Lunes, 11 Abril 2022 09:14

LA ESPIRITUALIDAD DEL ITINERARIO LITURGICO EN SAN JUAN DE ÁVILA, DOCTOR DE LA IGLESIA

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LA ESPIRITUALIDAD DEL ITINERARIO LITURGICO EN SAN JUAN DE ÁVILA, DOCTOR DE LA IGLESIA

Juan Esquerda Bifet

Presentación

 

La “doctrina eminente”, que es requisito indispensable para ser declarado Doctor de la Iglesia universal, significa una síntesis sapiencial de la fe cristiana, que haya tenido una influencia peculiar en la Iglesia.

 

Esta síntesis sapiencial de la fe no es sólo en cuanto a los contenidos doctrinales, sino también y especialmente en la vivencia de la santidad , de la contemplación y de la misión. En el caso de San Juan de Ávila, encontramos todos estos aspectos, pero también en el marco de una síntesis sapiencial “celebrativa” del itinerario litúrgico.  Por esto se puede hablar de su “espiritualidad” litúrgica.[1]

 

Hay que evitar el anacronismo de atribuir a un autor del pasado nuestros conceptos actuales. En el campo de los estudios litúrgicos se han dado muchos avances, especialmente sobre la “memoria”, la celebración y “actualización” del “misterio pascual”. Pero en un autor como Juan de Ávila, debido a su doctrina eminente y a su actuación apostólica armónica de todos los ministerios, podemos encontrar unos elementos litúrgicos básicos y actuales, porque arrancan siempre de la revelación y se explican en armonía con la vivencia y celebración de la Iglesia a través del año litúrgico.

 

En este campo de la celebración y de la espiritualidad litúrgica, con una fuerte incidencia en la acción pastoral, los textos (homilías) del Maestro  son una fuente siempre actual de mucha importancia para la renovación requerida con vistas a la evangelización, también respecto a la “nueva evangelización”. El “cambio de época” del siglo XVI (por su renovación cultural y “globalización”) tiene mucho parecido con el nuestro.

 

Merecería un estudio aparte profundizar en su lenguaje evangélico “inculturado”, debido a la claridad (contenidos de la fe), profundidad (contemplación y teología) y capacidad dialogante con la sociedad de entonces y de ahora.

 

 

1.La sorpresa de un itinerario litúrgico completo

 

Las homilías de San Juan de Ávila tienen lugar a través de todo el año litúrgico: Adviento, Navidad, Epifanía, Cuaresma, Pascua, Pentecostés… También encontramos homilías durante las principales fiestas marianas y de algunos santos. Insertados en estas celebraciones litúrgicas se desarrollan los temas preferidos del Maestro: la Encarnación, la Redención, la Eucaristía, el Espíritu Santo, la Virgen María, la Iglesia, la gracia o justificación.[2]

 

Según el Maestro Ávila, el “tiempo” de las celebraciones litúrgicas es el que "ordenó la Iglesia, movida por el Espíritu Santo" (Sermón 3). Son momentos a modo de "señales de amor" (Sermón 40). Las fiestas litúrgicas se celebran con una actitud participativa en sentido auténtico y profundo, puesto que el culto expresa nuestra "reverencia y amor como verdaderos hijos de Dios, que tenemos mucho acatamiento a nuestro Padre" (Sermón 41).

 

Todos los misterios cristianos se celebran en cada fiesta litúrgica, pero la Pascua, que incluye Pentecostés, tiene un significado especial. Al celebrar la Pascua, Cristo resucitado nos envía de nuevo el Espíritu Santo. "Quien de esta semana (de Pentecostés) tiene parte, tiene parte en todas las otras fiestas del año" (Sermón 28). La venida del Espíritu Santo es fruto de la muerte y resurrección de Cristo (cfr. Sermón 32).

 

El tiempo de Pascua es para felicitar de verdad a nuestros amigos, deseando que todos participen en el misterio pascual de Cristo: "El Cordero que murió por sus ovejas y resucitó para bien de ellas, os de muy buenas Pascuas y os haga muy conforme a su santa voluntad, pues para esto os llama a su servicio" (Carta 126).

 

Es siempre un encuentro con Cristo resucitado, quien de algún modo actualiza la gracia de las apariciones. Celebrando la liturgia pascual, es como si experimentáramos cercana la humanidad de Cristo, para llegar al acto de fe del apóstol Santo Tomás: "Viendo la humanidad, creeré la divinidad" (Sermón 17).

 

La comunión eucarística “pascual” tiene este significado de participar en el misterio de Cristo resucitado: "Este Señor que has recibido venció a la muerte para ti y para Él; y pues te has arrimado a Él, Él te sacará a nado de este mar donde quieres entrar" (Sermón 43). Es como un anticipo de nuestra resurrección al final de los tiempos, cuando "ha de darnos cuerpo semejante al suyo, semejante a su claridad, semejante al suyo glorificado" (Sermón 26).

 

De ahí la importancia central del domingo sobre el que el Maestro dice: “Ya sabéis que es diputado al pensamiento de la resurrección y la gloria que en el cielo poseen los que allá están, y en esto os habéis de ocupar en aquel día" (Audi Filia, cap. 72). Nos indica también el modo de vivir el domingo y las fiestas: “Debía el cristiano de emplear los días de fiesta en que Dios fuese alabado, en descuidarse de sus negocios y de sus intereses y acordarse de los negocios y de los intereses de Dios, en que aquellos días fueses todos de Dios para gloria suya y para el alabanza suya... y tener singular cuenta con sus beneficios" (Comentario a Gálatas, n.37).

 

 

2.La celebración del Misterio de Cristo como itinerario eclesial

 

Los numerosos estudios ya realizados sobre la doctrina de San Juan de Ávila, resaltan un tema central: el misterio de Cristo, vivido, celebrado, anunciado.

 

Las fiestas litúrgicas nos ayudan a incorporarnos a Cristo muerto y resucitado, quien es "Cabeza" de su Cuerpo Místico (Sermón 40). Por el hecho de unirnos al Señor, participamos de su misma realidad mistérica: "Este Señor ensalza tanto a los suyos, juntándolos consigo mismo... que el bien que hacen ellos lo hace Él en ellos" (ibídem).

 

Precisamente la presencia de Cristo resucitado en nuestras celebraciones, nos ayuda a descubrir que sus misterios no sólo se recuerdan, sino que se actualizan o presencializan (sin repetirse): "Habéis de saber, hermano, que, aunque las fiestas de Dios se pasaron cuanto a la historia, pero no se pasaron cuanto a la virtud... Siempre dura la virtud de la pasión hasta que el mundo se acabe" (Sermón 27).

 

El itinerario litúrgico está animado por la esperanza de un encuentro definitivo con Cristo: "Ya Él ha tomado la posesión por todos; allá nos está esperando... Él pagó nuestras deudas... Grandes prendas de amor nos ha dado" (Sermón 82).

 

El inicio del año litúrgico, el “Adviento”, nos coloca en una actitud de deseo de su venida también para el bien de toda la humanidad: “El nombre de Jesucristo es el Deseado de todas las gentes… ¡Señor, catad que os deseamos, venid a remediarnos! Deseado de la Sacratísima Virgen y deseado de todos” (Sermón 2, domingo tercero de Adviento).

 

Al celebrar el misterio de Cristo durante todo el año litúrgico, vamos descubriendo el amor de Dios en la creación y en la redención: "Porque decidme: ¿Quién hay en el mundo que, por mucho que se desvelara pensando, acertara a pedir lo que nos ha dado Jesucristo nuestro Señor?" (Sermón 47). Entonces vivimos nuestra unión y elección en Cristo: "Misterio grande, unión inefable, honra sobre todo merecimiento, que el hombre y Cristo sean un Cristo, y que salvar Cristo al hombre y rogar por él sea salvarse a sí mismo y rogar por sí mismo. ¿Quién podrá creer tan grande alteza de honra con que el hombre es honrado, si no mira primero la grande bajeza y deshonra con que Dios humanado fue deshonrado por el hombre?" (Sermón 53).

 

 

3.El camino de perfección como  itinerario litúrgico

 

El Maestro Ávila es un enamorado de Cristo y, consecuentemente, invita siempre a conocerle y amarle. Las celebraciones litúrgicas son un momento privilegiado para urgir en el camino de santidad o perfección, mientras, al mismo tiempo, presenta este camino como posible, gracias al Misterio de Cristo que celebramos.

 

La Eucaristía (celebrada y adorada) es central en todo el itinerario litúrgico y en el proceso de perfección.En la Eucaristía "reside el mismo Señor, fuente de todas las gracias" (Sermón 34).

 

Los biógrafos resaltan la devoción con que celebraba la Eucaristía, siempre en armonía con los contenidos de sus homilías del tiempo litúrgico. En el sello personal de sus cartas aparece grabada la figura del Santísimo expuesto. Era suya la traducción castellana del “Pange Lingua” y del “Sacris Solemnis”. En sus exposiciones doctrinales armoniza la celebración del sacrificio (la “Misa”) y la necesidad de la “adoración”, como complemento y continuación.

 

El amor demostrado por Cristo en su sacrificio, convida a una celebración y adoración participativa: “El mismo Jesucristo se quedó por tu amor" (Sermón 38). “Quítale el amor con que allá está, y verás que es incomportable (sic) estar donde está" (Sermón 43). "Ándaos llamando y convidando" (Sermón 46). "La mejor prenda que tenía te dejó cuando subió allá, que fue el palio de su carne preciosa en memoria de su amor" (Tratado del Amor,  n.14).

 

La Eucaristía es una actualización o “un retablo de toda la vida pasada de Jesucristo" (Sermón 41). Es el sacrificio de Cristo actualizado, "para que la Iglesia tenga sacrifico precioso que ofrecer al Eterno Padre" (Memorial II Trento, n.81).

 

El punto de referencia es siempre la Encarnación: "Y así hay semejanza entre la santa Encarnación y este sacro misterio; que allí se abaja Dios a ser hombre, y aquí Dios humanado se baja a estar entre nosotros los hombres; allí en el vientre virginal, aquí debajo de la hostia; allí en los brazos de la Virgen, aquí en las manos del sacerdote" (Sermón 55).

 

El bautismo es una llamada permanente a vivir todo misterio de Cristo: "Yo me acordaré de ti, Señor... que fuiste bautizado en el Jordán para dar fuerza a mi bautismo, mediante el cual fui engendrado en el Espíritu Santo y admitido a la compañía de la Iglesia santa, católica, y tenido por hijo tuyo" (Sermón 49).

 

El tiempo de Adviento (y Navidad) es peculiar para reiniciar o acelerar el proceso de perfección cristiana: “Este tiempo de Adviento tiempo santo es, instituido para aparejarse el hombre, para aposentar a Dios" (Sermón 3). Se trata de "aparejar posada a nuestro Señor y de saberlo tratar" (Carta 87).

 

Cuaresma es camino de Pascua. La predicación de los respectivos domingos es una invitación a vivir el bautismo, a la luz de Cristo, de camino hacia su muerte y resurrección. La “penitencia” tiene el sentido de que, “quitados los pecados de en medio, vengamos a tomar parte de las penas que nuestro Señor pasó" (Carta 13). La meta final es participar en la resurrección de Cristo: "En el sepulcro entró muerto y salió vivo, sin que los lazos de la muerte lo pudiesen tener" (Sermón 43). En el sermón 55 explica nuestra participación como justificados o santificados en Cristo, quien "resucitó por nuestra justificación" (Rom 4,25).

 

Las homilías con ocasión de las fiestas marianas durante el año, además de ofrecer una doctrina mariana completa, sapiencial y vivencial, son una llamada a la santidad, que es tan exigente como posible, gracias a la maternidad misericordiosa de María.[3]

 

Las homilías durante las fiestas de los santos son una síntesis de la llamada a la santidad y del proyecto sobre la misma. Los santos son puntos de referencia para encontrar el modo de vivir el evangelio, suplicando su intercesión.[4]

 

 

Conclusión

 

Le será relativamente fácil al lector, encontrar otros aspectos litúrgicos en la doctrina de San Juan de Ávila: Humanidad de Cristo, sacramentos (especialmente bautismo, Eucaristía, penitencia), predicación de la Palabra, Liturgia de las Horas, instancia a construir la comunidad en el amor especialmente hacia los pobres y enfermos, etc.[5]

 

Al explicar estos temas, durante la celebración litúrgica, el Maestro Ávila nos ofrece una síntesis sapiencial del cristianismo, invitando y haciendo posible el camino de santidad, de contemplación y de misión. El equilibrio y armonía de su predicación estriban en la exposición de los textos bíblicos en relación con la fiesta que se celebra, teniendo en cuenta la realidad personal y social. Aquí enraíza también la armonía entre la acción de la gracia o del Espíritu Santo, como expresión de la misericordia divina, y la dignidad de la persona humana llamada a responder con responsabilidad.

 

La clave de la espiritualidad o vivencia litúrgica radica en la referencia continua al Misterio de Cristo, subrayando la Humanidad de quien es verdadero Dios, verdadero hombre y Salvador. Este punto de referencia explica la armonía de ministerios: Predicación, Eucaristía y sacramentos, comunidad fraterna. Es una liturgia vivida y que invita a vivir. De esta vivencia deriva la caridad hacia los pobres (amar a Cristo en ellos).

 

Los signos de las celebraciones tienen una eficacia especial: "Lo que muestran de fuera obran de dentro" (Sermón 57). Son “señales de amor” que nos hacen partícipes del misterio de Cristo muerto y resucitado: "Este Señor ensalza tanto a los suyos, juntándolos consigo mismo... que el bien que hacen ellos lo hace Él en ellos" (Sermón 40).

 

Juan de Ávila es un buen pastor por medio de su profetismo realizado en las celebraciones litúrgicas. No olvida ni silencia los aspectos fundamentales del Misterio de Cristo (revelación de Dios Amor), sino que los expone (dentro de la celebración litúrgica) con integridad, profundidad, claridad y con gran capacidad de “diálogo” y de cercanía para con los oyentes.

 

Ofrece una buena pauta para nuestra época de “Nueva Evangelización”, como podemos intuir de esta afirmación: "El verdadero predicador, de tal manera tiene de tratar su palabra de Dios y sus negocios, que principalmente pretenda la gloria de Dios. Porque si anda a contentar los hombres, no acabará; sino que a cada paso trocará el Evangelio y le dará contrarios sentidos o enseñará doctrina contraria a la voluntad de Dios: hará que diga Dios lo que no quiso decir" (Comentario a Gálatas, n.8).

 

Verdaderamente San Juan de Ávila, por su fuerte vivencia de la liturgia, se convierte en predicador, catequista y educador en el camino del seguimiento evangélico de Cristo. Las fiestas litúrgicas tienen un marcado sentido mariano y eclesial. Es toda la Iglesia que se siente identificada con María para recibir la Palabra, asociarse al sacrificio redentor, compartir los dones recibidos en fraternidad. El tiempo de Adviento traza una pauta que sirve para todo el año litúrgico: “El nombre de Jesucristo es el Deseado de todas las gentes… ¡Señor, catad que os deseamos, venid a remediarnos! Deseado de la Sacratísima Virgen y deseado de todos” (Sermón 2, domingo tercero de Adviento).  “Ésa es, Señora, vuestra condición. Vos a recibir de Dios, y a dar lo que os da a los pobres” (Sermón 5/2).

 

 



[1] El tema de la liturgia en general ha sido poco estudiada en nuestro Maestro. Ver: M. BRUNSÓ, El espíritu litúrgico del P. Mtro. Juan de Ávila: Semana Avilista (Madrid 1969) 169-197; J. ESQUERDA BIFET, El año litúrgico en los sermones de san Juan de Avila, en: AA.VV., Fovenda sacra liturgia. Miscelánea en honor del Dr. Pere Farnés (Barcelona, Centre de Pastoral Litúrgica, 2000) 427-442. Sobre la Eucaristía y la predicación, se han hecho muchos estudios, Ver bibliografía en las voces respectivas del Diccionario de San Juan de Ávila (Burgos, Monte Carmelo, 1999) o en la Introducción a la doctrina de San Juan de Ávila (Madrid, BAC, 2000).

 

[2] Anotamos sólo algunos estudios más recientes sobre su predicación: S. LÓPEZ SANTIDRIÁN, Juan de Ávila predicador de Cristo (Madrid, Edicep, 2000); A.CAÑIZARES LLOVERA, Maestro y ejemplo de predicadores: Seminarios 57 (2011) 207-210; J. CASTELLANO CERVERA, Una memoria que se hace presencia: Seminarios 57 (2011) 229-233 (homilía de 2006); J.J. GALLEGO PALOMERO, Juan de Ávila, profeta del misterio del amor misericordioso de Dios. La predicación en San Juan de Ávila: Seminarios 57 (2011) 105-140. Ver Obras competas: L. SALA BALUST, F. MARTÍN HERNÁNDEZ, Santo Maestro Juan de Ávila (Madrid, BAC, 2002) vol.III (sermones).

 

[3] Ver homilías en las fiestas marianas: Asunción (sermones 69-72), natividad (sermones 60-62), presentación en el templo (sermón 63), purificación de Nuestra Señora (sermón 64), anunciación (sermón 65), visitación (Ser 66), soledad o Dolorosa (sermón 67), Virgen de las Nieves (sermón 68). Alude al nombre de María en el sermón 65/2).

 

[4] Ver las homilías durante la fiesta de San Nicolás (sermón 73), Santos Fabián y Sebastián (sermón 74), San José (sermón 75), Santa María Magdalena (sermón 76), San Mateo (sermón 77), San Francisco de Asís (sermón 78), Todos los Santos (sermón 79), Santa Catalina (sermón 80) y Santos Evangelistas (sermón 81).

 

[5] Ver estos temas en la bibliografía citada (especialmente las voces del Diccionario). Su pastoral litúrgica se concreta especialmente en la celebración eucarística y sacramental durante el año litúrgico (ver cap. IV, n. 3, pastoral litúrgica, en: Introducción a la doctrina de San Juan de Ávila, o.c.)

 

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