cantos y puntos breves de meditación para los grupos de oración

Gonzalo aparicio sánchez

 

cantos  y puntos breves de mEDITACIón para los gruPos De oración

PARROQUIA DE SAN PEDRO.- PLASENCIA.-1966-2018

ORACIONES PARA LOS GRUPOS DE ORACIÓN

1. ORACIÓN DE ABANDONO EN EL PADRE

Padre, en tus manos me pongo,
haz de mi lo que quieras. 
Por todo lo que hagas de mi, te doy gracias. 
Estoy dispuesto a todo,
lo acepto todo,
con tal de que Tu voluntad se haga en mí
y en todas tus criaturas. 
No deseo nada más, Dios mío. 
Pongo mi alma entre Tus manos, te la doy, Dios mío,
con todo el ardor de mi corazón porque te amo, 
y es para mi necesidad de amor el darme,
el entregarme entre tus manos sin medida,
con infinita confianza,
porque Tu eres mi Padre.

 

2. Acción de gracias y petición del pueblo cristiano
De la carta de san Clemente primero, papa, a los Corintios

 

En la oración y en las súplicas, pediremos al Artífice de todas las cosas que guarde, en todo el mundo, el número contado de sus elegidos, por medio de su Hijo amado, Jesucristo; en él nos llamó de las tinieblas a la luz, de la ignorancia al conocimiento de su gloria. Nos llamaste para que nosotros esperáramos siempre, Señor, en tu nombre, pues él es el principio de toda criatura. Tú abriste los ojos de nuestro corazón, para que te conocieran a ti, el solo Altísimo en lo más alto de los cielos, el Santo que habita entre los santos. A ti, que abates la altivez de los soberbios, que deshaces los planes de las naciones, que levantas a los humildes y abates a los orgullosos; a ti, que enriqueces y empobreces; a ti, que das la muerte y devuelves la vida.

 

Tú eres el único bienhechor de los espíritus y Dios de toda carne, que penetras con tu mirada los abismos y escrutas las obras de los hombres; tú eres ayuda para los que están en peligro, salvador de los desesperados, criador y guardián de todo espíritu. Tú multiplicas los pueblos sobre la tierra y, de entre ellos, escoges a los que te aman, por Jesucristo, tu siervo amado, por quien nos enseñas, nos santificas y nos honras. Te rogamos, Señor, que seas nuestra ayuda y nuestra protección: salva a los oprimidos, compadécete de los humildes, levanta a los caídos, muestra tu bondad a los necesitados, da la salud a los enfermos, concede la conversión a los que han abandonado a tu pueblo, da alimento a los hambrientos, liberta a los prisioneros, endereza a los que se doblan, afianza a los que desfallecen. Que todos los pueblos te reconozcan a ti, único Dios, y a Jesucristo, tu Hijo, y vean en nosotros tu pueblo y las ovejas de tu rebaño.

 

Por tus obras has manifestado el orden eterno del mundo, Señor, creador del universo. Tú permaneces inmutable a través de todas las generaciones: justo en tus juicios, admirable en tu fuerza y magnificencia, sabio en la creación, providente en sustentar lo creado, bueno en tus dones visibles y fiel en los que confían en ti, el único misericordioso y compasivo.

 

Perdona nuestros pecados, nuestros errores, nuestras debilidades, nuestras negligencias. No tengas en cuenta los pecados de tus siervos y de tus siervas, antes purifícanos con el baño de tu verdad y endereza nuestros pasos por la senda de la santidad de corazón, a fin de que obremos siempre lo que es bueno y agradable ante tus ojos y ante los ojos de los que nos gobiernan.

 

Sí, oh Señor, haz brillar tu rostro sobre nosotros, concédenos todo bien en la paz, protégenos con tu mano poderosa, líbranos, con tu brazo excelso, de todo mal y de cuantos nos aborrecen sin motivo. Danos, Señor, la paz y la concordia, a nosotros y a cuantos habitan en la tierra, como la diste en otro tiempo a nuestros padres, cuando te invocaban piadosamente con confianza y rectitud de corazón.

 

 

 

3.- Ante la tentación de dejarse vencer por el cansancio
  del Bto. Manuel González – Obispo  de los Sagrarios Abandonados

 

¡Madre Inmaculada! ¡Qué no nos cansemos! ¡Madre nuestra! ¡Una petición! ¡Que no nos cansemos!

Si, aunque el desaliento por el poco fruto o por la ingratitud nos asalte, aunque la flaqueza nos ablande, aunque el furor del enemigo nos persiga y nos calumnie, aunque nos falten el dinero y los auxilios humano, aunque vinieran al suelo nuestras obras y tuviéramos que empezar de nuevo… ¡Madre querida!... ¡Que no nos cansemos!

 

Firmes, decididos, alentados, sonrientes siempre, con los ojos de la cara fijos en el prójimo y en sus necesidades, para socorrerlos, y con los ojos del alma fijos en el Corazón de Jesús que está en el Sagrario, ocupemos nuestro puesto, el que a cada uno nos ha señalado Dios.

 

¡Nada de volver la cara atrás!, ¡Nada de cruzarse de brazos!, ¡Nada de estériles lamentos! Mientras nos quede una gota de sangre que derramar, unas monedas que repartir, un poco de energía que gastar, una palabra que decir, un aliento de nuestro corazón, un poco de fuerza en nuestras manos o en nuestros pies, que puedan  servir para dar gloria a Él y a Ti y para hacer un poco de bien a nuestros hermanos… ¡Madre mía, por última vez! ¡Morir antes que cansarnos!

 

4.- María de la Anunciación:

Cinco minutos antes de la Anunciación, la Virgen no sabía lo que iba a pasar, pero ya le decía en su corazón a Dios: «Aquí tienes a tu sierva. Hágase en mí lo que quieras».

Ponte en manos de María de Nazaret con esta oración:

María, Maestra de la escucha, Virgen de la pregunta humilde («¿cómo puede ser esto?»), de la disponibilidad perfecta («aquí está la sierva del Señor»), del sí total y continuo al querer de Dios buscado y discernido («hágase en mí según tu Palabra»).

 Ayúdame a serenarme, para centrarme como tú en Aquel que es todo Palabra cuando yo le escucho, y todo oídos cuando yo le hablo. Que mi corazón acoja el mensaje de la Escritura a fin de guardarlo, meditarlo, hacerlo vida y compartirlo con los hermanos.

Mujer del Espíritu, siempre atenta, contemplativa y fiel, acompáñame en este encuentro con la Palabra, preséntame a jesucristo, tu Hijo, y enséñame a decirle «amén» con la vida.

 

5.- ORACIÓN DE SAN ANSELMO

Deja un momento tus ocupaciones habituales; entra un instante en ti mismo, lejos del tumulto de tus pensamientos. Arroja fuera de ti las preocupaciones agobiantes; aparta de ti tus inquietudes trabajosas.

Dedícate algún rato a Dios y descansa siquiera un rato en su presencia. Entra en el aposento de tu alma; excluye a todo, excepto a Dios y lo que pueda ayudarte para buscarle; y así, cerradas todas las puertas, ve en pos de Él. Di, pues, alma mía, di a Dios: «Busco tu rostro, Señor, anhelo ver tu rostro». Y ahora, Señor mi Dios, enseña a mi corazón dónde y cómo buscarte, dónde y cómo encontrarte.

Enséñame a buscarte y muéstrate a quien te busca; porque rio puedo ir en tu busca, a menos que Tú me enseñes, y no puedo encontrarte, si Tú no te manifiestas. Deseando te buscaré, buscando te desearé, amando te hallaré, y hallándote te amaré.

 

 

 

6.- Oración para la conversión de los buenos:

 

Hay que pedir, reconociendo los fallos y la necesidad de ayuda. Para ello se puede rezar esta ORACIÓN:

Por nosotros, que decimos y no hacemos,

que vemos la paja en el ojo ajeno y no la viga en el nuestro,

que apartamos el mosquito y tragamos el camello,

que somos sal insípida y luz que se esconde,

que amamos al amigo y aborrecemos al enemigo,

que no perdonamos las ofensas,

que pretendemos posible servir a Dios y al egoísmo,

que no nos atrevemos a ir por la senda estrecha,

que nos contentamos con clamar «Señor, Señor»,

que no amamos con obras y de verdad,

que queremos seguirte, pero sin tomar la cruz

ni negarnos a nosotros mismos

 

 

Para obtener la conversión, hay que pedir un plus de gracia:

 

Para los que te buscamos sin dar la cara, como Nicodemo, más valentía, Señor.

Para los que nos contentamos con una religión de apariencia, como los fariseos, más sinceridad, Señor.

Para los que nos encontramos con el dolor y volvemos la cara, como los personajes de la parábola (del samaritano), (el sacerdote y el levita), más solidaridad, Señor.

 Para los que renegamos de lo que creemos, como Pedro, más constancia, Señor.

 Para los que no hacemos más que lamentarnos, como las mujeres de Jerusalén, más acción, Señor.

Para los que golpeamos en nombre de la justicia, como los soldados romanos, más comprensión, Señor.

Para los que cubrimos de tierra los talentos, como el siervo inútil, mayor responsabilidad, Señor

 

 

Señor, tú que curaste a un leproso tocándolo, queremos ser limpios.

 Señor, tú que curaste a un muchacho a distancia, di una sola palabra y quedaremos curados.

Señor, tú que dijiste al paralítico: «Levántate y anda», que caminemos siempre tus caminos.

Señor, tú que resucitaste a una niña, despiértanos para siempre de nuestra modorra.

Somos la sal de la tierra, pero ¿a quién salaremos con este sabor insípido? Solo servimos para ser pisoteados por los hombres.

Somos luz del mundo y nos ocultamos en los bajos fondos de la urbe, escondidos bajo el celemín cobardemente, en lugar de alumbrar en nuestro entorno.

Señor, que luzca nuestra luz entre los hombres, para que, viendo nuestras buenas obras, glorifiquen al Padre de los cielos (...)

Señor, ¿cuándo buscaremos de una vez el Reino y su justicia, dejando en paz la añadidura?

 

 

 

7.- CARTA DE DESPEDIDA DE JESÚS A MARÍA, la noche antes de partir hacia la vida pública, para leerla en silencio. Dice así:

 

Querida mamá: Cuando te despiertes, yo ya me habré ido. He querido ahorrarte despedidas. Ya has sufrido bastante, y lo que sufrirás, María. Ahora es de noche, mientras te escribo... Quiero decirte por qué me voy, por qué te dejo, por qué no me quedo en el taller haciendo marcos para las puertas y enderezando sillas el resto de mi vida.

Durante treinta años he observado a la gente de nuestro pueblo y he intentado comprender para qué vivían, para qué se levantaban cada mañana y con qué esperanza se dormían todas las noches (...) El resultado es que la mayoría de ¡os días son grises, las soledades demasiado grandes para ser soportadas por hombres normales, la amargura habitual de casa, las alegrías cortas y poco alegres.

A veces, madre, cuando llegaba el cartero y sonaba la trompetilla en la plaza del pueblo, cuando la gente acudía corriendo alrededor, yo me fijaba en esas caras que esperaban ansiosamente, delirantemente, de cualquier parte y con cualquier remite, una buena noticia. ¡Hubieran dado la mitad de sus vidas porque alguien les hubiera abierto, desde fuera, un boquete en el cascarón! Me venían ganas de ponerme en medio y gritarles: «iLa noticia buena ya ha llegado! ¡El Reino de Dios está dentro de vosotros! ¡Las mejores cartas os van a llegar de dentro! ¿Por qué os repetís que estáis cojos, si resulta que Dios os ha dado piernas de gacela?».

Yo me siento prendido por la plenitud de la vida, María. Yo me descubro encendido en un fuego que me lleva y me hace contarles a los hombres noticias simples y hermosas que ningún periódico dice nunca. Y quisiera quemar el mundo con esta llama; que en todos los rincones hubiera vida, pero vida en abundancia.

Ya sé que soy un carpintero sin bachillerato y que apenas he cumplido la edad de abrir os labios en público. No me importaría esperar más, pensarlo más, ser más maduro, «hacer mi síntesis teológica»... Pero esta tarde me he enterado de que han detenido a Juan, que bautizaba en el río. ¿Quién alentará ahora la chispita que aún humea en el corazón de los pobres? ¿Quién gritará lo que Dios quiere, en medio de tantos gritos que no quieren a Dios? ¿Quíén curará a los sencillos y a los cansados, que tienen derecho a vivir porque son los queridos desde el principio del universo? Hay demasiada infelicidad, mamá, como para que yo me contente con fabricar hamacas para unos pocos... Demasiados ciegos, demasiados pobres, demasiada gente para quien el mundo es ¡a blasfemia de Dios. No se puede creer en un mundo donde los hombres mueren y no son felices.., a menos que se esté del lado de los que dan la vida para que esto no siga sucediendo; para que el mundo sea como Dios lo pensó.

Si te he de decir la verdad, no tengo nada claro lo que voy a hacer. Sé por dónde empezar. No sé dónde terminaremos. Por lo pronto, me voy a Cafarnaúm, a la orilla del lago, donde hay más gente y lo que pase tendrá más resonancia.

Está amaneciendo. Te escribiré. Te vendré a ver de vez en cuando.

Tu Jesús.

 

TEXTO DE APOYO

 

Sabor a Cristo

Saber a Cristo vivo,

amarle con pasión,

seguirle intensamente,

concédenos, Señor.

 

Gustar a Jesucristo,

quererle más y más,

servirle cada día,

otórganos, Señor.

 

Descúbrenos al joven

crecido entre virutas,

ejemplo de trabajo,

oculto en Nazaret.

 

 

 

8.- Salmo-17
 
Yo te amo, Señor mi fortaleza,
mi roca, mi baluarte, mi liberador.
Eres la peña en que me amparo,
mi escudo y mi fuerza, mi Salvador.
 
En el templo se escuchó mi voz,
clamé por Ti en mi angustia.
Extendiste tu mano y no caí,
tu poder del enemigo me libró.
 
Las olas de la muerte me envolvían,
me aguardaba la ruina,
pero el Señor venció.
Tu eres la luz que me ilumina,
quien abre mis caminos,

 

En el templo se escuchó mi voz,
clamé por Ti en mi angustia.
Extendiste tu mano y no caí,
tu poder del enemigo me libró.
 
Cuando yo invoqué tu nombre,
con mano poderosa,
me salvó tu Amor.Son perfectos tus caminos,
tus manos me sostienen
Tú eres mi Rey.
 
En el templo se escuchó mi voz,
clamé por Ti en mi angustia.
Extendiste tu mano y no caí,
tu poder del enemigo me libró.

 

 

 

9.- Oración del Papa Clemente XI

Creo, Señor,
haz que crea con más firmeza;
espero, haz que espere con más confianza;
me arrepiento, haz que tenga mayor dolor.


Te adoro como primer principio;
te deseo como último fin;
te alabo como bienhechor perpetuo;
te invoco como defensor propicio.
Dirígeme con tu sabiduría,
átame con tu justicia,
consuélame con tu clemencia,
protégeme con tu poder.

Te ofrezco, Señor, mis pensamientos,
para que se dirijan a ti;
mis palabras, para que hablen de ti;
mis obras, para que sean tuyas,
mis contrariedades, para que las lleve por ti.

Quiero lo que quieras, quiero porque quieres,
quiero como lo quieres, quiero hasta que quieras.

Señor, te pido que ilumines mi entendimiento,
inflames mi voluntad,
limpies mi corazón,
santifiques mi alma.

Que me aparte de mis pasadas iniquidades,
rechace las tentaciones futuras,
corrija las malas inclinaciones,
practique las virtudes necesarias.

Concédeme, Dios de bondad, amor a ti, odio a mí,
celo por el prójimo y desprecio a lo mundano.

Que sepa obedecer a los superiores, ayudar a los inferiores,
aconsejar a los amigos y perdonar a los enemigos. 
Que venza la sensualidad con la mortificación,
la avaricia con la generosidad,
la ira con la bondad,
la tibieza con la piedad.

Hazme prudente en los consejos,
constante en los peligros,
paciente en las contrariedades,
humilde en la prosperidad.

Señor, hazme atento en la oración,
sobrio en la comida,
constante en el trabajo,
firme en los propósitos.

Que procure tener inocencia interior,
modestia exterior,
conversación ejemplar y vida ordenada. 

Haz que esté atento a dominar mi naturaleza,
a fomentar la gracia,
servir a tu ley
y a obtener la salvación. 

Que aprenda de ti qué poco es lo terreno,
qué grande lo divino,
qué breve el tiempo,
qué durable lo eterno.

Concédeme preparar la muerte,
temer el juicio,
evitar el infierno
y alcanzar el paraíso.Por Cristo nuestro Señor. Amén.

 

 

 

 

 

 

10.- Salmo 51:

 

 

Crea en mi, oh Dios, un corazón puro
Tenme piedad, oh Dios, según tu amor,

por tu inmensa ternura borra mi delito,

lávame a fondo de mi culpa,
y de mi pecado purifícame.

 

Pues mi delito yo lo reconozco,
mi pecado sin cesar está ante mí;
contra ti, contra ti solo he pecado,
lo malo a tus ojos cometí.

 

 

Por que aparezca tu justicia cuando hablas

y tu victoria cuando juzgas.
Mira que en culpa ya nací,
pecador me concibió mi madre.

 

Crea en mi, oh Dios, un corazón puro,

un espíritu firme dentro de mi renueva; 

abre, Señor, mis labios,
y publicará mi boca tu alabanza

 

 

11.- PLEGARIA A LA SANTÍSIMA TRINIDAD

 

Oh Díos mío, Trinidad a quien adoro, ayudadme a olvidarme enteramente de mí para establecerme en vos, inmóvil y tranquila, como si mi alma ya estuviera en la eternidad; que nada pueda turbar mi paz ni hacerme salir de vos, oh mi inmutable, sino que cada minuto me sumerja más en la profundidad de vuestro misterio.

        Pacificad mi alma; haced de ella vuestro cielo, vuestra mansión amada y el lugar de vuestro reposo; que nunca os deje solo; antes bien, permanezca enteramente allí, bien despierta en mi fe, en total adoración, entregada sin reservas a vuestra acción creadora.

        Oh amado Cristo mío, crucificado por amor, quisiera ser una esposa para vuestro corazón; quisiera cubriros de gloria, quisiera amaros hasta morir de amor. Pero siento mi impotencia, y os pido me revistáis de vos mismo, identifiquéis mi alma con todos los movimientos de vuestra alma, me sumerjáis, me invadáis, os sustituyáis a mí, para que mi vida no sea más que una irradiación de vuestra vida. Venid a mí como adorador, como reparador y como salvador.

        Oh Verbo Eterno, palabra de mi Dios, quiero pasar mi vida escuchándoos, quiero ponerme en completa disposición de ser enseñada para aprenderlo todo de vos; y luego, a través de todas las noches, de todos los vacíos, de todas las impotencias, quiero tener siempre fija mi vista en vos y permanecer bajo vuestra gran luz. ¡Oh amado astro mío! fascinadme, para que nunca pueda ya salir de vuestro resplandor.

        Oh fuego abrasador, Espíritu de amor, venid sobre mí, para que en mi alma se realice una como Encarnación del Verbo; que sea yo para él una humanidad supletoria, en la que él renueve todo su misterio.

        Y vos, oh Padre, inclinaos sobre esta vuestra pobrecita criatura; cubridla con vuestra sombra; no veáis en ella sino al amado, en quien habéis puesto todas vuestras complacencias.

        Oh mis Tres, mi todo, mi bienaventuranza, soledad infinita, inmensidad en la que me pierdo. Entrégome sin reserva a vos como una presa, sepultaos en mí, para que yo me sepulte en vos, hasta que vaya a contemplaros en vuestra luz, en el abismo de vuestras grandezas.

 

 

12. - ORACIÓN AL PADRE

 

Abba, Padre bueno del  cielo y de la tierra y de todas partes,  principio y fin de todo.

Me alegro de que existas y seas tan grande y  generoso, dándote totalmente como Padre a tu Hijo con tu Amor de Espíritu Santo y viviendo en Tri-Unidad de Vida, Verdad  y Amor

Te alabo y te bendigo porque me has creado y redimido y hecho hijo tuyo en tu Hijo encarnado por obra del Espíritu Santo en el que “tanto amó Dios al mundo que entregó a su propio Hijo para que no perezca ninguno de los que creen en él sino que tengan vida eterna”.

 

Papá bueno del cielo, te doy gracias porque me creaste: si existo, es que me has amado y soñado desde toda la eternidad y con un beso de amor de Padre me has dado la existencia en al amor de mis padres.

Si existo, es que me has preferido a millones y millones de seres que no existirán y me ha señalado con tu dedo,  creador de vida y felicidad eterna.

Si existo, soy un cheque firmado y avalado por la sangre del Hijo, muerto y resucitado por la potencia de Amor del Santo Espíritu; y he sido elegido  por creación y redención para vivir eternamente en la misma felicidad de Dios Trino y Uno.

 

Padre bueno de cielo y tierra, te pido que sea santificado tu Nombre, que venga a nosotros tu reino de Santidad, Verdad y Amor;  que se haga tu voluntad de salvación universal de todos los hombres; y que cumplamos tu deseo revelado en tu Palabra hecha carne: “sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto”;  danos muchos y santos sacerdotes y predicadores de tu reino  que prolonguen la misión que confiaste a tu Hijo amado, Sacerdote Único del Altísimo y Eucaristía perfecta.

 

Padre bueno del cielo, quiero amarte como hijo; quiero obedecerte como a Padre; quiero cumplir tu deseo de hacernos a todos hijos en el Hijo para que te complazcas eternamente en Él-nosotros con tu mismo Amor de Espíritu Santo.

 

Padre nuestro que estás en el cielo, Origen de todo bien, Ternura infinita y personificada de la Trinidad; Principio y Fin de todo; Padre-Madre de mi vida y de mi alma, yo creo, adoro, espero, te amo; y te pido perdón por todos los que no creen, no adoran, no esperan y no te aman; y confío y espero  tu abrazo eterno de Padre en el Hijo con tu  Amor de Espíritu Santo. Amén».

 

 

 

 

 

 

13.- ORACIÓN DE ADMIRACIÓN POR LA GRANDEZA SACERDOTAL

«Inclino mi frente como inclino mi corazón ante ti, Sacerdote,

Hombre de Dios y hombre de la Iglesia

Hombre que no te perteneces, que vives y mueres por los demás

Hombre de la soledad y compañero de camino para cada uno

Hombre que llevas en tu cuerpo la señal de la crucifixión

y la gloria de la resurrección

Hombre que no te humillas ante nadie,

pero que lavas los pies a todos

Evangelizador de alegría y consuelo

Ministro del perdón y de la misericordia

Amigo fiel

Hombre abierto a la esperanza,

que guardas en tu corazón las miserias de los hombres

Hombre de oración con las manos siempre en alto

Hombre libre porque eres obediente.

Hombre enamorado del amor, que cultivas grandes ideales

Experto de humanidad

Tú recibes del alba la fuerza de la resurrección

y a la tarde entregas la luz que no conoce ocaso.

Sacerdote, no ceses nunca de pronunciar tu ‘SI”».

9.- ORACIÓN AL ESPIRITU SANTO

Oh Espíritu Santo Consolador, que en el día santo de Pentecostés descendiste sobre los Apóstoles y henchiste aquellos sagrados pechos de caridad, de gracia y de sabiduría!   Suplícote, Señor, por esta inefable largueza y misericordia, hinches mi ánima de tu gracia y todas mis entrañas de la dulzura inefable de tu amor.

Ven, oh Espíritu Santísimo, y envíanos desde el cielo un rayo de tu luz. Ven, oh Padre de los pobres. Ven, dador de las lumbres y lumbre de los corazones. Ven, Consolador muy bueno, dulce huésped de las almas y duce refrigerio de ellas. Ven a mí, limpieza de los pecados y Médico de las enfermedades. Ven, fortaleza de flacos y remedio de caídos. Ven, Maestro de los humildes y destruidor de los soberbios. Ven singular gloria de los que viven y salud de los que mueren. Ven, Dios mío, y disponme para Tí con la riqueza de tus dones y misericordias.

Embriágame con el don de la sabiduría, alúmbrame con el don del entendimiento, rígeme con el don del consejo, confírmame con el don de la fortaleza, enséñame con el don de la ciencia, hiéreme con el don de la piedad y traspasa mi corazón con el don del temor. ¡Oh dulcísimo amador de los limpios de corazón! Enciende y abrasa todas mi entrañas con aquel suavísimo fuego de tu amor, para que todas ellas, así abrasadas sean arrebatadas y llevadas a Tí, que eres mi último fin y abismo de todos los bienes.        

Oh dulcísimo amador de las almas limpias! Pues Tú sabes, Señor, que yo ninguna cosa puedo, extiende tu piadosa mano sobre mi, para que así pueda pasar a Tí. Y para esto, Señor, derriba, mortifica, aniquila y deshaz en mí todo lo que quisieres, para que del todo me hayes a tu voluntad, para que toda mi vida sea un sacrificio imperfecto, que todo se abrase en el fuego de tu amor.

¡Oh, quién me diese que me quisieses admitir a tu grande bien! Mira que a Tí suspira esta pobre y miserable criatura tuya, día y noche. Tuvo sed mi ánima del Dios vivo: ¿Cuándo vendré y pareceré ante la cara de todas las gracias? ¿Cuándo entraré en el lugar de aquel tabernáculo admirable hasta la casa de mi Dios? ¿Cuándo me veré harto con tu gloriosa presencia’? ¿Cuándo por Tí seré librado de la tentación y en Ti traspasaré el muro de esta mortalidad?

¡ Oh fuente de resplandores eternos! Vuélveme, Señor, a aquel abismo de donde procedí, donde te conozca de la manera que me conociste y te ame como me amaste y te vea para siempre en compañía de tus escogidos. AMEN.

 

 14.- ORACIÓN DE JUAN PABLO II

 

Ave María, Mujer pobre y humilde,
¡Bendita del Altísimo!

Virgen de la esperanza, profecía de los tiempos nuevos,
nosotros nos asociamos a tu canto de alabanza 
para celebrar las misericordias del Señor,
para anunciar la venida del Reino
y la plena liberación del hombre.

 

Ave María, humilde sierva del Señor,
¡gloriosa Madre de Cristo!
Virgen fiel, morada santa del Verbo,
enséñanos a perseverar en la escucha de la Palabra,
a ser dóciles a la voz del Espíritu,
atentos a sus llamados en la intimidad de la conciencia

y a sus manifestaciones en los acontecimientos de la historia.

 

Ave María, Mujer del dolor,
¡Madre de los vivientes!
Virgen esposa ante la Cruz, nueva Eva,
sé nuestra guía por los caminos del mundo,
enséñanos a vivir y a difundir el amor de Cristo,
a permanecer contigo junto a las innumerables cruces
sobre las cuales tu Hijo está aún crucificado.

 

Ave María, Mujer fiel,
¡Primera discípula!
Virgen Madre de la Iglesia, ayúdanos a dar siempre
razón de la esperanza que está en nosotros
confiando en la bondad del hombre y en el amor del Padre.

 

Enséñanos a construir el mundo desde dentro:
en la profundidad del silencio y la oración,
en la alegría del amor fraterno,
en la fecundidad insustituible de la cruz.

 

Santa María, Madre de los creyentes,
Ruega por nosotros.

15. AMO A JESUCRISTO

 

 

 

17.- ORACIÓN DE SANTA BRÍGIDA:

«Bendito seas tú, mi Señor Jesucristo, que anunciaste por adelantado tu muerte y, en la Última Cena, consagraste el pan material, convirtiéndolo en tu cuerpo glorioso, y por tu amor lo diste a los apóstoles como memorial de tu dignísima pasión, y les lavaste los pies con tus santas manos preciosas, mostrando así humildemente tu máxima humildad.

Honor a ti, mi Señor Jesucristo, porque el temor de la pasión y la muerte hizo que tu cuerpo inocente sudara sangre, sin que ello fuera obstáculo para llevar a término tu designio de redimirnos, mostrando así de manera bien clara tu caridad para con el género humano.

Bendito seas tú, mi Señor Jesucristo, que fuiste llevado  ante Caifás, y tú, que eres el juez de todos, permitiste humildemente ser entregado a Pilato, para ser juzgado por él.

Gloria a ti, mi Señor Jesucristo, por las burlas que soportaste cuando fuiste revestido de púrpura y coronado con punzantes espinas, y aguantaste con una paciencia inagotable que fuera escupida tu faz gloriosa, que te taparan los ojos y que unas manos brutales golpearan sin piedad tu mejilla y tu cuello.

Alabanza a ti, mi Señor Jesucristo, que te dejaste ligar a la columna para ser cruelmente flagelado, que permitiste que te llevaran ante el tribunal de Pilato, cubierto de sangre, apareciendo a la vista de todos, como el Cordero inocente.

Honor a ti,  mi Señor Jesucristo, que, con todo tu glorioso cuerpo ensangrentado, fuiste condenado a muerte de cruz, cargaste sobre tus sagrados hombros el madero, fuiste llevado inhumanamente al lugar del suplicio, despojado de tus vestiduras, y así quisiste ser clavado en la cruz.

Honor para siempre a ti, mi Señor Jesucristo, que, en medio de tales angustias, te dignaste mirar con amor a tu dignísima madre, que nunca pecó ni consintió jamás la más leve falta; y, para consolarla, la confiaste a tu discípulo para que cuidara de ella con toda fidelidad.

Bendito seas por siempre, mi Señor Jesucristo, que, cuando estabas agonizando, diste a todos los pecadores la esperanza del perdón, al prometer misericordiosamente la gloria del paraíso al ladrón arrepentido.

Alabanza eterna a ti, mi Señor Jesucristo, por todos y cada uno de los momentos que, en la cruz, sufriste entre las mayores amarguras y angustias por nosotros, pecadores; porque los dolores agudísimos procedentes de tus heridas penetraban en tu alma bienaventurada y atravesaban cruelmente tu corazón sagrado, hasta que dejó de latir y exhalaste el espíritu e, inclinando la cabeza, lo encomendaste humildemente a Dios tu Padre, quedando tu cuerpo invadido por la rigidez de la muerte.

Bendito seas Tú, mi Señor Jesucristo, que, por nuestra salvación, permitiste que tu costado y tu corazón fueran atravesados por la lanza y, para redimirnos, hiciste que de él brotara con abundancia tu sangre preciosa mezclada con agua.

Gloria a ti, mi Señor Jesucristo, porque quisiste que tu cuerpo bendito fuera bajado de la cruz por tus amigos y reclinado en los brazos de tu afligidísima madre, y que ella lo envolviera en lienzos y fuera enterrado en el sepulcro, permitiendo que unos soldados montaran allí guardia.

Honor por siempre a ti, mi Señor Jesucristo, que enviaste el Espíritu Santo a los corazones de los discípulos y aumentaste en sus almas el inmenso amor divino.

Bendito seas tú, glorificado y alabado por los siglos, mi Señor Jesús, que estás sentado sobre el trono, en tu reino de los cielos, en la gloria de tu divinidad, viviendo corporalmente con todos tus miembros santísimos, que tomaste de la carne de la Virgen. Y así has de venir el día del juicio a juzgar a las almas de todos los vivos y los muertos: tú que vives y reinas con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén».

18.- ORACIÓN A JESÚS EUCARISTÍA

¡Jesucristo, Eucaristía divina, CANCIÓN DE AMOR DEL PADRE, REVELADA EN SU PALABRA HECHA CARNE Y PAN DE EUCARISTÍA, CON AMOR DE ESPÍRITU SANTO!

¡Jesucristo, Eucaristía divina, ¡TEMPLO, SAGRARIO Y MISTERIO DE MI DIOS TRINO Y UNO!

 ¡Cuánto te deseo, cómo te  busco, con qué hambre de Ti camino por la vida, qué nostalgia de mi Dios todo el día!

¡Jesucristo Eucaristía, quiero verte para tener la Luz del Camino, de la Verdad y de la Vida; QUIERO ADORARTE, PARA CUMPLIR CONTIGO LA VOLUNTAD DEL PADRE HASTA DAR LA VIDA;  quiero comulgarte, para tener tu misma vida, tus mismos sentimientos, tu mismo amor!; y en tu entrega eucarística, quiero hacerme contigo sacerdote y víctima agradable al Padre, cumpliendo su voluntad, con amor extremo, hasta dar la vida.

Quiero entrar así en el Misterio de mi Dios Trino y Uno, con Jesucristo Sacerdote Único y Eucaristía perfecta,  por la potencia de Amor del Espíritu Santo.

 

19.- ORACIÓN A JESUCRISTO

¡Jesucristo, HIJO DE DIOS ENCARNADO, SACERDOTE ÚNICO DEL ALTÍSIMO Y  EUCARISTÍA PERFECTA DE OBEDIENCIA, ADORACIÓN Y ALABANZA AL PADRE!

Tú lo has dado todo por mí, con amor extremo, hasta dar la vida y quedarte siempre en el Sagrario en intercesión y oblación perenne al Padre por la salvación de los hombres.

TAMBIÉN YO QUIERO  DARLO TODO POR TI Y PERMANECER SIEMPRE CONTIGO IMPLORANDO LA MISERICORDIA DIVINA SOBRE MI FAMILIA, MI PARROQUIA Y EL MUNDO ENTERO.

YO QUIERO SER Y EXISTIR SACERDOTAL Y VICTIMALMENTE  EN TI;  yo quiero ser totalmente tuyo, porque para mí Tú lo eres todo,  yo quiero que lo seas todo.

Jesucristo, Eucaristía Perfecta, yo creo en Ti.

Jesucristo, Sacerdote único del Altísimo, yo confío en Ti.

Tú eres el Hijo de Dios.

20.- ORACIÓN AL ESPÍRITU SANTO

¡Oh Espíritu Santo, Dios Amor, ABRAZO Y BESO DE MI DIOS, ALIENTO DE VIDA Y AMOR TRINITARIO, Alma de mi alma, Vida de mi vida, Amor de mi alma y de mi vida! ¡Yo Te adoro!

¡Quémame, abrásame por dentro con tu fuego transformante, y conviérteme, por una nueva encarnación sacramental, en humanidad supletoria de Cristo, para que Él renueve y prolongue en mí todo su misterio de salvación! Quisiera hacer presente a Cristo ante la mirada de Dios y de los hombres como adorador del Padre, como salvador de los hombres, como redentor del mundo!

Inúndame, lléname, poséeme, revísteme de sus mismos sentimientos y actitudes sacerdotales; haz de toda mi vida una ofrenda agradable a la Santísima Trinidad, cumpliendo su voluntad, con amor extremo, hasta dar la vida.

¡Oh Espíritu Santo, Alma y Vida de mi Dios! Ilumíname, guíame, fortaléceme, consuélame, fúndeme en Amor Trinitario, para que sea amor creador de vida en el Padre, amor salvador de vida por el Hijo, amor santificador de vida con el Espíritu Santo, para alabanza de gloria de la Trinidad y bien de mis hermanos, los hombres.

             

21.- ORACIÓN A MARÍA MADRE DEL ALMA

¡SALVE, MARÍA,

 

HERMOSA NAZARENA,

 

VIRGEN BELLA,

 

MADRE SACERDOTAL,

 

MADRE DEL ALMA,

 

CUÁNTO TE QUIERO,

 

CUÁNTO ME QUIERES!

 

¡GRACIAS POR HABERME DADO A TU HIJO,  HIJO DE DIOS ENCARNADO Y SACERDOTE ÚNICO DEL ALTÍSIMO!

 

¡GRACIAS POR HABERME AYUDADO A SER Y EXISTIR EN ÉL!

 

¡Y GRACIAS TAMBIÉN, POR QUERER SER MI MADRE !

 

¡MI MADRE  Y MI MODELO!

 

¡GRACIAS!

 

22.- Himno. En esta tarde, Cristo del Calvario

En esta tarde, Cristo del Calvario,
vine a rogarte por mi carne enferma;
pero, al verte, mis ojos van y vienen
de tu cuerpo a mi cuerpo con vergüenza.

¿Cómo quejarme de mis pies cansados,
cuando veo los tuyos destrozados?
¿Cómo mostrarte mis manos vacías,
cuando las tuyas están llenas de heridas?

¿Cómo explicarte a ti mi soledad,
cuando en la cruz alzado y solo estás?
¿Cómo explicarte que no tengo amor,
cuando tienes rasgado el corazón?

Ahora ya no me acuerdo de nada,
huyeron de mi todas mis dolencias.
El ímpetu del ruego que traía
se me ahoga en la boca pedigüeña.

Y sólo pido no pedirte nada,
estar aquí, junto a tu imagen muerta,
ir aprendiendo que el dolor es sólo
la llave santa de tu santa puerta.

 

Amén.

 

 

23.- Tomad, Señor, y recibid

Agradecer a Dios sus dones es justo y necesario. Pero, ¿basta con el agradecimiento? Mejor será que cerremos esta contemplación con la preciosa plegaria oblativa que nos ofrece san Ignacio, glosándola y saboreándola, afectuosa y conscientemente, como si fuera la primera vez:

«Tomad, Señor y recibid». Te entrego el dominio de mi ser. Puedes usar de mí como te plazca. Puedes disponer de mi vida como quieras, cuando quieras y donde quieras.

«Toda mi libertad». Lo más íntimo de mi existencia, de mi personalidad, lo único auténticamente mío. La quiero emplear sólo en tu santo servicio. «Mi memoria». Quiero recordarte solo a ti o recordar para ti. Como los enamorados, que no dejan de recordarse mutuamente.

«Mi entendimiento». Quiero entender las cosas con tu sabiduría, con tu punto de vista.

«Mi voluntad». Quiero quererte a ti y querer como tú quieres a las personas y las cosas.

«Todo mi haber y mi poseer». Mi yo: esencia y existencia, facultades y sentidos. Y mis cosas: poder, tener, saber, mis cualidades, mi tiempo, todo para tu servicio.

«Vos me lo disteis; a Vos, Señor, lo torno; todo es vuestro; disponed a toda vuestra voluntad». Reconozco la procedencia divina de todo lo que soy y tengo, y os lo ofrezco para que lo aceptéis, de golpe o en el gota a gota, en la página a página de cada día.

 

 

24.- Te entrego, Señor, mi vida

Te entrego, Señor, mi vida; hazla fecunda; hazla fecunda.

Te entrego, Señor, mi voluntad; hazla idéntica a la tuya.

Toma mis manos; hazlas acogedoras.

Toma mi corazón; hazlo ardiente.

Toma mis pies; hazlos incansables.

Toma mis ojos; hazlos transparentes.

Toma mis horas grises; hazlas novedad.

Toma mis cansancios; hazlos tuyos.

Toma mis veredas; hazlas tu camino.

Toma mi pobreza; hazla tu riqueza.

Toma mi obediencia; hazla tu gozo.

Toma mi nada; hazla lo que quieras.

Hazme nuevo en la donación, alegría en la entrega,

gozo desbordante al dar la vida, al gastarme en tu servicio.

(Anónimo).

 

 

25.- SABORES Y DULZURAS DE TRINIDAD

Y cuando, en ese amar al Amor, la esposa del Espíritu Santo, introducida en la cámara nupcial de su divinal Consorte, saborea aquel festín de la sustancia divina en la sustancia de su alma, ve que, trascendida infinitamente, nada puede decir de aquel sabor deleitoso de Divinidad que se le está dando en el Beso virginal de su Esposo eterno.

Experimenta que todo Dios se es vida infinita, que se le da a gustar en sabor de leche y miel; sabor tan deleitable y misterioso, que va haciendo de la criatura, ante el contacto del toque divino del Espíritu Santo, Dios por participación, en una unión estrechísima de experiencia indecible e indescriptible.

Toda la Divinidad en Trinidad de Personas se hace saborear tan sabrosamente en su sabiduría saboreable al alma esposa, que ésta, sin saber, aprende y apercibe que, en este saber sabroso, no sabiendo, se ha quedado sin saber esta ciencia tan divina que le dice Divinidad; y que, dejándola embriagada en el festín infinito de su divino sabor, la ha incapacitado para gustar nada fuera de aquel Amante, que sólo le dice en la sustancia de su alma: VIRGINIDAD, DIVINIDAD.

Pudiéndosele llamar a la esposa que vive en este festín de amor, en esta vida, más de Cielo que de tierra: Dios por participación de Dios en experiencia amorosa; ya que su vivir es el vivir de las tres divinas Personas, siendo cada una de ellas su Amado y su Amante, y siendo ella para las tres divinas Personas su amada y su escogida; teniendo los dos un solo festín, y viviendo los dos, uno por derecho de propiedad, y otro por regalo de amor, de la Divinidad y para la Divinidad.

¡Oh mi Dios eterno, si el alma supiera el divino festín que se encierra en tu seno!, correría atraída al olor de tus perfumes, y vería cómo son “tus ungüentos más suaves que el vino” (Ct 1, 2b). ¡Oh Amor...! ¡“Bésame con el Beso de tu Boca” tan divinamente, que te sepa a Divinidad...!

Cuando te supe no quise nada, porque aprendí que en la sabiduría de tu ciencia se encuentra al Todo en su todo, y al Todo del todo; ya que, ahondada en el sacro misterio de tu eterna caridad, te supe tan divinamente, que me quedé sin saber, porque lo que en Ti aprendí, excedía casi infinitamente mi pobre saber, pues te supe en Ti sin mí, ¡aunque te supe yo en Ti… ¡Oh Dios, no quiero más ciencia que saberte, porque no quiero más saber que tu ciencia...!

Déjame, ¡oh Amor...!, ahondarme en la sabiduría inconmensurable de tu Divinidad, para que en tu sustancial Palabra yo pueda decirte a Ti, oh mi divinal Esposo, como mi alma enamorada lo necesita; ya que para que pudiera decirte, oh mi Trinidad Una, Tú me has hecho, por transformación de amor, tu misma Palabra,..

En verdad puedo decir con el Cantar de los Cantares: “Bésame con el beso de tu boca, pues son tus amores más suaves que el vino”.

 

 

 

 

 

 

26. CONSAGRACIÓN DE LA FAMILIA AL ESPÍRITU SANTO
 
        ¡Oh Dios Espíritu Santo! Postrados ante tu divina majestad, venimos a consagrarnos a Ti con todo lo que somos y tenemos. 

Por un acto de la omnipotencia del Padre hemos sido creados, por gracia del Hijo hemos sido redimidos, y por tu inefable amor has venido a nuestras almas para santificarnos, comunicándonos tu misma vida divina. 

           Desde el día de nuestro bautismo has tomado posesión de cada uno de nosotros, transformándonos en templos vivos donde Tú moras juntamente con el Padre y el Hijo; y el día de la Confirmación fue la Pentecostés en que descendiste a nuestros corazones con la plenitud de tus dones, pera que viviéramos una vida íntegramente cristiana.

 Permanece entre nosotros para presidir nuestras reuniones; santifica nuestras alegrías y endulza nuestros pesares; ilumina nuestras mentes con los dones de la sabiduría, del entendimiento y de la ciencia; en horas de confusión y de dudas asístenos con el don del consejo; para no desmayar en la lucha y el trabajo concédenos tu fortaleza; que toda nuestra vida religiosa y familiar esté impregnada de tu espíritu de piedad; y que a todos nos mueva un temor santo y filial para no ofenderte a Ti que eres la santidad misma. 

Asistidos en todo momento por tus dones y gracias, queremos llevar una vida santa en tu presencia.

Por eso hoy te hacemos entrega de nuestra familia y de cada uno de nosotros por el tiempo y la eternidad. Te consagramos nuestras almas y nuestros  cuerpos, nuestros bienes materiales y espirituales, para que Tú sólo dispongas de nosotros y de lo nuestro según tu beneplácito. Sólo te pedimos la gracia que después de haberte glorificado en la tierra, pueda toda nuestra familia alabarte en el cielo, donde con el Padre y el Hijo vives y reinas por los siglos de los siglos. Así sea.

 

 

27 Oración a la Virgen por los sacerdotes

Oh María...
Oh  María, Madre de Jesucristo 
y Madre de los sacerdotes:
acepta este título con el que hoy 
te honramos para exaltar tu maternidad
y contemplar contigo
el Sacerdocio de tu Hijo unigénito 
y de tus hijos,
oh Santa Madre de Dios.

Madre de Cristo,
que al Mesías Sacerdote diste un cuerpo de carne
por la unción del Espíritu Santo
para salvar a los pobres y contritos de corazón:
custodia en tu seno y en la Iglesia a los sacerdotes,
oh Madre del Salvador.

Madre de la fe,
que acompañaste al templo al Hijo del hombre,
en cumplimiento de las promesas
hechas a nuestros Padres:
presenta a Dios Padre, para su gloria,
a los sacerdotes de tu Hijo,
oh Arca de la Alianza.

Madre de la Iglesia,
que con los discípulos en el Cenáculo
implorabas el Espíritu
para el nuevo Pueblo y sus Pastores:
alcanza para el orden de los presbíteros
la plenitud de los dones,
oh Reina de los Apóstoles.

Madre de Jesucristo,
que estuviste con Él al comienzo 
de su vida y de su misión,
lo buscaste como Maestro entre la muchedumbre,
lo acompañaste en la cruz,
exhausto por el sacrificio único y eterno,
y tuviste a tu lado a Juan, como hijo tuyo:
acoge desde el principio
a los llamados al sacerdocio,
protégelos en su formación
y acompaña a tus hijos
en su vida y en su ministerio,
oh Madre de los sacerdotes. Amén
 

 

28. PRECES POR LOS SACERDOTES

A nuestro Santísimo Padre el Papa,
Dale Señor tu corazón de Buen Pastor.

A los sucesores de los Apóstoles,
Dales Señor, solicitud paternal por sus
sacerdotes.

A los Obispos puestos por el Espíritu Santo,
Compromételos con sus ovejas, Señor.

A los párrocos,
Enséñales a servir y a no desear ser
servidos, Señor.

A los confesores y directores espirituales,
Hazlos Señor, instrumentos dóciles de
tu Espíritu.

A los que anuncian tu palabra,
Que comuniquen espíritu y vida, Señor.

A los asistentes de apostolado seglar,
Que lo impulsen con su testimonio,
Señor.

A los que trabajan entre los pobres,
Haz que te vean y te sirvan en ellos,
Señor.

A los que atienden a los enfermos,
Que les enseñen el valor del
sufrimiento, Señor.

A los sacerdotes enfermos, tristes y afligidos,
Consuélalos, Señor.

A los sacerdotes ancianos,
Dales esperanza sobrenatural, Señor.

A los que están en crisis, tibios o desalentados,
Reanímalos, Señor.

A los que aspiran al sacerdocio,
Dales la perseverancia, Señor.

A todos los sacerdotes,
Dales fidelidad a Ti y a tu Iglesia,
Señor.

Que todos los sacerdotes,
Sean uno como Tú y el Padre, Señor.

A todos los sacerdotes,
Dales la plenitud de tu Espíritu y
transfórmalos en Ti, Señor.

 

 

 

29.- ORACIÓN  POR LAS VOCACIONES
Juan Pablo II

Padre santo:
Fuente perenne de la existencia y del amor,
que en el hombre viviente
muestras el esplendor de tu gloria,
y pones en su corazón la simiente de tu llamada,
haz que ninguno, por negligencia nuestra, ignore este don o lo pierda,
sino que todos, con plena generosidad,
puedan caminar hacia la realización de tu Amor.

Señor Jesús,
que en tu peregrinar por los caminos de Palestina,
has elegido y llamado a tus apóstoles
y les has confiado la tarea de predicar el Evangelio,
apacentar a los fieles, celebrar el culto divino, 
haz que hoy no falten a tu Iglesia
numerosos y santos Sacerdotes, que lleven a todos 
los frutos de tu muerte y de tu resurrección.

Espíritu Santo: que santificas a la Iglesia
con la constante dádiva de tus dones,
introduce en el corazón de los llamados 
a la vida consagrada
una íntima y fuerte pasión por el Reino,
para que con un sí generoso e incondicional
pongan su existencia al servicio del Evangelio.

Virgen Santísima, que sin dudar
te has ofrecido al Omnipotente
para la actuación de su designio de salvación,
infunde confianza en el corazón de los jóvenes
para que haya siempre pastores celosos,
que guíen al pueblo cristiano por el camino de la vida,
y almas consagradas que sepan testimoniar
en la castidad, en la pobreza y en la obediencia,
la presencia liberadora de tu Hijo resucitado.

 

Amén

 

 

 

 

 

 

 

 

30. EL AMOR A DIOS Y EL AMOR A UNO MISMO

 

Dos amores fundaron dos ciudades, a saber: el amor propio, hasta el desprecio de Dios, la terrena; y el amor de Dios, hasta el desprecio de sí propio, la celestial. La primera se gloría en sí misma; y la segunda, en Dios, porque aquella busca la gloria de los hombres, y esta tiene por máxima gloria a Dios64

Hay dos ciudades, dos pueblos y dos reyes. ¿Cuáles son estas dos ciudades? Babilonia y Jerusalén. El Diablo gobierna en una; Cristo, en la otra,.. Todos los que se gozan en las cosas temporales pertenecen a aquella ciudad que se llama, místicamente, Babilonia, y que tiene por rey al Diablo. Por el contrario, todos los que se gozan de las cosas de arriba, que piensan en las celestes, que se preocupan en el mundo de no ofender, que evitan el pecado y que, si han pecado, no se avergüenzan en confesarse, son humildes, mansos, justos, piadosos y buenos: todos ellos pertenecen a la ciudad que tiene por rey a Cristo...

Estas dos ciudades que ahora están mezcladas, y que al fin han de ser separadas, luchan entre sí: la una, a favor de la iniquidad; la otra, a favor de la justicia; la una, por la vanidad; la otra, por la verdad.

Para ayudarnos en nuestra reforma, san Ignacio empieza por los criterios de la mente.

 

Materia:«Meditación de Dos banderas: la una de Cristo, sumo capitán y señor nuestro; la otra de Lucifer, mortal enemigo de nuestra naturaleza humana».

 

Petición: «Pedir conocimiento de los engaños del mal caudillo y gracia para guardarme de ellos, y conocimiento de la vida verdadera que muestra el sumo y verdadero capitán de los buenos y gracia para imitarle». Es una petición de luz para nuestro entendimiento espiritual.

 

Como resumen de la bandera de Satanás, escuchemos el diálogo recogido en un DIARIO:

 

—Qué pides a cambio de tu alma?, preguntó Satanás al hombre.

—Exijo riquezas, posesiones, honores, distinciones... Y también exijo poder, juventud, fuerza, salud... Exijo sabiduría, genio, prudencia... Y también renombre, fama, buena suerte.. .Y amores, placeres, sensaciones... ¿Me darás todo esto? —preguntó el hombre.

—No te daré nada —respondió Satanás.

—Entonces, no tendrás mi alma.

—Tu alma ya es mía —contestó Satanás66. [Porque esos deseos le hacían ya su esclavo.]

 

 Coloquio: Pedir luz para ver nuestras cadenas o lianas principales en los tres capítulos del tener, parecer y sobresalir, y pedir gracia para desenredarnos de la riqueza, la vanidad y la soberbia.

 

 

 

• La bandera de Cristo

 

Pero no nos quedemos ahí, pues nadie vive de negaciones. Pasemos a ver la bandera de Cristo rey. Los colores que ondean en los pliegues de la bandera de Jesús son pobreza y humildad. Es decir, desprendimiento de sí mismo y abandono en Dios. Estos son sus dos valores.

 

En la primera carta a los corintios hay un canto al amor con una serie de cualidades: El amor es compasivo y servicial, el amor nada sabe de envidias, de jactancias ni de orgullos. No es grosero ni egoísta, no pierde los estribos, no es rencoroso. Lejos de alegrarse de la injusticia, encuentra su gozo en la verdad. Disculpa sin límites, confía sin límites, espera sin límites, soporta sin límites. (1 Cor 13,4-7).

 

Pero ese amor es costoso al egoísmo. Para alcanzarlo hay que hacerse pobre y humilde. La pobreza y la humildad no son fines, son medios para alcanzar el amor altruista.

Lo primero que caracteriza la bandera de Jesús es la pobreza. Solo estaré en paz conmigo y dispuesto a servir a Dios y a los demás, cuando sea libre para poseer o no poseer algo. Por eso, Pablo aconseja poseer como si no poseyera (cf. 2 Cor 6,10.

 

 Lo segundo que caracteriza la bandera de Jesús es la humildad: librarme del ego me hace acogedor, disponible y me da paz: Nada te turbe, nada te espante. Quien a Dios tiene nada le falta, solo Dios basta (Teresa de Jesús).

 

 

31 PEDIR  Y ORAR LAS BIENAVENTURANZAS

32.-  El “Padre Nuestro”
San Cipriano de CartagoTratado sobre el “Padre Nuestro”, 14 - 17.

"«Cúmplase tu voluntad en la tierra como en el cielo». No en el sentido de que Dios haga lo que quiere, sino en cuanto nosotros podamos hacer lo que Dios quiere. Pues ¿quién puede estorbar a Dios de que haga lo que quiera? Pero porque a nosotros se nos opone el diablo para que no esté totalmente sumisa a Dios nuestra mente y vida, pedimos y rogamos que se cumpla en nosotros la voluntad de Dios: y para que se cumpla en nosotros, necesitamos de esa misma voluntad, es decir, de su ayuda y protección, porque nadie es fuerte por sus propias fuerzas, sino por la bondad y misericordia de Dios. En fin, también el Señor, para mostrar la debilidad del hombre, cuya naturaleza llevaba, dice: Padre, si puede ser, que pase de mí este cáliz (Mt 26,39), y para dar ejemplo a sus discípulos de que no hicieran su propia voluntad, sino la de Dios, añadió lo siguiente:

Con todo, no se haga lo que yo quiero, sino lo que Tú quieres. Y en otro pasaje dice: No bajé del cielo para hacer mi voluntad sino la voluntad del que me envió (lo 6,38). Por lo cual, si el Hijo obedeció hasta hacer la voluntad del Padre, cuánto más debe obedecer el servidor para cumplir la voluntad de su señor, como exhorta y enseña en una de sus epístolas Juan a cumplir la voluntad de Dios, diciendo: No améis al mundo ni lo que hay en el mundo. Si alguno amare al mundo, no hay en él amor del Padre, porque todo lo que hay en éste es concupiscencia de la carne, y concupiscencia de los ojos, y ambición de la vida, que no viene del Padre, sino de la concupiscencia del mundo; y el mundo pasará y su concupiscencia, mas el que cumpliere la voluntad de Dios permanecerá para siempre, como Dios permanece eternamente (1 lo 2,15-17).

Los que queremos permanecer siempre, debemos hacer la voluntad de Dios, que es eterno. La voluntad de Dios es la que Cristo enseñó y cumplió: humildad en la conducta, firmeza en la fe, reserva en las palabras, rectitud en los hechos, misericordia en las obras, orden en las costumbres, no hacer ofensa a nadie y saber tolerar las que se le hacen, guardar paz con los hermanos, amar a Dios de todo corazón, amarle porque es Padre, temerle porque es Dios; no anteponer nada a Cristo, porque tampoco él antepuso nada a nosotros; unirse inseparablemente a su amor, abrazarse a su cruz con fortaleza y confianza; si se ventila su nombre y honor, mostrar en las palabras la firmeza con la que le confesamos; en los tormentos, la confianza con que luchamos; en la muerte, la paciencia por la que somos coronados. Esto es querer ser coherederos de Cristo, esto es cumplir el precepto de Dios, esto es cumplir la voluntad del Padre.

Pedimos que se cumpla la voluntad de Dios en el cielo y en la tierra; en ambos consiste el acabamiento de nuestra felicidad y salvación. En efecto, teniendo un cuerpo terreno y un espíritu que viene del cielo, somos a la vez tierra y cielo, y oramos para que en ambos, es decir, en el cuerpo y en el espíritu. se cumpla su voluntad. Por eso debemos pedir con cotidianas y aun continuas oraciones que se cumpla sobre nosotros la voluntad de Dios tanto en el cielo como en la tierra; porque ésta es la voluntad de Dios, que lo terreno se posponga a lo celestial, que prevalezca lo espiritual y divino.

También puede darse otro sentido, hermanos amadísimos, que puesto que manda y amonesta el Señor que amemos hasta a los enemigos y oremos también por los que nos persiguen, pidamos igualmente por los que aún son terrenos y no han empezado todavía a ser celestes, para que asimismo se cumpla sobre ellos la voluntad de Dios, que Cristo cumplió conservando y reparando al hombre. Porque si ya no llama El a los discípulos tierra, sino sal de la tierra, y el Apóstol dice que el primer hombre salió del barro de la tierra y el segundo del cielo, nosotros, que debemos ser semejantes a Dios, que hace salir el sol sobre buenos y malos v llueve sobre justos e injustos (Mt 5,45), con razón pedimos y rogamos, ante el aviso de Cristo, por la salud de todos, que como en el cielo, esto es, en nosotros, se cumplió la voluntad de Dios por nuestra fe para ser del cielo, así también se cumpla su voluntad en la tierra, esto es, en los que no creen, a fin de que los que todavía son terrenos por su primer nacimiento empiecen a ser celestiales por su nacimiento segundo del agua y del Espíritu."

Oración: 
Señor Dios, Tú nos has revelado tu voluntad a través de las palabras y acciones de tu divino Hijo. Te suplicamos nos ayudes a seguir su ejemplo en nuestras vidas para poder contemplarte y cantarte para siempre en tus moradas eternas. Te lo pedimos por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén

 

33.- Acción de gracias después de la Comunión
Papa Clemente XI

Creo en Ti, Señor, pero ayúdame a creer con más firmeza;
espero en Ti, pero ayúdame a esperar con más confianza;
te amo, Señor, pero ayúdame a amarte más ardientemente;
estoy arrepentido, pero ayúdame a tener mayor dolor.

Te adoro, Señor, porque eres mi Creador
y te anhelo porque eres mi último fin;
te alabo porque no te cansas de hacerme el bien
y me refugio en Ti, porque eres mí protector.

Que tu sabiduría, Señor, me dirija
y tu justicia me reprima;
que tu misericordia me consuele
y tu poder me defienda.

Te ofrezco, Señor, mis pensamientos, para que se dirijan a, Ti;
te ofrezco mis palabras, para que hablen de Ti;
te ofrezco mis obras, para que todo lo haga por Ti;
te ofrezco mis penas, para qué las sufra por Ti.

Todo aquello que quieres Tú, Señor, lo quiero yo
precisamente porque lo quieres Tú,
quiero como lo quieras Tú,
y durante todo el tiempo que lo quieras Tú.

Te pido, Señor, que ilumines mi entendimiento,
que inflames mi voluntad,
que purifiques mi corazón
y santifiques mi alma.

Ayúdame a apartarme de mis pasadas iniquidades,
a rechazar las tentaciones futuras,
a vencer mis inclinaciones al mal
y a cultivar las virtudes necesarias.

Concédeme, Dios de bondad, amor a Ti,
odio a mí,
celo por el prójimo
desprecio a lo mundano.

 

Dame tu gracia para ser obediente con mis superiores,
ser comprensivo con mis inferiores,
saber aconsejar a mis amigos
y perdonar con mis enemigos.

Que venza la sensualidad con la mortificación,
con generosidad la avaricia,
con bondad la ira,
con fervor la tibieza.

Que sepa tener prudencia, Señor, al aconsejar,
valor frente a los peligros,
paciencia, en las dificultades,
humilde en la prosperidad.

Concédeme, Señor, atención al orar,
sobriedad al comer,
responsabilidad en mi trabajo
y firmeza en mis propósitos.

Ayúdame a conservar la pureza de alma,
a ser modesto en mis actitudes,
ejemplar en mis conversaciones
y a llevar una vida ordenada.

Concédeme tu ayuda para dominar mis instintos,
para fomentar en mí tu vida de gracia,
para cumplir tus mandamientos
y obtener la salvación.

Enséñame, Señor, a comprender la pequeñez de lo terreno,
la grandeza de lo divino,
la brevedad de esta vida
y la eternidad de la futura.

Concédeme una buena preparación para la muerte
y un santo temor al juicio,
para librarme del infierno
y alcanzar el paraíso. Por Cristo nuestro Señor. Amén

 

34.- Acción de gracias después de la Comunión
Santo Tomás de Aquino

 

Gracias te doy, 
Señor Santo, Padre Todopoderoso,
Dios eterno, porque a mí, pecador,
indigno siervo tuyo,
sin mérito alguno de mi parte,
sino por pura concesión de tu misericordia,
te has dignado alimentarme
con el precioso Cuerpo y Sangre
de tu Unigénito Hijo 
mi Señor Jesucristo.

Suplícote, que esta Sagrada Comunión
no me sea ocasión de castigo,
sino intercesión saludable para el perdón;
sea armadura de mi fe,
escudo de mi voluntad,
muerte de todos mis vicios,
exterminio de todos mis carnales apetitos
y aumento de caridad, paciencia y verdadera humildad,
y de todas las virtudes:
sea perfecto sosiego de mi cuerpo y de mi espíritu,
firme defensa contra todos mis enemigos
visibles e invisibles,
perpetua unión contigo,
único y verdadero Dios,
y sello de mi muerte dichosa.

Ruégote, que tengas por bien
llevar a este pecador a aquel convite inefable,
donde Tú, con tu Hijo y el Espíritu Santo,
eres para tus santos, luz verdadera,
satisfacción cumplida, 
gozo perdurable, 
dicha consumada Y felicidad perfecta.

Por el mismo Cristo Nuestro Señor.  Amén


 

35.- Acción de gracias después de la Comunión
SAN BUENAVENTURA

Traspasa, dulcísimo Jesús y Señor mío,
la médula de mi alma
con el suavísimo y saludabilísimo dardo de tu amor;
con la verdadera, pura y santísima caridad apostólica,
a fin de que mi alma desfallezca y se derrita
siempre sólo en amarte y en deseo de poseerte:
que por Ti suspire, y desfallezca por hallarse
en los atrios de tú Casa;
anhele ser desligada del cuerpo para unirse contigo.

Haz que mi alma tenga hambre de Ti,
Pan de los Ángeles, alimento de las almas santas,
Pan nuestro de cada día, lleno de fuerza,
de toda dulzura y sabor, y de todo suave deleite.

Oh Jesús, en quien se desean mirar los Ángeles:
tenga siempre mi corazón hambre de Ti, 
y el interior de mi alma rebose con la dulzura de tu sabor;
tenga siempre sed de Ti, fuente de vida,
manantial de sabiduría y de ciencia,
río de luz eterna, torrente de delicias,
abundancia de la Casa de Dios:
que te desee, te busque, te halle;
que a Ti vaya y a Ti llegue; en Ti piense, de Ti hable,
y todas mis acciones encamine a honra y gloria de tu nombre,
con humildad y discreción,
con amor y deleite, con facilidad y afecto,
con perseverancia hasta el fin;
para que Tú solo seas siempre mi esperanza, toda mi confianza, 
mi riqueza, mi deleite, mi contento,
mi gozo, mi descanso y mi tranquilidad, mi paz,
mi suavidad, mi perfume, mi dulzura, mi comida,
mi alimento, mi refugio, mi, auxilio,
mi sabiduría, mi herencia, 
mi posesión, mi tesoro,
en el cual esté siempre fija y firme
e inconmoviblemente arraigada mi alma y mi corazón. Amén.

 

 

36.- ADORACIÓN EUCARÍSTICA DE JUAN PABLO II


      Nos presentamos ante ti sabiendo que nos llamas y que nos amas tal como somos.

        «Tú tienes palabras de vida eterna y nosotros hemos creído y conocido que tú eres el Hijo de Dios» (Jn. 6,69).

         Tu presencia en la Eucaristía ha comenzado con el sacrificio de la última cena y continúa como comunión y donación de todo lo que eres.Aumenta nuestra FE.

       Por medio de ti y en el Espíritu Santo que nos comunicas, queremos llegar al Padre para decirle nuestro SÍ unido al tuyo.
Contigo ya podemos decir: Padre nuestro.

Siguiéndote a ti, «camino, verdad y vida», queremos penetrar en el aparente «silencio» y «ausencia» de Dios, rasgando la nube del Tabor para escuchar la voz del Padre que nos dice: «Este es mi Hijo amado, en quien tengo mi complacencia: Escuchadlo» (Mt. 17,5).

Con esta FE, hecha de escucha contemplativa, sabremos iluminar nuestras situaciones personales, así como los diversos sectores de la vida familiar y social.

Tú eres nuestra ESPERANZA, nuestra paz, nuestro mediador, hermano y amigo.

Nuestro corazón se llena de gozo y de esperanza al saber que vives «siempre intercediendo por nosotros» (Heb. 7,25).

Nuestra esperanza se traduce en confianza, gozo de Pascua y camino apresurado contigo hacia el Padre.

Queremos sentir como tú y valorar las cosas como las valoras tú. Porque tú eres el centro, el principio y el fin de todo.

Apoyados en esta ESPERANZA, queremos infundir en el mundo esta escala de valores evangélicos por la que Dios y sus dones salvíficos ocupan el primer lugar en el corazón y en las actitudes de la vida concreta.

Queremos AMAR COMO TÚ, que das la vida y te comunicas con todo lo que eres. Quisiéramos decir como San Pablo: «Mi vida es Cristo» (Flp. 1,21).

Nuestra vida no tiene sentido sin ti.

Queremos aprender a «estar con quien sabemos nos ama», porque «con tan buen amigo presente todo se puede sufrir». En ti aprenderemos a unirnos a la voluntad del Padre, porque en la oración «el amor es el que habla» (Sta. Teresa).

Entrando en tu intimidad, queremos adoptar determinaciones y actitudes básicas, decisiones duraderas, opciones fundamentales según nuestra propia vocación cristiana.

CREYENDO, ESPERANDO Y AMANDO, TE ADORAMOS con una actitud sencilla de presencia, silencio y espera, que quiere ser también reparación, como respuesta a tus palabras: «Quedaos aquí y velad conmigo» (Mt. 26,38).

Tú superas la pobreza de nuestros pensamientos, sentimientos y palabras; por eso queremos aprender a adorar admirando el misterio, amándolo tal como es, y callando con un silencio de amigo y con una presencia de donación.

El Espíritu Santo que has infundido en nuestros corazones nos ayuda a decir esos «gemidos inenarrables» (Rom. 8,26) que se traducen en actitud agradecida y sencilla, y en el gesto filial de quien ya se contenta con sola tu presencia, tu amor y tu palabra.

En nuestras noches físicas y morales, si tú estás presente, y nos amas, y nos hablas, ya nos basta, aunque muchas veces no sentiremos la consolación.

Aprendiendo este más allá de la ADORACIÓN, estaremos en tu intimidad o «misterio». Entonces nuestra oración se convertirá en respeto hacia el «misterio» de cada hermano y de cada acontecimiento para insertarnos en nuestro ambiente familiar y social y construir la historia con este silencio activo y fecundo que nace de la contemplación.
Gracias a ti, nuestra capacidad de silencio y de adoración se convertirá en capacidad de AMAR y de SERVIR.

Nos has dado a tu Madre como nuestra para que nos enseñe a meditar y adorar en el corazón. Ella, recibiendo la Palabra y poniéndola en práctica, se hizo la más perfecta Madre.

Ayúdanos a ser tu Iglesia misionera, que sabe meditar adorando y amando tu Palabra, para transformarla en vida y comunicarla a todos los hermanos. Amén.

 

 

37.- ¡Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío!

El Reino de Dios en muy grande, y Él quiere que todos los hombres se salven; pero tienen que tener fe, confiar en Él y acogerse a los Evangelios. Escuchad este mensaje que va dirigido a todos los hombres del mundo sin distinción. Y pensad que lo más profundo de su amor Dios lo revela en aquellas almas que se entregan por entero a Él. No es preciso, hijo mío, saber mucho para agradarme mucho; basta que me ames con fervor. Háblame, pues, aquí sencillamente, como hablarías a tu madre, a tu hermano.

 

¡Necesitas hacerme a favor de alguien una súplica cualquiera? 

 

Dime su nombre, bien sea el de tus padres , bien el de tus hermanos y amigos; dime en seguida qué quisieras que hiciese actualmente por ellos. Pide mucho, mucho, no vaciles en pedir; me gustan los corazones generosos que llegan a olvidarse en cierto modo de sí mismos, para atender a las necesidades ajenas. Háblame así, con sencillez, con llaneza, de los pobres a quienes quisieras consolar, de los enfermos a quienes ves padecer, de los extraviados que anhelas volver al buen camino, de los amigos ausentes que quisieras ver otra vez a tu lado. Dime por todas una palabra de amigo, palabra entrañable y fervorosa. Recuérdame que he prometido escuchar toda súplica que salga del corazón; y ¿no ha de salir del corazón; el ruego que me dirijas por aquellos que tu corazón especialmente ama?

 

Y para ti, ¿no necesitas alguna gracia? 

 

Hazme, si quieres, una como lista de tus necesidades, y ven, léela en mi presencia. Dime francamente que sientes soberbia, amor a la sensualidad y al regalo; que eres tal vez egoísta, inconstante, negligente…; y pídeme luego que venga en ayuda de los esfuerzos, pocos o muchos que haces para quitar de ti tales miserias.

No te avergüences, ¡pobre alma! ¡Hay en el cielo tantos justos, tantos Santos de primer orden, que tuvieron esos mismos defectos! Pero rogaron con humildad…; y poco a poco se vieron libres de ellos.

Ni menos vaciles al pedirme bienes espirituales y corporales: salud, memoria, éxito feliz en tus trabajos, negocios o estudios; todo eso puedo darte y lo doy, y deseo que me lo pidas en cuanto no se oponga, antes favorezca y ayude a tu santificación. Hoy por hoy, ¿qué necesitas? ¿qué puedo hacer por tu bien? ¡Si supieras los deseos que tengo de favorecerte!

 

¿Traes ahora mismo entre manos algún proyecto?

 

Cuéntamelo todo minuciosamente. ¿qué te preocupa? ¿qué piensas? ¿qué deseas? ¿qué quieres que haga por tu hermano, por tu amigo , por tu superior? ¿qué desearías hacer por ellos?

 

¿Y por Mí? ¿No sientes deseos de mi gloria? ¿No quisieras hacer algún bien a tus prójimos, a tus amigos, a quienes amas mucho, y que viven quizás olvidados de Mí?

Dime qué cosa llama hoy particularmente tu atención, qué anhelas más vivamente , y con qué medios cuentas para conseguirlo. Dime si te sale mal tu empresa, y yo te diré las causas del mal éxito. ¿No quisieras que me interesase algo en tu favor? Hijo mío, soy dueño de los corazones, y dulcemente los llevo,, sin perjuicio de su libertad, adonde me place. ¿ Sientes acaso tristeza o mal humor?

Cuéntame, cuéntame, alma desconsolada, tus tristezas con todos sus pormenores. ¿Quién te hirió? ¿quién lastimó tu amor propio? ¿quién te ha despreciado? Acércate a mi Corazón, que tiene bálsamo eficaz para curar todas esas heridas del tuyo. Dame cuenta de todo, y acabarás en breve por decirme que, a semejanza de Mí todo lo perdonas, todo lo olvidas, y en pago recibirás mi consoladora bendición.

¿Temes por ventura? ¿Sientes en tu alma aquellas vagas melancolías, que no por ser infundadas dejan de ser desgarradoras? Échate en brazos de mi providencia. Contigo estoy; aquí, a tu lado me tienes; todo lo veo, todo lo oigo, ni un momento te desamparo. ¿Sientes desvío de parte de personas que antes te quisieron bien, y ahora olvidadas se alejan de ti, sin que les hayas dado el menor motivo? Ruega por ellas, y yo las volveré a tu lado, si no han de ser obstáculo a tu santificación.

 

¿Y no tienes tal vez alegría alguna que comunicarme? 

 

¿Por qué no me haces partícipe de ella soy un buen amigo?

Cuéntame lo que hiciste desde ayer, desde la última visita que me hiciste, has consolado y hecho como sonreír a tu corazón?, Quizá has tenido agradables sorpresas, quizá has visto disipados negros recelos, quizá has recibido faustas noticias, alguna carta o muestra de cariño; has vencido alguna dificultad, o salido de algún lance apurado.

Obra mía es todo esto, y yo te lo he proporcionado; ¿por qué no has de manifestarme por ello tu gratitud y decirme sencillamente, como un hijo a su padre: “ ¡Gracias, Padre mío, gracias!” El agradecimiento trae consigo nuevos beneficios, porque el bienhechor le gusta verse correspondido.

 

¿Tampoco tienes promesa alguna para hacerme?

 

 Veo, ya lo sabes, en el fondo de tu corazón. A los hombres se les engaña fácilmente; a Dios, no. Háblame, pues, con toda sinceridad. ¿Tienes firme resolución de no exponerte ya más a aquella ocasión de pecado? ¿de privarte de aquel objeto que te dañó? ¿de no leer más aquel libro que exaltó tu imaginación? ¿de no tratar más aquella persona que turbó la paz de tu alma?

¿Volverás a ser dulce, amable y condescendiente con aquella otra a quien, por haberte faltado, has mirado hasta hoy como enemiga?

Ahora bien, hijo mío; vuelve a tus ocupaciones habituales, al taller, a la familia, al estudio…; pero no olvides los quince minutos de grata conversación que hemos tenido aquí los dos, en la soledad del santuario. Guarda, en cuanto puedas, silencio, modestia, recogimiento, resignación, caridad con el prójimo. Ama a mi madre, que lo es también tuya, la Virgen Santísima, y vuelve otra vez mañana con el corazón más amoroso, más entregado a mi servicio.

 

38.- Dios mío te adoro

Dios mío, te adoro oculto en esta sagrada Hostia.
¿Es posible que te hayas reducido a tan humilde morada,
para venir a mí y permanecer corporalmente conmigo?
Los cielos son indignos para alojarte!, y ¿te contentas, para estar conmigo siempre, con estas pobres especies?
 ¡Bondad inconcebible!¿Podría yo creer esta maravilla si Tú mismo no me la asegurases?

 

 EXAMEN DE CONCIENCIA PARA LOS SACERDOTES

 

1. «Por ellos me santifico a mí mismo, para que ellos también sean santificados en la verdad » (Jn 17, 19)

¿Me propongo seriamente la santidad en mi sacerdocio? ¿Estoy convencido de que la fecundidad de mi ministerio sacerdotal viene de Dios y que, con la gracia del Espíritu Santo, debo identificarme con Cristo y dar mi vida por la salvación del mundo?

2. «Este es mi cuerpo» (Mt 26, 26)

¿El santo sacrificio de la Misa es el centro de mi vida interior? ¿Me preparo bien, celebro devotamente y después, me recojo en acción de gracias? ¿Constituye la Misa el punto de referencia habitual de mi jornada para alabar a Dios, darle gracias por sus beneficios, recurrir a su benevolencia y reparar mis pecados y los de todos los hombres?

3. «El celo por tu casa me devora» (Jn 2, 17)

¿Celebro la Misa según los ritos y las normas establec idas, con auténtica motivación, con los libros litúrgicos aprobados? ¿Estoy atento a las sagradas especies conservadas en el tabernáculo, renovándolas periódicamente? ¿Conservo con cuidado los vasos sagrados? ¿Llevo con dignidad todos las vestidos sagrados prescritos por la Iglesia, teniendo presente que actúo in persona Christi Capitis?

4. «Permaneced en mi amor» (Jn 15, 9)

¿Me produce alegría permanecer ante Jesucristo presente en el Santísimo Sacramento, en mi meditación y silenciosa adoración? ¿Soy fiel a la visita cotidiana al Santísimo Sacramento? ¿Mi tesoro está en el Tabernáculo?

5. «Explícanos la parábola» (Mt 13, 36)

¿Realizo todos los días mi meditación con atención, tratando de superar cualquier tipo distracción que me separe de Dios, buscando la luz del Señor que sirvo? ¿Medito asiduamente la Sagrada Escritura? ¿Rezo con atención mis oraciones habituales?

6. Es preciso «orar siempre sin desfallecer» (Lc 18, 1)

¿Celebro cotidianamente la Liturgia de las Horas integralmente, digna, atenta y devotamente? ¿Soy fiel a mi compromiso con Cristo en esta dimensión importante de mi ministerio, rezando en nombre de toda la Iglesia?

7. «Ven y sígueme» (Mt 19, 21)

¿Es, nuestro Señor Jesucristo, el verdadero amor de mi vida? ¿Observo con alegría el compromiso de mi amor hacia Dios en la continencia del celibato? ¿Me he detenido conscientemente en pensamientos, deseos o actos impuros; he mantenido conversaciones inconvenientes? ¿Me he puesto en la ocasión próxima de pecar contra la castidad? ¿He custodiado mi mirada? ¿He sido prudente al tratar con las diversas categorías de personas? ¿Representa mi vida, para los fieles, un testimonio del hecho de que la pureza es algo posible, fecundo y alegre?

8. «¿Quién eres Tú?» (Jn 1, 20)

En mi conducta habitual, ¿encuentro elementos de debilidad, de pereza, de flojedad? ¿Son conformes mis conversaciones al sentido humano y sobrenatural que un sacerdote debe tener? ¿Estoy atento a actuar de tal manera que en mi vida no se introduzcan particulares superficiales o frívolos? ¿Soy coherente en todas mis acciones con mi condición de sacerdote?

9. «El Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cab eza» (Mt 8, 20)

¿Amo la pobreza cristiana? ¿Pongo mi corazón en Dios y estoy desapegado, interiormente, de todo lo demás? ¿Estoy dispuesto a renunciar, para servir mejor a Dios, a mis comodidades actuales, a mis proyectos personales, a mis legítimos afectos? ¿Poseo cosas superfluas, realizo gastos no necesarios o me dejo conquistar por el ansia del consumismo? ¿Hago lo posible para vivir los momentos de descanso y de vacaciones en la presencia de Dios, recordando que soy siempre y en todo lugar sacerdote, también en aquellos momentos?

10. «Has ocultado estas cosas a sabios y inteligentes, y se las has revelado a los pequeños » (Mt 11, 25)

¿Hay en mi vida pecados de soberbia: dificultades interiores, susceptibilidad, irritación, resistencia a perdonar, tendencia al desánimo, etc.? ¿Pido a Dios la virtud de la humildad?

11. «Al instante salió sangre y agua» (Jn 19, 34)

¿Tengo la convicción de que, al actuar “en la persona de Cristo” estoy directamente comprometido con el mismo cuerpo de Cristo, la Iglesia? ¿Puedo afirmar sinceramente que amo a la Iglesia y que sirvo con alegría su crecimiento, sus causas, cada uno de sus miembros, toda la humanidad?

12. «Tú eres Pedro» (Mt 16, 18)

Nihil sine Episcopo—nada sin el Obispo— decía San Ignacio de Antioquía: ¿están estas palabras en la base de mi ministerio sacerdotal? ¿He recibido dócilmente órdenes, consejos o correcciones de mi Ordinario? ¿Rezo especialmente por el Santo Padre, en plena unión con sus enseñanzas e intenciones?

13. «Que os améis los unos a los otros» (Jn 13, 34)

¿He vivido con diligencia la caridad al tratar con mis hermanos sacerdotes o, al contrario, me he

desinteresado de ellos por egoísmo, apatía o indiferencia? ¿He criticado a mis hermanos en el sacerdocio? ¿He estado al lado de los que sufren por enfermedad física o dolor moral? ¿Vivo la fraternidad con el fin de que nadie esté solo? ¿Trato a todos mis hermanos sacerdotes y también a los fieles laicos con la misma caridad y paciencia de Cristo?

14. «Yo soy el camino, la verdad y la vida » (Jn 14, 6)

¿Conozco en profundidad las enseñanzas de la Iglesia? ¿Las asimilo y las transmito fielmente? ¿Soy

consciente del hecho de que enseñar lo que no corresponde al Magisterio, tanto solemne como

ordinario, constituye un grave abuso, que causa daño a las almas?

15. «Vete, y en adelante, no peques más» (Jn 8, 11)

El anuncio de la Palabra de Dios ¿conduce a los fieles a los sacramentos? ¿Me confieso con regularidad y con frecuencia, conforme a mi estado y a las cosas santas que trato? ¿Celebro con generosidad el Sacramento de la Reconciliación? ¿Estoy ampliamente disponible a la dirección espiritual de los fieles dedicándoles un tiempo específico? ¿Preparo con cuidado la predicación y la catequ esis? ¿Predico con celo y con amor de Dios?

16. «Llamó a los que él quiso y vinieron junto a él » (Mc 3, 13)

¿Estoy atento a descubrir los gérmenes de vocación al sacerdocio y a la vida consagrada? ¿Me preocupo de difundir entre todos los fieles una mayor conciencia de la llamada universal a la santidad? ¿Pido a los fieles rezar por las vocaciones y por la santificación del clero?

17. «El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a se rvir» (Mt 20, 28)

¿He tratado de donarme a los otros en la vida cotidiana, sirviendo evangélicamente? ¿Manifiesto la caridad del Señor también a través de las obras? ¿Veo en la Cruz la presencia de Jesucristo y el triunfo del amor? ¿Imprimo a mi cotidianidad el espíritu de servicio? ¿Considero también el ejercicio de la autoridad vinculada al oficio una forma imprescindible de servicio?

18. «Tengo sed» (Jn 19, 28)

¿He rezado y me he sacrificado verdaderamente y con generosidad por las almas que Dios me ha confiado? ¿Cumplo con mis deberes pastorales? ¿Tengo también solicitud de las almas de los fieles difuntos?

19. «¡Ahí tienes a tu hijo! ¡Ahí tienes a tu madre!» (Jn 19, 26-27)

¿Recurro lleno de esperanza a la Santa Virgen, Madre de los sacerdotes, para amar y hacer amar más a su Hijo Jesús? ¿Cultivo la piedad mariana? ¿Reservo un espacio en cada jornada al Santo Rosario? ¿Recurro a su materna intercesión en la lucha contra el demonio, la concupiscencia y la mundanidad?

20. «Padre, en tus manos pongo mi espíritu » (Lc 23, 44)

¿Soy solícito en asistir y administrar los sacramentos a los moribundos? ¿Considero en mi meditación personal, en la catequesis y en la ordinaria predicación la doctrina de la Iglesia sobre los Novísimos? ¿Pido la gracia de la perseverancia final y invito a los fieles a hacer lo mismo? ¿Ofrezco frecuentemente y con devoción los sufragios por las almas de los difuntos?

¡Oh Dios de la majestad, pero también Dios del amor!
 ¡Que no sea yo todo entendimiento para conocer esta misericordia,
todo corazón para agradecerla, toda lengua para publicarla!
Tú, oh Dios de mi corazón, me has creado para ser objeto de tu amor infinito ¿cómo puedo no desear poseerte?

Te abro mi corazón, te ofrezco mi pecho, mi boca y mi lengua para que vengas a mí.

 

Ven, ven, divino Sol mío.
Ven, Médico caritativo de mi alma.
Ven, Jesús, el más fiel, el más tierno,
el más dulce y más amable de todos los amigos,
Ven a mi corazón.
El que amas está enfermo.
Tú lo sabes, Tú que lees en el fondo de mi corazón.
Te ruego, por tu incomparable amistad
y tu palabra, que vengas a aliviarme.
Ven, y no permitas que te dé motivo para dejarme.
Ven, vida de mi corazón, alma de mi vida,
Pan de los ángeles, encarnado por mi amor,
expuesto por mi rescate,
y dispuesto para mi alimento.
 ¡Ven a saciarme!  ¡Ven a hacerme vivir de Ti y en Ti,
mi única vida y todo mi bien!

 

39.- Que la lengua humana cante

 

 

Que la lengua humana 
cante este misterio:
la Preciosa Sangre 
y el Precioso Cuerpo. 
Quien nació de Virgen, 
Rey del Universo, 
por salvar al mundo 

dio su Sangre en precio.  


Se entregó a nosotros, 
se nos dio naciendo 
de una casta Virgen; 
y, acabado el tiempo, 
tras haber sembrado 
la Palabra al pueblo, 
coronó su obra 
con prodigio excelso

Adorad postrados 
este Sacramento, 
cesa el viejo rito, 
se establece el nuevo; 
dudan los sentidos 
y el entendimiento; 
que la fe los supla 
con asentimiento.  

Himnos de alabanza, 
bendición y obsequio; 
por igual la gloria 
y el poder y el reino 
al eterno Padre 
con el Hijo eterno, 
y al divino Espíritu 
que procede de ellos. Amén.

 

 

40.- ORACIÓN EUCARÍSTICA

¡QUÉDATE SEÑOR,
CONMIGO!

HAS VENIDO A VISITARME
COMO PADRE Y COMO AMIGO.
JESÚS, NO ME DEJES SOLO.                                                                    QUÉDATE SEÑOR,
CONMIGO!

¡QUÉDATE SEÑOR, CONMIGO!
POR EL MUNDO ENVUELTO EN SOMBRAS
SOY ERRANTE PEREGRINO.
DAME TU LUZ Y TU GRACIA.
¡QUÉDATE SEÑOR, CONMIGO!

EN ESTE PRECIOSO INSTANTE
ABRAZADO ESTOY CONTIGO.
QUE ESTA UNIÓN NUNCA ME FALTE.
¡QUÉDATE SEÑOR, CONMIGO!

ACOMPÁÑAME EN LA VIDA
TU PRESENCIA NECESITO.
SIN TI DESFALLEZCO Y CAIGO.
¡QUÉDATE SEÑOR, CONMIGO!

DECLINANDO ESTÁ LA TARDE
VOY CORRIENDO COMO UN RÍO
AL HONDO MAR DE LA MUERTE.
¡QUÉDATE SEÑOR, CONMIGO!

EN LA PENA Y EN EL GOZO
SÉ MI ALIENTO MIENTRAS VIVO.
HASTA QUE MUERA EN TUS BRAZOS.
;QUÉDATE
SEÑOR, CONMIGO!


41.- LETANIAS AL SAGRADO CORAZON DE JESUS

Señor, ten piedad de nosotros. 
Cristo, ten piedad de nosotros. 
Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos.

(A las siguientes invocaciones se responde:
"TEN PIEDAD DE NOSOTROS")

Dios, Padre Celestial, -...
Dios Hijo, Redentor del mundo, -...
Dios, Espíritu Santo, -... 
Santísima Trinidad, que eres un solo Dios...-

Corazón de Jesús, Hijo del Eterno Padre, -...
Corazón de Jesús, formado en el seno de la Virgen Madre por el Espíritu Santo, Corazón de Jesús, unido sustancialmente al Verbo de Dios, ...
Corazón de Jesús, templo santo de Dios, ...
Corazón de Jesús, tabernáculo del Altísimo, ...
Corazón de Jesús, casa de Dios y puerta del cielo, ...
Corazón de Jesús, horno ardiente de caridad, ...
Corazón de Jesús, santuario de la justicia y del amor, ...
Corazón de Jesús, lleno de bondad y de amor, ...
Corazón de Jesús, abismo de todas las virtudes,..  
Corazón de Jesús, digno de toda alabanza,...
Corazón de Jesús, Rey y centro de todos los corazones,... 
Corazón de Jesús, en quien se hallan todos los tesoros de la sabiduría, y de la ciencia,...
Corazón de Jesús, en quien reside toda la plenitud de la  divinidad,...
Corazón de Jesús, en quien el Padre se complace,... 
Corazón de Jesús, de cuya plenitud todos hemos recibido, ...
Corazón de Jesús, deseado de los eternos collados, ...
Corazón de Jesús, paciente y lleno de misericordia, ...
Corazón de Jesús, generosos para todos los que te invocan,...
Corazón de Jesús, fuente de vida y santidad,...
Corazón de Jesús, propiciación por nuestros pecados,...
Corazón de Jesús, triturado por nuestros pecados,... 
Corazón de Jesús, hecho obediente hasta la muerte, ...
Corazón de Jesús, traspasado por una lanza,...
Corazón de Jesús, fuente de todo consuelo,...
Corazón de Jesús, vida y resurrección nuestra,...
Corazón de Jesús, paz y reconciliación nuestra,... 
Corazón de Jesús, víctima por los pecadores, ...
Corazón de Jesús, salvación de los que en ti esperan,...
Corazón de Jesús, esperanza de los que en ti mueren, ...
Corazón de Jesús, delicia de todos los santos,...

Cordero de Dios,  que quitas el pecado del mundo,
-perdónanos Señor.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
-ten piedad de nosotros.
Jesús, manso y humilde de Corazón,
-haz nuestro corazón semejante al tuyo.

Oración: Oh Dios todopoderoso y eterno, mira el Corazón de tu amantísimo Hijo, las alabanzas y satisfacciones que en nombre de los pecadores te ofrece y concede el perdón a éstos que piden misericordia en el nombre de tu mismo Hijo, Jesucristo, el cual vive y reina contigo por los siglos de los siglos. Amén.

 

 

42.- IRRADIANDO A CRISTO

 

  • Oh, amado Jesús.
    Ayúdame a esparcir Tu fragancia
    por donde quiera que vaya. 
    Inunda mi alma con Tu Espíritu y Vida.
    Penetra y posee todo mi ser tan completamente, que mi vida entera sea un resplandor de la Tuya.
    Brilla a través de mi y permanece tan dentro de mi, que cada alma con que me encuentre pueda sentir Tu presencia en la mia.
    ¡Permite que no me vean a mi sino solamente a Jesús!
  •  
  • Quédate conmigo y empezaré a resplandecer como Tú, a brillar tanto que pueda ser una luz para los demás. La luz oh, Jesús, vendrá toda de Tí, nada de ella será mía;
    serás Tú quien resplandezca
    sobre los demás a través de mi.
    Brillando sobre quienes me rodean,
    permíteme alabarte como mas te gusta.
  •  
  • Permíteme predicarte sin predicar,
    no con palabras sino a través de mi ejemplo,
    a través de la fuerza atractiva,
    de la influencia armoniosa de todo lo que haga,
    de la inefable plenitud del amor
    que existe en mi corazón por Tí.

Amen.


 

 

43.- Oficio de Lectura, 4 de Diciembre,
San Juan Damasceno, presbítero y doctor de la Iglesia


Me llamaste, Señor, para servir a tus hijos
De la Declaración de la fe, de san Juan Damasceno, Cap. 1: PG 95, 417-419

Tú, Señor, me sacaste de los lomos de mi padre; tú me formaste en el vientre de mi madre; tú me diste a luz niño y desnudo, puesto que las leyes de la naturaleza siguen tu mandatos.

Con la bendición del Espíritu Santo preparaste mi creación y mi existencia, no por voluntad de varón, ni por deseo carnal, sino por una gracia tuya inefable. Previniste mi nacimiento con un cuidado superior al de las leyes naturales; pues me sacaste a la luz adoptándome como hijo tuyo y me contaste entre los hijos de tu Iglesia santa e inmaculada.

Me alimentaste con la leche espiritual de tus divinas enseñanzas. Me nutriste con el vigoroso alimento del cuerpo de Cristo, nuestro Dios, tu santo Unigénito, y me embriagaste con el cáliz divino, o sea, con su sangre vivificante, que él derramó por la salvación de todo el mundo.

Porque tú, Señor, nos has amado y has entregado a tu único y amado Hijo para nuestra redención, que él aceptó voluntariamente, sin repugnancia; más aún, puesto que él mismo se ofreció, fue destinado al sacrificio como cordero inocente, porque, siendo Dios, se hizo hombre y con su voluntad humana se sometió, haciéndose obediente a ti, Dios, su Padre, hasta la muerte, y una muerte de cruz.

Así, pues, oh Cristo, Dios mío, te humillaste para cargarme sobre tus hombros, como oveja perdida, y me apacentaste en verdes pastos; me has alimentado con las aguas de la verdadera doctrina por mediación de tus pastores, a los que tú mismo alimentas para que alimenten a su vez a tu grey elegida y excelsa.

Por la imposición de manos del obispo, me llamaste para servir a tus hijos. Ignoro por qué razón me elegiste; tú solo lo sabes.

Pero tú, Señor, aligera la pesada carga de mis pecados, con los que gravemente te ofendí; purifica mi corazón y mi mente. Condúceme por el camino recto, tú que eres una lámpara que alumbra.

Pon tus palabras en mis labios; dame un lenguaje claro y fácil, mediante la lengua de fuego de tu Espíritu, para que tu presencia siempre vigile.

Apaciéntame, Señor, y apacienta tú conmigo, para que mi corazón no se desvíe a derecha ni izquierda, sino que tu Espíritu bueno me conduzca por el camino recto y mis obras se realicen según tu voluntad hasta el último momento.

Y tú, cima preclara de la más íntegra pureza, excelente congregación de la Iglesia, que esperas la ayuda de Dios, tú, en quien Dios descansa, recibe de nuestras manos la doctrina inmune de todo error, tal como nos la transmitieron nuestros Padres, y con la cual se fortalece la Iglesia.

Oración

Te rogamos, Señor, que nos ayude en todo momento la intercesión de san Juan Damasceno, para que la fe verdadera que tan admirablemente enseñó sea siempre nuestra luz y nuestra fuerza. Por nuestro Señor Jesucristo.

 

 

 

 

44.-Oración a Mater Admirabilis.

¡Oh Madre Santísima de Jesús!, venimos a Vos como a la fuente viva que refrigera, como a la llama que calienta, como a la aurora que disipa las tinieblas, como a la Madre siempre atenta a las necesidades de sus hijos.
¡Oh Madre Admirable!, hay horas, en que el camino de nuestra vida es duro, No es fácil andar siempre con paso igual en el camino del deber.
No es fácil amar al prójimo, nuestro hermano, como Jesús quiere que lo amenos.

No es fácil conservar un alma serena en medio de las vicisitudes de la vida. No es fácil amar a las criaturas y reservarse para Dios. No es fácil hacerse pequeño y humilde cuando el orgullo relama. No es fácil ir caminando hacia el Dios de luz por caminos llenos de sombra. Hay días en los que todo es carga. Pero Vos, oh Madre Admirable, hacéis todo fácil. Y sin embargo, no quitáis el sacrificio de nuestros caminos, como Dios tampoco lo quitó del vuestro, pero facilitáis el esfuerzo haciendo que crezca el amor. El amor siempre vencedor en Vos, os hizo decir en el umbral  de vuestro destino: "Fiat mihi secundurn Verbum tuum". Esta palabra de adhesión al amor que os guiaba, jamás la retirasteis. Jamás os rebelasteis ante el sufrimiento, sino que ofrecisteis a su acción un alma mansa y humilde entregada a Dios.

¡Oh María!, que vuestro ejemplo sea mi fuerza. Haced que todo sea fácil en mi vida, no suprimiendo toda pena. sino por un amor generoso, siembre mayor que la pena.

¡Oh Madre dulcísima!, dadme un corazón lleno de fortaleza; y si veis que mi amor se apaga pronto, os suplico, dad a vuestra(o) hija(o) un poco del vuestro y repetidle la lección del verdadero amor.

Consagración Mariana escrita por la Venerable Conchita de Armida
 Febrero 28,1917     México,D.F.



45.- CONSAGRACIÓN AL CORAZÓN DE MARÍA, REINA Y MADRE

¡Madre del alma, celestial María! Con toda la ternura y el amor y el deseo de mi corazón te elijo desde hoy como Reina, Señora y Madre de estacasa, con todo lo que contiene, hijos, criados, animales y cosas, y cada pieza con toda la que la llena.

Toma las llaves que te entrego como a la ama y Señora, y concédeme la dicha de ser tu esclava y tu hija muy amante, que sólo quiere ser tuya y obedecerte con todo el corazón y el alma.

Concédeme, que nada haga sin consultártelo, que obre en todas las ocasiones como tu obrarías, con esa perfección de miras e intenciones sobrenaturalizándolo todo, y con una vida de amor más del cielo que de la tierra. Así quiero santificar mis actos. Tú, desde hoy, serás para siempre la Señora, la dueña y la Madre con nuevo título de las obras y de mis hijos, siendo yo una pobrecita, pero obediente hija, que te de gloria imitándote.

Quiero estar siempre en segundo término, Madre mía, porque tú eres la primera en mí y en cuanto me rodee. Desde ahora hasta mi muerte, quiero vivir bajo el manto de mi dulce Madre, y ya no estaré sola ni huérfana, sino bajo tu dirección y tus miradas, María, inmolándome en tu honor.

Te amo, y te haré amar con todas mis fuerzas, y mi vida. En todas las piezas está ya colocada tu imagen sacrosanta para que las bendigas, ahuyentes del enemigo y que no permitas en ellas ninguna murmuración ni ofensa a Dios.

Impregna toda su atmósfera de pureza, Virgen Inmaculada, para que nos respire más que blancura, candor, inocencia, pudor, cruz, amor.
 Acepta por adelantado las penas y alegrías que en estos cuartos tengamos.

¡Oh mi bendita y amada Madre! Que desaparezca yo con todos mis defectos, y que parezcas tú en mí, con tu dulzura, tu caridad, abnegación, paciencia, humildad, y con todas tus demás virtudes.

¡Oh mi Reina, somos tus vasallos!! Oh mi Madre, mi amada Madre, somos tus hijos!

Amén.

 

 

46.- Acto de Confianza en Dios.

Dios mío, estoy tan persuadido de que veláis sobre todos los que en Vos esperan y de que nada puede faltar a quien de Vos aguarda toda las cosas, que he resuelto vivir en adelante sin cuidado alguno, descargando sobre Vos todas mis inquietudes. Mas yo dormiré en paz y descansaré; porque Tú ¡Oh Señor! Y sólo Tú, has asegurado mi esperanza.

Los hombres pueden despojarme de los bienes y de la reputación; las enfermedades pueden quitarme las fuerzas y los medios de serviros; yo mismo puedo perder vuestra gracia por el pecado; pero no perderé mi esperanza; la conservaré hasta el último instante de mi vida y serán inútiles todos los esfuerzos de los demonios del infierno para arrancármela. Dormiré y descansaré en paz.

Que otros esperen su felicidad de su riqueza o de sus talentos; que se apoyen sobre la inocencia de su vida, o sobre el rigor de su penitencia, o sobre el número de sus buenas obras, o sobre el fervor de sus oraciones. En cuanto a mí, Señor, toda mi confianza es mi confianza misma. Porque Tú, Señor, solo Tú, has asegurado mi esperanza.

A nadie engañó esta confianza. Ninguno de los que han esperado en el Señor ha quedado frustrado en su confianza.

Por tanto, estoy seguro de que seré eternamente feliz, porque firmemente espero serlo y porque de Vos ¡oh Dios mío! Es de Quien lo espero. En Ti esperé , Señor, y jamás seré confundido.

Bien conozco ¡ah! Demasiado lo conozco, que soy frágil e inconstante; sé cuanto pueden las tentaciones contra la virtud más firme; he visto caer los astros del cielo y las columnas del firmamento; pero nada de esto puede aterrarme. Mientras mantenga firme mi esperanza, me conservaré a cubierto de todas las calamidades; y estoy seguro de esperar siempre, porque espero igualmente esta invariable esperanza.

En fin, estoy seguro de que no puedo esperar con exceso de Vos y de que conseguiré todo lo que hubiere esperado de Vos. Así, espero que me sostendréis en las más rápidas y resbaladizas pendientes, que me fortaleceréis contra los más violentos asaltos y que haréis triunfar mi flaqueza sobre mis más formidables enemigos. Espero que me amaréis siempre y que yo os amaré sin interrupción; y para llevar de una vez toda mi esperanza tan lejos como puedo llevarla, os espero a Vos mismo de Vos mismo ¡oh Creador mío! Para el tiempo y para la eternidad. Así sea.

La penitencia es una virtud que nos lleva a trabajar por eliminar de nuestra vida todo aquello que nos separa del amor de Dios y del amor al prójimo. No es un sentimiento, una experiencia emocional, sino mas bien un acto de la voluntad. Muchos confunden la penitencia exclusivamente con actos externos de expiación, sin embargo es toda una actitud interior.

 

 

47.- ORACIÓN DE JOVENES A LA VIRGEN
Juan Pablo II
María, humilde sierva del Altísimo,
el Hijo que engendraste te ha hecho sierva de la humanidad.
Tu vida ha sido un servicio humilde y generoso:
has sido sierva de la Palabra cuando el Ángel
te anunció el proyecto divino de la salvación.
Has sido sierva del Hijo, dándole la vida
y permaneciendo abierta al misterio.
Has sido sierva de la Redención,
permaneciendo valientemente al pie de la Cruz,
junto al Siervo y Cordero sufriente,
que se inmolaba por nuestro amor.
Has sido sierva de la Iglesia, el día de Pentecostés
y con tu intercesión continúas generándola en cada creyente,
también en estos tiempos nuestros, difíciles y atormentados.
A Ti, joven Hija de Israel,
que has conocido la turbación del corazón joven
ante la propuesta del Eterno,
dirijan su mirada con confianza los jóvenes del tercer milenio.
Hazlos capaces de aceptar la invitación de tu Hijo
a hacer de la vida un don total para la gloria de Dios.
Hazles comprender que servir a Dios satisface el corazón,
y que sólo en el servicio de Dios y de su Reino
nos realizamos según el divino proyecto
y la vida llega a ser himno de gloria a la Santísima Trinidad.Amen".Juan Pablo II

48.-ORACIÓN DE ADMIRACIÓN POR LA GRANDEZA SACERDOTAL

 

«Inclino mi frente como inclino mi corazón ante ti, Sacerdote,

Hombre de Dios y hombre de la Iglesia

Hombre que no te perteneces, que vives y mueres por los demás

Hombre de la soledad y compañero de camino para cada uno

Hombre que llevas en tu cuerpo la señal de la crucifixión

y la gloria de la resurrección

Hombre que no te humillas ante nadie

pero que lavas los pies a todos

Evangelizador de alegría y consuelo

Ministro del perdón y de la misericordia

Amigo fiel

Hombre abierto a la esperanza,

que guardas en tu corazón las miserias de los hombres

Hombre de oración con las manos siempre en alto

Hombre libre porque eres obediente.

Hombre enamorado del amor, que cultivas grandes ideales

Experto de humanidad

Tú recibes del alba la fuerza de la resurrección

y a la tarde entregas la luz que no conoce ocaso.

Sacerdote, no ceses nunca de pronunciar tu ‘SI”».Pablo VI.

49.- ORACIÓN A LA VIRGEN MADRE

50.- ORACIÓN A MARIA, MADRE DE DIOS Y DE LA IGLESIA

 

 

51.-ORACIÓN DEL CATEQUISTA

 

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