Lunes, 11 Abril 2022 10:24

FRATERNIDADES SACERDOTALES EN EL PRESBITERIO DIOCESANO Espiritualidad sacerdotal de comunión

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           FRATERNIDADES SACERDOTALES EN EL PRESBITERIO DIOCESANO

                    Espiritualidad sacerdotal de comunión

 

                                                         Juan Esquerda Bifet

Presentación

1. Líneas básicas de la misión y espiritualidad sacerdotal

2. Cómo vivir la identidad sacerdotal en el propio Presbiterio

3. Proyecto de vida personal y comunitaria

A modo de invitación

 

                                   * * *

 

Presentación

 

      Son muchas las perspectivas bajo las cuales puede estudiarse la espiritualidad sacerdotal, sin necesidad de contraponerlas: a partir de la consagración (carácter y gracia sacerdotales), a partir de la misión (en relación con los ministerios), a partir de la comunión eclesial, especialmente en la realidad del Presbiterio de la Iglesia particular (siempre en la Iglesia universal).

 

      En el presente estudio, partimos de la comunión eclesial, que debe llevar, por su misma naturaleza a valorar la consagración y la misión o ministerialidad. Tomamos esta perspectiva por la sencilla razón de que me han pedido hablar de las "asociaciones" sacerdotales, que yo encuadro en un marco más amplio: las fraternidades sacerdotales en el Presbiterio.

 

      La fisonomía del sacerdote ha quedado claramente delineada en los documentos conciliares y postconciliares (LG, PO, PDV, Directorio), como actualización de los textos evangélicos sobre la figura del Buen Pastor y sobre el estilo de vida de los Apóstoles.

 

      Esta realidad eclesial es la voz del Espíritu Santo, que llama a construir y a vivir la figura sacerdotal en el Presbiterio diocesano del tercer milenio del cristianismo.

 

      Es urgente presentar esta doctrina hecha realidad o puesta en práctica en los sacerdotes y en las fraternidades sacerdotales, como posibilidad real de la espiritualidad específica del sacerdote diocesano o secular. Al decir "diocesano" queremos decir el sacerdote incardinado en una Iglesia particular (diócesis o también vicariato, prefectura, prelatura, etc.), donde preside la unidad eclesial un sucesor de los Apóstoles en comunión con el Papa. Y es urgente llegar a entusiasmar a las nuevas vocaciones (especialmente en los Seminarios) sobre la mística o espiritualidad del sacerdote en cuanto tal.

 

      Las "fraternidades sacerdotales" que proponemos, y que ya son realidad en muchas Iglesias particulares, quieren poner en evidencia que es posible construir, con el propio Obispo, la "fraternidad sacramental" del Presbiterio (PO 8; cfr. LG 28), como "lugar privilegiado", donde todo sacerdote diocesano incardinado ("secular"), "debiera encontrar los medios específicos de santificación y evangelización" (Directorio 27). Ahí enraiza la espiritualidad de comunión, en relación con la consagración y misión o ministerialidad.

 

      Partimos de lo que es común a  todo sacerdote diocesano (nn.1-2), para llegar a propuestas concretas de tipo asociativo (n.3), en armonía con los medios también comunes a todo sacerdote. Además de todo lo que se organice en el Presbiterio para toda la familia sacerdotal, siempre queda un espacio operativo para los grupos y fraternidades concretas, a nivel de iniciativa y de generosidad evangélica.

 

      ¿Qué lugar ocupan, pues, las asociaciones o fraternidades sacerdotales en el Presbiterio de la Iglesia particular? Dando la importancia principal a las lineas básicas de espiritualidad sacerdotal (n.1), sin olvidar las concretizaciones que deben existir en el propio Presbiterio (formación permanente) (n.2), se puede pasar fácilmente a encuadrar armónicamente las asociaciones o fraternidades en el proyecto de vida personal y comunitario a modo de "espacio operativo" más viable (n.3). En esta perspectiva de grandes principios, parece que sería más fácil la superación de limitaciones y roces inherentes a toda institución eclesial. Los grandes ideales ayudan a relativizar y a encuadrar los problemas concretos.

 

1. Líneas básicas de la misión y espiritualidad sacerdotal

 

      Toda fraternidad sacerdotal en el Presbiterio necesita inspirarse en las líneas básicas que constituyen la espiritualidad específica del sacerdote diocesano:

 

      1ª) Ser signo personal, comunitario y sacramental de Cristo, Buen Pastor, Cabeza, Esposo, Siervo, Sacerdote y Víctima (cfr. PO 12-18; PDV 27-30; Dir 57-67).

 

      Se participa en su ser (consagración), se prolonga su obrar (misión) y se transparenta su estilo de vida (espiritualidad). Así se construye la comunidad eclesial como comunión: prolongando la Palabra del Señor, haciendo presente su sacrificio y acción salvífica, actualizando su acción pastoral de caridad.

 

      El sacerdote es signo transparente de la vida evangélica del Buen Pastor, que amó hasta "dar la vida" (caridad pastoral), dándose él (pobreza), sin pertenecerse (obediencia), como consorte o Esposo (virginidad) (Jn 10; Mt 8,20; Jn 4,34; Mt 9,15). Así fueron llamados a vivir los Apóstoles y sus sucesores, en seguimiento evangélico radical, comunión fraterna y disponibilidad misionera (Mt 4,19ss; 19,27ss; Mc 3,14; PDV 15-16, 60), para compartir esponsalmente la misma vida del Señor (Mc 10,38; PDV 22, 29) y llegar a ser signo de cómo amó él (Jn 17,10; PDV 49).

 

      Esta realidad de signo es también "relacional" o contemplativa, de profunda amistad con Cristo (Jn 15,14; Mc 3,14; 1Jn 1,1ss; PDV 12,25; Dir 38-42), como de quien vive de su presencia (Mt 28,20; Mc 16,20).

 

      Todo sacerdote, además de ser signo personal de Cristo, es también signo comunitario (especialmente en el Presbiterio), dentro de la realidad de Iglesia comunión (Lc 10,1; Jn 17,21-13; PO 8; PDV 17, 31, 74-80; Dir 25-29). La vivencia de esta realidad de comunión se convierte en signo eficaz de evangelización. Por participar del sacerdocio y misión de Cristo, así como por participar en la sucesión apostólica, ser cooperador directo del Obispo y estar incardinado en la Iglesia particular, el sacerdote ha de estar disponible para la misión local y universal (Mt 28,19-20; LG 28; PO 10; PDV 17, 32; Dir 45-56).

 

      2ª) El sacerdocio vivido en el Presbiterio tiene las características de una "íntima fraternidad" exigida por el sacramento del Orden (LG 28). Es, pues, "fraternidad sacramental" (PO 8) que equivale también a signo eficaz de santificación y evangelización.

 

      Por esto, el Presbiterio es "mysterium" y "realidad sobrenatural" (PDV 74), que matiza la espiritualidad del sacerdote en el sentido de pertenecer a una "familia sacerdotal" (CD 28; PDV 74), como "lugar privilegiado" donde el sacerdote "debería encontrar los medios específicos de santificación y evangelización" (Dir 27).

 

      3º) La misión y espiritualidad sacerdotal diocesana se viven necesariamente en relación de dependencia familiar respecto al carisma episcopal (PO 7; PDV 31, 74).

 

      Los sacerdotes son "colaboradores y consejeros necesarios" del Obispo (PO 7; Dir 22, 62). Con él y en grado inferior, participan en la sucesión apostólica de los Doce (PDV 15-16, 60).

 

      Por esto la actuación del carisma episcopal es imprescindible, no sólo para las cuestiones administrativas y pastorales, sino principalmente para el campo de la espiritualidad específica (CD 15-16, 28). Sin esta actuación episcopal, no sería posible la construcción del Presbiterio descrito por los Santos Padres (San Ignacio de Antioquía) y por los documentos conciliares y postconciliares (PDV 79).

 

      4ª) El sacerdote diocesano, por la incardinación, pertenece de modo permanente a la Iglesia particular (diócesis, vicariato, prefectura, prelatura...). Sirve, pues, a la Iglesia allí donde ésta se concreta bajo la dirección de un sucesor de los Apóstoles (CD 11; LG 28).

 

      La pertenencia estable a una Iglesia particular comporta asumir la responsabilidad correspondiente respecto a una herencia apostólica, una historia de gracia y una colaboración misionera universal (PDV 31-32, 65, 74). Todo sacerdote diocesano, por el hecho de serlo, queda disponible para la Iglesia universal, siempre en relación de dependencia con su propio Obispo (LG 28; PO 10; PDV 32; Dir 14-15).

 

      Esta diocesaneidad no implica separación ni privilegios respecto a otras modalidades de servir a la Iglesia particular (también como miembros del Presbiterio con pleno derecho), pero tiene su propio camino específico de espiritualidad y de misionariedad. El sacerdote diocesano está al servicio de todos los carismas y vocaciones, indicando una línea de comunión con el Obispo y de coordinación entre todos los componentes del pueblo de Dios (PO 6, 9).

 

      Por ser sacerdote diocesano secular ("incardinado"), se tiene una espiritualidad específica (con las líneas indicadas), aunque no necesariamente una espiritualidad peculiar en el sentido de inspirarse en el carisma fundacional de un fundador (como en el caso de los religiosos y de algunas instituciones). "Secular" indica no conventual o monástico. Esta espiritualidad específica sacerdotal (que constituye la propia identidad) ni se pone en duda, ni se presenta como reivindicación, ni se reduce a una discusión teórica de contraste con otras espiritualidades, sino que se afirma para vivirla e inspirarla a los futuros sacerdotes, especialmente durante la formación inicial en los Seminarios.

 

2. Cómo vivir la identidad sacerdotal en el propio Presbiterio

 

      Por encima de toda fraternidad concreta (arciprestazgo, vicaría, grupo, asociación...), el sacerdote diocesano está llamado a vivir la fraternidad del propio Presbiterio según el proyecto que se haya elaborado para una formación permanente (PDV 79). Esto es exigencia del sacramento del Orden, de la pertenencia a la Iglesia diocesana y al Presbiterio y, al mismo tiempo, es un derecho del pueblo de Dios (PDV 70). Toda fraternidad o grupo concreto deberá respetar esta realidad fraterna general, sin hacer una vida paralela.

 

      El cuidado de la vida sacerdotal ("pastoral sacerdotal"), siempre en relación de dependencia respecto al carisma episcopal, es un acompañamiento de la persona del sacerdote en todas sus dimensiones. De este acompañamiento es también responsable todo el Presbiterio y la comunidad diocesana (PDV 76-78; Dir 81-97).

 

      La vida sacerdotal del Presbiterio se estructura en sus cuatro niveles o dimensiones: humana, espiritual, intelectual y pastoral (PDV 71-72). Así se va tomando conciencia concreta de que, en la propia Iglesia particular, se hace realidad la Iglesia misterio, comunión y misión (PDV 73-75). El proyecto de vida que debe existir en todo Presbiterio, tiene que ser integral y sistemático, abarcando toda la vida y ministerio sacerdotal (PDV 3, 79; Dir 76, 86).

 

      El proyecto de vida en su dimensión humana (personal y comunitaria) cuidará del sacerdote para que se pueda sentir plenamente realizado en el servicio pastoral: el equilibrio personal, virtudes humanas y de relación, conocimiento propio y de los demás, convivencia, posibilidad de compartir, dialogar, cooperar, entablar verdaderas amistades, cuidar del descanso y de la salud (deporte), organización del sustento necesario y de la previsión social... (PO 3; PDV 43-44, 72; Dir 76).

 

      El proyecto de vida en su dimensión espiritual asegurará los medios para vivir la propia vocación y la espiritualidad específica, la oración y relación personal con Cristo, las virtudes del Buen Pastor en el seguimiento radical (la "Vida Apostólica"), la santificación en el ejercicio de los ministerios... (PO 12-17; OT 8-12; PDV 45-50, 72; Dir 76).

 

      El proyecto de vida en su dimensión intelectual tendrá en cuenta la actualización de los contenidos de la fe, el enfoque kerigmático del estudio de la teología, los criterios eclesiales de fe en el enfoque de la problemática actual (en el dogma y la moral), la relación entre la fe y la ciencia... (PO 19; OT 13-18; PDV 51-56, 72; Dir 77).

 

      En su dimensión pastoral, el proyecto de vida estimulará la disponibilidad misionera local y universal, un plan de pastoral de conjunto, el valor espiritual del ejercicio del ministerio (PO 13; PDV 24-26), la actualización de contenidos, la renovación de metodologías y de expresiones, el equilibrio y armonía entre ministerios (proféticos, cultuales, diaconales)... (PO 4-6, 9; OT 19-21; PDV 57-59, 72; Dir 45-56, 78).

 

      Las cuatro dimensiones necesitarán personal responsable, encuentros, cursos de actualización, publicaciones o información... En resumen, en el Presbiterio debe haber un proyecto de vida sacerdotal en todas sus dimensiones.

 

 

3. Proyecto de vida personal y comunitaria

 

      Las fraternidades y grupos sacerdotales tendrán el cometido de "animar" este proyecto del Presbiterio y de llenar el espacio operativo que todavía queda para la iniciativa, la generosidad evangélica y los medios más concretos de vida sacerdotal. Las líneas básicas de espiritualidad (n.1) y el proyecto de vida en el Presbiterio (n.2) necesitan medios personales y comunitarios más concretos para hacerse verdaderamente efectivos (n. 3).

 

      Esta concretización, para el sacerdote diocesano (incardinado), tendrá que realizarse en la misma línea del carisma específico: caridad pastoral concretada en el estilo evangélico de los Apóstoles, relación con el carisma episcopal, pertenencia responsable al Presbiterio, dedicación plena a la Iglesia particular también en su responsabilidad misionera universal... Para los demás sacerdotes, se tendrá en cuenta el propio carisma fundacional, religioso, asociativo, etc.

 

      1º) Proyecto y compromisos personales (PO 18; PDV V-VI; Dir 41-54, 68, 76, 81-86).

 

      Sin un proyecto personal adecuado, el proyecto comunitario no se pondría nunca en práctica. Los medios son los comunes a todo sacerdote, tal vez ya aconsejados o programados en el proyecto del Presbiterio, pero que siempre dejan espacio a una mayor concretización para la iniciativa privada:

 

      - a partir del discernimiento personal sobre la acción de la gracia (del Espíritu Santo), sobre las propias limitaciones, sobre las prioridades y urgencias particulares de cada uno,

      - celebración eucarística y encuentro personal (tiempo de visita, adoración),

      - tiempo para la meditación de la Palabra o "lectio divina",

      - liturgia de las Horas,

      - momento mariano (rosario, consagración...),

      - estudio y lectura espiritual,

      - reconciliación sacramental periódica,

      - revisión y consulta personal: examen, retiro y Ejercicios, dirección o consulta espiritual, asistencia a la reunión de grupo,

      - tiempo necesario de descanso, vocación, deporte...

      - renovación de estos compromisos o propósitos,

      - tener estos medios escritos o memorizados en un plan sencillo espiritual, humano, intelectual, pastoral, concretando tiempo y modalidades...

 

 

      2º) Proyecto y compromisos del grupo o fraternidad (PO 8, 17; PDV 17, 29, 31, 44, 50, 68, 74-81; Dir 28-29; can 278-280).

 

      Además de las indicaciones del proyecto del Presbiterio, el grupo o fraternidad sacerdotal podrá concretar mejor a nivel de iniciativa privada y de generosidad evangélica, también para hacer realidad lo programado para todos los sacerdotes:

 

- a partir del discernimiento comunitario del Espíritu, para descubrir la peculiaridad del grupo o fraternidad,

- encontrarse periódicamente para: orar, compartir, ayudarse y ayudar a otros, descansar...

- participación responsable en el proyecto de formación permanente del Presbiterio diocesano (según las indicaciones del Obispo),

- compartir y ayudarse en la vida espiritual, pastoral, intelectual, humana,

- según diversas modalidades de reunión o de vida en grupo:

      * a partir de la realidad (acontecimientos) iluminada por el evangelio (revisión de vida),

      * a partir del evangelio, magisterio, santos, escritos...

      * a partir de virtudes o deberes cristianos y sacerdotales,

      * a partir de textos litúrgicos: preparación de la homilía, vivencia de la litúrgica...

- hacer y renovar estos compromisos preferentemente en común y en un día señalado (Jueves Santo, domingo del Buen Pastor, día del Cura de Ars o de San Juan de Avila, etc.)

 

      3º) Según diversas posibilidades de vida en grupo:

 

- modalidad geográfica: arciprestazgos (decanatos), vicarías, zonas, cercanía...

- modalidad funcional, según afinidad de ministerios especializados: consiliarías, enseñanza, liturgia, formación, apostolado y servicios con jóvenes, familia, enfermos, pobres...

- modalidad de amistad: por años de ordenación, amistad y afinidad, grupos espontáneos...

- modalidad "carismática" inspirada en una figura sacerdotal o espiritual...

- otras modalidades de iniciativa privada o grupal: consejo espiritual y apostólico, revisión de vida en grupo...

- modalidad de asociación: asociaciones, movimientos, institutos, vida consagrada...

- modalidad de la Unión Apostólica, como servicio asociativo internacional para intercambiar experiencias de "Vita Apostólica" en el Presbiterio diocesano.

 

      4º) La posibilidad concreta de las "asociaciones" (cfr. PO 8; PDV 31, 68, 81; Directorio 25-29, 88; CIC 278, 298-329):

 

      Hay que recordar los elementos constitutivos de las asociaciones sacerdotales, según las orientaciones actuales de los documentos eclesiales, teniendo en cuenta que todas ellas se inspiran en algún ideario, tienden a unos objetivos concretos y emplean los medios adecuados. En líneas generales se puede decir que señalan los objetivos pertinentes al nivel humano, espiritual, intelectual y pastoral, pero con aspectos preferenciales de vida y ministerio sacerdotal: vida espiritual y apostólica, compromisos morales o jurídicos, modalidad de vida de grupo, modalidad dependencia respecto al propio obispo, etc.

 

      Las orientaciones eclesiales invitan a "tenerlas en mucha estima" e indican unas líneas básicas: a) "estatutos reconocidos por la competente autoridad eclesiástica"; b) "fomentan la santidad de los sacerdotes en el ejercicio del ministerio"; c) "una ordenación apta y convenientemente aprobada de la vida y por la ayuda fraterna"; d) "servir a todo el orden de los presbí­teros" (PO 8); e) "contribuyen a la unión de los clérigos entre sí y con su propio obispo" (can. 278,2).

 

      En armonía con el Presbiterio diocesano, deberá respetarse la inserción en las zonas pastorales (v.g. arciprestazgo) y las orientaciones sobre formación permanente de todos los sacerdotes. En esta perspectiva, siempre queda un espacio operativo para la vida más personal y comunitaria de iniciativa privada y de generosidad evangélica.

 

      Entre las asociaciones, es muy conocida (a partir del siglo XIX) la Unión Apostólica (en algunas diócesis tiene una larga historia que merecería estudiarse y valorarse más, también por las eminentes figuras sacerdotales que la han promovido). Tiene como objetivo principal suscitar la fraternidad sacerdotal que deriva del sacramento del Orden y de la pertenencia al Presbiterio de la Iglesia particular, en comunión con el propio Obispo y con el Sucesor de Pedro. Busca vivir la "Vita Apostólica" en la fraternidad del Presbiterio diocesano (sacerdotes y diáconos), proponiendo posibilidades de fraternidad por medio de un proyecto de vida personal y comunitaria. Propiamente funciona como federación de grupos, que tienen su propia autonomía e intinerario.

 

      Decía Pablo VI: "La Unión Apostólica podrá encontrar, precisamente en el seno del Presbiterio, su espacio operativo y la posibilidad de ofrecer un servicio agradable y fructífero para el Clero" (Pablo VI, 22.11.72). Insertándose en el "proyecto de vida", que pide "Pastores dabo vobis" para el Presbiterio (PDV 76), la U.A. puede ser un fermento para la aplicación de todos los niveles de la formación permanente (en el campo de la iniciativa privada y de la generosidad evangélica), ayudando también al aprecio y a la coordinación de las demás asociaciones sacerdotales.

 

A modo de invitación:

 

      Muchos sacerdotes del pasado y del presente histórico han hecho realidad este proyecto personal y comunitario, con modalidades diferentes y con contenidos equivalentes.

 

      El sacerdote diocesano, en general, se siente todavía desmantelado en este campo concreto de la fraternidad. Tal vez de ahí deriva el que, en algunos lugares, las vocaciones no sean ni abundantes ni definidas. En algunas Iglesias particulares, donde abundan las vocaciones y donde los Seminarios van en auge, los futuros sacerdotes se preguntan sobre la posibilidad de vivir la identidad específica del sacerdote diocesano (descrita en PO, PDV, Directorio), en su propio Presbiterio y con su propio Obispo. El hecho de que existan otros cauces legítimos y recomendables no excusa de la urgencia de colaborar para construir el cauce propio y peculiar.

 

      Hay que dar pasos concretos, sin esperar a más programaciones teóricas que quedan frecuentemente en el papel. Las propuestas concretas que sugerimos (n.3) son un paso humilde (entre otros posibles), que abre caminos para que otros mejoren lo andado.

 

      El Presbiterio que llegue a entusiasmar a los sacerdotes actuales y a los del futuro, hay que construirlo como "familia sacerdotal" (PDV 74; CD 28), compuesta de sacerdotes apasionados por Cristo, y de pequeñas fraternidades o grupos y cenáculos (por zonas geográficas, función, amistad, asociación, etc.), que siguen un proyecto de vida definido y claro.

 

      Las posibilidades son muchas; basta con empezar por una... Se puede iniciar por iniciativa privada, por asesoramiento de los formadores, por grupo o asociación, etc. A todo sacerdote le es posible dar ese paso trascendental, que podría ser el de reunirse periódicamente con algunos hermanos (dos o tres), buscar asesoramiento espiritual y pastoral, y colaborar responsablemente en el proyecto común del Presbiterio.

 

      Teológicamente es necesaria la actuación concreta (paternal y fraterna) del propio Obispo, que hay que pedir y secundar, especialmente para las posibilidades geográficas, funcionales, asociativas, etc. Los presbíteros necesitan la actuación del carisma episcopal, de suerte que lo sientan cercano, plenamente comprometido y corriendo la misma suerte (humana, espiritual, intelectual y pastoral) en el Presbiterio de la Iglesia particular. La vida asociativa o comunitaria es un signo eficaz de espiritualidad y de evangelización, como concretización de la "fraternidad sacramental" del Presbiterio (cfr. PO 8).

 

      Lo que fue el concilio de Trento respecto a los Seminarios, lo es ahora el concilio Vaticano II y su postconcilio respecto a los Presbiterios diocesanos. La aplicación de un concilio necesita años, cambio de mentalidad y personas generosas evangélicamente. "Con María, la Madre de Jesús" (Act 1,14), es siempre posible responder a las nuevas gracias que el Espíritu Santo derrama en su Iglesia. El "nuevo fervor de los apóstoles", exigido para la "Nueva Evangelización", significa, para los sacerdotes diocesanos, redescubrir y comprometerse a vivir la propia espiritualidad y misión sacerdotal, a nivel personal y comunitario.

 

                                                         Juan Esquerda Bifet

                                            Pontificia Universidad Urbaniana

                                                         Via Urbano VIII, 16

                                                         00165 ROMA (Italia)

 

Bibliografía sobre asociaciones sacerdotales: A. Del PORTILLO, Ius associationis et associationes fidelium iuxta Concilii Vaticani II doctrinam: Us Canonicum 8 (1968) 5-28; J. ESQUERDA BIFET, Asociaciones y espiritualidad sacerdotal, en: Espiritualidad del presbítero diocesano (Madrid, EDICE, 1987) 597-607; Idem, Asociaciones sacerdotales de perfección: Teología Espiritual 10 (1966) 413-431; L. MARTINEZ SISTACH, Las asociaciones de fieles (Barcelona, Facultad de Teología, 1986); (Pont. Consejo para los Laicos) Los sacerdotes en el seno de las asociaciones de los fieles. Identidad y misión (Ciudad del Vaticano 1981); P. POUPLIN, Les associations sacerdotales et la vie spirituelle des prêtres: Vocation n. 285 (1979) 1118-128.

 

**                 FRATERNITA' SACERDOTALI NEL PRESBITERIO DIOCESANO

              PROGETTO DI FORMAZIONE PERMANENTE NEL PRESBITERIO DIOCESANO

 

Presentazione

 

      La fisionomia del sacerdote diocesano è stata presentata con chiarezza dai documenti conciliari e postconciliari,[1] a modo di attualizzazione dei testi evangelici sulla figura del Buon Pastore e sullo stile di vita degli Apostoli. Questa realtà ecclesiale è la voce dello Spirito Santo oggi  che chiama a costruire e a vivere la figura sacerdotale nel Presbiterio diocesano del terzo millennio del cristianesimo.

 

      E' urgente presentare questa dottrina attuata in persone singole e fraternità sacerdotali, allo scopo di far vedere la possibilità effettiva della spiritualità specifica del sacerdote diocesano. Ed è anche urgente saper contagiare di questo ideale le nuove generazioni vocazionali (specialmente nei Seminari diocesani) sulla mistica e spiritualità del sacerdote diocesano.

 

      Le "fraternità sacerdotali" che tentiamo di descrivere, e che sono già una realtà in molte Chiese particolari, mettono in evidenza che è possibile costruire col proprio Vescovo la "fraternità sacramentale" del Presbiterio (PO 8; cfr. LG 28; PDV 17, 74), come "luogo privilegiato" nel quale il sacerdote (diocesano, secolare) "dovrebbe trovare i mezzi specifici di santificazione e di evangelizzazione" (Dir 27).

 

      Nella nostra riflessione prendiamo come punto di partenza quello che è comune ad ogni sacerdote diocesano (nn.1-2), per poter arrivare a delle proposte concrete (n.3), in armonia con i mezzi comuni e soliti per la vita sacerdotale. Oltre quello che il Presbiterio organizzi per tutta la famiglia sacerdotale, c'è sempre un ampio spazio operativo per i gruppi e fraternità concrete, a livello di iniziativa e generosità evangelica.

 

1. Linee basilari della missione e spiritualità sacerdotale

 

      Ogni fraternità sacerdotale nel Presbiterio ha bisogno di ispirarsi alle linee basilari che costituiscono la spiritualità specifica del sacerdote diocesano:

 

      1ª) Essere segno personale, comunitario e sacramentale di Cristo, Buon Pastore, Capo, Sposo, Servo, Sacerdote e Vittima.[2]

 

      Si partecipa al suo essere (consacrazione), si prolunga il suo agire (missione) e si fa trasparire il suo stile di vita (spiritualità). In questo modo si costruisce la comunità ecclesiale come comunione: prolungare la Parola del Signore, far presente il suo sacrificio e azione salvifica, attuare la sua azione pastorale di carità.

 

      Il sacerdote è segno trasparente della vita evangelica del Buon Pastore, il quale ha amato fino a "dare la vita" (carità pastorale) per poter dare se stesso (povertà), secondo i disegni del Padre (obbedienza) e come consorte e Sposo (verginità)[3]. A questa vita sono stati chiamati gli Apostoli e i suoi successori, nella sequela evangelica radicale, in comunione fraterna con disponibilità missionaria[4], per poter condividere sponsalmente la stessa vita del Signore e diventare segno di come ha amato lui.[5]

 

      Questa realtà di "segno" è anche "relazionale" e contemplativa, di amicizia profonda con Cristo nell'esperienza della sua presenza.[6]

 

      Ogni sacerdote, oltre ad essere segno personale di Cristo, é anche segno comunitario (in modo speciale nel Presbiterio), partecipe della Chiesa comunione[7]. Nel vivere questa realtà di comunione diventa segno efficace di evangelizzazione.

 

      Per il fatto di partecipare al sacerdozio e alla missione di Cristo, come pure alla successione apostolica, essendo cooperatore diretto del Vescovo e incardinato nella Chiesa particolare, il sacerdote deve essere disponibile per la missione locale e universale.[8]

 

      2ª) Il sacerdozio vissuto nel Presbiterio ha le caratteristiche di "intima fraternità" postulata dal sacramento dell'Ordine (LG 28). E' quindi "fraternità sacramentale" (PO 8), segno efficace di santificazione e di evangelizzazione. Di conseguenza, il Presbiterio è "mysterium" e una "realtà soprannaturale" (PDV 74) che conferisce alla spiritualità sacerdotale il senso di appartenenza ad una "famiglia sacerdotale" (CD 28; PDV 74), come "luogo privilegiato" dove il sacerdote "dovrebbe trovare i mezzi specifici di santificazione e di evangelizzazione" (Dir 27).

 

      3ª) La missione e spiritualità sacerdotale diocesana viene vissuta necessariamente in rapporto di dipendenza familiare col  carisma episcopale (PO 7; PDV 31, 74). I sacerdoti sono "collaboratori e consiglieri necessari" del Vescovo (PO 7; Dir 22, 62). Con lui ma in grado inferiore, partecipano alla successione apostolica dei Dodici (PDV 15-16, 60).

 

      Per ciò l'attuazione del carisma episcopale è imprescindibile, non soltanto per le questioni amministrative e pastorali, ma principalmente nel campo della spiritualità specifica (CD 15-16, 28). Senza di quest'attuazione episcopale, non sarebbe possibile la costruzione del Presbiterio tale quale viene descritto dai Santi Padri[9] e dai documenti conciliari e postconciliari (PDV 79).

 

      4ª) Il sacerdote diocesano, per il fatto dell'incardinazione, appartiene permanentemente alla Chiesa particolare. E' quindi al servizio della Chiesa lì dove viene concretizzata e guidata sotto la direzione di un successore degli Apostoli in comunione col Romano Pontefice (CD 11; LG 28).

 

      L'appartenenza stabile alla Chiesa particolare ha come conseguenza una speciale responsabilità riguardo l'eredità apostolica, la storia di grazia e la collaborazione universale (PDV 31-32, 65, 74). Ogni sacerdote diocesano deve restare disponibile per la Chiesa universale, sempre in rapporto di dipendenza al proprio Vescovo.[10]

 

      Questa diocesaneità non implica separazione ne privilegi riguardo le altre modalità sacerdotali di servire nella Chiesa particolare (che sono anche membri del Presbiterio in pieno diritto), ma ha un suo proprio cammino specifico di spiritualità e di missionarietà. Il sacerdote diocesano è al servizio di tutti i carismi e vocazioni, in comunione col Vescovo e in coordinamento con tutti i componenti del Popolo di Dio (PO 6, 9).

 

      Per il fatto di essere diocesano o secolare, il sacerdote "incardinato" nella diocesi ha una propria spiritualità specifica (secondo le linee sopra elencate), anche se non sempre ha necessariamente una spiritualità peculiare nel senso di ispirarsi in un carisma fondazionale (come è il caso dei religiosi e di altre istituzioni). Questa spiritualità sacerdotale specifica (che costituisce la propria identità) non è da mettere in dubbio ne deve essere presentata come rivendicazione ne può essere ridotta a discussione teorica di contrasto con altre spiritualità, ma si deve affermare per essere vissuta e comunicata specialmente ai futuri sacerdoti durante la formazione iniziale nei Seminari.

 

2. Come vivere l'identità sacerdotale nel proprio Presbiterio

 

      Al di sopra di ogni altra fraternità concreta (vicariati foranei, vicarie, gruppi, associazione...), il sacerdote diocesano è chiamato a vivere la fraternità del proprio Presbiterio secondo il progetto di formazione permanente (PDV 79). Questa formazione è esigenza del sacramento dell'Ordine, dell'appartenenza alla Chiesa diocesana e al Presbiterio e, al tempo stesso, è un diritto del popolo di Dio (PDV 70). Ogni altra fraternità e gruppo dovrà rispettare questa realtà fraterna nel Presbiterio, senza costruire una vita parallela.

 

      La cura della vita sacerdotale ("pastorale sacerdotale" o riguardo i sacerdoti), è sempre in rapporto di dipendenza riguardo il carisma episcopale, e si concretizza nell'aiutare il sacerdote in tutte le sue dimensioni. Di questa assistenza e aiuto ne è responsabile anche tutto il Presbiterio e tutta la comunità diocesana (PDV 76-78; Dir 81-97).

 

      La vita sacerdotale del Presbiterio si organizza secondo quattro livelli o dimensioni: umana, spirituale, intellettuale e pastorale (PDV 71-72). In questo modo si prende coscienza che nella propria Chiesa particolare si fa presente la realtà della Chiesa mistero, comunione e missione (PDV 73-75). Il progetto di vita che deve attuarsi in ogni Presbiterio, deve essere integrale e sistematico, abbracciando tutta la vita e ministero sacerdotale (PDV 3, 79; Dir 76, 86).

 

      Il progetto di vita nella sua dimensione umana (personale e comunitaria) aiuterà il sacerdote a sentirsi realizzato nel servizio pastorale: equilibrio personale, virtù umane e di rapporto, conoscenza di se stesso e degli altri, saper convivere e condividere, dialogo, cooperazione, avere vere amicizie, far attenzione al riposo e alla salute (sport), sostentamento, previsione sociale...[11]

 

      Il progetto di vita nella sua dimensione spirituale garantisce i mezzi per vivere la propria vocazione e la spiritualità specifica, la preghiera e il rapporto con Cristo, le virtù del Buon Pastore nella sequela evangelica radicale (la "Vita Apostolica"), la santificazione nel'esercizio dei ministeri...[12]

 

      Nella sua dimensione intellettuale il progetto di vita aiuta ad attualizzare i contenuti della fede, la prospettiva kerigmatica dello studio della teologia, i criteri ecclesiali della fede nella presentazione della problematica attuale (nel dogma e nella morale), il rapporto tra fede e scienza...[13]

 

      Nella sua dimensione pastorale, il progetto di vita susciterà la disponibilità missionaria locale e universale, il disegno di pastorale comunitaria, il valore spirituale dell'esercizio del ministero (PO 13; PDV 24-26), l'attualizzazione dei contenuti, il rinnovamento della metodologia e delle espressioni, l'equilibrio e armonia tra i ministeri (profetici, cultuali, diaconali)...[14]

 

      Le quattro dimensioni hanno bisogno di personale responsabile, incontri, corsi di attualizzazione (aggiornamento), pubblicazioni e informazione... Insomma, in ogni Presbiterio ci deve essere un progetto di vita sacerdotale in tutte le sue dimensioni.

 

 

3. Progetto di vita personale e comunitario

 

      Le fraternità e gruppi sacerdotali hanno lo scopo di "animare" il progetto del Presbiterio e di riempire lo spazio operativo che ancora rimane per l'iniziativa privata, la generosità evangelica e i mezzi concreti di vita sacerdotale. Le linee basilari di spiritualità (n.1) e il progetto di vita nel Presbiterio (n.2) hanno bisogno di mezzi personali e comunitari più concreti e più efficaci, adattati ai bisogni particolari (n. 3).

 

      Questa concretizzazione, per quanto si riferisce al sacerdote diocesano (incardinato nella diocesi), dovrà attuarsi nella stessa linea del carisma specifico: carità pastorale secondo lo stile evangelico degli Apostoli, rapporto con il carisma episcopale, appartenenza responsabile al Presbiterio, dedizione piena alla Chiesa particolare anche nella sua responsabilità missionaria universale... Riguardo gli altri sacerdoti non incardinati nella diocesi, si dovrà far attenzione al proprio carisma fondazionale, religioso, associativo, ecc.

 

      1º) Progetto e impegni personali[15]. Senza un progetto personale efficiente, il progetto comunitario non si metterà in pratica. I mezzi sono quelli comuni ad ogni sacerdote, che sono anche consigliati e programmati nel progetto del Presbiterio, ma che pure lasciano uno spazio sufficiente per un'ulteriore concretizzazione secondo l'iniziativa privata:

 

     - a partire dal discernimento personale sull'azione della grazia (dello Spirito Santo), sui propri limiti, sulle priorità ed urgenze particolari di ognuno,

     - celebrazione eucaristica e incontro personale (adorazione),

     - tempo per la meditazione della Parola o "lectio divina",

     - liturgia delle Ore,

     - momento mariano (rosario, consacrazione-affidamento...),

     - studio e lettura spirituale,

     - riconciliazione sacramentale periodica,

     - revisione e consulta personale: esame, ritiro e Esercizi, direzione spirituale, assiduità all'adunanza di gruppo,

     - tempo necessario di riposo, vacanze, sport...

     - rinnovamento di questi impegni e propositi,

     - ritenere questi mezzi scritti o memorizzati in un piano semplice spirituale, umano, intellettuale, pastorale, indicando tempo e modalità...

 

      2º) Progetto e impegni del gruppo o fraternità[16]. Oltre gli indirizzi del progetto del Presbiterio, il gruppo o fraternità potrà ancora concretizzare meglio, a livello di iniziativa privata e di generosità evangelica, affinché diventi una realtà tutto quello che è stato programmato per tutti i sacerdoti:

 

     - a partire dal discernimento comunitario dello Spirito per scoprire la peculiarità del gruppo o fraternità,

     - incontrarsi periodicamente per: pregare, condividere, aiutarsi e aiutare altri, riposo...

     - partecipazione responsabile nel progetto di formazione permanente del Presbiterio diocesano (secondo gli indirizzi dati dal Vescovo),

     - condividere e aiutarsi nella vita spirituale, pastorale, intellettuale, umana,

     - secondo le diverse modalità di adunanza o di vita in gruppo:

      * a partire dalla realtà (eventi) illuminata dal Vangelo (revisione di vita),

      * a partire dal Vangelo, magistero, santi, scritti...

      * a partire dalle virtù e doveri cristiani e sacerdotali,

      * a partire dai testi liturgici: preparazione dell'omelia, modo di vivere la liturgia...

     - fare e rinnovare questi impegni preferibilmente in comune e in un determinato giorno (Giovedì Santo, domenica del Buon Pastore, festa del Curato d'Ars o di S. Giovanni d'Avila, ecc.)

 

      3º) Diverse possibilità di vita in gruppo:

 

     - modalità geografica: vicarie foranee, zone, vicinanza...

     - modalità funzionale, secondo l'affinità di ministeri specializzati: consiglieri, insegnamento, liturgia, formazione, apostolato e servizi per i giovani, famiglia, poveri, operai...

     - modalità di amicizie: secondo gli anni di ordinazione, amicizia e affinità, gruppi spontanei...

     - modalità di collegamento: associazioni, movimenti, istituti, "comunità", vita consacrata...

     - modalità "carismatica" ispirata in una figura sacerdotale o spirituale...

     - modalità di Unione Apostolica, come servizio associativo internazionale per lo scambio di esperienze di "Vita Apostolica" nel Presbiterio diocesano,

     - altre modalità di iniziativa privata: consiglio spirituale e apostolico, revisione di vita in gruppo...

 

 

 

Un invito riassuntivo:

 

      Molti sacerdoti del passato e del presente storico hanno già messo in pratica un qualche progetto personale o comunitario, con modalità diverse e contenuti equivalenti.

 

      Il sacerdote diocesano ordinariamente si sente ancora spaesato in questo campo concreto della fraternità. Forse è questa una delle cause più importanti perché in alcune diocesi le vocazioni non siano ne abbondanti ne definite. In alcune Chiese particolari, in cui abbondano le vocazioni e dove i Seminari sono in crescita, i futuri sacerdoti si domandano sulla possibilità di vivere l'identità specifica del sacerdote diocesano (tale quale viene descritta in PO, PDV, Direttorio), nel suo Presbiterio e col suo Vescovo. Il fatto dell'esistenza di altre vie legittime e raccomandabili non scusa dall'urgenza di collaborare nella costruzione della propria via specifica.

 

      Ci vogliono passi concreti, senza aspettare altre programmazioni teoriche che ordinariamente restano nella carta. Le proposte concrete che suggeriamo (n.3) sono soltanto un passo umile (tra tanti possibili), come cammino aperto da migliorare permanentemente.

 

      Il Presbiterio che susciti entusiasmo nei sacerdoti attuali e in quelli del futuro, si deve costruire come "famiglia sacerdotale" (PDV 74; CD 28), composta da sacerdoti appassionati di Cristo, e da piccole fraternità o di gruppi e cenacoli (secondo zone geografiche, funzione ministeriale, amicizia, ecc.), nella messa in pratica di un progetto di vita concreto e chiaro.

 

      Le possibilità o modalità sono molte e alcune già esistono; bastarebbe cominciare da una sola... Si può iniziare a partire dall'iniziativa privata, dal consiglio dei formatori, ecc. Ogni sacerdote è capace di fare questo passo trascendentale e semplice: radunarsi periodicamente con alcuni fratelli, cercare consiglio spirituale e pastorale, collaborare responsabilmente nel progetto comune del Presbiterio.

 

      Teologicamente è necessaria l'azione concreta (paterna e fraterna) del proprio Vescovo, che si deve domandare e seguire, specialmente quando si tratta delle modalità geografiche e funzionali. I presbiteri hanno bisogno dell'attuazione del carisma episcopale, fino a sentirlo vicino, pienamente impegnato e condividendo la stessa sorte (umana spirituale, intellettuale e pastorale) nel Presbiterio della Chiesa particolare.

 

      Quello che il concilio di Trento è stato per i Seminari, lo è nei nostri tempi il concilio Vaticano II e il suo postconcilio riguardo i Presbiteri diocesani. L'applicazione di un concilio ha bisogno di molti anni, di cambiamento di mentalità e specialmente di persone evangelicamente generose e disponibili. "Con Maria, la Madre di Gesù" (At 1,14), è sempre possibile rispondere alle nuove grazie che lo Spirito Santo effonde nella sua Chiesa. Il "nuovo fervore degli apostoli", domandato dalla "Nuova Evangelizzazione", significa, per i sacerdoti diocesani, riscoprire ed impegnarsi a vivere la propria spiritualità e missione sacerdotale.[17]

 

Juan Esquerda Bifet

Pontificia Università Urbaniana. Roma

 

                                       SUMMARY

 

      La fisionomia del sacerdote diocesano è stata presentata con chiarezza dai documenti conciliari e postconciliari (LG cap. III, PO nn.7-9, PDV nn.31-32, 74, Dir nn.25-29), a modo di attualizzazione dei testi evangelici sulla figura del Buon Pastore e sullo stile di vita degli Apostoli.

      Le "fraternità sacerdotali" che sono già una realtà in molte Chiese particolari, mettono in evidenza che è possibile costruire col proprio Vescovo la "fraternità sacramentale" del Presbiterio (PO 8; cfr. LG 28; PDV 17, 74), come "luogo privilegiato" nel quale il sacerdote (diocesano, secolare) "dovrebbe trovare i mezzi specifici di santificazione e di evangelizzazione" (Dir 27).

      A partire dalle caratteristiche comuni di ogni sacerdote diocesano (nn.1-2), si tenta di arrivare a delle proposte concrete (n.3), in armonia con i mezzi comuni e soliti per la vita sacerdotale. Oltre quello che il Presbiterio organizzi per tutta la famiglia sacerdotale, c'è sempre un ampio spazio operativo per i gruppi e fraternità concrete, a livello di iniziativa e generosità evangelica.

 

***           PROGETTO DI FORMAZIONE PERMANENTE NEL PRESBITERIO DIOCESANO

 

Presentazione

1- Linee basilari della missione e spiritualità sacerdotal

2. Vivere l'identità sacerdotale nel proprio Presbiterio

3. Progetto di vita personal e comunitaria

 

                                        * * *

Presentazione

 

      La fisionomia del sacerdote diocesano è stata presentata con chiarezza dai documenti conciliari e postconciliari, a modo di attualizzazione dei testi evangelici sulla figura del Buon Pastore e sullo stile di vita degli Apostoli. Questa realtà ecclesiale è la voce dello Spirito Santo oggi  che chiama a costruire e a vivere la figura sacerdotale nel Presbiterio diocesano del terzo millennio del cristianesimo.

 

      E' urgente presentare questa dottrina attuata in persone singole e fraternità sacerdotali, allo scopo di far vedere la possibilità effettiva della spiritualità specifica del sacerdote diocesano. Ed è anche urgente saper contagiare di questo ideale le nuove generazioni vocazionali (specialmente nei Seminari diocesani) sulla mistica e spiritualità del sacerdote diocesano.

 

      Le "fraternità sacerdotali" che tentiamo di descrivere, e che sono già una realtà in molte Chiese particolari, mettono in evidenza che è possibile costruire col proprio Vescovo la "fraternità sacramentale" del Presbiterio (PO 8; cfr. LG 28; PDV 17, 74), come "luogo privilegiato" nel quale il sacerdote (diocesano, secolare) "dovrebbe trovare i mezzi specifici di santificazione e di evangelizzazione" (Dir 27).

 

      Nella nostra riflessione prendiamo come punto di partenza quello che è comune ad ogni sacerdote diocesano (nn.1-2), per poter arrivare a delle proposte concrete (n.3), in armonia con i mezzi comuni e soliti per la vita sacerdotale. Oltre quello che il Presbiterio organizzi per tutta la famiglia sacerdotale, c'è sempre un ampio spazio operativo per i gruppi e fraternità concrete, a livello di iniziativa e generosità evangelica.

 

1. Linee basilari della missione e spiritualità sacerdotale

 

      Ogni fraternità sacerdotale nel Presbiterio ha bisogno di ispirarsi alle linee basilari che costituiscono la spiritualità specifica del sacerdote diocesano:

 

      1ª) Essere segno personale, comunitario e sacramentale di Cristo, Buon Pastore, Capo, Sposo, Servo, Sacerdote e Vittima.

 

      Si partecipa al suo essere (consacrazione), si prolunga il suo agire (missione) e si fa trasparire il suo stile di vita (spiritualità). In questo modo si costruisce la comunità ecclesiale come comunione: prolungare la Parola del Signore, far presente il suo sacrificio e azione salvifica, attuare la sua azione pastorale di carità.

 

      Il sacerdote è segno trasparente della vita evangelica del Buon Pastore, il quale ha amato fino a "dare la vita" (carità pastorale) per poter dare se stesso (povertà), secondo i disegni del Padre (obbedienza) e come consorte e Sposo (verginità). A questa vita sono stati chiamati gli Apostoli e i suoi successori, nella sequela evangelica radicale, in comunione fraterna con disponibilità missionaria, per poter condividere sponsalmente la stessa vita del Signore e diventare segno di come ha amato lui.

 

      Questa realtà di "segno" è anche "relazionale" e contemplativa, di amicizia profonda con Cristo nell'esperienza della sua presenza.

 

      Ogni sacerdote, oltre ad essere segno personale di Cristo, é anche segno comunitario (in modo speciale nel Presbiterio), partecipe della Chiesa comunione. Nel vivere questa realtà di comunione diventa segno efficace di evangelizzazione.

 

      Per il fatto di partecipare al sacerdozio e alla missione di Cristo, come pure alla successione apostolica, essendo cooperatore diretto del Vescovo e incardinato nella Chiesa particolare, il sacerdote deve essere disponibile per la missione locale e universale.

 

      2ª) Il sacerdozio vissuto nel Presbiterio ha le caratteristiche di "intima fraternità" postulata dal sacramento dell'Ordine (LG 28). E' quindi "fraternità sacramentale" (PO 8), segno efficace di santificazione e di evangelizzazione. Di conseguenza, il Presbiterio è "mysterium" e una "realtà soprannaturale" (PDV 74) che conferisce alla spiritualità sacerdotale il senso di appartenenza ad una "famiglia sacerdotale" (CD 28; PDV 74), come "luogo privilegiato" dove il sacerdote "dovrebbe trovare i mezzi specifici di santificazione e di evangelizzazione" (Dir 27).

 

      3ª) La missione e spiritualità sacerdotale diocesana viene vissuta necessariamente in rapporto di dipendenza familiare col  carisma episcopale (PO 7; PDV 31, 74). I sacerdoti sono "collaboratori e consiglieri necessari" del Vescovo (PO 7; Dir 22, 62). Con lui ma in grado inferiore, partecipano alla successione apostolica dei Dodici (PDV 15-16, 60).

 

      Per ciò l'attuazione del carisma episcopale è imprescindibile, non soltanto per le questioni amministrative e pastorali, ma principalmente nel campo della spiritualità specifica (CD 15-16, 28). Senza di quest'attuazione episcopale, non sarebbe possibile la costruzione del Presbiterio tale quale viene descritto dai Santi Padri e dai documenti conciliari e postconciliari (PDV 79).

 

      4ª) Il sacerdote diocesano, per il fatto dell'incardinazione, appartiene permanentemente alla Chiesa particolare. E' quindi al servizio della Chiesa lì dove viene concretizzata e guidata sotto la direzione di un successore degli Apostoli in comunione col Romano Pontefice (CD 11; LG 28).

 

      L'appartenenza stabile alla Chiesa particolare ha come conseguenza una speciale responsabilità riguardo l'eredità apostolica, la storia di grazia e la collaborazione universale (PDV 31-32, 65, 74). Ogni sacerdote diocesano deve restare disponibile per la Chiesa universale, sempre in rapporto di dipendenza al proprio Vescovo.

 

      Questa diocesaneità non implica separazione ne privilegi riguardo le altre modalità sacerdotali di servire nella Chiesa particolare (che sono anche membri del Presbiterio in pieno diritto), ma ha un suo proprio cammino specifico di spiritualità e di missionarietà. Il sacerdote diocesano è al servizio di tutti i carismi e vocazioni, in comunione col Vescovo e in coordinamento con tutti i componenti del Popolo di Dio (PO 6, 9).

 

      Per il fatto di essere diocesano o secolare, il sacerdote "incardinato" nella diocesi ha una propria spiritualità specifica (secondo le linee sopra elencate), anche se non sempre ha necessariamente una spiritualità peculiare nel senso di ispirarsi in un carisma fondazionale (come è il caso dei religiosi e di altre istituzioni). Questa spiritualità sacerdotale specifica (che costituisce la propria identità) non è da mettere in dubbio ne deve essere presentata come rivendicazione ne può essere ridotta a discussione teorica di contrasto con altre spiritualità, ma si deve affermare per essere vissuta e comunicata specialmente ai futuri sacerdoti durante la formazione iniziale nei Seminari.

 

2. Come vivere l'identità sacerdotale nel proprio Presbiterio

 

      Al di sopra di ogni altra fraternità concreta (vicariati foranei, vicarie, gruppi, associazione...), il sacerdote diocesano è chiamato a vivere la fraternità del proprio Presbiterio secondo il progetto di formazione permanente (PDV 79). Questa formazione è esigenza del sacramento dell'Ordine, dell'appartenenza alla Chiesa diocesana e al Presbiterio e, al tempo stesso, è un diritto del popolo di Dio (PDV 70). Ogni altra fraternità e gruppo dovrà rispettare questa realtà fraterna nel Presbiterio, senza costruire una vita parallela.

 

      La cura della vita sacerdotale ("pastorale sacerdotale" o riguardo i sacerdoti), è sempre in rapporto di dipendenza riguardo il carisma episcopale, e si concretizza nell'aiutare il sacerdote in tutte le sue dimensioni. Di questa assistenza e aiuto ne è responsabile anche tutto il Presbiterio e tutta la comunità diocesana (PDV 76-78; Dir 81-97).

 

      La vita sacerdotale del Presbiterio si organizza secondo quattro livelli o dimensioni: umana, spirituale, intellettuale e pastorale (PDV 71-72). In questo modo si prende coscienza che nella propria Chiesa particolare si fa presente la realtà della Chiesa mistero, comunione e missione (PDV 73-75). Il progetto di vita che deve attuarsi in ogni Presbiterio, deve essere integrale e sistematico, abbracciando tutta la vita e ministero sacerdotale (PDV 3, 79; Dir 76, 86).

 

      Il progetto di vita nella sua dimensione umana (personale e comunitaria) aiuterà il sacerdote a sentirsi realizzato nel servizio pastorale: equilibrio personale, virtù umane e di rapporto, conoscenza di se stesso e degli altri, saper convivere e condividere, dialogo, cooperazione, avere vere amicizie, far attenzione al riposo e alla salute (sport), sostentamento, previsione sociale...

 

      Il progetto di vita nella sua dimensione spirituale garantisce i mezzi per vivere la propria vocazione e la spiritualità specifica, la preghiera e il rapporto con Cristo, le virtù del Buon Pastore nella sequela evangelica radicale (la "Vita Apostolica"), la santificazione nel'esercizio dei ministeri...

 

      Nella sua dimensione intellettuale il progetto di vita aiuta ad attualizzare i contenuti della fede, la prospettiva kerigmatica dello studio della teologia, i criteri ecclesiali della fede nella presentazione della problematica attuale (nel dogma e nella morale), il rapporto tra fede e scienza...

 

      Nella sua dimensione pastorale, il progetto di vita susciterà la disponibilità missionaria locale e universale, il disegno di pastorale comunitaria, il valore spirituale dell'esercizio del ministero (PO 13; PDV 24-26), l'attualizzazione dei contenuti, il rinnovamento della metodologia e delle espressioni, l'equilibrio e armonia tra i ministeri (profetici, cultuali, diaconali)...

 

      Le quattro dimensioni hanno bisogno di personale responsabile, incontri, corsi di attualizzazione (aggiornamento), pubblicazioni e informazione... Insomma, in ogni Presbiterio ci deve essere un progetto di vita sacerdotale in tutte le sue dimensioni.

 

 

3. Progetto di vita personale e comunitario

 

      Le fraternità e gruppi sacerdotali hanno lo scopo di "animare" il progetto del Presbiterio e di riempire lo spazio operativo che ancora rimane per l'iniziativa privata, la generosità evangelica e i mezzi concreti di vita sacerdotale. Le linee basilari di spiritualità (n.1) e il progetto di vita nel Presbiterio (n.2) hanno bisogno di mezzi personali e comunitari più concreti e più efficaci, adattati ai bisogni particolari (n. 3).

 

      Questa concretizzazione, per quanto si riferisce al sacerdote diocesano (incardinato nella diocesi), dovrà attuarsi nella stessa linea del carisma specifico: carità pastorale secondo lo stile evangelico degli Apostoli, rapporto con il carisma episcopale, appartenenza responsabile al Presbiterio, dedizione piena alla Chiesa particolare anche nella sua responsabilità missionaria universale... Riguardo gli altri sacerdoti non incardinati nella diocesi, si dovrà far attenzione al proprio carisma fondazionale, religioso, associativo, ecc.

 

      1º) Progetto e impegni personali. Senza un progetto personale efficiente, il progetto comunitario non si metterà in pratica. I mezzi sono quelli comuni ad ogni sacerdote, che sono anche consigliati e programmati nel progetto del Presbiterio, ma che pure lasciano uno spazio sufficiente per un'ulteriore concretizzazione secondo l'iniziativa privata:

 

     - a partire dal discernimento personale sull'azione della grazia (dello Spirito Santo), sui propri limiti, sulle priorità ed urgenze particolari di ognuno,

     - celebrazione eucaristica e incontro personale (adorazione),

     - tempo per la meditazione della Parola o "lectio divina",

     - liturgia delle Ore,

     - momento mariano (rosario, consacrazione-affidamento...),

     - studio e lettura spirituale,

     - riconciliazione sacramentale periodica,

     - revisione e consulta personale: esame, ritiro e Esercizi, direzione spirituale, assiduità all'adunanza di gruppo,

     - tempo necessario di riposo, vacanze, sport...

     - rinnovamento di questi impegni e propositi,

     - ritenere questi mezzi scritti o memorizzati in un piano semplice spirituale, umano, intellettuale, pastorale, indicando tempo e modalità...

 

      2º) Progetto e impegni del gruppo o fraternità. Oltre gli indirizzi del progetto del Presbiterio, il gruppo o fraternità potrà ancora concretizzare meglio, a livello di iniziativa privata e di generosità evangelica, affinché diventi una realtà tutto quello che è stato programmato per tutti i sacerdoti:

 

     - a partire dal discernimento comunitario dello Spirito per scoprire la peculiarità del gruppo o fraternità,

     - incontrarsi periodicamente per: pregare, condividere, aiutarsi e aiutare altri, riposo...

     - partecipazione responsabile nel progetto di formazione permanente del Presbiterio diocesano (secondo gli indirizzi dati dal Vescovo),

     - condividere e aiutarsi nella vita spirituale, pastorale, intellettuale, umana,

     - secondo le diverse modalità di adunanza o di vita in gruppo:

      * a partire dalla realtà (eventi) illuminata dal Vangelo (revisione di vita),

      * a partire dal Vangelo, magistero, santi, scritti...

      * a partire dalle virtù e doveri cristiani e sacerdotali,

      * a partire dai testi liturgici: preparazione dell'omelia, modo di vivere la liturgia...

     - fare e rinnovare questi impegni preferibilmente in comune e in un determinato giorno (Giovedì Santo, domenica del Buon Pastore, festa del Curato d'Ars o di S. Giovanni d'Avila, ecc.)

 

      3º) Diverse possibilità di vita in gruppo:

 

     - modalità geografica: vicarie foranee, zone, vicinanza...

     - modalità funzionale, secondo l'affinità di ministeri specializzati: consiglieri, insegnamento, liturgia, formazione, apostolato e servizi per i giovani, famiglia, poveri, operai...

     - modalità di amicizie: secondo gli anni di ordinazione, amicizia e affinità, gruppi spontanei...

     - modalità di collegamento: associazioni, movimenti, istituti, "comunità", vita consacrata...

     - modalità "carismatica" ispirata in una figura sacerdotale o spirituale...

     - modalità di Unione Apostolica, come servizio associativo internazionale per lo scambio di esperienze di "Vita Apostolica" nel Presbiterio diocesano,

     - altre modalità di iniziativa privata: consiglio spirituale e apostolico, revisione di vita in gruppo...

 

 

 

Un invito riassuntivo:

 

      Molti sacerdoti del passato e del presente storico hanno già messo in pratica un qualche progetto personale o comunitario, con modalità diverse e contenuti equivalenti.

 

      Il sacerdote diocesano ordinariamente si sente ancora spaesato in questo campo concreto della fraternità. Forse è questa una delle cause più importanti perché in alcune diocesi le vocazioni non siano ne abbondanti ne definite. In alcune Chiese particolari, in cui abbondano le vocazioni e dove i Seminari sono in crescita, i futuri sacerdoti si domandano sulla possibilità di vivere l'identità specifica del sacerdote diocesano (tale quale viene descritta in PO, PDV, Direttorio), nel suo Presbiterio e col suo Vescovo. Il fatto dell'esistenza di altre vie legittime e raccomandabili non scusa dall'urgenza di collaborare nella costruzione della propria via specifica.

 

      Ci vogliono passi concreti, senza aspettare altre programmazioni teoriche che ordinariamente restano nella carta. Le proposte concrete che suggeriamo (n.3) sono soltanto un passo umile (tra tanti possibili), come cammino aperto da migliorare permanentemente.

 

      Il Presbiterio che susciti entusiasmo nei sacerdoti attuali e in quelli del futuro, si deve costruire come "famiglia sacerdotale" (PDV 74; CD 28), composta da sacerdoti appassionati di Cristo, e da piccole fraternità o di gruppi e cenacoli (secondo zone geografiche, funzione ministeriale, amicizia, ecc.), nella messa in pratica di un progetto di vita concreto e chiaro.

 

      Le possibilità o modalità sono molte e alcune già esistono; bastarebbe cominciare da una sola... Si può iniziare a partire dall'iniziativa privata, dal consiglio dei formatori, ecc. Ogni sacerdote è capace di fare questo passo trascendentale e semplice: radunarsi periodicamente con alcuni fratelli, cercare consiglio spirituale e pastorale, collaborare responsabilmente nel progetto comune del Presbiterio.

 

      Teologicamente è necessaria l'azione concreta (paterna e fraterna) del proprio Vescovo, che si deve domandare e seguire, specialmente quando si tratta delle modalità geografiche e funzionali. I presbiteri hanno bisogno dell'attuazione del carisma episcopale, fino a sentirlo vicino, pienamente impegnato e condividendo la stessa sorte (umana spirituale, intellettuale e pastorale) nel Presbiterio della Chiesa particolare.

 

      Quello che il concilio di Trento è stato per i Seminari, lo è nei nostri tempi il concilio Vaticano II e il suo postconcilio riguardo i Presbiteri diocesani. L'applicazione di un concilio ha bisogno di molti anni, di cambiamento di mentalità e specialmente di persone evangelicamente generose e disponibili. "Con Maria, la Madre di Gesù" (At 1,14), è sempre possibile rispondere alle nuove grazie che lo Spirito Santo effonde nella sua Chiesa. Il "nuovo fervore degli apostoli", domandato dalla "Nuova Evangelizzazione", significa, per i sacerdoti diocesani, riscoprire ed impegnarsi a vivere la propria spiritualità e missione sacerdotale.

 

Juan Esquerda Bifet

Pontificia Università Urbaniana. Roma



    [1]Vedere specialmente: "Lumen Gentium" (LG) cap. III, "Presbyterorum Ordinis" (PO) nn.7-9, "Pastores dabo vobis" (PDV) nn.31-32, 74; "Direttorio per il ministero e la vita dei presbiteri" (Dir) nn.25-29.

    [2]Cfr. PO 12-18; PDV 27-30; Dir 57-67.

    [3]Gv 10; Mt 8,20; Gv 4,34; Mt 9,15.

    [4]Mt 4,19ss; 19,27ss; Mc 3,14; PDV 15-16, 60.

    [5]  Mc 10,38; PDV 22, 29; Gv 17,10; PDV 49.

    [6]  Gv 15,14; Mc 3,14; 1Gv 1,1ss; PDV 12,25; Dir 38-42; Mt 28,20; Mc 16,20.

    [7]Lc 10,1; Gv 17,21-13; PO 8; PDV 17, 31, 74-80; Dir 25-29.

    [8]Mt 28,19-20; LG 28; PO 10; PDV 17, 32; Dir 45-56.

    [9]Cfr. Lettere di S. Ignazio di Antioquia: Ad Ephesios II, IV 1-2; Ad Magnesios II, III 1-2; Ad Trallenses II 1-2; III 1 ecc.

    [10]  LG 28; PO 10; PDV 32; Dir 14-15.

    [11]PO 3; PDV 43-44, 72; Dir 76.

    [12]PO 12-17; OT 8-12; PDV 45-50, 72; Dir 76.

    [13]PO 19; OT 13-18; PDV 51-56, 72; Dir 77.

    [14]PO 4-6, 9; OT 19-21; PDV 57-59, 72; Dir 45-56, 78.

    [15]PO 18; PDV V-VI; Dir 41-54, 68, 76, 81-86.

    [16]PO 8, 17; PDV 17, 29, 31, 44, 50, 68, 74-81; Dir 28-29; can 278-280.

    [17]Nota bibliografica: C. BERTOLA, La fraternità sacramentale dei presbiteri, Diss. Univ. Gregoriana 1994; P. CODA, La forma comunitaria del ministero presbiterale: Lateranum 56 (1990) 569-588; J. ESQUERDA BIFET, Teología de la espiritualidad sacerdotal, BAC, Madrid 1991; N. LA SANDRA, Vescovi e presbiteri in comunità per la missione, Ponteracina, Ediz. Centro Eucaristico 1990); K. LECLERCQ, La fraternité sacerdotale. Réviser sa vie entre frères pour vivre l'évangile: Bull. Saint‑Sulpice 8 (1982) 152‑158; P.

PARACCHINI, Testimoni e maestri di comunione e di fraternità: Seminarium 30 (1990) 167-176; A. PIE, La vie relationnelle du prêtre: Suppl. Vie Spirituelle 138 (1981) 347‑368; S. SPERA, Spiritualità del presbiterio diocesano e vita comune: Rassegna di Teología 23 (1982) 236‑249.

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