Lunes, 11 Abril 2022 11:21

LA FIGURA HISTÓRICA DE SAN JUAN DE ÁVILA, DOCTOR DE LA IGLESIA, Y SU INCIDENCIA EN LOS RETOS ACTUALES DE LA ESPIRITUALIDAD SACERDOTAL

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LA FIGURA HISTÓRICA DE SAN JUAN DE ÁVILA, DOCTOR DE LA IGLESIA, Y SU INCIDENCIA EN LOS RETOS ACTUALES DE LA ESPIRITUALIDAD SACERDOTAL

 

(Sumario)

Presentación

 

1. Juan de Ávila, una figura sacerdotal en un momento crucial de la historia como punto de referencia

 

2. Juan de Ávila, Doctor de la iglesia universal,  invita a afrontar los retos de la actualidad sacerdotal siguiendo las directrices conciliares y postconciliares

 

3. El valor permanente y actual de Juan de Ávila para la espiritualidad sacerdotal en el contexto de una historia de gracia y una herencia recibida

 

Líneas conclusivas

 

 

PRESENTACIÓN

 

El momento histórico en que vivió el Maestro Ávila tiene características parecidas a las de nuestro momento actual. El uso de la imprenta y una cierta intercomunicación geográfica global de aquella época, era ya un presagio de la intercomunicación y de la globalización de nuestros días. El resurgir del espíritu crítico-humanista y de las vivencias espirituales, que originaba una fuerte tensión entre naturaleza y gracia, presagiaba y preparaba la tensión posterior y actual entre razón y fe, con una cierta tendencia (entonces y ahora) hacia la secularización, pero también hacia el espiritualismo y el relativismo. Aquel momento, como el nuestro, era un momento especial de gracia y de esperanza. Eran “tiempos recios”, como diría Santa Teresa, tiempos de grandes retos.

 

Los años en que vivió el Maestro Ávila eran también "conciliares" y "postconciliares", en torno al concilio de Trento (1545-1563). Los numerosos santos y escritores de la época reclamaban una fuerte renovación eclesial. El concilio tridentino trazó unas pistas que no siempre se siguieron o que no se aplicaron adecuadamente. En especial era urgente la renovación de la vida y del ministerio sacerdotal, que suponía una previa renovación ya desde la selección de los candidatos y una formación inicial más auténtica en los Seminarios.  La vida "clerical" (sacerdotal) dejaba mucho que desear, también por el descuido en la formación que ahora llamamos "permanente" y por la falta de un proyecto de vida sacerdotal en los Presbiterios de las Iglesias particulares.

 

En nuestro estudio, intentamos no caer en la trampa de un anacronismo histórico, pero tampoco podemos olvidar la interrelación entre diversas épocas históricas, que incluye las figuras protagonistas y los documentos programáticos respectivos. Una figura sacerdotal del pasado tiene siempre una actualidad que conviene "releer" y redescubrir. Las realidades eclesiales de nuestra época necesitan aprovechar mejor la historia de gracia y la herencia apostólica que nos viene del pasado. Se trata de la armonía de la “comunión” eclesial que es también armonía histórica. Sin esta armonía no sería posible la renovación.

 

La "espiritualidad sacerdotal" de nuestros tiempos postconciliares y del inicio de un tercer milenio del cristianismo, necesita ser redimensionada desde una perspectiva histórica. Las notas técnicas (a pie de página) de los documentos actuales, conciliares y postconciliares, sobre el sacerdocio, aportan abundancia de referencias bíblicas y también patrísticas y literarias del pasado.  La renovación sacerdotal reclamada por los documentos actuales aporta una gran riqueza bíblica, litúrgica, patrística, magisterial y teológica. Sin esta riqueza histórica, no hubiera sido posible la redacción de los documentos. La figura histórica de San Juan de Ávila debe encuadrarse en esta dimensión referencial histórica.

 

Adentrándonos en la figura de nuestro Maestro y Doctor, nos encontramos con datos abundantes sobre lo que hoy llamamos "identidad" sacerdotal, que enraíza en la consagración para la misión y encomunión eclesial.

 

Los retos actuales sobre la vida, el ministerio y la espiritualidad sacerdotal, son comunes con otros sectores de la vida eclesial. Desde hace unos pocos años, esos retos se han venido llamando "areópagos" modernos, recordando el acontecimiento paulino de la predicación de Cristo resucitado en el areópago de Atenas (cfr. Hech 17,22ss; cfr. Redemptoris Missio 37).  La figura de nuestro Maestro puede aportar mucha luz a esta realidad desafiante de hoy.

 

NOTA: Ver un elenco de los nuevos areópagos según "Instrumentum Laboris" de la Plenaria CEP (2009): San Paolo e i nuovi areopaghi (2009);  también los "Lineamenta" del Sínodo para la Nueva Evangelización (2012): La nuova evangelizzazione per la trasmissione della fede cristiana (Segreteria per il Sinodo dei Vescovi)

 

En nuestro estudio no queremos propiamente centrarnos en la problemática general de nuestra época en relación con la época del Santo Maestro, sino que intentamos afrontar algunos temas sacerdotales, quizá pendientes de aplicación, teniendo en cuenta el contexto histórico de la época del Maestro y de la nuestra.

 

Releyendo especialmente Presbyterorum Ordinis y Pastores dabo vobis, podemos apreciar una falta de aplicación, casi como "asignaturas pendientes", en temas tan concretos como la santidad sacerdotal en relación con la caridad pastoral, la vida sacerdotal en el Presbiterio, la "unidad de vida" en relación con la comunión eclesial y con la fraternidad sacerdotal en la Iglesia particular, la espiritualidad específica del sacerdote diocesano, etc.

 

Se ha escrito mucho sobre la renovación de la vida sacerdotal según san Juan de Ávila. Hay investigaciones científicas y Tesis de gran calibre.  El modesto intento del presente trabajo tiene en cuenta estos estudios como ayuda a la recta aplicación de las directrices del concilio y del postconcilio.

 

NOTA: Ver estudios sobre el sacerdocio en San Juan de Ávila en notas posteriores. Los estudios realizados sobre el Maestro son muy abundantes. Los principales se han recogido en la"Positio" para el Doctorado: Concessionis tituli Doctoris Ecclesiae Univesalis… (Roma 2010), pp.613-692 (Fuentes y bibliografía). Ver estudios sobre cada tema, especialmente sobre el “sacerdocio”, “espiritualidad sacerdotal”, ver: Diccionario de San Juan de Ávila (Burgos, Monte Carmelo, 1999).

 

La figura histórica de San Juan de Ávila, sin sacarla de su contexto, puede iluminar los desafíos de nuestra época. Nos ceñimos al campo del ministerio, de la vida y de la espiritualidad sacerdotal. Nos puede servir de pauta metodológica el modo como el Papa Benedicto XVI ha ido insinuando los temas, también mientras presentaba figuras históricas, haciendo resaltar  lo positivo y todo aquello que tiene valor permanente.

 

NOTA: Sería interesante enfocar la figura del Maestro Ávila, como se ha hecho con la figura del Santo Cura de Ars durante el año sacerdotal (2009-2010). Cabe recordar que el Santo Cura tenía la Obras de San Juan de Ávila en su biblioteca (conservada hasta hoy). Ver también (en nota casi final) las diversas figuras sacerdotales que el Papa ha ido presentando en las catequesis del miércoles.

 

 

1. JUAN DE ÁVILA, UNA FIGURA SACERDOTAL EN UN MOMENTO CRUCIAL DE LA HISTORIA COMO PUNTO DE REFERENCIA

 

La situación sacerdotal del siglo XVI no era muy alentadora. Aunque existían desde siglos anteriores algunos Colegios "clericales" junto a las Universidades, no había Seminarios propiamente dichos. El Cardenal Pole había establecido uno en Londres y San Ignacio había iniciado en Roma el Colegio Romano y el Germánico.

 

NOTA: El decreto conciliar de  sobre los Seminarios, en el que influyó San Juan de Ávila, parece inspirarse también en algunas experiencias anteriores a Trento, como la del Colegio Capránica de Roma (1456), el Colegio sacerdotal de Dillingen (1549), el Colegio Romano (1551) y Germánico de Roma (1553) (estos dos últimos fundados por San Ignacio), la decisión del concilio nacional de Londres (1555-1556) (presentada en  por el Cardenal Pole)), los Colegios sacerdotales de San Juan de Ávila en España. Hay que recordar que, en España, existía ya una tradición anterior sobre Colegios clericales: Lérida (1371, Colegio de la Asunta), Sigüenza (1476), Toledo (1485), Granada (1492), Sevilla (1505), Alcalá (1508)...

 

El concilio tridentino afronta esta realidad emanando el famoso decreto sobre la erección de Seminarios Diocesanos. Resalta la importancia de formar a los futuros sacerdotes bajo la dirección del obispo: "Establece el santo Concilio que todas las catedrales, metropolitanas e Iglesias mayores, tengan obligación de mantener y educar religiosamente, e instruir en la disciplina eclesiástica, según las posibilidades y extensión de las diócesis, cierto número de jóvenes de la misma ciudad y diócesis, o, a no haberlos en ésta, de la misma provincia, en una colegio situado cerca de las mismas Iglesia, o en otro lugar oportuno, a elección del obispo... Cuide el obispo que asistan todos los días al sacrificio de la Misa, que confiesen a los menos una vez al mes, que reciban, a juicio del confesor, el Cuerpo de nuestro Señor Jesucristo, y que sirvan en la catedral y en otras Iglesias del pueblo los días festivos. El obispo... arreglará, según el Espíritu Santo le iluminare, todo lo dicho, y todo cuanto sea oportuno y necesario, velando en sus frecuentes visitas de que siempre se guarde".

 

NOTA: Ses.23, can.18 de reforma: Concilium Tridentinum, IX, 628-630: “De Seminariis clericorum", 15 de julio de 1563. Cfr. J. ESQUERDA BIFET, La institución de los Seminarios y la formación del clero, en: , Trento, i tempi del Concilio, Società, religione e cultura agli inizi dell'Europa moderna, , 1995, 261-270.

 

Hay que reconocer que el contexto espiritual del siglo XVI no era siempre negativo, puesto que fueron muchos los escritos que explicaban la vida espiritual cristiana e invitaban a ponerla en práctica. Era época de grandes santos y de grandes autores espirituales. Esta riqueza espiritual de la Iglesia no quedó plenamente reflejada en los textos del concilio tridentino, pero sí influyó en los padres conciliares y en los años posteriores al concilio.

 

La mentalidad de la época podía favorecer de hecho un resurgir intelectual, espiritual y apostólico, como puede constatarse por figuras y escritos; pero también podía dar pie a una "protesta" o una crítica exacerbada, a unas experiencias pseudomísticas y, consecuentemente, a alguna intervención (no siempre acertada)  del tribual de la Inquisición.

 

NOTA: Ver datos bibliográficos concretos sobre la época, en notas posteriores. Describo en ambiente histórico en: Introducción a la doctrina de San Juan de Ávila(Madrid, BAC, 2000) cap.I. Ver "ambiente histórico" en Diccionario de San Juan de Ávila, o.c.

 

Para nuestro estudio nos interesa constatar cómo queda reflejada esta realidad histórica (especialmente sacerdotal) a partir de los escritos y de la vida de San Juan de Ávila. El arco histórico y biográfico de San Juan de Ávila, en que nos movemos, oscila desde 1513-1517 (cuando realiza sus estudios jurídicos en la Universidad de Salamanca) y 1520-1528 (cuando estudia Artes y Teología en la Universidad de Alcalá), hasta 1569 (fecha de su muerte).

 

NOTA: Datos básicos de cronología en las Obras completas,  en la Positio para el Doctorado y en el Diccionario de San Juan de Ávila, obras ya citadas.

Nace en 1499 ó 1600. Estudios jurídicos en Salamanca (1513-1517), vida retirada en Montilla (1517-1520), estudios humanistas (filosóficos) y teológicos en Alcalá (1520-1526), ordenación sacerdotal y disponibilidad para ir al Nuevo Mundo (1526), predicación y misiones populares en Andalucía  (1527-1530), procesado por la Inquisición (1531-1533, escribe el “Audi Filia”), se incardina en Córdoba (1534) y continúa su predicación en Andalucía, Badajoz y La Mancha. Influye en el cambio de vida de Juan Cidad (San Juan de Dios). Organiza Colegios y Seminarios. Colabora en la fundación del Colegio de Baeza que se convertirá en Universidad (1539). Crea otros Colegios y organiza, con sus discípulos, misiones populares. Establece su residencia más habitual en Montilla (1545). Debido a su enfermedad, no puede acompañar a Don Pedro Guerrero (arzobispo de Granada) en su viaje a ; escribe su primer Memorial para el concilio de Trento, por encargo del mismo arzobispo (1551). Sigue en su trabajo de instituir Colegios y organizar misiones populares. Se retira definitivamente a Montilla, donde redacta cartas, sigue organizando y dirigiendo a sus numerosos discípulos; atiende al Noviciado de los Padres Jesuitas (San Ignacio intenta que ingrese en la Compañía). Se edita sin su permiso el “Audi Filia” en Alcalá (1556) y el libro queda incluido en el “Catálogo” de libros escritos por la Inquisición (1559). Escribe el segundo “Memorial” para  (1561). Redacta las "Advertencias para el concilio Provincial de Toledo" y algunas "Anotaciones" a los decretos de Trento . Se aprueba el texto revisado del "Audi Filia” (1565). Cartas a Santa Teresa aprobando su “Vida” (1568). Muere santamente en Montilla  (10 mayo 1569).

 

Los estudios realizados en Salamanca (1513-1517) dejaron en el Maestro una valoración positiva respecto al campo jurídico. Durante estos años tuvo una iluminación del Señor que originó un cambio de vida, retirándose a casa de sus padres en Almodóvar.

 

NOTA: L. DE GRANADA, Vida, cap.1, introducción. B. JIMÉNEZ DUQUE, El Maestro Juan de Ávila (Madrid, BAC, 1988) cap.II.

 

No podemos sacar de contexto la afirmación de "negras leyes", según transmiten sus biógrafos, que se refiere al hecho de interrumpir sus estudios jurídicos en Salamanca. De hecho, las Advertencias al concilio de Toledo reflejan una preparación jurídica importante, probablemente reforzada por estudios posteriores y con la ayuda de su discípulo el Lic. P. Francisco Gómez.

 

NOTA: En todos sus escritos se nota un gran aprecio por las normas jurídicas, especialmente las emanadas de los concilios universales y particulares. En su epistolario recuerda "mis cuatro años que estudié de leyes" (Carta 197, 39; Montilla, 3 de julio de 1561). Las Advertencias al Concilio de Toledo (1565-1566) ofrecen normas jurídicas prácticas y técnicas para la recta aplicación de las decisiones conciliares de . Es interesante notar su intuición sobre el Derecho Internacional, cuando propone en el Memorial al concilio de Trento un tribunal superior de arbitraje para evitar las guerras: "Ningún rey, ni señor, ni señoría que no reconoce superior no pueda mover guerra con otro sin que primero se examine por letrados de universidades, que el concilio señale, la justicia de las causas. Y si el que no tuviere justicia no quisiere satisfacer al que la tiene, se provea de remedios oportunos contra él; y tales, que él quede con el castigo bien escarmentado y otros queden avisados" (Trento I, n.63). Cfr.  L. CASTÁN, Un proyecto español de Tribunal Internacional de Arbitraje obligatorio en el siglo XVI, formulado por el Mtro Ávila (Tarragona, Biblioteca Antonio Agustín, 1957). Sobre su doctrina jurídica: M. BRUNSÓ, El Beato Juan de Ávila, reformador y hombre de leyes y de cánones (Madrid, Comillas, 1954) (Tesis Doctoral)

 

Sobre la importancia de sus estudios en Alcalá (1520-1526), hay que recordar el fruto positivo de esta Universidad en figuras como Santo Tomás de Villanueva, San Juan de Ribera, el Venerable Fernando de Contreras, el Maestro Domingo de Soto, etc. Fundada en 1599  (a petición de Fr. Franciso Jiménez de Cisneros, arzobispo de Toledo), la universidad de Alcalá se inauguró en 1508 y, con su base bíblica y renacentista, favoreció la corriente humanista de la época, con cierta preferencia hacia Erasmo.  Los contenidos docentes versaban sobre Artes, Letras, Medicina, Filosofía, Teología y Cánones. Se proponía como uno de los objetivos formar buenos clérigos.

 

NOTA: Allí había estudiado Santo Tomás de Villanueva, agustino (1508-1516) y el franciscano Francisco de Osuna. Las líneas teológicas tendían al tomismo, escotismo y nominalismo. Se estudiaban con mucha atención  los textos bíblicos aprovechando la reciente edición de la Políglota Complutense (1502-1517), con la ayuda del hebreo, griego y latín. Hay que recordar que Alcalá, de algún modo favoreció algunas corrientes espirituales de la época, como la oración metódica, el recogimiento afectivo y el  iluminismo de los alumbrados, etc.

 

Los cinco años que dedicó Juan de Ávila a los estudios de filosofía y teología dejaron huella imborrable en su actuación pastoral posterior, sobre todo por su modo de usar los textos bíblicos en relación con la doctrina patrística, los documentos conciliares y la doctrina de los santos y de los buenos teólogos. Estos estudios los completará posteriormente en Sevilla y Granada.

 

Fray Luís de Granada. dominico, deja constancia del aprecio que Domingo de Soto mostró hacia el estudiante Juan de Ávila: "delicadeza de su ingenio, acompañada con mucha virtud" (Vida, cap. I, introductorio). Durante este mismo período de estudios complutenses, mantuvo una buena amistad con el futuro arzobispo de Granada, D. Pedro Guerrero, quien sería el portador de sus "Memoriales" para el concilio tridentino. En el colegio de San Ildefonso, Juan de Ávila convivió con el clérigo sevillano Fernando de Contreras, quien sería se consejero y amigo durante los primeros años de sacerdocio.

 

NOTA: M. ANDRÉS, Historia de la mística de la edad de oro en España y América (Madrid, BAC, 1994) XI,4 (San Juan de Ávila y su escuela); Idem, La teología española en el siglo XVI (Madrid, BAC, 1976-1977); V. BELTRÁN DE HEREDIA, La teología en la universidad de Alcalá: Revista Española de Teología 5 (1945) 407-410, 501-506; B. JIMÉNEZ DUQUE, El Maestro Juan de Ávila (Madrid, BAC, 1988) III, II, 3; L. SALA BALUST, F. MARTÍN HERNÁNDEZ, Santo Maestro Juan de Ávila (Madrid, BAC, 1970) cap. II.

 

Una vez terminados los estudios, Juan de Ávila, ordenado sacerdote en 1926, vendió sus cuantiosos bienes (la herencia recibida de sus padres)  para distribuirlos entre los pobres, y se alistó para ir de misionero  a las Indias, con Fr. Julián Garcés, dominico, recién nombrado obispo de Yucatán (quien inmediatamente se establecería en Tlaxcala, Puebla). Los estudios de Alcalá le habían ayudado a adoptar estas actitudes evangélicas.

 

NOTA: Por sus escritos posteriores podemos deducir su punto de vista sobre la evangelización del Nuevo Mundo (las Indias). Constata que se daban ejemplos de santidad, como en la Iglesia primitiva, "en nuestros tiempos... entre nosotros; y en las Indias Orientales y Occidentales, con más abundancia" (Audi Filia, cap.32). Pudo haber influido en él la partida de los primeros misioneros.  En el segundo Memorial para el concilio de Trento, constata la necesidad de reforma también en el Nuevo Mundo: “No contamos cosas inciertas. Cosa es notoria haber dicho los indios occidentales, viendo la mala vida de los cristianos: «Si cristianos van al cielo, no queremos ir allá, por no estar con tan mala gente»; y convino decir algunos religiosos que iban a predicar a los indios, porque no los aborreciesen y huyesen de ellos: «Oídnos, que nosotros no somos cristianos, sino hombres que venimos a buscar vuestro bien»..." (Trento II, n.14). Pero también constata los aspectos positivos: "Haber habido en nuestros tiempos promulgación muy nueva y notable de nuestra santa fe en las Indias orientales y occidentales, tierras incógnitas en otros tiempos" (Trento II, n.37). No deja de señalar los defectos que resaltan cuando algunos conquistadores regresaban de las Indias "con muchos dineros" (Sermón 12). Algunos de sus discípulos que se hicieron jesuitas, fueron misioneros en las Indias: Alonso de Barzana (oriundo de Montilla y misionero en Perú), Gaspar Pereira, que fue su criado en Montilla hasta su muerte y que marchó luego a Perú como hermano jesuita. La influencia de los escritos del Maestro se constata en los concilios de Lima  (1582-1583) y de México (1585). Cfr. R. GARCÍA VILLOSLADA, Juan de la Plaza y el Beato Juan de Ávila: Maestro Ávila 1 (1946) 429-442; L. MARTÍNEZ FERRER, Directorio para confesores y penitentes. La pastoral de la Penitencia en el tercer Concilio Mexicano (1585) (Pamplona, Eunate, 1996) 148-156; (S.C. pro Causis Sanctorum), Positio super canonizatione aequipolenti (Romae 1970)  n.4, 434-436 (concilio de México).

 

Su proyecto misionero quedó cambiado quizá por decisión del arzobispo de Sevilla (que no quería desprenderse de este clérigo ejemplar) o debido a su condición de descendiente de judíos conversos (tenía “raza”), a quienes no se permitía pasar al Nuevo Mundo. El hecho es que Julián Garcés partió para las Indias en 1527 sin aquel neosacerdote.

 

NOTA: El biógrafo Fr. Luís de Granada, afirma que el arzobispo de Sevilla, aconsejado por Fernando de Contreras, le mandó predicar un sermón el día de Santa Magdalena, en la iglesia del Salvador (cfr, Vida, parte 3ª, cap.4).

 

La convivencia fraterna con Fernando de Contreras en Sevilla (desde 1526, quizá hasta 1531) fue determinante para el estilo de vida evangélico de nuestro Maestro. Vivían según el modelo evangélico de los Apóstoles, con una vida de profunda oración, de pobreza radical y de entrega al servicio de los pobres y enfermos, ejerciendo el ministerio de la catequesis. Esta realidad deja entrever que había sacerdotes santos en aquella época (a pesar de las circunstancias históricas), formados algunos de ellos en la universidad de Alcalá (Santo Tomás de Villanueva, San Juan de Ribera... ).

 

Era relativamente frecuente acusar a alguien a la Inquisición, a veces por motivos interesados. El  hecho de que Juan de Ávila fuera denunciado a la Inquisición deja entender la vida desarreglada de algunos clérigos y de algunas personalidades públicas que le habían acusado falsamente; el Maestro Ávila, con sus enseñanzas y testimonio evangélico, resultaba incómodo para la conducta desarreglada de algunas personas importantes.

 

En su vida y debido a su libertad de espíritu, era relativamente fácil encontrar algún motivo para acusarlo. De hecho, según testimonio de su discípulo P. Alonso de Molina, "hallándose al presente con muchos cartapacios que había escrito de su mano en las Universidades de Alcalá y Salamanca, y otros estudios suyos de mucho trabajo... los quemó luego sin dilación" (Declaración del H. Sebastián de Escabias S.I., en el Proceso de Beatificación, Jaén).

El Maestro Ávila fue procesado por la Inquisición de Sevilla entre los años 1531 y 1533. El proceso informativo, consecuente de una denuncia, fue en 1531; fue encarcelado en 1532 y absuelto el 5 de julio de 1533. Eran los primeros años de su ministerio sacerdotal. El Maestro Ávila era conocido como "converso" (cristiano nuevo, descendiente de judíos). Pero las acusaciones que se le imputaron eran muy graves y provenían de un pequeño grupo de clérigos y seglares de Écija y de Alcalá de Guadaira. Segú ellos, calificaba de mártires a los quemados por herejes, anunciaba que los ricos no podrían entrar en el cielo (donde sólo podían entrar los pobres), su enseñanzas sobre la Eucaristía no eran claras, fomentaba la autonomía de las mujeres al defender que podían dar limosna sin permiso de sus esposos, decía que era mejor dar limosna que fundar capellanías, aconsejaba a una beata de Écija que tenía arrobamientos, obligaba a confesarse con él, decía que la oración mental era mejor que la vocal, etc. En realidad, quienes le acusaron estaban interesados en llevar más o menos ocultamente, una vida desarreglada. El Maestro les dejaba evidencia cuando convertía a alguna de sus víctimas. Consta que el Maestro no quiso tachar a cinco testigos, para no difamar a personas conocidas. Pero cincuenta y cinco testigos depusieron en favor suyo.

 

NOTA: Cfr. L. DE GRANADA, Vida, parte 2ª, cap.6.

 

Esta experiencia de sufrimiento aquilató su entrega sacerdotal con espíritu evangélico. Durante el proceso elaboró las líneas principales del "Audi Filia", así como la introducción y traducción de la "Imitación de Cristo". Allí "aprendió en pocos días más que en todos los años de su estudio" (según Fr. Luís de Granada). Como diría después a sus discípulos, "la Escritura sagrada le digo que la da nuestro Señor a trueque de persecución" (Carta 2). "¿Quién es aquel que te ama, y no te ama crucificado? En la cruz me buscaste y me hallaste... pues en la cruz te quiero buscar y en ella te hallo, y hallándote me curas y me libras de mí, que soy el que contradice tu amor" (Carta 58).

 

NOTA: Es importante notar que su experiencia de persecución, por el hecho de querer vivir el evangelio, también la compartieron después algunos de sus amigos: Luís de Granada, Francisco de Borja, Bartolomé de Carranza... Entre los papeles de este último, que la Inquisición consideraba luteranos, se encontraban algunas notas del "Audi Filia", el "Tratado del amor de Dios" y la carta 20 del Maestro Ávila. Cfr.  C.M. ABAD, El proceso de la Inquisición contra el Bto. Juan de Ávila. Estudio crítico a la luz de documentos desconocidos: Miscelánea Comillas 6 (1946) 95-167; M. ANDRÉS MARTÍN, Historia de la mística de la edad de oro en España y América (Madrid, BAC, 1994) cap. XI, 7; BARTOLOMÉ CARRANZA, Speculum pastorum, Salamanca 1992 (nueva edición, por J.I. Tellechea); F. MARTÍN HERNÁNDEZ, Santo Maestro Juan de Ávila (Madrid, BAC, 1970) (corresponde al volumen 1º de las obras completas), cap. III; L. SALA BALUST, Una censura de Melchor Cano y de Fr. Domingo de Cuevas sobre algunos escritos del P. Maestro Ávila: Salmanticensis 2 (1955) 577-585; J.I. TELLECHEA, El obispo ideal en el siglo de la reforma (Roma, Instituto Español de Estudios Eclesiásticos, 1963.

 

NOTA: Su relación con amigos y discípulos, especialmente sacerdotes y religiosos aporta datos muy positivos sobre las comunidades religiosas. Durante toda su vida estuvo muy bien relacionado especialmente con jesuitas, carmelitas, dominicos, franciscanos, además de los hermanos de San Juan de Dios. Durante su estancia en Sevilla aprendió a profundizar más la doctrina tomista, gracias a su buena relación con los Padres Dominicos del colegio de Santo Tomás. Es frecuente encontrar afirmaciones tomistas en los sermones avilistas, así como referencias explícitas a Santo Domingo al hablar de Cristo crucificado (Plática 4ª; Audi Filia, cap. 23). Los Padres dominicos de Córdoba le tenían en gran aprecio; el P. Alonso Carrillo, afirma de él que "era único en el mundo en la ciencia y en las virtudes" (L. MUÑOZ, Vida, lib. 1º, cap. 9). El biógrafo Muños aporta otros datos interesantes como la afirmación de un Padre dominico que había escuchado un sermón del Maestro: "Vengo de escuchar a San Pablo interpretar a San Pablo" (ibídem). Un gran amigo y admirador suyo fue el dominico Ven. Bartolomé de los Mártires (1514-1590), arzobispo de Braga (Portugal), que había asistido al concilio de ; el prólogo de su libro Stimulus Pastorum (1565), redactado por Fr. Luís de Granada, refleja los escritos avilistas sobre la reforma sacerdotal y eclesial.

 

Cuando el Maestro invita a la renovación eclesial, se remite al ejemplo de los santos, por tratarse de imitadores de Cristo crucificado. No sería posible esta renovación sin auténtico amor a la Iglesia. "Los que predican reformación de Iglesia, por predicación e imitación de Cristo crucificado lo han de hacer y pretender" (Plática 4ª).

 

Los numerosos santos relacionados personalmente con el Maestro, reflejan intentos serios de verdadera renovación sacerdotal y religiosa, mientras, al mismo tiempo, constatan una realidad de intercomunicación (más espontánea que la actual) entre sacerdotes "seculares" y "religiosos" o "regulares".

 

NOTA: Del epistolario y de las biografías se desprende la buena relación del Maestro con algunos santos contemporáneos, a veces con cierta influencia en ellos: Ignacio de Loyola, Francisco de Borja,  Juan Bautista de la Concepción, Juan de Dios, Juan de la Cruz, Juan de Ribera, Teresa de Ávila, Tomás de Villanueva... Hay que recordar algunos santos o beatos posteriores que le citan o que consta que recibieron alguna influencia: Toribio de Mogrovejo (documentos sinodales), Francisco de Sales, Vicente de Paúl, Alfonso María de Ligorio, Antonio María Claret, José Allamano, M. Maravillas de Jesús... Cfr.(S.C. pro Causis Sanctorum), Positio super canonizatione aequipolenti (Romae 1970)  n.4, 379-436 (la influencia). Completar con la "Positio" para el Doctorado: Concessionis tituli Doctoris Ecclesiae Univesalis… (Roma 2010), Informatio, cap.9: Influencia histórica y permanente de San Juan de Ávila; J. ESQUERDA BIFET, Introducción a la doctrina de San Juan de Ávila (Madrid, BAC, 2000), cap.II (Radio de acción, escritos e influencia histórica); R. GARCÍA Y GARCÍA DE CASTRO, El Maestro Juan de Ávila, santo y forjador de santos: Maestro Ávila 1 (1946) 223-238; I. ROMERO, Los santos, amigos y discípulos del Bto. Maestro Ávila (Madrid, Semana Nacional Avilista, 1952) 107-135. Influencia en Santa Maravillas de Jesús: A.J. GONZÁLEZ CHAVES, Santa Maravillas, naturalidad en los sobrenatural (Madrid, Edibesa, 2009) pp.584-589 (San Juan de Ávila).

 

Sin olvidar, pues, ese contexto que tiene una gran valor positivo, pasamos ahora a espigar los datos sobre las situaciones sacerdotales de la época, que se desprenden de los escritos avilistas, especialmente de sus pláticas a sacerdotes, de su predicación al pueblo, de las cartas a sacerdotes y candidatos al sacerdocio, de los Memoriales para el concilio de  y de las Advertencia para el concilio de Toledo.

 

NOTA: Obras completas del Santo Maestro Juan de Ávila(Madrid, BAC, 1970-1971) 6 volúmes. (Nueva edición)Obras completas … (Madrid, BAC, 2000-2001).

 

La renovación eclesial y sacerdotal que desea el Maestro Ávila refleja una gran capacidad de observación y de realismo, dentro del contexto de un amor profundo a la Iglesia y de respeto a sus instituciones. Señala defectos y propone soluciones en armonía con la historia eclesial (autores, santos, magisterio, concilios). Alude al ejemplo de los santos reformadores del pasado. Algunos de sus escritos tienden explícitamente a esa renovación, por parte de quien se siente colaborador leal de las decisiones conciliares y a quien podemos calificar de “memoria” profética de otras reformas anteriores. Sus principios de reforma están inspirados en los criterios evangélicos: "Juan de Ávila ha sido, en cuestión de reforma, como en otros campos espirituales, un precursor... Pero no ha sido un crítico contestador" (Pablo VI, Homilía durante la canonización, 31 mayo de 1970).

 

Señala con audacia   y respeto las llagas que hay que curar: "¡Oh Iglesia cristiana, cuán caro te cuesta la falta de aquellos tales enseñadores, pues por esta causa está tu faz tan desfigurada y tan diferente de cuando estabas hermosa en el principio de tu nacimiento!" (Sermón 55). En este contexto de reforma, la figura del obispo reformado pastoralmente es esencial: "Cómo se ejercita el catecismo de los rudos; qué cuidado tiene de las viudas, pobres y personas miserables, de las cuales es padre" (Trento II, n.42). "Por el descuido de las cabezas está la viña tan estragada" (Sermón 8; cfr. Tratado sobre el sacerdocio, n.35).

 

NOTA: Una carta al obispo de Córdoba, Don Cristóbal de Rojas (quien había de presidir el concilio de Toledo), está toda ella dedicada a la renovación eclesial: "No plega a Cristo que haya en vuestra señoría cosa, por amada que sea, que le impida hacer pensar y hablar lo que sintiere ser agradable al Señor y provechosa a su Iglesia" (Carta 182). Cfr. A. DE LA FUENTE GONZÁLEZ, El Bto. Mtro. Juan de Ávila, alma de la verdadera reforma de la Iglesia española: Semana Nacional Avilista (Madrid 1952) 231-250; J. DEL RÍO MARTÍN, Santidad y pecado en la Iglesia. Hacia una Eclesiología de San Juan de Ávila (Córdoba 1986); Idem, Ecclesia sancta: hacia la reforma de la reforma según San Juan de Ávila, en: AA.VV., Ecclesia tertii millenni advenientis, Casale Montferrato, PIEMME 1997 (omaggio al P. Antón... nel suo 70º compleanno), 459-476; J. ESQUERDA BIFET, El Maestro Avila y la renovación sacerdotal, en: AA.VV., El Maestro Ávila. Actas del Congreso Internacional (Madrid, 27-30 noviembre 2000 (Madrid, EDICE, 2002), pp. 691-709; J.I. TELLECHEA IDÍGORAS, San Juan de Ávila y la reforma de la Iglesia, en: El Maestro Avila. Actas del Congreso Internacional, o.c., pp. 47-75.

 

Son diversas las situaciones sacerdotales que se mencionan en sus escritos. Se señala especialmente la falta de selección vocacional y de formación inicial y permanente. La vida clerical no era siempre santa. Faltaban medios de formación permanente a nivel intelectual, pastoral y espiritual.

 

Su propuesta de renovación se basaba en la imitación de Cristo Sacerdote y Buen Pastor, especialmente en el ministerio de la predicación, la celebración eucarística y litúrgica en general, el servicio a la comunidad eclesial y en los campos de caridad y de educación.

 

NOTA: Resumo estos contenidos en: El Maestro Ávila y la renovación sacerdotal al inicio del tercer milenio, o.c., pp.691-709.

 

Para conseguir esta reforma, se necesitaba una buena diagnosis de la realidad sacerdotal en aquel momento histórico. Donde aparecen con más evidencia las lacras de la vida clerical es cuando el Maestro trata de los Seminarios, especialmente en los Memoriales al concilio de  y en las Advertencias para el concilio de Toledo.

 

NOTA: Citamos los Memoriales para el concilio de Trento: Trento I, Trento II; las Advertencias para el concilio de Toledo: Toledo I, Toledo II.

 

Da por supuesta una realidad bastante deficiente en la selección de las vocaciones y en la formación sacerdotal, como se constata en la vida clerical de entonces. La reforma de la Iglesia en general dependerá de si se reforma el clero en primer lugar: "Primero conviene que reformen a los más conjuntos, que es el clero todo, y luego a los demás" (Toledo I, n.33). Se trata de formar a quienes están llamados a ser "médicos de las almas" (Trento I, n.9).

 

NOTA: "Y éste es el punto principal del negocio y que toca en lo interior de él; sin lo cual todo trabajo que se tome cerca de la reformación será de muy poco provecho, porque será, o cerca de cosas exteriores, o, no habiendo virtud para cumplir las interiores, no dura la dicha reformación por no tener fundamento" (Trento I, n.5). "Ya consta que lo que este santo concilio pretende es el bien y la reformación de la Iglesia. Y para este fin, también consta que el remedio es la reformación de los ministros de ella... Pues sea ésta la conclusión: que se dé orden y manera para educarlos que sean tales; y que es menester tomar el negocio de más atrás, y tener por cosa muy cierta que, si quiere la Iglesia tener buenos ministros, que conviene hacerlos; y, si quiere tener gozo de buenos médicos de las almas, ha de tener a su cargo de criar tales y tomar el trabajo de ello; y, si no, no alcanzará lo que desea" (Trento I, n.9).

 

A los defectos de los clérigos los engloba con la expresión "males de la clerecía", debido a la falta de selección vocacional y de formación inicial: "Una gente que desde muchachos se crió sin obediencia, sin clausura, sin devoción y con ruines compañías" (Tratado sobre el sacerdocio, n.33). Son males que "hacen dentera a la madre Iglesia" (ibídem).

 

El Maestro es realista, aunque algo duro en sus expresiones, como urgiendo a una reforma inmediata. Algunos entraban en la clerecía por conveniencias personales: "que solamente la toman para tener seguridad si algún delito hicieren" (Trento I, n.31; se refiere a la inmunidad judicial civil por parte de los clérigos). Por esto, propone una selección adecuada: "Que los prelados tengan noticia de las personas virtuosas que en su obispado hay, así chicos como grandes, en los cuales se conozca que mora la gracia del Señor y que es gente de vida inclinada a cosas de la Iglesia, que sabe pelear las guerras por la castidad y alcanzar en ellas victoria, y que sepan por experiencia qué es oración o tenga disposición para la aprender y tener siendo enseñados" (Trento II, n.91).

 

NOTA: "Los que hubieren de ser elegidos para estos colegios sean de los mejores que hubiere en todo el pueblo, haciendo inquisición de ello muy de raíz el obispo y los que el concilio le señalare por acompañados. Y de esta manera vendrán llamados y no injeridos, y entrarán por la puerta de obediencia y llamamiento de Dios" (Trento I, n.17). "Y para hallar éstos es menester que los obispos tengan en cada pueblo personas de fiar que los inquiran y procuren, informándose de los maestros de las escuelas y de los lectores de gramática... Y, si acaso los obispos del sínodo dijeren que no se halla de esta gente; dígales que es grande engaño pensar que nuestro Señor falte en dar tales personas en su Iglesia, que puedan ser ministros verdaderos suyos. Porque el mismo Dios, que pide que sean sus ministros tales y derramó su sangre por tenerlos, ha puesto su Espíritu divino en muchos para poder serlo; y el parecer que no los hay es porque no los buscan los prelados, ministros del Señor, cuyo es este cuidado" (Toledo I, n.39).

 

Por esto, lo principal y más urgente que debería tratarse para la aplicación del concilio de Trento, era precisamente la organización de los Seminarios: "Lo principal que deseo se trate es el buen orden del Seminario, eligiendo a gente de virtud y poniéndoles rectores espirituales o que tengan algo de ello; porque juntándose buen fundamento y doctrina, no faltará nada" (Carta 244, a Don Pedro Guerrero, 26 de julio de 1565).

 

Constata la falta de "ciencia" en los "ministros" (cfr. Tratado sobre el sacerdocio, n. 42), "cuya ignorancia es mucho de llorar" (Toledo I, n.44). No se contenta con lamentaciones, sino que propone soluciones concretas, en particular una formación intelectual adecuada, basada en la Escritura, Padres, doctrina eclesial: "Que tengan los dichos libros y estudien en ellos, pues, sin esto, todo es perdido" (Toledo II, n. 71).

 

NOTA: Ver los libros recomendados en: la Plática 3ª y en las cartas nn. 1, 4, 146, 225.

 

De sus afirmaciones se desprende que muchos candidatos recibían la ordenación sacerdotal sin tener la suficiente preparación. Por esto, pedía al concilio de Toledo: "Que jamás ordenen de sacerdote a quien no estuviere suficientemente instruido para ser buen cura" (Toledo I, n.46).

 

Durante un sermón de cuaresma, dirigiéndose a los sacerdotes, insta a la formación previa de los ordenandos, que no se limite a sólo los campos administrativos. La exámenes para la ordenación tienen que incluir la conducta espiritual y moral de los candidatos: "¿En qué los examinará Dios? En la caridad para con todos y en la oración, si saben bien orar y importunar a Dios por los prójimos y amansarlo y hacer amistades entre Dios y los hombres, y sentir males ajenos y llorarlos" (Sermón 10).

 

El interés principal lo pone en la selección y formación "espiritual": "Todos éstos han de procurarse sea gente de la cual se entiende que vive Dios en ellos, amigos de virtud, aficionados a las cosas de la Iglesia, probados en la castidad" (Toledo I, n.39).

 

Hay que recordar la gran labor del Maestro Ávila en la creación de Colegios y Convictos para clérigos. El objetivo ha quedado testificado por su biógrafo L. Muñoz: "Fue su intento no sólo que se criasen hombres de letras, sino también de virtud; pues las escuelas eran sólo para formar eclesiásticos, curas de almas y clérigos ejemplares. Así hizo que las Constituciones mirasen a este fin, y que los mozos comenzasen a industriarse en costumbres eclesiásticas, pues se criaban para ministros de Dios, para enseñar su palabra y predicar al pueblo el camino de la virtud, y que habían de tener desde sus tiernos años embebido en sus entrañas el espíritu evangélico, porque mal puede uno ser maestro en el arte que nunca fue discípulo".

 

NOTA: L. MUÑOZ, Vida, lib.1º, cap.20. Se ha constatado que instituyó tres Colegios Mayores universitarios (Baeza, Jerez, Córdoba) y tres convictos para clérigos (Granada, Córdoba y Évora). El Colegio universitario de Baeza es de 1538. Ver: J. ESQUERDA BIFET, Criterios de selección y formación clerical en el Bto. Maestro Juan de Ávila: Seminarios 7 (1961) 25-45.

 

Al señalar los defectos de la época, no deja de apuntar a soluciones concretas y factibles. La solución principal es que los Prelados asuman personalmente la propia responsabilidad en este campo: "Y pues prelados con clérigos son como padres con hijos y no señores con esclavos, prevéase el Papa los demás en criar a los clérigos como a hijos, con aquel cuidado que pide una dignidad tan alta como han de recibir; y entonces tendrán mucha gloria en tener hijos sabios y mucho gozo y descanso en tener hijos buenos, y gozarse ha toda la Iglesia con buenos ministros" (Trento I, n.5). En realidad, la responsabilidad de instituir y organizar Seminarios es principalmente tarea propia de los obispos, puesto que "son obligados a dar a sus ovejas pastores que las sepan apacentar" (Trento II, n.71).

 

NOTA: "El prelado es obligado a, si tales oficiales no hay, hacerlos él, dándoles aparejo para estudio, y ayudar para ello a los que no tienen; y con doctrina y buenos ejemplos hacerlos tales que sean modelos, a cuya forma se edifiquen las ánimas; porque para esto el prelado es prelado y para esto principalmente le es dada la renta; porque el fin de él ha de ser la edificación de las ánimas, y no hay mejor medio para esto que hacer gente tal que sea para ello" (Sermón 81). Para la ordenación presbiteral propone la edad mínima de treinta años, "porque no tengamos la liviandad de mozos que ahora tenemos por presbíteros, sin serlo en edad, ni seso, ni santidad. Y contra esto no se dispense" (Trento I, n.36). Respecto a las cualidades requeridas para la ordenación, según las disposiciones del concilio de Trento, no basta con la ciencia, sino que "pídese también bondad y todo lo demás requisito para un tal ministerio" (Toledo II, n.41; cfr. concilio de Trento, Ses.23, cap.14).

 

Era, pues, urgente la creación de Seminarios, para poder "tomar el agua de lejos" o "desde el principio"(Trento II, n.43). Por esto, insta a la creación de Seminarios en cada una de las diócesis, siguiendo las directrices de Trento: "Esto que dice el concilio parece que se debe practicar de la manera siguiente: que en cada obispado se haga un colegio, o más según la cualidad de los pueblos principales que en él hubiere, en los cuales sean educados, primero que ordenados, los que hubieren de ser sacerdotes" (Trento I, n.12).

 

NOTA: En las Advertencias para el concilio de Toledo, el Maestro alude al concilio IV de Toledo, can.24; Mansi, 10,626. La misma alusión se encuentra en el Memorial primero para el concilio de Trento, n.12.

 

Como en todas las épocas de la Iglesia, las necesidades económicas podían aparecer como urgencia prioritaria, olvidando lo más importante. El Maestro propone una solución a base de una buena escala de valores: "Y no hay en esto mucho tiempo que gastar, porque de préstamos y fábricas ricas y de enajenar algunos beneficios podría proveerse esto con muy gran facilidad. Y cuando de ahí no, con quitar tres o cuatro raciones y otras tantas canonjías de la iglesia catedral, sobraría paño. Y sería bien hecho; pues, en comparación de confesar, y predicar, y regir ánimas, pequeño negocio es cantar en el coro; mayormente que, aunque éstos se quitasen, no por eso habría menos voces, pues no todos los canónigos y racioneros cantan" (Trento I, n.19).

 

La formación intelectual, con vistas a los ministerios pastorales, podría impartirse según diversas modalidades: "Dos necesidades de personas de éstas tiene la Iglesia; una de curas y confesores, y otra de predicadores; y entrambas se han de remediar de estos colegios" (Trento I, n.13).

 

La formación tiene que ser básicamente espiritual y pastoral, pero se presupone la formación intelectual. "Lo que principalmente se pretende es hacer buenos sacerdotes que puedan ser curas suficientes para confesar y doctrinar el pueblo" (Toledo I,, n.40). "En la educación de los que han de estar en el seminario es lo principal de este negocio... de manera que salgan maestros verdaderos de las almas, redimidas por la sangre del Señor" (ibídem, n.43). "Para reformar enteramente el clero todo conviene que se hagan de nuevo tales sacerdotes, que antes sea necesario tenerles de la rienda a su virtud y celo que no darles de la espuela para que caminen con leyes... El medio, pues, para hacerlos tales cuales se desea es poner en debida ejecución el seminario" (Toledo I, n.17).

 

NOTA: En los números sucesivos de las Advertencias va detallando: economía, edad para admisión, selección según conducta moral, pastoral vocacional por la diócesis, estudios, cualidades de los profesores y formadores, etc. (ibídem, nn. 17-43). El documento fue preparado por el Maestro Ávila con la ayuda de su discípulo Lic. P. Francisco Gómez. Insiste en la reforma pastoral y espiritual de los obispos, de los sacerdotes y de los seglares: residencia de los obispos, acción pastoral, campos de caridad, institución de Seminarios y formación de los sacerdotes, colaboración de los seglares en los diversos campos (cofradías, educación, catequesis, caridad).

El concilio provincial de Toledo se celebró en la catedral durante los años 1565-1566 (tuvo tres sesiones). Lo presidió D. Cristóbal Rojas de Sandoval, obispo de Córdoba (el arzobispo de Toledo, Bartolomé de Carranza, estaba en prisión inquisitorial). El discurso de apertura, pronunciado por el obispo de Córdoba, fue redactado por el Maestro ("De la veneración que se debe a los concilios"). Las segundas "Advertencias" son propiamente la parte final con anotaciones jurídicas para aplicar las decisiones tridentinas, pero también contiene una llamada urgente a tomar cuidado de los pobres y de la gente del campo.

 

Precisamente los datos avilistas que tenemos sobre la celebración del concilio de Toledo, reflejan una preocupación del Maestro como síntoma de la una realidad histórica: la reforma no se afrontaba con seriedad. Por esto, en una carta al obispo de Córdoba, Don Cristóbal de Rojas, presidente del mismo concilio, lamentándose de las prisas de los padres conciliares, dice: "Ahora he oído decir que ese santo concilio se acaba presto, y he temido no sea causa de ello el poco gusto que se toma de entender en los negocios de Dios y el mucho de ir a descansar a sus casas: porque, estando las cosas tan fuera de sus quicios como por nuestros pecados están y habiendo tan mucho tiempo que en remedio de ellas no se ha entendido, no sé cómo en tiempo tan breve se pueden hacer muchas cosas y dificultosas" (Carta 215).

 

En realidad, el concilió de Toledo adoptó soluciones concretas, pero algunas no fueron bien recibidas en las diversas diócesis que dependían de la arquidiócesis. No obstante, las decisiones de Toledo influyeron en otros concilios provinciales de España y del Nuevo Mundo (Lima y México). Las cartas del Maestro a D. Pedro Guerrero (nn.243-244) indican que las “Advertencias” para concilio de Toledo servirían para el concilio provincial de Granada.

 

NOTA: (S.C. pro Causis Sanctorum), Positio super canonizatione aequipolenti (Romae 1970) 424-436.

 

Estas preocupaciones formativas dejan entrever las lacras o carencias de la época. De esta realidad negativa habían brotado reacciones al margen del evangelio y de la comunión eclesial. Una buena formación de los pastores habría podido evitar, en gran parte, la llamada "reforma protestante", así como las exageraciones "iluministas" en el campo de la espiritualidad dentro del catolicismo.

 

Más allá de las soluciones que propone el Maestro Ávila, queda clara su misma figura y su docencia, como un testigo del Evangelio y un verdadero Maestro de doctrina sacerdotal. Vivió evangélicamente, al estilo de los Apóstoles y fomentó la formación de los diversos componentes de la comunidad eclesial, especialmente los sacerdotes. Vivía en fraternidad sacerdotal, organizó grupos apostólicos especialmente para las misiones populares y la predicación sistemática al pueblo. Alentaba a la comunión con el propio Obispo y en el propio Presbiterio o comunidad religiosa según los casos.

 

NOTA: Sobre su figura sacerdotal, ver: Introducción a la doctrina de San Juan de Ávila, o.c., cap.I (Las coordenadas de una figura histórica sacerdotal).  Biografía actualizada y documentada, en Obras Completas, o.c., vol.I (Estudio biográfico). Algunos estudios históricos de años pasados siguen siendo punto de referencia para nuevas investigaciones: R. GARCÍA VILLOSLADA, La figura del Bto. Ávila: Manresa 17 (1945) 389-403; 18 (1946) 87-97; L. MARCOS, El Bto. Juan de Ávila, Maestro de santidad sacerdotal (Vitoria 1948); J. MÉNDEZ, El Beato Maestro Ávila: Semana Avilista (Madrid 1969) 273-279. Hago un resumen de estas aportaciones en: Escuela sacerdotal española del s. XV: Juan de Ávila (Roma, Instituto Español de Historia Eclesiástica, 1969) 12-19 (la figura sacerdotal). Datos actualizados en: Juan de Ávila, una figura que trasciende su época: Seminarios 57 (2011) 13-31 . Otros estudios actuales: AA.VV., Entre todos, Juan de Ávila. Elogio al Santo Maestro en el entorno de su proclamación como Doctor de la Iglesia Universal(Madrid, BAC, 2011).

 

Sus enseñanzas sacerdotales han quedado resumidas en su breve Tratado sobre el sacerdocio y en las pláticas dirigidas a sacerdotes, además de los contenidos personalizados de cartas dirigidas a sus discípulos. A la luz de su figura y de su enseñanza. se pueden releer lo retos de la actualidad y las directrices eclesiales conciliares y postconciliares, como vamos a ver a continuación.

 

 

2. JUAN DE AVILA, DOCTOR DE LA IGLESIA UNIVERSAL,  INVITA A AFRONTAR LOS RETOS DE LA ACTUALIDAD SACERDOTAL SIGUIENDO LAS DIRECTRICES CONCILIARES Y POSTCONCILIARES

 

Mi reflexión intenta detectar algunos retrasos en la aplicación de la doctrina conciliar y postconciliar actual sobre el ministerio y la vida sacerdotal. Tal vez se trate sólo de cierta lentitud histórica normal, puesto que las reformas requieren tiempo. Toda reforma auténtica necesita santos y pastores abnegados. La referencia al Maestro Ávila puede ayudar a acelerar esta renovación, a hacerla más auténtica y a llenar los eventuales vacíos.

 

Los documentos conciliares y postconciliares se han ido poniendo en práctica de manera adecuada, pero los nuevos retos de la evangelización y, consiguientemente, del ministerio y de la vida sacerdotal, han puesto en evidencia ciertos vacíos o quizá sólo cierta lentitud en el proceso de renovación. Los Sínodos respectivos (sobre sacerdotes y sobre Obispos), con sus Exhortaciones postsinodales y los Directorios, indican esta realidad.

 

NOTA: No está de más recordar los documentos conciliares de contenido sacerdotal explícito, especialmente: Lumen Gentium, cap.III; Presbyterorum Ordinis; Christus Dominus, Optatam totius. Este material ha sido reelaborado y aprovechado por los documentos postsinodales, especialmente: Pastores dabo vobis (Juan Pablo II, 1992), Directorio para el ministerio y la vida de los presbíteros (Congregación del Clero, 1994), Pastores Gregis (Juan Pablo II, 2003), Directorio para el ministerio pastoral de los Obispos (Congregación para los Obispos, 2004). Naturalmente que a esos documentos hay que añadir las cartas del Jueves Santo, homilías, discursos en visitas" ad limina" o en viajes apostólicos, etc. He intentado recoger todo este material, citando los estudios ya realizados por numerosos autores, en: Espiritualidad sacerdotal. Servidores del Buen Pastor(Valencia, EDICEP, 2008).

 

Enumero primeramente los temas concretos sobre el ministerio y vida sacerdotal que, a mi entender, necesitan cierta aceleración: la santidad específica del sacerdote ministro (también en su faceta diocesana) en relación con la “caridad pastoral”; la unidad de vida en relación con la comunión eclesial; la fraternidad sacerdotal (sacramental) en el Presbiterio y con el propio Obispo; el proyecto de vida como elemento básico de la formación permanente.

 

Sobre el tema de la santidad cristiana se ha hablado mucho en estos tiempos postconciliares; se ha hecho resaltar la urgencia, la necesidad y la posibilidad. El capítulo quinto de la Lumen Gentium tiene la ventaja de centrar la realidad eclesial en este tema: la Iglesia "sacramento" (transparencia e instrumento de Cristo) (cap.I), como pueblo de Dios (cap.II) y en todos sus componentes (cap.III, IV, VI), está llamada a la santidad como "perfección de la caridad" (LG V). Esta realidad de gracia urge por tratarse de la Iglesia peregrina "sacramento universal de salvación" (LG VII). La Madre de Jesús es modelo y ayuda materna (LG VIII). Los documentos conciliares sacerdotales (citados más arriba) tienen que encuadrarse en esta perspectiva de la Lumen Gentium. Los mismos textos conciliares y postconciliares presentan la santidad específica del sacerdote, indicando su urgencia y su posibilidad. El acento recae en la caridad pastoral, como vivencia de lo que uno es (consagración) y de lo que uno realiza (misión). El hecho de participar en la misma consagración sacerdotal de Cristo y de estar llamados a prolongar su misma misión, requiere una sintonía e imitación que es también configuración.

 

NOTA: Resumo contenidos y bibliografía en: Santità cristocentrica del sacerdote, en: (Congregazione per il Clero) Sacerdoti, forgiatori di santi per il nuovo millennio sulle orme dell'apostolo Paolo. Atti del VI Convegno Internazionale dei sacerdoti, Malta, 18-23 ottobre 2004, 45-69.

 

Como hemos indicado en el primer apartado del presente estudio, San Juan de Ávila presenta el tema de la santidad de la Iglesia, también centrado en la caridad y como urgencia de renovación en aquellos tiempos difíciles.

 

El tema de la "caridad pastoral" del sacerdote tiene que afrontarse a la luz de la santidad como "perfección de la caridad" (cfr. LG V) y concretarse en el seguimiento evangélico al estilo de los Apóstoles (cfr. PO 12-18 y PDV, cap.III). No puede identificarse exclusivamente con la acción pastoral, sino que reclama la vivencia y compromiso. Se trata del seguimiento evangélico radical según el modelo o estilo de vida de oso Apóstoles.

 

En San Juan de Ávila, la "caridad pastoral" se presenta como celo apostólico o celo de almas, especialmente por parte de los sacerdotes (pastores). En el Tratado sobre el sacerdocio (n.37), inspirándose en San Juan Crisóstomo y en San Gregorio Magno, califica el encargo de dirección de almas, como "arte de las artes". El pastor debe saber "llorar a sus hijos muertos" como la viuda de Naim (cfr. Audi Filia, cap.11; Tratado sobre el sacerdocio, n. 11). Porque "si hubiese en la Iglesia corazones de madre en los sacerdotes que amargamente llorasen de ver muerto a sus espirituales hijos, el Señor, que es misericordioso, les diría lo que a la viuda de Naim: No quieras llorar. Y les daría resucitadas las ánimas de los pecadores" (Plática 2ª).

 

La referencia a Cristo Buen Pastor que da la vida, es continua: "En cruz murió el Señor por las ánimas; hacienda, honra, fama y a su propia Madre dejó por cumplir con ellas" (Sermón 81). "Porque el fin de su encarnación, y de su vida, y de sus trabajos y muerte, es el bien de las ánimas" (Sermón 36). "Quien bien quisiere pesar el ánima, pésela con este peso, de que Dios humanado murió por ellas" (Sermón 81). "Ha de arder en el corazón del eclesiástico un fuego de amor de Dios y celo de almas", a imitación del Buen Pastor que da la vida por sus ovejas (Plática 7ª). Es amor que nace de la intimidad con Cristo; por esto el apóstol está invitado a "tener verdadero amor a nuestro Señor Jesucristo, el cual le cause un tan ferviente celo, que le coma el corazón". Es amor de "verdadero padre y verdadera madre" (Tratado sobre el sacerdocio, n. 39).

 

La exigencia de santidad y renovación de los pastores es debida de modo especial al ministerio de cuidar de las "almas" (Sermón 9), "por las cuales derramó Jesucristo su sangre" (Trento II, n. 40). "Si de veras nos quemase las entrañas el celo de la casa de Dios... ¡Cómo tendrá paciencia en ver las esposas de Cristo enajenadas de Él y atadas con nudo de amor tan falso!" (Carta 208). Pide a los sacerdotes "corazones de madre": "Si corazón hubiese de madres, ¡oh!, con qué dolor saldríamos dando voces" (Sermón 24). María, auténtica "Pastora, no jornalera", mira a las almas como fruto de la sangre de Cristo y, por tanto, como "herencia de sus entrañas" (Sermón 70).

 

La labor pastoral reclama renovación y dedicación, puesto que "a quien se le encomiendan las ánimas, le es encomendado el Cuerpo místico de Jesucristo para que lo cure y fortalezca, y lo hermosee con tantas virtudes que sea digno de ser llamado cuerpo de tal cabeza, como es Jesucristo" (Tratado sobre el sacerdocio, n. 37). "El jornalero, que principalmente trabaja por el dinero, en viendo el lobo, salta por las tapias" (Plática 7ª).

 

NOTA: Las cartas a sus discípulos predicadores son una continua llamada a renovarse para este servicio pastoral. Ver, por ejemplo las cartas 1, 2, 4, 136, etc. La tarea pastoral tiene como objetivo "engendrar hijos" según los planes salvíficos de Dios: "Esposa buscamos, no nos alcemos con ella, ánimas, en las cuales sea Cristo aposentado y nosotros olvidados" (Carta 1).

 

Como hemos indicado en el primer apartado, el examen de los candidatos antes de ordenarse tiene que ser sobre la caridad: "Cuando los quieren ordenar, examínanlos si saben cantar y leer, si tienen buen patrimonio; pues ya, si saben unas pocas de cánones y tienen buen patrimonio, ¡sus!, ordenar. ¿En qué examinará Dios? En la caridad para con todos y en la oración" (Sermón 10). Tienen que ser, pues, pastores llenos de caridad, "que velen su ganado, que puedan decir como el Señor: No me las arrebatará nadie" (Sermón 15; cfr. Jn 10,30).

 

El Maestro califica la caridad pastoral como dolores de parto, porque sin desprendimiento y pobreza, no habría fecundidad apostólica: "Quien no mortificare sus intereses, honra, regalo, afecto de parientes, y no tomare la mortificación de la cruz, aunque tenga buenos deseos concebidos en su corazón, bien podrán llegar los hijos al parto, mas no habrá fuerza para los parir" (Sermón 81).

 

La vida sacerdotal tiene que ser según el modelo evangélico de los Apóstoles. El Maestro pide que los sacerdotes sean "retrato de la escuela y colegio apostólico y no de señores mundanos" (Toledo I, n.4). La pauta de la vida de los Apóstoles, urgida ya desde la formación inicial, ayudará a una mejor selección y formación sacerdotal: "Los mejores son aquellos que, dejadas todas las cosas, contentos con letras y virtud, buscan esta dignidad para servir a Cristo imitando a Él y a sus Apóstoles" (Toledo II, n.10).

 

NOTA: Califica de "recia palabra" (Plática 16) la llamada evangélica del "sígueme". Los obispos son los más llamados a vivir esta vida evangélica, como sucesores de los Apóstoles, que por esto la Iglesia "se llama Ecclesia apostólica" (Plática 9ª). Una vida según los criterios del mundo "no es imitar a Cristo, ni a Pedro, ni a los Apóstoles, cuyos ellos son sucesores" (Toledo I, n.8). Quienes suceden a los Apóstoles están llamados a ser un trasunto suyo, "un dibujo de los Apóstoles, a quien suceden; tal, que por la vida obispal todos saquen por rastro cuáles fueron los antiguos Apóstoles, y no tales que no haya cosa que más los haga desconocer que mirar a sus sucesores" (Toledo I, n.10). Los presbíteros participan en esta realidad "apostólica": "¡Oh dichosas ovejas que en tiempo de tal Pastor fueron vivas, y dichosas lo serán la que cayeren en manos del prelado que imitare este celo! Él así lo dejó ordenado: que el Papa quedó en su lugar, y los prelados suceden a los Apóstoles, y los curas a los setenta y dos discípulos, como San Jerónimo dice; y éstos son de la intrínseca razón de la Iglesia" (Sermón 81). Así era el ejemplo de San Pablo: "Decir, pues, el Apóstol que no vivía para sí, es decir, que no buscaba sus intereses ni su gloria, sino los intereses, la gloria y la honra de Dios: que conforme a la voluntad de Dios era gobernada su vida" (Gálatas, n.25; comenta Gal 2,19). El Maestro aplica este tema a la castidad (celibato) y pobreza (cfr. Diccionario de San Juan de Ávila, o.c., voces respectivas)

 

Ha sido muy aceptada y comentada la expresión conciliar "unidad de vida": "Esta unidad de vida no la pueden conseguir ni el orden meramente externo de la obra del ministerio ni la sola práctica de los ejercicios de piedad, aunque la  ayudan mucho. La pueden organizar, en cambio, los presbíteros imitando en el cumplimiento de su ministerio el ejemplo de Cristo Señor, cuyo alimento­ era cumplir la voluntad de Aquel que lo envió a completar su obra" (PO 14). Es, pues unidad de vida que armoniza la vida espiritual y la acción ministerial.

 

NOTA: D. RUZINDANA, L'unité et l'harmonie de la vie spirituelle des prêtres dans la perspective du Concile Vatican II; "Presbyterorum Ordinis" n. 14 (Roma, Pont. Univ. Gregoriana; 1990) (Tesis)

 

En el Maestro Ávila, se puede apreciar un equilibrio de ministerios que, en cuanto vivencia, emana del equilibrio del corazón y de la sintonía con la comunión eclesial. La predicación se armoniza con los ministerios sacramentales, especialmente la Eucaristía, y todo se dirige a construir la comunidad eclesial según la caridad y comunión.

 

La "unidad de vida", delineada por el decreto conciliar Presbyterorum Ordinis, es la armonía entre la tensión contemplativa y la tensión apostólica. Esta armonía aparece en la doctrina avilista: "Los sacerdotes somos diputados para la honra y contentamiento de Dios y guarda de sus leyes en nos y en los otros" (Plática 1ª). Los sacerdotes son "abogados por el pueblo de Dios, ofreciendo al unigénito Hijo delante del alto tribunal del Padre... maestros y edificadores de ánimas" (Trento I, n.12).

 

La "unidad de vida" del sacerdote se demuestra en el amor y comunión de Iglesia. En la época del Maestro Ávila, las rupturas y también la falta de entrega se debían a no apreciar la comunión eclesial. La unidad del corazón y de la comunidad se concreta en el amor a la Iglesia: "Salgámonos nosotros de nosotros mismos y vámonos al campo de nuestra viña, que es la Iglesia, que cada uno de esta Iglesia miembro suyo es" (Sermón 8), porque todos formamos "una Iglesia y una unión en Jesucristo" (Sermón 27), "una es la escogida de Dios, una su Esposa" (Sermón 45).

 

NOTA: Dios ha permitido "que haya habido gente... que se haya levantado contra su madre la Iglesia" (Trento II, n.19). "Y es justa permisión que, pues han dejado la santidad, por la cual fueron amados, y reverenciados, y obedecidos como padres y pastores verdaderos, les haya permitido el Señor venir a dar en majestad y vanidad de mundana pompa por ser tenidos como lobos y tiranos" (Toledo I, n.2). La Iglesia garantiza el sentido de la Escritura: "No tenemos los católicos ni los herejes a una escritura por infalible sino porque la Iglesia la aprobó por tal" (ibídem). La Iglesia es "morada de Cristo" (Trento II. n.2 49), de la que no hay que apartarse so pena de perderse.  "Contra la autoridad de la Iglesia a nadie se tiene de dar crédito" (Gálatas n. 7). En los escritos avilistas se describe a la Iglesia "comunión" con los términos de "comunión de los santos", "compañía", etc.. "Porque hay una compañía, la cual llamamos Iglesia, en la cual todos los bienes son comunes" (Juan II, lec. 2ª). En ese mismo comentario, haciendo referencia a Ef 4,16 (crecimiento del cuerpo por la caridad), afirma: "Dice caritate porque mediante ésta, crece este cuerpo místico o compañía"; se trata, pues de la comunión de los santos: "¡Cuántas veces habéis rezado el Credo, y llegando a aquel paso et sanctorum communionem, por ventura no lo habéis entendido! ¿Qué comunión es ésa? Compañía. Y ¿qué compañía? Como la del cuerpo, que el mal de un miembro es de todos" (ibídem).

 

La santidad sacerdotal se presenta como amor a la Iglesia. Se necesitan "en la Iglesia corazones de madre en los sacerdotes" (Plática 2ª), que son "los ojos de la Iglesia" (ibídem) y sus "enseñadores" (Sermón 55) y "guardas de la viña" (Sermón 8). La falta de santidad sacerdotal equivaldría a presentar la "faz desfigurada" de la Iglesia" (Sermón 55).

 

NOTA: J. DEL RÍO MARTÍN,El Espíritu Santo y la Iglesia en los escritos de San Juan de Ávila: Isidorianum 7, n.13 (1998) 51-85; Idem, Ecclesia sancta: hacia la reforma de la Iglesia según San Juan de Ávila: Ecclesia Tertii Millenii Adveniente (Casale Monferrato, PIEMME 1997) 459-476; Idem, La Iglesia, misterio de amor de Dios a los hombres, según San Juan de Avila, en: El Maestro Avila. Actas del Congreso Internacional,  o.c., pp. 581-597; Idem, Iglesia, esposa de Cristo en San Juan de Avila: Toletana n.10 (2004) 67-77; F. MARTÍN HERNÁNDEZ, Dimensión eclesial del sacerdote: Semana Avilista (Madrid 1969) 69-91; M. MARTÍN DE NICOLÁS, Imágenes de la Iglesia en San Juan de Ávila: Miscelánea Comillas 45 (1987) 27-68; A. PLÁCIDO GUTIÉRREZ, La actuación de María en la Iglesia de Cristo, según San Juan de Ávila (Pamplona, Univ. de Navarra, 1984) (Tesis Doctoral); J.I. TELLECHEA IDIGORAS, San Juan de Ávila y la reforma de la Iglesia, en: El Maestro Avila. Actas del Congreso Internacional, o.c., pp. 47-75.

 

Uno de los temas sacerdotales más característicos del concilio y postconcilio es la "fraternidad sacramental" en el Presbiterio de la Iglesia particular y en relación con el propio obispo. Son significativas ls expresiones de los documentos actuales, sobre el Presbiterio como "fraternidad sacramental" (PO 8) o"íntima fraternidad" exigida por sacramento el Orden (LG 28), como signo eficaz de santificación y evangelización. Por esto, el Presbiterio es "mysterium" y "realidad sobrenatural" (PDV 74), que matiza la espiritualidad de sus componenentes, en el sentido de pertenecer a una "familia sacerdotal" (ChD 28; PDV 74).

 

NOTA: Esta fraternidad en el Presbiterio  equivale a "una sola familia cuyo padre es el Obispo" (ChD 28), puesto que "los presbíteros constituyen con sus obispos un solo Presbiterio" (LG 28). Por esto, el Presbiterio es "lugar privilegiado", donde todo sacerdote (especialmente el diocesano o "secular", por estar "incardinado"), puede "encontrar los medios específicos de santificación y evangelización" (Directorio 27). El obispo es el fundamento visible de la unidad en la Iglesia particular y en su Presbiterio (LG 23; cfr. PO 7-8), y es él principalmente quien debe "fomentar la santidad de sus clérigos, de los religiosos y de los laicos, de acuerdo con la peculiar vocación de cada uno" (ChD 15). Ver también Pastores Gregis n.13.

 

No pretendemos encontrar en el Maestro Ávila nuestra terminología actual, pero sí podemos observar una constante eclesial que él percibe, vive y transmite, es decir, la  necesaria y fructífera unión de los presbíteros entre sí y con su obispo (su doctrina y su testimonio). En él se armoniza esta realidad con el aprecio a instituciones eclesiales religiosas de la época. Algunos de sus discípulos eran religiosos. Es conocido el aprecio que San Ignacio tenía del Maestro.

 

Precisamente en la primera plática, dirigida a los clérigos de Córdoba, con pocas palabras, llenas de colorido, describe el Presbiterio en sus líneas esenciales de fraternidad, fuente de santidad y de misión: "Y, si cabeza y miembros nos juntamos a una en Dios, seremos tan poderosos, que venceremos al demonio en nosotros y libraremos al pueblo de sus pecados, porque... hizo Dios tan poderoso al estado eclesiástico, que, si es el que debe, influye en el pueblo toda virtud, como el cielo influye en la tierra" (Plática 1ª).

 

NOTA: Consta por la carta n.239, que el texto de esta plática fue enviada, adjunto a la carta, a su discípulo P. Francisco Gómez para el Sínodo de 1563 (convocado por Don Cristóbal de Rojas).

 

En el apartado primero hemos aludido a la responsabilidad del Obispo respecto a formar a sus presbíteros: "Adviértase que para haber personas cuales conviene, así de obispos como de los que les han de ayudar, se ha de tomar el agua de lejos, y se han de criar desde principio con tal educación, que se pueda esperar que habrá otros eclesiásticos que los que en tiempos pasados ha habido" (Trento II, n.43). La formación impartida a los presbíteros hará de ellos un "retrato de la escuela y colegio apostólico, y no de señores mundanos" (Toledo I, n.4).

 

Este cuidado de los Obispos respecto a la vida y ministerio  de los sacerdotes (al que insta Christus Dominus n.28), en el Maestro Ávila se describe como una preocupación para que los sacerdotes sean "sabios y santos, los más sabios y santos del pueblo... A los prelados manda San Pedro que hagan estas cosas con la clerecía, y a la clerecía manda que sea humilde y obediente a su prelado" (Plática 1ª; cfr. 1Pe 5,1-4). El motivo principal consiste en que los obispos "son obligados a dar a sus ovejas pastores que las sepan apacentar" (Trento II, n.71).

 

Las relación del Obispo con sus sacerdotes la describe el Maestro con términos familiares: "Y pues prelados con clérigos son como padres con hijos y no señores con esclavos, prevéase el Papa y los demás en criar a los clérigos como a hijos, con aquel cuidado que pide una dignidad tan alta como han de recibir; y entonces tendrán mucha gloria en tener hijos sabios y mucho gozo y descanso en tener hijos buenos, y gozarse ha toda la Iglesia con buenos ministros" (Trento I, n.6)

 

NOTA:  Es curiosa la referencia que hace a quienes podríamos llamar miembros del Presbiterio de San Pedro Roma:  "De San Pedro leemos que, por entender él en el oficio de ánimas, tomó para coadjutor a Cleto y a Lino, para que ellos entendiesen en los negocios menores del oficio de la prelacía, y él en el oficio apostólico, que es la edificación de las ánimas" (Sermón 81; cita a San Gregorio Magno, Morales, lib.22, cap.22, 53).

 

Aquí encajaría el tema de la espiritualidad específica del sacerdote en cuanto diocesano o secular. No se trata de reivindicaciones y menos de tensiones y polémicas, sino de vivir con autenticidad lo que uno es y hace, como sacerdote signo personal y sacramental de Cristo, "incardinado" en una Iglesia particular (o en un institución eclesial). Son realidades de gracia que reclaman vivencia ("vida según el Espíritu", espiritualidad): pertenecer de modo estable a una Iglesia particular (o a un institución eclesial), pertenecer a la familiar del Presbiterio, depender también espiritualmente del propio  Obispo.

 

La realidad a la que aspira San Juan de Ávila, anclado en toda la tradición de la Iglesia, es que se tome conciencia de ello por parte de quienes pertenecen (por estar incardinados) a una Iglesia particular, los cuales, respecto al ministerio,"son de la intrínseca razón de la Iglesia" (Sermón 81), puesto que "guardas son de la viña los pontífices, los predicadores, los sacerdotes" (Sermón 8).

 

NOTA:  Con una terminología distinta de la de nuestros días, la frase que acabamos de citar, queda encuadrada en esta afirmación más amplia: "Oh dichosas ovejas que en tiempo de tal Pastor fueron vivas, y dichosas lo serán la que cayeren en manos de prelado que imitare este celo! Él así lo dejó ordenado: que el Papa quedó en su lugar, y los prelados suceden a los Apóstoles, y los curas a los setenta y dos discípulos, como San Jerónimo dice; y éstos son de la intrínseca razón de la Iglesia; y los religiosos son añadidos para ayudar a los prelados y curas" (Sermón 81).

 

En el Maestro Ávila no encontramos nuestra terminología actual, pero sí la realidad de un grupo o tal vez una "escuela sacerdotal", que vive las características que hemos indicado. Sin dar una importancia excesiva a la  de la expresión "escuela" (que será una terminología posterior como se  haría con la escuela sacerdotal francesa después de la muerte de sus protagonistas), lo que sí consta es de la existencia de un grupo numeroso y compacto de discípulos que seguían las pautas y el testimonio el Maestro Ávila. Esta "realidad" de gracia dejó huella en la historia del ministerio y de la vida sacerdotal, especialmente en España y en Hispanoamérica.

 

NOTA: J. BOSOM ARIAS, La Congregación "San Pedro Apóstol" de presbíteros seculares naturales de Madrid y el Maestro P. Juan de Avila: en: El Maestro Ávila. Actas del Congreso Internacional, o.c., pp. 915-923; J. ESQUERDA BIFET, Escuela sacerdotal española del s. XV: Juan de Ávila (Roma, Instituto Español de Historia Eclesiástica, 1969);  Idem (con datos actualizados), Introducción a la doctrina de San Juan de Ávila, o.c., cap.II; B. JIMÉNEZ DUQUE, El Maestro Juan de Ávila (Madrid, BAC, 1988) cap.VII (la escuela sacerdotal); Idem, La escuela sacerdotal de Avila y San Juan de Avila, en: El Maestro Avila. Actas del Congreso Internacional, o.c, pp. 893-913: P. POURRAT, El sacerdocio, doctrina de la escuela francesa (Vitoria 1950); L. SALA BALUST, F. MARTÍN HERÁNDEZ, Obras completas, o.c., I, cap. V; L. SALA BALUST, En torno al Mtro. Ávila y su escuela sacerdotal: Surge 8 (1950) 195-199; Idem, La escuela sacerdotal del Beato Maestro Padre Ávila: Semana Nacional Avilista (Madrid 1952) 183-197.

 

El proyecto de vida, pedido por Juan Pablo II (PDV 79), es quizá el punto que menos se ha puesto en práctica, al menos si se refiere a la redacción escrita de un proyecto que se va revisando periódicamente en el mismo Presbiterio: "El Obispo es el responsable de la formación permanente, destinada a hacer que todos sus presbíteros sean generosamente fieles al don y al ministerio recibido, como el Pueblo de Dios los quiere y tiene el «derecho» de tenerlos. Esta responsabilidad lleva al Obispo, en comunión con el presbiterio, a hacer un proyecto y establecer un programa, capaces de estructurar la formación permanente no como un mero episodio, sino como una propuesta sistemática de contenidos, que se desarrolla por etapas y tiene modalidades precisas. El Obispo vivirá su responsabilidad no sólo asegurando a su presbiterio lugares y momentos de formación permanente, sino haciéndose personalmente presente y participando en ellos convencido y de modo cordial" (PDV 79). Se trataría, según mi parecer, de una redacción sencilla y práctica, que indicara: ideario (síntesis doctrinal), objetivos (humano, espiritual, intelectual, pastoral) y medios o también etapas.Se trata de "sostener, de una manera real y eficaz, el ministerio y vida espiritual de los sacerdotes" (PDV 3).

 

NOTA: Resumo el tema en: Ideario, objetivos y medios para un proyecto de vida sacerdotal en el Presbiterio: Sacrum Ministerium 1(1995) 175-186. Una de las mejores propuestas que he encontrado: Proposta di vita spirituale per i presbiteri diocesani(Bologna, EDB, 2003).

 

En el Maestro Ávila encontramos normas de vida para él o para sus discípulos. A sus dirigidos, especialmente a sus discípulos sacerdotes, les propone a veces un plan concreto: tiempos de oración, estudio, trabajo o ministerio, descanso...

 

NOTA: En el epistolario aparecen algunos planes de vida espiritual. Por ejemplo, las cartas n.5 (al Maestro García Arias, sobre el estudio), n.8 (horario de vida espiritual para un sacerdote), n.148 (vida comunitaria para un grupo de canónigos), n.225 (un plan de estudio para un discípulo), n.236 (plan de vida espiritual para un discípulo). Incluso propone algunas pautas en sus cartas a algunos obispos: Don Pedro Guerrero (nn. 177-181, 243-244, 248), Don Cristóbal de Rojas (nn. 215 y 182).

 

Hablando a los sacerdotes, invita a seguir las directivas de sus propios obispos: "Con deseo de nuestra enmienda (Dios) nos envía prelado que, por la misericordia de Dios, tiene celo de nos ayudar a ser lo que debemos. No trae ganas de enriquecerse, no de señorearse en la clerecía, como dice San Pedro, mas de apacentarnos en buena doctrina y ejemplo y ayudarnos en todo lo que pudiere, ansí para el mantenimiento corporal, que es lo menos, como para que seamos sabios y santos, los más sabios y santos del pueblo... A los prelados manda San Pedro que hagan estas cosas con la clerecía, y a la clerecía manda que sea humilde y obediente a su prelado" (Plática 1ª).

 

Seguramente que el tema postconciliar al que se han dedicado más esfuerzos, ha sido el de la formación permanente (integral). Abarca, como se sabe, los niveles: humano, espiritual, intelectual, pastoral, siempre en la vida personal y comunitaria.

 

NOTA: Tengo la impresión (casi diría convicción, por experiencia) que las carencias más importantes no se han dado tanto en la formación inicial (Seminarios: selección, formación), cuanto precisamente en la formación permanente en sentido integral y no sólo de actualización. Es decir, ha faltado organizar la vida sacerdotal (obispos con sus presbíteros) a modo de familia en la que se convive para encontrar todas las ayudas en la vida espiritual, pastoral, intelectual y material. Cfr. (Comisión Episcopal del Clero, España) Documentos. La formación sacerdotal permanente (Madrid, EDICE, 2004).

 

En algunos sermones, San Juan de Ávila recuerda la obligación de los Obispos respecto a la formación de sus sacerdotes: "El prelado es obligado a, si tales oficiales no hay, hacerlos él, dándoles aparejo para estudio, y ayudar para ello a los que no tienen; y con doctrina y buenos ejemplos hacerlos tales que sean modelos, a cuya forma se edifiquen las ánimas; porque para esto el prelado es prelado y para esto principalmente le es dada la renta; porque el fin de él ha de ser la edificación de las ánimas, y no hay mejor medio para esto que hacer gente tal que sea para ello" (Sermón 81).

 

NOTA: La formación impartida en el seminario deberá continuar después de la ordenación, proporcionando a los clérigos medios adecuados (cfr.  Trento II, n.63). Ver también: Toledo I, n.44-45. Un cuidado muy especial deberá prestarse a los formadores (cfr. ibídem, 40-41). Sugiere enviar candidatos a las universidades para especializarse (cfr. ibídem, n.40). Propone la creación de residencias sacerdotales (cfr. Toledo II, n.80; Carta 233).

 

La formación permanentes (posterior a la ordenación) presupone haber adquirido el hábito de estudio durante la formación inicial. Constata la falta de "ciencia" en los "ministros" (cfr. Tratado sobre el sacerdocio, n. 42), "cuya ignorancia es mucho de llorar" (Toledo I, n.44).

 

Aconseja proporcionar los libros necesarios, especialmente sobre la Sagrada Escritura, los Santos Padres, los documentos conciliares y la doctria moral: "Que tengan los dichos libros y estudien en ellos, pues, sin esto, todo es perdido" (Trento II, n. 71; cfr. Toledo I, nn.44-46).

 

NOTA: Ver una lista de libros que recomienda a sus discípulos en la plática 3ª y en algunas las cartas nn. 1, 4, 146, 225. Propone elaborar un catecismo más completo que el general ("en latín"), dirigido especialmente a la formación continuada de los ya sacerdotes: "Debíase mandar que éste (catecismo) le tuviesen todos los curas y los predicadores y con efecto leyesen en él" (Trento II, n.63).

 

El Maestro es consciente que la responsabilidad de esta formación permanente recae especialmente sobre los obispos, llamados a "hacer pláticas a sus clérigos" (Carta 244) . En esta misma carta (dirigida a Don Pedro Guerrero, arzobispo de Granada) propone: "Que se dé orden cómo en los pueblos haya lección para los clérigos, así para saber lo que conviene saber para sí y para otros, como para estar bien ocupados".

 

 

3. EL VALOR PERMANENTE Y ACTUAL DE JUAN DE AVILA PARA LA RENOVAVACIÓN SACERDOTAL EN EL CONTEXTO DE UNA HISTORIA DE GRACIA Y UNA HERENCIA RECIBIDA

 

Es importante observar el abigarrado grupo de discípulos del Maestro  Ávila. Se podría calificar de grupo "interdisciplinar", en el sentido de variedad de carismas y de instituciones a que pertenecían o pertenecerían después de la muerte del Maestro. De hecho, Juan de Ávila era apreciado por obispos, instituciones religiosas y figuras de gran relieve. Todas estas personas e instituciones le consideraban como alguien que pertenecía a la propia familia. Este aprecio del Maestro por parte de todas las instituciones eclesiales continuó posteriormente en escritores espirituales de diversas escuelas o tendencias.

 

NOTA: En los apartados anteriores hemos resumido los santos relacionados con San Juan de Ávila, sus discípulos, el significado de su "escuela sacerdotal" y la influencia en su época y posteriormente. Es lógico el aprecio por parte de los carmelitas (el Maestro aprobó la autobiografía de Santa Teresa), los jesuitas (debido al gran aprecio de San Ignacio y a los discípulos avilistas que pasaron a la Compañía), los dominicos (Fray Luís de Granda es discípulo suyo y el primer biógrafo), los Hermanos de San Juan de Dios (convertido y dirigido espiritualmente por el Maestro), etc.

 

Tal vez ésta sería una de las características que podrían hoy ayudar a rehacer el tejido de la comunión intraeclesial con la colaboración de todos los "carismas". Especialmente tratándose de sacerdotes y de instituciones apostólicas, el Maestro Ávila es también hoy apreciado por grupos muy diferenciados, precisamente por encontrar en él un punto de apoyo para la armonía de vivir la misma espiritualidad cristiana y sacerdotal específica según diversas modalidades.

 

La actualidad del  Maestro Ávila se fundamenta en el uso adecuado que él hace de los contenidos bíblicos (especialmente los Evangelios, San Pablo y San Juan), así como en el modo de valorar el Magisterio de su época o de épocas anteriores. Su gran aprecio por los santos del pasado y por los autores de su época o de épocas anteriores (a veces con cierto sentido crítico como en el caso de Erasmo), le confirió la capacidad de afrontar las situaciones nuevas de su propia época en el contexto de una evolución armónica y audazmente renovadora. Fue renovador porque supo aprovechar una herencia de gracia que provenía del pasado.

 

NOTA: Esta valoración de una figura del pasado en su contexto histórico y en relación con la actualidad, es la metodología que ha seguido Benedicto XVI, al presentar algunas figuras "sacerdotales" en las audiencias del miércoles: San Pablo, San Ignacio de Antioquía, San Juan Crisóstomo, San Máximo de Turín, San Ambrosio, San Eusebio de Vercelli, San Agustín, San Jerónimo, San Paulino de Nola, San León Magno, San Gregorio Magno, San Isidoro, San Benito, San Columbano, San Bernardo, San Anselmo, San Bonifacio, Santo Domingo, Santo Tomás de Aquino, San Buenaventura, San Albero Magno, San Antonio de Padua, San Beda el Venerable, San Juan Leonardi, San Juan de la Cruz, San Francisco de Sales, San Roberto Belarmino, San Juan Eudes (y San Vicente de Paúl), San Alfonso María de Ligorio, San Lorenzo de Brindis, San Pedro Canisio, San Juan María Vianney, San José Cafasso, San Maximiliano Kolbe, etc.

 

Con ocasión de su canonización (31 mayo 1970), Pablo VI presentó al Maestro como "tipo polivalente de todo sacerdote de nuestro días", que, por su santidad de vida y por su disponibilidad ministerial, ayuda a superar las dudas nacidas de la "crisis de identidad". Pablo VI recordó que había sido proclamado por Pío XII Patrono del Clero español (1946) y  resaltó "la firmeza en la verdadera fe, el auténtico amor a la Iglesia, la santidad de su Clero, la fidelidad al Concilio, la imitación de Cristo, tal como debe ser en los nuevos tiempos" (Homilía durante la canonización).

 

En la misma homilía de canonización, el Papa recordó la influencia del Memorial en el concilio tridentino y lo presentó como un auténtico reformador: "Y cuando se dirige al Papa y a los Pastores de la Iglesia ¡qué sinceridad evangélica y devoción filial, qué fidelidad a la tradición y confianza en la constitución intrínseca y original de la Iglesia y qué importancia primordial reservaba a la verdadera fe para curar los males y prever la renovación de la Iglesia misma!... Pero no ha sido un crítico contestador, como hoy se dice. Ha sido un espíritu clarividente y ardiente, que a la denuncia de los males, a la sugerencia de remedios canónicos, ha añadido una escuela de intensa espiritualidad" (Homilía durante la canonización).

 

NOTA: Durante el rezo del Ángelus, el mismo día de la canonización, el Papa invitó a conocerlo e imitarlo: "Es un Santo español del 1500, gran predicador, gran escritor, gran promotor de la reforma de la Iglesia, en el período del concilio de , y gran maestro de vida espiritual". En el discurso durante la audiencia a los peregrinos, al día siguiente, invitó a imitar su figura "profética", especialmente por "una santidad de vida nada común, un celo apostólico sin límites, una fidelidad sin engaños a la Iglesia" (1 junio 1970).

 

En los documentos actuales del Magisterio (encíclicas preconciliares, documentos conciliares y postconciliares) y en la teología moderna, encontramos una doctrina abundante sobre el sacerdocio . Respecto al sacerdote ministro se concreta en la participación ontológica peculiar respecto a la consagración sacerdotal de Cristo, en la participación y prolongación de su misma misión y en la imitación y sintonía de virtudes y actitudes.

 

NOTA: En los apartados anteriores, hemos citado los documentos conciliares y postconciliares, así como alguna bibliografía sobre el tema sacerdotal.

 

Respecto a las enseñanzas sobre el sacerdocio, encontramos en la doctrina de San Juan de Ávila todos los puntos fundamentales: Cristo Sacerdote, el Pueblo sacerdotal, el sacerdocio ministerial, los ministerios, la santidad y espiritualidad específica. En él no encontramos la misma terminología ni tampoco la evolución y avances posteriores, pero podemos disponer de contenidos válidos basados en la Escritura, los Santos Padres, el Magisterio y la tradición en general. Intentemos resumir los puntos fundamentales de la doctrina del Maestro Ávila sobre el sacerdocio.

 

NOTA: Hay que reconocer que ya existían algunas publicaciones importantes sobre el sacerdocio: Pedro De Soto, Tractatus de institutione sacerdotum (Dillingen 1558); J. Clichtove, De vita et moribus sacerdotum (Colonia 1519); J. Díaz de Luco, Instrucción de prelados (Alcalá 1530); Idem, Aviso de curas (Alcalá 1543). El tratado de Antonio de Molina, Instrucción de sacerdotes, es posterior (Burgos 1612), pero recoge con profusión los textos y la doctrina avilista. También se puede constatar la influencia del Maestro en Luís de la Puente, De la perfeccón del cristiano en todos sus estados (Pamplona 1616), tomo 3º. Puede ver cierta sintonía con la doctrina avilista en: Bartolomé Carranza, Speculum pastorum (hacia 1552); Fr. Bartolomé de los Mártires, Stimulus Pastorum (1564) (prologado por Fr. Luís de Granada y con gran trasfondo avilista).

 

San Juan de Ávila describe aJesucristo Sacerdote y víctima como "principal sacerdote y fuente de nuestro sacerdocio" (Tratado del sacerdocio, n.10), representado en la celebración eucarística por el sacerdote ministro. Sus sacerdocio consiste en su misma mediación: "El Padre Eterno puso un Medianero entre nosotros y Él para que por su medio alcanzásemos misericordia" (Carta 222). "Jesucristo se puso en medio de Dios Padre y de mí, y Él recibió los golpes en sí mismo y en Él me perdonó el Padre lo que yo había de pecar" (Sermón 3). "Sepan todos que otro medianero principal no hay si Él no" (Sermón 34).      

 

Y en las víctimas del Antiguo Testamento " estaba Cristo como encerrado" (Gálatas n.31; cita Heb 10,5-7). Su victimación consiste en ofrecerse "a la redención del linaje humano" (ibídem). Es "ungido" (Mesías) para ser sacerdote y víctima: "Cristo fue sacerdote y sacrificio; Él fue el que ofreció y lo que ofreció fue, como dice San Pablo, que ansí como Abel ofreció a Dios corderos de su manada, y pareció bien a Dios aquel sacrifico, ansí Cristo se ofreció a sí, cordero sin mancilla, y agradó a su Padre" (Juan I, lec.16ª). "Sacerdote es, porque en cuanto hombre está delante del Padre rogando por nosotros... Ungido viene, no con aceite, sino con sangre; y si ungido, no viene bravo ni recio, sino blando y manso" (Sermón 3).

 

La comparación con los sacerdotes del Antiguo Testamento, que traían escritos los nombres de las tribus de Israel, le sirve al Maestro para recordar que Cristo "los tiene escritos en su corazón" (Audi Filia,  cap.78). "Este Señor, por institución y juramento irrevocable de su Padre eterno, es Sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec, sacerdote más digno que el de Aarón" (Sermón35; cfr. Sal 109,4). Como "Pontífice Sumo", ha penetrado los cielos con el sacrificio de su propia sangre (cfr. Sermón 67).

 

El Maestro entra en los sentimientos sacerdotales de Cristo, muerto en cruz, como Esposo que da la vida por su esposa: "¿Qué te parecería un día de la cruz por desposarte con la Iglesia, y hacerla hermosa, que no la quedase mancilla ni ruga?" (Tratado del Amor, n.8; cfr. Ef 5,25-27).

 

El sacerdocio de Cristo es eminentemente "pastoral", del Buen Pastor que da la vida, ya representado en el sacrificio de Abel, quien "es figura de nuestro justo y soberano pastor, el cual dice de sí: Yo soy el Buen Pastor. Y también es sacerdote; y, por consiguiente, como dice San Pablo, ha de ofrecer dones y sacrificios a Dios... No tenía este gran sacerdote qué ofrecer por los pecados del mundo, sino a sí mismo... somos lavados de nuestros pecados, mirados de Dios, y agradables a Él, como sacrificio ofrecido por ese sumo Sacerdote y Pastor" (Audi Filia, cap.87; cfr. Jn 10,10 y Heb 5,1).

 

El sacerdocio común de los fieles constituye la realidad de la Iglesia como Pueblo sacerdotal. El tema va apareciendo espontáneamente en los escritos avilistas, con la particularidad de acentuar el sentido de unión y transformación en Cristo, como partícipes de su filiación: "Nos hizo hijos siendo Él Hijo, y sacerdotes siendo Él Sacerdote" (Carta 1). A esta realidad de gracia se la puede llamar "sacerdocio": "A los cristianos hízolos sacerdotes en el espíritu... así todo cristiano tiene poder para en el altar de su corazón sacrificar a Dios" (Juan I, 16ª).

 

No se trata tanto de una participación en ceremonias y responsabilidades, cuanto de una oblación unida a la de Cristo: "Y ofreciéndote a ti de esta manera, haces al Señor más señalados servicios en esto que si mil mundos le dieses" (Sermón 43). "Pareceos que es poquito bien éste que Cristo nuestro Redentor os hizo, que tengáis derecho para ofrecer a Dios vuestro corazón y que le parezca a Dios bien?" (Juan I, lec.16ª). Es, pues, un "sacerdocio espiritual": "Una manera hay de sacerdocio espiritual, y éste conviene a chicos y grandes, casados, hombres y mujeres. Dándosele gracias al Cordero, le dicen: Fecisti nos Deo regnum et sacerdotes. Gran merced hacernos reyes, libres y francos, Lo cual declara San Pedro: Vos estis genus electum, regale, etc., pueblo escogido, linaje real" (Sermón 73; comenta 1Pe 2,9 y Ap 5,10).

 

Es sacerdocio "real", de participación en el Reino de Dios: "Que no en balde se dice en la Escritura el reino de los fieles reino sacerdotal, sino porque no sólo ha de ser regido por humana razón, para alcanzar su fin y ser llamado humano, mas también con la ley divina, para ser llamado santo y cristiano, pasando de lo humano a lo divino, como cuando a uno bautizan y le ponen nombre nuevo" (Carta 11).

 

Hay un elemento fundamental que el Maestro subraya: el camino de santidad como camino de oblación sacrificial. Se trata de compartir, como Iglesia esposa, el sacrificio de Cristo Esposo (cfr. Audi Filia, cap.30-42; Tratado del Amor, n.8; Sermón 6).

 

NOTA: Resumiendo, el sacerdocio común de los fieles es participación en el sacerdocio de Cristo por medio del bautismo, para ofrecerse a sí mismos unidos al sacrificio de Cristo, especialmente en el sacrificio eucarístico.

 

El sacerdocio ministerial es participación y representación especial de Crito Sacerdote y Buen Pastor.  Se participa en el mismo amor esponsal y pastoral de Cristo: "En cruz murió el Señor por las ánimas; hacienda, honra, fama y a su propia Madre dejó por cumplir con ellas" (Sermón 81). Así, pues, pregunta al sacerdote ministro: "¡cómo tendrá paciencia en ver las esposas de Cristo enajenadas de El y atadas con nudo de amor tan falso como el que el Señor aborrece!" (Carta 208).

 

La transformación ontológica, por la consagración, pide la representación también como imitación y prolongación: "Ha de ser la representación tan verdadera, que el sacerdote se transforme en Cristo" (Tratado sobre el sacerdocio, n.26). "Quiso Jesucristo dar parte a los sacerdotes para que exteriormente pudiesen ofrecer sacrificios" (Juan I, 16ª). "Allí (en los sacramentos de la Eucaristía y de la penitencia) representamos y prolongamos su sagrada persona, y decimos las palabras en persona de Él" (Plática 1ª). "Dios obedece a la voz del hombre en las palabras de la consagración" (ibídem, 63s). "Nos veremos todos enteros consagrados al Señor con el trato o tocamiento del mismo Señor" (ibídem, 89s).

 

Por el hecho de representar a Cristo, se exige y se hace posible la santidad sacerdotal: "En el oficio sacerdotal representamos la persona de Jesucristo nuestro Señor" (Plática 2ª). "En la Misa nos ponemos en le altar en persona de Cristo a hacer el oficio del mismo Redentor" (Carta 157). Por esto, "relicarios somos de Dios, casa de Dios y, a modo de decir, criadores de Dios" (Plática 1ª).

 

En este contexto entra la armonía de todos los ministerios (proféticos, litúrgicos, diaconales), también en la prolongación de la oración sacerdotal de Cristo: "Somos los ojos de la Iglesia, cuyo oficio es llorar los males todos que vienen al cuerpo" (Plática 2ª). "¡Cuán mal te sabemos agradecer el poder que has dado a los sacerdotes y cómo los has hecho despenseros de tus merecimientos!" (Sermón 58).

 

Cualquier ministerio debe ejercerse como "personas públicas", a modo de "embajadores" del Señor (Plática 13ª), siempre como "padre de todos" (Plática 2ª). Los ministerios valen por sí mismos, más allá de la santidad del ministro, porque Dios "no mira a los merecimientos de aquel sacerdote en particular, sino mira a los merecimientos de la Iglesia universal, en cuyo lugar ofrece el sacerdote aquello" (ibídem, 10ss). "Suya es la obra; ministros suyos somos nosotros, y quiere especialmente nuestra fe y caridad y paciencia, con que no veamos luego el provecho que deseamos" (Carta 136). Los sacerdotes ministros, son "enseñadores" (Sermón 55) y "guardas de la viña" (Sermón 8).

 

Esta realidad de participación, prolongación, representación, urge a la imitación de Cristo Buen Pastor: "¡Oh eclesiásticos, si os miraseis en el fuego de vuestro pastor principal, Cristo, en aquellos que os precedieron, apóstoles y discípulos, obispos mártires y pontífices santos!" (Plática 7ª). Los sacerdotes han sido llamados "para pastores y criadores del ganado, que los apacienten en los pastos de ciencia y doctrina... y aunque sea con derramar sangre y dar la vida, como hizo Cristo, y dijo que este tal es el Buen Pastor" (Toledo I, n.6; cfr. Sermón 81).

 

Los que con nuestra terminología actual calificaríamos de "signo" de Cristo ante la Iglesia, el Maestro Ávila lo describe con esta base patrística: "El sacerdote, como Orígenes dice, es la faz de la Iglesia; y como en la faz resplandece la hermosura de todo el cuerpo, así la clerecía ha de ser la principal hermosura de toda la Iglesia" (Tratado sobre el sacerdocio n.11; cfr. Orígenes, In Lev. homil. 5,3.4).

 

Para el Maestro Ávila, como para el concilio Vaticano II (cfr. PO 5), la Eucaristía es ministerio: "El sacerdote representa en la misa a Jesucristo nuestro Señor" (Tratado del sacerdocio, n.10). De ahí arranca el sentido de representar a Cristo, quien dejó "en manos de ellos su poder, su honra, su riqueza y su misma persona" (Plática 1ª; cfr. Tratado sobre el sacerdocio n.25). En el ministerio eucarístico se muestra del amor de Cristo a los sacerdotes: "Con inefable amor dio a los sacerdotes ordenados... que, diciendo las palabras que el Señor dijo sobre el pan y vino, hagan cada vez que quisieren lo mismo que el Señor hizo el Jueves Santo" (Sermón 35).

 

La celebración eucarística recuerda la Encarnación y el misterio de María Virgen: "Y así hay semejanza entre la santa encarnación y este sacro misterio; que allí se abaja Dios a ser hombre, y aquí Dios humanado se baja a estar entre nosotros los hombres; allí en el vientre virginal, aquí debajo de la hostia; allí en los brazos de la Virgen, aquí en las manos del sacerdote" (Sermón 55; cfr. Plática 1ª, citada más abajo).

 

La oración del sacerdote es ministerio, puesto que prolonga la oración de Cristo Sacerdote, participando en su misma mediación: "Y aquél ha de tener por oficio orar, que tiene por oficio el sacrificar, pues es medianero entre Dios y los hombres, para pedirle misericordia" (Plática 2ª). "No pienso que la confianza de Moisés y Elías es bastante para tal oración, porque, como a hombre que le es encomendado todo el mundo universo y que es padre de todos, así se allega orando a Dios que se apacigüen las guerras dondequiera que las haya... que se ponga remedio a todos los males que hay, privados y públicos" (Plática 2ª). El sacerdote está llamado a tener "tan gran fuerza en la oración, que aproveche a todo el mundo" (ibídem, 153s). "Conviénele orar al sacerdote, porque es medianero entre Dios y los hombres" (Plática 3ª). Su vida de oración garantizará los consejos que ha de dar: "El sacerdote que no ora... darme ha por consejo de Dios consejo suyo" (Sermón 5 -2-). "¡Oh sacerdotes!... habíamos de andar siempre importunando a Nuestro Señor con oraciones" (Sermón 13).

 

Es también oración personal, a modo de "un trato muy familiar con Dios, un admitirlos Dios a su conversación como amigos suyos" (Plática 3ª). Pero es actitud interna para vivir la realidad de mediación: "Esto, padres, es ser sacerdote, que amansen a Dios cuando estuviere, ¡ay!, enojado con su pueblo; que tengan experiencia que Dios oye sus oraciones y les da lo que piden, y tengan tanta familiaridad con él" (Plática 1ª).

 

NOTA: Fr. Luís de Granada afirma que el Maestro Ávila se preparaba devotamente para celebrar el oficio (Vida, parte 3ª, cap.4).

 

Como ya hemos visto anteriormente, la figura de María entra espontáneamente en el ministerio y vida sacerdotal, como modelo y como madre: "Mirémonos, padres, de pies a cabeza, ánima y cuerpo, y vernos hemos hechos semejables a la sacratísima Virgen María, que con sus palabras trujo a Dios a su vientre... Y el sacerdote le trae con las palabras de la consagración" (Plática 1ª). Ella es "Pastora, no jornalera", que mira a los redimidos como "herencia de sus entrañas" (Sermón 70).

 

NOTA: Ver estudios sobre el sacerdocio en San Juan de Ávila, en notas anteriores. Ver también las voces respectivas del Diccionario de San Juan de Ávila, o.c. Cito otros estudios en: Juan de Ávila, Escritos sacerdotales (Madrid, BAC, 2000); F.J. DIAZ LORITE, San Juan de Avila y Pastores dabo vobis, en: El Maestro Avila. Actas del Congreso Internacional) o,c., pp. 765-788; J.J. PÉREZ GALLEGO, Cristo y el sacerdocio en San Juan de Ávila (Roma, Pont. Univ. Gregoriana, 2006: Tesis Doctoral).

 

Las cuestiones que hemos resumido en el apartado anterior (n.2) son otros tantos puntos prácticos de aplicación: Santidad y espiritualidad específica del sacerdote, especialmente a partir de la caridad pastoral como sintonía con la caridad del Buen Pastor; unidad de vida en relación con el equilibrio de ministerios y la comunión eclesial; construcción de la fraternidad sacramental en el Presbiterio de la Iglesia particular ; proyecto de vida en un contexto adecuado de formación permanente. La aplicación práctica (sin rupturas) a la espiritualidad específica del sacerdote diocesano tiene que ser sin alergias respecto a los contenidos del seguimiento evangélico radical al estilo de los Apóstoles.

 

Así se explica por qué el Maestro Ávila dedicó gran parte de sus energías a la aplicación del concilio de Trento, colaborando en los diversos Sínodos o concilios provinciales.


NOTA: Hemos indicado ya su colaboración en Sínodo de Toledo y otros Sínodos provinciales. Las investigaciones universitarias sobre la doctrina y la figura de San Juan de Ávila, son una señal evidente de su actualidad. Me remito sólo a algunas Tesis más recientes: J.A. DE PABLOS, "Amoris Officium" como participación de la caridad de Cristo Cabeza y Pastor de la Iglesia, en San Juan de Ávila (Roma, Teresianum, 2009); B. GUERRERO GARCÍA, El sacerdote como médico de las almas en San Juan de Ávila (Roma, Teresianum, 2011); J. PÉREZ GALLEGO, Cristo y el sacerdocio en San Juan de Ávila (Roma, Pont. Univ. Gregoriana, 2006).

 

 

LÍNEAS CONCLUSIVAS

 

Nunca se podrá responder a las gracias nuevas, que el Espíritu Santo comunica en cada época, sin tener en cuenta las gracias que el mismo Espíritu Santo ha concedido en épocas anteriores. Se vive y se transmite una historia de gracia a modo de herencia apostólica vivida en comunión eclesial histórica, dentro de una evolución armónica enriquecedora y renovadora. Sin esta armonía de comunión eclesial histórica, no sería posible una auténtica renovación general y concretamente sacerdotal.

 

En los escritos y en la figura de San Juan de Ávila, podemos constatar que su modo de afrontar y valorar las situaciones sacerdotales (y eclesiales en general) sigue siendo válido. Se necesita aprender a traducir la doctrina avilista a nuestra época,  analógicamente como se hace para el proceso de "inculturación".  En el proceso actual de la "nueva evangelización", tiene mucho que aportar.

 

Resulta provechoso hacer una "relectura" de su figura y de sus escritos, para captar y aplicar mejor las orientaciones magisteriales de hoy, distinguiendo siempre la diferente terminología y el modo de presentar los temas.

 

El Maestro Ávila aportó una sana doctrina sacerdotal con vistas a una renovación auténtica en sus tiempos conciliares y postconciliares, porque se apoyó en la tradición eclesial sobre el seguimiento evangélico de los Apóstoles y de sus sucesores. Su modo de colaborar en la aplicación del concilio de Trento, especialmente en temas sacerdotales, es un referente actual.

 

La doctrina avilista, unida indisolublemente a sus gestos y testimonio de vida, sigue siendo hoy una llamada profética. En su época siguió incidiendo, aunque no siempre se aplicó; en nuestra época sigue siendo una "memoria" que alienta a una renovación auténtica y posible.

 

Su actitud humilde de corregir el texto del "Audi filia" (publicado sin su permiso), a la luz de la doctrina conciliar, se convierte en una llamada a la humildad ministerial. En un caso crítico como el de esa corrección, San Juan de Ávila prefirió el bien de los fieles y la armonía con las enseñanzas conciliares, a sus propias opiniones o a su modo propio de exponer las cuestiones. El bien de las almas estaba por encima de sus propios intereses y de su propia fama.

 

NOTA: Ver introducción al Audi Filia, sobre la edición de 1556 (Avisos y reglas cristianas), en: Obras completas, vol. I, 377ss. Teóricamente podría ser mejor al texto de la primera edición e incluso se puede constatar que es plenamente ortodoxo. Pero Juan de Ávila se inclinó por el bien de las almas y por el respeto a las normas eclesiales. El texto primitivo sigue siendo válido, pero la actitud humilde de un buen pastor es un ejemplo para nuestro actuar sacerdotal.

 

El "nuevo fervor de los apóstoles” es indispensable para la "Nueva Evangelización". La renovación sacerdotal suscitada por los santos de cada época (como es el caso del Maestro Ávila) se ha basado siempre en el seguimiento evangélico al estilo de los Apóstoles. Quizá hoy, en un cambio de época, sería necesario  proponer la "itinerancia" apostólica de San Juan de Ávila, en el sentido de disponibilidad para los cargos, de fraternidad en el Presbiterio a modo de familia sacerdotal y de misión sin condicionamientos y sin fronteras. Un corazón unificado unifica la propia comunidad a la que se pertenece y prepara el camino para construir la Iglesia y toda la humanidad como reflejo de la Trinidad de Dios Amor.

 

NOTA: Juan Pablo II presentó la "Nueva Evangelización" (Puerto Príncipe, 9 marzo1983) como una invitación a suscitar "nuevos métodos, nuevas expresiones y nuevo fervor de los apóstoles". Benedicto XVI, en la Carta Apostólica Ubicumque et semper (21 septiembre 2010) propuso buscar a los alejados, formar a los creyentes, actualizar y renovar esta formación. "De hecho, no podemos olvidar que la primera tarea será siempre ser dóciles a la obra gratuita del Espíritu del Resucitado, que acompaña a cuantos son portadores del Evangelio y abre el corazón de quienes escuchan. Para proclamar de modo fecundo la Palabra del Evangelio se requiere ante todo hacer una experiencia profunda de Dios".

 

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