Lunes, 11 Abril 2022 10:31

ESPIRITUALIDAD SACERDOTAL EN RELACION CON EL CARISMA EPISCOPAL

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ESPIRITUALIDAD SACERDOTAL EN RELACION CON EL CARISMA EPISCOPAL

 

                                                         Juan Esquerda Bifet

 

Sumario:

 

      1.El carisma episcopal y la espiritualidad sacerdotal. Presentación y delimitación del tema

      2.Una realidad de gracia delineada con claridad: la espiritualidad sacerdotal en el  Presbiterio

      3.La puesta en práctica de la espiritualidad sacerdotal por medio del proyecto de vida en el Presbiterio

      4.La necesidad teológica del carisma episcopal para la vida sacerdotal

      5.Líneas conclusivas: unas propuestas factibles

 

                                   * * *

 

1. El carisma episcopal y la espiritualidad sacerdotal. Presentación y delimitación del tema

 

      La espiritualidad específica del sacerdote, particularmente del sacerdote llamado "diocesano" o "secular", tiene una relación de dependencia directa respecto al carisma del propio obispo.[1]

 

      Este carisma, recibido en el sacramento del Orden y relacionado con la misión eclesial, apunta principalmente no a las cuestiones de administración, sino a la realidad de gracia de cada súbdito y, de modo especial, de cada sacerdote (presbítero) y diácono del Presbiterio.

 

      Mi reflexión sobre esta realidad de gracia la he ido elaborando en sentido "transversal", durante largos años de estudio teológico y docencia universitaria sobre la espiritualidad sacerdotal (de todo sacerdote ministro, obispo y presbítero), mientras, al mismo tiempo, iba observando las realidades existentes en diversos Presbiterios.[2]

 

      No intento responder directamente al ruego que me han hecho repetidas veces sobre la elaboración de una síntesis de espiritualidad episcopal. Una espiritualidad específica del obispo existe, puesto que responde a la gracia especial recibida en el sacramental del Orden; pero en ningún modo es una espiritualidad aparte del Presbiterio, puesto que obispos y presbíteros forman una unidad especial.[3]

 

      La peculiaridad de la espiritualidad episcopal está ligada esencialmente al hecho de ser cabeza del Presbiterio y a la exigencia de orientar la gracia recibida hacia la santificación de sus presbíteros (además de todos los fieles de la Iglesia particular). Pero mi reflexión se orienta directamente hacia el Presbiterio, donde los presbíteros y diáconos necesitan, para vivir su propia espiritualidad específica, la actuación del carisma episcopal.[4]

 

      En mis estudios sobre la historia de la espiritualidad sacerdotal he constatado un vacío, especialmente respecto a la urgencia actual de llevar a efecto las directrices trazadas por el concilio y postconcilio del Vaticano II. Muchas de estas directrices quedan sin aplicar a la vida sacerdotal del Presbiterio, por no dejar actuar el carisma episcopal.[5]

 

      Se han dado  pasos muy importantes en esta cuestión fundamental, pero me parecen insuficientes. Veo en todo ello un caso parecido a las decisiones del concilio de Trento respecto a los Seminarios. Entonces se cumplió la decisión de instituir estos centros formativos, pero no se llevó a efecto, en general, el deseo de Trento: que los obispos, renovando la pastoral de la diócesis (y de la catedral), plasmaran en los Seminarios la "vida apostólica" o vida al estilo de los Apóstoles.[6]

 

      Para comprender mejor lo que intento decir, bastaría leer el canon 245, que urge a los futuros sacerdotes (durante su período de formación en el Seminario) a prepararse para vivir la vida fraterna en el Presbiterio: ..."los alumnos... mediante la vida en común en el Seminario, y los vínculos de amistad y compenetración con los demás, deben prepararse para una unión fraterna con el Presbiterio diocesano, del cual serán miembros para el servicio de la Iglesia" (can. 245). Pero, en buena lógica, un seminarista se preguntará: ¿dónde queda descrito este Presbiterio? ¿cuál es su proyecto de vida?...[7]

 

      Son muchos los textos conciliares y postconciliares que hacen referencia a esta relación de dependencia del presbítero respecto al obispo, en todos los campos de la vida y del ministerios sacerdotal. Cada uno de los "tria munera" incluyen esta relación estrecha entre obispo y presbíteros[8]. En las visitas "ad Limina", es frecuente que el Santo Padre recuerde con insistencia a los obispos esta relación, invitándoles a ponerla en práctica.[9]

 

      La Asamblea ordinaria del Sínodo de los Obispos, programada para el año 2.000, estudia el tema del obispo. En los "Lineamenta" para este Sínodo se resume la relación entre el obispo y sus sacerdotes con estas palabras: "Junto con los sacerdotes de su Presbiterio, tiene que recorrer los caminos específicos de espiritualidad en cuanto llamado a la santidad por el nuevo título derivado del orden sagrado" (Lineamenta, n.89).[10]

 

 

2. Una realidad de gracia delineada con claridad: la espiritualidad sacerdotal en el Presbiterio

 

      El proceso de reflexión y de concientización sobre la espiritualidad sacerdotal ha llegado a un momento culminante en el siglo XX, gracias a las figuras sacerdotales de todas las épocas, a la doctrina patrística, a los documentos magisteriales y a los estudios teológicos.[11]

 

      Lo más importante de esta síntesis teológica sobre la espiritualidad sacerdotal, consiste en haber llegado a individualizar las realidades de gracia, de las que deriva la espiritualidad del sacerdote, como vivencia de lo que uno es y hace. La reflexión teológica queda siempre abierta a nuevas especulaciones. Hoy ya es relativamente fácil individualizar los trazos más salientes de la fisonomía sacerdotal.[12]

 

      Sería bueno poner ya en práctica estas líneas de espiritualidad en el Presbiterio de la Iglesia particular, sin entretenerse demasiado en nuevas pesquisas que intenten escapar de lo que ya es claro, aunque todavía no asimilado y puesto en práctica. Urge presentar una síntesis clara, ordenada y entusiasmante. Ello es posible, gracias especialmente a los documentos magisteriales y a las figuras de santos sacerdotes (especialmente los beatificados o canonizados).[13]

 

      La espiritualidad eclesial de toda la comunidad sería una abstracción, si cada una de las vocaciones (laical, religiosa, sacerdotal) no viviera su propio carisma, para compartirlo con los demás en comunión eclesial de hermanos (sin prevalencias, exclusivismos y privilegios). La espiritualidad sacerdotal aporta el servicio de unidad y coordinación entre todas las vocaciones, ministerios y carismas; el sacerdote diocesano tiene esta peculiaridad de coordinación de todos los carismas, sin exclusivismos ni exclusiones, bajo la guía de quien preside la caridad.[14]

 

      La espiritualidad sacerdotal corresponde a la vivencia de su propio ser y misión. Se participa en el ser o consagración sacerdotal de Cristo, para representarle como Cabeza, Pastor, Sacerdote, Siervo y Esposo (cfr. PO 1-3; PDV 11-13). Jesucristo, ungido y enviado por el Espíritu Santo (cfr. Lc 4,18), prolonga su ser y lo expresa en "los suyos" (Jn 13,1; 17,10).[15]

 

      Es la espiritualidad que corresponde al hecho de prolongar su misma misión de anuncio (kerigma), cercanía salvífica y donación sacrificial. En el diálogo de Cristo con el Padre, aflora esta misión común que se prolonga en la historia (cfr. Jn 17,18) y que Jesús confía explícitamente en su resurrección y ascensión (cfr. Jn 20,21; Mt 28,19-20).[16]

 

      Por ser "instrumentos vivos de Cristo Sacerdote" (PO 12), la espiritualidad de los sacerdotes ministros se delinea como caridad pastoral, es decir, como "ascesis propia del pastor de almas" (PO 13). Esta espiritualidad se realiza "ejerciendo los ministerios incansablemente en el Espíritu de Cristo" (PO 13) y se expresa sin dicotomías en "unidad de vida" o armonía entre vida interior y acción apostólica (PO 14).[17]

 

      Es espiritualidad según el estilo de vida de los Apóstoles, como "signo personal y sacramental" de cómo amó el Buen Pastor (PDV 16). Los "Apóstoles" y sus sucesores están llamados a vivir el seguimiento evangélico radical, en comunión fraterna y con disponibilidad misionera (Mt 4,19ss; 19,27ss; Mc 3,14; PDV 15-16, 60). Así comparten esponsalmente la misma vida del Señor (Mc 10,38; PDV 22, 29) y son signo de cómo amó él (Jn 17,10; PDV 49).

 

      Como dato específico de la espiritualidad del sacerdote diocesano, habrá que tener en cuenta unas realidades de gracia que matizan su espiritualidad sacerdotal. Las realidades de gracia de todo sacerdote (consagración por el carácter, seguimiento evangélico al estilo de los Apóstoles, fraternidad, misión que prolonga la misión de Cristo), quedan matizadas por la caridad pastoral como determinante, la dependencia pastoral y espiritual respecto al obispo, la pertenencia permanente (por la incardinación) a la Iglesia particular y al Presbiterio diocesano.

 

      La realidad de gracia del Presbiterio matiza la espiritualidad sacerdotal diocesana de modo determinante (cfr. PO 8; LG 28; PDV 31, 74-80; ChD 28; Puebla 663; Dir. 25-28).  Es una "fraternidad sacramental" (PO 8), o "íntima fraternidad" exigida por sacramento el Orden (LG 28), signo eficaz de santificación y evangelización. Por esto, el Presbiterio es "mysterium" y "realidad sobrenatural" (PDV 74), que matiza la espiritualidad de sus componentes, en el sentido de pertenecer a una "familia sacerdotal" (ChD 28; PDV 74). Consecuentemente, la fraternidad del Presbiterio es "lugar privilegiado", donde todo sacerdote (especialmente el diocesano o "secular", por estar "incardinado"), puede "encontrar los medios específicos de santificación y evangelización" (Directorio 27). Entonces la fraternidad del Presbiterio llegará a ser "un hecho evangelizador" (Puebla 663).[18]

 

      La realidad de gracia, de pertenecer de modo permanente al Presbiterio, no es exclusiva ni excluyente. Todo sacerdote pertenece al Presbiterio, pero esa pertenencia de gracia, en el caso de la incardinación, puede ser más permanente (como lo es para el religioso la pertenencia a su institución).[19]

 

      Estas realidades de gracia se resumen, pues, en consagración y misión, como signo personal y sacramental del Buen Pastor, en línea de caridad pastoral (virtudes evangélicas en relación con los ministerios), según el estilo de vida de los Apóstoles, perteneciendo en sentido esponsal a la Iglesia particular y a la familia sacerdotal del Presbiterio.

 

      En cada presbítero, estas realidades de gracia necesitan, para su recta comprensión y realización, la actuación del carisma episcopal (cfr. PO 7; ChD 15-16; PDV 74, 79). El obispo es el fundamento visible de la unidad en la Iglesia particular y en su Presbiterio (LG 23; cfr. PO 7-8), y es él principalmente quien debe "fomentar la santidad de sus clérigos, de los religiosos y de los laicos, de acuerdo con la peculiar vocación de cada uno" (ChD 15).

 

      Las gracias provenientes del sacramento del Orden (carácter, para ejercer válidamente, y gracia sacramental, para servir santamente), aunque son una participación peculiar del sacerdocio de Cristo, se reciben por imposición de manos del obispo, adquiriendo éste una paternidad espiritual. Esta paternidad tendrá un significado especial respecto a quienes se han incardinado a la Iglesia particular y pertenecen, de modo permanente, al Presbiterio: "En la cura de las almas son los sacerdotes diocesanos los primeros, puesto que estando incardinados o dedica­dos a una Iglesia particular, se consagran totalmente al servicio de la misma, para apacentar una porción del rebaño del Señor; por lo cual constituyen un presbiterio y una familia, cuyo padre es el Obispo" (ChD 28).[20]

 

 

      Tanto en la acción ministerial como en la vivencia de la propia espiritualidad específica, "ningún presbítero, por tanto, puede cumplir cabalmente su misión aislada o individualmente, sino tan sólo uniendo sus fuerzas con otros presbíteros, bajo la dirección de quienes están al frente de la Iglesia" (PO 7).[21]

 

      En el campo de la espiritualidad o santidad específica, la relación de dependencia no es sólo de tipo disciplinar o jurídico, sino especialmente de actuación ministerial por parte del carisma episcopal: "Por esta comunión, pues, en el mismo sacerdocio y ministerio tengan los Obispos a sus sacerdotes como hermanos y amigos, y preocúpense cordialmente, en la medida de sus posibilidades, de su bien material y, sobre todo, espiritual. Porque sobre ellos recae principalmente la grave responsabilidad de la santidad de sus sacerdotes; tengan, por consiguiente, un cuidado exquisito en la continua formación de su Presbiterio. Escúchenlos con gusto, consúltenles incluso y dialoguen con ellos sobre las necesidades de la labor pastoral y del bien de la diócesis" (PO 7).[22]

 

      Sería prácticamente imposible la derivación misionera universal del Presbiterio de la Iglesia particular, si el carisma episcopal no asumiera la responsabilidad misionera de la diócesis con la cooperación responsable de sus presbíteros. Es de lamentar que tanto la espiritualidad sacerdotal del Presbiterio, como la disponibilidad misionera universal de la Iglesia particular, acostumbren a estar ausentes de muchos planes de pastoral; sin la espiritualidad sacerdotal, faltaría la colaboración responsable y gozosa del Presbiterio; sin la derivación misionera universal, ya no habría dimensión eclesial auténtica.[23]

 

 

3. La puesta en práctica de la espiritualidad sacerdotal por medio del proyecto de vida en el Presbiterio

 

      Estas realidades de gracia, que constituyen la espiritualidad sacerdotal diocesana, representan la identidad del mismo sacerdote. Son también las pautas principales de su ideario. Pero se necesita llevarlas a la práctica concreta en el contexto ambiental del propio Presbiterio.

 

      Si el Presbiterio es una "fraternidad sacramental" (PO 8), un "mysterium" o "realidad sobrenatural" (PDV 745), una "familia sacerdotal" (ChD 28; PDV 74), "un hecho evangelizador" (Puebla 663), todo ello indica que es el cauce normal o "el lugar privilegiado"  para "encontrar los medios específicos de santificación y evangelización" (Directorio 27).

 

      ¿Cómo hacer efectivo este Presbiterio, donde el presbítero pueda encontrar los medios necesarios para realizar la caridad pastoral, el seguimiento evangélico al estilo de los Apóstoles, la fraternidad efectiva y afectiva y la disponibilidad misionera?

 

      "Pastores dabo vobis" sugiere que el obispo, con su Presbiterio, elabore un proyecto de vida que abarque todas estas realidades de vida y ministerio sacerdotal, dejando espacio operativo, como es lógico, al plan diocesano de pastoral y al campo propio de los carismas e instituciones eclesiales. El texto dice así: "Esta responsabilidad lleva al Obispo, en comunión con el presbiterio, a hacer un proyecto y establecer un programa, capaces de estructurar la formación permanente no como un mero episodio, sino como una propuesta sistemática de contenidos, que se desarrolla por etapas y tiene modalidades precisas" (PDV 79).

 

      El proyecto de vida debe abarcar todas las áreas de la formación permanente, para que sea capaz de "sostener de una manera real y eficaz, el ministerio y la vida espiritual de los sacerdotes" (PDV 3).[24]

 

      Todo sacerdote o futuro sacerdote necesita ver un Presbiterio estructurado según un ideario definido, unos objetivos precisos y unos medios adecuados. La doctrina conciliar y postconciliar sobre el sacerdocio ministerial (que hemos resumido en el n. 2) ofrece material suficiente para programar estos apartados (ideario, objetivos, medios).[25]

 

      No es fácil entender por qué este proyecto de vida, pedido por PDV, no es todavía una realidad en muchos Presbiterios. Tal vez falta algo tan esencial como es el plan de pastoral diocesano, en el que se encuadre mejor la vida del Presbiterio, dejando espacio operativo a su propio camino. A veces es debido a que el Consejo Presbiteral (que no debe identificarse con el Presbiterio) no ha encontrado su cauce de actuación.[26]

 

      Los planes de formación permanente (en sus cuatro áreas: humana, espiritual, intelectual, pastoral), la actuación del Consejo Presbiteral y la puesta en práctica del proyecto de vida en el Presbiterio, dependerán de la actuación del carisma episcopal. Si esta actuación se limitara al terreno administrativo y de gobierno, bien podría organizar cursos de actualización, convocar sesiones de consejo con sus componentes y dar normas disciplinares. Pero quedaría sin afrontar la principal actuación del carisma episcopal: la revitalización de su Presbiterio según el modelo de la "vida apostólica" o "apostolica vivendi forma" (es decir: el seguimiento evangélico, la vida comunitaria y la disponibilidad misionera).

 

      Sin la actuación del carisma episcopal, en esta línea de espiritualidad específica (cfr. ChD 15-16, 28; PO 7), la formación permanente del clero seguirá siendo algo marginal o circunstancial; el Consejo Presbiteral no acertará en encontrar su actuación específica (siempre distinta del Consejo Pastoral). Entonces el proyecto de vida en el Presbiterio ya no se vería como algo necesario. El plan diocesano de pastoral, en cualquiera de sus ofertas, no será efectivo mientras el Presbiterio no tenga su propio proyecto de vida sacerdotal.

 

      La existencia o la carencia de este  proyecto integral, que abarca toda la vida y ministerial sacerdotal (cfr. PDV 3, 79; Dir 76, 86), es el índice de vitalidad del Presbiterio y también de la recta actuación del carisma episcopal respecto a sus sacerdotes.

 

      Habrá que contar con una realidad atrofiante que reclama afrontarla como quien rema contra corriente: en la mayoría de los Seminarios no se ha estudiado sistemáticamente la espiritualidad específica del sacerdote. Los documentos conciliares y postconciliares al respecto, no son suficientemente conocidos y, mucho menos, estudiados. Precisamente ahí está uno de los principales y más urgentes campos de actuación del carisma episcopal: ayudar a tomar conciencia y a vivir la propia espiritualidad sacerdotal diocesana en el Presbiterio.[27]

 

 

4. La necesidad teológica del carisma episcopal para la vida sacerdotal

 

      Analógicamente a cuando se dice del "párroco", todo sacerdote (presbítero), en su actuación sacerdotal y en la comunidad confiada, es "un pastor que hace las veces del obispo" (SC 42; cfr. LG 28). No se trata de competencias o de alternativas, sino de la realidad del Presbiterio, cuyos miembros son siempre "colaboradores necesarios en el ministerio y oficio de enseñar, santificar y apacentar al Pueblo de Dios" (PO 7). El decreto ChD matiza que la labor del obispos es "con la cooperación de su Presbiterio" (ChD n. 11). Respecto al obispo, que es "padre" de todo el Presbiterio (ChD 28), los presbíteros son también "hermanos y amigos suyos" (PO 7).[28]

 

      Si el obispo es "el gran sacerdote de su grey, de quien deriva y depende, en cierto modo, la vida en Cristo de sus fieles" (SC 41), ello tendrá una aplicación peculiar respecto a los presbíteros. Efectivamente, "sobre los obispos recae de manera principal el grave peso de la santidad de sus sacerdotes" y, por esto, habrán de tener "el máximo cuidado de la continua formación de sus sacerdotes" (PO 7). Los obispos son "principio y fundamento visible de unidad en sus Iglesias particulares" (LG 23).[29]

 

      No es mi intento, en el presente estudio, urgir la aplicación de esta obligación (y vocación específica) por parte del obispo, sino más bien atraer la atención de la reflexión teológica sobre la actuación del carisma episcopal en la vida de los sacerdotes y, de modo especial, suscitar en los presbíteros (y diáconos) el amor filial y la dependencia espiritual respecto a su propio obispo. La afirmación "nada sin el obispo" recobra toda su hondura en esta perspectiva de comunión responsable.[30]

 

      Mientras no actúe o no se deje actuar al carisma episcopal en la delineación práctica de la espiritualidad sacerdotal en el Presbiterio, esta espiritualidad no pasará de ser una aspiración pasajera o un ideal teórico. Los "Lineamenta" se remiten a la importancia de la sucesión apostólica, para urgir la vida apostólica (que es común a obispos y presbíteros): "El testimonio ininterrumpido de la Tradición reconoce en los obispos aquellos que poseen el «sarmiento de la semilla apostólica» y suceden a los Apóstoles como pastores de la Iglesia" (Lineamenta n.28)[31]. "Los obispos son sucesores de los Apóstoles no solamente en la autoridad y en la sacra potestas, sino también en la forma de vida apostólica, en los sufrimientos" (Lineamenta n.29). "El obispo es el primer responsable del discernimiento de la vocación de los candidatos, de su formación" (Lineamenta n.34).

 

      Son muchos los textos conciliares que instan al sacerdote presbítero a poner en práctica sus exigencias sacerdotales, teniendo en cuenta su dependencia respecto al propio obispo. Hemos ido citando algunos en los apartados anteriores (cfr. LG 28; PO 7; ChD 28; PDV 74, 79).

 

      Esta dependencia efectiva no será realidad sino en el grado en que el obispo viva en las mismas condiciones de sus presbíteros, embarcado en la misma barca, para correr la misma suerte. Sin esta cercanía familiar, espiritual, pastoral y económica, la actuación del carisma episcopal no pasará las fronteras de la disciplina y de la administración.[32]

 

      Hay un texto conciliar programático que resume esta actuación episcopal y que necesitaría ser asimilado también por los presbíteros, para no poner obstáculoss a la actuación del carisma episcopal del propio obispo: "Traten siempre con caridad especial a los sacerdotes, puesto que reciben parte de sus obligaciones y cuidados y los realizan celosamente con el trabajo diario, considerándolos siempre como hijos y amigos, y, por tanto, estén siempre dispuestos a oírlos, y tratando confidencialmente con ellos, procuren promover la labor pastoral íntegra de toda la diócesis. Vivan preocupados de su condición espiritual, intelectual y material, para que ellos puedan vivir santa y piadosamente, cumpliendo su ministerio con fidelidad y éxito" (ChD 16).[33]

 

      Me parece ver en esta afirmación conciliar el fundamento de la orientación de "Pastores dabo vobis" sobre el proyecto de vida, que hemos citado y comentado más arriba (cfr. PDV 79). Los "Lineamenta" fofrece unas pautas muy esclarecedoras:

 

      "A la actitud del obispo con cada sacerdote se une la conciencia de tener en torno a sí un Presbiterio diocesano. Por esto debe alimentar en ellos la fraternidad que sacramentalmente los une y promover entre todos el espíritu de colaboración en una eficaz pastoral de conjunto (Lineamenta n.33).

 

      "El obispo debe esforzarse cada día para que todos los presbíteros sepan y se den cuenta, de forma concreta, que no están solos o abandonados, sino que son miembros y parte de un solo Presbiterio... consciente de que el testimonio de comunión afectiva y efectiva entre el obispo y sus presbíteros es un estímulo eficaz de la comunión en la Iglesia particular en todos los demás niveles" (ibídem).

 

      "La relación sacramental-jerárquica se traduce en la búsqueda constante de una comunión afectiva y efectiva del obispo con los miembros de su Presbiterio" (Lineamenta n.32)

 

      Pablo VI recordó esta realidad de gracia al inaugurar la Asamblea de Medellín desde la catedral de Bogotá: "Si un obispo concentrase sus cuidados más asiduos, más inteligentes, más pacientes, más cordiales, en formar, en asistir, en escuchar, en guiar, en instruir, en amonestar, en confortar a su clero, habría empleado bien su tiempo, su corazón y su actividad"[34]. Los "Lineamenta" recuerdan también este ministerio episcopal: "El ministerio del obispo se determina con relación a las diferentes vocaciones de los miembros del Pueblo de Dios y, ante todo, con relación a los sacerdotes, incluso religiosos, y al Presbiterio constituido por ellos en la Iglesia particular" (Lineamenta n.31).

 

      Sin esta referencia al carisma episcopal, el sacerdote diocesano no podrá llevar a efecto todas las exigencias de la espiritualidad sacerdotal. Al constatar esta vocación en el propio Presbiterio, el sacerdote puede apoyarse también en otros carismas legítimos y también eclesiales. Pero queda por cubrir el campo más suyo y más específico:

 

      ¿Cómo encontrar en le propio Presbiterio (con su propio obispo), los medios propios de espiritualidad y de evangelización? (cfr.. PO 8; PDV 74; Dir 27)[35]

 

      ¿Cómo ser servidor y coordinador de todos los carismas que el Espíritu Santo ha suscitado en la Iglesia particular y en la comunidad eclesial que le ha confiado el obispo?

 

 

      Si no se encontrara apoyo explícito por parte del carisma episcopal (por no reconocerlo, por no amarlo o por no dejarlo actuar), difícilmente se encontraría solución a estas aspiraciones hondas que el Espíritu Santo ha comunicado a los sacerdotes el día de la ordenación sacerdotal, especialmente cuando se ordenan como incardinados (desposados) al servicio de la Iglesia particular (en comunión responsable con la Iglesia universal) y como miembros permanentes de la familia sacerdotal del Presbiterio.[36]

 

 

5. Líneas conclusivas: unas propuestas factibles

 

      La doctrina conciliar y postconciliar del Vaticano II enraíza en toda la tradición eclesial sobre la "Vida Apostólica" en el Presbiterio. El obispo fue siempre (en línea de principio) el primer responsable y agente en la construcción de esa vida sacerdotal al estilo de los Apóstoles: seguimiento evangélico, fraternidad, disponibilidad misionera.[37]

 

      Los "Lineamenta" para la Asamblea ordinaria de los Obispos (para el año 2.000) recuerdan también esta relación del obispo con sus sacerdotes, como hemos citado repetidamente en el presente estudio. Ahí se invita a considerar el significado de la Misa Crismal: "Para un obispo es un momento de gran esperanza, ya que se encuentra con el Presbiterio diocesano, reunido en torno a él" (Lineamenta n. 96). También hay que reconocer la importancia de la mediación del obispo en la ordenación sacerdotal "recibiendo de Dios a los nuevos cooperadores" (Lineamenta n. 96).

 

      La dinámica histórica de la espiritualidad sacerdotal (siempre en línea de caridad pastoral y de espiritualidad comunitaria y eclesial) indica unos hitos (época patrística, medioevo, Trento, encíclicas sacerdotales del siglo XX, Sínodos...), en los que la figura del obispo es determinante en la puesta en práctica o en la decadencia de la vida sacerdotal en el Presbiterio.[38]

 

      El futuro de los Seminarios radica en esta actuación del obispo (como sucesor de los Apóstoles que forma a sus colaboradores inmediatos), mucho más que en nuevas metodologías y organizaciones[39].

 

      El futuro de los Presbiterios radica también en la propia responsabilidad de los presbíteros, corroborada con la actuación imprescindible del carisma episcopal. El "proyecto" (escrito o vivido) del Presbiterio no podrá realizarse de modo efectivo y permanente sin el obispo.[40]

 

      La actuación concreta del carisma episcopal (como padre, hermano, amigo, según las expresiones conciliares) emana de su propia espiritualidad, como exigencia de la ordenación o consagración episcopal. Pero esta espiritualidad forma una unidad especial con sus presbíteros (y diáconos), a modo de unidad familiar y "colegio".

 

      Sería una afirmación superficial decir que esta actuación "clericalizaría" la actuación del obispo... Efectivamente, su carisma, además de dirigirse "por igual" a todos los estados de vida según la propia vocación (laical, religiosa, sacerdotal), debe afianzarse formando a sus colaboradores inmediatos que son parte de este mismo carisma.[41]

 

      Concretamente, la actuación del carisma episcopal es necesaria para que se ponga en práctica la espiritualidad (y vida ministerial) en el Presbiterio. De modo especial necesitaría concretarse más explícitamente en estos puntos:

 

      1) Trazar las líneas claras y entusiasmantes de la "mística" o espiritualidad sacerdotal en el Seminario y en el Presbiterio (ello sería fuente de vocaciones y de perseverancia sacerdotal).

 

      2) Asumir el cuidado más directo de la espiritualidad de sus presbíteros (nadie le puede suplir, aunque sí muchos pueden ayudar, especialmente por la dirección espiritual y asociaciones).

 

      3) Hacerse más cercano, compartiendo la misma vida a nivel humano (economía, vivienda, descanso...), espiritual (procurando retiros y dirección espiritual), intelectual (actualización), pastoral (compartiendo los sudores apostólicos)... La perseverancia sacerdotal no será posible sin esta cercanía a modo de familia sacerdotal, sin distinciones ni privilegios.

 

      4) Trazar el proyecto de vida en el Presbiterio, tal como lo pide PDV 79, de manera sencilla, entusiasmante y siempre perfeccionable (con la aportación de todo el Presbiterio).

 

      5) Hacer que los presbíteros colaboren activa y responsablemente en el plan diocesano de pastoral, desde su propio proyecto de vida (sin diluirlo en el plan general).

 

      6) Hacer posible el cauce de la colaboración misionera universal, por medio del centro diocesano misionero y de las OMP e Institutos misioneros, de suerte que se transforme la Iglesia particular en Iglesia misionera, especialmente por la aportación del mismo Presbiterio.

 

      7) Instar continuamente en la oración común con sus Presbíteros, en la que aparezcan "sus esperanzas para el Presbiterio diocesano" (Lineamenta n.93), a modo de Cenáculo con María que también "imploraba con sus oraciones el don del Espíritu" (LG 59). Si la Iglesia "invoca frecuentemente a María como Regina Apostolorum" (Lineamenta n. 100), es debido a que ella es la "Madre del sumo y eterno sacerdote, Reina de los Apóstoles y auxilio de su ministerio" (PO 18) y, por consiguiente, madre peculiar de todos los sacerdotes ministros.[42]



    [1]El concilio Vaticano II, "Pastores dabo vobis" y el "Directorio" prefieren el término "diocesano" (cfr. LG 28 y 41; PO 8; PDV 2, 4, 17, 28, 31, 59, 68, 71, 74; Dir. 88-89). El Código de Derecho Canónico usa el término "clero secular" (can. 680). No se trata de oponer términos, sino de acentuar un aspecto: pertenencia permanente a una diócesis (por la incardinación) y distinción del clero "regular" o religioso. El calificativo de "secular" indica que es distinto de estilo "claustral", en cuanto que existe una mayor inserción en las estructuras seculares. Hay que reconocer, no obstante, la existencia de una "secularidad" que es propia del laicado: "El carácter secular es propio y peculiar de los laicos" (LG 31).

    [2]En mis publicaciones he tenido en cuenta, a partir de la base bíblica, los documentos históricos (patrísticos, magisteriales, litúrgicos), la vida de los santos sacerdotes y la experiencia de muchos sacerdotes con quienes me he encontrado en los diversos Continentes. La realidad y la experiencia las he intentado discernir a la luz de la Palabra predicada, vivida y celebrada por la Iglesia de todos los tiempos. Cfr. Teología de la espiritualidad sacerdotal (Madrid, BAC, 1991); Signos del Buen Pastor (Bogotá, CELAM, 1991).

    [3]Los "Lineamenta" para la X Asamblea Ordinaria del Sínodo de los Obispos, tiene expresiones muy ricas de contenido sobre la espiritualidad específica del obispo: "Padre cercano en medio de su pueblo, el obispo es la imagen de Jesús, el Buen Pastor, que camina junto a su rebaño" (n.86). "El obispo debe encontrar en la caridad pastoral el vínculo de la perfección sacerdotal y también el fruto de la gracia y del carácter sacramental recibido... Se debe conformar con Cristo Buen Pastor, tanto en su vida personal como en su ministerio apostólico, de modo que el pensamiento de Cristo (cfr. 1Cor 2,10) le invada en todo y totalmente en las ideas, en los sentimientos, en las opciones y el obrar" (n.87). "Sin embargo el obispo debe vivir su espiritualidad propia, a causa del don específico de la plenitud del Espíritu de santidad, que ha recibido como padre y pastor de la Iglesia... Se trata, demás, de una espiritualidad eclesial, porque cada obispo es configurado con Cristo Pastor, para amar a la Iglesia con el amor de Cristo Esposo, para servirla... Así, en la Iglesia, se convierte en modelo y promotor de la espiritualidad de comunión en todos los niveles" (n.89). "La caridad pastoral debe determinar los modos de pensar y actuar del obispo... En consecuencia, la caridad pastoral exige estilos y formas de vida que, realizados como imitación de Cristo pobre y humilde, permitan estar cerca de todos los miembros del rebaño" (n.69). "La eficacia de la guía pastoral de un obispo y de su testimonio de Cristo... depende en gran parte de la autenticidad del seguimiento del Señor y del vivir in amicitia Jesu Christi" (n.97).

    [4]"Todos los presbíteros, juntamente con los Obispos, participan de tal modo del mismo y único sacerdocio y ministerio de Cristo, que la misma unidad de consagración y de misión exige una comunión jerárquica con el Orden de los Obispos, unión que manifiestan perfectamente a veces en la concelebración litúrgica, y unidos a los cuales profesan que celebran la comunión eucarísti­ca. Por tanto, los Obispos, por el don del Espíritu Santo, que se ha dado a los presbíteros en la Sagrada Ordenación, los tienen como necesarios colaboradores y consejeros en el ministerio y función de enseñar, de santificar y de apacentar la grey de Dios" (PO 7).

    [5]He resumido mi impresión al final de Historia de la espiritualidad sacerdotal (Burgos, Facultad Teológica, 1985) p. 216: "Las experiencias de vida apostólica, tantas veces practicadas por los santos obispos y sacerdotes durante la historia pasada, seguirán siendo esporádicas y momentáneas mientras no encuentren eco responsable y vivencial en todo el Presbiterio y especialmente en quien es su cabeza, hermano y padre". Será difícil remontar un vacío de varios siglos. Cfr. Espiritualidad sacerdotal y formación espiritual del sacerdote, en: Os daré pastores según mi corazón (Valencia, EDICEP, 1992) 207-222.

    [6]El decreto conciliar de Trento invitaba al obispo asumir la responsabilidad de sus futuros sacerdotes: "Establece el santo Concilio que todas las catedrales, metropolitanas e Iglesias mayores, tengan obligación de mantener y educar religiosamente, e instruir en la disciplina eclesiástica, según las posibilidades y extensión de las diócesis, cierto número de jóvenes de la misma ciudad y diócesis... Cuide el obispo que asistan todos los días al sacrificio de la Misa, que confiesen a los menos una vez al mes, que reciban, a juicio del confesor, el Cuerpo de nuestro Señor Jesucristo, y que sirvan en la catedral y en otras Iglesias del pueblo los días festivos. El obispo... arreglará, según el Espíritu Santo le iluminare, todo lo dicho, y todo cuanto sea oportuno y necesario, velando en sus frecuentes visitas de que siempre se guarde"... (Ses.23, can.18 de reforma: Concilium Tridentinum, IX, 628-630). He hecho notar el vacío postconciliar respecto a este cuidado episcopal: La institución de los Seminarios y la formación del clero, en: Trento, i tempi del Concilio, Società, religione e cultura agli inizi dell'Europa moderna (Trento, 1995) 261-270.

    [7]Dos son las preguntas que más me han impresionado en los diversos Seminarios diocesanos (de los cinco Continentes): ¿existe para el sacerdote diocesano una espiritualidad específica? ¿encontraré en mi Presbiterio los medios necesarios para vivirla?

    [8]En realidad, los presbíteros son "colaboradores y consejeros necesarios" del obispo en todos los ministerios (PO 7; cfr. CD 16, 28). Ver también el Directorio "Ecclesiae Imago" sobre el ministerio de los obispos (22 de febrero de 1973), nn. 107-117 (Relaciones con el clero diocesano).

    [9]Textos como el siguiente son muy frecuentes, parecidos en los contenidos básicos y variados según las circunstancias: "En todas estas tareas, vuestros primeros y principales colaboradores en la predicación del Evangelio y en la difusión de la buena nueva de la salvación son los sacerdotes... Esta paternidad espiritual se expresa en un profundo vínculo de comunión entre vosotros y vuestros sacerdotes, en vuestra disponibilidad en acogerlos y el apoyo que esperan y necesitan de vosotros... El bienestar humano y espiritual de vuestros sacerdotes será el coronamiento de vuestro ministerio episcopal... Compartir una vida sencilla alegra al Presbiterio y, cuando va acompañada por la confianza mutua, facilita la obediencia voluntaria que todo presbítero debe a su obispo" (JUAN PABLO II, Disc. a los miembros de la Conferencia Episcopal de Zimbabwe, 4 de septiembre de 1998, Oss. Rom. esp. 11 septiembre, p.5).

    [10]La pregunta n. 6 del "Cuestionario" de los "Lineamenta" queda formulada así: "¿Cómo vive el obispo su relación con el Presbiterio y con cada sacerdote, especialmente en la proclamación de la fe? ¿Cuáles deberían ser sus preocupaciones principales en este campo?".

    [11]Indico algunas síntesis actuales, teológicas y sistemáticas, sobre la espiritualidad sacerdotal: AA.VV., Espiritualidad sacerdotal, Congreso (Madrid, EDICE, 1989); AA.VV., Espiritualidad del Presbiterio (Madrid, EDICE, 1987); J. CAPMANY, Apóstol y testigos, reflexiones sobre la espiritualidad y la misión sacerdotales (Barcelona, Santandreu, 1992); M. CAPRIOLI, Il sacerdozio. Teologia e spiritualità (Roma, Teresianum, 1992); J. ESQUERDA BIFET, Teología de la espiritualidad sacerdotal (Madrid, BAC, 1991); Idem, Signos del Buen Pastor, Espiritualidad y misión sacerdotal (Bogotá, CELAM, 1991); A. FAVALE, El ministerio presbiteral, aspectos doctrinales, pastorales y espirituales (Madrid, Soc. Educ. Atenas, 1989). Pero surge siempre esta pregunta: ¿se estudia en los Seminarios la espiritualidad sacerdotal de modo sistemático y entusiasmante?

    [12]  Sin el conocimiento y la vivencia de esta espiritualidad sacerdotal específica, que es esencialmente comunitaria y eclesial, sería imposible la aportación responsable de los sacerdotes al plan pastoral de la Iglesia particular. Este plan pastoral debe ser orientado, en último término, por el obispo, quien, al mismo tiempo tiene el carisma de presidir el Presbiterio y cuidar de su espiritualidad y santificación. Cada vocación  (laical, sacerdotal o de vida consagrada) y cada carisma (personal o de grupo-movimiento) debe vivir su propia realidad e identidad, personal y comunitaria, dentro de la comunión eclesial, y encontrar su espacio operativo para que de verdad aporte algo a la comunidad eclesial y a la pastoral de conjunto. Un plan pastoral diocesano que no respetara estas realidades de gracia, no sería eclesial ni cristiano.

    [13]Actualmente se discuten dos cuestiones: "ministerialidad" y "secularidad" de la espiritualidad y vida sacerdotal. Las dos cuestiones (como otras del pasado o que surgirán en el futuro) son válidas, si se quedan en un campo de reflexión sin herir las realidades de gracia. Toda la espiritualidad sacerdotal es "ministerial" o de "servicio" (en nombre de Cristo Profeta, Sacerdote y Pastor), a partir de una realidad ontológica (el "carácter" o gracia permanente del Espíritu). El sacerdote está insertado en las realidades del mundo ("seculares"), a la luz de Cristo Sacerdote Buen Pastor. Suscitar una nueva perspectiva teológica es siempre válido (así avanza la teología), con tal que no sirva para distraer de la vivencia de lo que ya ha quedado esclarecido suficientmente por la acción del Espíritu en la Iglesia.

    [14]El pastoreo de quien preside la comunidad debe cuidar de todos los carismas, por el hecho de "ejercer el oficio de Cristo Cabeza y Pastor", tiende a "formar una genuina comunidad cristiana" (PO 6). "Los presbíteros están puestos en medio de los laicos para llevarlos a todos a la unidad de la caridad... Ellos son defensores del bien común" (PO 9).

    [15]Participar ontológicamente o en el ser del sacerdote de Cristo Cabeza y Pastor (cfr. PO 1-3), comporta una configuración con él (cfr. PDV 20-22), que es también Siervo (cfr. PDV 48) y Esposo (cfr. PDV 22). Esta participación en el ser de Cristo es consagración por el Espíritu Santo (cfr. PDV 1, 10, 27, 33, 69). De ahí derivan las diversas dimensiones o perspectivas y puntos de vista de esta realidad tan rica de contenidos: dimensión trinitaria, cristológica, pneumatológica, eclesiológica, antropológica, sociológica... (cfr. Directorio cap. I).

    [16]Los textos conciliares y postconciliares indican esta participación en la misma misión profética, sacerdotal y real de Cristo (cfr. PO 4-6, 10-11; PDV 16-18). Es siempre misión universal (cfr. PO 10; PDV 16-18, 31-32). Al mismo tiempo, es misión santificadora por el ejercicio del mismo ministerio (cfr. PO 13), con tal que se realice en "unidad de vida", como Cristo está unido a la voluntad del Padre (PO 13-14). Las afirmaciones clave del PO 12-14 son un programa completo de espiritualidad sacerdotal ministerial: "instrumentos vivos de Cristo Sacerdote", "en el ministerio", "unidad de vida", "ascesis del pastor de almas".

    [17]La caridad pastoral es la sintonía e imitación de Cristo Buen Pastor, que da la vida dándose él (pobreza), sin pertenecerse (obediencia), como consorte o Esposo (castidad o virginidad). Así el sacerdote es signo personal y sacramental del Buen Pastor: Mt 19,27; PO 15-17; PDV 21-30. La comunidad eclesial tiene derecho a ver, en quien la preside espiritualmente, la caridad del Buen Pastor y Esposo de la Iglesia. Además de las síntesis globales sobre la espiritualidad sacerdotal (citadas más arriba), ver: M. PEINADO, Solicitud pastoral (Barcelona, Flors, 1967); P. XARDEL, La flamme qui dévore le berger (Paris, Cerf, 1969.

    [18]Estos elementos pueden inspirarse en una figura de valor sacerdotal, participando periódicamente en grupos sacerdotales o en asociaciones (como la Unión Apostólica y otras), subrayando algunos matices y añadiendo otros, concretando más los compromisos, etc. El sacerdote religioso (o de instituciones de vida consagrada) vive estas realidades de gracia con matices de una espiritualidad "particular": relación con el carisma fundacional, estatutos, compromisos (votos, etc.).

    [19]C. BERTOLA, Fraternidad sacerdotal (Madrid, Soc. Educ. Atenas, 1992); A. CATTANEO, Il Presbiterio della Chiesa particolare (Milano, Edit. Giuffré, 1993); J. ESQUERDA BIFET, Teología de la Espiritualidad sacerdotal (Madrid, BAC, 1991) cap. VI; V. FUSCO, Il presbiterio: Fondazione biblico-teologica: Asprenas 33 (1986) 5-36; J. LECUYER, Le Presbyterium, en: Les prêtres (Paris, Cerf, 1968) (Unam Sanctam 68) 275‑288; A. VILELA, La condition collégial des prêtres au III siècle (Paris, Beauchesne, 1971).

    [20]Esta paternidad no significa paternalismo; en otros textos conciliares se le llama también hermano y amigo (PO 7). Esta paternidad deriva del hecho de que el obispo sea "la imagen viva de Dios Padre" (S. Ignacio de Antioquía, Ad Trall. 3,1).

    [21]En el ejercicio de los ministerios, el presbítero representa al obispo: "En cada una de las congregaciones de fieles, ellos representan al Obispo con quien están confiada y animosamente unidos, y toman sobre sí una parte de la carga y solicitud pastoral y la ejercitan en el diario trabajo" (LG 28; cfr. SC 42; PO 7). En la administración del sacramento de la confirmación, la misión o encargo recibido del obispo es indispensable para su validez. La teología todavía no ha aclarado si el presbítero podría también ordenar, analógicamente a como puede confirmar como ministro extraordinario; hoy por hoy, esta ordenación no sería válida.

    [22]Es importante observar la insistencia en la "comunión", como partícipes del mismo sacerdocio y ministerio del obispo y, consecuentemente, de la misma espiritualidad sacerdotal, salvando la diferencia en el grado sacramental y la dependencia del carisma episcopal. "Presbyterorum Ordinis" habla de la "obedien­cia sacerdotal, ungida de espíritu de cooperación, se funda especialmente en la participación misma del ministerio episcopal que se confiere a los presbíteros por el Sacramento del Orden y por la misión canónica" (PO 7,b).

    [23]Sobre la derivación misionera universal del ministerio sacerdotal (para colaborar con la responsabilidad del obispo), ver: ChD 5-6; LG 23, 28; PO 10; AG 38; RMi 63; PDV 2, 4, 14, 16-18, 23, 31-32, 59, 74-75, 82; Dir. 14-15. Los "Lineamenta" desea "que toda la diócesis se haga misionera" (Lineamenta n.74; cfr. nn. 45 y 73).

    [24]Expuse la fundamentación y las pautas de este proyecto en: Ideario, objetivos y medios para un proyecto de vida sacerdotal en el Presbiterio, "Sacrum Ministerium" 1(1995) 175-186. Ver también: J.T. SANCHEZ, Los sacerdotes protagonistas de la Evangelización, en: (Pontificia Comisión para América Latina), (Lib. Edit. Vaticana 1996) 101-110. En esta última publicación, el entonces Prefecto de la Congregación para el Clero trata de la formación permanente en el Presbiterio y propone en la p. 110: "elaboración en cada Presbiterio de un proyecto de vida que recoja las orientaciones concretas en los diversos niveles de formación permanente: humana, espiritual, intelectual, pastoral, un programa orgánico, sistemático, integral".

    [25]El proyecto podría tener, pues, tres partes principales: El ideario (ser, obrar y vivencia o espiritualidad), los objetivos (a nivel humano, espiritual, intelectual, pastoral) y los medios (personales y comunitarios). Para cada uno de estos capítulos hay material suficientemente claro y entusiasmante en PO, PDV y Directorio. Ver el artículo citado anteriormente sobre el proyecto de vida en el Presbiterio.

    [26]Al consejo presbiteral "compete, entre otras cosas, buscar los objetivos claros y distintamente definidos de los diversos ministerios que se ejercen en la diócesis, proponer prioridades, indicar los métodos de acción" (Directorio "Ecclesiae Imago" sobre el ministerio pastoral de los obispos, 22 de febrero de 1973, n. 202). Pero por su medio también "se fomenta la fraternidad en el Presbiterio y el diálogo entre el obispo y los presbíteros" (ibídem).

    [27]Sin esta mística sacerdotal, conocida y vivida gozosa y generosamente, difícilmente tendrá el obispo vocaciones "propias" en su Seminario, así como clero suficiente y disponible apostólicamente en su diócesis; este conocimiento de la propia espiritualidad lleva, por su misma lógica interna, a estudiar los clásicos de espiritualidad de cualquier escuela, también para servir a las demás vocaciones. En este campo puede prestar un gran servicio la Unión Apostólica, como cauce de intercambio de experiencias de "Vida Apostólica" en los diversos Presbiterios.

    [28]Lineamenta n.11, citando LG 28 y ChD 7, dice: "La necesaria cooperación del Presbiterio está enraizada en el mismo evento sacramental". Más adelante afirma: "Esta misma gracia (sacramental) une a los presbíteros a las distintas funciones del ministerio episcopal... Sus necesarios colaboradores y consejeros... asumen, según su grado, los oficios y la solicitud del obispo y la hacen presente en cada comunidad" (Lineamenta n.31; cfr. LG 28). El Directorio "Ecclesiae Imago" sobre el ministerio pastoral de los obispos concreta: "El Obispo... sabe bien que su deber es dirigir su amor y su solicitud particular sobre todo hacia los presbíteros y hacia los candidatos al ministerio sagrado" (n. 107; cita PO 7; ver también el n. 111 del mismo Directorio). De ello se seguirá que "todo el Presbiterio se sienta junto con el Obispo verdaderamente corresponsable de la Iglesia particular" (n. 111).

    [29]"En los presbíteros de la diócesis, aunque sean religiosos, el Obispo trata de infundir y hacer madurar la conciencia de formar un único Presbiterio en la Iglesia, todos juntos con el Obispo y unidos entre sí por el vínculo del sacramento del Orden, aunque sean diversas las tareas que desempeñan" (Directorio "Ecclesiae Imago" sobre el ministerio pastoral de los obispos n. 109).

    [30]En el Presbiterio, el obispo ocupa el lugar de Cristo, mientras los presbíteros ocupan el lugar de los Apóstoles (San Ignacio de Antioquía, Ad Magnesios VI, 1). El carisma propio de la apostolicidad del obispo tiene significado espiritual y moral antes que administrativo. Esta realidad de gracia fundamenta "su relación  personal-espiritual del pastor con su grey" (Lineamenta n.10).

    [31]toma la expresión "semilla apostólica" de Tertuliano (Praescr. Haeret., 32: PL 2,53). Para los contenidos de "sucesores" de los Apóstoles, ver LG 18 y 20. "Pastores dabo vobis" recuerda también que los presbíteros participan, en grado inferior, de esta sucesión apostólica (cfr. PDV 15-16, 42, 60).

    [32]Al hablar de la pobreza sacerdotal, el concilio Vaticano II, remitiéndose a toda la tradición, une la vida del obispo con la del sacerdote: "Guiados, pues, por el Espíritu del Señor, que ungió al Salvador y lo envió a evangelizar a los pobres, los presbíteros, y lo mismo los Obispos, mucho más que los restantes discípulos de Cristo, eviten todo cuanto pueda alejar de alguna forma a los pobres, desterrando de sus cosas toda clase de vanidad. Dispongan su morada de manera que a nadie esté cerrada, y que nadie, incluso el más pobre, recele frecuentarla" (PO 17). Sobre la vida sencilla y pobre de los obispos: Motu Proprio "Pontificalia insignia" (Pablo VI, 21 de junio de 1968); Instrucción "Ut sive sollicite" (31 de marzo de 1969).

    [33]Continúa el texto: "Por lo cual han de fomentar las instituciones y establecer reuniones especiales, de las que los sacerdotes participen algunas veces, bien para practi­car algunos ejercicios espirituales más prolongados para la renovación de la vida, o bien para adquirir un conocimiento más profundo de las disciplinas eclesiásticas, sobre todo de la Sagrada Escritura y de la Teología, de las cuestiones sociales de mayor importancia, de los nuevos métodos de acción pastoral" (ChD 16).

    [34]Pablo VI, Alocución en la inauguración de la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, Catedral de Bogotá (24 de agosto de 1968). Son los mismos contenidos del Directorio "Ecclesiae Imago" sobre el ministerio pastoral de los obispos: "El Obispo considera como un sacrosanto deber conocer a sus presbíteros diocesanos, sus caracteres y capacidades, sus aspiraciones y tenor de vida espiritual, su celo e ideales, su estado de salud y sus condiciones económicas, su familia y todo lo que diga relación a ellos" (n. 111).

    [35]En "Don y misterio" (en el apartado sobre el Presbiterio de Cracovia), Juan Pablo II manifesta su gozo de haber encontrado en su Presbiterio (como presbítero y como obispo) la fraternidad sacerdotal y las ayudas necesarias para vivir su sacerdocio.

    [36]Las diversas asociaciones, carismas, movimientos, etc., pueden ser una ayuda para vivir mejor las realidades de gracia de la propia espiritualidad sacerdotal diocesana. Hay que reconocer también y apreciar la gran ayuda de las diversas formas de vida consagrada, así como de la pertenencia a instituciones y asociaciones que se inspiran en carismas particulares. Ello puede ayudar también al sacerdote diocesano, a modo de dirección espiritual o de grupo de amigos; pero no cancela la actuación del carisma episcopal ni la puede suplir.

    [37]Ver en la historia de la espiritualidad sacerdotal la forma de vivir los Presbiterios según San Agustín, San Eusebio de Vercelli, Santo Domingo, experiencias "canonicales", etc. Cfr. Teología de la Espiritualidad Sacerdotal, o.c., cap. 13 (síntesis histórica). También en: Historia de la espiritualidad sacerdotal (Burgos, Facultad de Teología, 1985); corresponde al vol. 19 de "Teología del Sacerdocio".

    [38]Además de los santos obispos recordados anteriormente, cabe hacer mención de otros posteriores: San Carlos Borromeo, San Juan de Ribera, San Juan de Ávila... Ver Historia de la espiritualidad sacerdotal, o.c.

    [39]La renovación de los Seminarios no puede consistir principalmente en el cambio de unas estructuras materiales y organizativas, sino en el afianzamiento de la "Vida Apostólica" puesta en práctica con el propio obispo, en las coordenadas actuales de una familia sacerdotal que comparte la misma suerte.

    [40]Es importante e imprescindible que el Consejo Presbiteral asuma esta responsabilidad, como "consejo" del obispo, respecto a la vida de los presbíteros. Todo ello debe ser reforzado por la Comisión o Departamento Episcopal del Clero (pastoral sacerdotal, vocaciones y ministerios).

    [41]La exención histórica de la vida religiosa o consagrada (por motivos especiales) o la exención actual respecto a la autonomía del carisma de la vida consagrada, no debe olvidar la actuación necesaria e indispensable del sucesor de los Apóstoles, en el ámbito de la Iglesia particular, respecto a quienes imitan de modo peculiar la "apostolica vivendi forma", siguiendo el estilo apostólico de que son garantes los obispos (cfr. VC 45, 48, 93-94). La actuación del carisma episcopal abarca todos los demás carismas. Los "Lineamenta" hacen, en el cuestionario, esta pregunta: "¿Qué iniciativas concretas favorecen la unión espiritual del obispo, sobre todo con los presbíteros y diáconos, con los consagados y las consagradas y con los laicos, especialmente si están reeunidos en asociaciones y fundaciones eclesiales?" (pregunta n. 20).

    [42]He prescindido de la denominación jurídica sobre el sector eclesial que preside el obispo (diócesis, arquidiócesis, patriarcado, vicariato, prefectura, prelatura, etc.). Lo importante es la Iglesia concretizada allí donde hay un sucesor de los Apóstoles, en comunión con el Papa sucesor de Pedro.

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