Lunes, 11 Abril 2022 10:33

ESPIRITUALIDAD SACERDOTAL Y FORMACION ESPIRITUAL DEL SACERDOTE (Juan Esquerda Bifet)

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  ESPIRITUALIDAD SACERDOTAL Y FORMACION ESPIRITUAL DEL SACERDOTE

                                           (Juan Esquerda Bifet)

 

1. Actualidad de la espiritualidad sacerdotal

     En una sociedad hambrienta de Dios se necesita presentar una testimonio claro por parte de todos los cristianos y, de modo especial, por parte de los sacerdotes. "El deseo de Dios y de una relación viva y significativa con El se presenta hoy tan intenso, que favorecen, allí donde falta el auténtico e íntegro anuncio del Evangelio de Jesús, la difusión de formas de religiosidad sin Dios y de múltiples sectas. Su expansión... es para todos los hijos de la Iglesia, y para los sacerdotes en particular, un motivo constante de examen de conciencia sobre la credibilidad de su testimonio del Evangelio, pero es también signo de cuán profunda y difundida está la búsqueda de Dios" (Pastores dabo vobis n.6).[1]

     La Iglesia necesita presentar "modelos creíbles" (PDV n. 8), "sacerdotes formados que sean ministros convencidos y fervorosos de la 'nueva evangelización', servidores fieles y generosos de Jesucristo y de los hombres" (n. 10). Por esto "la formación de los futuros sacerdotes, tanto diocesanos como religiosos, y la atención asidua, llevada a cabo durante toda la vida, con miras a su santificación personal en el ministerio y mediante la actualización constante de su dedicación pastoral lo considera la Iglesia como una de las tareas de máxima importancia para el futuro de la evangelización de la humanidad" (n. 2). Se siente la "absoluta necesidad de que la nueva evangelización tenga en los sacerdotes sus primeros 'nuevos evangelizadores'" (ibídem).

     El concilio Vaticano II había trazado la fisonomía sacerdotal de hoy, que encuentra en el rostro de Cristo el modelo acabado que hay que imitar y actualizar en cada época. "Presbyterorum Ordinis", respecto al sacerdote, y "Optatam totius", respecto a la formación inicial, habían dejado una pauta de trabajo. La fisonomía sacerdotal de hoy es una tarea inacabada. El hecho de ser signo de Cristo Sacerdote y buen Pastor, y de participar en la "consagración y misión" del Señor, hace que el sacerdote pueda obrar "en nombre de Cristo Cabeza" (PO 2) y prologarle en su Palabra, sacrificio, acción salvífica y pastoral (PO 4-6). Ahora bien, esta realidad del ser y del obrar sacerdotal, comporta una exigencia de "espiritualidad" o de "santidad", al estilo de vida del buen Pastor (PO 7ss).

     El sacerdote está llamado a ser "transparencia" de Cristo. "Por tanto, los presbíteros son llamados a prolongar la presencia de Cristo, único y supremo Pastor, siguiendo su estilo de vida y siendo como una transparencia de el en medio del rebaño que les ha sido confiado" (PDV n.15). El decreto conciliar sobre el sacerdote había señalado unas líneas de fuerza: comunión (PO 7-9), misión (PO 10-11), santificación al estilo del Buen Pastor (PO 12-17). Concretamente se pueden subrayar tres afirmaciones clave: ser "instrumentos vivos de Cristo Sacerdote" (PO 12), "ascesis propia del pastor de almas" (caridad pastoral) (PO 13), "conseguirán la santidad ejerciendo sincera e incansablemente sus ministerios en el Espíritu de Cristo" (PO 13). Es siempre la caridad pastoral que se expresa concretamente en las virtudes del Buen Pastor (humildad, obediencia, castidad, pobreza) (PO 15-17), y que necesita la puesta en práctica de unos medios comunes y particulares (PO 18ss).[2]

 

2. El contexto y contenido de la vida espiritual en la exhortación postsinodal

     Al tema de "la vida espiritual del sacerdote", la exhortación postsinodal le dedica especialmente todo el capítulo tercero: "El Espíritu del Señor está sobre mí" (Lc 4,18), la vida espiritual del sacerdote. Es, pues, a partir de la consagración y misión de Cristo que puede vislumbrarse todo el contenido de este tema. Precisamente por ello, la vida espiritual se presenta como "centro vital que unifica y vivifica su ser sacerdote y su ejercer el sacerdocio" (PDV n.45).

     Al señalar importancia y centralidad de la vida espiritual, el documento deja entrever esta línea de fuerza en todos y cada uno de los capítulos, ya desde la introducción, pidiendo "programas de formación permanente, capaces de sostener, de una manera real y eficaz, el ministerio y vida espiritual de los sacerdotes" (n. 3). Los "desafíos" actuales sobre la vocación y la formación sacerdotal (cap. I) indican una "exigencia de vida espiritual correspondiente" (n. 5). La naturaleza y misión del sacerdocio ministerial (cap. II), como participación en el ser y el obrar de Cristo Sacerdote y Buen Pastor, indican "el aspecto esencialmente relacional" del sacerdote respecto a la persona del Señor, para llegar a ser "una imagen viva y transparente de Cristo Sacerdote" (n. 12). La pastoral vocacional (cap. IV), en sus contenidos más profundos y auténticos, consiste en "suscitar un seguimiento integral y atrayente de Jesucristo" (n.  40), puesto que se trata de un "dinamismo" vocacional de "buscar a Jesús, seguirlo y permanecer en El" (n. 34).

     La formación de los candidatos al sacerdocio (cap. V) presenta en sus cuatro niveles (humano, espiritual, intelectual y pastoral) un marcado tono de vida espiritual (siempre en estrecha relación con los otros niveles), como "respuesta consciente y libre que implica a toda la persona en su adhesión a Jesucristo, que llama a su intimidad de vida y a participar en su misión salvífica", para convertirse en "una imagen viva de Jesucristo Cabeza y Pastor de la Iglesia". Por esto, "vivir en el Seminario, escuela del Evangelio, es vivir en el seguimiento de Cristo como los apóstoles... es dejarse configurar con Cristo buen Pastor para un mejor servicio sacerdotal en la Iglesia y en el mundo" (n.42).

     Esta formación espiritual debe ser personalizada e interiorizada, a modo de sintonía con los sentimientos o amores de Cristo: "Formar a los futuros sacerdotes en la espiritualidad del Corazón del Señor supone llevar una vida que corresponda al amor y al afecto de Cristo Sacerdote y buen Pastor: a su amor al Padre en el espíritu Santo, a su amor a los hombres hasta inmolarse entregando su vida" (n.49). La exhortación, comentando ampliamente el número 8 de "Optatam totius" que presenta el mismo tema, acentúa la relación personal con Cristo "con una forma de amistad" (n.46). Inspirándose en el texto joánico del encuentro de los primeros discípulos con el Señor (Jn 1,37-37), señala concretamente: la meditación de la palabra de Dios (n.47), la vida eucarística y litúrgica (n.48), la experiencia personal y gozosa de la reconciliación (n.48). La caridad pastoral es la fuente de las actitudes hondas de imitación del buen Pastor que vivió obediente, casto y pobre.

     La formación permanente (cap. VI) además de abarcar la dimensión espiritual (n.72), "es expresión y exigencia de la fidelidad del sacerdote a su ministerio, es más, a su propio ser. Es, pues, amor a Jesucristo y coherencia consigo mismo" (n.70), como "participación cada vez más amplia y radical de los sentimientos y actitudes de Jesucristo" (n.72). Es siempre una espiritualidad que deriva del hecho de configurarse con Cristo en su ser y en su obrar: "El Espíritu, consagrando al sacerdote y configurándolo con Jesucristo Cabeza y Pastor, crea una relación que, en el ser mismo del sacerdote, requiere ser asimilada y vivida de manera personal, esto es, consciente y libre, mediante una comunión de vida y de amor cada vez más rica, y una participación cada vez más amplia y radical de los sentimientos y actitudes de Jesucristo" (n.72). El seguimiento evangélico, al modo de los Apóstoles, es la pauta de esta espiritualidad: "En esta relación entre el Señor Jesús y el sacerdote -relación ontológica y psicológica, sacramental y moral- está el fundamento y a la vez la fuerza para aquella 'vida según el Espíritu' y para aquel 'radicalismo evangélico' al que está llamado todo sacerdote y que se ve favorecido por la formación permanente en su aspecto espiritual" (n.72).

     Nuestro tema queda explicado ampliamente en el capítulo tercero (nn.19-33). A él hacen referencia los demás capítulos y, de modo especial, el capítulo sobre la formación inicial de los candidatos al hablar de la formación espiritual (nn.45-50), y el capítulo de la formación permanente al presentar la dimensión espiritual (n.72). Los contenidos básicos se encuentran en el capítulo tercero, comentando ampliamente la doctrina conciliar de "Presbyterorum Ordinis" nn.12-17 (santidad sacerdotal y peculiares exigencias espirituales).[3]

 

3. Significado de la espiritualidad sacerdotal

     La presencia de Cristo resucitado en la Iglesia y, de modo particular, en la vida del sacerdote, confiere profundo sentido relacional a su estilo de vida o "espiritualidad": "El que nos ha llamado y nos ha enviado sigue junto a nosotros todos los días de nuestra vida, ya que nosotros actuamos por mandato de Cristo" (PDV n.4, citando el Mensaje de los Padres Sinodales).

     Todos los aspectos de la vida sacerdotal hacen referencia a Cristo Sacerdote y buen Pastor. "La referencia a Cristo es, pues, la clave absolutamente necesaria para la comprensión de las realidades sacerdotales" (n. 12). El ser sacerdotal es participación del ser o consagración sacerdotal de Cristo y configuración con su misma persona. El obrar sacerdotal es para prolongar a Cristo en su palabra, su acción sacrificial y salvífica, su acción pastoral. El estilo de vida o espiritualidad del sacerdote es transparencia de la misma vida de Cristo buen Pastor. "Los presbíteros son llamados a prolongar la presencia de Cristo, único y supremo Pastor, siguiendo su estilo de vida y siendo como una transparencia de el en medio del rebaño que les ha sido confiado" (n. 15). "La vida y el ministerio del sacerdote son continuación de la vida y de la acción del mismo Cristo" (n. 18).

     La "vida espiritual" o "espiritualidad" del sacerdote se presenta en la exhortación apostólica "Pastores dabo vobis" a partir de la llamada universal a la santidad que consiste en la caridad (cf. LG 40). "Espiritualidad" es equivalente a "vida animada y dirigida por el Espíritu hacia la santidad o perfección de la caridad" (n. 19). Para el sacerdote ministro hay una nota específica de esta perfección: "la caridad pastoral".

     En el documento postsinodal esta expresión ("caridad pastoral") se repite continuamente como nota característica de todos los aspectos de la vida espiritual del sacerdote. No es un término abstracto, sino la "donación" de sí mismo que hace el Buen Pastor y que debe expresarse en la vida de los sacerdotes ministros. El estilo de vida de caridad pastoral deriva del hecho de participar en la misma consagración y en la misión de Cristo: "Gracias a esta consagración obrada por el Espíritu Santo en la efusión sacramental del Orden, la vida espiritual del sacerdote queda caracterizada, plasmada y definida por aquellas actitudes y comportamientos que son propios de Jesucristo, Cabeza y Pastor de la Iglesia y que se compendian en la caridad pastoral" (n. 21).

     La vida espiritual inserta al sacerdote en el misterio del hombre a la luz del misterio de Cristo para "buscar a Cristo en los hombres" (n.49). Realizar esta espiritualidad en la vida cotidiana presupone una formación inicial y permanente que no olvide ni infravalore los medios concretos: vida eucarística y litúrgico-sacramental (liturgia de las horas, reconciliación), lectura contemplativa de la Palabra, devoción mariana, dirección espiritual, vida comunitaria, etc. (nn.45-50).

 

3. Características específicas de la vida espiritual del sacerdote

     Las características específicas de esta santidad y espiritualidad se concretan en las siguientes: caridad pastoral como configuración con Cristo Cabeza, Pastor, Siervo y Esposo, santificación en los mismos actos del ministerio, seguimiento evangélico expresado en los llamados "consejos evangélicos" como imitación de la "vida apostólica", pertenencia a la Iglesia particular en unión con el propio Obispo y con los demás sacerdotes del Presbiterio (esta pertenencia, expresada en la "incardinación", es un hecho de gracia), disponibilidad para la misión en la Iglesia particular y universal.

     Cada una de estas características representa todo un programa de vida espiritual. Todas ellas se complementan, derivan de la configuración y relación con Cristo, y se concretan en sintonía de sentimientos y de actitudes del mismo Cristo, como expresión de la caridad pastoral. "El principio interior, la virtud que anima y guía la vida espiritual del presbítero en cuanto configurado con Cristo Cabeza y Pastor es la caridad pastoral, participación de la misma caridad pastoral de Jesucristo: don gratuito del Espíritu Santo y, al mismo tiempo, deber y llamada a la respuesta libre y responsable del presbítero. El contenido esencial de la caridad pastoral es la donación de sí, la total donación de sí a la Iglesia, compartiendo el don de Cristo y su imagen" (PDV n.23). La Eucaristía reencuentra su centralidad: "El lugar verdaderamente central, tanto de su ministerio como de su vida espiritual, es la Eucaristía" (n.26; cf. PO 5).

     La santificación por los mismos actos del ministerio recibe en la exhortación una atención particular (nn.24-26). De hecho se comenta el texto conciliar de "Presbyterorum Ordinis" nn.12-13 y hace la aplicación a cada uno de los ministerios: servicio de la Palabra, de los sacramentos y de animación de la comunidad. "Existe, por tanto, una relación íntima entre la vida espiritual del presbítero y el ejercicio de su ministerio... Por otra parte, la santidad misma de los presbíteros contribuye en gran manera al ejercicio fructuoso del propio ministerio... La relación entre la vida espiritual y el ejercicio del ministerio sacerdotal puede encontrar su explicación también a partir de la caridad pastoral" (PDV n.24).

     El seguimiento evangélico (del que hablamos en el apartado siguiente) es una nota característica de la espiritualidad y de la formación sacerdotal. De hecho, el documento postsinodal presenta este tema íntimamente relacionado con los presbíteros, por el hecho de participar (con los Obispos) del mismo estilo de vida de los doce Apóstoles. Para todo sacerdote que esté llamado a presidir la comunidad eclesial, el seguimiento evangélico forma parte esencial de su espiritualidad. En esto no hay distinción entre diocesanos y religiosos, puesto que se trata de las mismas exigencias evangélicas y del mismo radicalismo. La caridad pastoral incluye el seguimiento radical de Cristo por parte de quien es su signo personal y sacramental.

     La pertenencia a la Iglesia particular y al Presbiterio concretiza la existencia sacerdotal, dentro de la línea de sucesión apostólica. Hay Iglesia particular y Presbiterio donde hay un sucesor de los Apóstoles. El servicio a la Iglesia misterio, comunión y misión tendrá, pues estas connotaciones que indican, al mismo tiempo, comunión con el sucesor de Pedro y apertura a la Iglesia universal. "Concretamente, el sacerdote está llamado a madurar la conciencia de ser miembro de la Iglesia particular en la que está incardinado, o sea, incorporado con un vínculo a la vez jurídico, espiritual y pastoral. Esta conciencia supone y desarrolla el amor especial a la propia Iglesia. Ese es, en realidad, el objetivo vivo y permanente de la caridad pastoral que debe acompañar la vida del sacerdote y que lo lleva a compartir la historia o experiencia de vida de esta Iglesia particular en sus valores y debilidades, en sus dificultades y esperanzas, y a trabajar en ella para su crecimiento. Sentirse, pues, enriquecidos por la Iglesia particular y comprometidos activamente en su edificación, prolongando cada sacerdote, y unido a los demás, aquella actividad pastoral que ha distinguido a los hermanos que les han precedido" (n.74). La caridad pastoral queda, pues matizada con estas circunstancias eclesiales de gracia: el aquí y el ahora de la Iglesia particular.

     La disponibilidad para la Iglesia universal dimana, por una parte, de la misma naturaleza del sacerdocio ministerial. El documento postsinodal cita y comenta "Presbyterorum Ordinis" n.10 y "Optatam totius" n.20, puesto que "cualquier ministerio sacerdotal participa de la misma amplitud universal de la misión confiada por Cristo a los Apóstoles" (PO 10). Así, pues, "por la naturaleza misma de su ministerio, deben estar llenos y animados de un profundo espíritu misionero" (PDV 18). Por otra parte, esta disponibilidad universal deriva también del hecho de pertenecer a la Iglesia particular y colaborar en la responsabilidad misionera del Obispo, siempre en la línea de universalismo: "La pertenencia y dedicación a una Iglesia particular no circunscriben la actividad y la vida del presbítero, pues, dada la naturaleza de la Iglesia particular y del ministerio sacerdotal, aquellas no pueden reducirse a estrechos límites... (cita PO 10)... sino a la misión universal..., pues cualquier ministerio sacerdotal participa de la misma amplitud universal de la misión confiada por Cristo a los Apóstoles" (PDV n.32).

     Para el sacerdote diocesano todo ello tendrá una aplicación especial: "En esta perspectiva es necesario considerar como valor espiritual del presbítero su pertenencia y su dedicación a la Iglesia particular, lo cual no está  motivado solamente por razones organizativas y disciplinares; al contrario, la relación con el Obispo en el único presbiterio, la coparticipación e su preocupación eclesial, la dedicación al cuidado evangélico del Pueblo de Dios en las condiciones concretas históricas y ambientales de la Iglesia particular, son elementos de los que no se puede prescindir al dibujar la configuración propia del sacerdote y de su vida espiritual. En este sentido, la 'incardinación' no se agota en su vínculo puramente jurídico, sino que comporta también una serie de actitudes y de opciones espirituales y pastorales, que contribuyen a dar una fisonomía específica a la figura vocacional del presbítero" (n.31). Estos hechos de gracia matizan el modo de seguir a Cristo obediente, casto y pobre, analógicamente a como el carisma fundacional y los compromisos concretos matizan el seguimiento evangélico de los religiosos. La espiritualidad del sacerdote religioso, con sus características peculiares de un carisma fundacional, es un estímulo y una riqueza imprescindible para la Iglesia particular y para el Presbiterio.

     Es importante notar que para todo sacerdote (diocesano y religioso), las exigencias de seguimiento evangélico (que son las mimas para ambos) se inspiran en el buen Pastor y en el seguimiento apostólico: "Mediante el sacerdocio del Obispo, el sacerdocio de segundo orden se incorpora a la estructura apostólica de la Iglesia. Así el presbítero, como los apóstoles, hace de embajador de Cristo (cf. 2Cor 5,20). En esto se funda el carácter misionero de todo sacerdote" (PDV n.16).

 

4. En el seguimiento evangélico para ser signo del buen Pastor

     Hay una afirmación que se repite de diversas maneras y que es un compendio sapiencial de esta doctrina sobre la caridad pastoral como "officium amoris" (S. Agustín): "testigo del amor de Cristo como Esposo" (PDV n.22). A partir de esta perspectiva de correr la misma suerte de Cristo, en el seguimiento esponsal de radicalismo evangélico (sequela Christi) como los Apóstoles, se puede comprender mejor todo el rico contenido de los llamados "consejos evangélicos" (nn.27-30). Se sigue esponsalmente a Cristo, buen Pastor, en su "caridad pastoral" expresada por la obediencia, castidad (virginidad) y pobreza.

     La obediencia (PDV n.28) que deriva de la caridad pastoral tiene las características de "apostólica" ("comunión con el Sumo Pontífice y con el Colegio Episcopal, particularmente con el propio Obispo diocesano"), "comunitaria" (como "inserción en la unidad del presbiterio"), "pastoral" (como "disponibilidad" para la misión).

     La virginidad (castidad en el celibato) (PDV n.29), además de la línea profética, escatológica y de "corazón indiviso" para la misión, tiene la característica de ser signo del mismo amor de Cristo buen Pastor y Esposo. "La Iglesia, como Esposa de Jesucristo, desea ser amada por el sacerdote de modo total y exclusivo como Jesucristo Cabeza y Esposo la ha amado. Por esto el celibato sacerdotal es un don de sí mismo en y con Cristo a su Iglesia y expresa el servicio del sacerdote a la Iglesia en y con el Señor.Para una adecuada vida espiritual del sacerdote es preciso que el celibato sea considerado y vivido no como un elemento aislado o puramente negativo, sino como un aspecto de una orientación positiva, específica y característica del sacerdote: él, dejando padre y madre, sigue a Jesús buen Pastor, en una comunión apostólica, al servicio del Pueblo de Dios... como 'estímulo de la caridad pastoral' (cita de PO 16), como participación en la paternidad de Dios y en la fecundidad de la Iglesia, como testimonio ante el mundo del Reino escatológico" (n.29).

     La pobreza evangélica (PDV n.30) tiene el mismo punto de partida: "la configuración sacramental con Cristo Cabeza y Pastor". Precisamente por ello, "tiene connotaciones pastorales bien precisas", que se concretan en la cercanía a los pobres, en la disponibilidad misionera y en la comunión fraterna del Presbiterio. Así el sacerdote puede "encontrar en la caridad obediente, casta y pobre, la vía maestra de la unión con Dios y de la unidad con los hermanos" (n.30).

     La práctica concreta del seguimiento evangélico se realiza siempre en la comunión del Presbiterio como "familia" (PDV 74), con matices de vida comunitaria que puede revestir formas diferentes. "Cada sacerdote, tanto diocesano como religioso, está unido a los demás miembros de este presbiterio, gracias al sacramento del Orden, con vínculos particulares de caridad apostólica, de ministerio y de fraternidad" (n.17). "Son muchas las ayudas y los medios... entre éstos hay que recordar las diversas formas de vida común entre los sacerdotes, siempre presentes en la historia de la Iglesia, aunque con modalidades y compromisos diferentes" (n.81).

 

5. Dimensiones de la espiritualidad sacerdotal

     Siendo la espiritualidad una "vida según el Espíritu" que ungió y envió a Jesús, hay que reconocer su protagonismo y su presencia operante en la vida sacerdotal: "Ciertamente, el Espíritu del Señor es el gran protagonista de nuestra vida espiritual. El crea el 'corazón nuevo', lo anima y lo guía con la 'ley nueva' de la caridad, de la caridad pastoral... no faltará nunca al sacerdote la gracia del Espíritu Santo" (PDV n.33). Por esto, "la vocación sacerdotal es esencialmente una llamada a la santidad, que nace del sacramento del Orden. La santidad es intimidad con Dios, es imitación de Cristo, pobre, casto, humilde; es amor sin reservas a las almas y donación a su verdadero bien; es amor a la Iglesia" (n.33). En el fondo se trata siempre de la dimensión trinitaria y salvífica (n.74)

     La dimensión cristológica de la espiritualidad sacerdotal, como configuración con Cristo Sacerdote y buen Pastor, es al mismo tiempo dimensión pneumatológica o de "consagración" y misión del Espíritu Santo. Son las dimensiones que hemos vistos a través de los apartados anteriores. En ellas enraíza la dimensión eclesial. Efectivamente, el sacerdote, por el hecho de configurarse con Cristo, bajo la acción del Espíritu, es servidor del mismo Cristo presente en la Iglesia misterio, comunión y misión (nn.12, 16, 59, 73). La vida espiritual en el presbiterio de la Iglesia particular fundamenta la vitalidad del mismo presbiterio como fraternidad y familia y le abre a la Iglesia universal (cf. n.74).

     La dimensión eclesial presenta matices de mucha riqueza espiritual, especialmente cuando se relaciona el amor a Cristo con el amor a la Iglesia. Este amor es siempre caridad pastoral, la cual no existiría sin la referencia relacional y amorosa a Cristo y a su Iglesia. Ya hemos recordado el servicio sacerdotal en una triple dirección: en la Iglesia misterio, comunión y misión. Este servicio deriva de la configuración con Cristo buen Pastor y, por tanto, de la caridad pastoral: "El don de nosotros mismos, raíz y síntesis de la caridad pastoral, tiene como destinataria a la Iglesia. Así lo ha hecho Cristo 'que amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella' (Ef 5,25); así debe hacerlo el sacerdote. Con la caridad pastoral, que caracteriza el ejercicio del ministerio sacerdotal como 'amoris officium' (S. Agustín), el sacerdote... se hace capaz de amar a la Iglesia universal y aquella porción de Iglesia que le ha sido confiada, con toda la entrega de un esposo hacia su esposa. El don de sí no tiene límites, ya que está marcado por la misma fuerza apostólica y misionera de Cristo" (n.23).

     La dimensión mariana de la espiritualidad sacerdotal es una síntesis de la otras dimensiones: "Cada aspecto de la formación sacerdotal puede referirse a María como la persona humana que mejor que nadie ha correspondido a la vocación de Dios; que se ha hecho sierva y discípula de la Palabra hasta concebir en su corazón y en su carne al Verbo hecho hombre para darlo a la humanidad... Con su ejemplo y mediante su intercesión, la Virgen santísima sigue vigilando el desarrollo de las vocaciones y de la vida sacerdotal en la Iglesia" (n.82).

     Para que "la nueva evangelización tenga en los sacerdotes sus primeros nuevos evangelizadores" (n.2), urge construir la fisonomía sacerdotal como imagen de Cristo buen Pastor. "Hoy, en particular, la tarea pastoral prioritaria de la nueva evangelización, que atañe a todo el Pueblo de Dios y pide un nuevo ardor, nuevos métodos y una nueva expresión para el anuncio y el testimonio del Evangelio, exige sacerdotes radical e integralmente inmersos en el misterio de Cristo y capaces de realizar un nuevo estilo de vida pastoral, marcado por la profunda comunión con el Papa, con los Obispos y entre sí, y por una colaboración fecunda con los fieles laicos" (n.18).[4]



    [1]Citamos la exhortación postsinodal ("Pastores dabo vobis") con esta sigla: PDV. Ver documentación completa sobre el Sínodo en: G. CAPRILE, Il Sinodo dei Vescovi 1990, La Civiltà Cattolica 1991. El texto de la exhortación con introduciones, bibliografía, etc., en: Esortazione Apostolica Post-Sinodale di S.S. Papa Giovanni Paolo II Pastores dabo vobis..., Casale Montferrato, PIEMME 1992.

    [2]Los estudios actuales sobre la espiritualidad sacerdotal recogen estas líneas. Ver especialmente estas obras de conjunto: AA.VV., Espiritualidad del Presbiterio, Madrid, EDICE 1987; AA.VV. Espiritualidad sacerdotal, Congreso, Madrid, EDICE 1989. Recojo bibliografía actual sobre cada tema en: Teología de la espiritualidad sacerdotal, Madrid, BAC 1991. Estudios también de contexto latinoamericano en: Signos del Buen Pastor, espiritualidad y misión sacerdotal, Bogotá, CELAM 1991.

    [3]Ver estudios actuales sobre la formación sacerdotal inicial y permanente: AA.VV., De sacerdotibus formandis in hodiernis temporibus, "Seminarium" (1990) n.1-2; AA.VV., La formación de los sacerdotes en las circunstancias actuales, Pamplona, Univ. de Navarra 1990; CONF. EPISC. COLOMBIA, Formación sacerdotal permanente, Bogotá 1978 e 1990.

    [4]La "nueva evnagelización" exige una renovación por parte de los sacerdotes y, consecuentemente, debe llegar a redimensionar todo el proceso de la formación sacerdotal. Ver: COMISION EPISCOPAL CLERO, Sacerdotes para la nueva evangelización, Madrid 1990; CELAM, Nueva evangelizción, génesis y líneas de un proyecto misionero, Bogotá 1990; J. ESQUERDA BIFET, Renovación eclesial y espiritualidad misionera para una nueva evangelización, "Seminarium" 31 (1991) n.1, 135-147.

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