Lunes, 11 Abril 2022 11:43

IX- Espiritualidad Mariana del Ministro de Cristo

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IX- Espiritualidad Mariana del Ministro de Cristo

Presentación

Toda la Iglesia, contemplando el misterio de María, penetra mejor su propia razón de ser como signo portador de Jesús (sacramento o misterio), comunión y misión. De este modo, entra más a fondo en el soberano misterio de la encarnación (LG 65). Cuando el sacerdote ministro reflexiona y vive el tema mariano, redescubre más profundamente el misterio de Cristo Sacerdote que se prolonga en la Iglesia, del que el sacerdote participa de modo especial.

La espiritualidad mariana ayuda al sacerdote a vivir la presencia activa y materna de María en la Iglesia y en la humanidad. Cristo resucitado, presente en la Iglesia y en el mundo, continúa asociando a María en la obra redentora, como figura de una Iglesia que es complemento e instrumento suyo (Ef 1,23; Col 1,24). La actitud y los sentimientos sacerdotales de Cristo respecto a su Madre son la pauta de la espiritualidad sacerdotal mariana (Flp 2,5; Jn 19,25-27). La unción sacerdotal de Cristo se realizó en el seno de María; su obra sacerdotal se llevó a cabo asociando a María.

La pauta del cenáculo (Hch 1,14) recordará siempre al sacerdote, como presidente de la comunidad, que la Iglesia necesita para vivir la presencia y el ejemplo de María. El ministerio sacerdotal ayuda a la comunidad eclesial a recibir la palabra, a asociarse a Cristo Redentor y a comunicar la vida de Cristo a los hermanos. Es el ministerio de hacer madre a la Iglesia (PO 6; LG 64), a ejemplo de María (LG 65). María acompaña a la Iglesia y a toda la acción ministerial en esta maternidad.

Cada cristiano recibe a María como Madre según las diversas vocaciones y carismas. «Puesto que los sacerdotes tienen particular título para que se les llame hijos de María, no podrán menos de nutrir hacia la Virgen una ardiente devoción» (Pío XII, Menti nostrae, n. 42). Por esto, los sacerdotes «Reverenciarán y amarán, con filial devoción y culto, a esta Madre del sumo y eterno Sacerdote, Reina de los Apóstoles y auxilio de su ministerio» (PO 18) 1.

1 La indicación mariana de Presbyterorum Ordinis 18 resume las afirmaciones de los documentos sacerdotales del magisterio anterior, especialmente Ad catholici, sacerdotii y Menti nostrae. Ver estos documentos en El sacerdocio hoy, Madrid, BAC, 1985.

La relación de María con cada cristiano hace referencia a la propia vocación y misión. Su relación con el sacerdote ministro se basa en la participación especial de éste respecto al sacerdocio de Cristo.

Es Madre del eterno Sacerdote y, por eso mismo, Madre de todos los sacerdotes... Si la Virgen Madre de Dios a todos ama con tiernísimo afecto, de una manera muy particular siente predilección por los sacerdotes, que son viva n de Jesús (Pío XII, Menti nostrae, n. 124) 2.

2 Algunos estudios de la época preconciliar estudian los documentos magisteriales sobre el sacerdocio en su contenido mariano: L. M. CANZIANI, Maria Santísima e il sacerdote, Milano, Massimo, 1954; P. CECCATO, María, madre del sacerdote, Roma, Centro Montfortiano, 1958; Mgr. DUPERRAY, Regina Cleri, en María III (Du Manori), París, Beachesne, 1954, 659-696; R. GARRIGOU LAGRANGE, La unión del sacerdote con Cristo Sacerdote y Víctima, Madrid, Rialp, 1955, cap. 8; T. M. GIACARDO, Maria Regina degli Apostoli, Roma, Paoline, 1961, 1961; L. J. MARK, Mary and the priest, Milwaukee, 1963; C. MORILLO, Maria, Mater cleri, en Maria et Ecclesia, Roma, PAMI, XVI, 165-171; E. NEUBERT, Marie et notre sacerdoce, París, Spes, 1953; P. PHILIPPE, La Virgen Santísima y el sacerdocio, Bilbao, Desclée, 1955; M. VENTURINI, Maria, Mater sacerdotis, Trento, 1964. Ver bibliografía posconciliar en las notas siguientes y en la orientación bibliográfica del final del capítulo.

La misma realidad de María, de ser asociada a Cristo, es realidad sacerdotal, como participación peculiar en el sacerdocio redentor de Cristo. Ella es figura de la Iglesia Pueblo sacerdotal, y ayuda a cada cristiano a vivir su propia participación en el sacerdocio del Señor. Los signos eclesiales del ministerio sacerdotal son signos de la maternidad de la Iglesia, que tiene a María como modelo y Madre. La espiritualidad mariana del sacerdote va siempre unida al amor y fidelidad a la Iglesia.

La fraternidad sacerdotal del Presbiterio, al servicio de la comunidad eclesial diocesana y universal, será una realidad cuando los sacerdotes vivan y ayuden a vivir la pauta mariana del cenáculo.

1- La Madre de Cristo Sacerdote

La unción sacerdotal de Cristo tuvo lugar en el seno de María, cuando el Verbo se hizo carne en ella por obra del Espíritu Santo (Mt 1,20; Lc 1,35). Esta unción en el Espíritu consiste en la unión hipostática, es decir, de la persona del Verbo con la humanidad de Cristo. Por esto Jesús se presentó en Nazaret (Lc 4,18) como ungido y enviado por el Espíritu Santo (ver el cap. II).

María engendró, gestó y dio a luz a Jesucristo en toda su realidad de Hijo de Dios, Cabeza de su Cuerpo Místico, Redentor, Sacerdote. María es, pues, Madre de Dios, Madre de la Iglesia, asociada a Cristo Redentor, Madre de Cristo Sacerdote. La maternidad en María dice relación a Cristo en toda su realidad.

Toda la vida de María es de asociación a Cristo Sacerdote, Mediador, Redentor. María es la mujer, Nueva Eva, asociada al Nuevo Adán (cf. Ga 4,4; Jn 2,4; 19,26). Es Madre asociada esponsalmente a Cristo Redentor en todos los momentos sacerdotales, desde la encarnación hasta la cruz y hasta la consumación perpetua de todos los elegidos (LG 62).

Mantuvo fielmente su unión con el Hijo hasta la cruz, junto a la cual, no sin designio divino, se mantuvo erguida (cf. Jn 19,25), sufriendo profundamente con su Unigénito y asociándose con entrañas de madre a su sacrificio consintiendo amorosamente en la inmolación de la víctima que ella misma había engendrado; y finalmente, fue dada por el mismo Cristo Jesús agonizante en la cruz como madre al discípulo con estas palabras: «Mujer, he ahí a tu hijo» (cf. Jn 19,26-27) (LG 58; cf. RM 23-24).

La maternidad de María es, pues, de asociación a Cristo su Hijo, el Redentor. «María está unida perfectamente a Cristo en su despojamiento» (RM 18). Por esto «participa, por su carácter subordinado, de la universalidad de la mediación del Redentor, único Mediador» (RM 40).

La misión materna de María durante toda su vida reviste caracteres sacrificiales, siempre en unión con Cristo, puesto que «lo ofreció como Nueva Eva al eterno Padre en el Gólgota, junto con el holocausto de sus derechos maternos» (Pío XII, Mystici Corporis Christi; cf. LG 58) 3.

3 El texto conciliar de Lumen Gentium 58 hace suya la doctrina de Pío XII en la encíclica Mystici Corporis Christi sobre la asociación de María a la obra redentora de Cristo Sacerdote: AAS 35 (1943) 247-248. El tema se repite en la encíclica Haurietis Aquas: AAS 48 (1956) 352. Ver J. A. DE ALDANA, Posición actual del Magisterio eclesiástico en el problema de la corredención, «Estudios Marianos» 19 (1958) 45-75. La encíclica mariana Redemptoris Mater (de Juan Pablo II) da un paso más, relacionando la asociación con la mediación materna de María (RM 18, 27, 39, 40). Ver estudios en la nota siguiente.

Esta unión de María a Cristo Sacerdote se expresa en diversos puntos fundamentales:

- aceptación de los planes salvíficos del Padre en sintonía con el «sí» de Cristo Sacerdote al Padre (cf. Heb 10,5-7; Lc 1,38).

- perseverancia en este «sí» durante toda la vida hasta el sacrificio en la cruz,

- asociación a Cristo Sacerdote y Víctima, Mediador y Redentor,

- intercesión como mediación materna participada de la única mediación de Cristo Sacerdote.

La relación de María con Cristo Sacerdote incluye una relación estrecha con la Iglesia. Tiene, pues, dimensión cristológica y eclesial. «María pertenece indisolublemente al misterio de Cristo y pertenece además al misterio de la Iglesia» (RM 27). «Asunta a los cielos, no ha dejado esta misión salvadora, sino que, con la múltiple intercesión, continúa obteniéndonos los dones de la salvación eterna» (LG 62).

Esta realidad mariana de madre y asociada a Cristo Sacerdote indica también su modo peculiar de participar en su sacerdocio ministerial, sino como tipo de toda participación eclesial en el sacerdocio del Señor 4.

4 Hay que distinguir nuestro tema (relación de María con Cristo Sacerdote) de la cuestión sobre el sacerdocio de la Santísima Virgen. Ver estudios sobre este tema: F. M. ALVAREZ, La Madre del Sumo y Eterno Sacerdote, Barcelona, Herder 1968. Idem, María y la Iglesia: espiritualidad mariana sacerdotal, «Seminarios» 33 (1987) 465-475; BASILIO DE SAN PABLO, Los problemas del sacerdocio y del sacrificio de María, «Estudios Marianos» 11 (1951) 141-220; D. BERTETTO, Maria Santísima e il sacerdocio della Chiesa, «Lateranum» 47 (1981) 233-286; G. CALVO, La espiritualidad mariana del sacerdote en Juan Pablo II, «Compostellanum» 33 (1998) 205-224; N. GARCIA GARCES, La Santísima Virgen y el sacerdocio, «Estudios Marianos» 10 (1950) 61-104 (recoge bibliografía hasta el año 1950); L. M. HERRAN, Sacerdocio y maternidad espiritual de María, «Teología del Sacerdocio» 7 (1975) 517-542; C. KOSER, De sacerdotio B. Mariae Virginis, en Maria et Ecclesia, II, Roma, PAMI (Congreso de Lourdes de 1958); R. LAURENTIN, Marie, l'Eglise et le sacerdote, París, 1952; P. PORRAT, Marie et le sacerdote, en Maria, o. c., I, 801-824; G. M. ROSCHINI, María Santísima y el sacerdocio, en Enciclopedia del sacerdocio, II/I, c. 7; E. SAURAS, María y el sacerdocio, «Estudios Marianos» 13 (1953) 143-172.

María es Madre del sumo y eterno Sacerdote y guiada por el Espíritu Santo, se consagró al ministerio de la redención de los hombres (PO 18). El ser, el obrar y la vivencia de Cristo son esencialmente sacerdotales, por ser Mediador, Redentor y Buen Pastor (cf. cap. II). Esta realidad de Cristo tiene relación con María su Madre, asociada a la obra redentora. A su vez, la maternidad de María dice relación al ser, a la función y a la vivencia sacerdotal del Señor.

La realidad sacerdotal de Cristo se prolonga en la Iglesia y es participada de modo especial por los sacerdotes ministros. María es Madre del Pueblo sacerdotal y de cada uno de sus componentes según el grado y el modo de participar en el sacerdocio de Cristo.

2- La Madre de la Iglesia, Pueblo sacerdotal

La Iglesia es el pueblo sacerdotal (1 P 2,5-9) porque en ella se prolonga Cristo Sacerdote y porque toda ella participa de la realidad sacerdotal del Señor (cf. cap. II, n. 3). María es tipo o personificación de la Iglesia:

La Madre de Dios es tipo de la Iglesia en el orden de la fe, de la caridad y de la unión perfecta con Cristo. Pues en el misterio de la Iglesia, que con razón es llamada también madre y virgen, precedió la Santísima Virgen, presentándose de forma eminente y singular como modelo tanto de la virgen como de la madre (LG 63).

La Iglesia, contemplando a María, imita su fidelidad y asociación a Cristo Redentor.

La Iglesia, meditando piadosamente sobre ella y contemplándola a la luz del Verbo hecho hombre, llena de reverencia, entra más a fondo en el soberano misterio de la encarnación y se asemeja cada día más a su Esposo (LG 65).

Si María es Madre y tipo de la Iglesia, Pueblo sacerdotal, lo es también por su asociación maternal a Cristo Sacerdote. La realidad sacerdotal de Cristo, que asocia a María, continúa en la Iglesia. Por esto la realidad sacerdotal de la Iglesia y de cada creyente según su propia vocación, está relacionada íntimamente con la realidad de María como Madre de Cristo Sacerdote que se prolonga bajo signos eclesiales 5.

5 La relación de María con la Iglesia se puede estudiar bajo diversos puntos de vista: tipo (modelo, figura, personificación), Madre, signo («sacramento»), misión, etc. AA. VV., María en los caminos de la Iglesia, Madrid, CETE, 1982; J. ESQUERDA, La maternidad de María y la sacramentalidad de la Iglesia, «Estudios Marianos» 26 (1965) 231-274; M. LLAMERA, J. A. ALDAMA, La Santísima Virgen y la Iglesia, en Comentarios a la Constitución sobre la Iglesia, Madrid, BAC, 1956, 924-1084. Ver las mariologías posconciliares y su bibliografía: J. C. R. GARCIA PAREDES, Mariología, Madrid, BAC, 1995; C. I. GONZALEZ, María, evangelizada y evangelizadora, Bogotá, CELAM, 1988; C. POZO, María en la obra de salvación, Madrid, BAC, 1974. Sobre el aspecto evangelizador, ver Puebla 282-303; J. ESQUERDA, En cenáculo con María, México, CLAEM, 1987; Idem, La gran señal, María en la misión de la Iglesia, Barcelona, Balmes, 1983.

La Iglesia ejerce su función sacerdotal anunciando a Cristo (línea profética), celebrando su sacrificio redentor y salvífico (línea cultual y litúrgica), comunicándolo a los hombres (línea hodegética o de dirección y servicio de caridad). Es siempre el misterio de Cristo, muerto y resucitado, nacido de María, que es anunciado, celebrado, comunicado. María ha sido y sigue siendo asociada al misterio sacerdotal y redentor de Cristo, que la Iglesia anuncia, hace presente, celebra y comunica.

La función sacerdotal de la Iglesia tiene, pues, dimensión mariana:

- anunciar a Cristo nacido de María,

- presencializar a Cristo que asocia a María,

- comunicar la salvación de Cristo que quiso y sigue queriendo la colaboración de María.

Los signos eclesiales son portadores de la realidad sacerdotal y redentora de Cristo, quien continúa presente y operante a través de ellos asociando a María. Todo cristiano participa en la función de servir algunos de estos signos portadores de salvación en Cristo. La función sacerdotal de cada creyente (cf. cap. II, n. 4) es de fidelidad a Cristo para ser instrumento suyo. Por esto toda la Iglesia como Pueblo sacerdotal, y cada creyente según su propia vocación, imita a María en su fidelidad a la palabra y a la acción del Espíritu Santo, para ser instrumento de gracia y de filiación divina. Es el misterio de la virginidad (fidelidad) y de la maternidad (fecundidad) de la Iglesia.

La presencia activa y materna de María en la Iglesia se concreta en amor, acompañamiento e intercesión, a fin de que la Iglesia pueda realizarse como sacramento o signo transparente y portador de Cristo, María es Madre en la Iglesia y mediante la Iglesia (RM 47; cf. n. 37).

Esta presencia mariana en el Pueblo sacerdotal (RM 1, 24, 28, 48, 52) se concreta especialmente en guiar a los fieles a la eucaristía (RM 44), así como los guía a meditar la palabra de Dios para vivirla y anunciarla, y a imitar a Cristo en su entrega de donación sacrificial.

La Iglesia se hace más virgen y madre cuando en la misión apostólica imita el amor materno de María (LG 65). Como pueblo sacerdotal, convoca a los creyentes (ecclesia o comunidad convocada) para la escucha de la palabra, la celebración eucarística (y litúrgica en general) y para construir la comunidad en el amor.

La Iglesia, contemplando su profunda santidad e imitando su caridad y cumpliendo fielmente la voluntad del Padre, se hace también madre mediante la palabra de Dios aceptada con fidelidad, pues por la predicación y el bautismo engendra a una vida nueva e inmoral a los hijos concebidos por obra del Espíritu Santo y nacidos de Dios (LG 64).

Por esto:

- La Iglesia, al contemplar a María, entra más a fondo en el misterio de la encarnación;

- anunciando y venerando a María, atrae a los creyentes a su Hijo;

- en su labor apostólica, se fija con razón en aquella que engendró a Cristo, concebido del Espíritu Santo y nacido de la Virgen, para que también nazca y crezca por medio de la Iglesia en las almas de los fieles (LG 65).

La consagración sacerdotal de Cristo en el seno de María el día de la encarnación, es como el anuncio del misterio que se realizaría a través de la Iglesia: «Fue en Pentecostés cuando empezaron los hechos de los Apóstoles, del mismo modo que Cristo fue concebido cuando el Espíritu Santo vino sobre la Virgen María» (AG 4).

En la economía de la gracia, actuada bajo la acción del Espíritu Santo, se da una particular correspondencia entre el momento de la encarnación del Verbo y el del nacimiento de la Iglesia. La persona que une estos dos momentos es María: María en Nazaret y María en el cenáculo de Jerusalén. En ambos casos su presencia discreta, pero esencial, indica el camino del nacimiento del Espíritu. Así la que está presente en el misterio de Cristo como Madre, se hace -por voluntad del Hijo y por obra del Espíritu Santo- presente en el misterio de la Iglesia (RM 24).

La participación de la Iglesia en el sacerdocio de Cristo tiene la característica de instrumento ministerial, es decir, de signo y servicio sacramental. Esta realidad eclesial es materna, por ser instrumento de vida en Cristo, sacerdotal, por ser participación en el sacerdocio de Cristo y misionera por prolongar la misión de Cristo. María es tipo o personificación, figura de la Iglesia en toda su realidad, aunque ella no ejerza los signos sacramentales. «María es Madre de la Iglesia como Madre de los pastores y de los fieles» (Pablo VI), que actúa por medio de la maternidad ministerial de la Iglesia 6.

6 Discurso de Pablo VI en la clausura de la tercera sesión conciliar: AAS 56 (1964) 1007-1008. Ver el tema de la maternidad de María sobre la Iglesia en las mariologías (nota anterior).

La Iglesia mira a Cristo Sacerdote para imitar su actitud relacional respecto a María su Madre y asociada en la obra redentora. Al mismo tiempo, la Iglesia mira a María para imitar su actitud materna, esponsal y sacerdotal de asociación a Cristo.

La espiritualidad mariana de cada fiel, como miembro del Pueblo sacerdotal, se concreta en una relación personal con María para conocerla, amarla, imitarla, pedir su intercesión y celebrar en ella el fruto del sacrificio sacerdotal y redentor de Cristo. En María todo creyente encuentra el afecto materno, el ejemplo y la ayuda para llevar a efecto la propia participación en el sacerdocio de Cristo y en la maternidad de la Iglesia.

La maternidad de María «perdura sin cesar en la economía de la gracia» (LG 62). Es una maternidad en el Espíritu, que acoge a todos y a cada uno por medio de la Iglesia (RM 47).

El pueblo sacerdotal, por medio del profetismo, culto y realiza, engendra nuevos hijos para Dios, en relación de imitación y dependencia respecto a la maternidad de María y a su asociación a Cristo Sacerdote.

La Iglesia, con la evangelización, engendra nuevos hijos. Ese proceso que consiste en «transformar desde dentro», en «renovar a la misma humanidad» (EN 18), es un verdadero volver a nacer. En ese parto, que siempre se reitera, María es nuestra Madre. Ella, gloriosa en el cielo, actúa en la tierra. Participando del señorío de Cristo Resucitado, «con su amor materno cuida de los hermanos de su Hijo, que todavía peregrinan» (LG 62); su gran cuidado es que los cristianos tengan vida abundante y lleguen a la madurez de la plenitud de Cristo (Puebla 288).

3- La Madre del sacerdote ministro

El sacerdote ministro participa de modo especial en el ser, en la función y en la misión sacerdotal de Cristo como vivo instrumento suyo (PO 12; cf. cap. III, n. 2). María por ser Madre de Cristo Sacerdote, es Madre de cuantos participan en el sacerdocio del Señor. Por esto se puede llamar «Madre de los sacerdotes» ministros (Juan Pablo II, Carta del Jueves Santo, 1979). María ve en cada sacerdote un Jesús viviente (san Juan Eudes).

La realidad sacerdotal de la Iglesia, que es también realidad materna, se actualiza principalmente por medio del ministerio de los sacerdotes. Es maternidad ministerial, que encuentra en María su figura o tipo. El sacerdote es ministro de Cristo y de la Iglesia, prolongando la persona del Señor, su palabra, su acción sacrificial, salvífica y pastoral. Cristo Sacerdote se prolonga en la Iglesia, y especialmente en la vida y ministerio sacerdotal, asociado a María. Ella es Madre del sumo y eterno Sacerdote, Reina de los Apóstoles y auxilio de su ministerio (PO 18).

María sigue asociada al sacrificio de Cristo que se hace presente en la eucaristía por el ministerio de los sacerdotes. Esta dimensión mariana del misterio eucarístico ayuda al sacerdote a asociarse a Cristo Redentor con la actitud fiel, generosa, contemplativa y sacrificial de su Madre. La presencia activa y materna de María en la vida y ministerio sacerdotal es una realidad de fe, que debe hacerse consciente como fuente de renovación y de entrega a Cristo.

Cuando nosotros, al actuar in persona Christi, celebramos el sacramento del mismo y único sacrificio en el que Cristo es y sigue siendo el único sacerdote y la única víctima, no podemos olvidar este sufrimiento de la Madre... Conviene que se profundice constantemente nuestro vínculo espiritual con la Madre de Dios... Cuando celebramos la eucaristía, conviene que esté a nuestro lado (Juan Pablo II, Carta del Jueves Santo, 1988).

El sacerdote predica el mensaje de Cristo muerto y resucitado. María forma parte de este mensaje como la mujer Madre del Redentor asociada a él en la obra redentora (Ga 4,4-7). Con toda su acción ministerial, profética, cultual y de dirección y servicio, el sacerdote es instrumento de la vida nueva que Cristo transmite asociando a María.

María está relacionada con el sacerdote ministro como Madre de Cristo Sacerdote y de la Iglesia Pueblo Sacerdotal. Se puede decir que, por ello, ha adquirido unos derechos maternos sobre el sacerdote. Como Cristo no quiso ni quiere prescindir de María en la obra redentora, tampoco el sacerdote ministro puede prescindir de ella.

En la vida de santidad, María colabora a cada cristiano, según su propia vocación, para que se configure cada vez más con Cristo.

Concibiendo a Cristo, engendrándolo, alimentándolo, presentándolo al Padre en el templo, padeciendo con su Hijo cuando moría en la cruz, cooperó en forma enteramente impar a la obra del Salvador con la obediencia, la fe, la esperanza y la ardiente caridad con el fin de restaurar la vida sobrenatural de las almas. Por esto es nuestra Madre en el orden de la gracia (LG 61).

María, pues, colabora con su afecto, ejemplo e intercesión, a que el sacerdote ministro sea signo claro del Buen Pastor, configurándose con él. Quien formó a Cristo Sacerdote en su seno, sigue formando a quienes son signo personal y ministerial del Señor.

La relación de María con el sacerdote ministro se basa, pues, en una realidad querida por Cristo:

- es Madre especial del sacerdote (realidad y amor),

- es modelo de su relación con Cristo y de su actuar apostólico,

- actúa como asociada a Cristo Sacerdote y Madre de la Iglesia.

Los santos sacerdotes de la historia, como san Juan de Avila, san Juan Eudes, san Antonio Mª Claret... han acentuado también el paralelismo entre María y el sacerdote:

- por la vocación o elección especial,

- por la consagración a los planes salvíficos de Dios en Cristo,

- por la unión con Cristo Sacerdote y Víctima en la cruz y en la eucaristía,

- por la fidelidad a la acción y misión del Espíritu Santo,

- por el hecho de comunicar a Cristo al mundo (instrumento de gracia) 7.

7 La doctrina de san Juan de Avila recoge este sentir de los santos sacerdotes: «Mirémonos, padre, de pies a cabeza, alma y cuerpo, y nos veremos hechos semejantes a la sacratísima Virgen María, que con sus palabras trajo a Dios a su vientre» (plática primera, en Obras completas de BAC). «pastora, no jornalera que buscase su propio interés, pues que amaba tanto a las ovejas, que después de haber dado por la vida de ellas la vida de su amantísimo Hijo, diera de muy buena gana su vida propia sin necesidad de ella tuviera. ¡Oh qué ejemplo para los que tienen cargo de almas!» (sermón de la Asunción, ibídem). Ver la doctrina de san Juan de Avila sobre María en relación con el sacerdote: J. ESQUERDA BIFET, Introducción a la doctrina de San Juan de Avila, Madrid, BAC, 2000, cap. II B; VD, 4; VI A, 3.

El actuar de María en la Iglesia y por medio de la Iglesia (RM 37,47) comporta una relación con el actuar sacerdotal para formar a Cristo en los fieles. Es siempre Cristo quien actúa a través de los ministerios sacerdotales asociando a María.

La relación del sacerdote con la Iglesia está en la línea de la maternidad eclesial (cf. PO 6; LG 64-65). Servir a la Iglesia comporta ejercer unos ministerios que son la realización de esta maternidad, de la cual María es tipo y figura.

"Que la verdad sobre la maternidad de la Iglesia, a ejemplo de la Madre de Dios, se haga más cercana a nuestra conciencia sacerdotal... Es necesario profundizar de nuevo en esta verdad misteriosa de nuestra vocación: esta paternidad en el espíritu que a nivel humano es semejante a la maternidad... se trata de una característica de nuestra personalidad sacerdotal, que expresa precisamente su madurez apostólica y su fecundidad espiritual... Que cada uno de nosotros permita a María que ocupe un lugar en casa del propio sacerdocio sacramental, como madre y mediadora de aquel gran misterio (cf. Ef 5,32), que todos deseamos servir con nuestra vida" (Juan Pablo II, Carta del Jueves Santo, 1988).

Los sacerdotes, pues, tienen un vínculo especial con la Madre de Dios y un derecho especial a su amor (Juan Pablo II, ibídem); por esto, tienen particular título para que se les llame hijos de María (Pío XII, Menti nostrae, 42) 8.

8 AAS 42 (1950) 673. Ver las notas 1 y 2.

Las palabras constitutivas del sacerdocio ministerial «haced esto en conmemoración mía» se unen al encargo de la cruz «he aquí a tu Madre» y van dirigidas de modo especial al discípulo amado como representante especialmente de los apóstoles. Por esto,

todos nosotros... en cierto modo somos los primeros en tener derecho a ver en ella a nuestra Madre. Deseo, por consiguiente, que todos vosotros, junto conmigo, encontréis en María la Madre del sacerdocio que hemos recibido de Cristo. deseo además, que confiéis particularmente a ella vuestro sacerdocio (Juan Pablo II, Carta del Jueves Santo, 1979).

4- En la vida espiritual y en el ministerio sacerdotal

La espiritualidad sacerdotal es una vivencia del ministerio en el Espíritu de Cristo (PO 13). La unión con Cristo y el servicio de prolongarlo en la Iglesia y en el mundo, comportan una sintonía con sus sentimientos y amores (cf. Flp 2,5). Jesucristo no quiso ni quiere prescindir de María al ejercer sus funciones sacerdotales, que ahora realiza por medio de sus ministros. La caridad pastoral es una imitación de las actitudes del Buen Pastor, que quiso a María asociada a su obra redentora.

La gracia y el carácter sacramental del Orden urgen a vivir esta realidad sacerdotal, que es eminentemente mariana, puesto que María es parte integrante del misterio de Cristo anunciado, presencializado, celebrado, comunicado y vivido por el sacerdote.

No sería posible la configuración con Cristo Sacerdote si se prescindiera de María. El sacerdote pertenece a Cristo tal como es, nacido de María y que asocia a María para prolongarse en la Iglesia. La consagración sacerdotal participada de Cristo tiene, pues, una dimensión eclesial y mariana. La donación o consagración a Cristo es una entrega a su persona y su obra salvífica, vivida con la presencia, el ejemplo y la ayuda de María.

Las gracias y carismas que el sacerdote ha recibido para servir a Cristo y a la Iglesia, tienen el matiz de dependencia mariana: vocación, carácter y gracia sacramental, gracias peculiares y necesarias para el ministerio, etc. Todas y cada una de estas gracias se han recibido de Cristo que ha querido la cooperación de María y la sigue queriendo para una respuesta fiel y generosa.

En la santificación propia y en la acción ministerial, la sintonía del sacerdote con Cristo se expresará también con esta dimensión mariana en:

- conocerla en el misterio de Cristo Sacerdote y de la Iglesia Pueblo sacerdotal,

- amarla con actitud relacional imitada de Cristo, y con el gozo de ver en María el mejor fruto de la redención,

- imitarla especialmente respecto a su asociación esponsal con Cristo, a su contemplación de la palabra y a su fidelidad generosa a la acción del Espíritu Santo,

- celebrarla en el contexto del misterio pascual de Cristo, especialmente en la eucaristía, sacramentos, liturgia de las horas y año litúrgico,

- invocarla pidiendo su intercesión para el camino de configuración con Cristo Buen Pastor y para el proceso de evangelización.

La espiritualidad del sacerdote

debe extenderse también a la Madre de Dios, y con tanta mayor devoción y ternura en el sacerdote que en el simple fiel, cuanto son más reales y profundas las relaciones del sacerdote con Cristo y las relaciones de María con su divino Hijo (Pío XI, Ad catholici sacerdotti) 9.

9 Ver notas 1 y 2. Los autores espirituales han subrayado la relación de María con el sacerdote en un plan activo y vivencial: «Nuestro sacerdocio tanto más fecundo será cuanto más se apoye en la omnipotencia mediadora de María... Aquella que ha formado con su sangre al Sacerdote eterno, continúa formando en los sacerdotes la n de este mismo Cristo» (M. PHILIPON, Los sacramentos en la vida cristiana, Buenos Aires, 1965, 320-321).

En el ejercicio del ministerio, el sacerdote realiza la maternidad de la Iglesia, en el sentido de hacer madre a la comunidad eclesial como transmisora de vida en Cristo, a través del anuncio de la palabra, de la celebración litúrgica y de los servicios de caridad (PO 6; cf. LG 64-65).

La actitud espiritual del ministro debe ser, pues, de amor materno, del que María es modelo para todos aquellos que, en la misión de la Iglesia cooperan a la regeneración de los hombres (LG 65). «Vivir los ministerios en el Espíritu de Cristo» (PO 13) incluye la imitación de la actitud materna de María, asociada a Cristo Sacerdote y Redentor.

La fidelidad a los designios salvíficos del Padre y a la acción del Espíritu Santo, en sintonía con los sentimientos de Cristo, es el aspecto más fundamental de la caridad pastoral. «De esta docilidad hallarán siempre un maravilloso ejemplo en la Bienaventurada Virgen María, que, guiada por el Espíritu Santo, se consagró toda al ministerio de la redención de los hombres» (PO 18).

La devoción o actitud mariana es, pues, parte integrante de la espiritualidad sacerdotal: «Amen y veneren con filial confianza a la Santísima Virgen María, a la que Cristo, muriendo en la cruz, entregó como madre al discípulo» (OT 8) «En íntima unión con Cristo, María, la Virgen Madre, ha sido la criatura que más ha vivido la plena verdad de la vocación, porque nadie como Ella ha respondido con un amor tan grande al amor inmenso de Dios» (PDV 36) 10.

10 El nuevo Código concreta esta devoción mariana del sacerdote: can. 246, pár, 3 (durante la formación en el Seminario: «debe fomentarse el culto a la Santísima Virgen María, incluso por el rezo del santo rosario»), can. 276, pár. 2, 5º (para los ya sacerdotes: «tengan peculiar devoción a la Virgen Madre de Dios»). Ver: Ratio fundamentalis, n. 54; «Carta circular sobre algunos aspectos más urgentes de la formación espiritual en los Seminarios» (6 enero 1980), II, 4. Cfr. PDV 36,45,82; Dir 60,68,85,98.

Según las enseñanzas del magisterio, la devoción mariana del sacerdote se basa en:

- La relación del sacerdote con Cristo Sacerdote, que quiso nacer de María y la quiso asociar a su obra redentora,

- la relación del sacerdote con la Iglesia, Pueblo Sacerdotal, de la que María es Madre y tipo,

- la relación de María respecto a Cristo Sacerdote, a la Iglesia y al sacerdote ministro, como objeto especial de su maternidad 11. 11 «Deseo que confiés particularmente a Ella vuestro sacerdocio... Se da en nuestro sacerdocio ministerial la dimensión espléndida y penetrante de la cercanía a la Madre de Cristo» (Juan Pablo II, Carta del Jueves Santo de 1979, n. 11). «Nosotros tenemos, en cierto modo, derecho especial a este amor en virtud del misterio del Cenáculo» (idem, Carta del Jueves Santo de 1988, n. 6). La actitud mariana del discípulo amado continúa siendo programática para todo sacerdote, tanto en el gesto de recibir a María como Madre, como en el de auscultar la palabra de Dios desde el corazón de Cristo; cf. encíclica Redemptoris Mater, n. 23, nota 47). «Con su ejemplo y mediante su intercesión, la Virgen Santísima sigue vigilando el desarrollo de las vocaciones y de la vida sacerdotal en la Iglesia. Por eso, nosotros los sacerdotes estamos llamados a crecer en una sólida y tierna devoción a la Virgen María, testimoniándola con la imitación de sus virtudes y con la oración frecuente» (PDV 82).

Esta actitud o devoción mariana equivale, especialmente para el sacerdote, a introducirla en todo el espacio de la vida interior como el discípulo amado (cf. RM 45). La contemplación de la Palabra requerida para la predicación es una actitud mariana de meditar en el corazón (Lc 2,19.51). Sólo entonces se entra en el misterio de Cristo, auscultando sus amores (Jn 13,23-25) para anunciarlos a toda la humanidad (1 Jn 1,1ss).

El sacerdote aprende a sentir con la Iglesia y amarla, profundizando en su propia relación con María como Madre de la Iglesia y como modelo de su desposorio o asociación a Cristo. De esta espiritualidad eclesial y mariana, vivida en el cenáculo de la propia Iglesia particular y de la propia comunidad (Hch 1,14), pasará fácilmente a poner en práctica la fraternidad sacramental del Presbiterio (como familia (CD 28) de hermanos al servicio de toda la comunidad eclesial. María es Madre de la unidad del corazón como vida en Cristo, y de la unidad de la Iglesia como signo portador de Cristo.

Toda época de renovación eclesial ha sido una época de renovación sacerdotal y de profundización en el aspecto mariano de la vida espiritual y de la acción evangelizadora. Todo nuevo Pentecostés encuentra a los apóstoles en el cenáculo reunidos con María la Madre de Jesús (Hch, 1,14), para escuchar la palabra de Dios como ella y con ella, celebrar la eucaristía y construir la fraternidad como signo eficaz de evangelización. Las nuevas gracias del Espíritu Santo hacen posible que la comunidad eclesial, a la que sirve el sacerdote, se abra a los planes salvíficos de Dios como María 12.

12 La actitud mariana de la primera comunidad eclesial (Hch 1,14) se concreta en actitudes de escucha de la palabra, celebración eucarística, fraternidad y evangelización con la fuerza del Espíritu Santo (cf. Hch 2,42-47; 4,31-34). Esta sigue siendo la invitación de la Iglesia para la renovación de las comunidades, en vistas a una «evangelización renovada» de la que María es «figura» o «estrella» (EN 82; cf. LG 59; AG 4; RH 22; RM 26).

El ministerio del sacerdote tiene como objetivo ayudar a la comunidad a vivir su relación con María, para ser, como ella y con ella, fiel, virgen y madre:

María es verdaderamente Madre de la Iglesia... «No se puede hablar de la Iglesia, si no está presente María» (MC 28). Se trata de una presencia femenina que crea el ambiente familiar, la voluntad de acogida, el amor y el respeto por la vida. Es presencia sacramental de los rasgos maternales de Dios. Es una realidad tan hondamente humana y santa que suscita a los creyentes las plegarias de la ternura, del dolor y de la esperanza (Puebla 291).

«Junto con el Pueblo de Dios, que mira a María con tanto amor y esperanza, vosotros (los sacerdotes) debéis recurrir a ella con esperanza y amor excepcional» (Juan Pablo II, Carta del Jueves Santo, 1979).

El sacerdote sigue la actitud joánica de recibir a María en comunión de vida, es decir, de «introducirla en todo el espacio de la vida interior, es decir, en su `yo' humano y cristiano» (RM 45 y nota 130). La eficacia del ministerio sacerdotal está, en cierto modo, condicionado a la actitud mariana y eclesial del sacerdote, que es imitación de las vivencias sacerdotales de Cristo 13.

13 Para el ministerio en América Latina, además del documento de Puebla n. 282- 303, Santo Domingo n. 15, EAm n. 11, ayudará a conocer la realidad histórica y pastoral de los diversos santuarios marianos del Continente: CELAM, Nuestra Señora de América, Colección Mariológica del V Centenario, 1986ss; J. ESQUERDA BIFET, Los santuarios marianos: «memoria» celebrativa de la Iglesia, «Ephemerides Mariologicae» 47 (1997) 111-138.

Guía Pastoral

Reflexión bíblica

- María, la mujer, asociada a Cristo Sacerdote y Redentor: Lc 2,35; Jn 2,4; 19,25ss.

- La oración sacerdotal de Cristo en el seno de María: Hec 10,4-7.

- María en el camino del Pueblo sacerdotal: Ap 12,1.

- María Madre del sacerdote ministro: Jn 19,25-27 (cf. OT 8; PO 18; PDV 36, 45, 82).

- Actitud mariana de fidelidad, generosidad, contemplación y asociación a Cristo Sacerdote: Lc 1,26-56; 2,19.51; Jn 19,25ss.

- Caridad pastoral y amor materno del apóstol a ejemplo de María: Ga 4,4-19; Jn 16,21ss.

Estudio y revisión de vida en grupo

- ¿Cómo vivir estos puntos básicos?

- María Madre de Cristo Sacerdote (PO 18; OT 8).

- La asociación de María a la obra redentora de Cristo (LG 58).

- Figura de la Iglesia Pueblo sacerdotal (LG 63; SC 103).

- María modelo y ayuda de la Iglesia en la obra apostólica (LG 64-65; Puebla 268).

- Actitud y devoción mariana del sacerdote (PO 18; OT 8; cánones 246, par. 3; can 276, par. 2,5º, PDV 36, 45, 82).

- Renovación sacerdotal en Cenáculo con María (AG 4; LG 59; PO 12).

- El ministerio sacerdotal en la realidad mariana de América Latina (Puebla 282-303).

Orientación Bibliográfica

En las notas del presente capítulo hemos indicado algunos estudios sobre: espiritualidad sacerdotal mariana preconciliar como comentario al magisterio (notas 1 y 2), el sacerdocio de María (nota 4), relación María-Iglesia (nota 5), María en América Latina (nota 13).

ÁLVAREZ, F. M. La Madre del Sumo y Eterno Sacerdote, Barcelona, Herder, 1968.

____, María y la Iglesia: espiritualidad mariana sacerdotal, «Seminarios» 33 (1987) 465-475.

BECKER, G. B. Virgo Maria et formatio apostolica sacerdotalis, en Maria et Ecclesia, Roma, 1959, VII, 271-285.

CALVO, G. Espiritualidad mariana del sacerdote en Juan Pablo II, «Compostellanum» 33 (1988) 205-224.

D'AVACK, G. Il sacerdocio e Maria, Milano, Ancora, 1968.

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____, Espiritualidad mariana sacerdotal, «Estudios Marianos» 34 (1970) 134-181.

____, María y la Iglesia en la espiritualidad sacerdotal, «Estudios Marianos» 40 (1976) 169-182.

____, Teología de la espiritualidad sacerdotal, Madrid, BAC, 1991, cap. XI.

FIORES S. DE. Significato e valore della devozione mariana nella vita en el ministerio sacerdotale, «Mater Ecclesiae» 9 (1973) 220-230.

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JIMÉNEZ DUUE, B. María en la espiritualidad del sacerdote, «Teología Espiritual» 19 (1975) 45-59.

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RODRÍGUEZ, C. María en la vida espiritual del sacerdote, «Revista Espiritual» n. 57 (1977) 50-56.

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