GONZALO APARICIO SÁNCHEZ
NECESIDAD DE LA ORACIÓN
EN LA VIDA DEL SACERDOTE
(3ª Edición)
“Sin mí no podéis hacer nada”
REFLEXIONES SACERDOTALES MIRANDO AL SÍNODO
«El cristiano del siglo futuro será un místico o no será cristiano».(K. Rahner)
PARROQUIA DE SAN PEDRO. PLASENCIA.(1966-2018)
PRÓLOGO
Confieso públicamente que todo se lo debo a la oración. Mejor dicho, a Cristo encontrado en la oración. Muchas veces digo a mis feligreses para convencerles de la importancia de la oración: A mí, que me quiten cargos y honores, que me quiten la teología y todo lo que sé y las virtudes todas, que me quiten el fervor y todo lo que quieran, pero que no me quiten la oración, el encuentro diario e intenso con mi Cristo Eucaristía en el Sagrario, porque el amor que recibo, cultivo, y me provoca y comunica la oración y relación personal con mi Cristo, Canción de Amor cantada por el Padre para mí, para todos, con Amor de Espíritu Santo, en la que me dice todo lo que soñó y me amó desde toda la eternidad, y me quiere y hace por mí cada día ahora, es tan vivo y encendido y fuego y experiencia de Dios vivo... que poco a poco me hará recuperar todo lo perdido y subiré hasta donde estaba antes de dejarla. Y, en cambio, aunque sea sacerdote y esté en las alturas, si dejo la oración personal, bajaré hasta la mediocridad, hasta el oficialismo y, a veces, a trabajar inútilmente, porque sin el Espíritu de Cristo no puedo hacer las acciones de Cristo: “Sin mí no podéis hacer nada”. Y ese Espíritu de Cristo viene a nosotros, a todos, especialmente por el trato con Cristo por la oración diaria, sobre todo eucarística.
¿Qué pasaría en la Iglesia, en el mundo entero, si los sacerdotes se animasen u obligasen a tener todos los días una hora de oración ante el Sagrario? ¿Qué pasaría en la Iglesia, si todos los sacerdotes tuvieran una promesa, un compromiso de orar una hora todos los días ante el Sagrario como un tercer voto o promesa añadida al de la obediencia y castidad? ¿Qué pasaría si en todos los seminarios del mundo tuviéramos exploradores de Moisés que habiendo llegado a la tierra prometida de la experiencia de Dios por la oración enseñasen este camino eucarístico a los que se forman, convirtiendo así el seminario en escuela de amor apasionado a Cristo vivo, vivo en el Sagrario, y no mero conocimiento teológico o rito vacío y desde ahí, desde la oración eucarística y arrodillado, el seminario se convirtiese en escuela viva de santidad y fraternidad, de teología viva y apostolado de Cristo? Si eso es así, ¿por qué no se hace? ¿Por qué no lo hacemos personalmente los sacerdotes? Señor, ¡te lo vengo pidiendo tantos años! ¡Concédenos a toda la Iglesia, a todos los seminarios, a toda la Iglesia esa gracia, ese voto que ya algunos de mis feligreses han hecho por la santidad de los sacerdotes y del seminario: ¡Ven, Señor Jesús, te necesitamos, te necesita este mundo nuestro!
Te necesita tu Iglesia, tus Obispos y sacerdotes, tus fieles cristianos; a todos, como Dios-hombre nos diste con tu vida y evangelio un ejemplo maravilloso y total de la necesidad de la oración, que tanto necesita el mundo y la Iglesia de hoy en esta época histórica con estas televisiones y medios tan ateos, tan vacios de tu persona y evangelio y salvación... así está el mundo, tu misma Iglesia: un mundo sin moral, parroquias cerradas, pocas vocaciones sacerdotales... no se ora, nos hemos olvidado de tu mandato: “Rogad al dueño de la mies, que envíe obreros a su miés”.
INTRODUCCIÓN
El título completo que me gustaría haber puesto a este libro sería: NECESIDAD DE LA ORACIÓN EN LA VIDA Y APOSTOLADO DEL SACERDOTE: “SIN MÍ NO PODÉIS HACER NADA”.
Porque esta ha sido la intención principal, que me ha movido a escribir este libro, ha sido el convencimiento que he adquirido, desde el estudio y la experiencia sacerdotal, de la necesidad de la oración personal, del encuentro de amor diario con Cristo para poder vivir en plenitud la identidad sacerdotal, el ser y existir en Cristo Sacerdote, esto es, para poder ser sacerdote santo.
Y esto que afirmo del sacerdocio presbiteral vale igualmente para todo cristiano, para todo bautizado, que tiene el carácter del sacerdocio común y real y que lógicamente está llamado también a la unión total con Cristo, a la santidad personal, como ha defendido el Vaticano II.
A la hora de reflexionar en serio sobre cómo debemos ser los sacerdotes en la hora actual en un mundo secularizado y ateo que nos está dejando las iglesias vacías y al sacerdote reducido a un profesional de lo religioso, pienso que hemos de dirigir nuestra mirada a lo que somos en Cristo para actuar conforme a nuestra identidad sacerdotal, ya que «operari sequitur esse».
Para eso en estos tiempos actuales donde no basta un amor ordinario a Cristo sino extraordinario, donde no es suficiente la fe y el amor heredado sino el contacto y la experiencia del amor personal y diario con Cristo, me parece que hay que pasar de una fe muchas veces heredada y apoyada en las iglesias llenas y en la estima del sacerdote que tenía el pueblo, a una fe y amor personal y viviencial de Cristo, apoyado y alimentado en la oración personal, en el encuentro diario de unión de amor, «que no es otra cosas oración sino tratar de amistad estando muchas veces tratando a solas con aquel que sabemos que nos ama», especialmente en la oración personal litúrgica completa, eucaristía, celebrada, “en Espíritu y Verdad”, en Espíritu Santo de Amor, y en Palabra Salvadora del Hijo, pronunciada y revelada por el Padre para todos los que somos sus hijos, más bien yo diría canción de Amor del Padre, cantada con Amor de Espíritu Santo del Padre al Hijo y del Hijo al Padre, en la cual quieren introducir y sumergirnos a todos los hombres, siempre por la potencia de Amor del Espíritu Santo en la Encarnación del hijo-Hijo y por la Consagración del Pan Divino de la Eucaristía.
En la liturgia, toda acción litúrgica, todos los sacramentos son desde el Padre al Hijo encarnado y resucitado por obra y potencia de Amor del Espíritu Santo, Beso y Abrazo del Padre al Hijo y del Hijo al Padre que le hace Padre aceptándole como Padre siempre en el mismo Amor, por el Amor del Espíritu Santo, tan personal y divina que le hace Persona Divina, pero no tercera, porque está al principio del Ser Trinidad, “Dios es Amor”, y en medio del Padre y del Hijo porque los une en Familia Divina.
Por todo ello y más cosas, Cristo ha de centrar tanto nuestra reflexión como nuestra dedicación, entrega y amor; Jesús ha de estar muy en primera línea con toda su realidad del Dios con nosotros, desde la encarnación hasta el calvario, donde nos amó con amor extremo, proféticamente ya celebrado y realizado en la Última Cena. Por eso, nuestra reflexión no puede quedarse en lo puramente especulativo sino que debe ser la reflexión que nos lleve al amor y la amistad, que hace el amigo junto al amigo, « estando a solas...para tratar de amistad» y escuchándole para ser como Él en su ser y existir sacerdotal.
Hay muchos sacerdotes así. Y debemos serlo todos. Hay que descubrirse ante unos sacerdotes con esta fidelidad, apoyada en la fidelidad de Cristo Sacerdote al Padre. Ha sido su fe y su fidelidad al Señor vivida en la intimidad y en la cercanía, junto con el sentido de comunión eclesial, lo que les ha permitido conservar lo fundamental, su identidad con Cristo Sacerdote.A todos ellos va dedicado especialmente este libro. Lo que se dice en él son cosas muy sabidas por los hermanos sacerdotes; intento recordar algunos puntos fundamentales que nos ayuden a todos a mantenernos fieles al Señor y nos animen a integrar nuestra vida en la suya. Es a El a quien se la hemos consagrado y a quien se la estamos dedicando día a día.
Una advertencia. Que a nadie se le ocurra pensar que todo lo que digo en el libro lo estoy viviendo a tope. Pero lo que sí es cierto es que lo estoy intentando y que trato de amar con todas mis fuerzas a Cristo Sacerdote del Altísimo que me llamó a ser y vivir como Él. Todavía me falta mucho. Pero vivo más ilusionado que nunca, porque siento muy cerca su presencia, su respiración, su perfume y aroma y unción sacerdotal, sobre todo en la Eucaristía, en la santa misa, en ratos de Sagrario.
CAPÍTULO PRIMERO
LA ORACION PERSONAL EUCARÍSTICA
1.- TODO SE LO DEBO A LA ORACIÓN EUCARÍSTICA, AL ENCUENTRO DIARIO DE AMISTAD CON CRISTO EN EL SAGRARIO
En mi pueblo, después de la Primera Comunión, visitaba al Señor todos los días en el Sagrario. En la piedad de entonces, la Visita al Santísimo primaba sobre la misa por la mañana a las 8 y sobre la comunión. Era una gozada ver a jóvenes, madres con hijos, novios... hacer la visita por la tarde. Y por aquello de los Primeros Viernes, empecé a ir a misa, mejor, a ser monaguillo y comulgar, no sólo los primeros viernes, sino todos los días. Así que cuando en el Seminario me enteré de que la oración se podía hacer ante la naturaleza, los campos, danzando o haciendo cosas, me cogió descolocado; más, cuando en el Seminario Mayor aprendí y me enseñaron otras formas y lugares para