Lunes, 11 Abril 2022 11:20

INFLUENCIA HISTORICA PERMANENTE DEL "MAESTRO" SAN JUAN DE AVILA

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       INFLUENCIA HISTORICA PERMANENTE DEL "MAESTRO" SAN JUAN DE AVILA

 

 

                                                         Juan Esquerda Bifet

                  Catedrático emérito de la Pontificia Universidad Urbaniana

 

 

 

Sumario:

 

 

Presentación

 

 

1. LAS GRANDES FIGURAS RELACIONADAS CON EL MAESTRO ÁVILA EN SU ÉPOCA

 

      San Juan de Dios, San Francisco de Borja, San Ignacio de Loyola, San Juan Bautista de la Concepción, San Juan de la Cruz, San Juan de Ribera, Santa Teresa de Ávila, Santo Tomás de Villanueva, Fray Luís de Granada, Don Pedro Guerrero, Diego Pérez de Valdivia.

 

      Familias religiosas: Hermanos Hospitalarios, Dominicos, Jesuitas, Carmelitas Franciscanos, Trinitarios.

 

 

2. INFLUENCIA EN SANTOS Y AUTORES ESPIRITUALES POSTERIORES HASTA HOY

 

      Antonio de Molina, Diego de Estella (franciscano), Bérulle (escuela francesa); escritores jesuitas: Baltasar Álvarez, Martín Gutiérrez, Antonio de Cordeses, Luís de la Palma, Luís de la Puente, Alonso Rodríguez, Pedro Rivadeneira.

 

      Santo Toribio de Mogrovejo, Autores de la Escuela Francesa, San Francisco de Sales, San Vicente de Paul, San Alfonso María de Ligorio, Santo Cura de Ars, San Antonio María Claret, Bto. José Allamano, Bto. Manuel Domingo y Sol...

 

 

3. LÍNEAS CONCLUSIVAS DEL ESTUDIO

 

 

 

Presentación:

 

      Para ser declarado Doctor de la Iglesia se necesita, además de un preclaro ejemplo de santidad, una doctrina eminente y un influjo consistente en toda la Iglesia. En pocas figuras de la historia eclesial se encuentra una exposición tan completa de toda la doctrina cristiana como en San Juan de Ávila. No hay ningún tema cristiano fundamental en el que el Maestro no pueda decir algo muy claro, profundo y frecuentemente original. Esta doctrina influyó en muchas figuras y escritos contemporáneos y posteriores.

 

      El influjo del Maestro en toda la historia posterior se ha realizado también por medio de grandes autores que conocían su doctrina y que le citan con profusión. Estos autores siguen siendo de suma actualidad. La doctrina avilista sigue llegando, todavía hoy, a todos los estamentos del pueblo de Dios.

 

 

1. LAS GRANDES FIGURAS RELACIONADAS CON EL MAESTRO ÁVILA EN SU ÉPOCA

 

A) Algunas figuras históricas

 

 

      Los grandes santos y autores espirituales de la época del Maestro Ávila se hicieron portadores de su doctrina en sus propias instituciones, con repercusión en épocas posteriores.

 

      Hay que reconocer que la mística y la vida espiritual española de los siglos XVI y XVII no sería descifrable sin la clave avilista, especialmente a partir del "Audi filia" y de su aprobación respecto a la doctrina de Santa Teresa.

 

      Algunas figuras relacionadas con el Maestro pertenecen a sus primeros tiempos de estudiante o de recién ordenado (el Maestro Domingo de Soto, Fr. Julián Garcés, Fernando de Contreras). Otras están relacionadas con él por vía de consejo espiritual o pastoral (San Juan de Dios, San Francisco de Borja, San Juan de Ribera). Otras son además grandes maestros de vida espiritual (Luís de Granada, San Pedro de Alcántara, San Ignacio de Loyola, Santa Teresa, San Juan de la Cruz...). Y hay autores espirituales que son más bien de referencia (el franciscano Francisco de Osuna y el trinitario San Juan Bautista de la Concepción). Otras figuras hicieron posible su influencia en el concilio de Trento y en el sínodo de Toledo (Pedro Guerrero, Cristóbal de Rojas). Habrá que añadir la relación con las Ordenes religiosas (jesuitas, dominicos, carmelitas...), así como algunas figuras espirituales de sus discípulos (Diego Pérez de Valdivia).[1]

 

      Resumimos sólo algunas figuras más preclaras (Fr. Luís de Granada, San Juan de Dios, San Juan de Ribera, Don Pedro Guerrero, San Ignacio de Loyola, Santa Teresa de Avila, Diego Pérez de Valdivia). Para más datos sobre estas y otras figuras, nos remitimos a: Introducción a la doctrina de San Juan de Avila (Madrid, BAC, 2000, cap. I, 1,c; II, 1,b-c).

 

      El dominico Fr. Luís de Granada fue uno de mejores amigos y discípulos del Maestro Ávila. Sería su primer biógrafo y el gran propagador de su doctrina y escritos[2]. Encontró al Maestro Ávila en Córdoba (1535), e inició desde entonces una etapa nueva de su vida, siguiendo sus consejos espirituales. El biógrafo L. Muñoz dejará constancia de que Fr. Luís iba a escuchar los sermones del Maestro Ávila, sentado humildemente en la escalerilla del púlpito (Vida, Lib. 2, cap. 8). En la "Guía de pecadores" (Lisboa 1556), Fr. Luís publicó una parte del "Audi Filia" (todavía no editado por el Maestro). Era asiduo lector de las cartas del Maestro: "Ahora mi ordinario libro, que me leen de noche cuando ceno, son las epístolas del P. Ávila"[3]. Diecinueve años después de la muerte del Maestro, escribió su primera biografía, cuando Fr. Luís estaba próximo al final de su vida terrena[4]. San Juan de Ribera, su amigo, tenía a Fra. Luís de Granada como santo, y dejó establecido que, en el colegio del Patriarca, se celebrara fiesta cuando fuera canonizado su amigo Fr. Luís. Santa Teresa se reconocía deudora espiritualmente de sus escritos.[5]

 

      San Juan de Dios(Juan Cidad) cambió de vida al escuchar un sermón de San Juan de Ávila, pronunciado en Granada, en la ermita de los mártires, el día de San Sebastián (20 de enero de 1537)[6]. El Maestro Ávila y el arzobispo Pedro Guerrero le ayudaron a fundar un hospital en Granada. El mismo Maestro Ávila, que sería su director espiritual, pidió limosna para esta finalidad caritativa. San Juan de Dios fundó los Hermanos Hospitalarios. Murió en Granada el año 1550. Las cartas avilistas (nn. 45-46 y 141) testifican la dirección espiritual por parte del Maestro y retratan a Juan de Dios como santo de la caridad. Cuando éste iba a visitar al Maestro en Montilla, se quedaba en la cruz de la entrada a la villa para hacer llegar el recado: "Díganle al gran Maestro, a mi gran padre, que aquí está aquel gran pecador, Juan de Dios, que si le da licencia le irá a ver".[7]

 

      La relación del Maestro Ávila con San Juan de Ribera aparece en el epistolario, cuando éste era obispo de Badajoz[8]. La influencia en él del Maestro Ávila fue muy grande, ya desde sus tiempos de estudiante y profesor en Salamanca (1544-1561), donde había oído hablar del Maestro con entusiasmo a su amigo Antonio Fernández de Córdoba, hijo de los marqueses de Priego. Aunque no se conservan las cartas de esas fechas, parece hubo un carteo de dirección espiritual. Le consultó sobre aceptar o no el obispado de Badajoz. Una vez situado en la diócesis, el Maestro le envío algunos discípulos para misionar por los pueblos[9]. Ya arzobispo de Valencia, conservaba los sermones manuscritos del Maestro, con anotaciones propias al margen. Tuvo muy estrecha amistad con dos grandes discípulos del Maestro Ávila: Fr. Luís de Granada (quien le dedicó la biografía avilista) y Diego Pérez de Valdivia (que dedicó al santo arzobispo el libro "Aviso de gente recogida"). Siendo obispo de Badajoz, San Juan de Ribera puedo haber influido, por medio de los escritos avilistas, en el Sínodo de Santiago de Compostela; posteriormente sería en los sínodos de Valencia.[10]

 

      El Maestro Ávila, ya residente en Montilla y enfermo, colaboró con su amigo Don Pedro Guerrero, arzobispo de Granada, escribiéndole varias cartas de contenido pastoral (la primera es de 1547) y enviándole los "Memoriales" para el concilio de Trento (1551 y 1561). El arzobispo hubiera querido llevárselo al concilio[11]. Juan de Ávila siguió colaborando posteriormente para la aplicación de las normas conciliares. Las "Advertencias" que el Maestro Ávila redactó para el sínodo de Toledo, sirvieron también para el concilio provincial de Granada; el arzobispo las había pedido al santo Maestro y éste se las remitió (cfr. Cartas 243-244, año 1565)[12].

 

      La estrecha relación que tenía el Maestro Ávila con la Compañía de Jesús, se concretó también en un gran aprecio por parte de San Ignacio de Loyola[13]. Cuando el santo fundador ya se había establecido en Roma, el Maestro Ávila estaba en plena actividad de misiones populares e institución de centros educacionales, y había entablado buenas relaciones con Francisco de Borja, entonces Marqués de Lombay y Duque de Gandía (futuro sucesor de San Ignacio), con ocasión de las honras fúnebres por la emperatriz Isabel (Granada, 1939). Un número considerable de discípulos del Maestro Ávila (unos treinta) pasaron a la Compañía[14]. Durante su retiro en Montilla, el Maestro dirigía pláticas a los Padres y novicios jesuitas. El epistolario entre Ignacio de Loyola y San Juan de Ávila refleja una gran veneración mutua[15].

 

      San Ignacio deseaba que el Maestro entrara en la Compañía: "Quisiera el santo Maestro Ávila venirse con nosotros, que le trujéramos en hombros, como el Arca del Testamento, por ser el archivo de la Sagrada Escritura, que si ésta se perdiere, él solo la restituiría a la Iglesia"[16]. San Juan de Ávila presentó sus excusas al P. Nadal[17]. Después de la muerte del santo fundador, el Maestro Ávila conservó siempre un gran aprecio hacia él y hacia su obra; escribía a su sucesor el P. Diego Laínez: "Tenemos los ojos puestos en esta santa Compañía, como señal y prenda de la benevolencia que Dios nos tiene... Y, si no me engaño, el intento del fundador de ella, que está en gloria, fue tener gente imitadora de apóstoles y que no excediese en mucho el número de ellos" (Carta 191, 10ss, 40ss).[18]

 

      No le tocó en suerte al Maestro Ávila tratar personalmente, de visu, a Santa Teresa de Jesús. Pero hubo un encuentro epistolar de suma importancia para la mística española[19]. La consulta al Maestro sobre sus experiencias, así como la respuesta, son de 1568, un año antes de la muerte del Maestro. El deseo de consulta es anterior[20], pero fue en el año 1568 cuando la santa tuvo la oportunidad de hacer llegar su manuscrito al Maestro por medio de Doña Luísa de la Cerda[21]. Las dos cartas del Maestro (2 de abril y 12 de septiembre de 1568), escritas en Montilla, alaban el modo de obrar de la santa peregrina (sus viajes fundacionales) y le dan orientación certera sobre sus experiencias místicas, prometiendo enviarle unas notas más amplias posteriormente[22]. En la carta segunda (12 de septiembre), después de excusarse humildemente por no sentirse "suficiente para juzgar las cosas de él (del libro de la vida)", ofrece una síntesis magistral sobre ese caso tan singular; la carta avilista ha sido calificada como de llave de oro de la mística española del siglo XVI[23]. Al Maestro le convenció la línea de amor y de humildad de los escritos de la santa.

 

      A la muerte del Maestro (un año después de la consulta), exclamó la santa: "Lo que me da pena es que pierde la Iglesia de Dios una gran columna y muchas almas un grande amparo, que tenían en él, que la mía, aun con estar tan lejos, le tenía por esta causa obligación"[24]. Ella guardó siempre un gran recuerdo de él, conoció y apreció a algunos de sus discípulos (menciona a Diego Pérez en carta de 18 de febrero de 1577) y leyó algunos textos avilistas ("serían de gran provecho los sermones", dice en carta del 24 de mayo de 1581, al P. Gracián). Muchos puntos doctrinales tienen un gran parecido, como sucede con otros místicos de la época.[25]

 

      No podemos olvidar una figura que es, al mismo tiempo, discípulo predilecto de San Juan de Ávila. Se trata de Diego Pérez de Valdivia, escritor de temas espirituales[26]. Dice L. Muñoz que "parecido en todo a su gran Maestro, a quien procuró imitar, y lo consiguió felizmente"[27]. Convivió algunos años con el Maestro, quien le corrigió de su "modo riguroso y no llano de predicar" (Carta 250, 2). Siguiendo el consejo de su Maestro, renunció al cargo de predicador de Felipe II y a todos sus cargos, para vivir evangélicamente y para "ir a tierra de infieles a predicar el evangelio, con vehemente deseo de ser mártir" (L. Muñoz, Vida, lib. 2º, cap. 12).). Con esta determinación se dirigió a Valencia, donde se relacionó con San Juan de Ribera y San Luís Beltrán. La imposibilidad de embarcar le llevó a Barcelona[28]. Siendo catedrático en la universidad y predicador, vivió pobremente y en comunidad con otros clérigos, favoreció la reforma carmelitana (escribiendo al P. Gracián). Sus escritos son los de un grande maestro de espiritualidad, abriendo caminos de contemplación y perfección, estimulando a la lectura y estudio de la Escritura, fomentado la espiritualidad mariana.[29]

 

 

B) Influencia en Órdenes religiosas

 

 

      Las figuras que acabamos de recordar, en relación con el Maestro Ávila, pertenecen a diversas escuelas y familias sacerdotales o religiosas: dominicos (Domingo de Soto, Julián Garcés, Luís de Granada), franciscanos (Francisco de Osuna, Pedro de Alcántara), carmelitas (Teresa de Jesús, Juan de la Cruz), jesuitas (Ignacio de Loyola, Francisco de Borja), trinitarios (Bautista de la Concepción), hospitalarios (Juan de Dios), diocesanos o seculares (Fernando de Contreras, Juan de Ribera, Pedro Guerrero, Diego Pérez de Valdivia). El cuadro podría ampliarse con el nombre de muchos de sus discípulos o también con otras personas de las familias religiosas o sacerdotales mencionadas, algunas de las cuales aparecen en el epistolario avilista.

 

      La influencia del Maestro Ávila fue debida a haber formado multiplicadores o propagadores de sus enseñanzas. Fueron éstos, principalmente, sus discípulos, que podrían, en cierto modo clasificarse como "escuela" no estructurada. Su relación con numerosas Órdenes religiosas (especialmente jesuitas, dominicos y carmelitas), así como su amistad con los santos de la época, fue también un elemento multiplicador a nivel intereclesial e internacional. Los numerosos discípulos que se hicieron jesuitas (unos treinta) actuaron en España, Italia, Portugal, América, India. Desde la universidad de Baeza, tuvieron gran influencia, como formadores, Bernardino de Carleval y Diego Pérez.

 

      La relación del Maestro Ávila con las Órdenes religiosas se plasmó en una cierta influencia y, al mismo tiempo, resultó un medio providencial para transmitir su herencia a nivel interdiocesano e internacional. Además de los dominicos (con Fray Luís de Granada)[30]y de los Hermanos Hospitalarios de San Juan de Dios (ambos citados anteriormente), hay que recordar principalmente a los jesuitas y carmelitas.

 

      La Compañía de Jesús se lleva la palma, si se trata, al menos, del número de jesuitas que procedían de los discípulos avilistas (unos treinta) y, sobre todo, de las grandes alabanzas tributadas por San Ignacio de Loyola. El aprecio que sentían por el Maestro, tanto San Ignacio como San Francisco de Borja, se tradujo en una valoración y divulgación de sus escritos y de su fama de santidad. Los jesuitas que habían conocido al Maestro hicieron otro tanto: Nadal, Laínez, Araoz, Estrada, Plaza, Francisco de Toledo, etc. Algunos le habían escuchado las pláticas habidas en Montilla. Y, sobre todo, fueron los discípulos que entraron en la Compañía, quienes divulgaron la figura del Maestro: Cristóbal de Mendoza (el primer discípulo que entró en la Compañía, admitido por San Ignacio en Roma, 1546), Diego de Guzmán (hijo del conde de Bailén), Antonio de Córdoba (hijo de la marquesa de Priego), Gaspar Loarte (converso y gran catequista y predicador), Francisco Gómez (teólogo y canonista, que le ayudó en la redacción de las "Advertencias para el concilio de Toledo"), Diego de Santa Cruz (que, enviado por el Maestro a Portugal, entró en la Compañía), Alonso de Barzana (misionero y catequista en Perú), Gaspar Pereira (que le asistió en su muerte y marchó como hermano jesuita al Perú), etc.

 

      Los escritos catequísticos del Maestro fueron divulgados principalmente por los jesuitas (Roma, Mesina, Florencia...). El P. Juan de la Plaza llevaría a México una buena herencia avilista, especialmente por los sermones o pláticas que le había entregado el Maestro cuando el Padre Plaza estaba en Montilla y en Córdoba, predicando al clero.[31]

 

      La relación con la Orden carmelitana renovada, como hemos resumidos más arriba, fue de suma importancia para la mística española y para garantizar la autenticidad de las gracias recibidas por Santa Teresa de Jesús. Algunos discípulos del Maestro se hicieron carmelitas de la descalcez, especialmente en Baeza y La Peñuela. El aprecio de Santa Teresa por el Maestro Ávila influyó en la divulgación de su vida y escritos. El biógrafo Luís Muñoz deja constancia de este aprecio: "La gloriosa Santa Teresa de Jesús derramó por esta muerte copiosas lágrimas... y habiendo sabido de ella la causa de su llanto, le dijeron que por qué se afligía tanto por un hombre que se iba a gozar de Dios. A esto respondió la santa: «Lo que me da pena es que pierde la Iglesia de Dios una gran columna y muchas almas un grande amparo, que tenían en él, que la mía, aun con estar tan lejos, le tenía por esta causa obligación»" (Vida, lib. 3º, cap. 24).[32]

 

 

C)Influencia en el concilio de Trento y en algunos sínodos postconciliares

 

 

      Las personas providenciales que hicieron posible la influencia del Maestro Ávila en Trento fueron Don Pedro Guerrero (arzobispo de Granada, que llevaba los "Memoriales"), Don Cristóbal de Rojas (obispo de Córdoba) y Fr. Bartolomé de los Mártires (arzobispo de Braga). Se hicieron famosos entre los padres conciliares los "papeles" de Don Pedro Guerrero. La influencia se puede constatar en los siguientes temas: figura y residencia de los obispos, catequesis, matrimonios clandestinos y, especialmente, la formación sacerdotal en los Seminarios.[33]

 

      En la sesión 23ª, durante la tercera etapa, se encuentra el can. 18 de reforma (15 de julio de 1563) que se refiere a la institución de los Seminarios. La doctrina de la ses. 23ª se refiere a la cura pastoral, a base del conocimiento de las ovejas y la dedicación de los pastores a los ministerios de la palabra, los sacramentos y la caridad, siempre con el testimonio de vida. El texto conciliar tiene muchas expresiones parecidas a la doctrina avilista. El decreto sobre los Seminarios refleja toda esta doctrina conciliar y avilista, especialmente cuando se trata de la formación teológica, pastoral y espiritual que se impartirá en ellos.[34]

 

      A la influencia del Maestro Ávila en Trento, hizo alusión Pablo VI, durante la homilía de la canonización (31 de mayo de 1970): "No pudo participar personalmente en él (en el concilio) a causa de su precaria salud; pero es suyo un Memorial, bien conocido, titulado Reformación del Estado Eclesiástico (1551) (seguido de un apéndice: Lo que se debe avisar a los Obispos), que el Arzobispo de Granada, Pedro Guerrero, hará suyo en el Concilio de Trento, con aplauso general". El Papa llega a esta conclusión: "El Concilio de Trento ha adoptado decisiones que él había preconizado mucho tiempo antes".[35]

 

      La influencia en el concilio de Toledo y en otros concilios

provinciales, fue especialmente por medio de las "Advertencias al concilio de Toledo". Este concilio provincial se celebró en los años 1565-1566, con el objetivo de aplicar los decretos tridentinos. Se trataron las cuestiones propuestas por el Maestro Ávila en las "Advertencias", preparadas con la colaboración del discípulo Lic. P. Francisco Gómez. Son especialmente cuestiones de reforma pastoral y espiritual de los obispos, sacerdotes y seglares. Hay una segunda redacción de las "Advertencias", con anotaciones jurídicas muy oportunas para la aplicación de los decretos conciliares de Trento. También el discurso de apertura es de mano del Maestro Ávila ("De la veneración que se debe a los concilios").[36]

 

      Por las cartas avilistas a Don Pedro Guerrero (nn. 243-244) conocemos que el texto de las "Advertencias" sirvió también para el concilio provincial de Granada. El mismo texto podía haber servido para otros concilios españoles y americanos, como lo demuestra la "Positio" para la canonización (ofreciendo textos paralelos)[37].

 

      Pudo haber también una influencia en el concilio provincial de Santiago de Compostela (1565-1566), por medio de San Juan de Ribera allí presente, obispo por entonces de Badajoz[38]. El tercer concilio de Lima (1582-1583), presidido por Santo Toribio de Mogrovejo, tomó algunas orientaciones de las actas de los concilios de Toledo y de Granada. Santo Toribio de Mogrovejo había sido presidente de la Cancillería de Granada y se había llevado a Lima los escritos de reforma del Maestro Ávila. La influencia en el tercer concilio de México (1585) se puede constatar por el hecho de citar abundantes textos de los concilios de Toledo, Granada y Lima. El P. Plaza S.I., discípulo del Maestro Ávila, era consultor teólogo del concilio, visitador y provincial en México desde 1580. La influencia se nota especialmente en los decretos sobre la catequesis y sobre la vida clerical.[39]

 

 

2. INFLUENCIA EN SANTOS Y AUTORES ESPIRITUALES POSTERIORES HASTA HOY

 

 

      La influencia del Maestro Ávila (fallecido en 1569) fue y sigue siendo de largo alcance. En los apartados anteriores hemos visto la influencia de sus escritos durante la vida del santo y en los años inmediatamente posteriores, como en los sínodos de Lima (1582-1583) y México (1585). Sus biógrafos recogen datos de esta influencia, especialmente L. Muñoz (1635), quien aprovecha los datos de los procesos informativos para la beatificación (terminados en 1628). Esta influencia se puede constatar especialmente en numerosos santos posteriores, así como en autores espirituales y escuelas de espiritualidad. Los estudios científicos realizados en el siglo XX y que prosiguen en el tercer milenio, son un índice de esta influencia magistral.

 

      Además de los santos contemporáneos de San Juan de Ávila, que hemos recordado anteriormente (Juan de Dios, Francisco de Borja, Ignacio de Loyola, Juan Bautista de la Concepción, Juan de la Cruz, Juan de Ribera, Teresa de Ávila, Tomás de Villanueva...), son muchos y muy significativos los santos posteriores de quienes consta que quedaron impresionados o influenciados por la vida y la doctrina del Maestro: Santo Toribio de Mogrovejo, San Francisco de Sales, San Vicente de Paul, San Alfonso María de Ligorio, Santo Cura de Ars, San Antonio María Claret, Bto. José Allamano, Bto. Manuel Domingo y Sol, SD José María Lahiguera...

 

      También son muchos y de gran categoría otros autores espirituales que le citan con cierta amplitud. Además de Fr. Luís de Granada (que hemos resumido más arriba), se pueden recordar: Antonio de Molina, Diego de Estella (franciscano), Bérulle (escuela francesa) y los jesuitas Baltasar Álvarez, Martín Gutiérrez, Antonio de Cordeses, Luís de la Palma, Luís de la Puente, Alonso Rodríguez, Pedro Rivadeneira.[40]

 

      Una cierta influencia en Santo Toribio de Mogrovejo (1538-1606) puede deducirse por el hecho de que las actas de los concilios de Toledo y Granada sirvieron de pauta en el tercer concilio de Lima (1582-1583), presidido por el santo arzobispo, quien había sido presidente de la Cancillería de Granada (antes de 1579) y se había llevado a Lima los escritos de reforma del Maestro Ávila.[41]

 

      "El P. Baltasar Álvarez acude con frecuencia a inspirarse en las obras de Ávila; los PP. Martín Gutiérrez y Antonio Cordeses -en Pláticas sobre oración y en Itinerario de la perfección cristiana respectivamente- siguen de cerca el Audi filia. De mayor cuantía es la influencia que ejercieron los escritos avilinos en el Padre Luís de la Palma. Basta fijarnos en su Historia de la Sagrada Pasión. En los capítulos 8, 14, 21, 22, 23, 33, 37, 51, se pueden encontrar transcritos, casi al pie de la letra, numerosos pasajes de los escritos del Maestro, especialmente del Tratado del amor de Dios, del Audi Filia y de los sermones del Stmo. Sacramento y de la Virgen... Aparentemente es más difícil encontrar comprobaciones de este tipo en el P. Luís de la Puente... A pesar de todo, no faltan pasajes en que se descubre claramente la presencia de Juan de Ávila. Acaso el más decisivo en este aspecto es la meditación 45 de la IV parte de sus Meditaciones".[42]

 

      El P. Alonso Rodríguez (de enorme influencia en su tiempo) cita al Maestro Ávila más de treinta veces en Ejercicio de perfección y virtudes cristianas. El P. Pedro Rivadeneira, en su Tratado de la tribulación, deja constancia de tomar todo el capítulo 22 del los contenidos del Tratado del amor de Dios (de San Juan de Ávila).

 

      Pudo haber alguna influencia en Fr. Luís de León y Lope de Vega[43]. La influencia en el franciscano Diego de Estella (1524-1578) la detectó ya el P. Juan de Villarás, discípulo, heredero y editor de los escritos del Maestro Ávila. Así se hizo constar posteriormente en el proceso de Madrid (declaración del Lic. Juan Vargas), refiriéndose a las "Meditaciones del amor de Dios" (de Fr. Diego de Estella).[44]

 

      Por medio del cartujo de Burgos Antonio de Molina (1560-1619), muy leído en círculos extranjeros y que cita abundantemente la doctrina del Maestro Ávila, éste ha podido también influir en grandes figuras de la espiritualidad. En su tratado "Instrucción de sacerdotes"[45], el cartujo de Burgos tiene como objetivo la formación de los sacerdotes a partir de la Sagrada Escritura, de los Santos Padres y de los santos y Doctores de la Iglesia, para describir la dignidad sacerdotal, la santidad y virtudes específicas, la celebración eucarística, el oficio divino, el sacramento de la penitencia, etc.

 

      El libro tuvo muchas ediciones y fue traducido a varios idiomas, llegando a ser libro de cabecera de muchos sacerdotes. Cita con frecuencia al Maestro Ávila, especialmente en los contenidos de las pláticas sacerdotales, y también transcribe literalmente su doctrina sin citarlo. Al hablar de la oración, cita explícitamente al Maestro y dice de él: "Santo y venerable varón... hombre de grande perfección, y altísimo espíritu, y rara sabiduría... santo y apostólico varón, el cual con el altísimo espíritu que tuvo, y la gran luz con que el Espíritu Santo le alumbró, echó bien de ver cuán importante y necesaria es a los sacerdotes ser muy dados al espíritu de la oración" (Tratado 2, cap. 7).[46]

 

      Reconociendo la originalidad de la escuela francesa, especialmente por su dimensión cristológica (sobre la Encarnación) y por sus raíces patrísticas, no puede negarse la influencia indirecta que tuvo en ella el Maestro Ávila (como la tuvo Santa Teresa por medio del Carmelo teresiano). La escuela francesa conoció y usó el tratado de Antonio de Molina, así como apreció los escritos y la figura de San Juan de Ávila. P. Pourrat admite una cierta relación de dependencia con la doctrina avilista, al transmitir el testimonio de Bourgoing sobre Bérulle: "Dios ya había echado sus semillas (de renovación del clero) en diversas personas y lugares; me acuerdo haber oído decir a nuestro muy honorable Padre (P. Bérulle) que ello había sido un diseño (dessein) del P. Juan de Ávila, predicador apostólico; añadiendo, al mismo tiempo, que si hubiera vivido (Ávila) en nuestros días, hubiera ido a ponerse a sus pies, y lo hubiera tomado como maestro y director de esta obra, pues le tenía en singular veneración".[47]

 

      La influencia en la escuela francesa y, a través de ella, en otros autores de la posteridad, puede constarse también en algunas de sus eminentes figuras de este misma escuela, que resumimos a continuación: San Francisco de Sales y San Vicente de Paul.

 

      En el "Tratado del amor de Dios", San Francisco de Sales (1567-1622), doctor de la Iglesia, habla del Maestro Ávila como de "docto santo predicador de Andalucía" y lo propone como modelo de "mansedumbre e igualdad incomparable" (lib. IX, cap. 6); en la "Introducción a la vida devota", cita pasajes del "Audi Filia" (parte 1ª, cap. 4 y parte 2ª, cap. 17), remitiéndose a su autoridad espiritual. "Como dice el piadoso Ávila, por más que te fatigues no hallarás medio más seguro de hacer la voluntad de Dios, que esta obediencia... Dice el Maestro Ávila (respecto al director espiritual) que se ha de escoger uno entre mil; y yo digo que entre diez mil"[48]. La reflexiones de San Francisco de Sales sobre el amor de Dios están inspiradas por las "Meditaciones" de Fr. Diego de Estella (que hemos citado más arriba), el cual cita abundantemente al Maestro Ávila.

 

      Los escritos de San Vicente de Paúl (1581-1660) reflejan la doctrina sacerdotal de Antonio de Molina (también en las ideas tomadas de San Juan de Ávila). San Vicente prescribía, en el "Reglamento de los Ejercicios para los Ordenandos", la lectura diaria del tratado de Antonio de Molina en el refectorio.[49]

 

      La influencia en el Santo Cura de Ars, San Juan María Vianney (1786-1859) consta por el hecho de que en su biblioteca personal se conservan las obras del Maestro (traducción francesa).[50]

 

      Pasando a otras áreas de influencia, cabe recordar a San Alfonso María de Ligorio (1696-1787), doctor de la Iglesia, quien cita frecuentemente al Maestro Ávila en diversos escritos espirituales: "Glorias de María" (cita un sermón avilista mariano y el "Audi Filia"), "Visitas al Santísimo Sacramento" (dos veces), "Selva de materias predicables" (16 veces), "Cartas a un religioso amigo", "Sermones abreviados" y, sobre todo, "Práctica del amor a Jesucristo". En este último libro cita páginas enteras del "Tratado del amor de Dios", de las cartas, de los sermones y del "Audi Filia".[51]

 

      Entre otras figuras más cercanas a nuestra época, que citan y recomiendan a San Juan de Ávila, destaca San Antonio María Claret (1807-1870). Ya no se trata sólo de una exposición doctrinal que hace referencia a otro autor, sino que, en este caso, se refiere a su propia experiencia, como de quien ha quedado impresionado por la vida del Maestro en cuanto predicador y modelo de celo apostólico. Reconoce que ningún autor, entre los muchos que había leído, le han impresionado y convencido tanto: "Su estilo es el que más se me ha adaptado y el que he conocido que más felices resultados daba. ¡Gloria sea a Dios nuestro Señor, que me ha hecho conocer los escritos y obras de ese gran Maestro de predicadores y padre de buenos y celosísimos sacerdotes!"[52]. Los biógrafos del P. Claret afirman que el santo fundador conservaba anotadas las obras del Maestro Ávila (edición de 1759, en nueve tomos), y que en su cuaderno anotó también las cartas que más le habían ayudado.

 

      En el campo misionero hay que destacar la figura de un sacerdote diocesano de Turín, el Bto. José Allamano (1851-1926), fundador de los misioneros y misioneras de la Consolata. A sus misioneros les proponía con frecuencia a Juan de Ávila como modelo de apóstol y de santo. Lo cita junto a otros grandes autores, como autoridad indiscutible y lo presenta especialmente en relación con la Eucaristía, con la búsqueda de la voluntad de Dios y con la dirección espiritual.[53]

 

      El Bto. Manuel Domingo y Sol (1836-1909), gran promotor de la formación sacerdotal, dejó una fuerte huella avilista en la institución fundada por él (Sacerdotes Operarios Diocesanos) y en numerosas generaciones sacerdotales que se formaron en el Pontificio Colegio Español de Roma y en otros Seminarios de España y América Latina. Han sido especialmente sus discípulos quienes, en los últimos años, publicaron la edición crítica de las obras del Maestro Avila y colaboraron eficazmente en su proceso de canonización.[54]

 

      El Siervo de Dios José María Lahiguera (1903-1989), arzobispo de Valencia y fundador de las HH. Oblatas de Cristo Sacerdote, ha tenido y sigue teniendo una gran influencia en muchos ambientes sacerdotales, a nivel internacional. En su Diario Espiritual, constata repetidas veces que, al inicio de su vida sacerdotal hizo discernimiento sobre si escogía una vida de cartujo o de misionero apostólico al estilo de San Juan de Avila. Escogió la segunda opción, guiado por la obediencia, aunque, al final de su vida, ya dimisionario, recuerda de nuevo esta opción y la completa indicando que sus últimos años estaban dedicados a la contemplación, siempre para la santificación de los sacerdotes. Por donde pasó ejerciendo su ministerio (director espiritual en el Seminario de Madrid, Obispo auxiliar de Madrid, obispo de Huelva, arzobispo de Valencia), dejó huella imborrable de santidad y de vocaciones sacerdotales.[55]

 

      En esta larga lista de santos y autores espirituales de época posterior a la del Maestro Ávila, que se suman a sus contemporáneos, encontramos santos fundadores, grandes tratadistas, doctores de la Iglesia, clásicos de espiritualidad. La lista podría ampliarse. El biógrafo L. Muñoz ofrece unas pistas: los autores de las diversas Órdenes religiosas, que se relacionaron más con el santo Maestro, a través de los cuales ha ido llegando a todas las latitudes su testimonio y su doctrina (jesuitas, dominicos, carmelitas, franciscanos, jerónimos, hermanos de San Juan de Dios...).[56]

 

      La declaración de Juan de Ávila como Patrono del Clero secular español, fue hecha por Pío XII, el 2 de julio de 1946 (Breve "Dilectus filius"). La petición había sido presentada por el Cardenal Parrado, arzobispo de Granada, en nombre del episcopado español. Este hecho, cuando Juan de Ávila todavía no había sido canonizado, tuvo gran repercusión en el conocimiento de su figura y de sus escritos, especialmente por parte de los Seminarios y clero español y latinoamericano.[57]

 

      Los años que discurren entre el cincuentenario de la beatificación (1944), la declaración de patronazgo (1946) y la canonización (1970), fueron un hecho de gracia. La preparación inmediata de la canonización fue todavía de gran fervor sacerdotal, que estimuló a estudiar y poner en práctica los documentos del concilio Vaticano II (finalizado en 1965). El espíritu del Maestro Ávila fue la mejor disposición para captar los contenidos de los documentos magisteriales preconciliares, conciliares y postconciliares sobre el sacerdocio.[58]

 

      La canonización de Juan de Ávila tuvo lugar durante el pontificado de Pablo VI, el 31 de mayo de 1970. Se llama canonización "equipolente", porque, por dispensa papal, se realizó sin exigir un nuevo milagro (había habido de más en la beatificación). Se habían presentado anteriormente algunos milagros, pero no se sometieron al estudio definitivo.[59]

 

      Pablo VI, en los discursos con ocasión de la canonización, delinea la figura de Juan de Ávila, especialmente como modelo de la santidad y ministerio del sacerdote. El Papa quiso presentar un modelo sacerdotal en tiempos de postconcilio. Efectivamente, se trata de una figura o "tipo polivalente de todo sacerdote de nuestro días", que, por su santidad de vida y por su disponibilidad ministerial, ayuda a superar las dudas nacidas de la "crisis de identidad". El Papa propone especialmente: "la firmeza en la verdadera fe, el auténtico amor a la Iglesia, la santidad de su Clero, la fidelidad al Concilio, la imitación de Cristo, tal como debe ser en los nuevos tiempos"[60]. En el discurso durante la audiencia del 1 de junio de 1970 (después de la canonización), el Papa resumía la figura "profética" del Maestro con esta pincelada: "Una santidad de vida nada común, un celo apostólico sin límites, una fidelidad sin engaños a la Iglesia".[61]

 

      La influencia posterior a la canonización puede constatarse en la celebración de su fiesta anual (como día sacerdotal en diversas diócesis y Seminarios) y en las peregrinaciones, así como en las publicaciones a diferentes niveles: obras completas reeditadas, tesis doctorales, estudios monográficos, artículos, textos selectos, cursos especializados, etc.[62]

 

      En su primera carta del Jueves Santo (1979), Juan Pablo II invitaba a los sacerdotes de todo el mundo a tomar como modelo a figuras sacerdotales de la historia, entre las que nombra a San Juan de Ávila. La carta se dirige a todos los sacerdotes de la Iglesia y se puede calificar de programática para las que seguirían en otros Jueves Santos. En esta primera carta de Jueves Santo, los detalles con que el Papa actualiza una figura sacerdotal como la de San Juan de Ávila, entre otros santos sacerdotes: "Esforzaos en ser los maestros de la pastoral. Ha habido ya muchos en la historia de la Iglesia. ¿Es necesario citarlos? Nos siguen hablando a cada uno de nosotros, por ejemplo, San Vicente de Paúl, San Juan de Ávila, el Santo Cura de Ars, San Juan Bosco, el Beato Maximiliano Kolbe y tantos otros. Cada uno de ellos era distinto de los otros, era él mismo, era hijo de su época y estaba al día con respecto a su tiempo. Pero «el estar al día» era una respuesta original al Evangelio, una respuesta necesaria para aquellos tiempos, era la respuesta de la santidad y del celo".[63]

 

      En su visitas a España, Juan Pablo II ha hecho referencia explícita a San Juan de Ávila. En Sevilla (5 de noviembre de 1982), durante la beatificación de Sr. Ángela de la Cruz, enumera los santos de sur de la Península, entre los que nombra a San Juan de Ávila, e invita a imitarlos: "Conozco el origen apostólico del cristianismo de la Bética, fecundado por vuestros Santos: Isidoro y Leandro, Fernando y Juan de Ribera, Juan de Dios y el beato Juan Grande, Juan de Ávila y Diego José de Cádiz, Francisco Solano, Rafaela María, el venerable Miguel de Mañara y otras figuras insignes. El recuerdo cariñoso de tanta riqueza histórica y espiritual es mi mejor saludo a vuestro pueblo".[64]

 

      En Valencia (8 de noviembre de 1982), durante la ordenación sacerdotal (presbiterandos de toda España), después de recordar a San Vicente Ferrer, a Santo Tomás de Villanueva y a San Juan de Ribera, añade: "A ellos habría que añadir numerosos santos sacerdotes, entre ellos San Juan de Ávila, Patrono del clero español. Todos ellos nos acompañan con su intercesión".[65]

 

      A los seminaristas de toda España, el mismo día 8 de noviembre de 1982, el Papa dejó en Valencia un mensaje escrito, en el que recuerda a Santa Teresa, a San Juan de Ribera y a San Juan de Ávila, en el marco de la formación sacerdotal: "Son muchos los santos, hijos de esta bendita tierra, que han sentido en el corazón la llamada a colaborar en la formación integral de los sacerdotes, o futuros sacerdotes, según el modelo del Buen Pastor y de los Apóstoles. Santa Teresa de Jesús quiso dar a la renovación del Carmelo esta dimensión también aportando la oración y el sacrificio, especialmente para la santificación de los sacerdotes. San Juan de Ribera dedicó sus mejores esfuerzos a la formación y renovación sacerdotal. San Juan de Ávila, gran promotor de Seminarios en su tiempo y Patrono del clero secular español, afirmaba: «Si la Iglesia quiere buenos ministros, ha de promover que haya educación» (Memorial al concilio de Trento I, n.10)... Se trata de un camino que requiere tiempo y una larga maduración".[66]

 

      El Congreso Internacional, celebrado con ocasión del quinto centenario su nacimiento (Madrid, 2000), ha sido una nueva muestra de su influjo permanente en la Iglesia.[67]

 

      Juan Pablo II(del que ya hemos citado anteriormente otros documentos) envió un mensaje a este Congreso, de las que recogemos las siguientes afirmaciones: "El ejemplo de su vida, su santidad, es la mejor lección que sigue impartiendo a los sacerdotes de hoy, llamados también a dar nuevo vigor a la evangelización... Ante los retos de la nueva evangelización, su figura es aliento y luz también para los sacerdotes de hoy que, al ser administradores de los misterios de Dios, están en el corazón mismo de la Iglesia, donde se construye sobre base firme y se reune en la caridad".[68]

 

      También en relación con la celebración del quinto centenario del nacimento del Maestro Avila, Juan Pablo II tuvo un discurso programático, del que entresacamos algunas frases: "Dais así también un especial realce a la celebración del V centenario del nacimiento de san Juan de Ávila, patrono del clero secular

español, a la vez que os unís a las iniciativas del Episcopado en vuestro país para promover, en este Año del gran jubileo, una significativa renovación de los sacerdotes... En esta tarea os será de ayuda el ejemplo, siempre actual, de san Juan de Ávila. Él resumía su programa en un simple consejo: "Ore, medite, estudie" (Carta, 2, 285, a fray Alfonso de Vergara). En efecto, la meditación y una intensa vida espiritual hacen posible transmitir con convicción el misterio de Cristo, que llena la existencia del sacerdote y del que tanto necesita una generación frecuentemente aquejada de vacío vital y de sinsentido. El estudio, a su vez, favorece una recta comprensión de la doctrina y, por tanto, la capacidad de enseñarla correctamente en cada situación concreta. Este es el programa seguido fielmente por él mismo, al dar testimonio de una vida santa y dejar abundantes escritos con una doctrina sólida y una predicación elocuente. Ambas siguen siendo actuales y es motivo de satisfacción que se hayan hecho más accesibles a todos con una reciente reedición. Os invito a imitar el ejemplo de vuestro santo patrono, su constante afán de llevar a Cristo a los hombres, su preocupación por el bien de sus hermanos sacerdotes, su especial sensibilidad ante las nuevas situaciones y su inquebrantable fidelidad a la Iglesia".[69]

 

3. LÍNEAS CONCLUSIVAS DEL ESTUDIO:

 

      Verdaderamente nos encontramos con un caso tal muy especial en la historia de la Iglesia. "Juan de Ávila es un genio del cristianismo y de la cultura humana en general"[70]. Su doctrina es eminente y completa. Su influjo fue y sigue siendo privilegiado. No se trata tanto de saber si hoy, en todos los niveles del pueblo de Dios, se conoce y aprecia directamente al Maestro, sino que más bien se puede constatar que sus contenidos han pasado (por citas explícitas) a los grandes maestros espirituales de la historia posterior, y que siguen influyendo en la actualidad. Quien lee nuestros clásicos de espiritualidad, bebe, sin saberlo, en los escritos del Maestro Ávila. Pocos Doctores de la Iglesia han tenido tanta influencia como él.

 

      En el campo universitario actual (como en la Pontificia Universidad Gregoriana) es muy frecuente la elaboración de tesis y de estudios de investigación sobre el tema avilista. Su doctrina eminente y con influjo permanente y universal, se podría resumir en las siguientes líneas:

 

      Hay temas de suma actualidad que encuentran abundante filón en sus escritos, naturalmente con la perspectiva del siglo XVI y de quien es un eslabón más en una historia de gracia y de reflexión teológica: la gloria de Dios y la belleza de la creación (contemplación), la salvación en Cristo (único Salvador), la experiencia de Cristo (por ejemplo, a la luz de la doctrina paulina), lugar armónico que ocupa María en cada tema cristiano, Iglesia esposa y madre, la vida espiritual a la luz de los Cantares (desposorio) y del Apocalipsis (Iglesia peregrina-escatológica), la predicación aplicada a situaciones socioculturales, etc.

 

      Hay otros temas de mayor amplitud, como los referentes a la antropología teológica y cristológica, que siguen ofreciendo abundante material: misterio de Dios Amor, revelado por Cristo, que ilumina el misterio del hombre. La pneumatología, en relación con la vida "espiritual", ofrece también matices interesantes de tipo dogmático, carismático, vivencial y contemplativo.

 

      La cristología avilista, con fuerte base bíblica (paulina), patrística y teológica, se presta a la "inserción" de la Palabra en las circunstancias humanas sociológicas y culturales. Es cristología existencial y funcional (salvífico-histórica), relacional (contemplativa) y pastoral (de anuncio y celebración). La nota característica es la llamada al encuentro con Cristo y al seguimiento evangélico.

 

      La eclesiología avilista, salvando todas las notas esenciales (de unidad, santidad, catolicidad y apostolicidad) es una invitación a vivir el desposorio con Cristo y la fecundidad maternal y misionera, con fuerte tendencia hacia el encuentro definitivo (Iglesia peregrina o escatológica). Es una eclesiología que se apoya en el misterio de Cristo, se construye en la comunión y se realiza en la vivencia espiritual y en el apostolado (misión).

 

      Los valores permanentes y estimulantes de la moral y espiritualidad cristiana aparecen en la perspectiva de las bienaventuranzas y del seguimiento evangélico (que es desposorio de la Iglesia con Cristo), invitando a todo bautizado a la santidad como perfección de la caridad. La contemplación es un camino de actitud filial; se encuentra a Dios Amor en la propia pobreza, gracias a la revelación del misterio de Cristo; es camino iluminado por la Palabra de Dios, que invita a la unión transformante. La belleza integral del hombre es expresión de la gloria de Dios. La llamada a la santidad sacerdotal presenta notas peculiares, a partir de la caridad del Buen Pastor, con trazos muy parecidos a los documentos conciliares y postconciliares del Vaticano II.

 

      La reflexión avilista, basada en la Escritura, Tradición, Magisterio y herencia teológica, es una observación atenta de la realidad humana y sociológica, para buscar una armonía entre la recepción sincera, afectiva y prevalente de la Palabra (contemplación), y la valoración de los elementos nuevos que nacen de la misma reflexión y del análisis de la realidad concreta. Su doctrina es eminentemente teológica, pastoral y espiritual.

 

      Queda, pues, demostrada la actualidad permanente del Maestro Ávila. La renovación eclesial del postconcilio del Vaticano II y de los inicios del tercer milenio del cristianismo, necesita la voz de este "Maestro", que bien pudiera calificarse de Doctor de la confianza en el amor de Dios y de la santidad cristiana y sacerdotal.

 

      El título de "Maestro" (equivalente a "Doctor"), que se le ha reconocido permanentemente en la Iglesia, podría trazar las pistas del "Doctorado": santidad excelente, doctrina eximia y completa, influjo universal (directa e indirectamente, en acto y en potencia). Los santos y autores que le citan han influido y siguen influyendo en la Iglesia universal. Son muchos los actuales Doctores de la Iglesia, cuya doctrina (siendo excelente) no ha llegado al grado de influjo universal de San Juan de Ávila.[71]

 

      La figura del Maestro Juan de Avila tiene una importancia especial para el repuntar actual de vocaciones y de la renovación espiritual y misionera en toda la Iglesia.

 

 

 

NOTA: La influencia internacional del Maestro Avila, se puede constatar analizando la bibliografía actual sobre temas avilistas, distribuida por materias, publicada al final de: Introducción a la doctrina de San Juan de Ávila, Madrid, BAC, 2000) pp.532-559.



    [1]Sobre su influencia en general: (S.C. pro Causis Sanctorum), Positio super canonizatione aequipolenti (Romae 1970)  n.4, 379-436; M. BATALLON, Jean d'Avila retrouvé: Bulletin Hispanique 57 (1955) 5-44; R. GARCÍA Y GARCÍA DE CASTRO, El Maestro Juan de Ávila, santo y forjador de santos: Maestro Ávila 1 (1946) 223-238. En las notas sucesivas si citan los estudios sobre la influencia en autores concretos.

    [2]Probablemente es el escritor español más leído en el mundo (en veinte idiomas, seis mil ediciones). Cita ampliamente al Maestro Ávila y también refleja su doctrina.

    [3]Carta a Sr. Ana de la Cruz, condesa de Feria, publicada por B. Velado Graña. Del libro de Juan de Ávila afirmaba: "El Audi Filia también podré yo decir que lo tengo en la cabeza por haberlo leído muchas veces; y, cuando lo leo, paréceme que veo vivo al Padre en aquellas letras muertas, mayormente acordándome cuántas veces platicó conmigo muchas de éstas" (ibídem).

    [4]Vida del Padre Maestro Juan de Ávila... (Madrid, Pedro Madrigal, 1588), dedicada al arzobispo de Valencia, San Juan de Ribera, amigo suyo y del Maestro Ávila. No deja de anotar que muchos datos son fruto de su propia experiencia de haber convivido con el Maestro: "Ayudarme he también de lo que yo supiere, por haber tratado muy familiarmente este padre, donde nos aconteció usar algún tiempo de una misma casa y mesa; y así pude más de cerca notar sus virtudes y el estilo y manera de su vida".

    [5]Carta 89; Fundaciones 28,41; Constituciones 89,1. Cfr. A. HUERGA, Luís de Granada en Escalaceli. Nuevos datos para el conocimiento histórico y espiritual de su vida: Hispania 9 (1949) 434-479; 10 (1950) 293-335; Id., San Juan de Ávila y Fray Luís de Granada. Notas de diálogo con B. Jereczek: Teología Espiritual 17 (1972) 239-269; Idem, Fray Luís de Granada. Una vida al servicio de la Iglesia (Madrid, BAC, 1988); B. JERECZEK, Louis de Grenade disciple de Jean d'Avila (Fontenay-le-Compte, Ed. Lussaud, 1971); B. VELADO GRAÑA, Dos cartas inéditas del V.P. Fr. Luís de Granada: Revista de Espiritualidad 7 (1948) 350-355. Ver también: (S.C. pro Causis Sanctorum), Positio super canonizatione aequipolenti (Romae 1970) 387-390.

    [6]Cfr. L. MUÑOZ, Vida, lib. 1º, cap. 13-15.

    [7]L. MUÑOZ, Vida, lib. 1º, cap. 15. Cfr. L. CASTÁN, Dos almas gemelas (Bto. Ávila y San Juan de Dios) y su deuda pendiente: Labor Hospitalaria 12 (1959) 198-206; M. MARTINS, San Joâo de Deus e o seu estilo: Brotéria 50 (1950) 257-265; J. SÁNCHEZ MARTÍNEZ, «Kénosis-Diakonía» en el itinerario espiritual de San Juan de Dios (Madrid 1995) 262-266.

    [8]Fue obispo de Badajoz (desde 1562, celebrando el sínodo de 1565) y arzobispo de Valencia y "patriarca" de Antioquía (desde 1568). Allí murió el año 1611. Ha sido llamado "San Carlos Borromeo español".

    [9]Cfr. Carta 178, 17ss.

    [10]Cfr. A. LLIN CHAFER, San Juan de Avila y los arzobispos Santo Tomás de Villanueva y San Juan de Ribera: en: AA.VV., El Maestro Avila. Actas del Congreso Internacional (Madrid, 27-30 noviembre 2000(Madrid, EDICE, 2002), pp. 373-396; R. ROBRES, San Juan de Ribera, Patriarca de Antioquía, Arzobispo de Valencia (Barcelona, Flors, 1960).

    [11]En la homilía de canonización de Juan de Ávila (31 de mayo de 1970), Pablo VI hizo referencia al "Memorial" sobre la "Reformación del Estado Eclesiástico"... "que el arzobispo de Granada, Pedro Guerrero, hizo suyo en el Concilio de Trento, con aplauso general" (Insegnamenti VIII/1970, 566).Don Pedro Guerrero, recién nombrado arzobispo de Granada, en 1546, pidió ayuda al Maestro Ávila, quien le respondió desde Montilla el 2 de abril de 1547, excusándose de no poder ir debido a sus múltiples trabajos pastorales y a su resquebrajada salud. Llevó a Trento los "Memoriales" avilistas, asistiendo a la segunda y tercera convocatoria, siendo el obispo más significativo (cfr. L. MUÑOZ, Vida, lib.3º, cap.11). Se conservan ocho cartas de San Juan de Ávila dirigidas al arzobispo de Granada (nn. 177-181, 243-244, 248).

    [12]Las "Advertencias para el Concilio de Toledo" (1565-1566) las redactó el Maestro para el obispo de Córdoba, Don Cristóbal de Rojas y Sandoval (1562-1571), que había participado en el concilio de Trento y que tenía que presidir el concilio provincial toledano en lugar de Bartolomé de Carranza (que estaba procesado por la Inquisición) (cfr. Cartas nn. 182 y 25). Cfr. R. GARCÍA VILLOSLADA, Pedro Guerrero representante de la reforma española: Atti del Convegno Storico Internazionale 1 (roma 1963) 115-155; J. LÓPEZ MARTÍN, La imagen del obispo en el pensamiento teológico-pastoral de don Pedro Guerrero en Trento (Roma, Iglesia Nacional Española, 1971); Id., D. Pedro Guerrero como Obispo del tiempo de la contrarreforma: Archivo Teológico Granadino 31 (1968) 193-231; A. MARÍN OCETE, El Arzobispo D. Pedro Guerrero y la política conciliar española en el siglo XVI (Madrid, Consejo Sup. Investigaciones Científicas, 1970); Idem, El concilio provincial de Granada en 1565: Archivo Teológico Granadino 25 (1962) 23-95. Ver el Catálogo de su biblioteca en: Archivo Teológico Granadino 31 (1968) 233-333.

    [13]San Ignacio de Loyola (1491-1556) no se encontró personalmente con el Maestro Ávila.

    [14]Dice L. Muñoz: "Otros muchos fueron los que en aquel tiempo de la escuela del padre Maestro Ávila pasaron a la de san Ignacio, donde vivieron con notable ejemplo de humildad y modestia y de desprecio de las cosas de la tierra, procurándose parecerse a su santo maestro" (Vida, lib.2º, cap.11).

    [15]En carta de 24 de enero de 1549, San Ignacio le da cuenta de las dificultades encontradas en Salamanca y los pasos que había dado en Roma para solucionarlas. En el preámbulo, agradece los excelentes servicios del Maestro por la Compañía: "El continuo favor y con tanto intensa caridad que vuestra reverencia ha dado a esta su mínima Compañía..., dando intensas gracias a Dios nuestro Señor y a vuestra reverencia, en su santísimo nombre, por todo cuanto... se ha empleado; y así en el tal reconocimiento, con toda la devoción a mí posible, a vuestra reverencia me ofrezco como uno de sus allegados o hijos espirituales" (la carta de San Ignacio se encuentra en el apéndice a la Carta 190 de Juan de Ávila). El Maestro responde con carta de 13 de abril de 1549, desde Córdoba, manifestando su "afición cerca de la santa Compañía" (Carta 190, 9ss). Le alienta en las persecuciones y, al mismo tiempo, le ruega que envíe los mejores, porque "la (tierra) más dura para recibir esto es esta España", añadiendo que "no hay falta en los que acá hay, sino que para tanta mies son pocos" (ibídem, 45ss).

    [16]Proceso de Beatificación, fol. 1.016,b; L. Muñoz, Vida, l.3, cap. 26; cfr. R. GARCÍA VILLOSLADA, La figura del Beato Ávila: Manresa 18 (1945) 258. En unas notas de Polanco, ha quedado transcrita una carta de San Ignacio al P. Francisco Villanueva (septiembre de 1550), con esta recomendación: "Una letra, mostrable a Ávila, donde diga que en tanta uniformidad de voluntades y modo de proceder del Mtro. Ávila y nosotros, que no me parece que quede sino que o nosotros nos unamos con él o él con nosotros, para que las cosas del divino servicio mejor se perpetúen... porque traería tras sí muchas cosas el Ávila" (MHSI, Monum. Ignat. s 1ª, III, 16).

    [17]En carta del 15 de marzo de 1554, escribía el P. Nadal a San Ignacio esta confidencia del Maestro Ávila sobre la Compañía y su fundador: "Yo he sido como un niño que trabaja muy de veras subir una piedra por una cuesta voltando, y nunca puede, y viene un hombre y fácilmente sube la piedra; así ha sido el P. Ignacio". Algo parecido escribe el P. Torres, también en carta a San Ignacio (21 de mayo de 1554): "Dice... que todo es conforme a lo que su espíritu sentía y siente, y que se goza de haber sido paranimfo como San Juan y que guadio gaudet propter sponsam".

    [18]C.M. ABAD, La espiritualidad de San Ignacio de Loyola y la del Beato Juan de Ávila: Manresa 28 (1955) 455-478; J.M. De BUCK, Le Bienheureux Jean de Avila et les Jésuites espagnols: Nouv. Rev. Théol 54 (1926) 596-666, 674-683; A. GARCÍA TORRES, Tres experiencias en la Iglesia: de Juan de Ávila, de Ignacio de Loyola y el camino neocatecumenal (Baracaldo, Edit. Grafite, 1999); L. SALA BALUST, F. MARTÍN HERNÁNDEZ, Santo Maestro Juan de Ávila (Madrid, BAC, 1970) (corresponde al volumen 1º de las obras completas), cap. V. Sobre San Franciso de Borja: F.R. MOLERO, Dos santos, Ávila y Borja, en Granada: Manresa 42 (1970) 253-278.

    [19]Santa Teresa de Jesús se aconsejó de diversas personas como el P. Baltasar Álvarez (su confesor en 1556), San Francisco de Borja (en 1557), San Pedro de Alcántara (hacia 1559-1560), etc. La primera redacción del "Libro de la Vida" ("mi alma" decía ella) es del año 1562 (el texto sería requisado por la Inquisición en 1575). Este texto es la base de la consulta hecha a San Juan de Ávila en 1568 (ver las cartas avilistas nn. 158 y 185).

    [20]Francisco de Salcedo y el Maestro Gaspar Daza le habían dicho que sus fenómenos eran del demonio. Ella siguió consultando a diversas personalidades (Baltasar Álvarez, San Francisco Borja, San Pedro de Alcántara). En junio de 1562, escribió, desde Toledo, a su confesor Fr. García de Toledo, manifestándole su deseo de enviar el libro de su vida al Maestro Ávila: "Yo deseo harto se dé orden en cómo lo vea, pues con ese intento lo comencé a escribir; porque como a él le parezca voy por buen camino, quedaré muy consolada, ya que no me queda más para hacer lo que es en mí". Le animó a cursar la consulta Don Francisco de Soto Salazar (futuro obispo de Salamanca), miembro del tribunal de la Inquisición en Salamanca, muy conocido de su familia, que conocía y apreciaba al Maestro: "Díjole también, como la vió tan fatigada, que escribiese al Maestro Ávila, que era vivo, una larga relación con todo, que era hombre que entendía mucho de oración, y que con lo que le escribiese se sosegase" (Relaciones, 4ª, 6).

    [21]Ver cartas de Santa Teresa a Doña Luísa, en el mes de mayo de ese año. Antes de recibir la respuesta (27 de mayo): "No querría que se muriese primero, que sería harto desmán. Suplico a vuestra señoría, pues está tan cerca, se lo envíe con mensajero propio, sellado". Después de recibir la respuesta del Maestro (2 de noviembre): "Lo del libro trae vuestra señoría tan bien negociado que no puede ser mejor, y así olvido cuantas rabias me ha hecho" (se refiere a los retrasos inexplicables de Doña Luísa para hacer llegar el libro al Maestro). Pero también añade: "El Maestro Ávila me escribe largo y le contenta todo; sólo dice que es menester declarar más unas cosas y mudar los vocablos de otras, que esto es fácil".

    [22]De esta tecera carta (que promete) no consta si la escribió. La segunda carta es la que comunica su parecer, ya bastante concreto, sobre su experiencia mística.

    [23]Los puntos concretos, que trata la carta segunda, se refieren a temas de contemplación, respecto a los fenómenos extraordinarios. "Paréceme, según el libro consta, que vuestra merced ha resistido a estas cosas, y aún más de lo justo. Paréceme que le han aprovechado a su ánima; especialmente le han hecho conocer su miseria propia y faltas y enmendarse de ellas. Han durado mucho, y siempre con provecho espiritual. Incítanle a amor de Dios, y a propio desprecio, y a hacer penitencia. No veo por qué condenarlas. Inclíname más a tenerlas por buenas con condición que siempre haya cautela de no fiarse del todo, especialmente en cosa no acostumbrada... Vuestra merced siga su camino, mas siempre con recelo de los ladrones, y preguntando por el camino derecho; y dé gracias a nuestro Señor, que le ha dado su amor y el propio conocimiento, y amor de penitencia y de cruz" (Carta 158, 93ss, 121ss).

    [24]L. MUÑOZ, Vida, lib. 3º, cap. 24. El mismo Muñoz resume la consulta epistolar de Santa Teresa: lib. 1º, cap. 27.

    [25]J. BILINKOFF, La Ávila de Santa Teresa: Reforma religiosa en la ciudad del siglo XVI (New York, Ithaca, 1989) pp. 80-87 (influjo del Maestro); EFRÉN DE LA MADRE DE DIOS, Obras completas de Santa Teresa de Jesús (Madrid, BAC, 1951) pp. 590-592; J. ESQUERDA BIFET, La oración contemplativa en relación a la devoción mariana según el Maestro Juan de Ávila: Anthologica Annua, 24-25 (1977-1978) 499-550 (notas comparativas con textos teresianos y sanjuanistas); REDENTO DE LA EUCARISTÍA, Presencia del Beato Juan de Ávila y sus discípulos en la Reforma Teresiana: El Monte Carmelo 69 (1961) 3-46; L. SALA BALUST, F. MARTÍN HERNÁNDEZ, Santo Maestro Juan de Ávila (Madrid, BAC, 1970) pp. 332-325.

    [26]El Maestro Ávila lo envió a estudiar a Salamanca (hacia el año 1548). Enseñó Sagrada Escritura en la universidad de Baeza (1549-1577). Aconsejado por su Maestro, aceptó la canongía de arcediano en Jaén (1569-1574), a la que renunció posteriormente. Pasó luego a Barcelona, donde fue catedrático de Escritura en la universidad y se dedicó a la predicación y a la dirección espiritual (de 1578 a 1589). Murió el 28 de febrero de 1589 y fue sepultado en el cementerio de sus amigos los padres capuchinos. Después de su muerte, su fama de santidad duró muchos años, debido al influjo de sus escritos espirituales y a una biografía escrita por los padres capuchinos. Cfr. L. MUÑOZ, Vida, lib. 2º, cap. 12-14.

    [27]Vida, lib 2º, cap. 12. "Fue el Eliseo de nuestro gran Elías, heredó su espíritu doblado... alcanzó un magisterio y una doctrina tan sólida, que se puede seguir seguramente, y creer a quien la santidad, las letras, la edad, la experiencia, el haberse criado al lado del padre Maestro Ávila, y una gran luz de Dios, le hicieron prudentísimo" (ibídem, cap. 14).

    [28]Fue muy apreciado por el pueblo, sobre todo por su predicación y dirección espiritual. El obispo de Barcelona logró de Felipe II que se quedara en la ciudad condal. Por encargo de los "concellers", explicó Escritura en la universidad (1578-1589). Colaboró en la erección del Hospital de la Misericordia (1581) y apaciguó la revuelta contra el virrey (1588). "Toda la estima que la ciudad de Barcelona hizo del Doctor Diego Pérez de Valdivia la mereció muy bien por su doctrina, por sus virtudes y ejemplo, por las buenas obras que de él continuamente recibía" (L. MUÑOZ, Vida, lib. 2º, cap. 13). Le llamaban "el santo" y "el apostólico" en diversas comarcas de Cataluña.

    [29]Sus principales escritos, impresos en Barcelona, son: "Camino y puerta para la oración mental" (1580); "Aviso de gente recogida" (1595) (dedicado a San Juan de Ribera, contra el falso "recogimiento" de los alumbrados; tuvo tres ediciones); "Explicación... del libro de los Cantares de Salomón" (1600); "Tratado de la singular y purísima Concepción de la Madre de Dios" (1600). Cfr. J. ESQUERDA BIFET, Diego Pérez de Valdivia, maestro de espiritualidad en el siglo XVI, discípulo de San Juan de Ávila (Roma, Instituto Español de Historia Eclesiástica, 1972); Idem, El tratado de la Inmaculada de Diego Pérez de Valdivia (discípulo del Bto. Ávila) (Madrid, Pont. Univ. Comillas, 1964); Idem, Un mariólogo catedrático de la Universidad de Barcelona en el siglo XVI: Diego Pérez de Valdivia: Estudios Marianos 32 (1969) 279-303; L. SALA BALUST, F. MARTÍN HERNÁNDEZ, Santo Maestro Juan de Ávila (Madrid, BAC, 1970) cap. 8, n.3; J.M. SÁNCHEZ GÓMEZ, Un discípulo del P. Mtro. Ávia en la Inquisición de Córdoba: el doctor Diego Pérez de Valdivia, catedrático de Baeza: Hispania 9 (1949) 104-134.

    [30]Sobre Bartolomé de los Mártires, donde se indica la relación con San Juan de Avila: R. De ALMEIDA, L'évêque de la Reforme Tridentine. Sa mission pastoral d'après le Vénerable Barthélemy des martyres (Porto 1965); L. CASTÁN, El origen del capítulo «Tametsi» del Concilio de Trento contra los matrimonios clandestinos: Revista Española de Derecho Canónico 14 (1959) 613-666; L. DE GRANADA, Vida de Fr. Bartolomé de los Mártires..., en: Historia general de Santo Domingo y de su Orden de predicadores (Valladolid, Juan López, 1615).

    [31]Ver abundancia de datos en: Obras completas I, biografía, cap. V. Cfr. C.M. ABAD, La espiritualidad de San Ignacio de Loyola y la del Beato Juan de Ávila: Manresa 28 (1955) 455-478; Idem, El Maestro Ávila y la Compañía de Jesús: Semana Avilista 1 (1952) 151-182; Idem, Pláticas del P. Juan de la Plaza: Manresa 16 (1944) 47; J.M. De BUCK, Le Bienheureux Jean de Avila et les Jésuites espagnols: Nouv. Rev. Théol 54 (1926) 596-666, 674-683; B. COPADO, La Compañía de Jesús een Montilla (Málaga, Ar. Gráf. Alcalá, 1944); R. GARCÍA VILLOSLADA, Juan de la Plaza y el Beato Juan de Ávila: Maestro Ávila 1 (1946) 429-442; Idem, El P. Juan de la Plaza y el Bto. Juan de Ávila. Los avisos para la oración: Maestro Ávila 1 (1946s) 429-442; L. MARTÍNEZ FERRER, Directorio para confesores y penitentes. La pastoral de la Penitencia en el tercer Concilio Mexicano (1585) (Pamplona, Eunsa, 1996) 148-156 (influjo en México por medio del P. Plaza); L. MUÑOZ, Vida, lib. 2º, cap. 9; lib. 3º cap. 26-27; M. RUIZ JURADO, San Juan de Ávila y la Compañía de Jesús: Archivo Histórico S.I., 40 (Roma 1971) 153-170.; J. SANTÍVAÑEZ S.I., Historia de la Provincia de Andalucía de la Compañía de Jesús (Manuscrito, Granada, Biblioteca Universitaria), p. 1ª, 1.1, cap.19. Ver: Monumenta Historica Societatis Iesu (Matriti, 1894ss; Romae, 1933ss). Algunos jesuitas se remiten a la autoridad del Maestro Ávila en cuestiones de moral (discutidas en la universidad de Salamanca, en el siglo XVI). Cfr. Informe de Miguel Pérez (Archivo Histórico Nacional, Madrid, papeles de jesuitas, leg 144, n.2); citado por M. BAJEN, Informe de Miguel Pérez (1550-1605)...: Dynamis 15 (1995) 445-457.

    [32]La santa conoció a algunos discípulos del Maestro, entre ellos a Diego Pérez de Valdivia (a quien menciona en carta del 18 de febrero de 1577), al P. Martín Gutiérrez, jesuita (cfr. Fundaciones, cap. 18), al Francisco Hernández (que se haría carmelita, con el nombre de Francisco de Jesús Indigno y sería misionero en el Congo) y al P. Juan Díaz (que le dejó algunos sermones avilistas) (cfr. Carta del 24 de mayo de 1581, al P. Gracián). Cfr. HILARIO DE SAN JOSÉ, Espiritualidad avilina y espiritualidad carmelitana: Monte Carmelo 72 (1964) 337-364; I. ROMERO, Los santos, amigos y discípulos del Bto. Maestro Ávila Madrid, Semana Nacional Avilista, 1952) 107-135; REDENTO DE LA EUCARISTÍA, Presencia del Beato Juan de Ávila y sus discípulos en la Reforma Teresiana: El Monte Carmelo 69 (1961) 3-46.

    [33]Sobre Pedro Guerrero y Bartolomé de los Märtires, ver notas anteriores. Respecto a Cristóbal de Rojas, recordamos que aunque San Juan de Ávila fue llamado a Córdoba, ya en 1535, por el obispo Fr. Álvarez de Toledo, posteriormente también entabló muy buenas relaciones con el nuevo obispo, Don Cristóbal de Rojas y Sandoval (1562-1571), que había participado en el concilio de Trento. A él le dirigirá posteriormente las "Advertencias para el Concilio de Toledo" (1565-1566), por tener que presidir dicho concilio provincial en lugar de Bartolomé de Carranza. Dos cartas del Maestro, en 1565, dirigidas al obispo, hacen referencia a este evento (Cartas 182 y 215). En 1565 (7 de junio), el obispo D. Cristóbal concedió la aprobación del texto del "Audi Filia".

    [34]Ses. 23, can. 18 de reforma: Concilium Tridentinum, IX, 628-630. Cfr. C. ABAD, Escritos del Bto. Juan de Ávila en torno al Concilio de Trento: Maestro Ávila 1 (1946) 269-295; 2 (1948) 27-56; L. CASTÁN, El origen del capítulo «Tametsi» del Concilio de Trento contra los matrimonios clandestinos: Rev. Española de Derecho Canónico 14 (1959) 613-666; J. ESQUERDA BIFET, Criterios de selección y formación clerical en el Bto. Maestro Juan de Ávila: Seminarios 7 (1961) 25-45; A. De La FUENTE, El Beato Maestro Ávila y los seminarios tridentinos: Maestro Ávila 1 (1946) 153-171; H. JEDIN, Juan de Avila als Kirchenreformer: Zeitschrift für Aszese und Mystik 11 (1936) 124-138; L. SALA, Los tratados de reforma del P. Maestro Ávila: La Ciencia Tomista 73 (1947) 185-233; J.I. TELLECHEA, El obispo ideal en el siglo de la reforma, Instituto Español de estudios eclesiásticos, Roma 1963; A. TORRES, El Bto. Juan de Ávila, reformador: Manresa 17 (1945) 1193-201; VALENTÍN DE S. JOSÉ, El Bto. Juan de Ávila y el Concilio de Trento. El apóstol forjador de apóstoles: Rev. de Espiritualidad 5 (1946) 222-237; Idem, El Bto. Juan de Ávila y el concilio de Trento. El Apóstol forjador de apóstoles: Rev. de Espiritualidad 5 (1943) 12-15. Ver también: (S.C. pro Causis Sanctorum), Positio super canonizatione aequipolenti (Romae 1970) 414-423 (la voz de Ávila en Trento).

    [35]Insegnamenti VIII/1970, 566. Ver más datos en: (S.C. pro Causis Sanctorum), Positio super canonizatione aequipolenti (Romae 1970) 414-423 (la voz de Ávila en Trento).

    [36]R. SÁNCHEZ DE LAMADRID, Las «Advertencias al concilio de Toledo 1565-1566» del Bto. Juan de Ávila (Granada, Facultad Teológica, 1941); Idem, Un manuscrito inédito del Beato Juan de Ávila (Advertencias al concilio de Toledo): Archivo Teológico Granadino 4 (1941) 137-241. Ver también:Juan de Ávila, escritos sacerdotales (Madrid, BAC, 1969)I; Obras completas, VI, 229ss.

    [37](S.C. pro Causis Sanctorum), Positio super canonizatione aequipolenti (Romae 1970) 424-436. Ofrece datos de esta influencia: A. MARÍN OCETE, El concilio provincial de Granada en 1565: Archivo Teológico Granadino 25 (1962) 23-95.

    [38]Alguna influencia pudo haber en el concilio de Valencia (1565), presidido por el arzobispo Don Martín de Ayala, que había estado en Trento y conocía los escritos del Maestro. Pueden analizarse los contenidos y ambiente de los sínodos de Valencia, en: J.L. CASTÁN, La reforma del clero en los sínodos valencianos del siglo XVI (1548-1607): Anales Valentinos 25 (1998) 146-170.

    [39]Ver textos paralelos en: Positio super canonizatione aequipolenti (Romae 1970)  n.4, 434-436 (concilio de México). L. MARTÍNEZ FERRER, Directorio para confesores y penitentes. La pastoral de la Penitencia en el tercer Concilio Mexicano (1585) (Pamplona, Eunsa, 1996) 148-156 (influjo avilista en México por medio del P. Plaza).

    [40](S.C. pro Causis Sanctorum) Positio super canonizatione aequipolenti, n.4, 379-436 (la influencia). Hay que recordar que algunos de los escritos espirituales del s.XVI (que dependen de San Juan de Avila), especialmente autores jesuitas, influyeron en la primera cristiandad del Japón, que, en siglos posteriores, daría tantos mártires a la Iglesia.

    [41]Ibídem, n.4, 432-434 (influencia en el tercer concilio de Lima).

    [42]Ibídem, p. 384.

    [43]El agustino Fr. Luís de León editó las obras de Santa Teresa. Reproduce un fragmento de la carta dirigida por  el Maestro Ávila y encomia su figura. Ver Obras completas castellanas (de Fr. Luís de León) (Madrid, BAC, 1944) 1693. Cfr. Positio super canonizatione aequipolenti..., o.c, n.4, 387. Sobre Lope de Vega, ibidem, pp. 390-392.

    [44]Sobre el tema del amor de Dios: "Ese punto y mucho de esas meditaciones (del P. Diego de Estella) es del Padre Maestro Ávila, que lo tomó de unos sermones que predicó del Santísimo Sacramento" (testimonio del P. Villarás, aportado en la declaración del Lic. Juan Vargas: cfr. Positio, o.c., p.383). En estas meditaciones se toma frecuentemente la doctrina avilista, especialmente en la meditación 29 (que refleja los capítulos 78-79 del Audi Filia) y en la 65, que toma los contenidos del capítulo 80.

    [45]ANTONIO DE MOLINA, Instrucción de sacerdotes, sacada de la Sagrada Escritura, de los Santos Padres y Santos Doctores de la Iglesia (Burgos 1612).

    [46]Pueden verse otros textos de Molina, que son transcripción del Maestro Ávila, en: Positio super canonizatione aequipolenti, o.c., pp.385-387.

    [47]Le sacerdoce..., Paris, Bloud et Gay, 1933; cfr. afirmación de Bourgoing en el prólogo a las Oeuvres complètes de Bérulle, vol. I. Paris, 1855, p.VIII. Ver datos en: J. ESQUERDA BIFET,  Escuela sacerdotal española del s. XV: Juan de Ávila (Roma, Instituto Español de Historia Eclesiástica, 1969).

    [48]Introducción a la vida devota, part. I, cap. 4. Ver otros datos en: Positio, o.c., 397-398.

    [49]Biografía y escritos(Madrid, BAC, 1955) p. 415. La Positio, o.c., pp. 399-400, constata la influencia de la doctrina avilista, por medio de Antonio de Molina, en la terminología sobre el clero secular ("Orden de San Pedro"). El Maestro Ávila habla propiamente de "nuestro Padre San Pedro" (Plática 1ª).

    [50]Así lo afirma la revista "Annales d'Ars", n.42 (jan.-fev. 1963), reproduciendo una carta del Maestro Avila (subrayando ideas parecidas a las del Santo Cura).

    [51]Ver: Obras ascéticas de San Alfonso María de Ligorio (Madrid, BAC, 1952), índice onomástico del vol. I. Cfr. Positio, o.c., pp. 398-399.

    [52]Cfr. SAN ANTONIO Mª CLARET, Escritos autobiográficos (Madrid, BAC, 1981) n. 303. Cfr. J. BERMEJO, San Juan de Avila y San Antonio María Claret, en: AA.VV., El Maestro Avila. Actas del Congreso Internacional (Madrid, 27-30 noviembre 2000 (Madrid, EDICE, 2002), pp. 865-892.

    [53]Cfr. I. TUBALDO, Giuseppe Allamano. Il suo tempo, la sua vita, la sua opera (Torino, Ediz. Miss.Consolata, 1982-1986).

    [54]L. SALA BALUST, F. MARTÍN HERNÁNDEZ, Santo Maestro Juan de Ávila (Madrid, BAC, 1970) (corresponde al volumen 1º de las obras completas).

    [55]Ver su Diario Espiritual (manuscrito, se prepara su publicación). Aunque la referencia es frecuente, transcribimos sólo la siguiente: "Mi Sacerdocio podía definirse: Sacerdote de los Sacerdotes... creí que esta vocación la cumplía trabajando en este campo, modo Juan de Avila, pero insistiendo en mi vida espiritual, oración, etc., el pedir por la santificación de los Sacerdotes y aspirantes al Sacerdocio" (29 mayo 1979). La santidad sacerdotal era su "obsesión": cfr. J.M. GARCÍA LAHIGUERA, La santidad sacerdotal a través del Beato P. Juan de Ávila (Madrid, 1952).

    [56]Cfr. L. MUÑOZ, Vida, lib. 2º, cap. 26-27. El biógrafo se detiene en el año 1635, pero transmite unos datos que seguirán influyendo en siglos posteriores. Muñoz alude, entre otros, a Fr. Diego de Yepes (fraile jerónimo, obispo de Tarazona, confesor de Felipe II), Fr. Juan de Santa María (historiador de la Orden franciscana de la descalcez), Fr. Agustín Salucio (Maestro de la Orden de Santo Domingo), Fr. Antonio Daza (historiador de la Orden de San Francisco), P. Pedro de Rivadeneira (jesuita, biógrafo de San Francisco de Borja), Fr. Jerónimo Gracián de la Madre de Dios (de la Orden carmelitana, en relación con Santa Teresa), Fr. Tomás de Jesús (también escritor carmelita), Francisco de Castro (biógrafo de San Juan de Dios) y otros más, religiosos y seculares. En el capítulo 27 aduce algunas autoridades de mucha valía histórica, también de las diversas Órdenes.

    [57]Breve Dilectus filius (2 de julio de 1946): Boletín Ogficial del Arzobispado de Granada 100 (1946) 375-377. Pablo VI recordará más tarde este título en la homilía durante la Misa de canonización (30 de mayo de 1970), matizándolo con estas palabras: "Alabanzas al Espiscopado español que, no satisfecho de la proclamación de Protector especial del Clero diocesano español, que nuestro predecesor de venerada memoria, Pío XII, hizo ya a favor del Beato Juan de Ávila, ha solicitado a esta Sede Apostólica su canonización" (Insegnamenti VIII/1970, 562).

    [58]Algunos Padres conciliares del Vaticano II, de reconocida línea avilista (como Don Casimiro Morcillo y Don Laureano Castán), influyeron en la redacción de textos sacerdotales como LG 28, ChD 28, PO 8 (sobre la familia sacerdotal y fraternidad sacramental del Presbiterio).

    [59](S.C. pro Causis Sanctorum), Positio super canonizatione aequipolenti (Romae 1970).

    [60]Homilía durante la canonización, 31 de mayo de 1970: Insegnamenti VIII/1970, 562-567.

    [61]Ibídem, 571 (cfr. pp. 568-571).

    [62]A nivel internacional, puede verse el resumen del "Dictionnaire de Spiritualité": Jean d'Avila, DSp, VIII, 1ª parte, 270-283.

    [63]Carta del Jueves Santo de 1979, n. 6.

    [64]Insegnamenti V/3 (1982) 1145-1151.

    [65]Ibídem, 1216-1224.

    [66]Ibídem, 1225-1234.

    [67]Las aportaciones hechas por profesores de diversas Universidades y de áreas geográficas diversas, han sido publicadas en: AA.VV., El Maestro Avila. Actas del Congreso Internacional (Madrid, 27-30 noviembre 2000 (Madrid, EDICE, 2002).

    [68]Juan Pablo II, Mensaje con ocasión del V centenario del nacimiento de San Juan de Avila, 10 de mayo de 1000: Oss. Rom. esp. n. 22, 2 de junio de 2000, p.9.

    [69]Discurso 1 diciembre 2000: L'Osserv. Rom. esp. 8 dic. p.7.

    [70]B. JIMÉNEZ, El Maestro Juan de Ávila (Madrid, BAC, 1988) p. 220.

    [71]Ver el conjunto de su doctrina, en todas sus facetas, también en relación con los estudios teológicos actuales, en: Introducción a la doctrina de San Juan de Ávila, Madrid, BAC, 2000) pp.569. Todos los temas ecriturísticos y teológicos básicos tienen abuntante bibliografía actual.

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