AYUDAS PASTORALES PARA EL BAUTISMO

  GONZALO APARICIO SÁNCHEZ

AYUDAS PASTORALES

  PARA EL SACRAMENTO

        DEL BAUTISMO

PARROQUIA DE SAN PEDRO, PLASENCIA, 2008

ÍNDICE

PRÓLOGO                                                                                                                   5

INTRODUCCIÓN                                                                                                        6

Tentaciones y retos del sacerdote actual                                                                       6

Un modelo de Solicitud del Bautismo                                                                          8

El Sacramento del Bautismo                                                                                         9

Primera reunión  con padres y padrinos (Modelo A)                                                  10

Segunda reunión con padres y padrinos (Modelo A)                                                  17

Primera reunión con padres y padrinos (Modelo B)                                                   26

Segunda reunión con padres y padrinos (Modelo B)                                                  32

Compromisos y obligaciones del santo Bautismo                                                       38

Tercera reunión o catequesis: El Catecismo de la Iglesia Católica                             44

Cuarta catequesis: Los símbolos en el Bautismo                                                        46

Quinta catequesis: “En el nombre del Padre”                                                   50

Sexta catequesis: “En el nombre del Hijo”                                                                  57

Séptima catequesis: “En el nombre del Espíritu Santo”: Los Padres de la Iglesia    64

OTRAS CATEQUESIS

Presentación                                                                                                      69

Octava catequesis: El Bautismo en la Escritura y en la Tradición                      70

Novena catequesis: El Bautismo en la práctica y celebración de la Iglesia                   76

Décima catequesis: El Bautismo de los niños                                                     79

Undécima catequesis: Teología y Espiritualidad del Bautismo                                   83

Duodécima catequesis: La misión de la familia y padrinos                                 88

Décimo tercera catequesis: Orientaciones doctrinales y pastorales

del Ritual de Bautismos de niños                                                                           92

Décimo cuarta catequesis: La celebración del Bautismo                                              106

Décimo quinta catequesis: Dinámica y estructura de la Liturgia bautismal              111

RITO DEL BAUTISMO DE LOS NIÑOS                                                                  115

HOMILÍAS DE BAUTISMO

Primera homilía de Bautismo                                                                            122

Segunda homilía de Bautismo                                                                                     123

Tercera homilía de Bautismo                                                                             125

Cuarta homilía de Bautismo                                                                              129

Quinta homilía de Bautismo                                                                              131

Sexta homilía de Bautismo                                                                                135

PRÓLOGO

EL VENDEDOR DE SEMILLAS DE VERDAD Y VIDA DIVINA

        Un joven soñó que entraba en un supermercado maravilloso, construido con columnas de piedras labradas, lleno de cuadros e imágenes antiguas, todas sagradas y religiosas, adornada con flores bellísimas, que le convertían en un marco maravilloso para hacer fotos, bodas, bautizos, dar conciertos de toda clase de música y representaciones, etc.; pero, en definitiva,  supermercado estupendo, donde se vendían toda clase de cosas sagradas.

        Para mayor sorpresa suya descubrió que Jesucristo se encontraba detrás de la mesa del altar sagrado, en un lugar llamado Sagrario y donde todos los católicos saben que está siempre despierto y atento a nuestras súplicas y peticiones;  y al ver a Jesucristo tan vivo y sonriente, como si le estuviera esperando toda la vida –-Jesús es el amigo que siempre está en casa esperándonos-- con toda naturalidad entabló con Él esta conversación que luego me comunicó para que todos supieran lo ocurrido:

    - ¿Qué vendes aquí? - le preguntó el joven.

  • Todo lo que tu corazón desee- respondió Jesucristo.

     Sin atreverse a creer lo que estaba oyendo, el joven emocionado se decidió a pedir las cosas y valores mejores que un ser humano podría desear:

  • Quiero tener amor, felicidad, sabiduría, paz de espíritu y ausencia de todo temor- dijo el joven-. Deseo que en el mundo se acaben las guerras, el terrorismo, las injusticias sociales, la corrupción y las violaciones a los derechos humanos.

     Cuando el joven terminó de hablar, Jesucristo le dice:

     -   “Muy bien, amigo, te felicito, porque no has venido a pedirme bodas o bautizos civiles en la iglesia; son momentos muy fuertes para mí, en que me veo obligado a ausentarme, porque “Yo soy la Verdad y la Vida”, y no puedo dar mi Vida, aunque quiera, a los que no creen en mi ni quieren cuentas conmigo. Pero te advierto una cosa: aquí no vendemos frutos; aquí sólo vendemos semillas, para que se conviertan en frutos de vida. Convierte, querido joven, en frutos, las promesas y semillas de fe, esperanza y amor, que recibiste en tu corazón, por el santo BAUTISMO.

INTRODUCCIÓN

              En otros tiempos de cristiandad, cuando alguien solicitaba el Bautismo, se hablaba sólo de fechas, y punto. Ahora hay que hablar de más cosas, porque algunos padres, que solicitan el Bautismo, no sabemos si tienen fe, ni por qué piden bautizar al hijo, si están casados no, si lo están por la Iglesia o civilmente, otros se han divorciado, a veces quieren que los padrinos sean niños o personas en situaciones irregulares o no correctas...

         Por eso, como norma, sea quien sea, aunque sean personas conocidas, porque ya me he llevado más de una sorpresa, lo que hago es lo siguiente: Cuando alguien llega a solicitar el Bautismo para su hijo, -- ordinariamente son las madres--, les mando sentar para que, desde el principio, se den cuenta de que esa petición no es rutina obligatoria sino que tiene mucha importancia, y quiero hablar despacio con ella; y para evitar preguntas directas que podían hacer un poco violenta e inquisitorial la conversación, cojo la solicitud y la catequesis que está al dorso y empiezo a leer por encima cuatro o cinco cosas que me interesan: dónde se casaron, quienes serán los padrinos,  el texto evangélico donde se nos dice que escuchaban, creían y luego se bautizaban... total, que tenemos que reunirnos para hablar de todo esto más despacio con padres y padrinos y le digo los días de reunión.

         Con esto ya me entero de la situación del matrimonio, y si es irregular, o hay dificultades o necesita una preparación distinta o más intensa... lo hablamos y programamos. Siempre desde la mejor comprensión y acogida buscando la mayor gloria de Dios y la eficacia santificadora del sacramento,  evitando, desde luego, toda manipulación o simulacro de sacramento; primero, por amor a Dios, a quien no puedo traicionar y por la verdad y amor de mi sacerdocio, que de esta forma iría poco a poco perdiendo unión con Cristo y secularizándose, al no hacer santamente, en unión con los sentimientos de Cristo, los «misterios de Dios»en el hombre.

         La fe es absolutamente necesaria, de otra forma hasta la liturgia del Bautismo resulta una mofa donde cinco veces se le pregunta a los padres por ella y «Vosotros, queridos padres, (y a seguidas, lo mismo a los padrinos) ¿estáis dispuestos a educar vuestro hijo en la fe que todos juntos acabamos de profesar?»

         En relación con los padrinos es necesario que no estén afectados por una pena canónica, legítimamente impuesta o declarada. La pena canónica es una sanción que la Iglesia impone a algunas acciones delictivas, por ejemplo, la excomunión por el aborto, directa y voluntariamente provocado con plena advertencia y pleno consentimiento, para la madre, el médico, anestesista, la enfermera, el que facilita el dinero...; excomunión por el delito de sacrilegio contra la Eucaristía; por apostasía, etc.).
          Tampoco son modelo de vida cristiana y no pueden ser elegidos como padrinos quienes se encuentran en una situación matrimonial irregular (unión de hecho, católicos unidos sólo civilmente o divorciados y casados civilmente de nuevo).

         Es conveniente explicar a los fieles el significado del padrinazgo y sus funciones. En esas catequesis se ha de recordar que para desempeñar esta función eclesial debe llevarse una vida congruente con la fe y con la misión que se ha de asumir. En definitiva, ha de elegirse un cristiano que dé ejemplo de una vida de fe, familia, honradez en su trabajo, etc.

         En algunas diócesis, con el fin de prevenir situaciones anómalas y cuando no se tiene conocimiento de las personas propuestas para el padrinazgo, se solicita previamente la Certificación de su Bautismo, donde constará si están también Confirmados. Lo mismo acontece con las parejas de esposos que pretenden desempeñar esta función: se aconseja presentar constancia del Matrimonio eclesiástico.

         Asimismo conviene que, junto con los padres, también los padrinos/madrinas participen en las catequesis de preparación al sacramento. Debe procurarse que conozcan el significado de la simbología bautismal con el fin de que participen activa y conscientemente en la celebración. 

         No quiero convertirme en un puro «profesional»de lo sagrado y la parroquia en un supermercado de cosas santas. Ya se que éste es un tema antipático, que todos lo experimentamos y sentimos en la actualidad, y que, paradójicamente, lo veo tratar poco en charlas de formación sacerdotal o en reuniones o programaciones pastorales, siendo así que, para mí, es uno de los mayores retos o tentaciones del sacerdote en la actualidad. Como lo tengo ampliamente tratado en uno de mis libros, ya no lo puedo silenciar y voy a enumerar los capítulos del mismo, para que sepamos de qué va la cosa. El libro es  SACERDOS/2. Enumero simplemente los títulos en relación con esta materia: 

TENTACIONES Y RETOS DEL SACERDOTE ACTUAL

1.-  PRIMERA TENTACIÓN: DESCONFIANZA DEL SACERDOTE RESPECTO A LA EFICACIA

      DE SU TRABAJO PASTORAL ....................................................... 20

      1º.-LAS IGLESIAS, VACÍAS ......................................................... 23

      2º.-EN LA CULTURA DE LA “MUERTE DE DIOS” Y DE LA “POSMODERNIDAD”, EL SACERDOTE

             SE HA QUEDADO SIN ROL ................................................... 28

2.-  RETOS ACTUALES QUE SE LE PRESENTAN AL SACERDOTE ANTE ESTAS TENTACIONES ...  36

      1º.-PRIMER RETO: LOS TIEMPOS ACTUALES EXIGEN DE NOSOTROS SACERDOTES UNA FE  MUY VIVA Y PERSONAL. NO BASTA CON UN AMOR ORDINARIO A CRISTO, HOY EL SACERDOTE NECESITA UN AMOR  APASIONADO POR CRISTO         36

      2º.-SI LA ESCUELA NO ENSEÑA RELIGIÓN Y LA FAMILIA NO EDUCA EN LA FE, LA PARROQUIA DEBE       SUPLIRLAS Y CAMBIAR SUS FORMAS ACTUALES DE INICIAR Y FORMAR EN LA FE Y LA VIDA CRISTIANA ................        38

      3º.-TE VOY A PONER UN EJEMPLO .......................................... 43

3.-UN SEGUNDO RETO ....................................................................... 50

             HOY, PARA NO CAER EN UNA PASTORAL PROFESIONAL Y SECULARIZANTE,  SE NECESITA UNA FE MUY PERSONAL Y VIVENCIAL EN EL SACERDOTE .......................... 50

4.- UNA SEGUNDA TENTACION ....................................................... 57

      1º.-CRISIS DEL SACERDOTE DESDE UNA MALA ADMINISTRACION DE LOS SACRAMENTOS.......        57

      2º.-ESCRIBO ESTAS COSAS DESDE MI VIDA DE PÁRROCO, EN CONTINUA RELACIÓN CON ESTOS    PROBLEMAS           62

5.- TERCERA TENTACIÓN ................................................................. 66

             LOS BAUTIZOS CIVILES, LAS PRIMERAS COMUNIONES CIVILES Y LAS BODAS  CIVILES EN LA        IGLESIA .......................................................................................      66

9.-AYUDAS PARA SALIR DE LA CRISIS ..................................... 102

      1º.-AYUDAS TEOLÓGICAS ....................................................... 102

      2º.-VOLVER CONTINUAMÉNTE A LAS FUENTES: LA ESPIRITUALIDAD SACERDOTAL DESDE SU ORIGEN       SACRAMÉNTAL ........................................................................... 104

10.- AYUDAS PASTORALES ............................................................. 113

      1º.-PASTORAL DE LA FIDELIDAD, NO DEL ÉXITO INMEDIATO, EXTERNO Y SOCIAL: LA DEL “SIERVO DE       YAHVE”        113

      2º.-PASTORAL DE LA TOTAL CONFIANZA EN DIOS Y DE LA ESPERANZA CONTRA TODA ESPERANZA       HUMANA  115

      3º.-SON TIEMPOS DEL HACER PASTORAL SOSEGADO Y SUFRIENDO, SIN NERVIOSISMOS. HACER LO QUE SE PUEDA, Y LO QUE NO, SE COMPRA HECHO, CON LA ORACIÓN .............. 117

PROLEGÓMENO

«El día del Bautismo, Dios os ha introducido en su santidad (cf 2P 1, 4). Habéis sido adoptados como hijos e hijas del Padre y habéis sido incorporados a Cristo. Os habéis convertido en morada de su Espíritu (cf 1Cor 6, 19). Por eso, al final del rito del bautismo, el sacerdote se dirigió a vuestros padres y a los participantes y, llamándoos por vuestro nombre, dijo: <ya que eres una nueva criatura...>»(Ritual del Bautismo, 99) (Benedicto XVI, Saludo a los jóvenes en Sydney, junio 2008).

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(Las notas y advertencias las escribo fuera de los folios pertinentes y en letra cursiva para que éstos puedan fotocopiarse y no consten en ellos. Por eso ADVIERTO AHORA, que la Solicitud y la Primera Catequesis van en un solo folio escrito por las dos caras lógicamente. Luego al leer esa catequesis en la primera reunión, añado las notas que considero necesarias).

UN MODELO DE SOLICITUD DEL BAUTISMO

“Id, pues, y haced discípulos míos a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que os he enseñado” (Mt.28, 19-20).

COMO PADRES CATÓLICOS SOLICITAMOS EL SACRAMENTO DEL BAUTISMO PARA NUESTRO/A HIJO/A EN LA PARROQUIA, Y QUEREMOS PARTICIPAR RESPONSABLEMENTE CON LOS PADRINOS EN LAS REUNIONES PREPARATORIAS DEL MISMO.

 

Nombre y Apellidos del niño/a_________________________________________________

 

Fecha del Bautismo:____ de____________________del 200__   PARROQUIA DE SAN PEDRO

 

Nació el___de____________________del 200__  en_____________________________ 

 

Provincia de_______________     DIÓCESIS DE PLASENCIA

 

PADRE:________________________________________________

 

 natural de_______________________________ Provincia de ___________________

 

MADRE:________________________________________________

 

natural de ________________________________ Provincia de ____________

 

VIVIMOS en la calle__________________________  nº____ piso____ letra____ Tel_________

 

NOS CASAMOSen la Parroquia de________________________ de__________________ año 19

 

Abuelos paternos:

 

Dº.__________________________________________________________________

 

Natural de_________________________________ Provincia de _________________

 

Dª__________________________________________________________________

 

Natural de _________________________________ Provincia de _________________

 

Abuelos maternos:

 

Dº.______________________________________________________________  

 

Natural de ________________________________ Provincia de ______________

 

Dª_________________________________________________________________

 

Natural de _________________________________________ Provincia de ______________

 

Padrinos:Dº.___________________________________________________

 

y Dª___________________________________________________________

 

SACERDOTE QUE CELEBRÓ EL BAUTISMO: ___________________

 

FIRMA DEL PADRE                                                                           FIRMA DE LA MADRE

                                

EL SACRAMENTO DEL BAUTISMO

El Ritual del Santo Bautismo comienza con estas palabras dirigidas por el sacerdote a los padres: «QUERIDOS PADRES: Con gozo habéis vivido en el seno de vuestra familia el nacimiento de un niño y con gozo venís ahora a la Iglesia a dar gracias a Dios y a celebrar el nuevo y definitivo nacimiento por el Bautismo. Todos los aquí presentes nos alegramos de este acontecimiento porque se va acrecentar el número de los bautizados en Cristo. Dispongámonos a participar activamente:

– ¿Que nombre habéis elegido para este niño/a?

(Responden los padres) N.

– ¿Qué pedís a la Iglesia para N.?

– El Bautismo.

– Al pedir el Bautismo para vuestro hijo, ¿sabéis que os obligáis a educarlo en la fe, para que este niño, guardando los mandamientos de Dios, ame al Señor y al prójimo como Cristo nos enseña en el Evangelio?

– Sí, lo sabemos.

– Y vosotros, padrinos, ¿estáis dispuestos a ayudar a sus padres en esta tarea?

– Sí, estamos dispuestos.

– N., la comunidad cristiana de...  te recibe con gran alegría. Yo, en su nombre, te signo con la señal de Cristo Salvador. Y vosotros, padres y padrinos, haced también sobre él la señal de la cruz.

            Cinco veces y bajo diversas formas, la Iglesia, durante la celebración del Bautismo, va a preguntar y comprometer a los padres en la fe y educación cristiana de los hijos que presentan a la Comunidad. Bueno será que antes de rellenar esta solicitud y de celebrar el sacramento, reflexionemos un momento sobre este acontecimiento de fe y salvación, para que no sea un acto heredado, puramente social y rutinario, sino una manifestación y celebración de la fe en Jesucristo y en su Iglesia, prolongación de su mensaje y de su salvación. Lograremos así que sea una acción honrada, coherente y santificadora.

 «YO TE BAUTIZO EN EL NOMBRE DEL PADRE Y DEL HIJO Y DEL ESPÍRITU SANTO».

1º.- EL BAUTISMO, PUERTA DE SALVACIÓN: «El santo Bautismo es el fundamento de toda la vida cristiana, el pórtico de la vida en el espíritu y la puerta que abre el acceso a los otros sacramentos. Por el Bautismo somos liberados del pecado y regenerados como hijos de Dios, llegamos a ser miembros de Cristo y somos incorporados a la Iglesia y hechos partícipes de su misión»(CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA). “A los que creen en su nombre, los dio potestad para ser hijos de Dios”. Por eso nos atrevemos a decir: «Padre nuestro, que estás...»

 2º.- EL BAUTISMO, SELLO DE LA FE CRISTIANA. La fe es absolutamente necesaria para pedir y recibir el Bautismo: El Señor dijo: “Id por todos el mundo y predicad el evangelio, el que crea y se bautice, se salvará”. El Bautismo aparece siempre ligado a la confesión de la fe en Jesucristo como Salvador: “Ten fe en el Señor Jesús y te salvarás tú y tu casa” declara S. Pablo a su carcelero en Filipos. El relato continúa: “El carcelero inmediatamente recibió el Bautismo, él y todos los suyos” (Hch 16,31-32). Nadie obliga a un padre a que bautice a su hijo y no es honrado hacerlo sin fe en una Iglesia, en la que con frecuencia se dice no creer, pidiendo un sacramento, en el que tampoco a veces se cree. (Nuevo diálogo sobre la necesidad de la fe, de profesarla, vivirla, manifestarla en la vida, sobre todo en la liturgia: misa, sacramentos....)

4º.- EL BAUTISMO EXIGE LA CONVERSIÓN: “Convertíos y que cada uno de vosotros se haga bautizar en el nombre de Jesucristo para remisión de vuestros pecados y recibiréis el don del Espíritu Santo”.

5º.- LOS PADRES Y PADRINOS DEBEN SER INSTRUIDOS EN EL SACRAMENTO.

«Los padres del niño que va a ser bautizado, y asimismo quienes asumirán la función de padrinos, han de ser convenientemente ilustrados sobre el significado de este sacramento y las obligaciones que lleva consigo y debe procurar el párroco, personalmente o por medio de otras personas, que los padres sean oportunamente instruidos con exhortaciones pastorales e incluso con la oración en común»(CÓDIGO, c. 851)

6º.- PADRINOS: «Para que alguien sea admitido como padrino, es necesario que: 1º haya sido elegido por quien va a bautizarse o por sus padres; 2º Haya cumplido dieciséis años. 3º Sea católico, esté confirmado... Y lleve una vida congruente con la fe y la misión que va a asumir. 4º No esté afectado por pena canónica, legítimamente impuesta o declarada»(CÓDIGO, c 874).

PRIMERA REUNIÓN CON PADRES Y PADRINOS

(Modelo A de primera reunión con padres y padrinos)

         QUERIDOS PADRES Y PADRINOS:

         Comencemos la reunión en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, en que fuimos todos bautizados y dentro de pocos días lo será vuestro hijo/a. En todas las reuniones y grupos de parroquia, yo trato los temas en clima de oración y lógicamente empiezo rezando e invocando la gracia y la ayuda de Dios. Y así vamos a comenzar esta reunión:

«En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor.

-- Envía tu Espíritu y serán creados

-- Y renovarás la faz de la tierra.

Oremos:Oh Dios que has iluminado los corazones de tus fieles con la luz del Espíritu Santo, danos a conocer lo que es recto según el mismo santo Espíritu y gozar siempre de su consuelo, por Jesucristo Nuestro Señor.

(Todos): Amén

(En todas las reuniones de mi vida en la parroquia, sean de lo que sean, a continuación de la invocación al Espíritu Santo, siempre pido que un lector lea de pie el evangelio del domingo que ha de venir. Pero como los bautizos los hacemos en domingos o sábados, en que se lee y medita dicho evangelio,  no suelo comentarlo, para no repetirlo luego en misa).

         QUERIDOS PADRES Y PADRINOS: Nuestra vida cristiana empezó en el nombre de la Santísima Trinidad y por eso también, al comenzar esta primera reunión de Bautismo, hemos comenzado en el nombre del Padre que nos soñó, nos creó y nos llamó para una vida eterna, vida que se nos comunicó por el sacramento del santo Bautismo en el que fuimos hechos hijos de Dios y herederos del cielo. Y en el nombre del Hijo, que vino en nuestra búsqueda, nos salvó y nos abrió la puerta de la Salvación eterna. Y en el nombre del Espíritu Santo que nos santifica por el Bautismo y los sacramentos, nos comunica la vida divina y nos lleva al misterio de Dios Trino y Uno. Recemos ahora el  Padre nuestro... Terminado el Padre nuestro, nos sentamos.

         (Después de sentarnos, pido que uno de los presentes haga la lectura de esta catequesis que comentaremos a continuación y que está escrita en el dorso de la Solicitud del Bautismo que he fotocopiado y en este momento entrego a todos los presentes)

         Que empiece ya el lector...Yo pararé cuando lo crea oportuno para comentar entre todos los párrafos leídos.

         (Lee el lector y si nadie se ofrece, lo hace el sacerdote).

    «El Ritual del Santo Bautismo comienza con estas palabras dirigidas por el sacerdote a los padres y que habéis podido leer en el dorso de la Solicitud del Bautismo:

         QUERIDOS PADRES: Con gozo habéis vivido en el seno de vuestra familia el nacimiento de un niño y con gozo venís ahora a la Iglesia a dar gracias a Dios y a celebrar el nuevo y definitivo nacimiento por el Bautismo. Todos los aquí presentes nos alegramos de este acontecimiento porque se va acrecentar el número de los bautizados en Cristo. Dispongámonos a participar activamente:

– ¿Que nombre habéis elegido para este niño/a?

(Responden los padres) N.

– ¿Qué pedís a la Iglesia para N.?

– El Bautismo.

– Al pedir el Bautismo para vuestro hijo, ¿sabéis que os obligáis a educarlo en la fe, para que este niño, guardando los mandamientos de Dios, ame al Señor y al prójimo como Cristo nos enseña en el Evangelio?

– Sí, lo sabemos.

– Y vosotros, padrinos, ¿estáis dispuestos a ayudar a sus padres en esta tarea?

– Sí, estamos dispuestos.

– N., la comunidad cristiana de... te recibe con gran alegría. Yo, en su nombre, te signo con la señal de Cristo Salvador. Y vosotros, padres y padrinos, haced también sobre él la señal de la cruz».

         Como veremos, cinco veces y bajo diversas formas, la Iglesia, durante la celebración del Bautismo, va a preguntar y comprometer a los padres en la FE Y EDUCACIÓN CRISTIANA de los hijos que presentan a la Iglesia. Bueno será que antes de rellenar esta solicitud y de celebrar el sacramento, reflexionemos un momento sobre este acontecimiento de fe y salvación, para que no sea un acto heredado, puramente social y rutinario, sino una manifestación y celebración de la fe en Jesucristo y en su Iglesia, prolongación de su mensaje y de su salvación. Lograremos así que sea una acción honrada, coherente y santificadora.

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(Un momento, hagamos una parada en esta lectura y dialoguemos. Habla el sacerdote y pregunta y dialoga con padres y padrinos sobre lo leído. Como a veces no dicen nada, el sacerdote lo puede hacer así, continuando la catequesis...)

         QUERIDOS PADRES Y PADRINOS, Como veis, bautizar a vuestros hijos es un compromiso serio ante Dios y la Iglesia. Acabáisde oír cómo durante el rito del Bautismo, el ministro le pregunta a los padres: ¿Sabéis que os obligáis a educarlo en la fe, para que este niño cumpla los mandamientos de Dios, amando al Señor y a su prójimo, como Cristo nos enseña en el evangelio?

         Naturalmente, todos responden , pero es conveniente que penséis en lo que esto lleva consigo, para que todo sea “en espíritu y verdad”, como quiere el Señor y la Iglesia exige en su liturgia, que se haga en fe y responsabilidad ante Dios y vuestro hijo, porque la experiencia nos dice que algunos lo hacen por rutina, sin mucha  convicción; no así otros. Pero ¿nos hemos dado cuenta de lo que esto significa? ¿En qué consiste este compromiso?

Consiste en ser luz para ellos, con el ejemplo y la palabra

 1. Y para esto, ante todo, tenemos que ser buenos cristianos nosotros: Tener una fe verdadera y profunda en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. saber de qué va Cristo, la Iglesia, los sacramentos, leer con frecuencia o todos los días el evangelio, para saber los mandamientos de Dios, vivir el evangelio, participar de los sacramentos: orar todos los días, venir a Misa los Domingos, confesarnos con frecuencia, estar casados por la Iglesia, esforzarnos por vivir los mandamientos de Dios: Amar a Dios sobre todas las cosas, amar al prójimo como a nosotros mismos –es decir: no robar, no matar, tener una vida en la cual los niños puedan reflejarse, y evitar todas aquellas conductas que puedan ser para ellos malos ejemplos, como criticar continuamente a las demás personas,  mentir para sacar ventajas, mirar programas de televisión que deformen la imagen de la sexualidad y la familia, etc. Esto es muy difícil en la sociedad actual, pero el cristiano tiene la fuerza de la fe, de la Misa dominical y de la oración

         Rezar en nuestras casas: los niños necesitan vernos rezar, ver en nosotros personas que confían en Dios y le entregan sus alegrías y sus tristezas. Es importante que en nuestras casas haya siempre alguna imagen de Jesús y de su Madre Santísima, que nos ayuden en nuestra vida cristiana, en las alegrías y las penas, porque son para nosotros modelos de vida e intercesores ante el Padre de todos los hombres. Pero lo más importante de todo, es la misa del domingo; si un niño ve a sus padres de rodillas en la iglesia, esto no se le olvida nunca. A los niños de primera comunión le hago repetir una frase que encierra esta enseñanza: «si tenemos padres cristianos, no necesitamos ni curas»Porque aunque vengan los ángeles del cielo y tengamos los mejores catequistas, hasta el mismo sacerdote, si los padres no lo enseñan o practican, los niños no lo aprenden para vivirlo. Pero si un padre se pone de rodillas ante el sagrario, el niño no lo olvidará en la vida.

2. Educarlos en la fe:

         Además del buen ejemplo, los padres se comprometen a ser los primeros catequistas de sus hijos. No pueden dejar todo en manos de quienes los preparen para la comunión o confirmación. Si los padres no lo hacen, es muy poco lo que pueden hacer los catequistas.

         Responder a sus preguntas desde la fe. Todo niño tiene dudas o inquietudes con respecto a la muerte, al bien y al mal, a los ángeles, a la creación, etc. Los padres deben responder a estas dudas siempre desde la fe, haciéndoles descubrir el plan de Dios sobre nuestras vidas. Deben enseñarles a confiar en Dios en las dificultades, a no dudar nunca de su amor, etc.

         Enseñarles a rezar: desde pequeños, comenzando con la señal de la Cruz, el Padre Nuestro y el Avemaría, la oración al Ángel de la Guarda, la bendición de la mesa, etc. No hay momento mejor para esto que antes de dormirse: hacer con ellos la oración de la noche es algo que los marcará para toda su vida.

         Traerlos a la Misa cada domingo, enseñarles el valor de la confesión y de comulgar frecuentemente. Cuando crezcan ya no se los podrá traer «obligados». Pero si los padres les enseñaron desde pequeños el valor que tiene el encuentro con Dios, la semilla, tarde o temprano, dará su fruto.

         Educarlos en el cumplimiento de los mandamientos. Los padres deben mostrarse siempre cariñosos y dulces, pero deben ser firmes en indicar los límites a su conducta: poner horarios, seleccionar sus diversiones y compañías, no permitirles faltar el respeto o ser groseros con los mayores, etc. Mostrarles siempre que es mejor cumplir los mandamientos de Dios que no hacerlo, que los mandamientos son como los carteles indicadores que nos llevan hacia la felicidad y hacia el Cielo

La Misiónde los Padrinos

         Antes de nada, queridos padres, al elegir los padrinos, tenéis que tener en cuenta lo que dice el Derecho Canónico de la Iglesia en relación con los padrinos:«Para que alguien sea admitido como padrino, es necesario que: 1º haya sido elegido por quien va a bautizarse o por sus padres; 2º Haya cumplido dieciséis años. 3º Sea católico, esté confirmado... Y lleve una vida congruente con la fe y la misión de la que va a asumir. 4º No esté afectado por pena canónica, legítimamente impuesta o declarada»(CÓDIGO, c 874).

         Y todo esto, porque en la celebración del Bautismo el celebrante les pregunta: ¿Estáis dispuestos a ayudar a los padres en esta tarea?  Ellos responderán que sí. Y la misión que les confía la Iglesia y para la cual deben ser elegidos es para ayudar a los padres en esta tarea, o incluso comprometerse personalmente cuando los padres así lo quieran o lo necesiten por sus condiciones de vida. Y lo tienen que hacer del mismo modo que los padres: con el ejemplo y con la palabra.

         La diferencia está en que el padre y la madre no se eligen, pero el padrino y madrina sí. Por eso la Iglesia pide que se elija para esa misión a alguien que de veras pueda ayudar, porque muchos no pueden hacerlo sencillamente porque no viven la fe y la vida cristiana. Los padres no tienen en cuenta esto que está mandado por la Iglesia. A veces da la sensación de que en lugar de buscar un padrino para ayudar al chico, se elige al padrino para hacerle un obsequio a él, para quedar bien o devolver un favor.

         De hecho, el Bautismo de niños podría hacerse sin padrinos, ya que los padres son los responsables. La Iglesia lo exige para que ayuden a los padres en esta tarea de dar testimonio de vida cristiana al ahijado. Así que no tiene sentido elegir para padrinos personas que viven su matrimonio irregularmente según el evangelio, bien porque viven como pareja y no están casados por la Iglesia, bien porque uno o los dos están separados de su matrimonio por divorcio civil y en estas condiciones no puede ser un buen ejemplo cristiano para su ahijado. Si lo que de verdad importa es el bien del niño, y su deseo es ayudar a los padres en su misión, si en la Iglesia y en los sacramentos y para los sacerdotes todo ha de ser en “espíritu y verdad”, si no se quiere falsear el significado, la misión y el rito del Bautismo, los padrinos deben ser modelo de vida cristiana y ser elegidos para la misión que se les confía, más que por motivos de regalos o pura amistad humana. Y ahora que el lector siga leyendo el folio que tiene entre las manos...

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 (Y el mismo lector u otro sigue leyendo la catequesis)

“YO TE BAUTIZO EN EL NOMBRE DEL PADRE Y DEL HIJO Y DEL ESPÍRITU SANTO”

1º.- EL BAUTISMO, PUERTA DE SALVACIÓN: «El santo Bautismo es el fundamento de toda la vida cristiana, el pórtico de la vida en el espíritu y la puerta que abre el acceso a los otros sacramentos. Por el Bautismo somos liberados del pecado y regenerados como hijos de Dios, llegamos a ser miembros de Cristo y somos incorporados a la Iglesia y hechos partícipes de su misión»(CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA). “A los que creen en su nombre, los dio potestad para ser hijos de Dios”. Por eso nos atrevemos a decir: «Padre nuestro, que estás...»

 2º.- EL BAUTISMO, SELLO DE LA FE CRISTIANA. La fe es absolutamente necesaria para pedir y recibir el Bautismo: El Señor dijo: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio, el que crea y se bautice, se salvará”. El Bautismo aparece siempre ligado a la confesión de la fe en Jesucristo como Salvador: “Ten fe en el Señor Jesús y te salvarás tú y tu casa” declara S. Pablo a su carcelero en Filipos. El relato continúa: “El carcelero inmediatamente recibió el Bautismo, él y todos los suyos” (Hch 16,31-32). Nadie obliga a un padre a que bautice a su hijo y no es honrado hacerlo sin fe en una Iglesia, en la con frecuencia se dice no creer, pidiendo un sacramento, en el que tampoco a veces se cree.

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(Nuevo diálogo sobre la necesidad de la fe, de profesarla, vivirla, manifestarla en la vida, sobre todo en la liturgia: misa, sacramentos... Si no hay diálogo o se acaba pronto, el sacerdote continúa:)

         (SACERDOTE): Si a vosotros alguien os pregunta: ¿Por qué los católicos nos bautizamos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo? ¿Por qué creemos en Dios, por qué tenemos fe en Cristo resucitado y en la vida eterna que nos consiguió por su muerte y resurrección?

         Si alguno se pregunta a sí mismo o alguien te pregunta: ¿Por qué el hombre tiene que amar a Dios?

         La respuesta que debemos dar es: Porque Dios nos amó primero.

«YO TE BAUTIZO EN EL NOMBRE DEL PADRE... ¿POR QUÉ? Pues nos lo dice y explica San Juan en este texto de su primera carta: "En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó y nos envió a su Hijo, como propiciación por nuestros pecados" (1Jn 4, 10)

         Queridos hermanos, no existimos por casualidad, sino por el amor de Dios realizado a través del amor de nuestros padres.

         Si existo, es que Dios me ama y me ha llamado a compartir  con Él  su mismo gozo y felicidad eterna.

         Si existo, es que he sido preferido a millones y millones de seres que no existirán nunca y yo he sido preferido.

         Si existo es que Dios me ha señalado con su dedo creador para ser hijo y heredero suyo por toda la eternidad

         Y este amor se manifestó ya en la vida que nos regaló por amor cuando nuestros padres más se aman y esta vida se hizo vida divina y heredera del cielo, como hemos leído, cuando nos llevaron por la fe a la Iglesia y recibimos el santo Bautismo, sacramento de gracia y vida eterna.

         Vamos a hablar ahora de los dones y gracias que nos concede Dios por el santo Bautismo y que el Catecismo de la Iglesia Católica los enumera en este orden ha leído perfectamente nuestro amigo el lector y que yo voy a explicar más detenidamente porque así nos lo exige a los sacerdotes o catequistas que preparan a los padres y padrinos para el sacramento del Bautismo: «Los padres del niño que va a ser bautizado, y asimismo quienes asumirán la función de padrinos, han de ser convenientemente ilustrados sobre el significado de este sacramento y las obligaciones que lleva consigo y debe procurar el párroco, personalmente o por medio de otras personas, que los padres sean oportunamente instruidos con exhortaciones pastorales e incluso con la oración en común»(CÓDIGO, c. 851).

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¡HEMOS DECIDIDO BAUTIZAR A NUESTRO HIJO!

         El Bautismo de los hijos es uno de los momentos más hermosos por los que pasa una familia cristiana. Dios, que les ha regalado el don de un nuevo miembro a la familia, le quiere regalar al niño el don más hermoso: la vida divina por el Espíritu Santo, que lo va a transformar en Hijo de Dios, heredero de la vida eterna y en hermano y miembro de Jesús, es decir, lo va a hacer miembro de la Iglesia.

         El Señor inauguró el Bautismo del Nuevo Testamento cuando fue bautizado por Juan en el río Jordán. Allí el Espíritu Santo descendió visiblemente sobre Él, capacitándolo para su misión. El Bautismo es el modo en que los hombres, hasta el fin de los tiempos, reciben la salvación que Jesús nos consiguió con su Muerte y Resurrección. Por eso dijo una vez a Nicodemo “el que no renace del Agua y del Espíritu, no puede entrar en el Reino de Dios” (Jn 3, 5). Es tan importante que el Señor Jesús, antes de ir de nuevo al Cielo, mandó a los apóstoles “Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el Nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo, enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28, 28-20).

¿Qué hace el Bautismo en nuestros hijos?

-- Borra el pecado original: el alma de la criatura queda totalmente limpia de todo pecado. Es uno de los significados del agua que se derrama en su cabecita: lavar el alma de toda mancha, dejarla limpia y resplandeciente por la fuerza de la Muerte y Resurrección de Jesús.

-- Le da el don del Espíritu Santo: el agua derramada en la cabeza del niño significa también la nueva vida que le es regalada, por obra del Espíritu Santo. El niño bautizado queda hecho Hijo de Dios Padre,  Hermano y miembro de Cristo y Templo del Espíritu Santo.

-- Comienzan a formar parte de la Iglesia, que es el Pueblo de Dios, del cual forman parte todos los bautizados, las almas del Purgatorio y quienes están ya en el Cielo. Esta Iglesia es dirigida en la tierra por el Papa y por los obispos, y se hace concreta en las parroquias, en las cuales los sacerdotes son representantes de Cristo Pastor.

-- Quedan marcados con un sello espiritual imborrable: Por eso, el Bautismo no se puede repetir, porque marca a las personas en lo más profundo de su corazón. Ese «sello»indica su pertenencia a Jesús hasta la muerte y por toda la eternidad.

-- Comienzan a ser herederos del Cielo: los hijos heredan los bienes de sus padres. La vida nueva de Hijos de Dios que comienza en el Bautismo no termina nunca, porque si somos buenos cristianos, tenemos la seguridad de que el Señor nos dará el Cielo en herencia, porque los hijos heredan los bienes de sus padres.

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(QUERIDO HERMANO SACERDOTE, con lo dicho y leído, tenemos ya dada la Primera Catequesis del Bautismo. A continuación  pongo  una segunda catequesis sobre el Bautismo como sacramento de la fe en Cristo. Este sería el modelo A de 1ª y 2ª reunión con padres. Pero si prefieres, a continuación expongo otro modelo B de 1ª y2ª reunión con padres, es más directa; tú eliges la que más te guste. Viene luego una tercera catequesis mistagógica, sacada del CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA. Después de estas tres, viene una catequesis bíblica y teológica, más larga, pero suave, que la puedes dividir en dos o tres catequesis. Finalmente vienen otros temas en relación con el Bautismo, que tú puedes dividir y tomar como quieras.

          En este punto, ya me conocéis. Yo doy materia, tú lees, y según tus gustos y circunstancias, subrayas y haces tu propia catequesis, homilía o meditación. Pero siempre en clima de oración. En todas las reuniones de mi vida y en toda clase de grupos, yo trato los temas en clima de oración, porque lo que pretendo es que lleguemos hasta Cristo y no nos quedemos en zonas intermedias en nuestro apostolado.   Y como siempre también, pongo en folio aparte, estas notas y advertencias, por si alguno quiere fotocopiar la catequesis que expongo  y dárselas a los padres y padrinos presentes en las charlas).

SEGUNDA REUNION DE BAUTISMO CON PADRES

(Modelo A de segunda reunión con padres y padrinos)

EL BAUTISMO, SACRAMENTO DE LA FE

         QUERIDOS PADRES Y PADRINOS: El camino para recibir el santo Bautismo, seguido por los Apóstoles en los comienzos de la Evangelización y de la Iglesia, siempre fue el mismo:

-- Predicación de la Palabra: Kerigma.

-- Aceptación de la Palabra: fe y la conversión

-- Recepción del Bautismo: signo de la fe y vida en Cristo y entrada en la

   Iglesia.

Claramente podemos constatarlo en estos textos  de Marcos, Mateo y Hechos de los Apóstoles:

--“Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará” (Mc 16, 15-16).

     -- “Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado”(Mt 28,19-20a).

     -- “Los que aceptaron sus palabras se bautizaron, y aquel día se les agregaron unos tres mil”(Hch 2, 41).

     --  "Creyeron a Felipe, que anunciaba el evangelio del reino de Dios y en el nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres" (Hch 8:12).

         Como vemos, tres son las acciones principales que van unidas hasta la recepción del Bautismo: predicar-creer-sacramento. Así fue siempre y seguirá siendo en el Bautismo de los adultos. Cuando se introdujo el Bautismo de niños, lógicamente el orden cambió y se realizaron con otro orden. Pero la fe siempre será necesaria y el santo Bautismo siempre será el sacramento de la fe en Cristo, aunque profesada de forma diversa según se trate del Bautismo de adultos o de niños, donde al no tener éstos uso de razón, han de ser los padres y padrinos los que se comprometen a educar a sus hijos y ahijados en la fe cristiana, profesada por ellos y por la Iglesia representada en la Comunidad que lo recibe y donde se celebra el sacramento.

            De ahí que cuando unas personas solicitan el Bautismo, se ha de procurar poner de relieve la cuestión de la fe. Si quien solicita el Bautismo para él o para su hijo,  es creyente y practicante, no tendrá el mínimo problema en poner sobre el tapete la fe que tiene, y que sabe que está implicada en el Bautismo. Pero si el que solicita el Bautismo no sabe de qué va el sacramento, porque lo hace por costumbre, por tradición o por evitar problemas familiares, pero sin fe vivida y practicada, difícilmente puede entender las exigencias y las verdades teológicas y morales que plantea o lleva consigo esa petición que hace a la Iglesia en la Parroquia. Todo esto es un asunto que se escapa de su comprensión, porque no lo vive y se queda sólo con lo externo y lo social de la fiesta del Bautismo.

         Por eso, y con mayor razón en estos tiempos de neo-paganismo e increencia, son muy necesarias estas reuniones con padres y padrinos para comprender todo el misterio del sacramento del Bautismo, realidad sagrada y sobrenatural que nos hace hijos de Dios y herederos de la intimidad y felicidad del mismo Dios Trino y Uno. Sólo pretendemos que esta realidad sagrada se realice, tanto por parte de la Iglesia como de los padres, “en espíritu y verdad”, para que no sea un simulacro de sacramento, una falsedad de lo sagrado contra la fe y contra la Iglesia y, en último término, contra Cristo, agente principal del Bautismo, por el Espíritu Santo.

         Quien pide el Bautismo, intenta a veces dar razones para que se atienda su petición, pero sin implicarse personalmente, y si lo obtiene, termina pensando: «Al final me he salido con la mía; he sido más hábil que el cura». Pero si sucede al revés, y el cura se niega a celebrar el Bautismo porque no existe un mínimo aceptable de condiciones, hay que oírle: «Los curas nos quitan la fe»; «no hacen más que poner pegas»; «así van a conseguir que no vaya nadie a la parroquia». ¿Quién cede? Si lo hace el cura, tiene lugar un Bautismo sin ninguna garantía en la educación de la fe en el niño y en contra de la “verdad y espíritu” del sacramento.

         Es verdad y hay que afirmarlo desde la teología, que el sacramento es válido en virtud del “opere operato”, mal administrado; lo que la teología te dice es que cualquier sacramento se realiza en virtud de la potencia del Espíritu Santo, aunque el sacerdote esté distraído o en pecado, pero es indigna esa forma de realizarlo; se puede «ex opere operato», pero no se debe dar o realizar así el sacramento;  de la misma forma que Cristo está siempre en la hostia consagrada, aunque la echemos en un sitio indigno, o la dejemos en el suelo hasta que se corrompa, pero eso es indigno y Cristo que es el autor principal de los sacramentos, en especial del santo Bautismo, y la Santísima Trinidad que es la que viene como a su templo a ese niño, ese trato, aunque nos inventemos razones, en definitiva es falta de amor a Cristo y es venderlo a cualquier precio, como el beso de Judas, que fue aparentemente un beso de saludo y amor, pero fue para venderlo por dinero...¡ay, el dinero!

         Ante estas situaciones, hasta la misma liturgia del Bautismo se resiste y hay que modificarla a veces – a mí me pasa cuando no he visto jamás en la iglesia a los padres durante años y años o me consta que tienen fe, pero no la practican: ¿cómo preguntarles cinco veces si están dispuestos a educar a sus hijos en la fe, cuando uno ha comprobado durante años y años que no es así en Bautismos y primeras comuniones que tuvieron?

         (¡Ay por no querer sufrir por Cristo al exigir las condiciones debidas al misterio que  celebramos en este como en otros sacramentos! Eso hace que nuestra fe vaya perdiendo fuerza y fulgores y nos vayamos secularizando interiormente. Querido hermano sacerdote, vamos a tratar tú y yo dignamente las cosas santas: tratemos de preparar un templo digno a la Santísima Trinidad! Y si no se puede, recemos y confiemos en Dios, pero no administremos contra la misma liturgia y  verdad del Evangelio los misterios de Dios)

         Los creyentes queremos y pedimos que nuestra fe sea respetada y que no sea pisoteada. Nos parece importante que alguien sea creyente, cuantos más, mejor. Pero no a costa de decir que todo vale, o que la fe es algo que hoy se tiene y mañana se deja a conveniencia. Porque es claro que eso no es tomárselo en serio.

1. Sin fe no hay sacramento

         Todos los sacramentos implican la fe en Cristo. Y el Bautismo es un sacramento; por lo tanto, la consecuencia es evidente. Un sacramento no es algo de quita y pon, ni es algo de «usar y tirar», sino que es algo comprometedor, que imprime un sello, el sello de los elegidos, de los marcados en Cristo para la salvación e implica a la persona en el seguimiento moral de Jesucristo. Y no es posible decir que hoy estoy dispuesto a seguirle, y mañana le abandono, porque entonces es falsa la voluntad de seguimiento. Si bautizo, lo padres deben dar garantías de fe y de perseverancia y conversión, si es necesario.

         En todos los sacramentos tiene que estar presente la fe. También en el Bautismo. Ya hemos visto las palabras de Jesús: “El que crea y se bautice...” (Mc 16,16). Hay, por tanto, dos momentos: uno primero e indispensable el de la fe, el de creer, el de decidirse por el seguimiento de Jesús, el de sentir la llamada de Dios, y tratar de darle respuesta. El segundo momento es posterior, y es consecuencia del primero: si crees, es lógico que te conviertas y des el paso siguiente y aceptes el Bautismo que Jesús propone. Pero si no se dan esos dos pasos, pretender el segundo (el Bautismo) saltándose el primero (la fe) es simplemente falsificar las cosas.

         Así lo deja claro el libro de los Hechos de los Apóstoles 18,8: “Crispo, el jefe de la sinagoga, creyó en el Señor con toda su familia, y muchos de los corintios que oían la predicación, creían y se bautizaban”. El apóstol Pablo ha ido anunciando el Evangelio hasta Corinto, en Grecia; allí habla con algunas personas, de las que menciona al jefe de la sinagoga, llamado Crispo, a los de su casa o su familia, y a un colectivo no precisado, “otros muchos corintios”. Todas estas personas hacen un recorrido en tres pasos: 1°) oyen a Pablo y lo que éste les dice sobre Jesús; 2°) creen en Jesús y le aceptan personalmente, después de haber reflexionado; 3°) reciben el Bautismo. No es válido pretender dar sólo el tercer paso y desconocer los anteriores: porque entonces se está trampeando.

         Alguien puede estar pensando: «Pues yo conozco el caso de Fulano de Tal, que no tiene fe (lo dice él), y se casó por la Iglesia», por ejemplo. En ese caso, hay que preguntarse: ¿dónde está la honradez de esa persona?, ¿cómo es posible decir que cree en Jesús, cuando sabe perfectamente que no cree en Él?; ¿cómo es posible afirmar que estoy dispuesto a seguirle, cuando no estoy dispuesto a hacer nada por seguirle?; ¿cómo se puede afirmar que quiero ser cristiano, si no quiero hacer nada para vivir como tal? No es válido jugar con el Bautismo, o con cualquier otro sacramento, y manifestar lo contrario de lo que se está convencido, sólo para tapar la boca al cura o al seglar que lo prepara, y conseguir la aceptación al sacramento Porque en ese caso (y hay que decirlo con todas las letras) quien procede así, no se engaña a sí mismo (no es posible); ni engaña a Dios (tampoco es posible); y aunque consiga ser más hábil que el cura o seglar con quien dialoga, es consciente de que está pisoteando la fe cristiana, abusando de ella, al mentir descaradamente.

         Los creyentes, los que formamos parte de la Iglesia y queremos ser sinceros con nuestra fe y nuestro asentimiento a Jesús, nos alegramos cuando alguien pide la fe y el Bautismo, y además procede con toda honradez. Pero sufrimos terriblemente, como ninguno de éstos puede imaginarse, cuando comprobamos que alguien dice y repite que es creyente y que tiene fe, pero estamos seguros de lo contrario. Y cuando pedimos que todos, creyentes y no creyentes, seamos respetuosos y honestos con algo que nos parece importante a los que creemos en Jesús, no estamos pidiendo nada excepcional, sino algo básico y necesario para la verdad del sacramento.

         En este sentido, san Pablo nos dirá desde la prisión en Roma: “Yo no me avergüenzo, pues sé en quién he puesto mi confianza” (2 Tim 1,12). San Pedro y San Juan, detenidos ante el Consejo judío, reciben la orden de no hablar más de Jesús; ellos contestan: “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hch 5,29).

2. La fe no se puede dar por supuesta

         Jesús no lo hizo así. Sus esfuerzos, su predicación itinerante, sus diálogos personales o con grupos de personas, sus intervenciones extraordinarias (milagros) estaban encaminados a suscitar la fe en Él. En otras palabras, pretendía que las personas le reconocieran abiertamente como Dios. Esto supone un paso muy grande. Nadie dudaba de su condición de hombre, puesto que le tenían delante. Pero afirmar que aquel hombre con el que charlaban y con quien comían era Dios, es harina de otro costal. Ni era fácil descubrirlo; ni todos quisieron aceptarle como Dios. Algunos se lo plantearon. Ante los hechos de Jesús, encontramos respuestas bien diversas.

         Así, frente a la misma intervención al curar a un ciego de nacimiento, las autoridades dicen: “Éste no puede ser un hombre de Dios, porque no respeta el sábado”. Pero otros se preguntaban: “Cómo puede un hombre pecador hacer estos signos?” Esto provocó la división entre ellos... Él (el que había sido ciego) replicó: “Esto es lo sorprendente. Resulta que a mí me ha dado la vista y vosotros ni siquiera sabéis de dónde es. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores; en cambio, escucha a todo aquel que le honra y cumple su voluntad. Jamás se ha oído decir que alguien haya dado la vista a un ciego de nacimiento. Si este hombre no viniese de Dios, no habría podido hacer nada” (Jn 9,16- 33).

         Otra situación es la protagonizada por un personaje importante, Nicodemo, que acude de noche a entrevistarse con Jesús, porque aún no está seguro de si se decide o no a seguirle, pero, por prudencia, no quiere que de momento le relacionen con Él; a pesar de todo, parece un hombre que sigue un planteamiento honrado: “Un hombre llamado Nicodemo, miembro del grupo de los fariseos y principal entre los judíos, se presentó a Jesús de noche y le dijo: Maestro, sabemos que Dios te ha enviado para enseñarnos; nadie, en efecto, puede realizar los signos que tú haces, si Dios no está con él” (Jn3,1-2).

         ¿Tiene fe Nicodemo? ¿Se lo está planteando? Nicodemo acude a hablar con Jesús, y lo hace sin prejuicios, porque al ver las señales de Jesús, sus milagros, deduce que tiene que venir de Dios. Pero sólo el acudir a hablar con Él no supone la fe. Como sólo el acudir a solicitar el Bautismo no la supone tampoco. Pero Jesús le habla de la necesidad de recibir el Bautismo desde la fe: “Respondió Jesús y le dijo: En verdad te digo que quien no naciere de arriba no podrá entrar en el reino de Dios. Díjole Nicodemo: ¿Cómo puede el hombre nacer siendo viejo? ¿Acaso puede entrar de nuevo en el seno de su madre y volver a nacer? Respondió Jesús: En verdad, en verdad te digo que quien no naciere del agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de los cielos. Lo que nace de la carne, carne es; pero lo que nace del Espíritu, es espíritu. No te maravilles de lo que te he dicho: Es preciso nacer de arriba. El viento sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni adónde ve; así es todo nacido del Espíritu...

         Porque tanto amó Dios al mundo, que le dio su unigénito Hijo, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga la vida eterna; porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para que juzgue al mundo, sino para que el mundo sea salvo por Él. El  que cree en Él no es juzgado; el que no cree, ya está juzgado, porque no creyó en el nombre del unigénito Hijo de Dios. Y el juicio consiste en que vino la luz al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Porque todo el que obra mal, aborrece la luz  y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas. Pero el que obra la verdad viene a la luz para que sus obras sean manifestadas, pues están hechas en Dios”.

         Es cierto que durante mucho tiempo, la Iglesia, la comunidad de creyentes, ha dado por supuesta la fe de las personas, y en una sociedad en que la inmensa mayoría, casi la totalidad, era creyente, parecía innecesario preguntar a alguien si lo era. Y no se puede decir que haya sido un mal modo de actuar, cuando se dieron esas circunstancias Pero hoy no se dan. Vivimos en otro clima, en otro ambiente. Muchas personas han dejado de practicar su fe; así lo describe Pablo VI en la Encíclica Evangelio nuntiandi, 56:

         «Una segunda esfera es la de los no practicantes; toda una muchedumbre, hoy día muy numerosa, de bautizados que, en gran medida, no han renegado formalmente de su Bautismo, pero están totalmente al margen del mismo y no lo viven. El fenómeno de los no practicantes es muy viejo en la historia del cristianismo y supone una debilidad natural, una gran incongruencia que nos duele en lo más profundo de nuestro corazón. Sin embargo, hoy día presenta aspectos nuevos. Se explica muchas veces por el desarraigo típico de nuestra época. Nace también del hecho de que los cristianos se aproximan hoy a los no creyentes y reciben constantemente el influjo de la incredulidad. Por otra parte, los no practicantes contemporáneos, más que los de otras épocas, tratan de explicar y justificar su posición en nombre de una religión interior, de una autonomía o de una autenticidad personales».

         Hoy no es posible suponer la fe, a la vista de los datos anteriores. Por eso, hablar sobre ello y dejar las cosas claras es una obligación y una exigencia, y no constituye ninguna falta de confianza preguntar a una persona por su fe, y hacer que la propia persona también se lo pregunte:

— ¿soy creyente?;

— ¿no lo soy?;

— ¿lo fui y lo he abandonado?;

— ¿lo soy a medias, con dificultades, con dudas?;

— ¿no lo soy, pero quiero serlo?;

— ¿digo que soy creyente, pero no lo llevo a la práctica?;

— ¿afirmo que creo en Cristo, pero no en la Iglesia?

         Algunos piensan: «Si no fuera creyente no habría pedido el Bautismo». Cierto; pero sólo en parte, porque la gama de posibilidades es grande, y uno puede solicitar el Bautismo por razones propias de un creyente, y otro puede solicitarlo por razones que convencen muy poco. Por tanto, es preciso que cada uno se clarifique, y en la medida en que sea capaz, se manifieste sin miedos ni recelos.

3. La fe es doctrina y vida, conocimiento y práctica litúrgica, moral...

         No existe un termómetro especial para medir la fe de las personas. Como es una adhesión y una respuesta a Dios, cada persona ha de ver hasta qué punto está dispuesta a seguir a Jesús con todas las consecuencias. Pero como es claro que no se trata sólo de una cuestión de palabras, sino también de hechos, de actuar, “por los frutos los conoceréis, nos dice el Señor; porque la fe se tiene que manifestar en obras. Mira lo que dice el Apóstol Santiago en su carta: “¿Qué le aprovecha, hermanos míos, a uno decir: Yo tengo fe, si no tiene obras? ¿Podrá salvarle la fe? Si el hermano o la hermana están desnudos y carecen de alimento cotidiano, y alguno de vosotros les dijere: <Id en paz, que podáis calentaros y hartaros>, pero no les diereis con qué satisfacer la necesidad de su cuerpo, ¿qué provecho les vendría? Así también la fe, si no tiene obras, está de suyo muerta. Mas dirá alguno: Tú tienes fe y yo tengo obras. Muéstrame sin las obras tu fe, que yo por mis obras te mostraré la fe” (St 14-19).

         Hay una mala imagen, que consiste en suponer que la fe se basa en «saber cosas», en «saber cierto tipo de afirmaciones», especialmente relacionadas con la religión. Entonces el cristianismo sería patrimonio de los teólogos y de los listos. Si esto fuera así, y solamente así, parecería que tener fe consiste en «pasar un examen», en el que poder repetir sin fallos toda la teoría. En consecuencia, con saberse la teoría sería suficiente. Y estarían más cerca de poseerla los más listos. Esto es cierto pero muy a medias, como nos ha dicho Santiago, Hay que saber verdades evangélicas, naturalmente, pero en cristiano, saberlas es practicarlas. Y en el mundo en que vivimos es necesario que un cristiano sepa lo que cree y por qué lo cree y sepa dar razón de su fe. Y que sea capaz de manifestarlo con razones. Pero la mayor de todas es vivir la fe, practicarla.

         Por todo ello, la fe está más próxima a la vida que al conocimiento. Y como vida, hay que vivirla, porque no es suficiente con discursear sobre ella. Si uno habla mucho sobre Cristo es un teórico del cristianismo; pero si uno vive su doctrina, entonces se alimenta de su palabra; si cumple sus mandatos, si acepta sus propuestas, estamos ante un auténtico cristiano. Porque el que vive la fe y la experimenta es el que verdaderamente la conoce y la ama.

            En la fe hay una parte de conocimiento, que se debe creer y vivir, mediante la oración y los sacramentos.  La fe creída se expresa fundamentalmente en el Credo de la Iglesia Católica. Quien niegue alguna de estas verdades no es católico, porque el Credo es el resumen de lo esencial de la fe: Creo en un solo Dios, Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible. Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido antes de todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho; que por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre; y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato; padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día según las Escrituras, y subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin. Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de Vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo reciben una misma adoración y gloria. Y que habló por los profetas. Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica. Confieso que hay un solo Bautismo para el perdón de los pecados. Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro. Amén.

         Esta fe creída se vive y celebra en el culto y en los sacramentos, donde la comunidad expresa su fe y la hace oración personal y comunitaria, a la vez que recibe, gozosa, la actuación salvadora de Dios. De esta forma, al salir de la iglesia, esta fe celebrada, se vive en el hogar, en el trabajo, en todas las ocupaciones, en el quehacer de construir un mundo más justo y más habitable para todos. Se pone en marcha toda la capacidad de los cristianos por colaborar con Dios en su labor creadora. Pero siempre bien claro, que la fe es para vivirla.

         Hay una comparación que resulta extraordinariamente clara e instructiva: Si alguien habla mucho de natación y conoce toda la teoría, los estilos, las técnicas, y el modo de preparación, tendremos a un teórico de la natación; pero eso se puede hacer desde la orilla, sin mojarse. Si otro, en cambio, se mete en la piscina y nada, aunque no diga ni una palabra, podemos asegurar que es un nadador, no un teórico. Para ser cristiano, «hay que mojarse», hay que decidirse por el seguimiento de Jesús, hay que llevar a la práctica lo que Jesús nos dice en los evangelios, y para eso hay que leerlo y meditarlos y así es como uno llega a vivir la fe y a estar convencido de todo lo que dice.

         La fe tiene que mostrarse. No es posible entender que alguien sea creyente y que no lo manifieste, que sus palabras no lo dejen sentir, que sus hechos no lo proclamen, que sus vecinos o compañeros de trabajo no lo sientan, que sus diversiones o su vida social no sean la expresión de lo que siente y piensa. Por eso, la fe tiene, inevitablemente, que mostrarse. Si no sucede así, algo está fallando; y se volverían a repetir con toda verdad las palabras de Jesús: “En la cátedra de Moisés se han sentado los maestros de la ley y los fariseos. Obedecedles y haced lo que os digan, pero no imitéis su ejemplo, porque no hacen lo que dicen” (Mt 23,2-3). Fijaos bien que estas palabras Jesús las dice para todos, pero especialmente para los que predican, como somos los curas.

         La fe cristiana, como todo convencimiento serio y digno del ser humano, tiene que tener la coherencia elemental entre los dichos y los hechos, entre teoría y práctica, entre pensar y actuar en consecuencia. Si no sucede así, difícilmente puede decirse que hay fe.

         Termino esta parte repitiendo las palabras del Apóstol Santiago en su carta: “Así también la fe: si no tiene obras, está muerta en sí misma. También se puede decir: Tú tienes fe, yo tengo obras; muéstrame tu fe sin las obras, que yo por las obras te haré ver mi fe. ¿Tú crees que hay un solo Dios? Haces bien; pero también los demonios creen y se estremecen. ¿Por qué no te enteras de una vez, pobre hombre, de que la fe sin obras es estéril?” (St 2,17-20).

4. La fe es una semilla que ha de crecer. Creyentes, pero pecadores

         Los creyentes no son perfectos; tienden a la perfección en Cristo, a vivir el evangelio; pero el mismo Jesús nos dijo que sin Él no podemos vivirlo: “Yo soy la vid, vosotros, los sarmientos... El sarmiento, si no está unido a la vid, no puede dar fruto... sin mí no podéis hacer nada”. Todos los creyentes en Cristo somos cristianos y pecadores; de lo que se trata es de no vivir instalados en el pecado, en la vida mediocre, alejada de Dios, sino en esforzarse en vivir conforme a los mandamientos de Dios y de la Iglesia. Y mil veces caído, mil veces levantados, pero nunca instalados en una vida alejada de Dios. Los cristianos siempre estamos necesitados de la gracia y del perdón de Dios.

         El Bautismo siembra en nosotros la vida de fe, esperanza y caridad, que es una semilla que debe ir creciendo toda la vida. No olvidar nunca que la fe es una semilla que debe crecer con nuestra oración y vida. Por eso, tener fe y no practicarla es absurdo, es haberla perdido, porque no te sientes hijo de Dios, ni diriges tu vida en dirección a Él, amándole, rezándole, cumpliendo su voluntad manifestada en Cristo y celebrada, sobre todo, en la misa del Domingo. Sin Domingo no hay cristianismo, no hay Cristo. Porque el Domingo es Cristo celebrando su triunfo, su muerte al pecado y su resurrección a la vida nueva en todos los creyentes. Porque la fe no sólo es personal sino comunitaria, de toda la Iglesia. No somos individuos separados sino miembros del mismo cuerpo de Cristo que es la Iglesia, la comunidad, sobre todo, del domingo.

         La fe, en el Bautismo de los niños,  puede ser comparada con una semilla. No es suficiente con tener la semilla; es preciso sembrarla, cuidarla, abonarla, quitar las malas hierbas, regarla a tiempo, en definitiva, estar encima de ella, para que al final produzca resultado. El jardinero, el agricultor, han puesto una parte importantísima: todas sus atenciones y cuidados para conseguir que la semilla produzca el fruto esperado; pero hay algo que escapa a la labor del jardinero y del agricultor: la propia capacidad generativa de la semilla.

         Los padres han de cuidar —y así se comprometen— la fe de su hijo bautizado. Pero la capacidad de engendrar y producir nueva vida, vida cristiana, no la aportan los padres, sino que es fruto de la actuación de Dios, que quiere contar con la colaboración de unos padres cristianos para que sean los primeros y principales educadores de sus mismos hijos. El Bautismo de niños no es una aberración, ni una imposición caprichosa de unos padres poco responsables; es justo todo lo contrario: la decisión, responsablemente tomada, de unos padres, que, porque son creyentes, estiman que lo mejor que pueden hacer por sus hijos (entre las muchas decisiones que  han de tomar por ellos en la vida) es bautizarlos y educarlos como bautizados, como hijos de Dios.

         La colaboración del hombre y Dios permite esperar resultados positivos. Pero colaborar es trabajar juntos; de manera que Dios no lo va a hacer todo. Y si los padres deciden no trabajar en la educación cristiana de sus hijos, estamos ante un fracaso cantado. ¿Se trata de bautizar, y punto final? ¿O se trata más bien de bautizar, y proseguir la educación emprendida? La semilla plantada tiende a crecer. Pero si no la regamos, si descuidamos el abono, si dejamos que las malas hierbas crezcan... cuando vayamos a buscar frutos encontraremos que no hay nada. La vida cristiana del Bautismo tiende a crecer; pero si no hacemos nada por desarrollarla, el resultado será una partida de Bautismo que proporciona una fecha, pero nada más. No queramos engañarnos, pensando que la semilla de la fe se desarrolla sola.

         Percibimos con claridad que vivir de acuerdo con los deseos y la voluntad de Dios, fieles a su alianza con nosotros, es algo en lo que Dios tiene mucho que hacer, pero el creyente también tiene mucho que hacer: responder a Dios, y los que están a su alrededor juegan un papel importante, porque pueden ayudar o estorbar en el desarrollo de la fe y vida cristiana. De ahí que, aunque la decisión sea personal, no podemos olvidar el aspecto comunitario y social que tiene consigo.

La fe consiste en el seguimiento de Jesús. Es una voluntad decidida de:

— seguir sus pasos;

— actuar como Él;

— inspirarse en sus criterios;

— escuchar y tener presente su palabra;

— celebrar sus sacramentos.

         Hay que ponerse en camino con Él; hay que experimentar su ayuda ante el desaliento; hay que conocer y reconocer su enseñanza como verdad y luz en nuestro caminar; hay que vivir su misma vida, codo a codo con Él.

         También hay que tener en cuenta que en la fe de uno intervenimos los demás, ayudando, con nuestro ejemplo, con nuestras explicaciones, con nuestra oración, con respuestas a sus dudas, o dándole ánimos para no desfallecer: es la catequesis de la Iglesia, de la cual una parte importante discurre en la familia, en el hogar, con el ejemplo siempre necesario e insustituible de los padres. Ellos son el modelo que los niños tienen a mano, ante sus ojos, el más importante de todos. Por eso es posible afirmar que la fe, siendo don de Dios, tiene que desarrollarse y crecer con la ayuda de la Iglesia, de los padres y padrinos y de la comunidad. Los cristianos hacemos el camino juntos y unidos por la fe, la esperanza y el amor.

PRIMERA REUNIÓN  CON PADRES Y PADRINOS

(Modelo B de primera reunión con padres y padrinos)

         QUERIDOS PADRES Y PADRINOS: Un día de estos habéis venido por la parroquia para expresar vuestro deseo de bautizar a vuestro hijo/a. Ahora que estamos reunidos los padres y padrinos de los niños que se bautizarán el próximo domingo, podríamos preguntarnos o preguntaros el sacerdote: Bueno, y ¿Por qué queréis bautizar a vuestro hijo/a?

         Quizás os habrá tocado oír cosas como éstas, que yo he escuchado alguna vez:

1. 1¡Pero cómo están los curas! Antes decían que se tenía que bautizar a los hijos inmediatamente, por lo menos eso me ha dicho mi madre, no digamos mi abuela que bautizaba a sus hijos a la semana de nacer, y ahora te dan largas, te dicen que antes hay que hablar con el cura, tener unas reuniones preparatorias... como si no hubiéramos visto nunca hacer un Bautismo y nada, ahora te dan largas... parece que no tienen ganas de bautizar.

1. 2El cura de mi parroquia dice que eso de las primeras comuniones tal y como eso está haciendo ahora, es a veces más una fiesta social que religiosa. No sé si por eso nos querrán reunir antes de bautizar a los hijos, para que nos enteremos de qué la cosa. Mi hija se fue a casar y el párroco le dijo que si no tenía fe, sería una boda civil pero en la iglesia; que era mejor que se lo pensase, que hiciera los cursillos y luego se lo pensase.

         Pues bien, queridos padres, es posible que hayáis oído estas cosas o cosas parecidas; pero nosotros, ahora, vamos a empezar por el principio:

¿Por qué queréis vosotros bautizar a vuestros hijos?

2. 1 ¡Qué gracia, pues porque siempre se ha hecho así!

         Pues bien, entonces tienen razón los curas de ahora en preparar el Bautismo como lo estamos haciendo, porque no es un motivo razonable seguir haciéndolo, simplemente, porque siempre se haya hecho así. Fíjate lo que han cambiado los tiempos, los hombres, las familias, la enseñanza y casi todo en España y en el mundo entero.

2. 2 Oiga, señor cura, que yo soy católico... y voy a misa en la fiesta de mi pueblo y le pongo una vela a S. Judasy soy más honrado que otros que van a misa todos los domingos, porque para ser honrado no hace falta ir a misa los domingos y ... bla,bla, bla...

         Ante una respuesta semejante es lógico que el sacerdote pueda decirle: Pues para ser honrado, tampoco hace falta que Ud. bautice a su hijo.

2.3 Pero siempre se ha hecho así, insisten algunos padres.

Y yo, como sacerdote tengo que responder: Y qué importa que siempre se haya hecho así, si eso no basta para recibir los sacramentos y se puede hacer mejor.

3. Otros padres se lo piensan mucho antes de decir al cura que quieren bautizar a sus hijos, sobre todo, si son jóvenes, y no les importa retardarlo o incluso dejarlo para cuando los niños sean mayores de edad y puedan decidir por su cuenta. Pero claro, vienen los abuelos, sobre todo las abuelas, y ellas y sus hijos recibieron el sacramento del Bautismo y no quieren que el eslabón se rompa con los nietos; sería deshonra para la familia, qué dirían los que los conocen.

         Así que algunos matrimonios jóvenes se sienten presionados por la familia y acceden a solicitarlo. Estaría mal visto por el pueblo, entre los vecinos, sobre todo en sitios pequeños. Estas y otras causan pueden actuar sobre los padres e influir para que vayan a la parroquia y pidan el Bautismo para sus hijos.

         A mí me parece que estos motivos expuestos hasta ahora no son motivo suficiente para solicitar el Bautismo:

  1. Por falta de coherencia: no podéis pedir para vuestros hijos entrar en una familia y comunidad religiosa y creyente, como es la Iglesia, si vosotros no pertenecéis por fe y práctica a la misma, incluso estáis alejado de ella, o públicamente la criticáis y ahora, con motivo del nacimiento de un hijo, pedís un sacramento a esa Iglesia, que no reconocéis y amáis.  
  2. Por falta de conocimiento del sacramento que pedís.  Sería un simulacro de sacramento, una mentira. Se tienen dos ideas religiosas y con ellas se quieren cubrir etapas que exigen unos conocimientos y compromisos bautismales muy concretos, como diremos cuando celebremos el sacramento del Bautismo.

         Bueno, yo creo que vosotros lo habéis pensado bien, por eso estáis aquí esta noche, y habéis decidido bautizar a vuestros hijos, porque queréis comprometeros de verdad con Cristo y su Iglesia. Muy bien, enhorabuena. Vamos, pues, a pensar juntos sobre lo que significa y lleva consigo esto de pedir el Bautismo para vuestro hijo, a fín de que sea verdaderamente un acontecimiento de gracia y salvación para ellos y vosotros.

         Y lo primero que se exige a los padres, que piden el Bautismo, sacramento de fe, es que los padres tengan y valoren la fe cristianaque quieren para sus hijos. Y el ideal sería que la vivan. Bien, por los menos, tener fe, este es el principal motivo.

-- Oiga, Sr. Cura, que yo tengo fe: y el cura responde ¿De verdad Ud. tiene fe?

-- Sí, claro, yo creo en Dios, algo tiene que haber por ahí arriba.

Bien, pero el Bautismo es un sacramento instituido por Cristo; ¿Ud. conoce y cree en Jesucristo? Es que el día del Bautismo el sacerdote celebrante os preguntará a padres y padrinos: ¿«Creéis en Dios Padre todopoderoso... en Jesucristo su único Hijo...? ¿Estáis dispuestos a educarlos en esa fe que todos juntos acabamos de profesar?». Por eso, para que no os coja de improviso vamos a hablar un poco de la fe y de los compromisos bautismales.

-- Bueno, yo creo... que fue un hombre muy bueno, que vivió hace muchos años...

-- Sí, sí, pero ¿Ud. ha leído los evangelios? Porque Ud. lee periódicos, novelas, tal vez ha leído el Código da Vinci, y ha visto películas donde Jesucristo ha sido maltratado con calumnias... y Ud. ha disfrutado de eso... Sin embargo, los evangelios, que es donde Él nos habla, y se nos dice quien fue Jesucristo, cuál es su doctrina, qué exige para ser discípulo suyo... tal vez esto lo ignora y hace mucho tiempo que no los lee y medita. Si Cristo nos habla en los evangelios y nos dice lo que quiere de nosotros, me parece que por cortesía cuando alguien nos dirige la palabra tenemos que responderle. Para conocer a Jesucristo, su vida, su doctrina, tenemos que ir a los Evangelios.          En los Evangelios es donde Jesús nos habla de su Padre, de la vida eterna que se nos da en el Bautismo, de los mandamientos que hay que cumplir, de las exigencias para ser seguidor y discípulo suyo... “este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado”.

         Dios, por medio de su Hijo Jesucristo, por medio del Evangelio, de la Biblia, de los sacramentos, de la Iglesia, me ha hablado y me ha dicho lo que tengo que hacer para ser hijo suyo por el santo Bautismo, que es donde todo empieza. Porque hay que saber dónde me meto, de qué Iglesia entro a formar parte.

         El Cristianismo es Cristo, es tratar de pensar y vivir como Él. Sin Cristo no hay cristianismo. Es saber que Él ha dado la vida por nosotros, pero la vida eterna, la que va a recibir vuestro hijo en el Bautismo. Para vivir cien años Cristo no hubiera muerto. Nosotros somos eternos, ¿tú crees en la vida más allá de esta vida? ¿Tú crees en el juicio de Dios? ¿Qué lugar ocupa Dios en tu vida?

         Antes de pedir el Bautismo para tu hijo hay realidades que tengo que tener muy claras y creer de verdad en ellas: Dios, Jesucristo, Espíritu Santo que nos une a la Trinidad y nos santifica, Iglesia, los sacramentos: acciones de Cristo que nos santifican.

         Por tanto, ¿por qué pido el Bautismo para mi hijo? Porque creo en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo; porque creo que Jesucristo es el Hijo de Dios que ha venido para salvarnos y hacernos hijos del Padre por el Bautismo; porque creo en la Iglesia como puerta de salvación, porque creo en los sacramentos, acciones de Cristo por su Espíritu que nos hace hijos de Dios y herederos del cielo.

         Os voy a poner dos ejemplos para que veáis cómo esto fue así desde el principio. Son dos ejemplos sacados del Nuevo Testamento. Por caminos de la divina Providencia, llegó Pedro a casa de un centurión romano en Cesarea. Pedro les habló de Jesús al centurión y a su familia: “Al oírle, se sintieron compungidos de corazón” (Hch 2,41-42), es decir, aceptaron a Jesús, haciendo una opción de vida por Él, eligiéndole como dueño de su vivir, como salvador y modelo y ejemplo de comportamiento. Entonces, porque aceptaron y creyeron en Jesús, Pedro los bautizó y entraron a formar parte de la Iglesia de Cristo. Este debe ser el itinerario del santo Bautismo: predicar a Cristo y su evangelio, creer en Él y en su palabra, y finalmente sellarlo todo esto en el santo Bautismo.

         Otro caso: Iba el ministro de la reina de Candances en su carruaje, leyendo a Isaías. Se le acercó el apóstol Felipe. Felipe le habló de Jesús. El hombre creyó. Al llegar junto a un arroyo, le dijo a Felipe: “Aquí hay agua, ¿qué impide que sea bautizado? Felipe dijo: “Si crees de todo corazón, puedes hacerlo”. Y respondiendo, dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios. Mandó parar el carro y bajaron ambos al aguas y aquel se bautizó”.

         Vemos claramente por estos ejemplos y otros más que pudiéramos poner que para bautizar lo primero es tener fe, creer en Jesucristo como Hijo de Dios. Es verdad que no vais a bautizaros vosotros, pero el sacerdote debe bautizar a los niños en nombre de la Iglesia, a la que representáis o debéis representar los padres creyentes. Por eso, a los padres que quieren bautizar a sus hijos se les exige que sean ellos mismos creyentes, que sepan lo que piden y para qué lo piden.

         Todos vosotros amáis a vuestros hijos y queréis lo mejor para ellos; por eso, cuidáis de ellos en todos los aspectos. Por eso habéis pedido el Bautismo a la Iglesia para ellos, porque pensáis que ser cristiano es lo mejor para ellos. Pues bien, esto es estupendo; pero que sepáis que esto os obliga a ser coherentes y responsables de lo que pedís porque sería un contrasentido que quisierais para vuestro hijo algo en lo que no creéis, no practicáis o no vivís por olvido, negligencia o rechazo positivo. No es coherente embarcar a los hijos en un barco del cual os habéis bajado vosotros.

         Por eso os dije antes, que el pedir el Bautismo para los hijos os obliga a pensar, a rectificar tal vez en vuestras vidas y comportamientos, algo que en el evangelio de Cristo se llama conversión. El Bautismo es sacramento de fe y conversión para los que lo piden y lo reciben en edad adulta. En estos dos aspectos fundamentales de fe y conversión insistía mucho la Iglesia de los primeros siglos en el Catecumenado. Eran dos o más años en los que quienes solicitaban ser bautizados y entrar dentro de la Iglesia tenían que aprender a vivir lo que les enseñaban en las catequesis preparatorias.

         ¡Qué maravilla ser católico, tener fe, conocer a Dios Padre, a su Hijo Jesucristo, nuestro Señor y Salvador, sentir dentro de nosotros el Amor de Dios, al Espíritu Santo que nos habita, nos une a la Trinidad! ¡Saber que Dios existe y me ama, que si existo es que ha soñado y pensado en mí, que me ha preferido a millones y millones de seres que no existirán, que me ha llamado a compartir una eternidad y felicidad con Él! Qué maravilla haber conocido a su Hijo Jesucristo, Dios infinito y eterno como Él, que se hizo hombre y nació de Santa María Virgen, y que murió porque nos amó hasta el extremo, hasta dar la vida, hasta el final de los tiempos quedándose por nosotros en el Sagrario, por el Sacramento de la Eucaristía, que todos los días hace presente ante nosotros todo este misterio de amor extremo!

         Y este mismo Cristo, lleno de amor, instituyó el sacramento del Bautismo para hacernos hijos de Dios y herederos de la vida eterna y feliz de nuestro Dios. O mejor, yo muero con Cristo al pecado y resucito con Él a la vida nueva de hijos de Dios. Y así Cristo me hace partícipe de su misma vida trinitaria y eterna e infinita que no acabará nunca; para eso tengo que ser buen hijo, obedecer los mandatos del Padre, confesarme y arrepentirme si me aparto de ellos y ofendo a nuestro Dios, comulgar con sus mismos sentimientos, con su misma vida y tener así el cielo en la tierra porque el cielo es Dios y Él está en mí, me habita, me posee, porque el Bautismo me hace templo de Dios, morada de la Trinidad y me siento habitado por Él.

         Pecar es alejarme de Dios, de este plan de Dios, de este proyecto que me trajo el Hijo de parte del Padre y encuentro en los Evangelios, que son la Palabra de salvación para todos los hombres. Pecar es preferirme o preferir mis criterios, mi voluntad a la de Dios, preferir lo creado al Infinito. Cierto que soy pecador, siempre necesitado de la gracia y del perdón y de la ayuda de Dios, pero nunca me faltará si la pido.

         Por eso me gusta rezar, necesito rezar, pedir, pasar ratos a solas con Él, sobre todo en el Sagrario: Jesucristo, Eucaristía perfecta y sacerdote único del Altísimo, Tú lo has dado todo por mí con amor extremo hasta dar la vida y quedarte siempre conmigo; también yo quiero darlo todo por Ti y ser siempre tuyo, porque para mí, Tú lo eres Todo; Jesucristo Eucaristía, yo creo en Ti; Jesucristo Eucaristía, yo confío en Ti, Tú eres el Hijo de Dios.

         Queridos padres, cómo es nuestra fe; hasta dónde llega nuestra fe; cómo poder conocer de verdad a Cristo y no practicar y vivir sus misterios de amor en la Eucaristía. No vale fabricarse cada uno un Dios a nuestra medida y caprichos.  Sólo hay un Dios verdadero, una sola fe, un solo Bautismo, un solo Dios Padre de todos.

3.Bautizarse es creer y adherirse públicamente a Cristo y a su Iglesia

         El Bautismo es el signo público y solemne de adhesión a Cristo: “Y los que creían se bautizaban”. Adherirse a Cristo es comprometerse en seguirle como discípulo. Pisar sus huellas de amor, perdón, generosidad, cumplimiento de la voluntad del Padre hasta dar la vida. Así se forma la Iglesia, comunidad de los creyentes, cuerpo místico de Cristo: “entraban a formar parte de la comunidad”.

         Comenzaron a llamarlos “cristianos” porque reproducían y hacían presentes las palabras y las obras de Cristo, se parecían totalmente a Él. Todos eran iguales en el amor y servicio a los hermanos, aunque vestían y comían como el resto de los mortales, se diferenciaban por su modo de vivir, que era evangélico. Y así nació la Iglesia.

         Eran iguales, pero diferentes. Se diferenciaban porque confesaban a Jesús como Hijo de Dios y único Salvador de los hombres. Se diferenciaban porque no vivían como los demás en vicios y pecados, sino que se comprometían en la lucha contra los vicios y abusos contra los débiles y los pobres; la Iglesia luchó contra los abusos del poder político, religioso, económico y social sobre los pobres y los desheredados. Siguiendo a Cristo, los pequeños y los pobres eran preferidos.

         Por eso, poco a poco empezaron las persecuciones contra la Iglesia por parte de los Emperadores romanos, porque la fe debe confesarse en la vida privada y en la vida pública, y esto compromete a todos los poderes. Mataron a muchos; los emperadores romanos creyeron que acabarían con ellos, pero se acabaron ellos antes, porque terminaron convirtiéndose al cristianismo con Constantino. Los cristianos son invencibles por la gracia de Dios, son mártires, confesantes de la fe hasta la muerte. Porque los cristianos de verdad son hombres convencidos hasta los tuétanos y no les importaba jugarse la vida por defender su credo y su comunidad: «no podemos vivir sin celebrar el domingo». No empuñaban armas de acero, sino la espada de la verdad y de la vida y del amor a Cristo resucitado con la fuerza de su Espíritu.

         Dialoguemos ahora sobre estos textos:

         “Esteban estaba lleno de gracia y de poder, hacía prodigios y grandes señales en el pueblo. Se levantaron algunos de la sinagoga llamada de los libertos, cirenenses y alejandrinos y de los de Cilicia y Asia a disputar con Esteban, sin poder resistir a la sabiduría y al espíritu con que hablaba... al oír estas cosas se llenaron de rabia y rechinaban los dientes contra él... Ellos, gritando a grandes voces, se taparon los oídos y se arrojaron contra él. Sacándolo de la ciudad, lo apedrearon” (Hch 6, 8-10; 54-60).

         “Pero Pedro y Juan respondieron al sanedrín y le dijeron: juzgad vosotros mismos si es justo ante Dios que os obedezcamos a vosotros más que a él; porque nosotros no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído” (Hch 4, 19).

Pregunto:

  1. ¿Ser cristiano significa hoy conocer y seguir a Jesucristo como Dios y Señor y Salvador de nuestras vidas?
  2. ¿Ser cristiano hoy es esforzarse por vivir como Cristo, vivir el evangelio de Cristo?
  3. ¿Ser cristiano significa sentirse miembro de la comunidad de la Iglesia?
  4. ¿Si hubiera persecuciones, habría actualmente muchos mártires, cristianos convencidos?
  5. ¿Podemos decir como los mártires de Abitinia: «no podemos vivir sin la misa del domingo», sin celebrar a Cristo resucitado?

         Si hacemos un análisis del cristianismo actual que vivimos en España, creo que hay motivos para avergonzarse de la falta de fe y valentía, por la ignorancia en dar y recibir los sacramentos, porque muchos cristianos no han hecho jamás una opción personal por Cristo. Están bautizados, pero no convertidos a Cristo. No conocen al Señor Jesús, ni sienten su gozo y presencia en sus vidas.

         Hay muchos que no han vuelto a la Iglesia desde que hicieron su Primera Comunión y recibieron unas catequesis propias de esa edad, pero no para adultos en la edad y en la fe. Así no se puede vivir una fe que solucione sus problemas de madurez. Al cabo de los años, sin misa de domingo, no saben de qué va Cristo, ni la Iglesia, ni la parroquia, ni la comunidad, ni los sacramentos. Los antiguos cristianos “perseveraban en oír la enseñanza de los apóstoles y en la unión, en la fracción del pan y en la oración”; “Todos acudían con asiduidad al templo, partían el pan en las casas... Cada día el Señor iba incorporando a los que habían de ser salvados” (Hch 2, 45-47).

 

         Queridos padres y padrinos, deseamos que vuestros hijos queden incorporados a la Iglesia, pero de verdad. Por eso y para eso son estas reuniones preparatorias. Dios quiera que os haya tocado el corazón y tratéis de vivir en plenitud vuestra fe. Hemos terminado por hoy.

SEGUNDA REUNIÓN  CON PADRES Y PADRINOS DEL BAUTISMO

(Modelo B de segunda reunión con padres y padrinos)

1. POR EL BAUTISMO DIOS NOS ADOPTA COMO HIJOS EN EL HIJO

         Dijo Dios: “Creced y multiplicaos...”. Y vosotros, queridos padres, cumpliendo con ese mandato de Dios impreso en la misma naturaleza humana, escrito en vuestro amor de esposos y padres, habéis engendrado una nueva vida, tenéis un hijo y como habéis cumplido con algo que lleváis tan dentro, estáis muy felices y contentos y queréis agradecer a Dios este don que os ha hecho ser padres y madres.

         Pues bien, ahora el Señor va a aumentar vuestra dicha: quiere hacer a ese hijo vuestro, que es criatura suya por la naturaleza humana recibida de vosotros, -- cuando los esposos más se quieren, nace lo más hermoso que hay en el mundo que es la vida, el hijo--, Dios quiere hacerlo hijo suyo en el “Hijo amado en quien tiene todas las complacencias”, quiere adoptarlo y que goce de su misma vida divina por participación y goce un día de la felicidad eterna que Dios goza en su esencia divina desde toda la eternidad. Y todo esto lo hace por el santo Bautismo, porque lo ha instituido el mismo Cristo, el Hijo amado, por el que nos hacemos hijos con todos los privilegios y gratuitamente, porque Dios lo ha querido por puro amor, no por obligación ninguna.

         Esta es la grandeza del Bautismo. El hombre jamás hubiera podido soñar o pedir tal privilegio. Pero ha sido una vez más Dios quien se ha anticipado y ha tomado la iniciativa.

         Ahora bien, Dios nunca actúa sin contar con la libertad del hombre. Dios nos ha hecho libres. Por eso, para hacer hijo suyo por la gracia sobrenatural a vuestro hijo, Él os pide permiso a vosotros, queridos padres, que sois y Dios os ha hecho por naturaleza responsables de estas vidas hasta que ellos puedan dar razón de sí mismos.

         Esta adopción de Dios supera en mucho a la puramente humana. Vosotros sabéis que cuando un matrimonio adopta a un hijo, le da el derecho a la herencia, pero no puede comunicarle su propia sangre, su misma vida, como si fuera hijo natural. Por eso, lo adoptan sin comunicación de su misma vida.

         Por eso, la adopción de los bautizados por parte de Dios supera en mucho a la puramente humana, es más plena y profunda, porque por medio del sacramento del santo Bautismo, de una manera misteriosa, nos comunica su misma naturaleza divina: “Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo, a los que han alcanzado la misma preciosa fe que nosotros por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo: que la gracia y la paz se os multipliquen mediante el conocimiento de Dios y de nuestro Señor Jesucristo. Pues que por el divino poder nos han sido otorgadas todas las cosas que tocan a la vida y a la piedad, mediante el conocimiento del que nos llamó por su propia gloria y virtud, y nos hizo merced de preciosos y sumos bienes prometidos para que por ellos os hagáis partícipes de la divina naturaleza, huyendo de la corrupción que por la concupiscencia existe en el mundo”.

     ¿Quién nos asegura que esto es verdad? La fe: “a los que han alcanzado la misma preciosa fe que nosotros por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo” Los que han llegado a conocer a Cristo por la palabra de Dios escrita o leída o hablada y han pedido el sacramento de la fe:

--“Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará” (Mc 16, 15-16).

     -- “Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado”(Mt 28,19-20a).

     -- “Los que aceptaron sus palabras se bautizaron, y aquel día se les agregaron unos tres mil”(Hch 2,41).

     -- “Los apóstoles... predicaban el evangelio, y los que creían se bautizaban y entraban a formar parte de la Iglesia”(Hch 3, 15  ).

         San Juan desarrolla todo este misterio de una forma amplia y profunda; dice el discípulo amado: “Mas a cuantos recibieron a Cristo, les dio poder para venir a ser hijos de Dios, a aquellos que creen en su nombre, y que han nacido no de la sangre ni de la voluntad de varón, sino de Dios”. Y en otro lugar de su evangelio oímos a Cristo que nos dice:“En verdad, en verdad te digo, que quien no renaciere del agua y del Espíritu Santo, no puede entrar en el reino de los cielos” (Jn 3,5). Otro texto de Juan: “Ved qué amor nos ha mostrado el Padre, que nos llamamos hijos de Dios ¡y lo seamos!” (1Jn 3, 1)

         Vamos a terminar este tema de la filiación divina del hombre por parte de Dios con un texto de San Pablo: “Dios envió a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley... para que recibiéramos la adopción. Y porque somos hijos envió Dios a vuestros  corazones el Espíritu de su Hijo que grita: “Abba”, Padre. De manera que ya no somos siervos, sino hijos, y si hijos,  herederos por la gracia de Dios” (Ga 4, 4-7).

         Queridos padres, qué grandeza la del santo Bautismo, qué gozo poder recibirlo, pedir esta gracia para los nuestros: ¿Sois conscientes del regalo que hacéis a vuestro hijo el día de vuestro Bautismo? ¿Le dais gracias a Dios por tantos dones y regalos que nos hace en ese día? ¿Habéis pensado que vosotros, con vuestra decisión, de bautizar a vuestro hijo, le dais derecho a la vida eterna?

         Estas gracias y privilegios de Dios es lo que justifica la fiesta y la alegría de la familia cristiana. La fe y la gracia de Dios son el fundamento de esta celebración familiar y cristiana. Hemos de procurar que todo lo demás se fundamente en lo sagrado que celebramos. Pidamos fe: ¡Señor que yo crea, que yo crea en Ti y en tu gracia, que crea que me amas hasta este extremo!

2.- LA RESPONSABILIDAD DE SER HIJOS DE DIOS

         Queridos padres, por el mero hecho de haber nacido vuestro hijo de vosotros, esta realidad engendró unas relaciones especiales entre vosotros y él. Ya no podéis menos de amarle, alimentarle, cuidarle, vivir pensando en él y para él; sentís en relación con él algo que no sentís en relación con nadie en la vida, lo amáis más que a vosotros mismos y es que ese hijo vuestro os pertenece, es vuestro, es una prolongación de vosotros mismos.

         Por el amor que sentís hacia él, perdéis noches en vigilia, os preocupáis de su futuro, de sus necesidades de todo tipo, os preocupa su educación, su felicidad. Los triunfos de vuestro hijo son vuestros triunfos, sus alegrías y penas son las vuestras, y sus fracasos los sufrís más que él mismo. Estáis íntima y estrechamente unidos a él. Vuestras relaciones con vuestro hijo están siempre inspiradas en el amor. Aunque le castiguéis, lo hacéis siempre por amor.

         Pues bien, al ser y convertirnos nosotros por el santo Bautismo en hijos de Dios, no podemos olvidar las relaciones de paternidad y filiación que surgen de él. Dios libremente ha querido tener una intimidad y relación con cada uno de nosotros que superan todo lo dicho anteriormente, ya que Dios es la misma fuente de toda paternidad, de todo amor, de toda vida.

COMO HIJOS, NUESTRO PRIMER DEBER ES AMAR A DIOS

         En primer lugar hay que tener en cuenta lo que nos dice San Juan en su primera carta: “Dios es amor... En esto consiste el amor, no en que nosotros hayamos amado a Dios sino en que Dios nos amó primero y envió a su hijo como propiciación de nuestros pecados”. Dios crea al hombre porque le ama, ha soñado con él y con un beso de amor decidió que existiéramos. Como tantas veces os digo: SI EXISTO, ES QUE DIOS ME AMA Y ME HA LLAMADO A COMPARTIR  CON ÉL  SU MISMO GOZO ESENCIAL Y TRINITARIO POR TODA LA ETERNIDAD.

         A mí me alegra pensar que hubo un tiempo en que no existía nada,  solo Dios, Dios infinito al margen del tiempo, ese tiempo, que nos mide a todo lo creado en un antes y después. Y este Dios, que por su mismo ser infinito es inteligencia, fuerza, poder.... cuando San Juan quiere definirlo en una sola palabra, nos dice: “Dios es amor”, su esencia es amar;  si dejara de amar, dejaría de existir. Podía decir San Juan también que Dios es fuerza infinita, inteligencia infinita, porque lo es, pero él prefiere definirlo así para nosotros, porque así nos lo ha revelado su Hijo, Verbo y Palabra  Amada, en quien el Padre se complace eternamente. Por eso nos lo envió, porque era toda su Verdad, toda su Sabiduría. Todo lo que Él sabe de Sí mismo y a la vez Amado, lo que más quería y porque quiere que vivamos su misma vida y así gozarse también en nosotros y nosotros en Él, al estar identificados con el  Unigénito, en el que eternamente se goza de estar engendrando como Padre con  Amor de Espíritu Santo. Y así es cómo entramos nosotros en el círculo o triángulo trinitario.

Y este Dios tan infinitamente feliz en sí y por sí mismo, entrando dentro de su mismo ser infinito, viéndose tan lleno  de amor, de hermosura, de belleza, de felicidad, de eternidad, de gozo...piensa en otros posibles seres para hacerles partícipes de su mismo ser, amor, para hacerles partícipes de su misma felicidad. Se vio tan infinito en su ser y amor, tan lleno de luz y resplandores eternos de gloria, que a impulsos de ese amor en el que se es  y subsiste, piensa desde toda la eternidad en  crear al hombre con capacidad de amar y ser feliz con Él, en Él  y por Él y como Él.

El hombre ha sido soñado por el amor de Dios, es un proyecto amado de Dios: “Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda clase de bienes espirituales y celestiales. Él nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo, para que fuéramos santos e irreprochables ante Él por el amor. Él nos ha destinado en la persona de Cristo, por pura iniciativa suya, a ser sus hijos, para que la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en su querido Hijo, redunde en alabanza suya... El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia ha sido un derroche de su voluntad. Este es el plan que había proyectado realizar por Cristo, cuando llegase el momento culminante, recapitulando en Cristo todas las cosas del cielo y de la tierra” (Ef 1,3.10).

SI EXISTO, ES QUE DIOS ME AMA.

Ha pensado en mí. Ha sido una mirada de su amor divino, la que contemplándome en su esencia infinita, llena de luz y de amor, me ha dado la existencia como un cheque firmado ya y avalado para vivir y estar siempre con Él, en  una eternidad dichosa,  que ya no va a acabar nunca y que ya nadie puede arrebatarme porque ya existo, porque me ha creado primero en su Palabra creadora y luego recreado en su Palabra salvadora.“Nada se hizo sin ella... todo se hizo por ella” (Jn 1,3). Con un beso de su amor, por su mismo Espíritu,  me da la existencia, esta posibilidad de ser eternamente feliz en su ser amor dado y recibido, que mora en mí. El salmo 138, 13-16, lo expresa maravillosamente: “Tú has creado mis entrañas, me has tejido en el seno materno. Te doy gracias, porque me has escogido portentosamente, porque son  admirables tus obras; conocías hasta el fondo de mi alma, no desconocías mis huesos. Cuando, en lo oculto, me iba formando, y entretejiendo en lo profundo de la tierra, tus ojos veían mis acciones, se escribían todas en tu libro; calculados estaban mis días antes que llegase el primero. ¡Qué incomparables encuentro tus designios, Dios mío, qué inmenso es su conjunto!”.

SI EXISTO, ES QUE DIOS  ME HA PREFERIDO

a millones y millones de seres que no existirán nunca, que permanecerán en la no existencia, porque la mirada amorosa del ser infinito me ha mirado a mi y me ha preferido...Yo he sido preferido, tu has sido preferido, hermano. Estímate, autovalórate, apréciate, Dios te ha elegido entre millones y millones que no existirán. Que bien lo expresa S. Pablo: “Hermanos, sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien: a los que ha llamado conforme a su designio. A los que había escogido, Dios los predestinó a ser imagen de su Hijo para que Él fuera el primogénito de muchos hermanos. A los que predestinó, los llamó; a los que llamó, los justificó; a los que justificó, los glorificó” (Rom 8, 28-33). Es un privilegio el existir. Expresa que Dios te ama, piensa en ti, te ha preferido. Ha sido una mirada amorosa del Dios infinito, la que contemplando la posibilidad de existencia de millones y millones de seres posibles, ha pronunciado mi nombre con ternura y  me ha dado el ser humano. ! Qué grande es ser, existir, ser hombre, mujer...Dice un autor de nuestros días: «No debo, pues, mirar hacia fuera para tener la prueba de que Dios me ama; yo mismo soy la prueba. Existo, luego soy amado».(G. Marcel).

SI EXISTO, YO VALGO MUCHO

porque todo un Dios me ha valorado y amado y señalado  con su dedo creador. ¡Qué bien lo expresó Miguel Ángel en la capilla Sixtina! Qué grande eres, hombre, valórate. Y valora a todos los vivientes, negros o amarillos, altos o bajos, todos han sido singularmente amados por Dios, no desprecies a nadie, Dios los ama y los ama por puro amor, por puro placer de que existan para hacerlos felices eternamente, porque Dios no tiene necesidad de ninguno de nosotros. Dios no crea porque nos necesite. Dios crea por amor, por pura gratuidad, Dios crea para llenarnos de su vida, porque  nos ama y esto le hace feliz.

Con qué respeto, con qué cariño  tenemos que mirarnos unos a otros... porque fíjate bien, una vez que existimos, ya no moriremos nunca, nunca... somos eternos. Aquí nadie muere. Los muertos están todos vivos. Si existo, yo soy un proyecto de Dios, pero un proyecto eterno, ya no caeré en la nada, en el vacío. Qué  alegría existir, qué gozo ser viviente. Mueve tus dedos, tus manos, si existes, no morirás nunca; mira bien a los que te rodean, vivirán siempre, somos semejantes a Dios, por ser amados por Dios.

No estoy solo en el mundo, alguien ha pensado en mí, alguien me mira con ternura y cuidado, aunque todos me dejen, aunque nadie pensara en mí, aunque mi vida no sea brillante para el mundo o para muchos... Dios me ama, me ama, me ama.... y siempre me amará. Por el hecho de existir, ya nadie podrá quitarme esta gracia y este don.

         SI EXISTO, ES QUE ESTOY LLAMADO A SER FELIZ

a ser amado y amar por el Dios Trino y Uno; este es el fin del hombre. Y por eso su gracia es ya vida eterna que empieza aquí abajo y los santos y los místicos la desarrollan tanto, que no se queda en semilla como en mí, sino que florece en eternidad anticipada, como los cerezos de mi tierra en primavera. “ En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no fuera así, os lo diría, porque voy a prepararos el lugar. Cuando yo me haya ido y os haya preparado el lugar, de nuevo volveré  y os tomaré conmigo, para que donde yo estoy estéis también vosotros” (Jn 14, 2-4).“Padre, los que tú me has dado, quiero que donde esté yo estén ellos también conmigo, para que vean mi gloria, que tú me has dado, porque me amaste antes de la creación del mundo” (Jn 17, 24).

         Muchas son las consecuencias que podemos sacar de esta verdad: Primera, que Dios es Padre antes que Juez y legislador. Que nos ha creado por amor. Y que debemos corresponder a tanto amor: “Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, cuánto más vuestro Padre del cielo sabrá dar cosas buenas a los que se las pidan” (Mt 7, 11). Y nos invita a imitarle en su amor y misericordia: “Sed misericordiosos (perfectos en Mt), como vuestro Padre del cielo es misericordioso” (Lc). Y nos invita a imitar al Padre celestial, y por tanto, cuando demos limosna, que no lo sepa nadie de la tierra, sino sólo el Padre del cielo que ve lo escondido.

         Un buen resumen de estas consecuencias las podemos encontrar en este textos del evangelio de San Mateo: “Por eso os digo: No os inquietéis  por vuestra vida, por lo que habéis de  comer o de beber, ni por vuestro vestido, por lo que habéis de vestir. ¿No vale la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mirad cómo las aves del cielo no siembran, ni siegan ni encierran en graneros, y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas? ¿Quién de vosotros con sus preocupaciones puede añadir a su estatura un solo codo? Y  del vestido, ¿por qué preocuparos? Aprended de los lirios del campo, cómo crecen; no se fatigan ni hilan. Pues yo os digo que ni Salomón en  toda su gloria se vistió como uno de  ellos.  Pues si a la hierba del campo  que hoy es y mañana es arrojada alfuego, Dios así la viste, ¿no hará mucho más con vosotros, hombres de poca fe? Los gentiles se afanan por todo eso; pero bien sabe vuestro Padre celestial que de todo eso tenéis necesidad. Buscad, pues, primero el reino y su justicia, y todo eso se os dará por añadidura”(Mt 6, 23-34).

COMPROMISOS Y OBLIGACIONES DEL SANTO BAUTISMO

A) ORAR Y HABLAR CON DIOS, COMO LOS HIJOS CON SUS PADRES.

         Como Dios es nuestro Padre, alegrarme de que Dios exista, de que sea tan grande y me ame tanto, contarle mis alegrías y penas, contar con Él en mi vida. Una de las mayores alegrías que sienten los padres, es el día en que el niño/a comienza a balbucear vuestros nombres  o decir papá o mamá. Porque es ya una respuesta personal a vuestro amor. Ese día, a la comunicación por gestos, se ha añadido la comunicación por la palabra. Y entonces os sentís más cerca de vuestro hijo, más integrados con él.

         Después, a medida que va creciendo os gusta que el hijo os cuente sus cosas. Y no sería justo que toda la conversación que vuestro hijo sostuviera con vosotros, fuera únicamente para pediros cosas: comida, vestido, juegos. Es lógico, que a medida que vaya creciendo y pueda hablar, se comunique más con vosotros y os vaya contando cosas. Y a mayor comunicación, mayor confianza, madurez, amor, gozo para él y para vosotros y para toda la familia.

         Los cristianos no debemos olvidar que Dios es nuestro Padre y quiere comunicarse con nosotros. Y nosotros, sus hijos, debemos dialogar-orar-amar-pedir y contarle nuestras cosas como a los padres de la tierra. Y vosotros, padres, tenéis que enseñar a orar a vuestros hijos. Porque Dios es nuestro Padre y quiere que sus hijos hablemos con Él. Y esto es orar: hablar con Dios. No sólo pedir, sino contarle nuestras cosas, inquietudes, dudas, penas. Y esto se puede hacer de muchas formas, no hace falta usar fórmulas determinadas, quitando el Padrenuestro, ni hace falta abrir los labios. Nuestro Padre sabe lo que vamos a decirle, pero no importa, Él quiere escuchar a sus hijos, que hablen con Él, aunque sean las mismas, como nos pasa con los padres de la tierra, siempre las mismas preocupaciones, las mismas discusiones...

Pero hay que hablar, porque el hablar es comunicarse, es signo de amor y confianza, expresión de buscar consuelo, luz...

         Por lo tanto, como a vosotros os agrada que vuestro hijo sea comunicativo y cariñoso y se acuerde de vosotros y venga a vuestro lado para contaros cosas, así al Padre del cielo le gusta que hablemos con Él, que pidamos, que oremos ¿Cuándo, cómo y cuántas veces oramos al día? ¿Vais a misa los domingos?                                                                                                                                   ¿Frecuentáis la oración pública y litúrgica de toda la comunidad en la iglesia? La mayor comunicación de Dios con nosotros y nosotros con Dios son los sacramentos: ¿Cuál es vuestra frecuencia de la Confesión, de la Comunión, de la Adoración Eucarística...?

B) AMARNOS COMO HIJOS DE DIOS: EL AMOR FRATERNO

         A ningún padre le gusta que sus hijos riñan entre sí. Lo que más les agrada es que se quieran y estén unidos, vivir todos los hijos unidos es el mayor gozo de los padres. Pues Dios es nuestro Padre y le pasa igual. Quiere vernos unidos, sin riñas, ni críticas, ni murmuraciones. Por eso su Hijo, de parte suya, nos dejó el mandato nuevo: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado”.

         En esto consiste el Reino de Dios que Cristo vino a establecer en la tierra con su vida y predicación. Él es el modelo de este reino, la fuerza, el premio, más, Él es el Reino de Dios. Por eso, el reino de Dios es que Dios sea el único Dios del mundo y de nuestra vida, abajo todos los ídolos, los que nos ofrece el mundo y los que nos fabricamos cada uno de nosotros, esos ídolos que nos esclavizan y nos empujan continuamente a darle culto: el dinero, el sexo, la soberbia, el yo personal para quien vivimos y adoramos en cada momento; si Dios es nuestro único Dios, todos los hombres son hermanos, abajo todas las barreras y separaciones de raza, color, riqueza, cultura; tenemos que amarnos y pensar y obrar y amar como hermanos, no hablar ni pensar ni hacer a los demás lo que no quiero para mí; y luego, como somos hermanos, hacer una mesa muy grande de este mundo, donde todos se sienten, pero especialmente los que nunca sentamos: los pobres, los disminuidos, los tristes, los deprimidos, los que sufren...

         Todo esto aparece muy claro en los evangelios: “Este es mi mandato, que os améis unos a otros, como yo os he amado” (Jn 15,14). “Un precepto nuevo os doy, que os améis los unos a los otros, como yo os he amado” (Jn 13,34). “En esto conocerán todos que sois discípulos míos, si tenéis amor unos a otros” (Jn 13,35).

“Quien aborrece a su hermano, es un homicida, y ya sabéis que todos los homicidas no tienen en sí vida eterna”.

“Entonces dirá el Rey a los que están a su derecha: Venid, benditos de mi Padre, tomad posesión del reino preparado para Vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; peregriné, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; preso, y vinisteis a verme. Y le responderán los justos: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te alimentamos, sediento y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos peregrino y te acogimos, desnudo y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte? Y el Rey les dirá: En verdad os digo que cuantas veces hicisteis eso a uno de estos mis hermanos menores, a mí me lo hicisteis.

Y dirá a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno, preparado para el diablo y para sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; fui peregrino, y no me alojasteis; estuve desnudo, y no me vestisteis; enfermo y en la cárcel, y no me visitasteis. Entonces ellos responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, o sediento, o peregrino, o enfermo, o en prisión, y no te socorrimos? Él les contestará diciendo: En verdad os digo que cuando dejasteis de hacer eso con uno de estos pequeñuelos, conmigo dejasteis de hacerlo. E irán al suplicio eterno, y los justos a la vida eterna” (Mt 25, 34-46).

         ¿Qué os parece? ¿Estamos los cristianos convencidos de esto y meditamos estas palabras del Señor con frecuencia y procuramos vivirlas, siendo así que es lo específico nuestro, ya que “en esto conocerán que sois discípulos míos si os amáis los unos a los otros como  yo os he amado?”

¿Por qué es difícil el amor entre los hombres? ¿Cómo lo vivimos nosotros, los cristianos? ¿Si Cristo volviera, nos reconocería como discípulos suyos, o cogería otra vez el látigo y nos expulsaría a más de uno de la iglesia?

C) ESPERAR Y TRABAJAR POR LA HERENCIA DEL PADRE

         La vida eterna, prescindiendo del juicio y del infierno, simplemente, pensar que somos eternos, que tú eres eterno, que tu hijo es una eternidad que Dios te confía, es una de las verdades que más influyeron en que yo me hiciera sacerdote. Lógicamente, primero mi amor y la llamada de Cristo. Pero no tuve inconveniente en renunciar a muchas cosas de la vida presente: familia, hijos... porque mi vida es más que esta vida, es eternidad, es más que este tiempo y espacio, es vida infinita, para siempre, para siempre, con Dios.

         Cuando nacen los hijos, los nietos para los abuelos, éstos rápidamente se han inclinado sobre los recién nacidos y se fijan a ver si el nieto saca los rasgos de la familia; tratan de descubrir los rasgos hereditarios de la criatura: ¿A quién se parece? se preguntan. Y ya sabemos, el niño en lo guapo se parece siempre a la familia de la madre... o para que no haya discusiones, a las dos familias.

         Y es cierto, todos heredamos los rasgos físicos y a veces psíquicos y morales de la familia, de los padres. Es la ley natural de la herencia. Y otra herencia: luego, cuando vuestro hijo crezca y se haga un hombre, y vosotros ancianos, ellos heredarán también vuestros bienes.

         Dios, por el santo Bautismo, nos comunica su gracia, nos hace partícipes de su naturaleza divina, nos comunica su vida y amor y nos mete en el alma por la fe, la esperanza de la vida eterna. Este nuevo nacimiento, esta vida, que recibimos como una semilla, tenemos que desarrollarla cumpliendo su voluntad, expresada en los mandamientos y en el evangelio de Cristo. Así nos vamos asemejando a su Hijo amado, y nos vamos haciendo hijos en el Hijo, “reflejo e impronta de su ser”, “resplandor de la gloria del Padre” : y en esto consiste esencialmente ser cristiano, seguir e imitar a  Cristo, amar y perdonar como Cristo, orar como Cristo al Padre, amar a los hombres como Cristo. Por eso la necesidad de leer y meditar los Evangelios, que es donde se encuentran su palabra, su vida, sus milagros y profecías, todo aquello que nos salva y nos hace seguidores suyos.

         Si vivimos y nos unimos a Cristo por el Bautismo, que nos hace morir con Cristo al pecado y vivir la vida nueva, que es de Cristo resucitado, nosotros también resucitaremos para la vida eterna y heredaremos los bienes de Dios en plenitud: “Yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá, y todo el que vive y cree en mí, no morirá para siempre”. La promesa de Jesús es clara y terminante, y cuando  Él promete algo, lo cumple. Jesús no defraudó jamás a nadie en su vida. Jesús llama a nuestra herencia, vida eterna. Nos lo dice San Pablo en su carta a los Romanos: “El Espíritu da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios; si somos hijos, también herederos... herederos de Dios, coherederos de Cristo” (Rm 8, 17).

D) VIVIR LIMPIOS DE TODO PECADO: ORIGINAL Y PERSONALES.

         Por eso, si se bautiza un adulto, no tiene que confesarse antes, porque el Bautismo es más eficaz que la misma confesión, porque perdona toda culpa y toda pena merecida por los pecados.

Dios hizo al hombre libre y ha querido dejar en sus manos el destino de su vida, para la cual el hombre tiene que elegir entre Dios o no Dios, tiene que hacer una opción fundamental por Él. Esto supone que el hombre conoce el proyecto de Dios sobre su vida y es libre de aceptarlo o no, como vemos en Adán y Eva: podían disfrutar y comer de todos los árboles, menos del árbol del bien y del mal, es decir, decir lo que está bien y lo que está mal, lo que es pecado, eso se lo ha reservado Dios y nos lo dice con sus mandamientos, con su ley natural también. Y el hombre es libre para amar a Dios y a los hombres, porque Dios nos hizo a “su imagen y semejanza”.

Pero la Biblia nos dice que el hombre no supo estar a la altura de la confianza de su creador y no siguió el proyecto de Dios y pecó: comió lo que estaba prohibido. Y el hombre se quedó desnudo, es decir, se quedó inclinado a la desobediencia, al mal uso de su libertad, y se queda desnudo de la gracia, del amor, del gozo de la amistad con Dios. Dios no le quitó la inteligencia y la libertad, pero todo su ser quedó privado de su amistad y afectado por esta desobediencia.

El peor efecto de todos fue la ruptura de su amistad. Esta amistad la expresa bellamente la Biblia por la salida del jardín del Edén y por la familiaridad que Dios tenía con el hombre a quien  iba a visitar todos los días. Es una narración simbólica.

Pero en la misma caída, el Señor Dios prometió que enviaría un redentor de esa culpa, de ese pecado. Sería un nacido de mujer por obra del Espíritu Santo. El redentor es Cristo, y su madre, María de Nazaret.

Por el Bautismo somos injertados en Cristo, que nos comunica como el tronco a las ramas, su vida y su gracia y el perdón de nuestros pecados que consiguió con su muerte y resurrección. Todo eso nos viene, como digo, por el sacramento del santo Bautismo.

Hay muchos textos que certifican esta verdad: “Cuantos en Cristo habéis sido bautizados, de Cristo os habéis revestido” (Ga 3,27) “Pedro les contestó: Arrepentíos y bautizaos en el nombre de Jesús para la remisión de vuestros pecados y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hch 2,37).

E) SENTIRNOS IGLESIA: AMAR Y VIVIR COMO HIJOS DE LA IGLESIA

Vuestro hijo ha nacido de una familia. Era necesario que así fuera, porque los seres, cuanto más perfectos, más necesitados nacen. Un ternero, nada más nacer, se vale por sí mismo. El hombre necesita la ayuda de los padres.

Dios lo hace así para que el niño se encariñe con sus padres, eche raíces y se sienta deudor de su cariño. Vosotros lo protegéis, lo alimentáis, lo enseñáis a vivir.

Este mismo proceso lo observa y lo quiere Dios para el nuevo nacimiento en la fe. El niño, por el Bautismo, nace como hijo de Dios en una familia grande, que es la Iglesia y en una familia más pequeña, que es la vuestra, la iglesia doméstica.

Como es pequeño en la fe, su vida debe ser protegida y amparada por la Iglesia, la familia en la que ha entrado por el Bautismo: “Y los que creían, entraban a formar parte de la Comunidad”. Sin esta ayuda, la vida de fe muere, como un niño que sea abandonado por sus padres, nada más nacer. Por eso, todos necesitamos estar integrados en esta gran familia.

La Iglesiaes la gran familia de los hijos de Dios, creyentes y seguidores de Jesús, que caminamos juntos por la vida, hacia la casa del padre Celestial.

Y como vosotros habéis dado vuestros apellidos al hijo nacido de vosotros, por el que se distingue de los demás niños, así la Iglesia da un nuevo apellido a sus hijos: en adelante el niño se llamará “cristiano” Y debe esforzarse por llevarlo con dignidad y honradez. Como dijo Alejandro Magno: o cambias de nombre o cambias de vida.

Este apellido será su distintivo de otras religiones. Ahora bien, como el niño ingresó en vuestra familia con plenitud de derechos y obligaciones, así ingresa también en la Iglesia. Desde su Bautismo, será tan cristiano y tendrá los mismos derechos que el Papa.

Los padres, que en lo natural os alegráis de aumentar la sociedad y de tener continuidad en la historia, también debierais alegraros por aumentar los hijos de Dios y dejar herederos de vuestra fe. Debéis procurar que sea algo grande en la sociedad y en la Iglesia. Y de la misma forma que vais a poner todo vuestro esfuerzo para que sea un buen ciudadano, debéis de poner todo vuestro interés y cuidado en que sea un buen cristiano que honre a vuestra familia y a la Iglesia.

La Iglesianos enseña el camino de la salvación. Porque la Iglesia nos da a Jesús que es el camino, la verdad y la vida. El camino por sus mandamientos, cumpliendo su voluntad. Verdad, por su evangelio  y enseñanzas. Vida, por la oración y los sacramentos.

Esto lo podemos ver por algunos encuentros que Jesús tuvo con ciertas personas durante su vida en Palestina. Todos encontraron el sentido de su vida, su felicidad, la razón de su vivir: Marta y María, las hermanas de Lázaro; la viuda de Naím; el padre de la niña muerta, pero dormida para el Seño... se encontraron con Jesús y consiguieron la resurrección del hermano, del hijo; la adúltera: “nadie te ha condenado, yo tampoco”; la samaritana, las multitudes que le seguían entusiasmadas sin comer...

Jesús pensó que juntos como una familia haríamos mejor el camino. Por eso nos quiso unidos en la Iglesia. Dice el Vaticano II: «Quiso el Señor santificar y salvar a todos los hombres no individual y aisladamente entre sí, sin construir un pueblo, que le conociera en la verdad y le sirviera santamente».

El pueblo de Dios, la comunidad se construye fundamentalmente en la Eucaristía del domingo: «ninguna comunidad cristiana se construye si no tiene como raíz y quicio la celebración de la santísima Eucaristía». «La Eucaristía es centro y culmen de toda la vida de la Iglesia». Celebrar la Eucaristía dominical es estar unido a la Iglesia; separarse de la Eucaristía es separarse de la Iglesia. En la asamblea dominical se vive la unidad de la Iglesia. Allí donde se reúne y celebra, allí está la Iglesia.

Por eso, ausentarse de la Eucaristía dominical por falta de fe, amor, o por pereza espiritual, por cansancio, desemboca rápidamente en pérdida de la fe y salida práctica de la fe y vida de la Iglesia: Así lo demuestra la teología, la experiencia y los estudios sociológicos.

El Bautismo de vuestro hijo es un buen momento para interrogaros cómo cumplís este mandato del Señor, de reunirnos con Él para celebrar el domingo, el día del Señor, día en que Cristo resucitó y nos hizo a todos partícipes de su resurrección.

Los primeros cristianos se distinguían por esto. Y así permanecieron unidos en la fe, en el amor y la esperanza.

TERCERA  REUNIÓN O CATEQUESIS CON PADRES Y PADRINOS

         DICE EL CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA:

CUARTA CATEQUESIS  DEL BAUTISMO

LOS SÍMBOLOS EN EL BAUTISMO

El diccionario de la Real Academia Española y del Lengua define el símbolo «como imagen, figura o divisa con que, materialmente, o de palabra, se representa un concepto moral o intelectual, por alguna semejanza o correspondencia que el entendimiento percibe entre este concepto y aquella imagen»

En el Bautismo se usan varios símbolos. Conociendo el significado de los símbolos podemos penetrar mejor en el conocimiento de lo que se realiza y se recibe en el sacramento del Bautismo.

1. ÓLEO DE LOS CATECÚMENOS

Los atletas y los deportistas reciben masajes con linimentos o materias determinadas para estar más a punto, tener los músculos más elásticos, evitar los calambres.

Por el Bautismo todos nosotros nos convertimos en atletas de Cristo, misioneros y caminantes de la fe, testimonios del evangelio. Por el símbolo del óleo se significa la fortaleza que recibimos de Dios para estar fuertes y bien entrenados, para luchar las batallas de la fe en la vida, para correr y llegar a la meta de la santidad. Este es uno de los significados de la unción con el óleo.

Pero hay algo más. Cuando se construye un templo, antes de celebrar misa y actos litúrgicos en él, se le bendice y consagra mediante la unción del óleo. De esta forma queda dedicado al servicio divino y se le segrega del uso común.

El bautizando también es ungido con aceite, y de esta forma queda consagrado como templo de Dios: “¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? Si alguno profana el templo de Dios, Dios lo destruirá. Porque el templo de Dios es santo y ese templo de Dios sois vosotros” (1Cor 3, 16-17).

2. EL AGUA

Nos bautizamos en el agua y en el Espíritu Santo. Los primeros cristianos se bautizaban en los ríos. Como esto no es práctico, cuando ya pudieron construir sus iglesias, comenzaron a usar piscinas. Como esto también se hacía difícil, se comenzó a bautizar por aspersión, que es como se hace hasta hoy.

El Bautismo por inmersión era más significativo. El cristiano que se sumergía en el agua simbolizaba a Cristo que se sumergía en el sepulcro y en la muerte. Y de la misma forma que, al resucitar, Cristo salió del sepulcro, el cristiano, también, al salir del agua, adquiere y nace a la vida nueva por la gracia. En la muerte, Cristo dio muerte al pecado del mundo porque el Padre perdonó la deuda contraída por Adán; en la inmersión bautismal, el hombre muere al pecado.

Los judíos eran esclavos antes de sumergirse en el Mar Rojo; al salir, eran ya libres. El cristiano, antes de sumergirse en el agua, es esclavo del pecado; al salir, es libre. El agua lava, purifica, limpia; y el agua del Bautismo lava, purifica y limpia al bautizado del pecado.

El agua, en el orden natural, es principio de vida y de fecundidad. El agua, en el orden sobrenatural, es sacramento de la vida nueva de gracias y amor de Dios: “¿Ignoráis que cuantos hemos sido bautizado en Cristo Jesús fuimos bautizados para participar en su muerte? Con Él hemos sido sepultados para participar en su muerte, para que, como Él resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros vivamos ya una vida nueva. Porque si hemos sido injertados en Él por la semejanza de su muerte, también lo seremos por la de su resurrección” (Rom 6, 3-5). “Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella para santificarla, purificándola, mediante el lavado del agua con la palabra, a fín de presentarla así, sin mancha o arruga o cosa semejante, sino santa e intachable” (Ef 5, 25).

3. SAGRADO CRISMA

El sagrado crisma es un aceite perfumado que el obispo consagra solemnemente el Jueves Santo. Inmediatamente después de recibir las aguas bautismales, el neófito es ungido en la frente con el santo crisma.

Esta unción es también muy rica en simbolismo. En la antigüedad se usó el extracto de ciertas plantas como perfume; así vemos en el evangelio cómo María Magdalena ungió los pies de Jesús con aceite de nardo.

El bautizado es perfumado para que vaya por el mundo exhalando el buen perfume de Cristo con su vida intachable, rica en virtudes.

También en la antigüedad se consagraban con aceite perfumado los reyes, sacerdotes y profetas. Y con la unción recibían la misión.

Ahora bien, por el Bautismo el cristiano es injertado en Cristo, se convierte en misionero y propagador de la fe y recibe la misión de evangelizar. Y como Jesús, también el cristiano es ungido sacerdote, profeta y rey por su participación en Cristo.

Participar en la misión de Jesús es un honor, pero también un fuerte compromiso. Jesús vino para salvar al mundo de todas las esclavitudes y hacernos hijos de Dios. Esta será, pues, la tarea del cristiano. Esta es la tarea de la misión que nos asignaron, cuando nos ungieron con el santo crisma.

Luchar contra el pecado y el mal le costó la vida a Jesús. Al cristiano le tocarán también trabajos y sacrificios por esta causa: “Doy gracias a Dios que nos hace triunfar en Cristo y por nosotros manifiesta en todo lugar el aroma de su conocimiento porque somos para Dios penetrante olor de Cristo”(2Cor 2, 14-15). “Pero vosotros sois linaje escogido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido para pregonar el poder del que os llamó a las tinieblas a la luz admirable” (1Pe 2,9).

4. EL VESTIDO BLANCO

Después del Bautismo se viste a los niños de blanco, simbolizado en el paño blanco que se pone sobre su cabeza al limpiarlo del agua. El vestido blanco significa alegría, luz, fiesta. En la antigüedad cristiana, los neófitos eran vestidos de una túnica blanca al salir de la piscina y la llevaban durante una semana.

En algunas familias, especialmente antiguas, existía el vestido de cristianar, ropón blanco de encajes hecho con mucho primor; este vestido servía para varias generaciones. A veces, con este vestido se bautizaron hasta biznietos y tataranietos, especialmente en familias nobles o reales.

En el Apocalipsis aparece el vestido blanco como signo de pureza y amistad con Dios; en la parábola de las bodas es echado fuera el hombre que entró sin el traje blanco de bodas.

En el Bautismo nos dan el traje blanco de la gracia y de la amistad con Dios para que lo conservemos intacto y podamos entrar así en el reino de Dios. Si se mancha, debe limpiarse por el sacramento de la Penitencia. Pero nadie puede ser amigo de Dios y entrar en la fiesta del cielo sin tener el traje de la gracia: “Dejando, pues, vuestra antigua conducta, despojaos del hombre viejo, viciado por la corrupción del error; renovaos en vuestro espíritu y vestíos del hombre nuevo, creado según Dios en justicia y santidad verdaderas” (Ef 4, 22-23). “Cuantos en Cristo habéis sido bautizados, de Cristo os habéis revestido” (Ga 3, 26).

5. ENTREGA DEL CIRIO ENCENDIDO

Después de que los niños han sido lavados por el agua bautismal y ungidos con el crisma, el padre recibe una vela, encendida por el sacerdote, del Cirio Pascual.

El Cirio Pascual es una vela grande, gruesa, que se bendice solemnemente en la Vigilia del Sábado Santo. Para hacerlo, se enciende una fogata en el atrio de la Iglesia; el Cirio Pascual se enciende de esta fogata y enseguida se organiza la procesión hacia la iglesia.

Todos avanzan acompañando al Cirio que representa a Cristo resucitado; cuando el diácono o quien lleve el cirio lo levanta triunfante y proclama: LUZ DE CRISTO, y los presentes responden: DEMOS GRACIAS A DIOS; en este momento los cristianos encienden en él sus velas. Es un símbolo precioso: los cristianos reciben de Cristo la luz y ellos mismos se convierten en luz.

Por el Bautismo, los cristianos nos incorporamos a Cristo y quedamos iluminados, porque Jesús es la luz: “Yo soy la luz del mundo”. Nosotros somos, debemos ser su reflejo por nuestras palabras y obras. No tiene que haber en nosotros sombras de pecado, de violencia, de codicia. Todo nuestro ser tiene que estar iluminado por Cristo.

Si la bombilla pierde su contacto con la central eléctrica, se apaga; si el cristiano pierde su contacto con Cristo, también se apaga y va caminando por el mundo sin la luz de Cristo.

La vela encendida es un bello símbolo de la fe que recibimos en el Bautismo. Hay que mantener siempre la vela encendida; si no, no entraremos en el reino de Dios. Eso es lo que ocurrió a las vírgenes de la parábola: como no tenían las lámparas encendidas, cuando llegó el esposo, no pudieron entrar con él en el banquete de bodas: “Yo soy la luz del mundo, el que me sigue no camina en tinieblas” (Jn 8, 12). “Vosotros sois la luz del mundo. No se enciende una lámpara y se la pone debajo del celemín, sino sobre el candelero para que alumbre a los que hay en casa. Así ha de lucir vuestra luz ante los hombres, para que viendo vuestras buenas obras, glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mt 5. 14-16).

No estaría mal, siguiendo este simbolismo de la luz, que en la Primera Comunión, incluso en las bodas, se explicara y se hiciera este simbolismo de las velas encendidas, invitando a los niños a ser buenos y seguir siendo amigos de Cristo toda la vida, para ser luz del mundo; y en los novios, como signo de estar esperando con la luz de la fe y el traje blanco de la gracia en la boda que están celebrando, casándose en Cristo y para siempre, no en una iglesia porque resulte un marco más bonito para las fotos.

 QUINTA CATEQUESIS: EN EL NOMBRE DEL PADRE”

         Terminado este breve diálogo que hemos tenido, ahora me toca a mí, como sacerdote, hacer un comentario de la Palabra de Dios sobre estas verdades que acabamos de exponer, especialmente de la fe católica en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, en que todos somos bautizados, apoyándome en unos textos evangélicos, especialmente de San Juan.

         Hay que reconocer que existe una gran ignorancia en este tema, especialmente porque hablamos poco de él, y como existe una gran ignorancia del misterio de Dios Trino y Uno, y ésta es la mejor ocasión para instruirlos en la fe católica; vamos a empezar por una catequesis sobre Dios que es Trinidad, que es familia, modelo de todo matrimonio y familia. Esa fe les tiene que ayudar mucho a los matrimonios católicos a permanecer unidos en el amor de Dios Trinidad  toda la vida, y como todos los católicos somos bautizados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, vamos a dar una catequesis sobre este misterio de nuestro Dios, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo.  

SI A VOSOTROS ALGUIEN OS PREGUNTA: ¿POR QUÉ LOS CATÓLICOS NOS BAUTIZAMOS EN EL NOMBRE DEL PADRE, DEL HIJO Y DEL ESPÍRITU SANTO? ¿POR QUÉ CREEMOS EN DIOS? O SI ALGUNO SE PREGUNTA A SÍ MISMO O ES OTRO EL QUE TE HACE ESTA PREGUNTA: ¿POR QUÉ TODO HOMBRE TIENE QUE AMAR A DIOS?

LA RESPUESTA QUEDEBEMOS DAR SIEMPRE ES: PORQUE DIOS NOS AMÓ PRIMERO.

«YO TE BAUTIZO EN EL NOMBRE DEL PADRE... ¿POR QUÉ?

"En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó y nos envió a su Hijo, como propiciación por nuestros pecados"(1Jn 4, 10)

SI EXISTO, ES QUE DIOS ME AMA Y ME HA LLAMADO A COMPARTIR  CON ÉL  SU MISMO GOZO ESENCIAL Y TRINITARIO POR TODA LA ETERNIDAD.

El texto citado anteriormente tiene dos partes principales; la primera: “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios sino en que él nos amó...” primero, añade la lógica de sentido. Expresa este versículo el amor de Dios Trino y Uno manifestado en la primera creación. En la segunda parte“ y envió a su Hijo, como propiciación por nuestros pecados” nos revela  que, una vez creados y caídos, Dios nos amó en la segunda creación, enviando a su propio Hijo, que muere en la cruz para salvarnos, y esa salvación llega a nosotros por el santo Bautismo y lo otros sacramentos.

La cruz es la señal que manifiesta el amor del Padre, que lo entrega hasta la muerte por nosotros, y del Hijo, que libremente acepta esta voluntad del Padre. Es el misterio pascual, programado en el mismo consejo trinitario, para manifestar más aún la predilección de Dios para con el hombre. Y el santo Bautismo nos injerta a Cristo resucitado para que nos trasplante su vida, su amor, su salvación. Por eso en la liturgia del sacramento diremos y celebraremos que los bautizados en Cristo, mueren con Él al pecado, porque son sepultados con Él, y resucitan a la vida nueva del Resucitado. Y eso era lo que significaban antiguamente o ahora, si el Bautismo se realiza por inmersión debajo del agua, y por elevación, levantándose por encima del agua. Ese proyecto, realizado luego por el Hijo Amado, es tan maravilloso e incomprensible en su misma concepción y realización, que la liturgia de la Iglesia se ve obligada a «blasfemar»en los días de la Semana Santa, exclamando:  «O felix culpa...» ¡oh feliz culpa!, oh feliz pecado del hombre, que nos mereció un tal salvador y una salvación tan maravillosa.    

Y el mismo San Juan vuelve a repetirnos esta misma idea del amor trinitario, al manifestarnos que el Padre nos envió a su Hijo, para que tengamos la misma vida, el mismo amor, las mismas vivencias por participación de la Santísima Trinidad:   “ En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Hijo único, para que vivamos por medio de él” (1 Jn 4, 10). Simplemente añade que no sólo nos lo envía como salvador, sino para que vivamos como el Hijo vive y amemos como el Hijo ama y es amado por el Padre, para que de tal manera nos identifiquemos con el Amado, que tengamos sus mismos conocimientos y amor y vida, hasta el punto de que el Padre no note diferencia entre Él y nosotros y vea en nosotros al Amado, al Unigénito, en el que tiene puestas todas sus complacencias. Y esta es la espiritualidad del santo Bautismo, la cual son pocos los que la viven, y en las alturas de la intimidad con Dios y santidad, esto es lo que experimentan los santos. Qué importante es vivir del santo Bautismo. Había que prepararse como antiguamente con un catecumenado largo y profundo en teología, moral y vivencias.

Sigue San Juan: “ y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios...” (1Jn 4,7). ¡Qué maravilla! El amor viene de Dios y, al venir de Dios, nos engendra como hijos suyos, para vivir su misma vida trinitaria y con ese mismo amor que Él nos ama, le amamos nosotros también a Él, porque nosotros no podemos amarle a Él, si Él no nos ama primero y es entonces cuando nosotros podemos  amarle con el mismo amor que Él nos ama, devolviéndole y reflectando hacia Él ese mismo amor con que Él nos ama y ama a todos los hombres y con este amor también podemos amar a los hermanos, como Él los ama y así amamos al Padre y al Hijo como ellos se aman y aman a los hombres, y ese amor es su Amor personal infinito, que es el Espíritu Santo, que nos hace hijos en el Hijo y en la medida que nos hacemos Hijo y Palabra y Verbo hacemos la paternidad del Padre por la aceptación de filiación en el Verbo.

         Por eso continúa San Juan:“Queridos hermanos: Si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros. A Dios nadie lo ha visto nunca. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud. En esto conocemos que permanecemos en él y él en nosotros, en que nos ha dado de su Espíritu” (1Jn 4, 11-14). Vaya párrafo, como para ponerlo en un cuadro de mi habitación. Viene a decirnos que todo es posible, porque nos ha dado su mismo Espíritu Santo, su Amor Personal, que es tan infinito en su ser y existir, que es una persona divina, tan esencial que sin ella no pueden vivir y existir el Padre y el Hijo, porque es su vida-amor-felicidad que funde a los tres en la Unidad, en la que entra el alma por ese mismo Espíritu, comunicado al hombre por  gracia, para que pueda comunicarse con el Padre y el Hijo por el Amor participado, que es la misma vida y alma de Dios Uno y Trino. Y todo esto y lo anterior y lo posterior que se pueda decir, dentro y fuera de la  Trinidad: “Porque Dios es Amor”.

A mi me alegra pensar que hubo un tiempo en que no existía nada,  solo Dios, Dios infinito al margen del tiempo, ese tiempo, que nos mide a todo lo creado en un antes y después. Y este Dios, que por su mismo ser infinito es inteligencia, fuerza, poder.... cuando San Juan quiere definirlo en una sola palabra, nos dice: “Dios es amor”, su esencia es amar,  si dejara de amar, dejaría de existir. Podía decir San Juan también que Dios es fuerza infinita, inteligencia infinita, porque lo es, pero él prefiere definirlo así para nosotros, porque así nos lo ha revelado su Hijo, Verbo y Palabra  Amada, en quien el Padre se complace eternamente. Por eso nos lo envió, porque era toda su Verdad, toda su Sabiduría. Todo lo que Él sabe de Sí mismo y a la vez Amado, lo que más quería y porque quiere que vivamos su misma vida y así gozarse también en nosotros y nosotros en Él, al estar identificados con el  Unigénito, en el que eternamente se goza de estar engendrando como Padre con  Amor de Espíritu Santo. Y así es cómo entramos nosotros en el círculo o triángulo trinitario.

(Y ahora voy a repetir unas ideas que ya han salido en la fórmula B de la segunda reunión con padres y padrinos. Lo hago para mayor comodidad de todos).

Y este Dios tan infinitamente feliz en sí y por sí mismo, entrando dentro de su mismo ser infinito, viéndose tan lleno  de amor, de hermosura, de belleza, de felicidad, de eternidad, de gozo...piensa en otros posibles seres para hacerles partícipes de su mismo ser, amor, para hacerles partícipes de su misma felicidad. Se vio tan infinito en su ser y amor, tan lleno de luz y resplandores eternos de gloria, que a impulsos de ese amor en el que se es  y subsiste, piensa desde toda la eternidad en  crear al hombre con capacidad de amar y ser feliz con Él, en Él  y por Él y como Él.

El hombre ha sido soñado por el amor de Dios, es un proyecto amado de Dios: “Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda clase de bienes espirituales y celestiales. Él nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo, para que fuéramos santos e irreprochables ante Él por el amor. Él nos ha destinado en la persona de Cristo, por pura iniciativa suya, a ser sus hijos, para que la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en su querido Hijo, redunde en alabanza suya... El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia ha sido un derroche de su voluntad. Este es el plan que había proyectado realizar por Cristo, cuando llegase el momento culminante, recapitulando en Cristo todas las cosas del cielo y de la tierra” (Ef 1,3.10).

SI EXISTO, ES QUE DIOS ME AMA.

Ha pensado en mí. Ha sido una mirada de su amor divino, la que contemplándome en su esencia infinita, llena de luz y de amor, me ha dado la existencia como un cheque firmado y avalado ya para vivir y estar siempre con Él, en  una eternidad dichosa,  que ya no va a acabar nunca y que ya nadie puede arrebatarme porque ya existo, porque me ha creado primero en su Palabra creadora y luego recreado en su Palabra salvadora.“Nada se hizo sin ella... todo se hizo por ella” (Jn 1,3). Con un beso de su amor, por su mismo Espíritu,  me da la existencia, esta posibilidad de ser eternamente feliz en su ser amor dado y recibido, que mora en mí. El salmo 138, 13-16, lo expresa maravillosamente: “Tú has creado mis entrañas, me has tejido en el seno materno. Te doy gracias, porque me has escogido portentosamente, porque son  admirables tus obras; conocías hasta el fondo de mi alma, no desconocías mis huesos. Cuando, en lo oculto, me iba formando, y entretejiendo en lo profundo de la tierra, tus ojos veían mis acciones, se escribían todas en tu libro; calculados estaban mis días antes que llegase el primero. ¡Qué incomparables encuentro tus designios, Dios mío, qué inmenso es su conjunto!”.

SI EXISTO, ES QUE DIOS  ME HA PREFERIDO

a millones y millones de seres que no existirán nunca, que permanecerán en la no existencia, porque la mirada amorosa del ser infinito me ha mirado a mi y me ha preferido...Yo he sido preferido, tu has sido preferido, hermano. Estímate, autovalórate, apréciate, Dios te ha elegido entre millones y millones que no existirán. Qué bien lo expresa San Pablo: “Hermanos, sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien: a los que ha llamado conforme a su designio. A los que había escogido, Dios los predestinó a ser imagen de su Hijo para que El fuera el primogénito de muchos hermanos. A los que predestinó, los llamó; a los que llamó, los justificó; a los que justificó, los glorificó” (Rm 8, 28.3). Es un privilegio el existir. Expresa que Dios te ama, piensa en ti, te ha preferido. Ha sido una mirada amorosa del Dios infinito, la que contemplando la posibilidad de existencia de millones y millones de seres posibles, ha pronunciado mi nombre con ternura y  me ha dado el ser humano. ¡ Qué grande es ser, existir, ser hombre, mujer...Dice un autor de nuestros días: «No debo, pues, mirar hacia fuera para tener la prueba de que Dios me ama; yo mismo soy la prueba. Existo, luego soy amado» (G. Marcel).

SI EXISTO, YO VALGO MUCHO,

porque todo un Dios me ha valorado y amado y señalado  con su dedo creador. ¡Qué bien lo expresó Miguel Ángel en la capilla Sixtina! Qué grande eres, hombre, valórate. Y valora a todos los vivientes, negros o amarillos, altos o bajos, todos han sido singularmente amados por Dios, no desprecies a nadie, Dios los ama y los ama por puro amor, por puro placer de que existan para hacerlos felices eternamente, porque Dios no tiene necesidad de ninguno de nosotros. Dios no crea porque nos necesite. Dios crea por amor, por pura gratuidad, Dios crea para llenarnos de su vida, porque  nos ama y esto le hace feliz.

Con qué respeto, con qué cariño  tenemos que mirarnos unos a otros... porque fíjate bien, una vez que existimos, ya no moriremos nunca, nunca... somos eternos. Aquí nadie muere. Los muertos están todos vivos. Si existo, yo soy un proyecto de Dios, pero un proyecto eterno, ya no caeré en la nada, en el vacío. Qué  alegría existir, qué gozo ser viviente. Mueve tus dedos, tus manos, si existes, no morirás nunca; mira bien a los que te rodean, vivirán siempre, somos semejantes a Dios, por ser amados por Dios.

No estoy solo en el mundo, alguien ha pensado en mí, alguien me mira con ternura y cuidado, aunque todos me dejen, aunque nadie pensara en mi, aunque mi vida no sea brillante para el mundo o para muchos... Dios me ama, me ama, me ama.... y siempre me amará. Por el hecho de existir, ya nadie podrá quietarme esta gracia y este don.

         SI EXISTO, ES QUE ESTOY LLAMADO A SER FELIZ,

a ser amado y amar por el Dios Trino y Uno; este es el fin del hombre. Y por eso su gracia es ya vida eterna que empieza aquí abajo y los santos y los místicos la desarrollan tanto, que no se queda en semilla como en mí, sino que florece en eternidad anticipada, como los cerezos de mi tierra en primavera. “En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no fuera así, os lo diría, porque voy a prepararos el lugar. Cuando yo me haya ido y os haya preparado el lugar, de nuevo volveré  y os tomaré conmigo, para que donde yo estoy estéis también vosotros” (Jn 14, 2-4).“Padre, los que tú me has dado, quiero que donde esté yo estén ellos también conmigo, para que vean mi gloria, que tú me has dado, porque me amaste antes de la creación del mundo” (Jn 17, 24).

Y todo esto que estoy diciendo de mi propia existencia, tengo que ponerlo también en la existencia de mis hermanos: esto da hondura y seriedad y responsabilidad eterna a mi sacerdocio y me anima a trabajar sin descanso por la salvación eterna de mis hermanos los hombres. Qué grande es el misterio de Cristo, de la Iglesia. No quiero ni tocarlo. Somos sembradores, cultivadores y recolectores de eternidades. ¡Que ninguna se pierda, Señor! Si existen, es que son un proyecto eterno de tu amor. Si existen, es que Dios los ha llamado a su misma felicidad esencial.

Y como Dios tiene un proyecto de amor sobre mí  y me ha llamado a ser feliz en Él y por Él, quiero serle totalmente fiel, y pido perdón de mis fallos y quiero no defraudarle en las esperanzas que ha depositado en mí, en mi vida, en mi proyecto y realización. Quiero estar siempre en contacto con Él para descubrirlo. Y qué gozo, saber que cuando yo me vuelvo a Él para mirarle, resulta que me encuentro con Él, con su mirada, porque Él siempre me está mirando, amando, gozándose con mi existir. Ante este hecho de mi existencia, se me ocurren tres cosas principalmente:

1.- Constatar mi existencia y convencerme de que existo, para valorarme y autoestimarme. Sentirme privilegiado, viviente y alegrarme y darle gracias a Dios de todo corazón, de verdad, convencido. Mirarme a mí mismo y declararme eterno en la eternidad de Dios, quererme, saber que debo estar a bien conmigo  mismo, con mi yo, porque existo para la eternidad. Mover mis manos y mis pies para constatar que vivo y soy eterno. Valorar también a los demás, sean como sean, porque son un proyecto eterno de amor de Dios. Amar a todos los hombres, interesarme por su salvación.

2.- Sentirme amado. Aquí radica la felicidad del hombre. Todo  hombre es feliz cuando se siente amado, y  es así porque esta es la esencia y manera de ser de Dios y  nosotros estamos creados por Él a su imagen y semejanza.  No podemos vivir, ser felices, sin sentirnos amados.  De qué le vale a un marido tener una mujer bellísima si no le ama, si no se siente amado.... y a la inversa, de qué le vale a una esposa tener un Apolo de hombre si no la ama, si no se siente amada... y a Dios, de qué le serviría todo su poder, toda su hermosura si no fueran Tres Personas amantes y amadas, compartiendo el mismo Ser Infinito, el mismo amor, la misma felicidad llena de continuo abrazo en la misma belleza y esplendores divinos de su serse en acto eterno de Amor. Y si esto es en el amor, desde la fe puedo interrogarme yo lo mismo: para qué quiero yo  conocer a un Dios infinito, todo poder, inteligencia,  belleza, si yo no lo amo, si Él no me amase...

3.- Desde esta perspectiva del amor de Dios al hombre, de la eternidad que vale cada hombre para Dios, tantos hombres, tantas eternidades, valorar y apreciar mi fe, mi Bautismo, mi sacerdocio apostólico, a la vez que la responsabilidad y la confianza que Dios ha puesto en mí al elegirme. Como padre, como sacerdote, soy sembrador, cultivador y recolector de eternidades. Quiero tener esto muy presente para trabajar sin descanso por mi santidad ya que de ella depende la de mis hermanos, la salvación eterna de todos los que me han confiado. Es el mejor apostolado que puedo hacer en favor de mis hermanos los hombres en orden a su salvación eterna. Quiero trabajar siempre a la luz de esta verdad, porque es la mirada de Dios sobre mi elección sacerdotal y sobre los hombres, la razón  de mi existencia como sacerdote: “No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido para que vayáis y deis mucho fruto y vuestro fruto dure...”.

Si queréis, todavía podemos profundizar un poco más en este hecho aparentemente tan simple, pero tan maravilloso de nuestro existir. Pasa como con la Eucaristía, con el pan consagrado, como con el sagrario, aparentemente no hay nada especial, y está encerrado todo el misterio del amor de Dios y de Cristo al hombre: toda la teología, la liturgia,  la salvación, el misterio de Dios...

Fijáos, Dios no nos ha hecho planta, estrella, flor, pájaro...  me ha hecho hombre con capacidad de Dios infinito. La Biblia lo describe estupendamente. Le vemos a   Dios gozoso, en los primeros días de la creación, cuando se ha decidido a plasmar en barro el plan maravilloso,  acariciado en su esencia, llena de luz y de amor."Hagamos al hombre a nuestra imagen, según nuestra semejanza. Y creó Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios los creó: macho y hembra los creó" (Gn 1,26-27). 

Qué querrá decirnos Dios con esta repetición: a imagen de Dios.... a semejanza suya... sabéis cuántas ideas me sugiere esta frase... porque nos mete en el hondón de Dios. El hombre es más que hombre. Esta especie animal perdida durante siglos, millones de años, más imperfecta tal vez que otras en sus genomas y evolución, cuando Dios quiso, con un beso de su plan creador, el «homo erectus, habilis, ergaster, sapiens, neanderthalensis, cromaionensis, australopithecus…» y ahora el hombre del Chad, cuando Él quiso, le sopló su espíritu y le hizo a su imagen y semejanza, le comunicó su misma vida, fue hecho espíritu finito: como finito es limitado, pero como espíritu está abierto a Dios, a lo infinito, semejante a Él en el ser, en la inteligencia, en el amar y ser amado como Él.

Por eso los místicos de todos los tiempos son los adelantados que entran, por la oración contemplativa o contemplación amorosa, en la intimidad con Dios, tierra sagrada prometida a todos los hombres y  por el amor contemplativo, por «llama de amor viva», conocen estas cosas y vienen cargados con frutos de eternidad de la esencia divina hasta nosotros, que peregrinamos en la fe y esperanza. Son los profetas que Dios envía a su Iglesia en todos los tiempos; son los que por experiencia viva se adentran por unión y transformación de amor en el mismo volcán siempre en erupción de ser y felicidad y misterios y verdades del  amor de Dios, y  nos explican y revelan estas realidades de ternura para con el hombre encerradas en la esencia de Dios, que se revela en la creación y recreación por Cristo, por su Palabra hecha carne y pan de eucaristía.

Se llaman místicos, precisamente porque experimentan, sienten a Dios y su Espíritu y su misterio y nos lo revelan, traducen y explican. Son los guías más seguros, son como los exploradores que Moisés mandó por delante para descubrir la tierra prometida, y que luego vuelven cargados de frutos de lo que han visto y vivido, para enseñárnoslos a nosotros, y animarnos a todos a conquistarla; vienen con el corazón, con el espíritu y la inteligencia llenos de luz por lo que han visto y nos animan con palabras encendidas, para que avancemos por este camino de la oración, para llegar un día a la contemplación del misterio infinito de  Dios, que se revela luego y se refleja en el misterio del hombre y del mundo desde la fe, desde dentro de Dios, desde más allá de la realidad que aparece. Los místicos son los verdaderos mistagogos de los misterios de Dios, iniciadores en este camino de contemplación del misterio de Dios.

Nadie sabría convencernos del hecho de que hemos sido creados por Dios para ser felices mejor que lo hace Santa Catalina de Sena con esta plegaria inflamada de amor a Dios Trinidad:

«¿Cómo creaste, pues, oh Padre eterno, a esta criatura tuya? Me deja fuertemente asombrada esto: veo, en efecto, cómo Tú me muestras, que no la creaste por otra razón que ésta: con tu luz te viste obligado por el fuego de tu amor a darnos el ser, no obstante las iniquidades que íbamos a cometer contra ti. El fuego de tu amor te empujó. ¡Oh Amor inefable! aún viendo con tu luz infinita  todas las iniquidades que tu criatura  iba a cometer contra tu infinita bondad, Tú hiciste como quien no quiere ver, pero detuviste tu mirada en la belleza de tu criatura, de la cual, como loco y ebrio de amor, te enamoraste y por amor la atrajiste hacia tì dándole EXISTENCIA A IMAGEN Y SEMEJANZA TUYA. Tu verdad eterna me ha declarado tu verdad: que el amor te empujó a crearla» (Oración V).

A otra alma mística, santa Ángela de Foligno, Dios le dijo estas palabras, que son a la vez una exigencia de amor y que se han hecho muy conocidas: «¡No te he amado de bromas! ¡No te he amado quedándome lejos!  Tú eres yo y yo soy tú. Tú estás hecha como me corresponde a mí, estás elevada junto a mí».

Convendría a estas alturas volver al texto de San Juan, que ha inspirado esta reflexión: "En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación de nuestros pecados" (1Jn.4,9-10).

SEXTA CATEQUESIS: “EN EL NOMBRE DEL HIJO”

¿POR QUÉ EN EL NOMBRE DEL HIJO?

        Para explicar por qué somos bautizados en el nombre del Hijo teníamos que tener muy en cuenta la segunda parte del texto citado en la primera charla: " y nos envió a su Hijo, como propiciación por nuestros pecados" (1Jn 4, 10).

Me gustaría tener muy presente a San Pablo, para quien el misterio de Cristo, enviado por el Padre como redención de nuestros pecados, es un misterio que le habla muy claramente de esta predilección de Dios por el hombre, de este misterio escondido por los siglos en el corazón de Dios y revelado en la plenitud de los tiempos por la Palabra hecha carne, especialmente por la pasión, muerte y resurrección del Señor. “Vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mi; y mientras vivo en esta carne, vivo de la fe del Hijo de Dios, que me amó hasta  entregarse por mí" (Ga 2, 19-20). 

San. Juan, que estuvo junto a Cristo en la cruz, resumió  todo este misterio de dolor y de entrega en estas palabras: “Tanto amó Dios al hombre, que entregó a su propio Hijo para que no perezca ninguno de los que creen en él” (Jn 3,16). No le entra en la cabeza que Dios ame así al hombre hasta este extremo, porque para él “entregó” tiene sabor de “traicionó”. Y realmente, en el momento cumbre de la vida de Cristo, que es  su pasión y muerte, esta realidad de crudeza impresionante es percibida por San Pablo como plenitud de amor y totalidad de entrega dolorosa y extrema. Al contemplar a Cristo doliente y torturado,  no puede menos de exclamar: “Me amó y se entregó por mí”. Por eso, San Pablo, que lo considera “todo basura y estiércol, comparado con el conocimiento de mi Señor Jesucristo”, llegará a decir: “No quiero saber más que de mi Cristo y éste crucificado...”

Queridos hermanos, qué será el hombre, qué será este niño que vais a bautizar, qué encerrará  en su realidad para el mismo Dios que lo crea... qué seré yo, qué serás tú, y todos los hombres, pero qué será el hombre para Dios, que no le abandona ni caído y no le deja postrado en su muerte pecadora. Yo creo que Dios se ha pasado con nosotros.  “Tanto amó Dios al hombre que entregó  a su propio Hijo”.

Porque  no hay justicia. No me digáis que Dios fue justo. Los ángeles se pueden quejar, si pudieran, de injusticia ante Dios. Bueno, no sabemos todo lo que Dios ha hecho por levantarlos. Cayó el ángel, cayó el hombre. Para el hombre hubo redentor, su propio Hijo, para el ángel no hubo redentor. Por qué para nosotros sí y para ellos no. Dónde está la igualdad, qué ocurre aquí.... es el misterio de predilección de amor de Dios por el hombre. “Tanto amó Dios al hombre, que…”.(traicionó…).  Por esto, Cristo crucificado es la máxima expresión del amor del Padre y del Hijo:“nadie ama más que aquel que da la vida por los amigos” y  Cristo la dio por todos nosotros.

Este Dios  infinito, lleno de compasión y ternura por el hombre, viéndole caído y alejado para siempre de su proyecto de felicidad,  entra dentro de sí mismo, y mirando todo su ser, que es amor también misericordioso, y toda su sabiduría y todo su poder, descubre un nuevo proyecto de salvación, que a nosotros nos escandaliza, porque en él abandona a su propio Hijo, prefirió en ese momento el amor a los hombres al de su Hijo. No tiene nada de particular que la Iglesia, al celebrar este misterio en su liturgia, lo exprese admirativamente casi con una blasfemia:«Oh felix culpa...» oh feliz culpa, que nos ha merecido un tal Salvador. Esto es blasfemo, la liturgia ha perdido la cabeza,  oh feliz pecado, pero cómo puede decir esto, dónde está la prudencia y la moderación de las palabras sagradas, llamar cosa buena al pecado, oh feliz culpa, que nos ha merecido un tal salvador, un proyecto de amor todavía más lleno de amor y condescendencia divina y plenitud que el primero.