ARDÍA NUESTRO CORAZÓN A II

GONZALO APARICIO SÁNCHEZ

 

 

 

A II

 

PARROQUIA DE SAN PEDRO.- PLASENCIA. 1966-2018

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

GONZALO APARICIO SÁNCHEZ

 

 

 

 

 

 

 

ARDÍA NUESTRO CORAZÓN

 

 

CICLO “A”

 

II

 

COMENTARIO A LAS LECTURAS Y EVANGELIOS

DOMINICALES Y FESTIVOS

 

 

 

 

PARROQUIA DE SAN PEDRO.- PLASENCIA. 1966-2018

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

PRÓLOGO

 

        Hace más de cuarenta años el autor de este libro recibió de labios de su Obispo la misión evangélica de predicar y santificar a los hombres. Son las obligaciones del testamento de Cristo antes de despedirse de los suyos: “Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a todas las gentes”... “Id por todo el mundo bautizando a todas las gentes en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”... “Cuantas veces hagáis esto hacedlo en memoria mía”...

        Don Gonzalo, como todos los sacerdotes, ha intimado éstas y otras muchas urgencias que se le hicieron y se ha  comprometido con ellas durante estos cuarenta años en distintas parcelas donde ha ejercido su compromiso de sacerdote. Pero su corazón magnánimo, amplio, yo diría universal, quiere llegar más lejos. No quiere sentirse constreñido por unas fronteras que clausuran siempre el quehacer diario de un apóstol. Por eso está empezando a proyectar sus sentimientos más lejos: “hasta el confín de la tierra”. Y quiere conseguirlo a través de una serie de libros que guardan las esencias de sus propósitos.

        El centro de una vida sacerdotal tiene que ser siempre la Eucaristía: «Centro y culmen de la vida y misión de la Iglesia», donde Cristo sigue haciendo presente todo su misterio de la Salvación, y hacia la cual deben tender todos los apostolados de la parroquia. Conviene tener presente la relación íntima que existe entre la palabra y el sacramento en la misma Eucaristía: «Las dos partes de que de alguna manera consta la Misa, a saber: la liturgia de la Palabra y la Eucaristía, están tan íntimamente unidas, que constituyen  un solo acto de culto» (SC 56). «Por tanto, los fieles, al escuchar la Palabra de Dios, comprendan que las maravillas que le son anunciadas tienen su punto culminante en el misterio pascual, cuyo memorial es celebrado sacramentalmente en la Misa» (EM 10).

        Para este compromiso obligado, que se cumple singularmente en las homilías dominicales, la Iglesia marca a sus predicadores todos los escritos del Antiguo Testamento, pero sobre todo del Nuevo Testamento y la Cartas de los Apóstoles, muy bien distribuidos en los tres ciclos A, B y C, para que muestren al pueblo creyente toda la riqueza de la Revelación.

        El párroco de San Pedro de Plasencia, lo viene haciendo, como todo buen pastor de la Iglesia, y ahora quiere que no solamente sus fieles conozcan y mediten lo que les ha predicado; sino que quiere que sus homilías y meditaciones lleguen a muchas más personas, que no pudieron oírle. 

        Es ése el motivo especial por el que salen a la luz estas homilías dominicales del ciclo A, con algunas meditaciones apropiadas a los tiempos fuertes de la Liturgia. Cuando las leas, lector amigo, notarás que siempre hay unas líneas dinamizadoras que te unen a la intimidad de Cristo por la intimidad del predicador. Son la Eucaristía y la oración. Es lógico. Porque todas sus predicaciones están llenas de estas vivencias y convencimiento. El Jesús Predicador de Palestina sigue vivo en los miles de sagrarios de la tierra, hablando ahora desde su misma presencia humilde y sus gestos de amor total. Y los cauces para conectar con Él siguen siendo los mismos: dialogar y hablar con Él, convencidos de que nos oye, escucha, atiende e incluso vuelve a hacer conversiones de vida.    Esto y solo esto es el motivo por el que salen a la luz estas homilías. Me queda pedirte que hojees con este espíritu las páginas del libro. A la postre es lo que hizo siempre Jesús y nos encargó a nosotros: “Id por todo el mundo: predicad y santificad”.

D. José Sendín Blázquez

Canónigo de la Catedral de Plasencia

INTRODUCCIÓN

 

        Jesucristo es la PALABRA DE DIOS, en la que el Padre se dice a Sí mismo total y eternamente en plenitud de Ser, Verdad y Amor. Y esta misma PALABRA la pronuncia para nosotros en carne humana, con palabras y hechos salvadores para todos los hombres, por la potencia y fuego de su mismo Espíritu de Amor, que es el Espíritu Santo: “En el principio existía la Palabra, y la Palabra estaba con Dios, y la palabra era Dios. Ella estaba en el principio con Dios. Todo se hizo por ella, y sin ella no se hizo nada de cuanto existe. En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres, y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron…La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo…, a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre…” (Jn 1, 1-5, 9, 12).

        Jesucristo, el Hijo de Dios, es, por tanto, la Única Palabra Salvadora para este mundo. Y hay que escucharla. Porque a este mundo no le salvan los políticos, ni los científicos, ni los antropólogos, ni los sicólogos ni los economistas… este mundo sólo tiene un Salvador, es Jesucristo: Única Palabra y proyecto de salvación del Dios Uno y Trino y no hay más proyectos salvadores. Sólo Él es el Camino de venida y de ida a Dios, y solo Él tiene la formula y la clave del hombre y de su plan de encuentro eterno con Dios.

        «En efecto, en la liturgia Dios habla a su pueblo: Cristo sigue anunciando el Evangelio. Y el pueblo responde a Dios con el canto y la oración» (SC 33). Por favor, interpretemos correctamente estos verbos: «Dios habla a su pueblo» «Cristo sigue anunciando el Evangelio» en tiempo presente, tal como la Iglesia nos lo enseña. No es que Dios habló o Cristo anunció; sino que Dios habla ahora a su pueblo y Cristo sigue anunciando ahora el Evangelio por la humanidad supletoria de otros hombres que lo hacen presente sacramentalmente. «Cristo está presente en su Iglesia, sobre todo en la acción litúrgica” (SC 7). Y refiriéndose a la lectura de la Palabra, lo expresa claramente: «Cristo está presente en su Palabra, pues cuando se lee en la Iglesia la Sagrada Escritura, es Él quien habla” (SC 7). «Así el Espíritu Santo, por quien la voz viva del Evangelio resuena en la Iglesia y por ella en el mundo entero, va introduciendo a los fieles en la verdad plena, hace que habite en ellos intensamente la Palabra de Cristo (cfr. Col 3,16)” (DV 8). Subrayemos la presencia actual y santificadora de la Palabra en los mismos términos del texto: «voz viva del Evangelio» «verdad plena» «habite intensamente la Palabra de Cristo». Y todo esto hace que «las riquezas van pasando a la práctica y a la vida de la Iglesia, que cree y ora…» (Ibid). Se quiere dejar bien claro que la predicación no es solo para escuchar, sino que debe llegar a la vida  de los creyentes, «a la vida de la Iglesia».

 

 

 

 

 

 

LA HOMILÍA

 

        Es una parte importante de la Liturgia de la Palabra, que expone, «a partir de los textos sagrados, los misterios de la fe y las normas de la vida cristiana» (SC 52). La homilía se compone, por tanto, de tres elementos principales:

--   Explicación de los textos sagrados y de la doctrina revelada.

-- Iluminación, desde esta explicación, de las necesidades particulares de los oyentes.

-- La homilía conduce a los fieles a penetrar en la liturgia sacramental del misterio que se celebra para que sea un encuentro sacramental con Cristo, que actúa en la liturgia de la Palabra y del Sacramento.

        Como tratamos de homilías festivas y dominicales, conviene tener presente la relación íntima que existe entre la palabra y el sacramento en la misma Eucaristía: «Las dos partes de que de alguna manera consta la Misa, a saber: la liturgia de la Palabra y la Eucaristía, están tan íntimamente unidas, que constituyen  un solo acto de culto» (SC 56). «Por tanto, los fieles, al escuchar la Palabra de Dios, comprendan que las maravillas que le son anunciadas tienen su punto culminante en el misterio pascual, cuyo memorial es celebrado sacramentalmente en la Misa. De este modo, escuchando la Palabra de Dios y alimentados por ella, los fieles son introducidos en la acción de gracias a una participación fructuosa de los misterios de salvación. Así la Iglesia se nutre del pan de la vida tanto en la mesa de la Palabra de Dios como en la del Cuerpo de Cristo» (EM 10).

        En las Eucaristías dominicales y de festivos la liturgia de la Palabra consta ordinariamente de tres lecturas: la primera del Antiguo Testamento, casi siempre en relación con el Evangelio; la segunda, tomada de los escritos de los Apóstoles, casi siempre de las Cartas, y, finalmente, la tercera, de los Evangelios. En la introducción a las lecturas del Misal he seguido especialmente a ACHILE DEGEEST, LA PALABRA DE DIOS, Ed. Mensajero, Bilbao. 

        En la primera mañana de Pascua, el Resucitado se hace presente a los dos que se dirigen desanimados hacia Emaús. La forma con la que el Señor procede se convierte en  norma para la comunidad apostólica: “Comenzando por Moisés y por todos los profetas, les fue declarando cuanto a Él se refería en todas las Escrituras” (Lc 24,27). De esta manera les descubre su presencia en el Antiguo Testamento y así quedó establecido en la Tradición Apostólica. Y aquí es donde entra de lleno la realidad y necesidad de la homilía, que debe servir fielmente a esta dinámica de la Palabra de Dios. Su ministerio es de pura mediación. Por eso el Concilio le pide al predicador que «escuche por dentro» (DV 25) la palabra para que no sea un predicador vacío. Necesitará, por tanto, la lectura y el estudio, pero, sobre todo, la contemplación, porque la palabra tiene que plantarse primero y fructificar en el corazón del que ha de sembrarla en los demás. No puede comprenderla, actualizarla y comunicarla si no la vive, si no la medita. Cuando el pastor encarna la palabra, la actualización, la siembra y la siega van muy unidas.

 

 

PALABRA Y PROFETISMO

 

        Hoy hacen falta profetas, al estilo de Cristo, que nos prediquen y pronuncien claro y fuerte su Palabra salvadora. Porque no se trata de hablar, de predicar, sino de hablar y predicar la Verdad de Cristo y de su Evangelio. Sobran profetas profesionales y palaciegos, que buscan más agradar a los hombres que a Dios, que no hablan en nombre del Cristo que les envía, sino en nombre propio, tratando de agradar a los que les escuchan. Todos tememos la crítica, la incomprensión, la muerte de nuestra fama. Pero hoy necesitamos esta fuerza del Espíritu de Cristo para hablar claro como Él: “Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad, sin que te importe nadie porque no te fijas en las apariencias” (Mt 22, 16 ).

        Sólo en cristiano se puede ser profeta si uno mira a Cristo y está dominado por su mismo Espíritu, Espíritu Santo de Verdad, que nos hace valientes en confesar su Evangelio, porque con su potencia nos hace humildes, libres interior y exteriormente, y con Él no buscamos nada, no tememos nada, sólo decir la Verdad, predicar a Cristo.

        La Didajé afirma que «el profeta que busca dinero es falso profeta», es decir, no es verdadero profeta de Cristo quien se va buscando a sí mismo más que la verdad de Cristo, quien busca aplausos, agradar a los hombres, escalar, quien no quiere vivir <el escándalo de la cruz> y por eso calla o disimula el mensaje o le quita las aristas que duelen y acusan. Para ser profeta verdadero, apóstol verdadero, para  vivir el mensaje del Evangelio y predicarlo, hay que estar dispuestos a pisar las mismas huellas de Cristo, a morir abandonado por los propios amigos o perseguido por los que son señalados por el mensaje de Dios. Y la verdad predicada y vivida es la única que nos lleva a la religión verdadera, al Dios verdadero, al predicado por Cristo, al Cristo verdadero, que existe y es verdad; no al que cada uno nos inventamos a la medida de nuestras mediocridades y cobardías.

        ¿Por qué no soy un profeta verdadero?  ¿Qué tengo que hacer para ser un profeta convencido? Ser santo, vivir totalmente el mensaje, comer y asimilar totalmente la Palabra: “El que me come vivirá por mí” (Jn 6, 57). Sin esta identificación, sin esta comunión de sentimientos con Cristo, la Palabra llega muy empobrecida al predicador que tiene que transmitirla, y, consiguientemente, al oyente, que tiene que escucharla. Este libro de la Palabra hay que comerlo para comprenderlo, como Ezequiel: «Hijo de hombre, come lo que se te ofrece; come este rollo y ve luego a hablar a la casa de Israel. Yo abrí mi boca y Él me hizo comer el rollo y me dijo: «Hijo de hombre, aliméntate y sáciate de este rollo que yo te doy.» Lo comí y fue en mi boca dulce como la miel» (Ez 3,1-3).La vivencia mística conoce por experiencia, por amor, viviéndola en su corazón lo que otros conocen sólo por inteligencia, con un conocimiento frío, teórico, sin vida; el que quiera conocer la Palabra para predicarla, el predicador, el profeta verdadero tiene que arrodillarse primero, ha de leer “y comerse el rollo” de la palabra, y cuando le queme el corazón, entonces puede predicarla. Y los que la escuchen serán incendiados en la escucha, los quemará el corazón y la vida.

 

LA RESPUESTA A LA PALABRA

 

        Cuando decimos sí a la Palabra, pero luego pecamos y nos alejamos por un no práctico y real, no pasa nada, absolutamente nada, si nos levantamos y vivimos en conversión permanente, porque nuestra actitud sigue siendo sí.  Si permanecemos así toda la vida, la Palabra sigue siendo siempre eficaz y necesitamos el mensaje, porque alimenta esta conversión permanente hacia Dios, queriendo amarle sobre todas las cosas.

Y, viviendo en esta actitud, la gracia y la ayuda de Dios nos irá transformando por su fortaleza. Cuando tratamos de vivir la Palabra, aunque pequemos y caigamos, no pasa nada, “porque el espíritu está pronto, pero la carne es débil” (Mt 26, 41). Pero si me instalo y no me levanto y permanezco sin esforzarme en vivir la Palabra, entonces me he inutilizado para la escucha, digo, no, con mi actitud y mi vida a la Palabra y estoy edificando sobre arena movediza, no sobre roca; aunque parezca piedra, será imitación piedra. Lo dice el Señor: “Todo el que oye mis palabras y no  las pone  en práctica, se parece a un hombre que construyó su casa sobre arena; vinieron las lluvias, vinieron los vientos y se la llevaron…” (Mt 7, 27).

        LA PALABRA es una persona, es JESUCRISTO, su vida y su obra, sus dichos y hechos salvadores. Y Jesucristo es  un mensaje, que  no son un sistema de verdades encerradas en sí mismas, es un mensaje personal o una persona mensajera que nos trae y nos lleva a las Tres Persona de la Santísima Trinidad, principio y fin de todo, tiempo, eternidad, mensaje y final de la Historia de Salvación. 

        Hoy muchos han reducido la predicación de la Palabra a la exposición <homilética> de un conjunto de verdades encerradas en sí mismas o de un código moral sin relación a Jesucristo o de un sistema de verdades religiosas que nos instruyen igual que los sistemas filosóficos; pero no nos llevan al encuentro y vivencia de una Persona, la Única que da sentido al hombre, a la existencia y vida humana, al matrimonio y a la familia, la única que puede salvar este mundo: Jesucristo. El sistema acepta y explica la realidad, el mensaje la asume y quiere transformarla: es historia de Salvación. El marxismo es un mensaje, el cristianismo es un mensaje, porque los dos hablan y trabajan para transformar la realidad; los dos predican una revolución para conseguirlo: uno, la del odio y lucha de clases; el cristianismo, la vida y la palabra de Jesús de Nazareth. Ésta es la originalidad del Evangelio, del cristianismo, es un mensaje de salvación que se dice y se hace en una persona, Jesucristo; esta persona se hace presente por la Palabra y sobre todo, por la Eucaristía, que hace presentes todas las palabras, sentimientos, actitudes y hechos salvadores de Cristo, especialmente su pasión, muerte y resurrección, de forma sacramental.

 

CICLO LITÚRGICO

 

        Es ya conocida por todos la distribución de las Lecturas de la Sagrada Escritura en un ciclo de tres años, que designamos ciclo A, B y C, que forman una unidad de toda la Revelación. Cada uno de los tres años litúrgicos tiene un ritmo teológico particular, que se manifiesta en los Evangelios de los domingos durante el año. El año litúrgico A sigue el Evangelio según San Mateo; el B expone el Evangelio según San Marcos, y en el ciclo C leemos el Evangelio según San Lucas, quedando San Juan para los tiempos de Navidad, Cuaresma y Pascua. Porque la Sagrada Escritura como «ha de ser leída e interpretada con el mismo espíritu con que fue escrita para llegar a penetrar con exactitud el verdadero sentido de los textos sagrados, hay que tener en cuenta el contenido y la unidad de toda la Escritura, sin olvidar la Tradición viviente de toda la Iglesia y la analogía de la fe» (DV 12). De esta forma, «en el círculo del año desarrolla todo el misterio de Cristo, desde la Encarnación y la Navidad hasta la Ascensión, Pentecostés y la expectativa de dicha esperanza y venida del Señor» (SC 102). La razón es conocer todo el proyecto de Dios a través de la Historia de la Salvación.

        Dice el Vaticano II: «Quiso Dios en su bondad y sabiduría revelarse a sí mismo y manifestar el misterio de su voluntad por medio de Cristo… En esta revelación, Dios invisible, movido de amor, habla a los hombres como amigos, trata con ellos, para invitarlos y recibirlos en su compañía» (DV 2).

        Dios se reveló primero y nos reveló a su Hijo como Palabra creadora del mundo y de los hombres: “Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe” (Jn 1, 3). Y todo fue por amor: “porque Dios es amor”, no existía nada, sólo Dios, y Dios, entrando dentro de sí mismo y viéndose tan lleno de Vida, de Amor, de Felicidad quiso crear a otros seres para hacerlos partícipes de su mismo gozo Esencial y Personal: “En esto consiste el amor, no en que nosotros hayamos amado a Dios sino en que Él nos amó…” (1Jn 4, 10)  primero, añade la lógica del sentido.

        Destrozado este primer proyecto de Dios, el Consejo Trinitario pensó y realizó por el Hijo el segundo, mucho más maravilloso, que hace  blasfemar a la Liturgia de la Semana Santa: «Oh felix culpa», oh feliz pecado…¿Cómo llamar feliz y dichoso al pecado? Pues porque el pecado hizo que Dios nos expresara más infinitamente su amor y su ternura por el hombre, por su Hijo Amado: “… porque Dios es Amor. En esto se manifestó el amor  que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de Él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó y envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados” (1Jn 4, 8. 10).

        Y Cristo se encarnó y se hizo Palabra reveladora del proyecto de Dios Amor,  con sus hechos y dichos salvadores: “Y la Palabra se hizo carne y puso su Morada entre nosotros” (Jn 1, 14). ¿Por qué murió Cristo? ¿Por qué le condenaron a muerte? Por predicar la Verdad del Padre sobre el hombre y  por predicar y realizar el proyecto salvador de nuestro Dios Trino y Uno: “que somos hijos de Dios y, si hijos, también herederos, coherederos con Cristo”. Murió por predicar y querer establecer el reino de Dios en el mundo;  el reino de Dios es que Dios sea el único Dios de nuestra vida, abajo todos los ídolos: el <yo>, el dinero, el sexo…; todos los hombres, hermanos; y hacer una mesa grande, muy grande, de hermanos, donde todos se sienten, pero especialmente los que nunca son invitados por el mundo: los pobres, los tristes, los que sufren, los deprimidos, los que nos piden tiempo, humildad, paciencia, afecto, porque lo necesitan y no pueden devolvernos nada a cambio, porque son así de pobres; por eso el mundo no los invita nunca a su mesa, y nosotros tenemos que hacerlo por Dios, porque Dios quiere y porque solamente Él puede amar así y darnos la fuerza para amar de este modo.

        Por esto murió Cristo, porque los poderosos de entonces y de siempre no aceptaron el proyecto del Padre sobre su reino, que empieza ya en la tierra y nosotros tenemos que predicarlo y vivirlo. Murió Cristo por ser profeta verdadero que habla en nombre del Padre, sin enmudecer y sin tergiversar la verdad:     “…desde entonces decretaron darle muerte… los sumos sacerdotes y los escribas y buscaban cómo podrían matarlo…” (Mc 11, 18).

 

USO DE ESTE LIBRO

 

        Damos material abundante para que cada uno tome las notas que prefiera y elabore sus homilías. Mi intención es esta: te ofrezco estas reflexiones; yo las suelo predicar así, tú predícalas como más te guste y sea tu estilo. El estilo es la persona. Tú escoges las ideas y formas que más adecuadas te parezcan para el auditorio y circunstancias. Y en cuanto al tiempo, ya sabes que la gente no aguanta mucho. Deja algo para otro año.

        También ofrezco Retiros y Meditaciones para los tiempos fuertes del año litúrgico. Puedes comprobarlo rápidamente por el índice del libro.

        Con todo afecto. Que seas un auténtico profeta de Cristo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

DOMINGOS DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO A

 

II DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

       

PRIMERA LECTURA: Is 49, 3. 5-6

 

        Dios llama al siervo desde el seno materno. En é1 se complace y le encomienda una misión salvífica: reunir al Israel disperso y desterrado, e iluminar con la luz de su palabra, que es la revelación de Dios, a todos los pueblos. Esa luz de Dios es salvación para los hombres. Esta función salvífica e iluminadora es tarea de todos los enviados por Dios. El primero, Cristo; después, los Apóstoles: “E1 Señor me dijo «Tú eres mi siervo (Israel) de quien estoy orgulloso.  Y ahora habla el Señor, que desde el vientre me formó siervo suyo para que le trajese a Jacob, para que le reuniese a Israel,  —tanto me honró el Señor  y mi Dios fue mi fuerza—: Es poco que seas mi siervo y restablezcas las tribus de Jacob  y conviertas a los supervivientes de Israel; te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el con fin de la tierra”.

 

SEGUNDA LECTURA: 1Cor 1, 1-3

 

        La frase de saludo con que empieza la primera carta de San Pablo a los cristianos de Corinto contiene dos veces la palabra «llamado»:“Llamado a ser apóstol de Jesucristo por voluntad de Dios”, así se presenta Pablo. Es llamado para una misión. Esa vocación es la concreción de una iniciativa de Cristo Jesús. El apóstol es escogido para evangelizar a los paganos; de manera esplendorosa manifiesta la voluntad de salvación universal que es la de Dios. Se apoya en Dios, y no en los medios humanos de que se sirve. Su acción y su valor están vivificados por un profundo amor hacia el Señor y por una esperanza invulnerable. A pesar de todo y por encima de fracasos y sufrimientos, San Pablo mantiene el esfuerzo gracias a su fe en Cristo y a su intimidad con Él. Este tema de la llamada y de la elección constituye uno de los grandes misterios de la historia de La Iglesia, comunidad de los «llamados», y ella es la «llamada». Todo cristiano debe responder, según su condición, a la llamada de Jesús, como Pablo: “Yo, Pablo, llamado a ser apóstol de Jesucristo, por voluntad de Dios...escribimos a la Iglesia de Dios en Corinto, a los consagrados por Jesucristo, al pueblo santo que Él llamó”.

 

 

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 1, 29-34

 

        Queridos hermanos: Después de las fiestas de Navidad y cuando ya la vida está totalmente normalizada en la liturgia de la Iglesia, comenzamos hoy una larga serie de 33 domingos llamados “ordinarios”, que van desde la Epifanía al tiempo de Cuaresma y desde la fiesta del Corpus a la fiesta de Cristo Rey.

En el domingo pasado, fiesta del bautismo del Señor, como en eL evangelio de este domingo, Juan se nos presenta como una figura especial: como precursor fiel y testigo humilde de Jesús. Juan estaría con sus discípulos y en el momento que vio llegar a Jesús, con gran gozo y fuerte expresión dio este testimonio de Jesús diciendo con toda alegría y convencimiento: “¡He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo!”.

Aquí nos expresó Juan quién era Jesús: el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Y sigue más: “Este es Aquel de quien yo dije: «Detrás de mí viene Uno porque es antes que yo». Yo no le conocía, pero vino a ser bautizado con agua”. Y Juan siguió diciendo: “Y vi que el Espíritu descendía en forma de paloma y se posó sobre Él”.

Querido amigo, sacerdote o seglar ¿qué nos dice a ti y a mí este texto evangélico? En primer lugar, si nos fijamos en la figura de Juan, nos dice que es un hombre humilde que proclama, que dice, que anuncia que Jesús es más que él y sus bautismos en el Jordán, que Jesús es la luz y la salvación del mundo. Y lo dice con una palabra clave: “He aquí el Cordero de Dios”. Esto de cordero de Dios es un titulo hoy poco significativo entre nosotros porque hace referencia al cordero pascual que comió el pueblo judio la noche de la liberación de Egispto y también a los corderos sacrificados en el templo para expiar los pecados del pueblo.

Según esto, Jesús es el sacrificio de la nueva alianza que supera todos los sacrificios de la Antigua. Por su sangre hemos recibido el perdón de los pecados, que se hace presente ahora en la santa misa por medio de la consagración del pan y del vino en el cuerpo y la sangre de Cristo. Fijáos en las palabras de la consagración del vino: Tomad y bebed todos de él, porque este es el cáliz de mi sangre, sangre de la Alianza nueva y eterna… sangre del cordero Cristo derramada por todos.

Ese cordero, esa figura buena, humilde, que se deja inmolar, es Jesús, que viene para quitarnos el pecado. Y lo anuncia Juan, este hombre que está lleno del Espíritu Santo y necesita ser ese testigo fiel y agradecido, quiere serlo, quedar en segundo lugar y así lo hace como tenemos que hacerlo todos nosotros, sobre todo, los sacerdotes. Y para hacerlo como Juan, para anunciar a Cristo como Cordero de Dios salvador del mundo, para anunciar lo que hemos visto y oído, necesitamos como Juan y Jesús, tiempos de desierto, de oración, de soledad en compañía de Cristo, sobre todo en el Sagrario..

Y más adelante Juan dice: “Y de esto que he visto doy testimonio”. Tú y yo tenemos que decir esto de Jesús y para eso necesitamos ratos de oración, ratos de Sagrario, para conocer y amar a Jesús y poder luego predicar lo que hemos visto y oído, como Juan.

Hermanos, como bautizados, pero sobre todo, como sacerdotes, nos podemos preguntar: ¿de lo que vemos en nuestra vida, en nuestra oracion, de lo que Jesús hace y nos dice, de lo que Dios hace en nuestra vida, damos testimonio?,¿Qué podemos decir y hablar desde nuestra experiencia de Él? ¿es así nuestra vida, nuestra experiencia de oración, nuestro apostolado?¿Experimentamos ese Dios que viene com luz, que purifica, que nos da paz, que nos da alegría?

Pues hágamoslo o sigamos haciéndolo para poder decr como sacerdotes o religiosas o seglares“¡He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo!”. Y este cordero es Jesús que ahora viene y muere y resucita en esta santa misa para quitarnos y quitar todos los pecados del mundo, para eso nació, murió y resucitó y ahora lo hace presente, toda su vida, en la santa misa, este es Jesús, el que viene a liberar, a sanar, a quitar todo el mal y luego permanece vivo, vivo y con esas mismas intenciones en  todos los sagrario de la tierra. Visítemosle, reconozcámosle, dialoguemos con Él por la oración.

(((Hoy, el evangelio nos invita a fijarnos en estas dos figuras en Jesús y en Juan,: en un Jesús que ya quiere empezar su misión y lo hace a través de una persona humilde, de Juan.(Como desde el día de nuestra ordenación sacerdotal se comprometió a cumplir su misión de salvador del mundo, por medio de nosotros, sacerdotes.)

Nosotros también tenemos que demostrar todo esto, tenemos que demostrar con vigor a la persona de Jesús. Piensa un poquito en esta figura de Juan e imítale y piensa sobre todo en Jesús que ha venido para llevarnos a todos al cielo. Somos eternos.

Hoy le vamos a pedir a Jesús ser como Juan, fuertes, fieles, que ofrecen con valor y testimonian a su persona como Dios y único Salvador. Vamos a pedirle que experimentemos su perdón, su paz, el gozo de estar salvados por Él; vamos a pedirle que seamos valientes y fuertes en el envío, como Juan, y pedirle en esta misa:  “Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros” y de todos nuestros hermanos, los hombres.)))

Como Juan, ahora nos quedamos pensando un poco en cómo, dónde y qué testimonio damos como sacerdotes o religiosas o cristianos de Cristo, para que podamos exclamar, como Juan, de palabra y de obra “Detrás de mí viene un Hombre que siempre está por delante de mí, porque existía antes que yo”. Detrás de todo lo que soy y hago estás Tú, Jesús. Ayúdanos en este camino de liberación de nuestros pecados, de testimonio  de vida y de fuerza apostólica, y como siempre, le decimos a la Virgen, que nos ayude mucho en este camino y que sepamos ser fieles y testigos humildes, como ella, de su hijo Jesús.

 

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II DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO.-

 

 QUERIDOS HERMANOS: En el Evangelio de este domingo, que acabamos de proclamar, hemos oído el testimonio de Juan sobre Jesús que  tiene dos puntos cumbres; primero: “Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”; y segundo: “ Y he visto y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios”.

        “Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” es un título hoy poco significativo; pero muy lleno de sentido en el Antiguo Testamento, porque hace referencia al cordero pascual que comió el pueblo judio la noche de la liberación de Egipto (Ex 12), y también a los corderos sacrificados en el Templo  para expiar los pecados del pueblo.

        Según esto, Jesús es el sacrificio de la nueva alianza que supera todos los sacrificios de la Antigua. Por su sangre hemos recibido el perdón de los pecados, que se hace presente ahora en la santa misa por medio de la consagración del pan y del vino en el cuerpo y la sangre de Cristo. Fijáos en las palabras de la consagración del vino: Tomad y bebed todos de él, porque este es el cáliz de mi sangre, sangre de la Alianza nueva y eterna…

Cómo me gustaría que el pueblo cristiano y creyente lo valorara y no faltase a esta cita de amor y salvación y entrega total de Cristo por nosotros, especialmente todos los domingos, día en que Cristo resucitó de la muerte realizada para nuestra salvacion.

Me da pena y lucho porque el pueblo cristiano crea y valore la santa misa de los domingos y participe en ella para el perdón de sus pecados y salvación eterna, sobre de vuestros hijos y nietos, que son eternidades... que se han de salvar….y qué pocos vienen. En la santa misa se hace presente todo el misterio de Cristo, toda su vida y muerte y resurrección. Este es el valor y la immportancia del domingo.

        “Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. Con su muerte expiatoria, todos nuestros pecados, el mío, el tuyo, todos están perdonados ante Dios; pero para que este perdón llegue hasta nosotros tenemos que confesarlos en el sacramento de de la penitencia por medio de los sacerdotes. Lo ha establecido así el Señor que dijo a los apóstoles: a quienes perdoneis los pecados, les quedan perdonados… me estoy refiriendo a los pecados graves, que matan la vida de gracia, la vida de amor a Dios en nosotros.

        ¡Cuántas tristezas, cuántas separaciones en el mundo por los pecados que pesan sobre nosotros como un saco de cien kilos que llevamos sobre nuestras espaldas!¡Qué descanso, cuántas familias unidas, cuanta alegría sembramos si luchamos por vencer los pecados contra el amor, la familia, la esposa, los hermanos…!¡Qué alivio sentimos si nos arrepentimos y luchamos! Pues ese es el alivio, y la alegría que sentimos todos los cristianos cuando confesamos nuestros pecados.

Pero como hoy el mundo no se siente pecador y en deuda con Dios, no se confiesa, incluso los cristianos, sobre todo de cincuenta años para abajo---, así está de triste y solitario, así está el mundo, las familias, tantas vidas tristes solas y abandonadas en nuestros mayores y en una juventud llena de sexo, droga y de pecados, que no reconocen sus pecados ni se confiesan ni vienen los domingos a misa, alejados así de Dios y de sus mandamientos, de amarás a Dios sobre todas las cosas y a  tu prójimo como a ti mismo, alejados de santificar las fiestas, de honrarás a tu madre y a tu padre, sobre todo ancianos, no desearás la mujer de tu prójimo…etc, ya no existen los mandamientos de Dios, públicamente los medios y la televisión se ríen de ellos y se mofan, así estamos, incluso hacen galas de ellos…y así está el mundo, las familias, los hijos y muchos nietos vacíos de Dios, de amor a los padres, de amistad sincera, de amigos y de familias unidas para siempre, de matrimonios hasta la muerte, por amor y la fe en Dios y a los hermanos.

Bien y tú, hermano, cómo te encuentras en todo esto…, honras a tu padre y tu madre? los ama o los tienes un poco olvidados, eres fiel a tu mujer, no robarás… etc.. y para eso, cómo cultivas tu fe personal, cómo te esfuerzas por vivir los mandamientos, cada cuánto tiempo te confiesas… medítalo ahora en la presencia del Señor…qué haces por mantenerte como creyente, vienes a misa los domingos, no blasfemas, cuánto tiempo que no confesas… Os invito a confesaros con más frecuencia. Sentiréis el alivio de quitar peso sobre vuestras vidas y sentiréis el gozo y la mano salvadora de Dios.

        Los cristianos hoy día, en su mayoría, no necesitan del sacramento de la Penitencia, porque no viven en línea de conversión permanente a Cristo, de vivir y cumplir los mandamientos de Dios;  el cristianismo ha dejado ser un intento de  de vivir y amar a Dios y a los hermanos como Él. Y al no tratar de vivir como Él, ha perdido la conciencia de pecado sobre todo de cincuenta años para abajo, como repito muchas veces, pero es lo que tristemente veo.

        El mundo actual no siente necesidad de Cristo, ni de mandamientos de iglesia ni de Dios, ni de gracia ni sacramentos ni de misa del domingo ni de nada cristiano, ni de bautismo o primeras comuniones, porque ha dejado de creer en Cristo y en la vida eterna, pero no por eso dejan de ser verdad y existir, es más, todos los cristianos vivimos y rezamos en esta vida para encontrarnos con Él en  la eternidad, y tú, querido hermanos, políticos que no creéis, qué pasará cuando te encuentres con ese Dios que vino en nuestra búsqueda y murió y resucitó únicamente para esto y demostró que era Dios haciendo milagros de toda clase como ahora los sigue haciendo en Loudes, Fátima y en otros muchos lugares y enfermos del mundo. Esta es  la mayor pena que tengo como sacerdote y lo que a todas horas rezo y pido por la salvación del mundo.

        Por eso, hermanos, terminemos esta homilia confesando todos con Juan: “Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”;  “Y he visto y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios”…,el único Salvador del mundo que ahora, en la santa misa, realiza y hacer presente esta salvación por todos nosotros. Es Él, el mismo del evangelio de hoy, el mismo del cielo, el mismo que está en todos los sagrarios de la tierra.

 

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QUERIDOS HERMANOS: Las tres lecturas bíblicas de este domingo se centran desde distintos ángulos en el testimonio sobre Cristo Jesús. En la primera lectura Jesús es presentado como luz de las naciones y en el Evangelio Juan proclama a Jesús como Hijo de Dios y como el Cordero que quita los pecados del mundo. Es este el segundo testimonio de Juan a favor de la mesianidad y la divinidad de Jesús que está punto de iniciar su vida apostólica.

 

        1.- El testimonio del Bautista sobre Jesús tiene dos puntos cumbres, como hemos dicho; primero: “Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”; segundo: “ Y he visto y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios”.

        No es fácil que el Bautista hablara así. Esta es la redacción de un teólogo, la de Juan, el autor del cuarto Evangelio; expresa la confesión de fe cristiana de la primitiva comunidad eclesial; es un confesión post-pascual, una vez revelado en plenitud el acontecimiento cristiano, es decir, el misterio de Cristo, Hijo de Dios, Cristo Jesús, muerto y resucitado por la Salvación de los hombres.

        “Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” es un título hoy poco significativo; pero muy lleno de sentido en el mundo del Antiguo Testamento, porque hace referencia al cordero pascual de la liberación de Egipto (Ex 12), y a los sacrificios habituales de corderos en el Templo de Jerusalén para expiar los pecados del pueblo.

        Según esto, Jesús es el Siervo de Dios por excelencia, el Cordero sacrificial por antonomasia. Él es el sacrificio de la nueva alianza que supera todos los sacrificios de animales. Él es el nuevo Sacerdote y la nueva Víctima. Por su sangre hemos recibido la redención, el perdón de los pecados, según la carta a los Hebreos: ““Y mientras que todo sacerdote asiste cada día para ejercer su ministerio y ofrecer muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados, éste, habiendo ofrecido un sacrificio por los pecados, para siempre se sentó a la diestra de Dios, esperando lo que resta «hasta que sus enemigos sean puestos por escabel de sus pies.» De manera que con una sola oblación, perfeccionó para siempre a los santificados”.

 

        2.- El sacrificio de Cristo fue eficacísimo y bastó una sola vez para siempre. Por eso, sólo hay una redención y una verdadera remisión de los pecados para siempre, aunque las aplicaciones de esta salvación puedan ser diversas. Esta es la razón de que no sean necesarios más sacrificios como fueron necesarios anteriormente hasta la llegada del sacrificio de Cristo. Esta doctrina es de una importancia decisiva para los que venían del pueblo judío, acostumbrados a continuos sacrificios y oblaciones. Los versículos de este pasaje son de gran contenido doctrinal; son el corazón  de la misma doctrina que desarrolla de Cristo, como sumo y eterno sacerdote, sentado a la derecha del Padre.

        Y San Pedro en su primera carta escribe: “Os rescataron…no con oro efímero o plata, sino aprecio de la sangre de Cristo, el cordero sin defecto ni mancha alguna”.

       

        3.- “Que quita el pecado del mundo”. Con su muerte expiatoria, Jesús ha saldado no sólo los pecados de un pueblo; sino del mundo entero; el mío, el tuyo, todos nuestros pecados están ya perdonados ante Dios; pero para que ese perdón llegue a nosotros, tenemos que manifestarlo con la petición de perdón en el sacramento de la Penitencia. Sólo Cristo vence el pecado personal y del mundo. No hay otro Salvador. No nos salva la técnica ni la psicología ni los métodos humanos de autoestimación ni las medidas políticas, solo hay un salvador:  es Jesucristo, “Cordero de Dios que quita los pecados del mundo”.

        ¡Cuánto peso sobre las conciencias, cuánta tristeza, cuántas depresiones, no digo todas, pero cuántas depresiones y tristeza de vida son debidas a la conciencia de pecado no borrado, que pesa sobre nosotros como un saco de cien kilos que llevamos sobre nuestras espaldas! ¿Qué pasa si subiendo unas escaleras con cien kilos de peso, descargamos, y luego continuamos subiendo? ¡Qué descanso! ¡Qué facilidad! Todos sentimos un alivio enorme. Pues ese es el alivio, y la alegría que sentimos todos los cristianos cuando confesamos nuestros pecados. Hoy se confiesa poco, confesamos poco nuestros  pecados a Dios y preferimos hacerlo ante los psicólogos, que no pueden perdonar y borrar nuestras cargas y culpas. Sólo Dios. Os invito a confesar con más frecuencia. Sentiréis el alivio de quitar peso sobre vuestras vidas y sentiréis el gozo y la mano salvadora de Dios.

 

        4.- La confesión de los pecados debemos practicarla no sólo en el confesonario, sino en la oración diaria. Es más, os diré que si no hay frecuencia de la confesión, es porque no cultivamos la oración, el diálogo con Dios, que nos iluminaría para ver nuestra faltas para con Dios y los hermanos mediante la conversión permanente, y nos daría fuerzas también para seguir luchando todos los días contra el pecado, que es el nos impide conocer y amar a Dios en experiencia de amor viva y entusiasmante.

        Falta en el cristiano el convencimiento de que el cristianismo es tratar de vivir como Cristo vivió; se piensa en que consiste más bien en creer las verdades que enseñó y realizar determinados actos de culto; pero el evangelio y el culto no se comprende si no se viven, y al intentarlo, descubrimos que estamos lejos de vivir el Evangelio, de hacer lo que Él no hizo y nos mandó hacer, de vivir con sus mismos sentimientos, criterios y actitudes.

        Los cristianos hoy día, en su mayoría, no necesitan del sacramento de la Penitencia, porque no viven en línea de conversión permanente a Cristo;  el cristianismo ha dejado ser un intento de  de vivir como Él. Y al no tratar de vivir como Él, no tenemos pecado, nos hay conciencia de pecado, porque no hay conciencia de Dios y del evangelio de Cristo, y, por tanto, no necesitamos ni de perdón ni de gracia ni de sacramentos y menos de confesión, porque para vivir como vivimos, como unos animalitos, nos bastamos a nosotros mismos.

        No necesitamos ni de perdón, porque «no tenemos pecados»; se ha perdido la conciencia de pecado; es más, el mundo hace gala de pecar y exalta algunos pecados, sobre todo de la carne, así que para vivir de este modo, no necesita  de Cristo. El mundo actual no siente necesidad de Cristo, porque no se compromete en vivir como Él vivió.  Para vivir como vive, se basta a sí mismo.

       

        5.- Todos necesitamos el perdón y la fuerza de Dios. Y para esto, como dije antes, necesitamos orar. Y para tener oración y trato con Dios, necesito vivir en conversión permanente, porque si no trato de ser mejor, de imitar a Cristo, no tengo necesidad de Él y la oración terminará aburriéndome, porque quiero vivir como me de la gana y no como Dios me lo dice en la oración. Por eso, hagamos oración para vivir en conversión permanente, porque necesitamos permanentemente de la luz y de la fuerza de Dios y esto nos llevará al sacramento de la Penitencia, al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, es decir, que le quita peso de amargura y tristeza en nuestro subconsciente y le da el alivio del perdón.

        Hoy, en este mundo actual, puede parecer una anacronismo hablar del pecado, cuando es exaltado en la novela, televisión, en las pantallas de cine, y no precisamente como pecado, sino todo lo contrario, como ejercicio de la libertad personal y humana, que no tiene que dar cuenta a nadie, en concreto, a Dios. Sin embargo, el pecado continúa siendo una realidad tan vieja como el mundo. Está inscrito con estilete de hierro en cada página de la historia antigua y moderna. El pecado es como una lluvia ácida, que está arrasando el mundo y la civilización contemporánea y hace mucho daño en el hombre, en su interior personal, matrimonial, familiar, profesional; no hay amor entre esposos, los hijos sufren la separación de los padres, crecen tarados para toda la vida; pero quieren llamarlos con otros nombres, pero da lo mismo, porque su efecto de desamor y soledad y tristeza sigue avanzando en el mundo. Y si alguien quisiera negar su existencia, oiría en el corazón de su alma insincera la acusación del Apóstol S. Juan: “Eres un mentiroso y la verdad no está en ti” (1Jn 1,8).

 

        6.- Somos pecadores desde el mismo seno materno. Porque nos amamos a nosotros mismos más que a Dios y los demás. Por eso, continuamente estamos prefiriéndonos aún a costa del honor, del respeto y de la igualdad de  derechos de los otros. Y si no lo reconocemos, es que no nos conocemos. Somos pecado, tal vez más de lo que pensamos. Necesitamos el perdón y la gracia y la sanación de Dios. Si lo reconocemos, todo está solucionado por el poder y la misericordia de Dios en Cristo Jesús que murió por nuestros pecados. Este era el tema de hoy. Jesús nos conoce, conoce nuestras vidas y nuestros pecados y ahora en la santa misa se ofrece como víctima por todos ellos. Pidamos perdón. Lo hicimos al comenzar la Eucaristía. Pero hagámoslo nuevamente, con plena consciencia y confianza. Confesemos nuestras culpas. Saldremos de aquí rejuvenecidos.

 

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III DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO

 

PRIMERA LECTURA: Is 8, 23b-9. 3

 
        “El pueblo que caminaba a oscuras” son los judíos galileos deportados a Asiria. El pueblo deportado será puesto en libertad. La historia contemporánea muestra que la barbarie de la deportación no es monopolio exclusivo de los imperios o de los estados antiguos, a los que nos sentiríamos inclinados a clasificar dentro de una historia pasada para siempre. Los pueblos deportados hoy viven sumidos en la pobreza, en las guerras permanentes, en la tristeza y en la desesperación, sin ver surgir ante sus ojos la luz de un mensaje de liberación de tantas esclavitudes. Si bien la historia del pueblo judío tiene una dimensión espiritual y universal, el texto de Isaías hay que leerlo aquí refiriéndolo al plano de la liberación total, de materia y espíritu. Para el hombre, la peor deportación consiste en ser vencido por el pecado y desterrado fuera de su patria, que es la amistad con Dios. Para el hombre, “el país en tinieblas” es aquel en que Dios ya no está con Él. El mensaje de esperanza consiste precisamente en que Dios se anuncia al hombre como libertador de toda esclavitud: “El pueblo que caminaba en tiniebla vio una luz grande; habitaban tierras de sombras, y una luz les brilló”

 

 

SEGUNDA LECTURA: 1Cor 1, 10-13.

 

        San Pablo se consideraba a sí mismo como el padre de la iglesia de Corinto, y lo que la perturbaba despertaba en Él vivas preocupaciones. De ahí el estremecimiento que se descubre en su intervención, tanto más cuanto que los cristianos de Corinto se dejaban llevar por un espíritu de partido que iba directamente contra la exigencia principal de la vida de la Iglesia: la unidad. El mal no era profundo todavía y no llegaba a producir separaciones. Pero éstas empiezan a menudo por disputas de palabra, complicadas con cuestiones personales. Los corintios emprendían un camino en el que se corría el peligro de que se perdiera “la firmeza que el testimonio de Cristo había alcanzado en ellos”.  San Pablo, pues, no tardó en reaccionar, escribiendo una paternal y apremiante llamada al orden, que se funda en la caridad de Cristo: “Os ruego en nombre de nuestro Señor Jesucristo poneos de acuerdo y no andéis divididos. Estad bien unidos con un mismo pensar y sentir”.

 

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 4,12-23

 

        QUERIDOS HERMANOS: Qué temas más interesantes, qué contenido más rico nos presenta el Evangelio de este domingo. San Mateo, siempre atento a confrontar los hechos de la vida de Jesús con lo que los profetas habían dicho del Mesías, refiere, al comenzar la actividad de Jesús, una profecía de Isaías, que hemos leído en la primera Lectura acerca de la región de “Zabulón y Neptalí,” donde el Maestro moraba en aquel tiempo. “País de Zabulón y Neptalí, Galilea de los gentiles… el pueblo que caminaba en tiniebla vio una luz grande; habitaban tierras de sombras, y una luz les brilló”.

        1.- San Mateo ha visto esta profecía hacerse realidad ante sus ojos en la persona de Jesús de Nazareh. La luz que ilumina la Galilea y se difunde de allí a todo el mundo, es Cristo. Él ha conocido a Cristo, le ha seguido y escuchado, y quiere transmitir esa “buena noticia a todo el mundo”. Esa buena noticia es Cristo mismo, su persona y su mensaje. Nosotros también la hemos conocido. Tenemos esa suerte de conocer a su Hijo como Salvador y como luz del mundo y de los hombres, por la elección bondadosa de Dios.

        “Entonces comenzó Jesús a predicar diciendo: Convertíos, porque está cerca el reino de Dios”. Esta noticia contiene una síntesis de toda la predicación y actividad de Jesús. Él ha venido a instaurar en la tierra el reino de Dios, y esa instauración de valores y comportamientos nuevos supone para el hombre una conversión.

       

        2.- Este reino de Dios consiste en que el Dios de Jesucristo sea el único Dios de nuestra vida; abajo todos los demás ídolos que nos hemos fabricado a la medida de nuestras pasiones y apetencias: dinero, materialismo, consumismo, sexo, comodidad, divorcios, separaciones, abortos, cuerpo…a quienes servimos, nos arrodillamos y damos culto idolátrico.

        El becerro de oro del pueblo judío sigue siéndolo para muchos hombres de hoy, pero tiene otros nombres, otras caras, pero en el fondo, es el dinero y lo que se compra o se necesita para tener dinero: poder, políticas, explotación, injusticias, abusos, pluriempleo que nos quita calidad de vida y tiempo para el cultivo del espíritu, de la familia y de cosas necesarias para ser persona integral.

        En el reino que nos predica Jesús, Dios debe ser el único Dios de nuestra vida; luego, todos los hombres, hermanos; para eso vino Cristo, esto fue lo que predicó y por lo que murió. Hay que quitar muchas barreras y separaciones, aún dentro de las familias; para eso, que los esposos sean esposos como Cristo quiere; que los padres sean educadores de la fe y del amor de sus hijos como Cristo quiere; que todos nos esforcemos por vivir el mandato nuevo del amor como Cristo nos mandó. Que todos nos queramos como Dios quiere y nos ama.

        Dios, el único Dios; todos los demás, hermanos; y hacer una mesa muy grande en el mundo, muy grande, muy grande, que llegue hasta el último rincón de la tierra, donde todos se sienten, pero especialmente los que nunca sentamos: los pobres de todo tipo, que hoy tienen muchos nombres: deprimidos, drogadictos, alcohólicos, padres ancianos, personas sin relieve social, enfermos de todo tipo.

 

        3.- Y este reino que quiere Jesús, que predica y quiere que realicemos, está tan cerca, tan cerca de nosotros, que es el mismo Jesús y son los hombres que viven con nosotros y han de pasar de sernos indiferentes a ser hermanos, por ser hijos todos del mismo Padre Dios. El mensaje de Jesús es apremiante; urge propagarlo, porque el reino ya ha comenzado y debe llegar a todos los hombres.

        Esta es la razón de que Jesús elija a los primeros propagadores. Los Apóstoles son un ejemplo, un modelo de generosidad en estos tiempos tan escasos de vocaciones misioneras y sacerdotales”. “Y ellos, dejándolo todo, le siguieron”. Hoy  y siempre el reino de Dios tendrá necesidad de colaboradores en las diversas formas de seguimiento.

        Por el santo bautismo todos nosotros hemos sido llamados a propagar el reino de Dios; si entramos dentro de nosotros mismos nos descubriremos misioneros, marcados y ungidos por Cristo para propagar la buena noticia del reino. Esta vocación misionera está dormida en muchos cristianos, que consideran este trabajo propio del sacerdote. Pero todos hemos sido constituidos por el bautismo en profetas, sacerdotes y pastores del pueblo de Dios. En la vida de cada uno de nosotros ha habido una llamada personal de Cristo para ser luz del mundo y sal de la tierra. 

        El reino de Dios está cerca de nosotros pero no entrará ni nosotros no nos convertimos a Él. La cercanía vendrá a ser presencia actual y posesión personal cuando el hombre, acogiendo la invitación de Jesús, realice las necesarias condiciones  para entrar en Él. No es suficiente que resuene en nuestros oídos, tiene que entrar en nuestro corazón, en nuestra mente, en nuestra vida. Es en el interior del hombre donde debe germinar esta semilla, porque es desde el convencimiento interior del hombre es de donde brota todo lo bueno y todo lo malo del mismo. Tiene que entrar por un cambio de mentalidad, que nos lleve a un cambio de actitudes, para terminar en un cambio de vida y comportamientos.       

 

        4.- “Convertíos”. Hemos de hacer en nosotros realidad este programa práctico de Cristo. Necesitamos convertirnos todos los días, a cada momento, porque son muchos los enemigos de este reino de Dios dentro de nosotros mismos y en nuestro mundo.

        En primer lugar, está el hombre viejo y de pecado que llevamos dentro de nosotros, en nuestra propia carne y que nace con nosotros y nos acompaña hasta la muerte, como nos dice San Pablo. Es el pecado original, el amarme a mi mismo más que a Dios y los hombres, que me hace egoísta y buscarme a mi mismo, mi comodidad, mi poder, mi seguridad, mi dinero, mi carne y pecado por encima de Dios y de los hermanos. Lógicamente rompe el matrimonio, la familia, la amistad, la fraternidad; este hombre viejo que hay en nosotros nos hace esclavos de la soberbia, avaricia, lujuria, ira…es el pecado que somos en nuestra carne y que solo Cristo puede sanar y curar. La Confesión nos perdona pero no nos quitas las inclinaciones si no luchamos todos los días con la fuerza y la gracia de Dios; esto se llama y es  la conversión.

        Necesitamos la conversión; la conversión, con la gracia y ayuda de la oración nos va haciendo cada día hombres del reino de Dios, reino de humildad y fraternidad, reino del servicio sobre el egoísmo, el consumismo, el desenfreno de los sentidos, del sexo, de los vicios… “Convertíos” es una buena nueva de liberación, de esperanza luminosa y transformante. Es una tarea para toda la vida, que hemos de asumir libremente como compañera inseparable de nuestra fe cristiana y seguimiento de Cristo en el cumplimiento de su evangelio y entrada en su reino, que nos exige comportamientos distintos a los de la carne y del mundo.

        Es el mismo Cristo el que nos dice: “convertíos”. Todos los días y en todos los momentos de nuestra vida tenemos que r convertirnos al evangelio y esto supone mortificación y  esfuerzo, para vivir el reino de Dios en nosotros, en nuestra familia, en nuestro trabajo y profesión. Y como es a veces muy costoso y doloroso, no puede hacer sin la ayuda y la gracias de Dios. Por eso, para convertirse todos los días, hay que orar todos los días.

        5.- “Y creed en el Evangelio”. El orden de entrada en el reino de Dios lleva consigo primero, predicar o escuchar el Evangelio; luego escuchado, se puede creer o rechazar; si creo, me bautizo y entro a formar parte de la Iglesia; al bautizarme me comprometo a pensar como Cristo; a vivir como Cristo. El cristianismo es un intento de vivir y ser otro Cristo en la tierra. Por eso, realmente, el cristianismo no son verdades ni ritos ni mandamientos, la fe fundamentalmente es una persona, es Jesucristo. La fe es fiarse de Cristo, y porque me fío y creo, entro en el reino de Dios, en lo que Él mi dice y espera de mi.    Creer en el Evangelio es creer y tratar de vivir como Él me dice cuando me habla de amar a los vecinos como hermanos, de dar parte de mis bienes al que lo necesita, de que Dios sea lo primero y absoluto de mi vida, por encima de mi comodidad, que no me deje llevar por la soberbia, la avaricia, el sexo, que es el reino del mundo. De ahí las promesas y renuncias que hay que hacer antes de recibir el santo Bautismo. Bueno sería que hoy las renovásemos en el Credo, pero con la formulación bautismal.

        El cristiano es el hombre de la fe. La fe es la base de toda nuestra vida cristiana. Por eso, esta mañana debemos terminar pidiendo fe: Señor, nosotros creemos en Ti, pero aumenta nuestra fe. Señor, Tú lo sabes todo, sabes de mis caídas y mis fallos, también de mis deseos ser buen cristiano, Tú lo sabes todo, Tú sabes que te amo. Señor Jesucristo, creemos que eres el Hijo de Dios. Creemos en Ti y en todo lo que Tu nos has revelado de parte del Padre. Aceptamos tu palabra, tú palabra es verdad y vida. Queremos vivir según tu Evangelio, entrar plenamente en el Reinado de Dios. Señor, creemos en Ti, pero aumenta nuestra fe.

 

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El Evangelio de este Domingo tiene dos partes. La primera es el prólogo del Evangelio de San Lucas. Lucas manifiesta que «después de comprobarlo todo exactamente desde el principio» ha querido relatar ordenadamente la vida y enseñanzas del Señor Jesús, para que sea conocida por Teófilo «la solidez de las enseñanzas» que ha recibido.

Con esta introducción San Lucas afirma la veracidad e historicidad de los hechos relatados, exponiéndolos en su Evangelio tal y como se los relataron testigos oculares, testigos que vieron y escucharon personalmente al Señor. La fe que han recibido los creyentes no se sustenta en un personaje mítico, en una fantasía o en un Cristo elaborado por una comunidad de discípulos alucinados que se negaban a aceptar la muerte infame de su Maestro, sino que se fundamenta sólidamente en lo que Cristo verdaderamente hizo y enseñó. El ‘Cristo de la fe’ no es distinto que ‘el Cristo histórico’, y los Evangelios no son fábula o mitología, sino auténtico recuento de hechos sucedidos.

La segunda parte del Evangelio relata el tremendo anuncio que el Señor Jesús hace al inicio de su ministerio público en la sinagoga de Nazaret. Poco antes el Señor había recibido el bautismo de Juan en el Jordán. Relata San Lucas que en aquella ocasión «se abrió el cielo, y bajó sobre Él el Espíritu Santo en forma corporal, como una paloma» (Lc 3,21-22). Se trataba de un signo visible que señalaba a Jesús como el Ungido por Dios con el Espíritu divino, realizándose en Él de modo visible la antigua profecía de Isaías: «El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido» (Is 61,1). De esta manera Jesús es presentado al pueblo de Israel como el Mesías -que significa Ungido- prometido por Dios desde antiguo, aquél «que Dios enviaría para instaurar definitivamente su Reino.» (Ver Catecismo de la Iglesia Católica, 436y 438)

Luego de ser “ungido” visiblemente por el Padre con el Espíritu el Señor inicia su ministerio público en diversos pueblos de Galilea, enseñando en sus sinagogas y obrando diversos milagros. Caná, Cafarnaúm, Corazim, Betsaida, Genesaret, habían ya escuchado sus enseñanzas y visto los signos que realizaba. Así, para el momento en que retorna a Nazaret y «como era su costumbre» entra en la sinagoga un sábado, ya su fama se había extendido por toda la región.

Una vez reunidos en la asamblea Jesús «se puso de pie para hacer la lectura». Una escena semejante la encontramos en la primera lectura. La asamblea se reúne para escuchar la lectura de los textos sagrados, a través de los cuales experimenta como Dios mismo dirige su palabra a su pueblo. En aquella ocasión «los levitas leían el libro de la Ley de Dios con claridad y explicando el sentido, de forma que comprendieran la lectura.» Jesús hará lo mismo.

En los tiempos de Jesús eran pocos los que sabían leer, más aún si se trataba de leer textos en hebreo, la lengua sagrada en la que estaban originalmente escritos los libros del Antiguo Testamento. Esta era una tarea reservada a los escribas, quienes luego de leer el texto sagrado en hebreo, pasaban a comentarlo en arameo, el lenguaje coloquial de los hebreos.

El Señor leyó la antigua profecía de Isaías que decía: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque Él me ha ungido. Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres…». Terminada la lectura, explicó la lectura de un modo absolutamente inesperado a la asamblea que lo escuchaba con gran atención y curiosidad: “Hoy”, es otras palabras, en Él se cumplía verdaderamente aquella antigua profecía. Él se presentaba ante sus oyentes como el Mesías prometido por Dios para la salvación de su Pueblo, el Ungido con el Espíritu divino, el enviado por Dios a anunciar la Buena Nueva de la Reconciliación a la humanidad sumida en la esclavitud, la pobreza, el mal, la enfermedad y la muerte.

¿Quién puede decir de sí mismo cosa semejante? Un desquiciado, un hombre trastornado por el delirio de grandeza, un megalómano, un embaucador, o alguien que en verdad es quien dice ser. Con sus señales y milagros, y sobre todo con su misma resurrección de entre los muertos, hechos todos que Lucas recoge en su Evangelio tras diligente investigación, el Señor Jesús demuestra la veracidad de sus palabras: Él es verdaderamente el Ungido de Dios, Aquél que ha venido a traer la liberación, la salvación y reconciliación a la humanidad. No hay que esperar a otro (Ver Hech 4, 12; Catecismo de la Iglesia Católica, 430-432).

 

 

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IV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

 

PRIMERA LECTURA: Sof 2, 3; 3, 12-13

 

        Una lectura superficial de los profetas podría inducir a creer que su interpretación de la historia del pueblo escogido se limita al esquema siguiente: castigo de la infidelidad, restauración después del castigo. En realidad, los profetas abren incesantemente perspectivas sobre la vida religiosa profunda tal como la quiere Dios. El profeta Sofonías es un poco anterior a Jeremías; anuncia también el castigo y la restauración, pero insiste en el «resto de Israel», este «pequeño resto» querido para la tradición profética, verdadero pueblo de Dios en sentido cualitativo del que saldrá el Reino mesiánico.

        Sofonías anuncia que el reducido resto de Israel, renunciando a encerrarse en sí mismo, se abrirá a Dios. La pobreza de espíritu es la puerta del corazón para la venida del Señor. El verdadero pobre es el que adquiere conciencia de su necesidad de Dios. Coloca en el Señor su solución. La disposición fundamental del verdadero pobre es la humildad ¿No reconocemos en esto una de las leyes fundamentales de la vida espiritual cristiana? “Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos”.

 

SEGUNDA LECTURA: 1Cor1, 26-31


        San Pablo declaró que la sabiduría de Dios es radicalmente distinta de la sabiduría del mundo. Esta sabiduría del mundo es una mentalidad, un conjunto de ideas aceptadas, un modo de organizar la sociedad, cierta manera de concebir la felicidad y el destino al margen del Reino de Dios revelado por Cristo. La sabiduría de Dios es conocer y amar y vivir como Dios nos ha manifestado en su Hijo.

¿Cuál es la realidad revelada por Dios? La redención, la salvación del hombre mediante la muerte y resurrección de Jesús. El mundo judío y pagano no puede admitir esto. Sólo pueden reconocer esta realidad aquellos a quienes Dios se lo haya concedido. Entre éstos están los corintios. Es importante que no desperdicien el don que Dios les hace, que no caigan en los errores de la sabiduría del mundo ocupándose a su vez en disputas de palabras, de prestigio, de pequeña vanagloria: “En este Cristo que Dios ha hecho para nosotros sabiduría, justicia, santificación, y redención. Y así… el que se gloríe, que se gloríe en el Señor”.

 

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 5,1-12ª

 

DOMINGO IV A

 

QUERIDOS HERMANOS: En el evangelio de este domingo Jesús nos expone las Bienaventuranzas. Se ha llamado y con razón, a las Bienaventuranzas, la «Carta Magna del cristianismo», en cuanto que condensan admirablemente el Espíritu de Jesús, el Espíritu de Reino de Dios, la mayor y plena santidad posible en este mundo. Si os he de decir la verdad, tardé muchos años en comprender el mensaje que encierran.

        Y tardé porque no se comprenden si no se viven, y aun ahora me queda muchas cosas por aprender, pero la vida se ha encargado de meterme ya algunas en el alma, pero otras necesitan más humildad y santidad de mi parte para comprenderlas. A Cristo, al Evangelio, a las bienaventuranzas no se las comprende hasta que se viven y si uno no se hace humilde, pobre, pacifico evagélicamente…no las comprenderá al no vivirlas. 

        Por eso con la ayuda del Señor intentaremos decir algo sobre ellas en orden a poder vivirlas en nuestra vida. Porque de eso se trata; las Bienaventuranzas no son algo teórico que hay que aprender de memoria o discurrir sobre su contenido, sino que hemos de intentar vivirlas para comprenderlas y entrar en la plenitud del reino de Dios, esto es, en la unión, amistad e intimidad con Dios.

            ¿Cómo es posible que un hombre, siendo pobre, estando enfermo, no siendo valorado sea feliz? ¿A quién habrá encontrado este hombre para que sea dichoso en medio de estas circunstancias? Y la respuesta a esta pregunta nos la da Jesucristo en este evangelio, porque nos dice que todo cristiano, al vaciarse de si mismo, le ha podido llenar Dios en plenitud; ha encontrado a Jesucristo, porque Jesucristo existe y es verdad y llena nuestras vidas, ahí están todos los santos, canonizados o no, que lo han conseguido ya en este vida.

        Hermanos, y para vivir la bienaventuranzas, vaciémosnos de nosotros mismos, de nuestros egoismos, soberbias y vanidades y en esa misma medida nos podrá ir llenando Dios de su presencia y amor, la Santísima Trinidad porque al vaciarnos de nosotros mismos, de nuestros egoismos y pecados, seremos templos y moradas de nuestros Dios Trino y Uno: “Oh Dios mío, Trinidad a quien adoro, ayudadme a vaciarme enteramente de mi para establecerme en Vos, tranquilo y sereno como si mi alma, mi vida estuviera ya en la eternidad. Que nada pueda turbar mi paz y hacerne salir de Vos sino que cada día me sumerja más…

Es más, queridos hermanos, si por Cristo, si por nuestro Dios Trino y Uno, uno se bautiza o se hace sacerdote o con gozo uno renuncia a lo presente y se va a un convento de clausura donde sólo puede llenarlo Dios, si se vacía o se va vaciando de sí mismo, Dios Trinidad le va llenando de su amor y felicidad en la medida en que se vaya vaciándo de sí mismo, de sus defectos y pecados, de su yo y soberbia y vanidad, para llenarse solo de Cristo sobre todo cuando comulgo o hago oración verdadera  para dejar a Cristo que viva en mí.

Al vaciarnos de nosotros mismos, de nuestro yo, Dios nos puede ir llenando de su amor y de su vida, eso es la gracia divina y eso es la santidad de vida, amar a Dios sobre todas las cosas, dejar que Cristo viva en mí su vida de amor y entrega total al Padre  y a los hombres.         Para este bautizado hombre o mujer, existe una riqueza formidable en la persona de Jesús, y sabe que su pobreza, lejos de alejarle de esa persona, más bien la hace rica de su presencia y amor, de su misma vida y felicidad infinita. Eso es la gracia, la vida de gracia en plenitud, participación de la misma vida de Dios.

Y os aseguro que esto es verdad  y que se realiza en ete mundo actual, aunque en menor número que hace 50, 60 o 70 años porque hoy se viven poco las bienaventuranzas del Señor en este mundo, en la sociedad actual, aunque todavía hay muchos religiosos y religiosas que voluntariamente quieren hacerse pobres y castos y obedientes por Jesús. Porque Cristo existe y es verdad y llena los corazones de los que se vacían de sí mismos para que Él los pueda ir llenando y eso es la santidad cristiana, la vida de Cristo en nosotros bautizados o sacerdotes o religiosas. Y esto unicamente es por la oración-conversión de vida en Xto.

            En realidad, las bienaventuranzas desmontan los ídolos, los falsos dioses de este mundo, las falsas felicidades de la sociedad actual, la idolatría del dinero, avaricia,  los deseos de poseer y esclavitudes de la carne, del yo que nos llena de nosotros mismos y nos deja vacíos de Dios Amor Trino y Uno, de sufelicidad y presencia de cielo ya en la tierra.

Y esto es así, porque impide que Dios habite en nosotros, y por tanto, impide la verdadera felicidad y la paz y el gozo del cielo que empieza ya en este mundo para todos los que por una oración purificadora, un poco elevada, que nos vaya vaciando de nosotros mismos un poco, del yo y soberbia que todos tenemos, nos vaya llenando solo de Dios.

Dios existe y es Verdad, Dios nos llama a su misma vida de Amor y Felicidad infinita y eterna y trinitaria participada de Él por gracia, pero para conseguirlo en plenitud, para vivirlo uno tiene que vaciarse de sí mismo y de sus defectos y pecados aunque sean leves y esto aunque uno sea religiosa, sacerdote y obispo para que Dios pueda llenarnos: “Bienaventurados los pobres en el espíritu, por que de ellos es el reino de los cielos”.

 

(Empezar leyendo las Bienaventuranzas) Para vivir las bienaventuranza el Señor en este evagelio nos invita al encuentro diario con Él por la oración-conversión, sobre todo eucarística, para que nos pueda ir llenando, pues para esto vino y predicó y murió y resucitó y se quedó en todos los Sagrarios de la tierra para llenarnos de si mismo, de su gozo, plenitud y felicitad y empezar así el cielo en la tierra, eso es y quiere ser su presencia en el Sagrario, el cielo en la tierra para las almas encendidas de fe y amor purificados.

Así os lo deseo a todos, y por esto pedir esta gracia en esta (rato de oración) santa misa porque Él es el único que puede llenarnos. Basta mirar el mundo: está más lleno de cosas que nunca y está vacío. Los matrimonios están rotos y vacíos, las familias, los amigos somos menos amigos, en nuestras casas tenemos de todo y ahora resulta que nos falta todo, porque nos falta el todo, que es Dios.

        Y junto a estos ahí están los conventos de clausura, los monjes solitarios de nuestras montañas, los misioneros y misioneras, los cristianos, los padres y madres, las personas que se hacen pobres y mansas y humildes por Dios, que renuncian voluntariamente a poseer dineros injustos, comodidad, placeres prohibidos, porque Dios los hace felices. Porque Dios, queridos hermanos, hace felices a los que se hacen pobres de dinero, tiempo, disponibilidad,  a los que se hacen pobres, humildes y misericordiosos en Él, porque no viven esclavizados por el tener y gozar, a los que se hacen sencillos, los humildes y mansos de corazón por amor a Dios y a los hermanos, porque así Él nos puede llenar y habitar.

        ¿Y TÚ, QUERIDO HERMANO, A QUÉ RENUNCIAS POR CRISTO, DE QUÉ TE VACÍAS PARA QUE ÉL TE PUEDA LLENAR?

 

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Queridos hermanos: Dichosos los que se hacen mansos, humildes… aquellos que ante las ofensas, los sufrimientos de la vida por las envidias, las incomprensiones, las injurias, justas o injustas, no reaccionan con odio, rencor dejándose dominar por la ira, la crítica, la envidia; sino que miran a Dios, al Cristo Crucificado, a Cristo en el Sagrario hecho un trozo de pan por todos nosotros para ser comido con amor y vida y por Él terminan perdonando, olvidando todo con paz.

No es fácil. Solo con la fuerza que viene de Dios por la oración-conversión sinsera a la voluntad de Dios, a su evangelio y mandamientos, eso es la santidad, solo así se puede realizar esta dicha de felicidad y amor de Dios en nosotros.

        Dichosos también los que lloran sus pecados o los daños hechos a vida, la fama y honor de los hermanos; dichosos los que se sienten deudores y piden humildemente misericordia y  perdón a Dios y a los hombres, reconociendo sus faltas y pecados, esto es, a los pecadores arrepentidos.Dichosos nosotros si nos arrepentimos de nuestros pecados y fallos diarios de amor y respeto al hermano.

        Dichosos los que tienen hambre y sed de santidad, de superarse en el camino del amor y de la entrega total a Dios y a los hermanos.

        Dichosas las almas que en cada parroquia mantienen el deseo de perfección, viven para Dios, arden en deseos de que Cristo sea más conocido y amado; dichosos todos estos porque contagiarán de su amor a todos los de la parroquia o familia o comunidad, padres  y madres ejemplares, sacerdotes santos, religiosas perfectas

Dichosos todos estos, porque de ellos es el reino de los cielos, el reino de la paz y del gozo ya en este mundo; porque de ellos es la vida plena de fe, amor, esperanza en la vida eterna; dichosos todos ellos porque de ellos es el reino de Dios en el cielo que empieza ya en la tierra y el reino de Dios es Dios mismo viviendo su amor y felicidad en nuestras almas, el reino de Dios, morada del mismo Dios en la tierra, o en el convento, o en la comunidad o en la parroquia, en el mundo.

 

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V DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

 

PRIMERA LECTURA: Is 58, 7-10

 

        Los alimentos son un don de Dios. El hecho de comer es un acto bueno, querido por Dios, y debe suscitar una doble actitud religiosa: la adoración y la acción de gracias. En efecto, reconocer que Dios es el soberano dador del alimento es una actitud emparentada con la virtud de la oración; por la adoración se reconoce que Dios es el único Bien y el manantial de todo bien. Por otra parte el hombre, beneficiario de los dones de Dios, normalmente expresa su agradecimiento, eleva una acción de gracias. No hay derecho para gozar tranquilamente de la abundancia, si a otros les falta lo necesario. Hay que ser sensibles a las necesidades ajenas. Dios lo quiere y lo premia. En la Iglesia Jesús expresa el mensaje del profeta Isaías como si lo hiciéramos con Él mismo: “Y lo que hicisteis con estos pequeñuelos, conmigo lo hicisteis”. Privarse de algo por un hermano es un camino segurísimo para encontrar al Señor

 

SEGUNDA LECTURA: 1Cor 2, 1-5

 

        Los Corintios son gente ligera, que se entretiene gustosamente con coloquios hábilmente llevados. Son aficionados a que se les admire por sus discursos y dialéctica. San Pablo, aunque advertido de estas aficiones, no les ha seguido la corriente. Les recuerda que su predicación consistió en la afirmación de un testimonio y, dentro de este testimonio, ha hecho hincapié en el punto que respondía menos a la mentalidad de los Corintios: en medio de ellos sólo ha querido saber de Jesucristo, y éste, crucificado. En tiempo de San Pablo existía una especie de catequesis del anuncio de Cristo. Los Hechos de los Apóstoles nos proporcionan ejemplos de ello. Jesús es el Mesías anunciado por los profetas. Fue condenado a muerte, pero resucitó. Por su muerte y resurrección quedó constituido Salvador nuestro. Los Apóstoles son testigos de la vida, de la muerte y de la resurrección de Jesús, y anuncian que no hay salvación fuera de Él, San Pablo subraya que entre los Corintios, “entre vosotros” Él ha dado preferencia al hecho de la Cruz, haciéndole el centro de su predicación

 

 

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO: 5,13-16

 

QUERIDOS HERMANOS: El Evangelio de este domingo es continuación del anuncio de las Bienaventuranzas, que meditábamos el último domingo. En Él nos explica Jesús mediante tres parábolas, qué lleva consigo seguirle a Él y qué significa ser cristiano: “Vosotros sois la sal de la tierra… vosotros sois la luz el mundo…candelero, ciudad puesta en lo alto de un monte”. Las tres imágenes convergen en una misma dirección: ser testimonios de vida para los demás. Y en este sentido concreta Jesús la identidad del cristiano: ser luz, sal  y ciudad puesta en lo alto de un monte para ser testimonio de Cristo y su Evangelio.

        1.- La sal es la primera de las imágenes a que apela Jesús para definir la identidad del discípulo. La sal es un elemento familiar a cualquier cultura, pues desde siempre y en todas partes, se ha empleado para dar sabor a las comidas y preservar a los alimentos de la corrupción. Hasta la aparición del frío industrial era prácticamente el único medio para preservar de corrupción a los alimentos.

        Todo cristiano debe dar testimonio de vida, preservar de corrupción la familia, el matrimonio, su profesión, su grupo de vida y amistad. A la sal no le basta con serlo, debe mezclarse con los alimentos para preservaarlos de la corrupción. Aquí está  el significado del apostolado humilde y silencioso que ejercen tantos sacerdotes y religiosos/as, cristianos, esposas y madres de familia y profesionales cristianos, que aparentemente pasan desapercibidos, pero que llenan de sabor cristiano sus vidas, sus familias, su trabajo. Y esta es la misión de la Iglesia y de todo creyente en medio del mundo, sobre todo la vuestra, queridas dominicas, ser sal del mundo y llenar de sabor y vida cristiana este mundo tan falto de  fe y vida y familias y matrimonios cristianos con vuestra oración y santidad de vida permanente.

        Y para que un cristiano pueda ser sal de Cristo lo primero es y será que tenga sabor de Cristo, que tenga fe y ame a Cristo, esto es, que piense, ame y viva como Cristo. Y para esto lo primero de todo es vivir en gracia de Dios, en unión con Cristo, y desde aquí vivir con deseos de amarle cumpliendo sus mandamientos y evangelio y de que otros le conozcan y le amen, porque en pecado o alejado de Cristo no se puede amar y dar testimonio de Cristo. Hay que vivir el Evangelio, hay que dialogar y ponerse en contacto con Cristo todos los días mediante la oración-conversión para vivir su misma vida y comulgar de verdad.

        Para esto, como predicaré toda mi vida, la oración-conversión es esencial. Antes de hablar a los hombres de Cristo hay que pasar ratos a solas con Él todos los días, pero convirtiéndonos a lo que no dice. Hagamos oración todos lo días para poder ser buen sabor de Cristo en el mundo y vivir en amistad permanente con Él y los hermanos.

Por esto, mi palabra de ánimo a tantas madres que son sabor de Cristo para sus hijos en el silencio del hogar. Estáis cumpliendo vuestra misión de ser sal de fe cristiana para vuestros hijos. Y vosotros, trabajadores, profesionales y empresarios cristianos,  sed buena sal de Cristo en medio del mundo. Y sobre todo, vosotros, sacerdotes y religiosas/os del Señor que entregasteis vuestras vidas para esta misión,      Hay que llenar del sabor de Cristo y su evangelio este mundo que se nos está quedando vací0 de Cristo, de cristianismo, sin sabor de Dios; sed vosotras, queridas dominicas, sal de Cristo en la tierra con vuestra vida de penitencia y oración,  en un mundo sin horizonte de eternidad y aburrido en medio de tantas diversiones vacias de vida y amor verdadero.

2.-“Vosotros sois la luz del mundo”, nos dice el Señor. Esto ha de se todo cristiano por deseo de Cristo. Cómo se agradece la luz  en determinados momentos de noche y obscuridad. Es de noche, estamos en casa, se va la luz: qué inutilidad; no podemos ni movernos, qué peligro; vuelve la luz, vuelve la vida, vuelve la seguridad.

        La luz, según el Evangelio de hoy, son las obras de los cristianos, tu vida, tus obras, porque dan testimonio de que Cristo está vivo y está presente en tu vida y es verdad y nos llena de vida y amor que transmitimos como luz en nuestras obras, sobre todo, los sacerdotes y religiosas santas, también los esposos, padres, amigos y vecinos, “para que vean nuestras buenas obras y glorifiquen al Padre del cielo”.

Los cristianos, los discípulos de Jesús deben brillar, ser  luz con su amor y sus vidas, también por sus buenos criterios, pensamientos e ideas conformes al Evangelio. Hoy los cristianos estudian y leen y viven poco las verdades de fe, luces evangélicas del cristianismo. Hay que conocer la Luz de Cristo, meditar los evangelios para poder conocer mejor a Cristo y poder amarlo y seguirlo.

        Y de aquí hay que pasar al testimonio de la obras, desde el conocimiento de Cristo vivo por la oración y el rezo y la misa, hay que pasar  al testimonio de lo que hemos leído, orado y ofrecido con Cristo. Porque el rezar y orar, el estudio y la reflexión cristiana es el primer paso para vivirlo, que es el fin de la lectura y meditación, no solo leerlo y meditarlo, se hace esto para vivirlo.

Nos lo dice hoy el profeta Isaías en la primera Lectura: La verdadera religión se mide por las obras: “Parte tu pan con el hambriento, hospeda a los pobres sin techo, viste al que va desnudo y no te cierres a tu propia carne”.  Y sigue el profeta: “Entonces romperá tu luz como la aurora, en seguida te brotará la carne sana... detrás irá la gloria del Señor…cuando deteste de ti la opresión, el gesto amenazador…”.

        Y para esto, hermanos, como he dicho y repetiré toda mi vida, hay que hacercarse a la Luz que es Cristo todos los días por la oración-conversión para unirnos al que dijo: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no camina en las tinieblas sino que tendrá la luz de la vida”. Solo así podremos reflectar su luz y su verdad y su amor.

El mundo, los hombres, los matrimonios siempre pero más en estos tiempos necesitan la luz de Cristo. Prestémonos a ser portadores de luz para este mundo. Seamos Luz de Cristo y su Evangelio. Cristo nos ha elegido y enviado a todos los bautizados, pero especialmente a los sacerdotes y a vosotras religiosas contemplativas a ser luz y salvación de este mundo obscuro de Dios y en pecado.

Pidamos esta gracia para que la Iglesia, las parroquias, los cristianos, los padres, los esposos, todos los bautizados seamos la ciudad puesta en lo alto del monte, que alumbre a todos los que nos vean y den gracias a Dios Padre y Savador de todos los hombres.

 

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V ORDINARIO.QUERIDOS HERMANOS/As: Jesús, en el Evangelio de hoy, mediante  tres parábolas, nos explica qué lleva consigo ser cristiano y seguirle a Él: “Vosotros sois la sal de la tierra… vosotros sois la luz el mundo… puesta en un candelero, en lo alto de un monte”. Las tres imágenes convergen en una misma dirección: ser testimonio de vida cristiana y evangélica para los demás. Esta es la identidad del cristiano: ser luz, sal  y ciudad puesta en lo alto de un monte ¡Cuánto lo necesitan esto ahora el mundo y la Iglesia actual!

 

        1.- La sal es la primera de las imágenes a la que apela Jesús para definir la identidad del discípulo. La sal en sí misma no tiene sentido. La sal es para los alimentos. Esa es su vida: dar sabor y gusto a la vida. Y esa es la misión, la tarea, el cometido que Jesús asigna a todo discípulo suyo, a todo cristiano, sobre todo, a sus sacerdotes: dar sabor cristiano a la vida, a las familias, al mundo.

        Todo cristiano debe dar testimonio de vida, cumplir los mandamientos, preservar de corrupción el matrimonio, la familia, las amistades, su profesión. Y a la sal no le basta con serlo, debe mezclarse con los alimentos para ser sal, sal silenciosa y humilde, que se realiza desapareciendo externamente.

Aquí está  significado la tarea de todo cristiano, la razón del cristianismo, de todo bautizado, no digamos de nosotros, sacerdotes, ahora en esta casa y siempre en este mundo secularizado, cada día más ateo, menos religioso y creyente por influencia de algunos políticos y medios mundanos de televisión y demás, donde Dios y lo religioso no aparece.

Aquí está el apostolado humilde y silencioso de muchos de vosotros en vuestros ambientes y hogares, de tantos cristianos, de madres, esposas y profesionales cristianos, que aparentemente pasan desapercibidos, pero que deben llenar, tenéis que llenar de sabor cristiano, de virtudes cristianas, la familia, el matrimonio y el trabajo, tenemos que vivir la vida cristiana, el evangelio, los mandamientos de Dios en un mundo hoy pagano, corrupto, que ignora a Dios y su evangelio y sus mandamientos, porque eso no les interesa porque eso les impide vivir sus pasiones, sus egoismos, sus pecados.

Muchos cristianos hoy día han perdido el sabor de Cristo, de su evangelio, de su vida y enseñanzas y por tanto de su salvación poque no rezan, no vienen a misa los domingos, se divorcian, abandonan a sus mayores, a sus padres, eso va contra los mandamientos de Dios, con lo que Dios nos pide a todo creyente.

Hermanos, examinemonos un poco esta mañana ante la presencia de Cristo y su evangelio, a ver si con mis palabras, mi ejemplo, mi vida estoy siendo sal y buen sabor de fe de y amor y convivencia pacífica para mis hermanos, porque el mundo,   la tele, los guasad y los medios no lo son y nos están corrompiendo, porque allí no sale ni Cristo ni su evangelio sino la corrupción y el pecado.

Hoy, en España y en nuestros pueblos, en nuestras parroquias, especialamente de cincuenta años para abajo, no se vive la fe y el amor cristiano como en nuestros primeros años de sacerdocio, como se vivía la fe hasta hace cuarenta años, ya no viven la fe como la han vivido nuestros hermanos y mayores, unidos hasta que la muerte los separaba, no saben rezar, ni celebran el domingo cristiano con Cristo en la misa, los padres matan a sus hijos, iglesias vacías…etc.

        Para que un cristiano sea luz del mundo y sal de Cristo en la tierra, lo primero de todo es vivir en gracia de Dios, en unión de fe y amor con Cristo, con deseos de amarle y de que otros le conozcan y le amen. Y para eso, rezar un poco todos los días, meditar el evangelio, esforzarse por cumplir los mandamientos, amar a Dios sobre todas las cosas, y al prójimo como a uno mismo, santificar las fiestas viniendo a misa, honrar y cuidar de los padres…etc.

Y para todo esto, y lo mismo para todo cristiano como para todo sacerdote, para ser sal de Cristo, la oración es esencial en nuestras vidas. Antes de hablar a los hombres de Cristo hay que hablar, tenemos que hablar con Cristo todos los días, pasar largos ratos a solas con Él, y esto, seas cristiano, cura, monja y obispo.

Sin oración, nada de apostolado auténtico y profundo. Es la crisis actual de la Iglesia, arriba y abajo. Hagamos oración todos lo días, sobre todo ante el Sagrario, para poder ser buen sabor de Cristo. Vivamos en gracia y amistad permanente con Cristo por la oración diaria “que no es otra cosa oración….

De esta verdad, de la necesidad de la oración para la vida sacerdotal y apostólica, no quiero ni puedo hablar porque no terminaría nunca. Basta leer los títulos de mis dos primeros libros publicados. Los dos primeros: LA EUCARISTÍA, LA MEJOR ESCUELA DE ORACIÓN, SANTIDAD Y APOSTOLADO, el segundo: PARA TRATAR DE AMISTAD CON JESÚS EUCARISTÍA, y uno que está a punto de salir, es reeditado, pero con la mitad de páginas porque hoy no se leen libros: LA ORACIÓN EUCARÍSTICA EN LA VIDA SACERDOTAL.

 

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Pues bien, desde aquí quiero esta mañana, con mi oración y palabras, dar una palabra de ánimo y felicitaros a vosotras, madres, también abuelas, que venís a misa, rezáis por ellos y a veces con ellos, que sois sabor de Cristo para los hijos o nietos en el hogar, en la calle o en la iglesia. Estáis cumpliendo vuestra misión de ser sal de fe cristiana para vuestros hijos y nietos.

Pero también ya hay muchas madres jóvenes que no lo hacen, que no saben rezar, que no vienen a misa los domingos ni viven la ley de Dios ni el cuarto mandamiento, que se divorcian y no digo más por no entristeceros.

(((Hay que llenar de sabor cristiano a esta tierra que se nos está quedando vacía de cristianismo y sin sabor de Dios; os hago una confidencia: este jueves pasado, en reunión de párrocos, todos constataban que las iglesias se están quedando vacías, en algunas no había misa ya los días ordinarios, y los domingos, solo una o dos, donde tenía que haber el doble en razón de los cristianos.

Esta España nuestra está perdiendo la fe, y al perder la fe, está perdiendo las familias, con padres y madres matándose en sí y a los hijos, matrimonios rotos, 60.000 mil cada año, y 120.000 sin casarse por la Iglesia, sin referencia a Dios, etc, etc, y como consecuencia, la pérdida de la fe de los hijos, del amor a Dios y a los hermanos, este empieza a ser un mundo aburrido en medio de tanta gente y tantas diversiones por no creer y amar y cumplir los mandamientos de Dios, no creer ni esperar la eternidad que no por eso deja de existir, como existe el juicio de Dios, y el cielo y el infierno…)))

 Esto es lo que a mí me duele, como a ti, porque creemos en la eternidad, en Dios, por eso tengo que predicarlo, aunque duela, aunque no guste. Esta es la razón única de mi sacerdocio: porque además tengo la pena de sentir a Dios y lo eterno. Vosotros, hermanos, sed sal de la tierra, luz del mundo, sed gracia, esperanza y optimismo de una vida con sentido, con fe y esperanza en Dios, que no cae en el vacío y en el nihilismo sino tiene horizontes eternos en Jesucristo que ahora en la misa da su vida para que todos nos juntemos en vida  eterna.

Pidamos esta gracia en este domingo, día del Señor resucitado, para que la Iglesia, las parroquias, los cristianos, los padres, los esposos, todos los bautizados seamos la ciudad puesta en lo alto del monte, para que viéndonos, alumbremos a todos los que nos miren y vengan y encuentren a Dios, Único Dios y Salvador del mundo y de los hombres y den gracias a Dios por ello.

        Para que un cristiano sea sal de Cristo es lógico que tenga primero sabor de Cristo, esto es, que piense, ame y viva como Cristo. Y lo primero de todo es vivir en gracia de Dios, en unión con Cristo, con deseos de amarle y de que otros le conozcan y le amen. En pecado, alejado de Cristo no se puede dar testimonio de Cristo. Hay que vivir el Evangelio, los mandamientos, hay que dialogar y ponerse en contacto con Cristo todos los días, hay que orar, hacer un rato de oración.

         Por eso, desde aquí mi palabra de ánimo a tantas madres que son sabor de Cristo para sus hijos en el hogar. Estáis cumpliendo vuestra misión de ser sal de fe cristiana para vuestros hijos. Y también vosotros, padres, profesionales cristianos, trabajadores  y empresarios cristianos, sed buena sal de Cristo en medio del mundo, del trabajo, de los negocios. Hay que llenar de sabor cristiano a esta tierra que se nos ha quedado tan vacía de cristianismo, sosa y sin sabor de Dios; sed vosotros sal, gracia festiva, esperanza y optimismo de una vida con sentido, que no cae en el vacío y en el nihilismo sin horizontes eternos, un mundo aburrido en medio de tantas diversiones.

 

        2.-“Vosotros sois la luz del mundo”. Esto ha de se todo cristiano según Cristo. Cómo se agradece la luz, sobre todo en determinados momentos. Es de noche, estamos en casa, se va la luz: qué inutilidad; no podemos ni movernos, qué peligro; vamos en el coche, se va la luz, qué peligro en la carretera, hay que parar el coche y dejar de correr. Está nublado, es invierno,  esta tarde brilló la luz, y el sol no solo alumbra sino que da calor. Qué hermosos los campos en primavera llenos de la luz del solo. La luz es hogar, la luz es caminar, la luz alumbra y calienta los campos.

        La luz, según el Evangelio de hoy, son las obras de los cristianos, porque dan testimonio de que Cristo existe y vive en nosotros, en la eucaristía, en todos los sagrario y corazones en gracia, que ha venido y es verdad y nos ha llenado de vida y calor que transmitimos en luz con nuestras obras siendo mejores esposos, padres, amigos, vecinos, para que vean nuestras buenas obras y glorifiquen al Padre del cielo. Los cristianos, los discípulos de Jesús deben brillar por sus buenos criterios, pensamientos, ideas conforme al Evangelio, que sepan catecismo católico, los mandamientos de Dios y los vivan. Hoy muchos cristianos estudian y leen poco del cristianismo, de su fe, de Cristo y practican menos. Hay que conocer para amar. Por eso hay que leer y meditar más el evangelio, pasar ratos ante Jesús en el Sagrario, visitarlo, rezarlo…

        Y desde aquí, desde la oración ya hemos dicho muchas veces que de aquí hay que pasar al testimonio de la obras. Pero el saber, el meditar, la reflexión cristiana es el primer paso para pasar al testimonio. De la fe en Cristo hay que pasar a las obras por Cristo y al amor de los hermanos por Cristo. Nos lo ha dicho el profeta Isaías en la primera Lectura: La verdadera religión se mide por el amor de las obras. Esta es la religión verdadera delante de  Dios, la religión válida que hace pasar de la muerte a la vida: “Parte tu pan con el hambriento, hospeda a los pobres sin techo, viste al que va desnudo y no te cierres a tu propia carne”.  Es decir, que las buenas obras hacen pasar de la muerte a la vida a los que las reciben y a los que las hacen. Y sigue el profeta: “Entonces romperá tu luz como la aurora, en seguida te brotará la carne sana... detrás irá la gloria del Señor…cuando deteste de ti la opresión, el gesto amenazador y la mentira”.

        Es lógico: cuando una persona ofendida, reacciona amando por Cristo ante las ofensas, todos ven la gracia, la presencia de Dios y la alaban: esto es gloria  y alabanza a Dios. Y para todo esto, hermanos, hay que vivir unidos al que dijo: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no camina en las tinieblas sino que tendrá la luz de la vida”. Solo así podremos reflectar su luz y su verdad y su amor

        El mundo, los hijos, los hombres, los matrimonios necesitan la luz de Cristo. Prestémonos a ser portadores de luz para este mundo. Cristo nos ha enviado para ser luz del mundo y sal de la tierra. Pidamos esta gracia para que la Iglesia, las parroquias, los cristianos, los padres, los esposos, todos los bautizados seamos la ciudad puesta en lo alto del monte, para que viéndonos, alumbre a todos los que nos vean y den gracias a Dios por ello.

 

       

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QUERIDOS HERMANOS: El Evangelio de este domingo es continuación del anuncio de las Bienaventuranzas, que meditábamos el último domingo. En Él nos explica Jesús mediante tres parábolas, qué lleva consigo seguirle a Él y qué significa ser cristiano: “Vosotros sois la sal de la tierra… vosotros sois la luz el mundo…en un candelero, ciudad puesta en lo alto de un monte”. Las tres imágenes convergen en una misma dirección: testimonio de vida para los demás. Y en este servicio concreta Jesús la identidad del cristiano: ser luz, sal  y ciudad puesta en lo alto de un monte.

       

        1.- La sal es la primera de las imágenes a que apela Jesús para definir la identidad del discípulo. La sal es un elemento familiar a cualquier cultura, pues desde siempre y en todas partes, se ha empleado para dar sabor a las comidas y preservar a los alimentos de la corrupción. Hasta la aparición del frío industrial era prácticamente el único medio para preservar de corrupción a los alimentos.

        La sal en sí misma no tiene sentido. La sal es para los alimentos. Y cómo se echa de menos en los planes alimenticios, cuando hay que adelgazar y perder colesterol. La sal realiza su misión perdiéndose en los alimentos y así adquiere su sentido y eficacia. Esa es su vida: dar sabor perdiéndose entre los alimentos. Pasar desapercibida; pero dar sabor y gusto a la vida. Y esa es la misión, la tarea, el cometido que Jesús asigna a todo discípulo suyo.

        Todo cristiano debe dar testimonio de vida, preservar de corrupción la familia, el matrimonio, la amistad, su grupo, su profesión A la sal no le basta con serlo, debe mezclarse con los alimentos para ser sal, sal silenciosa y humilde, que se realiza desapareciendo externamente. Aquí está  significado el apostolado humilde y silencioso de tantos cristianos, madres, esposas, profesionales cristianos, que aparentemente pasan desapercibidos, pero están llenando de virtudes y sabor cristiano la vida, el trabajo. Y esta es la misión de la Iglesia en medio del mundo: ser sal.

        Para que un cristiano sea sal de Cristo es lógico que tenga primero sabor de Cristo, esto es, que piense, ame y viva como Cristo. Y lo primero de todo es vivir en gracia de Dios, en unión con Cristo, con deseos de amarle y de que otros le conozcan y le amen. En pecado, alejado de Cristo no se puede dar testimonio de Cristo. Hay que vivir el Evangelio, hay que dialogar y ponerse en contacto con Cristo todos los días.

        Por lo tanto, para ser sal de Cristo, la oración es esencial. Antes de hablar a los hombres de Cristo hay que pasar ratos a solas con Él. Hagamos oración todos lo días para poder ser buen sabor de Cristo. Vivamos en gracia y amistad permanente con Cristo. Y desde aquí mi palabra de ánimo a tantas madres que son sabor de Cristo para sus hijos en el silencio del hogar. Estáis cumpliendo vuestra misión de ser sal de fe cristiana para vuestros hijos. Y también vosotros, padres, profesionales cristianos, trabajadores  y empresarios cristianos, sed buena sal de Cristo en medio del mundo. Hay que llenar de sabor cristiano a esta tierra que se nos ha quedado tan vacía de cristianismo, sosa y sin sabor de Dios; sed vosotros sal, gracia festiva, esperanza y optimismo de una vida con sentido, que no cae en el vacío y en el nihilismo sin horizontes eternos, un mundo aburrido en medio de tantas diversiones.

 

        2.-“Vosotros sois la luz del mundo”. Esto ha de se todo cristiano según Cristo. Cómo se agradece la luz, sobre todo en determinados momentos. Es de noche, estamos en casa, se va la luz: qué inutilidad; no podemos ni movernos, qué peligro; vamos en el coche, se va la luz, qué peligro en la carretera, hay que parar el coche y dejar de correr. Está nublado, es invierno,  esta tarde brilló la luz, y el sol no solo alumbra sino que da calor. Qué hermosos los campos en primavera llenos de la luz del solo. La luz es hogar, la luz es caminar, la luz alumbra y calienta los campos.

        La luz, según el Evangelio de hoy, son las obras de los cristianos, porque dan testimonio de que Cristo ha venido y es verdad y nos ha llenado de vida y calor que transmitimos en luz con nuestras obras de ser mejores esposos, padres, amigos, vecinos, para que vean nuestras buenas obras y glorifiquen al Padre del cielo. Los cristianos, los discípulos de Jesús deben brillar por sus buenos criterios, pensamientos, ideas conforme al Evangelio, que sepan catecismo católico, teología, verdades. Hoy los cristianos estudian y leen poco de cristianismo. Hay que conocer para amar.

        Cierto que esto no basta. Ya hemos dicho muchas veces que de aquí hay que pasar al testimonio de la obras. Pero el saber, el estudio, la reflexión cristiana es el primer paso para pasar al testimonio. De la fe en Cristo hay que pasar a las obras por Cristo y al amor de los hermanos por Cristo. Nos lo ha dicho el profeta Isaías en la primera Lectura: La verdadera religión se mide por el amor de las obras. Esta es la religión verdadera delante de  Dios, la religión válida que hace pasar de la muerte a la vida: “Parte tu pan con el hambriento, hospeda a los pobres sin techo, viste al que va desnudo y no te cierres a tu propia carne”.  Es decir, que las buenas obras hacen pasar de la muerte a la vida a los que las reciben y a los que las hacen. Y sigue el profeta: “Entonces romperá tu luz como la aurora, en seguida te brotará la carne sana... detrás irá la gloria del Señor…cuando deteste de ti la opresión, el gesto amenazador y la mentira”.

        Es lógico: cuando una persona ofendida, reacciona amando por Cristo ante las ofensas, todos ven la gracia, la presencia de Dios y la alaban: esto es gloria  y alabanza a Dios. Y para todo esto, hermanos, hay que vivir unidos al que dijo: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no camina en las tinieblas sino que tendrá la luz de la vida”. Solo así podremos reflectar su luz y su verdad y su amor

        El mundo, los hijos, los hombres, los matrimonios necesitan la luz de Cristo. Prestémonos a ser portadores de luz para este mundo. Cristo nos ha enviado para ser luz. Pidamos esta gracia para que la Iglesia, las parroquias, los cristianos, los padres, los esposos, todos los bautizados seamos la ciudad puesta en lo alto del monte, para que viéndonos, alumbre a todos los que nos vena y den gracias a Dios por ello.

 

 

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SEXTO DOMINGO ORDINARIO

 

PRIMERA LECTURA: Eclo 15, 15-20

 

        Nuestras decisiones son tributarias de diversos influjos ejercidos en nosotros y sobre nosotros. Pero ninguno de estos influjos puede violentar del todo nuestra libertad frente a los mandamientos de Dios. Al darnos Dios sus mandamientos, nos da la fuerza y  libertad de poder guardarlos en circunstancias ordinarias. En algún caso puede ocurrir que nuestra libertad responsable se vea anonadada por fuerzas opresoras excepcionales, pero eso no es lo ordinario. Es Dios el que, al creamos, nos da una voluntad capaz de libertad; por ese medio nos capacita para una libre aceptación, por nuestra parte, de sus intenciones sobre nosotros. El relato bíblico del primer pecado subraya el poder de elección y la responsabilidad dados por Dios al hombre: “Ante ti están puestos fuego y agua, echa mano a lo que quieras...delante del hombre están muerte y vida, le darán lo que Él escoja”.

 

 

SEGUNDA LECTURA: 1 Cor, 2, 6-10

 

        Los corintios viven en un ambiente que es encrucijada de toda clase de teorías sobre la felicidad humana. Estas teorías van desde la promoción del hombre hasta el dejarse llevar del goce materialista. San Pablo no desprecia esta búsqueda humana, pero pone de relieve su fracaso. Si se limita a las fuerzas propias, esta búsqueda está destinada a la destrucción. Si por el contrario se abre a la sabiduría de Dios, le lleva al hombre hasta la grandeza sobrehumana de su destino. Esta sabiduría es el conocimiento vivido del misterio de Cristo.

        San Pablo recalca que esta sabiduría no es producto del espíritu humano, sino don de Dios. La contrapone a la sabiduría de los príncipes de este mundo. ¿Quiénes son éstos? Son los influyentes poderes de la inteligencia y de la política, de las finanzas y del espectáculo, de la literatura y de la información. Así, pues, los cristianos no deben seguir la opinión del ambiente, porque tienen una sabiduría y felicidad que no es de este mundo: “Enseñamos una sabiduría divina, misteriosa, escondida, predestinada por Dios antes de los siglos para nuestra gloria. Ninguno de los príncipes de este mundo la ha conocido, pues si la hubiesen conocido, nunca hubieran crucificado el Señor de la gloria”.

 

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 5,17-37

 

«Dichoso el que camina en la ley del Señor». Esta respuesta del salmo responsorial que hemos rezado, centra en gran parte la liturgia de este domingo en la que Cristo, el Señor, nos llama a vivir de acuerdo con los mandamientos de la ley de Dios, que hoy no existen ni para muchos católicos, como puede observarse en paises de Europa y de América.

No existen ni se practican los mandamientos de Dios, que antes aprendíamos desde niños de nuestros padres y en el Catecismo y nos esforzábamos por cumplirlos y había castigo si no los cumplíamos, pero que hoy muchos pequeños y mayores ni saben ni practican a pesar de que el Señor, en este evangelio, nos los propone como camino para entrar en su reino, en el reino de la gracia y amistad con Dios en este mundo y en la eternidad, previo examen de los mismos: “Venid benditos, marcháos valditos, porque tuve hambre, estuve enfermo..

En el Evangelio de este domingo Cristo nos presenta estos mandamientos para vivirlos en una línea de amistad y profundidad religiosa e interior con El y con Dios nuestro Padre: «Habéis oído que se dijo a los antiguos (…) pero yo os digo». Esta es la nueva sabiduría que nos ayuda a vivir el amor y el Espíritu de Dios, amando como Él y viviendo en Él, esto es, viviendo su misma vida de amor por la gracia, participación de su misma vida.

 Por eso, SEÑOR, oyendo tu Palabra y viendo este mundo, mi oración y la tuya, querido hermano que me escuchas esta mañana, no puede ser otra que rezar en esta santa misa y luego en la comunión y durante la semana en ratos de sagrario, rezar por esta España nuestra, por nuestras familias e hijos y nietos como hacen estas monjas de clausura durante todo el día con sus vidas y oraciones, esa es su vida y para eso viven en un convento, teníamos que ser más agradecidos, dedicadas a rezar por nosotros y este mundo que te está dando la espalda, Señor, alejándose de la fe y de tus mandamientos, por estos bautizados nuestros que se alejan de ti y no se esfuerzan por vivirlos,  sino según la carne y el mundo y los medios y los guassads, olvidando que jamás han sido tan grandes y felices y fecundos los humanos como cuando viven y se esfuerzan por vivir tus mandamientos, el amor a Dios y a los padres, en vida de santidad y amor a todos, en respeto a la vida de los demás, honrar padre y madre, no matar, hoy que madres matan a sus hijos, esposos a esposas, incluso a la de los hijos no nacidos  con abortos permitidos desde los 14 años de mujeres …; esto no quiere decir que no haya cristianos hoy día que no cumplan con tu ley de amor y de vida,  pero no tan numerosos y fieles como hasta entonces, que eran mayoría, en los primeros años de mi sacerdocio, hasta los años 80.

Nuestra sociedad actual, sobre todo, la mayoría de los políticos, dicen ser muy respetuosos con los demás y presumen de "buena" educación en las escuelas pero están quitando la enseñanza de tus mandamientos y verdades, y en cambio los enseñan a niños y jóvenes todas las practicas del sexo, desde los ocho años como así lo podemos ver y comprobar estos días por prensa y televisión.

Pero a ti, Señor, te ignoran y te ocultan, te quitan de la cultura y de los medios como si no fueras  parte de nuestras vidas. Europa, España, que evangelizó al mundo entero hoy es tierra de misión. Señor, envía tus mensajeros a esta España nuestra, danos sacerdotes santos, familías cristianas que vengan a misa los domingos y eduquen en la fe a sus hijos, matrimonio con amor y unión para toda la vida, sin divorcios ni separaciones, como ahora, hermanos que se perdonen y se quieran siempre, personas con los brazos abiertos para ayudar y abrazar a todos, a los mayores,a los enfermos y necesitados, que cumplan tus mandamientos de amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo.

Id al mundo entero y proclamad el Evangelio (Marcos 16,15, nos dice el Señor.Queridos hermanos: salgamos de esta iglesia y de esta misa y vayamos a nuestras casas, a nuestras familias, a nuestros vecinos, al mundo entero predicando de palabra y de obra, con nuestras vidas y el evangelio los mandamientos de Dios, de amor a Dios y a todos los hombres. Recemos y comulguemos en esta santa misa para que se vivan los mandamientos de Dios y de la Iglesia en nosotros y en los nuestros y en todos los hombres.

¿Cuáles son los 10 mandamientos? Primer Mandamiento Amarás a Dios sobre todas las cosas. Segundo No tomarás el nombre de Dios en vano.Tercer MandamientoSantificarás las fiestas.Cuarto Mandamiento Honrarás a tu padre y a tu madre.Quinto Mandamiento No matarás.Sexto Mandamiento No cometerás actos impuros. Séptimo Mandamiento No robarás.Octavo Mandamiento No darás falso testimonio ni mentirás.Noveno Mandamiento No consentirás pensamientos ni deseos impuros.Décimo Mandamiento No codiciarás los bienes ajenos.

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El evangelio de hoy inicia las seis antítesis mediante las cuales Jesús proclama el sentido de la ley nueva que Él trae y que supera a la antigua. Las cuatro antítesis que hemos leído en el Evangelio se refieren a los temas del homicidio, adulterio, divorcio y perjurio. Quedan las otras dos para el próximo domingo. Y esto solo se puede cumplir desde la plenitud del amor a Dios y a los hermanos. No puedo desarrollarlo más por falta de tiempo. Queridos hermanos: Pidamos a Jesús este amor y el cumplimiento de sus mandamientos en  esta santa misa y fervorosa comunión, y todos los días en ratos de oración ante el Sagrario.

        Y Jesús procede pedagógicamente a base de antítesis o antinomias porque era el método usado por los rabinos de su tiempo: “habéis oído que se dijo a los antiguos… yo os digo…” Hay dos frases en el Evangelio de hoy que constituyen la clave de la interpretación de las seis antítesis: “No creáis que he venido a abolir la ley o los profetas, no he venido a abolir sino a dar plenitud”. Las seis antítesis no desautorizan la ley de Moisés, sino que le dan profundidad.    Y esta es la razón de la segunda frase de Jesús: “Os aseguro que si no sois mejores… si vuestra santidad no es mayor que la de los escribas y fariseos… no entrareis en el reino de Dios...,”  esto es, en la amistad con Dios; no entraréis en la vida de gracia, en la vida nueva que yo he venido a traer desde el cielo; en la ley del amor, en la nueva ley de religión en que santidad y le verdadero culto a Dios pasan antes por el amor al hermano, como dirá San Pablo: “Amar es cumplir la ley entera y los profetas”.

        Para ver cómo la ley nueva, la santidad, el espíritu sobre la letra debe prevalecer sobre la antigua, el Señor desciende a algunos puntos concretos, donde se contraponen actos externos puramente legalistas a actitudes internas de amor que superan la letra de la ley.       En el pasaje evangélico leído hoy, Jesús nos expone  tres ejemplos.

 

        2.-  “No matarás”. En relación con el homicidio, Jesús condena no sólo la acción de privar de la vida a los demás, sino incluso cualquier sentimiento de odio o malquerencia y esto, incluso, como condición previa para el culto auténtico. El amor a Dios ha de pasar antes por el amor al prójimo más que todas las ofrendas y sacrificios que podamos hacerle,y si alguno va a ofrecer y presentar algo ante Dios, este Dios de Jesucristo prefiere primero la paz y la reconciliación con los hermanos. Examínemosnos ahora.

        El amor fraterno en cristiano jamás es horizontalismo puro, porque nosotros no sabemos amar así, es Dios quien nos tiene que enseñar y darnos su mismo amor, con que Él  ama a los hombres y esto es posible por la gracia,  que es participación de la misma vida de Dios y por tanto del mismo amor de Dios a los hombres, así lo afirma y demuestra la teología católica

Y esto es comulgar verdaderamente con Cristo, así debemos hacer nuestras comunión eucarística con Cristo. Porque en la práctica, yo creo que fallamos mucho en esto, desde el cura o religisas, hasta el simple cristiano. Comulgar con Cristo no es solo comer el pan eucarístico, es precisamente tratar de vivir su misma vida y amar como Cristo y para eso le recibimos para que nos ayude o mejor, Él lo viva en nosotros. A ver si cuando recibimos a Cristo pan de vida comulgamos con su vida y sentimientos y yo meramente comemo el pan consagrado, a ver si en la iglesia de Dios se hace la comunión plena y total con Cristo, examinemos nuestra comuniones eucarísticas. (todavía no hemos hecho la primera comunión… la experiencia lo confirma en muchos hermanos).

Cuántos hermanos he conocido en mis años juveniles de sacerdocio que han predicado sólo el amor al hermano por el hermano, incluso contraponiéndolo a los actos auténticos de amor a Dios en la oración y vida espiritual, sin apenas hablar de Dios, del culto debido y necesario de amor a Cristo Eucaristía, de unión con Él por la oración, sobre todo ante el Sagrario, que es la fuente de todo, y luego, al no tener esta ayuda de Dios,  han terminado por abandonarlo todo,  enmudeciendo  o desviándose.

Gentes que trabajan en instituciones de caridad y hablan del hermano,  pero no rezan ni celebran la Eucaristía dominical ni son ejemplo de fe y luego lógicamente se han quedado con el dinero de los pobres. En las parroquias, personas muy  del  hermano, pero se cansan pronto de trabajar por los pobres y necesitados porque le falta el amor de Dios, recibido en ratos de oración, en la santa misa, en grupos de verdadera espiritualidad. Sin oración no hay vida espiritual; sin vida espiritual, no hay verdadero amor cristiano al hermano; pregunten a los santos, que son los que practicaron ambos campos y siempre nos dirán que necesitan y necesitaron de la oración para vivir la caridad de Cristo a los hermanos.

        Repito: En los cristianos el amor a Dios ha de pasar por el amor a los hermanos; esto quiere decir que si quiero amar a Dios, y esto debe ser lo primero y lo absoluto de un cristiano, el amor al hermano no es un camino más entre otros, y lo primero de todo es el mismo Dios, la oración, el amor a Dios,  el deseo de comulgar, de vivir su misma vida de amor a Dios y a los hermanos, al prójimo, a los que tenemos cercanos.

         “No cometerás adulterio”. En relación con el adulterio, afirma la plena fidelidad conyugal en el amor. Es inmoral para un cristiano no sólo el hecho consumado sino también  el deseo, el adulterio de corazón. El radicalismo de la enseñanza de Jesús queda patente en la exageración intencionada y consciente del ojo arrancado y de la mano cortada, como cómplices de los deseos del corazón.

          El mandamiento tiende a salvar la dignidad del matrimonio y de la familia. Pero el sentido del precepto va mucho más lejos y más a lo profundo. Jesús le coloca en el plano del deseo.El adulterio deseado, por la falta de respeto hacia el otro y hacia lo mandado por Dios, roba lo que pertenece al hermano y lo prometido a Dios.

 

        3) “No jurarás en falso…” Un cristiano no debe jurar jamás en falso conscientemente, porque debe vivir siempre en la verdad y sinceridad ante Dios y los hermanos. Debemos preguntarnos y examinarnos en nuestra propia conciencia, si nuestro «sí» y nuestro «no» aparecen como verdaderos a los ojos del Señor.

        Resumiendo, la nueva ley de Cristo hay que vivirla desde la plenitud del amor a Dios y a los hermanos. Esta perfección no es posible si no se tiene el Espíritu de Cristo, que era amor filial al Padre y fraternal hacia los hermanos. Y estos son los dos mandatos principales para entrar en el reino de Dios, en la amistad con Dios, para ser santos. Solo el Espíritu de Dios puede realizar en nosotros estos prodigios. Y es absolutamente necesario que los cumplamos, si queremos entrar en este reino de unión plena con la Santísima Trinidad: “Porque os lo aseguro, si vuestra justicia (santidad)no es  mayor que la de los escribas y fariseos, no podéis entrar en el reino de los cielos”.

 

 

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QUERIDOS HERMANOS: Avanzando en la lectura del Sermón de la Montaña, que comenzábamos hace dos domingos, y en el contexto de las Bienaventuranzas y de las condiciones necesarias para ser discípulo de Cristo, luz del mundo y sal de la tierra, hoy el evangelio inicia las seis antítesis mediante las cuales Jesús proclama el sentido de la ley nueva que Él trae y que supera a la antigua. Las cuatro antítesis que hemos leído en el Evangelio se refieren a los temas del homicidio, adulterio, divorcio y perjurio. Quedan las otras dos para el próximo domingo.

 

        1.- Jesús procede pedagógicamente a base de antítesis o antinomias porque era el método usado por los rabinos de su tiempo: “habéis oído que se dijo a los antiguos… yo os digo…” Jesús compromete en cada afirmación todo el peso de su autoridad mesiánica de Hijo de Dios.

        Hay dos frases en el Evangelio de hoy que constituyen la clave de la interpretación de las seis antítesis: “No creáis que he venido a abolir la ley o los profetas, no he venido a abolir sino a dar plenitud”. Las seis antítesis no desautorizan la ley de Moisés, sino que le dan profundidad. Lo que si atacan abiertamente es la interpretación puramente legalista o minimalista de los letrados y fariseos del tiempo de Jesús.

        Y esta es la razón de la segunda frase de Jesús: “Os aseguro que si no sois mejores… si vuestra santidad no es mayor que la de los escribas y fariseos… no entrareis en el reino de Dios...,”  esto es, en la amistad con Dios; no entraréis en la ley nueva que yo he venido a traer desde el cielo; en la ley del amor sobre la letra; del amor sobre los límites de falsas interpretaciones egoístas; la nueva ley en que santidad y le verdadero culto a Dios pasan antes por el amor al hermano, como dirá San Pablo: “Amar es cumplir la ley entera y los profetas”.

        El Señor no vino a abolir la Ley, sino a cumplirla. Sus interlocutores veían en la Ley un conjunto de mandatos que regulaban el orden externo de su conducta. Jesús va a la fuente, al fondo del corazón y de la conciencia, donde verdaderamente se establece la relación del hombre con Dios. La Ley continúa siendo válida en sus prescripciones, reguladoras del orden moral, pero quedan superadas esas metas por las nuevas que Jesús nos trae.

        Para ver cómo la ley nueva, la santidad, el espíritu sobre la letra debe prevalecer sobre la antigua, el Señor desciende a algunos puntos concretos, donde se contraponen actos externos puramente legalistas a actitudes internas de amor que superan la letra de la ley. Hay que pasar de  la ley a la conciencia; hay que valorar la acción en su propia fuente, pues la acción exterior es sólo la manifestación visible de una realidad interior, y donde se regula la lucha entre el bien y el mal es en lo secreto del corazón.

        El valor moral de nuestros actos no se juzga en su aspecto externo, sino en las decisiones íntimas que los inspiran. Mucho más todavía; Cristo dice que un deseo interior, conscientemente aceptado, basta por sí mismo para calificarnos moralmente, aunque no se manifieste por un acto externo. Jesús viene a cumplir la ley  en el sentido de que Él la extiende a todo el ámbito de la conciencia. De simple norma de conducta se convierte en una interrogación dirigida al hombre interior, verdadero responsable ante sí mismo y ante Dios de sus acciones, pensamientos y deseos.    En el pasaje evangélico leído hoy, Jesús nos expone  tres ejemplos.

 

        2.-  “No matarás”. En relación con el homicidio, Jesús condena no sólo la acción de privar de la vida a los demás, sino incluso cualquier sentimiento de malquerencia y esto incluso como condición previa para el culto auténtico. El amor a Dios ha de pasar antes por el amor al prójimo, ya en el mismo interior del corazón del hombre. La acción de matar viene del odio. Jesús dice que no es sólo el odio que mata es malo; sino también el odio que humilla, separa, insulta o causa peleas entre hermanos es malo y Dios no lo quiere y si alguno va a ofrecer y presentar algo ante Dios, este Dios de Jesucristo prefiere primero la paz y la reconciliación con los hermanos, que todas las ofrendas y sacrificios que podamos hacerle.

        Estos sentimientos son los que constituyen la fuente primera del homicidio. Si el homicidio está castigado en la Ley, el sentimiento interno de odio será juzgado por Dios. Jesús enseña que en el nivel de su relación con Dios es donde la conciencia debe preguntarse y descubrir que el culto verdadero a Dios está unido con el culto al hermano por el amor, y deben ir los dos inseparablemente unidos, de modo que para estar en orden con Dios debemos estarlo también con  el hermano, porque el amor a Dios pasa y exige el amor al hermano de forma que expresa la verdad de nuestro culto al Padre.

        El amor fraterno en cristiano jamás es horizontalismo puro, porque nosotros no sabemos amar así, es Dios quien nos tiene que enseñar y darnos su mismo amor, con que Él  ama a los hombres y esto es posible por la gracia,  que es participación de la misma vida de Dios y por tanto del mismo amor de Dios a los hombres. Esto es teológicamente.

        Porque en la práctica, la experiencia lo confirma totalmente. Cuántos hermanos he conocido que han predicado sólo el amor al hermano por el hermano, incluso contraponiéndolo a los actos auténticos de amor a Dios en la oración y vida espiritual, sin apenas hablar de Dios, del culto debido y necesario, de Eucaristía, de oración, que es la fuente de todo, y luego, al no tener esta ayuda de Dios,  han terminado por abandonarlo todo,  enmudeciendo  o desviándose. Gentes que trabajan en instituciones de caridad y hablan del hermano,  pero no rezan ni celebran la Eucaristía dominical ni son ejemplo de fe y luego lógicamente se han quedado con el dinero de los pobres. En las parroquias, personas muy  del  hermano, pero se cansan pronto de trabajar por los pobres y necesitados porque le falta el amor de Dios, recibido en ratos de oración, en la santa misa, en grupos de verdadera espiritualidad. Sin oración no hay vida espiritual; sin vida espiritual, no hay verdadero amor cristiano al hermano; pregunten a los santos, que son los que practicaron ambos campos y siempre nos dirán que necesitan y necesitaron de la oración para vivir la caridad de Cristo a los hermanos.

        Cuando el culto no es verdadero se nota si no hay compromiso por el hermano. No digamos si encima hay antitestimonio en este amor fraterno. Digamos para resumir que el amor y el servicio a los hermanos es termómetro del amor a Dios verdadero, y de que mi oración es verdadera; de que mi vida espiritual es verdadera y vive del amor a Dios que me lleva a los hermanos. Si no hay amor a Dios, el  amor al hombre es pura utopía. Examínense a muchas ONG  y verán que son puro negocio. He leído un libro de un holandés sobre este aspecto  y  me ha confirmado en esta verdad, que yo ya sabía por la vida apostólica. Si el  amor al hermano es difícil, aún para la fe y  el amor cristianos, en el puro horizontalismo laíco-laícista es casi imposible.

        Repito: En los cristianos el amor a Dios ha de pasar por el amor a los hermanos; esto quiere decir que si quiero amar a Dios, y esto debe ser lo primero y lo absoluto, el amor al hermano es un camino más entre otros, porque lo primero de todo es el mismo Dios, la oración, el amor a Él,  el deseo de agradarle, la comunión, la Eucaristía…eso es  lo primero y la base y la razón el amor al prójimo. Y si con eso no llego al hermano, no espero llegar por otros caminos y razones. Cuando ni el mismo Dios es capaz de hacerme amar.

 

        3.- “No cometerás adulterio”. En relación con el adulterio, afirma la plena fidelidad conyugal en el amor. Es inmoral para un cristiano no sólo el hecho consumado sino también  el deseo, el adulterio de corazón. El radicalismo de la enseñanza de Jesús queda patente en la exageración intencionada y consciente del ojo arrancado y de la mano cortada, como cómplices de los deseos del corazón.     El mandamiento tiende a salvar la dignidad del matrimonio y de la familia. Pero el sentido del precepto va mucho más lejos y más a lo profundo. Jesús le coloca en el plano del deseo (del deseo conscientemente aceptado), es decir, en el plano de la dependencia de los seres con respecto a Dios. Es lícito desear algo, si ese algo no se le roba a nadie, sobre todo a Dios. Pues bien, el adulterio deseado, por la falta de respeto hacia el otro y hacia lo mandado por Dios, roba lo que pertenece al hermano y lo prometido a Dios.

        4) “No jurarás en falso…” Un cristiano no debe jurar jamás en falso conscientemente, porque debe vivir siempre en la verdad y sinceridad ante Dios y los hermanos. Cristo dice no jurar de ningún modo por el templo, ni por el cielo ni por la tierra. Quizás se ha perdido en nuestra sociedad la costumbre de jurar, tomando a Dios por testigo. Si no debemos pedir a Dios que salga garante de nuestra verdad, podemos pedirle que ilumine nuestra sinceridad. Podemos y debemos preguntarnos y examinarnos en nuestra propia conciencia, si nuestro «sí» y nuestro «no» aparecen como verdaderos a los ojos del Señor.

        Resumiendo, la nueva ley de Cristo hay que vivirla desde la plenitud del amor a Dios y a los hermanos. Esta perfección no es posible si no se tiene el Espíritu de Cristo, que era amor filial al Padre y fraternal hacia los hermanos. Y estos son los dos mandatos principales para entrar en el reino de Dios, en la amistad con Dios, para ser santos. Solo el Espíritu de Dios puede realizar en nosotros estos prodigios. Y es absolutamente necesario que los cumplamos, si queremos entrar en este reino de unión plena con la Santísima Trinidad: “Porque os lo aseguro, si vuestra justicia (santidad)no es  mayor que la de los escribas y fariseos, no podéis entrar en el reino de los cielos”.

 

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VII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

 

PRIMERA LECTURA: Lv 19, 1-2, 17-18

 

        El Levítico es el tercer libro del Antiguo Testamento. Pone de relieve la santidad de Dios y codifica el conjunto de las reglas del culto que el pueblo de Moisés debe tributar a Dios. La santidad de Dios debe  inspirar la caridad. Desde antes de Moisés, algunas costumbres religiosas manifestaban las reacciones de temor, de respeto, de súplica del hombre ante lo divino. Ciertas reglas de culto podían reducirse a un comportamiento externo, social. La característica de la Biblia es mostrar que el culto tributado a la santidad de Dios no es real ni válido si no corresponde a un compromiso interior de todo el hombre. El texto del Levítico hoy leído demuestra que el comportamiento interior del hombre delante de Dios tiene una dimensión fraterna. Las actitudes fundamentales de un hombre con respecto a otro hombre forman parte de lo que honra u ofende a la santidad de Dios. Existe íntima correspondencia entre dos obligaciones: hay que ser santos porque Dios es santo, y hay que amar al prójimo: “Seréis santos, porque yo, el Señor vuestro Dios, soy santo”.

 

SEGUNDA LECTURA: 1 Cor 3, 16-23

 

        Para el pueblo judío, Dios habitaba el templo de Jerusalén con una presencia muy especial y personal. San Pablo recuerda esta realidad como base para una comparación con la que pueda decir a los Corintios que Dios mora en ellos. Son morada de Dios en cuanto comunidad, pero cada uno de los miembros de ella en particular lo es también. La comunidad es templo de Dios, y lo es también cada cristiano. El Espíritu de Dios es el Espíritu de santidad que anima y consagra no un templo de piedra, sino al templo vivo de la Iglesia. En la Iglesia, el bautismo coloca al cristiano con respecto al Padre en relación de filiación; con respecto a Cristo en relación de identificación mística con Él; y, con respecto al Espíritu Santo, en relación de consagración-inhabitación. El cristiano es un templo vivo consagrado y habitado por el Espíritu Santo. Es transferido de la condición meramente natural a la pertenencia de la Santísima Trinidad. San Pablo saca de aquí consecuencias para la dignidad del cuerpo y para el respeto debido a la persona: “¿No sabéis que sois templos de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá, porque el templo de Dios es santo; ese templo sois vosotros”.

 

 

DOMINGO VII A: AMAD A VUESTROS ENEMIGOS (SAN MATEO 5, 38-48)

 

QUERIDOS HERMANOS: “Amad a vuestros enemigos”: Nadie ha dicho cosa parecida en toda la historia de la humanidad. Esto suena a nuevo e incluso resulta chocante a la razón humana: “amad a vuestros enemigos”. Sin embargo, en el evangelio de este domingo, esta es la buena noticia de Jesús, que lo hizo carne en su propia vida y tiene que hacerse en la nuestra, aunque nos cueste, porque somos sus seguidores. Pero esto sólo es posible con la ayuda de Dios para aquellos que se lo pidan de verdad. 

HERMANOS Y HERMANAS, Dios quiere la felicidad del hombre a toda costa. Y el hombre busca esa felicidad, y muchas veces no acierta a escoger el camino que Jesús nos enseña en el evangelio de este domingo: “Amad a vuestros enemigos, haced el bien a quienes os aborrecen y rezad por los que os persiguen y calumnian”. Señor, cómo nos pides rezar por nuestros enemigos y por los que nos odian si hoy no se reza ni por los nuestros ni por los amigos.

Me da miedo predicar este evangelio porque ¿Quién no tiene enemigos, quién no tiene algún rencor hacia los que nos han hecho algún mal, quién de nosotros ama a sus enemigos y reza por ellos como lo hizo el mismo Cristo, clavado por ellos en la cruz: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen…

Qué maravilloso eres Cristo, entonces y  aquí y ahora y siempre en los Sagrarios ofreciendo tu vida y oración por todos nosotros, incluso por los que no creen ni vienen nunca a visitarte, y por todos, amigos y enemigos de entonce y de ahora moriste en la cruz y así salvaste a toda la humanidad, como hoy a nosotros en esta santa misa, y nos sigues perdonando, porque estás vivo, vivo y real en el pan consagrado y en la santa misa, en todas las misas haces presente tu pasión, muerte y resurrección por todos los hombres, creyente o no creyentes, amigos y enemigos: “Padre, perdónales porque no saben lo que hacen”. Qué gozo conocerte y amarte, ayúdanos a seguir tus pasos y amar y perdonar como tú sigues nos sigues perdonando y dando tu vida por todos en cada misa salvando a los que perdonan como Tú. Ayúdanos a seguirte e imitarte, Cristo Eucaristía, Cristo del Sagrario.

Y más en estos tiempos, Señor, en que muchos católicos o  creyentes ni leen ni meditan tus palabras de amor y perdón a tus enemigos por los cuales das tu vida en cada misa ni te imitan en sus vidas ni vienen a misa muchos de los cristianos de 50 años para abajo para escuchar tu evangelio e imitar tu muerte por la salvación de todos, y aún los que venimos a celebrar tu muerte y resurrección por todos en la santa misa, en toda eucaristia, no venimos a veces con ánimo de imitarte y seguir tus pasos y perdonar a nuestros enemigos, a los que nos hacen daño y critican, para seguirte a Ti, perdonar y amar como Tú, no venimos con ánimo de arrepentirnos de nuestras faltas y pecados de caridad y eso que empezamos la misa con rezando el yo pecador me confieso a Dios y decimos que nos arrepentimos de nuestros pecados pero seguimos igual que entramos en la misa, seguimos con nuestras antipatías y faltas de amor y todo, después de estar celebrando en la santa misa tu perdón, tu muerte y resurrección por todos, amigos y enemigos que te estaban crucificando y siguen crucificándote.

Celebramos, mejor, más que celebrar muchas veces decimos la santa misa de tu amor y vida por todos, por amigos y enemigos, pero nosotros seguimos igual con nuestras críticas y comportamientos contra el hermano. Y creemos que celebramos mejor o peor la santa misa según salgan nuestros cantos pero no te seguimos en nuestras vidas ni comulgamos con tus sentimientos de amor y entrega incluso a los enemigos como lo hiciste y lo haces tú en cada misa.

Hermanos, escuchemos al Señor en el evangelio de hoy, recemos y revisémosnos ahora en su presencia y veamos si tenemos que cambiar un poco en nuestras vidas de (religiosas comunitarias) o de familia con algunos hermanos a los que tenemos que perdonar y amar de verdad para imitar y seguir a Cristo de verdad y ser mejores cristianos, para cumplir los mandamientos de amor a Dios o a los hermanos, tu evangelio de este domingo. Este es el mensaje del Señor en este domingo, revisémosnos... esta es la lección que nos dice el Señor en este evangelio de hoy y que hemos de aprender y practicar en nuestras vidas: Perdonar a todos los que nos han ofendido o nos ofenden, y rezar por nuestros enemigos.

 

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Queridos hermanos: La felicidad del hombre se encuentra en el amor, en sentirse amado y en amar y para eso, a veces, tienen que perdonarse los esposos entre sí y no habría tantos divorcios y muertes como hay hoy en las familias, con las esposas, los hijos y los familiares, hasta matarse, que no lo hacen ni los animales… ¡pero a donde estamos llegando con esta humanidad que ya no es cristiana, de Cristo, que se está alejando de Cristo y su evangelio, de los mandamientos de Dios: honrarás a tu padre y a tu madre, no matarás…!

Para resolver este conflicto, hemos de ir a la fuente del amor, y la fuente del amor se encuentra en Dios, que es Amor, su esencia es amar, nos dice San Juan(1Jn 4,10), “no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos ha amado primero y nos ha enviado a su Hijo, como propiciación de nuestros pecados para que el mundo se  salve por Él”; la trayectoria de la vida de Jesús ha sido la entrega por amor hasta el extremo, hasta dar la vida por sus enemigos.

El Nuevo Testamento ha superado al Antiguo que nos mandaba amar al prójimo como a uno mismo, pero de amar a tu enemigo no se dice nada. Se trata ya ciertamente de un paso abismal en comparación con la ley de Talión: ojo por ojo y diente por diente...

Sin embargo, la actitud y la enseñanza de Cristo los supera a todos, va mucho más allá: “amad a vuestros enemigos”. Ahí está su misma vida: la entrega de Jesucristo sin medida y hasta el extremo, hasta morir en la cruz perdonando a sus enemigos: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. Revisemos nuestras vidas. Imitémosle.

Por eso, qué maravilla estar aquí, este y todos los domingos, ante tu Palabra y Presencia, Señor, venir a misa donde das la vida por todos, amigos y enemigos: “Padre, perdónales porque no saben lo que hacen  y escucharte Cristo en el evangelio y luego en la consagración del pan y del vino  por medio del sacerdote dicirnos: “tomad y comed… esto es mi cuerpo que se entrega por vosotros… Y así das tu vida por todos los hombres, amigos y enemigos… en cada misa que hacer presente tu muerte en la cruz y tu resurrección por todos y luego, si comulgais, querido hermano, que no es solo comer sino comulgar con sus mismos sentimientos de amor y de perdón a todos y que debemos vivirlo también como Él todos los que comulgamos y poder decirle: JESUCRISTO EUCARISTÍA, TÚ LO HAS DADO LA VIDA POR TODOS, AMIGOS Y ENEMIGOS… TAMBIÉN NOSOTROS QUEREMOS SEGUIRTE Y PERDONAR A TODOS COMO TÚ EN LA EUCARISTÍA QUE HACE PRESENTE TU MUERTE Y RESURRECCIÓN. “HOY ESTARÁS CONMIGO EN EL PARAISO, AL LADRÓN ARREPENTIDO…

Hermanos, revisémos todos, desde el cura que lo predica hasta el último de vosotros que lo está eschuchando, a ver cómo andamos en esta materia del perdón a los enemigos, a los que no nos quieren o hablan mal de nosotros, hoy que no se cumple este mandato del Señor ni entre padres y madres que matan a sus hijos, que no lo hacen ni los animales… Pidamos esta gracia a Cristo ahora en la santa misa dando su vida por amigos y enemigos de entonces y de ahora, pidamos vivir su evangelio de amor a todos, amigos y enemigos. 

Y todo por ti, Señor, y por eso rezamos y sobre todo comulgamos hoy para tener tus mismos sentimientos de amor y perdón porque nosotros no sabemos fabricar estos sentimientos de amor y perdón a nuestros enemigos. Queremos de verdad comulgar contigo, Cristo Eucaristía, con tu vida, con tu muerte y resurrección que ahora en la consagración vas a hacer presente, tu amor y tu vida y muerte y resurreccíón y gloria por todos los hombre, por este mundo, eso es la santa misa, Cristo Jesús ofreciendo su pasión y muerte y resurrección por todos los hombres, amigos y enemigos.

Y ese Cristo vas a recibirlo ahora en la sagrada comunión, que no es solo comer sino comulgar con sus sentimientos y Él quiere vivir este amor y entrega total a todos los hombres en ti, comulgante, para eso y por eso murió por todos, amigos y enemigos, “Padre, perdónales porque no saben lo que hacen. Celebrar la misa y comulgar es vivir esto, los mismos sentimientos de Cristo en su vida y en la cruz, que se hacen presente en la santa misa, eso es la misa, Cristo, por medio del sacerdote haciendo presente su vida, su evangelio, su muerte y resurrección por todos los hombres, amigos y enemigos. Y eso tiene que se nuestra comunión con Él, para que Él viva en nosotros su misma vida.

 

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QUERIDOS HERMANOS: El espíritu de esta enseñanza de Cristo lo expresó muy claramente aquel jefe de tribu de Tanzania. Estaba despidiendo a un misionero que volvía a Europa y le dijo: «Muchas de las cosas que los misioneros nos habéis traído, ya las teníamos nosotros o las podríamos descubrir. Pero hoy quiero agradecerte en nombre de mi pueblo algo que hemos aprendido y que jamás hubiéramos descubierto. Conocíamos la alegría de la venganza pero vosotros nos habéis enseñado que hay una alegría mucho mayor: la alegría de perdonar».

 

        1.- Esta, creo yo, es la enseñanza principal de Jesús en este Evangelio que hemos proclamado. En la primera lectura del libro del Levítico se insiste en el amor al prójimo. Pero prójimo para los judíos eran solamente los que pertenecían a su pueblo o religión. El no vengarse, el perdonar parece propio de la santidad de Dios y como el pueblo de Yavéh debe parecerse  a Él también, tiene que perdonar. Esto es lo que exige Jesús.

        El salmo 102, que es el salmo responsorial  que sigue a la primera Lectura, nos invita a bendecir a Dios por su amor paternal hacia nosotros: El Señor ha perdonado todos nuestros pecados y ha convertido nuestra debilidad en inmortalidad gloriosa. Pero este mismo Señor, como hemos escuchado en la lectura “es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia”.

        El paso que da Jesús es de gigantes y para gigantes. Para Él nunca hay que odiar y el amor es universal. Queda excluida toda venganza interna y externa, todo rencor, todo odio, incluso a los enemigos.

       

2.- “Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos y manda la lluvia a justos e injustos”. Esta conclusión es la motivación de todo lo que antecede; es la base ética profundamente religiosa: imitación de Dios, nuestro padre, a cuya imagen estamos hechos y a quién tenemos obligación de imitar en su comportamiento.

Y Jesús no solo lo enseñó; sino que lo practicó en su vida y en la cruz: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”. Y los judíos que lo mandaron crucificar sabían bien lo que hacían, pero su perdón llega hasta ahí, hasta la excusa. Y este ejemplo de Jesús ha sido practicado por muchos cristianos durante toda historia antigua y moderna. Y en la guerra civil española, donde tantos sacerdotes, religiosos y religiosas y cristianos fueron matados por el mero motivo de ser cristianos, muchos, todos perdonaron a sus enemigos.

        Cuando Jesús dice “amad a vuestros enemigos” está queriendo decir “no odiéis a vuestros enemigos”. Porque esto es un hebraísmo, una forma de hablar de los hebreos. Jesús no exige amor afectivo o emoción por los enemigos, amor de amistad; sería antinatural, eso no puede imponerse a nadie ni siquiera en relación con los amigos y familiares; uno es libre para amar así a quien quiera. Lo que Jesús quiere es que perdonemos y no odiemos a nadie, no hacer ni desear el mal a nuestros enemigos.

 

        3.- En definitiva, para los cristianos, se trata de rezar bien el Padre-Nuestro; si nos diéramos cuenta de lo que pedimos a Dios, nos iríamos acostumbrando durante la vida a perdonar como el Padre nos perdona “Padre nuestro… perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación”.

        El Hijo amado no se quedó atrás en esta materia y se quedó para siempre con los brazo abiertos para perdonarnos. Cumplió lo que tantas veces nos había predicado y nos dice en este Evangelio: “Habéis oído que se dijo… yo os digo: amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os persiguen y rezad por los que os persiguen…” Esta es la nueva ley, la que tenemos que cumplir los cristianos que queramos agradar al Padre e imitar y seguir al Hijo, para glorificarle y darle gloria y gozo. Esta nueva ley del amor a los enemigos es sin duda la página de más altura moral de toda la literatura universal, inspiradora de Ghandi, de los movimientos de la no violencia activa y de tantos actos de reconciliación y abrazos de paz en el mundo.

        Esta ley evangélica de la no violencia y del perdón a los enemigos es la antítesis de la ley del talión ojo por ojo, diente por diente, que se formula al menos tres veces en diversas perícopas del Pentateuco. La ley de la venganza es una ley desgraciadamente siempre actual. Hay que reconocer que está enraizada en el corazón humano. Si oímos la televisión, escuchamos la radio, vemos películas, la mayor parte están basadas en el odio y la venganza.

        Públicamente oímos decir: “no perdono ni olvido” “el que me la hace, me la paga” o “la mejor defensa es el ataque”. Aunque no es evangélica, es más perfecta que la ley de talión que te permitía vengarte diez veces más. La formulación de la ley del Talión se encontraba en las leyes asirias, concretamente en el Código de Hammurabí, rey de Babilonia hace 1800 años. Aquí el castigo sería igual  al daño, no superior ni diez vece mayor, como proclamaba el feroz Lamet.

 

        4.- “Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto”. Me gusta más la formulación de Lucas: “Sed misericordiosos como vuestro Padre celestial es misericordioso” Porque en la primera se puede intentar ser perfectos por soberbia, por vanidad y amor propio; pero en la formulación de San Lucas: “Sed misericordiosos…” hay que  matar primero toda soberbia, todo orgullo, perdonando, pisando primero el propio yo para pasar al otro.

        Nosotros debemos parecernos al Padre. Y tenemos que imitar al Hijo que predicó el amor a los enemigos, lo practicó hasta la perfección en toda su vida y en la cruz, y, cuando resucitó, no habló de revanchas ni de odios a los que le habían crucificado, ni siquiera  les echó en cara a sus discípulos sus cobardías, sino que les mostró a todos, al mundo entero pecador, las heridas de las manos y de los pies y su primer saludo de resucitado fue: la paz con vosotros, y les mandó por el mundo entero a predicar el Evangelio de la nueva ley del perdón de los enemigos y de los pecados. 

 

 

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VIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

 

PRIMERA LECTURA: Is49,14-15

 

           Exiliado en Babilonia, el pueblo de Dios había perdido la patria con sus raíces y posesiones y estaba a punto de perder la esperanza de volver un día a ella; a medida que el tiempo del destierro pasaba, se le hacía más penoso y difícil el retorno. El pueblo, metido en la prueba, decía: “Me ha abandonado el Señor, mi dueño me ha olvidado”. Pero la respuesta de Dios por el profeta no se hace esperar, expresando todo el amor que Dios siente por su pueblo:“¿Es que puede una madre olvidarse de su criatura, no conmoverse por el fruto de sus entrañas? De todos los amores, el materno es el más profundo y eterno, el que más se parece al de Dios. Por eso, su pueblo no debe dudar ni perder la esperanza. Todo tiene su tiempo: “Pues aunque ella se olvide, yo no te olvidaré”.  Esto nos habla muy claro de la fidelidad de Dios; aunque el hombre se aleje de su amor por el pecado, el Señor siempre se acuerda de Él y está dispuesto a renovar el pacto y la amistad.

 

 

SEGUNDA LECTURA: 1 Cor 4,1-5

 

          El Apóstol es un administrador de los bienes de Dios, no es el dueño.  Pablo echa en cara a los corintios el querer vincular la misión apostólica  a las personas que los sirven. El administrador tiene la obligación de ser fiel al cargo recibido. Y el que ha de juzgar de tal fidelidad es el dueño, es decir, Dios. Pablo, fundador de la comunidad y primer apóstol, les dice lo que piensa de sí mismo y les recuerda el sentido de su misión: el enviado no puede ser declarado señor, porque sólo es siervo; no es dueño, ya que los apóstoles están al servicio de la comunidad. Ahora bien, el enviado sólo debe responder ante quien le envió. Pablo ha liberado así a la comunidad de la servidumbre de sus apóstoles y a los apóstoles del juicio de la comunidad; ambos se deben a un sólo señor, unos como administradores y otros como administrados. Esta es la tarea del creyente, ser buen administrador de los bienes que Dios le ha confiado.

 

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 6, 24-34

 

QUERIDOS HERMANOS: “No podéis servir a Dios y al dinero”. Pues eso precisamente: Jesús no habló contra las riquezas sino contra los ricos y Él nos dice quiénes son los ricos: “Los que ponen su confianza en el dinero y no en Dios”. “¡Ay de vosotros los ricos!” Pero no dice ¡ay de vosotras las riquezas! Aunque todos reconocemos que es muy difícil tener riquezas y no ser rico. Pero rico también son los pobres que desean tenerlas y que precisamente, porque no las tienen, pueden vivir obsesionados por poseerlas.

        El pecado está no en las riquezas sino en el uso que hacemos de las riquezas.         El pecado no está en el dinero, sino en poner toda la confianza en el dinero y vivir para el dinero y que se convierta en un dios al que ponemos un altar en el centro de nuestro corazón y le servimos de la mañana a la noche y vivimos sólo para Él y le damos culto, y trabajamos y pensamos en Él y vivimos  para Él más que para el Dios verdadero. Estamos tan llenos de dinero o deseos de dinero que olemos a metal y si nos caemos, sonamos a metal. Dios no es lo primero y absoluto de nuestra vida sino el dinero. Y esto es lo que condena Jesús; dar al dinero el amor y el culto que le corresponde sólo a Dios

        2.- Repito, los bienes de la tierra son una bendición de Dios, basta abrir la Biblia; la pobreza, la miseria, el hambre es un mal y Dios no lo quiere. Y no la quiere porque Dios es un padre y un padre  quiere que todos sus hijos tengan lo necesario para vivir y en esta materia no admite privilegios de unos hijos sobre los otros, porque así no se pueden desarrollar como hijos y personas todos los hombres.

        Y esto tampoco quiere decir que todos han de tener igual cantidad de bienes. Todos, los suficientes. Luego, cada uno, según sus capacidades y circunstancias. En algunos aspectos, igual, todos iguales, en otros, depende de cada persona, de que trabaje, estudie y se esfuerce y tenga más suerte que otros. Tampoco es justo que el que trabaja más tenga menos o igual que el que no quiere  trabajar… etc.

       

        3.- Ya os lo he predicado muchas veces. Es muy difícil, imposible, ser pobre evangélicamente hablando, hacerse pobre por el reino de los cielos,  tiene que tener una vivencia muy grande de Cristo, como los santos; pero aprendamos bien esta frase y vivámosla: ya que no somos pobres, ni queremos ser pobres por el  reino de los cielos, seamos al menos generosos. Y con eso Dios nos  perdona nuestros pecados contra la riqueza de dinero, como vemos por el evangelio: “porque tuve hambre y me disteis de comer…” Lo malo es pensar  y vivir pensando solo en uno mismo, y no pensar en los que no tienen lo necesario. El rico Epulón y el pobre Lázaro. Solo Dios es el valor absoluto que debe orientar a todos los demás, debemos servir a Dios obedeciendo y haciendo su voluntad sobre el dinero y las riquezas.

        La riqueza es un bien muy peligroso por el pecado original, por el egoísmo innato en el hombre que sólo piensa en si mismo. El apego a las riquezas le impidió al joven rico del Evangelio seguir a Cristo; muchos invitados a las bodas del Hijo no pudieron asistir por vivir obsesionados por tener más y más;  y lo ricos, tanto de hecho como de deseo, tanto lo que tienen como lo que desean tener, tenemos que tener mucho cuidado con el afán de poseer riquezas porque se convierte en el único valor de la vida, en razón del cual se regulan todos; y se pierden amigos, se dividen las familias, se cometen muchas injusticias y atropellos.

        Las cuentas del rico no coinciden con las cuentas de Dios en relación con la vida eterna: “Tengo mucha cosecha, haré mas graneros… necio, esta noche te pedirán cuenta de todo lo que  tienes ¿de qué te servirá ante la presencia de Dios?”.

        En los tres casos narrados por el Evangelio el uso de las riquezas les impidió entrar en el reino de Dios. El reino de Dios en la tierra es que Dios sea el único Dios de nuestra vida; abajo todos lo ídolos, y el dinero es el más peligroso; todos los hombres, hermanos; y hacer una mesa muy grande, muy grande, donde todos se sienten, pero especialmente los que nunca son invitados: los pobres.

        Mi consejo. El de siempre: Ya que no somos pobres, evangélicamente hablando, porque esto es muy difícil, seamos al menos generosos.

 

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        QUERIDOS HERMANOS: “No podéis servir a Dios y al dinero”. Bien claro lo afirma Jesús en el Evangelio de hoy. Pero es necesario entender lo que Jesús ha dicho porque ordinariamente se dan interpretaciones manipuladas por los intereses personales de cada uno, según sea rico o pobre. Y para que desde el principio nos entendamos bien voy a expresar un pensamiento bíblico que os chocará.

 

        1.- Para la Biblia, desde la primera página de la creación, la pobreza es un mal, que hay que evitar en todos los hombres, que nadie carezca de bienes para vivir, y la riqueza es un bien, una bendición de Dios, porque Dios quiere que vivamos en este mundo como en un paraíso. Entonces, ¿cómo explicar las palabras tan duras de Jesús en los Evangelio contra los ricos? Pues eso precisamente: Jesús no habló contra las riquezas sino contra los ricos y Él nos dice quiénes son los ricos: “Los que ponen su confianza en el dinero y no en Dios”. “¡Ay de vosotros los ricos!” Pero no dice ¡ay de vosotras las riquezas! Aunque todos reconocemos que es muy difícil tener riquezas y no ser rico. Pero rico también son los pobres que desean tenerlas y que precisamente, porque no las tienen, pueden vivir obsesionados por poseerlas.

        Dios es el autor de las riquezas de la naturaleza y del mundo. Lo que Dios quiere es que lleguen a todos y el mal está cuando se quedan en manos de unos cuantos y no cumplen la misión para la que fueron creadas: la de servir para la realización de todos los hombres; por eso Dios condena que  mientras unos engordan, otros pasan hambre y esto es lo que condena Jesús continuamente en el Evangelio. El pecado está no en las riquezas sino en el uso que hacemos de las riquezas.   El pecado no está en el dinero, sino en poner toda la confianza en el dinero y vivir para el dinero y que se convierta en un dios al que ponemos un altar en el centro de nuestro corazón y le servimos de la mañana a la noche y vivimos sólo para Él y le damos culto, y trabajamos y pensamos en Él y vivimos  para Él más que para el Dios verdadero. Estamos tan llenos de dinero o deseos de dinero que olemos a metal y si nos caemos, sonamos a metal. Dios no es lo primero y absoluto de nuestra vida sino el dinero. Y esto es lo que condena Jesús; dar al dinero el amor y el culto que le corresponde sólo a Dios

 

        2.- Repito, los bienes de la tierra son una bendición de Dios, basta abrir la Biblia; la pobreza, la miseria, el hambre es un mal y Dios no lo quiere. Y no la quiere porque Dios es un padre y un padre  quiere que todos sus hijos tengan lo necesario para vivir y en esta materia no admite privilegios de unos hijos sobre los otros, porque así no se pueden desarrollar como hijos y personas todos los hombres.

        Y esto tampoco quiere decir que todos han de tener igual cantidad de bienes. Todos, los suficientes. Luego, cada uno, según sus capacidades y circunstancias. En algunos aspectos, igual, todos iguales, en otros, depende de cada persona, de que trabaje, estudie y se esfuerce y tenga más suerte que otros. Tampoco es justo que el que trabaja más tenga menos o igual que el que no quiere  trabajar… etc.

 

        3.- Los bienes de la tierra tienen dimensión social y comunitaria; han de servir para el bien y desarrollo humano de todos los hombres, porque han sido creados por Dios con esta finalidad. Esta finalidad no se agota ni se destruye con la propiedad privada, rectamente entendida y vivida, de hecho los países comunistas fueron  un fracaso total económico. Pero hay que luchar para que  la propiedad no se apodere también de lo que pertenece a la dimensión social o impida esta función  comunitaria, porque eso puede llevar a la acumulación de riquezas en unos cuantos, y esto es injusto para la dimensión social y comunitaria.

        Por eso, la propiedad privada debe estar regulada por leyes sociales, que no la impidan pero que la orienten al bien común. Y cuando mire mis bienes, sobre todo si no me son absolutamente necesarios, en cristiano, debo pensar que algo de esos bienes les pertenece a los demás, porque ese es su fin originario y esencial, el fín que el Dios  en que creo, los dio desde el principio.

        Si no lo hago así se convierte en una ocasión de pecado. Esto es lo que Jesús predicó en su Evangelio. Por eso Jesús condenó a los ricos, esto es, a los que no piensan en los demás, en los que viven sólo para poseer como valor absoluto de su vivir, a los que se enriquecen por medios injustos, a los que se apoyan en el dinero para pisar a los demás, a los ricos tan pobres, tan pobres que sólo tienen dinero, sin alma, sin amor, sin entrañas de caridad para lo que no tienen, como el rico Epulón que sólo pensaba en Él y no se daba ni cuenta del pobre Lázaro que se moría de hambre a su puerta.

 

        4.- Ya os lo he predicado muchas veces. Es muy difícil, imposible, ser pobre evangélicamente hablando, hacerse pobre por el reino de los cielos,  tiene que tener una vivencia muy grande de Cristo, como los santos; pero aprendamos bien esta frase y vivámosla: ya que no somos pobres, ni queremos ser pobres por el  reino de los cielos, seamos al menos generosos. Y con eso Dios nos  perdona nuestros pecados contra la riqueza de dinero, como vemos por el evangelio: “porque tuve hambre y me disteis de comer…” Lo malo es pensar  y vivir pensando solo en uno mismo, y no pensar en los que no tienen lo necesario. El rico Epulón y el pobre Lázaro. Solo Dios es el valor absoluto que debe orientar a todos los demás, debemos servir a Dios obedeciendo y haciendo su voluntad sobre el dinero y las riquezas.

        La riqueza es un bien muy peligroso por el pecado original, por el egoísmo innato en el hombre que sólo piensa en si mismo. El apego a las riquezas le impidió al joven rico del Evangelio seguir a Cristo; muchos invitados a las bodas del Hijo no pudieron asistir por vivir obsesionados por tener más y más;  y lo ricos, tanto de hecho como de deseo, tanto lo que tienen como lo que desean tener, tenemos que tener mucho cuidado con el afán de poseer riquezas porque se convierte en el único valor de la vida, en razón del cual se regulan todos; y se pierden amigos, se dividen las familias, se cometen muchas injusticias y atropellos.

        La riqueza y el deseo de tenerlas nos obsesiona y nos domina de tal forma que nos hace injustos, avaros y egoístas, engendra soberbia, avaricia, gastos superfluos, mientras otros pasan hambre. Lo mío no es solamente mío pertenece también en una proporción a los demás. Lo retrata la parábola del rico Epulón: disfrutó tanto, vivió únicamente pensando en sí mismo, en disfrutar de todo y eso le impidió darse cuenta de la miseria del pobre Lázaro, del hambre del mundo, de Etiopía, Sudán, bueno, toda África, casi toda la América Hispana, Europa Oriental, e incluso en la rica y opulenta Europa.

        Las cuentas del rico no coinciden con las cuentas de Dios en relación con la vida eterna: “Tengo mucha cosecha, haré mas graneros… necio, esta noche te pedirán cuenta de todo lo que  tienes ¿de qué te servirá ante la presencia de Dios?”.

        En los tres casos narrados por el Evangelio el uso de las riquezas les impidió entrar en el reino de Dios. El reino de Dios en la tierra es que Dios sea el único Dios de nuestra vida; abajo todos lo ídolos, y el dinero es el más peligroso; todos los hombres, hermanos; y hacer una mesa muy grande, muy grande, donde todos se sienten, pero especialmente los que nunca son invitados: los pobres.

        Mi consejo. El de siempre: Ya que no somos pobres, evangélicamente hablando, porque esto es muy difícil, seamos al menos generosos.

 

 

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IX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

 

PRIMERA LECTURA: Dt 11, 18, 26-28

 

        El hecho de atarse en las manos textos de la Ley y  llevarlos en filacterias colocadas sobre la frente significa, para el  judío piadoso, que la palabra del Señor ha de impregnar los pensamientos y guiar la conducta. Pero lo más importante es recibir esta palabra en el corazón, que es donde decide el hombre sus decisiones, sus compromisos y su amor. En función del sentido que el hebreo da a la palabra corazón, podemos nosotros reflexionar acerca del vivo influjo que la palabra de Dios, expresión de su verdad y voluntad divinas, debe ejercer sobre nosotros. No debe haber “dioses extranjeros” en nuestra vida y en nuestro corazón. Yahvé, el único Dios de nuestra existencia: “Meteos mis palabras en el corazón y en el alma, atadlas a la muñeca como un signo y ponedlas de señal en vuestra frente”.

 
        SEGUNDA LECTURA: Rm 3, 21-25ª. 28

 

        La fe de la que aquí se trata es el acto de adhesión a Jesucristo, Hijo de Dios, Salvador de los hombres. La Ley es la totalidad del régimen religioso, reguladora de la vida social y personal de los miembros del pueblo judío. En líneas muy esquemáticas digamos lo siguiente: los Judíos colocan excesivamente su esperanza de amistad con Dios en la observancia de la Ley; los cristianos aceptan, por la obediencia a la fe,  que Dios, en Jesucristo, viene a hacerles el don de un amor gratuito que les salva. La justicia de Dios es la salvación y santificación del hombre. De tal justicia están necesitados todos, judíos y no judíos, porque todos pecaron. Esta justicia o justificación es obra del amor de Dios. El hombre debe aceptar  por la fe el camino de esta gracia que es Jesucristo. No hay otra justicia, santidad o salvación. Esto quiere decir que lleva en sí misma un llamamiento, una exigencia a identificarse con Cristo: “Por la fe en Jesucristo viene la justicia de Dios a todos los que creen, sin distinción alguna. Pues todos pecaron y están privados de la gloria de Dios”.

 

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 7, 21-27

        QUERIDOS HERMANOS:

 

        1.- Digamos inmediatamente que la roca sobre la cual debemos levantar nuestro edificio espiritual, la «casa» de que habla el Evangelio, es Jesucristo. Es posible que tengamos ideas y proyectos hermosos, deseos ambiciosos, programas pastorales seductores; pero un cristiano no puede tenerlos como fundamento de su vida; para un católico todo debe estar firme y espiritualmente cimentado en las enseñanzas de Jesús en su Evangelio, y en la fe y amor a Él.

        Este Evangelio nos invita a reflexionar sobre el necesario realismo de la fe en Jesucristo. ¿Quién es Jesús? El Hijo de Dios. Aquí está el fundamento para levantar en cada uno de nosotros el edificio de nuestra vida cristiana, de la santidad, del apostolado, de la vida plenamente evangélica, de poder construir mi existencia con las exigencias que me dicta hoy el Evangelio, de poner lo primero y absoluto de mi vida en Dios, y después de Dios, que venga ya mi padre, mi madre, mis intereses personales.

 

                2,- Esto justamente es lo que enseña Jesús cuando declara: “No todo el que me diga: “Señor, Señor” entrará en el reino de los cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial”.  La fe debe penetrar toda la vida y llevar al hombre entero no al reconocimiento meramente abstracto de la existencia de Dios; sino a un reconocimiento práctico, que implica la sumisión de la voluntad a la de Dios y tener una conducta regulada según sus mandamientos; en concreto, a vivir según su voluntad, a vivir sus  mandamientos.  El Señor nos viene a decir que todo, nuestra fe, nuestro amor a Dios, la oración, el apostolado, todo debe estar sometido a cumplir la voluntad de Dios, a hacer de nuestra vida completa una ofrenda agradable a Dios, en obediencia total a su voluntad, con amor extremo, tratando de agradar a Dios más que a nosotros mismos y  a los hombres. 

        Sólo la fe que se concreta en una adhesión al querer de Dios, permite al hombre edificar sobre roca, y no temer que sea abatida su fe y su vida cristiana por los vientos de la vida. Dice San Juan Crisóstomo: «El alma del justo a ningún mal se abate; y la razón es porque está cimentada sobre la roca viva, esto es, sobre la firmeza de tu doctrina ¡oh Señor Jesús! A la verdad, más firmes que una roca son tus preceptos, que nos levantan por encima de todos los oleajes humanos».

        Este cumplimiento de la voluntad de Dios, en el hombre caído, no puede hacer a veces sin sufrimiento, porque tenemos que superar lo que nos dice nuestra comodidad, nuestros sentidos, nuestra carne, en definitiva, nuestro yo egoísta. Y esta es la vida cristiana, según el Señor. Tratar  en todo, en lo religioso y en lo puramente  humano, vivir pendiente de la voluntad de Dios para ajustarnos a sus deseos y hacer así de toda nuestra vida un sacrificio agradable a sus ojos.

 

        3.- “Muchos dirán: Señor,  hemos profetizado en tu nombre…hemos comido contigo…Nunca os he conocido”. Son palabras muy duras del Señor. Estas palabras de Cristo son muy parecidas a la que dijo cuando presentamos nuestras ofrendas en el templo. Nos dijo el Señor que es mejor dejar allí las ofrendas sin hacer los sacrificios y marchar a reconciliarnos con los hermanos.

        Apliquemos esto, por ejemplo a la comunión eucarística. Nosotros comemos muchas veces al Señor, siempre que comulgamos. Debemos preguntarnos si esto será suficiente. Porque a lo peor el Señor también nos podría decir a algunos de nosotros: “no os conozco”. Y por eso, muchas veces estamos secos y no sentimos nada en la comunión eucarística. Es que sólo comemos, pero no comulgamos con Cristo, con sus sentimientos y actitudes, que a veces ni nos preocupan. Y repito, eso es  comer pero no comulgar, porque no queremos comulgar con sus mismos sentimientos de amor y de entrega a Dios y a los hermanos. Por otra parte también tengo que decir, que lo más importante de la comunión, de la religión, de mi relación con Dios,  no es sentir o no sentir, sino vivir y esforzarse por cumplir la voluntad de Dios en todo. Y para eso comulgo, para recibir fuerzas y estímulos.

       

        4.- Y cumplir la voluntad de Dios me lleva a la conversión, para tener los mismos sentimientos y actitudes del Cristo que comulgo. No basta comer, hay que comulgar con las actitudes de Cristo, que fue obediente a su Padre, con amor extremo, hasta dar la vida. Comulgar con Él es hacerme con Él una misma ofrenda al Padre. Sin conversión de nuestros pecados, no hay posibilidad de amistad con el Dios de la pureza, de la humildad, del amor a los hombres, sus hijos. Por eso hay que pasar por  la pasión, la muerte total del yo y del pecado, que se esconde en los mil repliegues de nuestras ideas,  razonamientos y existencia, antes llegar a la transformación y la unión perfecta con Dios.

Cuando comulgamos, hacemos el mayor acto de esperanza, porque deseamos que se cumplan en nosotros sus promesas y, por eso, comulgamos, creemos y esperamos en sus palabras y en su persona:“Yo soy el pan de vida, el que coma de este pan, vivirá eternamente.... Si no coméis mi carne, no tenéis vida en vosotros...” Señor, nosotros queremos tener tu vida, tu misma vida, tus mismos deseos y actitudes, tu mismo amor al Padre y a los hombres, tu misma entrega al proyecto del Padre; queremos ser humildes y sencillos como Tú, queremos compadecernos de los hambrientos y necesitados como Tú, queremos acariciar y querer a los niños como Tú, queremos tener amigos como Tú, queremos imitarte en todo y vivir tu misma vida; pero yo solo no puedo, necesito de tu ayuda, de tu gracia, de tu pan de cada día, que alimenta esta vida y estos sentimientos.

 

        5.- Teniendo todo esto presente, hemos de meditar bien en las cosas que programamos y hacemos. Es posible, efectivamente, utilizar elementos de la fe cristiana para hacer cosas notables que, siendo tales, sin embargo no están conforme a la voluntad del Padre y, por lo tanto, son inútiles para el Reino de Dios. Quienes hoy apelan al Evangelio para fundar o alentar actividades que pretenden establecer un paraíso terrenal ilusorio en el que, en último término, Dios no tiene sitio, estos tales se exponen a oír de Jesús decirles: “¡jamás os he conocido!”

         El cristiano militante no debe, pues, fiarse de que su voluntad sea la que decida su propia actividad, debe estar atento siempre a la voluntad del Padre, manifestada por su Hijo Jesucristo, en el Evangelio. Porque no hay más que una roca para construir el edificio de nuestra vida cristiana, de nuestra amistad con Dios, es Jesucristo. Así que pidamos la gracia de comprenderlo, empecemos hoy mismo a construir sobre Cristo, modelo y ayuda, esa casa, que es nuestra propia vida cristiana, pero no según nuestros criterios y deseos, sino que todo nuestro ser y existir esté conforme con la voluntad del Padre manifestada en su Hijo Jesucristo y que se concreta en los mandamientos, consejos y enseñanzas contenidas en los Evangelios, para que se haga realidad en nosotros y en el mundo lo que pedimos en el Padre-Nuestro:“ Venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”.

 

        6.- En relación con este tema, dice S. León Magno: «Esta paz no se logra ni con los lazos de la más íntima amistad ni con una profunda semejanza de carácter, si todo ello no está fundamentado en una total comunión de nuestra voluntad con la voluntad de Dios. Una amistad fundada en deseos pecaminosos, en pactos que arrancan de la injusticia y en el acuerdo que parte de los vicios nada tiene que ver con el logro de esta paz. El amor del mundo y el amor de Dios no concuerdan entre sí, ni puede uno tener su parte entre los hijos de Dios si no se ha separado antes del consorcio de los que viven según la carne. Mas los que sin cesar se esfuerzan por “mantener la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz” jamás se apartan de la ley divina, diciendo, por ello, fielmente en la oración: ”Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo”.Estos son los que obran la paz, éstos los que viven santamente unánimes y concordes, y por ello merecen ser llamados con el nombre eterno de “hijos de Dios y coherederos con Cristo”; todo ello lo realiza el amor de Dios y el amor del prójimo, y de tal manera lo realiza que ya no sienten ninguna adversidad ni temen ningún tropiezo, sino que, superado el combate de todas las tentaciones, descansan tranquilamente en la paz de Dios, por nuestro Señor Jesucristo, que, con el Padre y el Espíritu Santo, vive y reina por los siglos de los siglos. Amén».

(Sermón 95,8-9; PL54,465-466)

 

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X DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

 

PRIMERA LECTURA: Os 6, 3-6

 

        En tiempo del profeta Oseas, hacia la segunda mitad del siglo VIII antes de Jesucristo, los Israelitas del reino del Norte, los Samaritanos, conocen un breve período de tranquilidad y prosperidad; pero, al mismo tiempo, con las facilidades de vida, se origina cierta contaminación de la religión de Yahvéh con los ritos de la religión de Baal, ídolo de la fecundidad. Israel adopta la actitud de apertura con respecto a las ideas del ambiente, pero de tal manera que pierde la pureza de su fe. El sincretismo, combinación práctica y poco coherente de los distintos cultos, se convierte en el clima religioso de quienes desean estar al día. Esto no dura mucho tiempo. Algunas disensiones internas entregan al país a una política exterior descaminada, y el reinado de las castas somete al pueblo a toda clase de pruebas. En estas circunstancias de contexto recuerda el profeta Oseas lo que constituye el alma de la alianza, la adhesión a Dios con la mente y con el corazón: “Esforcémonos por conocer al Señor: su amanecer es como la aurora y su sentencia surge como la luz… quiero conocimiento de Dios más que holocaustos”.

 

SEGUNDA LECTURA: Rm 4, 18-25

 

        Los textos de San Pablo relativos a la fe son muy densos en su doctrina, y han dado pie a interpretaciones divergentes, especialmente en el protestantismo. Para entender el texto es preciso recordar la promesa hecha por Dios a Abraham. Este era ya de avanzada edad y su esposa, anciana también, era estéril. Pues bien, Dios prometió a Abraham que tendría un hijo del que nacería un inmenso pueblo. Contra la evidente imposibilidad humana de procrear, Abraham creyó que la promesa de Dios era más poderosa que la edad y la esterilidad. Su acto de fe le abrió las puertas de la amistad de Dios.
La fe de Abrahán es su respuesta a una promesa hecha por Dios espontáneamente. El hombre llega a ser el amigo de Dios, no debido a una obra buena que mereciera recompensa; sino por una respuesta acogedora dada a una anticipación por parte de Dios. ¿Es fácil esta respuesta? Desde el punto de vista de una adhesión profunda es imposible, si Dios no da la «gracia de la fe»: “Abrahán contra toda esperanza creyó”.

 

 

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO: 9,  9-13

 

        QUERIDOS HERMANOS: Lo que tantas veces hemos afirmado sobre la liturgia de la Palabra de todos los domingos del año, hoy se cumple totalmente. Y es que el contenido doctrinal de la primera lectura coincide con el del Evangelio. La afirmación clave que centra toda la liturgia de la Palabra de este domingo es: “Misericordia quiero y no sacrificios”. Vamos a meditar sobre ella.

 

        1.- En la primera lectura, Israel, siempre vacilante en el seguimiento de Dios, cayendo muchas veces en el culto a los ídolos, ha sentido el castigo por este pecado, y ha recibido el perdón de Dios por su arrepentimiento. Pero eso se le olvida y no entra en su corazón. Dios, que conoce a su pueblo, ve que esta conversión no es verdadera y profunda, no es de corazón, sólo lo hace por temor al castigo. Por eso le invita a que sea desde dentro, desde su convencimiento interior: “Misericordia quiero y no sacrificios”. Quiero verdadero culto espiritual y no meramente exterior. Dios no desprecia las ceremonias de culto, pero no le son gratas, si no expresan el amor y los sentimientos interiores de la persona que se convierte a Él de corazón.

        Y no es que ambos cultos sean excluyentes, sino que el interior debe ser el alma del culto exterior, el corazón debe mover a los labios, el espíritu debe expresarse con gestos exteriores, pero no vale el culto exterior si va vacío de vida interior, de fe y amor  verdaderos a Dios. A la luz de esto debemos examinar nuestro culto, nuestras oraciones, misas y comuniones.

 

        2.- Y este mismo sentido preferencial hay que dar a la frase evangélica en los labios de Cristo: “No he venido a llamar a los justos sino a los pecadores”. Este mensaje conecta con el de Oseas, al que cita literalmente en la conclusión del Evangelio de hoy. Esta afirmación de Jesús está corroborada por sus obras. Jesús obra lo que siente y siente lo que obra, lo interior y lo exterior se corresponden.

         Pasa delante del banco de la aduana. Mateo está sentado. Lo llama: “Sígueme”. Él se levantó y lo siguió”. ¿Dónde está el escándalo de los judíos? Los judíos hacen consistir su buena conciencia en una práctica de la Ley que les aísle del mundo pagano; a sus ojos, la actitud de Jesús produce escándalo. No sólo no se mantiene apartado de pecadores y publicanos, sino que se acerca a ellos y come con ellos. Los publicanos son los colaboracionistas del ocupante romano; merecen, por tanto, la más resuelta exclusión. Tienen por tanto  sus razones para adoptar esta actitud. Los publicanos son las sanguijuelas del pueblo, pues están encargados de cobrar el impuesto para Roma; son exigentes, injustos, despiadados, enriqueciéndose ellos mismos con el dinero que arrancan. Pues bien con estas gentes traba relaciones Jesús y, lo que es más, llama a uno de ellos, Mateo, a formar parte del grupito de sus íntimos, los Apóstoles. Reconozcamos desde aquí el problema originado por el comportamiento de Jesús.

        Es más, Mateo no pertenece al pueblo judío, al pueblo de las promesas. Ha aceptado un cargo de publicano que lo arrendaba el gobernador romano al mejor postor, es decir, al que ofrecía a Roma una recaudación anual más abundante y segura. El subarriendo era frecuente; así, por ejemplo, Zaqueo era “jefe de publicanos,” consecuentemente, muy rico (Lc 19,2). Por eso, eran odiados por todo el pueblo.

        Sin embargo, vemos, cómo Jesús elige un Apóstol entre ellos, y cuya prontísima respuesta demuestra que su doctrina ha sido aceptada por esta gente vitanda. Los judíos no comprenden que ha venido a salvar a todos, como dice continuamente, incluso a los pecadores públicos, como eran considerados los publicanos, por tener las manos manchadas con dinero sucio, fruto de extorsión.

        Publicanos, pecadores, prostitutas y pastores ladrones, bandidos y leprosos eran la escoria, los condenados de Israel, precisamente a los que Jesús vino a buscar: “Las ovejas perdidas de la casa de Israel” (Mt.15,24).

 

        3.- Mateo, emocionado por el gesto de Jesús, da “en honor suyo una gran banquete” (Lc 5,29). Y añade el Evangelio de hoy. “Y estando en la mesa en casa de Mateo, muchos publicanos y pecadores, que habían acudido, se sentaron con Jesús y sus discípulos”. Como es lógico suponer, el cuadro es chocante para los fariseos, férreos observantes de la ley. Al verlos, obviamente preguntan a los del grupo de Jesús: “¿cómo es que vuestro maestro come con los publicanos y pecadores?”Y entonces interviene Jesús, que les remite al profeta Oseas que ellos leen y meditan como doctores de la Ley: “Andad a las Escrituras y aprended lo que significa: Misericordia quiero y no sacrificios; que no he venido a llamar a los justos sino a los pecadores”. Desde Mateo, Pablo… la Iglesia se ha llenado siempre de grandes pecadores de todo tipo, que, tocados por la gracia de Dios, han sido capaces de llevar en sus vasos de barro, los tesoros de la Revelación de Cristo.

        4) Jesús, con este comportamiento, obedece y se identifica con el Padre,  que siempre nos  perdona, porque es un Dios misericordioso. Y así lo  vemos continuamente en el Evangelio. Acerca de este particular se expresa en otros lugares del Evangelio. En éste pone de manifiesto que Él no rechaza al hombre y le busca en cualquier situación de pecado, de nacionalidad, posición social, educación, riqueza o pobreza, fidelidad o infidelidad, justicia o injusticia. Revela el amor universal de Dios para con todo hombre, especialmente con el hombre que más necesita de este amor, el «pecador».

        El manantial de donde brota esta actitud es el amor infinito de Dios; su objeto es abrir al hombre, a todo hombre, a este amor. En tanto que los juicios humanos condenan y excluyen con tanta facilidad, Jesús muestra que el amor de Dios está siempre buscando perdonar y acoger. La actitud de Jesús nos ilumina acerca del camino que conduce a Dios. Los fariseos creían hallarse en buena salud espiritual, a causa de su obediencia a la Ley. Conviene advertir que no les reprocha Jesús el que practiquen la Ley, sino el hacer de esta práctica punto de partida para impedir la inteligencia de lo que constituye el corazón. El fariseísmo es, en su esencia, una autosatisfacción, un contento de sí y, por lo tanto, una mentalidad cerrada. Esto es lo que condena Jesús.

        5.- Dios no cambia. Sigue con este corazón misericordioso. A mi me parece que a la Iglesia le falta esta actitud de Cristo. Nosotros mismos no somos misericordiosos, mansos, pacientes. Tenemos que aprender. Huyamos de comportamientos farisaicos: duros para con los de fuera, comprensivos solo para nosotros y los nuestros. También hay que pasar de una Iglesia de “mantenimiento”, a una Iglesia de misión evangélica, de búsqueda de pecadores y de llamada a la conversión sincera para los que estamos dentro y participamos en el culto. Hay que salir a buscar a los publicanos y pecadores, a los que necesitan médicos que los curen de sus enfermedades espirituales: “No he venido a llamar a los justos sino a lo pecadores”.

        ¿Quién de nosotros está dispuesto? ¿Quién se atreve? ¿Quién está dispuesto a salir de la comodidad del culto, para pasar a lo que nos pide el culto verdadero a Jesucristo que vino a buscar a los que estaban perdidos? Esta es la misión de la Iglesia. Este es el encargo recibido del Señor y de la Iglesia; esta  es  nuestra tarea desde el bautismo, que nos convirtió en misioneros de Cristo y su Evangelio.

 

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XI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

 

PRIMERA LECTURA: Ex 19, 2-6a

 

        El libro del Éxodo narra la historia de la salida de Egipto, la marcha a través del desierto, la Alianza del Sinaí, y expone las ordenanzas rituales relativas al santuario. El pasaje leído hoy se refiere a la Alianza del Sinaí. En Él Dios llama a Moisés, le habla, afirma ser el poseedor de la tierra toda, eligió y sigue eligiendo a Israel como su propiedad particularmente preferida. Manifiesta su presencia activa en medio de su pueblo, hasta “llevarle sobre alas de águila para conducirle a Él,” le pide que observe su alianza y le considerará “como propiedad personal”.  Nuestra historia de Iglesia nos demuestra que nosotros también hemos sido elegidos por Dios por el pacto de Alianza Nueva y Eterna en el Hijo y todo cristiano es sacerdote, profeta y rey por el santo bautismo. “Seréis para mi un reino de sacerdotes y una nación santa”.

SEGUNDA LECTURA: Rm 5, 6-11

        San Pablo nos invita a reflexionar acerca del don verdaderamente extraordinario que representa para nosotros el amor misericordioso del Señor. Negativamente, nos quita los pecados. Positivamente, hace que entremos en comunión con Dios.
        Hoy día es más difícil comprender esta misericordia de Dios, porque el hombre moderno ha perdido la conciencia de pecado. Y lo ha perdido, porque ha perdido el sentido de Dios. Si se carece del sentido de Dios, se carece del sentido del pecado. El hombre de hoy se elabora una moral sin pecado porque ha llegado a ser el hombre sin Dios. Su principal miseria proviene de que no ve que con ello se ha convertido en el hombre sin amor, cualesquiera que sean los derivados, y con harta frecuencia sucedáneos, del amor en los que gasta su generosidad.        ¿Qué influjo pretende ejercer Cristo en nuestra mentalidad?       Partiendo del hecho de que todo cristiano es Iglesia de Cristo, debe luchar y esforzarse por hacer llegar a todos los hombres la presencia y la acción misericordiosa de Dios por su Hijo Jesucristo, consciente de que Cristo es el único que puede sacarle de su atolladero humano, elevándole a las alturas morales y espirituales divinas.

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 9, 36. 10, 8

        QUERIDOS HERMANOS: El Evangelio de este domingo comienza así: “Al ver Jesús a las gentes se compadecía de ellas porque estaban extenuadas y abandonadas, «como ovejas que no tienen pastor.» Entonces dijo a sus discípulos: La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies”.

 

        1.- Estas palabras de Cristo, angustiado ante la labor tan inmensa que hay que hacer en el mundo, nos obligan a nosotros seguidores y creyentes en Cristo, a tener sus mismos sentimientos y rezar continuamente a Dios por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas, por todas las vocaciones a la vida misionera y apostólica.

        La vocación misionera es fundamentalmente un don divino, por eso hay que rogar y pedir continuamente al Señor que nos envíe muchos y santos sacerdotes. Lo dijo con insitencia el mismo Cristo: “La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies”.

Pero además de nuestra oración continua por las vocaciones son necesarias algunas cosas más. El mismo Jesús en este pasaje donde llamó a los primeros Apóstoles nos lo dice muy claramente: “Llamó a los que quiso para que estuvieran con Él y enviarlos a predicar”, es decir, que nos llama primero para estar con Él y luego, desde ese estar con Él sobre todo por la oración diaria y transformadora, enviarnos a predicar, es decir, que primero es estar con Él y seguirle y luego, desde es encuentro diario de oración eucarística, ante el Sagrario, enviarnos a predicar.

        Ninguno de nosotros debe sentirse excluido de la tarea de promover las vocaciones. Porque el que llamó a los primeros apóstoles, sigue llamando a través de los siglos; siempre es el mismo Señor. Porque es Jesús el que se llama a sí mismo “el buen pastor” y la “única puerta de las ovejas”. Al atribuirse este título, Jesús se presenta a sí mismo como el camino obligado para entrar pacíficamente en la comunidad de los redimidos, porque Él es el único mediador entre Dios y los hombres.

 

        2.- El problema de las vocaciones será siemmpre un problema fundamental de la Iglesia. Y a la vez es el termómetro de su vitalidad espiritual y la condición misma de su desarrollo y plenitud de vida cristiana, vida en Cristo. Es necesario, pues, que todos nos interesemos por esta necesidad de la Iglesia. El Señor ha aludido a las mieses a la hora de tratar de las vocaciones.

Las vocaciones son la comprobación de la vitalidad de la Iglesia, pues de la misma forma que un terreno demuestra la riqueza de su propio humus vital con la lozanía  y el vigor de la mies que en él se desarrolla, así la comunidad eclesial da prueba de su vigor y de su madurez con la floración de la vocaciones que llegan a ser realidad en ella.

         Las vocaciones también son la condición y el termómetro que mide la vitalidad de la Iglesia, de una parroquia, de una comunidad. No hay duda de que esta depende del conjunto de sus miembros: sacerdotes y laicos. Sin embargo, es igualmente cierto que para el desarrollo de este apostolado es indispensable el ministerio de los sacerdotes, ya que el mismo apostolado de los laicos se basa sobre este ministerio sacerdotal,  demuestra su vitalidad, haciendo brotar nuevas vocaciones. Las vocaciones sacerdotales son comprobación de la fuerza de la Iglesia, de una parroquia, especialmente de la fuerza eucarística de nuestras celebraciones y comunidades, ya que la Eucaristía es el centro y culmen de toda la vida de la Iglesia. Por eso están tan unidos sacerdocio y Eucaristía. Es que nacieron juntos del amor extremo de Jesús en la Última Cena.

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        (SEGUNDO DÍA)

¡Qué bueno es el Señor! Para que nunca faltase sobre nuestros altares su ofrenda de adoración al Padre, en obediencia extrema, hasta dar la vida; para que nunca pasásemos hambre de Dios, para que siempre tuviéramos el perdón de los pecados, hizo a los sacerdotes, como continuadores de su misión y tarea. Aquella noche del Jueves Santo, de un mismo impulso de su amor, brotaron la Eucaristía y los encargados de amasarla. Por eso están y deben permanecer siempre tan unidos la Eucaristía y el sacerdocio. La Eucaristía necesita esencialmente de sacerdote para realizarse y por eso el sacerdote nunca es tan sacerdote como cuando celebra la Eucaristía: el sacerdocio tiene relación directa con la Eucaristía y la Eucaristía está pidiendo sacerdote que la realice.

4.-“Y cuantas veces hagáis esto, acordaos de mí...”dice el Señor. Qué profundo significado encierran estas palabras para todos, siempre que celebramos la Eucaristía, especialmente para nosotros, los sacerdotes. Todos debiéramos recordarlas cuando celebramos la santa Eucaristía: “acordaos de mí....”  acordaos de mis sentimientos y deseos de redención por todos, acordaos de mi emoción y amor por vosotros, acordaos de mis ansias de alimentar en vosotros la misma vida divina y amor de Dios Trinidad, acordaos. NO TE OLVIDAMOS, SEÑOR,

Jueves Santo, día grande cargado de misterios, día especial en que Jesús se quedó para siempre con nosotros de dos formas: una, material, en el pan consagrado; otra, humana, bajo la humanidad de otros hombres. Porque la Eucaristía es Cristo oculto y sacramentado bajo las especies del pan y del vino, y el sacerdote es también Cristo mismo, bajo el barro de otros hombres. Las apariencias son accidentales, pero los sacerdotes y el pan consagrados, por dentro, son Jesús.

Qué gozo ser sacerdote, tener un hijo sacerdote, un hermano sacerdote, un amigo sacerdote, tan cerca de Cristo, tan omnipotente...valóralo, estímalo, reza por ellos, ser sacerdote es  mejor que todos los puestos y cargos del mundo. No os maravilléis de que almas santas hayan sentido en su corazón un aprecio tan grande hacia el sacerdocio, cuando Dios las ha iluminado y han podido ver con fe viva este misterio; no había nada de exagerado en sus expresiones, todo es cuestión de fe, si Dios te la da.

Una Teresa de Jesús, que se quejaba dulcemente al Señor, porque no hubiera nacido hombre para poder ser sacerdote. Una Catalina de Siena, que después de contemplar su grandeza, corría presurosa a besar las huellas de los dulces Cristo de la tierra. Un S. Francisco de Asís que decía: Si yo viera venir por un camino a un ángel y a un sacerdote, correría decidido al sacerdote para besarle las manos, mientras diría al ángel: espera, porque estas manos tocan al Hijo de Dios y tienen un poder como ningún humano.

 

 

 

(TERCER DÍA)Por este misterio de amor y grandeza divina en los sacerdotes, cómo me gustaría que las madres cristianas cultivaran con fe y amor en su corazón la semilla de la vocación, para transplantarla luego al corazón de sus hijos, como  cultiváis en vuestras eras, queridos hermanos veratos, de pueblos de la Vera,   las semillas de tabaco o de pimiento, para luego transplantarlas a la tierra.

Hacen falta madres sacerdotales, en estos tiempos de aridez religiosa y desierto espiritual en nuestras comunidades.  Queridas madres, qué maravilla tener un hijo sacerdote,  que todas las mañanas toca el misterio, atrae a Cristo a la tierra, lo planta en el alma y corazón de sus hermanos los hombres con todos los dones de la Salvación. Si tuvieráis más fe, queridas madres, no faltarían a la Iglesia de Cristo hijos sacerdotes que hicieran la Eucaristía, que hicieran a Cristo en un trozo de pan. 

Querida madre, ¡cuánto vale un alma? Cualquiera, no sólo la tuya o la mía sino hasta la del pecador más empedernido..... vale una eternidad y tu hijo, sacerdote, puede salvarla con Cristo por medio de los sacramentos: “vete en paz, tus pecados están  perdonados; a vosotros no os llamo siervos sino amigos...” .

Y esto lo hace, lo puede hacer porque tu hijo sacerdote es amigo de Cristo para siempre, eternamente, y no siervo.... y en cada Eucaristía, si está despierto en la fe, entra en el misterio de la Santísima Trinidad por el Espíritu, mediante una nueva encarnación sacramental en el pan, por medio de tu hijo sacerdote Cristo se encarna en el pan eucarístico para gloria del Padre y tu hijo sacerdote se mete y dialoga con los Tres sobre su proyecto de Salvación eterna para el mundo y todos los hombres y todo esto se realiza, se puede  realizar por la Potencia del Amor Personal infinito y divino del Espíritu Santo por medio del sacerdote. Son momentos emocionales de la santa misa, en la consagración en que para el sacerdote, en ese momento, el tiempo ya no existe, ha terminado y a veces vienen ganas hasta de morir para vivir plenamente lo que está celebrando.

 Qué pena, Señor, que falte hoy esta fe en el mundo, en la mayor parte de las madres actuales, qué diferencia de las nuestras, para hablar de estas realidades a sus hijos, para decirles que Tú nos amas hasta el extremo. Y de esta forma, en nuestros tiempos de infancia, la vocación sacerdotal la depositaba Dios en el corazón de las madres y desde ahí, ellas la transpantaban al corazó de sus hijos para el sacerdocio y en sus hijas para la vida religiosa.

Queridos hermanos y hermanas, os digo con toda sinceridad: yo, mil veces nacido, mil veces sacerdote de Cristo y por amor, porque es la verdad más luminosa de mi vida, porque Cristo único y eterno sacerdote existe y es verdad y se ha encarnado en mí y me llena y hace feliz … lo siento a veces en la santa misa y en ratos de Sagrario, de oración y diálogo de amor con Él.  Él vale para mí más que todo lo que existe, porque no hay nada más grande que mi Cristo, nuestro Cristo, Hijo de Dios, Único Sacerdote eterno, encarnado en el pan consagrado, y por amor eterno también en el barro de otros hombres, los sacerdotes.

(Cuarto día)Queridos hermanos: JESÚS vino a la tierra para salvar a todos los hombres. Por eso, no puede evitar compadecerse cuando ve que la gente se encuentra extenuada o abandonada, pues no tiene a nadie a quien acudir. Al Señor le gustaría llegar a cada una de las personas que lo buscan.

Con este fin, quiere contar con la mediación de otros pastores que, como él, tengan el deseo de cuidar de las ovejas que se hallan dispersas por todo el mundo. De ahí que se dirija a sus discípulos y les diga: «La mies es mucha, pero los obreros pocos. Rogad, por tanto, al señor de la mies que envíe obreros a su mies» (Mt 9,37-38).

El Señor cuenta con cada uno de nosotros para saciar la sed de Dios de las almas, para anunciar la Buena Nueva de la salvación. Y es esta una misión que requiere una mirada de compasión, como la que tuvo Jesús: una mirada que no excluye a nadie y que lleva a entregarse con valentía y sin reservas. Cada día podemos transmitir el Evangelio a los demás, principalmente a través de nuestra vida auténtica llena de alegría, de interés, de caridad que acoge la realidad del prójimo.

«Desgarra el corazón aquel clamor –¡siempre actual!– del Hijo de Dios, que se lamenta porque la mies es mucha y los obreros son pocos. –Ese grito ha salido de la boca de Cristo, para que también lo oigas tú: ¿cómo le has respondido hasta ahora en tu vida, en tu vida sacerdotal o religiosa o bautizada en su amor y entrega?, ¿rezas, ya jubilado a diario, por esa intención?»[3].

CUANDO Cristo envió a los apóstoles para proclamar la llegada del reino de los cielos y realizar curaciones, les dijo: «No vayáis a tierra de gentiles ni entréis en ciudad de samaritanos; sino id primero a las ovejas perdidas de la casa de Israel» (Mt 10,5-6). Ciertamente, esto no significaba que solo los judíos pudiesen acoger la Buena Nueva. Más adelante Jesús predicará en Samaría y los gentiles recibirán la fe. Pero el Señor quiso que, en primer lugar, el anuncio de salvación llegara a su pueblo en virtud de la alianza que estableció con él. De este modo, el Israel renovado sería el germen del nuevo pueblo de Dios.

Cristo también nos llama a anunciar el Evangelio en primer lugar a las personas que están más cerca de nosotros: nuestras parroquias, nuestras familias, nuestros amigos y compañeros... Dios ha querido que nos santifiquemos y nos salvemos «no aisladamente, sin conexión alguna de unos con otros, sino constituyendo una comunidad, una parroquia, un pueblo, que le confesara en verdad y le sirviera santamente».

«Nadie se salva solo, como individuo aislado, sino que Dios nos atrae tomando en cuenta la compleja trama de relaciones interpersonales que se establecen en la comunidad humana».

Las madres ocupan un lugar especial en toda familia. Ellas no dudan en hacer lo que sea necesario por el bien de sus hijos. La Iglesia es un pueblo que también cuenta con una madre: María. Ella nos ayudará a vivir sin cálculos nuestra misión de apóstoles, sabiendo testimoniar con nuestra propia vida la alegría del Evangelio.

 

 

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Queridos hermanos: Como el pueblo de Israel, también atravesamos temporadas de desiertos: acontecimientos que nos han cansado o contrariedades que nos han robado la esperanza. Dios, que conoce esas dificultades, nos invita a dirigir nuestra mirada a su acción salvadora, para confiar en los muchos milagros que ya ha hecho en favor de nosotros, así como en las veces que nos ha liberado, como a Israel, de la esclavitud.

«Nos pide que revivamos ese momento, esa situación, esa experiencia en la que encontramos al Señor, sentimos su amor y recibimos una mirada nueva y luminosa sobre nosotros mismos, sobre la realidad, sobre el misterio de la vida»[1] .

Como el pueblo elegido, necesitamos alimentar nuestra esperanza con la memoria y el recuerdo de la acción de Jesús en nuestra alma. «Si recuperas el primer amor, el asombro y la alegría del encuentro con Dios, irás hacia adelante»[2].

JESÚS vino a la tierra para salvar a todos los hombres. Por eso, no puede evitar compadecerse cuando ve que la gente se encuentra extenuada o abandonada, pues no tiene a nadie a quien acudir. Al Señor le gustaría llegar a cada una de las personas que lo buscan. Con este fin, quiere contar con la mediación de otros pastores que, como él, tengan el deseo de cuidar de las ovejas que se hallan dispersas por todo el mundo. De ahí que se dirija a sus discípulos y les diga: «La mies es mucha, pero los obreros pocos. Rogad, por tanto, al señor de la mies que envíe obreros a su mies» (Mt 9,37-38).

El Señor cuenta con cada uno de nosotros para saciar la sed de Dios de las almas, para anunciar la Buena Nueva de la salvación. Y es esta una misión que requiere una mirada de compasión, como la que tuvo Jesús: una mirada que no excluye a nadie y que lleva a entregarse con valentía y sin reservas. Cada día podemos transmitir el Evangelio a los demás, principalmente a través de nuestra vida auténtica llena de alegría, de interés, de caridad que acoge la realidad del prójimo.

«Desgarra el corazón aquel clamor –¡siempre actual!– del Hijo de Dios, que se lamenta porque la mies es mucha y los obreros son pocos. –Ese grito ha salido de la boca de Cristo, para que también lo oigas tú: ¿cómo le has respondido hasta ahora en tu vida, en tu vida sacerdotal o religiosa o bautizada en su amor y entrega?, ¿rezas, ya jubilado a diario, por esa intención?»[3].

CUANDO Cristo envió a los apóstoles para proclamar la llegada del reino de los cielos y realizar curaciones, les dijo: «No vayáis a tierra de gentiles ni entréis en ciudad de samaritanos; sino id primero a las ovejas perdidas de la casa de Israel» (Mt 10,5-6). Ciertamente, esto no significaba que solo los judíos pudiesen acoger la Buena Nueva. Más adelante Jesús predicará en Samaría y los gentiles recibirán la fe. Pero el Señor quiso que, en primer lugar, el anuncio de salvación llegara a su pueblo en virtud de la alianza que estableció con él. De este modo, el Israel renovado sería el germen del nuevo pueblo de Dios.

Cristo también nos llama a anunciar el Evangelio en primer lugar a las personas que están más cerca de nosotros: nuestra parroquia, nuestra familia, nuestros amigos y compañeros... Dios ha querido que nos santifiquemos y nos salvemos «no aisladamente, sin conexión alguna de unos con otros, sino constituyendo una comunidad, una parroquia, un pueblo, que le confesara en verdad y le sirviera santamente»[4].

Por eso vivimos según el Evangelio de Cristo, según sus deseos y su misión, cuando procuramos que las personas que nos acompañan en nuestra vida puedan conocer y vivir por nuestra palabra y testimonio la alegría del mensaje cristiano. «Nadie se salva solo, como individuo aislado, sino que Dios nos atrae tomando en cuenta la compleja trama de relaciones interpersonales que se establecen en la comunidad humana»[5].

Las madres ocupan un lugar especial en toda familia. Ellas no dudan en hacer lo que sea necesario por el bien de sus hijos. La Iglesia es un pueblo que también cuenta con una madre: María. Ella nos ayudará a vivir sin cálculos nuestra misión de apóstoles, sabiendo testimoniar con nuestra propia vida la alegría del Evangelio.

 

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XII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

 

PRIMERA LECTURA: Jr 20, 10-13

 

        Este texto alude a una circunstancia en la que Jeremías se vio obligado a ocultarse porque el rey Yoyaquím, infiel a la Ley, le persigue. El profeta formula su confianza en su Dios respecto al castigo de los impíos y a su propia liberación. Sabido es que la historia de Jeremías comporta cierta dimensión profética relativa a la historia de Jesús; en ella pueden encontrarse también algunos elementos aplicables a los discípulos de Jesús. El nudo de este texto lo constituye la expresión de la confianza en Dios en circunstancias en que se está expuesto a injustas hostilidades; esto es afirmar que la injusticia de los hombres es al fin destruida por el Dios Justo, cuya poderosa vigilancia protege a sus profetas verdaderos, no a los oficiales y palaciegos, que no dicen la verdad sino lo que agrada a los poderosos. Hablar en nombre de Dios la verdad que nos echa en cara nuestros pecados lleva casi siempre la persecución: “Oía el cuchicheo de la gente: «pavor en torno.» Delatadlo, vamos a delatarlo, mis amigos acechaban mi traspiés. A ver si se deja seducir y lo violaremos, lo cogeremos y nos vengaremos de Él”.

 

SEGUNDA LECTURA: Rm 5, 12-15

 

        San Pablo denuncia vigorosamente el poder mortal que anida en el hombre y afirma que lo que le libra de él es la salvación traída por Cristo. Cristo triunfa en nosotros por su victoria sobre el pecado. Él ha respondido por todos nosotros ante Dios,  incluso de nuestros pecados. Además, esta solidaridad nos hace beneficiarios de la superabundancia infinita de complacencia divina que Cristo nos ha alcanzado por su muerte. De esto se sigue que hemos de vivir nuestra vida cristiana con mentalidad de salvados, con la seguridad constante de que el don de Dios está presente en nosotros, y siempre dispuesto a la acción de la gracia. De nosotros depende el que se intensifique nuestra unión con Jesús y el que, por lo tanto, adquiramos conciencia de nuestra solidaridad con Él; entonces descubriremos mejor el modo de asociarnos a su victoria sobre el pecado: “Sin embargo, no hay proporción entre la culpa y el don: si por la culpa de uno murieron todos, mucho más, gracias a un solo hombre, Jesucristo, la benevolencia y el don de Dios desbordaron sobre todos”.

 

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 10, 26-33

TODOS DEBEMOS PREDICAR Y VIVIR EL EVANGELIO COMPLETO

 

        QUERIDOS HERMANOS: Testimoniar y anunciar el Evangelio de Jesucristo en su integridad y verdad no será nunca tarea fácil ni para los sacerdotes ni para los cristianos que quieran cumplir con la misión encomendada por el Señor en el Evangelio de este domingo, a saber, llenar el mundo, sus criterios y sus instituciones del espíritu de su verdad de su evangelio, de lo que Él nos ha traído en nombre del Padre. Para vosotros mismos defender los mandami…

Cuando un sacerdote o cristiano predica el evangelio, como yo ahora quiero hacerlo, tengo que tratar de continuar la misma misión salvadora de Cristo, aunque el mundo, vuestros mismos hijos no los acepten… y también porque nosotros somos hombres débiles y limitados, que necesitamos continuamente su ayuda, porque sentimos la fragilidad de nuestras fuerzas.

        Por eso, en este Evangelio que acabamos de proclamar, nos invita a todos, hombres, mujeres, madres, padres… a ser valientes en profesar ante los hombres nuestra fe en Jesucristo único Salvador del mundo y de los hombres, y en la vida eterna que nos espera, y nos invita y envía a predicar su Evangelio frente a otros modos o ideologías reinantes hoy y siempre en el mundo: esta es la primera y si queréis única lección que quiero que aprendamos hoy de este evangelio; especialmente hoy, tu y yo, y debido especialmente al materialismo y al laicismo y la política reinante, a los políticos, que han perdido el sentido de Dios en su vida y en la vida del mundo y quieren que todos los hombres la pierdan. Predican algunos el ateísmo y no hay mandamientos de Dios que cumplir, se mofan de Dios, de la eucaristía, de la moral.

Reflexiona y examínate un poco ahora sobre la marcha… defiendo a Cristo, su evangelio, su moral… lo practico y predico a mis hijos, a mis amigos, a mi ambiente… o me callo… aunque yo ciertamente los practique… cuanto tiempo que no me confieso…

Predicar el evangelio de Cristo auténtico, el amor verdadero, el perdón, el ser humildes, el ayudar a los pobres y enfermos…etc.. como Cristo hizo, nos proporcionará a veces sacrificios, trabajos, sufrimientos, incomprensiones,  aún dentro de la misma familia, de la misma Iglesia, también hay pastores cobardes, sí, hermanos, sacerdotes y cristianos cobardes, que no quieren predicar el evangelio completo, el que molesta por ser exigente… ooo que yo sacerdote o padre cristiano, al no vivir el evangelio verdadero, no lo predico porque no me gusta oir de separaciones, divorcios, abortos, abandono de padres y mayores, de venir a misa los domingos… en fín, los mandamientos en general, si yo no los practico.

Y esta es la razón principal de que muchos cristianos, nuestros hijos y nietos en general, hayan dejado de venir a misa el domingo por no querer escuchar el evangelio, hayan dejado la iglesia, porque no le gusta escuchar el evangelio de Cristo que les echa en cara su falta de vida cristiana, de matrimonio para toda la vida, de cuidar padre y madre, cuarto mandamiento de Dios, en fin, todos los mandamiento y el evangelio en general, que es lo que predicamOs los domingos.

 

        2.- Pero Jesucristo, en este evangelio, no invita a no tener miedo y ceder a la cobardía,  porque “no hay nada encubierto que no llegue a descubrirse; nada hay escondido que no llegue a saberse…Lo que os digo de noche decidlo en pleno día y lo os digo al oído, pregonadlo desde la azotea... no tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma”. Ahí está, el alma, la eternidad, el juicio último de Dios y definitivo, que está, debe estar por encima de todos los juicios del mundo y de los hombres y de los vecinos y de los políticos.

Nosotros, para Dios, valemos más que los gorriones que Él cuida con esmero, porque somos eternidades, mi vida es más que este mundo y este tiempo… De qué le vale al hombre ganar…  Vosotros valéis para Dios más que los gorriones y la naturaleza entera  ¿cómo no lo va a hacer con nosotros?¿cómo nos va a abandonar y dejar solos ante los enemigos de su verdad y de los que la predicamos?  “si uno se pone de mi parte ante los hombre, yo también me podré de su parte ante mi Padre del cielo”.

        La proclamación y el vivir el Evangelio suscitará a veces entre los que nos rodean violentas hostilidades, dice el Señor. Y añade: ¡No temáis a los que matan el cuerpo...! Es la consigna repetida tres veces por Jesús.

 

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        QUERIDOS HERMANOS: Testimoniar y anunciar el Evangelio de Jesucristo en su integridad y verdad no será nunca tarea fácil ni para los sacerdotes ni para los cristianos bautizados, que quieran cumplir con la misión encomendada por el Señor en este Evangelio, a saber, llenar el mundo, sus criterios y sus instituciones del espíritu de su verdad, de lo que Él nos ha traído en nombre del Padre. Se trata de continuar su misma misión salvadora, aunque nosotros somos hombres débiles y limitados, que necesitamos continuamente su ayuda, porque sentimos la fragilidad de nuestras fuerzas.

        Ya notó esto Jesús en la historia de la Salvación, donde muchos profetas se quejaron de las persecuciones, por anunciar el mensaje de Yahvé, y lo vio en sus mismos discípulos y lo sintió en su carne llegando hasta dar la vida por mantenerse fiel al mandato del Padre. Por eso, en este Evangelio que acabamos de proclamar, nos invita a todos a ser valientes en profesar ante los hombres nuestra fe en Él y nos envía a predicar su Evangelio frente a otros modos o ideologías reinantes hoy y siempre en el mundo; pero especialmente hoy por el materialismo y el laicismo reinante, que ha perdido el sentido de Dios, por haber perdido voluntariamente antes el sentido del pecado. Esto nos proporcionará sufrimientos, incomprensiones, calumnias, persecuciones, aislamientos, aún dentro de la misma Iglesia, si está gobernada por pastores cobardes. Como le pasó al mismo Cristo, que fue condenado por los suyos por la Sinagoga.

 

        2.- Pero no hemos de tener miedo y ceder a la cobardía,  porque “no hay nada encubierto que no llegue a descubrirse; nada hay escondido que no llegue a saberse…Lo que os digo de noche decidlo en pleno día y lo os digo al oído, pregonadlo desde la azotea... no tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma”. Nosotros, para Dios, valemos más que los gorriones que Él cuida con esmero ¿cómo no lo va a hacer con nosotros?¿cómo nos va a abandonar y dejar solos ante los enemigos de su verdad y de los que la predicamos? Nosotros valemos más que los gorriones porque para todos los creyentes la vida es más que esta vida y esperamos la última palabra de la historia del mundo en Dios; por eso “si uno se pone de mi parte ante los hombre, yo también me podré de su parte ante mi Padre del cielo”.     

        El Señor formula un conjunto de preceptos en los que deben inspirarse los discípulos para modelar su personalidad y su acción. Existe un estilo evangélico. El discípulo tiene que imbuirse de Él para parecerse al Maestro. Por otra parte, el modelo viviente no es otro que el propio Señor. Así, lo mismo que Jesús encontró hostilidad, la encontrarán los discípulos, pero no tienen por qué temer. En primer lugar, conserven su confianza en la manifestación final de la verdad, no obstante, la fuerza opresora de la mentira de este mundo.

        3.- La misión de los discípulos de Jesús, de todos los bautizados y enviados, sacerdotes y seglares, será proclamar abiertamente el mensaje recibido. Los discípulos deberán “hablar desde los terrados”. Esto alude a un rasgo peculiar de las costumbres de Oriente. La gente acostumbra a reunirse en las terrazas de las casas, al remitir el calor al atardecer. Se habla y se oye de una terraza a otra, de manera que el conjunto de los tejados constituye una especie de plaza pública. Hablar en los terrados equivale a una proclamación hecha en público. La proclamación del Evangelio suscitará violentas hostilidades, dice el Señor. Partiendo de esta advertencia, enseña en qué nivel han de colocar los discípulos su aprecio por los diversos valores de la vida humana y cuál debe ser la naturaleza de su confianza en Dios.


        4.- ¡No temáis a los que matan el cuerpo...! Es la consigna repetida tres veces por Jesús. Es algo que Él experimentó muy vivamente en su cuerpo y en su espíritu durante toda su vida apostólica, desde las tentaciones en el desierto hasta la muerte en la cruz, anunciada y presentida también tres veces y, precisamente por hablar claro y decir la verdad del culto a Dios, del amor al hombre, del poder, de la verdad de la vida ante los poderosos de la religión y de la política y de la economía de su tiempo. Tales poderes pueden matar el cuerpo pero no el alma. El punto de inserción del Evangelio en el hombre es el alma de éste, responsable, inmortal y llamada a la plenitud de la felicidad. El discípulo de Cristo debe saber que su ser corporal vale la pena de que se sacrifique por Cristo y su Evangelio porque Dios Padre lo ve y lo premiará. Los mártires de hoy y de siempre vivieron y viven ya en el cielo lo que estamos diciendo.

        Desgraciadamente en España muchos cristianos no sólo no han defendido el Evangelio en estas circunstancias políticas, sino que han tomado y votado opciones morales y humanas en relación la vida, el matrimonio, la educación… que van directamente en contra del Evangelio. Ha sido tan poca la fe y tanto el materialismo, el deseo de poder, como ya he dicho infinidad de veces y por lo cual he sido perseguido en muchas ocasiones, por parte de los mismos creyentes, que no solo no han predicado ni dado testimonio de fe, sino que han pisoteado la fe y han votado y defendido cosas que van directamente contra la verdad y la vida de Cristo. Y se han avergonzado de Cristo. Y muchos han terminado donde ahora están, en el laicismo, ateismo… y  todo esto, con el silencio muchas veces de los pastores más responsables en cada una de las diócesis de España, donde los lobos devoradores han ido matando las ovejas y nadie las ha defendido ni de palabra ni de obra.    Tendría muchas cosas que decir en este aspecto, pero tuve la ocasión de hacerlo y públicamente ante muchos obispos en Roma. Todo este silencio creó una confusión muy grande en los comienzos políticos de España, porque desde arriba no se ha hablado claro ni se han refutado ni combatido errores de verdad y de vida con valentía y no se ha tenido en cuenta el Evangelio de Cristo, especialmente el mensaje de hoy.

        Hoy vivimos en un mundo que no cree en Dios, en Jesucristo, en el Evangelio; si seguimos a Jesús, tanto en vida personal como en predicar su verdad, tenemos que sufrir mucho. Por eso, qué oportunas son y que consuelo dan estas palabras del Señor que escuchamos en este domingo: “No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma…”  Hace algunos años fueron en masa lo cristianos españoles que hicieron al revés y siguieron bautizando a sus hijos y casándose …en quién bautizaron y se casaron….esto ha hecho y sigue haciendo mucho daño a la Iglesia, que necesita profetas verdaderos y no palaciegos y oficiales más pendientes de agradar a los hombres, de no buscarse complicaciones y sufrir por el Evangelio, que de agradar a Dios y cumplir con el que dijo: “el que quiera ser discípulo mío.... niéguese a sí mismo…quien no pospone a su padre, a su madre… no es digno de mí…quien no está conmigo está contra mi…”   Y así todo el Evangelio. Está clarísimo. Mucha cobardía, en los de arriba y de abajo de la Iglesia.

        ¡No, temed al que puede destruir con el fuego cuerpo y alma! ¡Cuántos españoles profesionales han sufrido postergación en sus cargos, en la sociedad, por defender  sus ideas evangélicas! Este es el sentido de esta afirmación: habrá un juicio justo en la propia conciencia ya en este mundo y en el juicio de Dios. Nuestro testimonio a favor de Jesús aquí en la tierra prepara una definitiva declaración suya en favor nuestro ante el Padre: “Me pondré de su parte en el cielo”. Y no lo dudamos y por eso hablamos claro, aunque en la vida seamos perseguidos… Como lo fue Jesús y el profeta Jeremías, en la primera lectura, y todos los santos y santas cristianos que ha vivido el Evangelio.

 

        5.- Jeremías siete siglos antes de Cristo, ha tenido que hablar y predecir, en nombre de Yahvé, desgracias para su pueblo. Lógicamente, lo de siempre de ayer y hoy. A nadie le gusta que le digan sus defectos, y el pueblo se ha rebelado contra Él. Como Jeremías no quiere ser un profeta oficial y palaciego, que tenga que vivir de los poderosos, ni busca escalar cargos ni le preocupa el dinero, se lo juega todo a la baza de Dios. Se ha quedado solo, tremendamente solo; y en esa soledad de todo, únicamente pone su confianza en el Señor y pide venganza. Pero el cristiano que vive en plenitud la caridad de Cristo, que perdonó a sus enemigos, debe perdonar también a los que le persiguen y calumnian por predicar el Evangelio, sin echarse atrás por la pérdida de cargos y poderes. Como no esté dispuesto a sufrir, no cumplirá el mandato del Señor.

        Todos debemos cumplirlo: niños y niñas de Primera Comunión, padres y madres, mundo del trabajo, profesionales, ¿dónde están los cristianos que defiendan a Cristo desde las azoteas? Todos debemos hacerlo, algunos más que otros. ¡Cuanta cobardía! Todos, matrimonios, familias, jóvenes, todos somos invitados por Cristo a ponernos de su parte delante de los hombres ¿Qué pasaría en este pueblo, ciudad, nación si los cristianos cumpliéramos este mandato de Cristo?

        Hoy abundan cristianos vergonzantes y miedosos. Frente a un ambiente social poco favorable a la fe, el miedo se disfraza de prudencia y silencio, que es pura cobardía. Y así lo vimos años pasados y todavía. El miedo conduce también  al refugio pietista y evasivo y a disimular la fe en la vida cívica y profesional.        Sacerdotes miedosos, más pendiente de halagar al auditorio y no perder su aplauso que complacer a Dios. Si el Evangelio es tremendamente duro y exige a veces, no se puede desfigurar. Y si no que me expliquen el Evangelio de hoy. También hay obispos que han enmudecido y han dejado que los lobos de la política o medios se coman a la grey.  Hay obispos que deben predicar más alto y claro ante  los poderes públicos. Jesús nos invita a todo a ser valientes y confesar su nombre y evangelio.

 

 

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XIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

 

PRIMERA LECTURA: 2 Re 4, 8-11, 14-16

 

        Este relato refiere la hermosa historia de una hospitalidad. Entraña un hondo significado. Recuerda la narración de la hospitalidad de Abrahán cuando se le apareció Yahvéh bajo la apariencia de tres hombres, junto a las encinas de Mabré. Dios prometió a Abrahán, en correspondencia a su acogida, que al año siguiente tendría un hijo (Gen 18, 10). Aquí promete Eliseo a la Sunamita que, en señal de benevolencia, por razón de su hospitalidad, tendrá un hijo entre sus brazos, antes de un año. Ahora bien, en la mentalidad de aquella época, el tener un hijo, máxime cuando no se esperaba, constituye la mayor bendición que puedan esperar de Dios un hombre y una mujer. La hospitalidad merece, por consiguiente, nuestra reflexión. La hospitalidad tiene un sentido religioso porque el huésped debe ser considerado como presencia de Cristo en el Nuevo Testamento.

 

SEGUNDA LECTURA: Rm 6, 3-4, 8-11

 

        Cristo nos da la vida divina, de la que Él es al mismo tiempo manantial, por ser Dios y Mediador. Por Él somos injertados en la vida divina mediante el santo bautismo. Somos una nueva criatura «en Cristo». En Él nuestra realidad humana entra en una comunión que nos hace llegar hasta Dios. En Cristo somos transformados por Dios hasta el punto de crearse en nosotros una vida nueva, que nos hace partícipes de la vida misma de Dios y partícipes de su misma gloria. El Espíritu Santo prometido por Cristo se hace alma de nuestra alma; nos ilumina y nos fortalece interiormente con miras a identificarnos totalmente con Cristo. Así morimos al pecado y vivimos para Dios: “Porque su morir  fue un morir al pecado de una vez para siempre; y su vivir es un vivir para Dios. Lo mismo vosotros consideraos muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús, señor Nuestro”.

 

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 10,37-42

 

Queridos hermanos: No sé si a vosotros os habrá pasado lo mismo, pero lo cierto es que cuando siendo párroco tenía que predicar este evangelio me resultaba difícil, duro y complicado, porque tiene afirmaciones del Señor que entendidas al pié de la letra, a primera vista, parecen que van contra sus mismos mandamientos: « En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: El que quiere a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí>,pues no nos ha mandado el Padre en el cuarto mandamiento que amemos y respetemos a nuestros padres y cuidemos de los hijos…”El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí la encontrará, pues no nos ha mandado no matar o matarnos y cuidar y convervar la vida?

        ¿Qué es lo que tenemos que hacer entonces? Señor, es que esto que tú nos dices en este evangelio suena, como si tuvíeramos que aborrecer o abandonar a nuestros padres y a nuestras madres o a los hijos para amarte a tí…Ya sé que vosotros lo entendéis perfectamente, pero la gente, el cristiano ordinario a veces no lo entiende como Jesús lo dijo y lo pide para todos los cristianos en el evangelio de hoy.

        Pues bien, hoy, para entender este evangelio y que nuestros feligreses lo entiendan, yo les decía a ellos, no a vosotros que lo entendéis perfectamente y sabéis lo que cuesta practicarlo, cuesta gran esfuerzo y toda una vida y a veces sin conseguirlo plenamente porque es la cima de la santidad cristiana, de la perfección de la vida de Dios en nosotros recibida en el santo bautismo…, yo le decía: queridos feligreses, si en lugar de amarás al Señor tu Dios sobre todas las cosas, pones preferirás a Dios sobre todas las cosas, preferirás a Dios sobre tu yo, tu persona, sobre todas las cosas, sobre tu familia, padres y demás, lo entendereis mejor aunque te costará realizarlo.

Pues esto es todo lo que nos dice Jesús en el evangelio de hoy a todos, a padres, curas y monjas: Dios es Dios, es Dios de tu persona y de tu vida y también de tu eternidad, de tu salvación y gozo eterno, y el Dios del cielo quiere empezar a ser tu Dios y Señor y tu cielo ya en la tierrra, y quiere llenarte de su misma vida trinitaria y eterna e infinita de amor y felicidad viviéndola como Jesús nos predica hoy en este evangelio y para eso necesita que le ames sobre todos y sobre todas las cosas y desde ahí Él podrá llenarte de su misma vida y felicidad y amarás a tus padres y a todos con su mismo amor infinito.

        Hermano sacerdote, cristiano, religiosa ¿Quieres llegar a la experiencia de Dios en esta vida? Ámale con esta plenitud que Cristo nos predica en este evangelio y que Él vivió y experimentó en su humanidad. Y para eso, Dios y sus mandamientos y evangelio estarán siempre en primer lugar y estarán también siempre sobre lo que quieran a veces tu familia, tus padres, tu comodidad, tus placeres, tu dinero, tus egoismos… Fíjate en el problema de las vocaciones hoy día, muchos padres se oponen a que su hijos e hijas sean sacerdotes o religiosos, y claro, por seguir al Señor, hay que desobedecerlos, rechazarlos.

        Tratar de vivir el primer mandamiento de amarás a Dios con toda tu alma, con todo tu ser, con todo tu amor sobre todas las cosas, sobre todas las personas, es luchar y esforzarse por vivir la vida de gracia en plenitud, vivir la vida sobrenatural de  amor a Dios sobre las tendencias y amores naturales a nosotos mismos con las cuales nacemos,  y esto, desde el santo bautismo.

Y aquí vienen en nuestra ayuda e iluminación todos los místicos, los que lo han recorrido y vivido este camino de amor a Dios sobre todas las cosas o de conversión permanente, como querais llamarlo: S.Juan de la Cruz, santa Teresa, madre Teresa del Calcuta, S. Juan Pablo II todos los que han vivido en plenitud la vida de Dios, la vida de la gracia, todos hombres de oración y conversión permanente sobre nuestras propias tendencias: “si alguno quiere ser discipulo mío, níeguese a sí mismo tome su cruz y me siga”.

Es que nacemos y vivimos el pecado original desde el mismo seno materno donde ya nos buscamos y preferimos a nosotros mismos en todo y esto aunque uno sea cura y papa, y tenemos que vencerlo cumpliendo los mandamientos de Dios con su gracia y nuestra oración y conversión permanentes.

Qué gozo llegar así a la plenitud del amor del Padre Dios que nos quiere como hijos amados en su mismo Hijo, Verbo, Palabra de Amor del Padre  pronunciada para nosotros con su mismo Fuego de Amor de Espiritu Santo. 

Qué gozo saber y experimentar este amor del Padre y del Hijo, que nos quieren de esta forma tan divina, que quieren que vivamos ya en la tierra su mismo Amor Trinitario, que vive ya en nosotros desde la gracia del santo bautismo y que los viven la vida de gracia y amor en plenitud llegan a sentirlo  y experimentarlo como los Apostoles en Pentecostés.

Y esto es la vida cristiana,  la vida gracia desarrollada en  plenitud y perfección por la oración y conversión permanentes, que tanto necesita la Iglesia de todos los tiempos. Sigamos este camino en nuestras vidas. Así sea.

 

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Queridos hermanos: Este evangelio que parece tan complicado y a primera vista nos cuesta comprenderlo y aceptarlo, (leer el evangelio) odiar a su padre a su madre… es sencillamente la formulación del primer mandamiento de la Ley de Dios que aprendimos todos desde niños, pero expresado de forma negativa.

El primer mandamiento que aprendimos en la infancia de los que tenemos algunos años, se expresaba en infinitivo: 1º mandamiento: Amar a Dios sobre todas las cosas, no jurar, honrar padre y madre… luego hace ya algunos años lo formularon de forma personal, en segunda persona: amarás.. no tomarás el nombre de Dios en vano, honraras a tu padre y a tu madre… lo formularon con el mismo contenido, pero de forma distinta añadiendo frases del evangelio: amarás al Señor tu Dios sobre todas las cosas, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser.

Pues hoy, para entender el evangelio, si en lugar de amarás a Dios sobre todas las cosas, pones preferirás a Dios sobre todas las cosas, sobre ti mismo y lo que te agrade, sobre tu familia, tus padres, tu comodidad, tus placeres, tu dinero, tus egoismos… preferirás a Dios sobre tu yo, tu persona, sobre todas las cosas de tu familia, padres y demás, lo entendemos mejor todo los que dice Jesús en el evangelio. 

Lo mismo pero dicho en forma negativa, poniendo el no, sería el que no quiere a Dios y la voluntad de Dios sobre todo, sobre su yo, sobre sus mismos padres, dinero, placeres… no es digno de mi; y lo mismo pero en forma afirmativa:  El que quiere a su padre o su madre más que a mí, no es digno de mí; y el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí; y el que no toma su cruz y me sigue no es digno de mí.

        Vamos a tratar de explicar un poco lo que quiere decir el Señor en este evangelio. Mirando, por ejemplo, las vocaciones sacerdotales o religiosas es muy fácil de entender… (explicarlo)

Si trato y quiero explicároslo a vosotros que me escucháis tan atentos, mirando a todo hombre, a todo cristiano que quiera caminar hasta la perfección de la vida cristiana, hasta la santidad, hacia la perfección, porque este evangelio es para santos, para los que quieran amar a Dios sobre todas las cosas, llegar a la santidad en este mundo, diríamos lo siguiente. Todas las personas nacemos con una serie de valores primarios inscritos en la propia naturaleza: por ejemplo, el amor a la vida, el amor al alimento y al dinero, el amor a los padres y a los hijos, etc. Esto es el pecado original, es decir, por el hecho de nacer todos aspiramos a nuestro yo más que a los demás, incluso, más que a Dios y a nuestros padres. Pero tenemos que para los cristianos, el valor primero, al que han de subordinarse todos los demás valores, tiene que ser el amor a Cristo, a Dios: amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón…. No es que los demás valores no tengan valor en sí mismos, sino que todos los demás valores debemos ponerlos al servicio del valor primero, el amor a Dios, a Cristo Dios.

Por ejemplo: son valores cristianos, para todo ser humano, amar la vida, amar la comida y el dinero, amar a los padres y a los hijos, etc., pero debemos renunciar a cualquier valor, por muy natural y cristiano que nos parezca, si entra en contradicción y nos impide realizar el valor primero: el valor supremo y primero que tiene que ser Dios, Cristo. Y esto es el cristianismo, la vida cristiana en camino de perfeccion, el camino de los mandamientos de Dios, de la santidad.

Así lo han demostrado a lo largo de la historia, miles de cristianos, de hombres y mujeres virtuosos, hijos que renunciaron y se opusieron a sus padres para poder seguir su vocación religiosa, misioneros que dejaron su familia y su patria y asumieron toda clase de privaciones, peligros y persecuciones para poder predicar con libertad el evangelio de Cristo, personas que arriesgan la vida por salvar a otros. En definitiva, debemos estar dispuestos a renunciar a todo lo que nos impida ser fieles al valor primero y principal: el seguimiento de Jesús.

Esto puede parecer fácil en teoría, pero es tremendamente difícil realizarlo cada día y en cada momento. Es el camino de la santidad, de las virtudes heroicas de los que son por eso canonizados. Porque tenemos un cuerpo que lucha continuamente contra el espíritu. Los valores del cuerpo son el materialismo, el bienestar corporal, un egoísmo a ultranza, los valores económicos, políticos y sociales que nos predica continuamente la sociedad en la que vivimos, en definitiva, el preferirnos a nosotros mismos más que a los demás.

Para vivir diariamente según la escala de valores cristianos, esto es, cumplir los mandamientos, caminar hacia la perfección del amor y la santidad,  hace falta mucha fe, oración, unión con Dios, mucho valor humano para superar todas las tentaciones de preferirnos a nosotros mismos más que a Dios, valor supremo.

Siempre ha sido difícil amar a Dios sobre todas las cosas y  a los demás más que a nosotros mismo, pero hoy día, es mucho más dificil, porque lo que sale en la tele, los medios, la vida es todo lo contrario, buscar el propio placer e interés sobre el de los demás, y Dios sus mandamientos y los demás no existen. Solo las almas de oración y eucaristía verdadera pueden hacerlo. Por eso hay tan pocas vocaciones al sacerdocio, a la vida religiosa, a las misiones, a la vida de caridad y atención a enfermos, ancianos…

Por eso, en este mundo y cultura actual, todo cristiano tiene que aceptar vivir en minoría dentro de esta sociedad en la que nos ha tocado vivir. Y hacerlo con alegría, con humildad y con mucha perseverancia. Sólo así podremos decir que somos discípulos de Jesús. Oración, ratos de oración personal ante el Sagrario, eucaristía sacrificando nuestro yo con Cristo en la misa y luego tratar de amar y perdonar continuamente a los que te rodean. Que Dios os conceda esta gracia, es el cielo en la tierra.

        Vamos a tratar de explicar un poco lo que quiere decir el Señor en este evangelio. Mirando a las vocaciones sacerdotales o religiosas es muy fácil de entender…

Mirando a todo hombre, a todo cristiano que quiera caminar hasta la perfección de la vida cristiana, hasta la santidad, diríamos lo siguiente. Todas las personas nacemos ya con una serie de valores primarios inscritos en la propia naturaleza: por ejemplo, el amor a la vida, el amor al alimento y al dinero, el amor a los padres y a los hijos, etc. Esto es el pecado original, es decir, por el hecho de nacer todos aspiramos a nuestro yo más que a los demás, incluso, Dios. Pero tenemos que para los cristianos, el valor primero, al que han de subordinarse todos los demás valores, tiene que ser el amor a Cristo, a Dios: amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón…. No es que los demás valores no tengan valor en sí mismos, sino que todos los demás valores debemos ponerlos al servicio del valor primero, el amor a Dios, a Cristo Dios.

Por ejemplo: son valores cristianos, para todo ser humano, amar la vida, amar la comida y el dinero, amar a los padres y a los hijos, etc., pero debemos renunciar a cualquier valor, por muy natural y cristiano que nos parezca, si entra en contradicción y nos impide realizar el valor primero: el valor supremo y primero que tiene que ser Dios, Cristo. Y esto es el cristianismo, la vida cristiana, el camino de los mandamientos de Dios, de la santidad.

Así lo han demostrado a lo largo de la historia, miles de cristianos, de hombres y mujeres virtuosos, hijos que renunciaron y se opusieron a sus padres para poder seguir su vocación religiosa, misioneros que dejaron su familia y su patria y asumieron toda clase de privaciones, peligros y persecuciones para poder predicar con libertad el evangelio de Cristo, personas que arriesgan la vida por salvar a otros. En definitiva, debemos estar dispuestos a renunciar a todo lo que nos impida ser fieles al valor primero y principal: el seguimiento de Jesús.

Esto puede parecer fácil en teoría, pero es tremendamente difícil realizarlo cada día y en cada momento. Es el camino de la santidad, de las virtudes heroicas de los que son por eso canonizados. Porque tenemos un cuerpo que lucha continuamente contra el espíritu. Los valores del cuerpo son el materialismo, el bienestar corporal, un egoísmo a ultranza, , los valores económicos, políticos y sociales que nos predica continuamente la sociedad en la que vivimos, en definitiva, el preferirnos a nosotros mismos más que a los demás.

Para vivir diariamente según la escala de valores cristianos, esto es, cumplir los mandamientos, caminar hacia la perfección del amor y la santidad,  hace falta mucho valor humano para aceptar cristianamente las muchas cruces que la vida de cada día nos trae y, sobre todo, mucha gracia de Dios.

Siempre ha sido difícil amar a Dios, a los demás más que a nosotros mismo, pero hoy día, mucho más, porque lo que sale en la tele, los medios, la vida es todo lo contrario, buscar el propio placer e interés sobre el de los demás. Por eso no hay vocaciones al sacerdocio, a la vida religiosa, a las misiones, a la vida de caridad y atención a enfermos, ancianos…

Por eso, en este mundo y cultura actual, todo cristiano tiene que aceptar vivir en minoría dentro de esta sociedad en la que nos ha tocado vivir. Y hacerlo con alegría, con humildad y con mucha perseverancia. Sólo así podremos decir que somos discípulos de Jesús.

 

2.- La vida de Cristo fue toda ella un don de Dios para con nosotros. Hagamos nosotros, en nombre de Cristo, de nuestra vida un don para los demás. Seguro que Dios, de una manera o de otra, nos lo recompensará.

 

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Queridos hermanos: El evangelio de hoy es un examen de nuestro amor a Dios, de nuestra santidad, de nuestra vida cristiana. Esto solo lo pueden entender las personas que quieran seguir a Cristo en radicalidad, como son los sacerdotes, los religiosos, los monjes y los contemplativos, y todos los bautizados, todos vosotros, que queráis amar a Dios sobre todas las cosas, ser santos, como nos dice el Vaticano II.

Pues bien, nos preguntamos esta mañana: ¿CÓMO ES NUESTRO AMOR A DIOS? Y ahora vamos a ver cómo es nuestra radicalidad en el seguimiento a Cristo, en el cumplimiento de primer mandamiento: amarás al Señor tu Dios con todo… sobre todas las cosas.

 Cuando el evangelista pone en labios de Jesús la expresión "el que ama a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí" nos deja un poco desconcertados. Parece que va contra el cuarto mandamiento. Puede que exclamemos como dicen hoy los chicos ¡qué fuerte! Quizá pensemos que Jesús no quiere acogernos, que es demasiado exigente o tal vez ignora nuestra realidad pecadora.

Nada de eso... Jesús sabía muy bien a quién estaba hablando y lo que quería decir. Estas palabras desconcertantes del evangelio de hoy muestran la radicalidad del seguimiento de Jesús. No vale quedarse a medio camino. Como Él es Dios. si decidimos seguirle, debe ser con todas las consecuencias. La persona de Cristo debe ser para el cristiano el centro y el valor absoluto de su vida. Lo demás debe quedar en segundo plano.

Esto no quiere decir que no amemos o no nos preocupemos de nosotros, de nuestra familia, de nuestros intereses, sino que deben quedar en segundo lugar porque tenemos que priorizar el amor y el cumplir la voluntad de Dios sobre nuestros egoísmos.

Estoy seguro de que el que ama a Jesucristo con todo su ser demuestra también su amor a los demás, comenzando por los suyos. AHÍ ESTÁ EL 4º mandamiento de la ley de Dios…

San Agustín pedía a los fieles de la Iglesia de Hipona que amaran a Dios por lo menos con el mismo amor que demuestran a sus padres: “Deduce del amor que sientes por tus padres cuánto debes amar a Dios y a la Iglesia. Pues si tanto ha de amarse a quienes te engendraron para la muerte, ¿con qué amor han de ser amados quienes te engendraron para que llegues a la vida eterna y permanezcas por la eternidad? Ama a tu esposa, ama a tus hijos según Dios, inculcándoles que adoren contigo a Dios. Una vez que te hayas unido a él, no has de temer separación alguna. Por tanto, no debes amar más que a Dios a quienes con toda certeza amas mal, si descuidas el llevarlos a Dios contigo”. (Sermón 344,1-2).

Pero amar a Jesús es amar a los hermanos. El movimiento se demuestra andando y el amor a Dios entregándose por el prójimo, especialmente el más necesitado. El que recibe a alguien en su casa, el que da un vaso de agua al sediento, acoge al que está solo, "pierde su tiempo" por los demás, no quedará sin recompensa. Este es el regalo que obtuvo la mujer de Sunem cuando demostró su hospitalidad con el profeta Eliseo.

– Pregúntate, ¿a quién amas? El amor se demuestra con los hechos. Si estás dispuesto a perder tu vida por alguien, entonces sí que demuestras amor por él. Ese Alguien es Jesucristo. ¿Qué estás dispuesto a hacer por El? Curiosamente, el que pierde, encuentra. Consigue una vida mucho más plena.

Y ahora te explico brevemente, para no alargarme, las palabras de Cristo en el evangelio de hoy…

 

3. - ¿Qué es tomar la cruz? Es asumir la que cada uno lleva. No hace falta crearse otras cruces, basta con saber llevar la que uno tiene: la cruz de tus dolencias, la cruz de tu fracaso, la cruz de tu cansancio, la cruz de tu ceguera o defectos físicos ¿Cómo llevas tu cruz? No se trata de resignarse, se trata de llevarla con entereza y siendo solidario con el hermano.

        Una vez que hayas asumido tu cruz, estás en condiciones de ayudar a los demás a llevar la suya. La cruz no es signo de muerte, es signo de amor y de vida. De la cruz de Jesucristo surgió la vida para todos, el triunfo definitivo sobre la muerte. Llevar la propia cruz y ayudar a llevarla al hermano es un signo de amor, y amar es dar vida.

Vivimos con Cristo y de la vida que de él nos viene, nos recuerda la Carta a los Romanos. Los que se incorporan a la muerte de Cristo por el bautismo participan también de la nueva vida que se manifiesta en la resurrección de Cristo. Saliendo del agua significamos esta resurrección a la nueva vida. La nueva vida ha de acreditarse en una buena conducta moral hasta que la Resurrección triunfe definitivamente en la vida eterna.

 

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QUERIDOS HERMANOS: En la lectura evangélica de hoy, San Mateo, agrupa máximas y sentencias que Jesús pronunció probablemente en diversas ocasiones. Me impresiona este lenguaje duro y exigente, de corte radical y estilo profético, sin matices ni atenuantes. Si en el domingo último se refería a predicar sin miedo, aún arriesgando la vida, en este Evangelio se refiere preferentemente a la llamada vocacional, aunque vale para nuestra relación con Dios en general.

        Este lenguaje impactó a los oyentes de Jesús y el eco de sus palabras se prolongó en las primeras comunidades, en que debieron circular como aforismos  proverbiales. Por eso las recogieron los cuatro evangelistas, incluido San Juan, y las transcribieron como condiciones necesarias para ser discípulos de Jesús y seguirle. Estas condiciones sólo pueden ser comprendidas y practicadas desde una fe total y totalizante en Cristo, como Hijo de Dios y, por tanto, valor primero y absoluto sobre todos los demás.

       

        1.- De todas las sentencias o exigencias de Jesús en el Evangelio de hoy, para mí la clave comprensiva de todas las demás está en esta afirmación de Jesús: “El que pretenda conservar su vida la perderá, y el que haya perdido su vida por mí, la encontrará”. Ya la sabiduría judía del tiempo de Cristo tiene fórmulas que se parecen un poco a esta frase, pero el Señor introduce en ella la siguiente nota, inaceptable para un judío: “por mí”. Dicho de otra manera. Cristo se presenta absolutamente como merecedor de que se arriesgue la vida por Él. El supremo objetivo de la vida no podría ser otro que Dios. Jesús se propone con aplomo, con un lenguaje sencillo y claro, como objetivo válido de la vida. Quiere decir que se hace igual a Dios. El hombre que dé su vida por Él, la da por Dios. Incluso se puede decir que el cristiano no puede elegir a Dios como centro de su vida si no es decidiendo centrarse sobre Cristo. ¿Qué significa aquí perder y encontrar?

 

        2.- El que pretenda conservar su vida la perderá. ¿Por qué? ¿De qué vida se trata? Se trata de la vida del hombre vivida para su egoísmo de pecado, de una vida entregada a las tendencias naturales que le desvían de Dios. El hombre pecador, al desentenderse de Dios, se aleja de la fuente que le crea, que  le hace existir y le da vida. Lleva dentro de sí una tendencia, debida al pecado original, que le inclina naturalmente hacia el propio yo, que le orienta hacia lo opuesto a vida de Dios, es decir, hacia la nada y hacia la muerte. Pierde la vida para la que está hecho sin que pueda aniquilar la vida que le atormenta. Acaso sea preciso pronunciar aquí la temida palabra «infierno». Bien entendido que, cuanto precede, se encuadra en el marco de una libertad plenamente lúcida y capaz de decisiones plenamente responsables, dos condiciones que siguen siendo por siempre el misterio de Dios.

 

        3) Felizmente, el Señor nos brinda una perspectiva positiva. “El que haya perdido su vida por mi, la encontrará”. ¿Cuál es el primer paso en el camino en que uno «pierde su vida»? El acto de fe en Cristo. Cuando se otorga la fe a Cristo, se renuncia al confort de las propias ideas y criterios para apoyarse solo en Él; se acepta el ir más allá de la propia seguridad y se acepta el lanzarse a una especie de vado intelectual; pero en este vacío nos aguarda el conocimiento que, sin ser una visión para la inteligencia, es un encuentro para el «corazón», es decir, para esta capacidad de conocer a quien, en el fondo de nuestro ser, nos hace receptivos a la inmensa Verdad.

        Dar la propia fe a Cristo supone la pérdida, por voluntaria renuncia, de cierto número de cosas que son enumeradas por San Pablo en su epístola a los Colosenses: el egoísmo, la impureza, la vanidad, el orgullo, el materialismo de la vida (Col 3, 5-8). Perder la vida por Cristo puede también significar que algunos cristianos eligen la renuncia de los bienes temporales antes que renegar del Señor, cuando una sociedad hostil a Dios se pone a perseguirles. Esto no es tan sólo un hecho de historia pretérita, sino una realidad actual, un hecho contemporáneo. Hoy algunos cristianos eligen perder muchas cosas, incluso su vida, antes que abandonar su fe. ¿En qué cosas aceptamos «perder la vida» por Cristo para encontrar lavida? El grado de fe se mide por el grado de renuncias que estás dispuesto a realizar por Cristo. Renuncias a mucho, es que crees mucho; renuncias a poco, es que crees poco; no renuncias a nada, es que no crees en nada. Pregúntate ahora mismo: ¿a qué cosas estoy renunciando por Cristo? ¿Qué cosas estoy haciendo que dejaría de hacer si creyera en Cristo?

 

        4.-“El que quiere a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí… el que quiere… no es digno de mí”. Lo primero será aclarar esta sentencia para no ver o interpretarla en sentido distinto al que Jesús quiere. Jesús no nos pide que no amemos a nuestra familia. Precisamente esto es lo que nos manda el quinto mandamiento de la ley de Dios: amar a los padres y familia. Es lógico y natural. Lo sobrenatural es lo que nos pide Jesús. Jesús no nos pide, por tanto, que no amemos a los nuestros; lo que nos dice es que ese amor a la familia, cuando Él llama, debe estar en segundo lugar.

        Por lo tanto, nunca debemos dejar de seguir su llamada a ser discípulos suyos por apego a los padres. Lo primero es el reino, el seguimiento, el ser discípulo y seguirle con la cruz de cada día. Precisamente esa cruz vendrá muchas veces por tener que perdonar y amar a los nuestros a pesar de sus egoísmos, dificultades. Vivir la amistad con Dios, la vida de gracia debe estar por encima de familia, parentesco y relaciones humanas. 

        El seguimiento de Cristo exige una adhesión radical que se expresa en un amor totalizante, superior a todo otro amor. Hay que amar a Jesús más que a los padres, más que a los hijos, más que a nosotros mismos, es decir, más que a la vida, siempre y todos los días, cuando nos llame a vivir la vida de gracia, a ser santos haciendo cosas que nos cuestan, a renunciar a nuestros egoísmos, comodidades, pasiones de sentidos y carne, a perdonar a los enemigos, aunque tenga que imponer a mi corazón grandes cruces.

        5.- Y de aquí el sentido de la afirmación: “Él que no tome su cruz y me siga, no es digno de mí”. Por la muerte del yo a la vida de Dios. La abnegación,  el dolor, las renuncias, la cruz en el seguimiento de Cristo, no tienen ningún valor en sí mismo, sino en relación a un fín: Jesucristo, Hijo y Revelación del Padre, resucitado, que quiere comunicarnos su triunfo sobre el pecado y la misma muerte: “muriendo, muerte en vida has trocado”.

        Todo trabajo por el reino, por seguir a Jesús, no quedará sin recompensa, aunque sea un vaso de agua: “ El que recibe a un profeta, porque es profeta, tendrá paga de profeta”.  Aquí pueden entrar muchas personas.

         Las que se hacen o ayudan a sacerdotes, misioneras, religiosas por el reino de Dios… aunque sea dejando o en contra de la familia…tendrá su recompensa grande en el cielo.

        Recibir y hablar con cariño de estas personas que lo dejan todo por el reino de Dios, recibirlos con amor de palabra o de obras, orar por ellas… no quedará sin recompensa.

        Hablar bien de sacerdotes, que lo hagan mejor o peor, pero que en definitiva renunciaron a muchas cosas por el reino…darles un vaso de agua, de ayuda, de simpatía, echarles una mano… Dios os dará a todos paga de profetas como si hubierais sido sacerdotes, misioneras, religiosas contemplativas… que renuncian a todo por el reino.

        Yo, personalmente, que soy sacerdote, también estoy necesitado de vosotros, de vuestra simpatía. Dadme un vaso de agua, de amistad, de oración ante Dios, siempre que podáis, mejor todos los  días. Amén.

 

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XIV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

 

PRIMERA LECTURA: Zc 9, 9-10

 

        Este texto expresa la promesa mesiánica de un rey pacífico. En tiempo del rey-Mesías, los carros de guerra y los caballos, armamento de importación extranjera, serán destruidos. Cabalgará sobre un asno, la cabalgadura ordinaria en Israel, y reinará por su justicia y su mansedumbre. Los humildes de corazón le reconocerán y acogerán; ellos serán su reino predilecto. Este reino se extenderá a todas partes donde se encuentren, es decir, hasta los confines de la tierra y de los mares. Por ser ellos los que padecen más conflictos y más guerras, acogerán el mensaje de paz con transportes de júbilo. Este texto forma parte de los anuncios de la paz escatológica hechos por los profetas, es decir, de la paz considerada a lo largo de un tiempo que señalará el final de las pruebas de Israel. Después por Cristo, príncipe de la paz, se alzará la bandera de la paz universal. Par eso es preciso que el hombre reconozca a Dios como Dios y al hombre como hombre. Por este motivo: “Alégrate, hija de Sión; canta, hija de Jerusalén”

 

SEGUNDA LECTURA: Rom 8, 9, 11-13

 

En el lenguaje de San Pablo, la palabra “carne” no significa la realidad física que constituye una parte esencial del ser humano. Hay que tomarla en sentido figurado; en este sentido significa el conjunto de los instintos pervertidos por el pecado. Los instintos son por sí mismos fuerzas naturales buenas que hay que saber utilizar para el bien; pero cuando se constituyen en apoyos del pecado, se convierten en lo que San Pablo llama la “carne”.

        En este mismo sentido conviene tomar la expresión “las obras de la carne”. En el pensamiento de San Pablo, se trata del conjunto de procederes opuestos a las inspiraciones y a la acción del Espíritu Santo. Hay que tomar, pues, el texto de San Pablo no en el sentido de una condenación del cuerpo y de la carne con sus energías, sino sólo en el de una reprobación de la libertad cuando, en lugar de gobernarlos, los deja que se degraden en el pecado. El cuerpo y la carne, como creación de Dios, son buenos por la misma razón que lo es el espíritu. Cuando el hombre, cuerpo, carne y espíritu, se abandona a las inclinaciones que le alejan de Dios, se dice que vive “según la carne”. “Vosotros no estáis en la carne, sino en el espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros… Pues si vivís según la carne, vais a la muerte; pero si con el Espíritu dais muerte a las obras del cuerpo, viviréis”.

 

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 11, 25-30

 

Queridos hermanos: hoy el texto del evangelio se presta más a una sencilla meditación que a una encendida homilía. Así que lo tengo escrito y voy a leerlo despacio.

Dice el texto de San Mateo: “Te doy gracias, Padre, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a la gente sencilla”

        ¿Por qué Jesús se expresa en estos términos? En los versículos anteriores del evangelio de San Mateo, Jesús ha hecho una crítica muy fuerte a los pueblos y ciudades que ha visitado; allí ha predicado y ha hecho numerosos milagros y, a pesar de todo, lo han rechazado: “¡Ay de ti, Corazaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Y tú, Cafarnaún, ¡bajarás hasta lo más hondo del abismo!”

En estas ciudades, quienes organizaron la oposición a Jesús fueron las personas cultas que conocían la Biblia y las tradiciones religiosas. Se sentían tan seguros de sus conocimientos que no aceptaban otro punto de vista, rechazaban cualquier otra interpretación que no coincidía con la de ellos.

Las personas soberbias, que se sienten poseedoras de la verdad, se atrincheran en sus posiciones y asumen una actitud defensiva.

En esta eucaristía, pidámosle a Dios que nos conceda la gracia de abrir nuestras mentes y corazones al cambio; que tengamos la voluntad de aprender nuevos conocimientos; que  estemos dispuestos al debate sereno y respetuoso de las ideas; que no absoluticemos nuestras pequeñas y limitadas experiencias personales.

Las personas, los cristianos normales y sencillos, no asumen actitudes pedantes sino que consideran cada encuentro, cada homilía, cada vez que leen o meditan el evangelio, como una posibilidad de aprender y crecer.

Jesús nos ha llamado a cada uno de nosotros desde el vientre materno; a cada uno de nosotros hace una invitación especial para colaborar en la construcción del mundo y en la difusión del evangelio.

Para escuchar la voz del Espíritu que se manifiesta en nuestro interior es necesario cultivar la actitud de la escucha humilde, desprevenida, abierta. Debemos  reconocer que estamos necesitados de la salvación que nos ofrece Jesús.

 Por eso son muy pertinentes las palabras de Jesús: “Te doy gracias, Padre, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a la gente sencilla” que las diga ahora contemplando a los que hemos venido a la iglesia y estamos escuchando la predicación, que seamos humildes, receptivos, que estemos atentos a lo que nos dice el Señor a través del sacerdote, que aprendamos algo en cada homilía.

“Te doy gracias, Padre, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a la gente sencilla”

Pasemos ahora al segundo texto, que nos muestra a Jesús muy cerca de nosotros, solidario con nuestras fatigas humanas:  Escribe San Mateo: “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera”.

Todos nosotros, sin excepción,  hemos experimentado a veces pruebas duras en la vida, cansancio existencial, desánimo... En ocasiones, hemos creído  que no vamos a superar determinadas  situaciones.

        Jesús, quien asumió plenamente nuestra condición humana y se hizo semejante a nosotros en todo menos en el pecado, vivió hasta el extremo este cansancio existencial. Recordemos la situación  límite en el Huerto de los Olivos, cuando su sensibilidad humana rechazaba beber el trago amargo del sufrimiento: “ Padre, si es posible… pase de mi este cáliz…       Por eso Jesús comprende nuestras angustias. Le son familiares las situaciones de estrés.

        Esta constatación de la experiencia humana de Jesús nos permite sentirlo muy cercano en momentos tristes y confusos de nuestra vida, en momentos duros en que nos sentimos solos, incomprendidos.

En este texto aparece la palabra “yugo” que asociamos con “estar sometido a, obedecer,  soportar”. Los fariseos habían convertido a la religión  en algo agobiante porque habían complicado  la vida diaria de los creyentes con innumerables  leyes. Y la preocupación por cumplirlas al pie de la letra atormentaba la conciencia de los fieles. En este contexto, la religión era yugo insoportable.

Jesús rompe este paradigma de la religión como carga agobiante y propone un modelo nuevo basado en el amor y la confianza. La auténtica fe se asume dentro de una libertad responsable.

Por eso, en fuerte contraste con la hipocresía legalista de los fariseos, afirma que su yugo es ligero, como es ligero todo lo que se asume libremente y por amor.         Pues bien, reflexionemos: Es hora de terminar nuestra meditación dominical:   Que este elogio que Jesús hace de la sencillez sea una invitación para dejar a un lado todo asomo de prepotencia que nos domina a veces y que nos impide abrirnos a  la verdad y al amor paciente y humilde de Jesús.

          Que esta cercanía con Jesús, que conoce las presiones a las que nos somete la vida, alimente en nosotros una amistad confiada y abierta hacia Él, que es el  revelador del Padre, quien compartió nuestras vicisitudes humanas. Y esta cercanía se cultiva con la misa de los domingos y la visita a Cristo eucaristía en el Sagrario. ¿Visitas al Señor, buscas la luz y el consuelo y la fortaleza de Cristo en tu vida viniendo a misa o visitándole y haciendo un poco de oración los días ordinarios.

 

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SEGUNDA HOMILIA: QUERIDOS HERMANOS:

 

        1.- La  primera parte del Evangelio de hoy es una plegaría de acción de gracias al Padre por su manifestación a los sencillos. El anuncio de Cristo sobre el reino, sobre el amor del Padre y su plan de salvación del hombre, no se comprende por vía de sabiduría humana sino por revelación que Dios concede a la gente sencilla y se niega a los sabios autosuficientes.  Sumamente actual.

        Para la comprensión del misterio de Dios, la gente sencilla tiene ventaja incluso sobre los científicos. Porque muchas verdades en relación con Dios y con los hombres  se entienden mejor por el amor, fundiéndose en una realidad de amor con la persona y la realidad amada. Por eso, los sencillos, los que están más vacíos de sí mismos, se abren con mayor facilidad al Padre por su Hijo, y por el Padre a todos los hombres, porque son vistos como hermanos. En relación con Dios y su evangelio muchas verdades no se comprenden si no se viven.

        Es la fe la que da acceso a este conocimiento superior de Dios. La fe es una clase especial de sabiduría, pues no es ciencia sino creencia, fiarse más de la persona que de nuestra inteligencia. Hay una base objetiva sobre hechos reales de intervención de Dios en Jesucristo pero en definitiva hay que trascender por la fe a Dios.

 

        2.- Creer es aceptar a una persona, a Dios, a Jesucristo. Creer en una persona quiere decir aceptar a esa persona, fiarnos de ella, tender hacia ella al hacernos uno con ella. Lo que se cree no son verdades, ideas ni siquiera cosas como el cielo, el pecado; sino que la fe es creer a Alguien. Si fuera lo primero, saber verdades, sería patrimonio de los sabios e inteligentes. Y estos serían los preferidos del reino. Pero la fe esencialmente es fiarse de Alguien, por eso es patrimonio de los sencillos.

 

        3.-  En el cristianismo creer es fiarse de una persona y esa persona es Jesucristo, pero no un Jesucristo, como idea o como personaje histórico que  nos quedó una enseñanza que tenemos que creer, sino es un Cristo que vive actualmente y está cerca de nosotros. Es un Cristo que quiere meterse dentro de nosotros, de ser amigos de cada uno de nosotros, para eso se ha quedado en la Eucaristía.

Por eso, sin vida eucarística, no hay posibilidad de fe viva y verdadera en Jesucristo. No es posible creer en Él de verdad y no buscarle donde está más plenamente y realmente presente, más que en los Evangelios o en la teología.

        Porque no es una persona histórica que pasó, como todos los demás de esta historia humana, sino que creer en Él es creer simultáneamente que está vivo y resucitado. Y esa presencia está ahora en el sagrario como amigos. Por eso no hay fe verdadera y real y profunda en aquellos cristianos que no le buscan y le encuentran en la Eucaristía. Este que está en el Sagrario es el que me espera en el cielo…

        Luego, si yo llego a encontrarme con Él, esta fe me lleva a optar por su persona, hacerme amigo sencillo y humilde como Él, aceptar su Palabra de vida, decidirme por su Evangelio, aceptar su estilo de vida, porque lo veo en Él y me lo enseña en su Presencia Eucarística y me convence esa trayectoria y estilo de Vida.

 

        4.- Creer, en definitiva, para un católico es reconocer al Dios de Jesucristo. Jesucristo se nos presenta siempre como el “Testigo fiel, la Palabra, el Hijo, el Camino, la Verdad y la Vida” para ir al Padre. Reconocer al Dios de Jesucristo lleva consigo poner en cuestión las imágenes y representaciones de Dios que nos fabricamos cada uno con excesiva facilidad, a la medida de nuestros deseos y comodidades. Hay que ajustarlas a todas con la Única Imagen que es Jesucristo.

 

        5.- Es el evangelio de hoy: “En aquel tiempo, Jesús exclamó: Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra,  porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Si, Padre, así te ha parecido. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar”.

        A los «pequeños» se les concede la facultad de reconocer al Padre a través de Jesús, a través de sus palabras, de los actos y la persona de Jesús.

        ¿Quién es este Jesús, a través del cual se revela el Padre?  Este Jesús se nos presenta como “manso y humilde de corazón”. Ha venido a participar de la condición del hombre, quiere descender a la experiencia humana del más humilde, del más pequeño.

        A los pequeños y a los pobres es a los que Jesús se complace en revelarse: “Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré”. “Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso”. “Porque mi yugo es llevadero  y mi carga ligera.

        LO QUE JESÚS NOS PREDICA ESTE DOMINGO PUEDE RESUMIRSE EN ESTA DOS PETICIONES:

        Un acto de fe: YO CREO, SEÑOR, PERO AUMENTA MI.        Y una petición: JESÚS, MANSO Y HUMILDE DE CORAZÓN, HAZ MI CORAZÓN SEMEJANTE  AL TUYO.

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QUERIDOS HERMANOS: Los capítulos 11, 12 y 13 de San Mateo están dominados los tres por los conceptos de «oculto» y «revelado». El Señor revela una enseñanza y se revela a sí mismo. La enseñanza no constituye enteramente novedad, ya que el pueblo judío fue ya ampliamente instruido por Dios. Pero Cristo proporciona nuevas perspectivas a verdades antiguas, lo cual consiste en que estas verdades las vincula a su persona. Su finalidad es la de orientar a los espíritus hacia el descubrimiento de su identidad de Hijo de Dios. Después de esto, aquí la Verdad no es tanto un descubrimiento para la inteligencia al cabo de un esfuerzo en el estudio, cuanto un encuentro de vida por amor, con una apertura total a lo revelado.

        Jesús bendice a su Padre por haber revelado la Verdad, como un encuentro, a quienes tienen el espíritu desembarazado y el corazón disponible. Los primeros en reconocer a Jesús como el Cristo de Dios deberían ser los doctores de la Ley, ya que la Ley y los Profetas anuncian a Cristo. Desgraciadamente su ciencia espiritual se cargó de sutiles razonamientos, de conceptos intelectuales, de discusiones interpretativas, cosas todas que engendran la suficiencia del saber y, por lo tanto, orgullo. Inconscientemente han alzado, delante de su espíritu, una pantalla en la que se complacen contemplando su propia imagen, y se incapacitan para percibir, del otro lado de esta pantalla, el paso del Señor. El beneplácito del Padre no es que los sabios y los prudenteshayan levantado ante sus ojos una pantalla, lo cual es un gran perjuicio, sino que los humildes y los pequeños sean capaces de identificar al Enviado por el Padre para salvarlos mediante el amor extremo que da la vida.

 

        1.- La  primera parte, por tanto, del Evangelio de hoy es una plegaría de acción de gracias al Padre por su manifestación a los sencillos. El anuncio de Cristo sobre el reino, sobre el amor del Padre y su plan de salvación del hombre, sobre la paternidad de Dios y la  fraternidad universal de todos los hombres no se comprende por vía de sabiduría humana sino por revelación que Dios concede a la gente sencilla y se niega a los sabios autosuficientes. 

        Para la comprensión del misterio de Dios, la gente sencilla tiene ventaja incluso sobre los científicos. Porque muchas verdades en relación con Dios y con los hombres  se entienden mejor por el amor, fundiéndose en una realidad de amor con la persona y la realidad amada. Por eso, los sencillos, los que están más vacíos de sí mismos, se abren con mayor facilidad al Padre por su Hijo, y por el Padre a todos los hombres, porque son vistos como hermanos. Es la fe la que da acceso a este conocimiento superior de Dios. La fe es una clase especial de sabiduría, pues no es ciencia sino creencia. Hay una base objetiva sobre hechos reales de intervención de dios en Jesucristo pero en definitiva hay que trascender por la fe a Dios.

        2.- Creer es aceptar a una persona, a Dios por Jesucristo. Creer en una persona quiere decir aceptar a esa persona, fiarnos de ella, tender hacia ella al hacernos uno con ella. Lo que se cree no son verdades, ideas ni siquiera cosas como el cielo, el pecado; sino que la fe es creer a Alguien. Si fuera lo primero, saber verdades, sería patrimonio de los sabios e inteligentes. Y estos serían los preferidos del reino. Pero la fe esencialmente es fiarse de Alguien, por eso es patrimonio de los sencillos.

        3.-  Creer es fiarse de una persona y esa persona es Jesucristo, pero no un Jesucristo, como idea o como personaje histórico que ya pasó y nos quedó una enseñanza que tenemos que creer, sino es un Cristo que vive actualmente y está cerca de nosotros. Es un Cristo que quiere meterse dentro de nosotros, de ser amigos de cada uno de nosotros, para eso se ha quedado en la Eucaristía. Por eso, sin vida eucarística, no hay posibilidad de fe viva y verdadera en Jesucristo. No es posible creer en Él de verdad y no buscarle donde está más plenamente y realmente presente, más que en los Evangelios o en la teología. Porque no es una persona histórica que pasó, como todos los demás, sino que creer en Él es creer simultáneamente que está vivo y resucitado. Y esa presencia está ahora en el sagrario como amigos. Por eso no hay fe verdadera y real y profunda en aquellos cristianos que no le buscan y le encuentran en la Eucaristía. Luego esta fe me lleva a optar por su persona, hacerme amigo sencillo y humilde como Él, aceptar su Palabra de vida, decidirme por el Evangelio, aceptar su estilo de vida, porque lo veo y me lo enseña en su Presencia Eucarística y me convence esa trayectoria de Vida.

 

        4.- Creer, en definitiva, para un católico es reconocer al Dios de Jesucristo. Jesucristo se nos presenta siempre como el “Testigo fiel, la Palabra, el Hijo, el Camino, la Verdad y la Vida” para ir al Padre. Reconocer al Dios de Jesucristo lleva consigo poner en cuestión las imágenes y representaciones de Dios que nos fabricamos cada uno con excesiva facilidad. Hay que ajustarlas a todas con la Única Imagen que es Jesucristo.

 

        5.- “En aquel tiempo, Jesús exclamó: Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra,  porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Si, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar”.

        A los «pequeños» se les concede la facultad de reconocer al Padre a través de Jesús. A través de las palabras, los actos y la persona de Jesús, advierten que entre el que se les presenta a ellos y Dios existe una relación especial de intimidad y de origen de índole filial. El pensamiento judío no rehusaba reconocer a Dios como Padre, sino únicamente en sentido de que Dios es bueno, providente y creador. Concebir a Dios como Padre hasta el punto de que la persona llamada Jesús sea su Hijo, de la misma naturaleza que Él, eso parecía excesivo y blasfemo. A decir verdad, la revelación de un hecho tal supera las posibilidades humanas, es un don de Dios. Los beneficiarios de ese don son los espíritus humildes, sencillos, abiertos, «pequeños».

        ¿Quién es Jesús, a través del cual se revela el Padre? Es “manso y humilde de corazón”. Jesús lleva hasta el extremo la lógica de la Encarnación. Venido a participar de la condición del hombre, quiere descender a la experiencia humana del más humilde, del más pequeño, y es necesario que aquel tenga acceso hasta Él. Además, porque los mejor dispuestos para la Verdad son los espíritus sencillos, porque los mejor preparados para sentir hondamente la necesidad del Padre (incluso a través de las actitudes negativas de rebelión), son los más pequeños y los más pobres. A los pequeños y a los pobres es a los que Jesús se complace en revelarse: “Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré”. “Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso”. “Porque mi yugo es llevadero  y mi carga ligera.

 

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QUERIDOS HERMANOS Y HERMANAS: El pasaje evangélico de este domingo XIV del tiempo ordinario es un autorretrato de Jesús. Él mismo se nos presenta hablando de su identidad, de sus sentimientos, de su invitación a seguirle. Toda esta proclamación se realiza en un clima de oración.

 La relación de Jesús con el Padre, con su Padre Dios, es una relación estrecha, profunda, íntima. En esta página Jesús nos abre su corazón para mostrarnos su relación especial con el Padre. Jesús vive colgado del Padre. Jesús es Dios, él sabe que es el Hijo de Dios y nos habla continuamente de ello, no lo disimula. Aquí lo manifiesta abiertamente. “Todo me lo ha entregado mi Padre”, la misma vida en el seno de Dios, pues tienen la misma naturaleza divina, y la vida humana por medio de María Virgen.

La oración cristiana consiste en entrar en ese diálogo de amor que mantienen el Padre y el Hijo en la eternidad, diálogo que se ha introducido en el tiempo para hacérnoslo más accesible.

Ese diálogo les sabe a gloria, y sabe a gloria a quien ellos introducen en el mismo. Estas cosas Dios las esconde a los sabios y las revela a los sencillos. La primera condición para entrar en ese diálogo de amor entre el Padre y el Hijo ha de ser la humildad, la sencillez de corazón. “Sí, Padre, así te ha parecido mejor”.

Qué tendrá la humildad que tanto atrae el corazón de Dios hacia su criatura. Santa Teresa de Jesús, usando la imagen del ajedrez, viene a decir que la humildad es la reina que da jaque mate al rey (Camino 16).

El Evangelio, la santidad está hecho para los humildes, por eso tantas veces no nos entra en la cabeza ni en el corazón. Al Hijo sólo lo conoce el Padre, al Padre sólo lo conoce el Hijo y a quien el Hijo se lo revele. No se trata de conocer a Dios en abstracto, Jesús nos da a conocer a Dios como su Padre y se nos manifiesta a sí mismo como el Hijo.

El Dios cristiano es un Dios familia, comunidad de tres, diálogo permanente entre ellos. Este es el Dios de Jesús, nuestro Dios. “Venid a mí”. Jesús nos invita a seguirle, a estar con él, a entrar en su amistad. Él sabe que estamos agobiados. Y no nos agobian los problemas, el agobio nos viene de nuestros pecados pasados y presentes, y de las secuelas que han dejado en nosotros.

 Ese agobio sólo lo puede curar él. “Y yo os aliviaré”. Jesús no ha venido para fastidiarnos la vida, no ha venido para echar nuevas cargas sobre nuestros hombros. Jesús ha venido para hacernos la vida más llevadera, para aliviarnos la carga, para infundir esperanza en nuestros corazones fatigados.

Nos lo expresa con la imagen del yugo, ese yugo que une a dos animales de carga que tiran del carro simultáneamente. Jesús nos invita a entrar en ese yugo, donde él tira más fuerte y donde la vida se hace pareja con el otro. Jesús nos invita a una relación de compartir el yugo (con-yuge).

La carga más fuerte es muchas veces la propia soledad. Jesús nos invita a no vivir solos, nos invita a entrar en su yugo, a dejarnos acompañar por él y nos promete que es llevadero este yugo. Claro, si tira él del carro, esto puede ir adelante. No pretendamos hacer solos lo que Cristo quiere hacer con nosotros. No nos empeñemos en tirar del carro con nuestras solas fuerzas, porque nos reventamos y no prosperamos. Venid a mí, cargad con mi yugo, aprended de mí. “Soy manso y humilde de corazón”. Todo un programa de vida.

Como los grandes pintores que con pocos rasgos dibujan un perfil. Jesús nos da estos rasgos de su propio perfil: manso y humilde. Manso por su buen carácter, por su acción pacificadora, por su equilibrio emocional.

Qué bien se está con Jesús, no se enfada, no me echa en cara mis defectos, me ama, tiene paciencia conmigo. Y es humilde, nunca prepotente ni mirando desde arriba, sino arrodillado a los pies de sus amigos para lavarles los pies.

Vale la pena hacerse amigo de Jesús presente en nuestros sagrarios, en él encontramos nuestro descanso. Y para eso,  todos los días, venir a su presencia y hacer la oración-conversión y escucharle todos los días cuando desde su presencia sacramenal en la Sagrario nos dice: “Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón”.

 

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XV  DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

 

PRIMERA LECTURA: Is 55, 10-11

 

Este texto de Isaías está lleno del presentimiento de la venida de Cristo, el Verbo, la Palabra de Dios por excelencia. En el lenguaje bíblico la palabra no es el enunciado teórico de un pensamiento, de un sentimiento o de una pura idea oculta. Se refiere a la eficacia concreta y realista de un hecho; la palabra tiene el valor de un hecho. La Palabra de Dios es creadora de esta realidad que es el mundo de los espíritus y de la materia. El modo de entender la palabra hace que la percibamos sobre todo como un elemento de nuestro lenguaje y la distingamos de lo que llamamos un acto. Decimos que hay palabras y hay actos. El lenguaje bíblico aproxima y a veces identifica, palabra y acto. La palabra que sale de la boca de Dios es una viva, dotada de poder para hacer lo que dice. Y esa Palabra es Jesucristo; el hombre de secundarla: “Así será la palabra que sale de mi boca: no volverá a mí vacía, sin que hará mi voluntad y cumplirá mi encargo”.

 

SEGUNDA LECTURA: Rom 8, 18-23

 
        Este pasaje de la epístola a los Romanos está dominado por la idea de que algo glorioso, actualmente iniciado pero vivido en la prueba, se abrirá un día en plenitud. El cuerpo doloroso del hombre será asociado a la resurrección de Cristo. Este destino final del hombre arrastrará consigo al universo material, el cual se beneficiará, de una exaltación cuyo manantial está en la cruz y en la resurrección de Jesús. La expresión bíblica “dolores de parto” significa a un mismo tiempo un estado actual de sufrimiento y la espera de una futura realidad gozosa. Estos dolores poseen un sentido y demuestran que ha dado comienzo la realización de una promesa. La expresión “primicias del Espíritu” significa que el hombre se beneficia, desde ahora, de un don que es el inicio de un don total reservado a los tiempos futuros determinados por Dios. La omnipotencia del Padre acogerá entonces en la gloria a sus hijos, transfigurará todo su ser, incluido el cuerpo, a semejanza de Cristo resucitado; y el universo mismo, liberado de la esclavitud actual que le impone la existencia del pecado, será exaltado en conformidad con la nueva condición del hombre. Esta doctrina de San Pablo tiene gran importancia para entender exactamente la esperanza cristiana: “Pero fue con la esperanza de que la creación misma se vería liberada de la esclavitud de la corrupción para entrar en la liberad gloriosa de los hijos de Dios”.

 

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 13,1-23

 

QUERIDOS HERMANOS Y HERMANAS: Una tendencia fuerte del corazón humano es la tendencia a la fecundidad, a dar fruto abundante, a ver que nuestra vida sirve para algo y para alguien. En el Evangelio de este domingo, XV de tiempo ordinario, Jesucristo toca este tema, y lo hace con una parábola que todos podemos entender fácilmente.

Nuestra vida es como una tierra fecunda, que si recibe buena semilla puede dar buenos frutos según la capacidad de cada uno. Esta tierra fecunda recibe la Palabra de Dios como un regalo de lo alto. No podríamos dar frutos de vida eterna si no recibiéramos de lo alto la gracia de Dios, que nos hace hijos en el Hijo, si no recibiéramos el Espíritu Santo, que nos hace fecundos. La semilla, por tanto, está garantizada, es de primerísima calidad.

Viene después la tierra. Y en esta parábola, Jesús nos va explicando cómo hay quienes apenas acogen la Palabra, viene el enemigo y la roba. El enemigo es el Maligno, es Satanás. Su tarea es la de robar de nuestros corazones esa buena semilla, que, al no ser bien acogida, es fácilmente robada.

Atención a esta acción del demonio. A muchos los entretiene, los distrae, los aparta de Dios. Es preciso que por nuestra parte hagamos un esfuerzo por labrar la tierra, para que produzca fruto. Precisamente porque es un don de lo alto, debemos poner toda nuestra atención para que el demonio no nos engañe y nos robe la Palabra de nuestro corazón.

Otra actitud es la de acoger con alegría esa buena semilla, pero encuentra una tierra llena de piedras, con escasa profundidad y sin poder arraigar. En cuanto salió el sol, se secó. Hay cosas gordas en la vida humana que impiden a la Palabra echar raíces. Hay personas que dicen que no son creyentes por la cuenta que les tiene, es decir, porque no quieren quitar de su vida algo que va contra la ley de Dios. Prefieren ser infecundos y no ajustar su vida al plan de Dios. Así no hay fruto. Una semilla no puede arraigar en un terreno pedregoso. Para que la tierra quede mullida hay que empezar quitando lo más gordo, y luego vendrán otras labores.

Otra actitud es la que representa la tierra con zarzas, espinas y otras hierbas. Quizá haya profundidad para acoger la Palabra y dar fruto abundante, pero esa tierra no está cuidada. Si se deja crecer la mala hierba, es imposible que el fruto perdure. Se ahoga. Son los afanes de la vida, los problemas que se acumulan, el trabajo que agota. Es la seducción de las riquezas por las que tantos se afanan. El corazón de estas personas está ocupado y, al tiempo que brota la buena semilla, brotan los propios intereses que no coinciden con los de Dios.

En la vida cristiana hay todo un trabajo de ir quitando lo que estorba, es la tarea de la abnegación, de la mortificación. Aunque haya buenos deseos y buenos propósitos, porque la Palabra ha arraigado, si no se van puliendo los afectos desordenados, los apegos, llegarán a asfixiar los buenos frutos. Por último, Jesús habla de la tierra que está preparada, que va siendo cuidada.

Esta tierra acoge la Palabra y da fruto. El corazón humano es capaz de dar frutos de vida eterna, de vida abundante, si es cuidado con esta buena semilla y con la colaboración esforzada de mimar la tierra.

Qué satisfacción cuando vemos los frutos, y eso que todavía no acabamos de verlos del todo. Sembramos con esperanza y en su día cosecharemos. Esa tierra no se refiere a personas distintas. Todas esas actitudes o tipos de tierra pueden darse en una misma persona, por etapas de su vida, por diferentes aspectos de su personalidad.

Se trata de que todo el corazón vaya convirtiéndose en tierra buena para que produzca fruto en todos los campos. Como en toda tierra de labranza, trabajo nunca falta, es tarea de toda la vida. El sembrador es excelente, la semilla es de primera calidad, la tierra de nuestra vida ha de ir cultivándose continuamente para que produzca frutos abundantes. Recibid mi afecto y mi bendición: Semilla buena en tierra buen

 

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QUERIDOS HERMANOS: El tema central de la liturgia de la Palabra de hoy es el poder y la eficacia de la palabra de Dios. Nos lo ha expresado bellamente la primera lectura:“Esto dice el Señor: como bajan la lluvia y la nieve desde el cielo yno vuelven allá, sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, para que dé semilla al sembrador y pan al que come; así será mi palabra que sale de mi boca:no volverá a mi vacía, sino que hará mi voluntad y cumplirá mi encargo”.

        1.- El sentido general de la parábola del Sembrador es explicado por el propio Señor. En efecto, dentro de esta parábola se hace alusión a un dicho del Señor según el cual algunos se tapan los oídos y cierran los ojos, para no oí ni ver. Otros, por el contrario, son declarados dichosos porque ven y porque oyen.

        ¿Cómo se pueden cerrar los oídos y los ojos a la Palabra de Dios? Esto se debe a la capacidad de elección que Dios ha dado al hombre, en función de la cual el hombre decide de su propia vida. Por encima de todos los determinismos, si la Palabra de Dios es propuesta a la adhesión de un hombre, es por existir en Él un núcleo de libertad capaz de pronunciarse en favor de una acogida responsable. Juzgar de ello en tal o cual caso particular no es posible. Lo importante es saber que existe la responsabilidad humana frente a la Palabra de Dios. Sucede así que un hombre pueda tomar una decisión íntima que le ciegue de antemano y le ensordezca ante la Verdad que le sale al encuentro. Un fenómeno de este tipo se produce en el caso de muchos judíos que se encuentran con Cristo. Este fenómeno sigue produciéndose en nuestros días. No podemos juzgar sobre la responsabilidad de quienes rechazan a Dios y a Cristo. Pero el misterio de esta responsabilidad nos requiere, pues nos pone en un camino que nunca acabamos de recorrer.

 

        2.- Y por el contrario, si la Verdad entra en el corazón del hombre y la acepta, ésta prende y se enraíza con fuerza y en ocasiones de persecución o de imposición, se mantiene firme contra todas las presiones humanas, defiende a muerte sus decisiones y rechaza el que sean discutidas. Dios quiera que fuera este nuestro caso. Pero lo ordinario hoy día, por lo que uno puede comprobar, es que aceptamos la Palabra de Dios, pero no con esta convicción, no la aceptamos perfectamente, porque nos cuesta renunciar a nosotros mismos para entrar en lo que Dios nos propone. Nuestros ojos y nuestros oídos están abiertos, sin duda, pero siempre hace falta que los desembaracemos y purifiquemos. La verdad de la Palabra en nosotros, la verdad de nuestro cristianismo se mide por la capacidad de renunciar a cosas por él. Si renuncio a muchas cosas es que la acepto mucho; si renuncio a poco o nada es que no creo nada. ¿Pensamos en esto? Cómo acojo la palabra de la predicación? ¿Con qué disposición vengo a la Iglesia y escucho la homilía?

 

        3.- Hoy también la palabra de Dios choca contra las murallas que le pone el hombre. Si no existen por parte del que escucha, la siembra siempre es eficaz. Y el fruto es la conversión. Las causas de la ineficacia ya las dijo el Profeta Isaías, recordado hoy por Jesús en la explicación que hace de la parábola: “Así se cumple en ellos la profecía de Isaías: «oiréis con   los oídos sin entender; miraréis con los ojos sin ver; porque está embotado el corazón de este pueblo, son duros de oído, han cerrado los ojos: para no ver con los ojos, ni oír con los oídos, ni entender con el corazón, ni convertirse para yo los cure»”¿Por qué no es eficaz la Palabra? Porque no hay actitud de conversión en el hombre, de reformarse, de identificarse con el mensaje. Para que la Palabra fructifique: a) tener hambre de Dios, de salvación, sentirse pobre e indigente de sentido y trascendencia; hay que escuchar con ánimo de oír, de escuchar a Dios, de agradarle; b) hacer lo nos pide y nos dice la Palabra: convertirse; Él nos dice lo que quiere de nosotros y nosotros vamos a esforzarnos por agradarle, cumpliendo su palabra; pero el mundo no tiene conciencia de su pecado, no se siente necesitado de salvación y redención, no quiere la palabra que le salva porque no tiene conciencia de pecado y  ha perdido el sentido de Dios; c) estar a la escucha: oración, diálogo permanente con Dios. Hay que escuchar mejor para salir de esta tibieza y endurecimiento que nos inunda.

       
        4) ¿Cómo seremos merecedores de las palabras dirigidas por el Señor a los discípulos: “Dichosos vuestros ojos porque ven y vuestros oídos porque oyen. Os aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis vosotros y no lo vieron y oír lo que oís y no lo oyeron”. Los apóstoles eran sencillos, rectos, sin un sistema intelectual rígido; eran pobres, sin privilegios que defender, sin egoísmo que amparar; próximos a la vida real y, prerrogativa de los seres rectos y sencillos, tenían puro el corazón. Para conservar hoy los oídos y los ojos abiertos al Evangelio, necesitamos inmunizamos contra un ambiente intelectual y moral que oscurece el espíritu y mancha el corazón. Cierta clase de gentes se dedica a justificar cualquier teoría y cualquier vicio, constituyendo sus únicas preocupaciones el dinero y la vanidad. Muchos periódicos, radios, televisiones vierten a lo largo de todo el día, junto a cosas excelentes de aquí y de allá, montones de sofismas, erotismos, violencias, espectáculos que dicen estar purificados por el arte y que mancillan la psicología del espectador. Esta es la pregunta: ¿de qué decidimos nosotros impregnarnos? ¿De lo que propone el mundo o de lo que propone el Evangelio? De la respuesta que demos depende nuestra capacidad de atención a la Palabra de Dios.

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QUERIDAS HERMANAS Dominicas: El tema central de la liturgia de la Palabra de este domingo es el poder y la eficacia de la palabra de Dios, meditada en los evangelios o escuchada en la Liturgia, como estamos haciendo ahora, o en la oración personal.

Nos lo ha expresado bellamente la primera lectura:“Esto dice el Señor: como bajan la lluvia y la nieve desde el cielo yno vuelven allá, sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar… así será mi palabra que sale de mi boca”. Es decir, que así tiene que ser en todos nosotros.

        1.- Dentro de esta parábola se hace alusión a un dicho del Señor según el cual algunos se tapan los oídos y cierran los ojos, para no oí ni ver. Otros, por el contrario, son declarados dichosos porque ven y porque oyen. Examinémonos a ver cómo la escuchamos nosotros, tanto en la liturgia como en la oración personal: Si la Palabra de Dios, si el evangelio entra en el corazón del hombre y la acepta, ésta prende y se enraíza con fuerza y nos lleva a la santidad, a la unión con Dios. Dios quiera que sea así entre vosotras, en este convento y en todos, que para eso existen.

Queridas hermanas, esta es la razón esencial de la vida monástica, es dedicar la vida entera a la oración, a la meditación para llegar así a la perfección, a la santidad de vida personal y desde ahí, desde la vida personal entregada a la oración y sacrificio y renuncia del mundo y sus vanidades, ser a la vez las mejores apóstoles de la Iglesia, mediante esa vida heroica de oración y renuncias hechas por amor a Dios y para la salvación del mundo, de todos sus hermanos los hombres.

Por eso, hermanas, aunque yo sea cura y predique la Palabra de Dios, como no la viva, no me santifica, no me transforma, no me lleva a seguir y amar a Dios con todas mis fuerzas. En cambio, si tú la meditas y la vives eres más eficaz que yo.

La verdad de la Palabra de Dios en nosotros, la verdad de nuestro amor y santidad y seguimiento de Cristo y del cristianismo y de nuestra vida religiosa se mide por la capacidad de vivir su evangelio, lo que nos dice el Señor en la oración litúrgica o personal cada día, unas veces renunciando a cosas por él y otras veces haciendo lo que nos cuesta y él nos dice en la meditación o en la misa o en ratos de Sagrario.

Si renuncio a todo lo que me dice en la oración, seré santa; si solo renuncio a algunas cosas, me salvaré y seré religiosa, pero no santa, seré mediocre y no tendré experiencias fuertes de amor con Él. ¿Pensamos en esto? Cómo acojo yo la palabra de Dios cada día en mi oración personal, como la acojo en la liturgia, en la misa, en el  oficios divino? ¿Con qué disposición vengo a la Iglesia, o estoy ante el Sagrario, cómo participo en la misa y con qué interés y disposición escucho la Palabra de Dios?

        Hoy y siempre la palabra de Dios, en la oración personal como en la litúrgica, choca contra las murallas que le ponemos y la principal de todas ellas es la falta de conversión, es decir, no estar dispuestos a cambiar de vida y acoger lo que me dice el Señor en mi oración, escucharla sí, pero sin ánimo de vivirla, de cumplirla. Así lo dice  el Profeta Isaías, recordado hoy por Jesús en la explicación que hace de la parábola: “«oiréis con   los oídos sin entender; miraréis con los ojos sin ver; porque está embotado el corazón de este pueblo, son duros de oído, han cerrado los ojos: para no ver con los ojos, ni oír con los oídos, ni entender con el corazón, ni convertirse para yo los cure»”

Para que la Palabra de Dios, el santo evangelio o libros de oración fructifiquen en nosotros cuando los orimos o meditamos: hay que ir a la oración con deseos de encuentro de amor con Él y cambiar en nuestra vida si es necesario, vivir en conversión permanente. 

Y así nuestra oración diaria será auténtica, porque si no nos convertimos no hay encuentro verdadero con Cristo y seremos merecedores de las palabras dirigidas por el Señor a los discípulos de todos los tiempos: “Dichosos vuestros ojos porque ven y vuestros oídos porque oyen. Os aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis vosotros y no lo vieron y oír lo que oís y no lo oyeron”. Se refiere a las personas que mediante la oración-conversión cada día más elevada llegan a la altura de la contemplación y la transformación en Cristo, a la santidad.

Queridas hermanas Dominicas, que el encuentro con el Señor en la oración diaria y en la Eucaristía fortalezca vuestro compromiso de amor total a Él sobre todas las cosas mediante la oración personal y litúrgica y por la conversión continua y permanente, camino único de santidad y encuentro con Cristo en esta vida y razón esencial de vuestra vida de religiosas contemplativas. 

 

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XVI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

 

PRIMERA LECTURA: Sb12, 13, 16-19

 

        El presente texto nos invita a reflexionar acerca de la justicia de Dios, cuya omnipotencia está llena de infinita bondad. Los versículos propuestos por la lectura de hoy responden a preguntas formuladas en versos anteriores: ¿quién puede exigir cuentas a Dios sobre lo que hace, y quién podrá acusarle? ¿Quién podría oponerse al recto juicio de su justicia? Nadie. Pero hay más. No sólo no se podría impugnar la justicia de Dios, sino que se la debe adorar con ánimo agradecido por actuar en beneficio del hombre.

        Su intervención en la vida del hombre, criatura enteramente dependiente de su poder, reviste siempre el estilo de lo que Dios es en sí mismo: infinitamente bueno. De esto resulta que, en el plano global de su destino ningún ser humano puede considerarse abandonado por Dios ni tratado por Él injustamente, ni extraño a su omnipotente bondad: “Obrando así enseñaste a tu pueblo que el justo debe ser humano, y diste a tus hijos la dulce esperanza de que, en el pecado, das lugar al arrepentimiento”.

 

SEGUNDA LECTURA: Rm 8, 26-27

 

        El cristiano debe conformar su vida a la voluntad del Padre que le ama y quiere su bien. Para eso reza y hace esfuerzo para descubrir su voluntad. Pero el cristiano es débil e ignorante y no sabe ni puede cumplirla ¿Cómo puede adherirse a la voluntad de Dios el cristiano que ora? Lo primero será conocer esa voluntad, y luego, cumplirla. La respuesta a estas dos preguntas está en la acción del Espíritu Santo. El Espíritu Santo es quien conoce en el cristiano la voluntad del Padre y el que arrastra al alma a la adhesión deseada; Él da al alma las palabras, unas palabras que sobrepasan el lenguaje humano, con las que el alma se expresa delante de Dios: “El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad porque nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables”.

 

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 13, 24-43

 

Queridos hermanos y hermanas: En la parábola que acabamos de escuchar hay tres realidades que atraen nuestra atención: el sembrador, la semilla y el terreno en que cae. El sembrador es Dios; la semilla, su Palabra; el terreno es la mente y el corazón del hombre; y la explicación y aplicación la encontramos al final de la parábola.

Todo es tan claro que casi podríamos acabar aquí ya la homilía, bueno, con sólo añadir la advertencia que Jesús hace otras veces: el que tenga oídos para oír que escuche (Lc 8,8). En efecto, bastaría con que cada uno entrase dentro de sí mismo y se  preguntase: ¿qué clase de terreno soy? ¿me conozco a mi mismo y he descubierto ya en qué terrenos de mi vida está la zizaña de mi  amor propio? Porque esta es la cizaña, causa de la mayor parte de los problemas con Dios, con los hombres y con nosotros mismos.

Seguro que Jesús aquí en el Sagrario, a solas con Él, nos añadiría algo más, algo de lo mucho que nos dice y pregunta en los evangelios y que nos decía muchas veces en nuestras parroquias en ratos de Sagrario cuando nos examinábamos y preparábamos para hacer mejor las tareas parroquiales.

De todas formas, aunque estamos jubilados, nos diría que la parábola del sembrador nos ayuda a entender, en primer lugar, que somos una tierra que necesita ser sembrada, ya que sin la semilla que nos viene de arriba, seríamos incapaces de dar frutos de santidad personal y salvación de los hermanos; que esta semilla de fe y amor a Él se recibe principalmente por la oración personal y la Eucaristía, la Eucaristía como misa, comunión y presencia. De esta oración diaria nacería y crecería un deseo permanente de amor a Dios sobre todas las cosas y a los hermanos, especialmente de la casa, porque no somos autosuficientes, necesitamos de Él a toda hora y siempre, y por eso le escucharíamos que nos dice continuamente “sin mí, no podéis hacer nada”.

 Y es que, aunque Dios es el sembrador primero y el más importante, ha querido que nosotros seamos colaboradores en esa misma tarea. Doble responsabilidad para nosotros, llamados a producir fruto abundante en el campo propio y en este otro campo de esta casa y de la Iglesia.

Y Jesús mismo apunta los obstáculos que nos pueden sobrevenir: los espinos que la ahogan, la tierra endurecida, el sol que la agostó, los pájaros que se la comieron y el Maligno que siempre anda por medio.

Debemos estar atentos a estos peligros que nos dice el Señor. Porque la Palabra de por sí es eficaz, pero necesita nuestro cuidado, necesitamos preparar y cuidar bien el terreno, no actúa milagrosamente en nosotros; Dios respeta la libertad de la persona y cada uno debe poner de su parte una actitud de acogida y de asimilación, porque “Dios que te creó sin ti (sin tu colaboración), no te salvará sin ti (sin tu esfuerzo)”, dice san Agustín (Sermón 160).

(((Es claro que en el  de la respuesta va incluido el compromiso de llevar a la práctica la llamada de la parábola. ¡Ojalá que nosotros respondamos también con el mismo  de los Apóstoles! Ello equivale a decir, que no sólo hemos comprendido, sino que aceptamos libremente ponerla en práctica. Es entonces cuando se cumplirá en nosotros una bienaventuranza que Jesús añade hoy a su lista: Bienaventurados vuestros ojos porque ven y vuestros oídos porque oyen (Mt 13, 16).)))

Hermanos, que sembremos la palabra de Dios en nosotros con la meditación diaria y permanente; que la cultivemos con esfuerzo quitando las melezas y malas hierbas del amor propio en nuestro corazón y en nuestras vidas que la impidan crecer hasta la unión de total con Cristo y los hermanos; que la semilla  de la gracia del amor a Dios y a los hermanos se desarrolle hasta ser un arbol frondoso, que las malezas del yo y de las pasiones no lo impidan mediante nuestra conversión permanente a lo que Cristo nos dice en su Palabra oída y meditada, y siempre regada y abonada con la gracia de los sacramentos, especialmente de la Eucaristía como misa, comunión y oración o diálogo con el Señor esperándonos para esto en el Sagrario.

Queridos hermanos y hermanas: Que el encuentro con el Señor en la Eucaristía de este Domingo fortalezca nuestro compromiso de emplearnos a fondo en el cultivo de nuestro campo personal por la santidad de vida, y aunque oficialmente no estemos en parroquias, no olvidar nunca que somos sacerdotes in aeternum, que somos sembradores y cultivadores de eternidades con Él hasta el final de los tiempos, ahora principalmente por el cultivo de las pequeñas parcelas de los hermanos de esta casa que nos han sido confiados y que debemos seguir amando y cultivando hasta el cielo. Amén, así sea.

 

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DOMINGO XVI

 

Queridos hermanos y hermanas: En la parábola que acabamos de escuchar hay tres realidades que atraen nuestra atención: el sembrador, la semilla y el terreno en que cae. El sembrador es Dios; la semilla, su Palabra; el terreno es la mente y el corazón del hombre; y la explicación y aplicación la encontramos al final de la parábola.

Todo es tan claro que casi podríamos acabar aquí ya la homilía, bueno, con sólo añadir la advertencia que Jesús hace otras veces: el que tenga oídos para oír que escuche (Lc 8,8). En efecto, bastaría con que cada uno entrase dentro de sí mismo y se  preguntase: ¿qué clase de terreno soy? ¿me conozco a mi mismo y he descubierto ya en qué terrenos de mi vida está la zizaña de mi  amor propio? Porque esta es la cizaña, causa de la mayor parte de los problemas con Dios, con los hombres y con nosotros mismos.

Seguro que Jesús aquí en el Sagrario, a solas con Él, nos añadiría algo más, algo de lo mucho que nos dice y pregunta en los evangelios y que nos decía muchas veces en nuestras parroquias en ratos de Sagrario cuando nos examinábamos y preparábamos para hacer mejor las tareas parroquiales.

De todas formas, aunque estamos jubilados, nos diría que la parábola del sembrador nos ayuda a entender, en primer lugar, que somos una tierra que necesita ser sembrada, ya que sin la semilla que nos viene de arriba, seríamos incapaces de dar frutos de santidad personal y salvación de los hermanos; que esta semilla de fe y amor a Él se recibe principalmente por la oración personal y la Eucaristía, la Eucaristía como misa, comunión y presencia.

De esta oración diaria nacería y crecería un deseo permanente de amor a Dios sobre todas las cosas y a los hermanos, especialmente los de la casa, porque no somos autosuficientes, necesitamos de Él a toda hora y siempre, y por eso le escucharíamos que nos dice continuamente “sin mí, no podéis hacer nada”.

 Y es que, aunque Dios es el sembrador primero y el más importante, ha querido que nosotros seamos colaboradores en esta

tarea. Doble responsabilidad para nosotros, sacerdotes, llamados a producir fruto abundante en el campo propio y en el campo de la Iglesia, incluso de esta casa de acogida.

Y Jesús mismo apunta los obstáculos que nos pueden sobrevenir: los espinos que la ahogan, la tierra endurecida, el sol que la agostó, los pájaros que se la comieron y el maligno que siempre anda por medio.

Debemos estar muy atentos a estos peligros que nos dice el Señor. Porque la Palabra de por sí es eficaz, pero necesita nuestro cuidado, necesitamos preparar y cuidar bien el terreno, no actúa milagrosamente en nosotros; Dios respeta la libertad de la persona y cada uno debe poner de su parte una actitud de acogida y de asimilación, porque “Dios que te creó sin ti (sin tu colaboración), no te salvará sin ti (sin tu esfuerzo)”, dice san Agustín (Sermón 160).

Hermanos, que sembremos la palabra de Dios en nosotros con la meditación diaria y permanente; que la cultivemos con esfuerzo quitando las melezas y malas hierbas del amor propio en nuestro corazón y en nuestras vidas que la impidan crecer hasta la unión de total con Cristo y los hermanos; que la semilla  de la gracia del amor a Dios y a los hermanos se desarrolle hasta ser un arbol frondoso, que las malezas del yo y de las pasiones no lo impidan mediante nuestra conversión permanente a lo que Cristo nos dice en su Palabra oída y meditada, y siempre regada y abonada con la gracia de los sacramentos, especialmente de la Eucaristía como misa, comunión y oración o diálogo con el Señor esperándonos para esto en el Sagrario.

Y desde luego, que cuando tengamos que dar gracias a Dios por sus gracias y curaciones que no lo hagamos como algunos cristianos en centros católicos sembrando una arbolito o cosas parecidas, para eso tenemos el sacramento de la Eucaristía, de la acción de gracias a Dios por Cristo de todas sus gracias y bendiciones.

Queridos hermanos y hermanas: Que el encuentro con el Señor en la Eucaristía de este Domingo fortalezca nuestro compromiso de emplearnos a fondo en el cultivo de nuestro campo  por la santidad personal y comunitaria, y aunque oficialmente no estemos en parroquias, no olvidar nunca que somos sacerdotes in aeternum, que somos sembradores y cultivadores de eternidades  hasta el final de los tiempos, ahora principalmente por el cultivo de las pequeñas parcelas de los hermanos de esta casa que nos han sido confiados y que debemos seguir amando y cultivando hasta el cielo. Amén, así sea.

 

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QUERIDOS HERMANOS: El Evangelio y la primera lectura de hoy destacan la paciencia de Dios, que teniendo en sus manos todo el poder, se muestra tolerante con su criatura el hombre, que es débil y peca. Lo cual contrasta con nuestra habitual intolerancia, nuestros continuos juicios negativos sobre los demás y nuestra impaciencia que nos lleva al desaliento.

        Son tres las parábolas que Jesús expone y en cada una quiere inculcarnos una enseñanza principal. La primera parábola nos habla de que la Iglesia y en la Iglesia tiene que haber lugar para los buenos discípulos y los malos hasta que venga el Señor. Los malos, no para que lo sean, sino para que sean objeto de la paciencia santificadora de la Iglesia, que procurará convertirlos al Señor mediante el apostolado de la palabra y de los sacramentos. Claramente el Señor no quiere una Iglesia farisaica,  de puros e impuros, de cumplimento externo y el corazón lleno de pecado; la Iglesia tiene que reconocerse santa y pecadora a la vez, sin segregación mientras va caminando por la vida, sino que admite la presencia de “publicanos  y pecadores” para convertirlos al reino de Dios como hizo Jesús.

 

        1.- La parábola de la buena semilla y de la cizaña nos invita a meditar sobre la santidad de la Iglesia. La Iglesia, en efecto, es semejante a un vasto campo en el que el Maestro echó la buena semilla de la santidad, pero en el cual se ve también surgir la mala hierba del pecado. En la parábola, el Señor da una explicación más inmediatamente ceñida al mundo, siendo la buena semilla los miembros del Reino, y la cizaña, los discípulos del Maligno. No quiere el Señor actuar contra el mal por medio de acciones violentas, en evitación de perjudicar a la vez a quienes se esfuerzan por mantenerse fieles al bien. La parábola sugiere que en la Iglesia de Dios, siendo muy santa, existe una mezcla de santidad y de pecado. La Iglesia es santa y pecadora a la vez.

 
        2).- La Iglesia es esencialmente santa en sus raíces, en su savia y en su crecimiento. Pero está compuesta de hombres pecadores. La Iglesia está enraizada en Cristo, su savia es la vida de Cristo y, por ella, Cristo crece en la humanidad. Pero esta humanidad está hecha de hombres frágiles. Por un lado, estos hombres se asemejan a las espigas, ninguna de las cuales madura de golpe, y ninguno de ellos es perfecto en su estado actual. Por otro lado los hombres, semilla de Dios, por ser libres, tienen la facultad de cambiarse en simiente del diablo. La Iglesia experimenta la tensión interior de ser santa con todo el ímpetu de su nacimiento, y quebrantada por el pecado de los hombres que la integran. De ello resulta este hecho extraño: mientras que nadie hubiera podido convencer de pecado a Cristo, la Iglesia de Cristo está compuesta de pecadores. Pero lo que importa decir es que Cristo la hace santa al mismo tiempo con su poder santificador. La Iglesia, por su unión con Cristo, por su doctrina, por sus sacramentos, por la corriente de santidad que en su seno corre continuamente, es santa; y a la vez santificadora de los pecadores, curando y sanando continuamente las partes enfermas y malheridas de su organismo eclesial. Por eso la Iglesia no se escandaliza del pecado en el mundo y dentro de sí misma, porque sabe que existe para curarlo y tiene poder de Cristo para curarlo y pide y tiene paciencia a su Cabeza para que su gracias llegue a todos los miembros del cuerpo de la Iglesia; por eso siempre tiene ánimo y vigor para promover la santidad.

 

        3.- La realidad de la Iglesia sobrepasa los límites de nuestra actualidad y de la historia pasada. Al hablar de la existencia del pecado en la Iglesia (impericias, abusos, errores, etc.) pensamos en la Iglesia del pasado y en la Iglesia actual. Pero también hay que pensar en la Iglesia completa y total que ha alcanzado ya su consumación en la Jerusalén celestial de que nos habla continuamente San Juan. Allí es totalmente santa. Será para siempre la reunión de los santificados por el “Cordero que quita el pecado del mundo”. Nosotros, como Iglesia, vivimos siempre en esta perspectiva y esperanza, unidos a la Iglesia celeste.

        Por otra parte, en la Iglesia terrena, no todo es pecado o debilidad. La Iglesia, en su mayoría, es santa y santificadora del pecado del mundo. Y hay mucha diferencia entre la Iglesia católica y el mundo, en sus miembros y en sus organizaciones y las del mundo.  Nosotros  seguimos teniendo a Cristo como modelo y base de nuestra vida, aunque a veces fallemos; nosotros nos apoyamos en Él en nuestra forma de pensar y vivir, desde el Papa hasta el último creyente. Y la Iglesia, siempre por Cristo y en Cristo, está comunicando al mundo, por los cristianos, especialmente por sus santos y santas, fuerzas, confianza, deseos de hacer el bien, de salvar al mundo de su nihilismo y vacío de sentido.

 

        4.- Otra lección predominante de esta primera parábola y de la que estamos todos sumamente necesitados es la lección de la paciencia apostólica. Dios tiene paciencia con la cizaña y no la arranca. Dios es paciente con los pecadores. Tenemos que imitarle. Dios aguarda hasta el tiempo de la cosecha, no tiene prisa, para hacer la separación del trigo y la cizaña en el juicio. En aquel momento es cuando Dios escogerá a los auténticos creyentes, aparecerá la comunidad santa reunida en torno al Cordero que es Cristo glorioso y triunfante. Esta parábola nos invita a dejar madurar el trigo, procurando que la cizaña no le haga daño, pero sin separarla, para que pueda convertirse y dejar que Dios obre hasta que llegue la hora final.

        Estamos, pues, ante una parábola de acento escatológico, en el que la siega es la imagen clásica del juicio de Dios; mientras tanto es el tiempo de la paciencia. Ahora estamos en ese tiempo. Pero es tiempo también de levadura, de hacer crecer en nosotros el reino de Dios.

        Y con esta idea de la paciencia del Evangelio conecta la primera lectura tomada del libro de la Sabiduría. Es un texto que combina estos atributos de Dios: justicia y misericordia, poder y moderación indulgente. Algo que puede comprobar en la Historia de la Salvación. Idea que viene a reforzar el salmo responsorial: “El Señor es bueno y clemente, rico en misericordia con los que le invocan”.

        Aprendamos de Dios nuestro Padre a ser misericordiosos y pacientes, trabajemos para que la cizaña se convierta en trigo por el poder de Dios, y sepamos que la Iglesia es a la vez santa y pecadora. Pero nosotros luchemos por ser santos porque nuestra cabeza es santa y santificadora: Cristo Jesús.

 

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QUERIDOS HERMANOS Y HERMANAS: El evangelio de este domingo nos propone la parábola del trigo y la cizaña, una experiencia cotidiana de quien cultiva el campo, y de la que Jesús extrae una enseñanza fundamental para nuestra vida. Dios sólo es origen del bien, el mal no tiene nunca origen en Dios. Y se plantea la pregunta ¿por qué existe el mal en el mundo, en nuestro corazón, a nuestro alrededor?

La parábola nos enseña que el buen sembrador ha sembrado buena semilla en el campo, ha sembrado trigo, y como tal esa semilla va creciendo hasta dar fruto y darnos un rico pan. Pero, junto a esa semilla buena, de la que se esperan frutos buenos, aparece otra hierba mala, la cizaña. Es muy parecida al trigo en su aspecto exterior, pero sus granos son tóxicos para el consumo humano.

La reacción espontánea de los empleados en ese campo, cuando ven aparecer la cizaña, que ellos no han sembrado, es la de ir al dueño del campo para preguntar quién lo ha sembrado. La respuesta es clara: ha sido el enemigo. El enemigo del hombre en el lenguaje bíblico es siempre Satanás, cuya tarea permanente es la de sembrar el mal para apartarnos de Dios. Queda identificada, por tanto, la semilla tóxica y quién ha sido el que la ha sembrado. No ha surgido por generación espontánea, la siembra ha sido intencionada.

Y viene entonces el núcleo de la enseñanza. La reacción espontánea y la propuesta es la de ir a arrancarla inmediatamente. Para que no haga daño al trigo, para que no confunda al labrador, para que los frutos de una y de otra no se confundan. Pero el dueño del campo señala rotundamente: No, que podíais hacer daño al trigo. Al arrancar la cizaña, corre peligro el trigo, que podría ser arrancado indebidamente.

Hay males en nuestra vida y en la sociedad que habitamos que son fáciles de identificar y de luchar contra ellos. Nuestra lucha contra el mal ha de ser constante, una lucha sin cuartel. Pero hay males, que a pesar de ser identificados, no pueden ser eliminados de un plumazo. Se trata de convivir con ellos, fortaleciendo el bien que cultivamos y tolerando el mal que acompañan. Aquí, el discernimiento.

Cuándo debemos atacar frontalmente el mal hasta erradicarlo y cuándo hemos de convivir con él tolerándolo para no hacer un mal mayor. El dueño del campo no procede a arrancar la cizaña para no perjudicar al trigo. No la arranca por respeto a la cizaña ni por darle otra oportunidad a la misma cizaña. La cizaña siempre será tóxica y cuanto más crezca peor. Sin embargo, para no dañar al trigo, permite que crezcan juntos el trigo y la cizaña. Tiempo habrá, cuando llegue la siega, de separar lo uno y lo otro. Y el buen trigo irá al granero, mientras que la cizaña irá a la hoguera, será destruida.

Recurrían a mí hace unos días unos padres para que les aconsejara acerca de un hijo y de su mal comportamiento. Qué podían hacer. Acababa yo de meditar esta parábola, y encontré luz en ella para ofrecerla a esos padres angustiados. En cada actuación concreta, invoquemos al Espíritu Santo para ver qué tenemos que hacer.

Pero en caso de duda, probemos en la línea de esta parábola, que algunos podrían calificar de tolerante, incluso en el mal sentido de la palabra. Dejadlos crecer juntos. Hay riesgo de que todo se vuelva cizaña. Hay riesgo de que el trigo, poco o mucho, se vuelva inservible si sus frutos se mezclan con el fruto tóxico de la cizaña. Dejadlos crecer juntos, nos dice Jesús hoy. No se trata de una indiferencia ante el mal ni se trata de favorecer el mal directa o indirectamente. Se trata de salvar el trigo. Y a veces para salvarlo hay que hacer la vista gorda ante la cizaña, que ha sembrado el enemigo. Ya llegará el momento de separar el trigo de la cizaña, pero ahora respeta la persona, respétala con todo el amor de tu corazón, respeta su libertad, como hace Dios continuamente con nosotros.

Con este respeto a la persona por encima de todo, el trigo se fortalecerá y la cizaña quedará delatada por sí misma, de manera que el mismo sujeto que la padece será capaz de eliminarla en su momento. La pedagogía de Dios no siempre coincide con la nuestra. Recibid mi afecto y mi bendición: Dejadlos crecer juntos

 

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XVII DOMINGO  DEL TIEMPO ORDINARIO


PRIMERA LECTURA: 1 Re 3, 5, 7-12

El joven rey es consciente de ser el mandatario de Dios ante el pueblo. Más tarde cambiará su modo de pensar, con gran perjuicio para Israel. Pero su súplica actual es profundamente sincera y Dios la escucha. Ante una misión temporal que cumplir, Salomón pide bienes espirituales. Una plegaria así es bastante insólita en aquel tiempo, pues las oraciones de reyes que han sido halladas piden siempre vida larga, riqueza, la muerte de los enemigos, etc., según se dice en el mismo texto, para felicitar a Salomón por no haber pedido esas cosas.

El joven rey es consciente de que el bien común del pueblo, y, por lo tanto, la prosperidad de su reinado, dependen de determinados valores espirituales necesarios a un jefe: juicio, discernimiento, carácter, etc.; en el presente caso, la conformidad con los puntos de vista del mismo Dios: “Al Señor le agradó que Salomón hubiera pedido aquello y Dios le dijo:…por haber pedido esto y no vida larga ni riquezas ni la vida de tus enemigos…te cumplo tu petición: te doy un corazón sabio e inteligente”.

 

SEGUNDA LECTURA: Rom 8, 28-30


        La palabra “predestinados” usada por San Pablo, podría orientar el  pensamiento por un camino que no es el del autor. Se incurriría en error si se considerara aquí la predestinación  fatalista. La predestinación, en el sentido dado por San Pablo a esta palabra, significa una llamada en virtud de una elección por parte de Dios; esta llamada respeta totalmente la
libertad del llamado, así como no excluye en modo alguno de la solicitud divina a los demás hombres. Se trata aquí de subrayar simultáneamente el privilegio y la responsabilidad de quienes son llamados a la fe en Cristo, a la comunidad de gracia en la Iglesia y a la colaboración en el designio de Dios.  Aquí no se considera el destino de los no cristianos. Se trata de la realidad positiva de la vida cristiana:  “A los que predestinó, los llamó; a los que llamó, los justificó; a los que justificó, los glorificó”.

 

DOMINGOS XVII. El Evangelio del este domingo relata las últimas parábolas del reino de Dios y nos muestra a Jesús, Sabiduría Divina encarnada, enseñando a los hombres la sabiduría necesaria para la conquista del reino de los cielos, la eternidad con Dios, la felicidad eterna por la que hay que estar dispuesto a venderlo todo, todo lo que no sea cumplimiento de los mandamientos y oración y obras buenas. La enseñanza, en forma de parábolas, es particularmente viva y apta para mover el corazón a la entrega y la acción por el reino de Dios.

        En ambas parábolas tenemos el descubrimiento de un tesoro: el primero, hallado por casualidad; el segundo, buscado a propósito. En los dos casos, el que lo encuentra, debe vender todo lo que tiene para conseguirlo.

        El reino de Dios, representado por el Evangelio, la fe, la gracia y la amistad con Cristo, es el tesoro escondido, presente en el mundo. Muchos lo tienen cerca, pero no lo descubren, o bien lo descubren, pero no lo valoran, no saben valorar toda su riqueza y prefieren seguir con el reino de lo puramente temporal: consumismo, egoísmo, satisfacciones puramente humanas, pasiones de la carne... Solamente quien tenga el corazón dócil para discernir el bien del mal, lo terreno de lo transitorio, lo esencial de lo accidental, sabrá decidirse a vender todo lo que tiene para adquirirlo.

        Una nota particular de este tesoro, es que se exige vender todo lo que se tiene, para poder adquirirlo. No es suficiente para tenerlo y poseerlo vender parte, dar algo, no, hay que vender todo, renunciar a todo lo poseído anteriormente. Porque Jesús es Dios, y Dios es lo absoluto, por eso hay que venderlo todo por este tesoro. Al que quiera seguirlo y entrar en su amistad, le exige todo porque Él quiere serlo todo para nosotros: Él lo es todo y se ha entregado todo y lo ha dado todo por nosotros. Por eso, si uno no se vacía de todo orgullo, soberbia, egoísmo… Cristo no puede llenarlo. Con que haya algo de esto voluntariamente, Cristo no cabe dentro de nosotros, porque no puede ocupar el segundo lugar. Nuestra fe, nuestro cristianismo será pobre y deficiente.

        El Evangelio en todas sus páginas provoca al hombre a no aposentarse en la vida temporal; con los pies sólidamente afincados en la tierra en su ser y existir, sin embargo el hombre es invitado a caminar hacia un objetivo trascendente, es decir, que debe ser y estar lo primero  en el horizonte de su vida. 

        Y ESTO DESGRACIADAMENTE HOY NO LO VEO EN LOS EDIOS…TELE,MÓVILES, GUASAD, TUITER… HAY UNA IGNORANCIA DE DIOS Y LO DIVINO, Y LA ETERNIDAD QUE NOS ESPERA… PERDONAD QUE INSISTA, PERO ES QUE LO CONTRARIO ES LO QUE DOMINA HOY, Y MAÑANA, Y LLEVA DOMINANDO…

        Estas parábolas, esta enseñanza de Cristo hoy en el evangelio, el predicarnos que Dios es y quieres ser el tesoro del hombre, pero no solo para esta vida sino por toda la eternidad, este evangelio altera los valores presentes de la humanidad, su manera de ver, su apreciación de las cosas, la orientación de su vida. Por eso hoy encontramos las dos direcciones. Las que sólo viven para  este mundo como si la eternidad no existiera, lo que es dicho antes; y junto a estos, que hoy son mayoría en el mundo, estamos y debemos estar todos nosotros los creyentes del munod entero, cristianos  y mahometanos, protestantes,, etc creyentes en Dios y la vida eterna…

Muchos cristianos, especialmente los santos, han practicado esta enseñanzas de la parábola de Cristo en el evangelio. Un San Francisco de Asís que renuncia a la totalidad de sus bienes por seguir a Cristo pobre; es este chico o esa muchacha que sacrifican un porvenir humano de tranquilizadoras previsiones en la aventura de la entrega de sí mismos a Dios en servicio de los hombres. Es la vocación a la vida sacerdotal o religiosa, a monja o monje de clausura. Es el profesional, el padre y madre de familia que en su vivir no es igual que los demás, porque la educación cristiana, la vida cristiana suya y de sus hijos, el reino de Dios está por encima de otros valores y a veces se tienen que quedar en segundo lugar. Todos nosotros debemos ser estos, cumplidores del 1º mandamiento.

        Si nuestra fe es verdadera, si tuviéramos un poco de experiencia de Dios, venderíamos todo, como los santos, como los que han tenido esta vivencia de lo infinito, para conseguir el todo que es Dios. Si para conseguir esta vida terrena estamos dispuestos a los mayores sacrificios, a perderlo todo con tal de conservarla, ¿no deberíamos hacer otro tanto para conseguir y conservar la vida eterna, la vida divina, la vida en Dios para la que fuimos creados.      

        “¿Entendéis todo esto?” Preguntó Jesús a su auditorio. Ellos dijeron que sí. Si nosotros lo entendemos también, entonces tenemos que luchar, esforzarnos por poner a Dios en el centro de todo para que todo gire en torno a Él; tenemos que ponerlo como valor y tesoro absoluto en el horizonte de nuestra vida para que todo tienda hasta Él; tenemos que procurar que su voluntad, las enseñanzas del Evangelio estén en el primer lugar, vendiendo todo lo que vaya en contra de este tesoro, aceptando los sacrificios y renuncias voluntarias o impuestas para tenerlo, porque esto es lo único que importa, porque es un tesoro eterno.

        El Evangelio introduce un elemento que lo replantea todo, que locambia todo y que origina una tensión. ¿De qué le sirve al hombre la prosperidad material y cierto confort familiar si llega a perder su alma? El Evangelio introduce un nuevo orden y una nueva norma en las relaciones humanas, fundadas ante todo en Dios; de pronto, todo adquiere una nueva orientación y un nuevo valor. Esto no se hace sin resistencia por parte del hombre, resultando de ello situaciones conflictivas. Planteado así el sentido de la vida del hombre verdaderamente Cristo molesta a un determinado sector de la humanidad, que vive totalmente de espaldas a esta verdad. El Evangelio lo pone todo en situación de revisión porque frente a lo perecedero Él propone lo absoluto, no se trata simplemente de sustituir una riqueza por otra mayor. Se trata de subordinarlo todo al bien supremo, que es Dios, la vida eterna con Él.        En la oración colecta de hoy, pedimos a Dios nuestro Padre esta gracia: “para que bajo tu guía providente, de tal modo nos sirvamos de los bienes pasajeros, que podamos adherirnos a los eternos. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén”.

 

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XVIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

 

PRIMERA LECTURA: Is 55, 1-3

 

        Se cree que este pasaje del libro segundo de Isaías fue escrito al final del destierro en Babilonia. El autor anuncia proféticamente el término de las miserias de la deportación. La liberación no se deberá al poder de los ídolos, cuya vacuidad fue previamente denunciada, sino a la omnipotencia de Dios, que se acuerda de la alianza que se apresura a renovar. Las palabras del profeta van dirigidas directamente al desgraciado pueblo de los deportados de Israel, pero en ellas se advierte también un acento de universalidad; parecen estar dirigidas igualmente a la multitud de los paganos cuyas esperanzas se descarrían en falaces direcciones, y a los que se les brinda el alimento gratuito, abundante y sólido proveniente de Dios. La intención general de este texto pretende desviar al hombre de determinadas esperanzas terrenas engañosas, para inducirle a fundar sus esperanzas en Dios:“Oid, sedientos todos…inclinad el oído, venid a mi: escuchadme y viviréis. Sellaré con vosotros alianza perpetua, la promesa que aseguré a David”.

 

 

SEGUNDA LECTURA: Rom 8, 35, 37-39

 

        En una exultación, que se parece a un himno, proclama San Pablo, que nada podría apartarnos del amor que Dios nos tiene en Cristo. Extensos pasajes de la epístola a los Romanos han mostrado cómo la vida cristiana es una vida según el Espíritu. El bautismo la libera de la esclavitud mortal del pecado y la abre a la comunión con la vida divina, y esto gracias a Jesucristo. Es ésta una vida de lucha, pero ya victoriosa en Cristo, cuyo Espíritu ruega en nosotros y por nosotros, y actúa en nosotros y con nosotros. Nuestro único punto débil sería que perdiéramos la fe en Jesús y nuestra confianza en su Espíritu. Fuera de esto, ningún poder creado podría separarnos del amor de Cristo. Si permanecemos unidos a Jesús por la fe, suceda lo que suceda nos encontramos unidos a su muerte salvadora y a su vivificante resurrección: “Pues estoy convencido de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni presente ni futuro…ni criatura alguna podrá apartarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro”.

 

DOMINGO 18 A: MULTIPLICACIÓN DE LOS PANES: EUCARISTÍA

 

QUERIDOS HERMANOS: “Al desembarcar vio Jesús el  gentío, le dio lástima y curó a los enfermos”. Queridos hermanos y hermanas, ese mismo Cristo, con ese mismo amor y ternura por todos los hombres, por todos nosotros, está aquí y ahora en este Sagrario, el mismo, y en todos los sagrarios de la tierra; qué pena que esté tan olvidado a veces en muchas de nuestras iglesias y parroquias, de España y del mundo entero.

Y no me refiero a este tiempo en razón de la pandemia, sino a estos últimos años. Cómo no recordar los primeros años de nuestro sacerdocio hasta los años 80-90 más o menos en que muchas iglesias estaban abiertas todo el día y los cristianos, mayores y pequeños entraban a visitar a Jesús en el Sagrario. Nuestras madres y padres. Y así surgieron matrimonios y padres cristianos y jóvenes cristianos y vocaciones sacerdotales y religiosas, nuestras vocaciones, novios y jóvenes que al salir de paseo o pasar por la iglesia entraban a visitar al Señor.

        La multiplicación de los panes realizada por Jesús es un signo que apunta al sacramento de la Eucaristía como alimento del nuevo pueblo de Dios y preanuncia el banquete definitivo del Reino de los Cielos, inaugurado ya en la persona, obra y mensaje de Jesús de Nazaret.

               

        1.- La Eucaristía como misa es el sacrificio pascual de Cristo ofrecido para hacer la Nueva y Eterna Alianza de amor entre Dios y los hombres. En cada misa Cristo vuelve a hacer presente su sacrificio y su Salvación. En cada misa Cristo nos dice: os amo, os amo con amor extremo y doy mi vida por vosotros para que todos la tengáis eterna.

Y para eso, nosotros en cada misa, tenemos que hacernos con Cristo, una ofrenda agradable al Padre en obediencia total a su voluntad. “Y cuantas veces hagáis esto acordaos de mí…”   

Señor Jesús, queremos acordarnos en cada misa de ti y de tus sentimientos y actitudes de ofrenda al Padre; queremos hacernos contigo una ofrenda agradable al Padre, queremos sacrificar nuestro orgullo, egoísmos, soberbia, matar los deseos carnales para salir redimidos y salvados contigo en cada eucaristía en que haces presente tu salvación por todos los hombres.

       

        2º.- La Eucaristía como comunión realiza, mejor dicho, nos ayuda y nos empuja a realizar nuestra unión de amor y vida con Cristo y con los hermanos. Nos lo dice San Pablo: “El pan es uno y así nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo, porque comemos todos el mismo pan”. Jesús por la Eucaristía es el nuevo y definitivo alimento de santidad y de amor a Él y a los hermanos. Y para eso no basta comer el pan, hay que esforzarse por comulgar con los sentimientos de Cristo, tenemos que dejar que Él viva su vida en nosotros de amor al Padre y a los hermanos. Si no lo hacemos, comemos el pan eucaristico pero no comulgamos con Cristo. Revisemos nuestras Comuniones. Hay que comulgar con verdad para vivir la vida en Cristo: “El que me come vivirá por mí”.

 

        Y 3º.- La Eucaristía no se agota con la misa y la comunión. Una vez consagrados el pan y el vino permanecen como sacramentos de la presencia real y viva del Señor en medio de su pueblo.

La presencia de Jesús en el Sagrario es un ofrecimiento de salvación y amistad permanente por parte de Jesús a todos los hombres. Si se cree de verdad en Él, en su amor, en que es Dios y Único Salvador es muy dificil no visitarlo todos los días, no tener un trato de de amistad con Él en ratos de oración.

La devoción al Sagrario ha decaido mucho en nuestros pueblos donde las iglesias permanecen cerradas durante el día. Y no solo ahora por la pandemia, esto empezó con los robos, las drogas, etc, sobre los años 89 o 90, pero ha hecho que decaiga la devoción a Cristo en el Sagrario; no era así en los años primeros de nuestro sacerdocio, y cómo ha influido desgraciadamente en la piedad de nuestros pueblos que hasta esos años permanecían con la iglesias abiertas y visitadas todo o gran parte del día. Todos nosotros hemos conocido esta evolución. Hay que volver a la visita diaria al Cristo vivo y real siempre presente en todos los Sagrarios  de nuestros pueblos, siempre con los brazo abiertos para abrazarnos y ayudanos en todo.

La Eucaristía como misa, comunión y presencia es la mejor escuela de oración, santidad y apostolado para todos, especialmente para nosotros sacerdotes, para nosotros, párrocos…, por favor, que nos vean los feligreses, la gente…, si no… no podrán imitarnos  y cómo vamos a predicarlo… no lo olvidemos; TODO POR CRISTO EUCARISTIA. Porque “El que no perdonó a su propio Hijo sino que lo entregó por todos nosotros, ¿Cómo no nos dará todo con él”.

 

Todos sabemos, por clásica, la definición de Santa Teresa sobre oración: «No es otra cosa oración mental, sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama» (V 8,5). Parece como si la santa hubiera hecho esta descripción mirando al sagrario, porque allí es donde está más presente el que nos ama: Jesucristo vivo, vivo y resucitado. De esta forma, Jesucristo presente en el sagrario, se convierte en el mejor maestro de oración, y el sagrario,  en la mejor escuela.

        Porque tratando muchas veces a solas de amistad con Jesucristo Eucaristía, casi sin darnos cuenta nosotros, “el que nos ama” nos invita a seguirle y vivir su misma vida eucarística, silenciosa,  humilde, entregada a todos por amor extremo, dándose pero sin  imponerse... Y es así como la presencia eucarística se convierte en la mejor escuela de santidad, de unión y vivencia de los sentimientos y actitudes de Cristo.

Esto me parece que es la santidad cristiana. De esta forma,  la escuela de amistad pasa a ser escuela de santidad. Finalmente y  como consecuencia lógica, esta  vivencia de Cristo eucaristía, trasplantada a nosotros por la unión de amor  y la experiencia, se convierte o nos transforma en llamas de amor viva y apostólica: la presencia eucarística se convierte en la mejor escuela de apostolado.

 

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QUERIDOS HERMANOS: “Al desembarcar vio Jesús el  gentío, le dio lástima y curó a los enfermos”. Así declara el evangelista la motivación del milagro que narrará enseguida. Cristo se compadece del hambre y de la falta de  guías para el pueblo. Hambre material y espiritual.

        La multiplicación de los panes realizada por Jesús es un signo mesiánico; además de indicar que ha llegado el Salvador definitivo, apunta al sacramento de la Eucaristía como alimento del nuevo pueblo de Dios y preanuncia el banquete definitivo del Reino de los Cielos, inaugurado ya en la persona, obra y mensaje de Jesús de Nazaret.

        Cuando vemos a Cristo saciando el hambre de los pobres nos vienen a la memoria las estadísticas sobre los pobres actuales y la pobreza de criterios y guías de la humanidad: jóvenes y adultos desorientados, ancianos solitarios, enfermos terminales, niños sin familia, madres abandonadas, delincuentes, drogadictos, acohólicos y tantos necesitados.

        En nuestra oferta cristiana no podemos pasar de largo, hay que hacer lo que esté de nuestra parte para ayudar en estos sectores, de forma ocasional o permanente, a través de las instituciones de la Iglesia, por respecto a la dignidad de cada persona humana hasta el fín de su vida.

        Ante el hambre y la pobreza pluriforme de nuestro mundo actual, acentuada por el egoísmo que lleva consigo el consumismo materialista, nuestra solidaridad, a ejemplo de Jesús, debe llevarnos a una acción eficaz  en las múltiples formas que despierta el amor verdadero y creativo, entre las cuales una organización muy próxima a nosotros y de garantía es Cáritas, tanto a nivel nacional, internacional o parroquial. Porque el mandato de Jesús va dirigido también a todos nosotros: “Dadles vosotros de comer..”. Y repito lo de siempre: ya que no somos pobres evangélicamente, seamos al menos generosos, conforme a los deseos de Cristo.

 

        2.- Pero el milagro de la multiplicación de los panes apunta al sacramento de la Eucaristía como alimento del pueblo de Dios y preanuncia el banquete definitivo del Reino de los Cielos. El evangelista San Juan, a seguidas de este milagro, pone el discurso de Jesús en la sinagoga de Cafarnaún sobre el Pan de Vida que es Él mismo. El misterio de la Eucaristía es siempre más de lo que podemos decir  con palabras o explicar con argumentos. Es Cristo mismo que se sacrifica, que se nos da como alimento de nuestra fe, como presencia siempre viva de amigo, que siempre está en casa esperándonos para alimentar nuestra vida de sus fuerzas y de su amor y gracia.

       

        3.- La Eucaristía como misa es el sacrificio pascual de Cristo ofrecido para hacer la Nueva y Eterna Alianza de amor entre Dios y los hombres. En cada misa Cristo vuelve a hacer presente su sacrificio y sus deseos de salvar al hombre. En cada misa Cristo nos dice: os amo, os amo con amor eterno y por vosotros me inmolo al Padre en remisión de todos vuestros pecados. En cada misa salimos perdonados por los méritos de Cristo. Y nosotros en cada misa, tenemos que hacernos juntamente con Cristo, víctima y sacerdote, una ofrenda agradable al Padre con amor extremos en obediencia total a su voluntad. “Y cuantas veces hagáis esto acordaos de mí…”    Señor, queremos acordarnos de ti en cada misa, y de tus sentimientos y actitudes de ofrenda al Padre; queremos hacernos contigo una ofrenda agradable al Padre, queremos sacrificar nuestro orgullo, egoísmo, soberbia, matar los deseos carnales para salir redimidos y salvados.

       

        4.- La Eucaristía como comunión realiza nuestra unión íntima con Cristo y con los hermanos. Dice San Pablo: “El pan es uno y así nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo, porque comemos el mismo pan”. Jesús en la Eucaristía es el nuevo y definitivo pan de vida para los hombres, se hace nuestro alimento espiritual. La comunión eucarística, por ser comunión real y verdadera de su Cuerpo, transforma nuestra vida en la suya, porque comulgamos no sólo materialmente con su cuerpo, sino que vamos comulgando poco a poco con sus mismos sentimientos y actitudes de amor y de entrega a su Padre Dios y a los hombres; vamos comulgando e identificándonos con  su vida, sentimientos, vivencias, deseos, amores en una transformación progresiva. Vamos viviendo cada vez más de su vida: vivir en Cristo y por Cristo. Hay que comulgar más y mejor para vivir la vida nueva de Cristo: “El que me come vivirá por mí”.

 

        5.- La Eucaristía no se agota con la misa y la comunión. Una vez consagrados el pan y el vino permanecen como sacramentos de la presencia real y viva del Señor en medio de su pueblo. La presencia de Jesús en el Sagrario es un ofrecimiento de amistad permanente por parte del Señor a todos los hombres. El Sagrario es la presencia amiga de Cristo ofrecida a todos los hombres. La Eucaristía es la mejor escuela de oración, santidad y apostolado.

        Todos sabemos, por clásica, la definición de Santa Teresa sobre oración: «No es otra cosa oración mental, sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama» (V 8,5). Parece como si la santa hubiera hecho esta descripción mirando al sagrario, porque allí es donde está más presente el que nos ama: Jesucristo vivo, vivo y resucitado. De esta forma, Jesucristo presente en el sagrario, se convierte en el mejor maestro de oración, y el sagrario,  en la mejor escuela.

        Tratando muchas veces a solas de amistad con Jesucristo Eucaristía, casi sin darnos cuenta nosotros, Ael que nos ama@nos invita a seguirle y vivir su misma vida eucarística, silenciosa,  humilde, entregada a todos por amor extremo, dándose pero sin  imponerse... Y es así como la presencia eucarística se convierte en la mejor escuela de santidad, de unión y vivencia de los sentimientos y actitudes de Cristo. Esto me parece que es la santidad cristiana. De esta forma,  la escuela de amistad pasa a ser escuela de santidad. Finalmente y  como consecuencia lógica, esta  vivencia de Cristo eucaristía, trasplantada a nosotros por la unión de amor  y la experiencia, se convierte o nos transforma en llamas de amor viva y apostólica: la presencia eucarística se convierte en la mejor escuela de apostolado.

 

 

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XIX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

 

PRIMERA LECTURA: 1 Re 19, 9a, 1l-13a

 

Elías es el profeta que se opuso a Jezabel, esposa de Ajab, rey de Israel. Aquella se esforzó por introducir en el reino el culto de Baal, divinidad pagana de la prosperidad doméstica y agrícola. Queriendo Jezabel dar muerte a Elías, éste huyó hacia el sur y, tras duras etapas a través del desierto, donde el Señor hizo que encontrara un pan milagroso, llegó a Horeb, en el macizo del Sinaí. Allí le habló Yahvéh. Le condujo al desierto para confiarle la dura misión de volver al norte, para consagrar allí nuevos jefes del pueblo. Dios se manifiesta a Elías como Dios bueno y dulce más bien que terrible y poderoso. Por otra parte, se puede descubrir un contraste en el hecho de que Elías el profeta encuentre a Dios donde le encontró Moisés el legislador. Efectivamente, en el plano de la Ley, Dios se manifestó a Moisés entre poder y prodigios; en el plano de la misión profética, en el mismo sitio se manifiesta Dios a Elías con dulzura y suavidad.

 

SEGUNDA LECTURA: Rom 9, 1-5

 

        Este texto de San Pablo nos sumerge en misterios muy profundos. Antes de tocar dos preguntas que en Él se plantean, precisemos el sentido de algunas expresiones. Al decir San Pablo que su tristeza le hace desear ser “separado de Cristo” si esto pudiera salvar a sus hermanos, quiere significar hasta dónde llega la magnitud de su amor a sus hermanos según la carne, los judíos. Utiliza un modo de hablar con el que sabe bien que llega hasta lo imposible, pero este imposible tiene por objeto subrayar un hecho real: el amor a los hermanos. San Pablo sabe que nada puede separarle de Cristo; la hipótesis de una separación significa que su amor al pueblo judío es de una intensidad comparable a la intensidad del sufrimiento que experimentaría si fuera rechazado por Cristo. Los judíos se encerraron en una etapa de su historia, a saber, en la espera de un mesianismo temporal. Deberían haber mantenido su historia abierta a la venida de Dios. Pongamos cuidado para no congelarnos en una etapa cualquiera de nuestra vida espiritual, y mantengámonos prestos siempre para las imprevisibles novedades de la gracia de Dios. San Pablo enumera algunos de los privilegios de Israel: “Suyos son los patriarcas, de quienes, según lo humano, nació el Mesías, el que está por encima de todos: Dios bendito por los siglos. Amén”.

 

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 14, 22-33

 

QUERIDAS HERMANAS DOMINICAS: Este milagro de la marcha de Pedro sobre las aguas se sitúa a continuación del milagro de la multiplicación de los panes. El pueblo agradecido quiere proclamarle rey a Jesús por haberles dado de comer y tal vez los discípulos no están en desacuerdo con esta reacción popular.

Por eso Jesús, tratando de apartarles de estos deseos, les “apremia” a irse a la otra orilla del lago. Él, por su parte, se retira a la soledad, para orar. El evangelista lo recalca con fuerza: “Y después de despedir a la gente subió al monte a solas para orar. Llegada la noche estaba allí sólo”.

1.- Yo me quedaría y reflexionaría con este comportamiento de Cristo. En la historia del mundo y en nuestra propia historia personal cuando todo nos va bien y Dios nos concede gracias de todo tipo, de dinero, salud, bienestar, queremos proclamarle Dios y bendecirle y hablar bien de él; cuando la salud o los intereses divinos y humanos no marchan bien, entonces dudamos. Meditemos, reflexionemos.

¿Qué hace el Señor? Se retira a orar, porque la oración es el camino más eficaz que conozco y he conocido para amar y servir a Dios en verdad y amor verdadero. Es vuestro camino, el que habéis elegido, queridas dominicas. Estáis en lo verdadero, en lo santificador, en el camino de Jesús.

Sería bueno detenernos un momento aquí con Cristo en oración, para imitar al Señor, que se retira para descubrir en la soledad cuál es la voluntad del Padre y cómo seguir cumpliéndola. Una de las tentaciones del demonio en el desierto está ahora aquí actuando. Le van a querer proclamar rey, rey temporal, Mesías temporal y Él quiere seguir el camino del Padre que le llevará por la muerte a la Resurrección y a la Vida.

        Queridas hermanas, la oración es necesaria en todos los momentos de la vida, en los éxitos como en los fracasos para no alejarnos de la voluntad de Dios. Tú, hermana dominica eres un alma de oración, haces oración para encontrar a Dios, para amar y cumplir su voluntad, para llegar a una unión de amor con Él y para santificar a este mundo, a tus hermanos los hombres, que debieran ser más agradecidos a vosotras, pero el mundo, este mundo está lejos de Dios, es muy distinto al de mi juventud y primeros años de sacerdocio. Vosotras sois la mejor ayuda que tiene la Iglesia para convertir a este mundo y salvarlo.

        Queridas hermanas contemplativas, el evangelio de hoy, el comportamiento de Cristo es  una alabanza de vuestra vida en  clausura dedicada principalmente a la oración, sois unas privilegiadas por esta vocación.

        2.- El comportamiento de los discípulos y de Pedro, en primer lugar, es comprensible. Se ve entonces a Pedro confundir fe con entusiasmo. Su entusiasmo le arroja al agua pero su fe en Jesús no le sostiene lo bastante; en consecuencia, se hunde. Importante:  Pedro grita a Jesús y Jesús le toma de la mano. Es el retrato fiel de lo que a todos tenemos que hacer en las pruebas de nuestra vida. Orar, orar, venir a la presencia de Cristo en el Sagrario y pedir…

 

        3)¿...por qué has dudado? Esta pregunta de Cristo a San Pedro merece nuestra meditación. ¿Qué es lo que nos hace dudar de Cristo alguna vez en nuestra vida? Nuestra debilidad en la fe aunque seamos curas y frailes cuando las cosas no nos van como nosotros queremos. Son las dificultades que asaltan a nuestra fe. La debilidad y las exigencias de nuestro yo egoista, los juicios y la increencia de los que nos rodean, las exigencias del evangelio, los sufrimientos de la vida, de las hermanas.

“En seguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo: «¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?» En cuanto subieron a la barca, amainó el viento.
Los de la barca se postraron ante él, diciendo: «Realmente eres Hijo de Dios.” Si en nosotros surge alguna duda, sepamos que el Señor siempre está presente, junto a nosotros; que somos nosotros lo que tenemos que estar presente junto a Él, mirarle en el Sagrario, invocarle, suplicarle; que nuestra mirada sea como mano tendida hacia Cristo, y no dudemos de que Cristo siempre nos escucha y nos salva.

Y nosotros como Pedro y los discípulos: “se postraron delante de Él diciendo: verdaderamente tú eres Hijo de Dios”.

 

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QUERIDOS HERMANOS: El milagro de la marcha sobre las aguas se sitúa a continuación del milagro de la multiplicación de los panes. El pueblo agradecido quiere proclamarle rey a Jesús por haberles dado de comer y tal vez los discípulos no están en desacuerdo con esta reacción popular. Por eso Jesús, tratando de apartarles de estos deseos, les “apremia” a irse a la otra orilla del lago. Él, por su parte, se retira a la soledad, para orar. El evangelista lo recalca con fuerza: “Y después de despedir a la gente subió al monte a solas para orar. Llegada la noche estaba allí sólo”.

1.- Yo me quedaría y reflexionaría con este comportamiento de Cristo. Porque la oración es el camino más eficaz que conozco y he conocido para amar y servir a Dios y mediante esto salvar el alma. Parece que a los Apóstoles también les impresiona este Cristo que ante los éxitos y las pruebas se retira a la oración y pasa las noches en presencia del Padre en diálogo de oración.

Sería bueno detenernos un momento aquí con Cristo en oración, para imitar al Señor, que se retira para descubrir en la soledad cuál es la voluntad del Padre y cómo seguir cumpliéndola. Una de las tentaciones del demonio en el desierto está ahora actuando. Le va a querer proclamar rey, rey temporal, Mesías temporal y Él quiere seguir el camino del Padre que le llevará por la muerte a la Resurrección y a la Vida.

        La oración es necesaria en todos los momentos de la vida, en los éxitos como en los fracasos para no alejarnos de la voluntad de Dios. En la oración recibimos luz, fuerza, consuelo. Son ratos de diálogo con el Amado.

        Tú, hermano, hermana, haces oración todos los días para encontrar a Dios, para amar y cumplir su voluntad, para llegar a una unión de amor con Él.

        Mira lo que yo escribí en el prólogo de mi primer libro sobre la oración ante el Sagrario, ante Jesús Eucaristía, que es el mejor camino de oración, la oración eucarística.

(Leer parte del prólogo, principio y final de LA EUCARISTIA, LA MEJOR ESCUELA…)

 

        2.- Quizá lo que sigue nos confirme en lo que estamos diciendo sobre la oración. Al final de la noche, entre las tres

y las seis de la mañana, va a reunirse con sus discípulos en unas circunstancias, que dan lugar a uno de los principales pensamientos de este pasaje evangélico. Pedro se arroja al agua para ir a donde se hallaba Jesús, pero su fe no tenía aún la firmeza que más tarde tendrá, una vez que Jesús le haya salvado y estará capacitado para «confirmar en la fe a sus hermanos»; esa fe es todavía débil, suficiente sin embargo para que Jesús le tienda la mano.

        3) El comportamiento de los discípulos y de Pedro, en primer lugar, es comprensible; se asustan al ver aparecer, entre la media luz del alba, lo que ellos creen que es un fantasma. Desde el momento en que Jesús les habla y les tranquiliza, su fe se siente requerida. Se ve entonces a Pedro confundir fe con entusiasmo. Su entusiasmo le arroja al agua y su fe no le sostiene lo bastante; en consecuencia, se hunde. Pero, reflexión de suma importancia, Pedro grita a Jesús y Jesús le toma de la mano. Es el retrato fiel de lo que a todos nos ha pasado alguna vez en nuestra vida. La fe es una «gracia», un don y, por lo tanto, debe ser objeto de nuestra súplica. Debemos pedirla continuamente en nuestra oración, comuniones, aprietos y necesidades. Porque es fundamento de todo, debe crecer continuamente, porque de otra forma se queda infantil y con fe no madura no podemos vivir una fe adulta, responsable, fiel, sacrificada. Debemos decir frecuentemente esta oración evangélica: «Creo, Señor, pero aumenta mi fe»

        4)¿...por qué has dudado? Esta pregunta de Cristo a San Pedro merece nuestra meditación. ¿Qué es lo que nos hace dudar a nosotros de nuestra fe? Y le podríamos contar a Cristo todas las dificultades que asaltan a nuestra fe. Le contaríamos la debilidad y las exigencias de nuestro espíritu, las exigencias del evangelio, los juicios y la increencia de los que nos rodean, los sobresaltos de nuestro corazón, los excesos de nuestro sufrimiento.

Pero existe un por qué, que carece de sentido, y es el que da a entender Cristo a Pedro: “¿Por qué has dudado?” Si en nosotros surge alguna duda, sepamos que el Señor siempre está presente, junto a nosotros; que somos nosotros lo que tenemos que estar presente junto a Él, mirarle en el Sagrario, invocarle, suplicarle; que nuestra mirada sea como nuestra mano tendida hacia Cristo, y no dudemos de que Cristo está allí para tomárnosla.

Y Pedro, después del milagro se condujo con toda naturalidad reconociendo en Jesús, Dueño de la naturaleza, “se postraron delante de Él diciendo: verdaderamente tú eres Hijo de Dios”.

 

 

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XX  DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

 

PRIMERA LECTURA: Is 56, 1, 6-7

 

Este texto va dirigido a los israelitas, hacia el final de su destierro. Insiste en un punto particular, la observancia sabática, y anuncia la universalidad de la salvación. No se trata más que de una primera etapa en la apertura hacia los paganos, porque estos todavía han de someterse a la observancia de la ley mosaica; no obstante, es ya la afirmación, de considerable trascendencia, de que el acceso a la amistad con Yahvéh no está vinculado a pertenecer a la raza de Israel. A título de mero indicio, podemos reconocer aquí lo que más tarde se desarrollará como un verdadero drama en la historia de Jesús. Los judíos del tiempo de Jesús no admitirán que éste ofrezca la amistad de Dios a los paganos y publicanos sin previa conversión a la ley de Moisés. Primero Israel y más tarde la Iglesia tiene vocación universalista. No tenemos inconveniente en admitir que la salvación es independiente de pertenecer a una raza determinada, ¿pero no nos sentiremos tentados a veces, cada uno de nosotros, incluso alguna iglesia particular, a vincularla a nuestra «manera» de ser católicos? “Porque mi casa es casa de oración y así la llamarán todos los pueblos”.

 

SEGUNDA LECTURA: Rom 11, 13-15, 29-32

 

        San Pablo tropieza con un hecho doloroso. El pueblo judío rechaza a Cristo, nacido en su seno. Siendo el pueblo de la promesa y constituyendo Jesucristo la cima de su historia y su razón de ser, este pueblo rechaza a Jesucristo. En las ciudades por donde va predicando, encuentra San Pablo la más viva oposición, no entre los paganos sino entre los judíos. Este hecho provoca una pregunta: ¿por qué esta repulsa? San Pablo intenta contestarla apelando a una perspectiva global. La misericordia de Dios está siempre ofrecida a los judíos que todavía no la aceptan y ofrecida de nuevo a los paganos, que sí la aceptan. Dios hace que el Mesías sea anunciado a pesar de todo, y que hoy las naciones vayan por delante de Israel en la aceptación de la misericordia: “Así también ellos, que ahora no obedecen, con ocasión de la misericordia obtenida por vosotros, alcanzarán misericordia”.

 

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 15, 21-28

 

 QUERIDOS HERMANOS: 1.- La lección principal que el Señor quiere enseñarnos en este evangelio es que los que quieran conocerle y amarle han de sufrir purificaciones de fe y del egoísmo innato que a todos nos mueve y nos invade.

Quiero decir: vengo y pido al Señor una gracia y lo que quiero es que el Señor me la conceda, sin ponerlo en las manos de Dios o pensar si sería mejor otra gracia…etc.. en fín, yo quiero y pido esa gracia y quiero que Dios se someta a mi voluntad y no me fío de la bondad o plan que quiere lo mejor para mí. Me falta fe en Dios.

Enseñanza: que Dios siempre nos escucha como a la cananea, que quiere lo mejor para nosotros, aunque nosotros no lo entendamos o comprendamos y que tenemos que tener confianza y seguridad en su voluntad y amor, aunque algunas veces no sea como nosotros lo deseamos y pedimos.

Por eso, este evangelio es muy interesante porque nos indica cómo la cananea persevera a pesar de que aparentemente el Señor la desprecia y no la atiende y cómo nosotros debemos desarrollar la fe en Dios en nuestra vida espiritual cuando parece que Dios no nos escucha, incluso con sequedades en la oración o comunión o ratos de Eucaristía que duran tiempo y por medio de las cuales Jesús nos va purificando de nuestros egoismos y conceptos sobre Él.

Y esto hay que tenerlo muy presente, sobre todo en los ratos de oración, que en temporadas largas el Señor parece que no existe, sequedad, crisis de fe y que nos enseñan que tenemos que hacer oración porque Él es Dios y no porque yo siente o no sienta: S. Juan de la Cruz. De esto podría hablaros largamente porque lo tengo muy estudiado y.y.

Son las crisis o noches o purificaciones de la fe, esperanza y caridad, necesarias para la unión y experiencia de Dios, las noches y obscuridades de las virtudes sobrenaturales de las cuales, nuestros místicos, principalmente S. Teresa y S. Juan de la Cruz, que las han vivido, nos las describen tan profunda y claramente en Las Moradas y en la Subida al monte Carmelo, sobre todo, en las Noches pasivas del espíritu, porque es el Espíritu Santo, Espíritu de de Amor de Dios mismo es el que las provoca para limpiarnos de nuestros concepto egoistas de fe y amor y llenarnos de Dios mismo, para vivir plenamente la vida de la gracia, la misma vida de Dios.

En el Evangelio de hoy lo primero que nos encontramos y que más sobresale, es la fe de la Cananea. La pobre mujer, cuya hija se halla enferma, sufre hasta el punto que “se puso a gritar” a Jesús. No es que sea agresiva sino que sencillamente está herida por la enfermedad de su hija y lo expresa con fuerza. Pero es un grito humilde, porque cuando Jesús le dice que ha venido para los hijos de Israel, ella contesta con humildad, poniéndose en el lugar de “los perros que se alimentan con los restos caídos de la mesa de sus amos”.

         La cananea tiene fe perseverante. Con intuición de mujer y de madre, mujer y madre tenía que ser,  sabe que ha ganado ya a Jesús para su causa. Hoy nos faltan madres cristianas como las nuestras. Así debe ser nuestra fe y confianza en nuestra oración y amistad con Cristo Eucaristía, que siempre nos ama y escucha, aunque parezca que no nos hace caso. Hay que perseverar como esta mujer cananea. Aprendamos.Dios no nos deja abandonados nunca. El Señor nos ama verdaderamente y siempre nos escucha, para eso se quedó tan cerca de todos en el Sagrario; está aquí para eso, aunque a veces parece que no nos escucha.

Pues bien, esta es la lección principal del evangelio, de la cananea:

        a) su oración es una oración de petición humilde. Ya lo hemos dicho antes. Dios quiere que le pidamos, aunque parezca que no nos escucha: Jesucristo nos lo ha dicho: “Pedid y recibiréis, llamad y  se os abrirá, buscad y encontraréis.”.

        b) es una oración perseverante y confiada, como deben ser las nuestras… aunque a veces nos parezca que se retardea. Lo hace para purificarnos.

He terminado: Señor, yo te pido esto, yo veo este problema y su solución así, pero Tú sabes mejor lo que me conviene. Hágase tu voluntad, que es la que más me quiere, más que yo a mí mismo.  

 

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QUERIDOS HERMANOS: 1.- La lección principal que el Señor quiere enseñarnos en este evangelio es que los que quieran conocerle y amarle han de sufrir purificaciones de fe y del egoísmo innato que a todos nos mueve y nos invade. Quiero decir: vengo y pido al Señor una gracia y lo que quiero es que el Señor me la conceda, sin ponerlo en las manos de Dios o pensar si me viene bien o mal, o si sería mejor otra gracia, o …etc.. en fín, yo quiero y pido esa gracia y quiero que Dios se someta a mi voluntad y no me fío de la bondad y sabiduría de Dios, que quiere lo mejor para mí.

Enseñanza: que Dios siempre nos escucha, que quiere lo mejor para nosotros, y que tenemos que tener confianza y seguridad en su voluntad y amor, aunque algunas veces no sea como nosotros lo deseamos y pedimos.

Por eso, este evangelio es muy interesante porque nos indica cómo la cananea persevera a pesar de que aparentemente el Señor la desprecia y no la atiende y cómo nosotros debemos desarrollar la fe en Dios en nuestra vida espiritual cuando parece que Dios no nos escucha, incluso con sequedades que duran tiempo y por media de las cuales nos va purificando de nuestros conceptos sobre Él y de nuestros egoismos, sobre todo en los ratos de oración, que en temporadas el Señor pararece que no existe, que no nos escucha.

Son las crisis o noches o purificaciones de la fe, esperanza y caridad, necesarias para la unión y experiencia de Dios, las noches y obscuridades de las virtudes sobrenaturales de las cuales, nuestros místicos, principalmente S. Teresa y S. Juan de la Cruz, que las han vivido, nos las describen tan profunda y claramente en Las Moradas y en la Subida al monte Carmelo, sobre todo, en las Noches pasivas del espíritu, porque es el Espíritu Santo, Espíritu de Dios mismo es el que las provoca para limpiarnos de nuestros concepto de fe y amor y llenarnos de Dios mismo, para vivir plenamente la vida de la gracia, la misma vida de Dios. De esto no veo mucho conocimiento y predicación en la Iglesia actual, incluso en su parte más elevada.

(De esto veo gran ignorancia en la Iglesia actual, en religiosos y sacerdotes, en contemplativas incluso, falta desarrollo de la vida de gracia y amistad con Dios, del camino de las purificaciones de la fe y amor en la vida espiritual para llegar a la unión perfecta con Dios, a la santidad, y por tanto de la experiencia de Dios, por falta de estas purificaciones de nuestra vida por oración-conversión, de purificaciones de la fe y el amor a Dios. (Hablaría incluso de obispos).

 La fe de la cananea, como toda fe en Cristo, ha de superar barreras y obstáculos externos e internos, personales y sociales, enfermedades y fracasos, críticas e incomprensiones que nos desconciertan, incluso nos escandalizan sobre el proceder de Dios, sobre su amor al hombre, como las respuestas dadas por Cristo a esta mujer cananea; pero que son la purificaciones necesarias para entrar en el verdadero conocimiento de Cristo, en la verdadera amistad con Dios.

Y esto lo digo por experiencia personal y pastoral en mi vida personal de la parroquia, a veces con incomprensiones de los mismos superiores que uno no entiende en su vida sacerdotal pero de las cuales el Espiritu Santo se sirve para purificarnos y adentrarnos por la oración en la intimidad con Cristo, en el abrazo trinitario. ¿Por qué pues has llagado este corazón no le sanaste, y no...

Todos sufrimos estas purificaciones en nuestra vida espiritual,    que no nos echemos para atrás, tenemos que sufrirlas y superarlas, sobre todo por la vida de oracion. Lo importante es ser conscientes y vivirlas para vaciarnos de nosotros mismos y que Dios nos pueda llenar. Porque si no nos vaciamos de nuestro yo e imperfecciones, no llegamos a la experiencia de Dios, a la experiencia de la fe o de lo que celebramos, de la eucaristía, del Sagrario, sí, sí creemos y hacemos todas las ceremonias perfectamente, pero no sentimos a Cristo, no experimentamos el gozo de la fe y esto aunque uno sea obispo o cardenal.. ((He sufrido mucho en este sentido, no comprendía cómo Dios actuaba conmigo en mi vida humana, sacerdotal y espiritual. Podía decir muchas cosas íntimas de mi amistad con Cristo y las noches de fe y amor que he sufrido en mi vida, pero… lo único que digo que para progresar en el conocimiento y amor de Cristo hay que pasar las noches y purificaciones de S. Juan de la Cruz)).

        2.- En este episodio evangélico lo primero que nos encontramos y que más sobresale, es la fe de la Cananea. La pobre mujer, cuya hija se halla enferma, sufre hasta el punto que “se puso a gritar” a Jesús. No es que sea agresiva sino que sencillamente está herida por la enfermedad de su hija y lo expresa con fuerza. Pero es un grito humilde, porque cuando Jesús le dice que ha venido para los hijos de Israel, ella contesta con humildad, poniéndose en el lugar de “los perros que se alimentan con los restos caídos de la mesa de sus amos”.

        Esta humildad fuerza al corazón de Dios. La Cananea, una vez que Jesús la ha respondido y que, por tanto, se ha interesado por ella, siente la seguridad de que Jesús va a sanar a su hija. Por eso continúa el diálogo duro y frío por parte de Jesús, convencida de que conociendo como conoce a Jesús, su perseverancia terminará venciendo el aparente desprecio del Señor. Y así fue. Hermanos y hermanas, aprendamos nosotros esta lección en nuestra vida espiritual. (ahora vendría el describir este camino, pero no quiero alargarme)

          1º.- La cananea tiene fe perseverante. Con intuición de mujer y de madre, mujer y madre tenía que ser,  sabe que ha ganado ya a Jesús para su causa. Por eso, como mujer, acentúa su confianza en el poder y bondad de Jesús, es una fe humilde, confiada y valiente, muy propia de mujeres, de nuestras madres, que saben vencer por amor todas las dificultades, el hombre de suyo es más engreído y más torpe. Así debe ser nuestra fe y confianza en nuestra oración y amistad con Cristo Eucaristía, que siempre nos ama y escucha, aunque parezca que no nos hace caso. Hay que perseverar como esta mujer cananea. Aprendamos.

          2º.- En esta vida todos tenemos que pasar pruebas difíciles, necesidades y aprietos de todo tipo, a veces incomprensibles. Es el camino de las necesidades materiales o espirituales,  de las cruces de todo tipo de que he hablado, del sufrimiento, de enfermedades.

El hecho de ser creyentes no nos libra de recorrer este camino sobre todo en la vida espiritual, en la oración, con noches de sequedades necesarias para purificar nuestro yo.  Si se lo pedimos, si perseveramos, superararemos todas estas pruebas porque Dios siempre nos escucha y lo desea más que nosotros, aunque aparentemente parezca que no nos atiende, porque no siempre las soluciona a nuestro modo, como nosotros se lo pedimos, pero siempre nos escucha.

Dios no nos deja abandonados nunca. El Señor nos ama verdaderamente y siempre nos escucha, para eso se quedó tan cerca de todos en el Sagrario; está aquí para eso, aunque a veces parece que no nos escucha. Precisamente el Evangelio de hoy es una defensa de la oración de petición ante el aparente silencio, incluso desprecio por parte del Señor. Purificaciones de la fe en S. Juan de la Cruz, S Teresa.

Pues bien, esta es la lección principal de la cananea:

        a) su oración es una oración de petición humilde. Ya lo hemos dicho antes. Dios quiere que le pidamos, aunque parezca que no nos escucha: Jesucristo nos lo ha dicho: “Pedid y recibiréis, llamad y  se os abrirá, buscad y encontraréis.”.

        b) es una oración perseverante y confiada, como deben ser las nuestras… aunque parezca que no nos escucha, esto nos enseña Cristo en este evangelio:Señor, yo sé que me estás escuchando en el Sagrario, te expongo este problema, yo lo veo así pero me fío más de ti y de tu amor que de mi visión y voluntad. Te lo pido, hágase tu volunad.

        Hoy mucha gente se aleja de Dios porque aparentemente no se somete a nuestros ruegos, piensan que Dios no nos escucha, al no actuar como nosotros se lo pedimos y programamos.Señor, yo te pido esto, yo veo este problema y su solución así, pero Tú sabes mejor lo que me conviene. Hágase tu voluntad, que es la que más me quiere, más que yo a mí mismo.    

 

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QUERIDOS HERMANOS: 1.- El tema teológico de este domingo, como el del pasado, es la fe en Cristo, como condición indispensable de pertenencia al reino o para obtener la ayuda divina y sus dones y gracias. Y fijaos bien, si el domingo pasado el Señor reprochaba a Pedro su falta de fe, que le hizo dudar de su amor y presencia, cuando se hundía en las aguas: “por qué has dudado, hombre de poca fe”; en este  domingo, Cristo alaba la fe perseverante de la cananea después de haberle dado ciertas respuestas desconcertantes, con un fondo de ironía humillante: “he sido enviado primero a los judíos, no está bien echar a los perros el pan de los hijos…”

La fe de la cananea, como toda fe en Cristo, ha de superar barreras y obstáculos externos e internos, personales y sociales, enfermedades y fracasos, críticas e incomprensiones que nos desconciertan, incluso nos escandalizan sobre el proceder de Dios, como las respuestas dadas a esta mujer cananea; pero que son la purificaciones necesarias para entrar en el verdadero conocimiento de Cristo, en la verdadera amistad con Dios.

        2.-    Este texto pone de relieve, a través de una aparente dureza, que Jesús ama a todos, paganos y creyentes, y que se interesa profundamente por todas nuestras necesidades de tipo temporal y divino. Muestra además que aquellos, los paganos,  tienen una capacidad nueva y ardiente de recibir la fe.

       3.- Fe humilde. De este episodio evangélico, lo primero que nos encontramos, y lo que más sobresale, es la fe de la Cananea. La pobre mujer, cuya hija se halla enferma, sufre hasta el punto que “se puso a gritar” a Jesús. No es que sea agresiva o tenga conciencia de expresar un derecho, sino que sencillamente está herida por la enfermedad de su hija y lo expresa con fuerza. Pero es grito humilde, porque cuando Jesús le dice que ha venido para los hijos de Israel, ella contesta con humildad, poniéndose en el lugar de “los perros que se alimentan con los restos caídos de la mesa de sus amos”.

        La Cananea da a su fe una calidad de humildad que fuerza al corazón de Dios. Esta fe sigue siendo un grito espontáneo. Si hubiera que analizarlo, nos encontraríamos en este grito con la expresión de un gran sufrimiento, de un vértigo de esperanza súbita y, después, de una seguridad confiada. La Cananea, una vez que Jesús la ha respondido y que, por tanto, se ha interesado por ella, parece haber ganado la partida. Siente la seguridad de que Jesús va a sanar a su hija. Y continúa el diálogo, sabiendo que su humildad vencerá el aparente desprecio del Señor.

          4.- Fe perseverante. Se detiene vigorosamente en un punto preciso: Jesús es capaz de sanar a su hija enferma. Con intuición de mujer y de madre sabe que ha ganado ya a Jesús para su causa. La Cananea acentúa ante Jesús, y le repite, su confianza en su poder y en su bondad. Rechazada al principio por Jesús duramente, persevera y despliega una obstinación muy maternal. En el plano psicológico, esta fe es «existencial», arranca de la experiencia del sufrimiento y de la esperanza en una curación; es una fe humilde, confiada y valiente, que sabe vencer todas las dificultades.

      5.- En la vida todos tenemos que pasar pruebas difíciles, necesidades y aprietos de todo tipo, a veces incomprensibles. Es el camino de la indigencia, de la pobreza, del sufrimiento de enfermedades y de cruces de todo tipo. El hecho de ser creyentes no nos libra de recorrer este camino. Dios no quita las pruebas, sino que nos ayuda a superarlas; pero no cogiéndonos en brazos sin que nos mojemos, sino ayudándonos a vadear los torrentes de la vida, a soportar las pruebas, transformándolo todo en salvación, redención de vida, en gracia sobrenatural. Dios no nos deja abandonados. El Señor nos ama verdaderamente y está junto a nosotros y escucha nuestras oraciones de petición de ayuda y gracia. Precisamente el Evangelio de hoy es una defensa de la oración de petición y de escucha y eficacia por parte del Señor.

       

        6.- La oración de la cananea:     a) es una oración de petición humilde. Ya lo hemos dicho antes. Dios quiere que le pidamos, aunque parezca no oírnos. Nos lo ha dicho por Jesucristo: “Pedid y recibiréis, llamad y  se os abrirá, buscad y encontraréis.”. Él ha querido ser nuestro Padre y ayudarnos como Padre, así ha querido que le invoquemos en el Padre Nuestro… Estamos siempre necesitados de su gracia.

        b) es una oración de petición perseverante: para demostrarle al Señor que lo que pedimos es algo serio, sentido, verdadero; no un capricho momentáneo. De rodillas y con gritos.

        c) es una oración de petición confiada: Señor, yo te expongo este problema, yo lo veo así pero me fío más de ti y de tu amor que de mi visión y voluntad. Hágase no lo que yo quiero sino lo que tú quieres. Purifícame de todo egoísmo y consumismo: “hasta los perros...”.

        d) Este episodio de la Cananea tiene un final feliz para la mujer que pide la curación de su hija. Pregunto: ¿qué hubiera pasado si Jesús, a la cananea como a nosotros, no nos concede la gracia que pedimos porque nos quiere dar una gracia mayor? Por qué los santos, cuando han avanzado en la vida espiritual y están convencidos del amor que Dios nos tiene, por qué son capaces de terminar sus oraciones: Señor, pero que no se haga lo que yo te

pido, que no se haga mi voluntad sino la tuya porque me fío más del amor que tu me tienes que del amor que yo me tengo a mí mismo. ¿Por qué a un místico, a una persona con cierta experiencia espiritual  no le importa sentir o no sentir en la oración, estar fervoroso o seco, porque esto es egoísmo subjetivo y lo que importa es que Dios haga y siente y me haga sentir lo que Él quiera?

        Estas personas saben que Dios siempre nos escucha y está presente en nuestra oración aunque no sintamos su presencia con gozo. Dios es verdad y amor absoluto en sus vidas, y aunque todas las circunstancias se pongan en contra y el mundo entero deje de creer, ellos no se inmutan, porque están convencidos hasta la médula del amor de Dios, que nos hará pasar por la muerte de nuestro yo para llevarnos a la vida nueva de amistad con Él.

        Hoy mucha gente se aleja de Dios porque Él no se somete a sus ruegos egoístas, consumistas. Encienden velas y velas queriendo someter a Dios a sus deseos. Eso no es creer y fiarse de Dios; eso es aprovecharse de la fe, de Dios.

        Es más perfecto, después de haberle expuesto a Dios nuestros deseos, quedarlo todo en sus manos, porque no queremos instrumentalizarle, sino que nos fiamos totalmente de su amor. Porque nosotros trazamos perfectamente nuestros proyectos y deseos, y cuando vemos que peligran, recurrimos a Dios, para que se someta a nuestra voluntad. Supone más fe, confianza y amor quedarlo todo en sus manos, después de haber hecho la petición. Señor, yo te pido, yo veo este problema y su solución así, pero Tú sabes mejor lo que me conviene. Hágase tu voluntad, que es la que más me quiere, más que yo a mí mismo.    

 

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XXI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

 

PRIMERA LECTURA: Is 22, 19-23


        Este texto se refiere directamente al nombramiento del primer ministro Eliacín bajo el reinado del rey Ezequías, en Jerusalén. El ministro depuesto de su cargo, aunque no del todo en desgracia, es Sobná. Eliacín gobernará juiciosamente y en perfecta armonía con el rey, de ahí la expresión: “yo colocaré sobre su hombro la llave de la casa de David”. En el Evangelio (Mt 16, 19; véase la tercera lectura de este día), Jesús se refiere implícitamente a este texto, lo cual le confiere valor de anuncio mesiánico. Por otra parte, la liturgia de Adviento recogía antiguamente, en una de las grandes antífonas de Vísperas, la expresión “llave de David”. Conviene en todo caso dar a esta realidad una determinada dimensión. En efecto, siendo Israel el pueblo de Dios y propiedad de éste su tierra, el Señor se interesa directamente por su administración. De ello resulta que el rey y sus ministros son responsables ante Dios, de su manera de gobernar. Después de esto se explica que, en la historia de Israel, un incidente en apariencia banal alcanza de pronto una dimensión mesiánica, al poner Dios mano en Él, confiriéndole un sentido. De este modo, el personaje Eliacín se convierte en una figura mesiánica: “Colgaré de su hombro la llave del palacio de David: lo que Él abra nadie lo cerrará; lo que Él cierre, nadie lo abrirá”.

 

SEGUNDA LECTURA: Rom 11, 33-36

        Este himno de San Pablo determina una larga exposición acerca del misterio de la incredulidad de los judíos y la vocación de los gentiles, misterio en último término impenetrable, en el que el único fulgor sedante para el espíritu, pero esplendente, es la misericordia infinita. Cuantas razones busquemos, capaces de sugerir una idea sobre el modo como Dios actúa, se pierden en el abismo de su riqueza, sabiduría y ciencia. Ante Dios, la criatura humana se encuentra en situación de la dependencia más radical: no sabe más que lo que Dios le hace saber, ni tiene más que lo que Dios le concede tener.

        Sin posibilidad autónoma de penetrar a Dios mediante el conocimiento, y sin posibilidad de un cambio que diera origen a un derecho, el hombre tiene que considerarse objeto de absoluta gratuidad por parte de Dios. Esta gratuidad es expresión de un Amor que reclama una respuesta de amor, y esta respuesta se expresa preferentemente con la alabanza. San Pablo tenía viva conciencia de ello; por eso, en sus cartas encontramos numerosas «doxologías» que son himnos de alabanza dirigidos a Dios y a Cristo. Muestra ser el hombre que ama a su Dios de tal manera, que desearía conocerle según la medida de su amor y que, impotente para conocerle, se desahoga en la alabanza. El himno de hoy habla de la sabiduría, de la ciencia, del pensamiento del Señor: “¡Qué abismo de generosidad, de sabiduría y de conocimiento el de Dios! ¡Qué insondables sus decisiones y qué irrastreables sus caminos! ¡Quién le ha dado primero para que Él le devuelva? A Él la gloria por los siglos de los siglos. Amén”.

 

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 16,13-20

 

QUERIDAS HERMANAS DOMINICAS: En Cesarea de Filipo Jesús pegunta a sus discípulos qué dice la gente sobre Él, para inducirlos a reflexionar y superar la opinión pública, mediante un conocimiento más directo e íntimo que tienen de su persona.

        Algunos del pueblo opiinan que es “Juan el Bautista,” otros que “Elías,” otros que “Jeremías”. No se podía pensar en personajes más ilustres. Sin embargo, entre estos y el Mesías, hay una distancia inmensa, que nadie se ha atrevido a expresar. Lo hace Pedro sin titubear, respondiendo en nombre de los demás discípulos: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo…” Los discípulos han comprendido. Son ellos a los que el Padre ha querido revelar el misterio.

Y como un día había exclamado Jesús: “Padre, te doy gracias porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla,” ahora le dice a Pedro: “Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo…”

        Sin una iluminación interior dada por Dios no es posible un acto de fe tan explícita en la divinidad de Cristo. La fe  es siempre un don. Y a Pedro, que se ha dado este don singular, le predice Jesús la gran misión que le será confiada: “Tu eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y el poder del infierno no la derrotará..”.

 

                2.- En la respuesta de Pedro, concisa y certera, se resume todo el cristianismo: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo”. Vemos que se afirma la existencia de un solo Dios, que es origen de la vida; se afirma la pluralidad de personas divinas, la divinidad de Jesús, su medianidad y su Encarnación.Esta confesión toca lo esencial e imprescindible de la fe católica.

Por eso debiera ser nuestra propia respuesta sobre Jesús. Porque hay respuestas entusiastas y elogiosas sobre Él, pero no pasan  de considerarle un ser extraordinario, un líder puramente humano. Pasar de ahí, a confesar su divinidad, nadie puede hacerlo sin una iluminación superior de los Alto. Lo afirma Jesús. La fe, la confesión de la fe es gracia, es don de Dios. Hay que pedirla.

        Por otra parte, cuánta ignorancia sobre Cristo, incluso en el pueblo creyente, hoy día; qué poco se conoce de verdad la persona de Jesús. ¿Cómo van luego a comprometerse con su causa, con su Evangelio? Cómo imitarle en la vida y en la entrega a Dios y a los hombres llevando una vida semejante a la suya, cómo van a surgir vocaciones a la vida sacerdotal o religiosa? Hay que renunciar a muchas cosas y eso sólo se puede hacer si uno cree de verdad en su Divinidad, en que trasciende este espacio y este tiempo.

        Y el único camino para conocer y seguir así a Cristo, como vosotras, es la oración, pero la oración en progreso, esto es, la oración que nos lleve a la conversión de nuestras vidas en Cristo y en este medida conoceremos y amaremos a Dios, según el grado de purificación de nuestros pecados aunque sean leves.

        La oracion es el unico camino para la unión con Cristo, para la santidad, para llegar a la experiencia de Dios, de lo que rezamos o cantamos o celebramos, la santa misa, la comunión eucarística, la oración conversión que nos va vaciando de nosotros mismos y nos va llenado de Dios, de sus virtudes.

Y si no hay esta oración-conversión de nuestras faltas aunque sean veniales, no hay experiencia de Dios en la oración, no hay gozo en la comunión, no llegamos a sentira Cristo en profundidad, aunque recemos y cantemos, como os diré siempre, nos quedaremos en la fe, pero no a la fe sentida y vivida a la que vosotras religosas conteplativas estáis llamadas, a la vivencia de Cristo, de lo que rezemos y celebremos porque a eso solo se llega en la Iglesia por la oración contemplativa, que ha pasado ya por la conversión de las faltas lleves a la unión total con Cristo a la que todas vosotras, religiosas contemplativas, estáis llamadas, como nosotros sacerdotes, por eso, aunque uno sea obispo, como no haga y progrese por la oración-conversión no se llega a estas alturas de la experencia de Dios Trinidad.

 

3. Por eso la confesión de Pedro es esencial para cada uno de nosotros. Sobre esa fe está fundada la Iglesia: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”. Sobre esta fe está el gozo de creer y dar sentido a la vida: “Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás…”.

        Pidamos a Dios Padre esta fe en su Hijo. Pidámosle que ilumine nuestra inteligencia como iluminó la de Pedro. Pidamos la gracia de poder confesar como Pedro con nuestra oración y nuestra vida: “Tú eres el Hijo de Dios”.

        Y poder escuchar cada una de vosotras o de nosotros sacerdotes: Dichosa tú, hermana Dominica, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso sino mi Padre, que está en el cielo. Pues que lleguéis a escucharlo y sentirlo en ratos de oración y conversión ante el Sagrario.

 

El Papa Juan Pablo II ha insistido mucho sobre este tema en la Encíclica NMI Transcribo algunos de sus párrafos:

 

Nº 20.- A)¿Cómo llegó Pedro a esta fe? Mateo nos da una indicación clarificadora en las palabras con que Jesús acoge la confesión de Pedro: “No te lo ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos” (16,17). La expresión Acarne y sangre@evoca al hombre y el modo común de conocer. Esto, en el caso de Jesús, no basta. Es necesaria una gracia de “revelación” que viene del Padre (cf ib). Lucas nos ofrece un dato que sigue la misma dirección, haciendo notar  que este diálogo con los discípulos se desarrolló mientras Jesús “estaba orando a solas” (Lc 9,18). Ambas indicaciones nos hacen tomar conciencia del hecho de que a la contemplación plena del rostro del Señor no llegamos sólo con nuestras fuerzas, sino dejándonos guiar por la gracia. Sólo la experiencia del silencio y del oración ofrece el horizonte adecuado en el que puede madurar y desarrollarse el conocimiento más auténtico, fiel y coherente, de aquel misterio, que tiene su expresión culminante en la solemne proclamación del evangelista Juan: “Y la Palabra se hizo carne, y puso su morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verda” (Jn 1,14).

 

Nº 29.- “He aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28,20) No nos satisface ciertamente la ingenua convicción de que haya una fórmula mágica para los grandes desafíos de nuestro tiempo. No, no será una fórmula lo que nos salve, pero sí una Persona y la certeza que ella nos infunde: ¡Yo estoy con vosotros!  No se trata, pues, de inventar un nuevo programa. El programa ya existe. Es el de siempre recogido por el Evangelio y la Tradición viva. Se centra, en definitiva, en Cristo mismo, al que hay que conocer, amar e imitar, para vivir en Él la vida trinitaria y transformar con Él la historia hasta su perfeccionamiento en la Jerusalén celeste. Es un programa que no cambia al variar los tiempos y las culturas; aunque tiene cuenta del tiempo y de la cultura para un verdadero diálogo y una comunicación eficaz... Dentro de las coordenadas universales e irrenunciables, es necesario que el único programa del Evangelio siga introduciéndose en la historia de cada comunidad eclesial, como siempre se ha hecho... Nos espera, pues, una apasionante tarea de renacimiento pastoral. Una obra que implica a todos. Sin embargo, deseo señalar, como punto de referencia y orientación común, algunas prioridades pastorales, que la experiencia misma del Gran Jubileo ha puesto especialmente de relieve ante mis ojos.@

LA SANTIDAD

 

Nº 30.- AEn primer lugar, no dudo en decir que la perspectiva en la que debe situarse el camino pastoral es la de la santidad… Este don de santidad, por así decir, se da a cada bautizado...“Esta es la voluntad de Dios; vuestra santificación” (1Tes 4,3). Es un compromiso que no afecta sólo a algunos cristianos: «Todos los cristianos, de cualquier clase o condición, están llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección del amor» (Lumen Gentium, 40).

 

Nº 31.- «Recordar esta verdad elemental, poniéndola como fundamento de la programación pastoral que nos atañe al inicio del nuevo milenio, podría parecer, en un primer momento, algo poco práctico. ¿Acaso se puede «programarb la santidad? ¿Qué puede significar esta palabra en la lógica de un plan pastoral? En realidad, poner la programación pastoral bajo el signo de la santidad es una opción llena de consecuencias. Como el Concilio mismo explicó, este ideal de perfección no ha de ser malentendido, como si implicase una especie de vida extraordinaria, practicable sólo por algunos <genios> de la santidad. Los caminos de la santidad son múltiples y adecuados a la vocación de cada uno. Es el momento de proponer de nuevo a todos con convicción este alto grado de vida cristiana ordinaria. La vida entera de la comunidad eclesial y de las familias cristianas debe ir en esta dirección. Pero también es evidente que los caminos de la santidad son personales y exigen una pedagogía de la santidad verdadera y propia, que sea capaz de adaptarse a los ritmos de cada persona. Esta pedagogía debe enriquecer la propuesta dirigida a todos con las formas tradicionales de ayuda personal y de grupo, y con las formas más recientes ofrecidas en las asociaciones y en los movimientos reconocidos por la Iglesia».

 

LA ORACIÓN

 

Nº 32.-«Para esta pedagogía de la santidad es necesario un cristianismo que se distinga ante todo en el arte de la oración.  Es preciso aprender a orar, como aprendiendo de nuevo este arte de los labios mismos del divino Maestro, como los primeros discípulos:“Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). En la plegaria se desarrolla ese diálogo con Cristo que nos convierte en sus íntimos: “Permaneced en mí, como yo en vosotros” (Hn 15,4). Esta reciprocidad es el fundamento mismo, el alma de la vida cristiana y una condición para toda vida pastoral auténtica.

 

Nº 33.- «Sí, queridos hermanos y hermanas, nuestras comunidades cristianas tienen que llegar a ser auténticas Aescuelas de oración@, donde el encuentro con Cristo no se exprese solamente en petición de ayuda; sino también en acción de gracias, alabanza, adoración, contemplación, escucha y viveza de afecto hasta el <arrebato del corazón>. Una oración intensa, que, sin embargo no aparte del compromiso en la historia: abriendo el corazón al amor de Dios, lo abre también al amor de los hermanos, y nos hace capaces de construir la historia según el designio de Dios.

        Pero se equivoca quien piense que el común de los cristianos se puede conformar con una oración superficial, incapaz de llenar su vida. Especialmente ante tantos modos en que el mundo de hoy pone a prueba la fe, no sólo serían cristianos mediocres; sino <cristianos con riesgo>. En efecto, correrían el riesgo insidioso de que su fe se debilitara progresivamente, y quizás acabarían por ceder a la seducción de los sucedáneos, acogiendo propuestas religiosas alternativas y transigiendo incluso con formas extravagantes de superstición. Hace falta, pues, que la educación en la oración se convierta de alguna manera en un punto determinante de toda programación pastoral. Cuánto ayudaría, no sólo en las comunidades religiosas, sino también en las parroquiales, que nos esforzáramos más, para que todo el ambiente espiritual estuviera marcado por la oración».

 

 

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XXII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

 

PRIMERA LECTURA: Jer 20, 7-9

 

El profeta Jeremías escribe estas frases extraordinarias en un momento en que, perseguido por todas partes, se ve obligado a esconderse y está al borde de la desesperación. Se da cuenta de que todas sus desdichas le vienen de la actividad profética desplegada por Él, en obediencia a Yahvé. Cansado de las persecuciones que esto le acarrea, se esfuerza por contener las palabras y los gestos que Yahvé le inspira; pero, en el interior de su corazón, una fuerza más poderosa le impele a manifestarse y a anunciar el mensaje. Lo quiera o no, compromete su persona en su misión y se siente alcanzado por el rebote. Produce la impresión de que la fuerza interior de la inspiración viola su libertad, pero Jeremías reacciona aquí no en sentido de negarse a Dios; desearía únicamente que Dios actuara de otro modo. Se da cuenta de que negarse sería el fracaso de su libertad, pero esta libertad que hace de la aceptación del querer divino su decisión fundamental clama al Señor para decirle que sufre por ello y que no puede más.

Se palpa aquí un gran misterio. Dice Jeremías, que intenta guardar en su interior la Palabra de Dios, causa de su persecución; entonces siente en sí mismo como un fuego devorador, y la necesidad de expresarla llega a ser más fuerte que Él. Los verdaderos profetas no pueden callar aunque eso les lleve a la muerte. Los profetas palaciegos no corren peligro porque dicen a los poderosos lo que les agrada, no la palabra de Dios: “La palabra del Señor se volvió para mí oprobio y desprecio todo el día. Me dije: no me acordaré de Él, no hablaré más en su nombre; pero la palabra era en mis entrañas fuego ardiente, encerrado en los huesos; intentaba contenerla, y no podía”.

 

SEGUNDA LECTURA: Romanos 12, 1-2

 

Después de haber expuesto cierto número de puntos doctrinales, San Pablo da a sus corresponsales de Roma algunas indicaciones relativas al comportamiento práctico, individual y social, que se desprenden de su enseñanza. Una actitud fundamental lo domina todo: el cristiano busca su grandeza en la oblación de sí mismo a Dios. La totalidad de la persona, cuerpo y alma, es la que ha de realizarse de forma que resulte grata a Dios; el cristiano ha de hacer de toda su vida una ofrenda agradable a Dios. De esto se sigue que no debe existir separación entre la práctica del culto y la realidad de la vida. Frecuentemente ha sido ya denunciado lo que hay de anormal en la vida del cristiano llamado «practicante», que por una parte asiste a misa, y por la otra no da el ejemplo de caridad. Tiene que existir una correspondencia entre la práctica religiosa y la práctica de la vida. Cada cual debe preguntarse a sí mismo, sin descanso, acerca de este punto, ya que la inclinación natural nos lleva al egoísmo y a la comodidad. Por eso “Os exhorto, por la misericordia de Dios, a presentar vuestros cuerpos como hostia viva, santa, agradable a Dios; éste es vuestro culto razonable”.

 

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 16, 21-27

 

QUERIDOS HERMANOS:

 

1.- Queridos hermanos del Pilar, me gustaría que me hubiera tocado predicaros otro domingo, porque el evangelio de hoy es muy duro pero muy real y verdadero. Pero tengo que predicar la Palabra de Dios, a Cristo verdadero aunque hoy os resulte yo un poco antipático porque sea un evangelio exigente.

En el Evangelio del último domingo Pedro hacía profesión de fe en nombre de todos los discípulos: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo”. Afirma la Divinidad de Jesús. Y Cristo le bendecía, le prometía el primado de la Iglesia. Tambien nosotros, en estos tiempos tan duros para la fe, hagamos esta profesión de fe en Dios Señor y creador de todo, porque somos eternidades, nuestra vida es más que esta vida, es la eternidad con Dios y los nuestros, que ya partieron, algo que hoy está  muy olvidado, incluso perseguido y negado por el Estado que no quiere religión para las escuelas, en la enseñanza. Esta profesión de fe como la de Pedro en Jesucristo, Tù eres el Cristo, el Hijo de Dios, es la esencia de todo el cristianismo, de nuestra fe. Que sí, hermanos, que Dios existe, que nos ha creado y soñado para una eternidad de gozo con Él, que nuestra vida es más que esta vida... que no queremos pandemia y rezamos… para que pase, aunque yo lo veo más dificil…

Hermanos qué gozo se católico, saber que mi vida es más que esta vida.. es por lo único que soy sacerdote:SI EXISTO ES QUE DIOS ME HA SOÑADO Y cuando los padres más se quieren…

 Queridos hermanos, Hoy la fe ha bajado muchísimo en el pueblo cristiano donde los bautizos han disminuido muchísimo y las bodas por la iglesia, no digamos. Fijaos en las misas de los domingos, de cincuenta años para abajo, muy pocos

 Hermano CATÓLICO, Tú crees en Dios, crees que Jesús es el Hijo de Dios vino a este mundo y murió y resucitó con su poder divino para salvarnos y llevarnos al cielo, somos eternos, nuestra vida es más que este vida… (ampliar.) qué maravilla ser católico, saber que mi vida es más que esta vida…

Pues qué poco de esto se ve hoy en el mundo, en las televisiones, nada, nada de Dios, Pero no por eso DEJAREMOS DE ENCONTRARNOS CON DIOS…

Y en la fe, en estas cosas SUFRES MÁS, SI TIENES EXPERIENCIA DE DIOS, DE MARÍA, DE LA EUCARISTÍA…

Afirmar que Cristo es Dios significa estar dispuesto a poner de rodillas toda nuestra vida delante de Él y todo cuanto soy; significa vivir para Él, esforzarse porque Él sea lo absoluto de mi vida. Así lo entiende el católico verdadero.

((Para esto hay que luchar, orar, convertirse todos los días. Esto es lo que significa vivir la fe. ¿Cómo cumples los mandamientos, vienes a misa los domingos, eres fiel en tu matrimonio, amas a tus padres mayores y… de 50 años para abajo…cuántos hay en misa los domingos… bueno, tu fe cristiana, tu cristianismo es verdadero en la medida que te esfuerzas por amar a Dios cumpliento sus mandamientos, que muchos de nuestros jóvenes, ellos y ellas, de nuestros hijos y nietos ni se los saben ni los cumplen. Cuánto ha bajado la fe, y por ello, han bajado las familias unidas, el amor a los padres mayores, a los abuelos, la amistad y la buena relación entre los vecinos, los matrimonios para toda la vida… han bajado las vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa, teneis que rezar por las vocaciones, por la santidad de los sacerdotes, y os lo digo, me atrevo a deciroslo porque tenéis un gran sacerdote, os felicito.)))

        2.- El Evangelio de hoy desarrolla los dos aspectos: primero la Mesianidad salvadora de su persona por su pasión y muerte: “Empezó Jesús a explicar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los senadores, sumos sacerdotes y letrados y que tenía que ser ejecutado”; que va a morir para salvarnos, y luego su resurrección como Dios que es la nuestra, la resurrección de todos los hombres: “y resucitar al tercer día”. Yo SOLO SOY SACERDOTE por estas dos realidades, que no solo creo sino que las siento a veces en ratos de oración.

 Pedro, en el Evangelio se opone a este camino “lejos de ti tal cosa, Señor; porque Él no sabe que ese es el camino que el Padre le ha trazado a Jesús para salvarnos a todos y llevarnos al cielo. Nuestros Cristos crucificados y azotados y glorisoso que sacamos en Semana Santa y creemos.

        ¿Por qué esta reacción tan fuerte y distinta en Jesús en relación con Pedro? Porque Jesús quiere obedecer al Padre y quiere salvarnos a todos, incluso a los que le persiguen e insultan: “Padre, pérnoles porque no saben lo que hacen”, vaya que si lo saben… pero qué bueno eres, Cristo, cuánto nos amas y ESE CRISTO ES EL QUE AHORA EN LA MISA VA A DAR LA VIDA POR NOSOTRO Y PERMANECES EN TODOS LOS SAGRARIOS DE LA TIERRA A VECES TAN ABANDONADO INCLUOS POR LOS MISMOS…

VENID A MISA LOS DOMINGO, IRÉIS AL CIELO CIERTAMENTE.

        Fijaos en el ladrón arrempentido: Hoy estarás conmigo en el paraiso, donde está todos los nuestros porque ahora y en todas las misas, sobre todo de los domingos  día llamado así dominicus, porque es el día en que Cristo resucitó y con Él todos los nuestros, todos los que creen en Él.

 Y ese Cristo vivo, vivo, el mismo, el queestá en el cielo y contemplan los nuestros es el que está en todos los Sagrarios de la  tierra, hoy muy abandonados. JESUCRISTO EUCARISTÍA…

       

        3.- Vamos a tratar de explicarlo más ampliamente. La fidelidad de toda la vida de Jesús al Padre y a la misión que le ha confiado (cfr. Jn 17,4) tiene su momento culminante en la aceptación voluntaria de su pasión y muerte: "para que el mundo conozca que yo amo al Padre y que hago lo que el Padre me ha ordenado" (Jn14, 30.31).

        En efecto, Cristo no aceptó la muerte de forma pasiva, sino que consintió en ella con plena libertad (cfr. Jn10,1 7). La muerte  para Cristo  es la coronación de una vida de fidelidad plena a Dios y de solidaridad con el hombre. Él tiene conciencia de que el Padre le pide que persevere hasta el extremo en la misión que le ha confiado.  Y, como Hijo, se adhiere con amor al proyecto del Padre y  acepta la muerte como el camino de la fidelidad radical.

        En este proyecto entraba el que Cristo, a través del sufrimiento, conociese el valor  de la obediencia al Padre. Jesús aprende, pues, la obediencia filial mediante una educación dolorosa: la experiencia de la sumisión al Padre. Con su obediencia, Cristo se opuso a la desobediencia del primer hombre. (Cfr.Rom.5, 19) y a la de los israelitas(3,4-7). AHabiendo ofrecido en los días de su vida mortal oraciones y súplicas con poderosos clamores y lágrimas al que era poderoso para salvarle de la muerte, fue escuchado por su reverencial temor@(Hbr 5,7-8).La pasión de Cristo es presentada como una petición, como una ofrenda y como un sacrificio. Estos versículos evocan una ofrenda dramática y nos enseñan que cuando pedimos algo a Dios, si es de verdad, debe ir acompañada de nuestra ofrenda total como en el Cristo de la Pasión:“Padre mío, si no es posible que pase sin que yo lo beba, hágase tu voluntad” (Mt 26,42). Es la misma actitud que, cuando al final de su actividad pública, comprende que ha llegado “su hora”: “Ahora mi alma se siente turbada. ¿Y qué diré? ¡Padre, líbrame de esta hora! ¡Mas para esto he venido yo a esta hora! Padre, glorifica tu nombre” (Jn 12,26-27). El deseo más grande de Cristo es la gloria del Padre. Y la gloria del Padre le hace pasar por la pasión y la muerte.

 

        4.-“Y aunque era Hijo, aprendió por sus padecimientos la obediencia...”(Hbr 5,7-8). Estas palabras encierran el misterio más profundo de nuestra redención: Cristo fue escuchado porque aprendió sufriendo lo que cuesta obedecer. “el amor de Dios- escribe Juan- consiste en cumplir sus mandamientos” (1Jn 5,3; cfr. Jn 14,5.21). Aquí podemos captar mejor el significado de la Encarnación y la Redención, realizadas por obediencia al proyecto del Padre.

        Cristo, que es Hijo de Dios, no es celoso de su condición filial, al contrario, por amor a nosotros, se pone a nuestra altura humana, para hacerse verdaderamente solidario con nosotros en las pruebas. Vive una situación dramática, que le hace rezar y suplicar con “grandes gritos y lágrimas”. Aquí el autor se refiere a toda la pasión de Cristo, pero especialmente cuando en su agonía reza a su Padre:”Padre mío, si es posible, pase de mí este cáliz; sin embargo, no se haga como yo quiero, sino como quieres tú” (Mt 26 36-47).  Esta fidelidad al proyecto del Padre no le resultó fácil a Cristo sino costosa.

        En el Huerto de los Olivos confiesa el deseo más profundo de toda naturaleza humana: el deseo de no morir y menos de muerte cruel y violenta. En la narración de los Sinópticos: Mt 26,36-47; Mc14, 32-42 y Lc 22,40-45 aparece el profundo conflicto y la profunda lucha que se  produce en Jesús entre el instinto natural de vivir y la obediencia al Padre que le hace pasar por la muerte: "Aunque era hijo, en el sufrimiento aprendió a obedecer" (Heb 5,8).

        Humanamente, Jesús no puede comprender su muerte, que parece la negación misma de su obra de instauración del reino de Dios. El rechazo por parte de los hombres, el comportamiento de los mismos discípulos ante su agonía y pasión, sumergen a Cristo en una espantosa soledad; toca con sus propias manos la profundidad del fracaso más absurdo. Sin embargo, incluso ante la oscuridad más desoladora, Jesús sigue repitiendo la oración dirigida al  Padre con inmensa angustia:“Padre si es posible... pero no se haga mi voluntad sino la tuya”. El himno cristológico de Filipenses de 2, 6-11 evidencia esta obediencia radical: "Se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte y muerte de cruz.

En aquel tiempo, empezó Jesús a explicar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día. Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo: «¡No lo permita Dios, Señor! Eso no puede pasarte.»Jesús se volvió y dijo a Pedro: «Quítate de mi vista, Satanás, que me haces tropezar; tú piensas como los hombres, no como Dios.»
Entonces dijo Jesús a sus discípulos: «El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Si uno quiere salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí la encontrará. ¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? ¿O qué podrá dar para recobrarla? Porque el Hijo del hombre vendrá entre sus ángeles, con la gloria de su Padre, y entonces pagará a cada uno según su conducta.»

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QUERIDOS HERMANOS: 

 

1.- En el Evangelio del último domingo Pedro hacía profesión de fe en nombre de todos los discípulos: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo”. Afirma la Mesianidad y la Divinidad de Jesús. Esta profesión de fe es la es la esencia de todo cristianismo. Sin esta fe en la divinidad y medianidad de Jesús no hay catolicismo. Esta es la puerta para entrar en la fe de la Iglesia Católica. Afirmar que Cristo es Dios significa estar dispuesto a poner de rodillas toda nuestra vida delante de Él y todo cuanto soy; significa vivir para Él, esforzarse porque Él sea lo absoluto de mi vida. Así lo entiende el católico verdadero. Todos los bautizados en Cristo han hecho esta profesión de fe y entrega. Para esto hay que luchar, orar, convertirse todos los días. Esto es lo que significa vivir la fe.

 

        2.- El Evangelio de hoy desarrolla los dos aspectos: primero la Mesianidad: “Empezó Jesús a explicar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los senadores, sumos sacerdotes y letrados y que tenía que ser ejecutado”; luego la Divinidad: “y resucitar al tercer día”. Pedro, que en el Evangelio anterior no había tenido dificultad en confesar ambos aspectos, ahora le cuesta trabajo comprender el sufrimiento de Cristo. Y Pedro se opone a este camino porque Él no sabe que ese es el camino que el Padre le ha trazado a Jesús. Y Jesús adora al Padre y quiere cumplir totalmente su voluntad aunque le lleve por la pasión y la muerte hasta la resurrección. Jesús quiere obedecer, entregando su vida al Padre, para la salvación de los hombres, con amor extremo, hasta dar la vida. Y Jesús le llama Satanás a Pedro. A quien hace poco le había bendecido ahora le maldice.

        ¿Por qué esta reacción tan fuerte y distinta en Jesús en relación con Pedro? Porque Jesús quiere obedecer al Padre hasta dar la vida, adorando su voluntad; y Pedro, con su deseo de alejarle de ese sufrimiento, del que él no sabe la razón, trata de desviar a Jesús del camino de la voluntad del Padre, a quien Él adora con amor extremo.

       

        3.- Vamos a tratar de explicarlo más ampliamente. La fidelidad de toda la vida de Jesús al Padre y a la misión que le ha confiado (cfr. Jn 17,4) tiene su momento culminante en la aceptación voluntaria de su pasión y muerte: "para que el mundo conozca que yo amo al Padre y que hago lo que el Padre me ha ordenado" (Jn14, 30.31)

        En efecto, Cristo no aceptó la muerte de forma pasiva, sino que consintió en ella con plena libertad (cfr. Jn10,1 7). La muerte  para Cristo  es la coronación de una vida de fidelidad plena a Dios y de solidaridad con el hombre. Él tiene conciencia de que el Padre le pide que persevere hasta el extremo en la misión que le ha confiado.  Y, como Hijo, se adhiere con amor al proyecto del Padre y  acepta la muerte como el camino de la fidelidad radical.

        En este proyecto entraba el que Cristo, a través del sufrimiento, conociese el valor  de la obediencia al Padre. Jesús aprende, pues, la obediencia filial mediante una educación dolorosa: la experiencia de la sumisión al Padre. Con su obediencia, Cristo se opuso a la desobediencia del primer hombre. (Cfr.Rom.5, 19) y a la de los israelitas(3,4-7). AHabiendo ofrecido en los días de su vida mortal oraciones y súplicas con poderosos clamores y lágrimas al que era poderoso para salvarle de la muerte, fue escuchado por su reverencial temor@(Hbr 5,7-8).

        La pasión de Cristo es presentada como una petición, como una ofrenda y como un sacrificio. Estos versículos evocan una ofrenda dramática y nos enseñan que cuando pedimos algo a Dios, si es de verdad, debe ir acompañada de nuestra ofrenda total como en el Cristo de la Pasión:“Padre mío, si no es posible que pase sin que yo lo beba, hágase tu voluntad” (Mt 26,42). Es la misma actitud que, cuando al final de su actividad pública, comprende que ha llegado “su hora”: “Ahora mi alma se siente turbada. ¿Y qué diré? ¡Padre, líbrame de esta hora! ¡Mas para esto he venido yo a esta hora! Padre, glorifica tu nombre” (Jn 12,26-27). El deseo más grande de Cristo es la gloria del Padre. Y la gloria del Padre le hace pasar por la pasión y la muerte.

 

        4.-“Y aunque era Hijo, aprendió por sus padecimientos la obediencia...”(Hbr 5,7-8). Estas palabras encierran el misterio más profundo de nuestra redención: Cristo fue escuchado porque aprendió sufriendo lo que cuesta obedecer. “el amor de Dios- escribe Juan- consiste en cumplir sus mandamientos” (1Jn 5,3; cfr. Jn 14,5.21). Aquí podemos captar mejor el significado de la Encarnación y la Redención, realizadas por obediencia al proyecto del Padre.

        Cristo, que es Hijo de Dios, no es celoso de su condición filial, al contrario, por amor a nosotros, se pone a nuestra altura humana, para hacerse verdaderamente solidario con nosotros en las pruebas. Vive una situación dramática, que le hace rezar y suplicar con “grandes gritos y lágrimas”. Aquí el autor se refiere a toda la pasión de Cristo, pero especialmente cuando en su agonía reza a su Padre:”Padre mío, si es posible, pase de mí este cáliz; sin embargo, no se haga como yo quiero, sino como quieres tú” (Mt 26 36-47).  Esta fidelidad al proyecto del Padre no le resultó fácil a Cristo sino costosa.

        En el Huerto de los Olivos confiesa el deseo más profundo de toda naturaleza humana: el deseo de no morir y menos de muerte cruel y violenta. En la narración de los Sinópticos: Mt 26,36-47; Mc14, 32-42 y Lc 22,40-45 aparece el profundo conflicto y la profunda lucha que se  produce en Jesús entre el instinto natural de vivir y la obediencia al Padre que le hace pasar por la muerte: "Aunque era hijo, en el sufrimiento aprendió a obedecer" (Heb 5,8).

        Humanamente, Jesús no puede comprender su muerte, que parece la negación misma de su obra de instauración del reino de Dios. El rechazo por parte de los hombres, el comportamiento de los mismos discípulos ante su agonía y pasión, sumergen a Cristo en una espantosa soledad; toca con sus propias manos la profundidad del fracaso más absurdo. Sin embargo, incluso ante la oscuridad más desoladora, Jesús sigue repitiendo la oración dirigida al  Padre con inmensa angustia:“Padre si es posible... pero no se haga mi voluntad sino la tuya”. El himno cristológico de Filipenses de 2, 6-11 evidencia esta obediencia radical: "Se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte y muerte de cruz.

 

 CRISTO LLAMA ASATANÁS@A PEDRO POR QUERERLE ALEJAR DEL PROYECTO DEL PADRE

“Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Tomando la palabra Simón Pedro, dijo: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo. Y Jesús, respondiendo, dijo: Bienaventurado tú, Simón Bar Jona, porque no es la carne ni la sangre quien esto te lo ha revelado, sino mi Padre, que está en los cielos. Y yo te digo  a ti que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia.... Desde entonces comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén para sufrir mucho de parte de los ancianos, de los príncipes de los sacerdotes y de los escribas, y ser muerto, y al tercer día resucitar. Pedro, tomándole aparte, se puso a amonestarle, diciendo: No quiera Dios que esto suceda. Pero Él, volviéndose, dijo a Pedro: Retírate de mí, Satanás; tú me sirves de escándalo, porque no sientes las cosas de Dios, sino las de los hombres. Entonces dijo Jesús a sus discípulos: El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la hallará”(Mt 16,16-25).

 

        En el Evangelio que acabamos de leer está muy clara la intención de Mateo: demostrar que Jesús es el Mesías que cumple la voluntad del Padre. Pero su mesianismo no es de poder político, religioso, económico, es una mesianismo de amor y paz y amor entre Dios y los hombres; el reino de Dios que Él ha venido a predicar y realizar es un reino donde Dios debe ser el único Dios de nuestra vida, a quien debemos adorar y someternos con humildad a su voluntad, aunque ésta nos lleva a la muerte del <yo>.

        En el Evangelio proclamado, Pedro tiene todavía una visión mesiánica de poder y gloria humana, a pesar de haber escuchado a Cristo hablar de su misión y de cómo la va a realizar en humillación y sufrimientos; de hecho, en la  narración de Marcos, después de la predicción de su partida, el Señor los sorprende hablando de primeros y segundos puestos en el reino, que lleva también a la madre de los Zebedeo a pedir un puesto importante para sus hijos Santiago y Juan.

        De pronto, ante las palabras de Pedro, que quiere  alejar de Cristo esa sospecha de tanto sufrimiento, Jesús tiene una reacción desproporcionada:” aléjate de mí, satanás..” Como podemos observar, el cambio ha sido radical en Cristo: Pedro pasa de ser bienaventurado a ser satanás, porque sin ser consciente de ello, Pedro ha querido alejar este sufrimiento y humillación, que es la voluntad del Padre para Cristo.

        Nosotros, siguiendo este esquema del evangelista Mateo, vamos a confesar con Pedro: “Cristo,  tú eres el Mesías, el hijo de Dios vivo”. Pero hemos de tener mucho cuidad de no confundir el mesianismo de Jesús con los falsos mesianismo de entonces y de siempre: políticos, temporales, de poder y gloria humana. El Mesías auténtico reina desde la cruz. Para no recibir como Pedro recriminaciones del Señor tengamos siempre en cuenta que para el Señor:

--  Todos los que le confesamos como Mesías, no  debemos  olvidar jamás su misión, si no queremos apartarnos de Él:  “El que quiere venirse conmigo, níeguese a sí mismo, tome su cruz y me siga...” El que quiera vivir su vida, la que le pide su yo, su egoísmo, su soberbia y vanidad, la perderá, pero el que pierda su vida en servir y darse a los demás la ganará.

-- En el cristianismo la salvación y la redención pasan por cumplir la voluntad del Padre, como Cristo, pisando sus mismas huellas de dolor y sufrimiento.

-- El dinero, el poder y el deseo de triunfo humano es la mayor tentación para la religión cristiana siempre.

-- No hay cristianismo sin cruz, porque así lo demuestra la vida de Cristo, Pablo y todos los santos de todos los tiempos.  --  Hay que matar el Aateo@, el Ano serviré@, que llevamos todos dentro y que quiere adorarse a sí mismo más que al Dios verdadero.

 

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XXIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

 

PRIMERA LECTURA: Ez 33, 7-9.

 

En el lenguaje corriente, la palabra «profeta» suscita la idea de un hombre que predice el porvenir. En realidad, el profeta es ante todo el hombre que habla en nombre de Otro, y ese Otro es el mismo Dios. Este hombre a quien Dios inspira tiene el deber de entregar viva la palabra divina que pasa por Él. No se trata de una transmisión puramente mecánica y material, como si Dios se sirviera del profeta a modo de cinta magnetofónica. Dios le hace saber que es responsable de la transmisión de la Palabra con su inteligencia y libertad.   Precisamente porque el profeta se compromete personalmente y se implica en el cumplimiento de su misión, le ocurre que, o por cansancio o por miedo, experimenta a veces la tentación de no hablar. El Señor entonces le  sacude y amenaza. En el caso presente, Dios amenaza a Ezequiel con hacerle cargar, si no habla, con la grave responsabilidad de la pérdida moral del pecador.

Nos hallamos, en este pasaje, a finales del siglo VI antes de Jesucristo. Se restauran las fortificaciones del reino de Judá ante la amenaza de una invasión, y por todas partes se ponen atalayas. Dios quiere hacer comprender, a través de la predicación de Ezequiel, que los vigías militares no constituyen la principal necesidad; ésta se halla en otro nivel, y consiste en la conversión. Ezequiel, vigía espiritual, debe alertar al pueblo acerca de lo que en realidad está en juego en los episodios de su historia, a saber, de su fidelidad a la Alianza. La advertencia de Dios al profeta Ezequiel puede parecernos perdida en el pasado; sin embargo, sigue siendo actual.

Determinadas realidades importantes del Antiguo Testamento se prolongan en el Nuevo, pero de modo más perfecto. Así, la función de profeta encontró su perfección en la persona de Jesús. Por otro lado, siendo la Iglesia continuadora de Jesús, vemos que la función profética se continúa en ella, y esto en un doble plano: “A ti, hijo de Adán, te he puesto de atalaya en la casa de Israel; cuando escuches palabras de mi boca, les darás la alarma de mi parte…Pero tú has salvado tu vida”.

 

SEGUNDA LECTURA: Rom 13, 8-10

 

La breve exhortación de San Pablo dice dos cosas fundamentales: la Ley de Dios, tomada en toda su perfección, es positiva, viva y se manifiesta en el amor-caridad; por otro lado, este amor-caridad, si es verdadero, se prueba y se demuestra con hechos. Se trata de un don del corazón, de una adhesión de todo el ser, de un vínculo profundo de encuentro y de un medio de comunión. Sus componentes espirituales le hacen verdaderamente humano y capaz de prestarse a una influencia divinizadora. Se practica la Ley de Dios si se ama a los hombres con este amor.

El Antiguo Testamento insistía de buena gana sobre algunas prohibiciones—las que San Pablo recuerda— y estas prohibiciones se mantienen en vigor; pero la Ley de Dios bien entendida formula un mandamiento positivo: “amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Jesús precisa más: “como yo os he amado”. Cuando el lenguaje del Nuevo Testamento anuncia la palabra «amor», sobreentiende siempre la manifestacióndel amor por medio de sus obras. Así como Dios ha manifestado y demostrado su amor mediante esa obra extraordinaria que es la Encarnación redentora, nosotros también hemos de manifestar y demostrar nuestro amor al prójimo por medio de obras concretas y positivas. El amor de Dios hacia nosotros es eficaz, puesto que nos salva. Nuestro amor a los hombres debe ser eficaz en la medida en que podamos contribuir a hacerlos felices. Esto debe comunicar a nuestra vida cristiana una inspiración de signo positivo, un modo positivo de juzgar a nuestro prójimo, de ayudarle y de amarle: “A nadie debáis nada, más que amor; porque el que ama tiene cumplido el resto de la ley”.

 

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 18, 15-20

 

        1.- En el Evangelio este domingo el Señor nos habla de tres verdades o normas de conducta cristiana que tenemos que practicar los cristianos

         En primer lugar, en la comunidad cristiana tiene que existir la corrección fraterna signo de amor verdadero y no indiferente ante el hermano; es la principal norma de convivencia: “Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos…”; por otra parte, la autoridad bautismal, sobre todo, sacerdotal, por el sacramento de la confesión, tiene potestad para promulgar estas reglas, porque Dios las acepta: “Os aseguro que lo que atéis en la tierra, quedará atado en el cielo”. Finalmente, la defensa de la oración comunitaria, como oración hecha siempre en nombre de Cristo, y por eso Cristo está allí presente: “Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”.

         2.- Las reglas de vida de la Iglesia de Cristo, de la comunidad cristiana, tienen como principal objetivo hacer que reine la caridad entre sus miembros. El Señor indica el procedimiento que ha de seguirse en caso de conflicto. El primer paso consiste en buscar una entrevista, persona a persona, con ánimo de entenderse. Según el sentido atribuido a “si tu hermano llega a pecar” pueden ocurrir dos casos.

          Primer caso: que uno haya pecado externamente contra Dios. En este caso se empieza por mantener oculto el pecado del que se tiene conocimiento y, de manera comprensiva, se intenta ayudar a este hermano a salir de Él. Segundo caso: alguien ha pecado contra nosotros, es decir, nos ha perjudicado. En este caso, se trata de ayudar al hermano, culpable para con nosotros, para que comprenda el daño que nos ha causado, y para que le ponga fin. Si este primer paso parece infructuoso, se recurre entonces a la comunidad para corregir al culpable. Si ni entonces se corrige éste, no se tiene derecho para excomulgarle de la oración y del perdón, pero sí se tiene fundamento para cortar determinados vínculos de orden social.

       Toda amonestación debe ser secreta para salvaguardar el buen nombre del culpable. Por desgracia en la práctica acaece con frecuencia lo contrario: se habla y se murmura con otros manifestando lo que estaba oculto, mientras bien pocos tienen la valentía de advertírselo al interesado. ¿De qué sirve hablar de la enfermedad, sin ninguno cura al enfermo? Hay que preocuparse, más bien, de “salvar” al hermano.

            3.- “Lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo…”. Acaba de verse cómo el Señor da a la Iglesia, a la comunidad cristiana, poder para juzgar sobre la conducta de uno de sus miembros. Sólo puede hacerlo por sus jefes, o responsables. Es legítimo pasar de la Iglesia, considerada bajo el aspecto de autoridad, a la persona de sus jefes.

             En la Iglesia, el conjunto de los fieles vive la fe, pero por voluntad de Cristo existen unos responsables de la enseñanza de la fe y de la fidelidad de su práctica. Estos son los obispos y sacerdotes.

        6.- Finalmente el Evangélico termina con una exhortación a la plegaria en común.     Esto significa también que sencillamente dos cristianos juntos, con tal que comulguen en una misma fe y en una misma caridad, constituyen una célula de Iglesia. Esto tiene mucha importancia para la Iglesia doméstica, para la vida familiar. Y es muy importante, para que esta reunión pueda ser válida, que esté hondamente ligada y unida a la Iglesia universal por medio de la comunidad parroquial. Sólo así estará presente el Señor y será una célula auténtica de la Iglesia.

        Queridos hermanos: Hagamos de nuestras parroquias y nuestras familias estas comunidades de fe y de amor y de corrección fraterna, pero sobre todo, de oración familiar y comunitaria: pregunto: rezáis en casa, bendecís la mesa, vienes con frecuencia a la misa diaria o participas en algún grupo parroquial de oración, . Y para todo esto, el mejor camino y fundamento es la oración: “Os aseguro además que si dos de  vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo. Porque donde dos o tres están reunidos  en  mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”.

        Si escuchamos, pero seguimos igual….. venga, ánimo, participad en algún grupo parroquial.  este curso te espero en algún grupo de la parroquia.

 

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La Palabra de Dios de este domingo nos propone tres temas de reflexión: nos propone la corrección fraterna, el amor al prójimo como resumen de todos los mandamientos y la eficacia de la oración en comunidad. Vamos a meditar un poquito estos tres puntos, porque además son muy convenientes en una comunidad religiosa como la vuestra.

1.- En primer lugar, La corrección fraterna, es un deber del cristiano, pero muy costoso, tanto para el que la recibe como por el que tiene que hacerla. La necesidad de la corrección fraterna aparece en la primera lectura del profeta Ezequiel y en el evangelio de Mateo en este domingo. Ezequiel recibe el mandato del Señor: “pon en guardia al malvado”, pues si no lo haces “a ti te pediré cuenta de su sangre” y si después de tu advertencia él no quiere cambiar de conducta, al menos tú “has salvado tu vida”.

Por tanto, la puesta en práctica de la corrección fraterna no sólo ha de ser posible, sino también es algo necesario y obligatorio en la vida del creyente. Jesús en el Evangelio nos da unas pistas sobre la manera de realizar la corrección mutua. Primero debes hablarlo personalmente con el hermano antes de que sea demasiado tarde y se extravíe o se instale definitivamente en el pecado o imperfección personal. Pero, ¿cómo hacerlo? No lo dice Jesús, pero se deduce de su mensaje: con amor y humildad. Si vas con aire de superioridad, creyendo que tú eres perfecto en todo y solo el otro es el que se equivoca, tu misión no tendrá éxito, tendrá fala acogida. Tu hermano la tomará como una crítica negativa y gratuita y  no verá tu buena intención.

Hay que emplear también buena dosis de prudencia, es decir saber encontrar el momento oportuno para hacer la corrección. Si conoces de verdad a tu hermano sabrás también como va a reaccionar y qué tono tienes que emplear: enérgico, suave o firme, según los casos.

Ante todo, decía San Agustín, “si corriges, corrige con amor”. Jesús nos dice, además, que si no te hace caso a ti, solicita la ayuda de otro hermano para que sea más eficaz la corrección. Y que el otro vea que lo haces porque le quieres, no porque te regodees en la crítica negativa. Hay que hacerlo con mucho tiento, pues hay cosas personales que no es necesario airear por ahí. Pero hay que hacerla por voluntad del Señor, sobre todo en la vida religiosa tanto de mujeres como de varones.

Pero sabiendo siempre que la corrección fraterna es difícil llevarla a cabo porque requiere mucha humildad por parte del que la tiene que hacer como el que la tiene que recibir y esto ordinariamente falla, en mayores y pequeños.

En nuestros días, por ejemplo, los niños suelen estar “hiper-protegidos” por los padres. Si alguien le dice a un padre que su hijo ha hecho una gamberrada es posible que el padre reaccione mal, retirándole el saludo o respondiendo con malas palabras.

Sin embargo, los padres inteligentes, que saben educar bien a sus hijos, saben aceptar bien la crítica y ponen remedio a la mala conducta de su hijo. Pero entre personas mayores, lo veo muy difícil incluso en grupos de iglesia, de cristianos, de comunidades religiosas; tengo experiencia de muchos años, incluso en los grupos de oración y revisión de vida que tenía en la parroquia, qué difícil  era a veces la revisión de vida y la corrección fraterna…

 

2.- Queridas hermanas dominicas, debiéramos aceptar y practicar el perdón. No hay nadie que esté sin pecado, todos tenemos fallos y por eso lo mejor es aceptar lo que nos dice una hermana que nos quiere de verdad y quiere nuestro bien, digamos si es la superiora que tiene esta obligación. 

 3.- “ Corregir es amar y cumplir la ley entera”. Son palabras de San Pablo en la Carta a los Romanos. El que ama al prójimo como a uno mismo cumple todos los mandamientos. San Agustín nos dejó una sentencia definitiva: “Dilige, et quod vis, fac”, es decir “ama y haz lo que quieras”. No es ésta una invitación al desmadre, o a que cada uno haga lo que le dé la gana. Fijémonos en la primera palabra “Ama”, la corrección ha de nacer siempre del amor, como Jesucristo nos amó y nos invita a corregirnos fraternalmente como en evangeliode hoy.

El que tiene como norma de su vida el amor auténtico, no podrá hacer nunca daño a su hermano y todo lo que realice tendrá la impronta de la buena intención.

Cuentan que un niño de 9 años tuvo que abandonar la aldea donde vivían porque la guerra había destruido su casa, y sus padres habían muerto. Con otros muchos hombres y mujeres buscaba refugio donde poder huir de la tragedia. Con él, sobre sus hombros, iba un hermano de 4 años. Después de varias horas de camino, un hombre se le quedó mirando y le dijo: “Me admira cómo puedes aguantar sin cansarte con ese niño a cuestas”. Pero nuestro héroe contesto: “No me pesa, es mi hermano”.

Queridas hermanas Dominicas: Cómo me gustaría que nos amásemos así en esta comunidad, que nos amásemos como Cristo nos amó y nos sigue amando en el Sagrario y nos corrige y  perdona siempre como nos enseña en el evangelio de hoy y lo realiza en la santa misa dando la vida hasta por su enemigos, esto es la misa, y donde nos invita a todos tanto en la misa como  en la comunión y en su presencia eucaristica a que nos amemos y perdonemos siempre como él lo hace. Así sea en todas nuestra misas y comuniones, que sean de verdad vivir y comulgar con los mismos sentimiientos de amor y perdón universal de Cristo.

Es que si no lo hacemos no vivimos la santa misa en que nos ama hasta entregar la vida, la misa es puro rito, puro canto pero no es vida, no digamos si queremos comulgar con sus mismos sentimientos, fijaos como siendo Dios y teniéndolo todo quiso hacerse puro hombre por amor y morir por amor, incluso a los enemigo. Los cristianos tenemos la obligación de seguirle, de amar así, de dar la vida por los hermanos, incluso enemigos como han hecho muchos santos en la igesia. Y esta es la clave, considerar siempre al otro como un hermano en Cristo. Este mismo amor es el que demostró esa madre peruana que protegió de las llamas con su propio cuerpo a su hijo tras el accidente de avión ocurrido la semana pasada ¿Cabe más amor?

4.- Jesús nos anima a pedir y orar en comunidad: “todo lo…. Es otra enseñanza del evangelio de este domingo. Ya en una ocasión nos dijo “Pedid y se os dará”. Ahora nos recuerda que si esa petición es en común tiene más fuerza. Es lo que hacemos en la Eucaristía cada domingo. La oración universal es llamada también “oración de los fieles”. Nos unimos a cada petición personal, asumiendo los problemas e inquietudes de todos nosotros y de la humanidad entera. ¡Qué bonito es cuando alguien pide por algo personal o familiar y todos juntos oramos por su intención!

5.- Jesús está con nosotros.  El ha prometido que siempre estará en medio de nosotros cuando “dos o más se reúnen en su nombre”. Cuando oramos juntos, cuando compartimos la vida y los sufrimientos de los débiles, nos damos cuentade que allí está el Señor

 

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QUERIDOS HERMANOS:

 

         1.- “Si no hablas al malvado, te pediré cuenta de su sangre”, con esta palabras tan duras habla Dios  al profeta, y en él a toda persona que ha recibido la misión de corregir los defectos de los hermanos, por ejemplo padres, educadores, sacerdotes. Y esto es absolutamente necesario, porque la Iglesia y la familia cristiana, que es una Iglesia doméstica, no es un conjunto de santos e impecables, sino de hombres y mujeres, que, en medio de limitaciones y pecados humanos, caminan unidos con  toda la comunidad, al Señor. Por eso, es necesaria la corrección fraterna como medio de mantener la unidad y la santificación permanente por la corrección fraterna.

         Ezequiel  define la gravedad de su vocación: ser centinela de Dios ante el pueblo. Esta es su misión profética; el profeta es la boca de Dios, un instrumento de su palabra, un enviado suyo. Él ha sido responsabilizado por Dios como centinela en su atalaya, para despertar del pecado al pueblo, para dar la alarma de conversión, para poner en guardia al que peca y se desvía del camino de la ley de Dios. De esta misión insoslayable participa la misión de todo enviado de Dios.

 

         2.- En la segunda lectura San Pablo propone el amor como virtud suprema. Por eso todos los pecados contra los hermanos consisten en definitiva en no amarlos. El amor mutuo es la única deuda que el cristiano tiene con los hermanos; es una deuda perpetua e inamortizable. El amor es la plenitud de todos los mandamientos porque si no amo, no puedo cumplir ninguno.“A nadie debáis nada, más que amor; porque el que ama tiene cumplido el resto de la ley”.    

        3.- El Evangelio nos habla también de la corrección fraterna. Las tres partes que componen este pasaje evangélico, cuya lectura nos propone la Iglesia, pueden parecer muy diferentes entre sí, como si el Señor hablara sucesivamente de temas distintos. Sin embargo, las palabras de Jesús miran todas en una sola dirección: la comunidad cristiana.

            En primer lugar, en la comunidad cristiana tiene que existir el amor; es la principal norma de convivencia: “Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos…”;  por otra parte, la autoridad tiene potestad para promulgar estas reglas, porque Dios las acepta: “Os aseguro que lo que atéis en la tierra, quedará atado en el cielo”. Finalmente todo esto debe ejercerse en nombre de Cristo, y por eso Cristo está allí presente: “Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. El punto de arranque para la comprensión y explicación del Evangelio en estos tres aspectos que acabamos de citar está en la palabras de San Pablo a los Romanos de la segunda lectura: “A nadie le debáis nada, más que el amor; porque el que ama tiene cumplido el resto de la ley”.

 

          4.- Las reglas de vida de la Iglesia de Cristo, de la comunidad cristiana, tienen como principal objetivo hacer que reine la caridad entre sus miembros. El Señor indica el procedimiento que ha de seguirse en caso de conflicto. El primer paso consiste en buscar una entrevista, persona a persona, con ánimo de entenderse. Según el sentido atribuido a “si tu hermano llega a pecar” pueden ocurrir dos casos.

          Primer caso: que uno haya pecado externamente contra Dios. En este caso se empieza por mantener oculto el pecado del que se tiene conocimiento y, de manera comprensiva, se intenta ayudar a este hermano a salir de Él. Segundo caso: alguien ha pecado contra nosotros, es decir, nos ha perjudicado. En este caso, se trata de ayudar al hermano, culpable para con nosotros, para que comprenda el daño que nos ha causado, y para que le ponga fin. Si este primer paso parece infructuoso, se recurre entonces a la comunidad para corregir al culpable. Si ni entonces se corrige éste, no se tiene derecho para excomulgarle de la oración y del perdón, pero sí se tiene fundamento para cortar determinados vínculos de orden social.

       Toda amonestación debe ser secreta para salvaguardar el buen nombre del culpable. Por desgracia en la práctica acaece con frecuencia lo contrario: se habla y se murmura con otros manifestando lo que estaba oculto, mientras bien pocos tienen la valentía de advertírselo al interesado. ¿De qué sirve hablar de la enfermedad, sin ninguno cura al enfermo? Hay que preocuparse, más bien, de “salvar” al hermano.

        Su pérdida es un daño para Él y para la comunidad, y su retorno es una ganancia para todos. Por eso, si la corrección privada no tiene éxito, Jesús exhorta a repetirla delante de dos o tres testigos; y si aun este medio fallase, debe informarse de ello a la Iglesia. No para denuncia y condena, sino para inducir al culpable a enmendarse y para tutelar el bien común. La Iglesia, en efecto, estando asistida por el Espíritu Santo, tiene luz y poder particulares, y por eso su admonición tiene una eficacia especial; y, en fin, su decisión de “atar y desatar” tiene tal autoridad que es ratificada “en el cielo”.

 

            5.- “Lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo…”. Acaba de verse cómo el Señor da a la Iglesia, a la comunidad cristiana, poder para juzgar sobre la conducta de uno de sus miembros. Sólo puede hacerlo por sus jefes, o responsables. Es legítimo pasar de la Iglesia, considerada bajo el aspecto de autoridad, a la persona de sus jefes.

             En la Iglesia, el conjunto de los fieles vive la fe, pero por voluntad de Cristo existen unos responsables de la enseñanza de la fe y de la fidelidad de su práctica. Estos son los apóstoles, con Pedro a la cabeza. Otro pasaje del Evangelio de San Mateo precisa la función preeminente de Pedro a este respecto y, por lo tanto, del Papa (Mt 16, 19 Los obispos son hoy colegialmente sucesores de los apóstoles, con sus poderes y con sus funciones. Como Pedro, por voluntad de Cristo, tenía autoridad sobre el colegio apostólico, así el Papa tiene hoy autoridad sobre el colegio episcopal. Esta autoridad es una preeminencia personal y un poder de decisión en la participación de una función capital, el gobierno de la comunidad-Iglesia.

 
        6.- Finalmente el Evangélico termina con una exhortación a la plegaria en común. Para sacar del mal al hermano, la comunidad debe convenirse y reunirse para orar por el hermano. Basta que sean dos solos que estén de acuerdo en juntarse para orar y pedir a Dios por el hermano; Dios lo escuchará; porque en ellos se hace presente Jesús que intercede con ellos. Y estará presente e intercederá con ellos, si el objeto de la oración es la enmienda de los culpables. La comunidad fiel a la fe y a la caridad atrae la presencia de Cristo.

        Esto significa también que sencillamente dos cristianos juntos, con tal que comulguen en una misma fe y en una misma caridad, constituyen una célula de Iglesia. Esto tiene mucha importancia para la Iglesia doméstica, para la vida familiar, para la reunión de sectores y la acción conjunta por el reino de Dios. Y es muy importante, para que esta reunión pueda ser válida, que esté hondamente ligada y unida a la Iglesia universal, tanto en la convocación como en el desarrollo. Sólo así estará presente el Señor y será una célula auténtica de la Iglesia.

        Queridos hermanos: Hagamos de nuestras parroquias y nuestras familias estas comunidades de amor y corrección fraterna. Y para todo esto, el mejor camino y fundamento es la oración: “Os aseguro además que si dos de  vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo. Porque donde dos o tres están reunidos  en  mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”.

 

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XXIV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

 

PRIMERA LECTURA: Eclo 27, 33. 38,9

 

        El autor del Eclesiástico, Jesús Ben Sirá describe un número determinado de actitudes realistas, que conducen a adquirir la Sabiduría. Esta sabiduría no consiste en un vago humanismo religioso. Proviene del Dios personal y vivo, que ha hablado. La verdadera sabiduría consiste en escuchar, acoger y practicar la Palabra de Dios.

        El doctor de la Ley Ben Sirá, hacia el año 200 antes de Jesucristo, fue uno de los hombres escogidos por Dios para proponer su Palabra. En las líneas ofrecidas hoy a nuestra reflexión, Ben Sirá muestra hasta qué punto desagradan a Dios el rencor y la cólera; por contraste, subraya la importancia del perdón y la mesura. Porque la cólera consentida atrae la cólera de Dios,  y el esfuerzo hecho para perdonar atrae el perdón de Dios. Aquí aparece cómo la moral se remonta por encima del nivel humano. Se convierte en un asunto de relación con Dios.

        Esto es muy característico de la Revelación en la Biblia. En ella, jamás se concibe la vida moral como un problema de relaciones entre hombres, sin más; se la concibe ante todo como una necesidad de conformarse con la voluntad del mismo Dios, y Dios es el que la sanciona, es decir, quien abre camino a las consecuencias resultantes de la obediencia o de la fidelidad: “Del vengativo se vengará el Señor y llevará estrecha cuenta de sus culpas. Perdona la ofensa a tu prójimo, y se te perdonarán los pecados cuando lo pidas”.

 

SEGUNDA LECTURA: Rom 14, 7-9

 

        San Pablo apunta siempre en sus cartas a problemas concretos. Se preocupa de la realidad vivida por los destinatarios de sus cartas, y desea ayudarles a hacer de su vida real, una vida según Cristo y en Cristo. Toda nuestra vida debe estar orientada y dirigida a Dios, porque vivimos y morimos para el Señor. Estas cosas, que desagradan a Dios, el cristiano debe eliminarlas, renunciar a ellas no sólo de hecho, sino también en lo profundo de sus deseos. Esto se llama «mortificación», y adquiere pleno sentido si así acepta participar en la muerte de Cristo.

        El esfuerzo positivo de la ascesis tiene una finalidad: favorecer nuestra vida nueva en la participación de la resurrección de Cristo. Dice San Pablo que al cuerpo hay que tratarlo como propiedad de Dios (1 Cor 6, 1-20). Hay que elevar al cuerpo con todo lo que se integra en Él, psiquismo, deseos profundos y conciencia de sí, a la esfera de la libertad de Cristo. Prácticamente, esto quiere decir que hay que adoptar el ejemplo de Cristo como norma de vida.

        Con los esfuerzos voluntarios y repetidos de la ascesis cristiana, el discípulo de Cristo trata de ser manso y humilde, como su Maestro; el cristiano debe esforzarse por ser bueno y sincero, sencillo y puro, valeroso y desinteresado, al igual que Cristo. El esfuerzo moral cristiano no tiende a hacer un hombre satisfecho de sí mismo, sino un discípulo de Jesús deseoso de parecerse a Él: “Ninguno de nosotros vive para si mismo y ninguno muere para si mismo. Si vivimos, vivimos para el Señor; se morimos, morimos para el Señor. En la vida y en la muerte somos del Señor. Para esto murió y resucitó Cristo, para ser Señor de vivos y muertos”.

 

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 18, 21-35

 

1.- Queridos hermanos: En el Evangelio de este domingo Jesús nos habla del perdón de las ofensas, perdón que El predicó y practicó con perfección total hasta el punto de que clavado en la cruz lo practicó con sus verdugos pidiendo al Padre: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”.

Nuestro Cristo de las Batallas, clavado en la cruz por odio de sus enemigos, perfeccionó y superó con su vida y su evangelio la ley del perdón, que existía en el Antiguo Testamento y que se extendía solo a los de la misma raza judía; Él la extiende a todos los hombres.

Por eso, cuando Pedro, convencido plenamente de que proponía algo verdaderamente nuevo y extraordinario, le pregunta al Señor si debe perdonar siete veces al hermano, se sorprende con la respuesta del maestro: “ No te digo hasta siete veces, sino setenta veces siete”. Para ilustrar y fundamentar este perdón, Jesús expone la parábola del siervo ingrato y poco coherente.

 

        2.-El texto evangélico es claro de por sí. No obstante, hagamos algunas precisiones. Ya se sabe que las “setenta veces siete” de la fórmula evangélica es una expresión oriental que  significa indefinidamente. La lección central de la parábola relaciona el perdón humano con el perdón de Dios: el Padre celestial se conducirá con nosotros de la misma manera que nuestro corazón piense y se conduzca con nuestros hermanos.

 

        3.- Y Jesús pone en evidencia la maldad y pequeñez de nuestro corazón si no perdonamos a nuestros hermanos sus fallos, en relación y comparación con la misericordia de Dios, que siempre nos perdona, independientemente de la cantidad y calidad de nuestras ofensas. Lo dice claramente el Señor: “Lo mismo hará con vosotros mi Padre del cielo…” Por eso,  aunque nos cueste perdonar a nuestros hermanos, debido a nuestro espíritu de venganza y orgullo innato, el perdón de los hermanos es indispensable para poder nosotros obtenerlo de Dios.

        La enseñanza del evangelio de hoy, es meditar ahora un momento, cada uno de nosotros, esta enseñanza de Cristo:¿he perdonado en mi vida a todos los que me han hecho algún daño o tengo todavía algún rencor a alguno? 

        Porque si es así, somos por otra parte incoherentes al rezar dentro de un momento el padre nuestro y pedir a Dios que nos perdone sin perdonar nosotros a todos los que nos han ofendido.

Y si lo hacemos, si perdonamos a los que nos han ofendido en nuestra vida, el mismo Cristo nos dice: “Así seréis hijos de mismo Padre misericordioso, que hace salir el sol sobre los buenos y sobre los malos”.      

         

        4.-¿Qué actitud tomar ante los reincidente? Fácil respuesta: mira y observa cómo se porta Dios con nosotros. Nosotros somos pecadores reincidentes, y Dios nos perdona siempre en cuanto tenemos el menor arrepentimiento; hagamos nosotros igual.

 

        5.- Y no vale hacer trampa: perdono, pero no olvido. Porque eso no es perdonar. Otra cosa es ser prudente y procurar no repetir lo que el otro considera ofensa. Ser virtuoso.

 

        6) El perdón evangélico no lo podemos fabricar nosotros, es Cristo el que lo sabe hacer y practicar en nosotros y eso sólo es posible conseguirlo haciendo oración en su presencia, pidiéndoselo. Por la oración hay que invocar esta gracia, esa fuerza sobrehumana y divina que hace al corazón humano capaz de superarse hasta realizar actos sobrehumanos.

Sólo la oración nos puede dar las fuerzas para perdonar. Así lo hicieron los santos. También muchas personas buenas en la vida. En todas las parroquias, en todas las comunidades cristianas en muchos cristianos y matrimonios creyentes y practicantes tenemos ejemplos de personas que han perdonado con la fuerza de Cristo. Nosotros también podemos con la gracia de Dios. Él lo hace con nosotros y puede darnos  su fuerza: “Así seréis hijos de mismo Padre misericordioso, que hace salir el sol sobre los buenos y sobre los malos”.      

Y si no perdonamos: “Lo mismo hará con vosotros mi Padre del cielo, si cada cual no perdona de corazón  a su hermano”.

 

 

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        QUERIDOS HERMANOS: El Antiguo Testamento es germen y anticipo del Nuevo. Así puede comprobarse claramente en la primera lectura de este domingo: “Perdona las ofensas a tu prójimo y se te perdonarán los pecados cuando lo pidas. ¿Cómo puede un hombre guardar rencor a otro y pedir salud a Dios? No tiene compasión de su semejante, ¿y pide perdón de sus pecados?” Para todo creyente este es un testo clarísimo por la relación que establece entre nuestro perdón y el perdón de Dios. Quede claro que habamos de perdón, es decir, no odiar, no desear el mal al que nos ha ofendido, no insultar, criticar o agredir de palabra o de obra a los que te han robado, calumniado, perseguido.

       

        1.- Jesús perfecciona la ley del perdón, que en el Antiguo Testamento era solo para los de la misma raza judía, y lo extiende a todo hombre, porque con su redención y su sangre ha hecho hermanos a todos los hombres. Esto es un dato de la fe. Por eso, cuando Pedro, convencido plenamente de que proponía algo verdaderamente bueno y meritorio, le pregunta al Señor si debe perdonar por lo menos siete veces al hermano, se sorprende con la respuesta del maestro: “ No te digo hasta siete veces, sino setenta veces siete”. Es decir, siempre. Así se oponía al canto feroz de Lamek que se gloriaba de vengarse de las ofensas hasta setenta veces siete. Para ilustrar y fundamentar este perdón, Jesús expone la parábola del siervo ingrato y poco coherente, sin piedad.

 

        2.-El texto evangélico es claro de por sí. No obstante, hagamos algunas precisiones. Ya se sabe que las “setenta veces siete” de la fórmula evangélica es una expresión oriental que  significa indefinidamente. Por otro lado, hay que leer la parábola del siervo despiadado, buscando la lección central que Jesús quiere dar con ella, y no deteniéndose en los detalles del relato, para encontrarles un sentido. La lección central relaciona el perdón humano con el perdón de Dios. Jesús parte de una realidad, presente en el espíritu de todos, para hacer un relato del que saca una lección: el Padre celestial se conducirá con nosotros de la misma manera que nuestro corazón piense y se conduzca con nuestros hermanos. Si se reflexiona sobre el perdón evangélico, se verá que Dios ansía elevarnos al nivel de su propia grandeza. He aquí algunas notas que sirvan de jalones a nuestra reflexión.

 

        3.- Jesús pone en evidencia la maldad y pequeñez de nuestro corazón si no perdonamos a nuestros hermanos sus fallos, en relación y comparación con la misericordia de Dios, que siempre nos perdona, independientemente de la cantidad y calidad de nuestras ofensas. Lo dice claramente el Señor: “Lo mismo hará con vosotros mi Padre del cielo…” Por eso,  aunque nos cueste perdonar a nuestros hermanos, debido a nuestro espíritu de venganza y orgullo, el perdón de los hermanos es indispensable para poder nosotros obtenerlo de Dios.

        Por otra parte somos incoherente en pedir a Dios que nos perdone si Él nos pide que perdonemos a sus hijos y no lo hacemos. Somos incoherentes por seguir pidiendo ser perdonados siempre por Él. Por eso el mandato del amor y el  testimonio que nos dejó perdonando a sus enemigos. Esto cuesta, por eso pedimos en el Padre nuestro que Dios nos ayude a seguir su ejemplo de perdón a todos los hombres. Y de esta forma, nos dice Jesús:“Así seréis hijos de mismo Padre misericordioso, que hace salir el sol sobre los buenos y sobre los malos”.      

 

        4.- Pero quizá alguno pueda decir que si se perdona siempre al que nos hace mal, entonces no se corregirá y volverá a las andadas y nos perjudicará como lo hizo en el pasado. ¿Qué actitud tomar ante los reincidente? El Evangelio responde: perdonar también. Esto no quiere decir que no se deban adoptar medidas para protegerse contra él; lo que dice el Evangelio es que no se le desee mal. Por el contrario, nuestro corazón ha de llegar hasta desear devolverle bien por mal. Se dirá que esto requiere heroísmo. La moral evangélica incluye también eso: en ocasiones exige el heroísmo. ¿Cómo se porta Dios con nosotros? Nosotros somos pecadores incansablemente reincidentes, y Dios nos perdona siempre en cuanto tenemos el menor arrepentimiento; Él nos desea incansablemente el bien.

 

        5.- Otra frase que se oye con frecuencia es: perdonar, sí; olvidar, no. Sin embargo, lo que constituye el objeto del mandamiento de Cristo es el perdón, y no el olvido. Cuando nos viene a la memoria el pensamiento de un beneficio recibido, nos es posible aprovechar esa circunstancia para reavivar nuestra gratitud, lo cual es excelente; pues al venirnos el recuerdo de un maleficio que nos fue inferido, podemos aprovechar la ocasión para pedirle a Dios perdón de nuestros pecados, pedir la fuerza y la gracia de renovar nuestro perdón, y esto le comunicará grandeza. En ambos casos, la memoria puede ayudarnos a hacer el bien. La facultad de recordar nos acerca un poco al pensamiento de Dios, que en su eterno presente reúne todo el pasado del mundo, pero para amarlo.

        6) El perdón evangélico es un don gratuito, incluso con respecto a quien no lo merece. Esto quiere decir también que, por la oración hay que invocar la gracia, esa fuerza sobrehumana y divina que hace al corazón humano capaz de superarse hasta realizar actos sobrehumanos. Sólo la oración nos puede dar las fuerzas para perdonar. Así lo hicieron los santos. También muchas personas buenas en la vida. En todas las parroquias, en todas las comunidades cristianas tenemos ejemplos de personas que han perdonado con la fuerza de Cristo. Nosotros también podemos con la gracia de Dios. Él lo hace con nosotros y puede darnos  su fuerza: “Lo mismo hará con vosotros mi Padre del cielo, si cada cual no perdona de corazón  a su hermano”.

 

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XXV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

 

PRIMERA LECTURA: Is 55, 6-9

 

        Nos detenemos en la primera parte de este pasaje del libro de la Consolación de Isaías, que formula una llamada a la conversión. Se dirige a unos exilados ante los que se abre la perspectiva del retorno a Jerusalén. El regreso a la patria debe ir acompañado de un cambio del corazón. Deben apartarse de ciertas maneras de vivir, contrarias a la alianza, y volverse hacia el Señor, cuya fiel bondad se pone de manifiesto en su perdón.

        Después de haber castigado a su pueblo infiel con la prueba del destierro, Dios le propone la amnistía con la única condición de que se convierta. Hablando con mayor profundidad, el destierro verdadero ha sido para el pueblo el sentimiento de que Dios se le había escondido, de que se había apartado de Él. He aquí que hoy, Dios, de nuevo presente, se deja encontrar, pero sólo de aquellos cuyo corazón vuelve a Él.     Encontramos aquí uno de los temas principales de la predicación de los profetas: el hombre se convierte, desviándose de su camino, para volverse hacia Dios, y este movimiento debe ser a la vez interior y exterior, sincero y práctico, inspirado por el corazón y demostrado con hechos: “Buscad al Señor mientras se le encuentre, invocadlo mientras está cerca; que el malvado abandone su camino, y el criminal sus planes; que regrese al Señor y Él tendrá piedad”.

 

SEGUNDA LECTURA: Flp 1, 20c-27

 

        La carta amistosa y confidencial escrita por San Pablo a sus queridos cristianos de la ciudad de Filipos encierra preciosas enseñanzas acerca de Cristo. Fue redactada hacia el año 63 de Roma en un momento en que Pablo, cautivo, se pregunta qué va a ser de Él. Prolongados sufrimientos y la amenaza de ser condenado a muerte han hecho madurar su vida interior, aquella vida resumida por Él en la admirable fórmula: “para mí la vida es Cristo”. Esta expresión puede tomarse en diversos sentidos que mutuamente se completan; su diversidad hace ver la riqueza espiritual de la vida cristiana.

        “Para mí la vida es Cristo” puede significar: a nada le tengo apego en la vida si no es a la comunión con Jesucristo; o también: mi vida pertenece a Jesucristo; o: para mí el vivir es glorificar a Cristo, sea mediante mi actividad evangelizadora, o por mi muerte en testimonio de Él. A través de todos estos sentidos se advierte que, para San Pablo, Cristo es una preciosa ganancia interior que le hace vivir, y que el objetivo más querido que Él da a su vida es glorificar a Cristo, o predicando o muriendo por Él.

        El cristiano vive por Cristo y para Cristo. San Pablo repite con frecuencia este estribillo de su fe: existimos por el Señor y vivimos para Él: “Cristo será glorificado en mi cuerpo, sea por mi vida o por mi muerte. Para mí la vida es Cristo, y una ganancia el morir”.

 

 

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 20, 1-16

 

        QUERIDOS HERMANOS: “Mis planes no son vuestros planes, vuestros caminos no son mi caminos”. Este texto de la primera lectura del profeta Isaías es en síntesis el mensaje de la Liturgia de este domingo. Y conviene que lo tengamos siempre muy presente porque hasta el último momento de nuestra vida el egoísmo, innato en cada uno de nosotros, tiende a manipular la realidad de Dios, que es infinita en bondad y nos desborda. 

 

        1.-Al Dios verdadero solamente le podemos conocer por la Revelación del Hijo. Él mismo es manifestación y revelación de este Padre, Único e irrepetible, que nos descubre la verdadera naturaleza del Dios, que es Amor, su esencia es amar y si deja de amar dejaría de existir.

        Este Dios amor rompe todos nuestros moldes y conceptos humanos, duros y justicieros, inmisericordes. No somos nosotros el modelo, no somos nosotros los que tenemos que hacer a Dios a nuestra imagen, sino que nosotros tenemos que asemejarnos a Él. Esta es la intención de Jesús en la parábola. Aquí quiere llevarnos con la explicación que hace.

       

        2.-Jesús, como es habitual en Él, utiliza ciertos datos inmediatos que los discípulos tienen ante los ojos, para crear una historia. Estos datos inmediatos son la vendimia, que hay que hacer rápidamente; el paro en una sociedad en crisis económica y el salario de un denario correspondiente al mínimo vital. Partiendo de dichos datos, Jesús idea una parábola a través de la cual quiere transmitir una enseñanza.

 

        3.-Desea hacer comprender que Dios no es un patrono al estilo de los patronos de la tierra. Estos tienen unos deberes de justicia con respecto a sus obreros. Dios no reconoce tener, para con el hombre, deber alguno de este género, por hallarse más allá de la justicia humana. La justicia se limita a lo que es debido. Al trabajo de una jornada corresponde el salario de una jornada, sin más. Al trabajo de una hora, la justicia da el salario de una hora, y nada más. Pero más allá de la justicia está la bondad. Esta no tiene otros límites que sus posibilidades de dar. Dios es la bondad infinita, hay infinitas posibilidades, no hay límites. La bondad llega a donde no llega la justicia. La Bondad de Dios llega infinitamente más allá de lo que el hombre pueda merecer.

 

        4.-Dios quiere necesitar obreros para vendimiar en su viña. Si deciden mantenerse en este plan, tienen garantizado un mínimo de justicia; pero si tienen el corazón suficientemente grande, Dios ofrece más. Esta parábola nos recuerda que no puede imaginarse a Dios según nuestras medidas humanas. Esta advertencia es hoy particularmente oportuna, cuando ciertos espíritus que quieren ser tenidos por cristianos hacen esfuerzos para reducir el Evangelio a un nivel de ideas humanas, siendo así que lo que importa es lo contrario: elevar lo humano al nivel del Evangelio.

 
        5.- El nivel del Evangelio es el del amor, una de cuyas manifestaciones es la bondad. La parábola insiste en un aspecto capital de la bondad: su libertad. “¿No puedo hacer lo que quiero con lo mío?” La justicia no es libre, está sujeta a obligaciones, a lo que es debido. La bondad no está ligada a contrato. Sólo conoce una necesidad, la que brota de sí misma y la impulsa a dar. Al dar, la bondad no pretende originar en el beneficiario de sus dones la obligación de devolver. Da gratuitamente. Esto no quiere decir que no espera respuesta alguna. Espera que se la reconozca, es decir, espera del hombre el acto consciente y libre que reconoce de dónde y de quién le viene lo que le beneficia, reconocimiento, que ordinariamente cristaliza en dar gracias, en sentimientos de gratitud, en alabanza. La Bondad divina manifiesta una libertad para dar que afecta al hombre a nivel de su libertad para recibir.

        6.- El nivel del Evangelio desplaza a nuestros modos humanos de pensar. La parábola desconcierta a los fariseos al colocar a los gentiles, llegados a última hora, en el mismo nivel en el Reino que a los hijos de Israel. La intención de la parábola es desconcertarnos también a nosotros porque, dentro de nuestra comunidad cristiana y de nuestro esfuerzo diario de fidelidad, quizás tendemos a atribuirnos méritos, derechos, cosas a las que nos juzgamos acreedores. Aceptemos el situarnos humildemente y sólo bajo el régimen de la Bondad de Dios. Roguemos al Señor que nos dé a nosotros, lo mismo que a nuestros hermanos paganos, no lo que corresponde a su justicia; sino lo que le inspire su Bondad.

 

        7.- “Así, los últimos serán los primeros y los primeros, los últimos”. Para un padre todos los hijos son iguales. Y Dios es fundamentalmente Padre, padre bondadoso y misericordioso como estamos viendo por las enseñanzas de su Hijo Jesús en estos domingos. Pero Dios sabe reconocer el esfuerzo de cada uno. En otras parábolas Jesús habla de cosechas distintas en las vidas de los hombres. Todos seremos primeros para Dios porque todos recibiremos el denario de la gloria eterna. Esto es lo que nos enseña Jesús en esta parábola: todos han sido llamados a recibir la felicidad eterna. Y este es el sentido para un cristiano de la vida del hombre sobre la tierra. Esta es la visión cristiana sobre el mundo, la familia, los matrimonios. Trabajar como Dios quiere para conseguir el premio eterno. San Ireneo nos dice que la gloria de Dios es que el hombre viva y la gloria del hombre es la visión de Dios.

        Esta parábola es totalmente positiva, optimista, porque no termina excluyendoa nadie del reino de los cielos; todos recibirán el denario para entrar; hay etapas, unos antes, otros, después, pero todos, el denario. Demos gloria a Dios y glorifiquemos su nombre porque nos ha llamado a trabajar en su viña y nos dará el salario, la vida eterna. Y no tengamos envidia porque Dios sea bueno.

 

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XXVI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

 

PRIMERA LECTURA: Ez 18, 25-28

 

        Estas frases del profeta Ezequiel constituyen un avance en la revelación bíblica. Hasta entonces, la responsabilidad moral de cada judío se consideraba fundada en la responsabilidad colectiva del pueblo delante de Dios. Consiguientemente, algunos se decían: ¿para qué convertirse personalmente si, de todas formas, ante Dios se está englobado en la suerte de la comunidad? Sin negar una profunda solidaridad comunitaria, Ezequiel dice que cada cual es responsable de sí mismo delante del Señor.

        Dios no juzga a la persona atendiendo a si pertenece a un pueblo determinado, aunque se trate del pueblo elegido, sino atendiendo al esfuerzo individual y particular realizado para practicar el bien. Esto que hoy nos parece una elemental evidencia, en tiempos de Ezequiel era bastante novedad. Este texto nos invita a una reflexión sobre la responsabilidad personal delante de Dios.

SEGUNDA LECTURA: Flp 2, 1-11

 

        Al escribir San Pablo a sus Filipenses desde Roma, se siente preocupado por lo que está sucediendo en la comunidad. Pablo conjura cariñosamente a los Filipenses a no romper la unión y el amor fraterno. Exhorta a sus cristianos a la humildad, al espíritu de servicio prestado con tacto y discreción, al olvido de sí y a la modestia, que lleva a creer a los otros mejores que uno mismo.

        Una comunidad que practica esta forma de la caridad permanece abierta, viva, unida y susceptible de crecimiento. El ejemplo perfecto de humildad en la caridad, la entrega de sí mismo, es Cristo Jesús. Y para comentar esta idea trae un himno primitivo que desentraña el misterio de la Encarnación:   “Él, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y  tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos… Por eso Dios lo levantó de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el Abismo”.

         Pablo exhorta a  todos los cristianos a: “Tened entre vosotros losmismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús”.

 

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO  21, 28

 

        QUERIDOS HERMANOS: El Evangelio de hoy se abre con un interrogante dirigido por Jesús a sus oyentes, especialmente, a sus perseguidores: “¿Qué os parece?” Les interroga para inducirlos a que ellos den una respuesta que los ilumine y los haga reflexionar sobre su comportamiento equivocado y alejado de la voluntad de Dios sobre sus vidas.

En la parábola los dos hijos son enviados a trabajar en la viña; el primero responde sí, pero no va; el segundo contesta no voy, pero luego se arrepiente y va. “¿Quién de los dos, pregunta el Señor, hizo lo que quería el Padre?” Está claro que el segundo.

        Esta respuesta, en el sentido literal de la parábola, es una condena para ellos, los judíos; va dirigía principalmente a ellos porque ellos han sido llamado los primeros a trabajar en la viña, en el Reino de Dios, en el reino de la salvación, que traía Jesucristo, han dicho sí pero luego no han trabajado. Demasiado convencidos de su justicia y de su pertenencia al pueblo elegido, no han trabajado como tales. Y, en cambio, los paganos y los alejados y pecadores dijeron no con su vida,  pero luego se han arrepentido y han trabajado en sus vidas para la gloria de Dios. Y están con el Señor, entre sus seguidores.

Ahora nos aplicamos la parábola a nosotros mismos; en una primera interpretación la viña es la familia, la parroquia, la iglesia, la sociedad en la que somos invitados a trabajar como cristianos por mandato del Señor: Qué os parece, amigos: Y nosotros, que dijimos sí desde nuestro bautismo, ¿estamos trabajando para la difusión del evangelio, de la fe cristiana al menos en nuestros hijos y familiares y vecinos?

¿qué hago, qué trabajo yo en concreto por la fe y la vida cristiana de mi familia, de mi parroquia, de mis amigos…( me paro un poco: por ejemplo en la parroquia pertenezco a algún grupo de oración, caridad, para el cultivo de la fe, de la piedad tenemos los jueves eucarísticos… …tenemos misas todos los días… tenemos este viernes será primer viernes de mes… primer sábado… centenario de Fátima… la Virgen triste… bien, esto por una parte.

Pero lo que yo veo actualmente y os lo repito muchas veces para que tengáis cuidado y no los imitéis, es que muchos se han alejado de la iglesia y de sus celebraciones y misas y así, al cabo de los años, han dejado la fe, y otros se avergüenzan y tienen respetos humanos en confesar y profesar su fe en visitas y actos religiosos; y son muchos los que en España, en Plasencia han pedido la fe y por tanto la salvación eterna, y una causa importante entre otras cosas es porque los curas no hablamos claro… tenía que dolernos más la salvación eterna de los hombres…

Una segunda interpretación de la viña podía ser esta: la viña del Señor, ahora, no es la Iglesia, la parroquia, la familia… somos cada uno de nosotros; Dios nos manda trabajar en la viña de nuestra existencia personal para ganarnos el salario de la salvación eterna, del encuentro definitivo con Él, esta es la razón de vivir para los creyentes; el cristianismo es una vida para pasar a  través los bienes pasajeros de este mundo sin perder los eternos y definitivos del cielo que rezamos en una de las oraciones de la misa.

Qué os parece, así empieza el evangelio de este domingo y yo pregunto: ¿Tú tienes presente a Cristo en tu vida, en tu horario, en tu jornada diaria… tú perteneces o vienes a los actos de piedad o caridad de tu parroquia, vienes a misa algún día entre semana o visitas al Señor, vienes a rezar, a pedir ayuda como te he dicho antes…

 o escuchamos ahora y dices sí y luego no vienes y sigues igual, o incluso, como en tiempos ya pasados no te agrada este cura porque te dice la verdad porque te ama para la  eternidad y no meramente para cumplo y miento:

Es que algunos de vosotros y vosotras podíais venir mas a la iglesia, a la parroquia, a sus celebraciones, a los grupos, la parroquia que es la viña del Señor y la casa de salvación abierta a todos….Estamos comenzando el curso parroquial, han pasado las vacaciones… qué puedes decir ante un Cristo que lleva esperándote  tanto tiempo en misas de diario, o en jueves eucarísticos, o en grupos de oración...

Queridos hermanos, yo predico en nombre del Señor para que cambiemos de vida y comportamientos, me gustaría tener más gente, es que de 50 años para abajo tenemos poca gente en la misa, en la parroquia… y por tanto en la salvación eterna. Que esto se pasa, que nos espera el dueño para darnos el salario eterno… pero si no trabajamos… esto se pasa, qué es comparado con el siempre, siempre que nos espera… pensemos… y no nos conformemos con decir sí y no trabajar…

A mí, ya os lo he dicho muchas veces y lo repetiré continuamente solo me importa la eternidad de mis hermanos los hombres, la tuya y la de tus hijos, pero veo pocos cambios, poca conversión…Lo digo con humildad, es decir con verdad… únicamente para vuestro bien, aunque sé que esto duele y de hecho pocos sacerdotes y obispos hablan así. Pero a mí me duele la eternidad de mis hermanos, los hombres.

QUERIDOS HERMANOS: La Liturgia de hoy presenta a Dios en diálogo con el hombre para darle a entender la justicia de sus procedimientos y la necesidad de una sincera y perseverante conversión: “¿Es injusto mi proceder?; ¿o no es vuestro proceder el que es injusto?, pregunta Dios por boca de Ezequiel a su pueblo en la primera lectura. Y lo razona por el profeta: “Cuando el justo se aparta de su justicia, comete la maldad y muere, muere por la maldad que cometió. Y  cuando el malvado se convierte de la maldad que hizo, y practica el derecho y la justicia, Él mismo salva su vida.  Si recapacita y se convierte de los delitos cometidos, ciertamente vivirá y no morirá”

 

        1.- El Evangelio de hoy, en el fondo, va también en esta línea. Se abre primero con un interrogante dirigido por Jesús a sus oyentes, especialmente, a sus contrarios: “¿Qué os parece?” Les interroga para inducirlos a que ellos den una respuesta que los ilumine y los haga reflexionar sobre su comportamiento equivocado y alejado del plan de Dios. Los dos hijos son enviados a trabajar en la viña; el primero responde sí, pero no va; el segundo contesta no voy, pero luego se arrepiente y va. “¿Quién de los dos, pregunta el Señor, hizo lo que quería el Padre?” Está claro que el segundo.

        Esta respuesta es una condena para ellos, los judíos; porque ellos han sido llamado los primeros a trabajar en la viña, en el Reino de Dios, en la salvación, pero han dicho sí y luego no han trabajado. Demasiado convencidos de su justicia y de su pertenencia al pueblo elegido, pero luego no han trabajado como tales. Y, en cambio, los paganos y las prostitutas dijeron no con su vida,  pero luego se han arrepentido y han trabajado en sus vidas para la gloria de Dios. Si los oponentes de Jesús no han creído en su palabra y no se han convertido, ha sido sobre todo por su orgullo, gusano roedor de todo bien y obstáculo máximo para la salvación. De la muerte de este “yo” que nos domina, quiero hablar hoy.

        Viene por eso muy a propósito la exhortación de San Pablo a la humildad: “Tened entre vosotros los sentimientos propios de una vida en Cristo Jesús. Él, a pesar de su condición divina..., se despojó de su rango ytomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos”. Si el Hijo de Dios se humilló hasta tomar sobre sí los pecados de los hombres, ¿será demasiado pedir a éstos que se humillen hasta reconocer su orgullo y sus pecados?

 

        2.- Sobre la base interpretativa real de las palabras de Jesús, podemos elaborar esta doctrina: la viña somos cada uno de nosotros; Dios nos manda trabajar en la viña de nuestra existencia personal hasta el encuentro definitivo con Él y esta es la razón de vivir para los creyentes; el cristianismo es una vida que quiere ser semejante a la de Cristo, obediente al Padre hasta dar la vida por amor a Dios y a los hermanos; esto supone, según las lecturas y el Evangelio de hoy, conversión permanente durante toda nuestra vida y no sólo de palabra --  voy y luego no va,--  sino de obra; Dios nos pedirá cuentas.

        Queridos hermanos: Jesús ahora nos hace a cada uno de nosotros la misma pregunta: “¿Qué os parece?” Y nosotros debemos entrar dentro de nosotros mismos y ver si estamos cumpliendo con las exigencias de nuestro bautismo: ¿Renunciáis al pecado para vivir en la libertad de Dios? ¿Renunciáis a vuestras soberbias, envidias, orgullos…? Porque todos nosotros nos confesamos cristianos, hemos dicho sí al Señor y tenemos ahora que examinarnos a ver si espasmo cumpliendo estos compromisos bautismales; a ver si estamos trabajando en nuestra vida, en la viña del Señor; fuimos llamados a su Iglesia para ser santos, para vivir unidos a Él por el amor y la vida. Y esto cuesta y supone mucho esfuerzo a veces y nos cansamos y decimos sí pero luego no trabajamos.

Realmente y perdonad, en la vida práctica, yo veo pocas personas, pocos cristianos trabajando con constancia en su santificación. Pues bien, vamos a reflexionar sobre la necesidad que tenemos de trabajar y trabajar todos los días, continuamente en nuestra unión con Dios y los hermanos, en nuestra santidad, en hacer de nuestra vida una ofrenda agradable a Dios.

 

        3.- Y para esto, lo primero es trabajar todos los días. Nada de haber dicho sí a vivir como cristianos y luego no estar en esta línea; y esto supone, como hemos dicho, la conversión permanente. Para esto es esencial, hacer  la revisión diaria y obligada y permanente de vida ante el Señor, fija y todos los días y para toda la vida, de tres o cuatro materias esenciales para tu fiel discipulado y seguimiento de Cristo en el cumplimiento del Evangelio, porque cristianismo es querer pensar y vivir como Cristo. Hay que examinarse todos los días y duro de la  soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, caridad fraterna... para tu unión, santidad o encuentro con Cristo, para amar a Dios sobre todas las cosas, especialmente sobre el amor que nos tenemos a nosotros mismos, porque nos preferimos a Dios a cada paso. Y siempre que diga revisión de vida, estoy diciendo petición de gracia, de luz de fuerza para hacerla y vivirla, descubrir los peligros y las causas principales de las caídas, el comportamiento con las personas.

        Todos los días y a todas horas y en toda oración, hay que revisarse de la soberbia, pecado original, causa y principio de todos los pecados, que es este amor que me tengo a mí mismo; me quiero más que a Dios y a todos los hombres. Hay que revisar sus manifestaciones diversas en amor propio, vanidad, ira...etc; después de la soberbia viene la caridad, el amor fraterno en sus diversas manifestaciones: negativa: no criticar, no hacer daño de palabra ni de obra, no despreciar a nadie; positiva: pensar bien de todos, hablar bien y hacer el bien a todos, reaccionar perdonando ante las ofensas (amando es santidad consumada) generosidad etc.

 

        4.- No olvidar jamás que el amor a Dios pasa por el amor a los hermanos, porque así lo ha querido Él:“Nosotros tenemos de Él este precepto: que quien ama a Dios ame también a su hermano” (1Jn4,2). Por favor, no olvides esto y todos los días examínate dos o tres veces de este capítulo. En esto Cristo es muy sensible y exigente. Lo tenemos mandado por el Padre y por Él mismo: “Amarás al Señor... y al prójimo como a ti mismo,” “Este es mi mandamiento, que os améis unos a otros como yo os he amado”. Olvidar estos mandamientos del Señor es matar la oración incipiente, reducirla a rutina, no avanzar o dejarla para siempre. S. Juan, el Apóstol místico, que penetró y conoció a Dios por el amor, por el conocimiento de amor, nos lo dice muy claro:“Carísimos, amémonos unos a otros porque la caridad procede de Dios, y todo el que ama es nacido de Dios y a Dios conoce. El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor... A Dios nunca le vio nadie; si nosotros nos amamos mutuamente, Dios permanece en nosotros y su amor es en nosotros a plenitud”( 1Jn 4, 7-8; 12).

        Repito una vez más y todas las que sean necesarias: para vivir la caridad hay que matar el amor propio, el amor desordenado a uno mismo. Y esto es una cruz que hay que tomar, al coger este camino de la oración, que es esencialmente, como he dicho muchas veces,  camino de amor a Dios y a los hermanos. Luego hay que revisar ese defecto más personal, que todos tenemos y que, por estar tan identificados con Él, no es fácil descubrirlo, porque siempre hay excusas fáciles, -es que soy así- pero hacemos daño con Él a los hermanos. Es fácil descubrirlo,  cuando personas que te quieren, coincidan en decirte y en insistir en alguno concreto, por allí va la cosa.   

        Porque santidad es igual a unión permanente con Dios y unión permanente con Dios es igual a conversión permanente, absolutamente necesaria porque las consecuencias del pecado original permanecen con nosotros todos los días, aunque uno llegue a obispo o cardenal. Por eso quiero continuar y completar lo que acabo de decir en el capítulo anterior. Si uno quiere <amar y servir>, hacer de la propia vida una ofrenda agradable a Dios y esto es el cristianismo y mucho más, si el camino es el sacerdocio o la vida religiosa, si uno quiere mantener activo ese amor y no pasivo y de puro nombre, hay que orar todos los días para convertirse del amor a uno mismo al amor de Dios. O amamos a Dios sobre todas las cosas, lo cual supone fuerza sobrenatural y para eso necesito orar, o nos amamos a nosotros mismos sobre todas la cosas, prefiriéndonos a Dios, para lo cual no necesito nada, porque eso es mi impulso natural y para lo cual no necesito gracia de Dios ni oración ni nada sobrenatural. Me basto y muy suficientemente a mí mismo y desde niño.

        5.- Si quiero orar es porque quiero amar a Dios sobre todas las cosas. Si peco, es porque me prefiero a Dios en esa cosa en que caigo, y el amor sobrenatural a Dios no está en mí; lo dice muy claro S. Juan: “Y todo el que tiene en Él esta esperanza, se purifica, como puro es Él. El que comete pecado traspasa la ley, porque el pecado es transgresión de la ley ... Todo el que permanece en Él no peca, y todo el que peca no le ha visto ni la ha conocido” (1Jn 3,3-6).

        Cuando una persona no quiere convertirse desde las criaturas, desde su amor propio a Dios o si uno se cansa de hacerlo, entonces ya no necesita la oración, porque no necesita, no quiere convertirse; pero no es que no necesite de la oración, es que entonces tampoco necesita de la gracia de Dios, ni de su ayuda, ni de la Eucaristía ni de Cristo ni de Dios, ni de nada, porque para vivir así, prefiriéndose a sí mismo, se basta a sí mismo.

        Muchos, tal vez la mayoría de nuestros cristianos, para vivir como viven, no necesitan de Dios ni de su gracia. Por eso, muchos no hacen oración ni comulgan ni van a misa los domingos. Todo eso les aburre o les cansa y terminan dejándolo. La oración hay que concebirla como un deber, como trabajo absolutamente necesario, que hay que hacer para ser cristiano, para amar a Dios, haga calor o frío, te guste o no te guste, estés inspirado o aburrido. Tienes que hacerla como cristiano, igual que como profesional, tienes que ir al trabajo, porque si no, te despiden; tienes que respirar porque si no respiras, te mueres; tienes que comer y nutrirte, porque si no, desfalleces. No valen las excusas de ningún tipo para no hacerla. Si no lo haces, por la causa que sea, te mueres espiritualmente. Por eso te ayudará  tener un esquema fijo, una hora fija, si es posible, siempre a la misma hora, porque, si la dejas para cuando tengas tiempo, no lo tendrás nunca.

 

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XXVII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

 

PRIMERA LECTURA: Is 5, 1-7

 

En Israel, el cultivo preferido, al que el propietario destinaba más dinero y dedicaba más cuidados, era el viñedo. El profeta Isaías arranca de esta realidad para desarrollar una poética alegoría: la sensibilidad de sus oyentes percibía de inmediato su sentido y su alcance. La serie de elementos descriptivos que componen el poema tienen por objeto poner de manifiesto las asiduas atenciones de que Dios rodeó a su pueblo. Pero este pueblo no ha hecho caso de esas atenciones, y Dios lo abandona hasta que se convierta. “La viña es la casa de Israel”. Dios esperaba de Él la práctica del derecho y de la justicia, pero Israel ha producido los malos frutos de la iniquidad. Por eso le retira Dios su benevolencia.

El contexto de esta alegoría es el siguiente: los judíos son infieles a la ley del Señor, en especial por prácticas sociales injustas y por el desprecio al pobre. Isaías denuncia y condena estas infidelidades. Predice su castigo: la deportación. Uno de los puntos en que el profeta insiste más, a lo largo del texto, es la perversión del espíritu. “¡Ay de los que llaman al mal bien, y al bien mal; que dan las tinieblas por luz, y la luz por tinieblas; que dan lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo”  

 

SEGUNDA LECTURA: Flp 4, 6-9

 
       
San Pablo tiene la impresión de que una preocupación, cuya naturaleza ignoramos, afecta a sus Filipenses. Habiendo ya recibido tanto de Dios, hay que cantar himnos de acción de gracias y tener confianza. En efecto, si todavía es mucho lo que hay que pedir al Señor Dios, para el presente y para el porvenir, conviene presentarle nuestras súplicas no en la angustia de la inquietud, sino en el gozo de la fe. Una actitud así abre el corazón y el espíritu a la paz de Dios y domina todos los motivos de inquietud originados por la reflexión humana. Abandonada a sí misma, la inteligencia sólo ve abultadas todas las razones de preocupación. La “paz de Dios” domina todas estas cosas con una razón superior, que es la confianza en el Señor: “Y la paz de Dios, que sobrepasa a todo juicio, custodiará vuestros corazones y vuestro pensamientos en Cristo Jesús”.

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Queridas hermanas dominicas: La palabra del Señor que tenemos que meditar hoy y toda esta semana tanto vosotras como yo, diría que toda la Iglesia pero especialmente los llamados y elegidos para trabajar en la viña del Señor, de la santa madre la Iglesia, sobre todo, repito, cada uno de nosotros en ratos de oración o comunión o silencio meditativo o en nuetras misas y comuniones es la queja del Señor en el evangelio de hoy, de este domingo: “¿Qué más pude  hacer por mi viña que no lo haya hecho?”,

Gonzalo, hermana dominica, que te llamé a la vida sacerdotal o religiosa y contemplativa, lo más grande y maravilloso de amistad conmigo, anticipo del cielo: “¿Qué más pude  hacer por tí que no lo haya hecho?”. Hermanas, veamos en nuestros ratos de oración y de Sagrario si el Señor puede quejarse de mí o de alguna de vosotras en la comunidad.

La interpretación literal de esta parábola de la viña, el primer sentido, según el evangelio que Jesús nos propone a todos hoy y que quiere que meditemos y nos lo apliquemos personalmente cada uno, es un cuadro vivo y dramático de la historia del pueblo judío.

Israel es la viña elegida del Señor y cuidada con primor. Pero a la hora de recoger los frutos, proporciona al dueño una amarga decepción. Apedrean a los enviados y matan al Hijo. Jesús se sirve de ella para hablarnos del amor Dios a su pueblo y la ingratitud de éste para con Él. Y la viña del Señor pasará del pueblo judío a la Iglesia de Cristo.

        Por eso nosotros, por una reflexion personal de la parábola, debemos pensar en cada uno para una aplicación personal de la misma. Y este paso es el que da Jesús en el Evangelio;  aquí está toda la fuerza de la parábola y aquí estamos ahora nosotros y la Iglesia. Por eso debemos examinarnos por si la queja de Dios pueda llegar hasta nosotros: “¿Qué más pude  hacer por mi viña que no lo haya hecho?” ¿qué más pude hacer por ti, por cada una de vosotras que no haya hecho?

Todos nosotros debemos examinarnos esta tarde, pero también durante la semana en nuestras eucaristías y ratos de oración, para ver si estamos dando frutos de amor, de oración, de vida cristiana, de vida religiosa, comunitaria y vida cristiana como creyentes en un mundo que está perdiendo la fe y no sigue los mandamientos y la moral de Cristo, de su Iglesia…

Debemos examinarnos a ver si estamos siendo agradecidos a Dios por los beneficios recibidos, por la vida, la fe, el amor; y si esta tarde como en otras anteriores tuvieramos en la misa otros cristianos, les diría: hermanos, tenemos que examinarnos a ver si producimos frutos de vida cristiana, de matrimonio e hijos cristianos, educados en la fe y el amor a Cristo y por Cristo, de amor y servicio a los hermanos.

Por otra lado, hay que rezar mucho hoy por la Iglesia para que no  se repita esta misma historia de ingratitud de los últimos viñadores de la propiedad del Padre con los enviados, con los sacerdotes y religiosas.

        Y es un dia sobre todo para meditar despacio, para pensar cómo estamos respondiendo a Dios en nuestras vidas de religiosas o sacerdotes, viñas escogidas y mimadas de Dios, en un mundo, en una España que está perdiendo la fe y por tanto la salvación eterna, esta es la razón de nuestra vida de clausura, de santidad, de sacrificio… tenemos que dar frutos de apostalado por la oracion, la caridad y nuestra santidad de vida.

        Por otra parte, el evangelio de hoy también nos invita a pensar ¿Qué trato damos a los enviados del dueño de la viña, de nuestro Dios, especialmente a los sacerdotes y religiosos cuando hablan o nos recuerdan que tenemos que dar frutos de santidad.  ¿Repetimos la historia de persecución con críticas o desprecios? ¿Por qué los perseguían a los enviados? ¿Porque les exigían la renta en nombre del Señor? Hagamos el propósito de tratar bien a los sacerdotes y enviados de Dios, a las religiosas de vida contemplativa, que nos exigen y piden ser buenos cristianos, nos exigen santidad en nuestras vidas.

 No calléis, hermanas, no enmudezcais en un mundo y familiares cada vez más secularizados, hacedlo, aunque os resulte duro y antipático, hacedlo por amor a Cristo, a la Iglesia, a nosotros mismos. Es vuestra tarera de esposas del Señor. Seamos así agradecidos a nuestra vocación, porque mejor o peor, en definitiva, nosotros, religiosas y sacerdotes enviados por Dios para salvar a los hombres, lo hemos dejado todo por la salvacion de los hermanos, de manera que también podamos decir con el Señor a quien amamos y seguimos: “¿Qué más pude  hacer por ti, por mi familia, por el mundo entero, viña amada de Dios, que no lo haya hecho?”

 

 

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 21, 33.43

 

QUERIDOS HERMANOS:

 

1.- “¿Qué más pude  hacer por mi viña que no lo haya hecho?” Esta es la queja amarga de Dios ante su pueblo. En la Galilea de aquel entonces, algunos propietarios invertían su dinero en plantar viñas, que confiaban a viñadores a sueldo. Los dueños se ausentaban lejos, a veces al extranjero, y encargaban la organización de la vendimia a unos comisionados que enviaban junto a los viñadores. Según el derecho judío, si el propietario de una heredad moría sin heredero, dicha propiedad pasaba a pertenecer al primero que la ocupara. Esto explica la reflexión de los viñadores: “Éste es el heredero, matémosle y nos quedaremos con su herencia”.

           La muerte del heredero dejaba la viña libre y disponible a los que la ocupaban. Por medio de esta parábola y por la prolongación que Él pone, alusiva a la piedra angular rechazada por los constructores, quiere Jesús hacer comprender que Él en persona es el hijo a quien los obreros de la viña mataron, y la piedra angular. En la mente del lector del Evangelio contemporáneo de la época en que San Mateo lo redactó, lo mismo que en nuestro propio espíritu, el relato tiene como final el hecho de que el Hijo resucitado salvó a su heredad, la humanidad entera, y llegó a ser la piedra principal en la construcción del Reino.

 

2.- La parábola sobre la viña es el tema que domina la Liturgia de hoy y es tema común tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Primeramente en el profeta Isaías, Dios aparece intentando sin descanso la felicidad de su pueblo acercándose a Él con mimo, ayudándole a superar los momentos cruciales de su historia, ofreciéndole nuevas oportunidades; pero la viña del Señor no le da frutos. Dios se vuelve entonces a su pueblo y le dice: “Sed jueces entre mi y mi viña. ¿Qué más puede hacer por mi viña, que yo no lo haya hecho?” El poema termina convirtiéndose en tragedia: “Arrendará la viña a otros labradores”.

El reino de Dios pasará del pueblo judío a la Iglesia de Cristo. Jesús se sirve de ella para hablarnos del amor Dios a su pueblo y la ingratitud de éste para con Él. En un cuadro vivo y dramático Jesús cuenta la historia del pueblo judío. Israel es la viña elegida y cuidada con primor. Pero a la hora de recoger los frutos, proporciona al dueño una marga decepción. Apedrean a los enviados y matan al Hijo.

 

3.- Y este paso es el que da Jesús en el Evangelio;  aquí está toda la fuerza de la parábola y aquí estamos ahora nosotros y la Iglesia. Por eso debemos examinarnos por si la queja de Dios pueda llegar hasta nosotros: “¿Qué más pude  hacer por mi viña que no lo haya hecho?” Todo hombre, especialmente todos nosotros por la fe y el santo bautismo, somos viñas creadas y criadas por el amor infinito de Dios. Todos nosotros debemos examinarnos esta mañana para ver si estamos dando frutos de amor y agradecimiento a Dios por los beneficios recibidos, por la vida, la fe, el amor; debemos examinarnos si producimos frutos de santidad, de amor, de servicio a los hermanos. Pregunto: ¿Se estará repitiendo la historia, esta misma historia de ingratitud en los últimos viñadores de la propiedad del Padre, en el nuevo pueblo de Dios? ¿Seremos ingratos o agradecidos al Señor de todos los bienes?

 

4.- El propietario de la viña representa a Dios, como único propietario y Padre del pueblo judío. El proceso acaparador por parte de los jefes del pueblo consiste en que ellos imponen su propio concepto sobre la Ley, ellos se valen de la Ley para dominar al pueblo, ellos pretenden hasta servirse del pueblo elegido para llegar a dominar al mundo. Los profetas vinieron, y lo mismo el propio Hijo de Dios, para recordar que la Ley sólo pertenece a Dios, y que el pueblo no es propiedad de los que gobiernan sino únicamente de Dios.

 Pero ellos mataron a los profetas y, después, también al Hijo de Dios. Llegaron incluso a rechazar al Mesías, debido a que, en lugar de servir a la Ley y al pueblo, los acapararon y se adueñaron de ellos. Tampoco nosotros somos propietarios de Cristo ni de su evangelio ni de los sacramentos ni de la Iglesia, y todos nosotros estamos al servicio del Evangelio aceptado en toda su pureza.

 

5.- Queridos hermanos: ¿qué impresión nos produce toda esta parábola a nosotros? ¿Qué nos dicen sus personajes? ¿Pensamos que somos muy diferentes del aquel pueblo elegido y de aquellos hombres? La historia del reino continúa hasta el final de los tiempos. Vamos a interpretar la parábola en clave personal:

a) Yo soy la viña mimada del Señor. Yo existo porque Dios me ama. Nosotros existimos porque Dios nos ha preferido a millones de seres que no existirán; tenemos pues en arriendo la vida.

b) Debemos de dar frutos de amor a Dios en el apostolado de niños, jóvenes adultos, cumpliendo sus mandamientos.

c) Los medios sobrenaturales para dar esto frutos son oración, conversión, eucaristía, sacramentos, apostolado, las obras de caridad…

d) ¿Qué trato damos a los enviados del dueño de la viña, cuando nos recuerdan que tenemos que dar frutos? ¿Repetimos la historia de persecución y martirio? ¿Por qué los perseguían? ¿Porque les exigían la renta en nombre del Señor? Hagamos el propósito de tratar bien a los sacerdotes y enviados de Dios, por amor a Cristo, a la Iglesia, a nosotros mismos. Ellos, en definitiva, vienen y exigen en nombre de Dios; seamos agradecidos, porque mejor o peor, en definitiva, estos enviados lo han dejado todo por vosotros, por ayudarnos a ser rentables para Dios y salvarnos. También nosotros hemos sido enviados.

 

 

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XXVIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

 

 PRIMERA LECTURA: Is 25, 6-10

 
          Este escrito de Isaías ha sido calificado del género apocalíptico en sentido de que abre una perspectiva sobre el final de la historia humana. No hay que tomar a la letra sus elementos. Con el fin de consolar, para ayudar a sobrellevar las pruebas presentes, anuncia el triunfo final de Dios. Entonces los justos vivirán en la paz del reinado universal de su Señor y gozarán abundantemente de todo lo que constituye la verdadera felicidad. El convite anunciado es imagen de la suprema bienaventuranza de que gozarán los amigos de Dios en su Reino, vencida la muerte y suprimida toda adversidad. Las parábolas evangélicas recogen esta imagen del convite. Podemos pensar también  en la promesa de Cristo: “vuestra tristeza se cambiara en gozo”. El final de este texto afirma la victoria de la esperanza. Siempre que se ame y se confíe en Dios, hay motivos para el gozo y la esperanza: “Aquí está nuestro Dios, de quien esperábamos que nos salvara: celebremos y gocemos con su salvación”.

SEGUNDA LECTURA: Flp 4, 12-14, 19-20

 
           Los Filipenses han hecho llegar un regalo a San Pablo, preso en Roma. Este, después de habérselo agradecido vivamente, pone de relieve que, estimando el don material, aprecia todavía más el don de la fiel amistad. Las circunstancias de su apostolado le han enseñado “a vivir…en la abundancia y la privación”. La dura escuela práctica de numerosos años de viajes, de acogimientos y destierros, de amistad y enemistades, de abundancia y de miseria, le ha adiestrado en el arte de utilizar todas las circunstancias de la vida para avanzar en su esfuerzo evangelizador. San Pablo habla así a los Filipenses, que le han facilitado ayuda, no para decirles que hubiera podido pasarse sin ella, sino para doctrinarles sobre un punto capital: todo su apoyo y ayuda está en Cristo Jesús: “Todo lo puedo en aquel que me conforta…En pago, mi Dios proveerá a todas vuestras necesidades con magnificencia, conforme a su riqueza en Cristo Jesús”.

 

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 22,1-14

 

QUERIDOS HERMANOS: “Preparará el Señor de los Ejércitos para todos los pueblos en este monte,  un festín de manjares suculentos,  vinos generosos… y enjugará las lágrimas de todos los rostros”.

 

        1.- Con la imagen del banquete describe Isaías en la primera lectura la salvación de todos los pueblos y de toda la humanidad. Dios, como un Señor grande y bondadoso, convoca en su palacio a todas las naciones. Su palacio es el monte Sión, sobre el que estaba construido el Templo. Jerusalén será el lugar de la presencia de Dios, y aquí han de venir todos los pueblos. Por eso, los judíos, los cristianos y los musulmanes tienen a Jerusalén como ciudad santa. Aquí está localizada el origen y el final de la salvación. Esa salvación será definitiva y Dios quitará a todos los hombres los signos de duelo (velo, lágrimas y muerte) y a Israel le quitará el oprobio (la idolatría) y a cambio dará a todos la alegría del festín y la realidad salvadora en la que esperan.

        Queridos hermanos: Debemos creer y agradecer la salvación a la que Dios nos ha convidado por el hecho de existir. Si existimos, ya somos eternos. Hemos sido invitados a la misma boda de la felicidad del Dios Uno y Trino. No podemos poner excusas de ningún tipo.  Tenemos que superar el poner como valores prioritarios el placer de los sentidos y la carne, la tensión de tener más y más, el usar de la cosas en contra de la voluntad de Dios. Hay que fortalecer la esperanza de vivir con Dios y los hermanos eternamente, pensando y viviendo más para el cielo, cuya invitación empieza ya en la tierra.

 

        2.- El salmo responsorial nos muestra a Jesús como el único pastor que nos lleva al Reino escatológico, al reino de Dios, donde seremos totalmente felices; y eso lo expresa el salmo bajo la imagen de un festín suculento, el que nos ha anunciado la primera lectura de Isaías; no olvidemos que estamos al final del año litúrgico, en la últimas semanas del año, al término de nuestra andadura de un ciclo litúrgico, que abarca el nacimiento, la muerte y la resurrección de Cristo. Ante las dificultades del camino, recordemos ahora y todos los días en la oración y en la vida que nuestro Pastor Supremo Jesucristo no nos fallará y que al fin habitaremos en la casa del Señor por años sin término: este salmo nos da mucha paz y seguridad en el Señor, sobre todo en momentos de dolor y de muerte. Debemos rezarle a solas con frecuencia; voy a rezarlo ahora en voz alta con vosotros: 

        “Habitaré en la casa del Señor, por años sin término.

El Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar: me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas.

Me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre. Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan.

Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida, y habitaré en la casa del Señor,  por años sin término”.

 

3.- En la Segunda Lectura, Pablo agradece a los filipenses la ayuda material con que le han socorrido. Y al agradecérsela, les dice también que él está acostumbrado a pasar por todo, por necesidades y abundancia, por riqueza y pobreza, en el ejercicio de su apostolado. Esta actitud apostólica, indiferente a todo lo material que le rodea, exige un poder especial en el apóstol. Y este poder le viene de Cristo. Buen ejemplo nos dan los filipenses de preocuparnos por nuestros sacerdotes y pastores. Debemos ser agradecidos de palabra y de obra. Todos los creyentes debemos tener también nuestra fortaleza y fundamento en Cristo, por encima de todos los medios naturales.

 

4.- Finalmente en el Evangelio, la imagen de la boda, en la que el esposo es Cristo, simboliza la historia de la salvación. El que invita a esta boda es Dios. En primer término invitó al Pueblo de Israel, estableciendo con ellos un pacto de amistad, la Alianza. Llegó el esposo, Cristo, pero no lo recibieron. No quisieron asistir, participar en las bodas de su Hijo.

Después de esta desobediencia fuimos llamados todos los pueblos, a participar de su reino y ser hijos de Dios. De esta forma el Padre Dios nos dará la herencia. Para participar de este banquete eterno, de estas bodas eternas del Hijo que nos ha salvado, debemos llevar a la boda el traje de fiesta, el traje de boda, que es el vestido de gracia: amor a Dios y a los hombres, amor y servicio a padres, esposos, esposa, hijos, trabajo, profesión, desconocidos, misiones. La parábola es clara: el que no tenga este vestido será excluido: responsabilidad personal Y es el negocio más importante de nuestra existencia.

 

5.- La Palabra de Dios reincide este domingo sobre el mismo tema del domingo pasado, pero con imágenes nuevas: allí era una viña y sus arrendatarios; aquí es una boda y sus invitados. La boda es la unión de su Hijo con la naturaleza humana, iniciada en la Encarnación y consumada en la Redención por su muerte; nosotros hemos sido invitados a participar mediante la fe en el Evangelio y la vida de gracia: “El reino de los Cielo se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo. Mandó criados para que avisaran a los convidados, pero no quisieron ir”.

Notemos que Dios nos ha invitado a todos los hombres a un banquete eterno de felicidad y de vida, mediante la Encarnación de su Hijo. Esta invitación empezó en la Antigua Alianza y se perpetúa en la Nueva por la muerte y resurrección de Cristo, misterios que se hace presentes especialmente en la Eucaristía. La respuesta a participar del banquete de boda la va haciendo el hombre, siguiendo el curso de la historia, que por eso es historia de Salvación. Notemos el universalismo de la invitación. Y esta invitación se acepta por parte de algunos cumpliendo con la voluntad del Padre y dejando todo lo que impida esta respuesta de fe y amor cristiano al banquete; y se rechaza por parte de otros, porque tienen sus propios banquetes, sus propias vidas, sus propios negocios, en los que ocupan su tiempo, al margen de Dios. Otros vienen sin el traje de bodas. El tiempo de invitados a la boda es el actual. Y las respuestas se siguen dando actualmente. ¿Cuál es tu respuesta? ¿La de tu familia? ¿La de tus hijos? ¿No te preocupa? ¿También ponen excusas?

 

6.- San Mateo escribe este Evangelio para hacer ver a los judíos que ellos, como pueblo, han rechazado a Jesús y el reino que Él anunciaba; por eso hay luego una llamada universal a todas las naciones de la tierra, fuera de Israel, para que entren al banquete por la fe cristiana.

Nosotros formamos parte de este segundo grupo de invitados que hemos aceptado entrar en la amistad con Dios por medio de Jesucristo: “Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales”.

        El sentido más completo de la parábola es el siguiente:

a) Los llamados a primera hora, con la primera invitación, son los jefes religiosos del pueblo judío: sumos sacerdotes, senadores, escribas y fariseos.

b) El objetivo de la invitación: el reino de Dios, la alianza definitiva y eterna con Dios, ofrecida todos los hombres,  primero a ellos, pero que, al ser rechaza por el pueblo judío, pasa a nuevos destinatarios, el nuevo pueblo de Dios, la Iglesia de Cristo, la humanidad entera.

c) Los que se excusan: son ellos los que se autoexcluyen, matando incluso a los mensajeros.

d) Las excusas: materialismo, consumismo, placeres de los sentidos y de la carne, negocios…

e) Luego vienen los invitados en los cruces de todos los caminos y a “todos los que encontréis, convidadlos a la boda”. Somos todos los pueblos de la humanidad.

f) Finalmente viene la exclusión del banquete del que no llevaba el traje de boda. Esta segunda y breve parábola es una advertencia de Mateo a todos los miembros de la Comunidad Cristiana sirviéndose de este ejemplo individualizado. Quiere evitar el error que podría crear el hecho de una invitación universal e indiscriminada. Estaríamos otra  vez en la mentalidad del pueblo elegido, que se sentían salvados colectivamente.

        Los llamados, tanto judíos como griegos, no deben engañarse con una falsa seguridad de salvación, porque “todos son llamados y pocos los escogidos”. Para salir airoso del examen final de Dios, el cristiano debe llevar el traje de bodas, esto es, realizar un cambio interior y exterior, pasando del hombre viejo de pecado al hombre nuevo de la gracia; para esto, Dios debe convertirse en lo primero y absoluto de mi vida por encima de otras bodas e invitaciones del consumismo, materialismo, hedonismo.

g) El traje de bodas que pide el rey, por lo tanto, apunta a la conversión permanente personal por el cumplimiento de la voluntad del Padre. Hay que vivir en unión permanente con el Padre por medio de la vida de gracia.

h) La parábola puede interpretarse también en clave de Eucaristía. La Eucaristía es el banquete de boda del Hijo con los hombres. Se ofrece en Alianza y Comida. Todos estamos invitados. Muchos rechazan la invitación. Los pretextos son los mismos. Algunos tal vez se acercan sin el traje de fiesta. El traje de fiesta de la Eucaristía es tratar de tener en nuestro corazón los mismos sentimientos y comportamientos que Cristo Jesús; para eso es necesario la conversión permanente contra la comodidad, el consumismo, el egoísmo, los propios intereses.

 

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XXIX  DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

 

PRIMERA LECTURA: Is 45, 1, 4-6

 

Nabucodonosor, rey de Babilonia, en el siglo VI antes de Jesucristo, había invadido el país de Canaán y destruido Jerusalén, deportado a gran parte del pueblo judío a Babilonia, capital de su reino, situada junto al Eúfrates, en la frontera este del actual Irak. Pero el rey de los Persas, Ciro, se apoderó de Babilonia en el 539.Practicó una política liberal. Este antepasado en el trono del Sha del Irán de hoy permitió a los judíos volver a sus casas, llevarse con ellos los tesoros del Templo y restaurar Jerusalén. El texto de hoy le llama “ungido” de Dios, por haber sido instrumento de Dios para restituir a los judíos a su patria. Este texto tiene una gran importancia para ilustrar uno de los principales pensamientos del libro de Isaías: Dios es el dueño de la historia humana y, cuando Él quiere, hace que los hombres y los acontecimientos, aun los paganos o profanos, sirvan para el bien de los elegidos. Otra lección: Dios guía  la historia en orden a un fin determinado: recapitularlo todo en Jesucristo: “Te pongo la insignia, aunque no me conoces, para que sepan de Oriente a Occidente, que no hay otro fuera de mí”.

 

SEGUNDA LECTURA: 1 Tes 1, 1-5

 

El comienzo del capítulo diecisiete de los Hechos de los Apóstoles narra la historia de la fundación de la iglesia de Tesalónica, ciudad de la Grecia de hoy, en la que había un activo puerto. Por haber una sinagoga en aquella ciudad y por ser un punto muy frecuentado, San Pablo se detuvo allí para hablar en primer lugar a los judíos y también a los gentiles. Entre los judíos, sólo algunos se dejaron conquistar para la fe, pero muchos prosélitos, es decir, gentiles que practicaban en parte la Ley judía, se hicieron bautizar.

Ante una persecución suscitada por los judíos, San Pablo tuvo que huir sin haber tenido tiempo para dejar sólidamente arraigada la joven comunidad cristiana. Más tarde se le impidió volver allí, como hubiera sido su deseo, razón por la cual escribió. Las dos cartas de San Pablo a los Tesalonicenses son los escritos más antiguos del Nuevo Testamento. Fueron redactadas incluso antes de ser escritos los Evangelios. Ofrecen el pensamiento de San Pablo en toda su viveza, lo cual es magnífico. El texto de esta carta respira gozo: “Ante Dios, nuestro Padre, recordamos sin cesar la actividad de vuestra fe, el esfuerzo de vuestro amor y el aguante de vuestra esperanza, en Jesucristo nuestro Señor”.

 

 SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 22,15-21

 

QUERIDOS HERMANOS: Palestina era, en tiempo de Jesús, una provincia del imperio Romano. Al igual que todas las demás provincias, además de los impuestos de todo tipo, pagaba un tributo especial en señal de su dependencia respecto al emperador. Entre los judíos, ante el impuesto romano había tres actitudes que llevaban consigo comportamientos distintos y opuestos: a) Los saduceos y herodianos eran colaboracionistas del poder extranjero; b) los fariseos consideraban ilícito el pago del mismo; c) los zelotes eran los resistentes de la época, tenían como un deber religioso la obligación de negarse a pagar. Por eso los zelotes gozaban de gran popularidad. 

 

        1.- En estas circunstancias, los enemigos de Jesús le formulan a éste una pregunta: “¿Es lícito pagar impuesto al Cesar o no?” La pregunta es una trampa. Sus autores han calculado que si Jesús responde que no,se meterá en dificultades con la autoridad romana, que le detendrá; y, si contesta que sí,chocará con el pueblo, que le rechazará. En cualquiera de los dos casos le comprometerán.Jesús, como otras muchas veces en circunstancias parecidas, da una contestación que va más allá de la pregunta. Para Él la única preocupación y el verdadero problema es la venida y expansión del Reino de Dios.

 

        2.-  Ya sabemos que gran parte del  ambiente que rodeaba a Jesús ejerció sobre Él la tentación de hacerle rey temporal. Como a todos nosotros, el dinero, el poder. Después de la multiplicación de los panes, la multitud quiso hacerle rey. Los discípulos mismos creyeron durante largo tiempo, en una realeza de índole temporal porque les convenía. Jesús hubo de luchar constantemente contra este error de los que le rodeaban.

Esta misma tentación ha existido en la Iglesia y en los creyentes de todos los tiempos, confundir la gloria de Dios con el poder temporal. Jesús anunció el Reino de Dios que nos es dinero ni poder sino amor y servicio a Dios y a los hombres. Su respuesta a los fariseos está pues, por encima del plano de una actitud de resistencia a una autoridad de orden temporal.

        Sea cual fuere el régimen temporal de tal o cual comunidad humana, es preciso que en él puedan las personas dar a Dios lo que es de Dios. Cosa que no pasa siempre cuando el Estado, los políticos se ponen en lugar de Dios. El servicio debido a Dios o el reinado de Dios en la tierra es cumplir los mandamientos de amor a Dios y a los hombres, vivir en matrimonios unidos para siempre, amar a los hermanos, obedecer a los padres…la enseñanza del Evangelio, viivr la comunidad cristiana, el sacerdocio, los sacramentos…etc, y las autoridades de este mundo no pueden establecer leyes que impidan los mandamientos de la ley divina.

        3.- Con esto no queremos decir que el Evangelio debe ignorar la política. Todo lo contrario, los cristianos deben esforzarse porque la política respete los derechos humanos y la religión como los mandamientos y el evangelio cosa que no ocurre ahora como en otras épocas de la historia porque ahora y siempre los hombres sentimos la misma tentación de nuestros padres Adán y Eva, ser como dioses, no servir a Dios, no obedecer a Dios y sus mandamientos, sino a nuestras pasiones y egoismos.

La venida y la predicación de Cristo y su muerte y resurrección fue fundamentalmente para establecer el reino de Dios a cuya mentalidad y vida deben someterse todos los reinos de la tierra. Se puede decir que la tarea primordialdel Evangelio y de la Iglesia es transformar el coraz6n del hombre que por el pecado original tendemos a lo contrario, a que nuestro egoismo, nuestra vida se imponga al reinado de Dios en nosotros y en el mundo.

4.- La Iglesia no es política ni economía, pero el Evangelio debe impregnar lo privado y lo social, el matrimonio y la familia, las leyes y la economía. Para Jesús la Iglesia y el Estado son autónomos pero están sometidos a Dios. Cada uno tiene su autonomía, su lugar, sus fines específicos, pero el último fín debe ser siempre el reino de Dios, al menos para los creyentes. Porque todo debe estar sometido a la voluntad y a la gloria del Creador. Incluso el mismo Cesar. Al menos para los creyentes.

 

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QUERIDOS HERMANOS:

 

2.– “Dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”.

“La pregunta  de si es lícito pagar al César o no” no es una pregunta inocente, es  una trampa y está llena de malicia. Si decía que no había que pagar el tributo al César, se declaraba en contra de Roma, y por lo tanto los herodianos lo podían acusar de subversivo. Si contestaba que sí, los fariseos podían acusarlo de contrario al judaísmo, porque se ponía en contra del sentir religioso del pueblo, que estaba convencido de que el único señor era Dios y que ningún judío podía aceptar otro soberano.

Jesús les pregunta: ¿De quién es esa imagen? Y la respuesta inteligente de Jesús les descoloca. En la moneda pedida por Jesús se veía la inscripción: «Tiberio César Augusto, hijo del divino Augusto». Lo que se cuestiona es, si un judío tiene que aceptar la soberanía de una nación extranjera o seguir teniendo a Dios como único soberano. Jesús les desenmascara su hipocresía al aceptar en la práctica, en los asuntos económicos, en sus propios bolsillos, un Dios que no es el suyo. ¡Por favor! Dad al César lo que es suyo:Y vosotros, “dad a Dios, vuestro Dios, lo que le pertenece”. Y si hay oposición entre ambos: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todas tus fuerzas sobre todas las cosas.

 

3.– Dios, por el santo bautismo y el evangelio  nos ha dado a cada uno de nosotros una imagen bonita, transparente, delicada, armoniosa. Es la misma imagen de Dios, y hemos de reflejarla con nuestra vida:  ¿Qué hemos hecho de esa imagen? Con nuestro comportamiento, ¿revelamos o velamos el rostro de Dios? ¿Lo manifestamos o lo ocultamos? En estos tiempos de crisis de fe se nos invita a salir y manifestarla. Todos debemos ser misioneros, hoy que celebramos el Domundo, el domingo  mundial de la propagación de la fe.

Pero, ¿a salir de dónde? Pues a salir nosotros como los discípulos salieron del Cenáculo, a salir de la oración y eucaristía diaria enardecidos por el  fuego del Espíritu.

 

PREGUNTAS

1.- Como cristiano, como religiosa ¿Qué imagen de Dios ofrezco a mis hermans, al mundo?

 

2.- ¿Sé descubrir la imagen de Dios que hay en el interior de cada persona? ¿Valoro a las personas por lo que son en Dios?

 

3.- ¿Es Dios para mí lo Absoluto, lo Primero, lo Definitivo?

 

Hermanos, hay que DAR LO JUSTO A DIOS Y AL CÉSAR, lo que pertenece a cada uno mientras vamos de camino hacia la Patria suprema. Los cristianos,Señor, somos ciudadanos de la tierra y del cielo. Y tenemos obligaciones humanas y divinas que cumplir. A veces hay guerra entre estos dos poderes, del humano que  quiere apoderarse de lo divino, de lo que Dios quiere y nos pide. Y esta guerra continuará hasta el fin de los tiempos.

Tú, Señor, en tu Evangelio, no nos ofreces recetas.Sólo nos pides que demos lo que es justo a Dios y al César.

Los que sirven sólo al César,en su mayoría se olvidan de Ti. Pero, al prescindir de Ti, de tu amor, de tu presencia, siembran división, pobreza, injusticias y violencia.

Nosotros, Señor, gozamos de la luz de la fe en nuestra conciencia, porque llevamos tu imagen en el corazón impresa y esto nos obliga a amar a todos los hombres como hermanos, como hijos tuyos..

Haz que vivamos, Señor, en comunidad fraterna…

 

Oración mientras dura la pandemia.

 

Dios todopoderoso y eterno, refugio en toda clase de peligro, a quien nos dirigimos en nuestra angustia; te pedimos con fe que mires compasivamente nuestra aflicción, concede descanso eterno a los que han muerto por la pandemia del «coronavirus», consuela a los que lloran, sana a los enfermos, da paz a los moribundos, fuerza a los trabajadores sanitarios, sabiduría a nuestros gobernantes y valentía para llegar a todos con amor, glorificando juntos tu santo nombre. Por JNS.  Amén.

 

 

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XXX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

 

PRIMERA LECTURA: Ex 22, 20-26

 

El libro del Éxodo es uno de los cinco que componen el Pentateuco. Relata la historia de la salida de Egipto y de la travesía del desierto. El hecho cumbre lo constituye el pacto de la Alianza. Esta Alianza lleva consigo una legislación. Desde el comienzo se afirma un hecho esencial que domina la historia de los Hebreos: Dios, y sólo Dios, es la fuente de la ley.

La obediencia a la Ley constituye la expresión de la fidelidad a una Alianza pactada por Dios con su pueblo. Cuando una ley no lleva sanción material anexa, lleva consigo otra, más importante y más temible: la benevolencia o la cólera de Dios. En lo que respecta a los pobres y a los débiles,  Dios en persona se constituye protector y garante de ellos. Estos son lo pobres que Dios toma bajo su directa jurisdicción: el extranjero, la viuda y el huérfano. Quien con ellos se muestre duro e injusto incurrirá, no en una condena prevista por el código penal, sino en la cólera del propio Señor: “…porque si los explotas y ellos gritan a mi, yo lo escucharé...porque yo soy compasivo”.

 

SEGUNDA LECTURA: 1 Tes 1, 5-10

 

La comunidad cristiana de Tesalónica conoció lo que San Pablo llama el gozo del Espíritu Santo,  que resulta de perseverar en medio de las persecuciones. Los judíos de la ciudad, después de haber combatido y amenazado a San Pablo, la emprendieron con la comunidad por Él fundada. Pero los recién bautizados, en lugar de dejarse quebrantar, se fortalecieron en la fe hasta tal punto que su fama de fidelidad al Señor se corrió por las ciudades de alrededor. Probaron con ello que la solidez de una iglesia no depende en primer lugar del prestigio de sus intelectuales ni de la elaboración de sus estructuras, sino de la viva adhesión de cada uno a Jesucristo. Esta comprobación llenó de gozo al apóstol Pablo. No había tenido tiempo para instruir extensamente a los convertidos, ni había podido organizarlos. El Espíritu Santo fue quien realizó en ellos un buen trabajo. “Y vosotros seguisteis nuestro ejemplo y el del Señor, acogiendo la Palabra entre tanta lucha con la alegría del Espíritu Santo. Así llegasteis a ser un modelo para todos los creyentes de Macedonia y de Acaya”.

 

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 22, 34-40

 

QUERIDOS HERMANOS: “Uno de los fariseos le preguntó para ponerlo a prueba: Maestro, ¿Cuál es el mandamiento principal de la Ley? Él le dijo: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser”.

        1.- El primero de los mandamientos es amar a Dios sobre todas las cosas. Y ante este mandato, alguno puede  preguntarse: ¿Y por qué tengo yo que amar a Dios? Y a esta pregunta responde San Juan en su primera carta: “porque El nos amó primero” Dice textualmente: “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó y nos envió a su Hijo, como propiciación por nuestros pecados”(1Jn 4,10).

 

SI EXISTO, ES QUE DIOS ME AMA Y ME HA LLAMADO A COMPARTIR  CON ÉL  SU MISMO GOZO ESENCIAL Y TRINITARIO POR TODA LA ETERNIDAD

 

        El texto citado anteriormente tiene dos partes principales: la primera: “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios sino en que Él nos amó...”. primero, añade la lógica del sentido. Expresa este versículo el amor de Dios Trino y Uno manifestado en la primera creación. En la segunda parte“ y envió a su Hijo, como propiciación por nuestros pecados” nos revela  que, una vez creados y caídos, Dios nos amó en la segunda creación, en la recreación, enviando a su propio Hijo, que muere en la cruz para salvarnos.        La cruz es la señal que manifiesta el amor del Padre, que lo entrega hasta la muerte por nosotros, y del Hijo, que libremente acepta esta voluntad del Padre.

 Es el misterio pascual, programado en el mismo consejo trinitario, para manifestar más aún la predilección de Dios para con el hombre. Ese proyecto, realizado luego por el Hijo Amado, es tan maravilloso e incomprensible en su misma concepción y realización, que la liturgia de la Iglesia se ve obligada a “blasfemar” en los días de la Semana Santa, exclamando:  «Oh felix culpa...,» oh feliz culpa, oh feliz pecado del hombre, que nos mereció un tal salvador y una salvación tan maravillosa. 

        Sigue S. Juan: “Ytodo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios...”. (1Jn 4,7). ¡Qué maravilla! El amor viene de Dios y, al venir de Dios, nos engendra como hijos suyos, para vivir su misma vida trinitaria, y con ese mismo amor que Él nos ama, le amamos nosotros también a Él, porque nosotros no podemos amarle a Él, si Él no nos ama primero; y es entonces cuando nosotros podemos  amarle con el mismo amor que Él nos ama, devolviéndole y reflectando hacia Él ese mismo amor con que Él nos ama y ama a todos los hombres; y con este amor también podemos amar a los hermanos, como Él los ama y así amamos al Padre y al Hijo como ellos se aman y aman a los hombre. Y ese amor es su Amor personal infinito, que es el Espíritu Santo que nos hace hijos en el Hijo, y en la medida que nos hacemos Hijo y Palabra y Verbo, hacemos la paternidad del Padre por la aceptación de filiación en el Verbo: “Queridos hermanos: Si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros. A Dios nadie lo ha visto nunca. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud. En esto conocemos que permanecemos en Él y Él en nosotros. En que nos ha dado de su Espíritu” (1Jn 4,11-14).

        ¡Vaya párrafo! Como para ponerlo en un cuadro de mi habitación. Viene a decirnos que todo es posible, porque nos ha dado su mismo Espíritu Santo, su Amor Personal, que es tan infinito en su ser y existir, que es una persona divina, tan esencial que sin ella no pueden vivir y existir el Padre y el Hijo, porque es su vida-amor-felicidad que funde a los tres en la Unidad, en la que entra el alma por ese mismo Espíritu, comunicado al hombre por  gracia, para que pueda comunicarse con el Padre y el Hijo por el Amor participado, que es la misma vida y alma de Dios Uno y Trino. Y todo esto y lo anterior y lo posterior que se pueda decir, dentro y fuera de la Trinidad: “Porque Dios es Amor”.

 

        2.- A mi me alegra pensar que hubo un tiempo en que no existía nada, solo Dios, y este Dios, que por su mismo ser infinito es inteligencia, fuerza, poder..., cuando S. Juan quiere definirlo en una sola palabra, nos dice: “Dios es amor”. Su esencia es amar, si dejara de amar, dejaría de existir. Y este Dios tan infinitamente feliz en sí y por sí mismo, entrando dentro de su mismo ser infinito, viéndose tan lleno  de amor, de hermosura, de belleza, de felicidad, de eternidad, de gozo, piensa en otros posibles seres para hacerles partícipes de su mismo ser, amor, para hacerles partícipes de su misma felicidad. Se vio tan infinito en su ser y amor, tan lleno de luz y resplandores eternos de gloria, que a impulsos de ese amor en el que se es  y subsiste, piensa desde toda la eternidad en  crear al hombre con capacidad de amar y ser feliz con Él, en Él  y por Él y como Él.

       

3.- Si existo, es que Dios me ama.     Con un beso de su amor, por su mismo Espíritu,  me da la existencia, esta posibilidad de ser eternamente feliz en su ser amor dado y recibido, que mora en mí.

        Si existo, es que Dios me ha preferido a millones y millones de seres que no existirán nunca, que permanecerán en la no existencia, porque la mirada amorosa del ser infinito me ha mirado a mí y me ha preferido...Yo he sido preferido, tú has sido preferido; hermano, estímate, autovalórate, apréciate; Dios te ha elegido entre millones y millones que no existirán.

        Si existo, yo valgo mucho, porque todo un Dios me ha valorado y amado y señalado  con su dedo creador. ¡Qué bien lo expresó Miguel Ángel en la capilla Sixtina! ¡Qué grande eres, hombre! Valórate. Y valora a todos los vivientes, negros o amarillos, altos o bajos. Todos han sido singularmente amados por Dios. No desprecies a nadie. Dios los ama y los ama por puro amor, por puro placer de que existan para hacerlos felices eternamente, porque Dios no tiene necesidad de ninguno de nosotros. Dios no crea porque nos necesite. Dios crea por amor, por pura gratuidad, Dios crea para llenarnos de su vida.

        Con qué respeto, con qué cariño nos tenemos que mirar unos a otros, porque fíjate bien: una vez que existimos, ya no moriremos nunca, nunca... somos eternos. Aquí nadie muere. Los muertos están todos vivos. Si existo, yo soy un proyecto de Dios, pero un proyecto eterno. Ya no caeré en la nada, en el vacío ¡Qué alegría existir, qué gozo ser viviente! Mueve tus dedos, tus manos; si existes, no morirás nunca. Mira bien a los que te rodean. Vivirán siempre. Somos semejantes a Dios, por ser amados por Dios.

        Si existo, es que estoy llamado a ser feliz, a amar y ser amado por el Dios Trino y Uno. Éste es el fín del hombre. Y por eso su gracia es ya vida eterna, que empieza aquí abajo y los santos y los místicos la desarrollan tanto, que no se queda en semilla como en mí, sino que florece en eternidad anticipada, como los cerezos de mi tierra en primavera. “En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no fuera así, os lo diría, porque voy a prepararos el lugar. Cuando yo me haya ido y os haya preparado el lugar, de nuevo volveré  y os tomaré conmigo, para que donde yo estoy estéis también vosotros@ (Jn 14,2-4).“Padre, los que tú me has dado, quiero que donde esté yo estén ellos también conmigo, para que vean mi gloria, que tú me has dado, porque me amaste antes de la creación del mundo” (Jn 17, 24).      

Y todo esto que estoy diciendo de mi propia existencia, tengo que ponerlo también en la existencia de mis hermanos. Y esto da hondura y seriedad y responsabilidad eterna a mi sacerdocio y me anima a trabajar sin descanso por la salvación eterna de mis hermanos los hombres. ¡Qué grande es el misterio de Cristo, de la Iglesia!

 

 

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XXXI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

 

PRIMERA LECTURA: Mal 1, 4 - 2; 2, 8-10

 

La historia del pueblo judío está dominada por la Alianza de Dios con Él. Esta Alianza inspira una moral fundada en el temor de Dios, pero en el temor intensamente penetrado por cierto amor que apela a una fidelidad libremente consentida. No se trata aquí de un temor pánico sino de un sentimiento que, haciendo temer las sanciones reales de la infidelidad, ayuda a la fidelidad.

El texto de Malaquías, leído en la primer Lectura, va dirigido a los sacerdotes del Templo para reprocharles sus negligencias e intereses contrarios a los de Yahvé en el ejercicio del culto, sus desviaciones y su depravación en el deber de enseñar, y su responsabilidad en la falta de amor por parte del pueblo respecto de la Alianza. Del olvido práctico de la Alianza pactada con Dios se sigue la desunión de unos hombres a quienes esta Alianza no volvió más a unir en un solo pueblo. Podría preguntarse, en términos actuales, si muchas de las discordias originadas en el interior de la Iglesia no proceden de la pérdida de la adoración y fidelidad debidas a Dios y de la pérdida de fe y amor a la Eucaristía, sacramento de unidad y pacto de amor entre Dios y los hombres por la muerte de su Hijo: “¿No tenemos todos un solo Padre? ¿No nos creó el mismo Señor? ¿Por qué el hombre despoja a su prójimo, profanando la alianza de nuestros padres?”

 

SEGUNDA LECTURA: 1 Tes 2, 7-9, 13

 

Después de haber expresado a los Tesalonicenses su alegría al ver que han perseverado en la fe, San Pablo pone de relieve la calidad de su interés por ellos. Es un amor desinteresado y sacrificado, semejante al de una madre para con sus hijos. Pruebas de este amor les dio durante su permanencia en medio de ellos. Y fue desinteresado entre otras cosas porque trabajó para su propio sustento. Los Tesalonicenses le correspondieron magníficamente, pues acogieron su predicación como lo que era, es decir, el anuncio de la Buena Nueva de la salvación en Jesucristo, lo cual le colmó de un gozo que le impulsa a dar gracias a Dios. Por todo esto San Pablo afirma: “No cesamos de dar gracias a Dios, porque al recibir la Palabra de Dios que os predicamos la acogisteis no como palabra de hombre, sino como lo que es en verdad: como Palabra de Dios, que permanece operante en vosotros los creyentes”.

 

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 23, 1-12

 

QUERIDOS HERMANOS: Las tres lecturas bíblicas de este domingo urgen la unión entre Palabra de Dios celebrada en el culto y vida personal y pública. En la primera lectura el profeta Malaquías, 516 años antes de Cristo, censura el relajamiento del sacerdocio por causa de un culto profanado: “Y ahora os toca a vosotros, sacerdotes, si no obedecéis y no os proponéis dar gloria a mi nombre, dice el Señor de los Ejércitos, os enviaré mi maldición”. Y es que Dios es santo y exige santidad en un culto santo, íntegro, coherente. Y los sacerdotes somos los administradores de ese culto. No hacerlo en santidad de vida es una forma de profanarlo.

 

1.- El mensaje evangélico de este domingo insiste en la hipocresía que puede darse en los animadores de la comunidad cristiana, como en cada uno de sus miembros. Es un mensaje molesto, duro, pero eternamente actual. Quizás lo primero que tengamos que hacer esta mañana sea ponernos de acuerdo en el mismo concepto de hipocresía según lo enseñado por Jesús.         

Hipócrita según el Evangelio es el que miente, teniéndose por justo sin serlo; el que exterioriza con palabras o gestos lo que no siente ni vive en su corazón: “no hacen lo que dicen” de una forma programada y consciente. Es totalmente distinto del que no lo hace por la debilidad humana. Una persona que lucha por la perfección evangélica y cae, pero se levanta, ese no es hipócrita. Es pecador en activo. De otra forma, fuera de Jesús, nadie podría predicar si para hacerlo tuviera que ser uno santo e impecable. Hipócrita es uno que se instala en el pecado y presume de ser justo, de no caer y habla como si no cayera o tuviera pecados. Este es el típicamente hipócrita.

 

        2.- Este Evangelio es molesto, pero siempre actual. No se dirige sólo a los sacerdotes o responsables de la comunidad, sino a toda la iglesia: clero y laicos, a cuantos no luchan por acomodar su vida privada y social a lo que predican, dicen creen, profesan o celebran. Jesús los condena en este Evangelio llamándolos hipócritas a los cristianos que separan la fe, de la práctica de la fe; el culto, de la vida personal o familiar; llama hipócrita al que separa vida religiosa,  de la vida privada, pública y social; el que se cree justo y desprecia a los que no lo son o cree él que no lo son.             

        Este texto descubre una de las razones fundamentales del conflicto entre los fariseos y Jesús. Hoy nos requiere a nosotros también, pues la cuestión planteada por Él es la de la sinceridad de la vida con relación a la fe. Jesús acusa a los fariseos de interpretar la Ley acomodándola a su gusto y de que, en lugar de tener ante Dios una conciencia humilde de pecadores, tienen conciencia de satisfechos de sí mismos. Es importante advertir que Jesús no impugna en nada, sino todo lo  contrario, la autoridad del magisterio doctrinal judío de su época; sería abusivo utilizar este texto en el sentido de una impugnación de la autoridad en el pueblo de Dios. La aceptación leal de la enseñanza proveniente de la autoridad impone a los fieles la obligación de practicar lo que creen.

 

        3.- En este sentido que dice Jesús, entramos en el concepto de hipócrita desarrollado por Jesús todos los que escuchamos los domingos la Palabra y luego no ponemos ningún interés en cumplirla. Por eso, en otra ocasión, llamó “bienaventurados” a los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen. Por fidelidad a la Palabra escuchada y a la liturgia celebrada, la fe debe pasar a la vida, a la acción; por eso, fe, culto y amor a Dios y al prójimo deben estar siempre unidos. Jesús aquí nos insta a la acción. De lo contrario mereceremos por parte de Cristo el título de hipócritas.

 

        4.- De esta forma, tal como Cristo quiere y predica, no es fácil ser sacerdote sin tender a la santidad, porque si no lo hacemos, caeremos en la hipocresía ministerial. Porque a nosotros, sacerdotes, el mundo y a veces la misma feligresía nos quieren convertir en hombre de lo mágico, de lo sagrado que facilite sacramentos para los que no están preparados, porque los piden sin fe en Cristo, y si el sacerdote los niega, es malo; y si los da, es bueno para ellos, pero para Dios es un hipócrita, es un profeta palaciego, oficial, que administrando así los sacramentos ni da gloria a Dios ni santifica a los hombres: bautismo, bodas, primeras comuniones sin fe en Jesucristo y sin exigirla ni predicarla. Sacerdotes admirados y aplaudidos por la gente pero lejos del corazón de Dios: “Mis pensamientos, mis caminos no son vuestros caminos”. Sacerdotes que con tal de recibir el aplauso de la masa, de oír qué comprensivo es mi párroco, se tragan toda la Teología y Moral y Liturgia que aprendieron y deben exigir, manipulando lo sagrado, a Dios mismo en su servicio; sacerdotes sin discernimiento evangélico que se sirven de lo divino para adquirir prebendas de estima o aprecio mundano más que la aprobación de Dios.

        Demos gracias a Dios porque la mayoría son evangélicos y hacen lo que agrada a Dios y santifica a los hombres. Son comprensivos, tolerantes, dialogantes, pero no indiferentes ni sensibles a los intereses de Dios y la verdadera santificación de los hermanos; se acercan con amor a las ovejas, no para reñirlas sino  para acogerlas, ayudarlas; pero sin aprobar muchas veces lo que hacen; sino tratando de que acerquen al Pastor bueno, único que puede salvarlas. Hoy la mayoría predica al Cristo verdadero, al evangélico y único, aunque resulte a veces exigente: “Si alguno quiere ser mi discípulo, niéguese a sí mismo…” Y es exigente, porque no busca nuestro aplauso o el del pueblo sino su salvación. Este Cristo nos ama hasta el extremo y no quiere que nos perdamos el festín y las bodas eternas, preparadas para todos. 

 

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XXXII DOMINGO DEL TIEMPO  ORDINARIO


PRIMERA LECTURA: Sab 6, 12-16


           La literatura antigua de los países vecinos de Israel cuenta con numerosos escritos dedicados a la alegoría de la Sabiduría. Sus autores, con frecuencia cortesanos o notables, consignan en ellos sus reflexiones sobre la conducta y el éxito en la vida. Este género literario fue cultivado por un autor judío desconocido, quien en el siglo primero antes de Jesucristo redactó el libro de la sabiduría tal como la Biblia nos lo ofrece. En él se dejan sentir diferentes influencias históricas, especialmente el concepto griego del hombre compuesto de cuerpo y alma; a través de diversos pasajes, el Espíritu Santo prepara a los espíritus para la revelación evangélica, subrayando por ejemplo el destino inmortal de la persona humana.

        El extracto de este libro propuesto por la Iglesia para ser leído hoy, nos muestra a la Sabiduría como amiga del hombre. La tradición cristiana, sobre todo en sus expresiones litúrgicas, ha identificado a la Sabiduría con la persona de Jesucristo. Por esta razón es interesante comparar algunos extractos de nuestra lectura de hoy con algunos pasajes del Evangelio: “Luminosa y radiante es la Sabiduría, jamás pierde su brillo y fácilmente se deja contemplar por los que la aman”.  Jesús es la luz verdadera que ilumina a todo hombre... “El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y nosotros vimos su gloria” (Jn 1, 9 y 14).

SEGUNDA LECTURA: 1 Tes 4, 13-18

 

San Pablo emplea un modo de hablar adecuado a los destinatarios de su carta. Este modo de hablar recuerda el llamado género apocalíptico, es decir, un género literario, frecuente entre los judíos, con el que se describe el triunfo final de Dios, al consumarse los tiempos. No debe confundirse el núcleo de la fe con la corteza imaginativa que lo envuelve. Con respecto al destino de los muertos, el núcleo de la fe consiste en creer que el hombre no queda destruido por la muerte temporal, sino que su porvenir definitivo le vincula, en cuerpo y alma, a la resurrección de Cristo. El cuándo y el cómo los ignoramos. Lo esencial, si se tiene la suerte de ser cristiano, es decir, de vivir y morir creyendo en Jesucristo, es pasar la vida desde ahora y lo más intensamente posible en comunión con el Señor.      

Los Tesalonicenses a quienes San Pablo escribe sienten una gran preocupación sobre la suerte de los que han muerto sin ver el retorno del Señor. San Pablo responde para tranquilizarlos y anuncia a estos hijos en la fe, que todos los muertos en Cristo serán asociados a la gloria de Cristo resucitado. Los detalles de la descripción de la resurrección general se acomodan a la capacidad de comprensión de los Tesalonicenses, y tienen por objeto subrayar lo que constituye el fundamento de la esperanza cristiana frente a la muerte: Dios conducirá a los muertos a una vida en comunión con Jesús que murió y vive: “No queremos que ignoréis la suerte de los difuntos para que no os aflijáis como los hombres sin esperanza. Pues si creemos que Jesús ha muerto y resucitado, del mismo modo a los que han muerto en Jesús, Dios los llevará con Él”.

 

DOMINGO XXXII A: EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 25, 1-13

 

QUERIDOS HERMANOS: El núcleo de la liturgia de este domingo  es el grito que se oye a medianoche: “Que llega el esposo, salid a recibirle”. Nos vamos acercando al final del año litúrgico y todos los finales nos remiten necesariamente al final que de verdad debe interesarnos: el final de nuestras vidas terrenas.

 

        1.- Hoy Jesús nos habla de ese final, pero entendido no como una destrucción sino como una fiesta, como la participación en un banquete de bodas. Eso sí, se nos advierte que no se podrá participar en esa fiesta y en ese banquete de una manera insensata. Tendremos que acudir a Él con las velas de la fe, del amor y esperanza cristiana encendidas, virtudes sobrenaturales que nos preparan y nos llevan hasta los bienes del cielo.

        Lo paradójico de la parábola está en que nadie sabe cuándo empezará la fiesta, porque el esposo no ha anunciado la hora de su llegada. El Esposo es Cristo y asegura que vendrá de improviso para llamar a su banquete eterno a los que le estén esperándole con las velas de estas virtudesl encendidas.

 

        2.- Con esta parábola Jesús nos invita a vivir la virtud de la esperanza cristiana, de los bienes sobrenaturales. Ordinariamente hablamos y comprendemos y predicamos la fe y la caridad. Pero de la esperanza los cristianos hablamos poco y practicamos menos. Y sin embargo  todos los místicos, todos los que por la oración y santidad de vida llegan a estas alturas, viven principalmente de la esperanza: “vivo sin vivir en mi.. y de tal manera…sácame de aquesta vida…

La virtud de la esperanza es una virtud teologal, sobrenatural y es el culmen de la fe y del amor cristiano. La esperanza, en los grados elevados de purificación espiritual,  es el fervor, el éxtasis de la fe y del amor; al menos así lo vemos en los que ha subido muy arriba en el camino de la oración-conversión, que es el camino de la santidad y de la intimidad con Dios ya desde este mundo. Porque no podemos decir en verdad que creemos en Dios y le amamos y luego a lo peor nos da excesivo miedo natural del encuentro con Él.

        No estoy diciendo por esto que no creamos, precisamente por eso digo que la esperanza es el fin o culmen de la fe y del amor; pero no hemos llegado a esa fe viva y a ese amor ardiente que nos haga desear el encuentro con Dios: «sácame de aquesta vida, mi Dios, y dame la muerte, no me tengas impedida en este lazo tan fuerte, mira que peno por verte y mi mal es tan entero, que muero porque no muero».

        Por eso, la esperanza es termómetro de mi fe y amor a Dios y es la que mejor me dice la altura de mi unión con Dios; discierne y demuestra su verdad. Nosotros creemos pero no deseamos su llegada inmediata, y esto no es malo ni anticristiano, sólo que no estamos muy arriba en esa fe y amor. A los santos no les pasó esto. Porque resulta difícil pensar que creemos en un Dios infinitamente bueno y que ha venido y ha muerto y resucitado para llevarnos al cielo con El y luego no deseamos encontrarnos con Él, o nos da miedo y no esperamos su encuentro.

        Igualmente el amor; cómo decir que amo a Dios sobre todas las cosas y me da miedo cuando me dicen que debo salir a su encuentro. Luego es señal de que en nosotros las virtudes de la fe y del amor no están muy desarrolladas… Desgraciadamente no hemos cultivado suficientemente nuestra fe hasta el punto de poder decir: «Vivo sin vivir en mí y de tal manera espero, que muerto porque no muero». Esto sólo se puede decir cuando se ha desarrollado mucho la vida espiritual por la oración conversión continua y permanente.

       

3.-    Todos los hombres tienen muchas esperanzas y muchas esperas en la vida. Unas son paganas: más dinero, consumismo, poder… Otras son religiosas y cristianas. Todas estas deben estar mirando siempre a la espera final. Es la que da plenitud y  sentido a todas las demás esperas.

 

        4.- La esperanza es una virtud:

 a) Teologal, porque nos une directamente a Dios.

b) Escatológica: mira el encuentro último con el Señor, superando todas las esperanzas paganas o cristianas mediatas.

c) Dinámica: nos hace vivir en tensión continua hacia Dios;

d) Paciente. La esperanza cristiana es siempre paciente, sabe esperar en medio de las pruebas y sufrimientos y no se desespera, e) Optimista, es decir, es una virtud real que está bien informada, y por eso no espera mucho de la vida terrena porque su verdadera vida está en el Señor, presente ya en esta vida y vive para Él teniéndole siempre en el horizonte de todo lo que hace aquí abajo, sabiendo que tiene que dejarlo. Es optimista, porque por encima de todo este mundo y de todo lo que le pase, bueno o malo, siempre está esperando al Señor con gozo, porque Él es felicidad infinita, y la gusta y experimenta y nadie le quita este gozo. Siente lo que San Ignacio de Antioquía comunicaba a la Comunidad de Roma: «Para mi es mejor morir en Jesucristo que ser rey de toda la tierra. Lo busco a Él que resucitó por nosotros».

        San Juan de la Cruz lo expresaba así: «¿Por qué, pues has llagado este corazón, no lo sanaste, y pues me lo has robado, por qué así lo dejaste y no tomas el robo que robaste?” Señor, si me has robado el corazón, sé un ladrón honrado, llévate lo que has robado».

        Santa Teresa: «Esta vida que yo vivo, es privación de vivir, y así es un continuo morir, hasta que viva contigo; oye, mi Dios, lo que digo, que esta vida no la quiero, que muero porque no muero».

        Ya dije que la esperanza es el cenit de la fe y del amor. Por eso los santos son los que más alto han subido en esta virtud; son los que de verdad la han practicado, hasta desear morir para estar con Dios. Es que creyeron y amaron de verdad. Dios era verdad de fe y de amor sentida y experimentada por ellos.

 

        5.- En la línea diametralmente opuesta se encuentran las invitadas del Evangelio, las vírgenes necias, que representan a todos los hombres que no prepararon el encuentro por vivir para otras esperas mediatas. Se descuidaron de la única importante y no cumplieron los deberes de tener aceite para el momento preciso, para la hora de la verdad y llegaron con las puertas cerradas y oyeron algo terrible que cuando lo pienso le pido al Señor que haga de mí lo que quiera; pero que nunca permita que llegue a escuchar de Él estas palabras, las más terribles del Evangelio y de la vida: “Os lo aseguro, no os conozco,” porque son para siempre, para siempre, para siempre. No las reconoce como ovejas de su grey, porque no escucharon su voz ni la siguieron, no fueron amigos, porque no guardaron sus mandamientos; por eso los excluye de la intimidad de las bodas eternas.

        Nadie sabe cuándo vendrá el Señor para cada uno de nosotros; nadie sabe cuando abrirá para cada uno de nosotros las puertas de la eternidad. Por eso, yo repito en voz alta,  para que todos escuchemos, la exhortación final del Señor, “Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora”.

        Resumiendo: que el final no se improvisa, que debemos prepararlo desde ahora, que la salvación y la condenación son eternas, es un dogma de fe, lo dice Dios, lo dice su Hijo, no sólo aquí sino en otras muchas parte de su Evangelio y que es mejor escuchar esto que estáis escuchando ahora, para no tener  que escucharlo una vez que hayamos muerto. Si lo creemos, debemos tenerlo siempre presente y no olvidarlo ya nunca. Precisamente para eso habló el Señor tan claro y duro, porque nos quiere y no quiere repetir esta frase para ninguno en la eternidad. 

 

6.- La conclusión de la parábola es temible: “En verdad os digo que no os conozco”. Es tan grande el gozo por la entrada de las vírgenes prevenidas en la sala de la fiesta, como el espanto experimentado al ver excluidas a las que llegan demasiado tarde. Existe, por lo tanto, un demasiado tarde que pesa sobre el destino humano. ¿En qué momento se le ha de situar? Esto constituye un misterio impenetrable. Sabemos que la bondad de Dios es infinita y que acompaña a la libertad humana hasta las etapas postreras, pero existe un momento en el que todo se acabó. En previsión de este momento fuera del alcance de nuestra vista, importa que tomemos nuestras medidas para recibir a Dios a las inmediatas, si a las inmediatas viniera, y para esperarle si se hace esperar. Esta realidad debe hacernos reflexionar. Pidamos a Cristo que su vida y muerte no sea inútil para ningún hombre. Él así lo quiere; basta verle crucificado por amor y la salvación de todos; también para enseñarnos que sigue siendo verdad y que por los pecados de la humanidad y la salvación eterna Él ofreció su vida. 

 

7.- Estar preparado significa actuar con responsabilidad propia y no abandonarse a los demás. Las vírgenes imprudentes habían quizás pensado que, si llegaba a faltarles el aceite, saldrían del apuro pidiendo solución a sus compañeras. En la esfera de la Iglesia, debemos ayudarnos mutuamente por razón de la solidaridad que nos une. Pero existe un nivel de nuestro ser en el que somos los únicos responsables de nosotros mismos. Nadie puede poner por nosotros ante Dios en el día final la fe, la esperanza y la caridad que nosotros hayamos descuidado. Nuestra fidelidad con Él puede encontrar una ayuda grande en la comunión de los santos, pero ni los santos nos pueden sustituir en el examen final. Es responsabilidad exclusiva y personal.

 

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QUERIDOS hermanos, en el Credo, desde niños, todos nosotros rezamos: Creo en la resurrección de la carne y en la vida eterna; es un acto de fe y esperanza en la vida eterna del cielo con Dios y los nuestros, y lo mismo confesamos si rezamos el credo solemne de la misa, decimos: «Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro», hacemos el mismo acto de fe y esperanza en la vida eterna. 

        Y todo esto lo hacemos apoyados en la vida y en la palabra de Cristo que vino para abrirnos las puertas de la eternidad, para decirnos que somos eternos, que nuestra vida es más que esta vida temporal y que Él habia venido a este mundo en carne humana, siendo Dios infinito, para poder morir y resucitar y así enseñarnos el camino que todos los hombres tenemos que recorrer: “Yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mí aunque haya muerto vivirá y todo el que vive y cree en mí no morirá para siempre”.

Esto es el cristianismo, para esto vino y predicó y murió y resucitó el Señor. Murió como hombre y resucitó como Dios para demostrarnos que era Dios y que lo que nos decía y prometía era verdad y que tenía poder para hacerlo; además, para demostrarnos esta verdad, durante su vida pública, además de decirlo y  predicarlo,  lo demostró resucitando a tres muertos: a su amigo Lázaro, a la hija de Jairo y al hijo de la viuda de Naím,pero especialmente se resucitó a sí mismo, como ya lo había prometido y repetido muchas veces en su vida, así como la resurrección nuestra, la de todos los hombres que crean en Él: “yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mí, aunque haya muerto vivirá y todo el que vive y cree en mí no morirá para siempre”; y al hablar de la Eucaristía: “yo soy el pan de vida, el que come de este pan vivirá para siempre y el pan que yo os daré es carne para la vida del mundo… 

Quiero predicar esta verdad fundamental de la fe católica en este mes de difuntos, mes de noviembre, y quiero decirlo bien alto hoy en este mundo que ha perdido la fe en Cristo y la esperanza cristiana de la vida eterna, pero no por eso deja de ser verdad ni dejamos de ser eternos y vivir en la otra vida o con Dios en su gozo eterno o en el otro sitio que me da pena hasta pronunciarlo porque no se lo deseo ni a mis enemigos, pero existe, lo ha dicho el Señor y Él no miente y es Dios y allí nos espera…el infierno existe y para siempre, para siempre…

Hermanos, lo digo solemnemente, la eternidad que nos espera es la única razón por la que me hice cura, es lo que creo, espero y

he sentido muchas veces como creyente en Cristo y sacerdote, la única razón por la que trabajo y he trabajado toda mi vida, que no es bautizar por bautizar o primeras comuniones por la fiesta, no, es bautizar, para ser sembrador de eternidades, todo bautizado recibe en el bautismo la vida de gracia, la vida eterna y la alimenta en la comuniones eucarísticas, como muchos de vosotros.

Por la gracia del Señor he tenido manifestaciones y pruebas muy fuertes y evidentes de la otra vida y de Cristo vivo, sobre todo en el Sagrario que me han confirmado esta verdad de nuestra eternidad con Dios. Queridos hermanos, Jesús vino a este mundo unicamente para salvarnos y para llevarnos a la vida eterna, y no sólo nos revela el hecho de la resurrección, de nuestra eternidad con Dios, de que el hombre es más que hombre, más que este espacio y este tiempo, de que el hombre es eternidad sino que pasa por la prueba de morir entre dolores y sufrimientos terribles para demostrarnos lo que le duelen las eternidades de todos nosotros y resucitar para que todos creamos y esperemos y vivamos la vida cristiana como camino para el cielo, para la vida eterna.

Es más, una vez resucitado, se aparece a los discípulos que no se lo creían a pesar de haberle escuchado a Cristo esta verdad e incluso viéndole resucitado, los apóstoles no fueron unos bobalicones que se lo creyeron a la primera, fijaos en el apóstol Tomas y en los dos discípulos de Emaús, y todo esto para que nosotros y el mundo entero creamos y vivamos para la vida eterna. Y ese mismo Cristo vivo y resucitado y pan de vida eterna, para los que creen y comulgan, es el que está en el cielo y en todos los sagrarios de la tierra para llevarno al cielo, es el pan de vida que nos alimenta para la vida eterna con Dios y todos los nuestros.

El sagrario, en todos los sagrarios de la tierra está Cristo vivo por locura de amor a todos los hombres aunque muchos incluso cristianos ni le visiten ni le amen, pero aquí, está el mismo que está ahora en el cielo con los nuestros, está aquí para llevarnos a todos a su gloria. Y esto también lo digo por experiencia, por miles y miles de horas pasadas en su presencia, en el cielo del Sagrario en la tierra.

Hermanos, mirad al Sagrario con amor, visitad a Cristo Eucaristía todos los día, comulgad con frecuencia y con amor, y complamos sus mandamientos, y aquí, en todos los Sagrarios de la tierra está el Señor para ayudarnos, perdonarnos, alimentarnos y llevarnos al cielo y para que venzamos todas las tentaciones de todo tipo, y potenciar nuestra fe, esperanza y caridad.

 

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XXXIII  DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

 

PRIMERA LECTURA: Prov 31, 10-13; 19-20, 30-31

 

El poema de la mujer fuerte, con que finaliza el libro de los Proverbios, no inspira mucho —es lo menos que puede decirse— a nuestras modernas revistas gráficas femeninas. Estas se hallan dominadas por preocupaciones comerciales de diferentes niveles, desde el sentimentalismo primario que lleva a comprar la revista, hasta la publicidad de moda que hace cambiar a la industria, pasando por el detalle de los problemas de la sexualidad, de la anticoncepción y de la libertad personal. La serena afirmación de la dignidad de la mujer y de su vocación no constituye un tema rentable para la prensa. La enseñanza de la Iglesia, de la que el texto de los Proverbios ofrece un anticipo, afirma vigorosamente que la mujer es una persona humana en su totalidad, portadora de una vocación de esposa y revestida de la excelsa dignidad de madre. El éxito de su libertad consiste en el esfuerzo de hacer realidad lo que la totalidad de su ser reclama: ser manantial de vida: “Una mujer hacendosa… vale mucho más que las perlas... Engañosa es la gracia, fugaz la hermosura; la que teme al Señor merece alabanza”.

 

SEGUNDA LECTURA: 1 Tes 5, 1-6

 
           Habiendo sabido por su discípulo Timoteo, que en Tesalónica existía una gran efervescencia acerca de la cuestión de la segunda venida del Señor, San Pablo reacciona. Recuerda la enseñanza evangélica sobre lo súbito e imprevisible del fin del mundo; sobre todo insiste en la necesidad de aprovechar el tiempo presente. En lugar de esperar inactivos un final de los tiempos que se supone próximo, vale más y es preciso dar a cada momento presente su valor determinado. El tiempo cristiano es un ascender hacia la luz, y el “día del Señor” no será sino la plena revelación de una luz, presente ya en el día actual, viviendo los pensamientos, sentimientos, acciones y virtudes de Jesucristo, y dejarse penetrar por su vida. Sobre esto ha de recaer nuestra vigilancia durante el tiempo que se nos da en espera del tiempo final: “Así, pues, no durmamos con los demás, sino estemos vigilantes y vivamos sobriamente”.

 

QUERIDAS HERMANAS DOMINICAS:

 

1.- La interpretación para nosotros de la parábola en clave cristiana, es la siguiente:

a) El Señor de los empleados es Cristo Jesús que vendrá a juzgar nuestras vidas al final de los tiempos. El final de los tiempos para cada uno de nosotros es el día de nuestra muerte, del encuentro definitov y eterno con Dios.

b) Los empleados son todos los hombres, toda la humanidad, incluso los no creyentes, no solo los cristianos, a quienes se les encarece a que sean vigilantes y fructifiquen con los talentos que Dios ha confiado mientras vivimos aquí abajo en este mundo. Es la pena más grande que tengo como sacerdote porque veo que este mundo no cree en la eternidad, no se prepara para el encuentro con Dios.

c) Los talentos son todos los dones y gracias que el Señor nos concede, la fe, el amor, los buenos ejemplos e inspiraciones que Dios nos da para el servicio del reino de Dios.

d) Cada uno de nosotros recibe los diversos talentos y lo único que importa es hacerlos producir; por eso el de los cinco como el de los dos talentos reciben la paga de entrar en el banquete del Señor, en la eternidad del cielo con Él en lo que muchos no creen pero no por eso deja de existir, es la enseñanza del evangelio de hoy.

e) El rendimiento de cuentas es el examen sobre esta responsabilidad en el juicio definitivo y eterno en el día de nuestra muerte, para el cual todas vosotras estáis preparadas y preparandoos por medio de esta vida de oración, penitencia y clausura.

f) Y como vemos, el juicio de algunos hombres no coincide con el de Dios que es el que importa. Para mi, casi toda la fuerza de la parábola está en este diálogo porque indica la falta de interés y preocupación del mundo actual por la vida eterna que nos espera.

g)  Y la enseñanza o conclusión es: “Al que tiene se le dará y le sobrará; pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene”, significa que todos tenemos que trabajar y producir obras buenas para la eternidad, no importa la cantidad, el de los cinco como el de los dos talentos entran en el banquete del cielo, para toda la eternidad.

Son muchas la enseñanzas de esta parábola, pero para mí una de las enseñanzas claves se encuentra en el diálogo que el Señor mantiene con el tercer empleado, el negligente. Jesús nos quiere enseñar en    este diálogo que hay que fructificar, que hay que orar, que hay que superar las comodidades de la vida y trabajar por el reino de los cielos, vosotras por la oración, la santidad de vida y la caridad fraterna en la medida del don recibido. Vuestra santidad y apostolado hacen fructificar los dones que hemos recibido para la extensión de Reino de Dios en nosotros y en los hermanos

b) ¿Por qué no trabajó el tercer siervo? ¿Qué le paralizó? El miedo. Entre nosotros tenemos que analizar que no haya hermanas con miedo a la santidad, hermanas instaladas en lo bueno pero mediocre, que no aspiren a la oración de contemplación y unión con Dios. Y por tanto el  el no esforzarse por la oración, por la conversión de faltas y pecados aunque sean leves, de un denario, no de cinco…

d) hermanas dominicas, os digo que con vuestra vida de oración y conversión permanente de vuestros pequeños defecto tenéis que producir para el bien de las hermanas y de toda la Iglesia, esta es vuestra vocación y para lo que habéis sido llamadas por Cristo con esta vocación privilegiada de contemplativas y santificadoras de la igleisa y del mundo:  VOSOTRAS, ESPECIALMENTE COMO SIEMPRE OS DIGO,POR LA ORACIÓN, CONVERSIÓN PERSONAL Y SANTIDAD DE VIDA TENEIS QUE SANTIFICAR A LA IGLESIA, A TANTOS OBISPOS, SACERDOTES Y CRISTIANOS QUE NECESITAN SANTIDAD DE VIDA Y LO TENÉIS QUE HACER MEDIANTE VUESTRA VIDA SACRIFICADA Y ORACIÓN APOSTOLICA POR TODA LA IGLESIA, POR TODOS LOS HOMBRES. NO LO OLVIÉIS, LA IGLESIA OS NECESITA, NECESITA VUESTRA ORACIÓN PERMANENTE Y VIDA SANTO.

Y así es como todas vosotras entraréis en el banquete de las bodas de amor con Cristo esposo que ya ha comenzado y entraréis ya por vuestra oración elevada y santidad de vida. Y no hay otro camino para superioras, religiosas y novicias. Así que todas a trabajar y fructificar los talentos que os ha dado el Señor. Unas, cinco, otras, otras, otras, uno, pero todas a trabajar en este convento de luz y de gracia de Dios por vuestra santidad y salvación y la de todos los hombres, vuestros hermanos. Que se note en el convento y en la Iglesia de Dios. Así sea.

 

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QUERIDOS HERMANOS: La historia ideada por Jesús sobre el empleo de los talentos es típicamente una parábola. La parábola es una comparación global y con imágenes, destinada a hacer entender una enseñanza. No hay que detenerse demasiado en cada detalle en particular, sino buscar la enseñanza que se desprende del conjunto.

1.- Está claro que esta parábola de los talentos amplía y profundiza el tema de la parábola del pasado domingo sobre las vírgenes prudentes y necias. Se destaca la vigilancia que hay que tener en la espera allí del esposo, aquí del amo que pedirá cuentas, para lo cual hay que estar vigilantes y trabajar.

La gran lección que Jesús quiso transmitir fue ésta: el discípulo tiene que desplegar una fidelidad activa al servicio de Dios, opuesta a una pasividad perezosa equivalente a la infidelidad. El verdadero cristiano se pasa la vida en una espera activa y responsable. La comparación del amo duro y exigente con sus siervos puede chocar con nuestra sensibilidad cristiana. Recordemos tan sólo que Jesús toma sus comparaciones de las costumbres de su tiempo; no dice ni que son buenas ni que son reprensibles, simplemente las toma como hechos palpables de los que se sirve para deducir enseñanzas. En el caso presente inventa una historia, verosímil según las costumbres de entonces, y de ella saca una enseñanza.

2.- Todos vemos que esta enseñanza es la diligencia: que hay que ser servidores diligentes, trabajadores, espabilados para el negocio de la eternidad como lo somos para los negocios del mundo. La síntesis intencional se expresa en esta frase que hemos leído: “Al cabo de mucho volvió el señor de aquellos empleados y se puso a ajustar las cuentas con ellos”.         Estos se ponen, al momento, a hacer producir al capital que se les confió. Este depósito, que les fue confiado, no sólo despierta en ellos un sentido de responsabilidad, sino que además pone inmediatamente en movimiento una voluntad de actividad. Además, se toman molestias. El primero y el segundo de los siervos se marchany doblan su capital. El servicio de Dios pide no aposentarse al amparo de lo conseguido. Nunca se consigue algo del todo. Lo que se tiene sólo acrecentándolo se conserva. La vida espiritual es dinámica. No descansa ni se encierra en una cualidad que se cree conseguida. Por ser una vida requiere desarrollarse sin perder nada de cuanto la nutre. La diligencia consiste en no perder tiempo en lo que se emprende, y en no cansarse en el esfuerzo renovado de continuo.

3.- Lo que quiere condenar el Señor en la parábola es la pereza espiritual. Esta es juzgada como un verdadero incumplimiento. El siervo perezoso no perdió el talento a él confiado y se lo devuelve al Amo, pero es culpable por haberse mantenido inactivo y perezoso. Se da cierta pereza espiritual consistente en creer que Dios no es difícil, en su bondad, y que nos aceptará como somos con sólo que le devolvamos un mínimo. Esto es plantear mal el problema. Dios nos responsabiliza de lo que nuestra vida haya producido o dejado de producir. Una falta de ganancia en el progreso de nuestra fe, de nuestro amor y de nuestra actividad, si nuestra vocación pide que actuemos,  es juzgada como una infidelidad.

        No es lo esencial producir mucho. Si Dios da a cada cual según sus diferentes capacidades, la respuesta esperada por Él es asimismo diferente. Quien mucho recibió habrá de devolver más que quien recibió poco, pero ambos deben desarrollar activamente los dones que les fueron entregados por el Señor. Una pregunta para terminar. ¿Por qué el Señor, cuyo amor salvador es infinito y gratuito, pide respuesta activa al hombre? Porque no quiere salvar al hombre sin el hombre. Le hizo libre y le quiere responsable.

        4.- La interpretación para nosotros, en clave cristiana de la parábola, es la siguiente:

a) El Señor de los empleados es Cristo Jesús que vendrá a juzgar nuestras vidas al final de los tiempos. En la Ascensión subió al cielo y no me pedirá cuentas hasta el día final, que para cada uno de nosotros es el día de nuestro encuentro con Él en la eternidad, cuando morimos.

b) Los empleados son los cristianos, a quienes se les encarece a que sean vigilantes y fructifiquen con los talentos que Dios ha confiado a cada uno durante este tiempo de espera del Señor, mientras vivimos aquí abajo.

c) Los talentos son todos los dones y gracias que el Señor nos concede, la luces, ayudas, la fe, el amor, buenos ejemplos, inspiraciones que Dios nos da y nos sigue dando para el servicio del reino de Dios.

d) Se reciben más o menos talentos, lo único que importa es hacerlos producir; por eso el de los cinco como el de los dos talentos reciben la paga de entrar en el banquete de su Señor.

e) El rendimiento de cuentas es el examen sobre esta responsabilidad en el juicio definitivo, diferente a los éxitos o fracasos anteriores y distintos a todos los juicios de los hombres que solo juzgan por las apariencias y éxitos materiales.

f)  La prudencia de los hombres no coincide con la prudencia según Dios. Esto se ve claro en el diálogo entre el siervo negligente y su señor. Para mi, casi toda la fuerza de la parábola está en este diálogo.

g) La enseñanza o conclusión: “Al que tiene se le dará y le sobrará; pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene”, significa que se le entrega más al que más produce, porque es  más responsable. Así recompensa Dios a quienes arriesgan sus talentos y sus cualidades por Él y se esfuerzan en amarle y servirle con todas sus fuerzas a Él y a los hermanos.

h) La condena es el pecado de omisión, que personifica el tercer empleado.

        5.- Para mí una de las enseñanzas claves se encuentra en el diálogo que el señor mantiene con el tercer empleado, el negligente. Podemos leerlo otra vez. Jesús nos quiere enseñar en este diálogo que:

a) hay que fructificar en la medida del don recibido. Nuestra actividad y apostolado hacen fructificar los dones que hemos recibido para la extensión de Reino de Dios en la tierra, respondiendo así a los deseos de Cristo. Hay que trabajar con los dones naturales y sobrenaturales, con la fe, esperanza y amor, en el cumplimiento de la voluntad de Dios; hay que fructificar con el amor y la entrega a los hermanos, viviendo la vida según el Evangelio, en la familia y en el trabajo, en la profesión. Y si se falla en ocasiones, hay que levantarse siempre y seguir trabajando. El Señor no nos echará en cara los pecados cometidos y los errores, porque todo está perdonado si hemos trabajado también en la conversión y la penitencia. El Señor condena al siervo porque no trabajó por los intereses de su Señor. El interés de Cristo es nuestra santificación.

b) ¿Por qué no trabajó el tercer siervo? ¿Qué le paralizó? El miedo. El miedo a perderlo. Pensó en sí mismo más que el Señor y no trabajó. Son las personas que no trabajan ni hacen nada por temor a hacerlo mal. Esto es ser egoísta. Quieren vivir una seguridad falsa. No aman, en definitiva. De esta forma se inutilizan e incapacitan para el amor, para la entrega por el reino de los cielos. Entre nosotros tenemos que analizar si se dan negligentes y holgazanes. Esto nos invita a pensar mucho en los pecados de omisión. Especialmente en los que venimos a misa.

        c) En el cristianismo de algunas épocas pasadas, tal vez nosotros somos hereditarios, se insistió mucho en no pecar, en no mancharse. Eso, bien entendido, supone actividad. Pero a otros los puede llevar a la inactividad para no mancharse, y puede llevarnos a no trabajar, sobre todo, si en el apostolado hemos patinado alguna vez y nos hemos equivocado. Solución: no programar nada nuevo, sólo lo mínimo: conservar el denario. Para Jesús lo importante no es no fallar alguna vez sino el no trabajar, no hacer nada,  para no fallar en el trabajo apostólico.

d) Precisamente por eso fue castigado. Porque se limitó a conservarlo. No hizo nada malo, no cometió pecados, se limitó a conservar los dones recibidos. No hizo nada malo ni nada bueno. ¡Ojo a los piadosos y piadosas de nuestras parroquias, piadosas de toda la vida pero que no han pegado ni golpe, que no han hecho nada por los demás en la catequesis, cáritas, enfermos, grupos de todo tipo y sólo han pensado en sí mismos! ¡Ojo con los que comulgamos todos los días y luego no nos llamen para nada de apostolado porque tenemos que hacer otras cosas! No condeno. Advierto. Pero digo con Jesús que hay que producir para el bien de los hermanos.

Se le quitó el talento y no entró en el banquete por su pecado de omisión. No hizo nada malo pero tampoco nada bueno. Luego la conclusión es clara: todos tenemos que hacer algún apostolado en la parroquia o fuera de la parroquia, en casa, en el trabajo, en la comunidad, pero siempre en el reino de Dios. Después de oír esta parábola ¿no cambias, sigues igual, piensas que esto no va contigo? Yo te digo lo que dijo Jesús. Yo solo soy altavoz.  Conclusión: Todos a trabajar y fructificar los talentos que nos ha dado el Señor.

 

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XXXIV DOMINGO. SOLEMNIDAD:FIESTA DE CRISTO REY

 

PRIMERA LECTURA: Ez 34, 11; 12, 15-17

 

Este texto, cuya lectura señaló ya la Iglesia para la fiesta del Corazón de Jesús, nos sugiere cuál es la índole de la realeza de Cristo sobre la humanidad. Ezequiel se fija directamente en la solicitud del Dios misericordioso con el pueblo de Israel, y luego con toda la humanidad. La inmensa multitud de los hombres de todos los tiempos constituye el rebaño del que Dios se declara pastor. Cristo Rey es el que reúne a la humanidad entera formando con ella el Reino de su Padre, Reino en el que la justicia será el amor dado y aceptado, personal y participado. La Iglesia, intérprete e instrumento del reino de Dios, realiza a través de su jerarquía, de sus santos y de los apóstoles de hoy día, sacerdotes, religiosos y seglares, un trabajo inmenso para reunir a los hombres en la paz de Cristo cuya realeza es de paz: “Así dice el Señor Dios: Yo mismo en persona buscaré a mis ovejas siguiendo su rastro… Yo mismo apacentaré mis ovejas, yo mismo las haré sestear, -- oráculo del Señor Dios--”.

 

SEGUNDA LECTURA: 1 Cor 15,20-26, 28

 

Cristo fue designado como príncipe real por la resurrección de entre los muertos y ha ocupado ya el trono en el cielo. Es el Cordero “degollado” del Apocalipsis, ante el cual se postran los ángeles y los ancianos. La resurrección y la exaltación a la diestra del Padre tiene el valor de primera entronización de Cristo, una verdadera toma de posesión del poder. Cristo está glorioso, sentado en su trono celestial. La entronización fue comunicada a los Apóstoles, testigos de su resurrección, y su efecto se manifestó en los dones de Pentecostés. Sin embargo, el actual reinado de Cristo sólo es una etapa intermedia. Se manifiestan sólo los efectos espirituales. Nada está rematado.

Los miembros del Reino están ennoblecidos, glorificados y resucitados solamente de una manera invisible; el mundo material suspira siempre por la manifestación final. El mismo Rey es invisible al mundo entero y visible. Después, se producirá el gran acontecimiento esperado hacia el cual se orienta el actual estado de cosas. Cristo manifestará su gloria y su poder a la meridiana luz del día, y aniquilará a los Poderes adversos. Entonces volverá a poner el Reino en manos de su Padre: “Al final, cuando todo esté sometido, entonces también el Hijo se someterá a Dios, al que se lo había sometido todo. Y así Dios lo será todo para todos”.

 

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO  25, 31-46

 

QUERIDOS HERMANOS: Celebramos hoy la fiesta de Cristo Rey. Llegamos así al último domingo del año litúrgico, a la solemnidad de Jesucristo  Rey del Universo, que viene a ser como el colofón del Año litúrgico.

Comenzábamos el año litúrgico preparándonos y celebrando su nacimiento, su primera venida del cielo a la tierra y hoy, lo terminamos celebrando su última venida al final de los tiempos; nos hemos detenido en su misterio pascual, la pasión y muerte por todos los hombres que culmina en la resurrección y el envío del Espíritu Santo; y concluimos este domingo el año litúrgico de la Iglesia con esta fiesta de Cristo Rey.

Cristo es ciertamente rey del mundo porque es Dios, Creador con el Padre de todo cuanto existe. Pero la realeza que celebramos hoy es la realeza de Cristo en cuanto hombre, Rey del amor y salvación de los hombres, es la realeza de su humanidad que asumió de María y que muriendo y resucitando la ha elevado al rango divino, sentándola a la derecha del Padre, es decir, con el mismo poder y gloria que su divinidad.

1.-Cristo hombre es designado rey del mundo y de la humanidad principalmente por su resurrección de entre los muertos y por su Ascensión a los cielos, donde el Padre le sentó con su humanidad a su derecha, es decir, le dio categoría divina, con su mismo poder y gloria.

Ante Él, el Cordero degollado del Apocalipsis, los ángeles y todos los santos salvados, nuestros mayores, le dan la misma gloria que al Padre, porque su humanidad ha quedado totalmente unida a la Divinidad, al Verbo, Hijo de Dios. Por eso, teológicamente hablando, los tres hechos más importantes en que se fundamenta  la fiesta que hoy celebramos, son: 1º la Resurrección, esto es, Cristo, vencedor de su muerte y de la nuestra; 2º, estar sentado a la derecha del Padre, indicando así que su humanidad ha sido elevada a la categoría divina del Hijo de Dios, con su mismo poder y gloria; y finalmente: la parusía o su venida última al final de los tiempos como Rey universal de todos los hombres y de la historia para juzgar a todos como Rey y Señor del tiempo y de la eternidad y que ya se anticipa en el día de nuestra muerte.

        Esta es la realeza de Cristo que celebramos este domingo último del año litúrgico. En él quiere la Iglesia que echemos una mirada hacia atrás y contemplando las maravillas que Dios ha obrado en favor de los hombres por medio de su Hijo Jesucristo, primero, le demos gracias rendidas por todos los bienes de la Redención y segundo, proclamemos a Cristo Rey de nuestras vidas, porque Él con su humanidad muerta y resucitada por y para nosotros ha vencido la nuestra mortal y nos ha ganado la eterna. Hermanos, hoy es el día indicado por la Iglesia para  revisarnos y echar una mirada a nuestras vidas a ver si Cristo es Rey,si está reinando con su vida y evangelio en nuestras vidas, porque aunque celebremos esta fiesta cien veces, si Cristo no reina en nuestras vidas, todo habrá sido inútil .

        Queridos hermanos y hermanas, somos eternos, nuestra vida es más que esta vida, Cristo con su muerte y resurrección por nosotros es rey del tiempo y la eternidad y los que creemos en Él y le aceptamos como rey de nuestras vidas y comulgamos a Cristo Eucaristía, viviremos eternamente con Él; y los que no lo aceptan, qué pena me da hoy en el mundo y en la misma Iglesia, la situación actual de España y de gran parte del mundo,nos lo dice Él en el evangelio de hoy y de otros días, no estarán bajo su reinado en su reino y reinado del cielo sino en su lejanía y tormento eterno, infierno eterno, porque no creyeron ni le aceptaron como Dios y Rey Salvador de sus vidas. Recemos y ofrezcamos la misa por ellos, sobre todo si entre ellos puede haber alguno de los nuestros feligreses, familiares o amigos en un mundo tan secularizado.

Hermanos todos, solo hay un Savador, es Cristo Jesús, al que hoy proclamamos rey de nuestras vidas y del mundo y de la eternidad y le consagramos y entregamos todo nuestro presente y futuro de eternidad a Él que para eso, para llevarnos a su reinado del cielo se hizo pan de vida eterna y aquí viene todos los días y permanece en este y en todos todos los Sagrarios de la tierra para ayudarnos en este camino hacia su Reinado Eterno con el Padre y el Espíritu Santo en el cielo donde le contemplaremos gozoso eternamente con todos nuestros feligreses y familiares y creyentes salvados. Amén, así sea.

 

 

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QUERIDAS HERMANAS DOMINICAS, QUERIDOS HERMANOS TODOS:    Celebramos hoy la fiesta de Cristo Rey. Cristo es ciertamente rey del mundo porque es Dios, Creador con el Padre de todo cuanto existe. Pero la realeza que celebramos hoy es la realeza de Cristo en cuanto hombre, la realeza de su humanidad que asumió de María y que muriendo y resucitando la ha elevado al rango divino, sentándola a la derecha del Padre, es decir, con el mismo poder y gloria que su divinidad.

1.-Cristo hombre es designado rey del mundo y de la humanidad principalmente por su resurrección de entre los muertos y por su Ascensión a los cielos, donde el Padre le sentó con su humanidad a su derecha, es decir, le dio categoría divina, con su mismo poder y gloria.

Ante Él, el Cordero degollado del Apocalipsis, los ángeles y todos los santos salvados, nuestros mayores, le dan la misma gloria que al Padre, porque su humanidad ha quedado totalmente unida al Verbo, Hijo de Dios. Por eso, teológicamente hablando, los tres hechos más importantes en que se fundamenta  la fiesta que hoy celebramos, son:

 

1º la Resurrección, esto es, Cristo, vencedor de su muerte y de la nuestra; 2º, estar sentado a la derecha del Padre, indicando así que su humanidad ha sido elevada a la categoría divina del Hijo de Dios, con su mismo poder y gloria; y finalmente: la parusía o su venida última al final de los tiempos como Rey universal de todos los hombres y de la historia para juzgar a todos como Rey y Señor del tiempo y de la eternidad y que ya se anticipa en el día de nuestra muerte.

        Esta es la realeza de Cristo que celebramos este domingo último del año litúrgico. En Él quiere la Iglesia que echemos una mirada hacia atrás y contemplando las maravillas que Dios ha obrado en favor de los hombres por medio de su Hijo Jesucristo: 1º le demos gracias rendidas por todos los bienes de la Redención;y 2º, proclamemos a Cristo Rey de nuestras vidas, porque Él con su humanidad muerta y resucitada ha vencido la nuestra mortal y nos ha ganado la eterna.

        2.- Queridas Carmelitas y hermanos todos: Durante el año litúrgico que termina, hemos recordado con sentido celebrativo y meditativo los hechos más sobresalientes de la vida de Jesús, tratando de vivirlos “en espíritu y verdad”: hoy celebramos principalmente su realeza, que el Padre le ha concedido sentándolo a su derecha, para interceder por nosotros y desde donde vendrá para juzgar a vivos y muertos, y su reino ya no tendrá fin, como afirmamos en el Credo.

Queridos hermanos y hermanas, somos eternos, nuestra vida es más que esta vida; y los que le aceptamos y queremos y comulgamos, viviremos eternamente con Él; y los que no lo aceptan, qué pena me da la situación política de España,nos lo dice Él y nos lo advierte en el evangelio de hoy y otros días, no estarán bajo su reinado en el cielo sino en el fuego eterno, es decir, en la lejanía del cielo, de su presencia y gozo, porque no creyeron ni le aceptaron como Dios y Señor Salvador de sus vidas.

Hermanas contemplativas, este es el sentido principal de vuestras vidas y cuánto tenemos que agradeceros la Iglesia y el mundo entero que hayáis entregado por entero vuestras vida de la tierra en oración continua y penitencia para conseguir este reinado de Cristo en el mundo, esta eternidad de gozo para todos los hombre por la que Cristo vino, predicó, murió y resucitó y que para vosotras ya habéis comenzado.

Queridas hermanas y hermanos:Esto es lo que más nos hace sufrir a nosotros, como sacerdotes, viendo cómo este mundo se está alejando del único Salvador; hermanos, este mundo pasa, nos espera la eternidad de gozo con Dios;rezad por vuestros hijos y el mundo entero, hermanos,  no nos salvan los políticos, qué pena la España actual, qué reportajes en la tele renovando el ateismo y el odio y la persecución religiosa de la guerra civil de 36…

Hermanos todos, solo hay un Savador, es Cristo Jesús, al que hoy proclamamos rey del mundo y de la eternidad y le hemos entregado nuestras vidas sacerdotales, religiosas y cristianas y le tenemos muy cerca en todos los Sagrarios de la tierra, el mismo que contemplan gozosos ya eternamente los nuestros salvados y le vamos a recibir hoy en nuestras vidas por la sagrada comunión y le vamos a proclamar Rey de nosotros, de nuestros hijos y del mundo entero.

Qué gozo ser sacerdote, sembrador de eternidades; hermanos; en este día, recemos y pidamos que Cristo reine por la fe, la esperanza y el amor en este mundo, que está perdiendo su sentido y camino de eternidad, que reine por la fe, esperanza y caridad en todos los hombres, porque hemos sido soñados por Dios para una eternidad de gozo en su misma felicidad eterna y trinitaria.

Hoy, al proclamarle a Cristo Rey de nuestras vidas y de todos los hombres, nosotros, sus vasallos fieles, tenemos que trabajar sembrando semillas de eternidad con el apostolado de la acción y de la palabra, pero principalmente de la oración e intercesión, para que todos lo reconozcan a Cristo Jesús, presente en el cielo y en todos los sagrarios de la tierra, como único Rey del mundo y de la eternidad.

Primero con nuestro testimonio de vida y amor y perdón entre nosotros, que reine así Cristo en nosotros; segundo: con el apostolado de la oración, rezando todos los días, pidiendo para que todos los hombres lleguen a conocerle, a amarle y seguir a Cristo como único Salvador del tiempo y de la eternidad, especialmente nosotros, religiosas contemplativas y sacerdotes, que somos  sembradores y cultivadores de eternidades y para eso, vosotras principalmente.

Queridos hermanos y hermanas, en esta fiesta de Cristo Rey pidamos en esta santa misa que todos nosotros  y los nuestros, el mundo entero redimido y salvado por Él, nos juntemos y llequemos a la posesión del Reino eternos y celestial. Que Virgen Madre, Reina y Señora del Universo por el Hijo, nos eche una mano. Amen, así sea.

 

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CRISTO REY:

 

QUERIDOS HERMANOS Y HERMANAS: Celebramos hoy la fiesta de Cristo Rey. Cristo es ciertamente rey del mundo porque es Dios, Creador con el Padre de todo cuanto existe. Pero la realeza que celebramos hoy es la realeza de Cristo en cuanto hombre, la realeza de su humanidad que asumió de María y que muriendo y resucitando la ha elevado al rango divino, sentándola a la derecha del Padre.

1.-Cristo es designado rey del mundo y de la humanidad principalmente por su resurrección de entre los muertos y por su Ascensión a los cielos, donde el Padre le sentó a su derecha, es decir, le dio categoría divina, con su mismo poder y gloria.

Ante Él, el Cordero degollado del Apocalipsis, los ángeles y los santos le dan la misma gloria que al Padre, porque su humanidad ha quedado totalmente unida al Verbo, Hijo de Dios. Por eso, teológicamente hablando, los tres hechos más importantes en que se fundamenta  la fiesta que hoy celebramos, son: Resurrección, esto es, vencedor de su muerte y de la nuestra; segundo, estar sentado a la derecha del Padre, indicando que su humanidad ha sido elevada a la divinidad del Hijo de Dios, con su mismo poder y gloria; y finalmente: la parusía o su venida última al final de los tiempos como Rey universal de todos los hombres y de la historia para juzgar a todos como rey y señor del tiempo y de la eternidad y que ya se anticipa en el día de nuestra muerte.

        Esta realeza de Cristo la celebramos este domingo último del año litúrgico. En Él quiere la Iglesia que echemos una mirada hacia atrás y contemplando las maravillas que Dios ha obrado en favor de los hombres por medio de su Hijo Jesucristo, 1º le demos gracias rendidas por todos los bienes de la Redención; y 2º, proclamemos a Cristo Rey de nuestras vidas y de nuestra eternidad, porque Él con su humanidad muerta y resucitada ha vencido la nuestra.

 

        2.- Durante el año litúrgico que termina, hemos recordado con sentido celebrativo y meditativo los hechos más sobresalientes de la vida de Jesús, tratando de vivirlos “en espíritu y verdad”: hoy celebramos principalmente su realeza, que el Padre le ha concedido sentándolo a su derecha, para interceder por nosotros y desde donde vendrá para juzgar a vivos y muertos, y su reino ya no tendrá fin, como afirmamos en el Credo.

3.- Hermanos, somos eternos, nuestra vida es más que esta vida; y los que le aceptamos y queremos y comulgamos, viviremos eternamente con Él; y los que no lo aceptan, nos lo dice Él y nos lo advierte en el evangelio de hoy y otros días, irán al fuego eterno, porque no creyeron ni le aceptaron como Dios y Señor de sus vidas.

Esto es lo que más nos hace sufrir a nosotros, como sacerdotes, viendo cómo este mundo se está alejando del único Salvador; hermanos, este mundo pasa, nos espera la eternidad de gozo con Dios; hermanos,  no nos salvan los políticos, ni los guasad, ni los medios… solo hay un Savador, es Cristo Jesús, al que hemos entregado nuestras vidas sacerdotales y le tenemos muy cerca en todos los sagrarios de la tierra como Dios y amigo, único Salvador del mundo; qué gozo ser sacerdote, sembrador de eternidades; hermanos, en este día, recemos y pidamos que Cristo reine por la fe, la esperanza y el amor en este mundo, que está perdiendo su sentido y camino de eternidad, que reine por la fe, esperanza y caridad en todos los hombres, porque hemos sido soñados por Dios para una eternidad de gozo en su misma felicidad eterna y trinitaria.

Hoy, al proclamarle a Cristo Rey de nuestras vidas y de todos los hombres, nosotros, sus vasallos fieles, tenemos que trabajar sembrando semillas de eternidad con el apostolado de la palabra, pero principalmente de la oración e intercesión, para que todos lo reconozcan a Cristo Jesús, presente en todos los sagrarios de la tierra, como único Rey del mundo y de la eternidad.

Primero con nuestro testimonio de vida y amor y perdón entre nosotros, que reine así Cristo en nosotros; segundo: con el apostolado de la oración, rezando todos los días, pidiendo para que todos los hombres lleguen a conocerle, a amarle y seguir a Cristo como único Salvador del tiempo y de la eternidad, especialmente nosotros que somos  sembradores y cultivadores de eternidades, que lo hagamoscon nuestra vida y testimono diario, y con nuestra oración permanente y los sacramentos de Cristo, cuando nos llamen para ello.

Queridos hermanos y hermanas, en esta fiesta de Cristo Rey pidamos en esta santa misa que todos nosotros, nuestros hermanos los hombres, el mundo entero redimido y salvado por Él, llequemos a la posesión del Reino celestial. Que Virgen Madre, Reina y Señora del Universo por el Hijo, nos eche una mano. Amen, así sea.

 

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CRISTO REY

 

QUERIDOS HERMANOS Y HERMANAS: No imaginábamos que el Año de la Fe diera tanto de sí. Cuando Dios nos anuncia una gracia nueva, hemos de abrirnos a la misma con toda esperanza, dispuestos a lo imprevisible. Y lo imprevisible sucede. El Año de la fe que clausuramos con la fiesta de Cristo Rey del Universo nos ha traído gracias abundantes que hemos podido constatar, además de otras muchas que no podemos verificar en este momento.

El acontecimiento más sonoro de todo este Año ha sido sin duda la renuncia del Papa Benedicto XVI a la Sede de Pedro. Lo anunciaba el 11 de febrero y lo realizaba el 28 de ese mismo mes. Un hecho insólito en toda la historia de la Iglesia, del que hemos sido testigos y contemporáneos. Un acontecimiento que nos ha llenado de asombro por el amor a la Iglesia que lleva consigo, por la humildad y el desprendimiento que suponen y por la generosidad tan grande de este gesto final. ¡Gracias, Papa Benedicto! Y a continuación, el regalo del Papa Francisco. Toda una sorpresa de Dios por la rapidez de la elección, por la persona elegida y por el nombre. Abiertos a esta nueva gracia, vivimos cada día la sorpresa del Evangelio, en las palabras y en los gestos del Papa Francisco, que atraen a tantas personas que estaban lejos de la Iglesia.

Demos gracias a Dios, que guía a su Iglesia con renovada frescura. Se abría el Año de la Fe en pleno Sínodo de los Obispos (11 de octubre), que se había inaugurado con la proclamación de San Juan de Ávila como doctor de la Iglesia universal (7 de octubre). Para nuestra diócesis  todo el Año de la Fe ha coincidido con el primer año jubilar de San Juan de Ávila (que continúa hasta un trienio, otros dos años más). Una efeméride y la otra unidas, nos han dado la ocasión de peregrinar a Montilla, hasta el sepulcro del clericus cordubensis Juan de Ávila para obtener las gracias del jubileo, el perdón de Dios y la comunión con Dios y con los hermanos. Parroquias, familias, grupos de jóvenes, sacerdotes, seminarios enteros, obispos y cardenales, la Conferencia Episcopal Española en pleno. Miles y miles de personas han venido hasta el sepulcro del nuevo Doctor para invocar su intercesión, dar gracias a Dios por su doctorado y conocer más a fondo su doctrina y su estilo de vida.

Realmente, Montilla se ha convertido en un foco de fe por ser el lugar de la vida, de la muerte y del sepulcro de San Juan de Ávila. Esto nos ha brindado la ocasión de celebrar un Congreso Internacional acerca del Apóstol de Andalucía a finales de abril, reuniendo a grandes especialistas en el tema y convocando a un numeroso grupo de participantes. Así como ofrecer en el mes de octubre, al cumplirse el aniversario de su doctorado, un curso sobre la “Identidad del presbítero diocesano secular” a la luz de sus enseñanzas. La figura de este nuevo Doctor ha brillado con la luz de Cristo, alumbrando a todos los de la Casa.

Continuemos en la tarea de dar a conocer esta figura señera de la Iglesia por todos los lugares a donde peregrinan las reliquias de su corazón y acogiendo a todos los peregrinos que llegan hasta Montilla. El Año de la Fe ha sido la ocasión para expresar esa fe católica que se vive y se confiesa en la piedad popular de nuestra diócesis en torno a Cristo Redentor y a su Madre bendita. El Viacrucis Magno de la Fe (14 de septiembre) supuso un encuentro multitudinario de fieles, peregrinando por las calles de la capital, como si de una semana santa concentrada se tratara.

Córdoba vivió una jornada histórica en esa jornada e hizo vibrar en el corazón de muchos las raíces de la fe cristiana. Y algo parecido ha sucedido con el Rocío Magno de la Fe (16 de noviembre), congregando a los devotos de María Santísima del Rocío, portada en sus respectivas carretas y capitaneadas por el Sinpecado de la Hermandad Matriz de Almonte. Una y otra jornada nos hicieron ver que la fe de nuestro pueblo no es un barniz superficial ni una emoción pasajera, sino que brota de un corazón creyente, que se vive y se expresa con tintes cofrades.

Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre. Los que pensaban que España o que Andalucía había dejado de ser católica se encuentran con estas sorpresas que no brotan por generación espontánea. Y estos acontecimientos a su vez alimentan en muchos una fe quizá vacilante, pero que encuentra en estas ocasiones un refuerzo para afrontar el drama de la vida con esperanza. Ojalá que el Año de la Fe haya dejado huella en el corazón de muchos para vivir la vida cotidiana con la esperanza del Evangelio. Una esperanza que tiene los ojos puestos en el cielo y por eso se atreve a trabajar por la transformación del mundo presente. Recibid mi afecto y mi bendición.

 

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CRISTO REY:

 

QUERIDOS HERMANOS: Celebramos hoy la fiesta de Cristo Rey. Cristo es ciertamente rey del mundo porque es el Hijo de Dios, Creador con el Padre de todo cuanto existe. Pero la realeza que celebramos hoy es la realeza de Cristo en cuanto hombre, la realeza de su humanidad que asumió y muriendo y resucitándola Él la ha elevado al rango divino, sentándola a la derecha del Padre. Esto es:

1.-Cristo es designado príncipe real por su resurrección de entre los muertos y su Ascensión a los cielos, donde el Padre le sentó a su derecha, es decir, le dio categoría divina, con su mismo poder y gloria.

Ante Él, el Cordero degollado del Apocalipsis, los ángeles y los santos le dan la misma gloria que al Padre, porque su humanidad ha quedado totalmente hecha Hijo de Dios. Por eso, teológicamente hablando, los tres hechos más importantes en que se fundamenta  la fiesta que hoy estamos celebrando, son: Resurrección, esto es, vencedor de su muerte y de la nuestra; segundo, estar sentado a la derecha del Padre, indicando que su humanidad ha sido elevada a la divinidad del Hijo de Dios; y finalmente: la parusía o su venida final al final de los tiempos como Rey universal de los hombres y de la historia. Por su resurrección, Cristo ha sido exaltado a la derecha del Padre y ha tomado posesión del reino del mundo, de los hombres y de la eternidad.

        Esta realeza de Cristo la celebramos en este domingo último del año litúrgico. En Él quiere la Iglesia que echemos una mirada hacia atrás y contemplando las maravillas que Dios ha obrado en favor de los hombres por medio de su Hijo Jesucristo, 1º le demos gracias rendidas por todos los bienes de la Redención y 2º proclamemos a Cristo Rey de nuestras vidas y de nuestra eternidad.

 

        2.- Durante el año litúrgico que termina, hemos recordado con sentido celebrativo y meditativo los hechos más sobresalientes de la vida de Jesús, tratando de vivirlos “en espíritu y verdad”: especialmente la espera y su venida en Navidad, que ya el próximo domingo empezaremos a preparar con el Adviento, porque empieza el nuevo año litúrgico; hemos celebrado también la Pascua, esto es, la pasión-muerte y resurrección del Señor; hemos celebrado el envío del Espíritu Santo en Pentecostés, la Ascensión y demás acontecimientos salvadores, y hoy principalmente celebramos su realeza, esto es, su poder junto al Padre, sentado a su derecha, para interceder por nosotros y desde donde vendrá para juzgar a vivos y muertos, y su reino ya no tendrá fin, como afirmamos en el Credo. Somos eternos, nuestra vida es más que esta vida; y los que le aceptamos y queremos y comulgamos, viviremos eternamente con Él; y los que no lo aceptan, nos lo dice y nos lo advierte en el evangelio de hoy y otros días, irán al fuego eterno, porque no creyeron ni le amaron, no le aceptaron como Dios y Señor de sus vidas. Esto es lo que más pido y ruego por todos…

 

        3.- Los cristianos empezaron a honrar a Cristo glorioso en el cielo, sentado a la derecha del Padre, como Señor y Rey del universo. Así lo escribía S. Pablo a los primeros cristianos. Pues bien, todo esto es lo que celebramos en esta fiesta: que aquel Jesús de Nazaret, que nació tan pobremente, que fue tan perseguido por predicar y practicar una doctrina que no favorecía los intereses de los poderosos y llenos de cultura y dinero y soberbia y lujuria… de aquellos tiempos y de todos los tiempos; que murió en una cruz por ser profeta fiel al Padre; y que resucitó al tercer día como lo había prometido y  muchos pudieron comprobar viéndole vivo y resucitado; y que envió desde el seno de la Santísima Trinidad al Espíritu Santo, que incendió de amor apostólico a los Apóstoles, que se  extendieron por el mundo entero, predicando que era el Hijo de Dios, el único Salvador del mundo, enviado por el Padre. Y que ha seguido obrando milagros y curaciones milagrosas, y no solo él sino ha mandado a su Madre en muchas apariciones: Lourdes, Fátima, Siracura… Somos eternos..

Lo  que os decía el otro domingo; tienes un amigo ateo que no cree en Dios, ni en la otra vida… le puedes decir… vamos a meditar qué nos pasa si nos equivocamos los dos: bien, empiezo por mí, me muero y no me encuentro con Dios, pues ha terminado todo… pero tú que no crees, te equivocas y te encuentras con Dios, con la eternidad… y ya eternamente alejado de Dios, en el infierno, para siempre, para siempre… y claro cuando uno siente a Dios, y su amor y que vive… imagináos que sufrimiento para mí que le entregado mi vida, me hace feliz y me dice: Gonzalo, predica, diles..habla con fuerza, que no quiero condenar a nadie como rey que soy y tengo que juzgar… que todos se salven eternamente.

 

        4.- En este domingo, nosotros y toda la Iglesia le honramos como Dios sentado a la derecha del Padre, como Rey y Señor del Universo, como Rey y Señor de nuestras almas.

Jesús demostró que era rey del amor, perdonando a todos lo que le condenaron y crucificaron por confesar que era rey, “pero no de este mundo”, sino del cielo. El buen ladrón descubrió algo grande en Él, viéndole perdonar así y viéndole cómo moría; tanto, que se atrevió a pedirle: “acuérdate de mí, cuando estés en tu reino.... Hoy  estarás  conmigo en el paraíso”.

Digámosle nosotros hoy lo mismo. Cristo es el Rey del mundo y de todos los hombres, rey del amor y de la misericordia. Todo esto me infunde mucha esperanza sobre el mundo presente, aunque sea pecador y ausente de Dios, seguidor de ídolos efímeros y fugaces, del sexo, del dinero, de divorcios, de soberbias y avaricias.. porque sé que este Rey es humilde y ha dado la vida por sus vasallos, yo sé que continuamente ejerce esta realeza ante el Padre intercediendo por todos nosotros: “Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen”.

Amo y quiero y adoro a este Rey misericordioso y humilde, con amor extremo, hasta dar la vida por los hermanos, como ahora  va a hacerlo presente en la santa misa, donde siempre empezamos recibiendo su perdón. No estaría mal que en estos días hiciéramos una buen confesión general, aunque solo sea diciendo, cura, me arrepiento de  todos los pecados de mi vida.

 

        5.- Hoy muchos no le proclamarán Rey, viven olvidados de que un día tienen que presentarse ante Él, y no vienen a rezarle ni a pedirle nada; pero para eso estamos nosotros, para proclamarle Rey de nuestras vidas, de nuestras familias, de nuestro trabajo, rey de todo el mundo y de todos los hombres. 

Nosotros lo alabamos y adoramos y le decimos llenos de gozo con San Pablo a los Efesios: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en la persona de Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales. Él nos eligió, en la persona de Cristo, antes de la creación del mundo, por pura iniciativa suya, para que fuéramos santos y inmaculados en el amor para alabanza de su gloria. En Él hemos obtenido, por medio de su sangre, la redención y el perdón de los pecados, según la riqueza de su gracia, que ha prodigado sobre nosotros con toda sabiduría e inteligencia, dándonos a conocer el Misterio de su voluntad, que por pura gracia, se propuso realizar en Él en la plenitud de los tiempos: hacer que todo tenga a Cristo por Cabeza, lo que está en los cielos y lo que está en la tierra”. (Efe. 1,3-12)

 

        6.- Después de proclamarle a Cristo Rey de nuestras vidas, después de reconocer su realeza y bendecirle por ello, nosotros, sus vasallos fieles, tenemos que trabajar para que otros lo reconozcan como Rey. Primero con nuestro testimonio; lo dice el Vaticano II: «Porque todos los fieles cristianos, donde quiera que vivan, están obligados a manifestar con el ejemplo de su vida y el testimonio de la palabra el hombre nuevo de que se revistieron por el bautismo… de tal manera que todos los demás, al contemplar sus buenas obras, glorifiquen al Padre y perciban el sentido auténtico de la vida y el vínculo universal de la unión de los hombres» (LG 11).

 

         7.- Debemos hacer que Cristo reine, mediante el anuncio del Evangelio. Por el santo bautismo somos hechos misioneros del Cristo y su causa. No puedo amar a Cristo y olvidarme de que el reino de Dios se extienda por el mundo. Para eso, además del testimonio, necesitamos la palabra, el apostolado. Cristo debe reinar en el mundo, en mi familia, en mi matrimonio, en mi vida personal y profesional. Por el bautismo todos nos hemos convertido en misioneros de Cristo y de su realeza. No puedo proclamarle Rey y luego olvidar su causa. Cristo debe reinar en el mundo mediante profesionales, políticos, apóstoles cristianos, justos, honrados, creyentes y trabajadores.

 

        8.- Y por encima de todo, el amor; Cristo es rey del amor extremo; Cristo quiere reinar en nosotros y en el mundo mediante la caridad, mediante el amor. Su reino, como decimos en el prefacio es un reino de amor, de justicia y de paz. Nos ayuda con su ejemplo. No lo facilita aceptando como hecho a Él directamente todo lo que hagamos con los hermanos. Lo que dijo Cristo: “Yo estaré con vosotros hasta el final de los tiempos”,  también vale en este sentido: quiso estar en todos los hombres, pero especialmente en los más pobres y necesitados. Ahí quiere reinar también Cristo mediante nuestro amor. ¡Cristo, queremos amarte en nuestros hermanos, ayúdanos, danos tu fuerza y amor, nosotros somos pobres y necesitados siempre de tu gracia y amor.

 

        9.- Finalmente Cristo quiere reinar en nosotros por la santidad. Quiere que seamos santos, que vivamos unidos a Él con un amor que nos transforme en Él. Y este camino se recorre con la oración diaria. Primero será meditativa, luego afectiva, para terminar en oración contemplativa y transformante. Sin oración no hay santidad, ni vida verdaderamente cristiana, ni unión de amor con Dios. Hay que llegar a esta unión íntima y total en Jesucristo, como llegaron otros muchos, que llegaron a ser santos, a vivir plenamente amantes y amados por Él. Este es en definitiva el sentido último de la Realeza de Cristo, aquello por lo que Cristo se encarnó y murió, la razón última de todo y de todos. Había que llegar por el amor a que Cristo fuera el único Señor de nuestro corazón hasta el punto de solo Él fuera Señor y  Rey de nuestra vida y poder decirle con el alma enamorada: «¿Por qué, pues has llagado este corazón, no le sanaste, y…

 

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DÍAS Y FIESTAS DEL AÑO LITÚRGICO

 

DOMINGO DE LA PALABRA DE DIOS

 

Monición de entrada:

Hoy, la Iglesia celebra el Domingo de la Palabra de Dios, cuando escuchamos en el evangelio la narración del comienzo del ministerio público de Jesús.

Según el papa Francisco, «la Palabra de Dios escuchada y celebrada, sobre todo en la eucaristía, alimenta y refuerza interiormente a los cristianos y los vuelve capaces de un auténtico testimonio evangélico en la vida cotidiana» (EG, n. 174). El papa afirma: «Toda la evangelización está fundada sobre [la Palabra de Dios], escuchada, meditada, vivida, celebrada y testimoniada. Las Sagradas Escrituras son fuente de la evangelización. Por lo tanto, hace falta formarse continuamente en la escucha de la Palabra» (ibíd.). El Domingo de la Palabra de Dios nos recuerda que esta Palabra ha de ser cada vez más el corazón de la vida y de la misión de la Iglesia. Que esta eucaristía nos transforme en cristianos amados por Cristo, llamados personalmente por él y enviados a compartir su vida y su misión.

 

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Jesucristo, el justo, intercede por nosotros y nos reconcilia con el Padre. Abramos, pues, nuestro espíritu al arrepentimiento para acercarnos a la mesa del Señor.

 

--Tú, que eres la Palabra que siempre nos empuja a la conversión, a crecer y mejorar, a soñar y preparar nuevos odres para tu vino siempre nuevo: Señor, ten piedad. R. Señor, ten piedad.

--Tú, que eres la Palabra que nos convoca a formar familia, a sentirnos hijos e hijas amados de Dios, llamados a construir fraternidad con todos: Cristo, ten piedad. R. Cristo, ten piedad.

--Tú, que eres la Palabra que nos impulsa a llevar la Buena Noticia del reino a todos los rincones de nuestro mundo: Señor, ten piedad. R. Señor, ten piedad.

Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna. R. Amén

 

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ORACIÓN UNIVERSAL: En este Domingo de la Palabra de Dios presentamos al Señor nuestra oración con humildad y confianza.

1. Para que la Iglesia continúe caminando tras las huellas de Jesucristo, proclame con alegría el Evangelio y contribuya a aliviar las enfermedades y dolencias del pueblo. Roguemos al Señor.

2. Para que contemplemos la luz grande que brilla en medio de nosotros, incluso cuando habitamos en tierras oscuras. Roguemos al Señor.

3. Para que la Palabra de Dios sea proclamada con fe, acogida con gratitud, vivida con intensidad y testimoniada con pasión. Roguemos al Señor.

4. Por quienes pasan necesidad, por quienes sufren a causa de las guerras, las enfermedades, la soledad, la ancianidad, el abandono o la falta de trabajo, para que encuentren respuestas y compañía. Roguemos al Señor.

5. Para que anunciemos el Evangelio, no con sabiduría de palabras, sino con la eficacia de la cruz de Cristo. Roguemos al Señor.

6. Para que el Espíritu Santo llene los corazones de todos los cristianos, sea fermento de comunión y nos conceda el don de la unidad visible. Roguemos al Señor.

 

Dios Padre todopoderoso, que aumentas nuestra alegría y nos concedes gozar en tu presencia, haz que desaparezcan las divisiones entre los cristianos, aliméntanos con tu Palabra y suscita respuestas generosas en el corazón de quienes llamas para seguirte. Por Jesucristo, nuestro Señor. R. Amén

 

 

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HOMILÍA

 

QUERIDAS HERMANAS DOMINICAS: La primera lectura nos habla de luz y de gozo: «El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaba en tierra y sombras de muerte, y una luz les brilló. El pueblo había sufrido humillaciones, derrotas y momentos difíciles. Los territorios de Zabulón y Neftalí padecieron las incursiones de los pueblos del norte. Fueron desterrados, fueron despojados de sus bienes, tuvieron que vivir en tierras extranjeras en medio de sus enemigos.

Pero el Señor los volvió a mirar con amor, olvidó sus delitos, perdonó sus pecados y les permitió regresar a su tierra. Fue como un nuevo amanecer. El pueblo «caminaba en tinieblas», «habitaba en tierra y sombras de muerte». Y amanecieron días de paz, sin temores, jornadas serenas y tranquilas. Todo ello se expresa con una bella imagen: el pueblo «vio una luz grande»; «una luz les brilló». La acción realizada por el Señor se describe a través de la repetición de términos relacionados con la alegría: «Acreciste la alegría», «aumentaste el gozo»; «se gozan en tu presencia», Es el Señor quien acrece la alegría y quien aumenta el gozo.

El salmista manifiesta esta experiencia de luz y confianza: «El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar?»; «Una cosa pido al Señor, eso buscaré: habitar en la casa del Señor por los días de mi vida; gozar de la dulzura del Señor […]. Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida».

En ningún sitio de la tierra se puede realizar esto mejor que en un convento de Consagradas a Dios Trinidad. A nuestro alrededor hay mucha oscuridad. Vivimos en un mundo de pecado, de incertidumbres y falsas apariencias. Necesitamos luz, defensa y seguridad para vencer los temores que nos incapacitan para reaccionar. Nuestra oración se centra en ser y estar junto al Señor, gustar, ver y paladear su dulzura. Nadie como vosotras. La oración… el Señor es mi luz y mi salvación a quien temeré, el Señor es la defensa de mi vida quién me hará temblar?

Sin embargo también hay que reconocer que en estos tiempos  los que seguimos a Jesús no estamos unidos, ni formamos una sola Iglesia. Estos días celebramos la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos; y, por eso, hoy pedimos especialmente para que se pueda llegar a hacerse realidad el deseo de Domingo de la Palabra de Dios:  que todos los que creemos en Cristo formemos un solo Cuerpo, una comunidad unida de amor que lleguemos a superar nuestras divisiones.

Luego, en el evangelio vemos que el primer mensaje de Jesús al comenzar su predicación es la conversión. «Convertirse» quiere decir dar la vuelta, cambiar el sentido del camino. Es un cambio interior para con Dios, para con los hombres, para con el mundo.

La conversión es una decisión que hay que tomar en cada una de nosotras ahora y no se puede postergar. Jesús agrega una motivación: «El reino de los cielos está cerca». En la medida en que cada uno de nosotros se vecíe se sí mismo, de su defectos y pecados, le puede llenar Dios. Como de esto os hablo todos los días no voy a insistir hoy, pero es el problema de la iglesia de todos los tiempos, especialmente los actuales, pero arriba, en curas, frailes y monjas, falta vivir el Evangelio, vivir a Cristo, convertirnos y se seguidores de Cristo en nuestras vidas

También en el evangelio de hoy Jesús realiza la elección de los cuatro primeros discípulos. Jesús no es un personaje solitario que desee realizar su obra sin colaboración de nadie. Necesitó y necesita nuestra ayuda, sobre todo de religiosas y sacerdotes santos.Pedro y su hermano Andrés pescan cerca de la orilla del lago. Jesús les dice: «Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres». No olvidemos esto, es Jesús el que no invita y nos ha invitado a seguirle en vida sacerdotal o religiosa, pero muchos no le han seguido sobre todo en estos tiempos, os felicito porque le habéis seguido.

La vocación cristiana se identifica con el seguimiento de Jesús. La vocación es siempre para una misión. Jesús llamó a sus discípulos para luego enviarlos a la misión. Pero para eso, lo primero es  estar con Jesús, escucharlo en la oración, y luego seguirlo  predicarlo, que los discípuls prediquen lo que Jesús les diga en la oración, sin oración personal, sin encuentro con Cristo en la oración no podemos predicarlo. Pero si no hay ratos de oración, de encuentro y diálogo con el Señor, si al sacerdote no se le ve todos los días haciendo oración junto al Sagrario….que no… que no podemos ayudar a los demás a que encuentren a Cristo, porque la oración personal es la única luz para el camino.

Pedro y Andrés no dudan ni un instante después de escucharle: «Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron». La palabra del Maestro encuentra rápido eco en el corazón de los pescadores. También Santiago y Juan repasan las redes con su padre Zebedeo y escuchan la llamada e, inmediatamente, dejan las redes, la barca y a su padre, y siguen a Jesús. Hoy necesitamos vocaciones, cristianas y sacerdotales y religiosas, es el problema más importante de la Iglesia actual, necesitamos obispos, sacerdotes y religiosas santas, pero para eso, escucharle a Cristo en la oración personal y de intercesión, de petición de vocaciones.

Porque Jesús continúa pasando a nuestro lado, la lado de todos los hombres y nos mira como miró a Pedro, Andrés, Santiago y Juan y nos invita a seguirlo, para que seamos anunciadores de la luz, antorchas vivientes capaces de iluminar las sombras de muerte en que yace el mundo. para que seamos buenos cristianos, o buenos sacerdotes y religiosas

Jesús continúa mirándonos personalmente y sigue invitándonos: «Venid en pos de mí». Seguir a Jesús todos los días en vida santa por medio de la oración personal y diaria es la tarea principal de los llamados, de los que quieren segur a Cristo en santidad y vida apostólica.

 

 

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DOMINGO DE LA PALABRA DE DIOS:  HOMILIA

 

QERIDOS HERMANOS Y HERMANAS: El tercer domingo del tiempo ordinario ha sido instituido por el Papa Francisco como Domingo de la Palabra de Dios dedicado a celebrar, reflexionar y divulgar la Palabra de Dios. Lo instituyó el 30 de septiembre de 2019 –en la fiesta de san Jerónimo– con la Carta Apostólica Aperuit illis (y les abrió los ojos). En este documento pontificio se recoge la fundamentación del valor de la Palaba de Dios y se explica el porqué de este domingo. Con este domingo de la Palabra se pretende entronizar la Palabra de Dios en medio de la asamblea litúrgica, explicitando su conexión con la Eucaristía

En el último siglo los estudios bíblicos han progresado notablemente y el Concilio Vaticano II ha dedicado uno de sus documentos fundamentales a la Palabra de Dios, la Constitución Dei Verbum, impulsando en la Iglesia una estima cada vez más profunda por la Sagrada Escritura, en la cual Dios habla directamente a su Pueblo hoy.

Es muy frecuente en parroquias, en grupos y en comunidades leer y escrutar la Palabra de Dios, rezar con los salmos y cánticos del Antiguo y Nuevo Testamento, dialogar en torno a esa Palabra proclamada para llevarla a la práctica en nuestra vida.

Con este domingo de la Palabra se pretende entronizar la Palabra de Dios en medio de la asamblea litúrgica, explicitando su conexión con la Eucaristía donde la Palabra hecha carne está viva en el Pan eucarístico y en la Sangre ofrecida. Procuremos hacer visible esta conexión.

La Palabra resuena en la asamblea no como un texto antiguo que tiene bellos contenidos, no. La Palabra es proclamada en la asamblea porque a través de ella Dios habla directamente con su Pueblo hoy.

Este domingo quiere evocar a aquel primer domingo de la historia en el que Jesús se hizo el encontradizo con los discípulos de Emaús y les FUE EXPLICANDO LAS ESCRITURAS HASTA LA FRACCIÓN DEL PAN. Les abrió los ojos y ellos pudieron entender por medio de las Escrituras explicadas por el Maestro que el Mesías tenía que padecer para entrar en su gloria. Y a la luz de esas Escrituras pudieron entender el sentido de sus vidas iluminadas por la resurrección de Jesucristo.

Esa luz potente de las Escrituras sigue encendida, acerquémonos a ella para dejarnos iluminar y para leer nuestras vidas con la luz de Dios. Es frecuente comenzar nuestras reuniones, incluso las reuniones familiares, con la lectura de un breve texto de la Escritura.Es frecuente en las parroquias preparar la liturgia del domingo siguiente leyendo y compartiendo las lecturas bíblicas de la Misa.

En fin, multitud de iniciativas que ponen en valor la Palabra de Dios, porque hacen que esa Palabra no se oiga para después olvidarla inmediatamente, sino que hacen que la Palabra entre en el corazón y vaya transformando la vida. Es lo que pretende este domingo de la Palabra de Dios, una jornada en la que nos detenemos ante la Palabra de Dios para venerarla, escucharla con más atención, y dejar que cale el corazón para transformar nuestra vida en aquello que anuncia.

Dios continúa hablándonos hoy, Jesucristo sigue explicándonos las Escrituras, el Espíritu Santo nos hace entender lo escrito con el mismo espíritu con que fue escrito. Habla Señor, que tu siervo escucha, para que podamos anunciar a los demás lo que hemos visto y oído.

 

PRECES: En este Domingo de la Palabra de Dios presentamos al Señor nuestra oración con humildad y confianza.

1. Para que la Iglesia continúe caminando tras las huellas de Jesucristo, proclame con alegría el Evangelio y contribuya a aliviar las enfermedades y dolencias del pueblo. Roguemos al Señor.

 2. Para que contemplemos la luz grande que brilla en medio de nosotros, incluso cuando habitamos en tierras oscuras. Roguemos al Señor.

3. Para que la Palabra de Dios sea proclamada con fe, acogida con gratitud, vivida con intensidad y testimoniada con pasión. Roguemos al Señor.

4. Por quienes pasan necesidad, por quienes sufren a causa de las guerras, las enfermedades, la soledad, la ancianidad, el abandono o la falta de trabajo, para que encuentren respuestas y compañía. Roguemos al Señor.

5. Para que anunciemos el Evangelio, no con sabiduría de palabras, sino con la eficacia de la cruz de Cristo. Roguemos al Señor.

6. Para que el Espíritu Santo llene los corazones de todos los cristianos, sea fermento de comunión y nos conceda el don de la unidad visible. Roguemos al Señor.

DIOS Padre todopoderoso, que aumentas nuestra alegría y nos concedes gozar en tu presencia, haz que desaparezcan las divisiones entre los cristianos, aliméntanos con tu Palabra y suscita respuestas generosas en el corazón de quienes llamas para seguirte. Junta las manos. Por Jesucristo, nuestro Señor. R. Amén.

Bendición solemne: El Señor esté con vosotros. R. Y con tu espíritu.

 

--Inclinaos para recibir la bendición: El Señor os bendiga y os guarde todo mal.

R. Amén.

--Haga brillar su rostro sobre vosotros y os conceda su favor. R. Amén. --Vuelva su mirada a vosotros y os conceda la paz. R. Amén.

Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo +, y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros y os acompañe siempre. R. Amén.

La alegría del Señor sea nuestra fuerza. PODÉIS IR EN PAZ.

 R. Demos gracias a Dios.

 

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2 DE FEBRERO :PRESENTACIÓN DEL SEÑOR (PURIFICACIÓN DE LA VIRGEN)

 

Queridos hermanos, especialmente queridas hermanas religiosas dominicas, consagradas a Dios por la salvación de todos los hombres; hoy estamos celebrando un día especial para vosotras y para toda la Iglesia. Celebramos la Jornada Mundial de la Vida Consagrada, con el título de LA VIDA CONSAGRADA CON MARÍA, ESPERANZA DE UN MUNDO SUFRIENTE.

Se cumplen 20 años del Gran Jubileo 2000, convocado por el Papa san Juan Pablo II con el objetivo de que la Iglesia se preparara para cruzar el umbral del tercer milenio de la era cristiana, la cual comenzara 2000 años atrás, con el nacimiento de Cristo, punto culminante de la historia de la salvación.

Hemos querido culminar este ciclo con un año centrado en la persona de la Virgen María, supremo modelo de vida consagrada, madre de la esperanza en Dios, de la vida eterna. Las personas de especial consagración, con su palabra, con su acción, pero sobre todo con su propia vida, son testigos y anuncio de esta esperanza, viven con plenitud para la vida eterna ya en este mundo, renunciando a muchas cosas de la vida presente que se acaba. La Iglesia nos pide a todos, pero especialmente a vosotras, que de María y con María, Madre de la Esperanza, aprendamo a vivir esperando solo a Dios.

Cuando rezamos la popular oración del “Acordaos”, que desde niños lo hacíamos, pero hoy desgraciadamente de 40 años para abajo ni la saben… le decimos a la Virgen que jamás se ha oído decir que fuese abandonado por Ella ninguno de cuantos han acudido a su amparo, reclamando su protección e implorando su auxilio. Y en la Salve nos dirigimos a Ella como “Esperanza nuestra”. María esperó siempre en Dios, desde la Anunciación. Ella con su vida y oración nos enseña a esperar a todos sus hijos. Por eso, recurrimos a ella, como madre de nuestra esperanza eterna.

Las personas que viven una especial consagración a Dios están especialmente llamadas a ser, con María, maestras y testigos de esta esperanza. Pero, ¿qué es exactamente la esperanza? El Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña que «es la virtud teologal por la que aspiramos al Reino de los cielos y a la vida eterna como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos no en nuestras fuerzas, sino en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo» (n. 1817). Y María, en efecto, así lo hizo en su vida y confió en las promesas de Dios, con esperanza cierta de que se cumplirían: Dios redimiría a su Pueblo.

Ella, que era virgen, fué Madre del Hijo de Dios por obra y gracia del Espíritu Santo. Este Hijo, que en nada se diferenciaba de cualquier otro niño pobre, pequeño y desvalido, sería Luz de las naciones y Salvador del mundo, como pofetizó Simeón en este día al cogerlo en sus brazos.

María, cuando le vio maltratado y crucificado no perdió la esperanza de que resucitaría, venciendo a la muerte. Y con esa esperanza, María, madre de la esperanza, cuando vio el desconsuelo y la desesperación de los discípulos tras el Viernes Santo, ahí estaba «Ella, y no dejó de confiar en que su hijo resucitaría, es más, cuando los apóstoles seguían con miedo y las puertas cerradas por miedo a los judios, ella se reunió con ellos en el Cenáculo y recibieron el Espíritu Santo en Pentecostés, que les fortaleció en su esperanza, y salieron con fuerza a predicar para que la Iglesia crecería y cumpliría su misión de llevar el Evangelio al mundo entero, porque el Reino de su Hijo no tendrá fin. (n. 1818). 

Así, también hoy, nuestra Madre continúa alentando desde el Cielo nuestra esperanza;y los consagrados participáis de esta misión de llevar esperanza a un mundo sufriente; María, y con Ella, vosotras, las monjas dominicas, sois  fuente de esperanza para el mundo porque renunciais a la vida de este mundo para rezar, sacrificar vuestras vidas y conseguir para todos los hombres el reino de los Cielos donde«ya no habrá muerte, ni duelo, ni llanto ni dolor».

En este domingo de la esperanza cristiana, todos, especialmente vosotras, vidas consagradas, debéis anticipar ese Reino a este mundo, mediante vuestras buenas obras, llenas de fe, esperanza y caridad en vuestros claustros. Solo así seréis «estrellas de esperanza», luces de esperanza y salvación para este mundo.

Jesucristo es ciertamente la luz por antonomasia, el sol que brilla sobre todas las tinieblas de la historia. Pero para llegar hasta Él necesitamos también luces cercanas, personas, como vosotras, que dais luz a este mundo reflejando la luz de Cristo, ofreciendo así orientación para nuestra travesía.

Todas vosotras, vidas consagradas, recordadas y celebradas en este día, tenéis que ser santas. Y ¿quién mejor que María podría ser para todos nosotros modelo y estrella de esperanza; Ella por su hijo es vida y esperanza nuestra. A ella rezamos e invocamos especialmente en este día por mandato de nuestra madre la Iglesia Así lo hacemos y así sea.

 

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11 DE FEBRERO: VIRGEN DE LOURDES: JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO

 

Queridos hermanos y hermanas: Hoy,11 de febrero, celebramos, estamos celebrando la fiesta de la Virgen de Lourdes, y como la Virgen y por la Virgen de Lourdes se han curado y siguen necesitando ser curadas muchas personas de sus enfermedades y dolencias físicas y espirituales, las tenemos en cuenta a todas y por todos ellos y ellas celebramos hoy en este día también la Jornada Mundial del Enfermo, de todos los enfermos. Rezaremos y ofreceremos nuestra oración, pero sobre todo la santa misa que es  la vida entera, muerte y resurrección de Cristo Jesús que curó y sigue curando a muchos enfermos de cuerpo y de alma.

En el Evangelio de hoy Jesús es el personaje principal, pero deja a su Madre un humilde protagonismo, como le deja diariamente en Lourdes, con todo lo que allí ocurre. Jesús, invitado a una fiesta de bodas con sus discípulos, hace allí su primer “signo”.

María, discretamente, pero qué atenta y cuidando de todos y de todo, se da cuenta de la necesidad de los nuevos esposos, y prudentemente lo hace saber a Jesús, intercediendo por ellos: «No tienen vino» (Jn 2,3).

A pesar de que la respuesta de Jesús parecía más bien evasiva, por no decir negativa, acto seguido María como mujer y madre, hace una advertencia a los servidores: «Haced lo que Él os diga» (Jn 2,5). Ella no sabía qué haría Jesús, pero como era hijo suyo y le conocía muy bien, como toda madre a sus hijos, debía pensar: ¡haga lo que haga, hará lo mejor! Y no se equivocó.

El resultado ya lo conocemos: la gran abundancia mesiánica del “vino mejor” que hace que el maestresala quede extrañado y que los discípulos reafirmen su fe en Jesús.

Quisiera subrayar la eficacia de la simple presencia de María en la fiesta de las bodas: con sensibilidad femenina, descubre lo que falta, y con prudencia de madre se lo comunica a su Hijo. Ésta es la preciosa tarea de María en nuestra vida y en la Iglesia. No la olvidemos nunca a María en nuestra vida. Recordemos aquí las palabras del Papa Francisco sobre el papel de María y de la mujer en general, en la Iglesia: «La mujer es imprescindible en la Iglesia. María, una mujer, es más importante que los obispos. El genio femenino es necesario en los lugares en los que se toman decisiones importantes».

No olvidemos nunca que hay muchas carencias en la Iglesia, en nuestras parroquias, en nuestras familias, en nuestra vida personal, que María descubre y presenta a Jesús; ¡y su intercesión siempre es eficaz!         Pero para eso es necesario invitar a Jesús y a María a participar en nuestras vidas. Invitarlos. Es necesario también, y sobre todo, que hagamos todo lo que Jesús nos diga.

Amados hermanos, Amad a María y ella nos llevará y llegaremos a Jesús, como tanto se repetia y se practicaba en nuestros años juveniles en el seminario, incluso en las parroquias... Ahora,no sé.

 

Y quiero terminaresta breve homilía, queridos hermanos, recordando lo que os decía al principio: que en este día de la Virgen de Lourdes, nuestra madre la Iglesia, atenta siempre a las necesidades de sus hijos, celebra, celebramos también todos sus hijos la Jornada Mundial del Enfermo, para rezar y expresar nuestra cercanía con todos los enfermos, con todos los que de una u otra forma viven la experiencia del dolor humano, físico o psicológico, espiritual.., la experiencia de la enfermedad.

Rezamos hoy por ellos y ofrecemos los sufrimientos, la muerte y resurrección de Cristo y nuestra comunión con Él en esta Eucarístía para que reciban animo a vivir con esperanza, confiando siempre en que la misericordia de Dios está presente con ellos.

Al celebrar esta eucaristía deseamos unirnos espiritualmente al sufrimiento de todos los enfermos que están hospitalizados o son atendidos por sus familias y les expresamos así nuestro afecto y cariño, especialmente a los de casa, siguiendo a Cristo Jesús que ante los sufrimientos espirituales y materiales del hombre se inclinó y sigue inclinándose y curando y atendiendo a cada uno con  afecto y la solicitud de la Iglesia y de todos los cristianos.

 Así sea y así se lo pedimos en esta santa misa donde Él se hace presente y se ofrece como siempre por nuestra salud de cuerpo y de alma, pero hoy especialmente por los enfermos que lo necesitan.

 

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19 de marzo: SOLEMNIDAD:SAN JOSÉ, ESPOSO DE LA VIRGEN MARÍA

PRIMERA LECTURA: 2S 7,4-5a. 12-14a.16

        La solemnidad de San José en el interior de la Cuaresma, lejos de ser un obstáculo, ayuda a encontrar un modelo de respuesta generosa a la llamada de Dios. La liturgia de este día en honor de San José pone de relieve las características de este hombre humilde y silencioso que ocupó un puesto de primer plano en la Encarnación del Hijo de Dios en la historia. Es el hombre justo y fiel a quien Dios quiso escoger para ponerlo al frente de su familia: creyó contra toda esperanza  y en silencio cumplió la voluntad de Dios. Es un buen ejemplo para todos nosotros en ese seguimiento de los designios de Dios, en cuya realización el Señor busca nuestra colaboración. Si con fe y confianza seguimos esos planes: “Permanente será tu casa y tu reino para siempre ante mi rostro, y tu trono estable por la eternidad”.     

SEGUNDA LECTURA: Rom 4,13.16-18.22

        La economía divina de la justificación por la fe no es nueva. A Abrahán le fue imputado en  justicia un simple acto de fe interna con que dio gloria a Dios. Y a esta fe están ligadas las promesas que el patriarca recibió de Dios mucho antes de que la Ley se diera. Esto que en Abrahán acaeció fue un ejemplo de lo que había de acaecer en todos los imitadores de su fe. San José, esposo de la Virgen Maria, fue un modelo de fe en el seguimiento de la voluntad del Señor. Dios, en la realización de sus planes, muchas veces exige en el hombre una  total sumisión y confianza en sus promesas: “Pues a Abrahán y a su posteridad  no le vino por la Ley la promesa de que sería heredero del mundo, sino por la justicia de la fe”.

 

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 1, 16. 18-21. 24

       

        QUERIDOS HERMANOS: Estamos celebrando la fiesta de San José. La fiesta a San José es un reconocimiento por parte del pueblo cristiano a su misión perfectamente cumplida de padre adoptivo de Jesús y esposo virginal de la Virgen María.

        Como S. José ayudó a formar al primero y único Sacerdote Jesucristo, convirtiendo su hogar en el primer seminario, la Iglesia Católica celebra en este día el día del seminario, de orar y rezar por las vocaciones sacerdotales y la santidad de los sacerdotes. Reconozco que dado mi amor al Seminario y coincidiendo con la colecta y oraciones que hay que hacer en nuestra diócesis por esta intención, la mayor parte de los años he predicado para fomentar estas intenciones, necesitamos vocaciones, sacerdotes santos. Pero este año, teniendo presente estas intenciones quiero mirar un poco a S. José como ejemplo de santidad cristiana, sin perder el horizonte de las vocaciones y el Seminario.

 

        1.-San José merece fue pieza clave en la Historia de la Salvación. Merece nuestro homenaje cristiano y admiración No conviene olvidar en este sentido, que este santo varón, probado con “dolores y gozos”, tuvo una vida tejida de las más extremas contradicciones, vencidas y superadas con fe y amor a Dios, nuestro Padre.

Por una parte, el mismo Dios hecho hombre, el Señor Jesucristo, le llamó con el más grande y dulce apelativo de padre; fue esposo de la mujer más grande que ha existido y existirá para los cristianos: María, dulce nazarena, Virgen guapa, madre del alma. Pero antes, este hombre tuvo que creer por una intervención especial de Dios en lo que supone una serie fortísima duda y recelos pues “Antes de haber convivido conoció que ella (su esposa María)había concebido por obra del E.Santo”

        Esta fué la primera prueba que tuvo que superar S. José. Él no ha  tenido relación con ella y está en estado.La prudencia humana le sugiere normas de venganza: delatar a la culpable para que muera apedreada, según la ley. Pero el “varón justo” quiere sobreponerse. Y porque no acierta a compaginar dos cosas irreconciliables, decide remitir el juicio a Dios y abandonar a su esposa, pero “en secreto”, para no difamarla. Es lo que en las horas de la noche está dando vueltas en su febril y atormentado corazón.

                2.- “Mientras pensaba estas cosas”, Dios quiere esclarecer el misterio. Y el ángel baja del cielo para restaurar la paz en la tierra: “José, no tengas recelos en tomar a María por esposa, porque lo que en ella hay es obra del Espíritu Santo” (Mt 1, 20). Se acabó la tortura. Se disiparon las dudas. En los labios torturados refloreció la sonrisa. La vida volvió a discurrir por sus cauces normales.

        Por todo esto no tiene nada de particular, que a lo largo de la historia y a lo largo de la liturgia de hoy, la Iglesia destaque como la nota más sobresaliente de este hombre humilde y silencioso, que ocupó un puesto de primer plano en la Encarnación del Hijo de Dios, la cualidad de “hombre justo”. José es «el hombre justo» (Mt 1, 19), al que ha sido confiada la misión de esposo virgen de la más excelsa entre las criaturas y de padre virginal del Hijo del Altísimo. Qué fe y confianza de José en la Virgen que mereció la manifestación y revelación del Padre.

       

        3.- José frente al misterio desconcertante de la maternidad divina de María creyó en la palabra del ángel: «la criatura que hay en ella viene del  Espíritu Santo» (Mt 1, 20), y cortando toda vacilación obedeció a su mandato: «no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer» (ib). Con más fe que Abrahán, hubo de creer en lo que es humanamente inimaginable: la maternidad de una virgen y la encarnación del Hijo de Dios. Por su fe y obediencia mereció que estos misterios se cumpliesen bajo su techo.

        4.- El título más glorioso de San José es que Dios lo eligió para hacer las veces de padre de Jesús, ser su padre adoptivo. Y la verdad es que la gente no notó nada. Por eso no tiene nada de particular que el prefacio de la misa de hoy lo mencione como motivo de alabanza a Dios.    5- La solemnidad que estamos celebrando hoy la Iglesia la titula: San José, esposo de la Virgen María. Qué gloria para José haber tenido por esposa la mujer más grande y llena de gracia de la tierra, que nos dio al hijo de Dios hecho hombre en su seno.

        6.- En la primera oración de hoy se nos dice que Dios confió «los primeros misterios de la salvación de los hombres a la fiel custodia de San José». Por eso podemos esperar que seguirá ayudando a la Iglesia, depositaria de dichos misterios salvadores. Y como Jesús fue el primer sacerdote y su hogar el primer seminario es la razón por la que la Iglesia celebra en este día el DIA DEL SEMINARIO, de pedir por las vocaciones y la formación santa de los seminaristas, de los futuros sacerdotes. Por eso ha sido nombrado patrono de la Iglesia.

        José, además, fue modelo de vida cristiana. Si el cristianismo es fundamentalmente una relación de amor personal con Jesucristo, San José mantuvo unas relaciones cordiales permanentes con Jesús. Viviendo bajo el mismo techo durante la infancia y la juventud de Jesús, José compartió la mayor intimidad, a la que estamos invitados nosotros. Vivir unidos a Cristo con naturalidad e intensidad es el programa del cristiano en medio de sus actividades ordinarias.

        7.- Quizá esto tenga que ver mucho con que San José hay sido nombrado protector de los Seminarios y  de las vocaciones. A primera vista no se ve relación especial del obrero de Nazaret con los seminaristas, ya que José no fue sacerdote. Pero sí estuvo en contacto diario con el sumo sacerdote de la Nueva Alianza, asistió a la formación lenta del modelo y fundador del sacerdocio cristiano, Jesucristo.

La Iglesia nos pone a los cristianos la figura de San José como digno de imitación. Que Él proteja a los padres, a los obreros y a los seminaristas. Y nos conceda a todos ser justos y gozar de la intimidad con Cristo y con María, con la entrega y fidelidad en el amor como Él.

 

 

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QUERIDOS HERMANOS: Estamos celebrando la fiesta de San José. Esta fiesta, aunque sea Solemnidad para la liturgia de la Iglesia, tal vez encajaría mejor en el ambiente de Navidad, que en este tiempo de Cuaresma. La fiesta a San José es un reconocimiento por parte del pueblo cristiano a su misión perfectamente cumplida  y quedó situada  esta fecha con fuerza desde su tardía colocación en el siglo XV. En este sentido, podemos interpretarla por parte de la liturgia como un respiro dentro de la Cuaresma.

        Reconozco que dado mi amor al Seminario y coincidiendo con la colecta y oraciones que hay que hacer en nuestra diócesis por esta intención, la mayor parte de los años he predicado para fomentar estas intenciones. Así que empiezo pidiendo perdón al Santazo de San José y este año, todo para Él, sin perder el horizonte de las vocaciones y Seminario.

 

        1.-San José merece esta solemnidad y mi pobre homilía, porque fue pieza clave en la Historia de la Salvación. Merece nuestro homenaje cristiano y admiración no solo para llenar de sentido y luz  todo el papel oscuro y doloroso papel en la vida de Jesús. No conviene olvidar en este sentido, que este santo varón, probado con “dolores y gozos”, tuvo una vida tejida de las más extremas contradicciones: Por una parte, el mismo Dios, hecho hombre, le llamó con el más grande y dulce apelativo de padre; fue esposo de la mujer más grande que ha existido y existirá para los cristianos: María, dulce nazarena, Virgen guapa, madre del alma. Pero antes, este hombre tuvo que creer en la intervención especial de Dios en lo que supone una serie fortísima de humillaciones, dudas y recelos, las más dolorosas para el hombre, creyendo que el niño de su esposa viene de Dios: “Antes de haber convivido conoció que ella había concebido por obra del Espíritu Santo”.

        Es la primera noticia y la primera contradicción que tenemos de José. Están frente a frente dos realidades incompatibles e innegables: la santidad de Maria y el pecado manifiesto. La tortura de José es evidente: grita la dignidad, se revuelve el corazón, claman los derechos de esposo. Sabía que Maria era honrada, Él no ha  tenido relación con ella, y está en estado…Todo esto es lo que vuelve y revuelve en su cabeza José. Fluctúa en un angustioso penduleo espiritual y se pregunta una y mil veces si será falso el concepto que se había formado de su esposa o habrá que negar la realidad que tiene ante sus ojos. La prudencia humana le sugiere normas de venganza: delatar a la culpable para que muera apedreada, según la ley. Pero el “varón justo” quiere sobreponerse. Y porque no acierta a compaginar dos cosas irreconciliables, decide remitir el juicio a Dios y abandonar a su esposa, pero “en secreto”, para no difamarla. Es lo que en las horas de la noche está dando vueltas en su febril y atormentado corazón.

       

        2.- “Mientras pensaba estas cosas”, Dios quiere esclarecer el misterio. Ha recibido el holocausto de estos dos corazones sometidos a prueba. Ha encontrado fieles a quienes quiere someter la tutela de su Hijo. Y el ángel baja del cielo para restaurar la paz en la tierra: “José, no tengas recelos en tomar a María por esposa, porque lo que en ella hay es obra del Espíritu Santo” (Mt 1, 20). Se acabó la tortura. Se disiparon las dudas. En los labios torturados refloreció la sonrisa. La vida volvió a discurrir por sus cauces normales.

        Por todo esto no tiene nada de particular, que a lo largo de la historia y a lo largo de la liturgia de hoy, la Iglesia destaque como la nota más sobresaliente de este hombre humilde y silencioso, que ocupó un puesto de primer plano en la Encarnación del Hijo de Dios, la cualidad de “hombre justo”. José es «el hombre ajusto» (Mt 1, 19), al que ha sido confiada la misión de esposo virgen de la más excelsa entre las criaturas y de padre virginal del Hijo del Altísimo.

        Es “justo” en el sentido pleno del vocablo, que indica virtud perfecta, que se identifica con lo que nosotros entendemos por santidad.  Una justicia, pues, que penetra todo su ser, mediante una total pureza de corazón y de vida y una total adhesión a Dios y a su voluntad. Todo esto es un cuadro  de vida humilde y escondida como ninguna, pero resplandeciente de fe y amor. «El justo vivirá de la fe» (Rm 1, 17); y José, el «justo» por excelencia, vivió en grado máximo de esta virtud.

       

        3.- Muy oportunamente la segunda Lectura (Rm 4, 13.16- 18. 22) habla de la fe de Abrahán, presentándola como tipo y figura de la de José. Abrahán «creyó contra toda esperanza» (lb 18), que llegaría a ser padre de una gran descendencia y continuó creyéndolo aun cuando, por obedecer á una orden divina, estaba dispuesto a sacrificar a su hijo único. José frente al misterio desconcertante de la maternidad divina de María creyó en la palabra del ángel: «la criatura que hay en ella viene del  Espíritu Santo» (Mt 1, 20), y cortando toda vacilación obedeció a su mandato: «no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer» (ib). Con más fe que Abrahán, hubo de creer en lo que es humanamente inimaginable: la maternidad de una virgen y la encarnación del Hijo de Dios. Por su fe y obediencia mereció que estos misterios se cumpliesen bajo su techo.

        4.- El título más glorioso de San José es que Dios lo eligió para hacer las veces de padre de Jesús, ser su padre adoptivo. Y la verdad es que la gente no notó nada. Por eso no tiene nada de particular que el prefacio de la misa de hoy lo mencione como motivo de alabanza a Dios. José como tantos padres adoptivos de hoy, salvando diferencias, son dignos de alabar  porque vuelcan el cariño de su corazón sobre hijos que no engendraron y por eso pueden hacernos comprender el papel de San José.

        Aceptando la paternidad del Hijo de Dios, le consagró su atención más que si fuera suyo. Parece que este privilegio personal de José no tiene posible réplica en nosotros. Pero no es así. Si bien sólo Él recibió el encargo de ser padre social de Jesús, los cristianos estamos llamados a ser familia espiritual de Cristo, al decirnos Él mismo: «El que cumple la voluntad de mi Padre celestial, ése es mi madre y mis hermanos». También podría haber dicho Jesús: Quien hace la voluntad del Padre del cielo como José, ése es mi padre.

                5- La solemnidad que estamos celebrando hoy la Iglesia la titula: San José, esposo de la Virgen María. Qué gloria para José haber tenido por esposa la mujer más grande y “graciosa”  (llena de gracia) de la tierra, que nos dio al Verbo de la Vida, y quiso ser madre de todos los hombres. Como hemos dicho, es un título glorioso y sacrificado. Porque José fue un marido humanamente enamorado de su mujer María, más que cualquier esposo.

        Pero, al mismo tiempo, José tuvo que convertir ese enamoramiento natural hacia su esposa en un respetuoso amor hacia el misterio maternal encerrado en el seno de María. Castidad conyugal, no por libremente asumida, menos sacrificada. Al menos Dios quiere que la vida sea respetada y deseada y el amor es un peligro, cuando se reduce sólo a sexo. Y así está el mundo. Mucho sexo y poco amor y respeto al otro. Me apetece como un caramelo, me apetece porque me da sexo, pero tiene otras cualidades, más importantes, que debo descubrir: paisajes de alma, de inteligencia, de ternura, de sacrificio por mí que valen más que el puro sexo. Para qué quiero una mujer todo cuerpo si no tiene alma, si no me ama. Para qué un Apolo de hombre, si no me ama, si sólo es cuerpo.

        6.- En la primera oración de hoy se nos dice que Dios confió «los primeros misterios de la salvación de los hombres a la fiel custodia de San José». Por eso podemos esperar que seguirá ayudando a la Iglesia, depositaria de dichos misterios salvadores. Y en la segunda oración se afirma que José «se entregó por entero a servir a Jesús». Por eso ha sido nombrado patrono de la Iglesia.

        También cada uno de los cristianos debemos amar a la Iglesia, como Él la amó en la pequeña Iglesia de Nazaret. Hoy se lleva mucho criticar a la institución eclesial, como si fuera algo ajeno. Hay católicos que arrojan piedras al tejado de su propio hogar espiritual. En lugar de ser francotiradores contra la Iglesia, deberíamos ser todos los fieles como escaparates de la Iglesia, donde los no creyentes vieran un hogar de salvación digno de ser amado.

        José, además, fue modelo de vida cristiana. Si el cristianismo es fundamentalmente una relación de amor personal con Jesucristo, San José mantuvo unas relaciones cordiales permanentes con Jesús. Viviendo bajo el mismo techo durante la infancia y la juventud de Jesús, José compartió la mayor intimidad, a la que estamos invitados nosotros. Vivir unidos a Cristo con naturalidad e intensidad es el programa del cristiano en medio de sus actividades ordinarias.

        7.- Quizá esto tenga que ver mucho con que San José hay sido nombrado protector de los Seminarios y  de las vocaciones. A primera vista no se ve relación especial del obrero de Nazaret con los seminaristas, ya que José no lo fue. Pero sí estuvo en contacto diario con el sumo sacerdote de la Nueva Alianza, Jesús. José asistió a la formación lenta del modelo y fundador del sacerdocio cristiano. Por eso el jefe de Nazaret sigue interesado por los seguidores de Jesús.
Otros pueden ponerse como ideales humanos a personas que destacan por su papel brillante en la sociedad. La Iglesia nos pone a los cristianos la figura de San José como digno de imitación. Que Él proteja a la familia espiritual de Jesús, a los padres, a los obreros y a los seminaristas. Y nos conceda a todos ser justos y gozar de la intimidad con Cristo y con María.

 

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29 DE JUNIO SAN PEDRO (Jaraiz de la Vera)

 

QUERIDOS HERMANOS: Nuestra parroquia celebra hoy la fiesta de su santo patrón. nuestra fe descansa y se apoya en el testimonio de Pedro, roca firme, que proclama en nombre de la Iglesia de todos los tiempos, la Iglesia asentada sobre el cimiento de los apóstoles: "Tú eres, el Cristo, el Hijo de Dios vivo". "Tú tienes palabras de vida eterna, a ¿quién vamos a acudir?" "Cristo es la piedra angular sobre la que se edifica la Iglesia y la nueva humanidad; no se nos ha dado otro nombre en el que podamos ser salvos". En Él está nuestra esperanza de la que estamos llamados a dar razón en medios de los hombres.

Pedro nos confirma en la fe, y nos preside en la caridad. Nada ni nadie podrá derribar a la Iglesia por él presidida y asentada en esta misma y única fe que no es producto de la carne ni de la sangre, es decir, de la creación humana, sino don que viene de lo alto y nos alcanza por la gracia de la revelación divina.

De pecador, de negar a Jesús, de su fragilidad, que no es capaz de comprender y aceptar el misterio de la cruz, de estar dormido en la hora de la agonía de Jesús, de negarlo tres veces, pasará después a decir por tres veces también: "Señor tú sabes que te quiero, tú sabes que te quiero, tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero y recibirá de Jesús mismo el encargo de guiar y conducir a todo el Pueblo santo de Dios: “Apacienta mis ovejas”.

Hoy también celebramos a san Pablo. En su camino de persecución fue alcanzado por la gracia y la misericordia infinita de Dios en el encuentro con Jesucristo resucitado, y de perseguidor pasa a ser su testigo más singular, hasta el punto de que su vida no la entiende él y no se entiende sino es en Cristo y con Él: "Para mí la vida es Cristo", dirá. "No soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí". "No quiero saber otra cosa que a Cristo y este crucificado". “No me glorío, si no es en la Cruz de Jesucristo”. "Yo no me hecho atrás en el anuncio del Evangelio porque él es fuerza de salvación para todo el que cree".

Su vida desde aquel encuentro, que renueva y transforma, que hace nacer de nuevo y ser una nueva criatura, no tendrá otra razón de ser que dar a conocer el amor de Dios manifestado y entregado en Jesucristo, del que nada ni nadie nos puede apartar, como testifica Pablo mismo en toda su vida y en toda su empresa apostólica.

Toda su vida, en efecto, será testimonio y anuncio a todas las gentes de la gracia y de la benevolencia de Dios que se nos ha manifestado en Cristo Jesús. Así dirá: "¡Ay de mí sino evangelizare!" “Todo lo estimo basura y pérdida comparado con el conocimiento de Jesús, el único mediador entre Dios y los hombres, en el que Dios nos ha bendecido con toda clase bienes espirituales y celestiales y nos lama a ser santos en Él e irreprochables por el amor”.

Aquí, precisamente, en lo que recibimos de Pedro y de Pablo, está nuestra identidad, aquí está lo que somos. Lo que cuenta es poner en el centro de la propia vida a Jesucristo. Nuestra identidad de hombres y de cristianos queda marcada por el encuentro con Jesucristo, de ahí, de Él, brota nuestra vida: de la comunión con Cristo, con su vida y con su palabra.

No tenemos a otro que a Cristo que dé sentido a nuestro vivir, que llene de luz y de verdad y de amor que a Jesucristo. No tenemos a otro en quien encontremos la salvación, si no es Cristo. A su luz cualquier otro valor viene recuperado y al mismo tiempo purificado de eventuales escorias. El es nuestra riqueza y nuestro todo.

Pero no sólo para nosotros, los cristianos, sino para todos los hombres. Y con Pedro y con Pablo no podemos silenciarlo. Y con Pedro y con Pablo estamos llamados a no echarnos atrás en el anuncio de Jesucristo, en el dar testimonio de Él y en el vivir del todo por Él y para Él.

Por eso nosotros, en los tiempos que Dios nos ha concedido, no realizar otra cosa que no sea precisamente la evangelización: dar testimonio con obras y palabras de todo lo que somos; gastarnos y desgastarnos en nuestra propia vida, anunciando a Jesucristo, dándole a conocer, porque únicamente en Él el hombre y la humanidad entera puede ser renovada, puede nacer de nuevo, puede ser hecha humanidad nueva de hombres nuevos, conforme a Jesucristo, que vivan la comunión de vida con Él, rescatados por su sangre que es la sangre misma de Dios, donde se ve todo lo que Dios ama al hombre.

 

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29 DE JUNIO: SOLEMNIDAD DE SAN PEDRO Y SAN PABLO

 

Hoy es un día grande, un día muy gozoso, para toda la cristiandad. Unidos a toda la Iglesia, celebramos el inmenso gozo de la fiesta de los Apóstoles San Pedro y San Pablo, fundamento de nuestra fe cristiana. Porque, como proclamaremos en el Prefacio de este día, "en los apóstoles Pedro y Pablo Dios ha querido dar a su Iglesia un motivo de alegría: Pedro fue el primero en confesar la fe, Pablo, el maestro insigne que la interpretó; aquél fundo la primitiva Iglesia con el resto de Israel, éste la extendió a todas las gentes. De esta forma, por caminos diversos, los dos congregaron la única Iglesia de Cristo, y a los dos, coronados por el martirio, en Roma, celebra hoy el pueblo santo de Dios con una misma veneración". En uno y en otro Dios ha concedido a la Iglesia el fundamento para confesar y mantenernos en la fe que justifica y salva: la fe en Cristo Jesús, Señor nuestro.

En efecto, nuestra fe descansa y se apoya en el testimonio de Pedro, roca firme, que proclama en nombre de la Iglesia de todos los tiempos, la Iglesia asentada sobre el cimiento de los apóstoles: "Tú eres, el Cristo, el Hijo de Dios vivo". "Tú tienes palabras de vida eterna, a ¿quién vamos a acudir?" "Cristo es la piedra angular sobre la que se edifica la Iglesia y la nueva humanidad; no se nos ha dado otro nombre en el que podamos ser salvos". En Él está nuestra esperanza de la que estamos llamados a dar razón en medios de los hombres. Pedro nos confirma en la fe, y nos preside en la caridad. Nada ni nadie podrá derribar a la Iglesia por él presidida y asentada en esta misma y única fe que no es producto de la carne ni de la sangre, es decir, de la creación humana, sino don que viene de lo alto y nos alcanza por la gracia de la revelación divina. De pecador, de negar a Jesús, de su fragilidad, que no es capaz de comprender y aceptar el misterio de la cruz, de estar dormido en la hora de la agonía de Jesús, de negarlo tres veces, pasará después a decir por tres veces también: "Señor tú sabes que te quiero, tú sabes que te quiero, tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero y recibirá de Jesús mismo el encargo de guiar y conducir a todo el Pueblo santo de Dios: “Apacienta mis ovejas”.

Los pueblos que no pertenecen a la misma sangre de Israel, han sido engendrados a la fe, la fe que justifica y salva, por medio de la predicación del que ha sido llamado a ser apóstol de los gentiles, Pablo de Tarso. En su camino de persecución fue alcanzado por la gracia y la misericordia infinita de Dios en el encuentro con Jesucristo resucitado, y de perseguidor pasa a ser su testigo más singular, hasta el punto de que su vida no la entiende él y no se entiende sino es en cristo y con Él: "Para mí la vida es Cristo", dirá. "No soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí". "No quiero saber otra cosa que a Cristo y este crucificado". “No me glorío, si no es en la Cruz de Jesucristo”. "Yo no me hecho atrás en el anuncio del Evangelio porque él es fuerza de salvación para todo el que cree". Su vida desde aquel encuentro, que renueva y transforma, que hace nacer de nuevo y ser una nueva criatura, no tendrá otra razón de ser que dar a conocer el amor de Dios manifestado y entregado en Jesucristo, del que nada ni nadie nos puede apartar, como testifica Pablo mismo en toda su vida y en toda su empresa apostólica. Toda su vida, en efecto, será testimonio y anuncio a todas las gentes de la gracia y de la benevolencia de Dios que se nos ha manifestado en Cristo Jesús. Así dirá: "¡Ay de mí sino evangelizare!" “Todo lo estimo basura y pérdida comparado con el conocimiento de Jesús, el único mediador entre Dios y los hombres, en el que Dios nos ha bendecido con toda clase bienes espirituales y celestiales y nos lama a ser santos en Él e irreprochables por el amor”. Por él podrá pasar tantas calamidades, como testifica el libro de los Hechos y sus cartas, de persecuciones, de cárceles, de naufragios, de asaltos, de desnudez, de hambre, de todas las dolencias y dificultades. Eso no le arredró ni le echó atrás para llegar hasta los confines de la tierra que era, en aquellos momentos, la Hispania del fin de la tierra. Estuvo entre nosotros, seguramente en la ciudad de Tarragona. Por eso también nosotros, España, nos consideramos herederos de la fe apostólica de Pedro y de Pablo, que sellaron con su sangre.

Aquí, precisamente, en lo que recibimos de Pedro y de Pablo, está nuestra identidad, aquí está lo que somos. Lo que cuenta es poner en el centro de la propia vida a Jesucristo. Nuestra identidad de hombres y de cristianos queda marcada por el encuentro con Jesucristo, de ahí, de Él, brota nuestra vida: de la comunión con Cristo, con su vida y con su palabra. No tenemos a otro que a Cristo que dé sentido a nuestro vivir, que llene de luz y de verdad y de amor que a Jesucristo. No tenemos a otro en quien encontremos la salvación, si no es Cristo. A su luz cualquier otro valor viene recuperado y al mismo tiempo purificado de eventuales escorias. El es nuestra riqueza y nuestro todo. Pero no sólo para nosotros, los cristianos, sino para todos los hombres. Y con Pedro y con Pablo no podemos silenciarlo. Y con Pedro y con Pablo estamos llamados a no echarnos atrás en el anuncio de Jesucristo, en el dar testimonio de Él y en el vivir del todo por Él y para Él. Por eso nosotros, en los tiempos que Dios nos ha concedido, no realizar otra cosa que no sea precisamente la evangelización: dar testimonio con obras y palabras de todo lo que somos; gastarnos y desgastarnos en nuestra propia vida, anunciando a Jesucristo, dándole a conocer, porque únicamente en Él el hombre y la humanidad entera puede ser renovada, puede nacer de nuevo, puede ser hecha humanidad nueva de hombres nuevos, conforme a Jesucristo, que vivan la comunión de vida con Él, rescatados por su sangre que es la sangre misma de Dios, donde se ve todo lo que Dios ama al hombre.

Este año, además, el día de la fiesta de Pedro y de Pablo tiene una connotación muy singular: ayer por la tarde abría el Año Jubilar Paulino el Papa Benedicto XVI, en la basílica de San Pablo extramuros, donde reposan los restos del apóstol. Iniciaba esta Año Jubilar acompañado del Patriarca de Constantinopla, Bartolomé I, un signo de unidad, un signo que nos llena de esperanza porque este Año Jubilar, asentados en esa renovación del conocimiento mayor y del conocimiento más profundo de las enseñanzas del apóstol Pablo, fortaleceremos la unidad y la comunión dentro de la Iglesia y la comunión con todas las Iglesias.

Ha de ser un año para que todo lo centremos en Jesucristo, para que nuestras comunidades, nuestras diócesis, nuestras personas, sean renovadas por ese nuevo conocimiento de Cristo, por esa identificación con Él, por esa conversión y ese encuentro con Él que nos transforma y nos hace ser criaturas nuevas. Ha de ser un año en que centrados en Cristo enteramente vivamos la comunión con Él y así nos abramos a la comunión con todas las Iglesias y seamos instrumentos de comunión en medio de la humanidad, signo y presencia de la caridad de Cristo, que nos apremia y nos urge a anunciar el Evangelio, a proclamarlo a todas las gentes, a reavivar el sentido misionero y el sentido de Iglesia, a vivir hondamente el sentido de urgencia de la unidad, sin la que no podrá darse el que todos los hombres crean. “Que todos sean uno para que el mundo crea”, dirá Jesucristo después de instituir la Eucaristía, sacramento de comunión, como leemos en las cartas de Pablo.

En este Año Jubilar también se puede ganar el Jubileo, la indulgencia plenaria, aquí en nuestra diócesis de Toledo, los días y lugares que señalaremos, para todos aquellos que estén en las debidas condiciones: haberse confesado, rezar por las intenciones del Papa y participar en la Eucaristía. Este Año Jubilar en el Santo Padre concede la indulgencia ha de servir para que seamos más fieles imitadores de Pablo y, como él, más fieles imitadores de Cristo. Ahí es donde está el futuro del hombre y el futuro de la humanidad.

Ha de ser un tiempo también para que seamos fortalecidos por la fe, esa fe que solamente se puede vivir con Pedro y junto a Pedro, en la comunión inquebrantable con el sucesor de Pedro y los Apóstoles; esa fe que solamente se puede vivir confesando lo que viene de lo alto, no las doctrinas, no las enseñanzas o teorías que puedan tener gentes de nuestro mundo, incluso teólogos, sino la que únicamente viene de lo alto por la revelación divina, y que nos garantiza el sucesor de Pedro, para que vivamos más hondamente el misterio de la unidad y así, sin ningún temor, sin ningún complejo, sin echarnos para atrás en modo alguno, arrostrando todos peligros y todas las dificultades -que son muchas y seguramente podrán ser más en el futuro- anunciemos al que es la esperanza para los hombres. Urge y nos apremia, como a Pablo, anunciar a Jesucristo, y este ha de ser un año para que seamos testigos del Evangelio, si es necesario dando incluso nuestra vida, gastándonos y desgastándonos enteramente para que el mundo crea. Porque apremia, urge, anunciar a Jesucristo, fuerza de salvación para todo el que cree y confía en Él.

Un año, por tanto, para renovar la Iglesia; un Año Jubilar en el que, en comunión con el sucesor de Pedro, todos sentiremos la alegría del perdón y de la gracia, por que Dios no nos abandona, y tenemos la certeza y la seguridad de que nos basta su gracia. No estamos solos. Dios no deja al hombre. Su gracia y su auxilio, Dios mismo, libera a Pedro de la cárcel y de la prisión, porque el Evangelio no está atenazado y no puede encerrarse ni en la cárcel ni en los abrigos seguros de nuestros espacios. El Evangelio ha de salir a donde están los hombres y ha de confirmar a toda la Iglesia para que salga, como Pablo y como Pedro, a donde estén los hombres, para anunciarles que es en Él donde está el futuro y la esperanza.

Ha de ser también un año de oración por el Santo Padre, para que se lleven a cabo sus intenciones y sus deseos, que siempre son de misericordia, de gracia, de paz y de reconciliación para el mundo entero, para manifestar que Dios está con nosotros, que es amor y que lo hemos descubierto en el rostro humano suyo, que es su Hijo eterno Jesucristo, venido en carne por obra del Espíritu Santo y nacido de María Virgen. Que así sea.

 

 

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25 DE JULIO: SOLEMNIDAD: SANTIAGO, APÓSTOL, PATRÓN DE ESPAÑA

 

        PRIMERA LECTURA: Hch 4,33; 5, 12. 27-33; 12,1

 

        La primera lectura es un acta del martirio del apóstol Santiago, el primer apóstol que entregó su vida por el Evangelio de Cristo y bebió el cáliz anunciado por Jesús. En contraste con la acogida que los paganos dan al Evangelio, Lucas relata una nueva persecución de la iglesia de Jerusalén. Ahora es Herodes Agripa quién toma la iniciativa para complacer a los judíos. Mirado con recelo por los judiazos supo ganarse la estima de los jefes, sobre todo fariseos. Este hecho indicia la categoría de este hombre avaricioso y cruel:“Hizo pasar a cuchillo a Santiago, hermano de Juan. Al ver que esto agradaba a los judíos decidió detener a Pedro… Mandó prendero y meterlo en la cárcel”.     

 

SEGUNDA LECTURA: 2Cr, 4,7-15

 

        La expresión “vasija de barro” es una buena imagen para comprender la debilidad del instrumento que Dios ha elegido. El barro es una materia de poco valor, que no da a entender el tesoro que oculta. Es, además, frágil y se rompe con facilidad. Con este contraste es reconocida sin trabas la acción santificadora de Dios. Al experimentar en su vida la fuerza extraordinaria del Señor, que sostiene ininterrumpidamente su debilidad y miseria, el Apóstol y los destinatarios de su misión, podrán ver la desproporción entre los resultados, que con su actividad se producen y los atribuirán sin dificultad a Dios: “Mientras vivimos continuamente nos están entregando a la muerte, por causa de Jesús; para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal. Así, la muerte está actuando en nosotros, y la vida en vosotros”.

 

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 20, 20-28

 

        QUERIDOS HERMANOS: estamos celebrando la fiesta de Santiago Apóstol, patrono de España. Fue el primer Apóstol de Cristo que arribó a las costas hispanas, junto con San Pablo, para predicar el evangelio de Cristo y esparcir la semilla de la fe por esta tierra que le honra por eso como protector de su fe. Y no es para menos. Podemos constatar, cómo a través de los siglos esta fe se ha mantenido, como rezaremos en el prefacio, no sólo en el suelo patrio sino también en todos los países. Esta semilla que ellos sembraron no solo se ha perdido, sino que se ha convertido, según la comparación evangélica, en un árbol tan grande que extendió sus brazos por todo el mundo, especialmente por América, Filipinas, Japón…etc. Justo es que celebremos con fe y devoción esta fiesta de nuestro santo Patrón Santiago, agradecidos a su apostolado, que nos hizo conocer a Cristo y su Salvación.

       

        1.- La primer Lectura nos dice que el apóstol cristiano debe anunciar y testimoniar a Jesucristo muerto y resucitado por nuestra salvación; al hacerlo, experimenta en si mismo simultáneamente la fragilidad humana y la fuerza de Dios (segunda lectura), que culmina en la entrega de la propia vida, como servicio a los hermanos, a ejemplo de Jesús y del Apóstol Santiago (evangelio).

        El núcleo central de la primera lectura es el breve discurso que, en nombre de los demás Apóstoles, pronuncia Pedro ante el Sanedrín. Es una síntesis de los elementos esenciales del Kerigma apostólico que vemos verificados en todos los pregones de los Hechos de los Apóstoles: Primero: anuncio y testimonio de la muerte y resurrección gloriosa de Jesús de Nazaret; segundo: este Jesús muerto y resucitado nos trae la salvación mediante el perdón de los pecados; finalmente, esta salvación exige una conversión de fe y vida en Jesucristo.

        En este discurso queda constancia del testimonio valiente de los Apóstoles en favor de Jesucristo resucitado cuyo anuncio quieren silenciar el sumo sacerdote judío y el sanedrín, pero los Apóstoles, testigos de Cristo y de su Evangelio, contestan proféticamente que hay que obedecer a Dios antes que a los hombres (5,9). Esta actitud termina en el testimonio supremo de su propia vida mediante el martirio.

        Santiago el mayor, hermano de San Juan y primo hermano del Señor, fue el primero que sufrir el martirio hacia el año 44 en Jerusalén, por orden del rey Herodes Agripa II, sobrino de Herodes Antipas, que fue el que decapitó a Juan el Bautista e intervino en la pasión del Señor (Mt 14,3; Lc 23,7).

       

        2.- En la segunda lectura San Pablo expone un teología vivencial del Apostolado, tal como la vivió él mismo en su ministerio evangelizador y que combina dialécticamente y sin vanagloria la fuerza de Dios con la debilidad humana (2Cor 4, 7-15). La misión de anunciar el evangelio irradiando la gloria de Dios reflejada en Cristo (v.1-6) es el “tesoro que llevamos en vasijas de barro para que se vea que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros” (v7). El resto de la lectura es el desarrollo de este principio vital, a base de la antítesis muerte- vida como expresión del misterio pascual de Cristo: “Nos aprietan por todas lados, pero no nos aplastan, estamos apurados, pero no desesperados; acosados, pero no abandonados; nos derriban, pero no nos rematan; en toda ocasión y en todas partes llevamos en el cuerpo la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo” (vv 8-10).

        Este estilo paradójico constituye el talante del apóstol, que encuentra la fuerza de su anuncio en la fe: “Creí, por eso hablé” (13). Una fe, que sabe que ese es el camino obligado para el final esplendoroso, pues “quien resucitó al Señor Jesús, también con Jesús nos resucitará y no hará estar con vosotros. Todo es para vuestro bien. Cuantos más reciban la gracia, mayor será el agradecimiento, para gloria de Dios” (vv 14-15)

        Este servicio al evangelio y a los hermanos puede llevar incluso a la entrega de la propia vida, como nos aclara el mismo Jesús en el Evangelio de hoy, donde tomando pie de la pretensión de los primeros puestos por Santiago y Juan, el Maestro adoctrina a todos los Apóstoles, futuros guías y pilares de su Iglesia, sobre la función que habrán de desempeñar en la comunidad.

        Una vez más el Maestro rompe los esquemas convencionales: “Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros. El que quiera ser grande sea vuestro servidor, y el que quiera ser el primero, que se haga esclavo de todos. Igual que el Hijo del hombre no ha venido para que sirvan sin para dar su vida en rescate por muchos” (v 28).

        Queridos hermanos: Que nuestro santo patrón Santiago nos haga comprender y vivir a todos los bautizados españoles estas enseñanzas; que de palabra y de obra anunciemos al Señor Jesús muerto y resucitado para nuestra salvación; y que por su ayuda e intercesión en el cielo ante el Cordero degollado por nuestra salud surjan nuevas vocaciones apostólicas, quieran entregar su vida por sus hermanos los hombres.

 

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25 DE JULIO: SOLEMNIDAD: SANTIAGO, APÓSTOL, PATRÓN DE ESPAÑA

 

QUERIDAS HERMANAS DOMINICAS: Estamos celebrando la fiesta del Apóstol Santiago, patrón de España. Como podemos comprobar en los evangelios, nuestro patrón tenía un carácter ardiente e impetuoso; bastaría hojear un poco el evangelio para encontrarnos con algunas frases y hechos que manifiestan su coraje y decisión.

Recordad aquel día que Cristo atravesaba la región de Samaría y los vecinos de un pueblo se negaron a que pasara por allí. Todos lo llevaron muy mal; pero Santiago se descolgó con este deseo: “Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo y los  consuma?” Jesús tuvo que reprenderle y pacíficamente se fueron a otra aldea. Cuando el Espíritu Santo se apodere de él no matará a nadie sino que se dejará matar por Cristo confesando su fe en Él.

        El prefacio de la misa de este día es un canto de alabanza y de acción de gracias a Dios por las virtudes de su Apóstol Santiago: «Porque Santiago, testigo predilecto de Cristo, anunció el Reino que viene por la muerte y resurrección de tu Hijo y, primero, entre los Apóstoles, bebió el cáliz del Señor».

        Todo apóstol tiene que ser un testigo de Jesús, de su vida y resurrección. Todo bautizado, pero especialmente nosotros, los sacerdotes por el sacramento del Orden y vosotras religiosas por vuestra profesión religiosa, estamos llamados a ser testigos y apóstoles de Cristo en el mundo con nuestro testimonio de vida y de oración. Convenía revisarnos un poco en este día cómo lo estamos haciendo en estas circunstancias especiales de España atea donde hay partidos políticos que piden que España no sea lo que predicó y buscó el Apóstol Santiado, esto es, que sea nación católica, piden que se quite ese adjetivo, que se rompan las relaciones con la Santa Sede, con el Papa, que se quite la religión de la enseñanza y desde luego la religión nuestra católica  está silenciada y olvidada expresamente en todos los medios estatales: radio, televisión y demás medios.

Pero Santiago es un testigo de excepción. Merece toda nuestra veneración y aceptación de su vida y apostolado y enseñanzas. El se halló presente en el Tabor, donde contempló la gloria del Mesías de Dios que luego en Getsemaní estaría muy cerca de Él, porque fue uno de los tres elegidos por Cristo, para que fueran testigos de su agonía y sufrimientos por la salvación de todos los hombres.

Queridas hermanas, queridos sacerdotes, revisemos también nuestras vidas para ver si todos los días nos retiramos a la oración y subimos por ella al monte Tabor por la oración-contemplación para estar y hablar con Jesús, especialmente presente en el Sagrario de nuestras Iglesias y conventos para luego poder comunicarlo y ser testigos de su persona y evangelio, de su amor y salvación entre los hombres nuestros hermanos.

        Santiago “Fue el primero que bebió el cáliz del Señor”, dicen los himnos de su fiesta, el primer mártir de la fe en Cristo. Todos los Apóstoles lo bebieron, porque sufrieron el martirio. Pero Santiago, siguiendo su carácter impetuoso lo haría el primero de todos. Así se cumplió aquella promesa que le hicieron a Cristo él y su hermano de estar dispuestos a beber el cáliz de su muerte.

       

2.-Y el himno de Vísperas nos describe su andadura apostólica junto a Cristo:

 

 

«Pues que siempre tan amado

Fuiste de nuestro Señor,

Santiago, apóstol sagrado,

sé hoy nuestro protector.

Si con tu padre y con Juan

pescabas en Galilea,

Cristo cambió tu tarea

por el misionero afán.

En Judea y Samaría

al principio predicaste,

después a España llegaste,

el Espíritu por guía,

y la verdad has plantado

donde reinaba el error.

¡Santo apóstol peregrino,

llévanos tú de la mano

para ir contigo hasta Cristo,

Santiago el Mayor, Santiagol

Santo adalid, patrón de las Españas,

amigo del Señor:

Defiende a tus discípulos queridos

protege a tu nación.

 

QUERIDAS HERMANAS: Santiago estuvo siempre en el círculo más íntimo de los amigos de Jesús; son los tres –Pedro, Santiago y Juan- los que le acompañan en los momentos más delicados de su vida, como fue la transfiguración en el monte Tabor, de la que ellos –sólo ellos– fueron testigos, o la oración en el huerto de Getsemaní, viviendo más cerca de Jesús aquellos momentos de angustia y hechos partícipes de su pasión. Hoy también la fe, el catolicismo, la Iglesia, Cristo está muy perseguido por hombres y gobiernos ateos e inmorales, acompáñemos a Cristo presente en nuestros sagrarios por estos abandonos que ya los sufrió en su pasión y muerte, los pecados, abandonos y persecuión de todos los tiempos los sufrió y redimió anticipadamente en su pasión.

Porque ahora como entonces, muchos incluso dentro de la Iglesia, le piden al Señor, como Santiago y su hermano Juan los hijos de Zebedeo, le piden a Jesús ocupar los primeros puestos en su reino, recurriendo a la intercesión de su propia madre.

Y Jesús les asegura que beberán el cáliz, el trago del martirio que los asemejará a Jesús, pero que esos puestos primeros los asigna el Padre y que el discipulado de Jesús consiste en el servicio y en dar la vida. Y por eso, Santiago fue el primero en derramar su sangre en la persecución de Herodes.

Y lo que hoy celebramos principalmente es que en la tradición de la Iglesia, el apóstol Santiago ha sido el predicador del Evangelio en las tierras de España. A orillas del Ebro recibió el consuelo de la visita de María Santísima, que vino en carne mortal a Zaragoza. Y su sepulcro apareció en Compostela, convirtiéndose en lugar de peregrinaciones desde la edad media hasta nuestros días.

Cuando los reyes cristianos fueron recuperando las tierras cristianas, que los musulmanes habían ocupado, y fueron cristianizando a sus gentes, atribuyeron a la intercesión del apóstol Santiago esa reconquista. Y cuando en siglos posteriores se ha afrontado la gran tarea evangelizadora de los pueblos de

América, el apóstol Santiago ha estado presente en esa gran gesta histórica. El apóstol Santiago forma parte de la identidad española desde sus orígenes evangelizadores hasta nuestros días, pasando por las épocas gloriosas de una reconquista fatigosa y la evangelización del nuevo mundo.

Hoy vivimos en otro contexto cultural, social y político, pero el Evangelio que nos trajeron los apóstoles sigue siendo el mismo. “Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre” (Hbr. 13, 8)nos dice la carta a los Hebreos y también hoy se nos invita a no avergonzarnos del Evangelio (cf. Rm 1, 16).

También hoy necesitamos el vigor del apóstol Santiago para evangelizar nuestra cultura, nuestra sociedad, nuestra vida. En un Estado aconfesional, que muchos confunden con un estado laico, e incluso laicista, que es lo que están pretendiendo actualmente en la España Católica algunos partidos políticos, la confesión de la fe católica hoy debe ser protegida y promovida por la España Católica, según el libre ejercicio de los ciudadanos. Incluso con algunos sacerdotes hemos comentado el silencio de nuestros obispos en general.

 ¿Por qué para honrar a las víctimas del covid-19 tenemos que silenciar a Dios? ¿Por qué el respeto a los demás no creyentes debe expresarse en actitudes no confesionales, mientras que actitudes contrarias a la religión y ofensivas a los sentimientos religiosos deben ser aceptadas en la convivencia como libertad de expresión cuando la casi totalidad de los muertos son creyentes, y la inmensa mayoría de los asistentes también lo son? ¿Es zona neutral la asepsia de todo sentimiento religioso para vivir la convivencia de todos los ciudadanos, creyentes y no creyentes?

La fiesta del apóstol Santiago, patrono de España, es una llamada al seguimiento de Cristo en todas las situaciones: en el gozo, en el dolor, en el servicio y hasta en el martirio. El patrono de España no nos incita hoy a una lucha sin cuartel entre moros y cristianos, de hecho ellos pueden en España practicar su religión mientras en muchas de las suyas estamos prohibidos, incluso perseguidos y martirizados, porque muchos cristianos creyentes y fervorosos no quieren olvidar las palabras de Jesús: “el que se avergüence ante los hombres de mí, también yo me avergonzaré de él ante mi Padre” (Mc 8,38).

Que el apóstol Santiago nos dé lucidez para saber estar como creyentes en una sociedad que quiere prescindir de Dios con partidos políticos y que impone su ley de la ausencia de Dios en la enseñanza y en la vida y en la muerte como el mejor modo de convivencia entre Españoles.

Queridas hermanas, España, Europa y todo el mundo occidental tienen profundas raíces cristianas y de tales raíces se han producido excelentes frutos en la historia de todos ellos. Olvidar o prescindir de lo que somos y hemos sido y debemos luchas por querer seguir siéndolo hasta la eternidad y el encuentro con Dios sería la peor de las represiones, la peor de las catástrofes, porque serán eternas. Pidamos a Dios por medio de nuestro Apóstol Santiado por la fe católica en España, pidamos que Dios sea reconocido y respetado como lo fue desde el Apóstol Santiado y que el secularismo y ateismo de muchos de nuestros gobernantes no se implante en España en estos tiempos ni nunca. Oremos a Dios por medio de nuestro patrono Santiago. Oremos todos los dias, lo necesita España, el mundo entero, hoy alejándose de Dios y su Salvación eterna. Esta es una de las intenciones principales de vuestra vida de oración y penitencia y clausura de vuestras vidas de religiosas totales de entrega a Dios y salvación del mundo.

 

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QUERIDOS HERMANOS Y HERMANAS: El 25 de julio celebramos la fiesta grande de Santiago Apóstol, patrono de España. Santiago es uno de los Doce, llamados por su nombre para formar parte del grupo de los apóstoles sobre los que Jesucristo ha fundado su Iglesia y los ha enviado a predicar el Evangelio por todo el mundo. Santiago es del círculo más íntimo de los amigos de Jesús, los tres –Pedro, Santiago y Juan- que le acompañan en los momentos más delicados de su vida, como fue la transfiguración en el monte Tabor, de la que ellos –sólo ellos– fueron testigos, o la oración en el huerto de Getsemaní, viviendo más cerca de Jesús aquellos momentos de angustia y hechos partícipes de su pasión. Santiago y su hermano Juan son los hijos de Zebedeo, que piden a Jesús ocupar los primeros puestos en su reino, recurriendo a la intercesión de su propia madre.

Y Jesús les asegura que beberán el cáliz, el trago del martirio que los asemejará a Jesús, pero que esos puestos primeros los asigna el Padre y que el discipulado de Jesús consiste en el servicio y en dar la vida. Santiago fue el primero en derramar su sangre en la persecución de Herodes.

En la tradición de la Iglesia, el apóstol Santiago ha sido el predicador del Evangelio en las tierras de España. A orillas del Ebro recibió el consuelo de la visita de María Santísima, que vino en carne mortal a Zaragoza. Y su sepulcro apareció en Compostela, convirtiéndose en lugar de peregrinaciones desde la edad media hasta nuestros días.

Cuando los reyes cristianos fueron recuperando las tierras cristianas, que los musulmanes habían ocupado, y fueron cristianizando a sus gentes, atribuyeron a la intercesión del apóstol Santiago esa reconquista. Y cuando en siglos posteriores se ha afrontado la gran tarea evangelizadora de los pueblos de América, el apóstol Santiago ha estado presente en esa gran gesta histórica.

El apóstol Santiago forma parte de la identidad española desde sus orígenes evangelizadores hasta nuestros días, pasando por las épocas gloriosas de una reconquista fatigosa y la evangelización del nuevo mundo.

Hoy vivimos en otro contexto cultural, social y político, pero el Evangelio que nos trajeron los apóstoles sigue siendo el mismo. “Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre” (Hbr. 13, 8) y también hoy se nos invita a no avergonzarnos del Evangelio (cf. Rm 1, 16). También hoy necesitamos el vigor del apóstol Santiago para evangelizar nuestra cultura, nuestra sociedad, nuestra vida. En un Estado aconfesional, que muchos confunden con un estado laico, e incluso laicista, la confesión de la fe está protegida y promovida, según el libre ejercicio de los ciudadanos.

 ¿Por qué para honrar a las víctimas del covid-19 tenemos que silenciar a Dios? Cuando la casi totalidad de los muertos son creyentes, y la inmensa mayoría de los asistentes también lo son. ¿Es zona neutral la asepsia de todo sentimiento religioso para vivir la convivencia de todos los ciudadanos, creyentes y no creyentes? ¿Por qué el respeto a los demás no creyentes debe expresarse en actitudes no confesionales, mientras que actitudes contrarias a la religión y ofensivas a los sentimientos religiosos deben ser aceptadas en la convivencia como expresión de libertad de expresión?

La fiesta del apóstol Santiago, patrono de España, es una llamada al seguimiento de Cristo en todas las situaciones: en el gozo, en el dolor, en el servicio y hasta en el martirio. El patrono de España no nos incita hoy a una lucha sin cuartel entre moros y cristianos, pero nos recuerda las palabras de Jesús: “el que se avergüence ante los hombres de mí, también yo me avergonzaré de él ante mi Padre” (Mc 8,38).

Que el apóstol Santiago nos dé lucidez para saber estar como creyentes en una sociedad que prescinde de Dios y que impone su ley de la ausencia de Dios como el mejor de los consensos. España, Europa y todo el mundo occidental tienen profundas raíces cristianas y de tales raíces se han producido excelentes frutos en la historia. Olvidar o prescindir de lo que somos sería la peor de las represiones, la peor de las catástrofes. Recibid mi afecto y mi bendición.

 

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15 DE AGOSTO: SOLEMNIDAD: LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA

 

        PRIMERA LECTURA: Ap 11, 19a; 12, 1-6, 10


        Esta lectura del Apocalipsis ha sido interpretada  tradicionalmente por la Iglesia en clave María como Madre de Cristo y de la Iglesia, como madre de todos lo creyentes.     La fiesta de la Asunción pone ante nuestros ojos el  cielo. Al reflejarse sobre nuestro mundo, lleva a pensar en la marcha temporal del destino de la Iglesia. En efecto, por un lado la Virgen Madre de Dios dio a Jesús al mundo, vivió con perfección la voluntad de Dios respecto a ella y participa de la gloria de Cristo; por otro lado, la Iglesia, de la que María es imagen, vive un presente que le hace dar a Jesús a la humanidad y tender hacia la realización más perfecta posible del designio de Dios, esperando el momento de participar en la gloria de su Señor.

        En niveles muy distintos, María y la Iglesia tienen una función maternal. María es Madre del Hijo de Dios con una relación única de madre a hijo. La Iglesia no es madre de esta forma, pero lo es en el sentido de que hace nacer por el nuevo nacimiento proporcionado en el bautismo, por la predicación que despierta la fe y por los sacramentos, que comunican la vida misma de Cristo. Nosotros somos beneficiarios de esta función maternal de la Iglesia: “Apareció en el cielo una señal grande, una mujer envuelta en el sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre la cabeza una corona de doce estrellas y estando encinta, gritaba con los dolores de parto y las ansias de da a luz”.

 

SEGUNDA LECTURA: 1 Cr 15, 2O-27a

 

        La fiesta de la Asunción significa que María no permaneció en poder de la muerte. La Virgen murió como su Hijo, pero al terminar su vida corporal pasajera, no ha tenido que esperar como nosotros hasta el final de los tiempos para participar en la resurrección de su Hijo Jesús.

        San Pablo nos habla en esta carta de la resurrección de los cristianos. Alude al problema del poder divino que, habiendo empezado por Cristo, resucitará a todos los hombres. Digamos que María es beneficiaria de la resurrección en primerísima fila, a causa de su maternidad divina y de su plenitud de gracia. Con todo su ser y a todo lo largo de su existencia, participó de modo incomparable en la existencia de Jesús. Por este motivo participa del estado actual de Jesús resucitado.

        La Iglesia nos invita a festejar la alegría de María resucitada y glorificada; nos invita también a reavivar nuestra fe y nuestra esperanza en nuestra propia resurrección. Lo que para María es un hecho consumado, para nosotros constituye un objeto de esperanza: “Cristo ha resucitado entre los muertos como primicias de todos los que duermen…la resurrección de los muertos. Pero cada uno según su rango”.

 

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 1, 39-56

 

        QUERIDOS HERMANOS/AS: Celebramos hoy, llenos de alegría y esperanza, la Asunción de la Virgen al cielo. Nosotros, los cristianos, creemos y esperamos el cielo y vamos caminando hacia el encuentro definitivo con Dios en el cielo para el cual hemos sido creados y existimos y para lo cual vino Jesucristo, el Hijo de Dios a la tierra, para abrirnos a todos la misma gloria de Dios mediante su muerte y resurreción.

Y algunas personas, las contemplativas, las religiosas de nuestros conventos de clausura se llaman así, porque se cierran a este mundo para abrirse y vivir ya para la eternidad, para el cielo, para rezar y pedir el cielo para ellas y para el mundo. 

Hoy es un día para hablar por lo tanto del cielo, para pensar en el cielo, para desear y pedir el cielo con Dios y la Virgen para todos. Pensamos y deseamos poco el cielo. Es una verdad esencial de nuestra fe muy olvidada en los tiempos actuales de guassad y demás medios, incluso poco creida y cultivada por nosotros, los mismos creyentes en Dios y en Cristo resucitado que vino y se encarnó y murió y resucitó unicamente para esto, para llevarnos a la eternidad del cielo, de la vida eterna.

Por eso, vamos a celebrar esta fiesta de la Asunción de la Virgen pensando y rezando por los nuestros que ya han partido y para que ella, nuestra Virgen del cielo, de la Asunción, como se han querido llamar muchas de nuestras hermanas, nos ayude a vivir y pensar más en el cielo, a creer más en el cielo.

Ella deseó tanto estar ya con su hijo resucitado en el cielo que fue asumida totalmente por Èl, por estar llena de su amor y presencia, como muchos  santos lo han desead y han pedido al Señor morir a este mundo para vivir ya junto a Él por toda la eternidad, sobre todo por sentirlo en ratos de oración ante el Sagrario: “Vivo sin vivir.. sácame de aquesta vida, mi Dios, y dame la muerte, mira… y como todos nosotros lo desearíamos, si tuviéramos una oracion un poco elevada, mística contemplativa, como yo he conocido a algunas feligresas y feligreses de mi parroquia de San Pedro. Esto es lo que tenemos que pedir hoy para todos nosotros y para todos los nuestros que han muerto o morirán: morir en gracia de Dios.

        1.- En este día de la Asunción de la Virgen al cielo, meditemos primeramente en el hecho: Asunción es acción de asumir; asunción quiere decir que la Virgen fue asumida al cielo tanto por el amor de su hijo a ella como del suyo a su hijo del cual no podía vivir separada. Y como su hijo era Dios, quiso y pudo, pues lo hizo y se llevó a su madre al cielo.

        Para ser asumida, la Virgen tuvo que morir primero, porque era humana, como murió su hijo; muere el hijo en su naturaleza humana, y tiene que morir la madre para seguir sus mismos pasos.        2º) La Virgen murió y resucitó y subió al cielo, pero no por su propio poder y virtud como su Hijo, que era Dios, sino por el poder y el amor de Él, que no quería, como hijo, estar separado de su madre; así que María fue asunta y elevada al cielo por el poder y el amor de su hijo-Hijo de Dios.    Y María fue asunta al cielo:

        1º, como he dicho, por ser la Madre de Dios que todo lo puede y como su Hijo la quería como madre junto a sí, se la llevó consigo al cielo que Él habia conseguido con su muerte y resurrección para todos: pudo y quiso, quiso llevársela al cielo como hijo, pudo hacerlo como Dios, pues lo hizo y fue asunta Maríaen cuepo y alma a los cielos, como nos dice el prefacio de la misa de este día:Porque hoy ha sido llevada al cielo la Virgen Madre de Dios, figura y primicia de la Iglesia,(es decir, de todos nosotros)garantía de consuelo y esperanza para tu pueblo, todavía peregrino en la tierra.

Con razón no permitiste, Señor, que conociera la corrupción del sepulcro aquella que, de un modo inefable, dio vida en su seno y carne de su carne al autor de toda vida, Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor.¡Qué maravilla, Virgen guapa,madre del alma, cuánto te queremos¡

En segundo lugar María fue asunta en cuerpo y alma al cielo por estar llena de la gracia divina desde el primer instante de su ser. Y la gracia es la semilla del cielo, la semilla de Dios en nosotros. Por eso, a más gracia, más cielo. Y como estaba llena desde el principio, “llena de gracia, el Señor está contigo”, la dijo el Arcangel Gabriel, María fué asunta en cuerpo y alma al cielo. Si el cielo es Dios, ella estaba llena de amor a su Hijo, que es Dios y se fue con Él al cielo.

        También fue asumida en cuerpo y alma al cielo por ser corredentora con su hijo. Pisó las huellas dolorosas del hijo en la cruz, convenía por tanto que pisara también las huellas gloriosas de su triundo en el cielo. Fue la primera totalmente redimida por su hijo y la primera en conseguir el fruto pleno de su salvación.        Finalmente subió al cielo porque su corazón estaba más con su hijo en el cielo que en la tierra, sobre todo desde Pentecostés. Queridos hermanos, si algunas personas, llegando a las alturas de la oración unitiva y contemplativa, desean morir para estar con Dios, yo he conocido algunas en mi vida pastoral, pues la Virgen mucho más: vivo sin vivir en mí…  morir de amor en el alma por no morir en el cuerpo:Sácame de aquesta vida,mi Dios,y dame la…     Por lo tanto, hermanos, felicitémos hoy a la Virgen que sube al cielo y desde allí nos mira ahora y escucha nuestra oración. María, Virgen bella asunta al cielo, te felicitamos,

        a).- Por ser la primera criatura totalmente redimida, criatura que ha llegado hasta la plenitud de lo que nos espera a todos: la primera redimida en totalidad. Nos enseñas así el camino y la meta de nuestra vida, de la vida cristiana, que vosotras, queridas religiosas, habéis escogido ya, renunciando al mundo y a la carne.

Felicitémosla, felicitémosnos, porque ella, María, nos abre y enseña a todos sus hijos el camino del cielo. Para esto se encarnó en su seno su Hijo, nuestro Señor Jesucristo y para esto murió y resucitó, para llevarnos a todos al cielo, como están todos los salvados por su muerte y resurrección, los nuestros.

Y fue asunta en cuerpo y alma al cielo,       por ser “porta coeli”, puerta del cielo por los méritos de su hijo. Hermanos, ¡Qué gran madre tenemos, qué plenitud de gracia, hermosura y amor, es un cielo, es nuestro cielo con Dios!

En el cielo sigue siendo nuestra madre y no cesa de interceder por todos nosotros sus hijos de la tierra ante el hijo amado que nos amó para eso con amor extremo hasta dar la vida y resucitar para que todos la tuviéramos eterna. María asunta al cielo se convierte por eso, para todos nosotros los desterrados hijos de Eva, en nuestra meta y gracia para conseguirlo: hoy hay que pensar en el cielo, pensar y vivir para el cielo, en pecado no se puede celebrar esta fiesta, hay que confesar nuestros pecados y comulgar plenamente con el hijo Eucaristía, pan de vida eterna.

Por eso, Maria asunta al cielo se convierte en este día, en nuestra esperanza, en vida y esperanza nuestra, Dios te salve, María. Ella es ya la Madre del cielo y de la tierra para todos sus hijos, es cita de eternidad para todos nosotros los desterrados hijos de Eva, Ella “Es la mujer vestida de sol, coronada de estrellas”  del Apocalipsis. Y en el cielo María se ha convertido en intercesora de todo el pueblo santo de Dios; es divina y es omnipotente suplicando e intercediendo por todos sus hijos, los hombres. Un hijo puede olvidarse de su madre, pero una madre no se olvida jamás de sus hijos; y ella es nuestra madre y está en el cielo y esto nos inspira seguridad, certezas, consuelo, esperanza, fortaleza hasta el triunfo final.

        Celebremos así esta fiesta con estos sentimientos de amor y gratitud.Felicitémosla y démosla un beso de amor de hijos. Recemos, contemplemos, bendigamos, digámosla cosas bellas porque se lo merece, por las maravillas que Dios ha obrad en Ella y por ella y para nosotros. María es un cielo, amar a María es un cielo anticipado en la tierra. Y que conste que lo digo no por decirlo, sino por experiencia personal y de otras personaa en mi vida parroquial.

Espero que vosotras, queridas hermanas carmelitas y dominicas, por la vida de gracia y oración un poco elevada, unitiva y transformativa lleguéis a ese cielo en la tierra, como vuestros fundadores. Los conventos de clausura don un cielo anticipado porque están vacíos del mundo y sus cosas y llenos solo de Dios por la oración permanente de unión con Dios y por la celebración del misterio eucaristico. Asi sea y así lo pido al Señor en esta fiesta y misa de la Asunción de la Virgen al cielo.

        Al cielo vais, Señora, y allá os reciben con alegre canto, o quien pudiera ahora, asirse a vuestro manto para escalar con Vos el monte santo; Santa María, tu asunción nos valga, llévanos un día a donde hoy tu llegas, pero llévanos tú, Señora de buen aire, reina de las cosas      y estrella de los mares.

 

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ASUNCIÓN DE LA VIRGEN AL CIELO:

 

QUERIDOS HERMANOS: Celebramos hoy, llenos de alegría y esperanza, la Asunción de la Virgen al cielo. Hoy es un día para hablar del cielo, para pensar en el cielo, para desear y pedir el cielo con Dios y la Virgen para todos. Pensamos y deseamos poco el cielo. Tener que pasar por la muerte, nos quita la virtud de la esperanza del cielo.

Queridos hermanos, que esta fiesta de la Asunción de la Virgen nos ayude a todos, a vivir más pensando en el cielo. Ella deseó tanto estar en el cielo con su hijo que fue asumida totalmente por este amor, como muchos santos que llegan en la tierra a la unión mística por la oración espiritual: san Juan de la cruz: sácame de aquesta vida, mi Dios y dame la muerte, no me tengas impedida…, como todos nosotros, si morimos en gracia de Dios. Esto es lo que tenemos que pedir hoy para todos.

 

        1.- María fue asunta en cuerpo y alma al cielo:

       

1).- Por ser Madre de Dios. Porque su Hijo lo quiso y como pudo por su amor y poder infinitos, lo hizo. Así rezaremos en el Prefacio. Pudo y quiso pues lo hizo, y es consecuencia final ser asunta en cuerpo y alma al cielo nuestra madre virginal.

       

2).- Y por estar llena de la gracia y vida divina desde el primer instante de su existencia. Y la gracia es la semilla del cielo. A más gracia, más cielo. Si el cielo es Dios, ella estaba llena de amor de su Hijo, que es Dios y no quería vivir sin ella, algo le faltaba en el cielo, así que la elevó hasta Él en el cielo.

       

3).- Por corredentora. Por haber estado siempre unida a su Hijo hasta su muerte y resurrección que nos abrió a todos las puertas del cielo. Y como pisó las huellas dolorosas del hijo, convenía, era exigencia de amor que pisara tambien con ella las huellas gloriosas del cielo. Fue la primera redimida que recibió todos los frutos de la redención, como los recibiremos si morimos en gracia de Dios. Hermanos, los últimos sacrementos que esta tan olvidados en estos tiempos de ateismo, donde lo eterno no aparece en prensa ni televisión. Y sin embargo es lo definitivo, aquel que se salva, sabe y el que no, no sabe nada.

 

4).- Finalmene fue asumida, asunta en cuerpo y alma al cielo por su santidad de vida, por los deseos ardientes de estar junto a su Hijo en el cielo. Con más razón que santa Teresa y s. Juan de la Cruz y todos los místicos, Ella podía decir mejor que a nadie estos versos de las almas enamoradas: « vivo sin mi vivir y de tal manero espero, que muero porrque no muero…Esta vida que yo vivo, es privación de vivir, y así es continuo morir, hasta que viva contigo; oye mi Dios lo que digo, que esta vida no la quiero, que muero porque no muero»

 

SENTIMIENTOS:  Felicitémosla:

 

        a).- Por la plenitud de su gloria y gozo en el Señor. ¡Qué gran madre tenemos, qué plenitud de gracia, hermosura y amor y cielo! En el cielo sigue siendo nuestra madre y no cesa de interceder por todos nosotros sus hijos de la tierra. Ella ha conseguido ya la plenitud que buscamos. Como madre nos ayudará a conseguirlo. Es día de rezarla, rezar la salve, el rosario, subir al Puerto, mirarla, hacer alguna cosa por ella.

 

        b). Felicitémosla también porque cumplió totalmente  la voluntad de Dios. Criatura totalmente redimida, que ha llegado hasta la plenitud de lo que nos espera a todos: es la primera redimida en totalidad. Ella hoy en su Asunción nos enseña el camino y la meta de la vida cristiana. Qué seguridad y certeza de conseguirlo con ella: “y después de este destierro, muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre… la rezamos en la salve”.

 

        c) María asunta en cuerpo y alma al cielo se convierte por eso para todos nosotros los desterrados hijos de Eva en nuestra meta y camino para conseguirlo: hoy es un día para pensar en el cielo, pensar y vivir para el cielo, en pecado no se puede celebrar esta fiesta, en estos días hay que confesar nuestros pecados y comulgar plenamente con el Hijo.

        Y así la Virgen en este misterio de su Asunción al cielo se convierte en nuestra esperanza, en vida y esperanza nuestra, Dios te salve, María. Ella es ya la Madre del cielo, es eternidad feliz con Dios. Es cita de eternidad para todos sus hijos. “Es la mujer vestida de sol, coronada de estrellas”, de que nos habla el Apocalipsis.  En ella la resurrección total ha empezado a extenderse a toda la humanidad.

 

        d) Por eso, en el cielo María se ha convertido en intercesora nuestra, intercesora del cielo de todo el pueblo santo de Dios; es omnipotente suplicando e intercediendo por sus hijos de la tierra.No olvidéis nunca de rezar a la Virgen todos los días, el rosario, por lo menos las tres avemarias de la noche al acostarnos… y terminar: oh señora mía, oh madre mia, guárdeme como cosa y posesion tuya, porque un hijo puede olvidarse de su madre, pero una madre no se olvida jamás de sus hijos; y ella es nuestra madre del cielo y esto nos inspira seguridad, certezas, consuelo, esperanza, fortaleza hasta el triunfo final.

Como ha sido elevada al cielo, para hablar con ella hay que mirar hacia arriba, hay que elevar la mirada sobre todas las cosas terrenas y esto nos inspira fe, amor y esperanza de vida eterna. Celebremos así esta fiesta, con estos sentimientos y actitudes y certeza. Démosla un beso de amor de hijos. Recemos. Contemplemos, digámosla cosas bellas porque se lo merece, porque es un cielo por las maravillas que Dios obró en ella.

 

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ASUNCIÓN DE MARÍA. QUERIDOS HERMANOS: Celebramos hoy, llenos de alegría y esperanza, la Asunción de la Virgen al cielo. Nosotros somos cristianos y esperamos el cielo. La vida cristiana es el camino más seguro del cielo, del encuentro definitivo con Dios para el cual hemos sido creados y existimos.

Hoy, festividad de la Asunción de María, nuestra madre, al cielo, es un día para hablar del cielo, para pensar en el cielo, para pedir el cielo con Dios y la Virgen para todos y sin miedo, porque por miedo pensamos y deseamos poco el cielo.

Ella, la Virgen, deseó tanto estar con su Hijo en el cielo que fue consumida ardientemente por este deseo, fue asumida totalmente por este amor, como los místicos, como todos nosotros, si morimos en gracia de Dios, con fe, amor y esperanza cristiana. Esto es lo que tenemos que pedir hoy para todos.

1.- En este día de la Asunción de la Virgen, meditemos primeramente en el hecho:

a) Asunción es la acción de asumir, de llevarse algo en los brazos; asunción quiere decir que la Virgen fue asumida con amor total por su hijo, Hijo del Padre; por eso, en la Asunción, María es asumida por el Padre en el Hijo con Amor de Espíritu Santo. Fue asumida por la Trinidad totalmente, en cuerpo y alma al cielo, a la Presencia de gozo y amor de la Sta. Trinidad.

         b) para ser asunta, primero tuvo que morir; muere el hijo en la cruz en su naturaleza humana, y tiene que morir la madre en su humanidad para seguir sus mismos pasos.

        c) María murió y resucitada por el Hijo  subió al cielo; el cielo no es un lugar, es la posesión en gozo de la Santísima  Trinidad en su mismo gozo de Amor de Espíritu Santo.

 

2.- Por qué fue asumida y elevada María en cuerpo y alma al cielo:

        1).- Por ser Madre de Dios y porque su Hijo quiso y pudo hacerlo porque Él como Dios lo puede todo. Así lo rezaremos en el Prefacio de esta misa.

        2).- Porque estaba llena de gracia, esto es, llena de la Santísima Trinidad desde el primer instante de su ser. Así lo expresó el ángel cuando la anunció que había sido elegida para ser Madre del Hijo de Dios. Si el cielo es Dios, ella estaba llena de su Hijo, que es Dios y se fue con Él al cielo. Fue la primera de los  redimidos en conseguir lo que nos espera a todos los cristianos que mueran en gracia de Dios.

        d).- Y subió directamente al cielo, porque si algunos santos desean morir para estar con Dios, la Virgen mucho más. Se le pueden aplicar a la Virgen mejor que a nadie estos versos de las almas místicas, enamoradas de Dios: «Esta vida que yo vivo, es privación de vivir, y así es continuo morir, hasta que viva contigo; oye mi Dios lo que digo, que esta vida no la quiero, que muero porque no muero»

 

        3.-  Por lo tanto, hermanos, felicitemos con todo nuestro amor y cariño a nuestra madre del cielo:

        a).- Por ser la primera criatura entre todos los humanos en subir en cuerpo y alma al cielo, donde esperamos ir todos nosotros en el día de nuestra muerte para este mundo. Es la primera redimida totalmente entre todos los humanos, la primera  que ha llegado hasta la plenitud de lo conseguido por su Hijo en su muerte y resurrección y que nos espera a todos: es la primera. Ella nos enseña el camino y la meta de la vida cristiana, que un día poseeremos nosotros. Felicitémosla porque cumplió totalmente  la voluntad de Dios.

        b).- Felicitémosla también por haber sido madre del Hijo de Dios, que nos ha llevado  a todos al cielo, con su muerte y resurrección. Cristo, el Cristo muerto y resucitado y ascendiendo al cielo es nuestra certeza y garantía.

Qué seguridad y certeza nos da de conseguirlo, por ser nuestra madre del cielo ¡Qué gran madre tenemos, qué plenitud de gracia, hermosura y amor y de cielo, María es un cielo, es con Dios nuestro cielo en eternidad, no olvidad lo que os digo tantas veces: somos eternos, nuestra vida es más que esta vida!

Ella, desde el cielo, no cesa de ser nuestra madre e  interceder por todos nosotros sus hijos de la tierra. Ella ha conseguido ya la plenitud de lo queremos nosotros, sus hijos. Y como madre nos ayudará a conseguirlo. Es día de rezar el rosario, subir al Puerto, de mirarla, de rezarla.

        c) Ella es  meta y camino de esta vida y del cielo: hoy hay que pensar en el cielo, pensar y vivir para el cielo, en pecado no se puede celebrar esta fiesta, hay que confesar nuestros pecados y comulgar plenamente con el Hijo, pero confesando nuestros fallos y pecados, que hace mucho tiempo que no lo hacemos. Es cita de eternidad para todos sus hijos y con los que están ya en el cielo. En ella la resurrección total ha empezado a extenderse a toda la humanidad.

        d) María, en el cielo se ha convertido en intercesora de todo el pueblo santo de Dios; es divina, porque todo lo puede  suplicando e intercediendo por sus hijos. Un hijo puede olvidarse de su madre, pero una madre no se olvida jamás de sus hijos; y ella es nuestra madre y esto nos inspira seguridad, certezas, consuelo, esperanza, fortaleza hasta el triunfo final. Como ha sido elevada al cielo, para hablar con ella hoy hay que mirar hacia arriba, hay que rezarla en familia, venir a misa los domingos, y algún día, invocarla, darle gracias, pedirla aumento de  fe y amor a Dios y a sus hijos, los hombres, especialmente por esposos, hijos, nietos, por todos los hombres. Todos los días rezamos por la tarde el rosario, venid algún día a la semana. Que no se quede solo todo en este día. Venid a visitarla, para que “después de este destierro….”. No solo a nosotros, sino a nuestros hijos y hermanos, todos los hombres.  

 

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ASUNCIÓN:

 

QUERIDOS HERMANOS: Celebramos hoy, llenos de alegría y esperanza, la Asunción de la Virgen al cielo. Hoy es un día para hablar del cielo, para pensar en el cielo, para desear y pedir el cielo con Dios y la Virgen para todos. Nosotros hemos sido creados por Dios para el cielo y por él y para él vivimos y existimos. La verdad  es que hoy día hablamos poco del cielo, incluso en nuestras predicaciones, y pensamos y deseamos poco el cielo, hablo en general.

Queridos hermanos: Pidamos y ofrezcamos la santa misa para que esta fiesta de la Asunción de la Virgen nos ayude a todos, creyentes y no creyentes, a creer en el cielo, a esperar y vivir más para el cielo.

La Virgen Madre, después de la muerte y Ascensión de su hijo Jesús al cielo deseó tanto estar con Él que en este día fue asumida totalmente por Él; por eso se llama Asunción al cielo, no Ascensión, como la de su Hijo, y subió junto a Él, como todos nosotros sus hijos esperamos subir un día para verla y esta con nuestro Dios Amor y Felicidad eterna,  si morimos en gracia y fe y amor de Dios como ella.

Esto es lo que tenemos que pedir hoy para todos los hombres, creados por el amor de Dios para compartir una eternidad de gozo con Él y salvados todos en Cristo, aunque la verdad es que este mundo se está quedando triste, sin fe en Dios y esperanza de cielo, sin amor del Dios que nos soñó para ser eternamente felices con El en la eternidad.

Y este mundo nuestro, hablo en general, al perder la fe y la esperanza en la otra vida, en la vida eterna que nos espera, está más triste, dirigido y gobernado en muchos casos por gente atea, muchos de ellos llenos de corrupción y vicios de toda clase, que nos manchan a todos y a muchos hermanos les está  quitando la fe y la esperanza cristiana en Dios, porque Dios es negado y perseguido y no reaccionamos como debiéramos, y cómo se nota, qué diferencia de vida y familia y convivencia actual entre vecinos y demás a la de hace 30, 40, o 50 años y hasta 70 años que muchos de nosotros hemos conocido.

En aquellos años, hasta el cielo  estaba en la tierra con esposos que se amaban hasta la muerte, con hijos que adoraban y gozaban con sus padres, con ancianos cuidados en casa, con amigos y vecinos, entonces había vecinos y amigos, que se ayudaban y amaban profundamente. Ahora, también algunos, pero muy pocos y muy poquito. Por experiencia

 

        1.- En este día de la Asunción de la Virgen, meditemos primeramente en el hecho: a) Asunción es la acción de asumir, llevarse algo en brazos; asunción quiere decir que la Virgen fue asumida por el  hijo, que era el Hijo Amado del Padre; por eso, en la Asunción, María es asumida por el Padre en el Hijo con Amor de Espíritu Santo. Fue asumida por la Trinidad totalmente, en cuerpo y alma; no Ascensión, como el Hijo, en virtud de su propio poder divino.

 

        b) para ser asunta, elevada, tuvo que morir primero como el Hijo. murió el hijo en su naturaleza humana, no en la divina, en la que se resucitó a sí mismo y subió a cielo por su propio poder y virtud. Y murió también la madre para seguir sus pasos. Porque estaba bien que muriera el hijo por amor y la madre no muriera, también por amor. 

 

        c) murió, y sin corrupción de su cuerpo, fue resucitada y ascendida por el Hijo hasta la presencia de la Trinidad en el cielo, donde nos espera a todos sus hijos. Amad a la Virgen, rezad a la Virgen, recemos para que nadie muera sin fe, sin sacramentos.

 

Queridos hermanos: María fue asunta en cuerpo y alma al cielo:

 

 1) Por ser Madre de Dios. Así lo rezaremos en el Prefacio.

 

        2).- Por Inmaculada: por estar llena de gracia desde el primer instante de su existencia. Y la gracia es la semilla del cielo. A más gracia, más cielo. Si el cielo es Dios, ella estaba llena de su Hijo, que es Dios y se fue con Él al cielo.

 

        3).- Por corredentora. Por haber estado siempre junto a su hijo, en el dolor del Calvario y en el gozo del cielo. Fue la primera redimida totalmente por los méritos de su hijo, desde que nace Inmaculada, sin pecado de ninguna clase, hasta que muere asumida en cuerpo y alma por Él hasta el cielo.

 

        4). Y finalmente, por santa. Santidad es unión con Dios. Si algunos santos desean morir para estar ya unidos a Dios en la tierra,la Virgen mucho más. Con santa Teres podía decirle: Vivo sin vivir en mí, y de tal… «Esta vida que yo vivo, es privación de vivir, y así es continuo morir, hasta que viva contigo; oye mi Dios lo que digo, que esta vida..

       

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QUERIDOS HERMANOS.  Felicitemos a María: a) Por ser la criatura primera totalmente redimida, nuestra madre de tierra y cielo. Ella nos señala el camino y la meta de nuestra vida cristiana.

b).- Por haber sido madre del Hijo de Dios, que nos lleva a todos al cielo. Felicitémosla porque cumplió totalmente  la voluntad de Dios.

        Qué seguridad y certeza de conseguirlo nos da a todos nosotros sus hijos.¡ Qué gran madre tenemos, qué plenitud de gracia, hermosura y amor. En el cielo sigue siendo nuestra madre y no cesa de interceder por todos nosotros sus hijos de la tierra. Es día mirarla y venerarla en  sus imágenes, de rezar los misterios gloriosos del rosario, de subir al Puerto, de hacerla  algún obsequio.

        c) Por ser meta y camino: María asunta al cielo se convierte  para todos nosotros los desterrados hijos de Eva en nuestra meta y gracia para conseguirlo: hoy hay que pensar en el cielo, en pecado no se puede celebrar esta fiesta, son días de confesarnos y comulgar plenamente limpios a su Hijo.

        d) Por Intercesora. En el cielo María se ha convertido en intercesora de todo el pueblo santo de Dios; un hijo puede olvidarse de su madre, pero una madre no se olvida jamás de sus hijos; y ella es nuestra madre y esto nos inspira seguridad, certezas, consuelo, esperanza, fortaleza hasta el triunfo final.     Celebremos así esta fiesta, que es nuestra, porque ella es nuestra madre, nuestros cielo; celebrémosla con estos sentimientos y actitudes y certezas. Démosla un beso de amor de hijos. Recemos. Contemplemos. Bendigámosla, digámosla cosas bellas porque se lo merece. Madre bella y bendita, que todos tus hijos nos juntemos un día contigo y con tu Hijo, con el Padre  que nos creó y el Espíritu Santo que nos santificó. Amén. Así sea.

 

 

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QUERIDOS HERMANOS: Celebramos hoy el misterio de la Asunción de la Virgen Maria en cuerpo y alma a los cielo. Esta verdad fue definida como dogma por Pío XII en el año 1950, pero lo cierto es que no hacía falta esta definición ya que todo el pueblo cristiano lo había creído y celebrado desde siempre; por eso, a muchas personas,  sobre todo al pueblo sencillo, más que admiración le  causó extrañeza, porque él siempre había contado  entre sus verdades de fe con este privilegio de Maria.

 

        1.- Y es que necesariamente tenía que se así. María,  necesariamente,  por las leyes eternas de amor, la Madre de tal Hijo tenía que subir en cuerpo y alma a los cielos, sin corromperse en la tierra. La Virgen añoraba  estar con su Hijo y soportaba sólo la separación por confirmar en la fe y apostolado a los Apóstoles y a la Iglesia naciente.

        A nuestra Madre Inmaculada no le podía caber en su limitado cuerpo, aunque totalmente adaptado y sutil a su almas, la plenitud casi infinita de Madre de Dios y de los hombres. Su carne inmaculada no pudo contener más el torrente de estos dos amores, y habiendo ella reunido en su espíritu, con vivo y continuo amor, todos los misterios más adorables de su vida llevada con Jesús y recibiendo siempre perpendicularmente las más abrasadas inspiraciones que su Hijo, Rey del cielo y Esplendor de la gloria del Padre, lanzaba de continuo sobre ella, fue abrasada, consumida por completo por el fuego sagrado del Amor, fuego de Espíritu Santo de su Hijo, de manera que murió y su alma así extasiada y enajenada pasó a los brazos dulcísimos de su Hijo como el gran río se penetra en el océano, o la mínima sacudida desprende del árbol el fruto ya maduro; como la luz dulce y serena de una estrella, que al llegar el sol de la mañana, se esconde en el azul del cielo.

 

        2.- Porque la Virgen murió, sí, hermanos, pero murió de amor, murió abrasada de nostalgia del Hijo. Se puede morir con amor como nosotros, como mueren todos los justos, si morimos con la gracia de Dios en el alma. Se puede morir por amor, como los mártires, que prefieren morir y derramar su sangre, antes que ofender a Dios; pero morir de amor, morir abrasado por el fuego sagrado del amor a Dios, por la llama de amor viva del Espíritu Santo,  morir de Espíritu Santo del Dios Amor, que la introdujo ya en la tierra en el Círculo Trinitario, eso sólo en María.

        Por eso, a ella, con mayor razón que a ninguna criatura, se le pueden aplicar aquellos versos de S. Juan de la Cruz: «Descubre tu presencia y tu figura, mira que la dolencia de amor no se cura sino con la presencia y la figura». Son las nostalgias de la persona que ama y que quiere fundirse en una sola realidad en llamas con la persona amada. «Por qué, pues has llagado aqueste corazón, no le sanaste, y pues me lo has robado, por qué así lo dejaste y no tomas el robo que robaste?.  Jesús había robado totalmente el corazón a su madre, debía ser un ladrón  honrado, debía llevarse a los cielos lo que había robado.

       

        3.- Queridos hermanos: es que este hijo es el Hijo más infinito que existe, es el mismo Hijo Amado del Padre. Por eso, Madre, son lógicas tus ansias de estar con Él para siempre y pudiendo, como en la Hidalga del Valle: “pudo y quiso, pues lo hizo, y es consecuencia cabal ser concebida María, -- aquí seria ser asunta Maria-, sin pecado original”.

        Por eso, Madre, en tus labios se pueden poner con mayor razón que en los de Teresa de Jesús: «Vivo sin vivir en mí, y de tal manera espero, que muero porque no muero. Sácame de aquesta vida, mi Dios, y dame la muerte, no me tengas impedida en este lazo tan fuerte, mira que peno por verte y mi mal es tan entero, que muero porque no muero».

        Sí, queridos hermanos, desde la Ascensión de su Hijo al cielo la Virgen ha vivido más en el cielo con su Hijo que en la tierra. Le suponía a Dios más trabajo mantenerla viva aquí abajo en la tierra, que llevársela consigo al cielo. Son las ansias, las impaciencias del alma ya purificada, de que habla S. Juan de la Cruz, que son colmadas por el amor de Dios o se mueren.

        El que abrasa a los serafines y los hace llama ardiente, como dice la Escritura, ¿no será capaz de abrasar de amor a su madre con un rayo de Espíritu Santo salido del mismo seno de la Santísima Trinidad? Así que la Virgen murió, pero murió abrasada de amor y su cuerpo permaneció incorrupto hasta que el Señor se la llevó consigo al cielo.

 

        4.- La Asunción de la Virgen fue precedida de diversos hechos. Primeramente, su muerte. Muerte física y real como la nuestra. Murió la Virgen corredentora, porque su Hijo el Redentor también había muerto. No fue precedida de sufrimientos o agonía. Fue una muerte gozosa, tranquila, como un sueño de amor. Antiguamente se celebraba esta fiesta en la Iglesia con el nombre de la «Dormición o Tránsito» de la Virgen. Luego su cuerpo permaneció incorrupto en el sepulcro hasta que su Hijo se la llevó al cielo. Por eso, no tenemos reliquias corporales de la Virgen ni de Cristo, a pesar de la devoción y admiración que todo el pueblo cristiano ha sentido siempre por ella. María ha sido la primera redimida que ha participado plenamente en la Salvación de su Hijo mediante la resurrección total. Es incono de nuestra resurrección.

 

        5.- No podía corromperse ni permanecer por mucho tiempo en el sepulcro, aunque fuera incorrupto, aquel cuerpo que había llevado al Hijo del Eterno Padre, que había sido templo vivo de Dios, habitada por Dios verdaderamente, por el Verbo del Padre.

        No convenía tampoco permanecer inactivo para la gloria de la Santísima Trinidad aquel cuerpo y alma que tanto la habían honrado y alabado; ella le daba más gloria y adoración que todos los ángeles y santos juntos. Así que cuando su Hijo quiso, se la llevó consigo y fue coronada reina del cielo y del universo. Desde allí puede ser más madre nuestra. Porque está más cerca del trono de la gracia y toda ella es pura mirada maternal hacia nosotros los desterrados hijos de Eva.   

 

        6.- Desde el cielo, María es pura intercesión por nosotros, sus hijos. Un hijo puede olvidarse de su madre, pero una madre no se olvida nunca de sus hijos. Por eso el pueblo cristiano siempre acudió espontáneamente a ella y sigue acudiendo a sus santuarios, que son centros de vida y espiritualidad cristiana. La Virgen es omnipotente suplicando. Y el oficio de intercesora no se le ha olvidado. Si ya lo ejerció en las bodas de Caná, sin que nadie se lo hubiera pedido, ni su mismo Hijo se percatara aparentemente del apuro de aquellos novios, porque quería que todos nosotros conociésemos el poder intercesor de su Madre a favor de sus hijos, los hombres. Por eso, Madre, siempre que tengo algún problema, mi oración es: «pero díselo, díselo a tu Hijo».

 

        7.- Desde el cielo ella nos enseña a elevarnos sobre las cosas y acontecimientos de la tierra: todo pasa, solo Dios basta. Nos habla hoy de la esperanza cristiana, que es dinámica, paciente, y nos indica el horizonte de la vida. Maria nos habla hoy del cielo: miremos al cielo, pensemos en el cielo, trabajemos para el cielo. El hombre es más que esta  tierra y este espacio. Somos eternos.

        Al cielo vais, Señora, y allá os reciben con alegre canto. Oh quien pudiese ahora asirse a vuestro manto, para escalar con Vos el monte santo. Santa María, tu Asunción nos valga; llévanos un día, a donde hoy tú llegas; pero llévanos tú, Señora del buen aire, Reina de las cosas y Estrella de los mares.

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HOMILÍA "LA NATIVIDAD DE MARÍA": 8 DE SEPTIEMBRE DE 2019

 

Queridas hermanas dominicas: Hoy celebramos una fiesta litúrgica muy querida en la Iglesia: el Nacimiento de la Virgen María. Hoy con nuestra presencia, oración y participación en la celebración eucarística honramos a Santísima Virgen, la Madre de Dios y madre nuestra, por medio de la cual todo el género humano ha sido iluminado con su gracia. La tristeza que nos trajo Eva, la madre de la primera Humanidad, se ha transformado en María en una inmensa alegría. Eva, por su mal comportamiento, escuchó esta la sentencia divina: “parirás con dolor”. A María, por el contrario, por su plenitud de amor a Dios el ángel del Señor le dijo: “Alégrate María, llena de gracia, El Señor está contigo”.

De esta manera explicaba el cardenal Schuster, gran teólogo alemán, el significado de esta fiesta de la Natividad de María: “Como la primera Eva fue formada por Dios de la costilla de Adán, toda radiante de vida y de inocencia, así María, espléndida e inmaculada, salió del corazón del Verbo eterno, el cual por obra del Espíritu Santo, quiso modelar aquel cuerpo y aquella alma que debían servirle un día de tabernáculo y altar”. El nacimiento de María, la Virgen y futura Madre de Dios, llenó de alegría a todo el mundo, pues de ella nacería Jesucristo, nuestro Señor, que borrando la maldición, llegada de Adán y Eva, nos traería a todos la salvación  y, triunfando de la muerte, nos daría vida eterna”.

Hoy, la Virgen María, como buena madre, nos congrega a nosotros, sacerdote y vida consagrada, en el día grande de su fiesta porque queremos honrar a María con nuestra presencia y, sobre todo, con nuestra oración y nuestra fe, con la escucha de la Palabra de Dios y la recepción del pan eucarístico.  Ella nos acoge a todos pues nos quiere con amor de madre, sin distinción alguna. Todos somos sus hijos queridos, sobre todo los que viven momentos difíciles en sus vidas.

Recordar la Fiesta de la Madre es siempre motivo de honda alegría para cualquier hijo. Nosotros, los cristianos, que recibimos de Jesús a su madre como madre nuestra, como herencia al pie de la Cruz, a través del evangelista San Juan, el discípulo amado (cf. Jn 19, 26-27), tenemos a la Virgen María como verdadera Madre que cuida de nosotros desde el cielo. Ella guía nuestras personas para que vivamos la vida como verdaderos hijos de Dios e hijos suyos por su hijo Jesucristo.

La Virgen María, además de madre, fue la mejor discípula de su hijo. Siempre se mantuvo unida a Él y a su misión; estuvo presente en los momentos más difíciles de su vida y sobre todo en el doloroso camino hacia la Cruz. Jesús sufrió intensamente ante el dolor de su madre y en un gesto de infinito amor, antes de morir en la Cruz y de encomendar su persona al Padre, nos la entregó como preciado don para que fuera  nuestra madre, guía y protectora de nuestro camino hasta el cielo, hasta Dios Padre de todos.

      Y María continuó su misión después de la muerte y resurrección de Jesús. Ella acompañó a los apóstoles en el Cenáculo el día de Pentecostés recibiendo en plenitud al Espíritu Santo, acompañó los primeros pasos de la Iglesia en su tarea evangelizadora, y nos sigue acompañando a través de la historia con sus apariciones y mensajes, para que abramos los ojos y el corazón a Jesucristo.

Dios, por amor, creó este mundo y dio la existencia a toda la humanidad, hombres y mujeres. Al apartarse éstos de Dios por su mal obrar, éste dispuso que su Hijo Jesucristo, el Hijo de Dios, se hiciese hombre y entregara su vida por nosotros.  Y este camino llegó para todos nosotros, con la colaboración de María como madre de Jesucristo, nuestro Dios, salvador y redentor.

María respondió positiva y generosamente a esta llamada y elección divina para que fuese la Madre del Hijo de Dios. Esta fue su respuesta: “Aquí está la sierva del Señor, hágase en mi según tu palabra”.Y Dios la llenó de su gracia y de su amor: “Alégrate María, llena de gracia, el Señor está contigo… darás a luz un hijo y le pondrás por nombre, Jesús”. Y María correspondió a este don tan particular, con una vida de fe confiada, con la máxima apertura de corazón y con una respuesta libre y generosa que implicó toda su existencia y que ahora continúa desde el cielo sobre todos los hombres, sus hijos de la tierra.

Gracias, Virgen María, madre de Jesús y madre nuestra, por poder experimentar tu ternura y cariño de madre. Gracias porque nos escuchas y ayudas en todos los momentos de nuestra vida, sobre todo difíciles y dolorosos. Gracias porque hemos sentido tu presencia de madre a lo largo de nuestras vidas, ayúdanos, madre,  a vivir como hijos de Dios e hijos tuyos. Que nos queramos y ayudemos  los unos a los otros como hermanos, como buenas hermanas dominicas, hijas de Dios e hijas tuyas en tu Convento de la Encarnación de tu Hijo. Sabemos que esta es la mayor alegría de una madre, ver que sus hijos e hijas se quieren, se ayudan y viven muy cerca de ti y por ti, de Dios y. Así sea, así lo pido para todos en esta santa misa.

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1 DE NOVIEMBRE: SOLEMNIDAD: TODOS LOS SANTOS

PRIMERA LECTURA: Ap 7, 2-4, 9-14

        El libro del Apocalipsis fue escrito hacia finales del siglo primero, en una época en que los cristianos habían sufrido ya persecuciones y podían temerlas aún mayores. Entre las preocupaciones del autor, una es la de mostrar el triunfo final de Cristo y de su Iglesia sobre las potencias adversas de este mundo. Desea fortalecer el valor de los cristianos descubriéndoles, a través de diferentes símbolos, el resultado de la historia humana. Llegará un tiempo en que, vencidos definitivamente el mal y sus consecuencias, la humanidad entera se reunirá en Cristo para una fiesta de adoración y de alabanza.

        Todo ser humano que no se haya apartado voluntariamente de Dios alcanzará, en esta fiesta, una plenitud de dicha. En la espera, los que tienen la fortuna de conocer a Cristo, son invitados a mantenerse firmes en su fe y a repetirse que merece la pena padecer por ella: “Después de esto miré y vi una muchedumbre grande, que nadie podía contar, de toda nación, tribu, pueblo y lengua, que estaban sentados delante del trono y del Cordero vestidos de túnicas blancas y con palmas en sus manos”.

SEGUNDA LECTURA: 1 Juan 3, 1-3

        El estilo de la primera carta de San Juan recuerda el lenguaje de un anciano que ha meditado mucho y que conserva, lleno de luminosa tortura, lo que considera lo más importante del mensaje cristiano, por lo que lo repite una y otra vez. San Juan expone a sus lectores al claro y cálido sol del amor del Padre: “Dios es amor… si no nos amamos Dios no permanece en nosotros”. “Desde ahora, somos hijos de Dios”. Lo somos en el tiempo. Lo que seremos con plenitud en el día eterno no es todavía visible, ni lo podemos sospechar.  La fe nos dice que Dios nos hace hijos suyos: “Ved qué amor nos ha tenido el Padre, que seamos llamados hijos de Dios y lo seamos…” y nuestro compromiso cristiano es vivir conforme: “Y todo el que tiene en Él esta esperanza, se purifica, como puro es Él”.

LECTURA  EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 12,1-12

 

QUERIDOS HERMANOS: Celebramos hoy la festividad de todos los santos, de esa “muchedumbre inmensa que nadie podía contar, como nos dice el libro del Apocalipsis, de toda lengua, raza y nación. Todos están marcados en la frente y con vestiduras blancas, lavadas en la sangre del Cordero”.

 

        1.- Los santos que celebra hoy la Iglesia no son sólo los reconocidos oficialmente por la canonización, sino también aquellos otros, muchos más numerosos que han sabido, con la ayuda de Dios, conservar y perfeccionar su vida de gracia que recibieron en el santo bautismo.

Santidad vivida en la vida ordinaria, en circunstancias ordinarias sin gestos extraordinarios: son nuestro padres, hermanos, amigos, bautizados en Cristo y alimentados con el pan de la vida eterna, de la eucaristía, porque el Señor nos lo dijo muy claramente: “el que coma de este pan vivirá eternamente”.

        Hay, sin embargo, una característica común en todos los elegidos: “Estos son los que vienen de la gran tribulación,” dice San Juan. Gran tribulación es la lucha sostenida por la defensa de la fe y de la gracia; son los sufrimientos y disgustos soportados por la difusión del evangelio, los trabajos del seguir al Señor en el camino de la santidad personal y diaria como esposos, padres o profesionales, como cristianos.

        Por eso, en el evangelio de hoy, Jesús mismo expone este camino hacia la perfección evangélica con la predicación de las bienaventuranzas. Es una palabra de ánimo a los que sufren, a los perseguidos por el reino de los cielos, a los que son mansos y pacientes y humildes de corazón con los hermanos, los que soportan injusticias y calumnias perdonando, sin odiar, todos estos son bienaventurados  ya para siempre en Dios porque lo hacen y lo hicieron con su amor, lo hacen por Él.

Y Dios nos premiará con el cielo eterno: venid benditos de mi padre, porque tuve hambre y me distéis de comer, desnudo y me vestisteis... Confiamos en que todos los nuestros que han partido ya a la casa del Padre, lo hayan escuchado; por eso, hoy damos gracias a Dios, y mañana, día de difuntos, les recordamos con la esperanza cierta de que están con el Señor y con nostalgia y pena por su separación temporal.

 

        2.- “Tuve hambre, estuve solo y me visitasteis…” Así lo hicieron los santos canonizados y así lo hacen hoy día por Jesús tantos y tantos santos anónimos. Todos vosotros los que sufrís y tratáis de vivir en cristiano, sabed que Jesús  nos llama bienaventurados, si sabemos llevarlo todo y sufrirlo todo por el reino de los cielos, por Dios: Bienaventurados los que son pobres, mansos, pacientes, humildes, los que soportan y perdonan las injurias, todos los que lloran y sufren con los enfermos, los que cuidan a sus mayores y ancianos, a los necesitados de su presencia y ayuda, porque de ellos es el reino de los cielos.

        Por eso la Iglesia quiere que celebremos esta fiesta con esperanza cierta de que un día será también nuestra fiesta, la de todos los que queremos ser santos, cumplir sus mandamientos, esto es, amar a Dios sobre todas las cosas y a todos los hombres, como hermanos, como Jesús así lo vivió y nos lo predicó y nos lo enseña en  el Evangelio.

        Hermanos, brevemente:

 

         1º) Esta fiesta nos enseña a mirar al cielo, a pensar en el cielo, esperar y trabajar por el cielo, así seremos eternamente bienaventurados. 

        2º) Los santos canonizados y no canonizados, nuestros padres y difuntos deben servirnos hoy de estímulo y ejemplo que nos animen en este camino.

        Y 3º) Debemos tenerlos por intercesores, encomendarnos a ellos, rezar a Dios en este día por medio de ellos. Así lo quiere la Iglesia al instituir esta fiesta.

        El número de los salvados nadie podía contar, nos dice S. Juan en el Apocalipsis, de toda raza, lengua y nación. Y el camino para ser santos, para ir al cielo, ya lo sabéis: amar a Dios sobre todas las cosas y cumplir sus mandamientos.

        Este es el sentido que la Iglesia quiere dar a esta fiesta. Participemos en ella con plenitud y pidamos ese espíritu de santidad.

       

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FIESTA DE TODOS LOS SANTOS (PARA CONTEMPLATIVAS)

 

QUERIDOS HERMANOS: Celebramos hoy la festividad de todos los santos, de esa “muchedumbre inmensa que nadie podía contar, como nos dice el libro del Apocalipsis, de toda lengua, raza y nación. Todos están marcados en la frente y con vestiduras blancas, lavadas en la sangre del Cordero”.

        1.- Los santos que celebramos hoy con la Iglesia no son sólo los reconocidos oficialmente por la canonización, es decir, los santos canonizados, sino también aquellos otros, muchos más numerosos “una  muchedumbre inmensa que nadie podía contar”,que han sabido, con la ayuda de Dios, conservar y vivir la  vida de gracia que recibieron en el santo bautismo.

Santidad vivida en la vida ordinaria, en circunstancias ordinarias, sin gestos extraordinarios: son todas las dominicas de este y todos los conventos, todas las religiosas de todas la congregaciones, especialmente contemplativas y no contemplativas que vivieron ya en la tierra para el cielo, bueno, son todos los creyentes que vivieron la vida de gracia, la vida de fe y amor y esperanza sobrenaturales ya en la tierra, como son nuestros padres, hermanos, amigos, bautizados en Cristo que han muerto y han partido ya a la casa del Padre, fin y sentido de la venida de Cristo al mundo, y que se alimentaron con el pan de la eucaristía, pan de vida eterna, como el Señor nos dijo muy claramente: “yo soy el que coma de este pan vivirá eternamente”.

No olvidéis nunca que esta es la razón esencial de vuestra vida de contemplativas: vivir esencial y principalmente para la vida eterna vuestra y de todos los creyentes en Cristo resucitado y resucitados de todos los bautizados, de todos los creyentes en Él por la vida de gracia sembrada en nosotros por el santo bautismo, vida de gracia que es la semilla del cielo.

        Hay, sin embargo, una característica común en todos los elegidos: “Estos son los que vienen de la gran tribulación,” dice San Juan. Gran tribulación es la lucha sostenida por vivir esta vida de gracia, por cumplir los mandamientos, el evangelio de Cristo, es la defensa de la fe y de la gracia; son los sufrimientos soportados por seguir al Señor en el camino de la santidad personal y diaria como religiosos, sacerdotes, esposos, padres o madres cristianas.

        Por eso, en el evangelio de hoy, Jesús mismo expone este camino hacia la perfección evangélica con la predicación de las bienaventuranzas. Es una palabra de ánimo a los que sufren, a los perseguidos por el reino de los cielos, a los que se esfuerzan por ser mansos y pacientes y humildes de corazón con los hermanos, los que soportan injusticias y calumnias perdonando, sin odiar, todos estos son bienaventurados  ya para siempre en Dios porque lo hacen y lo hicieron por Él.

Y Dios nos premiará con el cielo eterno: venid benditos de mi padre, porque tuve hambre y me distéis de comer, desnudo y me vestisteis... Confiamos en que todos los nuestros que han partido ya a la casa del Padre, lo hayan escuchado; por eso, hoy damos gracias a Dios, y mañana, día de difuntos, les recordamos con la esperanza cierta de que están con el Señor y con nostalgia y pena por su separación temporal.

        2.- “Tuve hambre, estuve solo y me visitasteis…” Así lo hicieron los santos canonizados y así lo hacen hoy día por Jesús tantos y tantos santos anónimos. Todas vosotras las que sufrís y tratáis de vivir en cristiano, sabed que Jesús  nos llama bienaventurados, si sabemos llevarlo todo y sufrirlo todo por el reino de los cielos, por Dios: Bienaventurados los que son pobres, mansos, pacientes, humildes, los que soportan y perdonan las injurias, todos los que lloran y sufren con los enfermos, los que cuidan a sus mayores y ancianos, a los necesitados de su presencia y ayuda, porque de ellos es el reino de los cielos.

        Por eso la Iglesia quiere que celebremos esta fiesta con esperanza cierta de que un día será también nuestra fiesta, la de todos los que queremos ser santos, cumplir sus mandamientos, esto es, amar a Dios sobre todas las cosas y a todos los hombres, como hermanos, como Jesús así lo vivió y nos lo predicó y nos lo enseña en  el Evangelio.

        Hermanos, brevemente:

         1º) Esta fiesta nos enseña a mirar al cielo, a pensar en el cielo, esperar y trabajar por el cielo, así seremos eternamente bienaventurados. 

        2º) Los santos canonizados y no canonizados, nuestros padres y difuntos deben servirnos hoy de estímulo y ejemplo que nos animen en este camino.

        Y 3º) Debemos tenerlos por intercesores, encomendarnos a ellos, rezar a Dios en este día por medio de ellos. Así lo quiere la Iglesia al instituir esta fiesta.

        El número de los salvados nadie podía contar, nos dice S. Juan en el Apocalipsis, de toda raza, lengua y nación. Y el camino para ser santos, para ir al cielo, ya lo sabéis: amar a Dios sobre todas las cosas y cumplir sus mandamientos. Este es el sentido que la Iglesia quiere dar a esta fiesta. Pidamos ese espíritu de santidad para todos, especialmente vosotras y para vosotras, contemplativas

 

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DÍA 2 DE NOVIEMBRE: DIFUNTOS

 

QUERIDOS HERMANOS Y HERMANAS: Más allá de la muerte, nos espera la vida para siempre. Hemos nacido para la vida, para la vida sin fin, para la eternidad con Dios; la muerte es una realidad pasajera, que nos introduce en la vida eterna definitivamente con Dios y todos los nuestros.

El mes de noviembre, que es el último mes del Año litúrgico, es el mes de los Santos y el mes de los Difuntos. Es el mes en que nos detenemos a pensar en la vida que acaba en la tierra, difuntos, pero que no acaba definitivamente sino que continuamos en la vida eterna, en la vida después de la muerte: Los Santos.

Por eso, el mes de noviembre es privilegiado porque empieza con la fiesta de todos los Santos, es decir, de todos los hombres que han muerto y están salvados por los méritos de Cristo, eso es lo que celebramos el 1º de noviembre, fiesta de todos los santos, de todos los nuestros que están en el cielo, y luego sigue el día dos, día de difuntos, día en que les recordamos cuando estuvieron en la tierra y nos dejaron y rezamos por ellos.

Pedimos que  así lo celebren los nuestros cuando hayamos partido a la casa de Padre, mirando al cielo el día 1º de noviembre y rezando por nosotros el día 2º porque nos recuerden cuando estuvimos con ellos en la tierra. Porque todos nosotros somos eternos, para esto nació Cristo y murió para que todos tuvieramos la vida eterna.

Esta es la verdad fundamental de nuestra fe, de la religión católica, la razón de la vida, muerte y resurrección de Jesucristo y la verdad fundamental de nuestra fe y la razón fundamental y única por la que soy sacerdote. Soy sacerdotes porque Dios existe y en Él y por Él existe la otra vida, la vida eterna. Y a veces lo siento.

Y esta la tristeza y el gozo que tengo mirando este mundo, incluso cristiano, que no piensa ni vive en la eternidad,, sobre todo de cincuenta años para abajo, pero no por eso deja de existir, y ya serán muchos los que está gloriosos y felices, pero otros pueden caer en la infelicidad eterna (del infierno).

Hermanos, los años van pasado y nuestra estancia en la tierra es limitada, tiene fecha de caducidad. Nos lo recuerda esta fiesta de los difuntos, de los nuestros que han muerto para esta vida de la tierra y viven ya en la eternidad.

La fiesta de todos los Santos de ayer y de los difuntos de hoy nos invita a mirar al cielo, donde se encuentran nuestros difuntos, los que nos han precedido en el signo de la fe y duermen ya el sueño de la paz, por ellos rezamos y pedimos y a ellos no encomendamos; por ellos ofrecemos la misa de hoy y otros días, así como la comunión y el rosario para que se encuentren totalmente purificados de todo pecado y estén ya en el cielo para el que fueron y hemos sido soñados todos por Dios nuestro Padre y desde allí, ellos también, por la comunión de los santos, recen por nosotros y nos ayuden en las dificultades de la vida.

Invocad a vuestros difuntos, no los olvidéis, porque ellos también rezan a Dios por nosotros. Es la comunión de los santos, que vive y practica la Iglesia, la unión del Cuerpo Místico de Cristo de todos los cristianos, los del cielo con los de la tierra y los de la tierra con los del cielo.

 

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QUERIDOS HERMANOS Y HERMANAS: Más allá de la muerte, nos espera la vida para siempre. Hemos nacido para la vida, para la vida sin fin, para la eternidad con Dios; la muerte es una realidad pasajera, que nos introduce en la vida eterna definitivamente con Dios y todos los nuestros.

El mes de noviembre, que es el último mes del Año litúrgico, es el mes de los Santos y el mes de los Difuntos. Es el mes en que nos detenemos a pensar en la vida que acaba en la tierra, difuntos, pero que no acaba definitivamente sino que continuamos en la vida eterna, en la vida después de la muerte: Los Santos.

Por eso, el mes de noviembre es privilegiado porque empieza con la fiesta de todos los Santos, es decir, de todos los hombres que han muerto y están salvados por los méritos de Cristo, eso es lo que celebramos el 1º de noviembre, fiesta de todos los santos, de todos los nuestros que están en el cielo, y luego sigue el día dos, día de difuntos, día en que les recordamos cuando estuvieron en la tierra.

Pedimos que  así lo celebren los nuestros cuando hayamos partido a la casa de Padre, mirando al cielo el día 1º de noviembre y rezando por nosotros el día 2º porque nos recuerden cuando estuvimos con ellos en la tierra. Porque todos nosotros somos eternos, para esto nació Cristo y murió para que todos tuvieramos la vida eterna.

Esta es la verdad fundamental de nuestra fe, de la religión católica, la razón de la vida, muerte y resurrección de Jesucristo y la verdad fundamental de nuestra fe y la razón fundamental y única por la que soy sacerdote. Soy sacerdotes porque Dios existe y en Él y por Él existe la otra vida, la vida eterna. Y a veces lo siento.

Y esta la tristeza y el gozo que tengo mirando este mundo, incluso cristiano, que no piensa ni vive en la eternidad,, sobre todo de cincuenta años para abajo, pero no por eso deja de existir, y ya serán muchos los que está gloriosos y felices, pero otros pueden caer en la infelicidad eterna (del infierno).

Hermanos, los años van pasado y nuestra estancia en la tierra es limitada, tiene fecha de caducidad. Nos lo recuerda esta fiesta de los difuntos, de los nuestros que han muerto para esta vida de la tierra y viven ya en la eternidad.

La fiesta de todos los Santos de ayer y de los difuntos de hoy nos invita a mirar al cielo, donde se encuentran nuestros difuntos, los que nos han precedido en el signo de la fe y duermen ya el sueño de la paz, por ellos rezamos y pedimos y a ellos no encomendamos; por ellos ofrecemos la misa de hoy y otros días, así como la comunión y el rosario para que se encuentren totalmente purificados de todo pecado y estén ya en el cielo para el que fueron y hemos sido soñados todos por Dios nuestro Padre y desde allí, ellos también, por la comunión de los santos, recen por nosotros.

Y, por qué celebramos a los Difuntos el día 2 de noviembre. Por una razón de fe cristiana. Porque los que traspasan el umbral de la muerte y todavía están atados por las secuelas de los pecados cometidos, necesitan ser plenamente liberados, purificados en el Purgatorio. El Purgatorio es aquella situación en la que la persona ve con plena claridad cuánto es el amor de Dios y qué poco ha correspondido por su parte. Es una purificación que se realiza en clima de amor.

Cuando nos sentimos muy amados de Dios y no hemos sabido corresponderle. Eso es el Purgatorio, cara a cara con Dios, sabiendo que estamos salvados, pero que necesitamos purificación para llegar hasta Él. La Iglesia nos invita constantemente a orar por los difuntos, que han muerto en la amistad de Dios y todavía no han llegado al cielo. Porque nuestra oración los ayuda, los alivia, los conforta y les acorta el tiempo de la prueba.

Y en este día de los difuntos podemos expresar nuestro dolor con lágrimas que brotan espontáneas, podemos expresarlo con flores que expresan nuestro cariño hacia las personas queridas. Pero lo que realmente les alivia y acorta el purgatorio y les llega es nuestra oración por ellos, ofrecer la Santa Misa de valor infinito y oraciones y limosnas en sufragio suyo. Y todo por el misterio de la comunión de los santos por la que nosotros nos unimos a los del cielo y los del cielo a los de la tierra. Ellos nos ayudan y nosotros les ayudamos con nuestra fe, esperanza y caridad, virtudes teologales que nos unen con Dios. Así sea.

 

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DÍA 2 DE NOVIEMBRE: DIFUNTOS

 

QUERIDOS HERMANAS DOMINICAS: Más allá de la muerte, nos espera la vida de plenitud de la gracia, de la vida divina de la Trinidad para siempre recibida en el santo bautismo y alimentada en la santa misa y comunión eucarísticas y que debéis ya experimentar por la oración un poco elevada en este convento alejadas del mundo y sus vanidades.

 Hemos nacido para el cielo, para contemplar y gozar ya en la tierra por la vida de la gracia en Dios Trinidad, para la vida sin fin en Dios Trino y Uno; la muerte es una realidad pasajera, que nos introduce en la vida eterna definitivamente con Dios y todos los nuestros.

El mes de noviembre, que es mes de difunos, el último mes del Año litúrgico, es el mes de los Santos en el día primero y el mes de los Difuntos vivos que necesitan de nuestra ayuda y oración en el día segundo. Es el mes en que nos detenemos a pensar que nadie muere para siempre, que la vida que acaba en la tierra, difuntos, no acaba definitivamente sino que continúa eternamente, en la vida con Dios Trinidad para siempre o sin Dios también eternamente y que vosotras vivís especialmente muriendo a este mundo y sus vanidades en la clausura de amor eterno a Dios en una convento.

Por eso, el mes de noviembre es privilegiado porque empieza con la fiesta de todos los Santos, es decir, de todos los hombres que han muerto pero están salvados por los méritos de Cristo, eso es lo que celebramos el 1º de noviembre, fiesta de todos los santos, de todos los nuestros que están en el cielo, y luego sigue el día dos, día de difuntos, día en que les recordamos cuando estuvieron en la tierra y rezamos por ello si están en el Purgatorio y necesitan de nuestra ayuda espiritual.

Pedimos que  así lo celebren los nuestros cuando hayamos partido a la casa de Padre, mirando al cielo el día 1º de noviembre y rezando por nosotros el día 2º porque nos recuerdan cuando estuvimos con ellos en la tierra. Porque todos nosotros somos eternos, para esto nació Cristo y murió para que todos tuvieramos la vida eterna y vosotras ya los vivìs especialmente muriendo a este mundo en sus vanidades pasajeras para empezar la eternidad del cielo con Dios Trinidad en un convento. Y para esto, tenéis que subir por la escalada de la santidad, de la oración-conversión, todas tenéis que ser santas, para llegar a estas alturas por la oración contemplativa.

Esta es la verdad fundamental de nuestra fe, de la religión católica, la razón de la vida, muerte y resurrección de Jesucristo y la verdad fundamental de nuestra fe y la razón fundamental y única por la que soy sacerdote y vosotras religiosas inmoladas por la salvación eterna de nuestros hermanos, todos los hombres.

Y esta la tristeza y el gozo que tengo mirando este mundo, incluso cristiano, esta juventud principalmente, que no piensa en la eterninad, sobre todo de cincuenta años para abajo, que no piensa ni vive para este encuento de eternidad con Dios, pero no por eso deja de existir, y ya serán muchos los que está gloriosos, pero otros pueden caer en el infierno.

Hermanos, los años van pasado y nuestra estancia en la tierra es limitada, tiene fecha de caducidad. Nos lo recuerda esta fiesta de los difuntos, de los que han muerto para esta vida de la tierra. La fiesta de todos los Santos de ayer y de los difuntos de hoy nos invitan a mirar al cielo, donde se encuentran nuestros difuntos, los que nos han precedido en el signo de la fe y duermen ya el sueño de la paz, por ellos rezamos y pedimos y a ellos no encomendamos; por ellos ofrecemos la misa de hoy y otros días, así como la comunión y el rosario para que se encuentren totalmente purificados de todo pecado y estén ya en el cielo para el que fueron y hemos sido soñados todos por Dios nuestro padre del cielo y desde allí recen por nosotros por la comunión de los santos.

Y, por qué celebramos a los Difuntos el día 2 de noviembre. Porque los que traspasan el umbral de la muerte y todavía están atados por lazos de pecado o secuelas derivadas, necesitan ser plenamente liberados, purificados en el Purgatorio. El Purgatorio es aquella situación en la que la persona ve con plena claridad cuánto es el amor de Dios y qué poco ha correspondido por su parte. Es una purificación que se realiza en clima de amor. Por eso duele tanto.

Cuando somos muy queridos y no hemos sabido corresponder, el dolor es inmenso. Eso es el Purgatorio cara a cara con Dios. Por los que se hayan apartado de Dios definitivamente en el infierno, la Iglesia no ora, porque su situación es irreversible. La Iglesia nos invita constantemente a orar por los difuntos, que han muerto en la amistad de Dios y todavía no han llegado al cielo. Porque nuestra oración los ayuda, los alivia, les acorta el tiempo de la prueba.

Podemos expresar nuestro dolor con lágrimas que brotan espontáneas, como Jesús lloró ante la tumba de su amigo Lázaro, aún sabiendo que lo iba a resucitar. Podemos expresar con flores nuestro cariño hacia las personas queridas. Pero lo que realmente les llega es nuestra oración por su alma, ofrecer la Santa Misa en sufragio suyo u otras oraciones.

La oración por los Difuntos está continuamente presente en la memoria de la Iglesia, en todas las Misas, en la oración de Vísperas cada día, etc. Os invito a que ofrezcais Misas por los difuntos a quienes en todas las misas les recordamos en el memento de difuntos. ((encarguéis a vuestros sacerdotes que)), y nos unamos todos a ese ofrecimiento. Es una santa costumbre, muy extendida, pero que a veces se descuida.

La Misa tiene un valor infinito y, si a ello unimos nuestra ofrenda de corazón y una limosna, entramos en el precioso misterio de la comunión de los santos, donde nos ayudamos uno a otros por la comunión de los santos. Ellos nos ayudan, nosotros los ayudamos.

En el misterio de la comunión eclesial, oramos unos por otros, ofrecemos la Santa Misa, el Rosario, nuestros sacrificios, unos por otros y hacemos así una piña de fe, amor y salvación entre todos, y de esa manera la muerte y sus secuelas son vencidas por el amor y los méritos de Cristo a los que unimos nosotros, como cristianos.

 

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SOLEMNIDAD: LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA

 

QUERIDOS HERMANOS:El 8 de diciembre del 1854, el Papa Pío IX definía en la bula Ineffabilis Deus: «Es doctrina revelada por Dios y, por tanto, ha de creerse firme y constantemente por todos los fieles, que la Virgen María por gracia y privilegio de Dios todopoderoso, en atención  a los méritos de Cristo Jesús, Salvador del género humano, fue preservada inmune de toda mancha de culpa original en el primer instante de su concepción» (DS. 2803).

Y el Concilio Vaticano II ha vuelto sobre esta realidad luminosa de la Virgen y nos dice: «La Madre de Jesús, que dio a luz la Vida misma, que renueva todas las cosas… fue enriquecida desde el primer instante de su concepción con esplendores de santidad del todo singular.» (LG 56).

        Nuestra Madre la Virgen Maria fue, pues, concebida inmaculada, incontaminada, sin macha alguna, desde el primer instante de su ser. Reflexionemos brevementes sobre este hecho de la gracia de Dios:    

        1.- María fue concebida Inmaculada por voluntad de la Trinidad para ser Madre de Jesucristo, Hijo de Dios. Así la llamó el ángel de parte de Dios: “llena de gracia”. No estaba bien que ni por un momento el pecado la poseyese, la hiciera enemiga de Dios a la destinada a ser su madre en la tierra.Así que Maria fue  redimida perfecta desde el vientre de su madre.

        2.- Fue concebida Inmaculada por voluntad del Hijo para ser corredentora. Convenía que fuera preservada  de todo pecado desde el primer instante de su ser la que iba a estar muy unida a Cristo, Único Redentor, que quiso asociarla a su madre y tenerla junto a la cruz.

        3.- Inmaculada, finalmente, por amor de Espíritu Santo, para ser modelo e imagen de la Iglesia, santa e inmaculada, de toda la humanidad redimida. María es tipo y modelo de todos los hombres, de lo que Dios quiere y nos pide a todos nosotros. Bien está el que se arrepiente y se levanta. Pero mejor es no caer en pecado alguno. Maria por ser elegida como madre de Dios, tuvo este privilegio. Es la “mujer nueva, vestida de sol, coronada de 12 estrellas…” que vio Juan en el Apocalipsis.

        En el anuncio del Génesis sobre la estirpe de la mujer que aplastará la cabeza de la serpiente, la tradición eclesial siempre ha visto a María, como nueva Eva. En los versos de la Hidalga del Valle, de nuestros poetas clásicos, queda perfectamente reflejada esta teología: «Decir que Dios no podía, es manifiesta demencia, y es falta a la decencia, si pudiendo, no quería. Pudo y quiso, pues lo hizo y es consecuencia cabal ser concebida María sin pecado original».

        6.- Queridos hermanos: qué grande hizo Dios a su madre, y no sólo para Él sino para todos nosotros, Nuestros sentimientos hacia ella en este día en que celebramos su Concepción Inmaculada son estos:

        a) El primer sentimiento será felicitarla y alegrarnos de que Dios le haya elegido para Madre y le haya hecho tan grande, tan llena de gracias y dones sobrenaturales desde el primer momento de su Concepción. Y lo hacemos con sus mismas palabras: “Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí”.

        b) El segundo sentimientos debe ser deseos de imitarla en lo que podamos porque los hijos deben imitar a sus madres y nosotros vemos en María el modelo de vida cristiana querida por Dios.  Así quiere Dios que seamos todos sus hijos. En ella tenemos que mirarnos y tratar de vivir su pureza y humildad, su confianza y su fiarse totalmente de Dios en las dificultades, aprender de ella la escucha atenta de la Palabra, con obediencia y seguimiento total a Dios “hágase en mí según tu palabra”, como le dijo al ángel .

María, madre de todos los creyentes en Cristo, es modelo de fe, de amor y de esperanza cristiana en la Palabra y promesas de Dios. Creyó siempre y esperó contra toda esperanza creyendo que era el Salvador del mundo el hijo que nació en su seno y moría en la cruz. Sola se quedó en el Calvario, creyendo que era el Salvador del mundo el que moría abandonado de todos en la cruz, hasta de sus mismos discípulos.

        Todo este misterio de María elegida por Dios como madre inmaculada  provoca en todos nosotros confianza y amor total; si Dios confió y se fió de ella, cómo no hacerlo nosotros, ella nos provoca sentimientos de hijos, sentimientos de petición y de súplica. ¡Madre! Ayúdanos a ser como tú. Sólo tú  puedes ayudarnos. Queremos ser buenos cristianos, seguidores de tu Hijo, pero caemos a cada paso. Queremos salvar a los hermanos, pero nos cansamos. ¡Ayúdanos tú, Virgen santa y bendita, Virgen Inmaculada, Auxiliadora del pueblo de Dios. Porque eres tan grande y poderosa ante Dios, Virgen Santa e Inmaculada, que eres omnipotente suplicando a tu Hijo y lo consigues todo. Por eso la Iglesia te tiene como abogada nuestra, intercesora del pueblo de Dios. Todos recurrimos a ti.

        Queridos hermanos: pidamos todas las cosas a Dios por medio de la Virgen Inmaculada. Ella es la mejor madre de la fe y del amor y de la esperanza. ¡Qué certeza y seguridad nos da a todos los creyentes! ¡Cuántas veces hemos sentido su protección maternal!

        ¡María, hermosa Nazaretana, Virgen bella, Madre del alma, cuánto nos quieres, cuanto te queremos. Gracias por habernos dado a Jesús; gracias por querer ser nuestra madre; nuestra madre, madre y modelo; gracias.

 

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        QUERIDOS HERMANOS: Al comenzar la santa misa, la acción de gracias y la oblación más pura que ofrecemos a Dios todos los días, le pedimos perdón por haber pecado con el pensamiento  con las palabras y con las obras. Tenemos conciencia de nuestras palabras manchadas de orgullo, de nuestros pensamientos manchados de materialismo, de nuestros deseos manchados de consumismo. Hasta al niño inocente y recién nacido le sometemos al rito del bautismo, para borrarle su pecado de origen.

        El recuerdo y la mirada filial que dirigimos hoy a la Virgen toda limpia, en su misterio de Concepción Inmaculada, nos llena de gozo y alegría y estímulo a nosotros, sus hijos, los manchados desde nuestro nacimiento, los hijos de Eva. Ella, concebida sin pecado, nos está invitando a todos nosotros, sus hijos, a vivir la pureza recibida en las aguas bautismales, a vivir siempre la gracia y la vida plena de Dios.

 

        1.-En el contexto del tiempo litúrgico del Adviento, en que salimos con gozo a esperar al Señor, la Iglesia quiere que dirijamos nuestra mirada hoy a la Madre, por la que nos vino la Salvación. Celebramos hoy la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen Maria: «comienzo e imagen de la Iglesia, esposa de Cristo, llena de juventud y de limpia hermosura» (Prefacio)

        El 8 de diciembre del 1854, Pío IX definía en la bula Ineffabilis Deus: «Es doctrina revelada por Dios y, por tanto, ha de creerse firme y constantemente por todos los fieles, que la Virgen María por gracia y privilegio de Dios todopoderoso, en atención  a los méritos de Cristo Jesús, Salvador del género humano, fue preservada inmune de toda mancha de culpa original en el primer instante de su concepción» (DS. 2803).

        El Concilio Vaticano II ha vuelto sobre esta realidad luminosa de la Virgen y nos dice: «La Madre de Jesús, que dio a luz la Vida misma, que renueva todas las cosas… fue enriquecida por Dios con dones dignos de tan gran dignidad… enriquecida desde el primer instante de su concepción con esplendores de santidad del todo singular.» (LG 56).

        Nuestra Madre la Virgen Maria fue, pues, concebida inmaculada, impecable, incontaminada, sin macha alguna, desde el primer instante de su ser.

       

1.- El testimonio más singular y válido de la Inmaculada Concepción de la Virgen lo constituyen las palabras traídas desde el seno de Dios por el ángel Gabriel, al anunciarla que será Madre de Dios: “Salve, llena de gracia, el Señor está contigo” (Lc1,8). No sería “llena de gracia” si en algún momento no lo hubiera estado; no sería en sentido total si el pecado la hubiera tocado aun levemente en cualquier momento de su vida. María es la “llena de gracia” por antonomasia, porque su vida estuvo siempre rebosante de vida divina de amor a Dios.

 

        3.- Inmaculada por Madre. El saludo a la “llena de gracia” fue precisamente para anunciarla este mensaje de parte de Dios. María estaba destinada por Dios para ser la madre de su Hijo. Desde su Concepción debía estar llena totalmente de Dios, en cuanto a una criatura le es posible. Su maternidad debía ser un denso reflejo de la Paternidad Santa de Dios Padre y por otra parte, debía estar llena del Espíritu de Dios, pues por su potencia debía colaborar con ella en la generación humana del Verbo de Dios en Jesús de Nazaret.

        No estaba bien que ni por un momento el pecado la poseyese, la hiciera enemiga de Dios. Así que Maria fue un Sí total a Dios desde el primer instante de su ser. Fue la Gracia perfecta, la redimida perfecta.

 

        4.- Inmaculada por corredentora. Es una conveniencia que pide que Maria sea concebida sin pecado y llena de la gracia de Dios. Convenía que fuera preservada  de todo pecado desde el primer instante de su existir en función de estar muy unida a Cristo, Único Redentor, que quiso asociar a su madre y tenerla junto a la cruz cuando moría por la salvación de los hombres sus hermanos. Era congruente y estaba perfecto que estuviera limpia de toda mancha, de todo pecado como corredentora subordinada en esta tarea por su Hijo, la que iba a colaborar con su Hijo en la limpieza del mundo; por eso fue preservada de toda mancha para ejercer su misión adecuada y coherentemente.

        5.- Inmaculada por ser modelo e imagen de la humanidad redimida. María es tipo y modelo de todo creyente, de toda la Iglesia, santa e inmaculada. Ella ha sido elegida por Dios para ser imagen de lo quiere de todos nosotros. Bien está el que se arrepiente y se levanta. Pero mejor es no caer por su gracia. Maria tuvo este privilegio. Maria, desde el primer instante de su ser tenía que se la “mujer nueva, vestida de sol, coronada de 12 estrellas…” que vio Juan en el Apocalipsis y es, en definitiva, la nueva criatura, la nueva creación.

        En el anuncio del Génesis sobre la estirpe de la mujer que aplastará la cabeza de la serpiente, la tradición eclesial siempre ha visto a María, como nueva Eva. La desobediencia de la primera Eva fue reparada por la obediencia de la María, que por eso ha recibido el título de la Iglesia como “la madre de los vivientes”.

        Cristo y Maria representan a la nueva Humanidad restaurada de su condición primera. En los versos de la Hidalga del Valle, de nuestros poetas clásicos, queda perfectamente reflejada esta teología: «Decir que Dios no podía, es manifiesta demencia, y es falta a la decencia, si pudiendo, no quería. Pudo y quiso, pues lo hizo y es consecuencia cabal ser concebida María sin pecado original».

       

        6.- Queridos hermanos: Qué gran madre tenemos, qué grande hizo Dios a María y no sólo para Él sino para nosotros, qué plenitud de gracia, hermosura y amor. Nuestros sentimientos hacia ella en el día su fiesta son:

        a) El primer sentimiento nuestro para con María será felicitarla y alegrarnos de que Dios le haya elegido para Madre y le haya hecho tan grande, tan llena de gracias y dones sobrenaturales desde el primer momento de su Concepción. Lo hacemos con sus mismas palabras: “Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí”.

 

        b) Dios ha hecho tan grande y limpia a Maria como icono y modelo nuestro.  Así quiere Dios que seamos todos sus hijos. En ella tenemos que mirarnos y tratar de vivir su humildad en la grandeza, su fiarse totalmente de Dios en las dificultades, aprender de ella la escucha atenta de la Palabra, obediencia y seguimiento total. Es modelo de santidad en la fe, en el amor, en la esperanza cristianas. Creyó siempre y esperó contra toda esperanza; amó hasta olvidarse de sí, creyendo que era el Salvador del mundo el hijo que moría en la cruz. Sola se quedó en el Calvario, creyendo que era el Salvador del mundo e el que moría abandonado de todos, hasta de sus mismos discípulos.

 

        c) ¡Madre! Ayúdanos a ser como tú. Sólo tú  puedes ayudarnos. Queremos ser buenos cristianos, seguidores de tu Hijo, pero caemos a cada paso. Queremos salvar a los hermanos, pero nos cansamos. ¡Ayúdanos tu, Virgen bella, Inmaculada, Auxiliadora del pueblo de Dios. Es tan grande tu poder ante Dios, porque eres omnipotente suplicando a tu Hijo que es omnipotente realizando, porque es Dios. Por eso la Iglesia te tiene como abogada nuestra, intercesora del pueblo de Dios. Todos recurrimos a ti.

       

        Queridos hermanos: pidamos todas las cosas a Dios por medio de la Virgen Inmaculada, recemos con ella con plena confianza. Ella es la mejor madre de la fe y del amor y de la esperanza. ¡Qué certeza y seguridad nos da a los creyentes! ¡Cuántas veces hemos sentido su protección maternal!

 

        ¡María, hermosa Nazaretana, Virgen guapa, Madre del alma, cuánto te quiero, cuánto nos quieres. Gracias por habernos dado a Jesús; gracias por querer ser nuestra madre; nuestra madre y modelo; gracias.

Ésta ha de ser la propuesta permanente de la nueva evangelización: la belleza de la vida cristiana, de la vida de hijos de Dios, que en María resplandece plenamente: LA PURÍSIMA.

 

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QUERIDOS HERMANOS Y HERMANAS:La fiesta de la Inmaculada brilla con esplendor de cielo azul. Un cielo limpio en el que brilla el sol de la pureza y de la gracia. La fiesta de la Inmaculada llena de alegría el alma del pueblo cristiano. Ella anuncia la cercanía de la redención, que viene a traer al mundo el Hijo de sus entrañas, Jesucristo, que nacerá en la Nochebuena como fruto bendito de su vientre virginal.

María es el primer fruto de la redención, porque ha sido preparada por Dios para ser la madre de su Hijo divino hecho hombre. Ella no conoció el pecado. Fue toda limpia y hermosa, llena de gracia y santidad. Vale la pena mirar a María continuamente, pero más todavía cuando llegan sus fiestas, y de manera singular esta fiesta de la Inmaculada.

En un mundo como el nuestro, la vieja Europa nuestra que ignora sus raíces cristianas, va creciendo el ateísmo militante, fruto del alejamiento de Dios de muchedumbres inmensas, en una “apostasía silenciosa” generalizada, como decía san Juan Pablo II. Todo ello es fruto del pecado, del egoísmo en todas sus formas. Injusticias, corrupción, desprecio de la vida y de los derechos humanos, odios, guerras.

El pecado ha hecho y sigue haciendo estragos en la historia de la humanidad. En medio de todo ese estiércol ha brotado una flor, cuyo fruto maduro va a ser su Hijo, nuestro Señor Jesucristo. Es un balón de oxígeno para el cristiano en todo tiempo mirar a María, la Purísima, la concebida sin pecado, la llena de gracia.

Nosotros que somos pecadores, y que no somos capaces de salir de nuestro pecado por nuestras solas fuerzas, al mirarla a ella sentimos el alivio de la gracia, que en ella resplandece con toda plenitud. El corazón se nos llena de esperanza.

Nosotros hemos nacido en pecado, el pecado original, y el bautismo nos ha librado de la muerte eterna, haciéndonos hijos de Dios. En nosotros permanece la inclinación al pecado, el atractivo del pecado (la concupiscencia, que no es pecado, pero procede del pecado e inclina al pecado).

María, sin embargo ha sido librada de todo pecado antes de cometerlo. Ni siquiera el pecado original ha tenido lugar en ella. Ni tampoco sombra alguna de pecado personal mortal o venial, ni la más mínima connaturalidad con el pecado. “El pecado más grande de nuestros días es la pérdida del sentido del pecado”, decía hace poco el papa Francisco recordando esta misma expresión del papa Pío XII.

Ciertamente, es necesario contemplar la belleza de María para sentirnos atraídos por esa meta a la que Dios quiere llevarnos: libres de todo pecado y llenos de gracia y santidad. Y esta ha de ser la propuesta permanente de la nueva evangelización: la belleza de la vida cristiana, de la vida de hijos de Dios, que en María resplandece plenamente.

Muchos de nuestros contemporáneos han perdido el sentido de Dios, andan perdidos entre los afanes de este mundo, desnortados sin saber a dónde dirigir sus pasos, esclavos de tantas torceduras del corazón humano, víctimas de sus propios vicios que aíslan y encierran a la persona en sí misma y la incapacitan para amar. Todas estas y muchas más son las consecuencias del pecado, del alejamiento de Dios. Muchos incluso han perdido el sentido del pecado, porque su vida no hace referencia a Dios para nada.

Muchos viven en esas periferias existenciales, lejos de la casa de Dios, y al encontrarse con María recuperan el sentido de lo bello, la verdad de la vida, la fuerza para realizar el bien. La fiesta de la Inmaculada quiere traernos a todos esta buena noticia.

Por la encarnación redentora de su Hijo divino Jesucristo, por su muerte y resurrección, se nos han abierto de par en par las puertas del cielo. Es posible la esperanza, es posible otra forma de vida, es posible amar y salir de uno mismo para entregarse a los demás, es posible la vida de gracia y santidad. Más aún, hemos nacido para eso. Y si alguna vez nos viene la duda o se oscurece el horizonte, levantemos los ojos a María Santísima, la llena de gracia, la toda limpia, la Purísima.

Que el Señor os conceda a todos una profunda re- novación en este Año de la misericordia que, en el día de la Inmaculada, es abierto para toda la Iglesia.

Recibid mi afecto y mi bendición:

 

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INMACULADA

 

Queridos hermanos: Estamos celebrando con gozo la fiesta de María en su Inmaculada Concepción; todos los hombres necesitamos el bautismo para liberarnos del pecado original; María fue concebida y permaneció siempre limpia de todo pecado, fue concebida intacta, impoluta, llena de gracia y belleza divina.

María es el primer fruto de la redención, porque ha sido preparada por Dios para ser la madre de su Hijo divino hecho hombre. Ella no conoció el pecado. Fue toda limpia y hermosa, llena de gracia y santidad. Vale la pena mirar a María continuamente, pero más todavía cuando llegan sus fiestas, y, de manera singular, esta fiesta de la Inmaculada.

En un mundo como el nuestro, la vieja Europa que va olvidándose y alejándose de sus raíces cristianas, y va creciendo el ateísmo militante, fruto del alejamiento de Dios de muchedumbres inmensas, de hijos y nietos, en una “apostasía silenciosa” generalizada, como decía san Juan Pablo II. El pecado ha hecho y sigue haciendo estragos en la historia de la humanidad con abortos, crímenes de padres a hijos y de hijos a padres, con familias rotas, divorcios, guerras por dineros, petróleos, apostasías.

En medio de todo ese pecado ha brotado una flor, cuyo fruto maduro va a ser su Hijo, nuestro Señor Jesucristo, el único que puede salvar el mundo de ahora y de siempre, miremos las historia.

Es un balón de oxígeno para el cristiano en todo tiempo, mirar a María, la Purísima, la concebida sin pecado, la llena de gracia, auxilio para todos, especialmente para las familias que antes rezaban el rosario unidas, porque familia que reza unida permanece unida. Hoy no digo el rosario, ni el ave maría saben ni rezan los niños que vienen el primer año a la catequesis. Familia que reza unida, que viene a misa los domingos, permanece unida.

Ver así a María, tan bella y limpia, concebida sin pecado, nos está indicando el amor y predilección del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo sobre la elegida por la Santísima Trinidad para ser Madre del Hijo, preparando así una digna morada al Verbo de Dios encarnado en su seno, y nos invita a todos nosotros, sus hijos, a imitarla, a invocarla, a recurrir a ella en nuestras necesidades.

Nos llena de gozo y alegría a todos nosotros, sus hijos,  los manchados hijos de Eva, que caminamos en este mundo necesitados de su protección y ayuda permanente; esto nos da certeza y confianza a todos los hombres, los hijos de nuestra madre Inmaculada porque sabemos que nuestra oraciones y novenas y peticiones son siempre atendidas y escuchadas; y finalmente nuestra Madre, limpia de pecado, se convierte en modelo e imagen de lo que Dios quiere de todos nosotros, porque al verla así tan bella y limpia de toda mancha, nosotros sus hijos hemos de esforzarnos por parecernos a Ella, luchar para vivir siempre la gracia y la vida plena de amor a Dios y nuestros hermanos los hombres, recibida en las aguas bautismales.

        1.-    El Concilio Vaticano II nos dice al presentarnos a María: «La Madre de Jesús, que dio a luz la Vida misma, que renueva todas las cosas… fue enriquecida por Dios con dones dignos de tan gran dignidad… enriquecida desde el primer instante de su concepción con esplendores de santidad del todo singular.» (LG 56).

        “Salve, llena de gracia, el Señor está contigo”, ”Salve”, es decir, alégrate, regocíjate, “llena de gracia”, porque Dios te ha predestinado ser Madre del Hijo encarnado.

        “El Señor está contigo”, prosigue el divino mensajero. Nuestra Madre estuvo desde el primer instante de su ser  más rebosante de gracia que todos los ángeles y santos juntos. Y así lo expresó públicamente su prima Isabel, al verla preñada del Hijo de Dios: “bendita tú entre todas las mujeres y bendito el fruto de tu vientre”. 

        POR TRES MOTIVOS PRINCIPALES hizo Dios a María tan grande y bella:   

        2.- Inmaculada por Madre. No estaba bien que ni por un momento el maligno y el pecado poseyese a la que iba a ser morada y templo de Dios.

        3.- Inmaculada por corredentora. Convenía que estuviera limpia de toda mancha, de todo pecado la que el Hijo quería que fuera corredentora subordinada y unida a Él en su tarea de Único Salvador del los hombres;

        4.- Inmaculada también por ser modelo e imagen de la humanidad redimida. Es la “mujer nueva, vestida de sol, coronada de 12 estrellas…” que vio Juan en el Apocalipsis.

 

Queridos hermanos: Qué gran madre tenemos, qué plenitud de gracia hermosura y amor. Nuestros sentimientos hacia ella deben ser:

        1) El primer sentimiento será felicitarla y alegrarnos de que Dios le haya elegido para Madre y le haya hecho tan grande, tan llena de gracias y dones sobrenaturales y rezar con ella el magníficat “Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí”.

        b) El segundo sentimiento es tratar de imitarla, parecernos a ella. Así quiere Dios que seamos todos sus hijos.

c) Recemos y hablemos todos los días con nuestra madre del cielo. ¡Madre! Ayúdanos a ser como tú. Sólo tú  puedes ayudarnos. Tú eres omnipotente suplicando y pidiendo a tu Hijo Dios. Por eso la Iglesia te tiene como abogada nuestra, intercesora del pueblo de Dios.

        d) Queridos hermanos: recemos todos los días a María nuestra Madre; pidamos todas las cosas a Dios por medio de la Virgen Inmaculada. ¡Cuántas veces hemos sentido su protección maternal!¡Qué certeza y seguridad nos da a todos sus hijos! ¡Qué poder tiene ante Dios! ¡Madre Inmaculada, Madre del alma, cuánto nos quieres, cuánto te

queremos todos tus hijos. Gracias por habernos dado a Jesús; gracias por querer ser nuestra madre; nuestra madre y modelo; gracias.

 

 

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SEXTO DÍA: INMACULADA CONCEPCIÓN Y MATERNIDAD DIVINA Y HUMANA

 

Queridos hermanos concelebrantes, queridos paisanos y amigos todos, hijos de nuestra Madre la Virgen del Salobrar. Esta tarde, en este sexto día de su novena, vamos a meditar, a contemplar a nuestra Madre, la Virgen del Salobrar, en el misterio de su Inmaculada Concepción, concebida sin pecado en el seno de su madre santa Ana, desde el primer instante de su ser.

Esta mirada filial que dirigimos hoy a la Virgen limpia de todo pecado, en este día de su novena, nos llena de gozo y alegría y confianza en su poder a nosotros, sus hijos, los manchados hijos de Eva. Ella fue siempre tierra virgen, huerto cerrado, sin pisadas de nadie, llena de gracia desde el primer instante de su existencia terrena.

Verla así tan bella y limpia, concebida sin pecado, nos está indicando el amor y predilección del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo sobre la elegida por la Santísima Trinidad para ser Madre del Hijo, preparando así una digna morada al Verbo de Dios encarnado en su seno; nos llena también de gozo y alegría a todos nosotros, sus hijos,  los manchados hijos de Eva, que caminamos en este mundo necesitados de su protección ya ayuda permanente en y esto no da certeza y confianza a todos los hombres, los hijos de la tierra de que nuestra oraciones y novenas y peticiones son siempre atendidas y escuchadas aunque a veces se ajusten mas a la voluntad del Padre Dios que a las nuestra porque Él sabe  mejor lo que nos conviene; y finalmente nuestra Madre, limpia de pecado, se convierte en modelo e imagen de lo que Dios quiere de todos nosotros, porque al verla así tan bella y limpia de toda mancha, nosotros sus hijos hemos de esforzarnos por parecernos a Ella, luchar para vivir siempre la gracia y la vida plena de Dios recibida en las aguas bautismales.

Nuestra Madre, la Virgen María es la criatura más perfecta salida de las manos de Dios. Es tan buena, tan sencilla, tan delicada, tan prodigiosamente humilde y pura, que se la quiere sin querer.

        1.-    El Concilio Vaticano II nos dice al presentarnos a María: «La Madre de Jesús, que dio a luz la Vida misma, que renueva todas las cosas… fue enriquecida por Dios con dones dignos de tan gran dignidad… enriquecida desde el primer instante de su concepción con esplendores de santidad del todo singular.» (LG 56).

        Ha sido Dios mismo el que nos ha revelado este misterio por medio del Ángel Gabriel enviado a María para anunciarla que ha sido elegida para ser la Madre del Hijo de Dios encarnado: “Salve, llena de gracia, el Señor está contigo” (Lc1,8).

        La escena, si queréis, podemos reproducirla así: La Virgen está orando. Adorando al Padre “en espíritu y verdad”. Orando, mientas cosía, barría, o hacía cualquier cosa, o, sencillamente, orando sin hacer otra cosa más que orar. El cronista San Lucas no especifica. El diálogo mantenido entre el ángel y aquella hermosa nazarena es un trenzado de alabanzas y humildad.

“Salve,  llena de gracia, el Señor está contigo...”Salve”, es decir, alégrate, regocíjate, “llena de gracia”, porque Dios te ha predestinado ser Madre del Hijo encarnado. Si la gracia es el mayor don de Dios, con cuánta gracia engrandecería el Omnipotente a su elegida por madre. Con la Hidalga del Valle podemos cantarla: <Decir que Dios no podía es m.. Por eso Dios que pudo hacer a su madre, así la hizo llena de gracia.

        “El Señor está contigo”, prosigue el divino mensajero. Nuestra Madre del Salobrar estuvo desde el primer instante de su ser  más rebosante de gracia y dones divinos que todos los ángeles y santos juntos. Y así lo expresó públicamente su prima Isabel, al verla preñada del Hijo de Dios: “bendita tú entre todas las mujeres y bendito el fruto de tu vientre”. 

        Grandes mujeres habían existido en el Antiguo Testamento. Grandes habrían de existir en el N.T. Todas muy queridas de Dios, pero incomparablemente más que todas ellas, María, elegida para Madre de Dios.

        POR TRES MOTIVOS PRINCIPALES hizo Dios a María tan grande y bella:   

        2.- Inmaculada por Madre. No estaba bien que ni por un momento el maligno y el pecado poseyese a la que iba a ser morada y templo de Dios.

        3.- Inmaculada por corredentora. Convenía que estuviera limpia de toda mancha, de todo pecado la que el Hijo quería que fuera corredentora subordinada y unida a Él en su tarea de Único Salvador del los hombres;

        4.- Inmaculada también por ser modelo e imagen de la humanidad redimida. María es tipo y modelo de todo creyente, de toda la Iglesia, santa e inmaculada. Maria tenía que ser desde el primer instante de su ser la “mujer nueva, vestida de sol, coronada de 12 estrellas…” que vio Juan en el Apocalipsis, en definitiva, la nueva criatura, la nueva creación.

        Por eso, en el anuncio del Génesis sobre la estirpe de la mujer que aplastará la cabeza de la serpiente, la tradición eclesial siempre ha visto a María, como nueva Eva. La desobediencia de la primera Eva fue reparada por la obediencia de la María, que por eso ha recibido el título de la Iglesia como “la madre de los vivientes”.

        5.- Queridos hermanos: Qué gran madre tenemos, qué plenitud de gracia hermosura y amor, qué grande hizo Dios a María y no sólo para Él sino para nosotros. Nuestros sentimientos hacia ella deben ser:

        a) El primer sentimiento nuestro para con nuestra madre la Virgen del Salobrar será felicitarla y alegrarnos de que Dios le haya elegido para Madre y le haya hecho tan grande, tan llena de gracias y dones sobrenaturales y rezar con ella el magníficat “Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí”.

        b) El segundo sentimiento es tratar de imitarla, parecernos a ella. Así quiere Dios que seamos todos sus hijos. En ella tenemos que mirarnos y tratar de vivir su humildad en la grandeza, aprender de ella la escucha atenta de la Palabra, obediencia y seguimiento total. Es modelo de santidad en la fe, en el amor, en la esperanza cristianas. Creyó siempre y esperó contra toda esperanza; amó hasta olvidarse de sí, creyendo que era el Salvador del mundo el hijo que moría en la cruz. Sola se quedó en el Calvario, creyendo que era el Salvador del mundo e el que moría abandonado de todos, hasta de sus mismos discípulos.

        c) Recemos y hablemos todos los días con nuestra madre del cielo. ¡Madre! Ayúdanos a ser como tú. Sólo tú  puedes ayudarnos. Tú eres omnipotente suplicando a tu Hijo que es omnipotente realizando, porque es Dios. Por eso la Iglesia te tiene como abogada nuestra, intercesora del pueblo de Dios. Todos recurrimos a ti.

        d) Queridos hermanos: pidamos todas las cosas a Dios por medio de la Virgen Inmaculada, recemos con ella con plena confianza. ¡Qué certeza y seguridad nos da a todos sus hijos! ¡Qué poder tiene ante Dios!¡Cuántas veces hemos sentido su protección maternal!

        ¡Madre del Salobrar, Madre del alma, cuánto te quiero, cuánto te queremos todos tus hijos de Jaraiz, cuánto nos quieres tú, Virgen bendita del Salobrar. Gracias por habernos dado a Jesús; gracias por querer ser nuestra madre; nuestra madre y modelo; gracias.

 

 

 

 

 

ÍNDICE

 

PRÓLOGO…………………………………………………………………………………………………………………………5

INTRODUCCIÓN……………………………………………………………………………………………….…………….7

 

DOMINGOS DEL TIEMPO ORDINARIO.

II DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO………………………………………………………………………….13

III DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO………………………………………………….…………….……..21

IV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO ……………………………………………………………………….25

 V IV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO ……………………………………………………………………27

VI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO……………………………………………………………………….36

VII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO……………………………………………………...……………..43

VIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO…………………………………..………………………………..47

IX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO………………………………………………………..……………..52

X DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO……………………………………………………………………..…..55

XI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO………………………………………………………………….…….59

XI I DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO………………………………………………………..…………..63

XIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO……………………………………………………..………………68

XIV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO……………………………………………………….…………….78

XV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO………………………………………………………………………..84

XVI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO  ……………………………………………….…………………..91

XVII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO …………………………………………………………..…….99

XVIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO………………………………………………………….……..102

XIX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO………………………………………….………………………..107

XX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO………………………………………………………….………….111

XXI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO………………………………………………………..………….118

XXII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO…………………………………………………………………..123

XXIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO…………………………………………………….…………..131

XXIV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO………………………………………………………………….138

XXV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO……………………………………………………..……………143

XXVI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO………………………………………………………….………146

XXVII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO……………………………………………….………..……..151

XXVIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO……………………………………………………….……..156

XXIX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO………………………………………………………………….159

XXX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO…………………………………………………………….…….162

XXXI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO……………………………………………………..….………166

XXXII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO………………………………………………………………..168

XXXIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO………………………………………………………..…….174

XXXIV DOMINGO: SOLEMNIDAD: JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO………….………….179

Domingo de la Palabra de Dios………………………………………………………………..…………183

2  de Febrero, Presentación del Señor ………………………………………………………….…………..187

19 de marzo: SOLEMNIDAD: SAN JOSÉ, ESPOSO DE LA VIRGEN MARÍA…………………189

29 de junio: SOLEMNIDAD: san Pedro y san Pablo. ……………………………..………………….193

25 de julio: SOLEMNIDAD: Santiago, Apóstol, Patrón de España…………………………….198

15 de agosto. SOLEMNIDAD: LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA………………….……..203

1 de noviembre. SOLEMNIDAD: TODOS LOS SANTOS……………………………………..……….215

2 de noviembre: DIFUNTOS…………………………………………………………………………………………217

8 de diciembre. SOLEMNIDAD: LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARÍA VIRGEN…224

 

 

 

 

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