Lunes, 11 Abril 2022 09:09

LA MISION DE LA IGLESIA Y LA REVITALIZACION EVANGELIZADORA DE NUESTROS ARCIPRESTAZGOS

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LA MISION DELA IGLESIA Y LA REVITALIZACION EVANGELIZADORA DE NUESTROS ARCIPRESTAZGOS

Exhortación pastoral sobre el Objetivo diocesano para el curso 2001-02

SUMARIO 
 

Introducción

1. De nuevo la evangelización 
2. Retos y líneas de acción pastoral 
3. Un nuevo objetivo diocesano 
 

I. LA MISION EVANGELIZADORA DE LA IGLESIA

4. De la misión de Jesucristo a la misión de la Iglesia 
5. El Espíritu Santo "protagonista de la misión eclesial" (RM 21) 
6. La misión de la Iglesia hoy bajo la acción del Espíritu 
7. Crecer como Iglesia gracias a la misión 
8. ¿Nuestra Diócesis es misionera? ¿y nuestras comunidades? 
9. Caminos de misión en nuestra Diócesis

 1.- Crecer en comunión 
 2.- Testimonio de vida 
 3.- Autoevangelización 
 4.- Espíritu de oración 
 5. Vida litúrgica y sacramental centrada en la Eucaristía 
 

II. EL ARCIPRESTAZGO AL SERVICIO DE LA EVANGELIZACION

10. El arciprestazgo: configuración canónica y órgano pastoral  
11. Comunión y corresponsabilidad para la evangelización 
12. Reorganización de los arciprestazgos 
13. Necesidad de renovación sobre todo de las personas 
14. La misión del arcipreste 
 

III. LOS CAMPOS DE LA ACCION EVANGELIZADORA EN EL ARCIPRESTAZGO

15. En relación con la vida espiritual y a la formación permanente (líneas 1ª y 2ª) 
16. En relación con la Iniciación cristiana y con la pastoral del domingo (líneas 3ª y 4ª) 
17. En relación con las manifestaciones de la piedad popular (línea 5ª)    
18. La pastoral de la familia y de los jóvenes (líneas 6ª y 7ª) 
19. La acción social de los cristianos (líneas 8ª y 9ª)

20. Amodo de conclusión

 

"Ningún día dejaban de enseñar, en el templo y por las casas, anunciando el Evangelio de Jesucristo" (Hch 5,42)

 


  
 

 Introducción

 Queridos diocesanos:

 Al comenzar esta Exhortación pastoral de cara al nuevo curso (1) , me vienen a la mente las palabras que he puesto al principio y que reflejan la actitud de los Apóstoles y, en general de los primeros cristianos, que se tomaron muy en serio el mandato misionero del Señor (cf. Mc 16,15; etc.), de modo que un día y otro anunciaban y enseñaban la buena nueva de Jesucristo no sólo en el templo sino también por las casas, quizás casa por casa (cf. Hch 5,42).

1. De nuevo la evangelización

 El curso 2001-02 va a ser el segundo en el que hemos de aplicar las "líneas de acción pastoral" señaladas, a modo de "surcos de trabajo pastoral", cuando el Gran Jubileo tocaba a su fin. "Denominador común de esas líneas, escribí hace un año,  es la necesidad de la evangelización como preocupación general y prioritaria. La Iglesia particular de Ciudad Rodrigo necesita reforzar su misión al servicio del Reino de Dios con la mirada puesta en Jesucristo, origen y dueño de la acción evangelizadora" (2) .

 Por este motivo volvemos otra vez al tema de la evangelización, vocación permanente de la Iglesia y urgencia pastoral primordial. En este aspecto nuestro tiempo se parece mucho al de los orígenes del cristianismo. Aunque han pasado dos mil años y somos herederos y depositarios de una rica tradición cristiana, es necesaria una nueva evangelización que dé respuesta a la demanda de muchos de los hombres y mujeres que piden a los creyentes, quizás no siempre de manera consciente, que les hablemos de Jesucristo y que se lo hagamos "ver": ¿No es quizá cometido de la Iglesia reflejar la luz de Cristo en cada época de la historia y hacer resplandecer también su rostro ante las generaciones del nuevo milenio?" (3) .

2. Retos y líneas de acción pastoral

 Puede parecer reiterativo, pero la secularización progresiva y el avance del neopaganismo que parece envolverlo todo reclaman de nosotros un anuncio explícito de Jesucristo, una permanente actitud de conversión del corazón y una vivencia de la fe y de cuanto significa ser cristianos, en íntima vinculación con la comunidad parroquial y diocesana que garantiza la pertenencia a la Iglesia de Jesús y la fidelidad a su mensaje.

 Las diez líneas de acción pastoral para el trienio responden al propósito de continuar la experiencia que supuso la preparación y la celebración del Gran Jubileo, especialmente desde el curso 1996-97, pero también a la necesidad de inspirar los objetivos diocesanos con sus correspondientes acciones. Por otra parte estas líneas concretan entre nosotros lo que el Papa Juan Pablo II ha invitado a hacer a todas las Iglesias particulares, es decir, "establecer aquellas indicaciones programáticas concretas -objetivos y métodos de trabajo, de formación y valorización de los agentes y la búsqueda de los medios necesarios- que permiten que el anuncio de Cristo llegue a las personas, modele las comunidades e incida profundamente mediante el testimonio de los valores evangélicos en la sociedad y en la cultura" (NMI 29).

  He aquí las líneas que propusimos (4) :

 1. Atención a la vida espiritual en todos los sectores del pueblo de Dios. 
 2. Formación permanente con talante misionero y promoción de un laicado adulto. 
 3. Intensificación de la pastoral de la Iniciación. cristiana 
 4. Revitalizar la celebración del domingo. 
 5. Acompañamiento paciente y discernimiento de la piedad popular. 
 6. Desarrollo de la pastoral familiar. 
 7. Pastoral juvenil en clave vocacional. 
 8. Mayor presencia de la Iglesia y de los cristianos en la sociedad.  
 9. Promover el desarrollo integral de las personas y de los pueblos en línea con la doctrina social de la Iglesia. 
 10. Adaptación de las estructuras pastorales al servicio de la acción evangelizadora.

 Estas líneas responden a la situación que nos toca vivir y que nos pide "reavivar en nosotros el impulso de los orígenes, dejándonos impregnar por el ardor de la predicación apostólica después de Pentecostés. Hemos de revivir en nosotros el sentimiento apremiante de Pablo, que exclamaba: "¡ay de mí si no predicara el Evangelio!" (1 Co 9,16)" (NMI 40).

3. Un nuevo objetivo diocesano

 El año pasado dijimos también que los objetivos pastorales del trienio deberían centrarse en la renovación de las parroquias (curso 2000-01), en la renovación de los arciprestazgos (curso 2001-02) y en la renovación de la diócesis (curso 2002-03), siempre en clave misionera y evangelizadora. 

 Por este motivo el objetivo del curso pasado, además de fijarse en la misión de N.S. Jesucristo como fundamento de la misión de la Iglesia, señaló como tarea "la revitalización de la acción evangelizadora de nuestras parroquias" (5) . En el curso 2001-02 se da un paso más. Este curso nos centraremos ya en la actividad misionera de la Iglesia (primer aspecto del objetivo del próximo curso), y en la renovación de los arciprestazgos de cara a la acción evangelizadora en comunión y corresponsabilidad (segundo aspecto del objetivo).

 En consecuencia el objetivo diocesano de pastoral del curso 2001-02 queda formulado así:

 PROFUNDIZAR EN LA MISION DE LA IGLESIA 
 PARA FORTALECER LA COMUNION Y LA CORRESPONSABILIDAD 
 DE LOS ARCIPRESTAZGOS 
 EN LA ACCION EVANGELIZADORA

 La Exhortación pastoral desarrolla el objetivo propuesto en tres partes: la primera versa sobre la misión evangelizadora de la Iglesia, la segunda trata del arciprestazgo al servicio de la evangelización, y la tercera extrae algunas consecuencias concretas de tipo operativo. 
 

 I. LA MISION EVANGELIZADORA DE LA IGLESIA

4. De la misión de Jesucristo a la misión de la Iglesia

 Ciertamente la misión de Jesucristo se prolonga en la misión de la Iglesia, depositaria y continuadora de la obra de salvación de su Señor y Esposo. En este sentido la misión de la Iglesia está íntimamente unida al misterio de las misiones divinas del Hijo y del Espíritu Santo, si bien se manifestó en la vocación de los primeros discípulos, cuando Jesús, después de haber hecho oración al Padre, llamando a sí a los que Él quiso, eligió a los Apóstoles para enviarlos a predicar el Reino de Dios (cf. Mc 3,13-19; Mt 10,1-42), primero a los hijos de Israel y después a todas las gentes (cf. Rom 1,16), para que hiciesen discípulos suyos a todos los pueblos, los bautizasen y les enseñasen (cf. Mc 16,15; Mt 28,16-20; Lc 24,45-48; Jn 20,21-23). Jesús prometió también estar con los enviados hasta la consumación de los siglos (cf. Mt 28,20).

 Fue precisamente en la resurrección de Jesús con la donación del Espíritu Santo cuando la misión eterna del Hijo de Dios y del Espíritu Santo se convirtió en la misión de la Iglesia: "Como el Padre me envió así os envío yo" (Jn 20,21; cf. Mt 28,19; Lc 24,47-48; Hch 1,8). Como enseña el Concilio Vaticano II, la Iglesia es "por su misma naturaleza misionera, porque tiene su origen en la misión del Hijo y en la misión del Espíritu Santo según el plan de Dios Padre" (AG 2). Esto quiere decir que la Iglesia tiene el mismo origen que las misiones del Hijo y del Espíritu Santo, es decir, el amor eterno del Padre que "quiere que todos los hombres se salven" (1 Tm 2,4); y como fin último el hacer participar a todos los hombres en la comunión de la vida trinitaria (cf. CCE 850-851) (6) .

 La misión de la Iglesia, por tanto, arranca de su propio ser. Nacida del costado de Cristo es expansión en el tiempo de la presencia salvadora del Hijo de Dios encarnado para transmitir, bajo el impulso del Espíritu Santo, la vida divina a los hombres que ella misma recibe. En su condición de Cuerpo de Cristo animado por el Espíritu Santo, la Iglesia es camino y medio obligado en la comunicación de la salvación de Dios a los hombres.

5. El Espíritu Santo "protagonista de la misión eclesial" (RM 21)

   La Iglesia existe para la misión. El ser de la Iglesia es ser en la misión, al servicio del Reino de Dios predicado por Jesús e inaugurado con su muerte y resurrección y la donación del Espíritu Santo. Todos estos aspectos están inseparablemente unidos en el acontecimiento de la Pascua-Pentecostés (cf. Jn 19,30; 20,22; Hch 2,1 ss.).

 En efecto, cuando se cumplió la promesa de Jesús: "Seréis bautizados en el Espíritu Santo" (Hch 1,5), el Espíritu empujó a los Apóstoles a predicar el Evangelio precediéndoles, acompañándoles y permaneciendo en ellos (cf. Hch 2,4; 4,31; etc.) como había ocurrido con Jesús desde su encarnación (cf. Lc 1,35; 3,22; 4,1.14; etc.). El Espíritu Santo escogió para la misión a Bernabé y a Saulo (cf. Hch 13,2.46-48), inspiró el concilio de Jerusalén (cf. Hch 15,5-11.28) y llenó a los Apóstoles de audacia y de valentía para predicar y dar testimonio en nombre de Jesús (cf. Jn 15,26-27; Hch 1,8; 4,33; 9,27-28; etc.).

 Desde entonces el Espíritu se manifiesta en la comunidad cristiana y la "la Iglesia se presenta ante el mundo como continuadora de la misión de Cristo, anunciando el Evangelio y dispensando los sacramentos de la salvación (cf. LG 2; SC 6). El Espíritu Santo guía a la Iglesia y hace que todos los creyentes en Cristo, santificados por Él, crezcamos juntos hacia la plena comunión y demos testimonio de la verdad del Evangelio. Él es 'quien vivifica, unifica y mueve todo el cuerpo de la Iglesia' (LG 7)" (7) . El nombre de Jesús y el poder del Espíritu Santo son las constantes de la misión de la Iglesia.

6. La misión de la Iglesia hoy bajo la acción del Espíritu

 El Concilio Vaticano II quiso recordar también la acción del Espíritu Santo en el corazón de cada hombre mediante las "semillas del Verbo" en las iniciativas religiosas y en las actividades humanas que tienden a la verdad, al bien, a Dios. Hablando del misterio pascual afirma: "Esto vale no solamente para los cristianos, sino también para todos los hombres de buena voluntad, en cuyo corazón obra la gracia de modo invisible... En consecuencia, debemos creer que el Espíritu Santo ofrece a todos la posibilidad de que, en la forma sólo de Dios conocida, se asocien a este misterio pascual" (GS 22). 

 De hecho es el Espíritu Santo el que mueve los corazones de los hombres para que se conviertan a Dios y se adhieran a Aquel que es "el camino, la verdad y la vida" (Jn 14,6). Dios no está lejos de aquellos que lo buscan sinceramente aun en medio de las sombras, ya que Él es quien da la vida, el aliento y todas las cosas (cf. Hch 17,25-28). Los que desconocen sin culpa el Evangelio de Cristo y, a pesar de ello, se esfuerzan bajo el influjo de la gracia en hacer la voluntad de Dios, conocida a través de la voz de la conciencia, pueden alcanzar la salvación eterna (cf. LG 16). 

 Pero a nosotros debe preocuparnos profundamente la situación de muchos fieles, especialmente jóvenes, que a pesar de haber sido bautizados y confirmados, viven completamente al margen de la comunidad cristiana o han abandonado la práctica religiosa. Esta situación es indicativa del reto que tiene la Iglesia en zonas como la nuestra, en las que la "sociedad cristiana" está adoptando, en el contexto de la globalización y de los cambios culturales, formas de vida cada día más opuestas al mensaje de Cristo (cf. RM 33-34; 37; etc.; NMI 40). Por esto la misión ha de adoptar entre nosotros las características de la "nueva evangelización", o anuncio explícito de Jesucristo con nuevo ínmpetu, nuevos métodos y nuevas expresiones (8) . 

 Ahora bien, como dice el Papa: "Dios abre a la Iglesia horizontes de una humanidad más preparada para la siembra evangélica. Preveo que ha llegado el momento de dedicar todas las fuerzas eclesiales a la nueva evangelización y a la misión ad gentes. Ningún creyente en Cristo, ninguna institución de la Iglesia puede eludir este deber supremo: anunciar a Cristo a todos los pueblos" (RM 3).

7. Crecer como Iglesia gracias a la misión

 Desde el momento en que Jesús dio a la Iglesia el mandato de continuar su misión, toda comunidad cristiana es misionera y se encuentra a sí misma en el servicio de la misión. Por este motivo la fidelidad a la misión lleva a la comunidad a crecer como Iglesia de Cristo.

 En efecto, la Iglesia tiene significado únicamente en esta perspectiva dinámica. La evangelización es la vocación y la identidad de la Iglesia (cf. EN 14). Esta no es un fin en sí misma. Su razón de ser está en la proclamación del mensaje de la salvación y al mismo tiempo en bautizar (santificar), enseñar y dar testimonio de Jesucristo con proyección universal. El resultado de la acción misionera es el establecimiento de la Iglesia mediante la conversión, la fe, el bautismo y la entrada en la comunidad cristiana de quienes deciden seguir a Jesucristo y perseverar en la enseñanza apostólica, en la Eucaristía, en la "comunión del Espíritu" y en las oraciones (cf. Hch 2,39-42).

 En este sentido la evangelización fue la labor más importante de la Iglesia en los orígenes, tal como ha quedado reflejado en el Nuevo Testamento. San Pablo es fue representante más significativo de esta tendencia, como puede verse en sus cartas (cf. Rm 1,14-15; 1 Cor 1,23; 9,14; 15,14; 2 Cor 4,5; Ef 3,8; 2 Tim 1,11; etc.). La urgencia en proclamar el Evangelio, confirmado por el testimonio de vida de los enviados, hacía que la Iglesia se extendiese por todas partes y difundiese la salvación que Cristo había hecho posible. De este modo pasó de Jerusalén a Samaría, a Antioquía y a todos los lugares de los que hay constancia en el Nuevo Testamento. En todas partes se repetía el envío misionero descrito por ejemplo en Hch 13,2-3: los responsables de la Iglesia, después de haber ayunado y orado, imponían las manos sobre los elegidos y los enviaban como misioneros. 

 Lo que ocurrió en los orígenes se repite hoy en nuestras comunidades eclesiales. Estas crecen interiormente y se ensanchan gracias a la acción evangelizadora. Por eso toda Iglesia particular o local, para ser plena y auténticamente ella misma, debe ser misionera manifiestando su fecundidad espiritual en el anuncio del Evangelio a los que no conocen a Jesucristo y en la cooperación en el establecimiento y el desarrollo de otras Iglesias. Por otra parte evangelizar es siempre un acto eclesial (cf. EN 60), es decir, no responde a una iniciativa particular o aislada. El evangelizador ha de estar unido a la misión de la Iglesia que se realiza en cada lugar y que garantiza la fidelidad al mandato del Señor.

8. ¿Nuestra Diócesis es misionera? ¿y nuestras comunidades?

 Todas estas reflexiones nos conducen a hacernos una pregunta: ¿nuestra Iglesia a nivel diocesano y a nivel de las parroquias y demás comunidades, es misionera en el sentido señalado antes? ¿Sentimos todos los miembros de la Iglesia local el imperativo evangelizador y misionero y actuamos en consecuencia? ¿Es suficiente que al llegar las jornadas y colectas misionales o en favor de los pueblos del tercer mundo, recemos por el fruto de la actividad misionera de la Iglesia y colaboremos económicamente? Ciertamente no podemos olvidar que nuestra Diócesis ha cooperado con otras Iglesias enviando sacerdotes, religiosos y religiosas, entre los que se cuenta un notable número de misioneros y misioneras. 

 Pero el problema más acuciante que nos afecta, apuntado ya más arriba en los nn. 1 y 6, es la necesidad de evangelizar de nuevo a los "bautizados que han perdido el sentido vivo de la fe o incluso no se reconocen ya como miembros de la Iglesia, llevando una existencia alejada de Cristo y de su Evangelio" (RM 33). ¿Cómo afrontamos este reto?

 No se trata de entrar en discusiones sobre los conceptos de misión, de actividad misionera, de evangelización y de nueva evangelización, porque en el fondo sólo hay una misión que tiene su origen en Cristo y su objeto esencial en la comunicación de la vida divina a los hombres en la Iglesia bajo la acción del Espíritu Santo. Las preguntas anteriores pretenden en definitiva hacer aflorar en todos los miembros de la comunidad diocesana la inquietud y el afán de responder personal, comunitaria e institucionalmente al mandato misionero de Jesús hacia el interior de nuestras propias parroquias y ambientes sin olvidar la cooperación con otras Iglesias.

 Porque difícilmente una Diócesis será misionera si descuida cualquiera de los dos aspectos que acabo de señalar. Más aún, la dedicación al primero redundará en el segundo, y viceversa. Esto es lo que se deduce de la propia experiencia eclesial avalada por las enseñanzas de la Iglesia: "Las Iglesias de antigua cristiandad ante la dramática tarea de la nueva evangelización, comprenden mejor que no pueden ser misioneras respecto a los no cristianos de otros países o continentes, si antes no se preocupan seriamente de los no cristianos en su propia casa. La misión ad intra es signo creíble y estímulo para la misión ad extra, y viceversa" (RM 34).

9. Caminos de misión en nuestra Diócesis

 Con este título quiero referirme a una serie de factores tanto de renovación de la conciencia misionera y evangelizadora como de actuación concreta para hacer más vivo y operativo el compromiso de nuestra Iglesia en la fidelidad al mandato de Cristo de anunciar el Evangelio a todas las gentes, empezando por "nuestra propia casa". En algunos de estos factores reaparecen las líneas prioritarias de acción pastoral apuntadas en el n. 2. En efecto, "la misión renueva la Iglesia, refuerza la fe y la identidad cristiana, da nuevo entusiasmo y nuevas motivaciones. ¡La fe se fortalece dándola! La nueva evangelización de los pueblos cristianos hallará inspiración y apoyo en el compromiso por la misión universal" (RM 2):

 1.- Crecer en comunión: La comunión eclesial o unidad interna y externa de los discípulos de Jesús es uno de los signos más valiosos "para que el mundo crea" (Jn Jn 17,21). En efecto, la acción evangelizadora nace en comunidades cristianas religiosamente vigorosas en la fe y en la oración, que se esfuerzan en superar las limitaciones y las discrepancias de sus miembros por medio de la caridad, procurando vivir en una comunión efectiva con los pastores de la Iglesia y respetando todos los carismas y funciones y tratando de basar todas las relaciones intraeclesiales en la imagen amorosa de la SS. Trinidad. La comunión eclesial es "comunión misionera", que genera y es fruto a la vez de la misión (cf. Jn 15,16; ChL 32). 

 No es casual que el Santo Padre Juan Pablo II insista tanto en lo que él llama "espiritualidad de comunión", proponiéndola como principio de formación de toda comunidad cristiana: "Espiritualidad de la comunión significa ante todo una mirada del corazón sobre todo hacia el misterio de la Trinidad que habita en nosotros, y cuya luz ha de ser reconocida también en el rostro de los hermanos que están a nuestro lado" (NMI 43). El motivo es que Dios quiere que toda la humanidad sea una familia, según el modelo de la Santísima Trinidad. La Iglesia es signo que anuncia esta comunión y e instrumento que la hace realidad ya en este mundo (cf. LG 1).

 2.- Testimonio de vida: También lo señala el Papa: "El hombre contemporáneo cree más a los testigos que a los maestros (cf. EN 69); cree más en la experiencia que en la doctrina, en la vida y los hechos que en las teorías. El testimonio de vida cristiana es la primera e insustituible forma de la misión" (RM 42). Jesús envió a sus apóstoles con el mandato explícito de ser sus testigos (cf. Hch 1,8). La primitiva comunidad cristiana era consciente de la importancia de una vida recta y santa para proclamar el mensaje evangélico. Se otorgaba mucha importancia al amor fraterno y a la comunicación de bienes (cf. Hch 2,44-47), pero también se esforzaban en ser buenos ciudadanos obedeciendo a la autoridad legítima (cf. Rm 13,1-3). Se daba incluso un gran valor a los sufrimientos como parte de la misión apostólica (cf. 2 Cor 11,31). "Recuerden todos que el testimonio diario, basado en una vida de intimidad con Cristo, es un medio incomparable para la evangelización" (9)  . 

 Junto a la vida misma de los cristianos "el testimonio evangélico, al que el mundo es más sensible, es el de la atención a las personas y el de la caridad para con los pobres y los pequeños, con los que sufren. La gratuidad de esta actitud y de estas acciones, que contrastan profundamente con el egoísmo presente en el hombre, hace surgir unas preguntas precisas que orientan hacia Dios y el Evangelio" (RM 42). Sólo con el testimonio se puede aspirar a la transformación de la sociedad con la fuerza del Evangelio (cf. EN 19). Por eso es necesario "apostar por la caridad", como señala el Papa (cf. NMI 49-50).

 3.- Autoevangelización: La comunidad cristiana, para ser capaz de cumplir su misión de evangelizar con eficacia, necesita evangelizarse constantemente a sí misma. Es lo que pedía el Papa Pablo VI cuando hablaba de la Iglesia como "comunidad evangelizada y evangelizadora", formada por quienes primero han acogido con sinceridad el Evangelio y se reúnen para buscar juntos el Reino de Dios, construirlo y vivirlo. Los que han sido evangelizados "constituyen una comunidad que es a la vez evangelizadora... Aquellos que ya han recibido la Buena Nueva y que están reunidos en la comunidad de salvación, pueden y deben comunicarla y difundirla" (EN 13). Por otra parte la Iglesia, expuesta a los peligros del mundo, ha de escuchar y acoger continuamente el Evangelio. La comunidad consciente de esta necesidad, es capaz de compartir el mensaje de salvación con los demás.

 4.- Espíritu de oración: Nunca se insistirá bastante en este aspecto de la vida cristiana que pone de relieve la primacía de la gracia divina. A pesar de los fenómenos de la secularización de las costumbres y del hedonismo de vida del que no se ven libres ni siquiera los cristianos más fieles, se constata hoy una exigencia creciente de espiritualidad en todos los sectores del pueblo de Dios, manifestada sobre todo en la necesidad de orar (cf. NMI 33). En este hecho ha podido influir la actitud de los creyentes de religiones no cristianas venidas de Oriente. 
   
 Pero es preciso orar como el Señor nos ha enseñado (cf. Lc 11,1-4) y como el Espíritua Santo, que "viene en ayuda de nuestra debilidad" (Rm 8,26), nos impulsa a hacerlo en confianza filial con el Padre y en apertura dialogal a lo que Él quiere manifestarnos a través de su Hijo. Por este motivo "nuestras comunidades cristianas tienen que llegar a ser auténticas "escuelas de oración", donde el encuentro con Cristo no se exprese solamente en petición de ayuda, sino también en acción de gracias, alabanza, adoración, contemplación, escucha y viveza de afecto hasta el 'arrebato del corazón'. Una oración intensa, pues, que sin embargo no aparta del compromiso en la historia: abriendo el corazón al amor de Dios, lo abre también al amor de los hermanos, y nos hace capaces de construir la historia según el designio de Dios" (NMI 33).

 La oración, presente en los planes de pastoral de las comunidades parroquiales y de los movimientos y grupos eclesiales (cf. NMI 34), no sólo no es una pérdida de tiempo sino condición indispensable para la evangelización (cf. Mt 6,10; 9,38; 18,19; RM 78).

 5. Vida litúrgica y sacramental centrada en la Eucaristía. El Cristo que es anunciado en la evangelización, es "palabra y sacramento", es decir, es la suprema Palabra de Dios, el Verbo eterno del Padre en el cual lo ha dicho todo (cf. Jn 1,1 ss.: Hb 1,1-2), y es el supremo y primer sacramento del encuentro del hombre con Dios (cf. Jn 1,14; 1 Jn 1,1-3). El Evangelio, identificado con la persona de Jesús y con su obra de salvación (cf. Mc 1,1; Rm 1,1-4; Lc 17,21), es una realidad que debe ser acogida tanto en la predicación que la anuncia como en los signos sacramentales que la comunican. Por eso creer en Cristo es aceptar su palabra y dejarse santificar por sus sacramentos, comenzando por el Bautismo (cf. Hch 2,41; 8,34-38) y perseverando en la vida litúrgica de la comunidad (cf. Hch 2,42). La palabra predicada y los sacramentos de la Iniciación cristiana hacen nacer y renacer a la Iglesia bajo la acción del Espíritu Santo (cf. Jn 19,30.34; CCE 1091 ss.).

 De ahí la íntima conexión entre palabra y sacramento, entre evangelización y pastoral litúrgica. La palabra anuncia, suscitando la fe, lo que el Padre ha operado en Jesús para la salvación del mundo y el sacramento actualiza y cumple en los fieles el misterio de Cristo (cf. CCE 1100-1102 y 1104). Entre todos los sacramentos sobresale la Eucaristía, "fuente y cumbre" de la actividad de la Iglesia y aun de toda la vida cristiana (cf. SC 10; LG 11; PO 5). Por eso la comunidad cristiana, surgida en la evangelización, vive y expresa su identidad más profunda, la de ser cuerpo de Cristo y templo del Espíritu, en torno a la mesa eucarística (cf. LG 3). Una comunidad que celebra intensamente la Eucaristía, sobre todo el domingo (cf. NMI 35-36), se siente enviada de nuevo (10) . La Eucaristía regenera continuamente a la Iglesia y la nutre con aquel amor que anima toda labor evangelizadora (cf. PO 13; EN 76; RM 51). 
 

 II. EL ARCIPRESTAZGO AL SERVICIO DE LA EVANGELIZACION

 La segunda parte de esta Exhortación se ocupa del arciprestazgo como cauce de comunión y de corresponsabilidad en la acción evangelizadora de la Iglesia diocesana, de la misma manera que el objetivo diocesano de pastoral del curso pasado se refirió a la parroquia (11)  .

10. El arciprestazgo: configuración canónica y órgano pastoral 

 En el contexto de la misión de la Iglesia y de las preguntas hechas en el n. 8: "¿Es misionera nuestra Diócesis? ¿lo son nuestras comunidades?", hagamos ahora una reflexión sobre el arciprestazgo ante todo como unidad de trabajo pastoral, sin olvidar que ha sido primeramente una institución eclesiástica centrada en la figura del arcipreste y contemplada en el ordenamiento canónico de la Iglesia. En las últimas décadas el arciprestazgo o decanato ha conocido una interesante revalorización como unidad al servicio de la pastoral de conjunto y, en terminología acuñada en nuestra región y que hizo fortuna en nuestra Diócesis, como "hogar, escuela y taller".

 En efecto, la figura del arcipreste o "vicario foráneo" es conocida desde el siglo V, época en la que se organizaron las parroquias rurales. El arcipreste era un delegado del Obispo que con el tiempo fue asumiendo diversas tareas desde la visita a las parroquias y la supervisión de la acción pastoral y de los archivos hasta la tutela y las convocatorias del clero. A partir del Concilio Vaticano II (cf. CD 30) el arcipreste debe impulsar y coordinar la acción pastoral en la que participan sacerdotes, religiosos y laicos. El Código de Derecho Canónico dedica varios cánones a los arciprestes e indirectamente a la vida de los arciprestazgos (cf. CDC c. 553-555). Entre las competencias que tiene el arcipreste destaca la de "fomentar y coordinar la actividad pastoral común en el arciprestazgo" (CDC c. 555, 1, &1).

 Para facilitar precisamente esta actividad pastoral común, "varias parroquias cercanas entre sí pueden unirse en grupos peculiares como son los arciprestazgos" (CDC c. 374, 2). El arciprestazgo por tanto no es una superparroquia ni una entidad que las suplante. Tampoco es una fusión de parroquias, de manera que cada una conserva su autonomía y pesonalidad jurídica propia. Sin embargo es un cauce necesario para la misión de la Iglesia en un determinado territorio de la diócesis, con cierta homogeneidad humana y religiosa y con un número significativo de sacerdotes, de manera que haga posible no solamente la acción pastoral común sino también la vivencia de la fraternidad sacerdotal y apostólica. Es este aspecto el que se ha querido fomentar especialmente durante los últimos años en las diócesis de la Región del Duero, hoy "Iglesia en Castilla", haciendo del arciprestazgo renovado un órgano fundamental de la pastoral diocesana (12) .     
  
11. Comunión y corresponsabilidad para la evangelización

 El arciprestazgo es, por tanto, una estructura pastoral y sobre todo un ámbito en el que se ha de vivir intensamente la comunión de la Iglesia como "comunión misionera" y "camino de misión" en el sentido señalado antes (cf. n. 9,1 y 9,5). En efecto, la comunión de la Iglesia se manifiesta primero en la fraternidad entre los presbíteros entre sí, como "fraternidad sacerdotal" basada en el sacramento del Orden y en la pertenencia al mismo presbiterio diocesano: cf. LG 28; PO 7; PDV 17 (13) . Pero se ha de extender también a las religiosas y a los laicos que trabajan al servicio del Reino de Dios en la misión pastoral de la Iglesia particular. Esto es lo que se llama "fraternidad apostólica": cf. PO 9; AA 25; etc. (14)  . 

 Se trata, en definitiva, de que todos los presbíteros, religiosas y laicos que dedicados a la acción pastoral en el arciprestazgo se esfuercen, en un clima de disponibilidad y de apertura a los demás y a la acción del Espíritu Santo, en superar las propias limitaciones personales, en ayudarse unos a otros y, cuando sea necesario, suplirse y atenderse mutuamente. A este respecto escribí en mi primera Exhortación pastoral, recogiendo una importante conclusión del Congreso sobre Parroquia evangelizadora de 1988: "La urgencia de la evangelización exige también compartir lo que se es y lo que se tiene: 'La parroquia actual sólo podrá realizar su función evangelizadora, si se complementa con la acción evangelizadora promovida desde una pastoral supraparroquial de la Iglesia particular (arciprestazgo, zona, servicios de los departamentos diocesanos). En esta pastoral, la parroquia deberá coordinarse con otras parroquias y comunidades religiosas y laicales, así como con los servicios, asociaciones y movimientos de una pastoral especializada y de una pastoral de ambientes'. Complemento y coordinación son una consecuencia de la comunión eclesial dentro de la comunidad diocesana y del presbiterio" (15) .

 Ya he aludido antes al ideal del arciprestazgo como "hogar, escuela y taller". Se trata de un objetivo que no debemos perder de vista nunca como expresión y testimonio de la unidad eclesial, condición para la evangelización (cf. Jn 17,21). 

 - El arciprestazgo debe ser "hogar" de hermanos que comparten oración y experiencia de vida, a imagen de la Familia divina trinitaria cuyas Personas subsisten entre sí, a la vez que en su seno se proyecta y se inicia la obra de nuestra salvación. 

 - Ha de ser también "escuela" en la que se aprende continuamente, mediante una formación teológica y espiritual actualizada, amor fraterno, caridad pastoral y corresponsabilidad en el servicio del Reino de Dios y en las tareas concretas. 

 - Finalmente ha de ser "taller" en el que se elaboran, coordinan y revisan iniciativas, programas y métodos de evangelización para trabajar en las distintas funciones de la misión de la Iglesia: el servicio de la Palabra, el ministerio de la santificación y del culto, la diaconía de la caridad, etc.

12. Reorganización de los arciprestazgos 
  
 Estos bellos ideales deben concretarse en la práctica. Un medio de lograrlo es, ciertamente, el abordar la reordenación de todo el territorio diocesano junto con una mejor distribución de los sacerdotes, tratando al mismo tiempo de incorporar a religiosas y a laicos, para que la actividad pastoral se lleve a cabo de acuerdo con las exigencias de la misión de nuestra Iglesia en la hora presente, atendiendo a las necesidades de cada arciprestazgo o zona para que la solicitud pastoral llegue a todas las comunidades. 

 Lo requieren razones demográficas, como el descenso y el envejecimiento de la población, y la disminución del número de presbíteros. ¿Cómo servir pastoralmente a las parroquias más pequeñas, de modo que los sacerdotes no se pasen el tiempo de un pueblo a otro celebrando misas y otros actos de culto para muy pocas personas cada vez? ¿Cómo vertebrar la diócesis para que en cada arciprestazgo hay un grupo de sacerdotes que pueda formar un equipo pastoral suficiente para hacer realidad los ideales propuestos antes y que pueda ir asumiendo y proyectando el cuidado pastoral de toda la zona a medio y largo plazo, todo ello de acuerdo con el estilo evangelizador y corresponsable que demanda la situación?

 Un primer paso se ha dado ya al reducir el número de arciprestazgos, que han pasado de nueve a siete. Pero en el interior de cada uno, con generosidad y espíritu de disponibilidad, se pueden dar otros pasos, tales como la integración de varias parroquias en una sola, la agregación de las más pequeñas a otras mayores sin que las parroquias pierdan su identidad, o el establecimiento de "unidades parroquiales de acción pastoral" sancionadas canónicamente y confiadas a un solo párroco o a varios in solidum con el apoyo de religiosas y de laicos (16)  . Quizás sea necesario disponer primero de de un estudio sociológico no demasiado complicado que haga posible un diagnóstico de la realidad y facilite la previsión de las necesidades más o menos inmediatas desde el punto de vista pastoral.

 En la misma línea de búsqueda de una mayor eficacia evangelizadora y pastoral, conviene ir creando también pequeñas estructuras de comunicación, encuentro y formación en el interior de los arciprestazgos, como el "Consejo Pastoral Arciprestal", en el que junto a los sacerdotes y las religiosas y los laicos que trabajan en cada uno estén representadas las distintas comunidades parroquiales, una "Escuela de catequistas", cursos para lectores y animadores de grupos juveniles, y otras sugerencias que aparecerán en la tercera parte.

 El objetivo diocesano del próximo curso, al estar centrado en el arciprestazgo, y la Visita Pastoral que me dispongo a comenzar por segunda vez, nos brindan la ocasión para plantear debidamente estas cuestiones.

13. Necesidad de renovación sobre todo de las personas

 Pero todo lo anterior no puede hacerse solamente por la vía de las reformas estructurales si previamente o al mismo tiempo no se produce una especie de conversión o cambio de mentalidad en todos los protagonistas de la acción pastoral en orden a asumir las exigencias de la nueva evangelización, de la comunión para la misión y de la corresponsabilidad. También se debe producir este cambio en el pueblo fiel, al cual hay que explicar las cosas con toda claridad para que las comprenda y asuma aunque sea más lentamente. Un factor importante de renovación se encuentra en la convicción de que es preciso siempre "respetar un principio esencial de la visión cristiana de la vida: la primacía de la gracia" ante la tentación de pensar que los ersultados dependen de nuestra capacidad de hacer y de programas (cf. MNI 38). 

 Las medidas señaladas antes ayudan a formar comunidades misioneras, abiertas a una acción evangelizadora que transciende los límites de la parroquia o del grupo de los más cercanos y asiduos; comunidades servidoras de la Palabra de Dios bajo todas las formas de su transmisión (primer anuncio, catequesis, formación, medios de comunicación social, etc.); comunidades centradas en una celebración más viva y fructuosa de la Eucaristía sobre todo del domingo y con una especial dedicación a la Iniciación cristiana; comunidades atentas a la promoción integral de las personas y de los pueblos y a la presencia de los laicos en vida social y pública.

 En efecto la superación del individualismo pastoral y del aislamiento y la soledad, la búsqueda de criterios comunes y el propósito de compartir con los laicos y con las religiosas la misión y las tareas pastorales redundará en una mayor eficacia evangelizadora dentro del arciprestazgo y aun de la Iglesia diocesana. No se puede olvidar que todo este movimiento que se constata ya en muchos lugares no es una moda más o menos pasajera. Se trata de pasos que se están dando desde hace tiempo ya en otras Iglesias, incluso dentro de nuestra misma Provincia eclesiástica, pasos basados en la experiencia de los países de reciente evangelización, que con muy poco personal y ante poblaciones muy superiores a las nuestras nos dan ejemplo a los que tenemos que enfrentarnos a los problema de la pérdida de la fe y del alejamiento casi masivo de la vida cristiana. 

 Ya he dicho alguna vez que el Espíritu Santo está detrás de todo lo que signifique comunión misionera, diálogo, búsqueda de unidad y de cooperación, de manera que no es bueno ni saludable resistirse a esta dinámica, sobre todo cuando se dan los pasos requeridos canónicamente y debidamente sancionados por el Obispo. 

14. La misión del arcipreste

 He dejado para el final de esta parte la referencia a la persona del arcipreste, sobre el que recae en buena medida la tarea de animar la acción evangelizadora de la zona y de estimular a sus hermanos presbíteros y a los demás agentes de pastoral. Más allá de lo que señala el Derecho Canónico acerca del modo como debe ser elegido por el Obispo después de oir, según su prudente criterio, a los sacerdotes que ejercen el ministerio en el arciprestazgo (cf. CDC c. 553,2; 554,1-2), es evidente que su labor será tanto más eficaz cuanto mayor sea la autoridad y el prestigio personal de que goce ante sus compañeros. Deberá estar también en sintonía con las directrices diocesanas.

 La tareas canónicas que tiene encomendadas (cf. CDC, c. 555) deben ser conocidas por todos los sacerdotes para que le faciliten su labor. El suyo es un servicio fraterno en orden a incrementar la comunión para la misión en todo el arciprestazgo, pero especialmente entre los presbíteros. Debe preocuparse por tanto de los diferentes aspectos de la vida sacerdotal, como la espiritualidad, la formación teológica y pastoral, la salud y la atención en las necesidades materiales, la unidad y la coordinación del trabajo pastoral, el descanso, etc. En nuestra diócesis se ha recorrido ya un largo trecho en cuanto a la función del arcipreste como responsable de los aspectos señalados antes, en particular los retiros sacerdotales, las reuniones de formación y otro tipo de encuentros y convivencias de laicos, jóvenes, etc. 

 Los arciprestes ayudan también al Obispo en los movimientos de personal, en las tomas de posesión de los párrocos, en la programación diocesana y en todo lo que tiene que ver con el arciprestazgo teniéndole informado, sugiriendo soluciones a los problemas y haciendo muchas veces de intermediario entre el Obispado y las parroquias. Un servicio importante para los fieles de las parroquias y aun de cara a la historia diocesana, lo constituye la supervisión de los libros parroquiales y la vigilancia sobre la administración de los bienes eclesiásticos. Por este motivo debe intervenir, de acuerdo con el Derecho general y particular diocesano, en numerosos actos relacionados con los citados bienes. Por estos motivos debe practicar la visita a las parroquias prevista en el canon 555,4, con discreción y prudencia, tarea que los sacerdotes deben facilitar también con buen ánimo. El arcipreste desempeña un gran papel en la Visita pastoral como coordinador de la misma y, si el Obispo lo desea, actuando como secretario en el ámbito del arciprestazgo. 
 

 III. LOS CAMPOS DE LA ACCION EVANGELIZADORA EN EL ARCIPRESTAZGO

 En esta tercera parte se trata de concretar unas sugerencias operativas sobre la base de lo expuesto en las dos primeras partes de la Exhortación pero atendiendo también a las diez líneas prioritarias de acción pastoral para el trienio, recogidas en el n. 2. Lo que sigue a continuación pretende promover el discernimiento y la programación ante todo de los arciprestazgos pero tienen aplicación también a las parroquias y a los diversos grupos eclesiales.

15. En relación con la vida espiritual y a la formación permanente (líneas 1ª y 2ª)

 Las dos primeras líneas que proponíamos para el trienio tienen en el arciprestazgo un espacio privilegiado de realización. Por una parte están las convivencias de comienzo de curso y los encuentros mensuales de retiro, de formación permanente y de pastoral para los sacerdotes, encuentros en los que en algunos lugares participan ya las religiosas y algunos laicos. Se trataría de mejorar estos medios, dedicándoles el tiempo necesario y la preparación debida para que sean verdaderos espacios de oración y de reflexión sosegada, y estableciendo quizás otro medio día para dedicarlo exclusivamente a temas pastorales. 

 A nivel arciprestal se pueden realizar convivencias trimestrales de oración y de formación con ocasión de los principales tiempos litúrgicos, abiertas a todos los fieles o a algún sector: matrimonios, catequistas, profesores de religión, confirmandos, niños, enfermos y discapacitados, etc.

 A partir del próximo curso se empezará a dar una nueva configuración al Centro Teológico Civitatense para que programe y coordine escuelas de ministerios laicales para la catequesis, la liturgia, la pastoral juvenil y la acción social y caritativa.

16. En relación con la Iniciación cristiana y con la pastoral del domingo (líneas 3ª y 4ª)

 La publicación del Directorio pastoral de la Iniciación cristiana en la Diócesis de Ciudad Rodrigo, en el que se recoge la experiencia y las orientaciones en torno a los sacramentos del Bautismo, la Confirmación, la Primera Eucaristía (y la Penitencia) de los años de la preparación y celebración del Gran Jubileo, debe ir acompañada de un serio esfuerzo por conocer el documento y llevarlo a la práctica. Está redactado como respuesta a los retos que tiene hoy la Iglesia en el ámbito de la formación de la fe de los nuevos hijos de Dios, con una especial atención a la evangelización y a la catequesis en las diferentes etapas del itinerario de la Iniciación. Como tal documento será objeto de estudio en la formación permanente durante todo el curso, pero sería bueno que a nivel arciprestal y de las parroquias, se expusiese o se explicase su contenido a los fieles.

 Momento oportuno pueden ser las conferencias cuaresmales, dado que la Cuaresma es preparación para los sacramentos pascuales y tiempo propicio para la conversión y la celebración de la Penitencia. Los cursos de preparación para el matrimonio, acción que sólo puede realizarse a nivel arciprestal, son una buena ocasión para informar a los futuros padres sobre la misión y las exogencias de la educación en la fe de los hijos. 

 Respecto de la pastoral del día del Señor, aunque descansa sobre el ministerio de los párrocos, sin embargo requiere la cooperación de distintas funciones laicales (lectores, cantores, responsables del cuidado de la iglesia). Preparar esta cooperación se puede hacer a nivel arciprestal. Más aún, sería muy conveniente que en los encuentros dedicados a la pastoral se planteara el problema del número y de la coordinación de las misas del domingo dentro del arciprestazgo, se hiciera un análisis sociorreligioso serio sobre la asistencia a la Eucaristía dominical, y si fuera necesario se estudiara la necesidad de Celebraciones dominicales en ausencia de presbítero, medida que requiere la intervención del Obispo.

17. En relación con las manifestaciones de la piedad popular (línea 5ª)    
  
 Aunque las fiestas patronales y otras manifestaciones religiosas de la piedad popular tienen de suyo ámbito local, sin embargo especialmente las primeras tienen una proyección supraparroquial, sobre todo si están ligadas a algún santuario a alguna imagen del Señor o de la Santísima Virgen cuya devoción está más extendida. En todo caso es frecuente que en las fiestas se reúnan los sacerdotes del arciprestazgo en la concelebración eucarística y en otros actos de la fiesta. 

 ¿No es una buena ocasión para examinar cómo se hacen las cosas desde el punto de vista de una pastoral misionera para que la piedad popular sea, como quiere la Iglesia, cauce de evangelización? ¿No se dan por supuestas demasiadas cosas y todo se sigue haciendo como si estuviéramos ante un pueblo ampliamente creyente como en otros tiempos? Habría que estudiar a nivel del arciprestazgo los numerosos retos que plantea hoy la promoción de las fiestas religiosas desde el punto de vista turístico, cultural, económico y político, aclarando actitudes y preparando respuesta a los retos planteados. El camino es preparar bien las cosas, explicándolas de manera oportuna, ensayando los cantos más adecuados, dignificando las celebraciones, etc. 

18. La pastoral de la familia y de los jóvenes (líneas 6ª y 7ª)

 Los pastores no podemos permanecer cruzados de brazos ni resignados ante el deterioro creciente de la familia y ante los problemas de una juventud que se deja arrastrar por una pseudocultura de la noche y del vacío espiritual, que tratan de llenar con el alcohol, con el sexo y con todo tipo de drogas. Lamentarse es fácil y señalar la dejación de padres y educadores también, pero el lamento estéril no conduce a nada. ¿Qué se puede hacer, cuando en muchos lugares los padres no colaboran debidamente en la preparación de los sacramentos de la Iniciación cristiana de sus hijos? 

 Sin duda hay que buscar solución a nivel de arcipreztazgo o zona con la dedicación preferente de uno o varios de los sacerdotes a la pastoral familiar y a la formación de los jóvenes, colaborando los demás. Así mismo es necesario fomentar la participación como arciprestazgo en los encuentros y en las iniciativas de la Delegación diocesana de pastoral familiar y del Secretariado de Pastoral de la Adolescencia y la Juventud. Al servicio de los arciprestazgos y de las parroquias está el Camping "San Francisco" de Caritas Diocesana para todo tipo de convivencias. Lo que a veces no es posible llevar a cabo en la propia zona, se hace más fácil saliendo de ella y reuniéndose en un ambiente propicio para escuchar la voz de Dios y reflexionar y orar juntos compartiendo inquietudes y compromisos. Este tipo de actividad pastoral, que sale de las situaciones cómodas y de la instalación en la que "se va tirando", va muy de acuerdo con el talante que requiere la nueva evangelización de busqueda de caminos y de cauces nuevos para encontrarse con las personas.

19. La acción social de los cristianos (líneas 8ª y 9ª)

 La presencia de los laicos, movidos por una opción cristiana, en los diferentes ámbitos de la vida social, cultural, económica y política, así como en los medios de comunicación, para impregnarlos del espíritu evangélico, es una asignatura pendiente en la gran mayoría de nuestro pueblo. Quizás sea un problema de formación más que de inhibición. Por este motivo conviene hacerse eco en la predicación de las enseñanzas del magisterio del Papa y de los obispos españoles sobre los diferentes aspectos de la vida social, especialmente cuando están en juego valores importantes como la vida humana, la salud, la paz, la conservación de la naturaleza, la educación, el trabajo, el acceso a los bienes sociales, los derechos de los extranjeros, etc. Estos son temas sobre los que se han de tener ideas claras, que se adquieren en la lectura y en el estudio personal, pero también en la reflexión compartida en el grupo sacerdotal y con los laicos del arciprestazgo.

 Por otra parte existen también en nuestra diócesis problemas de atención a ancianos, enfermos, personas con minusvalías físicas y psíquicas, marginadas, solas, maltradas, o que no han tenido oportunidades básicas y mínimas para situarse laboral o culturalmente, etc. Detrás de estas y de otras situaciones parecidas hay hombres y mujeres, para los cuales la salvación de Dios integra también la solución de sus problemas humanos. ¿Para cuando la creación a nivel arciprestal de un pequeño equipo de Caritas que haga de fermento concienciador de las parroquias, que estudie los problemas y encauce las ayudas? Caritas es el órgano especializado de la Iglesia diocesana ante todo para sensibilizar, estimular y movilizar la generosidad de todos, pero la tarea asistencial debe realizarse en las parroquias y en los arciprestazgos. ¿No es hora también de procurar la formación de un voluntariado de cristianos comprometidos con la acción social y caritativa en las principales zonas de la diócesis?

 Respecto de la adaptación de las estructuras del arciprestazgo (línea 10ª), ya me he referido a ello sobre todo en el n. 12, y de manera indirecta en toda la segunda parte. No es necesario insistir 

20. Amodo de conclusión

 Termino esta Exhortación pastoral para el curso 2001-02 como la he empezado, apelando al ejemplo de los primeros cristianos para que nos dediquemos de lleno, como ellos, a la evangelización de nuestros hermanos. Se trata de la misión de la Iglesia, recibida del Señor, que hoy adopta entre nosotros unas características nuevas, las de una situación en la que no basta conservar la fe ni la práctica religiosa como en tiempos todavía recientes, sino que es necesario un esfuerzo vigoroso para anunciarla otra vez y transmitirla en total fidelidad al anuncio de Jesucristo y a la tradición eclesial pero tratando también de salir al encuentro de los hombres y mujeres de hoy sin esperar a que ellos vengan a nosotros.

 Para ello hemos de transformar nuestras comunidades parroquiales y nuestros arciprestazgos para que la acción misionera implique a todos los miembros del pueblo de Dios. Como dice el Santo Padre Juan Pablo II: "Quien ha encontrado verdaderamente a Cristo no puede tenerlo sólo para sí, debe anunciarlo. Es necesario un nuevo impulso apostólico que sea vivido, como compromiso cotidiano de las comunidades y de los grupos cristianos" (NMI 40). 

 A la mediación de María, Estrella de la nueva evangelización y referencia perfecta para todos los discípulos de Jesús en su disponibilidad para llevan la Buena Nueva a los hombres (cf. Lc 1,39-40), confío el nuevo curso pastoral 2001-02 y a todos los que sacerdotes, religiosas y laicos de nuestra diócesis que se dedican a cumplir el mandato misionero aquí y en otras Iglesias repartidas por todo el mundo. 

 Pero en este año de su beatificación, y en la proximidad del 65 aniversario de su martirio o nacimiento para el cielo, el día 19 de agosto, pido a la Beata María Nieves Crespo López, hija de nuestra Iglesia Civitatense, que interceda también delante de Dios por el fortalecimiento de la fe de esta comunidad diocesana y por la renovación interior de todos sus miembros.  

     Ciudad Rodrigo, a 15 de agosto de 2001 
    Solemnidad de la Asunción de la Santísima Virgen María

      + Julián, Obispo de Ciudad Rodrigo

NOTAS 
[1]. A lo largo de la Exhortación aparecen varias siglas. Además de las bíblicas y del Vaticano II, bien conocidas, hay que anotar las de los documentos de los Papas Pablo VI y Juan Pablo II recogidas en las notas la primera vez que aparecen, y las del Código de Derecho Canónico (= CDC) y el Catecismo de la Iglesia Católica (= CCE). 

[2]. "La misión evangelizadora de nuestra diócesis": 1. Líneas de acción pastoral para el trienio 2000-2003; 2. La misión de Jesucristo y la revitalización de la acción evangelizadora de nuestras parroquias (Objetivo pastoral diocesano para el curso 2000-1), Ciudad Rodrigo 2000, p. 9.  

[3]. S.S. Juan Pablo II, Carta Apostólica "Novo Millennio Ineunte" (Al comienzo del nuevo milenio), de 6-I-2001 (= NMI), n. 16. 

[4]. Su explicación puede verse en la Exhortación "La misión evangelizadora", cit., n. 5.

[5]. Véase la explicación del objetivo del curso 2000-01 en la segunda parte de la Exhortación "La misión evangelizadora", cit., (nn. 6 y 14-15).  

[6]. Véase también la Encíclica de S.S. Juan Pablo II, "Redemptoris missio", de 7-XII-1990 (= RM), 23. 

[7]. Mons. J. López Martín, "La presencia y la acción del Espíritu Santo en la Iglesia y en el mundo", Exhort. pastoral del curso 1997-98, Ciudad Rodrigo 1997, n. 7. 

[8]. Véase la Exhortación "La misión evangelizadora", cit., nn. 10-13. 

[9]. Juan Pablo II, Meditación antes del Angelus, de 10-VI-2001 (cf. NMI 30-31). 

[10]. Cf. S.S. Juan Pablo II, Carta Apostólica "Dies Domini", de 18-V-1998, n. 45: De la Misa a la misión. 

[11]. En este sentido esta parte es continuación de lo que expuse el año pasado en la Exhortación "La misión evangelizadora", cit., nn. 14-15. 

[12]. Cf. Mons. José Delicado Baeza, El arciprestazgo, ámbito de la fraternidad apostólica, Valladolid 1985. 

[13]. Véase también mi mi Carta a los presbíteros: El ejercicio del ministerio presbiteral en nuestra diócesis, Ciudad Rodrigo 1997, nn. 9 y 15). 

[14]. Véase la misma Carta, cit., n. 20. 

[15]. "La comunidad parroquial al servicio de la evangelización hoy", Ciudad Rodrigo 1994, n. 2.3.2. 

[16]. La configuración concreta, personalidad jurídica y las características de las "unidades parroquiales", se determinarían mediante el decreto episcopal que las establezca (cf. CDC c. 516,2).  
  
 

 

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