Jueves, 05 Mayo 2022 10:37

carta carmelitas León

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J.M.+J.T.

 

CARMELITAS DESCALZAS 

Avda. de Asturias, 137

León

A los sacerdotes del Presbiterio de León

 

 “Permaneced en mí, y yo en vosotros… el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada… Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca”  (Jn 15, 4a.5b.15-16).

 

Jesús, muerto y resucitado, llene vuestros corazones de la paz y el gozo de su Espíritu, el gran don de la Pascua, muy querido señor  obispo, y muy queridos hermanos y amigos sacerdotes de nuestra diócesis.

Hoy es un día muy especial para vosotros, pues, recordando la institución de la Eucaristía y del Sacerdocio, renováis las promesas sacerdotales, bajo la acción del Espíritu Santo, en la presencia del pastor de la Iglesia diocesana. Sin duda, todos recordaréis, con emoción y agradecimiento, aquel día de vuestra ordenación presbiteral, cuando os impusieron las manos sobre la cabeza y se os ungió con el óleo sagrado. El Espíritu Santo descendió sobre vosotros, como lo hizo sobre la Stma. Virgen en el momento de la encarnación, y fuisteis revestidos de Cristo para actuar  “in persona Christi”, como  dispensadores de su misterio de salvación para todos los hombres. Fuisteis ungidos por el Espíritu Santo para comunicar esa unción de alegría, de paz, de fortaleza y de consolación, a todos vuestros hermanos, especialmente  a los más pobres, débiles y necesitados.

En este día nos unimos a los sentimientos de vuestro corazón, de sobrecogimiento y gratitud ante el don recibido, y pedimos para que Él lleve a buen término la obra de amor comenzada en vosotros.

Como estamos en el “Año Teresiano”, nuestro obispo nos ha pedido que os dirijamos unas palabras de cercanía, ánimo y esperanza, y ha querido que sean unas palabras que broten del corazón de la comunidad.

Nosotras somos pobres y pequeñas, y nos sentimos muy limitadas, pero confiando en el Señor nos hemos puesto a reflexionar en clima orante, sobre lo que nuestra Santa Madre, Teresa de Jesús, diría hoy a los sacerdotes de nuestra Diócesis, y qué es lo que estas Carmelitas descalzas queremos deciros, pediros y daros en la víspera del día del AMOR, el Jueves Santo.

Primero deseamos deciros que os queremos mucho, que os estimamos, que estamos a vuestro lado en vuestras tareas pastorales, en vuestras alegrías y sufrimientos, en vuestros retos y soledades, en vuestros éxitos y “fracasos”. ¡Todo es gracia! Todo es camino de santidad personal y de santificación del pueblo de Dios a vosotros encomendado.

La Santa Madre tenía gran estima a los sacerdotes, y nos la ha “contagiado” a sus hijas. Ella puso como tarea principal de sus conventos la de orar por ellos, los “capitanes, los predicadores y teólogos”, para que estén muy aventajados en el camino del Señor. Ella nos decía: “Procuremos ser tales que valgan nuestras oraciones para ayudar a estos siervos de Dios, que con tanto trabajo se han fortalecido con letras y buena vida, y trabajado para ayudar ahora al Señor…porque han de ser los que esfuercen la gente flaca y pongan ánimo a los pequeños, ¡buenos quedarían los soldados sin capitanes!” (Camino de Perfección,  3, 2-6).

¿Qué quiere Santa Teresa para los sacerdotes? ¿Cómo los pinta en sus deseos?

  • Que sean letrados, bien formados, para estar cimentados en la verdad y poder dar luz a los demás: “Que el maestro espiritual tenga buen entendimiento, experiencia y letras… porque espíritu que no vaya comenzado en verdad yo más le querría sin oración; y es gran cosa letras, porque éstas nos enseñan a los que poco sabemos y nos dan luz y, llegados a verdades de la Sagrada Escritura, hacemos lo que debemos: de devociones a bobas nos libre Dios…Siempre fui muy amiga de ellos…  porque las letras humildes y virtuosas nunca nos engañarán… Espántame ver el trabajo con que han ganado lo que sin ninguno me aproveche a mí. ¡Y que haya personas que no quieran aprovecharse de esto!… Había de ser muy continua nuestra oración por éstos que nos dan luz. ¿Qué seríamos sin ellos entre tan grandes tempestades como ahora tiene la Iglesia?...  Plega al Señor los tenga de su mano y los ayude para que nos ayuden. Amén”  (Vida, 13, 16ss.).
  • Que sean espirituales, de una profunda experiencia de amor y de amistad con Cristo, el Dios humanado: “Holgaros con el Señor, en especial cuando comulgáis. En verle a vuestro lado, encontraréis todos los bienes… con tan buen capitán que se puso en lo primero en el padecer, todo se puede sufrir: es ayuda y da esfuerzo; nunca falta; es Amigo verdadero. Y veo yo claro, y he visto después, que para contentar a Dios y que nos haga grandes mercedes, quiere sea por manos de esta Humanidad sacratísima, en quien dijo Su Majestad se  deleita… por esta puerta hemos de entrar, si queremos nos muestre la soberana Majestad grandes secretos. No queráis otro camino… Por aquí vais seguros… Por Él nos vienen todos los bienes. Él os lo enseñará todo; mirando su vida, es el mejor dechado. ¿Qué más queremos de un tan buen Amigo al lado, que no nos dejará en los trabajos y tribulaciones, como hacen los del mundo? ¡Bienaventurado quien de verdad le amare y siempre le trajere cabe sí!” (Vida, 22, 4.6.7).
  • Que sean hombres de grandes deseos, que ante la debilidad y las dificultades, confíen en el amor del Señor que los llamó: “Él os llama a voces a su intimidad, no os fuerza, y da de beber de su agua viva a los que le quieren seguir, para que ninguno vaya desconsolado ni muera de sed… No os quedéis en el camino, sino pelead como fuertes hasta morir en la demanda…con la determinación de antes morir que dejar de llegar al fin del camino”  (Camino de Perfección, 20).
  • Y…  este camino es la oración, el trato de amistad con Jesucristo. Os pide que seáis unos enamorados de la Eucaristía, que perdáis muchos ratos con Él, a solas, en silencio…De ahí va a venir la fecundidad de vuestra vida y de vuestro ministerio: “Pues que estáis muchas veces solos, procurad tener compañía, y creedme mientras pudiereis no estéis sin tan buen Amigo. Si os acostumbráis a traerle cabe vos, y El ve que lo hacéis con amor y procuráis contentarle, os ayudará en todos vuestros trabajos. ¿Pensáis que es poco un tal Amigo al lado? Aunque encontréis dificultades, ¡acostumbraos, acostumbraos! Si no lo conseguís en un año, será en más, ¿quién va detrás de vosotros? No os pido que penséis en El, ni que saquéis muchos conceptos y delicadas consideraciones con el entendimiento: no os pido más de que le miréis… Si estáis alegre, miradle resucitado; que sólo imaginar cómo salió del sepulcro os alegrará. Mas ¡con qué claridad y con qué hermosura! ¡Con qué majestad, qué victorioso, qué alegre! Como quien tan bien salió de la batalla adonde ha ganado un tan gran reino, que todo le quiere para vos, y a sí con él. Pues ¿es mucho que a quien tanto os da volváis una vez los ojos a mirarle?… Si estáis con trabajos o triste, miradle camino del huerto: ¡qué aflicción tan grande llevaba en su alma, pues con ser el mismo sufrimiento la dice y se queja de ella! O miradle atado a la columna, lleno de dolores, todas sus carnes hechas pedazos por lo mucho que os ama; tanto padecer, perseguido de unos, escupido de otros, negado de sus amigos, desamparado de ellos, sin nadie que vuelva por El; helado de frío, puesto en tanta soledad, que el uno con el otro os podéis consolar. O miradle cargado con la cruz, que aun no le dejaban hartar de huelgo. Miraros ha El con unos ojos tan hermosos y piadosos, llenos de lágrimas, y olvidará sus dolores por consolar los vuestros, sólo porque os vayáis vos con El a consolar y volváis la cabeza a mirarle.” (Camino de Perfección, 26. 1-5).

 

  • Santa Teresa de Jesús desea que seáis santos, fieles a vuestra llamada y a vuestra misión: “Siento en mí el deseo de que tenga Dios personas que con todo desasimiento le sirvan, y que en nada de lo de acá se detengan, en especial letrados; que, como veo las grandes necesidades de la Iglesia, que éstas me afligen tanto, que me parece cosa de burla tener por otra cosa pena, y así no hago sino encomendarlos a Dios; porque veo yo que haría más provecho una persona del todo perfecta, con hervor verdadero de amor de Dios, que muchas con tibieza” (Relación 3,7).
  • Quiere que os améis unos a otros: amad al obispo, y amaos entre vosotros. Ayudaos en vuestras tareas y ministerios, dialogad a fondo, acogeos en vuestras necesidades:”Gran mal es un alma sola entre tantos peligros. Por eso, aconsejaría yo a los que tienen oración, procuren amistad y trato con otras personas que traten de lo mismo, aunque no sea sino para ayudarse unos a otros con sus oraciones… Porque andan las cosas del servicio de Dios tan flacas, que es menester hacerse espaldas unos a otros para ir adelante. Y, si uno comienza a darse a Dios, hay tantos que murmuren, que es menester buscar compañía para defenderse hasta que estén fuertes en no les pesar de padecer…  y es un género de humildad no fiar de sí, sino creer que por aquellos con quien conversa le ayudará Dios, y crece la caridad con ser comunicada” (Vida, 7,20.22).

“Procurad juntaros alguna vez para desengañaros unos a otros y deciros en lo que podríais enmendaros para contentar más a Dios; que no hay quien tan bien se conozca así mismo como nos conocen los que nos miran, si es con amor y cuidado de aprovecharos” (Vida, 16,7).

  • Os pide espíritu de servicio y humildad. ¡Los fieles esperan que les deis a Jesús, el pan de su palabra, la paz y el gozo de su Espíritu!: “Hasta los predicadores van ordenando sus sermones para no descontentar. Buena intención tendrán y la obra lo será; pero ¡así se enmiendan pocos! ¿Por qué no son muchos los que por los sermones dejan los vicios públicos? ¿Sabéis qué me parece? Porque tienen mucho seso los que los predican. No están con el gran fuego de amor de Dios, como lo estaban los Apóstoles, y así calienta poco esta llama. Ellos tenían ya aborrecida la vida, y en poca estima la honra, que no se les daba más perderlo todo, que ganarlo todo; ¡Oh gran libertad, tan necesaria para andar este camino con alegría! (Vida, 16,7-8).
  • “Os torno a decir que está el todo o gran parte, en perder cuidado de nosotros mismos y nuestro regalo, que quien de verdad comienza a servir al Señor, lo menos que le puede ofrecer es la vida; pues le ha dado su voluntad, ¿qué teme? Si sois hombres de Dios y de oración, no habéis de volver las espaldas a desear morir por Él, e incluso a pasar martirio; ya sabéis que la vida de los que quieren ser allegados amigos de Dios es un verdadero martirio. Pero corta es la vida, y… todo lo que tiene fin no hay que hacer caso de ello. Animaos unos a otros, y ayudaos a despertaros en la virtud… Todo pasará, y la gloria será eterna” (Camino de Perfección, 12,2)

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Queridos amigos sacerdotes: Todo esto os dice la Santa Madre, Teresa de Jesús, salido de un corazón enamorado del Señor y ardientemente deseoso del bien de los hombres. Un corazón abierto, que se muestra en sus escritos, y al que podéis acudir leyendo sus obras. Allí encontraréis palabras de luz, de ánimo, de consuelo y fortaleza para el camino.

Nosotras, estas pequeñas carmelitas, nos unimos a su pensamiento y a sus deseos ardientes, pero, para deciros algo de lo que llevamos en nuestro propio corazón añadimos estas consignas:

  • De vez en cuando, reflexionad en el misterio de vuestra vocación; reconoced la dignidad de vuestro ministerio, la belleza de la llamada que el Señor os hizo, la grandeza de vuestra misión. Sois pobres y pequeños, pero Nuestro Padre Dios os dio gratuitamente este don: ser dispensadores de los misterios de la Redención, en favor del pueblo de Dios. Acoged este “regalo” con alegría y gratitud. Esto dará un “brillo” nuevo a vuestra vida personal y a vuestro ministerio sagrado.
  • El día de vuestra ordenación presbiteral fuisteis ungidos por el Espíritu Santo, y Él os colmó de sus dones y frutos, para ser pastores de vuestros hermanos, hasta entregar la vida por ellos, como lo hizo Cristo, el Buen Pastor. Por eso os pedimos que améis mucho al Espíritu Santo. Invocadlo con frecuencia, pedidle luz, fortaleza y consejo para todas vuestras tareas. Pedidle que venga sobre vuestra Parroquia y cada uno de los fieles, con su paz y su consuelo. Que Él sea el “protagonista”, el animador y “guía” de toda vuestra acción pastoral. Para ello os invitamos a celebrar, una vez al mes, la Misa votiva del Espíritu Santo, ¡veréis fruto abundante y no quedaréis defraudados en vuestra confianza!
  • Amad también a la Santísima Virgen. Sabemos que, como buenos leoneses, la amáis y confiáis en Ella, pero siempre se puede crecer en intimidad, delicadeza y confianza. María os llevará a Cristo y os ayudará en vuestro ministerio. Además, Ella, como Mujer Nueva, os hará descubrir y vivir esa dimensión “femenina” de vuestra vida: el cariño, la ternura, la delicadeza, el “cuidado” de todo y de todos, la finura de trato, la sensibilidad… Esto es algo que no puede faltar en vuestra vida. Si Ella está presente, todo cobra calidez de Madre, de Hermana, de Amiga. ¡Qué felices seréis, y qué felices haréis a los demás!
  • Sed “expertos en comunión”, como dice el papa Francisco, con el obispo, con los demás sacerdotes, con el pueblo de Dios: niños, jóvenes, esposos, ancianos, enfermos, los que sufren y están solos, los que no tienen la alegría de la Fe y les falta la esperanza en la vida futura… “Haceos presentes donde haya diferencias y tensiones, sed un signo creíble de la presencia del Espíritu, que infunde en los corazones la pasión de que todos seamos uno. Vivid la ‘mística del encuentro’: la capacidad de escuchar a las demás personas, la capacidad de buscar juntos el camino…”. Como dice San Pablo: “Por encima de todo el amor…”. Que podamos decir lo del salmo: “Ved qué dulzura y qué delicia convivir los hermanos unidos… porque allí manda el Señor la bendición, la vida para siempre” (Salmo 132).

 

Para terminar, os decimos de nuevo que os amamos entrañablemente, que estamos a vuestro lado, que os estamos muy agradecidas por vuestra vida y vuestro servicio, y que os necesitamos para hacer el camino unidos, como Iglesia diocesana, apoyándonos mutuamente con la comprensión, el respeto, el amor, y la oración.

Y… también nos gustaría oír de vosotros lo que esperáis de nuestra vocación contemplativa, para corregir, ahondar e intensificar aspectos necesarios. Sabéis que estamos en el convento de la Carretera de Asturias nº137. Nos gustaría conoceros a todos y poder saludaros; os invitamos a venir con vuestros grupos parroquiales, de catequesis o de apostolado, para compartir la alegría de la fe y orar juntos. Aquí, ante Jesús-Eucaristía, estamos por todos vosotros, desde el silencio y el ocultamiento, queriendo ser, desde nuestra pobreza, el amor en el corazón de la Iglesia universal y diocesana.

Señor obispo, amados sacerdotes: Que la Santísima Virgen del Camino nos guarde a todos en su corazón de Madre, con Cristo y para Cristo. En Ella os abrazamos a cada uno, con inmenso cariño y gratitud.

 

Carmelitas Descalzas de León

Miércoles Santo, 1-Abril-2015

 

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