II. TEOLOGIA MISIONERA
1. Nociones fundamentales de teología misionera
A) Conceptos de misión y de evangelización
B) Objetivo de la evangelización
C) Dimensiones teológicas de la misión
2. Evolución de la teología misionera
A) La misionología, ciencia sobre la misión
B) Problemática "misionológica" actual
C) Teología, pastoral y espiritualidad de la misión
3. Nuevas situaciones y urgencias de la misión
A) Los hitos y lecciones principales de un camino histórico
B) Situaciones actuales y problemática misionera práctica
C) Los nuevos ámbitos de la misión "ad gentes"
D) Hacia una teología en clave misionera
4. Documentos del Magisterio y contenidos doctrinales comparados
A) Encíclicas anteriores al concilio Vaticano II
B) Documentos conciliares del Vaticano II
C) Documentos misioneros del postconcilio
1. Nociones fundamentales de teología misionera
La misión vivida por Jesús y comunicada a su Iglesia, es un dato de fe, una realidad revelada, un don de Dios a la humanidad, un hecho de gracia. En el capítulo precedente ("Jesús evangelizador"), hemos sintetizado los elementos fundamentales de la misión de Jesús, tal como aparecen en los textos evangélicos. La teología es una reflexión sobre los datos de fe, para profundizarlos y vivirlos mejor, respetando el contenido del misterio de Cristo.[1]
La encíclica Redemptoris Missio quiere "animar a los teólogos a profundizar y exponer sistemáticamente los diversos aspectos de la misión universal de la Iglesia, del ecumenismo, del estudio de las grandes religiones y de la misionología" (RMi 83).[2]
En un primer momento, analizaremos los conceptos de misión y de evangelización; indicaremos luego el objetivo, las perspectivas o dimensiones de estos términos y las nuevas situaciones de la misión, resumiendo también los contenidos de los documentos eclesiales más recientes.[3]
A) Conceptos de misión y de evangelización
Las palabras "misión" y "evangelización" son términos análogos, pero cada uno tiene matices diferentes. La "misión" es el acto (divino o eclesial) de enviar. La "evangelización" alude a lo que hay que hacer a modo de acción social y humana (bajo la acción de la gracia). "Evangelizar" significa anunciar ("angello") el gozo o buena nueva ("eu") de que Cristo es el Salvador esperado. "Evangelizar" significa anunciar ("angello") el gozo ("eu") de que Cristo es el Salvador esperado. Se envía al "apóstol" (enviado, misionero), para anunciar la Buena Nueva, es decir, para "evangelizar".[4]
La naturaleza y el origen de la misión y de la evangelización se ha de estudiar en la realidad tal como aparece en los textos escriturísticos. Esta realidad se expresa con términos diversos y complementarios: enviar, evangelizar, proclamar, anunciar, transmitir, testimoniar... Se trata de un contenido polivalente expresado en un contexto más rico que el de las mismas palabras. En efecto, con estos términos se quiere indicar:
- la misión de Jesús comunicada a la Iglesia,
- en su fuente trinitaria: del Padre, por el Hijo, en el Espíritu Santo,
- a partir del misterio de la Encarnación y de la Redención (misterio pascual),
- para la salvación plena de toda la humanidad.
Este contenido de la misión constituye su naturaleza o razón de ser, a modo de fundamento. En los textos revelados del Antiguo y del Nuevo Testamento, aparece con claridad el origen de la misión:
- Dios se manifiesta en toda la creación,
- Dios dirige la historia hacia la salvación definitiva,
- Dios manifiesta su voluntad salvífica universal,
- Dios elige unos "enviados" para que tomen conciencia de esta realidad y la transmitan a los demás,
- Dios envía a su Hijo en la plenitud de los tiempos.[5]
El origen de la misión es, pues, el mismo Dios, por Cristo, en el Espíritu Santo. El contenido o naturaleza consiste en el encargo ("mandato") o envío para recordar al hombre la acción divina en la creación y en la historia, para una salvación plena y universal, por medio de Jesucristo su Hijo hecho hombre por nosotros, muerto y resucitado, presente activamente en la Iglesia.
La misión y la evangelización no son, pues, unos simples conceptos que se pueden manejar según etimologías y estructuras de lenguaje, sino una realidad salvífica integral, que es susceptible de estudio objetivo por medio de conceptos adecuados. El teólogo reflexiona la fe a partir de la palabra revelada y de las resonancias eclesiales de la misma en la predicación y magisterio, en la celebración litúrgica y en la vivencia de los fieles.[6]
B) Objetivo de la evangelización
Los elementos fundamentales de la misión y de la evangelización aparecen más claramente cuando se delimita su objetivo o finalidad: "evangelizar es, ante todo, dar testimonio, de una manera sencilla y directa, de Dios revelado por Jesucristo, mediante el Espíritu Santo" (EN 26). Es la misión de anunciar el amor de Dios que transparenta en la creación, en la historia y, de modo especial, en la redención realizada por Jesús.
La misión (envío) es para una acción evangelizadora, que es un proceso o "paso complejo" (EN 24), que se desglosa en unos "elementos esenciales", como son: "anunciar a Cristo a aquellos que lo ignoran, predicación, catequesis, bautismo..., sacramentos" (EN 17).[7]
Este objetivo o finalidad presenta unos elementos o aspectos que fundamentan un dinamismo misionero plurivalente y "complejo". Efectivamente, la evangelización incluye y tiende hacia:
- el anuncio (y testimonio) de Cristo muerto y resucitado, especialmente a los que todavía no han oído hablar de él,
- la proclamación de la salvación integral de la persona humana y de toda la humanidad en Cristo (universalismo),
- la llamada a la adhesión personal a Cristo (por la fe), como proceso de apertura de todo el corazón (conversión),
- la pertenencia (por el bautismo) a un nuevo pueblo o comunidad eclesial (Iglesia visible),
- la celebración y ofrecimiento de unos signos salvíficos (sacramentales) y medios concretos,
- la inserción en la realidad humana histórica y socio-cultural, para llevarla a una trascendencia de plenitud en Cristo y en su Reino definitivo (implantación de la Iglesia).[8]
Este anuncio, proclamación y llamada comprometida y vital se hace a los no cristianos, a los no creyentes, a una sociedad concreta (secularizada o no) y a todos los que ya creen y, al mismo tiempo, necesitan una reafirmación y renovación continua.
Este objetivo salvífico en Cristo es, por ello mismo, la consecución de la gloria de Dios. La creación y la historia, bajo la acción divina, tienden hacia "la revelación de los hijos de Dios" (Rom 8,19), cuando todo, en Cristo, será "alabanza de su gloria" (Ef 1,6), y Cristo podrá presentar al Padre todas las cosas y toda la humanidad como "expresión" o "gloria" suya. Todo hombre debe ser imagen de Dios, insertado en Cristo quien es imagen personal de Dios (cf. Col 1,15) y "esplendor de su gloria" (Heb 1,3).[9]
C) Dimensiones teológicas de la misión
La naturaleza y el objetivo de la misión y evangelización contienen elementos esenciales que la teología misionera analiza, ordena, compara y profundiza, hasta llegar a formar un cuerpo armónico de doctrina. Estos contenidos doctrinales pueden referirse a qué es la misión, cómo llevarla a término y cómo hacerla vida propia en actitudes de disponibilidad. Sería la teología dogmática, la pastoral (metodología) y la espiritualidad (vivencia) de la misión (cf. n.2, C).
Por tratarse de estudiar una realidad revelada, la reflexión debe ir más allá de los conceptos de naturaleza, metodología y vivencia. Por esto, hay que encuadrar la realidad salvífica de la misión en unas perspectivas o dimensiones. A la luz del misterio trinitario, la misión se encuadra en el misterio pascual de Cristo, que da origen y sentido al misterio eclesial y descifra el misterio del hombre, de su mundo y de su historia.
Se puede hablar de diversas dimensiones de la misión: trinitaria, cristológica, pneumatológica, eclesiológica, pastoral, antropológica, espiritual... Todas estas dimensiones se enmarcan en la historia de salvación (dimensión salvífica).
a) Dimensión trinitaria:
La misión procede de Dios Amor, uno y trino, y se realiza con su fuerza para llevar toda la humanidad hacia él. Su origen fontal es el amor del Padre, manifestado por su Hijo Jesucristo y comunicado en el Espíritu Santo. Esta comunión trinitaria es prototipo del corazón humano, de la comunidad humana y de la comunidad eclesial. Dios uno y trino es, por tanto, el objetivo final de la misión. La misión es iniciativa y don de Dios, y se realiza en el dinamismo trinitario de Dios Amor.[10]
b) Dimensión cristológica:
La misión de Dios Amor se ha hecho patente por medio de su Hijo, "el enviado" para "evangelizar a los pobres" (Lc 4,18). Toda la vida de Jesús es misión para cumplir "el mandato del Padre" (Jn 10,18). El Señor vino para "salvar" a toda la humanidad, "redimiéndola" del pecado y, de este modo, "volver" a Dios con todos sus hermanos y con toda la creación "restaurada" (Ef 1,10). En este sentido, Cristo es el centro de la misión, que él recibió del Padre y que cumplió con la fuerza del Espíritu.[11]
c) Dimensión pneumatológica:
Toda la creación y toda la historia están guiadas por el Espíritu Santo desde el principio (Gen 1,2). La misión de Jesús tiene esencialmente esta dimensión pneumatológica, por haber sido concebido por obra del Espíritu Santo en el seno de María (Lc 1,35), "ungido y enviado" por él (Lc 4,18). Es el mismo Espíritu, quien manifiesta que la misión comunicada por Cristo a su Iglesia es trinitaria y cristocéntrica. Por esto el Espíritu Santo es activamente protagonista en la misión de Jesús, de la Iglesia y de los apóstoles (Jn 20,21-23; Mt 28,19-20).[12]
d) Dimensión eclesiológica y escatológica :
La misión que Jesús recibió del Padre y que realizó con la fuerza del Espíritu, da sentido a la existencia de la Iglesia fundada para prolongar esta misma misión y acción evangelizadora. La "Iglesia" o comunidad de creyentes, "convocada" por el Señor, es signo portador de Cristo (misterio) en el grado en que sea comunión de hermanos. Es, por tanto, Iglesia misión porque en su realidad de misterio y de comunión, transparenta y comunica la palabra, los signos salvíficos y la caridad del mismo Cristo. Esta comunidad convocada es, para el Señor: "mi Iglesia" (Mt 16,18), "mi viña" (Mt 20,4), "mis ovejas" (Jn 10,27), "mis hermanos" (Jn 20,17)... Indica, pues, un "cuerpo", "familia", "pueblo"..., que debe reunir a "todos los pueblos" (Lc 24,47).
La Iglesia peregrina es evangelizadora y evangelizada, en un proceso de construir la familia humana como familia de hermanos y comunión que refleja la comunión trinitaria. Este proceso es doloroso, pero se apoya en la esperanza que da sentido a la tensión hacia "un cielo nuevo y una tierra nueva" (Apoc 21,1). La Iglesia misionera es peregrina hasta llegar al encuentro definitivo con Cristo.[13]
e) Dimensión pastoral:
La misión (envío) es para una acción evangelizadora, que calificamos de "pastoral" porque toma como punto de referencia a Cristo evangelizador y Buen Pastor. Es acción de "anuncio", de signos de salvación (sacramentos, etc.), de cercanía al hombre y a la situación humana concreta, de servicios de caridad (Mt 28,19). De hecho, es la prolongación de la misma acción misionera de Cristo, que pasaba predicando, perdonando, sanando (Lc 4,14.43; Mt 9,35). Es, pues, acción profética, salvífica y "animadora", para construir la comunidad humana a imagen de la comunión trinitaria (LG 4).[14]
f) Dimensión antropológico-salvífica:
La misión que Cristo ha confiado a la Iglesia es de "inserción" en las circunstancias humanas personales, comunitarias, sociológicas, culturales, históricas... Esta inserción tiene como punto de referencia la "Encarnación" del Verbo (Jn 1,14). Jesús ha venido a salvar redimiendo, a "llevar a la plenitud" todas las cosas ((Mt 5,17). En la acción evangelizadora, la Iglesia se hace con Cristo y como él, "solidaria del género humano y de su historia" (GS 1). El hombre concreto, con su cultura y en su situación, está llamado a un "nuevo nacimiento por el agua y el Espíritu Santo", comunicado por Jesús (Jn 3,5).[15]
g) Dimensión espiritual:
La misión, en todos sus aspectos, no es sólo una realidad objetiva y una realidad salvífica, sino que es y deber ser, por ello mismo, una "vivencia" por parte de la Iglesia evangelizadora y por parte de todo apóstol. La nueva relación con Dios y con los hermanos, según las enseñanzas de Jesús, debe ser "en Espíritu y en verdad" (Jn 4,25). El "espíritu de la evangelización" (EN VII) o "espiritualidad misionera" (RMi VIII) es una serie de "actitudes interiores" (EN 74), a modo de "vida" y "camino según el Espíritu" (Gal 5,25). Por esto hablamos de vida "espiritual". Sin esta dimensión espiritual de la misión, las otras dimensiones se reducirían a conceptos técnicos y acciones sin testimonio de vida.[16]
2. Evolución de la teología misionera
Todo el campo de la reflexión teológica está en continua evolución, tanto por el hecho de profundizar mejor los contenidos de la revelación, como por los análisis de conceptos y de realidades. El tema "misión" y "evangelización" ha sufrido una evolución continua en la reflexión teológica y en la praxis pastoral, cambiando de tono o preferencia, debido también a necesidades diferentes del campo apostólico.
La evolución de la teología misionera ha oscilado entre le anuncio de la salvación en Cristo (llamando a la conversión y a la fe) y la implantación de la Iglesia. En el campo dogmático, se ha buscado una clave más cristológico-eclesial o también una clave más trinitaria y pneumatológica.
A veces, el tono ha rozado la ruptura y la dicotomía, como en el caso de querer oponer o, por el contrario, identificar, la salvación en Cristo y la promoción humana. Frecuentemente se ha producido una separación total y desconocimiento mutuo entre la teología de la acción pastoral (tratados de "pastoral") y la teología de la misión "ad gentes" ("misionología"). Los documentos magisteriales (cf. n.4), en particular los posteriores al concilio Vaticano II, presentan una línea armónica de equilibrio y complementación de todos los elementos de la teología misionera.
A) La misionología, ciencia sobre la misión
El término "misionología" indica el estudio teológico sobre la misión. En su realidad salvífica y en la práctica pastoral, la misión ha existido en toda la historia de la Iglesia, puesto que es la participación y continuación de la misma misión y acción evangelizadora de Cristo. La ciencia teológica sobre la misión es reciente.[17]
Esta labor científica misionológica se encuadra en el conjunto de los tratados teológicos. Si se trata de las dimensiones fundamentales de la misión, hay que ir a beber en los tratados más importantes: sobre la Trinidad, la cristología, la eclesiología... Efectivamente, la misión tiene dimensión trinitaria, cristológica, pneumatológica, eclesiológica, etc. Pero si se trata de la acción evangelizadora, habrá que analizar el origen, la naturaleza, los fundamentos, el objetivo, las características de la misma.
Tomando, pues, todos estos elementos, se puede elaborar un tratado autónomo de teología misionera. Por lo menos, será una función ("kerigmática", evangelizadora) de cada uno de los tratados fundamentales de la teología; pero siempre quedarán cuestiones que merecen tratarse con más amplitud y armónicamente entre ellas: el origen de la misión, la transmisión por Cristo a la Iglesia, la implantación de la Iglesia, la acción evangelizadora, los evangelizadores (vocaciones, formación, espiritualidad)...
En los relativamente escasos años de ciencia misionológica estrictamente dicha (desde final del siglo XIX), se formaron diversas escuelas, según el principio fundamental que se escogía preferentemente: llamar a la fe y a la conversión para llegar a la salvación (escuela alemana, J. Schmidlin); implantación de la Iglesia (escuela belga, P. Charles); llevar a una vida sobrenatural plena (escuela francesa, P. Glorieux); extensión y crecimiento del Cuerpo Místico (escuela española, J. Zameza), etc. Paulatinamente se ha ido llegando a una armonía de aspectos complementarios.[18]
Para acertar en este campo misionológico, hay que encuadrar la teología misionera (teología de la evangelización) dentro del conjunto más amplio de las ciencias misionológicas: contenidos teológicos (teología bíblica y sistemática), situaciones actuales (misiografía), historia de la evangelización, derecho misional, religiones no cristianas (y fenomenología y filosofía de la religión), ciencias etnológicas y antropológicas, significado de la cultura y diversidad de culturas, responsables y vías operativas de la misión (pastoral), cooperación y animación misionera, estilo de vida o espiritualidad de los evangelizadores, etc.[19]
La teología misionera, en sí misma y aparte de las ciencias auxiliares, no puede ceñirse a unos conceptos fundamentales e introductorios. Tampoco debería concentrar la atención en unas escuelas históricas diferenciadas, cuyos contenidos positivos ya han sido asimilados armónicamente en una teología posterior; sino que debe abarcar, al menos, tres grandes niveles: teológico-dogmático (la naturaleza de la misión, su fundamento bíblico y sus dimensiones), teológico-pastoral (la acción misionera con todas sus implicaciones) y teológico-espiritual (la vocación y las actitudes del apóstol).[20]
B) Problemática "misionológica" actual
La problemática inicial de las "escuelas" misionológicas (que hemos resumido en el apartado anterior) ha quedado un tanto soslayada, sea porque se ha ido creando una mentalidad de síntesis (uniendo datos complementarios de escuelas diversas), sea porque la teología general ha suscitado otra serie de problemas de repercusión misionológica. A veces, esta problemática ha nacido al margen de la ciencia sobre la misión; pero es lógico que un concepto de eclesiología o una explicación cristológica nueva tengan su respectivo influjo (positivo o negativo) en el campo de la misionología e incluso en el de la evangelización.
Los estudios actuales de cristología presentan preferentemente a Cristo como plenitud de salvación y único Salvador, en cuanto perfecto Dios y perfecto hombre, muerto y resucitado. El acento en el misterio de la Encarnación (redención y misterio pascual) ha ayudado a apreciar, en sus justos términos, los valores antropológicos, las culturas, el sufrimiento y el sentido de la vida humana en todos sus aspectos. Pero ciertos enfoques y reticencias sobre la divinidad de Jesús y su resurrección, podrían producir una disminución del celo apostólico por anunciar la Encarnación y la salvación de Cristo a los no cristianos, mientras, al mismo tiempo, quedaría reducida a efectos de promoción y progreso social.[21]
La pneumatología no sólo ha hecho resaltar la realidad del Espíritu Santo en relación con la misión, sino que especialmente presenta su presencia en la Iglesia y en el mundo; de ahí la necesidad de un discernimiento auténtico y de una fidelidad generosa por parte de la Iglesia misionera. Pero, a veces, se ha llegado a valorar la acción del Espíritu del mismo modo en el cristianismo que en otras religiones, con la consecuencia de una rémora o un desenfoque en el campo evangelizador.[22]
Hay que señalar que una eclesiología de comunión (y de "sacramento universal de salvación") ha influido positivamente en todo el campo misionológico. Lo mismo ha sucedido en la teología sobre la Iglesia particular, con consecuencias palpables de un despertar misionero más responsable. Pero, a veces, se ha querido oponer carisma (o profecía) e institución, Reino e Iglesia, con consecuencias negativas en el proceso de evangelización y en la identidad y comunión del mismo apóstol y de las instituciones misioneras.[23]
Hay que hacer notar "la confluencia de la misionología en la eclesiología y la inserción de ambas en el designio trinitario de salvación" (RMi 32). Por esto, en el interior mismo de la misionología, se ha querido profundizar en el misterio trinitario, visto como fuente de la misión. Esta perspectiva más "teológica" ("vertical": descendente y ascendente) ha puesto una nota de equilibrio entre la dimensión cristológica (salvífica) y eclesiológica de la misión, con repercusiones positivas en el momento de apreciar los valores de la creación.[24]
Algunas corrientes teológicas, al acentuar alguna de las dimensiones que acabamos de resumir, han centrado la atención unilateralmente en un aspecto de la misión, dando lugar a desequilibrios doctrinales y prácticos. A veces, se han centrado en la acción divina ("missio Dei"), sin tener en cuenta las mediaciones eclesiales; otras veces, el acento excesivo ha recaído en los valores de la creación y de la historia ("progreso"), dejando mal parada la salvación en Cristo. La encíclica Redemptoris Missio, especialmente en los tres primeros capítulos, ha respondido principalmente a tres preocupaciones teológicas actuales, aclarando conceptos y contenidos: la salvación en Cristo, la presencia del Logos en el mundo, el Reino, la acción del Espíritu Santo en las culturas y religiones.[25]
C) Teología, pastoral y espiritualidad de la misión
La teología, en sus comienzos, constituía un unidad temática que, apuntando hacia Dios, no olvidaba la base humanista y filosófica. Esta unidad tenía la ventaja de centrar la atención en Dios, como origen y fin de todas las cosas, dando a cada tema un lugar armónico en esta dinámica teológica: desde Dios y hacia Dios. Tanto la santidad, como la pastoral y acción misionera, se podían deducir fácilmente de cada uno de los temas teológicos. Pero la necesaria profundización, evolución y especialización de cada tema o tratado, dio lugar, por una parte, a mayor riqueza de contenidos, mientras que, por otra parte, la unidad quedó resquebrajada. Desde entonces, muchos tratados teológicos corren el riesgo de no ser estímulo para la contemplación, perfección y misión, perdiendo el significado sapiencial de la misma teología.[26]
Hemos visto, en el apartado anterior, los orígenes de la "misionología" como teología de la misión. Al ir profundizando el tratado de misionología, la especialización del mismo no sólo ha tenido necesidad de estudios complementarios y auxiliares (historia, derecho, etnología y antropología, fenomenología de la religión y religiones, etc.), sino que la misma teología misionera ha tenido que analizar los principios fundamentales de la misión (teología dogmática y sistemática), la naturaleza de la acción evangelizadora (teología pastoral), la vocación y las actitudes del apóstol (teología espiritual).[27]
La misionología no se identifica propiamente con la teología pastoral general, aunque muchos temas son comunes en relación con el apartado de la pastoral misionera. La teología pastoral, que es ciencia afín a la misionología en su función evangelizadora, se desglosó de la teología general, para convertirse en tratado autónomo, con sus fundamentos, objetivos, metodología, recursos, etc. La base eclesiológica es común a la misionología y a la pastoral general: naturaleza misionera de la Iglesia. Por esto, ambas deben dirigirse a construir la comunidad eclesial (profética, litúrgica y diaconal) para hacerla misionera sin fronteras, "ad gentes".[28]
En realidad, se trata siempre de la misma teología misionera, que puede afrontarse según diversas funciones: científica y sapiencial (diagnosticar, analizar, sintetizar y ordenar conceptos), "kerigmática" y pastoral (precisar la naturaleza del anuncio, la celebración y la acción directa), vivencial (de discernir y formar la vocación y las actitudes del apóstol). Pero las tres funciones se postulan mutuamente y deben presentarse para realizar una evangelización sin fronteras, como corresponde a la naturaleza de la Iglesia.[29]
Especialmente después de la Redemptoris Missio, ya no es posible hacer una dicotomía entre la misionología (como ciencia de la primera evangelización) y la teología pastoral (como ciencia de la evangelización de la comunidad cristiana). Ambas tienen su campo específico, pero interdependiente. Ninguna puede prescindir de la evangelización universal y de hacer que la comunidad cristiana sea viva y disponible para esa misión. El lazo de unión lo puede ofrecer la "nueva evangelización": toda comunidad cristiana debe entrar en un proceso de pastoral intensiva (pastoral ordinaria) para que se renueve en todas sus dimensiones (nueva evangelización) y se haga misionera sin fronteras (misión y pastoral "ad gentes").[30]
3. Nuevas situaciones y urgencias de la misión
La reflexión teológica misionera se inspira en los datos de la revelación, pero debe responder a las situaciones concretas del campo misionero: realidades eclesiales y sociológicas de los diversos pueblos, y líneas de pensamiento que influyen en la evangelización actual. La misión recibida de Cristo se va concretando en la Iglesia, durante su caminar histórico, en unas circunstancias de lugar, tiempo y cultura. Aunque el encargo misionero es "único e idéntico en todas partes y en toda situación, no se debe ejercer del mismo modo según las circunstancias" (AG 6).
Según las épocas, culturas y fenómenos sociológicos, la evangelización deberá responder a la luz del evangelio, analizando las realidades concretas y los desafíos, y asumiendo compromisos adecuados. La acción evangelizadora en "situaciones iniciales" debe continuar en "desarrollos graduales", que, a veces, pueden convertirse en "un nuevo retroceso"; por esto, "a cada circunstancia deben corresponder actividades apropiadas o medios adecuados" (AG 6).
A veces, en países de arraigada cristiandad, se producen situaciones que "requieren de nuevo la acción misionera" como en la primera evangelización (AG 6). Hasta que no llegue el encuentro de toda la humanidad con Cristo resucitado, la Iglesia va encontrando nuevas e incluso inéditas urgencias para desarrollar su misión.[31]
A) Los hitos y lecciones principales de un camino histórico
La historia de la evangelización equivale a la historia de una Iglesia que ha querido ser fiel al encargo misionero de Jesús: "id por todo el mundo" (Mc 16,15), "seréis mis testigos" (Act 1,8), "estaré con vosotros" (Mt 28,20)...
La misión es la vida de todo el Pueblo de Dios, que camina hacia un encuentro de toda la humanidad con Cristo resucitado. La historia se hace camino, como actitud constante de insertar el evangelio en todas las culturas. Los dones que todas las religiones han recibido de Dios están abiertos a la sorpresa y al "misterio" de un Dios que es siempre "más allá", don inesperado.
Desde que "el Verbo se ha hecho hombre y ha habitado entre nosotros" (Jn 1,14), la historia ha cambiado de rumbo, como asumiendo todas las semillas sembradas anteriormente por la Providencia divina para hacerlas llegar a la madurez en Cristo.[32]
La comunidad "convocada" por Jesús (la "ecclesía"), después de recibir el Espíritu Santo el día de Pentecostés, comenzó a comunicar a todos los hermanos la "buena nueva". Al principio fueron sólo los miembros del pueblo elegido (los judíos), para pasar luego el anuncio a "las gentes". En el caminar eclesial, ya desde el principio y entre luces y sombras, se manifiesta una historia de salvación.
La persecución hizo que los primeros discípulos tuvieran que llevar el mensaje fuera de Palestina (Act 8). Pedro, por inspiración divina, bautizó a un gentil, Cornelio, con toda su familia (Act 10). Saulo, el fariseo perseguidor, convertido en discípulo ferviente, recibió el encargo de predicar el evangelio también a "las gentes" (Act 9,15). El "apóstol de las gentes", con sus tres grandes viajes, tocó prácticamente las ciudades principales del Imperio Romano, anunciando el evangelio y estableciendo "ministros" responsables de las comunidades.
La primitiva comunidad eclesial (siglo I) se fue extendiendo o enviando sus misioneros hacia Siria (Antioquía) (Act 11,19-20), Chipre y toda el Asia Menor, para pasar luego a Europa (Grecia, Sicilia, Roma, Galia, Hispania) y también al norte de Africa (Etiopía, Alejandría, Cirene, Cartago). El evangelio llegó a todas las clases sociales, pero especialmente a los más pobres.
La historia de la evangelización es siempre historia de "sangre" martirial, como "semilla de cristianos". Los tres primeros siglos de cristianismo son siglos de persecución. En esos siglos la Iglesia estaba bien enraizada en Asia Menor, Grecia, Roma, Galia (Lión), Hispania, Egipto, Cartago... Desde el Asia Menor, donde las comunidades cristianas eran principalmente rurales, se pasó a Armenia, Georgia, Arabia, Yemen, India. San Ireneo (ya en el siglo II) creía que el evangelio ya había llegado "a toda la tierra".[33]
Los cristianos eran misioneros espontáneos: esclavos, emigrantes, comerciantes, mujeres, soldados... También había cristianos en la corte y en la clase intelectual. Muy pronto se pudieron celebrar concilios locales en Elvira (a. 300) y en Arlés (a.314). En medio de la persecución, supieron ser críticos respecto al poder absoluto del emperador.
Con el edicto de Constantino (a.313), el cristianismo queda legalizado; más tarde (a. 392) será la religión oficial del Imperio. La "libertad" ayudó a llegar a los medios rurales (casi olvidados hasta el siglo IV), creando comunidades vivas y familiares ("parroquias"). Pero la alianza con el poder civil no fue siempre positiva ni favorable. Desde el siglo IV se caerá frecuentemente en la tentación de apoyarse en el poder humano para expandir la religión. Durante muchos siglos se ha pensado que la religión formaba unidad indisoluble con los factores sociales y políticos transeuntes, como fundamento de la paz de una nación. No se supo distinguir entre unión y colaboración responsable.
La época patrística, hasta los siglos VI-VII, con su bagaje doctrinal y abundantes testimonios de vida santa, dejó de manifiesto el enraizamiento del cristianismo, especialmente en la cultura grecolatina y en algunas culturas orientales. Las Iglesias particulares tenían bien establecida la jerarquía, cumpliendo, en general, las líneas de la "vida apostólica": seguimiento evangélico, vida comunitaria, misión.
Durante los tres primeros siglos, la lengua griega "koiné" ayudó al anuncio del evangelio en torno al Mediterráneo. La lengua latina, usada en la Iglesia desde el siglo IV, sirvió también de unidad, pero no tuvo en cuenta algunas lenguas locales (galo, ibero, celta, púnico, bereber). La casi desaparición del cristianismo en el norte de Africa (después de la invasión árabe, en los siglos VII y VIII) fue debida a las divisiones internas y a la falta de expresión cultural propia. La permanencia de los idiomas copto, armenio y siríaco, fue un factor importante para la conservación del cristianismo en Egipto y en algunos países de medio Oriente.
La invasión de los "bárbaros" (desde inicio del siglo V), mostró los valores y debilidades de la Iglesia. Algunos de los pueblos invasores eran ya cristianos "arrianos". La Iglesia cristianizó y "civilizó" a los bárbaros, restaurando el orden cristiano-romano. Convirtiendo a los jefes, sus comunidades, de estructura gregaria, seguían fácilmente las mismas creencias: Clodoveo con los francos (en 496), Recaredo con los visigodos (concilio tercero de Toledo, 589), Mieczyslav con los polacos (en 966), San Esteban con los húngaros (en 985), Vladimir con los rusos (en 988)... En esas conversiones actuaron eficazmente santos (San Remigio, San Leandro, San Adalberto) y esposas cristianas (Clotilde con Clodoveo, Berta con Etelberg rey de Kent, Ingonda con Hermenegildo visigodo). Carlomagno forzaría a los sajones a convertirse (en 782).
Los monasterios y presbiterios eran el centro religioso, cultural y social: Lerins (hacia 410), Montecasino (520-530). Salidos de los monasterios o relacionados con ellos hubo muchos santos obispos: San Martín de Tours, San Martín de Braga, San Leandro de Sevilla, San Remigio.
La acción caritativa y cultural, así como el testimonio de pobreza de monjes y obispos viajeros, fue decisiva en la evangelización de Europa. San Patricio (siglo V), inglés, evangeliza Irlanda, la isla de los santos, de donde saldrían legiones de misioneros itinerantes hacia Europa. San Columbano (siglo VI), irlandés, funda monasterios en Francia e Italia. San Agustín de Cantorbery (siglo VI) es enviado por el Papa San Gregorio Magno a los anglos, como obispo de Cantorbery. San Wilibrondo, en 695, es consagrado obispo en Roma y enviado a evangelizar la Frisia. San Bonifacio (siglo VII-VIII), inglés, evangeliza Alemania, fundando monasterios, especialmente el de Fulda (en 744) y haciendo que participaran en la evangelización numerosas monjas misioneras (caso que ya no se repetiría hasta el siglo XIX). Los santos hermanos Cirilo y Metodio (siglo IX) evangelizan los pueblos eslavos, a partir de Moravia y Pannonia, valorizando su idioma y cultura, adaptando ("inculturando") la liturgia y estableciendo obispos en comunión con Roma.
Los cristianos "nestorianos" (o "caldeos") fueron grandes misioneros desde el siglo IV. Durante los siglos VI-VII fundaron numerosas comunidades tártaras, turcas, mongoles, indias, chinas, malayas. Su entrada en China tuvo lugar en 635. En el siglo XIII todavía había 20 metropolitas y 200 obispos en Asia. Marco Polo, en su viaje al extremo Oriente (siglo XIII), encontró numerosas iglesias cristianas caldeas en China (que desaparecerían en el siglo XV).
Las invasiones musulmanas (desde el siglo VII) hicieron cambiar fronteras y situaciones culturales y religiosas: Arabia, Persia, norte de Africa, Europa, Asia menor y central India... Los cristianos, lograron sobrevivir e incluso convivir, especialmente cuando las comunidades eran fervientes y el cristianismo estaba bien enraizado en la propia cultura.
El inicio del segundo milenio se caracterizó por el resurgir de la teología, en la que no faltaba la referencia al significado la misión (San Buenaventura, Santo Tomás). Pero, sobre todo, las Ordenes Mendicantes y de redención de cautivos (siglos XIII y XIV), demostraron gran espíritu misionero, en la misión "ad intra" como "ad extra", con la predicación y el testimonio. Es muy significativo el gesto de San Francisco de Asís explicando el evangelio ante el Sultán de Egipto (1219).
Ramón Lull (1235-1316) puede considerarse como el precursor de la ciencia misionera. No se trataba de imponer, sino de presentar el amor de Cristo crucificado, con la ayuda de la oración, con la adaptación a las culturas y costumbres, afrontando el riesgo del martirio. Lull pedía a los misioneros formación teológica y cultural en centros especiales, idiomas, respeto a las culturas religiosas. Su doctrina y metodología tuvo repercusión en las Universidades de París, Oxford, Bolonia y Salamanca. Murió mártir en Túnez. San Raimundo de Peñafort (1175-1275) insistía en la formación de los misioneros para respetar y adaptarse a las culturas.
Las invasión de los mongoles (siglo XIII) acabó con la misión de los dominicos entre los cumanos (1291); pero fue ocasión para que los Papas enviaran embajadores y misioneros a los Kanes, abriendo la ruta de la seda hacia el Asia y concretamente hacia la China. El franciscano Juan de Montecorvino llegó a Pekín (Khambaliq) en 1291. Fue su primer arzobispo en 1307 (ayudado de otros obispos franciscanos) y llevó a la unidad católica al príncipe Jorge del reino nestoriano de Ongüt. Cuando la dinastía Ming expulsó a los mongoles (1363-1368), fueron desapareciendo los cristianos de China. El dominico Jordán Cathala de Severac llegó a Quilón (India) y fue su primer obispo en 1329.
La época de los descubrimientos (siglos XV y XVI) ofreció a los misioneros nuevas oportunidades de anunciar el evangelio a otros pueblos. El concepto de "misión" (como envío por parte de la autoridad eclesial) fue derivando hacia el concepto de "misiones" (como acción evangelizadora en lugares cristianos o no cristianos). Las rutas atlánticas hacia el Africa dieron facilitaron una primera entrada en Angola y sur del Zaïre (siglo XV).
Los Patronatos concedidos por la Santa Sede a España y Portugal (Alejandro VI, en 1493; Julio II en 1508) tenían como objetivo el posibilitar la predicación del mensaje evangélico a los pueblos "descubiertos" o "conquistados". Las ventajas de una ayuda y protección material se convirtieron, a veces, en un servicio ambiguo a una doble autoridad.
En Asia no se fomentaba suficientemente el clero nativo ni las formas indígenas de religiosidad. A veces no se respetó la existencia de ritos cristianos orientales. No obstante, hay que reconocer la acción positiva de grandes misioneros como San Francisco Javier (India, Malasia, Japón...), José Vaz (Ceilán), Mateo Ricci (China), Roberto de Nobili (India), Alejandro Rhodes (Vietnam) etc., que se adaptaron a las culturas y suscitaron otros apóstoles locales. En las Filipinas se logró, desde el inicio, adaptar el mensaje a la cultura y suscitar el clero local. Las cristiandades de Japón, Corea y Vietnam, después de una persecución sangrienta e interminable, con numerosos mártires, florecerán a finales del siglo XIX y principios del siglo XX.
En América, a pesar de limitaciones y errores de personas e instituciones concretas, la Iglesia anunció el mensaje evangélico por medio de la catequesis en lenguas nativas, obras de caridad, defensa de los derechos de los indios y esclavos, colegios y universidades, organización eclesiástica, seminarios, concilios provinciales, arte indígena o mestizo (barroco americano), etc. Se colaboró (especialmente por medio de la universidad de Salamanca) en la formulación del derecho internacional. La acción evangelizadora ejemplar de los dos primeros siglos (XVI-XVII) es mérito, en parte, de la reforma eclesiástica ibérica, anterior a los descubrimientos, que había dado grandes santos y reformadores, y cuyas instituciones fueron las protagonistas en la evangelización de América. La decadencia política de España y Portugal (siglo XVII) y la expulsión de los jesuitas (1769), mostraron los puntos flacos de la evangelización anterior. La cristiandad guaraní de las reducciones de Paraguay, como comunidad eclesial y cívica, que había durado unos 150 años, se desmoronó.[34]
El modelo misionero de la Congregación de Propaganda Fide (fundada en 1622 por Gregorio XV) trazó nuevas líneas de actuación: formación de los misioneros, respeto a las culturas, independencia del poder civil, formación del clero local para constituir la Jerarquía propia. El Colegio Urbano (fundado por Urbano VIII en 1627) era un modelo de formación misionera. El campo de acción era muy amplio: los países paganos, protestantes, ortodoxos e incluso las misiones populares en algunos países cristianos. Se creó una nueva figura de obispo (el "Vicario Apostólico"), que dependía directamente de la Santa Sede y no del Patronato (especialmente en Asia). El Instituto de Misiones Extranjeras de París (creado en 1663) colaboró estrechamente con la Propaganda Fide.[35]
El final del siglo XVII y el principio del siglo XIX se caracteriza por un vacío de acción evangelizadora, que hacía imprevisible el resurgir misionero de la segunda mitad del siglo XIX y de principios del siglo XX. En Africa coincide con la época colonial europea, con la consiguiente confusión de campos y eventuales nacionalismos, clericalismos y anticlericalismos. No obstante se fueron edificando las Iglesia particulares con el respeto a sus culturas y tradiciones. La animación misionera de la comunidad eclesial había empezado con la Obra de la Propagación de la Fe (con Paulina Jaricot, en 1820), que sería la primera de las llamadas "Obras Misionales Pontificias". Además del despertar misionero de las Ordenes antiguas, tienen origen instituciones nuevas dedicadas principalmente a la misión "ad gentes". La Santa Sede asume la dirección de las misiones, pero invita a toda la Iglesia y de modo especial a los obispos, a que ejerzan su propia responsabilidad misionera. El resurgir misionero tiene también lugar en las comunidades protestantes o de la "reforma".[36]
En toda época histórica hubo mártires, también en cristiandades jóvenes como Corea, Japón, Vietnam y China. Los siglos XIX y XX pasarán a la historia como una época particularmente martirial. Los viajes y las enfermedades se cobraron innumerables víctimas. Al mismo tiempo, algunos litigios de pasado, originados por los roces entre el Patronato y la Propaganda Fide (especialmente en Asia), renacieron con otros matices, a veces también como tensiones entre intereses y derechos adquiridos, con repercusión muy negativa en el campo misionero. Las mujeres, de vida consagrada y laical, han colaborado eficazmente en la misión de los últimos años.[37]
La ciencia teológica sobre la misión (misionología) ha nacido entre el final del siglo XIX y principios del XX. El enfoque científico actual no siempre corresponde a la realidad misionera de los siglos pasados. Al mismo tiempo, las realidades actuales exigen un enfoque nuevo de la ciencia misionológica. Efectivamente, hay que llegar a ambientes no sólo geográficos, sino también sociológicos y culturales (RMi 37-38). El encuentro con las religiones cuestiona al mismo cristianismo, para adoptar una actitud de autenticidad que sea transparencia y experiencia de Dios Amor. La "inculturación", el diálogo interreligioso y la promoción humana piden mayor claridad en los términos teológicos y en la metodología pastoral.[38]
Los documentos magisteriales misioneros del siglo XX (antes y después del concilio Vaticano II) son un punto de referencia para cualquier elaboración sobre la naturaleza, la metodología y la vivencia de la misión. Las Iglesias jóvenes, reunidas por medio de sus Conferencias Episcopales, han publicado también documentos de gran interés misionero.[39]
Organizada la Jerarquía local en los cinco Continentes, especialmente desde el inicio del siglo XX, las Iglesias jóvenes han alcanzado un gran nivel de vitalidad cristiana. La independencia de los países africanos respecto a sus colonizadores (a mediados del siglo XX), fue un estímulo para acelerar el establecimiento de la Jerarquía propia.[40]
La colaboración activa en la misión "ad gentes" ha comenzado a ser una realidad también por parte de las Iglesias jóvenes, actualmente más ricas en vocaciones y en vitalidad, convirtiéndose en "fermento misionero para las Iglesias más antiguas" (RMi 91). América Latina, a finales del siglo XX, ha realizado una gran aportación a la misión "ad gentes".[41]
La historia de la evangelización ha sido la del anuncio de la novedad del misterio de Cristo, que ha hecho descubrir el misterio del hombre: su dignidad personal, libertad, conciencia moral, fraternidad, solidaridad universal, reconciliación, familia, trabajo...
Los fracasos han sido debidos a los personalismos y a los intereses particularistas. También ahí se demostró, una vez más que "donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia"(Rom 5,20). Entre luces y sombras, la historia de la evangelización es historia de salvación, dentro de los planes de Dios Amor sobre toda la humanidad, con la presencia de Cristo resucitado y la acción de su Espíritu. Los éxitos son debidos a esta acción divina que acompaña el anuncio y el testimonio de los apóstoles de todos los tiempos. Hay que pedir perdón a los hermanos y hay que dar gracias a Dios por esta historia salvífica. No caben los complejos de inferioridad ni de superioridad. Las bienaventuranzas (que son inseparables de la persona de Cristo, el Hijo de Dios hecho hombre) son para todos; los hombres de buena voluntad podrán intuir este universalismo en la vida de los cristianos, que saben reconocer las propias limitaciones y que hacen de los dones recibidos un servicio gozoso a los demás. Los errores históricos indican que el mensaje transmitido no es de los evangelizadores, sino de Cristo resucitado presente en la vida de todos los pueblos.
B) Situaciones actuales y problemática misionera práctica
A nivel más inmediato y constatable, disponemos de las estadísticas, que nos dan tanto el número y la proporción de los bautizados, como la distribución por países. Hay que analizar los índices de crecimiento o retroceso (cuantitativo y cualitativo), así como las causas y las previsiones. Pero también y principalmente se debe respetar la realidad principal misionera que es la acción del Espíritu Santo, cuya lógica es imprevisible, especialmente cuando ha habido en la comunidad santos y mártires.[42]
Las situaciones pastorales y misioneras en general, van más allá de los datos estadísticos, aunque ya estos datos son útiles para detectar fenómenos más complejos. "Para la Iglesia no se trata solamente de predicar el Evangelio en zonas geográficas cada vez más vastas o poblaciones cada vez más numerosas, sino de alcanzar y transformar con la fuerza del evangelio" los puntos neurálgicos de la sociedad (cf. EN 19).
La acción evangelizadora se enfrenta con realidades humanas de tipo cultural y promocional. Esto ocurre desde el inicio de la evangelización en toda comunidad humana concreta; pero presenta características especiales cuando "las Iglesias particulares autóctonas" empiezan a ser "suficientemente fundadas y dotadas de propias energías" (AG 6). El aspecto local de esas Iglesias les urge a afrontar la cultura y las situaciones de promoción humana (progreso, justicia, paz), desde dentro, con herramientas propias y más adecuadas. Entonces los conceptos básicos de evangelización y la metodología de la acción evangelizadora quedan cuestionados por urgencias nuevas. Algunas opiniones actuales sobre la teología misionera nacen de esta problemática de inserción.[43]
Esta constatación presenta un abanico de nuevas situaciones, que debe afrontar principalmente cada Iglesia particular, desde su idiosincrasia y en comunión con la Iglesia universal. No sólo hay que afrontar el tema fascinante de la "inculturación", sino que deben adoptarse actitudes de diálogo con otras creencias. Y cuando se trata de una sociedad de "modernidad" (o "postmodernidad") y, a veces, de secularismo, hay que "alcanzar y transformar con la fuerza del Evangelio los criterios de juicios, los valores determinantes, los puntos de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes inspiradoras y los modelos de vida de la humanidad, que están en contraste con la Palabra de Dios y con el designio de salvación" (EN 19).[44]
En todas las épocas históricas, se ha ido buscando el estilo propio y adecuado de evangelización. A veces, este estilo ha dependido del campo de acción confiado a la Congregación de Propaganda Fide, que, en el pasado ha oscilado entre el los pueblos no cristianos y los sectores de la "ortodoxia", la "reforma", las misiones populares, etc. Actualmente el objetivo está centrado en los países de mayoría no cristiana.[45]
Una época como la que discurre entre el segundo y tercer milenio de cristianismo, necesita la presentación clara y vivencial (por experiencia propia) de la figura de Cristo. Una sociedad "icónica" necesita signos y testigos creíbles del evangelio (cf. EN 76; RMi 91). Hay que iluminar las conciencias con los principios evangélicos, para reencontrar convicciones válidas y permanentes sobre la verdad, la libertad y el bien, así como sobre la ética personal, familiar y social.[46]
Las religiones no cristianas [47]quieren intercambiar con el cristianismo experiencias auténticas de encuentro con Dios ("contemplación"). Urge llegar al sector de las migraciones, a los medios de comunicación social, a los núcleos culturales y artísticos, donde se fragua el pensamiento y el quehacer humano fundamental. Hay que llegar a los puntos neurálgicos de la sociedad con el evangelio transparentado en una vida de esperanza. En cualquier situación y urgencia, "el misionero es el hombre de las Bienaventuranzas... Viviendo las Bienaventuranzas el misionero experimenta y demuestra concretamente que el Reino de Dios ya ha venido y que él lo ha acogido" (RMi 91).[48]
C) Los nuevos ámbitos de la misión "ad gentes"
El "universalismo" es una característica esencial de la misión que Jesús confió a su Iglesia[49]. Esta misión sin fronteras y sin exclusión de pueblo alguno, se ha venido llamando misión "ad gentes": "a todos los pueblos" (Lc 24,47). En el contexto de la misión realizada por San Pablo, la expresión "ad gentes" quiere subrayar el anuncio del evangelio a los pueblos donde todavía no ha sido anunciado; sería, pues, "el primer anuncio".[50]
Después de veinte siglos de evangelización, distinguimos entre la primera evangelización ("ad gentes") y la evangelización permanente y ordinaria en una comunidad ya cristiana o donde, al menos, se dispone de los medios ordinarios de salvación en Cristo. Pero si esta distinción se aplica precisamente a "países" (cristianos o no cristianos), hoy ya no resulta adecuada, ni incluso a nivel de estadísticas globales de habitantes bautizados. No obstante, queda en pie una urgencia de primera evangelización, que puede constatarse en algunos países concretos o en situaciones sociológicas y culturas especiales.[51]
El decreto conciliar Ad Gentes resume así la misión "ad gentes": "La misión, pues, de la Iglesia se realiza mediante la actividad por la cual, obediente al mandato de Cristo y movida por la caridad del Espíritu Santo, se hace plena y actualmente presente a todos los hombres y pueblos para conducirlos a la fe, la libertad y a la paz de Cristo por el ejemplo de la vida y de la predicación, por los sacramentos y demás medios de la gracia, de forma que se les descubra el camino libre y seguro para la plena participación del misterio de Cristo" (AG 5).
El mismo decreto conciliar, no obstante, reconoce unos cambios que obligan a repensar el universalismo sin reducirlo a la dimensión geográfica: "los grupos en que vive la Iglesia cambian completamente con frecuencia por varias causas, de forma que pueden originarse condiciones enteramente nuevas. Entonces la Iglesia tiene que ponderar si estas condiciones exigen de nuevo su acción misionera" (AG 6; cf. AG 23, 27).
La encíclica Redemptoris Missio, después de afirmar que la "misión ad gentes" es "una actividad primaria de la Iglesia, esencial y nunca terminada" (RMi 31), amonesta "contra el riesgo de igualar situaciones muy distintas y de reducir, si no hacer desaparecer, la misión y los misioneros ad gentes" (RMi 32).
Juan Pablo II, en su encíclica misionera, distingue tres situaciones de la misión:
1ª) Misión ad gentes, es decir, dirigida (como primer anuncio) a "pueblos, grupos humanos, contextos socio-culturales donde Cristo y su Evangelio no son conocidos, o donde faltan comunidades cristianas suficientemente maduras como para poder encarnar la fe en el propio ambiente y anunciarla a otros grupos" (RMi 33).
2ª) Actividad o "atención pastoral" ordinaria, es decir, dirigida a "comunidades cristianas con estructuras eclesiales adecuadas y sólidas; tienen un gran fervor de fe y de vida; irradian el testimonio del Evangelio en su ambiente y sienten el compromiso de la misión universal" (ibídem).
3ª) "Nueva evangelización", es decir, dirigida a "una situación intermedia, especialmente en los países de antigua cristiandad, pero a veces también en las Iglesias más jóvenes, donde grupos enteros de bautizados han perdido el sentido vivo de la fe o incluso no se reconocen ya como miembros de la Iglesia, llevando una existencia alejada de Cristo y de su Evangelio" (ibídem).
Es prácticamente imposible separar totalmente estas tres situaciones. Se podría hablar de tres dimensiones de la misma misión evangélica universalista. La dimensión "ad gentes" es como la "actuación ejemplar" (RMi 36). La dimensión "ad intra", de pastoral ordinaria en la comunidad cristiana, es el presupuesto necesario para la evangelización sin fronteras: "la misión ad intra es signo creíble y estímulo para la misión ad gentes y viceversa" (ibídem). La dimensión de "nueva evangelización" consiste en la renovación de la comunidad cristiana (la de antigua cristiandad y también la más reciente) para hacerla responsable de la evangelización ad intra y ad gentes.[52]
Hechas estas salvedades, ya se puede pasar a ampliar el campo de la misión "ad gentes", siguiendo las indicaciones de la encíclica Redemptoris Missio. Efectivamente, este documento misionero señala tres posibilidades o "ámbitos": por territorio (criterio geográfico), por nuevos fenómenos sociales (criterio sociológico) y áreas o areópagos culturales (criterio cultural) (RMi 37-38).
El primer "ámbito" (posibilidad o criterio geográfico)) es el admitido en toda la historia de la evangelización. El segundo y tercero (posibilidad o criterio sociológico y cultural), serían misión "ad gentes" por equivalencia, dadas las circunstancias y cambios actuales. La misión "ad gentes", puede y debe, pues, afrontarse según estos tres grandes "ámbitos" (según la terminología de la encíclica misionera), que equivaldrían a nuevas posibilidades y criterios:
1º) Ambito geográfico: pueblos, comunidades e Iglesias locales donde el evangelio no ha enraizado suficientemente y donde la Iglesia no está todavía enraizada.
2º Ambito sociológico: algunas grandes ciudades o megalópolis (con multitudes plurireligiosas), masas migratorias, situaciones especiales de pobreza, juventud, etc.
3º Ambito cultural: centros culturales, educación, investigación científica, relaciones internacionales, búsqueda actual (sociedad y religiones no cristianas) de la experiencia de Dios, etc.[53]
D) Hacia una teología en clave misionera
La misionología tiene como objetivo explicar la teología sistemática, pastoral y espiritualidad de la misión, como tratado autónomo. Pero es toda la teología la que debe exponer también "los diversos aspectos de la misión" (RMi 2), que se desprenden de cada tratado y de cada tema teológico. En realidad, se mira a presentar algún aspecto del misterio de Cristo para profundizarlo científicamente, para anunciarlo, para contemplarlo y vivirlo.
Todo tratado teológico, por ser reflexión sobre los temas de la fe, está llamado a dejar las puertas abiertas para que, en otros sectores especializados, se pueda pasar más fácilmente a la espiritualidad, a la pastoral y a la misionología. Si la teología fuera principalmente un campo de dialéctica de opiniones, de análisis de conceptos, de búsqueda de problemática, de suposiciones y aproximaciones, entonces el teólogo se quedaría enredado en una madeja de sofismas, sin apertura a la fe y sin capacidad de adoración del misterio, y perdería la capacidad de contemplación y evangelización.[54]
Los estudios teológicos, tanto cuando analizan las fuentes como cuando se centran en la especulación científica, necesitan recuperar las dimensiones mistérica, contemplativa, kerigmática y misionológica. Estas conclusiones más vivenciales y comprometidas se desprenden siempre del estudio serio sobre la palabra de Dios, la patrística, la liturgia, el magisterio y la fe del pueblo creyente. Según Santo Tomás, "toda teología está ordenada a alimentar la fe".[55]
La misión es el elemento esencial de todo tratado teológico y de toda ciencia cristiana. La misión brota espontáneamente cuando se presentan los temas teológicos a la luz del misterio de Cristo. Cuando de verdad es la fe la que busca la reflexión teológica ("fides quaerens intellectum", "credo ut intelligam"), entonces se convierte en "relación personal del creyente con Cristo en la Iglesia" (PDV 53) y, por tanto, insta a participar en la vida de la comunidad eclesial, llamando a la santidad y a la evangelización.
Con esta perspectiva misionera y contemplativa, la teología recupera su "dimensión eclesial" y, sin perder el rigor científico, "ayuda a desarrollar un grande y vivo amor a Jesucristo y a su Iglesia; este amor, a la vez que alimenta su vida espiritual, sirve de pauta para el ejercicio del ministerio" (PDV 53).[56]
La armonía entre todas las ciencias teológicas (y eclesiásticas en general) aparece a la luz del misterio de Cristo como contenido central de la misión:
- anunciado como Dios, hombre, Salvador,
- celebrado y hecho presente bajo signos salvíficos eclesiales,
- comunicado a cada persona y a toda la humanidad.
Los tratados teológicos, a la luz del misterio de Cristo, además de recuperar la armonía que podría haber perdido por la especialización, muestran toda su riqueza misionera. En efecto, el misterio de Cristo es:
- preexistente (como Verbo) con el Padre y el Espíritu Santo constituye con ellos la fuente de la misión (tratado de Dios y de la Trinidad),
- preparado en la creación, en la historia y, de modo especial, en la revelación (tratado de la creación y de la revelación),
- hecho presente, como Verbo encarnado, evangelizador y Redentor, muerto y resucitado (tratado de cristología),
- prolongado en la Iglesia y en los signos sacramentales (tratado de eclesiología, de sacramentos y de liturgia),
- viviente en el corazón del hombre y en la comunidad humana (tratado de gracia, virtudes, moral, espiritualidad),
- objetivo de un encuentro final de toda la humanidad al final de la historia presente (tratado de escatología).
Una adecuada formación teológica es, por ello mismo, fuertemente espiritual y misionera. Una formación básica con estas perspectivas prepara para los estudios especializados de espiritualidad y de misionología. La situación actual de la humanidad "exige cada vez más maestros que estén realmente a la altura de la complejidad de los tiempos y sean capaces de afrontar, con competencia, claridad y profundidad, los interrogantes vitales del hombre de hoy, a los que sólo el Evangelio de Jesús da la plena y definitiva respuesta" (PDV 56).[57]
4. Documentos del Magisterio y contenidos doctrinales comparados
En los documentos del Magisterio encontramos una recopilación de todos los datos básicos para una teología sobre la misión. Las encíclicas anteriores al concilio Vaticano II fueron un elemento decisivo del despertar misionero del siglo XX. Los documentos del concilio Vaticano II, especialmente Lumen Gentium, Gaudium et Spes y Ad Gentes, afrontan unas realidades nuevas en el campo de la evangelización, profundizando en la naturaleza misionera de la Iglesia como "sacramento universal de salvación". Los documentos posteriores, especialmente Evangelii nuntiandi y Redemptoris Missio, aclaran conceptos misionológicos y abren nuevos horizontes a la misión eclesial.
A) Encíclicas anteriores al concilio Vaticano II
Las encíclicas pontificias y exhortaciones apostólicas sobre el tema misionero, ya mucho antes del concilio Vaticano II, han sido determinantes para poder llamar al siglo XX el siglo del nuevo despertar misionero de la Iglesia: Maximum illud (Benedicto XV, 1919), Rerum Ecclesiae (Pío XI, 1926), Saeculo exeunte (Pío XII, 1940), Evangelii praecones (Pío XII, 1951), Fidei donum (Pío XII, 1957), Princeps Pastorum (Juan XXIII, 1959).[58]
Los documentos magisteriales preconciliares sobre la misión o "las misiones", se ciñen a la primera evangelización, dejando entender una evolución armónica y homogénea sobre temas que se van profundizando gradualmente buscando un mayor equilibrio: mandato misionero de Cristo, llamada a la conversión y a la fe, implantación de la Iglesia, responsabilidad entre Iglesias hermanas, etc. Muchos temas del concilio Vaticano II ya se encuentran esbozados en estos documentos preconciliares.[59]
A la Carta Apostólica Maximum illud (Benedicto XV, 1919) ha sido calificada de "carta magna" de las misiones, como primer documento del siglo XX sobre el tema. En este documento ya se encuentra un esbozo de misionología: historia, teología, pastoral, derecho, cooperación, Obras Misionales, espiritualidad. Da mucha importancia a la preparación, atención y formación continuada de los misioneros, así como a la cooperación entre las diversas instituciones, al clero nativo, a la cultura local y a la necesidad de personal femenino.[60]
La Carta encíclica Rerum Ecclesiae, del "Papa de las misiones" (Pío XI, 1926), acentúa la importancia de los apóstoles nativos (sacerdotes, religiosos y laicos). Aunque se estimula la disponibilidad misionera de la Iglesia que envía y de la que es ayudada, no olvida poner de relieve la responsabilidad de toda Iglesia particular hacia la evangelización universal. Los Obispos son corresponsables de las misiones con el Papa. La urgencia de anunciar el evangelio a todos los pueblos deriva de la caridad cristiana y del agradecimiento por haber recibido la fe. Se da importancia a la formación de los catequistas y a las introducción de las Ordenes contemplativas en los países de misión. La ciencia misionológica, que estaba en sus comienzos, se inspiró en esta encíclica, intentando armonizar los dos aspectos más resaltados entonces sobre la misión "ad gentes": propagar la fe (llamar a la conversión) e implantar la Iglesia.[61]
La Carta encíclica Saeculo exeunte (Pío XII, 1940) está dirigida a la Jerarquía de Portugal, pero los contenidos son de valor universal. El Papa agradece la gran labor misionera realizada desde los siglos anteriores en Africa, América y Asia. Acentúa la necesidad de vocaciones misioneras y la urgencia de una formación adecuada de los misioneros.[62]
La Carta encíclica Evangelii praecones (Pío XII, 1951) quiso conmemorar el 25º aniversario de la publicación de la encíclica Rerum Ecclesiae de Pío XI. En su segunda encíclica misionera, Pío XII armoniza las dos tendencias de la misionología de la época: la llamada a la fe (conversión y salvación en Cristo) y la implantación de la Iglesia por medio de una jerarquía autóctona. El Papa pide que se acelere la formación del clero nativo e indica la urgencia de adaptarse a las culturas y costumbres locales.[63]
La Carta encíclica Fidei donum (Pío XII, 1957) es como el "testamento misionero" del Papa Pacelli. Hacia los años cincuenta del siglo XX, Africa iniciaba un camino de estados independientes que necesitaban una atención especial por parte de la acción evangelizadora, especialmente teniendo en cuenta la invasión del materialismo ateo. La encíclica es un llamado hacia el Africa, pero, precisamente por ello, acentúa la corresponsabilidad de los Obispos con el Papa respecto a la misión universal; consecuencia de ello es la invitación a los sacerdotes diocesanos a asumir esta responsabilidad como colaboradores de los Obispos, según diversas posibilidades como es la de un servicio misionero temporal o permanente ("sacerdotes fidei donum"). Esta iniciativa daría un impulso decisivo a las diócesis misioneras, con participación de seglares y de institutos religiosos y misioneros. El Papa insiste en temas ya tratados por las anteriores encíclicas: implantación de la Iglesia con la organización de la jerarquía local, inserción de los grupos humanos y situaciones sociales, apostolado seglar, etc.[64]
La Carta encíclica Princeps Pastorum (Juan XXIII, 1959) fue escrita por el Papa Roncalli para conmemorar el 40º aniversario de la encíclica Maximum illud. Además de ahondar en los temas comunes a otras encíclicas, subraya la urgencia de suscitar el clero nativo y la acción misionera de los laicos (catequistas, jóvenes, Acción Católica). Se nota de nuevo el equilibrio doctrinal entre la llamada a la fe (conversión, salvación en Cristo) y la implantación de la Iglesia. Al mismo tiempo, en Juan XXIII (autor también de las encíclicas Mater et Magistra, 1961, y Pacem in terris, 1963)) se nota el equilibrio al relacionar la evangelización con la promoción o progreso humano. Un punto que aparece cada vez con más insistencia es el de cuidar de la formación del personal misionero: formación intelectual, pastoral, espiritual e incluso especializada en los estudios misionológicos. Esta formación servirá para una más adecuada adaptación a los medios culturales y sociales. La encíclica es una llamada a integrarse en las nuevas estructuras de los pueblos jóvenes.[65]
B) Documentos conciliares del Vaticano II
El decreto conciliar Ad Gentes (que resumiremos en este apartado) debe encuadrarse en el contexto de todos los demás documentos conciliares, especialmente teniendo en cuenta las cuatro Constituciones: Lumen Gentium, Dei Verbum, Sacrosantum Concilium, Gaudium et Spes. La idea principal, de profundo significado y trascendencia misionera, que puede armonizar todos los documentos, es la de "Iglesia sacramento", que en su dimensión misionera "ad gentes", se completa así: "Iglesia sacramento universal de salvación" (LG 48; AG 1).[66]
La Iglesia que describe el concilio Vaticano II es "sacramento", en el sentido de ser signo transparente y portador de Cristo para toda la humanidad. Precisamente la intención principal del concilio se expresa con esta afirmación: "Por ser Cristo luz de las gentes, este sagrado Concilio, reunido bajo la inspiración del Espíritu Santo, desea vehementemente iluminar a todos los hombres con su claridad, que resplandece sobre el haz de la Iglesia, anunciando el Evangelio a toda criatura (cf. Mc 16,15). Y como la Iglesia es en Cristo como un sacramento o señal e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el género humano, insistiendo en el ejemplo de los Concilios anteriores, se propone declarar con toda precisión a sus fieles y a todo el mundo su naturaleza y su misión universal" (LG 1). De este modo, la Iglesia podrá presentarse como "signo levantado ante las naciones" (SC 2), "que manifiesta y, al mismo tiempo, realiza el misterio del amor de Dios al hombre" (GS 45).[67]
Esta idea y realidad fundamental, "Iglesia sacramento", da pie a la Lumen Gentium para urgir a una evangelización universal, como consecuencia de la naturaleza misionera de la misma Iglesia. La Iglesia es misionera por su realidad de "sacramento" (signo transparente y también instrumento de salvación) (LG I). Esta es su realidad de "Pueblo de Dios", como propiedad esponsal del mismo Dios y signo levantado ante todos los pueblos (LG II). Cada miembro de la Iglesia, según su propia vocación (jerarquía, religiosos, laicos), asume la propia responsabilidad de renovación para la misión (LG III, IV, VI); todos quedan urgidos a la santificación (LG V) y a colaborar en la marcha de una Iglesia que es "peregrina" como "sacramento universal de salvación" (LG VII). La Iglesia encuentra en María la figura ("Tipo", modelo, personificación) de esta acción misionera que es de maternidad (LG VIII).[68]
A partir de este enfoque misionero de la Lumen Gentium, resulta lógico pasar a los otros documentos conciliares (especialmente a las Constituciones y Decretos), para presentar su dimensión misionera. La Constitución Dei Verbum presenta una Iglesia que custodia y garantiza la revelación estrictamente dicha, que ha sido dada por Dios para toda la humanidad; efectivamente, el concilio "quiere proponer la doctrina auténtica sobre la revelación y su transmisión para que todo el mundo lo escuche y crea, creyendo espere, esperando ame" (DV 1).[69]
La Constitución Sacrosantum Concilium afirma que la renovación litúrgica, querida por el concilio, es factor decisivo para la evangelización: "la liturgia robustece también admirablemente sus fuerzas para predicar a Cristo y presenta así la Iglesia, a los que están fuera, como signo levantado en medio de las naciones, para que, bajo de él, se congreguen en la unidad los hijos de Dios que están dispersos, hasta que haya un solo rebaño y un solo pastor" (SC 2).[70].
La Constitución Gaudium et Spes da la nota de inserción a la misión eclesial respecto a las situaciones concretas de la sociedad humana. Desde el inicio del documento, aparece la urgencia de evangelización universal. A partir del misterio de la encarnación, la Iglesia se siente solidaria de toda la humanidad: "La comunidad cristiana está integrada por hombres que, reunidos en Cristo, son guiados por el Espíritu Santo en su peregrinar hacia el reino del Padre y han recibido la buena nueva de la salvación para comunicarla a todos. La Iglesia por ello se siente íntima y realmente solidaria del genero humano y de su historia" (GS 1).[71]
Todos los documentos y temas del concilio pueden enfocarse a partir de los contenidos de la Lumen Gentium, enriquecidos con la doctrina de las otras Constituciones (DV, SC, GS) y acentuando la dimensión universalista "ad gentes" (AG):
LG -------- (DV, SC, GS) -------- AG[72]
El decreto conciliar Ad Gentes se encuadra, pues, en esta rica perspectiva de los documentos conciliares y, de modo especial, a partir de la Lumen Gentium y del tema Iglesia "sacramento universal de salvación". El documento misionero aprovecha la herencia de las encíclicas anteriores, pero da unos pasos firmes para una evangelización más eficaz y adecuada a la realidad actual. La misión de la Iglesia es la misma misión de Cristo, que deriva de la Trinidad y de los planes salvíficos del Padre y que se realiza bajo la acción del Espíritu Santo. Tiene, pues, dimensión trinitaria, cristológica, pneumatológica y eclesiológica. A partir de estos principios misioneros (AG I), se podrá pasar fácilmente a las consecuencias prácticas: la obra misionera (II), las Iglesias particulares (III), los misioneros (IV), la organización de la actividad (V) y la cooperación misionera (VI). Se acentúa la naturaleza misionera de toda Iglesia particular, sin restar importancia a la vocación misionera específica y a los Institutos misioneros. El decreto conciliar sigue siendo la base de toda la reflexión teológica actual sobre la misión.[73]
C) Documentos misioneros del postconcilio
Son tres los documentos postconciliares específicamente misioneros: Evangelii nuntiandi (Pablo VI), Slavorum Apostoli (Juan Pablo II), Redemptoris Missio (Juan Pablo II). Pero en todos los documentos del postconcilio, la dimensión misionera "ad gentes" se hace cada vez más explícita.
La exhortación apostólica postsinodal Evangelii nuntiandi, de Pablo VI, fue publicada a los diez años de finalizar del concilio Vaticano II (1965-1975). Es uno de los documentos más citados y apreciados en el período postconciliar. Su objetivo es, como indica el título, "la evangelización del mundo contemporáneo" y no sólo la evangelización "ad gentes". De hecho, trata argumentos parecidos a los de Ad Gentes y Gaudium et Spes; pero presenta unos matices nuevos respecto al tema de la evangelización. La naturaleza misionera de la Iglesia (AG I), se presenta con un sentido más dinámico: "del Cristo Evangelizador, a la Iglesia evangelizadora" (EN I). La naturaleza de la acción evangelizadora, que es siempre de anuncio, testimonio y formación de la comunidad en la caridad (AG II), queda profundizada presentando su contenido bíblico, los sectores de la sociedad que urge evangelizar, los nuevos medios y los destinatarios de la evangelización (EN II-V). Mientras el concilio presenta la responsabilidad misionera de las Iglesias particulares (AG III), la exhortación postsinodal coloca en esta perspectiva la responsabilidad de todas las vocaciones (EN VI). El decreto conciliar fija la atención en los misioneros (virtudes y formación), la organización y la cooperación misionera (AG IV-VI); la exhortación de Pablo VI presenta con amplitud un tema nuevo en cuanto a la explicación de sus contenidos: la espiritualidad o "el espíritu de la evangelización" (EN VII).[74]
Desde su primera encíclica (Redemptor hominis, 1979), Juan Pablo II ha ido señalando esta dimensión sin fronteras. La Iglesia, con su "dinamismo misionero", tiene "conciencia de apertura universal" (RH 4) y se encuentra siempre "en estado de misión" (RH 20).[75]
La Carta encíclica Slavorum Apostoli (1985) se publicó para celebrar el 11º centenario de la muerte de San Cirilo, quien junto con San Metodio había sido declarado copatrono de Europa en 1980 (como San Benito lo era desde 1964). El Papa quiso presentar unos modelos de "inculturación" en el proceso evangelizador actual de Europa y de todo el Occidente: cómo hacer llegar el evangelio a toda cultura y, de modo particular, a la cultura actual. Los santos patronos de Europa, al anunciar el evangelio en los pueblos del este europeo, supieron "interpretar fielmente las aspiraciones y valores humanos que en ellos subsistían" (SA 10) e "identificarse con su misma vida y tradición, después de haberlas purificado e iluminado con la revelación" (SA 11). Juan Pablo, en numerosas intervenciones, invitando a una "nueva evangelización", ha instado a redescubrir y recuperar las raíces cristianas de Europa y de toda la cultura occidental.[76]
La Carta encíclica Redemptoris Missio (Juan Pablo II, 1990) se publica a los veinticinco años del Vaticano II (decreto Ad Gentes) y a los quince años de Evangelii nuntiandi. Es la primera encíclica directamente "misionera" del postconcilio, en cuanto que aborda la evangelización "ad gentes", como las encíclicas misionales anteriores y como el decreto misionero del concilio Vaticano II. Es una llamada a la urgencia y responsabilidad de la evangelización universal. En los tres primeros capítulos, aclara conceptos teológicos que, de no ser entendidos adecuadamente, podrían "debilitar el impulso misionero" (RMi 2): Cristo, único Salvador (I), el Reino de Dios (II), la acción del Espíritu Santo (III). Los capítulos siguientes presentan las nuevas situaciones de la misión (IV), los caminos de la evangelización (V), los agentes y responsables (VI), la cooperación concreta (VII), la espiritualidad misionera (VIII). La encíclica explica conceptos bíblicos y teológicos que necesitaban orientación magisterial para una mejor presentación en el campo científico y una más adecuada comprensión por parte de los evangelizadores: la salvación, la naturaleza misionera de la Iglesia (también de la Iglesia particular), la inculturación, los valores evangélicos, el diálogo, el desarrollo, la vocación, formación y cooperación misionera, la espiritualidad del misionero, etc.[77]
Estos contenidos misionológicos, especialmente de los documentos magisteriales conciliares y postconciliares, han sido recogidos sintéticamente a nivel jurídico en el nuevo Código de Derecho Canónico (1983). El apartado sobre "la acción misionera de la Iglesia" (lib. III, tít. II), después de presentar la naturaleza misionera de la misma Iglesia, señala y traza normas sobre la responsabilidad de la jerarquía y de cada miembro del Pueblo de Dios, subrayando la dimensión misionera de la vida consagrada, la importancia de los misioneros y de los catequistas, la actividad y coordinación misionera, la promoción de las vocaciones y de la animación misionera, especialmente por medio de las Obras Misionales Pontificias.[78]
El Catecismo de la Iglesia Católica recoge la doctrina misionera de la Iglesia, con su base bíblica, magisterial y teológica, y con orientación catequética. Aprovecha la doctrina conciliar sobre el tema, con profusión de citas, especialmente de Lumen Gentium y de Ad Gentes. El tema lo presenta al explicar el "Credo" ("creo en la santa Iglesia católica") (nn. 748ss). La misión universal, que tiene origen trinitario y que llega a la Iglesia, por Cristo, en el Espíritu, se relaciona con la realidad eclesial de:
- Iglesia "misterio", "sacramento universal de salvación" (nn. 772-780),
- Iglesia "católica" (nn. 830-856),
- Iglesia "apostólica" (nn. 857-870).
Después de resumir la doctrina católica sobre la Iglesia, se detiene en la realidad de Iglesia "misterio", para presentarla también como "sacramento universal de salvación", acentuando su universalidad: "La Iglesia es también el sacramento de la unidad del género humano... Como sacramento, la Iglesia es instrumento de Cristo. Ella es asumida por Cristo 'como instrumento de redención universal' (LG 9)... Ella es el proyecto visible del amor de Dios hacia la humanidad" (nn. 774-776). La misma universalidad aparece al describir a la Iglesia como Pueblo de Dios, Cuerpo de Cristo y Templo del Espíritu (nn. 781-810). Al explicar las notas de la Iglesia (una, santa, católica y apostólica), relaciona la misión con las notas de catolicidad y apostolicidad de la Iglesia (nn. 830-870). "Es católica porque ha sido enviada por Cristo en misión a la totalidad del género humano" (nn. 831). La misión es exigencia de la catolicidad por el mandato universal de Cristo (n. 849), por el origen y la finalidad de la misión (n. 850), por el motivo de la misión que es "el amor de Dios por todos los hombres" (n. 851), por los caminos de la misión (n. 852). La misión es también exigencia de la apostolicidad: "toda la Iglesia es apostólica mientras permanezca, a través de los sucesores de San Pedro y de los Apóstoles, en comunión de fe y de vida con su origen. Toda la Iglesia es apostólica en cuanto que ella es 'enviada' al mundo entero; todos los miembros de la Iglesia, aunque de diferentes maneras, tienen parte en este envío" (n. 863).[79]
El magisterio ordinario de los Obispos ha ido publicando documentos de interés misionológico "ad gentes", especialmente con ocasión del domingo mundial de las misiones[80]. Han tenido repercusión universal los documentos del Episcopado latinoamericano en sus Conferencias Generales de Puebla (1979) y Santo Domingo (1992). El documento de Puebla (III CELAM), en su contenido misionero "ad gentes", ha sido citado frecuentemente por Juan Pablo II en sus viajes apostólicos y también en la encíclica Redemptoris Missio: "Toda Iglesia particular debe abrirse generosamente a las necesidades de las demás... A este propósito es ejemplar la declaración de los Obispos en Puebla: 'Finalmente, ha llegado para América Latina la hora... de proyectarse más allá de sus propias fronteras, ad gentes. Es verdad que nosotros mismos necesitamos misioneros. Pero debemos dar desde nuestra pobreza (cita Puebla, n.368)... La misión de la Iglesia es más vasta que la 'comunión entre las Iglesias'; ésta, además de la ayuda para la nueva evangelización, debe tener sobre todo una orientación con miras a la específica índole misionera" (RMi 64).[81]
El documento de Santo Domingo (IV CELAM), remitiéndose a Redemptoris Missio y al documento de Puebla, ratifica esta dimensión misionera y se compromete a ponerla en práctica.[82]
Todos estos documentos magisteriales podrían encuadrarse fácilmente en los tres documentos misioneros pontificios más importantes del concilio y postconcilio: Ad Gentes, Evangelii nuntiandi, Redemptoris Missio:
- Nivel teológico: ¿qué es la misión (AG I; EN I-III; RMi I-III)
- Nivel operativo: ¿cómo realizar la actividad misionera? (AG II, III, V; EN IV-V; RMi IV-V); los agentes de la misión (AG IV, VI; EN VI; RMi VI); C) animación de la comunidad cristiana para hacerla misionera (AG VI; EN VI; RMi VII)
- Nivel espiritual: ¿cómo vivir la misión por parte de los apóstoles y de toda la comunidad? (AG IV; EN VII; RMi VIII).
ORIENTACION BIBLIOGRAFICA
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A. SANTOS HERNANDEZ, Misionología. Bibliografía misional. Parte doctrinal (Santander, Sal Terrae, 1965).
- Misionología. Bibliografía misional. Parte histórica (Santander, Sal Terrae, 1965).
Z. STEZYCKI, Atlas Hierarchicus, Descriptio geographica et statistica insuper notae historiae Ecclesiae Catholicae (MÖdling Bei Wien, St. Gabriel-Verlag, 1992).
F.J. VERSTRAELEN, Missiology Today: A Bibliographical Note: Mission Studies III/I (1986) 119-136.
Nota: Ver las fichas bibliográficas en este capítulo: teología (notas 1 y 54), Biblia y misión (notas 4 y 5, y el capítulo I), datos históricos sobre la misionología y la pastoral (notas 17-18, 28), estadísticas (notas 42 y 47), datos históricos sobre las misiones (nota 32-36, 45, 59-65), Pablo (nota 50), Palabra (nota 55), Vaticano II (nota 66), nueva evangelización (notas 30, 52 y 80), Puebla y América Latina (nota 81-82).
[1]Por esto "la verdadera teología proviene de la fe y trata de conducir a la fe... Santo Tomás es muy explícito cuando afirma que la fe es como el habitus de la teología, o sea, su principio operativo permanente, y que toda la teología está ordenada a alimentar la fe" (PDV 53). Ver la doctrina de Santo Tomás: In Lib. Boetii de Trinitate V, 4, ad 8. Es la misma doctrina de San Anselmo sobre "credo ut intelligam" ("creo para llegar a comprender") (Proslogion cap. I)) , que equivale a "fides quaerens intellectum". La teología de la misión no deberá olvidar las diversas funciones de la teología: científica (análisis de conceptos y de realidades), sapiencial (referencia comprometida hacia Dios como primer principio), kerigmática (de anuncio), pastoral (práctica), vivencial (espiritual), etc. Z. ALSZEGHY, M. FLICK, Come si fa la teologia (Ed. Paoline 1974); B. MONDIN, Introduzione alla Teologia (Milano, Massimo, 1983) cap. I (naturaleza y cometido de la Teología); C. ROCCHETTA, R. FISICHELLA, G. POZZO, La teologia tra rivelazione e storia, introduzione alla teologia sistematica (Bologna, EDB, 1989); O. RUIZ ARENAS, Jesús, Epifanía del amor del Padre, Teología de la Revelación (México, CEM, 1988) cap. I (Teología y revelación). Ver las diversas posibilidades de exégesis según la Pontificia Comisión Bíblica: La interpretación de la Biblia en la Iglesia (Lib. Edit. Vaticana, 1993).
[2]Añade Juan Pablo II: "Recomiendo que sobre todo en los Seminarios y en las Casas de formación para religiosos y religiosas se lleven a cabo tales estudios, procurando que algunos sacerdotes, o alumnos y alumnas, se especialicen en los diversos campos de las ciencias misionológicas" (RMi 83).
[3]El presente capítulo intenta ofrecer la base conceptual de toda la realidad sobre la misión y evangelización. Vendría a ser como el esquema mental o "herramientas" con las cuales poder elaborar los datos bíblicos resumidos en el capítulo primero. La consecuencia será la labor de todos los capítulos siguientes, que vienen a ser otras tantas dimensiones de la misión: trinitaria, cristológica, pneumatológica, eclesiológica, antropológico-sociológica-cultural, pastoral, espiritual...
[4]En el Antiguo Testamento el término "enviar" se expresa con la palabra "salah"; en el Nuevo Testamento, con "apostello", "apostellein" (en los sinópticos) o "pempein" (en Juan): Mt 10,16; 28,19-20; Mc 10,16; 16,15; Lc 10,3; Jn 17,18; 20,21. Cf. V. CAPDEVILA I MONTANER, Trinidad y misión en el evangelio y en las cartas de San Juan: Estudios Trinitarios 15 (1981) 83-153. En el Nuevo Testamento, los términos "enviar" y "evangelizar" se emplean como verbos (cf. Lc 4,18). El substantivo ("misión", "evangelizacion") no es expresión bíblica. El término "misión" se usa con San Ignacio (s.XVI) y a partir de la fundación de la Congregación de "Propaganda Fide" (s.XVII); en el siglo XIX se usa ya como término de reflexión teológica. El substantivo "evangelización" es del siglo XIX y tiene origen en los teólogos de la reforma; en los documentos magisteriales conciliares (LG, AG) y postconciliares (EN, RMi) es de uso frecuente. Cf. A. WOLANIN, Teologia della missione (Casale Monferrato, PIEMME, 1989) introducción (n. 2: conceptos de misión y de evangelización). Más que los términos, es importante la realidad, la cual pertenece a la doctrina revelada.
[5]Ver las conclusiones (síntesis doctrinal) de: D. SENIOR, C. STRUHLMÜLLER, Biblia y misión, Fudamentos bíblicos de la misión (Estella, Edit. Verbo Divino, 1985) III.
[6]La misión tiene diversos "momentos": teológico, histórico-antroplógico, cristológico, pneumatológico, comuntario-eclesiológico, etc. Cf. E. BUENO, Dimensión misionera del objetivo teológico, en: La misionología hoy (Estella, Verbo Divino, 1987) 13-75.
[7]Evangelii nuntiandi(nn. 7-12) señala unos "elementos esenciales": el anuncio del Reino de Dios, el anuncio de la salvación liberadora, la llamada a la conversión, la predicación infatigable, los signos salvíficos... "La evangelización es un paso complejo, con elementos variados: renovación de la humanidad, testimonio, anuncio explícito, adhesión del corazón, entrada en la comunidad, acogida de los signos, iniciativas de apostolado. Estos elementos pueden parecer contrastantes, incluso exclusivos. En realidad son complementarios y mutuamente enriquecedores" (EN 24). Es básicamente el mismo objetivo señalado por Redemptoris MIssio con el nombre de "caminos de la misión" (RMi V).
[8]Estos elementos son también otros tantos medios de acción pastoral misionera. Ver el capítulo VII: la acción evangelizadora de la Iglesia.
[9]Ver el capítulo III, 3. El tema de la "gloria de Dios" ha sido poco estudiado en relación con la misión. Pueden verse los comentarios a AG 4-6 y LG 2-4. Ver: M.J. LE GUILLOU, Dieu de la gloire, Dieu de la croix, en: Evangelizzazione e Ateismo (Roma, Pont. Univ. Urbaniana, 1981) 165-181.
[10]Ver la dimensión trinitaria en el capítulo III (Dios Amor, fuente de la misión). M.G. MASCIARELLI, La Chiesa è missione, prospettiva trinitaria (Casale Monferrato, PIEMME, 1988).
[11]Ver la dimensión cristológica de la misión en los capítulos I (Jesús evangelizador) y IV (el mandato misionero de Jesús) de nuestro estudio. A. WOLANIN, La misión de Jesús, en: Misión para el tercer milenio, curso básico de Misionología (Roma, PUM y Bogotá OMP, 1992) cap. III.
[12]Ver la dimensión pneumatológica de la misión en el capítulo V (evangelizar con la fuerza del Espíritu). AA.VV., El Espíritu Santo, luz y fuerza de Cristo en la misión de la Iglesia (Burgos 1980); T. FEDERICI, Lo Spirito Santo protagonista della missione (RM 21-30), en: Cristo, Chiesa, Missione (Roma, Urbaniana University Press, 1992) 107-151.
[13]Ver la dimensión eclesiológica de la misión en el cap. VI (Iglesia en estado de misión). J.L. ILLANES, La misionología en el marco de la eclesiología, en: Misionología hoy (Estella, Verbo Divino, 1987) 65-75; E. NUNNENMACHER, La naturaleza misionera de la Iglesia, en: Misión para el tercer milenio (Roma, PUM, 1992) cap. IV.
[14]Ver la dimensión pastoral de la misión en el cap. VII (la acción evangelizadora de la Iglesia). J. ESQUERDA BIFET, Evangelizar hoy, Animadores de las comunidades (Madrid, Soc. Educ. Atenas, 1987); P. GIGLIONI, La actividad misionera de la Iglesia, en: Misión para el tercer milenio, o.c., 111-136; M.A. MEDINA, Proceso y elementos de la actividad misionera, en: La misionología hoy, o.c., 221-250.
[15]Sobre la dimensión antropológica de la misión, ver los capítulos VII (n. 2, C) y VIII. E. BUENO, La mision de la Iglesia ante el desafío de la pobreza y del sufrimiento, en: La misionología hoy, o.c., 544-565; J. SARAIVA MARTINS, Evangelizare pauperibus, evangelizzazione e promozione umana, en: Cristo, Chiesa, Missione (Roma, Urbaniana Univ. Press, 1992) 327-342. Ver algunos aspectos antropológicos y sociológicos de la misión en: A. SANTOS HERNANDEZ, Teología sistemática de la misión (Estella, Verbo Divino, 1991) III.
[16]Ver la dimensión espiritual de la misión en los capítulos V, 3 (el Espíritu Santo en la misión del apóstol), IX (cooperación misionera), X (espiritualidad misionera), XI (vocación misionera). J. ESQUERDA BIFET, Espiritualidad misionera, en: Misión para el tercer milenio, curso básico de Misionología, o.c., 188-208.
[17]Gustavo Warneck(1834-1910) es considerado el iniciador de la misionología moderna protestante. José Schmidlin (1876-1944), influido por Warneck, dio origen a la misionología moderna católica y fue el primer catedrático de esta materia (Münster, 1914). Ya en el año 1911 se había fundado la revista católica "Zeitschrift für Missionswissenschaft", dirigida por Schmidlin con la colaboración de Federico Schwager (1876-1929) y de Roberto Streit (1875-1930). Este último dio inicio a la "Bibliotheca Missionum". Sin embargo, no hay que olvidar esfuerzos anteriores, como las reflexiones de Raimundo Lull (hacia 1232-1315), Tomás de Jesús (en 1610: Stimulus Missionum; en 1613: De procuranda salute omniun gentium), etc. La Congregación de Propaganda Fide se creó en 1622. El término "misionología" parece acuñado en 1832 por J.T.L. Danz. Ver otros datos históricos: H.W. GENSICHEN, en: K. MÜLLER, Teologia de la misión (Estella, Verbo Divino, 1988) cap. 1 (la misionología como ciencia). También en: A. SANTOS HERNANDEZ, La misionología como ciencia teológica (sus orígenes), en: La misionología hoy (Estella, Verbo Divino, 1987) 33-64.
[18]Ver la evolución de estas escuelas antes del concilio Vaticano II y cómo se han ido armonizando sus datos fundamentales: J.L. ILLANES, La misionología en el marco de la eclesiología, en: La misionología hoy (Estella, Verbo Divino, 1987) 65-75 (n. 1: los avatares de la eclesiología y su influjo en el surgir de la misionología); K. MÜLLER, Teología de la misión (Estella, Verbo Divino, 1988) 2,2 (esfuerzos por una definición de la misión); A. SANTOS HERNANDEZ, Teología sistemática de la misión, (Estella, Verbo Divino, 1991) I (presentación de las diversas escuelas misionológicas).
[19]Ver cada uno de estos temas, de modo sintético y con bibliografía básica en el Dizionario di Missiologia (Roma, Pont. Univ. Urbaniana y EDB, 1993).
[20]Algunos autores distribuían así la materia: causa eficiente (Cristo enviado por el Padre y el Espíritu, y que envía a los Apóstoles), causa material (a toda la creación, a todas las personas, pueblos y culturas), causa formal (mediante la predicación y el bautismo), causa final (llamando a la conversión y entrar en la Iglesia). Los "manuales" actuales de misionología siguen más bien un esquema parecido al de nuesto estudio. Ver la lista más amplia en la orientación bibliográfica final de este capítulo. AA.VV., Misión para el tercer milenio, curso básico de Misionología (Roma, PUM, Bogotá OMP, 1992); AA.VV., La misionología hoy (Estella, Verbo Divino, 1987); AA.VV., Following Christ (St. Paul Pub. 1995); L.A. CASTRO, Gusto por la misión. Manual de Misionología (Bogotá, CELAM 1994); K. MÜLLER, Teología de la misión (Estella, Verbo Divino, 1988); A. SANTOS HERNANDEZ, Teología sistemática de la misión (Estella, Verbo Divino, 1991); A. SEUMOIS, Teologia missionaria, Bologna, EDB, 1993); A. WOLANIN, Teologia della missione (Casale Monferrato, PIEMME, 1989).
[21]Ver la dimensión cristológica de la misión el capítulo IV, 3 (la misión de anunciar a Cristo, Dios, hombre y Salvador). A esta problemática cristológica responde la Redemptoris missio en el capítulo I. Ver: A. AMATO, Missione cristiana e centralità di Cristo Gesù, en: La missione del Redentore (Leumann, Torino, LDC, 1992) 11-29; J. GALOT, Cristo unico Salvatore e salvezza universale, en: Cristo, Chiesa, Missione (Roma, Pont. Univ. Urbaniana, 1992) 55-66; J.A. SAYES, Fundamentos cristológicos de la misión, en: Haced discípulos a todas las gentes (Valencia, EDICEP, 1991) 131-162.
[22]Ver la dimensión pneumatológica de la misión en el capítulo V (evangelizar con la fuerza del Espíritu). A esta problemática pneumatológica (en sus aspectos positivos y negativos) responde el capítulo III de la Redemptoris Missio. Ver comentarios: T. FEDERICI, Lo Spirito Santo protagonista della missione (RM 21-30), en: Cristo, Chiesa, Missione. o.c., 107-151; J. LOPEZ GAY, El Espíritu Santo protagonista de la misión, en: Haced discípulos a todas las gentes, o.c., 163-181; A.M. TRIACCA, Lo Spirito Santo protagonista della missione, en: La missione del Redentore,o.c., 43-64.
[23]Ver la dimensión eclesiológica de la misión en los capítulos VI y VII (Iglesia en estado de misión, la acción evangelizadora de la Iglesia). A esta problemática responde la encíclica Redemptoris Missio especialmente en el capítulo II (el Reino) y en el número 89 (amar a la Iglesia). El tema está relacionado con la cristología y la pneumatología (ver las notas anteriores). Ver comentarios: T. CITRINI, Missione ed ecclesiologia, en: La missione del Redentore, o.c., 31-42; E. NUNNENMACHER Il Regno di Dio e la missione della Chiesa (RM 12-20), en: Cristo, Chiesa, Missione (Roma, Pont. Univ. Urbaniana, 1992) 67-87.
[24]Ver la dinensión trinitaria de la misión en el capítulo III (Dios Amor, fuente de la misión). Esta dimensión la incluían los expositores al hablar de Jesucristo o del Espíritu Santo, pero, de hecho ha habido poca reflexión sobre ella (ver la bibliografía de las notas anteriores). Los documentos conciliares del Vaticano II (especialmente LG I y AG I) habían puesto de relieve el tema trinitario en relación con el tema de la misión (ver la bibliografía sobre el Vaticano II en el apartado 4 y orientación bibliográfica final). A. PEÑAMARIA, Trinidad y misión. Presupuestos teológicos de misionología: Estudios Trinitarios 15 (1981) 363-378.
[25]Ver los comentarios a Redemptoris Missio y Evangelii nuntiandi en el apartado 4 y en la orientación bibliográfica final. Sobre las nuevas corrientes teológicas respecto a la misión: J. LOPEZ GAY, La misionología contemporánea, en: Misión para el tercer milenio (Roma, PUM, 1992) 13-26); A. WOLANIN, Linee attuali della Theologia Missionis, en: Cristo, Chiesa, Missione (Roma, Pont. Univ. Urbaniana, 1992) 33-49. La problemática teológica de la salvación fue estudiada por un congreso internacional: La salvezza oggi, Congresso Internazionale di Missiologia (Roma, Pont. Univ. Urbaniana, 1989). Otros estudios sobre la problemática actual: Chiesa locale e inculturazione nella missione (Roma, Pont. Univ. Urbaniana, 1987); Missiologia oggi (Roma, Pont. Univ. Urbaniana, 1985); Prospettive di Missiologia, oggi (Roma, Univ. Gregoriana, 1982). A mi entender, los problemas que afectan a la teología trinitaria, a la cristología y eclesiología, deberían ser estudiados en sus respectivos tratados, dejando sólo para la Misionología aquellos puntos que se relacionan con la misión.
[26]A partir de la ruptura de la unidad inicial, los nuevos tratados de "teología" se han multiplicado, a veces incluso con cierta desconfianza mutua hasta negar para los demás su carta de ciudadanía. Así sucedió al comenzar la "espiritualidad" (¿en la teología moral?), la mariología (¿en la cristología o en la eclesiología?), la "pastoral", la misionología...
[27]Este avance de la misionología no ha sido todavía introducido en algunos estudios y manuales misionológicos, que se han quedado en cuestiones introductorias (escuelas, etc.) o centrándose principalmente en las polémicas actuales de los tratados de cristología y eclesiología. Tanto el concilio Vaticano II, como Evangelii nuntiandi y Redemptoris Missio, ofrecen material abundante sobre la misiografía, la cooperación y animación misionera, la pastoral misionera y la espiritualidad misionera. Estos campos de la misionología deben ocupar su puesto clave de la exposición de los temas misionológicos. Nos remitimos al apartado anterior (la misionología, ciencia sobre la misión). Ver los manuales de misionología citados en la orientación bibliográfica final de este capítulo.
[28]El término "teología pastoral" ya lo empleó San Pedro Canisio (1521-1597). Como tratado para ser explicado en las aulas, tuvo origen en un decreto de la emperatriz María Teresa de Austria (1774), en vistas a la reforma de los estudios eclesiásticos y a la práctica concreta de la acción pastoral. Posteriormente, la teología pastoral se fue desarrollando con mayor fundamento bíblico y teológico. Ver datos históricos sobre el origen de la teología pastoral en: C. FLORISTAN, M. USEROS, Teología de la acción pastoral (Madrid, BAC, 1968). Síntesis actual y bibliografía, en: J. ESQUERDA BIFET, Evangelizar hoy, Animadores de las comunidades (Madrid, Soc. Educ. Atenas, 1987); J. RAMOS, Teología pastoral (Madrid, BAC 1994). Ver otros estudios en el capítulo VII (la acción evangelizadora de la Iglesia).
[29]Cada tema misionológico debe presentarse con las tres dimensiones indicadas (teológica, pastoral, espiritual), pero, en la práctica, los temas concretos podría distribuirse fácilmente según la especialización dogmática, pastoral o espiritual. A la dimensión teólogica le podrían corresponder estos temas: aspectos trinitarios, cristológicos, pneumatológicos, salvíficos y eclesiológicos de la misión. A la dimensión pastoral: implantación de la Iglesia, anuncio del Reino, testimonio, celebración litúrgica, servicios de caridad, construcción de la comunidad, animación misionera, cooperación, etc. A la dimensión espiritual: vocación misionera, fidelidad al Espíritu, sentido y amor de Iglesia, contemplación (experiencia de Dios), virtudes y carismas, vida comunitaria, espiritualidad mariana. Ver bibliografía sobre cada una de las dimensiones en los capítulos siguientes. Elenco bibliográfico anual, que recoge todas las publicaciones que interesan a la misionología y a sus ciencias auxiliares: Bibliographia missionaria (Roma, Pont. Univ. Urbaniana).
[30]Ver la distinción entre las "tres situaciones" de la evangelización (pastoral ordinaria, nueva evangelización y evangelización "ad gentes"), en RMi 33. La "nueva evangelización" lleva a la evangelización "ad gentes" según RMi 2-3. La expresión "nueva evangelización" fue usada por Juan Pablo II, por primera vez, en Puerto Príncipe, Haití, 9 de marzo de 1983 (Insegnamenti VI, 1983, 698), y luego en Santo Domingo, 11 y 12 de octubre de 1984 (Insegnamenti VII/2, 1984, 885-897). El Papa ha hecho frecuentes llamamientos, como en la encíclica Veritatis Splendor: "La evangelización y, por tanto, la 'nueva evangelización' comporta también el anuncio y la propuesta moral" (VS 107). Ver el tema y bibliografía en el apartado siguiente.
[31]Sobre los nuevos problemas misionológicos de tipo doctrinal, ver el apartado B del n. 2; bibliografía en la nota 25. También: AA.VV., La evangelización en el mundo actual (Burgos, 1975); AA.VV:, La misionología hoy, o.c., III; J. DAO, Situaciones actuales y tendencias que se plantean en la misión, en: Misión para el tercer milenio (Roma, PUM 1992) cap. II; H. RZEPKOWSKI, El mundo de hoy como contexto de la misión cristiana, en: Teología de la misión (edit. K. MÜLLER) (Estella, Verbo Divino, 1988) 195-232.
[32]J. COMBY, Deux mille ans d'évangélisation (Paris, Desclée 1992); B. DE VAULX, Les Missions: leur histoire (Paris, Fayard 1960; S. DELACROIX (edit.), Histoire universelle des Missions Catholiques (Paris, Lib. Grund 1956); J.Mª LABOA, La misión en la Iglesia, en: La misionología hoy (Estella, Verbo Divino 1987) 138-170. Ver otros estudios en las notas siguientes.
[33]Adv. HaeresesI,10,1: PG 7,550; III,11,8: PG 7,885. Más tarde, San Agustín dirá más bien que existen pueblos a los que todavía no ha llegado el evangelio: Ad Hesychium Ep. 119,12: PL 33,922.923. Ver: R. MACMULLEN, Christianity in the Roman Empire (AD 100-400) (New Haven, Yale Univ. Press 1984).
[34]AA.VV., Historia de la Iglesia en Hispanoamérica y Filipinas (Madrid, BAC 1992); AA.VV., Historia de la evangelización de América. Trayectoria, identidad y esperanza de un Continente(Lib. Edit. Vaticana 1992).
[35]J. GUENON, Missions Etrangères de Paris (Paris, Fayard 1986); J. METZLER, Sacrae Congregationis de Propaganda Fide Memoria Rerum (Roma, Herder 1971-1976) 5 vol. sobre los años 1622-1972.
[36]A. SANTOS HERMANDEZ, Las misiones católicas, en: Historia de la Iglesia (Fliche-Martin) (Valencia, EDICEP 1978) vol. 29.
[38]Analizo los documentos magisteriales, con su contexto histórico, en el apartado 4. Ver la problemática de la teología misionera actual en todo el presente capítulo. Los temas de la inculturación y diálogo (interreligioso y ecuménico), en el capítulo VIII. La misión en relación con la promoción humana, en el capítulo VII n.2 C.
[39]América Latina (documentos del CELAM, especialmente, "Medellín", "Puebla", "Santo Domingo"); Africa y Madagascar (documentos de AMECEA); Asia (documentos de FABC), etc. Ver el n.4 del presente capítulo.
[40]J. COMBY, Deux mille ans d'évangélisation (Paris, Desclée 1992). Ver otros estudios históricos en las notas precedentes.
[41]Analizo las causas en: El despertar misionero "Ad Gentes" en América Latina: Euntes Docete 45 (1992) 159-190.
[42]Z. STEZYCKI, Atlas Hierarchicus, Descriptio geographica et statistica insuper notae historiae Ecclesiae Catholicae (MÖdling Bei Wien, St. Gabriel-Verlag, 1992). Ver estadísticas generales en: Annuarium statisticum Ecclesiae (Secretaria Status, Typis Pol. Vaticanis, publicación anual). Tiene datos muy detallados y valorados sobre: territorios y población, personal apostólico, instituciones de formación, práctica religiosa, instituciones, etc. Ver la publicación "Fides" de la Agencia Fides (Roma) y la revista "Omnis Terra" de la Pontificia Unión Misional (Roma). En el último lustro del segundo milenio de cristianismo, más de tres mil millones de seres humanos no profesan a Cristo (entre una población total de cinco mil cuatro cientos millones, son cristianos mil ochocientos millones). Los católicos son el 17,6% de la poblacion mundial. En Asia los católicos son el 2,6%; si se descontaran las Filipinas, no llegarían al 2%. En India, los católicos son el 2%. Hay fenómenos humanamente inexplicables: en Corea, los católicos, en pocos años, han pasado de cien mil a más de dos millones; en Japón, no pasan de trescientos mil (0.4 de la población). En Africa los católicos son el 13,45%; en Oceanía, 26%. Para el año 2.000, se calcula que los cristianos serán la tercera parte de la población mundial (dos mil millones entre seis mil millones). Ver: D.B. BARRET, Status of Global Mission, 1990, in context of 20th Century: International Bulletin of Missionary Research 14 (1990) 27. Ver estadísticas comparativas de las religiones, en la nota 47.
[43]AA.VV., Promoción misionera de las Iglesias locales (Burgos, 1976). "El problema es sin duda delicado. La evangelización pierde mucho de su fuerza y de su eficacia, si no toma en consideración al pueblo concreto al que se dirige, si no utiliza su lengua, sus signos y símbolos, si no responde a las cuestiones que plantea, no llega a su vida concreta. Pero, por otra parte, la evangelización corre el riesgo de perder su alma y desvanecerse, si se vacía o desvirtúa su contenido, bajo pretexto de traducirlo; si queriendo adaptar una realidad universal a un espacio local, se sacrifica esta realidad y se destruye la unidad sin la cual no hay universalidad. Ahora bien, solamente una Iglesia que mantenga la conciencia de su universalidad y demuestre que es de hecho universal puede tener un mensaje capaz de ser entendido, por encima de los límites regionales, en el mundo entero" (EN 63). Ver el tema de la Iglesia particular en el capítulo VI, 3 (responsables y agentes de la misión en la Iglesia); sobre la inculturación, en el capítulo VIII (evangelización de culturas y religiones).
[44]La misiografía actual señala estas líneas básicas: describir el panorama misionero actual con las situaciones que interpelan, el crecimiento y la vitalidad de las Iglesias jóvenes; señalar los caminos más urgentes de la evangelización (importancia de la espiritualidad, comunión intereclesial, inculturación, servicio a los pobres, diálogo interreligioso). Ver: J. DAO, Misiografía. Situaciones actuales y tendencias que se plantean en la msion, en: Misión para el tercer milenio (Roma, PUM 1992) 27-41.
[45]Ver resumen histórico y valoración en el apartado 3, A. Estudios: J.Mª LABOA, La misión en la Iglesia, en: La misionología hoy (Estella, Verbo Divino, 1987) 138-170 (estudia la historia dividida en tres períodos); P. MILLEFIORINI, Le missioni nella storia, en: AA.VV., Chiesa sempre missionaria (Genova, Fac. Teol. Italia Settentrionale, 1992) 271-308; A. SANTOS HERMANDEZ, Misionología, problemas introductorios y ciencias auxiliares (Santander, Sal Terrae, 1961) VIII (la historia de las misiones). El estilo de vida (y espiritualidad) misionera según los períodos históricos: M. COLLINS REILLY, Spirituality for mission (Manila, Loyola Univ., 1976). Ver otros estudios históricos en las notas 32-36 y en la orientación bibliográfica final del capítulo.
[46]Este es el argumento central de la encíclica Veritatis Splendor. "Según la fe cristiana y la doctrina de la Iglesia, solamente la libertad que se somete a la verdad conduce a la persona humana a su verdadero bien. El bien de la persona consiste en estar en la verdad y en realizar la verdad" (VS 84). "Cristo crucificado revela el significado auténtico de la libertad, lo vive plenamente en el don total y llama a los dicípulos a tomar parte en su misma libertad" (VS 85).
[47]Ver el capítulo VIII, n.2. Estadísticas aproximadas del último decenio del siglo XX: cristianos (1.800 millones); musulmanes (937 millones); hindúes (731 millones); confucionistas (342 millones); budistas (332 millones); hebreos (19 millones); sikhs (17 millones); otras religiones (796 millones); sin religión (271 millones). Ver Annuarium Statisticum Ecclesiae, o.c. en la nota 42.
[48]La temática de Gaudium et Spes y de Evangelii nuntiandi indican esta orientación de la acción evangelizadora. Especialmente para América Latina, son muy significativos los documentos de Medellín (1968), Puebla (1979) y Santo Domingo (1992). Ver el apartado 4 del presente capítulo.
[50]AA.VV., Paul du Tarse, apôtre du notre temps (Rome, Ab. St. Paul, 1979); J. HOLZNER, San Pablo, heraldo de Cristo (Barcelona, Herder, 1971); W. GARDINI, Pablo, un cristiano sin fronteras (Buenos Aires, Paulinas, 1979); ST. LYONNET, Apóstol de Jesucristo (Salamanca, Sígueme, 1966); ST. VIRGULIN, Cristo al centro della missione di Paolo: Riv. di Vita Spirituale 40 (1986) 378-397.
[51]El término "las misiones" resulta inexacto si se quiere aplicar sólo a los países no cristianos. Tampoco es adecuado aplicarlo a países llamados de "tercer mundo", puesto que algunos de esos países son cristianos. En algunos países tradicionalmente llamados de "misión" (por ejemplo Thailandia), la cristiandad (al menos los católicos) está tanto o más organizada y enraizada que en muchos países tradicionalmente cristianos; queda, no obstante, la gran masa de no cristianos que tienen derecho a que la comunidad cristiana se organice para evangelizarlos.
[52]La relación entre la "nueva evangelización" y la evangelización "ad gentes" es patente en Redemptoris Missio: "La nueva evangelización de los pueblos cristianos hallará inspiración y apoyo en el compromiso por la misión universal" (RMi 2). Es muy abundante la bibliografia sobre la nueva evangelización, entre los años 1983 (lanzamiento del término por Juan Pablo II) y 1992 (IV Conferencia general del Episcopado latinoamericano, en Santo Domingo). La mejor explicación se encuentra en el documento de Santo Domingo: "Nueva evangelización, promoción humana, cultura cristiana"; dedica al tema el capítulo primero de la segunda parte, señalando su significado dinámico, el sujeto (toda la comunidad eclesial), la finalidad, los destinatarios, el contenido, el nuevo ardor, los nuevos métodos y las nuevas expresiones. Estos tres últimos aspectos, fueron indicados por Juan Pablo II el año 1984 en Santo Domingo (Insegnamenti VII/2, 1984, 885-897). Recojo alguna bibliografía en: Renovación eclesial y espiritualidad misionera para una nueva evangelización: Seminarium 31 (1991) n.1, 135-147. Ver tanmbién: CELAM, Nueva evangelizción, génesis y líneas de un proyecto misionero (Bogotá 1990); J. LOPEZ GAY, Il rapporto tra la "nuova evangelizzazione" e la missione "ad gentes" secondo l'enciclica "Redemptoris Missio": Seminarium (1991) n.1, 91-105;
G. MELGUIZO, La nueva evangelización en el magisterio de Juan Pablo II, el CELAM y la preparación de la IV Conferencia, en: Hacia la cuarta Coferencia (Santa Fe de Bogotá, CELAM, 1992) 163-180; B. MONDIN, Nuova evangelizzazione dei paesi d'antica cristianità, en: Cristo, Chiesa, Missione (Roma, Pont. Univ. Urbaniana, 1992) 187-214; F. SEBASTIAN, Nueva Evangelización (Madrid, Encuentro 1991); A. SALVATIERRA A., Retos y factores de la Nueva Evangelización: Lumen 40 (1991) 234-295.
[53]Esta apertura de la misión "ad gentes" merece ser estudiada con seriedad científica. Creo que, hasta el momento, los estudios son insuficientes. De esta apertura depende probablemente la evangelización del futuro en una sociedad cambiante y en una nueva cultura naciente a nivel universal. Se podría relacionar RMi 37-38 con EN 20 (evangelizar la cultura "hasta sus mismas raíces") y 76 (en una sociedad nueva que pide al evangelizador que le hable de su experiencia de Dios). Ver el tema de la evangelización de la cultura en el capítulo VIII. Comentario a los "ámbitos" de la misión "ad gentes" según Redemptoris Missio: D. COLOMBO, Fondamenti teologici e identità della Missio ad gentes nella Redemptoris Missio: Euntes Docete 44 (1991) 203-223; L. CUARTERO, Los inmensos horizontes de la misión ad gentes, en: Haced discípulos a todas las gentes (Valencia, EDICEP 1991) 183-192; M. ZAGO, Gli ambiti della missione ad gentes, en: Cristo, Chiesa, Missione (Roma, Pont. Univ. Urbaniana, 1992) 167-185.
[54]"Hay que atender a que... todas las disciplinas filosóficas y teológicas se articulen mejor y que todas ellas concurran armoniosamente a abrir cada vez más las inteligencias de los alumnos al misterio de Cristo, que afecta a toda la historia de la humanidad, influye constantemente en la Iglesia y actúa sobre todo por obra el ministerio sacerdotal" (OT 14; cf. PDV 51). Z. ALSZEGHY, M. FLICK, Come si fa la Teologia (Paoline 1974); J. ESQUERDA BIFET, Metodología en la problemática teológica actual: Verdad y Vida 88 (1964) 573-623; MONDIN B., Introduzione alla teologia (Milano, Massimo, 1983). Para un curso introductorio: El hombre en el misterio de Cristo, Curso de introducción a los estudios eclesiásticos (Bilbao, Desclée, 1969).
[55]SANTO TOMAS, In I Sent. q.1, a.2. La Palabra de Dios, predicada, celebrada y vivida en la Iglesia, es la fuente de toda reflexión teológica y de toda oración contemplativa; el estudio y la oración de la palabra estimulan a la santidad y a la misión. J. ESQUERDA BIFET, La Paraula contemplada esdevé missió: Revista Catalana de Teologia 14 (1990) 367-378; Profetismo cristiano, servidores de la palabra (Barcelona, Balmes, 1986); Meditar en el corazón (ibídem 1987).
[56]Añade Pastores dabo vobis: "La formación intelectual teológica y la vida espiritual -en particular la vida de oración- se encuentran y refuerzan mutuamente, sin quitar por ello nada a la seriedad de la investigación ni al gusto espiritual de la oración" (PDV 53). El problema de la "inculturación" (cf. cap. VIII de nuestro estudio) "exige previamente una teología autentica, inspirada en los principios católicos sobre esa inculturación. Estos principios se relacionan con el misterio de la encarnación del Verbo de Dios y con la antropología cristiana e iluminan el sentido auténtico de la inculturación" (PDV 55).
[57]Ver la colección "Sapientia Fidei" (Edit. BAC): "serie de manuales de Teología para profundizar en la verdad revelada sin peder el contacto con nuestro tiempo". El Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) ha publicado también: "colección de textos básicos para Seminarios Latinoamericanos" (Santa Fe de Bogotá, CELAM). Ver las colecciones teológicas de las diversas editoriales.
[58]Hacemos un resumen de su contenido en este mismo apartado, indicando fuentes y bibliografía. Hay que recordar también otros docomentos misioneros de los Papas del siglo XIX: Prae nobis (Gregorio XVI, 1840), Quanto conficiamur (Pío IX, 1863), Sancta Dei civitas (León XIII, 1880), Catholicae Ecclesiae (León XIII, 1890).
[59]La historia de la Congregación para la evangelización de los pueblos (desde 1622 a 1972), en 5 volúmenes: J. METZLER, Sacrae Congregationis de Propaganda Fide Memoria Rerum (Roma, Herder, 1971-1976). Sobre cada uno de los documentos, ver las notas posteriores. Algunos estudios de conjunto sobre las encíclicas y cartas misioneras preconciliares: M. BALZARINI, A. ZANOTTI, Le missioni nel pensiero degli ultimi Pontifici (Milano 1960); J. ESQUERDA BIFET, Evangelización, en: El Magisterio pontificio contemporáneo (Madrid, BAC, 1992) II, 5-226; A. RETIF, Introduction à la doctrine pontificale des missions, (Paris 1963); T. SCALZOTTO, I Papi e l'evangelizzazione missionaria, en: Chiesa e missione (Roma, Pont. Univ. Urbaniana, 1990) 547-595. Ver el contexto histórico: A. RETIF, L'avènement des jeunes églises, Bénoit XV, Pie XI, Pie XII, en: S. DELACROIX, Histoire universelle des Missions Catholiques (Paris 1957) III, 126-158; J. METZLER, Dalle missioni, alle Chiese locali, en: Storia della Chiesa (Paoline 1990) XXIV, cap. III (la Santa Sede e le missioni nel XX secolo); A. SANTOS HERNANDEZ, Las misiones católicas, en: Historia de la Iglesia (Valencia, EDICEP 1978), vol. XXIX, cap. 5, n.5 (las misiones católicas a lo largo del siglo XX).
[60]Maximum illudes del 30 de noviembre de 1919 y lleva como subtítulo, "la propagación de la fe católica en el mundo entero": AAS 13 (1919) 440-455. Tiene esta distribución general: I: normas para los obispos, vicarios y prefectos apostólicos (cuidar de la formación de los misioneros y clero nativo); II: exhortación a los misioneros (alientos, corregir defectos, formación, santidad, virtudes, mujeres misioneras); III: colaboración de todos los fieles (oración, vocaciones, limosnas, Obras Misionales Pontificias). Sobre Benedicto XV y las misiones: G. GOYAU, Papauté e Chrétienté sous Benoit XV (Paris 1922); F. VITALI, Benedeto XV (Città del Vaticano 1928).
[61]La encíclica Rerum Ecclesiae es del 28 de febrero de 1926: AAS 18 (1926) 65-83. Su distribución es la siguiente: I: obligación de todos los creyentes y motivaciones; II: obligaciones particulares de los obispos y sacerdotes; III: normas para los Vicarios y Prefectos Apostólicos. El mismo año de la publicación de la encíclica se ordenaron en Roma los seis primeros obispos chinos y quedó establecido el domingo mundial de las misiones (Domund). Durante el pontificado de Pío XI nacen las Facultades e Institutos de Misionología para la investigación cientifica sobre el tema misionero. Sobre Pío XI y las misiones (además de los estudios citados anteriormente sobre la época y las encíclicas en general), ver: J. MASSON, Le Testament Missionnaire de Pie XI (Louvain 1939); S. PIGNEDOLI, Pio XI e le Missioni (Milano 1969).
[62]La encíclica Saeculo exeunte es del 13 de junio de 1940: AAS 32 (1940) 249-260. Tiene la siguiente distribución general: I: historia misionera de Portugal; II: vocaciones misioneras; III: la figura del misionero. Sobre Pío XII y las misiones, ver las encíclicas y notas siguientes. El tema de la aportación misionera de Portugal ha sido estudiado recientemente a nivel científico: Missionaçâo portuguesa e encontro de culturas (Braga 1993) (Actas del Congreso internacional de historia, organizado por la Universidad Católica Potuguesa).
[63]La encíclica Evangelii praecones es del 2 de junio de 1951: AAS 43 (1951) 497-528. Tiene dos apartados principales: I: mirada retrospectiva sobre los últimos 25 años; II: principios y normas de acción misionera (formacion, clero nativo, cooperación de seglares y de la Acción Católica, incidencia en los campos de la cultura y de los medios de comunicación social, presentación de la doctrina social de la Iglesia, colaboración y adaptación, incidencia en el arte, Obras Misionales Pontificias). Pío XII, además de la encíclica Fidei donum (que resumiremos luego), publicó otras encíclicas (Mystici Corporis Christi, 1943; Mediator Dei, 1947; Haurietis Aquas, 1956), que ayudaron a profundizar en la naturaleza misionera de la Iglesia y que influirían en los documentos del concilio Vaticano II. Sobre Pío XII y la misiones, ver bibliografía en la nota siguiente.
[64]La encíclica Fidei donum es del 21 de abril de 1957: AAS 49 (1957) 225-248. Tiene la siguiente distribución: I: situación de la Iglesia en Africa; II: la colaboración de toda la Iglesia; III: triple deber misionero (oración, cooperación económica, vocaciones) y Obras Misionales Pontificias. Sobre Fidei donum y Pío XII como Papa de las misiones, además de la nota 41 (sobre las encíclicas en general y su época), ver: J. BETTRAY, Pius XII, der Papst missionarischer Katholischer Weltweiser (Wien 1956); C. COSTANTINI, Pio XII grande Pontefice missionario (Roma 1956); R. RWEYWMANU, Il XXV anniversario dell'enciclica "Fidei donum": Euntes Docete 35 (1982) 449-480; R. ZECCHIN, I sacerdoti fidei donum, una maturazione storica ed ecclesiale della misionarietà della Chiesa (Roma, Pont. Opere Missionarie, 1990).
[65]La encíclica Princeps Pastorum es del 28 de noviembre de 1959. Tiene la siguiente distribución general: I: la jerarquía y el clero local; II: la formación del clero local; III: el laicado en las misiones; IV: normas para el apostolado laical en las misiones. Sobre Juan XXIII en relación con las misiones, además de la nota 59 (encíclicas en general y ambiente histórico), ve: L.F. CAPOVILA, Missione e terzo mondo nella testimonianza di Papa Giovanni XXIII, en: Papa Giovanni e Terzo Mondo (Milano 1973) 14-44.
[66]Ver síntesis y bibliografía sobre este tema en el capítulo VI, n. 2 (Iglesia, "sacramento universal de salvación"). El concilio Vaticano II fue anunciado por Juan XXIII en 1959. Se convocó en 1961 (Const. Apost. Humanae salutis). Dio comienzo el 11 de octubre de 1962 y, discurriendo por cuatro etapas, se clausuró el 8 de diciembre de 1965. La Constitución Lumen Gentium se aprobó el 21 de noviembre de 1964 (un año antes de la clausura); el decreto Ad Gentes quedó aprobado el 7 de diciembre de 1965. Ver crónica y el "iter" de la celebración y de los documentos, en: Il Concilio Vaticano II (Roma, La Civiltà Cattolica, 1966ss), 5 volúmenes. Ver colección de estudios de varios autores que hacen un balance del mismo en 1987: Vaticano II, bilancio e prospettive venticinque anni dopo 1962-1987 (Assisi, Cittadella Edit., 1987).
[67]Continúa la Lumen Gentium diciendo: "Las condiciones de estos tiempos añaden a este deber de la Iglesia una mayor urgencia, para que todos los hombres, unidos hoy más íntimamente con toda clase de relaciones sociales, técnicas y culturales, consigan también la plena unidad en Cristo" (LG 1). La Constitución Sacrosantum Concilium indica la finalidad del concilio también en esta línea de renovación para la misión: "Este sacrosanto Concilio se propone acrecentar día en día entre los fieles la vida cristiana, adaptar mejor a las necesidades de nuestro tiempo las instituciones que están sujetas a cambio, promover todo aquello que pueda contribuir a la unión de cuantos creen en Jesucristo y fortalecer lo que sirve para invitar a todos los hombres al seno de la Iglesia" (SC 1).
[68]El número 17 de Lumen Gentium (carácter misionero de la Iglesia) indica esta misma línea. Presenta la misión de la Iglesia en su origen trinitario y en su dimensión cristológica y pneumatológica. La Iglesia, "impulsada" por los planes salvíficos del Padre, por el mandato de Cristo y por la acción del Espíritu, tiende a "poner todos los medios para que se cumpla efectivamente el plan de Dios, que puso a Cristo como principio de salvación para todo el mundo. Predicando el Evangelio, mueve a los oyentes a la fe y a la confesión de la fe, los dispone para el bautismo, los arranca de la servidumbre del error y de la idolatría y los incorpora a Cristo, para que crezcan hasta la plenitud por la caridad hacia El". Esta obra misionera, que es responsabilidad de todos los fieles, respeta las culturas. "Así, pues, ora y trabaja a un tiempo la Iglesia, para que la totalidad del mundo se incorpore al Pueblo de Dios, Cuerpo del Señor y Templo del Espíritu Santo, y en Cristo, Cabeza de todos, se rinda todo honor y gloria al Creador y Padre universal" (LG 17).
[71]En toda la Constitución sobresale la centralidad de Cristo respecto a la creación y a la historia, que la Iglesia hará efectiva "recapitulando todas las cosas" en él (Ef 1,10). Ver el final cada capítulo de la primera parte y especialmente el n. 22 (sobre la encarnación: Cristo el hombre nuevo).
[72]En cada vocación y en cada servicio eclesial (según los diversos documentos conciliares), debe aparecer la Iglesia signo transparente y portador de Cristo (LG), que anuncia la Palabra (DV), que celebra el misterio pascual (SC), que es solidaria de toda la humanidad (GS), para comunicar a todos la salvación en Cristo llamándolos a participar de la misma realidad de Iglesia (AG). Sobre el concilio en general y su dimensión misionera: V. GARAYGORDOBIL, Las misiones en el concilio y repercusiones postconciliares: Lumen 35 (1986) 301-321. La Iglesia "misterio" (signo portador de la presencia activa de Cristo) se hace "misión" en la medida en que viva su realidad de "comunión". Ver el capítulo VI, n. 1 (Iglesia, misterio y comunión para la misión).
[73]Ver la nota 66 con datos cronológicos sobre el Vaticano II y el decreto Ad Gentes. Publicado en: AAS 58 (1966) 947-990. En todo nuestro estudio, aprovechamos los contenidos del decreto misionero en los temas respectivos, citando los estudios más específicos. Ver estudios y comentarios a todo el decreto: AA.VV., Las misiones después del concilio, Comentario al Decreto conciliar sobre la actividad misionera dela Iglesia (Buenos Aires, Edit. Guadalupe, 1968); AA.VV., L'activité missionnaire de l'Eglise, Décret "Ad Gentes" (Paris, Cerf, 1967); AA.VV., Le Missioni nel Decreto "Ad Gentes" del Concilio Vaticano II: Euntes Docete 19 (1966); AA.VV., Chiesa e missione (Roma, Pont. Univ. Urbaniana 1990); E. BORDA, La apostolicidad de la misión de la Iglesia, estudio histórico teológico del capítulo doctrinal del decreto "Ad Gentes" (Romae, Ath. Romanum S. Crucis, 1990); S. BRECHTER, Decree on the Church's Missionary Activity, en: H. VORGRIMLER (ed.), Commentary on the Documents of Vatican II (London 1969) IV, 87-181; J. LOPEZ GAY, La reflexión conciliar: del AG a la EN, en: La misionología hoy (Estella, Verbo Divino, 1987) 171-193. Para bibliografía más concreta: W. HENKEL, Bibliografia sul decreto De Activitate Missionali Ecclesiae "Ad Gentes" (anni 1975-1985): Euntes Docete 39 (1986) 263-274.
[74]La exhortación Evangelii nuntiandi, que recoge las aportaciones del Sínodo Episcopal sobre la evangelización (1974), fue publicada el 8 de diciembre de 1975: AAS 58 (1976) 5-76. En nuestro estudio, citamos y analizamos el documento en los temas particulares. No hay que olvidar que Pablo VI escribió otros tres documentos de gran interés misionero: las encíclicas Ecclesiam suam, sobre el diálogo (1964)), Populorum progressio (1967) y la Carta apostólica Octogesima adveniens (1971). Citamos estudios de conjunto sobre Evangelii nuntiandi (dejando bibliografía más particular para los temas respectivos): AA.VV., Esortazione Apostolica "Evangelii Nuntiandi", Commento sotto l'aspetto teologico, ascetico e pastorale (Congregazione per l'Evangelizzazione dei Popoli 1976); AA.VV., "Evangelii Nuntiandi" Kommentare und Perspektiven: Neue Zeitschrift für Missionswissenschaft 32 (1976) 241-341; AA.VV., L'Annuncio del Vangelo oggi (Roma, Pont. Univ. Urbaniana, 1977); E. BRIANCESCO, En torno a la "Evangeliii nuntiandi". Apuntes para una teología de la evangelización: Teología 14 (Bs. Aires 1977) 101-134; P. DE LETTER, The Missionary Legacy of Pope Paul VI. From Ad Gentes to Evangelii nuntiandi: Worldmission 30 (1979) 4-9; B. MCGREGOR, Commentary on Evangelii nuntiandi: Doctrine and Life (March-April 1977) 53-97.
[75]Las encíclicas de Juan Pablo II tienen esta dimensión "ad gentes": Redemptor Hominis (1979), Dives in Misericordia (1980), Laborem Exercens (1981), Slavorum Apostoli (1985), Dominum et Vivificantem (1986), Redemptoris Mater (1987), Sollicitudo Rei Socialis (1987), Centesimus Annus (1991), Redemptoris Missio (1990), Veritatis Splendor (1993). Hay que recordar también la carta apostólica Mulieris dignitatem (1988), sobre la dignidad y el puesto de la mujer. Los Sínodos Episcopales y las exhortaciones postsinodales, a partir de Evangelii nuntiandi (de Pablo VI, 1975), presentan los temas particulares con una perspectiva evangelizadora universalista. Esta es la línea de las exhortaciones postsinodales de Juan Pablo II: Familiaris Consortio (1981), Reconciliatio et paenitentia (1984), Christifideles laici (1988), Pastores dabo vobis (1992). Ver otros documentos magisteriales en: El Magisterio Pontificio contemporáneo (Madrid, BAC, 1992).
[76]La encíclica Slavorum Apostoli fue publicada el 12 de junio de 1985: AAS 77 (1985) 779-813. Después de resumir la biografía de los santos (I-II), los presenta como heraldos del evangelio (III), que supieron implatar la Iglesia (IV-V) armonizando evangelio y cultura (VI); ellos siguen teniendo significado actual especialmente para el mundo eslavo (VII). Juan Pablo II, siguiendo las líneas de Evangelii nuntiandi (de Pablo VI), había tratado el tema de la inculturación ya desde su primera encíclica Redemptor Hominis (1979). Ver: J. VODOPIVEC, I Santi Cirillo e Metodio (Roma, Pont. Univ. Urbaniana, 1985). Sobre Juan Pablo II y las misiones, además de las notas 59 y 77, ver: P.G. FALCIOLA, Sulle vie della evangelizzazione con Giovanni Paolo II (Roma, Pont.Unione Mis., 1981); P. GIGLIONI, La missione sulle vie del concilio. Il pensiero missionario di Giovanni Paolo II (Roma, Pont. Univ. Urbaniana, 1988).
[77]La encíclica Redemptoris Missio fue publicada el 7 de diciembre de 1990: AAS 83 (1991) 249-340. Ya hemos analizado en este mismo capítulo de nuestro estudio (II, 3), la novedad de abrir la misión "ad gentes" en tres "ambitos" o posibilidades (geográfica, sociológica, cultural). La instancia sobre la espiritualidad misionera y la urgencia de presentar la experiencia de Dios (RMi 38; cf. 24, 88, etc.) la estudiaremos en el capítulo X. En el presente estudio aprovechamos ampliamente los contenidos de AG, EN, RMi, al explicar los temas particulares. Estudios de conjunto sobre la encíclica Redemptoris Missio: AA.VV., Haced discípulos a todas las gentes, Comentario y texto de la encíclica "Redemptoris Missio": (Valencia, EDICEP, 1991); AA.VV., Cristo, Chiesa, Missione, commento all'enciclica "Redemptoris Missio" (Roma, Pont. Univ. Urbaniana, 1992) (comentario científico); AA.VV., Redemptoris Missio, Riflessioni (Roma, Pontificia Università Urbaniana 1991) (comentario divulgativo); AA.VV., Redemptoris Missio, points de vue, évolutions, perspectives: Spiritus 33 (1992) 143-232; AA.VV., La missione del Redentore (Leumann, Torino, LDC, 1992); J.L. LARRABE, Hacia una Iglesia misionera según la "Redemptoris Missio". Un comentario teológico y catequético: Estudios Eclesiásticos 67 (1992) 73-90.
[78]Ver los cánones 756-792 (libro III, título II). J.A. EGUREN, La Iglesia misionera en el nuevo Código de Derecho canónico Rev. Esp. Derecho 44 (1987) 411-439; J. GARCIA MARTIN, La missionarietà della Chiesa nella nuova legislazione canonica, en: Chiese e Missione (Roma, Pont. Univ. Urbaniana, 1990) 177-198; R. MOYA, Dimensión misionera de la Iglesia en el nuevo Código de Derecho Canónico: Studium 24 (1984) 111-133; E. SASTRE, Perspectivas de Derecho misionero después del Código de 1983, Euntes Docete 36 (1983) 295-310; I. TING PONG LEE, Il diritto missionario del nuovo Codice di diritto canonico, en: La nuova ligeslazione canonica (Roma, Pont. Univ. Urbaniana, 19833) 405-421; Idem, De actione Ecclesiae missionali in novo Codice iuris canonici: Commentarium pro Religiosis et Missionariis 64 (1983) 97-106.
[79]AA.VV., Un dono per oggi, il Catechismo della Chiesa Cattolica (Roma, Paoline, 1992); P. GIGLIONI, Per una lettura missionaria del Catechismo della Chiesa cattolica: Omnis Terra, n.34 (1993) 27-36.
[80]Las aportaciones de las Conferencias Episcopales son relativamente pocas. A veces son comentarios al documento postconciliar de la Congregación del Clero sobre la distribución de los efectivos apostólicos: Notae directivae de mutua Ecclesiarum particularium cooperatione promovenda ac praesertim de aptiore cleri distributione "Postquam Apostoli" (25.3.80): AAS 72 (1980) 343-364 (EV 7, 232-281). Ver comentario en: J. ESQUERDA BIFET, Cooperación entre Iglesias particulares y distribución de efectivos apostólicos: Euntes Docete 34 (1981) 427-454. El magisterio episcopal alude muy sucintamente al tema, también cuando propone las líneas de una "nueva evangelización": CELAM, Nueva evangelización, génesis y líneas de un proyecto misionero (Bogotá 1990); (Comisión Episcopal del Clero, España), Sacerdotes para la nueva evangelización (Madrid 1990); (Conferencia Episcopal Argentina) Documento de trabajo. Líneas para una evangelización nueva en su ardor, en sus métodos y ensu expresión (San Miguel, Oficina del Libro, 1989).
[81]DEMIS-CELAM, La misión "desde la pobreza" (una audacia de Puebla) (Bogotá 1985); Dar desde nuestra pobreza, vocación misionera de América Latina (Bogotá 1987); F. GORSKI, El desarrollo histórico de la misionología en América Latina (La Paz 1985) parte 3. Ver: R. BALLAN, El valor de salir, la apertura de América Latina a la misión universal (Lima, Edic. Paulinas, 1990.
[82]Al presentar la proyección a la misión "ad gentes" (1.4.1.), dice: "Juan Pablo II en su encíclica misionera nos ha llevado a discernir tres modos de realizar esa misión: la atención pastoral en situaciones de fe viva, la Nueva Evangelización y la acción misionera 'ad gentes'. Renovamos este último sentido de la misión sabiendo que no puede haber Nueva Evangelización sin proyección hacia el mundo no cristiano... Podemos decir con satisfacción que el desafío de la misión ad gentes propuesto por Puebla ha sido asumido desde nuestra pobreza, compartiendo la riqueza de nuestra fe con la que el Señor nos ha bendecido. Reconocemos, sin embargo, que la conciencia misionera 'ad gentes' es todavía insuficiente o débil. Los Congreso Latinoamericanos (COMLAS), los Congresos misioneros Nacionales, los grupos y movimientos misioneros y la ayuda de Iglesias hermanas han sido un incentivo para tomar conciencia de esta exigencia evangélica" (SanDo 125). Sobre la evolución del espíritu misionero y de su fundamentación doctrinal en América Latina, por medio de los documentos del CELAM, de los Congresos Misioneros (COMLA), etc., en: J. ESQUERDA BIFET, El despertar misionero "Ad Gentes" en América Latina: Euntes Docete 45 (1992) 159-190. Ver más bibliografía en la nota anterior.