RETIRO ESPIRITUAL DE PENTECOSTÉS (Plasencia, 21 mayo 2015 reformado en 2019)

RETIRO ESPIRITUAL DE PENTECOSTÉS

(Plasencia, 21 mayo 2015 reformado en 2019)    

¡VEN, ESPÍRITU SANTO, TE NECESITAMOS! ¡TE NECESITA TU IGLESIA SANTA! (Pilar y Adry, donde yo pongo para los sacerdotes el día de nuestra ordenación sacerdotal, vosotros poneís del día de vuestro Bautismo, sacramento de vuestro sacerdocio y Confirmación, sacramento del Espiritu Santo e inhabitación de la Stma. Trinidad)     

MEDITACIÓN PRIMERA

       Queridos hermanos sacerdotes: Me alegró mucho que me invitaran a dar este retiro de Pentecostés para prepararnos a su fiesta, porque el Espíritu Santo es el que nos ha consagrado sacerdotes para siempre para la gloria de Dios Uno y Trino y la salvación de nuestros hermanos, los hombres.

En nuestro tiempo éramos consagrados sacerdotes en la Vigilia de Pentecostés y esto no lo olvidamos, porque cantábamos también  nuestra primera misa entre Pentecostés y Santísima Trinidad. Por otra parte, ahora, estamos en el tiempo de la Iglesia, en la economía salvadora del Santo Espíritu de Dios, y los sacramentos, acciones salvadoras de Cristo, mediante su Espíritu, no son posibles sin la epíclesis, sin la invocación y la presencia del Divino Espíritu.

(Así que vamos a comenzar esta meditación también invocando al Espíritu Santo, dador de toda ciencia y sabiduría, para que nos ilumine y nos llene a todos de su presencia y amor; si os parece bien, lo hacemos en latín, porque así lo hicimos en nuestros años de Seminario, incluso en el Menor: Veni, Creator Spíritus… (darlo en hoja, también en español)… Emitte Spiritum tuum y creabuntur…. Oremus: Deus que corda fidelium...)

Queridos hermanos: El Espíritu Santo, Fuego y Vida de nuestro Dios Trinidad es también el Espíritu de nuestro Señor Jesucristo, único Sacerdote, por el que fuimos consagrados e identificados todos nosotros con Él, sacerdotes «in aeternum», por el carácter sacerdotal. (vosotras, por el carácter bautismal).

Al celebrar la fiesta de Pentecostés en el próximo domingo, nosotros nos disponemos a pedirle que venga nuevamente sobre nosotros y renueve los carismas y gracias y dones abundantes de los que nos hizo partícipes  el día de nuestra ordenación sacerdotal ( para vosotras, Pilar y Adry, el día de vuestros bautismo y confirmación, podéis comprobar esta verdad teológica en el catecismo, os lo recuerdo:el sacramento del bautismo introduce a las personas que lo reciben en la triple función sacerdotal, profética y real de Jesús. En la medida en que cualquier fiel laico vive su identidad bautismal, participa de estas importantes prerrogativas cristológicas. La Iglesia que fundó Jesús es el nuevo pueblo de Dios: un pueblo sacerdotal, profético y real. “Jesucristo es Aquel a quien el Padre ha ungido con el Espíritu Santo y lo ha constituido ‘Sacerdote, Profeta y Rey’. Todo el Pueblo de Dios participa de estas tres funciones de Cristo y tiene las responsabilidades de misión y de servicio que se derivan de ellas”, indica el Catecismo (783)

 y recordad también cómo lo vivió Santa Isabel de la Trinidad cuya oración, que os pongo al final, la rezamos muchas veces en la iglesia). Son días para agradecer, para revisar, para potenciar nuestro sacerdocio y nuestra acción pastoral, como lo fue el primer Pentecostés de la historia para los Apóstoles y la Iglesia naciente.

Por eso, muy queridos hermanos sacerdotes, la oportunidad de este retiro espiritual, por la necesidad que tenemos de la gracia y del fuego del Espíritu; por la necesidad que tenemos de la experiencia de Cristo y de su misterio, sentir y vivir los misterios que celebramos;  por la necesidad permanente que tenemos de la experiencia de lo que somos y hemos recibido; por eso, la necesidad de retirarnos, para prepararnos para recibirle más plenamente, como “los Apóstoles, reunidos en oración con María, la madre de Jesús” .

¡María, hermosa nazarena, virgen bella, madre sacerdotal, échanos una mano, como se la echaste a los apóstoles de tu Hijo que fueron cobardes y estaban asustados y tú los reuniste en el Cenáculo donde habían recibido el Jueves Santo el carácter sacerdotal: “haced esto en memoria mía”,recibieron el carácter sacerdotal pero les faltaba el Espiritu de Cristo, el amor y el fuego del amor del Espíritu Santo, la experiencia del sacerdocio y de la misión salvadora y santificadora que habían recibido y que Cristo les confiaba, por eso, en sus apariciones pascuales les decía: “ os conviene que yo me vaya… porque si no me voy no recibiréis el Espíritu Santo que os ha de llevar a la verdad completa”, la verdad plena es Cristo total, Verdad y Espíritu, teología y espiritualidad, gracia y experiencia de la gracia, conocimiento y experiencia mística de lo que soy y hago, es decir, que Cristo sabía que no bastaba para ser sacerdotes (cristianos) en plenitud recibir la gracia y el carácter sacerdotal, el poder, sino que era necesario la venida del fuego de Amor de su mismo Espíritu, Espíritu Santo, Amor del Padre y del Hijo, para transformalos totalmente en Cristo sacerdote para poder sentir y decir: “esto es mi cuerpo, esta es mi sangre”, con el fuego y amor del Espíritu Santo que recibimos en nuestra ordenación sacerdotal (bautismo y confirmación) y permanece eternamente en nosotros. Pero cómo recibirlo y sentirlo en plenitud? Nos lo dicen los Hechos de los Apóstoles: “en oración con María…”.

Por esto, queridos hermanos, por el convencimiento que tengo de la necesidad del Espíritu Divino en nuestra vida sacerdotal, por el respeto y amor que os tengo, he procurado estos días prepararme mediante el estudio y la oración; he pedido e invocado al Espíritu Divino, al Amor del Padre y del Hijo, para que venga y renueve en nosotros su luz y  su fuego de amor divino y sacerdotal recibido en el día de nuestra ordenación. He rezado así para todos nosotros, sacerdotes (o futuros), esta oración personal que me sale así del corazón todos los días:

«¡Oh Espíritu Santo, Dios Amor, Abrazo y Beso de mi Dios, Aliento de Vida y Amor Trinitario, Alma de mi alma, Vida de mi vida, Amor de mi alma y de mi vida, yo te adoro¡

Quémame, abrásame por dentro con tu fuego transformante, y conviérteme, por una nueva encarnación sacramental, en humanidad supletoria de Cristo, para que Él renueve y prolongue en mí todo su misterio de salvación; quisiera hacer presente a Cristo ante la mirada de Dios y de los hombres como adorador del Padre, como salvador de los hombres, como redentor del mundo.

Inúndame, lléname, poséeme, revísteme de sus mismos sentimientos y actitudes sacerdotales; haz de toda mi vida una ofrenda agradable a la Santísima Trinidad, cumpliendo su voluntad, con amor extremo, hasta dar la vida.

¡Oh Espíritu Santo, Fuego y Beso, Alma y Vida de mi Dios! ilumíname, guíame, fortaléceme, consuélame, fúndeme en Amor Trinitario, para que sea amor creador de vida en el Padre, amor salvador de vida por el Hijo, amor santificador de vida con el Espíritu Santo, para alabanza de gloria de la Trinidad y bien de mis hermanos, los hombres.

       Los sacerdotes de mi tiempo y quizás en general, aunque sea paradójico, teológicamente estamos un poco heridos en Pneumatología. Y digo que es paradójico, porque por designio de la Santísima Trinidad, nada más nacer, recibimos el bautismo del agua y del Espíritu, somos Templos de la Trinidad por el Espíritu Santo, luego fuimos confirmados en el mismo Espíritu, y, por privilegio y voluntad de Cristo, hemos sido llamados al sacerdocio, a ser prolongadores de su ser y existir sacerdotal, a propagar el reino de Dios en la tierra, para lo cual necesitamos su mismo Espíritu, su mismo Amor, el Espíritu Santo. Por eso debieron prepararnos mejor en esta materia teológica y apostólicamente.

Por curiosidad he mirado el texto de Lercher que estudiamos los de mi generación, y nosotros tenemos sólo dos tesis del Espíritu Santo, 14 páginas, que más bien son de Trinidad, como se titulaba el mismo tratado: «De Deo Uno et Trino, Creante et Elevante». La primera «thesis»: «S.Sanctus a Patre Filioque procedit» y la segunda: «per viam voluntatis».

En  la vida de la misma Iglesia y de los cristianos, tal vez nosotros mismos, sacerdotes, no le damos la importancia debida al Espíritu Santo, tanto en nuestra vida personal como apostólica; y no le damos importancia, no acudimos a Él con el amor y la frecuencia debida, no sé si porque el Espíritu Santo no tiene rostro o figura humana, es puro espíritu; no sé si porque al no tener rostro humano, para verlo, hay que sentirlo en el espíritu y para esto hay que purificar y limpiar más el corazón y esto cuesta esfuerzo y nos es fácil:  sólo “los limpios de corazón verán a Dios,”; no sé si porque hay que entrar dentro de Dios por las virtudes teologales de la fe y de la  esperanza y del amor para descubrirlo, como ya lo dijo el Señor: “ le conoceréis porque permanece en vosotros”, lo cierto es que nuestra relación personal con Él, y nuestras predicaciones y nuestros conocimientos y nuestra vida espiritual y nuestra misma vida de oración personal, ordinariamente, ordinariamente, es pobre de Espíritu Santo, de vivencia y experiencia del Dios Amor, porque para esto es necesario que estemos más vacíos de nosotros mismos para que Él nos pueda llenar, más vacios de nuestros fallos e imperfecciones para que Él nos pueda llenar de su experiencia y amor personal de Dios, porque si estamos y seguimos toda la vida llenos de nosotros mismos no cabe Dios.

Por tanto, queridos hermanos, por todo lo dicho y orado,  pienso y pido: Que sea Pentecostés en nuestras vidas, que este retiro sea como el de los Apóstoles reunidos en oración con María, la Madre de Jesús, para recibir en plenitud el Espíritu Santo, el Amor del Padre y del Hijo, porque  le necesitamos, necesitamos llenarnos de su luz y su amor, de su presencia, de su sabiduría y santidad y también lo está necesitando este mundo que se está quedando frío sin amor, sin Dios, sin Espíritu Santo.

Queridos hermanos, necesitamos el Espíritu de Amor. Lo ha dicho el Señor a la Iglesia y a los apóstoles de todos los tiempos:“…os digo la verdad, os conviene que yo me vaya, porque si yo no me voy no vendrá a vosotros el Espíritu Santo, pero si me voy, os lo enviaré… Él  os llevará hasta la verdad completa”  

Y esto es lo primero que quiero deciros esta mañana. Es la primera verdad que quiero recordaros en esta meditación, para que se nos quede muy grabada a todos en nuestra mente y  en nuestro corazón, que la actualicemos y potenciemos en estos días de preparación para la fiesta. 

Mirad, lo vemos claramente realizado en LOS APÓSTOLES: los apóstoles habían escuchado a Cristo y su evangelio, han visto sus milagros, han comprobado su amor y ternura por ellos, le han visto vivo y resucitado, han comulgado y comido y recibido el mandato de salir a predicar…pero, sin embargo,  permanecen inactivos, con las puertas cerradas y los cerrojos echados por miedo a los judíos; no se atreven a predicar a Cristo vivo y resucitado y eso que le han visto y han recibido este mandato, pero no se les vienen palabras a la boca, ¿por qué? ¿por qué? Porque les falta el fuego de amor del Espíritu Santo, les falta la fuerza de la vivencia interior y espiritual del fuego del Espíritu Santo como luego lo tuvieron en Pentecostés al recibirlo… Y cómo estaban entonces y cómo lo recibieron: “Estaban en oración con María, la madre de Jesús… como deben estar siempre todos los que a través de los tiempos, quieran recibirlo, todos nuestros santos, desde los de vida contemplativa Chars de Faucoult, Sor, bueno, ya santa Isabel de la Trinidad, hasta los de vida activa y dedicada a los pobres como madre Teresa de Calcuta que luego citaré si tento tiempo. A la santidad de vida activa o contemplativa solo se llega por la oración,- contemplación, -transformación. Oración-conversión diaria y permanente que al meditar primero con ayudas de libros o evangelios va pasando a la oración-contemplación de Cristo y su mensaje por la contemplación y luz del Espíritu Santo (como los apóstoles en pentecostés), y nos transforma en el Cristo que nos comunica su amor y su verdad directamente sin ayudas de libros y contemplamos a Cristo y su mensaje que nos va transformando en lo que contemplamos por la conversión pasiva, virtudes pasivas de fe, esperanza y amor.

Por qué Cristo les dijo que se prepararan para recibir al Espíritu Santo, por qué Jesús oraba para que viniera y nosotros estos días también tenemos que pedirle y desearle que venga a nosotros… Y por qué el mismo Cristo oraba con ellos para que se preparasen a recibirlo, por qué tienen ahora también con ellos a  María en el Cenáculo, la Virgen bella y Madre sacerdotal, orando con ellos, qué pinta aquí María, mujer y no sacerdote apóstol

1.- porque  se trata del comienzo y fundamento de la Iglesia, y ella es madre de la Iglesia naciente y le duelen en el alma sus hijos y ella ya ha vivido y sentido la eficacia del Espíritu Santo en la Concepción de su Hijo por obras del Espíritu Santo; 

2.-porque la venida del Espíritu Santo confirma toda la vida de Cristo y origina la Iglesia, porque hasta que no viene el Espíritu Santo, hasta que no vuelve ese mismo Cristo, pero hecho fuego, hecho Espíritu, hecho llama de amor viva en sus corazones y simbolizada en sus cabezas, viene hecho  experiencia ardiente de amor del Padre Dios en sus corazones, de amar y sentirse amados y llenos de su amor a sus hermanos, los hombres, hasta que no viene… no hay fuego de amor en ellos que supera todos los miedos y dificultades ni existe la Iglesia de Cristo, ni Sacramentos, ni Salvación… el Espíritu Santo es el comienzo de la Iglesia, sin Él no hay vida de Dios, de Cristo resucitado, de gracia y sacramentos –todos son por obra del Espíritu Santo.Queridos hermanos, que el Espíritu Santo existe y es persona real divina y existente, no puro nombre o concepto teológico, qué experiencia tienes tú, querido hermano del Espíritu, del fuego de amor de Cristo, del Espíritu Santo…

Cuando es Pentecostés empieza la iglesia en el mundo; cuando viene el Espíritu Santo, todos los pueblos entienden su lenguaje, el lenguaje del Amor de Dios, de que Dios ama a todos los hombres aunque sean de diversas lenguas y culturas, y que hoy tanto necesitamos, y empieza el

cristianismo, el verdadero conocimiento y conversión a Cristo y el verdadero apostolado, esto es, la verdad completa del cristianismo, que no es solo conocimiento, aunque sea teología, sino amor y experiencia de Dios, de amor a los hermanos, de santidad y cumplimiento de los mandamiento y de la voluntad de Dios hasta la muerte, de salir a predicar a todo el mundo, pero convencido y llenos de experiencia de lo que predicamos, del amor de Cristo, de Cristo vivo y sentido, de Cristo Eucaristía en el Sagrario, de Cristo amándonos hasta el extremo al celebrar la Eucaristía por nuestras manos y corazón prestado, por nosotros, sus sacedotes, llenos de amor y convencidos, no solo de verdades: “Cuando venga, Él os llevará a la verdad completa”.

La “verdad completa” es la que baja de la mente al corazón y se hace vivencia. Y así fue en Pentecostés. Entonces sí que se acabó el miedo para  los apóstoles y se quitaron los cerrojos y se  abrieron las puertas y conocieron y predicaron convencidos de Cristo y del Padre y del Espíritu Santo, a quienes entonces conocieron en  “verdad completa”, verdad hecha fuego y amor en sus corazones de amor  a Dios y a  sus hermanos, los hombres.

Conocieron el evangelio y amaron a Cristo más profunda y vitalmente que en todas las correrías apostólicas anteriores y milagros y la misma  predicación exterior de Cristo y apariciones del Resuciado; ahora ya estaban dispuestos a morir por Él, estaban convencidos de su persona, de su amor y divinidad, y sentían su presencia y su fuerza porque Cristo les habló con su fuego de amor y los quemó y los abrasó con el fuego de Pentecostés: “Oh llama de amor viva…

Y todo esto les vino, ¿Por qué y cómo? por estar reunidos en oración en el Cenáculo con María, la Madre de Jesús y madre de todos ellos y de todos nosotros, los sacerdotes, presencias por el sacramento del Orden del único sacerdote, Jesucristo, su hijo…, y entonces, en la oración y por la oración,  y con María, oración y presencia de María, madre sacerdotal, reciben el Espíritu del Hijo, el amor de Cristo, y por eso María es Madre de todos los sacerdotes, que ahora lo viven y lo sienten en sus corazones: María, madre sacerdotal, madre del alma, cuánto te queremos, cuánto nos quiere, ayúdanos a ser y vivir como tu Hijo... y gracias por querer ser mi madre, mi madre sacerdotal y modelo.

No olvidemos nunca que estas realidades sobrenaturales no se comprenden hasta que no se viven. Es la diferencia entre teología y mística, entre saber y experimentar, entre lo que sentían y vivían los Apóstoles antes y después de Pentecostés, de recibir el Espíritu Santo.

A palo seco o conocimiento puramente teórico, incluso teológico, de Cristo o de las verdades de fe, es como si uno creyera, como si fuera verdad, pero no es verdad completa, la verdad completa es cuando esa verdad llega a la inteligencia y al corazón, quiero decir, que Cristo, la Eucaristía, la santa misa, la presencia de Jesús en nuestros Sagrarios, no digamos la inhabitación de los Tres en nosotros, si no se vive y se siente, no se comprende, y si se predican no producen vivencia y amor  a Dios, solo conocimiento, hasta que no se sienten en el alma, hasta que no se viven en el corazón, hasta que Cristo y su evangelio no se experimentan, no se convierten en verdad vivida y amada en plenitud, porque las verdades de fe no se comprenden hasta que no se viven.

Por eso necesitamos que sea Pentecostés en nuestras vidas, que venga a nosotros el Espíritu Santo para que Él nos haga sentir y vivir lo que conocemos por teología o celebramos por ritos o predicamos por  el evangelio. La Iglesia, nosotros, todos los cristianos necesitamos hoy y siempre Pentecostés, el Espíritu Santo. Y cuanto más arriba estemos, más lo  necesitamos, para comunicarlo a los demás.

Pablo no vio ni conoció visiblemente al Cristo histórico, es más, fue enemigo de Cristo y de los creyentes en Cristo, sin embargo lo conoció y lo amó y lo sintió más que otros que le vieron físicamente y vivieron con Él, como los discípulos, y todo, por la oración, únicamente por la oración sin encuentro con los Apóstoles en tres años de soledad y desierto de Arabia: “hermanos, nos dice a todos s. Pablo, os aseguro que el evangelio predicado por mí no es producto humano; pues yo no lo recibí ni aprendí de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo… Inmediatamente, sin consultar a nadie, en lugar de ir a Jerusalén a ver a los que eran apóstoles antes que yo, me fui a Arabia y luego volví a Damasco. Al cabo de tres años fue a Jerusalén  para conocer a Pedro y estuve con él quince días.”

       ++++++++++++++++++++++++++++

(Predicarlo) En Pablo todo fue por la  experiencia de la oración, oración primero oración discursiva, Biblia del A.T. meditada,  luego sin libros, solo en el desierto, oración de contemplación, mística, por la experiencia de Amor, de Espíritu Santo en el desierto de Arabia, que da más certeza, amor y vivencia que todos los doctorados en teología, y que todas las manifestaciones históricas o apariciones externas del Señor. Y llegó a un amor y entrega, que otros no llegaron, aunque habían visto y escuchado y tocado físicamente al Señor. No es cuestión de tocarle materialmente, como nosotros cuando le tocamos o comulgamos en la hostia consagrada, sino de hacerlo por fe viva  y amor encendido, virtudes sobrenaturales.

Por eso, lo primero y lo único que quiero deciros esta mañana, es que todos, pero especialmente los sacerdotes, tenemos que ser hombres de oración, de oración diaria y permanente, durante toda la vida, para sentir y vivir a Cristo y poder predicarlo y comunicarlo a nuestros feligreses, al mundo entero, con fuego, con convencimiento, con eficacia de amor de Espíritu Santo.

La gran crisis del conocimiento y amor a Cristo, a Dios, a los hermanos será siempre por falta de oración diaria que nos vaya vaciando de nosotros mismos y llenando de Dios, es decir, vaciando de lo que somos y pensamos naturalmente nosotros y llenado del conocimientos y amor de Cristo  a Él y a los hermanos y para eso hay que irse vaciando de lo que somos y pensamos nosotros naturalmente y llenándonos de lo que Dios nos dice y exige en la oración diaria porque si no me convierto, si solo es leer o reflexionar, pero lo que Cristo me dice en la oración no entra dentro de mí mismo y lo vivo aunque me cueste, si no me voy llenado del evangelio y continuo con mis criterios y modos de vivir puramente humanos y egoistas, si no me voy vaciando y llenando de los sentimientos y vida de Cristo, que medito y Dios me comunica en la oración meditación, aunque llegue a Cardenal, no tendré conocimiento verdadero y experiencia de Cristo, si no me voy vaciando de mis faltas y pecados veniales Dios no me puede llenar.

Y este es problema de la Iglesia de todos los tiempos, especialmente en ciertas èpocas de sus historia; tal vez estemos en una de ellas, es falta experiencia, de amor, faltan vidas que vivan plenamente a Cristo, faltan santos entre nosotros, sacerdotes, madres santas y sacerdotales como en mi infancia, juventud y madurez de los años 80, mujeres y madres que empujaban a sus hijos al sacerdocio por amor al Sagrado Corazón o a Cristo Eucaristía y Sacerdote eterno visitado todos los días en el Sagrario.

Cuando Dios baja así y toca las almas por el fuego y la vivencia del amor, vienen las ansias apostólicas, los deseos de conquistar el mundo para la Salvación, ganas hasta de morir por Cristo y su evangelio, como les pasó a los Apóstoles y tantos y tantos sacerdotes y cristianos que lo han sentido y vivido y lo viven,  lo cual contrasta, por otra parte, con la falta de predicar con fuego a Cristo y su evangelio o con tanto miedo de algunos a veces de predicar el evangelio completo, sin mutilaciones, más pendiente como profetas palaciegos de agradar a los hombres que a Dios, más pendiente de no sufrir por el evangelio que de predicar la verdad completa, hoy se predica muy poco las exigencias y renuncias de este mundo y nuestras ppor el reino de Dios, aquí de exigir, poco,sobre todo a los poderosos, a los que muchas veces nos dirigimos con profetismos oficiales, que no les echa en cara su pecado ni sus errores. Mirad la historia de los Apóstoles cuando empezaron a predicar la verdad completa de Cristo y su evangelio. Empezaron a ser perseguidos y todos murieron mártires. En la Iglesia de hoy se exige poco, y los sacerdotes, nada.

Por el Espíritu Santo también hoy y siempre tendremos profetas verdaderos, obispos, sacerdotes y seglares, que hablan claro de Dios y del evangelio, profetas que nos entusiasman, porque viven lo que predican y están más pendientes y celosos de la gloria de Dios y salvación de los hermanos que de su gloria y cargos y honores, y todo por la fuerza de la oración, sobre todo, de la oración o plegaria eucarística que debemos hacer y ofrecer con los mismos sentimientos de Cristo. Y eso es siempre por diálogo y presencia de amor cuando celebramos.

Hoy, como siempre, para ser testigo del Viviente, la Iglesia   necesita la experiencia, la vivencia del Dios vivo. Siempre la ha necesitado, pero hoy más que otras veces, por el secularismo y materialismo reinante, que destruye a Dios y la fe en El. Falta experiencia del Padre creador y origen del proyecto de amor sobre el hombre; del Cristo salvador y obediente, amante hasta el extremo de dar la vida por sus hermanos, los hombres; del Espíritu  santificador que habita y dirige las almas por la palabra y testimonio verdaderos.

Falta sentir con Cristo, como san Pablo, “mihi vivere Cristus est”, para mí la vida es Cristo y una ganancia el morir, y debiera ser la cosa más natural, sobre todo, en todos nosotros los sacerdotes, que estamos injertados y unidos a El por la gracia y el carácter sacerdotal y por tanto, llamados a estar en vivencia de identificación de vida y palabra y sentimientos con El.

Y el único camino para esto, para llegar a sentir e identificarse con Él, es la oración, la oración, la oración personal diaria. Alguno dirá, no, mejor la eucaristía; no, queridos hermano, pero aunque celebres la Eucaristía, que es precisamente o tiene que ser Oración o Plegaria Eucarística, si no dialogas con Él y tienes sus sentimientos, si no te encuentras con Él en diálogo personal eucarístico, mientras celebras, hay encuentro oficial, pero no hay encuentro personal. Esto lo explico más largamente en alguno de mis libros.

Queridos hermanos, como los Apóstoles, todos los cristianos, especialmente los sacerdotes, necesitamos recorrer el camino de la oración-conversión para llegar a la unión con Dios, para vivir el carácter sacerdotal, identificándonos con lo que somos, con Cristo sacerdote, y esto, por gracia, carácter y el amor, por el carácter y la gracia sacramental del sacerdocio estamos obligados y orientados a tener su misma vida, su mismo amor, su mismos sentimientos sacerdotales de amor al Padre y entrega a los hombres, y para eso, necesitamos Pentecostes, el fuego y el amor del Espíritu Santo, lo dijo el Señor a los Apóstoles y en ellos a todos sus sucesores, necesitamos tener y vivir con lenguas de fuego en nosotros, como los Apóstoles, en Pentecostés, y para esto, estar reunidos en oración con María, la madre de Jesús, como nosotros ahora.

Hay que llegar a la unión de amor sacerdotal transformante en Cristo que nos pide a todos el carácter sacerdotal. Y esto solo es por la oración un poco elevada, oración contemplativa, oración de amor pasivo, recibido del Espíritu de Cristo, mientras hacemos sus acciones, como todos los santos, como todos los que se toman en serio la unión y amor a Dios sobre todas las cosas.

Repito y estas son las dos ideas principales que quiero que meditemos y se nos queden para siempre en la mente y en el corazón: El camino de la unión con Cristo sacerdote, de la eficacia apostólica, de la santidad y eficacia pastoral de la Iglesia, el camino de la santidad y del apostolado de todo bautizado en Cristo será siempre el camino de la oración-conversión en Cristo sacerdote, para que Él, a través de nuestra humanidad prestada y totalmente identificada con el único Sacerdote que existe entre Dios y los hombres, pueda seguir predicando y salvando a la humanidad. Y el único camino es la oración-conversión personal en Cristo sacerdote, como en la conversión o plegaria eucarística donde el pan y el vino se convierten en Cristo por la potencia de amor del Espíritu Santo. Y en nosotros, igual, y por el mismo Espíritu Santo, Espíritu de Amor y Unión del Padre con el Hijo y del Hijo con el Padre.

 Por eso, yo siempre digo que ORAR, AMAR Y CONVERTIRSE SE CONJUGAN IGUAL Y EL ORDEN DE FACTORES NO ALTERA EL PRODUCTO SANTIFICADOR Y APOSTÓLICO DE LOS SACERDOTES. Quiero amar a Dios, tengo que orar y convertirme. Quiero orar, tengo que amar y convertirme. No quiero orar, dejo de orar, dejo de amar y convertirme; dejo de convertirme, entonces dejaré también de  orar y amar a Dios sobre todas las cosas, porque me amo más a mí mismo, me prefiero a Dios. Y este es el problema de toda santidad, de todo bautizado o sacerdote. El problema eterno de la iglesia mientras camine por el mundo.

(Interesante) Queridos hermanos, si queremos ser sacerdotes conformes al corazón de Cristo, vivir el carácter sacerdotal,(el carácter bautismal) es decir, prestarle nuestras humanidades para que Cristo viva su sacerdocio como lo vivió en la suya dada por la Virgen madre, lo  primero que hemos de hacer para presarle nuestra humanidad es amarle y unirnos e identificarnos con Él y tratar de amistad con Él, para conocerle y empezar a identificarnos con Él, porque esto no lo hará la teología que estudiemos sino la oración-conversión que hagamos con su mismo amor de Espíritu Santo que le engendró en María. Oración que vaya transformando poco a poco nuestras vidas en la de Cristo sacerdote por la oración-coversión del mismo Espíritu de Cristo, por la virtud y fuerza de su Espíritu, E. Santo.

Y este camino de la oración, para todos, tiene ordinariamente una etapa primera de oración meditativa, con el libro en las manos, seminario menor y mayor que nos empezará a dar conocimiento de Cristo y de su evangelio y empezarán los primeros fervores y los primeros pasos en seguir a Cristo; y esto durará los años que queramos o toda la vida, esto dependerá de “si alguno quiere ser discípulo mío…, dependerá de  nuestra generosidad en seguir a Cristo en humildad, caridad y entrega, de nuestra conversión a Cristo.

Todos tenemos que pasar por esta oración-conversión diaria, más bien meditativa, reflexiva, un poco costosa, trabajada con la inteligencia más que con el corazón, a etapas más elevadas de vivir en Cristo y en su vida, matando nuestro yo y pecados y soberbia y egoismo y el vivir para nosotros y … vaciándonos de nosotros mismos para que Cristo nos vaya llenando de yo y virtudes y así nos vaya transformando en Él, habitando totalmente en nosotros hasta poder decir con san Pablo ya no soy yo es Cristo quien habita en mi…mediante purificaciones muy dolorosas de la muerte de nuestro yo hasta que nos transforme totalmente en Él.

Todo esto depende de lo que el alma esté dispuesta a sufrir por Cristo, en las etapas pasivas y purificatorias de noches pasivas de san Juan de la Cruz por la que pasan todos los santos… es la muerte total de yo, no hecha por nosotros como en las etapas primeras, sino sufridas y pasivas y hechas por el Espíritu Santo en nosotros hasta la muerte del yo para que Cristo habite en nosotros como tan perfetamente lo dice san Pablo en muchas de sus cartas: ya no soy yo es Cristo quien vive en mi, para mi la vida es Cristo y una ganancia el morir… todo los considero basura comparado con el conocimiento de mi Señor Jesucristo,       y por aquí comienza y tiene que pasar nuestra oración y vida por la conversión y purificaciones pasivas hechas con fuego de Espíritu Santo hasta donde y como Dios quiera desde la meditación-conversión hasta la contemplación-transformacion en Cristo.

Por eso, si uno se toma en serio esta oración-conversión, y se da cuenta que la oración desde el primer kilómetro es conversión de vida al Señor más que de inteligencia o ideas sobre Él, porque el fin de la meditación es : amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser,  y empieza desde el primer momento, a convertirse a Cristo, a tratar de amar así a Dios y a los hermanos, y esto cuesta años de renuncias, sacrificios, renuncias de los propios criterios y del yo, comodidades y egoismos, para aprender a amar y vivir como Cristo, en entrega y donación total, cambiando de vida, esforzándose por seguir a Cristo dando muerte al yo, al pecado, que todos tenemos de soberbia, avaricia, lujuria, envidia etc… para ir viviendo más cada del amor a Dios,  amor de Espíritu Santo, más que del amor propio que todos nos tenemos por el pecado original, y que todos tenemos tan metido dentro de nosotros que morir a él es morir a nosotros mismo y está tan idetificados e querenos y buscarnos en todo a nosotros mismos más que a Dios, que por propia experiencia yo antes decía: hasta media hora después de haberme muerto no estaré convencido que he dejado de amarme más a mí mismo más que a Dios y a los hermanos, pero ahora digo: que por lo menos hasta seis horas después de muerto no habré dejado de amarme a mí mismo más que a Dios y a los demás… y esto porque tengo que pasar algunos minutos y tal alguna hora por el Purgatorio y es que lo voy viendo por la experiencia, porque hay que ver el cariño que nos tenemos… aunque uno sea cura, cuando uno al cabo de un tiempo, tal vez años, creía que ya había conseguido amor gratuido a los demás, humildad, el perdón a los hermanos… de pronto, otra vez a luchar, a  convertirse, como si estuviera en los comienzos.

Conversión de vida y amor, lo que cuesta, esto sí que cuesta, nos buscamos a nosotros mismos más que a Dios aún en las cosas santas… conversión de vida por amor a Cristo, vivir el evangelio que predicamos, obras son amores y no buenas razones.., porque hasta que no me tome en serio la conversión total de mi vida independientemente de todo, no empieza la unión total con mi Dios, no por inteligencia sino por amor, empiezo a sentir el amor de Dios de una manera que me ilumina, que me llena y me extasía y que antes no sentía con la meditación.

Hemos llegado a la oración afectiva, comienzo de la contemplativa, que nos lleva ya sólo a amar y sentirnos amados por Dios y nos lleva a amar al Padre y a los hombres como Él los ama, y para esto ya no nos sirve el libro ni la meditación, hemos entrado, vamos entrando en el Amor de Dios por la oración meditativa a la afectiva, luego ya más pasiva y contemplativa, hecha por Dios en nosotros, y finalmente transformativa, donde uno ya no tiene que meditar ni leer ni discurrir porque ya todo se lo da y lo infunde el Espíritu de Amor Trinitario, el Espíritu Santo en nuestros corazones por vía del amor infuso del Espíritu Santo, y nos sentimos amados: “ya no guardo ganado ni ya tengo otro oficio que ya solo en amar es mi ejercicio…”

Son los místicos… toda la iglesia mística que ha subido por la oración-conversión hasta la unión mística, real, transformante en Cristo por el Espíritu Santo. Es ya como a los Apóstoles en Pentecostés, sin esfuerzo, en llama de amor viva al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo en unión de amor:  “oh llama de amor…qué tiernamente hieres de mi alma en el más profundo centro… pues ya no eres esquiva, rompe la tela de este dulce encuentro... Por  qué, pues has llagado este corazón no le sanaste…y pues me lo has robado, porque así lo dejaste y no tomas el robo que robaste…  : quedéme y olvídeme… el rostro recliné sobre el amado, cesó todo y dejéme ni cuidado entre las azucenas olvidado…

Es la experiencia de Dios, del cielo ya en la tierra. De esto, santa Teresa, sobre todo, san Juan de la Cruz te lo describen maravillosamente, porque lo han vivido, han recorrido este camino de oración, es su vivencia y la de todos los que llegan a este grado de oración-conversión, primero conversión de los pecados y luego conversión total de amor y vida transformativa en Cristo y con Cristo Verbo y Palabra de Dios, comunicación y transformación en Dios Trinidad a la que todos estamos llamados y todos llegaremos en el cielo. Pero que algunos la anticipan en la tierra, por la oración contemplativa; yo, en mi parroquia tengo almas de oración contemplativa; no solo Isabel, que murió…también tengo a Ad.. aPi.. a Jos… etc…

Por eso, cuanto más arriba está uno en la iglesia, más necesaria es la experiencia, porque si los montañeros que deben dirigir la escalada de la liberación de los pecados, de la vida cristiana, de la unión con Dios, de la oración, del entusiasmo por Cristo y su reino de vida de gracia divina, no tienen experiencia del camino que hay que recorrer ni conocen las etapas y rutas principales del monte del amor divino, y las dificultades de fe, esperanza y amor que hay que superar, por no haberlas recorrido personalmente, estoy hablando de las etapas de oración y conversión permanente para unión de amor con Dios, que son las etapas de oración, y nos quedamos en la oración puramente meditativa o discursiva, no digamos si ni esta cultivamos, mal podemos dirigir a otros en su marcha hasta la cima, hasta la experiencia del amor y ternura de Dios Amor que nos soñó para una eternidad de unión y felicidad trinitaria, y esto, aunque seamos sacerdotes y lo tengamos por encargo y misión.

Por favor, hermanos, que todo este camino de oración y experiencia de Dios existe, que todos por el santo bautismo, no digamos sacerdocio, estamos llamados a este encuentro de felicidad eterna con Él, que Cristo vino para esto, que Pentecostés existe y sigue existiendo, y es el camino, que Dios existe y es verdad, que Dios nos ama, que Cristo nos amó hasta el extremo hasta dar la vida y morir en la cruz y está en cada sagrario de la tierra únicamente por amor, por amor personal loco y apasionado por ti, por mi, a todos… para llevarnos a esta unión, a esta experiencia de amor y felicidad…para empezar el cielo en la tierra, y esta es la grandeza del sacerdociio; pero que si solo hay teología o exégesis o conocimiento bíblico  sin oración personal, aunque uno se cardenal, obispo o sacerdote, pues eso… que habrá teología y exégesis y predicación, pero no amor y vivencia de lo que predico y celebro, no habrá llama de Amor viva.

Hoy como siempre, pero quizás hoy más que en otras épocas de la historia, para un mundo que se está quedando frío y sin amor a Dios y a los hombres, necesitamos testigos del Viviente, vidas sencillas de tantos sacerdotes olvidados, dando su vida por Cristo, en los pueblos de nuestra diócesis y de toda la Iglesia, sin cargo y honores. 

Y hoy, como en todos los tiempos, son muchos los que opinan así en la Iglesia. Hoy que se habla tanto del compromiso solidario y del voluntariado con los más pobres, la Madre Teresa de Calcuta, que ha tocado la pobreza como pocos, que ha curado muchas heridas, que ha recogido a los niños y moribundos de las calles para que mueran con dignidad, esta nueva santa nos habla de esta  oración contemplativa para poder realizar estos compromisos cristianamente:

«No es posible comprometerse en el apostolado directo sin ser un alma de oración.. Tenemos que ser conscientes de que somos uno con Cristo, como él era consciente de que era uno con el Padre. Nuestra actividad es verdaderamente apostólica sólo en la medida en que le permitimos que actúe en nosotros a través de nosotros con su poder, con su deseo con su amor» 

«Cuando los discípulos pidieron a Jesús que les enseñara a orar, les respondió: «Cuando oréis, decid: Padre nuestro...No les enseñó ningún método ni técnica particular. Sólo les dijo que tenemos que orar a Dios como nuestro Padre, como un Padre amoroso. He dicho a los obispos que los discípulos vieron cómo el Maestro oraba con frecuencia, incluso durante noches enteras. Las gentes deberían veros orar y reconoceros como personas de oración. Entonces, cuando les habléis sobre la oración os escucharán.... La necesidad que tenemos de oración es tan grande porque sin ella no somos capaces de ver a Cristo bajo el semblante sufriente de los más pobres... Hablad a Dios; dejad que Dios os hable (mirad que definición más bonita de oración personal); dejad que Jesús ore en vosotros. Orar significa hablar con Dios. Él es mi Padre. Jesús lo es todo para mí»[1].     

*************************************

Quiero ahora citaros a otro autor moderno: «En el campo eclesial hay actualmente un exceso de palabras, como lo hay de actividades que no son siempre el fruto madurado al calor de la contemplación, el desbordar de una experiencia mística.

Cualquiera que conozca, siquiera mínimamente, la orientación actual de la Iglesia, podrá  convenir conmigo en que sobra  tecnicismo pastoral, y falta el fuego de la palabra, las lenguas de fuego de Pentecostés que irradia y abrasa por donde se mueve. Palabra que sólo puede ser la de una experiencia compartida con Cristo. Palabra que se amasa y cuece en el largo silencio de la contemplación>>.

Queridos hermanos, que por este retiro y por la oración que hagamos todos los días, especialmente en este tiempo pascual y de pentecostés, tratemos de invocar y de pedir y disponernos a recibir al Espíritu Santo, lo necesitamos, nos lo dice el Señor. Más alto y claro no lo ha podido decir. Que el Espíritu de Cristo sacerdote nos inunde cada día más de su presencia y de sus dones, de sus gracias y carismas, para que esté más intensamente presente en todos nosotros, en nuestras vidas. Y todo esto y siempre por la oración-conversión permanente, de todos los días.

Hermanos, ¿qué pasa si por cualquier circunstancia estamos tiempo sin respirar? Pues que morimos; y si respiramos mal y poco, no tenemos fuerzas para trabajar, tenemos asma que resta vitalidad a nuestra vida. Por eso, respiremos fuerte el Espíritu de Dios, el amor de Dios, no hay que morir espiritualmente, hay que aspirar y respirar a Dios, hay que vivir del Espíritu de Dios, de la vida de Dios.

Respira hondo, decimos cuando alguno se marea o se desmaya; pues esto mismo es lo que os digo y me digo: respira, respira hondo, querido hermano,  en el Espíritu Santo, que Dios te ama, y te lo dirá en una oración-conversión-contemplativa, en una eucaristía cada vez más transformadora en Cristo sacerdote y víctima, en una comunión cada más perfecta con su misma vida, sentimientos y amor, y en un apostolado cada día más hecho en el espíritu de Cristo, o mejor, con humanidad prestada al Único Sacerdote.

Queridos hermanos: siempre el amor de Dios, el Espíritu de Dios: necesitamos el amor de Dios para contagiar de amor a los nuestros, necesitamos su Espíritu para que sean bautizados en Espíritu Santo, necesitamos que el Espíritu de Cristo venga a nosotros para predicar la

verdad completa de que Él nos habla tantas veces, necesitamos el Espíritu de Cristo para tener la experiencia de su amor y vivir la vida de Cristo y hacerla vivir y así nuestros apostolados serán verdaderamente apostolado, porque nuestra humanidad será humanidad prestada para que Él pueda seguir amando, predicando, salvando.

Recuerdo ahora esta oración de un obispo oriental: “Sin el Espíritu Santo, Dios está lejos; Cristo queda en el pasado; el Evangelio es letra muerta; la Iglesia, una simple organización; la autoridad, una dominación; la misión, una propaganda; la vida cristiana, una moral de esclavos.

En cambio, con el Espíritu Santo, el cosmos se levanta y gime en el parto del Reino; el hombre lucha contra la carne; Cristo está presente; el Evangelio es fuerza de vida; la Iglesia, signo de comunión trinitaria; la autoridad, servicio liberador; la misión, un Pentecostés; la liturgia, memorial y anticipación; la vida humana es divinizada”.

¡VEN, ESPIRITU SANTO, TE NECESITAMOS! ¡TE NECESITAN TUS SACERDOTES,ÚNGIDOS DE TU PRESENCIA Y AMOR! ¡TE NECESITA TU IGLESIA! ESTA IGLESIA NACIDA EN PENTECOSTÉS Y QUE DEBE SER ALIMENTADA Y PLENIFICADA POR TU PRESENCIA Y EXPERIENCIA DE AMOR!

ASÍ LO QUISO Y  LO DIJO EL SEÑOR JESUCRISTO RESUCITADO: “OS CONVIENE QUE YO VE VAYA, PORQUE SI YO NO ME VOY NO VENDRÁ A VOSOTROS EL ESPÍRITU SANTO… PERO SI ME VOY, OS LO ENVIARÉ… ÉL OS LLEVARÁ HASTA LA VERDAD COMPLETA”.

“VERDAD COMPLETA”QUE NO SOLO ES SABER TEOLOGÍA Y PREDICAR Y TRABAJAR, SINO HACERLO TODO CON AMOR DE ESPÍRITU SANTO, O MEJOR, QUE TÚ LO PUEDAS HACER POR NOSOTROS EN HUMANIDADES PRESTADAS ETERNAMENTE POR EL CARÁCTER SACERDOTAL.

GRACIAS, ESPÍRITU SANTO, POR HABERNOS HECHO SACERDOTES DE CRISTO IN AETERNUM. EL TIEMPO YA HA PASADO PARA NOSOTROS: TUS SACERDOTES SOMOS ESENCIALMENTE, POR LA UNCIÓN SACERDOTAL, SEMBRADORES, CULTIVADORES Y RECOLECTORES DE ETERNIDADES GANADAS POR EL ÚNICO SACERDOTE: JESUCRISTO. 

PLEGARIA A LA SANTÍSIMA TRINIDAD

Oh Dios mío, Trinidad a quien adoro, ayudadme a olvidarme enteramente de mí para establecerme en vos, inmóvil y tranquila, como si mi alma ya estuviera en la eternidad; que nada pueda turbar mi paz ni hacerme salir de vos, oh mi inmutable, sino que cada minuto me sumerja más en la profundidad de vuestro misterio.

Pacificad mi alma; haced de ella vuestro cielo, vuestra mansión amada y el lugar de vuestro reposo; que nunca os deje solo; antes bien, permanezca enteramente allí, bien despierto en mi fe, en total adoración, entregada sin reservas a vuestra acción creadora.

        Oh amado Cristo mío, crucificado por amor, quisiera ser una esposa para vuestro corazón; quisiera cubriros de gloria, quisiera amaros hasta morir de amor. Pero siento mi impotencia, y os pido me revistáis de vos mismo, identifiquéis mi alma con todos los movimientos de vuestra alma, me sumerjáis, me invadáis, os sustituyáis a mí, para que mi vida no sea más que una irradiación de vuestra vida. Venid a mí como adorador, como reparador y como salvador.

            Oh Verbo Eterno, palabra de mi Dios, quiero pasar mi vida escuchándoos, quiero ponerme en completa disposición de ser enseñado para aprenderlo todo de vos; y luego, a través de todas las noches, de todos los vacíos, de todas las impotencias, quiero tener siempre fija mi vista en vos y permanecer bajo vuestra gran luz. ¡Oh amado astro mío! fascinadme, para que nunca pueda ya salir de vuestro resplandor.

        Oh fuego abrasador, Espíritu de amor, venid sobre mí, para que en mi alma se realice una como Encarnación del Verbo; que sea yo para él una humanidad supletoria, en la que él renueve todo su misterio.Y vos, Oh Padre, inclinaos sobre esta vuestra pobrecita criatura; cubridla con vuestra sombra; no veáis en ella sino al amado, en quien habéis puesto todas vuestras complacencias.

Oh mis Tres, mi todo, mi bienaventuranza, soledad infinita, inmensidad en la que me pierdo. Entrégome sin reserva a vos como una presa, sepultaos en mí, para que yo me sepulte en vos, hasta que vaya a contemplaros en vuestra luz, en el abismo de vuestras grandezas.(Sor Isabel de la Santísima Trinidad, 21 noviembre 1904).         

Visto 251 veces