Lunes, 11 Abril 2022 11:42

CONCLUSION: María, modelo del seguimiento evangélico

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              CONCLUSION: María, modelo del seguimiento evangélico

 

      El seguimiento evangélico de Cristo tiene sentido de amistad íntima y profunda. Tiene el sentido esponsal de correr su misma suerte: "consorte". La Palabra de Dios, contenida en la revelación, manifiesta este significado de la fidelidad de Dios y a Dios, a modo de pacto esponsal o "Alianza". Dios es "fiel" al amor y a la existencia ("Yavé"). La encarnación es la presencia especial de Dios hecho hombre por nosotros, que "establece su tienda de caminante en medio nuestro", como esposo o consorte, protagonista de nuestra historia (Jn 1,14).

 

      Toda la vida cristiana tiene este sentido esponsal, a partir del misterio de la encarnación. Por esto San Pablo considera a la comunidad eclesial como esposa que debe estar enamorada de Cristo: "Os tengo desposados con un solo esposo, para presentaros cual casta virgen a Cristo" (2Cor 11,2). El amor de Cristo a su Iglesia, que somos todos nosotros, tiene este sentido de donación sacrificial y esponsal: "Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella" (Ef 5,25).

 

      El seguimiento radical o evangélico de Cristo tiene este sentido esponsal, como signo fuerte que recuerda a la Iglesia entera su calidad de esposa. La "vida apostólica", que continúa en los sucesores de los Apóstoles con sus colaboradores inmediatos y en la vida "consagrada" (según diversas modalidades), se caracteriza por este seguimiento incondicional. Por esto Cristo se llama "esposo", especialmente de sus "amigos" que comparten con él su misma vida (Mt 9,15). Esta amistad o desposorio es "la expresión más plena de la consagración bautismal" (RD 7).

 

      Sin esta dimensión esponsal, el seguimiento evangélico se convertiría en un formulismo o en una carga pesada y sin sentido, que produciría soledad, vacío y frustración. La alegría del seguimiento nace del hecho de saberse amado por Cristo y acompañado por él, para pertenecerle totalmente. Entonces ya se puede vivir con serenidad este "género de vida virginal y pobre que Cristo Señor escogió para sí y que la Virgen su madre abrazó" (LG 46; ET 2).

 

      En toda la historia de la Iglesia, los que han seguido más de cerca a Cristo, se han sentido identificados con la Iglesia esposa y con María, figura la Iglesia. Por seguir esponsalmente a Cristo, se han contagiado de su mismo amor a su esposa la Iglesia y a su Madre, que es también la nuestra. El seguimiento de Cristo va unido a ese amor tierno del Señor por su comunidad, a la que llamó cariñosamente "mi Iglesia" (Mt 16,18). Por esto, quienes siguen radicalmente a Cristo se saben siempre acompañados por María, como modelo y ayuda de este seguimiento (cf. Jn 2,12; 19,25-27).

 

      El amor a la Iglesia y a María es connatural al seguimiento evangélico, como nota de garantía y de perseverancia. San Pablo se siente apóstol, como instrumento materno "para formar a Cristo" en la comunidad (gal 4,19); por esto toma a María como modelo de esta maternidad apostólica y eclesial, querida por Dios para hacernos participar de la filiación divina de Cristo (Gal 4,4-7.19.26).

 

      La vocación al seguimiento evangélico encuentra en María el ejemplo y la ayuda para la fidelidad inicial (cf. Jn 2,11-12), para la perseverancia en los momentos difíciles (cf. Jn 19,25) y para la apertura renovada a las nuevas gracias del Espíritu Santo (cf. Act 1,14).

 

      En María, "la mujer" asociada a Cristo (Jn 2,4; 19,26), toda la Iglesia y, de modos especial, quienes han sido llamados al seguimiento evangélico, encuentran el modelo de la asociación esponsal a Cristo (cf. LG 58; RD 17). Entonces "el amor esponsal por Cristo se convierte de modo casi orgánico en amor a la Iglesia, que es, a la vez, esposa y madre" (RD 15).

 

      Este amor a María y a la Iglesia hace descubrir y vivir mejor los valores evangélicos del seguimiento esponsal y virginal, a modo de "nueva maternidad en el Espíritu" (RMa 47; RMi 70). De ese amor nace la "plena disponibilidad para servir al hombre y a la sociedad, siguiendo el ejemplo de Cristo" (RMi 69). Para una "nueva evangelización" se necesita principalmente el fermento evangélico de un seguimiento radical de Cristo, capaz de transformar la sociedad desde las raíces.

 

      María es la "memoria" evangélica de los que quieren seguir a Cristo como signo fuerte del amor de la Iglesia esposa (vida "consagrada") o como signo fuerte de Cristo Esposo ante la Iglesia (vida sacerdotal). Con ella se aprende a hacer de la vida un "sí" a la llamada de Cristo, que se traduzca en relación personal contemplativa, en seguimiento radical, en comunión de hermanos y en misión materna sin fronteras.

 

      Como María, "Madre de misericordia", la Iglesia "experimenta la riqueza y universalidad del amor de Dios, que le dilata el corazón y le capacita para abrazar a todo el género humano" (VS 120). La Santísima Virgen, "asociada íntimamente al misterio de Cristo, no cesa de engendrar nuevos hijos con la Iglesia, a los que estimula con amor y atrae con su ejemplo, para conducirlos a la caridad perfecta. Ella es modelo de vida evangélica y de ella nosotros aprendemos; con su inspiración nos enseña a amarlo sobre todas las cosas, con su actitud nos invita a contemplar la Palabra, con su corazón nos mueve a servir a los hermanos" (Prefacio de las Misas de la Virgen María, formulario 32: La Virgen María, Madre y Maestra de vida espiritual).

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