ARDÍA NUESTRO CORAZÓN C II

   GONZALO APARICIO SÁNCHEZ

 

 

C-II

 

PARROQUIA DE SAN PEDRO.- PLASENCIA. 1966-2018

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

GONZALO APARICIO SÁNCHEZ

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

ARDÍA NUESTRO CORAZÓN

 

 

CICLO C         

 

II

 

 

 

COMENTARIO A LAS LECTURAS Y EVANGELIOS  DOMINICALES Y FESTIVOS

 

 

 

 

 

 

 

 

PARROQUIA DE SAN PEDRO. PLASENCIA.1966-2018

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

PRÓLOGO

 

TE SERVIRÉ PREDICÁNDOTE

 

«Yo tengo plena conciencia de que es a ti, Dios Padre omnipotente, a quien debo ofrecer la obra principal de mi vida, de tal suerte que todas mis palabras y pensamientos hablen de ti.

Y el mayor premio que puede reportarme esta facultad de hablar, que tú me has concedido, es el de servirte prodigándote a ti y demostrando al mundo, que lo ignora, o a los herejes, que lo niegan, lo que tú eres en realidad: Padre; Padre, a saber, del Dios unigénito.

Y, aunque es ésta mi única intención, es necesario para ello invocar el auxilio de tu misericordia, para que hinches con el soplo de tu Espíritu las velas de nuestra fe y nuestra confesión, extendidas para ir hacia ti, y nos impulses así en el camino de la predicación que hemos emprendido. Porque merece toda confianza aquel que nos ha prometido: “Pedid, y se os dará; buscad, y encontraréis; llamad, y se os abrirá”.

Somos pobres y, por esto, pedimos que remedies nuestra indigencia; nosotros ponemos nuestro esfuerzo tenaz en penetrar las palabras de tus profetas y apóstoles y llamamos con insistencia para que se nos abran las puertas de la comprensión de tus misterios; pero el darnos lo que pedimos, el hacerte encontradizo cuando te buscamos y el abrir cuando llamamos, eso depende de ti.

Cuando se trata de comprender las cosas que se refieren a ti, nos vemos como frenados por la pereza y torpeza inherentes a nuestra naturaleza y nos sentimos limitados por nuestra inevitable ignorancia y debilidad; pero el estudio de tus enseñanzas nos dispone para captar el sentido de las cosas divinas, y la sumisión de nuestra fe nos hace superar nuestras culpas naturales.

Confiamos, pues, que tú harás progresar nuestro tímido esfuerzo inicial y que, a medida que vayamos progresando, lo afianzarás, y que nos llamarás a compartir el espíritu de los profetas y apóstoles; de este modo, entenderemos sus palabras en el mismo sentido en que ellos las pronunciaron y penetraremos en el verdadero significado de su mensaje.

Nos disponemos a hablar de lo que ellos anunciaron de un modo velado: que tú, el Dios eterno, eres el Padre del Dios eterno unigénito, que tú eres el único no engendrado y que el Señor Jesucrito es el único engendrado por ti desde toda la eternidad, sin negar, por esto, la unícidad divina, ni dejar de proclamar que el Hijo ha sido engendrado por ti, que eres un solo Dios, confesando, al mismo tiempo, que el que ha nacido de ti, Padre, Dios verdadero, es también Dios verdadero como tú.

Otórganos, pues, un modo de expresión adecuado y digno, ilumina nuestra inteligencia, haz que no nos apartemos de la verdad de la fe; haz también que nuestras palabras sean expresión de nuestra fe, es decir, que nosotros, que por los profetas y apóstoles te conocemos a ti, Dios Padre, y al único Señor Jesucristo, y que argumentamos ahora contra los herejes que esto niegan, podamos también celebrarte a ti como Dios en el que no hay unicidad de persona y confesar a tu Hijo, en todo igual a ti».

(Del tratado de san Hilario, obispo, sobre la Trinidad (Libro 1,37-38: PL 10,48-49. Liturgia de las Horas: 14 de enero)

 

RESPONSORIO. 1Jn 4, 2-3. 6. 15

   R. Todo espíritu que confiesa a Jesucristo venido en carne es de Dios; y todo espíritu que no confiesa a Jesús no es de Dios. *En esto conocemos el espíritu de la verdad y el espíritu del error.

    V. Quien confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él y él en Dios.

*En esto conocemos el espíritu de la verdad y el espíritu del error.

 

Oremos: Concédenos, Dios todopoderoso, progresar cada día en el conocimiento de la Divinidad de tu Hijo y proclamarla con firmeza, como lo hizo, con celo infatigable, tu obispo y doctor san Hilario. Por nuestro Señor Jesucristo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

INTRODUCCIÓN

 

JESUCRISTO ES LA PALABRA DE DIOS

 

Jesucristo es la Palabra de Dios, en la que el Padre se dice a Sí mismo total y eternamente en plenitud de Ser, Verdad y Amor. Y esta misma PALABRA la pronuncia para nosotros en carne humana, con palabras y hechos salvadores para todos los hombres, por la potencia y fuego de su mismo Espíritu de Amor, que es el Espíritu Santo: “En el principio existía la Palabra, y la Palabra estaba con Dios, y la palabra era Dios. Ella estaba en el principio con Dios. Todo se hizo por ella, y sin ella no se hizo nada de cuanto existe. En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres, y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron…La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo…, a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre…” (Jn 1, 1-5, 9, 12).

        Jesucristo, el Hijo de Dios, es, por tanto, la Única Palabra Salvadora para este mundo. Y hay que escucharla: “Dijo Jesús a Nicodemo: Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo Único, para que no perezca ninguno de los que creen en Él, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no mandó a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él”. Porque a este mundo no le salvan los políticos, ni los científicos, ni los antropólogos, ni los psicólogos ni los economistas… este mundo sólo tiene un Salvador, es Jesucristo: Única Palabra y proyecto de salvación del Dios Uno y Trino y no hay más proyectos salvadores. Solo Él es el Camino de venida y de ida hasta Dios, y solo Él tiene la formula y la clave del hombre y de su plan de encuentro eterno con Dios.

        «En efecto, en la liturgia Dios habla a su pueblo: Cristo sigue anunciando el Evangelio. Y el pueblo responde a Dios con el canto y la oración» (SC 33). Por favor, interpretemos correctamente estos verbos: «Dios habla a su pueblo»; «Cristo sigue anunciando el Evangelio» en tiempo presente, tal como la Iglesia nos lo enseña. No es que Dios habló o Cristo anunció; sino que Dios habla ahora a su pueblo y Cristo sigue anunciando ahora el Evangelio por medio de la humanidad supletoria de otros hombres, que lo hacen presente sacramentalmente. «Cristo está presente en su Iglesia, sobre todo en la acción litúrgica» (SC 7). Y refiriéndose a la lectura de la Palabra, lo expresa claramente: «Cristo está presente en su Palabra, pues cuando se lee en la Iglesia la Sagrada Escritura, es Él quien habla» (SC 7). «Así el Espíritu Santo, por quien la voz viva del Evangelio resuena en la Iglesia y por ella en el mundo entero, va introduciendo a los fieles en la verdad plena, hace que habite en ellos intensamente la Palabra de Cristo (cfr. Col 3,16)» (DV 8).

Subrayemos la presencia actual y santificadora de la Palabra en los mismos términos del texto: «voz viva del Evangelio», «verdad plena», «habite intensamente la Palabra de Cristo». Y todo esto hace que «las riquezas van pasando a la práctica y a la vida de la Iglesia, que cree y ora…» (Ibid). Se quiere dejar bien claro que la predicación no es sólo para escuchar, sino que debe llegar a la vida  de los creyentes, «a la vida de la Iglesia».

 

 

 

LA HOMILÍA

 

        Es una parte importante de la Liturgia de la Palabra, que expone, «a partir de los textos sagrados, los misterios de la fe y las normas de la vida cristiana» (SC 52). La homilía se compone, por tanto, de tres elementos principales:

 

--   Explicación de los textos sagrados y de la doctrina revelada.

-- Iluminación, desde esta explicación, de las necesidades particulares de los oyentes.

-- La homilía conduce a los fieles a penetrar en la liturgia sacramental del misterio que se celebra para que sea un encuentro sacramental con Cristo, que actúa en la liturgia de la Palabra y del Sacramento.

        Como tratamos de homilías festivas y dominicales, conviene tener presente la relación íntima que existe entre la palabra y el sacramento en la misma Eucaristía: «Las dos partes de que de alguna manera consta la Misa, a saber: la liturgia de la Palabra y la Eucaristía, están tan íntimamente unidas, que constituyen  un solo acto de culto» (SC 56). «Por tanto, los fieles, al escuchar la Palabra de Dios, comprendan que las maravillas que le son anunciadas tienen su punto culminante en el misterio pascual, cuyo memorial es celebrado en la Misa sacramentalmente. De este modo, escuchando la Palabra de Dios y alimentados por ella, los fieles son introducidos en la acción de gracias a una participación fructuosa de los misterios de salvación. Así la Iglesia se nutre del pan de la vida tanto en la mesa de la Palabra de Dios como en la del Cuerpo de Cristo» (EM 10).

        En las Eucaristías dominicales y de festivos la liturgia de la Palabra consta ordinariamente de tres lecturas: la primera del Antiguo Testamento, casi siempre en relación con el Evangelio; la segunda, tomada de los escritos de los Apóstoles, casi siempre de las Cartas, y, finalmente, la tercera, de los Evangelios.

        En el día de Pascua, el Resucitado se hace presente a los dos que se dirigen desanimados hacia Emaús. La forma con la que el Señor procede se convierte en  norma para la comunidad apostólica: “Comenzando por Moisés y por todos los profetas, les fue declarando cuanto a Él se refería en todas las Escrituras” (Lc 24, 27). De esta manera les descubre su presencia en el Antiguo Testamento y así quedó establecido en la Tradición Apostólica.

Y aquí es donde entra de lleno la realidad y necesidad de la homilía, que debe servir fielmente a esta dinámica de la Palabra de Dios. Su ministerio es de pura mediación. Por eso el Concilio le pide al predicador que «escuche por dentro» (DV 25) la Palabra para que no sea un predicador vacío. Necesitará, por tanto, la lectura y el estudio, pero, sobre todo, la contemplación, porque la Palabra tiene que plantarse primero y fructificar en el corazón del que ha de sembrarla en los demás. No puede comprenderla, actualizarla y comunicarla si no la vive, si no la medita. Cuando el pastor encarna la Palabra, la actualización, la siembra y la siega van muy unidas.

 

 

 

 

 

 

PALABRA Y PROFETISMO

 

        Hoy hacen falta profetas, al estilo de Cristo, que nos prediquen y pronuncien claro y fuerte su Palabra salvadora. Porque no se trata de hablar, de predicar, sino de hablar y predicar la Verdad de Cristo y de su Evangelio. Sobran profetas profesionales y palaciegos, que buscan más agradar a los hombres que a Dios, que no hablan en nombre del Cristo que les envía, sino en nombre propio, tratando de agradar a los que les escuchan. Todos tememos la crítica, la incomprensión, la muerte de nuestra fama. Pero hoy necesitamos esta fuerza del Espíritu de Cristo para hablar claro como Él: “Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad, sin que te importe nadie porque no te fijas en las apariencias” (Mt 22, 16).

        Para ser profeta cristiano hay que mirar a Cristo y estar dominado por su mismo Espíritu, Espíritu Santo de Verdad y fortaleza, que nos hace valientes en confesar su Evangelio, porque con su potencia nos hace humildes, libres interior y exteriormente, y con Él no buscamos nada, no tememos nada, sólo la Verdad: predicar a Cristo.

        La Didajé afirma que «el profeta que busca dinero es falso profeta», es decir, no es verdadero profeta de Cristo quien se va buscando a sí mismo más que a la verdad de Cristo, quien busca aplausos, agradar a los hombres, escalar, quien no quiere vivir “el escándalo de la cruz” y por eso calla o disimula el mensaje o le quita las aristas que duelen y acusan. Para ser profeta verdadero, apóstol verdadero, para  vivir el mensaje del Evangelio y predicarlo, hay que estar dispuestos a pisar las mismas huellas de Cristo, a morir abandonado por los propios amigos o perseguido por los que son señalados por el mensaje de Dios. Y la verdad así predicada y vivida es la única que nos puede llevar a la religión verdadera, al Dios verdadero, al Cristo verdadero, que existe y es verdad; no al que cada uno nos inventamos a la medida de nuestras mediocridades y cobardías.

        ¿Por qué no soy un profeta verdadero?  ¿Qué tengo que hacer para ser un profeta convencido? Ser santo, vivir totalmente el mensaje, porque la Palabra no se comprende totalmente hasta que no se vive, hasta que no se come: “El que me come vivirá por mí” (Jn 6, 57). Sin esta identificación, sin esta comunión de sentimientos con Cristo, la Palabra llega muy empobrecida al predicador que tiene que transmitirla, y, consiguientemente, al oyente, que tiene que escucharla. Este libro de la Palabra hay que comerlo para comprenderlo, como Ezequiel: “Hijo de hombre, come lo que se te ofrece; come este rollo y ve luego a hablar a la casa de Israel. Yo abrí mi boca y Él me hizo comer el rollo y me dijo: «Hijo de hombre, aliméntate y sáciate de este rollo que yo te doy.» Lo comí y fue en mi boca dulce como la miel” (Ez 3,1-3).

        La vivencia mística conoce por experiencia, por amor, viviéndola en su corazón lo que otros conocen sólo por inteligencia, con un conocimiento frío, teórico, sin vida; el que quiera conocer la Palabra para predicarla, el predicador, el profeta verdadero tiene que arrodillarse primero, ha de leer y     “comerse el rollo” de la Palabra, y cuando comida la Palabra, la asimile y la sienta en su corazón, le alimente y le queme sus entrañas,  como en Pentecostés, entonces puede predicarla. Y los que la escuchen sentirán arder su corazón, como los dos discípulos de Emaús.

LA RESPUESTA A LA PALABRA

 

        Cuando decimos sí a la Palabra, pero luego pecamos y nos alejamos por un no práctico y real, no pasa nada, absolutamente nada, si nos levantamos y vivimos en conversión permanente, porque nuestra actitud sigue siendo sí.  Si permanecemos así toda la vida, la Palabra sigue siendo siempre eficaz y necesitamos el mensaje, porque alimenta esta conversión permanente hacia Dios, queriendo amarle sobre todas las cosas.

Y, viviendo en esta actitud, la gracia y la ayuda de Dios nos irán transformando por su fortaleza. Cuando tratamos de vivir la Palabra, aunque pequemos y caigamos, no pasa nada, “porque el espíritu está pronto, pero la carne es débil” (Mt 26, 41). Pero si me instalo y no me levanto y permanezco sin esforzarme en vivir la Palabra, entonces me he inutilizado para la escucha, porque digo no a la Palabra con mis actitudes y mi vida, instaladas en la mediocridad, y estoy edificando sobre arena movediza, no sobre roca; aunque parezca piedra, será imitación piedra. Lo dice el Señor: “Todo el que oye mis palabras y no  las pone  en práctica, se parece a un hombre que construyó su casa sobre arena; vinieron las lluvias, vinieron los vientos y se la llevaron…” (Mt 7, 27).

        LA PALABRA es una persona, es JESUCRISTO, su vida y su obra, sus dichos y hechos salvadores. Y Jesucristo es  un mensaje personal o una persona mensajera que nos trae y nos lleva a la Santísima Trinidad, principio y fin de todo, del tiempo y eternidad, mensaje y final de la Historia de Salvación.  El evangelio es un mensaje, no un sistema de verdades encerradas sobre sí mismas.

        Hoy muchos han reducido la predicación de la Palabra a la exposición «homilética» de un conjunto de verdades encerradas en sí mismas o de un código moral sin relación a Jesucristo o de un sistema de verdades religiosas que nos instruyen igual que los sistemas filosóficos; pero que no nos llevan al encuentro y vivencia de una Persona, la Única que da sentido al hombre, a la existencia y vida humana, al matrimonio y a la familia, la única que puede salvar este mundo y llenarle de sentido de por qué vivo y para qué vivo: Jesucristo. El sistema acepta y explica la realidad, el mensaje la asume y quiere transformarla: es historia de Salvación. El marxismo es un mensaje, el cristianismo es un mensaje, porque los dos hablan y trabajan para transformar la realidad; los dos predican una revolución para conseguirlo: uno, la igualdad mediante el odio y la lucha de clases; el cristianismo, con el evangelio y la vida de Jesús de Nazareth. Ésta es la originalidad del  cristianismo: es un mensaje de salvación que se dice y se hace en una persona, Jesucristo; esta persona se hace presente por la Palabra y sobre todo, por la Eucaristía, que hace presentes todas las palabras, sentimientos, actitudes y hechos salvadores de Cristo, especialmente su pasión, muerte y resurrección, de forma sacramental.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

CICLO LITÚRGICO

 

        Es ya conocida por todos la distribución de las Lecturas de la Sagrada Escritura en un ciclo de tres años, nominados  ciclo A, B y C, mediante los cuales queremos llegar al conocimiento de lo esencial del mensaje de Cristo. Cada uno de los tres años litúrgicos tiene un ritmo teológico particular, que se manifiesta en los Evangelios de los domingos durante el año. El año litúrgico A sigue el Evangelio según San Mateo; el B expone el Evangelio según San Marcos, y en el ciclo C leemos el Evangelio según San Lucas, quedando San Juan para los tiempos de Navidad, Cuaresma y Pascua. Porque la Sagrada Escritura como «ha de ser leída e interpretada con el mismo espíritu con que fue escrita para llegar a penetrar con exactitud el verdadero sentido de los textos sagrados, hay que tener en cuenta el contenido y la unidad de toda la Escritura, sin olvidar la Tradición viviente de toda la Iglesia y la analogía de la fe» (DV 12). De esta forma, «en el círculo del año desarrolla todo el misterio de Cristo, desde la Encarnación y la Navidad hasta la Ascensión, Pentecostés y la expectativa de dicha esperanza y venida del Señor» (SC 102). La razón es conocer todo el proyecto de Dios a través de la Historia de la Salvación.

        Dice el Vaticano II: «Quiso Dios en su bondad y sabiduría revelarse a sí mismo y manifestar el misterio de su voluntad por medio de Cristo… En esta revelación, Dios invisible, movido de amor, habla a los hombres como amigos, trata con ellos, para invitarlos y recibirlos en su compañía» (DV 2).

        Dios se reveló primero y nos reveló a su Hijo como Palabra creadora del mundo y de los hombres: “Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe” (Jn 1, 3). Y todo fue por amor: “porque Dios es amor”, no existía nada, sólo Dios, y Dios, entrando dentro de sí mismo y viéndose tan lleno de Vida, de Amor, de Felicidad quiso crear a otros seres para hacerlos partícipes de su mismo gozo Esencial y Personal: “En esto consiste el amor, no en que nosotros hayamos amado a Dios sino en que Él nos amó…” (1Jn 4, 10)  primero, añade la lógica del sentido.

        Destrozado este primer proyecto de Dios, el Consejo Trinitario, en ejercicio de Amor de Espíritu Santo, pensó y realizó por el Hijo el segundo, mucho más maravilloso, que hace  como blasfemar a la Liturgia de la Semana Santa: «Oh felix culpa», oh feliz pecado…¿Cómo llamar feliz y dichoso al pecado? Pues porque el pecado hizo que Dios nos expresara más infinitamente su amor y su ternura por el hombre, por su Hijo Amado: “… porque Dios es Amor. En esto se manifestó el amor  que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de Él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó y envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados” (1Jn 4, 8. 10).

        Y Cristo se encarnó y se hizo Palabra reveladora del proyecto de Dios Amor,  con sus hechos y dichos salvadores: “Y la Palabra se hizo carne y puso su Morada entre nosotros” (Jn 1, 14). ¿Por qué murió Cristo? ¿Por qué le condenaron a muerte? Por predicar la Verdad del Padre sobre el hombre y  por predicar y realizar el proyecto salvador de nuestro Dios Trino y Uno: “que somos hijos de Dios y, si hijos, también herederos, coherederos con Cristo”. Murió por predicar y querer establecer el reino de Dios en el mundo;  el reino de Dios es que Dios sea el único Dios de nuestra vida, abajo todos los ídolos: el “yo”, el dinero, el sexo…; todos los hombres, hermanos; y hacer una mesa grande, muy grande, de hermanos, donde todos se sienten, pero especialmente los que nunca son invitados por el mundo: los pobres, los que sufren, los deprimidos, los que nos piden tiempo, humildad, paciencia, afecto, porque lo necesitan y no pueden devolvernos nada a cambio, porque son así de pobres; por eso el mundo no los invita nunca a su mesa, y nosotros tenemos que hacerlo por Dios, porque Dios quiere y solamente Él puede amar así y darnos la fuerza para amar de este modo.

        Por esto murió Cristo, porque los poderosos de entonces y de siempre no aceptaron el proyecto del Padre sobre su reino, que empieza ya en la tierra y nosotros tenemos que predicarlo y vivirlo. Murió Cristo por ser profeta verdadero que habla en nombre del Padre, sin callar ni tergiversar la verdad:     “…desde entonces decretaron darle muerte… los sumos sacerdotes y los escribas buscaban cómo podrían matarlo…” (Mc 11, 18).

USO DE ESTE LIBRO

        Damos material abundante para que cada uno tome las notas que prefiera y elabore sus homilías. En una homilía van a veces tres o cuatro. Las tenía hechas y predicadas. Ha sido cuestión de pasarlas de escritas a mano a ordenador. Mi intención es esta: te ofrezco estas reflexiones; yo las suelo predicar, pero no todas a la vez, sino una o dos; y además así, como están, este es mi estilo; tú predícalas como más te guste y según tu estilo. El estilo es la persona. Tú escoges las ideas y el estilo o las formas que más adecuadas te parezcan para el auditorio y las circunstancias. Y en cuanto al tiempo, ya sabes que la gente no aguanta mucho. Deja algo para otro año.

        También ofrezco Retiros y Meditaciones para los tiempos fuertes del año litúrgico. Puedes comprobarlo rápidamente por el índice del libro. Y para estos retiros encontrarás más meditaciones en los ciclos A y B que tengo publicados.

        Todas estas predicaciones las tengo en el ordenador. Así que te las puedo copiar y enviar sin costo alguno. Solo me interesa que el Señor sea conocido y amado. Esto es lo que hago yo cada semana; enciendo el ordenador, abro el libro y el domingo pertinente, copio toda la homilía en la pantalla, luego voy quitando o añadiendo, e imprimo lo que me interesa y así sale una homilía nueva.

        Con todo afecto. Que seas un auténtico profeta de Cristo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

DOMINGOS DEL TIEMPO ORDINARIO

 

II DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

 

PRIMERA LECTURA: Isaías 62, 1-5.

 

        La primera lectura es un poema nupcial que canta el desposorio de Dios con su pueblo. A Dios le duele que su pueblo escogido ande de un lado para otro, despreciado y humillado y le promete amor fiel y total como dos esposos enamorados: “Ya no te llamarán abandonada…” El matrimonio es el signo máximo de la amistad y de amor humano. Cuando un esposo se casa le dice a su esposa: Yo te quiero a ti, a ti sola, no habrá más mujeres en mi vida, y te quiero para siempre, no habrá divorcios y separaciones. Así quiere Dios la amistad con la humanidad. Las dos partes deben cumplir el compromiso. Dios quiere así a los hombres. Dios nos ama con amor  eterno y total.

 

SEGUNDA LECTURA: Colosenses 12, 4-11

 

        En la segunda lectura de la carta a los Corintios, el Apóstol desarrolla su doctrina sobre la Iglesia, esposa de Cristo, vista por dentro, donde Cristo la ha enriquecido con muchos dones por su amor esponsal, pero el principal de todos ellos es el amor. El amor es el alma, el motor, el corazón de la Iglesia, como lo es de todo matrimonio. Sin amor  no hay vida, gozo, tensión hacia el otro, felicidad plena, realización total. Sin amor no hay matrimonio. La Iglesia lo considera nulo.

 

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 2, 1-12.

       

        QUERIDOS HERMANOS:

 

        1.- Si queremos comprender bien los milagros de Jesús en el evangelio de San Juan, tenemos, ante todo, que darnos cuenta de su significación, de su motivación y sentido.

        En primer lugar, los milagros de Jesús no son nunca un espectáculo, un retablo de maravillas. Eso lo rechaza Jesús como una tentación. Son siempre acciones de ayuda personal a un hombre determinado o a una comunidad concreta. El motivo y la ocasión primera parecen ser siempre la necesidad descubierta por Él en los individuos o en las multitudes; Jesús obra movido por la compasión. Los milagros se destinan a curar, despertar a la vida, librar del poder de las tinieblas y devolver la libertad de los hijos de Dios: “a que los ciegos vean, los cojos anden y la buena nueva se predique a los pobres”.

        En segundo lugar, los milagros tienen un trasfondo más profundo que la simple apariencia, tienen una significación simbólica. San Juan hoy a éste le llama «signo». Los milagros son signos de lo que Dios quiere o piensa, son anuncio previo de lo que va a hacer. Dios muestra en algunos momentos lo que quiere y puede hacer con el hombre y para el hombre. Es un anuncio callado de la salvación última, de la consumación de la historia de la salvación.

 

        2.- Aquí todavía no había llegado “su hora”, pero María la anticipa; todo esto es un signo del poder suplicante de la madre y de los futuros esponsales del Hijo con su Iglesia. Los signos son del Hijo enviado por el Padre para la salvación de los hombres; en ellos pone de manifiesto su poder, su grandeza, su gloria. De ahí que la verdadera respuesta es la fe, como en el signo de hoy, “donde manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en Él”.

        Y en esta historia de la Salvación San Juan contó con la intimidad de María en su casa y se enteró de viva voz por ella de la vida vivida con su Hijo, que nos manifiesta el papel de María en la obra de Cristo. María es la nueva Eva, la mujer de la primera página del Génesis “la mujer que me diste como compañera…” Pero aquí “la mujer”, término usado en San Juan en lugar de madre, está dada y asociada a la salvación, a «su hora», donde ella interviene como mediadora  e intercesora.

 

        3.- El Vaticano II ha hablado muy claramente de María como mujer asociada a la obra de la Salvación, de la Iglesia y de cada uno de nosotros: «Esta su maternidad perdura sin cesar desde el momento del asentimiento que prestó fielmente en la Anunciación y que mantuvo sin vacilar al pié de la cruz, hasta la consumación perpetua de los elegidos. Pues, asunta a los cielos, no ha dejado esta misión salvadora, sino que con su múltiple intercesión continúa obteniéndonos los dones de la eterna salvación. Con su amor materno cuida de los hermanos de su Hijo que todavía peregrinan y se hayan en peligros y ansiedad hasta que sean conducidos a la patria bienaventurada» (LG 62,1).     

        Por ser Madre de Cristo y Colaboradora en la obra de la Redención, por voluntad de su Hijo, «María es nuestra madre en  el orden de la gracia» (LG 61). Madre de Cristo, es Madre de la Iglesia y de todos los hombres en el orden espiritual. De Cristo, madre física; de nosotros, madre y modelo de fe, esperanza y caridad, madre espiritual. Dice el Vaticano II: «En María, la Iglesia admira y ensalza el fruto más espléndido de la redención y la contempla gozosamente con purísima imagen de lo que ella misma, toda entera, ansia y espera ser» (SC.103).

 

BODAS DE CANÁ

 

QUERIDOS HERMANOS; De la presencia e intervención de María en las bodas de Caná, nosotros, especialmente sus hijos sacerdotes en su hijo Jesús, único sacerdote, debemos aprender varias enseñanzas:

 

        1º) En primer lugar veamos el amor siempre materno y activo de María, y la sencillez y la humildad con que lo practica. María no solo ha ido a la boda para pasarlo bien sino para  que todos lo pasen bien. Yo, Juan, Enrique, Gonzalo… estoy en esta casa sacerdotal… No lo olvidemos esto nunca en nuestra vida. Por eso, siendo devotos de María y rezándola con sinceridad todos los días, se aprenden muchas cosas.

Porque María siempre está inclinada sobre la universalidad de sus hijos, todos los hombres. Y aquí en concreto, en este momento de la boda, y desde esta disposición permanente de madre de todos los hombres, se acerca a su hijo Jesús para pedirle una gracia, una atención para con los nuevos esposos, porque todo lo tiene presente en su corazón. Gracias, madre, cuánto nos quieres. María todo lo tiene presente en su corazón. Por eso, sus apariciones.

Hermanos, imitémosla, es nuestra madre sacerdotal y modelo. Tengamos como ella presente en nuestra oración a todos los hombres, a nuestras parroquias, diócesis...lo necesitan porque en este mundo ateo se están quedando sin el vino de la fe, de la eucaristía, de la certeza y amor de Dios.

 

        2º) En 2º lugar llama la atención que sea María la que caiga en la cuenta de que falta el vino y de que acuda a Jesús para comunicarle la noticia. Su petición: “No tienen vino” no sería comprensible, si en María no hubiera un cierto conocimiento de los poderes del Hijo; también de sus sentimientos de amor a los hombres por los que ha venido a nuestro encuentro.

Es además una muestra de la confianza de que su deseo va a ser acogido y satisfecho, como en nosotros, sacerdotes, tiene que existir siempre, aún jubilados, esta confianza en Jesús: imitémosla: Señor, con María, tu madre, nuestra madre, te digo: este mundo se está quedanto sin vino, sin fe, sin amor, no tiene el vino de tu amor, de tu salvación: iglesias vacías, pocos bautizos, menos bodas en tu amor, domingos sin misas o vacías... Pero nosotros confiamos en Ti, por eso venimos a tu presencia todos los días, rezamos, nos ofrecemos para ayudarte…

 

        c)Y lo que sorprende más todavía, por la narración del evangelio, es que los novios, que son los verdaderos protagonistas de la fiesta,  son los que no se han dado cuenta del malestar bochornoso, que se les viene encima. El hecho es que, culpable o inculpablemente, no han advertido el peligro. Pero María sí, es mujer y madre, como nuestras madres.

¿Y cómo? No lo sabemos. Es amor de mujer y madre, como todas las madres, amor vigilante, que prefiere evitar la herida, a curarla. Ella lleva el problema con gran delicadeza. No lo divulga, sino que se pregunta a sí misma, qué puede hacer para remediarlo. No tiene dinero, pero sí una súplica y petición al Hijo. Era todo su capital y lo pone al servicio de los necesitados, de los esposos y de todos nosotros. Como ahora  y siempre. Y como tenemos que hacer siempre nosotros, aún sacerdotes jubilados.

Los esposos no piden, porque no lo saben, ni saben de su poder y gracia, como muchos hombres, y cristianos, y muchos de nuestros feligreses, o simplemente cristianos. María, sí. Y nosotros también. Y ella, María, lleva estas necesidades de los esposos a Cristo, como lo ha hecho muchas veces con nosotros, y así los salva de esta situación.

¿Lo hago yo así como María, y me acerco a Cristo en el Sagrario, todos los días, a pedirle gracias y salvación por el mundo, ahora que todo mi apostolado principlamente no es de acción sino de oración y petición, especialmente por estos hombres, que se están alejando de la fe con estos medios y guasad donde no aparece Dios, ni la eternidad, ni juicio de Dios pero no por eso dejan de existir y se realidades eternas?

 

        d) En los camareros, María, crea una actitud de obediencia en relación con su Hijo: “haced lo que Él os diga”. Convencidos por las palabras de María, se ponen a las órdenes de Cristo y hacen lo que Él les ordena. Llenan las tinajas de agua hasta arriba y luego la sacan convertida en un vino excelente. Nada más se dice de estos hombres. Juan los deja escondidos en el olvido. Sin duda que ellos participarían también de la admiración del mayordomo.

Ellos han sido mediadores del milagro, pero ni a ellos, ni a María se debe la conversión del agua en vino, del signo obrado, sino a Cristo, porque así “se manifestó la gloria de Dios en Él”, es decir, que era el Mesías.

Hermanos, que seamos mediadores de la salvación de los hombres. Porque ese es el Cristo que está en nuestros sagrarios y ahora viene a nosotros en la misa: ¿Creo y me fío totalmete de Él? ¿Vivo así yo mi sacerdocio con mi oración continua y petición confiada en Cristo Eucaristía que es el mismo del evangelio de hoy y de siempre, con el mismo amor, compasión y ternura?

 

        e) Y detrás de este milagro, vino la gracia espiritual “y sus discípulos creyeron en Él”. Por intercesión de María, Jesús hace un signo, como los sigue haciendo ahora, por medio de la intercesión de su Madre, para que creamos en Él. La confianza y la fe viva de María ha servido para fortalecer la fe incipiente de los discípulos de entonces y de todos los tiempos. Que la confianza y fe viva, la vivencia de fe de los sacerdotes ayude siempre a la fe incipiente de los creyentes: Maria, hermosa nazarena, virgen guapa, ayúdanos a conocer y amar a tu hijo como Tú, ayúdanos, confiamos en ti.

 

        5º.-  “Haced lo que Él os diga...” Hermanos y amigos sacerdotes, cuando tengamos un problema o una necesidad, digamos: María, Madre, díselo, díselo, dile a tu Hijo mi sufrimiento, mi problema, mi necesidad, mis deseos. Y conservemos siempre en nuestro corazón estas palabras de la Virgen: “Haced lo que Él os diga”. Son las últimas que los evangelios nos consignan de Ella; es su testamento; y aprendamos de Ella, de su vida y palabra, porque es su último consejo para todos nosotros: Madre, haré siempre “lo que Él diga”, hijos míos sacerdotes: “haced lo que Él os diga”.

        Madre, no las olvidaremos nunca, no las podemos olvidar, porque confiamos totalmente en ti, es decir, en tu Hijo, en el poder y amor del Encarnado en tu seno y que tiene tu carne y tu misma sangre, por eso cuando comulgo...bien… tú lo sabes, te siento también a ti, el pan tiene sabor de María, es su carne, te como a ti en Él, en el hijo de tus entrañas.

        María, madre del alma, virgen bella, cómo nos quieres, cómo nos amas, cómo sigues pendiente de todos nosotros, tus hijos en el Hijo, tus hijos sacerdotes, ya jubilados, pero totalmente activos por el apostolado de la oracion continua; nosotros también te queremos y confiamos en Ti, Madre del alma, guapa, un beso.

       

 

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SEGUNDA HOMILIA

        QUERIDOS HERMANOS:

 

        Sólo en tres ocasiones de la vida pública de Jesús aparece su madre, María. Una de ellas es en las bodas de Caná. San Juan es el evangelista que nos lo cuenta en el evangelio de este domingo y digamos ya de entrada, que María juega un papel muy importante en estas bodas.

        San Juan comienza la descripción diciendo, que había unas bodas en Caná, y que la madre de Jesús estaba allí. San Juan nunca la cita por su nombre, sino por su papel de madre. Uno se queda con la impresión, de que Jesús fue invitado, porque estaba allí su madre. ¿Cuál es la razón de la presencia de María en las bodas? Es una curiosidad, que no podemos satisfacer. ¿Familia, amistad, vecindad? No lo sabemos. Sí podemos aventurar, que María esta allí por amor. Bien sea por amor proveniente de lazos familiares o bien de relaciones de amistad.

        Los festejos habituales comenzaban con una procesión formada por los amigos del novio, que trasladaban a la novia de la casa paterna del novio. A continuación se celebraba el matrimonio con uno o varios banquetes, ya que parece ser que los festejos se prolongaban durante siete días. No resulta nada fácil interpretar esta escena, si tenemos en cuenta la multitud de opiniones tan diversas, que hoy presentan los especialistas. El Concilio Vaticano II se contenta con afirmar: «En la vida pública de Jesús aparece reveladoramente su Madre ya desde el principio, cuando en las bodas de Caná de Galilea, movida a misericordia suscitó con su intercesión el comienzo de los milagros de Jesús Mesías» (LG 58).

        Llama la atención, que María caiga en la cuenta de que falta el vino y de que acuda a Jesús a comunicarle la noticia. Su petición: “No tienen vino” no sería comprensible, si en María no hubiera un cierto conocimiento de los poderes del Hijo. Es además una muestra de la confianza de que su deseo va a ser acogido y satisfecho.

        La respuesta de Jesús es un tanto enigmática y crea varios interrogantes. “Qué a mí y a ti, mujer. Todavía no ha llegado mi hora”. ¿Cómo es posible que un judío llame a su madre “mujer,” cuando la forma corriente de dirigirse a ella era «inma» = madre? Juan no es un historiador o un taquígrafo, que busca la exactitud de la frase. Es un teólogo, que quiere comunicar a los lectores el significado profundo de aquella escena.

        Para eso hace una redacción en la que aparecen palabras claves para interpretar su mensaje. En la cruz volverá a poner en los labios de Jesús esta misma palabra: “mujer”. Con ella establece relación entre las dos escenas, que mutuamente se complementan. Al llamarle a María “mujer”, la sitúa más allá del plano familiar y le da un sentido salvífico universal.

        ¿Qué significan las palabras “¿qué a mí y a ti”? No son raros los que ven en esta respuesta de Jesús un rechazo de la petición de María e incluso descubren una cierta enemistad entre el Hijo y la Madre. María habría sido una imprudente en este caso y Jesús se molesta ante su intervención. Muchas son las interpretaciones hoy en el mercado, que buscan una solución por otros caminos. Detenernos en recorrerlas sería impropio del tono de una homilía. Una vez más por los frutos los conoceréis: y con toda certeza se puede asegurar, que la petición de María no fue rechazada, sino cumplida plenamente.       Por eso María no dudó en dirigirse a los camareros y mandarlos que se pusieran a las órdenes de Jesús. ¿Se hubiera atrevido en la hipótesis contraria? “Todavía no ha llegado mi hora”. Son muchos los que interpretan estas palabras en el sentido, de que no ha llegado todavía para Jesús la hora de hacer milagros y la adelanta, para satisfacer los deseos de la madre.

Choca esta interpretación con la imagen que Juan nos ofrece de Cristo, que en todo momento hace lo que le agrada al Padre: “El que me ha enviado está conmigo, no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que le agrada a él” (Jn 8, 29). No parece acertado pensar, que en esta ocasión se salga de esa norma de su vida.

La «hora de Jesús» sale varias veces en el evangelio de San Juan y en todas indica la pasión. Y es que la pasión es la hora del triunfo de Jesús. En ella el príncipe de este mundo queda vencido, el Padre glorificado y los hombres redimidos. Si se aplica este sentido a la frase que comentamos, Juan está relacionando las bodas de Caná con la muerte de Cristo y a María se la cita para aquel momento. Jesús quiere dar a entender a su madre, que en la vida pública ha surgido una situación nueva, que reclama de Él la dedicación plena a las cosas del Padre, y de ella, permanecer en la penumbra de Nazaret hasta el momento de la cruz.

        Cuando llegue la “hora”, ella ha de estar al lado del Hijo compartiendo su dolor y recibiendo la última revelación acerca de su misión en la nueva humanidad, que surge de la cruz.

        No es la primera intención, ni la más importante para San Juan hablar de María en esta escena. Su preocupación primordial es Cristo. Las bodas de Caná de Galilea se celebran al final de una semana, en la cual poco a poco se ha ido dando a conocer la persona de Jesús. Juan Bautista le presenta primero como alguien que es muy superior a él, luego dos veces como “el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”, vocación de Felipe y Natanael. Por último, tres días después se celebran las bodas.

        En ellas, sin decirlo, Juan presenta a Jesús como el verdadero esposo, porque propio del esposo es dar el vino bueno y abundante. En este caso Cristo es el que ofrece ese vino bueno y abundante. Se lo dijo el jefe de camareros al novio: “Todos sirven primero el vino bueno y cuando ya están bebidos, el inferior. Pero tú has guardado el vino bueno hasta ahora” (Jn 2, 10).

        El banquete de bodas es una figura profética, usada en el Antiguo y en el Nuevo Testamento, para indicar el reino mesiánico. Jesús lo plantea así en una parábola: “El Reino de los cielos es semejante a un rey que celebró el banquete de bodas de su hijo” (Mt 22, 2). Con habilidad Juan aparta nuestros ojos del esposo de las bodas reales y nos los dirige a Jesús, que es quien con su sangre establece el Reino de los cielos.

        Dado que en el evangelio de San Juan se suelen distinguir dos planos: el histórico y el simbólico, no forzamos el sentido del texto, si suponemos, que el evangelista en esta narración está pensando en la Iglesia. En ella se celebra el banquete del reino, donde Cristo, el Esposo, ofrece el vino bueno y abundante de su sangre en la Eucaristía.

        Una cosa es que San Juan no tenga como fin principal hacer Mariología y otra muy distinta que no se interese por la figura de María. Teniendo en cuenta el realce que da a su presencia en la celebración de estas bodas, es evidente que para el autor tiene una importancia especial en la escena.

        Se advierte ya en esta narración una ley del discurso teológico, que perdura a lo largo de la historia de la teología. Y es que María viene reclamada por el misterio de Cristo, si éste quiere ser comprendido en toda su profundidad. Le sucede lo mismo a San Lucas, cuando habla de la encarnación del Verbo. Sin María no habría encarnación en este proyecto actual de salvación.
        María en Caná no es una figura decorativa, ni de relleno. San Juan la destaca desde el primer momento. Es la primera persona, con la que nos encontramos. Juega un papel decisivo en la realización del milagro. Desaparece, cuando se habla del comienzo de la fe de los discípulos y luego vuelve a aparecer camino de Cafarnaún.

        Desde la cruz Cristo proclama la maternidad de María para todos los hombres, pero es en Caná, donde el apóstol describe el papel de María como madre. Un primer detalle de esa solicitud maternal es que María no se entrega al ritmo de la fiesta, sino que está atenta a las necesidades del banquete.

        En un banquete de familia es siempre la madre la que se cuida de los detalles. Como Cristo ha ocupado el puesto del esposo, María ocupa el de la madre. Para ello se sitúa entre Cristo y los hombres, porque ama al uno y a los otros. Ejerce una mediación maternal. Su función es conectar a los hombres con Cristo y lo hace según los tipos diversos.

        Los novios son los que no se han dado cuenta del mal bochornoso, que se les va a echar encima. El hecho es que, culpable o inculpablemente, no han advertido el peligro. María sí. ¿Cómo? No lo sabemos. Es amor vigilante, que prefiere evitar la herida, a curarla. Lleva el problema con gran delicadeza. No lo divulga, sino que se pregunta así misma, qué puede hacer. No tiene dinero, pero sí una súplica al Hijo. Era todo su capital y lo pone al servicio de los necesitados. Los esposos no piden, porque no saben, que tienen que pedir. Ella lleva sus necesidades a Cristo y así los une a Él.

        En los camareros crea una actitud de obediencia a un invitado de las bodas. Convencidos por las palabras de María, se ponen a las órdenes de Cristo y hacen lo que Él les ordena. Llenan las tinajas de agua hasta arriba y luego la sacan convertida en un vino excelente. Nada más se dice de estos hombres. Juan los deja escondidos en el olvido. Sin duda que ellos participarían también de la admiración del jefe. Ellos han sido mediadores del milagro, pero ni a ellos, ni a María se debe la conversión del agua en vino. Cristo es el único del signo, en el que se manifestó la gloria de Dios.

        Con los apóstoles María no tiene ninguna relación inmediata, sino mediata. Ella no necesita el signo para creer. Por eso, cuando se trata de señalar a los que empiezan a creer, María desaparece de la escena. Ella creía ya y su fe le impulsó a pedir la intervención del Hijo. En este sentido en el origen del milagro está la fe. Esta fe suscitada por el signo realizado por el Hijo y provocado por la madre; y los Apóstoles, al verlo, creen en Jesús. María ha ejercido también respecto de los apóstoles una mediación maternal. «En Caná María, escribe Juan Pablo II, aparece como la que cree en Jesús; su fe provoca la primera «señal» y contribuye a suscitar la fe de los discípulos» (RM 21).

        En la misa de «La bienaventurada Virgen María en Caná» la Iglesia le canta: «Eres bienaventurada, Virgen María: por ti tu Hijo dio comienzo a los signos; por ti el Esposo preparó a la Esposa un vino nuevo; por ti los discípulos creyeron en el Maestro» (Antífona de la comunión).

        Hemos indicado en otro lugar que María, tal y como aparece en el Evangelio, se convierte en palabra de Dios para los creyentes. Como figura que es de la Iglesia «resplandece como modelo de virtudes para toda la comunidad de los elegidos» (LG 65).

        En Caná de Galilea es la mujer que oye el silencio del dolor ajeno y lo intenta remediar. Sabe acercarse al necesitado, para atenderle en su necesidad, sin que él lo advierta. Es esta una gran lección evangélica. Son muchos hoy los necesitados que no piden, porque no pueden o porque no saben que viven en una gran miseria.

        Comprometer la propia vida, para que la de ellos mejore es una virtud civil y evangélica de primera necesidad en la sociedad actual. «María se pone entre su Hijo y los hombres en la realidad de sus privaciones, indigencias y sufrimientos. Se pone «en medio» o sea hace de mediadora no como una persona extraña, sino en su papel de madre, consciente de que como tal —más bien «tiene el derecho de»— hacer presente al Hijo las necesidades de los hombres» (RM 21).

        Las palabras de María a los camareros “Haced lo que Él os diga” pueden ser consideradas como su testamento. Con ellas María invita a aceptar aquellas exigencias de la fe, que provienen de la voluntad de Dios. Este fue el lema de su vida. Lo expresó al terminar la Anunciación, cuando dijo “he aquí la esclava del Señor”, y lo mantuvo hasta el final de su vida. Por eso son su testamento.

        Si en el fondo de esta descripción de las bodas de Caná está la Iglesia, considerada como el grupo de creyentes que celebran la Eucaristía, S. Juan señala el puesto de María en la comunidad actual. Ella está en medio de la Iglesia como intercesora, llevando las necesidades de los hombres a Cristo.    De esta forma S. Juan se adelanta al Concilio Vaticano II: «Asunta a los cielos, no ha dejado esta misión salvadora, sino que con su múltiple intercesión continúa obteniéndonos los dones de la salvación eterna. Con su amor materno cuida de los hermanos de su Hijo, que todavía peregrinan y se hallan en peligros y ansiedad hasta que sean conducidos a la patria bienaventurada» (LG 62).        Una última lección se desprende de la conducta de María. Su fe en el Hijo suscita el signo y en él la manifestación de la gloria de Dios. Jesús dijo en el sermón de la montaña: “Brille vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mt 5,16).

El creyente tiene que ser, con su palabra y sobre todo con sus obras, manifestación de la gloria de Dios, como así ha acontecido en la historia, de una manera especial en los mártires y en los que han practicado con heroísmo la caridad. También en esto María, como figura de la Iglesia, la precede.

 (Esta homilía esta inspirada en MARIA EN LA FE CATÓLICA, de Alejandro Martínez Sierra, Madrid 2003,  págs. 85-96)

 

 

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III DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

 

PRIMERA LECTURA: Nehemías 8, 2-4a. 5-6. 8-10

 

        En el año 444, por primera vez después del exilio, el pueblo reunido en Jerusalén celebra en asamblea festiva la liturgia de la Palabra, a la cual sigue la comida común. En el texto, que habla de la promulgación de la ley hecha por el sacerdote y escriba Esdras, se nos describe la estructura tradicional de la asamblea litúrgica. Es celebrada con gozo la Alianza, pero con la mirada vuelta hacia el futuro; el pueblo reunido eleva la oración al Señor; después el escriba, desde lo alto del estrado, abre el libro de la Ley, y algunos lectores escogidos proclaman varios versículos del Deuteronomio, de frente a la asamblea, que escucha en recogido silencio. Sigue la explicación del texto sobre la observancia de la Ley, el pueblo se convierte por la escucha, llora su pecado y la traición hecha a la Alianza. Esdras interviene para invitar a todos al gozo del perdón, a la fiesta y al banquete “pues es un día consagrado al Señor”.

 

SEGUNDA LECTURA: 1ª Corintios 12, 12-31ª

 

        El texto de Pablo describe la comunidad cristiana como “cuerpo de Cristo”. La densidad eclesiológica es sorprendente. Las ideas fundamentales expuestas son que el cuerpo “es uno” dentro de una rica pluralidad y diversidad de miembros: “así es también en Cristo”. De este modo el Apóstol nos lleva de golpe a la raíz al afirmar que la comunidad no es simplemente como un cuerpo sino “el cuerpo de Cristo”. Y antes de explicar la teología que encierra nos dice que esto es posible por el santo bautismo que es un don del Espíritu. Por lo tanto, lo primero es la comunión con Cristo; ésta es la raíz de la unidad dentro de la diversidad y de la variedad de los miembros. En razón de esta misma unión por el bautismo las diferencias sociológicas no tienen importancia alguna y son abolidas. Las nuevas diferencias son de servicios y funciones, no de dignidad y división.

       

 

        QUERIDOS HERMANOS: En el evangelio de hoy podemos distinguir dos secciones pertinentes a dos capítulos distintos de Lucas. La primera parte pertenece al prólogo de su evangelio donde Lucas declara su intención de relatar la verdad sobre Jesús y sus fuentes; en la segunda sección se contienen la autopresentación de Jesús en la sinagoga de Nazareth aplicándose el texto de Isaías: “El Espíritu del Señor está sobre mí…”

        Recordad  que tanto Marcos como Mateo empiezan la vida pública de Jesús con una  invitación a la conversión: “El reino de Dios está cerca, convertíos y creed la buena noticia…” Sin embargo, como hemos podido comprobar San Lucas empieza el ministerio público de Jesús con una buena  nueva de liberación  para los pobres, los oprimidos, los cautivos y los ciegos, cuatro categorías de personas que engloban la miseria y la necesidad del hombre.

        Jesús, como vemos, tomó partido por la liberación integral y total del hombre que comprende cuerpo y espíritu. Viene a liberarlo tanto del pecado personal, base de todas la demás injusticias, como de los pecados sociales y estructurales. Lo que ocurre es que al ser el hombre mismo, por su pecado original, causa de todos los demás pecados, Cristo habló principalmente de la liberación interior, personal, espiritual, que motiva las liberaciones sociales o estructurales.

   El principio de la liberación para Cristo es fundamentalmente religiosa, y ésta, si es verdadera, tiene consecuencias y manifestaciones naturalmente sociales y estructurales en orden a la familia, matrimonio, trabajo, salario, vivienda, amor fraterno. Nadie que crea y siga a Jesús y viva su evangelio, puede ser indiferente al hombre y a todo lo humano, porque Cristo se encarnó para la liberación integral del hombre. Así que nada de espiritualismos individuales, desencarnados, egoístas; sino fraternos, comprometidos, encarnados en el hombre y en la sociedad.

        Nunca debe identificarse evangelio con política, pero el evangelio bien entendido y vivido tiene consecuencias morales, sociales y políticas. La gran decepción de los últimos años es comprobrar que los cristianos españoles no están formados en el evangelio, no lo viven, no lo practican y no lo han tenido en cuenta ni lo siguen en opciones políticas que van contra la moral evangélica y el concepto de hombre y matrimonio y familia y vida que Cristo nos enseñó.

Es difícil, a veces heroico ser político y cristiano. Y todavía no he comprendido cómo puede un católico ser de IU o socialista votando partidos que defienden el aborto, la eutanasia, el amor libre, los divorcios… Dios dijo: “no matarás”; Jesús dijo: “El que se divorcia de su mujer comete adulterio” “El que escandalizare a uno de estos pequeños…”

        Dos son los extremos que hay que evitar: espiritualismo  desencarnado, y encarnacionismo desespiritualizado, sin dimensión trascendente; proyecto de hombre, familia, sociedad y trabajo, sin Dios ¿Qué puede hacer el cristiano en el campo de la política, cultura, economía…? Aportar la mentalidad del evangelio a favor de la justicia, igualdad, verdad, honradez y coherencia con la mentalidad humilde, pero esperanzada de los canteros del medioevo que piedra a piedra construyeron las grandes catedrales de nuestra patria.

Todos somos llamados a construir el reino de Dios predicado por Cristo y realizarlo en nuestros hogares, entre los cristianos de todos los pueblos. Todos somos miembros necesarios y útiles para construir el reino de Dios en la tierra.

Queridos hermanos ¿Por qué decimos todas esas cosas hoy? Porque cuando se proclama el evangelio en la Misa, es el mismo Jesús el que está presente hablando a los creyentes... Nunca debemos escuchar la proclamación del Evangelio como quien escucha relatos de cosas pasadas.

Y esto lo tiene que tener presente sobre todo el mismo sacerdote que celebra y luego con el pan en las manos y el vino dirá: “Este es mi cuerpo… esta es mi sangre… la mía, la tuya, la de Gonzalo… no, la de Cristo, por eso el sacerdote debe escuchar primero la homilía que Cristo desde el Sagrario le dice en la oración o en el diálogo personal con Él sobre el evangelio del día, y luego predicarlo, algo que no deben olvidar nunca especialmente los párrocos, que los feligreses les vean cómo preguntan a Cristo en el Sagrario y dialogan con Él sobre el evangelio del domingo o los problemas de cada día en la parroquia.

Porque la Palabra de Dios no envejece: está tan fresca como cuando la proclamó el mismo Cristo y se escribió por el Espíritu Santo. Por eso  el párroco se la tiene que escuchar antes al mismo Cristo en ratos de oración y Sagrario para predicar su palabra con su mismo amor y sentido en los tiempos presentes.

Jesús en la eucaristía de este domingo de la Palabra de Dios nos trae hoy la Buena Noticia de la Salvación, del perdón, de la transformación de los corazones, de un mundo nuevo, en el que los que son moralmente más débiles son recibidos con el amor de Cristo. Celebremos así siempre la santa misa y escuchemos sus mismas Palabras al mismo Cristo y luego vivámosla cuando salgamos.

 

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DOMINGO III C 2ª parte de la Liturgia de la Palabra (Maitines)

 

De la Constitución Sacrosánctum Concilium, sobre la sagrada liturgia, del oncilio Vaticano segundo.(Núms. 7-8. 106)


CRISTO ESTÁ PRESENTE EN SU IGLESIA


Cristo está siempre presente en su Iglesia, sobre todo en la acción litúrgica. Está presente en el sacrificio de la misa, tanto en la persona del ministro, ofreciéndose ahora por ministerio de los sacerdotes el mismo que entonces se ofreció en la cruz, como sobre todo bajo las especies eucarísticas. Está presente con su fuerza en los sacramentos, de modo que cuando alguien bautiza es Cristo quien bautiza. Está presente en su palabra, pues cuando se lee en la Iglesia la sagrada Escritura es él quien habla. Está presente, por último, cuando la Iglesia suplica y canta salmos, pues él mismo prometió: Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.

En verdad, en esta obra tan grande, por la que Dios es perfectamente glorificado y los hombres santificados, Cristo asocia siempre consigo a su amadísima esposa la Iglesia, que invoca a su Señor y por él tributa culto al Padre eterno.

Con razón, pues, se considera a la liturgia como el ejercicio del sacerdocio de Jesucristo. En ella los signos sensibles significan y realizan, cada uno a su manera, la santificación del hombre; y así el cuerpo místico de Jesucristo, es decir, la cabeza y sus miembros, ejerce el culto público íntegro.
En consecuencia, toda celebración litúrgica, por ser obra de Cristo sacerdote y de su cuerpo, que es la Iglesia, es la acción sagrada por excelencia, cuya eficacia no es igualada, con el mismo título y en el mismo grado, por ninguna otra acción de la Iglesia.

En la liturgia terrena participamos, pregustándola, de aquella liturgia celestial que se celebra en la ciudad santa de Jerusalén, hacia la cual nos dirigimos como peregrinos, y donde Cristo, ministro del santuario y de la verdadera Tienda de Reunión, está sentado a la diestra de Dios; con todos los coros celestiales, cantamos en la liturgia el himno de la gloria del Señor; veneramos la memoria de los santos, esperando ser admitidos en su asamblea; esperamos que venga como salvador Cristo Jesús, el Señor, hasta que se manifieste él, que es nuestra vida, y nos manifestemos también nosotros con él, revestidos de gloria.

La Iglesia, por una tradición apostólica que se remonta al mismo día de la resurrección de Cristo, celebra el misterio pascual cada ocho días, en el día que es llamado con razón día del Señor o domingo. En este día, los fieles deben reunirse a fin de que, escuchando la palabra de Dios y participando en la eucaristía, celebren el memorial de la pasión, resurrección y gloria del Señor Jesús, y den gracias a Dios que, por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva. Por esto, el domingo es la fiesta primordial, que debe inculcarse a la piedad de los fieles, de modo que sea también día de alegría y de liberación del trabajo. No deben anteponérsele otras solemnidades, a no ser que sean realmente de suma importancia, puesto que el domingo es el fundamento y el núcleo de todo el año litúrgico.

 

RESPONSORIO    S. Agustín, Comentario Sal 85, 1

 

R. Cristo ora por nosotros, como sacerdote nuestro; ora en nosotros, como cabeza nuestra; recibe nuestra oración, como nuestro Dios. * Reconozcamos nuestra propia voz en él y su propia voz en nosotros.
V. Cuando hablamos con Dios en la oración, el Hijo está unido a nosotros.
R. Reconozcamos nuestra propia voz en él y su propia voz en nosotros.

 

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        Queridos hermanos: El texto de Isaías le sirvió a Cristo para predicar en la sinagoga y a mí me sirve para empezar también la homilía de este domingo: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para dar la Buena Noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista…”

Sería injusto no hablar hoy del Espíritu Santo, al que Cristo considera en el evangelio de hoy la fuerza y la potencia de su misión. Vosotros sabéis que en la santa misa podemos recitar dos formulaciones del Credo. Una, llamada de los Apóstoles, que es más breve, donde sencillamente se dice: «Creo en el Espíritu Santo». Hay otra formulación del Credo, llamado Nicenoconstatinopolitano, porque se definió en estos  Concilios, hacia el año 340, donde se desarrolla más ampliamente este artículo de la fe, diciendo: «Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de  vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria y que habló por los profetas”.

        Voy a explicar esta fórmula, partiendo de “que procede del Padre y del Hijo y con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria”.

 

        1.-Para explicar el misterio trinitario de Dios los teólogos dicen que las personas divinas del Hijo y del Espíritu Santo proceden y no nacen: porque el nacer indica tiempo, y como las tres divinas personas no son unas antes que otras, sino que tienen la misma vida infinita, con el mismo ser y existir eterno, infinito, sin límites, no puede expresarse su procedencia con el término nacer. Proceden como relación de Padre e Hijo y entonces el Padre es Padre en cuanto el Hijo es Hijo, quiero decir que el Padre depende, procede del Hijo para ser Padre y es el Hijo el que le constituye Padre por esta mutua relación, que es simultánea, a la vez. Y como el Padre es Padre por el Amor, y el Hijo es Hijo en el Amor, que es Espíritu Santo, los Tres existen a la vez en su Ser infinito. Eterno es el Padre, eterno es el Hijo, eterno es el Espíritu Santo. Son un solo Dios, Divinidad, esencia, vida, verdad, poder, existir en tres personas distintas.

 

        2.-En la Santísima Trinidad, el Espíritu Santo, al ser el Amor, es la comunión, el beso y el abrazo, que los une eternamente en el mismo Amor del Padre al Hijo y del Hijo al Padre. Y ese  Amor, es la esencia de Dios. Dios es Amor, su esencia es amar y si dejara de amar, dejaría de existir. Sin amor, sin Espíritu Santo no hay vida en Dios ni en nosotros, sin Amor no hay vida cristiana. Y si Dios, dentro de sí, es Amor, todo lo que haga fuera de sí, también es todo Amor personal del Padre al Hijo y del Hijo al Padre siempre en el Espíritu Santo. Y todo lo que hace el Hijo lo hace movido por el Espíritu Santo. Y todo lo que existe, el mundo, el hombre, Jesús de Nazareth  como hombre, al que se une la segunda persona y todo lo que hizo… es obra del Amor, todo viene de Dios por el Amor, todo es obra de su Espíritu, toda la creación y la salvación de Cristo es obra del Espíritu Santo, de la Tercera Persona de la Santísima Trinidad: Todo es don y amor del Padre al Hijo en el Espíritu Santo. El Espíritu Santo, pues, es el origen de toda la creación y salvación y permite al hombre ser espiritual, vivir su misma vida participada, es decir, capaz de recibir el amor de Dios, su amistad.

 

        3.- El Cristianismo, como evangelio y obra salvadora, es obra de Cristo por el Espíritu Santo. El Espíritu Santo es su espíritu, su alma, su vida, quien le unge, le mueve, le hace predicar; todos sus misterios, desde su nacimiento hasta su Resurrección, tienen lugar en el Espíritu Santo en dos momentos principales: antes de la Resurrección, a Jesús le es dado el Espíritu Santo; después de la Pascua, es Jesucristo resucitado, sentado como Hijo de Dios a la derecha del Padre, el que envía el Espíritu Santo sobre su Iglesia. La carne de Cristo ha sido transformada en Espíritu Santo y viene Cristo entero a nosotros, pero hecho fuego, llama de amor viva, esto es, Espíritu Santo.

 

        4.- El Espíritu del Padre y del Hijo es el Amor, el Fuego y la Fuerza, no sólo de la Santísima Trinidad  eternamente, sino desde Pentecostés, también de la Iglesia que camina guiada, animada y santificada en el tiempo por el Espíritu del Padre y del Hijo, por su mismo Amor, es decir, por la tercera persona de la S. Trinidad.

Dice el Papa en la Encíclica DOMINUM ET VIVIFICANTEM: Señor y Dador de Vida:  «Él es en el misterio absoluto de Dios Uno y Trino, la Persona-Amor, el don increado, fuente eterna de toda dádiva, que proviene de Dios en orden de la creación y, en cierto modo, el sujeto de autocomunicación de Dios en el orden de la gracia… lo que en la plenitud de los tiempos se realizó por obra del Espíritu Santo, solamente por obra suya puede ahora surgir de la memoria de la Iglesia… El Espíritu, de hecho, actualiza en la Iglesia de todos los tiempos y de todos los lugares la única revelación traída por Cristo  a los hombres, haciéndola viva y eficaz en el ánimo de cada uno».

        Los cristianos debemos invocar con más frecuencia al Espíritu Santo: «Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles…»

 

        5.- Jesús está  ungido-empapado de Espíritu Santo, que es Verdad y Amor. La Verdad nos hará libres, ha dicho el Señor. Por eso Él es un hombre libre para amar a su Padre por encima de todo, su yo está sometido en adoración permanente al  servicio del Padre, sus pasiones están totalmente sometidas a su voluntad, que busca la verdad del hombre, lo que le hace  bien y por eso su amor es libre de esclavitudes.

        Viene a liberar al hombre de todo lo que le esclaviza: sus pasiones, el mundo, la sociedad. Es la buena noticia. Hoy una sociedad permisiva juega precisamente con este equívoco de fondo: dar al individuo la ilusión de que es libre porque le deja satisfacer todos su instintos y pasiones: placer, diversión, consumismo: la elecciones políticas son entre consumismos y esclavitudes,  para después dominar al hombre y manipularlo con las esclavitudes del consumismo, sexo, pasiones, egoísmos.

        Y como consecuencias de la falta de dominio, de libertad: la tristeza de vivir fuera de sí, la dependencia de otros y otras cosas, el infantilismo permanente, la falta de personalidad: independencia, seguridad

       

        6.- Con Jesús ha venido la buena noticia:

 

a) “Me ha enviado a anunciar la buena noticia a los pobres…”; pobres no son sólo los que no tiene dinero, sino también los desamparados, los que no tienen a nadie; la pobreza hoy tiene muchos nombres, los ancianos, los enfermos, incultos, los deprimidos, los abandonados… Jesús es la buena noticia para todos ellos porque Él personalmente se acercará más a ellos por sí o por su Iglesia y serán preferidos en sus atenciones: qué buena noticia para ellos; por eso son felices y bienaventurados…

 

b) “Para anunciar a los cautivos la libertad...” a los cautivos ¿de qué? Del dinero, del consumismo, de la carne, del materialismo… Porque si ellos quieren y le piden ayuda, Él les dará fuerzas y motivos para vencer con su gracia  en la lucha contra todas las esclavitudes del pecado. Y esto es una buena noticia para todos los que quieran liberarse y no pueden.

 

c) “Dar la vista a los ciegos”. Tantos ciegos como hay en el mundo que no saben por qué viven y ni para qué, a dónde van; tantos ciegos, que, como dice el mismo Jesús en otro lugar del Evangelio, “viendo no ven”, porque no tienen la Verdad y el Camino y la Vida verdadera, que es Cristo. Luchemos para que se haga hoy realidad en nosotros el deseo de Cristo: “Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oir…”

 

 

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IV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

 

PRIMERA LECTURA: Jeremías 1, 4-5. 17-19

 

        La llamada a Jeremías para ser profeta de Israel viene en el momento trágico en que se inicia la caída del reino de Judá. Él tiene la ingrata misión de acusar al pueblo que vive en el desencanto moral y religioso, por lo cual su vida se convertirá en una lucha continua contra los poderosos políticos y religiosos de su tiempo. Para cumplir esta misión Dios pide valentía al profeta: “Tú cíñete los lomos, ponte en pie y diles lo que yo te mando. No les tengas miedo, que si no, yo te meteré miedo de ellos”.  La fuerza de la vocación del profeta superará estas dificultades de hostilidad religiosa y social porque se fía en el que le ha elegido y no fallará: “lucharán contra ti, pero no te pondrán, porque yo estoy contigo para librarte, oráculo del Señor.”

 

SEGUNDA LECTURA: 1Corintios 12, 31-13,13

 

        La Iglesia de Corintio ha sido para Pablo motivo de muchas preocupaciones. Mas todos los problemas que el Apóstol ha tenido que afrontar se pueden resumir en un solo pensamiento: él ha sido testigo del amor de Cristo por todos ellos. Por eso les exhorta a que por encima de todos los carismas más visibles y deslumbrantes que se dan en la comunidad, todos aspiren al más alto de todos, que es la caridad. De hecho el fundamento de todos ellos es el amor, que debe relativizar todos los demás, referentes a la estructura como a los modos espirituales. Hay que llegar hasta el corazón del mensaje cristiano, que es el mandamiento nuevo del amor a Dios y a los hermanos. Este es el único camino que conduce a la humanidad a la civilización del amor sin fronteras.

 

HOMILIA

       

Queridos hermanos:

 

        1.- La primera lectura y el  evangelio nos hablan hoy del profetismo. En el lenguaje ordinario se llama profeta al adivino que predice el futuro. Sin embargo en la Biblia se llama profeta al que habla en nombre de Dios, especialmente al que transmite en nombre de Dios un mensaje que censura la vida y las estructuras viciadas e instaladas al margen del evangelio y busca la conversión y la transformación  de las personas y de las instituciones.

        Lógicamente esta misión de profeta no es fácil. Nadie la escoge voluntariamente. Es Dios quien escoge. Porque todos nos echamos para atrás ante las represalias y persecuciones. Tenemos miedo como lo tuvo Jeremías de tener que decir en nombre de Dios las verdades olvidadas y pisoteadas por el pueblo. Pero el profeta tiene que obedecer a Dios: “Ponte en pié  y diles lo que te mando… vendrán contra ti, pero no te podrán porque yo estoy contigo para liberarte”.

        Siempre ha existido y existirán, junto a los verdaderos profetas, los profetas palaciegos, más pendientes de agradar a los poderosos, al poder, que de decir la verdad de Dios a los hombres, sobre todo, cuando ésta es desagradable o exigente. El verdadero profeta nos mueve continuamente a la conversión, a la santidad, a la generosidad; su palabra es verdadera, nos exige… Por eso, los verdaderos profetas pocas veces son bien aceptados por la masa, sólo por una minoría, y nunca por el poder.

        Lo vemos este domingo en Jeremías y en Cristo. Tenemos miedo a oír las palabras del profeta, porque estamos instalados, preferimos la comodidad a la virtud, el halago a la corrección, la pereza  al esfuerzo. Una predicación profética no disimula nuestra mediocridad en seguir al Señor sino que nos estimula y corrige nuestro cristianismo cómodo e instalado.        Hoy faltan profetas en las tres grandes escuelas donde somos llamados a ejercer el profetismo: la Iglesia, la familia y la escuela. El mundo llama virtudes al vicio, libertad a la esclavitud.

        Los paisanos de Jesús se admiran en principio de sus palabras. Pero “nadie es profeta en su tierra”. Jesús no puede hacer milagros como en Cafarnaún, porque no creen en Él, porque les falta fe a sus paisanos. Al hablar claro, Jesús sufre la murmuración y persecución. Nuestras críticas surgen en la mayor parte de la envidia y contra los que tal vez nos han hablado claro y nos sentimos humillados. Por eso también somos incapaces de alegrarnos con el éxito de los demás.

 

2.- En la segunda Lectura de este domingo, San Pablo hace un canto a la caridad cristiana. Para San Pablo  la caridad es la verdadera reina de todas las virtudes. En una Iglesia en la que los carismas de Dios se repartían abundantemente en sus más variadas formas, existía el peligro de supervalorarlos y creerse justificados por el carisma mismo. La doctrina de Pablo es clara, tajante:

        a) “Aunque tenga el don de profecía o de lenguas o de hacer milagros, aunque entregue mi cuerpo a las fieras o distribuya mis bienes entre los necesitados, si no tengo caridad, de nada me sirve...” La caridad es necesaria y suficiente para transformar en divinas, a imagen de Dios, todas las acciones del hombre. Es una verdad teológica, que sin caridad, sin amor de Dios, los actos humanos no valen nada sobrenaturalmente.

        b) Sin caridad, todos los carismas son inútiles, aún los más heroicos, si no están hechos desde el amor a Dios y a los hermanos… y lo contrario también es verdad: aunque no tenga grandes carismas… si tengo caridad, todo lo puedo en la fe, esperanza y caridad de Dios ¿Qué es caridad? No es simpatía ni mera filantropía… es amar a Dios y a los hermanos por el Espíritu Santo: La caridad es magnánima, benigna, humilde, se alegra con el bien de los demás, todo lo espera, todo lo soporta.. La caridad no es envidiosa, jactanciosa, orgullosa, vengativa, irritable…”

Quizás hay que reconocer que no hemos sido educados en la caridad… Sólo en la fe, en la moral, en el deber… Sin embargo, el amor resume y compendia todo el evangelio, toda la moral, toda la vida del cristiano y de los verdaderos seguidores de Jesús y su testamento. Valoremos la caridad, pidámosla y esforcémonos por practicarla

 

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DOMINGO IV C

 

                    Queridos hermanos:

 

        1.- La primera lectura y el  evangelio nos hablan hoy del profetismo. En el lenguaje popular y vulgar se llama profeta al adivino que predice el futuro. Sin embargo en la Biblia se llama profeta al que habla en nombre de Dios, especialmente al que transmite en nombre de Dios un mensaje, ordinariamente mensaje que censura la vida y las estructuras viciadas e instaladas del tiempo o del futuro al margen de la Ley de Dio o del evangelio y busca la conversión y la transformación  de las personas y de las instituciones al seguimiento y amor verdadero a Dios.

        Lógicamente esta misión de profeta no es fácil. Nadie la escoge voluntariamente. Es Dios quien escoge. Porque todos nos echamos para atrás ante las represalias y persecuciones que el mensaje puede provocar. Tenemos miedo como lo tuvo Jeremías de tener que decir en nombre de Dios las verdades olvidadas y pisoteadas por el pueblo. Pero el profeta tiene que obedecer a Dios: “Ponte en pié  y diles lo que te mando… vendrán contra ti, pero no te podrán porque yo estoy contigo”.

        La Iglesia de todos los tiempos  necesita profetas, especialmente ahora para el Sínodo de la Iglesia que ha convocado el Papa y en nuestras diócesis y parroquias necesitamos obispos y sacerdotes profetas que hablen claro en nombre de Dios, sobre todo, censurando vidas y mentalidades del mundo alejadas de Cristo y su evangelio y estén dispuestos a sufrir incomprensiones y persecuciones por Cristo y su evangelio. Siempre han existido y existirán estos profetas, pero junto a los verdaderos profetas, tambien existen en el mundo y en la misma iglesia los profetas palaciegos, más pendientes de escalar el poder y agradar a los poderosos que de decir la verdad de Dios a los demás, sobre todo, cuando ésta es desagradable y exigente.

Hoy faltan profetas en la Iglesia, en las diócesis y en las parroquias y hasta en las órdenes religiosas, llamadas a la santidad pero muchas de ellas instaladas en la mediocridad. El verdadero profeta es exigente, ordinariamente no cae bien porque nos mueve continuamente a la conversión, a la santidad, a la generosidad; por eso, los verdaderos profetas pocas veces son bien aceptados por la masa, por las parroquias, por las mismas congregaciones, sólo por una minoría, y nunca por el poder religioso. Lo he visto en historias personales y de la Iglesia.

        Y este domingo lo vemos en Jeremías y en Cristo. Tenemos miedo a oír las palabras del profeta, porque estamos instalados, preferimos la comodidad a la virtud, el halago a la corrección, la pereza  al esfuerzo. Una predicación profética no disimula nuestra mediocridad en seguir al Señor sino que nos estimula y corrige nuestro cristianismo o sacerdocio cómodo e instalado. Hoy el mundo, algunos estados y políticas llaman progreso, libertad, virtudes al vicio, a la mediocridad, a la esclavitud del pecado.

        Los paisanos de Jesús se admiran en principio de sus palabras. Pero “nadie es profeta en su tierra”. Y al hablar claro, Jesús sufre la murmuración y persecución. Jesús no puede hacer milagros como en Cafarnaún, porque no creen en Él, porque les falta fe, no quieren creer en sus palabras. Nuestras críticas muchas veces surgen en su mayor parte contra los que nos hablan claro aún en nombre de Cristo y su evangelio y nos sentimos humillados y estos profetas no son estimados con frecuencia aún por los mismos dirigentes y obispos en las diócesis o entre los hermanos sacerdotes y mucho es por envidia. Por eso también somos incapaces de alegrarnos con su vida y éxitos de algunos hermanos. Queridas hermanas, examinémonos todos, curas y frailes y monjas, porque esto es frecuente entre nosotros, en la misma iglesia.

 

2.- También quiero deciros esta mañana que en la segunda Lectura de este domingo, San Pablo hace un canto a la caridad cristiana. Para San Pablo  la caridad es la verdadera reina de todas las virtudes. En una Iglesia en la que los carismas de Dios se repartían abundantemente en sus más variadas formas, existía el peligro de supervalorarlos y creerse justificados por el carisma mismo. La doctrina de Pablo es clara, tajante:

        a) “Aunque tenga el don de profecía o de lenguas o de hacer milagros, aunque entregue mi cuerpo a las fieras o distribuya mis bienes entre los necesitados, si no tengo caridad, de nada me sirve...” La caridad es necesaria para transformar en divinas las acciones del hombre. Es una verdad teológica, que sin caridad, sin amor de Dios, los actos humanos no valen nada sobrenaturalmente. Hermanos, tengamos caridad en nuestras vidas, amor de Cristo a los hermanos.

        b) Sin caridad, todos los carismas son inútiles, aún los más heroicos, si no están hechos desde el amor a Dios y a los hermanos… y lo contrario también es verdad: aunque no tenga grandes carismas… si tengo caridad, todo lo puedo en la fe, esperanza y caridad de Dios ¿Qué es caridad? Nos lo dice S. Pablo: La caridad es magnánima, benigna, humilde, se alegra con el bien de los demás, todo lo espera, todo lo soporta.. La caridad no es envidiosa, jactanciosa, orgullosa, vengativa, irritable…”

Quizás hay que reconocer que no hemos sido educados en la virtud teologal de la caridad… Sólo en la fe…pero incompleta, no completada por el amor, la caridad. Sin embargo, el amor resume y compendia todas las demás virtudes, todo el evangelio, toda la moral, toda la vida del cristiano y de los verdaderos seguidores de Jesús y su testamento.

Queridas hermanas, siguiendo esta enseñanza de S. Pablo, o mejor, el evangelio de Cristo: “Amaos los unos a los otros, como yo os he amado”, valoremos la caridad, pidámosla y esforcémonos por practicarla entre nosotros, hasta el heroismo, como Cristo, que dio la vida por todos aún por los que le criticaron y quitaron la vida: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. Padre, perdona a los que me hacen o me han hecho daño por envidias, porque no saben lo que hacen. Perdónales porque quiero vivir y practicar la caridad como Tu, Jesús de mi vida: “Padre, perdónales porque no saben lo que hacen”.

 

 

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DOMINGO V C  DEL TIEMPO ORDINARIO

 

PRIMERA LECTURA: Isaías 6, 1-2ª. 3-8

 

        El texto nos habla de la vocación de Isaías, ejemplo de una profunda experiencia religiosa del profeta. Está escrito en torno al año 742 antes de Cristo, año de la muerte del rey Ozías y final de un periodo de prosperidad y autonomía de Israel. El tema de fondo es la santidad y la gloria de Dios que trasciende toda grandeza y poder humano. El escenario es el templo de Jerusalén y la descripción es antropomórfica: el Señor sobre el trono, rodeado de serafines. La primera parte nos presenta la teofanía de Dios y su trascendencia con varios términos simbólicos y litúrgicos. En la segunda parte, ante la grandeza de Dios, aparece la indignidad del profeta y su pecado. Pero Dios interviene purificándole. Entonces el profeta se deja invadir por la presencia de Dios que le envía a la misión.

 

SEGUNDA LECTURA: 1Corintios 15,1-11

       

        El texto de Pablo está motivado por las objeciones de los corintios a la verdad de la resurrección de Cristo que destruye no sólo la integridad de la fe sino la misma Iglesia construida sobre esta base. Pablo responde con argumentos de fe y con el Credo que él les ha transmitido: son muchos los testigos de su resurrección y todos dignos de fe, porque han constatado el sepulcro vacío y han visto a Cristo resucitado. Este es el fundamento de su predicación, porque si Cristo no hubiese resucitado, vana sería la predicación apostólica.

 

 

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 5, 1-11

 

Queridos hermanos y hermanas:

 

1.- En este evangelio podemos apreciar el atractivo que Jesús ejercía con su presencia y palabra sobre las multitudes, que le obligaban a subir a una barca para poder hablarles. En sentido figurado en este evangelio podemos ver también la necesidad hoy de bogar mar adentro por la oración para escucharle, para conocerle y amarle más, como aquella multitud, sobre todo nosotros, los sacerdotes, para conocerle mejor y amarle en plenitud y ser eficaces apostólicamente hablando; finalmente, comprobar que hoy y siempre, en la iglesia, en las parroquias, pescar o querer pescar apostólicamente sin Cristo es trabajo inútil y un sacerdocio sin amor total y pleno a Cristo Sacerdote Único y a nuestra comunidad, a nuestra madre la Iglesia. Vamos a meditar brevemente solo dos puntos porque el tiempo no da para más.

        La situación histórica del evangelio de hoy es fácil. Nos encontramos en los comienzos  de la predicación del Señor. Sin embargo es tal la multitud que le sigue entusiasmada, que Jesús desciende a la playa y le obliga a subir a una barca para predicar  a la multitud; yo creo que esto nos hace recordar nuestros años juveniles de sacerdocio, años 60-90, cuando nuestras iglesias estaban llenas en la misas de los domingos y en otros actos que tuviéramos. Qué pena, hoy, tantas iglesias vacías o cerradas.

“La gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la Palabra de Dios estando a orillas del lago de Genesaret… Subió a una de las barcas, la de Simón, y le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente”. Luego viene la pesca milagrosa y finalmente: “Jesús dijo a Simón: No temas: desde ahora serás pescador de hombres. Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron”.

 

2.- Vemos por este evangelio cómo el pueblo galileo deja sus casas al amanecer en busca del Maestro. A nosotros, en cambio, la menor incomodidad nos retiene muchas veces en nuestras casas, en nuestras ocupaciones y comodidades y nos impide estar con el Señor en la oración, en el encuentro diario de amor con Él y le tenemos tan cerca… a unos pasos. Hay que vencer la comodidad y la pereza, no digamos la falta de fe viva.

Aquí en el sagrario está el Señor siempre esperándonos para hablarnos y comunicarse con cada uno de nosotros con los brazos abiertos y con sentimientos de amistad, para eso se quedó, a ver cual es la razón de su presencia permanente en nuestros sagrarios: encontrarse con nosotros en el camino de la vida hasta la eternidad.

Queridos hermanos, qué abandonado tenemos a veces al Señor, en nuestras parroquias por nuestros felgreses, muchas cerradas todo el día. En el fondo no hemos creído de verdad, no amamos y agradecemos su presencia eucarística, en el amor que nos tiene al querer quedarse tan cerca y presente con los brazos abiertos en todos los sagrarios de la tierra.

 

        3.- “Dijo a Pedro: boga mar adentro y echad las redes… duc in altum…” Estas palabras fueron tomadas por el Papa Juan Pablo II como lema de su Carta Apostólica Novo millennio ineunte. Os invito a que la volváis a leer y meditar, es uno de los documentos del Papa más profundos y que más me gustan sobre la oración, la santidad y el apostolado de los sacerdotes.

       

4.- “Y lo dejaron todo por seguirle…” Para seguir al Señor en nuestras vidas, en nuestro sacerdocio en plenitud hay que dejar algunas cosas, hay que dejar el yo, buscarnos a nosotros y los propios intereses para trabajar más por los intereses de Cristo, del evangelio, de la Iglesia. Hay que dejar todo lo que hay en nosotros de pecado. Y para esto primero hay que bogar como Pedro y los apóstoles mar adentro, “duc in altum...”  por el caminod la oración-conversión diaria y personal y eucarística,

Sólo por la oración-conversión diaria ante Jesús en el Sagrario podemos conocer a Cristo hasta ese punto y estar dispuesto a seguirle, vaciándonos de nosotros mismos. Sólo la oración nos lleva a este conocimiento tan profundo, una oración o encuentro con el Señor que pasará de la meditación u oración discursiva a la oración afectiva en que siento el gozo y la presencia de Cristo y ya no me supone tanto esfuerzo personal ni me cansa el orar porque lo siento afectivamente dentro de mí, para pasar luego, si Él me lo concede, a la oración pasiva unitiva o contemplativa, donde ya todo es gozar y amar por la gracia de Dios en mí: « ya no guardo ganado, ni ya tengo otro oficio, que sólo en amor es mi ejercicio”. Oración-conversión diaria y eucarística por el Amor del Espiritu de Cristo, Espíritu Santo.

 Señor, nosotros queremos bogar mar adentro por la oración para conocerte  y amarte íntimamente, como los santos, los místicos: «Que no es otra cosa oración mental sino trato de amistad, estando muchas veces tratando a solas, con aquel que sabemos que nos ama». Señor, bogaré mar adentro por la oración diaria y eucarística para conocerte más íntimamente, para estar más cerca de ti, para vivir en amistad permanente contigo.

Bogaré por una oración conversión más íntima y profunda, que me vaya vaciándome de mí mismo para llenarme solo de ti, de lo que tú me pides y me quieres dar en el trato diario contigo. Porque te necesito, porque quiero amarte como Tú me amas. Pero yo sólo no puedo, yo no sé amar así como Tú con amor extremo hasta dar la vida. Te lo pido.Concédeme  esta gracia, yo solo quiero decirte esta mañana:“«Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos recogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes».

 

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Queridos hermanos:

 

1.- En este evangelio podemos apreciar el atractivo que Jesús ejercía sobre las multitudes, que le obligaban a subir a una barca para poder hablarles. En sentido figurado podemos ver la necesidad de bogar mar adentro por la oración para conocerle y amarle más, para pescar y ser eficaces apostólicamente hablando; y finalmente, comprobar que pescar o querer pescar apostólicamente sin Cristo es trabajo inútil.

        La situación histórica del evangelio de hoy es fácil. Nos encontramos en los comienzos  de la predicación del Señor. Sin embargo es tal la multitud que le sigue, que Jesús desciende a la playa precisamente cuando los pescadores limpian las redes que les han servido durante las faenas nocturnas; en este momento también, nos dice el Evangelio de hoy, comienza decidido el reclutamiento de los futuros pescadores de hombres: “La gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la Palabra de Dios estando a orillas del lago de Genesaret… Subió a una de las barcas, la de Simón, y le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente”. Luego viene la pesca milagrosa y finalmente: “Jesús dijo a Simón: No temas: desde ahora serás pescador de hombres. Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron”.

 

        2.- Vemos por este evangelio cómo el pueblo galileo deja sus casas al amanecer en busca del Maestro. A nosotros, en cambio, la menor incomodidad nos retiene en nuestras casas, y nos aparta del Señor, de la oración, del encuentro de amor con Él y le tenemos tan cerca… a unos pasos. Aquí en el sagrario está Cristo esperándonos con sentimientos de amistad. Qué abandonado tenemos al Señor, incluso los mismos apóstoles y sacerdotes. En el fondo no hemos creído en el amor que nos tiene.

        3.- Le sigue y se agolpa una multitud. Es el atractivo que Jesús ejerce sobre los sencillos, sobre todo, por la palabra de Dios que predica. De tal forma que le obligan a tomar una barca. Y es que cuando se oye la Palabra auténtica de Dios, cuando el profeta habla en nombre de Dios y es más testigo que predicador, la Palabra sigue arrastrando las multitudes. Porque es palabra de verdad y vida eterna, no palabra humana. Es que el hombre escucha aquella palabra que le dio el ser y la vida, aquella palabra por la que fueron creadas todas las cosas. Por eso, estas almas no pueden vivir sin esta palabra de vida, porque es la vida de su alma, de su amistad con Dios.

        Por otra parte, el abandono del evangelio, de la escucha de la Palabra, de oír las Escrituras Santas, conduce al endurecimiento del corazón, a la ignorancia y ceguera espiritual, al alejamiento de la fe y piedad cristianas.

 

        4.- Subió a la barca y predicaba. Para Jesús toda la naturaleza se convierte en un púlpito de la Palabra, altar para alabar y hablar de Dios. Para nosotros debe ser igual. Nuestra oficina, nuestro hogar, el campo, la calle debe ser un pulpito y un templo donde ofrecer a Dios el homenaje de nuestra oración y sacrificio. Por eso a Jesús le da lo mismo la playa, que la montaña, el templo, o un banquete; siempre vive y habla la Palabra.

Nosotros también tenemos que predicar la Palabra y hablar de Dios desde cualquier sitio. Sobre todo, el hogar, la iglesia doméstica, debe ser un templo donde enseñamos la Palabra, la rezamos y la celebramos.

 

        5.- “Dijo a Pedro: boga mar adentro y echad las redes… duc in altum…” Estas palabras fueron tomadas por el Papa Juan Pablo II como lema de su Carta Apostólica Novo millennio ineunte. La hora más oportuna para muchas clases de pesca es la nocturna, pero hasta en los lagos abundantes, los peces suelen tener sus rutas caprichosas.Queridos hermanos, la noche y sin Cristo, es trabajo inútil. Tanto en la santidad personal como en el apostolado, todo depende de nuestra unión con Cristo a través de la oración fundamentalmente. No echemos toda la culpa al mundo, a las gentes, al ambiente, a los métodos empleados.  Todavía no hemos caído en la cuenta de que sin Cristo no podemos hacer nada: “Sin mí no podéis hacer nada”. Cómo decir que trabajamos por Él, cuando su misma persona nos tiene indiferentes y no cultivamos su trato y amistad. Si trabajásemos con Cristo se romperían nuestras redes de pescar. 

Señor, desde hoy, porque Tú lo dices, es decir, en tu nombre, echaré las redes. Trabajaré con humildad, con confianza, con paciencia, en tu nombre. Señor llevo años y años trabajando, luchando, echando las redes, pero me olvidaba de Ti; desde ahora Tú serás lo primero y lo último, porque eres el único que puede dar fruto a mi trabajo, no soy yo, ni mis acciones, ni mis métodos.  Por eso, nuevamente y en tu nombre echaré las redes.

 

        6.- “Apártate de mí, que soy un pecador”. Pedro se reconoce deudor e indigno de estar en la presencia de Jesús. Una vez que conoce a Jesús, lo deja todo. Y le atribuye el fruto de su trabajo: “siervos inútiles somos, hemos hecho lo que podíamos hacer”. El apóstol verdadero, que trabaja en nombre y en la presencia de Cristo, siempre es humilde, se reconoce pequeño, puro instrumento en las manos del Señor. Leed la vida de los santos.

 

        7.- “Y lo dejaron todo por seguirle…” Hay que dejar el yo, los propios intereses para trabajar por los intereses de Cristo, del evangelio, de la Iglesia. Hay que dejar todo lo que hay en nosotros de pecado. Y para esto primero hay que bogar como Pedro y los apóstoles mar adentro, “duc in altum...”

Sólo por la oración podemos conocer a Cristo hasta ese punto y estar dispuesto a tomar la cruz y seguirle. Sólo la oración nos lleva a este conocimiento tan profundo, una oración o encuentro con el Señor que pasará de la meditación u oración discursiva por la oración afectiva en que siento el gozo y la presencia de Cristo y ya no me supone esfuerzo ni me cansa el orar porque lo siento afectivamente dentro de mí, para pasar luego, si Él me lo concede, a la oración unitiva o contemplativa, donde todo es gozar y amar: « ya no guardo ganado, ni ya tengo otro oficio, que sólo en amor es mi ejercicio.

 Señor, nosotros queremos bogar mar adentro de la oración para conocerte  y amarte íntimamente, como los santos, los místicos: «Que no es otra cosa oración mental sino trato de amistad, estando muchas veces tratando a solas, con aquel que sabemos que nos ama». Señor, bogaré mar adentro para conocerte más íntimamente, para estar más cerca de ti, para vivir en amistad permanente contigo. Bogaré por una oración más íntima y profunda, cada día más. Pero te necesito. Yo sólo no se amar, ni orar ni llenarme de Ti. Concédeme tu gracia.

 

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VI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

 

PRIMERA LECTURA: Jeremías 17, 5-8

 

        El profeta Jeremías nos ofrece en el texto una sentencia sapiencial en un contexto profético (v. 5-8). Contraponiendo los extremos, con el típico estilo semítico, primero en negativo, después en positivo, él nos indica claramente donde está la maldición que lleva a la muerte; y donde la bendición que nos lleva a la vida. Él es el que primero se aleja interiormente del Señor y de aquí no podrán venir más que desgracias y arideces. No podrán producir frutos porque su tierra está árida y salobre. El que confía en el Señor no tiene que temer dificultades y contrariedades; vendrán pero serán vencidas, su palabra será eficaz porque su fundamento está puesto en el Señor y en Él encuentra su ayuda y protección.

 

SEGUNDA LECTURA: 1Corintios 15, 12.16-20

 

        Siguiendo con el mismo argumento del domingo anterior, Pablo nos dice que la resurrección de Cristo no sólo es el fundamento de nuestra fe, sino de nuestra esperanza. Sobre esta verdad Pablo expone con toda verdad y claridad su total credibilidad y entrega porque la resurrección de Cristo es la garantía de nuestra propia resurrección. Existe una relación directa entre la resurrección de Cristo y la nuestra. Y esto es lo que él ha intuido en el camino de Damasco y es la verdad fundamental que lo sostiene en toda su vida apostólica: él  se ha encontrado con el Viviente que ha vencido la muerte. Cristo es “el primero entre muchos hermanos”, dirá a los romanos. La muerte ha sido vencida y la nueva vida en Cristo ha sido inaugurada. En Cristo viviremos para siempre la plenitud de la vida, la totalidad del ser y existir humano.

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 6, 17. 20-26

       

Queridos hermanos:

 

        1.- Las bienaventuranzas son un compendio del evangelio de Jesús y el anuncio profético del Reino de Dios, presente e inaugurado en la persona de Cristo; son la proclamación de las actitudes básicas para ser discípulo de Jesús y una contraseña de identificación segura del mismo; son toda una declaración de principios y carta magna o constitucional para la ciudadanía evangélica; son el programa de vida y el cuestionario de examen al que constantemente hemos de remitirnos para calificarnos como cristianos.

        Por tanto, las bienaventuranzas no son espiritualismo desencarnado, ni pasividad alienante, ni resignación fatalista. Jesús no las pronunció para justificar o perpetuar una sociedad de pobres hombres, resignados con una esperanza futura. Conllevan un compromiso personal y efectivo con la pobreza y el sufrimiento humano en cualquiera de sus manifestaciones, opción por la honradez y justicia, compromiso con la paz y la no violencia, fraternidad y solidaridad entre los hombres…

        Todos los seres humanos sentimos hambre de felicidad. Es algo instintivo de primer orden. Como sentimos necesidad de respirar o de comer. Y es que Dios nos ha creado para ser felices. Pero ¿dónde está la felicidad y cómo conseguirla? Ante diversos criterios —amoral, inmoral, egoísta—, Jesús nos expone sus bienaventuranzas como fórmula de felicidad.

        Las bienaventuranzas constituyen la página más revolucionaria del evangelio porque en ellas establece Jesús una inversión total de los criterios humanos respecto de la felicidad. Él declara dichosos, porque poseen el Reino de Dios ya ahora y no sólo en la otra vida, a cuantos el mundo tiene por infelices: los pobres y los que tienen hambre, los que lloran y los que sufren, los misericordiosos que saben perdonar, los honrados y limpios de corazón, los que trabajan por la paz desde la no-violencia, los perseguidos a causa de su fidelidad a Dios. Y, por el contrario, proclama desdichados, dignos de lástima y amenazados de maldición a los que son ricos, están saciados, ríen y son aplaudidos por todos.

        Nadie antes de Cristo había hecho semejantes afirmaciones. Tan paradójicas son las bienaventuranzas que solamente las entiende quien las vive y las practica, como Jesús hizo. Cristo mismo —su persona, vida y conducta—, constituye la única clave universalmente válida de interpretación de las bienaventuranzas. Él fue pobre y lloró, sufrió y trabajó por la paz y la reconciliación, fue perseguido y perdió la vida por servir al bien y a la justicia.

        Combinando bendiciones y maldiciones, las bienaventuranzas, según Lucas, mencionan ocho categorías de personas, emparejadas de dos en dos por contraste: los pobres que suspiran por la liberación y los ricos que ya tienen su consuelo; los que pasan hambre y los que están hartos; los que lloran y los que ríen; los que son perseguidos y los aplaudidos por todos. De esta forma las bienaventuranzas están en línea bíblica de una tradición profética que cultiva el esquema bipartito; por eso contienen el anuncio profético de una bendición que genera alegría, junto con una imprecación inquietante que invita a la conversión.

       

        2.- “Dichosos los pobres porque vuestro es el reino de los cielos”.  Comencemos por decir que la miseria, la carencia de los bienes esenciales para la vida no es buena ni causa la felicidad. La pobreza sólo es buena cuando se acepta o se busca voluntariamente. O cuando se consigue como resultado de ayudar a los demás con los propios bienes o para compartir la vida de los pobres. La pobreza que Jesús preconiza tiene dos vertientes: la pobreza real o efectiva y la pobreza de espíritu o afectiva.

El auténtico pobre ante Dios es el que se vacía de sí mismo para llenarse solo de Dios, de su voluntad, de su palabra, de su fe y amor en actitud de apertura incondicional a Él y a los hermanos. Así puede ser enriquecido con la aportación de los demás y el favor de lo Alto, que es la salvación de Dios.

De esta forma realiza su destino personal y comunitario como hombre o mujer, dependiente de Dios y atento a su voluntad en los signos de los tiempos. Incluso aunque poseyera bienes temporales, mantiene su corazón desprendido de la riqueza, comparte con los demás lo que posee, no prima el tener sobre el ser, es acogedor sin arrogancia ni superioridad, confía en Dios y no en su autosuficiencia, está abierto a todos y es capaz de recibir humana y espiritualmente de los demás.

        Paradójicamente, el más pobre ante Dios y el menos grato a sus ojos es el que se cree rico, el soberbio y el autosuficiente, el que rebosa seguridad en sí mismo y desprecio discriminante hacia los demás, como el fariseo de la parábola.   Según la versión de San Mateo, es bienaventurado el que tiene alma de pobre. Dichosos los que tienen espíritu de pobre, los que matan el instinto de posesión, los desprendidos y generosos con los bienes materiales, los que no piensan sólo en sí sino en las necesidades de los hermanos. Dichosos los que ambicionan el poder y la fama y el dinero por encima de todo y de todos, los que piensan que ellos merecen más que los demás. Dichosos los imitadores de Jesús que, siendo rico, se hizo pobre por todos nosotros, siendo Dios se anonadó y tomó la forma de esclavo… dichos los pobres en el espíritu porque de ellos es el reino de Dios, poseen la plenitud de Dios, se vacían de  todo para llenarse del todo que es Dios.

 

                3.- “Dichosos los que ahora tenéis hambre porque quedaréis saciados”.  Parece un sarcasmo el llamar felices a los hambrientos de pan y sedientos de agua, pues se trata de necesidades vitales que conviene cubrir. Por eso San Mateo puntualiza: «Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia», para que no haya hambre física en el mundo.

Es decir, dichosos los que anhelan el Reino de Dios y su justicia, los que persiguen la santidad y practican lo que es justo. Y por lo tanto, infelices los injustos, los indiferentes ante las injusticias, los que se encogen de hombros ante la santidad. Dichosos los imitadores de Jesús, el Justo, el Santo, “porque ellos quedarán saciados” por Dios en el cielo y por la mejora de la sociedad en la tierra.

        Por el contrario, contrasta Jesús: “Ay de vosotros los que estáis saciados, porque tendréis hambre”. Jesús no habla contra los que tienen lo suficiente para satisfacer sus necesidades. Sólo llama infelices a los que nadan en la abundancia, mientras otros perecen de inanición; los que desperdician la comida que podría alimentar a otros, los que se rodean de cosas superfluas destinadas a cubrir las necesidades de otros, los que no disminuyen la injusticia.

        4.- “Dichosos los que ahora lloráis, porque reiréis”. Tampoco el llanto por los males físicos o morales es bueno en sí mismo, sino como arrepentimiento de los mismos. Jesús bendice el llanto de la compasión por los que lloran, el de aquellos que lamentan los males físicos que azotan a los demás, el de quienes lloran sus propios pecados y los males morales de la humanidad.

Jesús promete la felicidad del cielo a cuantos han sido solidarios con los que lloran.  Dichosos los imitadores de Jesús, que lloró por la ciudad de Jerusalén, con las hermanas de Lázaro, que se conmovió por la muerte del hijo de la viuda de Naím. Dichosos “porque ellos serán consolados” por Dios en la tierra y eternamente en el cielo.

        Por el contrario, recalca Jesús: “Ay de los que ahora reís, porque haréis luto y lloraréis”. Jesús no ataca a los que se ríen en buena conciencia, ni es un aguafiestas de los que son felices en su casa y entorno, porque Dios quiere nuestra dicha. Jesús llama infelices a los que ríen sobre las lágrimas de los demás, a los que trafican con armas para matar o con drogas para debilitar, a los que se ríen de las desgracias ajenas, a los que se inhiben ante las miserias.

        “Dichosos vosotros, cuando os odien los hombres y os excluyan y os insulten y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del Hombre”. Tampoco es bueno ser odiado e insultado por haber dado motivos para ello. Pero sí por ser fiel a Jesucristo y a su causa y evangelio. Ser perseguidos por los malos es un timbre de gloria. “Los apóstoles salieron contentos del Sanedrín por haber sido dignos de ser castigados por el nombre de Jesús”.

        Por el contrario, afirma Jesús: “Ay si todo el mundo habla bien de vosotros”. Jesús no va contra los que merecen la aprobación de los demás por sus virtudes: entrega, generosidad, bondad, altruismo, servicio, justicia, misericordia. Jesús va contra los adulados por dinero o por servilismo, los que venden su imagen como positiva, siendo sus obras o intenciones negativas; los que cuidan de tener una buena fachada para recibir alabanzas, sin tener contenido interior.

        También en la primera lectura de hoy, Jeremías contrasta la felicidad y la infelicidad: “Bendito quien confía en el Señor y pone en el Señor su confianza”... “Maldito quien confía en el hombre y en la carne busca su fuerza, apartando su corazón del Señor”. El profeta no reprueba la mutua confianza familiar y social, sino sólo el endiosamiento de los jefes sin conciencia religiosa, la sublimación del partido o del grupo que prescinden de Dios: “Será como un cardo en la estepa, no verá llegar el bien, habitará la aridez del desierto, tierra salobre e inhóspita”.

Concluyamos, paladeando con el salmo responsorial de hoy: “Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos ni entra por la senda de los pecadores ni se sienta en la reunión de los cínicos, sino que su gozo es la ley del Señor”.

 

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SEGUNDA HOMILÍA

 

        Queridos hermanos: A mí me entra un poco de escalofrío, de miedo, de reparo, sensación de falsedad, de estar haciendo el ridículo cuando tengo que proclamar y predicar las bienaventuranzas, aunque sea ante un público creyente, como vosotros.

 

        1.- Bienventuranza, como indica la misma palabra, es desear lo mejor  para las personas, es felicitarles por el éxito obtenido o a conseguir. Y claro, proclamar dichosos y bienaventurados a los pobres, a los que sufren, a los que lloran, a los perseguidos, aunque sea a causa del bien… me parece arriesgado, utópico, fuera de la realidad en que vivimos.

Menos mal que aquí lo dice Cristo, que es la Verdad que no puede engañarse ni engañarnos. Pero hay que hacer en principio un acto muy grande de fe, sobre todo desde este mundo y mentalidad en que vivimos ahora.

        Lo primero que quiero preguntarme honradamente ante vosotros es si las bienaventuranzas pueden considerarse un mensaje válido para nuestro tiempo. Son palabras de Jesús, y Jesús es la Verdad infinita. Como creyente, creo en la verdad de las bienventuranzas apoyado en la autoridad de Jesucristo, porque a la razón le resulta incomprensible. Las acepto desde la fe, sin la menor duda, porque creo y confío totalmente en Jesucristo, Hijo de Dios, aunque mi inteligencia no las comprenda. Pero como cristiano y creyente también, tengo obligación de comprender lo que Jesús ha querido decirme y predicarme y quiero indagar en su contenido.

 

        2.- La teología, que es la razón en busca de la fe, trata de encontrar el fundamento de esta proclama de Jesús. Para biblistas y teólogos, las bienventuranzas son la norma suprema de conducta moral del cristiano. Practicar y vivir las bienaventuranzas, aunque solo sean algunas, supone una vivencia muy fuerte e intensa de Dios. Hay que estar muy unidos a Cristo, sentir su amor para soportar el ser injuriado, perseguido, calumniado y a pesar de ello, ser dichoso…Es prueba de santidad consumada, milagro moral, señal clara de autenticidad cristiana. Sólo en Cristo y por Cristo se puede soportar y sufrir así

 

        3.- Cada vez que hacemos la proclamación de las bienventuranzas, como en el evangelio de hoy, somos invitados por Jesús y por la Iglesia a confrontar nuestras vidas, nuestros criterios con ellas, esto es, con los criterios y las actitudes de Cristo, que las vivió en plenitud.

        Me quedan todavía dos notas previas que hacer antes de pasar a analizarlas con brevedad, especialmente a las más difíciles de entender  y vivir humanamente:

        a) Las bienaventuranzas sólo las comprende quienes las viven o sólo se comprenden perfectamente cuando se viven, porque pertenecen a la experiencia de Dios vivo; no basta creerlas para vivirlas y experimentarlas. Solo las comprenden quienes la viven por opción personal y voluntaria: pobre y dichoso es el que teniendo mucho, por amor a Dios renuncia y no le pesa y lo acepta desde la fe y lo vive dichosamente, con alegría.

        b) Para comprenderlas mejor, donde se nos dice bienaventurados los pobres, los mansos, los humildes, poned «los que se hacen pobres, mansos, humildes…» Uno no es heredero del reino simplemente por el hecho de ser rico o pobre, sino si se hace y lo acepta por fe y amor a Dios.

 

        4.- “Dichosos los pobres” reales o de espíritu, bienaventurados, dice Jesús, quienes teniendo o no teniendo bienes, tienen su corazón sólo en Dios y desprendido de las riquezas o deseos de tenerlas; dichosos  los que en su vida viven más pendientes de Dios que de sus dineros y cuentas bancarias, quienes se hacen un poco más pobres porque reparten con los necesitados; dichosos los pobres en el espíritu, los que se vacían de todo, especialmente riquezas materiales, pero también de todo tipo, porque sólo quieren llenarse de Dios. Son dichosos, porque sólo Dios llena; porque nosotros nos llenamos de todo y en nuestro corazón no cabe Dios; porque a nuestros hijos les llenamos de todo y en nuestras casas tenemos de todo y ahora resulta que nos falta todo porque nos falta Dios. Es la imagen del mundo materializado de hoy.

        5.- “Bienaventurados los mansos…”, aquellos que, en las injurias, calumnias o mentiras dolorosas de su vida, no reaccionan odiando, dejándose dominar por la ira, sino que miran a Dios, reaccionan perdonando y amando por Cristo crucificado, y por Él lo aceptan con paz, paciencia y hasta dulzura. Dichosos los cristianos que, por defender a Cristo, al evangelio y no callarse en su trabajo y ambiente, sufren mofas, persecución o menoscabo económico.

 

        6.- “Dichosos los que lloran” sus pecados, los daños o sufrimientos en su fama, dinero, vidas, honor, causados por los hombres, dichoso lo que sufren por hacer el bien, por ser buenos cristianos.

 

        7.- “Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia…” Justicia aquí significa santidad, perfección. De San José dice la Biblia, que era un varón justo, es decir, santo. Dichosas las almas que en cada parroquia, aspiran a la santidad, arden en deseos de perfección evangélica.

 

        8.- “Dichosos los limpios de corazón”, los que se esfuerzan por no mancharse del pecado de este mundo, los que  crucifican sus sentidos por no mancharse con la suciedad de vicios, lujurias, profanaciones del matrimonio y de amor verdadero, los que luchan por ser fieles a su esposa o marido, los que no se machan su lengua con blasfemias, con palabras injuriosas a Dios o a los hombres.

        9.- “Dichosos los que padecen persecución por mi nombre”, no por cualquier causa, sino por Cristo y el evangelio, y la verdad, y la caridad fraterna, porque poseerán la tierra aquí abajo y la plenitud de la vida en el reino de los cielos. “poseerán la tierra”, esto es, las promesas del Señor.

 

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VII DOMINGO  DEL TIEMPO ORDINARIO

 

PRIMERA LECTURA: 1 Samuel 26, 2.7-9, 12-13.22ss

 

        Estamos de frente a la narración de un hecho ya precedentemente expuesto en los libros de Samuel (cap. 24 y 26). La nobleza y la magnanimidad de David son conocidas en los dos episodios, de gran belleza literaria y de exquisita psicología narrativa. El rey David es buscado por el rey Saúl que atenta contra su vida. A David se le presenta una ocasión propicia para terminar con la vida del rey, pero rechaza esta tentación, acentuada por la presión de los suyos, porque respeta el carácter sagrado de Saúl, por la unción real y no quiere mancharse las manos, confiando sólo en el Señor. Tal gesto de bondad conquista el ánimo de Saúl, que al comprobarlo, llora y vence los sentimientos hostiles contra David, futuro rey de Jerusalén. El amor llevado hasta el perdón y amor a los enemigos será luego propuesto por Jesús a todos sus seguidores.

 

SEGUNDA LECTURA: 1Corintios 15, 45-49

 

        Pablo, terminando su enseñanza sobre la resurrección de Cristo y la nuestra, después de haber hablado sobre cómo resucitan los muertos y con qué cuerpo, todo en imágenes aproximativas, nos hace comprender que la resurrección es una total transformación del cuerpo y del alma de los creyentes, cosa que no han entendido algunos cristianos de Corinto que siguen con una mentalidad materialista, que no tiene presente el misterio pascual de la muerte y resurrección de Cristo. Los cristianos no podemos renunciar a esta verdad que es el fundamento de nuestra fe y resurrección, que inaugura una novedad absoluta en la vida de Cristo y de los creyentes. La resurrección abarca a todo el hombre: alma, cuerpo, espíritu, a semejanza de Cristo, imagen del hombre celeste.

 

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 6,27-38

        QUERIDOS HERMANOS:

 

        1.- Este texto del Evangelio de hoy pertenece al Sermón de la Montaña, el sermón de las bienaventuranzas que proclamábamos el pasado domingo y que constituye la cima de la perfección evangélica. Los que han peregrinado a Tierra Santa suelen visitar la pequeña iglesia de las Bienaventuranzas, construida sobre una leve colina, desde donde Jesús pronunció las bienaventuranzas. Casi todos los grupos peregrinantes suelen hacer un alto en el camino y proclamarlas y meditarlas en el mismo sitio donde fueron pronunciadas. Me decía un sacerdote que suele hacer estas peregrinaciones, que una de esas veces, después de escucharlas, se le acercó la joven guía judía para decirle: es lo más maravillosos que he oído en mi vida; comprendo que muchos le tengan por Dios y Mesías a mi compatriota Jesús de Nazaret. Y es que con esta ley nueva de Jesús, esta ley evangélica eleva la antigua ley de Moisés  del «ojo por ojo y diente por diente» a una perfección insospechada, a la santidad evangélica.

        La ley antigua era imperfecta para Jesús porque conservaba el odio al enemigo en el corazón y el deseo de venganza. La ley nueva de Jesús nos manda perdonar, hacer el bien a los que nos han hecho mal, amar a los enemigos.

        Este evangelio hay que aplicarlo todos los días. A nivel nacional e internacional, en la vida cívica, profesional, laboral o administrativa, a nivel familiar y social, entre amigos de trabajo y en la calle.

 

        2. Amar gratuitamente, sin pedir ni esperar nada a cambio. Este es un evangelio sublime pero casi imposible.

        a) Uno se siente incómodo leyendo o escuchando la página evangélica de hoy. Es tan sublime que resulta insoportable para nuestra ruindad. Al vernos tan lejos de ese ideal, nos sentimos tentados a pasar la hoja y tachar a Jesús de soñador e irreal, desconocedor del corazón humano. ¿Ignoraba Él que llevamos dentro una innata ley del talión que nos hace proclives al odio y la venganza? Precisamente porque lo sabía, nos propone una vía de liberación y felicidad, no mediante una estúpida pasividad, sino por la fuerza activa del perdón y del amor. Tal fue la grandeza humana de David perdonando a su enemigo mortal el rey Saúl, el ungido del Señor (1ª Lectura).

        Desgraciadamente, por lo costoso y frecuente, este es un evangelio que tiene aplicación cada día y a todas horas, porque estamos siempre acosados por la injusticia y la revancha. Los conflictos y las reclamaciones por la violación de lo que cada uno considera sus derechos es diaria, y no sólo a nivel internacional y nacional, en la vida cívica, administrativa y laboral, sino incluso a nivel familiar y entre amigos, socios y compañeros.

        Efectivamente, perdonar y amar gratuitamente nos resultará imposible si no vivimos habitualmente en el amor de Dios como clima ambiental de nuestra vida y conducta cristianas. Todos somos muy buenos y educados mientras los demás nos sonríen y todo corre a nuestro gusto; pero perdemos fácilmente los modales ante cualquier contratiempo, desatención o maltrato. Prueba de que nuestra caridad cristiana es un barniz superficial que se raya al menor contacto. Necesitamos profundizar en el amor, el perdón, la comprensión y la benevolencia. Lo que parece imposible al hombre terreno es posible para Dios que, por el misterio pascual de Cristo y la potencia de su Espíritu, nos puede transformar en hombres y mujeres nuevos y espirituales, si nosotros colaboramos.

        b) Sin pedir ni esperar nada a cambio. Porque Jesús nos dice: “Si queréis solamente a los que os quieren bien, ¿qué mérito tenéis? Eso lo hace todo el mundo, también los malos y los descreídos”. A sus discípulos Cristo les pide más: les pide amor, incluso al que no nos quiere, o nos resulta antipático, o no contesta a nuestro saludo, o nos responde agriamente y traiciona la confianza que en él pusimos, y nos hace mal, nos difama, es un enemigo declarado y recalcitrante.

        El gran obstáculo para el amor, su cáncer declarado, es el egoísmo, el amor desmesurado que nos tenemos a nosotros mismos y que nos hace preguntarnos ante el otro: ¿Qué gano yo, para qué me sirve, qué puedo esperar de esta persona? Tal pregunta ante los que no cuentan como son los marginados, pobres, ancianos, minusválidos, alcohólicos, drogadictos, delincuentes, criminales, enemigos personales, etc., no puede tener más que una respuesta: nada. Así nos cerramos al amor gratuito y no utilitario, cuyo modelo supremo es Dios, de quien hemos de aprender generosidad y amistad, comprensión y acogida, aceptación e intimidad, cercanía y solidaridad, alegría en el compartir, amor y perdón.

        c) Este es el amor que hace creíble el evangelio: devolver bien por mal, querer a los demás a pesar de su malquerencia, amar a fondo perdido y sin que el otro lo merezca, sin pedir ni esperar nada a cambio, es el amor más grande y auténtico, el que Cristo nos enseñó y practicó, el que convence hasta a nuestros enemigos. Este es el amor que con toda seguridad está exento de la gratificación del egoísmo que suele ocultarse casi siempre en lo que comúnmente decimos amor. Tal amor cristiano es, además, ante el mundo el motivo número uno de credibilidad del evangelio de Jesús, porque es la señal de que somos sus discípulos y la prueba de que hemos entrado de lleno en el Reino y somos hijos de Dios.

 

 

        3.- Analicemos el sentido de las palabras de Cristo:

        “Amad a vuestros enemigos”: tiene dos campos de acción: hechos que enumera, y juicios: no juzguéis, tratad como queréis que os traten.

        a) Hechos progresivos: perdonad, rezad, haced el bien

        b) juicios: no juzguéis: comprensión que evita el juicio condenatorio.

        Motivación:

        a) “Tratad a los demás como queréis que os traten”.

        b) “Así seréis hijos del Altísimo”.

        c) “Sed compasivos como vuestro Padre del cielo es compasivo”. Mejor que la versión de Mateo: “Sed perfectos como vuestro padre celestial es perfecto”.  Porque para ser compasivos y misericordiosos hay que pisar la propia carne, el propio yo para pasar y abrazar al otro.

 

        4.- Y concluye con la imagen de la medida: “la medida que uséis, la usarán con vosotros”. Tal aviso recuerda la petición condicionada del Padre Nuestro: “Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos…”

        He aquí, pues, los criterios que deben motivar nuestra conducta para con el prójimo, especialmente con los enemigos: el perdón, la compasión, la santidad de Dios. En síntesis: Debemos perdonar siempre porque Dios es bueno, es amor, nos ama gratuitamente, independientemente de nuestros méritos. Dice San Juan: “Dios es amor… en esto consiste el amor no en que nosotros hayamos amado a Dios sino en que él no amó primero y envió a su Hijo como propiciación de nuestros pecados…” (1Jn 4, 7).

Jesús murió en la cruz para reconciliarnos a todos con el Padre. Por la muerte de Cristo en la cruz, todo enemigo se hizo hijo de Dios y hermano de todos los hombres: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen…” y desde entonces esta debe ser la norma de conducta de los cristianos, seguidores de Cristo.

       

        5.- Vivimos en una sociedad violenta y vengativa. Tanto en la vida privada como en la pública, incluso en los mismos juegos, películas, motivos de diversión y entretenimientos,  todo está poseído por la competitividad, la venganza, la represalia. De esta  forma todos tendemos a la violencia de palabra y de acciones, tanto a nivel individual,  familiar, social, mundial; somos vengativos individual y comunitariamente: los matrimonios se separan, las familias se rompen, las naciones están en guerras, siempre hay guerras en el mundo. Cuando no son unos, son otros. Las pantallas de las televisiones, los partidos de fútbol están llenos de venganzas y escenas violentas.

        Y ante todo este panorama de violencia y de lucha viene hoy Jesús y nos predica como siempre el perdón, la misericordia, la compasión, incluso hacer el bien a los que nos odian y hacen mal.

        El paso que Jesús dio libremente, desde la ley y la tradición judía, fue inmenso, gigantesco, sin que nadie se lo dijera o predicara antes. Porque lo que Él había oído de niño como hoy mismo siguen oyéndolo muchos niños judíos en relación con los palestinos y problemas personales, es el ojo por ojo y diente por diente del Antiguo Testamento. Los judíos por eso son vengativos porque conservan el odio al enemigo en el corazón y la venganza es ley para ellos. En cambio, la ley de Jesús, el Nuevo Testamento nos manda perdonar, no juzgar, hacer el bien incluso a los enemigos.

        Analizando las palabras de Jesús nos encontramos que no sólo no debemos hacer el mal para nadie, aunque sea enemigo, es que no podemos pensarlo ni desearlo. La ley de Jesús abarca lo interno y externo del hombre: Hechos y dichos, no juzguéis, perdonad, rezad, haced el bien a los que os hacen mal.

       

6.- He aquí, queridos hermanos, los criterios y valores según los cuales tenemos que regirnos los cristianos. Esta debe ser nuestra conducta concreta con el prójimo, especialmente con los enemigos: el perdón, la compasión, la misericordia, el rezar por ellos y hacerlos el bien. Y la razón última: “porque Dios es amor” su esencia es amar y si dejara de amar dejaría de existir. Y está condenado por su amor extremo e infinito a perdonarnos siempre…Y quiere que nosotros hagamos igual. Pero nosotros no somos Dios, somos finitos. Necesitamos su gracia, su ayuda.

        En la Iglesia se dieron siempre grandes testimonios de perdón y reconciliación. Podemos hacerlo con la gracia de Dios. Empezó Jesús en la cruz: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”. Desde entonces todos los hombres han sido perdonados por Dios, todos los redimidos son hijos de Dios, y todo hombre es mi hermano. Tenemos que intentarlo porque así lo quiere el Padre de todos y seremos hijos del Altísimo    

«¡Qué grande es tu paciencia Dios mío! Tú haces nacer el sol sobre los buenos como sobre los malos; bañas la tierra con tu lluvia, y nadie queda excluido de tus beneficios, desde el momento que el agua se concede a indistintamente a justos e injustos. Te vemos obrar con una paciencia siempre igual frente a los culpables y a los inocentes, a las personas que te reconocen y a las que te niegan… pues Tú mismo dices: “no quiero la muerte del pecador sino que se convierta y viva” (Ez 33,11). Y también: “Volveos a mí… porque yo soy clemente y misericordioso, tardo a la ira, rico en amor y se allana ante la desgracias” (Joel 2,13).      

Nosotros, Padre, alcanzamos la perfección plena cuando tu paciencia habita en nosotros, cuando nuestra semejanza contigo, perdida por el pecado de Adán, se manifiesta y resplandece en nuestras acciones» (San Cipriano, de bono patientiae, 4-5).

       

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VIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

 

PRIMERA LECTURA: Eclesiástico 27, 5-8

 

        El texto del Sirácida, rico de sabiduría humana, nos ayuda a reflexionar sobre cómo conocer a los hombres y cómo valorar sus comportamientos y su conducta de vida, sin excluir el conocimiento de sí mismos. El hombre manifiesta su verdadera identidad a través de su hablar y actuar. El pasaje bíblico, de estilo gnóstico, nos ofrece así criterios muy válidos sobre este punto a través de imágenes simbólicas cargadas de significado: la criba, el horno y el árbol fructuoso. Para conocer bien al hombre hay que valorar su modo de pensar manifestado a través de su hablar y su hacer, sin excluir una cierta dosis de prudencia, porque la vida íntima y secreta de cada uno sólo Dios la conoce.

 

SEGUNDA LECTURA: 1Corintios 15, 54-58

 

        Después de haber profundizado con varios argumentos sobre el tema de la resurrección de Cristo y de la nuestra, Pablo nos reconduce al centro de su reflexión: la victoria de Cristo sobre la muerte y sobre el pecado. Sabemos que Jesús está ya resucitado, pero está aún ahora en lucha contra el pecado y la muerte del mundo. Es cierto que al final las potencias del mal y de la muerte serán vencidas y Cristo podrá así entregar su reino al Padre.  Esta debe ser nuestra esperanza que debe llenar el corazón de todo creyente. Cristo resucitado no está sólo en su triunfo, sino que ha querido asociar a toda la Iglesia, solidaria con toda la humanidad, para vencer el mal, el miedo y la muerte. El cristiano en esta lucha puede tener pérdidas dolorosas, pero la certeza de la victoria final sobre la muerte y el pecado es una realidad anticipada ya en la persona de Cristo.

 

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS  6, 39-45

 

QUERIDOS HERMANOS:    1.-En el evangelio de hoy Lucas construye una unidad literaria, hace un discurso poniendo en los labios de Jesús como seguidos y concatenados un conjunto de aforismos y refranes,    parábolas de estilo sapiencial, predicadas por el Señor en diferentes momentos de su vida: ciegos en el hoyo, maestro y discípulo, viga y paja en el ojo, árbol y frutos,  corazón y boca. Toda esta cadena de sentencias que la primitiva comunidad cristiana se autoaplicaba por la pluma del evangelista, en su origen, fue probablemente dirigida por Jesús a los fariseos.         Pues bien, como la primitiva comunidad cristiana vamos también nosotros a autoaplicarnos estas sentencias:

        2.- “¿Puede un ciego guiar a otro ciego?” En el Evangelio de San Lucas, el discurso sobre la caridad está seguido de algunas aplicaciones prácticas que esbozan la fisonomía de los discípulos, los cuales, como dice San Mateo, deben ser “luz del mundo” (5, 14).

        Es imposible alumbrar a los otros, si no se tiene luz: “¿Podrá un ciego guiar a otro ciego?” (Lc 6, 39). La luz del discípulo no proviene de su perspicacia, sino de las enseñanzas de Cristo aceptadas y seguidas dócilmente porque “el discípulo no está por encima del maestro” (ib 40). Sólo en la medida que asimila y traduce en vida la doctrina y ejemplos del Maestro hasta llegar a ser imagen viviente del mismo y puede el cristiano ser guía luminoso para los hermanos y atraerlos a él. Es un trabajo que empeña la vida en un esfuerzo continuo de conversión y de  asemejarse cada vez más a Cristo. Esto requiere serena introspección que permita conocer los propios defectos y pecados para no caer en el absurdo denunciado  por el Señor: “¿Cómo es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que hay en tu propio ojo?’. (ib 41).

        Nunca el discípulo de Jesús debe exigir a otros lo que no hace él personalmente; no puede pretender corregir en el hermano lo que tolera en sí mismo tal vez en forma más grave. Combatir el mal en los otros y no combatirlo en el propio corazón es hipocresía, contra la que el Señor descargó con energía intransigente. El criterio para distinguir el discípulo auténtico del hipócrita son las palabras y las obras: “cada árbol se conoce por su fruto” (ib 44). Ya el Antiguo Testamento había dicho: “El fruto manifiesta el cultivo del árbol; así la palabra, el pensamiento del corazón humano” (Ecl 27,6)

        Jesús toma este símil ya conocido de sus oyentes y lo desarrolla poniendo en evidencia que lo más importante es siempre lo interior del hombre del que se deriva su conducta. Como el fruto manifiesta la calidad del árbol, así las obras del hombre muestran la bondad o malicia de su corazón. “El hombre bueno del buen tesoro de su corazón saca lo bueno, y el malo, del malo saca lo malo” (Lc 6, 4). El hipócrita puede enmascararse cuanto quiera; antes o después el bien o el mal que tiene en el corazón desborda y se deja ver; “porque de la abundancia de su corazón habla su boca.” (ib). He aquí, pues, el punto importante: guardar cuidadosamente el tesoro del corazón extirpando de él toda raíz de mal y cultivando toda clase de bien, en especial la rectitud, la pureza y la intención buena y sincera.

Pero es evidente que al discípulo de Cristo no le basta un corazón naturalmente bueno y recto; le hace falta un corazón renovado y plasmado según las enseñanzas de Cristo, un corazón convertido totalmente al Evangelio. El empeño es arduo, porque la tentación y el pecado también en el corazón del discípulo están siempre al acecho. Para animarle recuerda San Pablo que Cristo ha vencido al pecado y que su victoria es garantía de la del cristiano: “Pero gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por nuestro Señor Jesucristo”(1 Cr 15, 57).

        3.-Ahora, en este mundo actual, no hay ciegos morales ni pecado, todo esta bien si me gusta y quiero: «Yo hago lo que me apetece», dicen sin rubor los jóvenes y hacen los mayores: separaciones, divorcios, abortos, eutanasia, uniones homosexuales, matanzas de embriones que son vidas de niños… Y este principio, verdadero lema de vida actual, está  aceptado por la sociedad, no por la fe y la religión. Por eso la gente se aleja de la Iglesia. ¿Qué padres se ponen en contra de la píldora, aborto, relaciones prematrimoniales?

        “Si un cielo guía a otro ciego…” Hoy hay muchos ciegos que ven, pero están ciegos de evangelio, de verdad, de vida… Ciegos están hoy los políticos, la televisión, muchos medios de comunicación, diversión, internet, sexo. Ciegos los cristianos que no leen el evangelio, ni meditan ni saben el catecismo, están ciegos de su fe y verdades.

        4.- Viene luego el refrán sobre la hipocresía de querer quitar la mota de otro y no ver la viga en el ojo propio: mi persona, mis hijos intocables, más honrados que todos… así que nadie corrige. Y a mí que me toca corregir ¿qué hago? El Señor me tiene que dar fuerzas, y a los padres, y a los educadores y maestros, hoy pocos corrigen y educan en la exigencia. “Un discípulo no es más que su maestro…”

        “Por su frutos los conoceréis”: a un padre, madre, sacerdote, maestro… Lo que rebosa del corazón habla la lengua: dinero, sueldos, préstamos, viajes, lujos. Hablamos mucho de salud, médicos, operaciones; hablamos mucho de diversiones, viajes, bingos; Hablamos mucho de televisión, programas, revistas del corazón, separaciones, amoríos. ¡Cuánto hablamos de religión, de oración, de conversión, de amor y servicio al prójimo, de vocaciones…! «Ex abundantia cordis… de la abundancia del corazón, habla la lengua» ¿Qué clase de frutos doy?

        5.- Necesidad del silencio para llenarnos de Dios. El silencio interior y exterior puede y debe ser oración, porque el silencio del mundo y de las cosas es un momento fuerte de encuentro con Dios y con nosotros mismos en Dios, en la verdad de su evangelio. Hoy es muy difícil, borrado como está este silencio interior y hasta exterior, por el ruido y el vértigo de la vida actual.

        Necesitamos desesperadamente el silencio para captar la presencia y la voz de Dios, para escuchar su palabra a la sombra de una encina, como Abrahán en Mambré (Gn 18); para no dejar pasar de largo al Señor, como María en Betania; para estar con Él y predicar con la palabra luego y el ejemplo, como Jesús hacía con sus discípulos.

        Necesitamos la oración para llenarnos de Dios y vivir la vida en profundidad y en unión con Cristo. Todo el tiempo se nos va en reuniones y mesas redondas, cursillos y técnicas, programas, discusiones y puestas en común. Demasiado bla-bla-blá. Alguien dijo que sobre la oración lo sabemos todo, menos orar; igualmente sobre la vida cristiana aparentamos saberlo todo, menos vivirla en profundidad. Vivámosla en unión con Cristo. Así nuestro corazón rebosará de Dios en nuestras palabras y acciones. Por Cristo nos ha dado Dios la victoria definitiva sobre el pecado y la muerte; lo cual nos estimula a unir oración y vida “trabajando siempre por el Señor, convencidos de que Él no dejará sin recompensa nuestra fatiga” (1Co 15,58).

 

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Queridos hermanos: Después de escuchar el pasado domingo la llamada de Jesús acerca del amor a todos, incluso a los enemigos, y a punto de celebrar ya la Cuaresma, la liturgia de este domingo nos invita a preguntarnos si los frutos que estamos dando en nuestra vida personal son los frutos que espera Dios de nosotros, y con su palabra, hoy nos invita a la conversión y a la preparación de la Pascua que comenzaremos a preparar, como he dicho, el próximo miércoles con la imposición de la ceniza.

Este tiempo de Cuaresma, al que estamos ya cercanos, es un tiempo propicio de conversión a Dios y a los hermanos, conversión que hoy se predica poco y se practica menos en la misma iglesia, porque es duro y no agrada, y que sin embargo el Señor lo predica continuamente, como vemos en este y otros evangelios.

La cuaresma es tiempo de dejar que el Señor nos transforme, nos ayude a quitar las “vigas” de oscuridad y pecado que tenemos en nuestros ojos,-- es el evangelio de hoy,- y nos ayude a crucificar nuestros egoismos y soberbias para que nos llene nuestro corazón de amor a Dios y a los hermanos, y de perdón y misericordia para con todos los que nos rodean, familia y vecinos, para los que nos han ofendido o no nos quieren, pues como veremos y celebraremos todos los viernes, en el Via Crucis, Él nos ha perdonado a todos y ha sufrido y muerto para llevarnos a  todos a la resurrección y la vida eterna, única razón de la vida de Cristo y de la nuestra.

Queridos hermanos, para esto vino Cristo y predicó y murió y resucitó. No lo olvidemos somos eternos, nuestra vida es más que esta vida…somos eternos, algo que el mundo hoy no quiere escuchar porque vive de espaldas a esta verdad, a Cristo que demostró que era Dios con su vida y sus milagros, y que sigue haciéndoos porque resucitó y esá vivo, todos los días en Fátima, Lourdes, Siracusa y muchos lugares del mundo, es más, para canonizar a cualquier santo, tiene que hacer en su ayuda dos milagros.

Si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra fe y somos los hombres más necios del mundo, pero no, Cristo…(s.Pablo) si quitáis la vida eterna matamos a DIOS, la eternidad, el cielo y el infierno, Y yo ahora mismo dejo de ser CURA. Yo soy sacerdote, únicamente porque Dios existe y tú eres eterno… no morirás para siempre...hemos sido soñados para ser eternos, esta es la única razón por la que vino Cristo y predicó y murió Y RESUCITÓ… pero además tengo el gozo, como muchos cristianos, en ratos de Sagrario y oración y comuniones fervorosas, de sentir y vivir y gozar todo esto hasta el punto de que muchas veces, como san Pablo, deseo morir ya para estar con él. Os lo digo con toda verdad

 

1.  Queridos hermanos, en el evangelio de este domingo Jesús nos dice que La verdadera justicia comienza por uno mismo. Justicia en el evangelio equivale a santidad, a dar a Dios y a cada uno lo que les corresponde de nuestro amor y vida.

Hoy Jesús nos invita a todos, desde el cura que os predica hasta el niño o niña que se prepara para recibirle en la primera comunión, nos invita a revisarnos diariamente para convertirnos de nuestros pecados.

Y este mundo lo necesita más que otras veces, poque hoy el pecado está publicamente establecido y propagado en medios, y televisiones y guasad y está destrozando vidas y personas con sexo a toda pasta, hasta en la iglesia, como podéis ver en estos días, destrozando familias con divorcios y separaciones, 560.000 por juzgados y otros tanto sin dar explicaciones, qué voy a deciros… basta abrir guasad, periódicos, ver la televisión… y allí sin embargo no sale ni una noticia de Dios, ni de evangelio, ni de matrimonios unidos, ni de personas y madres santas, cristianas de verdad, que las hay, como muchas de vosotras…

Queridos hermanos de Cabezuela, a este mundo no lo salvan los políticos, ni los guasad, ni las técnicas humanas, como pasó en otras épocas de la historia con guerras y destrucciones, solo Dios, solo Cristo, nuestro Cristo del… nos salva si le amamos y le seguimos… ¿Tú le sigues…? ¿y tus hijos y tus nietos…le siguen, rezan, vienes a la iglesia? Y tú, rezas por ellos?

Amar y seguir a Cristo, salvarse y salvar a los nuestros, solo es posible con ratos de oración, ratos de iglesia. Mirad, nuestros defectos y pecados, aunque seas cura, nos impiden ver a Dios. Es una barrera, una cortina. En la medida en que te vayas convirtiendo, irás quitando la cortina y verás a Cristo en tu vida y en el Sagrario y en los hermanos…y serás feliz.

Ratos de oración y de Sagrario, de confesión y conversión, de fe verdadera y auténtica, de amarnos como Cristo nos enseñó y nos amó, tenemos que esforzarnos por cumplir con perfección los mandamientos de Dios.

Ayúdanos, Señor, nosotros confiamos en Ti, por eso hemos venido a tu presencia, a tu misa, a tu casa. Ayúdanos, Señor, Tú que nos escuchas en el Sagrario; nosotros creemos y confiamos en Ti. Tú eres el único Salvador del mundo. Con el dicho popular te decimos: te quiero tanto que te como, te comeremos ahora con fe y amor en la  comunión.

 

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IX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

 

PRIMERA LECTURA: 1 Reyes 8, 41-43

 

        Esta breve perícopa es parte de la gran plegaria que Salomón pronuncia con ocasión de la dedicación del templo construido por él en Jerusalén. Después de la solemnísima ceremonia de la entrega del arca de la Alianza y después de que Yavéh ha tomado posesión del templo irrumpiendo y llenándolo de su gloria manifestada visiblemente por la nube, Salomón habla a la asamblea de Israel con un discurso que recuerda las circunstancias que llevaron a la edificación del templo. Al discurso sigue una apasionada plegaria proclamada delante del altar, delante de toda la asamblea de Israel y con las manos extendidas hacia el cielo. Salomón ruega por él, por el pueblo, por los extranjeros –perícopa de esta primera Lectura- y de nuevo por el pueblo.

 

SEGUNDA LECTURA: Gálatas 1, 1-2. 6-10

 

        El problema de fondo de esta carta a los Gálatas es la oposición entre justificación del hombre por parte de Dios en Cristo y la justificación por medio de la Ley. Cuando en el versículo 7 Pablo habla de que “algunos os turban para volver del revés el Evangelio de Cristo” se refiere a la corriente de los judaizantes  que sostenían la necesidad de la circuncisión para poder salvarse. El riesgo que corrían los Gálatas era grave: “anular el escándalo de la cruz”. Y esto lo que justifica la severidad de la intervención de Pablo. Por eso, después de haber proclamado el origen apostólico de su autoridad recibida del Resucitado, Pablo le echa en cara el haber abrazado otro evangelio, no sólo haber pasado de una doctrina a otra, sino de haber abandonado de hecho a “aquel que os ha llamado a la gracia de Cristo”.

 

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 7, 1-10

 

Queridos hermanos:

 

1.- En Cafarnaún un centurión romano ha oído hablar de los milagros obrados por Jesús y quería pedirle la curación de un siervo muy querido; pero en su condición de pagano no se atreve a pedírselo directamente y le envía una embajada por medio de algunos judíos. Estos dicen al Señor: “Merece que se lo concedas, porque ama a nuestro pueblo y él mismo nos ha edificado la sinagoga”.

Vemos por esta afirmación, que el centurión, aunque pagano y extranjero para ellos, es amigo de los hebreos, admira su religión y les ha edificado la sinagoga a su expensas, pero no cree que eso dé algún derecho para tratar directamente al Maestro. Es más, cuando Jesús va camino de su casa, le manda decir: “Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres bajo mi techo... mándalo de palabra y mi criado quedará sano”.

Su humildad es grande, pero su fe es más grande aún, tanto que Jesús se quedó admirado de él y dijo: “Ni en Israel he encontrado una fe más grande.  Y por esta fe tan honda y por esta humildad tan sincera Jesús realizó el milagro de la curación del siervo.

 

        2.- Queridos hermanos: Jesucristo es hoy el mismo que ayer, hoy y por todos los siglos. Esta es una verdad fundamental y profundamente consoladora. Jesucristo, el Señor y Amigo, el Maestro y Médico de todos nuestros males, con el mismo amor y el mismo poder, viene hoy a nosotros por esta Eucaristía y permanece junto a nosotros en el Santísimo Sacramento. Desde su nacimiento hasta el final de los tiempos permanece “pertransit benefaciendo”, dicen los evangelios: pasó haciendo el bien.

        Dice San Agustín: «Se curarán todas tus enfermedades. Pero es que son muchas, dirás. Para el Médico-Dios no hay enfermedad incurable. Tú déjate curar. He aquí la condición, dejarse sanar, ponerse en sus manos».

        Estas son las dos virtudes que tuvo el Centurión: fe en Cristo, humildad ante Cristo. En primer lugar, hoy como ayer Jesucristo necesita que los hombres nos acerquemos a Él con fe. El centurión creyó en Jesús plenamente y no dilató la curación de su esclavo. Nunca obró Jesús sin exigir la fe de los que se acercaban a Él. Hay que pedirle a Jesús que nos dé la fe del centurión:

 

        3.- Fue una fe de pobre e indigente que mendiga a Dios. Es la oración que se manifiesta y expresa en petición de ayuda. Sólo el que se experimenta pobre delante de Dios acude a la oración de petición: “Pedid y recibiréis”. El orgulloso no quiere pedir ni necesitar de Dios. Además no cree que Dios le oiga, le ame y le pueda ayudar, para pedir ¿Qué uso haces de la oración de petición? Algunos desprecian como imperfecta esta oración como si fuera egoísta, interesada. Pues al Señor le gusta, la escucha y atiende.

 

        4.- Fue una fe humilde. No se atrevió a presentarse en persona y,  cuando oyó que Jesús venia a su casa, le envió el recado, diciendo: ¡Señor, yo no soy digno…! ¡Maravillosa manifestación de fe! Cristo le alabó, y la Iglesia pone estas palabras antes de la Comunión Eucarística. Y como era humilde, confiada esta oración, consiguió lo que pedía. No olvidemos estas palabras y su sentido antes de comulgar, que ellas nos dispongan para acercarnos a la Comunión Eucarística, con fe y humildad.

Fue una fe abierta a los demás, a los más humildes, a su criado enfermo. Hay que pedir e interesarse más por el prójimo, por sus problemas y necesidades, no sólo por lo nuestros personales.

 

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X DOMINGO ORDINARIO

 

PRIMERA LECTURA: 1 Reyes 17, 17-24

 

        La perícopa que narra la reanimación del hijo de la viuda de Sarepta es parte del «ciclo de Elías» (1R 17-2 R 2), un conjunto de capítulos poco unitario, pero que tienen la intención de narrar la vida del profeta a través de una serie de narraciones, algunas de ellas milagrosas. El contexto histórico en el cual se inserta nuestra lectura de hoy testimonia la fuerte polémica que la fe yavista y de modo especial la teología deuteronomista deben luchar contra los cultos naturalistas, particularmente contra el culto a Baal que algunos israelitas pretendían. Elías es el hombre de Dios que testimonia con su propia vida el juicio de Yavéh. Por este motivo la viuda, a la cual se le acaba de morir el hijo, reacciona con agresividad: “¿qué tienes que ver tú conmigo? ¿Has venido a mi casa para avivar el recuerdo de mis culpas y hacer morir a mi hijo?”  El profeta, como hombre de Dios, hace presente a Dios que censura el pecado y hace tomar al pecador conciencia de sus faltas, según la mentalidad judía, de un Dios vengador de pecados. El milagro de la reanimación será la señal de la palabra y de la acción profética de Elías y del Dios de la vida contra el falso Baal.

 

SEGUNDA LECTURA: Gálatas 1, 11-19

 

        En el contexto de la severa condena a los Gálatas, que se han dejado arrastrar por los falsos profetas de un falso evangelio, Pablo revindica la autoridad de su propio testimonio desde el judaísmo hasta su conversión. Es la misma vida de Pablo la que garantiza que el evangelio que anuncia no es de origen humano sino divino, revelado por el mismo Cristo, y que le llevó a cambiar sus ideas y su misma vida de perseguidor de Cristo y los cristianos hasta convertirlo, por la elección de Dios por la gracia, en evangelizador de su Hijo entre los paganos.

 

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 7, 11-17

Queridos hermanos:

 

1.- El Evangelio de hoy tiene una figura central, Jesucristo, resurrección y vida, que resucita al hijo de la viuda de Naím. Inculcaremos incansables la actualización del Evangelio. Cuando la Iglesia toma un pasaje, no lo hace tan sólo para que oigamos narrar el hecho ocurrido hace siglos, sino, sobre todo, para que, mediante su recuerdo, saquemos frutos abundantes para nosotros mismos y vengamos a reproducir ahora el hecho, dentro de nosotros mismos.

Para esto se proclaman los dichos y hechos salvadores de Cristo en la Eucaristía. Y así como un día nos vimos representados en aquel malherido del evangelio y a Cristo en el buen samaritano, así hoy lo contemplaremos como resurrección y vida, y a nosotros como el muerto que necesita de Él.

 

2.- La vida de gracia es movimiento; muerto está, por tanto, quien carece de la gracia de Dios, el que está muerto por el pecado grave, el sarmiento que está separado de la vida, que es Cristo, el que no fructifica, él es un injerto estéril.

La descripción del milagro que nos hace San Lucas, no puede ser más viva, hasta el realismo de advertir que los portadores se detuvieron sorprendidos ante la inesperada intervención del Maestro, y cómo el muerto volvió a la vida, aturdido, incorporándose, como para orientarse y darse cuenta de lo que había sucedido.

Fue así: Aconteció que iban a una ciudad llamada Naím. La ciudad está rodeada de viñas y olivares; por entre ellos bajaba el Señor, acompañado de una gran muchedumbre y cuando iba a entrar por la puerta de la muralla, vió salir un cortejo fúnebre. La caravana que bajaba, se encontró con otra que subía. Llevaban a la tumba a un jovencito, y su madre viuda no tenía otro hijo. Con esto lo hemos dicho todo.

 

3.- Las costumbres del país tenían como norma cortés que en caso de encontrarse dos comitivas, la doliente tenía preferencia, mientras que la otra le cedía el paso. Así debió de acontecer en aquella ocasión. Imaginaos ahora la tensión, la emoción enorme de aquellas gentes.; el Señor da dos pasos y se coloca junto al cadáver; la madre va allí mismo llorando; Jesús la consuela, detiene a los que llevan su triste carga y en aquel momento se presenta a los ojos del mundo una escena maravillosa; Jesús vida está enfrente de la muerte.

  Y en aquel silencio impresionante, sólo se oye una voz de poder y mando: “joven, a tí te lo digo, levántate”. Y se rompen las leyes de la física y de la biología y aquel cuerpo inerte, en periodo de corrupción, vuelve a estar vivo, simplemente porque así lo manda quien le gritó, que fue el mismo que permitió su muerte, el Señor de la vida y del mundo.

 

4.-Queridos fieles, qué fácil encontrarse con la muerte, con la del alma y con la del cuerpo. Toda persona que peca mortalmente parece vivir, pero en realidad está muerta Su cuerpo no es sino el ataúd quizás hermoso y bien pintado de un alma que hiere. Y cuántos muertos, cuántos cadáveres ambulantes.

La pena terrible es que son mucho menos los que lloran esta muerte de alma que aquella otra del cuerpo. Para los muertos espirituales apenas hay cortejo fúnebre, nadie llora esta horrible desgracia, nadie sufre por ellos, nadie ruega y pide y se inmola a Dios y le da gracias, más bien algunos exhiben públicamente el pecado y lo exhiben. Y siempre lo mismo. Es que falta fe.

Qué lástima que haya tantas personas, que no quieran saber esto, que vivan como si la muerte del alma no fuera la muerte del hombre, del matrimonio, de la juventud vacía y sin valores espirituales.

 

5.- En una cosa debemos imitar al cortejo fúnebre. Es en su caridad. Iban acompañando al difunto. Tú y yo y todos debemos acompañar a los muertos espirituales, a los pecadores. Les vamos a acompañar con nuestras oraciones y sacrificios; nos vamos a interesar por ellos y vamos a llorar ante Jesús Sacramentado esa desgracia que ellos no saben llorar, porque viven engañados por el ambiente y sus pasiones. Y vamos a llorar mucho y fuerte y de verdad, para que Jesús nos oiga.

Y estad convencidos, que hoy como entonces, Jesús sale al encuentro de nuestras miserias y nos curará y curará al mundo y a los hombres como tantas veces lo ha hecho en la historia de Salvación. Jesús también se compadeció de la pobre madre. Es el corazón de Jesús vivo en emociones, cuando son legítimas. Es compasivo, pero no sentimental. Aprendamos a conocer las penas de nuestros hermanos. Qué pena que hoy haya muchos bautizados que no quieran saber esto ni vivirlo.  Imitemos al Señor.

 

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XI DOMINGO ORDINARIO

 

PRIMERA LECTURA: 1 Samuel 12,7-10.13

 

        Tras el adulterio con Betsabé y el asesinato inducido del  marido, David se ve confrontado con su responsabilidad por un profeta: debe pagar este menosprecio de la voluntad de Dios: una vida matrimonial nacida con la sangre inocente no se verá libre de la sangre del inocente; quien quitó el hijo al esposo tendrá que ver cómo sus hijos le quitarán reino y esposas. Pero porque reconoce su pecado, salvará su vida y su reino.

        La grandeza de David, disminuida por su pasión, se acrecienta en la confesión de su pecado. La grandeza de Dios, desvelada en su pasión por la justicia, resplandece en su disposición para el perdón más que en su elección gratuita. Dios descubre el pecado oculto, para que no quede oculto su deseo de perdonar.

 

SEGUNDA LECTURA: Gálatas  2,16.19-21

 

        En su lucha continua de discusiones contra los defensores de la vigencia de la ley judía dentro de la vida cristiana, Pablo reivindica, con expresiones paradójicas pero bellísimas, la exclusividad de Cristo como origen y base de la justificación: Dios no nos considera justos por lo que hagamos, aunque hagamos su voluntad, sino en razón de la muerte y resurrección de Cristo, crucificado bajo la ley de Dios. La fe en Cristo puede ser extrema, porque se apoya en la fidelidad extrema de Cristo. Vivir como Cristo, crucificados con Él, significa vivir liberados de la ley para vivir sólo para Dios.

 

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 7, 36-8,3

 

QUERIDOS HERMANOS:

 

1. El mensaje de la Palabra de este domingo es  una vez más, la misericordia de Dios que perdona al pecador arrepentido; los vemos en la primera Lectura con David,  y en el evangelio en la escena de la mujer sin nombre. Esa misericordia de Dios se manifiesta en la predilección de Cristo por los marginados.

Así lo demuestra hoy ante la mujer pecadora, una persona marginada en la sociedad judía por doble motivo: por ser mujer y por su oficio, el más viejo del mundo. En su lectura completa, el evangelio de este domingo tiene dos secciones distintas: lª. Escena del banquete en casa de Simón el fariseo (Lc 7,36- 50). 2ª. Sumario de la actividad apostólica de Jesús, en la que le acompañaban los Doce y algunas mujeres (8,1-3).

 

2. Los protagonistas de la escena del banquete son Jesús, el fariseo y la mujer sin nombre. No parece probable que esta mujer tenga que ver con María, la hermana de Marta y de Lázaro, que ungió a Jesús en Betania (in 12,lss), y menos todavía con María Magdalena. La narración de Lc es admirable y sigue estos pasos:

 

A). Jesús acepta la invitación de un fariseo llamado Simón a comer en su casa, probablemente en día de sábado. Pues era costumbre y un honor distinguido el invitar a un rabí que, estando de paso, hubiera hablado en la liturgia de la sinagoga. Inesperadamente, “una mujer de la ciudad, una pecadora, al enterarse de que Jesús estaba comiendo en casa del fariseo, vino con un frasco de perfume y, colocándose detrás junto a sus pies, llorando, se puso a regarle los pies con sus lágrimas, se los enjugaba con sus cabellos, los cubría de besos y se los ungía con el perfume”.

 

B. Enseguida surge el juicio condenatorio, aunque sin palabras, del fariseo sobre el joven rabí y sobre la mujer: “Si éste fuera profeta, sabría quién es esta mujer que lo está tocando y lo que es: una pecadora”. Cristo lee los pensamientos secretos de su anfitrión, y mediante una parábola la de los dos deudores, le alecciona sobre la relación existente entre el perdón y el amor. Es el amor y la gratitud por el perdón recibido lo que están expresando la conducta y los detalles de la “intrusa”.

 

C. Entonces “los convidados empezaron a decir entre sí: ¿Quién es éste que hasta perdona los pecados? Pero Jesús dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado, vete en paz”. La reacción de los comensales es un punto importante. Efectivamente, Cristo había perdonado los pecados a aquella mujer, facultad que solamente tiene Dios. Por tanto, ellos mismos podían haberse respondido. Pero, ¿cómo ver a Dios en aquel hombre, Jesús de Nazaret? No había más que un camino: la fe. Eso es precisamente lo único bueno que tiene la conocida pecadora. Por eso se sabe aceptada por Jesús con un perdón que la regenera.

 

3. Es la misma sensación que experimentó el rey David, según vemos en la primera lectura (2Sm l2,7ss). El profeta Natán, de parte de Dios, reprocha a David su pecado y su crimen: adulterio con Betsabé, la mujer de Urías el hitita, a quien luego hizo perecer en la batalla. Al pasaje leído hoy precede una parábola en boca del profeta: la del rico que sacrifica la única oveja del pobre para obsequiar a un huésped. Villana acción que merece la condena de David. ¡Ese hombre eres tú!, le hace ver Natán. Entonces el rey David reconoce su culpa: He pecado contra el Señor. Y Natán le dice: Pues el Señor perdona tu pecado. Mensaje de perdón en que abunda el Salmo responsorial.

 

4. “Sus muchos pecados están perdonados porque tiene mucho amor”, dice Jesús a Simón el fariseo refiriéndose a la mujer pecadora. ¿Cómo entender esta frase? La pecadora ama porque está perdonada; y “el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es Amor” (lJn 4,7s).

Es la fuerza del amor que Dios nos otorga a los pecadores. Para lograrlo hemos de comenzar por reconocer nuestra situación de pecado. Cuando perdemos la conciencia de ser pecadores, algo que efectivamente están perdiendo el hombre y la mujer de hoy, somos el fariseo Simón. Juzgamos duramente a los demás sin pensar que también nosotros fallamos y necesitamos el perdón de Dios, como David y la mujer sin nombre, es olvidar que ante Dios todos somos deudores insolventes.

Pero a El no le importa. Su perdón, como su amor, es gracia y no transacción comercial. Quizá por ser gratis y debido a nuestra mentalidad mercantilista, no lo estimamos lo bastante. Pero lo que nos enseña hoy Jesús es que no nos liberamos del propio pecado por nuestro propio esfuerzo (es la actitud del fariseo), sino aceptando el perdón y amor gratuitos de Dios (actitud de la pecadora). Eso respecto de Dios; y en relación con los hermanos, el que no se siente pecador no puede colaborar a construir un mundo mejor, porque es incapaz de empezar por el principio, cambiando él personalmente. Solamente así sabremos acoger, comprender y ayudar a los demás.

Dios está siempre por el perdón y la reconciliación porque en Cristo ha tomado partido por el hombre. Ese perdón de Dios al hombre pecador tiene, por disposición suya, un cauce de efectividad en el sacramento de la reconciliación o penitencia mediante el cual la Iglesia reconcilia con Dios y recupera para la comunidad al miembro enfermo, como vimos en otra ocasión. Hoy nos acercamos poco al sacramento del Perdón de Dios. No nos sentimos pecadores. Pero eso no sólo no nos hace mejores, sino que nos endurece en nuestros pecados y faltas de amor. Recemos con verdad: «Perdona  nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal» de sentirnos ya justificados.

 

5.- La segunda Lectura dice textualmente: “Hermanos, sabemos que el hombre no se justifica por cumplir la ley sino por creer en Cristo Jesús. Por eso hemos creído en Cristo Jesús para ser justificados por la fe de Cristo y no por cumplir la ley, porque el hombre no se justifica por cumplir la ley”.

        El sentido literal es que la justificación, la santidad no  viene por el cumplimiento de la ley de las obras sino por la fe, el evangelio de Jesucristo. Y esto concuerda perfectamente con el evangelio de hoy, donde se nos invita a perdonar  porque ese es el proceder de Dios, la perfección, la santidad.

        Jesús ha censurado actitudes incorrectas del hombre antes Dios, que se fundaban, en última instancia, en una oculta autosuficiencia  y una falsa seguridad; finalmente Él nos ha manifestado que Dios es el consuelo y la alegría del humilde, que desde su pobreza o incluso en su pecado, se abandona con gozo a la misericordia de Dios y tiene experiencia de Él, de su amor  y de perdón de Padre.

        La santidad la concebimos como un progreso en las obras, en el desarrollo de las facultades, en la capacidad de superación y en el cumplimiento cada vez más exacto de las tareas y funciones, en el cumplimiento de las leyes.

        Los escribas y fariseos se distinguen por esto. Y  sin embargo Jesús dice: “Si vuestra justicia no supera…” ¿Por qué?  Porque este modo de vivir lleva inherente en sí el enorme peligro de identificar la perfección con la seguridad y santidad por sus obras externas.

        Sin embargo, para Jesús, la santidad, la perfección consiste en imitar la misericordia que Él tiene para con los hombres. “Si vuestra santidad no sobrepasa…” La observancia escrupulosa y literal de los mandamientos de aquí en adelante ya no es suficiente. Debe ser sobrepasada por un cumplimiento según el espíritu, según el evangelio. De ahí la invitación de Jesús: “Sed misericordioso como vuestro Padre celestial es misericordioso...” Mostrándose misericordioso el discípulo de Jesús se asemeja al Padre. Por eso Lucas pone misericordioso, donde Mateo pone “sed perfectos…”, porque esto puede llevar a lo que estamos censurando, poner la confianza en la perfección propia de los actos, pero sin misericordia, que es la esencia de Dios, amor misericordioso.

        La santidad cristiana está en tener un corazón compasivo y misericordioso como nuestro Padre Dios que es todo amor, su esencia es amar y si deja de amar deja de ser Dios.

        El hombre no se acerca a Dios por las obras, ni a Dios le podemos dar nada que Él no tenga; solo podemos acercarnos por el amor misericordioso hacia los necesitados, abandonados y pecadores, por los sentimientos de perdón mutuo.

        Las buenas obras no justifican al hombre, si no proceden de un corazón humilde y misericordioso. La santidad está en la misericordia, en amar a los hombres como Dios nuestro Padre nos ama a todos y nos perdona.

 

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DOMINGO XII ORDINARIO

 

PRIMERA LECTURA: Zacarías 12, 10-11

 

        Hundido el imperio persa, y antes del período de helenización, se refleja un resurgimiento de esperanza en la comunidad, girando toda ella en torno al Templo. El Templo es no sólo el centro de la comunidad, sino el centro religioso del mundo. Se espera la exaltación futura de esta esperanza: la gracia y la oración, derramadas por Dios y se vislumbra también la acción redentora de la muerte del Traspasado, como origen de la salvación. Menos claro que en el Siervo de Isaías 52, 13-53, 12, pero los textos se iluminan unos a otros. En torno a él se insiste, sobre todo, en la conversión: mirada y duelo universal por Él, el uno, el único, el primogénito. Él, con su sufrimiento, atraerá todas las miradas convertidas (cfr Apoc 1,7; Jn 3, 14), y, con la eficacia de su acción, eliminará las dudas (cfr Evangelio de hoy), realizará la unidad universal en la única fe (cfr Segunda lectura de hoy).

 

SEGUNDA LECTURA: Gálatas 3, 26-29

 

        La justificación por la fe en Cristo da a los hombres una ciudadanía nueva, la del verdadero pueblo de Dios. Con esta imagen aclara Pablo el contenido de la justificación cristiana. Esta ciudadanía equivale a la filiación divina. Los ciudadanos del nuevo pueblo de Dios son Hijos de Dios. Y esta realidad se adquiere por la fe en Cristo Jesús (Rom 8, 14-15). El momento histórico con que el hombre entra en el pueblo de Dios es el de su bautismo. Pablo explica esta realidad con la imagen de «revestirse de Cristo» hebraísmo bíblico usado más veces por Pablo (Rom 13, 14; 1 Cor 15, 53; Ef 4, 24; 6, ir) para expresar la unión vital, íntima con el Señor. Esta ciudadanía realiza la unidad de todos los pueblos, de todas las clases sociales. La fuerte división que existía en el mundo de entonces, queda superada por la obra salvadora de Cristo que hace de todos los creyentes una sola persona «en Cristo» (cfr Ef 2, 7).

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 9, 18-24

 

QUERIDOS HERMANOS: en el Evangelio de hoy Lucas une el reconocimiento de la divinidad de Jesucristo, por parte de Pedro, con el anuncio de la Pasión del Señor, y la exigencia de la abnegación y la cruz para seguirle. Estas tres realidades son esenciales en el cristianismo y están profundamente unidas.

1.- La Divinidad de Jesucristo. Es el fundamento de la fe cristiana. El cristianismo es Cristo, Hijo de Dios. Sin confesar la Divinidad de Cristo no hay cristianismo. Es el mayor don de Dios a los hombres.

        Una cosa, sin embargo, es conocerlo, estudiarlo, predicarlo y oírlo. Lo que necesitamos es creerlo. Y mejor, celebrarlo en los sacramentos, especialmente, la Eucaristía. Y lo mejor de todo, vivirlo. Para eso vino en nuestra busca. Y  predicarlo, lo mejor es ser testigos. Creo en Cristo, en la medida en que ajusto mi vida a esta verdad, y Él es lo primero y absoluto en mi vida. No es fácil. Es un don de Dios, una gracia, hay que pedirla.

        San Juan de la Cruz: oración meditativa, afectiva, contemplativa con la conversión y purificación permanente, las noches, las purgaciones, para llegar a la unión total en Dios. La sinceridad de la fe, la verdad de mi fe se demuestra en la capacidad que tengo de renunciar a cosas por Cristo. Renuncio mucho, creo mucho; renuncio a poco, creo poco; renuncio a nada, me exijo nada.

        2.- Estructurar mi vida desde la fe es creer de verdad,  es  seguir a Cristo, vivir el evangelio, porque el cristianismo no son  sólo verdades, sino fundamentalmente vida entregada a Dios y a los hermanos por la verdad creída; la verdad creída se convierte así en verdad vivida, que me lleva al éxtasis por el sufrimiento de tomar la cruz y seguir las huellas, las mismas huellas de Cristo; el amor a Dios creído en Cristo nos debe llevar a matar el amor que nos tenemos a nosotros mismos, al propio yo, para adorar sólo a Dios y darle culto con mi fe y mi vida: “El que quiera seguirme, niéguese a sí mismo, tome su cruz y me siga…” ¿A qué estoy renunciando por creer en Cristo, por seguirle… como joven, familia, esposo, sacerdote…?

        3.- La muerte de mi yo y criterios y voluntad en seguir a Cristo es signo y manifestación de mi amor a Cristo, al Padre; como la pasión, muerte de Cristo es el acto supremo manifestativo del amor al Padre, cumpliendo su voluntad.

        Mi  camino de seguimiento a Cristo de cumplir la voluntad del Padre, me lleva a mi muerte, pasión y resurrección espiritual y total  ¿Quién vive en esta línea? Porque Jesús une la confesión sincera de su Divinidad con el seguimiento.

        Porque no se puede confesar con verdad: Tú eres Dios, y luego no seguirle y arrodillar la propia vida en su presencia, poner toda mi vida de rodillas ante Él, adorarle con todas las fuerzas de mi corazón.

 

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SEGUNDA HOMILÍA

 

QUERIDOS HERMANOS: 1.- La liturgia de la Palabra de este domingo proclama a Jesús como el Mesías que ha de sufrir mucho para salvar a los hombres. Tanto la primera Lectura, donde Zacarías nos habla de la muerte violenta de un personaje misterioso, por el que todo el pueblo llorará amargamente, como el pasaje del evangelio, donde Jesús abiertamente afirma que el Hijo del hombre ha de sufrir mucho y ser entregado para morir y resucitar para la salvación de muchos; se insiste en los padecimientos del Mesías y en la eficacia de su pasión salvadora. Vamos a reflexionar brevemente sobre estas verdades.

        2.- Destacaría en primer lugar el convencimiento que Jesús tiene de ser el verdadero Mesías que ha de salvar a su pueblo, no en un sentido político y temporal, sino como el Siervo de Yahvé, para llevarle a la salvación definitiva por su pasión y muerte sufrida por llevar sobre sus hombros los pecados de todos.         Y este convencimiento no se manifiesta sólo ni principalmente por las repetidas veces que Jesús insiste sobre este tema en diversos momentos de su vida, ni siquiera por la firmeza en ir a la muerte, sino fundamentalmente por la dureza con que rechaza las insinuaciones de Pedro cuando le quiere suavizar o apartar de este camino trazado por la voluntad del Padre.

        En San Mateo, después de la respuesta de Pedro: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo”, Jesús responde: “Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado nadie de carne y hueso sino mi Padre que está en los cielos”. Y en otro pasaje del evangelio, cuando Pedro, ante el anuncio de la pasión por parte del Señor, quiere apartarle de ese camino de sufrimiento, Jesús le dice: “Apártate de mi Satanás, porque piensas como los hombres y no como Dios…”

Vemos que a quien llamó poco antes bienaventurado y estar guiado por Dios su Padre en sus palabras, ahora lo llama Satanás y le dice que se aparte de Él. ¿Por qué esta dureza y este rechazo? Porque para Cristo la voluntad del Padre era su comida y Él había venido para cumplir su voluntad. Esto era lo primero y absoluto de su vida. Y por cumplir su voluntad está dispuesto a sufrir todo lo que sea. Y como esa es la voluntad del Padre para salvar a los hombres, por eso, Él se entrega totalmente a cumplir su voluntad.

El por qué del sufrimiento en Cristo y, sobre todo, la dureza de tanto sufrimiento, es un misterio; Cristo nos podía haber salvado de otro modo, sin sufrir tanto o sufriendo menos. Mucho se ha escrito sobre esta materia. Mucho se seguirá escribiendo. Me quedo con las palabras de Cristo, interpretando tanto sufrimiento en clave de voluntad del Padre para demostrar su amistad total al hombre, del amor total y gratuito: “Nadie ama más que aquel que da la vida…Tanto amó Dios al mundo que entregó a su propio hijo para que no perezca ninguno de los que creen en Él”.

        San Pablo lo comprendió y lo vivió así: “No quiero saber más de mi Cristo, y éste, crucificado”; “Para mí la vida es Cristo; vivo yo pero no soy yo es Cristo quien vive en mí y mientras vivo en esta carne vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó por mí”.

3.- En Getsemaní, es trágico ver que el Padre no le hace caso a su Hijo: “Padre, pase de mí este cáliz…” por amor a nosotros los hombres. Es, pues, en clave de amor extremo, de amor loco y apasionado de Dios al hombre como hay que interpretar toda la pasión y la muerte y resurrección de Cristo.     El camino trazado por Dios al Hijo ha determinado también el camino del discípulo, que quiera seguirle, de toda persona que opta por Él: “El que quiera ser discípulo mío…”       Debiéramos pedir esta gracia al Espíritu de Cristo, que es el Espíritu Santo. Él fue quien le impulsó a realizar el plan de Dios, por la potencia de su amor.

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DOMINGO XIII ORDINARIO

 

 

PRIMERA LECTURA: 1 Reyes 19, 16b. 19-21

 

        El Señor elige a quien quiere para que sea su portavoz, antes de todo merecimiento (Cfr Isaías 49,1). Elías con su acción simbólica invita a Eliseo a compartir con él su misión profética. Eliseo responde sin vacilación; deja hasta lo más querido por él para ser fiel a la invitación del Señor y lo sella todo con un sacrificio generoso. En la nueva alianza los apóstoles y discípulos del Señor heredarán el espíritu de los profetas. Jesucristo exigirá una exclusividad absoluta en su servicio (cfr Evangelio de hoy). Los apóstoles, padres y modelos nuestros en la fe, responden con la misma generosidad que Eliseo, dejándolo todo para seguir al maestro (Mt 4, 20, 22). En la Iglesia hay muchos oficios y carismas para la edificación de su Cuerpo (Ef 4, 11,16; 1 Cor 12, 27-31). La llamada del Señor llega a cada uno por caminos insospechados.

 

SEGUNDA LECTURA: Gálatas 4, 31B-5. 13-18

 

        La Lectura de hoy pertenece a la tercera parte de la carta en la que Pablo expone unas consecuencias prácticas de la doctrina sobre la justificación. El hombre justificado ha entrado en la libertad. Y en ella debe mantenerse firme; «permanecer», dice Pablo, tomando el vocablo del lenguaje militar y que describía la actitud del soldado en guardia. La libertad del «justificado» es una libertad en el amor al prójimo, que en realidad se convierte en una esclavitud al servicio del hermano. Y esta esclavitud en la libertad brota del amor, fundamento de la comunidad de justificados: “en el Espíritu”; se refiere Pablo principalmente al Espíritu Santo en cuanto dirige la vida del justificado y la orienta por el camino de las apetencias del Espíritu, contrarias a las de la carne, que es una vida antagónica a la del Espíritu, dominada por lo divino y sobrenatural.

 

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 9, 51-62

 

QUERIDOS HERMANOS:

 

1.- La liturgia de este domingo se centra en el seguimiento o discipulado de Jesús. Antes de llegar a las llamadas de seguimiento, nos llama la atención la primera frase del texto evangélico: Jesús, al presentir que se acercaba el tiempo de su retorno al Padre, “tomó la decisión de ir a Jerusalén”.

        No se trata precisamente de un viaje turístico, pues todos sabían que se trataba de la persecución y posible muerte de Jesús. Los discípulos se lo dicen en otro texto evangélico: “Señor, si hace poco te querían apedrear…” Pero Él sigue fiel a la voluntad del Padre: «Hay que subir a Jerusalén».

 

        2.- En este camino de los discípulos, llenos de miedo y detrás de Jesús, San Lucas expone las perícopas del seguimiento y sus radicales exigencias, así como la poca comprensión de los Apóstoles acerca del modo y exigencias de Jesús.

        En primer lugar Jesús no tiene más remedio que reprochar a Santiago y a Juan sus deseos de venganza por el mal recibimiento que los samaritanos dispensaron a Jesús y su evangelio.

        Después de veinte siglos y de esta enseñanza de Jesús, en nosotros no ha desaparecido esta actitud vindicativa por motivos sociales o religioso.

        Si los cristianos tenemos derecho a vivir y practicar nuestra fe, que consideramos verdadera, no podemos por ello condenar a los que no piensen y vivan como nosotros, por heréticos o absurdos que nos parezcan, aunque comprendo que es una de las actitudes más difíciles de ayer y de hoy, siempre que no se metan contra nosotros.

       

3.- Pero el centro de las reflexiones de hoy está en las perícopas siguientes que, si bien son tres, giran en realidad sobre un mismo eje y una misma idea central.

        San Lucas nos trae tres casos de posibles discípulos de Jesús.

        En el primer caso, hay como una autoinvitación; se trata de uno que entusiasmado por la fama de Jesús, se decide a seguirle donde quiera que vaya. Jesús viene a decir: No tengo nada que ofrecerte de ganancias materiales ¡No tengo ni casa donde alojarme!

        Jesús, al revés que los líderes políticos, no ofrece nada. Ni hoy tampoco. Por eso pierde campañas con algunos, otros abandonan sus llamadas y tiene tan poco jóvenes que quieran seguirle en el sacerdocio o en la vida consagrada. En el seguimiento a Jesús sólo importa el amor a Dios y el servicio a los hombres.

       

4.- El segundo candidato es llamado por Jesús con el característico: “¡Sígueme!” El hombre acepta, pero pone una condición sumamente razonable y lógica: que antes pueda enterrar a sus muertos. Es una forma de expresar la renuncia por Cristo a los afectos humanos, que deben quedar en segundo lugar, incluso ante el mandato del mismo Dios, de que hay que honrar a padre y madre. Dios quiere y nos obliga bajo mandamiento a amar a los nuestros, pero antes siempre está su voluntad, y si hay contraposición, debemos de anteponer la voluntad de Dios.

        Este es el sentido de las palabras de Cristo. Jesús se muestra intransigente y responde con una frase desconcertante: “que los muertos se encarguen de los muertos, en cambio, tú ve a anunciar el reino de Dios”.

        Esto tiene una interpretación simbólica: Ha llegado la Vida, deja el pasado de muerte, predica el Reino. Que el pasado se ocupe del pasado, no se puede colocar una tela nueva en la vieja.

       

5.- El tercer caso es similar al segundo. A este hombre le cuesta trabajo romper con su pasado afectivo: el que pone la mano en el arado y sigue mirando atrás, no vale para el reino de Dios.   No se oponía a la despedida de los padres, sino a la incompatibilidad del seguimiento cristiano con la antigua familia de los judíos, la sinagoga, el templo, la ley antigua.

        Concluyendo: La fe cristiana cambia radicalmente la vida del hombre, si es aceptada; es un punto de vista totalmente nuevo y original a la luz del cual debemos replantear toda nuestra existencia, aún en aquellos elementos que nos sean más queridos e íntimos.

        Sólo así la fe es cambio de vida y, en consecuencia, entrada en el Reino de Dios, que tiene unas leyes de crecimiento y desarrollo diversas a las leyes del reino de la tierra.       Que el Señor nos conceda luz para comprenderlas y gracias para seguirlas y vivirlas. Así seremos discípulos verdaderos. Amen.

 

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QUERIDOS HERMANOS:

 

1.- La liturgia de este domingo se centra en el seguimiento de Cristo. Todos, desde el santo bautismo, nos convertimos en discípulos y seguidores   del Señor y herederos del cielo, de la eternidad, que empieza aquí abajo, y para eso, para ser seguidores y discípullos y cristianos completos de Cristo estamos obligados no solo a creer en Él sino a  seguirlo, a imitarlo, cumpliendo sus mandamientos, su voluntad cada día, viviendo como él, pisando sus mismas huellas de amor a Dios y a los hermanos y para eso hay que hacer lo que nos dice y predica tantas veces en los evangelios: ” El que quiera ser discípulo mío... Algo que hoy se predica poco y se practica menos, incluso en ambientes religiosos: seminarios, noviciados... Porque es antipatico y supone mortificarnos y negar nuestros egoismos.

Por eso os digo que desgraciadamente el seguimiento de Cristo en nuestra vida, el vivir su evangelio, está hoy muy olvidado por la mayor parte de los cristianos; hoy hay muchos bautizados, que no  tenemos la convicción de que ser cristiano, estar bautizado es un compromiso de seguir e imitar a Cristo en nuestra vida, de seguir su evangelio, su vida y enseñanzas, no de saberla o incluso de predicarla sino de vivirla, y no reflexionamos todos los días si mi vida como esposo cristiano, como madre cristiana, como hijo o joven cristiano, sobre todo, como sacerdote y religiosa consiste esencialmente en imitar y seguir y vivir lo que Cristo vivió y practicó y predicó en su evangelio, cumpliendo así las exigencias propias de la vida cristiana en el matrimonio o el sacerdocio o la vida religiosa, a la que Cristo nos ha llamado,

Es decir, que he sido bautizado, o que he sido ordenado sacerdote o que Cristo me ha llamado a la vida religiosa para vivir su vida, esto es, para ser seguidor suyo, pisar sus huellas de amor a Dios y a los hermanos como él, hasta dar la vida, esto es, para ser santo, todos estamos llamados a la santidad, a la vida de unión con Él mediante la oración diaria y el cumplimiento de los mandamientos y voluntad de Dios, cada uno según su estado, no es lo mismo la vida de una religiosa que la de una madre cristiana o una joven cristiana, cada uno tiene que ser santo según su estado de vida, y a esto estamos llamados desde el santo bautismo, y las ayudas son los demás sacramentos.

Y la santidad no es una cosa extraordinaria, solo reservada para algunas almas especiales, no, es una exigencia para todo bautizado, es vivir en plenitud la vida de gracia que nos da el bautismo y potencia la comunión eucarística, rezamos y comulgamos para ser como Cristo, para vivir como Cristo, esto es, para se santos, para amar a Dios sobre todas las cosas y a todos los hombres como hermanos, y lógicamente esto no es fácil, primero porque ni siquiera lo sabemos o lo tenemos en cuenta y tratamos de vivirlo, y segundo, porque cuesta sacrificio, cuesta mucho esfuerzo y dolor y renuncias el vivirlo.

Es sencillamente tener todos los días un rato de oración- revisión personal de vida, si es ante el Sagrario, mejor; el camino de la santidad, de la perfección cristiana es el camino de la oración-conversión diaria porque ORAR, AMAR Y CONVERTIRSE A DIOS SE CONJUGAN IGUAL. Y esto seas cura, religiosa, cardenal u obispo…. No oro todos los días, oro y no me convierto… me he cansado de convertirme y cambiar de vida, se acabó la oración, es tiempo perdido.

Queridas hermanas, en la vida religiosa me he comprometido a seguir a Cristo en santidad y amor total, en castidad perfecta, viviendo en pobreza y plenitud la vida de gracia, de santidad, luchando por seguir en mi vida la vida de mi Cristo, único Señor y esposo al que me he comprometido en pobreza castidad y obediencia hasta el cielo, hasta la eternidad y es tan serio y verdadero mi deseo de ser totalmente de Cristo que he renunciado a vivir en el mundo para vivir solamente para él y para toda la Iglesia en vida de recogimiento, sacrificio y sobre todo, de oración-conversión permanente, tengo que se santa...

Repito, hermanos, porque esto es lo único que importa, lo único que todos hemos de tratar de vivir en nuestras vidas, cada uno según su estado. Todos, desde el santo bautismo, estamos llamados no solo a rezar, sino a ser santos, a cumplir la voluntad de Dios cada día con esfuerzo y santidad, todos, los padres, los esposos cristianos, los jóvenes cristianos, y sobre todo, los sacerdotes y los religiosos y religiosas, todos estamos llamados a la a vivir imitando y siguiendo a Cristo, cada uno según su estado.

 

3.- Y esto es el centro de las reflexiones de hoy, de las perícopas siguientes que, si bien son tres, giran en realidad sobre un mismo eje y una misma idea central, la que os he dicho: Según Jesucristo Dios debe ser lo primero y preferido en nuestra vida.

        San Lucas nos trae tres casos de posibles discípulos de Jesús.

En el primer caso, hay como una autoinvitación; se trata de uno que entusiasmado por la fama de Jesús, se decide a seguirle donde quiera que vaya. Jesús viene a decir: No tengo nada que ofrecerte de ganancias materiales, solo mi amistad y salvación ¡No tengo ni casa donde alojarme! Soy pobre, no hago rico a mis seguidores, no he venido para eso.. Por eso, hoy en un mundo materialista, Jesús tiene pocos seguidores, seminaristas, novicias, niños y jóvenes, que le sigan en vida religiosa o sacerdotal. A ver si el pueblo cristiano es más agradecido a los sacerdotes y a las religiosas contemplativas que renuncian a todo para llevarlos al cielo.

 

4.- El segundo candidato es llamado por Jesús con el característico: “¡Sígueme!” El hombre acepta, pero pone una condición sumamente razonable y lógica: que antes pueda enterrar a sus muertos. Es una forma de expresar que los afectos humanos,  deben quedar en segundo lugar, ante la voluntad de Dios; aunque paradógicamente los religiosos, sacerdotes y religiosas luego amamos más a los padres que el resto.

        Y el tercer caso es similar al segundo. «Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de los de mi casa». A este hombre, como a estas religiosas contemplativas,  les cuesta trabajo romper con su pasado afectivoA todos nos cuesta dejar nuestra casa, sobre todo a sacerdotes y religiosas, pero ordinariamente luego somos los que más rezamao y nos interesamos por la familia.

Jesús no se opone ahora ni entonces a la despedida de los padres, pero la llamada de Dios, la vocación al sacerdocio o la vida religiosa debe anteponerse a todo. PIDAMOS ESTA GRACIA para LA IGLESIA ACTUAL, EL MUNDO  NECESITA VOCACIONES que renuncien a todo por el reino de Dios y la salvación eterna de los hermanos. Es la mejor forma de amar al mundo y a los hombres y a nuestras familias, todo por su vida y salvación eterna.

 

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DOMINGO XIV ORDINARIO

 

PRIMERA LECTURA: Isaías 66, 10-14c

 

        El Dios del creyente es el Dios de la paz (Jer 29,11) Sus intervenciones son portadoras de paz, que caracteriza la era de la salvación de Dios y que Dios “derramará sobre su pueblo como un torrente”. Todo es fruto del cumplimiento de la palabra de Dios que permanece para siempre, ya que la voluntad salvífica de Dios es más fuerte que los poderes humanos de los pueblos. Sobre este fundamento se apoya la fe y la esperanza del profeta  que cree en la bondad y en la profundidad del amor de Dios. Y salva a su pueblo por fidelidad y por el amor que le tiene. Dios, con su perdón y su protección, es el fundamento de la verdadera paz, tanto para la vida personal del hombre como para la convivencia de todos en la ciudad.

       

SEGUNDA LECTURA: Gálatas 6, 14-18

 

        El apóstol Pablo, en la lectura que hacemos hoy de su carta a los Gálatas, pone la cruz de Cristo como centro del mensaje de salvación ofrecido por la vida y enseñanza de Jesús.

La paz de Dios nace de la cruz. Y Pablo, crucificado con Cristo  anuncia la paz a todos los que siguen el camino de la cruz. No cabe duda que la cruz ha hecho surgir un pueblo nuevo. Los brazos de la cruz de Cristo hacen a todos los hombres iguales y acogidos bajo su sombra salvífica. La importancia de la cruz no puede parangonarse con otros episodios de la historia de la salvación. El camino de la salvación consiste en compartir la cruz de Cristo para sentirse una criatura nueva liberada de las realidades temporales. En San Pablo, “las marcas” que aparecen en su carne, son señales de quien luchó por ser el “hombre nuevo” resucitado en Cristo a una vida de paz y amor.

 

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 10, 1-12. 17-20

 

 QUERIDOS HERMANOS: En el evangelio de este domingo Jesús empieza diciéndonos que “La mies es mucha, pero los obreros son pocos, rogad al dueño de la mies que envíe obreros a su mies…”. La mies es mucha, el mundo entero que hay que salvar; los obreros, los sacerdotes, son pocos. Y esto es lo que nos dice el Señor, que tenemos que orar por las vocaciones, tenemos que pedir y orar para que el Señor nos dé muchos y santos sacerdotes. ¿Tú rezas alguna vez por las vocaciones, para que haya muchos y santos sacerdotes?Pues mira cómo el Señor te invita a que lo hagas

 Hermanos, somos eternos. Nuestra vida es más que esta vida…Para esto vino Cristo. Los sacerdotes somos los obreros de la mies, de las eternidades de todos los hombres…Es por lo único que soy sacerdote… porque tú eres eterno, porque Dios existe y nos ha llamado a vivir su misma vida de gozo en el cielo con Él. Cada uno que haga con su vida lo que quiera pero no olvidemos nunca el credo, lo que creemos y profesamos en todas las misas: creo en la resurrección de la carne, creo en la vida eterna… por eso todos los que han muerto están vivos en la vida eterna, es decir, en el cielo felices con Dios o en el infierno eternamente sin Dios, lo ha dicho el Señor, y ya para siempre. Lo ha dicho el Señor.

Queridos hermanos, esto fue para lo único que vino el Señor a este mundo, ¿para qué vino Cristo? ¿para qué murió en la cruz y resucitó?, ¿vino solo para hacer milagros, para dar de comer, para curar enfermos o predicar…? No, Cristo vino fundamentalmente para salvanos eternamente, para abrirnos a todos los hombres las puertas del cielo, donde pido todos los días en la santa misa que estén los nuestros, todos los cristianos, muchísimos de los cuales se han aparecido a través de la historia, muchos santos y santas, para confirmarnos que están vivos en la vida eterna, y Cristo y la Virgen, Lourdes, Fátima, Siracusa...infinidad de apariciones.

Queridos hermanos, Cristo, hijo de Dios verdadero, en quien creemos y esperamos, vino a este mundo y se encarnó y predicó, y  murió y resucitó unicamente para esto, para que todos tengamos vida eterna, para vencer la muerte en nosotros como la venció en Él, el primero de  todos… así que cuando morimos para este mundo pasamos a la eternidad o con Dios en el cielo o en el otro sitio que no quiero ni mencionar pero  que existe, porque Cristo lo dijo y predicó: “venid benditos…, marchad malditos…”.

 Esta es una verdad fundamental de nuestra fe, del cristianismo, lo único por lo que soy sacerdote, lo único por lo que existe la Iglesia en este mundo, para llevarnos a todos al cielo porque tú eres eterno; mira a ver cómo vives, el camino llevas en esta vida, mira lo que estás haciendo para vivir esta eternidad con Dios…

Y para esto es la religión, la misa, el cumplir los mandamientos… porque habrá un examen en el mismo momento en que morimos para este mundo: “Venid, benditos de mi Padre, porque tuve hambre y me disteis de comer, estuve desnudo y me vestisteis,  enfemo…. Y ¿cuando lo hicimos..? cuando lo hicísteis con cualquiera de mis hermanos los hombres.. MARCHAD MALDITOS AL FUEGO ETERNO….

ES LO ÚNICO QUE QUIERO PREDICAROS ESTA TARDE EN NOMBRE DE CRISTO … ES LO MÁS IMPORTANTE DE LA VIDA DE CADA UNO. “Porque la vida de los que en Ti creemos, no termina, se transforma y al deshacerse nuestra morada temporal adquirimos una morada eterna en el cielo: prefacio de la misa de difuntos.

YO SOY SACERDOTE SOLO POR ESO, PARA LLEVAR A MIS HERMANOS, TODOS LOS HOMBRES, NIÑOS, JÓVENES O MAYORES AL CIELO, CIELO QUE A VECES SIENTO SOBRE TODO JUNTO AL SAGRARIO, donde está Cristo vivo, vivo y resucitado, y donde se quedó para llevarnos a todos como nos prometió durante su vida, “yo soy el pan de vida…. Y realizó en la cena del Jueves Santo... ESTO ES MI CUERPO… que algunos de vosotros vais a recibir….

Este Cristo que está en el pan consagrado es el mismo del cielo, y de Palestina, el que predicó este evangelio de hoy y que hoy me ha dicho tantas cosas que solo voy a meditar con vosotros la primera frase que nos dice en el evangelio de este domingo: “la mies es mucha, los obreros son pocos…”.

PUES BIEN, hermanos, necesitamos obreros que cultiven esta mies, esta eternidad de todos los hombres. Y estos cultivadores son principalmente los sacerdotes de Cristo. El Padre Dios, en Cristo Jesús, su Hijo y único Salvador del mundo, por medio ahora de los sacerdotes, quiso salvarnos para una eternidad de gozo en el cielo con Él.

Repito, yo soy cura y he renunciado a esposa e hijos únicamente porque tú eres eterno, y esto lo siento y lo vivo muchas veces igual que la presencia de Cristo en el Sagrario hasta el punto de que le digo muchas veces: Señor, quiero irme contigo, porque tú llenas toda mi vida: “Sàcame de aquesta vida y dame la muerte…”.

Hermanos, somos eternos, no nos van a salvar ni los políticos ni los guasad ni tanta superficialidad que existe hoy en el mundo, solo existe una salvación, una vida: Dios eterno e infinito. Hermanos, sed religiosos, rezad, venid a misa los domingos, sed esposos y esposas fieles, cristianos de verdad… Que esta vida se pasa y la vida eterna, que Él, que Jesucristo nos consiguió con su vida, muerte y resurrección, nos viene a todos por los sacramentos, principalmente por el sacramento del bautismo que nos da la vida nueva de la gracia, vida eterna de Dios en nosotros, y por la Eucaristía, “El que come de este pan vivirá  eternamente…y la misa del domingo es celebrar la resurrección de Cristo y la nuestra.

Ahora bien, para predicar y recibir los sacramentos de la vida eterna necesitamos sacerdotes, sacerdotes, porque el Señor ha querido que fuéramos colaboradores suyos, que tuviéramos una parte importante en la tarea de la salvación de todos los hombres, y esto somos todos los sacerdotes, sembradores y cultivadores y recolectores de las eternidades de nuestros hermanos los hombres, somos eternos, nuestra vida, tu vida es más que esta vida de ahora; hermano, vivirás siempre, en la felicidad eterna del mismo Dios, o fuera de Él, en la condenación eterna ….

“La mies es mucha, los obreros, pocos”, y otra verdad, queridos hermanos, que quiero deciros es que este evangelio lo predica Jesús para todos los cristianos, para todos los bautizados:

POR EL SANTO BAUTISMO TODOS SOMOS HECHOS SACERDOTES Y PREDICADORES DE CRISTO Y de SU EVANGELIO, PERO ES UNA VERDAD TEOLÓGICA HOY MUY OLVIDADA Y MENOS PRACTICADA. Los padres y madres cristianos son sacerdotes que deben instruir en la fe a sus hijos, por eso sois responsables de la eternidades de vuestros hijos.

 

De ahí que hayamos de rogar, una y otra vez, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies, que despierten la conciencia dormida de tantos cristianos que no viven su fe.

Hermanos, “la mies es mucha, los obreros, pocos, rogad al dueño de la mies que envíe obreros a su mies”. Necesiamos curas y madres sacerdotales, cultivadorres de  eternidades de sus hijos.

¡Matrimonios jóvenes, por amor a Cristo y a todos los hombres, vuestros hermanos, animaros a tener un hijo sacerdote, que sea sembrador y recolector de las eternidades.

 

ORACIÓN DE LOS FIELES:

 

--En el Evangelio de hoy Jesucristo nos dice que es necesario enviar obreros a la mies, porque la mies es mucha y los obreros, los sacerdotes, son pocos.

POR ESO, OREMOS AL DUEÑO DE LA MIES, DICIENDO:

OH SEÑOR ESCÚCHANOS Y TEN PIEDAD

--Evidentemente el Señor se refiere a las vocaciones sacerdotales.
Hay que pedir mucho a Dios que haya muchas y buenas vocaciones sacerdotales.

POR ESO, OREMOS AL DUEÑO DE LA MIES, DICIENDO:

OH SEÑOR ESCÚCHANOS Y TEN PIEDAD

--La peor tragedia para la iglesia, para una nación es la falta de sacerdotes. Muy lamentable es que falten médicos e instalaciones sanitarias, pero peor es que falten sacerdotes médicos de la vida eterna.

--POR ESO, OREMOS AL DUEÑO DE LA MIES, DICIENDO:

OH SEÑOR ESCÚCHANOS Y TEN PIEDAD

--Los médicos, esos grandes bienhechores de la humanidad, lo más que pueden hacer es retrasar la hora de la muerte. Pero ningún médico puede garantizarnos una vida eterna. Los sacerdotes, sí.

POR ESO, OREMOS AL DUEÑO DE LA MIES, DICIENDO:

OH SEÑOR ESCÚCHANOS Y TEN PIEDAD

--El sacerdote es el mayor bienhechor de la humanidad porque es el único que puede garantizarnos una vida eterna y feliz con Dios.

POR ESO, OREMOS AL DUEÑO DE LA MIES, DICIENDO:

OH SEÑOR ESCÚCHANOS Y TEN PIEDAD

--Es una pena que muchos jóvenes no son capaces de descubrir los valores del sacerdocio porque están alejados de la fe y se les escapa lo más importante de la vida: la felicidad eterna, para la cual existen y existimos.

POR ESO, OREMOS AL DUEÑO DE LA MIES, DICIENDO:

OH SEÑOR ESCÚCHANOS Y TEN PIEDAD

--El materialismo de nuestra época hace que gran parte de la juventud actual sólo piense en el dinero y en los placeres de la vida. Pidamos a Dios que muchos jóvenes valoren la vida  y la felicidad eterna de sus hermanos los hombres y se entreguen al servicio de Dios y de las almas.

POR ESO, OREMOS AL DUEÑO DE LA MIES, DICIENDO:

OH SEÑOR ESCÚCHANOS Y TEN PIEDAD

 

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CUANDO SE PIENSA... (Está retocada por mí del original)

 

CUANDO SE PIENSA... que ni la Santísima Virgen puede hacer lo que un sacerdote...

 

CUANDO SE PIENSA... que ni los ángeles ni los arcángeles, ni Miguel ni Gabriel ni Rafael, ni príncipe alguno de aquellos que vencieron a Lucifer pueden hacer lo que un sacerdote...

 

CUANDO SE PIENSA... que Nuestro Señor Jesucristo en la última Cena realizó un milagro más grande que la creación del Universo con todos sus esplendores y fue el convertir el pan y el vino en su Cuerpo y su Sangre para alimentar al mundo, y que este portento, ante el cual se arrodillan los ángeles y los hombres, puede repetirlo cada día un sacerdote...

 

CUANDO SE PIENSA... en el otro milagro que solamente un sacerdote puede realizar: perdonar los pecados y que lo que él ata en el fondo de su humilde confesionario... Dios obligado por su propia palabra, lo ata en el cielo, y lo que él desata, en el mismo instante lo desata Dios.

 

CUANDO SE PIENSA... que la humanidad se ha redimido y que el mundo subsiste porque hay hombres y mujeres que se alimentan cada día de ese Cuerpo y de esa Sangre redentora que sólo un sacerdote puede realizar... Cuando se piensa que el mundo moriría de la peor hambre si llegara a faltarle ese poquito de pan y ese poquito de vino...

 

CUANDO SE PIENSA... que eso puede ocurrir, porque están faltando las vocaciones sacerdotales; y que cuando eso ocurra se conmoverán los cielos y estallará la tierra, como si la mano de Dios hubiera dejado de sostenerla; y las gentes gritarán de hambre y de angustia, y pedirán ese pan, y no habrá quien se los dé; y pedirán la absolución de sus culpas, y no habrá quien las absuelva, y morirán con los ojos abiertos por el mayor de los espantos...

 

CUANDO SE PIENSA... que un sacerdote cuando celebra en el altar tiene una dignidad infinitamente mayor que un rey; y que no es ni un símbolo, ni siquiera un embajador de Cristo, sino que es Cristo mismo que está allí actuando el mayor milagro de Dios...

 

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DOMINGO XV ORDINARIO

 

PRIMERA LECTURA: Deuteronomio 30, 10-14

 

        Toda la gente se esfuerza en estudiar, prepararse, para ejercer una profesión del modo más competente posible. Dios, en la primera lectura de hoy, nos ofrece, por boca de Moisés, una misión, una profesión, que es para toda la gente y no necesita preparación técnica alguna. Lo que necesita es una generosidad y una bondad a toda prueba: “cumplamos sus mandatos; que nos convirtamos a Él de corazón y que tratemos con amor a todos, cumpliendo la Ley del Señor”. Además, para que no pongamos disculpas al cumplimiento de este mandato, nos asegura que “lo tenemos impreso en el corazón”, que no es preciso que lo andemos buscando fuera de nosotros. Directamente Moisés habla al antiguo pueblo de Dios, invitándole a vivir la alianza de fidelidad que había prometido al Señor. Dios no se ha apartado de su pueblo. Es el pueblo quien no ha respondido con lealtad. Ahora se le ofrece la oportunidad de volverse al Señor cumpliendo la ley que lleva impresa en su corazón.

 

 

SEGUNDA LECTURA: Colosenses 1, 15-20

 

        Si en la primera lectura nos invitaba el Señor a cumplir el mandato impreso en nuestro corazón, ahora es San Pablo quien afirma que es Jesús quien nos da ejemplo para realizarlo. San Pablo eleva un himno de acción de gracias a Jesús, el Señor, por quien fueron hechas todas las cosas y por quien han sido reconciliadas todas las cosas del cielo y de la tierra por su entrega en la cruz. Es cierto que “todo viene de Dios y todo retornará a él”, pero el cristiano, a través de su «renacer» en Cristo, tiene una relación más íntima y profunda con Dios nuestro Padre: la de ser hijo en el Hijo. Cristo es la imagen de Dios invisible y por medio de Él nosotros podemos acercarnos al Padre. Cristo Jesús es el principio y el fin de la Creación. Todo procede de Él y en Él terminan todas las cosas. En definitiva, el amor es el fundamento de nuestra amistad con Dios y de nuestra reconciliación con Él.

 

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 10, 25-37

 

QUERIDOS HERMANOS: La página evangélica de hoy es elocuente por sí misma. Es un hermoso resumen de todo el evangelio y de la fe católica y cristiana:Lo que define nuestra religión, nuestra relación y amor a Cristo, lo que define la verdad de la fe y del cristianismo de un bautizado es la práctica del amor a Dios y al prójimo, es el primer mandamiento de la ley de Dios y lo prueba y afirma Jesús en otras partes del evangelio, diciendo: “un mandamiento nuevo os doy: que os améis unos a otros como yo os he amado. En esto conocerán que sois mis discípulos, si os amáis los unos a los otros” (Jn 19, 34).

        Lo que cuenta para el encuentro último con Dios es el amor a los demás: “Venid benditos de mi Padre… porque tuve hambre y me distéis de comer…” “Lo que hicisteis con uno de estos mis hermanos más pequeños a mí me lo hicisteis” (Mt 25,40). De ahí que San Pablo afirmara: “Amar es cumplir la ley entera” (Rom 13, 10).

Y ésta es la verdadera religiosidad cristiana, la espiritualidad auténtica: “La religión pura e intachable a los ojos de Dios Padre es ésta: visitar huérfanos y viudas en sus tribulaciones y no mancharse las manos con este mundo”, escribía el Apóstol Santiago. Y San Juan concluirá: “Si alguno dice amo a Dios y aborrece a su hermano es un mentiroso. Pues quien no ama a su hermano a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve” (1Jn, 4, 20). 

2.- Desgraciadamente, de tanto oírlo y no practicarlo, nos resbala, y no nos impresiona este mandamiento del amor fraterno, tan querido e inculcado por Cristo. Pero Jesús, con el evangelio de hoy, nos insiste, en que el culto, tanto del levita como del sacerdote, igual que los negocios, ocupaciones, prisas, egoísmos o comodidad, no pueden ser excusa para olvidarse del prójimo.

        Vivir pensando en uno sólo, en el consumismo existencial, sin preocuparse de los hermanos, no debe ser el lema de un cristiano ni la finalidad de nuestras vidas. El que ama de verdad a Dios se debe tomar muy en serio el amor al hermano, si de verdad quiere cumplir sus mandamientos, su voluntad.

        Y amar al hombre es hacerse próximo, prójimo a él. Esto es lo que nos dice Jesús en la parábola. Eres tú el que has de hacerte prójimo, es decir, compañero de todo hombre sin distinción alguna, porque todo hombre es tu hermano por la encarnación de Cristo en nuestra naturaleza humana y por mandato del Padre.

Por eso, la pregunta correcta no es la del letrado: ¿Quién es mi prójimo para saber a donde debe llegar mi obligación?; sino ¿quién está necesitando mi amor, mi ayuda y solidaridad, para que yo esté cercano a él y le ayude.

Y el Señor concluye su enseñanza en el evangelio de hoy y nos dice a todos: “Anda, haz tu lo mismo y vivirás”. Y esto es lo que yo os digo y me digo a mí mismo esta mañana si quiero amar a Dios de verdad, si quiero cumplir sus mandamientos, si quiero preparar ya el examen de amor final de mi vida al que el Padre me someterá el día de mi muerte, en el juicio de la vida eterna que empezaré: “Venid, benditos de mi padre, porque tuve hambre me disteis de comer… Marchaos, malditos, al fuego eterno…

Y es que Jesús nos dice que lo que hagamos de bueno o malo a nuestros hermanos, los hombres, Él lo toma como hecho con Él. Por lo tantotermino: Examinémosnos como estamos en materia del amor a los hermanos porque de ella nos examinará el Padre el día de nuestra muerte  y de entrada en la vida eterna.

Hermanos, somos eternos, algo muy olvidado en el mundo actual porque vive de espaldas a Dios y a sus mandamientos, con polítcos ateos, pero que lo siento porque Dios existe, es lo único que existe de verdad y todos seremos juzgados de amor a Él y a los hermanos en el mismo momento en que dejemos este mundo.  y luego el cielo o el infierno para siempre, para siempre. Es doctirna de Jesús, para esto vino, para esto murió y resucitó, para que todos tengamos vida eterna con Dios o en el infierno y ya para siempre, para siempre, es por lo único que soy cura, para ser sembrador de eternidades y a veces siento en mi oración y trato con Dios estas verdades.

aunque a este mundo actual alejado de Dios quiere ocultarlo y negarlo, pero Dios existe y nada más morir a este mundo entramos en la eternidad y en este juicio que Cristo nos dice. Tú quieres ir al cielo con Dios o al infierno con mucho de los políticos y humanidad actual? Pues ya sabes lo que tienes que hacer, lo que Cristo te dice y de lo que te examinará nada más entrar en la eternidad ya para siempre y dejar este mundo. Cada uno que haga lo que quiera pero un creyente lo tiene clarísimo: esforzarse por amar en un mundo que ya no sabe hacerlo y lo está perdiendo. hagamos esto y viviremos la vida de Cristo, el amor de Cristo, seremos y viviremos la misma vida de Jesús. Porque no se trata sólo de saber, como quiere el doctor de la Ley, sino de vivir y actuar. Amar es vivir y tener vida.

        Impresiona la fuerza con que San Juan en su primera carta interpreta estas palabras: 1 Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis.Pero si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo, el Justo. 3 En esto sabemos que le conocemos: en que guardamos sus mandamientos. 4 Quien dice: "Yo le conozco" y no guarda sus mandamientos es un mentiroso y la verdad no está en él. 5 Pero quien guarda su Palabra, ciertamente en él el amor de Dios ha llegado a su plenitud.En esto conocemos que estamos en él. 6 Quien dice que permanece en él, debe vivir como vivió él. 7 Queridos, no os escribo un mandamiento nuevo, sino el mandamiento antiguo, que tenéis desde el principio. 9 Quien dice que está en la luz y aborrece a su hermano, está aún en las tinieblas. 10 Quien ama a su hermano permanece en la luz y no tropieza. 11 Pero quien aborrece a su hermano está en las tinieblas, camina en las tinieblas, no sabe a dónde va, porque las tinieblas han cegado sus ojos.

12 Os escribo a vosotros, hijos míos, porque se os han perdonado los pecados por su nombre. 15 No améis al mundo ni lo que hay en el mundo.Si alguien ama al mundo, el amor del Padre no está en él. 16 Puesto que todo lo que hay en el mundo - la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y la jactancia de las riquezas - no viene del Padre, sino del mundo. 7 El mundo y sus concupiscencias pasan; pero quien cumple la voluntad de Dios permanece para siempre.18 Hijos míos, es la última hora. Habéis oído que iba a venir un Anticristo; pues bien, muchos anticristos han aparecido, por lo cual nos damos cuenta que es ya la última hora.“Quien no ama, permanece en la muerte” (3,17). Sólo el que ama, vive de verdad, porque es capaz de salir de sí mismo, de sus propios intereses y exigencias, para ponerse en el lugar del que sufre, pasa necesidad, es frágil o está marginado.

 

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QUERIDOS HERMANOS:

       

1.- La página evangélica de hoy es elocuente por sí misma. Es un hermoso resumen de todo el evangelio de Jesús, de la esencia del cristianismo, es el primero de los mandamientos de Dios que debiéramos esforzarnos más por cumplir, sobre todo, en estos tiempos tan faltos de amor a Dios, y como consecuencia, tan faltos de amor a los hermanos, a los hombres, pero hasta entre los mismos esposos.

¿Sabéis cuántos matrimonios se rompieron en España en el 2015,  100.000 mil, pero no solo eso, no voy a decir números para no entristeceros, pero lo más triste es que aumentan cada año los padres y madres que matan a sus hijos: abortos, eutanasias…y los hijos a sus padres, o los abandonan ancianos, en fín, no hace falta irse tan lejos, cerca de nosotros aumentan familias rotas, vecinos que no se hablan, en fín, aumenta un mundo que se está alejando de Dios, y al alejarse de la fe y amor a Dios, se aleja del amor a los hombres.

Queridos hermanos: Amar al hermano es lo propio y característico del discípulo de Cristo, de quien ama y quiere seguir a Cristo. Es lo primero y lo que define nuestra religión cristiana, nuestra relación con Cristo, la práctica del amor a Dios y al prójimo sin restricciones.

Que nadie piense que ama a Dios, que es buen cristiano, aunque sea cura, fraile o monja, lo predico muchas veces, si no ama a los hermanos. Lo dice el mismo Jesús: “Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros como yo os he amado. En esto conocerán que sois mis discípulos, si os amáis los unos a los otros” (Jn 19, 34).

        Queridos hermanos, hay que amar por ley natural y cuando esto falla, hay que amar por mandato de Dios, incluso aunque no nos guste a veces, hay que amar para aprobar el examen final, lo único que importa para la eternidad, somos eternos, nuestra vida es más que esta vida, no moriremos para siempre… Y si alguno no

se salva, ya para siempre… es lo que más ha influido en mi vida sacerdotal… por qué están estas religiosas en un convento… qué hacen, por qué se sacrifican y rezan: por la salvación de todos,  porque existe Dios y estamos llamados a la eternidad…

Lo que cuenta para el encuentro último con Dios es el amor a los demás: “Venid benditos de mi Padre… porque tuve hambre y me distéis de comer…” “Lo que hicisteis con uno de estos mis hermanos más pequeños a mí me lo hicisteis” (Mt 25,40). De ahí que San Pablo afirmara: “Amar es cumplir la ley entera” (Rom 13). Y ésta es la verdadera religiosidad cristiana, la espiritualidad auténtica: “La religión pura e intachable a los ojos de Dios Padre es ésta: visitar huérfanos y viudas en sus tribulaciones y no mancharse las manos con este mundo”, escribía el Apóstol Santiago. Y San Juan concluirá: “Si alguno dice amo a Dios y aborrece a su hermano es un mentiroso. Pues quien no ama a su hermano a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve” (1Jn, 4, 20).

        2.- Desgraciadamente, de tanto oírlo y no practicarlo, nos resbala, y no nos impresiona este mandamiento del amor fraterno, tan querido e inculcado por Cristo. Pero Jesús, en el evangelio de hoy, nos insiste, en que el culto, tanto del levita como del sacerdote, igual que los negocios, ocupaciones, egoísmos o comodidad, no pueden ser excusa para olvidarse del hermano.

        Vivir pensando en uno sólo, dominado por el egoísmo y los propios intereses, sin preocuparse de los hermanos, no debe ser el lema de un cristiano ni la finalidad de su vida. El que ama de verdad a Dios se toma muy en serio el amor al hombre.

        Amar al hombre es hacerle próximo, prójimo de él. Esto es lo que nos dice Jesús en la parábola. Eres tú el que has de hacerte prójimo, es decir, compañero de todo hombre sin distinción alguna, porque todo hombre es tu hermano por la encarnación de Cristo y por mandato del Padre.

Por eso, la pregunta correcta no es la del letrado: ¿Quién es mi prójimo para saber a dónde debe llegar mi obligación?; sino quién está necesitando mi amor, mi ayuda y solidaridad, para que yo me acerque a él y me haga prójimo suyo.

        El Señor concluye su enseñanza: “Anda, haz tu lo mismo… Haz esto y vivirás”. Y esto es lo que yo os digo y me digo a mí mismo en nombre de Cristo Jesús: hagámonos prójimos de nuestros hermanos, acerquémonos a los que están tristes, enfermos, necesitados de amor y de ayuda, y así seremos verdaderos cristianos, viviremos la vida de Cristo, seremos y viviremos la misma vida de Jesús y salvaremos nuestras vidas: porque tuve hambre y me diste de comer, estuve triste, solo, enfermo y me visitasteis... Pero cuando lo hice así, Señor, contigo… cuando lo hiciste con cualquiera de tus hermanos, los hombres, lo que hacernos a los hombres, Dios lo toma como hecho a Él mismo: “Venid, benditos... alejaos malditos…

        Impresiona la fuerza con que San Juan en su primera carta interpreta estas palabras: 1 Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis. Pero si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo, el Justo. 3 En esto sabemos que le conocemos: en que guardamos sus mandamientos. 4 Quien dice: "Yo le conozco" y no guarda sus mandamientos es un mentiroso y la verdad no está en él. 5 Pero quien guarda su Palabra, ciertamente en él el amor de Dios ha llegado a su plenitud. En esto conocemos que estamos en él. 6 Quien dice que permanece en él, debe vivir como vivió él. 7 Queridos, no os escribo un mandamiento nuevo, sino el mandamiento antiguo, que tenéis desde el principio. 10 Quien ama a su hermano permanece en la luz y no tropieza. 11 Pero quien aborrece a su hermano está en las tinieblas, camina en las tinieblas, no sabe a dónde va, porque las tinie

 

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 HOMILÍA

 

1.- ¿Por qué el hombre tiene que amar a Dios?  Porque Él nos amó primero: “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó y nos envió a su Hijo, como propiciación por nuestros pecados"(1Jn 4,10).

Si existo, es que Dios me ama y me ha llamado a compartir  con Él  su mismo gozo esencial y trinitario por toda la eternidad con todos sus hijos, los hombres, a los que tengo que amar como hermanos.

Sigue S. Juan: “ytodo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios...” (1Jn 4,7) ¡Qué maravilla! El amor viene de Dios y, al venir de Dios, nos engendra como hijos suyos, para vivir su misma vida trinitaria y con ese mismo amor que Él nos ama, le amamos nosotros también a Él, porque nosotros no podemos amarle a Él, si Él no nos ama primero y es entonces cuando nosotros podemos  amarle con el mismo amor que Él nos ama, devolviéndole y reflectando hacia Él ese mismo amor con que Él nos ama y ama a todos los hombres y con este amor también podemos amar a los hermanos, como Él los ama y así amamos al Padre y al Hijo como ellos se aman y aman a los hombres, y ese amor es su Amor personal infinito, que es el Espíritu Santo que nos hace hijos en el Hijo y en la medida que nos hacemos Hijo y Palabra y Verbo hacemos la paternidad del Padre por la aceptación de filiación en el Verbo y así también le hacemos feliz por nuestra aceptación de Padre.

Por eso continúa S Juan:“Queridos hermanos: Si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros. A Dios nadie lo ha visto nunca. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud. En esto conocemos que permanecemos en él y él en nosotros. En que nos ha dado de su Espíritu” (1Jn 4,11-14).

Vaya párrafo, como para ponerlo en un cuadro de mi habitación. Viene a decirnos que todo es posible, porque nos ha dado su mismo Espíritu Santo, su Amor Personal, que es tan infinito en su ser y existir, que es una persona divina, tan esencial que sin ella no pueden vivir y existir el Padre y el Hijo, porque es su vida-amor-felicidad que funde a los tres en la Unidad, en la que entra el alma por ese mismo Espíritu, comunicado al hombre por  gracia, para que pueda comunicarse con el Padre y el Hijo por el Amor participado, que es la misma vida y alma de Dios Uno y Trino. Y con ese mismo amor tiene que amar a los hermanos. Por tanto en cristiano, no se puede amar como Dios quiere al prójimo, si Él no nos comunica su amor. Y todo esto y lo anterior: “Porque Dios es Amor”.

2.- Y este Dios tan infinitamente feliz en sí y por sí mismo, entrando dentro de su mismo ser infinito, viéndose tan lleno  de amor, de hermosura, de belleza, de felicidad, de eternidad, de gozo, piensa en otros posibles seres para hacerles partícipes de su mismo ser y amor, para hacerle partícipe de su misma felicidad. Se vio tan infinito en su ser y amor, tan lleno de luz y resplandores eternos de gloria, que a impulsos de ese amor en el que se es  y subsiste, piensa desde toda la eternidad en  crear al hombre con capacidad de amar y ser feliz con Él, en Él  y por Él y como Él.

 

SI EXISTO, ES QUE DIOS ME AMA. Ha pensado en mí. Ha sido una mirada de su amor divino, la que contemplándome en su esencia infinita, llena de luz y de amor, me ha dado la existencia como un cheque firmado ya y avalado para vivir y estar siempre con Él,  en  una eternidad dichosa,  que ya no va a acabar nunca y que ya nadie puede arrebatarme porque ya existo, porque me ha creado primero en su Palabra creadora y luego recreado en su Palabra salvadora.

 

SI EXISTO, ES QUE DIOS  ME HA PREFERIDO a millones y millones de seres que no existirán nunca, que permanecerán en la no existencia, porque la mirada amorosa del Ser infinito me ha mirado a mí y me ha preferido...Yo he sido preferido, tu has sido preferido, hermano.

 

SI EXISTO, YO VALGO MUCHO, porque todo un Dios me ha valorado y amado y señalado  con su dedo creador. (Qué bien lo expresó Miguel Ángel en la capilla Sixtina! Qué grande eres, hombre, valórate. Y valora a todos los vivientes, negros o amarillos, altos o bajos, todos han sido singularmente amados por Dios, no desprecies a nadie, Dios los ama y los ama por puro amor, por puro placer de que existan para hacerlos felices eternamente, porque Dios no tiene necesidad de ninguno de nosotros. Dios no crea porque nos necesite. Dios crea por amor, por pura gratuidad, Dios crea para llenarnos de su vida.

Con qué respeto, con qué cariño nos tenemos que mirar unos a otros.... porque fíjate bien, una vez que existimos, ya no moriremos nunca, nunca... somos eternos. Aquí nadie muere. Los muertos están todos vivos. Si existo, yo soy un proyecto de Dios, pero un proyecto eterno, ya no caeré en la nada, en el vacío. Qué  alegría existir, qué gozo ser viviente. Mueve tus dedos, tus manos, si existes, no morirás nunca; mira bien a los que te rodean,  vivirán siempre, somos semejantes a Dios, por ser amados por Dios.

 

SI EXISTO, ES QUE ESTOY LLAMADO A SER FELIZ, a ser amado y amar por el Dios Trino y Uno; este es el fín del hombre. Y por eso su gracia es ya vida eterna que empieza aquí abajo y los buenos cristianos, los santos y los místicos la desarrollan tanto, que no se queda en semilla como en mí, sino que florece en eternidad anticipada, como los cerezos de mi tierra en primavera.

Y todo esto que estoy diciendo de mi propia existencia, tengo que ponerlo también en la existencia de mis hermanos: esto da hondura y seriedad y responsabilidad eterna a mi sacerdocio y me anima a trabajar sin descanso por la salvación eterna de mis hermanos los hombres. Qué grande es el misterio de Cristo, de la Iglesia. No quiero ni tocarlo. Somos sembradores, cultivadores y recolectores de eternidades ¡Que ninguna se pierda, Señor! Si existen, es que son un proyecto eterno de tu amor. Si existen, es que Dios los ha llamado a su misma felicidad esencial.

 

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DOMINGO XVI ORDINARIO

 

PRIMERA LECTURA: Génesis 18, 1-10a

 

Los árabes llaman al Hebrón el Jalil -el amigo- en honor de Abrahán, el gran amigo de Dios (cfr Is 418 y Sant 2,23). Entre las muchas pruebas de amistad que Dios otorgó a Abrahán, ocupa lugar relevante la teofanía que describe la lectura de hoy; Dios se hace el encontradizo con Abrahán a la puerta de su propia tienda y se hace agasajar por él. Abrahán pone en juego la gran virtud del desierto: la hospitalidad, y lo que en un principio no iba a ser nada más que un poco de agua y un bocado de pan se convirtió en un espléndido banquete. Lleno de antropomorfismo y colorido, el lenguaje del Yavista alcanza en este capítulo del Génesis una belleza incomparable. El momento culminante de toda la lectura se encuentra en la promesa final: no pasará un año y Abrahán y Sara tendrán un hijo. Este es el objeto primordial del relato. Toda la teofonía estaba orientada hacia este acontecimiento. Muchos Santos Padres han visto en los tres hombres de la teofanía y en la adoración única de Abrahán el anuncio del misterio de la Santísima Trinidad, cuya revelación estaba reservada al Nuevo Testamento.

       

SEGUNDA LECTURA: Colosenses 1, 24-28

 

        Predicar la palabra de Dios, anunciar el evangelio de la Salvación, significa para San Pablo proclamar un «misterio»: el misterio formidable de todo un Dios que quiere salvar al hombre y para ello, ya desde antiguo, le sale al encuentro, si bien de manera un tanto enigmática (cfr la primera Lectura de hoy). Pero, llegada la plenitud de los tiempos (Gal 4, 4-7), el misterio se hace luz y se manifiesta de manera esplendorosa en Cristo. Jesucristo, centro y corona de toda la creación (Col 1, 16ss) es la revelación plena, perfecta, maravillosa, suprema del Padre-Dios: “quien me ve a mí ve al Padre”. (Jn 74, 8). San Pablo subraya la universalidad de esta dimensión que tiene en Cristo el punto de partida y el punto de llegada. Conocer y vivir el misterio es, pues, conocer y vivir a Cristo.

 

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 10, 38-42

       

  “Marta se multiplicaba para dar abasto con el servicio; hasta que se paró y dijo: Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile que me eche una mano”.

Queridos hermanos: Es una lección muy interesante para todos, tanto para vosotros, cristianos como para mí, sacerdote y, sobre todo, religiosos/as de vida activa como contemplativa. Porque vemos que para el Señor Acción y Contemplación, ORAR Y TRABAJAR, rezar y servir, no son dos modelos distintos y separados sino que deben estar siempre unidos. Los dos deben estar juntos, pero en el orden que nos indica el Señor: primero vida contemplativa, recogernos todos los días y rezar y orar y meditar un poquito, y desde ahí, vivir el resto del día unidos al Señor en el trabajo.

Comentemos ya la visita del Señor a Marta y María en su casa narrada por el evangelio de hoy: Marta está al “servicio de la mesa” muy afanada por los muchos servicios (Lc 10,40) y no da abasto. Están Jesús y los doce discípulos. María está al “servicio de la Palabra” escuchando a Jesús. Ambas están sirviendo al Señor. Pero Marta, un tanto nerviosa por el trabajo, censura a su hermana contemplativa, y por el tono y la forma de decirlo, de algún modo también a Jesús, por permitir semejante actitud de escucha sin colaborar en la labor culinaria: Dile que me eche una mano (ib.).

Y el Señor responde con la confianza que le da la amistad: Marta, Marta, andas inquieta y preocupada con muchas cosas; solo una es necesaria. María, pues, ha escogido la parte mejor, y no le será quitada (10,41-42).

En conclusión, ¿con quién nos quedamos? ¿Con Marta o con María? ¿Con María o Marta? Pues con las dos: con María y Marta. Pues hay que saber interpretar correctamente la respuesta de Jesús, que no pretende contraponer la vida contemplativa y la activa, sino más bien establecer una adecuada categoría de valores.

Jesús en su relato no corrige a Marta por su trabajo como tal. Corrige su agitación y exceso, que le llevan a la angustia y turbación. Jesús corrige en Marta su escala de valores, de no “programar adecuadamente el tiempo dedicado a oír a Jesús y a servirle”; Jesús condena su activismo con ausencia de oración; su excesivo negocio, que no le permite el ocio de la contemplación.

Por otra parte, como dice san Bernardo, “lo que Jesús elogia en María no es el ocio. María tenía en aquel momento un ocio nada ocioso. No es que no hiciera nada, es que había elegido la ocupación, el trabajo esencial, el trabajo de la oración, la parte mejor (10,42), sin afirmar que la otra en sí fuera mala. Faltaría más. Había escogido lo que más importaba en ese momento de visita amiga, un tiempo para conversar, dialogar, contemplar, frente al ajetreo agobiante de tanto plato comensal.

Y generalizando y actualizando la escena, escribe Miguel Delibes, premios Miguel Cervantes y Príncipe de Asturias, en su “Parábola del náufrago” en tierra, frente a una sociedad de producción y consumo, de compras a plazos, de vida nerviosa, activista, mecanizada, robotizada, bombardeada de imágenes y anuncios, frente a una sociedad deshumanizada, Betania nos pide hermanación, equilibrio, armonía de acción y contemplación, sintonía de materia y espíritu, de dar al césar sin olvidar a Dios, de sublimar la rutinaria vida cotidiana del trabajo o descanso con ofertorios al Señor, siendo, aunque en distinta intensidad, martas y marías a la vez, como lo fue Abraham viviendo la hospitalidad y familiaridad con Dios (Gen 18,1-10).

Y así lo entendió santa Teresa, que vivía ambas realidades −contemplativa y andariega por oficio de fundaciones−, llegando a escribir con su típico gracejo sobre el binomio Marta y María:

“No ha de querer ser María antes que haya trabajado con Marta” (Vida, 22,9); “Marta y María han de andar juntas para hospedar al Señor” (7 Moradas, 4,12). Y también “entre los pucheros anda el Señor” (17,6).

        Y en uno de los dos sermones de San Agustín, dedicados a Marta y María, dice estas palabras sintéticas y simbólicas: “Había en aquella casa dos mujeres, dos vidas, ambas inocentes, ambas laudables; una hacendosa, otra ociosa…, ninguna pecaminosa (de esto ha de guardarse la hacendosa), ninguna perezosa (de lo que ha de precaverse la ociosa). En aquella casa coexistían estas dos vidas y la fuente misma de la vida. Marta era imagen de las realidades presentes; María de las futuras” (Serm. 104,4).

Marta, pues, representa el presente, María el futuro anticipado. Y después de san Agustín, en este binomio de contemplación y acción se han formulado lemas en los siglos siguientes:

Ora y labora (San Benito).

Contemplar y servir (Santo Tomás de Aquino).

Contemplación y acción (San Ignacio de Loyola).

Es decir, “dos realidades: Marta y María. Una misma cosa: la persona entregada al servicio de Dios, que escucha su Palabra y prepara la mesa a los hombres”. Que va de Dios a los hermanos y de los hermanos a Dios. En conclusión, oración y acción, marías y martas, martas y marías debemos ser todos los cristianos, hijos del mismo Padre, con el que tenemos que hablar y rezar todos los días, aunque con distintas formas e intensidades.

En concreto, querido hermana y hermano que me has escuchado esta mañana: examínate ahora y reflexiona ante el Señor: el tiempo dedicado al trabajo lo tienes fijo y todos los días, pero qué tiempo dedicas todos los días tú a hablar con Cristo, a estar con Él y lo tienes bien cerca en el Sagrario, qué tiempo dedicar a la oración, a rezar? Pues sin oración no hay vida cristiana. Seas cura, fraile o monja o simple cristiano. Es una de las verdades fundamentales de mi vida, sobre todo en relación a los sacerdotes y consagrados. Es lo más importante de mi vida. Te voy a leer los títulos de mis libros…

Pidamos en cada eucaristía este espíritu de oración y acción. Que sea así entre nosotros, amigos que me habéis escuchado esta mañana: todos los días tendré un poco de tiempo dedicado a rezar, orar, meditar el evangelio, con algún libro que me ayude. Y lo mejor, todos los días vendré a visitar al Señor en el Sagrario y rezar. La crisis mayor de la Iglesia de ahora y de todos los tiempos será la falta de oración, especialmente en sacerdotes, que hablarán de Cristo, sin escucharle todos los días en la oración. Rezad por nosotros.

 

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QUERIDOS HERMANOS:

 

1.-  “El Señor se apareció a Abrahán junto a la encina de Mambré, mientras él estaba sentado a la puerta de la tienda…” Así empieza la primera Lectura de este domingo. Lo vio bajo la figura misteriosa de tres hombres, de tres personas a las cuales se dirige como si fueran uno; seguimos leyendo: “no pases de largo junto a tu siervo…”  Estas palabras revelan el deseo de acoger a Dios. Así y aquí la oración se revela como encuentro gozoso y acogida amorosa de Dios.

 

2.- La segunda Lectura de San Pablo añade que esta acogida de la palabra  y el predicarla lleva sufrimiento a la persona por dos motivos principales:

        a) “Completo en mi carne los dolores de Cristo”. Oración-vida-conversión- muerte de yo; creo mucho, me convierto mucho; creo poco o nada, me convierto poco o nada y sufro nada por Cristo, por completar su pasión en mi carne. Se sufre cuando se vive la Palabra, el evangelio de Cristo.

        b) El predicar la palabra lleva consigo sufrimiento; San Pablo lo constata; este sufrimiento se da en todo apóstol verdadero. Hablar y predicar el evangelio, la verdad de Dios, que nos exige y contradice la mentira del hombre…se sufre cuando se predica el evangelio verdadero de Cristo

        3ª En el evangelio, Marta recibe al Señor y como Abraham se apresura a prepararle una cena; es más, por excesivo celo en hacer lo que cree más importante, prepararle la cena, menosprecia al mismo Señor en su palabra, cosa que no hace María, su hermana.

Para Cristo es más importante escucharle que darle materialmente de comer. Su comida es hacer la voluntad de su Padre. Las dos hermanas quieren expresar su amor al Amigo. La una lo hace trabajando, la otra, escuchándole. Cristo nos dice lo que es más importante. Las dos cosas son importantes, hay que hacerlas, pero una va delante de la otra: “Marta, Marta…” Oración y acción; primero “contemplata aliis trajeres»; “Llamó a los que quiso para estar con Él y enviarlos a predicar”. El estar con Él es condición indispensable para luego predicar lo que ha escuchado del Maestro; el apóstol tiene que pasar antes ratos con el Señor para ser enviado a predicar.  

4.- Hay una oración escrita por una religiosa que me gusta mucho: «Señor, dame el anhelo de escucharte. Siento a veces una necesidad imperiosa de callar para permanecer como María Magdalena, --maravilloso ejemplo de vida contemplativa--, a tus pies, ávida de penetrar cada vez más en el misterio del Amor que has venido a revelarnos. Haz que durante los momentos de actividad, mientras desempeño el oficio de Marta, mi alma pueda permanecer siempre adorante, inmersa, como María Magdalena, en tu contemplación, bebiendo ininterrumpidamente de esta fuente, como un sediento. Así es como entiendo yo, Señor, el apostolado, cuando esté en contacto permanente con esta divina fuente podré irradiarte».

 

 

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Juan Pablo II, Papa.  Castelgandolfo Domingo 20 de julio del 1980

 

Homilía (20-07-1980) Domingo XVI per annum.

 Queridos hermanos y hermanas:

Estoy contento de celebrar hoy con vosotros este convite eucarístico, en el primer domingo de mi estancia estiva en Castelgandolfo. La comunión que ahora establecemos entre nosotros alrededor del altar del Señor quiere ser signo, particular y singularísimo, de esos vínculos de fe y de intenciones que realmente nos unen cada día, aunque no siempre puedan expresarse de esta manera privilegiada. Aprovecho la ocasión, pues, tan oportuna, para manifestar mi aprecio hacia el trabajo desarrollado por vosotros, y mi cordial gratitud por vuestra solícita dedicación.

Pero, puesto que estamos celebrando la Santa Misa, debemos tomar de la liturgia de la Palabra la enseñanza adecuada para nuestra vida. Acabamos de leer en el Evangelio según San Lucas el episodio de la hospitalidad concedida a Jesús por Marta y María. Estas dos hermanas, en la historia de la espiritualidad cristiana, se han considerado como figuras emblemáticas relacionadas, respectivamente, con la acción y la contemplación: Marta está muy ocupada en las tareas de la casa, mientras que María está sentada a los pies de Jesús para escuchar su palabra. Podemos sacar dos lecciones de este texto evangélico.

Ante todo, hay que notar la frase final de Jesús: "María ha elegido la parte mejor, que no le será quitada". De esta manera subraya, con fuerza, el valor fundamental e insustituible que, para nuestra existencia, tiene la escucha de la Palabra de Dios: ésta debe ser nuestro constante punto de referencia, nuestra luz y nuestra fuerza. Pero hay que escucharla.

Hay que saber estar en silencio, crear espacios de soledad o, mejor, de encuentro reservado a una intimidad con el Señor. Hay que saber contemplar. El hombre de hoy siente mucho la necesidad de no limitarse a las meras preocupaciones materiales, e integrar, en cambio, su propia cultura técnica con superiores y desintoxicantes aportaciones procedentes del mundo del espíritu. Desgraciadamente, nuestra vida diaria corre el riesgo o incluso experimenta casos, más o menos difundidos, de contaminación interior. Pero el contacto de fe con la Palabra del Señor nos purifica, nos eleva y nos vuelve a dar energía.

Por tanto, tenemos que conservar siempre ante los ojos del corazón el misterio del amor, con que Dios ha venido a nuestro encuentro en su Hijo, Jesucristo: el objeto de nuestra contemplación está todo aquí, y de aquí procede nuestra salvación, el rescate de toda forma de alienación y, sobre todo, de la del pecado. En resumidas cuentas, estamos invitados a hacer como la otra María, la Madre de Jesús, la cual "guardaba todas estas cosas meditándolas en su corazón" (Lc 2, 19). Con esta condición no seremos hombres en una sola dimensión, sino ricos de la misma grandeza de Dios.

Pero hay una segunda lección que aprender: y es que nunca debemos ver un contraste entre la acción y la contemplación. En efecto, leemos en el Evangelio que fue "Marta" (y no María) quien acogió a Jesús "en su casa". Por otra parte, la primera lectura de hoy nos sugiere la armonía entre las dos cosas: el episodio de la hospitalidad concedida por Abraham a los tres misteriosos personajes enviados por el Señor, los cuales, según una antigua interpretación, son incluso una imagen de la Santa Trinidad, nos enseña que también con nuestros trabajos diarios más pequeños podemos servir al Señor y estar en contacto con El. Y, puesto que este año se celebra el décimo quinto centenario del nacimiento de San Benito, recordamos su célebre máxima: "Reza y trabaja", Ora et labora! Estas palabras contienen un programa entero: no de oposición, sino de síntesis; no de contraste, sino de fusión entre dos elementos igualmente importantes.

Esto trae consigo para nosotros una enseñanza muy concreta que se puede expresar en manera de interrogación: ¿Hasta qué punto somos capaces de ver en la contemplación y en la oración un momento de auténtica carga para nuestras tareas diarias?, y, por otra parte, ¿hasta qué punto podemos vivificar, hasta lo íntimo, nuestro trabajo con una fermentadora comunión con el Señor? Estas preguntas pueden servir para un examen de conciencia y convertirse en estímulo para una toma de conciencia de nuestra vida de cada día, que sea, al mismo tiempo, más contemplativa y más activa.

Mientras ahora seguimos la celebración de la Santa Misa, ofrecemos al Señor estos nuestros propósitos, y sobre todo invocamos su potente gracia para que nos ayude a traducirlos en realidad vivida.

 

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DOMINGO XVI C

 

QUERIDOS/AS HERMANAS, ADORADORAS NOCTURNAS DE JESÚS EUCARISTÍA: Estamos celebrando la Santa Misa y debemos tomar de la liturgia de la Palabra las enseñanzas adecuadas para nuestra vida. Acabamos de leer en el Evangelio según San Lucas el episodio de la hospitalidad concedida a Jesús por Marta y María.

Estas dos hermanas, en la historia de la espiritualidad cristiana, se han considerado como figuras emblemáticas, relacionadas con la acción y la contemplación respectivamente: Marta está muy ocupada en las tareas de la casa, representa la acción y el trabajo, mientras que María está sentada a los pies de Jesús para escuchar su palabra, representa la oración y la contemplación. De este texto evangélico podemos sacar dos lecciones.

Ante todo, hay que notar la frase final de Jesús: "María ha elegido la parte mejor, que no le será quitada". De esta manera subraya, con fuerza, el valor fundamental e insustituible que, para nuestra existencia cristiana, tiene la oración, la escucha de la Palabra de Dios: ésta debe ser nuestro constante punto de referencia, nuestra luz y nuestra fuerza.

Pero hay que escucharla en oración, y si es ante la santa Custodia o el Sagrario, mejor. Porque desde allí el Señor nos habla más vivo y más cercano. Como hacéis todas vosotras, adoradoras nocturnas o diurnas, durante el día ante el sagrario o la santa Custodia.

Por eso, esta noche y siempre, el Señor, desde la santa Custodia o desde el sagrario de tu parroquia te dirá: Estás aquí ante mi presencia, y aunque el mundo, incluso cristiano, incluso algunos de mis sacerdotes no me comprendan, te digo que has escogio la mejor parte

Hermanas adoradoras, qué gozo haber escogido la mejor parte, estar en oración, crear espacios de soledad o, mejor, de encuentros reservados para la intimidad con el Señor. Hay que saber adorar y contemplar a Cristo Eucaristía. Qué privilegio, qué profundidad de fe y amor a Dios. Cuánto lo necesita hoy el mundo, la misma Iglesia, cristianos y sacerdotes que oren y recen y den gracias e intercedan por sus hijos y la salvación del mundo ante Jesús Eucaristía en el Sagrario o la santa Custodia.

Desgraciadamente, nuestra vida diaria corre el riesgo o incluso experimenta casos, más o menos difundidos entre los mismos creyentes, de no valorar a Cristo Eucaristía, qué poco practican la adoración o la visita al Santísimo, incluso a veces los mismos sacerdotes en sus parroquias, siendo así que el contacto de fe y amor con Cristo en la eucaristía nos purifica, nos eleva, nos santifica y nos vuelve a dar nuevas fuerzas y certezas y energías.

Por eso, queridas adoradoras, el objeto de vuestra oración y contemplación eucarística está toda aquí, en la adoración eucaristica, y de aquí procede vuestro apostolado, toda vuestra grandeza apostólica, vuestra salvación y la de los nuestros y la del mundo entero.

En resumidas cuentas, toda adoradora diurna o nocturna está invitada como María, la hermana de Marta, a pasar ratos de oración y escucha a los pies de Jesús ahora en el Sacramento, el mismo del evangelio y el que nos escucha desde el cielo; todas vosotras, también como la otra María, la Madre de Jesús, contemplando al hijo, Dios hecho hombre por amor loco a todos los hombres siendo Dios y no necesitando nada de nosotros, María, nuestra Virgen bendita, al verlo hecho un  niño "guardaba todas estas cosas meditándolas en su corazón" (Lc 2, 19), como hacéis todas vosotras en los turnos de vela ante el Señor. Y así salvais a los nuestros y al mundo entero.

Hay una segunda lección que aprender: y es que nunca debemos ver un contraste entre la acción y la contemplación. En efecto, en la vida de todo cristiano, acción y contemplación deben estas unidas. Es decir, que todas vosotras tenéis que vivír la vida de esposas, madres o abuelas cristianas desde lo que contempláis y rezáis en la iglesias en estos ratos de adoración eucarística. Recordemos la célebre máxima de San Benito,: "Reza y trabaja", Ora et labora!

 Queridas hermanas: repito para que no lo olvidemos en nuestra vida: todo cristiano, especialmente todo adorador o adoradora nocturna o diurna, como Jesús nos dice en el evangelio de este domingo, tiene que pasar como María, la hermana de Marta, ratos de oracion a los piés de Jesús Eucaristía, porque él siempre nos está esperando desde el Sagrario y la santa Curstodia, y luego, desde allí, habiendo sido Marias a sus piés, Él nos envía para que seamos Martas, esto es, trabajadoras y servidoras de las tareas domésticas o profesionales de nuestra vida.

Así sea y así se haga entre nosotros y vosotras, queridas adoradoras nocturnas, intercesoras y salvadoras del mundo, que habéis escogido la mejor parte a los pies de Jesucristo Eucaristía, en estas horas de Oración, Intercesión y Adoración Nocturnas por vosotras, por los vuestros y por el mundo entero.

 

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DOMINGO XVII ORDINARIO

 

PRIMERA LECTURA: Génesis 18, 20-32

 

La escena presenta, con plena naturalidad, a Abrahán como modelo de orante. Dios se preocupa por verificar la acusación contra la ciudad pecadora antes de castigarla. El patriarca se atreve a recordar a Dios que su compromiso por la justicia le obliga a tener en cuenta al justo más que al pecador: deben valer más los buenos, por pocos que sean, que la muchedumbre de malos, cada vez más grande. El trato de Abrahán con Dios es osado: se atreve a dar una «lección» a Dios y le obliga a rebajar cada vez más el número de los buenos con el propósito de salvar a toda la ciudad. El patriarca indica a Dios el comportamiento que le corresponde como Dios; y lo logra haciendo que fije su mirada, no en los malos, que abundan, sino en los justos que escasean. El creyente ha de volverse orante para salvar a su pueblo de Dios: es mucha la fe que hay que tener y demostrar para ser intercesor eficaz. Un pueblo, que dispone de orantes osados, tiene futuro.

 

 

SEGUNDA LECTURA: Colosenses 2, 12-14

 

        Mediante el bautismo, el creyente ha sido hecho partícipe del destino de Cristo Jesús; Dios le ha considerado muerto a su vida de pecado liberándolo de la condena, y le ha resucitado a una vida nueva de amor y de gracias divinas. La unión del bautizado con Cristo, muerto y resucitado, no puede ser mayor: lo que Dios hizo con Jesús lo ha repetido con quien cree en su fuerza. El bautizado vive ya del misterio de Cristo en quien cree y al que espera. El cristiano es otro Cristo, en cuanto que repite su destino personal.

 

Domingo XVII C

 

"Señor, enséñanos a orar": estas palabras dirigidas por los Apóstoles directamente a Cristo y que hoy nos recuerda la lectura del Evangelio, no pertenecen sólo al pasado. Son palabras actualísimas, repetidas constantemente por los hombres, es un problema siempre actual en la iglesia y en el mundo: el problema de la oración. Ojalá la Iglesia actual, pero arriba y abajo, sacerdotes, monjas y cristianos, tuvieran esta inquietud, este deseo: Señor, enséñanos a orar.

De este tema nos podrían hablar mejor cada una de estas religiosas contemplativas de este y todos los conventos, llamadas así porque su vida toda es una oración o contemplación de Cristo, del evangelio, de la salvación de los hombres y del mundo, en fín, dedican toda la vida a las diversas formas de orar, como son el orar y pedir por el mundo y todos los hombres,  dar gracias a Dios, adorar a Dios Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, a agradecer todos los dones y gracias naturales y sobrenaturales que nos concede, a meditar y hablar con Cristo en oración…

dedican toda su vida a la oración y sacrificio, a estar toda la vida a solas ante la presencia de Cristo, de Dios nuestro Padre, orando, pidiendo, dando gracias por todos nosotros, por el mundo  entero, qué maravilla, qué vocación más extraoridinaria… imitanto a Cristo que todas las noches se retiraba a orar, nos dicen los evangelios,  y al empezar su vida pública, su predicación empezó con cuarenta días y noches de oración en el desiero, la cuaresma, buen ejemplo para todos, especiamente para nosotros sacerdotes, pasar largos ratos en la iglesia ante la presencia de Cristo en el Sagrario, es la mejor predicacion, el mejor apostolado, como vosotras.

Él debe ser nuestro modelo de oración para todos los creyentes, para los que se meten en un covento para salvar al mundo mediante tu vida de oración y sacrificios y renuncias, y para los que lo hacemos para todos los cristianos y estamos en el mundo, sin ser del mundo,.

        De este tema, de la necesidad de la oración tengo publicados algunos libros, especialmente dirigidos a mis hermanos, los sacerdotes, pero que valen para todo cristiano. Y es que yo todo se lo debo a la oración, estoy convencido de la necesidad absoluta de la oración diaría para ser un buen cristiano, un buen padre o madre de familia, un buen sacerdote o una religiosa del Señor. Voy a tomar solo dos notas de uno de mis libros:

        Esto es lo que pretendo en este libro. Quiere ser una ayuda sencilla y popular para pasar ratos de amistad junto a Jesucristo Eucaristía, sobre todo, en el Sagrario o en la santa Custodia. Ayuda fácil y asequible, en el fondo y en la forma, mediante la lectura meditativa del evangelio u otros libros, sin prisas, reflexionando, orando, hablando con Jesús en el Sagrario.

        Por lo tanto, tú has llegado a la iglesia, has cogido este libro o lo traes de casa, haces la señal de la cruz, y empiezas a meditar invocando al Espíritu Santo; a continuación puedes meditar o cantar mentalmente  el canto que te guste, meditando, paras un poco, mirando al Sagrario, hablando y pidiendo luz al Señor y fuerzas para realizar en tu vida lo que estás meditando, vuelves luego a leer despacio, le hablas de tus cosas y problemas, le das gracias, miras otra vez al Sagrario, hablas con tu Amigo que siempre está allí, con los brazos abiertos, en amistad permanente, revisas tu vida, pides perdón, prometes... y así hasta cumplir el tiempo que te tienes asignado.

Eso sí, para hacer oración diaria, como camino de vida, es necesario y obligado tener un tiempo y una hora fija, de la mañana o de la tarde, y no dejarlo para cuando tengas tiempo. Porque entonces no tendrás tiempo muchas veces, te olvidarás y terminarás dejándola. Testigo, mi experiencia personal y la de mi vida pastoral, mis feligreses. Y antes de terminar esta introducción, quisiera decirte dos cosas sobre la adoración eucarística.

Mi experiencia personal y pastoral, lo que he visto en mí mismo y en las personas a las que he acompañado en este camino de la oración, es que este camino es muy personal; ahora bien, así como no impongo ningún método especial para hacer oración, sin embargo, desde el primer kilómetro, hay tres verbos que deben estar siempre juntos porque se conjugan igual y no pueden separarse jamás, si tratas de hacer verdadera oración y amar al Señor; estos verbos son amar, orar y convertirse.

En el momento que cualquiera de estos tres verbos falle, fallan los otros, y se acabó la oración personal verdadera; se convertirá en una práctica rutinaria, en el caso de que continúe haciéndose. Lo repetiré mil veces y siempre,  estos tres verbos amar, orar y convertirse se conjugan igual: quiero o estoy decidido a amar a Dios, en el mismo momento quiero orar y quiero convertirme a Dios, vivir para Él ; quiero  orar, quiero convertirme; me canso de convertirme de mi carácter, de mi lengua.., me he cansado de orar y amar más a Dios, se acabó la oración, aunque pase una hora ante su presencia, y esto seas obispo, cura, religiosa o superiora...

La oración y conversión de mis faltas y pecados deben estar siempre juntas, y esto ya toda la vida, si es que quiero unirme e identificarme totalmente con Cristo. Y esta es la causa principal de la falta de almas de oración en la Iglesia.

        Para empezar, para iniciarse en este camino de la oración, de «encuentro de amistad» con Cristo, lo ordinario es necesitar de la lectura para provocar el diálogo; pero si a uno le sale espontáneo, lleva mucho adelantado en amor y en oración, pero no es lo ordinario: hay que leer meditando, orando, o meditar leyendo: es la tradición: «lectio, meditatio, oratio et contemplatio».

Esta ha sido mi intención principal al escribir el presente libro, porque sólo he pretendido que Jesús sea más amado, conocido y seguido, y, para esto, la oración ante el Sagrario es el mejor camino, y Cristo Eucaristía, que siempre nos está esperando en amistad permanente con los brazos abiertos, con solo su presencia, “en espíritu y verdad” te dirá e irá sugiriendo  muchas cosas con deseos de mayor amor y amistad.

        No lo olvides: lo importante de la oración es querer amar más a Dios; y para eso, automáticamente, necesitas convertirte, ir cambiando tu vida por la suya, y para esto: orar y hablar con Él todos los días, tener el encuentro diario de amistad, como pasa en todas las amistades humanas; y finalmente, al hablar con Él “en espíritu y verdad”, irás moderando la lengua, cambiando de formas de  comportamiento, de genio, de soberbia y de todo lo que impide la amistad con Cristo: y “todo lo demás se os dará por añadidura”.

        Sin conversión permanente no hay oración. Y esta es la causa principal de que se abandone la oración y no tengamos experiencia de Cristo, no pasemos de la oración meditativa a la contemplativa, a sentir a Cristo, al “Quedéme y olvideme…., porque no queremos convertirnos a Él, a ser y vivir como Él, a orar “en espíritu y enverdad”.

La oración permanente nos tiene que llevar siempre a la conversión permanente. Y esto, seas obispo, sacerdote, religiosa, superiora o simple cristiano. Y esta es la causa principal del abandono de la oración por parte de todos, sacerdotes y seglares. De esta forma la oración se convierte en mera lectura o instrucción, sin llegar al corazón, al amor, a la imitación y experiencia de Cristo.

 

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QUERIDOS HERMANOS: 1.- La primera Lectura quedará como documento gráfico escrito de las terribles consecuencias de la obstinación en el mal y de la fuerza reparadora del bien por la que, incluso sólo diez justos, habrían podido impedir la destrucción de Sodoma. Provoca tristeza porque vemos que no hay ni diez justos en una ciudad enorme; todo está pervertido; digo yo si no estaremos repitiendo la historia, si no nos estaremos acercando a esa triste cifra tan baja de justos, en medios de una ciudad tan grande, o por lo menos en camino hacia esa obstinación en el mal de la mayoría de los ciudadanos. Quiero luchar por ser uno de esos diez justos que salvan a mi ciudad.

       

2.- La primera lectura refleja la oración como diálogo entre Dios y el hombre; es un diálogo denso en contenido. Podemos ver:

        a).- El poder de la oración de intercesión ejercida por Abrahám, que es generoso, porque no se interesa sólo por su familia, sino por todos los habitantes de la ciudad.

        b).- En Dios, la justicia se deja vencer por la misericordia: así aparece en el regateo ante las diversas intervenciones de Abrahám.  

 

        3.- En el Evangelio, Jesús nos habla de la oración, especialmente de la oración de petición; la oración de petición, fundamentalmente, es un encuentro con Dios, pidiéndole gracias y dones, como hijos necesitados y pobres que somos; ojalá  le pidiéramos más las gracias espirituales que las materiales; esta oración de petición es la primera y más fácil; pero hay otras muchas formas de orar: alabanza, acción de gracias, adoración…; el camino podía ser: rezar y pedir, leer, meditar, dialogar, luego la contemplación y la unión y la transformación en Dios, infundidas por Dios en el alma: sentirse amado por Dios en Dios mismo.

        A mí dadme una persona que haga oración y no me importa nada donde se encuentre su fe y su amor a Cristo, aunque esté metido en los mayores pecados; saldrá de ellos, porque la oración lo elevará. Por el contrario, el santo más santo, como no haga oración, bajará a los niveles más bajos de todo.

        Desgraciadamente hay profunda crisis de oración hoy día en los sacerdotes y en el pueblo cristiano; eso origina la falta de fe y de todo y hace que el apostolado esté vacío de espíritu, de amor, de fuego de Dios, lo cual lleva a la descristianización y a la falta de vida moral en todo: matrimonio, familia, hijos, vida social, política, injusticias.

       

4.- Y, después de afirmar todo esto, os digo:

-- Si me preguntáis: qué prefieres, que estemos en pecado sin fe y amor a Dios pero haciendo oración, o por el  contrario, en gracia y amor de Dios pero sin oración, yo prefiero lo primero.

-- La oración es para la vida espiritual cristiana como el respirar para la vida humana, para los pulmones; si no se respira, se muere.

-- La mayor dificultad para la oración es no querer amar más a Dios, por amarse uno a sí mismo más que a Dios. Orar, convertirse y amar se conjugan igual. Estos tres verbos están muy unidos y no se pueden separar. Si yo quiero amar más a Dios, si quiero amarle sobre todas las cosas, yo necesito orar y convertirme; si quiero orar, es porque quiero amar y convertirme; si me convierto o no me convierto, es porque quiero amar y orar y no quiero. Por eso, me río de todos los métodos de oración, son pura teoría, si no llevan a la conversión. Tengo muchos libros sobre oración, pero ninguno sobre métodos.

-- El camino ordinario es rezar y pedir, luego leer y meditar, dialogar, amar y contemplar.

 

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EL PADRE NUESTRO

 

QUERIDOS HERMANOS Y HERMANAS: La oración es el trato con Dios, que nos admite en su conversación y se entretiene en estar con nosotros. Dios ha preparado a lo largo de la historia un acercamiento progresivo hasta poner su morada en nuestras almas, en nuestro corazón. ¡Somos templos del Dios vivo!

          Orar es caer en la cuenta de esta realidad, Dios no está lejos ni hay que viajar para encontrarlo. Dios vive en mi corazón y por la oración caigo en la cuenta de esta realidad y entablo un diálogo de amor con las tres personas divinas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, que me aman.

 En el evangelio de este domingo XVII del tiempo ordinario (ciclo C), Jesús nos enseña a orar con la oración del Padrenuestro. Estaba Jesús orando y los discípulos se acercaron para decirle: “Enséñanos a orar” (Lc 11, 1). Toda la vida de Jesús está transida de oración, su relación con el Padre es fluida y espontánea, mira las personas, los acontecimientos y las cosas con los ojos de Dios. Aparece en muchas ocasiones orando: al atardecer, al amanecer, durante toda la noche, al realizar un milagro o una curación extraordinaria, retirado solitario en el monte, rodeado de sus discípulos o ante la muchedumbre. Es una lección permanente y silenciosa, un ejemplo de vida. Le atrae ponerse en oración como al hierro le atrae el imán, y compartir con el Padre los deseosy corazón.

La gran novedad de la oración cristiana, la que Jesús nos enseña, es la de tratar a Dios como Padre. No nos atreveríamos a hacerlo, si no fuera porque él nos lo ha enseñado así. Es decir, Jesús nos introduce en su corazón de hijo y nos abre de par en par las puertas del corazón de su Padre, el corazón de Dios, para hacernos hijos. No podíamos entrar más adentro ni podíamos llegar a más. Y desde ahí, penetrar en el gozo de las personas divinas y disfrutarlo, mirarnos a nosotros y al mundo con los ojos de Dios.

Otra novedad de la oración que Jesús nos enseña es, junto a la invocación de “Padre”, la de llamarle “nuestro”. Es decir, a Dios no nos dirigimos nunca como personas aisladas, sino siempre formando parte de una fraternidad humana, en la que todos somos o estamos llamados a ser hermanos, precisamente porque tenemos como padre a Dios. El Padrenuestro es, por tanto, oración de fraternidad, de solidaridad porque tenemos en común a nuestro Padre Dios.

Al enseñarnos a orar, Jesús nos insiste en que pidamos: “Pedid y se os dará”. ¿Por qué este mandato insistente? Algunos piensan que si Dios ya sabe nuestras necesidades, para qué pedirle insistentemente. La oración de petición ha de hacerse con confianza y con perseverancia. Sabiendo que para Dios nada hay imposible, recurrimos a él cuando nos vemos incapaces de alcanzar aquello que necesitamos.

San Agustín nos recuerda que al pedirle a Dios lo que necesitamos, no estamos recordándole a Dios nada, pues él todo lo sabe, sino que nos estamos recordando a nosotros que todo nos viene de Dios. Por ejemplo, hemos de pedir la lluvia para nuestros campos en medio de la sequía tremenda que padecemos. Al hombre de nuestro tiempo no se le ocurre pedirlo a Dios, porque ha desconectado de Dios y todo lo espera de su propio ingenio, de los pantanos, de los regadíos artificiales, etc. Se le ocurre hacer un plan de regadío, pero no se le ocurre acudir a Dios.

Sin embargo, el progreso no está en contra de Dios, ni Dios está en contra del progreso. Pedirle a Dios la lluvia necesaria para nuestros campos es reconocer que Dios es el autor del universo, y puede darnos el bien de la lluvia –como todos los demás bienes– si se lo pedimos con confianza y con insistencia. Hay dones que Dios no nos los da, porque no se lo pedimos. Pero a veces sucede que nos cansamos de pedir. Y aquí viene la otra condición de la oración de petición, la perseverancia, la insistencia.

Cuando pedimos a Dios una y otra vez algún bien para nosotros, hemos de pedirlo una, otra y mil veces. Pero si Dios está dispuesto a concederlo, ¿por qué se hace de rogar tanto? Pues –continúa san Agustín–, porque repitiendo una y otra vez lo que necesitamos, va ajustándose nuestra voluntad a la de Dios, no a la inversa.

Pedid y recibiréis, si pedimos con confianza y con perseverancia. Y si Dios tarda en concederlo, es porque quiere ajustar nuestra voluntad a la suya. Nosotros sigamos insistiendo, porque él siempre nos escucha.

 

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DOMINGO XVIII  ORDINARIO

 

PRIMERA LECTURA: Eclesiastés 1,2. 2, 21-23

 

        A lo largo del libro del Eclesiastés se dice más de 35 veces que todo trabajo humano es “pura vanidad”, es ilusión y decepción. Es la constatación que hacemos nosotros en nuestra conversación popular, cuando afirmamos: ¿para qué luchar tanto si todo lo dejaremos aquí? ¿De qué le valió a esa persona tener tantos bienes, si los tiene que dejar aquí abajo? El creyente sabe que la vida no tiene sentido por sí misma si no lleva hasta Dios. El creyente no puede ser pesimista. No debe dejarse arrastrar por la esclavitud del egoísmo o del afán de acaparar bienes. Frente a la “vaciedad” de las cosas está la presencia de Dios que llena satisfactoriamente el «vacío» que no pueden llenar los bienes de la tierra. Acertadamente decía San Agustín que Dios nos creó para Él y «nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Él».

 

SEGUNDA LECTURA: Colosenses 3, 1-5. 9-11

 

        Como nos ha dicho la primera Lectura, normalmente, el afán de los hombres y su trabajo constante, no le llevan a que su corazón encuentre descanso, a vivir tranquilo y gozoso. Por eso San Pablo dice en esta carta a los cristianos que levantemos nuestra mirada a los bienes de lo alto. Nos invita a poner nuestros ojos y esperanzas en los bienes que nos ofrece el Señor. Si por el bautismo hemos nacido para Dios y hemos de ser “hombres nuevos”, nuestros valores y el sentido que demos a nuestra vida también han de ser «nuevos». Hemos de luchar por aquellos bienes que no se apagan con la muerte; por los bienes que podemos «llevar con nosotros». Como creyentes tenemos que pensar y vivir para que toda nuestra vida de ahora en adelante vaya «ordenada e iluminada por el más allá».

 

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 12, 13-21

       

Queridos hermanos: 

Las fuentes de la palabra de este domingo relativizan, que no desprestigian, los bienes, realidades y aspiraciones humanas frente al valor absoluto del Reino de Dios. El evangelio, en particular, es un serio aviso sobre la tentación del consumismo, del cual estamos todos tentados. No se trata de acusar, sino de procurar dominar este instinto natural. El becerro de oro, darle culto. Y esto solo se puede hacer, si uno quiere amar a Dios

        Menos mal que ya pasó la Iglesia de los ricos y de los pobres. Cuántas energias gastadas inutilmente dentro de la Iglesia. 

1.- “Y dijo a la gente: Mirad: guardaos de toda clase de codicia, pues aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes”.

Estas palabras del Señor resumen este evangelio de hoy, que es un pasaje exclusivo de Lucas, que tiene como tema central el desapego y buen uso de los bienes materiales.

Advertimos en él tres partes principales:

a).- Introducción: Uno del público le pide a Jesús que intervenga en su favor:“Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia”.

 

b). Un dicho de Jesús: Este se inhibe de tal intervención y, tomando pie del caso, pronuncia una sentencia de valor universal: “Guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes” (v.15).

 

c).- Parábola del rico insensato, que viene a explicar tal afirmación, y cuya conclusión es que gualmente necio es“el que amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios” (vv.16-21).

El pecado del rico cosechero de la parábola no es ser rico ni asegurar su porvenir, sino desentenderse de Dios, a quien no agrade nada, y también es necio porque no comparte su riqueza y la posee y la emplea sólo para sí: “Tienes bienes acumulados para muchos años; túmbate, come, bebe y date buena vida”. Ha convertido a la riqueza y al dinero en el dios de su vida, a él sólo adora y da culto. Es un hombre necio para la fe cristiana, porque no ha sabido dar el sentido auténtico de su vida, que es más que esta vida, es una eternidad. Este sentido escatológico no está presente en su vida.

 

2.- Siempre ha existido en el hombre ese afán de posesión, que San Juan califica de “codicia de los ojos”. Pero parece que en nuestro tiempo se ha incrementado el deseo de tener cada vez más, fomentado por la sociedad de consumo, que canoniza un nivel de vida material siempre mayor. Por otro lado, los medios de comunicación amplifican la ostentación de los grandes de turno, que hallan aplauso o deseo de imitación en mucha gente.

¿Qué opina Jesús sobre la codicia? La anécdota con que arranca el evangelio de este domingo pone de manifiesto lo que pretende el hombre, también el creyente muchas veces: poner la religión al servicio de sus intereses económicos. Como el oyente de Jesús ayer, hoy son muchos los que siguen pidiendo: “Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia”.

A la Iglesia se le pide muchas veces que intervenga en asuntos económicos, que defienda la propiedad privada como algo sagrado, que bendiga las posesiones y privilegios económicos de los pudientes.

Sin embargo, Jesús, ante las pretensiones de mediación en un asunto hereditario, contesta: “Hombre, ¿quién me ha nombrado juez o árbitro entre vosotros?”. La misión de Jesús al venir a la tierra no es la de custodiar herencias, sino la de proclamar el Reino de Dios, donde lo importante es que Dios sea el único Dios de nuestra vida; todos los hombres sean hermanos; y hacer una mesa muy grande donde todos sean invitados, especialmente los pobres; de este forma, el cristiano, posee y adquiere los bienes espirituales del Reino, que nosotros hemos de buscar como un tesoro escondido y cotizar como una perla preciosa. Hoy también la Iglesia y en estos tiempos tiene que proclamar la primacía de los bienes espirituales, imitando la postura de Jesús.

3.-  Ante la filosofía imperante del tener siempre más, Jesús se pronuncia claramente hoy, como lo hizo en aquel tiempo: «Guardaos de toda clase de codicia». Es verdad que este mandato suena extraño entre tanto alarde de famosos millonarios y ante tanta publicidad consumista. Pero los cristianos debemos recordar que nadie es infalible sino Jesús, cuando nos habla en el Evangelio. Sólo Él tiene «palabras de vida eterna» para orientar nuestra existencia temporal.

La intención de Jesús al recomendarnos reserva ante la codicia no es aguarnos la fiesta, sino abrirnos los ojos sobre el valor limitado de los bienes materiales. A todos nosotros nos recuerda, como al ricachón terrateniente de la parábola: «Pues aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes». El dinero y las posesiones no pueden alargar un minuto la existencia material. ¿Por qué, entonces, ese afán desmedido de acumular riquezas y objetos materiales?

Y menos aún depende la vida humana, en su acepción más noble, de la posesión de bienes terrenos. «El tanto vales cuanto tienes» responde a la filosofía del tener, pero no a la del ser, más cercana al Evangelio. Lo importante es regirse por el cuestionario de qué somos ante nosotros mismos, ante Dios y ante los demás. «Ser o no ser: ésta es la cuestión». Tener o no tener es secundario. Se impone el tener sólo lo necesario o conveniente para ser lo más humano posible.

Es más; Jesús trata de «necio» al que pone su confianza en la codicia y posesión de bienes materiales. «Así es —es decir, necio— el que amasa riquezas para sí». En el fondo, Jesús reprueba una actitud vital egoísta, egocéntrica, que pone como meta de la vida ganar cada vez más al servicio del propio placer y bienestar. En esta sociedad materialista, que adora el confort y el lujo, Jesús califica como necedad el depender de las cosas exteriores a nosotros.

Esto no quiere decir que el cristianismo condene los bienes materiales. Lo que pretende es descubrirnos su sentido, que no es procurar la satisfacción de unos pocos privilegiados, sino ponerse al servicio del bien común; o sea, la búsqueda de un reparto de las riquezas que llegue suficientemente a todos y cada uno. Algo funciona mal en la sociedad, aunque se hable de progreso, cuando los ricos son cada vez más ricos y los pobres son cada vez más pobres.

4.- Hay que ser ricos ante Dios y rechazar la riqueza para sí, porque la codicia de bienes materiales es una postura idolátrica, la antirreligión. San Pablo lo dice también hoy claramente: “Dad muerte a todo lo terreno que hay en vosotros: ... la codicia y la avaricia, que es una idolatría”. Jesús nos dice que «no se puede servir a dos señores”»: al dios oro y al Dios verdadero. Hay que ser sobrios, porque la avaricia está reñida con la fe y el culto auténticos.

Frente a la actitud neopagana de adorar los bienes terrenos, fomentemos la sobriedad propia y el altruismo solidario. Frente a la indiferencia de muchos ante los bienes espirituales, busquemos los dones divinos, seamos ricos ante Dios.

Todo esto sucede porque, manipulado como una marioneta, confunde el tener con el ser, como dijo Erich Fromm; confunde el acumular bienes con el ser persona y ser feliz, el tener medios de vida con el tener razones para vivir. Exactamente lo contrario de lo que decía Jesús: “No amontonéis tesoros en la tierra, donde la polilla y la carcoma los roen... Acumulad tesoros en el cielo... Porque donde está tu tesoro, allí estará tu corazón” (Mt 6, 19ss).

 

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Queridos hermanos: La lección que nos da el Señor en el evangelio de este domingo y que debemos practicar durante toda nuestra vida es que vivamos y utilicemos los bienes  pasajeros de este mundo, pero sin perder los eternos y definitivos del cielo, el valor infinito de nuestra eternidad, de vivir eternamente con Dios.

Repito: que trabajemos y tengamos bienes de este mundo, y que trabajemos y luchemos por poseerlos, porque Jesús en otras partes del evangelio condena a los olgazanes y gandules, pero que en poseer los bienes de este mundo y en vivirlos y ganarlos tengamos siempre presente los mandamientos de Dios: amar a Dios sobre todas las cosas, ser honrados, no robar.

Es que la tentación de todos nosotros, de todos los hombres, desde Adán y Eva, será la tentación de convertir el dinero en el dios de nuestra vida, por el cual viviremos y lucharemos como valor absoluto de nuestra exitencia, prefiriéndole en deseo y amor al mismo Dios verdadero, a cumplir los mandamientos de Dios, a preferirlos a la misma vida eterna con Dios, en la cual precisamente de lo primero que seremos examinados será precisamente de esta materia: “Venid, benditos... marchad, malditos al fuego eterno…PORQUE… Por eso, Cristo nos dirá ¿de qué le vale al hombre ganar el mundo entero, que es pasajero, si pierde su alma que es eterna?

Por lo tanto, la lección que Cristo nos da en este evangelio es la siguiente: que meditemos un poco y nos examinemos durante la misa a ver si en nuestra vida nos dejamos dominar por este instinto natural que todos tenemos desde Adán y Eva que creyeron y siguieron al demonio que les dijo: si coméis de este fruta, de esta manzan, seréis como dioses.

Es la tentación de los israelitas en el desierto adorando al becerro de oro, a las riquezas más que los mandamientos de Dios, de lo que Dios les exigía por haberlo liberado de la esclavitud de Egipto.

Este instinto natural que todos lo tenemos, incluso religiosos y religiosas que hacen voto de pobreza, y que debemos utilizar en la vida pero dominandolo, haciendo que sirva a valores más altos, no solo a Dios, sino a todos nuestros hermanos, los hombres,  no robando, no abusando, no explotando a los demás, es decir, tratando de practicar y cumplir los mandamientos y servir a Dios sobre todas las cosas y a nuestros padres, hermanos, amigos como Dios nos manda, sin romper lazos de amor por los bienes terrenos. Y entre estos bienes uno fundamental es ver y examinarnos del tiempo que dedicamos a Dios y a los padres y familia, sobre nuestros egoismos y caprichos de medios y television.

El mismo Cristo, para darnos ejemplo de superar esta inclinacion natural en todos, tuvo esta tentación del demonio en el desierto: Todo esto te daré, si te postras ante mí y me adoras, adoras el dinero, la posesión de cosas… y Cristo nos dice que esta tentación, como todas, solo se vence con la oración, meditando y reflexionando, como estamos haciendo ahora, la Palabra de Dios. Y esto solo se puede hacer, si uno quiere amar a Dios y salvarse eternamente porque “De qué le vale al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma”. Como veís este tema, como todos los mandamientos es cuestión de fe, de creer de verdad, no solo de palabra en Dios, de esforzarse todos los días por vivirlo y para eso, meditar, rezar, pedir perdón cuando fallemos y pensar en la eternidad, en el bien supremo, en Dios, en el cielo, en la vida eterna para la cual existimos y somos cristianos, creyentes de verdad en Dios y en el cielo.

        1.- “Y dijo a la gente: Mirad: guardaos de toda clase de codicia, pues aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes”. Su vida eterna, lo definivo del hombre, no depende de que uno atesore muchos bienes terrenos. Y el consejo final para vosotros como para mí en esta mañana es la del Señor en la parábola del rico insensato, que es necio “porque amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios” (vv.16-21).

 

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DOMINGO XIX ORDINARIO

 

PRIMERA LECTURA: Sabiduría 18, 6-9

 

        Los israelitas, oprimidos en Egipto, experimentaron que el Señor era su salvador, la noche en que murieron los primogénitos de los egipcios (Ex 72, 29). Por eso aquella noche tuvo una significación trascendental para la historia de los hebreos. Les recordaba las promesas que Dios había hecho a sus padres (Gn 15, 13ss).  La primera cena del cordero pascual sirve de modelo a lo que había de ser centro de la vida religiosa y cultual (Ex 12). La participación en un mismo sacrificio simbolizaba la unión solidaria de un pueblo en un destino común. La liturgia cristiana ha visto prefigurada en la inmolación del cordero pascual la muerte de Jesucristo, Cordero de Dios, que nos ha librado con su muerte y resurrección (Jn 1, 29. 36; 1 Cor 5 7).

 

SEGUNDA LECTURA: Hebreos  11, 1-2. 8-19

        Entre la «nube de testigos» que la carta a los Hebreos enumera como ejemplo y acicate de la perseverancia en la fe, Abrahán ocupa la mención más larga (ve 8-19), y no sin razón. Se destaca magníficamente toda la significación de esa epopeya de fe, por la que el Patriarca ha pasado a ser el Padre de los creyentes (Rm 4. 17-12; Gal 3,7). Muy difícil de calibrar la hondura de aquella «peregrinación» (v 9): Abrahán sale dejándolo todo, y a sí mismo, por la obediencia de la fe y  adhesión a una palabra, que no le indica destino concreto «adonde yo te diré» (Gn 12, 1—): sin saber a donde va, sabe que obedece a quien no defrauda. Va de peregrino, recibiendo la promesa, pero no aún la posesión de la tierra: sigue pendiendo de la palabra y de la aceptación total de quien la dice. Y queda aún la última prueba: creer por encima de la muerte; sacrificar a su hijo, el único claro de la esperanza, el eslabón de la posteridad: Isaac, figura de Jesús muerto y resucitado, prueba definitiva de nuestra fe (cfr 1 Cor 15, 17-20). Que Abrahán nos enseñe a creer, a esperar en los ojos del señor en su palabra inquebrantable.

 

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 12, 32-48

 

Queridos hermanos:

 

1.- La síntesis de las tres lecturas de hoy podría ser fe en las promesas del Señor viviendo siempre en la espera del encuentro eterno y definitivo con Dios.

        En la primera Lectura nos encontramos el ejemplo de un pueblo y se manifiesta la fe del pueblo judío en la promesa del Señor hecha a Moisés de que llegarán a la tierra prometida y por fe inician ese camino en la noche de la pascua. Por Cristo hemos iniciado la pascua definitiva hacia el cielo, la tierra prometida. Explicar la pascua judia y cristiana en sístesis.

        El salmo es un canto del pueblo que Dios ha escogido por la pascua de la Eucaristía.

        La segunda lectura es el ejemplo de una persona y se manifiesta en la fe de Abraham en la promesa del Señor que le hará padre de un gran pueblo, en padre de todos los creyentes:

        Abrahám sale dejándolo todo, incluso a sus propios proyectos por obediencia a Dios en fe y confianza total en su palabra, sin saber donde va; él sabe que no quedará defraudado.

Cree en la concepción del hijo siendo anciano. Es más, cree por encima de la muerte, estando dispuesto a sacrificar a su hijo, único eslabón para ser padre de un pueblo numeroso y está dispuesto a sacrificar el único eslabón de su esperanza en lo humano: cree contra toda esperanza, contra toda evidencia y racionalidad.

        Así debemos creer nosotros en las promesas del Señor, en su Palabra, de las que nos habla claramente el Evangelio de hoy.

 

        2.- En el evangelio de hoy encontramos la razón de este desprendimiento de los bienes temporales en la confianza de los bienes eternos: “No temáis, pequeño rebaño, porque el Padre ha tenido a bien confiaros el reino”.

        Y la razón de este desprendimiento y desapego de los bienes temporales, que siempre para un cristiano deben ser relativos, en relación con los bienes del Reino, está en que “Donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón”. Y nuestro tesoro y bien absoluto debe ser siempre Dios, el encuentro eterno de felicidad y amor con Él.

El cristiano, al poner su corazón en cosas que están fuera, muy por encima de los valores normales de esta vida de aquí, tiene como desplazado su centro de gravedad. Siente dentro de sí como una fuerza que lo impulsa hacia arriba, como una tensión que le impide dormirse sobre lo que tiene, contentarse con lo que le sacia el hambre de un día, pero no da sentido definitivo y eterno a su vida.

Y este sentido se lo da la fe: “La fe es la seguridad de lo que se espera, y prueba de lo que no se ve”. Quien no ve esa fuerza -que para el cristiano es la razón de su vida- se extraña de verlo vivir así, y amar así, y perdonar así, como lo hacen los que viven para el reino de Dios;  hay un tesoro por el que se llega a dar con gusto todo lo que uno tiene, todo aquello que antes pudo acaparar nuestro corazón. En cambio otros -quizá la mayoría- que no piensan, que viven la vida sólo en superficie, creerán simplemente que el cristiano está chiflado, que no pasa de ser un bicho raro.

De ahí la insistencia de Jesús: “Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas”; “Estad preparados”. Es duro, en cambio, nadar contra corriente, exponerse a las mofas de los que se dejan ir, saber esperar contra toda esperanza.

¡Qué triste quedaría el mundo si esos focos de vida y esperanza, de fe y de inconformismo, que lo dignifican, en lugar de ir creciendo y transformándolo, se fueran extinguiendo, se fueran rindiendo, se fueran durmiendo uno tras otro! Pero no será así: “No temas, pequeño rebaño”. La levadura acabará un día transformando la masa. Cuando vuelva el Señor, habrá mucha gente esperándolo, con la puerta abierta y con las lámparas encendidas. El tiempo lo dirá.

        Son pocos, pero desparramados por el ancho mundo. Minoría, ciertamente; pero ¿desde cuándo se necesita mucha levadura para que la masa crezca? Están ahí. Monasterios de monjes y monjas de vida contemplativa, misioneros y misioneras que viven pobres y entregados sólo para el Reino de Dios entre los hombres. Como pequeñas luces que indican la manera de no perder el sentido de la vida. Como presencias del amor de Dios en los lugares donde más se sufre. Como pruebas de que hay otros caminos, más auténticos, para encontrar la felicidad. Como llamadas a la esperanza. Como evidencias de que en el mundo no todo está perdido.

Son los “pobres de Yahvéh “. Zarandeados, acosados a veces, casi olvidados siempre. Pero no dejan de escuchar la voz del Padre que les dice, que les sigue diciendo una y otra vez, amorosamente: “No temas, pequeño rebaño”.

 

3.- El creyente ha encontrado respuesta a estas preguntas. Su fe lo ha llevado a poner toda su confianza en alguien que jamás le va a fallar: el Padre Dios. Esta plena confianza en el Señor fue la que dio fuerza al pequeño resto de Israel, a los “pobres de Yahveh”, para seguir esperando cuando todo a su alrededor se había hundido estrepitosamente. Y esta fe será la que haga posible que este otro “pequeño rebaño” de Jesús pierda el miedo y suelte las amarras para navegar por entre un mundo embravecido:“No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el Reino”.

Pero no es fácil mantener esta actitud de sosiego confiado, cuando a nuestro alrededor parece que todo se hunde. Para que permanezca en alto nuestra fe  -“seguridad de lo que se espera”-,  necesitamos cultivar determinadas actitudes:

 

a).-Vigilancia: Sabemos que la plena confianza en el Señor no nos exime de la lucha contra un ambiente en total desacuerdo, tantas veces con nuestras convicciones. Por eso no debemos bajar la guardia. Para el creyente serio, el no saber el día ni la hora en que vendrá “su Señor”,  le lleva a estar siempre preparado con “la cintura ceñida y la lámpara encendida”, con sus cuentas al día y con el corazón despegado de todo aquello que, llegada la hora, no le va a poder acompañar al otro lado de la muerte.

b).- Oración: Si hemos puesto nuestra confianza en Dios, es en Él donde debemos buscar la fuerza para la lucha. Porque no es fácil resistir al acoso continuo de un ambiente que se mueve por otros valores, que sólo piensa en sacar partido inmediato a estos cuatro días que nos ha tocado vivir, que no tiene más horizonte que las estrechas paredes de lo que puede ver y tocar. Necesitamos hablar, dialogar, pedir todos los días, para confiar no solamente en un «Dios de después de la muerte», que un día nos acogerá, sino en un Dios de aquí y ahora, que viene todos los días a nosotros por la oración y sobre todo, por la eucaristía, el amor fraterno, la comunidad creyente.

c).- Comunidad: Todo el que crea en Jesús debe sentirse llamado a unirse, codo con codo, a todos aquellos que comparten su misma fe. La fe no es para vivirla en solitario. La comunidad -la Iglesia- es la única forma válida de vivir esta alegría de la fe que el Señor nos ha regalado. Necesitamos construir comunidad, sentirnos comunidad, orar en comunidad, vivir “en comunión” con ese Pueblo de Dios que camina «por los bienes de la tierra, sin perder los eternos y definitivos del cielo.

 

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DOMINGO 19 C: QUERIDOS HERMANOS: La segunda lectura y el evangelio de este domingo nos hablan claramente de la vida más allá de esta vida, de la vida que nos espera en la eternidad con Dios nuestro Padre y que Cristo Jesús nos ganó muriendo y resucitando para que todos tengamos vida eterna. Esta verdad es fudamento de nuestra fe católica.

Hermano, tú eres eterno y todos los que han muerto, están vivos en la eternidad con Dios o en el otro sitio, que también es eterno… y esto es lo que más me preocupa de mi sacerdocio y de toda mi vida sacerdotal, porque el infierno existe y es verdad, lo ha dicho Cristo y en muchas apariciones: Lourde, Fátima, Siracusa... la Virgen triste lo ha manifestado y los vidente lo vieron. Y yo, es que no solo lo creo y predico, es que a veces siento y experimento aquí abajo la vida eterna, a Dios, la vida del cielo, como S. Pablo que deseaba morir para estar con Cristo o como todos nuestros místicos, que superando las etapas de oración y de unión con Dios, llegaron a sentirlo y vivirlo, sobre todo en el Sagario, donde está Jesucristo vivo y resucitado para llenarnos de vida eterna, de cielo anticipado, del pan de vida eterna: “El que coma de este pan, vivirá eternamente”.

Que quede claro: yo solo soy cura y he dado mi vida presente sin casarme ni tener hijos porque creo en la eternidad de los hombres, y he dado mi vida así para que todos la tengais eterna, hermano, que tu vida es más que esta vida, y soy sacerdote tambien por amor a Cristo que predicó, murió y resucitó para que todos tuvieramos vida eterna que se nos comunica por la vida de gracia en el santo bautismo que como decía el Catecismo de Ripalda nos Hace hijos de Dios y herederos del cielo. Y el camino para esa eternidad con Dios es la fe en Cristo: el que crea  en mí, aunque haya muerto vivirá y todo el que vive y cree en mí, no morirá para siempre. Y tambien nos dice el Señor que se llega al cielo viniendo a misa los domingos, llamado así ese día, Domingo, día en que Cristo resucitó y nos hizo a todos partícipes de su resurrección, sobre todo por la comunión: “El que coma de este pan vivirá eternamente”. Hermanos, que sepais la importancia de la misa de los domingo y penseis en vuestros hijos y nietos, que son eternos y tienen que venir a misa todos los domingos.

Como os dije, tanto la 2ª lectura como el Evangelio nos hablan claramente de la vida eterna con Dios en el cielo. En la carta de hoy a los Hebreos nos dice:Hermanos: La fe es fundamento de lo que se espera, y garantía de lo que no se ve, la eternidad, el cielo. Y en el Evangelio de hoy Cristo nos dice: «No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino. Dad limosnas y haceos un tesoro inagotable en el cielo, adonde no se acercan los ladrones ni roe la polilla. Porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.

Por eso, ya caminando por la tierra, nuestro tesoro debe ser el cielo, Jesucristo glorisoso ya que murió y resucitó para que todos tengamos vida eterna. Somos eternos, por eso soy cura, el sacerdote es un sembrador, cultivador y recolector de eternidades. Y esto lo vivo y lo siento con gozo muchas veces mirando y rezando a Cristo en el Sagrario, donde está vivo y unicamente se quedó para llevarnos a la eternidad con el Padre

Y en el evangelio de hoy nos dice: “No temáis, pequeño rebaño, porque el Padre ha tenido a bien confiaros el reino”. El cristiano verdadero, al poner su corazón en Dios, en el cielo, en la vida eterna que nos espera vive la vida presente mirando al cielo, a la eternidad con Dios y todos los suyos. Siente dentro de sí como una fuerza que lo impulsa hacia arriba, una tensión que le impide contentarse con lo que tiene y disfruta en esta vida, tiene nostalgia de eternidad y de ese vivir para siempre con Dios y los suyos que marcharon, con el sentido definitivo y eterno de esta vida.

Y este sentido se lo da la fe: “La fe es la seguridad de lo que se espera, y prueba de lo que no se ve” nos dice la 2º lectura. De ahí la insistencia de Jesús: “Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas”; “Estad preparados”.

Y para eso, para estar preparados, lo primero es cultivar la fe y las buenas obras: Para el creyente serio, el no saber el día ni la hora en que vendrá “su Señor”,  le lleva a estar siempre preparado con “la cintura ceñida y la lámpara encendida”, de la fe y  con el corazón despegado de todo aquello que le impida el cielo.Y segundo: orar, rezar, comer el pan de la vida eterna y pedir el cielo para sí y los suyos y todos los hermanos: Si hemos puesto nuestra confianza en Dios, es en Él donde debemos buscar la fuerza para la lucha. Necesitamos orar todos los días, venir a misa por lo menos los domingo, día en que Cristo resucitó y nos resucita, y  pedir todos los días la virtud de la esperanza, para confiar en «Dios de después de la muerte», que un día nos acogerá, y que viene aquí y ahora todos los días a nosotros sobre todo, por la eucaristía, pan de vida eterna.

 

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DOMINGO XX ORDINARIO

 

PRIMERA LECTURA: Jeremías 38, 4-6. 8-10

 

        Jeremías vive en una época difícil del pueblo de Dios, en los siglos VII-VI a. de Cristo. Jerusalén está sitiada por los babilonios y las opiniones sobre la rendición o la resistencia son diversas entre los dirigentes del pueblo. Jeremías se inclina por la rendición para no quedar completamente destruidos y eso le acarrea el odio de los príncipes de la ciudad, considerándole como traidor y pidiendo su muerte. No es fácil para Jeremías cumplir la misión que Dios le encomienda como profeta suyo.

El profeta ha sido encarcelado porque proclama el enfado de Dios ante la infidelidad de su pueblo. Después, quienes son infieles a la alianza con Dios, quieren eliminar la voz del profeta hundiéndole en el fango, en el barro de un pozo. Sin embargo, Dios vela por él y viene en su ayuda puesto que nunca abandona a quienes confían en Él ni a quienes elije para que transmitan un mensaje suyo.

 

SEGUNDA LECTURA: Hebreos 12, 1-4

 

        La carta a los Hebreos nos invita, en este domingo y en los dos siguientes, a la perseverancia en la fe. La nube de testigos es la lista de campeones de la fe que hace el capítulo 11. Los santos, bíblicos o no, son el ejemplo en la lucha por mantenerse fieles. Pero todos ellos son ejemplos, no en sí mismos, sino como indicadores del único ejemplo, objeto de su propia fe y en quien debemos tener fijos lo ojos todos los creyentes: Jesús. El texto mira la vida de fe como una carrera o competición y un pugilato (cfr Gal 2, 2; 1 Cor 9, 24-26; Flp 3, 12-14); mantener la fe exige temple de campeones sin componendas. Jesús es el que capitanea este certamen, el que va al frente con acción efectiva, y el que le da remate, lo acaba, lo cumple, porque Él es el que lleva a la salvación y el que para ello quedó cumplido o perfecto por el sufrimiento. Con tal ejemplo y acción hay que correr sin desfallecimiento.

 

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 12, 49-53

 

QUERIDOS HERMANOS: El tema de la liturgia de este domingo está esbozado desde la primera lectura. En ella se nos dice y predica que el amor y los mandamientos y el servicio a Dios, tomado en serio, suponen sacrificios, sufrimiento y persecuciones.

Jeremías, en la primera Lectura, con motivo de su predicación, por hablar claro, sin miramientos para nadie, ha venido a ser “varón discutido y debatido por todo el país”, como Cristo lo será por la verdad de sus palabras y su misma vida. Para librarse de Jeremías, los jefes militares le acusan ante el rey de derrotismo y, obtenida la autorización para ello, lo arrojan en una cisterna cenagosa donde el profeta se hunde en el fango.

Habría perecido ciertamente allí, si Dios no le hubiese socorrido por medio de un desconocido que consiguió arrancar al rey el permiso para sacarlo de aquel lugar mortífero. El salmo responsorial de este domingo expresa bien esta situación de Jeremías: “Yo esperaba con ansia al Señor; Él se inclinó y escuchó mi grito. Me levantó de la fosa, de la charca fangosa”.

Tu, querido hermano, hoy día, seas sacerdote o seglar que me estás  escuchando, tú también serás perseguido, lo mismo que el profeta Jeremías, si eres profeta verdadero, no palaciego, si tu vida y criterios son los de Cristo y su evangelio, serás perseguido y criticado en un mundo de pecado y vanidades. Por eso, en la iglesia actual, muchos profetas de Cristo han enmudecido, para no ser criticados y perseguidos por un mundo materialista, sensual y ateo.

Solución: enmudecer, callarse ante un mundo que se está alejando de Dios, incluso para muchos que tienen fe pero no la viven. No les duele la gloria de Dios sino la suya, ni les  duele la salvación de los hombres, no viven esperando la eternidad y el encuentro con Dios:la solución es callarse para no tener problemas; mira que hay corrupción en el mundo, en los medios, en la tele, , en la vida… pues silencio y cobardía… Hasta los curas y muchos obispos nos estamos quedando mudos por cobardía y falta de amor verdadero a Dios y a los hermanos. Jesús, que ha proclamado dichosos a los pacíficos y ha dejado su paz en herencia a sus discípulos, declara sin reticencias en el evangelio de hoy que no ha venido a traer al mundo la paz sino la guerra, la guerra por la verdad, por el amor verdadero, por los matrimonios para siempre, por los mandamientos de Dios hoy públicamente olvidados o conculcados.

Hoy, todos nosotros, sacerdotes y cristianos verdaderos, ante un mundo cada vez más ateo, debemos ser luchadores decididos de Cristo y su iglesia, del evangelio, del cristianismo, sin temor a críticas, riesgos y persecuciones, a ejemplo del profeta Jeremías, y mucho más, por las mismas palabras de Cristo en el evangelio de este domingo, sobre todo, por el testimonio de su vida y muerte, motivada precisamente por predicar la verdad y condenar el pecado publicamente de los escribas y poderosos.

Jesús quiere que la fe cristiana  sea siempre fermento en un mundo de egoismos y materialismo, que sea expansiva y revolucionaria, en medio de un mundo de pecado, de entonces y de ahora y de todos los tiempos.

¿Lo hacemos?¿somos perseguidos o lo hemos sido en nuestras parroquia por este motivo, por ser exigentes, por predicar la verdad del evangelio? Meditemos estas palabras de Cristo en el evangelio de hoy: “No he venido a traer paz,  sino división”. Y tambien este deseo suyo que permanece siempre en su Iglesia, entre nosotros: :«¡He venido a prender fuego en el mundo ¡y ojalá estuviera ya ardiendo!». ¿Yo, con mi sacerdocio, he luchado por encender el fuego y amor de Cristo en mi parroquia, en la iglesia de Cristo?

SÉ VALIENTE, hermano sacerdote, aunque seas o hayas sido perseguido por esta causa, por predicar o haber predicado al Cristo verdadero y su evangelio. Pidamos esta gracia para la Iglesia de hoy, sobre todo, para los sacerdotes jóvenes.Se valiente, hermano, y cuando comulgues hoy háblalo con el mismo Cristo que predicó y vivió este mensaje, prométeseló. Ya verás cómo entonces llegas a sentir a Dios en tu alma, a verlo cerca y escucharlo desde el Sagrario, y a ser feliz aún en medio del dolor personal o la incomprensión  de algunos, porque Él está siempre cerca de nosotros y sentirás su presencia y amor, sobre todo, en tu oración personal diaria ante su presencia y en la santa misa de cada día. Amén, así sea.

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QUERIDOS HERMANOS:

 

1.- El servicio de Dios tomado en serio no ofrece una vida cómoda y tranquila, sino que con frecuencia expone al riesgo, a la pelea y a las persecuciones. Tal es el tema de la liturgia de este domingo esbozado desde la primera lectura.

        Jeremías, con motivo de su predicación sin miramientos para nadie, ha venido a ser “varón discutido y debatido por todo el país”. Para librarse de él los jefes militares le acusan ante el rey de derrotismo y, obtenida la autorización para ello, lo arrojan en una cisterna cenagosa donde el profeta se hunde en el fango. Había ciertamente perecido allí, si Dios no le hubiese socorrido por medio de un desconocido que consiguió arrancar al rey el permiso para sacarlo de aquel lugar mortífero. El salmo responsorial del día expresa bien esta situación de Jeremías: “Yo esperaba con ansia al Señor; Él se inclinó y escuchó mi grito. Me levantó de la fosa, de la charca fangosa”.

        En la segunda Lectura, San Pablo, después de haber hablado de la fe intrépida de los antiguos profetas y patriarcas, nos lleva hasta Jesús. Él es el ejemplar divino que debe mirar el creyente, ya que es el máximo luchador por la causa de Dios, que por cumplir su voluntad, soportó la cruz sin miedo a la ignominia.

        Jesús, que ha proclamado dichosos a los pacíficos y ha dejado su paz en herencia a sus discípulos, declara sin reticencias en el evangelio de hoy que no ha venido a traer al mundo la paz sino la guerra. La afirmación, desconcertante a primera vista, no contradice ni anula lo que dice en otra parte, sino precisa que la paz interior, contraseña de la armonía entre el hombre y Dios, no le exonera de la lucha y de la guerra contra todo lo que dentro de él –pasiones, tentaciones, pecados- o el propio ambiente se opone a la voluntad de Dios, atenta a la fe e impide el servicio del Señor.

Entonces el cristiano más pacífico debe tornarse luchador, animoso e impávido que no teme riesgos ni persecuciones, a ejemplo de Jeremías y mucho más de Cristo, que ha peleado contra el pecado hasta las sangre y la ignominia de la cruz.

Mas para que esta lucha sea legítima y santa no se le ha de mezclar ningún móvil o fin humano y personalista; debe brotar del fuego de amor que Jesús vino a prender en la tierra, con el fin único de que llamee por doquiera para gloria del Padre y la salvación de los hombres. Por este fuego de amor Jesús deseó ardientemente el bautismo de sangre de su pasión.

        2.- “No he venido a traer paz,  sino división”. La fe cristiana no es algo domesticable, superficial, intrascendente. Es algo revolucionario, trascendental, expansivo, como un incendio de vastas proporciones. Jesús, en el pasaje evangélico de hoy, deja explotar su corazón con esta frase:

«¡He venido a prender fuego en el mundo ¡y ojalá estuviera ya ardiendo!».La fe cristiana tiene vocación de llama ardiente, que toma posesión de la persona y de la sociedad que se pone a su alcance.

El cristianismo es también violento como una espada, desgarrador como una división. No ciertamente con la violencia contra las personas y los grupos sociales que no piensan como nosotros. Pero sí con la energía de una espada de doble filo que divide el espíritu para sajar los propios egoísmos: “¿Pensáis que he venido a traer al mundo la paz? No, sino división”.

Sin embargo, el mismo Jesús que nos arma contra el egoísmo y la iniquidad, nos lega su paz: «Mi paz os dejo, mi paz os doy. No como la da el mundo», pactando con las pasiones y el pecado, sino siendo pacificador con la recta conciencia, con Dios y con los demás; fomentando relaciones pacíficas. Jesús ha declarado solemnemente: «Bienaventurados los pacíficos”, esto es, losconstructores de paz.

Jesús llega a afirmar en el evangelio de hoy que esa línea divisoria del cristianismo puede pasar por la familia, separando a los seres queridos, cuando unos aceptan la fe cristiana en su corazón y sus obras, mientras otros siguen viviendo paganamente ¡Qué lacerante puede resultar convivir compartiendo bajo el mismo techo todas las cosas, menos el cristianismo! ¡Y qué labor tan estimulante la de los cristianos el llevar el calor de la fe a los suyos!

Pero el amor a la propia familia no debe hacernos claudicar de nuestro compromiso cristiano, cuando Jesús ha conquistado nuestro corazón. La fidelidad a Cristo es siempre prioritaria, por encima de los lazos de carne y sangre. El respeto y amor al propio cónyuge, a los padres o hijos o hermanos, que tienen diferentes criterios morales o religiosos, no debe hacernos infieles a nuestra adhesión amorosa a Jesús, muy superior a todos los vínculos familiares.

 

3.- Al Jesús al que hay que amar e imitar se ganó a pulso nuestra fidelidad absoluta, luchando contra las fuerzas del mal hasta la pasión y la muerte. Getsemaní y el Calvario son dos hitos inolvidables en la entrega de Jesús por nosotros. El autor de la carta a los Hebreos nos recuerda hoy que Jesús, «renunciando al gozo inmediato, soportó la cruz sin miedo a la ignominia» Por eso merece nuestra adhesión cordial por encima de las relaciones familiares.

Ante el Jesús que exclama en el evangelio de hoy: “¡Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que lo cumpla!”, le debemos algo más que un amor estático, por sincero que sea. También debemos amarle dinámicamente hasta la imitación, sin evitar la pasión y la cruz cristianas. «Corramos la carrera que nos toca, sin retirarnos, fijos los ojos en el que inició y completa nuestra fe: Jesús».

Dejémonos exhortar por el mismo autor de la Carta a los

Hebreos: «Recordad al que soportó la oposición de los pecadores, y no os canséis ni perdáis el ánimo. Todavía no habéis llegado a la sangre en vuestra pelea contra el pecado». Pensemos que nuestro combate cristiano tiene como objetivo vencer a las fuerzas del mal moral, que intentan adueñarse totalitariamente de los espíritus y de los grupos humanos, desde la familia hasta las estructuras más amplias.

Pero nuestra pelea cristiana tiene además y sobre todo una meta positiva: propagar ese fuego que Jesús vino a traer a la tierra y cuyo deseo más ardiente es que prenda en los corazones y las sociedades. Vale la pena que nos empleemos a fondo en la extensión del incendio cristiano, que es el amor. La gran novedad que nos trajo Jesús al mundo es esa entrega a los demás hasta morir por todos. ¿Hay empresa más digna de luchar por ella que ésta?

Ante la apatía actual de tantos cristianos, fomentemos el estímulo de la fe en nosotros y en los demás «dando razón de nuestra esperanza». Ante otros ideales humanos y sociales, elijamos la alternativa cristiana de amor para la convivencia temporal y la vida eterna.

 

4.- « ¿A qué pensáis que vine al mundo sino a meter fuego? ¿Qué quiero sino que arda? Con un bautismo tengo de ser bautizado: ya estoy angustiado hasta que venga aquel día. El era el fuego, y había de ser encendido; y sabía que el bautismo era cuando había de derramar su sangre en la cruz y deseábalo nuestro Redentor. ¡Oh, bendígante los ángeles, Señor, por ello! No como nosotros, que a un trabajuelo que nos venga lo sentimos como si nos llegase a los ojos, y huimos de él. Y sabía El que le había de costar a El que su Padre quisiese bien a los hombres,  y, con todo eso, lo deseaba; sabía El que había de ser asado con fuego de tormentos en la cruz, y decía: Ya estoy deseando que arda; había de ser nuestro Redentor asado en la cruz en figura de cordero de la vieja Ley. «Todo me parece poco; ya deseo el día en que tengo de remediar al hombre».

Dice San Pablo: Puesto delante de sí el gozo, sufrió el tormento de la cruz de buena gana, menospreciando la deshonra.

-- Señor, ¿de qué os gozáis? Redentor mío, ¿qué es la causa de vuestro gozo?-- Por ver al género humano libre de pecado, por esto se gozaba el Redentor; aunque bien veía cuán caro había de costar la medicina que había de sanar nuestra haga; bien sabía El --¡los ángeles le bendigan!-- que le habían de cauterizar a El para que nosotros tuviésemos salud. ¿Sabéis cómo? ¿No habéis visto unos padres que andan por los caminos por soles y aires, y se secan y sudan, y con pensamientos y voluntad que tienen que sus hijos sean ricos, no sienten el trabajo, y así tienen por bien sufrir el trabajo y cansancio? ¿Y la madre que no descansa noche y día, y trabaja, y no siente nada de todo aquello, por ver en descanso su hija? Así nuestro Redentor Jesucristo --bendito sea El-- no sintió tanto sus trabajo y si los sintió, en pensar que por ellos habíamos de ser librados, quitaba los ojos de sus tormentos y poníalos en pensar el remedio general que de ellos salía y decía: «no es nada esto»

¡Oh, bendito seas, Señor mío, que, por que aquel alma sea casta, dijiste: «Denme a mí cinco mil azotes no tengan conmigo caridad!; por que aquella alma se salve y todos alcancen perdón, súbanme en una cruz, coronado de espinas, crucifíquenme, y no quede de mí gota de sangre en todo mi cuerpo que no se derrame: denme hiel y vinagre a beber y muera yo en la cruz». -- Por qué?-- Por remedio de los hombres». Aprenda, aprenda el cristiano, redimido por estos trabajos, a no desmayar por un trabajuelo que le viene; en asomando, luego te quejas, luego dices que no hay quien lo pueda sufrir. Pues que tanto sufrió Jesucristo, aprende de El; y pues El puso los ojos en tu remedio y los quitó de los tormentos tan grandes que pasó, por El quita los tuyos de los trabajuelos, si algunos te vinieren, y ponlos en Jesucristo; y mirando por quién los pasas, rogarás que nunca se acaben; saberte han más dulces que la miel.

Fue tanto lo que alcanzó Jesucristo en sus trabajos, fue tanta la gracia que cerca de su Padre halló, que ya no hay hombre que baste a desagradar a Dios, queriendo él gozar de la medicina. ¡Qué grande hazaña fue alcanzar perdón para todos! ¡Qué abrazo tan suave y amoroso! ¡Qué beso de paz tan dulce! Si quieres arrepentirte, no perderás el remedio; Jesucristo puso toda la costa de aqueste negocio. Quiere El mismo que tú quieras allegarte a El, que ya es ganado lo que andaba perdido; ya Jesuçristo dio fin a nuestra enfermedad, ya acabó El su obra. El mismo lo dijo: Padre, perdonad a éstos, miradlos con ojos alegres; ya, Padre, acabé la obra que me encomendaste: Opus consummavi quod dedisti mihi, ut faciam. La obra que me encomendaste que hiciese ya es acabada; ya, Padre, es acabado el reparo para los hombres. Hermanos, con este remedio quedó remediado el entendimiento, quedó remediada la voluntad, quedó remediada la carne, quedaron remediados nuestros pecados todos» (San Juan de Ávila, Escritos sacerdotales, BAC, 270-272).

 

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DOMINGO XXI ORDINARIO

 

PRIMERA LECTURA: Isaías 66, 18-21

 

        La primera lectura que hacemos hoy del profeta Isaías (Tercer Isaías), cierra el libro del profeta ofreciéndonos un mensaje espiritual y universalista muy especial. El pueblo no se encuentra en una situación ideal a pesar de que el destierro ha finalizado. Dentro del pueblo existe una situación de frustración, de desánimo y desesperanza. La comunidad está integrada por elementos muy diferentes y constituye un problema grande en todos los órdenes, incluso en el religioso. El profeta trata de levantar el ánimo del pueblo y reforzar esperanza con la promesa de que Dios no le ha abandonado y trae consigo la liberación que ahora parece no estar presente. La desunión, la enemistad entre personas es fruto del egoísmo, del enfrentamiento, de la falta de comprensión; es signo del pecado existente en nosotros.

 

SEGUNDA LECTURA: Hebreos 12, 5-7.11-13

 

        Dios llama de muchos modos y maneras. Y cada uno de nosotros tiene su camino personal hacia Él. Pero no siempre escuchamos su llamada. Y muchas veces nos descarriamos de ese camino. En otras ocasiones, no aceptamos las adversidades,

no comprendemos los acontecimientos que nos contrarían o hacen sufrir, nos enfrentamos de mal humor con Dios porque no aleja de nosotros tribulaciones o desgracias. La Carta a los Hebreos nos habla muy acertadamente hoy en esta segunda Lectura. Si la escuchamos con atención acaso lleguemos a comprender un poco mejor la voluntad de Dios, manifestada incluso a través de contrariedades. El sufrimiento y las contrariedades no podemos considerarlas como un “castigo de Dios”, sino como una prueba que se nos ofrece para corregir nuestros errores o defectos y una ocasión para lograr un mayor perfeccionamiento en nuestra vida.

 

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 13, 22-30

 

QUERIDOS HERMANOS/AS:

 

1.- Por simple razón natural y sin necesidad de leer y meditar este evangelio del domingo, a Dios no le puede dar lo mismo que yo haga el bien o el mal, que cumpla sus mandamientos, lo que Él me ha mandado o que no los cumpla. Dios no sería ni Dios ni justo ni inteligente.

        Por revelación sé que Jesús se encarnó y se jugó la vida por nuestra salvación eterna con su pasión, muerte y resurrección, que se hacen presentes en la Eucaristía, sobre todo del domingo, así llamado, día del Señor porque fue el día en que Cristo resucitó para que todos nosotros, los hombres, tengamos la vida eterna con Dios. Esta es la única razón del cristianismo, de la venida, muerte y resurrección de Cristo,  que nos soñó para una vida eterna de amor y felicidad con la Santisima Trinidad y todos los nuestros salvados.

En el evangelio de este domingo, Cristo trata de que cumplamos la voluntad de Dios no solo por amor sino por temor, por el miedo y peligro del infierno, de la condenación eterna, algo en lo que los mismos cristianos pensamos poco, la tele y el mundo ni nombrarlo, no les interesa sabiendo que han escogido el camino sin Dios, el camino de la perdición, y que los mismos sacerdotes, por no caer antipáticos, lo predicamos poco o nada, porque son temas, que aunque los predicó Cristo como en el evangelio de hoy y es la razón fundamental de su vida, muerte y resurrección, son molestos y duros.

¿Cuánto tiempo hace que no oyes a un cura hablar y predicar del infierno, y sin embargo existe y es la razón esencial de la venida de Cristo y de mi sacerdocio, llevar las almas al cielo y librarlos del fuego del infierno eterno; porque repito, el salvarnos del infierno, de la condenación eterna, es la única razón de la venida, de la muerte y resurrección de Cristo, es la razón por la que soy cristiano, y soy bautizado y como el pan de la vida eterna, que es Cristo vivo y en el cielo y si los cristianos creyéramos de verdad en las verdades fundamentales de nuestra fe y de nuestra vida, el mundo y las familias no estarían como están.

Hermano, eres eterno, tu vida es más que esta vida, qué pintan estas hermanas nuestras jóvenes metidas aquí en un convento de clausura  sin casarse, sin hijos, sin disfrutar del mundo y sus cosas, qué hacen, por qué aquí encerradas si no existe otra vida, la eternidad, la vida eterna, como piensan muchos en el mundo de hoy de 50 años para abajo,

Queridos hermanos, ¿para qué vino Cristo, para calmar tempestades, hacer milagros… repito la única razón por la que vino Cristo fue para que en el momento de nuestra muerte, de partir a la eternidad escuchemos al Padre Dios que nos dice: "venid, benditos, al cielo preparado para vosotros, porque tuve hambre y me disteis… es decir, porque fuiesteis cristianos de verdad y cumplisteis los mandamientos. Pues esto es lo que pido en esta santa misa por vosotros y por todos los vuestros, también por el mundo entero para nos veamos en el cielo y seamos eternamente felices, gracia por la cual estas hermanas dominicas se encierran en un convento para perdirlo para toda la iglesia, para todos los hombres. Así que sed agradecidos a las que renuncian a este mundo para conseguirnos el cielo para siempre. FINAL

2.- El evangelio de hoy nos habla de condenación y salvación. Y hay que predicarlo. No vale inventarse otra religión. Y nos dice que no basta estar bautizado, ser creyente, no se salvan solo porque “hemos comido contigo…”, sino que hay que vivir el evangelio, amar a los hermanos, cumplir los mandamientos de Dios

Jesús nos previene también contra el espejismo que supone retrasar el esfuerzo por salvarse a última hora. Porque «muchos querrán entrar y no podrán». Hay un momento en el reloj, que ya no depende de nuestra libertad. La muerte no depende de nosotros. Por eso Jesús afirma: «Cuando el amo de casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera». Con esto  el Señor nos quiere decir que hemos de actuar la salvación ahora, en el presente, porque la muerte puede llegar en cualquier instante: de día o de noche, en juventud, o en la vejez o edad madura. «Velad, porque no sabéis ni el día ni la hora».

Lo siguiente que nos dice Jesús es muy aleccionador para orientar nuestra actitud frente a la salvación. “Llamaréis a la puerta diciendo: “Señor, ábrenos”, y Él os replicará: “No sé quiénes sois”. Entonces comenzaréis a decir: “Hemos comido y bebido contigo y tú has enseñado en nuestras plazas”. Pero Él replicará: “Alejaos de mí, malvados”. Recemos y vivamos para que ninguno de nosotros ni de los nuestros ni del mundo entero escuche estas palabras.

Finalmente,Jesús, en este evangelio, no nos ahorra el reverso de la salvación,--por favor, que no soy yo el que predica el evangelio de hoy, es Cristo, yo solo lo explico. “Entonces será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a todos los profetas en el reino de Dios, y vosotros echados fuera”. Y esto existe y ya os he dicho varias veces que es mi mayor sufrimiento y preocupación y por la salvación del mundo, y de mis feligreses, rezo todos los días.

3.- Y ahora, para terminar, una vieja y permanente pregunta: ¿serán pocos los que se salven? Jesús no nos quiere dejar un mal sabor de boca, y nos habla de la gran cosecha de los salvados. «Y vendrán de Oriente y de Occidente, del Norte y del Sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios». Que nosotros y todos los nuestros nos sentemos en la mesa del Señor, y recemos y ofrezcamos esta santa misa, los méritos de Cristo para que todos los hombres, aún los ateos, se salven y lleguen a la felicidad eterna del cielo para la que hemos sido creados y existimos, porque como nos dice San Pablo: «Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la Verdad». Por esta intención vino Cristo y ahora ofrece su vida y muerte en la santa misa

 

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DOMINGO XXI (Esta homilía es continuación de la de ayer y la voy a dar leyendo lo escrito, porque si me dejo llevar por lo que el Señor me inspira, me alargo.)

Queridos hermanos:

2.- El evangelio de hoy nos habla de condenación y salvación eterna. Y hay que predicarlo. No vale inventarse otra religión. Y nos dice que no basta estar bautizado, ser creyente, no se salvan solo porque “hemos comido contigo…”, sino que hay que vivir el evangelio, cumplir los mandamientos de Dios, no odiar ni robar ni matar…

Jesús nos previene también contra el espejismo que supone retrasar el esfuerzo por salvarse a última hora, ahora que soy joven, a disfrutar, a no ir a la iglesia ni rezar ni venir a misa los domingos, cuando sea mayor... tendré tiempo… no vale esto porque el Señor nos dice en el evangelio de hoy que «muchos querrán entrar y no podrán».

Hay un momento en el reloj de nuestras vidas, que ya no depende de nosotros, la hora de nuestra muerte no depende de nosotros. Por eso Jesús afirma: «Cuando el amo de casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera». Hermanos, hermanas, procuremos vivir el amor y la fe y los mandatos del Señor ahora, porque luego será tarde.

Con esto  el Señor nos quiere decir que hemos de actuar la salvación ahora, en el presente, porque la muerte puede llegar en cualquier instante: de día o de noche, en juventud, o en la vejez o edad madura. «Velad, porque no sabéis ni el día ni la hora».Las religiosas viven desde su juventud en un convento, preparando ese momento del encuentro con Dios en la eternidad y ofrecen su vida y oracion por el mundo y los hombres todos los días.Yo os puedo decir que soy sacerdote, que he renunciado a esta vida en el matrimonio, tener hijos y demás, únicamente por la eternidad de mis hermanos los hombres, para ser totalmente en mi vida sembrador, cultivador y recolector de eternidades, las eternidades de mis feligreses y mis hermanos, todos los hombres. Y por eso, soy sacerdote, únicamente por eso. Yo soy creo y amo y espero la eternidad para siempre, para siempre con mi Dios Trinidad, yo creo, espero y trabajo por el cielo mío y de todos los hombres mis hermanos, aunque ellos no me lo agradezcan.

Lo siguiente que nos dice Jesús es muy aleccionador para orientar nuestra actitud frente a la salvación. “Llamaréis a la puerta diciendo: “Señor, ábrenos”, y Él os replicará: “No sé quiénes sois”. Entonces comenzaréis a decir: “Hemos comido y bebido contigo y tú has enseñado en nuestras plazas”. Pero Él replicará: “Alejaos de mí, malvados”.

Es el infierno, la condenación eterna de la que os hablé ayer en la homilía. Es hacer y vivir en dirección contraria, como el mundo actual en general, contra lo que el Señor predicó, por lo único que vino a este mundo, murió y resucitó, para que todos tengamos la vida eterna con Él. Es vivir en direccción contraria a lo que S. Ignacio nos dice en los Ejercicios Espirituales: “El hombre ha sido creado para ama y servir a Dios y.. Recemos y vivamos esta santa misa por los vivos y difuntos, para que ninguno de nosotros ni de los nuestros se condene. Pero es que mirando el mundo actual, en los políticos y jóvenes actuales, sin Dios ni moral alguna, en general…

Finalmente, Jesús, en este evangelio, no nos ahorra el reverso de la salvación,--por favor, que no soy yo el que predica el evangelio de hoy, es Cristo, yo solo explico un poco sus palabras, su evangelio: “Entonces será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a todos los profetas en el reino de Dios, y vosotros echados fuera”. Es el infierno… , del cual los curas y los obispos hablamos poco, como os dije ayer, para no caer antipáticos… Pero el infierno existe, como existe el cielo y existe Dios y según nos dice hoy Jesús en su evangelio algunos irán al cielo con Dios y otros al infierno sin Dios y eternamente. Y esto existe y ya os he dicho varias veces que es mi mayor sufrimiento y preocupación y por la salvación del mundo, y de mis feligreses, rezo todos los días.

 

3.- Y ahora, para terminar, una vieja y permanente pregunta: ¿serán pocos los que se salven? Jesús no nos quiere dejar un mal sabor de boca, y nos habla de la gran cosecha de los salvados. «Y vendrán de Oriente y de Occidente, del Norte y del Sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios». Que nosotros y todos los nuestros nos sentemos en la mesa del Señor, y recemos y ofrezcamos esta santa misa, los méritos de Cristo y de su muerte y resurrección que se hacern presentese para que todos los hombres, aún los ateos, lleguen al conocimento de la Verdad de Dios, del evangelio y se salven y lleguen a la felicidad eterna del cielo para la que hemos sido creados y existimos, porque como nos dice San Pablo: «Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la Verdad». Por esta intención vino Cristo y Él, ahora en la santa misa, por medio del sacerdote, ofrece su vida y muerte y resurrección en la santa misa, por la salvación de todos, especialmente por los que la ofrezcamos nosotros, que este es el sentido del memento de difuntos, bueno, de vivos y difuntos.

Y Jesús murió y resucitó para que todos tengamos vida eterna, además sería una injuria al Señor e iría contra sus palabras y enseñanzas y su venida al mundo y su permanencia en los Sagrarios de la tierra amándonos y salvándonoes hasta el final de los tiempos… La redención de Cristo es universal, sin fronteras de lugar ni tiempo.

Más aún; la salvación no se mide por criterios de preferencia humana, sino divina. Por eso afirma Jesús: «Mirad, hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos». Los más pequeños a los ojos de los hombres son muchas veces los más grandes a los ojos de Dios. «Vuestros caminos no son mis caminos”, dice el Señor». Mientras los grandes de la tierra son los ricos y poderosos, los soberbios y violentos, los preferidos del cielo son los pobres, los humildes y pacíficos.

 

4.- Terminemos con una mirada de esperanza y deseo hacia esa “mesa del Reino de Dios” a que nos convoca Jesús. La descripción del cielo como un banquete de bodas es frecuente en las parábolas del Evangelio. Es verdad que aquí ya tenemos la mesa de la Eucaristía, donde comemos a Cristo; pero sólo con la fe, bajo las apariencias de pan. En el cielo degustaremos a Dios en toda la sabrosa realidad infinita de su Verdad, su Belleza y su Bondad, para siempre, cara a cara.

Estas palabras del evangelio de hoy son muy actuales para estos tiempos, es como si Jesús las hubiera pronunciado viendo y pensando en el hombre y el mundo actual. Ante el desinterés de la sociedad actual por la salvación eterna, demos testimonio de fe, esperanza y amor a la eternidad con Dios para siempre, vivamos mirando hacia el cielo y trabando por estar allí. Dios existe, Dios es el cielo, algunos ya lo consiguen y lo viven en esta vida.

        Jesús no responde directamente sino que frente a la permisividad social de todos los tiempos exhorta a entrar por la puerta estrecha de cumplimiento de los mandamientos.

 

5.- Yo por mi cuenta y riesgo, teniendo presente toda la predicación de Cristo, me atrevo a decir que serán mayoría los que se salven, pero existe siempre la posibilidad de condenarse: esto es doctrina de fe: existe un misterio de salvación y condenación, independiente del número de los salvados: “venid, benditos…, alejaos, malditos…”. La oferta de salvación es universal, pero hay que entrar por ella, por esa puerta que es estrecha. ¿Y si todos se salvan, pero yo no?       

 

6.- No basta saber y haber oído el mensaje, hay que convertirse. No nos basta rezar, hacer prácticas religiosas, hay que vivir la fe y el evangelio. No basta comer a Cristo en la Eucaristía, hay que comulgar con su misma vida, sus mismos sentimientos, su mismo amor.

        Las palabras de Jesús en el evangelio son una invitación para todos a la conversión radical del corazón a fin de conquistar el Reino, porque solamente los esforzados le dan alcance. Conversión ya, ahora, antes de que se cierre la puerta; mañana puede ser tarde. Mejor pasarse de anticipación que llegar tarde, porque se encontrarán con la puerta cerrada ya para siempre. De todas las llegadas y citas importantes de la vida y existencia humana de cada uno, ésta es la única importante y trascendental que da sentido a todas las demás.

 

 

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DOMINGO XXII ORDINARIO

 

PRIMERA LECTURA: Eclesiástico 3, 19-21. 30-31

        La humildad alabada por el autor no es simple aceptación de la propia pequeñez, sino reconocimiento de la grandeza de Dios. El sabio es humilde porque sabe que sólo Dios es grande: saber que vive en su presencia le basta para considerarse insignificante; sabiéndose a merced de la misericordia ilimitada, no tendrá dudas en alcanzarla. Aceptando a Dios como tal, tendrá acceso a su misterio personal. A diferencia del soberbio, el humilde sabe que depende de un Dios grande y misericordioso. Su saber alimenta y garantiza su humildad: no se empequeñece por mirarse a sí mismo, sino tras quedarse admirado ante su Dios. Aceptar la pequeñez en su presencia da paz y no engaña. Por eso, en el creyente sabiduría y humildad se identifican.

 

SEGUNDA LECTURA: Hebreos 12, 18-19.22-24a

 

        A diferencia de Israel, aliado de Dios en el desierto en medio de la tormenta, pero aterrado por la voz del Dios aliado, la comunidad cristiana ha tenido acceso directo a Dios, siendo ciudadana del cielo y conciudadana de los ángeles, merced a la mediación de Cristo. El miedo de perder a Dios, lo mismo que el miedo de perderse uno porque se está cerca de Él, no son temores dignos del cristiano: Cristo los ha desterrado de la existencia cristiana. La presencia de Dios, que no pudieron soportar sus primeros aliados, es el resultado normal de la nueva alianza: la comunidad puede vivir sin miedo a nada, porque está con Dios. Y sin pavor a Dios, porque Cristo está junto a Él. La alianza renovada nos consigue la cercanía de Dios; Cristo, que la ha instaurado, ha hecho el acceso a Dios libre y seguro. El camino es la fe firme y segura.

 

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 14 1. 7-14

 

QUERIDOS HERMANOS Y HERMANAS:

 

1.- Las Lecturas de este domingo proponen una meditación sobre la humildad, tanto más oportuna cuanto menos se practica y se comprende esta virtud. Ya en el A. T. (1ª lectura) habla de su necesidad tanto en las relaciones con Dios como en las relaciones con el prójimo: “Hazte pequeño en las grandezas humanas, y así alcanzarás el favor de Dios”.

        La humildad no consiste en negar las propias cualidades sino en reconocer que son puro don de Dios; de ahí se sigue que cuanto uno tenga más grandezas humanas, sea más rico en dones y cualidades humanas, tanto más debe reconocer que son puro don de Dios y no enorgullecerse y sentirse superior a los demás, porque que todo le ha sido dado por Dios.

Hay luego grandezas  puramente accidentales provenientes del  grado social o del cargo que se ocupa; aunque nada añaden éstas al valor intrínseco de la persona, el hombre tiende a hacer de ellas un timbre de honor, un escabel sobre el que levantarse sobre los otros, incluso en la misma Iglesia, según el cargo que ocupe: “Hijo mío, amonesta la Escritura, en tus asuntos procede con humildad y te querrán”(Ibi).

 

        2.- La humildad es una virtud que no está de moda ni nunca lo estará, porque naturalmente el hombre se ama a sí mismo más que a Dios y a los demás. Es el pecado original, desde que Adán y Eva querían ser como Dios, hasta el diluvio universal, hasta que los díscipulos discutían sobre quien sería el más importante en el reino de Dios, hasta que exista el último hombre sobre la tierra.

Así que a no asustarse si sentimos estas cosas, a tenerlo siempre presente y a vigilarnos y examinarnos todos los días, incluso nosotros, sacerdotes mayores de edad, que tenemos que ser seguidores del que se humilló a sí mismo tomando la forma de esclavo, Jesucristo, paciente y humilde de corazón: “Aprendez de mí que soy manso y humilde de corazón”. Pero ayúdanos tu, Señor, porque tú sabes, que esto es difícil, que nos cuesta mucho ser los segúndos y terceros, incluso en tu casa.

 

3.- Como la humildad atrae hacia sí el amor, la soberbia lo espanta; los orgullosos son aborrecibles a todos. Si el hombre deja arraigar en sí la soberbia, esta se hace en él como una segunda naturaleza de modo que no se da ya cuenta de su malicia y se hace incapaz de enmienda.

        Por eso, Jesús anatematiza todas las formas de orgullo, sacando a la luz su profunda vanidad. Así sucedió cuando invitado a comer por un fariseo, veía a los invitados precipitarse a ocupar los primeros puestos (cfr Lc 14,7-14); escena ridícula y desagradable, pero verdadera.

        ¿Puede acaso un puesto hacer al hombre mayor o mejor de lo que es? Es lo que enseña Jesús diciendo: “Cuando te inviten, ve a ocupar el último puesto.., porque todo el que se enaltece será humillado”.

        La vida de muchos, aún cristianos o sacerdotes, se reduce a una carrera hacia los primeros puestos. Y no faltarán motivos para justificarse, aún en nombre de Dios, o del apostolado o de los propios méritos. Pero si tuviéramos el valor de examinarnos a fondo, descubriríamos que se trata de nuestro yo innato que quiere sobresalir sobre los demás.

        Jesús dirige otra lección a su huésped: “Cuando des una comida o una cena, no invites a tus vecinos ricos…” Jesús invierte por completo la mentalidad corriente. El mundo reserva sus invitaciones a los que te pueden honrar por su dignidad, puesto social o provecho. Pero el discípulo de Cristo debe conducirse al revés: invitar a los pobres…  De este modo podrá considerarse no sólo honrado, sino dichoso porque lo hará por Dios y “le pagarán cuando resuciten los muertos”.

        Todo cristiano sabe que la vida terrena no es más que peregrinación hacia la ciudad del Dios vivo, la Jerusalén celeste, donde los justos, que son los humildes y los caritativos, serán ensalzados a los primeros puestos del banquete definitivo: porque tuve hambre y me disteis de comer, desnudo…Dios premia así.

 

        4.-    Y como siempre, Jesús avaló su enseñanza con su propio ejemplo personal. Siendo el Señor, se humilló eligiendo el último puesto. Eso le mereció ser enaltecido. “Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde su categoría de Dios. Al contrario, se despojó de su rango, y tomó la condición de esclavo, pasando  por uno de tantos... se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el Nombre-sobre- todo- nombre” (Flp 2,6ss).

        Pues creamos su evangelio e imitemos su vida de humildad y amor, siendo Dios se hizo hombre,   hermano de todos los hombres. Bien cerca tenemos a este Cristo y nos lo demuestra con su presencia humilde y silenciosa en el Sagrario, en un poco de pan, esperando, no imponiéndose, esperándonos para ser nuestro Dios amigo y salvarnos. El merece todo nuestro amor y compañía.

 

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DOMINGO XXIII ORDINARIO

 

PRIMERA LECTURA: Sabiduría 9, 13-19

 

        Los designios de Dios son insondables para el hombre, a menos que los revele su sabiduría. Las posibilidades del hombre para conocer las verdades de orden religioso y moral son muy precarias, como atestigua la experiencia dolorosa de la historia. El hombre, enraizado en la tierra, se siente más solidario con los bienes puramente terrenos y temporales, que impiden y frenan los impulsos del espíritu hacia lo inmaterial, celestial, inmortal. Si con dificultad llegamos a discernir lo directamente experimentable ¿cómo podremos penetrar en lo divino? (cfr Is 5, 9). En el mundo de lo divino solamente Dios nos puede introducir, comunicándonos su sabiduría por medio de su Hijo y del Espíritu Santo (cfr Mt 11r, 27; Lc 10, 22; 1Cor 2, 10-16).

 

SEGUNDA LECTURA: Filemón 9b-10. 12-17

 

        Esta breve carta de Pablo constituye un testimonio de la delicadeza y finura con que el Apóstol trata a sus fieles. En nuestro pasaje aduce Pablo una serie de razones para que Filemón perdone la felonía de Onésimo y lo reciba como a un hermano. Pablo hace constar el derecho a emplear su autoridad apostólica para imponerle una orden, pero prefiere apelar a su caridad (v 8). Este es el motivo de exponer su condición presente: anciano y prisionero por Cristo. El perdón para Filemón no supondrá un sacrificio mayor que la prisión que el anciano Pablo sufre por su apostolado.

 

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 14, 25-33

 

“En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo: «Si alguno viene a mí y no pospone a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío.Quien no carga con su cruz y viene en pos de mí, no puede ser discípulo”.

Pero, Señor, cómo nos dices tú que tenemos que posponer o poner en segundo lugar a nuestros padres, esposas, hijos… cuando eres tú el que nos mandas en el evangelio y en los mandamientos amar a nuestros padres, esposas, hijos…?

Queridos hermanos, Jesús nos quiere decir en este evangelio que hay que posponer a padre y a madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, cuando estos propongan cosas contrarias a Dios, a la voluntad de Dios, incluso cada uno de nosotros tiene que posponerse a si mismo y a sus pasiones que le  le inclinan a la soberbia, a la avaricios, al pecado, cuando nos empujan a cosas contrarias a Dios, proponen el pecado.

Para esos casos es para los que Jesús nos dice que hay que posponerse, oponerse a uno mismo o actuar contra sí mismo, cuando lo que propongan o quieran de nosotros vaya contra Dios. Ejemplos: vocación religiosa, una de estas jóvenes dominicas, decide entregarse totalmente a Dios pero le gustan los niños o los jóvenes, pue tiene que posponerse y seguir a Cristo que le llama a ser religiosa; o alguna puede tener un padre o una madre que no quiere que sea religiosa… pues tiene que posponer a su padre y a su madre y a sus hermanos y seguir a Cristo en la clausura

Hermanos, todos nosotros, guiados por nuestra soberbia, avaricia, sentimos todos los días la tentación de hacer cosas que van contra la caridad, el amor, los mandamientos de Dios… fijaos en las críticas que hacemos para justificarnos muchas veces… pues hay que callarse y sufrir en silencio, ofrecer a Dios ese silencio y posponerse y negarse a si mismo para tener a Dios en nosotros, su amor, su caridad, y sufrir en silencio las críticas de alguna hermana de la comunidad o de la misma familia, que siempre hay envidias.

Y esto hay que hacerlo, como nos dice Jesús en el evangelio de hoy, para ser buen discípulo suyo, buena discípula, buena religiosa, buen cristiano.

Queridos hermanos, en la vida todos tenemos tentaciones, y tenemos que posponernos o rechazarnos ante lo apetitos y tentaciones, y críticas y murmuraciones… hay que posponerse continuamente, mortificarse, hay que negarse a sí mismo, como nos dice Jesús en el evangelio para seguirle a Él que así lo hizo en su vida, sobre todo, en la cruz: Padre, perdónales porque no saben lo que hacen y vaya si lo sabía.

Para seguir así a Jesús, sobre todo en nuestra vida sacerdotal o religiosa, hay que negarse, no hacer lo que a uno le gusta y le inclinan sus pasiones, sus gustos, su yo, su egoismo, sino seguir a Cristo, que siendo santo y justo, tomó la cruz y murió como un malhechor, y así nos salvó a todos. Los que querais seguir y amar a Cristo de verdad hasta sentirlo, tenéis que ser valientes y sufrir así en la vida, para ser santas y santos, ser buenas religiosas, buenos sacerdotes, buenos cristianos, buenos discipulos y seguidores de Señor. Y esto no es fácil, es la cruz que tenemos que llevar para seguir a Cristo con nuestra vida.

Jesús nos dice: Si alguno viene a mí y no pospone a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, e incluso a sí mismo, es decir, a sus gustos y comodidades, no puede ser discípulo mío. Y esto suponer renuncia y sufrimiento, por eso nos dice Jesús: Quien no carga con su cruz y viene en pos de mí, no puede ser discípulo mío”.

Toda vida autenticamente cristiana es tratar de seguir a Cristo y su evangelio, en contra muchas veces del criterio de nuestros padres y hermanos, hoy muy dominados por el mundo y la televión, criterios paganos, no evangelicos… nosotros, si queremos ser cristianos de verdad y seguir a Cristo, cumplir su evangelio, hay que posponerse muchas veces y no hacer nuestros egoismos,  porque van contra Cristo, contra su evangelio. Y esto supone luchas continuas contra nuestros egoismos y pasiones, supone tomar la cruz y seguir los pasos de Cristo para ser verdaderos discípulos.

Esta generosidad en matar nuestro yo y seguir a Cristo, es la santidad, son los santos, y esto  escasea hoy en el mundo, entre cristianos y entre los mismos sacerdotes y religiosos.  

Por eso, queridas hermanas dominicas, vosotras no creaís que por estar en clausura, alejadas del mundo, ya estáis libres del yo egoista que nos acompaña siempre, estemos donde estemos, y que se busca a sí mismo…, ojo, porque esta lucha la tendremos siempre hasta que muramos, y por la experiencia que tengo de obispos, curas,  monjes y monjas… mucho cuidado, porque nuestro yo se busca a sí mismo y nos acompaña hasta la tumba. CUESTA MATAR EL YO. Pero ES LA GARANTÍA DEL CIELO Y LA VIDA ETERNA, incluso aquí abajo, los místicos, la muerte mística de yo en san Juan de la Cruz, para la experiencia de Dios  y del Sagrario aquí en la tierra.  Si alguno quieres ser discípulo mío, sentirme… níeguese a sí mismo, vacíese de si mismo y así podré negarle yo… Y quien no mata su y carga con su cruz y viene en pos de mí, no puede ser discípulo mío”. Recemos y pidamos ser seguidores de Cristo, negarnos a nosotros mismos.

 

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QUERIDOS HERMANOS:

 

1.- La clave comprensiva de la Palabra que Dios nos dirige este domingo está en la primera lectura del libro de la Sabiduría, porque el evangelio es la consecuencia lógica de aceptar a Dios como Señor y Creador del hombre.

        Vamos a volver a leer nuevamente esta Lectura del libro de la Sabiduría 9, 13-19: “¿Qué hombre conoce el designio de Dios, quién comprende lo que Dios quiere? Los pensamientos de los mortales son mezquinos  y nuestros razonamientos son falibles;  porque el cuerpo mortal es lastre del alma  y la tienda terrestre abruma la mente que medita. Apenas conocemos las cosas terrenas y con trabajo encontramos lo que está a mano: ¿Pues quién rastreará las cosas del cielo, quién conocerá tu designio,  si tú no le das sabiduría enviando tu Santo Espíritu desde el cielo? Sólo así serán rectos los caminos de los terrestres, los hombres aprenderán lo que te agrada; y se salvarán con la sabiduría  los que te agradan, Señor, desde el principio”. 

        Los designios o planes de Dios son insondables para el hombre, a menos que nos lo revele su sabiduría. Las posibilidades del hombre para conocer las verdades de orden religioso y moral son muy limitadas, como lo atestigua la experiencia dolorosa de la historia.

        El hombre, enraizado en la tierra, se siente más solidario con los bienes puramente terrenos, transitorios, y esto frena automáticamente los impulsos del espíritu hacia lo inmaterial, lo religioso, lo trascendente e inmortal.

        Si con dificultad llegamos a discernir lo directamente experimentable, ¿cómo podremos penetrar en lo divino? En este mundo sólo Dios puede introducirnos y para eso necesitamos dejarnos llevar por Él, sometiendo nuestros juicios y pensamientos a los suyos. Y estos es la fe. Dios nos ha comunicado sus ideas y planes por medio de su Hijo Jesucristo, que por esto en el Prólogo de su Evangelio San Juan le llama a Cristo Palabra, porque de la misma forma que nosotros utilizamos la palabra para manifestar a los demás nuestros pensamientos interiores e invisibles, de la misma forma el Padre envía a su Hijo Unigénito y por medio de Él nos revela todos sus secretos, los que quiere compartir eternamente con el hombre.

Y todo esto lo hace por amor, por su Espíritu Santo que mora en nosotros y nos da su fuerza, su potencia, su vida, por medio de Él, para que podamos cumplir y realizar lo que nos dice y propone Jesucristo, su Palabra, por medio de la cual creó todo lo que existe y caído, lo restituyó y resucitó.

        El ser cristiano, discípulo de Jesús, supone aceptar que Dios es dueño de mi vida, lleva el someterla a sus designios; yo soy pura criatura y libremente acepto el plan y el proyecto de Dios sobre el mundo, la sociedad, el hombre, la familia y mi persona, la vida presente y futura.

        Entonces no puede decir respecto a estas realidades: es que yo pienso que el hombre, la familia son como yo pienso, es que yo hago lo que me apetece, independientemente de lo que Dios me ha dicho.

        Si Dios es Dios, tengo que mirarle a Él para ver qué quiere de mí en estos momentos.

 

        2.- Por eso, ser criatura, hijo de Dios, discípulo de Cristo –todo es lo mismo- es vivir, tratar de vivir una nueva vida, una vida superior y distinta al proyecto puramente humano. La vida según Dios no coincide muchas veces con la vida según los hombres, ¿a quién sigo? La voluntad de Dios sobre mí. Esto es la fe y el amor y la esperanza en Dios.

        Abandonarlo todo, preferir a Dios a los bienes temporales, libertad absoluta sin esclavitudes de dinero, poder, orgullo, sexo mal vivido… he ahí el dilema.

        Parece negatividad absoluta, pero es posibilidad absoluta: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón…” Es vaciarse para llenarse del plan de Dios, de sus ideas y actitudes… Es ganancia, riqueza total…

¿Quienes lo comprendieron y vivieron así? Los santos y nosotros en la medida que tratemos de vivirlo así; para hacerlo, lo primero es conversión. Luego vendrá el gozo, contemplación. Si no lo conseguimos estaremos toda la vida en el primer grado y habrá que esperar a pasar el purgatorio para pasar a la contemplación y el gozo.

        Ser discípulo de Jesús exige unas actitudes, una preparación intensa como la de aquellos que van a construir una casa o comenzar una guerra.

       

3.- Para seguir a Cristo, lo primero, puesto que partimos de una situación de pecado, es la renuncia: negarse a sí mismo, esto es, cruz, sufrimiento; pero una vez purificados en esta primera etapa del yo y el orgullo, materialismo, pasamos a la unión gozosa con el Señor.

        ¿Quién quiere ser discípulo de Cristo? ¿Quién quiere el cielo en la tierra? Que empiece a renunciar a sus criterios, a sus formas de vivir y actuar puramente humanos y acepte los mandatos del Señor y la gracia de Dios, y su ayuda y amor no le faltará.

 

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QUERIDOS HERMANOS:

1.- En estos tiempos de confusión, hay que reducirse un poco a lo esencial. Corremos el peligro de perdernos en un bosque de ideas y sentimientos. ¿Qué es lo esencial en el cristianismo? Jesucristo. Su persona, su evangelio es luz y guía para nosotros. Es Hijo de Dios y único Salvador del mundo y  de los hombres. Jesús, Sabiduría eterna del Padre, vino a nosotros para mostrarnos con su palabra y su vida “el camino, la verdad y la vida”. Este es el tema del evangelio de hoy.

        “Si alguno se viene conmigo y no odia…” El  verbo odiar aquí equivale, según el uso semítico, a amar menos, poner en segundo lugar. San Mateo dice así: “El que quiere a su padre más…” Sin embargo nosotros tenemos recibido de Dios el quinto mandamiento… por lo tanto no es que Dios no quiera el amor a los padres, nos lo manda, pero el amor a Dios y su voluntad deben ser puesto en primer lugar.

Sólo Dios puede exigir de esta manera. Porque sólo Dios tiene derecho al primado absoluto en todo, en el corazón y en la mente y en la vida. Sólo Jesús como Hijo de Dios puede exigirnos esto y de esta manera aceptarnos como seguidores y  discípulos suyos. El discípulo de Cristo debe luchar y esforzarse para que Dios sea lo primero (primer mandamiento de la Ley de Dios en positivo, aquí en el evangelio de hoy en negativo). Al discípulo de Cristo no le está permitido poner ninguna realidad antes que a Cristo, llámese bienestar, satisfacciones, deseos carnales, y claro, esto supone dolor, sufrimiento, cruz, por eso sigue diciendo.

 

        2.- “Quien no lleve su cruz detrás de mi, no puede ser discípulo mío…” La cruz es poner a Dios antes que a nuestro yo, que tanto queremos y damos culto y que siempre, por la tendencia del pecado original, preferimos a Dios por instinto y naturaleza caída. Esta debe ser nuestra lucha, la conversión permanente. Recordad la predicación del último domingo: soberbia: amor a mí mismo. Pecado original: tensión permanente, llevar la cruz siempre.

Lo que pasa es que con la gracia  de Dios, recibida continuamente por la oración diaria, la Eucaristía frecuente, los sacramentos de confesión y comunión, el ejercicio de la gracia de Dios esta lucha por vivir según la misma vida de Dios, según su amor, terminará por hacerse vida en nosotros, como en los santos. Todos estamos llamados a la santidad.

Esta es la sabiduría de Dios, enseñada por Jesús, tan diferente de los razonamientos humanos, los cuales se preocupan de los valores transitorios, descuidando, egoístamente, los eternos.

 

        3.- Las dos breves parábolas que siguen -la del hombre que quiere edificar una torre y la del rey que quiere hacer una guerra- invitan a considerar que la empresa de seguir a Jesús en esta vida es costosa, difícil, muy comprometida y que no puede tomarse a la ligera; nunca estamos convertidos a Dios totalmente. Esto es lento, la conversión debe ser permanente.

        No bastan las fuerzas personales: necesitamos la gracia de Dios. El mundo actual, en general, para vivir como vive, como animalitos egoístas, no necesita la gracia de Dios. Y ¿nosotros? ¿La necesitamos? ¿La buscamos? La gracia de Dios nunca falta, se da con largueza a quien la pide y la busca. A mayor gracia, mayor seguimiento de Cristo,  mayor santidad.

 

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DOMINGO XXIV ORDINARIO

 

        PRIMERA LECTURA: Éxodo 32, 7-11. 13-14

       

        El pueblo elegido, el pueblo de Israel, ha hecho una alianza con Dios y ha jurado y comprometido un compromiso de fidelidad a la palabra. Pero la quebranta rápidamente. Abandonando al Dios verdadero se hace adorador de ídolos. Es nuestra propia historia; es el retrato de nuestra vida personal Nos entusiasmamos con Dios y le juramos lealtad y, al rato, le dejamos para seguir otros caminos. Sin embargo, Dios, que permanece fiel a sus compromisos, nos ofrece un recurso al alcance de nuestras manos para que volvamos a Él y alcancemos su perdón. Si nos ponemos confiadamente en oración y le rogamos el perdón, Él nos lo concederá como lo hizo con el pueblo de Israel a instancia de la oración de Moisés, tal como se nos dice en esta primera lectura.

 

 

SEGUNDA LECTURA: 1 Timoteo 1, 12-17

 

        Si Moisés, por su oración, alcanzó perdón para su pueblo, es San Pablo quien nos ofrece una oración de agradecimiento a Dios por la fe y el perdón que le otorgó por medio de Jesucristo. San Pablo estaba alejado de Jesús e, incluso, le perseguía. Pero cuando Jesús le llamó, San Pablo acogió la llamada con todo entusiasmo y sin reservas de ninguna clase. Al mismo tiempo, nos manifiesta en esta segunda lectura, que Dios perdona de verdad a quien se acerca a Él con confianza y esperanza. Un perdón que llega a nosotros por medio de Jesús, nuestro Redentor. Es más, no solamente nos perdona sino que sigue fiándose de nosotros a pesar de nuestras numerosas infidelidades. Es una de las características de su amor para con nosotros.

       

 

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 15, 1-32

 

QUERIDOS HERMANOS:

 

        1.- Las tres Lecturas de este domingo nos hablan de la misericordia de Dios, del perdón que Dios da siempre al hombre. En la primera, Dios ve cómo, poco después de haber hecho la Alianza con su pueblo en las faldas del monte Sinaí, Israel, en ausencia de Moisés,  no cumple lo pactado y proclama dios al dinero, adorando al becerro de oro. Dios quiere castigarlo por esta infidelidad, pero Moisés intercede por ellos y Dios se deja vencer por su amor a Israel y perdona a su pueblo.

Esta es la historia de la Salvación de un pueblo y también la historia de nuestro mundo, tal vez nuestra propia historia. También nosotros hemos roto la alianza con Dios muchas veces por el dinero y hemos servido al dinero, al consumismo, al materialismo, al desenfreno contra lo pactado con Él, hemos quitado de nuestro corazón al Dios vivo y verdadero y hemos colocado sobre el pedestal con nuestras murmuraciones y críticas continuas al dios dinero a quien servimos, adoramos y damos culto y dedicamos tiempo y atenciones, mientras que para el Dios verdadero no hay tiempo ni afecto.

Todo en el mundo actual y tal vez en nuestra vida está dominado por la posesión y el deseo del dinero y de lo que se compra o desea con el dinero. Perder a Dios no nos preocupa tanto como perder nuestra seguridad y nuestro dinero; por él reñimos, rompemos familias y amigos, en él pensamos y por él trabajamos noche y día. Cada uno que se examine a sí mismo y vea cómo se encuentra en este punto.

Por eso, Jesucristo, siempre está hablándonos de matar en nosotros este instinto de posesión, que nos impide cumplir el primer mandamiento: amar a Dios sobre todas las cosas, también sobre el dinero y los que proporciona el dinero, esto es, sobre el modo de adquirirlo o consumirlo. Para un creyente, Dios debe ser lo único absoluto de nuestra vida y de nuestro tiempo y trabajo, todo lo demás, en tanto en cuanto.

Todos los cristianos, los creyentes en Dios y en la vida eterna, tenemos que recorrer este camino, y la Iglesia lo tiene tan claro, que exige a los religiosos y religiosas, que hagan voto de pobreza para poder amar a Dios sobre todas las cosas.

Siempre ha existido el culto al becerro de oro por parte de los humanos, creyentes o no creyentes, leed la Biblia, el pueblo judío, pero hoy  es sumamente actual en el mundo y todos pecamos; reflexionemos un poco en lo que nos dice el Señor, pidamos perdón, esforcémonos por cumplir el primer mandamiento  y procuremos no servir, sino servirnos del dinero, porque lo necesitamos, para vivir en este mundo, pero esforzamos por amar a Dios sobre el dinero y sobre todo lo que proporcina el dinero.

 

2.- Pablo ha tenido experiencia de esta misericordia de Dios y nos cuenta, en la 2ª lectura de hoy, su experiencia personal en esta carta maravillosa a su discípulo Timoteo: “Pero Dios tuvo compasión de mí, porque yo no era creyente y no sabía lo que hacía… Podéis fiaros y aceptar sin reserva lo que os digo: que Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores”.  La experiencia de Pablo debe animarnos a confesar nuestros pecados-rupturas del amor debido a Dios sobre todas las cosas y alabarle y bendecirle por su inmensa misericordia. “Un corazón contrito y humillado, Tú no lo desprecias, Señor”.

 

        3.- Moisés, intercediendo por su pueblo, es pálida figura de un mediador infinitamente más poderoso ante la presencia de Dios, y más lleno de amor y deseos de salvación del pueblo que el mismo Moisés. Es Jesús, que se hizo pobre y misericordia y perdón para todos muriendo por nosotros.

Es la misericordia de Dios revelada en carne humana, manifestada en su persona, en sus hechos de vida, en sus palabras mediante estas tres parábolas deliciosas y consoladoras sobre la misericordia del Padre que nos ofrece en el evangelio de hoy.

En todas ellas se pone de relieve el gozo de Dios -no lo hace a la fuerza, contrariado- ante el perdón que otorga a los que se alejaron. Y a Dios, a su Padre bueno del cielo, Jesús lo disfraza unas veces de pastor bueno que busca a la oveja descarriada, o de mujer que busca la moneda que se le había perdido.

El pastor, encontrada su oveja, “se la carga sobre los hombros muy contento y llama a sus amigos para que se congratulen con él”. No hay riñas ni discusiones, sino cantos de alegría. La mujer, después de haber registrado todos los rincones de la casa, al encontrar su moneda, hace otro tanto: “Felicitadme, he encontrado la moneda que se me había perdido”.

 

4.- ¿Por qué expuso Jesús estas parábolas? El motivo nos lo describe el evangelista: “En aquel tiempo se acercaban a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los letrados murmuraban entre ellos: Ese acoge a los pecadores y come con ellos. Jesús le dijo esta parábola.”

Los fariseos y los letrados eran eso, letrados, sabían mucho de doctrina, de teología, pero no habían llegado a conocer verdaderamente el corazón de Dios, a quien habían reducido a sus propios límites, haciéndole duro e inmisericorde.

Jesús, que conocía muy bien el corazón de su Padre, lo retrata perfectamente en estas parábolas de la oveja y de la moneda perdidas con dolor, pero buscadas y encontradas con amor y gozo, en el evangelio de este domingo.

Buen examen para todos nosotros, buenos cumplidores de la ley pero a veces sin haber llegado a comprender el corazón y el espíritu, el alma de toda religión y servicio a Dios: la misericordia: “Misericordia quiero y no sacrificios, dice Dios”. Estamos en el año de la  misericordia, año santo, año de vivir la misericordia de Dios con nosotros mediante una buena confesión general y de la misericordia de nosotros con los hermanos haciendo paces y uniendo familias y matrimonios rotos.

Jesús le viene a decir: yo me comporto así y acojo y busco a los pecadores, porque Dios mi Padre así me lo ha enseñado y para esto me ha enviado al mundo; yo soy la misericordia de Dios y el perdón de Dios manifestado en carne humana y tengo el encargo del Padre de acoger y predicar su misericordia y ternura para con los marginados, los perdidos para la ley y la justicia de los hombres.

Dios es padre de todos y no margina a nadie y el que quiera servir a Dios tiene que saber que esta religión de misericordia le agrada más que muchas devociones  y otras prácticas puramente externas y sin alma y amor.

Dios quiere a los alejados y los busca y se alegra cuando los recupera: “Nosotros hemos visto y damos testimonio de que el Padre envió a su Hijo para ser Salvador del mundo, quien confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él y él en Dios”.

¡Que gozo, qué tranquilidad, qué paz en el corazón cuando nos sentimos perdonados, liberados del peso de la culpabilidad. Esta podía ser una de la enseñanzas de estas parábolas: invitación a confesarnos esta semana para probar personalmente la ternura y la misericordia de Dios y pensar más en la alegría que recibe Dios por esto: “Padre, he pecado contra el cielo y contra tí, ya no merezco... Pero el padre dijo a los criados: sacad enseguida el mejor traje... ponedle el anillo en la mano y las sandalias en los pies...” Esto debe animarnos a confesarnos con mayor frecuencia, para sentir el perdón, pero también por darle esa alegría tan grande al Padre.

 

5.- Una segunda enseñanza es vigilar para no caer como los fariseos y los letrados en la dureza de corazón para con los pecadores sino “sed compasivos como vuestro padre del cielo es compasivo”; “aprended de mí que soy manso y humilde de corazón...” Aceptemos la lección de misericordia del evangelio y no impidamos con nuestros juicios y estrechez de corazón que los pecadores y alejados se acerquen al perdón de Dios. hagamos esta semana alguna obra de misericordia corporal o espiritual, las tenemos olvidadas.

 

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SEGUNDA HOMILÍA

 

        QUERIDOS HERMANOS:

 

En la iconografía cristiana, especialmente en las catacumbas romanas, la imagen del buen pastor referida a Cristo, es anterior y aun preferida a la imagen de Cristo Crucificado. El arte y la piedad la pintaron y esculpieron en infinidad de monumentos; esta página evangélica que acabamos de leer estuvo muy presente entre los primeros cristianos, que así contemplaron y oraron a Cristo, como buen pastor. Para ellos, como para nosotros, Jesucristo es el buen pastor que nos amó y dio su vida por todos nosotros; por eso su amor es el más grande.

        Por eso, la imagen de pastor que Cristo se atribuye a sí mismo en este Evangelio no deja de suscitar en nosotros, que somos su rebaño, sentimientos de amor, seguridad, fortaleza, alegría porque sabemos que es el mejor pastor del mundo, enviado por el Padre Dios, para llevarnos a las verdes praderas de la salvación eterna.

        Hoy es un día para contemplar la imagen de Cristo buen pastor, que conduce y lleva sobre sus hombros la oveja, fuertemente agarrada, dando la sensación de seguridad y firmeza, mostrando que la oveja no tiene nada que temer, porque el pastor no permitirá que nadie ni nada pueda hacerle daño.

        Nuestra civilización mecanizada nos tiene más bien acostumbrados a ver parques de coches que rediles de ovejas. Para entender el texto de hoy, tenemos que recordar con nuestra imaginación esta descripción de una escena de la vida pastoril, tan frecuente y diaria en los tiempos de Cristo.

        Jesús se compara a sí mismo con el buen pastor; es el pastor de toda la humanidad, de toda la inmensa familia humana. Conoce a la humanidad entera lo mismo que a cada hombre en particular. Nadie más que Él ha sido ni será ni podrá ser para la humanidad mejor pastor. No sólo es el pastor, sino también la puerta del redil. No se llega al conocimiento profundo de la comunidad humana ni del hombre ni del sentido de la vida, si no es a través del conocimiento de Cristo.

Detengámonos en analizar algunas de las cualidades del buen pastor:

        1.- Cristo, buen pastor, quiere que veamos en Él, a un pastor lleno de amor a los hombres, pero de un amor gratuito, que sólo busca el bien de las ovejas, no su carne o leche; es un  amor infinito que terminará llevándole con amor extremo hasta dar la vida por las ovejas.

No es, por tanto, un asalariado, que trabaja y está con las ovejas por dinero, por intereses personales; por siete veces nos dirá que Él es el buen pastor enviado por el Padre a salvar a los hombres.

Todos los cristianos, especialmente los sacerdotes, tendríamos que aprender de Él a luchar contra los lobos que surgen y surgirán siempre en todas las épocas de la historia y que hacen estragos irreparables entre niños, jóvenes y adultos en la televisión y en los medios de comunicación, llenos de basura y destrucción de valores humanos y religiosos, sin caminos de verdad, humanidad y vida.

        Tantos hombres hoy disfrazados de lobos del consumismo, corrupción, vicios, sexo que corrompen la inocencia de nuestros niños y jóvenes y matrimonio jóvenes ante la pasividad de tantos padres, educadores y poderes políticos que debieran defender la infancia y juventud, y con su falta de cuidado permiten e incluso establecen leyes que pervierten, obligando los niños y juventud a beber en fuentes contaminadas y envenenadas de violencia, sexo prematuro, corrupción de todo género, fomentando con pastillas el sexo entre preadolescentes que a muchos les llevará a la muerte de abortos que no podrán ya olvidar nunca en su vida.

        ¡Cristo, buen pastor! Este mundo te necesita más que nunca, necesita de tu presencia, amor y cuidados. Porque se nos está muriendo de sed, ya que bebe en aguas envenenadas de nihilismo, de ideologías vacías de sentido, llenas de egoísmo, consumismo y materialismo.

Los creyentes necesitamos repetir sus nombres ante Ti, rezando y suplicando muy fuerte el salmo: “El Señor es mi pastor, nada me falta, en verdes praderas me hace recostar, me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas…Aunque vaya por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo, tu vara y tu callado me sosiegan”  Debo escuchar tu voz, Señor, y obedecerte. Enséñame tus leyes y  a cumplir tus mandamientos; quiero vivir tu Evangelio.

         

2.- “Yo soy el buen pastor que conozco a mis ovejas…”. Jesús es el buen pastor que nos conoce. Cristo me conoce y me escucha siempre: conoce mis entradas y salidas del rebaño, mis pecados y mis aciertos, reconoce mi voz cuando le hablo. Si el pastor nos conoce, las ovejas deben conocer al pastor. Debo hablarle y conocerle por la oración. Necesidad de la oración.

       

 3.- “Llama a sus ovejas por su nombre”. Esto quiere decir que el Señor conoce a cada persona en particular. Vivimos en una sociedad que, paulatinamente, reduce a las personas a un número, al anonimato de una ficha de ordenador; esto no deja de admirarme y consolarme.

Al matar a la persona desde el aborto hasta la eutanasia, desde la incomprensión y abandono de los mayores,  no se dan cuenta que han metido ellos el cuchillo hasta dentro y, al hacer esto, se destruye el valor de la vida y de la persona.

        Cuando nos suceda que nos sintamos muy solos en medio de la multitud, pensemos en Uno que nos conoce personalmente: Cristo Jesús. No estoy solo en el mundo, hay alguien que siempre piensa en mí, que me ama, que me mira, que vive pendiente de mí. “Sus ojos tiene puestos en su ovejas. Y su corazón también. Mírenle ellas a Él, que Él mira a ellas” (San Juan de Ávila).

 

        4.- “Yo vine para que tengan vida”. La vida que Cristo nos proporciona es la vida divina, vida de  gracia y amor. Esa vida la vivimos en este mundo por los sacramentos… por la oración personal…. Y por las buenas obras.

 

        5.- “Tengo otras ovejas que no son de este redil, también a esas las tengo que traer…”. El pastor bueno nunca descansa, siempre está pensando en sus ovejas y no abandona ni siquiera a las que se han perdido por su cuenta. A las descarriadas quiere llevarlas sobre sus hombros, quiere curarlas, acariciarlas, tenerlas fuertemente agarradas para que no caigan por el precipicio.

        Los sacerdotes, los padres, los educadores, todo cristiano, como Cristo, debemos aprender de Él a conocer, amar y dar la vida por los nuestros, por las ovejas que Dios nos ha confiado. Él nos ha llamado y elegido para ser pastores de sus ovejas, nuestros feligreses, nuestros hijos, los hombres todos. Y estamos alegres. Porque sabemos que es lo mejor que nos ha podido acontecer. Ser en Él y por Él pastores y cuidadores de eternidades, de ovejas que están llamadas a vivir con Dios Trino y Uno, en su misma felicidad, eternamente en el cielo.

 

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DOMINGO XXV ORDINARIO

 

PRIMERA LECTURA: Amós 8, 4-7

 

        La primera lectura es un mensaje de Dios a los hombres de hace 2.800 años, pero que tiene hoy la misma actualidad que tuvo entonces porque los hombres somos iguales a pesar del paso de los siglos. Y es un mensaje transmitido por un hombre poco culto: por un pastor de ovejas y cultivador de higos. Pero que es profeta de Dios. A veces queremos dar explicaciones, hacer aclaraciones o interpretaciones a la Palabra de Dios y, con ello, la oscurecemos o la tergiversamos en la pureza de su mensaje. Por eso hoy vamos a escuchar la Palabra de Dios sin interpretaciones y sin aplicarla a los demás: aunque nos resulte un tanto dura, incómoda; aunque sea un reproche a nuestra conducta habitual. Esta palabra no habla para los demás, sino para cada uno de nosotros, porque la injusticia y el apego al dinero se da, en mayor o menor grado, en todos: en el que vende y en el que compra; en quien paga un sueldo y en quien lo cobra, en quien hace un trabajo y en quien lo encarga,  en el que tiene dinero y lucha para tener más y en quien no lo tiene y lucha para conseguirlo.

SEGUNDA LECTURA: 1 Timoteo 2, 1-8

 

        Si la primera lectura es muy seria, la segunda no lo es menos. Se dice muchas veces que la gente de hoy reza poco, se confiesa poco, no va a Misa... Acaso sea verdad. Por eso es importante acoger lo que nos dice San Pablo en la segunda lectura de este domingo. ¡Cuántos males existen porque no oramos, tenemos ira, fomentamos la división con rencillas,  envidiamos a los demás! Cristo fue obediente hasta la muerte en esta trayectoria del bien. El que quiera ser cristiano, seguidor de Cristo, debe vivir como vivió Él, por obediencia a su mandato (1Jn 2,)

 

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 16, 1-13

 

QUERIDOS HERMANOS: La liturgia de este domingo se centra en el amor a Dios y al prójimo;  no podemos anteponer nada al amor a Dios y al prójimo como lo rezamos en la primera oración de la misa: Oh Dios, que has puesto la plenitud de la ley en el amor a  ti y al prójimo; concédenos cumplir tus mandamientos para llegar así a la vida eterna.

El dinero, que todos necesitamos para vivir y Dios no quiere que nadie pase hambre y necesidades, se convierte para muchos el dios de su vida, y esto es lo que condena Cristo en el evangelio de hoy, el dinero es el ídolo, al que sin darnos cuenta, incluso sacerdotes y religiosos que hacen voto de pobreza, podemos servir y dar culto.

Jesús nos dice en el evangelio de hoy que no podemos servir a Dios y al dinero, pero vemos que el culto al dinero y al poder que da el dinero ha dominado la historia desde el paraiso hasta los tiempos actuales, todos estamos sometidos a su dominio y Jesús en el evangelio de hoy nos dice que debemos estar atentos, porque nos domina sin darnos cuenta, incluso en las cosas de Dios, en la iglesia, en las parroquias, en las congregaciones.

Resumiendo este evangelio y como norma general para todos los cristianos diría:

1).- Los bienes de la tierra son eso, bienes, bendición de Dios para todos los hombres; por lo tanto, la pobreza, la miseria es un mal que Dios no quiere para nadie.

2).- Como no la quiere, la debemos evitar y corregir allí donde se encuentre, porque Dios creó todos los bienes para todos los hombres, sus hijos,

3).- Dios no quiere la indigencia, la necesidad o la pobreza para ninguno de los hombres, porque todos son sus hijos. Luego, unos trabajarán más que otros, serán más inteligentes, más atrevidos, y ganará más, pero todos tienen derecho a los bienes elementales para vivir como personas. La Iglesia, desde Jesús, siempre se ha distinguido por su amor y atención a los pobres, instituciones, cáritas y órdenes religiosas mendicantes, que decíamos antes.

d) Sin embargo, es muy dificil dominar  este instinto de la riqueza, de poseer más y más. Teniendo presente las palabras de Cristo en este evangelio mi Consejo de vida cristiana es este: ya que no somos pobres evangélicamente, porque nos cuesta matar este instinto de posesión y no sabemos cómo hacerlo y a veces no nos damos cuenta, repito, ya que no somos pobres evangélicamente hablando, seamos generosos con nuestros bienes y ayudemos a los pobres y más necesitados y a las instuciones dedicadas a las obras de caridad.

Esta doctrina es válida para todo cristiano, pero ahora quiero hablar dos palabras especialmente para aquellas personas que quieran seguir a Cristo en santidad y pobreza, sean cristianos, sacerdotes, o religiosos o as, que precisamene hacen voto de pobreza, porque yo, sacerdote, solo lo hago de castidad y obediencia, pero si quiero amar a Cristo sobre todas las cosas, si quiero seguirle y tener experiencia de su amor en esta vida, en mi vida, tengo que hacerme pobre de espíritu como El, porque si mi corazón está lleno de cosas y riquezas, no cabe Él. Jesús nos dice:

1.-“No podéis servir a Dios y al dinero”. Esta elección de la pobreza por Cristo tiene dos caminos principales: uno, el de los religiosos y religiosas, que hacen voto de pobreza, como he dicho, y luego el de todo cristiano o sacerdote que no hacemos voto de pobreza pero queremos seguir a Cristo en perfeccion, en santidad, tener aquí en la tierra experiencia de su amor.

El religioso que hace voto de pobreza o todo cristiano, sea cura o seglar, que aspire a la santidad, a la unión total con Cristo, tiene que luchar y trabajar y examinarse todos los días y luchar por conseguirlo, es decir, poner en el primer lugar de su vida sólo a Cristo, y no al poder o los puestos o cargos en la iglesia, en la congregación o en la diócesis…etc. todo esto hay que ponerlo en segundo lugar, el primer lugar solo a Dios y su voluntad, no ponerse uno a sí mismo.

Esta persona  tiene que luchar a todas horas y esto supone luchas y sufrimiento porque todos, yo el primero, tenemos el instinto de poseer cargos, honores tan metido en nosotros, que sin darnos cuenta lo estamos buscando siempre y claro, entonces Dios no cabe.

Y este instinto natural de quererme y buscarme a mí mismo más que a Dios y a los demás, yo estoy convencido de que no morirá en mí mismo hasta dos o tres horas despues de haberme muerto. Y así lo digo, y esto lo sé porque he luchado y seguiré luchando toda mi vida porque he querido y quiero amar a Dios sobre mí mismo y todas las cosas, pero el amor a mí mismo, a nosotros mismos es innato y está siempre en activo.

Así que a examinarse todos los días, los que quieran llegar a la santidad, a la unión total con Dios y a pedir la protección de la Virgen y de Cristo Eucaristía, comulgar de verdad con Cristo, con sus sentimientos y su vida y su humildad, no solo comer, porque Él nos puede enseñar, ya que siendo Dios se hizo pobre y hasta un poco de pan, y todo por amor loco y apasionado a todos nosotros, que siendo pobres hombres El puede hacernos ricos de su amor y gozo y presencia y riqueza de Dios. Asi que el quiera ser rico de Dios que se haga pobre de honores y demás de este mundo. Y eso es comulgar con Cristo todos los días, con su vida y sentimientos, vaciarme cada día más de mi mismo, pobreza total, para que El me pueda llenar de su riqueza de amor, entrega y divinidad.

 

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QUERIDOS HERMANOS: 1.-“No podéis servir a Dios y al dinero”. Hablo para las personas que se quieran tomar en serio la vida cristiana, que quieran amar a Dios sobre todas las cosas y quieran llegar a una amistad profunda y sincera con Cristo. Aquí no se puede imponer nada.

Esta elección de la pobreza por Cristo tiene dos caminos principales: uno, el de los religiosos y religiosas, que hacen voto de pobreza, un religioso no puede trabajar por el dinero y para tener más dinero, tiene que renunciar al institinto de posesión que todos tenemos y dejar la riqueza con todo lo que significa de consumismo y egoísmo en segundo lugar por seguir sólo a Cristo, y esto supone luchas y sufrimiento muchas veces porque todos tenemos instinto de poseer.

Jesús en este evangelio habla para todos nosotros, para todo cristiano que nunca debe poner la riqueza en el lugar primero que siempre correponde a Dios: Amarás… “No podemos…que es el camino de todo cristiano, que es no adorar el dinero como si fuera Dios, ni vivir solo para él, no robar nunca a nadie para tener más dinero, saltándose la justicia o los mandamientos de Dios, auque todos tenemos que trabajar, es un mandato del Señor: trabajar, ganarás el pan de cada día con el sudor de tu frente.

En esta materia, la doctrina hay que proponerla en general, porque cada caso es distinto. Como norma general decimos;

a).- Los bienes de la tierra son eso, bienes, bendición de Dios para todos los hombres; la pobreza, la miseria es un mal que Dios no quiere para nadie.

b).- Como no la quiere, la debemos evitar y corregir allí donde se encuentre, porque Dios creó todos los bienes para todos los hombres, sus hijos, y lo que impida esta igualdad fundamental va contra el plan de Dios y el destino universal de los bienes de la tierra.

c).- Dios no quiere la indigencia, la necesidad o la pobreza para ninguno de los hombres, porque todos son sus hijos. Y no admite privilegios en esta materia, porque todos los hombres son hijos del mismo Padre creador de todos los bienes. Luego, unos trabajarán más que otros, serán más inteligentes, más atrevidos, y ganará más, pero todos tienen derecho a los bienes elementales para vivir como personas.

2.- La propiedad privada es legítima y personal. Nada de comunismo. Pero toda riqueza que impida la justa distribución de los bienes es injusta. Por eso, la propiedad privada está regulada por el bien común. Y cuando mire algo mío, sobre todo si no me es necesario, debo pensar que no todo mío, sino que una parte pertenece a los necesitados, porqueese es su fín originario.

        Por eso Jesús condeno a los ricos-ricos y a los pobres ricos, esto es, que solo piensen en riquezas, pero no condenó la riqueza, que es un bien, si se utiliza como se debe. Censura a los ricos que piensan que sus bienes son suyos solamente, e impiden así que los bienes cumplan con su fin fundamental. También porque ponen su confianza y su poder y su gloria sólo o principalmente en el dinero, en poseer, siendo así que Dios debe ser lo primero y absoluto siempre.

        “Ahí de lo ricos que poner su confianza… más difícil le es a un rico entrar en el reino de los cielos…” El apego a las riquezas le impidió al joven rico seguir a Cristo, recordad esa parábola del Señor, y los ricos de ahora y de siempre tendrán dificultades en el seguimiento de Cristo porque amarán más las riquezas que a Dios y el cumplimiento de su evangelio… porque el dinero de suyo da soberbia de la vida y en relación con los hermanos.

        3.- Hay muchas maneras de estar apegados a los bienes materiales, al dinero, y este apego al dinero impide seguir a Cristo, que siendo rico se hizo pobre y muchas veces también el cumplir los mandamientos: no robarás, no explotarás al  tu prójimo… Voy a resumir brevemente con tres afirmaciones este evangelio:

1º) El deseo continuo de más y más… es más fuerte que el sexo… dura siempre y no decae ni con los años, hace duro el corazón ante las necesidades de la misma familia, impide oír la llamada de Dios: parábola de los invitados a la boda: he comprado, tengo que ir a …

2º) Da dureza de corazón, lo vemos en el rico Epulón; disfrutaba y vivía tanto para sus placeres que le impedían ver las miserias de los pobres Lázaros. Entrañas duras para las miserias de los que nos rodean. Esto impide entrar en el reino de la amistad con Dios, con Cristo.

3º).- Es muy dificil dominar  este instinto porque muchas veces no distinguimos lo justo de los injusto: Mi Consejo de vida cristiana es este: ya que no somos pobres evangélicamente, porque nos cuesta matar este instinto de posesión y no sabemos cómo hacerlo y a veces no queremos, ya que no somos pobres evangélicamente, seamos al menos generosos con nuestros bienes y ayudemos a los más necesitados. Es de alguna forma de hacerles partícipes de los bienes del mundo que fueron creados por Dios para el bien de todos los hombres.

 

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DOMINGO XXVI ORDINARIO

 

PRIMERA LECTURA: Amós 6, 1ª. 4-7

 

        Amós, un pastor rústico, directamente llamado por Dios como profeta, viene del desierto a Samaria y descubre la podredumbre que existe en el pueblo de Dios: materialismo despreocupado, encarnación del «comamos y bebamos, que mañana moriremos» o, negación de la fe, cuyo riesgo diario es entender la vida como un «pasota». Aunque aquí no se dice, a un ojo penetrante, como el del profeta, no se le escapa que esa cómoda indolencia, ya condenable en sí, es a la vez, semillero generoso de toda clase de vicios: olvido y opresión del pobre (8, 4-7), vanalidad de la justicia (7-12), hipocresía religiosa (21-27); etc. Para una situación tal no hay remedio: su único final es la ruina y el destierro, profecía que se cumplirá a los 30 años. (721). La vida materializada, entendida como un puro confort, fue y es siempre insulto a Dios: insulto a la Alianza, al Evangelio, a la fe y a la misma convivencia humana.

 

SEGUNDA LECTURA: 1 Timoteo 6, 11-16

 

        Pablo, tras una larga experiencia de Cristo, advierte a Timoteo, “hombre de Dios”, que huya del dinero (v 10) y le indica lo que tiene que hacer para poseer el equilibrio cristiano. Es un caminar de continua lucha, con unos objetivos claros: una fe viva que opera (Rm 3, 21-4, 25), una caridad auténtica (Rm 12, 9-10; 13, 8-l0) un espíritu de oración (Rm 12, 12; Col 4, 2), un sentido cristiano del sufrimiento (cfr Mt l0, 38; 2 Tim 2, 3), un trato delicado con los que nos rodean, que son hermanos nuestros (1 Cor 13, 4-7). Nuestra vida es una conquista diaria, en busca de estos valores que, al ser de Cristo “primogénito de toda la creación”, pertenecen al hombre, pero que se viven con entusiasmo al ser proyectados hacia lo eterno, hacia quien posee la inmortalidad, hacia nuestra plena realización. La misión del cristiano consiste en guardar íntegro el mensaje de Cristo, sin adulterarlo, y en dar testimonio de este mensaje con una fe operativa y una caridad vivida hasta sus últimas consecuencias.

 

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 16, 19-31

 

QUERIDOS HERMANOS: Hoy vamos a dar unos puntos de meditación.

 

1º punto: Este rico Epulón, quizás como la mayoría de todos nosotros, sólo pensaba en sí mismo, en poseer  y en gastar él sólo, en disfrutar él y esto le impedía ver la necesidad del pobre Lázaro. Lázaro, en cambio, a la puerta, postrado y hambriento, sin decir nada, con su mera presencia, no hacía otra cosa que reclamar la pequeñísima parte que le correspondía de los bienes del rico Epulón.

Hermanos, la parábola del Señor nos invita en este momento a meditar y examinarnos un poco a ver si nosotros vivimos como el rico Epulón, pensando solo en nosotros mismos, y no solo en nuestras necesidades sino también en nuestros caprichos, olvidando el mandato del Señor: dad y recibiréis, porque tuve hambre y me disteis de comer. Meditemos, pensemos….

 

2º.- “Él, el rico Epulón   dijo: “Te ruego, entonces, Señor, que le mandes a casa de mi padre, pues tengo cinco hermanos: que les dé testimonio de estas cosas, no sea que también ellos vengan a este lugar de tormento”. Abrahán le dice: “Tienen a Moisés y a los profetas: que los escuchen”. Pero él le dijo: “No, padre Abrahán, pero si un muerto va a ellos, se arrepentirán”. Abrahán le dijo: «Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no se convencerán ni aunque resucite un muerto”».

¿Cuál es la finalidad de la parábola, qué es lo que Jesús se propone al predicar y poner este ejemplo, esta comparación? Dos cosas principales: en 1º lugar, resaltar la importancia de la caridad ante la eternidad que nos espera, ante le jucio final, en el que seremos examinados de esta materia, lo dice el Señor: “Venid, benditos de mi padre, porque tuve hambre y me disteis de comer… y lo que hicisteis con cualquiera de estos necesitados, conmigo lo hicísteis….¿Cómo estoy preparando esta materia de mi juicio?

Y en 2º lugar el Señor trata de resaltar la peligrosidad de la riqueza porque fácilmente crea resistencia a la ley de Dios y sordera a su Palabra: tienen a Moisés y los profetas; ni aunque resucitasen los muertos… así se cierra el corazón del hombre a Dios y al prójimo. ¿Medito alguna vez esta parábola del Señor a nivel personal, cómo me comporto yo en este materia, que uso hago de mis bienes, soy generoso en obras de caridad, o las hacía en mi parroquia con el dinero de la parroquia, pero yo no cooperaba, preguntémosnos: ¿qué obras de caridad importantes he realizado en mi vida sacerdotal?

En esta parábola el Señor quiere también resaltar, como vemos,  el juicio final a que semeremos sometidos, la escatología final individual de todos, ricos y pobres, prometiendo una compensación feliz a los pobres para que soporten su pobreza y una condena eterna a los ricos que no se preocuparon de los necesitados. Bueno está predicarlo en este mundo nuestro, en que la mayoría solo pensamos en nosotros mismos y en nuestros problemas y necesidades.

 

        3.- La lección global de la parábola de este domingo es que debemos y necesitamos escuchar la Palabra de Dios hoy y todos los domingos, y convertirnos a las nuevas leyes del Reino de Dios, viviendo en el reino del mundo. Porque ricos, evangélicamente hablando, lo somos todos. Todos amamos y buscamos el dinero, a veces o con frecuencia más que al mismo Dios. En el Evangelio del domingo pasado el Señor  nos decía: no podeis servir a Dios y al dinero.

        Demos esta alegría al Padre, cumplamos el primer mandamientos, no hagamos realidad en nosotros la parábola,  no seamos sordos espiritualmente: “a los ricos de este mundo recomiéndolos que no sean altaneros, ni pongan su confianza en los inseguro de las riquezas, sino en Dios” (1Tim 17-19).

Y rico para Dios, evangélicamente hablando, no es solo el que tiene riquezas sino el que solo piensa en sí, e sus problemas y necesidades. Hay que pensar más en los demás, en los hermanos, en los necesitados no solo de pan sino de amor, compañía, diálogo… a lo mejor en nuestras familias hay necesitados de este tipo, incluso en esta casa...

Porque la riqueza como la pobreza tiene muchos nombres, y no solo de dinero. Mi lema es y trato de cumplirlo en mi vida: ya que no somos pobres evangélicamente hablando, seamos al menos generosos con nuestros bienes, con los pobres de afecto, de compañía, hoy que nuestros mayores estás tan solos, con los pobres de ayuda, especialmente de medios y dinero.

 

        4.- Si las leyes de la codicia que hay en nosotros: amor a mí mismo sobre Dios y todos los hombres y todas las cosas, si mi egoismo no se modera según la ley de Cristo en su evangelio, no podremos llegar a la intimidad con Él, a ser verdaderos cristianos y seguidores suyos en el mundo, no se realizará el reino de Dios en nosotros, no seremos hijos perfectos del mismo Padre que está en el cielo.        El proyecto del mundo es egoísta, es tener y acumular no tiene límites y crea incompatibilidad con Cristo, con su vida y con sus enseñanzas, con su evangelio,  con el seguimiento e imitación de Cristo, que tenemos que hacer todos los cristianos, especialmente los que hacen voto de pobreza, que deben ser generosos con su bienes para con los pobres, como afirma repetidamente en el evangelio.

        El proyecto del mundo es egoísta, es tener y acumular no tiene límites y crea incompatibilidad con Cristo, con su vida y con sus enseñanzas, con su evangelio,  con el seguimiento e imitación de Cristo, que tenemos que hacer todos los cristianos, especialmente los que hacen voto de pobreza, que deben ser generosos con su bienes para con los pobres, como afirma repetidamente en el evangelio. Desgraciadamente el mundo hoy tiene olvidada estas enseñanzas de Cristo en el evangelio de este domingo. Meditemos nosotros, veamos como lo practicamos.

 

        Quiero terminar con unas citas del Concilio Vaticano II:

«Dios ha destinado la tierra y cuanto ella contiene para uso de todos los hombres y pueblos. En consecuencia, los bienes creados deben llegar a todos en forma equitativa, según la regla de justicia, insecable de la caridad… jamás debe perderse este destino universal de los bienes” (LG 69). “La misma propiedad privada tiene también, por su misma naturaleza, una índole social, cuyo fundamento reside en el destino común de los bienes” (ib 71,5).

69. Dios ha destinado la tierra y cuanto ella contiene para uso de todos los hombres y pueblos. En consecuencia, los bienes creados deben llegar a todos en forma equitativa bajo la égida de la justicia y con la compañía de la caridad. Sean las que sean las formas de la propiedad, adaptadas a las instituciones legítimas de los pueblos según las circunstancias diversas y variables, jamás debe perderse de vista este destino universal de los bienes. Por tanto, el hombre, al usarlos, no debe tener las cosas exteriores que legítimamente posee como exclusivamente suyas, sino también como comunes, en el sentido de que no le aprovechen a él solamente, sino también a los demás. Por lo demás, el derecho a poseer una parte de bienes suficiente para sí mismos y para sus familias es un derecho que a todos corresponde. Es éste el sentir de los Padres y de los doctores de la Iglesia, quienes enseñaron que los hombres están obligados a ayudar a los pobres, y por cierto no sólo con los bienes superfluos. Quien se halla en situación de necesidad extrema tiene derecho a tomar de la riqueza ajena lo necesario para sí. Habiendo como hay tantos oprimidos actualmente por el hambre en el mundo, el sacro Concilio urge a todos, particulares y autoridades, a que, acordándose de aquella frase de los Padres: Alimenta al que muere de hambre, porque, si no lo alimentas, lo matas, según las propias posibilidades, comuniquen y ofrezcan realmente sus bienes, ayudando en primer lugar a los pobres, tanto individuos como pueblos, a que puedan ayudarse y desarrollarse por sí mismos.En sociedades económicamente menos desarrolladas, el destino común de los bienes está a veces en parte logrado por un conjunto de costumbres y tradiciones comunitarias que aseguran a cada miembro los bienes absolutamente necesarios. Sin embargo, elimínese el criterio de considerar como en absoluto inmutables ciertas costumbres si no responden ya a las nuevas exigencias de la época presente; pero, por otra parte, conviene no atentar imprudentemente contra costumbres honestas que, adaptadas a las circunstancias actuales, pueden resultar muy útiles. De igual manera, en las naciones de economía muy desarrollada, el conjunto de instituciones consagradas a la previsión y a la seguridad social puede contribuir, por su parte, al destino común de los bienes. Es necesario también continuar el desarrollo de los servicios familiares y sociales, principalmente de los que tienen por fin la cultura y la educación. Al organizar todas estas instituciones debe cuidarse de que los ciudadanos no vayan cayendo en una actitud de pasividad con respecto a la sociedad o de irresponsabilidad y egoísmo.

 

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SEGUNDA HOMILÍA

 

QUERIDOS HERMANOS:1.- Esta parábola de Jesús es una lección escenificada, impresionante e inolvidable acerca de los peligros que encierran las riquezas.

El tema principal que hay que sacar a la luz, a propósito de la parábola del rico epulón que se lee en el Evangelio del próximo domingo, es su actualidad, esto es, cómo la situación se repite hoy, entre nosotros, tanto a nivel mundial como a nivel local. A nivel mundial los dos personajes son los dos hemisferios: el rico epulón representa el hemisferio norte (Europa occidental, América, Japón); el pobre Lázaro, con pocas excepciones, el hemisferio sur. Dos personajes, dos mundos: el primer mundo y el «tercer mundo». Dos mundos de desigual tamaño: el que llamamos «tercer mundo» representa de hecho «dos tercios del mundo». Se está afirmando la costumbre de llamarlo precisamente así: no «tercer mundo» (third world), sino «dos tercios del mundo» (two-third world).

El mismo contraste entre el rico epulón y el pobre Lázaro se repite dentro de cada una de las dos agrupaciones. Hay ricos epulones que viven codo a codo con pobres Lázaros en los países del tercer mundo (aquí, de hecho, su lujo solitario resulta todavía más estridente en medio de la miseria general de las masas), y hay pobres Lázaros que viven codo a codo con ricos epulones en los países del primer mundo. En todas las sociedades llamadas «del bienestar» algunas personas del espectáculo, del deporte, del sector financiero, de la industria, del comercio, cuentan sus ingresos y sus contratos de trabajo sólo en miles de millones (hoy en millones de euros), y todo esto ante la mirada de millones de personas que no saben cómo llegar con su escuálido sueldo o subsidio de desempleo a pagar el alquiler, las medicinas, los estudios de sus hijos.

 La cosa más odiosa, en la historia relatada por Jesús, es la ostentación del rico, que éste haga alarde de su riqueza sin miramiento hacia el pobre. Su lujo se manifestaba sobre todo en dos ámbitos, la comida y la ropa: el rico celebraba opíparos banquetes y vestía de púrpura y lino, que eran, en aquel tiempo, telas de rey. El contraste no existe sólo entre quien revienta de comida y quien muere de hambre, sino también entre quien cambia de ropa a diario y quien no tiene un harapo que ponerse. Aquí, en un desfile de modas, se presentó una vez un vestido hecho de láminas de oro; costaba mil millones de las antiguas liras. Tenemos que decirlo sin reticencias: el éxito mundial de la moda italiana y el negocio que determina nos han afectado; ya no prestamos atención a nada. Todo lo que se hace en este sector, también los excesos más evidentes, gozan de una especie de trato especial. Los desfiles de moda que en ciertos períodos llenan los telediarios vespertinos a costa de noticias mucho más importantes, son como representaciones escénicas de la parábola del rico epulón.

 Pero hasta aquí no hay, en el fondo, nada de nuevo. La novedad y aspecto único de la denuncia evangélica depende del todo desde el punto de vista de observación del suceso. Todo, en la parábola del rico epulón, se contempla retrospectivamente, desde el epílogo de la historia: «Un día el pobre murió y fue llevado por los ángeles al seno de Abrahán. Murió también el rico y fue sepultado». Si se quisiera llevar la historia a la pantalla, bien se podría partir (como se hace frecuentemente en las películas) de este final de ultratumba y mostrar toda la historia en flashback.

Se han hecho muchas denuncias similares de la riqueza y del lujo a lo largo de los siglos, pero hoy todas suenan retóricas o superficiales, pietistas o anacrónicas. Esta denuncia, después de dos mil años, conserva intacta su carga negativa. El motivo es que quien la pronuncia no es un hombre que esté de parte de ricos o pobres, sino uno que está por encima de las partes y se preocupa tanto de los ricos como de los pobres, incluso tal vez más de los primeros que de los segundos (¡a estos les sabe menos expuestos al peligro!). La parábola del rico epulón no se sugiere por el hastío hacia los ricos o por el deseo de ocupar su lugar, como tantas denuncias humanas, sino por una preocupación sincera de su salvación. Dios quiere salvar a los ricos de su riqueza.

 

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QUERIDOS HERMANOS:

 

1.- Lázaro, a la puerta, postrado y hambriento, sin decir nada, con su mera presencia, no hacía otra cosa que reclamar la pequeñísima parte que le correspondía de los bienes del rico Epulón. Este rico, quizás como la mayoría de todos nosotros, sólo pensaba en sí mismo, en poseer  y en gastar él sólo, en disfrutar él y esto le impedía ver la necesidad del pobre Lázaro.

 

2.- ¿Cuál es la finalidad de la parábola, qué es lo que Jesús se propone al predicar y poner este ejemplo, esta comparación? No es resaltar la escatología final individual. Ni prometer una compensación feliz a los pobres para que soporten su pobreza estoicamente. No. Se trata más bien de resaltar la peligrosidad de la riqueza porque fácilmente crea resistencia a la ley de Dios y sordera a su Palabra: Moisés y los profetas; ni aunque resucitasen los muertos… así se cierra el corazón del hombre a Dios y al prójimo.

 

        3.- La lección global de la parábola de este domingo es que debemos escuchar la Palabra de Dios y convertirnos a las nuevas leyes del Reino de Dios, viviendo en el reino del mundo. Porque ricos, evangélicamente hablando, lo somos todos. Amamos y buscamos el dinero, a veces o con frecuencia más que al mismo Dios.

        Demos esta alegría al Padre, cumplamos el primer mandamientos, no hagamos realidad en nosotros la parábola,  no seamos sordos espiritualmente: “a los ricos de este mundo recomiéndolos que no sean altaneros, ni pongan su confianza en los inseguro de las riquezas, sino en Dios” (1Tim 17-19).La riqueza tiene nombres propios: lujo, confort, ahorro abultado en los bancos, sabrosos dividendos, joyas, viajes frecuentes de placer…Lema: ya que no somos pobres evangélicamente hablando, seamos al menos generosos con los pobres.

 

        3.- Solamente así cambiaremos las estructuras injustas. Si las leyes de la codicia que hay en nosotros: amor a mí mismo sobre Dios y todos los hombres y todas las cosas, no se moderan según la ley del evangelio, no podremos llegar a la intimidad con Cristo, no se realizará el reino de Dios en la tierra, no seremos hijos del mismo Padre que está en el cielo.

        El cristiano de hoy debe tomar parte en la justicia social, como hicieron los profetas de  Dios y predicó y realizó el mismo Cristo. La fe cristiana tiene connotaciones sociales y de justicia comunitaria.        El proyecto del mundo de tener y acumular es egoísta, no tiene límites y crea incompatibilidad con el evangelio y las enseñanzas de Cristo, con su misma vida, rompiendo la comunión con Él y con los hermanos, como afirma repetidamente en el evangelio.

        Quiero terminar con unas citas del Concilio Vaticano II:

«Dios ha destinado la tierra y cuanto ella contiene para uso de todos los hombres y pueblos. En consecuencia, los bienes creados deben llegar a todos en forma equitativa, según la regla de justicia, insecable de la caridad… jamás debe perderse este destino universal de los bienes” (LG 69).

“La misma propiedad privada tiene también, por su misma naturaleza, una índole social, cuyo fundamento reside en el destino común de los bienes” (ib 71,5).

 

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DOMINGO XXVII ORDINARIO

 

PRIMERA LECTURA: Habacuc 1, 2-3; 2, 2-4

 

        En un período de relativa prosperidad en Israel, la casa de José, había favorecido la aparición de una notable desigualdad social. El profeta describe, criticándolo, el comportamiento de los nuevos ricos, Su estilo de vida los condena sin remisión: su confianza los conducirá al destierro, los privilegiados de hoy irán a la cabeza de los derrotados mañana. Gozar de los bienes propios sin interesarse por el prójimo indigente atenta contra la justicia de Dios y atrae su castigo. La malicia del poderoso no está en que tenga más, sino en que se olvida de quien menos tiene, menosprecia a quien no necesita.

 

SEGUNDA LECTURA: 2 Timoteo 1, 6-8. 13-14

 

        Pablo desea que Timoteo se comporte en coherencia con su fe, a diferencia de los falsos hermanos (6,3-10). En su exhortación aparece el retrato ideal del pastor de la comunidad: esforzado combatiente de la fe y vigilante esperanzado del Señor Jesús; todo líder cristiano ha de vivir defendiendo la fe y esperando a su Señor. Su lucha es siempre un acto de esperanza cristiana y un servicio a la fidelidad de sus hermanos.

 

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 17, 5-10

 

QUERIDOS HERMANOS:

 

1.- La súplica de los Apóstoles al comienzo del evangelio de hoy: “Señor, auméntanos la fe”, podemos decir que no es solo el núcleo de la liturgia de la Palabra de este domingo sino tambien de todo cristiano en un mundo actual pagano y no creyente; los cristianos hoy necesitamos hacer esta misma súplica de los Apóstoles en el evangelio de hoy, “Señor, auméntanos la fe”,  y lo necesitamos desde el cura hasta el último de la fieles cristianos, de todos los que estamos aquí: Señor, auméntanos la fe.

        En el evangelio de hoy Cristo va instruyendo a sus discípulos. Y en esta instrucción hay muchas enseñanzas y exigencias que los Apóstoles no comprenden, sobre todo, porque son duras y exigentes, por eso le piden al Señor: “Auméntanos la fe” cuando les habla de su pasión y muerte en Jerusalén por los pecados del mundo.

        Queridos hermanos: Nosotros necesitamos hoy hacer esta misma súplica, no sólo por la oscuridad o exigencia de algunas verdades evangélicas, que son difíciles de enternder y más de practicar sino por las doctrinas contrarias al evangelio hoy muy difundidas por guasad y televisiones y demás medios,que son ateos, donde Dios, o el evangelio o la Iglesia, los mandamientos de Dios no aparecen y son ignorados, ni aparecen ni se practican, sobre todo en personas de cincuenta años para abajo. En la juventud actual y matrimonios jóvenes, en padres y madres de cincuenta años para abajo, lo vemos por bautizos, primeras comuniones o enseñanza de la religión en las escuelas, Dios no existe, la eternidad no existe, el pecado, sobre todo de dinero o sexo, no existe, solo existe el materialismo, el sexo de toda clase, así aparece en la tele y los medios, gran parte de los dirigentes políticos implicados por robos, y muchos hombres por corrupcion en formas de sexo que los mayores de 60 años ni entendemos.

La fe y la confianza en Dios se nos apaga tambien a veces a cada uno de nosotros con los vaivenes y fracasos de la vida. Nosotros no comprendemos algunas cosas que nos pasan y nos preguntamos: ¿por qué a mí esta desgracia? ¿Dónde está Dios, no es mi Padre? ¿Por qué esta enfermedad, esta muerte, este fracaso…? Echamos la culpa a Dios de las desgracias que nos pasan y nos alejamos de Dios, de la fe en Dios y en la eternidad, del juicio de Dios. Pero no por eso deja de existir Dios y la eternidad y un día, el día de nuestra muerte para este mundo y entrada en la eternidad seremso juzgados: Venid, benditos, marchad, malditos. Dios existe, y muchos sentimos su amor y presencia, ojalá todos confiemos en Él. Pero hoy muchos desconfian de Él… Por eso, como los apóstoles, todos los creyente necesitamos que nos aumente la luz de la fe y la confianza en su amor, que nunca nos abandona, aunque a veces no lo comprendamos.

        “Si la tuvierais como un grano de mostaza”. La mostaza es una semilla muy pequeña. Qué poca fe debemos de tener;  no digo para poder trasladar montañas, sino par vivirla nosotros mismos con gozo, poder comunicarla a los demás, los padres a los hijos, sobre todo matrimonis jóvenes, fe para hacer obras de fe y  caridad. La fe en definitiva es fiarnos de Dios por encima de todo lo que nos pase, bueno o malo, y vivir sus mandamientos esperando el encuentro eterno con Él en la eternidad, en la vida eterna que nos espera a todos y por la cual Cristo vino al mundo, murió y resucitó. Somos eternos, no lo olvidéis nunca. Y esa eternidad será o en la felicidad con Dios o en el otro sitio, en el infierno para siempre, lo ha dicho Jesucristo, que murió por nuestros pecados para llevarnos a todos a la gloria. Pero el infierno existe y si alguno ha caido… ya para siempre para siempre.

        Tres enseñanzas o vivencias:

        Primera enseñanza: la fe es más fiarse de Dios que de nosotros y de nuestros conocimientos. Cristo me demostró con su vida y milagros, sobre todo con su muerte y resurrección y resucitando a muertos que es Dios, que tiene poder infinito. La fe es sentir y decir con plena seguridad: Dios existe y me ama aunque no le vea y me sucedan cosas tristes en la vida; si existo es que Dios me ama, y esto a pesar de toda dificultad de tipo intelectual, moral, vital, de desgracias, enfermedades o fracasos.

 

Segunda enseñanza, pero para poder decir esto, hay que practicar la fe y confianza en Dios, cumpliento sus mandamientos. Por eso la necesidad continua de pedir, orar, rezar, venir a misa y pedir: “Señor, auméntanos la fe” (Lc 17, 5-10). Si no se reza y se viene a la iglesia, se pierde la fe, que es lo que está pasando en el mundo actual, sobre todo de 50 años para abajo. Para tenr una fe sólida y robusta, que sólo Dios  puede dar, esforzarse por cumplir los mandamientos de Dios, sobre todo, rezar y venir a misa los domingos, porque si no, se pierde la fe y el amor a Dios.

EXPLICAR MI DESARROLLO DE FE EUCARÍSTICA: esto lo explico en mis libros porque ha sido mi camino de fe: SEÑOR Y TU ESTÁS AHÍ, SI, PERO NO PUEDO ENTRAR DENTRO DE TI, QUE TU ME CONZCAS SI NO TE VACIAS, ERES HUMILDE, PERDNAS DE CORAZÓN. CUMPLES MI MANDAMIENTOS… EM PIEZAO Y CUANDO LLEVO AÑOS, VIENE LA SEQUEDAD, EL VACÍO, NO SNETIR NDA…PORQUE ME QUEDN LAS RAICES DE LOS PECADOS, NO PALABRA SINO LA RAIZ…

 

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SEGUNDA HOMILÍA

 

QUERIDOS HERMANOS:

 

1.- El profeta Habacuc, servidor del templo en el 570antes de Cristo, se siente herido e impotente en su predicación a un pueblo que en lo individual y lo social ha abandonado la ley y la justicia, y en lo nacional se siente amenazado por los Caldeos de Nabucodonosor. En esta situación tiene dudas de que Dios siga escuchándole, porque ve lo contrario que el mal avanza más que el bien. Por eso clama desesperado: “Hasta cuando clamaré, Señor, sin que me escuches... por qué me haces ver desgracias, violencias y catástrofes? Y Dios responde afirmando la salvación por la fe y la paciencia. El pueblo se salvará por la oración del profeta pero no según sus planes, sino según los planes de Dios. Por eso le invita a tener paciencia en la fe o fe paciente: “El injusto tiene el alma hinchada, pero el justo vive por la fe.”

Esta llamada a la fe, que nos hace el Señor, hay que escucharla cada día, porque esta visión de Yavéh a Habacuc es profética, vale también para el hoy de la Iglesia y de cada uno de nosotros. Tenemos que rezar siempre para que el mal no triunfe sobre el bien, pero siempre según los planes de Dios.

No hay que desesperar, siempre, a pesar de las apariencias, hay que creer, porque Dios nos escucha y está actuando, como Dios hizo en otras etapas de la Historia de la Salvación.

Y a esto nos invita el salmo responsorial: “Escucharemos hoy tu voz”: venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la roca que nos salva… Entrad, postrémonos por tierra bendiciendo al Señor creador nuestro”; esto parece tener también cierto sabor evangélico, cuando Cristo nos invita a saber que somos siervos, que tenemos que postrarnos ante la voluntad de Dios y lo único que tenemos que hacer es servir, aunque nos cueste arrodillar ante Él nuestros juicios y programas y deseos.

 

2.- Y este tema de la fe, pero a nivel de Iglesia y de cada cristiano, es el que Pablo desarrolla también en la segunda Lectura. Pablo ha descubierto que Timoteo, ya comprometido en el apostolado, está de crisis, en duda de su eficacia. Su fe se va apagando. Por eso le recuerda el carisma recibido en el día de su ordenación: ha recibido todo lo necesario para vencer todas las dificultades: Querido hermano: “Aviva el fuego de la gracia de Dios que recibiste cuando te impuse las manos. No tengas miedo de dar la cara por nuestro Señor... toma parte en los duros trabajos del evangelio según la fuerza que Dios te dé.”

Pablo está tan convencido de esta verdad que en otros pasajes de sus cartas repite afirmaciones como estas: “Me alegro en mis debilidades, porque así habita en mi la fuerza de Dios” o “todo lo puedo en aquel que me conforta” o para terminar: “No quiero saber más que mi Cristo y éste crucificado, necedad para los griegos y escándalo para los judíos”. Nosotros todos buscamos el éxito en todo, incluso en las cosas de Dios, y en cuanto no triunfamos o las cosas no salen a nuestro favor, como queremos nosotros, en el plano de lo individual o en plano de lo social: una enfermedad, una contrariedad, un fracaso, no tenemos poder, influencia… ya empieza la duda, ya Dios no me escucha, es que Dios nos ha abandonado. Y nada de eso. Es que hay que purificarse de tanto yo.

Hace cuatro días y tengo una sensación enorme de pecado por eso, descubrí mi yo en una faceta que creía dominada; todos los días me examino de mi yo, de amor que me tengo a mí mismo que se quiere poner siempre por encima del amor a Dios; y resulta que me descubro que en ese aspecto me sigo amando a mí mismo pero con otro ropaje, incluso so pretexto de la gloria de Dios. La verdad que me disgusté. Y ya tengo tema para mí oración para días y días. No me asusta porque San Pablo sufrió estas crisis y evolucionó hasta lograr que Cristo habitara por la fe y el amor totalmente en él.

Este fue su proceso ante la prueba que tenía: “Señor por tres veces te he pedido que me quites este ángel de Satanás que tengo en mi cuerpo; el Señor le responde: “Te basta mi gracia”. Al cabo de años de luchas: “Estoy crucificado con Cristo, vivo yo, pero no soy yo es Cristo quien vive en mí; y mientras vivo en esta carne, vivo en la fe del Hijo de Dios queme amó y se entregó por mí”. Y finalmente, viendo la eficacia de la gracia de Dios: “Libenter guadebo in infirmitabus meis ut inhabitet in me virtus Christi”: con gozo me alegraré en mis debilidades para hacer habitar en mí la fuerza de Cristo; o también: “No quiero saber más que de mi Cristo y éste crucificado” ¿No es esto lo que dicen todos los santos al final de su camino de unión con Cristo?

 

3.- Convencidos, por tanto, de que todo nos viene por la fe en Jesucristo, por la seguridad y la confianza en su palabra y en el amor de Dios, nosotros hoy pedimos a Cristo para la Iglesia y para nosotros lo que piden hoy los Apóstoles: “Señor, auméntanos la fe”.¿Por qué tenemos dudas? Necesitamos que Dios nos aumente la fe?

A nivel nacional esta España no es mi España, en la que yo nací, me crié, me educaron y viví hasta hace quince años después de la democracia. Tengo que cambiar muchas ideas, muchas palabras; ya no puedo decir «Como el amor de una madre, no hay nada, porque hoy muchísimas madres matan a sus hijos y encima se lo pagan y les sale gratis y las tienen por modernas y libres, matando a vidas inocentes.

Tampoco se puede decir a los matrimonios: «unidos hasta que la muerte os separe», porque son matrimonios para un fin de semana, sin avisar y sin nada, al mes se pueden separar…«divorcios Express». Y algunos padres y madres matan a sus hijos con el otro cónyuge; eso no lo hacen ni los animales, estamos por orden del gobierno socialista por debajo de los animales, porque las madres de los animales no matan a sus hijos. Y ya a los matrimonios no hay que llamarlos así, ahora como no es macho con hembra sino machos y machos y hembras con hembras, ni los animales, pues vaya un lío para los pobres niños que tengan dos padres y ninguna madre: esquizofrénicos los niños

Y todo, por no reconocer que somos débiles con lo que cuerpo nos pide, aunque sea contrario a la mente y al bien común, aunque sean vicios y pecados;  pues nada de reconcer el pecado; se cambian los nombres y se llama a todo esto progresismo, libertad, democracia.

Se esta repitiendo la historia de la primera página de la Biblia. Por falta de fe, Adán y Eva no se fiaron de la palabra de Dios y comieron del fruto prohibido: El árbol del bien y del mal. Seducidos por la serpiente: “Seréis como dios”, comieron y decidieron, como ahora los políticos, seducidos por el demonio del poder, nos dicen lo que está bien y lo que esta mal. De esta forma, primero se pierde el sentido del pecado y luego se pierde o se mata el sentido de Dios, o viceversa.

Y éste es el problema de fondo de la España actua y del mundo materialista, consumista, por tanto, ateo: se han alejado millones y millones de españoles de Dios y de la Iglesia, porque este Dios crucificado no les interesa. Y prefieren el becerro de oro y el culto idolátrico a sí mismo y a sus pasiones.

 

            4.- El Señor contestó: “Si tuvierais fe como un grano de mostaza”. Es como una cabeza de alfiler, pero la fe mueve montañas. La fe mira fundamentalmente a la vida. Si creo en los criterios de Cristo, si creo en los mandamientos de Dios, si creo en Cristo, tengo que vivir como Él. Eso es cristianismo. Vivir como Él. No aceptar cuatro verdades y luego vivir como si no fueran verdades. Si son verdad, tengo que vivirlas. Y sólo las comprenderé cuando las viva. Y así lo santos.

Y cuando se tiene esta fe se comprende lo que dice el evangelio: Dios es Dios y nosotros simples criaturas. Y ese es nuestro gozo, porque si existo como criatura es que Dios me ama; si existo es que Dios me ha preferido a millones y millones de seres que no existirán y me ha dado la existencia para ser feliz eternamente  con Él.

 

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DOMINGO XXVIII ORDINARIO

 

PRIMERA LECTURA: 2 Reyes 5, 14-17

 

        El Señor no tiene acepción de personas (Rm 2, 11). Reparte sus gracias a quien quiere. Entre tantos leprosos en tiempo de Eliseo, solamente es curado Naamán (Lc 4, 27). Este extranjero descubre en su curación la acción bienhechora de Dios. A la acción interna de la gracia que le llama responde con su adhesión sincera; se convierte de corazón y por eso confiesa públicamente que el Dios de Israel es el único Dios verdadero. La fe, don de Dios, no admite fronteras y transforma los corazones. La acción del profeta, querida por Dios, es, sin embargo, secundaria; el reconocimiento de ello enaltece la personalidad del instrumento divino. El servicio al Señor debe ser desinteresado. Aprovecharse de la gratitud de los creyentes para medrar o encumbrarse es traficar suciamente con las cosas sagradas. Dios lo reprueba categóricamente (cfr 2 Re 5, 20-27).

 

SEGUNDA LECTURA: 2 Timoteo 2, 8-13

 

        Ser cristiano no significa cumplir meticulosamente un sistema de leyes, sino hacer centro de nuestra vida a una persona: Cristo, en quien todo tiene consistencia (Col 1, 17), para vivir como vivió Él, dando la vida por los demás (Jn l0, 16-18). Este cristianismo auténtico puede exigirnos un camino de sufrimiento, de cadenas, de cruz. Es preciso morir para dar fruto. “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere…” Nuestro mensaje se hará vida en tanto en cuanto esté avalado por nuestro sufrimiento, de cualquier tipo que sea, al servicio de los hermanos. La Resurrección plena, en parte ya iniciada en esta vida, nos está reservada para el encuentro definitivo con el Señor, donde reinaremos y viviremos con Él, porque Cristo es fiel a sus promesas.

 

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 17, 11-19

 

QUERIDOS HERMANOS:

 

1.- CHESTERTON escribía así: “una vez al año agradecemos a los Reyes Magos los regalos que nos encontramos en los zapatos el día seis de enero, pero nos olvidamos de dar gracias todos los días a Dios por los pies que nos ha dado para que podamos meterlos en ellos.”

        Es una afirmación aguda y profunda, muy típica del autor y que revela una actitud humana muy frecuente entre nosotros. Porque vivimos en una sociedad en que dar gracias es muy frecuente y se ha convertido en un tópico.

Tú sales de unos grandes almacenes y en los tikets de compra te ponen: «gracias por su visita». Y sabemos que es pura fórmula grabada a priori. Esto hace que poco a poco todos nos infectemos de este virus que se convierte en tópico como si lo tuviéramos grabado en una cinta, pero que no sentimos en el corazón.

        Hoy Jesús nos invita a dar gracias todos los días a Dios porque todos los días vivimos por pura misericordia divina, pero quiere que lo hagamos desde un agradecimiento sincero, consciente y profundo.

 

        2.- En la primera Lectura, dentro de las historias del profeta Eliseo, se nos presenta el episodio de Naamán, el general sirio. A través de una persona sencilla, una pobre esclava tiene conocimiento del profeta que le puede curar. Naamán es curado y la historia acaba con la promesa de Naamán de que, en el futuro, no ofrecerá  sacrificios sino a Yahveh, a quien reconoce como único Dios que salva. El poderoso y orgulloso general sirio se convierte en servidor de Yahvé por agradecimiento.

 

3.- El evangelio nos narra la curación de los diez leprosos. En primer lugar refleja la situación de marginación de aquellos enfermos, que tenían que vivir lejos de la ciudad y de los hombres; no podían aproximarse a los sanos sino que tenían que alejarse gritando: «tamé, tamé», que significa «leproso, leproso».

        Así hicieron en esta ocasión en que pasaba Jesús; se pararon a los lejos y a gritos le decían: “Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros.” Jesús les manda presentarse a los sacerdotes, para que estos, de acuerdo con la ley mosaica, pudiesen certificar su curación y se les admitiesen de nuevo en la ciudad de los hombres. Así lo hicieron y en el camino quedaron limpios; luego siguieron el camino, recibieron el certificado de estar limpios de la lepra y no se acordaron más de Jesús que le había curado; sólo uno de ellos vuelve para  dar  gracias al Señor. Sólo uno y éste era un extranjero, un samaritano, esto es, persona no religiosa, un pecador.

        En este pasaje Jesús quiere inculcarnos una de las actitudes más propias de su vida y enseñanza: la gratitud, la acción de gracias a Dios Padre por los beneficios que recibimos. Es una forma muy elevada de hacer oración, de encontrarnos con Dios, de sentirnos criaturas suyas. No es casual que el sacramento principal de nuestra religión católica, que es el misterio entero y completo de Cristo, sea la santa misa, la Eucaristía, palabra griega que significa acción de gracias. La santa misa que celebramos es la acción de gracias que Cristo, en la Última Cena, dio al Padre por todos los beneficios que nos iba a reportar su muerte y resurrección.

 

        4.- F. Mauriac hace  el siguiente comentario al evangelio de hoy: «leyendo este evangelio uno tiene que pensar que el evangelista exagera; una persona agradecida por cada nueve es ser muy optimista. En la realidad del mundo actual no hubiera vuelto ninguno; en la civilización actual la proporción de los desagradecidos es siempre mayor». También otro autor, W. Kling escribe: «Las ofensas las grabamos en diamantes, que no se borran; los beneficios, sobre el agua».

 

        Queridos hermanos, que no nos ocurra a nosotros lo mismo. Seamos agradecidos. Aprendamos esta lección de Jesús en el evangelio de hoy. Veamos por sus palabras cómo a Dios le agrada que seamos agradecidos, generosos en nuestra actitud y manifestación de gratitud. Y sepamos encender velitas y venir a la iglesia no sólo para pedir gracias a Dios o a los santos, sino también para agradecer los beneficios recibidos.

        Precisamente el domingo es el día por excelencia de agradecer a Dios todos los beneficios que hemos y seguimos recibiendo de Él. La Eucaristía es el sacramento de la acción de gracias juntamente con Cristo al Padre por todos los beneficios de la salvación. Cada domingo en cada misa queremos agradecer a Dios nuestro Padre: a).- La vida, si existo es que Dios me ama y esta vida es eterna. Lo creo y por eso doy gracias; b).- La fe, que me ilumina y me explica el sentido de la vida, del matrimonio, de la muerte;c).- La Salvación y el perdón de mis pecados;d).- La familia, los hijos, los padres y luego los beneficios de todos los días: mi historia personal, contemplándola encuentro a cada paso la acción bondadosa de Dios, sus milagros en mi vida, sus ayudas; cuántas veces tengo que reconocer su mano y decir: por pura gracia y misericordia de Dios. Esta es la verdad de mi existencia. Sea esta semana  nuestra oración diaria: Señor, existo y vivo por pura gracia tuya. Hasta podemos cantar: gracias a la vida, que me ha dado tanto. Pero sabiendo que la vida viene de Dios

        Queridos hermanos: por este evangelio, queda claro que no sólo hay que agradecer a Dios los regalos el día de Reyes, todos los días hay que agradecerle a Dios las dos piernas y pies que nos ha dado para vivir y caminar. Seamos más  agradecidos.

En concreto, al año sólo celebro dos o tres misas que me encargan mis feligreses en acción de gracias; vamos a ver si subimos a veinte misas de agradecimiento a Dios por los beneficios recibidos, vamos a ver si entre vosotros hay veinte persona que agradecen a Dios las gracias que les concede pero de verdad, como es con una santa misa.

Y no olvidemos: si hemos venido a la  vida y vivimos y viviremos eternamente, es por pura gracia de Dios. Agradezcamos a Dios todos sus beneficios.

 

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DOMINGO XXIX ORDINARIO

 

PRIMERA LECTURA: Éxodo 17, 8-13

 

        La narración ejemplariza el valor y la fuerza de la oración: en el desierto, la lucha por la supervivencia, se decidía en la posesión de manantiales y praderas; los israelitas, en camino hacia la tierra que les fue prometida, deben disputársela con otros pueblos con la espada y la plegaria. Pero la victoria no depende de la fuerza que se tiene, sino de la voluntad de mantenerse en oración. Y, cuando el cansancio aparezca, es el momento de inventarse el mejor modo de perseverar orando, hasta que Dios conceda la salvación que se le pide. Mientras no estemos a salvo, la oración es imprescindible, por fuertes que nos creamos. Para llegar a conseguir la promesa de Dios, Israel tuvo que rogar a Dios que le facilitara el camino. No va a ser muy diferente en nuestro caso.

 

SEGUNDA LECTURA: 2 Timoteo 3, 14-4,2

 

        Don de Dios, la fe es también tradición recibida para el discípulo del Apóstol. Despidiéndose de Él, Pablo le exhorta a que continúe su aprendizaje en la fe, estudiando las Escrituras y, una vez conocidas, se dedique a la instrucción de los demás, proclamando la Palabra. El apóstol se encarga de recordar que ambas ocupaciones no son opcionales; de ello deberá el discípulo responder el día del Señor. La Escritura debe ser asimilada vitalmente y vitalmente predicada. En pocos textos del NT se propone con tanta claridad la necesidad del conocimiento de la Palabra escrita de Dios.

 

 

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 18, 1-8

 

QUERIDOS HERMANOS: 1.- El tema central de las Lecturas de este domingo es el tema de la oración, pero no de la oración-meditación, de la que yo os hablo casi siempre, sino de la oración de petición.

Hoy nos habla el Señor  de la oración de petición, como en el evangelio del pasado domingo nos hablaba de la oración de acción de gracias por los beneficios recibidos: el Señor se quejaba de que de los diez leprosos que había curado solo uno volvió a darle las gracias ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios más que este extranjero?

En las religiosas contemplativas la oración de petición por la salvación del mundo entero tiene que estar siempre muy importante, pero sin olvidar que como fundamento siempre, la oración-conversión a Dios mediante la oración meditación, sobre todo, ante el Sagrario. Estáis dedicadas a la oración, al apostolado de la oración, esencial en la vida de la Iglesia.

Pues bien, así como el domingo pasado ante la curación de los diez leprosos nos examimábamos y nos decidiamos a no olvidar dar gracias a Dios cuando nos ayuda y socorre en nuestras peticiones, sobre todo por la participación en la Eucaristía, que es y significa Acción de Gracias con Cristo por su salvación y por todas sus gracias, hoy, repito, el Señor nos invita a pedirle gracias, a venir a su presencia, siempre que tengamos algún problema, para pedirle curaciones y soluciones a nuestras necesidades de todo tipo, especialmente espirituales, de más amor y seguimiento de Cristo, necesidad de santidad y virtudes necesarias para ser un buen cristiano, o religiosa o sacerdote.

Es importante subrayar cómo S. Lucas, el evangelista que más habla de la  oración de petición es, al mismo tiempo, el evangelista de la oración contemplativa. Por eso vemos cómo nos presenta a Jesús orando como judío en el templo; luego, como maestro de oración de los discípulos; en el desierto, 40 días y noches en oración se prepara como Mesías para cumplir su tarea; Jesús ora en la elección de los Apóstoles; ora en Getsemaní cuando ha llegado su hora, la hora de pasar de este mundo al Padre y dar su vida por todos nosotros; finalmente, el momento mas importante y necesario para la Iglesia, “os conviene que yo me vaya….” Son los Apóstole reunidos en  oración con María la madre de Jesús, lo dice expresamente el evangelio, y así recibieron el Espíritu Santo, Pentecostés.

San Lucas, en su evangelio, también subraya que la anciana Ana “oraba día y noche en el templo”, y en los Hechos de los Apóstoles presenta a los primeros cristianos como asiduos en la oración: “eran unánimes en la oración…” pidiendo por Pedro encadenado en la cárcel…

Podemos decir que en S. Lucas existe un equilibrio entre acción y oración; entre Marta y María; Jesús en el evangelio de hoy, sin embargo, nos habla de la oración de peticion y nos vuelve  a insistir en necesidad y conveniencia de que les expongamos a Dios todas nuestras necesidades.

Lógicamente Jesús no pretende alabar la conducta del juez injusto del evangelio de hoy, solo pretende subrayar que Dios es mucho más bueno y accederá a las peticiones de los que suplican día y noche, como la mujer del evangelio de hoy. Es una invitación a la oración de petición perseverante, de rogar y pedir a Dios por nuestras necesidades y las de nuestras familias y las del mundo..

        Precisamente San Lucas subraya que Jesús presenta su mensaje “para explicar a los discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse”. Queridos hermanos: La oración a Dios, especialmente la de petición, cuando pedimos cosas al Señor, debe estar basada en la máxima confianza en Dios: «Yo te invoco porque tú me respondes, Dios mío; inclina el oído y escucha mis palabras. Guárdame como a las niñas de tus ojos, a la sombra de tus alas escóndeme» que es la (antífona de entrada de este domingo).

Hermanas y hermanos, muchas veces nos desanimamos porque parece que Dios no nos escucha. Por ello debemos oír con atención al Señor en el evangelio de hoy donde nos dice que debemos orar siempre sin desfallecer. Lo que no debemos nunca es desconfiara de su amor sabiendo que atiende siempre nuestras peticiones, aunque a veces no lo comprendamos. Por eso, muchas veces, cuando nos parece que no nos ha escuchado nos encontramos con que nos ha concedido gracias mayores.

Ese mismo Cristo que predicó y no dice estas cosas es el que está presente y vivo y escuchándonos en todos los Sagrario de la tierra y sabemos por su palabra en el evangelio de este domingo, que Él siempre nos escucha. Os digo con verdad y amor que yo soy testigo de esto.

Y una última petición: Hermanos, el Señor hoy nos pide que seamos generosos en la colecta de este domingo en que celebramos la JORNADA MUNDIAL Y COLECTA POR LA EVANGELIZACiÓN DE LOS PUEBLOS, EL DOMUNG. La colecta para las misiones y misioneros.

 

2.- Hoy nos hacemos también la misma pregunta que se hacían los primeros cristianos: ¿Para qué sirve rezar? Muy probablemente nos la hacemos con más urgencia que aquellos hombres y mujeres que vivían en un clima más religioso que el nuestro y cuya pregunta surgía porque no sentían una respuesta de Dios en su oración. ¿Para qué rezar a Dios si luego todo sigue igual? Precisamente por esto expuso Jesús esta parábola y enseñanza de hoy.

        Hoy vivimos en un mundo en el que prima la eficacia, el rendimiento, la productividad; hoy vivimos en un mundo en el que  nadie da nada gratuitamente, por el hecho de que otros se lo pidan; hoy vivimos en un mundo, donde pedir es signo no sólo de pobreza sino de inferioridad; y por eso, encontramos más dificultades en nuestra mente y en nuestro corazón para la oración de petición. No nos queremos sentir indigentes ante Dios, no queremos humillarnos, no nos fiamos ni de Dios, sólo de nosotros, de nuestro rendimiento. En una sociedad marcada por estas coordenadas, nos cuestionamos para qué sirve la oración; si ésta no es un mero perder el tiempo.

        Frente a esta mentalidad nos viene a nosotros este domingo el mensaje de Jesús; Hay que orar y pedir siempre, sin desanimarse, aunque nos parezca que no consigamos el fruto concreto que pedimos.Cristiano es el que por fe, en contra de su mentalidad y de la del mundo, acepta y vive el mensaje de Jesús. Hay que hacer y vivir lo que Jesús nos dice en este y otros evangelios, aunque nos cueste trabajo. Así nos vamos transformando en Él, y nuestros pensamientos, actitudes y obras serán semejantes a las de Cristo. Y lo tenemos que hacer, aunque nos cueste comprender y hacer lo que Jesús nos dice y quiere de nosotros.

 

        3.- En la primera Lectura, la imagen del anciano y agotado Moisés, con sus brazos extendidos a lo alto, pidiendo ayuda a Dios, es un bello ejemplo para nosotros. Hay que pedir mucho por este mundo, por esta juventud que vive sin ideales ni norte en su vida; hay que pedir por los matrimonios, por las familias, por los niños y niñas de Primera Comunión, de Confirmación… Por los ancianos, los enfermos, los necesitados, los hambrientos del mundo ¿quién pide por ellos? ¿Tú rezas por ellos? ¿Están presentes en tus oraciones?    

Cristo quiere que pidamos por todas estas necesidades; éste es el sentido de la parábola de hoy. Hay que ser más perseverantes cuando pedimos por nuestros hijos, por los esposos, por los padres, hay que pedir que seamos mejores cristianos, que nos amemos, que Dios nos conceda sus gracias para hacerlo. ¿Lo pedimos con constancia? ¿Es una petición continua y constante como Dios quiere?

        Hay que pedir por la fe en el mundo, precisamente el próximo domingo celebraremos el Domund; hay que pedir por esos misioneros y misioneras de la fe, que dejándolo todo, viven para dar a conocer a Jesucristo; cómo me emocionan cuando leo sus reseñas en revistas misioneras, su dificultades… pero todos contentos y dispuestos a dar la vida por Cristo….cuarenta, cincuenta años, la mayoría mueren allí, lejos de su patria. Tenemos que pedir por ellos. Y también por el aumento de fe en los cristianos, el aumento del amor, de la santidad, de deseos de amar a los demás…

¡Cómo cambio y cambiamos todos, cómo cambian nuestras ideas y nuestras vidas cuando hacemos oración todos los días, cuando rezamos por los demás. San Agustín dice: «El hombre no ora para orientar o cambiar a Dios sino para cambiarse a sí mismo». Y Loren Kirkergaad afirmaba: «El fruto de la oración perseverante está en que orante ha de seguir rezando hasta que sea él mismo el que escucha lo que Dios quiere»; fijaos bien, hasta que sea él mismo el que llega a escuchar lo que Dios quiere.   Éste es el mejor fruto de la oración perseverante: nos transforma y cambia por dentro y por fuera en la voluntad de Dios, en lo que Dios quiere de nosotros, que es mejor siempre que lo que nosotros buscamos de Dios. ¿ Pero cuando venga el Hijo del hombre ¿encontrará esta fe en la tierra?

 

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QUERIDOS HERMANOS:

 

1.- La oración de petición es el tema central de las Lecturas de hoy. Es importante subrayar cómo S. Lucas, el evangelista que más habla de los pobres y de las exigencias sociales del cristiano, es, al mismo tiempo, el evangelista de la oración. Nos presenta a Jesús orando como judío; luego, como maestro de los discípulos; en el desierto, mediante la oración, se prepara como Mesías para cumplir su tarea; Jesús ora en la elección de los Apóstoles; ora en Getsemaní cuando ha llegado su hora, la hora de pasar de este mundo al Padre.

San Lucas, en su evangelio, también subraya que la anciana Ana “oraba día y noche en el templo”, y en los Hechos de los Apóstoles presenta a los primeros cristianos como asiduos en la oración: “eran unánimes en la oración…” pidiendo por Pedro encadenado en la cárcel… Podemos decir que en S. Lucas existe un equilibrio entre acción y oración; entre Marta y María; entre Josué y Moisés…

        Jesús en el evangelio de hoy nos vuelve  a insistir en la oración de petición. Lo hace mediante una parábola que es válida en su contenido central. Lógicamente Jesús no pretende alabar la conducta del juez injusto, sino que quiere subrayar que Dios es mucho más bueno y accederá a las peticiones de los que suplican día y noche. Es una invitación a la oración de petición perseverante.

        Precisamente subraya San Lucas que Jesús presenta su mensaje “para explicar a los discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse”. Y muy probablemente, cuando  escribe este evangelio S. Lucas tiene ante sus ojos las dificultades de aquellos primeros cristianos que gritaban a Dios día y noche y tenían la impresión de que Dios no les escuchaba y le daba larga.

       

2.- Hoy nos hacemos también la misma pregunta que se hacían los primeros cristianos: ¿Para qué sirve rezar? Muy probablemente nos la hacemos con más urgencia que aquellos hombres y mujeres que vivían en un clima más religioso que el nuestro y cuya pregunta surgía porque no sentían una respuesta de Dios en su oración. ¿Para qué rezar a Dios si luego todo sigue igual? Precisamente por esto expuso Jesús esta parábola y enseñanza de hoy.

        Hoy vivimos en un mundo en el que prima la eficacia, el rendimiento, la productividad; hoy vivimos en un mundo en el que  nadie da nada gratuitamente, por el hecho de que otros se lo pidan; hoy vivimos en un mundo, donde pedir es signo no sólo de pobreza sino de inferioridad; y por eso, encontramos más dificultades en nuestra mente y en nuestro corazón para la oración de petición. No nos queremos sentir indigentes ante Dios, no queremos humillarnos, no nos fiamos ni de Dios, sólo de nosotros, de nuestro rendimiento. En una sociedad marcada por estas coordenadas, nos cuestionamos para qué sirve la oración; si ésta no es un mero perder el tiempo.

        Frente a esta mentalidad nos viene a nosotros este domingo el mensaje de Jesús; Hay que orar y pedir siempre, sin desanimarse, aunque nos parezca que no consigamos el fruto concreto que pedimos.Cristiano es el que por fe, en contra de su mentalidad y de la del mundo, acepta y vive el mensaje de Jesús. Hay que hacer y vivir lo que Jesús nos dice en este y otros evangelios, aunque nos cueste trabajo. Así nos vamos transformando en Él, y nuestros pensamientos, actitudes y obras serán semejantes a las de Cristo. Y lo tenemos que hacer, aunque nos cueste comprender y hacer lo que Jesús nos dice y quiere de nosotros.

 

        3.- En la primera Lectura, la imagen del anciano y agotado Moisés, con sus brazos extendidos a lo alto, pidiendo ayuda a Dios, es un bello ejemplo para nosotros. Hay que pedir mucho por este mundo, por esta juventud que vive sin ideales ni norte en su vida; hay que pedir por los matrimonios, por las familias, por los niños y niñas de Primera Comunión, de Confirmación… Por los ancianos, los enfermos, los necesitados, los hambrientos del mundo ¿quién pide por ellos? ¿Tú rezas por ellos? ¿Están presentes en tus oraciones?    

Cristo quiere que pidamos por todas estas necesidades; éste es el sentido de la parábola de hoy. Hay que ser más perseverantes cuando pedimos por nuestros hijos, por los esposos, por los padres, hay que pedir que seamos mejores cristianos, que nos amemos, que Dios nos conceda sus gracias para hacerlo. ¿Lo pedimos con constancia? ¿Es una petición continua y constante como Dios quiere?

        Hay que pedir por la fe en el mundo, precisamente el próximo domingo celebraremos el Domund; hay que pedir por esos misioneros y misioneras de la fe, que dejándolo todo, viven para dar a conocer a Jesucristo; cómo me emocionan cuando leo sus reseñas en revistas misioneras, su dificultades… pero todos contentos y dispuestos a dar la vida por Cristo….cuarenta, cincuenta años, la mayoría mueren allí, lejos de su patria. Tenemos que pedir por ellos. Y también por el aumento de fe en los cristianos, el aumento del amor, de la santidad, de deseos de amar a los demás…

¡Cómo cambio y cambiamos todos, cómo cambian nuestras ideas y nuestras vidas cuando hacemos oración todos los días, cuando rezamos por los demás. San Agustín dice: «El hombre no ora para orientar o cambiar a Dios sino para cambiarse a sí mismo». Y Loren Kirkergaad afirmaba: «El fruto de la oración perseverante está en que orante ha de seguir rezando hasta que sea él mismo el que escucha lo que Dios quiere»; fijaos bien, hasta que sea él mismo el que llega a escuchar lo que Dios quiere.   Éste es el mejor fruto de la oración perseverante: nos transforma y cambia por dentro y por fuera en la voluntad de Dios, en lo que Dios quiere de nosotros, que es mejor siempre que lo que nosotros buscamos de Dios. ¿ Pero cuando venga el Hijo del hombre ¿encontrará esta fe en la tierra?

 

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        QUERIDOS HERMANOS:

 

1.- De un tiempo a esta parte los grupos de oración se están multiplicando prodigiosamente, lo mismo que los libros sobre la oración; y son cada vez más las personas que se retiran los fines de semanas a orar en los silencios de los Monasterios. No cabe duda de que la oración está cobrando un auge y una importancia extraordinaria, la que se merece dentro de la vida cristiana. También hay que reconocer que hay una gran mayoría, incluso de cristianos que no hacen ni saben lo que es la oración.

        El domingo pasado, en el relato de los diez leprosos curados, Jesús nos invitaba a orar dando gracias a Dios por los beneficios recibidos: la vida, la fe, la salvación, la eternidad. Hoy, con la parábola o la narración inventada por Él sobre la viuda y el juez injusto, y que por cierto deja muy mal parada a la justicia, nos trae a la memoria aquella otra parábola del amigo inoportuno que llama de noche a la puerta del amigo para pedirle pan.

        La escuchábamos hace varios domingos; en ambos casos nos invita a pedir con insistencia, con perseverancia, poniéndonos pesados con Dios, porque Él nos ama y termina siempre accediendo a nuestras peticiones: “Como esta viuda me está fastidiando, le haré justicia...”. La conclusión de la parábola del amigo inoportuno sería: siempre nos escucha y siempre nos atiende en nuestras necesidades. Y la conclusión de la parábola de hoy, de juez injusto, sería la misma; pero con un matiz importante: la presteza, la diligencia, la constancia: Dios hará justicia a sus elegidos sin darles largas, sin tardar…

       

2.- Jesús nos asegura que Dios siempre nos escucha y nos concede el bien para nosotros, aunque no coincida exactamente a veces con nuestra formulación; pero nos concede lo mejor para nuestro bien y está  siempre atento a nuestras peticiones. Es la palabra de Jesús; no podemos dudar de Él y su verdad y su amor a nosotros.

Tanto en las peticiones de bienes naturales como sobrenaturales el Señor siempre nos escucha y en unos y en otros nos concede el bien para nosotros, aunque nos parezca que no lo hace. Lo que necesitamos y a lo que Jesús nos invita es a pedir con constancia, con perseverancia, sin cansarnos.

Yo creo que nos cansamos pronto, apenas hemos formulado dos o tres días una petición, la dejamos, porque nos falta la fe, creer que Dios nos está escuchando y atendiendo, aunque Él trae la solución por otro camino que nosotros no sospechamos, mejor y distinto del que nosotros le esperamos. Aquí esta el problema. Ésto es lo único que Jesús nos enseña en esta parábola.

La insistencia, la perseverancia, en el fondo, la fe de la viuda en su demanda ha sugerido el episodio de Moisés que hemos leído en la primera Lectura (leerlo). Moisés obtiene la victoria de Israel en el desierto, manteniendo las manos levantadas en favor de su pueblo.

El gesto de Moisés, mediador entre Dios y los hombres, evoca el gesto de Cristo, el mediador universal de todos los hombres, con los brazos extendidos en la cruz; ahora ya vivo y resucitado en el cielo, intercediendo siempre por nosotros. Confiad totalmente en su intercesión, en la de la Virgen, en la del Padre Dios que siempre nos ama y escucha. Lo asegura Jesús.

       

 

3.-Puedo deciros que personalmente me he convertido a la oración de petición. Ahora rezo y pido más que antes, por varias razones:

 

a) porque me he convencido de que es Dios quien debe convertir y tocar nuestros corazones por la misma oración que hacemos,

b) porque es mucho lo que hay que trabajar y hacer por el reino de Dios en la tierra y no se puede llegar a todos con la predicación de la Palabra, pero por la oración ante Dios llegamos a todos: hay que hacer lo que se pueda y no que se pueda, se compra hecho por la peticion. 

 

c) porque Jesús y todos los santos así lo hicieron y pidieron e intercedieron por los hombres. La Virgen también lo pide en sus apariciones de Lourdes y Fátima. Es un eco de Jesús. Y los conventos de clausura son evangelio puro, pura súplica por todos los hombres. El sacerdote debe pedir e interceder también por su pueblo, parroquia y por el mundo entero. Yo pido mucho por mi parroquia, por los niños, por los jóvenes, por los que me escuchan, por los que no me escuchan, por todos los que sufren...

       

4.- San Juan de Ávila, un santo sacerdotes del siglo XVI, en relación con la oración de petición que deben hacer siempre los sacerdotes, dice estos  textos preciosos:  «esto.. es ser sacerdote: amansar a Dios cuando estuviese enojado contra su pueblo; que tengan experiencia que Dios oye sus oraciones y les da lo que piden… lloremos los males que han venido a los otros por no tener nosotros la santidad de vida, la fuerza en la oración que era menester para ir a la mano al Señor y recabar de el misericordia y perdón en lugar de castigo; que si hubiese en la glesia corazones de madre en los sacerdotes que amargamente llorasen de ver muertos a sus espirituales hijos, el Señor, que es misericordioso, les diría lo que a la viuda de Naín: no quiera llorar (“No llores más”) y les daría resucitadas las almas de los pecadores como a la otra le dio a su hijo vivo en el cuerpo».     

Pero cuando venga el Hijo del hombre ¿encontrará esta fe en la tierra?

 

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DOMINGO XXX ORDINARIO

 

PRIMERA LECTURA: Eclesiástico 35, 15b-17. 20-22a

 

        Dios es incorruptible, no acepta sacrificios o plegarias en favor de la injusticia, no tiene acepción de personas (cfr Dt 10, 17; Rm 2, 11). Si Dios manifiesta alguna preferencia es precisamente por los más débiles y necesitados (cfr Dt 15, 9; Sam 9, 10; Pro 17, 15). Estaba anunciado como rasgo del tiempo mesiánico el anuncio de la Buena Nueva a los pobres (Is 61, 1) y se cumplió plenamente en la persona de nuestro Señor, que lo aduce como signo de su venida (cfr Mt 11, 5; Lc 8, 19). Él mismo quiso nacer de una familia pobre. Los pobres son evangelizados y llamados dichosos en la nueva economía (Lc 6, 10); ellos forman la primitiva Iglesia (Sant 2,5). El Señor consuela a los humildes y les da su gracia (2 Cor , 6; Sant 4, 6), oye la oración de los pobres y sus gemidos (Sal 11, 6) y justifica al que ora con humildad (Evangelio de hoy).

 

SEGUNDA LECTURA: 2 Timoteo 4, 6-8. 16-18

       

        Pablo, anciano, en la cárcel, en espera de la sentencia de muerte, reflexiona sobre su vida. Su experiencia de Cristo termina en un fracaso a lo humano; nadie le ha entendido; en los tribunales, nadie sale a su defensa. Y Dios parece estar en silencio. Pablo vive en profundidad las exigencias del programa de todo pobre de Yavéh. Pero su fe ha sido fuerte, “sólidamente cimentada” (Col 1, 23), operativa y constante; ha competido por Cristo y ha sido fiel hasta la meta. Su esperanza “firme e inconmovible” (Col 1,23), le lleva a la certeza de la recompensa en Cristo. Y no sólo a él, sino a todos nosotros, los que por su causa damos nuestras energías y nuestra vida por el hermano, prolongando el amor libertador de Cristo. Como a Pablo, tampoco a nosotros nos importan los desamparos y desprecios humanos. Estamos obligados a perdonar (Mt 18, 22), pero hay uno, Cristo, que está con nosotros, nos asiste y es nuestra fuerza para ser los “colaboradores de Dios” (1 Cor 3, 9) por, medio de nuestra autenticidad de vida.

 

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 18, 9-14

 

        DOMINGO XXX ORDINARIO: QUERIDOS HERMANOS: En estos domingos últimos, el Señor nos está hablando de la necesidad de la oración personal, de la oración y meditación del evangelio, o sencillamente de venir a su presencia eucarística estando muchas veces tratando a solas con el que sabemos que nos ama, como nos diría santa Teresa de Jesús.

Hermanos y hermanas, todo creyente, todo cristiano, siguiendo a Jesús que se retiraba todas la noches a orar, todos nosotros, sus seguidores, tenemos que hacer todos los días un rato de oración para cumplir la voluntad de Dios, para salvarnos y santificar a lo hermanos, sobre todo, si somos sacerdotes o religiosas, esto es, monjas que entregan su vida por su salvación y la salvación de los hermanos y del mundo entero, dedicándose esencialmente a la oración, al trabajo y al sacrificio unicamente para pedir y rezar y sacrificarse por la iglesia y el mundo entero, o en vida de clausura, si son contemplativas.

((Si fuéramos más conscientes de lo que es la vida de oración y sacrificio permanente aquí en un convento por nosotros, toda su vida, para pedir y rezar y sacrificarse por el mundo, por todos los hombres, eso es la vida en los conventos de clausura, teníamos que ser más agradecidos con los conventos de vida de oración, contemplativos, tanto de hombres como mujeres, que renuncian al mundo y sus placeres por amor a todos los hombres, para vivir siempre en oración y sacrificio por nosotros, por la Iglesia, por todos los hombres.))

Y como la vida de oración personal está hoy muy olvidada –qué diferencia de nuestra juventud y primeros años de sacerdocio, en que las iglesias de Plasencia y de España permanecían abiertas todo el día, desde la 8 de la mañana en que yo y todos los párrocos celebrábamos la misa a esa hora, porque entonces no había misas por la tarde, y luego todo el día las iglesias permanecían abiertas para la visita de niños que iban a la escuela, jóvenes y mayores al trabajo, pero luego la fe fue bajando y vino la droga, los robos y ya véis, ahora permeneces cerrradas todo el día excepto a la hora de las misas…

El evangelio de hoy, como los de los últimos domingos, nos habla de oración. Recordad que el Señor nos hablaba el domingo pasado de la necesidad de la oración de petición, y nos ponía como ejemplo aquella mujer, mujer tenia que ser, que le cansó al juez de tanto pedirle y rogarle…total, que éste tuvo que hacer lo que pedía porque le tenía cansado. Así quiere el Señor que lo habamos con Él, que le cansemos de tanto pedir gracias. Con ese ejemplo Jesús defendía la oración de petición, de pedir gracias a Dios insistemtemente por nosotros, por la iglesia, por el mundo. Otro domingo anterior, el evangelio no narraba la curación de los diez leprosos que pidieron al Señor su curación, y así lo hizo el Señor, pero al final  se quejó, y era el Señor, poque solo uno había vuelto para darle gracias, y era un samaritano, uno de tercera categoria, es decir, que los de primera, los elegidos, nada.

A la luz de esto que dice el Señor veamos ahora nosotros a ver si Él puede quejarse de alguno de nosotros, cristianos o sacerdotes de primera categoría, veamos si somos agradecidos, porque vemos que al Señor le gusta; veamos a ver si el Señor se puede quejar porque no le demos gracias por los beneficios recibidos.

Precisamente la santa misa, la Eucaristía que estamos celebrando, como indica su mismo nombre, es la Acción de Gracias, que Cristo, con su muerte y resurrección, da al Padre, a la Santísima Trinidad por todos los beneficios de salvación que nos vienen por su Palabra, muerte y resurrección, mediante el servicio de sus sacerdotes.

Veamos a ver si el Señor se puede quejar de alguno de nosotros en este sentido, de cómo vivimos la Eucaristía, de que no vengamos con frecuencia a darle gracias por la vida, la fe, la salvación...que nos concede todos los días…etc.

En la parábola de este domingo, la del fariseo y el publicano, Jesús nos presenta dos modelos de lo que debe y no debe ser la oración de un cristiano.

        1.- La primera imagen es la del hombre que más que dar la gracias a Dios viene a que Dios le agradezca todo lo que hace por Él; veamos cómo rezamos, oramos, celebramos nuestras misas; no se siente deudor, no está en deudas con Él, sino todo lo contrario, expone todos su méritos y se considera mejor que todos.

        La segunda forma de orar es la del publicano, la del que se siente deudor, pobre y necesitado de la gracia de Dios, indigente de su auxilio, por eso se golpea en el pecho, sin atreverse a levantar los ojos y reconociendo humildemente sus pecados.

Hermanos, examinémonos nosotros, desde el cura que preside hasta el que está en el último banco, a ver cómo es nuestra oración, la litúrgica y la privada, nuestras oraciones, la santa misa. Porque hoy, tanto la primera lectura como el Evangelio de este domingo son un elogio de la oración del humilde, del que no se tiene por bueno ni perfecto, del que se siente necesitado de la gracia y del perdón de Dios y de los hermanos. Imitemos al publicano: "¡Oh, Dios!, ten compasión de este pecador". Os digo que este bajó a su casa justificado, y aquél no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido». Palabra del Señor.

 

 

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QUERIDOS HERMANOS: La parábola bien conocida del fariseo y el publicano empalma con el evangelio del domingo pasado, que nos hablaba de la importancia y necesidad de la oración. Hoy, Jesús nos presenta dos modelos de lo que debe y no debe ser la oración de un cristiano.

 

        1.- La primera imagen es la del hombre que más que dar la gracias a Dios viene a que Dios le agradezca todo lo que hace por Él; por eso está erguido en un lugar preferente, en la presencia de Dios, no se siente deudor, no está en deudas con Él, sino todo lo contrario, expone todos su méritos y se considera mejor que los otros.

        La segunda forma de orar es la del publicano, la del que se siente deudor, necesitado de la gracia de Dios, indigente de su auxilio, por eso se sitúa en un lugar oculto del templo, sin atreverse a levantar los ojos y se golpea en el pecho reconociendo humildemente su pecado.

        Yo quisiera hablar un poco a favor de lo bueno que tenían lo fariseos. En realidad es que nos hemos quedado con sus defectos y nos olvidamos que dentro del judaísmo eran una secta que se preocupaban en serio de la fe en Dios, de conocer las Escrituras y de actuar de acuerdo con la ley de Moisés. No eran realmente ladrones, ni injustos ni adúlteros y ayunaban más de lo obligatorio. Ya me gustaría a mi que muchos de nosotros viviéramos esas exigencias de fe como ellos.

       

2.- Por otra parte, podemos tener un visión exageradamente idealizada de los publicanos: para los judíos  los recaudadores de impuestos eran personas que colaboraban con el injusto poder romano que los tenían dominados en su propio país; a veces también se les atribuían negocios sucios en su trabajo de recaudación.

        Una constante de la predicación de Jesús es su continua crítica a los fariseos por su soberbia. Y es que este defecto es tan feo que afea todo lo bueno de una persona. Este es el motivo de la parábola que comienza así: “Jesús dijo esta parábola por algunos que teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos y despreciaban a los demás”.

        Jesús censura dos cosas que a Dios no le agradan, es más, son censuradas continuamente en su predicación:

a) seguridad en la propia santidad o bondad, como si fueran suyas;

b) desprecio de los demás por este motivo, por considerarlos inferiores y despreciables;

c) condenar por este motivo. Y todos tendemos a esto. Y pasa como con la envidia, que es tan feo este vicio que nadie se reconoce envidioso.

Por eso nadie hoy quiere ser tenido como fariseo, pero en el fondo tenemos actitudes farisaicas. Es más, hoy lo peor es que somos publicanos-fariseos: publicanos, por ser pecadores, y fariseos, porque los pecados hoy, en este mundo, se consideran virtudes, y se gozan de ellos algunos humanos, despreciando a los que se esfuerzan por ser mejores

        Jesús termina diciendo que los fariseos no salen justificados del templo. Hagamos un esfuerzo por ser más humildes para salir justificados por la gracia de Dios: nada de creernos superiores, mejores, nada de despreciar a los demás por este motivo. Todos tenemos cosas buenas y malas. No criticar tanto. No apoyarnos en lo bueno para censurar a los hermanos; nos convertiríamos en fariseos.

 

        3.- Tanto la primera lectura como el Evangelio son un elogio de la oración del humilde, del que no se tiene por bueno ni perfecto, del que se siente necesitado de la gracia y del perdón. Sería bueno comprobarlo ahora.

Toda persona que no reza con frecuencia, que no se revisa ante el Señor, que no le interesa la perfección evangélica, que no tiene necesidad de la misa del domingo, ni siente necesidad de la frecuencia de los sacramentos… está muy cerca de la actitud del fariseo.

        ¿Qué actitudes o disposiciones tengo cuando oro, cuando vengo a misa, sólo cumplir por cumplir o vengo por necesidad de la ayuda divina para corregir mis defectos y aumentar en mis buenos propósitos? Porque Jesús nos dice en este evangelio que no basta venir al templo, no basta orar, sino que hay una oración que salva y otra que no: “Os digo que éste bajó a su casa justificado y aquel, no”.

Por favor revisemos nuestro comportamiento en el templo para no repetir la misma historia, para no perder el tiempo y desagradar a Dios. Y ¿en qué está la diferencia? ¿Cómo distinguir la piedad auténtica de la falsa al orar?

       

4.- Pues la diferencia está en que los dos necesitan de Dios, los dos son pecadores, pero el fariseo no es consciente de su soberbia, de su desprecio a los demás, y el publicano sí lo es.

        El fariseo y el publicano suben al templo con idéntica intención: orar. La diferencia está en que para el fariseo subir al templo, orar es un pretexto para alabarse por el mérito de sus obras buenas y complacerse en sí mismo por considerarse limpio de pecado, no necesita en el fondo de Dios ni de subir a pedir su gracia, su ayuda; y además desprecia a los que se sienten necesitado de la ayuda divina: “no soy como los demás”.

        La única bondad y santidad es la de Dios. Y ésta consiste precisamente en ser misericordioso y compasivo, rico en perdón para los que le invocan. Ser santos y buenos es parecerse a Él. Y no hay santidad aunque haya obras exteriores buenas, si el corazón no se justifica con la santidad y humildad de Dios, porque entonces se convierten en pura fachada de un edificio hermoso por fuera pero lleno de soberbia y suciedad por dentro, por desprecio de los hermanos.     “El publicano, en cambio, se quedó atrás y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; sólo se golpeaba el pecho, diciendo: Oh Dios, ten compasión de este pecador”.

        Era pecador, como el otro, como todos, pero era consciente de su pecado y se reconocía necesitado e indigente de la ayuda de Dios. Aquí está la esencia de la parábola, la lección que Jesús quiere que aprendamos: Cristo viene en ayuda del hombre pero eternamente el hombre, tú y yo, trataremos de sentirnos, como Adán y Eva, no necesitados de Dios, deudores. Nos gusta sentirnos santos y buenos, porque oculta nuestra indigencia y sentirnos criaturas… y todo esto en la misma oración y súplica al Señor.

Pues vamos a ver cómo salimos hoy del templo…

 

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"Jesús, al ver que algunos estaban convencidos de ser justos y que despreciaban a los demás, dijo esta parábola: «Dos hombres subieron al Templo a orar. Uno era fariseo y el otro publicano. El fariseo, puesto de pie, oraba en su interior de esta manera: 'Oh Dios, te doy gracias porque no soy como los demás… Mientras tanto el publicano se quedaba atrás y no se atrevía a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: 'Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador'. Yo les digo que este último regresó a su casa en gracia de Dios, pero el fariseo no. Porque el que se enorgullece será humillado, y el que se humilla será enaltecido»"(Lc. 18, 9-14).

El fariseo, que se creía bueno, oró mal. Más bien, ni siquiera oró, sino que presentó a Dios la factura de sus méritos. Y el publicano que se veía malo, como era, oró bien, reconociendo su condición de pecador y exponiendo su deseo confiado de perdón y conversión. Dios escuchó la oración del publicano y marcó el principio de una vida nueva. Mientras que el fariseo salió del templo más pecador, por su orgullo, pues oró con los labios, mas no con el corazón.

Es imposible que haga oración verdadera quien se jacta de ser justo, que cree no tener nada de qué arrepentirse y nada que agradecer a Dios. El fariseísmo es el cáncer de la oración, de la vida cristiana y de toda religión.

Es necesario verificar si ese mal convive con nosotros, pues sólo reconociendo la enfermedad se puede desear, pedir y recibir la curación. La autosuficiencia hipócrita induce a creer que se puede ser cristianos sin creer en Cristo, sin estar unidos a él, sin amar al prójimo; sin oración amorosa de presencia mutua con él, sin humildad, sinceridad y confianza. La oración es tiempo del corazón, tiempo de amistad y de relación personal con Dios.

La oración verdadera nunca es tiempo perdido, sino el más rentable, porque renta para la vida eterna. Cuando oramos de corazón, Dios trabaja por nosotros, dando eficacia divina, liberadora y salvífica a nuestra vida y a las obras humanas de nuestras pequeñas manos, pues “sin mí no podéis hacer nada… Quien está unido a mí, produce mucho fruto” (Jn 15, 5).

Debemos tener un tiempo de oración en el que nos presentamos ante Dios y le manifestemos nuestra preocupaciones y trabajos y penas… y para que así Dios pueda entrar en nuestras vidas, preocupaciones y trabajos, y les confiera valor eterno de salvación. Eternidad, eternidad..

Con estas disposiciones tenemos que vivir sobre todo la Eucaristía. Es la oración más eficaz que podamos hacer por nosotros y por los otros, vivos y difuntos. Necesitamos orar continuamente para vivir orientados hacia la Fuente de todo lo que somos, tenemos, amamos, gozamos y esperamos. Oración, jaculatorias, invocaciones, acción de gracias, adoración, petición de perdón… Ahí está la verdadera felicidad. Pruébalo.

En toda oración pidamos al Espíritu Santo que “ore en nosotros con gemidos inefables, pues no sabemos pedir como conviene” (Rom. 8, 26); y a María supliquémosle que presente a Dios nuestras oraciones como si fueran suyas.

 

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DOMINGO XXXI ORDINARIO

 

PRIMERA LECTURA: Sabiduría 11,23-12,2

 

        En la primera Lectura dos cosas se nos ofrecen con toda claridad: que el mundo, a pesar de ser como una gota de rocío ante la inmensidad del Señor,  procede de Dios que hizo todas las cosas buenas y se las regaló al hombre,  pero que, a pesar de eso, existe el pecado, existen cosas malas e injustas que proceden del hombre. Dios nos llama a corregirlas y espera pacientemente que lo hagamos. Cierra los ojos al pecado porque confía en la bondad que sembró en nosotros. Dios es “amigo de la vida”. Por eso repite incansablemente que no quiere la muerte de los hombres sino su arrepentimiento y salvación.

 

SEGUNDA LECTURA: 2 Tesalonicenses 1, 11-2, 2

En los versículos precedentes declara Pablo que los sufrimientos y tribulaciones de esta vida son prenda de la retribución que el Señor concederá al final de los tiempos (vv 3-10). El Apóstol añade en nuestra sección una súplica a Dios pidiéndole haga realidad la participación en el triunfo glorioso de Cristo. Este es el objeto de la oración paulina: la glorificación de los fieles, cuando quede solemnemente de manifiesto para todos los pueblos la misericordia y liberalidad del sacrificio redentor de Cristo. Para que se logre este objetivo, pide al Señor que los haga dignos de su vocación cristiana (1 Tes 2, 12, 4, 7; 5, 24). En concreto: que Dios convierta en realidad los anhelos de obrar el bien, y lleve a feliz término la actuación de su fe (v 11). Finalmente, una recomendación del Apóstol: no deben perturbarse por las falsas alarmas sobre la inminencia de la parusía, pues antes deben preceder ciertas señales (2 Tes 2, 3-12); además, al cristiano que vigila no le llegará de sorpresa (1Tes 5, 1,10).

 

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QUERIDOS HERMANOS: Los textos evangélicos de estas últimas semanas han venido subrayando la tremenda dificultad de los ricos y poderosos para recibir el ofrecimiento salvador de Dios. El evangelio de hoy, sin embargo, es un grito de esperanza para todos, ricos y pobres, porque ricos, evangélicamente hablando, somos todos, porque todos, con frecuencia, aunque seamos curas y religiosas y tengamos voto de pobreza, buscamos y deseamos el dinero a veces más que a Dios y por conseguirlo a veces hacemos o decimos cosas que no debíeramos hacer. El deseo de posesión es el pecado original, que nace con el hombre.

        Pues bien, Cristo en el evangelio de hoy, con su comportamiento nos demuestra que ama y salva a ricos y pobres. Vemos que un hombre rico se sube a una higuera para ver a Jesús. Buen ejemplo, buscar a Jesús, sea como sea, ¿buscamos a Dios nosotros así, estaríamos dispuestos a subirnos a una higuera, esto es, hacer algo que nos exija esfuerzo? Buen ejemplo para todos, pues si no nos subimos a la higuera, quiero decir, si no hacemos esfuerzos por encontrar y hablar con el Señor, busquémosle todos los días, por lo menos, con la lectura y meditación de los evangelios. ¿Tu meditas o buscas todos los días al Señor haciendo una visita, haciendo un rato de oración?

Sigamos: Zaqueo es considerado pecador, porque es “jefe de los publicanos” de los que cobraban los impuestos a los judios y por eso era rico y los judios lo odiaban. Sin embargo, Jesús que ha venido para salvar a todos, pecadores y no pecadores, se hospeda en su casa. ¿Cristo Jesús,  te hospedo yo en mi casa rezando con mis hijos o nietos, bendiciendo la mesa, rezando ante alguna imagen tuya en mi casa, dormitorio…etc, rezamos en familia, estás en alguna imagen tuya en mi casa, en mi hogar?

Este hospedarse de Cristo en casa de un pecador, de Zaqueo, hace que los judios lo critiquen, pero Cristo consigue así que Zaqueo se convierta y entre en el camino de la salvación de Dios  con todos los de su casa.

Hoy la culpa de que Cristo, la fe no esté presente en muchos hogares de bautizados es porque, como digo y predico muchas veces, los padres de cincuenta años para abajo no vienen a misa los domingos ni rezan en sus casas, me refiero a muchos de vuestros hijos y nietos. De cincuenta años para bajo vemos poca gente en la iglesia debido a estos medios, televisiones, guassad, Correos, pero sobre todo, porque se está perdiendo la fe. Y por eos, no hay vocaciones. Y Jesús lo desea, como nos lo dice en el evangelio de este domingo.

Jesús sabe que allí donde va, entra la salvación. Nos dice el evangelio que hemos leído: “Pero Zaqueo, de pie, dijo al Señor:«Mira, Señor, la mitad de mis bienes se la doy a los pobres; y si he defraudado a alguno, le restituyo cuatro veces más». Y Jesús le dijo: «Hoy ha sido la salvación de esta casa, pues también este es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido».La religion, el cristianismo es para buscar en este mundo a los que estan perdidos, a los pecadores y alejados de la fe. Y hoy hay muchos cristianos bautizados que están perdidos.  A la misma Iglesia, a las mismas parroquias no veo yo que en estos tiempos tan malos hagan apostolado o reuniones buscando a los alejados.                  

Hoy, en este mundo que se va alejando de Dios, de la fe y por tanto de la salvación eterna, necesitamos zaqueos que inviten al Señor a sus hogares y vidas, que recen y vengan a la iglesia con frecuencia.sobre todo a la misa de los domingos, donde Cristo los espera para entrar en su corazón, en sus casas, en sus familias. Hermanos, este evangelio nos invita a todos, a serZaqueos, desde el cura hasta el último, nos empuja a superarnos y ser mejores y purificarnos de nuestras faltas y pecados para que Cristo habite más plenamente en nosotros, en nuestras vidas.

Pues bien, termino mi homilía preguntando:¿Quién busca a quién? Por la lectura parece que era Zaqueo quien buscaba a Cristo, pero la verdad es que es Jesús quien buscaba a Zaqueo y ese Cristo del evangelio de hoy y de siempre, el de Palestina, el mismo que está en este Sagrario, aquí ahora, el del cielo, el que vas a comulgar, ese mismo te dice ahora mismo: Zaqueo, o cura Gonzalo,o hermana dominica o Juana o Enrique, zaqueos todos que estáis aquí ahora en esta iglesia y me estáis escuchando: HOSPEDAME EN TU CASA, EN TU CORAZÓN, EN  TU VIDA. He venido a este mundo unicamente para esto, para salvarte y salvar a los de tu casa.

Hermanos, el Señor está esperando tu respuesta. Réspóndele al Señor.

 

3.- ¿Quién busca a quién? Me ilusiona pensar en un Cristo que me busca siempre, que piensa en mí, y vino en mi búsqueda y ahora en el Sagrario me está esperando siempre, siempre me está buscando, y esta misa es Cristo dando su vida para que todos la tengamos eterna.

Me gusta saber que no estoy solo en el mundo, que aunque nadie se acuerde de mi hay un Dios que me busca desde toda la eternidad y para eso me ha dado la vida. No estoy solo y olvidado en medio de la gente. Cristo me ama y me busca. Esto me llena de ilusión. ¿No habéis tenido esta experiencia en medio de las gentes, o en una iglesia, o en casa, en tu habitación…?

        En el mundo no hay nadie totalmente abandonado. Aún los más pecadores están buscados por Cristo que siempre nos está buscando como a Zaqueo y nos dice: “Baja, quiero hospedarme en tu casa”, porque tú puedes ser mejor, mejor niño, joven, mejor esposo o esposa y padre y madre… te lo está diciendo ahora por este evangelio y en esta palabra que estás.

Qué es la misa, Cristo que viene en tu búsqueda, qué es cristianismo, qué pintan estas religiosas encerradas en este convento… unicamente la eternidad, la suya y la de todos nosotros, eso es un convento de clausura, muertas para el mundo y viviendo solo para su eternidad y la nuestra, sí que es amor, renunciar a hijos y familia placeres de esta vida para conseguir la eterna de todos nosotros, ya podéis ser agradecidos.Sed agradecidos a las religiosas que renuncian a esta vida por la eterna de todos nosotros.

        Hermano, Cristo te está esperando siempre como a Zaqueo, ven a visitarlo algún día, sobre todo, ven a misa los domingos, comulga pero bien, porque comulgar no es abrir la boca y comer el pan consagrado, es dejar que Cristo entre en nosotros y viva su vida de amor, humildad y caridad, de santidad, dejar que Él viva en nosotros.

        Hermana, hermano, Cristo te está esperando. No le defraudes.  Ábrele la puerta de tu casa, hospédale en tu corazón. Y Él te llenará de su presencia y amor. Zaqueo se desprende de la mitad de sus bienes y restituye multiplicado por cuatro de cuanto ha robado. Este es el precio que hay que pagar para encontrarse con Cristo, para vivir en gracia y amistad con Jesucristo. Y el texto subraya también, sin duda, la misericordia de Dios que, en Jesús, sale al encuentro del pecador; pero destaca, al mismo tiempo, las exigencias de la conversión. Es un grito de esperanza y un clamor de exigencias.

        Zaqueo representa al hombre que busca a Dios; es la imagen del esfuerzo por encontrarse con Dios; Zaqueo nos enseña a todos que a) hay que buscar a Cristo venciendo la comodidad. El hombre moderno, satisfechas sus necesidades materiales y humanas, ha perdido el hambre de Dios, de lo absoluto. b) en todo encuentro tiene que haber un diálogo. Tengo que escuchar a Cristo como Zaqueo. Cristo habla, Zaqueo escucha. Y  se convierte a los pies del Maestro, escuchando a Cristo.

Nos hace falta oración, meditación y diálogo. Sin oración no hay conversión y la conversión permanente exige oración permanente. Cristo ha venido para buscar a los hombres; todos somos Zaqueos; y todos somos hijos de Dios; todos hemos sido creados por amor y para amar eternamente a Dios. Necesitamos encontrarnos con Él por la oración y los sacramentos para convertirnos y recibir la salvación.

 

 

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DOMINGO XXXII ORDINARIO

 

PRIMERA LECTURA: 2 Macabeos 7, 1-2. 9-14

 

        La fe en la resurrección sostiene a estos valerosos mártires en su testimonio sangriento. A la luz de su fe inconmovible juzgan el valor de la vida presente. El rey del universo es el Señor de la vida y ellos se la entregan incólume, antes que ser infieles a sus leyes. Pierden la vida presente, pero están seguros de que entrarán en la vida eterna con Dios. La esperanza de los fieles del Antiguo Testamento en la vida futura y en la resurrección se acrisola en el tiempo de la persecución (cfr Dn 12, 2). Entra a formar parte de la herencia típicamente cristiana (cfr Mt 10, 39; Mc 8, 5; Le 9, 24). San Pablo la fundamenta en la certeza de la resurrección de Cristo (2 Cor 15, 12 ss). Horizonte consolador para los fieles, pero terriblemente amenazante para los que se convertirá en juicio de discriminación (cfr Jn 5, 29).

 

SEGUNDA LECTURA:2 Tesalonicenses 2,15-3, 5

       

        Pablo tiene presente la perspectiva de la segunda venida del Señor (cfr 2 Tes 1, 10ss; 2, I-52 3,5). Esta exige la constancia en la fe, aceptada por la predicación apostólica, ya sea oral, ya sea escrita. Ambos cauces proceden de la misma fuente divina, y tienen el mismo valor (2 Tm 3, 15 ss; 1 Cor 11, 2-23). Esta fe debe ser viva. Su fruto y signo son las buenas obras (Sant 2, 14-26). Para ello se requiere la gracia de Dios, a la que hay que aunar la propia colaboración. La segunda parte del pasaje comprende dos ideas fundamentales: el valor de la oración y la confianza en la fidelidad de Dios. Pablo pide oraciones a los tesalonicenses para que el evangelio se propague en Corinto, como sucedió en Tesalónica, y finalice la oposición de los enemigos de la fe. Expresa, en segundo término, su confianza en Dios sobre la perseverancia en la fe por parte de los tesalonicenses.

 

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 20, 27-38

 

QUERIDOS HERMANOS:

 

 1.- El evangelio de Lucas --del que la liturgia ha venido tomando una serie continuada de pasajes para todos estos últimos domingos-- está a punto de iniciar el relato de la pasión, muerte y resurrección de Jesús. Ha concluido ya el largo discurso sobre la salvación y sobre las condiciones requeridas --como actitud interior y como comportamiento social-- para ser salvados por Dios.

Entre el tema que culmina y el capítulo nuevo que está a punto de inaugurarse, Lucas introduce una reflexión sobre La resurrección de los muertos. La pasión de Cristo acabará con la victoria de Pascua; la salvación eterna será entregada por Dios al hombre resucitado. Este es el marco en que debemos leer los textos de este domingo.

2.- La Liturgia nos aporta, en primer lugar, una página singular del libro de los Macabeos. El martirio de los siete hermanos contiene el primer testimonio seguro de la fe en la resurrección. La afirmación de la resurrección futura, balbuciente y vaga en otras literaturas veterotestamentarias,
restalla aquí con toda certidumbre. Dios les ha dado una “esperanza” que nadie puede quitarles. Se nos presenta aquí un ideal ciertamente heroico que nos muestra concretamente lo que san Pablo quiere decir con estas palabras: “Una tribulación pasajera y liviana produce un inmenso e incalculable tesoro de gloria”, algo que en modo alguno vale no sólo para el martirio cruento, sino para todo tipo de tribulación terrenal que, por muy pesada que sea, es ligera como una pluma en comparación con lo prometido: “El Rey del universo nos resucitará para una vida eterna”; “Vale la pena morir a mano de los hombres cuando se espera que Dios mismo nos resucitará”.

Por eso puede Jesús en el evangelio liquidar de un plumazo la estúpida casuística de los saduceos a propósito de la mujer casada siete veces. La resurrección de los muertos será sin duda resurrección verdadera, real, pero como los que sean juzgados dignos de la vida futura ya no morirán y nuestra vida será distinta, como vida de ángeles, el matrimonio ya no tendrá ningún sentido en ella.

        La palabra de Dios en este domingo fortalece nuestra fe en la resurrección que confesamos en el último artículo del Credo: «Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro».  Siempre es oportuno vivir esta verdad pero especialmente en este mes de noviembre, mes de difuntos, en que debemos rezar y ofrecer sufragios por todos los nuestros especialmente.

 

        3.- El tema es introducido por los saduceos, que, a diferencia de los fariseos, negaban la resurrección de los muertos, a pesar de ser ya una doctrina común en el judaísmo de entonces.

        La respuesta de Jesús a los saduceos afirma rotundamente una vida nueva, donde el aspecto sexual como ahora lo  vivimos, ya no tiene sentido ni finalidad en el más allá pues “los resucitados son como ángeles, son hijos de Dios, porque participan en la resurrección”. Luego apela Jesús al testimonio de Moisés, para concluir que si “el Señor es Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, no es Dios de muertos sino de  vivos porque para Dios todos están vivos”.

Jesús sólo revela el hecho de la resurrección, pero ni antes ni después de Jesús nos ha sido revelado el modo. Y esto es lo que nos importa: el hecho de la resurrección, de nuestra eternidad con Dios, de que el hombre es más que hombre, más que este espacio y este tiempo, de que el hombre es eternidad. Para eso hemos sido creados y para eso ha venido Cristo a salvarnos del pecado que impedía esta felicidad de hijos eternamente unidos al Padre.

        Por eso, para nosotros, la muerte no es caer en el  vacío o en la nada; la muerte es pasar de la casa de los hombres a la casa de Dios; la muerte es pasar de este mundo a los brazos de Dios. Para eso se encarnó Cristo, para eso murió y resucitó, para que todos tuviéramos vida eterna: “ He bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado; ésta es la voluntad del que me ha enviado, que no pierda nada de lo que me dio sino que lo resucite en el último día; ésta es la voluntad de mi Padre, que todo el que ve al Hijo y cree en Él tenga la vida eterna y yo lo resucitare en el último día”.

 

        4.- Queridos hermanos, la resurrección basada y fundamentada en Cristo resucitado es el corazón del cristianismo. Dios nos ha creado por amor; si existo es que Dios me ama y me ha llamado a compartir la eternidad con Él. Por eso, perdida por el pecado esta herencia divina, el Padre no envía a su Hijo, porque el hombre vale una eternidad, para que todos tengamos su misma vida y felicidad eterna: “tanto amó Dios al mundo que entregó a su propio hijo para que no perezca ninguno de los que creen en Él sino que tengan vida eterna”. Nuestro Dios no es un Dios de muertos sino de vivos. Por eso por medio de su Hijo nos ha preparado un destino de vida eterna con Él. No ha creado al hombre y al mundo para convertirlo en un inmenso camposanto.

        Aunque la existencia del cristiano, como la del resto de los hombres, es una trama de preocupaciones, miserias, tentaciones, luchas y dificultades, el amor que Dios nos tiene y nos ha manifestado en Cristo es “un consuelo permanente y una esperanza manifiesta”, como nos dice San Pablo en la segunda lectura. Por eso, la muerte, nuestra muerte a esta vida terrena no tiene la última palabra, no «es final del camino», como expresamos en un canto. Ya lo dijo muy claro San Pablo: “Si Cristo no ha resucitado, vuestra fe no tiene sentido, seguís en vuestros pecados, y los que murieron en Cristo, se perdieron. Si vuestra esperanza en Cristo acaba con esta vida, somos los hombres más desgraciados ¡Pero no! Cristo resucitó entre los muertos, el primero de todos” (1Cor 15,17-19).

        La certeza de nuestra resurrección radica en Cristo resucitado. Y ésta es la fe de toda la Iglesia, que profesamos en el Credo: « Esperamos la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro».

        En la mentalidad cristiana, apoyada en la fe y explicada por la teología, el hombre no es un ser para la muerte sino para la vida: “Si nuestra existencia está unida a Cristo en una muerte como la suya, lo estará también en una resurrección como la suya”(Rom 6,5). Por eso, podemos cantar con el salmista: “No he de morir, viviré para contar las hazañas del Señor”.

        Desde la fe en la vida futura, el creyente ama la vida presente y a los hermanos: “Nosotros hemos pasado de la muerte a la  vida; lo sabemos porque amamos a los hermanos. El que no ama , permanece en la muerte”(1Jn 3,14).Dice San Cirilo de Jerusalén en una de sus catequesis: « “El que cree en el Hijo no está condenado, sino que ha pasado de la muerte a la vida”, dice San Juan. ¡Oh gran bondad de Dios para con los hombres! Los antiguos justos, ciertamente, pudieron agradar a Dios empleando para este fin los largos años de su vida; mas lo que ellos consiguieron con su esforzado y generoso servicio de muchos años, eso mismo te concede a ti Jesús realizarlo en un solo momentos. Si, en efecto, crees que Jesucristo es el Señor y que Dios lo resucitó de entre los muertos, conseguirás la salvación y serás llevado al paraíso por aquel mismo que recibió en su reino al buen ladrón. No desconfíes ni dudes de si ello va a ser posible o no: el que salvó en el Gólgota al ladrón a causa de una sola hora de fe, él mismo te salvará a ti, si crees».

        Dios es amigo de la vida. La Eucaristía que estamos celebrando es memorial, hace presente la pascua de Cristo, su paso de la muerte a la vida, hace presente a Cristo resucitado, vencedor del pecado y de la muerte. Y esta pascua es también  nuestra pascua. Nosotros pasamos del pecado y de la muerte a la vida. Y los bienes escatológicos se hacen presentes: «¡Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ¡ven Señor Jesús!»

        La Comunión Eucarística nos alimenta con el pan de la vida eterna: “El que come mi pan y bebe mi sangre tiene la vida eterna y yo lo resucitaré en el último día” (Jn 19). Y esto lo celebramos en el memento de difuntos: «acuérdate de tu hijo… a quien llamaste a tu presencia, concédele que así como ha compartido la muerte de Cristo, comparta también con Él la gloria de la resurrección».

 

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DOMINGO XXXIII ORDINARIO

 

PRIMERA LECTURA: Malaquías 4, 1-2a

 

A lo largo del año, desde Adviento  hasta estos últimos domingos del tiempo ordinario, hemos recordado y celebrado los grandes acontecimientos de nuestra redención: Navidad, Cuaresma, Pascua, Pentecostés. Hoy, toda la Creación y los hombres se dirigen y vuelven a Dios, de cuyas manos hemos salido amorosamente. Pero la cosecha que Dios recoge acaso no esté del todo limpia. El bien y el mal no están separados en el mundo. El trigo y la cizaña viven juntos. Dios sabe discernir lo bueno de lo malo y sabe separar, con equidad y justicia, los justos de los pecadores. En el retorno de todos a Dios: unos irán a la vida, a la salvación;  otros irán a la muerte, a la perdición.

El profeta Malaquías ya lo profetizó unos 500 años antes de Cristo, tal como lo proclamamos en esta primera Lectura de hoy.

 

SEGUNDA LECTURA: 2 Tesalonicenses 3, 7-12

 

        Hoy, como ayer, somos dados a admitir y hacernos eco de las novedades catastróficas de las que nos dan noticia. En las primeras Comunidades cristianas algunos intranquilizaban a los demás profetizando el ya próximo fin del mundo. Los Apóstoles decían que ciertamente llegará el fin del mundo porque es el retorno de la Creación a Dios-Padre. Pero que solamente el mismo Dios sabe cuándo ese mundo está maduro para recogerlo en sus manos, como hace el labrador con los frutos de sus tierras. San Pedro reprocha seriamente a quienes siembran tal intranquilidad en las Comunidades cristianas. El “día del Señor” llegará, sin duda. Es importante que nos encuentre “en paz con Él”. Y que podamos celebrar con alegría nuestro retorno a Dios nuestro Padre. Porque no hay duda que “habrá un cielo nuevo y una tierra nueva donde habite la justicia y la paz”.

 

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 21, 5-19

 

QUERIDOS hermanos, en el Credo, desde niños, todos nosotros rezamos: Creo en la resurrección de la carne y en la vida eterna; es un acto de fe y esperanza en la vida eterna del cielo con Dios y los nuestros, y lo mismo confesamos si rezamos el credo solemne de la misa, decimos: «Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro», hacemos el mismo acto de fe y esperanza en la vida eterna. 

        Y todo esto lo hacemos apoyados en la vida y en la palabra de Cristo que vino para abrirnos las puertas de la eternidad, para decirnos que somos eternos, que nuestra vida es más que esta vida temporal y que Él habia venido a este mundo en carne humana, siendo Dios infinito, para poder morir y resucitar y así enseñarnos el camino que todos los hombres tenemos que recorrer: “Yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mí aunque haya muerto vivirá y todo el que vive y cree en mí no morirá para siempre”.

Esto es el cristianismo, para esto vino y predicó y murió y resucitó el Señor. Murió como hombre y resucitó como Dios para demostrarnos que era Dios y que lo que nos decía y prometía era verdad y que tenía poder para hacerlo; además, para demostrarnos esta verdad, durante su vida pública, además de decirlo y  predicarlo,  lo demostró resucitando a tres muertos: a su amigo Lázaro, a la hija de Jairo y al hijo de la viuda de Naím,pero especialmente se resucitó a sí mismo, como ya lo había prometido y repetido muchas veces en su vida, así como la resurrección nuestra, la de todos los hombres que crean en Él: “yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mí, aunque haya muerto vivirá y todo el que vive y cree en mí no morirá para siempre”; y al hablar de la Eucaristía: “yo soy el pan de vida, el que come de este pan vivirá para siempre y el pan que yo os daré es carne para la vida del mundo… 

Quiero predicar esta verdad fundamental de la fe católica en este mes de difuntos, mes de noviembre, y quiero decirlo bien alto hoy en este mundo que ha perdido la fe en Cristo y la esperanza cristiana de la vida eterna, pero no por eso deja de ser verdad ni dejamos de ser eternos y vivir en la otra vida o con Dios en su gozo eterno o en el otro sitio que me da pena hasta pronunciarlo porque no se lo deseo ni a mis enemigos, pero existe, lo ha dicho el Señor y Él no miente y es Dios y allí nos espera…el infierno existe y para siempre, para siempre…

Hermanos, lo digo solemnemente, la eternidad que nos espera es la única razón por la que me hice cura, es lo que creo, espero y he sentido muchas veces como creyente en Cristo y sacerdote, la única razón por la que trabajo y he trabajado toda mi vida, que no es bautizar por bautizar o primeras comuniones por la fiesta, no, es bautizar, para ser sembrador de eternidades, todo bautizado recibe en el bautismo la vida de gracia, la vida eterna y la alimenta en la comuniones eucarísticas, como muchos de vosotros.

Por la gracia del Señor he tenido manifestaciones y pruebas muy fuertes y evidentes de la otra vida y de Cristo vivo, sobre todo en el Sagrario que me han confirmado esta verdad de nuestra eternidad con Dios. Queridos hermanos, Jesús vino a este mundo unicamente para salvarnos y para llevarnos a la vida eterna, y no sólo nos revela el hecho de la resurrección, de nuestra eternidad con Dios, de que el hombre es más que hombre, más que este espacio y este tiempo, de que el hombre es eternidad sino que pasa por la prueba de morir entre dolores y sufrimientos terribles para demostrarnos lo que le duelen las eternidades de todos nosotros y resucitar para que todos creamos y esperemos y vivamos la vida cristiana como camino para el cielo, para la vida eterna.

Es más, una vez resucitado, se aparece a los discípulos que no se lo creían a pesar de haberle escuchado a Cristo esta verdad e incluso viéndole resucitado, los apóstoles no fueron unos bobalicones que se lo creyeron a la primera, fijaos en el apóstol Tomas y en los dos discípulos de Emaús, y todo esto para que nosotros y el mundo entero creamos y vivamos para la vida eterna. Y ese mismo Cristo vivo y resucitado y pan de vida eterna, para los que creen y comulgan, es el que está en el cielo y en todos los sagrarios de la tierra para llevarno al cielo, es el pan de vida que nos alimenta para la vida eterna con Dios y todos los nuestros.

El sagrario, en todos los sagrarios de la tierra está Cristo vivo por locura de amor a todos los hombres aunque muchos incluso cristianos ni le visiten ni le amen, pero aquí, está el mismo que está ahora en el cielo con los nuestros, está aquí para llevarnos a todos a su gloria. Y esto también lo digo por experiencia, por miles y miles de horas pasadas en su presencia, en el cielo del Sagrario en la tierra.

Hermanos, mirad al Sagrario con amor, visitad a Cristo Eucaristía todos los día, comulgad con frecuencia y con amor, y complamos sus mandamientos, y aquí, en todos los Sagrarios de la tierra está el Señor para ayudarnos, perdonarnos, alimentarnos y llevarnos al cielo y para que venzamos todas las tentaciones de todo tipo, y potenciar nuestra fe, esperanza y caridad. Para eso se han clausurado las hermanas dominicas en el convento. Las hermanas dominicas han renunciado a este mundo y sus placeres para vivir ya para el cielo, el cielo que piden todos los días para ellas y todos los cristianos, este es el sentido de su vida, de oración y clausura y penitencia. Seamos agradecidos.

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QUERIDOS HERMANOS:

 

1.- La palabra de Dios nos habla del final de los tiempos con una literatura apocalíptica, que no hay que entender al pie de la letra. Tanto el evangelio como la primera Lectura del profeta Malaquías nos hablan de catástrofes, enfrentamientos, divisiones, guerras y destrucción.

Sin embargo, lo importante es el mensaje final en ambas lecturas: “iluminará un sol de justicia que lleva la salud en las alas”, “ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas”. Es un mensaje de esperanza, porque el juicio será para la salvación, no para la condenación. El cristiano tiene que ser portador de esperanza y perseverar confiando, siempre en el Señor.

Y mientras tanto, no quedarse con los brazos cruzados, esperando el fin del mundo como les ocurría a los fieles de la iglesia de Tesalónica. Pablo les insta a trabajar para ganarse el pan de cada día. Es así como Dios nos quiere, como personas esperanzadas y esperanzadoras, consciente de su misión de transformar este mundo hasta convertirlo en el auténtico Reino de Dios.

 

2.-Pablo, en carta a los cristianos de la comunidad de Tesalónica, fustiga a quienes están “muy ocupados en no hacer nada”. Y su criterio es terminante: “El que no trabaja, que no coma”. Frente a los que tienden a considerar que el ideal cristiano estriba en dedicarse a la piedad interior,  con menoscabo de los afanes del tiempo y de la vida actual, el Apóstol --infatigable trabajador del Evangelio-- no teme en emplearse en trabajos temporales. “No viví entre vosotros sin trabajar; nadie me dio de balde el pan que comí, sino que trabajé y me cansé día y noche a fin de no ser carga para nadie”; “Ya sabéis como tenéis que imitar mi ejemplo”. “Quise daros un ejemplo que imitar”. El ideal cristiano no consiste en el alejamiento de la vida de este mundo, sino en el compromiso con las realidades temporales, viviéndolas en conformidad con el Evangelio.

 

3.- A nivel de comunidad cristiana, el Evangelio es claro al afirmar un futuro de luchas y persecuciones para los seguidores de Jesús: “Os echarán mano”, “os perseguirán entregándoos a los tribunales y a la cárcel, os harán comparecer ante reyes y gobernadores por causa de mi nombre… todos os odiarán por causa de mi nombre”.

Estas afirmaciones adquieren aún mayor significado cuando se las enmarca en su contexto. Jesús propone este futuro frente a los que “ponderaban la belleza del templo por la calidad de la piedra y los exvotos”. Esto no es un empréstito del lenguaje apocalíptico que hoy ya no habría que tomar en serio; es más bien la consecuencia de que Jesús no ha venido a traer la paz terrena sino la espada y la división hasta en lo más intimo de las relaciones familiares.

Lo que su doctrina suscita en la historia, es precisamente la aparición de las bestias apocalípticas. Y cuanto más aumentan los instrumentos del poder terreno, tanto más absolutas llegan a ser las oposiciones. Esto es bastante paradójico, porque Jesús declaró bienaventurados a los débiles y a los que trabajan por la paz; pero justamente su presencia hace que las olas de la historia del mundo se enfurezcan cada vez más.

La persona y la doctrina de Jesús son intolerables para la historia y ésta responde de una manera cada vez más violenta. La persecución no es un episodio ocasional sino un «existencial» para la Iglesia de Cristo y para cada uno de los cristianos. Es importante que, al filo de la lectura discernamos si los nuestros son criterios de carne y sangre o surgidos de la Palabra.

 

4. - La promesa de Dios no mira a ahorrar malos tragos en el curso de la historia humana. Se centra en “el día”, en este límite que la Sagrada Escritura denomina tantas veces como “el día del Señor”. El creyente vive en la esperanza de una justicia trascendente al tiempo, más allá de la destrucción de la carne y de la voracidad del sepulcro. El tema es tan viejo como el hombre. Y de tan rabiosa actualidad como la pregunta que se suscita siempre que el hombre advierte en su entorno la existencia del mal que aquí, en la tierra, queda impune.

El creyente, fiado en la palabra de Dios, afirma que en “el día del Señor” los justos serán iluminados por “un sol de justicia que lleva la salud en sus alas”, mientras que para los injustos será ése un “día ardiente como un horno”, en el que “malvados y perversos serán la paja” y de los que “no quedará ni rama ni raíz”. Aquí tenemos la visión de Jesús sobre la historia del mundo que vendrá después de Él. Jesús ve las constantes teológicas dentro de la historia. En el fondo nos falta un poco de esperanza.

Hace tanto tiempo que el Señor subió a los cielos que, el final de todo, parece estar cada día más lejos. Hace tanto tiempo que no vemos signos visibles de su presencia que corremos el riesgo de morirnos arrojando al suelo las lanzas de la vigilancia activa. Hace tanto tiempo que no esperamos, que nos hemos aburrido de mirar hacia al cielo esperando divisar rayos y centellas que denoten la inminente llegada de Jesús. En el fondo estamos también faltos de fortaleza.

Una fe, que no es fuerte, es muy difícil anunciarla y proponerla a quien la rechaza. La sociedad opulenta, el hombre de hoy, es como un dique donde choca, frente a frente, la fe con la duda, la caridad con el individualismo, la fraternidad con el odio, Dios con la ciencia. Estamos en época de persecución de “guante blanco”. Ya no son necesarias las mazmorras; ahora, a la Iglesia, se le amordaza en los medios de comunicación social. Su existencia y su doctrina no aparecen en los medios. Se la ridiculiza. Pero, se la ningunea.

Ya no son imprescindibles los circos romanos; ahora a la iglesia se le ridiculiza y se le asaetea desde diferentes medios poderosos con lanzas y dardos sangrantes. Ahora a la iglesia se le juzga, no con las manos atadas, pero sí desde el tribunal del poder donde algunos se sienten amos y señores de la verdad, de la ciencia, de la cultura y del hombre, de la razón y de la ética. ¿Qué haremos cuando dejemos al mundo sin moral y al hombre sin sentimientos?

 

5.- El evangelio nos advierte que el momento está cerca; el momento de que esa luz del Señor saque a flote lo que ya llevamos dentro de nuestro corazón, que se manifieste lo que somos: hijos verdaderos del Señor. Que nos invada esa vida eterna que llevamos dentro de nuestro corazón. Que se manifieste lo que somos, hijos verdaderos del Señor, que nos invada esa vida eterna que llevamos contenida en nosotros, vida eterna que nos da la Fe y la Eucaristía: “El que cree en Mí tiene vida eterna”. “El que come mi carne tiene vida eterna”. Vivamos alegres nuestra vida ordinaria.  Perseveremos y no perdamos la confianza porque el Señor está cerca, muy cerca de cada uno de nosotros.

A nivel de comunidad cristiana, el Evangelio es claro al afirmar un futuro de luchas y persecuciones para los seguidores de Jesús: “Os echarán mano”, “os perseguirán entregándoos a los tribunales y a la cárcel, os harán comparecer ante reyes y gobernadores por causa de mi nombre”, “todos os odiarán por causa de mi nombre”.

Estas afirmaciones adquieren aún mayor significado cuando se las enmarca en su contexto. Jesús propone este futuro frente a los que “ponderaban la belleza del templo por la calidad de la piedra y los exvotos”. Esto no es un empréstito del lenguaje apocalíptico que hoy ya no habría que tomar en serio, es más bien la consecuencia de que Jesús no ha venido a traer la paz terrena sino la espada y la división hasta en lo más íntimo de las relaciones familiares.

 

6.- “Haced propósito de no preparar vuestra defensa, porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro”. El mensaje del Señor es inequívoco. No nos abandonará y en los “últimos tiempos” y además tendremos que hacer lo mismo que en los “primeros tiempos”: propagar su nombre. Y, además, hay otra promesa firme: “Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os traicionarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán por causa de mi nombre. Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas.” Se perfila la gravedad de la persecución, pero el resultado trae una victoria final.

Eso es lo que quiere comunicar el Señor Jesús para todos aquellos que vayan a vivir sus particulares tiempos finales. Y la cercanía de Jesús es la que promete un consuelo permanente para esos momentos.

En el relato de muchos mártires --antes de su muerte-- está muy presente dicha cercanía. Poco importa, por tanto, la peripecia vital de un cristiano. Jesús va a estar cerca para ayudarnos. Incluso, lo más contrario a una gran catástrofe, como puede ser una vida regalada y placentera, necesitará también del apoyo de Cristo. Ya que no podemos engañarnos, en medio de dicha situación placentera, no es difícil sucumbir al egoísmo, al placer insolidario o al pecado que mata. Entonces, ocurre que más que fijarnos en lo excepcional de los “últimos tiempos” es mucho mejor pensar que es ésta una enseñanza más del Señor Jesús para un tiempo presente. El Señor lo dijo para que viviéramos así la hora presente, que es la última para nosotros. Todos los momentos de nuestra vida están marcados por las enseñanzas del Salvador. Salgamos decididos a vivirla ya, desde hoy mismo. Y no olvidarlo. Pidamos su gracia.

 

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HOMILÍA

 

1.-La temática de este domingo es, en gran medida, continuación de la del domingo anterior, coincidiendo con el final del año litúrgico y la expectativa del advenimiento del Hijo del hombre como Señor y Juez Universal.

        El texto evangélico se refiere directamente a la destrucción del Jerusalén y del templo al inicio de las primeras persecuciones de los cristianos.

        Realmente, a pesar de todos estos signos, nosotros no sabemos qué, cómo y cuándo será el juicio universal. Pero ciertamente Cristo nos dice que existirá. Es más, el día de nuestra muerte es el día final para nosotros en este mundo y es el día en que empezamos a ver la luz eterna de Dios porque nos encontramos con el Juez Universal.      No está mal recordar al final del año litúrgico, que estamos terminando, estas verdades fundamentales de nuestra vida y de nuestra fe y esperanza cristianas: la muerte, juicio, infierno y gloria que a todos nos espera.

Los cristianos necesitamos hoy hacer pública manifestación de nuestra fe en todas estas verdades que Cristo no anuncia, especialmente en un mundo que ha perdido la fe, pero no por eso estas verdades dejarán de existir y por las cuales tenemos que pasar.

Cristo nos dice lo que tantas veces os repito, que somos eternos y para ir al cielo, hay que pasar el examen del cumplimiento de la ley de Dios y del evangelio que Cristo practicó y nos enseñó a todos los hombres y los cristianos profesamos. Y como Cristo sabía lo que iba a pasar en este mundo por eso no advierte de todos los ateos que no creerían, que perseguirían a los creyentes, que… (evangelio)

Sin embargo Cristo es Dios y lo sabía, Dios y la eternidad existen, el cielo y el infierno existen, lo ha dicho el Señor, esto es verdad y lo único que importa y esto es lo que nos espera después de la muerte a cada uno, aunque alguno no lo crean y lo olviden en su vida.

Por eso, el olvido y las persecuciones y el ateísmo y  la crisis de fe en la eternidad del mundo actual nos obliga a replantearnos el problema del sentido de la vida y de la muerte para nosotros y para todos, y con ello el sentido final de la historia humana que para nosotros es fundamentalmente una Historia de Salvación del hombre y de la humanidad, de todo lo humano. Nosotros creemos en Dios y en la vida eterna, Cristo y Dios Padre han seguido haciendo milagros y apariciones y manifestaciones a través de la historia para que no olvidemos el sentido de la vida, y que nuestra vida es más que esta vida, somos eternos, y el que se equivoque, se equivocará eternamente, como nos lo han demostrados apariciones de condenados eternamente.

 

        2.- El texto evangélico de hoy nos mueve a una segunda consideración que, aunque sea brevemente, quisiera subrayar. Jesús asocia la destrucción apocalíptica con la persecución de que serán objeto los cristianos “por causa de mi nombre”.      Esto significa que los cristianos serán perseguidos siempre si viven conforme al evangelio, porque ellos les obliga a condenar el desorden moral del mundo: “el mundo os odiará, vosotros no sois del mundo”, por su vicios y desórdenes de injusticia e inmoralidad: las potencias del mal.

        Por esta causa todo cristiano auténtico tiene que sufrir: “pero ni un solo cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvareis vuestras almas”. Este es el mensaje final de un año litúrgico que termina: nos invita a perseverar en la fe de Jesucristo y en vida y en la práctica del evangelio; es nuestra mejor garantía de que podremos caminar con esperanza y alegría aún en medio de tantas dificultades.

        Que esta palabra nos de esta fortaleza en el Señor Jesucristo, en su fe, en la vivencia de su evangelio, que es vida eterna ya iniciada aquí abajo. Y lo que os digo tantas veces, la vida eterna, el gozo de sabernos amados por Dios, de que nuestra vida es más que esta vida, lo podemos experimentar ya en este mundo, basta que practiquemos más la vida cristiana y vengamos con frecuencia a visitar al Señor en el Sagrario, que recéis más, que os toméis más en serio practicar el amor a Dios y a los hermanos, los mandamientos.

 

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DOMINGO XXXIV ORDINARIO

 

FIESTA DE CRISTO REY DEL UNIVERSO

 

PRIMERA LECTURA: 2 Samuel 5, 1-3

 

        La misión del rey David no era otra que la de reunir a las diversas tribus de Israel y alcanzar la paz y prosperidad que necesitaban. De esta manera podrían mantener la alianza con Dios como “pueblo elegido del Señor”. El rey David cumplió su misión y dio momentos de esplendor al pueblo de Israel. Pero sus sucesores no llevaron adelante la misión del rey David. De ahí que fue naciendo en el pueblo la “esperanza en un hijo de David” que diera satisfacción a sus anhelos. Y esas esperanzas se cumplieron en Jesús de Nazaret. Jesús, el Señor, estaría al frente del pueblo de Dios para alcanzarle la unidad y la paz que le faltaba. Una paz que lograría la reconciliación con Dios, nuestro Padre, por medio de la muerte y resurrección del “hijo de David”.

       

SEGUNDA LECTURA: Colosenses 1, 12-20

 

        El Señor manifestó en diversas ocasiones que “quien quiera ser el primero sea el servidor de todos”; el que quiera gobernar y sobresalir de los demás, que lo haga por el servicio que les presta. Al decir que Jesucristo es el Rey del Universo, se quiere manifestar esa verdad tantas veces proclamada por Él: que Jesús está al servicio del hombre para alcanzarle la reconciliación con Dios y la paz consigo mismo. Jesús no tiene poder de dominación sino poder de redención: es capaz de salvar al hombre.

Por eso San Pablo hace un himno de acción de gracias a Dios porque nos ha trasladado de las tinieblas al reino de la luz por medio de Jesucristo, nuestro Señor. Y Jesucristo, siendo el primero en todo, se ha hecho servidor de todos para que nosotros alcanzásemos la posesión del reino de Dios. Jesucristo muere en la Cruz, pero su resurrección le constituye Rey y Señor del Universo, ofreciéndole una vida de paz y salvación.

 

FIESTA DE CRISTO REY

 

QUERIDOS HERMANOS: Celebramos hoy la fiesta de Cristo Rey. Llegamos así al último domingo del año litúrgico, a la solemnidad de Jesucristo Rey del Universo, que viene a ser como el colofón del Año litúrgico.

Comenzábamos el año litúrgico preparándonos y celebrando su nacimiento, su primera venida del cielo a la tierra y hoy, lo terminamos celebrando su última venida al final de los tiempos; nos hemos detenido en su misterio pascual, la pasión y muerte por todos los hombres que culmina en la resurrección y el envío del Espíritu Santo; y concluimos este domingo el año litúrgico de la Iglesia con esta fiesta de Cristo Rey.

Cristo es ciertamente rey del mundo porque es Dios, Creador con el Padre de todo cuanto existe. Pero la realeza que celebramos hoy es la realeza de Cristo en cuanto hombre, Rey del amor y salvación de los hombres, es la realeza de su humanidad que asumió de María y que muriendo y resucitando la ha elevado al rango divino, sentándola a la derecha del Padre, es decir, con el mismo poder y gloria que su divinidad.

1.-Cristo hombre es designado rey del mundo y de la humanidad principalmente por su resurrección de entre los muertos y por su Ascensión a los cielos, donde el Padre le sentó con su humanidad a su derecha, es decir, le dio categoría divina, con su mismo poder y gloria. Ante Él, el Cordero degollado del Apocalipsis, los ángeles y todos los santos salvados, nuestros mayores, le dan la misma gloria que al Padre, porque su humanidad ha quedado totalmente unida a la Divinidad, al Verbo, Hijo de Dios.

Por eso, teológicamente hablando, los tres hechos más importantes en que se fundamenta  la fiesta que hoy celebramos, son: 1º la Resurrección, esto es, Cristo, vencedor de su muerte y de la nuestra; 2º, estar sentado a la derecha del Padre, indicando así que su humanidad ha sido elevada a la categoría divina del Hijo de Dios, con su mismo poder y gloria; y finalmente: la parusía o su venida última al final de los tiempos como Rey universal de todos los hombres y de la historia para juzgar a todos como Rey y Señor del tiempo y de la eternidad y que ya se anticipa en el día de nuestra muerte.

        Esta es la realeza de Cristo que celebramos este domingo último del año litúrgico. En él quiere la Iglesia que echemos una mirada hacia atrás y contemplando las maravillas que Dios ha obrado en favor de los hombres por medio de su Hijo Jesucristo, primero, le demos gracias rendidas por todos los bienes de la Redención y segundo, proclamemos a Cristo Rey de nuestras vidas, porque Él con su humanidad muerta y resucitada por y para nosotros ha vencido la nuestra mortal y nos ha ganado la eterna. Hermanos, hoy es el día indicado por la Iglesia para  revisarnos y echar una mirada a nuestras vidas a ver si Cristo es Rey,si está reinando con su vida y evangelio en nuestras vidas, porque aunque celebremos esta fiesta cien veces, si Cristo no reina en nuestras vidas, todo habrá sido inútil .

        Queridos hermanos y hermanas, somos eternos, nuestra vida es más que esta vida, Cristo con su muerte y resurrección por nosotros es rey del tiempo y la eternidad y los que creemos en Él y le aceptamos como rey de nuestras vidas y comulgamos a Cristo Eucaristía, viviremos eternamente con Él; y los que no lo aceptan, qué pena me da hoy en el mundo y en la misma Iglesia, la situación actual de España y de gran parte del mundo,nos lo dice Él en el evangelio de hoy y de otros días, no estarán bajo su reinado en su reino y reinado del cielo sino en su lejanía y tormento eterno, infierno eterno, porque no creyeron ni le aceptaron como Dios y Rey Salvador de sus vidas. Recemos y ofrezcamos la misa por ellos, sobre todo si entre ellos puede haber alguno de los nuestros feligreses, familiares o amigos en un mundo tan secularizado.

Hermanos todos, solo hay un Savador, es Cristo Jesús, al que hoy proclamamos rey de nuestras vidas y del mundo y de la eternidad y le consagramos y entregamos todo nuestro presente y futuro de eternidad a Él que para eso, para llevarnos a su reinado del cielo se hizo pan de vida eterna y aquí viene todos los días y permanece en este y en todos todos los Sagrarios de la tierra para ayudarnos en este camino hacia su Reinado Eterno con el Padre y el Espíritu Santo en el cielo donde le contemplaremos gozoso eternamente con todos nuestros feligreses y familiares y creyentes salvados. Amén, así sea.

 

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QUERIDAS HERMANAS DOMINICAS, QUERIDOS HERMANOS TODOS:    Celebramos hoy la fiesta de Cristo Rey. Cristo es ciertamente rey del mundo porque es Dios, Creador con el Padre de todo cuanto existe. Pero la realeza que celebramos hoy es la realeza de Cristo en cuanto hombre, la realeza de su humanidad que asumió de María y que muriendo y resucitando la ha elevado al rango divino, sentándola a la derecha del Padre, es decir, con el mismo poder y gloria que su divinidad.

1.-Cristo hombre es designado rey del mundo y de la humanidad principalmente por su resurrección de entre los muertos y por su Ascensión a los cielos, donde el Padre le sentó con su humanidad a su derecha, es decir, le dio categoría divina, con su mismo poder y gloria.

Ante Él, el Cordero degollado del Apocalipsis, los ángeles y todos los santos salvados, nuestros mayores, le dan la misma gloria que al Padre, porque su humanidad ha quedado totalmente unida al Verbo, Hijo de Dios. Por eso, teológicamente hablando, los tres hechos más importantes en que se fundamenta  la fiesta que hoy celebramos, son:

 

1º la Resurrección, esto es, Cristo, vencedor de su muerte y de la nuestra; 2º, estar sentado a la derecha del Padre, indicando así que su humanidad ha sido elevada a la categoría divina del Hijo de Dios, con su mismo poder y gloria; y finalmente: la parusía o su venida última al final de los tiempos como Rey universal de todos los hombres y de la historia para juzgar a todos como Rey y Señor del tiempo y de la eternidad y que ya se anticipa en el día de nuestra muerte.

        Esta es la realeza de Cristo que celebramos este domingo último del año litúrgico. En Él quiere la Iglesia que echemos una mirada hacia atrás y contemplando las maravillas que Dios ha obrado en favor de los hombres por medio de su Hijo Jesucristo: 1º le demos gracias rendidas por todos los bienes de la Redención;y 2º, proclamemos a Cristo Rey de nuestras vidas, porque Él con su humanidad muerta y resucitada ha vencido la nuestra mortal y nos ha ganado la eterna.

 

        2.- Queridas Carmelitas y hermanos todos: Durante el año litúrgico que termina, hemos recordado con sentido celebrativo y meditativo los hechos más sobresalientes de la vida de Jesús, tratando de vivirlos “en espíritu y verdad”: hoy celebramos principalmente su realeza, que el Padre le ha concedido sentándolo a su derecha, para interceder por nosotros y desde donde vendrá para juzgar a vivos y muertos, y su reino ya no tendrá fin, como afirmamos en el Credo.

Queridos hermanos y hermanas, somos eternos, nuestra vida es más que esta vida; y los que le aceptamos y queremos y comulgamos, viviremos eternamente con Él; y los que no lo aceptan, qué pena me da la situación política de España,nos lo dice Él y nos lo advierte en el evangelio de hoy y otros días, no estarán bajo su reinado en el cielo sino en el fuego eterno, es decir, en la lejanía del cielo, de su presencia y gozo, porque no creyeron ni le aceptaron como Dios y Señor Salvador de sus vidas.

Hermanas contemplativas, este es el sentido principal de vuestras vidas y cuánto tenemos que agradeceros la Iglesia y el mundo entero que hayáis entregado por entero vuestras vida de la tierra en oración continua y penitencia para conseguir este reinado de Cristo en el mundo, esta eternidad de gozo para todos los hombre por la que Cristo vino, predicó, murió y resucitó y que para vosotras ya habéis comenzado.

Queridas hermanas y hermanos:Esto es lo que más nos hace sufrir a nosotros, como sacerdotes, viendo cómo este mundo se está alejando del único Salvador; hermanos, este mundo pasa, nos espera la eternidad de gozo con Dios;rezad por vuestros hijos y el mundo entero, hermanos,  no nos salvan los políticos, qué pena la España actual, qué reportajes en la tele renovando el ateismo y el odio y la persecución religiosa de la guerra civil de 36…

Hermanos todos, solo hay un Savador, es Cristo Jesús, al que hoy proclamamos rey del mundo y de la eternidad y le hemos entregado nuestras vidas sacerdotales, religiosas y cristianas y le tenemos muy cerca en todos los Sagrarios de la tierra, el mismo que contemplan gozosos ya eternamente los nuestros salvados y le vamos a recibir hoy en nuestras vidas por la sagrada comunión y le vamos a proclamar Rey de nosotros, de nuestros hijos y del mundo entero.

Qué gozo ser sacerdote, sembrador de eternidades; hermanos; en este día, recemos y pidamos que Cristo reine por la fe, la esperanza y el amor en este mundo, que está perdiendo su sentido y camino de eternidad, que reine por la fe, esperanza y caridad en todos los hombres, porque hemos sido soñados por Dios para una eternidad de gozo en su misma felicidad eterna y trinitaria.

Hoy, al proclamarle a Cristo Rey de nuestras vidas y de todos los hombres, nosotros, sus vasallos fieles, tenemos que trabajar sembrando semillas de eternidad con el apostolado de la acción y de la palabra, pero principalmente de la oración e intercesión, para que todos lo reconozcan a Cristo Jesús, presente en el cielo y en todos los sagrarios de la tierra, como único Rey del mundo y eternidad.

Primero con nuestro testimonio de vida y amor y perdón entre nosotros, que reine así Cristo en nosotros; segundo: con el apostolado de la oración, rezando todos los días, pidiendo para que todos los hombres lleguen a conocerle, a amarle y seguir a Cristo como único Salvador del tiempo y de la eternidad, especialmente nosotros, religiosas contemplativas y sacerdotes, que somos  sembradores y cultivadores de eternidades y para eso, vosotras principalmente.

Queridos hermanos y hermanas, en esta fiesta de Cristo Rey pidamos en esta santa misa que todos nosotros  y los nuestros, el mundo entero redimido y salvado por Él, nos juntemos y llequemos a la posesión del Reino eternos y celestial. Que Virgen Madre, Reina y Señora del Universo por el Hijo, nos eche una mano. Amen, así sea.

 

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CRISTO REY:

 

QUERIDOS HERMANOS Y HERMANAS: Celebramos hoy la fiesta de Cristo Rey. Cristo es ciertamente rey del mundo porque es Dios, Creador con el Padre de todo cuanto existe. Pero la realeza que celebramos hoy es la realeza de Cristo en cuanto hombre, la realeza de su humanidad que asumió de María y que muriendo y resucitando la ha elevado al rango divino, sentándola a la derecha del Padre.

1.-Cristo es designado rey del mundo y de la humanidad principalmente por su resurrección de entre los muertos y por su Ascensión a los cielos, donde el Padre le sentó a su derecha, es decir, le dio categoría divina, con su mismo poder y gloria.

Ante Él, el Cordero degollado del Apocalipsis, los ángeles y los santos le dan la misma gloria que al Padre, porque su humanidad ha quedado totalmente unida al Verbo, Hijo de Dios. Por eso, teológicamente hablando, los tres hechos más importantes en que se fundamenta  la fiesta que hoy celebramos, son: Resurrección, esto es, vencedor de su muerte y de la nuestra; segundo, estar sentado a la derecha del Padre, indicando que su humanidad ha sido elevada a la divinidad del Hijo de Dios, con su mismo poder y gloria; y finalmente: la parusía o su venida última al final de los tiempos como Rey universal de todos los hombres y de la historia para juzgar a todos como rey y señor del tiempo y de la eternidad y que ya se anticipa en el día de nuestra muerte.

        Esta realeza de Cristo la celebramos este domingo último del año litúrgico. En Él quiere la Iglesia que echemos una mirada hacia atrás y contemplando las maravillas que Dios ha obrado en favor de los hombres por medio de su Hijo Jesucristo, 1º le demos gracias rendidas por todos los bienes de la Redención; y 2º, proclamemos a Cristo Rey de nuestras vidas y de nuestra eternidad, porque Él con su humanidad muerta y resucitada ha vencido la nuestra.

 

        2.- Durante el año litúrgico que termina, hemos recordado con sentido celebrativo y meditativo los hechos más sobresalientes de la vida de Jesús, tratando de vivirlos “en espíritu y verdad”: hoy celebramos principalmente su realeza, que el Padre le ha concedido sentándolo a su derecha, para interceder por nosotros y desde donde vendrá para juzgar a vivos y muertos, y su reino ya no tendrá fin, como afirmamos en el Credo.

3.- Hermanos, somos eternos, nuestra vida es más que esta vida; y los que le aceptamos y queremos y comulgamos, viviremos

eternamente con Él; y los que no lo aceptan, nos lo dice Él y nos lo advierte en el evangelio de hoy y otros días, irán al fuego eterno, porque no creyeron ni le aceptaron como Dios y Señor de sus vidas.

Esto es lo que más nos hace sufrir a nosotros, como sacerdotes, viendo cómo este mundo se está alejando del único Salvador; hermanos, este mundo pasa, nos espera la eternidad de gozo con Dios; hermanos,  no nos salvan los políticos, ni los guasad, ni los medios… solo hay un Savador, es Cristo Jesús, al que hemos entregado nuestras vidas sacerdotales y le tenemos muy cerca en todos los sagrarios de la tierra como Dios y amigo, único Salvador del mundo; qué gozo ser sacerdote, sembrador de eternidades; hermanos, en este día, recemos y pidamos que Cristo reine por la fe, la esperanza y el amor en este mundo, que está perdiendo su sentido y camino de eternidad, que reine por la fe, esperanza y caridad en todos los hombres, porque hemos sido soñados por Dios para una eternidad de gozo en su misma felicidad eterna y trinitaria.

Hoy, al proclamarle a Cristo Rey de nuestras vidas y de todos los hombres, nosotros, sus vasallos fieles, tenemos que trabajar sembrando semillas de eternidad con el apostolado de la palabra, pero principalmente de la oración e intercesión, dada ya nuestra situación de jubilados o enfermos, para que todos lo reconozcan a Cristo Jesús, presente en todos los sagrarios de la tierra, como único Rey del mundo y de la eternidad.

Primero con nuestro testimonio de vida y amor y perdón entre nosotros, que reine así Cristo en nosotros; segundo: con el apostolado de la oración, rezando todos los días, pidiendo para que todos los hombres lleguen a conocerle, a amarle y seguir a Cristo como único Salvador del tiempo y de la eternidad, especialmente nosotros que somos  sembradores y cultivadores de eternidades, que lo hagamoscon nuestra vida y testimono diario, y con nuestra oración permanente y los sacramentos de Cristo, cuando nos llamen para ello.

Queridos hermanos y hermanas, en esta fiesta de Cristo Rey pidamos en esta santa misa que todos nosotros, nuestros hermanos los hombres, el mundo entero redimido y salvado por Él, llequemos a la posesión del Reino celestial. Que Virgen Madre, Reina y Señora del Universo por el Hijo, nos eche una mano. Amen, así sea.

 

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QUERIDOS HERMANOS:

 

1.- Llegamos al final del año litúrgico de la Iglesia. Desde el Vaticano II la liturgia ha cambiado el día de celebración de esta fiesta de Cristo Rey. La instituyó Pío IX en  1925 para que se celebrase en el último domingo de octubre. Hoy la celebramos en el último domingo de año litúrgico. Es por tanto reciente la celebración de esta fiesta.

        Jesús habló mucho del Reino de Dios o del reinado de Dios, del reino de los Cielos, como dice San Mateo, porque escribe a judíos que no podían mencionar el nombre de su Dios; y lo hace nada menos que 122 veces, de las que 90 está en los labios del mismo Jesús.

        Es evidente que el Reino de Dios es un concepto fundamental del mensaje de Jesús. Para esto vino Él al mundo. El reino de Dios que Cristo predica y quiere implantar en el mundo consiste en que Dios sea el único Dios de nuestra vida, abajo todos los ídolos que nos fabricamos; que todos los hombres sean hermanos; y hacer del mundo y de la vida, una mesa muy grande, muy grande, donde todos los hombres  puedan sentarse y disfrutar, pero especialmente los pobres, los que nunca son invitados. Para eso vino Cristo, para que los invitásemos a la salvación eterna, para que ninguno fuera olvidado, para que nos sintamos hermanos de todos, porque Dios es Padre de todos y de todo.

       

2.- La fiesta de Cristo Rey parece estar en contradicción con la vida humilde y sencilla de Cristo, potenciada esta oposición con la que Cristo  realizó cuando quisieron proclamarle rey después de la multiplicación de los panes. Jesús, por otra parte, critica a los reyes y poderosos de las naciones que tiranizan y oprimen al pueblo: “Vosotros, nada de eso…”  Es verdad, sin embargo, que el título de rey aparece en el juicio final de San Mateo: “Entonces dirá el rey a los de su derecha…” Pero es, sobre todo, en su pasión, cuando este título aparece en los labios de los que se burlan de Él, cuando Pilato se lo pregunta y Él responde que es Rey, pero no de este mundo, y, sobre todo, en la inscripción de la cruz: «Jesús Nazareno, Rey de los judíos: INRI».

       

3.- La primitiva comunidad cristiana no llamará a Jesús sino Kyrios, Señor, título únicamente reservado a Dios entre los judíos. Así lo hemos proclamado en la segunda lectura de hoy. El mundo tiene su autonomía, sus leyes y dominios. Sólo desde la fe nosotros podemos afirmar que Jesucristo es el Señor del mundo y de la historia, porque es Dios y por Él fue creado todo cuanto existe.

Jesucristo es Rey, porque Él nos ha conquistado con sangre, con su muerte y resurrección; es Rey, porque juzgará como Señor de cielo y tierra a todos los hombres y a la historia y dirá a los de su derecha: “Venid, benditos de mi Padre…”

       

4.- ¿Cuál tiene que ser el sentido de esta fiesta para nosotros? Primero, alegrarnos, felicitarle y darle gracias porque somos de los suyos; agradecerle todo lo que ha hecho por nosotros; siendo éste el último domingo del año, mirar para atrás y ver todo lo que ha realizado por nuestra salvación desde que nació en Belén de Judá hasta que subió a los cielos.

Al contemplarlo y celebrarlo, le proclamamos rey de nuestras vidas, de nuestra familia, de nuestra existencia. Y comprometernos a luchar para que sea el único rey de nuestra vida; abajo todos los ídolos del mundo y los que nos fabricamos con nuestros consumismos, que nos esclavizan y quitan el sentido eterno de nuestra vida: los ídolos del dinero, el sexo, el materialismo y egoísmo.

También en este día debemos comprometernos a realizar en el mundo el reinado de Cristo, el reinado del amor, de la verdad, de la fraternidad, de la justicia. Terminar con el prefacio de la misa de hoy.

 

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FIESTAS Y SOLEMNIDADES DE LA VIRGEN Y DE LOS SANTOS

 

DOMINGO DE LA PALABRA DE DIOS

 

Monición de entrada:

Hoy, la Iglesia celebra el Domingo de la Palabra de Dios, cuando escuchamos en el evangelio la narración del comienzo del ministerio público de Jesús.

Según el papa Francisco, «la Palabra de Dios escuchada y celebrada, sobre todo en la eucaristía, alimenta y refuerza interiormente a los cristianos y los vuelve capaces de un auténtico testimonio evangélico en la vida cotidiana» (EG, n. 174). El papa afirma: «Toda la evangelización está fundada sobre [la Palabra de Dios], escuchada, meditada, vivida, celebrada y testimoniada. Las Sagradas Escrituras son fuente de la evangelización. Por lo tanto, hace falta formarse continuamente en la escucha de la Palabra» (ibíd.). El Domingo de la Palabra de Dios nos recuerda que esta Palabra ha de ser cada vez más el corazón de la vida y de la misión de la Iglesia. Que esta eucaristía nos transforme en cristianos amados por Cristo, llamados personalmente por él y enviados a compartir su vida y su misión.

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Jesucristo, el justo, intercede por nosotros y nos reconcilia con el Padre. Abramos, pues, nuestro espíritu al arrepentimiento para acercarnos a la mesa del Señor.

 

--Tú, que eres la Palabra que siempre nos empuja a la conversión, a crecer y mejorar, a soñar y preparar nuevos odres para tu vino siempre nuevo: Señor, ten piedad. R. Señor, ten piedad.

--Tú, que eres la Palabra que nos convoca a formar familia, a sentirnos hijos e hijas amados de Dios, llamados a construir fraternidad con todos: Cristo, ten piedad. R. Cristo, ten piedad.

--Tú, que eres la Palabra que nos impulsa a llevar la Buena Noticia del reino a todos los rincones de nuestro mundo: Señor, ten piedad. R. Señor, ten piedad.

Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna. R. Amén

 

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ORACIÓN UNIVERSAL: En este Domingo de la Palabra de Dios presentamos al Señor nuestra oración con humildad y confianza.

1. Para que la Iglesia continúe caminando tras las huellas de Jesucristo, proclame con alegría el Evangelio y contribuya a aliviar las enfermedades y dolencias del pueblo. Roguemos al Señor.

2. Para que contemplemos la luz grande que brilla en medio de nosotros, incluso cuando habitamos en tierras oscuras. Roguemos al Señor.

3. Para que la Palabra de Dios sea proclamada con fe, acogida con gratitud, vivida con intensidad y testimoniada con pasión. Roguemos al Señor.

4. Por quienes pasan necesidad, por quienes sufren a causa de las guerras, las enfermedades, la soledad, la ancianidad, el abandono o la falta de trabajo, para que encuentren respuestas y compañía. Roguemos al Señor.

5. Para que anunciemos el Evangelio, no con sabiduría de palabras, sino con la eficacia de la cruz de Cristo. Roguemos al Señor.

6. Para que el Espíritu Santo llene los corazones de todos los cristianos, sea fermento de comunión y nos conceda el don de la unidad visible. Roguemos al Señor.

Dios Padre todopoderoso, que aumentas nuestra alegría y nos concedes gozar en tu presencia, haz que desaparezcan las divisiones entre los cristianos, aliméntanos con tu Palabra y suscita respuestas generosas en el corazón de quienes llamas para seguirte. Por Jesucristo, nuestro Señor. R. Amén

 

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HOMILÍA

 

QUERIDAS HERMANAS DOMINICAS: La primera lectura nos habla de luz y de gozo: «El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaba en tierra y sombras de muerte, y una luz les brilló. El pueblo había sufrido humillaciones, derrotas y momentos difíciles. Los territorios de Zabulón y Neftalí padecieron las incursiones de los pueblos del norte. Fueron desterrados, fueron despojados de sus bienes, tuvieron que vivir en tierras extranjeras en medio de sus enemigos.

Pero el Señor los volvió a mirar con amor, olvidó sus delitos, perdonó sus pecados y les permitió regresar a su tierra. Fue como un nuevo amanecer. El pueblo «caminaba en tinieblas», «habitaba en tierra y sombras de muerte». Y amanecieron días de paz, sin temores, jornadas serenas y tranquilas. Todo ello se expresa con una bella imagen: el pueblo «vio una luz grande»; «una luz les brilló». La acción realizada por el Señor se describe a través de la repetición de términos relacionados con la alegría: «Acreciste la alegría», «aumentaste el gozo»; «se gozan en tu presencia», Es el Señor quien acrece la alegría y quien aumenta el gozo.

El salmista manifiesta esta experiencia de luz y confianza: «El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar?»; «Una cosa pido al Señor, eso buscaré: habitar en la casa del Señor por los días de mi vida; gozar de la dulzura del Señor […]. Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida».

En ningún sitio de la tierra se puede realizar esto mejor que en un convento de Consagradas a Dios Trinidad. A nuestro alrededor hay mucha oscuridad. Vivimos en un mundo de pecado, de incertidumbres y falsas apariencias. Necesitamos luz, defensa y seguridad para vencer los temores que nos incapacitan para reaccionar. Nuestra oración se centra en ser y estar junto al Señor, gustar, ver y paladear su dulzura. Nadie como vosotras. La oración… el Señor es mi luz y mi salvación a quien temeré, el Señor es la defensa de mi vida quién me hará temblar?

Sin embargo también hay que reconocer que en estos tiempos  los que seguimos a Jesús no estamos unidos, ni formamos una sola Iglesia. Estos días celebramos la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos; y, por eso, hoy pedimos especialmente para que se pueda llegar a hacerse realidad el deseo de Domingo de la Palabra de Dios:  que todos los que creemos en Cristo formemos un solo Cuerpo, una comunidad unida de amor que lleguemos a superar nuestras divisiones.

Luego, en el evangelio vemos que el primer mensaje de Jesús al comenzar su predicación es la conversión. «Convertirse» quiere decir dar la vuelta, cambiar el sentido del camino. Es un cambio interior para con Dios, para con los hombres, para con el mundo. La conversión es una decisión que hay que tomar en cada una de nosotras ahora y no se puede postergar. Jesús agrega una motivación: «El reino de los cielos está cerca». En la medida en que cada uno de nosotros se vecíe se sí mismo, de su defectos y pecados, le puede llenar Dios. Como de esto os hablo todos los días no voy a insistir hoy, pero es el problema de la iglesia de todos los tiempos, especialmente los actuales, pero arriba, en curas, frailes y monjas, falta vivir el Evangelio, vivir a Cristo, convertirnos y se seguidores de Cristo en nuestras vidas

También en el evangelio de hoy Jesús realiza la elección de los cuatro primeros discípulos. Jesús no es un personaje solitario que desee realizar su obra sin colaboración de nadie. Necesitó y necesita nuestra ayuda, sobre todo de religiosas y sacerdotes santos.Pedro y su hermano Andrés pescan cerca de la orilla del lago. Jesús les dice: «Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres». No olvidemos esto, es Jesús el que no invita y nos ha invitado a seguirle en vida sacerdotal o religiosa, pero muchos no le han seguido sobre todo en estos tiempos, os felicito porque le habéis seguido.

La vocación cristiana se identifica con el seguimiento de Jesús. La vocación es siempre para una misión. Jesús llamó a sus discípulos para luego enviarlos a la misión. Pero para eso, lo primero es  estar con Jesús, escucharlo en la oración, y luego seguirlo  predicarlo, que los discípuls prediquen lo que Jesús les diga en la oración, sin oración personal, sin encuentro con Cristo en la oración no podemos predicarlo. Pero si no hay ratos de oración, de encuentro y diálogo con el Señor, si al sacerdote no se le ve todos los días haciendo oración junto al Sagrario….que no… que no podemos ayudar a los demás a que encuentren a Cristo, porque la oración personal es la única luz para el camino.

Pedro y Andrés no dudan ni un instante después de escucharle: «Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron». La palabra del Maestro encuentra rápido eco en el corazón de los pescadores. También Santiago y Juan repasan las redes con su padre Zebedeo y escuchan la llamada e, inmediatamente, dejan las redes, la barca y a su padre, y siguen a Jesús. Hoy necesitamos vocaciones, cristianas y sacerdotales y religiosas, es el problema más importante de la Iglesia actual, necesitamos obispos, sacerdotes y religiosas santas, pero para eso, escucharle a Cristo en la oración personal y de intercesión, de petición de vocaciones.Porque Jesús continúa pasando a nuestro lado, la lado de todos los hombres y nos mira como miró a Pedro, Andrés, Santiago y Juan y nos invita a seguirlo, para que seamos anunciadores de la luz, antorchas vivientes capaces de iluminar las sombras de muerte en que yace el mundo. para que seamos buenos cristianos, o buenos sacerdotes y religiosas.

Jesús continúa mirándonos personalmente y sigue invitándonos: «Venid en pos de mí». Seguir a Jesús todos los días en vida santa por medio de la oración personal y diaria es la tarea principal de los llamados, de los que quieren segur a Cristo en santidad y vida apostólica.

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En este Domingo de la Palabra de Dios presentamos al Señor nuestra oración con humildad y confianza.

1. Para que la Iglesia continúe caminando tras las huellas de Jesucristo, proclame con alegría el Evangelio y contribuya a aliviar las enfermedades y dolencias del pueblo. Roguemos al Señor.

 2. Para que contemplemos la luz grande que brilla en medio de nosotros, incluso cuando habitamos en tierras oscuras. Roguemos al Señor.

3. Para que la Palabra de Dios sea proclamada con fe, acogida con gratitud, vivida con intensidad y testimoniada con pasión. Roguemos al Señor.

4. Por quienes pasan necesidad, por quienes sufren a causa de las guerras, las enfermedades, la soledad, la ancianidad, el abandono o la falta de trabajo, para que encuentren respuestas y compañía. Roguemos al Señor.

5. Para que anunciemos el Evangelio, no con sabiduría de palabras, sino con la eficacia de la cruz de Cristo. Roguemos al Señor.

6. Para que el Espíritu Santo llene los corazones de todos los cristianos, sea fermento de comunión y nos conceda el don de la unidad visible. Roguemos al Señor.

 

DIOS Padre todopoderoso, que aumentas nuestra alegría y nos concedes gozar en tu presencia, haz que desaparezcan las divisiones entre los cristianos, aliméntanos con tu Palabra y suscita respuestas generosas en el corazón de quienes llamas para seguirte. Junta las manos. Por Jesucristo, nuestro Señor. R. Amén.

 

Bendición solemne:

El Señor esté con vosotros.

R. Y con tu espíritu.

 

--Inclinaos para recibir la bendición: El Señor os bendiga y os guarde todo mal.

R. Amén.

--Haga brillar su rostro sobre vosotros y os conceda su favor. R. Amén. --Vuelva su mirada a vosotros y os conceda la paz.

R. Amén.

Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo +, y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros y os acompañe siempre.

 R. Amén.

La alegría del Señor sea nuestra fuerza.

 

PODÉIS IR EN PAZ.

 R. Demos gracias a Dios.

 

 

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2 de febrero: PRESENTACIÓN DEL SEÑOR (Purificación de la Virgen)

 

Queridos hermanos, especialmente queridas hermanas religiosas dominicas, consagradas a Dios por la salvación de todos los hombres; hoy estamos celebrando un día especial para vosotras y para toda la Iglesia. Celebramos la Jornada Mundial de la Vida Consagrada, con el título de LA VIDA CONSAGRADA CON MARÍA, ESPERANZA DE UN MUNDO SUFRIENTE.

Se cumplen 20 años del Gran Jubileo 2000, convocado por el Papa san Juan Pablo II con el objetivo de que la Iglesia se preparara para cruzar el umbral del tercer milenio de la era cristiana, la cual comenzara 2000 años atrás, con el nacimiento de Cristo, punto culminante de la historia de la salvación.

Hemos querido culminar este ciclo con un año centrado en la persona de la Virgen María, supremo modelo de vida consagrada, madre de la esperanza en Dios, de la vida eterna. Las personas de especial consagración, con su palabra, con su acción, pero sobre todo con su propia vida, son testigos y anuncio de esta esperanza, viven con plenitud para la vida eterna ya en este mundo, renunciando a muchas cosas de la vida presente que se acaba. La Iglesia nos pide a todos, pero especialmente a vosotras, que de María y con María, Madre de la Esperanza, aprendamo a vivir esperando solo a Dios.

Cuando rezamos la popular oración del “Acordaos”, que desde niños lo hacíamos, pero hoy desgraciadamente de 40 años para abajo ni la saben… le decimos a la Virgen que jamás se ha oído decir que fuese abandonado por Ella ninguno de cuantos han acudido a su amparo, reclamando su protección e implorando su auxilio. Y en la Salve nos dirigimos a Ella como “Esperanza nuestra”. María esperó siempre en Dios, desde la Anunciación. Ella con su vida y oración nos enseña a esperar a todos sus hijos. Por eso, recurrimos a ella, como madre de nuestra esperanza eterna.

Las personas que viven una especial consagración a Dios están especialmente llamadas a ser, con María, maestras y testigos de esta esperanza. Pero, ¿qué es exactamente la esperanza? El Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña que «es la virtud teologal por la que aspiramos al Reino de los cielos y a la vida eterna como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos no en nuestras fuerzas, sino en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo» (n. 1817). Y María, en efecto, así lo hizo en su vida y confió en las promesas de Dios, con esperanza cierta de que se cumplirían: Dios redimiría a su Pueblo.

Ella, que era virgen, fué Madre del Hijo de Dios por obra y gracia del Espíritu Santo. Este Hijo, que en nada se diferenciaba de cualquier otro niño pobre, pequeño y desvalido, sería Luz de las naciones y Salvador del mundo, como pofetizó Simeón en este día al cogerlo en sus brazos.

María, cuando le vio maltratado y crucificado no perdió la esperanza de que resucitaría, venciendo a la muerte. Y con esa esperanza, María, madre de la esperanza, cuando vio el desconsuelo y la desesperación de los discípulos tras el Viernes Santo, ahí estaba «Ella, y no dejó de confiar en que su hijo resucitaría, es más, cuando los apóstoles seguían con miedo y las puertas cerradas por miedo a los judios, ella se reunió con ellos en el Cenáculo y recibieron el Espíritu Santo en Pentecostés, que les fortaleció en su esperanza, y salieron con fuerza a predicar para que la Iglesia crecería y cumpliría su misión de llevar el Evangelio al mundo entero, porque el Reino de su Hijo no tendrá fin. (n. 1818). 

Así, también hoy, nuestra Madre continúa alentando desde el Cielo nuestra esperanza;y los consagrados participáis de esta misión de llevar esperanza a un mundo sufriente; María, y con Ella, vosotras, las monjas dominicas, sois  fuente de esperanza para el mundo porque renunciais a la vida de este mundo para rezar, sacrificar vuestras vidas y conseguir para todos los hombres el reino de los Cielos donde«ya no habrá muerte, ni duelo, ni llanto ni dolor».

En este domingo de la esperanza cristiana, todos, especialmente vosotras, vidas consagradas, debéis anticipar ese Reino a este mundo, mediante vuestras buenas obras, llenas de fe, esperanza y caridad en vuestros claustros. Solo así seréis «estrellas de esperanza», luces de esperanza y salvación para este mundo.

Jesucristo es ciertamente la luz por antonomasia, el sol que brilla sobre todas las tinieblas de la historia. Pero para llegar hasta Él necesitamos también luces cercanas, personas, como vosotras, que dais luz a este mundo reflejando la luz de Cristo, ofreciendo así orientación para nuestra travesía.

Todas vosotras, vidas consagradas, recordadas y celebradas en este día, tenéis que ser santas. Y ¿quién mejor que María podría ser para todos nosotros modelo y estrella de esperanza; Ella por su hijo es vida y esperanza nuestra. A ella rezamos e invocamos especialmente en este día por mandato de nuestra madre la Iglesia Así lo hacemos y así sea.

 

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11 de febrero: VIRGEN DE LOURDES: jornada mundial del enfermo

 

Queridos hermanos y hermanas: Hoy, 11 de febrero, celebramos, estamos celebrando la fiesta de la Virgen de Lourdes, y como la Virgen y por la Virgen de Lourdes se han curado y siguen necesitando ser curadas muchas personas de sus enfermedades y dolencias físicas y espirituales, las tenemos en cuenta a todas y por todos ellos y ellas celebramos hoy en este día también la Jornada Mundial del Enfermo, de todos los enfermos. Rezaremos y ofreceremos nuestra oración, pero sobre todo la santa misa que es  la vida entera, muerte y resurrección de Cristo Jesús que curó y sigue curando a muchos enfermos de cuerpo y de alma.

En el Evangelio de hoy Jesús es el personaje principal, pero deja a su Madre un humilde protagonismo, como le deja diariamente en Lourdes, con todo lo que allí ocurre. Jesús, invitado a una fiesta de bodas con sus discípulos, hace allí su primer “signo”.

María, discretamente, pero qué atenta y cuidando de todos y de todo, se da cuenta de la necesidad de los nuevos esposos, y prudentemente lo hace saber a Jesús, intercediendo por ellos: «No tienen vino» (Jn 2,3).

A pesar de que la respuesta de Jesús parecía más bien evasiva, por no decir negativa, acto seguido María como mujer y madre, hace una advertencia a los servidores: «Haced lo que Él os diga» (Jn 2,5). Ella no sabía qué haría Jesús, pero como era hijo suyo y le conocía muy bien, como toda madre a sus hijos, debía pensar: ¡haga lo que haga, hará lo mejor! Y no se equivocó.

El resultado ya lo conocemos: la gran abundancia mesiánica del “vino mejor” que hace que el maestresala quede extrañado y que los discípulos reafirmen su fe en Jesús.

Quisiera subrayar la eficacia de la simple presencia de María en la fiesta de las bodas: con sensibilidad femenina, descubre lo que falta, y con prudencia de madre se lo comunica a su Hijo. Ésta es la preciosa tarea de María en nuestra vida y en la Iglesia. No la olvidemos nunca a María en nuestra vida. Recordemos aquí las palabras del Papa Francisco sobre el papel de María y de la mujer en general, en la Iglesia: «La mujer es imprescindible en la Iglesia. María, una mujer, es más importante que los obispos. El genio femenino es necesario en los lugares en los que se toman decisiones importantes».

No olvidemos nunca que hay muchas carencias en la Iglesia, en nuestras parroquias, en nuestras familias, en nuestra vida personal, que María descubre y presenta a Jesús; ¡y su intercesión siempre es eficaz!         Pero para eso es necesario invitar a Jesús y a María a participar en nuestras vidas. Invitarlos. Es necesario también, y sobre todo, que hagamos todo lo que Jesús nos diga.

Amados hermanos, Amad a María y ella nos llevará y llegaremos a Jesús, como tanto se repetia y se practicaba en nuestros años juveniles en el seminario, incluso en las parroquias... Ahora,no sé.

 

Y quiero terminaresta breve homilía, queridos hermanos, recordando lo que os decía al principio: que en este día de la Virgen de Lourdes, nuestra madre la Iglesia, atenta siempre a las necesidades de sus hijos, celebra, celebramos también todos sus hijos la Jornada Mundial del Enfermo, para rezar y expresar nuestra cercanía con todos los enfermos, con todos los que de una u otra forma viven la experiencia del dolor humano, físico o psicológico, espiritual.., la experiencia de la enfermedad.

Rezamos hoy por ellos y ofrecemos los sufrimientos, la muerte y resurrección de Cristo y nuestra comunión con Él en esta Eucarístía para que reciban animo a vivir con esperanza, confiando siempre en que la misericordia de Dios está presente con ellos.

Al celebrar esta eucaristía deseamos unirnos espiritualmente al sufrimiento de todos los enfermos que están hospitalizados o son atendidos por sus familias y les expresamos así nuestro afecto y cariño, especialmente a los de casa, siguiendo a Cristo Jesús que ante los sufrimientos espirituales y materiales del hombre se inclinó y sigue inclinándose y curando y atendiendo a cada uno con  afecto y la solicitud de la Iglesia y de todos los cristianos.

 Así sea y así se lo pedimos en esta santa misa donde Él se hace presente y se ofrece como siempre por nuestra salud de cuerpo y de alma, pero hoy especialmente por los enfermos que lo necesitan.

 

 

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19 de marzo: SOLEMNIDAD: SAN JOSÉ, ESPOSO DE LA VIRGEN MARÍA

PRIMERA LECTURA: 2 Samuel  7, 4-5a. 12-14a.16

        La solemnidad de San José en el interior de la Cuaresma, lejos de ser un obstáculo, ayuda a encontrar un modelo de respuesta generosa a la llamada de Dios. La liturgia de este día en honor de San José pone de relieve las características de este hombre humilde y silencioso que ocupó un puesto de primer plano en la Encarnación del Hijo de Dios en la historia. Es el hombre justo y fiel a quien Dios quiso escoger para ponerlo al frente de su familia: creyó contra toda esperanza  y en silencio cumplió la voluntad de Dios.

 

SEGUNDA LECTURA: Romanos 4, 13. 16-18. 22

       

        La economía divina de la justificación por la fe no es nueva. A Abrahán le fue imputado en  justicia un simple acto de fe interna con que dio gloria a Dios. Y a esta fe están ligadas las promesas que el Patriarca recibió de Dios mucho antes de que la Ley se diera. Esto que en Abrahán acaeció fue un ejemplo de lo que había de acaecer en todos los imitadores de su fe. San José, esposo de la Virgen María, fue un modelo de fe en el seguimiento de la voluntad del Señor. Dios, en la realización de sus planes, muchas veces exige en el hombre una  total sumisión y confianza en sus promesas: “Pues a Abrahán y a su posteridad  no le vino por la Ley la promesa de que sería heredero del mundo, sino por la justicia de la fe”.

 

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 1,16.18-21A

 

QUERIDOS HERMANOS: Estamos celebrando la fiesta de San José. La fiesta a San José es un reconocimiento por parte del pueblo cristiano a su misión perfectamente cumplida de padre adoptivo de Jesús y esposo virginal de la Virgen María.

        Como S. José ayudó a formar al primero y único Sacerdote Jesucristo, convirtiendo su hogar en el primer seminario, la Iglesia Católica celebra en este día el día del seminario, de orar y rezar por las vocaciones sacerdotales y la santidad de los sacerdotes. Reconozco que dado mi amor al Seminario y coincidiendo con la colecta y oraciones que hay que hacer en nuestra diócesis por esta intención, la mayor parte de los años he predicado para fomentar estas intenciones, necesitamos vocaciones, sacerdotes santos. Pero este año, teniendo presente estas intenciones quiero mirar un poco a S. José como ejemplo de santidad cristiana, sin perder el horizonte de las vocaciones y el Seminario.

 

        1.-San José merece fue pieza clave en la Historia de la Salvación. Merece nuestro homenaje cristiano y admiración No conviene olvidar en este sentido, que este santo varón, probado con “dolores y gozos”, tuvo una vida tejida de las más extremas contradicciones, vencidas y superadas con fe y amor a Dios, nuestro Padre.

Por una parte, el mismo Dios hecho hombre, el Señor Jesucristo, le llamó con el más grande y dulce apelativo de padre; fue esposo de la mujer más grande que ha existido y existirá para los cristianos: María, dulce nazarena, Virgen guapa, madre del alma. Pero antes, este hombre tuvo que creer por una intervención especial de Dios en lo que supone una serie fortísima duda y recelos pues “Antes de haber convivido conoció que ella (su esposa María)había concebido por obra del E.Santo”

        Esta fué la primera prueba que tuvo que superar S. José. Él no ha  tenido relación con ella y está en estado.La prudencia humana le sugiere normas de venganza: delatar a la culpable para que muera apedreada, según la ley. Pero el “varón justo” quiere sobreponerse. Y porque no acierta a compaginar dos cosas irreconciliables, decide remitir el juicio a Dios y abandonar a su esposa, pero “en secreto”, para no difamarla. Es lo que en las horas de la noche está dando vueltas en su febril y atormentado corazón.

 

        2.- “Mientras pensaba estas cosas”, Dios quiere esclarecer el misterio. Y el ángel baja del cielo para restaurar la paz en la tierra: “José, no tengas recelos en tomar a María por esposa, porque lo que en ella hay es obra del Espíritu Santo” (Mt 1, 20). Se acabó la tortura. Se disiparon las dudas. En los labios torturados refloreció la sonrisa. La vida volvió a discurrir por sus cauces normales.

        Por todo esto no tiene nada de particular, que a lo largo de la historia y a lo largo de la liturgia de hoy, la Iglesia destaque como la nota más sobresaliente de este hombre humilde y silencioso, que ocupó un puesto de primer plano en la Encarnación del Hijo de Dios, la cualidad de “hombre justo”. José es «el hombre justo» (Mt 1, 19), al que ha sido confiada la misión de esposo virgen de la más excelsa entre las criaturas y de padre virginal del Hijo del Altísimo. Qué fe y confianza de José en la Virgen que mereció la manifestación y revelación del Padre.

                3.- José frente al misterio desconcertante de la maternidad divina de María creyó en la palabra del ángel: «la criatura que hay en ella viene del  Espíritu Santo» (Mt 1, 20), y cortando toda vacilación obedeció a su mandato: «no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer» (ib). Con más fe que Abrahán, hubo de creer en lo que es humanamente inimaginable: la maternidad de una virgen y la encarnación del Hijo de Dios. Por su fe y obediencia mereció que estos misterios se cumpliesen bajo su techo.

 

        4.- El título más glorioso de San José es que Dios lo eligió para hacer las veces de padre de Jesús, ser su padre adoptivo. Y la verdad es que la gente no notó nada. Por eso no tiene nada de particular que el prefacio de la misa de hoy lo mencione como motivo de alabanza a Dios.    5- La solemnidad que estamos celebrando hoy la Iglesia la titula: San José, esposo de la Virgen María. Qué gloria para José haber tenido por esposa la mujer más grande y llena de gracia de la tierra, que nos dio al hijo de Dios hecho hombre en su seno.

 

        5.- En la primera oración de hoy se nos dice que Dios confió «los primeros misterios de la salvación de los hombres a la fiel custodia de San José». Por eso podemos esperar que seguirá ayudando a la Iglesia, depositaria de dichos misterios salvadores. Y como Jesús fue el primer sacerdote y su hogar el primer seminario es la razón por la que la Iglesia celebra en este día el DIA DEL SEMINARIO, de pedir por las vocaciones y la formación santa de los seminaristas, de los futuros sacerdotes. Por eso ha sido nombrado patrono de la Iglesia.

        José, además, fue modelo de vida cristiana. Si el cristianismo es fundamentalmente una relación de amor personal con Jesucristo, San José mantuvo unas relaciones cordiales permanentes con Jesús. Viviendo bajo el mismo techo durante la infancia y la juventud de Jesús, José compartió la mayor intimidad, a la que estamos invitados nosotros. Vivir unidos a Cristo con naturalidad e intensidad es el programa del cristiano en medio de sus actividades ordinarias.

       

6.- Quizá esto tenga que ver mucho con que San José hay sido nombrado protector de los Seminarios y  de las vocaciones. A primera vista no se ve relación especial del obrero de Nazaret con los seminaristas, ya que José no fue sacerdote. Pero sí estuvo en contacto diario con el sumo sacerdote de la Nueva Alianza, asistió a la formación lenta del modelo y fundador del sacerdocio cristiano, Jesucristo.

La Iglesia nos pone a los cristianos la figura de San José como digno de imitación. Que Él proteja a los padres, a los obreros y a los seminaristas. Y nos conceda a todos ser justos y gozar de la intimidad con Cristo y con María, con la entrega y fidelidad en el amor como Él.

 

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        QUERIDOS HERMANOS: Estamos celebrando la fiesta de San José. Esta fiesta, aunque sea Solemnidad para la liturgia de la Iglesia, tal vez encajaría mejor en el ambiente de Navidad, que en este tiempo de Cuaresma. La fiesta a San José es un reconocimiento por parte del pueblo cristiano a su misión perfectamente cumplida  y quedó situada  esta fecha con fuerza desde su tardía colocación en el siglo XV. En este sentido, podemos interpretarla por parte de la liturgia como un respiro dentro de la Cuaresma.

        Reconozco que dado mi amor al Seminario y coincidiendo con la colecta y oraciones que hay que hacer en nuestra diócesis por esta intención, la mayor parte de los años he predicado para fomentar estas intenciones. Así que empiezo pidiendo perdón al Santazo de San José y este año, todo para Él, sin perder el horizonte de las vocaciones y Seminario.

        1.- San José merece esta solemnidad y mi pobre homilía, porque fue pieza clave en la Historia de la Salvación. Merece nuestro homenaje cristiano y admiración no sólo para llenar de sentido y luz  todo el oscuro y doloroso papel en la vida de Jesús. No conviene olvidar en este sentido, que este santo varón, probado con “dolores y gozos”, tuvo una vida tejida de las más extremas contradicciones: Por una parte, el mismo Dios, hecho hombre, le llamó con el más grande y dulce apelativo de padre; fue esposo de la mujer más grande que ha existido y existirá para los cristianos: María, dulce nazarena, Virgen guapa, madre del alma. Pero antes, este hombre tuvo que creer en la intervención especial de Dios en lo que supone una serie fortísima de humillaciones, dudas y recelos, las más dolorosas para el hombre, creyendo que el niño de su esposa viene de Dios: “Antes de haber convivido conoció que ella había concebido por obra del Espíritu Santo.”

        Es la primera noticia y la primera contradicción que tenemos de José. Están frente a frente dos realidades incompatibles e innegables: la santidad de Maria y el pecado manifiesto. La tortura de José es evidente: grita la dignidad, se revuelve el corazón, claman los derechos de esposo. Sabía que María era honrada, Él no ha  tenido relación con ella, y está en estado…Todo esto es lo que vuelve y revuelve en su cabeza José. Fluctúa en un angustioso penduleo espiritual y se pregunta una y mil veces si será falso el concepto que se había formado de su esposa o habrá que negar la realidad que tiene ante sus ojos. La prudencia humana le sugiere normas de venganza: delatar a la culpable para que muera apedreada, según la ley. Pero el “varón justo” quiere sobreponerse. Y porque no acierta a compaginar dos cosas irreconciliables, decide remitir el juicio a Dios y abandonar a su esposa, pero “en secreto”, para no difamarla. Es lo que en las horas de la noche está dando vueltas en su febril y atormentado corazón.

 

        2.- “Mientras pensaba estas cosas”, Dios quiere esclarecer el misterio. Ha recibido el holocausto de estos dos corazones sometidos a prueba. Ha encontrado fieles a quienes quiere someter la tutela de su Hijo. Y el ángel baja del cielo para restaurar la paz en la tierra: “José, no tengas recelos en tomar a María por esposa, porque lo que en ella hay es obra del Espíritu Santo” (Mt 1, 20). Se acabó la tortura. Se disiparon las dudas. En los labios torturados refloreció la sonrisa. La vida volvió a discurrir por sus cauces normales.

        Por todo esto no tiene nada de particular, que a lo largo de la historia y a lo largo de la liturgia de hoy, la Iglesia destaque como la nota más sobresaliente de este hombre humilde y silencioso, que ocupó un puesto de primer plano en la Encarnación del Hijo de Dios, la cualidad de “hombre justo”. José es «el hombre justo» (Mt 1, 19), al que ha sido confiada la misión de esposo virgen de la más excelsa entre las criaturas y de padre virginal del Hijo del Altísimo.

        Es “justo” en el sentido pleno del vocablo, que indica virtud perfecta, que se identifica con lo que nosotros entendemos por santidad.  Una justicia, pues, que penetra todo su ser, mediante una total pureza de corazón y de vida y una total adhesión a Dios y a su voluntad. Todo esto es un cuadro  de vida humilde y escondida como ninguna, pero resplandeciente de fe y amor. «El justo vivirá de la fe» (Rm 1, 17); y José, el «justo» por excelencia, vivió en grado máximo de esta virtud.      

 

        3.- Muy oportunamente la segunda Lectura (Rm 4, 13.16- 18. 22) habla de la fe de Abrahán, presentándola como tipo y figura de la de José. Abrahán «creyó contra toda esperanza» (lb 18), que llegaría a ser padre de una gran descendencia y continuó creyéndolo aun cuando, por obedecer una orden divina, estaba dispuesto a sacrificar a su hijo único. José frente al misterio desconcertante de la maternidad divina de María creyó en la palabra del ángel: «la criatura que hay en ella viene del  Espíritu Santo» (Mt 1, 20), y cortando toda vacilación obedeció a su mandato: «no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer» (ib). Con más fe que Abrahán, hubo de creer en lo que es humanamente inimaginable: la maternidad de una virgen y la encarnación del Hijo de Dios. Por su fe y obediencia mereció que estos misterios se cumpliesen bajo su techo.

 

        4.- El título más glorioso de San José es que Dios lo eligió para hacer las veces de padre de Jesús, ser su padre adoptivo. Y la verdad es que la gente no notó nada. Por eso no tiene nada de particular que el prefacio de la misa de hoy lo mencione como motivo de alabanza a Dios. José como tantos padres adoptivos de hoy, salvando diferencias, son dignos de alabar  porque vuelcan el cariño de su corazón sobre hijos que no engendraron y por eso pueden hacernos comprender el papel de San José.

        Aceptando la paternidad del Hijo de Dios, le consagró su atención más que si fuera suyo. Parece que este privilegio personal de José no tiene posible réplica en nosotros. Pero no es así. Si bien sólo Él recibió el encargo de ser padre social de Jesús, los cristianos estamos llamados a ser familia espiritual de Cristo, al decirnos Él mismo: «El que cumple la voluntad de mi Padre celestial, ése es mi madre y mis hermanos». También podría haber dicho Jesús: Quien hace la voluntad del Padre del cielo como José, ése es mi padre.   

 

        5- La solemnidad que estamos celebrando hoy la Iglesia la titula: San José, esposo de la Virgen María. Qué gloria para José haber tenido por esposa la mujer más grande y “graciosa”  (llena de gracia) de la tierra, que nos dio al Verbo de la Vida, y quiso ser madre de todos los hombres. Como hemos dicho, es un título glorioso y sacrificado. Porque José fue un marido humanamente enamorado de su mujer María, más que cualquier esposo.

        Pero, al mismo tiempo, José tuvo que convertir ese enamoramiento natural hacia su esposa en un respetuoso amor hacia el misterio maternal encerrado en el seno de María. Castidad conyugal, no por libremente asumida, menos sacrificada. Al menos Dios quiere que la vida sea respetada y deseada y el amor es un peligro, cuando se reduce sólo a sexo. Y así está el mundo. Mucho sexo y poco amor y respeto al otro. Me apetece como un caramelo, me apetece porque me da sexo, pero tiene otras cualidades, más importantes, que debo descubrir: paisajes de alma, de inteligencia, de ternura, de sacrificio por mí que valen más que el puro sexo. Para qué quiero una mujer todo cuerpo si no tiene alma, si no me ama. Para qué un Apolo de hombre, si no me ama, si sólo es cuerpo.   

 

        6.- En la primera oración de hoy se nos dice que Dios confió «los primeros misterios de la salvación de los hombres a la fiel custodia de San José». Por eso podemos esperar que seguirá ayudando a la Iglesia, depositaria de dichos misterios salvadores. Y en la segunda oración se afirma que José «se entregó por entero a servir a Jesús». Por eso ha sido nombrado patrono de la Iglesia.

        También cada uno de los cristianos debemos amar a la Iglesia, como Él la amó en la pequeña Iglesia de Nazaret. Hoy se lleva mucho criticar a la institución eclesial, como si fuera algo ajeno. Hay católicos que arrojan piedras al tejado de su propio hogar espiritual. En lugar de ser francotiradores contra la Iglesia, deberíamos ser todos los fieles como escaparates de la Iglesia, donde los no creyentes vieran un hogar de salvación digno de ser amado.

        José, además, fue modelo de vida cristiana. Si el cristianismo es fundamentalmente una relación de amor personal con Jesucristo, San José mantuvo unas relaciones cordiales permanentes con Jesús. Viviendo bajo el mismo techo durante la infancia y la juventud de Jesús, José compartió la mayor intimidad, a la que estamos invitados nosotros. Vivir unidos a Cristo con naturalidad e intensidad es el programa del cristiano en medio de sus actividades ordinarias.

 

        7.- Quizá esto tenga que ver mucho con que San José haya sido nombrado protector de los Seminarios y  de las vocaciones. A primera vista no se ve relación especial del obrero de Nazaret con los seminaristas, ya que José no lo fue. Pero sí estuvo en contacto diario con el sumo sacerdote de la Nueva Alianza, Jesús. José asistió a la formación lenta del modelo y fundador del sacerdocio cristiano. Por eso el jefe de Nazaret sigue interesado por los seguidores de Jesús.
Otros pueden ponerse como ideales humanos a personas que destacan por su papel brillante en la sociedad. La Iglesia nos pone a los cristianos la figura de San José como digno de imitación. Que Él proteja a la familia espiritual de Jesús, a los padres, a los obreros y a los seminaristas. Y nos conceda a todos ser justos y gozar de la intimidad con Cristo y con María.

 

8.- Quiero terminar mi homilía con este himno de la Iglesia griega en honor de nuestro Santo: «Anuncia, oh José, los prodigios divinos que tus ojos han contemplado: tú has visto al infante reposar en el seno de la Virgen, lo has adorado con los Magos; has cantado gloria a Dios con los pastores según la palabra del Ángel: ruega a Cristo Díos para que nuestras almas sean salvas...        Tu alma fue obediente al divino mandato; colmado de pureza sin par, oh dichoso José, mereciste recibir por esposa a la que es pura e inmaculada entre todas las mujeres; tú fuiste el custodio de esa Virgen, cuando mereció convertirse en tabernáculo del Creador...    

Tú llevaste, de la ciudad de David a Egipto, a la Virgen pura, como a nube misteriosa que lleva escondido en su seno el Sol de justicia...

         Oh José, ministro del incomprensible misterio. Tú asististe con acierto al Dios hecho niño en la carne; le serviste como uno de sus ángeles; Él te iluminó al punto, y tú acogiste sus rayos espirituales.

        ¡Oh dichoso! Te mostraste esplendente de tu luz en tu corazón y en tu alma. El que con una palabra formó el cielo, la tierra y el mar, se llamó hijo del carpintero, hijo tuyo, oh admirable José. Fuiste hecho padre del que no tiene principio y que te honró como a ministro, de un misterio que excede toda inteligencia.

        ¡Qué preciosa fue tu muerte a los ojos del Señor, oh José  dichoso! Consagrado al Señor desde la infancia, fuiste el guardián sagrado de la Virgen bendita; y cantaste con ella el cántico: “Toda criatura bendiga al Señor y lo ensalce por los siglos”. Amén».

 

 

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29 DE JUNIO: SOLEMNIDAD DE SAN PEDRO Y SAN PABLO

 

QUERIDAS HERMANAS DOMINICAS: Con gozo celebramos hoy la fiesta de los Apóstoles S. Pedro y S. Pablo. Nuestra fe descansa y se apoya en el testimonio de Pedro, roca firme, que en nombre de la Iglesia de todos los tiempos, la Iglesia asentada sobre el cimiento de los apóstoles proclamó y declaró a Jesús como nos dice el evangelio de hoy: "Tú eres, el Cristo, el Hijo de Dios vivo". "Tú tienes palabras de vida eterna, a ¿quién vamos a acudir?"

Queridas hermanas dominicas que lo habéis entregado todo por Cristo renunciando al mundo y sus vanidades, con el Apóstol Pablo podéis decir: "Cristo es la piedra angular sobre la que se edifica la Iglesia y la nueva humanidad; no se nos ha dado otro nombre en el que podamos ser salvos".

En Él está nuestra esperanza de eternidad y de cielo ya comenzado y de la que estamos llamados a dar razón en medios de los hombres vosotras, como religiosas contemplativas y renunciando al mundo y yo como sacerdote celebatario entregado totalmente a Cristo.

Pedro, como primado y pastor supremo de la Iglesia de Cristo, nos confirma en la fe, y nos preside en la caridad. Nada ni nadie podrá derribar a la Iglesia por él presidida y asentada en esta misma y única fe que no es producto de la carne ni de la sangre, es decir, de la creación humana, sino don que viene de lo alto y nos alcanza por la gracia de la revelación divina: “Y Jesús, respondiendo, le dijo: Bienaventurado eres, Simón Pedro, hijo de Jonás, porque esto no te lo reveló nadie de carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos”.

De pecador, de negar a Jesús, de su fragilidad, que no es capaz de comprender y aceptar el misterio de la cruz: “Lejos de ti, tal cosa”, de estar dormido en la hora de la agonía de Jesús: “No habéis podido velar conmigo”, de negarlo tres veces, pasará después a decir por tres veces también: "Señor tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero, y recibirá de Jesús mismo el encargo de guiar y conducir a todo el Pueblo santo de Dios: “Apacienta mis ovejas” y por tres veces lo repitió Jesús, el Señor.

Hoy, queridas hermanas, también celebramos a san Pablo. En su camino de persecución fue alcanzado por la gracia y la misericordia infinita de Dios en el encuentro con Jesucristo resucitado, y de perseguidor pasa a ser su testigo más singular, hasta el punto de que su vida no la entiende él y no se entiende sino es en Cristo y con Él: "Para mí la vida es Cristo", dirá. "No soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí". "No quiero saber otra cosa que a Cristo y este crucificado". “No me glorío, si no es en la Cruz de Jesucristo”. "Yo no me hecho atrás en el anuncio del Evangelio porque él es fuerza de salvación para todo el que cree". Su vida desde aquel encuentro, que renueva y transforma, que hace nacer de nuevo y ser una nueva criatura, no tendrá otra razón de ser que dar a conocer el amor de Dios manifestado y entregado en Jesucristo, del que nada ni nadie nos puede apartar, como testifica Pablo mismo en toda su vida y en toda su empresa apostólica.

Toda su vida, en efecto, será testimonio y anuncio a todas las gentes de la gracia y de la benevolencia de Dios que se nos ha manifestado en Cristo Jesús. Así dirá: "¡Ay de mí sino evangelizare!" “Todo lo estimo basura y pérdida comparado con el conocimiento de mi Señor Jesucristo, el único mediador entre Dios y los hombres, en el que Dios nos ha bendecido con toda clase bienes espirituales y celestiales y nos llama a ser santos en Él e irreprochables por el amor”.

Aquí, precisamente, en lo que recibimos de Pedro y de Pablo, está nuestra identidad como creyentes, aquí está lo que somos. Lo que cuenta es poner en el centro de la propia vida a Jesucristo. Nuestra identidad de hombres y de cristianos queda marcada por el encuentro con Jesucristo, de ahí, de Él, brota nuestra vida: de la comunión con Cristo, con su vida y con su palabra.

Por eso toda nuestra vida depende de esta unión y para esta unión permanente y total no hay otro camino que la oración-conversión, como repetiré toda mi vida. Tres años estuvo Pablo retirado en oración y penitencia en los desiertos de Arabia durante los cuales el Espíritu Santo le instruyó en los caminos de Dios.

No tenemos a otro que a Cristo que dé sentido a nuestro vivir, que llene de luz y de verdad y de amor nuestras vidas, que dé eficacia a nuestro apostolado, sólo y únicamente a Jesucristo. No tenemos a otro en quien encontremos la salvación, si no es Cristo. A su luz cualquier otro valor tiene que ser recuperado y al mismo tiempo purificado de eventuales escorias. El es nuestra vida y salvación, nuestra riqueza y nuestro todo. Pero no sólo para nosotros, los cristianos, sino para todos los hombres. Y con Pedro y con Pablo no podemos silenciarlo. Y con Pedro y con Pablo estamos llamados a no echarnos atrás en el anuncio de Jesucristo, en el dar testimonio de Él y en el vivir del todo por Él y para Él, sobre todo, porque este es el sentido y la finalidad de vuestra vocación o llamada de Cristo a ser religiosas contemplativas dedicadas totalmente a salvaros salvando el mundo y yo, como sacerdote, no tienen otro sentido que hacer presente en el mundo a Cristo y su evangelio y salvación con nuestras vidas, testimonio y oración. 

Dar testimonio con obras y palabras de todo lo que somos; gastarnos y desgastarnos en nuestra propia vida, anunciando a Jesucristo, dándole a conocer, porque únicamente en Él el hombre y la humanidad entera puede ser salvada, puede ser renovada y redimida del pecado, puede nacer de nuevo, puede ser hecha humanidad nueva de hombres nuevos, conforme a Jesucristo, que vivan la comunión de vida con Él, rescatados por su sangre que es la sangre misma del único Salvador, Hijo de Dios, donde se ve todo lo que Dios ama al hombre. Por eso, alegraos y dad gracias por vuestra vocación de religiosa y yo como sacerdote. Que los apóstoles Pedro y Pablo nos ayuden en esta tarea a la que ellos entregaron totalmente sus vidas como nosotros también, como sacerdote y religiosas, hemos entregado las nuestras. Así sea.

 

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29 junio :FIESTA DE SAN PEDRO, APÓSTOL

 

QUERIDOS HERMANOS: Nuestra parroquia celebra hoy la fiesta de su santo patrón. nuestra fe descansa y se apoya en el testimonio de Pedro, roca firme, que proclama en nombre de la Iglesia de todos los tiempos, la Iglesia asentada sobre el cimiento de los apóstoles: "Tú eres, el Cristo, el Hijo de Dios vivo". "Tú tienes palabras de vida eterna, a ¿quién vamos a acudir?" "Cristo es la piedra angular sobre la que se edifica la Iglesia y la nueva humanidad; no se nos ha dado otro nombre en el que podamos ser salvos". En Él está nuestra esperanza de la que estamos llamados a dar razón en medios de los hombres.

Pedro nos confirma en la fe, y nos preside en la caridad. Nada ni nadie podrá derribar a la Iglesia por él presidida y asentada en esta misma y única fe que no es producto de la carne ni de la sangre, es decir, de la creación humana, sino don que viene de lo alto y nos alcanza por la gracia de la revelación divina.

De pecador, de negar a Jesús, de su fragilidad, que no es capaz de comprender y aceptar el misterio de la cruz, de estar dormido en la hora de la agonía de Jesús, de negarlo tres veces, pasará después a decir por tres veces también: "Señor tú sabes que te quiero, tú sabes que te quiero, tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero y recibirá de Jesús mismo el encargo de guiar y conducir a todo el Pueblo santo de Dios: “Apacienta mis ovejas”.

Hoy también celebramos a san Pablo. En su camino de persecución fue alcanzado por la gracia y la misericordia infinita de Dios en el encuentro con Jesucristo resucitado, y de perseguidor pasa a ser su testigo más singular, hasta el punto de que su vida no la entiende él y no se entiende sino es en Cristo y con Él: "Para mí la vida es Cristo", dirá. "No soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí". "No quiero saber otra cosa que a Cristo y este crucificado". “No me glorío, si no es en la Cruz de Jesucristo”. "Yo no me hecho atrás en el anuncio del Evangelio porque él es fuerza de salvación para todo el que cree".

Su vida desde aquel encuentro, que renueva y transforma, que hace nacer de nuevo y ser una nueva criatura, no tendrá otra razón de ser que dar a conocer el amor de Dios manifestado y entregado en Jesucristo, del que nada ni nadie nos puede apartar, como testifica Pablo mismo en toda su vida y en toda su empresa apostólica.

Toda su vida, en efecto, será testimonio y anuncio a todas las gentes de la gracia y de la benevolencia de Dios que se nos ha manifestado en Cristo Jesús. Así dirá: "¡Ay de mí sino evangelizare!" “Todo lo estimo basura y pérdida comparado con el conocimiento de Jesús, el único mediador entre Dios y los hombres, en el que Dios nos ha bendecido con toda clase bienes espirituales y celestiales y nos lama a ser santos en Él e irreprochables por el amor”.

Aquí, precisamente, en lo que recibimos de Pedro y de Pablo, está nuestra identidad, aquí está lo que somos. Lo que cuenta es poner en el centro de la propia vida a Jesucristo. Nuestra identidad de hombres y de cristianos queda marcada por el encuentro con Jesucristo, de ahí, de Él, brota nuestra vida: de la comunión con Cristo, con su vida y con su palabra.

No tenemos a otro que a Cristo que dé sentido a nuestro vivir, que llene de luz y de verdad y de amor que a Jesucristo. No tenemos a otro en quien encontremos la salvación, si no es Cristo. A su luz cualquier otro valor viene recuperado y al mismo tiempo purificado de eventuales escorias. El es nuestra riqueza y nuestro todo. Pero no sólo para nosotros, los cristianos, sino para todos los hombres. Y con Pedro y con Pablo no podemos silenciarlo. Y con Pedro y con Pablo estamos llamados a no echarnos atrás en el anuncio de Jesucristo, en el dar testimonio de Él y en el vivir del todo por Él y para Él.

Por eso nosotros, en los tiempos que Dios nos ha concedido, no realizar otra cosa que no sea precisamente la evangelización: dar testimonio con obras y palabras de todo lo que somos; gastarnos y desgastarnos en nuestra propia vida, anunciando a Jesucristo, dándole a conocer, porque únicamente en Él el hombre y la humanidad entera puede ser renovada, puede nacer de nuevo, puede ser hecha humanidad nueva de hombres nuevos, conforme a Jesucristo, que vivan la comunión de vida con Él, rescatados por su sangre que es la sangre misma de Dios, donde se ve todo lo que Dios ama al hombre.

 

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25 de julio: SOLEMNIDAD: SANTIAGO, APÓSTOL, PATRÓN DE ESPAÑA.

 

          PRIMERA LECTURA: Hechos 4, 33; 5, 12. 27-33; 12.

 

        La primera Lectura es un acta del martirio del apóstol Santiago, el primer apóstol que entregó su vida por el Evangelio de Cristo y bebió el cáliz anunciado por Jesús. En contraste con la acogida que los paganos dan al Evangelio, Lucas relata una nueva persecución de la Iglesia de Jerusalén. Ahora es Herodes Agripa quien toma la iniciativa para complacer a los judíos. Este martirio, realizado para  ganarse la estima de los jefes, sobre todo fariseos, indica la categoría de este hombre avaricioso y cruel: “Hizo pasar a cuchillo a Santiago, hermano de Juan. Al ver que esto agradaba a los judíos decidió detener a Pedro… Mandó prenderlo y meterlo en la cárcel”.     

 

SEGUNDA LECTURA: 2 Corintios 4, 7-15

 

        La expresión “vasija de barro” es una buena imagen para comprender la debilidad del instrumento que Dios ha elegido. El barro es una materia de poco valor, que nos da a entender el tesoro que oculta. Es, además, frágil y se rompe con facilidad. Con este contraste es reconocida sin trabas la acción santificadora de Dios. Al experimentar en su vida la fuerza extraordinaria del Señor, el Apóstol percibe el contraste: “Mientras vivimos continuamente nos están entregando a la muerte, por causa de Jesús; para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal. Así, la muerte está actuando en nosotros, y la vida en vosotros”.

 

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS  20, 20-28

        QUERIDOS HERMANOS:

 

        1.- Todos los pueblos han creado héroes, que son como la personificación de su raza, como el espejo donde las generaciones se miran y encuentran esos rasgos comunes que hace un mismo pueblo.

        Alrededor del Apóstol Santiago ha sido creciendo una leyenda que los siglos han entretejido con caracteres épicos y cristianos hasta convertirle en el Santiago “matamoros” de la batalla del Clavijo, en caballo blanco y con lanza. La verdad que este Santiago matamoros nada tiene que ver con el Santiago, Apóstol de Jesucristo en España, cuya festividad celebramos hoy.

        La proclamación litúrgica de la Palabra, en esta solemnidad de nuestro patrón Santiago, nos obliga a purificar una vez más nuestra fe, recubierta de impurezas y accidentes a través de los siglos, para devolverla la primigenia originalidad, que le otorgó la predicación del Apóstol de Cristo en nuestra patria.

        2.- Cierto que el Apóstol Santiago tenía un carácter ardiente e impetuoso; bastaría hojear un poco el evangelio para encontrarnos con algunas frases y hechos que manifiestan coraje y decisión. Recordad aquel día que Cristo atravesaba la región de Samaría y los vecinos de un pueblo se negaron a que pasara por allí. Todos lo llevaron muy mal; pero Santiago se descolgó con este deseo: “Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo y los  consuma?” Jesús tuvo que reprenderle y pacíficamente se fueron a otra aldea. Cuando el Espíritu Santo se apodere de él no matará a nadie sino que se dejará matar por Cristo confesando su fe en Él.

        El prefacio de la misa de este día es un canto de alabanza y de acción de gracias a Dios por las virtudes de su Apóstol Santiago: «Porque Santiago, testigo predilecto de Cristo, anunció el Reino que viene por la muerte y resurrección de tu Hijo y, primero, entre los Apóstoles, bebió el cáliz del Señor».

        Todo apóstol es un testigo de Jesús, de su vida y resurrección. Pero Santiago es un testigo de excepción. El se halló presente en el Tabor, donde contempló la gloria del Mesías de Dios que luego en Getsemaní estaría muy cerca de Él, porque fue uno de los tres elegidos por Cristo, para que fueran testigos de su agonía y sufrimientos por todos los hombres.

        “Fue el primero que bebió el cáliz del Señor”. Todos los Apóstoles le bebieron, porque sufrieron el martirio. Santiago, siguiendo su carácter impetuoso, lo haría el primero de todos. Así se cumplió aquella promesa que le hicieron a Cristo él y su hermano de estar dispuestos a beber el cáliz de su muerte.   

 

3.- El himno de Vísperas nos describe su andadura apostólica junto a Cristo:

 

«Pues que siempre tan amado

 

Fuiste de nuestro Señor,

Santiago, apóstol sagrado,

sé hoy nuestro protector.

Si con tu padre y con Juan

pescabas en Galilea,

Cristo cambió tu tarea

por el misionero afán.

A ser de su apostolado

pasas desde pescador.

Por el hervor del gran celo

que tu corazón quemaba,

cuando Cristo predicaba

aquí su reino del cielo,

«Hijo del trueno» llamado

fuiste por el Salvador.

Al ser por Cristo elegido,

por él fuiste consolado,

viéndole transfigurado,

 de nieve y de sol vestido

y por el Padre aclamado

en la cumbre del Tabor

Cuando el primero a su lado

en el reino quieres ser,

Cristo te invita a beber

su cáliz acibarado;

y tú, el primero, has sellado

con tu martirio el amor.

En Judea y Samaría

al principio predicaste,

después a España llegaste,

el Espíritu por guía,

y la verdad has plantado

donde reinaba el error.

 

 

 

Santo adalid, patrón de las Españas, amigo del Señor: defiende a tus discípulos queridos, protege a tu nación.

El “podemos” que dijo con su hermano a Cristo parece oírse cuando se reza junto a su tumba en Santiago, porque ha hecho a España tierra de mártires cristianos, que a ejemplo de su Apóstol, han preferido la muerte antes de renunciar de Cristo y de la fe católica. En la guerra civil última fueron muchos miles los que, a ejemplo suyo, quisieron beber el cáliz de la muerte antes que abandonar su fe cristiana.

        3.- «Con su guía y patrocinio se conserva la fe en los pueblos de España y se dilata por toda la tierra». Uno de los rasgos de nuestro Apóstol fue su valentía por extender el evangelio de Jesucristo, viniendo hasta el «finis térrae» entonces conocido, hasta el final de la tierra entonces conocida. Según la tradición, a su muerte dejaba una comunidad cristiana en España, que andando los siglos, se convertiría en una gran nación, que extendería el cristianismo por enormes regiones de América y Asia. Dios quiera y nuestro santo patrón nos proteja para que no se pierda esta tradición misionera de España. Que las familias valoren el tesoro de la fe cristiana y sepan legarla a sus hijos como la mejor herencia.

        Queridos hermanos, pidamos al Apóstol Santiago que siga defendiendo la fe en España, hoy que es tan atacada abierta y constantemente por los mismos poderes estatales y mediáticos, por radio y televisión, por ministros ateos, que no saben entender el carácter laico del Estado o de respeto a las libertades religiosas y lo confunden con el laicismo o ateísmo.

        El “podemos” que dijo con su hermano a Cristo parece oírse cuando se reza junto a su tumba en Santiago, porque ha hecho a España tierra de mártires cristianos, que a ejemplo de su Apóstol, han preferido la muerte antes de renunciar de Cristo y de la fe católica. En la guerra civil última fueron muchos miles los que, a ejemplo suyo, quisieron beber el cáliz de la muerte antes que abandonar su fe cristiana.

       

        4.- Mantenerse fiel a la fe de Cristo, heredada del Apóstol Santiago, es tomarse en serio la transmisión de la misma a nuestros hijos de palabra y con nuestro ejemplo; es instruirse e instruirlos en ella, cumpliendo sus exigencias. Es hablar de ella, defender con nuestros votos, sabiendo a quien votamos, prefiriendo la fe a los honores y los puestos; es aceptar íntegro el evangelio, tanto en las partes que nos gusta como en las que no nos gusta.

        Mantenerse fiel a Cristo es procurar con eficacia que los valores del evangelio: el derecho a la vida, la fidelidad en el matrimonio, la educación religiosa en las escuelas… permanezcan sin leyes que favorecen los abortos, la eutanasia, los divorcios, las uniones

 

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.SEGUNDA HOMILÍA

 

Queridos hermanos: Santiago fue el primer evangelizador de las tierras hispanas, el «finis terrae» entonces conocido del mundo. A él debemos la primera siembra de la fe en Jesucristo en nuestra patria. Por eso es el patrono espiritual de España. Sin embargo, esa siembra ha corrido diversas suertes a través de la historia. Bueno sería, en este tiempo de secularización y materialismo, repensar un poco donde está el fundamento de la perseverancia en la fe.

        Podemos constatar ciertamente, cómo a través de los siglos, esta fe se ha mantenido, como rezaremos en el prefacio, no sólo en el suelo patrio sino también en todos los países. Esta semilla que ellos sembraron no sólo no se ha perdido, sino que se ha convertido, según la comparación evangélica, en un árbol tan grande que extendió sus brazos por todo el mundo, especialmente por América, Filipinas, Japón… etc. Justo es que celebremos con fe y devoción esta fiesta de nuestro santo Patrón Santiago, agradecidos a su apostolado, que nos hizo conocer a Cristo y su Salvación.

                1.- La primera Lectura nos dice que el apóstol cristiano debe anunciar y testimoniar a Jesucristo muerto y resucitado por nuestra salvación; al hacerlo, experimenta en sí mismo simultáneamente la fragilidad humana y la fuerza de Dios (segunda lectura), que culmina en la entrega de la propia vida, como servicio a los hermanos, a ejemplo de Jesús y del Apóstol Santiago (evangelio).

        El núcleo central de la primera lectura es el breve discurso que, en nombre de los demás Apóstoles, pronuncia Pedro ante el Sanedrín. Es una síntesis de los elementos esenciales del Kerigma apostólico que vemos verificados en todos los pregones de los Hechos de los Apóstoles: Primero: anuncio y testimonio de la muerte y resurrección gloriosa de Jesús de Nazaret; segundo: este Jesús muerto y resucitado nos trae la salvación mediante el perdón de los pecados; finalmente, esta salvación exige una conversión de fe y vida en Jesucristo.

        En este discurso queda constancia del testimonio valiente de los Apóstoles en favor de Jesucristo resucitado cuyo anuncio quieren silenciar el sumo sacerdote judío y el sanedrín, pero los Apóstoles, testigos de Cristo y de su Evangelio, contestan proféticamente que hay que obedecer a Dios antes que a los hombres (5,9). Esta actitud termina en el testimonio supremo de su propia vida mediante el martirio.

        Santiago el mayor, hermano de San Juan y primo hermano del Señor, fue el primero que sufrió el martirio hacia el año 44 en Jerusalén, por orden del rey Herodes Agripa II, sobrino de Herodes Antipas, que fue el que decapitó a Juan el Bautista e intervino en la pasión del Señor (Mt 14, 3; Lc 23, 7).

        2.- En la segunda lectura San Pablo expone una teología vivencial del Apostolado, tal como la vivió él mismo en su ministerio evangelizador y que combina dialécticamente y sin vanagloria la fuerza de Dios con la debilidad humana (2Cor 4, 7-15). La misión de anunciar el evangelio irradiando la gloria de Dios reflejada en Cristo (v.1-6) es el “tesoro que llevamos en vasijas de barro para que se vea que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros” (v7). El resto de la lectura es el desarrollo de este principio vital, a base de la antítesis muerte- vida como expresión del misterio pascual de Cristo:“Nos aprietan por todos lados, pero no nos aplastan; estamos apurados, pero no desesperados; acosados, pero no abandonados; nos derriban, pero no nos rematan; en toda ocasión y en todas partes llevamos en el cuerpo la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo” (vv 8-10).

        Este servicio al evangelio y a los hermanos puede llevar incluso a la entrega de la propia vida, como nos aclara el mismo Jesús en el Evangelio de hoy, donde tomando pie de la pretensión de los primeros puestos por Santiago y Juan, el Maestro adoctrina a todos los Apóstoles, futuros guías y pilares de su Iglesia, sobre la función que habrán de desempeñar en la comunidad.

        Una vez más el Maestro rompe los esquemas convencionales: “Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros. El que quiera ser grande sea vuestro servidor, y el que quiera ser el primero, que se haga esclavo de todos. Igual que el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan sino para dar su vida en rescate por muchos” (v 28).        Queridos hermanos: Que nuestro santo patrón Santiago nos haga comprender y vivir a todos los bautizados españoles estas enseñanzas; que de palabra y de obra anunciemos al Señor Jesús muerto y resucitado para nuestra salvación; y que por su ayuda e intercesión en el cielo ante el Cordero degollado por nuestra salud surjan nuevas vocaciones apostólicas, que quieran entregar su vida por sus hermanos los hombres.

 

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FIESTA DE LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN AL CIELO

 

QUERIDOS HERMANOS: Celebramos hoy, llenos de amor y esperanza, la Asunción de la Virgen al cielo. Esta fiesta de la Virgen la debemos celebrar tambien como nuestra, como cristianos, con amor y esperanza sobrenaturales porque nosotros esperamos el cielo y debemos caminar hacia el cielo; buen día, pues, para pensar y ver si vamos caminando hacia el cielo, hacia el encuentro definitivo con Dios para el cual hemos sido creados y existimos.

Hoy, por tanto, es un día para hablar del cielo, del cielo en que ya está la Virgen, y del cielo hacia el cual debemos caminar nosotros en este mundo, porque es lo único que importa, todo lo demás pasará, solo el que se salva sabe, y el no se salva, aunque aquí abajo haya sido lo que sea, poderoso en dinero, poder, no sabe nada, y no sabe nada ya para siempre si se ha condenado, el infierno existe, lo ha dicho el Señor y para eso vino y murió para que todos los hombres vayamos al cielo, pero si uno se empeña en no coger el camino, no creer en Dios, en la vida eterna, no esperarla y vivir no cumpliendo los mandamientos… uno mismo se condena… y a mí, y perdonad que lo repita tantas veces, pero es la mayor pena que tengo como sacerdote porque además tengo el gozo no solo de creer sino de experimentar aquí abajo a Cristo vivo y resucitado, en el Sagrario, el cielo en la tierra, al vivirlo y sentirlo, experimentos gozo inmenso y a la vez pena para lo que no creen y esperan, viviendo como viven en el pecado, pero no por eso Dios, el cielo, el infierno, la otra vida dejan de existir: y esa es la mayor pena que tengo como cristiano y como cura. El mayor gozo, Dios eñ cielo, lo veo, lo siento muchas veces en mis ratos de oración; el infierno, la condenación, también el Señor me ha concedido sentirlos.

Hoy es un día para pensar y pedir el cielo para nosotros y los nuestros principalmente, que esta fiesta de la Asunción de la Virgen nos ayude a todos, presentes y ausentes a vivir más pensando en el cielo. La Virgen deseó tanto estar en el cielo con su hijo que fue asumida totalmente por este amor, como los santos, como todos nosotros, si morimos en gracia de Dios. Esto es lo que tenemos que pedir hoy para todos. Queridos hermanos:1.- En este día de la Asunción de la Virgen, meditemos primeramente en el hecho:   a) Asunción es la acción de asumir, llevarse algo en brazos; asunción quiere decir que la Virgen fue asumida por el amor y el poder de su hijo al cielo.

         b) Para ser asunta, elevada, tuvo que morir primero como el Hijo había muerto: murió y fue resucitada y subió al cielo; y tuvo esta gracia y privilegio, María fue asunta en cuerpo y alma al cielo:

        1).- Por ser Madre de Dios. Porque su Hijo lo quiso y como pudía, así lo hizo y se la llevó consigo al cielo: lo rezaremos en el Prefacio.

        2).- Por estar llena de la gracia y vida divina desde el primer instante de su ser y como la gracia de Dios, en ella y en nosotros,  es la semilla del cielo, al estar llena totalmente, toda entera, en cuerpo y alma, subió al cielo.

Y como Ella fue la primera redimida totalmente, la primera que recibió todos los frutos de la redención, al estar llena de gracia, de santidad, podía decir mejor que ningún santo o místico estos versos de las almas enamoradas: «Esta vida que yo vivo, es privación de vivir, y así es continuo morir, hasta que viva contigo; oye mi Dios lo que digo, que esta vida no la quiero, que muero porque no muero»

    SENTIMIENTOS en este día en que nuestra Madre sube al cielo:

 1.- Felicitémosla: a).-¡Qué gran madre tenemos, qué plenitud de gracia, hermosura y amor y cielo, la Virgen es un cielo, es nuestro cielo con Dios! En el cielo sigue siendo nuestra madre y no cesa de interceder por todos nosotros sus hijos de la tierra. Por eso su triunfo es el nuestro; como criaturas creadas por el amor de Dios tenemos su mismo destino. Ella ha conseguido ya la plenitud que nosotros buscamos y conseguiremos si somos fieles hijos suyos. Como madre nos ayudará conseguirlo. Es día de venir a misa, comulgar, rezar el rosario, subir al Puerto, mirarla, hacer alguna cosa por ella.

        2). Felicitémosla porque cumplió totalmente  la voluntad de Dios.Por ser la primera criatura que ha llegado hasta la plenitud de lo que nos espera a todos: es la primera redimida en totalidad. Nos enseña el camino y la meta de la vida cristiana. No perder el camino,

3) Rezar a la madre del Hijo de Dios, que vino en nuestra búsqueda y nos redimió y nos ha ganado  y nos la had ado como madre el cielo.Qué seguridad y certeza de conseguirlo, por ser nuestra madre y dr du Hijo que es Dios y que todo lo puede.

        4) Finalmente, por ser meta y camino: hoy hay que pensar en el cielo, pensar y vivir para el cielo, en pecado no se puede celebrar esta fiesta, hay que confesar nuestros pecados y comulgar plenamente con el Hijo.

        Por eso se convierte en vida y esperanza nuestra, Dios te salve, María. Ella Intercesora. En el cielo María se ha convertido en intercesora de todo el pueblo santo de Dios; es divina, es omnipotente suplicando e intercediendo por sus hijos. Un hijo puede olvidarse de su madre, pero una madre no se olvida jamás de sus hijos; y ella es nuestra madre y está en el cielo y esto nos inspira seguridad, certezas, consuelo, esperanza, fortaleza hasta el triunfo final. Como ha sido elevada al cielo, para hablar con ella hoy hay que mirar más hacia arriba, hay que elevar la mirada sobre todas las cosas terrenas y esto nos inspira fe, amor, esperanza, pureza de vida.

        Celebremos así esta fiesta de María, que es también nuestra fiesta, nuestra fiesta del cielo que esperamos y deseamos y conseguiremos porque ella es nuestra madre; celebrémosla con estos sentimientos y actitudes y certeza. Recemos todos los días a la Virgen las tres avemarias por la noche, intentemos el rosario, vengamos algún día a misa, démosla un beso de amor de hijos, digámosla cosas bellas porque se lo merece, porque es un cielo por las maravillas que Dios obró en ella, un cielo y una certeza de cielo para todos los que la invocan como Madre, si me decis que os cuesta ser hijos de Dios, seguirle, os creo, porque Dios es Dios y lo exige todo; pero María es Madre, y como madre, lo da todo y no exige nada. María, hermosa nazarena, virgen bella, madre del alma, te queremos. Ayúdanos a ser buenos hijos de Dios Padre y de María, madre.

 

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SEGUNDA HOMILÍA

 

ASUNCIÓN DE MARÍA. QUERIDOS HERMANOS: Celebramos hoy, llenos de alegría y esperanza, la Asunción de la Virgen al cielo. Nosotros somos cristianos y esperamos el cielo. La vida cristiana es el camino más seguro del cielo, del encuentro definitivo con Dios para el cual hemos sido creados y existimos.

Hoy, festividad de la Asunción de María, nuestra madre, al cielo, es un día para hablar del cielo, para pensar en el cielo, para pedir el cielo con Dios y la Virgen para todos y sin miedo, porque por miedo pensamos y deseamos poco el cielo.

Ella, la Virgen, deseó tanto estar con su Hijo en el cielo que fue consumida ardientemente por este deseo, fue asumida totalmente por este amor, como los místicos, como todos nosotros, si morimos en gracia de Dios, con fe, amor y esperanza cristiana. Esto es lo que tenemos que pedir hoy para todos.

1.- En este día de la Asunción de la Virgen, meditemos primeramente en el hecho:

a) Asunción es la acción de asumir, de llevarse algo en los brazos; asunción quiere decir que la Virgen fue asumida con amor total por su hijo, Hijo del Padre; por eso, en la Asunción, María es asumida por el Padre en el Hijo con Amor de Espíritu Santo. Fue asumida por la Trinidad totalmente, en cuerpo y alma al cielo, a la Presencia de gozo y amor de la Sta. Trinidad.

         b) para ser asunta, primero tuvo que morir; muere el hijo en la cruz en su naturaleza humana, y tiene que morir la madre en su humanidad para seguir sus mismos pasos.

        c) María murió y resucitada por el Hijo  subió al cielo; el cielo no es un lugar, es la posesión en gozo de la Santísima  Trinidad en su mismo gozo de Amor de Espíritu Santo.

 

2.- Por qué fue asumida y elevada María en cuerpo y alma al cielo:

        1).- Por ser Madre de Dios y porque su Hijo quiso y pudo hacerlo porque Él como Dios lo puede todo. Así lo rezaremos en el Prefacio de esta misa.

        2).- Porque estaba llena de gracia, esto es, llena de la Santísima Trinidad desde el primer instante de su ser. Así lo expresó el ángel cuando la anunció que había sido elegida para ser Madre del Hijo de Dios. Si el cielo es Dios, ella estaba llena de su Hijo, que es Dios y se fue con Él al cielo. Fue la primera de los  redimidos en conseguir lo que nos espera a todos los cristianos que mueran en gracia de Dios.

        d).- Y subió directamente al cielo, porque si algunos santos desean morir para estar con Dios, la Virgen mucho más. Se le pueden aplicar a la Virgen mejor que a nadie estos versos de las almas místicas, enamoradas de Dios: «Esta vida que yo vivo, es privación de vivir, y así es continuo morir, hasta que viva contigo; oye mi Dios lo que digo, que esta vida no la quiero, que muero porque no muero»

 

        3.-  Por lo tanto, hermanos, felicitemos con todo nuestro amor y cariño a nuestra madre del cielo:

        a).- Por ser la primera criatura entre todos los humanos en subir en cuerpo y alma al cielo, donde esperamos ir todos nosotros en el día de nuestra muerte para este mundo. Es la primera redimida totalmente entre todos los humanos, la primera  que ha llegado hasta la plenitud de lo conseguido por su Hijo en su muerte y resurrección y que nos espera a todos: es la primera. Ella nos enseña el camino y la meta de la vida cristiana, que un día poseeremos nosotros. Felicitémosla porque cumplió totalmente  la voluntad de Dios.

 

        b).- Felicitémosla también por haber sido madre del Hijo de Dios, que nos ha llevado  a todos al cielo, con su muerte y resurrección. Cristo, el Cristo muerto y resucitado y ascendiendo al cielo es nuestra certeza y garantía.

Qué seguridad y certeza nos da de conseguirlo, por ser nuestra madre del cielo ¡Qué gran madre tenemos, qué plenitud de gracia, hermosura y amor y de cielo, María es un cielo, es con Dios nuestro cielo en eternidad, no olvidad lo que os digo tantas veces: somos eternos, nuestra vida es más que esta vida!

Ella, desde el cielo, no cesa de ser nuestra madre e  interceder por todos nosotros sus hijos de la tierra. Ella ha conseguido ya la plenitud de lo queremos nosotros, sus hijos. Y como madre nos ayudará a conseguirlo. Es día de rezar el rosario, subir al Puerto, de mirarla, de rezarla.

 

        c) Ella es  meta y camino de esta vida y del cielo: hoy hay que pensar en el cielo, pensar y vivir para el cielo, en pecado no se puede celebrar esta fiesta, hay que confesar nuestros pecados y comulgar plenamente con el Hijo, pero confesando nuestros fallos y pecados, que hace mucho tiempo que no lo hacemos. Es cita de eternidad para todos sus hijos y con los que están ya en el cielo. En ella la resurrección total ha empezado a extenderse a toda la humanidad.

        d) María, en el cielo se ha convertido en intercesora de todo el pueblo santo de Dios; es divina, porque todo lo puede  suplicando e intercediendo por sus hijos. Un hijo puede olvidarse de su madre, pero una madre no se olvida jamás de sus hijos; y ella es nuestra madre y esto nos inspira seguridad, certezas, consuelo, esperanza, fortaleza hasta el triunfo final. Como ha sido elevada al cielo, para hablar con ella hoy hay que mirar hacia arriba, hay que rezarla en familia, venir a misa los domingos, y algún día, invocarla, darle gracias, pedirla aumento de  fe y amor a Dios y a sus hijos, los hombres, especialmente por esposos, hijos, nietos, por todos los hombres. Todos los días rezamos por la tarde el rosario, venid algún día a la semana. Que no se quede solo todo en este día. Venid a visitarla, para que “después de este destierro….”. No solo a nosotros, sino a nuestros hijos y hermanos, todos los hombres.  

 

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(Es la misma homilía anterior, con el mismo amor, pero expresada más sencillamente, para los tiempos actuales).

        QUERIDOS HERMANOS: Celebramos hoy, llenos de alegría y esperanza, la Asunción de la Virgen al cielo. Nosotros esperamos el cielo y vamos caminando hacia el encuentro definitivo con Dios para el cual hemos sido creados y existimos. Hoy es un día para hablar del cielo, para pensar en el cielo, para desear y pedir el cielo con Dios y la Virgen para todos. Pensamos y deseamos poco el cielo. Esta fiesta de la Asunción de la Virgen nos ayude a vivir más pensando en el cielo. Ella deseó tanto estar en el cielo con su hijo que fue asumida totalmente por este amor, como los santos, como todos nosotros, si morimos en gracia de Dios. Esto es lo que tenemos que pedir hoy para todos.

                1.- En este día de la Asunción de la Virgen, meditemos primeramente en el hecho:

        a) Asunción es la acción de asumir, llevarse algo en brazos; asunción quiere decir que la Virgen fue asumida por el amor de su hijo, que era el Hijo Amado del Padre y por el Padre; por eso, en la Asunción, María es asumida por el Padre en el Hijo con Amor de Espíritu Santo. Fue asumida por la Trinidad totalmente, en cuerpo y alma;

 

         b) para ser asunta, elevada, tuvo que morir primero como el Hijo había muerto en el hijo engendrado por ella; muere el hijo en su naturaleza humana, tiene que morir la madre para seguir sus mismos pasos. No estaba bien que muriera el hijo por amor y la madre no muriera, aunque fuera por amor;

 

        c) murió y fue resucitada por el hijo ya Hijo total, como Él también había muerto en el hijo;

 

        d) y subió al cielo; el cielo no es un lugar, sino la posesión hasta donde le es posible al hombre; María está en la misma orilla de la Divinidad, por eso es omnipotente como Dios, pero suplicando.

 

        2.- María fue asunta en cuerpo y alma al cielo:

       

a).- Por Madre de Dios. Porque su Hijo lo quiso y pudo hacerlo porque Él es Dios. Así rezaremos en el Prefacio.

        b).- Por llena de gracias desde el primer instante de su existencia. Y la gracia es la semilla del cielo. A más gracia, más cielo. Y como rebosaba y estaba llena de gracia al principio, fue llenada y asunta al cielo al final. Si el cielo es Dios, ella estaba llena de su Hijo, que es Dios y se fue con Él al cielo.

 

        c).- Por corredentora. Por haber estado siempre junto a su hijo. Es más, en su pasión y muerte, ese hijo permitió que el Padre le quitara todas las ayudas, para poder sufrir más por Él y por los hombres, sus hermanos; pero no consintió que no estuviera junto a Él su madre, porque la necesitaba. Pisó las huellas dolorosas del hijo, convenía, era exigencia de amor que pisara las huellas gloriosas hasta el cielo. Fue la primera redimida totalmente desde el principio hasta el final de la redención.

 

        d).- Por santa. Santidad es unión con Dios. Si algunos santos desean morir para estar con Dios, la Virgen mucho más.

Estando su hijo hecho Hijo plenamente en el cielo, donde la humanidad se hizo totalmente Verbo de Dios, era natural y lógico que su madre deseara Verbalizarse en Él y por Él entrar en el Padre por el mismo Espiritu de su hijo, que es el Espíritu Santo. Le pegan mejor que a nadie estos versos de las almas enamoradas: «Esta vida que yo vivo, es privación de vivir, y así es continuo morir, hasta que viva contigo; oye mi Dios lo que digo, que esta vida no la quiero, que muero porque no muero»

       

3.- Felicitémosla:

 

        a).- Por criatura totalmente redimida, la primera, por ser una de los nuestros, criatura creada por amor y para el amor, pero, en definitiva, criatura que ha llegado hasta la plenitud de lo que nos espera a todos: es la primera redimida en totalidad. Nos enseña el camino y la meta de la vida cristiana. Felicitémosla porque cumplió totalmente  la voluntad de Dios.

 

        b).- Por haber sido madre del Hijo de Dios, que nos lleva a todos al cielo. Qué seguridad y certeza de conseguirlo, por ser nuestra madre también y por hacernos hermanos de uno tan grande que es Dios, que todo lo puede. Y el cielo nos lo ha conseguido y prometido. Y lo cumplirá. ¡Qué gran madre tenemos, qué plenitud de gracia, hermosura y amor y cielo, es un cielo, es nuestro cielo con Dios! En el cielo sigue siendo nuestra madre y no cesa de interceder por todos nosotros sus hijos de la tierra. Por eso su triunfo es el nuestro; como criaturas creadas por el amor de Dios tenemos su mismo destino. Ella ha conseguido ya la plenitud que buscamos. Como madre nos ayudará a conseguirlo. Es día de rezar el rosario, subir al Puerto, mirarla, hacer alguna cosa por ella.

 

        c) Por ser meta y camino: María asunta al cielo se convierte por eso para todos nosotros los desterrados hijos de Eva en nuestra meta y gracia para conseguirlo: hoy hay que pensar en el cielo, pensar y vivir para el cielo, en pecado no se puede celebrar esta fiesta, hay que confesar nuestros pecados y comulgar plenamente con el Hijo. Por eso se convierte en nuestra esperanza, en vida y esperanza nuestra, Dios te salve, María. Ella es ya la Madre del cielo y de la tierra creyente, es eternidad feliz con Dios. Es cita de eternidad para todos sus hijos. “Es la mujer vestida de sol, coronada de estrellas”. En ella la resurrección total ha empezado a extenderse a toda la humanidad.

 

        d) Por Intercesora. En el cielo María se ha convertido en intercesora de todo el pueblo santo de Dios; es divina, es omnipotente suplicando e intercediendo por sus hijos. Un hijo puede olvidarse de su madre, pero una madre no se olvida jamás de sus hijos; y ella es nuestra madre y está en el cielo y esto nos inspira seguridad, certezas, consuelo, esperanza, fortaleza hasta el triunfo final. Como ha sido elevada al cielo, para hablar con ella hoy hay que mirar hacia arriba, hay que elevar la mirada sobre todas las cosas terrenas y esto nos inspira fe, amor, esperanza, pureza de vida.

        Celebremos así esta fiesta, que es nuestra, porque ella es nuestra madre; celebrémosla con estos sentimientos y actitudes y certeza. Démosla un beso de amor de hijos. Recemos. Contemplemos. Bendigamos, digámosla cosas bellas porque se lo merece, esto es «benedicere», bendecir a Dios  por las maravillas obradas en Ella, que es un cielo en el Cielo de la Trinidad. Amén.

 

       

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15 de Agosto: ASUNCIÓN DE LA VIRGEN

 

QUERIDOS HERMANOS/AS: Celebramos hoy, llenos de alegría y esperanza, la Asunción de la Virgen al cielo. Nosotros, los cristianos, creemos y esperamos el cielo y vamos caminando hacia el encuentro definitivo con Dios en el cielo para el cual hemos sido creados y existimos y para lo cual vino Jesucristo, el Hijo de Dios a la tierra, para abrirnos a todos la misma gloria de Dios mediante su muerte y resurreción.

Y esta verdad y esperanza del cielo debe estar presente y alimentar y dirigir nuestra vida mientras caminamos por este mundo. Hoy, desgraciadamente esta muy olvidada y poco practicada siento así que es el sentido de nuestra existencia y de nuestra felicidad eterna, poque de nada nos servirían las demás virtudes y dones divinos si no vivimos y trabajamos con la virtude de la esperanza de la eternidad y del cielo.

Hay algunas personas, sin embargo, todas las contemplativas, las religiosas y religiosos de nuestros conventos de clausura que viven ya fundamente esta verdad porque se cierran a este mundo para vivir ya sus vidas con la esperanza puesta en el cielo, en la eternidad que nos espera ya del encuentro con Dios Trinidad y todos los nuestros y los que han muerto; por eso es un día para pensar en el cielo, para rezar y pedir el cielo para ellas y para nosotros que aún caminamos por este mundo y para agradecer a los contemplativos y contemplativas su vida de renuncias a este mundo y de oración permanente para la salvación del mundo, de todos los hombres.

Hoy es un día por tanto para hablar del cielo, para pensar más en el cielo, para desear y pedir el cielo con Dios y la Virgen para todos. Pensamos y deseamos poco el cielo y se vive poco para el cielo en este mundo actual, incluso entre los creyentes, entre los cristianos. Sin embargo es la verdad esencial de nuestra fe, de nuestras vidas porque como dice Cristo Jesús de nada le vale al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma.

La eternidad, la fe en la vida eterna, la esperanza del cielo y de la eternidad de los que han muerto a este mundo está muy olvidada en los tiempos actuales de guassad, tevisiones y demás medios, pisoteada y negada por gobiernos ateos como el actual de España, con leyes de vida que lo niegan y rechazan los mandamientos de Dios, porque claro viviendo como viven y aprobando leyes de pecados: abortos, divorcios, sexo de todo tipo etc.. no les interesa encontrarse con quien nos dio sus mandamientos, los mandamientos de Diios que son pisoteados publicamente y no se permite enseñarlos en la escuelas y en la cultura actual de pecado público.

Esta es la causa principal de que haya bajado tanto la fe y la esperanza del cielo, de la otra vida, de la eternidad que nos espera y no porque los politicos actuales, algunos lo nieguen, es la verdad más verdad del mundo y de la tierra, por la cual, por nuestra salvación eterna vino Jesucristo, el Hijo de Dios a este mundo que celebramos todos los domingos, día del Señor en latín, porque es el día en que Cristo resucitó y con Él todos los que creemos y esperamos en Él, por eso es tan importante la misa del domingo hoy tan poco  practicado por nuestros hijos y nietos de cincuenta años para abajo educados en escuelas y centros sin religión por un estado ateo.

La eternidad, hermanos, en la que únicamente creo y por la que únicamenter soy sacerdote, la veo actualmente poco creida y cultivada incluso por nosotros, los mismos creyentes en Dios y en Cristo resucitado que vino y se encarnó y murió y resucitó unicamente para esto y que celebramos especialmente todos los domingos, día de la resurreción de Cristo y de la nuestra, para llevarnos a la eternidad del cielo, de la vida eterna.

Por eso, vamos a celebrar esta fiesta de la Asunción de la Virgen recordando y rezando por los nuestros que ya han partido y para que ella, nuestra Madre del cielo, la Virgen de la Asunción, como se han querido llamar muchas cristianas bautizadas, nos ayude a vivir y pensar más en el cielo, a creer más en el cielo.

Ella deseó tanto estar ya con su hijo resucitado en el cielo y por eso  fue asumida totalmente por Èl, por estar llena de su amor y presencia, como muchos  santos lo han desead y han pedido al Señor morir a este mundo para vivir ya junto a Él por toda la eternidad, sobre todo cuando lo han sentido en ratos de oración ante el Sagrario: “Vivo sin vivir.. sácame de aquesta vida, mi Dios, y dame la muerte, mira…

Cuando uno cree y siente a Cristo un poco elevadamente en ratos de oración y habiendo avanzado en fe y en amor a Dios llega a sentirlo y decirle como san Juan de la Cruz: “Sácame de aquesta vida, mi Dios y dame la muerte…y como todos nosotros lo desearíamos, si tuviéramos una oracion un poco más elevada y purificada de imperfecciones, más mística y contemplativa, como yo he conocido a algunas de mis feligresas y feligreses de mi parroquia de San Pedro y de otros sitios y de religiosas.. Esto es lo que tenemos que pedir hoy para todos nosotros y para todos los nuestros que han muerto: vivir y morir en gracia de Dios para estar eternamente con Él en el cielo, y para esto, misa y comunión verdadera de los domingo, y si queréis sentirlo, oración todos los días y luchar contra nuestras imperfecciones y pecados aunque sean leves, y sentiremos el cielo en la tirra, como todos los místicos.

Al cielo vais, Señora, y allá os reciben con alegre canto, o quien pudiera ahora, asirse a vuestro manto para escalar con Vos el monte santo; Santa María, tu asunción nos valga, llévanos un día a donde hoy tu llegas, pero llévanos tú, Señora de buen aire, reina de las cosas      y estrella de los mares.

 

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        QUERIDOS HERMANOS: En este día de la Asunción de la Virgen al cielo, meditemos primeramente en el hecho: Asunción es acción de asumir; asunción quiere decir que la Virgen fue asumida al cielo tanto por el amor de su hijo a ella como del suyo a su hijo del cual no podía vivir separada. Y como su hijo era Dios, quiso y pudo, pues lo hizo y se llevó a su madre al cielo. Para ser asumida, la Virgen tuvo que morir primero, porque era humana, como murió su hijo; muere el hijo en su naturaleza humana, tiene que morir la madre para seguir sus  pasos.       

La Virgen murió y resucitó y subió al cielo, pero no por su propio poder y virtud como su Hijo, que era Dios, sino por el poder y el amor de Él, que no quería, como hijo, estar separado de su madre; así que María fue asunta y elevada al cielo por el poder y el amor de su hijo-Hijo Dios.

Y María fue asunta al cielo: como he dicho, por ser la Madre de Dios que todo lo puede y como su Hijo la quería como madre junto a sí, se la llevó consigo al cielo que Él habia conseguido con su muerte y resurrección para todos: pudo y quiso, quiso llevársela al cielo como hijo, pudo hacerlo como Dios, pues lo hizo y fue asunta María en cuerpo y alma a los cielos, como nos dice el prefacio de la misa de este día:Porque hoy ha sido llevada al cielo la Virgen Madre de Dios, figura y primicia de la Iglesia,(es decir, de todos nosotros)garantía de consuelo y esperanza para tu pueblo, todavía peregrino en la tierra.Con razón no permitiste, Señor, que conociera la corrupción del sepulcro aquella que, de un modo inefable, dio vida en su seno y carne de su carne al autor de toda vida, Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor.¡Qué maravilla, madre del alma, cuánto te queremos¡

1º María fue asunta en cuerpo y alma al cielo por estar llena de la gracia divina desde el primer instante de su ser. Y la gracia es la semilla del cielo, la semilla de Dios en nosotros. Por eso, a más gracia, más cielo. Y como estaba llena desde el principio, “llena de gracia, el Señor está contigo”, la dijo el Arcangel Gabriel, María fué asunta en cuerpo y alma al cielo. Si el cielo es Dios, ella estaba llena de amor a su Hijo, que es Dios y se fue con Él al cielo.

        2º. También fue asumida en cuerpo y alma al cielo por ser corredentora con su hijo. Pisó las huellas dolorosas del hijo en la cruz, convenía por tanto que pisara también las huellas gloriosas de su triundo en el cielo. Fue la primera totalmente redimida por su hijo y la primera en conseguir el fruto pleno de su salvación.     

Finalmente subió al cielo porque su corazón estaba más con su hijo en el cielo que en la tierra, sobre todo desde Pentecostés. Queridos hermanos, si algunas personas, llegando a las alturas de la oración unitiva y contemplativa, desean morir para estar con Dios, yo he conocido algunas en mi vida pastoral, pues la Virgen mucho más: vivo sin vivir en mí…  morir de amor en el alma por no morir en el cuerpo:Sácame de aquesta vida,mi Dios,y dame la…Por lo tanto, hermanos, felicitémos hoy a la Virgen que sube al cielo y desde allí nos mira ahora y escucha nuestra oración. María, Virgen bella asunta al cielo, te felicitamos,

        a).- Por ser la primera criatura totalmente redimida, criatura que ha llegado hasta la plenitud de lo que nos espera a todos: la primera redimida en totalidad. Nos enseñas así el camino y la meta de nuestra vida, de la vida cristiana, que vosotras, queridas religiosas, habéis escogido ya, renunciando al mundo y a la carne.

Felicitémosla, felicitémosnos, porque ella, María, nos abre y enseña a todos sus hijos el camino del cielo. Para esto se encarnó en su seno su Hijo, nuestro Señor Jesucristo y para esto murió y resucitó, para llevarnos a todos al cielo, como están todos los salvados por su muerte y resurrección, los nuestros.

Y fue asunta en cuerpo y alma al cielo,por ser “porta coeli”, puerta del cielo por los méritos de su hijo. Hermanos, ¡Qué gran madre tenemos, qué plenitud de gracia, hermosura y amor, es un cielo, es nuestro cielo con Dios!

En el cielo sigue siendo nuestra madre y no cesa de interceder por todos nosotros sus hijos de la tierra ante el hijo amado que nos amó para eso con amor extremo hasta dar la vida y resucitar para que todos la tuviéramos eterna. María asunta al cielo se convierte por eso, para todos nosotros los desterrados hijos de Eva, en nuestra meta y gracia para conseguirlo: hoy hay que pensar en el cielo, pensar y vivir para el cielo, en pecado no se puede celebrar esta fiesta, hay que confesar nuestros pecados y comulgar plenamente con el hijo Eucaristía, pan de vida eterna.

Por eso, Maria asunta al cielo se convierte en este día, en nuestra esperanza, en vida y esperanza nuestra, Dios te salve, María. Celebremos así esta fiesta con estos sentimientos de amor y gratitud.Felicitémosla y démosla un beso de amor de hijos. Recemos, contemplemos, bendigamos, digámosla cosas bellas porque se lo merece, por las maravillas que Dios ha obrad en Ella y por ella y para nosotros. María es un cielo, amar a María es un cielo anticipado en la tierra. Y que conste que lo digo no por decirlo, sino por experiencia personal y de otras personaa en mi vida parroquial.

Espero que vosotras, queridas hermanas carmelitas y dominicas, por la vida de gracia y oración un poco elevada, unitiva y transformativa lleguéis a ese cielo en la tierra, como vuestros fundadores. Los conventos de clausura don un cielo anticipado porque están vacíos del mundo y sus cosas y llenos solo de Dios por la oración permanente de unión con Dios y por la celebración del misterio eucaristico. Asi sea y así lo pido al Señor en esta fiesta y misa de la Asunción de la Virgen al cielo.

        Al cielo vais, Señora, y allá os reciben con alegre canto, o quien pudiera ahora, asirse a vuestro manto para escalar con Vos el monte santo; Santa María, tu asunción nos valga, llévanos un día a donde hoy tu llegas, pero llévanos tú, Señora de buen aire, reina de las cosas      y estrella de los mares.

 

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Ella es ya la Madre del cielo y de la tierra para todos sus hijos, es cita de eternidad para todos nosotros los desterrados hijos de Eva, Ella “Es la mujer vestida de sol, coronada de estrellas”  del Apocalipsis.        Y en el cielo María se ha convertido en intercesora de todo el pueblo santo de Dios; es divina y es omnipotente suplicando e intercediendo por todos sus hijos, los hombres. Un hijo puede olvidarse de su madre, pero una madre no se olvida jamás de sus hijos; y ella es nuestra madre y está en el cielo y esto nos inspira seguridad, certezas, consuelo, esperanza, fortaleza hasta el triunfo final.

 

 

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SEGUNDA HOMILÍA

 

(Es la misma homilía anterior, pero más sencilla, más acomodada a los tiempos actuales, pero con el mismo amor)

 

        QUERIDOS HERMANOS: Celebramos hoy, llenos de alegría y esperanza, la Asunción de la Virgen al cielo. Nosotros esperamos el cielo y vamos caminando hacia el encuentro definitivo con Dios para el cual hemos sido creados y existimos. Hoy es un día para hablar del cielo, para pensar en el cielo, para desear y pedir el cielo con Dios y la Virgen para todos. Pensamos y deseamos poco el cielo. Esta fiesta de la Asunción de la Virgen nos ayude a vivir más pensando en el cielo. Ella deseó tanto estar en el cielo con su hijo que fue asumida totalmente por este amor, como los santos, como todos nosotros, si morimos en gracia de Dios. Esto es lo que tenemos que pedir hoy para todos.

       

        1.- En este día de la Asunción de la Virgen, meditemos primeramente en el hecho:

        a) Asunción es la acción de asumir, llevarse algo en brazos; asunción quiere decir que la Virgen fue asumida por el amor de su hijo, que era el Hijo Amado del Padre y por el Padre; por eso, en la Asunción, María es asumida por el Padre en el Hijo con Amor de Espíritu Santo. Fue asumida por la Trinidad totalmente, en cuerpo y alma;

         b) para ser asumida, tuvo que morir primero como el Hijo había muerto en el hijo engendrado por ella; muere el hijo en su naturaleza humana, tiene que morir la madre para seguir sus mismos pasos. No estaba bien que muriera el hijo por amor y la madre no muriera, aunque fuera por amor;

        c) murió y fue resucitada por el hijo ya Hijo total, como Él también había muerto en el hijo;

        d) y subió al cielo; el cielo no es un lugar, sino la posesión hasta donde le es posible al hombre; María está en la misma orilla de la Divinidad, por eso es omnipotente como Dios, pero suplicando

 

        2.- María fue asunta en cuerpo y alma al cielo:

        a).- Por Madre de Dios. Porque su Hijo lo quiso y pudo hacerlo porque Él es Dios. Porque  (ver el prefacio)

        b).- Por llena de gracias desde el primer instante de su existencia. Y la gracia es la semilla del cielo. A más gracia, más cielo. Y como rebosaba y estaba llena de gracia al principio, fue llenada y asunta al cielo al final. Si el cielo es Dios, ella estaba llena de su Hijo, que es Dios y se fue con Él al cielo.

 

        c).- Por corredentora. Por haber estado siempre junto a su hijo. Es más, en su pasión y muerte, ese hijo permitió que el Padre le quitara todas las ayudas, para poder sufrir más por Él y por los hombres, sus hermanos; pero no consintió que no estuviera junto a Él su madre, porque la necesitaba. Pisó las huellas dolorosas del hijo, convenía, era exigencia de amor que pisara las huellas gloriosas hasta el cielo. Fue la primera redimida totalmente desde el principio hasta el final de la redención.

 

        d).- Por santa. Santidad es unión con Dios. Si algunos santos desean morir para estar con Dios, la Virgen mucho más.

Estando su hijo hecho Hijo plenamente en el cielo, donde la humanidad se hizo totalmente Verbo de Dios, era natural y lógico que natural que su madre deseara Verbalizarse en Él y por Él con el Padre y el Espíritu Santo. Le pegan mejor que a nadie estos versos de las almas enamoradas: «Esta vida que yo vivo, es privación de vivir, y así es continuo morir, hasta que viva contigo; oye mi Dios lo que digo, que esta vida no la quiero, que muero porque no muero»

 

        3.- Felicitémosla:

 

        a).- Por criatura totalmente redimida, la primera, por ser una de los nuestros, criatura creada por amor y para el amor, pero, en definitiva, criatura que ha llegado hasta la plenitud de lo que nos espera a todos: es la primera redimida en totalidad. Nos enseña el camino y la meta de la vida cristiana. Felicitémosla porque cumplió totalmente  la voluntad de Dios.

 

        b).- Por haber sido madre del Hijo de Dios, que nos lleva a todos al cielo. Qué seguridad y certeza de conseguirlo, por ser nuestra madre también y por hacernos hermanos de uno tan grande que es Dios, que todo lo puede. Y el cielo nos lo ha conseguido y prometido. Y lo cumplirá. ¡Qué gran madre tenemos, qué plenitud de gracia, hermosura y amor y cielo, es un cielo, es nuestro cielo con Dios! En el cielo sigue siendo nuestra madre y no cesa de interceder por todos nosotros sus hijos de la tierra. Por eso su triunfo es el nuestro; como criaturas creadas por el amor de Dios tenemos su mismo destino. Ella ha conseguido ya la plenitud que buscamos. Como madre nos ayudará a conseguirlo. Es día de rezar el rosario, subir al Puerto, mirarla, hacer alguna cosa por ella.

 

        c) Por ser meta y camino: María asunta al cielo se convierte por eso para todos nosotros los desterrados hijos de Eva en nuestra meta y gracia para conseguirlo: hoy hay que pensar en el cielo, pensar y vivir para el cielo, en pecado no se puede celebrar esta fiesta, hay que confesar nuestros pecados y comulgar plenamente con el Hijo. Por eso se convierte en nuestra esperanza, en vida y esperanza nuestra, Dios te salve, María. Ella es ya la Madre del cielo y de la tierra creyente, es eternidad feliz con Dios. Es cita de eternidad para todos sus hijos. “Es la mujer vestida de sol, coronada de estrellas”. En ella la resurrección total ha empezado a extenderse a toda la humanidad.

 

        d) Por Intercesora. En el cielo María se ha convertido en intercesora de todo el pueblo santo de Dios; es divina, es omnipotente suplicando e intercediendo por sus hijos. Un hijo puede olvidarse de su madre, pero una madre no se olvida jamás de sus hijos; y ella es nuestra madre y está en el cielo y esto nos inspira seguridad, certezas, consuelo, esperanza, fortaleza hasta el triunfo final. Como ha sido elevada al cielo, para hablar con ella hoy hay que mirar hacia arriba, hay que elevar la mirada sobre todas las cosa terrenas y esto nos inspira, fe, amor, esperanza, pureza de vida

        Celebremos así esta fiesta, que es nuestra, porque ella es nuestra madre; celebrémosla con estos sentimientos y actitudes y certeza. Démosla un beso de amor de hijos. Recemos. Contemplemos. Bendigamos, digámosla cosas bellas porque se lo merece, esto es «benedicere», bendecir a Dios  por las maravillas obradas en Ella, que es un cielo en el Cielo de la Trinidad. Amén.       

 

 

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Homilía "La Natividad de María": 8 de Septiembre de 2019

 

Queridas hermanas dominicas: Hoy celebramos una fiesta litúrgica muy querida en la Iglesia: el Nacimiento de la Virgen María. Hoy con nuestra presencia, oración y participación en la celebración eucarística honramos a Santísima Virgen, la Madre de Dios y madre nuestra, por medio de la cual todo el género humano ha sido iluminado con su gracia. La tristeza que nos trajo Eva, la madre de la primera Humanidad, se ha transformado en María en una inmensa alegría. Eva, por su mal comportamiento, escuchó esta la sentencia divina: “parirás con dolor”. A María, por el contrario, por su plenitud de amor a Dios el ángel del Señor le dijo: “Alégrate María, llena de gracia, El Señor está contigo”.

De esta manera explicaba el cardenal Schuster, gran teólogo alemán, el significado de esta fiesta de la Natividad de María: “Como la primera Eva fue formada por Dios de la costilla de Adán, toda radiante de vida y de inocencia, así María, espléndida e inmaculada, salió del corazón del Verbo eterno, el cual por obra del Espíritu Santo, quiso modelar aquel cuerpo y aquella alma que debían servirle un día de tabernáculo y altar”. El nacimiento de María, la Virgen y futura Madre de Dios, llenó de alegría a todo el mundo, pues de ella nacería Jesucristo, nuestro Señor, que borrando la maldición, llegada de Adán y Eva, nos traería a todos la salvación  y, triunfando de la muerte, nos daría vida eterna”.

Hoy, la Virgen María, como buena madre, nos congrega a nosotros, sacerdote y vida consagrada, en el día grande de su fiesta porque queremos honrar a María con nuestra presencia y, sobre todo, con nuestra oración y nuestra fe, con la escucha de la Palabra de Dios y la recepción del pan eucarístico.  Ella nos acoge a todos pues nos quiere con amor de madre, sin distinción alguna. Todos somos sus hijos queridos, sobre todo los que viven momentos difíciles en sus vidas.

Recordar la Fiesta de la Madre es siempre motivo de honda alegría para cualquier hijo. Nosotros, los cristianos, que recibimos de Jesús a su madre como madre nuestra, como herencia al pie de la Cruz, a través del evangelista San Juan, el discípulo amado (cf. Jn 19, 26-27), tenemos a la Virgen María como verdadera Madre que cuida de nosotros desde el cielo. Ella guía nuestras personas para que vivamos la vida como verdaderos hijos de Dios e hijos suyos por su hijo Jesucristo.

La Virgen María, además de madre, fue la mejor discípula de su hijo. Siempre se mantuvo unida a Él y a su misión; estuvo presente en los momentos más difíciles de su vida y sobre todo en el doloroso camino hacia la Cruz. Jesús sufrió intensamente ante el dolor de su madre y en un gesto de infinito amor, antes de morir en la Cruz y de encomendar su persona al Padre, nos la entregó como preciado don para que fuera  nuestra madre, guía y protectora de nuestro camino hasta el cielo, hasta Dios Padre de todos.

      Y María continuó su misión después de la muerte y resurrección de Jesús. Ella acompañó a los apóstoles en el Cenáculo el día de Pentecostés recibiendo en plenitud al Espíritu Santo, acompañó los primeros pasos de la Iglesia en su tarea evangelizadora, y nos sigue acompañando a través de la historia con sus apariciones y mensajes, para que abramos los ojos y el corazón a Jesucristo.

Dios, por amor, creó este mundo y dio la existencia a toda la humanidad, hombres y mujeres. Al apartarse éstos de Dios por su mal obrar, éste dispuso que su Hijo Jesucristo, el Hijo de Dios, se hiciese hombre y entregara su vida por nosotros.  Y este camino llegó para todos nosotros, con la colaboración de María como madre de Jesucristo, nuestro Dios, salvador y redentor.

María respondió positiva y generosamente a esta llamada y elección divina para que fuese la Madre del Hijo de Dios. Esta fue su respuesta: “Aquí está la sierva del Señor, hágase en mi según tu palabra”.Y Dios la llenó de su gracia y de su amor: “Alégrate María, llena de gracia, el Señor está contigo… darás a luz un hijo y le pondrás por nombre, Jesús”. Y María correspondió a este don tan particular, con una vida de fe confiada, con la máxima apertura de corazón y con una respuesta libre y generosa que implicó toda su existencia y que ahora continúa desde el cielo sobre todos los hombres, sus hijos de la tierra.

Gracias, Virgen María, madre de Jesús y madre nuestra, por poder experimentar tu ternura y cariño de madre. Gracias porque nos escuchas y ayudas en todos los momentos de nuestra vida, sobre todo difíciles y dolorosos. Gracias porque hemos sentido tu presencia de madre a lo largo de nuestras vidas, ayúdanos, madre,  a vivir como hijos de Dios e hijos tuyos. Que nos queramos y ayudemos  los unos a los otros como hermanos, como buenas hermanas dominicas, hijas de Dios e hijas tuyas en tu Convento de la Encarnación de tu Hijo. Sabemos que esta es la mayor alegría de una madre, ver que sus hijos e hijas se quieren, se ayudan y viven muy cerca de ti y por ti, de Dios y. Así sea, así lo pido para todos en esta santa misa.

 

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1 DE NOVIEMBRE. SOLEMNIDAD: TODOS LOS SANTOS

PRIMERA LECTURA: Apocalipsis 7, 2-4, 9-14

        El libro del Apocalipsis fue escrito hacia finales del siglo primero, en una época en que los cristianos habían sufrido ya persecuciones y podían tenerlas aún mayores. Entre las preocupaciones del autor, una es la de mostrar el triunfo final de Cristo y de su Iglesia sobre las potencias adversas de este mundo. Desea fortalecer el valor de los cristianos descubriéndoles, a través de diferentes símbolos, el resultado de la historia humana. Llegará un tiempo en que, vencidos definitivamente el mal y sus consecuencias, la humanidad entera se reunirá en Cristo para una fiesta de adoración y de alabanza: “Después de esto miré y vi una muchedumbre grande, que nadie podía contar, de toda nación, tribu, pueblo y lengua, que estaban sentados delante del trono y del Cordero vestidos de túnicas blancas y con palmas en sus manos”.

SEGUNDA LECTURA: 1 Juan 3, 1-3

        El estilo de la primera carta de San Juan recuerda el lenguaje de un anciano que ha meditado mucho y que conserva, lleno de luminosa tortura, lo que considera lo más importante del mensaje cristiano, por lo que lo repite una y otra vez. San Juan expone a sus lectores al claro y cálido sol del amor del Padre: “Dios es amor… si no nos amamos Dios no permanece en nosotros”; “Desde ahora, somos hijos de Dios”. Lo somos en el tiempo. Lo que seremos con plenitud en el día eterno, no es todavía visible: “Ved qué amor nos ha tenido el Padre, que seamos llamados hijos de Dios y lo seamos…”.

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 5, 1-12

 

FIESTA DE TODOS LOS SANTOS

 

QUERIDOS HERMANOS: Celebramos hoy la festividad de todos los santos, de esa “muchedumbre inmensa que nadie podía contar, como nos dice el libro del Apocalipsis, de toda lengua, raza y nación. Todos están marcados en la frente y con vestiduras blancas, lavadas en la sangre del Cordero”.

        1.- Los santos que celebra hoy la Iglesia no son sólo los reconocidos oficialmente por la canonización, sino también aquellos otros, muchos más numerosos que han sabido, con la ayuda de Dios, conservar y perfeccionar su vida de gracia que recibieron en el santo bautismo.

Santidad vivida en la vida ordinaria, en circunstancias ordinarias sin gestos extraordinarios: son nuestro padres, hermanos, amigos, bautizados en Cristo y alimentados con el pan de la vida eterna, de la eucaristía, porque el Señor nos lo dijo muy claramente: “el que coma de este pan vivirá eternamente”.

        Hay, sin embargo, una característica común en todos los elegidos: “Estos son los que vienen de la gran tribulación,” dice San Juan. Gran tribulación es la lucha sostenida por la defensa de la fe y de la gracia; son los sufrimientos y disgustos soportados por la difusión del evangelio, los trabajos del seguir al Señor en el camino de la santidad personal y diaria como esposos, padres o profesionales, como cristianos.

        Por eso, en el evangelio de hoy, Jesús mismo expone este camino hacia la perfección evangélica con la predicación de las bienaventuranzas. Es una palabra de ánimo a los que sufren, a los perseguidos por el reino de los cielos, a los que son mansos y pacientes y humildes de corazón con los hermanos, los que soportan injusticias y calumnias perdonando, sin odiar, todos estos son bienaventurados  ya para siempre en Dios porque lo hacen y lo hicieron con su amor, lo hacen por Él.

Y Dios nos premiará con el cielo eterno: venid benditos de mi padre, porque tuve hambre y me distéis de comer, desnudo y me vestisteis... Confiamos en que todos los nuestros que han partido ya a la casa del Padre, lo hayan escuchado; por eso, hoy damos gracias a Dios, y mañana, día de difuntos, les recordamos con la esperanza cierta de que están con el Señor y con nostalgia y pena por su separación temporal.

 

        2.- “Tuve hambre, estuve solo y me visitasteis…” Así lo hicieron los santos canonizados y así lo hacen hoy día por Jesús tantos y tantos santos anónimos. Todos vosotros los que sufrís y tratáis de vivir en cristiano, sabed que Jesús  nos llama bienaventurados, si sabemos llevarlo todo y sufrirlo todo por el reino de los cielos, por Dios: Bienaventurados los que son pobres, mansos, pacientes, humildes, los que soportan y perdonan las injurias, todos los que lloran y sufren con los enfermos, los que cuidan a sus mayores y ancianos, a los necesitados de su presencia y ayuda, porque de ellos es el reino de los cielos.

        Por eso la Iglesia quiere que celebremos esta fiesta con esperanza cierta de que un día será también nuestra fiesta, la de todos los que queremos ser santos, cumplir sus mandamientos, esto es, amar a Dios sobre todas las cosas y a todos los hombres, como hermanos, como Jesús así lo vivió y nos lo predicó y nos lo enseña en  el Evangelio.

        Hermanos, brevemente:

         1º) Esta fiesta nos enseña a mirar al cielo, a pensar en el cielo, esperar y trabajar por el cielo, así seremos eternamente bienaventurados. 

        2º) Los santos canonizados y no canonizados, nuestros padres y difuntos deben servirnos hoy de estímulo y ejemplo que nos animen en este camino.

        Y 3º) Debemos tenerlos por intercesores, encomendarnos a ellos, rezar a Dios en este día por medio de ellos. Así lo quiere la Iglesia al instituir esta fiesta.

        El número de los salvados nadie podía contar, nos dice S. Juan en el Apocalipsis, de toda raza, lengua y nación. Y el camino para ser santos, para ir al cielo, ya lo sabéis: amar a Dios sobre todas las cosas y cumplir sus mandamientos. Este es el sentido que la Iglesia quiere dar a esta fiesta. Participemos en  ella con plenitud y pidamos ese espíritu de santidad.

 

QUERIDOS HERMANOS:

 

        1.- Hoy, festividad de Todos los Santos, celebramos con gozo y certeza a los que han muerto y viven ya con el Señor, y nos llenamos de esperanza segura y confiada los que aún peregrinamos hacia la casa del Padre, hacia el final feliz de nuestras vidas, que terminarán en la misma felicidad eterna de la Santísima Trinidad, de nuestro Dios, que es Amor y por Amor nos creó para compartir con Él su misma esencia infinita, llena de luz y de felicidad.

        En el Apocalipsis, San Juan escribe, al final de su vida, siete cartas a siete Iglesias para animarlas en su fe y esperanza en el Señor vivo y resucitado, que es el Cordero sin mancha sentado en el trono de Dios y que recibe el canto de los ángeles y ancianos y de todos los salvados, que nadie podía enumerar, de toda lengua y nación, como nos ha dicho la primera lectura de hoy.

 

        2.- La última carta del Apocalipsis va dirigida a la Iglesia de Laodicea, hoy destruida totalmente, que se encontraba en una colina sobre el valle del río Lyco. Era una ciudad industriosa y productora de finos colirios para los ojos; pero religiosamente era una ciudad con grandes lacras morales, como podemos ver por la misma descripción que San Juan hace de sus pecados. El Apóstol la invita al arrepentimiento, que vuelva al fervor de los años mejores. Y para ello, al final de la misma, les invita a volver a la celebración de la Eucaristía, como la recibieron de los Apóstoles.

        Es un texto precioso con las palabras del Señor, que habéis oído muchas veces, pero que vamos a meditar sobre él, porque la Iglesia lo pone para nuestra meditación, aunque a primera vista parezca que no tiene que ver mucho con la fiesta que estamos celebrando: “Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo” (Ap 3, 20). Es como si la Iglesia nos dijera que ninguno de los santos, que hoy celebramos,  llegaron a la santidad sin abrir totalmente a Cristo la puerta y sin haber cenado muchas veces con Él en la mesa de la Eucaristía; nos dice que nadie puede salvarse sin participar en el banquete eucarístico.

 

        3.- En estas palabras de Jesús, que llama a la puerta, hay en primer lugar una declaración que indica su amor para aquella Iglesia y, en definitiva, para cada fiel: “Mira que estoy a la puerta y llamo”. Es un gesto exquisito de búsqueda del amor de la criatura por parte de Dios en Jesús, y, a la vez, de respeto por su libertad. El mismo San Juan nos dirá en una de sus cartas “Dios es Amor.., en esto consiste el amor no en que nosotros hayamos amado a Dios sino en que nos amó primero y envió a su Hijo como propiciación de nuestros pecados”.

        La iniciativa de amor y salvación siempre es de Dios, pero el hombre tiene que abrirle por la fe y el amor su corazón, para que Dios pueda entrar dentro de nosotros. Dios no violenta la libertad del hombre. Dios no entra en el corazón del hombre si éste no le abre. Esta imagen de llamar a la puerta nos recuerda el simbolismo del esposo y la esposa en el Cantar de los Cantares. Allí, en el Antiguo Testamento, se aplica a Dios y a Israel; ahora se aplica a Cristo y a la Iglesia. Es Dios que solicita el amor de sus criaturas, de cada uno de los hombres a los que crea por amor y para el amor eterno del cielo.
Y esa voz que llama es la de Jesús, la del Buen Pastor, la del Redentor, la de Cristo glorioso, la del Hijo y el Verbo encarnado primero en humanidad como la nuestra y luego, en un trozo de pan, para el banquete de la Eucaristía.

        Hay un soneto que nos recuerda este texto del Apocalipsis que estamos comentando y que muchos aprendimos en nuestra juventud, más eucarística y religiosa que la actual : «Qué tengo yo que mi amistad procuras, qué interés se te sigue, Jesús mío, que a mi puerta cubierto de rocío, pasas las noches del invierno oscuras…».

Expresa admirablemente esta imagen de Cristo llamando a la puerta del alma. También el cuarto evangelio alude a la voz del novio en el último testimonio del Bautista acerca de Jesús: “El que tiene a la novia es el novio; pero el amigo del novio, el que asiste y le oye, se alegra mucho con la voz del novio. Ésta es, pues, mi alegría, que ha alcanzado su plenitud” (Jn 3, 29).

 

        4.- La llamada de Jesús espera una respuesta. Ésta se describe en condicional: “Si alguno oye mi voz y me abre la puerta”. La respuesta comienza con el hecho de reconocer la voz de Cristo. Pero el paso decisivo es abrirle la puerta, abrir la puerta al Redentor.

        Esta imagen de entrar por la puerta es la que se utiliza en los años jubilares. Y este abrir la puerta de nuestro corazón a Cristo es primero por la fe, creer en Él, en su evangelio y salvación. Luego viene el amor, cumplir su voluntad, los mandamientos de Dios. Esto significa abrir la puerta de nuestra vida y existencia a Dios. Vivir teniéndolo presente, abriéndole continuamente nuestro corazón, nuestra inteligencia y voluntad. Por eso “Si alguno oye mi voz y me abre la puerta…Entrará en su casa y cenaré con él y él conmigo”. La promesa está expresada en futuro y con una fórmula de comunión: La primera parte de la promesa, “Entraré en su casa”, significa la venida de Jesús a la vida del creyente para tomar posesión de ella. Esta imagen nos recuerda algunos pasajes evangélicos: en el evangelio del último domingo, Jesús que entra en casa de Zaqueo para salvarle y es tal su alegría por recibir en su casa al Señor, que está dispuesto a quedarse pobre para enriquecerse sólo con su Amistad (Lc 19, 1-10); también nos recuerda cuando Jesús entra en casa de Marta y María para hospedarse y cenar en amistad con los tres hermanos (Lc 10, 38-42).

        Este es el sentido de la vida para un cristiano. Ha sido llamado al banquete y a la amistad con Dios en el cielo mediante la cena del pan de vida eterna, que es la cena con el Hijo Amado. La entrada de Jesús es la del Redentor, del Cristo glorioso y resucitado, que prepara la entrada final en la misma Esencia de Felicidad de Dios Amor de cada uno de nosotros aquí en la tierra, mediante la inhabitación de la Santísima Trinidad en el alma en gracia: “Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él” (Jn 14, 23).

        También aquí hay primero una condición, la misma del texto: hay que amar, cumplir la voluntad de Dios, vivir el evangelio: “si alguno me ama...”. La promesa de venir a habitar en el creyente es sustancialmente la misma que encontramos en el Apocalipsis. Significa que Dios penetra en la vida del fiel y toma posesión de ella, como tomó posesión de la Tienda de la Presencia o del Encuentro en el Desierto y luego del Templo de Jerusalén en el Antiguo Testamento y en el seno de la Virgen María, para empezar el Nuevo Testamento. Y ahora ya permanece con nosotros hasta el final de los tiempos en el Sagrario.

       

5.- La segunda parte de la promesa es: “Cenaré con él y él conmigo”.

Compartiremos la mesa, nos sentaremos uno junto al otro, seremos amigos, confidentes, íntimos. El simbolismo de la cena entraña además una nota de sosiego, de paz, de comunión de personas. La expresión “Cenaré con él y él conmigo” es una fórmula que implica una alianza de amor, que empieza en la Eucaristía y será eterna en el cielo, en los santos y santas que ya están en el banquete eterno de la amistad con Dios Trino y Uno. Dimensión eucarística del simbolismo de la Cena del Señor.

        El simbolismo de la Cena con el Señor tiene un significado riquísimo que no pretendemos agotar ahora. Recordemos la dimensión de vida eterna que se expresa frecuentemente en las parábolas con la idea del banquete (Lc 14, 15); que empezó ya en el A.T. con la Alianza, el pacto de amistad entre Dios y los israelitas y sellada con una comida de comunión, de amistad (Ex 24, 11); en el Apocalipsis el banquete esponsal es signo del Reino de los cielos, de la amistad con Dios conseguida para toda la eternidad, la fiesta de todos los santos que hoy celebramos: “Alegrémonos y regocijémonos  y démosle gloria porque han llegado las Bodas del Cordero y su Esposa se ha engalanado” (Ap 19,7).

        Estas bodas tienen también su banquete: “Dichosos los invitados al banquete de Bodas del Cordero” (Apc 19, 9); todos nosotros hemos sido invitados a estas bodas y nuestros santos, todos los salvados, ya están celebrando, porque abrieron la puerta a Cristo y por Él al Dios Uno y Trino. Había que meditar, rezar e invocar y pedir más la ayuda y protección de nuestros santos para que todos nosotros abramos a Cristo las puertas de nuestra alma, de nuestro corazón y celebremos con Él la cena de la amistad, la cena del amor y de la salvación, de la santidad o unión total con Él.

        La dimensión eucarística de este simbolismo de la Cena con el Señor es evidente. El Nuevo Testamento habla de la Cena de Jesús como el momento de su máximo amor para con los hombres (Jn 13, 1-2; Lc 22, 14-15; 1 Cor 11). Por otra parte la Eucaristía es el alimento de la vida eterna simbolizada en la Cena: «Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ven, Señor Jesús». En el banquete de la Pascua y de la Nueva y Eterna Alianza, que eslLa Eucaristía, el Señor nos invita y nosotros, «ven, Señor Jesus» le invitamos a que venga en el pan eucarístico. Por eso la Eucaristía es mayor amistad e intimidad con el Señor en la tierra, porque se nos da en amor y amistad extrema, hasta dar la vida para vivir su amistad: “Nadie ama más, --es decir, nadie es más amigo,--  que aquel que da la vida por los amigos”.

       

6.- Los discípulos de Emaús reconocen a Jesús al ponerse a cenar con ellos, al partir el pan. Es la fuerza transformadora de la Cena con el Señor: es el encuentro, la potenciación de la fe y del amor, la certeza de que Cristo está vivo y nos ama, la conversión. El contexto en que aparecen esta invitación y esta promesa en el Libro del Apocalipsis, contiene una rica descripción del proceso de la conversión hasta llegar a la comunión eucarística. Primero es escuchar la voz de Jesús en el evangelio y en la predicación de la Iglesia. Después es abrir la puerta a Cristo creyendo en Él, en su divinidad y su humanidad, en su condición de Redentor. A continuación Jesús entra en la vida del creyente en un proceso de continua intimidad: “El que tiene mis mandamientos y los guarda, ese es el que me ama; y el que me ame, será amado de mi Padre; y yo le amaré y me manifestaré a él” (Jn 14, 21).

        Esta intimidad se convierte en morada permanente del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo en el corazón del creyente. La entrada de Jesús es la venida de la Trinidad a morar en el cristiano. Todo culmina en la comunión eucarística, en la Cena con el Señor. Admirablemente lo ha expresado Jesús en el Discurso Eucarístico de Cafarnaún: “El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él. Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por mí” (Jn 6, 56-57).

         El cielo será la continuación de esa comunión eucarística, de esa morada divina: “Y oí una fuerte voz que decía desde el trono: Esta es la morada de Dios con los hombres. Pondrá su morada entre ellos y ellos serán su pueblo y El, Dios-con-ellos, será su Dios. Y enjugará toda lágrima de sus ojos, y no habrá ya muerte ni habrá llanto, ni gritos ni fatigas, porque el mundo viejo ha pasado” (Apc 2 1, 3-4).

 

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DÍA 2 NOVIEMBRE: DIFUNTOS

 

QUERIDOS HERMANOS Y HERMANAS: Más allá de la muerte, nos espera la vida para siempre. Hemos nacido para la vida, para la vida sin fin, para la eternidad con Dios; la muerte es una realidad pasajera, que nos introduce en la vida eterna definitivamente con Dios y todos los nuestros.

El mes de noviembre, que es el último mes del Año litúrgico, es el mes de los Santos y el mes de los Difuntos. Es el mes en que nos detenemos a pensar en la vida que acaba en la tierra, difuntos, pero que no acaba definitivamente sino que continuamos en la vida eterna, en la vida después de la muerte: Los Santos.

Por eso, el mes de noviembre es privilegiado porque empieza con la fiesta de todos los Santos, es decir, de todos los hombres que han muerto y están salvados por los méritos de Cristo, eso es lo que celebramos el 1º de noviembre, fiesta de todos los santos, de todos los nuestros que están en el cielo, y luego sigue el día dos, día de difuntos, día en que les recordamos cuando estuvieron en la tierra.

Pedimos que  así lo celebren los nuestros cuando hayamos partido a la casa de Padre, mirando al cielo el día 1º de noviembre y rezando por nosotros el día 2º porque nos recuerden cuando estuvimos con ellos en la tierra. Porque todos nosotros somos eternos, para esto nació Cristo y murió para que todos tuvieramos la vida eterna.

Esta es la verdad fundamental de nuestra fe, de la religión católica, la razón de la vida, muerte y resurrección de Jesucristo y la verdad fundamental de nuestra fe y la razón fundamental y única por la que soy sacerdote. Soy sacerdotes porque Dios existe y en Él y por Él existe la otra vida, la vida eterna. Y a veces lo siento.

Y esta la tristeza y el gozo que tengo mirando este mundo, incluso cristiano, que no piensa ni vive en la eternidad,, sobre todo de cincuenta años para abajo, pero no por eso deja de existir, y ya serán muchos los que está gloriosos y felices, pero otros pueden caer en la infelicidad eterna (del infierno).

Hermanos, los años van pasado y nuestra estancia en la tierra es limitada, tiene fecha de caducidad. Nos lo recuerda esta fiesta de los difuntos, de los nuestros que han muerto para esta vida de la tierra y viven ya en la eternidad.

La fiesta de todos los Santos de ayer y de los difuntos de hoy nos invita a mirar al cielo, donde se encuentran nuestros difuntos, los que nos han precedido en el signo de la fe y duermen ya el sueño de la paz, por ellos rezamos y pedimos y a ellos no encomendamos; por ellos ofrecemos la misa de hoy y otros días, así como la comunión y el rosario para que se encuentren totalmente purificados de todo pecado y estén ya en el cielo para el que fueron y hemos sido soñados todos por Dios nuestro Padre y desde allí, ellos también, por la comunión de los santos, recen por nosotros.

Y, por qué celebramos a los Difuntos el día 2 de noviembre. Por una razón de fe cristiana. Porque los que traspasan el umbral de la muerte y todavía están atados por las secuelas de los pecados cometidos, necesitan ser plenamente liberados, purificados en el Purgatorio. El Purgatorio es aquella situación en la que la persona ve con plena claridad cuánto es el amor de Dios y qué poco ha correspondido por su parte. Es una purificación que se realiza en clima de amor.

Cuando nos sentimos muy amados de Dios y no hemos sabido corresponderle. Eso es el Purgatorio, cara a cara con Dios, sabiendo que estamos salvados, pero que necesitamos purificación para llegar hasta Él. La Iglesia nos invita constantemente a orar por los difuntos, que han muerto en la amistad de Dios y todavía no han llegado al cielo. Porque nuestra oración los ayuda, los alivia, los conforta y les acorta el tiempo de la prueba.

Y en este día de los difuntos podemos expresar nuestro dolor con lágrimas que brotan espontáneas, podemos expresarlo con flores que expresan nuestro cariño hacia las personas queridas. Pero lo que realmente les alivia y acorta el purgatorio y les llega es nuestra oración por ellos, ofrecer la Santa Misa de valor infinito y oraciones y limosnas en sufragio suyo. Y todo por el misterio de la comunión de los santos por la que nosotros nos unimos a los del cielo y los del cielo a los de la tierra. Ellos nos ayudan y nosotros les ayudamos con nuestra fe, esperanza y caridad, virtudes teologales que nos unen con Dios. Así sea.

 

 

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DÍA 2 DE NOVIEMBRE: DIFUNTOS

 

QUERIDOS HERMANAS DOMINICAS: Más allá de la muerte, nos espera la vida de plenitud de la gracia, de la vida divina de la Trinidad para siempre recibida en el santo bautismo y alimentada en la santa misa y comunión eucarísticas y que debéis ya experimentar por la oración un poco elevada en este convento alejadas del mundo y sus vanidades.

 Hemos nacido para el cielo, para contemplar y gozar ya en la tierra por la vida de la gracia en Dios Trinidad, para la vida sin fin en Dios Trino y Uno; la muerte es una realidad pasajera, que nos introduce en la vida eterna definitivamente con Dios y todos los nuestros.

El mes de noviembre, que es mes de difunos, el último mes del Año litúrgico, es el mes de los Santos en el día primero y el mes de los Difuntos vivos que necesitan de nuestra ayuda y oración en el día segundo. Es el mes en que nos detenemos a pensar que nadie muere para siempre, que la vida que acaba en la tierra, difuntos, no acaba definitivamente sino que continúa eternamente, en la vida con Dios Trinidad para siempre o sin Dios también eternamente y que vosotras vivís especialmente muriendo a este mundo y sus vanidades en la clausura de amor eterno a Dios en una convento.

Por eso, el mes de noviembre es privilegiado porque empieza con la fiesta de todos los Santos, es decir, de todos los hombres que han muerto pero están salvados por los méritos de Cristo, eso es lo que celebramos el 1º de noviembre, fiesta de todos los santos, de todos los nuestros que están en el cielo, y luego sigue el día dos, día de difuntos, día en que les recordamos cuando estuvieron en la tierra y rezamos por ello si están en el Purgatorio y necesitan de nuestra ayuda espiritual.

Pedimos que  así lo celebren los nuestros cuando hayamos partido a la casa de Padre, mirando al cielo el día 1º de noviembre y rezando por nosotros el día 2º porque nos recuerdan cuando estuvimos con ellos en la tierra. Porque todos nosotros somos eternos, para esto nació Cristo y murió para que todos tuvieramos la vida eterna y vosotras ya los vivìs especialmente muriendo a este mundo en sus vanidades pasajeras para empezar la eternidad del cielo con Dios Trinidad en un convento. Y para esto, tenéis que subir por la escalada de la santidad, de la oración-conversión, todas tenéis que ser santas, para llegar a estas alturas por la oración contemplativa.

Esta es la verdad fundamental de nuestra fe, de la religión católica, la razón de la vida, muerte y resurrección de Jesucristo y la verdad fundamental de nuestra fe y la razón fundamental y única por la que soy sacerdote y vosotras religiosas inmoladas por la salvación eterna de nuestros hermanos, todos los hombres.

Y esta la tristeza y el gozo que tengo mirando este mundo, incluso cristiano, esta juventud principalmente, que no piensa en la eterninad, sobre todo de cincuenta años para abajo, que no piensa ni vive para este encuento de eternidad con Dios, pero no por eso deja de existir, y ya serán muchos los que está gloriosos, pero otros pueden caer en el infierno.

Hermanos, los años van pasado y nuestra estancia en la tierra es limitada, tiene fecha de caducidad. Nos lo recuerda esta fiesta de los difuntos, de los que han muerto para esta vida de la tierra. La fiesta de todos los Santos de ayer y de los difuntos de hoy nos invitan a mirar al cielo, donde se encuentran nuestros difuntos, los que nos han precedido en el signo de la fe y duermen ya el sueño de la paz, por ellos rezamos y pedimos y a ellos no encomendamos; por ellos ofrecemos la misa de hoy y otros días, así como la comunión y el rosario para que se encuentren totalmente purificados de todo pecado y estén ya en el cielo para el que fueron y hemos sido soñados todos por Dios nuestro padre del cielo y desde allí recen por nosotros por la comunión de los santos.

Y, por qué celebramos a los Difuntos el día 2 de noviembre. Porque los que traspasan el umbral de la muerte y todavía están atados por lazos de pecado o secuelas derivadas, necesitan ser plenamente liberados, purificados en el Purgatorio. El Purgatorio es aquella situación en la que la persona ve con plena claridad cuánto es el amor de Dios y qué poco ha correspondido por su parte. Es una purificación que se realiza en clima de amor. Por eso duele tanto.

Cuando somos muy queridos y no hemos sabido corresponder, el dolor es inmenso. Eso es el Purgatorio cara a cara con Dios. Por los que se hayan apartado de Dios definitivamente en el infierno, la Iglesia no ora, porque su situación es irreversible. La Iglesia nos invita constantemente a orar por los difuntos, que han muerto en la amistad de Dios y todavía no han llegado al cielo. Porque nuestra oración los ayuda, los alivia, les acorta el tiempo de la prueba.

Podemos expresar nuestro dolor con lágrimas que brotan espontáneas, como Jesús lloró ante la tumba de su amigo Lázaro, aún sabiendo que lo iba a resucitar. Podemos expresar con flores nuestro cariño hacia las personas queridas. Pero lo que realmente les llega es nuestra oración por su alma, ofrecer la Santa Misa en sufragio suyo u otras oraciones.

La oración por los Difuntos está continuamente presente en la memoria de la Iglesia, en todas las Misas, en la oración de Vísperas cada día, etc. Os invito a que ofrezcais Misas por los difuntos a quienes en todas las misas les recordamos en el memento de difuntos. ((encarguéis a vuestros sacerdotes que)), y nos unamos todos a ese ofrecimiento. Es una santa costumbre, muy extendida, pero que a veces se descuida.

La Misa tiene un valor infinito y, si a ello unimos nuestra ofrenda de corazón y una limosna, entramos en el precioso misterio de la comunión de los santos, donde nos ayudamos uno a otros por la comunión de los santos. Ellos nos ayudan, nosotros los ayudamos. En el misterio de la comunión eclesial, oramos unos por otros, ofrecemos la Santa Misa, el Rosario, nuestros sacrificios, unos por otros y hacemos así una piña de fe, amor y salvación entre todos, y de esa manera la muerte y sus secuelas son vencidas por el amor y los méritos de Cristo a los que unimos nosotros, como cristianos.

 

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DÍA 2 DE NOVIEMBRE: DIFUNTOS

 

QUERIDOS HERMANOS Y HERMANAS: Más allá de la muerte, nos espera la vida para siempre. Hemos nacido para la vida, para la vida sin fin, para la eternidad con Dios; la muerte es una realidad pasajera, que nos introduce en la vida eterna definitivamente con Dios y todos los nuestros.

El mes de noviembre, que es el último mes del Año litúrgico, es el mes de los Santos y el mes de los Difuntos. Es el mes en que nos detenemos a pensar en la vida que acaba en la tierra, difuntos, pero que no acaba definitivamente sino que continuamos en la vida eterna, en la vida después de la muerte.

Por eso, el mes de noviembre es privilegiado porque empieza con la fiesta de todos los Santos, es decir, de todos los hombres que han muerto y están salvados por los méritos de Cristo, eso es lo que celebramos el 1º de noviembre, fiesta de todos los santos, de todos los nuestros que están en el cielo, y luego sigue el día dos, día de difuntos, día en que les recordamos cuando estuvieron en la tierra.

Pedimos que  así lo celebren los nuestros cuando hayamos partido a la casa de Padre, mirando al cielo el día 1º de noviembre y rezando por nosotros el día 2º porque nos recuerden cuando estuvimos con ellos en la tierra. Porque todos nosotros somos eternos, para esto nació Cristo y murió para que todos tuvieramos la vida eterna.

Esta es la verdad fundamental de nuestra fe, de la religión católica, la razón de la vida, muerte y resurrección de Jesucristo y la verdad fundamental de nuestra fe y la razón fundamental y única por la que soy sacerdote.

Y esta la tristeza y el gozo que tengo mirando este mundo, incluso cristiano, que no piensa ni vive en la eternidad,, sobre todo de cincuenta años para abajo, pero no por eso deja de existir, y ya serán muchos los que está gloriosos y felices, pero otros pueden caer en la infelicidad eterna (del infierno).

Hermanos, los años van pasado y nuestra estancia en la tierra es limitada, tiene fecha de caducidad. Nos lo recuerda esta fiesta de los difuntos, de los nuestros que han muerto para esta vida de la tierra.

La fiesta de todos los Santos de ayer y de los difuntos de hoy nos invita a mirar al cielo, donde se encuentran nuestros difuntos, los que nos han precedido en el signo de la fe y duermen ya el sueño de la paz, por ellos rezamos y pedimos y a ellos no encomendamos; por ellos ofrecemos la misa de hoy y otros días, así como la comunión y el rosario para que se encuentren totalmente purificados de todo pecado y estén ya en el cielo para el que fueron y hemos sido soñados todos por Dios nuestro Padre del cielo y desde allí, por la comunión de los santos recen por nosotros.

Y, por qué celebramos a los Difuntos el día 2 de noviembre. Porque los que traspasan el umbral de la muerte y todavía están atados por las secuelas de los pecados cometidos, necesitan ser plenamente liberados, purificados en el Purgatorio. El Purgatorio es aquella situación en la que la persona ve con plena claridad cuánto es el amor de Dios y qué poco ha correspondido por su parte. Es una purificación que se realiza en clima de amor. Por eso duele tanto.

Cuando nos sentimos muy amados de Dios y no hemos sabido corresponderle, el dolor es inmenso. Eso es el Purgatorio cara a cara con Dios, sabiendo que estamos salvados, pero que necesitamos purificación. La Iglesia nos invita constantemente a orar por los difuntos, que han muerto en la amistad de Dios y todavía no han llegado al cielo. Porque nuestra oración los ayuda, los alivia, los conforta y les acorta el tiempo de la prueba.

En este día de los difuntos podemos expresar nuestro dolor con lágrimas que brotan espontáneas, podemos expresarlo con flores que expresan nuestro cariño hacia las personas queridas. Pero lo que realmente les alivia y acorta el purgatorio y les llega es nuestra oración por ellos, ofrecer la Santa Misa de valor infinito y oraciones y limosnas en sufragio suyo. Y todo por el misterio de la comunión de los santos por la que nosotros nos unimos a los del cielo y los del cielo a los de la tierra. Ellos nos ayudan y nosotros les ayudamos con nuestra fe, esperanza y caridad, virtudes teologales que nos unen con Dios. Así sea.

La oración por los Difuntos está continuamente presente en la memoria de la Iglesia, en todas las Misas, en la oración de Vísperas cada día, etc. Os invito a que ofrezcais Misas por los difuntos a quienes en todas las misas les recordamos en el memento de difuntos. ((encarguéis a vuestros sacerdotes que)), y nos unamos todos a ese ofrecimiento. Es una santa costumbre, muy extendida, pero que a veces se descuida. La Misa tiene un valor infinito y, si a ello unimos nuestra ofrenda de corazón y una limosna, entramos en el precioso misterio de la comunión de los santos, donde nos ayudamos uno a otros por la comunión de los santos. Ellos nos ayudan, nosotros los ayudamos.

En el misterio de la comunión eclesial, oramos unos por otros, ofrecemos la Santa Misa, el Rosario, nuestros sacrificios, unos por otros y hacemos así una piña de fe, amor y salvación entre todos, y de esa manera la muerte y sus secuelas son vencidas por el amor y los méritos de Cristo a los que unimos nosotros, como cristianos.

 

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QUERIDOS HERMANOS Y HERMANAS: Más allá de la muerte, nos espera la vida para siempre. Hemos nacido para la vida, para la vida sin fin; la muerte es una realidad pasajera, que nos introduce en la vida eterna definitivamente con Dios y todos los nuestros.

El mes de noviembre, que es el último mes del Año litúrgico, es el mes de los Santos, el mes de los Difuntos. Es el mes en que nos detenemos a pensar en la vida que acaba en la tierra, pero que no acaba sino que en la vida eterna, en la vida después de la muerte. Por eso, el mes de noviembre es privilegiado porque empieza con la fiesta de todos los Santos, es decir, de todos los hombres salvados por los méritos de Cristo, de todos los nuestros que están en el cielo, y sigue con el día dos, día de difuntos, día en que les recordamos cuando estuvieron en la tierra. Pedimos que  así lo celebren los nuestros cuando hayamos partido a la casa de Padre, mirando al cielo y rezando por nosotros nos recuerden cuando estuvimos con ellos en la tierra. Porque todos nosotros somos eternos, para esto nació Cristo y murió para que todos tuvieramos la vida eterna. Esta es la verdad fundamental de nuestra fe, de la religión católica, la razón de la vida, muerte y resurrección de Jesucristo y la verdad fundamental de nuestra fe y la razón fundamental y única por la que soy sacerdote.

Los años van pasado y nuestra estancia en la tierra es limitada, tiene fecha de caducidad. Nos lo recuerda esta fiesta de los difuntos, de los nuestros que han muerto a esta vida de la tierra. La fiesta de todos los Santos de ayer y de los difuntos de hoy nos invita a mirar al cielo, donde se encuentran nuestros hermanos mayores, los que nos han precedido en el signo de la fe y duermen ya el sueño de la paz; nos invita a que le recordemos y recemos por si necesitan nuestra ayuda, que ofrezcamos la misa hoy y otros días, así como la comunión y el rosario por ellos, porque se hayan purificado de todo pecado y estén ya en el cielo para el que fueron y hemos sido soñados todos por Dios nuestro padre del cielo. Allí iremos también nosotros con ellos. No es una fecha solo para la tristeza, sino para la alegría y la esperanza. Entre esos difuntos por los cuales hoy especialmente rezamos están muchos amigos, familiares y conocidos que ya han traspasado el umbral de la muerte, después de haber vivido santamente. Yo lamento que hoy día olvidamos muy pronto a los difuntos y ya nos rezamos ni ofrecemos misas por ellos, los méritos de Cristo por su salvación eterna. Antes teníamos que hace una lista en este mes de noviembre y en la parroquia casi todos los días teniamos intenciones por nuestro difuntos. Hoy desgraciadamente está muy olvidados. Pues bien, hoy es un día especial en la Iglesia para rezar por ellos y encomendarlos ante Dios.

La Iglesia ha canonizado a algunos, pero la inmensa multitud de los habitantes del cielo no serán canonizados. A todos quiere la Iglesia honrar con el recuerdo para que los imitemos y recurramos a su intercesión en el camino de la vida. Y, por qué celebramos a los Difuntos el día 2 de noviembre. Porque los que traspasan el umbral de la muerte y todavía están atados por lazos de pecado o secuelas derivadas, necesitan ser plenamente liberados, purificados en el Purgatorio. El Purgatorio es aquella situación en la que la persona ve con plena claridad cuánto es el amor de Dios y qué poco ha correspondido por su parte. Es una purificación que se realiza en clima de amor. Por eso duele tanto.

Cuando somos muy queridos y no hemos sabido corresponder, el dolor es inmenso. Eso es el Purgatorio cara a cara con Dios. Por los que se hayan apartado de Dios definitivamente en el infierno, la Iglesia no ora, porque su situación es irreversible. La Iglesia nos invita constantemente a orar por los difuntos, que han muerto en la amistad de Dios y todavía no han llegado al cielo. Porque nuestra oración los ayuda, los alivia, les acorta el tiempo de la prueba. Podemos expresar nuestro dolor con lágrimas que brotan espontáneas, como Jesús lloró ante la tumba de su amigo Lázaro, aún sabiendo que lo iba a resucitar. Podemos expresar con flores nuestro cariño hacia las personas queridas. Pero lo que realmente les llega es nuestra oración por su alma, ofrecer la Santa Misa en sufragio suyo u otras oraciones.

La oración por los Difuntos está continuamente presente en la memoria de la Iglesia, en todas las Misas, en la oración de Vísperas cada día, etc. La Misa tiene un valor infinito y, si a ello unimos nuestra ofrenda de corazón y una limosna, entramos en el precioso misterio de la comunión de los santos, donde unos ayudan a otros en la aplicación de los frutos de la redención de Cristo. Ellos nos ayudan, nosotros los ayudamos. En el misterio de la fe y la comunión eclesial. Oramos unos por otros, ofrecemos la Santa Misa, el Rosario, nuestros sacrificios. Hacemos como una piña entre todos, y de esa manera la muerte y sus secuelas son vencidas por el amor cristiano.

 

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SOLEMNIDAD: LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA

 

QUERIDOS HERMANOS:El 8 de diciembre del 1854, el Papa Pío IX definía en la bula Ineffabilis Deus: «Es doctrina revelada por Dios y, por tanto, ha de creerse firme y constantemente por todos los fieles, que la Virgen María por gracia y privilegio de Dios todopoderoso, en atención  a los méritos de Cristo Jesús, Salvador del género humano, fue preservada inmune de toda mancha de culpa original en el primer instante de su concepción» (DS. 2803).

Y el Concilio Vaticano II ha vuelto sobre esta realidad luminosa de la Virgen y nos dice: «La Madre de Jesús, que dio a luz la Vida misma, que renueva todas las cosas… fue enriquecida desde el primer instante de su concepción con esplendores de santidad del todo singular.» (LG 56).

        Nuestra Madre la Virgen Maria fue, pues, concebida inmaculada, incontaminada, sin macha alguna, desde el primer instante de su ser. Reflexionemos brevementes sobre este hecho de la gracia de Dios:    

        1.- María fue concebida Inmaculada por voluntad de la Trinidad para ser Madre de Jesucristo, Hijo de Dios. Así la llamó el ángel de parte de Dios: “llena de gracia”. No estaba bien que ni por un momento el pecado la poseyese, la hiciera enemiga de Dios a la destinada a ser su madre en la tierra.Así que Maria fue  redimida perfecta desde el vientre de su madre.

        2.- Fue concebida Inmaculada por voluntad del Hijo para ser corredentora. Convenía que fuera preservada  de todo pecado desde el primer instante de su ser la que iba a estar muy unida a Cristo, Único Redentor, que quiso asociarla a su madre y tenerla junto a la cruz.

        3.- Inmaculada, finalmente, por amor de Espíritu Santo, para ser modelo e imagen de la Iglesia, santa e inmaculada, de toda la humanidad redimida. María es tipo y modelo de todos los hombres, de lo que Dios quiere y nos pide a todos nosotros. Bien está el que se arrepiente y se levanta. Pero mejor es no caer en pecado alguno. Maria por ser elegida como madre de Dios, tuvo este privilegio. Es la “mujer nueva, vestida de sol, coronada de 12 estrellas…” que vio Juan en el Apocalipsis.

        En el anuncio del Génesis sobre la estirpe de la mujer que aplastará la cabeza de la serpiente, la tradición eclesial siempre ha visto a María, como nueva Eva. En los versos de la Hidalga del Valle, de nuestros poetas clásicos, queda perfectamente reflejada esta teología: «Decir que Dios no podía, es manifiesta demencia, y es falta a la decencia, si pudiendo, no quería. Pudo y quiso, pues lo hizo y es consecuencia cabal ser concebida María sin pecado original».

        6.- Queridos hermanos: qué grande hizo Dios a su madre, y no sólo para Él sino para todos nosotros, Nuestros sentimientos hacia ella en este día en que celebramos su Concepción Inmaculada son estos:

        a) El primer sentimiento será felicitarla y alegrarnos de que Dios le haya elegido para Madre y le haya hecho tan grande, tan llena de gracias y dones sobrenaturales desde el primer momento de su Concepción. Y lo hacemos con sus mismas palabras: “Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí”.

        b) El segundo sentimientos debe ser deseos de imitarla en lo que podamos porque los hijos deben imitar a sus madres y nosotros vemos en María el modelo de vida cristiana querida por Dios.  Así quiere Dios que seamos todos sus hijos. En ella tenemos que mirarnos y tratar de vivir su pureza y humildad, su confianza y su fiarse totalmente de Dios en las dificultades, aprender de ella la escucha atenta de la Palabra, con obediencia y seguimiento total a Dios “hágase en mí según tu palabra”, como le dijo al ángel .

María, madre de todos los creyentes en Cristo, es modelo de fe, de amor y de esperanza cristiana en la Palabra y promesas de Dios. Creyó siempre y esperó contra toda esperanza creyendo que era el Salvador del mundo el hijo que nació en su seno y moría en la cruz. Sola se quedó en el Calvario, creyendo que era el Salvador del mundo el que moría abandonado de todos en la cruz, hasta de sus mismos discípulos.

        Todo este misterio de María elegida por Dios como madre inmaculada  provoca en todos nosotros confianza y amor total; si Dios confió y se fió de ella, cómo no hacerlo nosotros, ella nos provoca sentimientos de hijos, sentimientos de petición y de súplica. ¡Madre! Ayúdanos a ser como tú. Sólo tú  puedes ayudarnos. Queremos ser buenos cristianos, seguidores de tu Hijo, pero caemos a cada paso. Queremos salvar a los hermanos, pero nos cansamos. ¡Ayúdanos tú, Virgen santa y bendita, Virgen Inmaculada, Auxiliadora del pueblo de Dios. Porque eres tan grande y poderosa ante Dios, Virgen Santa e Inmaculada, que eres omnipotente suplicando a tu Hijo y lo consigues todo. Por eso la Iglesia te tiene como abogada nuestra, intercesora del pueblo de Dios. Todos recurrimos a ti.

        Queridos hermanos: pidamos todas las cosas a Dios por medio de la Virgen Inmaculada. Ella es la mejor madre de la fe y del amor y de la esperanza. ¡Qué certeza y seguridad nos da a todos los creyentes! ¡Cuántas veces hemos sentido su protección maternal!

        ¡María, hermosa Nazaretana, Virgen bella, Madre del alma, cuánto nos quieres, cuanto te queremos. Gracias por habernos dado a Jesús; gracias por querer ser nuestra madre; nuestra madre, madre y modelo; gracias.

 

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        QUERIDOS HERMANOS: Al comenzar la santa misa, la acción de gracias y la oblación más pura que ofrecemos a Dios todos los días, le pedimos perdón por haber pecado con el pensamiento  con las palabras y con las obras. Tenemos conciencia de nuestras palabras manchadas de orgullo, de nuestros pensamientos manchados de materialismo, de nuestros deseos manchados de consumismo. Hasta al niño inocente y recién nacido le sometemos al rito del bautismo, para borrarle su pecado de origen.

        El recuerdo y la mirada filial que dirigimos hoy a la Virgen toda limpia, en su misterio de Concepción Inmaculada, nos llena de gozo y alegría y estímulo a nosotros, sus hijos, los manchados desde nuestro nacimiento, los hijos de Eva. Ella, concebida sin pecado, nos está invitando a todos nosotros, sus hijos, a vivir la pureza recibida en las aguas bautismales, a vivir siempre la gracia y la vida plena de Dios.

 

        1.-En el contexto del tiempo litúrgico del Adviento, en que salimos con gozo a esperar al Señor, la Iglesia quiere que dirijamos nuestra mirada hoy a la Madre, por la que nos vino la Salvación. Celebramos hoy la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen Maria: «comienzo e imagen de la Iglesia, esposa de Cristo, llena de juventud y de limpia hermosura» (Prefacio)

        El 8 de diciembre del 1854, Pío IX definía en la bula Ineffabilis Deus: «Es doctrina revelada por Dios y, por tanto, ha de creerse firme y constantemente por todos los fieles, que la Virgen María por gracia y privilegio de Dios todopoderoso, en atención  a los méritos de Cristo Jesús, Salvador del género humano, fue preservada inmune de toda mancha de culpa original en el primer instante de su concepción» (DS. 2803).

        El Concilio Vaticano II ha vuelto sobre esta realidad luminosa de la Virgen y nos dice: «La Madre de Jesús, que dio a luz la Vida misma, que renueva todas las cosas… fue enriquecida por Dios con dones dignos de tan gran dignidad… enriquecida desde el primer instante de su concepción con esplendores de santidad del todo singular.» (LG 56).

        Nuestra Madre la Virgen Maria fue, pues, concebida inmaculada, impecable, incontaminada, sin macha alguna, desde el primer instante de su ser.

       

1.- El testimonio más singular y válido de la Inmaculada Concepción de la Virgen lo constituyen las palabras traídas desde el seno de Dios por el ángel Gabriel, al anunciarla que será Madre de Dios: “Salve, llena de gracia, el Señor está contigo” (Lc1,8). No sería “llena de gracia” si en algún momento no lo hubiera estado; no sería en sentido total si el pecado la hubiera tocado aun levemente en cualquier momento de su vida. María es la “llena de gracia” por antonomasia, porque su vida estuvo siempre rebosante de vida divina de amor a Dios.

 

        3.- Inmaculada por Madre. El saludo a la “llena de gracia” fue precisamente para anunciarla este mensaje de parte de Dios. María estaba destinada por Dios para ser la madre de su Hijo. Desde su Concepción debía estar llena totalmente de Dios, en cuanto a una criatura le es posible. Su maternidad debía ser un denso reflejo de la Paternidad Santa de Dios Padre y por otra parte, debía estar llena del Espíritu de Dios, pues por su potencia debía colaborar con ella en la generación humana del Verbo de Dios en Jesús de Nazaret.

        No estaba bien que ni por un momento el pecado la poseyese, la hiciera enemiga de Dios. Así que Maria fue un Sí total a Dios desde el primer instante de su ser. Fue la Gracia perfecta, la redimida perfecta.

 

        4.- Inmaculada por corredentora. Es una conveniencia que pide que Maria sea concebida sin pecado y llena de la gracia de Dios. Convenía que fuera preservada  de todo pecado desde el primer instante de su existir en función de estar muy unida a Cristo, Único Redentor, que quiso asociar a su madre y tenerla junto a la cruz cuando moría por la salvación de los hombres sus hermanos. Era congruente y estaba perfecto que estuviera limpia de toda mancha, de todo pecado como corredentora subordinada en esta tarea por su Hijo, la que iba a colaborar con su Hijo en la limpieza del mundo; por eso fue preservada de toda mancha para ejercer su misión adecuada y coherentemente.

        5.- Inmaculada por ser modelo e imagen de la humanidad redimida. María es tipo y modelo de todo creyente, de toda la Iglesia, santa e inmaculada. Ella ha sido elegida por Dios para ser imagen de lo quiere de todos nosotros. Bien está el que se arrepiente y se levanta. Pero mejor es no caer por su gracia. Maria tuvo este privilegio. Maria, desde el primer instante de su ser tenía que se la “mujer nueva, vestida de sol, coronada de 12 estrellas…” que vio Juan en el Apocalipsis y es, en definitiva, la nueva criatura, la nueva creación.

        En el anuncio del Génesis sobre la estirpe de la mujer que aplastará la cabeza de la serpiente, la tradición eclesial siempre ha visto a María, como nueva Eva. La desobediencia de la primera Eva fue reparada por la obediencia de la María, que por eso ha recibido el título de la Iglesia como “la madre de los vivientes”.

        Cristo y Maria representan a la nueva Humanidad restaurada de su condición primera. En los versos de la Hidalga del Valle, de nuestros poetas clásicos, queda perfectamente reflejada esta teología: «Decir que Dios no podía, es manifiesta demencia, y es falta a la decencia, si pudiendo, no quería. Pudo y quiso, pues lo hizo y es consecuencia cabal ser concebida María sin pecado original».

       

        6.- Queridos hermanos: Qué gran madre tenemos, qué grande hizo Dios a María y no sólo para Él sino para nosotros, qué plenitud de gracia, hermosura y amor. Nuestros sentimientos hacia ella en el día su fiesta son:

        a) El primer sentimiento nuestro para con María será felicitarla y alegrarnos de que Dios le haya elegido para Madre y le haya hecho tan grande, tan llena de gracias y dones sobrenaturales desde el primer momento de su Concepción. Lo hacemos con sus mismas palabras: “Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí”.

 

        b) Dios ha hecho tan grande y limpia a Maria como icono y modelo nuestro.  Así quiere Dios que seamos todos sus hijos. En ella tenemos que mirarnos y tratar de vivir su humildad en la grandeza, su fiarse totalmente de Dios en las dificultades, aprender de ella la escucha atenta de la Palabra, obediencia y seguimiento total. Es modelo de santidad en la fe, en el amor, en la esperanza cristianas. Creyó siempre y esperó contra toda esperanza; amó hasta olvidarse de sí, creyendo que era el Salvador del mundo el hijo que moría en la cruz. Sola se quedó en el Calvario, creyendo que era el Salvador del mundo e el que moría abandonado de todos, hasta de sus mismos discípulos.

 

        c) ¡Madre! Ayúdanos a ser como tú. Sólo tú  puedes ayudarnos. Queremos ser buenos cristianos, seguidores de tu Hijo, pero caemos a cada paso. Queremos salvar a los hermanos, pero nos cansamos. ¡Ayúdanos tu, Virgen bella, Inmaculada, Auxiliadora del pueblo de Dios. Es tan grande tu poder ante Dios, porque eres omnipotente suplicando a tu Hijo que es omnipotente realizando, porque es Dios. Por eso la Iglesia te tiene como abogada nuestra, intercesora del pueblo de Dios. Todos recurrimos a ti.

       

        Queridos hermanos: pidamos todas las cosas a Dios por medio de la Virgen Inmaculada, recemos con ella con plena confianza. Ella es la mejor madre de la fe y del amor y de la esperanza. ¡Qué certeza y seguridad nos da a los creyentes! ¡Cuántas veces hemos sentido su protección maternal!

 

        ¡María, hermosa Nazaretana, Virgen guapa, Madre del alma, cuánto te quiero, cuánto nos quieres. Gracias por habernos dado a Jesús; gracias por querer ser nuestra madre; nuestra madre y modelo; gracias.

Ésta ha de ser la propuesta permanente de la nueva evangelización: la belleza de la vida cristiana, de la vida de hijos de Dios, que en María resplandece plenamente: LA PURÍSIMA.

 

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QUERIDOS HERMANOS Y HERMANAS:La fiesta de la Inmaculada brilla con esplendor de cielo azul. Un cielo limpio en el que brilla el sol de la pureza y de la gracia. La fiesta de la Inmaculada llena de alegría el alma del pueblo cristiano. Ella anuncia la cercanía de la redención, que viene a traer al mundo el Hijo de sus entrañas, Jesucristo, que nacerá en la Nochebuena como fruto bendito de su vientre virginal.

María es el primer fruto de la redención, porque ha sido preparada por Dios para ser la madre de su Hijo divino hecho hombre. Ella no conoció el pecado. Fue toda limpia y hermosa, llena de gracia y santidad. Vale la pena mirar a María continuamente, pero más todavía cuando llegan sus fiestas, y de manera singular esta fiesta de la Inmaculada.

En un mundo como el nuestro, la vieja Europa nuestra que ignora sus raíces cristianas, va creciendo el ateísmo militante, fruto del alejamiento de Dios de muchedumbres inmensas, en una “apostasía silenciosa” generalizada, como decía san Juan Pablo II. Todo ello es fruto del pecado, del egoísmo en todas sus formas. Injusticias, corrupción, desprecio de la vida y de los derechos humanos, odios, guerras.

El pecado ha hecho y sigue haciendo estragos en la historia de la humanidad. En medio de todo ese estiércol ha brotado una flor, cuyo fruto maduro va a ser su Hijo, nuestro Señor Jesucristo. Es un balón de oxígeno para el cristiano en todo tiempo mirar a María, la Purísima, la concebida sin pecado, la llena de gracia.

Nosotros que somos pecadores, y que no somos capaces de salir de nuestro pecado por nuestras solas fuerzas, al mirarla a ella sentimos el alivio de la gracia, que en ella resplandece con toda plenitud. El corazón se nos llena de esperanza.

Nosotros hemos nacido en pecado, el pecado original, y el bautismo nos ha librado de la muerte eterna, haciéndonos hijos de Dios. En nosotros permanece la inclinación al pecado, el atractivo del pecado (la concupiscencia, que no es pecado, pero procede del pecado e inclina al pecado).

María, sin embargo ha sido librada de todo pecado antes de cometerlo. Ni siquiera el pecado original ha tenido lugar en ella. Ni tampoco sombra alguna de pecado personal mortal o venial, ni la más mínima connaturalidad con el pecado. “El pecado más grande de nuestros días es la pérdida del sentido del pecado”, decía hace poco el papa Francisco recordando esta misma expresión del papa Pío XII.

Ciertamente, es necesario contemplar la belleza de María para sentirnos atraídos por esa meta a la que Dios quiere llevarnos: libres de todo pecado y llenos de gracia y santidad. Y esta ha de ser la propuesta permanente de la nueva evangelización: la belleza de la vida cristiana, de la vida de hijos de Dios, que en María resplandece plenamente.

Muchos de nuestros contemporáneos han perdido el sentido de Dios, andan perdidos entre los afanes de este mundo, desnortados sin saber a dónde dirigir sus pasos, esclavos de tantas torceduras del corazón humano, víctimas de sus propios vicios que aíslan y encierran a la persona en sí misma y la incapacitan para amar. Todas estas y muchas más son las consecuencias del pecado, del alejamiento de Dios. Muchos incluso han perdido el sentido del pecado, porque su vida no hace referencia a Dios para nada.

Muchos viven en esas periferias existenciales, lejos de la casa de Dios, y al encontrarse con María recuperan el sentido de lo bello, la verdad de la vida, la fuerza para realizar el bien. La fiesta de la Inmaculada quiere traernos a todos esta buena noticia.

Por la encarnación redentora de su Hijo divino Jesucristo, por su muerte y resurrección, se nos han abierto de par en par las puertas del cielo. Es posible la esperanza, es posible otra forma de vida, es posible amar y salir de uno mismo para entregarse a los demás, es posible la vida de gracia y santidad. Más aún, hemos nacido para eso. Y si alguna vez nos viene la duda o se oscurece el horizonte, levantemos los ojos a María Santísima, la llena de gracia, la toda limpia, la Purísima.

Que el Señor os conceda a todos una profunda re- novación en este Año de la misericordia que, en el día de la Inmaculada, es abierto para toda la Iglesia.

Recibid mi afecto y mi bendición:

 

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INMACULADA

 

Queridos hermanos: Estamos celebrando con gozo la fiesta de María en su Inmaculada Concepción; todos los hombres necesitamos el bautismo para liberarnos del pecado original; María fue concebida y permaneció siempre limpia de todo pecado, fue concebida intacta, impoluta, llena de gracia y belleza divina.

María es el primer fruto de la redención, porque ha sido preparada por Dios para ser la madre de su Hijo divino hecho hombre. Ella no conoció el pecado. Fue toda limpia y hermosa, llena de gracia y santidad. Vale la pena mirar a María continuamente, pero más todavía cuando llegan sus fiestas, y, de manera singular, esta fiesta de la Inmaculada.

En un mundo como el nuestro, la vieja Europa que va olvidándose y alejándose de sus raíces cristianas, y va creciendo el ateísmo militante, fruto del alejamiento de Dios de muchedumbres inmensas, de hijos y nietos, en una “apostasía silenciosa” generalizada, como decía san Juan Pablo II. El pecado ha hecho y sigue haciendo estragos en la historia de la humanidad con abortos, crímenes de padres a hijos y de hijos a padres, con familias rotas, divorcios, guerras por dineros, petróleos, apostasías.

En medio de todo ese pecado ha brotado una flor, cuyo fruto maduro va a ser su Hijo, nuestro Señor Jesucristo, el único que puede salvar el mundo de ahora y de siempre, miremos las historia.

Es un balón de oxígeno para el cristiano en todo tiempo, mirar a María, la Purísima, la concebida sin pecado, la llena de gracia, auxilio para todos, especialmente para las familias que antes rezaban el rosario unidas, porque familia que reza unida permanece unida. Hoy no digo el rosario, ni el ave maría saben ni rezan los niños que vienen el primer año a la catequesis. Familia que reza unida, que viene a misa los domingos, permanece unida.

Ver así a María, tan bella y limpia, concebida sin pecado, nos está indicando el amor y predilección del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo sobre la elegida por la Santísima Trinidad para ser Madre del Hijo, preparando así una digna morada al Verbo de Dios encarnado en su seno, y nos invita a todos nosotros, sus hijos, a imitarla, a invocarla, a recurrir a ella en nuestras necesidades.

Nos llena de gozo y alegría a todos nosotros, sus hijos,  los manchados hijos de Eva, que caminamos en este mundo necesitados de su protección y ayuda permanente; esto nos da certeza y confianza a todos los hombres, los hijos de nuestra madre Inmaculada porque sabemos que nuestra oraciones y novenas y peticiones son siempre atendidas y escuchadas; y finalmente nuestra Madre, limpia de pecado, se convierte en modelo e imagen de lo que Dios quiere de todos nosotros, porque al verla así tan bella y limpia de toda mancha, nosotros sus hijos hemos de esforzarnos por parecernos a Ella, luchar para vivir siempre la gracia y la vida plena de amor a Dios y nuestros hermanos los hombres, recibida en las aguas bautismales.

        1.-    El Concilio Vaticano II nos dice al presentarnos a María: «La Madre de Jesús, que dio a luz la Vida misma, que renueva todas las cosas… fue enriquecida por Dios con dones dignos de tan gran dignidad… enriquecida desde el primer instante de su concepción con esplendores de santidad del todo singular.» (LG 56).

        “Salve, llena de gracia, el Señor está contigo”, ”Salve”, es decir, alégrate, regocíjate, “llena de gracia”, porque Dios te ha predestinado ser Madre del Hijo encarnado.

        “El Señor está contigo”, prosigue el divino mensajero. Nuestra Madre estuvo desde el primer instante de su ser  más rebosante de gracia que todos los ángeles y santos juntos. Y así lo expresó públicamente su prima Isabel, al verla preñada del Hijo de Dios: “bendita tú entre todas las mujeres y bendito el fruto de tu vientre”. 

        POR TRES MOTIVOS PRINCIPALES hizo Dios a María tan grande y bella:   

        2.- Inmaculada por Madre. No estaba bien que ni por un momento el maligno y el pecado poseyese a la que iba a ser morada y templo de Dios.

        3.- Inmaculada por corredentora. Convenía que estuviera limpia de toda mancha, de todo pecado la que el Hijo quería que fuera corredentora subordinada y unida a Él en su tarea de Único Salvador del los hombres;

        4.- Inmaculada también por ser modelo e imagen de la humanidad redimida. Es la “mujer nueva, vestida de sol, coronada de 12 estrellas…” que vio Juan en el Apocalipsis.

 

Queridos hermanos: Qué gran madre tenemos, qué plenitud de gracia hermosura y amor. Nuestros sentimientos hacia ella deben ser:

        1) El primer sentimiento será felicitarla y alegrarnos de que Dios le haya elegido para Madre y le haya hecho tan grande, tan llena de gracias y dones sobrenaturales y rezar con ella el magníficat “Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí”.

        b) El segundo sentimiento es tratar de imitarla, parecernos a ella. Así quiere Dios que seamos todos sus hijos.

c) Recemos y hablemos todos los días con nuestra madre del cielo. ¡Madre! Ayúdanos a ser como tú. Sólo tú  puedes ayudarnos. Tú eres omnipotente suplicando y pidiendo a tu Hijo Dios. Por eso la Iglesia te tiene como abogada nuestra, intercesora del pueblo de Dios.

        d) Queridos hermanos: recemos todos los días a María nuestra Madre; pidamos todas las cosas a Dios por medio de la Virgen Inmaculada. ¡Cuántas veces hemos sentido su protección maternal!¡Qué certeza y seguridad nos da a todos sus hijos! ¡Qué poder tiene ante Dios! ¡Madre Inmaculada, Madre del alma, cuánto nos quieres, cuánto te

queremos todos tus hijos. Gracias por habernos dado a Jesús; gracias por querer ser nuestra madre; nuestra madre y modelo; gracias.

 

 

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SEXTO DÍA: INMACULADA CONCEPCIÓN Y MATERNIDAD DIVINA Y HUMANA

 

Queridos hermanos concelebrantes, queridos paisanos y amigos todos, hijos de nuestra Madre la Virgen del Salobrar. Esta tarde, en este sexto día de su novena, vamos a meditar, a contemplar a nuestra Madre, la Virgen del Salobrar, en el misterio de su Inmaculada Concepción, concebida sin pecado en el seno de su madre santa Ana, desde el primer instante de su ser.

Esta mirada filial que dirigimos hoy a la Virgen limpia de todo pecado, en este día de su novena, nos llena de gozo y alegría y confianza en su poder a nosotros, sus hijos, los manchados hijos de Eva. Ella fue siempre tierra virgen, huerto cerrado, sin pisadas de nadie, llena de gracia desde el primer instante de su existencia terrena.

Verla así tan bella y limpia, concebida sin pecado, nos está indicando el amor y predilección del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo sobre la elegida por la Santísima Trinidad para ser Madre del Hijo, preparando así una digna morada al Verbo de Dios encarnado en su seno; nos llena también de gozo y alegría a todos nosotros, sus hijos,  los manchados hijos de Eva, que caminamos en este mundo necesitados de su protección ya ayuda permanente en y esto no da certeza y confianza a todos los hombres, los hijos de la tierra de que nuestra oraciones y novenas y peticiones son siempre atendidas y escuchadas aunque a veces se ajusten mas a la voluntad del Padre Dios que a las nuestra porque Él sabe  mejor lo que nos conviene; y finalmente nuestra Madre, limpia de pecado, se convierte en modelo e imagen de lo que Dios quiere de todos nosotros, porque al verla así tan bella y limpia de toda mancha, nosotros sus hijos hemos de esforzarnos por parecernos a Ella, luchar para vivir siempre la gracia y la vida plena de Dios recibida en las aguas bautismales.

Nuestra Madre, la Virgen María es la criatura más perfecta salida de las manos de Dios. Es tan buena, tan sencilla, tan delicada, tan prodigiosamente humilde y pura, que se la quiere sin querer.

        1.-    El Concilio Vaticano II nos dice al presentarnos a María: «La Madre de Jesús, que dio a luz la Vida misma, que renueva todas las cosas… fue enriquecida por Dios con dones dignos de tan gran dignidad… enriquecida desde el primer instante de su concepción con esplendores de santidad del todo singular.» (LG 56).

        Ha sido Dios mismo el que nos ha revelado este misterio por medio del Ángel Gabriel enviado a María para anunciarla que ha sido elegida para ser la Madre del Hijo de Dios encarnado: “Salve, llena de gracia, el Señor está contigo” (Lc1,8).

        La escena, si queréis, podemos reproducirla así: La Virgen está orando. Adorando al Padre “en espíritu y verdad”. Orando, mientas cosía, barría, o hacía cualquier cosa, o, sencillamente, orando sin hacer otra cosa más que orar. El cronista San Lucas no especifica. El diálogo mantenido entre el ángel y aquella hermosa nazarena es un trenzado de alabanzas y humildad.

“Salve,  llena de gracia, el Señor está contigo...”Salve”, es decir, alégrate, regocíjate, “llena de gracia”, porque Dios te ha predestinado ser Madre del Hijo encarnado. Si la gracia es el mayor don de Dios, con cuánta gracia engrandecería el Omnipotente a su elegida por madre. Con la Hidalga del Valle podemos cantarla: <Decir que Dios no podía es m.. Por eso Dios que pudo hacer a su madre, así la hizo llena de gracia.

        “El Señor está contigo”, prosigue el divino mensajero. Nuestra Madre del Salobrar estuvo desde el primer instante de su ser  más rebosante de gracia y dones divinos que todos los ángeles y santos juntos. Y así lo expresó públicamente su prima Isabel, al verla preñada del Hijo de Dios: “bendita tú entre todas las mujeres y bendito el fruto de tu vientre”. 

        Grandes mujeres habían existido en el Antiguo Testamento. Grandes habrían de existir en el N.T. Todas muy queridas de Dios, pero incomparablemente más que todas ellas, María, elegida para Madre de Dios.

        POR TRES MOTIVOS PRINCIPALES hizo Dios a María tan grande y bella:   

        2.- Inmaculada por Madre. No estaba bien que ni por un momento el maligno y el pecado poseyese a la que iba a ser morada y templo de Dios.

        3.- Inmaculada por corredentora. Convenía que estuviera limpia de toda mancha, de todo pecado la que el Hijo quería que fuera corredentora subordinada y unida a Él en su tarea de Único Salvador del los hombres;

        4.- Inmaculada también por ser modelo e imagen de la humanidad redimida. María es tipo y modelo de todo creyente, de toda la Iglesia, santa e inmaculada. Maria tenía que ser desde el primer instante de su ser la “mujer nueva, vestida de sol, coronada de 12 estrellas…” que vio Juan en el Apocalipsis, en definitiva, la nueva criatura, la nueva creación.

        Por eso, en el anuncio del Génesis sobre la estirpe de la mujer que aplastará la cabeza de la serpiente, la tradición eclesial siempre ha visto a María, como nueva Eva. La desobediencia de la primera Eva fue reparada por la obediencia de la María, que por eso ha recibido el título de la Iglesia como “la madre de los vivientes”.

        5.- Queridos hermanos: Qué gran madre tenemos, qué plenitud de gracia hermosura y amor, qué grande hizo Dios a María y no sólo para Él sino para nosotros. Nuestros sentimientos hacia ella deben ser:

        a) El primer sentimiento nuestro para con nuestra madre la Virgen del Salobrar será felicitarla y alegrarnos de que Dios le haya elegido para Madre y le haya hecho tan grande, tan llena de gracias y dones sobrenaturales y rezar con ella el magníficat “Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí”.

        b) El segundo sentimiento es tratar de imitarla, parecernos a ella. Así quiere Dios que seamos todos sus hijos. En ella tenemos que mirarnos y tratar de vivir su humildad en la grandeza, aprender de ella la escucha atenta de la Palabra, obediencia y seguimiento total. Es modelo de santidad en la fe, en el amor, en la esperanza cristianas. Creyó siempre y esperó contra toda esperanza; amó hasta olvidarse de sí, creyendo que era el Salvador del mundo el hijo que moría en la cruz. Sola se quedó en el Calvario, creyendo que era el Salvador del mundo e el que moría abandonado de todos, hasta de sus mismos discípulos.

        c) Recemos y hablemos todos los días con nuestra madre del cielo. ¡Madre! Ayúdanos a ser como tú. Sólo tú  puedes ayudarnos. Tú eres omnipotente suplicando a tu Hijo que es omnipotente realizando, porque es Dios. Por eso la Iglesia te tiene como abogada nuestra, intercesora del pueblo de Dios. Todos recurrimos a ti.

        d) Queridos hermanos: pidamos todas las cosas a Dios por medio de la Virgen Inmaculada, recemos con ella con plena confianza. ¡Qué certeza y seguridad nos da a todos sus hijos! ¡Qué poder tiene ante Dios!¡Cuántas veces hemos sentido su protección maternal!

        ¡Madre del Salobrar, Madre del alma, cuánto te quiero, cuánto te queremos todos tus hijos de Jaraiz, cuánto nos quieres tú, Virgen bendita del Salobrar. Gracias por habernos dado a Jesús; gracias por querer ser nuestra madre; nuestra madre y modelo; gracias.

 

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8 DE DICIEMBRE. SOLEMNIDAD: LA INMACULADA VIRGEN MARÍA

 

PRIMERA LECTURA: Génesis 3, 9 15.20

 

        Consumado el pecado, el hombre se esconde de Dios: se avergüenza de su desnudez. El relato, centrado en la reacción de Dios frente a la desobediencia del hombre, transmite el diálogo de un Dios que busca entender qué pudo haber pasado en su paraíso y con sus criaturas: todos los protagonistas del drama reciben un castigo que no es más que la descripción de su propia naturaleza. Queda claro que Dios hubiera deseado otro final, porque el fracaso del hombre, en cierto sentido, es  también el fracaso de su proyecto, por eso, en el mismo momento, compromete  un Salvador: “Establezco hostilidades entre ti y la mujer, entre tu estirpe y la suya; ella te herirá en la cabeza, cuando tú le hieras en el talón”.

 

SEGUNDA LECTURA: Efesios 1, 3-6.11.12

 

        Desde la experiencia de la realización del plan de salvación, se alaba a Dios por ser Cristo Jesús la bendición divina que anula cualquier maldición, por merecida que hubiere sido. Se descubre nuestra inclusión en un programa salvífico ideado por Dios antes de ser pecadores; incluso antes de nuestro existir terreno, Dios ha tenido como objetivo hacernos sus hijos conforme a la Imagen de su Hijo: “Bendito sea Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo… que en Él nos eligió antes de la constitución del mundo para que fuésemos santos e inmaculados ante Él en caridad y nos predestinó a la adopción de hijos suyos por Jesucristo”.

 

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 1, 26-38

 

(Fue mi primera homilía de la Inmaculada, preducada con los tonos propios de la época, como nos enseñaba en las clases de Oratoria D. Pelayo, canónigo magistral; pero, como siempre, con el mismo amor de hijo a la hermosa Nazarena, a la Virgen bella, en la novena del Seminario de Plasencia, en 1959)

       

        QUERIDOS HERMANOS:

 

        1.- Al comenzar la santa Misa, la acción de gracias más pura que ofrecemos a Dios todos los días, le pedimos perdón de haber pecado con el pensamiento, con las palabras y con las obras. Tenemos conciencia  de nuestras obras manchadas de soberbia y de  egoísmo, de nuestras palabras manchadas, de nuestros pensamientos  y deseos manchados. Hasta al niño recién nacido lo sometemos al rito del bautismo para borrar su pecado de origen. Por eso, el recuerdo anual de la Inmaculada, redimida desde el primer instante de su Concepción, nos llena de alegría y orgullo a nosotros, los manchados hijos de Eva.         Todos los hombres necesitamos las aguas bautismales; sólo Ella fue siempre tierra virgen, sin pisadas de nadie, excepcionalmente concebida, inmaculada, intacta, impoluta, incontaminada.

        Este día, hermanos, es de suma veneración, día grande, cuya solemnidad aventaja a la solemnidad de los santos porque en él nuestra Virgen, la Purísima fue concebida Inmaculada sin pecado original, fue concebida sin mancha, llena de luz y de gracia en el seno materno.

       

        2.- Todos los hombres somos engendrados con el pecado de Adán, necesitamos las aguas bautismales para limpiar esta sombra de luz divina que en todos nosotros empaña el resplandor de nuestra alma. Sólo ella, la Virgen bella, la hermosa nazaretana fue siempre tierra virgen, materia limpia, fue concebida llena de amor divino y de gracia sobrenatural.

        No hay corriente tan impetuosa que no pueda ser detenida por la Omnipotencia de Dios. El sol sigue siempre su eterna carrera; el agua del río nos impide el camino y el abrazo entre ambas orillas y el fuego nos quema siempre. Sin embargo, cuando Dios quiso, el sol se detuvo en su carrera, para que venciese su pueblo, el Jordán y el mar Rojo mostraron un camino seco a los israelitas y el fuego del horno no quemó a Daniel y sus compañeros.

        Con esta misma potencia, queridos hermanos, pero con más amor y voluntad que nunca, Dios quiso que la impetuosa corriente del pecado de Adán, que hiere e infarta al hombre en lo más profundo de su ser, no lesionara ni tocara a la que sería su Madre, y fue concebida Inmaculada. Ella, la única y simplemente porque Dios quiso.

       

        3.- Acabo de decir que Dios lo puede todo y, sin embargo, no es verdad. La Omnipotencia divina que detiene al sol y separa las aguas, tiene también sus límites, porque los tiene también su libertad. Dios, por ejemplo, no es libre para dejar de ser Dios, ya que el Infinito tiene que existir en razón de su mismo Ser que es vida eterna, sin límites en ninguna dirección. Puede sí colgar más y más estrellas en el cielo para que nosotros inexactamente digamos que son infinitas; puede construir un mundo más dilatado y variado, de colores más brillantes; puede, desde luego y con mucha facilidad crear otros cielos más limpios, un mar más azul y profundo, unos claveles más rojos, unas cascadas más altas e impresionantes. Puede todo eso y otras cosas más difíciles que ni siquiera la mente humana puede imaginar. Pero el poder de Dios tiene un límite, se puso un límite, no puede traspasarlo, porque sería crear otro Dios, no puede ni quiere inventar ni plasmar para su Hijo una madre más buena y hermosa, más limpia y excelente, que la grandiosa bienaventurada Virgen María.

       

        4.- Es impresionante el esfuerzo hecho por Dios para realizar en carne humana la idea más perfecta que de mujer haya concebido en su mente divina. Para plasmarla, como hemos dicho, cogió el azul de los mares, el resplandor de los soles, el frescor de las auras, la suavidad más dulce de las brisas; lo juntó todo y lo llamó María. María, la misma mujer y humilde jovencita Nazarena, que acarreaba el agua y la leña para su casa y en cuyas manos ponemos nosotros ahora todas nuestras plegarias, es el límite que Dios se ha impuesto a sus esfuerzos creadores. Al conjunto de todas las aguas nosotros lo llamamos «maria»; y Dios, al conjunto de todas las gracias que puede conceder a una criatura, lo llamó María.

        Por esto, María es Virgen bella, Señora de todas las cosas, Estrella de todos los mares, Señora del buen aire y Reina de los cielos. No puede existir nadie ya más perfecto que ella, simplemente porque Dios no lo quiere, porque escogió para ella todo lo sobrenatural más bello y gracioso que pueda existir. La Virgen contiene en sí la suma perfección de las cosas creables, por eso es distinta de todos y de todo: Inmaculada, impecable, dotada de todas las defensas y hermosuras de la gracia, en la misma orilla de Dios, la Virgen es un ser aparte.

       

        5.- Cuando antes de crear los mundos, desfilaron ante los ojos de la Santísima Trinidad todos los seres posibles, se detuvieron amorosos ante una criatura singular. El Padre la amó  y dijo: serás mi Hija Predilecta; el Hijo la besó diciendo: será mi madre acariciada; el Espíritu Santo la abrazó y dijo: Tú serás mi esposa amada. La llenaron de regalos y de gracias, y cuando la Reina estuvo vestida de luz, los Tres colocaron sobre su sienes una corona: en el centro ponía: Inmaculada.

        Es dulce pensar en aquellas tareas preparatorias de la Trinidad dichosa. Imaginémonos a Dios Trino y Uno ocupado con Amor de Espíritu Santo, ternura de Hijo y  anhelos de Padre creador de vida, trazando el semblante, el rostro y los rasgos de su hija predilecta y escogida en el semblante y hermosura de su mismo Ser contemplado y visto y plasmado en el Esplendor de su Imagen e Idea creadora del Hijo “Amado por quien todo ha sido hecho”; qué miradas entre el Padre y el Hijo, qué diálogos de Amor, qué miradas de gozo, qué contemplación de Amor, qué fuerza creadora de lo visto y contemplado en el Hijo, Hermosura, Esplendor infinito del Ser y Reflejo del Padre infinito, qué potencia creadora con Amor de Espíritu Santo. Con qué manos temblorosas de emoción el Padre la creó en su Mente divina trinitaria; con qué manos emocionadas el Hijo la acarició en su mismo Ser de Hijo imagen del Padre; con qué potencia de beso de amor el Espíritu Santo la plasmó en cuerpo y alma.

        Nuestras iglesias han de levantarse sobre un terreno bendecido, acotado, libre de todo aprovechamiento humano. Un delito ocurrido en ellas las inutiliza para el culto divino, porque impide la tranquila presencia de Dios. Y es que Dios es Dios y para el Dios Infinito y Grande siempre el templo, limpio; los corporales, bien planchados; la patena, de buen metal; la Madre,  Inmaculada.   

        Asociada por Cristo a la obra redentora de la humanidad convenía que desde el primer instante de su ser, en su misma concepción divina y humana, estuviera libre de toda mancha y pecado. Muchas son las razones porque las que Dios quiso que María estuviera limpia de todo pecado y llena de dones y blancura.

 

        6.- Entre estas razones, la principal era la conveniencia de tener una madre limpia, que iba a asociar a su obra salvadora. El que redime debe estar libre de la culpa, del pecado que quita; lo mismo que, para lavar los objetos o personas, las manos que ayudan a limpiar las manchas deben estar previamente lavadas, limpias de la suciedad que tratan de quitar.       

        Por eso, María vino a esta tierra por concepción maternal y humana, como vendría su hijo, como venimos todos nosotros, pero Inmaculada, por designio de amor del Padre, por exigencia de pureza por el Hijo, por necesidad del Amor extremo del Espíritu Santo.

        Y este es el misterio de la Inmaculada Concepción de María que hoy estamos celebrando. Si removéis el cieno de las fuentes, toda el agua que baja al río de la vida se enturbia y baja encenagada. Dios constituyó a Adán, fuente de vida humana; al comer la manzana, al comer del árbol del bien y del mal, esto es, al no querer obedecer a Dios y tratar de ser él Dios, diciendo lo que está bien y mal en contra de lo establecido por Dios, vino el pecado; porque eso es el pecado, decir nosotros y decidir nosotros lo que está bien o mal en contra de lo que Dios dice. Nosotros procedemos de la carne manchada de Adán.

        Solo ella, procediendo de esa misma fuente, fue preservada en razón de los méritos y deseos de su Hijo, de toda mancha de pecado y recibió la vida desde Dios por su madre santa Ana, limpia y transparente y su concepción fue inmaculada, esto es, no maculada, no manchada.

        Dios que estaba preparando a su propia madre no podía consentir que fuera escupida por el veneno de la serpiente, del reptil inmundo. ¿Quién de nosotros no lo hubiera hecho si lo hubiera podido? El Hijo no podía consentir que ni por un momento fuera pisada por la serpiente de la enemistad con Dios, que su madre fuera su enemiga y rebelde por el pecado original. No lo quiso y como podía, lo hizo. Si el Hijo se estaba preparando su morada en la tierra, tenía que parecerse lo más posible a la del Cielo de su Padre, a la Santidad Esencial del Dios Trino y Uno; si Dios se preparaba su primer templo y sagrario  y tienda en la tierra no podía consentir que estuviera primero habitada por el demonio, pisoteada por su enemigo, que la estrenase la serpiente. No estaría bien en un Dios, en un Hijo, en un Esposo que pudo hacer a su propia madre, a su propia esposa, a su propia Hija.

        María por eso fue siempre tierra limpia y virginal, sin pisadas de nadie, siempre paraíso de Dios entre los hombres, donde sólo se paseó Él desde antes de ser concebida y en su misma Concepción Inmaculada. Había que concluir esta parte con los versos de la Hidalga del Valle: «Decir que Dios no podía, es manifiesta demencia y es faltar a la decencia, si pudiendo, no quería; pudo y quiso, pues lo hizo y es consecuencia cabal ser concebida María sin pecado original». Son esas razones del corazón que la razón no entiende porque tiene uno que estar lleno de ese amor para comprenderlo: ¿Quiso y no pudo? No sería Dios todopoderoso. ¿Pudo y no quiso? No puede ser Hijo. Digamos, pues, que quiso y pudo.  Para que entendamos mejor: Quiso hacerla Inmaculada y no pudo, no es Dios porque no tiene poder infinito. Pudo y no quiso, no es Hijo, porque un hijo busca lo mejor para su madre. Digamos, pues, que Jesucristo, como Dios y como Hijo, pudo y quiso hacerla Inmaculada. Y así vino la Virgen desde la mente de Dios hasta esta tierra: vino toda ella limpia e Inmaculada, sin que el vaho y el aliento pestilente y dañino de la serpiente mordiese su alma y su cuerpo.

        Qué pura, qué divina, qué encantadora es la Virgen, hermanos, qué gran madre tenemos, qué plenitud de gracias, y hermosura y amor. Qué dulce saber que tenemos una madre tan buena tan bella y tan en la orilla de Dios.

        Pensar, saber y, sobre todo, gustar del amor y trato con esta deliciosa madre es lo más hermoso que nos puede acontecer. Cuánto nos quiere la Virgen. Aprovechémonos de esta  madre tan dulce y sabrosa, cariño y  miel de nuestras almas. Porque es nuestra, hermanos, nos pertenece totalmente, Dios la hizo así de hermosa y de buena y de poderosa para nosotros, los desterrados hijos de Eva.

        Queridos hermanos, que la Virgen existe, que es verdad, que existe y nos ama, que no es una madre simbólica, para cuadros de pinturas; a nuestra madre se la puede hablar, tocar, besar, nos está viendo ahora mismo; está, pues, presente, no con presencia material, pero está real, realísima, nada de imaginación, sino real y verdaderamente cercana y atenta y con posibilidad de querer y amar y sentir su presencia y su mano protectora sobre nosotros. A nuestra madre se la puede hablar, abrazar, comérsela de amor.

        María está presente en cuerpo y alma en los cielos, y desde allí nos está viendo ahora mismo; está, pues, materialmente distante de nosotros, pero también es verdad que está presente con una presencia espiritual, afectiva y moral en todos los corazones recogidos que la besan y la invocan y la rezan y siente sus efectos maternales de gracia y salvación.

        Madre, haznos semejantes a ti. Limpia con tu poder intercesor todos nuestros pecados. Haznos limpios e inmaculados de corazón y de alma. Sea esta oración, esta mirada de amor, este recuerdo nuestro beso emocionado y de felicitación en el día de tu Concepción Inmaculada. ¡Madre, qué bella eres, qué gozo tener una madre así, haznos semejantes a ti!cia, si pudiendo, no queria

 

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SEGUNDA HOMILÍA

 

(Homilía elaborada sobre una audiencia general de los miércoles del Papa, en 1983, del original italiano que escuché personalmente).

 

                QUERIDOS HERMANOS:

 

        1.- La fiesta que estamos celebrando nos sitúa en presencia de la obra maestra realizada por Dios en la Redención. María Inmaculada es la criatura perfectamente redimida: mientras todos los demás seres han sido liberados del pecado, ella fue preservada del mismo por la gracia redentora de Cristo.

La Inmaculada Concepción es un privilegio único que convenía a Aquélla que estaba destinada a convertirse en la Madre del Salvador. Cuando el Padre decidió enviar al Hijo al mundo quiso que naciese de una mujer, mediante la intervención del Espíritu Santo, y que esta mujer fuese absolutamente pura, para acoger en su seno, y luego en sus brazos maternales, a Aquel que es Santidad perfecta. Entre la Madre y el Hijo quiso que no existiese barrera alguna. Ninguna sombra debía oscurecer sus relaciones.

Por esto, María fue creada Inmaculada. Ni siquiera por un momento ha estado rozada por el pecado. Podemos decir que María en el misterio de su Inmaculada Concepción es la revancha de Dios sobre la degeneración humana por el pecado.

        Es esta belleza la que durante la Anunciación contempla el Ángel Gabriel, al acercarse a María: “Alégrate, llena de gracia”. Lo que distingue a la Virgen de Nazaret de las demás criaturas es la plenitud de gracia que seencuentra en Ella. María no recibió solamente gracias. En Ella todo está dominado y dirigido por la gracia desde el origen de su existencia. Ella no solamente ha sido preservada del pecado original, sino que ha recibido una perfección admirable de santidad.

        Es la criatura ideal, tal como Dios la ha soñado. Una criatura en la que jamás ha existido el más mínimo obstáculo a la voluntad divina. Por el hecho de estar totalmente penetrada por la gracia, en el seno de su alma todo es armonía y la belleza del ser divino se refleja en ella de forma más impresionante.

 

        2.- María, primera redimida. Debemos comprender el sentido de esta perfección inmaculada a la luz de la obra redentora de Cristo. En la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción, María fue declarada «preservada intacta de toda mancha de pecado original, desde el primer instante de su concepción, en atención a los méritos de Jesucristo Salvador del género humano» (DS 2803). Ella, pues, se benefició anticipadamente de los méritos del sacrificio de la Cruz.

        La formación de un alma llena de gracia aparecía como la revancha de Dios sobre la degradación que se había producido, tanto en la mujer como en el hombre, como consecuencia del drama del pecado. Según la narración bíblica de la caída de Adán y Eva, Dios impuso a la mujer un castigo, y comenzó a desvelar un plan de salvación en el que la mujer se convertiría en la primera aliada.

       

        3.- María corredentora o asociada a la Alianza de Dios con los hombres por medio de su Hijo. En el oráculo, llamado protoevangelio, Él declaró a la serpiente tentadora, la cual había conducido a la pareja al pecado: “Yo pondré enemistades entre ti y la mujer, entre tu descendencia y la suya; Ella te aplastará la cabeza y tú le morderás el calcañal”. Estableciendo una hostilidad entre el demonio y la mujer, manifiesta su intención de considerar a la mujer como primera asociada en su alianza, con miras a la victoria, que el descendiente de la mujer obtendría sobre el enemigo del género humano.

        La hostilidad entre el demonio y la mujer seha manifestado de la forma más completa en María. Con la Inmaculada Concepción fue decretada la victoria perfecta de la gracia divina en la mujer, como reacción a la derrota sufrida por Eva en el pecado de los comienzos.

        En María se operó la reconciliación de Dios con la humanidad, pero de forma que María misma no tuvo necesidad, personalmente, de ser reconciliada, puesto que al haber sido preservada del pecado original, Ella vivió siempre de acuerdo con Dios. Sin embargo, en María se ha realizado verdaderamente la obra de la reconciliación, porque Ella ha recibido de Dios la plenitud de la gracia en virtud del sacrificio redentor de Cristo. En Ella se ha manifestado el efecto de este sacrificio con una pureza total y con un maravilloso florecimiento de santidad. La Inmaculada es la primera maravilla de la Redención.

       

        4.- La perfección otorgada a María no debe producir en nosotros la impresión de que su vida sobre la Tierra ha sido una especie de vida celestial, muy distante de la nuestra. En realidad, María ha tenido una existencia semejante a la nuestra. Ella conoció las dificultades cotidianas y las pruebas de la vida humana. Vivió en la oscuridad que comporta la fe. Ella fue preservada del pecado que siempre es egoísmo, para poder vivir totalmente al servicio de todos los hijos, del natural Jesucristo y de los confiados por el Hijo en la cruz, todos los hombres.

        No en menor grado que Jesús experimentó la tentación y los sufrimientos de las luchas internas. Podemos imaginarnos en qué gran medida se ha visto sacudida por el drama de la pasión del Hijo. Sería unerror pensar que la vida quien estaba llena de gracia fue una vida fácil, cómoda. María ha compartido todo aquello que pertenece a nuestra condición terrena, con lo que ésta tiene de exigente y de penoso.

        Es necesario, sobre todo, tener presente que María fue creada Inmaculada, a fin de poder actuar mejor en favor nuestro. La plenitud de gracia le permitió cumplir plenamente su misión de colaboración con la obra de salvación: ha dado el máximo valor a su cooperación en el sacrificio. Cuando María presentó al Padre el Hijo clavado en la Cruz, su ofrecimiento doloroso fue totalmente puro. Y ahora también desde el cielo la Virgen Inmaculada, también en virtud de la pureza de su corazón y su presencia junto a Cristo Glorioso y triunfante del pecado y de la muerte, nos ayude a aspirar hacia la perfección por Ella conseguida. Y por esto es por lo que la Virgen ha recibido estas gracias especiales y ha sufrido singularmente, para poder así ayudarnos a nosotros pecadores, es decir, fue Inmaculada por el poder y amor singular de Dios para todos nosotros, la razón por lo que Ella ha recibido esta gracia excepcional.
        En su calidad de Madre, trata de conseguir que todos sus hijos terrenales participen de alguna forma en el favor con el que personalmente fue enriquecida. María intercede junto a su Hijo para que obtengamos misericordia y perdón. Ella se inclina invisiblemente sobre todos los que sufren angustia espiritual y material para socorrerlos y conducirlos a la reconciliación.

El privilegio único de su Inmaculada Concepción la pone al servicio de todos y constituye una alegría para todos los que la consideran como su Madre.    

Su Inmaculada Concepción ha sido la primera maravilla de la Redención de la que todos hemos recibido la alianza y amistad con Dios que nos llevará a participar plenamente de su vida divina aquí abajo, mediante la lucha y la conversión permanente junto a la cruz de Cristo, y en el cielo, con este mismo Cristo Triunfante y Glorioso junto a Ella.

 

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        ANEXO: PARA HABLAR DE LA INMACULADA: Conferencias, Meditaciones…

 

Mensaje de la LXXXIII Asamblea Plenaria de la CEE en el CL Aniversario de la definición del Dogma de la Concepción Inmaculada de la Virgen María

 

«Signo inmutable e inviolable de la elección por parte de Dios».

 

1.- Al cumplirse el CL Aniversario de la proclamación del dogma de la Concepción Inmaculada de la Santísima Virgen María, los obispos españoles queremos hacer llegar a nuestros hermanos, los hijos de la Iglesia en España, unas palabras sobre el sentido de este dogma para nuestra vida de fe y una invitación a renovar nuestra consagración, personal y comunitaria, a nuestra Madre, la Virgen Inmaculada. De este modo, convocamos a todos a la celebración de un Año de la Inmaculada, que comenzará el próximo día 8 de diciembre y concluirá el 8 de diciembre de 2005.

 
              2. Sentido del dogma mariano:El dogma de la Inmaculada Concepción, proclamado por el Papa Pío IX el 8 de diciembre de 1854, confiesa: «...la bienaventurada Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de pecado original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo Salvador del género humano». Con la definición de este dogma culminó un largo proceso de reflexión eclesial, bajo el impulso del Espíritu Santo, sobre la figura de la Virgen María, que permitió conocer, de modo más profundo, las inmensas riquezas con las que fue adornada para que pudiera ser digna Madre del Hijo eterno de Dios.

Tres aspectos de nuestra fe han sido subrayados de modo singular con la proclamación del dogma de la Inmaculada: la estrecha relación que existe entre la Virgen María y el misterio de Cristo y de la Iglesia, la plenitud de la obra redentora cumplida en María, y la absoluta enemistad entre María y el pecado.

          3.- María Inmaculada en el misterio de Cristo y de la Iglesia

 

Elegida para ser la Madre del Salvador, María ha sido «dotada por Dios con dones a la medida de una misión tan importante». En el momento de la Anunciación, el ángel Gabriel la saluda como llena de gracia (Lc 1, 28) y ella responde: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra” (Lc 1, 38). Para poder dar el asentimiento libre de su fe al anuncio de su vocación era preciso que ella estuviese totalmente conducida por la gracia de Dios. Preservada inmune de toda mancha de pecado original en el primer instante de su concepción, María es la «digna morada» escogida por el Señor para ser la Madre de Dios.

 

4.- Abrazando la voluntad salvadora de Dios con toda su vida, María «colaboró de manera totalmente singular a la obra del Salvador por su fe, esperanza y ardiente amor, para restablecer la vida sobrenatural de los hombres. Por esta razón es nuestra madre en el orden de la gracia». Madre de Dios y Madre nuestra, María ha sido asociada para siempre a la obra de la redención, de modo que «continúa procurándonos con su múltiple intercesión los dones de la salvación eterna». En ella la Iglesia ha llegado ya a la perfección, sin mancha ni arruga (cf. Ef 5, 27), por eso acude a ella como «modelo perenne», en quien se realiza ya la esperanza escatológica…

 

 5- María Inmaculada, la perfecta redimida.

 

La santidad del todo singular con la que María ha sido enriquecida le viene toda entera de Cristo: «redimida de la manera más sublime en atención a los méritos de su Hijo», ha sido bendecida por el Padre más que ninguna otra persona creada (cf. Ef 1, 3) y ha sido elegida antes de la creación del mundo para ser santa e inmaculada en su presencia, en el amor (Ef 1, 4).

Confesar que María, Nuestra Madre, es «la Toda Santa» --como la proclama la tradición oriental-- implica acoger con todas sus consecuencias el compromiso que ha de dirigir toda la vida cristiana:

«Todos los cristianos, de cualquier clase o condición, están llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección del amor». El amor filial a la «Llena de gracia» nos impulsa a «trabajar con mayor confianza en una pastoral que dé prioridad a la oración, personal y comunitaria», respetando «un principio esencial de la visión cristiana de la vida: la primacía de la gracia».


6.- María Inmaculada y la victoria sobre el pecado.

 

María Inmaculada está situada en el centro mismo de aquella «enemistad» (cf. Gn 3, 15; Ap 12, 1) que acompaña la historia de la humanidad en la tierra y la historia misma de la salvación. «Por su pecado, Adán, en cuanto primer hombre, perdió la santidad y la justicia originales que había recibido de Dios no solamente para él, sino para todos los seres humanos».     Sabemos por la Revelación que el pecado personal de nuestros primeros padres ha afectado a toda la naturaleza humana: todo hombre, en efecto, está afectado en su naturaleza humana por el pecado original.

El pecado original, que consiste en la privación de la santidad y la justicia que Dios había otorgado al hombre en el origen, «es llamado “pecado” de manera análoga: es un pecado “contraído”, “no cometido”, un estado y no un acto». Y aun cuando «la transmisión del pecado original es un misterio que no podemos comprender plenamente», comprobamos cómo «lo que la Revelación divina nos enseña coincide con la misma experiencia, pues el hombre, al examinar su corazón, se descubre también inclinado al mal e inmerso en muchos males».

La Purísima Concepción —tal como llamamos con fe sencilla y certera a la bienaventurada Virgen María—, al haber sido preservada inmune de toda mancha de pecado original, permanece ante Dios, y también ante la humanidad entera, como el signo inmutable e inviolable de la elección por parte de Dios. Esta elección es más fuerte que toda la fuerza del mal y del pecado que ha marcado la historia del hombre. Una historia en la que María es «señal de esperanza segura».

En María contemplamos la belleza de una vida sin mancha entregada al Señor. En ella resplandece la santidad de la Iglesia que Dios quiere para todos sus hijos. En ella recuperamos el ánimo cuando la fealdad del pecado nos introduce en la tristeza de una vida que se proyecta al margen de Dios.

En ella reconocemos que es Dios quien nos salva, inspirando, sosteniendo y acompañando nuestras buenas obras. En ella encuentra el niño la protección materna que le acompaña y guía para crecer como su Hijo, en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres (Lc 2, 52). En ella encuentra el joven el modelo de una pureza que abre al amor verdadero. En ella encuentran los esposos refugio y modelo para hacer de su unión una comunidad de vida y amor.

En ella encuentran las vírgenes y los consagrados la señal cierta del ciento por uno prometido ya en esta vida a todo el que se entrega con corazón indiviso al Señor (cf. Mt 19, 29; Mc 10, 30). En ella encuentra todo cristiano y toda persona de buena voluntad el signo luminoso de la esperanza. En particular, «desde que Dios la mirara con amor, Maria se ha vuelto signo de esperanza para la muchedumbre de los pobres, de los últimos de la tierra que han de ser los primeros en el Reino de Dios».


7.- El testimonio mariano de la Iglesia en España.

 

La evangelización y la transmisión de la fe en tierras de España han ido siempre unidas a un amor singular a la Virgen María. No hay un rincón de la geografia española que no se encuentre coronado por una advocación de
nuestra Madre. Así lo recordó Juan Pablo II en los comienzos mismos de su pontificado: «Desde los primeros siglos del cristianismo aparece en España el culto a la Virgen. Esta devoción mariana no ha decaído a lo largo de los siglos en España, que se reconoce como “tierra de María”». Y así lo ha venido reiterando desde su primer viaje apostólico a nuestra patria: «El amor mariano ha sido en vuestra historia fermento de catolicidad. Impulsó a las gentes de España a una devoción firme y a la defensa intrépida de las grandezas de María, sobre todo en su Inmaculada Concepción».

 

 

8.-La peculiar devoción a María Inmaculada en España.

 

El amor sincero a la Virgen María en España se ha traducido desde antiguo en una «defensa intrépida» y del todo singular de la Concepción Inmaculada de María; defensa que, sin duda, preparó la definición dogmática. Si España es «tierra de María», lo es en gran medida por su devoción a la Inmaculada.

¿Cómo no recordar en este punto el extraordinario patrimonio literario, artístico y cultural que la fe en el Dogma de la Inmaculada ha producido en nuestra patria? A la protección de la Inmaculada se han acogido desde época inmemorial Órdenes religiosas y militares, Cofradías y Hermandades, Institutos de Vida Consagrada y de Apostolado Seglar, Asociaciones civiles, Instituciones académicas y Seminarios para formación sacerdotal. Numerosos pueblos hicieron y renovaron repetidas veces el voto de defender la Concepción Inmaculada de María. Propio de nuestras Universidades era el juramento que, desde el siglo XVI, profesores y alumnos hacían en favor de la doctrina de la Inmaculada.

Como propio también de nuestra tradición cristiana es el saludo plurisecular del «Ave María Purísima...». Siguiendo una antiquísima tradición el nombre de la Inmaculada Concepción ha ido acompañando generación tras generación a los miembros de nuestras familias.

A cantar sus alabanzas se han consagrado nuestros mejores músicos, poetas y dramaturgos. Y a plasmar en pintura y escultura las verdades de la fe contenidas en este dogma mariano se han entregado nuestros mejores pintores y escultores. Una muestra selecta de estos tesoros artísticos podrá contemplarse en la exposición que bajo el título Inmaculada tendrá lugar, D.m., en la Catedral de la Almudena de Madrid, del 1 de mayo al 12 de octubre de 2005.

Con esta exposición la Conferencia Episcopal Española en cuanto tal desea unirse a las iniciativas semejantes que la mayoria de las diócesis ya están realizando o realizarán a lo largo del próximo año.

 

9.- Fuerte arraigo popular de la fiesta de la Inmaculada

 

En la solemnidad litúrgica del 8 de diciembre «se celebran conjuntamente la Inmaculada Concepción de Maria, la preparación primigenia a la venida del Salvador (Is 11, 1. 10) y el feliz exordio de la Iglesia sin mancha ni arruga».

Al inicio del Año litúrgico, en el tiempo de Adviento, la celebración de la Inmaculada nos permite entrar con María en la celebración de los Misterios de la Vida de Cristo, recordándonos la poderosa intercesión de Nuestra Madre para obtener del Espíritu la capacidad de engendrar a Cristo en nuestra propia alma, como pidiera ya en el siglo VII San Ildefonso de Toledo en una oración de gran hondura interior: «Te pido, oh Virgen Santa, obtener a Jesús por mediación del mismo Espíritu, por el que tú has engendrado a Jesús. Reciba mi alma a Jesús por obra del Espíritu, por el cual tu carne ha concebido al mismo Jesús (...). Que yo ame a Jesús en el mismo Espíritu, en el cual tú lo adoras como Señor y lo contemplas como Hijo».


             10.- Conscientes de esta riqueza, expresión de una fe que genera cultura, en diversas ocasiones la Conferencia Episcopal Española ha llamado la atención sobre el fuerte arraigo popular que la Fiesta de la Inmaculada tiene en España, considerada de «decisiva importancia para la vida de fe del pueblo cristiano».        

Al hacerlo hemos recordado que «la fiesta del 8 de diciembre viene celebrándose en España ya desde el siglo XI, distinguiéndose los diversos reinos de la Península en el fervor religioso ante esta verdad mariana por encima de las controversias teológicas y mucho antes de su proclamación como dogma de fe».

Tras la definición dogmática realizada por el Papa Pío IX en el año 1854, la celebración litúrgica de la Inmaculada Concepción ha crecido constantemente hasta nuestros días en piedad y esplendor», tal como demuestra, entre otros actos, la cada vez más arraigada «Vigilia de la Inmaculada». Con la Vigilia y la Fiesta de la Inmaculada de este año, se abrirá el mencionado Año de la Inmaculada, que concluirá también con la Vigilia y la Fiesta del año 2005.

 

11.- En el año de la Eucaristía


              La conmemoración del CL Aniversario del dogma de la Inmaculada coincide con el Año de la Eucaristía proclamado para toda la Iglesia por el Papa Juan Pablo II. «María guía a los fieles a la eucaristía». «María es mujer eucarística con toda su vida», por ello, creceremos en amor a la Eucaristía y aprenderemos a hacer de ella la fuente y el culmen de nuestra vida cristiana, si no abandonamos nunca la escuela de María: ¡Ave verum Corpus natum de María Virgine!

 

 

12. CONSAGRACION A MARIA INMACULADA

 

Al cumplirse el primer centenario de la proclamación del dogma de la Inmaculada, el Papa Pío XII declaró el año 1954 como Año Mariano, de esa manera se pretendía resaltar la santidad excepcional de la Madre de Cristo, expresada en los misterios de su Concepción Inmaculada y de su Asunción a los cielos. En España aquel Año Mariano tuvo hitos memorables, como el magno Congreso celebrado en Zaragoza del 7 al 11 de octubre de 1954, en conexión con el cual, el 12 de octubre, se hizo la solemne consagración de España al Corazón Inmaculado de María.

Estamos convencidos de que los nuevos retos que se nos presentan como cristianos en un mundo siempre necesitado de la luz del Evangelio no podrán ser afrontados sin la experiencia de la protección cercana de nuestra Madre la Virgen Inmaculada.

Como centro de la celebración del Año de la Inmaculada, las Iglesias diocesanas de España, pastores, consagrados y laicos, adultos, jóvenes y niños, peregrinaremos a la Basílica del Pilar, en Zaragoza, los días 21 y 22 de mayo de 2005 para honrar a Nuestra Madre y consagrarnos de nuevo solemnemente a su Corazón Inmaculado.

Somos conscientes de que «la forma más genuina de devoción a la Virgen Santísima... es la consagración a su Corazón Inmaculado. De esta forma toma vida en el corazón una creciente comunión y familiaridad con la Virgen Santa, como nueva forma de vivir para Dios y de proseguir aquí en la tierra el amor del Hijo Jesús a su Madre María».

Rezamos con las palabras que el Papa Juan Pablo II dirigió a la Virgen María para consagrar el mundo a su Corazón Inmaculado, durante el Año Santo de la Redención:

 

 

 

ACTO DE CONSAGRACIÓN AL CORAZÓN INMACULADO DE MARÍA

 

Madre de Cristo y Madre Nuestra,

al conmemorar el Aniversario
de la proclamación
de tu Inmaculada Concepción,

 deseamos unirnos
a la consagración que tu Hijo hizo
de sí mismo:
“Yo por ellos me consagro,

para que ellos sean consagrados
en la verdad”
(Jn 17, 19),
y renovar nuestra consagración,
personal y comunitaria,
a tu Corazón Inmaculado.


Te saludamos a ti, Virgen Inmaculada,

que estás totalmente unida

a la consagración redentora de tu Hijo.
Madre de la Iglesia:
ilumina a todos los fieles cristianos de España

en los caminos de la fe,

de la esperanza y de la caridad;

protege con tu amparo materno

a todos los hombres y mujeres de nuestra patria

en los caminos de la paz, el respeto y la prosperidad.

 

¡Corazón Inmaculado!
Ayúdanos a vencer la amenaza del mal

que atenaza los corazones de las personas

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

ÍNDICE

PRÓLOGO…………………………………………………………………………………………………………………………5

INTRODUCCIÓN……………………………………………………………………………………………….……………..7

DOMINGOS DEL TIEMPO ORDINARIO.

I I DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO………………………………………………….…………………..13

III DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO……………………………………………………………………….21

IV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO……………………………………………………………………….25

V DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO…………………………………………………………………………27

VI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO……………………………………………………………………….30

VI I DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO…………………………………………………….……………..33

VIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO…………………………………..………………………………..40

IX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO………………………………………………………..……………..44

X DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO……………………………………………………………………..….46

XI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO………………………………………………………………….…….49

XI I DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO………………………………………………………..…………..52

XIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO……………………………………………………..………………55

XIV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO……………………………………………………….…………….60

XV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO……………………………………………………………………….64

XVI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO  ……………………………………………….………………….71

XVI I DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO …………………………………………………………..…….78

XVIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO………………………………………………………….……..83

XIX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO………………………………………….………………………..88

XX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO………………………………………………………….………….92

XXI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO………………………………………………………..………….98

XXII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO………………………………………………………………….103

XXIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO…………………………………………………….…………..105

XXIV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO………………………………………………………………….110

XXV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO……………………………………………………..……………116

XXVI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO………………………………………………………….………120

XXVII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO……………………………………………….………..……..126

XXVIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO……………………………………………………….……..131

XXIX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO………………………………………………………………….133

XXX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO……………………………………………………..……….……141

XXXI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO……………………………………………………..….………146

XXXII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO………………………………………………………………..150

XXXIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO………………………………………………………..…….153

XXXIV DOMINGO: SOLEMNIDAD: JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO………….………….160

Domingo de la Palabra de Dios…………………………………………………………………………………163

2  de Febrero, Presentación del Señor ………………………………………………………….…………..166

19 de marzo: SOLEMNIDAD: SAN JOSÉ, ESPOSO DE LA VIRGEN MARÍA…………………167

29 de junio: SOLEMNIDAD: san Pedro y san Pablo. ……………………………..………………….173

25 de julio: SOLEMNIDAD: Santiago, Apóstol, Patrón de España…………………………….175

15 de agosto. SOLEMNIDAD: LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA……………….……….180

1 de noviembre. SOLEMNIDAD: TODOS LOS SANTOS……………………………………..……..187

2 de noviembre: DIFUNTOS……………………………………………………………………………………….193

8 de diciembre. SOLEMNIDAD: LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARÍA VIRGEN198

 

 

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