por el Evangelio y ¡a Tradición viva. Se centra, en definitiva, en Cristo mismo, a! que hay que conocer, amar e imitar, para vivir en él la vida trinitaria y transformar con éi la historia hasta su perfeccionamiento en la Jerusalén celeste.

(Juan Pablo II45}.

Sabor a Cristo

Saber a Cristo vivo, amarle con pasión, seguirle intensamente, concédenos, Señor. Gustar a Jesucristo, quererle más y más, servirle cada dia, otórganos, Señor. Señor y Padre eterno, regálanos benigno cordial conocimiento de Cristo salvador. Desvélanos al Cristo maestro de los hombres, salud de los enfermos, haciendo siempre el bien.

(R. de Andrés).

3. «EMMANUEL: DIOS-CON-NOSOTROS»

Contemplación de la encarnación y nacimiento de Jesús

Después de la panorámica general sobre la llamada de Cristo rey a trabajar en su Reino, hay que ir aplicando el conocimiento interno de Jesús a cada paso, para ena­morarnos más de él y seguirle mejor. Los ejercicios son un método y un cursillo de formación acelerada, para aprender a practicar a ío largo del año y de la vida sobre todos ios pasajes del Evangelio del Reino de Cristo rey.

Y el método ignaciano propio es el de la contemplación y la aplicación de senti­dos, más que el de la meditación de las facultades (memona-entendimiento-voíun-


tad). Por eso, recordemos cómo son esos dos modos de acercarse a los misterios de la revelación

■ ¿Quées la contemplación? (EE 114)

Actuar «como si presente me hallase», inmerso en ia escena, no como espectador sino como participante activo: a) mirando las personas y cosas, b) escuchando lo que hablan, c) contemplando loque hacen (EE 116-118).

Contemplar es incluirme en la secuencia contemplada, como Velázquez au-toíncluido en el cuadro Las meninas, y preguntarme: «¿Quépinto yo aquí?». Es una presencia virtual, como !a que practicamos en Internet, mezclados en la es­cena.

Contemplar es escanear, intervenir en un cuadro, introduciendo elementos ac­tuales. Es como actualizar un disco grabado, escuchado ahora, o un documento re­gistrado en e! ordenador, recuperado ahora, o un DVD archivado, revisado, o un ví­deo visionado.

Pon ante tus ojos ¡os hechos pasados como si fueran presentes, y asílo sentirás todo más sabroso y gozoso".

Tú, si quieres sacar fruto, hazte presente a ¡o que se cuenta como dicho y hecho por Jesucristo, como si lo oyeras con tus oídos y lo vieras con tus ojos, con todo el afecto de tu espíritu, con diligencia y complacencia y con detenimiento, pospuesto enton­ces todo otro cuidado y solicitud48.

Nosotros hemos de meditar lo que hace Cristo, como si en espíritu estuviéramos pre­sentes; y, en cuando podamos, lo hemos de contemplar (...) Porque no hemos de me­ditar o contemplar ios misterios de Cristo como ausentes, cual si sucedieran en otra parte, y alláen otra parte nos ocupáramos de ellos; sino que conviene que, con eíes­píritu y el pensamiento, estemos allídonde los misterios se realizan, para que saque­mos espíritu y devoción. Vayamos, pues, hermanos, con los apóstoles, mezclándonos con los discípulos y con la multitud; o, ya que somos indignos, sigamos más bien aquella santa compañía49.

En esas contemplaciones, por medio de una eficaz anamnesis histórico-salvífica, nos ponemos en relación real, no solo conceptual, con el episodio de la vida de Je­sús escogido como tema; relación que nos da la gracia para imitar a Cristo. Es aigo

 

 

 

41]uan Pablo II, Novo miilennio ineunte, 29. 46 R. de Andrés, o. c.


(7

El Cartujano, Vita Christi (Prólogo), 48Pseudo-Buenaventura, Opera VI, en Monumenta 51, Roma. 45 |. Nadal, }N 217

 

 

 

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que debemos tener presente en nuestras contemplaciones de la vida de Jesús; de lo . contrarío nos pueden resultar aburridas o banales. Lo que se da, en sentido estricto, sacramental, en el sacrificiode la misa, acontece verdaderamente también en la conmemoración creyente, en la contemplación de los demás misterios de la vida de Jesús; la contemplación no se reduce a una mera ocupación especulativa de la his­toria de jesús, sino que en ella se patentiza y ofrece la gracia de un determinado misterio50.

¿Cómo conseguir ese «hallarme presente»en la vida de Jesús? Hay dos modos de hacerlo. Trasladándome yo a! entonces con la imaginación o trasladándole a él aquí por la fe.

  • Lo primero es lo que hace el autor de la novela El caballo de Troya- con una máquina que atraviesa el tiempo, se remonta a! pasado para mezclarse con la gente donde y cuando ocurrieron las escenas de la vida de jesús.
  • Lo segundo es lo que ocurre en la película La rosa púrpura de El Cairo; la pro­tagonista, una chica enamorada de un actor de cine, va cada tarde a ver su película, hasta que un día, el actor sale de la pantalla, baja al patio de buta­cas, coge a la chica y la sube a la pantalla, para meterla en la acción como una actriz. Asídebemos «meternos»en la vida de jesús.

Igual que hemos convertido el televisor en el sagrario de la sala de estar, convir­tamos el sagrario en un televisor para contemplar. Allíestáel mismo Jesús de la his­toria. Al poner el vídeo con las distintas secuencias de la vida de Jesús, sintamos que estamos asistiendo ahora a lo que pasóentonces. Más todavía: hagamos TV interac­tiva, interviniendo en la escena.

Mejor, más que retrotraerse a «aquel tiempo»con la imaginación, hay que ac­tualizar el pasaje en este tiempo, aquíy ahora, porque el Jesucristo actual, el único existente es el Resucitado, contemporáneo nuestro: «Yo estarécon vosotros todos los días (Mt 28,20).

Y ¿cómo ha de ser el talante de nuestra presencia? Como dice san Ignacio, ha de ser:

  • Humilde («como un pobrecito y esclavito indigno»).
  • Tomando partido ( «sirviéndole en sus necesidades»),
    • «Reflectir para sacar provecho»(= Reflejar sobre mílo visto-oído para aplicár­melo).

Reflectir no es una mera reflexión intelectual, para deducir del ejemplo con­templado actitudes y propósitos concretos, sino dejarnos iluminar por esta luz de Cristo... Es un volver sobre mí, un ir y venir del misterio contemplado a mi disposición personal, y de esta al misterio... reflejando en mi vida toda la luz vi­vificante que de tal acontecimiento salvífico emana para míy para el mundo..., proyectar la luz del misterio sobre mídejarme interpelar por él, para asíimpli­carme en él... En la contemplación este es el «provecho»que humildemente pido y deseo: que esa luz, enamorada y creciente, se vuelva sobre mí(efecto es­piritual semejante ai de !a reflexión de la luz, descubriendo en mícontrastes do­lorosos, provocando en míreacciones saludables y, quizás en algún momento, sugiriéndome propósitos concretos51.

«Reflectir en mímismo»quiere expresar, en los ejercicios, la refracción en mi propia existencia de! misterio contemplado, de un modo semejante a como se refleja en nuestro rostro una buena noticia o un infortunio recibidos. Como operación activa equivale a ponerse ante Dios como un espejo para dejarse orientar y «ordenar»por Él («dejarse reflejar») y consiguientemente es ofrecer y devolverle a Dios todo lo que Él nos ha dado y hemos recibido de Él5S.

m ¿Quées la aplicación de sentidos? {EE 121, 248)

Se trata de añadir a los dos sentidos de la contemplación (ver y oír) los tres restan­tes: gustar, oler y tocar. San Ignacio nos enseña a aplicar los cinco sentidos externos a las cosas y personas de las escenas evangélicas que estamos contemplando, espe­cialmente a Jesús, siempre con vistas a reflejarlas en nosotros y «sacar algún prove­cho»espiritual.

  • Vista: «El primer punto es ver las personas con la vista imaginativa, medi­tando y contemplando en particular sus circunstancias y sacando algún pro­vecho de la vista»(EE 122). No solo hay que ver, sino mirar, es decir, ver con interés y con atención, mayormente el arco iris de Jesús, el protagonista del Evangelio.
  • Oído: «El segundo: oír con el oído lo que hablan o pueden hablar; y reme­tiendo en símismo (reflejándolo), sacar de ello algún provecho»(EE 123). No solo oír, sino escuchar (oír con atención). No «como quien oye llover», no en plan de «por un oído me entra y por otro me sale», sino en actitud de «habla, Señor, que tu siervo escucha».

 

 

 

K. Rahner, o. c.


S)D. López Teiada, 0. c„p. 447

52S. Arzubialde, Ejercicios espirituales de san Ignacio. Bilbao-Santader, Mensajero-Sal Terrea.

 

 

 

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  • Olfato y gusto: «E¡tercero: oler y gustar con el olfato ye el gusto... según fuere la persona que se contempla, refletiendo en símismo y sacando algún provecho»(EE 124}. Sobre todo, aspirar y saborear «la infinita suavidad y ía dulzura de la divinidad». Rastrear tas huellas espirituales de Jesús: su humil­dad, su pureza,.., para adquirir olfato evangélico y aprender a ser «buen olor de Cristo».
  • Tacto: «El cuarto: tocar con el tacto, asícomo abrazar y besar los lugares por donde las tales personas pisan y se asientan; siempre procurando de sacar pro­vecho dello»(EE 125). Se trata de aprender a tocar a jesús (como la hemorroísa y la mujer pecadora del frasco de alabastro), asícomo tener el tacto de Jesús en su trato con las persona su las cosas.

San Ignacio nos sugiere aplicar, además de los sentidos externos, los sentidos in­ternos, espirituales, para relacionarnos no solo con la humanidad de Jesús sino tam­bién con su divinidad: «cómo aparece/cómo se esconde».

Ahora vamos a dedicarnos a contemplar los primeros treinta años de la vida de Cristo rey, primero la encarnación y nacimiento, y más tarde Nazaret.

■ Encarnación

Presento cuatro fórmulas para elegir la que más le ayude a cada uno, recordando el consejo ignaciano: «No el mucho saber harta y satisface el alma, sino e! gustar y sen­tir de las cosas internamente». Detenerme donde halle fruto, sin ansias de seguir hasta el fina!.

Pero antes, contemplemos la pre-encarnación, al Dios trinitario en su eternidad, mirando el mundo y la historia futura.

  • Dios no tenía obligación de encarnarse en el tiempo. Fue un acto libre de su voluntad.
  • Las tres Personas divinas contemplan la humanidad, hacen «discernimiento comunitario»y deciden no el castigo ni la inhibición, sino la intervención en su favor de la forma más comprometida. «Tanto amóDios al mundo que le entregóa su Unigénito»{Jn 3,17).
  • Petición: «conocimiento interno del Hijo de Dios, que por míse hizo hombre, para más amarle y seguirle», sobre todo en su capacidad de meter las manos en la masa y tomar partido a favor de la humanidad.

Resaltar el «por mí»(aunque sea por todos), no por individualismo, sino para afectarme personalmente. Que por mise hace hombre, porque es ahora cuando repercute en mísu encarnación.


•   Reflectir: Posar nuestra mirada sobre las necesidades de la humanidad actual
(como lo hizo Dios antes de Cristo) y tomar la opción de encarnarnos en su sal­
vación-liberación.

La encarnación significa que Dios ha escogido manifestarse no como causa ni como poder de dominación, de juicio y de condena, sino como don de benevo­lencia, de misericordia y de solidaridad. Pensaríamos, quizá, que la omnipoten­cia es ei atributo más importante de Dios... Pero, cuando en la encarnación, Dios se manifiesta como el que realmente es y quiere ser para nosotros, se ma­nifiesta no como poder, sino como amor y solidaridad... Viene a compartir nuestra vida y, dentro de compartir nuestra vida, diríamos, va con lo que es más humilde, Para que nadie pueda jamás decir: «descendió, pero yo todavía estoy más abajo que Éi»... La encarnación es la inversión total de nuestras ex­pectativas sobre Dios: es pasar de la imagen del Dios Todopoderoso a la realidad del Dios Todo-amor y Todo-solidaridad. Creer en la Encarnación es aceptar esa inversión de valores",

•   1a fórmula de contemplación: la encarnación según Juan (1,12.14-17):

«A! principio ya existía el que es la Palabra... y era Dios»(1,1). Degustar la Preexistencia del Hijo, antes de la historia, desde toda la eternidad.

«Y el que es la Palabra, habitóentre nosotros»(v. 14). Gustar la humildad de la Encarnación, la cristología descendente. Saborear el amor como clave del salto mortal de! Hijo eterno: «Bajódel cielo».

«Y vimos su gloria, la que le corresponde como Hijo único del Padre»(v. 14b) ¿Su gloria divina? ¡Su humillación humana, su anonadamiento social!

«Lleno de gracia y de verdad»(es decir, «lleno de amor y fidelidad») (v. 14c). jesús no se encarna para juzgar ni condenar, sino para salvar, para proclamar ei año de gracia del Señor, el perdón, para amarnos fielmente hasta ei ex­tremo.

«De su plenitud todos hemos recibido bendición tras bendición gracia tras gracia»(v. 16). ¿Hemos pensado alguna vez en una historia de la humanidad sin la encarnación y sin la presencia de Jesús? ¡Cuántas gracias nos han ve­nido, nos vienen y vendrán con su Venida! Reflectir:

  1. Gratitud por e! rosario de gracias engarzadas por la encarnación.
    1. Gozo de lo humano: «Desde que Jesús se encarnó, vale la pena ser hom­bre»(Bonhóffer).
    2. Compromiso de encarnación humana, no «huida del mundo», dejándolo a su deriva.

" j. Vives, Creer el Credo. Santander, Sal Terrae, 1986, p. 90.

 

 

 

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Coloquio. Admiración amorosa: el Infinito, aquel a quien los cielos no pue­den contener, encerrado en el seno de una mujer, ¡hecho dos décimas de milí­metro de carne!

•   2a fórmula: la encarnación según Mateo (1,1-17): la contemplación de la genea­
logía de Jesús no es una lectura árida de la larga lista de sus antepasados, sino
que la selección de esas personas entraña mensajes aleccionadores:

a) Los nombres de las tres antecesoras remotas de jesús proclaman que nace de raíces pecadoras: La primera es Tamar, que provocórelaciones sexuales con su suegro. La segunda es Rut, extranjera Inmigrante, que pone un sello de marginalidad en la genealogía de jesús. Y la tercera es la mujer de Urías, adúltera con el rey David, de cuya relación nacióSalo­món.

a) ¿Por quéquiso el Hijo de Dios encarnarse en una genealogía con tales predecesores de sangre pecadora y marginada? Por solidaridad, porque «solo lo asumido es redimido».

•   3a fórmula: la encarnación según Pablo (Flp 2,6-8}: actualicemos con la fe este
acontecimiento:

Cristo jesús, siendo de condición divina,

no hizo alarde de (= no se aferróa) su categoría de Dios;

al contrarío, se despojóde su rango,

y tomóla condición de siervo {= el Siervo de Yahvé),

pasando por uno de tantos.

Pablo utiliza el nombrepais, que significa «hijo»y «siervo», para hacernos ver que el Hijo de Dios se hace el Siervo, para demostrarnos que la encarna­ción es la kénosis, el rebajamiento, el descenso de categoría: «Siendo rico, se hizo pobre por nosotros»(2 Cor 8,9).

Reflectir: Ante este anonadamiento, pensar en mi ansia humana de subir de categoría.

•   4a fórmula: la encarnación según Lucas (1,26-30). La más realista. Pidamos per­
miso a María, para estar con ella en la visita del ángel.

  1. «Serágrande, seráHijo del Altísimo»(v. 32). Ai mismo tiempo seráhijo de la Bajísima, una mujer de pueblo, y de cuál: «¿De Nazaret puede salir algo bueno?»(jn 1,46). «Ha mirado la pequenez de su sierva»(Le 1,48).
  2. «Reinaráeternamente... Su reinado no tendráfin»(v. 33). A! mismo tiempo, «serácomo uno de tantos»(cf. Flp 2,7), como un hombre cual­quiera, en todo semejante a nosotros. ¿Eterno? ¡Muerto a los 33 años!

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c) «El poder del Dios altísimo te envolverá. Por eso, el niño que ha de nacer serásanto, seráHijo de Dios»(v. 35). Al mismo tiempo, seráun poder res­petuoso de la libertad, porque es el poder débil del amor que se expone al rechazo. Serásanto, porque será«en todo igual a nosotros, menos en el pecado»(cf. Heb 4,15}, porque viene a salvar del pecado, como el Ino­cente, d} Humildad del Hijo de Dios, al pedir y esperar la anuencia de María para encarnarse. No es un okupa allanador de morada: pide permiso para en­trar: «¿Se puede?», «si quieres...», e) «Yo soy la sierva del Señor. Que haga conmigo como dices»(v. 38). Hu­mildad de María, nominada Madre de Dios, llamándose su esclava, obe­diente a la voz de su amo. María, la virgen del sí. Reflectir: Hablamos de encarnarnos en la historia, la sociedad, el mundo. Pero, ¿con quéestilo? ¿El de Dios, Jesús y María? ¿En humildad y pobreza? ¿En disponibilidad?

Coloquio triple: con el Padre, que nos da a su Único: «¡Gracias, Padre!»; con Jesús, encarnado por mí, como si no hubiera nadie más: «¡Gracias, her­mano!»; con María, vehículo de carne para la encarnación del Hijo: «¡Gracias, Madre, por tu sí!».

Síntesis; ES denominador común en las cuatro fórmulas de la encarnación es la kénosis:

Jesucristo no es para la fe auténtica un hombre deificado; es, por el contrario, un Dios humanizado. La Iglesia no ha sucumbido nunca a este delirio, patológica-•mente explicable, de proyectar sobre un oscuro nazareno sus sueños más locos, hasta alienarse atribuyéndole la apoteosis. Por el contrario, ha recibido con la más serena adoración esta buena nueva, históricamente imprevisible y que racional­mente llena de estupefacción, del Hijo único Enmanuel hasta el límite de la proxi­midad. Y si hay alguna locura en la lógica dei credo, no es la de una humanidad exaltada, que se sobrevalora en beneficio de otro; es la de un Dios que se empo­brece escandalosamente en un descenso que nos confunde, al confesar; «Y se hizo hombre». Este es precisamente nuestro evangelio irreductible, sobre el que no sirve para nada el hacer interpretaciones. ¿Por quésonrojarse en confesar lo que el Verbo no se ha sonrojado en hacer?".

" A. Marananche, Preguntas jóvenes a la vieja fe. Madrid, PPC.

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Reflectir:

Vivenciar el misterio:

¿De quéte aprovecha que Cristo se encarnara una vez, si no se encarna en tu alma? Oremos para que aquella venida se realice diariamente en nosotros, y podamos de­cir: «Vivo yo, pero ya no yo; es Cristo quien vive en mí»(Orígenes).

Nuevamente encarnado (EE 109):

Ignacio, que cree en el sentido profundo de la resurrección de Cristo para nosotros «hoy», recordaráal ejercitante, al concluir la contemplación de la encarnación, que el Verbo, la Palabra de Dios, que es eterna, se hace carne a lo largo de la histo­ria y por eso se encarna «nuevamente»(EE 109) en la contemplación vivida por el ejercitante55.

Los misterios de Cristo no son tanto acontecimientos pasados cuanto actuales hoy en Cristo glorioso y eficaces hoy para nosotros. Por eso, la contemplación de estos misterios abre el camino para llegar al contacto personal con Cristo viviente y ope­rante en la Iglesia e ¡nhabitante en el corazón de sus discípulos56,

■ Nacimiento de Jesús

Propongo una sola fórmula: la del tercer evangelista (Le 2,6-20). Olvidémonos de la navidad comercia!, consumista, foletórica, y veamos, «como un esclavito indigno», el nacimiento de Jesús según Lucas.

  • «Nacióen Belén». Pudiendo elegir cualquier ciudad importante (¡Bilbao!, Nueva York...);
  • Jesús nace como desplazado, sujeto al decreto de un emperador megalómano;
    • nace en una cueva y pesebre de animales, lejos de !a asepsia de nuestras clíni­cas, de los belenes navideños, porque no había sitio para é! ni siquiera en ía posada común;
    • Jesús ofrece las primicias de su nacimiento de Hijo de Dios no a los ricos y po­derosos de Jerusalén, sino a los pobres pastores de Belén, clase social baja e in­culta;

 

  • Jesús es «la Buena Noticia», «el Salvador, el Mesías, el Señor»(cf. v. 11). ¿De qué forma? Así: como «niño envuelto en pañales, reclinado en un establo»(v.12);
  • Jesús es la «gloria de Dios en el cielo y paz de los hombres en la tierra»(v. 14). ¿De quémanera? Así: humilde, pequeño.

Reflectir: Reflejemos sobre nosotros esta realidad histórica: La Palabra de Dios es infans, infante, muda, silencio. Habla con los hechos:

Nacimiento en suma pobreza y humillación. «Quien no nace de nuevo, no puede entrar en el Reino de Dios»(Jn 3,3). ¡Hay que renacer para e! Reino al estilo de Jesús! Asíempieza Cristo rey a construir su Reino sobre la tierra/historia: Pobre y humilde. La opción preferencia! por los pobres no es un invento de la Iglesia actual, sino de Cristo rey. ¿Por qué? Por solidaridad con ía mayoría, pobre y anónima, los don-nadies.

Coloquio. Terminar con un cuádruple coloquio con el Padre: «Gracias por darnos a tu Único»; con el Hijo: «Gracias por dártenos como hermano»; con e! Espíritu Santo: «Gracias por materializar la encarnación»; y con María: «Gracias por ense­ñarnos a colaborar a la venida de Jesús, con tu sí».

TEXTO DE APOYO

Sabor a Cristo

Saber a Cristo vivo, amarle con pasión, seguirle intensamente, concédenos, Señor. Gustar a Jesucristo, quererle más y más, servirle cada día, otórganos, Señor. Señor y Padre nuestro, regálanos benigno cordial conocimiento de Cristo salvador. Revélanos al Hijo nacido en un pesebre, pequeño como un niño al aire de Belén.

(R. de Andrés "}.

 

 

 

" l. Saivat, «Encarnación y misión», en Ayudas de EIDES 20 (octubre 1996), pp. 7-8. 56D. Mollet~D. Staniey, Los ejercicios de san Ignacio. Conclusión 35.


R. de Andrés, o. c.

 

 

 

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4. «EN VERDAD, TU ERES UN DIOS ESCONDIDO» Nazaret: la vida oscura de Jesús

■ La vida en Nazaret

«¿A dónde voy y a qué?»A Nazaret, a contempíar a un Jesúsdesconcertante (Lc2,39ss).

Si jesús eligióel pequeño Belén para nacer, en lugar de Bilbao, Tokio, Bruselas, Nueva York, ¿al menos no podría haber elegido algo mejor para crecer y vivir? Sin duda podía.

Pero no lo hizo: siguiósu estilo de encarnación humilde, en otra aldea de ín­fima categoría: Nazaret. Ante esta eiección, Peter-Hans Kolvenbach (ex-General de la Compañía de Jesús) pide: «No ocultéis la vida oculta del Señor». ¿Por qué? Porque nos manifiesta el estilo de vida de Cristo rey. Marcótanto a Jesús esta larga experiencia nazaretana, que no se le llama jesús de Belén, sino Jesús de Na­zaret.

  • Petición: Conocimiento interno de Jesús en su periodo de ocultamiento volun­tario de treinta años, para más amarle y seguirle. Hacer hincapiéen el inciso «por mí», para mi ejemplo.
  • Composición de lugar: Con permiso de la Sagrada Familia, entremos en su casa-cueva, para contemplar personas y cosas. Abramos el DNI de Jesús. ¿Lu­gar de residencia? Jesús viviócasi toda su vida -treinta años- en Nazaret, un rincón oscuro de Palestina, nunca mencionado en el AT. Aldea de unas cin­cuenta familias y doscientos/trescientos habitantes.

Olvidemos nuestra visión cristiana de Nazaret, pensemos que Jesús vivió en Matacabras de Abajo, en las Quimbambas. Eso era Nazaret: adosada a una colina, con grutas en las laderas por casas. La casa de la Sagrada Familia no fue la actual basílica de la Anunciación, sino la casa-gruta adjunta.

Religiosamente insignificante, lugar inverosímil y descalificado para alber­gar al Mesías: «¡He hallado al Mesías: Jesús de Nazaret!. ¿De Nazaret puede sa­lir algo bueno?»(Jn 1,46).

•   ¿Currículo vital? Jesús tuvo un lento crecer y madurar en cuatro etapas: ni­
ñez, adolescencia, pubertad, juventud. «Crecía en desarrollo físico, sabiduría
y gracia ante Dios y los hombres»(Le 2,52).

Su oficio: Artesano, un manitas, un «para todo»(cf. Me 6,3). jesús arregla­ría objetos asíde madera como de hierro itécnon). Sembraría y recogería co­sechas como peón eventual.

¿Títulos? Frente a las urgencias del Reino, su vida oculta fue de obrero ma­nual, como la mayoría silenciosa de su pueblo y del mundo: «El hijo del car­pintero», «el carpintero»(cf. Mt 13,55).


Formación: En lo religioso, no fue a la universidad para titularse en teolo­gía ni en Biblia Se alimentaba acudiendo a la sinagoga, para empaparse de la Ley y (os Profetas, en una lectura, escucha y meditación atenta y cordial de los textos sagrados.

¿Influjos familiares? Joséinicióa Jesús en la tradición religiosa típica de! pueblo: «Shema: Escucha, Israel, el Señor nuestro Dios es solo uno»(Dt 6,4), el principio fundamental, el primer mandamiento. Y María le inicióen el Magní­ficat, uno de los textos más radicales del NT sobre la opción divina en favor de los desamparados y en contra de los satisfechos (Le 1,46-55): «Derribóa los po­tentados de sus tronos y exaltóa los humildes. A los hambrientos los colmóde bienes y a los ricos los despidióvacíos».

¿Preparación para el futuro? En este contexto, seguro que la imagen de Me­sías que le daría la Virgen es la del Siervo de Yahvépintada por Isaías (42,1-9):

Mirad a mi siervo a quien sostengo,

mi elegido a quien prefiero.

Sobre é! he puesto mi Espíritu,

para que traiga el derecho a las naciones.

No gritará, no clamará, no vocearápor las calles.

No quebrarála caña cascada,

no apagará¡a mecha humeante.

Promoveráfielmente el derecho,

no vacilaráni se quebrará

hasta implantar el derecho en ia tierra.

¿Experiencias? Treinta años de vida anónima: ¡el 91% de su vida, que se dice pronto!

Penetramos aquíen el mayor de los misterios: he aquílo que anonada. Lo sor­prendente para nosotros, que creemos que Jesús era el Cristo, no son los mila­gros de la vida pública, sino la ausencia de milagros durante su vida oculta58.

Solo ios evangelios apócrifos se entretienen en que Jesús resucita pájaros, no los sinópticos. Treinta años de austeridad, de compartir los trabajos y car­gas de la gente ordinaria, del común de los mortales, como uno de tantos. Cuando diga después «Venid a mítodos los cansados y agobiados con trabajos y cargas»(Mt 11,28), sabe de quéhabla por experiencia.

F. Mauriac, Vida de jesús. Madrid, Edibesa.

 

 

 

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Reflectir. Al lado de este Jesús sudoroso en el taller de Nazaret, aprendamos a encajar el trabajo largo, monótono, gris, escondido, lo sin brillo lo cotidiano, no soio durante la formación sino también como profesionales y en ei declive. Saber ir ai paso de Dios, distinto del nuestro: «Mis caminos no son vuestros ca­minos»(cf. Is 55,8-9).

Treinta años de enterramiento en esa corta familia judía, y en ese pueblo, ¡y tres breves años para encender este fuego sobre la tierra! «El Hijo del hombre ha venido a prender fuego sobre ia tierra, y ¿quédeseo sino que se encienda?». ¡Quépaciencia antes de quéimpaciencia! ¡Quéinmovilidad antes de la carrera apresurada desde el bautismo hasta ia muerte!n.

Cuando Jesús trabajaba con su padre,

todos los días hacía el mismo trabajo.

No tuvo historia, sino una sola vez.

Sin embargo, ia trama y la red de estos días iguales es lo que constituye,

lo que eternamente constituye, la vida admirable de Jesús antes de su predicación:

su vida privada, su vida perfecta, su vida modelo,

la que ofrece como ejemplo,

como ejemplo inimitable,

a imitar por todo e! mundo,

sin ninguna excepción*0.

Coloquio dobie. Pedir a jesús de Nazaret asimilar su ejemplo de vida oculta, de crecimiento constante en sabiduría (no soio en ciencia) y gracia ante Dios y ios hombres. Y pedir a María, forjadora del primer jesús, que nos ayude a co­nocerle, que nos ponga con él, y nos haga como él.

■ Contemplación de Jesús en el templo de Jerusalén

Al contemplar estos treinta años de vida oscura de jesús, podemos decir: «En ver­dad, túeres un Dios escondido»(Is 45,15). Pero tuviste una escapada a la capital, al templo de jerusalén.Si no tenemos bastante materia en Nazaret, contemplemos también este paréntesis de tres días en !a rutina de ios tres decenios, porque también nos enseñan el estüo de Cristo rey.

Asistamos al viaje de la Sagrada Familia de Nazaret a Jerusalén, mezclados con la gente. «Cuando cumpliódoce años, subieron a la fiesta según costumbre»(Le 2,41). La mayoría de edad legal y civil Jesús la estrena con la emancipación de sus padres


por un triduo, pero no de Dios: «¿No sabíais que yo debo estar en ia casa/cosa de mi Padre? (v, 49).

La primera frase de Jesús en el Evangelio es cumplir ei principio fundamental del ser humano: «Alabar, reverenciar y servir a Dios», el único Padre, «No llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, pues solo tenéis un Padre, el del cielo»(Mt 23,9), «de quien procede toda paternidad en cielo y tierra»(Ef 3,15).

Cristo rey nos enseña a anteponer ei Padre Dios sobre todos los seres queridos, (¡cuánto lo eran para él Joséy María!). Jesús no incumple el cuarto mandamiento, pero cumple más el primero de amar sobre todo y todos al Padre-Madre Dios.

En nuestra vida nos vamos emancipando a medida que crecemos: nos emancipamos del vientre y de ios brazos maternos, de la mano paterna, de nuestros maestros, de la patria potestad... Sin embargo, de nuestra relación con Dios Padre nunca nos eman­cipamos. Él quiere ejercer cada vez más sobre nosotros su amorosa y soberana patria potestad. Sentirla y vivirla es un acto de maduración espiritual61.

Hasta a María le costóencajar esta lección fundamenta!: «Hijo, ¿por quénos has hecho esto?»(v. 48) y la tuvo que digerir por algún tiempo, «dándole vueltas y vuel­tas en su corazón»(v. 51b). Pero, tras este paréntesis, jesús «bajócon ellos a Naza­ret y siguióbajo su autoridad»(v. 51a). Dieciocho años más, que caben en una línea: «jesús progresaba en desarrollo, en saber y en favor divino y humano»(v. 52).

  • Reflectir. De vuelta con la Sagrada Familia desde Jerusalén a Nazaret, vamos rumiando, A nosotros también nos costóentender la vocación de dejar a los padres queridos para dedicarnos al Padre-Madre del cielo. También debemos seguir anteponiendo a Dios sobre las personas y cosas queridas. Porque él es el único Absoluto, y todo lo demás es relativo. Todos desaparecen, Dios per­manece.
  • Triple coloquio: con Jesús, que se declara Hijo ¡en la primera palabra pronun­ciada en su mayoría de edad!, para que nos enseñe a vivir la filiación divina bautismal como lo más importante; con ei Padre, para agradecerte que nos haya hecho hijos en e! Hijo y renovarle nuestra obediencia filia!, no servil, a todo su querer; con María, para que nos ayude a encajar el misterio de las ac­tuaciones de Dios y de jesús, dándole vueltas en nuestro corazón.

 

 

 

" Ibídem.

60Ch. Péguy, Palabras cristianas. Salamanca, Sigúeme, 2002.


L. Alonso Schokel, Al aire del Espírítu. Santander, Sal Terrae, 1998, 126 pp.

 

 

 

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■ Presentación de Jesús en el Templo (Le 2,22-38)

Hemos dicho que solo hubo una salida de jesús desde Nazaret a Jerusalén a los 12 años. Pero ya había habido otra a los cuarenta días de nacer, también al Templo, para su presentación a Dios. Hagamos un ftashback ai comienzo de su vida, para sa­car algún provecho de ese ejemplo.

Es verdad que Jesús Infante/Palabra estámudo, pero hay tres personajes que ha­blan de él. Escuchémosles.

¿Quédice Lucas del Niño?: «Sus padres lo llevaron para presentarlo al Señor» (v. 22), para consagrarlo al Señor. Solo oficialmente, porque ya estaba consagrado desde el seno de María. También nosotros fuimos consagrados al Señor, a los pocos días de nacer, por el bautismo y también en la confirmación, (y definitivamente por los votos religiosos).

¿Quédice del Niño el segundo personaje, Simeón?: «Salvador a quien has presen­tado ante todos los pueblos, luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel»(vv. 30.31). jesús es salvador, porque ha venido a eso: a salvar a su pueblo de sus pecados. Es luz, porque él se autodefine así: «Yo soy la luz del mundo»(Jn 8,12). Y el cuarto evangelista predijo del Verbo «que ilumina a todo hombre, con su venida ai mundo»(cf. jn 1, 9). Jesús es gloria de Israel, porque ni Abrahán, ni Moisés, ni Elias, ni David, ni Salomón, ni el Bautista son dignos de llevarle sus sandalias. En su nacimiento se canta «Gloria a Dios», que es él mismo. También dice Simeón de jesús que «seráSigno de contradicción y bandera discutida»(v. 34). ¿Es eso Jesús para noso­tros o es signo indiscutible y bandera indiscutida?

¿Quédice del Niño el tercer personaje, Ana? Le llama «la liberación de Israel» (cf. v. 38), título de actualidad: Jesús ¡iberador/fibertador. En esto acierta la teología de la liberación. ¿Nos contentamos con llamar a jesús salvador y redentor, o le aña­dimos el título de liberador? ¿Somos nosotros liberadores de las ataduras físicas y es­pirituales de la gente?

•Reflectir. Reflejemos en nosotros esta escena de jesús presentado y de María purificada. La Iglesia ha consagrado fa fecha de ía presentación de Jesús como jornada de la Vida Consagrada. ¿Somos los religiosos y religiosas los consagra­dos «todo tiempo»a Dios? ¿O solo parciaimente, como empleados por unas horas?

Recordemos que si María no necesitaba purificarse, porque era la Purí­sima, nosotros sínecesitamos de purificación continua de nuestras faltas de pensamiento, palabra, obra y omisión.

Reflejemos además la figura de Ana y Simeón sobre nosotros, Pensemos que también en la tercera edad, y con mayor motivo, hemos de ser «honrados y piadosos», dedicados al culto y a la oración, como los ancianos Simeón y


Ana en el templo. En los «Catálogos de ía Compañía de Jesús»a los jesuítas re­tirados por enfermedad o ancianidad se les asigna como oficio: «Reza por la Compañía y por ia Iglesia». No es mal oficio. ¿Rezamos nosotros por la Iglesia y por la humanidad?

Al finalizar nuestra contemplación de los 30 años de la vida oculta, podemos acercarnos a Jesús, mientras escribe su carta de despedida a María, la noche antes de partir hacia la vida pública, y leerla en silencio. Dice así:

Querida mamá: Cuando te despiertes, yo ya me habréido. He querido ahorrarte des­pedidas, Ya has sufrido bastante, y lo que sufrirás, María. Ahora es de noche, mien­tras te escribo... Quiero decirte por quéme voy, por quéte dejo, por quéno me quedo en el taller haciendo marcos para las puertas y enderezando sillas e! resto de mi vida.

Durante treinta años he observado a la gente de nuestro pueblo y he intentado com­prender para quévivían, para quése levantaban cada mañana y con quéesperanza se dormían todas las noches (...) El resultado es que la mayoría de los días son grises, las soledades demasiado grandes para ser soportadas por hombres normales, la amargura habitual de casa, las alegrías cortas y poco alegres. A veces, madre, cuando llegaba el cartero y sonaba la trompetilla en la plaza del pue­blo, cuando la gente acudía corriendo alrededor, yo me fijaba en esas caras que es­peraban ansiosamente, deiirantemente, de cualquier parte y con cualquier remite, una buena noticia. ¡Hubieran dado la mitad de sus vidas porque alguien les hubiera abierto, desde fuera, un boquete en el cascarón! Me venían ganas de ponerme en medio y gritaries: «¡La noticia buena ya ha llegado! ¡El Reino de Dios estádentro de vosotros! ¡Las mejores cartas os van a llegar de dentro! ¿Por quéos repetís que estáis cojos, si resulta que Dios os ha dado piernas de gacela?».

Yo me siento prendido por la plenitud de la vida, María. Yo me descubro encendido en un fuego que me üeva y me hace contarles a los hombres noticias simples y her­mosas que ningún periódico dice nunca. Y quisiera quemar el mundo con esta llama; que en todos los rincones hubiera vida, pero vida en abundancia. Ya séque soy un carpintero sin bachillerato y que apenas he cumplido la edad de abrir los labios en público. No me importaría esperar más, pensarlo más, ser más ma­duro, «hacer mi síntesis teológica»... Pero esta tarde me he enterado de que han de­tenido a Juan, que bautizaba en el río. ¿Quién alentaráahora la chispita que aún hu­mea en el corazón de los pobres? ¿Quién gritarálo que Dios quiere, en medio de tantos gritos que no quieren a Dios? ¿Quién curaráa los sencillos y a los cansados, que tienen derecho a vivir porque son los queridos desde el principio del universo? Hay demasiada infelicidad, mamá, como para que yo me contente con fabricar ha­macas para unos pocos... Demasiados ciegos, demasiados pobres, demasiada gente para quien el mundo es la blasfemia de Dios. No se puede creer en un mundo donde los hombres mueren y no son felices... a menos que se estédel lado de los que dan la vida para que esto no siga sucediendo; para que el mundo sea como Dios lo pensó.

 

 

 

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Si te he de decir la verdad, no tengo nada claro lo que voy a hacer. Sépor dónde em­pezar. No sédónde terminaremos, Por lo pronto, me voy a Cafarnaúm, a la orilla del lago, donde hay más gente y lo que pase tendrámás resonancia. Estáamaneciendo. Te escribiré. Te vendréa ver de vez en cuando. Tu Jesús61.

TEXTO DE APOYO

Sabor a Cristo

Saber a Cristo vivo, amarle con pasión, seguirle intensamente, concédenos, Señor. Gustar a Jesucristo, quererle más y más, servirle cada día, otórganos, Señor. Descúbrenos al joven crecido entre virutas, ejemplo de trabajo, oculto en Nazaret

(R. de Andrés63),

5. «DOS AMORES FUNDARON DOS CIUDADES» Meditación de las Dos banderas

Estamos en el ecuador de los ejercicios. Hoy es un día crucial, porque es el de re­forma de nuestra vida. Ayer contemplamos a Cristo rey y quisimos seguirle en su ta­lante de humildad, pobreza y amor.

Pero, ya desde su presentación en el Templo, Jesús es propuesto como una ban­dera discutida, lo cual significa que, aparte de ía suya, hay otra bandera, que se le enfrenta.

Aunque Jesús sea para nosotros un jefe indiscutible, «de bandera», Ignacio nos presenta la meditación de «Dos banderas»antagónicas, pieza clave para concretar nuestro amor y seguimiento de Cristo. San Agustín habla de dos ciudades. Es !o mismo, con distintas metáforas.


i          Dos amores fundaron dos ciudades, a saber: el amor propio, hasta el desprecio de

I          Dios, ía terrena; y e! amor de Dios, hasta el desprecio de sípropio, la celestial. La pri-

I           mera se gloría en símisma; y la segunda, en Dios, porque aquella busca la gloria de

los hombres, y esta tiene por máxima gloria a Dios 6\

/            Hay dos ciudades, dos pueblos y dos reyes. ¿Cuáles son estas dos ciudades? Babilonia

y Jerusalén. El Diablo gobierna en una; Cristo, en la otra... Todos los que se gozan en las cosas temporales pertenecen a aquella ciudad que se llama, místicamente, Babilo­nia, y que tiene por rey al Diablo. Por el contrario, todos los que se gozan de las co­sas de arriba, que piensan en las celestes, que se preocupan en el mundo de no ofen­der, que evitan el pecado y que, si han pecado, no se avergüenzan en confesarse, son humildes, mansos, justos, piadosos y buenos: todos ellos pertenecen a la ciudad que tiene por rey a Cristo... Estas dos ciudades que ahora están mezcladas, y que al fin han de ser separadas, luchan entre sí: la una, a favor de la iniquidad; la otra, a favor de la justicia; la una, por la vanidad; la otra, por la verdad**.

Para ayudarnos en nuestra reforma, san Ignacio empieza por los criterios de la mente.

  • Materia: «Meditación de Dos banderas: la una de Cristo, sumo capitán y se­ñor nuestro; la otra de Lucifer, mortal enemigo de nuestra naturaleza hu­mana».
  • Petición: «Pedir conocimiento de los engaños del mal caudillo y gracia para guardarme de ellos, y conocimiento de la vida verdadera que muestra el sumo y verdadero capitán de los buenos y gracia para imitarle». Es una petición de luz para nuestro entendimiento espiritual.

■ Bandera de Satanás

No perdamos tiempo en discutir si se trata de un mal personificado o de un mal co-sificado. Un autor contemporáneo escribe: «El mayor engaño del demonio es hacer­nos creer que no existe». Jesús nos hace pedir: «Líbranos de! Mal(o)»(Mt 6,13), por­que existe, sea personal o impersonal.

La bandera del mal es tricolor. Los valores que cotiza el que estáen la órbita del mal son: tener, aparecer, sobresalir; o tener, ser tenido y sobretenerse. San Ignacio los llama riqueza, vanidad y soberbia.

 

 

 

" J. L. Cortés, «Despedida»en R. de Andrés, jesús, siempre y más, o. c, p. 112.

ú>R. de Andrés, En todo amar y servir, o. c.

 

w   R. DE ANDRÉS. Fn ttídn nmnr \i torwlr   n  f


Agustín de Hipona, La ciudad de Dios. ¡d., Com. al Salmo 61.

 

 

 

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•   Tener: El capítulo primero del eje del mal es la pasión por tener.¿Tener qué?:
apego a símismo, amor propio (distinto del propio amor, autoestima, que son
buenos), egocentrismo, declinación del pronombre de primera persona del
singular: yo~de-para-a mí, oh yo.

La primera y más importante táctica dei enemigo del ser humano es ape­garme a mímismo. Tal apego consiste en tener un bien, por pequeño que sea, que me reservo, me identifico con él, lo vivo intensamente, es mi punto fuerte -¡flaco!-. Si lo pierdo, pierdo la paz.

San Ignacio pone el ejemplo de la riqueza: codicia, desorden en posesión de dinero. Pero ese apego varía de una persona a otra, de bienes materiales a otros más humanos.

Afán de tener bienes materiales: dinero, propiedad, comodidad, seguridad,

Afán de tener bienes sociales: fama, prestigio, poder, reputación, cargos, dominio.

Afán de tener bienes corporales: salud, presencia física, imagen (guardar la línea, no por ascética, sino por estética).

Afán de tener bienes vitales: intelectuales, afectivos, cualidades, medios, influjo.

Afán de tener bienes espirituales: prácticas ascéticas, acción apostólica, dones místicos

He de hacer un examen de conciencia personal, para ver cuáles son mis afanes de Tener.

•   Aparecer: El segundo capítulo del eje del mal es el afán de búsqueda de !a es­
tima ajena, de ser cotizado socialmente: la vanidad, parecer, aparecer. Se
trata de una riqueza mía que quiero sea vista y valorada por los otros.

Cada uno tiene que examinar quéle hace más vulnerable ante los demás: ¿En quéme siento herido más intensa o frecuentemente por los otros? Pierdo la paz, si no soy apreciado, alabado o premiado en este punto.

San Ignacio pone el ejemplo del honor, en una época en que se cotizaba mucho «ser hombre de honor», «tener buena fama»(para no ser «in-fame», sin fama); ser estimado y reconocido. Hoy existen gabinetes de.imagen entre políticos, artistas, deportistas y famosos, La publicidad y propaganda de per­sonas y cosas son para crear buena imagen.

Ser tenido es depender de la opinión de otros, hacer lo que sea para con­seguirla buena. ¿Quéexpongo en mi escaparate cara a los demás?, ¿cuál es mi aspecto/objeto predilecto de mi publicidad ante los otros?, ¿quéexhibo de mío mío con vanidad o desvergüenza?

•   Sobresalir: El capítulo tercero dei eje del mal es el preferirse a los demás, la so­
berbia, el sobretenerse: «¡No sabe Vd. con quién estáhablando!». «¡Mucho más


merezco yol». Esto no se da solo en la sociedad civil, sino también en la eclesial y en la vida religiosa. ¿No hay demasiados Rvdmos., Excmos., limos., Emmos. Srs., Rvdmos. PP. y MM. Superioras y Superiores? ¡Todo muy evangélico!

San Ignacio pone el ejemplo del orgullo, en sentido de idolatrarme, de eri­girme sobre ios otros, de endiosarme. Es el fariseísmo: «Yo no soy como los de­más hombres». Yo cumplo las reglas; ellos no. «Yo pago el 10%», «no soy como ese publicano»(Le 18,11). Yo no soy como los simples fieles, yo pertenezco a! estado de perfección, yo soy miembro de tal movimiento cristiano,..

Como resumen de la bandera de Satanás, escuchemos el diálogo recogido en un diario:

-¿Quépides a cambio de tu alma?, preguntóSatanás al hombre. —Exijo riquezas, posesiones, honores, distinciones... Y también exijo poder, ju­ventud, fuerza, salud... Exijo sabiduría, genio, prudencia... Y también renom­bre, fama, buena suerte,,.Y amores, placeres, sensaciones... ¿Me darás todo esto? -preguntóel hombre. -No te darénada -respondióSatanás. -Entonces, no tendrás mi alma.

-Tu alma ya es mía -contestóSatanás66. [Porque esos deseos le hacían ya su es­clavo.]

•Coloquio: Pedir luz para ver nuestras cadenas o lianas principales en los tres capítulos del tener, parecer y sobresalir, y pedir gracia para desenredarnos de la riqueza, la vanidad y la soberbia,

■ La bandera de Cristo

Pero no nos quedemos ahí, pues nadie vive de negaciones. Pasemos a ver la bandera de Cristo rey. Los colores que ondean en los pliegues de la bandera de Jesús son po­breza y humildad. Es decir, desprendimiento de símismo y abandono en Dios, Estos son sus dos valores.

Pregunta importante: ¿Por quéelige Jesús este camino tan cuesta arriba de la na­turaleza humana? ¿Por masoquismo, por capricho, o porque es el mejor para la hu­manidad caída? No lo hizo por gusto, sino por conveniencia. Recordemos que el amor es la meta de la perfección. Pero ¿cómo llegar al amor real? En la primera carta a los corintios hay un canto al amor con una serie de cualidades:

A. Dolina, en La Vanguardia, 18 de noviembre de 2004.

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ES amor es compasivo y servicia!,

el amor nada sabe de envidias,

de jactancias ni de orgullos.

No es grosero ni egoísta,

no pierde los estribos, no es rencoroso.

Lejos de alegrarse de ia injusticia,

encuentra su gozo en la verdad.

Disculpa sin límites, confía sin límites,

espera sin límites, soporta sin límites. (1 Cor 13,4-7).

Pero ese amor es costoso al egoísmo. Para alcanzarlo hay que hacerse pobre y hu­milde. La pobreza y ¡a humildad no son fines, son medios para alcanzar el amor altruista.

•   Lo primero que caracteriza la bandera de Jesús es la pobreza. Solo estaréen
paz conmigo y dispuesto a servir a Dios y a los demás, cuando sea libre para
poseer o no poseer algo.

Por eso, Pablo aconseja poseer como si no poseyera (cf. 2 Cor 6,10). San Ig­nacio da un paso más, y aconseja desposeerse, liberarse de los bienes materia­les para hallar la libertad interior en relación con las cosas y la aptitud para entregarme a Dios y a los otros.

Ese desprendimiento varía de una persona a otra en su objeto:

Pobreza material es ser libre sobre dinero, comodidad, posesión, propie­dad, seguridad.

Pobreza social es ser libre en relación con lo que viene de la sociedad: fama, prestigio, poder, reputación, aprecio, alabanza, aplauso, éxitos, cargos, títulos.

Pobreza personal es ser libre en cuanto a salud, presencia, habilidades, cualidades.

Pobreza espiritual es ser libre en cuanto a dones recibidos o por recibir. In­diferencia.

El resumen de todo este criterio de pobreza lo da san Agustín: «Es mejor necesitar menos que tener más». O el Poverello de Asís: «San Francisco necesi­taba poco y lo poco que necesitaba lo necesitaba poco»(V, Borragán).

•   Humildad. Lo segundo que caracteriza la bandera de jesús es la humildad: Li­
berarme del ego me hace acogedor, disponible y me da paz. ¿Quién va a tur­
bar al humilde?

Pero, como la naturaleza aborrece el vacío, si me vacío de mi yo, estoy preparado para llenarme de Dios. Y al abandonarme totalmente en Dios, Dios sale garante de mi vida.


i  ■                  Nada te turbe, nada te espante.

Quien a Dios tiene nada le falta,

\                    solo Dios basta (Teresa de jesús).

•   Humillación: Al hombre y la mujer posmodernos les cuesta mucho aceptar ese
binomio pobreza-humildad, ya que toda la mentalidad actual pivota sobre
todo lo contrario: el tener cada vez más como sea, y el ostentar los signos de
importancia propia (gabinetes de imagen). Siempre ha sido así: riqueza y so­
berbia han llevado de cabeza a la humanidad de todos los tiempos. Pero hoy
estos elementos alcanzan cotas de exacerbación.

Sin embargo, a ¡a dificultad anterior, san Ignacio, contraculturalmente,
aún añade un elemento inherente a Sos que se acogen a la bandera de Cristo
rey: ia humillación, el desprecio. Al ponerme en seguimiento de Jesús, me ex-
I            pongo a recibir incomprensiones como él, (sin confundir los desprecios con

causa y sin causa). No se trata de buscar humillaciones en plan masoquista--¡ya vendrán sin buscarlas!-, sino de aceptar con garbo las que vienen sin culpa nuestra, por seguir el ejemplo de Jesús.

He de tomar conciencia de que «soy un servidor inútil»que «solo he hecho lo debido»(cf. Le 17,7-10). Nadie me debe nada por cumplir con mi deber, ni tienen por quéreconocérmelo.

Dos Banderas y NT

Esta meditación no es un «invento»de Ignacio, sino un calco de pasajes del NT.

•   Bandera de Satanás. En cuanto a la bandera del mal caudillo, podemos repasar
los siguientes textos:

Sobre la riqueza:

i                     Los que se afanan por ser ricos se enredan en mil tentaciones y se dejan domi-

i                     nar por un sinfín de insensatos y dañosos deseos que hunden a los hombres en

l                     la tentación y la ruina. La avaricia es la raíz de todos los males. (1Tim 6,9s).

No podéis servir al mismo tiempo a Dios y al dinero. Todas estas cosas las oían los fariseos, que eran amigos del dinero, y se burlaban de jesús. Él les dijo: -Voso­tros pretendéis pasar por hombres de bien delante de los hombres, pero Dios sabe lo que hay dentro de vuestro corazón; y aquello que para los hombres es más elevado Dios lo tiene por basura. (Le 16,15-15).

 

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Orgullo y pasiones:


alabada por jesús por su pobreza y desprendimiento. ¿Damos lo que nos sobra, o nos damos?".

 

 

 

No os encariñéis con este mundo ni con lo que hay en él, porque no son compatibles el amor al Padre y el amor al mundo. Y es que cuanto hay de malo en el mundo -pa­siones carnales, turbios deseos y ostentación orgullosa- procede del mundo y no del Padre (1 jn 2,15-17).

•  Bandera de Cristo. En cuanto a la bandera del sumo capitán de ios buenos, po­demos meditar los siguientes textos:

Pobreza:

Ya conocéis la generosidad de nuestro Señor Jesucristo: él era rico, pero se hizo pobre por vosotros, a fin de enriqueceros con su pobreza. (2 Cor 8-9).

Desprendimiento:

Quien vive preocupado solo por su vida, acabaráperdiéndola; en cambio, quien no se apegue a ella en este mundo, la conservarápara la vida eterna (jn 12,25).

Humildad:

Dios se cierra a los orgullosos y concede su favor a los humildes (St 4,6).

Y si estos textos de! NT aún parecen poco concretos, recurramos a tres casos per­sonales del Evangelio, para ver eíestilo de la bandera de Cristo rey: Zaqueo, el pu-blícano y la viuda.

Zaqueo, el pequeño en estatura (Le 19,1-10): Es bajito y no puede llegar a ver a Je­sús. Pero, sin vergüenza, sube a! árbol y recibe el premio: «Baja deprisa, que voy a hospedarme en tu casa». La humildad es el principio de su conversión a la pobreza: «Doy la mitad de mi fortuna a ¡os pobres y devuelvo cuatro veces lo defraudado». «Hoy ha entrado la salvación a esta casa», Zaqueo milita tras la bandera de Jesús, el Pobre de Nazaret.

El Publicano, pequeño en méritos (Le 18,9-15): Jesús pinta con mano maestra al fariseo, orgulloso cumplidor pero inmisericorde, despreciador de ¡os demás. Y pinta con cariño al recaudador, que solo sabe pedir misericordia, Y termina eligiendo al publicano: «Os aseguro que este se puso a bien con Dios»,

La viuda, pequeña en bienes (Le 12-41-44): Es una de las páginas más tiernas del Evangelio. Mientras los otros dan lo que les sobra, ella da lo que le hacía falta. Y es

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■ Último recurso

Para encajar la dureza de ia bandera de Jesús, démosle un enfoque positivo, pen­sando que la pobreza y la humildad no son un capricho o un fastidio, sino un medio eficaz para liberarnos de la esclavitud del tener-ser tenido, del poder-poseer, y como un medio de liberarnos del egoísmo, para el amor altruista y el servicio a Dios y a los demás. Y, sobre todo, contemplemos la trilogía de la pobreza-humillación-humildad encarnadas en jesús. Solo asítendrán el atractivo del Hombre ideal, nues­tro modelo,

Lo mismo, para rechazar los lazos y cadenas del mal -la codicia, la vanidad, la soberbia-, ver cómo las venciójesús, en el pasaje de las tentaciones y en toda su vida.

•   Coloquio: Como en las grandes ocasiones, Ignacio nos manda hacer un triple
coloquio:

El primero con María, la humilde esclava del Señor, !a pobre aldeana de Nazaret, pidiéndole la «gracia de ser recibido debajo de la bandera de Cristo rey», en pobreza y humildad. Y pedirle ayuda especial si llegan las humillacio­nes, pues ella fue señalada como la madre del ajusticiado en la cruz, el garrote vil de la época.

E! segundo con jesús, el pobre de Nazaret, el manso y humilde de corazón, el humillado como borracho y comilón, relacionado con la baja estofa social y religiosa, blasfemo, condenado a muerte de esclavos, pidiéndole ia gracia de ser admitido en su equipo. Y ayuda extra, cuando lleguen tas consecuencias humillantes de su seguimiento sincero.

El tercero con e! Padre, para que me conceda la gracia de militar bajo la bandera de su Hijo, el predilecto, que se hizo pobre y uno de tantos, como un hombre cualquiera. Y ayuda especial, cuando lleguen las humillaciones inhe­rentes a la militancta cristiana.

•   Oración final: Cuando no se tienen esos deseos de imitar a Jesús en pobreza,
humildad y humillación, san Ignacio nos sugiere el tener «deseos de deseos».
Por aigo se empieza.

F. Segura, Ocho días de ejercicios. Santander, Sai Terrae, 1992.

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Otra fórmula es la de confesar paladinamente al Señor que no se tienen ni deseos ni deseos-de-deseos, pero pedir gracia para aceptar las humillaciones cuando lleguen. Para ello puede servirnos el leer la «Plegaria humilde», del cardenal Newman:

jesús, Señor mío, yo creo, y por tu gracia quiero creer y reconocer, que es ver­dad hasta el fin del mundo que nada grande se hace sin sufrimiento ni humilla­ción, y que por estos medios todas las cosas son posibles. I     Yo creo, Dios mío, que ia pobreza es mejor que la riqueza, el dolor mejor que el J     placer, la oscuridad y eídesprecio mejores que ios honores.

Dios mío, no te pido que me sometas a estas pruebas, que no sési sabría sopor-

/      tar; pero, por lo menos, Señor, tanto en la prosperidad como en ia adversidad,

j       yo quiero creer lo que he dicho: no quiero poner mi confianza en la riqueza, ia

i       posición, el poder, la fama; no quiero que mi corazón descanse en el éxito de

|       este mundo, ni se apoye en sus ventajas; no quiero desear lo que los hombres

í        llaman recompensas de ia vida. Más bien, yo quiero, con tu gracia, preferir io

í        que ei mundo desdeña y olvida: honrar a los pobres, servir a los que sufren, ad-

i        mirar y venerar a los santos que dan testimonio de ti, y caminar con ellos, sin

hacer caso de los criterios del mundo.

Finalmente, mi amado Señor, soy tan débil que no me atrevo a pedirte estos
sufrimientos como un don, y no tengo fuerza para hacerlo; pero te pido que,
ai menos, sepa recibirlos cuando tú, en tu sabiduría y amor, me los quieras
'           mandar68.

TEXTO DE APOYO

Bandera de Cristo

Detrás de tu bandera,

Jesús, te seguiremos;

las huellas de tu ejemplo

queremos perseguir.

Alístanos contigo,

divino Capitán,

que el rastro de tu vida

sepamos alargar.

Jesús, tu vida fue de pobre:

por techo, el sol y las estrellas;

concédenos el ser felices

viviendo pobres como tú.

Jesús, aparta de nosotros


ansiar la fama y el aprecio; otórganos copiar de cerca tu humilde y libre corazón.

(R. de Andrés69).

6. TRES TIPOS Y TRES GRADOS

Meditación sobre tres binarios y tres maneras de humildad

Para ayudar a nuestra reforma de vida, ya hemos meditado sobre las Dos banderas, los criterios del entendimiento para elegir según Cristo rey; pobreza y humildad con­tra riqueza, vanidad y orgullo, que son los criterios electivos del Maligno. De otra manera: vaciarse o desposeerse, prescindir del «¿quédirán?»y humillarse, contra tener(se), aparentar, sobresalir por soberbia.

Pero san Ignacio sabe que no es suficiente ver las cosas claras, sino que hay que contar con el corazón, con la afectividad, a la hora de actuar, de reformar la vida. ¿Cómo? Por eso, a continuación de la meditación de Dos banderas, san Ignacio nos propone una meditación sobre Tres binarios, tres tipos de personas que presentan tres actitudes afectivas, tres posturas de disponibilidad, tres talantes de libertad, para elegir la más conveniente, la mejor.

San Ignacio pone a estos tres tipos ante la suma de 10.000 ducados adquiridos, para saber si han de conservarlos o desprenderse de ellos desde una postura cris­tiana.

Esos 10.000 ducados representan todos los objetos (poseídos o codiciados, temidos o padecidos) de nuestros deseos desordenados: bienes materiales (dinero, inmuebles, lujos, placeres), bienes personales y sociales (cualidades, prestigio, amistades, méto­dos de trabajo, ministerios, tiempo...), bienes espirituales (egoísticamente poseídos o buscados)70.

También se pueden imaginar otras comparaciones. Como tres enfermos: los tres quieren curarse, pero uno no pone ningún remedio, otro pone algunos excluyendo el principal, y el tercero estádispuesto a poner el necesario. O el caso de tres viaje­ros que desean llegar a un destino, pero el primero no saca billete ni utiliza ningún medio de transporte, el segundo utiliza recursos inadecuados, y el tercero echa mano del medio eficaz para llegar a buen término.

 

 

 

J. H. Newmann, Plegaria humilde.


R. de Andrés, En todo amar y servir, o. c, D. López Teiada, o. c,

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■ Tres binarios

El tipo primero es el que no quiere cambiar. Estáapegado a su postura inmovilista, y da largas para más adelante, o hasta los próximos Ejercicios. «Mañana le abriremos, le decía, para lo mismo responder mañana». Como el cartel de la tienda: «Hoy no se fía, mañana sí», es decir, nunca.

El segundo tipo es el que quiere a medias. Estádispuesto a poner algunos medios «para contentar el alma», a pactar un compromiso, a hacer algo, pero no lo que cuesta ni lo que debe hacer. Es el que quiere «nadar y guardar la ropa», «repicar e ir en ia procesión», «encender una vela a Dios y otra a! diablo», el que dice sícon la boca pequeña, el que dice «sípero asíno», el deí«sípero no».

El tipo tercero es el que quiere sin más, simplemente. El que dice «síy punto». El que estádispuesto a poner el medio necesario, ei que le pide Dios, ese que es intoca­ble, ei «cualquiera menos ese», ef «todo menos eso». Es el que le dice a Dios: «Hágase tu voluntad». Es ei incondicional, el sin reservas ni condiciones, ni letra pequeña ni cláusulas. El que «quema las naves», Ei que lo vende todo para adquirir el tesoro y la perla preciosa de la santidad y la perfección, el que se rinde a Dios y se entrega en sus manos:

Quiero lo que vos queréis, lo quiero porque lo queréis, lo quiero cuando lo queréis, lo quiero como lo queréis, lo quiero donde lo queréis, lo quiero porque lo queréis.

•Reflectar. Se trata de auscultarse con sinceridad, para ver de quétipo soy, en general. Y, si llevo algo importante entre manos, para detectar en quéactitud me hallo, y actuar.

■ Tres binarios en e! NT

Pero si estas consideraciones te parecen demasiado teóricas, veamos a ios tres tipos en casos concretos, personalizados en el NT:

•  El tipo primero, el que no quiere, es el joven rico. Ser perfecto, sí; pero ser po­bre, no:


Jesús le dijo:

-Si quieres ser perfecto, vende todo lo que posees y reparte el dinero entre los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo. Luego vuelve acáy sigúeme. Cuando el joven oyóesto, se marchóentristecido, porque era muy rico (Mt 19,16-22).

Otros ejemplos de algunos conversos:

Fueron muchos, incluso entre los jefes de los judíos, los que creyeron en Jesús. Pero no se atrevían a manifestarlo públicamente, porque temían que los fari­seos los expulsaran de la sinagoga. Apreciaban más tener una buena reputación ante los hombres que tenerla ante Dios (]n 12,42-43).

El primer hijo de la miniparábola de ios dos hijos responde a su padre: «Ya voy»y no fue (Mt 21,28-31). La higuera estéril (Le 13,6-9). La viña improductiva (Mt 21,33-64).

Reflectir. Nosotros lo dejamos todo un día, como los Apóstoles. Tal vez fue poco (unas redes y una barca, o solo el porvenir) ¿Lo seguimos dejando? ¿O de­jamos lo más, para no dejar pequeñas cosas, que nos impiden el seguimiento incondicional de jesús?

El segundo tipo, el que quiere a medias, pueden ser los condicionales:

A otro le dijo Jesús:

-Sigúeme.

Y él respondió:

-Señor, permíteme primero que vaya a enterrar a mi padre [atenderle hasta que

muera. Te seguiré, pero más tarde].

Jesús le dijo:

-Deja que los muertos entierren a sus muertos. Túdedícate a anunciar el reino

de Dios. [Y, ahora].

Otro le dijo también:

-Estoy dispuesto a seguirte, Señor, pero primero permíteme que me despida de

los míos, [Es una condición pequeña y razonabie, pero condición],

Jesús le contestó:

-Quien pone su mano en ei arado y vuelve su vista atrás no es apto para el

reino de Dios. (Le 9,57-62).

También podría entrar aquíNicodemo: Reconoce a jesús como rabíveraz, pero no se atreve a manifestarlo en público y a la luz deídía, Solo en la cian-

 

 

 

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destinidad de la noche (Jn 3). O Joséde Arimatea. Haráfalta la muerte de Jesús en la cruz, para salirdel anonimato y ofrecerse a enterrar su cuerpo. Antes serátambién un cristiano clandestino.

Otros ejemplos: Pilato quiere salvar a Jesús, pero sin poner e! medio eficaz (Jn 18,33; 19,1-17); los invitados a la cena que se excusan (Le 14,16-24).

Reflectir. ¿Cómo respondo yo? ¿Pongo también condiciones retardatarias al actual seguimiento de Jesús?: ¿Hasta el próximo retiro, hasta los siguientes Ejercicios? ¿Confesamos a jesús sin tapujos, sin vergüenza?, ¿o nos avergonza­mos del Evangelio?

El tipo tercero, el que quiere. Es el incondicional:

Mientras iban de camino, un hombre dijo a Jesús:

-Estoy dispuesto a seguirte a donde quiera que vayas.

Jesús le contestó:

-Las zorras tienen cubiles y los pájaros nidos, pero e! Hijo dei hombre no tiene

ni siquiera donde reclinar la cabeza. (Le 9,57). [Al no decir nada en contra, se

supone que siguióa jesús].

El tipo tercero, según jesús, es el de la entrega total: «Aquel de vosotros que no estédispuesto a renunciar a todo no puede ser mi discípulo»(Le 14,35). «Todo», es decir, todos los bienes, todas las personas (familiares, amigos) y a sí mismo (e! propio yo).   •

Reflectir: ¿Es esta nuestra disposición en el seguimiento actual de Jesús? ¿O le anteponemos algún afecto a cosas (cargo, lugar), personas, o a nuestro nar­cisismo y egocentrismo?

El tipo tercero, según Pablo:

Sigo pensando que nada vale la pena en comparación con ese bien supremo que consiste en conocer a Cristo Jesús, mi Señor. Por él renunciéa todo y todo lo es­timo basura, con tal de ganar a Cristo (Flp 3,8).

Reflectir. ¿es nuestra actitud actual la de Pablo ante el seguimiento de Je­sús, el tesoro y la perla preciosa?

■ Tres maneras de humildad, obediencia o amor

Finalmente, para facilitar la actitud del tipo tercero de persona, san Ignacio nos pro­pone la meditación sobre Tres maneras de humildad, que otros llaman de tres grados de obediencia y otros interpretan como tres grados de amor.


•   Primera manera: Exige abajarme a todo lo que haga falta, en materia de po­
breza y humildad, con tal de no ofender a Dios gravemente. O exige obedecer
a Dios de tal manera que haga todo lo que sea necesario, con tal de no ofen­
derle nunca gravemente. O exige amar a Dios de tal manera que pase por todo
lo que sea, con tal de no ofenderle gravemente jamás.

Reflectir. Nos puede parecer fácil este grado primero, pero ¿estamos dis­puestos a dar la vida como los mártires, en la disyuntiva entre seguir viviendo, o renunciar a la fe? Naturalmente, contando con la gracia de Dios.

•   Segunda manera: Exige el mismo sometimiento de pobreza y humildad, con tal
de no ofender a Dios levemente. O exige el mismo grado de obediencia a las le­
yes de Dios necesario para no ofenderle venialmente. O exige amar a Dios de
tal manera que pase por lo que sea, con tal de no ofenderle ni siquiera ligera­
mente.

Reflectir. Se trata de que cada uno examine con sinceridad su disposición de ánimo respecto al sometimiento, la obediencia y al amor de Dios en todas las cosas leves, al precio que sea. Desde luego, suponiendo siempre la ayuda divina.

•   Tercera manera: En la 3a manera de humildad, obediencia o amor, san Ignacio
rompe la baraja, y nos propone "el más difícil todavía", que al mismo tiempo
es lo que facilita las cosas:

La tercera manera es humildad perfectísima, es a saber, cuando incluyendo la primera y la segunda, siendo igual alabanza y gloria de la su divina majestad, elijo más pobreza con Cristo pobre que riqueza, oprobio con Cristo lleno de ellos que honores, y desear más ser estimado por Vano y loco por Cristo -que primero fue tenido por tai- que por sabio y prudente en este mundo (EE 167).

La tercera manera liega a amar a Dios de tal manera que elige la pobreza y humildad por parecerse más a Jesús, que llevóel amor al Padre hasta la humi­llación de la muerte en cruz. Se trata de un amor de imitación, de segui­miento. De esta actitud de actuar por mimetismo nos dan lecciones los fans jó­venes de hoy, que son capaces de cualquier cosa por parecerse a sus ídolos de moda.

Reflectir. Ver si nos dejamos atraer por jesús en la obediencia y el amor al Padre hasta el punto de verificar su profecía «Cuando sea elevado sobre la tie­rra atraeréa todos hacia mí. Decía esto para dar a entender la muerte con la que iban a matarlo»(jn 12,32-33).

Tampoco este grado tercero de humildad-obediencia-amor es un invento ignaciano. Se puede ver en textos del NT:

 

 

 

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:          En cuanto a mí, jamás presumo de algo que no sea ia cruz de nuestro Señor jesu-

;      cristo, por quien el mundo estácrucificado para míy yo para el mundo (Gal 6,14).

■     Pienso que nada vale la pena, si se compara con el conocimiento de Cristo Je-

[      sus, mi Señor. Por éíhe sacrificado todas las cosas y todo lo tengo por estiércol

|      con tal de ganar a Cristo y vivir unido a él (...) No pretendo decir que ya haya

alcanzado la meta o conseguido la perfección, pero me esfuerzo por ver si la

\   \       conquisto, ya que yo mismo he sido conquistado por Cristo (Flp 3,8-12). [Ahí

i  i.       estáel secreto: me interesa la santidad por ser como él].

i   ¡      Tened los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús. El cual, teniendo natura-

I   \      leza divina, no juzgótesoro codiciable el aparecer igual a Dios. Al contrario, se

i   !      despojóde su grandeza, tomóla condición de esclavo y se hizo semejante a los

|         hombres. Y en su condición de hombre se humillóa símismo haciéndose obe-

¡         diente hasta la muerte y muerte de cruz (Flp 2,5-9).

j   :       El que entre vosotros quiera ser grande y el primero, que se haga el último de

i          todos y el servidor de todos. Porque el Hijo del hombre no ha venido a que le
sirvan, sino a servir y a dar la vida en rescate por la multitud (Mt 20,26-28).


constituyen la norma de evaluación final de Cristo rey: «Lo que hicisteis con ellos lo hicisteis conmigo»[porque yo soy ellos] (Mt 25,31ss).

Coloquio:

Después de meditar los tres tipos de personas y las tres maneras de humildad, pe­dir luz y gracia para aplicarlos a nuestra Reforma personal, con generosidad.

Hacer un coloquio con María, la humildísima, la obedientísima, la amantísima de Dios, para que nos ayude a entrar en el grupo del binario tercero, de los que quieren poner todos los medios necesarios y convenientes para obedecer y amar a Dios (Ave­maria).

Hacer un coloquio con jesús, pobre y humilde, para que nos défuerzas en la apli­cación de los medios que é! empleóa fondo para obedecer ai Padre en la vida y hasta la muerte (Alma de Cristo).

Hacer un coloquio con el Padre, para que nos enamore de tal manera de su Hijo que queramos ser hermanos suyos no solo de nombre, sino por el parecido en su imi­tación y seguimiento (Padrenuestro).

 

 

 

■ En síntesis

La reforma de nuestra vida, según el «evangelio de san Ignacio», consiste en elegir al Jesús marginado, Por amor a él, elijo ai

  • jesús marginado por nacimiento: «María dio a luz allía su primogénito, lo en­volvióen pañales y lo puso en un pesebre»(Le 2,7). En una cueva, fuera de Be­lén.
  • jesús marginado por los suyos: «Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron» (]n 1,11). jesús es causa de división y escándalo entre vecinos y familiares de Nazaret, y entre la gente y los discípulos, en la llamada «crisis galilea»: «¿Tam­bién vosotros queréis iros?»(Jn 6,67). Y los Doce le abandonan en Getsemaní (Me 14,50), dejándole «solo ante el peligro».
  • jesús marginado por las turbas: «¿Quién puede soportar ese lenguaje?»(jn 6,60} (crisis Galilea). «¡Mata a ese y suelta a Barrabás!»(Le 23,18) (juicio ante Pi-lato).
  • Jesús marginado por la muerte: Muerto en cruz, como esclavo, no como ciu­dadano romano, y fuera de la ciudad santa, en la periferia.
  • Jesús marginado libremente con los marginados: Se solidariza con los pobres, no por una opción desde fuera, en plan paternalista, sino haciéndose pobre con ellos. Y convirtiéndolos en el santo y seña de su misión: «Responded a Juan lo que habéis visto y oído:... y los pobres son evangelizados. Y dichoso el que no se escandalice de mí" [un Mesías Rey así] (Mt 11,2-6). Y los marginados

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7. «PASÓHACIENDO BIEN»

Síntesis de la vida pública de jesús

Los ejercicios completos duran un mes. Los de ocho días son una síntesis. En ambos casos son solo una iniciación para seguir la contemplación y meditación del misterio cristiano durante todo el año y toda la vida.

Ya contemplamos la vida oculta de jesús: sus treinta primeros años. Ahora con­templaremos la vida pública, sus tres últimos años.

Para sintetizar ese trienio en una contemplación, ¿quépágina elegir dentro del abanico tan amplio de posibilidades? Voy a sugerir tres pasajes en que aparece es­quemáticamente la actividad plural de jesús a lo largo de los cuatro evangelios y a lo ancho de Tierra Santa.

■ Preparación

Recordemos que la contemplación es sumergirse en la escena «como si presente me hallase», interviniendo activamente. Miremos las personas. Veamos lo que hacen, Oigamos lo que dicen, Pero, sobre todo, contemplemos y escuchemos a Jesús, refle­jándolo en nosotros, para sacar algún provecho.

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Petición. La oración propia de la segunda semana: «Conocimiento interno de "este" Cristo de la vida pública, para más amarle y seguirle mejor».

\m Primera secuencia: Síntesis de la vida pública de Jesús (Mt4,23-24)

:' Analiza ía frase de Pedro en los Hechos: «Pasópor la tierra haciendo bien»(Hch 10,38). «Jesús recorría toda Galilea enseñando en las sinagogas»(Mt 4,23). Mezclémonos con los discípulos, para no perdernos detalle. ¿Quéenseñaba Jesús?«Anunciaba la buena noticia del Reino y curaba toda clase de enfermedades y dolencias de la gente»(Mt 4,23). ¿Quécuraba Jesús? «Le traían a todos ios que padecían algún mal: a los que sufrían diferentes enfermedades y dolores, y a los endemoniados, lunáti­cos, paralíticos. Y los curaba»(Mt 4,24).

Dos cosas hacía Jesús, que eran una: Su enseñanza era con autoridad, porque no se reducía a meras palabras. Consciente de que una cosa es predicar y otra dar trigo, Jesús practicaba ambas: decir y hacer.

Reflectir: Al espejarnos en este ejemplo docente de Jesús «con autoridad», debe­mos preguntarnos: ¿no nos sobran palabras y nos faltan obras? ¿No hay inflación de discursos y deflación de acciones? ¿No predicamos demasiado, pero damos poco trigo?

Jesús anunciaba la buena nueva del Reino. No era un aguafiestas, un ceñudo pro­feta de negaciones y prohibiciones, sino un mensajero de buenas noticias, de albri­cias, que se sintetizan en el Reinado de Dios. Por eso le seguía la gente entusiasmada.

Hemos de recorrer las parábolas, donde jesús va desgranando las distintas face­tas del Reino de Dios, para descubrir toda su hondura, Pero su síntesis estárecogida en el prefacio de la fiesta de Cristo rey: «un Reino de verdad y vida, de santidad y gracia, de justicia, amor y paz». ¿Hay aigo más positivo?

Más que el reinado de Dios, Jesús nos anuncia al Dios del reino: que no es un dés­pota, sino un Padre que quiere, en lugar de subditos, hijos suyos y hermanos entre sí. Según Jesús, el Reino de Dios es una familia bien avenida.

Reflectir: ¿Es nuestra enseñanza teórico-práctica como la de Jesús: una buena noticia? ¿O somos esos «profetas de calamidades», que censuraba Juan XXIII,«el papa bueno»? ¿Es la Iglesia esa vieja gruñona que riñe y amenaza? ¿O es el eco ama­ble del Jesús del Evangelio?

Y «Jesús curaba toda clase de enfermedades y dolencias»(v. 23b). Se podría ha­cer una lista de ambulatorio, hospital o clínica, con todas las enfermedades curadas por Jesús a lo largo de ios cuatro evangelios. Los intérpretes bíblicos traducirán con equivalentes actuales las dolencias descritas o diagnosticadas por Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Pero no podrán minimizar el inmenso número de curaciones realizadas por jesús. Suprimir todas las páginas del Jesús sanante sería mutilar gravemente e! Evangelio.

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Otro aspecto notable que descubrimos en la labor sanadora de Jesús médico es que atendía tanto a los cuerpos como a las almas (enfermos y endemoniados), do­lencias físicas, psicológicas y morales, porque ¡e interesaba el ser humano completo: alma encarnada, cuerpo animado.

Sobre el sentido de las curaciones de Jesús, tradicionalmente se han presentado como una prueba para demostrar su divinidad. Hoy nos convence más el verlas como un argumento para mostrar su humanismo, su corazón, que «sentía compasión de la gente».

Otra dimensión que observamos: jesús curaba a todos, sin discriminación: niños, jóvenes y mayores, mujeres y hombres, judíos y extranjeros.

Reflectir: Mientras contemplamos al jesús sensible al sufrimiento humano, pulse­mos esta doble reacción: ¿Nos ponemos a tiro, para dejarnos sanar por Jesús de nuestras taras espirituales, o se las ocultamos con autosuficiencia? ¿Imitamos la di­mensión sanitaria de Jesús, intentando sanar cuerpos, almas y corazones: estrés, de­presiones, soledades...?

■ Segunda secuencia: Resumen de una jornada tipo en la vida pública de Jesús (Me 1,32-39)

Contemplemos un día en el calendario de Jesús, a! comienzo de su vida activa: «De madrugada, antes del amanecer, Jesús se levantóy, saliendo de la ciudad, se dirigió a un lugar apartado a orar»(v. 35). Descubramos a Jesús en esta amanecida de Ca-farnaún.

•Contemplemos, en silencio, al Jesús orante. Aquí, al comienzo del día, para consagrarlo al Padre, antes de salir el sol. Escuchémosle repetir: Abba, Abba. (En Tierra Santa sentílo que significa esta palabra. Fue ai ver a un niño co­rriendo tras su padre, diciéndole abba, abba!, como cuando nosotros, de ni­ños, llamábamos «¡Papá, papá!»).        J .^v^uh*' : ■ U$^^.^.K &>\jy^.C

Reflectir: S¡/fk? báttam^o^tuii+d^                                                           al me-

nos no omitamos nunca el ofrecimiento personal de la jornada a Dios. Nos puede servir el que sugiere el Director internacional del Apostolado de la Ora­ción a sus cuarenta millones de socios:

Dios, Padre nuestro,

yo te ofrezco toda mi jornada:

mis oraciones, pensamientos, afectos y deseos,

palabras, obras, alegrías y sufrimientos,

en unión con tu Hijo, Jesucristo

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que sigue ofreciéndose a Ti

por la salvación del mundo.

Que el Espíritu Santo, que guióa Jesús,

sea mi guía y mi fuerza en este día

para que pueda ser testigo de tu amor...

Nadie más ocupado que Jesús, pero nadie más orante. Si no tenía tiem­po, lo robaba del sueño, madrugando. Si tenía que conectar con los herma­nos, tenía que tratar primero con el Padre para saber quédecirles y cómo tratarles.

Reflectir: Nuestra agenda cargada no nos autoriza a dejar la oración a Dios. ¿Seguimos creyendo que la oración es el alma de todo apostolado? Si no cargamos las pilas, ¿cómo vamos a iluminar a otros? La oración es e! «móvil» de contacto con el Padre, siempre abierto, con cobertura permanente. Orar no es perder el tiempo con Dios, sino ganar tiempo con Dios para bien de los demás.

A lo largo del día, si no podemos tener tiempos de paréntesis oracional, al menos hemos de trufarlos de jaculatorias: «Todo por Ti», «Gracias, Pa­dre»... Teresa de Lisieux decía que no estaba más de tres minutos sin pensar en Dios.

En otras ocasiones, los evangelios nos presentan a Jesús orando en distin­tas horas del día y de la noche, y en diversos lugares: en el monte, antes de la elección de ios Doce. Igualmente, antes de calmar el lago encrespado. También en Getsemaní. Era una práctica habitual nocturna de Jesús: conversar con el Padre sobre la marcha del día pasado y planificar el siguiente.

Reflectir: ¿Es nuestro último rato, antes de dormir, para el Padre, para exa­minarnos ante él, darle gracias, pedirle perdón y preparar nuestra agenda de mañana?

•Y tras la oración, la acción. Escuchemos a Pedro que !e dice a Jesús, al descu­brirlo orando al amanecer: «Todos te buscan»(v. 36). Y la respuesta de Jesús: «Vayamos a los pueblos cercanos a anunciar el mensaje también allí. Para eso he venido», Descubramos la triple acción de Jesús, en un día de su agenda: Ia) Acción docente. ¿Cómo? Recorre Galilea entera, sin coche, sin avión ni tren, ni siquiera a caballo. A pie. ¿Dónde habla? En las sinagogas, aprovechando el centro de reunión del pueblo. Otras veces, en calles y plazas, en caminos y playas, en montes y llanuras. Escuchémosle. ¿Quéanuncia? El mensaje: la buena noticia del Reino de Dios, el plan del Padre para la convivencia hu­mana.

Reflectir: ¿Es el Evangelio nuestro libro de lectura y formación perma­nente, nuestro libro de cabecera? ¿Inspiramos en él nuestros criterios y nues-


tro magisterio? ¿Ante todo predicamos e! Reino de Dios y su justicia? ¿No te­nemos a veces criterios mundanos?

2a) Acción liberadora, expulsando demonios. «Y expulsómuchos demonios» (v. 34). Dejemos a los exegetas interpretar si los demonios son seres personales o personificaciones del mal moral. Lo indiscutible es que jesús liberaba del mal o del malo a la gente. Esa labor de soltar ataduras de esclavitud espiritual se repite dos veces en esta síntesis de un día en la vida de Jesús, y en diversas oca­siones en otros pasajes.

3a) Acción sanante. Con machacona insistencia Marcos nos repite que Jesús liberaba no solo del mal espiritual, sino también del físico: «Al anochecer, cuando ya e! sol se había puesto, le llevaron todos los enfermos (...) Y Jesús curóa muchos que padecían diversas enfermedades»(vv. 32.34).

Es Incuestionable la acción curativa de Jesús. Repitámoslo: suprimir de los cuatro evangelios las referencias a curaciones masivas, grupales y personales supondría descuartizar la buena nueva de la vida pública. A Jesús no le intere­saban solo las almas, le importaba el ser humano completo, que es espíritu en­carnado, cuerpo animado.

Y el motor de sus curaciones era el humanismo de su corazón, su compa­sión, su misericordia, hacia las miserias humanas, también las corporales: «Me da compasión esta gente»(cf. Me 6,34).

Reflectir: Mirando a! Jesús histórico real, hemos de cambiar nuestra acti­tud de «salvar almas»por la de «salvar personas», porque Jesús pasóhaciendo bien corporal y espiritual.

■ 3a secuencia: Programa de !a vida pública de Jesús {Le 4,16-21)

Tras la contemplación de una síntesis de la vida activa de Jesús y de una jornada de su agenda, ofrezco una tercera sugerencia sobre el «manifiesto»de ia actividad pú­blica de Jesús, por si aún falta materia.

Sin cansarnos, sigamos a Jesús andariego desde Cafarnaún hasta su pueblo:

Llegóa Nazaret (...) y, como tenía por costumbre, entróel día festivo en la sinagoga y se puso en pie para leer las Escrituras. Le dieron el libro del profeta Isaías y, al abrirlo, encontróel pasaje que dice: «El Espíritu de! Señor estásobre mí, porque me ha consagrado para llevar a los pobres la buena nueva de la salvación; me ha en­viado a anunciar la libertad a ios presos y dar visión a los ciegos, a liberar a los opri­midos y a proclamar un año de gracia»{vv. 16-19).

 

103

 

\          ¿Fue causal el haüar esta página de ta Escritura, o fue elegida por jesús? Sin duda,

J   encontróeste pasaje porque, tras desenrollar el rollo, lo buscó. ¡Lo habría leído y í    meditado tantas veces! Era ei programa escogido para toda su vida pública, allí, en /    el Nazaret de su vida privada. Allíestaba María. Acerquémonos a ella, para ver ¡     cómo bebe las palabras de su Hijo.

j           Lo primero que llama la atención es e! influjo del Espíritu Santo: «El Espíritu del

I Señor estásobre mí». Si ya el comienzo de la vida histórica de jesús fue por la acción 1 del Espíritu Santo (Le 1,35), el comienzo de su vida pública también: «Fue llevado al I desierto por el Espíritu»(1,12). Y al volver, el Espíritu Santo se posósobre él en el bautismo y el Padre lo proclamósu Hijo querido (Me 1,9-11). Y ahora, a! comienzo de su misión mesiánica, la empieza dejándose llevar por la presencia del Espíritu: «Está |     sobre mí».

Reflectir: ¿Es para nosotros ei Espíritu Santo el Dios desconocido, o es el Alma de nuestra vida espiritual y apostólica? ¿Es el Viento y la Llama de nuestro Pentecostés pastoral, como el de la primitiva iglesia?

Aprendamos a quéconduce el Espíritu a Jesús: a Nevar la buena noticia salva-| dora a los pobres, a iluminar a los ciegos, a proclamar un año de gracia. Y por dos ¡veces aparece en el programa la liberación: a liberar a los oprimidos y a liberar a /       los presos.

Reflectir: ¿Quéhemos hecho de la Teología de la Liberación? ¿Liberamos de cual-; quier opresión, esclavitud, cárcel moral o física? ¿Seguimos ¡a opción posconciliar | por ios pobres, o la hemos olvidado ya? ¿Iluminamos con la luz evangélica a los cie­gos voluntarios o ignorantes? ¿Cumplimos la consigna de Jesús: «Vosotros sois ¡a luz del mundo»(Mt 5,14) Ante la oscuridad espiritual y moral de una sociedad de espal­das al Evangelio, ¿cedemos a la tentación del pesimismo, o encendemos nuestra vela para iluminar cristianamente alrededor? ¿Proclamamos la gracia perdonadora, o cargamos las conciencias y la vida de !a gente?

Coloquio: Terminemos pidiendo a jesús que nos admita en el compromiso de to­mar como programa cristiano su tarea de predicar y dar trigo, de sanar y liberar, de ¡        anunciar !a buena nueva del Reino de! Padre.

i \

\                  TEXTO DE APOYO

\

\                Sabor a Cristo

\
\
\               Saber a Cristo vivo,

\             amarle con pasión,

\            seguirle intensamente,

\           concédenos, Señor.

1(3.4


Gustar a Jesucristo, quererle más y más, servirle cada día, otórganos, Señor. Desvélanos al Cristo maestro de los hombres, salud de los enfermos, haciendo siempre el bien.

(R. de Andrés71)

71R. de Andrés, En todo amar y servir, o. c.


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4

3a SEMANA LA CRUZ DE LA MONEDA PASCUAL

1. «EN GRANDÍSIMA SEÑAL DE SU AMOR»

Cenáculo: eucaristía, lavatorio, mandamiento

Si ya hemos hecho nuestra reforma de vida, siguiendo las huellas de Cristo rey, ¿qué nos queda por hacer en los dos días restantes de ejercicios? Muchísimo. San Ignacio dice que nos queda ratificar o rectificar nuestro proyecto, a la luz del Misterio pas­cual de jesús. Por eso, vamos a dedicar este día a la Tercera Semana, la de la cruz de la moneda pascual -la pasión y muerte de jesús-, y mañana a la cuarta semana, Ja cara de la Pascua: la resurrección de Cristo.

■ Cenáculo

San Ignacio coloca como primera contemplación de la tercera semana la eucaristía, puente entre la vida pública y !a pasión mortal de Jesús.

  • Composición de lugar: El cenáculo es la cita para ver cómo Jesús afronta «su hora», quéhace antes de la hora de los adversarios y del poder de las tinie­blas.
  • Petición: Conocimiento interno de Jesús cuyo amor cordial, entrañable, se manifiesta en el invento de la eucaristía, el lavatorio de los pies, y el manda­miento del amor cristiano.

Es una contemplación. Pidamos permiso a las autoridades de jerusaién para entrar en el cenáculo. Y si no nos lo dan, acerquémonos a un sagrario, como a un televisor, para asistir, aquíy ahora, a lo que hizo Jesús en el primer Jueves Santo, porque el Je­sús actual de la Eucaristía es el mismo del Cenáculo.

107

 

■ Eucaristía

j San Ignacio, de sobriedad vasca en ejercicios, aquíusa dos superlativos: «Instituyó i el sacratísimo sacrificio de la eucaristía, en grandísima señal de su amor». Y es lo que \ vamos a ver en su triple vertiente de presencia, alimento y sacrificio. ¿Por quéla Eu­caristía es una prueba de grandísimo amor?

•   Eucaristía Presencia. El amor pide cercanía del ser querido. Y cuando la proxi­
midad física resulta imposible, se recurre a sustitutivos para Henar la ausen­
cia: una foto, un ramo de flores, un regalo, un correo electrónico, una (Ja­
mada por el móvil: algo que nos acerque ai ser querido ausente.

Pues bien, la prueba del amor de jesús es que, cuando tiene que ausentarse físicamente, no quiere dejar a sus seres queridos, y su corazón inventa la eu­caristía. No un recuerdo, ni una foto borrosa, sino su presencia real en cuerpo, alma y divinidad. La eucaristía es una corazonada de Cristo Corazón.

Es señal contundente de amor, porque a nadie se le hubiera ocurrido jamás tal invento. Psicológicamente, es imposible reaccionar tan generosamente en «ía noche en que iba a ser entregado»(1 Cor 11,23). Una persona normal se alegra de que, al fin, va a poder alejarse de los que ha tenido que soportar du­rante tres años. Todo lo más dirá: «Os perdono, pero ahíos quedáis. Me alegro de librarme de vosotros». Pero Jesús es el hombre ideal, y más que hombre, Dios. Por eso Jesús se queda, libre y lúcidamente. Y no porque él necesite nues­tra compañía, que tan mal le fue, sino porque nosotros íbamos a necesitarla en esas horas bajas que todos registramos en nuestro reloj personal, para ese ca­mino de Emaús que recorremos cansados de ser buenos, huyendo de los demás, necesitados de exclamar: «Quédate con nosotros porque anochece»(Le 24,29) y se oscurece la fe. ¿Quésería de nosotros sin el sagrario?

Pero, la presencia de Jesús bajo las especies eucarísticas nos ha de recordar su otra presencia bajo las especies humanas: «Lo que (no) hicisteis a ellos, (no) me io hicisteis a mí»(cf. Mt 25,45), porque yo estoy en ellos, especialmente en los más necesitados: hambrientos, destechados, enfermos, solitarios, desnudos...

Reflectir: ¿Somos cismáticos, dando culto al Jesús eucarístico y no culti­vando al Cristo en su Cuerpo social?

•   Eucaristía Alimento. Pero el amor, que pide presencia, necesita también

,        unión, fusión. La comunión Mega a su máximo exponente humano en et «serán

i.        los dos una sola carne»(matrimonio). Y en la amistad, donde se habla del

\       amigo como de otro yo. Pero aún existe otra fusión más profunda y perma-

I      nente que la amistad y el matrimonio: la del alimento, que se hace carne pro-

pia con el que come. Gandhi decía: «Si Dios viniera a ía tierra, lo haría en |      forma de pan».

\

1<j>8


Pues bien, otra prueba dei amor de jesús en la eucaristía es que añade a la presencia estática en el sagrario, el dinamismo del alimento: «Tomad y comed: esto es mi cuerpo». «Tomad y bebed: ésta es mi sangre de ía nueva alianza» (Me 14,22.24).

La eucaristía es una fusión como ía de la comida y la bebida en simbiosis con nosotros. Pero hay una diferencia esencial entre la comida eucarística y el alimento natural. Al comer, asimilamos tos alimentos hasta convertirlos en carne propia, porque somos superiores a ellos. Pero, en la comunión, como Je­sús es superior a nosotros, nos asimila, hasta autorizarnos a decir: «¿Vivo yo? ¡No soy yo: es Cristo quien vive en mí!»(Gal 2,20). El filósofo Feuerbach decía: «El hombre es lo que come». Y como sólo come materia, solo es material. Pero, ¿y si come a Cristo? Entonces se cristifica, se diviniza. Por eso, Jesús afirma: «Quien come mi carne y bebe mi sangre vive en míy yo en él»(jn 6,54).

Reflectir: ¿Cuántos miles de comuniones hemos recibido? ¿Cómo comulga­mos: con rutina, o como si fuera la primera, o la última o la única comunión de toda ía vida? San Ignacio, ya ordenado sacerdote, espero más de un año antes de celebrar su primera misa, para prepararse mejor. Pero la comunión del jesús eucarístico debe armonizarse con la comunión del Cristo comunidad. No.podemos comulgar a Jesús y «no tragar»a ios hermanos. Más aún: quien come la carne de Jesús no puede contentarse con esa comunión personal, sino que ha de pasar a la comunión social, dando de comer al Jesús hambriento, que nos dice en la Eucaristía: «Dadles vosotros de comer»(Mt 14,16) a los miem­bros hambrientos de mi Cuerpo. La comunión no es comer, sino comer juntos: «partir el pan»es compartirlo. Por eso, el que comparte el pan eucarístico ha de compartir el otro pan, los otros panes. Asílo entienden los cristianos lúci­dos, como Helder Cámara, que cuenta cómo una religiosa misionera recorrió varios kilómetros para ir a misa y comulgar. El obispo le dio la comunión y des­pués le dijo: -Hermana, Vd. ya estáen comunión con Jesús, porque la gente a la que sirve es él.

Reflectir: ¿Respondemos a la comunión pasiva (comulgar) con la comunión activa (dar comida)?

Eucaristía Sacrificio. Pero en la eucaristía como expresión del amor de Jesús aún hay más: ía tercera dimensión. Hemos recordado que el amor pide presen­cia y hambrea fusión. Hay que añadir que el amor exige sacrificio por el ser amado.

Un amor que se contenta con la grata convivencia, el gozo de la intimidad y el placer de la cohabitación, con ¡a luna de miel en plenilunio, puede ser un amor de pocos quilates. El amor se da también hasta en lo malo: «aguanta sin límites, soporta sin límites»(1 Cor 13,7). Para llegar a su plenitud, el amor debe llevar en sus pliegues el sello de! sacrificio en favor del otro. Mientras no se

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V

10


llega a la prueba de fuego del sufrimiento por la persona amada, el amor es aún incierto. Pero si es capaz de soportar penas y sinsabores, de compartir en­fermedad y humillación, de encajar traición e infidelidad, entonces ei amor puede sacar nota de sobresaliente o matrícula, en la reválida de su examen fi­nal. Por eso, en la fórmula del amor matrimonial se dice: «Asíen lo bueno como en lo malo».

Pues bien, la prueba máxima, inequívoca, del amor de Jesús a la humani­dad -a cada ser humano, a mí- radica en que Negóa ia pasión y ia cruz, reali­zando el dicho del Cantar de los cantares: «El amor es fuerte como la muerte» (cf. Cant 8,6). jesús mismo dijo: «No hay amor mayor que el dar la vida por los amigos»(jn 15,13}. Y éi, «habiendo amado a los suyos, los amóhasta el fin» (13,1).Y para que esa muerte no quedara como un acto aislado, perdido en fa lejaníadel siglo I, quiso repetirlo millones de veces. Mandórenovarlo, in­cruenta pero realmente, misteriosa pero verdaderamente en el sacrificio de la eucaristía: «Haced esto en mi recuerdo»(Le 22,19). Es decir, para que recordéis cada día lo que os quiero, hasta dónde he llevado mi amor. Porque yo no he muerto solo por mis contemporáneos deíGólgota, sino por cada uno de los humanos de todos ios tiempos y lugares. Por eso quiero que repitáis, hasta que vuelva al fin de la historia, mi único sacrificio redentor, múltiple en miiiona-rias repercusiones.

Como una estrella muerta hace años luz sigue brillando hoy en el cielo, el Cuerpo de jesús, muerto hace dos mil años en el Calvario, sigue muriendo por nosotros en el aitar, incruentamente, pero con el mismo amor de su corazón en la cruz. Su única muerte de entonces sigue llegando ahora intacta a cada una de nuestras celebraciones eucarísticas.

La Eucaristía es el memorial de su Pasión. Por eso, cada vez que asistimos a su celebración es como si estuviéramos presentes en el cenáculo la noche de la última cena. Mejor aún, como si asistiéramos a la muerte de jesús en el Calva­rio, pues la eucaristía es su actualización sacramental. Cada misa es el único y mismo sacrificio del Viernes santo, adelantado el jueves santo en el cenáculo y repetido miüones de veces en miles de altares hasta que jesús vuelva, las veinticuatro horas del día y de !a noche en un reloj ininterrumpido, ¡jesús está actualizando su muerte, aquíy ahora, en cada misa! Jesús quiere extenderse cada jornada en la mesa del altar para darse de nuevo por cada comunidad, como lo hizo aquella tarde en ia cruz y aquella noche en el cenáculo. Y como entonces se entregófísicamente, hasta la última gota, ahora en la Eucaristía lo realiza sólo sacramentalmente, pero con la misma entrega de entonces.

Refiectir: Al contemplar lo que Jesús hizo en el cenáculo y padecióen el Calvario y hace en la eucaristía diaria, por todos y cada uno -por mí-, he de preguntarme: ¿Quédebo yo hacer y padecer por Cristo? Por el Cristo com­pleto, personal, eclesial y social. ¿Cómo debo partirme y repartirme?


■ Lavatorio (Jn 13,1-20)

Otro aspecto del amor de Jesús en el cenáculo es el lavatorio de los pies a los suyos, porque el amor auténtico se hace también servicio. Una madre que ama, realiza los más variados servicios a sus hijos, hasta los más bajos y los menos agradables. Por eso Jesús no solo afirma que él ha venido a servir, sino que !o cumple, hasta con el servicio más bajo y humilde. Si e! Bautista dijo de Jesús: «No soy digno de desatarle la correa de las sandalias»(Le 3,16), como un esclavo, a jesús no se le caen los anillos por lavar los pies de sus discípulos, oficio de esclavos.

Es tan importante esta manifestación servicial del amor de Jesús, que Juan la na­rra en lugar de la última cena, como equivalente a! amor encerrado en la eucaristía.

A Pedro no le cabe en la cabeza este abajamiento dei Señor, pero jesús íe dice: «Ya lo entenderás más tarde»(v. 7). ¿Entendemos nosotros ya eso de «os he dado ejemplo para que vosotros hagáis lo mismo unos con otros»(v. 15)?María sílo en­tendió, al poner en su tarjeta de visita: «Aquíestála esclava del Señor»(Le 1,38), ante el ángel en Nazaret, y al servir a ios demás en Cana y en AinKarim, Y los papas tienen como lema pontificio: «Siervo de los siervos de Dios», jaeques Gallot titula su libro Una Iglesia que no sirve no sirve para nada. La Madre Teresa de Calcuta y sus monjas sílo entienden, a! unir la adoración del jesús eucarístico con el servicio de los cuerpos más necesitados. Y tantos cristianos solidarios. San Ignacio homologa el amor y el servicio cristiano en el esíogan «En todo amar y servir», amar sirviendo, servir amando. Como el jesús eucarístico y esclavo en el Cenáculo, que dice: «Yo es­toy en medio de vosotros como el que sirve»(Le 22,27). Y añade: «El que quiera ser el primero entre vosotros sea el último y el servidor de todos»(Mt 10,43)..

•Coloquio: Pedir amor al jesús que nos ama asíen el cenáculo y a los que él ama, hasta e! servicio más humilde, y dejándonos comer, como una madre, que da su sangre en la gestación y su leche en la lactancia, para alimentar a sus hijos. Sintiendo un amor maternal, jesús, en la sobremesa del cenáculo, llama «Mijitos míos»a sus discípulos (cf. Jn 13,33}.

■ Su mandamiento

El punto tercero ignaciano sobre el cenáculo es: «Y les hizo un sermón». Puedes sa­borear el discurso de jesús tras la última cena (Jn 13-17). Yo voy a proponer solo el comienzo de su despedida: la exhortación a querernos a su estilo: «Amaos como yo os he amado»(Jn 13,34).

Agustín afirma: «Cristo solo era necesario para enseñarnos el amor». Realmente, nos lo enseñódesde la encarnación por amor, hasta la institución de la eucaristía (presencia, alimento, sacrificio) por amor, y con el lavatorio de los pies como amor servicial.

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I Ahora, después de que nos lo ha enseñado con obras, nos lo quiere enseñar con j palabras como su testamento: «Este es mi mandamiento: que os améis mutuamente | como yo os he amado».

E! amor altruista y solidario, hasta ef extremo de darse y dar la vida, es el patrón , oro del auténtico cristianismo. «En esto conocerán todos que sois mis discípulos: en   ¡ \ que os queréis como yo os quise»(v. 35). «A mi manera»: sin reservas, sin condicio-   i , nes, sin peros. La única señal visible de los seguidores de Jesús es el amor efectivo a / ; los demás a su estilo. Solo ese amor es el aire de familia cristiano. Ni los tres votos I (obediencia, castidad, pobreza), ni las cuatro virtudes cardinales (prudencia, justi-j cia, fortaleza, templanza), ni siquiera las otras dos virtudes teologales (fe y espe-| ranza) caracterizan al cristiano: solo el amor-caridad, hasta el extremo de vivir, des-!  vivirse y morir por los demás. «Nadie tiene amor más grande que quien da la vida por sus amigos»(Jn 15,13). Como Jesús.

•  Coloquio con el Jesús del cenáculo, para que nos enseñe a valorar su amor de presencia, comunión y sacrificio, por míy por todos.

  • para que nos enseñe a imitar su amor de servicio a los demás en el lava­torio.
  • para que nos ayude a practicar ese amor de entrega a su estilo con los I otros.         /

TEXTO DE APOYO

Gracias te damos por esa cena, la última tuya, primera nuestra, que repetimos hasta que vuelvas. Gracias te damos por el mandato de amarnos mucho, como tú hiciste, que nos quisiste hasta el extremo.

(R. de Andrés n).

2. «SE ENTREGÓA LA MUERTE POR MÍ» Pasión y muerte de Jesús

A lo largo de ia 2- semana de ejercicios, hemos intentado conocer a Jesús desde su encarnación hasta su vida pública, para más amarle y mejor seguirle. Y la anterior


I contemplación la hemos dedicado a degustar los regalos de la eucaristía, de! manda-ímiento del amor y del ejemplo de servicio de Jesús a los suyos. Y hemos reflejado este /   amor sobre nosotros, para aprender a querer al Cristo completo: Cabeza y Cuerpo

eclesial y social.
/          Pero nos falta contemplar algo esencial en la vida de jesús, para identificarnos

I con él por completo: su pasión y muerte. Por eso san Ignacio añade ia tercera se-I mana para contemplar el misterio de Jesús crucificado. Si nos hemos identificado l con el Jesús activo, hagámoslo también con el Jesús paciente. Si nos hemos gozado con el Jesús de los misterios gozosos y luminosos, suframos ahora con e! Jesús de los mis-( terios dolorosos de su rosario vital. ¿Con quétalante hemos de abordar la Pasión de I     jesús?

■ Petición y contemplación

San Ignacio nos ofrece dos opciones, concretadas en una doble petición.

•La primera petición es completar la meditación del pecado, si quedóa medias tras el coloquio: «¿Quéhe hecho por Cristo?». Si me sentífrío, ahora tengo otra oportunidad para pedir dolor por mis pecados, causa de la pasión de je­sús: «Demandar dolor, sentimiento y confusión, porque el Señor va a la pasión por mis pecados». Pero esas lágrimas no han de ser fruto de un esfuerzo vo-luntarista, sino de un don. Como la gracia que recibióla poetisa Ernestina de Champourcín:

Un día me miraste como miraste a Pedro. ¡Quélucha de silencios libraron en la noche tu amor y mi deseo! Un dia me miraste, y todavía siento la huella de ese llanto que me abrasópor dentro. Aún voy por los caminos soñando aquel encuentro. Un día me miraste como miraste a Pedro".

 

 

 

" Ibidem. 112


" E. de Champourcín, o. c, p. 147.

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•La segunda petición ignaciana responde al deseo de identificarme con el jesús doliente, compadeciéndole y aprendiendo a compadecer con él. De ahíia pe­tición: «Pena interna de tanta pena que Cristo pasópor mí(=por mi amor y ejemplo) y quédebo yo hacer y padecer por éi». Y como es una gracia, pedirla al Padre y a la Madre doiorosa,

Como se trata de una contemplación: «Mirar las personas, oír lo que dicen y ver lo que hacen», «como si presente me hallase», «para reflectír y sacar algún prove­cho». San Ignacio añade otras dos consideraciones, con otros tantos superlativos de ponderación: «Mirar cómo la divinidad se esconde y deja padecer la sacratísima hu­manidad tan crudelísimamente, y considerar lo que Cristo padece en su humanidad».

Se trata de una contemplación. Por eso, realizarla «como si me hallase pre­sente», yendo yo a aquel tiempo o trayendo la pasión aquí, ya que repercute en este tiempo: Jesús me redime hoy. Asistir a la Pasión no como espectador ajeno, sino como actor implicado. Como un «extra»mezclado en esas «Pasiones»populares, en que todo el pueblo representa ia pasión,

Creo que el mejor modo de contemplar la Pasión es el silencio activo. Por eso, le­jos de un comentario grandilocuente, ofrezco pistas diversas, para que cada uno elija la que le ayude más.

■ 1a pista: parcelar la pasión de Jesús en dos bloques: pasión interna y pasión externa

La interior es la pasión del corazón y del alma. La exterior es la pasión del cuerpo.

•  Pasión íntima:

Tristeza: «Empezóa entristecerse y angustiarse...me muero de tristeza» (Me 14,33-34).

Miedo: «Comenzóa sentirse atemorizad, angustiado»(Me 14,33).

Repugnancia: «Y decía: Aparta de míeste trago»(Me 14,36), este mal trago.

Abandono: «¿No habéis podido velar una hora conmigo?»(v. 37). «Todos lo abandonaron»(v.50) «Dios mío, ¿por quéme has abandonado?»(Me 15,34). Abandonado por los suyos y por su Padre.

La escena encoge el alma. En medio de las sombras de la noche, Jesús se adentra en el huerto de los Olivos. Poco a poco «comienza a entristecerse y angus­tiarse». Luego se aparta de sus discípulos buscando, como era su costumbre, un poco de silencio y paz. Pronto «cae al suelo»y se queda postrado, tocando con su rostro la tierra. Los textos tratan de sugerir su abatimiento con diversos tér-

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minos y expresiones, Marcos habla de «tristeza»; Jesús estáprofundamente triste, con una tristeza mortal; nada puede poner alegría en su corazón; una queja se ie escapa: «Mi alma estámuy triste, hasta la muerte». Se habla también de «angustia»: Jesús se ve desamparado y abatido; un pensamiento se ha apo­derado de él: va a morir. Juan habla de «turbación»: jesús estádesconcertado, roto interiormente. Lucas subraya la «ansiedad»: lo que experimenta Jesús no es inquietud ni preocupación, es horror ante lo que le espera. La carta a los He­breos dice que jesús lloraba: al orar le saltaban las «lágrimas»74.

Traicionado: «Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?»(Le 22,48).

Vendido: Comprado por treinta monedas, precio de un esclavo.

Atado: jesús, e! Hombre libre, atado con una cuerda, maniatado, espo­sado.

Rechazado: Por el pueblo y por los dirigentes: «¡Quita, quita, crucifícale!» (Le 23,20).

Pospuesto a un ladrón: «¡No sueltes a ese, sino a Barrabás!»(Le 23,19), al César: «No tenemos más rey que César»(jn 19,15), «Si lo sueltas, no eres amigo del César»(Jn 19,12).

Insultado: Jesús, Sabiduría de Dios, insultado como loco, por Herodes y su corte. Jesús, Hijo de Dios, insultado como blasfemo, por el Sanedrín religioso.

Avergonzado: Como un malhechor entre ladrones, en público, durante la Pascua.

Condenado a muerte vil: Jesús, la vida, que ha venido a dar una vida abun­dante. Hay que ponderar esta infamia:

Atar a un ciudadano romano es una ofensa; herirle es un crimen; matarle, casi un parricidio. ¿Quédebo decir si es colgado de una cruz? No hay epíteto que pueda describir cosa tan infamante (Cicerón).

De toda esta pasión interior, ¿quécausómás dolor al corazón de jesús? Un salesiano relata el impacto que le causóescuchar, yendo en coche, este pro­grama de radio:

-¡Bienvenido a casa, Hijo!

-Hola, Padre.

-¡Quéalegría me da verte! Hacía mucho tiempo...

-Sí, Padre, mucho tiempo. Ha sido duro. Duro como los clavos. Duro como el

madero.

-Ya lo sé. ¿Quéfue lo más duro?

" j. A. Pagóla, jesús. Aproximación histórica. Madrid, PPC, 2007, p. 401.

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í

 

-¡El beso, Padre, el beso...!

-Sí. Pasa y deja que te abrace.
¡                Me puse a llorar... El relato me golpeócon fuerza. Me quedésobrecogido".

í                                                                                                     (Megan Mekenna)

Dejemos que nos impacte en nuestro corazón. También debiódolerle igual­mente la traición de Pedro, que él mismo recuerda así:

Me vio de Sejos, volvióel rostro y me miró. Solo eso. Pero su mirada silenciosa colmóla oscuridad de inmensas palabras. Hacía frío y yo ya no me calentaba con el fuego. La luz lechosa del amanecer empalidecía aún más su rostro lívido de toda una noche sin dormir, entre burlas y vejaciones. Tengo clavados esos ojos en mi alma, romano, con una doble sensación: por un lado, me atraviesan las entrañas como puñales {...} Son ojos de un amigo traicionado y ojos de ena­morado que gritan: «A pesar de todo te sigo queriendo; me has dejado solo, ti­rado, has renegado de mí; pero aquíestán mis manos atadas para abrazarte. Ese canto del galio ha herido mi alma. Pero yo sigo queriéndote, confiando en ti. Tú sigues siendo mi amigo, Pedro, Cefas, piedra, cimiento de mi casa...»76.

•   Pasión externa:

En Getsemaní: sufrimiento somatizado hasta sudar sangre.

En e! pretorio: bofetones y salivazos, coronación de espinas, azotes a la columna (rememorar ia sangrienta secuencia de La pasión según Mel Gibson).

En la Via crucis: El peso de ia cruz, las caídas, crucifixión, sed, asfixia, ago­nía lenta

En Calvario: Muerte violenta a los treinta y tres años, recién estrenada la plenitud somática.

Crucifixión: «La muerte más miserable de todas»(Flavio Josefo), «el suplicio más cruel y terrible»(Cicerón), «crudelísimo y terrorífico suplicio»(A. Verres).

Reflectir: Si no te conmueve esta pasión del jesús doliente, pedir a ¡a Ma­dre doiorosa que cambie tu corazón de piedra por un corazón de carne.

■ 2S pista: contemplar la pasión actual, la del Cuerpo místico, la del Cristo social

Porque, además de la doble pasión de jesús (interna y externa), hay una tercera: «Cristo estaráen agonía hasta el fin de los siglos»(Charles Péguy); «Todos los días es Viernes Santo»(Pascai); «Siempre es Viernes Santo»(Martín Descalzo); «¿Por quéme


persigues»en los miembros de mi cuerpo eclesial? (Jesús a Saulo) (cf. Hch 9,4). Hay «pasos»de carne y huesos, en el viacrucis de la historia, no solo en las tallas proce­sionales:

Vi pasar al Hijo de Dios con una corona de espinas y le dije; «¿Es que no ha acabado ya tu martirio? ¿No ha dado ya su fruto?»Me mirócon sus ojos penetrantes: «¿Es que no has entendido nada? |Fíjate bien! Cada alma es un calvario»77.

Lo que (no) hicisteis con cualquiera de ellos (no) lo hicisteis conmigo (cf. Mt 25,^ 40.45); «Si él dio la vida por nosotros, nosotros debemos darla por los hermanos»' (1 jn 3,16); «Sufro en mi carne lo que falta a la pasión de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia»(Col 11,24} y la humanidad.

Reflectir: ¿Somos cireneos y verónicas del Cristo doliente en ia pasión de la his­toria?

3a pista: Contemplar nuestra pasión y pasividades, relacionándolas con las de jesús

Tras las dos pasiones personales de Jesús (interior y exterior) y la pasión del Cristo místico, es aleccionador contemplar una cuarta pasión, la nuestra.

♦ Ante mi sufrimiento moral y mis dolores físicos, imitar a jesús paciente espiri­tual/corporal. Jesús no nos quita la cruz, pero nos enseña a encajarla cristiana­mente. Jesús rehusóel dolor: «Si es posible, pase de míeste trago»(Mt 26,39). No hay que buscar la cruz por sí. Jesús aceptóel dolor: «No se haga mi volun­tad sino la tuya». Llevar la cruz del deber humano y cristiano: «Quien no lleva su cruz cada día no puede ser discípulo mío»(cf. Le 14,27).

Cruz ordinaria es el trabajo, el cansancio, el deterioro por el paso del tiempo: la desmemoria, la disminución de fuerzas.

El trabajo nos urge,

nos concentra y astilla, poco a poco, la muerte nos hiere y purifica78.

Cruz extraordinaria es una enfermedad, una traición, una calumnia, un fracaso, una separación, un olvido, un desprecio, una posposición, tergiversa-

 

 

 

" M. MacKenna, La cuaresma día a día. Santander, SaíTerrae, 1999, 432 pp. nP. M. Lamf.t, o. c.


" R. A. Taylor, en H. Lewss, En casa con Dios. Bilbao, Mensajero. 78Himno de Tercia de la Liturgia de las Horas.

 

 

 

116


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ción, persecución... Puede darse también la pasión por ser buenos: «Como me han perseguido a mí, también os perseguirán a vosotros». La fidelidad a jesús lleva consigo la oposición como parte de su cruz. No extrañarse. Pedir fuer­zas. «En el mundo tendréis sufrimientos, pero ánimo: Yo he vencido al mundo» (Jn 16,33). Confiar en la victoria final por los méritos de Jesús. Después de la cruz, viene la luz.

Ante la pasividad de jesús en la pasión y muerte, contemplar nuestras pasivi­dades. La mitad de nuestra vida son actividades: estudiar, trabajar, planear, hablar, dar ciase, etc. En ejercicios hemos encontrado su sentido: convertirlas en servicio diligente. Pero la otra mitad son pasividades: padecer todo lo que cae fuera de control dentro y fuera de mí. Solo en las pasividades de Jesús ha­llaremos sentido a las nuestras.

Pasividades internas: Las que provienen de mímismo (mi psicología y mi cuerpo): La experiencia de nuestra contingencia, vivida como inseguridad exis­tencia!; la tensión vital se convierte en contradicción: vivircon angustia ei hiato entre lo que soy y lo que querría y no puedo ser, entre lo que hago y de­bería hacer. «Hago el mal que no quiero y dejo de hacer el bien que quiero» (Rom 7,19); la impotencia sentida ante realidades propias y ajenas que no puedo cambiar; la vejez y el deterioro físico, los achaques, que erosionan mi cuerpo.

Pasividades externas, las que provienen de los demás, cuando los otros me estorban, me asedian, me condicionan, me obligan a hacer lo que no veo ni quiero; cuando los demás inciden en mi vida con sus críticas, sus competen­cias, problemas que no son los míos, con sus apremios, sus manipulaciones, sus conveniencias; cuando los otros limitan mi tiempo con sus peticiones, sus imposiciones, caprichos, sus necesidades, me engañan, me desengañan y frus­tran mi ilusión y mi capacidad vital; cuando personas o la vida me relegan a un plano secundario, tras ocupar primeros puestos.

Coloquio. Ante esta realidad de mi pasión y mis pasividades, acudir a Jesús crucificado:

En esta tarde, Cristo del calvario, vine a rogarte por mi carne enferma; pero a! verte, mis ojos van y vienen de tu cuerpo a mi cuerpo con vergüenza. ¿Cómo quejarme de mis pies cansados, cuando veo los tuyos destrozados? ¿Cómo explicarte a ti mi soledad, cuando en la cruz alzado y solo estás? ¿Cómo explicarte que no tengo amor, cuando tienes rasgado el corazón?


Ahora ya no me acuerdo de nada, huyeron de mítodas mis dolencias. El ímpetu del ruego que traía se me ahoga en la boca pedigüeña. Y solo pido no pedirte nada, estar aquíjunto a tu imagen muerta, ir aprendiendo que el dolor es solo !a llave santa de tu santa puerta ".

m A- pista: contemplar tres posturas distintas ante la cruz, para elegir la cristiana

Primera postura mala: Hedonismo. Es mala por carta de menos. Rechazo de cualquier cruz. Búsqueda del placer y el gusto por símismos, a toda costa. Exprimir la existencia como una naranja que sólo estáahípara sacarle todo el jugo. Narcisismo. Egoísmo.

Ser miembros activos del consumismo: tener cada vez más cosas innecesarias o inútiles.

Declinar el pronombre de primera persona singular: «Yo, de mí, para mí, a mí,

¡oh yo!».

Segunda postura ante la cruz: Victimismo, dolorismo, masoquismo. Mala por carta de más: búsqueda de la cruz por la cruz. Cuanta más cruz mejor. Postura ascé­tica ya superada. Jesús rechaza esta actitud, porque la cruz, el dolor, el sufrimiento en síson malos.

Tercera postura ante la cruz: La cristiana, la buena: la cruz de aceptar las limita­ciones humanas: imperfecciones, enfermedades, envejecimiento, adversidades, in­justicias, incomprensiones, convivencia, achaques, fracasos...

La cruz del cumplimiento del deber y sus consecuencias, cuando es duro, pe­sado, gris.

La cruz de los votos: pobreza de lo necesario y conveniente, sin lujos; castidad sin amor egoísta, de amor altruista; obediencia de poner la voluntad propia al servi­cio ajeno.

La cruz de neutralizar las pasiones e inclinaciones negativas, para liberar la diás-tole del corazón para el amor servicial a los otros,

La cruz de ayudar a otros, de ser cirineo: la más cristiana. «No pesa, es mi her­mano».

Reflectir: ¿En quétesitura estoy: narcisismo, masoquismo, o aceptación solidaria?

Himno de Vísperas de la Liturgia de las Horas.

 

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■  5a pista: contemplar la pasión de Jesús como entrega (activa y pasiva)

«Entregar»es un verbo recurrente en la vida de Jesús:

Entrega del Padre: «Tanto amóDios al mundo que le entregóa su Unigénito» (Jn 3,16). ¿Esto incluye eímandato riguroso de la entrega a !a pasión y muerte? ¿Es Dios un sádico? No podía entregar al Hijo bueno a ia muerte por los hijos malos. Lo entrega a la vida humana con todas sus consecuencias, hasta las provenientes de la maldad humana.

Entrega de los líderes religiosos: lo entregaron a Pilato, para que lo matara, por­que ellos no podían hacerlo bajo la dominación romana.

Entrega de la autoridad civil: Pilato lo entregóa los soldados, para que lo mataran.

Autoentrega de Jesús: «Se entregóa la muerte por mí»(cf. Gal 2,20). «Levan­taos, vamos de aquí»(Me 14,42). «Yo entrego mi vida libremente, nadie me la quita»(Jn 10,11).

Reflectir: Ante este Jesús de la entrega generosa hasta la última gota, pregun­tarme: «¿Para quévale la vida sino para entregarla?». A jesús y por Jesús.

■  6a pista: contemplar la pasión concordada de los cuatro evangelistas, selecti­
vamente (solo las frases que me impactan m
ás), y reflictiendo en cada paso so­
bre mí


TEXTO DE APOYO

Pasión de Cristo

Gracias te damos, porque cargaste sobre tus hombros, allá en el huerto, el gran pecado del mundo entero. Gracias te damos, porque sufriste condena injusta, que nos libera. Siendo inocente, nos rescataste

(R. de Andrés80).

3. «MI AMOR ESTÁCRUCIFICADO»

Mujeres en la pasión y Siete palabras de Jesús

En resumen, hay dos talantes para contemplar la pasión de Jesús:decirle «¡Lo siento! Yo tuve la culpa», o decirle: «¡Gracias! Has muerto por mí: por mi amor y

mi ejemplo».

Por si la contemplación anterior no ha sido suficiente, vamos a entrar por otras puertas, que nos ayuden a penetrar en la pasión de Jesús, Siempre activamente, como un «extra»o comparsa que interviene: escuchando, preguntando, mirando,

dejándose mirar.

Hay un libro de Gabriel Mirótitulado Personajes de la pasión. Y es que se puede mirar ia pasión a través de las personas que intervienen en ella, amigos y adversarios.

 

 

 

■  7a pista: contemplar la pasión separadamente, según cada evangelista

Aplicar ¡a fórmula anterior, siguiendo selectivamente, uno a uno, ios cuatro evan­gelios.

  • 8a pista: contemplar la pasión según el Canto del Siervo, en Isaías (52,13-53,1)
  • 9- pista: contemplar la pasión según la carta a los Hebreos (5,1-10; 7,26-27; \           9,11-15; 10,11-14; 13,10-15)

\


■ Mujeres en la pasión

Si te da devoción, puedes contemplar la pasión femenina de Jesús, es decir, los seis pasajes en que aparecen mujeres durante el Viernes santo. Tres de ellos, reseñados por los cuatro evangelistas; uno, solo por Mateo; otro, solo por Lucas; y otro, solo por Juan.

•La criada de Caifas (Mt 26,69-72). Una criada, la portera del palacio del sumo sacerdote, desencadena las negaciones de Pedro. ¿Es culpable? Seguramente es solo curiosa: «Lo mirófijamente»(como suelen hacer las porteras). Tal vez

R. de Andrés, En todo amar y servir, o. c.

121

 

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solo quería proteger de extraños la casa de su amo («tienes acento galileo»). Tal vez veía en el intruso (por intercesión de Juan) un enemigo, como partida­rio del jesús que juzgaba su señor, el sumo sacerdote, Pero toda la culpa es de Pedro, que en lugar de aprovechar la ocasión para dar la vida por el Maestro, como había prometido, o al menos para dar !a cara por él, le niega cobarde­mente por partida triple.

Reflectir: Mirando a esta portera, nos preguntamos: ¿somos ocasión, aun­que sea leve, de caídas ajenas, o más bien ayudamos a los demás a manifestar su seguimiento de Jesús?

•   La esposa de Pilato (Mt 27,19). Una mujer pagana intercede por jesús ante su
marido poderoso. Seguramente, habría oído hablar de Jesús a sus criadas he­
breas o en las tertulias femeninas de Jerusalén. En lugar de inhibirse ante el
procurador (como las mujeres de los poderosos, que no influyen en lo que
ellos hacen), le previene para que no actúe mal. Llama a Jesús «inocente»o
«justo». Simpática mujer.

Reflectir: Contemplar a la esposa del gobernador romano, nos cuestiona. ¿Tenemos miedo de interceder por jesús y por ios inocentes y justos persegui­dos, por miedo al quédirán, a los poderosos, pecando de omisión? Cierto que Pilato no hizo todo lo posible por salvar a Jesús, pero su mujer cumpliócon su deber de salir en favor del reo inocente. ¿Nos encogemos de hombros ante las injusticias? ¿Nos inhibimos, con la excusa de que eso no va con nosotros, de que no podemos hacer nada? ¿O damos la cara?

Prócula me atendía extasiada.

-Me interesa mucho lo que dices. Te confieso que al despertarme aquel día, después de haber soñado con él, me moría de ganas de conocerle. Esto no lo sabe Poncio, pero no estuve todo el tiempo asomada a la ventana del pretorio. En compañía de una esclava me mezclécon la multitud para verle de cerca. Te­nía el rostro completamente desfigurado, pero, al acercarme, me miróy en mi vida olvidaréesa mirada, que no era ciertamente ia de un delincuente. Me pa­recía la mirada de un enamorado, como si me agradeciera lo poco que había intentado hacer por él. Como si me conociera de toda la vida. Tampoco era la mirada de un loco; ni de un místico extático, uno de esos muchos fanáticos que abundan aquí. Era la mirada de un hombre diferente, no sé, con un deje nostálgico infinitoS1.

•   El grupo de mujeres en el viacrucis (Le 23,27). «Lo seguía una multitud del pue­
blo, y de mujeres llorando y lamentándose por él». Por ia reacción de jesús,
parece que solo las mujeres lloraban compasivamente su situación. El pueblo

:' P. M. Lamet, o, c, p. 262.

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seguiría curioso, morboso o indiferente, el paso del cortejo hacia el Góigota.   i La mujer suele ser más sensible que el varón ante el mal ajeno. Jesús se volvió   l y les dijo: «Vecinas de jerusalén, no lloréis por mí; llorad por vosotras y por vuestros hijos». Nobleza de Jesús, que, en lugar de encerrarse en su dolor pa­sado, presente y próximo, atiende al que les espera a las mujeres y sus hijos en   / la destrucción futura de la ciudad.

Reflectir: ¿Tenemos ese corazón tierno de las mujeres de Jerusalén, ante ios  í
sufrimientos de los viacrucis actuales del Cristo-Humanidad? ¿Tenemos el co-/
razón de Jesús, que antepone el dolor ajeno al suyo propio? ¿O somos unos/
quejumbrosos?                                                                                                   \

Los evangelistas no hablan de ia Verónica, pero síuna larga tradición más\
que verosímil. Una de las plañideras, no contenta con llorar, se destaca y en- \
juga el rostro de Jesús con un pañuelo. Y jesús se lo paga, imprimiendo en la   \
tela su rostro sudoroso, ensangrentado y escupido. Preciosa reliquia: Veré-    \
nice
(Verónica) significa icono verdadero.                                                                  i

Reflectir: ¿Vemos el rostro doliente del «más hermoso entre los hijos de los     I
hombres»(cf. Sal 45,2), en los millones de rostros sufrientes de sus miembros      i
maltratados? ¿Limitamos nuestra compasión cristiana a un llanto afectivo, o
hacemos algo efectivo para remediar ¡os múltiples dolores ajenos, según núes-      l
tras posibilidades personales y comunitarias? ¿Somos paño de lágrimas para
los llantos ajenos? ¿O solo lloramos por nuestras penas, como si fueran las úni­
cas o las principales?                                                                                                     \
•  E! grupo de mujeres en el Calvario (Mt 27,55-56; Me 15,40-41). Ante el crucifi­
cado, «estaban allí, mirando a distancia, muchas mujeres que habían subido
con él a jerusalén». Eran las discípulas, colaboradoras y admiradoras del Je-
. sus de la vida pública. A la hora de la pasión, contemplan desde lejos. Segu­
ramente, no se acercaron más solo por impedimentos legales, no por cobar­
día. Al menos se portaron mejor que los apóstoles y discípulos varones, que
abandonaron a jesús en Getsemaníy no aparecieron por el Góigota, excepto
Juan.                                                                                                                              i

Reflectir: Los mártires y perseguidos por la causa de jesús son tanto varo­nes como mujeres. ¿Quéactitud adoptamos ante las horas bajas del cristia­nismo, como las actuales? ¿Contemplamos ia situación a distancia, o damos la cara por defender la causa de jesús?

Por su parte, Lucas nos habla de mujeres ante el sepulcro: «Las mujeres
que lo habían acompañado desde Galilea, fueron detrás para observar el se­
pulcro y cómo habían colocado el cadáver. Se volvieron, prepararon aromas y
ungüentos, y el sábado guardaron el descanso de precepto»(Le 23,55-56): Esto
se llama «Operación perfume», por cariño. Como no habían hecho nada por
evitar la muerte de Jesús (¿quépodían hacer?), le quieren obsequiar después
de muerto. Algo es algo. Menos hicieron los discípulos varones.                                 (

12?

 

Reflectir: ¿Nos contentamos con devociones afectivas, poniendo parches a las muertes injustas que nos rodean? ¿O luchamos por evitar esos asesinatos por condenación de inocentes, abortos millonarios, enfermedad, sida? •Las tres Marías en el Gólgota (Mt 27,56; Jn 19,25-27). Juan, entre el grupo de mujeres distantes, destaca a las tres Marías y las coloca cerca: «junto a la cruz de jesús estaba su madre, María de Cíeofás y María Magdalena».

Pero la que sobresale es María la madre, la mujer valiente y solidaria con su Hijo. «Estaba»: aunque traspasada su alma y su corazón por la espada del dolor, afrontó¡a afrenta de ser la madre del ajusticiado por el poder religioso, civil y militar, como un malhechor. Había llegado ía hora profetizada por Si­meón. Y allíestaba, deshecha, pero de pie, junto al Hijo.

Su tía estaría allípor solidaridad con la Madre y con el Hijo en aquel duro trance. Pero, ¿dónde estaban los primos y familiares varones de Jesús? Solo efia, la mujer de Cleofás.

Y María Magdalena estaba allíporque se lo pedía eícorazón agradecido y enamorado. No le importaba la humillación, sino estar a su lado para amarle mucho, porque Jesús le había perdonado mucho, y ia había liberado de sus de­monios personales. Quienes no entienden otro amor que el carnal inventan novelas y películas casando a María de Magdala con jesús de Nazaret. Pero hay amores distintos, que no necesitan la sexualidad para expresarse: amis­tad, altruismo, agradecimiento.

Yo he amado y amo con toda mi aima a Jesús. Todo el mundo dice que ha sacado de mísiete demonios. Llámalas enfermedades si quieres. Y éi me amaba ardien­temente. Me permitía que le cuidara, que ungiera sus pies y ie preparara la co­mida. Se perdía en mis ojos, como yo en los suyos. Nunca he sentido ese estre­mecimiento de zambullirme en lo infinito como mirándole, o cuando ambos olvidábamos ia sensación del tiempo al contempiar juntos caer la tarde sobre el lago.

Pero si me preguntas si yo era el único amor de Jesús, su amor exclusivo, su es­
posa, te diréque no. Él tenía un corazón tan grande que no podía agotarse en
un único amor; ni tener la propiedad privada de un cuerpo ni de nada; ni atarse
con unos esponsales. Navegaba en un mar de amor donde podía acudir a su en-/
cuentro cualquier barquichuelo por desnortado que fuera ".                                               i

I I

Reflectir: No pudimos participar con Jesús de su crucifixión humillante y dolo^

rosa. Pero sípodemos asistir ahora activamente a ese «siempre es Viernes santo»del

Cristo social.

621 bidém, p. 340.


Coloquio: Contemplando a! Jesús del Calvarlo, degustemos repetidamente la ex­clamación de san Bernardo: «¡Mi Amor estácrucificado!». Y acercándonos a María, repitámosle: «Te acompaño en el sentimiento». Y saboreemos el Stabat mater dolo-rosa,

m Las siete palabras de Jesús en la cruz

Si no tienes suficiente materia con la contemplación femenina de !a pasión de jesús, puedes acercarte a la cruz y escuchar de sus labios las siete palabras más famosas de la historia. Las puedes escuchar como dichas en aquel tiempo, para sintonizar afec­tivamente con nuestro Redentor en el momento cumbre de su entrega por nosotros y por todos. O mejor, puedes escucharlas como dichas ahora. Si con la telefonía mó­vil y los sonares podemos captar voces a distancia local, ¿por quéno captar voces a distancia temporal? ¿Por quéno recuperar un día las siete palabras de jesús perdidas en la atmósfera? Al menos, escuchémoslas como un eco. Porque jesús vive aquíy ahora: «Yo estarécon vosotros todos los días {Mt 28,20) y afirma que sus palabras no pasarán.

•   1- palabra: «Padre, perdónalos, pues no saben lo que hacen»(Le 23,34),

Ahora sigue intercediendo ante el Padre: «Siempre vivo para interceder por nosotros»(Heb 7,25). «Hijos míos, no pequéis. Pero si pecáis, Abogado te­nemos ante el Padre: Jesús el Justo»(1 jn 2,1). El argumento de Jesús sigue en pie: «No saben lo que hacen». No lo sabían los soldados, pero los cristianos ¿no sabemos que pecar es «volver a crucificar en el corazón al Hijo de Dios»? (Pablo).

Ante ei ejemplo de perdón de jesús, ¿quéhacemos como miembros de su Cuerpo? ¿Pedimos que Dios perdone a los pecadores? ¿Odiamos el pecado, pero no a los que pecan?

¿Quéhacemos con los otros miembros de Cristo? ¿Perdonamos a nuestros deudores, como Jesús? Seamos conscientes al atrevernos a rezar: «Perdónanos como nosotros perdonamos».

•   2~ palabra: «Hoy estarás conmigo en el paraíso»(Le 23,43).

Fue la respuesta de jesús a! buen ladrón, que le había rezado «Acuérdate de mícuando llegues a tu reino»(v. 42). Fue la proclamación del Cristo rey, al que hemos jurado seguir. Es el reconocimiento de que el Reino de Cristo tiene una dimensión eterna, como había anunciado el ángel: «Su reino no tendrá fin»(Le 1,33).«Cristo vence, Cristo reina, Cristo impera».

Y ¿quénos dice Jesús a nosotros aquíy ahora? Que recemos «Venga a noso­tros tu reino»a la tierra y la historia. Y que colaboremos para que se cumpla:

125

 

i                          Jesús muriócon las manos vacías, agujereadas, por haberlo dado todo.

I                                                                   Solo le quedaba el alma y se la dio al Padre.

¡                           jesús murióuna muerte atroz, física y moralmente: en cruz de esclavo y

i                     malhechor (entre 2 ladrones), repudiado religiosa y socialmente, en la fiesta

I                                                                                                    solemne de la Pascua.

¡                           Pero nada ni nadie le quitaron la confianza y ef amor filial hacia el Padre.

1                          Para tener fa muerte de Jesús en manos Padre, tengamos su vida de en-

I                                                                                              trega a Dios y a los demás.

I             Se dice que hay que morir con las manos llenas de buenas obras. No está
mal. Pero estámejor morir con las manos vacías por haberlo entregado todo

;                                                                                                 en vida, como hizo Jesús.

/          Coloquio: Ante este Jesús crucificado, preguntémonos: ¿para quévale la vida,

|    sino para darla? Y recémosle: «En la hora de mi muerte, llámame y mándame ir a ti,

j     para que con tus santos te alabe».

í ¡

TEXTOS DE APOYO

i i

f                Simón de Cirene

Entonces me miró. Sentí un escalofrío por todo el cuerpo. Sus ojos, tras el velo de la sangre, penetraron en mí como un bálsamo, como cuando mi madre me abrazaba de pequeño para que no llorara; como cuando, en Cirene, de niño, descubrí por primera vez el azul del mar. Me miró y el griterío, la fiebre de mi frente, las voces de mando de los soldados, la angustia interior, todo, todo se calló. Un silencio inexplicable me inundó por dentro, me aislaba de todo. Solo oía palpitar mi corazón. Me apreté a aquel palo y cerré los ojos. Pensé que aquella madera era la de la cuna de mis hijos, el bote anclado en la playa donde conocí a la que sería mi esposa. Sentí que aquel pedazo de cruz no era tan pesado como me pareció al principio, o bien una fuerza especial me ha­cía llevarlo con garbo. ¿Era la vida así, o la hacía tan dura nuestra manera de mirar? Sentí que su mirada atravesaba el tiempo. Yo, en aquel instante, no sé cómo expresarlo, me sentía fuera del cuerpo, como si flotara; y algo, como un beso de fuego, me calentó el corazón. Luego, días después, comprendí mejor lo que me había ocurrido, cuando Santiago, uno de sus discípulos, me contó que un día, cuando les hablaba de lo que se le venia encima, dijo: «Quien quiera seguirme, niegúese así, cargue con su cruz cada día y venga conmigo. Quien se empeñe en salvar su vida la perderá; en cambio, quien pierda su vida por mí la salvará. Pues ¿qué le aprovecha al hombre ganar el mundo en­tero si se pierde o se malogra él? Que mi yugo es suave y mi carga ligera»".


Pasión de Cristo

Gracias te damos, porque moriste, siendo la Vida, por los culpables. Por ti podemos ser inmortales. Gracias te damos por esa lanza que abrióla puerta de tu costado, para mostrarnos tu ardiente amor.

(R. de Andrés84)

 

 

 

P. M. Lamet, o, c, pp. 315-316.


84R. de Andrés, En todo amar y servir, o. c.

 

 

 

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129

 

5

CUARTA SEMANA LA CARA DE LA MEDALLA PASCUAL

1. «RESUCITÓDE VERAS Mi AMOR Y MI ESPERANZA» Resurrección y Apariciones femeninas de Jesús

¿Puede haber un final mejor de ejercicios que el de la tercera semana: «Mi Amor está crucificado»? Sí, el de la cuarta semana: «Mi Amor estáResucitado». Por eso, para identificarnos con el Cristo completo, hemos de dar la vuelta a la moneda de la Pas­cua, desde la cruz de la Pasión a la cara de la Resurrección.

¿Cuál es la imagen definitiva, actual, de Jesucristo? No es la del crucificado del Viernes santo (un día de túnel), sino la del resucitado del Domingo de Pascua (esta­ción término). Si «siempre es Viernes santo»para et Cristo Cuerpo social, siempre es Domingo de Resurrección para el Jesús personal,

Es verdad que el Jesús que preside nuestros altares y pechos es el crucificado. Pero es porque consideramos la cruz como exponente máximo de! amor de su cora­zón. Mas esa imagen no es la contemporánea. El jesús de la cruz pasó, El que queda

es el Jesucristo glorioso.

Por eso, ya se ven imágenes del Cristo resucitado (con la cruz detrás) presidiendo iglesias y capillas. Pero ya antes, en otras épocas, presidía los templos el Cristo Pan-tocrator, sereno y señorial, dominador desde la cruz como desde un trono regio. Es el Jesús del cuarto evangelio.

Y por eso, san Ignacio no termina sus ejercicios ante el jesús crucificado de ter­cera semana, sino con el Cristo glorioso de la cuarta. Ayer contemplamos a Jesús en la cruz de la medalla pascual (pasión y muerte). Hoy vamos a contemplarlo en la cara del misterio cristiano (la resurrección). San Ignacio orienta nuestra contempla­ción de la cuarta etapa de ejercicios a identificarnos con el Cristo glorioso como algo propio, De ahíla finalidad de la contemplación:

•Petición: «Pedir gracia para alegrarme y gozarme intensamente de tanta glo­ria y gozo de Cristo nuestro Señor». Se trata de un don más difícil que compa­decerse dei Jesús paciente, porque la alegría del bien ajeno es menos propia del corazón humano. Por eso se usa con mayor frecuencia el verbo «com-pa-decer»que el verbo «con-gratularse». Es más fácil decir «¡Cuánto lo siento!»" que decir «¡Cuánto me alegro!».

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Resurrección de Cristo

La realidad del Jesús definitivo es la del mensaje de (os ángeles: «No busquéis entre los muertos al que vive»(cf. Le 24,5); es la del título Historia de un Viviente, pues es el perpetuo contemporáneo de todas las generaciones. «Cristo, una vez resucitado, ; ya no muere más. La muerte ya no tiene dominio sobre él»(Rom 6,9).

Ei núcleo principal de !a primitiva predicación cristiana es la resurrección de Cristo. Así, Pablo: «Si Cristo no ha resucitado, nuestra fe estávacía. ¡Pero Cristo ha resucitado!»(1 Cor 15,14). Así, Pedro en su primer discurso en los Hechos: «Dios le ha resucitado»(cf. Hch 2¡24).

A! Jesucristo actual (el del sagrario y el cielo) nada ni nadie le puede tocar un mi- i
límetro la orla de su felicidad infinita. Eso debe alegrarnos mucho. Hemos de fomen­
tar el gozo profundo y sincero por la gloria de Jesús. Un gozo altruista como el de
una madre por los éxitos del hijo, y el de buenos hermanos por el triunfo del primo­
génito.                                                                                                                         '

Gozo, porque Dios lo ha resucitado y ha dado el visto bueno a su vida y muerte por amor al Padre y a los hombres. La última palabra del Padre sobre Jesús no es el si­lencio a la pregunta del Hijo en la cruz «¿Por quéme has abandonado?»(Me 14, 34), sino la del salmo: «Túeres mi Hijo, yo te he engendrado hoy»(Sal 2,7), el día de Pas­cua para una vida eterna y feliz.

Gozo, considerando «cómo la divinidad, que parecía esconderse en la pasión, se muestra ahora tan milagrosamente, en la santísima resurrección»de Jesús, nuestro jefe y señor, maestro y amigo, nuestro todo.

Gozo, porque el mismo Cristo resucitado «trae oficio de consolador», Dice tam­bién san Ignacio: «Como unos amigos suelen consolar a otros», asíconsuela Jesús a sus tristes discípulos.

Gozo por el don de la paz que trae jesús: «La paz sea con vosotros»es el saludo habitual en las apariciones. «La paz os dejo, mi paz os doy»(Jn 14,27). Hasta tres ve­ces lo repite Jesús en una sola aparición. «Él es nuestra paz»(Ef 2,14).

Gozo por la visión consoladora de Cristo: «Los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor»(jn 20,20). Más que esas personas luminosas que nos encontramos a ve­ces, Jesús resucitado irradia auténtico gozo alrededor y entre los suyos.

Gozo por la presencia eclesia! de Cristo resucitado; «Donde haya dos o tres reuni­dos en mi nombre, allíestoy yo en medio de ellos»(Mt 18,20). «Yo estarécon vosotros todos los días hasta el fin del mundo»(Mt 28,20). También hoy y cada jornada de nuestro calendario y de toda la historia.

Y gozo por la donación del Espíritu Santo consolador, «el Espíritu de la verdad que os revelarála verdad plena... él os recordarátodo lo que yo os he dicho (Jn 16,13-14), según las necesidades de cada época, lugar, situación personal y eclesial.

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■  Apariciones femeninas de Jesús

Para empaparnos de este gozo que derrama Cristo resucitado, san Ignacio nos invita a vivirlo y experimentarlo, contemplando las apariciones a los suyos antes de la As­censión.

Seleccionando entre todas, vamos a contemplar solo las tres apariciones femeni­nas, primicias deíencuentro con Jesús resucitado: la de María, la Mujer con mayúscu­la; la de Magdalena, la mujer enamorada, y la del grupo de mujeres disctpulas.

  • Recordemos el sentido de la contemplación: Meterme en la escena de enton­ces con la imaginación o actualizar la escena ahora con la fe, porque el Cristo resucitado es el que estáaquícon nosotros en este momento y cuando haga­mos esta contemplación.
  • El esquema de las apariciones es siempre el mismo: 1) una situación negativa, 2) una irrupción de Jesús, 3) un cambio de situación a positivo, 4) una misión.
  • Petición: Renovar la petición ignaciana de la cuarta semana: «Gozo intenso de tanta gloria y gozo de Cristo», mirando su oficio de consolador, y viendo rea­parecer su divinidad.

■  Aparición a la Virgen (EE 299)

¿Podría Jesús dejar a María, la primera discípula, su madre, con la imagen de la Do-lorosa del Viernes santo al pie de la cruz, o la de la Soledad del Sábado santo? San Ig­nacio, gran devoto de María, desde Nuestra Señora de Aránzazu hasta la Virgen de la Strada, dice: «1- aparecióa la Virgen María. Lo cual, aunque no se diga en ía Es­critura, se tiene por dicho en decir que se aparecióa tantos otros. Porque la Escri­tura supone que tenemos sentido común, como estáescrito: "¿También vosotros es­táis sin entendimiento?"». Nadie merecía la aparición de Jesús, porque nadie tenía fe en su resurrección. Pero María sí. San Ignacio dice que fue la primera porque, como antes del estreno oficial de una película, hay una premiére, asídedicóJesús un pase privado de su gloria a María,

¿Cabe aquíel «como si presente me hallase»? Preguntarlo a María, a ver si nos permite asistir a la visita que le hizo Jesús, a! menos desde un rincón.

  • ¿Quépasaría en este encuentro íntimo, sin testigos, en exclusiva, entre madre e hijo? Jesús cumpliría su papel de consolador con ella, más que con nadie. Porque María había participado como nadie en la pasión y muerte de su Hijo, con el alma y el corazón traspasados de compasión y dolor.
  • ¿Quéle diría jesús a su madre? Tal vez solo hubo un silencio más elocuente que cualquier palabra, o un abrazo y un beso interminables. O un «¡Gracias por

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aceptar el encargo del Padre de ser mi madre; y gracias por cumplir mi en­cargo de ser madre amable de mis hermanos menores!». ¿Y quéle diría Marta a Jesús? «Deja que te mire. ¡Québien te sienta ese vestido de luz! ¡Cómo brillan tus cinco cicatrices, más que rubíes!» ¿Quémisión le daría Jesús a María? Ahora eres la Madre del Cristo completo, eclesial y social, Ve al cenáculo y, con los discípulos, pide para mi iglesia la ve­nida del Espíritu Santo en pentecostés.

Reflectir: Como buenos hijos de María, alegrémonos del gozo entrañable de la madre común, y digamos:

Mañana de Pascua, saliópronto el Sol: inunda tu casa, te dice: «Soy yo». Albricias, María, lo malo pasó, lo bueno es eterno: jesús ya triunfó85.

Síayer recitamos el Stabat mater doloroso, hoy hemos de cantar el Regina coeli:

¡Reina del cielo, alégrate!,

porque el que mereciste llevar en tu seno,

resucitócomo había dicho.

¡Gózate y alégrate, Virgen María!,

porque resucitóel Señor realmente, aleluya.

■ Aparición a María Magdalena (Jn 20,11-18)

Si tienes bastante con esta contemplación cordial entre Jesús y María, quédate ahí, silenciosamente o con palabras, pues nadie como la madre para comunicarnos el au­téntico sentimiento de gozo por el triunfo de nuestro hermano mayor, nuestro jefe, nuestro amigo, nuestro Dios.

Si se seca la fuente de la contemplación y la consolación, puedes contemplar el encuentro de Cristo y Magdalena, otra María tan distinta de la Virgen, pero también con un gran amor a jesús.

•  Punto 1a: Sintamos la situación existencial de la discípula. Desolación y tris­teza: «María estaba llorando fuera»(v. 10). Escuchemos la misma pregunta de

85R. de Andrés, En todo amar y servir, o. c.


los ángeles y de Jesús: «Mujer, ¿porquélloras?»(vv. 13.15). Escuchemos la res­puesta: ¿Motivo del llanto? La ausencia de Cristo: «Porque se han llevado a mi Señor, y no sédónde lo han puesto»{v. 15). Lágrimas nobles, pero equivoca­das: «¿Por québuscas entre los muertos al que vive?». Reflectir: ¿Dónde buscamos a Jesús? ¿A quéjesús buscamos? ¿Solo en la cruz? ¿Solo al crucificado? «¡Ya no estáaquí!»(Mt 28,8). Ahora estáen todas partes. Ahora es el Resucitado sin límites de tiempo ni espacio, con su cuerpo espiri­tual omnipresente.

•   Punto 2a: Sintamos la relación interpersonal. Diálogo íntimo: «¡María!».
«¡Maestro!»(v. 16). Cristo muestra su oficio de consolador. Aunque Magda­
lena se ha quedado en el Jesús de tercera semana, como tiene mucho amor, él
ía consuela. Y ella reacciona como le llama siempre: «¡Mi Rabboni! ¡Maestro
mío!».

Reflectir: ¿Cómo llamamos a jesús? ¿Cuál es nuestro nombre preferido? De los mil nombres de Cristo, ¿con cuál nos quedamos? ¿Es Jesús nuestro único Maes­tro, nuestro único Señor?

  • Punto 3Q: Ahondemos en la relación: Una vez reconocido Jesús como el Vi­viente, Magdalena ya no quiere separarse de él: se agarra tan fuertemente a sus pies que Jesús tiene que decirle: «Suéltame»{v. 17). En lugar de quedarte en una relación meramente personal, contemplativa, parte en misión activa.
  • Punto 4a: Cristo le da a Magdalena el papel de evangeíizadora de los evangeli-zadores: «Ve a mis hermanos y diles: -Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios»(v.17).

No te quedes en una espiritualidad individua!, complétala con una eclesial. Da a los Once este mensaje consolador: «A pesar de subir al cielo, sigo siendo vuestro hermano mayor. Y mi Padre sigue siendo Padre vuestro, mucho más que antes, porque eternamente junto a Él, yo estaré"siempre vivo para inter­ceder por vosotros»(cf. v. 17), para pedir esa filiación divina adoptiva y esa fraternidad cristiana entre vosotros, fruto de mi glorificación. Y Magdalena cumpliósu misión. «Fue y dijo a los discípulos: -¡He visto al Señor! Y me ha di­cho esto»para vosotros (v.18).

Reflectir: ¿Cuándo los jerarcas varones de la Iglesia aceptarán el papel especial de la mujer en la comunidad y la pastoral eclesíales? ¿Comunicamos a los de­más palabras solo aprendidas, o experimentadas? ¿Transmitimos un Cristo solo leído, o «lo que hemos visto, oído y palpado del Verbo de la Vida»(cf. 1 Jn 1,1)? ¿Saboreamos la Secuencia pascual?:

¿Quéhas visto de camino, María en la mañana? A mi Señor glorioso, la tumba abandonada,

 

 

 

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los ángeles testigos, sudarios y mortaja. ¡Resucitóde veras mi amor y mi esperanza! Primicia de los muertos, sabemos por tu gracia que estás resucitado: la muerte en ti no manda.

Encuentro con María Magdalena:

Fue la primera en saberlo.

Yno por noticias de segunda mano.
Comenzaba con ella la experiencia pascual.
Jesús estaba vivo

y la llamaba por su nombre: ¡María!

Ella hizo lo mismo: ¡Maestro!

De nombre a nombre,

de persona a persona,

de discípula a Maestro,

la historia trágicamente rota

comenzaba de nuevo.

De nuevo,

pero también de otra manera.

Como Maestro, le decía Jesús:

No me sujetes, no me detengas.

Lo que no pudo hacer la tumba

no vas a hacerlo tú.

Apréndete esto:

Yo he resucitado para todos.

Yiedijo también:

No te sujetes tampoco a ti misma, no pierdas un minuto en abrazarme los píes. Son pies para el camino. ¡Pues al camino los tuyos! Anuncíales a los míos que estoy vivo.

Ya ti que te vean viva.
¡Alégrate, María! (...)
Pon tu cara,

tus pies

y tu palabra

al servicio de la Pascua.


 


Diles lo que túhas visto al otro lado de la cruz.

(JoséLuis Blanco Vega, SJ'

■ Aparición al grupo de mujeres, discípulas de jesús (Mt 28, 5-10)

Si no tienes bastante materia, tras saborear los encuentros de Cristo con la madre y la Magdalena, puedes pasara la contemplación de una aparición al grupo de mu­jeres.

•   Mensaje de! ángel: «No temáis»(v. 5). ¿Por qué? Porque el Jesús a quien bus­
cáis como crucificado, «ya no estáaquí: Ha resucitado.»(v. 5b). «No busquéis
entre los muertos al que estávivo»(Le 24,5).Y como le queréis tanto, no ten­
gáis ningún miedo, sino alegraos por é! y con él.

A continuación, el mismo Cristo les repite la consigna del ángel: «No te­máis»(v. 10). ¿Por qué? Porque la última palabra de mi Evangelio no es la del fracaso en la cruz, sino la del éxito de mi resurrección, que también os afecta a vosotras, que me seguisteis en las tareas apostólicas, en las penas hasta el calvario, y me seguiréis en las alegrías de la gloria.

«Y ellas se asieron a sus pies y le adoraron»(v. 9). (En mis primeros ejerci­cios a colegialas les formuléesta pregunta: «¿Quéharías, si se te apareciera je­sús?».Una me contestó: «Si se me apareciera Jesús resucitado, me subiría a una silla, le abrazaría, le besaría... y luego me ruborizaría y me moriría de ver­güenza»).

Reflectir: No hemos de abrazarnos solo al crucificado, sino también a! re­sucitado; necesitamos consolación para nuestras desolaciones.

•   Misión: Pero no os quedéis en adoración perpetua, como quería Pedro en el
Tabor, diciendo: «¡Québien se estáaquí!»(Mt 17,4). «Id a sus discípulos (v. 7),
les dice el ángel. «Id a mis hermanos -les dice Jesús- y decidles que vayan a
Galilea. Allíme verán»(v. 10). Paladeemos el sentido teológico de este men­
saje:

Para ver a! Cristo de la fe, al resucitado de Jerusalén, hay que ir a Galilea, al jesús de la historia, al de la vida oculta (Nazaret) y al de la pública: de las ex­cursiones galileas.

Reflectir: ¿Relacionamos el Cristo actual, de la cuarta semana, con el jesús de la segunda semana, el mismo y único?

L. Blanco Vega, Y tengo amor a lo visible. Santander, Sal Terrae, 1997, 192 pp.

 

■ Aparición a los dos discípulos de Emaús (Le 24,13-35)

Si no tuvieras bastante materia, añade la contemplación sobre la pareja de Emaús. ¿Que no se trata de una aparición a mujeres? Algunos piensan que el acompañante de Cleofás era su esposa. En cualquier caso, las mujeres aparecen como importantes en este relato de Lucas: «Algunas mujeres de nuestro grupo nos han desconcertado, pues fueron de madrugada al sepulcro... y volvieron diciendo que se les habían apa­recido unos ángeles y les habían dicho que éf estávivo»(24,22-23). Aquíse cumple, claramente, el esquema de las apariciones:

  • Situación vital: «Iban de camino a una aldea llamada Emaús, distante unos once kilómetros de Jerusalén»(v. 13). Iban pesimistas por lo que consideraban el fracaso de jesús: «Nosotros esperábamos que él fuera el libertador de Israel, pero ya han pasado tres días desde entonces.,.»(v. 21), y nada.
  • Interpelación de Jesús: «¡Quélentos sois para comprender y cuánto os cuesta creer lo dicho por ¡os profetas! ¿No tenía que sufrir el Mesías todo esto, antes de entrar en su gloria? (v.25-26).
  • Revelación de Jesús: «Y empezando por Moisés y siguiendo por todos los pro­fetas, les explicócada uno de los pasajes de ¡as Escrituras que se referían a él mismo»(v. 27).

Reflectir: Nunca estudiaremos ni meditaremos bastante la Biblia: es la fuente principal de nuestra fe. Pero no asépticamente, sino con interés y amor vitales, y de rodillas. «Buscad en las Escrituras, porque ellas hablan de mí»(Jn 6,40). Solo entonces se realizaráen nosotros lo que en los dos discípulos de Emaús: «¿No nos ardía ya el corazón cuando conversábamos con él por el camino y nos ex­plicaba las Escrituras?»{ v. 32).

•   La revelación de Jesús tiene una segunda parte en la cena de Emaús, cuando
«Jesús tomóel pan, dio gracias a Dios, lo partióy se ¡o dio»(v. 30). Es la fórmu­
la de la Eucaristía. «En aquel momento se les abrieron los ojos y fe reconocie­
ron; pero él desaparecióde su vista»(v.31).

Reflectir: ¿Cómo son nuestras visitas al sagrario? ¿Cómo son nuestras comu­niones? ¿Es la eucaristía el alimento de nuestra fe y de nuestra vida espiritual, fuente, centro y meta del cristianismo?

•   Misión: Como en las otras apariciones, también en esta se da la reacción típica
del que ha quedado impactado por el encuentro con Jesús: no se quedaron en
la casa para disfrutar a solas el consuelo del resucitado, sino que salieron a co­
municarlo a ios demás. «En el mismo instante emprendieron el camino de re­
greso a Jerusalén, donde hallaron reunidos a los Once y a todos ¡os demás...
Y ellos contaron lo que les había sucedido (vv.33-35). Nada de cansancio, nada
de terminar la cena, nada de dormir. A caminar con ilusión para hacer partíci­
pes a los otros discípulos de la buena nueva de la resurrección.


Reflectir: Cuando carguemos las baterías de nuestra fe y experiencia cristiana, en la eucaristía y la Escritura, no nos olvidemos de partir para expandir nuestras vi­vencias sobre Jesús muerto y resucitado, sobre el Cristo pascual.

TEXTOS DE APOYO La tumba vacía

El relato del sepulcro vacio, tal como está recogido al final de los escritos evangélicos, encierra un mensaje de gran importancia: es un error buscar al crucificado en un se­pulcro; no está ahí, no pertenece al mundo de los muertos. Es una equivocación ren­dirle homenajes de admiración y reconocimiento por su pasado. Ha resucitado. Está más lleno de vida que nunca. Él sigue animando y guiando a sus seguidores. Hay que «volver a Galilea» para seguir sus pasos: hay que vivir curando a los que sufren, aco­giendo a los excluidos, perdonando a los pecadores, defendiendo a las mujeres y ben­diciendo a los niños; hay que hacer comidas abiertas a todos y entrar en las casas anunciando la paz; hay que contar parábolas sobre la bondad de Dios y denunciar toda religión que vaya contra la felicidad de las personas; hay que seguir anunciando que el reino de Dios está cerca. Con Jesús es posible un mundo diferente, más amable, más digno y justo. Hay esperanza para todos: «Volved a Galilea. Él irá delante de vosotros. Allí le veréis»87.

Triunfo de Cristo

¡Aleluya, aleluya: Resucitó, Aleluya, aleluya, Cristo el Señor! Llenos de gozo por tanta gloria, cantamos himnos a tu victoria sobre la muerte, Señor Jesús. Llenos de gozo por tu mensaje de paz alegre, dicha y consuelo, te damos gracias, Cristo Jesús. Llenos de gozo por ofrecernos tu Santo Espíritu que nos perdona, te bendecimos, oh buen Jesús. Llenos de gozo por tu gran triunfo, Jesús, cabeza de nuestra Iglesia, te seguiremos donde estás tú.

j. A. Pagóla, Jesús. Aproximación histórica, o. c, p. 434,

 

 

 

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Llenos de gozo por el encargo de ser testigos del Evangelio, te prometemos llevar tu luz.

(R. de Andrés86).

2. «EN TODO AMAR Y SERVIR»

Contemplación para alcanzar amor

Los ejercicios rezuman una espiritualidad teocéntrica. Parten del principio funda­mental de alabar, reverenciar y servir a Dios Creador, para vivira su mayor gloria. ¿Cómo? Por medio de Jesucristo. É! es el intermediario con su vida-muerte-resurrec­ción (2a-4a semanas). Y ios Ejercicios terminan añadiendo a los tres verbos iniciales el principal: «amar». San Ignacio quiere poner el broche de oro a su estrategia espi­ritual ofreciendo una «contemplación para alcanzar amor».

Pero, ¿no hemos estado toda la semana contemplando a Jesús para más amarle? Sí, pero esta última contemplación es para amar más al Dios Amor. ¿De quéciase de amor habla san Ignacio? Porque ia palabra «amor»es polivalente: abarca desde el egoísmo más cerrado hasta el altruismo más abierto.

San Juan exhorta: «No amemos de palabra y con los labios, sino con obras y de verdad»(1 jn 3,18). San Ignacio hace eco al discípulo amado, diciendo: «El amor hay que ponerlo más en obras que en palabras»y «el amor consiste en comunicación de las dos partes: en dar y comunicar el amante al amado de lo que tiene y puede, y vi­ceversa». San Ignacio es un místico práctico. No se contenta con el agradecimiento: quiere también la correspondencia. Nuestras madres nos enseñaron a ser agradeci­dos ante ios regalos: «¿Quése dice? -Gracias». San Ignacio nos enseña a decir: «¿Quése hace? Pues haz túlo mismo. No es que no debamos ser agradecidos -hay gente desagradecida que dice: «Mucho más merezco yo»-. Pero la gratitud es poco. San Ignacio nos marca el fin de este ejercicio, concretándonos lo que pretendemos, adonde voy y a qué, en la hora final, con la siguiente petición.

Petición: «Pedir conocimiento interno de tanto bien recibido, para que yo, ente­ramente reconociendo, pueda en todo amar y servir a su divina Majestad»por todos sus beneficios.

•Para conseguir este amor de Dios, podemos empezar por una visión general: Una panorámica de la acción divina sobre el mundo nos revela: Dios ama siem­pre, porque Dios es amor y todo lo que hace tiene como su única explicación

R. de Andrés, En todo amar y servir, o, c.


y fundamento el amor, ya que no puede dejar de amar, porque esa es su esen­cia. Pero, también podemos desentrañar el amor de Dios, como nos sugiere san Ignacio, en tres vertientes: su amor-acción, su amor-comunicación y su amor-servicio. •El capítulo primero para alcanzar amor a! Padre es fijarse en su amor de obras, de dones. «El amor más puro es en esencia un obrar desinteresado»(Ladislaus Boros). Dios me ama porque me da continuamente, sin reclamar recompensa alguna.

•  Paso primero: Dios ama en sus regalos

El paso primero para alcanzar amor de Dios es contemplar sus dones naturales y es­pirituales:

Repasa ios beneficios generales naturales, pero particularizados, personalizados, individualizados en ti. Dios no obra por abstracciones -por la humanidad, por el gé­nero humano, por los hombres y mujeres- sino por cada uno de nosotros: nominai-mente, individualmente, por ti, con nombre y apellidos.

Pondera con mucho afecto los bienes naturales que Dios ha hecho por ti: crea­ción ecológica, belleza, alimentos, aire, agua... pensando en mí(este aire serrano, este vaso... para respirarlo yo, para beberlo yo; este paisaje para verlo yo, esta luna llena para mí).

Lo mismo, repasa los bienes culturales, producto del ingenio y las cualidades in­yectadas por Dios en el hombre, para que se traduzcan en o'bras maestras de la civi­lización: artes y ciencias y técnicas (música, pintura, arquitectura, literatura, TV), para mi disfrute. Avances, inventos (medicina, electrodomésticos) para mi bien.

Sobre todo, rememorar los beneficios espirituales generales, aplicados a mí: re­dención (desde la encarnación del Hijo por mí, hasta su gota de sangre concreta que me salva), los sacramentos (canales de gracia: el bautismo, que me hace hijo adop­tivo de Dios; la eucaristía, que me alimenta de Jesús; la confesión, que me devuelve la gracia divina hasta setenta veces siete). ¿Cuántos miles de comuniones?, ¿cuántos centenares de confesiones me ha regalado Dios hasta ahora?

Y los tres regalos especiales del corazón de! Padre para todos y cada uno de noso­tros: María, como madre espiritual hasta poder decir: «La madre de Dios es mi ma­dre»; Jesús como hermano mayor, salvador, liberador, amigo, redentor, al que he­mos conocido algo más estos días: «Tanto amóDios al mundo -a cada uno, a mí-que le dio -me dio- a su Hijo único»(cf. Jn 3,16). Y el Espíritu Santo vivificante, fuente de nuestra/mi vida espiritual,

En especial, degustar los beneficios específicamente individuales: mi cuerpo, mi alma, mi familia, mi patria, mi formación religiosa, mi nacimiento, mis amigos, mis estudios, mi vocación cristiana, religiosa, sacerdotal, mi apostolado, mis bienhecho­res espirituales, ¿cuántos ejercicios?

 

 

 

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Si Dios tuviera un refrigerador, tendría tu foto pegada en él.

Si Él tuviera una cartera, tu foto estaría dentro de ella.

Él te manda flores cada primavera.

Él te manda un amanecer cada mañana.

Él puede vivir en cualquier parte de! universo, pero Él escogiótu corazón.

Enfréntalo, amigo: i Él estáloco por ti!

(Facundo Cabral89).

Por último, es importante valorar ese cúmulo de beneficios anónimos de Dios, que desconozco: las miüonarias providencias para conservarme vivo, sano, salvo. También las incontables intervenciones divinas para evitarme males: accidentes, en­fermedades, lesiones, tentaciones,

Reflectir: ¿Mi respuesta a esta cadena de beneficios espirituales y materiales?: No solo «¡Gracias!»sino «Amemos a Dios, porque Éi nos amóprimero»(cf. 1 Jn 4,10). Dar desinteresadamente a Dios todas mis cosas, devolverle todo lo suyo, no solo el diezmo, el 10%. Repetir el ofertorio de la Misa: «Lo recibimos de tu generosidad y ahora te lo presentamos». Hacer un ofrecimiento persona! y de obras diario consciente.

Aprender de Dios a dar también a los demás sin cansancio, a pesar de ingratitu­des y rechazos. Quien ama a Dios ame también a su hermano, es decir, déademás a los otros.

■ Paso segundo: Dios ama entregándose

Pero hay más. El segundo capítulo para alcanzar amor al Padre es ponderar su amor de comunicación, de autoentrega. Dios me ama no solo dándome dones, sino dán­dose, comunicándose, haciéndose presente en sus dones naturales. Dios no es como esos jefes que envían un regalo por medio de su secretaria, sino llevándolo personal­mente, incorporándose a sus dones.

Apreciar la presencia permanente de Dios en mí, en el plano natural, conserván­dome, animándome, dándome sentidos (vista, oído, olfato, tacto, gusto), entendi­miento, voluntad, libertad, imaginación, memoria, cualidades personales y, sobre todo, haciéndome a su imagen y semejanza: rey de la creación.

Ponderar la acción divina en sus dones espirituales haciéndome templo de su di­vinidad y a! darme su gracia de filiación: «¿No sabéis que sois templo de Dios?»(cf. 1 Cor 3,16). «Mirad quéamor nos tiene el Padre que no solo nos iiamamos, sino que so­mos en verdad hijos suyos»(1 jn 3, 1-2).

Admirar la doble presencia de Dios en nosotros, activa y pasiva. Nadamos en Dios: «En él nos movemos, existimos y somos»(Hch 17,28) como peces en el agua.

F. Cabral, Reflexiones (canciones)


Y él estáen nosotros: Inhabitación del Padre. «Más íntimo a nosotros que nosotros mismos»(san Agustín}.

También estápresente en las cosas que nos rodean, desde los seres inanimados, las plantas, los animales, los hombres, dándoles el ser. Dios, el trascendente, es in­manente al universo.

Además, Dios estáen la historia humana, convirtiéndo!a en historia de la salva­ción, a pesar de las trabas que le ponen las libertades humanas.

Reflectir: Mi respuesta. ¿Cómo corresponder a esa múltiple presencia de Dios en mí y en lo que me rodea, como un enamorado? «Amor con amor se paga»: pagando con la misma moneda. Haciéndome presente yo a él, en mis dones, conscientemente. Re­novando mi ofrecimiento diario, con jaculatorias frecuentes: «Señor, todo por ti». También, dándome a los demás, como Dios, no impersonalmente, como ausente, sin interés, por obligación, como un robot, sino poniendo corazón y conciencia en el don.

■ Paso tercero: Dios ama sirviendo

Pero hay más. El capítulo tercero para alcanzar amor al Padre es mirar su amor de servicio. La tercera forma de amarme Dios es sirviéndome.

Ponderar que Dios trabaja para míen todas las cosas: en los cielos para que sigan su complejo orden, en los elementos naturales para que conserven su equilibrio eco­lógico. (Es el hombre quien abre el agujero de la capa de ozono, quien contamina la atmósfera),

Dios trabaja para míen las plantas y animales para que me sirvan de alimento, solaz.

También trabaja incansablemente en la historia y en la Iglesia, por su Espíritu, para mí,

Reflectir: Mi respuesta a este trabajo ininterrumpido de Dios en la naturaleza, en la historia y en la Iglesia, para que todo me ayude espiritual y materialmente, debe ser no solo darle gracias, sino trabajar sin descanso, AMDG, sirviéndole en todo. Tra­bajar también por aquellos por quienes Dios trabaja. Procurar ser providencia viva de Dios para los demás, manos y pies, corazón y solicitud de Dios para ios otros. Ha­cerme instrumento de Dios, para que Dios trabaje por los otros a través de mí.

¿Y cuando ya no puedo trabajar por mi edad o mis achaques? ¿No tienes un cora­zón que seguirálatiendo hasta el último suspiro? Pues siempre podrás ofrecer a Dios ese tictac de tu corazón, amándole y amando a los demás, a quienes él ama y sirve.

* Paso cuarto: Dios ama reflejándose

Todavía hay más. El cuarto capítulo: Ignacio nos ofrece una cuarta forma de con­templar el amor de Dios a mí. Es mirar todas las criaturas como reflejos de Dios en al-

 

 

 

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gunas de sus múltiples facetas: «Mirar-y admirar- cómo todos ios bienes descien­den de arriba (de Dios), como del so! los rayos, de la fuente las aguas».

Contemplar el mundo entero y cada una de sus partículas como un negativo fo­tográfico de Dios, una huella dactilar de su belleza, bondad. «Y yéndolos mirando, prendidos los dejóde su hermosura»(san Juan de la Cruz). Prendados nos deben de­jar a nosotros del Dios-Amor.

Reflectir. En respuesta a este derramarse Dios en mí, vivir a su imagen y seme­janza, como hijo que le copia, volcarme en Él y en su Reino, imitando su amor y su servicio.

Y al ver derramarse a Dios en las cosas, volcarme en los demás, hacer llegar a los otros todo lo que Dios hace descender a mí: tiempo, cualidades, compañía, profesio-nalidad...

•Coloquio final. ¿Cómo terminar la contemplación de tal catarata de dones de Dios, de su amor hecho acción, comunicación y servicio? Muchos dirán: con oración agradecida:

Gracias, Señor, por la aurora, gracias por el nuevo día, gracias por la Eucaristía, gracias por nuestra Señora, y gracias por cada hora que nos ha dado tu amor90.

¡Gracias!

Es tanto lo que te debo que no sé por dónde empezar.

Tus favores son numerosos; ¿quién podría contarlos?

Gracias porque me encuentro vivo

y porque soy capaz de darte las gracias.

Gracias por todo lo que tengo y por todo lo que soy.

¿Dices que no esperas que te dé las gracias?

Gracias, entonces, por quererme sin condiciones,

sin esperar siquiera que te dé las gracias.

Que tu amor pueda ser tan inmenso

como para darlo todo y darlo sin pedir nada a cambio;

sobrepasa los límites de todo conocimiento humano.

¿Qué podré decirte para darte las gracias?

Cualquier cosa que diga será buena,

con tal de que me salga del corazón.


Tú no deseas sacrificios, lisonjas, palabras inteligentes, ni piropos.

Tú, cuyo nombre es Amor, te regocijas con nuestras alegrías.

Tu deleite es hacernos el bien.

Te mantienes atento, ávido de hacernos el bien.

Haces que salga el sol,

tanto para el agradecido como para el desagradecido. (...)

¡Gracias por tan inexplicable amor!

Ni siquiera he empezado a comprender

lo que Tú has hecho por mí, lo que Tú harás por mi,

o lo que tu amor es capaz de hacer.

¡Gracias! ¡Gracias! ¡Gracias!

¡Acepta mis palabras. Mi inútil silencio,

todo mi ser que te está dando las gracias! (...)

¡Gracias, Dios mío, mi Amor, mi Todo!

¡Gracias por este deseo de darte las gracias!

(Joe Mannath9i).

f      Agradecer a Dios sus dones es justo y necesario. Pero, ¿basta con el agradeci-;  miento? Mejor seráque cerremos esta contemplación con la preciosa plegaria obla-

/  tiva que nos ofrece san Ignacio, glosándola y saboreándola, afectuosa y consciente-

/    mente, como si fuera la primera vez:

  • «Tomad, Señor y recibid». Te entrego el dominio de mi ser. Puedes usar de mí como te plazca. Puedes disponer de mi vida como quieras, cuando quieras y donde quieras.
  • «Toda mi libertad». Lo más íntimo de mi existencia, de mi personalidad, lo único auténticamente mío. La quiero emplear sólo en tu santo servicio.
  • «Mi memoria». Quiero recordarte solo a ti o recordar para ti. Como los ena­morados, que no dejan de recordarse mutuamente.
  • «Mi entendimiento». Quiero entender las cosas con tu sabiduría, con tu punto de vista.
  • «Mi voluntad». Quiero quererte a ti y querer como túquieres a laspersonas y las cosas.

•   «Todo mi haber y mi poseer», Mi yo: esencia y existencia, facultades y senti-
'               dos. Y mís cosas: poder, tener, saber, mis cualidades, mi tiempo, todo para tu

servicio.

•   «Vos me lo disteis; a Vos, Señor, lo tomo; todo es vuestro; disponed a toda vues­
tra voluntad». Reconozco la procedencia divina de todo lo que soy y tengo, y
os lo ofrezco para que lo aceptéis, de golpe o en el gota a gota, en la página a
página de cada día.

 

 

 

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De un Himno de Completas en la Liturgia de ias Horas.


I              " J. Mannath, ¡Cómo me has sorprendido! Madrid, Narcea, 1997, pp. 96-97.


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«Dadme vuestro amor y gracia, que esta me basta». Que solo el amarte y ser amado por ti me baste. Que todo lo demás (éxitos-fracasos, bienes-males) ca­rezca de importancia para mí, mi Dios y mi Todo. Porque «solo Dios basta», sólo túme bastas.

0 podemos terminar repitiendo, como un mantra, el eslogan ignaciano: «En todo amar y servir, en todo amar y servir, en todo amar y servir...»

TEXTOS DE APOYO

Te entrego, Señor, mi vida; hazla fecunda.

Te entrego, Señor, mi voluntad; hazla idéntica a la tuya.

Toma mis manos; hazlas acogedoras.

Toma mi corazón; hazlo ardiente.

Toma mis pies; hazlos incansables.

Toma mis ojos; hazlos transparentes.

Toma mis horas grises; hazlas novedad.

Toma mis cansancios; hazlos tuyos.

Toma mis veredas; hazlas tu camino.

Toma mi pobreza; hazla tu riqueza.

Toma mi obediencia; hazla tu gozo.

Toma mi nada; hazla lo que quieras.

Hazme nuevo en la donación, alegría en la entrega,

gozo desbordante al dar la vida, al gastarme en tu servicio.

(Anónimo).

Ofrecimiento:

¡Tomad, Señor!

Aunque, verdaderamente, el dar no es normal en mí, como lo es en ti.

Dame tu gracia, y toma lo que tanto me cuesta dar.

Tómalo; ya era tuyo; tú me lo diste todo.

Tómalo, porque yo quiero dártelo;

quiero que todo lo que me has dado pueda, a mi vez, dártelo a ti,

como un don, una ofrenda, una entrega total

que, desde ahora, la administres tú en mí,

para que dispongas de todo para ti, y solo para ti.

Fuera de tus dones, nada tengo que darte. (...)

Ahora que estoy plenamente consciente,

mientras mis facultades están aún intactas,

te las quiero ofrecer todas a ti.


Te las ofrezco mientras siguen en vigor,

mientras aún pueden ser utilizadas,

mientras puedes tú aún servirte de ellas.

Toma todo, Señor, recíbelo.

Te lo doy con todo afecto y voluntad;

acrecienta, Señor, mi amor a ti.

Me basta con tu amor y con tu gracia.

Cuanto tengo y poseo tú me lo diste.

Cuando muera, me reclamarás el préstamo

y volverás a recobrar las facultades

que, en depósito, quisiste confiarme.

Quiero ahora dártelas a ti todas,

para poder decir, con tus discípulos:

«Mira cómo lo hemos dejado todo

y hemos seguido tras de ti» (Mt 19,27).

Toda mi vida me he quedado o he retenido algo,

pero ahora quiero dártelo todo, íntegramente;

darte todo mi haber y poseer.

¡Toma todo, Señor, recíbelo!

(T.F. Doody, SJ92).

Para alcanzar amor

Para en todo servir, danos gracia, Señor, danos siempre tu ayuda, para alcanzar amor. Tú nos creaste, nos redimiste, Tú nos conservas y nos prometes darnos el cielo para gozarte. Tú estás presente, Motor del mundo, dando existencia, creando vida, haciendo templo de nuestros cuerpos. Todos los bienes de ti proceden, como los rayos del sol descienden: tierras y tiempo; también tu Reino. Tú nos regalas lo que tenemos, porque nos diste, porque te diste, debemos darte, debemos darnos. Tómalo todo, Señor eterno:

T. F. Doody, en H. Lewis, o. c.

 

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las libertades y los recuerdos, las voluntades y entendimientos Tú nos lo diste; te lo entregamos: es todo tuyo. Solo queremos tu amor y gracia, valor supremo.


(R. de Andrés93).

 

CONSIDERACIONES / PLÁTICAS

Jesús, maestro de oración Reglas para sentirse Iglesia «Servir a Dios es reinar» Solidaridad («Los hombres no son islas») «La justicia que brota de la fe» «Dichosos vosotros»(Bienaventuranzas) En el tiempo del Espíritu Cómo santificar la vida ordinaria

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9> R. de Andrés, En todo amar y servir, o. c.

 

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1

JESÚS, MAESTRO DE ORACIÓN

Dos elementos aparentemente contradictorios se perciben en la sociedad actual res­pecto de la oración, Por un lado, la dificultad para orar, nacida de la pérdida del sentido religioso sobre el mundo en genera! y sobre la vida humana en particular, fruto de la conciencia autosuficiente del hombre ante las fuerzas de la naturaleza, cada vez más domesticadas por la ciencia y la técnica y por la secularización am­biental, que va dominando los diversos niveles de las relaciones personales y socia­les. En cuanto a los cristianos, también estáa la baja el sentido y la práctica de la oración, en aras de un compromiso temporal, laudable pero erróneamente reducido a la acción exterior.

Por otro lado, en el mundo occidental, se detecta un auge del interés por las téc­nicas orientales de oración y de relajación, como una respuesta al estrés y a la dis­persión de la ajetreada vida moderna.

■ Jesús, orante ejemplar

En nuestro itinerario de los ejercicios, vamos a acercarnos a jesús como maestro de oración, pidiéndole al Padre conocimiento interno del Cristo orante, para más amarle y seguirle en su dimensión oracional.

Siempre y en todo lugar. La oración de jesús al Padre fue una constante de su vida, que no podemos marginar corno algo accidental, El autor de la Carta a los Hebreos pone como acto primero de Cristo, al entrar en el mundo, una oración: «¡Oh Dios!, túno has querido las ofrendas y los sacrificios; en su lu­gar, me has formado un cuerpo. No han sido de tu agrado ios holocaustos y las víctimas expiatorias. Entonces yo dije: -Aquívengo yo para hacer tu vo­luntad»(Heb 10,5-7). Las dos cosas deben impactarnos: el hecho de que Jesús inaugure su encarnación orando y el contenido de esa oración programática. Jesús abre su andadura humana con una oración de entrega de su existencia terrena al servicio del Padre. La línea directiva de su vida y obra, que jesús se compromete a seguir, es el cumplimiento de la voluntad de Dios. Siguiendo el ejemplo del Maestro, también nosotros hemos de orientar nuestra oración

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para indagar el querer de Dios en las circunstancias concretas de nuestra exis­tencia, y en pedir fuerzas para ser fieles a esa voluntad divina. Pero esta pionera y trascendental oración no fue un acto aislado en ia biogra­fía de Jesús. Como buen israelita, alimentósu infancia y su juventud, en casa y en la sinagoga, con las oraciones acumuladas por e) Pueblo de Dios a lo largo de los siglos, especialmente en la colección de los Salmos. Y a las alabanzas del safterio, recitadas fervorosamente por jesús en Nazaret, se fueron sumando sus oraciones personales al Padre, desde sus más tiernos años, bajo la guía de su madre. En nuestra praxis personal y pastoral con la niñez y ia juventud, no podemos olvidar esta dimensión de la plegaria pública y privada. Si la entrada de jesús en la historia estuvo precedida por la oración al Padre, también al comienzo de su vida pública ie descubrimos orando. «Después del bautismo de jesús, mientras oraba, se abrióel cielo, bajóe! Espíritu Santo... y se oyóuna voz: -Túeres mi Hijo amado, mi predilecto»(Le 3,21-22). Es con la oración como se prepara Jesús a su misión mesiánica y donde recibe el espal­darazo dei Padre, reconociéndole como su Hijo queridísimo también en cuanto hombre.

Yno olvidemos que, después de esta oración bautismal, Jesús se retiróal de­
sierto a orar largamente, como preparación inmediata para su vida pública,
clarificando el sentido de su mesíanismo. Aprendamos a empezar nuestras eta­
pas y cursos rezando para pedir luz y la bendición de Dios en los trabajos y ac­
tividades que vamos a emprender.

Pero este retiro de la cuarentena, que constituyóla práctica de unos prolonga­dos ejercicios espirituales, no agotóel cupo oracional de jesús. Los evangelistas descubren a Jesús orando con frecuencia. Así, nos dicen: «Se levantómuy de   ¡ madrugada y salió, se marchóai descampado y estuvo allíorando {Me 1,35)».  /

Yen otra ocasión: «Cuando se despidióde la gente, se retiróal monte a orar»i
(Me 6,46) . Y más en general: Jesús solía retirarse a orar en despoblado. Se ¡
apoya en su experiencia cuando dice: «Conviene orar siempre, sin desfallecer \
nunca»(Le 18,1), No podemos alegar la actividad que nos urge, para reducir o \
suprimir nuestra oración. ¿Acaso tenemos nosotros más trabajo apostólico \
que Jesús, llamado a salvar ai mundo entero? ¿Acaso nuestra acción serámás i
fecunda sin la savia de la oración?

Jesús oróen ocasiones especiales. Naturalmente, además de esta oración ordi­naria, que debe oxigenar nuestra vida diaria, hemos de orar más en tiempos fuertes y en ocasiones solemnes, como hizo Jesús. Así, por ejemplo, antes de la elección de los doce apóstoles, «se fue a la montaña a orar y se pasóla noche orando a Dios»(Le 9,28). Solo después de esta larga vigilia hablando con el Pa- , dre, procedióJesús a seleccionar a ia docena de discípulos que habrían de se­guirle más de cerca. ¿Llevamos nosotros a la oración todo lo que se refiere al    j


destino de !as personas y ios encargos que les confiamos o los problemas que tenemos con ellas?

Otra ocasión decisiva en la vida pública de Jesús -su presentación a los após­toles como el enviado definitivo de Dios- también se llevóa término en el marco de la oración. «Una vez que estaba orando solo, en presencia de sus dis­cípulos, les preguntó: -¿Quién dice la gente que soy yo?... Y vosotros ¿quién decís que soy yo?»(Le 9,18-20). Jesús, después de ser reconocido como Hijo por el Padre, quiso saber si también a los demás se lo había revelado. Fue Pedro el portavoz de esa revelación: «Túeres ei Mesías, el Hijo de Dios vivo»(Le 9,20b). Igualmente, tras esta oración solitaria de Jesús nacióla proclamación de Pe­dro como piedra de ia iglesia.

¿Alimentamos en nuestra oración el conocimiento de la personalidad y de la misión de Jesús? ¿La pedimos al Padre, el único que ia conoce y !a puede co­municar? ¿Meditamos la naturaleza infalible de la Iglesia, fundada por jesús con carácter orgánico? Lucas nos reveia la oración especial de Jesús por Pedro antes de la pasión: «Yo he pedido por ti, para que no pierdas la fe»(Le 22,32). A pesar de su caída, el primer papa conservóla fe en Jesús y supo transmitirla a los primeros cristianos. ¿Unimos nuestra oración a la de Jesús por los suceso­res de Pedro, para que sigan transmitiendo fielmente e! tesoro de la fe cris­tiana a las nuevas generaciones?

Pero Jesús no rogósolo por Pedro, cabeza visible de la Iglesia, sino por todos los fieles de la primera hora y de todos los tiempos, incluidos nosotros. En la oración sacerdotal del cenáculo, Jesús pide al Padre: «Padre santo, protege túmismo a ios que me has confiado, para que sean uno como lo somos noso­tros... No te ruego que los saques de! mundo, sino que los protejas del malo... No te pido solo por estos, te pido también por los que van a creer en míme­diante su mensaje: que sean todos uno, como tú, Padre estás conmigo y yo contigo; que también ellos estén con nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste... Padre, quiero que donde yo estoy estén ellos también conmigo y contemplen esta gloria mía que túme has dado»()n 17). Sintámonos arropados por esta oración eficaz de jesús y estimulados para pe­dir y ofrecer nuestra colaboración responsable en asuntos tan importantes como los que pidiójesús: la fe de los confiados a nuestro apostolado; la inmu­nidad de lo mundano sin huir del mundo sino trabajando en él y por él; la uni­dad de la Iglesia en lo doctrinal y, sobre todo, en el amor mutuo entre todos los grupos eclesiales, para que nuestra unión de mentes y corazones admire a los increyentes hasta hacerles admitir !a divinidad de Cristo. Y, finalmente, que nuestra oración sirva para fomentar el deseo de ia compañía de Jesús y gozar eternamente de su presencia, participando de su gloria del cielo. Otro pasaje importante de la vida de jesús envuelto en la oración fue el de su transfiguración en el Tabor. «Subióa una montaña a orar. Mientras oraba,

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el aspecto de su rostro cambió,... brillaba como el sol». Allíse transfiguró. (Mt 17,1-13 //). Si queremos contemplar la gloria del Señora través de los ve­los de su carne mortal, subamos al monte de la oración, para pedir: «¡Mués­trame tu rostro, Señor!»(Ex 34,13). Y si queremos irnos transformando poco a poco en mejores cristianos, acudamos al Tabor de la oración, donde Dios se comunica desde su nube de trascendencia, y donde jesús nos enseña como maestro, legislador y profeta del amor.

También descubrimos a Jesús en la oración de alabanza al Padre por las cosas que le ha concedido. Así, antes de la resurrección de Lázaro, creyendo con­fiadamente que se la iba a conceder, «jesús levantólos ojos a lo alto y dijo: -Gracias, Padre, por haberme escuchado. Yo séque siempre me escuchas» (Jn 11,41-42).

Y en otra ocasión jesús bendice al Padre por haber descubierto a los sencillos la sabiduría del Reino: «Bendito seas, Padre, Señor de cielo y tierra, porque, si has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, bendito seas, por haberte parecido bien así»(Mt 11,15-26). Si­guiendo a Jesús, empleemos la oración no solo para pedir, sino sobre todo para alabar y agradecer a Dios por todos los beneficios espirituales y materia­les que nos ha concedido, especialmente la revelación del Evangelio, Démosle gracias también en nombre de todos los demás.

Jesús oróen la pasión. Pero Jesús no solo oróa lo largo de su vida privada y pú­
blica, sino también en su pasión. En Getsemaní, Jesús desgranóante el Padre,
como un rosario, esta petición: «¡Abba, Padre! Túlo puedes todo. Aparta de
míeste trago; pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres Tú». «Se
apartóde nuevo y orórepetidamente las mismas palabras»{Me 14,36.39).
Aparentemente, la oración de Jesús en el olivar fue un fracaso, porque el mal
trago de la pasión lo bebióhasta las heces. Pero fue un éxito, porque recibió
fuerzas para soportar la cruz -«se le aparecióun ángel del cielo que lo con­
fortaba»(Le 22,43)- y, sobre todo, recibióel premio de la vida eterna a cam­
bio de su muerte temporal. Por eso, el autor de la carta a los hebreos afirma:
«Cristo, en los días de su vida mortal, presentó, a gritos y con lágrimas, ora-1
ciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, y fue escuchado en aten­
ción a su piedad reverencia!»(Heb 5,7).                                                              I
También nosotros podemos pedir al Señor que, si es posible pase de largo el cá­
liz del dolor; pero añadiendo que no se haga nuestra voluntad, sino la suya,
aunque sea mediada por voluntades ajenas y negativas. Como dice profunda­
mente Soren Kierkegaard, la auténtica característica de la oración del cris­
tiano es perseverar en ¡a oración hasta escuchar lo que Dios quiere de él, más
que el hecho de que Dios escuche lo que le pedimos.                                            \


Esto es lo que hizo jesús en el huerto y en la cruz.

También podemos rezar a Dios en la tribulación, extrañándonos como jesús: «Dios mío, ¿por quéme has abandonado?»(Me 15,34); pero confiándonos filialmente a su providencia paternal: «¡Padre, en tus manos entrego mi espíritu»(Le 24,46) y mi cuerpo! Entonces Dios nos escuchará, al menos dándonos fortaleza y con la res­puesta definitiva de la resurrección para la felicidad eterna.

a Magisterio oracional de Jesús

El múltiple ejemplo de Jesús orante debe constituir un estímulo no solo para imitarle, sino también para que nos enseñe a orar. «Una vez estaba él orando en cierto lugar; al terminar, uno de sus discípulos le pidió-Señor, enséñanos una oración»{Le 11,1). Bendito aquel discípulo que se atrevióa abordar asía Jesús, porque recibiócomo respuesta el regalo del padrenuestro, paradigma de la plegaria cristiana. Por eso, «fieles a la recomendación del Salvador, y siguiendo su divina enseñanza, nos atre­vemos a decir»la llamada por excelencia «oración dominical».

Lo primero que nos enseñóJesús es que a Dios hay que dirigirse con el bello nom­bre de «Padre»en los labios y con la confianza de hijos en el corazón. Y también por él sabemos que, al rezar al Padre Dios, hemos de añadir el adjetivo «nuestro», lo cual supone adoptar la postura de hermanos respecto a los otros discípulos y a todos los seres humanos.

En la primera petición del padrenuestro queda bien patente que el objetivo de la oración cristiana es la gloria de Dios y no nuestras pequeñas intenciones: «Santifi­cado sea tu nombre». Acertósan Ignacio al poner como principio fundamental de la religiosidad que el ser humano es creado para alabar y reverenciar a Dios. El olvido de los ateos y de los indiferentes debería ser un estímulo más para pedir que Dios Pa­dre sea glorificado.

La segunda petición del padrenuestro junta el verticalismo de mirar a Dios con el horlzontalismo de mirar por el hombre. Porque, al pedir «venga a nosotros tu Reino», estamos colaborando en el implantación social de un reinado donde impere la verdad y la vida en lugar de la mentira y la muerte, la santidad y la gracia en vez del pecado individual y social, la justicia, el amor y la paz en lugar de las injusticias, el odio y las guerras,

Aunque la tercera petición del padrenuestro parece estar ya incluida implícita­mente en las dos anteriores, Jesús nos enseña a pedir expresamente «hágase tu vo­luntad asíen la tierra como se hace en el cielo», Ahora bien, ¿cuál es ese querer de Dios que debemos copiar, en el tiempo, de los ciudadanos de la eternidad? Las rela­ciones de amor entre todos, que son las que rigen en la casa solariega del Padre.

La cuarta petición del padrenuestro presenta dos variantes. La de Lucas pide a Dios: «danos cada día nuestro pan del mañana», que equivale a pedir el alimento del

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j    mañana eterno -el amor- como alimento cotidiano a lo largo de nuestra vida tem-¡    poral. La versión de Mateo pide «el pan nuestro de cada día, dánosle hoy»e incluye el deseo de que todos los seres humanos podamos cubrir siempre nuestras necesida­des primarias, representadas por el pan.

En la quinta súplica de la oración dominical pedimos a Dios «perdona nuestras ofensas, pues también nosotros perdonamos a nuestros ofensores». Petición de ta-1 lante abiertamente espiritual, por la que imploramos del Padre que borre de nues-| tros corazones y de nuestras relaciones humanas e! mal moral que nos envilece, Y nos \ comprometemos a colaborar en la eliminación del pecado en el mundo, perdonando 1  a nuestros hermanos, como el Padre nos perdona a todos.

La petición final de! padrenuestro insiste en la lucha contra ¡o malo: «No nos de-i jes caer en la tentación mas líbranos del mal». Si es malo ver maldad en casi todo, i siendo asíque Dios hizo buenas todas las cosas, malo es también pensar que en el I diccionario de la vida ha desaparecido la malicia. Ante la nueva ética, que confunde lo lícito con lo legal y con lo más votado, jesús nos enseña a pedir al Padre ayuda I    para no caer en las trampas tendidas por el Mal(o).

¡    ■ Cualidades de la oración cristiana

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I jesús, después de enseñarnos con el padrenuestro los contenidos y el esquema de la i oración ideal, nos señala las condiciones para su eficacia. Insiste en ia confianza j como actitud básica, y en lo espiritual como objetivo de las peticiones: «Si vosotros, i que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre I del cielo daráel Espíritu Santo a los que se lo pidan!»{Le 11,13). Recordemos que pe-|      dir el Espíritu de Dios es pedir la santidad, el amor.

|            La segunda condición que nos pone Jesús para alcanzar las cosas que pedimos /

j      ai Padre es la insistencia: «Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y os abri- / )      rán; porque todo el que pide recibe, el que busca encuentra y al que llama leí |      abren»(Mt 7,7). Otra condición para la eficacia de las peticiones es la fe total:/ I      «Cualquier cosa que pidáis en vuestra oración, creed que os la han concedido y la f       obtendréis»(Me 11,24).

Otro consejo de Jesús sobre la práctica de la oración es el recogimiento, más nece­sario en nuestra civilización del ruido: «Cuando te pongas a orar, entra en tu cuarto y, cerrada la puerta, ora a tu Padre que estáen lo secreto; y tu Padre, que ve en lo se­creto, te darála recompensa»(Mt 6,6). Si practicamos ia oración privada, Dios nos daráel premio del consuelo, de la luz o de la fuerza para seguir adelante sin desfallecer. Cuando nuestra oración privada sea mental, recordemos con santa Teresa de Je­sús que la meditación consiste «no en pensar mucho, sino en amar mucho», en «tra­tar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con Quien sabemos nos ama». Por eso san Ignacio nos enseña a poner como elemento primordial de las me-

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dilaciones actualizar la presencia de Dios. Es con Él con quien debemos hablar a lo largo de la meditación y ai que hemos de dirigirnos, al terminar, en el coloquio.

Pero Jesús no reduce las formas de orar a ia oración privada. Cuando nos dice que «donde haya dos o tres reunidos en mi nombre, allíestoy yo en medio de ellos» (Mt 18,20), ¿no se refiere también a las reuniones de oración pública o litúrgica? ¿No concluyen las plegarias oficiales de la Iglesia con la invocación «por nuestro Señor Jesucristo», es decir, en su nombre? Sobre todo, celebremos conscientemente la gran plegaria eclesia! de la eucaristía, en la cual «por Cristo, con él y en él, en la uni­dad del Espíritu Santo», tributamos a Dios Padre «todo honor y toda gloria».

A lo largo de su magisterio como orante y como maestro de oración, hemos visto muchos de los contenidos que jesús nos enseña como objetivo de nuestras plegarias. Pero, espigando en los evangelios, hallaremos otras intenciones por las que pedir. Así, por ejemplo, Jesús nos invita a rezar por las vocaciones al apostolado: «Rogad al dueño que mande braceros a su mies»(Le 10,2). En lugar de lamentar la carencia de vocaciones sacerdotales, religiosas y consagradas, recemos con fervor pidiéndole a Dios numerosos apóstoles cristianos.

Finalmente, recordemos que el papel orante de Jesús no se terminócon su vida terrena. Por la carta a los hebreos, sabemos que también en el cielo «intercede por nosotros en presencia de Dios»(Heb 9,24). Lo cual quiere decir que Jesús sigue pi­diendo al Padre por ios seres humanos a lo largo de ia historia, incluido el presente. Confiemos a esa oración eficaz del Cristo eterno todas nuestras necesidades, las de la Iglesia y las del mundo.

TEXTO DE APOYO

Jesús orante

Jesús sentía una constante atracción hacia su Padre; se le iba su alma hacia Él. Y, aun­que a todas horas estaba con Él su afecto, buscaba ratos para pasarlos a solas y gozar ambos mano a mano. Durante el día apenas le sobraban ratos a Jesús; todo era darse a los demás, le sorbían los hombres: «Quien tenga sed, venga a mí y beba». En cuanto ce­saba el oleaje de los prójimos, se tendía en la playa de Dios; rodeado de silencio, se ab­sorbía en la Fuente, le bebía el Padre. Todavía a la vera del Mar, soñaba con las olas; a

:           la vera del Padre, intercedía por los hijos, suplicaba por los hombres.

\           También Jesús necesitaba la oración, la esperanza, para que fluyera la luz sobre los

hombres, percutiese su dureza y entrase el día en ellos; el Día, que es Dios. Robaba para

I          la oración las horas del sueño; el Espíritu le fortalecía, pues Jesús no vivía, se desvivía;

sin nerviosismo, sin vértigo, con la paz de su esperanza, consciente de que Dios lo hace todo, y nosotros llegamos a pocoS4.

" M. Ruiz Ayúcar, El cristianismo es amor. Bilbao, Mensajero, 1967.

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REGLAS PARA SENTIRSE IGLESIA (Meditación sobre la Iglesia)

Si hay algún apartado de los ejercicios que necesite una relectura actualizada es, sin duda, el de las llamadas «Reglas para sentir con la Iglesia». Y lo primero, en su misma titulación, que suena a postura exterior de! cristiano respecto de la institución eclesial. Hay que hacer hincapiéen que san Ignacio las titula así: «Para el sentido verdadero que en la Iglesia militante debemos tener, se guarden las reglas siguien­tes»[EE 352]. Para el santo, se trata de una actitud interna del fie! dentro de la or­ganización a la que pertenece. En cuanto al calificativo de Iglesia «militante», hay que quitarle cualquier acepción belicista, para pensar que se trata de la Iglesia peregrina.

Pero los cambios profundos realizados en la eclesiología desde el concilio de Trento hasta el Vaticano II aconsejan una actualización que responda más a «Reglas para sentirse iglesia». Labor en la que ya han dado pasos los especialistas. Aunque los ajenos a la Iglesia, y parte de los católicos tradicionaíistas, siguen equiparando Iglesia con jerarquía, la mayoría de los creyentes actuales se sienten parte inte­grante de la familia eclesial, miembros del pueblo de Dios.

Por mi parte, y robándole el título al famoso libro de Henri de Lubac, ofrezco aquíuna «meditación sobre !a Iglesia», en forma de «Reglas para sentirse Iglesia», actualizando las cuatro notas del Credo (una, santa, católica y apostólica), para re­forzar nuestra pertenencia al organismo querido por Jesús como continuador de su vida y su Evangelio.

■ 1a regla: Sentirse Iglesia «una»y plural

La primera nota oficial calificatoria de la iglesia ha sido siempre la unidad. Asílo afirmamos en el credo: «Creo en la Iglesia, que es una». No se trata de un antojo ar­bitrario, sino de la voluntad expresa de su fundador, Jesús, en el atardecer del jue­ves santo en el cenáculo. Allí!e pidióal Padre, acerca de sus discípulos: «Que todos sean uno»(Jn 17,21). Siempre se ha interpretado esta unidad en el terreno doctri­nal: «una sola fe». Naturalmente, en una institución con un mensaje revelado, la cohesión intelectual es condición y garantía de permanencia en el tiempo y en el espacio.

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Pero el deseo-plegaria de Jesús va más alláde la unidad de entendimientos: anhela fa unión de voluntades: «Padre, que todos sean uno como nosotros». Y la unidad entre el Padre y el Hijo en el Espíritu es la unión de amor que ios entrelaza eternamente. Por eso, no basta con la unidad teórica en la ortodoxia, sino que hace falta la unión práctica en la ortopraxis. Pablo lo expresóbreve y claramente: «Ha­ciendo la verdad en el amor»(Ef 4,15). Sírecitamos el mismo credo pero no nos ama­mos, no formamos la Iglesia querida por jesús.

Además, la unidad doctrinal no significa uniformidad, sino que admite cierta pluralidad. Ya desde el comienzo de la Iglesia, se da ese pluralismo eclesial, como queda patente en los Hechos apostólicos. Hasta los cuatro evangelios canónicos manifiestan enfoques y acentos variados sobre ía persona, la vida, la obra y el mensaje de jesús, reflejo de cómo se vivía en las diversas comunidades primitivas. Sin embargo, esa pluralidad de visiones sobre ia fe no debe llevar a la división de los ánimos, sino a un diálogo enriquecedor. El dogma, por muy bien formulado que esté, nunca podráabarcar toda ¡a verdad del «Dios, siempre mayor»que nuestras palabras.

Pero donde no debe haber pluralismo eclesial, es en la comunión afectiva y efec­tiva. La iglesia actual, supermillonaria en miembros de los cinco continentes, solo formarála unidad querida por Jesús si recupera el sentido de comunión de la pri­mera comunidad: llevando ias relaciones cordiales hasta la realidad de la bolsa co­mún de bienes. La admiración de la sociedad civil hacia la Iglesia no la suscitarásu unidad de credo doctrinal, sino su búsqueda del bienestar hasta de sus miembros más desfavorecidos. Solo esa solidaridad económica haráexclamar, hoy como ayer: «¡Mirad cómo se aman!»..

Diálogo eclesiai

Quisiera saliren defensa dei diálogo. No es cierto que sea una idea tendenciosa­mente liberal. Estábien arraigado en la tradición intelectual de occidente (...) Pero si se quiere que el diálogo funcione, hay que ser muy sensible a cómo la gente entiende las palabras, no sea que las cosas descarrilen desde el inicio. Por ello, propongo que usemos otro término: «conversación». Esta palabra etimológicamente significa «vi­vir juntos», pero con el tiempo pasóa significar «hablar con otro», ya que es ha­blando de esta forma como se construye la comunidad. Vivir juntos es compartir pa­labras. Asíla Iglesia se mantiene unida gracias a millones de conversaciones que, saltando fronteras teológicas, sanan divisiones. Esta es una de las vías para hallar nuestro puesto en la vida trinitaria. La Trinidad es el Padre pronunciando la Palabra, que es el Hijo. Padre e Hijo engendran al Espíritu. Para el teólogo alemán Christoph Schwóbel, «Dios es conversación».

¿Quédecir de la objeción que afirma que no necesitamos hablar sobre las verdades fundamentales de nuestra fe? A fin de cuentas, están definidas. Sin embargo, necesi­tamos seguir hablando hasta de los dogmas más básicos de la fe. Hay que seguir pen­sando en ellos, discutiendo sobre ellos, tratando de encontrar formas mejores de ex-


presarlos. Si no, caeríamos en una concepción muy moderna y fundamentaiista de la fe que aspira a tener la verdad bien envuelta en cuatro fórmulas para no tener que

pensar más.

Los grandes teólogos saben que hablando y hablando llega uno a vislumbrar los ras­gos más sutiles del misterio de Dios, Es cierto que la Iglesia ha definido, por ejemplo, que la resurrección de Cristo forma parte de nuestra fe. Un católico no puede supri­mir sin más ese artículo de su credo. Pero nunca dejaremos de esforzarnos por en­tender lo que esto significa. Hasta que veamos a Dios cara a cara, nunca dejaremos de examinar nuevas hipótesis, de evaluar la manera de expresar su fe de otras mane­ras, de dar con nuevas metáforas {,.,)

Debatir nuestra fe, hacer preguntas, discutir con otros, no es una tarea liberal ano­dina. Desde el principio, la Iglesia ha necesitado este diálogo -o «conversación»-para ayudarnos a entrar en el misterio del Dios, que supera toda palabra. El diálogo no es parte de un programa liberal ni se contrapone a la adhesión a la verdad. Perte­nece a la vía que nos lleva a la verdad plena. Es hablando juntos, sobre todo con quienes no estamos de acuerdo, como levantamos un templo al Dios que, envuelto en silencio, es la eterna conversación trinitaria. (...)

No se puede tolerar más la polarización. Hiere ia vida y la misión de la Iglesia. Sanar la división exige, antes que nada, comprender la angustia de los católicos que no piensan como nosotros. Hay que sentir su sensación de no sentirse como en casa dentro de la Iglesia. Debemos abrir nuestro entendimiento y nuestra imaginación para captar lo que sufren, Y cuando la conversación parece que no lleva a ningún si­tio, hay que cavar más hondo, hasta llegar a un nivel en el que nuestras visiones e in­tuiciones básicas lleguen a ser reconciliables95.

■ 2a regla. Sentirse Iglesia «santa»y pecadora

Ante la realidad histórica de la Iglesia, hay que huir de dos extremos. El primero es el de una apologética a ultranza, que confunde la llamada a ser esposa inmaculada de Cristo con la carencia en ella de ningún fallo, mancha ni arruga, de hecho. No hemos de ser tan ciegos que no veamos las páginas negras y rojas escritas a lo largo de dos milenios de historia de la Iglesia: guerras de religión, tribunales de la Inquisición, persecuciones de adversarios, divisiones y cismas internos, traiciones

al ideal evangélico.

No es bueno un idealismo descarnado, que confunde lo que debería ser la Igle­sia por su vocación con su encarnación humana en hombres y mujeres de barro. ¿Acaso no fue asíya desde el principio, con unos primeros discípulos imperfectos?

" T. Radcliffe, «Cómo superar la discordia en la Iglesia», en Selecciones de Teología 184 (2007), pp. 307-312.

 

 

 

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Los católicos que no soportan las críticas, ni siquiera las internas surgidas del amor más profundo, nacidas del deseo de su reforma, deberían recordar el calificativo agustiniano de iglesia semper reformanda. Si alguien se quejaba «Me duele Es­paña», mucho más se puede exclamar «Me duele la Iglesia», porque quiero su ma­yor bien, comenzando por mi reforma personal, ya que yo soy parte imperfecta de la institución eclesiai.

Pero tampoco hay que caer en el segundo extremo del pesimismo, que solo ve en la Iglesia taras y fallos decepcionantes. Dejemos ese talante omnicensor para los enemigos que la han perseguido desde sus albores hasta nuestros días. Pero, al co­nocer esa letanía de noticias, comentarios, caricaturas y chistes que con frecuencia se dirigen contra la Iglesia, lejos de encontrar eco favorable en nosotros, ha de au­mentar nuestro deseo de conversión personal y grupal, para evitar dar pie a que ¡os Voltaire de turno sigan diciendo: «¡Aplastad a la infame!».

A nosotros nos toca adoptar la tercera postura: la de los que aceptan la mezcla de trigo y cizaña en ia realidad histórica de la iglesia, santa y pecadora, «casta me­retriz». Pero no solo hemos de aceptarla como carga pesada, sino amarla como a madre. Ella nos ha engendrado en Cristo. A la Iglesia le debemos el conocimiento de la vida, la obra y el evangelio de jesús, la divulgación de su Reino, fa distribución de su gracia por los sacramentos.

Amar a ia Iglesia con madurez

Tal yez hemos idealizado a la Iglesia, forzada como estáa peregrinar lejos del Se­ñor, a recorrer los caminos de la historia de este mundo; y asíhemos olvidado a Aquel que la hace verdadera esposa de Cristo, sin arruga y sin mancha. Entonces nos sentimos decepcionados. Una desilusión que tiene que procurar la madurez de nuestro amor. Hemos de cobrar un amor que cree, espera y es fiel, que soporta y ora, que persevera y no se busca a símismo, sino de verdad a la Iglesia y en ella a Dios, el siempre más grande, que le ha infundido su Espíritu como su misterio de vida.

Preguntémonos si amamos a la iglesia, incluido su cuerpo, sus normas e institucio­nes, sus representantes, Sos obispos y los papas, también su derecho canónico, sus usos y tradiciones, lo que en ella hay de cansado, de mate, de premioso. ¿La ama­mos como se ama a alguien cuando, sin encubrir sus defectos ni idealizarlo falsa­mente, se vive sencillamente para él, sin hacer como si solo hubiera que sopor­tarlo? Sólo cuando aceptemos a la Iglesia como es, llegaráel auténtico amor a su madurez96.


■ 3a regla: Sentirse Iglesia «católica»y cristiana

Fue un mártir primitivo el que supo sintetizar en dos palabras su pertenencia ecle­siai: «Mi nombre es Cristiano; mi apellido, Católico». El credo nos enseña a confesar el segundo calificativo, suponiendo el primero. Actualmente, los católicos nos iden­tificamos más como cristianos, sin duda para insistir en lo esencial de la Iglesia, que es su vinculación con Cristo, denominación de origen de todo bautizado. Se trata de grabar en nuestro disco duro una adhesión personal y eclesiai a la persona de Jesu­cristo. Se trata de revestirse de Cristo, como dice Pablo, pero no exteriormente, como de un traje externo de quita y pon, sino internamente, según la consigna del mismo apóstol: «Tened los mismos sentimientos de Cristo Jesús (Flp 2,5) y su mentali­dad. El idea! es que los cristianos seamos «dobles»de jesús en la pantallade nuestro tiempo y lugar.

Pero esta identificación cristiana, personal y eclesiai, no ha de hacernos olvi­dar nuestra dimensión católica, que significa misionera, para que sea universal. ¿Pensamos que, a los dos mil años después de Cristo, solo el 18 % de la humanidad estábautizado? Cierto que la iglesia actual habla más de «misión»que de «las mi­siones»; pero esa misión confiada por jesús resucitado es ia extensión de su Evan­gelio en toda la geografía: «Id al mundo entero y evangelizad a toda la humani­dad»(cf. Mt 28,20).

Pero esta labor vanguardista de ia Iglesia no puede descuidar la reevangelización de ios bautizados descristianizados, reconociendo a las viejas cristiandades y a la «católica España»como países de misión. Otro horizonte de la catolicidad de la Igle­sia es el ecumenismo intereclesial. Es verdad que, en los últimos años, se han dado pasos para el reencuentro de las distintas denominaciones cristianas -protestantes, ortodoxos y católicos-, pero aún falta mucho para lograr esa gran Iglesia de todos los bautizados. Dejando a la jerarquía y a los teólogos su pape! de acercar posturas doctrinales, a los cristianos de base nos toca el ecumenismo cordial y la oración al Padre por la reunión de toda la familia eclesiai. Roger Schutz, prior de Taizé, se pre­guntaba cómo ser católico, vivirla catolicidad, después de cuatro siglos de separa­ción en la Iglesia. Existe, según él, el peligro real de que unos cristianos excluyan a los otros, tanto más grave cuanto el hecho de ser cristiano supone la vocación espe­cífica de ser fermento de unidad y comunión. Por eso, se preguntaba si u idea llega­ría a ser el lugar de comunión para todos los cristianos e, incluso todos los seres hu­manos.

 

 

 

K. Rakner, en R. de Andrés, Diccionario existencia! cristiano. Estella, Verbo Divino, 2005, p. 221.


A- regla: Sentirse iglesia «apostólica»y comunitaria

Según el credo, el significado de la apostolicídad de la Iglesia es el de su fidelidad ai legado de ios apóstoles. Aquellos primeros discípulos, que bebieron y vivieron la cer-

 

 

 

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cania física y espiritual de Jesús, formaron e! núcleo de la Iglesia en el primer Pente­costés del cenáculo. Por eso deben ser el referente obligado de los millones de discí­pulos que se les han ido juntando después.

Otra acepción de la apostolicidad de la Iglesia es su jerarquía: son los obispos, sucesores de los apóstoles, los garantes de la pureza de la fe eclesial. De ahíque «apostólica»sea equivalente de «jerárquica». Este magisterio doctrinal del episco­pado, encabezado por el papa, es digno de fidelidad por parte de los bautizados. Por su parte, la jerarquía ha de sentirse respaldada por el Espíritu de la Verdad en sus pronunciamientos docentes; pero sin olvidar que el Espíritu Santo no solo se manifiesta en la Escritura y en la Tradición, sino también en los signos de los tiem­pos actuales.

De ordinario, se restringe a los apóstoles y a la jerarquía el alcance de la afirma­ción de Jesús, «Quien a vosotros oye, a míme oye»(Le 13,16), Pero, ¿son solo ellos los destinatarios-transmisores únicos de ia verdad revelada? En el seno de la comu­nidad creyente hay otras instancias doctrinales como los biblistas, los teólogos y los pastoralistas, que también interpretan la Palabra de Dios y la enculturan en las coor­denadas de tiempos y lugares. ¿No son ellos, en cierto grado, portavoces de jesús en la proclamación de su Evangelio?

La teología estáal servicio de la Iglesia y también al servicio del magisterio... La teo­logía puede ser considerada también «sien/a del magisterio», pero solo en el sentido suavemente irónico que Karst dio a esta metáfora, es decir, como «la sirvienta que va delante de su señora llevándole la antorcha»y no como «la sirvienta que va detrás de su señora llevándole la cola»97,

Más aún, el «sentido de la fe»del que gozan los fieles cristianos del Pueblo de Dios, ¿no es también garantía de ortodoxia? Por eso,

el magisterio normativo no puede reducir precipitadamente el laborioso proceso eclesial de investigación de la verdad, sino que ha de tomar cada decisión después de haber calibrado lo mejor posible la profundidad y alcance de la verdad, en diálogo con la teología y habida cuenta de la conciencia de la fe de la comunidad osensusfi-de/ium9*.

Tanto jerarquía como asamblea son Iglesia docente y discente.

Para entrar en una concertación fructuosa con las otras confesiones cristianas, es necesario que la Iglesia romana haya instaurado antes en el interior de símisma es-


pacios de diálogo, modificando sus estructuras de manera que se creen verdaderos lugares de intercambio con sus propios fieles, Dicho de otra manera, la Iglesia ha de aceptar y establecer primero una pluralidad católica, para que pueda luego promo­ver una unidad cristiana9'.

 

 

 

F.-J. Níemann, en R. de Andrés, Diccionario existencia! cristiano, o. c, p. 287. H. Pree, en Ibídem, p. 288.


" ). Delumeau, Guetteri'aurore. París, 2003.

 

 

 

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SOLIDARIDAD («Los hombres no son islas»)

Aunque en los libros del Nuevo Testamento no aparece la palabra «solidaridad», sí resplandece su realidad más profunda. Desde que el Dios Trinidad mancomunada-mente decide intervenir en la historia humana, se hace solidario de la humanidad. En cuanto al Padre, «tanto amóDios al mundo que le entregóa su Único»(]n 3,16) para que se hiciera «uno de tantos»(Fip 2,7). En cuanto a! Hijo, «se hizo hombre y acampóentre nosotros»(jn 1,14). Y el Espíritu Santo fecundóel seno de María para que naciera el Emmanuel. Desde el nacimiento de jesús en Belén hasta su muerte, su corta vida seráresumida por Pedro con la frase «pasóhaciendo bien y liberando del mal»(Hch 10,38), solidarizado con todos.

■ La aidea global y la globalización

Jesús fue el auténtico solidario de la humanidad, desde su encarnación hasta que dio su vida en rescate por todos en ei calvario. Por eso, uno de los títulos acuñados por la cristología actual es el que llama a Cristo «el hombre para los demás». Y por eso, los cristianos estamos llamados a continuar esta dimensión solidaría de Jesús aquíy ahora, en primer lugar, para identificarnos con él, y en segundo lugar, para neutralizar el ambiente insolidario de la sociedad actual. Es verdad que los medios de comunicación social e internet han convertido la tierra en una «aldea global» (Mac Luhan): cualquier acontecimiento ocurrido en cualquier lugar del mundo llega al resto del planeta con la rapidez de un rayo en alasde la radio, la televisión, las agencias y las páginas de la red electrónica. Pero, al mismo tiempo, en el plano humano, un individualismo egocéntrico estáen las antípodas de la solidaridad in­ternacional.

En cuanto al fenómeno de la globalización económica, es rea! en la facilidad de difundir los productos de la sociedad industrial a nive! mundial y obtener beneficios en su compra-venta, pero no en el hecho de repartirlos mejor. La proporción entre el 20% de los que se lucran del 80% de los bienes de consumo y el 80% de los que han de contentarse con el 20% restante no hace sino acentuarse con la globalización. Mientras en el primer mundo hay sobra de colesterol y problemas crecientes de obe-

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sidad, en el tercer mundo siguen muriendo treinta o cuarenta millones de personas por desnutrición al año.

La gran coartada para quedarse paralizados ante la magnitud del abismo entre los afortunados y los desheredados es pensar que se trata de un problema tan gigan­tesco que solo pueden -y deben- resolver los Estados, en sus conferencias interna­cionales, en sus decisiones de alto nivel. Cierto que, ante esta situación inhumana de la humanidad, deben jugar un papel importante los gobernantes. Pero también la so­ciedad de base, la gente de a pie, tiene sus responsabilidades.

Ante las frías estadísticas y los datos informáticos objetivos no podemos enco­gernos de hombros, sino cuestionarnos las implicaciones que tenemos en esta reali­dad y en su deseable cambio. No es humano refugiarse en la lejanía del problema de la insolidaridad, ni ampararse en el «ojos que no ven, corazón que no quiebra». En la «aldea global»nada es tan distante como para pensar «¡alláelfos con sus proble­mas!», porque eüos son nosotros, La solución debe empezar por la acción de cada uno, hasta formar una cadena tan larga y numerosa que abarque toda la humani­dad, Hemos de sentirnos ciudadanos del mundo y personalizar el siguiente «Mani­fiesto del mundialismo»:

A falta de instrucciones mundiales capaces de asegurar la satisfacción de las necesida­des fundamentales de la persona humana, estásiendo escarnecida, Mientras se despil­farran inmensas riquezas, las dos terceras partes de la humanidad pasa hambre. Sin embargo, el progreso de las ciencias y de la técnica hace posible la organización de una comunidad mundial en ¡a que reine la paz y la abundancia, y en la que estén garanti­zadas las libertades fundamentales a Sos individuos, a ios pueblos y a las naciones. ¿Por qué, entonces, no sucede así? Porque los gobernantes, hipnotizados por el de­ber de defender en primer lugar los intereses nacionales de sus propios países, se nie­gan a aceptar las transformaciones necesarias e impiden la acción de las institucio­nes internacionales creadas para defender la paz universal y servir al hombre. La salvación, entonces, no puede venir más que del pueblo del mundo, de los individuos que lo forman, de cada uno de nosotros™.

■ De la mentalidad tribal a la ciudadanía mundial

Sin perder el amor al terruño, a la patria chica, y a la grande, hemos de superar nuestra mentalidad tribal, para abrirnos a horizontes universales.

¿Dónde, por amor de Dios, podemos descubrir una limitación del plan divino, y decir que la gran riqueza de la tierra estádestinada principalmente al 20 por ciento de sus


habitantes? ¿Dónde hallamos la palabra de Cristo que nos manda dar de comer a los hambrientos, con tal de que vivan en Inglaterra, y vestir ai desnudo, con ta! de que sean alemanes, y conceder refugio a los que carecen de hogar, con ta! de que se trate de holandeses?,..

En medio de nuestro mundo gigantesco, estamos anclados aún en ei nivel de una «mentalidad de tribu». E! niño que padece hambre en el lejano Bihar no es nuestro niño. Los millones sin tierra ni pan de Latinoamérica están más alláde las fronteras de nuestra imaginación. Los esfuerzos dignos de compasión de ios analfabetos afri­canos no nos afectan. A nosotros nos alcanza la humanidad por la que nos sentimos responsables solo hasta ¡as fronteras de nuestra región101.

Sin embargo, el primer astronauta americano, cuando desde su nave espacial se asomóal exterior y vio la tierra en lontananza como una diminuta bola surcando la atmósfera, tuvo Ea sensación de que son ridiculas las divisiones entre los humanos, puesto que todos estamos embarcados en el mismo y único planeta azul. Toda la hu­manidad, a pesar de sus distintas razas, clases sociales, géneros, forma la tripulación de la tierra.

Y junto a la mentalidad universal, hemos de recuperar el sentido social de la per­sona humana. En esta civilización que simultanea globalización aldeana con indivi­dualismo aislante, hemos de vivir la verdad de aquel título certero «Los hombres no son islas». Hemos de empezar por la frase «Yo vivo para que túvivas; yo vivo porque túvives»(Cannon); pero sin restricciones, sin fronteras, extrapolándola a toda la comunidad humana. Hemos de confesar con Mahatma Gandhi: «Soy parte y parcela de un todo, y no puedo hallar a Dios fuera del resto de la humanidad».

Y, si ningún hombre debe sentirse un islote en medio del océano del mundo, mu­cho menos el cristiano, que tiene como modelo a jesús, del cual Orígenes nos ha con­servado este logion: «Por los débiles fui débil, y padecíhambre por los hambrientos y sed por los sedientos». El cristiano estállamado a la fraternidad universal y a sentirse miembro del Cuerpo místico de Cristo, corresponsabie de todos los demás.

Los discípulos de Jesús están implicados en dos fenómenos contemporáneos de carácter solidario, que son ios voluntariados y las organizaciones sociales no guber­namentales. Muchos de los movimientos que recluían voluntarios temporales para sus servicios a favor de los más necesitados, tienen denominación cristiana de ori­gen, lo mismo que numerosas ONGs, Pero cada uno de los bautizados ha de pregun­tarse cómo colabora en estos organismos dedicados a repartir mejor los bienes de la tierra.

Al hacer el examen de conciencia, el cristiano ha de incluir preguntas como es­tas: ¿quéporcentaje de mis ganancias dedico a alguna de las organizaciones asisten-ciales y sociales?, ¿quétanto por ciento de mi profesión o de mi tiempo libre consa-

 

 

 

100«Manifiesto del mundialismo», en R. de Andrés, Diccionario existencia! cristiano, o. c, p. 441. 168


101B. Ward, en Ibidem, p. 442.


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gro a uno de los organismos de voluntariado de sello cristiano, que se empeñan en ayudar a los más necesitados de atención? El discípulo de Jesús ha de preguntarse, también desde esta perspectiva, para quévale la vida sino para entregarla.

Si nuestra situación personal es tan escasa de recursos económicos y sociales que no puede destinar ni tiempo ni dinero a paliar los problemas de los más deshereda­dos, aún nos queda una voz, hablada o escrita, para ponerla al servicio de la solida­ridad. El P. Pire nos recuerda e! débil no puede hacer valer él solo sus derechos ante una injusticia, por lo que otros seres humanos deberán prestarles su voz para ha­cerse oír,

■ Miembros activos del Cuerpo de Cristo

Otra dimensión esencial de la práctica solidaria es la coordinación de los distintos grupos ecíesiaies. Si tuviéramos el mismo empeño en conservar y defender la identi­dad propia de cada uno de los movimientos y asociaciones de la Iglesia que en bus­car el bien común del conjunto, todo sería mucho más eficaz. El pluralismo es enri-quecedor, con tal de que no se convierta en una serie de reinos de taifas aislados y menos aún enfrentados, sino en una suma de vectores que se dirigen todos solida­riamente al bien colectivo.

En cuanto a la extensión del contenido de la solidaridad, ha de abarcar tanto la historia como la eternidad. La solidaridad cristiana abarca toda la existencia, hasta la salvación inclusive. La parábola de juicio final (Mt 25) nos alerta de que nos juga­mos la otra vida a la carta única de ayudarnos mutuamente como «dobles»de Cristo, y ha de nortar nuestra existencia temporal rumbo a la eternidad.

Es verdad que nadie en el mundo puede salvarnos ni perdemos a pesar nuestro. Pero también es verdad que nuestra salvación no se hace ni se consuma más que solida­riamente, con la justificación de toda la «masa elegida». En sentido verdadero, sólo habráun hombre salvado: Cristo, cabeza y resumen viviente de la humanidad ;02.

Pero Cristo cabeza quiere que todos tos miembros de su cuerpo místico partici­pen de esa salvación ya conseguida por él, no como autómatas ni marionetas sino como seres libres, participando en la propia salvación y en la de los demás. Como se dice en los Cursillos de cristiandad, «no nos saivamos solos, sino en racimos». Y como argumenta Bertold Brecht,

O todos, o ninguno. O todo, o nada. Uno solo no puede salvarse.


Y como reflexiona Charles Peguy:

Hay que salvarse juntos. Hay que llegar juntos a la casa de Dios. No vayamos a encontrarnos con Dios estando los unos separados de los otros. Hay que pensar un poco en íos otros, hay que trabajar un poco por los otros. ¿Quédiría Dios, si llegáramos hasta Él los unos sin los otros?105.

Hace algunos años se hizo famoso e! sindicato polaco Solidarnosc («Solidari­dad»), del que ya no se habla de un tiempo a esta parte. La solidaridad cristiana no puede ser un guadiana que aparece y desaparece en la tierra de la historia, sino una corriente siempre activa en todos ios terrenos de la actividad civil y eclesial. Solo trenzando juntos los mimbres de la solidaridad en el tiempo llegaremos al hogar co­mún de la eternidad,

Una parte de las implicaciones constructivas de la palabra latina solidus se conserva en la palabra castellana «solidaridad». Es verdad que, en determinados círculos, se ha abusado de este término y que en otros resulta sospechoso, porque se le asocia con los sindicatos y las organizaciones políticas de izquierda; no obstante, posee connotaciones que se han perdido en relación a la palabra «consuelo», especial­mente en lo que atañe al aspecto comunitario y al compromiso activo. Mostramos solidaridad cuando nos apoyamos mutuamente, nos ponemos recíproca­mente en el buen camino, salimos en defensa del otro, lo protegemos, lo cuidamos y, si es necesario, lo criticamos. La solidaridad implica la asociación comunitaria cons­tructiva, que es fundamental en el Nuevo Testamento, pero que ha desaparecido en la noción burguesa de consuelo104.

El cristiano, si sabe que debe «operar su salvación», sabe que no se salva ni se con­dena aislado, sino en el Cuerpo de Cristo. Debe sentirse responsable de los fallos y pe­cados colectivos. Y partícipe de la inquietud por una auténtica realización colectiva deíamor. En algún sentido, todo el Cuerpo de Cristo y su edificación gravitan sobre cada uno de sus miembros y le exigen una entrega infinita, un amor que tienda a ser «como el de Dios». Ese amor es el «espíritu»común, que debe ser igual en todos. Lo externo de su prestación social serábien limitado, pero en su pequenez serávehículo de un amor sin límites.

San Pablo lleva su comparación a una consecuencia imprescindible: «Los miembros más débiles son los más necesarios, y a ios que parecen más viles los rodeamos de ma-

 

 

 

P. Teilhard de Chardin, en Ibídem, p. 444.


105Ch. Péguy, en Ibídem, p. 445.

s°* G. Müller, El Espíritu de Dios. Santander, Sal Terrae, 1966, 232 pp.

 

 

 

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yor honor.., De esta suerte, si padece un miembro, todos ios miembros padecen con é!». Sería un belfo engaño, una «teoría», toda la concepción y con ella todo el cris­tianismo, si Ja íógica del espíritu solidario no llegara hasta ahí. Es una doiorosa ver­güenza que las revoluciones modernas -hijas ignoradas de las ideas cristianas™ha­yan encontrado en la sociedad de los cristianos absurdas injusticias en que cebar una reconvención al cristianismo. Todo cristiano responsable lo siente hoy. Por eso urge inmensamente el insistir en esta «esencia del cristianismo», olvidada por los cristianos. Hay que verlo claro y decidirse a iuchar contra nuestro egoísmo,0'.


4 «SERVIR A DIOS ES REINAR»

 

Ya desde la primera página de los ejercicios, sabemos que el ser humano es creado para servir a Dios. Pero esta dimensión del servicio queda reforzada para el cristiano como un elemento esencial del Evangelio. Sin embargo, es necesario afianzar esta condición humana y cristiana en una sociedad que no estápor la iabor. Es muy bueno que la cultura actual no soporte el término «siervo»como sinónimo de es­clavo, pues la esclavitud y la servidumbre parecen etapas felizmente superadas de la historia (aunque siga habiendo diversas servidumbres y esclavitudes modernas).

Pero una cosa es el servilismo y ia servidumbre y otra la servicialidad y el servi­cio. Síla primera pareja es negativa, la segunda es positiva, En las modernas socie­dades de! bienestar proliferan los llamados «servicios sociales»como instrumentos adecuados para el bien común. Y hasta tos principales miembros de los gobiernos se llaman «ministros», cuya traducción del latín es «servidores», pues deben ser ios pri­meros en servir a los ciudadanos.

 

j. Gómez Caffarena, en R. de Andrés, Diccionario existencia! cristiano, o. c, p. 445.


«Para servir a Dios y a Vd.»

Es verdad que ya no se estila la vieja fórmula de presentación, cuando uno se daba a conocer por su nombre y añadía, a manera de profesión: «para servir a Dios y a us­ted». Pero, aunque no se formule de palabra, la disposición del cristiano actual debe seguir siendo la misma. En cuanto al servicio de Dios, aunque jesús haya cambiado nuestra condición de siervos por la de hijos, eso solo quiere decir que nuestro servi­cio a Dios no ha de ser servil sino filial, no coaccionado sino libre.

jesús es el primero en asumir la personalidad del Siervo de Yahvé, profetizado por Isaías. Desde hace dos mil años de interpretación bíblica, la Iglesia ha identifi­cado a Cristo como el servidor de Dios anunciado por el profeta. Cierto que jesús quiso presentarse como el Hijo del Padre, pero sin perder la condición de Siervo de Yahvé. ¿Acaso el término griego país no significa tanto «siervo»como «hijo»? Natu­ralmente, Jesús serviráal Padre filialmente, no servilmente.

En cuanto a «servir a Vd.»y a los demás, es también una dimensión inherente a la condición cristiana, ya que Jesús ha sido definido no solo como ei Servidor de Yahvésino también como «el Hombre para los demás». Porque él mismo definiósu misión mesiánica como servicio: «No he venido a que me sirvan, sino a servir hasta

 

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dar la vida por todos»(Mt 20,28). Bastaría que Jesús asumióese papel de servidor para que sus discípulos le hicieran eco. Pero es que, además, él dice expresamente que le sigan por ese camino de servicio los demás: «El que quiera ser grande entre vosotros sea vuestro servidor»(Mt 20,26).

Nadie más grande que Jesús, el Hijo de Dios humanado, y sin embargo nadie llevó más lejos su servicio, pues llegóhasta practicar el oficio de esclavo, lavando los pies a los discípulos, la tarde-noche del Jueves santo en el cenáculo de Jerusaién. Pero no era un ejemplo extremo de humildad, sino un paradigma de acción cristiana. «Voso­tros me ¡lamáis maestro y señor, y decís bien. Pues si yo, que soy maestro y señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros mutuamente los pies. Os he dado ejemplo para que hagáis lo que yo he hecho»(Jn 13,13-15).

No se trata de que unos se rebajen ante otros, sino de un ejercicio de servicios mutuos: todos deben ser servidores y servidos de todos. De ahínació, sin duda, el ¡ lema pontificio de los papas: «Siervo de los siervos de Dios». Y ahíse inspira la paia- j bra «ministerios»(«servicios») para denominar las acciones eclesiales. Y ahíse basa i el título de un libro famoso de un polémico obispo francés: «Una iglesia que no sirve ' no sirve para nada»'06.

Sin embargo, la mentalidad actual estálejos de moverse cómodamente entre coor­denadas de servicio. Hasta los que desempeñan el servicio doméstico prefieren lla­marse «empleados/as de hogar», porque todo lo que huela a servir suena a servil, aunque sea erróneamente, y no entra en el esquema de las profesiones actuales.

Jesús, tras el lavatorio de los pies, dijo a los suyos: «Si lo sabéis y cumplís, seréis .
dichosos»(Jn 13,17). Pero nuestra sociedad, más que alegría por servir, siente aler- /
gia. Si la renuencia hacia el servicio fuera solo una cuestión lingüística, se podría re- j
currir al consejo del biblista Juan Mateos:                                                                         /

Para conservar actual el lenguaje evangélico es, por tanto, preferible usar la perífra- / sis «prestar servicio»en vez del verbo «servir», culturalmente superado por marcar/ una desigualdad social. «Prestar servicio», en cambio, designa la ayuda voluntaria entre iguales y no designa imágenes de bajeza o potencia m.

Pero, si el problema radica en nuestro talante soberbio, lo que procede es cam-, biarlo por el de humildad, que es también incuestionable evangélicamente. En este caso, nos ayudaráel releer ese diálogo que se encuentra en El canto del pájaro:      i

El discípulo: -Vengo a ofrecerte mis servicios.

El maestro: -Si renuncias a tu «yo», el servicio brotaráautomáticamente108.              I

J. Gaillot, Una Iglesia que no sirve, no sirve para nada. Santander, Sal Terrae, 1989, 158 pp. J. Mateos, en R. de Andrés, Diccionario existencial cristiano, o. c, p. 429. T. de Mello, El canto del pájaro. Santander, Sal Terrae, 1998,215 pp.


■  Hasta mandar es servir

El alcance del servicio desde la óptica cristiana es la universalidad, jesús no se con­tenta con afirmar que servir es una acción digna, sino que extiende esta actividad hasta a los dirigentes. Mandar es también una forma de servir. Más que «el cargo es una carga», los investidos de algún mando han de decir: «el cargo es un servicio». Desde los padres de familia hasta los padres de la patria, pasando por los responsa­bles de cualquier parcela del entramado social, ¿quién no ostenta algún grado de poder?

jesús enseña a los cristianos a ejercer cualquier mando con un talante no de do­minio, sino de servicio: «Sabéis que los que dominan las naciones las oprimen, aun­que se hacen llamar bienhechores. Entre vosotros no ha de ser así. El que sea grande entre vosotros, hágase el menor y el servidor de todos. Como el Hijo de! hombre, que no vino a ser servido sino a servir»(Mt 20,25-28). Y esto tiene su aplicación no solo en los jerarcas de la Iglesia sino en los dirigentes cristianos de la sociedad civil.

La doctrina de jesús sobre el mando, expuesta en aquel clima de esclavos y señores, tuvo que ser terriblemente subversiva y, casi seguro, no fue entendida. Tan seguro que hoy, después de dos mil años, sigue sin ser entendida, ni siquiera por los propios hombres de Iglesia. Teóricamente, sí, por supuesto. «No he venido a ser servido, sino a servir»es frase sacramental, que se repite como axioma por todos ¡os poderosos que quieren teñir de evangelio su poder. Pero solo repetida mecánicamente, no creí­da en serio, no cumplida.

«No todos somos iguales, no podemos ser iguales»se dice siempre con razones en la mano: razones biológicas, intelectuales... Jesús no dice que todos seamos iguales. Es más, reconoce que no lo somos. Solo que asegura tajantemente que «¡os superiores» deben estar en constante actitud de servicio con relación a los inferiores. Los supe­riores mandan, pero mandar no es «manejar», ni esclavizar, ni tiranizar. Mandares servir. Resumiendo: Jesús viene a decir exactamente lo contrario de lo que estásóli­damente establecido en el mundo. Aquíes donde se ve ei alcance «revolucionario», profundamente revolucionario, de la doctrina evangélica. Y donde, una vez más, se da uno cuenta de lo inestrenado que sigue estando el Evangelio,09.

■  «Servir a Dios es reinar»

El cristiano estállamado a ejercer su múltiple servicio, civil y eclesial, familiar y pro­fesional, económico y social y hasta político, en mando o en obediencia, buscando siempre servir a Dios y a los demás. Y esto no con una sensación negativa, sino posi-

B. M. Hernando, en R. de Andrés, Diccionario existencial cristiano, o. c, p. 428.

 

 

 

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tiva, sabiendo que no solo «servir a Dios es reinar»sino también servir a ios seres hu­manos es reinar al estilo de jesús.

Cristo es hecho Señor sin dejar de ser servidor, y entonces las relaciones humanas pueden superar la dialéctica amo-esclavo, pues el señorío de Cristo rompe la vieja noción de señor que implicaba siervos sobre ¡os que mandar, significando solamente señorío, soberanía sobre todo lo que antes amenazaba y esclavizaba al hombre. La noción de señor o de rey, aplicada a Jesús por sus reminiscencias teocráticas, pro­cede de la teología real del Antiguo Testamento, en especial del Salmo 2,7. Sin em­bargo, a partir de la resurrección, este título y este texto es utilizado por la predica­ción cristiana con significación mesiánica. La comunidad pensóque la resurrección de jesús, que ella aceptaba, era ei momento en que se realizaba el anuncio del saimo. Parece contradictorio creer que el que ha muerto crucificado es el individuo de quien habla este salmo. Pero tal interpretación afirma que la esperanza en ei futuro Mesías se realiza en aquel ajusticiado, que es a la vez el resucitado a los ojos de la fe. Expresa la convicción de que un indefenso, el que murióen la cruz, el que renunció al poder del mundo, el que prohibióla espada y no envióa otros a la muerte, sino que muriópor ellos, el que vio el sentido último de la existencia humana no en do­minar a otros y en la autoafirmación, sino en el radical ser-para-los-demás, es el mismo que hace temblar los poderes de la tierra, aquel de quien Dios dijo: «Hijo mío eres tú, hoy te he engendrado»(...) No hay, pues, sucesión sino simultaneidad entre servicio y gloria, entre la humillación voluntaria y la exaltación recibida 1,°.

Servir es dar y darse. En el parámetro cristiano, el servicio equivale a la dona­ción, hasta el don de la propia vida. Cuando Jesús afirma su misión mesiánica como servidor, dice: «Yo he venido para servir hasta dar la vida». Por eso, como deduce Ben F, Meyer, la respuesta del hombre de hoy a la pregunta de Jesús «¿quién decís que soy yo?», solo puede ser que es el que no viviópara símismo, sino para los de­más.

Esta expresión de que Jesús es el Hombre-para~los-otros estáacuñada en nuestros días, pero hunde sus raíces en ei Evangelio. Desde que Juan nos revela en su prólogo que el Hijo plantósu tienda entre nosotros, todo fue una cascada de entregas a los seres humanos, como expresión de su servicio. Tras pasar treinta años sirviendo mo­destamente en la casa-taller de Nazaret como carpintero, el trienio de su vida pú­blica fue un servir a ios demás como bienhechor. Por eso, Pedro pudo resumir la exis­tencia de Jesús con la síntesis: «Pasóhaciendo bien y liberando deímal»(Hch 10,38).

Jesús también prestósu servicio a los carentes de salud como taumaturgo y mé­dico. Ante los enfermos e impedidos, su actitud fue la que adoptócon uno de los cie­gos a los que iluminó: «¿Quépuedo hacer por ti?»(Mt 20,32). jesús se ponía al servi­cio del necesitado. Con ese talante servicial se dio a los leprosos, ciegos, cojos,

l!0A. Andrés, Apuntes de cristoiogíapopular. Valencia, s/f.


paralíticos, para devolverles la piel, la luz, el salto, la libertad de movimientos. Se dio también a los extranjeros y a los gentiles, atendiendo a un centurión romano y a una mujer sirofenicia.

Pero ei servicio de Jesús armonizóla curación de los cuerpos maltrechos con la salvación de los espíritus maleados, dando el perdón y la cercanía a los publícanos y a los pecadores. Y llevósu servicio hasta las mujeres, que no pintaban nada social-mente, haciéndolas discípuias, amigas y confidentes. Y hasta a los más marginados, los niños, los pequeños, pidiendo a los apóstoles que les permitieran acercarse a él para darles su tiempo y atención.

El servicio de Jesús a los demás se tradujo, además, en su entrega como evangeli-zador del Reino de Dios, donde no hay subditos, sino hijos y hermanos, Pero, sobre todo, llevósu servir hasta dar la vida por la multitud, sin reservarse ni una gota de su sangre. El que no se reservaba tiempo ni energías cuando lo necesitaban los de­más, no podía reservar su existencia cuando llególa hora de ofrecerla en rescate por

todos.

Tal vez no se nos pediránunca el servicio de la propia vida de golpe, como a Je­sús, pero síla podemos dar poco a poco en la agenda diaria, sirviendo a los demás, siguiendo el eslogan cristiano: «¿Para quévale la vida, sino para darla?». No hay me­jor realización propia que realizarse en la entrega generosa, sirviendo a los otros en los distintos círculos concéntricos de la familia, la profesión, las relaciones sociales.

■ Los «inútiles»también pueden servir

Para neutralizar cualquier atisbo de suficiencia por prestar cualquier clase de servi­cio en la Iglesia o en la sociedad, Jesús nos previene en el Evangelio: «Cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid: -Somos siervos inútiles; solo hemos hecho lo que te­níamos obligación de hacer»(Le 17,10). No quiere decir Jesús que no somos útiles, sino solo que no hacemos nada de más, fuera de lo estrictamente debido.

Al margen de esto, una dificultad cada vez más numerosa se presenta actual­mente en la prestación de servicios. Nuestra sociedad, que ha conseguido cotas cada vez más altas en expectativas de vida para los mayores, no sabe quéhacer con esos millones de hombres y mujeres de la tercera edad, que ya no tienen puesto alguno en el mundo labora!. Más aún, cada vez se adelanta la jubilación con prejubilaciones prematuras.

Sin embargo, cristianamente, nadie es inútil. San Ignacio, al final de los ejerci­cios, sintetiza todo el programa del ejercitante en la máxima «En todo amar y ser­vir». Pero, cuando el servicio activo se hace imposible por ¡a edad, los achaques y las pasividades, siempre queda la posibilidad dei amor. A nadie se le puede prohibir el seguir amando, por el hecho de cumplir ochenta años, estar en una silla de ruedas o ser pensionista.

 

 

 

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Por eso, la última palabra de los ejercicios, al término de la Contemplación para alcanzar amor, es una súplica en la que se pide a Dios: «Dadme vuestro amor y gra­cia, que esto me basta». El aceptar ser amado gratuitamente por Dios y el amarle a él y a los demás es un ejercicio pasivo y activo que siempre estáal alcance de todas las fortunas. Aportar un poco de amor en las venas de una sociedad indiferente y hasta egoísta es el mejor servicio que se puede prestar.


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«DICHOSOS VOSOTROS»

(Las Bienaventuranzas de Jesús y en Jesús)

Otra forma de ahondar en el Reino y en la bandera de Cristo es contemplando las bien-

i   aventuranzas, síntesis del Evangelio y de la espiritualidad cristiana. Escuchar las bienaventuranzas, en alguna de sus variantes, como dichas por jesús a míaquíy

|   ahora.

/         Importante: Las bienaventuranzas o «felicidades»indican lo positivo del dis-

curso programático de Jesús, que es una Buena Noticia, una vida abundante. Jesús j no es un aguafiestas, que viene a aguar el vino de la vida humana, sino a darnos un vino mejor. La paradoja radica en el medio para conseguir la felicidad humana. Mientras la sociedad de consumo lo pone en poseer cada vez más cosas, jesús lo pone en actitudes. En síntesis, Jesús propone las bienaventuranzas, ocho posturas de vacío y desprendimiento, como vehículo para llegar a la felicidad.

Antes de saborear cada una de las bienaventuranzas, recordemos la frase de Pe­dro a Jesús: «Tútienes palabras de vida eterna»(jn 6,68). Jesús es la verdad infalible, que no engaña. Dejémonos empapar de la felicidad según Jesús, para neutralizar el bombardeo psicológico y sociológico de la sociedad de la abundancia,

■ Las Bienaventuranzas en la versión de Mateo (5,1-12)

«Dichosos los pobres de espíritu»(v. 3) afirma Jesús. Felices los que tienen espíritu de po­
bres, los desprendidos de los bienes materiales, los vacíos de sí, los humildes. Por el con-
i     trario, infelices los ambiciosos de poder y fama y dinero, los envidiosos por no tenerlo,
\    los egocéntricos, los soberbios y orgullosos que piensan «Mucho más merezco yo».
I          «Felices los sufridos»(v 4) asegura Jesús. Dichosos los que tienen aguante para el

\ sufrimiento moral, los que encajan los golpes de la vida, los que perdonan las ofen-I sas. Por el contrario, infelices los violentos, ios coléricos, los vengativos. \ «Dichosos los que lloran»(v. 5) afirma jesús. Los sensibles a los males espirituales ; y materiales del prójimo cercano o lejano: el hambre, la guerra, la incultura, el pe-j cado. Por el contrario, infelices los de corazón insensible, los ciegos a los males aje-I  nos, los sordos a tos gritos y lamentos de los demás.

«Felices los hambrientos y sedientos de justicia»(v. 6) anuncia Jesús. Los que an­helan e! Reino de Dios y su justicia, los que se ajustan a la voluntad de Dios, los que

 

 

 

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practican lo que es justo. Y, por tanto, infelices los injustos, los indiferentes a las in­justicias, los que se encogen de hombros ante sus deberes de justicia distributiva y social, de dar a cada uno lo suyo.

«Felices los misericordiosos»(v. 7) sentencia Jesús. Los compasivos, los que se de­jan afectar por las miserias de los demás y acogen a los miserables, a ios marginados de todo tipo. Y, por tanto, infelices los fríos, los duros de corazón, los calculadores, los inmisericordes.

«Felices los limpios de corazón»(v. 8) afirma jesús, Los que tienen la conciencia limpia, los que viven en gracia de Dios, los sinceros con Dios, consigo y con los de­más. Y, por tanto, infelices los inquietos por los remordimientos, los acorazados en su mala conciencia, los insensibles a la voz del bien moral.

«Felices los constructores de paz»{v. 9) asegura jesús. Los pacíficos consigo mis­mos y con los demás, los pacificadores de ios otros, los que buscan la concordia, los que rezan: «Señor, hazme instrumento de tu paz». Y, por tanto, infelices los sembra­dores de cizaña, los chismosos, los calumniadores.

«Felices los perseguidos por ser justos»(v. 10) asevera Jesús. Las víctimas inocen­tes de la mala voluntad, los maltratados por ser buenos. Infelices, portante los per­seguidores de los justos.

■ Las Bienaventuranzas en la versión de Lucas (6,20-26)

Mientras el primer evangelista habla de las bienaventuranzas como actitudes espiri­tuales ante los bienes y males propios y ajenos, Lucas se refiere a realidades socioló­gicas malas y buenas, Al escuchar la versión del tercer evangelista, hemos de evitar cualquier interpretación que suponga alabanza divina de la miseria y el dolor físico, que sería un sarcasmo en labios de Jesús.

«Dichosos los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios»(v. 20). Esta sentencia de jesús no quiere decir que la miseria, la carencia de los bienes esenciales para vivir sea buena y cause felicidad. La pobreza solo es buena cuando se acepta o busca li­bremente. O cuando se logra como resultado de ayudar a los demás con los propios bienes o de compartir la vida con ios pobres.

En contraposición «¡Ay de vosotros los ricos!»(v. 24) afirma Jesús. Infelices los ri­cos a costa de los pobres, los que no reparten con justicia, los que no respetan la di­mensión social de la riqueza, los codiciosos, los avaros, los que tienen por lema tener cada vez más como sea.

«Dichosos los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados»(v. 21). Jesús no canoniza el sufrir la necesidad de la comida y la bebida necesarias para subsistir, Al llamar dichosos a los hambrientos y sedientos, jesús quiere decir que Dios toma partido por ellos, precisamente para que salgan de esa mala situación. Cierto que Dios no los libra directamente, pero propone un Reino, un proyecto de sociedad

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donde reine una solidaridad que reparta equitativamente los bienes y los males. Je­sús solo llamafelices a los que ayunan voluntariamente para ayudar a los hambrien­tos forzosos o para compartir solidariamente su circunstancia inhumana.

Por el contrario, contrasta jesús: «¡Ay de vosotros los saciados, porque tendréis hambre! (v. 25),Jesús no condena a los que tienen lo suficiente para satisfacer sus necesidades vitales. Jesús solo llama infelices a los que nadan en la abundancia mien­tras otros padecen inanición; a los que desperdician la comida que podría alimentar a otros, a los que se rodean de cosas superfluas destinadas a saciar el hambre y la sed de los necesitados.

«Dichosos los que ahora lloráis, porque reiréis»<v. 21b), Jesús no es un maso-quista que bendice el llanto causado por la presencia del mal físico o afectivo en carne y corazón, jesús bendice el llanto de la compasión por los que lloran, el de quienes lamentan los males que hacen lloraralos demás, el de los solidarios que en­jugan las lágrimas ajenas. Por el contrario, recalca Jesús: «¡Ay de los que ahora reís, porque lloraréis!»(v. v. 25b). jesús no amarga la risa por tener buena conciencia ni es un aguafiestas de los felices en su vida, jesús ¡lama infelices a los que se ríen de las lágrimas ajenas, a los que se alegran de las desgracias de los demás, a quienes se en­cogen de hombros ante el llanto de otros.

«Dichosos vosotros cuando os odien y excluyan, os insulten e infamen, por mi causa»(v.22). Jesús no afirma que sea grato sufrir represalias por haber dado motivo para ello. Jesús solo dice que causa dicha el sufrir represalias por fidelidad a su causa. Como los apóstoles, que «salieron contentos del Sanedrín, tras ser castigados por el nombre de Jesús»(Hch 5,41).

Al contrarío, sentencia Jesús: «Ay si todo el mundo habla bien de vosotros»(v. 26). Jesús no critica a quienes merecen la aprobación de los demás por su entrega, gene­rosidad, bondad, altruismo, servicio, solidaridad, justicia, misericordia y buenas ac­ciones. Jesús desautoriza a los adulados por dinero o por servilismo, a los que ven­den su imagen como positiva siendo malas sus obras o intenciones, a los que cuidan la fachada para ser alabados, sin cuidarse de tener buen contenido interior.

■ Otra forma de abordar las bienaventuranzas de Jesús es convertirlas en oración

Más que saberlas, hay que vivirlas, y para eso necesitamos pedir gracia a Dios.

Pobreza. «Danos, Señor, un talante espiritual de pobres, es decir, de humildes. Y una existencia desprendida de todo lo superfluo y solidaria con ¡os pobres forzosos. Concédenos vivir la opción preferencia! por los pobres reales, solidarizándonos con ellos, luchando por su mejora y ayudándoles a cambiar sus condiciones inhumanas».

Compasión. «Danos, Señor, un corazón compasivo, semejante al tuyo, que se conmovía ante el sufrimiento ajeno, para intentar alejar el mal físico, afectivo y mo­ral, y llevar a los que sufren en el cuerpo, el corazón o el alma el consuelo prometido

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por ti. Señor, a los que lloran por causas nobles dales el consuelo de saberse en onda contigo y la alegría de secar lágrimas ajenas, y ei gozo de haberte consolado a ti en los tristes»,

justicia. «Danos, Señor, hambre y sed de justicia bíblica, que es la santidad, y también de la distributiva y social, y de luchar contra las injusticias con acción fe­cunda y eficaz. Haz que comencemos contra las injusticias a nuestro alcance, en la propia zona de influencia, para abrirnos en círculos concéntricos hasta las injusti­cias del tercer mundo».

Misericordia. «Señor, concédenos que la sed de justiciano nos vuelva duros de corazón Que sepamos conjugarla con la misericordia hacía las miserias materiales espirituales. Que imitemos tu corazón, rico en compasión hacia los menesterosos. Que aprendamos a perdonar como Túnos perdonas, y alcancemos misericordia para nuestras miserias».

Limpieza. «Concédenos, Señor, limpieza de corazón, para que de su abundancia broten de nuestros labios palabras limpias de egoísmo, envidia, rencor, malicia y su­ciedad. Limpieza para poder verte en esta vida con mirada limpia, a través de la os­curidad del mal que nos envuelve; y en la otra vida verte limpio de toda sospecha con que te manchan los hombres de mirada sucia y maliciosa».

Paz. «Ayúdanos, Señor, a trabajar por ía paz en todos los estratos: interpersonal, familiar, laboral, social. Y para ello, haznos pacíficos con nosotros, contigo y los de­más. Que nuestra persona y presencia difundan la paz de que gozamos. Para ello, danos tu paz, la que nace del equilibrio interior, que se traduzca en arreglar los des­equilibrios de la sociedad y la iglesia. Que donde haya desacuerdo y lucha ponga yo paz y concordia».

Persecución. «Regálanos, Señor, la alegría si somos perseguidos por ser justos y santos. Que la amargura de los insultos e incomprensiones quede neutralizada y supe­rada por el gozo de compartirlos contigo y con tus seguidores de ayer y de hoy. Que nos ayude también a superar las contradicciones por tu causa la promesa de la gran recompensa de! cielo, donde, desaparecida la cizaña del mal, todo serátrigo limpio».

■ Contemplar a Jesús viviendo las Bienaventuraznas

Finalmente, hay otra forma de afrontar la paradoja de las bienaventuranzas de je­sús: contemplarlas no solo salidas de su corazón, sino también realizadas en su vida, jesús, el Bienaventurado, el Dichoso, el Feliz. Viéndole a él encarnándolas durante su paso por la tierra, nos animaremos más a vivirlas.

Jesús pobre. «Siendo rico, se hizo pobre por nosotros, para enriquecernos con su pobreza»(2 Cor 8,9), Nacióen un pesebre. Trabajómanualmente treinta años. Vivió tres años a la intemperie, sin cama donde reclinar la cabeza. Y muriódesnudo, sin túnica en la cruz.

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jesús sufrido. No se rebeló, sino que encajóbien las adversidades. Experimentóla emigración de niño. Llevóuna vida rural llena de incomodidades. Padeciólas incle­mencias de! tiempo en su vida pública, cansancio, hambre y sed. Soportóla incom­prensión de sus seguidores. Sufrióinsultos de comilón y borracho, de blasfemo y en­demoniado.

jesús lloró. Su autocontrol no le privóde llorar por su amigo Lázaro. Y por su querida Jerusalén, que sería destruida por no acoger la gracia de Dios ni su amor de madre como gallina hacia sus poliuelos. Y llorólágrimas de sangre en la noche triste

del olivar.

Jesús sediento de justicia. Exhorta: «Buscad primero la justicia del Reino de Dios» (cf. Me 6,33). Realizóla justiciade los profetas. Y la superócon su apuesta por el amor. Pedro le llamó«el Justo».

Jesús misericordioso. Hizo suya la frase de Dios: «Quiero misericordia, no sacrifi­cios»(Mt 12,7; cf. Os 6.6). Su corazón se partía ante las multitudes hambrientas, ante la viuda de Naím, ante la hija de Jairo. jesús inventóla parábola del padre pro­digioso del hijo pródigo, porque él sentía lo mismo ante los descarnados. Jesús fue rico en misericordia ante las miserias humanas.

Jesús limpio de corazón. Sin ser ñoño, fue delicado. Calco humano de su madre, María inmaculada. Igual en todo a nosotros, menos en el pecado. Sincero con Dios y con los demás. Alérgico a la hipocresía y el fariseísmo. Contaba la verdad y cantaba las verdades. Su mirada a Magdalena, la samaritana, la pecadora, la adúltera fue limpia como agua pura.

Jesús pacifico y pacificador. No fue violento, sino adalid de la antiviolencia. Príncipe de la paz. Su nacimiento fue saludado con el himno «Paz en la tierra a los hombres amados por Dios»(Le 2,14). Su saludo y despedida era siempre: «Paz a voso­tros»(Le 24,36), «La paz os dejo, mi paz os doy»(jn 14,27).

Jesús perseguido. De niño, por Herodes. De mayor, por sus adversarios religiosos y políticos, verbal y físicamente. Vendido como un esclavo. Muerto como un malhe­chor.

Aunque las bienaventuranzas sean «felicidades», como no lo entendemos así, solo mirando al Jesús Bienaventurado y Dichoso nos serán más llevaderas y hasta fuente de alegría espiritual.

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«LA JUSTICIA QUE BROTA DE LA FE»

En una renovación cristiana profunda, como la que significan los ejercicios anuales, no puede faltar el repaso de la justicia, componente indispensable de la fe cristiana. Se trata de una dimensión clave, además, de la sociedad actual y palabra indispensable entre las que barajan los políticos en su repertorio habitúa!. La sociedad actual re­clama sus derechos, el mundo labora! clama por un salario justo, los estudiosos distin­guen entre la justicia distributiva y la social. Y la Iglesia posconciliar del Vaticano II ha redescubierto «la justicia que brota de la fe»(Rom 9,30) como un elemento esencial. E! problema no radica en que se hable poco de justicia sino en que no se practi­que con la misma contundencia. Por eso, el cristiano consciente de sus deberes ha­cia la justiciaha de comenzar luchando, con todos los medios lícitos a su alcance, contra las injusticiasque se ceban en las relaciones sociales de las que forma parte. Nadie puede escudarse en la dificultad de la empresa, en la impotencia de sus me­dios personales o grupales, para inhibirse ante la ingente tarea.

■ Reaccionar ante las injusticias

Aún conserva toda su fuerza ta argumentación del político cristiano Martín Luther King, asesinado por defender estas ideas:

Aceptar pasivamente un sistema injusto es colaborar con él; por tanto, el oprimido comparte la maldad del opresor. Hay tanta obligación moral en ia no-cooperación con el mal cuanto en la cooperación con el bien. El oprimido no puede dar punto de reposo al opresor. La religión recuerda que cada hombre es el guardián de su her­mano. El aceptar pasivamente la injusticia equivale a dar justificación moral a las ac­ciones del opresor; es una manera de dejar dormir su conciencia. Y, en ese momento, el oprimido deja de ser el guardián de su hermano11'.

El ya desaparecido obispo brasileño Hélder Cámara también abogaba por la opo­sición, pacífica pero fuerte, ante las injusticias sociales que campan por sus respetos tanto en las sociedades deprimidas como en las opulentas.

 

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1,1M. Luther King, en R. de Andrés, Diccionario existencia! cristiano, o. c, p. 269.

 

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En los países subdesarroüados, las injusticias alcanzan a millones de criaturas huma­nas, hijos de Dios, reduciéndolos a una situación infrahumana. Pero tengamos cui­dado; las injusticias no son monopolio de los países subdesarroüados; se dan también en los países desarrollados, tanto en el bloque capitalista como en el socialista... Si estoy dispuesto a consumir con alegría el resto de mi vida, de mis fuerzas, de mi ener­gía, para exigir justicia, pero sin odio, sin violencia armada, a través de la presión moral liberadora, es porque estoy convencido de que solo el amor es constructivo y fuerte"2.

Pero no basta que, cada uno desde su circunstancia, ponga su granito de arena para disminuir la injusticia ambiental. Ha de hacer algo positivo para implantar la justicia a su alrededor, tanto en el entorno personal como en el social. Es poco neu­tralizar las injusticias; hay que superarlas trabajando por una justicia cada vez ma­yor. Su defensa es una exigencia de la fe judeo-cristiana. El vocablo «justicia»está presente en toda ía Biblia, ya desde el Antiguo Testamento, y corresponde a diversos equivalentes de nuestro lenguaje actual. Incluye lo que entre nosotros se denomina justicia distributiva, retributiva, vindicativa, asícomo la justicia social y los dere­chos humanos.

■ justicia imbricada en ia fe

En la antigua Alianza, según comenta F. Lage, un rey justo es el que establece un sis­tema legal que nivele la desigualdad contra los menos favorecidos, que son los po­bres, los más débiles, ios huérfanos y las viudas. En onda con esta tradición, la justi­cia debe empujarnos a buscar el bienestar de las víctimas del malestar social; los marginados, los desfavorecidos, los inmigrantes, las minorías.

Toda ia religiosidad veterotestamentaria y toda la experiencia de fe de la comunidad judía se apoyaba en una captación profundísima de ¡a identidad entre Dios y la justi­cia. No hay en todo el antiguo Testamento otro concepto más vinculado a Yahvéque el de !a justicia. Precisamente por eso, al hombre más cercano a Dios no puede al­canzarle la injusticia (cf. Sal 2). Hasta tal punto se da esa identidad entre Dios y la justicia que !a palabra «justo»sufre un desplazamiento, desde designar al hombre que practica esa virtud ínterhumana a significar al hombre en paz con Dios1".

En la teología de la antigua Alianza, son numerosos los pasajes en que se pondera el valor de la justicia. Espiguemos algunos, de diversos libros. «El Señor aborrece la


conducta del malvado y ama a! que busca la justicia»(Prov 15,9). «Hasta la muerte lucha por la justicia y el Señor pelearáa tu favor»(Eclo 4,9). «Asídice el Señor; -Guardad el derecho, practicad la justicia»(Is 56,1). «Dichosos los que respetan el derecho y practican siempre la justicia»(Sal 106,3).

La fe cristiana no hace sino reforzar y mejorar esta herencia del Antiguo Testa­mento. El mismo jesús proclama dichoso al que «tiene hambre y sed de la justicia» ÍMt 5,6). Pero:

La justicia, en la revelación, no se plantea en términos de posesión o propiedad, ni se limita a dar a cada uno lo suyo (concepto romano occidental de justicia), sino que se caracteriza por su empeño en la defensa eficaz del débil y del oprimido. La Iglesia tiene que recoger esta revelación y hacerla presente en el mundo con su vida y su mensaje. Si no hiciera esto, dejaría de ser la Iglesia de Cristo. En el corazón de su mi­sión debemos situar no solamente el anuncio de la justicia, sino la puesta en práctica deesa misma justicia"4.

Según el ex General de la Compañía de Jesús, Pedro Arrupe, es la praxis de la jus­ticia la que nos harácristianos creíbles, dignos de fe:

Para vivir la justicia y actuar a favor de la justicia, debemos comprometernos en un proceso de discernimiento. Discernimiento significa lectura e interpretación de los signos de los tiempos. Significa que debemos plantearnos a nosotros mismos cuestio­nes como: en la situación existencial concreta en que nos hallamos, ¿cuáles son los hechos que tienen que ver con el mensaje evangélico de la justicia: la liberación de los oprimidos, la defensa de los pobres, la salvaguarda de los derechos de la persona humana, la promoción del desarrollo humano? ¿Cuáles son los medios eficaces para hacer efectiva, a la luz de la fe, en esta situación concreta, la justicia del Evangelio? ¿Quéplan de acción: cuándo actuaremos, quéharácada cual, quérecursos y qué apoyo debe recibir quien haya de realizar lo que de él se espera? "5.

Los cristianos que han estudiado y llegado a orientaciones y conclusiones con­cretas en diversos campos de la moral, deberían ahondar más en lo referente a los deberes de la justicia.

Creemos que requiere un mayor interés por parte de los cristianos el reflexionar so­bre los bienes, la austeridad, el lujo, las necesidades humanas, y pensamos que no puede demorarse más la tarea de sensibilización y concienciación hacia estos temas. Es necesario reflexionar sobre cuáles son las necesidades humanas de hoy (vivienda, trabajo, sanidad, educación, alimentación, socialización, etc.), cuya cobertura per­mita a las personas vivir con la dignidad de hijos de Dios "6,

 

 

 

1,2H. Cámara, en Ibldem, p, 270. 113J, I. González Faus, en Ibídem.


R. Echarren, en Ibídem.

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P. Arrupe, en Ibídem, p. 271.

116J. Bsosca e I. Mora, Posees lo ajeno cuando posees lo superfino. 2001, p. 197.

 

 

 

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Pero esta importancia de la justicia en el cristianismo no es un invento actual. Los Padres de la Iglesia ya abundaban en su magisterio social sobre ¡a práctica de la justicia. Recordemos algunos textos que puedan excitar nuestra conciencia, tal vez adormecida:

No sería justo considerar la propiedad privada solo desde el ángulo del derecho posi­tivo y jurídico, si este no estáintegrado en todo el bien común humano. De ahíque muchos Padres consideren la misericordia y la liberalidad como deberes de justicia, siendo esta la virtud que mira umversalmente por el bien común, porque la ley natu­ral nos obliga a mirar por todos y a apoyarnos y sostenernos mutuamente, signo de lo cual es que el dar a los demás no es propio de las fieras, sino que distingue al hom­bre como una clara manifestación de su sentido humano (San Ambrosio). Quienes, actuando contra el natural sentimiento de humanidad y contra !a justicia, abusan de los bienes de modo que «despojan, atormentan, matan o exterminan a los demás, no son hombres, sino bestias feroces»(Lactancio). Asícomo peca gravemente contra la justicia quien, estando en su mano remediar un mal, culpablemente difiere el remedio; «con razón puede ser condenado como homicida»(San Basilio). Pero tampoco podemos reducir la justicia al goce común de los bienes económicos, sino que esta virtud nos obliga a luchar por que ei ser humano goce de todos los bienes necesarios, como salud, ciencia, etc. y de todos aquellos de los cuales somos «comunes indigentes»(San Gregorio Niseno). Los bienes son, pues, para remediar toda indigencia humana (San Gregorio Magno).

La justicia no es, pues, un don que se recibe pasivamente; es más bien una virtud ac­tiva: hay que construirla. Ni la igualdad entre los hombres, fruto de la justicia, puede reducirse al ámbito de ios bienes materiales ni puede ser lograda mediante un rasero impuesto por la fuerza, sino que ha de ser una tendencia constante fruto del espíritu (Lactancio), (...) Para ios Santos Padres estáclaro que la justicia es un don que activa la creatividad y la sensibilidad humana. El descubrimiento del Dios de ía fraternidad y del Dios de ios pobres puede Nevar a opciones serias y radicales en este campo"7.

■ Hacer justicia y encajar injurias

Esta acción por la justicia ¿puede compaginarse con la pasión de injurias? Para los creyentes del Antiguo Testamento la presencia del fracaso y de injurias en la vida de los justos presentaba un grave problema, pues relacionaban la práctica de ia justicia con eípremio de Dios en forma de éxitos y brillo social. E! libro de Job es un testimo­nio elocuente sobre lo incomprensible de que el justo sea tratado injustamente, ante el silencio de Dios.


Pero los creyentes de la Nueva Alianza tenemos el ejemplo del máximo justo, Je­sús, paciente de la máxima injusticia religiosa y legal de la historia, como agarradero para encajar las injurias personales que podamos sufrir. Un Jesús que, al mismo tiempo que nos exhorta a poner ¡a otra mejilla, nos alienta a «buscar ante todo el Reino de Dios y su justicia»(Me 6,33), catalogando todo lo demás como secundario.

Emmanuel Mounier lo vio claramente:

El cristianopuede aceptar, para su perfeccionamiento, e! sufrir ia injusticia que le golpea. Es una cuestión de ascética privada. Pero el cristiano no estásolo en el mundo y puede conciliar sin contradicción el deseo de no combatir la injuria perso­nal con el deber de luchar contra el establecimiento de la injusticia. Un régimen como el capitalismo moderno es una especie de pecado social. Ya no es contra la pro­pia desgracia contra lo que debe luchar ei cristiano, sino contra el mal n8.

Paúl Germain, miembro de la Academia de Ciencias de Francia, insiste en la obe­diencia de los cristianos y de la Iglesia al mandato de jesús sobre buscar la justicia del reinado de Dios:

Lo difícil, lo que hay que buscar con constancia e imaginación es procurar que entre en ¡a humanidad el sueño de la justicia. El resto, ei cálculo integra!, la ciencia, la tec­nología, el crecimiento de poder y de autonomía, la regulación del mundo, todo eso es relativamente fácil y llegarábastante naturalmente con la obra de la evolución biológica. La justicia es obra de los hombres. Nada de extraño si ellos tantean, si ellos «bricolean», si los avances van seguidos a veces de retrocesos. Los cristianos son, hoy como ayer, portadores de dinamismo, que ellos sacan de su fe"9.

Es verdad que la justicia divina es más amplia que la justicia humana, pues signi­fica todo aquello que «se ajusta»a la voluntad de Dios. Pero también es cierto que ese querer divino entraña, como uno de sus elementos, la justicia humana. Todo lo demás, la ciencia, la técnica, las artes, las letras, son neutras. Depende de la aplica­ción que hagamos de ellas el que se conviertan en buenas o malas. Es la justicia inter­personal y social la que orientaráhacia el bien común cualquier progreso humano

■ Contra el dilema justicia o candad

Con frecuencia, se ha acusado a los cristianos de practicar una caridad contra­puesta a la justicia, pues se la hacía sinónimo de limosna. Aunque últimamente ya es

 

 

 

Ibfdem, pp. 30-32.


"' E. Mounier, en R, oe Andrés, Diccionario existencíal cristiano, o. c, p. 270. 1,9P. Germasn, en R. de Andrés, jesús, siempre y más, o, c, p. 152.

 

 

 

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difícil reducir el amor evangélico a esta equivalencia de la mera ayuda social, con­viene insistir en las otras acepciones más ricas y amplias del amor cristiano, que in­cluye !a justicia y nunca ia ignora, pero la supera con creces hasta la generosidad más solidaria.

Héíder Cámara matiza otra relación esencial en el tándem justicia-amor:

Muchas veces contraponemos justicia y candad, y hacemos de ellas dos hermanas enemigas la una de ia otra. Es cierto que hay un modo de concebir la caridad opuesto a la justicia. ¿Se ayuda de verdad a alguien a humanizarse y prepararse eíporvenir, impidiéndole hacerse cargo dei timón de su propia vida? Hacerlo todo en lugar de los interesados y sin su intervención es convertirlos en unos perpetuos socorridos... El amor al hombre es algo completamente distinto de esto. Pues se trata de amarle por símismo y de actuar de tal manera que se ponga en pie para asumir, poco a poco, sus propias responsabilidades. El amor exige la justicia, y ia justicia no puede prescindir del amor,í0.

Como razona Michel Schmaus:

Como el cumplimiento de la justicia siempre ocurre en el terreno de las relaciones in­terhumanas, el amor toma parte en la justicia. El amor crea la atmósfera y ambiente en que puede prosperar la justicia. Da visión y conciencia de lo que es justo, y capa­cita para decidirse a conceder a los demás fo que se les debe, Podemos decir que, sin caridad o amor, no puede vivir la justicia. Quien no quiera más que la justicia, no la logrará. Para cumplirla, hace falta algo más que la mera justicia, es decir, es necesa­rio el amor"1,

Uno de los promotores más notables de la justicia en la Iglesia posconciliar, el P. Pedro Arrupe, insiste en la imbricación entre justicia y amor. Asílo recuerda su su­cesor en el generalato de la Compañía de Jesús, Peter-Hans Koívenbach:

Arrancar la justicia dei amor, del mandamiento del amor, sería dar una respuesta in­completa y desequilibrada de la promoción de la justicia, puesto que «no se puede hacer justicia sin amor. Ni siquiera se puede prescindir del amor cuando se resiste a la injusticia, puesto que la universalidad del amor es, por deseo de Cristo, un manda­miento sin excepciones»(P, Arrupe)122.

H. Cámara, en R. de Andrés, Diccionario existencia! cristiano, o. c, p. 272.

M. Schmaus, en Ibídem, p. 271.

P.-H. Kolvenbach, Selección de escritos. Madrid, Provincia de España, 1992, 727 pp.

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7 EN EL TIEMPO DEL ESPÍRITU

El contacto más íntimo y frecuente con jesús en los ejercicios puede haber produ-..
cido en nosotros cierta nostalgia de aquel tiempo en que los primeros discípulos se \ j
codeaban físicamente con el Maestro por los caminos de Galilea. Pero nuestra re!a-   \
ción con el Cristo actual resucitado soio es posible en el Espíritu. Vivimos en el régi-   \
men que comenzóen Pentecostés y duraráhasta que Jesús vuelva glorioso al final de
la historia. Sin embargo, esta situación no nos hace menos afortunados que los cris­
tianos de primera hora, En la sobremesa de las confidencias, tras ia última cena, en     \
ei cenáculo de Jerusalén, Jesús formulóuna de sus afirmaciones más extrañas: «Es \  \
más conveniente para vosotros que yo me vaya, Os digo la verdad»(Jn 16,7). Pero,   j   l
precisamente por eso, hay que tomársela más en serio. La razón por la cual Jesús   l
pondera la conveniencia de su partida es la siguiente: «Porque, si no me voy, no ven-   \
dráa vosotros el Abogado»(Jn 16,7b). ¿Por quévalora Jesús la venida del Espíritu    \
Santo sobre su propia permanencia en la historia?                                                      *         \

La encarnación del Hijo de Dios en el hombre jesús de Belén-Nazaret supuso la ¡
cercanía sensible del Emmanuel, el Dios-con-nosotros. Pero, también, la limitación
espacio-temporal de esa presencia humana, reducida, además, a soio tres decenios,
por la enemiga de sus adversarios. Es verdad que Cristo resucitado es un Viviente in­
mortal, contemporáneo de todas las generaciones, presente en la eucaristía y en ia
Iglesia hasta el fin de los tiempos. Pero, además de esa presencia sacramental y ecle-
sial, Jesús deja al Espíritu Santo la tarea de actualizar su Buena Noticia, proclamada
en aquel tiempo y lugar -la Palestina del siglo I- y destinada a toda la humanidad, a í
lo largo de la historia y a lo ancho del mundo: «Mis palabras no pasarán».                             í

■ EíEspíritu, Memoria de Jesús

Fue el mismo Jesús quien, en aquella memorable ocasión del Jueves santo, afirmó: «El I Abogado, e! Espíritu Santo, a quien el Padre enviaráen mi nombre, haráque recor­déis cuanto yo os he enseñado y os lo explicarátodo »(Jn 14,26). ¿Acaso le faltaba aígo a la revelación histórica de Jesús? No, en el sentido de que, objetivamente, ei Evangelio estuviera incompleto, siendo Jesús mismo la Verdad personificada, ia Pala- \ bra definitiva del Padre: «Antiguamente, Dios habiópor medio de ios profetas; por último hablópor medio de su Hijo»(cf Heb 1,1). Pero, subjetivamente, las diferentes

191

 

generaciones humanas necesitan la explicación adecuada a cada etapa histórica, y la explicitación de lo que estaba implícito en el Evangefio de Jesús.

La Pontificia Comisión Bíblica (1993) recuerda que ya los primeros discípulos, después de la resurrección de jesús, experimentaron una constante profundización y un conocimiento progresivo de la revelación divina. El Espíritu Santo fue el artífice de esa iluminación ya desde el principio: «Él os lo enseñarátodo y os recordarátodo lo que yo os he dicho»(Jn 14,26). Pero esta enseñanza y recordatorio ¿se redujo solo a los doce primeros discípulos? Hay dos textos más que sugieren que se extienden a ios fieles de todos los tiempos: «Yo rogaréal Padre y os daráotro Abogado, para que habite con vosotros perpetuamente: el Espíritu de la verdad»(Jn 14,15); «Tendría que deciros muchas cosas más, pero no podríais entenderlas ahora. Cuando venga el Espíritu de la verdad, os guiarápara que podáis entender la verdad completa (...) y os anunciarálas cosas que han de suceder»(jn 16,12-13). Si la presencia de! Espíritu Santo es permanente y anunciaráel porvenir es porque su magisterio se prolonga a lo largo de la historia; él sigue siendo el encargado de aplicar, desarrollar, iluminar y destacar los diversos aspectos de la Buena Noticia, en contacto con las necesidades y la sensibilidad-mentalidad de las realidades sociales cambiantes.

A pesar de la luminosidad de la revelación de Jesús, una serie variable de facto­res culturales de todo tipo entre su tiempo y el nuestro deja un margen de oscuridad y de interrogantes en nosotros, que nos interesa aclarar, si queremos que el Evange­lio influya en nuestra vida.

Es verdad que la difusión creciente del Nuevo Testamento, en traducciones a las lenguas vivas, y el conocimiento de los géneros literarios que vehiculan la Buena Nueva son logros de los últimos decenios, que nos acercan mejor a la revelación de jesús, Pero el concilio Vaticano II, que concede un permanente lugar en la exégesis al método históríeo-crítico, exige al mismo tiempo una lectura espiritual de la Biblia, es decir, llena del Espíritu o «inspirada». Y la Comisión Bíblica remacha que

el objetivo solo se alcanza cuando el sentido del texto bíblico se ha comprendido como Palabra de Dios relacionada con el presente123.

Y añade que la exégesis puede dirigir la mirada sobre aspectos importantes de la revelación divina y de la realidad humana que hasta ahora eran olvidados o dejados de lado en la dogmática. Y esa acción de desentrañar el contenido de la Buena Noti­cia y relacionarlo con los signos de los tiempos presentes es también obra del Espí­ritu Santo. Por eso se le llama no solo la «memoria»sino también la «imaginación» de jesús.


(  El Espíritu, Imaginación de Jesús

\

I Pienso que la forma más eficaz de actualizar aquíy ahora lo dicho y hecho por el Je-/ sus histórico en aquel tiempo y lugar es el recurso constante a la acción del Espíritu I   Santo, el encargado oficial de mantener en vivo y en vilo la Buena Noticia. Como dijo el Patriarca Ignacio IV de Antioquía:

Sin Espíritu Santo, Jesucristo queda en el pasado, el Evangelio es como letra muerta... Pero en el Espíritu, Cristo resucitado estápresente, ei Evangelio es una fuerza de vida'".

Preguntar por el Espíritu Santo, en esta civilización volcada a! exterior, podría parecer superfluo, si no fuera porque es todo lo contrario. Cuanto más materialistas nos empuja a ser el ambiente social, más necesidad tenemos de fomentar ios valores espirituales. Pero a los cristianos nos interesa una espiritualidad que proceda de la presencia del Espíritu de jesús en nosotros. ¿Cuál es su papel? Lo dejóbien claro Je­sús en la sobremesa de la última cena, hablando a los suyos para prepararles a su próximo éxodo pascual: «Yo rogaréal Padre para que os envíe otro Abogado que os ayude y estésiempre con vosotros: el Espíritu de la verdad»(Jn 14,15-16). Si acudi­mos a la palabra griega Paráclito, usada por Juan evangelista, vemos que su riqueza rebasa el significado de Abogado, hasta Asistente, Defensor, Intercesor, Consolador; pero ni siquiera todas esas acepciones juntas abarcan todo el papel de! Espíritu Santo hacia nosotros.

En cuanto a llamarle «el Espíritu de la verdad», es porque no solo procede del Padre, sino también del Hijo, que se autodefinió«Yo soy la Verdad»(cf. Jn 14,6). Y es que otra dimensión encomendada por el Padre y el Hijo es la de Memoria e Intér­prete del jesús histórico: «El Paráclito, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, haráque recordéis cuanto yo os he enseñado y os lo explicará todo»(jn 14,25-26).

A pesar de la «formación permanente»a que sometióJesús a los suyos, se queda­ron sin comprender muchas cosas; por eso le encargóal Espíritu Santo que se las fuera haciendo digerir después de Pentecostés. Y ese encargo fue sin fecha de cadu­cidad, extensible a todos los cristianos de todos los tiempos y lugares, hasta el re­torno fina! de Jesús.

No contento con estas dos vertientes de la misión eclesiat del Espíritu Santo, Je­sús, en otro pasaje de su despedida, insistiósobre su papel: «Cuando venga el Espí­ritu de la verdad, os guiarápara que podáis entender la verdad completa»(Juan 16,13). Además de esa tarea de Apuntador, de Recordatorio, de Memorizador del Evangelio de Jesús, !a misión del Espíritu Santo es la de Explicitador de todo lo que

 

 

 

Pontíficía Comisión Bíblica, La interpretación de la Biblia en la Iglesia, III 0 4.


124Ignacio IV de Antioquía. Upsaia, 1968.

 

 

 

192


19?

 

estáallíimplícito y que él nos irádescubriendo, a medida que lo necesitemos en las diversas circunstancias de nuestra vida personal y colectiva: eclesial y civil.

No es que el Espíritu Santo dicte otras enseñanzas distintas del Evangelio único de Jesús: «No hablarápor su propia cuenta, sino que diráúnicamente lo que ha oído»(jn 16,13b). «Él me honraráa mí, porque todo ¡o que os déa conocer lo reci­biráde mí»(Jn 16,14). Pero síque nos va enseñando cómo releerlo y aplicarlo en las sucesivas etapas de la historia.

Finalmente, el Espíritu Santo tiene todavía un encargo confiado por el Padre y el Hijo en atención a nosotros: «Os anunciarálas cosas que han de suceder»(Jn 16,13b). Él es la Imaginación creadora de Jesús, él va haciendo germinar en los diversos tiem­pos lassemillas sembradas por Jesús en aquel tiempo; él va desarrollando aquíy ahora lo que sólo estaba embrionariamente en la buena nueva de Jesús.

■ El Espíritu y la filiación divina

Pero esta tarea del Espíritu Santo en la historia de la iglesia y de la humanidad tiene un horizonte mucho más extenso. Hasta doscientos textos se registran en el Nuevo Testa­mento sobre la acción del Espíritu divino. Señalemos solo, por su vital importancia, la dimensión que confesamos en el credo: «Creo en el Espíritu Santo, Señor y Dador de vida». Nuestra existencia cristiana se nutre del Espíritu vivificante. En el discurso so­bre el Pan de vida, Jesús afirma claramente: «El Espíritu es el que da vida»(Jn 6,23).

También el epistolario de Pablo estáempedrado de referencias al Espíritu vivifi­cante: «Porque la ley del Espíritu que da la vida en Cristo jesús te liberóde la ley del pecado y de la muerte»(Rom 7,6), Especialmente en e! capítulo 8 de la Carta a los Ro­manos, el apóstol amplía sus reflexiones sobre el papel del Espíritu Santo como da­dor de vida. «La ley del Espíritu vivificante, por medio del Mesías jesús, me ha eman­cipado de la ley del pecado y de la muerte»(8,2).

El primer efecto vital que nos proporciona e! Espíritu de Jesús es librarnos de la muerte de! pecado, fruto negativo de la vida instintiva. «En efecto, los que viven se­gún el instinto se inspiran en el instinto; los que viven según el Espíritu se inspiran en el Espíritu. El instinto tiende a la muerte, el Espíritu tiende a la vida y a la paz»(8,8). Seguir ¡a voz de la pasión instintiva es dejarse llevar por el egoísmo en todas sus for­mas: violencia, avaricia, injusticia, dominio. Es el cortocircuito de las relaciones di­vinas y humanas. Por eso, Pablo continúa: «Porque la tendencia del instinto es hos­til a Dios; pues no se somete a la ley de Dios ni puede hacerlo; y los que siguen e! instinto no pueden agradar a Dios. Pero vosotros no seguís el instinto, sino al Espí­ritu (8,9). Frente al instinto egocéntrico, el Espíritu de Jesús nos vivifica con el al­truismo, que nos abre a los derechos y las necesidades de los demás.

Esta vida espiritual tiene su eclosión en la eternidad, como esa vida abundante prometida por jesús. Por eso afirma Pablo: «Si el Espíritu del que resucitóa Jesús ha-

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I)  bita en vosotros, el que resucitóa jesús de la muerte darávida a vuestros cuerpos     .

/!  mortales, por el Espíritu suyo que habita en vosotros (8,11). Tanto para la vida tem-    \   \

¡¡  poral como para la eterna es válida la conclusión de Pablo sobre la acción del Espí-    j   \

f   ritu Santo vivificante: «Sícon el Espíritu dais muerte a las acciones del cuerpo, vivi-    j    \

réis» (8,13).

¿En quéconsiste, concretamente, esa vida espiritual que nos regata el Espíritu de
Jesús a ios cristianos, que comienza en el tiempo y se prolonga en la eternidad? El
mismo Pablo nos lo dice: «Cuantos se dejan llevar del Espíritu de Dios son hijos de            \

Dios. Y no habéis recibido un espíritu de esclavos para recaer en el temor, sino un es-            1

píritu de hijos que nos permite clamar Abba, Padre. El Espíritu atestigua a nuestro espíritu que somos hijos de Dios»(8,18).

Ei Espíritu vivificante atestigua nuestra filiación divina porque él mismo es el ar­tífice de esa vida filial. Es el Espíritu de Jesús, nuestro Primogénito, el que convence   \     | a nuestro espíritu para que cambie el chip de siervo por el de hijo, hasta atreverse a    1    i invocar al Dios infinito con el Abba familiar. Es ei Espíritu Santo el que nos hace pa-    1 sar el rubicón del temor servil, para instalarnos en la confianza filia!, y nos hace '    reaccionar ante Dios no como esclavos ante el amo, sino como hijos ante el Padre.     1

■ El Espíritu y la Iglesia

±

í   Esta doble acción del Espíritu Santo -iluminador y vivificante- no se da solo a nivel \   individual, sino también colectivo, eclesial. Fue el Espíritu Santo, en Pentecostés, /   quien iluminóy vivificóa los primeros discípulos reunidos en el cenáculo de jerusa-lén, hasta transformarlos de pusilánimes en valientes testigos y difusores del cristia­nismo. El libro de los Hechos apostólicos narra la aventura, humanamente imposi-í   ble, de la expansión de la Iglesia en su primera etapa, bajo el impulso de! Espíritu de |   Jesús. Y al mismo Espíritu Santo se debe también su difusión posterior, hasta su cato­licidad actual en los cinco contenientes.

Por todo esto, los cristianos de hoy hemos de fomentar el contacto constante 1 < *
j \ con ei Espíritu consolador y vivificante, para recibir su luz, su fuerza y su vida, en \ \
j \ nuestra tarea de actualizar, en nosotros, en la Iglesia y en la sociedad la presencia y 1.;
i / el mensaje de Jesucristo, hasta que vuelva,                                                                        }

/        La Biblia habla constantemente del Espíritu Santo, o sea de! Espíritu de Dios. El
j   Espíritu de Dios «reposaba sobre las aguas»(Gn 1,1), cuando fue creado el mundo.
5   Ei Espíritu da la palabra al profeta, cuando el pueblo necesita del consejo práctico.     ;
:':   Cristo se hace hombre por ei Espíritu Santo (cf. Le 1,35). Cuando se hace bautizar, es / /
decir, se hace solidario con ei hombre que sufre, que estácargado de culpa, conde-   /
nado a morir, se abre el cielo, y el Espíritu de Dios confirma su camino (Me 1,10).
¡          Cuando tiene que brotar sobre la tierra una Iglesia concreta, terrena, brota por

'    el soplo y el fuego del Espíritu. Allídonde actúa el Espíritu, brota algo palpable, visi-

195

 

ble, audible. Brota una realidad histórica, de aquíabajo, iluminada y llena de sen­tido por la presencia de Dios. Por eso, el Espíritu se llama también «Consolador». Donde está, estáDios cerca en las tareas prácticas. Se llama también el «Abogado», puesto que, como Cristo era hombre como nosotros, nos apoya y nos ayuda en me­dio de la vida problemática que nosotros intentamos compenetrar con nuestra fe. Lo raro es que la Biblia no habla del Espíritu cuando piensa «hacia arriba», dis­tanciándose de las cosas masivas de este mundo, sino precisamente cuando se re­fiere a un suceso sobre esta tierra. El movimiento fundamental del Espíritu va de arriba abajo. Esto es ¡o que diferencia !a fe cristiana de toda filosofía.

Oraren el Espíritu Santo significa, por tanto, no precisamente alejarse a una altura espiritual y despreciar el cuerpo, sino realizar en la tierra y en los hombres la encar­nación de Cristo y la acción creadora de Dios. Significa percibir, afirmar, habitar y sufrir íntegramente e! mundo humano. Significa transformarlo, asimilarlo y, de esta manera, incorporarlo ante Dios1".


8

¿CÓMO SANTIFICAR LA VIDA ORDINARIA? «¿Quéqueréis hacer de mí?»(Teresa de Jesús)

Al salir de ejercicios, se suele sentir la impresión de cierto desconcierto. Durante un tiempo (ocho o treinta días) nos hemos sumergido en un intenso taller de vida espi­ritual; pero, al llegar la «quinta semana», se encuentra uno como en tierra extraña. Por eso, resulta importante hallar una fórmula para santificar la vida ordinaria, en la línea de to hallado en la experiencia del retiro ignaciano.

Conviene despejar un doble interrogante circunstancial sobre la amplitud de la santificación de la vida ordinaria: el dónde y el cuándo. ¿Se trata de acotar ciertas parcelas de la agenda, de reservar ciertas horas del reloj a la espiritualidad? ¿Es cues­tión de restringir la vida espiritual a ciertos lugares sagrados? No; la espiritualidad cristiana ha de abarcar todos los tiempos y lugares, sin fronteras ni restricciones. Debe abarcar todo el día, del comienzo al fin, desde que nos despertamos hasta que

nos acostamos.

Tampoco podemos excluir de la espiritualización situación alguna de la andadura vital, cuando gocemos de plena salud o llame a nuestras puertas el huésped incó­modo de la enfermedad; cuando disfrutemos de las alegrías de la existencia o degus­temos la hie! amarga de la tristeza; cuando saboreemos la miel del éxito o nos sor­prenda el fracaso; cuando nos sonría la prosperidad o nos golpee la adversidad; cuando estemos en plenitud de fuerzas o nos derroten las pasividades y los achaques. Pero lo más importante es vivir espiritualmente la hora presente, la única que te­nemos entre manos. Rabindranath Tagore nos dice:

Has escrito ya muchas páginas en tu libro; unas con tristeza, otras alegres, unas lim­pias y claras, otras borrosas y oscuras. Pero aún queda una página en blanco, la que has de escribir en este día. Te falta por llenar la página de hoy. Piensa y quiere que esta sea la página más bella, ta más sincera, la más sentida. Cada mañana, al despertar, re­cuerda que aún has de llenar ia mejor de tus páginas, la que dirálo mejor que túpue­des dejar en el libro que estás escribiendo con tu propia vida. Piensa que siempre te falta por escribir la página más bella "6.

 

 

 

J, Zsnk, en R. de Andrés, o, c, p. 162.


R. Tagore, en R. de Andrés, o. c, p. 484.

197

 

196

 

Hemos de hacer hincapiéen que la baza mayoritaria que tenemos en las manos es la vida ordinaria y que toda ella es susceptible de santificación. Como gráfica­mente nos recuerda santa Teresa: «Hasta entre los pucheros anda eíSeñor».

¿Cómo vivir espiritualmente nuestra vida ordinaria?

Hoy se había mucho de mejorar la calidad de vida, pero siempre en referencia a la existencia material. Sin embargo, la calidad de vida solo seráauténticamente hu­mana sídesarrolla la cualidad mora! y religiosa: ía santidad. Ahora bien, ¿existe al­guna fórmula de santificación cristiana? Ciertamente, y se llama «cumplir ia volun­tad de Dios». Fijémonos bien en esta equivalencia: «La voluntad de Dios es vuestra santificación»(1 Tes 4,3) y «nuestra santificación es hacer ia voluntad de Dios», ¿Y cómo conseguirlo? imitando a Jesús, el perfecto realizador del querer divino, en su vida y en su mensaje.

El primer texto referente a la entrada del Hijo de Dios en la historia estáen la Carta a los Hebreos, cuyo autor pone en labios del Unigénito que va a encarnarse es­tas palabras: «Aquíestoy, oh Dios, para hacer tu voluntad. Lo quiero y ilevo tu ley en mis entrañas (Heb 10,7).

Yla primera frase que registra el Evangelio en boca de jesús, af estrenar su ma­
yoría de edad a los doce años, es esta: «¿No sabíais que debo ocuparme en ías cosas
de mi Padre?»(Le 2,49), es decir, cumplir su voluntad.

Pero, no solo al comienzo de su existencia humanada y al principio de su vida reli­giosa y civil se consagra Jesús al querer de Dios. También va jaíonando toda su vida pú­blica con esa disposición inicial. Su eslogan es: «Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió»(jn 4,34). Como no se puede vivir sin alimentarse, para vivir mi vida es­piritual necesito alimentarme del querer del Padre. En otra ocasión, Jesús formulósu fidelidad a la voluntad de Dios con esta expresión: «Yo hago siempre lo que fe agrada» (jn 8,29). Por eso, ya desde el bautismo de jesús, eíPadre correspondióa ese agrado de jesús proclamando: «Este es mi Hijo predilecto, en quien me complazco»(Mt 3,17).

Yque esta fidelidad de Jesús a ia voluntad divina no fueron actos aislados, sino la
constante de toda su existencia, lo demuestra la afirmación con que clausura su
vida antes de morir en la cruz: «¡Todo estácumplido!»(jn 19,30) o, como a míme
gusta traducir, «¡Misión cumplida!». Por eso Pablo llama a Jesús el «Amén», el «Sí»
de Dios a lo largo de su currícufo vita!.

Una prueba incuestionable de que jesús fue el cumplidor fiel deíquerer del Pa­dre, asíen lo bueno como en lo malo, la tenemos en la pasión. El jueves santo, en la noche del olivar, jesús repitiódurante su larga vigilia esta sola frase: «Padre, si es posible, pase de míeste mal trago; pero no se haga !o que yo quiero sino lo que Tú quieres»(Le 22,42). (Conviene recordar que la voluntad del Padre no era !a muerte cruel de su Predilecto, sino una vida de fidelidad a su misión como evangelizador del

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reino de Dios; fue esta fidelidad la que le llevóa la oposición frontal de sus adversa-

i    ríos hasta acabar con éi.)

¡         Pero Jesús no solo cumpliópersonalmente la voluntad del Padre, sino que enseñó

a los suyos a cumplirla. En los evangelios hay diversos textos notables sobre esta en­señanza. La tercera petición del padrenuestro, la oración paradigmática de Jesús,

afirma: «Hágase

tu voluntad, asíen la tierra como en el cielo»(Mt 6,10). Si ías incontables galaxias de astros que surcan los espacios siderales respetan las órbitas trazadas por el Creador, si los ángeles de ta corte celestial obedecen las órdenes divinas, de igual forma los hom­bres y mujeres han de cumplir en la historia el querer del único Señor del universo. Pero hay otra sentencia de Jesús todavía más significativa: «No todos los que di­cen "Señor, Señor" entrarán en el reino de Dios, sino los que hacen ia voluntad del Padre»(Mt 7,21). No basta llevar una vida de oración para santificarse; es necesaria la práctica de! querer de Dios en el entramado de la vida entera. Y todavía más im-j    portante es la otra frase de jesús: «Mi familia, mis hermanos y hermanas y hasta mi \    madre, son los que cumplen la voluntad de mi Padre celestial»(Mt 20,50). Más allá \   del parentesco biológico con María y sus familiares, hay una familia espiritual de je­sús que la forman los que se asemejan a él en eícumplimiento del querer del Padre I    Dios. Ellos son los que santifican sus vidas. I

i

i

I    ■ El ejemplo de María y los santos

i

j Esta respuesta de Jesús a quien le anuncia la visita de su madre y parientes, mientras él evangeliza a sus discípulos, lejos de invalidar la santidad de María, la confirma, pues el eslogan de la Virgen fue siempre el cumplimiento de la voluntad del Señor: «Hágase en mísegún su palabra»(Le 1,38). No soío en el acto solemne de la encarna­ción del Hijo de Dios en su seno, sino también en el calendario de su vida de ama de casa. Por eso, otra forma de santificarse es imitar a María, la más cercana seguidora de jesús en cumplir el querer del Padre.

Además de Jesús y María, los santos nos enseñan con su vida y doctrina a santifi­carnos cumpliendo el pian de Dios. San Ignacio, con toda su estrategia de ejercicios, solo busca orientar a los ejercitantes en la búsqueda y aceptación personalizada de

la voluntad divina,

También santa Teresa de Jesús sintetiza esta fórmula de santificación en sus fa­mosos versos Quéqueréis hacer de mí:

Dadme muerte o dadme vida, dad salud o enfermedad, honra o deshonra me dad, dadme guerra o paz cumplida,

199

 

flaqueza o fuerza a mi vida, que a todo diréque sí. ¿Quéqueréis hacer de mí? Dadme riqueza o pobreza, dad consuelo o desconsuelo, dadme alegría o tristeza, dadme infierno o dadme cielo, vida dulce, sol sin velo, pues del todo me rendí, ¿quéqueréis hacer de mí? Si queréis que estéholgando, quiero por amor holgar, si me mandáis trabajar, morir quiero trabajando ni.

También «el apóstol de Madrid», el jesuíta san JoséMaría Rubio tenía como má­xima de santificación ia siguiente: «Hacer lo que Dios quiere, querer lo que Dios hace». Y Carlos de Foucauld, el inspirador de los Hermanitos de Jesús, cifraba su san­tificación en este principio: «Quiero lo que vos queréis, lo quiero porque lo queréis, lo quiero donde lo queréis, lo quiero cuando lo queréis, lo quiero como lo queréis». Solo se trata de unos ejemplos espigados del santoral cristiano. Pero todos los san­tos, de una o de otra manera, han construido su vida sobre la base del querer de Dios.

Un paso posterior es el saber cuál es esa voluntad divina sobre nosotros. Aquí solo podemos dar una respuesta general, que es la siguiente: hacer la voluntad de Dios es hacer lo que Dios hace; santificarse es imitarle. Por eso, Jesús nos pide: «Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto»(Mt 5,48}. Y ¿cómo muestra Dios su perfección, su santidad? Siendo bueno con todos: «Que hace salir su sol y llover sobre buenos y malos»(Mt 5,4-4-45) sin distinción. Esa es también la síntesis de la vida de jesús, según Pedro: «Pasóhaciendo bien y liberando del mal»(Heh 10,38). Precioso epitafio para la vida de cualquier persona. La Liturgia de las Horas expresa esa voluntad de Dios en favor de los otros, en este poema:

Nos señalaste un trozo de ¡a viña y nos dijiste: -Venid y trabajad. Nos mostraste una mesa vacía y nos dijiste: -Llenadla de pan. Nos llevaste hasta el campo de batalla y nos dijiste:-Construid la paz. Nos sacaste al desierto con el alba


y nos dijiste:-Levantad la ciudad.
/             Pusiste una herramienta en nuestras manos

j             y nos dijiste:-Es tiempo de crear.

Como se ve, siempre se trata de verbos activos para ayudar al bien de los demás.

i

í

i    ■ Conclusión

i

j    Pero, ¿quéhacer cuando la edad, la insignificancia o los achaques aparecen ante

j    nuestros ojos como un obstáculo que nos Impide alcanzar la meta de una vida dedi-

)    cada a cumplir la voluntad dei Padre en servicio de los hermanos?

I           Si nuestro problema es el de la tercera edad de pensionistas o jubilados, o el de

nuestra condición de personas insignificantes en la escala social, o el de nuestra en-

' fermedad o limitaciones humanas, la solución es recordar que, para Dios, nadie es pequeño o, mejor aún, que los pequeños son sus predilectos. Jesús, al ver cómo los ricachones metían billetes de mi! euros en la hucha del templo, se fijóen una viuda

i mayor pobre, que solo ofrecióunos céntimos, y dijo a sus discípulos: «Esta mujer ha echado más que todos esos ricos, porque ha dado todo lo que tenía y necesitaba para vivir, mientras ellos han dado solo las sobras (Me 12,43-44).

!          Dios no contabiliza nuestras obras por la cantidad, sino por su calidad. Es la re-

lación entre lo que somos/tenemos y lo que entregamos lo que cuenta para él, sea mucho o poco. Ahora bien, nadie hay tan pobre que no tenga un corazón con el que amar, aunque estélatiendo hace ya ochenta años... Y a! final de la vida seremos exa-

\    minados del amor.

\        En esta comedia dramática que es el gran teatro de! mundo, no solo son impor-

\ tantes los protagonistas, sino también los secundarios y hasta ios extras. A todos y a

\cadauno nos dice Charles Péguy: «Hay un pape! que harás túo quedaráeternamente

sin hacer». Por lo tanto, todos somos necesarios. Lo que importa es que ese papel, por

imínimo que sea, responda ai guión escrito por Dios para cada uno de nosotros.

 

Teresa de Jesús, o. c, p. 501.

 

200


201

 

ÍNDICE

Presentación: Una experiencia espiritual en ocho jornadas ........................................... 7

1,  El Maestro estáaquíy te llama: «Meditación introductoria»............................... 11

MEDITACIONES/CONTEMPLACIONES

2,  Primera semana: Triángulo Dios-mundo-yo .................................................... 21

«A mayor gloria de Dios»................................................................................... 21

«Todo es vuestro»........................................................................................... 27

«Quien estéen pie mire no caiga»..................................................................... 36

«Donde abundóel pecado, sobreabundóla gracia»........................................... 43

3,  Segunda semana: Reforma vital con Jesucristo .............................................. 51

«Mi reino no es mundano»................................................................................ 51

«Aquíhay uno a quien no conocéis»................................................................. 59

«Emmanuel: Dios-con-nosotros»...................................................................... 68

«En verdad, Túeres un Dios escondido».......................................................... 78

«Dos amores fundaron dos ciudades»............................................................... 84

Tres tipos y tres grados .................................................................................... 93

«Pasóhaciendo bien»................................................. ;..................................... 99

4,Tercera semana: La cruz de la moneda pascual ............................................ 107

«Grandísima señal de su amor»....................................................................... 107

«Se entregóa ia muerte por mí»..................................................................... 112

«Mi amor estácrucificado»............................................................................. 121

5,  Cuarta semana: La cara de la medalla pascual ..........................................     131

«Resucitóde veras mi amory mi esperanza»...............................................      131

«En todo amar y servir».................................................................................. 140

CONSIDERACIONES/PLÁTICAS

  1. Jesús, maestro de oración.........................................................................      151
  2. Reglas para sentirse Iglesia .......................................................................... 159

 

  1. Solidaridad («Los hombres no son islas») ...................................................... 167
  2. «ServiráDios es reinar»..............................................................................   173
  3. «Dichosos vosotros»(Bienaventuranzas) ....................................................... 179
  4. «La justicia que brota de la fe»....................................................................... 185
  5. Estamos en el tiempo del Espíritu................................................................... 191
  6. Cómo santificar la vida ordinaria ..................................................................   197

índice general ....................................................................................................... 203

204

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