Lunes, 11 Abril 2022 11:30

VII. LA ACCION EVANGELIZADORA DE LA IGLESIA

Escrito por
Valora este artículo
(0 votos)

VII. LA ACCION EVANGELIZADORA DE LA IGLESIA

 

1. La acción misionera específica

 

A) El anuncio del Reino como "primer anuncio" y como llamada a la conversión, a la fe y al bautismo

B) La "plantación" de la Iglesia

C) Hacia la plenitud salvífica en Cristo

 

2. Iglesia, evangelizada y evangelizadora

 

A) Anuncio y testimonio

B) Celebración de los misterios de Cristo

C) Servidores de caridad y promoción humana

 

3. Construir la comunidad eclesial en la comunión

 

A) Iglesia, familia solidaria

B) Unidad armónica de vocaciones, ministerios y carismas

C) La fuerza evangelizadora de la "comunión"

 

1. La acción misionera específica

 

      La acción misionera tiene un objetivo concreto con múltiples facetas: "la manifestación del propósito de Dios o epifanía, y su realización en el mundo y en la historia" (AG 9; RMi 41). Estos planes de Dios Amor para toda la humanidad se nos han revelado por Cristo su Hijo. "Evangelizar significa para la Iglesia llevar la Buena Nueva a todos los ambientes de la humanidad y, con su influjo, transformar desde dentro, renovar a la misma humanidad" (EN 18).[1]

 

      Todo cristiano, por el hecho de ser miembro de la Iglesia, está comprometido en la evangelización, puesto que "evangelizar es un acto profundamente eclesial" (EN 60). Por esto, "la actividad misionera de la Iglesia fluye de la misma naturaleza de la Iglesia" (AG 6).

 

      Esta acción misionera es tan rica y compleja, que puede presentarse desde diversos puntos de vista, en orden a una acción verdaderamente evangelizadora. Según épocas y autores, se han subrayado estos elementos esenciales: propagar la fe, comunicar la salvación, llamar a la conversión y al bautismo, implantar la Iglesia, hacer vivir a la comunidad su realidad de "sacramento universal de salvación", cumplir el mandato misionero, llevar a la plenitud en Cristo, construir la unidad de la comunión eclesial...[2]

 

      Se puede distinguir entre la finalidad de la acción misionera (n.1) y los medios concretos de evangelización (n.2). La realidad de la Iglesia "misterio", signo transparente y portador de Cristo, se traduce en misión de construir la comunidad humana como Iglesia comunión, reflejo de la comunión trinitaria (n.3).

 

      La acción misionera específica tiende, pues, por los medios adecuados, al anuncio del Reino, la implantación de la Iglesia y la plenitud salvífica en Cristo, construyendo una comunidad universal de hijos de Dios, o de "hijos en el Hijo" (GS 22), en la misma familia eclesial.

 

      A) El anuncio del Reino como "primer anuncio" y como llamada a la conversión, a la fe y al bautismo

 

      El primer anuncio que hizo Jesús fue éste: "el Reino de Dios está cerca" (Mc 1,15). Es decir, las promesas mesiánicas ya han llegado a "su tiempo" (ibídem). Se invita, pues, a recibir al Mesías (el "Cristo"), como ungido y enviado por Dios en "la plenitud de los tiempos" (Gal 4,4).

 

      La acogida del Reino incluye un cambio de mentalidad (la "conversión") y una adhesión a la persona de Cristo y a su mensaje: "creer en el evangelio" (Mc 1,15; cf. Lc 4,43; 11,20).[3]

 

      Jesús enviará a los Apóstoles con este mismo encargo de anunciar el Reino, llamando a la conversión y a la fe (Mt 10,7ss; Mc 6,12; Lc 9,2ss). En el envío final, el día de la ascensión, se concreta el encargo de "enseñar" y de "bautizar" (Mt 28,19; Mc 16,16; Lc 24,17ss). Es el encargo que los Apóstoles cumplieron a partir de Pentecostés (Act 2,38ss).[4]

 

      En estos elementos fundamentales (anuncio del Reino, llamada a la conversión y a la fe) se concreta la acción misionera específica de la Iglesia. Para ello usará los medios instituidos por Cristo, que corresponden a la misma acción evangelizadora: anuncio, testimonio, celebración de los sacramentos, servicios de caridad asistencial y promocional, signos eficaces para la construcción de la comunidad, etc.[5]

 

      El Reino anunciado es, pues, toda la realidad de Jesús, su persona, su mensaje, sus signos salvíficos, su misma Iglesia o comunidad convocada por él, la vida nueva ya desde ahora y especialmente en la plenitud personal y comunitaria del más allá. Así, pues, "el Reino no puede ser separado de Cristo ni de su Iglesia... El Reino de Dios no es un concepto, una doctrina o un programa sujeto a libre elaboración, sino que es ante todo una persona que tiene que tiene el rostro y el nombre de Jesús de Nazaret, imagen del Dios invisible" (RMi 18).[6]

 

      En el anuncio del Reino, la Iglesia tiene en cuenta que: las semillas del Verbo (y, por tanto, los valores del Reino), se encuentran también más allá de la visibilidad de la misma Iglesia. Al mismo tiempo, la Iglesia adopta una actitud de esperanza, sabiendo que ella es portadora del Reino como "fermento" en medio de toda la humanidad. Consecuentemente, la acción evangelizadora tendrá que ser actitud dialogal, tanto de respeto a las semillas del Reino, como de propuesta clara sobre la plenitud del Reino en Cristo Redentor.

 

      La Iglesia anuncia que el Reino "brilla ante los hombres en la palabra, en las obras y en la presencia de Cristo" (LG 5). La Iglesia se presenta con "la misión de anunciar el Reino de Cristo y de Dios e instaurarlo en todos los pueblos, y constituye en la tierra el germen y la semilla de ese Reino" (ibídem).[7]

 

      Este anuncio del Reino se llama "kerigma" o primer anuncio, no sólo porque se anuncia por primera vez, sino principalmente porque es el resumen de toda la realidad de Cristo, de su enseñanza y salvación. En efecto, se anuncia a Cristo perfecto Dios, perfecto hombre y Salvador único y universal. Se anuncia su misterio pascual y su venida definitiva, para llamar a una adhesión de fe, esperanza y caridad, por la conversión y el bautismo.[8]

 

      "La Iglesia está, efectiva y concretamente, al servicio del Reino. Lo está ante todo meditando el anuncio con el que llama a la conversión" (RMi 20). Al anunciar el Reino, la Iglesia invita a acogerlo, cooperando al don de Dios, "para que El Reino sea acogido y crezca entre los hombres" (ibídem).

 

      La llamada a la conversión no se dirige sólo a los que escuchan por primera vez el anuncio del Reino, sino también a los que ya lo han acogido, para que lo sepan vivir mejor y anunciar a toda la humanidad. El apóstol cristiano está urgido al anuncio del Reino por exigencia de su propio proceso de conversión. "No podemos predicar la conversión, si no nos convertimos nosotros mismos cada día" (RMi 47).[9]

 

      La conversión es un don de Dios (Jn 6,44), que ayuda a una colaboración libre y generosa. Supone un despego de todo lo que sea contrario al amor (el pecado, el egoísmo) y es, al mismo tiempo, un cambio de mentalidad (criterios, escala de valores, motivaciones, actitudes). Por esto es "adhesión plena y sincera a Cristo y a su evangelio mediante la fe" (RMi 46). La conversión, especialmente para el mismo apóstol, es como para Abrahán, "salir" (despegarse) de la propia tierra para cumplir los planes salvíficos de Dios (Gen 12,1ss; cf. CEC 145ss).

 

      Se anuncia a Cristo no sólo para que se conozca una persona y un mensaje, sino especialmente para llamar a la fe. "Obedecer ('ob-audire') en la fe, es someterse libremente a la palabra escuchada, porque su verdad está garantizada por Dios, la verdad misma" (CEC 144). Por esto, la llamada a la fe, con las características de respeto a la libertad y al don de Dios, no es un proselitismo inoportuno, sino el cumplimiento de las exigencias de la revelación, teniendo en cuenta que "toda persona tiene el derecho a escuchar la 'Buena Nueva' que se revela y se da en Cristo, para realizar en plenitud la propia vocación" (RMi 46). Al hacer esta llamada, respetando la libertad de cada persona y las etapas de la conversión, se tiene en cuenta que "la fe viene de la audición" (Rom 10,17), porque "es la Palabra oída la que invita a creer" (EN 42).

 

      El bautismo o configuración con Cristo (por medio de la celebración del sacramento instituido por el Señor), es intrínseco al anuncio del Reino y de la conversión, así como a la llamada a la fe. Así aparece en el texto del envío (Mt 28,19 y paralelos) y en la predicación apostólica (Act 2,38). "La conversión a Cristo está relacionada con el bautismo, no sólo por la praxis de la Iglesia, sino por la voluntad del mismo Cristo, que envió a hacer discípulos a todas las gentes y a bautizarlas" (RMi 47).

 

      El catecumenado es un camino para integrarse plenamente en la comunión de la Iglesia por medio del bautismo. En este sentido, es una escuela de iniciación cristiana, en la que se aprenden actitudes permanentes de cambio de mentalidad (conversión) y de configuración con Cristo (bautismo) (cf. SC 64-65.109; CT 44, 18-25; EN 44)

 

      El bautismo es, al mismo tiempo, un punto de llegada (después de una preparación "catecumenal") y un punto de partida, como proceso ininterrumpido de configuración con Cristo hacia "la plenitud de la vida propia de los hijos de Dios" (VS 115). El sacramento del bautismo es un signo portador y eficaz de una "vida nueva" en el Espíritu (Rom 6,4; Jn 3,5). Al "revestirse de Cristo" (Gal 3,27), el cristiano queda urgido a "caminar por una vida nueva" y "vivir para Dios", como fruto de la muerte y resurrección de Cristo (Rom 6,1-11).[10]

 

      El anuncio del evangelio del Reino incluye, pues, la llamada a la fe, a la conversión y al bautismo. Consecuentemente, hay una adhesión a la comunidad eclesial, para poder encontrar en ella los medios de salvación establecidos por Cristo. "La Iglesia ora y trabaja para que la totalidad del mundo se integre en el Pueblo de Dios" (LG 17). En esto consiste la misión de "dilatar el Reino" (LG 9), respetando la libertad del hombre y preparando la hora de la gracia.

 

      B) La "plantación" de la Iglesia

 

      En la teología de la evangelización ha llegado a ser un tema clásico y permanente el de la llamada "plantación" o "implantación" de la Iglesia. El concilio Vaticano II ha subrayado este tema no por razones y opiniones de escuela, sino más bien como acción misionera específica: "El fin propio de esta actividad misionera es la evangelización e implantación de la Iglesia en los pueblos o grupos en que todavía no ha arraigado" (AG 6).[11]

 

      El tema tiene la base bíblica de "edificar (o plantar) la Iglesia" a modo de edificio y de planta. Jesús usó el término tomando la comparación de una casa fundada sobre roca: "edificaré mi Iglesia" (Mt 16,18). A veces el símil es el de una planta (Mt 13,31ss; Mc 4,31ss). La acción misionera de la primitiva Iglesia, según los Hechos, se describe como "edificación" de la misma Iglesia (Act 9,31). En esta construcción cooperan el servicio de la Palabra, la fracción del pan, la dirección de los pastores, los servicios de caridad. Pablo usa los dos símiles: el de construcción (Act 20,32; 1Cor 3,10ss; Ef 3,20-22) y el de plantación (1Cor 3,6). Siempre es un servicio en el que colaboran todos los fieles, poniendo a disposición de los demás los carismas recibidos (1Cor 14,12).[12]

 

      La expresión existe ya en la patrística. Es relativamente frecuente en San Ireneo con términos equivalentes, en el sentido de Iglesias "fundadas" por los Apóstoles[13]. Tertuliano se refiere a las Iglesias "construidas" por los Apóstoles en diversas ciudades fuera de Palestina[14]. El tema se repite en la Historia Eclesiástica de Eusebio, con la expresión "plantar" o "edificar".[15]

 

      El concilio Vaticano II, al hablar de la "plantación" de la Iglesia (AG 6), no sólo resume las encíclicas misioneras anteriores, sino que también se apoya en la doctrina de Santo Tomás de Aquino.[16]

 

      Este "fin propio" de la actividad misionera, aunque no sea el fin único, se explica por la necesidad de establecer de modo permanente los signos salvíficos instituidos por Jesús. "La totalidad de la evangelización, aparte la predicación del mensaje, consiste en implantar la Iglesia, la cual no existe sin este respiro de la vida sacramental culminante en la Eucaristía" (EN 28).[17]

 

      Se trata, pues, de construir la comunidad eclesial y, de modo especial, las Iglesias particulares en relación a la sucesión apostólica (estableciendo la Jerarquía), por medio de los signos permanentes de enseñanza, celebración, santificación y organización.

 

      La "plantación" indica un proceso que tiene una etapa inicial (misión "ad gentes") y que debe continuar hasta llegar a cierta madurez (misión o pastoral ordinaria), hasta el punto de que cada Iglesia particular se haga responsable y cooperadora en la misión universal (AG 6 y 19). "El fin propio de esta actividad misional es la evangelización e implantación de la Iglesia en los pueblos o grupos en que todavía no ha arraigado. De suerte que de la semilla de la palabra de Dios crezcan las Iglesias autóctonas particulares en todo el mundo suficientemente organizadas y dotadas de energías propias y de madurez, las cuales, provistas convenientemente de su propia Jerarquía unida al pueblo fiel y de medios connaturales al plano desarrollo de la vida cristiana, aporten su cooperación al bien de toda la Iglesia" (AG 6).[18]

 

      La madurez en el proceso de implantación de la Iglesia consiste principalmente en el establecimiento de los signos permanentes de la presencia de Cristo resucitado (ministerios), servidos por personas vocacionadas (vocaciones) y, de modo especial por personas nacidas en estas mismas Iglesias particulares. Esta madurez no excluye las ayudas de otras comunidades, puesto que ninguna vocación eclesial es extranjera en la Iglesia universal.

 

      Una señal de madurez y autenticidad en la implantación, es el enraizamiento del evangelio en las circunstancias históricas, sociológicas y culturales. "La obra de la plantación de la Iglesia en un determinado grupo de hombres consigue su objetivo determinado cuando la congrega­ción de los fieles, arraigada ya en la vida social y conformada de alguna manera a la cultura del ambiente, disfruta de cierta estabilidad y firmeza; es decir, está provista de cierto número, aunque insuficiente, de sacerdotes nativos, de religiosos y segla­res, se ve dotada de los ministerios e instituciones necesarias para vivir, y dilatar la vida del Pueblo de Dios bajo la guía del Obispo propio" (AG 19).[19]

 

      La implantación se realiza, pues, en el contexto sociocultural, así como también en el ámbito de una historia de gracia, desde que llegó el evangelio a esa comunidad eclesial e incluso en su preparación evangélica. Ese proceso de implantación lleva necesariamente a que "cada Iglesia particular... en comunión con la Iglesia universal, se haga misionera" (RMi 48).[20]

 

      Se tiende a construir la comunidad eclesial (local y universal) como "icono" (imagen) de la comunión o coinonía trinitaria. Por esto, en el proceso de plantación hay que llamar a la conversión y a la fe, para entrar a formar parte de esta comunidad eclesial en la que se refleje la vida de Dios Amor. La conversión personal y social se transforman en un crecimiento comunitario, donde la diversidad de vocaciones, ministerios y carismas, se complementan y armonizan, apoyándose en los Apóstoles y, por tanto, en Cristo, la piedra angular (cf. 1Cor 10,4).[21]

 

      El proceso de "plantación" de la Iglesia, siendo nota característica de la primera evangelización (o evangelización "ad gentes"), pertenece también a la pastoral ordinaria, en cuanto que el crecimiento y edificación de la Iglesia no llega nunca, en esta tierra, a la perfección. Algunas situaciones "requieren de nuevo la acción misionera" de "plantación de la Iglesia" (AG 6), no sólo a nivel territorial, sino también a nivel sociológico y cultural (cf. RMi 37-38).

 

      C) Hacia la plenitud salvífica en Cristo

 

      La acción misionera específica consiste en el anuncio del Reino, la llamada a la conversión y a la fe, para recibir el bautismo y para construir o implantar la comunidad eclesial. Los malentendidos que pueden originarse de esta terminología (siempre imperfecta), son debidos a no tomar el Reino, la conversión, la fe, el bautismo y la Iglesia en su sentido auténtico.[22]

 

      No se trata de humillar a otros pueblos y culturas, ni tampoco de presentarse con aires de superioridad. La misión invita a ir a los hermanos para ayudarlos, desde la realidad providencial en que se encuentran, hasta llegar a la plenitud salvífica en Cristo. No se les considera, pues, deteriorados, sino portadores de una "preparación evangélica" y de "semillas del Verbo". Efectivamente, "la presencia y actividad del Espíritu" en estos pueblos, culturas y religiones, es una urgencia a la evangelización por parte de la comunidad eclesial, puesto que "es también el Espíritu quien esparce las 'semillas de la Palabra' presentes en los ritos y culturas, y los prepara para su madurez en Cristo" (RMi 28).[23]

 

      La acción evangelizadora no se puede confundir con una evolución cultural, sino que se trata de ayudar a dar un salto al infinito de los planes salvíficos de Dios en Cristo. La fe en Cristo y su plenitud salvífica, a la que todos estamos llamados, es una gracia, un don absolutamente inmerecido. La acción misionera específica cuenta con esta realidad sobrenatural y, por tanto, prepara el camino a la conversión y a la fe por medio de oraciones, sacrificios y por la propia fidelidad al proceso de perfección.[24]

 

      La misión eclesial parte de los planes salvíficos de Dios, según los cuales, "todo ha sido creado por Cristo y para él... y todo tiene en él su consistencia" (Col 1,16-17). Cristo hará de todos los pueblos una "oblación" (Rom 15,16), "a fin de que Dios sea todo en todas las cosas" (2Cor 15,28). La Iglesia ha sido fundada para que toda la humanidad llegue a esta plenitud propia de todo creyente en Cristo: "de su plenitud hemos recibido todos, gracia por gracia" (Jn 1,16).

 

      El objetivo de salvación universal en Cristo y de implantación de la Iglesia en todos los pueblos, se aclara con esta perspectiva de plenitud salvífica, que es también de salvación escatológica ya desde el presente histórico[25]. Dios ha sembrado en todos los pueblos las semillas evangélicas que llevan necesariamente al encuentro explícito con Cristo ya en esta tierra. "La urgencia de la actividad misionera brota de la radical novedad de vida, traída por Cristo y vivida por sus discípulos. Esta nueva vida es un don de Dios, y al hombre se le pide que lo acoja y desarrolle, si quiere realizarse según su vocación integral, en conformidad con Cristo" (RMi 7).

 

      La Iglesia atrae constantemente a la humanidad hacia Cristo. La fuerza de la misión no está en las cualidades de los que ya son Iglesia, ni tampoco en los valores de las culturas y religiones. La tensión hacia la plenitud en Cristo será una realidad como gracia o don de Dios, que, queriendo la colaboración humana responsable, llega con gratuidad. A su Iglesia, "Cristo la ha adquirido con su sangre (cf. Act 20,28) y la ha hecho su colaboradora en la obra de la salvación universal. En efecto, Cristo vive en ella; es su esposo; fomenta su crecimiento; por medio de ella cumple su misión" (RMi 9).

 

      A la luz de este principio sobre la tensión misionera hacia la plenitud en Cristo, se armoniza mejor la relación entre la pastoral ordinaria y la primera evangelización. Precisamente por la tendencia hacia la plenitud salvífica, ambos momentos evangelizadores se entrecruzan y postulan mutuamente. Tanto en la misión "ad gentes" (o primera evangelización), como en la pastoral ordinaria, hay que orientar la comunidad cristiana hacia la perfección en Cristo. Sin esta orientación, clara y decidida, ninguna acción pastoral cumple su principal cometido, que es el llevar a los creyentes a la perfección de las bienaventuranzas.[26]

 

      El anuncio y testimonio del Misterio de Cristo, su celebración y su realización por los servicios de caridad, son auténticos si se presentan como una llamada a vivir hasta la perfección las bienaventuranzas y el mandato del amor, y, consiguientemente, el misterio pascual. El divorcio entre teología, pastoral y espiritualidad produce dicotomías intelectuales y prácticas, que retrasan tanto la primera evangelización como el crecimiento de la comunidad ya cristiana.

 

      Sin esta tensión hacia la plenitud en Cristo, se originan retrasos en la evangelización, debido casi siempre a la falta de mentalidad y experiencia cristiana: pensar, sentir y amar como Cristo. "Es necesario, ante todo, tratar de establecer en cada lugar comunidades cristianas que sean un exponente de la presencia de Dios en el mundo... Es necesaria una radical conversión de la mentalidad para hacerse misioneros, y esto vale tanto para las personas, como para las comunidades... Sólo haciéndose misionera la comunidad cristiana podrá superar las divisiones y tensiones internas y recobrar su unidad y su vigor de fe" (RMi 49).

 

      La comunidad eclesial se hará misionera "ad intra" y "ad extra" en la medida en que se le ayude a vivir la tensión hacia la plenitud o perfección en Cristo. Esto vale tanto para las Iglesias jóvenes, todavía no suficientemente plantadas, como para las Iglesias de antigua cristiandad. "La llamada a la misión deriva de por sí de la llamada a la santidad... La vocación universal a la santidad está estrechamente unida a la llamada universal a la misión" (RMi 90).[27]

 

2. Iglesia, evangelizada y evangelizadora

 

      Después de delimitar la especificidad de la acción misionera y de señalar sus objetivos fundamentales (cf. n.1), hay que señalar también los caminos o medios concretos de esta misma acción. Puesto que la acción misionera es una prolongación de la misma misión de Cristo[28], estos caminos se irán abriendo en los siguientes campos: profético (por el anuncio y el testimonio), litúrgico (por la celebración del misterio pascual) y hodegético (por los servicios de dirección, cercanía y caridad).[29]

 

      La acción evangelizadora de la Iglesia es continuación y transparencia de la acción evangelizadora de Jesús, porque prolonga su palabra, su acción salvífica y pastoral. Es decir, se anuncia, se celebra y comunica el misterio pascual de Cristo, por medio de los "signos" y ministerios establecidos por él.

 

      Estos caminos o medios de evangelización los experimenta la Iglesia en sí misma, en cuanto se comunica lo que ella misma está viviendo. La señal de madurez de una comunidad eclesial aparece en la armonía entre la evangelización "ad intra" y la evangelización "ad extra". "Evangelizadora, la Iglesia comienza por evangelizarse a sí misma". En efecto, "sólo una Iglesia evangelizada es capaz de evangelizar" (SanDo 23).[30]

 

      A) Anuncio y testimonio

 

      El anuncio del evangelio es una llamada a la fe y, por tanto, a la conversión y al bautismo (cf. n.1 A). Por este servicio o ministerio, la comunidad pone en práctica su profetismo. La misión que Jesús ha comunicado a su Iglesia se realiza principalmente por medio del anuncio, acompañado siempre por el testimonio (Lc 4,15-19.43; Mt 28,19). "El anuncio tiene la prioridad permanente en la misión; la Iglesia no puede substraerse al mandato explícito de Cristo; no puede privar a los hombres de la 'Buena Nueva' de que son amados y salvados por Dios" (RMi 44; cf. AG 13).[31]

 

      La palabra del salvación se anuncia a todos los hombres para llevarlos Cristo (DV 1-4). La Iglesia, por la proclamación y el testimonio, es anuncio vivo del evangelio. Se proclama la Palabra (dimensión "kerigmática") insertándola en la realidad humana concreta (dimensión "antropológica").

 

      Esta inserción de la Palabra en la circunstancias humanas reclama la vivencia de la misma. "El hombre contemporáneo cree más en los testigos que en los maestros... el testimonio de vida cristiana es la primera e insustituible forma de misión" (RMi 42).[32]

 

      El anuncio de la Palabra "convoca" a la comunidad ("ecclesia") para celebrar el misterio de Cristo y para hacerlo realidad en la propia vida. En este sentido, el anuncio se convierte en testimonio y, consiguientemente, en proclamación permanente. Es la misma dimensión evangelizadora del Señor: "Jesús hizo y enseñó" (Act 1,1). El primer anuncio que hicieron los Apóstoles indica la doble faceta de una misma realidad: "A este Jesús le resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos" (Act 2,32). La proclamación se convierte en testimonio; los signos acompañan a las palabras (cf. Mc 16,20; Act 1,8). En este sentido, "la Iglesia está llamada a dar su testimonio de Cristo, asumiendo posiciones valientes y proféticas" (RMi 43).[33]

 

      La prioridad del testimonio arranca del hecho de ser expresión viva del mismo mensaje. La prioridad del anuncio se basa en la eficacia de la misma palabra de Dios (cf. RMi 44), que reune a la comunidad como Pueblo de Dios, para celebrar los misterios de Cristo y para vivir según las exigencias del evangelio. Anuncio y testimonio son dos aspectos de la misma realidad evangelizadora: "evangelizar es, ante todo, dar testimonio de una manera sencilla y directa, de Dios revelado por Jesucristo mediante el Espíritu Santo" (EN 26).[34]

 

      Donde aparece más claramente la necesidad del testimonio es en el anuncio de las bienaventuranzas. Estas consisten en actitudes de caridad y donación en las diversas circunstancias y dificultades de la vida (reaccionar amando y perdonando). Por esto, "fiel al espíritu de las bienaventuranzas, la Iglesia está llamada a compartir con los pobres y los oprimidos de todo tipo" (RMi 60). "El misionero es signo del amor de Dios en el mundo" (RMi 89) cuando se presenta como "el hombre de las bienaventuranzas" (RMi 91).[35]

 

      El anuncio de la Palabra incluye, pues, el testimonio y conduce a la celebración y a la vivencia. Es Palabra:

 

      - revelada para ser anunciada,

      - predicada e interpretada por la Iglesia,

      - celebrada para hacer presente el misterio salvífico de Cristo,

      - testimoniada y vivida para transparentar su realidad profunda de actitudes de donación a Dios y a los hermanos.

 

      La Palabra se predica tal como es, en toda su integridad, para toda la humanidad, para cada hombre en su integridad y en toda situación histórica, cultural y social. El ministerio o servicio de la Palabra tiene una asistencia peculiar del Espíritu Santo, especialmente cuando se trata del servicio magisterial. Esta Palabra, anunciada con esas características, congrega a la comunidad como Pueblo de Dios, para que celebre el misterio de Cristo y convierta en vida la doctrina evangélica. Cuando se hace este servicio como "primer anuncio", tiene lugar la evangelización "ad gentes".

 

      El testimonio está estrechamente unido al anuncio evangélico, no sólo como signo transparente, sino también como signo portador y eficaz del mismo mensaje que se anuncia. Uno de los "signos de los tiempos" es la "sed de autenticidad" (EN 76). El testimonio es, pues:

 

      - transparencia del mensaje evangélico en la misma persona,

      - coherencia de vida con lo que se cree y anuncia,

      - experiencia de adhesión y relación personal con Cristo,

      - autenticidad en la vivencia de la propia realidad limitada, donde uno se sabe amado por Cristo y capacitado para amarle y hacerle amar.[36]

 

      Tanto el anuncio como el testimonio tienen un dinamismo misionero intrínseco, que consiste en la urgencia de proclamar a todos los pueblos el misterio de Cristo como revelador del misterio del hombre y de la historia humana (Heb 1,1; Ef 1-3; GS 22,24,35). El misterio de Cristo, Verbo encarnado y Redentor, preparado en la historia de cada pueblo y, de modo especial, en la revelación veterotestamentaria, manifiesta la plenitud del misterio de Dios Amor como clave para descifrar el misterio del hombre y del mundo.

 

      El anuncio, acompañado del testimonio es una llamada a abrirse ("convertirse") a estos planes salvíficos de Dios en Cristo. El mensaje cristiano es patrimonio de toda la humanidad, puesto que Cristo tiene la misión de "iluminar a todo hombre que viene a este mundo" (Jn 1,9) y manifestar a toda la humanidad cuánto "amó Dios al mundo" por el hecho de "darle a su Hijo unigénito" (Jn 3,16). "Dios, creando y conservando el universo con su Palabra (cf. Jn 1,3), ofrece a los hombres en la creación un testimonio perenne de sí mismo (cf. Rom 1,19-20); queriendo además abrir el camino de la salvación sobrenatural, se reveló desde el principio a nuestros primeros padres... De este modo fue preparando, a través de los siglos, el camino del evangelio" (DV 3). "Su Hijo, la Palabra eterna... lleva a plenitud toda la revelación" (DV 4).

 

      El anuncio y testimonio, por su dinamismo interno, lleva a construir una familia humana de hijos de Dios por participación en la filiación divina de Cristo (Ef 1,5; cf. GS 22). No puede detenerse esta fuerza misionera de la Palabra, que ha sido pronunciada para el bien de toda la humanidad, puesto que "Dios habla a los hombres como amigos" (DV 2). Por esto, la Palabra revelada es mensaje universal que llama a todos a la fe, esperanza y caridad, es decir, a la configuración con los criterios, escala de valores y actitudes de Cristo, el Verbo encarnado (cf. DV 1). Al anunciar esta Palabra, por el hecho de contener los planes de salvación para todos los pueblos (DV 7), es ella misma la que prepara los caminos del corazón y de la comunidad humana para la aceptación por una explícita y sincera (DV 3,4).[37]

 

      Siendo la Palabra el mismo Cristo (Verbo encarnado), el anuncio con el testimonio es eficaz, puesto que "todo ha sido creado por él y para él" (Jn 1,3) y "todo subsiste en él" (Col 1,7). Es, pues, anuncio que tiene las características de universalidad (a todos los pueblos) y de totalidad (a toda la persona humana en sus circunstancias), hasta "recapitular todas las cosas en Cristo" (Ef 1,10).

 

      Así, pues, la Palabra anunciada es "viva y eficaz" ((Heb 4,12; cf. 1Pe 1,23; Is 49,2). Por esto, al ser anunciada auténticamente (con el "signo" del testimonio), llama, convierte, transforma y crea nuevos enviados. La Iglesia es misionera porque ha recibido la Palabra de Dios (en Cristo y por la fuerza del Espíritu) para comunicarla a todos los hombres.

 

      Las "semillas del Verbo", que ya se encuentran en las diferentes culturas y religiones, y que pueden considerarse también como huellas del mismo Cristo resucitado, llegarán a fructificar en el don de la fe explícita, si encuentran la sintonía de esas mismas huellas de Cristo vividas por el testimonio de los evangelizadores. Al anunciar la Palabra, es necesario acompañarla con los "signos" del testimonio y de la experiencia de la salvación y perdón que derivan de la misma Palabra (Mc 16,20; Act 2,32).

 

      B) Celebración de los misterios de Cristo

 

      La liturgia es un conjunto de signos portadores y eficaces de la presencia de Cristo resucitado. "Cristo está siempre presente en su Iglesia, sobre todo en la acción litúrgica" (SC 7). Esta presencia es principalmente celebración del misterio pascual de Cristo, que debe ser anunciado a todos los pueblos.

 

      Los signos litúrgicos son los signos más eficaces de evangelización de la misma comunidad y a partir de ella. En la liturgia se hace presente Cristo, Sacerdote y víctima, como mediador universal (cf. Heb 7,25; Rom 8,34).

 

      La acción evangelizadora tiende siempre a construir una comunidad cristiana donde se celebre el misterio pascual de Cristo, especialmente en la eucaristía, sacramentos en general, predicación de la Palabra, año litúrgico y liturgia de las horas. La Palabra anunciada y testimoniada es anuncio de la salvación en Cristo que se presencializa por medio de la celebración litúrgica.[38]

 

      Al mismo tiempo que, por esta celebración del misterio pascual, se construye la comunidad, ésta toma conciencia de su naturaleza misionera. "La liturgia, por cuyo medio se ejerce la obra de nuestra redención, sobre todo en el divino sacrificio de la eucaristía, contribuye en sumo grado a que los fieles expresen en su vida y manifiesten a los demás el misterio de Cristo y la naturaleza auténtica de la verdadera Iglesia... La liturgia robustece también admirablemente sus fuerzas para predicar a Cristo, y presenta así la Iglesia, a los que están fuera, como signo levantado en medio de las naciones... hasta que haya un solo rebaño y un solo pastor" (SC 2). La comunidad eclesial, por la celebración litúrgica, se evangeliza a sí misma y evangeliza a toda la comunidad humana.

 

      La sacramentalidad de la Iglesia (como signo transparente y portador de Cristo) encuentra su punto culminante en la celebración litúrgica, y, de modo especial, en la celebración de los sacramentos. La sacramentalidad de la Iglesia se hace misión, en el sentido de comunidar eficazmente el misterio de Cristo a toda la humanidad.

 

      La Iglesia, al tomar conciencia de su naturaleza misionera como participación en la misma misión de Cristo, no sólo se siente llamada a proclamar el mensaje evangélico, sino también a "realizar la obra de salvación mediante el sacrificio y los sacramentos, en torno a los cuales gira toda la vida litúrgica" (SC 6). Es entonces cuando la Iglesia expresa su realidad de "sacramento universal salvación", como signo transparente y portador del misterio de Cristo para toda la humanidad.

 

      Es por medio la celebración litúrgica que, de modo especial, la Iglesia se hace "signo levantado ante las naciones" (Is 11,12; SC 2). Entonces tiene lugar el momento culminante al que tiende toda la vida y actividad de la Iglesia, porque es la celebración del misterio pascual que, además de celebrado, debe ser anunciado y vivido personal y comunitariamente. Y es entonces cuando aparece con toda su fuerza el dinamismo misionero de la Iglesia, puesto que "los trabajos apostólicos se ordenan a que, una vez hechos hijos de Dios por la fe y el bautismo, todos se reúnan, alaben a Dios, en medio de la Iglesia, participen en el sacrificio y coman la cena del Señor" (SC 10).

 

      Toda la acción misionera de la Iglesia tiende, pues, a hacer que la comunidad de los creyentes celebre y viva el misterio pascual de Cristo muerto y resucitado. En este sentido, toda la liturgia y, de modo especial, la celebración eucarística, es "la fuente y la culminación de toda la evangelización" (PO 5; cf. SC 10, LG 11).

 

      La liturgia es "la fuente primaria y necesaria" de la vida cristiana y de la "actuación pastoral" (SC 14). Cuando se celebra el misterio pascual en la liturgia, "Cristo asocia siempre consigo a su amadísima esposa, la Iglesia" (SC 7). La urgencia de evangelizar arranca siempre de esta vivencia del misterio de Cristo en sentido esponsal, es decir, de compartir su misma realidad de consagración y misión.

 

      La renovación de la comunidad por medio de la celebración litúrgica es "como el paso del Espíritu Santo por su Iglesia" (SC 43). Esa comunidad renovada se hace disponible tanto para cumplir el mandato del amor, como para poner en práctica el mandato misionero. La "reforma y el fomento de la liturgia" son, pues, un medio privilegiado para "invitar a todos los hombres al seno de la Iglesia" (SC 1).[39]

 

      La comunidad eclesial renovada, por el hecho de vivir el misterio pascual desde su propia realidad cultural y sociológica, se hará capaz de inculturar los signos litúrgicos en otros ambientes culturales (cf. SC 37-40).

 

      El camino litúrgico es camino di misionariedad, haciendo a la comunidad sujeto y objeto de evangelización:

 

      - escuchando fielmente y con actitud de oración la palabra predicada,

      - celebrando los sacramentos de la iniciación como opción fundamental en la adhesión a Cristo,

      - haciendo de la eucaristía una celebración comprometida,

      - recibiendo el mandato misionero a partir de la celebración del misterio pascual durante todo el año litúrgico.

 

      La comunidad eclesial, como la primera comunidad cristiana, vive la liturgia escuchando la enseñanza de los apóstoles, celebrando la fracción del pan, compartiendo los bienes con los hermanos (Act 2,42). Entonces adquiere la capacidad de "predicar la Palabra de Dios con audacia" (Act 4,29-31). Sobre todo en el momento eucarístico, la comunidad se siente llamada a "anunciar la muerte del Señor hasta que él vuelva" (1Cor 11,26). El sacrificio redentor de Cristo se realiza "como rescate por todos" (Mt 20,28;cf. Mt 26,28). El "cenáculo" de cada comunidad, donde se celebra la Palabra y la eucaristía, encuentra su personificación (su "Tipo") en "María la Madre de Jesús" (Act 1,14).

 

      La tarea evangelizadora tiende a la implantación de la Iglesia (AG 6). Ahora bien, esta implantación sólo puede realizarse por medio de los signos permanentes de la presencia de Cristo resucitado. El signo principal de esta presencia lo constituye la celebración litúrgica como anuncio, presencialización y comunicación del misterio pascual. Una señal clara de la implantación de la Iglesia y de su proceso de madurez, es la celebración activa y comprometida del misterio de Cristo.

 

      Los sacramentos, como signos salvíficos eficaces instituidos por el Señor, son la máxima expresión de la sacramentalidad de la Iglesia y, consiguientemente, también de su misionariedad, especialmente cuando se trata de la eucaristía. La humanidad de Cristo, a través de la cual descubrimos "su gloria" de Hijo de Dios (Jn 1,14; 2,11), se expresa eficazmente a través de la sacramentalidad de la Iglesia. El sacramento "original" de la humanidad de Cristo se concretiza en el sacramento "general" de la Iglesia y, de modo especial, en cada uno de los siete "sacramentos" propiamente dichos.

 

      La misión de la Iglesia incluye esa acción sacramental: "Id..., bautizad a todas las gentes" (Mt 28,19); "esto es mi cuerpo entregado por vosotros" y "por todos", "haced esto en memoria mía" (1Cor 11,24-25; Mt 26,28); "como mi Padre me envió, así os envío yo..., a quienes perdonareis los pecados les serán perdonados" (Jn 20,21-23). Esta misión eclesial, además de la predicación de la Palabra, incluye "realizar la obra de salvación mediante el sacrificio y los sacramentos" (SC 6; EN 47).

 

      Los sacramentos, por ser "sacramentos de la fe", educan a la comunidad y a cada uno de los fieles a celebrar, vivir y anunciar esta misma fe (SC 59; EN 47). La educación en la fe no sería perfecta si la comunidad eclesial no asumiera la responsabilidad apostólica que deriva de los sacramentos. Los sacramentos, por su misma celebración, urgen a la comunidad a llevar el mensaje salvífico de Cristo a todos los pueblos.[40]

 

      Los sacramentos de la iniciación cristiana (bautismo, confirmación y eucaristía), son parte integrante del primer anuncio y, por tanto, pertenecen esencialmente al proceso de implantación de la Iglesia. La proclamación del misterio pascual de Cristo es una llamada a participar en él por medio del bautismo; el creyente se hace hijo adoptivo de Dios, como hijo en el Hijo (cf. SC 6). El sacramento de la confirmación vincula más a la Iglesia, por la gracia especial del Espíritu Santo, que convierte los creyentes en defensores y apóstoles de la fe: "se vinculan más a la Iglesia, se enriquecen con una fuerza especial del Espíritu y con ello quedan obligados más estrictamente a difundir y defender la fe, como verdaderos testigos de Cristo, por la palabra y juntamente con las obras" (LG 11).

 

      Por la eucaristía se llega a la plena participación del misterio pascual, como "fuente y culminación de toda la evangelización" (PO 5), "fuente y cumbre de toda la vida cristiana" (LG 11). A ella "se ordenan todos los trabajos apostólicos" (SC 10). La eucaristía "construye la Iglesia" (RH 20). La comunidad eclesial no está implantada suficientemente mientras en ella no se celebra la eucaristía, como fuente de las vocaciones y como centro a donde se orientan los ministerios proféticos, cultuales y hodegéticos (cf. PO 5; SC 10).[41]

 

      La comunidad eclesial se evangeliza y, a su vez, se hace evangelizadora, por la celebración comprometida de la eucaristía. La proclamación de la Palabra, como anuncio del misterio pascual, lleva a la celebración de este mismo misterio. Las exigencias de la caridad cristiana son la expresión de una vida que participa de la donación sacrificial de Cristo Sacerdote y Víctima (Heb 10,5-7; 13,15-17; 2Cor 1,20). "No se edifica ninguna comunidad cristiana si no tiene como raíz y quicio la celebración de la santísima eucaristía; por ella, pues, hay que empezar toda la formación para el espíritu de comunidad. Esta celebración, para que sea sincera y cabal, debe conducir lo mismo a las obras de caridad y de mutua ayuda que a la acción misional y a las varias formas del testimonio cristiano" (PO 6).

 

      Todos los otros sacramentos, a partir de los sacramentos de la iniciación y, de modo especial, a partir de la eucaristía, con otras tantas etapas de un caminar eclesial, personal y comunitario, hacia la pascua definitiva juntamente con toda la humanidad: reconciliación, unción de los enfermos, orden sagrado, matrimonio. La gracia peculiar de encuentro y configuración con Cristo, que es propia de cada sacramento, es una capacitación para el camino de la santidad (caridad) y de la misión.[42]

 

      La Iglesia, "sacramento universal de salvación", es la misma comunidad peregrina y escatológica que, celebrando el sacrificio del Señor, se prepara y prepara a todos los hermanos para "parusía" o venida definitiva de Cristo resucitado (SC 47). "Porque Cristo levantado en alto sobre la tierra atrajo hacia Sí a todos los hombres (cf. Jn 12,32); resucitando de entre los muertos (cf. Rom, 6,9) envió a su Espíritu vivificador sobre sus discípulos y por él constituyó a su cuerpo que es la Iglesia, como sacramento universal de salvación; estando sentado a la diestra del Padre, sin cesar actúa en el mundo para conducir a los hombre a su Iglesia y por ella unirlos a sí más estrechamente, y alimen­tándolos con su propio cuerpo y Sangre hacerlos partícipes de su vida gloriosa" (LG 48).

 

      C) Servidores de caridad y promoción humana

 

      Cada miembro de la comunidad, según su vocación específica, queda comprometido a servir en ella y desde ella en los diversos niveles y ministerios: profético (anuncio y testimonio), litúrgico, diaconal (servicios de caridad, de organización y animación). La comunidad cumple con su deber misionero "ad intra" y "ad extra", cuando vive armónicamente estos tres niveles. Cualquier ministerio en la comunidad es un acto evangelizador, que convierte a los creyentes en santos y apóstoles.[43]

 

      La comunidad que escucha y anuncia la Palabra, y que celebra el misterio pascual de Cristo, se convierte en comunidad que ama, creando un ambiente de familia, tendiendo al ideal de "tener todos los bienes en común" (Act 2,44), es decir, dispuesta a compartir con todos los hermanos los dones recibidos de Dios. La comunión ("coinonía") se manifiesta en el servicio ("diaconía"), que es, por ello mismo, misión local y universal. Es siempre servicio de caridad, como fuente y raíz de todo ministerio.

 

      Esta caridad tiene siempre dos facetas: asistencial de ayuda inmediata a los hermanos que padecen necesidad (enfermos, pobres, marginados...); promocional o de proporcionar a todos los medios necesarios para valerse por sí mismos (trabajo, cultura, libertad, familia...). El campo más importante de esta acción caritativa es siempre el de hacer llegar a todos la posibilidad de escuchar el mensaje cristiano para disponerse a recibir el don de la fe y de la salvación integral en Cristo.[44]

 

      La acción evangelizadora se desarrolla siempre en la línea del misterio de la encarnación (Jn 1,14). La "inserción" evangélica tiene lugar en todas las situaciones culturales, sociológicas, históricas y religiosas. Cada miembro de la comunidad, según su propia vocación, es responsable en todos estos campos donde se necesita la caridad cristiana. La Iglesia, viviendo su realidad de misterio (como expresión del misterio de Cristo) y de comunión (compartiendo los bienes entre los hermanos), llega a su máxima capacidad de misión. "La evangelización no sería completa si no tuviera en cuenta la interpelación recíproca que, en el curso de los tiempos, se establece entre el evangelio y la vida concreta, personal y social, del hombre" (EN 29).

 

      La relación entre evangelización y promoción humana (desarrollo, liberación), puede resumirse en tres grandes líneas:

 

      - línea antropológica: "porque el hombre que hay que evangeliar no es un ser abastracto, sino un ser sujeto a los problemas sociales y económicos",

      - línea teológica: "ya que no se puede disociar el plan de la creación del plan de la redención",

      - línea evangélica: "la caridad".[45]

 

      La línea específica de la actividad misionera de la Iglesia, en todas sus "vías operativas" o "caminos de misión" (RMi V), es la de la caridad, como realización de los valores evangélicos contenidos en las bienaventuranzas y en el mandato del amor. "La Iglesia quiere extraer toda la verdad contenida en las bienaventuranzas de Cristo y sobre todo la verdad contenida en esta primera: 'Bienaventurados los pobres de espíritu'... Fiel al espíritu de las bienaventuranzas, la Iglesia está llamada a compartir con los pobres y los oprimidos de todo tipo... En efecto, son estas numerosas obras de caridad las que atestiguan el espíritu de toda la actividad misionera. El amor, que es y sigue siendo la fuerza de la misión" (RMi 60).[46]

 

      La acción misionera de la comunidad eclesial es prolongación de la misión del Señor, en su doble línea de cercanía y trascendencia. Cristo se acerca al hombre concreto en el mundo en que vive, para liberarlo de la opresión del pecado y de sus consecuencias. Es una liberación integral porque se realiza en la verdad de la donación y en una perspectiva de esperanza. Por esto "el anunciador de la 'Buena Nueva' ha de ser un hombre que ha encontrado en Cristo la verdadera esperanza" (RMi 91). En este sentido, la cercanía de Jesús para "evangelizar a los pobres" (Lc 4,18; Mt 11,5), se distingue radicalmente de los falsos "mesianismos" de todas las épocas que ya se reflejan en las tentaciones del desierto (Mt 4,1-11). La aportación de la Iglesia a la promoción humana consiste en "dar un sentido más humano al hombre y a su historia" (GS 40).[47]

 

      La inserción del evangelio en las circunstancias concretas se aplica especialmente en las situaciones de desarrollo y en las de marginación e injusticia. "La Iglesia se siente íntima y realmente solidaria del género humano y de su historia" (GS 1). También en la misión "ad gentes" se trata de una "acción para el desarrollo integral y la liberación de toda opresión" (RMi 58). Por esto "a los que buscan la paz desea responderles con diálogo fraterno, ofreciéndoles la paz y la luz que brotan del evangelio" (AG 12).[48]

 

      La acción evangelizadora tiende a promover al hombre en cuanto tal, en toda su integridad, por encima de los modelos económicos o de mercado. El evangelio propone, a la luz del misterio de Cristo (cf. GS 22), un nuevo modelo de hombre: salvado en toda su integridad, respetado en su multiformidad de culturas, protagonista del desarrollo, libre del dominio de todo género de materialismo y de todo tipo de esclavitud ideológica.

 

      El camino práctico para llegar a esta liberación integral es la educación de las conciencias. "La Iglesia educa las conciencias revelando a los pueblos al Dios que buscan, pero que no conocen; la grandeza del hombre creado a imagen de Dios y amado por él; la igualdad de todos los hombres como hijos de Dios; el dominio de la naturaleza creada y puesta al servicio del hombre; el deber de trabajar para el desarrollo del hombre entero y de todos los hombres" (RMi 58).[49]

 

      La relación entre evangelización "ad gentes" y nueva evangelización encuentra en esta acción liberadora, basada en el mandato del amor, el campo adecuado de renovación que hace a la comunidad disponible para la evangelización "ad intra" y "ad extra".[50]

 

      Esta renovación eclesial está basada en las actitudes personales y en las estructuras de pobreza evangélica: "una sincera revisión de la propia vida en el sentido de solidaridad con los pobres" (RMi 60), puesto que, "fiel al espíritu de las bienaventuranzas, la Iglesia está llamada a compartir con los pobres y los oprimidos de todo tipo" (ibídem).[51]

 

      Estos servicios de caridad son, pues, un proceso de crecimiento y de liberación de la misma comunidad hasta hacerla disponible para abrirse a los planes salvíficos de Dios:

 

      - apertura generosa a la Palabra (cf. n. A),

      - sintonía con el misterio pascual de Cristo (cf. n.2 B),

      - disponibilidad para compartir los bienes con todos los hermanos,

      - cooperación con el propio carisma, vocación y ministerio,

      - atención  preferencial a los campos de pobreza: nuevos pobres, juventud marginada, familia...

      - denuncia de las situaciones personales y sociales de injusticia,

      - exposición de los caminos evangélicos de esperanza para superar las situaciones de pobreza,

      - compromiso personal y comunitario de vida de pobreza evangélica.[52]

 

      La Iglesia está, pues, insertada en el mundo, con un dinamismo por el que conduce a la humanidad entera hacia una nueva tierra (GS 39). Por esto la salvación integral que ofrece es de línea escatológica (cf. cap. VI, 1 C). Su acción salvífica, que es la de Cristo, consiste en transformar la sociedad desde dentro, desde el corazón humano. "Solamente la santidad de vida alimenta y orienta una verdadera promoción humana y cultura cristiana" (SanDo 31).

 

      Hay dos tendencias que aparecen en todo período eclesial: gracia o naturaleza, divinidad o humanidad, vida interior o acción... El error nace de la ruptura o del desequilibrio entre ambas líneas. La "missio Dio" es la misma "missio Ecclesiae", que integra, gracias al misterio de la encarnación y redención, el "kerigma" con la promoción humana, la escatología con la inserción, lo sobrenatural con los verdaderos valores del humanismo.[53]

 

      La misión liberadora y solidaria de la Iglesia se realiza a través de la evangelización. Se anuncia a Cristo Salvador y Redentor, el Hijo de Dios hecho hombre, cabeza, mediador, hermano, responsable, sacerdote que asume como propia la historia de cada persona y de la humanidad entera. "A la pregunta, ¿para qué la misión? respondemos con la fe y la esperanza de la Iglesia: abrirse al amor de Dios es la verdadera liberación. En él, sólo en él, somos liberados de toda forma de alienación y extravío, de la esclavitud del poder del pecado y de la muerte" (RMi 11).

 

      Esta acción evangelizadora es liberadora porque se realiza en la fe, la esperanza y la caridad; por esto no puede confundirse con ninguna otra actuación social y política. "La misión esencial de la Iglesia, siguiendo la de Cristo, es una misión evangelizadora y salvífica. Saca su impulso de la caridad divina. La evangelización es anuncio de salvación, don de Dios".[54]

 

3. Construir la comunidad eclesial en la comunión

 

      Un elemento fundamental e imprescindible de la acción misionera es el crecimiento de la comunidad eclesial, para construirse como familia en la comunión que refleja la comunión trinitaria. Solamente por medio de este crecimiento propio y peculiar, podrá colaborar en la edificación de la comunidad humana como familia de hijos de Dios. La misión de Jesús, continuada en la Iglesia, procede de la comunión trinitaria y tiende a crear en todos los pueblos el reflejo de esta misma comunión (Jn 17,18-23; 20,21).

 

      El crecimiento de una comunidad eclesial se realiza por la escucha de la Palabra, la oración, la celebración de la eucaristía, el compartir los bienes y la disponibilidad misionera. Este proceso, que no es obra meramente humana, se realiza bajo la acción del Espíritu Santo (cf. Act 2,42-47; 4,31-34).[55]

 

      Por este proceso, se construye la comunidad de fe, oración, esperanza, caridad y misión. La "nueva evangelización" se hace realidad por este mismo proceso y crecimiento, de suerte que renovándose en comunión, la comunidad se hace evangelizadora "ad intra" y "ad extra".[56]

 

      A) Iglesia, familia solidaria

 

      La comunidad se edifica como comunión y familia a partir de la Palabra, que la convoca continuamente, y de la eucaristía, que la transforma en "un solo cuerpo" de Cristo (1Cor 12,12). La apertura a Cristo (por la fe viva) y al Espíritu Santo (por la fidelidad a su acción), construye la Iglesia como comunión. La escucha de la Palabra, la vivencia del misterio eucarístico y la sintonía con la acción salvífica del Espíritu, unifica a las personas en un solo amor, que es reflejo de la comunión trinitaria y "exponente de la presencia de Dios en el mundo" (RMi 48).[57]

 

      La comunidad que vive en comunión se hace escuela permanente de contemplación de la Palabra (para vivirla y anunciarla), de celebración del misterio pascual de Cristo (que transforma la vida en donación sacrificial), de seguimiento evangélico de Cristo (que hace de cada fiel su transparencia), de convivencia solidaria para compartir el mismo caminar de hermanos (con sus bienes y dones, sus dificultades y esfuerzos). La calidad de comunión se hace capacidad de misión.[58]

 

      El modelo más concreto de esta comunión eclesial es la familia cristiana, como "Iglesia doméstica" (LG 11; AA 11). Si "el futuro de la humanidad se fragua en la familia" (FC 86) y si "la Iglesia encuentra en la familia, nacida del sacramento, su cuna" (FC 15), es porque la familia es expresión concreta de la comunión trinitaria, que debe ser realidad, por el amor verdadero, en toda la comunidad humana.[59]

 

      La comunidad eclesial (y toda la familia humana) tiene necesidad de este signo del amor esponsal de y a Cristo, que se expresa en la comunión familiar como "íntima comunión de vida y de amor" (GS 48). La familia cristiana tiene la "misión de custodiar, revelar y comunicar el amor como reflejo del amor de Dios y del amor de Cristo por la Iglesia" (FC 17). En la comunión familiar se realiza "la presencia pascual del Señor" (Puebla 583), como "imagen fuerte y suave de Cristo muerto y resucitado" (ibídem 588). En este sentido, el "matrimonio" es el "gran misterio" en el que se manifesta el amor esponsal entre Cristo y su Iglesia.

 

      La naturaleza misionera de la Iglesia debe manifestarse en la familia como "Iglesia doméstica". La comunión familiar se hace concretización de la sacramentalidad de la Iglesia como "sacramento universal de salvación" (comparar LG 11 y AG 1). El deber misionero del todo el Pueblo de Dios (AG 36) y de cada comunidad cristiana (AG 37) encuentra en la familia una expresión privilegiada. Ello "significa que en cada familia cristiana deberían reflejarse los diversos aspectos de la Iglesia entera... La familia, al igual que la Iglesia, debe ser un espacio donde el evangelio es transmitido y desde donde éste se irradia. Dentro, pues, de una familia consciente de esta misión, todos los miembros de la misma evangelizan y son evangelizados" (EN 71). En esa primera experiencia de Iglesia, que es la familia, "los esposos y padres cristianos... se constituyen en testigos y colaboradores de la fecundidad de la madre Iglesia" (LG 41). Por esto, "tanto el hombre como la familia constituyen el camino de la Iglesia".[60]

 

      Toda comunidad reducida, como las "comunidades eclesiales de base" o grupos parecidos, vive la misma realidad de toda la Iglesia, dentro de los propios límites, para que cada uno pueda ser acogido, expresarse y compartir. Por ser Iglesia, la pequeña comunidad vive en comunión responsable con la Iglesia local y universal. "Porque la Iglesia es comunión, las así llamadas nuevas comunidades de base, si verdaderamente viven en la unidad con la Iglesia, son verdadera expresión de comunión e instrumento para edificar una comunión más profunda. Por ello, dan una gran esperanza para la vida de la Iglesia" (RMi 51).

 

      La "experiencia comunitaria" (RMi 51), por ser comunión, no es nunca un círculo cerrado, sino siempre abierto y concéntrico. Una comunidad es comunión si en ella se percibe el eco y la concretización de la Iglesia universal. La Palabra, la eucaristía y el mandato del amor abren el corazón de cada uno y la comunidad entera a la comunión de toda la Iglesia. Por esto, la misión "ad extra" nunca es un contagio de la propia problemática ni tampoco un modo cómodo de dar lo que sobra, sino el intercambio fraterno de bienes exigido por la comunión eclesial.[61]

 

      La Iglesia universal se concretiza en el "aquí y ahora" (lugar y espacio, carismas y valores culturales) de cada Iglesia particular. Cuando la Iglesia particular vive la comunión, con las gracias peculiares recibidas del Espíritu como herencia de los Apóstoles, se abre a la Iglesia universal y a toda la humanidad en intercambio o "comunicación de bienes" (LG 13). La "particularidad" de una Iglesia, con su herencia apostólica y su historia de gracia, no está condicionada a los límites socioculturales de naciones o estados, sino que, por su sacramentalidad, su catolicidad y su apostolicidad, se abre a la universalidad de la misión, de dar y de recibir los dones que son de todos.[62]

 

      La comunidad se construye en la comunión por obra del Espíritu Santo, que es expresión del amor entre el Padre y el Hijo. La Palabra, inspirada por el Espíritu, realiza esta nueva creación en cada componente de la comunidad y en la comunidad entera. Por la eucaristía, "el mismo Espíritu" realiza la unidad, haciendo que la comunidad sea "un solo cuerpo" (1Cor 12,4.12). El servicio apostólico de la Palabra y de la eucaristía (Act 2,42-44) es un servicio necesario para construir la comunión de "un solo cuerpo y una sola alma" (Act 4,32). Entonces, en cada comunidad eclesial, si es auténtica, se encuentra una concretización de la Iglesia universal.

 

      La comunión es un camino y una escuela permanente de:

 

      - apertura a los hermanos para compartir, servir, colaborar,

      - apertura a otras comunidades para intercambiar sin superioridad ni egoísmo,

      - apertura a toda la familia humana para construirla como familia de hijos de Dios.

 

      La vida de comunión es una presencia activa, auténtica y humilde, que se traduce en saber dar y recibir, sin exigir correspondencia, para que cada uno se realice según los planes de Dios Amor. La comunión es solidaria cuando es coherente con la propia experiencia de misericordia y de gratuidad de Dios. Es siempre comunión con la propia historia personal y colectiva de gracia. La ruptura o desconocimiento de esa comunión histórica se convertiría en fuente de inestabilidad, desequilibrio y angustia. Sólo el amor de Cristo que hace posible la vida de comunidad en verdadera fraternidad.[63]

 

      Esta escuela de comunión, que es la pequeña comunidad, deriva necesariamente hacia la construcción de la comunidad de la Iglesia particular y universal. La misión que deriva de la comunión tiende, por su misma naturaleza, a la construcción de la Iglesia más que a la realización de la propia obra particular, personal o colectiva. Las instituciones eclesiales son Iglesia si hacen Iglesia sin buscarse preferentemente a sí mismas.

 

      La Iglesia local o particular se construye siempre en relación con los sucesores de los Apóstoles (especialmente con el sucesor de Pedro) y haciendo que surjan en la comunidad vocaciones nativas y ministerios inculturados. Esta construcción de la comunión eclesial no se realiza cuando las obras e instituciones buscan principalmente su propio crecimiento e interés, y cuando desconocen o infravaloran los carismas diferentes de otras comunidades.

 

      Este esfuerzo por construir la propia comunidad, en el conjunto de comunidades que constituyen la Iglesia particular, es la mejor escuela para colaborar directamente en la misión "ad gentes", que consiste en "fundar comunidades cristianas" y hacerlas "crecer hasta su completa madurez" (RMi 48). La misión de primera evangelización corre el riesgo de no realizarse adecuadamente, cuando los evangelizadores no han tenido experiencia de Iglesia particular.

 

      Cuando la Iglesia particular o local ha ido creciendo en la comunión, espontáneamente colabora en la misión universal "ad gentes". "Todo el misterio de la Iglesia está contenido en cada Iglesia particular, con tal de que ésta no se aisle, sino que permanezca en comunión con la Iglesia universal y, a su vez, se haga misionera" (RMi 48).

 

      Este proceso de comunión, en la construcción de la Iglesia misionera, presupone "una radical conversión de la mentalidad" (RMi 49). Los problemas internos de una comunidad e institución eclesial sólo se solucionan abriendo la comunidad a la generosidad evangélica y a la misión universal. "Sólo haciéndose misionera la comunidad cristiana podrá superar las divisiones y tensiones internas y recobrar su unidad y su vigor de fe" (RMi 49).

 

      Una comunidad eclesial que se haya construido en la comunión interna y de Iglesia local y universal, será capaz de abrirse al "ecumenismo" o búsqueda de la unidad con otros comunidades no católicas o no cristianas. La referencia a Cristo resucitado presente y la fidelidad a las nuevas gracias del Espíritu, harán posible la unión de todos los cristianos en una sola Iglesia.

 

      La falta de unidad es "uno de los grandes males de la evangelización" (EN 77). Si faltara la misionariedad universal, que fluye de la comunión, las comunidades eclesiales no estarían preparadas para la unión de todos los cristianos, querida y pedida por Jesús (Jn 17,21ss). "La suerte de la evangelización está ciertamente vinculada al testimonio de unidad dado por la Iglesia... Queremos subrayar el signo de la unidad entre todos los cristianos, como camino e instrumento de evangelización" (EN 77).[64]

 

      B) Unidad armónica de vocaciones, ministerios y carismas

 

      Las comunidades eclesiales se componen de personas llamadas, para realizar diversos servicios, urgidas y potencias por carismas o gracias peculiares del Espíritu Santo. Son los diversos signos permanentes de la presencia de Cristo resucitado: vocaciones, ministerios, carismas.

 

      Por el hecho de creer en Cristo, que es el "único Señor" (1Cor 8,6), por comer del "mismo pan" (1Cor 10,17) y por ser animada por "el mismo Espíritu" (1Cor 12,4), la comunidad se constituye en "un solo cuerpo" (1Cor 12,12; Rom 12,5), cuya "cabeza" es el mismo Cristo (Ef 1,22; Col 1,18). Estas realidades fundamentan la unidad armónica y vital de todas las personas, servicios y gracias peculiares. Es la unidad de "un pueblo reunido en virtud de la unidad del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo" (LG 4; cf. Ef 2,18).

 

      Los títulos bíblicos aplicados a la Iglesia, y de modo especial el de "Pueblo" y el de "cuerpo", indican esta armonía en la diversidad, "como un todo en la fe", con elementos visibles e invisibles, en una variedad y articulación de dones que "sirve al Espíritu Santo, que la vivifica" (LG 8).[65]

 

      Todos esos signos eclesiales son dones del Espíritu a la Iglesia Pueblo de Dios; son "medios apropiados de unión visible y social" (LG 9). La principal característica de la Iglesia como "Pueblo" es la de ser propiedad esponsal de Dios, para ser signo de sus planes salvíficos ante todos los pueblos (Is 11,12; SC 2). En el Pueblo de Dios debe reflejarse la comunión de Dios Amor, donde el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son relación y donación mutua.[66]

 

      La peculiaridad de cada vocación, ministerio y carisma queda garantizada sólo cuando se inserta en la comunión. Todo don del Espíritu necesita desarrollarse en la realidad de Iglesia, que es comunión. La resonancia de unos dones peculiares en otros dones diferentes, con el respeto y la colaboración, garantizan la fidelidad a los mismos dones. La comunidad eclesial, viviendo en armonía los dones recibidos, se hace "germen segurísimo de unidad para todo el género humano" (LG 9).[67]

 

      La llamada "pastoral de conjunto" es una expresión y consecuencia necesaria de la comunión eclesial. El equilibrio de ministerios, en la armonía de vocaciones y carismas, hace que la comunidad se desarrolle en sus tres niveles esenciales: como comunidad profética, litúrgica y diaconal o de servicios de caridad.

 

      La eficacia de la misión dependerá de la vivencia de esta pastoral de comunión, que es signo portador de la presencia de Cristo (Mt 18,20; Jn 13,35; 17,23). Las "piedras vivas" (1Pe 2,5) del edificio de la Iglesia tienden a la construcción de la "morada de Dios", que será constituida por todos los pueblos (cf. Apoc 21,3).[68]

 

      Se necesita la coordinación comunitaria de todos los componentes de la comunidad eclesial. Las diversas fuerzas apostólicas se armonizan en la propia zona geográfica, en el sector de actuación (educación, culto, caridad...), siempre en relación con toda la Iglesia particular y universal. El problema no es tanto de relación entre carismas peculiares y ministerios institucionales, cuanto de intercambio de dones entre personas e instituciones:

 

      - vocaciones: laical, religiosa o de vida consagrada, sacerdotal (cada una con los matices especiales de su fundación o institución),

      - ministerios: proféticos, cultuales, diaconales (cada uno en relación con los diversos sectores de actuación: escuela, catequesis, celebraciones, grupos apostólicos, enfermos, pobres, juventud, familia, trabajo, emigrantes, marginados...),

      - carismas: de contemplación, de seguimiento evangélico o perfección, de vida comunitaria, de acción y animación en la comunidad, etc.[69]

 

      Cada persona e institución, para valorar los propios carismas y la propia misión, necesita valorar las realidades de gracia que se encuentran en las demás personas e instituciones. La humildad (o autenticidad) apostólica es garantía de comunión y misión. Nadie es imprescindible, pero todos tienen algo específico que aportar. La pastoral de conjunto es una concretización de esta comunión corresponsable, poniendo en relación laicos, personas consagradas y sacerdotes, para equilibrar e integrar ministerios y servicios, salvando los carismas específicos. La unidad y coordinación, que respeta siempre el principio de subsidiariedad, corresponde a quien preside la Iglesia particular como sucesor de los Apóstoles y en comunión con el carisma de Pedro.

 

      Para asegurar esta comunión, existen servicios y órganos de administración y gobierno, así como de consejo y animación: curia (pastoral y de gobierno), parroquias y arciprestazgos o vicarías (decanatos), comisiones o delegaciones para los respectivos campos (personal según el estado de vida, sectores geográficos, catequesis, educación, vida litúrgica, sanidad, cáritas, asociaciones y movimientos...), consejos (de gobierno y administración, pastoral y presbiteral). El sector misionero "ad gentes" tiene un puesto especial por medio de la delegación diocesana de misiones y de las Obras Misionales Pontificias.[70]

 

      C) La fuerza evangelizadora de la "comunión"

 

      La misión que Jesús confía a la comunidad eclesial procede de la comunión trinitaria (cf. cap. III). Por ello mismo, la misión eclesial se realiza a partir de la comunión, que refleja la comunión divina. El cumplimiento del mandato del amor se convierte en signo eficaz para la misión evangelizadora (Jn 13,34-35). Cuando Jesús oró al Padre, durante la última cena, indico la identidad de su misión con la nuestra (Jn 17,18), mientras, al mismo tiempo, señaló la necesidad de la comunión para que la misión sea efectiva y eficaz (Jn 17,21-23).[71]

 

      La Iglesia construirá la comunión de la humanidad entera, en la medida en que ella misma sea comunión (cf. SRS 40). La misión se realiza a partir de la "sacramentalidad" de la Iglesia, como signo portador de Cristo para todos los pueblos; esa sacramentalidad es esencialmente unidad de misión. "Dios... la constituyó Iglesia, a fin de que fuera para todos y cada uno sacramento visible de esta unidad salvífica" (LG 9).[72]

 

      Cuando la comunidad vive su realidad de comunión, se convierte en escuela de misión para todos sus componentes. Las dos realidades se postulan mutuamente. El sentido de comunión local y universal será índice de la disponibilidad para la misión "ad gentes". La comunidad se hace disponible para la misión universal cuando comprende que todos son "uno en Cristo" (Gal 3,28). La misión "ad gentes" resuena sin obstáculos, cuando la comunidad es "un solo corazón y una sola alma" (Act 4,32).[73]

 

      La eficacia de la comunión, especialmente en el campo de la misión, deriva de:

 

      - la Palabra contemplada y celebrada, que unifica la comunidad haciéndola transparencia del evangelio,

      - la celebración de los misterios de Cristo (especialmente en la eucaristía), que unifica la comunidad haciéndola oblación con Cristo,

      - el mandato del amor expresado en servicios o ministerios y en compartir los bienes, como transparencia de la misma persona de Jesús que "pasó haciendo el bien" (Act 10,38)m

      - la acción del Espíritu Santo que unifica el corazón para hacerse donación a los hermanos,

      - el reflejo de la comunión trinitaria en la vida de comunidad por el ejercicio de saber dar y recibir con relación personal de donación mutua,

      - la presencia de Jesús resucitado bajo los signos eclesiales de comunión y de misión (Mt 18,20; Mc 16,20).

 

      La comunión es, pues, un signo eficaz de evangelización. Efectivamente, "en esta comunión está el fundamento de la misión" (RMi 75). La capacidad de comunión (y de contemplación) se convierte en capacidad de misión (cf. Jn 17,23; 13,34-35).

 

      Por la comunión vivida en la comunidad, la Iglesia se presenta como el "sacramento visible de la unidad" (LG 9), es decir, como "signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano", hasta llegar a "la unidad completa" (LG 1). La paz de la entera familia humana se construye previamente en cada corazón y en cada comunidad. "Dios para establecer la paz o comunión con él y armonizar la sociedad fraterna entre los hombres pecadores, decretó entrar en la historia de la humanidad de un modo nuevo y definitivo enviando a su Hijo en nuestra carne para arrancar por su medio a los hombres del poder de las tinieblas y de satanás (Cf. Col 1,13; Act 10,38), y en él reconciliar consigo al mundo" (AG 3).[74]

 

      La comunión, como fuente de la misión, es fidelidad generosa y dinámica respecto a los carismas personales o institucionales de los demás, respecto a la historia de gracia desde Pentecostés hasta hoy y respecto a las nuevas gracias del Espíritu Santo. "Ninguna laceración debe atentar contra la armonía entre la fe y la vida: la unidad de la Iglesia es herida no sólo por los cristianos que rechazan o falsean la verdad de la fe, sino también por aquellos que desconocen las obligaciones orales a las que los llama el Evangelio" (VS 26).[75]

 

      La nueva evangelización es una respuesta a la "nueva primavera" de gracia (RMi 2) o "nueva época misionera" (RMi 92). La comunidad eclesial se prepara no sólo por nuevos métodos y nuevas expresiones, sino principalmente por el nuevo fervor de caridad y comunión. Por este nuevo fervor, la Iglesia aparecerá como "nueva comunidad fraterna", encargada de ser comunión para construir la comunión universal: "Jesucristo ordenó a los Apóstoles predicar a todas las gentes la nueva evangélica, para que la humanidad se hiciera familia de Dios, en la que la plenitud de la ley sea el amor" (GS 32; cf. SRS 40).

 

      En este sentido, "la nueva evangelización exige la conversión pastoral de la Iglesia. Tal conversión debe ser coherente con el Concilio. Lo toca todo y a todos: en la conciencia y en la praxis personal y comunitaria, en las relaciones de igualdad y de autoridad; con estructuras y dinamismos que hagan presente cada vez con más claridad a la Iglesia, en cuanto signo eficaz, sacramento de salvación universal" (SanDo 30).[76]

 

      La comunidad ya es "un hecho evangelizador" (Puebla 663), cuando vive la comunión. "El amor  es y sigue siendo la fuerza de la misión, y es también el único criterio según el cual debe hacerse o no hacerse, cambiarse o no cambiarse" (RMi 60). La lógica evangélica de comunión no sigue las reglas de la eficacia y constatación humana, sino que es así:

 

      - "dar desde la propia pobreza" (Puebla 368 y RMi 64): compartir lo que se es y se tiene,

      - "solidaridad con los pobres" (RMi 60; cf. Puebla 1142; cf. Santo Domingo, cap. 2 de la 2ª parte): a partir de la vida de comunión en la propia comunidad donde se celebra la eucaristía,

      - "entrega sincera de sí mismo a los demás" (GS 24) o "dar a los demás lo mejor de sí mismo" (Juan XXIII): realizarse en el servicio gozoso a los demás,

      - ser "contemplativo en la acción" (RMi 91) para insertarse, a partir del propio carisma,  en la realidad humana,

      - encontrar la peculiaridad del propio carisma en la colaboración armónica con otros carismas e instituciones,

      - ser y hacer Iglesia: buscar construir la Iglesia local y universal, haciendo donación del propio carisma, sin buscar preferentemente el crecimiento de la propia obra.

 

      Esta fuerza evangelizadora de la comunión eclesial tiende, por su misma naturaleza, a la construcción de toda la humanidad según la comunión de Dios Amor (LG 4 y SRS 40). Sin esta perspectiva universalista, la fuerza de un grupo, a pesar de los éxitos inmediatos, no pasa de ser un valor pasajero de un número o de una moda. Las obras de evangelización permanecen cuando han nacido de la comunión. Las persecuciones y el desgaste del tiempo se encargan de purificar todo lo que no nazca del amor, porque sólo "la caridad viene de Dios" (1Jn 4,7). Todo lo que no sea comunión eclesial, es caduco, tanto en el campo de la "perfección" como en el de la "misión".

 

                           ORIENTACION BIBLIOGRAFICA

 

AA.VV., Comentarios a la constitución sogre la sagrada liturgia (Madrid, BAC 1965).

 

AA.VV, Comunidad eclesial y misiones (Burgos, 1971).

 

AA.VV, Comunión: nuevo rostro de la misión (Burgos, XXXIII Semana Misional, 1981.

 

AA.VV., De masa a Pueblo de Dios. Proyecto pastoral (Madrid, PPC 1982).

 

* AA.VV., Enciclopedia di Pastorale (Casale Monferrato, PIEMME, 1988-93) 4 vol.

      Fudamentos: hechos, problemas, teología pastoral. Anuncio: predicación, catequesis, guía personal. Liturgia: celebración, documentos, expresiones, tiempos, ritos. Servicios y comunidad.

 

* AA.VV., La teologia pastorale, natura e compiti (Bologna, Dehoniane, 1990).

      Naturaleza y objetivos. A partir de la Biblia y de los Santos Padres. Camino didáctico. Matodología. Diálogo e inculturación.

 

AA.VV., La celebración en la Iglesia (Salamanca, Sígueme 1985).

 

AA.VV., Las parroquias, perspectivas de renovación (Madrid, 1979).

 

AA.VV., Lexikon Missionstheologischer Grundbegriffe, Berlin, D. Reimer Verlag 1987.

 

AA.VV., Los ministerios en la Iglesia (Salamanca, Sígueme 1985).

 

AA.VV., Nueva pastoral para el bautismo (Bilbao, 1970).

 

AA.VV., Pastoral de conjunto (Madrid, 1966).

 

E. ALVAREZ, Bautizar en la fe y en el Espíritu Santo (Madrid, 1976).

 

Ph. ANDRE, Sacramentos y vocación cristiana (San Sebastian, 1967).

 

J. APAECHEA, Fundamentos bíblicos de la acción pastoral (Barcelona, Flors, 1963).

 

R. ARNAU, Tratado general de los sacramentos (Madrid, BAC 1994)

 

F.X. ARNOLD, Teología e historia de la acción pastoral (Barcelona, 1969).

 

G. AUZOU, La Palabra de Dios (Madrid, Fax 1964).

 

D. BARSOTTI, Misterio cristiano y palabra de Dios (Salamanca, Sígueme 1965).

 

D. BOROBIO,  Ministerios laicales (Madrid, Soc. Educ. Atenas 1986).

 

Proyecto de iniciación cristiana (Bilbao, 1980).

 

F. BOULARD, La curie et les conseils diocésains, en: La charge pastoral des Evêques (Paris, Desclé 1969) 241-274.

 

A. BUGNINI, La riforma litúrgica nelle missioni, en: Problemi attuali dell'evangelizzazione (Roma, Pont. Univ. Gregoriana 1975) 193-217.

 

CAPMANY J., Misión en la comunión (Madrid, PPC 1984).

 

G. CARDAROPOLI, La pastorale come mediazione salvifica (Assisi, Cittadella, 1991).

 

G. CERIANI, Introducción a la teología pastoral (Madrid, 1966).

 

V. CODINA, C. FLORISTAN, Los sacramentos hoy: teología y pastoral (Madrid, Eic. Pío X 1982).

 

P. DACQUINO, Battesimo e cresima, la loro teologia e la loro catechesi alla luce della Bibbia (Torino-Leumann, LDC 1970).

 

J. DELICADO, Pastoral diocesana al día (Estella, Verbo Divino 1966).

 

H. DENIS, Sacramentos para los hombres (Madrid, 1979).

 

F.X. DURWELL, La eucaristía, sacramento pascual (Salamanca, Sígueme 1982).

 

J. ESPEJA, Los ministerios en el pueblo de Dios: Ciencia Tomista 114 (1987) 568-594.

 

* J. ESQUERDA BIFET, Evangelizar hoy, Animadores de las comunidades (Madrid, Soc. Educ. Atenas, 1987).

      Fundamentos teológicos de la acción pastoral. Primera evangelización e implantación de la Iglesia. Pastoral de la Palabra, litúrgica y de construir la comunidad en la caridad. Pastoral del diálogo, de la familia, juventud, laicado, vida consagrada y sacerdotal. Pastoral vocacional. Diócesis misionera.

 

Pastorale per una Chiesa misionaria (Rome, Pont. Univ. Urbaniana, 1991).

 

* C. FLORISTAN, M. USEROS, Teología de la acción pastoral (Madrid, BAC, 1968).

      Pastoral fundamental: acció pastoral, dinámica. Pastoral especial: palabra, liturgia, servicio cristiano. Iglesia servidora de la humanidad.

 

Cl. GARCIA EXTREMEÑO, La actividad misionera de una Iglesia sacramento y desde una Iglesia comunión: Estudios de Misionología 2 (1977) 217-252.

 

A. GONZALEZ, Los sacramentos del evangelio (Bogotá, CELAM 1988).

 

M. GONZALEZ, Los consejos pastorales (Madrid, Secretariado Apostolado Seglar 1972).

 

D. GRASSO, Teología de la predicación (Salamanca, Sígueme, 1966).

 

A. HAMMAN, Bautismo y confirmación (Barcelona, 1971).

 

V. HENRY, Baptism: Origin and fulfilment of Christian mission (Roma, Pont. Univ. Sto Tomás 1992).

 

* J.M. IRABURU, Acción apostólica, misterio de fe (Bilbao, Mensajero, 1969).

      La fe apostólica. Bautismo. Caracteriología eclesial. Evangelizar. Santificar.

 

S. LANZA, Introduzione alla Teologia Pastorale, 1: Teologia dell'azione pastorale (Brescia, Queriniana, 1989).

     

J.L. LARRABE, Los sacramentos, encuentro de salvación (Madrid, 1971).

 

J.M. LECEA, Los sacramentos, pascua de la Iglesia (Barcelona 1967).

 

J. LOPEZ GAY, Sentido misional del "edificar" la Iglesia: Misiones Extranjeras 60 (1968) 477-490.

 

Misiones y liturgia, en: Nuevo Diccionario de Liturgia (Madrid, Paulinas 1987) 1311-1320.

 

* M. PEINADO, Solicitud pastoral (Barcelona, Flors 1967).

      El espíritu pastoral. La actitud del pastor. Servicio. Objetivos de la acción pastoral.

 

L. MALDONADO, El menester de la predicación (Salamanca, 1972).

 

A. MANRIQUE, Teología bíblica del bautismo (Madrid, 1977).

 

G. MARTIMORT, Los signos de la nueva alianza (Salamanca, Sígueme 1962).

 

La Iglesia en oración. Introducción a la liturgia (Barcelona, Herder 1969).

 

* M. MIDALI, Teologia pastorale pratica (Roma, LAS, 1991).

      Historia de la teología pastoral. Magisterio del Vaticano II. Corrientes actuales: Europa, Norteamérica, América Latina, Africa, Asia. Aplicaciones prácticas.

 

F. MOTE, F. BOULARD, Hacia una pastoral de conjunto (Santiago de Chile, Paulinas 1964).

 

M. NICOLAU, Teología del signo sacramental (Madrid, BAC 1969).

 

E.C. O'NEIL, Meeting Christ in the Sacraments (New York, Alba House 1991).

 

I. OÑATIBIA, Bautismo y confirmación (Madrid, BAC 1995).

 

M. PFLIEGER, Teología pastoral (Barcelona, 1966).

 

* S. PINTOR, L'uomo via della Chiesa, elementi di teologia pastorale (Bologna, EDB, 1992).

      Significado y evolución de la teología pastoral. Orientaciones actuales. Perspectiva misionera. Criterios sobre la acción pastoral. Mediaciones y funciones. Primacía de la evangelización. Organización. Espiritualidad pastoral.

 

J. RAMOS, Teología pastoral (Madrid, BAC 1994).

 

H. RONDET, Los sacramentos cristianos (Bilbao 1974).

 

Th. SCHNEIDER, Signos de la cercanía de Dios (Salamanca, Sígueme 1986.

 

J.L. SEGUNDO, Esa comunidad llamada Iglesia (Buenos Aires 1973).

 

O. SEMMELROTH, La palabra eficaz. Para una teología de la predicación (San Sebastián, 1967).

 

A. SEUMOIS, Teologia missionaria (Bologna, EDB 1993) cap. 2 (aspectos teológicos de la "plantatio Ecclesiae").

 

R. SPIAZZI, Los fundamentos teológicos del ministerio pastoral (Madrid, Studium, 1962).

     

M. TOURIAN, La eucaristía, memorial del Señor (Salamanca, Sígueme 1965).

 

P.M. ZULEHNER, Teologia pastorale (Brescia, Queriniana, 1992).

 

Nota: Ver otras fichas bibliográficas en este capítulo: Reino (nota 6), kerygma (nota 8), conversión (nota 9), bautismo, confirmación y catecumenado (nota 10), Palabra y predicación (notas 31 y 37), testimonio (nota 33), Bienaventuranzas (nota 35), liturgia (notas 38 y 39), sacramentos (nota 40), Eucaristía (nota 41), caridad (nota 44), teología de la liberación (nota 49), pobres (nota 51), comunidad (notas 56 y 63), Iglesia comunión (nota 58), familia (nota 60), comunidades eclesiales de base (nota 61), ecumenismo (nota 64), Iglesia como Pueblo de Dios (nota 66), pastoral de conjunto (nota 68), caridad y misión (nota 68), parroquia y consejo pastoral (nota 70), Santo Domingo (nota 76).



    [1]Ver nociones teológicas sobre evangelización (naturaleza, objetivos, medios, características, etc.) en el capítulo II, n. 1, de nuestro estudio. En el presente capítulo analizamos los componentes de la acción evangelizadora. Sobre la teología pastoral en general, ver: AA.VV., Enciclopedia di Pastorale (Casale Monferrato, PIEMME, 1988-93) 4 vol.; AA.VV., La teologia pastorale, natura e compiti (Bologna, Dehoniane, 1990); AA.VV., Lexikon Missionstheologischer Grundbegriffe, Berlin, D. Reimer Verlag 1987; AA.VV., Dizionario pastorale della comunità cristiana (Assisi, Citadella, 1980); J. APAECHEA, Fundamentos bíblicos de la acción pastoral (Barcelona, Flors, 1963); F.X. ARNOLD, Teología e historia de la acción pastoral (Barcelona, 1969); G. CARDAROPOLI, La pastorale come mediazione salvifica (Assisi, Cittadella, 1991); G. CERIANI, Introducción a la teología pastoral (Madrid, 1966); J. ESQUERDA BIFET, Evangelizar hoy, Animadores de las comunidades (Madrid, Soc. Educ. Atenas, 1987); Idem, Pastoral for a missionary Church (Rome, Pont. Univ. Urbaniana, 1993); C. FLORISTAN, M. USEROS, Teología de la acción pastoral (Madrid, BAC, 1968); J.M. IRABURU, Acción apostólica, misterio de fe (Bilbao, Mensajero, 1969); S. LANZA, Introduzione alla Teologia Pastorale, 1: Teologia dell'azione pastorale (Brescia, Queriniana, 1989); M. MIDALI, Teologia pastorale pratica (Roma, LAS, 1991); M. PFLIEGER, Teología pastoral (Barcelona, 1966); S. PINTOR, L'uomo via della Chiesa, elementi di teologia pastorale (Bologna, EDB, 1992); R. SPIAZZI, Los fundamentos teológicos del ministerio pastoral (Madrid, Studium, 1962); J. RAMOS, Teología pastoral (Madrid, BAC 1994); P.M. ZULEHNER, Teologia pastorale (Brescia, Queriniana, 1992).

    [2]En el capítulo II, n. 2, A y B, hemos resumido las diversas corrientes históricas sobre el objetivo de la primera evangelización. Ver las diversas escuelas en: K. MÜLLER, Teología de la misión (Estella, Verbo Divino, 1988); A. SANTOS HERNANDEZ, Teología sistemática de la misión, Estella, Verbo Divino 1991.

    [3]"Urge recuperar y presentar una vez más el verdadero rostro de la fe cristiana, que no es simplemente un conjunto de proposiciones que se han de acoger y ratificar con la mente, sino un conocimiento de Cristo vivido personalmente, una memoria viva de sus mandamientos, una verdad que se ha de hacer vida... La fe es un decisión que afecta a toda la existencia; es encuentro, diálogo, comunión de amor y de vida del creyente con Jesucristo, Camino, Verdad y Vida (cf. Jn 14,6). Implica un acto de confianza y abandono en Cristo, y nos ayuda a vivir como él vivió (cf. Gal 2,20), o sea, en el mayor amor a Dios y a los hermanos" (VS 88).

    [4]"La evangelización y, por tanto, la nueva evangelización comporta también el anuncio y la propuesta moral. Jesús mismo, al predicar precisamente el Reino de Dios y su amor salvífico, ha hecho una llamada a la fe y a la conversión (cf. Mc 1,15)" (VS 107).

    [5]Son los temas que analizaremos en el n. 2 de este mismo capítulo.

    [6]Ya hemos esbozado el tema del "Reino" más arriba: cap. I, 2, A y cap. VI, 1, A. Ver también el documento de Puebla, nn. 226-231; Santo Domingo, 2ª parte I,4 (para anunciar el Reino a todos los pueblos). J. COLLANTES, El reino de Dios, en: Comentarios a la Constitución sobre la Iglesia (Madrid, BAC, 1967) 166-176; C.I. GONZALEZ, El es nuestra salvación, Cristología y Soteriología, Bogotá, CELAM 1987 (tema V: "Convertíos, porque el Reino de Dios está cerca"); M.A. MEDINA, La misión de la Iglesia peregrinante hacia el Reino de Dios: Studium 24 (1984) 7-42; E. NUNNENMACHER, Il Regno di Dio e la missione della Chiesa (RM12-20), en: Cristo, Chiesa, Missione (Urbaniana University Press 1992) 67-87; Idem, Regno di Dio, en: Dizionario di Missiologia (Pont. Univ. Urbaniana 1993) 421-425; J.A. SCHERER, Gospel, Church and Kingdom (Minnesapolis, 1987).

    [7]La Constitución conciliar Gaudium et Spes acentúa la dimensión escatológica del Reino, precisamente para resaltar el valor del presente: "la espera de una tierra nueva no debe amortiguar, sino más bien avivar, la preocupación de perfeccionar esta tierra... El Reino está ya misteriosamente presente en nuestra tierra; cuando venga el Señor, se consumará su perfección" (GS 39). En la encíclica Redemptor Hominis, el "Reino" indica también la prioridad de las personas sobre las cosas, el primado de la ética sobre la técnica y del espíritu sobre la materia (cf. RH 11).

    [8]Ver el tema del "kerigma" ("proclamación") en el capítulo III, 2, B. Ver especialmente los fragmentos evangélicos que son paradigmáticos del contenido del kerigma: Act 2,14-41; Rom 1,1-7; Gal 4,4-7, etc. Hoy habrá que señalar los nuevos "ámbitos" del "kerigma" o del anuncio "ad Gentes" (cf. RMi 37-38). El "kerigma" es el mismo "evangelio", como "Buena Nueva" de Jesús, anunciada con el testimonio de vida o "testimonio de Dios" (cf. 1Cor 2,1-4). J. DANIELOU, Le Kérygme selon le christianisme primitif, en: L'annonce de l'évangile aujourd'hui (Paris, Cerf 1962) 78-83; C.H. DODD, La predicación apostólica y sus desarrollos (Madrid, FAX 1974); A. SEUMOIS, Apostolat, Structure Théologique (Roma, Pont. Univ. Urbaniana 1961) 85-103 (Témoignage kérigmatique); Idem, Teologia missionaria (Bologna, EDB 1993), cap. 2, sec. 4.

    [9]Hemos estudiado el tema de la "conversión" en el capítulo !, n.2, A. Ver: AA.VV., La conversión: Rev. Agustiniana 27 (1986) nn.82-83; AA.VV., Chemins de la conversion (Brujas, Desclée 1975); G. BARDY, La conversión al cristinaismo durante los primeros siglos (Bilbao, 1961); E. BUENO, La conversión en la teología contemporánea: Rev. Agustiniana 27 (1986) 185-230; R. GARZIA, Conversione e missione (Bologna, EMI 1984); N. PROVENCER, La conversion chrétienne. Etude biblique et théologique: Kerygma 26 (1976) 43-62; G. RAVAGLIA, Decidersi per Cristo, riconoscersi Chiesa. Ricerca sulla pastorale della conversione (Bologna, EFB 1988); J.C. SAGNE, Conflit, changement, conversion (Paris, 1974).

    [10]Ver CEC 1213-1284. AA.VV., Nueva pastoral para el bautismo (Bilbao, 1970); AA.VV., Il battesimo, teologia e pastorale (Torino, LDC 1970); E. ALVAREZ, Bautizar en la fe y en el Espíritu Santo (Madrid, 1976); D. BOROBIO, Proyecto de iniciación cristiana (Bilbao, 1980); T. CAMELOT, Bautismo y confirmación en la teología contemporánea (Barcelona, 1961); V. CODINA, C. FLORISTAN, Los sacramentos hoy: teología y pastoral (Madrid, Edic. Pío X 1982); P. DACQUINO, Battesimo e cresima, la loro teologia e la loro catechesi alla luce della Bibbia (Torino-Leumann, LDC 1970); C. FLORISTAN, El catecumenado (Madrid, 1972); A. HAMMAN, Bautismo y confirmación (Barcelona, 1971); V. HENRY, Baptism: Origin and fulfilment of Christian mission (Roma, Pont. Univ. Sto Tomás 1992); A. MANRIQUE, Teología bíblica del bautismo (Madrid, 1977); B. NEUNHEUSER, Bautismo y confirmación (Madrid, 1974); M. NICOLAU, Teología del signo sacramental (Madrid, BAC 1969); I. OÑATIBIA, Bautismo y confirmación (Madrid, BAC 1995); S. VERGES, Bautismo y confirmación (Madrid, 1971); A. de VILLALMONTE, Teología del bautismo (Barcelona, 1965). Ver también el ritual de la Congregación para el culto divino: Ritual de la iniciación cristiana de adultos (Madrid, 1976).

    [11]Ver también: AG 1, 5-6, 10, 15-16, 18-19, 25, 37, 49, 72; LG 5, 17. Ver: Y.M. CONGAR, Principes doctrinaux, en: L'activité missionnaire de l'Eglise (Paris, Cerf 1967) 185-221; A. SEUMOIS, Teologia missionaria (Bologna, EDB 1993) cap. 2 (aspectos teológicos de la "plantatio Ecclesiae").

    [12]J. LOPEZ GAY, Sentido misional del "edificar" la Iglesia: Misiones Extranjeras 60 (1968) 477-490.

    [13]Adv. Haer. III, 1,1; 3,2-4: PG 7,844ss.

    [14]De praescr. adv. Haer.20: PL 2,32.

    [15]Historia Eccles. III, 37: PG 20,2921. San Agustín usa términos parecidos: Ad Hesychium Ep. 199,12: PL 33,922-923. Ver otros términos patrísticos en: A. SEUMOIS, Teologia missionaria (Bologna, EDB 1993) cap. 3, sec. 3ª B.

    [16]Ver el tema ya esbozado en Santo Tomás: Sum. Theol.I q.43 a.7 ad 6; I-II q.106 a.4 ad 4; Sent. I dist. 16 q.1 a.2 ad 2 y ad 4.

    [17]Ver las diversas escuelas sobre el fin específico o finalidad formal de la misión "ad gentes", en el capítulo II, n.2. La escuela de Münster (J. Schmidlin) subrayaba la conversión personal y social, mientras la escuela de Lovaina (P. Charles) ponía el acento en la "plantatio Ecclesiae". El decreto conciliar "Ad Gentes" armoniza las dos tendencias. Ver: K. MÜLLER, Teología de la misión (Estella, Verbo Divino 1988) 2 (resume la escuelas de Münster y de Lovaina y pasa a señalar los avances de Ad Gentes y de Evangelii Nuntiandi); A. SANTOS HERNANDEZ, Teología sistemática de la misión (Estella, Verbo Divino 1991) I (distingue entre la escuela alemana, española, belga y francesa).

    [18]Lumen Gentiumindica también este proceso de maduración de las Iglesias particulares, hasta que ellas mismas "continúen la obra evangelizadora" (LG 17; cf. RMi 48). El sentido de la "Nueva Evangelización" se capta en esta misma línea: renovar la comunidad cristiana hasta hacerla evangelizadora "ad gentes": "La nueva evangelización de los pueblos cristianos hallará inspiración y apoyo en el compromiso por la misión universal" (RMi 2). "Preveo que ha llegado el momento de dedicar todas las fuerzas eclesiales a la nueva evangelización y a la misión ad gentes. Ningún creyente en Cristo, ninguna institución de la Iglesia puede eludir este deber supremo: anunciar a Cristo a todos los pueblos" (RMi 3).

    [19]Ver el tema de la "inculturación" en el capítulo VIII.

    [20]Cada Iglesia particular es una historia de gracias peculiares comunicadas por el Espíritu Santo para compartirlas con las demás Iglesias: "En virtud de esta catolicidad cada una de las partes presenta sus dones a las otras partes y a toda la Iglesia, de suerte que el todo y cada uno de sus elementos se aumentan con todo lo que mutuamente se comunican y tienden a la plenitud en la unidad" (LG 13). "La tradición transmitida por los Apóstoles fue recibida de diversas formas y maneras" (UR 14). Esa varidad se hace comunión y misión.

    [21]Las dos escuelas (de Münster y de Lovaina) se armonizan en un mismo objetivo: el crecimiento eclesial hasta la "plantatio Ecclesiae" es un proceso de cambio o conversión personal y social. Ver la nota 17.

    [22]Ver estos temas en este mismo capítulo VII, n.1, y en el capítulo VI, n.2, A-B.

    [23]Estas afirmaciones optimistas no excluyen la realidad de pecados y de errores, que, a veces, también se encuentran en comunidades creyentes. Ver el tema de las "religiones" y "culturas" en el capítulo VIII.

    [24]Ver los temas de la "cooperación" misionera (oración, sacrificio, limosna, vocaciones, animación...) en el capítulo IX.

    [25]Ver la dimensión escatológica de la misión en el capítulo VI, n. 1 C. Esta dimensión, bien presentada, se convierte en aliciente y urgencia de evangelización en el tiempo presente. Los planes salvíficos de Dios en Cristo incluyen su aceptación explícita ya desde la historia presente.

    [26]Así como no se puede comprender ni asumir la moral cristiana si no se acepta responsablemente el camino de perfección, de modo semejante, no se asumirá la responsabilidad misionera universal, si no en la medida en que la comuidad eclesial camine por el camino de la perfección. "El cristiano, cuanto más obedece con la ayuda de la gracia a la ley nueva del Espíritu Santo, tanto más crece en la libertad a la cual está llamado mediante el servicio de la verdad, la caridad y la justicia" (VS 107). "Porque el seguimiento de Cristo clarificará progresivamente las características de la auténtica moralidad cristiana y dará, al mismo tiempo, la fuerza vital para su realización" (VS 119).

    [27]Ver el tema de la espiritualidad misionera en el capítulo X. La renovación eclesial es indispensable para llegar a la disponibilidad misionera: "Puesto que toda la Iglesia es misionera y la obra de la evangelización es deber fundamental del Pueblo de Dios, el Santo Concilio invita a todos a una profunda renovación interior a fin de que, teniendo viva conciencia de la propia responsabilidad en la difusión del Evangelio, acepten su cometido en la obra misional entre los gentiles" (AG 35). J. ESQUERDA BIFET, Renovación eclesial y espiritualidad misionera para una nueva evangelización: Seminarium 31 (1991) n.1, 135-147.

    [28]Ver el tema en los capítulos I n.2, II n.1 y IV n.2.

    [29]Ver la bibliografía sobre la acción pastoral en la nota 1 del presente capítulo.

    [30]Ese tono de autenticidad y de humildad se nota especialmente en los documentos eclesiales del concilio y del postconcilio. Los documentos misioneros son una llamada a la propia renovación eclesial. Cf. LG 4, 8; UR 6; EN 76; RMi 46, 49, 90-91. El documento de Santo Domingo (1992), después de presentar los contenidos de la nueva evangelización, señala el camino de una "Iglesia convocada a la santidad" (SanDo 2ª parte, cap. 1). Se trata siempre de renovación en el Espíritu Santo, quien, "con la fuerza del evangelio rejuvenece a la Iglesia, la renueva incesantemente y la conduce a la unión consumada con su Esposo" (LG 4).

    [31]AA.VV., Servidores de la Palabra (III Semana Sacerdotal Claretiana) (Vic, 1990); AA.VV. Enciclopedia di Pastorale (Casale Monferrato, PIEMME 1992) vol 2 (Anuncio, predicación...); J. ESQUERDA BIFET, Profetismo cristiano, servidores de la palabra (Barcelona, Balmes 1986); Idem, La Paraula contemplada esdevé missió: Revista Catalana de Teologia 14 (1990) 367-378; D. GRASSO, Teología de la predicación (Salamanca, Sígueme, 1966); L. MALDONADO, El menester de la predicación (Salamanca, 1972); J. RATZINGER, Palabra en la Iglesia (Salamanca, 1976); O. SEMMELROTH, La palabra eficaz. Para una teología de la predicación (San Sebastián, 1967).

    [32]"Para la Iglesia, el primer medio de evangelización consiste en un testimonio de vida auténticamente cristiana" (EN 41). Hay que notar la prioridad del testimonio ("primer medio", "primera forma") como parte integrante de la misma proclamación (Mc 16,20).

    [33]D. GRASSO, Testimonianza ed evangelizzazione, en: Le missioni nel Decreto Ad Gentes del concilio Vaticano II (Roma, Pont. Univ. Urbaniana 1966) 175-185; P. LIEGÉ, Le témoignage de la vie, source d'efficacité missionnaire, en: La formatione del missionario oggi (Roma, Pont. Univ. Urbaniana 1978) 91-100; L. LEGRAND, Good News and Witness, The New testament Understanding of Evangelization (Bangalore 1973); J. LOPEZ GAY, El testimonio: Omnis Terra, n. 95 (1980) 182-192.

    [34]Ver: AG 11-12; EN 15, 21-22, 26, 41-42, 51-53; RMi 42-45. Dar testimonio (RMi 42-43) es parte integrante de la proclamación del mensaje (RMi 44-45).

    [35]"Viviendo las Bienaventuranzas el misionero experimenta y demuestra concretamente que el Reino de Dios ya ha venido y que él lo ha acogido" (RMi 91). Ver también RMi 60 y 69. J.R. FLECHA, Las bienaventuranzas (Salamanca, 1989); S. GALILEA, Espiritualidad de la evangelización, según las bienaventuranzas (Bogotá, CLAR 1980); E. GATTI, La Chiesa delle beatitudini (Bologna, EDB, 1979); F.M. LOPEZ MELUS, Las Bienaventuranzas, ley fundamental de la vida cristiana (Zaragoza, 1982); U. PLATZKE, El sermón de la montaña (Madrid, Fax, 1965).

    [36]Evangelii Nuntiandidescribe esta autenticidad especialmente como "testimonio de las bienaventuranzas evangelicas" y como experiencia de haber encontrado a Dios "como si estuvieran viendo al Invisible" (EN 76).

    [37]AA.VV., Comentarios a la constitución "Dei Verbum" sobre la divina revelación (Madrid, BAC 1969); L. ALONSO SCHÖKEL, La Palabra inspirada (Barcelona, Herder, 1966); G. AUZOU, La Palabra de Dios (Madrid, Fax 1964); D. BARSOTTI, Misterio cristiano y palabra de Dios (Salamanca, Sígueme 1965); J. CORBON, La Palabra de Dios (Bilbao, Mensajero 1969); J. ESQUERDA BIFET, Meditar en el corazón (Barcelona, Herder 1987); F. FERNANDEZ RAMOS, Interpelado por la Palabra (Madrid, Narcea 1980); P. GRELOT, La Palabra inspirada (Barcelona, Herder 1968); J. GUILLEN TORRALBA, La fuerza de la "palabra": Revista Catalana de Teologia 14 (1990) 379-394; V. MANNUCCI, La Biblia como Palabra de Dios (Bilbao, Desclée 1985); D. MOLLAT, La Palabra y el Espíritu (Salamanca, Sígueme 1984); O. SEMMELROTH, La palabra eficaz (Pamplona, Dinor 1967).

    [38]AA.VV., Comentarios a la constitución sogre la sagrada liturgia (Madrid, BAC 1965); AA.VV., La celebración en la Iglesia (Salamanca, Sígueme 1985); AA.VV., Liturgie et mission (Louvain, Desclée 1963); J.J. ALLMEN, El culto cristiano (Salamanca, 1968); O. CASEL, Il mistero del culto cristiano (Torino 1966); G. MARTIMORT, La Iglesia en oración. Introducción a la liturgia (Barcelona, Herder 1969); J.M. SUSTAETA,Principios misioneros de la constitución sobre la sagrada liturgia, en: Iglesia y misión (Burgos 1967) 73-83. Ver otros estudios en la nota 39.

    [39]A. BUGNINI, La riforma litúrgica nelle missioni, en: Problemi attuali dell'evangelizzazione (Roma, Pont. Univ. Gregoriana 1975) 193-217; J.A. JUNGMANN, Liturgy in the missions after the Council: Teaching all Nations 4 (1967) 3-14; J. LOPEZ GAY, Misiones y liturgia, en: Nuevo Diccionario de Liturgia (Madrid, Paulinas 1987) 1311-1320; J. LOPEZ MARTIN, La liturgia de la Iglesia (Madrid, BAC, 1994).

    [40]Ph. ANDRE, Sacramentos y vocación cristiana (San Sebastian, 1967); R. ARNAU, Tratado general de los sacramentos (Madrid, BAC 1994); CEI, Evangelizzazione, sacramenti, promozione umana (Roma, Ave 1979; V. CODINA, C. FLORISTAN, Los sacramentos hoy: teología y pastoral (Madrid, Eic. Pío X 1982); H. DENIS, Sacramentos para los hombres (Madrid, 1979); A. GONZALEZ, Los sacramentos del evangelio (Bogotá, CELAM 1988); J.L. LARRABE, El sacramento como encuentro de salvación (Vitoria 1993); J.M. LECEA, Los sacramentos, pascua de la Iglesia (Barcelona 1967); A. MARTIMORT, Los signos de la nueva alianza (Salamanca, Sígueme 1962); M. NICOLAU, Teología del signos sacramental (Madrid, BAC 1969); E.C. O'NEIL, Meeting Christ in the Sacraments (New York, Alba House 1991); A. PALENZUELA, Los sacramentos de la Iglesia (Madrid 1965); A.M. ROGUET, Los sacramentos, signos de vida (Barcelona 1963); H. RONDET, Los sacramentos cristianos (Bilbao 1974); Th. SCHNEIDER, Signos de la cercanía de Dios (Salamanca, Sígueme 1986; O. SEMMELROTH, La Iglesia como sacramento original (San Sebastián, 1966).

    [41]Ver enc. Mysterium Fidei (Pablo VI): AAS 57 (1965) 753-774; Carta Dominicae Cenae (Juan Pablo II): AAS 72 (1980) 113-148; J. ALDAZABAL, Claves para la eucaristía (Barcelona 1982); J. BACIOCCHI, La eucaristía (Barcelona, Herder 1969); J. ESQUERDA BIFET, Copa de bodas, Eucaristía, vida cristiana y misión (Barcelona, Balmes 1986); F.X. DURWELL, La eucaristía, sacramento pascual (Salamanca, Sígueme 1982); M. GESTEIRA, La eucaristía, misterio de comunión (Madrid, 1983); CH. JOURNET, La misa, presencia del sacrificio de la cruz (Bilbao, Desclée 1962); J.A. JUNGMANN, El sacrificio de la misa (Madrid, BAC 1968); J. LECUYER, El sacrifico de la nueva alianza (Barcelona 1969); J.A. SAYES, Presencia real de Cristo en la eucaristía (Madrid, BAC 1976); M. TOURIAN, La eucaristía, memorial del Señor (Salamanca, Sígueme 1965).

    [42]Ver los estudios de la nota 40 sobre los sacramentos en general y en particular.

    [43]AA.VV., Los ministerios en la Iglesia (Salamanca, Sígueme 1985); R. BLAZQUEZ, La teología de una praxis ministerial alternativa: Salmanticensis 31 (1984) 113-135; D. BOROBIO,  Ministerios laicales (Madrid, Soc. Educ. Atenas 1986); J. ESPEJA, Los ministerios en el pueblo de Dios: Ciencia Tomista 114 (1987) 568-594; A. SALVATIERRA, Los nuevos ministerios: Lumen 40 (1991) 45-75; O. SANTAGADA, Naturaleza teológica de los nuevos ministerios: Teología 21 (1984) 117-140.

    [44]AA.VV., Caridad y vida cristiana (Madrid, Apostolado de la Prensa 1973); A. ANCEL, Caridad auténtica (Bilbao, Desclée 1966); H.U. von BALTHASAR, Sólo el amor es digno de fe (Salamanca, Sígueme 1971); D. BARSOTTI, La revelación del amor (Salamanca, Sígueme 1966); C. CARRETTO, Lo que importa es amar (Madrid, Paulinas 1974); J. EGERMAN, La charité dans la Bible, Paris-Tournai, Casterman 1963); A. FEUILLET, La mission de l'amour divin la la théologie jojannique (Paris, Gabalda 1972); J. LAFRANCE, Mi vocación es el amor (Madrid, Espiritualidad 1985); L.J. LEBRET, Dimensiones de la caridad (Barcelona, Herder 1961); St. LYONNET, El amor, plenitud de la ley (Salamanca, Sígueme 1981); G. PASINI, La carità, dimensione essenziale della missione della Chiesa: Lateranum 51 (1985) 41-59; S. RAMIREZ, La esencia de la caridad (Salamanca, San Esteban 1978); A. ROYO, Teología de la caridad (Madrid, BAC 1963); C. SPIC, Agape en el Nuevo Testamento (Madrid, Cares 1977). Sobre la promoción humana ver las notas posteriores.

    [45]Evangeli nuntiandi31. La línea evangélica de la caridad fundamenta y da sentido a las demás: "En efecto, ¿cómo proclamar el mandamiento nuevo sin promover, mediante al justica y la paz, el verdadero y auténtico crecimiento del hombre?" (ibídem).

    [46]Cada aspecto de la "cercanía" e "inserción" de la Iglesia en la situación humana concreta, se apoya en la caridad cristiana, porque se descubre en cada persona humana el único ser a quien Dios ha amado por sí mismo (cf. GS 22,24). La misión nace siempre de la caridad y tiende a la construcción de la comunidad en ese amor que refleja la vida trinitaria (cf. SRS 40; AG 12). Por esto, la caridad cristiana, cuando se trata de hermanos necesitados, no puede hacer distinción de razas, culturas y religión; en cada pobre y enfermo está el Señor: "a mí me lo hicisteis" (Mt 25,40).

    [47]Por esto hay que distinguir, sin separar, evangelización y promoción humana. "Conviene ciertamente distinguir bien entre progresso terreno y crecimiento del Reino, ya que no son del mismo orden. No obstante, esta distinción no supone una sepración, pues la vocación del hombre a la vida eterna no suprimem sino que confirma su deber de poner en práctica las energías y los medios recibidos" (Instrucción sobre la libertd cristiana y la liberación: Libertatis conscientia, 22 marzo 1986, n.60). Es necesario volver al contenido bíblico de la "redención" como "liberación" plena: St. LYONNET, De peccato et redemptione (Romae, Pont. Ist. Biblico 1960).

    [48]La encíclica Redemptoris Missio indica que ha sido ésta la línea que han seguido los grandes misioneros considerados como "promotores del desarrollo" (RMi 58). El anuncio de la doctrina social de la Iglesia es parte integrante de la evangelización y también "instrumento de evangelización, en cuanto que anuncia a Dios y el misterio de la salvación en Cristo para todo hombre" (CA 54). Por esto, el mejor servicio que puede hacerse a los hermanos necesitados es el de una evangelización que les disponga a sentirse hijos de Dios, para liberarse de toda injustica y promoverse íntegramente por el camino del mandato del amor. El concilio invita a los cristianos a asumir esta "luchar por la justicia y la caridad" (GS 72). Ver los documetos sociales: Doctrina social de la Iglesia: Nueve grandes mensajes (Madrid, BAC 1981). También en: El Magisterio Pontificio contemporáneo (Madrid, BAC 1991) II (orden sociopolítico).

    [49]Cf. EN 9, 27, 30-38; AA.VV., Simposio de la teología de la liberación (Bogotá, Presencia 1970); AA.VV., Teología de la liberación (Burgos, Fac. de Teología 1974); AA.VV., Tavola rotonda su "la teologia della liberazione": Euntes Docete 39 (1986) 239-262; AA.VV., Libertatis Nuntius et Libertatis conscientia in formatione sacerdotali: Seminarium 37 (1986) 431-661; AA.VV., Evangelization, Dialogue and Development: Documenta Missionalia 5 (1972); A. ALVAREZ SUAREZ, Repensamiento teológico de "la teología de la liberación": Teresianum 40 (1989) 23-44; J. ESQUERDA BIFET, Redención y misión: Euntes Docete 37 (1984) 31-64: J.A. ESTRADA, Interpretaciones éticas y sociopolíticas de la Telogía de la Liberación: Estudios Eclesiásticos 67 (1992) 361-396; C.I. GONZALEZ, La teología de la liberación a la luz del magisterio de Juan Pablo II en América Latina: Gregorianum 67/1 (1986) 5-46; G. GUTIERREZ, Teología de la liberación (Salamanca, Sígueme 1977); A. LOPEZ TRUJILLO, Liberación marxista y liberación cristiana (Madrid, BAC 1974); J. LOZANO BARRAGAN, La figura de María en la teología de la liberación: Ephemerides Mariologicae 42 (1992) 317-341; E. PIRONIO, Evangelización y liberación, en: Evangelizzazione e culture (Roma, Pont. Univ. Urbaniana 1976) II, 494-513; J. SARAIVA, Alcuni aspetti della teologia della liberazione: Euntes Docete 37 (1984) 353-382.

    [50]"La actitud misionera lleva a los pobres luz y aliento para un verdadero desarrollo, mientras que la nueva evangelización debe crear en los ricos, entre otras cosas, la conciencia de que ha llegado el momento de hacerse realmente hermanos de los pobres en la común conversión hacia el desarrollo integral, abierto al Absoluto" (RMi 59).

    [51]Redemptoris Missiohace estas observaciones citando el documento de Puebla: "los pobres son los primeros destinatarios de la misión y su evangelización es por excelencia señal y prueba de la misión de Jesús" (RMi 60 y Puebla 1142). Ver: AA.VV., Evangelizzare pauperibus, Atti della XXIV settimana biblica (Brescia, Paideia 1978); P. GAUTHIER, Los pobres, Jesús y la Iglesia (Barcelona, Estela 1964); A. GELIN, Les pauvres de Yahvé (Paris, Cerf 1962); S. LEGASSE, Les pauvres en esprit, évangile et non violence (Paris, Cerf 1974). Sobre la renovación eclesial en relación con la misión: J. ESQUERDA BIFET, Renovación eclesial y espiritualidad misionera para una nueva evangelización: Seminarium 31 (1991) n.1, 135-147.

    [52]"No se puede dar una imagen reductiva de la actividad misionera, como si fuera principalmente ayuda a los pobres, contribución a la liberación de los oprimidos, promoción del desarrollo, defensa de los derechos humanos. La Iglesia misionera está comprometida también en estos frentes, pero su cometido primario es otro: los pobres tienen hambre de Dios, y no sólo de pan y libertad; la actividad misionera ante todo ha de testimoniar y anunciar la salvación en Cristo, fundando las Iglesia locales que son luego instrumento de liberación en todos los sentidos" (RMi 83).

    [53]Sería interesante constatar un realidad fenomenológica curiosa: los documentos sobre los temas de liberación (especialmente Evangelii Nuntiandi, Puebla, documentos de la Santa Sede y Santo Domingo) han aclarado suficientemente los conceptos y asumido todo lo positivo y constructivo de los estudios teológicos de todas las tendencias; pero las actitudes posteriores que se han tomado no parecen lógicas. Una tendencia, que parece estar de acuerdo sobre las orientaciones magisteriales, no asume responsablemente compromisos concretos en la línea de renovación pedida por el Papa (por ejemplo, en Redemptoris Missio). Por otra parte, la tendencia que se había radicalizado por compromisos no conformes con el mandato del amor (por ejemplo, la violencia o las ideologías al margen del evangelio), no ha sabido ver que todo lo positivo de la teología de la liberación ha sido asumido, purificado y urgido por el Magisterio. Esta segunda tedencia parece orientarse hacia otros campos: el indigenismo, la liberación de la mujer, la iglesia popular...

    [54]Libertatis conscientia63. He desarrollado el tema en: Hacia una pastoral misionera liberadora, en: Evangelizar hoy (Madrid, Soc. Educ. Atenas 1987) cap. IX.

    [55]"En efecto, toda comunidad, para ser cristiana, debe formarse y vivir en Cristo, en la escucha de la palabra de Dios, en la oración centrada en la eucaristía, en la comunión expresada en la unión de corazones y espíritus, así como en el compartir según las necesidades de los miembros (Act 2,42-47). Cada comunidad debe vivir unida a la Iglesia particular y universal... comprometida en la irradiación misionera" (RMi 51).

    [56]AA.VV., Comunidad eclesial y misiones (Burgos, 1971); AA.VV., Enciclopedia di Pastorale (Casale Monferrato, PIEMME 1993) vol. 4: Servicio, comunidad; G. COLOMBO, La comunità cristiana (Torino, LDC 1978); DAO DINH DUC, Misión, comunidad y eucaristía: Omnis Terra n.112 (1982) 79-84; J. ESQUERDA BIFET, Comunidades vivas (Barcelona, Balmes 1981).

    [57]Ver el tema de Iglesia "comunión" en nuestro estudio, capítulos III 3 B y VI 1 B. En esos capítulos hemos estudiado la realidad ontológica de la Iglesia misterio, comunión y misión, como urgencia de construir la comunión universal. En el presente capítulo (VII) vemos el tema en el contexto de la acción evangelizadora, en la misma comunidad eclesial, para hacerla misionera "ad gentes". El tema ha sido poco estudiado. Ver algunos estudios de las notas 56 y 58.

    [58]Ver el documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe: Carta a los Obispos de la Iglesia Católica sobre algunos aspectos de la Iglesia considerada como comunión (28 mayo 1992); AA.VV., Comunión: nuevo rostro de la misión (Burgos, XXXIII Semana Misional, 1981; AA.VV., La Chiesa sacramento di comunione (Roma, Teresianum 1979); J. BARREDA, El apóstol, testigo de comunión: Studium 22 (1982) 387-422; C. BONIVENTO, Dinamismo missionario della "communio" nel Vaticano II: Euntes Docete 29 (1976) 453-471; J. CAPMANY, Misión en la comunión (Madrid, PPC 1984); Y. CONGAR, Diversité et communion (Paris, Cerf 1982); J. ESQUERDA BIFET, Compartir con los hermanos, la comunión de los santos (Barcelona, Balmes 1992); Cl. GARCIA EXTREMEÑO, La actividad misionera de una Iglesia sacramento y desde una Iglesia comunión: Estudios de Misionología 2 (1977) 217-252; M.J. LE GUILLOU, Mission et unité, les exigences de la communion (Paris 1964).

    [59]Hay que recordar que, desde la encarnación del Verbo (desposado con toda la humanidad) hay "dos modos de vivir el único misterio de la alianza" (FC 16): el matrimonio y la familia espiritual de los que viven la virginidad. El amor esponsal de Cristo a su Iglesia se expresa por estos dos modos del amor humano y cristiano (cf. Ef 5,25-27; FC 13).

    [60]Gratissimum sane(Juan Pablo II), Carta a las familias (2 feb. 1994), n.2. Amplío este tema en: Pastoral misionera de la familia, en: Evangelizar hoy, o.c., cap. X. Ver: AA.VV., La familia en una Iglesia misionera (Burgos 1984); AA.VV., La familia, posibilidad humana y cristiana (Madrid, Acción Católica 1977); D. BOUREAU, La mission des parents, perspectives conciliaires (Paris, Cerf 1970); Conf. Episc. Española, Matrimonio y familia hoy (Madrid, PPC 1979); J. DELICADO, La familia en una Iglesia misionera en: La familia en una Iglesia misionera, o.c., 3-15; B. FORCANO, La familia en la sociedad de hoy, problemas y perspectivas (Valencia, CEP 1975); G. GATTI, Genitori, educatori alla fede nella Chiesa oggi (Torino, Leumann, LDC 1978); F. MUSGROVE, Familia, educación y sociedad (Estella, Verbo Divino 1975); G. PIANA, Famiglia comunità di fede (Roma, AVE 1970); A. SARMIENTO, A missâo da familia cristâ: Theologia 19 (Braga 1984) 14-224 (comentario a la Familiaris consortio);E. SCHILLEBEECKX, El matrimonio, realidad terrena y misterio de salvación (Salamanca, Sígueme 1968). Además de la Exhortación Apostólica Famililaris consortio (FC), que hemos citado, ver: Carta de los derechos de la familia, presentada por la Santa Sede a todas las personas, instituciones y autoridades interesadas en la misión de la familia en el mundo contemporáneo (22 oct. 1983).

    [61]  A. ALONSO, Comunidades eclesiales de base (Salamanca, 1970); M. De AZEVEDO, Comunidades eclesiales de base (Madrid, Soc. Educ. Atenas 1986); G. CAVALLOTTO, Comunità di base, strumento di formazione cristiana e di evangelizzazione, en: Cristo, Chiesa, Missione (Roma, Urbaniana University Press 1992) 259-291; Com. Episc. de Pastoral, Servicio pastoral a las pequeñas comuniddes cristianas (Madrid, 1982); L.A. GALLO, Missione, Chiese locali, comunità di base, en: La missione del Redentore (Leumann-Torino, LDC 1992, 227-246); M. POZO CASTELLANO, Comunidades eclesiales menores (Buenos Aires, Lumen 1978); J.L. SEGUNDO, Esa comunidad llamada Iglesia (Buenos Aires 1973).

    [62]No existen Iglesias "nacionales", sino una sola Iglesia, concretada allí donde hay un sucesor de los Apóstoles, en comunión con el sucesor de Pedro y con las demás Iglesias particulares. Ningún cristiano (y ningún apóstol) es extranjero teológicamente en cualquier comunidad eclesial a donde llegue; por esto, todo cristiano debe respetar y valorar las gracias diferentes de una misma comunión. Ver el tema de la Iglesia particular y bibliografía en el capítulo VI, n.3 A.

    [63]Documento de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada: La vida fraterna en comunidad, "congregavit nos in unum Christi amor" (2 febrero 1994); J. ESQUERDA BIFET, Comunidades vivas (Barcelona, Balmes 1981); V.P. PINTO, La communion dans la communauté religieuse: Euntes Docete 44 (1991) 353-380.

    [64]Estudiamos el diálogo interreligioso y ecuménico en el capítulo VIII, n.3. Ver el Directorio para la aplicaión de los principios y normas sobre ecumenismo (Pont. Consejo para la Unidad de los Cristianos, 1993). P. DUPREY, Ecumenismo e Missione, en: Portare Cristo all'uomo (Roma, Pont. Univ. Ubaniana 1985) II, 29-42; A. JAVIERRE, Misión, diálogo, ecumenismo, en: Evangelizzazione e culture (Roma, Pont.Univ. Urbaniana 1976) vol. 1, 335-370; C. GARCIA CORTES, Bibliografía española sobre cumenismo: Actualidad Bibliográfica 16 (1979) 45-88; D.M: POWERS, Foundation for an Ecumenical definition of Mission: Documenta Missionalia 16 (1982) 133-139; A. SEUMOIS, Oecumenisme missionnaire (Roma, Pont. Univ. Urbaniana 1970); St. VIRGULIN, Ecumenismo e missione, en: Chiesa e missione (Roma, Pont. Univ. Urbaniana 1990) 425-441.

    [65]Ver la dimensión eclesiológica de la misión en el capítulo VI, donde se resumen los títulos bíblicos aplicados a la Iglesia.

    [66]Ver el tema de Iglesia como "Pueblo" en el capítulo VI, n.1. L. BOUYER, L'Eglise de Dieu (Paris, Cerf, 1970) 2ª parte, cap. II; G. PHILIPS, L'Eglise et son mystère (Paris, Cerf, 1967) cap. II; J. RATZINGER, El nuevo Pueblo de Dios (Barcelona, Herder, 1972); E. SAURAS, El pueblo de Dios, introducción, en: Comentarios a la Constitución sobre la Iglesia (Madrid, BAC 1966) cap. II.

    [67]Ver el tema de la Iglesia comunión en los capítulos III, n.3 B y VI n.1 B. La acción evangelizadora se apoya en esta base bíblica y teológica para llegar a la "pastoral de conjunto". Esta no es una simple estrategia de eficacia, sino una exigencia de la comunión eclesial y, consiguientemente, de todos los dones recibidos del Espíritu Santo (vocaciones, ministerios y carismas).

    [68]AA.VV., Pastoral de conjunto (Madrid, 1966); E. BELTRAN, Comunità di base e pastorale d'insieme, Roma, AVE 1973; J. DELICADO, Pastoral diocesana al día (Estella, Verbo Divino 1966);

F. MOTE, F. BOULARD, Hacia una pastoral de conjunto (Santiago de Chile, Paulinas 1964).

    [69]Sería un contrasentido oponer carisma a institución, puesto que toda persona, servicio e institución recibe carismas especiales del Espíritu Santo para complir la propia misión. La Iglesia es siempre y en todo "comunidad de fe, esperanza y caridad, como un todo visible" (LG 8). Los ministerios son también dones del Espíritu. "Uno solo es el Espíritu, que distribuye sus variados dones para el bien de la Iglesia según su riqueza y la diversidad de ministerios (1Cor 12,1-11). Entre estos dones resalta la gracia de los Apóstoles, a cuya autoridad el mismo Espíritu subordina incluso los carismáticos (cf. 1Cor 14)" (LG 7). Sobre los dones extraordinarios y su discernimiento, ver LG 12. Ver studios en la nota anterior y: J. EGERMAN, La charité dans la Bible (Paris-Tournai, Casterman 1963); G. PASINI, La carità, dimensione essenziale della missione della Chiesa: Lateranum 51 (1985) 41-59; M. PEINADO, Solicitud pastoral (Barcelona, Flors 1967). Ver algunos estudios sobre los carismas en San Pablo: AA.VV., Paul du Tarse, apôtre du notre temps (Rome, Ab. St. Paul 1979); St. LYONNET, Etudes su l'epître aux romains (Roma, Pont. Ist. Biblico 1989).

    [70]Para la cooperación y animación misionera, ver el capítulo IX de este estudio. Amplío estos temas en: Evangelizar hoy, o.c., cap. VII (construir la comunidad eclesial en la caridad), con bibliografía especializada para cada punto concreto. Anota aquí alguna referencia. Sobre la parroquia: AA.VV., De masa a Pueblo de Dios. Proyecto pastoral (Madrid, PPC 1982); AA.VV., Las parroquias, perspectivas de renovación (Madrid, 1979); V. BO, La parroquia, pasado y futuro (Madrid, Paulinas 1977); (Conf. Epis. Colombia), Directorio nacional de pastoral parroquial (Bogota, Spec 1986). Sobre el Consejo Pastoral: F. BOULARD, La curie et les conseils diocésains, en: La charge pastoral des Evêques (Paris, Desclé 1969) 241-274; J. CASTEX, El consejo pastoral en las diócesis españolas (Estella, 1969); J.M. DIAZ MERINO, Los consejos pastorales y su regulación canónica: Revista Española de Derecho Canónico 41 (1985) 165-181; M. GONZALEZ, Los consejos pastorales (Madrid, Secretariado Apostolado Seglar 1972). Sobre la pastoral de conjunto en general, ver la nota 68 de este estudio.

    [71]La encíclica Redmeptoris Missio comenta Jn 17,23: "Fin último de la misión es hacer partícipes de la comunión que existe entre el Padre y el Hijo: los discípulos deben vivir la unidad entre sí, permaneciendo en el Padre y en el Hijo, para que el mundo conozca y crea (cf. Jn 17,21-23)" (RMi 23).

    [72]El concilio Vaticano II, al hablar de la sacramentalidad eclesial, cita la afirmación de San Cipriano: "inseparable sacramento de unidad" (Epist. 69,6: PL 3,1142 B). No habría plena sacramentalidad (unidad de comunión), si no hubiera plena catolicidad (identidad con todas las Iglesias) y plena apostolicidad (fidelidad a la herencia apostólica común).

    [73]La "coinonía" indica ser o poner en común, compartir. Tiene relación con el compartir el cuerpo y sangre de Cristo (1Cor 10,16ss); por esto, se comparten todos los bienes recibidos de Dios (vida de fe, vida en Cristo, dones del Espíritu). En todo ello se demuestra la vida o unión fraterna (Act 2,42). Ver los estudios sobre la Iglesia comunión citados en este mismo capítulo, n. 3 A y en los capítulos II n.3 B, VI n.1 B.

    [74]Gaudium et Spesfundamenta la paz en la unidad del corazón: "la paz es un perpetuo quehacer..., el cuidado por la paz reclama de cada uno constante dominio de sí mismo... En la medida en que el hombre es pecador, amenaza y amenazará el peligro de guerra hasta el retorno de Cristo; pero en la medida en que los hombres, unidos por la caridad, triunfen del pecado, pueden también reportar la victoria sobre la violencia" (GS 78).

    [75]La encíclica Veritatis Splendor añade: "Promover y custodiar, en la unidad de la Iglesia, la fe y la vida moral es la misión confiada por Jesús a los Apóstoles (cf. Mt 28,19-20)" (VS 27). Sobre el "disenso" y su repercusión negativa en la comunión eclesial y en la misión, ver VS 119. La encíclica Redemptoris Missio había señalado la relación entre la fidelidad a Cristo y a la Iglesia: "Para todo misionero y toda comunidad eclesial la fidelidad a Cristo no puede separarse de la fidelidad a la Iglesia" (RMi 89; cita Presbyterorum Ordinis 14).

    [76]Ver el tema de la nueva evangelización y bibliografía en el capítulo II n.3 de nuestro estudio. El documento de Santo Domingo (1992) dedica al tema principalmente el capítulo 1 de la segunda parte. G. MELGUIZO, El post-Santo Domingo: Medellín 74 (1993) 153-171 (crónica, valoración).

Visto 290 veces

Deja un comentario

Asegúrate de llenar la información requerida marcada con (*). No está permitido el Código HTML. Tu dirección de correo NO será publicada.