Lunes, 11 Abril 2022 11:51

VOCACION: A LA SORPRESA DE DIOS...

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VOCACION: A LA SORPRESA DE DIOS...

Don, iniciativa y sorpresa

     La llamada de Dios al sacerdocio, como toda llamada, es un don suyo, que se hace sentir al tiempo de Dios, cuando, donde y cómo él quiere. Es siempre una llamada que se fraguó en el corazón de Dios desde toda la eternidad, como "amor eterno" (Jer 31,3) y como elección en Cristo desde "antes de la creación del mundo" (Ef 1,4).

     Toda llamada divina llega de modo sorprendente, como el "sígueme" que Jesús pronunció invitando a Mateo el publicano (Mt 9,9) o al joven rico  (Mc 10,21). El primer momento produce incluso un cierto temor, ante lo inesperado, como en el caso de la Santísima Virgen (Lc 1,29).

 

Las primeras señales

     Esta llamada comenzó a ser realidad concreta "desde el seno de la madre" (Is 49,1; Gal 1,15), pero es una "gracia" que se irá manifestado en el momento oportuno, en la infancia, en la juventud o en edad adulta. Para Pablo, el perseguidor, fue en el camino de Damasco, y a esa gracia respondió "sin hacer esperar" (Gal 1,16).

     El "tiempo" de la vocación es un tiempo de gracia, un "tiempo oportuno" (2Cor 6,1). Si los efectos de esta llamada comienzan a manifestarse desde el seno de la madre, podrá dejarse sentir ya desde la infancia. Pero precisamente porque la vocación es un don gratuito de Dios, el tiempo de una clara manifestación puede darse en cualquier momento de la vida. De aquí que se hable también de vocación sacerdotal de personas adultas. Los Apóstoles fueron llamados así y, por esto, Jesús les hizo comprender que la llamada era una declaración de amor e iniciativa suya: "No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros" (Jn 15,16).

 

Las indicaciones de "Pastores dabo vobis"

     Según "Pastores dabo vobis", el "misterio de la vocación" sacerdotal se manifiesta en un dinamismo de "buscar a Jesús, seguirlo y permanecer con El" (PDV 34). En la vocación tiene lugar "un inefable diálogo entre Dios y el hombre", que consiste en el encuentro entre "el don gratuito de Dios y la libertad responsable del hombre" (PDV 36).

     Es toda la Iglesia la que se siente responsable de que esta vocación sacerdotal se realice a su debido tiempo. Por esto "en su misión educativa, la Iglesia procura con especial atención suscitar en los niños, adolescentes y jóvenes, el deseo y la voluntad de un seguimiento integral y atrayente de Jesucristo" (PDV 40).

     La "opción fundamental" por Cristo, en el camino del sacerdocio, para ser su signo personal o su transparencia, supone una cierta madurez, que se traduce en actitud relacional de encuentro, seguimiento y misión. Si la vocación sacerdotal es una declaración de amor (Mc 3,13; Jn 15,9), la respuesta debe darse en esta misma línea de amor y entrega incondicional: "permaneced en mi amor" (Jn 15,9).

     El sentido esponsal de la vocación sacerdotal, acentuado repetidamente en "Pastores dabo vobis" (nn. 22-23), podrá ser captado y vivido principalmente por jóvenes capaces de comprender el enamoramiento para toda la vida. Quien se enamora así de Cristo, comprende que la llamada sacerdotal, "al estilo de los Apóstoles" (PDV 42,60), incluye la actitud que manifestó San Pedro en nombre de todos: "nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido" (Mt 19,27). Es a partir de este enamoramiento, que se llamará caridad pastoral, cuando se podrán comprender y vivir las exigencias sacerdotales de contemplación, perfección y misión.

 

El ejemplo y el acompañamiento de María

     María será siempre el modelo y la guía en este camino vocacional. Ella influyó en la santificación de Juan Bautista, cuando el Precursor estaba todavía en el seno de Isabel (Lc 1,41-44). El ejemplo de fe de María influyó en la fe y en el seguimiento de los Apóstoles (Jn 2,11-12). Y María estaba también activamente presente en el Cenáculo cuando los Apóstoles con otros discípulos se preparaban para recibir el Espíritu Santo (Act 1,14).

     En todo momento del despertar vocacional y de la formación inicial y permanente, María está presente de modo activo y materno. "En íntima unión con Cristo, María, la Virgen Madre ha sido la criatura que más ha vivido la plena verdad de la vocación, porque nadie como Ella ha respondido con un amor tan grande al amor inmenso de Dios" (PDV 36). "Con su ejemplo y mediante su intercesión, la Virgen santísima sigue vigilando el desarrollo de las vocaciones y de la vida sacerdotal en la Iglesia" (PDV 82).

                                             Juan Esquerda Bifet

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