Lunes, 11 Abril 2022 10:32

LA VIDA ESPIRITUAL DEL SACERDOTE (según la Exhort. Apost. "Pastores dabo vobis")

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                LA VIDA ESPIRITUAL DEL SACERDOTE

         (según la Exhort. Apost. "Pastores dabo vobis")

                                             (J. Esquerda Bifet)

Exigencia de la caridad pastoral

     La presencia de Cristo rescitado en la Iglesia y, de modo particular, en la vida del sacerdote, confiere profundo sentido relacional a su estilo de vida o "espiritualidad": "El que nos ha llamado y nos ha enviado sigue junto a nosotros todos los días de nuestra vida, ya que nosotros actuamos por mandato de Cristo" (n.4, citando el Mensaje de los Padres Sinodales).

     Todos los aspectos de la vida sacerdotal hacen referencia a Cristo Sacerdote y Buen Pastor. "La referencia a Cristo es, pues, la clave absolutamente necesaria para la comprensión de las realidades sacerdotales" (n. 12). El ser sacerdotal es participación del ser o consagración sacerdotal de Cristo y configuración con su misma persona. El obrar sacerdotal es para prolongar a Cristo en su palabra, su acción sacrificial y salvífica, su acción pastoral. El estilo de vida o espiritualidad del sacerdote es transparencia de la misma vida de Cristo Buen Pastor. "Los presbíteros son llamados a prolongar la presencia de Cristo, único y supremo Pastor, siguiendo su estilo de vida y siendo como una transparencia de el en medio del rebaño que les ha sido confiado" (n. 15). "La vida y el ministerio del sacerdote son continuación de la vida y de la acción del mismo Cristo" (n. 18).

     La "vida espiritual" o "espiritualidad" del sacerdote se presenta en la exhortación apostólica "Pastores dabo vobis" a partir de la llamada universal a la santidad que consiste en la caridad (cf. LG 40). "Espiritualidad" es equivalente a "vida animada y dirigida por el Espíritu hacia la santidad o perfección de la caridad" (n. 19). Para el sacerdote ministro hay una nota específica de esta perfección: "la caridad pastoral".

     En el documento postsinodal esta expresión ("caridad pastoral") se repite continuamente como nota característica de todos los aspectos de la vida espiritual del sacerdote. No es un término abstracto, sino la "donación" de sí mismo que hace el Buen Pastor y que debe expresarse en la vida de los sacerdotes ministros. El estilo de vida de caridad pastoral deriva del hecho de participar en la misma consagración y en la misión de Cristo: "Gracias a esta consagración obrada por el Espíritu Santo en la efusión sacramental del Orden, la vida espiritual del sacerdote queda caracterizada, plasmada y definida por aquellas actitudes y comportamientos que son propios de Jesucristo, Cabeza y Pastor de la Iglesia y que se compendian en la caridad pastoral" (n. 21).

 

El contexto y contenido de la vida espiritual

     Al tema de "la vida espiritual del sacerdote", la exhortación postsinodal le dedica especialmente todo el capítulo tercero: "El Espíritu del Señor está sobre mí" (Lc 4,18), la vida espiritual del sacerdote. Es, pues, a partir de la consagración y misión de Cristo que puede vislubrarse todo el contenido de este tema. Precisamente por ello, la vida espiritual se presenta como "centro vital que unifica y vivifica su ser sacerdote y su ejercer el sacerdocio" (n. 45).

     Al señalar importancia y centralidad de la vida espiritual, el documento deja entrever esta línea de fuerza en todos y cada uno de los capítulos, ya desde la introducción, pidiendo "programas de formación permanente, capaces de sostener, de una manera real y eficaz, el ministerio y vida espiritual de los sacerdotes" (n. 3). Los "desafíos" actuales sobre la vocación y la formación sacerdotal (cap. I) indican una "exigencia de vida espiritual correspondiente" (n. 5). La naturaleza y misión del sacerdocio ministerial (cap. II), como participación en el ser y el obrar de Cristo Sacerdote y Buen Pastor, indican "el aspecto esencialmente relacional" del sacerdote respecto a la persona del Señor, para llegar a ser "una imagen viva y transparence de Cristo Sacerdote" (n. 12). La pastoral vocacional (cap. IV), en sus contenidos más profundos y auténticos, consiste en "suscitar un seguimiento integral y atrayente de Jesucristo" (n.  40), puesto que se trata de un "dinamismo" vocacional de "buscar a Jesús, seguirlo y permanecer en El" (n. 34). La formación de los candidatos al sacerdocio (cap. V) presenta en sus cuatro niveles (humano, espiritual, intelectual y pastoral) un marcado tono de vida espiritual (siempre en estrecha relación con los otros niveles), como "respuesta consciente y libre que implica a toda la persona en su adhesión a Jesucristo, que llama a su intimidad de vida y a participar en su misión salvífica", para convertirse en "una imagen viva de Jesucristo Cabeza y Pastor de la Iglesia". Por sto, "vivir en el Seminario, escuela del Evangelio, es vivir en el seguimiento de Cristo como los apóstoles... es dejarse configurar con Cristo buen Pastor para un mejor servicio sacerdotal en la Iglesia y en el mundo" (n.42). "Formar a los futuros sacerdotes en la espiritualidad del Corazón del Señor supone llevar una vida que corresponda al amor y al afecto de Cristo Sacerdote y buen Pastor: a su amor al Padre en el espíritu Santo, a su amor a los hombres hasta inmolarse entregando su vida" (n.49). La formación permanente (cap. VI) además de abarcar la dimensión espiritual (n.72), "es expresión y exigencia de la fidelidad del sacerdote a su ministerio, es más, a su propio ser. Es, pues, amor a Jesucristo y coherencia consigo mismo" (n.70), como "participación cada vez más amplia y radical de los sentimientos y actitudes de Jesucristo" (n.72).

     Nuestro tema queda explicado ampliamente en el capítulo tercero (nn.19-33). A él hacen referencia los demás capítulos y, de modo especial, el capítulo sobre la formación inicial de los candidatos al hablar de la formación espiritual (nn.45-50) y el capítulo de la formación permanente al presentar la dimensión espiritual (n.72). Los contenidos básicos se encuentran en el capítulo tercero, comentando ampliamente la doctrina conciliar de "Presbyterorum Ordinis" nn.12-17 (santidad sacerdotal y peculiares exigencias espirituales).

 

Características específicas de la vida espiritual del sacerdote

Las características específicas de esta santidad y espiritualidad se concretan en las siguientes: caridad pastoral como configuración con Cristo Cabeza, Pastor, Siervo y Esposo, santificación en los mismos actos del ministerio, seguimiento evangélico expresado en los llamados "consejos evangélicos" como imitación de la "vida apostólica", pertenencia a la Iglesia particular en unión con el propio Obispo y con los demás sacerdotes del Presbiterio (esta pertenencia, expresada en la "incardinación", es un hecho de gracia), disponibilidad para la misión en la Iglesia particular y universal.

     Para el sacerdote diocesano ello tendrá una aplicación especial: "En esta perspectiva es necesario considerar como valor espiritual del presbítero su pertenencia y su dedicación a la Iglesia particular, lo cual no está  motivado solamente por razones organizativas y disciplinares; al contrario, la relación con el Obispo en el único presbiterio, la coparticipación e su preocupación eclesial, la dedicación al cuidado evangélico del Pueblo de Dios en las condiciones concretas históricas y ambientales de la Iglesia particular, son elementos de los que no se puede prescindir al dibujar la configuración propia del sacerdote y de su vida espiritual. En este sentido, la 'incardinación' no se agota en su vínculo puramente jurídico, sino que comporta también una serie de actitudes y de opciones espirituales y pastorales, que contribuyen a dar una fisonomía específica a la figura vocacional del presbítero" (n.31).

     Cada una de estas características representa todo un programa de vida espiritual. Todas ellas se complementan, derivan de la configuración y relación con Cristo, y se concretan en sintonía de sentimientos y de actitudes del mismo Cristo, como expresión de la caridad pastoral. "El principio interior, la virtud que anima y guía la vida espiritual del presbítero en cuanto configurado con Cristo Cabeza y Pastor es la caridad pastoral, participación de la misma caridad pastoral de Jesucristo: don gratuito del Espíritu Santo y, al mismo tiempo, deber y llamada a la respuesta libre y responsable del presbítero. El contenido esencial de la caridad pastoral es la donación de sí, la total donación de sí a la Iglesia, compartiendo el don de Cristo y su imagen" (n.23). La Eucaristía reencuentra su centralidad: "El lugar verdaderamente central, tanto de su ministerio como de su vida espiritual, es la Eucaristía" (n.26; cf. PO 5).

 

En el seguimiento evangélico para ser signo del buen Pastor

     Hay una afirmación que se repite diversas maneras y que es un compendio sapiencial de esta doctrina sobre la caridad pastoral como "officium amoris" (S. Agustín): "testigo del amor de Cristo como Esposo" (n.22). A partir de esta perspectiva de correr la misma suerte de Cristo, en el seguimento de radicalismo evangélico (sequela Christi) como los Apóstoles, se puede comprender mejor todo el rico contenido de los llamados "consejos evangélicos" (nn.27-30). Se sigue a Cristo, Buen Pastor, en su "caridad pastoral" expresada por la obediencia, castidad (virginidad) y pobreza.

     La obediencia (n.28) que deriva de la caridad pastoral tiene las características de "apostólica" ("comunión con el Sumo Pontifíce y con el Colegio Episcopal, particularmente con el proprio Obispo diocesano"), "comunitaria" (como "inserción en la unidad del presbiterio"), "pastoral" (como "disponibilidad" para la misión).

     La virginidad (castidad en el celibato) (n.29), además de la línea profética, escatológica y de "corazón indiviso" para la misión, tiene la característica de ser signo del mismo amor de Cristo Buen Pastor y Esposo. "La Iglesia, como Esposa de Jesucristo, desea ser amada por el sacerdote de modo total y exclusivo como Jesucristo Cabeza y Esposo la ha amado. Por esto el celibato sacerdotal es un don de sí mismo en y con Cristo a su Iglesia y expresa el servicio del sacerdote a la Iglesia en y con el Señor.Para una adecuada vida espiritual del sacerdote es preciso que el celibato sea considerado y vivido no como un elemento aislado o puramente negativo, sino como un aspecto de una orientación positiva, específica y característica del sacerdote: él, dejando padre y madre, sigue a Jesús buen Pastor, en una comunión apostólica, al servicio del Pueblo de Dios... como 'estímulo de la caridad pastoral' (cita de PO 16), como participación en la paternidad de Dios y en la fecundidad de la Iglesia, como testimonio ante el mundo del Reino escatológico" (n.29).

     La pobreza evangélica (n.30) tiene el mismo punto de partida: "la configuración sacramental con Crsito Cabeza y Pastor". Precisamente por ello, "tiene connotaziones pastorales bien precisas", que se concretan en la cercanía a los pobres, en la disponibilidad misionera y en la comunión fraterna del Presbiterio. Así el sacerdote puede "encontrar en la caridad obediente, casta y pobre, la vía maestra de la unión con Dios y de la unidad con los hermanos" (n.30).

 

Dimensiones de la espiritualidad sacerdotal

     Siendo la espiritualidad una "vida según el Espíritu" que ungió y envió a Jesús, hay que reconocer su protagonismo y su presencia operante en la vida sacerdotal: "Ciertamente, el Espíritu del Señor es el gran protagonista de nuestra vida espiritual. El crea el 'corazón nuevo', lo anima y lo guía con la 'ley nueva' de la caridad, de la caridad pastoral... no faltará nunca al sacerdote la gracia del Espíritu Santo" (n.33). Por esto, "la vocación sacerdotal es esencialmente una llamada a la santidad, que nace del sacramento del Orden. La santidad es intimidad con Dios, es imitación de Cristo, pobre, casto, humilde; es amor sin reservas a las almas y donación a su verdadero bien; es amor a la Iglesia" (n.33).

     La dimensión cristológica de la espiritualidad sacerdotal, como configuración con Cristo Sacerdote y buen Pastor, es al mismo tiempo dimensión pneumatológica o de "consagración" y misión del Espíritu Santo. Es, por ello mismo, dimensión eclesial. Efectivamente, el sacerdote, por el hecho de configurarse con Cristo, bajo la acción del Espíritu, es servidor del mismo Cristo presente en la Iglesia misterio, comunión y misión (nn.12, 16, 59, 73). La vida espiritual en el presbiterio de la Iglesia particular fundamenta la vitalidad del mismo presbiterio como fraternidad y familia y le abre a la Iglesia universal (cf. n.74).

     La dimensión mariana de la espiritualidad sacerdotal es una síntesis de la otras dimensiones: "Cada aspecto de la formación sacerdotal puede referirse a María como la persona humana que mejor que nadie ha correspondido a la vocación de Dios; que se ha hecho sierva y discípula de la Palabra hasta concebir en su corazón y en carne al Verbo hecho hombre para darlo a la humanidad... Con su ejemplo y mediante su intercesión, la Virgen santísima sigue vigilando el desarrollo de las vocaciones y de la vida sacerdotal en la Iglesia" (n.82).

     La vida espiritual inserta al sacerdote en el misterio del hombre a la luz del misterio de Cristo para "buscr a Cristo en los hombres" (n.49). Realizar esta espiritualidad en la vida cotidiana presupone una formación inicial y permanente que no olvide ni infravalore los medios concretos: vida eucarística y litúrgico-sacramental (liturgia de las horas, reconciliación), lectura contemplativa de la Palabra, devoción mariana, dirección espiritual, vida comunitaria, etc. (nn.45-50).

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