Lunes, 11 Abril 2022 10:47

III. DIMENSIONES FUNDAMENTALES DE LA ESPIRITUALIDAD MARIANA

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         III. DIMENSIONES FUNDAMENTALES DE LA ESPIRITUALIDAD MARIANA

 

1.Dimensión bíblica: María en la historia de salvación y en el primer anuncio del evangelio

 

2.Dimensión trinitaria, cristológica, pnneumatológica

 

3.Dimensión eclesial: comunitaria, ecuménica, litúrgica, escatológica

 

1.Dimensión bíblica: María en la historia de salvación y el primer anuncio del evangelio

 

      A) Líneas bíblicas de espiritualidad mariana:

 

      Cualquier tema cristiano, también los temas de espiritualidad, debe ser tratado a partir de la palabra de Dios: palabra revelada, inspirada, predicada, celebrada, contemplada... Esta "palabra" es el mismo Jesús en cuanto "Verbo" encarnado. La "espiritualidad" es una actitud de escucha respecto a la palabra: recibirla tal como es, dejarse cuestionar por ella, pedir luz y fuerza, dejarse transformar por ella... La espiritualidad mariana es esta misma actitud de escucha, tomando a María como modelo y ayuda (Lc 2,19.51).[1]

      Si decimos dimensión bíblica, queremos indicar con ello las líneas de espiritualidad que sobresalen en los textos inspirados de la Escritura, especialmente aquellas líneas que pueden relacionarse más con María en el campo de la espiritualidad.[2]

      Podríamos resumir estas líneas en las siguientes:

 

      1ª) Presencia y cercanía salvífica de Dios:

      En el conjunto de los textos escriturísticos y de la historia de salvación, aparece la línea de presencia, cercanía y epifanía de Dios, que habla, acompaña, alienta, corrige... Es "Yavé", el que es y sostiene la vida de su pueblo en todo momento (Ex 3,14). Esta presencia activa tiene, en el Antiguo Testamento, su punto culminante en la expresión "Emmanuel", Dios con nosotros (Is 7,14). Jesús es el Emmanuel. María es la Madre del Emmanuel (Mt 1,23). La espiritualidad mariana se traduce en una actitud relacional con Dios manifestado en Jesús su Hijo.

 

      2ª) Epifanía y palabra salvífica de Dios:

      La cercanía de Dios al hombre se convierte en manifestación, epifanía, palabra. Desde el principio de la creación, todo expresa esta palabra divina (Gen 1,1ss; Sal 32,6). La Escritura es la manifestación más concreta y garantizada de esta palabra (revelada, inspirada).  Jesús es la Palabra personal de Dios, "el Verbo" encarnado (Jn 1,1ss), "por quien han sido hechas todas las cosas" (Jn 1,3). María es la Madre del Verbo hecho hombre, del Hijo de Dios hecho nuestro hermano (Lc 1,31ss). La espiritualidad mariana es una actitud de adhesión y fidelidad a Cristo el Verbo encarnado y Redentor.

 

      3ª) Alianza esponsal en la historia salvífica:

      A la Escritura (Biblia) la llamamos también "Testamento", es decir, "Alianza" o pacto esponsal de Dios con su Pueblo. La distribuimos en dos partes principales: Antiguo y Nuevo Testamento. Dios se acerca y se muestra como "Esposo", estableciendo un pacto de amor o "Alianza", sellada con "sangre" (Ex 24,8): "Yo seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo" (Lev 26,12). Esta "Alianza" se hace definitiva con Jesús, que derrama su sangre para nuestra redención (Lc 22,20). María dice el "sí" a la nueva Alianza (Lc 2,38), convirtiéndose en "la mujer" o "Nueva Eva" esposa del Nuevo Adán (Jn 2,4; 19,25; Apoc 21,1), Tipo de la Iglesia, a la que invita a renovar el "pacto" esponsal: "haced lo que él nos diga" (Jn 2,5; cfr. Ex 24,7). La espiritualidad mariana tiene sentido esponsal de asociación de la Iglesia a Cristo (cfr. Ef 5,25-27).[3]

      Estas líneas bíblicas fundamentales de espiritualidad mariana son el soporte de otros aspectos que veremos en los capítulos sucesivos, especialmente en el tema de la vocación (como "sequela evangélica") y en el proceso o camino de contemplación, perfección y misión (evangelización). María aparece en los primeros momentos del seguimiento evangélico (Jn 2,11-12), y es modelo y ayuda para la fe de la Iglesia (Lc 1,45) en la vida contemplativa, en la vida de santificación y de evangelización.

 

B) María en el primer anuncio ("kerigma") de la Iglesia primitiva:

 

      El "kerigma" o "primer anuncio" del evangelio, que la Iglesia predica a todos los pueblos, desde el día de Pentecostés, incluye estas líneas fundamentales: Jesús es el Hijo de Dios hecho hombre para nuestra salvación, por medio de su muerte y resurrección; en él se cumplen las esperanzas mesiánicas (cf. Act 2,15-41).

      Estos datos del "kerigma" o primer anuncio cristiano aparecen en la predicación de Pablo (1Cor 15,3-5; Rom 1,1-4; Gal 4,4-7) y en los evangelios. María forma parte de este anuncio misionero, como "la mujer" de la que, por obra del Espíritu Santo, nace el Salvador.[4]

      Los textos marianos del Nuevo Testamento contienen todos los elementos básicos del anuncio misionero: en Cristo, Hijo de David (verdadero hombre), Hijo de Dios (concebido por obra del Espíritu Santo), se han cumplido las profecías y esperanzas mesiánicas.[5]

      La figura de María, anunciada en el Nuevo Testamento, sirve para hacer resaltar la realidad integral de Cristo hombre (María Madre), Cristo Hijo de Dios (María Virgen) y Cristo Salvador (María asociada, "la mujer", Tipo de la comunidad eclesial). María aparece relacionada con el misterio de Cristo y de la Iglesia, como "la mujer", figura de la comunidad creyente, asociada esponsalmente a "la hora" de Cristo (Gal 4,4; Jn 2,4; 19,26). El misterio pascual de Cristo, muerto y resucitado, que la Iglesia anuncia a todos los pueblos, tiene, pues, su faceta mariana de transparencia o de "gran señal" (Apoc 12,1).

      El primer anuncio ("kerigma"), con todos los elementos básicos y con toda su fuerza misionera, aparece en los textos marianos de la infancia de Jesús (Mt 1-2; Lc 1-2), así como en los textos joánicos (Jn 2 y 19). Como todo fragmento evangélico, también estos textos anuncian a Cristo, "el Señor". "La mujer", por medio de la cual Jesús es de nuestra estirpe humana, es virgen y madre por obra del Espíritu Santo, para hacer resaltar que Cristo es Hijo de Dios, el Señor resucitado.

      Jesús es "nacido de la mujer" (Gal 4,4), "de la estirpe de David" (Rom 1,3; Mt 1,1), "por obra del Espíritu Santo" (Mt 1,20), el "Hijo de Dios" (Lc 1,35), "el que salvará a su pueblo de sus pecados" (Mt 1,21). María, anunciada por la Iglesia, hace ver la realidad de Jesucristo, el Salvador por ser el Señor resucitado, Hijo de Dios y hermano nuestro.

      Jesús es "el Salvador preparado ante la faz de todos los pueblos, luz para iluminar a las gentes" (Lc 2,30-32; Is 42,6; 49,6). María forma parte de la epifanía de este misterio salvífico, compartiendo la misma "suerte" de Cristo (cf. Lc 2,35). La palabra de Dios es siempre "espada" que define la actitud de la persona respecto a los planes de salvíficos de Dios.[6]

      María, recibiendo con espíritu de adoración esta palabra (Lc 2,19-51), define su postura de asociación a Cristo para dejar transparentar todo su "misterio", que es de salvación para todos los pueblos (Ef 3,3-7). Ahora este "misterio oculto por los siglos en Dios", se manifiesta y se comunica por medio de la Iglesia y, más concretamente, por la vida y acción apostólica de la misma (Ef 3,8-10).

      Los textos marianos del Nuevo Testamento, con todo su rico transfondo veterotestamentario, dejan entrever la figura de María como Tipo de la comunidad eclesial, que vive, anuncia y comunica el misterio de Cristo en toda su integridad "kerigmática". La "humillación" de Cristo (que es hombre como nosotros) deja transparentar su "exaltación" (de Hijo de Dios, resucitado), como Salvador del mundo. La fidelidad de María al misterio de la encarnación (Lc 1,38.45) se muestra en su actitud de "pobreza" (Lc 1,48), como tipo de la fe y de la acción materna y evangelizadora de la Iglesia (Jn 2,11).

      Cuando la Iglesia vive y anuncia el mensaje evangélico sobre María, indica la actitud de respeto a los planes salvíficos de Dios en Cristo: "Haced lo que él os diga" (Jn 2,5). La nueva Alianza, que es para todos los pueblos, tiene las mismas características fundamentales de la primera Alianza en el Sinaí: Dios tiene la iniciativa en la historia de salvación, pero quiere la respuesta libre del hombre: "Haremos lo que el Señor nos dirá" (Ex 24,7).

 

      C)Algunas líneas de espiritualidad mariana que emergen de Mateo, Lucas y Juan:

 

      El "kerigma" o primer anuncio según san Mateo, es para todo el género humano. La "genealogía" de Jesús indica al Salvador que, en cuanto hombre, es de nuestra estirpe, nacido de María (Mt 1,1-15). En el "Emmanuel" (Dios con nosotros), se cumplen las esperanzas mesiánicas y llegan a su plenitud las esperanzas de salvación que se encuentran en todos los pueblos (Is 7,14; Mt 1,21-23; Lc 2,31-32). Afloran algunos temas de espiritualidad mariana (conjuntamente con José su esposo): actitud de esperanza en las promesas mesiánicas, fe en la presencia de Dios "Emmanuel", fidelidad a los designios salvíficos universales de Dios (Jesús "Salvador"), significado esponsal de la virginidad como fidelidad a la Alianza, fidelidad a la acción del Espíritu Santo, encontrar a Cristo nacido de María...[7]

      María, en el evangelio de Lucas, es como "la hija de Sión" (Sof 3,14ss), que recibe al Salvador con una actitud de fidelidad generosa. El Salvador es para todas las generaciones (Lc 1,50) y para todo el pueblo (Lc 2,10). El "gozo" de María, cantado en el Magnificat (Lc 1,47), es anuncio de la buena nueva (anuncio gozoso, "eu-angello") para todas las gentes. María personifica a la comunidad mesiánica que recibe al Salvador para anunciarlo y comunicarlo a toda la humanidad. Su capacidad contemplativa ante la palabra se convierte en transparencia del misterio de Cristo para todos los pueblos (Lc 2, 19-20)[8]. Se podrían señalar algunas líneas de espiritualidad mariana: fe de María (Lc 1,38.45) como modelo de la fe de la comunidad eclesial personificada en la Hija de Sión (Sof 3,14), especialmente por su "sí" a la Alianza (Lc 1,38; Ex 24,7), por su alabanza a Dios (Magnificat en relación con los salmos), por la contemplación de la palabra en su corazón (Lc 2,19.51), por su vida escondida con Cristo en Nazaret (Lc 2, 39-52)).[9]

      En los "signos" de Cristo, según san Juan, el creyente aprende a entrar en la "gloria" o misterio del Verbo encarnado (Jn 1,14). María, con su fe, es modelo de esta actitud creyente (Jn 21,11), que sabe descifrar los signos más pobres, para ver en ellos la donación de Dios al hombre (la "sangre") y la comunicación de su vida divina (el "agua") (Jn 19,34-37). El mismo Espíritu Santo, que formó a Cristo en el seno de María, comunica la vida en Cristo a todos los creyentes (Jn 1,13; 7,37-39). En el primer signo (Caná) y en el último ("glorificación" desde la cruz), María abre el camino a una comunidad de seguidores de Cristo que viven de él como "pan de vida" (palabra y eucaristía), "para la vida del mundo" (Jn 6,48-51). Las principales líneas de espiritualidad mariana podrían resumirse en las siguientes: fe de María en los signos de Jesús como modelo de la Iglesia creyente, fidelidad a la Alianza, asociación a Cristo Nuevo Adán, unión con Cristo en su "hora", modelo de la maternidad de la Iglesia, sentido eclesial y escatológico de la glorificación de María, etc.[10]

 

2. Dimensión trinitaria, cristológica, pnneumatológica

 

      Los designios salvíficos de Dios sobre el hombre se concretan, según el primer capítulo de la carta a los Efesios, en el amor del Padre, que "nos ha elegido en Cristo" desde toda la eternidad, comunicándonos la "prenda" y "marca del Espíritu" (Ef 1,3-14). Por esto la "vida espiritual" cristiana es vida trinitaria, vida divina, vida en Cristo, vida según el Espíritu Santo.

      El misterio de María aparece, desde la anunciación, con estas mismas dimensiones: salvífica, trinitaria, cristológica y pneumatológica. María a concebir a Jesús, el que "va a salvar al pueblo de sus pecados" (Mt 1,21), el "Hijo del Altísimo" Lc 1,31-32), "por obra del Espíritu Santo" (Mt 1,20; Lc 1,35). El "influjo salvífico" de María (LG 60) en nuestra vida espiritual cristiana consiste en una "cooperación... para restaurar la vida sobrenatural de las almas" (LG 61) o de "los fieles, a cuya generación y educación coopera con amor materno" (LG 63).

      La vida espiritual tiene siempre una dinámica trinitaria: transformados en Cristo por la acción del Espíritu Santo, nos acercamos al Padre; "en el Espíritu" y "por medio de Cristo", ya podemos llegar "al Padre" (cfr. Ef 2,18). La espiritualidad cristiana, en su aspecto mariano, tiene también esta misma dinámica trinitaria. En María, la Iglesia venera a quien es "Madre de Dios Hijo y, por eso, hija predilecta del Padre y sagrario del Espíritu Santo" (LG 53).

      La actitud o espiritualidad mariana de la Iglesia, como vivencia o "vida de fe" (RMa 48), es eminentemente cristológica. Esta actitud ayuda a "vivir más profundamente el misterio de Cristo" (RMi 92), para "entrar más adentro en el misterio de la Encarnación" (LG 65). Por esto, "los ejercicios de piedad a la Virgen María deben expresar claramente la nota trinitaria y cristológica que les es intrínseca y esencial" (MC 25).

      María se encuentra en el camino de la fe de la Iglesia. La fe cristiana es adhesión personal a Cristo y a su mensaje. María es "la primera discípula de su Hijo" (RMa 20), como quien "escucha la palabra de Dios y la pone en práctica" (Lc 11,17-28). Ella es "la mujer", asociada esponsalmente a "la hora" de Cristo (Jn 2,4; 19,25); por esto, "mantuvo fielmente su unión con el Hijo hasta la cruz... asociándose con entrañas de madre a su sacrificio" (LG 58). Consecuentemente, "en la Virgen María todo es referido a Cristo y todo depende de él" (MC 25).

      Este "aspecto cristológico" de la espiritualidad mariana merece un puesto de "particular relieve", de manera que las expresiones de piedad "reflejen el plan de Dios" (MC 25). María, respecto a Cristo, es madre, discípula, asociada ("esposa"), siempre según los designios salvíficos de Dios, comunicados por Cristo en el Espíritu, anunciados y vividos por la Iglesia. La cooperación mariana respecto a nuestra vida espiritual es siempre de dependencia respecto a Cristo.

      La dimensión cristológica se convierte de nuevo en dimensión salvífica y trinitaria, puesto que María, "por su íntima participación en la historia de la salvación, reune en sí y refleja en cierto modo, las supremas verdades de la fe; cuando es anunciada y venerada, atrae a los creyentes a su Hijo, a su sacrificio y al amor del Padre" (LG 65).

      Respecto a la dimensión pneumatológica de la espiritualidad mariana, hay que recordar que María es "templo del Espíritu" (LG 53; cfr. Lc 1,35)), siempre en "disponibilidad perfecta a la acción del Espíritu Santo" (RMa 13). Desde el comienzo del segundo milenio (en tiempos de San Francisco) se ha aplicado a María el título de "esposa" del Espíritu Santo, en el sentido de haber concebido por obra suya.[11]

      La vida espiritual cristiana, en su faceta mariana, incluye, pues, estos aspectos de fidelidad, generosidad, relación, apertura, sintonía respecto al Espíritu Santo, tomando a María como modelo y ayuda. Ella es "la gloria (la expresión más acabada) del Espíritu Santo" (San Juan Damasceno).[12]

      El "fiat" de María a los planes de Dios fue determinante para recibir en su seno al Verbo bajo la acción del Espíritu Santo. La Iglesia, en su actitud mariana, vive esta realidad como "signo levantado en medio de las naciones" (Is 11,12; cfr. SC 2). De este modo, "a partir del 'fiat' de la humilde esclava del Señor, la humanidad comienza su retorno a Dios" (MC 28). La espiritualidad mariana de la Iglesia es la actualización del "fiat" de María. Es el "sí" como respuesta a la Alianza; la "nube" del Sinaí (Ex 40,35) en la primera Alianza, simboliza la acción del Espíritu Santo que "cubre" a María en el momento de realizarse la Alianza definitiva (Lc 1,35)

      El discernimiento del Espíritu y la fidelidad al mismo, impelen a la Iglesia a actualizar en cada época el acontecimiento salvífico de Pentecostés. Efectivamente, "fue en Pentecostés cuando empezaron los 'hechos de los Apóstoles', del mismo modo que Cristo fue concebido cuando el Espíritu Santo vino sobre la Virgen María" (AG 4). La actuación de María sigue siendo una realidad permanente: "María imploraba con sus oraciones el don del Espíritu, que en la Anunciación ya la había cubierto a ella con su sobra" (LG 59).[13]

      La acción del Espíritu Santo en María y en la Iglesia (en el campo de la perfección y de la evangelización) tiene como objetivo "formar a Cristo" (Gal 4,19, en relación con Gal 4,4-7), o engendrar a Cristo en el alma[14]. La acción del Espíritu Santo en la Iglesia es también acción conjunta con la colaboración de María como instrumento, puesto que existe una "misteriosa relación entre el Espíritu de Dios y la Virgen de Nazaret" que hace posible "su acción (de ambos) sobre la Iglesia" (MC 27).

      La imagen paulina de "formar a Cristo" (bajo la acción del Espíritu, con la colaboración de María). es la que dio pie a los santos marianos, como san Luis María Grignion de Montfort, para hablar de María como "molde" por el que nosotros nos configuramos con su Hijo.[15]

      Las expresiones marianas de los santos tienen siempre una dimensión cristológica que, a veces, es también pneumatológica y salvífica (trinitaria):

- "Te pido, Virgen Santa, que yo reciba a Jesús de aquel mismo Espíritu Santo por el que tú has concebido a Jesús".[16]

- "Con María, buscad a Jesús".[17]

- "Por intercesión de María entra en el alma el Espíritu Santo, trayendo aquellos dones que deifican el alma. El alma perfecta se hace tal por medio de María".[18]

 

      Se puede decir que la "lex credendi" encuentra su expresión más espontánea cuando la Iglesia vive la fe trinitaria, cristológica y pneumatológica, en unión con María:

 

- Como apertura a los planes salvíficos del Padre,

- Como asociación esponsal con Cristo,

- Como discernimiento y fidelidad generosa a la acción del Espíritu Santo.

 

3.Dimensión eclesial: comunitaria, ecuménica, litúrgica, escatológica

 

      La espiritualidad mariana es eminentemente eclesial. María está presente, de modo activo y materno, en el camino de la Iglesia. "El amor a la Iglesia se traducirá en amor a María y viceversa... No se puede hablar de Iglesia si no está presente María" (MC 28). María es figura de la Iglesia en toda su realidad de signo portador de Cristo (Iglesia misterio), comunidad de hermanos (Iglesia comunión),  para la salvación de toda la humanidad (Iglesia misión).[19]

      La Iglesia es "sacramento" o "misterio", como signo transparente y portador de Cristo, "signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano" (LG 1).[20]    Cristo sigue haciéndose presente en su comunidad bajo diversos signos (SC 7), queriendo que María que prolongur su maternidad en el tiempo. Es principalmente en la comunidad eclesial donde se actualiza la maternidad de María: "Esta maternidad de María perdura sin cesar en la economía de la gracia, desde el momento en que prestó fiel asentimiento en la Anunciación, y lo mantuvo sin vacilación al pie de la Cruz, hasta la consumación perfecta de todos los elegidos" (LG 62). "Su amor materno", que "cuidaba de los hermanos de su Hijo", hace posible la vida de comunión bajo la acción del Espíritu Santo (ibídem).

      La comunidad eclesial ("ecclesia") se fundamenta en la presencia de Cristo, nacido de María y que asocia a María, que "convoca" con su palabra, su Eucaristía y sus signos salvíficos. Los carismas, ministerios y vocaciones se distribuyen para construir la comunión. Cada persona es "llamada" (vocación) para ejercer algún "servicio" en la comunidad (ministerio), con la ayuda de "gracias" especiales (carismas). Entonces se construye "un solo cuerpo" (1Cor 12,12; Roma 12,5), por parte de quienes tienen "un mismo Espíritu" (1Cor 12,9)) y comen "un mismo pan" (1Cor 10,17). Este cuerpo místico de Cristo es el que se confía a María ("he aquí a tu hijo"), y encuentra en María el amor y la acción materna de un nuevo nacimiento ("he aquí a tu Madre").

      Esta comunión, vivida con María, lleva, por su misma naturaleza, a la unidad entre todos los cristianos ("ecumenismo") (Jn 17,21-23; Act 1,14; LG 69). Conseguir esta unidad, "pertenece específicamente al oficio de la maternidad espiritual de María" (MC 33).

      La espiritualidad mariana se convierte, pues, en comunión eclesial, puesto que es una actitud de fidelidad a la Palabra y a la acción del Espíritu Santo. Es una actitud que une a las comunidades católicas, ortodoxas y "evangélicas". En toda comunidad eclesial se aprecia a María, acentuando siempre algún aspecto evangélico: su contemplación de la Palabra, su presencia bajo signos litúrgicos, su cercanía en los actos familiares de cada día. El diálogo "triangular" entre las diversas confesiones y comunidades cristianas necesita la actitud previa de quien quiere imitar la fidelidad de María a los planes de Dios. "Una mejor comprensión del puesto de María en el misterio de Cristo y de la Iglesia... hace más fácil el camino hacia el encuentro" (MC 33).[21]

      La presencia de Cristo en la comunidad eclesial está condicionada a la comunión: "donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos" (Mt 18,20). El nacimiento de Cristo por medio de los signos de Iglesia, también a través del signo de la comunión, es una realidad materna que tiene a María como modelo (LG 65).

      La "unidad" o comunión de Iglesia es reflejo de la unidad o comunión trinitaria de Dios Amor (LG 4). María, con su presencia y su oración, es principio y estímulo de la comunión, "a fin de que todas las familias de los pueblos... lleguen a reunirse felizmente, en paz y concordia, en un solo Pueblo de Dios, para gloria de la Santísima Trinidad" (LG 69).[22]

      La vida fraterna de "comunión", como reflejo de la caridad divina, se expresa en la primitiva Iglesia en una comunidad de "un solo corazón y una sola alma" (Act 4,32). Esta comunión se fundamentaba y alimentaba en la escuela de la palabra, de la oración, de la Eucaristía, del compartir los bienes en caridad (Act 2,42-44). La "unanimidad" de oración, celebración y caridad, tenía lugar en el Cenáculo "con María la Madre de Jesús" (Act 1,14).

      La Iglesia, al sentirse identificada con María, la considera como su "Tipo" (figura, personificación), "íntimamente unida con la Iglesia" (LG 63). La actitud eclesial de sintonía e imitación de María se concreta en apertura a los planes salvíficos de Dios (Lc 1,28-29.38), fidelidad a la acción del Espíritu (Lc 1,35.39-45), contemplación de la Palabra (Lc 1,46-55; 2,19.51), asociación esponsal a Cristo (Lc 2,35; Jn 2,4), donación sacrificial con Cristo Redentor (Jn 19,25-27), tensión escatológica hacia el encuentro definitivo (Apoc 12,1; 21-22).

      Al considerar a María como "Tipo y ejemplar acabadísimo en la fe y en la caridad" (LG 53), la Iglesia encuentra en ella su Maestra de vida espiritual (es decir, de vida según el Espíritu): "María es maestra de vida espiritual para cada uno de los cristianos" (MC 21). "Con ella y como ella" (RMi 92), recibe al Verbo bajo la acción del Espíritu Santo, en un proceso de escucha, respuesta y donación[23]. En María, la Iglesia encuentra el modelo de "consagración total a la persona y a la obra de su Hijo", para "convertirse en causa de salvación para sí misma y para todo el género humano" (LG 56).[24]

      María es siempre modelo de la fe de la Iglesia. Se trata de una fe vivencial y comprometida, de quien "avanzó en la peregrinación de la fe y mantuvo fielmente la unión con su Hijo hasta la cruz" (RMa 2; LG 58). En esta "peregrinación en la fe... María precedió... y sigue precediendo" a la Iglesia como su personificación (RMa 5-6). Es una actitud de aceptación plena de la Palabra divina, así como de unión incondicional con sus designios de salvación por Cristo y en el Espíritu Santo (cfr. RMa 12-19).

      La Iglesia ha sido fundada por Cristo para evangelizar; ha nacido del costado de Cristo para la misión. El Cenáculo con María es el punto de referencia de toda comunidad eclesial que se prepara para recibir nuevas gracias del Espíritu Santo para salir a evangelizar (AG 4; LG 49; EN 82). La comunidad eclesial vive su misterio de comunión "con María y como María, su Madre y modelo" (RMi 92). La comunidad es signo sacramental (signo eficaz) del evangelio, cuando vive la unidad querida y pedida por Cristo (Jn 17,21-23).

      La Iglesia es misión. La comunidad eclesial imita a María en su fidelidad esponsal a Cristo, para hacerse, como ella, madre fecunda. "En el misterio de la Iglesia que con razón también es llamada madre y virgen, la Bienaventurada Virgen María la prece­dió, mostrando en forma eminente y singular el modelo de la virgen y de la madre" (LG 63).[25]

      Se puede constatar, como realidad permanente, la experiencia mariana de las comunidades cristianas. Es un hecho que se constata en la celebración eucarística de las comunidades primitivas. Se recuerda a María (en la plegaria eucarística), como "memoria" de una Iglesia que, como ella, quiere meditar la Palabra de Dios en su corazón, y quiere también asociarse esponsalmente a Cristo Redentor. Al invocar al Espíritu Santo ("epiclesis"), para que transforme el pan y el vino en el cuerpo y sangre del Señor (y a nosotros nos convierta cada vez más en cuerpo místico de Cristo), se recuerda la presencia y el ejemplo de María. Con ella y como ella, la Iglesia dice el "sí" (amen), que dará origen a la comunión eclesial.[26]

      Otras experiencias marianas de las comunidades eclesiales son más devocionales, pero, a veces, son signos indicadores de una historia de gracia o de un carisma fundacional: imágenes, fiestas, costumbres, himnos, oraciones, signos externos, anagramas, etc. Estos signos marianos indican frecuentemente el modo específico del seguimiento de Cristo, de la vida comunitaria, del servicio apostólico, etc. La "lex credendi, orandi, vivendi", se hace "lex amandi" en la vida comunitaria familiar, con la presencia activa y materna de María.

      La comunidad eclesial realiza un camino a través del año litúrgico, desde Adviento y Navidad, hasta Pascua y Pentecostés. En este camino, encuentra a María como miembro singular de la misma familia peregrina y así "proclama el misterio pascual" (SC 104). "En la celebración de este círculo anual de los misterios de Cristo, la santa Iglesia venera con amor especial a la biena­venturada Madre de Dios, la Virgen María, unida con lazo indisolu­ble a la obra salvífica del su Hijo; en Ella, la Iglesia admira y ensalza el fruto más espléndido de la Redención y la contempla gozosamente, como una purísima imagen de lo que ella misma, toda entera, ansía y espera ser" (SC 103).[27]

      En el camino de la Iglesia hacia el encuentro definitivo con Cristo ("escatología"), María, "glorificada en los cielos en cuerpo y alma es la imagen y princi­pio de la Iglesia que ha de ser consumada en la vida futura" (LG 68). Por esto María "antecede con su luz al Pueblo de Dios peregrinante como signo de esperanza y de consuelo, hasta que llegue el día del Señor" (ibídem). La comunidad eclesial, mirando a María como "la gran señal" (Apoc 12,1), se prepara para las bodas definitivas: "El Espíritu y la esposo dicen: ven..., ven, Señor Jesús... Amén" (Apoc 22,17-21).

      Con esta presencia activa mariana, las comunidades se convierten en escuelas de contemplación, de perfección, de vida comunitaria y de misión. Estas son otras tantas dimensiones de la espiritualidad mariana, cada una de ellas con múltiples facetas. La vivencia del aspecto mariano del misterio de Cristo es garantía de unidad y de fidelidad al propio carisma personal y comunitario, en su dimensión contemplativa, de perfección, comunitaria, misionera, antropológica...[28]

 

                          Selección bibliográfica

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    [1]Veremos este tema de modo más concreto al hablar de María en el camino de la contemplación (cap. V, n.1). Ver algunos estudios útiles al respecto: AA.VV., Commento alla Costituzione dogmatica sulla divina Rivelazione, Milano, Massimo 1967; AA.VV., Costituzione conciliare Dei Verbum, Brescia, Paideia 1967; AA.VV., Comentarios a la constitución "Dei Verbum" sobre la divina revelación, Madrid, BAC 1969; L. ALONSO SCHOKEL, Parola ispirata, Brescia, Paideia 1967; G. AUZOU, La parole de Dieu, Approches du mystère des Saintes Ecritures, Paris, Edit. de l'Orante 1960; D. BARSOTTI, Misterio cristiano y palabra de Dios, Salamanca, Sígueme 1965; J. ESQUERDA, Meditar en el corazón, Barcelona, Balmes, 1987; Idem, La Paraula contemplada esdevé missió, "Revista Catalana de Teologia" 14 (1989), 367-378; A. BEA, La parola di Dio e l'umanità, Assisi, Cittadella 1967; J. GUILLEN TORRALBA,  La fuerza de la "palabra", "Revista Catalana de Teologia" 14 (1990) 379-394; V. MANNUCCI, Bibbia come Parola di Dio, Brescia, Queriniana 1984.

    [2]AA.VV., Maria in sacra Scriptura, Romae, PAMI 1970, 6 vol.; F. ASENSIO, Maria nella Bibbia, Roma, Pont. Univ. Gregoriana 1967; G.M. BEHLER, Louange biblique de la Vierge, Tournai, Desclée 1970; J. CATINAR, La Madonna nella Bibbia, Roma, Paoline 1983; A. FEUILLET, La Vierge Marie dans le Nouveau Testament, en: Maria, VI, 15-69; J. LEAL, Fundamentos bíblicos de la espiritualidad mariana, "Estudios Marianos" 24 (1970) 47-73; F.Mª LOPEZ MELUS, María de Nazareth, la verdadera discípula, Madrid, PPC 1991; ST.M. MANELLI, Mariologia biblica, Frigento 1989; A. MARTINELLI, Maria nella Bibbia, note critiche e delucidazioni, Vicenza 1966; M. PEINADOR, Temas de Mariología Bíblica, Madrid, Coculsa 1963; A. SERRA, María según el evangelio, Salamanca, Sígueme 1988; Idem, Biblia, en: Nuevo Diccionario de Mariología, Madrid, Paulinas 1988, 300-385; F. SPADAFORA, Maria nella Sacra Scrittura, Città del Castello 1963; F. SPEDALIERI, Maria nella Scrittura e nella Tradizione della Chiesa primitiva, Messina 1964; O. da SPINETOLI, Maria nella Tradizione biblica, Bologna, Dehoniane 1967; M. de TUYA, María en la Biblia, en: Enciclopedia mariana postconciliar, Madrid, Coculsa 1975, 293-308.

    [3]A. SERRA, E c'era la Madre di Gesù..., saggi di esegesi biblico-mariana (1978-1988), Roma, Marianum 1989; Idem, Nato da Donna..., ricerche bibliche su Maria di Nazaret (1989-1992), Roma, Marianum 1992.

    [4]Ver: C.H. DODD, La predicación apostólica y sus desarrollos, Madrid, Fax 1974; J. ESQUERDA BIFET, María en el "kerigma" o primera evangelización misionera, "Marianum" 42 (1980) 470-488; M.J. NICOLAS, Theotokos, el misterio de María, Barcelona, Herder 1967. En la doctrina de Pablo, María, "la mujer" (Gal 4,4s), es modelo de la maternidad de la Iglesia (Gal 4,26) y de la maternidad del apóstol (Gal 4,19). La maternidad de María, de la Iglesia y del apóstol, es siempre instrumento de vida en Cristo o de filiación divina por obra del Espíritu Santo (Gal 4,4-7). Sobre San Pablo: L. CERFAUX, Le Fils né de la femme (Gal 3,24-4,9), "Bible et Vie Chrétienne" 4(1953-1954) 59-65; A. VANHOYE, La Mère du Fils de Dieu selon Gal 4,4, "Marianum" 40 (1978) 237-247.

    [5]Estos elementos del "kerigma" aparecen claramente en el conjunto de textos marianos neotestamentarios: Mt 1-2 (infancia); Lc 1-2 (infancia); Jn 2,1-12 (Caná); 19,25-27 (cruz); Mc 3,31-35 y paralelos sinópticos (alabanza de la madre de Jesús); Act 1,12ss (cenáculo); Gal 4,4-7 ("la mujer"); Apoc 12,1 ("la gran señal"). Ver: A. FEUILLET, La Vierge Marie dans le Nouveau Testament, en enciclopedia "Maria", vol. I, II, IV; F. SPEDALIERI, Maria nella Scrittura e nella Tradizione della Chiesa primitiva, Roma, Herder 1968; O. DA SPINETOLI, Maria nella tradizione biblica, Bologna, Dehoniane 1967; A. SERRA, María según el evangelio, Salamanca, Sígueme 1988.

    [6]Cfr. A. SERRA, o.c., X ("A tí una espada te traspasará el alma").

    [7]Además de los estudios de síntesis sobre María en el Nuevo Testamento, ver: R. FABRIS, Matteo, Roma, Borla 1982; I. GOMA, El evangelio según San Mateo, Madrid, Edic. Marova 1976, vol. I, I (Evangelio de la Infancia); A. PAUL, L'Evangile de l'Enfance selon saint Matthieu, Paris, Cerf 1968; E.M. PERETTO, Ricerche su Mt 1-2, "Marianum" 31 (1969) 140-247. Ver (en nota siguiente) otros estudios que analizan conjuntamente Mateo y Lucas. Sobre San José, ver el capítulo X.

    [8]Además de los estudios de la nota anterior, ver: J. DANIELOU, Les Evangiles de l'Enfance, Paris 1967; O. DA SPINETOLI, Introduzione ai Vangeli dell'Infanzia, Brescia 1967; J. ERNST, Il Vangelo secondo Luca, Brescia, Morcelliana 1985; A. FEUILLET, Le Saveur méssianique et sa mère dans les récits de l'enfance de saint Matthieu et de saint Luc, Lib. Edit. Vaticana 1990; J. FITZMYER, Luca teologo, aspetti del suo insegnamento, Brescia, Queriniana 1991; A. GUERET, L'engendrement d'un récit. L'Evangile de l'Enfance sélon saint Luc, Paris, Cerf 1983; R. LAURENTIN, Structure et théologie de Luc I-II, Paris 1957; S. MUÑOZ IGLESIAS, Los evangelios de la infancia, Madrid 1983-1987 (3 vol.); A. SERRA, o.c.. Ver estudios sobre el "Magnificat" en la nota siguiente.

    [9]La fe de María (Lc 1,45) encuentra un punto de referencia en la fe de Abraham (Rom 4,11.18) y es aplicación del principio establecido por Jesús (Jn 20,29: "bienaventurados los que sin ver creen"). "Lumen Gentium" n. 56 cita a San Ireneo y San Ambrosio sobre la fe de María. Algunos autores han explicado esta fe de María por medio de sus mismas palabras: San Alberto Magno, San Bernardino de Siena. El tema del Magnificat, especialmente en relación a los salmos, ofrece un arsenal de espiritualidad mariana; además de los estudios citados en las notas anteriores, ver: AA.VV., El Magnificat, teología y espiritualidad, "Ephem. Mariologicae" 86 (1986) fasc. I-II; L. CASTAN LACOMA, Las bienaventuranzas de María, Madrid 1971; J. ESQUERDA BIFET, Magnificat y salmos: espiritualidad y psicología mariana y eclesial, "Estudios Marianos" 38 (1974) 53-71; I. GOMA, El Magnificat, canto de salvación, Madrid, BAC 1982.

    [10]AA.VV., De Beata Vergine Maria in Evangelio S. Ioannis et in Apocalipsi, en: Maria in Sacra Scriptura, Roma, PAMI 1967; R.E. BROWN, Giovanni, Commento il Vangelo spirituale, Assisi, Cittadella 1979; Idem, El evangelio según san Juan, Madrid, Cristiandad 1979; A. FEUILLET, L'heure de la Mère de Jésus, étude de théologie johannique, Fanjeux 1970; Idem, Jésus et sa Mère d'après les récits lucaniens de l'enfance et d'après Saint Jean, Paris, Gabalda 1974; I. DE LA POTTERIE, La verdad de Jesús. Estudios de teología joanea, Madrid, BAC 1979; R. SCHNACKENBURG, El evangelio según Juan, Barcelona, Herder 1980; A. SERRA, Maria a Cana e presso la Croce, Roma, Centro di Cultura Mariana "Mater Ecclesiae" 1978.

    [11]El capítulo mariano de la "Lumen Gentium" presenta frecuentemente a María en relación al Espíritu Santo: LG nn. 52-53, 56, 59, 63-65. J. DE SAINTE-MARIE, Le rôle de Marie dans le don de l'Esprit du Christ à l'Eglise, en: Credo in Spiritum Sanctum, Lib. Edit. Vat. 1983, 973-991.

    [12]Cfr. Omelie sulla B. Vergine, Alba 1973.

    [13]El magisterio postconciliar ha seguido llamando la atención sobre el tema de María y la Iglesia en relación con Pentecostés, en: EN 82; RH 22; RMa 24; DeV 25, 66; RMi 92. Ver: J. ESQUERDA BIFET, L'azione dello Spirito Santo nella maternità e missionarietà della Chiesa, en: AA.VV, Credo in Spiritum Sanctum, Atti del Congresso Internazionale di Pneumatologia, Lib. Edit. Vaticana 1983, pp. 1293-1306.

    [14]Dice "Marialis cultus": "Algunos Santos padres y Escritores eclesiásticos... enriquecieron con nuevos datos el antiguo tema María-Iglesia; y, sobre todo, recurrieron a la intercesión de la Virgen para obtener del Espíritu la capacidad de engendrar a Cristo en su propia alma" (MC 26). La exhortación apostólica de Pablo VI invita a "profundizar en la reflexión sobre la acción del Espíritu Santo en la historia de salvación y lograr que los textos de la piedad cristiana pongan debidamente en claro su acción vivificadora" (MC 27).

    [15]Véase un resumen de documentos y autores de toda la historia en: S.M. RAGAZZINI, Maria vita dell'anima, Frigento, Casa Mariana Madonna del Buon Consiglio 1984, parte II, sez. I, cap. III (La Madonna mi trasforma e mi identifica a Cristo). Sobre Montfort: pp. 370ss (Il Monfort e i suoi continuatori).

    [16]San Ildefonso de Toledo, citado en "Marialis cultus" 26: De virginitate perpetua sanctae Mariae, cap. XII: PL 96, 106.

    [17]THOMAS DE KEMPIS, Sermo 2, Ad novitios.

    [18]SAN BERNARDINO DE SIENA, Mariale, II, 946 (Edic. Card. Vives).

    [19]Ver la "relación final" del Sínodo Episcopal de 1985: Ecclesia sub Verbo Dei Mysteria Christi celebrans pro salute mundi (segue la trilogía: Iglesia misterio, comunión y misión).

    [20]Y.M. CONGAR,  Un peuple messianique, l'Église sacrement du salut, Paris, Cerf 1975.

    [21]AA.VV., De Mariologia et Oecumenismo, Roma, PAMI 1962; AA.VV., Maria nella comunitá ecumenica, Roma, Ediz. Montfortiane 1982; S. MEO, Rilievo ecumenico di Maria nel cap. VIII della "Lumen Gentium" e sua incidenza oggi per l'unione dei cristiani, en: Portare Cristo alll'uomo, Pont. Univ. Urbaniana 1985, II, 283-296; F. OCHAYTA, María y el ecumenismo, en: Enciclopedia mariana postconciliar, Madrid, Coculsa 1975, 443-456; C. POZO, Problemas ecuménicos de la Mariología, en: María en la obra de la salvación, Madrid, BAC 1974, 1ª parte, cap. 2; M. DE TUYA, María, Madre de la unidad, a la unidad por María, Burgos 1966; S. VERGES, El futuro de la mariología ante el diálogo ecuménico, "Ephemerides Mariologicae" 24 (1974) 427-447.

    [22]Los estudios sobre María "Madre de la Iglesia" y "Tipo de la Iglesia", hacen notar, a veces, la relación entre María y la comunión eclesial. D. BERTETTO, Maria Madre della Chiesa, Catania, Paoline 1965; J. ESQUERDA BIFET, L'azione dello Spirito Santo nella maternità e missionarietà della Chiesa, in: Credo in Spiritum Sanctum, Lib. Edit. Vaticana 1983, 1293-1306; Idem, La maternidad de María y la sacramentalidad de la Iglesia, "Estudios Marianos" 26 (1965) 231-274; J. GALOT, Théologie du titre "Mère de l'Eglise", "Ephemerides Mariologicae" 32 (1982) 159-173; Idem, Marie, Type et modèle de l'Eglise, in: L'Eglise du Vatican II, vol. III, Paris 1966; I. LECUYER, Marie et l'Eglise comme Mère et Epouse du Christ, "Etudes Mariales" (1952) 23-41; R. SPIAZZI, La Vergine Maria, Madre de la Chiesa, Roma, Città Nuova 1966; U. VANNI, Dalla maternità di Maria alla maternità della Chiesa, "Rassegna di Teologia" 26 (1985) 28-47.

    [23]"Marialis cultus", primera parte, presenta a "María como ejemplo de la actitud espiritual con que la Iglesia celebra y vive los divinos misterios" (MC 16). Allí expone también el paralelismo María-Iglesia, como Virgen oyente, orante, Madre, oferente (nn.17-20).

    [24]Cita a: S. IRENEO, Adv. haer. III, 22,4: PG 7, 959 A.

    [25]Cfr. H. DE LUBAC, Méditation sur l'Eglise, Paris 1953, p.189ss, 274ss. Ver estudios sobre María en relación a la misión, en el capítulo V (evangelización) y VIII (espiritualidad mariana del apóstol).

    [26]La plegaria eucarística recuerda a María, ya según el texto de Hipólito de Roma (s.III). La Misa antigua del 1 de enero (sec. VI?), reconstruida por B. Botte y A. Chavasse, tiene también la referencia mariana. Dice la Secreta: "Altari tuo, Domine, proposita munera Spiritus Sanctus benignus adsumat, qui Beatae Mariae viscera splendoris sui veritate replevit" (Misal de Bobbio, n.127. Sacramentario Gelasiano II, XIV, n.848; para el 25 de marzo). San Juan Damasceno explica la "epiclesis": "Preguntas cómo el pan se convierte en el cuerpo de Cristo... Te baste oír que es por la acción del Espíritu Santo, de igual modo que gracias a la Santísima Virgen y al mismo Espíritu, el Señor, por sí mismo y en sí mismo, asumió la carne humana" (De fide ortodoxa IV, 13). Ver la oración del ofertorio del 4º domingo de adviento. AA.VV., De B.V. Maria et Santissima Eucharistia, en: Alma Socia Christi, Romae, PAMI 1952; AA.VV., Marie et l'Eucharistie, "Etudes Mariales" 36-37 (1979-1980) 5-141; T.M. BARTOLOMEI, Le relazioni di Maria alla Eucaristia, considerata come sacramento e come sacrificio, "Ephemerides Mariologica" 17 (1967) 313-336; M. GARCIA MIRALLES, María y la Eucaristía, "Estudios Marianos" 13 (1963) 469-473; M.J. NICOLAS, Fondement théologique des rapports de Marie avec l'Eucharistie, "Etudes Mariales" 36-37 (1979-1980) 133-141.

    [27]AA.VV., La Virgen en el culto de la Iglesia, Salamanca, Sígueme 1986; M. AUGÉ, Linee di una rinnovata pietà mariana nella riforma dell'anno liturgico, "Marianum" 41 (1979) 267-286; W. BEINERT, Il culto di Maria oggi, teologia, liturgia, pastorale, Roma, Paoline 1985; I. CALABUIG, Espiritualidad mariana y espiritualidad litúrgica, en: La Virgen en el culto de la Iglesia, Salamanca, Sígueme 1986, 213-233; C. POZO, Orientación bíblica, litúrgica y ecuménica de la renovación del culto mariano, "Estudios Marianos" 43 (1978) 215-288. Ver otros estudios sobre el culto mariano en el capítulo IX, n.1.

    [28]Para estas dimensiones, ver el capítulo V (contemplación, perfección, misión).

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