Lunes, 11 Abril 2022 10:48

IV. DIMENSION ESPIRITUAL DE LOS TITULOS MARIANOS

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IV. DIMENSION ESPIRITUAL DE LOS TITULOS MARIANOS

 

1. La espiritualidad que deriva de los títulos marianos

 

2. A partir de su función: Maternidad y mediación

 

3. A partir de su santidad y glorificación

 

1. La espiritualidad que deriva de los títulos marianos

     Los títulos que la Escritura y tradición atribuyen a María son un aspecto de la gracia redentora de Cristo aplicada a ella de modo particular: "Redimida de un modo eminente, en atención a los futuros méritos de su Hijo y a El unida con estrecho e indisoluble víncu­lo" (LG 53). Por esto, "los oficios y privilegios de la Santísima Virgen siempre tienen por fin a Cristo" (LG 67).

     Cada uno de los títulos marianos puede ser estudiado bajo el punto de vista teológico (naturaleza, fundamento, significado preciso del título), pastoral (para anunciarlo y celebrarlo), espiritual (vivencia del título por parte de María y de la Iglesia). La sabiduría cristiana debe abarcar estos tres aspectos (teológico, pastoral, espiritual), privilegiando la vivencia de vida contemplativa, santa y misionera. Cualquier tema de teología, profundizado adecuadamente, es una llamada a la relación personal con Dios (por Cristo, en el Espíritu), a la perfección y a la misión. La espiritualidad mariana ayudará no sólo a profundizar los temas marianos en esta perspectiva, sino que también será una escuela para entrar con estas actitudes vivenciales y pastorales en todos los otros temas y tratados teológicos.

     La espiritualidad cristiana, por el hecho de fundamentarse en el misterio de Cristo, encuentra su dimensión mariana profundizando los títulos de María como Tipo de la Iglesia esposa. Por esto, la Iglesia, al considerar estos títulos, "llena de veneración entra más profundamente en el sumo misterio de la Encarnación y se asemeja más y más a su Esposo" (LG 65).

     La espiritualidad mariana, como aspecto fundamental de la espiritualidad cristiana, forma parte de "los deberes de los hombres redimidos hacia la Madre de Dios, Madre de Cristo y Madre de los hombres" (LG 54). Estos deberes se pueden concretar en los siguientes: conocerla, amarla, imitarla, invocarla (pedir su intercesión), celebrarla (culto)... (LG 66-67; SC 103). Siempre es en relación al Misterio de Cristo, que se quiere profundizar y vivir también en su faceta mariana y eclesial.[1]

     ¿Cómo estudiar la función o dimensión espiritual de los títulos marianos? La vida de María, como vida asociada a Cristo, refleja la misma vida cristiana de la Iglesia, como figura y Madre de la misma Iglesia:

 

Función materna (maternidad divina y espiritual)

Inmaculada ------------------------------ Asunta

Santidad, virginidad, glorificación

 

     Para poder estudiar la función vivencial (espiritual) de los títulos marianos, pueden tenerse en cuenta estos aspectos aplicables a cada uno de los títulos:

- La unión con Cristo y colaboración salvífica,

- la vivencia de María respecto a las gracias recibidas,

- la fuente de espiritualidad para la Iglesia,

- la incidencia de cada título en todo el camino de contemplación y perfección (María modelo y Madre),

- la celebración de cada título en la liturgia,

- el lugar e influjo de cada título en la historia salvífica.

 

     Cada título mariano hace referencia a los demás, especialmente cuando se trata de la vivencia del Misterio de Cristo. En la virginidad de María se hace patente la divinidad de Cristo; en su maternidad aparece la humanidad del Señor; en su colaboración se manifiesta la acción redentora de Cristo que quiere la cooperación de los redimidos. Ahí se fundamenta la fe cristiana hacia Cristo Dios, hombre y Salvador, que quiere salvar al hombre por medio del hombre. María, por medio de sus títulos o gracias recibidas, es transparencia de todo el misterio de Cristo, "reune en sí y refleja en cierto modo las verdades de la fe" (LG 65). La dignidad del hombre queda salvada por la total gratuidad de la redención y la cooperación libre de la persona humana a este proceso salvífico.

     La vida "espiritual", como fidelidad al Espíritu Santo para la imitación y unión con Cristo, encuentra en María la pauta a seguir. El Verbo entra en el corazón humano bajo la acción del Espíritu Santo, y quiere encontrar una fidelidad generosa que se convierta en fecundidad. Todo este camino cristológico y pneumatológico de la vida espiritual tiene a María como modelo y ayuda materna:

 

al Verbo

Virgen fiel  -------------------------  Madre fecunda

al Espíritu

 

     El "Jesús viviente", que debe formarse en cada corazón creyente, como prolongación o "complemento" de Cristo (cfr Ef 1,23; Col 1,24), debe encontrarse en cada persona y en toda la comunidad eclesial. María, por cada una de las gracias recibidas y por cada uno de sus títulos, es siempre "Tipo" de la Iglesia. Es, pues, modelo (ejemplo, figura), personificación e instrumento. En el misterio de la comunión de Iglesia, ella es, de modo particular, el punto de referencia y la ayuda que Cristo nos da para configurarnos con él, según los planes del Padre, bajo la acción santificadora del Espíritu.

 

ejemplo, personificación

María Tipo  -----------------------  Iglesia como María

influjo, ayuda

 

     Estudiando cada título mariano a la luz de María Tipo de la Iglesia, podría pasarse fácilmente a la realidad de la Iglesia como esposa, que debe ser fiel a Cristo Esposo en un proceso de santificación (perfección), contemplación (relación personal), misión. Si la eclesiología actual no recupera esta dimensión esponsal de la Iglesia, que es la base de la Escritura como "Alianza" y punto esencial de la doctrina patrística, difícilmente la comunidad cristiana se sentirá llamada a la santidad, a la celebración litúrgica y la acción evangelizadora.[2]

 

2. A partir de su función: Maternidad y mediación

     En estos títulos (maternidad y mediación) queremos incluir la función de María respecto al Misterio de Cristo: como Madre de Dios, asociada a Cristo Redentor, Madre nuestra (de cada creyente, de la comunidad eclesial)... Lo cual incluye la cooperación de María como respuesta a estos dones de Dios y el modo de actuar en su maternidad "espiritual": mediación, intercesión, "influjo salvífico" (LG 60). Para pasar a la espiritualidad mariana, hay que partir de la base teológica de cada uno de estos títulos.[3]

 

     A) Espiritualidad mariana a partir de la maternidad divina:

 

     La maternidad divina indica que María es la "madre del Señor" (Lc 1,43) y "la mujer" de la que nace Cristo el Hijo de Dios (Gal 4,4; cfr Lc 1,32; Mt 1,23). Esta verdad la ha afirmado siempre la Iglesia, como consta por el credo (Nicea), la expresión "theotokos" de las oraciones primitivas ("Sub tuum praesidium"), la definición de Efeso (a. 431), Calcedonia (451), etc. La maternidad de María dice relación a la "persona" de Jesús, el Hijo de Dios; es, pues, Madre de Dios en cuanto a la concepción y nacimiento humano del Hijo de Dios.

     La espiritualidad mariana, que deriva de este título, conduce al reconocimiento agradecido de este don gratuito: todo el camino de la salvación es "gracia", don de Dios. María es instrumento fiel, que se abre al don divino con plena conciencia y responsabilidad. La dignidad de una persona humana ha llegado al máximo grado, como instrumento del misterio de la encarnación del Verbo por obra del Espíritu Santo. María, con su maternidad divina, es figura de la maternidad de la Iglesia, la cual es también, aunque de modo ministerial, instrumento de la filiación divina participada.[4]

 

     B)Espiritualidad mariana a partir de la asociación a Cristo Redentor:

 

     La maternidad divina de María es, de hecho, "asociación" a Cristo Redentor. Ella queda asociada a su Hijo como "la mujer" (Jn 2,4; 19,26), la que tiene que correr la misma "suerte" por ser fiel a la Palabra ("espada": Lc 2,35). De hecho, a María la han llamado los Santos Padres: Nueva Eva, Esposa del Verbo, asociada a Cristo... (LG 56; 58, 63). Ella, "guiada por el Espíritu Santo, se consagró al ministerio de la redención de los hombres" (PO 18). La maternidad de María indica, pues, una relación especial ("esponsal") respecto a su Hijo, como figura de la Iglesia esposa (Apoc 12,1ss; LG 63-65).

     La espiritualidad mariana que deriva de esta realidad de asociación, comunica a la vida espiritual una línea eclesial: fe y sentido de Iglesia, amor a la Iglesia, servicio de Iglesia... Al mismo tiempo y como punto de referencia, es espiritualidad eminentemente cristológica, como fidelidad de asociación a Cristo Esposo.[5]

 

C) Espiritualidad mariana a partir de la maternidad espiritual respecto a los fieles y a la Iglesia:

 

     La maternidad "espiritual" de María se relaciona directamente con la "espiritualidad" cristiana. El encargo que ella recibe ("he aquí a tu hijo": Jn 19,26) y la repuesta del "discípulo amado" ("he aquí a tu madre... la recibió en su casa": Jn 19,27), ha sido siempre interpretado por la Iglesia como una verdadera maternidad espiritual respecto a los fieles y también respecto a la misma Iglesia. María es "verdadera madre de los miembros (de Cristo)..., por haber cooperado con su amor a que naciesen en la Iglesia los fieles, que son miembros de aquella Cabeza"[6]. Por esta misma cooperación, "es nuestra madre en el orden de la gracia" (LG 61). Es una "nueva maternidad según el Espíritu" (RMa 21), que se manifiesta y realiza en diversas etapas: Encarnación, Cruz, Pentecostés, vida de la Iglesia. "Y esta maternidad de María perdura sin cesar en la economía de la gracia, desde el momento en que prestó fiel asentimiento en la Anunciación, y lo mantuvo sin vacilación al pie de la Cruz, hasta la consumación perfecta de todos los elegidos" (LG 62; cfr RMa 45).[7]

     La actitud del "discípulo amado", de recibirla como madre, indica una relación de dependencia espiritual, a modo de "comunión de vida" (RMa 45): la recibe entre sus cosas o dones espirituales que provienen de Jesús. "La tomó consigo, no en sus heredades, porque no poseía nada propio, sino entre sus obligaciones que atendía con premura".[8]

     Esta maternidad de María es recibida por la Iglesia en cuanto tal: "la Iglesia católica, instruida por el Espíritu Santo, la venera como a madre amantísima, con afecto de piedad filial" (LG 53). Al proclamar a María como Madre de la Iglesia, Pablo VI indicó también su sentido: "Madre de todo el Pueblo de Dios, tanto de los fieles como de los pastores"[9]. La maternidad mariana, "espiritual" o "según el Espíritu", se realiza "en la Iglesia y por medio de la Iglesia" (RMa 24; cfr. 44, 47).[10]

     La Iglesia aprende de María su propia maternidad ministerial. Esta maternidad eclesial se relaciona, pues, con la maternidad de María como modelo y ayuda de quien depende: "la Iglesia, contemplando su arcana santidad e imitando su caridad, y cumpliendo fielmente la voluntad del Padre, también ella es hecha Madre por la palabra de Dios fielmente recibida: en efecto, por la predicación y el bautismo engendra para la vida nueva e inmortal a los hijos concebidos por el Espíritu Santo y nacidos de Dios" (LG 64); "en su obra apostó­lica, con razón, la Iglesia mira hacia aquella que engendró a Cristo, concebido por el Espíritu Santo y nacido de la Virgen, precisamente para que por la Iglesia nazca y crezca también en los corazones de los fieles" (LG 65). María es figura de la Iglesia virgen y madre, "como modelo tanto de la virgen como de la madre" (LG 63).[11]

     La espiritualidad mariana de la Iglesia respecto a María su Madre, se puede concretar en diversas actitudes:

 

- Actitud relacional, teniendo en cuenta la presencia activa y materna de María,[12]

- actitud de imitación, especialmente respecto a su fidelidad virginal que la hizo Madre de Dios y Madre nuestra (LG 64),

- actitud de amor filial que, además de la relación, incluye la alegría por el lugar que ocupa en los planes salvíficos de Dios (LG 53),

- actitud de dependencia respecto a su maternidad (LG 62-65), que es de "influjo salvífico" (LG 60), puesto que "cuida de los hermanos de su hijo" (LG 62), "a cuya generación y educación coopera" (LG 63),

- actitud de petición, tanto en la oración privada como en la litúrgica, reconociendo su función materna de intercesión (LG 62),

- actitud de "comunión de vida" (RMa 45, nota 130), que traduce la actitud relacional en interrelación familiar permanente, para la configuración con Cristo por obra del Espíritu.[13]

 

D) Espiritualidad mariana a partir de la mediación de María:

 

     La "mediación" es una función de la maternidad espiritual de María. Por esto, "la mediación está íntimamente unida a su maternidad y posee un carácter específicamente materno" (RMa 38). Su mediación es materna, puesto que se relaciona con el encargo de Jesús que ella tiene que cumplir en el decurso de la historia eclesial: "Ahí tienes a tu hijo" (Jn 19,26). Su función materna es de "intercesión" (LG 62) o de "mediación" (LG 60), que ella ejerce con afecto materno y con una presencia activa en la misma Iglesia.

     El concilio Vaticano II señala algunos aspectos de la mediación mariana: subordinación a Cristo, participación en su única mediación como figura de la Iglesia (que es un conjunto de mediaciones), cooperación e intercesión (LG 60-62)[14]. La encíclica "Redemptoris Mater" relaciona la medicación de María con su maternidad, mientras, al mismo tiempo, indica la "presencia activa y materna" de María en la Iglesia (RMa 1, 24, 28, 48, 52).[15]

     Dios actúa por medio de "causas segundas". La novedad del cristianismo estriba en el misterio de la Encarnación del Verbo, que hace posible que Dios salve al hombre por medio del mismo hombre (según la doctrina patrística). Por esto Jesús es "el único Mediador entre Dios y los hombres" (1Tim 2,5-6), como Verbo encarnado (Jn 1,14), Redentor y "Salvador del mundo" (Jn 4,42). La Iglesia es el "complemento" de Cristo (Ef 1,23), su prolongación en el tiempo, como conjunto de personas, llamadas ("convocadas"), con gracias especiales ("carismas") para servicios concretos ("ministerios"). La Iglesia es, pues, un conjunto de "mediaciones" a modo de transparencia e instrumento de Cristo; el Señor actúa "por medio de la Iglesia" (Ef 3,10) que es su cuerpo, esposa, sacramento o signo portador... María es Tipo de esta Iglesia mediadora, su personificación, como ocupando un puesto singular en el modo de participar (como Madre) en la única mediación de Cristo.

     La espiritualidad mariana que deriva de la mediación puede concretarse con estas líneas:

 

- Actitud relacional de unirse a la oración de María y de pedir su intercesión,

- actitud de imitación de su modo de actuar en la comunión de los santos y en la Iglesia,

- actitud de servicio por parte de los carismas recibidos para "edificar" la Iglesia (Rom 15,2; 1Cor 12; 14,3.12),

- actitud de fidelidad a la gracia de Cristo, para que María pueda realizar su mediación materna,

- actitud de agradecimiento al Señor por la mediación materna de María,

- actitud de autenticidad reconociendo la realidad de la mediación de María en la propia vida y en la vida de la Iglesia,

- actitud de sentido y amor de Iglesia, como conjunto de mediaciones, que encuentra en María Medianera su Tipo y Madre.

 

3. A partir de su santidad y glorificación

     Todos los títulos marianos quedan íntimamente entrelazados, como aspectos de un mismo misterio: el de la maternidad virginal y santa de quien es Madre de Dios y Madre nuestra, asociada al Redentor, Tipo de la Iglesia. Esta realidad mariana forma parte del Misterio de Cristo, que ha nacido de María y la ha asociado de modo permanente a su obra redentora. Los títulos que hemos resumido en el apartado anterior, se refieren más a la función de María. Hay otros títulos que indican la gracia que ha recibido para ejercer dignamente su función de Madre de Dios. Si consideramos estos títulos en línea cronológica, hay que empezar por la Inmaculada Concepción y terminar por su Asunción y glorificación (realeza). Pero ella es siempre llena de gracia, toda santa, siempre Virgen.

 

A) Espiritualidad mariana a partir de la santidad de María: Inmaculada, toda santa, llena de gracia:

     María "la llena de gracia" (kejaritomene) (Lc 1,,28), ha sido plenamente "transformada" por la acción salvífica de Dios. El don ("gracia"), que ha recibido es conforme a su misión de Madre de Dios y asociada a Cristo (según los planes salvíficos de Dios), como amada y elegida por Dios de modo permanente. María es "toda santa", sin pecado personal ni original, siempre fiel y abierta a la acción de la gracia.[16]

     María es Inmaculada, sin pecado original y sin sus consecuencias pecaminosas (desórdenes, etc.)[17]. Ella fue "enriquecida desde el primer instante de su concepción con el resplandor de una santidad enteramente singular" (LG 56). Si por los dones recibidos, María "aventaja con creces a todas las otras criaturas celestiales y terrenas", ello es debido al hecho de ser "redimida de modo eminente, en previsión de los méritos de su Hijo" (LG 53).

     Esta santidad mariana no excluye un proceso o crecimiento, que equivale a su respuesta siempre fiel a las nuevas gracias y en las nuevas situaciones. Es el camino de la fe, que es siempre avanzando en la oscuridad hasta llegar a la visión en el más allá: "Así también la Bienaventurada Virgen avanzó en la peregrina­ción de la fe y mantuvo fielmente la unión con su Hijo hasta la Cruz" (LG 58; cfr RMa 2, 5-6).[18]

     La espiritualidad mariana que deriva de esta santidad presenta unos matices que ayudan a profundizar la santidad cristiana, tomando a María como modelo y ayuda materna:

 

- Fidelidad a la gracia, a la acción y vida divina en el corazón y en la comunidad,

- fidelidad a los planes salvíficos de Dios sobre cada uno y con repercusión en toda la humanidad,

- fidelidad a la palabra de Dios y a la acción del Espíritu Santo (virtudes y dones),

- perseverancia en el camino oscuro de la fe, como unión con Cristo en su caminar hacia la cruz,

- volver al rostro primitivo del ser humano o inocencia original en su sentido profundo de apertura total al "primer amor" (Apoc 2,4), sin ceder a las tendencias desordenadas[19],

- sentido de responsabilidad de las propias acciones positivas y negativas respecto a toda la familia humana y a la historia,

- confianza en la redención de Cristo que ha querido a María como su fruto más excelso,

- valerse de la intercesión de María "para obtener del Espíritu la capacidad de engendrar a Cristo en su propia alma" (MC 26),

- sentir la vocación eclesial a la santidad, colaborando en la renovación y misión de la Iglesia.[20]

 

B) Espiritualidad mariana a partir de la virginidad de María:

 

     La virginidad de María es, en la armonía de la revelación, la "señal" para saber que Jesús es el "Emmanuel", Dios con nosotros (Mt 1,23; Is 7,10-16). María llega a ser madre "por obra del Espíritu Santo" (Mt 1,18), que la ha "cubierto con su sombra" (Lc 1,35), para poder "concebir" al "Hijo del Altísimo" (Lc 31-32; Gal 4,4). La fe de la Iglesia se ha expresado en el Credo desde los primeros tiempos: "el Hijo de Dios se ha encarnado por obra del Espíritu Santo en el seno de María la Virgen".[21]

     Jesús, "su Hijo primogénito, lejos de disminuir consagró su integridad virginal" (LG 57), puesto que fue concebido, gestado y dado a luz virginalmente. Por esto, María "es siempre Virgen, en el parto y después, como siempre ha creído y profesado la Iglesia católica".[22]

     La virginidad de María es una señal de la divinidad de Jesús y de su resurrección, siempre como fruto de la misma redención obrada por el Señor. Todo el ser de María, de modo permanente, pertenece esponsalmente a Cristo: "recibió al Verbo de Dios en su alma y en su cuerpo y dio la Vida al mundo" (LG 53). La virginidad de María tiene, pues, una dimensión cristológica, como de quien "se consagró totalmente a la persona y a la obra de su Hijo" (LG 56). Y tiene también dimensión eclesiológica, como Tipo de la Iglesia virgen (y esposa) fiel: "Porque en el misterio de la Iglesia que con razón también es llamada madre y virgen, la Bienaventurada Virgen María la precedió, mostrando en forma eminente y singular el modelo de la virgen y de la madre, pues creyendo y obedeciendo engendró en la tierra al mismo Hijo del Padre, y esto sin conocer varón, cubierta con la sombra del Espíritu Santo, como una nueva Eva" (LG 63)[23]. Por su virginidad, María es madre perfecta (dimensión antropológica); es la única madre que ha hecho de su concepción, gestación y parto, una donación total al hijo. Y esa misma virginidad dice relación a la futura glorificación de asunta en cuerpo y alma a los cielos (dimensión escatológica).

     María es Virgen no sólo en su cuerpo, sino también y principalmente en toda su interioridad ("corazón"), abierta a la declaración de amor por parte del Dios de la Alianza, sellada por la sangre de Cristo Esposo. En el corazón y en todo el ser de María entra plenamente la "palabra" de la nueva Alianza (Lc 1,38), que es modelo de la respuesta que debe dar la Iglesia esposa: "haced lo que él os diga" (Jn 2,5; Ex 24,7).

     La expresión patrística "siempre Virgen" (aeiparthenos) indica su fidelidad e integridad permanente, que es don de Dios, fruto de la redención de Cristo, para ser figura de la Iglesia virgen y esposa fiel, la cual "contemplándola a la luz del Verbo hecho hombre, entra más a fondo en el misterio de la encarnación y se asemeja cada día más a su Esposo" (LG 65).[24]

     La espiritualidad mariana que deriva de la virginidad de María es eminentemente eclesial. A la luz de esta verdad, la espiritualidad cristiana es un camino de bodas o de desposorio con Cristo. La virginidad de María (y la de las personas llamadas a vivir este carisma) es un signo fuerte de lo que debe ser el "espíritu" esponsal de toda la Iglesia. La virginidad de María ilumina y ayuda en todo el camino espiritual:

- Camino de vocación: como llamada a correr la misma suerte de Cristo Esposo,

- camino de contemplación: como apertura relacional a la palabra de Cristo Esposo,

- camino de perfección: para unirse y configurarse con Cristo Esposo bajo la acción de Espíritu Santo,

- camino de comunión: como vivencia de una familia centrada en Cristo Esposo y como reflejo de la comunión trinitaria,

- camino de misión: para llevar a efecto los intereses de Cristo Esposo.

 

     A la luz de la virginidad de María, la vida de seguimiento evangélico radical recobra su sentido de desposorio en cinco dimensiones:

- dimensión cristológica: relación, encuentro, imitación, seguimiento, configuración...,

- dimensión eclesiológica: expresión fuerte de la fidelidad de la Iglesia esposa, disponibilidad para servir a la Iglesia,

- dimensión antropológica: como perfección humana de afectividad profunda (amistad con Cristo) y de fecundidad espiritual y apostólica,

- dimensión escatológica: como signo de una realidad de glorificación futura con Cristo resucitado,

- dimensión misionera: la castidad "por el Reino" (Mt 19,12) se convierte en instrumento eficaz para "predicar el Reino de Dios" (Act 28,31) a fin de "recapitular todas las cosas en Cristo" (Ef 1,10).

 

     En la virginidad de María aparece la novedad de la vida espiritual cristiana, como caridad de desposorio con Cristo. En el camino "espiritual", que pasa por el corazón, Dios se hace presente como Esposo, el Verbo hecho nuestro hermano, para entablar relaciones de desposorio hacia un encuentro pleno y definitivo.

 

C) Espiritualidad mariana a partir de la Asunción y realeza

 

     María ha sido asunta a los cielos, es decir, glorificada en cuerpo y alma: "terminado el curso de la vida terrena, en alma y cuerpo fue asunta a la gloria celestial y enaltecida por el Señor como Reina del Universo, para que se asemejará más plenamente a su Hijo, Señor de los que dominan (Apoc 19,16) y vencedor del pecado y de la muerte" (LG 59)[25]. Es la expresión, "la gran señal" (Apoc 12,1), de la victoria de Cristo Redentor sobre el pecado y sobre la muerte. En la Asunción de María se descubre la íntima relación entre la Inmaculada Concepción, la virginidad, la maternidad divina, la virginidad... Ningún título queda aislado ni en un nivel secundario, puesto que en todos ellos aparece la realidad del misterio de Cristo, Hijo de Dios, hombre, Salvador.

     La glorificación de María indica también su "Realeza", como "coronada" por el hecho de ser Madre de Cristo Rey, asociada a su obra salvífica, excelsa por la santidad. Es, pues Reina por maternidad, por asociación y por excelencia.[26]

     Tanto la Asunción como la Realeza de María indican un aspecto y función de su maternidad espiritual. Así puede continuar acompañando a los creyentes y a toda la Iglesia, en el camino hacia el encuentro definitivo con Cristo, como "la gran señal... la mujer vestida de sol" (Apoc 12,1).

     En todos sus títulos (gracias recibidas) María es figura de la Iglesia. Su Asunción y Realeza indican una glorificación final que, como fruto de la resurrección de Cristo, ya se ha realizado en María. La Iglesia tiende, en su camino de peregrinación, hacia esa misma meta: "La Madre de Jesús... ya glorificada en los cielos en cuerpo y alma, es la imagen y princi­pio de la Iglesia que ha de ser consumada en el futuro siglo" (LG 68). "La Iglesia ha alcanzado en la Santísima Virgen la perfección" (LG 65). Somos un pueblo sacerdotal y real (1Pe 2,9), que encuentra en María su figura excelsa.

     Esta realidad mariana la hace más cercana, con la posibilidad de seguir asociada a Cristo resucitado presente en la Iglesia. Ella está presente de modo activo y materno. Por esto, "en esta tierra, hasta que llegue el día del Señor (cfr 2 Pe 3,10), antecede con su luz al Pueblo de Dios peregrinante como signo de esperanza y de consuelo hasta que llegue el día del Señor" (LG 68).

     La espiritualidad mariana que deriva de la Asunción y Realeza presenta unas líneas armónicas:

- dimensión de inserción en el presente para hacerlo pasar, por el amor, hacia la vida definitiva,

- dimensión de trascendencia, señalando el encuentro final ("escatología"),

- dimensión de esperanza, en la confianza de que ya se tiene una garantía de llegar, y en la tensión hacia una meta que todavía no ha llegado,

- dimensión de antropología integral, puesto que el ser humano forma una unidad, cuerpo y alma, cuya separación no puede ser definitiva,

- dimensión de gozo pascual anticipado, al considerar y celebrar algo que es parte integrante de la historia humana y que, por la comunión de los santos, pertenece a todos: la glorificación de la Madre de Dios y Madre nuestra.[27]

 

                   Selección bilbiográfica

 

AA.VV.,Fundamentos teológicos de la piedad mariana, "Estudios Marianos" 48 (1983).

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Nota: Ver estudios sobre la espiritualidad mariana en los capítulos II y III. Sobre otros temas marianos tratados en el presente capítulo: Tipo de la Iglesia (nota 2); asociada a Cristo y corredentora (nota 5); maternidad espiritual (nota 7); Madre de la Iglesia (nota 11); mediación (notas 14-15); santidad (nota 16); Inmaculada (nota 17); virginidad (nota 24); Asunción y Realeza (nota 26). Sobre el culto y devoción mariana: capítulos IX-X.



    [1]AA.VV., Fundamentos teológicos de la piedad mariana, "Estudios Marianos" 48 (1983); AA.VV., Culto y piedad mariana hoy, la exhortación "Marialis Cultus", "Estudios Marianos" 43 (1978); B. CUEVA, Al Hijo por la Madre, Espiritualidad mariana, Madrid, PPC 1986; A. DAVID, La dévotion à la Sainte Vierge, en: Maria V, 691-720. Ver estudios sobre la espiritualidad mariana en el capítulo II. Sobre la piedad y devoción mariana, en el capítulo IX.

    [2]Al subrayar el título mariano de Tipo de la Iglesia, el Vaticano II, señala la línea vivenvial: "La Bienaventurada Virgen, por el don y la prerrogativa de la maternidad divina, con la que está unida al Hijo Redentor, y por sus singulares gracias y dones, está unida también íntimamente a la Iglesia. La Madre de Dios es Tipo de la Iglesia, orden de la fe, de la caridad y de la perfecta unión con Cristo" (LG 63). L. DEISS, Marie, Fille de Sion, Bruges 1959; J. ESQUERDA BIFET, Significado salvífico de María como Tipo de la Iglesia, "Ephemerides Mariologicae" 17 (1967) 89-120; Idem, La maternidad de María y la sacramentalidad de la Iglesia, "Estudios Marianos" 26 (1965) 231-274; J. GALOT, Marie, Type et modèle de l'Église, in: L'Église du Vatican II, Paris, 1966, III; O. SEMMELROTH, Marie, Archétype de l'Église, Paris, Fleurs 1968; M. THURIAN, Maria, Madre del Signore, Immagine della Chiesa, Brescia, Morcelliana 1964.

    [3]Para todo este capítulo, nos remitimos a los tratados actuales de mariología. Ver: D. BERTETTO, Maria la Serva del Signore, Mariologia, Napoli, Dehoniane 1988; A. Mª CALERO, María en el misterio de Cristo y de la Iglesia, Madrid, Edit. CCS 1990; J.M. CARDA, El misterio de María, Madrid, Soc. Educ. Atenas 1986; C. COUTRY, Le mystère de la Vierge Marie, Théologie Mariale, Paris 1971; A. DE PEDRO, Madre de Dios, Madre de los hombres, imagen de la Iglesia, Madrid, Paulinas 1989; J. ESQUERDA BIFET, Mariologia per una Chiesa missionaria, Roma, Pont. Univ. Urbaniana 1988; Idem, Maria en la missió de l'Església, Barcelona, Facultat de Teologia 1981; Idem, La gran señal, María en la misión de la Iglesia, Barcelona, Balmes 1983; S. DE FIORES, Maria Madre di Gesù, Roma 1992; G. GIRONES, La humanidad salvada y salvadora, tratado dogmático de la Madre de Dios, Valencia 1969; C.I. GONZALEZ, María, Evangelizada y Evangelizadora, Bogotá, CELAM 1988; (Inst. I. Teología a Distancia), María la Madre del Señor, Madrid 1986; R. LAURENTIN, Court traité de théologie mariale, Paris, Lethielleux 1968; Idem, La Vergine Maria, Roma, Paoline 1984; A. MARTINEZ SIERRA, María, Madre del Señor, Madrid, Inst. Teol. Dist. 1986; L. MELOTTI, Maria la Madre dei viventi, compendio di Mariologia, Leumann, LDC 1986; M.J. NICOLAS, Theotocos, el misterio de Maria, Barcelona, Herder 1967; A. ROYO, La Virgen María, Madrid, BAC 1968;C. POZO, María en la obra de salvación, Madrid, BAC 1974; G. ROSCHINI, Maria Santissima nella storia della salvezza, Roma, Pisani 1969; S. VERGES, María en el misterio de Cristo, Salamanca, Sígueme 1972; C. VOLLERT, A Theology of Mary, New York 1965.

    [4]La actitud espiritual supone tomar conciencia y responder con fidelidad generosa. Cuando decimos "conciencia", queremos indicar el conocimiento profundo, que no es necesario que llegue a "conceptos" teológicos. La gracia puede actuar en estos niveles más profundos sin necesidad de comunicar "ciencia" teológica.

    [5]Los teológos que exponen este tema lo hacen en torno a los títulos de "asociada", "corredentora", "Tipo" de la Iglesia, etc. Además de las notas anteriores, ver: L. CIGNELLI, Maria Nuova Eva nella patristica greca, Assisi, Porciuncula 1966; M. CUERVO, Maternidad divina y corredentora mariana, Villava, OPE 1967; S. FOLGADO, María asociada a Cristo en el misterio redentor, en: Enciclopedia mariana posconciliar, Madrid, Coculsa 1975, 375-389; E. LLAMAS, Puesto de María en la economía de la Redención, "Estudios Marianos" 32 (1969) 149-230; E. SCHILLEBEECKX, Mère de la Rédemption, Paris, Cerf 1963.

    [6]LG 53, citando a San Agustín, De s. virginitate 6: PL 40,399.

    [7]Los autores que han estudiado la maternidad espiritual de María, ofrecen muchos datos de espiritualidad mariana. Ver: AA.VV., La maternité spirituelle de Marie, Paris, Lithielleux 1962; I. DE LA POTTERIE, La Parole de Jésus: 'Voici ta Mère' et l'acceuil du disciple, "Marianum" 1 (1974) 1-39; J. ESQUERDA BIFET, La maternidad espiritual de María en el capítulo VIII de la constitución sobre la Iglesia del Vaticano II, "Ephemerides Mariologicae" 16 (1966) 95-138; D.J. FRENAUD, La función propia de María es siempre de Madre, "Estudios Marianos" 28 (1966) 101-144; T. KOEHLER, La maternité spirituelle de Marie, en: Maria, I, 573-601; L. MELOTTI, Maria e la sua missione materna, Torino, LDC 1974; J.M. SALGADO, La maternité spirituelle de la Très Sainte Vierge Marie, "Divinitas" 16 (1972) 17-102.

    [8]SAN AGUSTIN, In Ioan. Envag. tract. 119,3: CCL 36,659; citado por RMa 45, nota 130.

    [9]PABLO VI, Aloc. al final de la tercera etapa conciliar, 21 nov. 1964: AAS 1964, 1007-1018.

    [10]"Las palabras que Jesús pronuncia desde lo alto de la Cruz significan que la maternidad de su madre encuentra una 'nueva' continuación en la Iglesia y a través de la Iglesia, simbolizada y representada por Juan. De este modo, la que como 'llena de gracia' ha sido introducida en el misterio de Cristo para ser su Madre, es decir, la Santa Madre de Dios, por medio de la Iglesia permanece en aquel misterio como 'la mujer' indicada por el libro del Génesis al comienzo y por el Apocalipsis al final de la historia de la salvación. Según el eterno designio de la Providencia la maternidad divina de María debe derramarse sobre la Iglesia, como indican algunas afirmaciones de la Tradición para las cuales la 'maternidad' de María respecto de la Iglesia es el reflejo y la prolongación de su maternidad respecto del Hijo de Dios" (RMa 24).

    [11]Los estudios sobre la maternidad de María no dejan de señalar la relación con la Iglesia en cuanto sacramento y en cuanto misionera. D. BERTETTO, Maria Madre della Chiesa, Catania, Paoline 1965; K. DELHAYE, Ecclesia mater chez les Pères des trois premiers siècles, Paris, Cerf 1964; J. ESQUERDA BIFET, L'azione dello Spirito Santo nella maternità e missionarietà della Chiesa, en: Credo in Spiritum Sanctum, Lib. Edit. Vaticana 1983, 1293-1306; Idem, María Madre de la Iglesia, Bilbao, Desclée 1968; Idem, La maternidad de María y la sacramentalidad de la Iglesia, "Estudios Marianos" 26 (1965) 231-274; J. GALOT, Théologie du titre "Mère de l'Eglise", "Ephemerides Mariologicae" 32 (1982) 159-173; Idem, Marie, Type et modèle de l'Eglise, en: L'Eglise du Vatican II, vol. III, Paris 1966; I. LECUYER, Marie et l'Eglise comme Mère et Epouse du Christ, "Etudes Mariales" (1952) 23-41; R. SPIAZZI, La Vergine Maria, Madre de la Chiesa, Roma, Città Nuova 1966; U. VANNI, Dalla maternità di Maria alla maternità della Chiesa, "Rassegna di Teologia" 26 (1985) 28-47.

    [12]Juan Pablo II, en la "Redemptoris Mater", al hablar de la "espiritualidad mariana", señala precisamente este aspecto relacional con María presente en la Iglesia: "deseo poner de relieve la especial presencia de la Madre de Dios en el misterio de Cristo y de su Iglesia" (RMa 48). Por esto, la Iglesia "la ve maternalmente presente y partícipe en los múltiples y complejos problemas que acompañan hoy la vida de los individuos, de las familias y de las naciones" (RMa 52).

    [13]"El cristiano, como el apóstol Juan, acoge entre sus cosas propias a la Madre de Cristo y la introduce en todo el espacio de su vida interior, es decir, en su 'yo' humano y cristiano" (RMa 45).

    [14]Ver estudios postconciliares: D. BERTETTO, La mediazione di Maria nel Magistero del Vaticano II, "Euntes Docete" 40 (1987) 597-620; O. DOMINGUEZ, La mediación mariana según el concilio Vaticano II, "Estudios Marianos" 28 (1966) 211-252; A. LUIS, La mediación universal de María en el cap. VIII de la "Lumen Gentium", "Estudios Marianos" 30 (1968) 131-184; S. MEO, Le tematiche teologiche attuali intorno alla funzione materna di Maria verso gli uomini, en: Il ruolo di Maria nell'ogg della Chiesa e del mondo, Roma 1979, 35-67; W.G. MOST, The nature of Mary's intercession, its scriptural basis, "Marian Studies" 25 (1971) 27-48; G.M. ROSCHINI, La mediazione di Maria oggi, Roma, "Marianum" 1971; E. SAURAS, La mediación maternal de María en el concilio Vaticano II, "Estudios Marianos" 30 (1968) 189-233. Ver síntesis del tema y bibliografía actual en: Mediadora (S. Meo), Nuevo Diccionario di Mariología, Madrid, Paulinas 1988, 1304-1320.

    [15]AA.VV., Redemptoris Mater, contenuti e prospettive dottrinali e pastorali, Atti del convegno di studio..., Roma, Pont. Accademia Internazionale 1988: S. MEO, La "Mediazione materna" di Maria nell'Enciclica "Redemptoris Mater", ibidem 131-157; J. ESQUERDA BIFET, La mediación de María, aspectos específicos de la encíclica, "Ephemerides Mariologicae" 39 (1989) 237-254.

    [16]Cfr. Conc. Trid. sess. VI, c.23: CTr 5, 791ss; J. CASCANTE, Santidad de la Madre de Dios, en: Enciclopedia mariana posconciliar, Madrid, Coculsa 1975, 363-373; St. DE FIORES, "Tutta santa" nello Spirito: ambiti teologici della santità di Maria, en: Maria nel Catechismo della Chiesa Cattolica, Roma, Centro Cultura Mariana 1993, 104-118; J. GALOT, La sainteté de Marie, en: Maria, VI, 417-448; R. LAURENTIN, Sainteté de Marie et de l'Eglise, "Etudes Mariales" 11 (1953) 1-27; E.M. TONIOLO, La santitá personale di Maria nel contesto dell'antropologia cristiana oggi, en: Sviluppi teologici postconciliari e mariologia, Roma, Marianum 1977, 77-102.

    [17]Enc. "Ineffabilis Deus", Pío IX, 1854: DS 2803. Ver en los manuales de mariología (citados en la nota 3) el tema de la Inmaculada. AA.VV., Virgo Immaculata, Acta Congressus internationalis..., Romae, PAMI 1954.

    [18]"Redemptoris Mater" describe esta fe de María como "una particular fatiga del corazón, unida a una especie de 'noche de la fe' -usando una expresión de San Juan de la Cruz-, como un 'velo' a través del cual hay que acercarse al Invisible y vivir en intimidad con el misterio" (RMa 17; cita a San Juan de la Cruz: Subida del Monte Carmelo, lib. II, cap. 3,4-6).

    [19]"A partir del 'fiat' de la humilde Esclava del Señor, la humanidad comienza su retorno a Dios y en la gloria de la 'Toda Hermosa' descubre la meta de su camino" (MC 28).

    [20]El deseo verdadero de santidad incluye tanto el amor a María como el amor a la Iglesia: "el amor a la Iglesia se traducirá en amor a María y viceversa" (MC 28). La espiritualidad mariana de los santos es eminentemente eclesial: AA.VV., Mysterium Ecclesiae et conscientia sanctorum, Roma Teresianum 1967.

    [21]DS 10-64; Mansi, II, 666s.

    [22]PABLO VI, "Signum Magnum": AAS  59 (1967) 469.

    [23]La eclesiología actual necesitaría poner más de relieve esta realidad esponsal de la Iglesia, que es línea eminentemente bíblica, litúrgica y patrística. Este vacío no favorece el amor a la Iglesia y la fidelidad generosa en la vida sacerdotal y consagrada. A. ANTON, La Iglesia de Cristo, Madrid, BAC 1977; L. BOUYER, L'Église de Dieu, Paris, Cerf 1970; CH. JOURNET, L'Église du Verb Incarné, Paris, Desclée 1969; G. PHILIPS, L'Église et son mystère, Paris, Declée 1967.

    [24]La perpetua virginidad de María no es, pues, un dato secundario de la revelación. Sin este dato, no aparecería la naturaleza de la Iglesia como esposa fiel y fecunda. J.A. de ALDAMA, La maternité virginiale de Notre Dame, en: Maria, VII, 117-152; R. BROWN, La concezione verginale e la risurrezione corporea di Gesú, Brescia, Queriniana 1977; J.A. FITZMYER, The Virginal Conception of Jesus in the New Testament, "Theological Studies" 34 (1973) 541-575; J. GALOT, La conception virginale du Christ, "Gregorianum" 49 (1968) 637-666; J.H. NICOLAS, La Virginité di Marie, Friburg 1962; G.M. ROSCHINI, La Verginità di Maria oggi, Roma, Cor Unum 1970; F.P. SOLA, O. DOMINGUEZ, María, siemrpe Virgen, en: Enciclopedia mariana posconciliar, Madrid, Coculsa 1975, 349-362.

    [25]PIO XII, "Munificentisimus Deus": AAS 42 (1950).

    [26]PIO XII, "Ad caeli Reginam": AAS 46 (1954) 633-636. Cfr. AA.VV., Biblioteca Assumptionis B.V. Mariae, Romae 1948ss; AA.VV., Mariae potestas regalis, en: Ecclesia et Maria, Roma 1959, V, 1-237. A.G. AIELLO, Sviluppo del dogma e tradizione a proposito della defizione dell'Assunzione di Maria, Roma, Città Nuova 1979; O. DOMINGUEZ, María asociada a Cristo en su triunfo, en: Enciclopedia mariana posconciliar, Madrid, Coculsa 1975 391-399; J. GALOT, Le mystère de l'Assomption, en: Maria, VII, 153-237; G.M. ROSCHINI, La royauté de Marie, en: Maria, I, 601-618. Ver otros estudios sobre la Asunción y Realeza de María en los manuales de Mariología citados anteriormente.

    [27]Algunos tratados de escatología juegan con la imaginación respecto al tiempo intermedio entre nuestra muerte y la resurrección final, olvidando que, para nosotros, esta gracia sólo será en "el último día" (Jn 11,24). Imaginar que en Dios no hay tiempo y que, por tanto, cuando pasamos a él por la muerte, ya resucitamos, es un sofisma que emplea la noción de "tiempo" aplicándola unívocamente a Dios y al ser creado. Entonces la Asunción de María no tendría razón de ser... Por esta misma imaginación, se podría llegar a la conclusión absurda de que al pasar a Dios (que no tiene tiempo) pasaríamos también a cuando todavía no había sido creado nada... La fe en la Asunción de María, como en todos sus títulos, nos hace entrar en el equilibrio de las verdades cristianas.

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