Lunes, 11 Abril 2022 10:37

ESPIRITUALIDAD MISIONERA Naturaleza y significado de la espiritualidad misionera

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                           ESPIRITUALIDAD MISIONERA

 

            Naturaleza y significado de la espiritualidad misionera

 

      El término "espiritualidad", en perspectiva cristiana, significa "una vida según el Espíritu" (Rom 8,9). La "espiritualidad misionera" equivale a la vivencia de la misión como fidelidad generosa al mismo Espíritu.

 

      No basta con estudiar la naturaleza de la misión y los modos concretos de la acción pastoral. Es necesario estudiar también su estilo de vida, su "espíritu", es decir, su "espiritualidad" o vida según el Espíritu Santo. "La actividad misionera exige, ante todo, espiritualidad específica", que se delinea como "plena docilidad al Espíritu" (RMi 87) y "comunión íntima con Cristo" (RMi 88).

 

      Cuando el concilio habla de acción evangelizadora, no deja de referirse a la necesidad de fomentar la "espiritualidad misionera" (AG 29). Es la espiritualidad o vivencia que corresponde al mandato misionero de anunciar el evangelio a todos los pueblos. Por parte del apóstol y de la comunidad eclesial, esta espiritualidad puede afrontarse bajo diversas dimensiones: seguir la voluntad salvífica de Dios (dimensión trinitaria, teológica, salvífica); como encuentro, seguimiento, relación personal, imitación, configuración con Cristo (dimensión cristológica); como fidelidad a la acción del Espíritu Santo (dimensión pneumatológica); en "comunión", amor y sentido de Iglesia (dimensión eclesial); como prolongación de la acción evangelizadora de Cristo (dimensión pastoral); como compromiso fraterno de inserción en la situación concreta (dimensión antropológica-sociológica), etc.

 

      La espiritualidad misionera equivale a las "actitudes interiores" del apóstol (EN 74), que definen su estilo o "espíritu": fidelidad generosa a la vocación y a la misión del Espíritu (EN 75), para el cumplimiento del mandato misionero de Cristo según los designios salvíficos del Padre. La realidad de la misión no nace propiamente de una reflexión teológica (por buena que sea), sino que procede del Padre, por Cristo y en el Espíritu Santo. Esta realidad se capta adecuadamente en el encuentro vivencial y contemplativo con Cristo, según los planes salvíficos de Dios Amor.

 

      Del encuentro con Dios en Cristo, se pasa a comprender y vivir la misión sin fronteras en la comunión de Iglesia. La cristología y la eclesiología, lo mismo que la pastoral y la misionología, reflejan las actitudes espirituales del teólogo o del apóstol.

 

      Si se quiere encuadrar la espiritualidad misionera dentro de la misionología, hay que recordar que todo tratado de las ciencias eclesiásticas puede estudiarse según diversas funciones: teológica o de investigación y síntesis, pastoral o de metodología de la acción, vivencial o de espiritualidad, etc. La espiritualidad misionera es una parte integrante de la misionología como estudio de la función espiritual o vivencial de la misión.

 

      El estudio dogmático y pastoral de la misión tiene que hacerse también en dimensión espiritual. Se estudian los contenidos o naturaleza de la misión, para pasar a la acción evangelizadora. Pero se necesita también adoptar una "espiritualidad misionera", que no es ajena ni paralela a las otras dimensiones, sino que tiene sus perspectivas, elementos y temario propios. En la práctica, equivale a vivir en sintonía con la caridad del Buen Pastor, que, enviado por el Padre bajo la acción del Espíritu, se prolonga en la Iglesia y en el mundo a través de servicios o ministerios ejercidos por personas vocacionadas y profundamente relacionadas con él.

 

      Esta espiritualidad es una actitud de renovación "interior" o de "actitudes", de la que puede derivar una renovación misionera de toda la Iglesia. El resultado más importante de la espiritualidad misionera es la alegría de sentirse llamado y amado por Cristo, y capacitado para amarle, hacerle conocer y hacerle amar. "La característica de toda vida misionera auténtica es la alegría interior, que viene de la fe. En un mundo angustiado y oprimido por tantos problemas, que tiende al pesimismo, el anunciador de la «Buena Nueva» ha de ser un hombre que ha encontrado en Cristo la verdadera esperanza" (RMi 91).

 

               Datos fundamentales de la espiritualidad misionera

 

      Los datos o elementos fundamentales de la espiritualidad misionera se encuentran a partir de la figura del Buen Pastor, que se transparenta a través de las figuras misioneras de todas las épocas, desde Pedro y Pablo hasta nuestros días. Antes de elaborar una temática concreta, a base de análisis y síntesis, habrá que referirse a esos datos fundamentales como fuente de toda reflexión teológica sobre la espiritualidad misionera.

 

      La figura del Buen Pastor, con su fisonomía detallada es el punto de referencia de toda espiritualidad apostólica. Su vivencia es de relación personal y de fidelidad generosa respecto a la misión recibida del Padre, desde la encarnación (Heb 10,5-7) hasta la cruz (Jn 19,30). Esta fidelidad se concreta en sintonía con la acción del Espíritu Santo que le consagra y envía a "evangelizar a los pobres" (Lc 4,18; Mt 11,5). El "mandato" recibido del Padre es el de "dar la vida" (Jn 10,11ss) "por la vida del mundo" (Jn 6,51). La caridad pastoral de Jesús se concreta en donación de totalidad y de universalismo: se da él mismo, sin pertenecerse, como "consorte" o protagonista de todo ser humano. Jesús vivió la misión así y así la comunicó a los suyos (Jn 20,21).

 

      La misión eclesial es la misma de Jesús. Las "actitudes interiores" de los santos y figuras misioneras constituyen su "espíritu" o estilo de evangelización, y son siempre válidas en lo fundamental. Precisamente esta actitud espiritual de los santos, como valor permanente, es la que ayuda a afrontar fiel y generosamente las situaciones nuevas de cada época. Siempre son actitudes de respuesta a la vocación, de relación profunda con Cristo, de seguimiento evangélico, de comunión eclesial y de disponibilidad misionera.

 

      Según las diversas épocas históricas, se pueden concretar estos datos fundamentales a la luz de las figuras misioneras, de los documentos eclesiales, las realidades de la acción evangelizadora, etc. Habrá que discernir lo que tiene valor permanente y distinguirlo de lo que es pasajero. A cada época hay que juzgarla dentro de su misma perspectiva histórica. Los "hechos de gracia" de todo momento histórico van siempre acompañados de signos pobres y limitados.

 

      Los elementos doctrinales sobre el espíritu de la evangelización se encuentran siempre en los textos inspirados y en la tradición de la Iglesia. La doctrina escriturística va acompañada de la doctrina patrística y conciliar. Veinte siglos de gracia suponen muchas luces del Espíritu Santo concedidas a toda su Iglesia, para poder profundizar mejor los datos revelados (cfr. Lc 24,45). No se podría penetrar hoy el sentido de la Escritura, si se omitiera toda esta acción histórica y eclesial del Espíritu Santo.

 

      La acción magisterial de la Iglesia ofrece datos suficientes para elaborar la temática de espiritualidad misionera. Las encíclicas misioneras ofrecen material abundante sobre las virtudes apostólicas. El concilio Vaticano II habla de una "espiritualidad misionera" (AG 29), pero todavía explicada en términos descriptivos sobre las diversas virtudes (cfr. AG 23-24). La Exhortación Apostólica "Evangelii Nuntiandi" (nn. 75-82) y la encíclica "Redemptoris Missio" (nn. 87-92) ofrecen una síntesis ordenada y relativamente completa sobre nuestro tema, señalando unos puntos básicos: vocación, experiencia de Dios, intimidad con Cristo, fidelidad al Espíritu Santo, santidad, autenticidad y testimonio, unidad y fraternidad apostólica, servicio de la verdad, celo apostólico a lo Pablo y según el modelo de los santos misioneros, relación e imitación de María Madre de la Iglesia.

 

      Si se estudia la realidad misionera de cada época, emergen figuras e instituciones que subrayan algunos elementos esenciales de la misión, de modo que se pueda hablar de espiritualidad misionera peculiar. Frecuentemente esta realidad depende de carismas fundacionales o carismas misioneros específicos, los cuales ponen el acento en diversos factores: el concepto de misión, la metodología apostólica y, especialmente, las virtudes del apóstol y el estilo de vida comunitaria del grupo.

 

      Las líneas básicas de la espiritualidad del apóstol o de las comunidades se pueden deducir de los tres elementos que componen la "vida apostólica" de todas las épocas históricas: seguimiento evangélico de Cristo, fraternidad o vida comunitaria del grupo, disponibilidad misionera. En realidad, es este último elemento el que matiza la generosidad evangélica y la vida fraterna del apóstol en general y del misionero en particular.

 

                         Intento de Síntesis doctrinal

 

      Para captar todo el alcance de la espiritualidad misionera, no basta con delimitar su naturaleza y significado. Es también conveniente presentar una síntesis doctrinal que abarque un temario relativamente completo, en el que se puedan ver todos los elementos fundamentales indicados más arriba.

 

      El decreto conciliar "Ad Gentes" señala una lista de virtudes en relación a la vocación misionera (AG 23-25). La Exhortación Apostólica "Evangelii Nuntiandi" (cap. VII) y la encíclica "Redemptoris Missio" (cap. VIII) ofrecen una lista de temas básicos bajo el epígrafe. Sería conveniente encontrar un orden más lógico y sistemático.

 

      Podría estudiarse el tema en doble perspectiva. Una perspectiva más deductiva, ofrecería un temario a partir de los contenidos de fe: naturaleza, niveles, alcance, aplicaciones, medios, etc. Una perspectiva más inductiva, podría partir de la realidad, siempre a la luz de la fe: situación, historia, dificultades, antropología, cultura, Iglesia local o particular, etc. El mejor método es siempre el de una síntesis de ambas perspectivas, deductiva y inductiva: elaborar una doctrina espiritual a partir de realidades misioneras iluminadas por el mensaje evangélico predicado por la Iglesia y vivido por los santos misioneros. Esta síntesis se orienta siempre hacia la figura del Buen Pastor y de los Apóstoles, las realidades de la acción evangelizadora que reclaman un especial estilo de vida, los documentos de la Iglesia, las figuras misioneras de toda la historia, los carismas fundacionales de las instituciones misioneras, etc.

 

      Siguiendo estas líneas, un temario aproximativo podría ser el siguiente, siempre bajo una perspectiva vivencial: Fidelidad al Espíritu Santo, en la misión de Cristo confiada a los Apóstoles y según los planes salvíficos del Padre; vivencia de la vocación misionera; realización de la comunidad apostólica; práctica de las virtudes concretas que derivan de la caridad pastoral; la oración  como experiencia cristiana de Dios; el sentido y amor de Iglesia misterio, comunión y misión; la figura de María como Tipo de la Iglesia misionera.

 

      Hay que destacar algunos temas espirituales de actualidad:  la actitud relacional con Cristo que deriva de la vocación misionera, la experiencia cristiana de Dios, la actitud de bienaventuranzas  como cercanía a los pobres, la línea de inserción (inmanencia) como fruto de la trascendencia y esperanza, el misterio de la conversión desde la renovación personal y eclesial, la relación entre espiritualidad y acción apostólica, etc.

 

      En todos estos temas, conviene distinguir si se trata de la persona del evangelizador o de la comunidad evangelizadora. La espiritualidad apunta a hacer disponible al apóstol y a la comunidad para la evangelización local y universal. Esta espiritualidad, personal y comunitaria, se basa en el seguimiento de Cristo que deriva de la misión. La "espiritualidad" del misionero hoy se concretará en la fidelidad generosa al Espíritu Santo, para discernir los signos de su actuación salvífica (cfr. Espíritu Santo (discernimiento, fidelidad).

 

      El objetivo de la evangelización, en línea paulina, es el  de "formar a Cristo" en los demás (Gal 4,19). Es el objetivo que abarca también la vida del mismo apóstol: "Es Cristo quien vive en mí... vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí" (Gal 2,20).

 

      La espiritualidad misionera del apóstol es una experiencia de la propia pobreza, en la que se han encontrado las huellas de Cristo, gracias al don de la fe. De esta experiencia humilde y agradecida nace el deseo de consagrarse a la misión con generosidad y de por vida. "¡La fe se fortalece dándola!" (RMi 2).

 

                                                           Juan Esquerda Bifet

 

Bibliografía: L.A. CASTRO, Espiritualidad misionera (Bogotá, Paulinas, 1993); J. ESQUERDA BIFET, Espiritualidad misionera (Madrid, BAC, 1982); Idem, Teología de la evangelización (Madrid, BAC, 1995) cap. X-XI; Idem, Nueva evangelización y espiritualidad misionera en el inicio del tercer milenio: Studia Missionalia 48 (1999) 181-201; S. GALILEA, Espiritualidad de la evangelización, según las bienaventuranzas (Bogotá, CLAR, 1980); J. MONCHAMIN, Théologie et spiritualité missionnaires (Paris, Beauchesne, 1985); Y. RAGUIN, Espíritu, hombre, mundo (Madrid, Narcea, 1976).

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